FALACIAS

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Falacias de transferencias de propiedades

Contra la persona

Esta falacia se divide en dos variantes: ofensiva y circunstancial.

 Contra la persona-ofensiva (argumentum ad hominem)

Se comete la falacia contra la persona (ofensiva) cuando, para refutar la


conclusión de una persona o señalar que es falsa, en lugar de ofrecer razones
pertinentes para ello, se ataca a la persona que sostiene dicha tesis o
conclusión. La siguiente historieta ilustra esta falacia:

Como puede verse aquí, el policía estadounidense quiere refutar la afirmación


del migrante acerca de que los policías de Estados Unidos no respetan los
derechos de los migrantes, pero en lugar de ofrecer argumentos que refuten la
postura de su interlocutor, ataca al migrante que hace esta afirmación
descalificándolo para así invalidar su argumento.

Contra el hombre-circunstancial

La falacia contra el hombre-circunstancial se divide en dos tipos: intereses


personales y auto-contradicción

 Contra el hombre-circunstancial de intereses personales

Incurre en esta falacia quien señala los intereses supuestamente ocultos de


alguien con la intención de echar abajo las afirmaciones de dicha persona. Por
ejemplo:
Como ves, esta mujer quiere refutar la afirmación de Susana acerca de que los
hornos de microondas no causan cáncer, pero no da razones adecuadas para
ello. Se limita a señalar que ella es vendedora de microondas, insinuando así
que la afirmación de Susana no es verdad, pues tiene intereses relacionados
con el asunto del que habla. Si bien la tesis de la mujer puede ser correcta
(hay estudios que prueban que los hornos de microondas producen cáncer), su
argumentación es insuficiente para apoyar la conclusión.

Para asegurarte de haber comprendido correctamente esta falacia, debes


preguntarte quién incurre en ella: la mujer o Susana. Si respondes que Susana
(porque es ella quien tiene cierto interés en vender hornos de microondas),
significa que no has comprendido adecuadamente y debes releer con cuidado.
Quien cae en un argumento falaz es la mujer, pues en lugar de argumentar por
qué los hornos de microondas no producen cáncer, se limita a cuestionar a
Susana (a atacarla) con base en su ocupación e intereses. Si lo piensas
detenidamente, verás que Susana ni siquiera está argumentando.

 Contra el hombre-circunstancial de auto-contradicción

Se incurre en esta falacia cuando se dice que una persona afirma una cosa y
hace lo contrario. Por lo tanto es incongruente y, por ello, cualquier afirmación
que haga relacionada con su acción se considera falsa. Por ejemplo:
Como puedes observar en la imagen anterior, el joven quiere refutar la
afirmación de su profesor de Ética sobre la necesidad de actuar moralmente.
La razón que ofrece para hacerlo es que el profesor no se comporta
moralmente y, por ello, su proposición es falsa. No obstante, si se es
cuidadoso, se advertirá que no ofrece ninguna razón válida para refutar lo
dicho por el profesor, pues no es posible determinar –lógicamente hablando–
que por el hecho de que alguien no se comporte moralmente, es falso que las
personas deban actuar moralmente.

Aunque la persona sea incongruente, sus afirmaciones no deben descartarse


automáticamente, pues desde una perspectiva lógica, es necesario valorar la
verdad o validez de lo afirmado por él. Sin embargo, examinar esto último no
cancela el hecho de que pueda cuestionar el derecho moral de esa persona
para afirmar lo que dice, pues al practicar todo lo contrario es, en efecto, una
persona incongruente. Sin embargo, carecer de autoridad moral no es lo
mismo que decir falsedades. Una cosa es valorar lógicamente las afirmaciones
o argumentos y otra muy distinta valorar el derecho moral que tiene para
decirlas. Así, incluso los grandes malhechores pueden hacer afirmaciones
verdaderas.

Para asegurarte de haber comprendido adecuadamente, deberás preguntarte


quién cae en una falacia: el estudiante o el profesor. Si respondes que el
profesor (porque su conducta contradice su discurso), significa que no has
comprendido correctamente y debes releer con atención. Quien cae en la
falacia es el estudiante (de nuevo, el profesor ni siquiera está argumentando),
pues en vez de demostrar mediante argumentos que no se debe ser personas
morales, ataca al profesor señalando que es moralmente incongruente. Una
conducta (sea buena o mala) nunca será, por sí sola, una razón que demuestre
la verdad o falsedad de una proposición. Sólo otras proposiciones pueden
hacerlo.
Apelación a la autoridad

Esta falacia se divide en dos tipos: de autoridad individual y de autoridad


colectiva

 Apelación a la autoridad individual (argumentum ad verecundiam)

Se incurre en esta falacia cuando se pretende que algo sea verdadero sólo
porque alguien –a quien se le atribuyen cualidades que se admiran– lo dice,
pero en realidad no es una autoridad en el tema tratado. Observa el siguiente
ejemplo:

Como puedes advertir, el anciano argumenta a su nieto que la esclavitud no es


mala, y esgrime como razón que una autoridad como Aristóteles (connotado
filósofo) la defendió. Sin embargo, el hecho de que el filósofo griego haya
defendido esa idea no significa que sea verdadera, pues a pesar de ser un
personaje histórico importante, no fue una autoridad en dicho tema y es claro
que, en todo caso, la defendió bajo otro contexto.

