Fallo Loscar

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Suprema Corte de Justicia

Provincia de Buenos Aires


A C U E R D O
En la ciudad de La Plata, a 29 de mayo de dos
mil diecinueve, habiéndose establecido, de conformidad con
lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el
siguiente orden de votación: doctores Soria, de Lázzari,
Negri, Pettigiani, Genoud, Kogan, Natiello, se reúnen los
señores Jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo
ordinario para pronunciar sentencia definitiva en la causa
C. 121.306, "Loscar, Oscar Alfredo y otra contra Garro,
José María y otros. Daños y perjuicios".
A N T E C E D E N T E S
La Sala II de la Cámara de Apelación en lo Civil
y Comercial del Departamento Judicial de Azul revocó la
sentencia de primera instancia y, en consecuencia,
desestimó íntegramente la pretensión de daños y perjuicios
impetrada en autos (v. fs. 412/427 vta. y 473/490 vta.).
Se interpuso, por la parte actora, recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley (v. fs. 494/513).
Dictada la providencia de autos y encontrándose
la causa en estado de pronunciar sentencia, la Suprema
Corte resolvió plantear y votar la siguiente
C U E S T I Ó N
¿Es fundado el recurso extraordinario de
inaplicabilidad de ley?
V O T A C I Ó N
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor
Soria dijo:
I. En el sub lite el señor Oscar Alfredo Loscar
y la señora Silvia Mabel Parodi -por sí y en representación
de su hijo Sebastián Loscar- promueven demanda de daños
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reclamando el resarcimiento de los perjuicios sufridos a
raíz del fallecimiento de su hija Paula Daniela Loscar,
acaecido en un accidente de tránsito ocurrido el 28 de
abril de 2004 en la ciudad de Luján, en oportunidad en que
circulaba en bicicleta y fue embestida por un camión
conducido por el señor José María Garro, propiedad de Pedro
Ángel Grimaldi (v. demanda, fs. 15/28 vta.).
El señor juez de primera instancia hizo lugar a
la pretensión incoada, distribuyendo la responsabilidad
del evento dañoso en un 80% al demandado Garro y en un 20%
a la víctima del hecho, imponiendo las costas en idéntica
proporción (v. fs. 412/427 vta.).
Apelado dicho pronunciamiento, la Sala II de la
Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Azul lo
revocó, desestimando la demanda en su totalidad (v. fs.
473/490 vta.).
II. Contra esta decisión la actora deduce
recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley, en el
que denuncia la existencia de absurdo en la valoración de
los hechos y en la apreciación de la prueba y la violación
de los arts. 499, 512, 896, 902, 909, 1.113 y 1.198 del
Código Civil; 34 inc. 4, 163 incs. 5 y 6, 375, 384, 456 y
474 del Código Procesal Civil y Comercial; 12, 14, 15, 16,
47, 49, 51 incs. 3 y 4 y 76 de la ley 11.430; de la
Convención sobre los Derechos del Niño y de los arts. 17,
18 y 19 de la Constitución nacional; 17, 31, 168 y 171 de
su par provincial y de doctrina legal que cita. Hace
reserva del caso federal (v. fs. 494/513).
En prieta síntesis, tacha de absurdo al fallo en
crisis por entender que desconoce el expreso
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reconocimiento efectuado por los codemandados (la viuda y
herederos de Pedro Ángel Grimaldi) en lo que hace a la
mecánica del hecho, infringiendo de esta manera lo
dispuesto en los arts. 163 incs. 5 y 6, 164 y 267 del
Código Procesal Civil y Comercial (v. fs. 497/498).
Cuestiona que se hayan admitido las
declaraciones testimoniales de las menores Arignon y Zilli
formuladas en sede policial, las que no fueron ratificadas
en el marco del proceso civil y que se contraponen con lo
manifestado por el propio chofer del camión en cuanto a la
forma y el lugar del impacto (v. fs. 498 vta./499 vta.).
Controvierte que la sentencia se haya basado en
las conclusiones del dictamen del fiscal Adrián David
Landini, emitido en sede penal, donde se dictó el
sobreseimiento de Garro, cuando en otra parte del fallo se
señaló -contrariamente- que dicha decisión no conlleva
técnicamente una "prejudicialidad" (v. fs. 499 vta. y 500).
Además, destaca que tales conclusiones no coinciden -en lo
que respecta al modo en que se produjo el siniestro- con
los dictámenes periciales de los ingenieros Estevena y
Piris (ambos señalan que la colisión se produjo fuera de
la intersección de las calles Malvinas Argentinas y Jorge
Newbery, por lo que habría acontecido sobre esta última
vía, es decir, que la víctima ya había alcanzado a doblar
y transitaba en la misma dirección y sentido, a la derecha
del camión, por la calle Newbery; v. fs. 500 vta. y 501).
Respecto de las experticias mecánicas, la recurrente
cuestiona el apartamiento realizado por la Cámara y la
valoración que hizo del resto de las constancias obrantes
en la causa penal (v. fs. 501 vta./503).
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Por otra parte, impugna la inferencia a la que
arriba el sentenciante en cuanto a la imprevisibilidad del
hecho luctuoso, para el chofer del camión, por considerar
absurda la ponderación de las declaraciones del señor Garro
y del testigo Marchetta (v. fs. 503 vta./504 vta.).
También objeta la valoración de los testimonios
de Castiñeiras y Ledesma, por cuanto, a su juicio, la
evaluación íntegra de sus declaraciones permitiría inferir
que la víctima fue embestida por el camión cuando aquella
ya había doblado en la intersección y circulaba por la
referida calle Newbery (v. fs. 505/507).
Por fin, critica las apreciaciones del a quo que
llevan a descartar la excesiva velocidad del camión, la
maniobra en zigzag y la circulación por un lugar no
permitido. Con fundamento en las declaraciones de los
testigos Marchetta y Castiñeiras, el informe municipal
agregado en autos y las disposiciones del Código de
Tránsito, la recurrente arguye una grosera
desinterpretación material de la prueba y una errónea
aplicación del art. 1.113, segundo párrafo, segunda parte
in fine del Código Civil (v. fs. 507/510 vta.).
III. El recurso no prospera.
III.1. De manera liminar, corresponde dejar
sentado que en el sub examine, tratándose de un reclamo
por indemnización de los daños derivados de un hecho
ilícito, la cuestión debe ser resuelta de acuerdo con lo
normado en la legislación vigente al momento del hecho,
esto es, el Código Civil de la Nación (1-II-2001; conf.
art. 7, Cód. Civ. y Com.).
III.2.a. Conforme reza el art. 1.113 del Código
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Civil, en su segundo párrafo, cuando "...el daño hubiere
sido causado por el riesgo o vicio de la cosa..." su dueño
o guardián "...sólo se eximirá total o parcialmente de
responsabilidad acreditando la culpa de la víctima o de un
tercero por quien no debe responder". El vocablo "culpa"
empleado por la norma transcripta apuntaba, quizás sin la
debida estrictez, a la infracción de un deber de la víctima
no ya frente a otros, sino contra sí misma (conf. causas
C. 96.493, "González", sent. de 5-XII-2007; C. 102.367,
"Fernández", sent. de 18-II-2009; C. 105.191, "Sánchez",
sent. de 3-X-2012 y C. 119.691, "Ludueña", sent. de 15-XI-
2016).
