Kohan Dos Recientes Lecturas Modernas

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BOLETIN/11 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (Diciembre de 2003)

DOS RECIENTES LECTURAS MODERNAS

Martín Kohan
Universidad Nacional de Buenos Aires

1. No se puede creer en nada

Ya nadie parece creer en todo, no al menos en la teoría literaria o en


la crítica literaria. Ya nadie parece creer en todo, ni en un todo, ni en el
todo; acaso porque los postestructuralistas enseñaron a abrir ese todo
que los estructuralistas antes habían enseñado a cerrar, y esa apertura se
volvió exigencia y sentido común. En definitiva, una consigna como la
de Theodor Adorno: “El todo es lo no verdadero” llegó a resultar a
todas luces preferible a cualquiera de los argumentos esgrimidos por
Georg Lukács en favor de la plasmación literaria de una “totalidad
social”. Y de un fragmento, si de fragmentos se trata, ya pocos esperan
que pueda remitir a alguna clase de totalidad o que vaya a integrarse en
ella.
Aun así, sin embargo, no deja de verificarse en la crítica literaria el
sostenimiento o la recuperación de una voluntad de lectura totalizadora,
sin que eso implique resignarse a las monotonías del estructuralismo, ni
a las reglas más o menos estrictas del realismo doctrinario, ni a la
estrechez de las perspectivas que no admiten pluralidades. Así,
concretamente, ocurre con dos libros de crítica literaria publicados por
Beatriz Viterbo Editora en 2002: Julio Premat se ha propuesto leer todo
Saer (en La dicha de Saturno) y Sandra Contreras se ha propuesto leer

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todo Aira (en Las vueltas de César Aira). Para sostener esta vocación de
totalidad debieron, eso sí, recuperar ciertas categorías (dos en particular:
la de obra y la de autor) que dos de los grandes autores del
postestructuralismo (los consabidos: Roland Barthes y Michel Foucault)
habían declarado difuntas.
La vuelta al autor y la vuelta a la obra, haciendo a un lado la
proliferación inacabable –pero hegemónica– de las redes intertextuales
abiertas, sostienen esta decisión de leer un todo. Es cierto que se puede
ensayar una lectura de autor que preserve el registro de las
aproximaciones exhaustivas pero no conclusivas: así lee Jorge Panesi a
Felisberto Hernández (en Felisberto Hernández), así lee Alan Pauls a
Borges (en El factor Borges), por citar dos ejemplos. Pero el caso de
Premat y de Contreras es distinto, porque ellos sí atan cabos en la
medida necesaria para dar cuenta de un todo literario (todo Saer, todo
Aira). Queda claro que no por eso empobrecen ni reducen la riqueza de
los textos, que es inagotable por definición; ni clausuran otras
posibilidades de lectura, lo que sería, entre otras cosas, imposible y
vano. Hacen una lectura, porque siempre se hace una lectura; pero esa
lectura quiere –y consigue– funcionar como totalidad.

2. Obras completas

Tanto Saer como Aira siguen escribiendo, y ese no es un dato


menor. No lo hacen de una misma manera, desde luego; en Saer hay
algo más programático, más acorde con la idea de un proyecto literario,
y la recurrencia premeditada de personajes y situaciones apunta a una
composición orgánica que ata un relato con otro; Aira, por su parte, se
muestra más errático y azaroso, aunque la errancia y el azar bien pueden
ser también un programa y un proyecto, y su obra se multiplica
alucinada en una vertiginosa fuga hacia adelante. Para el caso, de todas
maneras, se trata de dos obras en curso, inacabadas por lo tanto y
abiertas por necesidad; y aun así, el emprendimiento crítico de hacer de
ellas una totalidad se sostiene de un modo perfectamente legítimo. La
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lectura de los críticos hace lo que la escritura de los propios autores


