Arte Efimero
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Índice
1 Fundamentos del arte efímero
2 Arquitectura
3 Elementos naturales
3.1 Jardinería
3.2 Agua
3.3 Fuego: la pirotecnia
3.4 Aerostación
4 El cuerpo humano
4.1 Peluquería
4.2 Maquillaje
4.3 Tatuaje
4.4 Piercing
5 Moda
6 Perfumería
7 Gastronomía
8 Arte urbano: el grafiti
9 Arte de acción
10 Arte conceptual
10.1 Body art
10.2 Land art
11 Nuevas tecnologías
11.1 Arte nocturno: el neón
11.2 Vídeo
11.3 Láser
11.4 Informática
11.5 Sonido
12 Véase también
13 Referencias
14 Enlaces externos
Fundamentos del arte efímero
Arquitectura
The Crystal Palace, construido para la Gran Exposición de 1851 en Londres, obra de
Joseph Paxton.
Artículo principal: Arquitectura efímera
La arquitectura es el arte y técnica de construir edificios, de proyectar espacios
y volúmenes con una finalidad utilitaria, principalmente la vivienda, pero también
diversas construcciones de signo social, o de carácter civil o religioso. En su
proyección tiene un valor primordial la ordenación del espacio, tanto a nivel
constructivo como urbanístico, planificando la ubicación del edificio a construir
conforme al entorno que le rodea, tanto natural como social. Así pues, el espacio,
al ser modificado por el ser humano, se transmuta, adquiere un nuevo sentido, una
nueva percepción. Por tanto, el espacio adquiere una dimensión cultural, ligada al
desarrollo material de la humanidad, al tiempo que cobra una significación
estética, por cuanto es percibido de forma intelectualizada y artística, como
expresión de unos valores socioculturales inherentes a cada pueblo y cultura. Este
carácter estético puede otorgar al espacio un componente efímero, al ser utilizado
en actos y celebraciones públicas, rituales, fiestas, mercados, espectáculos,
oficios religiosos, actos oficiales, eventos políticos, etc.12
Uno de los ejes vertebradores del espacio para la sociedad humana es la ciudad, que
cumple la función de un macroespacio que articula la vida social en todos sus
sentidos, desde el más íntimo —como receptáculo de viviendas individuales— hasta el
más interrelacionado, con una serie de espacios y edificios públicos destinados a
diversas finalidades, como la administración política, el intercambio comercial o
el culto religioso. Cada uno de estos ámbitos se traduce en distintas celebraciones
y rituales, monumentos y expresiones de poder y riqueza, que fluctúan con el tiempo
a través de la moda y los estilos artísticos, confiriendo al espacio urbano una
fisonomía particular y característica de cada época y lugar. El espacio urbano es
un arte de relación, cada elemento está interrelacionado con otro, es el conjunto
el que marca una tendencia o estilo por el que ese espacio es reconocido. Dicha
relación tiene un carácter multidisciplinar, ya que son muchos los elementos
artísticos que intervienen en la percepción del espacio, desde la arquitectura y
sus elementos auxiliares o complementarios (como la pintura y la escultura, o
elementos naturales como jardines y fuentes) hasta la propia presencia del ser
humano que habita el entorno, con sus vestidos, sus perfumes, sus peinados, sus
maquillajes, todo interviene en conferir un carácter particular a cualquier
espacio. Una de las características de esta cualidad de relación es la efimeridad,
ya que la combinación de factores que intervienen en la percepción estética del
espacio es en todo momento única e irrepetible, y no conservable o coleccionable
como el resto de obras artísticas conservadas en los museos —factor que ha relegado
sin duda las artes efímeras a un segundo plano en la materialista civilización
occidental—.13
Dentro del espacio urbano se pueden distinguir tres ámbitos principales: el espacio
público, el privado y un tercero intermedio, el espacio «restringido», propio de
lugares de uso público pero acotados a una zona o construcción concreta, como
pueden ser templos, teatros, circos, plazas de toros, estadios de fútbol, etc. En
estos espacios se desarrollan fiestas, rituales o eventos públicos que implican una
escenificación, la recreación de un ambiente determinado, que confiere a ese
espacio unas particularidades únicas y diferenciadas de otro tipo de espacios. Por
ejemplo, una catedral tiene una significación religiosa que trasciende la simple
arquitectura del edificio, con una ornamentación particular, un ambiente de
recogimiento y meditación propiciado por la luz filtrada de las vidrieras y por la
velas votivas, por el humo del incienso quemado, los cantos litúrgicos, etc.