Así, la necesaria relación de causalidad que
debe existir entre el riesgo o vicio de la cosa y el daño
a los fines de que opere la responsabilidad objetiva
impuesta por la ley, puede verse fracturada por factores
extraños con idoneidad suficiente para suprimir o aminorar
sus efectos. En tal sentido, esta Suprema Corte ha dicho
que el dueño o guardián de la cosa que presenta riesgo o
vicio habrá de responder objetivamente, a menos que
acredite que la conducta de la víctima o de un tercero
interrumpió total o parcialmente el nexo causal entre el
hecho y el daño (conf. causas Ac. 65.924, "Domínguez",
sent. de 17-VIII-1999; C. 89.530, "Díaz", sent. de 25-II-
2009; e.o.).
III.2.b. Ahora bien, es doctrina de esta
Corte -aplicable en la especie- que determinar si la
conducta de la víctima de un accidente de tránsito o de un
tercero ajeno ha excluido parcial o totalmente la
responsabilidad objetiva que el art. 1.113 del Código Civil
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impone al dueño o guardián de una cosa riesgosa constituye
una cuestión de hecho que no puede ser abordada en la
instancia extraordinaria, salvo que a su respecto se
invoque y demuestre que el tribunal de grado ha incurrido
en absurdo (conf. causas C. 94.859, "Yocco", sent. de 9-
XII-2010; C. 118.220, "Salas", sent. de 8-IV-2015; etc.),
vicio que el impugnante no logra patentizar en este tramo
(doctr. art. 279, CPCC).
III.2.c. En el caso, tras recordar el régimen de
responsabilidad objetiva estatuido por el art. 1.113 del
Código Civil y la necesidad de probar -inexcusablemente-
la causal liberatoria (v. fs. 481/482), el tribunal a quo
examinó las pruebas incorporadas a la causa. Veamos.
III.2.c.i. Así, reseñó la investigación penal
preparatoria en la que el señor Garro fue sobreseído en
virtud de "...no poder formularse en su contra una
imputación de tipo penal culposo, aunque se dejó a salvo
en aquel pronunciamiento la posible existencia de
responsabilidad civil" (fs. 482 y vta.). Ponderó, además,
que el pedido de sobreseimiento del fiscal Landini se
encuentra corroborado con el acta de procedimiento de fs.
1/2, croquis ilustrativo de fs. 3, informe médico de fs.
25/28, fotografías de fs. 43/47, informe mecánico 164/166,
pericia de rastros y papiloscopía (v. fs. 33/34) y las
declaraciones de los testigos Claudio Daniel Arignon y
Luis Olivera Zilli (v. fs. 6 y vta.; 7 y vta. de la I.P.P.).
Estos últimos -señaló- "...pudieron observar que
por la calle Malvinas venía circulando una mujer en una
bicicleta playera color verde y por la calle Jorge Newbery
venía un camión de color rojo y blanco marca Mercedes Benz
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con acoplado [...] el cual se dirigía en dirección a la
calle Alsina, en ese preciso instante la mujer que venía
en bicicleta trató de doblar hacia la calle Alsina
observando que no alcanzó a frenar y se llevó por delante
la parte trasera de la cabina del conductor, momento en
que la mujer cayó al suelo debajo de la rueda del acoplado,
el cual la pasó por arriba. Que el conductor del camión
frenó y se bajó de dicho rodado quedándose alejado del
accidente" (fs. 483). A continuación, reparó en que si
bien dichos "...testimonios fueron objetados por la parte
actora, por tratarse de menores de edad (cfr. agravio de
fs. 441)", lo cierto es que "...los testigos declararon en
sede penal y allí la capacidad para atestiguar es amplia,
ya que en principio toda persona es capaz de declarar sin
límite de edad, sin perjuicio de la valoración que el juez
realice del testimonio" (fs. 483). Destacó, asimismo, que
en sede civil el Código procesal contempla "...la
declaración de menores que hayan cumplido los 14 años de
edad (caso del testigo Olivera Zilli), norma que apunta a
la habilidad del testigo y a la veracidad del testimonio
dada la naturaleza del niño, impresionable e imaginativa,
límite que está impuesto con el fin apreciar con mayor
severidad su declaración" (fs. cit.).
A partir de ello, concluyó que "...la
declaración del testigo Claudio Daniel Arignon (de 13 años)
y su coincidencia con la prestada por el testigo Luis
Olivera Zilli (de 14 años), permiten valorar sus dichos
máxime cuando fueron espectadores directos del accidente,
como surge del resto de las declaraciones vertidas en la
causa, de las cuales surge su presencia en el lugar y en
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el momento del hecho (fs. 1/2, 6, 7, 25/26, 33/34, 43/46
vta., 164/165). Igualmente debe destacarse [-añadió el a
quo-] que rige el principio de adquisición procesal porque
la prueba agregada mediante la causa penal tiene pleno
valor probatorio en sede civil y proyecta también sus
efectos en la admisibilidad de los testimonios señalados
(arts. 384 424, 456 del CPCC)" (sic, fs. 483 vta.).
Seguidamente, el tribunal de grado indicó que
"[l]a mecánica del accidente descripta coincide con la
posición del cuerpo de Paula Daniela Loscar (cfr. acta de
fs. 1/2, realizada a los pocos minutos del accidente, 10.50
hs. del día 28/4/04) y el croquis de fs. 3, conforme los
cuales el cuerpo de la víctima se hallaba sobre la calle
Newbery 'a escasos metros de la calle Malvinas' (fs. 1),
ubicación que puede verse en las fotografías nros. 3, 5,
8, 9, 10 de fs. 43/45 vta. de la I.P.P 140.589. Su análisis
permite establecer que la causante no alcanzó a tomar la
calle Newbery encontrándose con el camión en la bocacalle
y permite descartar la versión de los hechos propiciada
por la actora conforme la cual la víctima ya se encontraba
circulando por Newbery cuando fue embestida por el camión
conducido por Garro, versión basada en la declaración del
remisero Castiñeiras (53/53vta. de la I.P.P.) y la pericia
mecánica realizada en esta sede por el ingeniero Segundo
Daniel Piris (fs. 394/395), que resultan inconciliables
con las constancias de fs. 1/2, 3, 6, 7, 25/26, 33/34,
43/46vta., 164/165 de la IPP (arts. 384, 456, ss. y cdtes.
del CPCC)" (fs. 484).
En este punto, y en orden al material probatorio
colectado, hizo propias las aseveraciones efectuadas en
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sede penal en torno a la relación causal conforme las
cuales la maniobra de la víctima determinó el hecho
luctuoso que resultó imprevisto para el conductor del
camión. Sostuvo, al respecto, que "En dicha sede el Fiscal
de Cámara Ricardo G. Uncal fue contundente, dijo que:
'anticipo que he de brindar mi asentimiento a la conclusión
desincriminatoria esbozada por el magistrado ponente... Y
si bien es cierto que de las declaraciones testimoniales
prestadas por Daniel Eduardo Martínez (v. fs. 7), José
Humberto Marchetta (v. fs. 51), Susana Ledesma (v. fs. 52)
y Gustavo Gabriel Castiñeiras (v. fs. 53), se desprende
que el camión conducido por el imputado circulaba a una
velocidad excesiva -circunstancia que no pudo ser
constatada por la peritación accidentológica-, lo que
habría contravenido la señalización de tránsito emplazada
en la intersección de calles Jorge Newbery y Tucumán
(máxima 20 km/h, prohibido el tránsito pesado)... entiendo
que analizando la mecánica del hecho, que se encuentra
acreditada en autos, surge que lo determinante para la
producción del siniestro fue la conducta de la víctima'".
