Las Tres Parcas 1 PDF
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Guillermo Degiovanangelo
(1) La figura de Florencio Sánchez puede omitirse, siempre y cuando se respete la idea, haciendo
que los tres personajes observen “pasar” por la escena a alguien que deja caer un papel en el
caldero, el cual luego leen; y agradecen a Florencio Sánchez, como si fuera su espíritu que pasó.
ESCENA I
El escenario oscuro. Una luz cenital ilumina de a poco un caldero (efecto de luces). Entran las tres
brujas vestidas de harapos y crenchas sucias y revueltas. Se escuchan truenos (golpes de tambor y
otros sonidos imitando viento, tempestad). Las luces como rayos.
BRUJA 1: Bailemos en torno al caldero y alimentémoslo con entrañas envenenadas. Tú, sapo, que
durante treinta y un días y otras tantas noches has sudado veneno bajo fría piedra, serás el primero
que cueza en el caldero encantado.
BRUJA 2: Hiervan y cuézanse en la cazuela, rueda de víbora, ojo de lagartija, pie de rana, piel de
murciélago, lengua de perro, estiércol de sierpe, aguijón de culebra, pierna de lagarto y ala de
mochuelo; cuézanse y hiervan como si fuesen filtro infernal, para darnos un poderoso hechizo.
Mientras se dicen estos parlamentos hay risas y ademanes de ir echando al caldero cuanta cosa
enumeran.
LAS TRES: Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero. (Risas).
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BRUJA 3: Hiérvanse, escama de dragón, diente de lobo, betún de brujas, vejiga de tiburón, raíz de
cicuta arrancada de noche, hígado de judío blasfemo...
BRUJA 2: Moco sangriento de musulmán terrorisssta (esta última palabra es pronunciada con una
exageración en la ese)...
BRUJA 3: Hiel de cabra, hojas de abeto plateadas a la luz de la luna que se oculta, nariz de turco,
labio de tártaro, dedo de criatura estrangulada al nacer y arrojada al foso por una mujerzuela; todo
esto, mezclado con entrañas de tigre, son los ingredientes de nuestra cazuela. (Risas).
Música y canto desafinado, grotesco, con voces de ancianas frágiles. Pero sus gritos son de
espanto.
BRUJA 2: Por la picazón de mis dedos adivino que el conjuro va a tener éxito. (Risas).
BRUJA 1: Pongamos en el caldero sangre de cerda que haya devorado sus nueve lechoncitos, y
echemos a las llamas grasa sudada de la horca de un asesino. (Risas).
LAS TRES: ¡Háganse presente, espíritus, vengan de lo alto o vengan de lo bajo, y muéstrense con
su poder!
Truenos, tormenta, rayos. Comienzan una grotesca danza alrededor del caldero, con griteríos
inauditos.
De repente un grito prolongado al unísono extremadamente fuerte. Las tres brujas se arrancan las
vestiduras de harapos y quedan con sus ropajes negros y modernos. Sus figuras esbeltas y
peinadas. Son las Tres Parcas.
ESCENA II
Van hacia un perchero en el fondo (que no se divisó por ser todo negro), cuelgan los harapos y
toman cada una un sombrero negro colocándoselo. El movimiento de cada una debe ser sensual y
erótico, sin dejar de lado la seguridad y reciedumbre.
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Van hacia el caldero, colocan un pie cada una en el borde, miran hacia su interior y ríen, con risa
provocadora, amenazante.
ÁTROPOS: Nada.
CLOTO: Nada. Aún recuerdo cómo hilaba sus vidas. El hilo dorado me excitaba… tal vez estaba
usándolo demasiado.
ÁTROPOS: Te lo advertí, Cloto: “Pon lana negra; oscuréceles un poco sus vidas”. ¡Ja, ja, ja!
LÁQUESIS: Pero me emocioné yo también y, midiendo con mi vara la extensión del hilo de sus
vidas… ¡Zas! Te los pasé, Átropos. ¡Ja, ja, ja!
LAS TRES: Se terminó, muchachos: la función ha acabado… ¡Ja, ja, ja! “Plaudite, amici, comedia
finita est”…
ÁTROPOS: La iglesia católica, apostólica, romana, vanguardia de los asesinatos, del odio hacia las
mujeres, encubridora de la injusticia... de las masacres... (En tono de burla): “A los hechiceros no
los dejaréis con vida”, reza la biblia.
ÁTROPOS: Tienes razón, Láquesis... Los indiferentes. Ellos tienen tanta culpa como los “malos”
¡Odio a los indiferentes!, a los “buenos para nada”, a los conformistas, que optan por el “mal
menor” (lo dice burlonamente... Y amonestando con el dedo): No olviden que el menos malo de
entre los malos... ¡es también malo!
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Risas.
CLOTO: Lo único que necesita el mal para triunfar en el mundo, es que los “buenos” no hagan
nada...
ÁTROPOS: La violencia hacia la mujer, el machismo, la desigualdad... Quieren terminar con eso...
Y no cortan por donde hay que cortar (estas palabras las pronuncia haciendo gestos como
guadaña).
LÁQUESIS: Las religiones (¡cuantas hay!) son las culpables de esa injusticia. Todo viene de sus
“culturas”. Es la raíz de todo mal.