También existen espacios privados pero diseñados para la asistencia de un público
general, como unos grandes almacenes, que presentan unas características
particulares encaminadas a incitar al cliente al consumo, como la ausencia de
ventanas, la iluminación constante, la temperatura controlada, la música de fondo,
y demás elementos que aíslan del exterior y hacen concentrar al público en la
mercancía ofrecida.14
Arco de Triunfo en honor de Alfonso XIII, con motivo de la visita del rey a
Barcelona, el 6 de abril de 1904, obra de Enric Sagnier i Villavecchia.
Durante el Barroco, el carácter ornamental, artificioso y recargado del arte de
este tiempo traslucía un sentido vital transitorio, relacionado con el memento
mori, el valor efímero de las riquezas frente a la inevitabilidad de la muerte, en
paralelo al género pictórico de las vanitas. Este sentimiento llevó a valorar de
forma vitalista la fugacidad del instante, a disfrutar de los leves momentos de
esparcimiento que otorga la vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los
nacimientos, bodas, defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y
demás actos lúdicos o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad
de carácter escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban
arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier
celebración, que se convertía en un espectáculo de carácter casi catártico, donde
cobraba especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera
entre realidad y fantasía.18
Por último, cabría mencionar el auge desde mediados del siglo XX de la arquitectura
en hielo, especialmente en los países nórdicos —como es lógico dado las especiales
circunstancias climáticas que requieren este tipo de construcciones—, donde han
empezado a proliferar diversas tipologías de edificaciones en hielo como hoteles,
museos, palacios y demás estructuras concebidas por lo general para uso público y
con carácter lúdico o cultural. Estas construcciones se basan en estructuras
tradicionales como el iglú, la vivienda típica de los esquimales, pero han
evolucionado incorporando todos los adelantos teóricos y técnicos de la
arquitectura moderna. Entre otras edificaciones realizadas en hielo conviene
destacar el Hotel de hielo de Jukkasjärvi, en Suecia, construido en 1990 de forma
provisional y mantenido gracias al éxito de la iniciativa, siendo redecorado cada
año con la participación de diversos arquitectos, artistas y estudiantes de varias
disciplinas.
Elementos naturales
Jardinería
El jardín, como la naturaleza en general, tiene para el ser humano un fuerte valor
simbólico, relacionado con la vida y los dones que nos proporciona (fruta, madera).
