Gobierno de Mariano Ignacio Prado
Gobierno de Mariano Ignacio Prado
Gobierno de Mariano Ignacio Prado
Fue un militar y político peruano, que llegó a ser Presidente de la República en dos ocasiones. En
la primera fue sucesivamente Dictador, Presidente Provisorio y Presidente Constitucional (1865-
1868); y en la segunda, Presidente Constitucional (1876-1879).
Inició una ascendente carrera militar en 1853, participando en las guerras y revoluciones
republicanas del Perú. Fue nombrado Prefecto de Arequipa en 1864, encabezó una revolución
nacionalista contra el gobierno de Juan Antonio Pezet en protesta por la suscripción del Tratado
Vivanco-Pareja, considerado humillante y contrario a los intereses del país. Al llegar al poder
Instauró una dictadura en 1865, y preparó a la nación para enfrentarse a las fuerzas españolas, y
al año siguiente, el resultado favorable del combate del Dos de Mayo en el Callao lo elevó a la
categoría de héroe nacional. En 1867, convocó a un Congreso Constituyente y asumió la
Presidencia Provisoria. Tras proclamarse la Constitución Política de 1867, asumió la Presidencia
Constitucional. Pero tuvo que enfrentar una revolución en Arequipa y otra en Chiclayo, que
defendían la Constitución de 1860, siendo derrotado. Renunció al poder en 1868 y se trasladó a
Chile, donde se dedicó a los negocios mineros. Volvió al Perú en 1872, con el apoyo del Partido
Civil, logrando su segunda elección como Presidente Constitucional en 1876. En 1879, enfrentó el
inicio de la Guerra del Pacífico. Tras las derrotas navales y terrestres en el sur, decidió en
diciembre de ese año viajar a Europa para agilizar la compra de armamento y renegociar la deuda
externa; sin embargo, ello fue interpretado por sus enemigos políticos como una deserción y
traición. Su alejamiento del Perú fue aprovechado por Nicolás de Piérola para realizar un golpe de
estado y proclamarse como dictador. Quiso entonces volver al Perú para defender sus
actuaciones, pero Piérola se lo impidió.
El 28 de febrero de 1865, el coronel Prado inició una revolución en Arequipa en contra del gobierno
del general Juan Antonio Pezet por la firma del Tratado Vivanco-Pareja, considerado como una
muestra de debilidad frente a las pretensiones de la Escuadra Española del Pacífico. Esta
revolución adoptó el nombre de RESTAURADORA y sus fuerzas militares se denominaron, el
EJÉRCITO RESTAURADOR.
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Prado marchó hacia el Cuzco y a Ayacucho a fin de dominar todo el sur peruano, preparándose
para la toma de la capital, Lima. Simultáneamente, en Chiclayo (norte del Perú), se sublevó el
coronel José Balta, convergiendo igualmente su movimiento revolucionario hacia Lima. El 25 de
abril de 1865, Prado se proclamó Jefe Supremo Provisorio. Pero los demás revolucionarios
invocaron el respeto a la constitucionalidad y por eso pidieron al segundo vicepresidente del
gobierno de Pezet, general Pedro Diez Canseco, que asumiera la presidencia. Éste aceptó, y se
dirigió a Ayacucho, adonde llegó el 24 de junio de 1865. Prado lo recibió y le cedió el mando
político, pero prado conservaría para sí la presidencia del gabinete, el ministerio de Guerra y la
jefatura militar. Rechazó, sin embargo, el grado de general.
A fines de septiembre de ese mismo año se reunieron en Chincha (sur de Lima) los dos ejércitos
revolucionarios, el de Balta y el de Prado, que sumaban en total 10.000 hombres. Allí recibieron
el apoyo del gobierno de Chile, porque esta nación ya se encontraba en guerra contra España, a
raíz de un pliego de reclamos presentado por el almirante español José Manuel Pareja al gobierno
de Chile por supuestos agravios inferidos a España. El gobierno chileno declaró la guerra a España
el 24 de septiembre de 1865, y para aunar esfuerzos con los peruanos, envió al campamento
revolucionario a Benjamín Vicuña Mackenna como su representante.
