Jovenmente - Agustina Pilegi
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Introducción:
La iniciativa surge a partir de observar cierta invisibilización de los adolescentes en esta localidad,
así como la falta de propuestas y de intervenciones a nivel comunitario/preventivo.
Historizando:
Y así la autora descubrió que la adolescencia en la localidad de La Dulce tiene algunos matices
históricos que parecen hablarla; hace algunos años, a partir del suicidio de una adolescente, tuvo
lugar un alto índice de suicidio e intentos en esa franja etaria. Hecho que, si bien algunos de los más
jóvenes no llegaron a ver, si han transcurrido con ese imaginario/fantasma de la población.
Posiblemente el caos de preocupación en los adultos (por los desmayos) se vio influenciado por el
fantasma de la historia trágica.
Una de estas chicas que se había desmayado le decía a la autora: “somos la voz del pueblo”.
Hablar como escuchar de oído a oído. Hablar para decir lo inocultable, para nombrar algo de luz
cuando ya no queda nada. Hablar como dudar, susurrar que toda verdad no es cierta. (Carlos Skliar)
Los lunes de 14 a 16 hs tiene lugar el taller de radio en la Unidad Sanitaria. Allí se le da contenido a
cada una de las columnas, haciendo hincapié en el tema del día, que es el que motiva el debate.
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También se proponen los temas musicales y se elije quién llevará adelante la conducción del
programa.
La radio apuesta a ser un puente de comunicación entre los adolescentes y la comunidad. Pero
también un espacio terapéutico, preventivo.
En la columna principal se han abordado temas como la tecnología, las etiquetas, la violencia entre
adolescentes, la mentira, los miedos, los celos, la amistad, la libertad. Existe otra columna destinada
a consejos, “has lo que yo digo, no lo que yo hago”, donde suelen darse consejos de todo tipo: con
relación al amor, como conquistar a alguien, recetas caseras de la abuela, algunos con más
fundamento “científico” y otros que rozan las creencias populares.
Además de debates, consejos, música y humor, una de las columnas con más éxito se titula “no todo
es lo que parece”, que nos ayuda a abandonar la lectura ingenua de algunas cosas, para mostrarnos
su verdadero origen sombrío. Se devela investigación mediante, el sentido oculto de una canción,
cuento tradicional, o dibujo animado.
Instancias más personales y profundas suelen tener lugar en el taller de radio, viendo qué de sus
vivencias y pensamientos quieren compartir en la radio en vivo y que otros detalles prefieren
reservar. Esto se relaciona con lo que Minnicelli (2013) describe sobre las ceremonias mínimas, las
mismas tienen la característica de instituir condiciones de posibilidad subjetivantes.
Palabras finales:
Si tuviéramos que buscar un denominador común, que esté en el espíritu de Jovenmente, el mismo
será el de concebir al adolescente como sujeto de derecho. Hablar de derechos es hablar de sujeto,
lenguaje, política y poder. Es una apuesta constante, ya que esta proclamación de derechos suele
entrar en contradicción muchas veces con el funcionamiento real de sus instituciones.
Los debates de Jovenmente permiten no arribar a una ilusoria conclusión unánime, sino dar lugar a
que cada uno aporte su visión del mundo.
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es aquí donde aparece la angustia. Este desajuste que se produce entre el adolescente y la
realidad que debe habilitar subjetivamente, es lo que provoca angustia en el sujeto. El
síntoma aquí es el encargado de crear una barrera ante la angustia mediante una
construcción simbólica, pero cuando esto no es posible en la adolescencia aparecen otras
respuestas. En el caso de los pacientes que asisten a nuestro hospital de día, las más
frecuentes son el acting y pasaje al acto, la anorexia y bulimia, lo que en la actualidad se
entiende como patología borde.
Acto y acting out
En las llamadas patologías del acto, aparece una falla en lo simbólico como marco desde el
que operar con la realidad. Ante la angustia, el sujeto responde poniendo el cuerpo,
recurriendo a la acción.
Tanto el acting out como el pasaje al acto son modos de responder a la angustia a partir de
una falla en el registro simbólico. La diferencia radica no en la gravedad de la acción, sino
en la direccionalidad de esta, y el lugar que en esto ocurre el otro.
