Articulo 2 Jorge Acevedo
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Articulo 2 Jorge Acevedo
Jorge Acevedo
Si bien la noción de democracia alude a gobierno del pueblo, las formas de gobierno
consideradas como democracias a lo largo de la historia no han implicado la participación
masiva y frecuente de las personas en la toma de decisiones, en los actos de los gobiernos.
Como señala Robert Dahl (1999), las formas de gobierno consideradas democráticas se han
basado en buena medida en sistemas de representación.
¿Es posible la participación plena de la población? Seguramente será muy difícil que personas
participen de manera activa y permanentemente en las decisiones y actos de gobierno, dada
la complejidad y la dimensión de las sociedades. Pero el interés y las experiencias por una
participación más activa de los ciudadanos han crecido significativamente en el mundo y en la
región. Y los medios de comunicación, especialmente la radio, ofrecen potencialidades para
contribuir a fortalecer procesos e instituciones de participación en sistemas representativos,
avanzando hacia un balance entre participación y representación respecto al ejercicio del
poder.
1
El artículo presenta avances de la investigación de tesis doctoral sobre Políticas públicas de televisión,
incorpora parte de los resultados de un proyecto auspiciado por la Dirección de Gestión de la
Investigación (DGI) durante el año 2009.
El desafío de lograr, sobre la base de la igualdad y ejercicio de derechos, la búsqueda de
consensos a pesar de las diferencias, es un reto sustancial para los sistemas democráticos,
que no pasa únicamente por el diseño y fortalecimiento de instituciones, por la separación y
autonomía de poderes: “Articulación de pluralidad y colectividad, ese es el principal desafío
de la democracia” (Lechner, 1995: 158).
f. Ciudadanía inclusiva. Tiene que ver con el ejercicio pleno de derechos ciudadanos,
especialmente los cinco derechos presentados líneas arriba, generando así
condiciones básicas para garantizar inclusión y participación política de las personas.
Por su parte, Przeworski (1998), sostiene que si bien la democracia aparece como un sistema
de derechos positivos, no genera automáticamente las condiciones requeridas para el ejercicio
de esos derechos y obligaciones, más aun en los países de la región latinoamericana. La
seguridad material, o bienestar económico básico, la educación así como el acceso a la
información, son necesarios para ejercer la ciudadanía pero no están garantizados por la
sola existencia de instituciones democráticas. Sólo un Estado efectivo y, de manera
complementaria, la participación de instituciones de la sociedad civil, pueden generar
condiciones para el ejercicio ciudadano. Los medios de comunicación, situados entre el Estado
y el ámbito de la sociedad civil, forman parte de las condiciones clave para la consolidación
de sistemas democráticos.
Añade Przeworski que una parte de la estructura de las instituciones de representación tiene
que ver con la existencia de ciudadanos libres para “discutir, criticar y demandar en cualquier
circunstancia” (1998: 8), para lo cual es muy importante el acceso a información de interés
público y a visiones plurales sobre la política y la economía en las sociedades.
Las (nuevas) democracias en la región latinoamericana, en crisis por el fracaso del modelo
económico neoliberal aplicado, enfrentan de manera simultánea múltiples desafíos que
derivan de tener que asegurar una ciudadanía efectiva bajo condiciones económicas e
institucionales que en la práctica obstruyen la viabilidad de las instituciones. Sin una
ciudadanía efectiva será imposible construir alguna forma de democracia.
Si bien las constituciones de las nuevas democracias garantizan las libertades de reunión,
asociación y de expresión, éstas no se ejercen en el sentido de construir una sociedad civil
sólida, por similares razones por las que no se construye una ciudadanía efectiva. ¿Pueden
Estados débiles, como buena parte de los Estados latinoamericanos, asumir la
responsabilidad absoluta de generar condiciones para la afirmación y expansión de la
ciudadanía? ¿Cuál puede ser el nivel de aporte de las instituciones de la sociedad civil, en
especial de los medios de comunicación los procesos de afirmación ciudadana y el
fortalecimiento de la propia sociedad civil? En sectores significativos de la población hay
desconfianza en políticos, se critica la ineficacia, hay insatisfacción con el desempeño de las
instituciones democráticas; los medios de comunicación cobran mayor legitimidad y muchas
veces han logrado posicionarse en lugares privilegiados en la escala de valoración de los
ciudadanos respecto al conjunto de instituciones públicas y privadas.