todavía no hizo: de la literatura de Saer un todo, de la literatura de Aira
un todo. Sobre Saer eso tiene un efecto de anticipación, adelanta para
su obra un cierto grado de articulación integral que de todas formas
parece estarle destinado. Con Aira, en cambio, ocurre algo más
complejo, porque en Aira la fuga hacia adelante del continuo literario
predomina sobre la apetencia de organicidad de una Obra Completa, y
el dilema pasa a ser entonces, una vez que Contreras ha logrado leer
“todo Aira”, cómo hará Aira de ahora en más para que la fuga hacia
adelante de su escritura no resulte una fuga hacia la lectura de Sandra
Contreras, cómo hará para escribir en el futuro algo que no sea lo que
Sandra Contreras ya leyó en el pasado, o desde el pasado.
No hace falta insistir en lo distintos que son Juan José Saer y César
Aira como escritores, en lo distintas que son sus literaturas: donde uno
equilibra y densifica, el otro aliviana y volatiliza; lo que en uno es
centrípeto, en el otro es centrífugo (por algo, en la tradición literaria
francesa, uno elige el nouveau roman y Nathalie Sarraute, y el otro el
surrealismo y Raymond Roussel). La dicha de Saturno y Las vueltas de
César Aira son, también, dos libros bien distintos. Pero en sus maneras
de proceder hay un núcleo compartido fundamental, y es el que tiene
que ver precisamente con esta interpretación integral y esta
conformación de un todo literario.
Premat y Contreras leen por completo lo que todavía no está
completo. Pueden hacerlo, y de hecho lo hacen, porque la clave de su
poder de abarcación no radica en la minuciosa exhaustividad con que
van recorriendo y desmenuzando cada novela por sí misma y una novela
en su relación con las otras. No es un principio acumulativo lo que les
permite acceder a una lectura totalizadora, sino algo más próximo a eso
que Lukács definía para la literatura realista como “totalidad intensiva”:
un principio de selección y de articulación que permite dar cuenta de
un todo, sin alcanzarlo por mera sumatoria de partes. La visión integral
más bien se debe a la captación de la lógica narrativa fundamental con
que proceden Saer o Aira, los principios constructivos de sus ficciones

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reunidas y por separado; por eso se vuelve posible leerlo todo, incluido
lo que todavía no se escribió.
Si tanto Premat como Contreras pueden tramar estas lecturas de
conjunto, es porque vuelven a confiar en la eficacia de los grandes
sistemas explicativos. Eso que Lyotard definió, y desechó por agotados,
como “grandes relatos”, está en la base de La dicha de Saturno y de Las
vueltas de César Aira. En los “grandes relatos” late siempre la aspiración
a un todo, porque en eso justamente reside lo “grande” de esos relatos:
en su poder de comprensión total. El descarte de los grandes relatos y el
descarte de las totalidades se ligan indisociablemente, y por eso resulta
más que coherente que Premat y Contreras recuperen lo uno
recuperando lo otro. Leen un todo porque se apoyan en cierta clase de
paradigma que supone y sostiene la posibilidad de abarcarlo todo. Ese
paradigma es, para Premat, el psicoanálisis freudiano, tomado como el
Gran Relato por excelencia de la significación y la interpretación; y para
Contreras, el esplendor y la declinación (entrelazados y no
necesariamente sucesivos) de las vanguardias estéticas, tomados como
Gran Relato por excelencia de la historia del arte en el siglo XX.
Es más usual, o era más usual, que los críticos postulen formas
locales, múltiples pero parciales, plenas pero fragmentarias
(reivindicando esas formas, y no por resignación). Premat y Contreras,
en cambio, retornan a los sistemas explicativos integrales para hacer
posible una lectura igualmente integral (sabiendo ya que esa decisión no
necesariamente conlleva la clausura de otras alternativas, porque bien
pueden coexistir diversas totalidades sin que cada una precise la
eliminación de las otras). Hacen entonces lo que ya casi no se hacía, esto
es, una lectura en sentido clásico, la lectura conjunta de la obra de un
autor.
Tanto Saer como Aira propician en sus textos, por razones bien
distintas pero en última instancia convergentes, otro tipo de
aproximación, esas que clausuran eras con el prefijo “post”:
postestructuralismo, postmodernismo, postmodernidad,
postvanguardia. Una lectura de esa índole funciona a la perfección,

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tanto sobre Saer como sobre Aira (o eventualmente sobre ambos a la


vez, como puede verse por ejemplo en Narraciones viajeras de Nancy
Fernández). La deriva nómade, las incertezas, la borradura de fronteras,
la disolución de subjetividades, la corrosión de los sentidos, pueden
rastrearse tanto en los textos de Saer como en los textos de Aira, y aun
en los cruces intertextuales de unos y otros. Premat y Contreras eligen
otra cosa: eligen estabilizar, ordenar, sistematizar, abarcar, interpretar,
entender, explicar. No precisan dar un veredicto determinado en cuanto
a la condición moderna o postmoderna de los escritores sobre los que
trabajan, una cuestión que también se ha planteado a propósito de
Borges o de Manuel Puig. No importa cómo se pronuncien, o si se
pronuncian, al respecto, en referencia a Saer o a Aira; porque sostienen
de hecho, al leer, y por su manera de leer, la vigencia de la lectura
clásica, lo que en estos casos vale decir: la vigencia de la lectura
moderna.

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