El término “acting out” hace referencia a una acción puesta en escena, y como tal, dirigida
a otro “espectador”. En la acción hay un mensaje para otro, cuyo sentido es desconocido
por el sujeto.
El “acting” es un concepto que en psicoanálisis está ligado al tiempo: crear una oportunidad
para intervenir en la medida que la persona que lo realiza avisa a otro, que es su
interlocutor, lo que va a hacer, y es ahí donde “fabrica tiempo” demora la acción y es posible
la intervención.
En el pasaje al acto, la acción está más allá del otro. El sujeto se sale de la escena, y queda
suprimido. No hay otro a quien dirigir un llamado.
El hospital de Dia como terceridad
Desde el hospital de Día se plantea que las familias que participan en el dispositivo
presentan fallas en sus dos funciones básicas: función de sostén y de corte, para el
psicoanálisis, so requeridas por el psiquismo para su constitución y devenir, cuyo ejercicio
se ve sustentado en la asimetría de la relación parentofilial.
El sostén, se refiere a la posibilidad y responsabilidad de los miembros de la familia de
protección y cuidado de quienes transitan periodos de mayor identificación y dependencia.
Y el corte, se refiere a la “posibilidad que la pareja parental tenga de establecer para si
mismo y para sus hijos la renuncia pulsional que genere el reconocimiento del otro de la
pareja y del hijo en tanto sujetos”. Es decir, al mismo tiempo, la familia debe ofrecer amparo
a la vez que apertura separación.
El Hospital de Día y los distintos espacios se incluyen e intervienen “en el sentido de cortar
o quebrar aquello que venía en un estado de confusa continuidad. Es porque se interviene
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desde un lugar de tercero, que se produce una ruptura y una modificación de las estructuras
con las que el paciente y su familia se vinculan con el medio que los rodea”
Este lugar de tercero se sostiene desde distintas aristas. Una intervención fundamental es
el encuadre institucional, que se trabaja con las familias desde un primer momento: la
frecuencia semanal, la obligatoriedad de la asistencia tanto de los adolescentes como de
los padres en distintos espacios, asimismo, la explicitación de que más allá de que es un
hospital público el tratamiento no es gratuito, en términos de que las familias tienen que
llevar la comida, entre otras tareas. Este encuadre, funciona como un marco que regula los
espacios y tiempos del tratamiento en hospital de Dia, en el cual intervienen distintos
profesionales con roles y lugares diferenciados.
El hospital de Día se conforma como un dispositivo que abre posibilidades de compartir con
otros y conformar lazos de pertenencia como así también, habilitar la discriminación y
diferenciación del paciente con los otros, para construir un posicionamiento propio.
Un espacio de ficción
Podemos pensar al Hospital de Día como un “espacio de ficción” es decir, como un lugar en
el que es posible recrear el “afuera”, ese “afuera” que en estos pacientes aparece
desvirtuado.
En los pacientes de Hospital de Día, el poder habitar estos espacios es posible friccionar lo
real (familia, escuela), se ve obstaculizado, por lo que el dispositivo busca restituir y ofrecer
espacios de ficción. Lo “diferente” que viene a ofrecer el Hospital de Día en esa confusa
continuidad que mencionábamos, lo relacionamos también con el concepto de “zona
intermedia” o “espacio transicional” de Winnicott.
Los talleres funcionan ocupando ese lugar diferente que mencionábamos: son
posibitadores de un acercamiento a otra realidad distinta, son escenarios de ficción. Se trata
de que, en ellos, algo de lo perdido y quebrado con ese “afuera”, se vuelva a reconquistar.
Se trata de que el paciente se implique, esto significa que pueda construir un nuevo sentido
a lo que le pasa a partir de lo que hace y que pueda reconocerse y construirse en relación
con sus propios deseos. Que algo del orden de la narcisizacion vuelva a ser posible, que se
creen nuevas tramas vinculares y redes de contención que resulten satisfactorias y que
“sostengan”. En este sentido, en cada espacio del Hospital de Día se generan distintas
ficciones, se arman distintas escenas.