Las democracias en construcción, como la peruana, carecen de varias de las condiciones que
son necesarias para la estabilidad de las democracias basadas en el sufragio universal: no
existe un sistema de partidos, ni sindicatos inclusivos, ni burguesías con proyectos
hegemónicos, ni fuerzas políticas identificables, ni clase política estable, ni estructura de
intereses cristalizada. Habría que agregar que tampoco existen medios de comunicación
relativamente autónomos, que ofrezcan información y opiniones plurales, que mantengan
niveles importantes de independencia del poder político y económico.
Bernard Manin (1998) presenta tres tipos ideales de gobierno representativo en los que la
libertad de opinión pública tiene un rol central como principio de los tipos de gobierno:
parlamentarismo, democracia de partidos, democracia de audiencia. En estos tres tipos
ideales se mantienen los cuatro principios clave del gobierno representativo, aunque con
diferentes características:
Parlamentarismo
Democracia de audiencia
Las elecciones se centran en la persona del líder, pero los partidos desempeñan un rol
fundamental. Redes de contactos, capacidad de recolección de fondos, trabajo
voluntario, pero al servicio del líder.
(ii) Nuevas condiciones en las que los elegidos ejercen el poder. Se ha incrementado
el ámbito de actividad gubernamental. “El gobierno ya no regula simplemente el marco
general de la existencia social; ahora, interviene en toda una serie de áreas
(especialmente la esfera económica), tomando decisiones concretas” (1998: 269). Los
votantes conceden mayores márgenes de discrecionalidad a los gobernantes.
Así, “la forma de gobierno representativo que ahora está emergiendo se caracteriza,
por lo tanto, por tener un nuevo protagonista en la discusión pública, el votante flotante,
y un nuevo foro, los medios de comunicación” (1998:283).
Para Manin, el rol de los medios y en particular de la televisión, es cada vez más sustancial
en el proceso de metamorfosis del gobierno representativo hacia la democracia de audiencia.
“El escenario público está cada día más dominado por especialistas en medios, expertos en
opinión pública y periodistas en los que cuesta ver el reflejo típico de la sociedad. En general,
los políticos alcanzan el poder gracias a sus capacidades mediáticas, no por ser de extracción
social similar a la de su electorado ni por estar próximos a él”. (1998: 237-238)
Con respecto al caso peruano y la relación entre política y medios de comunicación durante
el gobierno de Fujimori (1992 –2000), Lynch (2002) sostiene que los medios se constituyeron
en una especie de canal de doble vía, con dos sentidos confrontados respecto al poder.
Fueron un canal de represión de la ciudadanía, ejercido desde el poder; pero significaron
también un espacio de fiscalización y en cierto modo de oposición, como canal de expresión
más bien desde abajo hacia arriba, gracias al concurso de medios independientes.
Sostiene Lynch que en el Perú de la década de 1990, la crisis de partidos destruyó no sólo las
organizaciones políticas partidarias sino también las identidades políticas que habían sido las
principales referencias ciudadanas durante décadas. Este fenómeno supuso la decadencia de
canales tradicionales de mediación y construcción de opinión pública: los partidos políticos y
diversas organizaciones sociales.
En este proceso, destaca el papel de los medios de comunicación –en particular la televisión
por su poder de “exhibición” de resultados- asume un rol fundamental como formas /
mecanismos de mediación entre Estado y sociedad, de alguna manera suplantando o
asumiendo el rol que tradicionalmente tuvieron los partidos políticos. Además, los medios
representan la libertad de expresión, un valor asociado históricamente a la democracia. La
opinión pública se forma con un rol protagónico de los medios de comunicación.
El acceso y -más allá- el control de los medios son valorados de manera significativa por los
actores políticos, debido a las transformaciones del sistema democrático representativo y el
rol de los medios en la construcción social de lo público político.
