Para Qué Interpretamos
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Para Qué Interpretamos
Capítulo 12 . LA INTERPRETACION.
Esto refleja dos actitudes posibles, ya respecto de una norma, ya respecto de una
obra artística. Por ejemplo, así como vemos una obra de Shakespeare trasladada a la
actualidad, que mantiene su estructura y su mensaje, pero cambia la época y el lenguaje
(por ejemplo, la comedia musical West Side Story, de Leonard Bernstein, es una
transposición de Romeo y Julieta a la Nueva York de 1960), podemos intentar la
interpretación de una norma jurídica de acuerdo con los valores e institutos de la
actualidad, aunque ambas acciones nos alejen de las intenciones del primitivo autor
(legislador o creador artístico).
Usualmente, el término “interpretación” alcanza tanto a la actividad que se dirige
a exponer el significado de una expresión como al resultado de esa misma actividad.1
Con las revoluciones burguesas de fines del siglo XVIII, florecieron en la cultura
jurídica occidental diversas teorías que preconizaban un cerrado respeto por el texto de
la ley y, por lo tanto, reivindicaban el papel del legislador, cuya intención era el dato que
debía buscarse en las leyes. Teorías como la exégesis, que floreció en Francia, o la
dogmática jurídica, que aún se practica en muchos países, parten de la idea de describir
el sistema normativo a partir de desentrañar el (pretendido) verdadero significado de las
normas, siempre con un declamado respeto por la voluntad del legislador.
Las soluciones, entonces, se exhiben como las únicas posibles, al tiempo que se
guarda silencio sobre la actividad del intérprete: “el juez – solía decirse – es la boca de la
ley”. Pero las normas, de hecho, son el resultado de la actividad de diferentes (e
imperfectos) legisladores en épocas distintas, por lo que la ficción de un cuerpo
normativo consistente y completo se apoya en otra ficción: la de un legislador racional,
1
Ross, Alf, Sobre el Derecho y la Justicia, Buenos Aires, Eudeba, 1963, pág. 113.
2
Esta idea aparece tanto en el iusnaturalismo tradicional como formando parte central de la teoría de Ronald Dworkin
(cfr. " No right answer?", en Law, Morality and Society: Essays in honour of H.L.A.Hart, Oxford, Londres, 1977, pág.
58 y ss.; Law's Empire, Harvard University Press, Cambridge, 1986, cap. II.
único, perpetuo, omnisciente, consistente, operativo, omnicomprensivo y preciso3,
identificable, por lo tanto, con la divinidad.
El cuerpo normativo así creado tiene, para cada caso, una solución dentro del
sistema: no hay casos sin solución ni normas que no estén relacionadas con las demás.
Este modelo parece ocultar la función que cumplen las decisiones, tanto en el nivel
lingüístico como en el valorativo, dentro de la solución de un caso.
2. Problemas de lenguaje.
Los problemas lingüísticos del derecho son idénticos a los de cualquier otra
actividad que se sirva del lenguaje. Por esto, es oportuno recordar algunas cuestiones
genéricas, sumamente útiles para nuestra disciplina.
3
Ver Nino, Carlos, Introducción al Análisis del Derecho, Astrea, Bs.As., 1980, págs. 328/329.
Aun si conocemos el significado de un término, su uso no descarta problemas en
el receptor del mensaje. La ambigüedad implica que una palabra o una expresión
lingüística pueden asociarse a más de un significado 4; la vaguedad, a su vez, que los
límites que se atribuyen al significado de una palabra o una expresión son imprecisos.
En relación con esta última cuestión, es necesario destacar que todas las
expresiones del lenguaje natural son vagas, ya que junto con los casos claros de
aplicación conviven otros casos en los que el uso del término parece dudoso (zona de
penumbra). En el caso de las normas, es usual que la vaguedad resulte deliberadamente
introducida por el legislador, de modo de delegar en el intérprete los alcances de algún
tramo sensible de la norma; la vaguedad se resuelve, entonces, por medio de
definiciones más precisas, aunque con la salvedad de que las nuevas definiciones sólo
permiten reducir la vaguedad sin eliminarla: ellas requieren también de términos
generales y, por tales, vagos.
Si la semiótica puede ser definida como la teoría general de los signos, los
problemas de vaguedad y ambigüedad hasta aquí considerados pueden incluirse dentro
de la semántica, disciplina comprendida en aquel ámbito, que estudia la relación entre
las palabras y las cosas a las que ellas se refieren.
3. Problemas lógicos.
Como se viera al tratar sobre los sistemas jurídicos, es una característica deseable
de ellos que sean coherentes, no redundantes y completos. Estas pretensiones tienden a
que los sistemas no tengan normas contradictorias o inconsistentes dirigidas a resolver
un mismo caso, que cada caso sea resuelto por una sola norma y que, por último, todos
los casos tengan una solución.