ÁTROPOS: (Burlona): ¡Violencia de “género”, ¡Ja! (Toca sus vestimentas). ¡“Esta” violencia de
“género” (tocándose con ambas manos su sexo). ¡Violencia sexual! ¿Por qué no llaman las cosas
por su nombre?
LÁQUESIS: (Tomando otro cráneo de la misma manera): Inca Garcilaso de la Vega… (Se detiene
en el extremo contrario).
CLOTO: (Con mayor lentitud que las otras): William Shakespeare… (Mira hacia el público como
dudando) ¿Es o no es? (Se coloca la mano izquierda en el mentón y permanece en esta posición en
el centro del escenario).
Se escucha un ritmo sordo de tambor, lento. Tal vez como latido de corazón.
ÁTROPOS: ¡Humanidad imbécil! ¡Cómo desperdician sus vidas! ¡Con qué placer corto el hilo
cuando es una vida… al cuete!
CLOTO: No digas eso Átropos… Cuántas veces me obligas a continuar hilando en vidas
desperdiciadas.
ÁTROPOS: Espero, Cloto, por si hay un hálito de creación. ¡Un mísero hálito de creación que
justifique sus días!
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CLOTO: Y sin embargo muchas veces mandas oscurecer el hilo en los momentos más brillantes de
un creador.
ÁTROPOS: Eso engrandece su obra… No temen vivir arrastrándose ni morir, porque son
conscientes de su entrega a los demás, de sus días bien aprovechados.
LÁQUESIS: Yo no tengo miedo de morir… (La observan con extrañeza). Tengo miedo de vivir…
(Aumenta la extrañeza) sin sentido.
CLOTO: ¿Quién…
LÁQUESIS: está…
ÁTROPOS: preparado…
CLOTO: para…
LÁQUESIS: la…
Golpes de tambor.
ESCENA III
Van de a una hacia su máquina (rueca, telar, máquina de coser que una luz las torna visible) y se
colocan algún atuendo (cuellos, medallas, aro en la oreja de Shakespeare) que las caractericen
según su cráneo. Desdoblamiento en los escritores: Cloto: William Shakespeare; Láquesis: Inca
Garcilaso de la Vega; Átropos: Miguel de Cervantes Saavedra.
CERVANTES: (Con gesto desmitificador): ¡Mirá! ¡Mirá! Vuesa Merced: Yo soy Miguel de
Cervantes Saavedra “Príncipe de los ingenios”. (Reverencia).
CERVANTES: ¿Pero qué dices, hombre? (marcadamente español). Antes de que tus “Comentarios
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Reales” aparecieran en Lisboa… ¡hacía cuatro años que mi Quijote cabalgaba derribando falsos
ídolos!
SHAKESPEARE: ¡Silent, please! ¿What did you say, my dear gentlemen? ¡Sus fucking obras son
muy posteriores a mi Tomás Moro!
CERVANTES: ¿Casi?...
CERVANTES: ...Casi.
SHAKESPEARE: ¡Take it easy! ¡Take it easy! (lo dice con bondad y hermandad, pero cuando no
lo ven amaga tirarles con el cráneo).
A partir de aquí los parlamentos estarán apoyados por copiosidad de ademanes exagerados y
tonos diferentes en las voces, saltos, acrobacias, bailes, etc., algo sobreactuado o grotesco, tanto
para suavizar el discurso o reforzarlo; todo para evitar que sea una sucesión de textos bien
estudiados con datos históricos. Irá todo “in crescendo”.
CERVANTES: Yo he sido el primero que ha novelado en castellano (novela corta, ¿me entienden?)
Las muchas novelitas que por aquí andan son todas traducciones, versiones, adaptaciones de
novelas en lenguas extranjeras... del italiano, por ejemplo.
GARCILASO: ¡Ajá!...
SHAKESPEARE: ¡Oh, no diga eso! ¡Trasladé, adapté, compilé muchas obras!... Si yo no lo hubiera
hecho... ¿En dónde estaría la cultura occidental hoy?
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CERVANTES: Es verdad, Inca Garcilaso de la Vega, yo leí con mucho placer los Diálogos de Amor
de León Hebreo. (Por lo bajo y en tono despectivo): Un filósofo portugués judío que tuvo que huir
de Portugal y luego de España, junto a miles, perseguidos por orden de los “reyes católicos” (esto
último lo expresa con reverencia)…
GARCILASO: Recuerdo que me hizo saber de su lectura, don Miguel de Cervantes Saavedra...
GARCILASO: Nos encontramos, largo tiempo ha... Usted estaba recaudando fondos para la
corona... (Para una guerra) (esto último lo dice casi en secreto).
GARCILASO: Luego que murió mi padre, el “conquistador” español capitán Sebastián Garcilaso
de la Vega (yo tenía veintiún años)... y la corona no me dio la herencia que me correspondía de él...
Ya saben cómo son las cosas. Mi padre se había casado con una nativa, ñusta ella: “princesa” Inca,
de la cual soy hijo... y bueno, esas cosas no gustaban a la corona. Y enchastraron un poco su nombre
también… Ya saben cómo son los medios de prensa… ¡Je, je!... Y abandoné Cuzco.
GARCILASO: Es verdad...
GARCILASO: Eh... Sí, allá por entre los años 1568 y 1571... la Rebelión de las Alpujarras...
CERVANTES: ¡Oh, eso fue muy cruel! La guerra más salvaje que hubo en Europa en cientos de
años...