El desarrollo del capitalismo mercantil desde el siglo XIII hasta el siglo XVI trajo como
consecuencia una nueva institucionalidad en las formas del poder político. El temprano
capitalismo financiero y mercantil de los Países Bajos, el establecimiento de nuevas rutas
comerciales, el tráfico de mercancías y noticias, la configuración de la sociedad civil como
campo de relaciones económicas privatizadas, así como la construcción de una “autoridad
pública”, un sistema estatal emergente y sus diversas instituciones basadas en el empleo
legítimo de la violencia, constituyeron las condiciones básicas para el surgimiento de una
nueva esfera pública en la Europa moderna (Habermas, 1982; Thompson, 1996).
Para Habermas, la esfera pública burguesa estuvo compuesta por individuos que se reunían
para debatir entre sí sobre la administración del Estado y la regulación de la sociedad civil se
ubica entre el dominio de la autoridad pública y el dominio privado de la sociedad civil:
Sin embargo, la esfera pública burguesa que brilló en el siglo XVIII, habría iniciado un proceso
de extinción en el siglo XIX. Desde la visión de Habermas, serían factores causales de la
decadencia de la esfera pública burguesa deliberativa, racional:
Son funciones del espacio público político: percibir, identificar problemas, tematizarlos de
modo convincente e influyente. Así también, proveerlos de contribuciones, comentarios e
interpretaciones... dramatizarlos de suerte que puedan ser asumidos por el complejo
parlamentario (1998: 439-440)
El nuevo espacio público, en el que los modernos medios de comunicación cumplen un rol
sustancial, son “horizontes abiertos, porosos y desplazables hacia el exterior. ... una red de
para la comunicación de contenidos y tomas de postura... opiniones públicas agavilladas en
torno a temas específicos (1998: 440)”
En las sociedades modernas, el espacio se desliga del ámbito físico, se extiende a la presencia
virtual -a través de los medios de comunicación- de lectores, oyentes, y espectadores
diseminados, se clarifica la abstracción. Se produce la generalización del contexto, la inclusión
y el anonimato. Se renuncia al lenguaje experto y a códigos especiales. Hay más bien una
orientación hacia los legos, y se produce una desdiferenciación, un proceso de desconexión
de las opiniones comunicadas respecto a obligaciones de acción (a cargo de los políticos).
Para Habermas, el espacio público, la opinión pública emerge del mundo de la vida, ese
ámbito informal, de una razón comunicativa fundada en el lenguaje, distinto al sistema social
tecnoburocrático. El mundo de la vida es diferente, se opone pero puede ser colonizado por
los sistemas, en los que predominaría la razón instrumental de la economía (el mercado) y de
la política (el Estado). Los medios de comunicación formarían parte, en esencia, del sistema,
del mercado, en tanto operan con una lógica instrumental de negocio y no necesariamente
recogen, visibilizan y reproducen la opinión pública, los procesos discursivos, los valores y las
estéticas del mundo de la vida. Sin embargo, desde el ámbito social emerge un poder de
resistencia, reelaboración y transformación de los medios y su poder en la construcción de
agendas públicas y políticas. Experiencias en procesos electorales muestran que algunos
candidatos y partidos con gran apoyo mediático no siempre ganan una elección u obtienen
altas preferencias en el electorado.
Algunos autores han definido a la conjunción entre política y medios de comunicación como
un proceso de massmediatización de la política o videopolitica, proceso en el que los medios
(televisión, radio e Internet) “imponen su lógica en la construcción de la realidad política”
(Rincón: 3). Los medios de comunicación constituyen una suerte de “actores, escenarios y
dispositivos” clave en la producción, circulación y consumo de discursos políticos. En un
mundo en el que predomina la economía de mercado, los medios intervienen con sus lógicas
en la construcción de sentido político, recurriendo a la simplificación, espectacularización y
logrando construir ámbitos de interacción y mutua influencia con los actores y escenarios
políticos tradicionales: Congreso, asambleas partidarias, organizaciones sociales, aunque en
menor grado.
Los medios ya no serían el lugar donde se representa la política, sino más bien el escenario
en el que se construye la política. Y en ese sentido, han sido objeto de crítica por parte de
politólogos en la medida que empobrece la discusión y argumentación política, exagera el
poder de los sondeos sociales, del rating, números que no reflejarían necesariamente las
corrientes de opinión más representativas de las sociedades (Sartori 1998, Rincón 2004).
