1328 El Cerebro Etico PDF
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COLECCIÓN Transiciones
FORMATO 15,5 x 23,3 cm. - RÚSTICA
Michael S.
CON SOLAPAS
Otros títulos del autor: ¿Cuándo se puede considerar que un embrión o un feto es una persona? Michael S. Gazzaniga goza de reconoci-
PAIDÓS TRANSICIONES
PAIDÓS TRANSICIONES
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SERVICIO
¿Qué es el envejecimiento normal del cerebro? ¿Debemos aspirar, sin miento internacional en el campo de la
neurociencia y es pionero en la investiga- PRUEBA DIGITAL
más, a ser más longevos, independientemente de cuál sea el esta- ción cognitiva. Es director del SAGE Center VÁLIDA COMO PRUEBA DE COLOR
Gazzaniga for the Study of the Mind en la Universi- EXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.
do de nuestro cerebro? ¿Debemos disponer de la máxima libertad para
dad de California. Es un destacado asesor
perfeccionar el cerebro por medio de la genética, la farmacología y el de diversos institutos dedicados a inves- DISEÑO 07-05-2015 Marga
entrenamiento? tigar el cerebro, miembro de la American
Association for the Advancement of Science, EDICIÓN
Con un lenguaje claro y sencillo, el autor explica los numerosos hallaz- y antiguo presidente de la American Psy-
gos neurocientíficos y las cuestiones éticas que éstos plantean tanto chological Society.
El cerebro ético
CARACTERÍSTICAS
para los individuos como para la sociedad en general. Es autor de varios libros de divulgación
IMPRESIÓN CMYK
científica, como Relatos desde los dos lados
Gazzaniga expone en este libro sus ideas con franqueza, humor, cor- del cerebro, ¿Quién manda aquí? y ¿Qué nos
dialidad e inteligencia. Desde la «neuroética de la duración de la hace humanos?, todos ellos publicados por
ética universal, el autor aborda cuestiones muy delicadas. También PLASTIFICADO Brillo
aporta su perspectiva sobre la privacidad del pensamiento o si el cere-
UVI
bro determina la conducta y la fiabilidad de la memoria.
RELIEVE
El cerebro ético es una introducción clara e indispensable a un nue-
vo campo de la reflexión moral. Al mismo tiempo, es un análisis BAJORRELIEVE
GUARDAS
INSTRUCCIONES ESPECIALES
11 mm.
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MICHAEL S. GAZZANIGA
EL CEREBRO ÉTICO
Barcelona
Buenos Aires
México
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1ª edición, 2006
1ª edición en esta presentación, junio 2015
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ISBN: 978-84-493-3144-2
Depósito legal: B. 11.580-2015
Impresión y encuadernación en Book Print Digital, S. A.
El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro
y está calificado como papel ecológico
Sumario
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Primera parte
NEUROÉTICA DE LA DURACIÓN DE LA VIDA
Segunda parte
PERFECCIONAMIENTO DEL CEREBRO
Tercera parte
LIBRE ALBEDRÍO, RESPONSABILIDAD PERSONAL Y EL DERECHO
10 EL CEREBRO ÉTICO
Cuarta parte
LA NATURALEZA DE LAS CREENCIAS MORALES
Y EL CONCEPTO DE ÉTICA UNIVERSAL
Capítulo 1
lógico que puede sustentar la vida mental y del tipo que carece de tal capaci-
dad. En otras palabras, pueden dilucidar si el embrión tiene un cerebro que
funciona en el nivel que sustenta la actividad mental. La moderna ciencia ce-
rebral está preparada para responder a esta pregunta, pero por muy clara que
sea la neurobiología, la neuroética encuentra obstáculos cada vez que inten-
ta imponer los datos racionales y científicos en los asuntos morales y éticos.
1. La información en que se basa este capítulo sobre el desarrollo del cerebro procede de
J. Nolte, «Development of the Nervous System», cap. 2, en The Human Brain: An Introduc-
tion to Its Functional Anatomy, 5ª ed., St. Louis, Mosby, 2002, salvo en los casos donde se
indica lo contrario (trad. cast.: El cerebro humano: introducción a la anatomía funcional,
Madrid, Mosby/Doyma, 1994).
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tación). No se trata, sin embargo, de una actividad coherente como la que sub-
yace a la conciencia humana; ni siquiera es una actividad coherente como la
que se observa en el sistema nervioso de un camarón. Al igual que existe
cierta actividad neural en los pacientes clínicamente muertos, se observa una
actividad neural incipiente en estas primeras fases de gestación, que consis-
te en descargas neuronales desorganizadas, de un tipo primitivo. La activi-
dad neuronal en sí no representa una conducta integrada.
Entre las semanas 8 y 10 se inicia el verdadero desarrollo del cerebro.