4
La ambigüedad en la construcción de una frase se denomina anfibología.
no contradictorias5. El concepto de incompatibilidad aquí utilizado es, como se ve, más
amplio.
Frente a una inconsistencia normativa, los juristas suelen optar por alguna de dos
soluciones: por un lado, reconstruir el sistema para exhibir ambas normas como referidas
a condiciones fácticas (o casos) diferentes (lo que sería equivalente a salir de un
laberinto por arriba); por el otro, admitir la presencia de la inconsistencia y, de algún
modo, disolverla.
5
En la lógica deóntica estándar, Op y O-p, que equivale a Php, son contrarios, no contradictorios (ver Echave, D.T.,
Urquijo, M.E., y Guibourg, R.A., Lógica, Proposición y Norma, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1980, pág. 127). Dos
enunciados son contradictorios cuando, necesariamente, si uno es verdadero, el otro es falso (y viceversa). Son
contrarios si no pueden ser los dos verdaderos a la vez, pero sí pueden ser ambos falsos (como en el caso de “hace
frío” y “hace calor”). Tanto los enunciados contradictorios como los contrarios son incompatibles entre sí. Dos normas
que se refieran a la misma conducta, una para prohibirla y otra para declararla obligatoria, son contrarias. Son, en
cambio, contradictorias si una prohíbe y la otra permite, o si una obliga y la otra permite omitir.
6
Cfr. Guarinoni, Ricardo V., “Avatares de la Lógica Deóntica”, trabajo presentado en las XIV Jornadas Argentinas de
Filosofía Jurídica y Social, celebradas por la Asociación Argentina de Filosofía del Derecho, Mar del Plata, 2000.
7
Ross, Alf, obra citada, pág. 124.
8
Alchourrón, Carlos E., y Bulygin, Eugenio, Introducción a la metodología de las ciencias jurídicas y sociales,
Astrea, 1974, pág. 79.
9
En nuestra legislación, por ejemplo, sólo aparece legislado el principio jerárquico, en el artículo 31 de la
Constitución. El criterio temporal sólo se menciona en la Constitución en el artículo 30, cuando alude a la posibilidad
de su reforma y, como principio de irretroactividad, en el artículo 3 del Código Civil. El criterio material se usa sólo
como criterio interpretativo, especialmente en la jurisprudencia.
justificación ad hoc de una determinada solución normativa (elegida por motivos
valorativos o ideológicos), su análisis y su aplicación leal ofrecen de gran utilidad10.
El criterio jerárquico clasifica las normas según la propiedad de ser unas respecto
de otras superiores (S) o inferiores (I). Como preferencia, S es preferible a I.
10
El análisis de estos criterios de clasificación y de preferencia ha sido desarrollado en Guarinoni, Ricardo V.,
“Después, más alto y excepcional: criterios de solución de incompatibilidades normativas”, trabajo presentado en las
Jornadas de Filosofía Jurídica y Social celebradas por la AAFD en Rosario en octubre de 2001.
11
Ley coránica.
12
En cuanto a la relación de este tema con la validez, ver Bulygin, Eugenio, “Tiempo y Validez”, en Análisis Lógico y
Derecho, Madrid, Centro de Estudios constitucionales, 1991, pág. 195.
Este criterio presenta más complicaciones que el temporal. Aunque en un sistema
de derecho legislado la cuestión de la jerarquía entre normas suele ser parte de la
legislación, siempre se presentan casos con algún grado de complejidad, tales como la
distribución de jurisdicción entre autoridades locales y nacionales o el encuadre de
algunos entes estatales13.
El criterio material clasifica las normas según la propiedad de ser generales (G) o
especiales (E); como preferencia, E aparece como preferible, en la parte que regula, a G.
En el lenguaje de Ross, esta es una inconsistencia parcial 14: a una de las normas
(o a ambas) corresponde un campo de aplicación en el que no hay incompatibilidad y
otro en que se superponen, lo que deriva en soluciones incompatibles. Por ejemplo, si
una norma establece un impuesto a los libros y otra exime de impuestos al material
didáctico, aparece entre ellas una inconsistencia en el caso de los libros de texto. El
criterio material suele ser inadvertidamente aplicado por los juristas. Cuando se trata de
normas que integran un único cuerpo legal, el principio lex specialis suele aplicarse de
modo automático.
13
Un buen ejemplo de estas dificultades es el caso Bill, comentado en el capítulo 9.
14
Ross, Alf, obra citada, pág. 125.
15
Guibourg, Ricardo A., Pensar en las Normas, Bs.As., Eudeba, 1999, pág. 138.
prevalece sobre el temporal y cede ante el jerárquico: c) el criterio temporal sólo
adquiere relevancia cuando es el único criterio de preferencia.