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GARCILASO: (Lo dice con vergüenza y timidez, como un niño): A los moros. La iglesia estaba
convencida de que mientras los moriscos mantuvieran sus costumbres y tradiciones no podrían
llegar a ser verdaderos “cristianos”.
CERVANTES: ¡Oh!
SHAKESPEARE: Por lo tanto, quien no era “cristiano”, quien no se convertía... ¡Zas! ¡No merecía
vivir! Ya no se hablaba de “evangelización”, “predicación”, “catequización”, “cristianización”... ya
solo era: RE-PRE-SIÓN.
CERVANTES: (Haciendo gesto con la cara y de manera burlona): ¡Mirá el “progresisssta”! El que
con su obra dice haber contribuido a rebeliones contra el colonialismo español y contra el
“imperialisssmo”... ¡Mirá el progre! ¡Un mestizo que reprime a los mestizos!
GARCILASO: (Mirando hacia el público como justificándose): ¿No han oído hablar de “la
rebelión de José Gabriel Túpac Amaru”, líder quechua... (Y con ademanes de vanidoso): Yo le di
letra...
SHAKESPEARE: La “Pragmática sanción” de 1567 establecía que los moriscos debían vestirse a la
“castellana”, sin sus “marlotas”, sin sus “almalafas”, ni calzas, y que sus mujeres estuvieran con la
cara descubierta. Se les exigía que sus nombres fueran “cristianos”. A su vez se prohibían los
cantares moriscos, sus músicas, sus instrumentos, sus bailes… ¡Las “zambras” estaban prohibidas!
(bailotea entre el flamenco y el baile del vientre con mucha sensualidad).
CERVANTES: (Hablando libidinosamente): ¡Qué lástima!... Con lo que me gustan las muchachitas
bailaoras.
SHAKESPEARE: Los “Estatutos de limpieza de sangre” contra los “marranos” judíos y contra los
“moriscos” musulmanes…
GARCILASO: (Cortando estos últimos comentarios): Y bueno... ya saben ustedes: en política hay
que tragarse un sapo de vez en cuando...
SHAKESPEARE: Los que se la comieron fea fueron los moriscos... y no precisamente un sapo.
GARCILASO: ¡Ah, no importa! Ya saben ustedes: hagan lo que hagan, en política, lo importante es
el discurso... el discursillo... (Y con soberbia): Un discursirigillo populisssta limpia todo.
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GARCILASO: ¿No han escuchado hablar de la “amnesia política”? Se borra de un plumazo “lo
feo”, “lo que afea”... Se tuerce un poquito la historia (o mucho); se proyecta en beneficio de los
propios intereses (que son los del estado) y se termina aceptándolo así... (Por lo bajo): ¡Bah!...
termina el pueblo aceptándolo así; el político no olvida... por si es necesario “rescatar” algo de esa
“memoria olvidada” que luego sí sea positivo.
SHAKESPEARE: ¡El doble pensar!... Lo decía mi paisano George Orwell (Colocándose la mano
como pensador).
Se escucha un golpe o un acorde potente; quedan paralizados los actores, mientras pasa Florencio
Sánchez con periódicos bajo el brazo, caminando con cuidado como si huyera en la clandestinidad.
Reparte folletos en los que puede verse la “A” del anarquismo. Entrega uno a Shakespeare.
Abandona la escena, siempre cuidándose; los actores retoman su charla, con algo de sentimiento
extraño.
SHAKESPEARE: Gracias...
GARCILASO: ...Florencio...
CERVANTES: ...Sánchez.
SHAKESPEARE: “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla
el pasado”.
GARCILASO: ¡Ajá!... ¡Cuando terminamos con los moros!… (golpeando el puño derecho en su
mano izquierda).
GARCILASO: Eh… Quiero decir: cuando terminó nuestro “proyecto” con los moros.
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CERVANTES: (Con afectación): La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes,
ni esperan ver los venideros...
SHAKESPEARE: ¡¡¡“Horreur”!!! (tomándose la cabeza). Pero la cosa no quedó ahí, ¿verdad, don
Miguel de Cervantes?
CERVANTES: ¡Ajá!
CERVANTES: ¡Oh, no tenían alma, pues no eran “cristianos”! Por lo menos, eso era lo que nos
decía el papa a través de los cardenales para darnos ánimo a batallar.
Se repite la escena con Florencio Sánchez, apareciendo por otro lado; entrega un folleto a
Cervantes que lo lee:
CERVANTES: “¡Qué necio el ser humano: es capaz de asesinar o dejarse asesinar... solo por
conjeturas!”.
SHAKESPEARE: ¿Y?...
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SHAKESPEARE: (Reflexionando para sí): Cuando un hombre estúpido hace algo que le
avergüenza, siempre dice que cumple con su deber.
SHAKESPEARE: ¡Oh, no es nada señores! ¡Terminemos con esto! ¡Se me acaba de ocurrir una
buena idea!
CERVANTES: ¡Oh, eso es maravilloso! ¡Nunca pensé que William Shakespeare tuviera ideas
propias! ¡Y menos de las buenas!
SHAKESPEARE: ¿Escribir mi idea?... (Por lo bajo): Esto se complica… (Mirando hacia un punto
en el techo): Christopher... ¡Ayúdame!
GARCILASO: ¡Me encanta la idea! ¡Escuchar de primera mano historias que conmoverán al
mundo!