En este sentido recalcó que "...aun cuando el camión
circulara a 20 km/h, tal como sucedieron los hechos, no
hubiera podido evitarse que la víctima lo colisione en su
lateral y se caiga debajo de sus ruedas' (cfr. fs.
13/14vta. de la causa penal N° 12.435; arts. 384, 474 del
CPCC)".
El Tribunal de Alzada también se ocupó de
examinar la incidencia causal de la violación de la
prohibición de circular que regiría para vehículos como el
del demandado. Sobre el particular, aseveró que "Lo mismo
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cabe decir de la prohibición de circular vehículos de gran
porte en la calle Newbery, cuya finalidad es evitar la
ruptura del asfalto, más no prevenir accidentes de
tránsito, por lo que aquí también falta el nexo causal
entre la infracción cometida y el resultado producido (fs.
13/14vta. de la causa penal 12.345), lo que me lleva a
concluir la imprevisibilidad del hecho luctuoso para el
chofer que se encuentra corroborada por el testimonio de
José Humberto Marchetta quien detuvo al camión a unos
cincuenta metros del accidente y el chofer le preguntó
'qué pasó...' y Marchetta le contestó 'mirá agarraste a
una persona', contestando el chofer 'estás loco, qué voy
a agarrar...(sic)' (fs. 51/51vta. de la I.P.P 140.589).
Todo ello da la pauta que el chofer Garro nunca vio a Paula
Daniela Loscar y 'aunque el camión circulara a 20km/h, tal
como sucedieron los hechos, no hubiera podido evitarse que
la víctima colisione en su lateral y se caiga debajo de
sus ruedas' (fs. 14, cuadernillo 12.345 que corre por
cuerda)".
De otra parte, destacó "...que el sentenciante
anterior no hizo mérito de las actuaciones referenciadas
(N° 12.345), por encontrarse en pieza separada de la I.P.P.
140.589, y haberse incorporado a este proceso -en copias
certificadas- mediante oficio librado por este Tribunal
con posterioridad a la sentencia de grado (fs. 463, 469)".
En cuanto al sobreseimiento dictado por acuerdo
de fiscales (art. 326, CPP), precisó que si bien "...no
conlleva técnicamente una prejudicialidad (arts. 1103 del
Cód. Civ.; 1777 del CCCN; esta Sala, causa 44.791, del
14/11/02 'Souverville...'), la contundencia de sus
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dictámenes sobre la mecánica del hecho aconsejan no
apartarse de las conclusiones alcanzadas acerca de la
interrupción del nexo causal entre el lamentable desenlace
(el fallecimiento de Paula Daniela Loscar), la actuación
del camión como cosa de riesgo y la conducta del chofer
José María Garro (arts. 1109, 1111, 1113 del Cód. Civ.)"
(sic, fs. 484/485 vta.).
Me he permitido transcribir estos pasajes del
fallo en crisis para exponer el modo -con la exacta
terminología empleada- en que el a quo coincidió con las
conclusiones a las que se arribó en sede penal,
considerando de ese modo que no cabe un juicio de
responsabilidad en contra del chofer del camión.
III.2.c.ii. A tenor de los agravios planteados,
el tribunal de grado agregó -respecto de los elementos
probatorios producidos en autos- que el informe del perito
mecánico Piris carecía de sólidos fundamentos (datos
técnicos científicos objetivos), dado que sólo se había
realizado sobre las fotografías 3 y 5 de fs. 43 vta. y 44
vta., que no avalan la versión propuesta por la actora y
que, por otra parte, aquél fue realizado nueve años después
del siniestro, resultando inconciliable con el resto de
las constancias probatorias, e incluso con lo dictaminado
con el perito Estevena (v. fs. 485 vta. y 486).
Igualmente, descartó el testimonio del señor
Castiñeiras por resultar inverosímiles sus declaraciones
en relación a las manifestaciones de los restantes testigos
y pruebas producidas (v. fs. 486 vta. y 487).
De este modo, el tribunal a quo consideró que
las circunstancias relativas a la excesiva velocidad del
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camión y la realización de la maniobra en zigzag -para
evitar una supuesta colisión con otro rodado- no se
encuentran demostradas, y que aun cuando por vía de
hipótesis se confiriera valor a la declaración del
mencionado testigo, lo cierto es que la mera violación de
una norma de tránsito no hace responsable al infractor si
no puede establecerse entre ésta y el resultado lesivo un
nexo adecuado de causalidad (v. fs. 487 y vta.).
III.2.d. Frente a ello, los argumentos traídos
por la parte accionante en su pieza recursiva no logran
conmover la decisión atacada (conf. art. 279, CPCC).
III.2.d.i. La actora centra su crítica en la
alegada configuración de absurdo en la valoración de la
prueba. Por un lado, denuncia el desconocimiento del
reconocimiento formulado por los herederos del titular
dominial del camión (el señor Grimaldi) y, por otro, expone
que de las declaraciones testimoniales antes apuntadas y
de las pericias mecánicas se demuestra la verdad de los
hechos alegados en la demanda y, consecuentemente, la
responsabilidad del conductor del camión en el siniestro
(v. fs. 497/507).
Ahora bien, las quejas ensayadas no evidencian
la absurdidad endilgada al tribunal a quo al tener por
acreditada la interrupción del nexo de causalidad por el
hecho de la víctima, vicio que -como es sabido- no queda
configurado ante cualquier error, o ante la apreciación
opinable o discutible, siendo necesario que se demuestre
una anomalía extrema o una falla palmaria del proceso
mental del juzgador o que el pronunciamiento se asiente en
presunciones no fundadas en los hechos de la causa,
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obviando ponderar los acontecimientos relevantes según
tales constancias (conf. causas C. 107.394, "Brancaleone
de Riva", sent. de 9-VI-2010 y C. 110.897, "Otamendi",
sent. de 3-XII-2014), extremo que -insisto- no logran
patentizar.
El alegado reconocimiento, a través de los
herederos del codemandado Grimaldi, en torno a la mecánica
del accidente, no basta por sí solo para desvirtuar el
plexo probatorio meritado por el a quo, dado que el titular
registral del vehículo no estuvo en la escena del hecho ni
participó del evento dañoso. Por lo tanto, ese invocado
reconocimiento en relación a la conducción del camión y la
conducta reprochada a la víctima carece de virtualidad a
fin de descartar la eximente prevista en la última parte
del segundo párrafo del art. 1.113 del Código Civil (arts.
375 y 384, CPCC).