Respecto al planteo de Winnicott en relación con la función materna, la tarea aquí de los
terapeutas será la de sostener, ser “sostén” de los espacios de ficción creados, ayudando a
crear escenarios e impulsando otros personajes. A su vez, deberá cada uno “jugar con estos
personajes que le son dados por los pacientes, sin correr el riesgo de actuar ese personaje
por siempre.
La intervención en acto
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La intervención en acto produce un corte “donde algo queda dicho”. Es en acto porque se
enmarca en una escena, y tiene un sentido que implica al otro. Frente a las patologías del
acto, donde opera una falla en lo simbólico y la palabra no permite elaboración, la
intervención será inventar tramas, crear imaginario, sostener espacios de ficción, poner el
cuerpo. La palabra no es suficiente. Una pregunta o interpretación no generaría marca. Es
aquí cuando concurrimos a la intervención en acto. Esta puede hacerse mediante una
acción o una palabra (puesta en escena). Puede también ser un silencio. Lo distintivo es que
implica una operación que involucra al otro, y que genera un corte, que posteriormente
será retomado para intentar habilitar la palabra la posibilidad de elaboración.
Psicopedagogía en Hospital de Día
El Hospital de Día fue creado en el año 1995. Luego de transcurridos dos años de
funcionamiento del dispositivo, surge el pedido a psicopedagogía. El objetivo principal de la
tarea psicopedagógica en Hospital de Día se enmarca como espacio terapéutico, dentro del
cual cobra importancia el armado del lazo social y la posibilidad de los pacientes de
reinsertarse en su futura escolaridad. La psicopedagogía, en este sentido, por ser una
disciplina que cuenta con herramientas que la vinculan a la escuela y a otras instituciones
que favorecen el acceso a lo simbolizo, puede llevar a cabo una función sumamente
importante en Hospital de Dia y especialmente con estos pacientes.
El trabajo con la escuela
La intervención consiste en tratar de preservar la escolaridad, que no se rompa en la medida
de lo posible. El lazo con la institución educativa.
La gran mayoría de las pacientes se acude a la modalidad de escuela domiciliaria, mientras
que algunas de ellas cursan todas las materias con esta modalidad, otras quizás cursan una
o dos veces por semana en el colegio y las demás materias la aprueban presentando
trabajos prácticos. Por otra parte, también están aquellas pacientes que por su
padecimiento no pueden sostener ninguna de estas modalidades escolares, se trata
entonces de encontrar algo que las convoque, de correr el saber del plano escolar y ubicarlo
ahí donde ellas tengan algún interés: un taller de pintura, yoga, danza, etc. Sea cual fuere
la modalidad implementada esta es ensaña con el equipo de Hospital de Día en función de
las posibilidades de cada una.
Otro de los objetivos del espacio se constituye en torno al armado del proyecto a futuro. Se
observa en las pacientes, una dificultad para poder pensarse, imaginarse y principalmente
proyectarse en base a sus gustos personales. Las dificultades para relacionarse con sus
grupos de pares, colegio y familia son características relevantes en los pacientes del
Hospital.
El taller grupal
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Ofrecemos espacios aptos para el despliegue lúdico y creativo, en tanto que uno de
nuestros objetivos se vincula con la posibilidad de que algo del surgimiento del deseo puede
aparecer, que el “padecimiento subjetivo encuentra un lugar para desplegar un decir
singular, a través de la oferta de objetos mediadores”.
Debemos pensar que cada actividad generará efectos muy distintos en cada una de las
pacientes. A partir de las actividades que proponemos, puede ocurrir que algún dicho, frase,
palabra, suspiro o incluso un gesto, que actúe como disparador y genere situaciones
inesperadas en las actitudes de las pacientes.
En el taller, nos vemos frecuentemente ubicadas frente a adolescentes abúlicas,
desganadas, que abandonan la tarea, que no se cuestionan, que no tienen ganas de “nada”.