Para defender la esclavitud, se podría señalar que permitió el desarrollo


intelectual de los griegos y los países que la han practicado, y que de alguna
manera –quizá sin saberlo– todos se han beneficiado de ese hecho. Éstas
serían razones más pertinentes a favor de la esclavitud que sólo afirmar que es
buena por el simple hecho de que Aristóteles lo creía.

Cabe recordar que apelar a la autoridad para defender una conclusión no


siempre es una falacia, pues hay ocasiones en que tal apelación es pertinente.
Por ejemplo, cuando vas al médico y te receta determinada medicina,
concluyes que debes tomarla porque lo dijo el médico y él es un experto en su
materia. En cambio, si alguien afirma que comprará una guitarra de
determinada marca porque el médico se lo dijo, es fácil advertir que éste no es
una autoridad competente para fundamentar tal conclusión.

La apelación a autoridades incompetentes para defender determinada


conclusión es muy frecuente en la publicidad, por ejemplo, cuando se aconseja
comprar una marca de champú porque una artista famosa la usa. El hecho de
que esa “celebridad” lo use no significa que sea de calidad o benéfico para todo
tipo de cabello. En tal caso, se debería apelar a un experto en cabello que
ofrezca las razones por las cuales ese producto puede ser considerado de
calidad.

 Apelación a la autoridad colectiva (argumentum ad populum)

Se comete esta falacia cuando se apela a la mayoría, la tradición o la autoridad


de una minoría selecta para la aceptación de una conclusión, en lugar de
ofrecer razones o premisas pertinentes. Por ejemplo:

Como puedes observar, se afirma que se debe ir a ver la película


Extraterrestre; para convencer de que esa conclusión es correcta, ofrecen la
premisa de que “cinco millones de personas alrededor del mundo la han visto”.
Si analizas el argumento, advertirás que las razones brindadas para ver tal
película son inadecuadas, pues apelan a la cantidad de personas que la han
visto como apoyo para sostener su conclusión, en vez de mencionar premisas
pertinentes como la calidad de la película, su guión, fotografía, actuaciones,
etcétera. No se puede deducir que todos deben ver la película por el hecho de
que una gran cantidad de personas la han visto.

Este es un ejemplo de apelación a la tradición:


El segundo hombre intenta defender la tesis de que las corridas de toros no
son inmorales, y ofrece como premisa que la tradición las ha apoyado y si lo
ha hecho es porque están bien, pero realmente no está ofreciendo ninguna
razón pertinente que refute la afirmación de que las corridas de toros son
inmorales. Para ello, por ejemplo, debería argumentar que sólo a aquellos
seres capaces de sentir dolor se les puede causar un mal moral, pero como los
toros no sienten, no se les está causando ningún daño, por lo cual las corridas
de toros no son inmorales. Éstas serían premisas pertinentes para la defensa
de la propia postura. Otra cosa, por supuesto, es valorar si las mismas son
verdaderas para dar como bueno el argumento, pero de ese tema te ocuparás
en la siguiente unidad.

Composición

Se incurre en esta falacia cuando se atribuyen propiedades de los miembros de


un conjunto a todo el conjunto, o bien, cuando se atribuyen propiedades de las
partes al todo. Observa este ejemplo:
En este caso, se atribuye la propiedad de ser racista de unos habitantes de
Estados Unidos a todo el país, y eso es falaz, ya que por el hecho de que
algunas personas den un trato discriminatorio a otras, no necesariamente el
país entero tiene que ser racista. En otras palabras, se atribuye la propiedad
“ser racista” de unos individuos al todo (Estados Unidos).

Cabe aclarar que la falacia de composición no consiste en atribuir las


características de uno o varios elementos de un conjunto a todos los elementos
del mismo (lo cual sería, más bien, una falacia de generalización apresurada),
sino al conjunto. En el caso del ejemplo anterior, no se dice que todos los
estadounidenses sean racistas, sino que el país es racista. ¿Un país se
conforma sólo por sus ciudadanos? No, pues también lo componen el territorio,
los idiomas, el Estado, etcétera. Igualmente, cuando escuchas argumentos
como el siguiente: “Los perpetradores del atentado terrorista eran
musulmanes, por lo tanto, el Islam es terrorista”, la atribución de la propiedad
“ser terrorista” se atribuye a la religión y no sólo a quienes la profesan. Es
absurdo decir que una religión es terrorista.

División

Esta falacia es similar a la de composición, sólo que de manera inversa, pues


aquí se atribuyen incorrectamente propiedades del conjunto a cada uno de sus
miembros, o del todo a sus partes. Por ejemplo:
Como puedes advertir, la propiedad del todo –el precio elevado de la
computadora– se aplica incorrectamente para inferir entonces que el monitor,
al ser parte de la computadora, también debe poseer la propiedad de ser caro.

Como en la falacia de composición, en este caso también se habla de un todo y


no del conjunto de elementos que conforman al todo. Así, por ejemplo, si se
dice que el Islam es una religión pacifista y a partir de ahí se pretende inferir
que todos los presidentes musulmanes son pacifistas, no se está hablando, en
primer lugar, de todos los musulmanes, sino de la religión a la que los
musulmanes pertenecen, y de ello no se puede concluir que cualquier
musulmán es necesariamente pacifista.

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