3.2. Redundancia.
Por otra parte, la redundancia aparece como un problema latente, dado que
cualquier modificación legislativa en una de las normas puede introducir,
automáticamente, una inconsistencia en el sistema. La inexistencia de un conflicto
interpretativo en sentido estricto (es decir, la circunstancia de no resultar necesario elegir
entre dos normas incompatibles) y la tendencia, ya señalada, a distinguir circunstancias
fácticas que justifiquen ambas normas impiden, por lo general, que los fallos judiciales
registren casos de redundancia normativa.
3.3. Lagunas
Los defectos considerados hasta aquí presentaban más de una solución a un caso
(coincidente o divergente). Se dice que hay una laguna cuando un caso, entendido como
una combinación cualquiera de las condiciones relevantes de un sistema, carece de una
solución dentro del mismo sistema. Sin embargo, diferentes problemas suelen
englobarse en la misma denominación de lagunas. Para pensar mejor sobre el problema,
partamos de un segmento del sistema jurídico.
El art. 135 del Código Civil dispone que “los emancipados adquieren capacidad
de adquirir y disponer de sus bienes, pero respecto de los adquiridos por título gratuito
antes o después de la emancipación sólo tendrán la administración; para disponer de
ellos deberán solicitar autorización judicial”. Para identificar las propiedades que este
sistema ha considerado relevantes, debemos recordar que toda propiedad divide los
elementos del universo en aquellos en que la propiedad está presente y aquellos en los
que la propiedad está ausente. En el caso, las propiedades que la norma ha considerado
16
Ross, Alf, obra citada, pág. 128.
son la presencia (o ausencia) de autorización judicial, la presencia (o ausencia) de una
obligación contractual y la presencia (o ausencia) de título oneroso.
Para Kelsen, en cambio, no hay lagunas, ya que, a su juicio, allí donde el orden
jurídico no establece ninguna obligación a cargo de un individuo, el comportamiento de
tal individuo está permitido. En el caso de que no sea posible la aplicación de ninguna
norma jurídica aislada, aún puede aplicarse el orden jurídico en su totalidad para
verificar, precisamente, que ninguna de sus normas se refiere a la conducta en examen:
esto también constituye aplicación de derecho. La existencia de una laguna sólo es
admitida cuando la falta de la norma jurídica aislada es considerada por el órgano de
aplicación como indeseable desde un punto de vista jurídico-político. Sin embargo, esto
no quiere decir que exista una laguna en el sentido de inaplicabilidad lógica del derecho
válido. El derecho válido siempre es lógicamente aplicable, puesto que no tiene lagunas
en este sentido. La ficción de las lagunas sirve, entonces, para conceder al tribunal (o
para que éste asuma por sí) poder para modificar el derecho.
Kelsen pone como ejemplos la ausencia de una norma jurídica que pene el robo
de electricidad o la circunstancia de que una misma norma se aplique tanto a un robo
seguido de homicidio como al caso del hijo que mata a su padre enfermo de una
dolencia incurable. Aquí, el juicio según el cual la falta de una norma jurídica de
determinado contenido es inconveniente o injusta es un juicio de valor sumamente
relativo, que de ningún modo excluye el juicio de valor contrapuesto.
Esta tesis postula lo que los lógicos llaman la completitud de todo sistema
jurídico: como todo lo que no está prohibido está permitido, cualquier conducta que no
haya sido individual o genéricamente prohibida por las normas del sistema (o, como
diría Kelsen, a la que el sistema no haya enlazado una consecuencia coactiva) se
encuentra también prevista por el orden jurídico. El derecho (considerado en su
conjunto) la cuenta entre las conductas permitidas y cualquier demanda o acusación
fundada en ella debe ser rechazada por los jueces.
17
Alchourrón, Carlos E., y Bulygin, Eugenio, obra citada, páginas 41 a 49.
18
Alchourrón, Carlos E., y Bulygin, Eugenio, obra citada, página 177.
lo tanto, vacía de contenido informativo sobre la realidad (sería idéntico a decir “todo lo
que no está prohibido no está prohibido”). En cambio, si “permitido” significa “previsto
en una forma permisiva expresa” (permisión expresa, positiva o fuerte), el enunciado en
cuestión resulta contingente y eventualmente falso.
Un sistema normativo donde este principio sea verdadero debería contener cierta
regla de clausura: es decir una norma adicional que dispusiera que todo lo no
expresamente prohibido debe considerarse permitido. El artículo 19 de nuestra
Constitución, al prescribir que “ningún habitante de la nación será obligado a hacer lo
que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe” es una típica regla de
clausura.
Hasta aquí, la idea de laguna normativa. Sin embargo, como la palabra “laguna”
es ambigua, es útil repasar los diversos sentidos en los que utilizamos el término, para
que su diferencia no resulte inadvertida.