Las neuronas proliferan e inician su migración por todo el cerebro. También
se desarrolla la comisura anterior, que es la primera conexión interhemisfé-
rica (una conexión pequeña). Durante este período aparecen los reflejos por
primera vez.
Los polos temporal y frontal del cerebro se desarrollan entre las semanas
12 y 16, y el polo frontal (que dará lugar al neocórtex) crece a una velocidad des-
proporcionada en comparación con el resto del córtex. La superficie del cór-
tex parece plana durante el tercer mes, pero al final del cuarto mes aparecen
los surcos, o sulci. (Éstos dan lugar a los conocidos pliegues del cerebro.) Sur-
gen asimismo los diversos lóbulos del cerebro, y las neuronas continúan pro-
liferando y migrando por el córtex. Hacia la semana 13 el feto empieza a mo-
verse. En esta etapa empieza a desarrollarse el cuerpo calloso, el conglomerado
de fibras (los axones de las neuronas) que permiten la comunicación entre los
hemisferios, y se forma la infraestructura de la mayor parte de la conexión en-
tre los dos lados del cerebro. Pero el feto no es todavía un organismo sensible
y consciente, sino una especie de babosa marina, un cúmulo de procesos mo-
tores-sensoriales inducidos por actos reflejos que no responde a nada de un
modo dirigido o intencionado. El establecimiento de la infraestructura de un
cerebro maduro y la posesión de éste son dos estados muy diferentes del ser.
Se forman numerosas sinapsis —los puntos donde se unen dos neuronas,
los componentes básicos del sistema nervioso, para interactuar— durante
la semana 17 y las siguientes, lo cual permite la comunicación entre las neu-
ronas individuales. La actividad sináptica subyace a todas las funciones ce-
rebrales. El desarrollo sináptico no se dispara hasta el día 200 (semana 28) de
gestación, aproximadamente. Sin embargo, alrededor de la semana 23 el feto
puede sobrevivir fuera del útero con asistencia médica; también en esta eta-
pa el feto puede responder a los estímulos aversivos.2 El desarrollo sinápti-
co más importante continúa hasta el tercer o cuarto mes posnatal. Los sulci
siguen desarrollándose a medida que el córtex se pliega para crear una su-
perficie más amplia y para acoger a las neuronas cada vez más numerosas, así
como a sus células gliales. Durante este período, se inicia la mielinación de
las neuronas, un proceso de aislamiento que acelera su comunicación eléc-
trica. Hacia la semana 32, el cerebro fetal controla la respiración y la tem-
peratura corporal.
Cuando nace el niño, el cerebro se parece al de un adulto, pero dista mu-
cho de haber concluido su desarrollo. La corteza cerebral incrementa su com-
plejidad durante años, y la formación de sinapsis prosigue durante toda la vida.
LOS ARGUMENTOS
No cabe duda de que existe un punto de vista que sostiene que la vida co-
mienza en el momento de la concepción. El argumento de la continuidad
afirma que un óvulo fecundado llegará a ser una persona y, por lo tanto, me-
rece los derechos de un individuo, porque es incuestionable dónde empie-
za la vida de un individuo concreto. Si se rehúye el análisis de las fases de
desarrollo posteriores, entonces éste es uno de esos argumentos que no se pue-
den rebatir. O se cree o no se cree. Aunque quienes defienden esta idea in-
sinúan que todo aquel que valore el carácter sagrado de la vida humana debe
ver las cosas de este modo, lo cierto es que no necesariamente es así. Esta
opinión proviene, en gran medida, de la Iglesia católica, del derecho reli-
gioso norteamericano, e incluso de muchos ateos y agnósticos. En el lado
opuesto, los judíos, los musulmanes, los hindúes, muchos cristianos y otros
ateos y agnósticos no lo creen. Algunos judíos y musulmanes opinan que el
embrión merece la asignación de estatus moral de un «humano» a partir de
los 40 días de desarrollo. Muchos católicos piensan lo mismo, y muchos me
han escrito para expresarme tales opiniones, basadas en su propia lectura
de la historia eclesiástica.
Cuando analizamos la cuestión de la muerte cerebral, es decir, el mo-
mento en que se acaba la vida, se pone de manifiesto que interviene otro fac-
tor: la necesidad de nuestro cerebro de formarse creencias. Si observamos
cómo se derivan diversas opiniones morales a partir de un conjunto de da-
tos científicos y racionales aceptados, veremos la necesidad de tener en cuen-
ta los factores que influyen en estas diversas conclusiones, y entonces po-
dremos empezar a sacar determinadas cuestiones neuroéticas de los contextos
arbitrarios en que se han sopesado inicialmente.