Desde antaño la naturaleza ha sido fuente de veneración, y origen de muchos ritos
ancestrales y cultos a la fertilidad, algunos de ellos que aún perduran, como la
costumbre de hacer fogatas en San Juan (solsticio de verano) o de adornar abetos en
Navidad (solsticio de invierno). Muchas religiones tienen entre sus ritos la
costumbre de hacer ofrendas florales, costumbre extendida en todos los ámbitos
sociales, presente en ceremonias como la boda o el velatorio.22 En Japón, tiene una
especial significación el arte de los arreglos florales (kadō o ikebana), donde no
importa el resultado, sino el proceso evolutivo, el devenir en el tiempo (naru),
así como el talento demostrado en la perfecta ejecución de los ritos, que denota
destreza, así como un empeño espiritual de búsqueda de la perfección. Según el
budismo zen, cualquier labor cotidiana trasciende su esencia material para
significar una manifestación espiritual, la cual queda reflejada en el movimiento y
el paso ritual del tiempo. Este concepto queda perfectamente reflejado en el jardín
japonés, que llega a un grado tal de trascendencia donde el jardín es una visión
del cosmos, con un gran vacío (mar) que se llena con objetos (islas), plasmados en
arena y rocas, y donde la vegetación es evocadora del paso del tiempo. Esta idea de
una búsqueda ideal de la belleza, de un estado de contemplación donde se unen el
pensamiento y el mundo de los sentidos, es característica de la innata sensibilidad
japonesa para la belleza, y queda patente en la fiesta del Hanami, basada en la
contemplación de los cerezos en flor.23
Entre el siglo XVIII y el XIX se impuso el jardín inglés, que frente al geometrismo
del italiano y el francés defendía una mayor naturalidad en su composición,
interviniendo únicamente en una serie de detalles ornamentales, como templetes o
pérgolas, o incluso la colocación de ruinas —naturales o artificiales—, en
consonancia con los conceptos románticos de lo sublime y lo pintoresco, como en
Regent's Park, de John Nash, o Kew Gardens, de William Chambers). Gracias al
colonialismo se introdujeron especies exóticas provenientes de lugares como China y
la India. Los muros de cerramiento se sustituyeron por canalizaciones de agua o por
grandes setos o grupos de árboles como cedros y cipreses. Se buscaba la variedad
cromática, combinando árboles perennes con otros caducifolios. En el siglo XIX tuvo
un gran auge el urbanismo, con la adecuación de zonas verdes dentro de las
ciudades. Se puso de moda entonces el jardín mediterráneo, que combinaba elementos
clásicos con una cierta influencia del jardín islámico, como en el parque de María
Luisa de Sevilla, de Jean-Claude Nicolas Forestier, el de Montjuïc de Barcelona, de
Forestier y Nicolau Maria Rubió i Tudurí, o el Parque Güell de Barcelona, de Antoni
Gaudí. En el siglo XX surgió —principalmente en Norteamérica y los países del norte
de Europa— el wild-landscape, tendencia que buscaba respetar al máximo la
naturaleza, con extensos bosques y grandes lagos, como el Stanley Park de Vancouver
y el Central Park de Nueva York. Las últimas décadas se han caracterizado por el
eclecticismo, tomando elementos de las diversas tradiciones que se han sucedido en
jardinería a lo largo del tiempo, como los Jardines Billy Rose de Jerusalén,
diseñados por Isamu Noguchi.31
Agua
Fuente del Milenio con la obra Tríada, del artista Gyula Kosice, en Junín,
Argentina.
Otro arte relacionado con el agua es la escultura, especialmente por lo que se
refiere a fuentes y surtidores. La ornamentación de las fuentes comenzó de forma
asidua en el Renacimiento, especialmente en los jardines señoriales, donde se
recreaban numerosas figuras de inspiración mitológica o alegórica, siendo frecuente
además la presencia de grutas artificiales donde se solían ubicar autómatas
accionados de forma hidráulica, como en la gruta del Mugnone en Pratolino, o la de
los Animales en Villa di Castello. En las ciudades italianas se construyeron
grandes grupos escultóricos para decorar fuentes, como la Fuente de Neptuno en
Florencia o la de Piazza Navona en Roma, costumbre que pasó al resto de países,
como se percibe en las fuentes de los Jardines de Versalles, o de los Reales Sitios
españoles. Con la introducción de la electricidad a nivel urbano, entre los siglos
XIX y XX, las fuentes cobraron un elemento añadido, la luz, siendo uno de los
ejemplos más notables la Fuente Mágica de Montjuïc en Barcelona, obra de Carles
Buïgas, que en su inauguración en 1929 asombró al público por su fantástico juego
de luces y surtidores de agua; aún hoy es una obra emblemática de la capital
catalana, donde suelen celebrarse espectáculos piromusicales en las fiestas de la
Mercè y todos los fines de semana del año se ponen en marcha en un recital de agua,
luz, color y música (añadida a finales de los años 1980). En relación con las
últimas tendencias artísticas, el agua ha tenido una especial relación con el arte
cinético, gracias a sus propiedades maleables y de movimiento natural, pasando a
ser la materia escultórica de obras concebidas expresamente para este medio, como
el Ballet de los surtidores de agua de Alexander Calder (para la Feria
Internacional de Nueva York de 1938), las «fuentes escultóricas cinéticas» de Naum
Gabo (como la del Hospital de Santo Tomás en Londres), o la obra de Gyula Kosice,
uno de los artistas más interesados en otorgar movimiento a la escultura a través
del agua, como en Vibración del espectro del agua (1962-1963), Lenguaje cifrado del
agua (1963) o Hidromural móvil, en el Embassy Center de Buenos Aires. También cabe
mencionar la reciente introducción de la tecnología informática para el control de
las fuentes, como la Memorial Fountain de Detroit, diseñada por Isamu Noguchi.37
Fuego: la pirotecnia
Espectáculo pirotécnico.