Lagunas de reconocimiento son los casos individuales en los cuales, por falta de
determinación semántica de los conceptos que caracterizan a un caso genérico, no se
sabe si el caso individual pertenece o no al caso genérico en cuestión21. Esta dificultad se
19
Echave, D.T., Urquijo, M.E., y Guibourg, R.A., Lógica, Proposición y Norma, Buenos Aires, Astrea, 1980, págs.
153 y ss.
20
Alchourrón, Carlos E., y Bulygin, Eugenio, obra citada, página 63.
21
Alchourrón, Carlos E., y Bulygin, Eugenio, obra y lugar citados.
origina en el ya tratado problema de la vaguedad, que los conceptos jurídicos comparten
con casi todos los demás conceptos. Puede ser en parte disminuida con la incorporación
de términos técnicos, pero siempre existe la posibilidad de que se presente un caso
individual cuya clasificación sea dudosa. Estas “lagunas de reconocimiento” se originan
en lo que Hart llama problemas de penumbra22. Sin embargo, llamar “lagunas” a los
casos de penumbra puede dar lugar a confusiones, ya que el problema de las lagunas
normativas es, centralmente, el problema de la completitud del derecho.
Las lagunas por inconsecuencias en el esquema valorativo, tal como las describe
Ross, son aquellos supuestos en los que el juez puede sentirse poco inclinado a rechazar
una demanda sólo porque “no hay norma con autoridad” que la sustente 23. Esta ausencia
es vivida como una falta, un defecto o laguna en el derecho, ausencia que el juez debe
suplir. Este aspecto nos introduce, directamente, en la restante cuestión: la de los
problemas valorativos.
4. Problemas valorativos.
Las lagunas axiológicas o valorativas son aquellos casos en los que, a juicio del
intérprete, es necesario incluir, suprimir o modificar alguna condición relevante en el
sistema. Sin embargo, no es común que la cuestión se plantee en estos términos: por el
contrario, suele enunciarse como un problema de laguna normativa (mediante
expresiones tales como “éste es un supuesto que el legislador no ha analizado…”) o
deslizarse entre las diversas aristas de los problemas lingüísticos (como en “una
interpretación tan estrecha del término X se muestra inconveniente, pues choca contra la
idea de justicia que se halla íntimamente ligada a la ley y sirve para justificar su
aplicación en los casos concretos...”).
22
Hart, H.L.A., El Concepto de Derecho, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1962, páginas 159 y siguients.
23
Ross, Alf, obra citada, página 151.
Sistemático. Correlaciona la norma con otras normas del mismo cuerpo o de otras leyes.
Aquí se privilegia la consistencia del sistema normativo y se busca evitar que la
interpretación de una norma la torne incompatible con otras normas, o con principios
generales aceptados, de los cuales las normas se sostiene que derivan. Los juristas no
suelen incluir entre los métodos de interpretación la derivación lógica, que sin embargo
es fundamental: el sistema jurídico, como cualquier sistema deductivo, incluye como
parte de sí mismo todas sus consecuencias lógicas.
Histórico. Busca la voluntad del legislador en los antecedentes de la ley, como el debate
parlamentario, la exposición de motivos, los estudios previos o las polémicas en la
opinión pública.
Aplicación de adagios. Es común que los juristas aludan a principios sacralizados, que a
partir del derecho romano se expresan en adagios como ubi lex non distinguit, nec nos
distinguere debemus, ubi eadem est legis ratio, eadem est legis dispositio, cessante
ratione legis, cessat ejus dispositio, dura lex, sed lex, etc.. Esta práctica tradicional se
halla algo desacreditada en nuestros tiempos, porque se advierte que tales adagios,
aunque sean individualmente razonables, permiten a menudo resolver un mismo
problema de maneras incompatibles. Sin embargo, todavía se hace de ellos un uso
bastante extenso, en especial fuera del ámbito de la teoría general del derecho.
Principios generales del Derecho. Suele recurrirse a ellos ante la ausencia de una
solución normativa expresa o para reforzar alguna decisión judicial; el propio
Código Civil remite a ellos, aunque su identificación, su contenido y su alcance
son a veces polémicos.
Sin embargo, muchas veces la actividad aparece oculta tras la idea de que la
solución normativa de un caso es única. Sería de esperar que, en aquellos casos donde
deban adoptarse decisiones valorativas y lingüísticas, tales decisiones sean claramente
explicitadas, para mejor conocer, criticar o compartir racionalmente sus fundamentos.
Cualquier norma será, en algún sentido, traicionada por la interpretación 24; pero
la tarea interpretativa es inescindible de la tarea jurídica, sobre todo porque cualquier
lectura de un texto supone o requiere interpretación. Este es el dilema que la
interpretación debe enfrentar. Algunas cuestiones conexas se han tratado también en el
capítulo 8, al reflexionar sobre la competencia y el modo en que todo tipo de
argumentos, más sinceros o más velados, se incorporan en la tarea interpretativa. Vale la
pena destacar que los requisitos básicos de una teoría de la interpretación algo rigurosa
son la introspección, el debate y la consistencia lógica. ¿Estamos dispuestos a asumir ese
desafío?