Para más, los quejosos soslayan la actuación
plural de partes en el presente litigio. La pretensión
resarcitoria ha sido dirigida tanto contra el codemandado
Grimaldi como contra el conductor del vehículo Garro y la
aseguradora, dando lugar a un litisconsorcio pasivo
facultativo. La autonomía de quienes intervienen en el
proceso litisconsorcial en virtud de la cual por regla los
actos de uno no aprovechan ni perjudican a los demás,
encuentra su excepción en lo que atañe a los hechos comunes
que deben ser examinados respecto de todos los
liticonsortes. En efecto, no es posible que el
convencimiento judicial acerca de la verdad de un hecho
común se produzca sólo con respecto a uno o alguno de los
litisconsortes. De ahí, entonces, que las alegaciones y
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negativas formuladas por uno de ellos juegan e inciden en
relación a los restantes (conf. mi voto en C. 94.338,
"Danna Automotores S.R.L.", sent. de 16-IX-2009 y C.
101.536, "Iribarne", sent. de 9-VI-2010).
Consecuentemente, si bien los impugnantes invocan el
reconocimiento de los herederos del dueño del camión
respecto del ingreso de la víctima a la calle Jorge
Newbery, olvidan que el codemandado y la aseguradora
desconocieron tales circunstancias y el relato de los
hechos afirmados en su escrito inicial.
Tampoco alteran la solución brindada por la
Cámara los agravios desarrollados con relación a la
ponderación de los testigos y dictámenes periciales (v.
fs. 497/507). La selección de pruebas y la atribución de
la jerarquía que les corresponde (que admite la posibilidad
de inclinarse por algunas descartando otras) es facultad
privativa de los jueces de grado, y no constituye supuesto
de absurdo el ejercicio de la facultad legal de los
tribunales de las instancias de mérito para seleccionar el
material probatorio y dar preeminencia a unas pruebas
respecto de otras, así como para apreciar la idoneidad de
los testigos (conf. C. 113.694, "Del Romano", sent. de 16-
IV-2014 y causas C. 102.293, "Ibáñez", sent. de 25-II-
2009; C. 118.439, "Farías", sent. de 22-VI-2016; e.o.).
De otra parte, las consideraciones de los
fiscales en sede represiva que el sentenciante hace suyas,
se apoyan tanto en las probanzas de la causa penal antes
indicadas (v. fs. 482 vta.) como en su "contundencia", por
lo que la queja vinculada con la supuesta
"prejudicialidad" -fs. 499 vta. y 500- carece de andamiaje,
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máxime cuando el propio juzgador ha advertido su
inaplicabilidad en el caso por tratarse de un
sobreseimiento (v. fs. 485 in fine y 485 vta.; conf. art.
279, cit.).
III.2.d.ii. Finalmente, en cuanto a los planteos
relativos a la excesiva velocidad del camión, la maniobra
en zigzag y la circulación por un lugar no permitido (v.
fs. 507/510 vta.), en coincidencia con lo señalado por el
juzgador, esta Corte tiene dicho -en forma reiterada- que
la mera inobservancia de las reglas impuestas por el Código
de Tránsito no deriva inexorablemente en la atribución de
responsabilidad civil al infractor; se requieren de otras
circunstancias. Para atribuir tal responsabilidad, ese
conjunto de normas debe ser considerado para calificar la
conducta de la víctima o del tercero para determinar si ha
ocurrido o no -y en su caso en qué extensión- la situación
prevista en la parte final del segundo apartado del art.
1.113 del Código Civil (conf. mi voto en las causas C.
92.176, "Quintana", sent. de 13-VIII-2008 y C. 101.647,
"Ramos", sent. de 21-IV-2010).
Al respecto la Cámara apuntó que "...la
velocidad excesiva del camión no pudo ser establecida en
las pericias de fs. 164/166 de la I.P.P (perito Hugo
Roberto Estevena) por la inexistencia de marcas en el
asfalto, ni tampoco en la pericia mecánica practicada en
estas actuaciones (fs. 394/395). El perito Estevena dijo
que la huella de frenado de diez metros sobre el centro de
la calle Newbery (que se observa en la foto n° 9, fs. 45
de la I.P.P) no corresponde al accidente de marras, dado
que el camión conducido por Garro tenía ruedas duales y
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las huellas observadas son simples (cfr. pericia mecánica,
fs. 165 vta. de la I.P.P; arts. 384, 474 del CPCC). Por su
parte los testigos declararon que ambos participantes
circulaban a velocidad excesiva (fs. 5, 7 de la IPP), en
particular el camión (cfr. testimoniales de fs. 51, 52 y
53 de la IPP) y del informe municipal de fs. 118 surge que
la velocidad máxima para la calle Newbery es de 40 km/h.
Pero aun, y si por vía de hipótesis, se confiriera valor
a la declaración de Castiñeiras, suponiendo que el camión
hubiera venido a una velocidad superior a la permitida
(40km/h), cuestión que -reitero- no pudo ser establecida
con las pericias de fs. 164/166 de la I.P.P y 394/395 de
estas actuaciones, la violación de una norma de tránsito
no hace responsable al infractor si no puede establecerse
entre ésta y el resultado lesivo un nexo de causalidad. La
infracción a un reglamento de tránsito no constituye por
sí un elemento de imputación a los fines de la
responsabilidad civil, siendo para ello necesario que se
haya erigido en factor causal del daño...".
"En este sentido es importante enfatizar
[-concluyó la alzada-] que lo decisivo para atribuir
responsabilidad es la relación causal entre la acción u
omisión y el resultado lesivo y considero que quedó
debidamente probado que la conducta de Garro no fue
determinante en la producción del hecho..." (fs. 487 y
vta.).
Pues bien, tal conclusión a la que arriba el
Tribunal de Alzada luego de un detenido examen de las
pruebas incorporadas al proceso y del contexto en el que
se produjo el siniestro, aunque tachada de absurda, no ha
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Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 17
recibido un reproche que demuestre el grave desvío
valorativo en que habría incurrido el juzgador, que lo
condujera a conclusiones incongruentes o contradictorias
con las constancias objetivas de la causa, siendo que los
impugnantes se han limitado a oponer su propio criterio
basado en personales puntos de vista sin controvertir
cabalmente la decisión atacada y evidenciar el alegado
absurdo (conf. causas C. 94.337, "G., L. O.", sent. de 12-
III-2008; C. 106.978, "Ramírez", sent. de 29-V-2013; C.
115.995, "D., M. S.", sent. de 3-XII-2014; etc.). En
efecto, no constituye absurdo cualquier error, ni siquiera
la apreciación opinable que aparezca como discutible u
objetable; pues se requiere un grave vicio lógico del
razonamiento o una grosera desinterpretación material de
alguna prueba (conf. causas C. 107.941, "Buldain", sent.
de 26-VI-2013 y C. 115.995, "D., M. S.", sent. de 3-XII-
2014), situaciones extremas que la pieza recursiva no
alcanza a acreditar (conf. art. 279, CPCC).
IV. Por todo lo expuesto, no habiéndose
acreditado las infracciones normativas ni el absurdo
invocado (art. 279, CPCC), corresponde el rechazo del
presente recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley;
con costas a la parte actora vencida (arts. 68 y 289,
CPCC).
Voto por la negativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor de
Lázzari dijo:
I. He de discrepar con la solución que propone
el distinguido colega, doctor Soria. A mi entender debe
hacerse lugar al recurso extraordinario deducido,
///
/// 18
revocarse la sentencia de Cámara y volverse a la que se
dictara en la primera instancia.