El 22 de octubre de 1865, el Ejército Restaurador marchó sobre Lima. El día 27 llegó a Chilca y
luego a Lurín, donde acamparon. Prado ingresó por Chorrillos, llegó hasta el pie de las viejas
murallas e ingresó por la Portada de Guadalupe (hoy primeras cuadras de Paseo de la República).
La defensa de Lima fue muy débil. El Palacio de Gobierno cayó después de un violento combate
de seis horas. Pezet, que contaba aún con un ejército, no quiso presentar batalla y se retiró,
refugiándose en una corbeta británica surta en el Callao. El vicepresidente Pedro Diez Canseco
ingresó triunfante a Palacio el 6 de noviembre de 1865, encargándose de la presidencia provisoria.
Pedro Diez Canseco convocó a elecciones presidenciales y a una legislatura extraordinaria del
Congreso. Pero contra lo que esperaba la ciudadanía, no adoptó decisiones drásticas con respecto
al problema con España. Diez Canseco sostenía que era el Congreso quien debía decidir la
declaratoria de guerra; aparentemente quería ganar tiempo esperando para la llegada de los
nuevos buques de guerra adquiridos en Europa. Ante esta falta de definición, el día 25 de
noviembre de 1865 los jefes del ejército depusieron a Diez Canseco y al día siguiente el pueblo
reunido en cabildo abierto en la Plaza de Armas proclamó Dictador al coronel Mariano Ignacio
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Prado. De inmediato, Prado conformó un gabinete plural: desde liberales, como José Gálvez
Egúsquiza (Guerra y Marina) y José María Químper (Gobierno), hasta otros más conservadores,
como Manuel Pardo y Lavalle (Hacienda) y Toribio Pacheco y Rivero (Relaciones Exteriores).
Completaba el gabinete José Simeón Tejeda, en el despacho de Justicia, Instrucción y
Beneficencia. El historiador Basadre lo denominó el Gabinete de los talentos, por la calidad
intelectual de todos sus integrantes.
Ante el problema con España, la primera medida importante de la dictadura fue la firma de la
alianza defensiva y ofensiva con Chile, el 5 de diciembre de 1865. La declaratoria de guerra de
Perú a España se dio el 14 de enero de 1866. El 30 de enero Ecuador se adhirió a la alianza
peruano-chilena; el 22 de marzo lo hizo Bolivia. Se conformó así la llamada Cuádruple Alianza.
Por su parte, los peruanos y sus aliados afirmaron que la victoria había sido para sus armas,
alegando las siguientes razones:
Los cañones del puerto no cesaron de hacer fuego hasta el último instante del combate.
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Los daños que sufrieron las defensas peruanas no fueron de consideración (a excepción
de la Torre de la Merced, donde falleció el ministro Gálvez), a tal punto que al día siguiente
estaban expeditas para volver a actuar.
La escuadra atacante se retiró definitivamente de aguas peruanas sin intentar repetir su
ataque, pese a no haber logrado sus objetivos militares, que eran silenciar totalmente las
baterías peruanas e incendiar el puerto.
La guerra terminó sin que el gobierno español recibiera las satisfacciones exigidas a su
par peruano. El Tratado Vivanco-Pareja no fue ratificado ni tampoco se pagó a España la
deuda estipulada en la capitulación de Ayacucho de 1824.
Sea como fuese, lo cierto es que todo el Perú quedó convencido de su triunfo y se hicieron grandes
celebraciones en todo su territorio, a las que se sumaron el resto de países de la Alianza. Mientras
que la escuadra española, tras reparar sus averías, regresó a España, y aunque la paz definitiva
no se firmaría hasta 1879, ya no hubo más enfrentamientos bélicos.
En el Perú se celebra desde entonces el 2 de mayo como una fecha cívica importante, y se cuenta
a José Gálvez Egúsquiza entre los mayores héroes nacionales, pero hay opiniones divididas en
cuanto a su significado: mientras que para unos fue una formidable victoria que ratificó la
independencia obtenida en 1824, para otros solo tuvo un valor moral como muestra de dignidad
frente a la intromisión de una potencia extranjera. En homenaje a los defensores del Callao, en
1874 se inauguró en un espacio público de Lima el monumento a la Victoria del Dos de Mayo
(actual Plaza Dos de Mayo), que consiste en una columna coronada por la estatua de la deidad
romana de la Victoria. Mientras que, en España, este episodio bélico es prácticamente
desconocido en la actualidad, y solo como tenue recuerdo una plaza y una estación del metro de
Madrid lleva el nombre de Callao.