Desde la perspectiva de Thompson (1998) “El desarrollo de los media ha creado formas de
propiedad pública nuevas, completamente diferentes de la propiedad pública tradicional
basada en la co-presencia". Los modernos medios de comunicación han quebrado la
condición de un “lugar común”, con interacciones cara a cara, en la configuración del espacio
público.
En diálogo con Habermas, Thompson sostiene que con la televisión, se retoma el sentido
literal de visibilidad, ver y oír. Visibilidad con relación a individuos dispersos y en contextos
distintos, a escala global. Se trata de un nuevo espacio público des- espacializado y no
dialógico, que amplía las posibilidades de acceso a información y espacios de construcción
de opinión pública a millones de personas en el marco de sociedades complejas, difíciles de
representar bajo los mecanismos tradicionales de representación política.
Desde la perspectiva de Ferry (1998) el espacio público viene a ser una estructura mediática,
es decir un dispositivo institucional y tecnológico a través del cual se presenta a un público
amplio y diverso los múltiples aspectos de la vida social.
Ferry sostiene que en la actualidad el nuevo espacio público político ha dejado atrás la crítica
racional, que emerge de la burguesía ilustrada, y se ha reubicado en el ámbito de las corrientes
de opinión ciudadanas. Ello supone que el funcionamiento democrático del espacio público
político ya no está regulado exclusivamente por los principios universales de la ética y el
derecho. Y, por otro lado, implica que el espacio público político ha dejado de ser
principalmente jurídico.
Los políticos acogen las opiniones difusas de sectores de sociedad civil, en su mayoría,
carentes de poder. La prensa y en particular la televisión adquieren centralidad en el nuevo
espacio público político, ya que de alguna manera los medios de comunicación pueden
“representar” mediante resultados de sondeos o referencias mas o menos fundamentadas a
la opinión pública, un aspecto de la sociedad civil, distinto a la expresión electoral.
Según McCombs (2006) está demostrada la transferencia efectiva de contenidos desde las
agendas mediáticas hacia la opinión pública. “El establecimiento de la agenda es un efecto
sólido y extendido de la comunicación de masas, y que se deriva del contenido concreto de
los medios de comunicación”.
La fijación de la agenda se produce porque los medios de comunicación son la principal fuente
de información, análisis y opinión plural con la que cuentan los ciudadanos especialmente en
períodos electorales, y porque el contenido y la acción “redundante” de los medios de
comunicación genera prácticamente un traslado de las agendas mediáticas al campo de las
preocupaciones públicas. Sin embargo, los medios no determinan o definen necesariamente
las opiniones o posiciones que los ciudadanos adoptan sobre los temas de la agenda
construida.
Habermas (1998) sostiene que las opiniones públicas que se construyen, confrontan y se
visibilizan en el moderno espacio público tienen potencial político de influencia: sobre el
comportamiento electoral, sobre la formación de la voluntad de los organismos parlamentarios,
gobiernos y tribunales.
Estos actores operan en una arena (principalmente los medios) y en una galería (el espacio y
entramado de la recepción).
Pero en la esfera pública moderna, compleja y de múltiples circuitos y espacios, hay actores
que ocupan un espacio público ya constituido: grupos de interés, bien organizados,
constituidos, anclados en sistemas funcionales, se sirven de él y propagandizan sus intereses,
logran adhesiones.
Por ello, en el debate y definición de políticas públicas, especialmente de radio y televisión, si
bien ha sido influenciado notablemente por la economía de mercado y ha generado una
reorientación en las legislaciones especialmente desde mediados de la década de 1980, se
trata de preservar la diversidad política y socio cultural de los medios de comunicación.
En general, las políticas públicas pueden ser entendidas como definiciones y acciones
fundamentalmente estatales orientadas a resolver una problemática y/o promover el desarrollo
de un campo relativo al interés público.
Se trata de concepciones, principios y criterios de acción estatal, estrategias y líneas matrices
de intervención. Las políticas definen espacios de acción, roles e institucionalidad, no sólo
para el Estado, también para la actuación de agentes privados y para la ciudadanía en general.
Las políticas se expresan en principios orientadores, leyes, normativas y en arreglos
institucionales. (Sojo 2006: 47)
En el debate y construcción de políticas públicas es necesario identificar y analizar la
correlación de fuerzas y alianzas entre los principales actores (nacionales y transnacionales)
involucrados en el campo objeto de regulación, pues es la correlación la que prácticamente
define los sentidos de la política pública, reglas de juego, institucionalidad, los procedimientos
para su ejecución (Sojo 2006, Durand 2003).