A partir de la reforma del Código Civil (ley 17.711), el artículo 1113 quedó
redactado de la siguiente forma:
La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo
su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado. En los supuestos de daños
causados con las cosas, el dueño o guardián, para eximirse de responsabilidad, deberá demostrar que de su
parte no hubo culpa; pero si el daño hubiere sido causado por el riesgo o vicio de la cosa, sólo se eximirá
total o parcialmente de responsabilidad acreditando la culpa de la víctima o de un tercero por quien no
debe responder (…).
Este fallo, al remitir la discusión a la teoría del riesgo creado, optó finalmente por
dirimir la cuestión sintáctica a favor de la versión incluyente de la disyunción.
El caso demuestra que términos como "y", "pero", "si" o "equivale a" pueden ser
utilizados con diversos sentidos. Y que, si bien los problemas sintácticos de
26
Debe tenerse en cuenta que ambas conectivas se definen aquí de modo poco riguroso. En la lógica proposicional se
usan definiciones formales, cuyo valor se establece mediante una tabla de verdad u otro recurso similar. Lo que debe
resaltarse es que las proposiciones utilizadas a modo de ejemplo son representadas en el lenguaje formal por variables,
p, q, que pueden llenarse con cualquier proposición descriptiva.
interpretación no pueden solucionarse tan sólo a partir de recursos puramente
lingüísticos, una redacción más cuidadosa permitiría estrechar significativamente el
ámbito de los problemas interpretativos.
Me he de ceñir entonces al punto exclusivo a resolver y que tal como se señalara supra, consiste
en determinar el alcance del vocablo vehículo utilizado en la nueva redacción del inciso 6 del art. 163 del
Código Penal y si comprende a las bicicletas. Ante tal empresa, resulta oportuno recordar cuanto hube de
sostener en el sentido que la interpretación consiste en la búsqueda de la voluntad objetiva de la ley, no de
la del legislador y que cuando el científico o el juez tratan de interpretar una ley, no pueden ceñirse a los
escuetos preceptos de ella, que a menudo son los únicos que contempló el legislador, sino que han de
armonizarlos con el conjunto del ordenamiento jurídico del país (interpretación sistemática) y estar de
acuerdo con el tiempo (interpretación progresiva). Una ley no tiene sólo valor aislado, sino que recibe
limitaciones y colorido de todas las otras leyes. Negar no sólo la posibilidad sino también la necesidad de
interpretar las leyes es como negarles aplicación o como creer que la ley actúa por sí misma o como
afirmar que el acto del juez no es espiritual sino mecánico, pues la interpretación aunque a veces aparezca
evidente es siempre necesaria, ya que la fórmula que expresa la voluntad de la ley tiene indefectiblemente
carácter general y abstracto.
(...) un criterio interpretativo orientador de carácter subjetivo que nos habla de la teoría de la
voluntad del legislador (…). Un valioso aporte para esclarecer el alcance de las normas, cuando su
interpretación se torna polémica, lo son la exposición de motivos que acompañó al proyecto legislativo o
el debate parlamentario que precede su votación. (…) En tal sentido, el miembro informante Senador
Villarroel al fundamentar la propuesta de sanción de la que en definitiva se convertiría en la ley 24.721
dijo que lo cierto es que entre otras virtudes del nuevo régimen penal (…) debe señalarse que con este
proyecto se amplía la protección penal, no circunscribiéndola exclusivamente a los vehículos de cuatro
ruedas o más. Vale decir, a toda clase de vehículos.
Juan Carlos Bill impugnó ante el tribunal las normas que le impedían acceder al
registro profesional de conductor por tener antecedentes penales. Tales normas habían
sido dictadas por los poderes Legislativo y Ejecutivo nacionales, en su carácter de
autoridades locales para la Ciudad de Buenos Aires, con anterioridad a la reforma
27
Hart, obra citada, págs, 160 y 161.
constitucional de 1994, que otorgó a Buenos Aires la categoría de ciudad autónoma y le
permitió dictar su propia constitución.
El artículo 113 de esta Constitución local colocó en cabeza del Tribunal Superior
el control constitucional de las normas emanadas de las autoridades de la Ciudad.
(...) el único tema de discusión, objeto de esta disidencia, está representado por la interpretación
de las palabras que la Constitución local ha usado para habilitar el control abstracto de constitucionalidad
y, por ende, la competencia del Tribunal Superior, al establecer que las normas de alcance general
cuestionables deben proceder “de las autoridades de la Ciudad”.
Se dijo que:
Caso “Cura, Julio D.”, Tribunal Oral Criminal No. 7, 27 de junio de 2000.