Entendemos que, en estas pacientes, el deseo de aprender, de incorporar se encuentra
fallido, propio de su labilidad estructural. En muchas ocasiones, hay una estructura de
aprendizaje “dañada” lo que genera dificultades en el encuentro con los otros, en la
posibilidad de concentrarse en una tarea y poder finalizarla, en el compartir un juego con
ares, entre otros. Frente esto, intentamos intervenir cuando observamos que algo del deseo
de las pacientes.
Reflexiones finales
Intervenimos porque en los pacientes que asisten a este dispositivo el deseo por aprender
se ve obturado. Porque es necesario realizar ofertas que enriquezcan y habiliten el
despliegue simbólico. Porque la mayoría de las veces existe un quiebre de estos pacientes
con el afuera: dificultades en el armado del lazo social, y trayectorias escolares posibles
respuestas a estas problemáticas.
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La clínica del desamparo es para aquellos sujetos que no han contado con otro que “los cuide”. Se
construyen a partir del maltrato, de la ausencia del Otro.
Es habitual que estos chicos cuando se les da una oportunidad se presentan mal, se hacen rechazar,
lo que hacen es poner a prueba el nuevo ambiente, ver si va a aguantar lo que a él le pasa, lo que
está hablando es de algo que le quedo inscripto en su cuerpo, ese otro no cumplió la función de
cuidado, entonces se vuelve a repetir este rechazo.
Muchas instituciones vuelven a repetir este rechazo, a re-inscribir, no lo soportan y expulsan a los
chicos.
La posición de Winnicott
El niño como sintió que el ambiente le fallo, es el ambiente el que debe proporcionar una nueva
oportunidad. Ósea que el niño tiene registro de que perdió algo que venía funcionando, ha perdido
algo que era bueno para él.
Considera que el método adecuado consiste en proveer al niño de un cuidado que el pueda
redescubrir y poner a prueba, ayudarlo a que vuelva a tener “confianza” en el ambiente. Se trata de
que el ambiente de ahora “sobreviva” al embate antisocial, y donde el sujeto pone a prueba el
andamiaje, la estructura, la institución, pone a prueba al Otro. Que no es “tratamiento” o “cura”,
sino más bien “supervivencia”.
Es importante que la institución sea capaz de alojar lo bueno y lo malo del sujeto, que soporta que
las fastidien, si pueden perdurar para ese sujeto en el tiempo, si está realmente preparada para
soportar que se la ponga a prueba con actos de todo tipo.
Se trata de que la institución no se derrumbe, porque eso implica para el sujeto una nueva caída del
Otro.
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Modalidad de intervención: dividir a cada curso en tres grupos, y abrir un espacio de conversación
con cada uno de los pequeños grupos, para luego de tres encuentros abrir una conversación con
todo el curso. Ante los cuerpos que hablan se ofrece otro tipo de escucha, se les dice a los chicos
que se los va a escuchar, que se quiere conocer su versión.
En cada pequeño grupo paso algo diferente. Salir del curso y conversar con alguien no reconocido
implico un cambio de rutina. En principio se quejaron de varios profesores, ubican las cargadas como
un código entre ellos donde la gracia es que el otro se enoje.
En el último encuentro los chicos lo valoraron como un espacio de reflexión, se hizo un punteo de
lo que se conversó en cada pequeño grupo. Y concluyen en que “manifiestan ser un grupo que se
lleva bien pero que termina destruyéndose con las cargadas y malos tratos”
En un aula se presenta la rivalidad entre dos grupos d cicas que rompen con el clima de clase. En el
dispositivo se les aclara que no están para esclarecer que paso entre ellas, sino que hay que soportar
el “no saber”, soportar ese enigma sin por eso acusar al otro. Luego de la charla la intervención
apunto a tocar algo del goce en juego. Había pequeñas comunidades de goce y lo que no se
soportaba era que los otros gocen de otra manera, y gracias a estos dispositivos los chicos deciden
armar un sistema de rotación de bancos, todas las semanas se sentaban con un compañero
diferente para realmente conocerse y adquirir otra perspectiva.
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Una en el Instituto Manuel Belgrano con jóvenes privados de la libertad. Otra en La Boca con jóvenes
en su mayoría no escolarizados y que habían cometido delitos menores, en la que se ofrecían
distintas actividades para niños y adolescentes con situaciones familiares precarizadas y sin sostén
social. Llevado a cabo de forma semanal y continua por dos años.