En sociedades con débil institucionalidad, las políticas públicas son definidas por dos elites, la
económica y la política, con preeminencia de la primera (Durand 2003). Es bastante reducida,
en algunos casos inexistente, la intervención de la ciudadanía en el diseño de políticas
públicas que regulan actividades económicas significativas.
En el modelo de democracia representativa, los partidos políticos y finalmente los gobernantes
tienen la misión de velar por el interés público administrando equilibradamente los diversos
intereses que confrontan en el mundo social y político. Sin embargo, la debilidad estructural
de los partidos políticos en el Perú y la propia debilidad del Estado frente a intereses privados
muy poderosos terminan por inclinar la balanza en favor de ciertas elites económicas.
Medellín (2004) plantea un interesante modelo para el estudio y análisis comparativo de las
políticas públicas, desde la caracterización del tipo de régimen político en el que se originan,
diseñan, discuten y finalmente se definen:
“La importancia del régimen político radica (..) en que es el ordenamiento que
define las instancias, grados y escalas en que se produce y estructura el
ejercicio de gobierno y con él la estructuración de las políticas públicas. El
régimen establece los distintos niveles de decisión, organización y operación
estatal, al momento en que se especifica la indicación de jerarquías, los
principios organizacionales y las relaciones de poder que rigen la acción del
aparato estatal” (2004: 14)
La centralidad del régimen político en el diseño e implementación de políticas públicas, se
sostiene en las siguientes razones:
El régimen político es el ordenamiento que confiere corporeidad e identidad a la
abstracción Estado, bajo la forma de aparato estatal. “El régimen político imprime los
rasgos de estatidad a unas instituciones por encima de otras” (2004: 14).
Le confiere organicidad y orden al entramado de relaciones que se estructuran en torno
al Estado y la sociedad. Define, imprime un sentido normativo y contenido valorativo a
las relaciones sociales.
Posibilita que el Estado se consolide y proyecte como constructor de orden interno y
externo. Interno, pues imprime unidad a las instituciones estatales como
representación del Estado; y externo, porque es el principal factor de cohesión de las
estructuras y principios reguladores que pautean la vida en sociedad.
El régimen político configura el ordenamiento a través del cual el Estado “confiere
poder y autoridad formal a los gobernantes para tomar las decisiones; asigna
competencias para comprometer, asignar y aplicar los recursos públicos... establece
los controles y fija las modalidades y los márgenes de participación decisional y/o
fiscalizadora de los ciudadanos y las comunidades” (2004: 14)
Medellín propone una tipología de regímenes políticos, a partir de la cual es posible estudiar
la dinámica de las políticas públicas. Los tipos de regímenes políticos son:
El modelo europeo, que definió el campo de la radiodifusión como un servicio público, se
orientó inicialmente a consolidar a la radio y la televisión como medios de comunicación
para informar, educar y entretener.
“Hasta fines de la década del '70, existió en Europa consenso político para
establecer un modelo comunicacional basado en Servicios Públicos de
Radiodifusión que, como se sabe, representaron una ruptura con el modelo
comercial americano y generaron una estructura de radiodifusión que demostró
las posibilidades de una apertura del Estado a la sociedad civil.” (Mastrini y
Mestman 1996: 3).
Sin embargo, a pesar del ingreso del esquema privado, los medios públicos han mantenido
un peso significativo debido a factores que tienen que ver con la relevancia de la televisión
y la radio públicas para afirmar la pluralidad política, la diversidad cultural y religiosa, y
contribuir con la educación e identidad cultural (Mastrini y Mestman 1996).
Cabe anotar que en Estados Unidos, si bien prevalece un sistema privado de radio y
televisión, opera un sistema público de radioemisoras y de televisión. Radios educativas
auspiciadas por universidades, fundaciones, asociaciones civiles, fueron las predecesoras
de las emisoras públicas. Se trató de medios privados pero sin fines de lucro, los mismos
que al cabo de algunos años recibirían subsidios del gobierno.