CERVANTES: (Por lo bajo): ¿Será para tanto? (Y dando ánimos con golpes en la espalda a
Shakespeare): ¡Muy bien, amigo. Comience usted!
ESCENA IV
Shakespeare se dirige con seguridad y alegría hacia el rincón donde hay un escritorio que contiene
una pluma, tintero, y un candelabro. Deposita el cráneo sobre el mismo y colocándose un turbante
comienza a pasar las manos por encima de la calavera como si fuese un adivinador con su bola de
cristal, y relata lo que va viendo.
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SHAKESPEARE: (Al principio con lentitud como si estuviera hilvanando de a poco su soliloquio):
Veo a un joven… Un joven que duda. (Toma el cráneo y poniéndose de pie monologa): Partir o no
partir. Esta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción? ¿Morir acribillado por la miseria, o darle fin a
esta partiendo hacia nuevos horizontes? ¿Partir es morir? ¿Partir es dormir? ¿Partir es soñar? ¡Soñar
es partir! ¿No más? Por un sueño las aflicciones se acabarán… ¡Partir, entonces, es soñar! (Como
disfrutando con los ojos cerrados): ¡Soñar que la vida es posible fuera del sepulcro! (Con firmeza y
semblante duro): ¡Dormir es morir! (Cantando): “El sueño se parece a la muerte, Khayam lo dijo
hace algún tiempo ya”. ¡Dejar el sueño para “vivir” un sueño! Despertarse del letargo. ¡Partir,
partir! ¡No aguantar más la tardanza de la ley, de la justicia; no soportar más la insolencia de la
mediocridad. Quedarse es sudar bajo una vida cansada, sin horizontes…
SHAKESPEARE: (Continúa, cambiando de tono): El país ideal, sin descubrir, de cuya frontera
ningún viajero vuelve… (¡¿quién va a volver?!). Queremos prevenir demasiado y esta previsión nos
hace cobardes a todos: ¿Partir o no partir?, nos preguntamos. Si solo se podrá vivir de sueños, si el
soñar no es dormir, y si el dormir no es morir y si mejor no sería partir… Eh… quiero decir que:
¡Partir es vivir!
CERVANTES: ¡Coño! ¡Qué diarrea verbal! ¿Está usted seguro de que no se fumó nada raro, mi
amigo?
GARCILASO: (Con emoción, casi llorando): Entiendo... entiendo. ¡Qué incertidumbre la de los
jóvenes! (Abraza a Shakespeare).
GARCILASO: (Presentando de la misma manera): Señoras y señores: ¡con ustedes Vuesa Merced
Don Miguel de Cervantes Saavedra, príncipe de los ingenios!
SHAKESPEARE: (Por lo bajo): Tanta bulla y será, con toda seguridad, una de esas historias que
me ha copiado a mí.
ESCENA V
Cervantes se dirige al escritorio como si estuviera cabalgando, golpeándose las nalgas con la
palma de la mano; trota, levanta el pecho con orgullo; da una vuelta por el escenario como si
estuviera sosteniendo una lanza.
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CERVANTES: Iba andando en bicicleta por un lugar de la Mancha, cuando de repente atravesó mi
ruta, a todo correr, una liebre; por poco hace que terminara revolcado en el zanjón. Detuve mi
birrodado y quedé observándola. La liebre se frenó en el pastizal y giró su cabecita hacia mí, como
interesándose por lo que podía haberme ocurrido. Quedamos mirándonos un buen rato. Luego ella
giró su cuerpo y permaneció toda enfrentada a mí; dejé la bicicleta y amagué perseguirla simulando
una torpe carrera, para detenerme al instante.
Entre tanto que Cervantes cuenta su historia, Shakespeare y Garcilaso interpretarán lo que sucede.
Cervamtes detiene su relato. Shakespeare y Garcilaso vuelven a su posición uno apoyado en el otro
esperando que reanude.
Cervantes detiene su relato. Shakespeare y Garcilaso vuelven a su posición uno apoyado en el otro
esperando que reanude.
CERVANTES: …Se toma las solapas de su impecable abrigo. No se preocupa por nada.
CERVANTES: Sus ojos observan, de vez en cuando, nuestro desfile de corredores irracionales.
¡Atenti!: el señorón se levantó (Shakespeare y Garcilaso se ponen de pie con rapidez). Cuando
pasamos a su lado comenzó a repartirnos papeletas (Shakespeare y Garcilaso reparten papeletas
donde puede verse la palabra: “VOTO”. Tanto estos papeles como otros objetos podrán tomarse
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del caldero). Seguimos corriendo y pasamos junto a una familia con una cantidad imprecisa de
chiquilines descalzos y vestidos con harapos; nadie presta atención a nuestra inaudita persecución.
CERVANTES: Se acercan tres personajes interesantes... cuatro si contamos al burro. Sí: un pequeño
burro carga en su lomo a un señor rechoncho que sostiene una caña de pescar hacia adelante, en la
cual, en el extremo del hilo, hay atada una zanahoria. El burro intenta morderla y por eso marcha.
Dos hombres escoltan al “viejito gordo”, acariciando de vez en cuando la tabla del pescuezo del
asno. Cada tanto uno de ellos toca la zanahoria para hacerla balancear y que se refriegue por el
hocico del burro, así el animal recobra nuevas esperanzas... y sigue adelante. Venían los tres
conversando; aunque el “viejito gordo”, con aspecto de campesino venido a menos, desde su trono
borriquil, parece más bien que los rezonga.