II. En primer término, concuerdo en que la
normativa a ser aplicada es la que era vigente al momento
del hecho, esto es, el Código Civil, ley 340, en particular
los arts. 1.109 y 1.113 del corpus velezano. Esto no obsta,
sin embargo, a que, según lo expuse en varias oportunidades
antes de ahora (v. causas C. 119.438, "A. M., M.", sent.
de 28-VI-2017; C. 119.176, "Cabrera", sent. de 15-VI-2016;
e.o.), tales normas deban ser actuadas de conformidad con
los preceptos del actual Código Civil y Comercial.
Más precisamente, la regla que emerge del art. 2
de la actual codificación indica cómo se han de interpretar
la ley y las normas (en sentido amplio): teniendo en cuenta
sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las
disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos
humanos, los principios y los valores jurídicos, anticipando
que se ha de hacerlo de un modo coherente con la totalidad
del ordenamiento. Ese mandato, más allá de otras
posibilidades -eventuales y atendibles, aunque
excepcionales-, tiene como directos y naturales destinatarios
a los jueces, entendiendo por tales a los jueces reales y
concretos -no a los ilusorios o ficticios-, a los jueces de
carne y hueso -no a las evanescentes figuras que, aunque
puedan ser necesarias para determinados desarrollos teóricos,
jamás veremos sentadas en un estrado-, a los jueces de la
razonabilidad, y no a los del aséptico silogismo. A estos
jueces (a nosotros), nos compete resolver atendiendo los
nuevos signos, porque somos los que tenemos como misión
definir la ruta que ha sido señalada (pero no
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 19
definitivamente trazada) por el legislador. En otras
palabras: a los jueces, especiales receptores del Capítulo
1 del Título preliminar del nuevo Código, no solo nos toca
reconocer ciertas fuentes jurígenas, por el art. 1, o
cumplir inexcusablemente ciertos deberes, conforme el art.
3, sino también interpretar el derecho y las
leyes -cualesquiera sean: las que se consagran ahora o las
del venerable legado de Vélez- a la luz de las pautas
actuales: criterios gramaticales, teleológicos,
analógicos, integrativos y sistemáticos han de convivir y
enlazarse dialécticamente con el reconocimiento de los
valores jurídicos y de los principios que (sin perjuicio
de su alto grado de abstracción) los actualizan y
concretan.
Aclarado ello, y analizando el caso desde la
óptica que propongo, encuentro que hubo una absurda
valoración de la prueba que vició el proceso de ponderación
de la normativa aplicable a los hechos, tal como se los
tuvo por reconstruidos, o -si se quiere- que hubo una
errada aplicación de los preceptos que regulan el caso.
III. Empiezo por advertir que, tal como se
destaca en el voto precedente, tanto la doctrina de esta
Suprema Corte como la del Supremo Tribunal de la Nación
(y, por supuesto, la opinión de los especialistas) resulta
coincidente en un aspecto determinante: de conformidad con
lo que el antiguo art. 1.113 establecía, para eximirse de
su responsabilidad el dueño o guardián de una cosa riesgosa
(y un camión con acoplado sin duda lo es) debía demostrar
que la intervención de terceros o de la propia víctima
había tenido tal incidencia en el accidente que alcanzó
///
/// 20
para interrumpir -en forma total o parcial- cualquier nexo
de causalidad que pudiera haber entre el hecho y el
resultado dañoso (el concepto se repite en el nuevo Código,
especialmente en el art. 1.757).
Agrego (y esto implica intensificar la exigencia
de que se trata), en seguimiento de la doctrina de la Corte
federal, que cuando se pretende que es el hecho de la
víctima el que tiene aptitud para quebrar la relación
causal, éste debe aparecer como la causa única del daño y
revestir las características de imprevisibilidad e
inevitabilidad propias del caso fortuito o la fuerza mayor
(CSJN causas F-554-XXII, "Fernández", sent. de 11-V-1993
y P-338-XX, "Prille de Nicolini", sent. de 15-X-1987;
etc.). Por mi parte, me he expedido en similares términos
en las causas L. 117.008, "Giovacchini", sentencia de 31-
X-2016 y L. 110.774, "A., E. E. c/Prov. Bs. As.", sentencia
de 15-X-2014; etcétera, y algo análogo expuse en la causa
C. 100.562, "Montaña", sentencia de 22-XII-2010, donde,
aunque se refiriera a un accidente en el marco de un
contrato de transporte, también se analizaba si el
comportamiento de la víctima autorizaba a eximir de
responsabilidad al dueño de la cosa riesgosa.
Otro elemento que ayuda a ponderar la incidencia
de las respectivas conductas en la ocurrencia del hecho
tiene que ver con la investigación de quién puso las
condiciones necesarias para que el hecho ocurriera, en
tanto -de acuerdo a la normativa vigente en aquella época-
cuanto mayor fuera el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas, mayor resultaba la diligencia
exigible al agente y la valoración de las consecuencias de
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Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 21
su actuar (art. 902, de la antigua ley civil; conf. causa
C. 118.411, "Bogado", sent. de 15-VII-2015). La nueva
normativa, en todo caso, no ha variado estos extremos sino
que, por el contrario, los ha refrendado.
Luego -y para concluir con las reglas
interpretativas aplicables al caso-, concuerdo con el voto
inicial en que el análisis de las circunstancias fácticas,
de la prueba producida y de las conclusiones a las que
arribaran los jueces de grado, constituyen otras tantas
cuestiones de hecho, cuya revisión se halla -en principio-
excluida de la competencia del Tribunal. La excepción se
halla en que se aduzca la comisión de absurdo en la
valoración del material aportado, en los términos
definidos y aceptados según la centenaria doctrina legal
de esta Corte.
IV. En la sentencia de la Cámara se considera
que es posible descartar la responsabilidad del conductor
del camión en virtud de que: a) los elementos que surgen
del dictamen fiscal dan cuenta de que el hecho de la menor
víctima resultó imprevisible para el chofer (v. fs. 485
vta.); b) el peritaje llevado a cabo por un perito mecánico
(y que obra a fs. 394/395) se revela inconsistente e
inconciliable con las constancias de la causa penal y con
los resultados de la otra experticia llevada a cabo y c)
las declaraciones testimoniales -de las que se prefiriere
las de Arignon y Olivera Zilli por encima de las de
Castiñeiras- que resultan corroborantes de que en el caso
operó una eximente de responsabilidad.
No solo por la evaluación de estos extremos (que
juzgo sumamente defectuosa y contraria a las máximas de
///
/// 22
experiencia y la sana crítica) sino también por la omisión
de considerar otras circunstancias relevantes, queda
revelado el absurdo en que se ha incurrido y la equivocada
aplicación que se ha hecho de los preceptos que regulan la
responsabilidad objetiva (art. 1.113 del anterior Cód.
Civ.; ahora, art. 1.757 del Cód. Civ. y Com.).