Cabe anotar sin embargo que es reducido el impacto del sistema público norteamericano
-Public Broadcasting Service (PBS). En la década del 90 constituía tan sólo el 3% de las
emisiones.
Cabe destacar en este sentido, los procesos concentración a escala mundial de las
industrias culturales. Hasta la década de 1980, predominaban los grupos monomedia, de
carácter nacionales. A partir de la década de 1990 se producen grandes fusiones. ABC fue
adquirida por Capital Cities por una suma de 37,000 millones de dólares, ya en el nuevo
siglo se produce la fusión de AOL y Time Warner por una suma astronómica: 350,000
millones de dólares aproximadamente (Mastrini y Becerra 2006).
“La defensa de la libertad de prensa había sido vista como una extensión lógica
de la defensa general de la libertad de discurso. Esto fue posible mientras la
mayoría de los propietarios tenían un solo periódico y los costos de entrada al
mercado eran bajos. Con el devenir del siglo XIX, la producción de diarios se
tornó más sofisticada tecnológicamente y operacionalmente, con crecientes
costos de entrada a los principales mercados y condujo a los pequeños títulos
a salir del mercado. En el comienzo del siglo XX se produce la era de los dueños
de cadenas de periódicos y los barones de la prensa, llevando a los pensadores
liberales democráticos a reconocer una creciente contradicción entre el rol
idealizado de la prensa como un recurso de la ciudadanía, y su base económica
de propiedad privada” (Murdock, Graham 1990 “Redrawing the map of the
communications industries: concentration and ownwership in the era of
privatization” en Ferguson, Marjorie (ed), Public Communication. The new
imperatives. Sage, Londres, p. 1-15.) Citado por Mastrini y Becerra 2006: 37)
El modelo bolchevique, instaurado en la Unión Soviética y de irradiación al bloque
socialista hasta fines de la década del 80 y comienzos de los 90. Ha supuesto un control
absoluto por parte de los gobiernos -a través de complejos aparatos estatales- de la
gestión y contenidos de los sistemas de radio y televisión, en el entendido de que el modelo
político y económico necesitaba un correlato mediático capaz de construir un alineamiento
ideológico cultural en las sociedades bajo la influencia socialista.
La mayoría de países de América Latina, adoptó desde la década de 1920 los principios y
orientaciones del modelo norteamericano en el campo de la radiodifusión, primero en la radio
y aproximadamente tres décadas más tarde en la televisión de señal abierta. “En la mayoría
de países, la televisión se constituyó principalmente como una industria privada con una débil
presencia de la televisión pública”, y en el marco de este modelo, en los primeros años de la
televisión, “... las cadenas (norteamericanas) tuvieron un rol protagónico como proveedores
de tecnología, capital, asistencia y programación para proyectos locales” (Waisbord, 2000: 78)
Como han señalado Mastrini y Becerra (s/f: 2) “Los procesos de concentración de medios en
América Latina no son nuevos ni desconocidos. El nacimiento de la radio en los años veinte
estuvo acompañado rápidamente por la adopción de una lógica comercial que tendió
naturalmente hacia la concentración en pocas manos de las estaciones y cadenas”.
Aún así, en las décadas del 60 y principalmente en los años 70, por impulso de sectores de
sociedad civil y de algunos sectores políticos, se impulsó un amplio debate sobre la necesidad
de discutir y definir políticas de comunicación acorde con los desafíos del cambio y el
desarrollo de la región.
Sin embargo, como señala Roncagliolo (2008: 504) “La mayoría de las discusiones acerca de
las políticas de comunicación en América Latina refieren al nivel de las normas jurídicas en
las que deben condensarse (disposiciones constitucionales, leyes orgánicas, decretos
supremos) y/o a la composición y facultades de las instituciones encargadas de aplicarlas.
Pero la sola mención a la posibilidad de una ley o una institución reguladoras es motivo
suficiente para aglutinar suficientes intereses privados como para reprimir cualquier iniciativa
de este tipo antes de que pueda nacer”.
La primera emisora de radio se instala y empieza a operar en el año 1925. Se trató de la OAX,
manejada por la Peruvian Broadcasting Company, conformada por una sociedad entre la
empresa Marconi y empresarios locales cercanos al entonces presidente Augusto Bernardino
Leguía. Diez años más tarde las emisoras de radio empezarían a multiplicarse, siempre bajo
el esquema de propiedad y gestión privada empresarial, incluso con presencia extranjera
(Gargurevich, 1987).