CERVANTES: El hombre que está a la izquierda del asno es alto, flaco, muy feo, con cara de... C...
¡Perdonen!, pero no solo fue mi pensamiento, sino que creí escuchar de los labios del “viejito
gordo” un nombre que lo caracteriza: “Caraculiambro”. El otro hombre, digamos que tiene cara de
tortafrita. Siempre me imaginé que si un día una tortafrita saliera caminando, gallardamente, tendría
ese aspecto. Y el burro... el burro da una coz en el piso y rebuzna como si festejara todo lo que el
“viejito gordo” dice.
ESCENA VI
Cervantes se levanta y se dirige hacia el centro del escenario; a partir de aquí cada uno
interpretará un personaje de los descriptos por Cervantes). Garcilaso: Viejito Gordo; Cervantes:
Caraculiambro; Shakespeare: Señor Tortafrita.
VIEJITO GORDO: (Con voz de anciano rezongón): Estamos entre el yunque y el martillo (patea el
piso).
SEÑOR TORTAFRITA: No desespere, Viejito Gordo; hasta los más necios han sabido salir de todo
aprieto. ¿Por qué no podríamos hacerlo nosotros?
VIEJITO GORDO: ¡Inventen! ¡Inventen algo que parezca nuevo; algo que aparente cambio!
(Subiendo la voz): ¡Pero que no cambie nada! ¿Ta? (patea el piso).
VIEJITO GORDO: Tus palabras son música, Caraculiambro. Cantas como un verdadero
“cardenal”. (Dirigiéndose al Señor Tortafrita): ¡Eh!... ¿Qué le parece Señor Tortafrita?
SEÑOR TORTAFRITA: Yo creo que no podemos cargar con más impuestos a los pobres...
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VIEJITO GORDO: ¡Hay que ver dónde salta la liebre! ¡Je, je! Los recursos están en la gente
laburante. ¡Ahí es donde hay que escarbar! ¿Ta? (patea el piso).
VIEJITO GORDO: ¡Se les promete y chau! La gente prefiere más un “te daré”, que dos ¡“tomá”!
(patea el piso y rebuzna).
SEÑOR TORTAFRITA: ¿Entonces? ¿Otra vez recurriremos a los mismos? ¡Eso no es justo!
VIEJITO GORDO: (Rezongón): ¡No sea nabo! El asno sufre la carga... ¡pero no la sobrecarga!...
(patea el piso y rebuzna dos veces).
VIEJITO GORDO: (Dirigiéndose al Señor Tortafrita): ¡¿Eh?!... ¿Qué te parece lo que dice
Caraculiambro? Así no cambia nada y cumplimos con lo que pactamos con los “muchachos” (lo
dice tocándose las charreteras). ¡¿Ta?! (Da con un pie en el piso y rebuzna muy fuerte levantando
la cabeza y girando).
VIEJITO GORDO: (Haciendo como que revolea la caña con la zanahoria y vuelve a colocársela
cerca del hocico del burro; y con la mano derecha extendida hacia adelante ordena): ¡Sigamos
evolucionando hacia la edad media! (da varias patadas al piso y rebuzna mientras se alejan).
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Cervantes se aparta como si hubiera olvidado algo; se dirige al escritorio y vuelve a relatar lo que
ve en la bola de cristal-cráneo.
CERVANTES: Se alejan los tres personajes (cuatro si contamos al burro)... hacia un horizonte
indefinido por la bruma. ¡Oh! A todo esto saltó la liebre donde menos se la esperaba y continuamos
todos corriendo tras ella hacia la loma. ¡Ajá! Otro señorón hay en la loma: viste levita, usa galera y
fuma un grueso habano. Tiene una gran bolsa que abrió y colocó en el suelo. Esperó un momento y
la liebre se acercó dócilmente, penetró en la bolsa, y quedó aguardando a que el señorón la cargara
al hombro y emprendiera camino allende el mar.
CERVANTES: ¡Ah!... ¡Señores!... Esto que cuento me sucedió hace unos días, o unas semanas, o
unos meses..., o tal vez algunos años... (esto último lo dice encogiéndose de hombros).
CERVANTES: ...pero, no me crean demasiado, porque me parece que fue solo un mal sueño...
aunque estoy seguro de que “es” una pe-sa-di-lla – co-lec-ti-va.
CERVANTES: (Lee con desconfianza): No es cierto que el poder corrompa, es que hay políticos
que corrompen el poder.
CERVANTES: Calma Willy... eso luego se arreglará. Te pondrán una coronita y te adjudicarán
cientos de obras... y dirán que eres el mejor... ¡Ya lo estoy viendo! (Por lo bajo): ¡Si tienen
marketing tus obras... “of course”! Pero... yo me quitaría este arete... ¡Quién sabe! (tocándole el aro
de la oreja).
SHAKESPEARE: (Como presentador): ¡Señoras y señores!: con ustedes... ¡el hijo de ñusta... Inca
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Gaaaarrrcilaaaso de laaa Vega! (Por lo bajo): ¡Ojalá se quede afónico y no pueda emitir una
palabra!
Garilaso se dirige al escritorio frotándose las manos como signo de estar ansioso por lo que
contará. Se sienta, toma un pañuelo y comienza a frotar el cráneo como si fuera la lámpara de
Aladino.