IV.1. Empiezo por recordar que el concepto de
absurdo, tal como ha ido elaborándose por esta Suprema
Corte, hace referencia a la existencia, en la sentencia
atacada, de un desvío notorio, patente o palmario de las
leyes de la lógica formal o a una interpretación tan
groseramente errada del material probatorio aportado que
la reconstrucción histórica de los hechos relevantes
resulte decididamente equivocada, contradictoria o
incomprensible. En otras palabras: el absurdo puede
provenir de una infracción contra las leyes de la lógica,
hipótesis en la que hay un error en el proceso inferencial
o un desencuentro abismal entre los datos desde los que se
deriva y la conclusión a la que se arriba (lo que se ha
llamado absurdo formal), como también puede originarse en
aseveraciones groseramente desacertadas respecto de las
constancias objetivas de la causa, escritos postulatorios,
probanzas producidas, etcétera (en cuyo caso estamos ante
el absurdo por falsedad o error en las premisas, o absurdo
material). Quien denuncia este vicio no hace otra cosa que
anticipar una tesis que inmediatamente debe validar,
señalando la incorrecta derivación desde las premisas
hacia la conclusión (para el primer caso), o mostrando
cuál es el dato desacertado, o la equivocación en la que
se ha incurrido, o las proposiciones donde se registra el
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Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 23
error, etcétera (en la segunda hipótesis, es decir, si se
trata del absurdo material; v. causas C. 117.327, "P., M.
P.", sent. de 1-VII-2015; L. 117.911, "Cerrudo", sent. de
14-XII-2016; etc.).
Inversamente, lo anterior equivale a sostener
que ni la demostración de un error de apreciación, ni una
evaluación opinable, ni la posibilidad de otras
interpretaciones, ni la invocación de otros contextos
donde el aserto fuera discutible, etcétera, alcanzan para
configurar tal absurdo. Al recurrente no le alcanza con
argumentar que las constancias de autos pudieron ser
aquilatadas de otra manera o derivar en otra conclusión,
tanto o más aceptable; en cambio, le resulta indispensable
demostrar que, de la manera en que se lo hace en la
sentencia, no puede ser (conf. causas C. 97.885, "Cáceres",
sent. de 12-VIII-2009; C. 105.234, "Villegas", sent. de
17-II-2010; e.o.).
Tales exigencias, entiendo, se han superado en
el caso.
IV.2. La causa penal, a la que remite
constantemente el pronunciamiento recurrido
(convirtiéndola en razón fundamental de la decisión a la
que se arriba), termina con el sobreseimiento del demandado
Garro, dictado (v. fs. 16 del cuadernillo de fotocopias
que acompaña a la I.P.P. 140.589, causa 140.589) a
solicitud del agente fiscal y con el coincidente dictamen
del fiscal de cámara (ante la primitiva denegación del
juez de garantías). Debe subrayarse que tanto el primero
(en la solicitud original de sobreseimiento, v. fs. 9 vta.
del mentado cuadernillo) como el segundo de los
///
/// 24
representantes del Ministerio Público (v. fs. 14 vta. del
mismo), señalan que el pedido de sobreseimiento lo es sin
perjuicio de las acciones civiles que pudieran
corresponder o de una eventual responsabilidad civil.
Estas advertencias (de las que da cuenta el juez
preopinante a fs. 482 in fine) no alcanzaron para que los
magistrados actuantes reconocieran que lo resuelto en el
fuero represivo tenía un límite claro y preciso: allí se
juzgó la conducta del encartado exclusivamente en lo
atinente a su faz penal, y lo concluido -así se previene-
no afecta las otras acciones que contra él puedan
dirigirse. En otras palabras: que la sentencia recaída en
sede penal, atendiendo a su índole y fundamentos, poco
tenía para aportar a la resolución de la cuestión civil.
Puedo avanzar aún un poco más sobre esto: las
manifestaciones del agente fiscal de que fue la conducta
de la víctima la que desencadenó la tragedia (por circular
con una bicicleta playera con freno a pedal), o las del
fiscal de cámara, referidas a que la menor cometió una
infracción al no ceder el paso a quien venía por su
derecha, se aventuran sobre terrenos no propuestos a su
intervención, ingresando elementos espurios o dudosos para
fundar sus respectivos dictámenes.
En definitiva: que nada hay de vinculante entre
lo resuelto por el juez de garantías (un sobreseimiento
donde no se discute ni la ocurrencia del hecho ni la
intervención del demandado) y la sentencia que debía
dictarse por la Cámara de Apelación, porque el factor de
atribución de responsabilidad civil objetiva reconocido
por el art. 1.113 del antiguo Código, que esta última debía
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Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 25
aplicar, resulta definitivamente ajeno a la investigación
y eventual establecimiento de la culpa penal.
Esta Corte ha tenido oportunidad de pronunciarse
en casos análogos, a cuyo cobijo pudo formarse una doctrina
suficientemente asentada que -aunque referida a la
anterior legislación- puede mantenerse hoy día. Así, se ha
dicho que, en orden a lo prescripto por el art. 1.103 del
Código Civil, solamente cuando la absolución o el
sobreseimiento criminal estuvieran basados en la
inexistencia del hecho o en la no autoría del acusado y no
en la falta o ausencia de responsabilidad, puede ser
invocado en sede civil para impedir una condena que
aparecería como escandalosa (causas C. 98.961,
"Gasparoni", sent. de 18-V-2011 y C. 99.896, "Fantasía",
sent. de 2-III-2011; e.o.). Por otra parte, se ha declarado
que atribuir al sobreseimiento dictado total autoridad de
cosa juzgada respecto del llamado "nexo de causalidad"
para enervar el reclamo indemnizatorio articulado en sede
civil, no es congruente con la correcta interpretación de
la norma legal contenida en el art. 1.103 del Código
velezano, y que si el acuerdo de fiscales -que condujo al
sobreseimiento del imputado- se apoyó sobre la ausencia de
culpabilidad, tal resolución no vincula al juez civil (v.
causa C. 88.820, "Magi", sent. de 17-IX-2008).
Más precisamente, se sostuvo que el análisis de
los hechos llevado a cabo por parte del juez penal para
fundamentar el sobreseimiento que dictara no conduce
indefectiblemente a considerar que el hecho de la víctima
(su culpa, en el caso) interrumpió el nexo causal en los
términos del art. 1.113 del Código Civil, porque las
///
/// 26
previsiones contenidas en el art. 1.103 del mismo Código
no alcanzan a tales extremos (v. mi voto en causa C.
95.552, "Rodríguez Terceros", sent. de 13-VII-2011).
Todos estos precedentes me llevan a concluir que
nada impedía a los jueces intervinientes analizar la
relevancia de la conducta de ambas partes en el
acaecimiento del hecho, ni resolver aplicando el régimen
de responsabilidad (objetiva) previsto en la ley civil, a
despecho de lo resuelto en sede penal. Su excesivo apego
a los dictámenes del Ministerio Público los ha llevado a
incurrir en el absurdo que se ha denunciado y a una errada
interpretación de la ley que derivó en una incorrecta
aplicación al caso.
IV.3. Siempre pivoteando sobre la causa penal,
en el pronunciamiento atacado se ofrece como elemento
corroborante de la hipótesis que permite descartar
cualquier responsabilidad del demandado la declaración de
dos menores.