El defensor oficial pidió la suspensión del juicio a prueba (probation), pero tal
instituto no podía concederse en el caso ya que la pena máxima prevista para ese delito
involucrado superaba los tres años, límite fijado por la doctrina plenaria establecida por
la Cámara Nacional de Casación Penal en los autos “Kosuta”28.
28
Cámara Nacional de Casación Penal, La Ley, 1999-E, 165.
Sin perjuicio de la obligatoriedad de tal doctrina legal, el defensor requirió la
suspensión del juicio a prueba; fundó su planteo en la inconstitucionalidad del art. 10 de
la ley de competencia penal. El argumento fue admitido por el Tribunal Oral No. 7
(27/6/2000) que, al tiempo que aplicó el principio jerárquico al juzgar la norma procesal
penal a la luz de la Constitución y de los tratados internacionales, formuló las siguientes
referencias a factores pragmáticos:
Para expresarlo en términos prácticos: hasta que sobrevino la sentencia plenaria de mención,
aproximadamente veintidós tribunales orales entre treinta – por tomar sólo aquellos que pertenecen al
fuero penal ordinario de la ciudad de Buenos Aires –, resolvieron de conformidad con el punto de vista de
centenares de ciudadanos, asistidos por sus abogados, que el artículo 76 bis del Código Penal, tal como ha
sido redactado por el legislador y según una interpretación llevada a cabo como marcan las reglas –
mediante la combinación de los métodos gramatical, lógico sistemático, histórico y teleológico –,
contempla tanto los casos de delitos cuya escala penal no excede de tres años de reclusión o prisión, como
también los supuestos en los cuales en caso de condena el imputado habrá de merecer una pena en
suspenso.
De otra parte, la ley 24.316, sancionada el 4 de mayo de 1994, instala mediante el artículo 76 bis
del Código Penal un instituto, “la suspensión del juicio a prueba”, que no sólo se vincula con la mayor
eficiencia del sistema penal, en tanto procura el descongestionamiento de una justicia penal sobresaturada
de casos para permitir así el tratamiento preferencial de los más “graves e importantes”, sino que, por
encima de todo, resulta un medio idóneo de prevención especial y un ejemplo manifiesto de finalidad
utilitaria.
¿Es acaso prudente y oportuno reemplazar la siempre renovable autoridad del argumento por una
decisión de autoridad que, por cierto fundada y respetable, conlleva la clausura del debate enriquecedor?
¿Lo es si, además, la discusión que contra la “naturaleza de las cosas” se pretende abolir, es capaz de
acarrear efectos que van más allá de la siempre “relativa” contienda sobre la interpretación de un precepto
cualquiera, y puede llevar a comprometer el funcionamiento mismo de los tribunales inferiores, por la
acumulación de efectos a todas luces indeseables: aumento del número de expedientes; retardo de justicia;
selección irracional de las causas por la vía de la prescripción, sin ningún mecanismo aleccionador ni
rehabilitante para el imputado; falta de tiempo y energía suficientes para concentrarse en los casos más
graves y complejos, etcétera, etcétera?
La doctrina, así, fijó interpretación acerca del conflicto entre los artículos 244 y
242 inc. 3 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, el primero de los cuales
especifica que “toda regulación de honorarios será apelable” y el segundo que “son
inapelables las resoluciones dictadas en juicios con monto menor a…”.
Noemí García gozaba, junto con sus hijos menores, de una pensión militar
otorgada en noviembre de 1979. Tres años después, como consecuencia de la sentencia
que la condenó a prisión por resultar autora “del delito de homicidio calificado por el
vínculo en perjuicio de su cónyuge”, el comandante en jefe del ejército dispuso la
cesación del beneficio. Ante esta decisión administrativa, García inició una acción
judicial para que la pensión fuera restituida.
El juez de primera instancia juzgó que la ley 19.101 no tenía una solución para el
caso, ya que sólo preveía la pérdida de pensión cuando los beneficiarios fueran
condenados a una pena de inhabilitación, accesoria que no fue impuesta en el caso.
Consideró entonces aplicable la norma de derecho común, que declara “incapaces de
suceder como indignos” a quienes resulten condenados por delito de homicidio (art.
3291 CC).
(...) incluye como causales de pérdida de la prestación circunstancias mucho más leves que el
homicidio en la persona del cónyuge, de allí que no resultara irrazonable pensar, o que el legislador había
olvidado tener en cuenta una causal tan grave o que había creído, con toda lógica, que ante dicha
alternativa la solución surgía de los principios del derecho común. Haber matado a quien posibilitó el
beneficio que se goza merece, si no existen verdaderos motivos de exculpación, la pérdida de tal goce y si
dicha sanción no es contemplada por la normativa específica debe buscársela en la legislación general y,
por analogía, en lo específico sobre la materia, ya que, de otro modo, se cometería una inadmisible
violación de principios fundamentales como el respeto a la vida.