Artículo principal: Pirotecnia
La pirotecnia es el «arte del fuego» (del griego πυρός, «fuego», y τέχνη, «arte»),
realizado mediante la obtención y dominio del fuego con procesos químicos («fuegos
artificiales»). Utilizada tanto en el terreno civil como el militar, hoy día la
pirotecnia se asocia generalmente con celebraciones y actos festivos, donde el
fuego es un medio de expresión que manifiesta —como la pintura— unos valores
cromáticos, desarrollado en el espacio adquiriendo un carácter tridimensional —como
la escultura—. El espectáculo pirotécnico presenta múltiples variantes sensitivas,
desde las visuales hasta las auditivas y olfativas, al tiempo que su carácter
temporal lo convierte en un evento de marcada efimeridad.38
El fuego ha sido desde antaño uno de los elementos que más ha atraído al ser
humano, por su vistosidad y su naturaleza a la vez material y etérea, al tiempo que
su función práctica como fuente de calor y para cocinar alimentos lo ha convertido
en un elemento esencial en la vida humana. Desde la prehistoria se ha asociado el
fuego con la magia y con multitud de rituales y celebraciones, y muchas divinidades
y personajes mitológicos están relacionados con el fuego (Mitra, dios del sol y el
fuego; Prometeo, que robó el fuego a los dioses para darlo a los hombres; Yahvé
mostrado a Moisés como zarza ardiente). Aún hoy en día se siguen realizando ritos
relacionados con el fuego, como las hogueras de san Juan en el solsticio de verano,
o la costumbre de encender velas en las iglesias o de quemar incienso, cuyo humo se
considera un mediador entre el mundo terrenal y el sobrenatural. Por otro lado,
según la creencia popular el fuego espanta a los demonios y los malos espíritus,
creencia que está en el origen de numerosos festivales ígnicos, como las fallas,
los disparos de los trabucaires en las fiestas populares catalanas, el chupinazo de
las fiestas de San Fermín, etc.39
La pirotecnia es un arte temporal, que se genera y consume en un breve lapso de
tiempo, requiriendo una percepción instantánea similar a la audición de la música,
la lectura de una poesía o la contemplación de un espectáculo escénico. Así pues,
como las otras artes ha tenido una evolución estética paralela a las formas
culturales vigentes en cada período histórico: durante la Edad Media y la Moderna
su concepción ha sido básicamente figurativa, basada en la iconografía del extracto
cultural imperante en cada momento (religión en el Medievo, mitología en el
Renacimiento, exaltación áulica en el Barroco); en cambio, en época contemporánea
la pirotecnia ha tendido hacia la abstracción y la expresión cinética y gestual,
como fiel reflejo de una época donde se valora más la expresividad del artista que
no la realización material de la obra de arte. En la actualidad, en el espectáculo
pirotécnico se valora más la pureza del fuego de artificio que no la elaboración de
unas determinadas formas, en una conjunción de luz, color, humo y sonido que crean
una atmósfera especial que embriaga y seduce al espectador por sus cualidades
intrínsecas, sin la necesidad de ornamentos adicionales.40