Las culturas conciben la muerte cerebral de diversos modos. En el ám-
bito de la medicina se declara la muerte cerebral cuando el paciente está
en coma irreversible a causa de una lesión cerebral —por un golpe, por
ejemplo— y no se observa respuesta alguna en el tallo cerebral, lo cual trae
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¿Por qué? Como dijo sir Bertrand Russell: «En un instante de tiempo,
no existe nada». En otras palabras, todo es producto de la interacción de
los átomos y las moléculas, de manera que, por definición, todo es un pro-
ceso dinámico. De ahí se deriva el argumento de la potencialidad, la idea
de que, dado que un embrión o feto podría convertirse en adulto, es nece-
sario concederle siempre un estatus moral equivalente al de un ser huma-
no posnatal.
En una discusión sobre la investigación con células madre celebrada du-
rante mi participación en el consejo de bioética del presidente Bush, esta-
blecí una analogía entre los embriones creados para la investigación con
células madre y un Home Depot.* Al entrar en un establecimiento de Home
Depot uno no se encuentra treinta casas, sino materiales que requieren ar-
quitectos, carpinteros, electricistas y fontaneros para construir una casa. Un
óvulo y un espermatozoide no son un humano. Un embrión fecundado no es
un humano; necesita un útero y, como mínimo, seis meses de gestación y de-
sarrollo, crecimiento y formación neuronal y duplicación celular para con-
vertirse en un humano. Atribuirle a un embrión creado para la investigación
biomédica el mismo estatus que a uno creado para la fecundación in vitro, por
no mencionar uno creado de modo natural, es absurdo. Cuando se produ-
ce un incendio en un Home Depot, el titular de prensa no es: «Arden 30 ca-
sas en un incendio», sino: «Arde un establecimiento de Home Depot».
Muchos otros argumentos sobre el proceso reproductivo natural nos ha-
cen dudar de que suceda algo mágico en el momento de la concepción. La
formación de mellizos suele darse en los primeros 14 días. Una persona se con-
vierte en dos personas. Suceden cosas aún más extrañas cuando se forman qui-
meras. Esto ocurre cuando un óvulo que se ha dividido para formar geme-
los vuelve a fundirse en un único óvulo. En tales circunstancias, es difícil
atribuir la sensación de lo que ocurre al carácter único del «individuo» o
«alma» que supuestamente se ha formado en el instante de la concepción.
INTENCIÓN
ARGUMENTOS DE DISCONTINUIDAD
PERSPECTIVAS
tatus moral intermedio al embrión humano. Las voces críticas dicen que la
elección de una fecha o un indicador de desarrollo es una forma caprichosa
de determinar el comienzo de la vida. Pero yo replicaría que el comienzo y el
fin de la vida suelen ser más caprichosos que lógicos. Es lo mismo que suce-
de en la determinación de la muerte cerebral, pero en el extremo opuesto de
la escala vital. Debemos tomar una decisión, porque no hacerlo es ilógico.
La determinación del momento en que empezó la vida de un individuo
parece una cuestión sencilla: la concepción. Pero este modo de ver las cosas
es retrospectivo e injusto, porque parte de la observación de una persona y
la determinación del momento en que comenzó su vida. Una vez más, una casa
pudo haber sido concebida en Home Depot, pero un establecimiento de
Home Depot no es lo mismo que un centenar de casas. La elección de un
momento a partir del cual se debe atribuir estatus moral a un embrión o feto
es mucho más compleja. Si se analiza la cuestión desde la perspectiva de la
neurociencia, si creemos que la vida empieza con un ser sensible, debemos
postergar el comienzo de la vida más que quienes consideran que la vida se
inicia en el nivel celular. Mi hijo tal vez sostendrá que la vida no empieza has-
ta que el individuo hace su primer placaje defensivo. Pero, sin duda, se pue-
de argumentar que ni siquiera un feto de cinco o seis meses sobrevive sin
asistencia médica, porque su sistema nervioso no está plenamente desarro-
llado.
En mi opinión, es evidente que un óvulo fecundado, un conjunto de cé-
lulas sin cerebro, difícilmente merece el mismo estatus moral que atribui-
mos al niño recién nacido o al adulto en plenitud de facultades. La mera
posesión del material genético de un futuro ser humano no conlleva nece-
sariamente la existencia de un ser humano. El embrión en desarrollo que se
convierte en un feto, que será un futuro bebé, es producto de una interacción
dinámica con el entorno del útero, las experiencias posnatales y multi-
tud de factores adicionales. Una descripción puramente genética de la
especie humana no define un ser humano. Éste representa otro nivel de
organización, distinto del de un simple embrión, al igual que un embrión
es distinto de un óvulo y un espermatozoide. La dinámica entre los genes y
el entorno es lo que constituye el ser humano. Sin duda alguna, casi todos so-
mos proclives a atribuir este estatus especial a una entidad en desarrollo mu-
cho antes de que nazca, pero desde luego no antes de que dicha entidad ten-
ga cerebro.
Definir el comienzo de la vida es una cuestión delicada que depende del
contexto, al igual que la mayoría de los temas neuroéticos, si no todos. No hay
una única respuesta. Mi vida y la suya se iniciaron en la concepción. Pero
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