29
Fallos 312:1283
Y los critica así:
(La Cámara,) bajo la guía de una concepción rigurosa, tendió de entrada a decidir la inexistencia
del derecho de la actora que, empero, la norma legal aplicable, según vimos, no desconocía. Y lo hizo
desoyendo, a su turno, otro de los principios referidos, esto es, presuponiendo la inconsecuencia o la falta
de previsión del legislador, o bien la existencia de una metafórica laguna legal, en rigor de verdad,
inexistente, tras lo cual recurrió a la aplicación, no subsidiaria, sino en realidad analógica, de institutos del
derecho sucesorio no necesariamente válidos por sí mismos en lo previsional, que no están autorizados
para su aplicación de oficio, como lo hizo la autoridad militar, ni siquiera en su propio ámbito jurídico, por
no comprender el orden público, al tratarse de acciones sólo disponibles por los coherederos que decidan
utilizarlas.
(...) es regla de interpretación de las leyes dar pleno efecto a la intención del legislador,
computando la totalidad de sus preceptos de manera que armonicen con el ordenamiento jurídico restante
y con los principios y garantías de la Constitución Nacional. Asimismo, que la inconsecuencia o la falta de
previsión no se suponen en aquél y por esto se reconoce como principio que las leyes deben interpretarse
siempre evitando darles un sentido que ponga en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las
otras, y adoptando como verdadero el que las concilie y deje a todas con valor y efecto.
(...) no cabe, en principio, suponer el olvido ni la imprevisión por parte del legislador. En
consecuencia ante el texto (…) de la ley (…) que rige concretamente la materia, el que contempla como
causal de pérdida del beneficio la inhabilitación absoluta pero no supuestos como el de autos, parece claro
que no cabe aplicar en el caso el artículo referido del Código Civil.
30
Fallos 314:458
acepción de esas palabras, las cuales, mientras el texto lo consienta, han de ser tomadas en el sentido más obvio al
entendimiento común.
Caso “Hilandería Santa Rosa SCA c/ Olán Cooperativa de Seguros y otros”, Corte
Suprema de Justicia de la Nación, 19 de diciembre de 1985.31
La Cámara entendió que la acción estaba prescripta según el artículo 845 del
Código de Comercio y, por tanto, que era inaplicable el artículo 3986 del Código Civil.
La Corte, por mayoría, resolvió que el debate excedía el marco del recurso
extraordinario. En su disidencia conjunta, dos ministros (Belluscio y Petracchi)
brindaron las razones por las que debía aplicarse el plazo de prescripción de la norma
civil y sostuvieron:
Es regla de interpretación de las leyes dar pleno efecto a la intención del legislador, computando
la totalidad de sus preceptos de manera que se compadezcan con el resto del ordenamiento jurídico y con
los principios y garantías de la Constitución Nacional. Ese propósito no puede ser obviado por los jueces
con motivo de las posibles imperfecciones técnicas de su instrumentación legal, toda vez que ellos, como
servidores del derecho para la realización de la justicia, no deben prescindir de la ratio legis. La exégesis
de la ley requiere la máxima prudencia, cuidando que la inteligencia que se le asigne no pueda llevar a la
pérdida de un derecho, o el apego a la letra no desnaturalice la finalidad que ha inspirado su sanción.
Cuando fue detenido como sospechoso del delito de hurto, Ernesto Alfredo
Montalvo tenía en su poder 2,7 gramos de marihuana para uso personal. Por este hecho
fue condenado penalmente, En relación con la cuestión constitucional de las normas
involucradas, el Procurador General (Roger), después de repasar la evolución de la
doctrina de la Corte33, sostuvo:
El delito (de tenencia de drogas) ha sido tipificado como de peligro abstracto, lo cual demuestra
la especial jerarquía asignada al bien jurídico tutelado por la norma, pues de ese modo se ha extendido
penalmente su defensa hasta aquellas situaciones que sólo importan, a juicio del legislador, la mera
probabilidad de un riesgo para la salud pública. El particular interés en el cumplimiento de ese fin que
importa la sanción de una norma de tales características se ve reflejado en el mensaje del Poder Ejecutivo,
que acompañó al proyecto que luego de sus modificaciones por el Congreso, dio origen a la sanción de la
ley 20771, en cuanto allí se caracterizó al problema de la drogadicción como “un fenómeno de
características multifacéticas” que constituye un “verdadero flagelo social”. Además, en el debate
parlamentario que precedió a su sanción, también se tuvo en cuenta que el consumo de estupefacientes se
ha difundido por todas las naciones del orbe, especialmente entre los sectores jóvenes de la población y
que mediante este proyecto se intentó impedir “la desmoralización y la destrucción de la juventud
argentina, que constituye el futuro de nuestra patria”.