CERVANTES: ¡Hostia! ¡Pero qué hace, hombre, no sea bestia! ¡Está profanando a un muerto!
ESCENA VII
Garcilaso deja el cráneo encima del escritorio, lo enfrenta bien a su persona, realiza movimientos
como que lo enciende y arregla los controles, levanta la antena, lo enfoca bien para sí. Apoya los
codos en la mesa y observa como embobado. Comienza su relato.
CERVANTES: (Dirigiéndose a Shakespeare): Espero que este tipo no se ponga a ver un culebrón
tropical…
GARCILASO: Veo un territorio extenso… extensísimo, junto al océano Pacífico: desde el río
Ancasamayo, en los confines de Pasto y Popayán, y al sur hasta el río Maule…; al oriente hasta la
región de los “Antis”, territorio cuya columna vertebral lo constituye aquella nunca jamás pisada
por hombres, ni animales ni aves, inaccesible cordillera de nieves…
GARCILASO: Veo grupos primitivos, pobladores del antiguo Perú, que practican la idolatría…
GARCILASO: …Tierras hermosas infectadas por esa plaga que guerrean entre las numerosas
tribus. Por eso el dios Sol ha decidido tomar cartas en el asunto.
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GARCILASO: Para rescatar de la barbarie a estos habitantes envió a sus hijos: Manco Cápac y
Mama Ocllo, quienes salieron de las aguas del Lago Titicaca con la misión de fundar una población.
Una población que obedezca a su dios…
SHAKESPEARE: ¿Ya era gobernador, sin que nadie lo hubiera elegido? ¡Qué democracia extraña!
GARCILASO: …junto a su esposa Mama Ocllo. El dios Sol les indicó que debían enterrar una
barreta de oro en el suelo y donde esta se hundiera ahí debían fundar el futuro imperio Incaico.
Pero… veo dos españolitos que espían sus pasos…
SHAKESPEARE: Si son españoles estarán expectantes a que los hijos del dios Sol dejen la
barreta… (Shakespeare y Cervantes intercambian miradas incisivas).
GARCILASO: Veo a los españolitos siguiendo muy de cerca los movimientos del futuro
gobernador y su esposa Mama Ocllo, sin quitar los ojos de la barreta de oro. Uno de ellos es un pillo
muy feliz, según lo nombra el otro, que es, al parecer, un zapatero retirado que se lanzó a la
búsqueda del oro…
GARCILASO: Durante muchos kilómetros caminaron los primeros incas, sin que los españolitos
perseguidores de oro se les despegaran unos centímetros; estos ya no podían continuar más porque
sufrían la presión de la altura… Pero la rapacidad de los europeos, que aman con furor inconcebible
los metales preciosos, podía más que las patadas de la altitud. Llegados a un sólido terreno, a una
altura de tres mil trescientos noventa y nueve metros sobre el nivel del mar...
SHAKESPEARE: ...¡Yo!... ¡Cuzco, Cuzco!... (lo dice levantando la mano como en la escuela).
GARCILASO: ...Manco Cápac dijo a su esposa Mama Ocllo que ese sería el lugar del que hablaba
el dios Sol. Acto seguido desenvainó la barreta de oro, lo que hizo segregar un fluido líquido
viscoso de las bocas de Felipillo y el zapatero.
CERVANTES: (Limpiándose la baba): Sigue, sigue… Continúa con tu relato, primer mestizo de
América…
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GARCILASO: Manco Cápac penetró a la tierra con su barreta lo que hizo estallar de alegría a su
esposa Mama Ocllo y a los españolitos que observaban excitados detrás de una roca.
SHAKESPEARE: ¡Oh!
CERVANTES: ¡Ah!
GARCILASO: Manco Cápac se ausentó del terreno por unos instantes, mientras iba en busca de un
teodolito, estacas e hilo reventón para hacer el trazado, y en esos momentos Felipillo corrió a donde
estaba la tierra penetrada, quitó la barreta y la penetró con un palo de escoba. Volvió presuroso junto
a su compinche el zapatero.
SHAKESPEARE: ¡Eh!
CERVANTES: ¡Uy!
GARCILASO: Cansado de tanto andar durante muchas lunas en busca del oro Felipillo le dijo al
zapatero: “es claro que con el oro nos vamos a quedar nosotros… pero, ¿quién paga las horas extras
que estamos haciendo?”. “Es obvio que el pueblo”, respondió de inmediato el zapatero, y luego
continuó fundamentando mejor: “el estado debe ser, pero al estado lo mantiene el pueblo”.
GARCILASO: He perdido a Manco Cápac y a Mama Ocllo… Pero seguro que ya, después de
encontrar la tierra prometida, se habrán puesto a reproducir su raza…
GARCILASO: Veo a los españolitos frotarse las manos; algo le habla Felipillo al zapatero:
“dejémoslos reproducirse y engrandecerse, como corresponde. Cuando estén a punto les mandamos
nuestro imbatible brazo armado: la iglesia católica apostólica románica españólica, para saquearlos
y ejecutarlos piadosamente…, como dios manda”; a lo que el zapatero le contesta: “¡qué pillo eres
Felipe!”. Y acto seguido los dos españolitos se fueron al imperio de los rubios para adherirse a los
del Atlántico norte.