Debido a críticas contra la nueva constitución, se originó una revolución, la cual estalló en Arequipa
donde la ciudadanía se negó a jurar la Constitución de 1867, que fue quemada en la Plaza de
Armas, el 11 de setiembre de 1867. Los revolucionarios alzaron la bandera de la defensa de la
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Constitución de 1860. Como jefe de la revolución fue reconocido el general Pedro Diez Canseco,
al ser el segundo vicepresidente constitucional, según las elecciones de 1862, las últimas que los
revolucionarios consideraban legítimas.
Prado encargó el poder a su presidente del Consejo de Ministros, general Luis La Puerta, el 12 de
octubre de 1867, y viajó al sur, con el propósito de sofocar la revolución de Arequipa.
Simultáneamente se prendió otro foco revolucionario en el norte, en Chiclayo, encabezado por el
coronel José Balta. Para poder sofocar la revolución Prado sitió Arequipa, pero no pudo tomarla
tras dos intentos fallidos (el último de los cuales sucedió el 27 de diciembre de 1867), por lo que
decidió volver a Lima, con su ejército reducido a 1.800 hombres de los 6.000 que originalmente lo
componían. En Chiclayo el pueblo también resistió el asedio de las fuerzas gubernamentales.
Mariano Ignacio Prado tuvo muy buenas relaciones con el presidente civilista Manuel Pardo, que
había sido su secretario de Hacienda bajo su dictadura. Ya finalizando su gobierno, Manuel Pardo
inauguró el monumento a la victoria del Callao del 2 de mayo de 1866, en la Plaza Dos de Mayo,
lo que implicaba un reconocimiento implícito al gobierno del antiguo mandatario, que empezaba
ya a ser voceado como potencial candidato presidencial, con el apoyo del civilismo.
Pardo convocó a elecciones para elegir a su sucesor. El Partido Civil se aprestaba a lanzar su
candidato, pero la persona indicada para ello, José Simeón Tejeda, falleció poco antes de iniciarse
la campaña. Los civilistas, debido a sus desacuerdos, no pudieron nombrar un nuevo candidato, y
fue entonces cuando se surgió la idea de apoyar al general Mariano Ignacio Prado, visto su
prestigio como hombre público no solo a nivel nacional sino continental. Su candidatura se
oficializó el 31 de enero de 1875. Para enfrentar a Mariano Ignacio Prado surgió la candidatura del
contralmirante Lizardo Montero, que se erigió a título personal, pues no contaba con el apoyo de
partido alguno. En ese entonces se realizaban las elecciones por el sistema de los colegios
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electorales. Las elecciones primarias fueron violentas y hubo varios muertos en Lima y otras
ciudades del interior. Finalmente, resultó elegido Mariano Ignacio Prado por abrumadora mayoría.
Mientras se daban los últimos actos del proceso electoral, Prado viajó a Londres, tanto por motivos
de salud, como para cumplir una misión que le encomendó el gobierno de Pardo: negociar un
arreglo con los tenedores de bonos de la deuda externa. Tuvo éxito en su gestión, consiguiendo
reabrir el crédito para el Perú, aunque solo de manera temporal. La crisis de la deuda externa
peruana se agudizó por esos años.
El 2 de agosto de 1876, Mariano Ignacio Prado recibió de manos del mismo Manuel Pardo la banda
presidencial ante el Congreso reunido, reasumiendo así, por segunda vez, la presidencia
constitucional. Le tocó gobernar en el momento más grave de la vida republicana del Perú, en
que la crisis, económica e internacional, llegaron a su punto culminante; la crisis económica devino
en la bancarrota, y la crisis internacional en la guerra con Chile, la más catastrófica que sufrió el
Perú.