No veo, en el hecho de que sean menores, tacha
o inconveniente alguno que autorice a invalidar sus
testimonios. Sin embargo, tampoco advierto razón alguna
para que los mismos prevalezcan (aún 'avalados' por el
dictamen fiscal, según se refrenda a fs. 484), sobre otras
constancias. Veamos, entre esas otras constancias, la
declaración del testigo Castiñeiras (que, según el a quo,
no resulta verosímil): observa al camión, circulando a
unos 50 o 60 km/h, que no aminora la velocidad al llegar
a la encrucijada con la calle La Rioja (a una cuadra del
lugar del hecho, según croquis de fs. 119); que él -el
declarante- dobló para quedar detrás de dicho camión y que
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 27
lo ve realizar una maniobra de esquive (un zigzag) para
evitar a un auto que venía por la calle Las Malvinas, que
junto a ese auto circulaba la bicicleta de la víctima; que
la chica que venía en ese rodado ya circulaba por Jorge
Newbery al ser embestida; que no observó que se encendieran
las luces de stop del camión; etcétera (v. estos dichos a
fs. 53 de la causa penal). Esta declaración no ha resultado
verosímil para los jueces de grado porque, según aducen,
si el testigo iba detrás del camión no pudo ver lo que
relató.
La detenida lectura de la declaración arroja
exactamente lo contrario: el testigo se hallaba en una
situación privilegiada para calcular la velocidad y que la
misma no fue aminorada al pasar la encrucijada, desde que
el camión pasó por delante de él; luego, porque, después
de doblar y colocarse detrás de dicho camión, nada le
impedía advertir su zigzagueo y, en virtud de esa maniobra,
poder ver a la joven que ya circulaba por Jorge Newbery o
el encendido de las luces de freno. Las máximas de
experiencia indicaban que esta declaración debía
prevalecer -en caso de contradicción- sobre las otras.
Hay más testimonios relevantes: Martínez (v. fs.
5) manifiesta que tanto el camión como la bicicleta
circulaban a alta velocidad; Marchetta (v. fs. 51) se
refiere a la "velocidad aparentemente veloz" (sic) del
camión; Ledesma (v. fs. 52) habla de la gran velocidad que
llevaba el camión; y Faurlin (v. fs. 54 vta.) nos informa
que no es habitual el tránsito de camiones por el barrio.
Ninguno de estos testimonios resulta contradictorio con
otro, ni con el de Castiñeiras.
///
/// 28
Veamos, por otro lado, las declaraciones que
inclinan la decisión: los jóvenes Arignon y Zilli venían
circulando en una bicicleta por la calle Jorge Newbery (no
sabemos en qué sentido) y vieron que una mujer que también
circulaba en bicicleta pero por la calle Malvinas, trató
de doblar hacia la calle Alsina (sic) pero, como no alcanzó
a frenar, se llevó por delante la parte trasera de la
cabina del conductor, cayó al suelo quedando debajo de la
rueda del acoplado, el que la pasó por arriba.
Varias razones me llevan a apartarme de estos
testimonios (y ninguna tiene que ver con la edad de los
dicentes): si circulaban por la calle Jorge Newbery lo
hacían por la misma arteria que lo hacía Castiñeiras; sin
embargo, a éste se le quita verosimilitud porque el camión
debió haber obstaculizado su visual. ¿Por qué no
obstaculizó la de los jóvenes? Es más: si estos venían
circulando por la transversal, ¿cómo pudieron ver lo que
hacía la víctima? ¿En qué lugar se encontraban tal que
desde allí pudieran ver toda la secuencia de hechos sin
estar su visión obstruida ni por el camión con acoplado ni
por otro objeto alguno?
Al decir que la mujer en bicicleta trató de
doblar hacia la calle Alsina ¿qué están diciendo o qué han
querido decir? No encuentro en el detallado croquis que
obra a fs. 119 ninguna calle con ese nombre en las
cercanías del lugar del hecho, y solo estos testigos
mencionan tal arteria.
Ponderando estas dos últimas deposiciones y las
primeras a que me he referido (Castiñeiras, Martínez,
etc.), no puedo sino advertir que aquellas no pueden
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 29
provocar la convicción indispensable para resolver como se
lo hizo, mientras que las últimas resultan contestes en,
al menos algunos hechos: la alta velocidad a que circulaba
el camión es uno de ellos.
Todavía hay algo más que quita fuerza convictiva
a las declaraciones de los menores: la absoluta falta de
frescura de las mismas y la parvedad de detalles que nos
brindan. Para concluir así basta con advertir que sus
dichos, obrantes a fs. 5 y 6 de la causa penal, son calcados
palabra por palabra (con el solo cambio de nombres de los
dicentes).
Estoy de acuerdo (en muchos de mis votos lo he
sostenido) con lo dicho a fs. 486 vta. por la Cámara:
"...en la tarea de seleccionar y valorar pruebas a fines
de conferir a algunos testigos mayor credibilidad que a
otros, adquieren primacía aquellas declaraciones que
guardan correspondencia con las comprobaciones objetivas
de las pericias (sic) obrantes en la causa". Pero debo
completar tal aserto con una amonestación: tal principio
es válido en tanto en esa selección y valoración no se
incurra en absurdo. Y, a estar a lo dicho en los párrafos
anteriores, no puedo sino considerar como absurdo que se
hayan hecho prevalecer las declaraciones de Zilli y Arignon
por sobre las otras cuando -siendo generoso en la crítica-
todas ellas podían ser objetadas de la misma manera.
IV.4. Me dedico a otras constancias, como el
informe de la Municipalidad de Luján, glosado a fs.
118/119.
Por la calle Jorge Newbery puede circularse (en
razón de la seguridad y fluidez del tránsito de la zona)
///
/// 30
a no más de 40 km/h, reduciéndose a 20 km/h en los cruces,
y -por las mismas razones- no se permite la circulación de
vehículos de gran porte (camión con acoplado, por ejemplo),
todo lo cual está debidamente señalizado, adjuntándose el
croquis al que ya he hecho referencia.
Estos datos, sin duda determinantes, no parecen
haber influido en los sentenciantes. Para ellos la
violación de la normativa de tránsito no constituye por sí
un elemento de imputación a los fines de la determinación
de la responsabilidad civil, porque para serlo debió
erigirse en factor causal del daño. Y esto no ocurre porque
no se ha probado por los peritajes que el camión circulara
a alta velocidad.
Es probable que sea verdad que no hay
determinación precisa de la velocidad del camión: la
experticia de fs. 164/166 informa que no hay huellas de
frenada y no puede saberse con certeza cuándo el conductor
aplicó los frenos o la intensidad con que lo hizo. La de
fs. 394/395 también hace saber, ante la falta de elementos
objetivos y científicos, la imposibilidad de dictaminar
sobre la velocidad del camión. Sin embargo, el que los
expertos no hayan podido expedirse con la exactitud que se
les requería no obsta a tener en cuenta las declaraciones
testimoniales que aseveran -cada uno a su manera- que el
camión venía rápido. En otras palabras: si bien no hay una
prueba técnica capaz de aventar dudas, hay testimonios que
no tenían por qué ser descartados, referidos a la alta
velocidad a la que se desplazaba el rodado mayor.