SHAKESPEARE: (Empieza a vivar a Garcilaso como las barras de las tribunas): ¡Inca! ¡Inca!
¡Inca!...
CERVANTES: (Observando con timidez alrededor): Veo que estamos todos locos… (De a poco
Cervantes también se pliega al cántico viendo que las multitudes lo aclaman).
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GARCILASO: (Sintiéndose agrandado con las aclamaciones se pavonea con el cráneo como si
fuera una pelota de fútbol. Realiza algunos movimientos futbolísticos y haciendo que pasa la pelota
exclama): ¡Tuya, Héctor!...
CERVANTES: ¡Mal vamos por este camino! (Y tratando de parar la pelota): ¡Bueno, bueno! ¡Ya
está bien!... Hemos hablado de la corrupción política, de la corrupción de las religiones… ¡No me
vengan ahora con el fútbol!...
ESCENA VIII
Se hace una breve pausa, giran los tres, y como encarando otro tema Cervantes pregunta:.
SHAKESPEARE: Es verdad…
SHAKESPEARE: ¡Oh! ¡No sea malvado!... No traiga ese tema aquí… porque…
CERVANTES: No, don Gómez Suárez de Figueroa, popularmente conocido como Inca Garcilaso
de la Vega… no me refiero a “esa mano”…
GARCILASO: (Dirigiéndose a Shakespeare): ¿Entonces, Sir William Shakespeare? ¿Qué nos dice
de la mano “D”?
CERVANTES: (Con malicia y superioridad hacia Shakespeare): Sir…; Sir… ¡Sabe bien de qué se
está hablando! Usted mismo lo mencionó: Tomás Moro…
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SHAKESPEARE: (Con titubeos y falsetes): Cuando uno se mete de lleno en una obra… parece que
trabajara con seis manos.
CERVANTES: Sirrr…, Sirrr… ¡Me refiero a las seis manos que escribieron “Tomás Moro”!
SHAKESPEARE: (Con énfasis): ¡Sí, por supuesto! ¡Ya lo sabía! (Se siente como perdido).
CERVANTES: (Tapándose la cara con la mano en señal de desencanto): ¡Es duro!... ¡Recién cae el
sudaca!
SHAKESPEARE: Seis manos en una obra… es indicio de que es… una buena obra…
GARCILASO: (Aunque no entiende también inquiere): ¡La mano “D”!... ¡La mano “D”!...
SHAKESPEARE: (Observando a Garcilaso con algo de desprecio y, en tono de burla): ¡La mano
“D”!... ¡La mano “D”!...
SHAKESPEARE: (Aguarda unos instantes y con gesto de no tener más remedio comienza): Tomás
Moro... ¡Qué buena obra Tomás Moro!... ¡Qué buen hombre Tomás Moro!... ¡Qué buena obra... la
de Tomás Moro!...
SHAKESPEARE: (Con alegría): ¿¡Sí!?... (Con orgullo): ¡Es una gran obra “mi” Tomás Moro!
SHAKESPEARE: ¡Muy bien, señores!... La obra Tomás Moro… (¡qué obra!) ...en la cual trabajé
denodadamente... (mira a Cervantes) ...y la sentí como mía... (elevando la voz): ¡¡¡NO ES MÍA,
CARAJO!!!
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SHAKESPEARE: En aquella época los autores no eran importantes... Nadie los tenía en cuenta. No
firmaban sus obras... Se escribía y chau. Lo importante era la puesta en escena: los actores, la
compañía teatral... Todo eso. Y bueno, a mí me gustó mucho aquel trabajo; me sentí identificado
con Tomás Moro (¡qué buen hombre Tomás Moro!) y... ayudé con... mis humildes conocimientos a
engrandecer esa obra. ¡Chin-pum! ¡Ya está! (Dirigiéndose a Cervantes): ¿Qué más quiere que diga?
CERVANTES: ¡Tú eres un constructor de centones, frases, fragmentos ajenos. Remendón de obras
desechadas...
SHAKESPEARE: ¡No insulte, mi amigo!... que los autores de las novelas históricas se pueden
sentir agraviados.
GARCILASO: (Mirando fijamente a Cervantes): ¡Ejem!... ¡Ejem!... Muy señor mío, don Miguel de
Cervantes Saavedra: ¿qué es de “Persiles y Segismunda”?... obra suya “inspirada”, ¡qué digo: re-fri-
ta-da! de algún capítulo de mis Comentarios Reales...
(Con un movimiento brusco cambian todos los personajes de ubicación y señalando Cervantes a
Shakespeare, y Garcilaso a Cervantes, mientras Shakespeare queda con el índice “al aire” sin
señalar a nadie).
SHAKESPEARE: ¡Señores, así no vamos a ningún lado...! Yo creo que toda nuestra obra tiene
valor y es original... de alguna manera. Mi originalidad ha consistido en tomar historias viejas,
aburridas, desinfladas, e inyectarles... ¡potros en las venas!
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CERVANTES: ¡Qué metáfora más burda!, mi querido bardo. Esa sí es vuestra... con toda seguridad.
GARCILASO: (Pensando): Sí... ¿Qué importancia tiene el autor? ¿Quién ha ganado con nuestras
obras? ¿Las hemos realizado para “ganar”? ¿Quién ganó, aparte de los editores?
SHAKESPEARE: No... yo decía que algo gané con las obras pero no por haberlas firmado... Yo
gané porque tenía acciones en las compañías teatrales... El autor... ¡nunca ganaba nada!