Ante la amenaza de bancarrota, Mariano Ignacio Prado decidió tomar medidas radicales. En primer
lugar, declaró disuelto el Contrato Dreyfus y lo reemplazó con el Contrato Raphael, realizado en
Londres con una firma inglesa, que significó una nueva negociación del guano y que buscaba a la
vez solucionar el problema de la deuda externa, muy crecida. Pero no dio el resultado esperado y
la bancarrota fue entonces inevitable.
De otro lado, en el asunto del salitre, Prado tuvo que volver en 1877 a la política de expropiación
de las salitreras iniciada por el anterior gobierno, lo cual produjo la irritación de los explotadores
privados. Entre ellos había chilenos y británicos, que al igual que sus pares peruanos,
consideraban la acción del gobierno una arbitrariedad contra las reglas del libre mercado. Otras
medidas tomadas por el gobierno, como un impuesto aplicado a la minería y el restablecimiento
de una contribución personal, no dieron los resultados esperados.
A todo ello se sumó una serie de sediciones internas, como las dos intentonas revolucionarias
encabezadas por Nicolás de Piérola: la primera, que fue debelada en Yacango, en 1876; y la
segunda que tuvo como episodio célebre la captura del monitor Huáscar por parte de los rebeldes,
a bordo del cual enfrentaron con éxito a dos buques de la armada británica, en aguas de Pacocha,
el 29 de mayo de 1877. Luego de este episodio, Piérola depuso las armas. En junio de 1877
estalló una tentativa subversiva en el Callao, maquinada por algunos civilistas, que fue vencida
rápidamente. Involucrado el expresidente Manuel Pardo en esta intentona, tuvo que salir del país,
rumbo a Chile, aunque volvió al año siguiente, tras ser elegido senador por Junín. Se cuenta que
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Manuel Pardo, ni bien arribó al Perú, visitó a Mariano Ignacio Prado y le advirtió de una inminente
amenaza de guerra con Chile, ante lo cual, según él, no había sino dos alternativas: o evitarla o
prepararse para enfrentarla.
El parlamento, dominado por el civilismo, desarrolló una labor de oposición que ató de manos al
gobierno. Un hecho deplorable fue el asesinato de Manuel Pardo, el 16 de noviembre de 1878, en
plena sede del Senado, cuya presidencia ejercía entonces. El autor fue un oficial de la guardia del
Congreso, el sargento Melchor Montoya, y el móvil fue un asunto personal, aunque se trató de
involucrar al pierolismo. Y finalmente, el gobierno no tuvo la habilidad de poner al Perú al margen
del conflicto que en 1879 estalló entre Chile y Bolivia, origen de la Guerra del Pacífico.
Al iniciarse la guerra con Chile, Mariano Ignacio Prado se trasladó al sur en su calidad de Director
Supremo de Guerra, instalándose en Arica para estar cerca del teatro de la guerra. Tras el
desenlace adverso para el Perú de la campaña naval y la campaña terrestre librada en el
departamento de Tarapacá, regresó a Lima el 28 de noviembre de 1879 y fue a partir de entonces
que decidió viajar a Europa con el fin de agilizar personalmente la compra de los elementos
necesarios para equilibrar el poderío naval del adversario. Mariano Ignacio Prado Partió el 19 de
diciembre de 1879, con el permiso del Congreso y de su Consejo de Ministros, dejando como
Presidente provisorio al anciano general Luis La Puerta.
Esto fue aprovechado por Nicolás de Piérola para realizar un golpe de estado instaurándose luego
como dictador, lo que frustró el propósito del viaje de Prado. Por decreto dado el 22 de mayo de
1880, Mariano Ignacio Prado fue privado de sus derechos ciudadanos y aun borrado del escalafón,
quedando así impedido de retornar.
Un detalle significativo que hay que tener en cuenta, fue que Mariano Ignacio Prado partió al
extranjero dejando en el Perú a su esposa y a sus hijos, los mayores se encontraban peleando en
el teatro de guerra del sur. Tres de ellos fallecieron durante el conflicto: el primero, el capitán Grocio
Prado, murió en la batalla del Alto de la Alianza; el segundo, Justo Prado, falleció de tuberculosis
durante la cruda Campaña de la Breña; y el tercero, Leoncio Prado, fue fusilado por los chilenos
tras la batalla de Huamachuco, convirtiéndose en uno de los mayores héroes del Perú.
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