Más allá de esto, el argumento de la Cámara deja
de atender a otra cosa por demás importante: el demandado
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 31
circulaba por un lugar que le estaba vedado, y la
señalización al respecto era clara (prohibición de
circular vehículos de gran porte por Jorge Newbery). Ello
equivale no solo a la infracción, sino también a poner una
condición necesaria para la ocurrencia del hecho, y esa
circunstancia no pudo ser desconsiderada. La violación de
la normativa de tránsito, sobre todo cuando se está a cargo
de un vehículo de tamaño porte, es también una transgresión
al deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de
las cosas, lo que autoriza a exigir un más severo análisis
a la hora de verificar si hubo de parte del agente debida
diligencia en el actuar al igual que hace más cabal la
valoración de las consecuencias de su conducta (art. 902,
Cód. Civ. entonces vigente). El incumplimiento de la
normativa no puede resultar inocuo o insustancial, desde
que ningún precepto -y mucho menos los que regulan el
tránsito- puede ser desatendido sin que se corra el riesgo
cierto de cargar con la respectiva responsabilidad.
IV.5. Analizo ahora los peritajes agregados: a
fs. 485 vta. se declara que los dictámenes sobre la
mecánica del hecho resultan contundentes, y ello lleva a
la conclusión de que el hecho resultó imprevisible para el
chofer. Incomprensiblemente, a renglón seguido se descarta
uno de esos dictámenes afirmándose que las fotografías
agregadas no avalan la versión del perito cuyo informe
obra a fs. 394/395.
Puedo coincidir en que la experticia está lejos
de resultar convincente en algunas de sus afirmaciones,
pero tal coincidencia viene, precisamente, a refutar la
idea de que los dictámenes sean contundentes. El informe
///
/// 32
del perito Piris, por ejemplo, no lo es.
¿Lo es el del perito Estevena (v. fs. 164/165,
de la causa penal)? El experto empieza por declarar que no
puede establecer la forma en que se produjo la pérdida de
equilibrio de la ciclista ni la cinemática que la lleva a
caer dentro de la franja de avance del acoplado. Aporta,
en cambio, que el aplastamiento ocurrió sobre el lado
derecho de la calle Jorge Newbery y que el camión debía
avanzar por el centro de la calzada ocupando parcialmente
la mano izquierda de dicha arteria. La velocidad del camión
no puede determinarse, pero la presencia de cabellos en el
vértice delantero derecho del acoplado -de pertenecer a la
ciclista- permitirían inferir como posible causa de su
pérdida de equilibrio el contacto de la cabeza de la
víctima con este sector del acoplado. Eso es todo. No
encuentro la contundencia que permita declarar tan
paladinamente que el hecho de la víctima resultó
imprevisible para el conductor demandado.
IV.6. Todo lo que hasta aquí he planteado expulsa
cualquier duda que pudiera tener: no ha quedado clara y
precisamente probado que el hecho de la menor víctima
resultara absolutamente ajeno, imprevisible e inevitable
para el conductor del camión, es decir, que tuviera las
características propias del caso fortuito o la fuerza mayor
(tal lo requieren tanto la doctrina autoral como la
jurisprudencia de la Corte Suprema federal que señalé más
arriba). Y esto hace que, tal como se ha dicho por esta
Corte, no demostrado el obrar culposo de la víctima con
idoneidad suficiente para interrumpir el nexo causal,
subsiste la responsabilidad objetiva que el antiguo art.
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 33
1.113 ponía en cabeza del dueño o guardián de la cosa
riesgosa cuando ésta interviene en el acaecimiento del
siniestro (causa C. 110.037, "Torres", sent. de 11-III-
2013).
V. La solución que se anticipa (revocar la
sentencia de Cámara y, con ello, volver a la resolución de
fs. 412/427), entraña hacerme cargo del ataque que hacia
esta última se dirige por la actora, cuestionando que se
atribuyera a la víctima el 20% de responsabilidad en el
acaecimiento del accidente. Esto en función de que, al
renacer la validez del pronunciamiento de primera
instancia, también la recobra el referido agravio, que no
fuera oportunamente tratado.
Al respecto debo señalar que, aunque no
encuentro elementos que avalen la calificación de
temeraria referida a la conducta de la menor -tal como se
afirma a fs. 420 vta.-, tampoco hallo razones suficientes
para hacer lugar a la queja. Concuerdo, en cambio, con el
sentenciante de origen en que hubo algún grado de
imprudencia en la ciclista al no disminuir su marcha al
llegar a la intersección de la arteria por la que circulaba
con una de mayor importancia (doble mano), al hacerlo a
bordo de una bicicleta (vehículo de menor porte, que en
nada favorece a la seguridad de quien lo conduce) y ser
ésta de tipo playera -siendo por todos conocido que su
sistema de frenado contra pedal no tiene la eficiencia de
los de horquilla-, etcétera, todo ello sin que se vea
menguada la conclusión por la crítica dirigida al escrito
de la accionada y su inexacta versión de los hechos.
En definitiva: no hay en la expresión de agravios
///
/// 34
de la parte actora, dirigida contra la sentencia de primera
instancia, argumentos que conmuevan la conclusión a la que
arribó el juez de origen, debiendo permanecer firme la
distribución de responsabilidades que allí se hizo (arts.
266, 267, 289 y concs., CPCC).
VI. En resumen, el recurso extraordinario
traído debe tener favorable acogida y revocarse el
pronunciamiento de la Cámara de Apelación, y
desestimarse la apelación deducida contra la sentencia
de primera instancia. En su consecuencia, debe
restituirse a esta última su validez en cuanto establece
parcialmente la responsabilidad de los accionados en un
80%, y condena al pago de las sumas que allí se fijan
en concepto de condena (art. 289, CPCC). En atención al
modo en que se resuelve, propongo que las costas
correspondientes a la fase de apelación y a esta
instancia extraordinaria se distribuyan a razón de un
80% a los demandados y el restante 20% a la parte actora
(arts. 68, 71, 274 y 289, CPCC).
Voto, pues, por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor
Negri dijo:
Adhiero a lo expuesto en el voto del doctor de
Lázzari a partir del punto IV apartado 2 inclusive, pues
considero que los fundamentos allí vertidos resultan
suficientes para dar respuesta a la cuestión planteada.
Con tal alcance, voto por la afirmativa.
Los señores Jueces doctores Pettigiani y Genoud,
por los mismos fundamentos del señor Juez doctor Soria,
votaron también por la negativa.
///
Suprema Corte de Justicia
Provincia de Buenos Aires
/// C. 121.306 35
La señora Jueza doctora Kogan y el señor Juez
doctor Natiello, por los mismos fundamentos del señor Juez
doctor de Lázzari, votaron también por la afirmativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la
siguiente
S E N T E N C I A
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, por
mayoría, se hace lugar al recurso extraordinario de
inaplicabilidad de ley interpuesto, se revoca el fallo
impugnado y se mantiene lo decidido en primera instancia.
Las costas correspondientes a la fase de
apelación y a esta instancia extraordinaria se imponen en
un 80% a los demandados y el restante 20% a la parte actora
(arts. 68, 71, 274 y 289, CPCC).
Notifíquese y devuélvase.

EDUARDO NESTOR DE LÁZZARI

HECTOR NEGRI DANIEL FERNANDO SORIA

LUIS ESTEBAN GENOUD HILDA KOGAN

Siguen///
///las firmas 36

EDUARDO JULIO PETTIGIANI CARLOS ANGEL NATIELLO

CARLOS E. CAMPS
Secretario

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