Se trata de acercar las voces, tanto de los jóvenes (que abrieron sus sufrimientos y desesperanzas a
nuestra escucha, a sabiendas de no compartir mundos comunes) como de los maestros y creadores
del dispositivo.
Ambas experiencias refieren a la intervención en grupos afectados en sus subjetividades por efecto
de realidades sociales (marginación) y que requieren de la nueva creación de vínculos y tramitación
de conflictos.
Los adolescentes que llegan por distintos motivos pertenecen a familias que aún luchan para no
perder el equilibrio, familias precarizadas, con graves problemas de vivienda, falta de trabajo y
adolescentes con padres que, en ocasiones, no pueden ser protectores ni proveedores.
Los coordinadores muchas veces se quebraban frente a los chicos o temían dadas sus actitudes
amenazantes, además de experimentar impotencia frente al sufrimiento de quien cae en la
inequidad e indiferencia social.
El sufrimiento social no indica patología, pero la inequidad la genera, ya que interfiere en el proceso
de subjetivación al verse atacada la capacidad de proyectarse y ambicionar el futuro.
Una adolescencia sin proyecto y sin esperanza está condenada a “no ser”. El afuera, los grupos de
pares, el encuentro con adultos referentes en la vida de un adolescente, la posibilidad de vínculos
novedosos, y el descubrimiento de la relación amorosa es lo que le otorga una nueva oportunidad
al proceso de subjetivación. Por esto, las adolescencias lanzadas a los márgenes de la indiferencia
social suelen arrastrar historias de desamparo y ven obturada la nueva posibilidad de elaboración y
reinscripción subjetiva e intersubjetiva.
Para considerarnos sujetos de derecho tenemos que ser reconocidos y valorados por el Otro. Si, en
cambio, recibimos indiferencia, queda amenazada la misma categoría de sujeto con derecho. Si se
crece “al margen” del deseo del otro, se ve entorpecido el proceso de subjetivación.
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Estos adolescentes crecen con la violencia, violencia secundaria, provocada por un Otro que
violenta, con conciencia y deseo de violentar, la misma que se desprende de la inequidad de los
sistemas sociales excluyentes.
Imagine, el sufrimiento de estos jóvenes que acceden a la adolescencia sabiendo que no lo hacen
bajo las mismas condiciones que el otro conjunto de adolescentes, ni con las mismas oportunidades,
esperanzas ni futuros, quedando expuestos al sentimiento lacerante y violento que provoca la
exclusión, la inequidad y el destino de los márgenes.
“La marginalidad, como la caja de pandora, contiene todos los males, pero no contiene la
esperanza”.
En el joven marginal predomina la ausencia de esperanza. Sin proyecto y, por ende, sin futuro, sin
haber sido parte del alojamiento subjetivo que brinda el Otro. La marginalidad es el precio del NO
deseo del Otro. Se vive en el margen de la existencia misma y al margen del otro.
“Las leyes son hechas por dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los
sometidos”.
Concluimos que, cuando en los contextos culturales confluyen la inequidad y el abuso de poder,
cuando las leyes favorecen al más fuerte, se está en un contexto donde predomina la violencia
secundaria, interfiriendo en los procesos de subjetivación del adolescente, quien tendrá facilitado
así el pasaje al acto violento, casi como un único recurso, teniendo en cuenta que el contexto
contribuye y forma parte del proceso de subjetivación propio del devenir adolescente.
Los jóvenes que crecen en los márgenes son “portadores de rostro”, convirtiéndose en un colectivo
ajeno al que sentimos temible. Se configura así en la mente, una categoría: “los excluídos”.
Esta exposición se basa en las voces de los jóvenes, que denuncian sufrimientos y soledades, con la
intención de visibilizar sus subjetividades.
Las voces de la marginalidad están expuestas a nuestros oídos, los jóvenes las gritan, las denuncian
… nos interpelan con su historia. Solo resta que “quién quiere oír, que oiga…”
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