CERVANTES: (Con ironía y acidez): Por eso los autores dejaban que usted firmara las obras...
CERVANTES: El “derecho de autor”... ¡Tan pisoteado siempre! Algunos (mira a Shakespeare con
soberbia)... “escriben” para lucirse, para figurar... Otros lo hacen fácil, son complacientes, para
ganar algún dinerillo... y otros (¡por suerte!) porque es el sentido de sus vidas: entregar a los demás
lo mejor de sí...
SHAKESPEARE: ...y muchos más... Entre los que están ustedes, caballeros...
CERVANTES: ¡Ejem!... y creo que Su Excelencia, Sir William Shakespeare, también se puede
contar... (Mirando socarronamente a Garcilaso): Así queda contento nuestro amigo...
GARCILASO: ...Él fue decapitado por seguir “en sus trece” en el catolicismo y no abrazar la nueva
religión impuesta por el Rey Enrique Octavo...
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CERVANTES: ¡Qué ironía! Aquí los católicos “parecían ser” los buenos y los anglicanos eran los
malos.
SHAKESPEARE: Lo mismo da... Nosotros… nosotros sabemos cómo son las cosas.
GARCILASO: (Lee): La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios
como falsa, y por los gobernantes como útil.
Pausa.
CERVANTES: ¡Ah!... Pero después de muertos... ¡Somos todos héroes! ¡Servimos al sistema!...
SHAKESPEARE: Sí... somos todos héroes; pero eso no es bueno, porque meten a los justos e
injustos en la misma bolsa... ¡Los asesinos y los asesinados en el mismo pedestal!
GARCILASO: (Asombrado y con algo de furia): ¡¿En el mismo pedestal?!... ¡Infame escultura!
¡Saquen sus sucias manos de la lanza del indio! (lo dice declamando apasionadamente y con el
puño levantado).
SHAKESPEARE y CERVANTES: (Sorprendidos hablan entre sí): ¡¿Qué dice nuestro amigo?!
SHAKESPEARE: ¿Es nuestro amigo el Inca... quien estas cosas dice, o su discípulo Túpac Amaru?
¿O, tal vez... ¡querrá representar Macbeth, la tragedia de la ambición y la traición!?
ESCENA IX
Pausa.
GARCILASO: (De improviso y con ademanes): ¡Caballeros!... ¡Se me acaba de ocurrir una idea!
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CERVANTES: (Tapándose la cara con una mano): ¡No! ¡Otro más con “ideas”!
SHAKESPEARE: ¡Escuchémosla!
GARCILASO: ¿Por qué no redactamos entre los tres un “proyecto” (recalcando la palabra) que
defienda, que proteja al autor?
CERVANTES: ¡Yo también hablo en serio!... ¿Quiénes son los que corren riesgos por pensar?
SHAKESPEARE: ¡Es verdad!... ¡La sociedad termina perdonando a veces al criminal, pero casi
nunca al “soñador”... al que piensa por sí mismo!... ¡Al libre de espíritu!
CERVANTES: Para el sistema es más peligroso un joven que piensa que uno que afana... (haciendo
la mímica con las manos).
CERVANTES: ¡¿Pero qué dices, hombre?! (con énfasis en su español). ¡Es obvio que si las mujeres
tienen algo que decir... pues lo dirán!
GARCILASO: ¡Dije “género”, no sexo! ¡Si uno quiere escribir POESÍA que lo haga; que su obra
no sea rechazada por las editoriales ni arrinconada en el pasillo del baño en los expendios de
libros!...
GARCILASO: ¡Que las transnacionales no determinen qué libros estarán en los mejores
escaparates!
GARCILASO: ¡Que las transnacionales no determinen qué música hay que irradiar por las
emisoras!
GARCILASO: ¡Que no vengan artistas desde cualquier lugar y se pongan a actuar... sin siquiera
pensar en nosotros!... ¡que pagamos los impuestos... mientras que a “aquellos” (señalando a lo
lejos) los exoneran!
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GARCILASO: ¡Igualdad de oportunidades al exhibir sus obras... tanto el noble como el villano,
tanto el prohombre como el gusano!...
GARCILASO: ¡Que la prensa de mierda de este país difunda por igual “todas” las obras!
GARCILASO: ¡Que el estado no ignore a los que no tienen fama... y que le “afloje” un poco a los
famosos... como si no existieran otros!
CERVANTES: Yo creo que ya lleva sesenta años “cajoneado” (haciendo señas de guardar en
cajón).
Aplauden con ovaciones los tres y se acomodan para sacarse una selfi. Ponen sus bocas como un
beso y se fotografían usando el palo de la guadaña. Cada uno hace cuernitos a otro. Quedan
congelados:
Sonido fuerte de tambor. Aparace Florencio Sánchez con los panfletos bajo el brazo. Toma uno y
lee frente al público:
FLORENCIO SÁNCHEZ: A veces la gente se pregunta bajo qué tipo de gobierno viviría y
produciría mejor el artista, y solo hay una respuesta: ¡EN NINGUNO!
ESCENA X
Se apagan las luces y comienza la danza en que las brujas se transformaron en Parcas, (ahora lo
harán en forma inversa). Truenos, rayos. Gritos. Risas. Juego de luces; concluyendo las tres
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brujas.
FIN
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