La incriminación de la tenencia de estupefacientes, aun cuando ésta fuera para consumo personal,
se halla pues dirigida a evitar las consecuencias negativas que para la salud pública pudieran surgir de ese
hecho. (…) No obstante los extensos fundamentos desarrollados (en el caso “Bazterrica”) acerca de la
utilidad de la prevención penal de la tenencia como remedio para el problema que plantean las drogas,
considero que no puede sostenerse la inexistencia de un nexo razonable entre la incriminación de que aquí
se trata y la protección de la salud pública sobre la base de su mayor o menor eficacia como medio para
amparar ese bien jurídico, pues ello conduce, en definitiva, al análisis de cuestiones de oportunidad,
mérito o conveniencia, que por ser de carácter eminentemente político, se encuentran reservadas a la
competencia de los órganos encargados de la sanción de la ley, cuyo criterio, en este sentido, no puede por
ende ser revisado por VE. (…) Si bien el consumo de estupefacientes constituye un problema universal,
las distintas características de cada nación, así como las posibilidades y recursos con que se cuente para
afrontarlo, determinarán en cada caso una solución diversa de acuerdo con aquellas condiciones. El
extenso debate parlamentario, particularmente durante el trámite en la Cámara de Diputados que precedió
a la sanción de la ley 23.737, demuestra, acabadamente, el carácter polémico del tema e importa, además,
32
Fallos 313:1333
33
Fallos 300:254 y fallos 308:1392
una ratificación de las razones que, más allá de su acierto o error, determinaron a nuestros legisladores a
incriminar la tenencia de drogas.
34
Fallos 307:2200.
Muchos fallos de la misma Cámara habían aceptado una conclusión semejante a
la que aquí se comenta, pero con fundamento analógico, por aplicación del límite
contenido en el artículo 33 de la ley previsional 18.037. Un ejemplo:
El art. 212 L.C.T. no establece pautas numéricas para determinar lo que debe entenderse en su
contexto por incapacidad absoluta, pero parece obvio que para alcanzar ese grado no se requiere la
paralización total de las funciones motoras, por lo que resulta razonable a este respecto atenerse a las
disposiciones de al legislación previsional que consideran que una incapacidad superior al 66% es
absoluta. Considero, sin embargo, que en estos casos cabe exigir en forma estricta que el grado de
minusvalía alcance aquel porcentaje, ya que el mismo indica que el trabajador no tiene perspectivas serias
de ganar su sustento mediante una actividad remunerada dependiente o autónoma35.
Este comentario, como muchos de los precedentes, sirve para ilustrar una
práctica inevitable y un defecto de esa práctica. La primera, que los tribunales endurecen
o flexibilizan el texto de la ley para excluir o incluir el caso tratado, según el propio
criterio de justicia. El defecto, que muchas veces omiten, al hacer tal cosa, asumir otras
consecuencias del nuevo alcance que asignan a la norma general interpretada. ¿Cómo
hacer lo necesario para permitir a la sociedad convivir con sus normas jurídicas, sin
convertir la ley en un mero juguete vistoso? Ésa es la gran pregunta de la interpretación;
la pregunta que la teoría tradicional jamás alcanzó a responder y que cada jurista asume
desde sus propias preferencias, normalmente autocomplacientes.
35
C.N.A.T., Sala III, 24/6/86, “Cipriano de Famighietti, Luisa, c/ Asociación Israelita de Beneficencia y Socorros
Mutuos ‘Ezrah’” (Sentencia Nº 52.286).
Compare las decisiones adoptadas en relación con el artículo 1113 del Código Civil.
¿Cómo interpretaría usted el significado que corresponde dar a la conectiva “o”
utilizada en la mencionada norma? ¿Cómo fundaría tal elección?
Elabore una lista de los objetos a los que estaría dispuesto a llamar “vehículo”.
Repase la lista: ¿cree que el robo de cualquiera de esos objetos debería ser
calificado?. En caso de alguna respuesta negativa y respecto de esa respuesta, ¿diría
que el objeto no es, entonces, un vehículo? En tal supuesto, ¿qué tipo de argumento
utilizaría para eludir la tipificación agravada?
Una norma procesal dispone la obligatoriedad de las doctrinas que sean fijadas por la
Cámara de Casación. El fallo Cura admite, de un modo vago, un planteo
constitucional. ¿En qué se funda la admisión del planteo? ¿En el reproche a la norma
procesal o en el rechazo de la doctrina fijada en el caso?. ¿Qué argumentos
valorativos podrían desplegarse a favor de la facultad de fijar doctrinas plenarias? ¿Y
en contra?
La norma que fija las condiciones en las que se accede a una pensión establece,
taxativamente, las causales de exclusión del beneficio. ¿Con qué criterios se juzga la
gravedad de los casos de exclusión, de modo de considerar más grave un caso no
previsto que otro normativamente considerado? El juicio resultante, ¿es jurídico o
sólo valorativo? Advertidos de la ambigüedad del término “laguna”, ¿en qué sentido
podría afirmarse la presencia de una laguna en las normas involucradas?
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