Carmen Berenguer - Prese Sayal de Pieles

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Tengo dos páginas marcadas de mi libro “Sayal de pieles”. Con unas banderitas verdes.

Dos poemas

que no recuerdo por qué señalé, dos poemas apuntados en una lectura que tampoco recuerdo, en un lugar

que nunca recordaré dónde fue, en un momento que no puedo traer al presente. Son las páginas 17, sin

número, que da inicio al apartado PIELE (S) y la página 34 que comienza con los versos “piel que al porar

abraza/ súdase súbase pálpase/ marca de higo sulfo/ oñasa añico piela/ sajada de corte soma”. Busco más

información en el libro: tiene una dedicatoria de Carmen para mi cumpleaños del año 2000. Por el reverso,

una dedicatoria de mi amigo Héctor Hernández, gestor y creativo de que ese libro llegara a mis manos.

Tengo 21 años hace 18 años atrás. Soy una joven que ya llevaba 2 años de la aparición ominosa de la

escritura en su vida. En esa oscuridad, apareció Carmen. La habíamos leído en fotocopias el Taller de Sergio

Parra, luego la invitamos junto a Héctor a una lectura en la Pecera de Campus Oriente. Prendimos velas y

leímos en una mesa cuadrada rectangular y larga poetas muy jóvenes y ella. Su palabra nos horadó a todos.

Nos inquietó. Nos enamoró. A las mujeres del grupo, Carmen nos iluminó el camino. Nos trajo saberes a

manos llenas de asuntos que ni imaginábamos. Nos dio performance. Nos dio su risa. Amábamos y amamos su

cabello. Amamos su voz. Su militancia.

Retomar “Sayal de pieles” es recorrer esa época de principios de siglo donde con ese libro, una mujer

nos dijo: sí, ustedes pueden. Durante mucho tiempo leímos ese libro como lo críptico de lo femenino, un

artilugio de lenguaje realizado por una maga. Ahora que he vuelto a leerlo en los nuevos tiempos que corren,

me gustaría verlo no como un artilugio, no como un artefacto femenizado, si no que me gustaría leerlo como

un homenaje a nuestra lengua castellana, como un monumento a la voz hablada, y por qué no decirlo, voz

cantada con ese exquisito barroco que solo Carmen sabe pronunciar. No por nada sayal deviene hábito,

vestimenta de monje, lengua devenida rusticidad, lengua devenida en piel que vestida supura verbos,

contracciones y pliegues, lengua bendita, lengua parida que el día de hoy celebramos que se constituya con

todas sus letras, y de manera corpórea, en una obra. Sayal, sayala, albricias, querida Carmen, por tus libros,

por tu vida, por tu poesía.

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