Hacia fines de la década del 60 ya se habían consolidado grupos de poder en la radio peruana
manejados por conocidas e influyentes familias propietarias de estaciones en Lima y
provincias: Cavero, Umbert, Delgado Parker. Se consolidan entonces las bases de la
concentración oligopólica del sector y la conversión -en la práctica- de autorizaciones
(licencias) temporales en una nueva forma de propiedad privada, transferible de generación
en generación o negociable con terceros.
La era de la televisión empieza en la segunda mitad de la década del 50, durante el segundo
gobierno de Manuel Prado Ugarteche. Mediante un Decreto Supremo del 12 de enero de 1957
se definen las reglas de juego básicas para el funcionamiento del sector, y mediante un
segundo Decreto Supremo, de abril del mismo año, se empiezan a materializar un conjunto
de facilidades para el rápido desarrollo de la nueva industria: el gobierno dispone la
exoneración de derechos de importación de equipos (Gargurevich 1987).
El canal 9 fue asignado a la Compañía Producciones Radiales y Televisión S.A. que tuvo a
Radio El Sol como emisora de líder, controlada por los propietarios del diario El Comercio.
2
Esta ha sido una característica de la relación entre el Estado y los operadores principales de la radio
y la televisión en el Perú. (Entrevista con José Perla Anaya, abogado especialista en derecho de las
telecomunicaciones. Lima, 10 de septiembre del 2009).
El complejo entramado de relaciones con carácter oligárquico, desarrollado de diferentes
formas y con diversos grados de intensidad a lo largo varias décadas de funcionamiento de la
radio y televisión, tuvo un período de quiebre causado por las medidas reformistas del
gobierno de Velasco (1968-1975), orientadas a abrir espacios de participación a sectores de
la sociedad civil en el campo de los medios de comunicación, reformas que en perspectiva no
produjeron transformaciones significativas en el patrón histórico de relación. El gobierno militar
dispuso la participación y el control estatal en el manejo de los canales, para lo cual expropió
el 51% del capital de las empresas.
Para abastecer de contenidos a los canales creó Telecentro, una productora de propiedad
mixta en la que paradójicamente Panamericana Televisión tenía la mayoría de acciones.
Como en el caso de la prensa, no transfirió la propiedad (o porciones de ésta) a organizaciones
de la sociedad civil. Además, finalmente utilizó los medios para afirmar su legitimidad,
persiguiendo y mandando al exilio incluso a periodistas críticos al régimen. Así, la reforma fue
rápidamente desactivada y revertida.
Desde los gobiernos se habría construido una legislación en materia de radio y televisión que
beneficia significativamente al interés privado por sobre el interés público, al menos en dos
sentidos:
3
Las decisiones que se toman al interior del MTC con relación a las frecuencias de radio y TV tienen
un carácter bastante discrecional, no responden a una política de desarrollo del sector con participación
plural de organizaciones de sociedad civil, empresarial y no empresarial. Por ejemplo, a pesar que la
ley vigente reconoce la modalidad de radiodifusión comunitaria y prevé reserva de autorizaciones para
tal fin, hasta comienzos del año 2009 no se había otorgado una frecuencia de este tipo, en televisión o
en radio. Además, en los criterios de evaluación de solicitudes de autorizaciones tiene mayor peso la
propuesta económica (55%) por sobre el eje técnico – comunicativo (45%).
4
Entrevista con José Távara Martín, ex Viceministro de Comunicaciones. (Lima, 16 de septiembre del
2009)
banca internacional. Igualmente, la inversión publicitaria del Estado, el mayor anunciante en
los tres últimos años de la década del 90, es un instrumento de negociación de los gobiernos
(Acevedo 2002).
5
Incluso la variable “relación con el gobierno” es incorporada en los estimados y flujos económicos
proyectados por las empresas de televisión anualmente. Entrevista con Eduardo Bruce, ex gerente de
Panamericana Televisión (Lima, 21 de septiembre del 2009).
6
Ambos grupos concentran más del 80% de la publicidad que se invierte en el medio radial anualmente.
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