Cuadernos Hispanoamericanos 62
Cuadernos Hispanoamericanos 62
Cuadernos Hispanoamericanos 62
fflSPANOAMERICANOS
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diciembre 2002
DOSSIER:
La radio
Gustavo Valle
El jazz subterráneo de Madrid
César Léante
Carta de Argentina
EDUARDO SOTILLOS
Claves de la radiodifusión española 7
JUAN MANUEL GÓZALO
El periodismo deportivo en la radio 11
PAZ RAMOS
El ojo crítico 17
MANUEL ANTONIO RICO
Perfiles del noticiario radiofónico 21
JOSÉ MARÍA ÍÑIGO
Orígenes de la radio musical en España 25
GUZMÁN URRERO PEÑA
El radiodrama de género fantástico 35
PUNTOS DE VISTA
CALLEJERO
CÉSAR LÉANTE
Nicolás Guillen, el nacimiento de una poesía 89
GUSTAVO VALLE
El jazz subterráneo de Madrid 99
MAY LORENZO ALCALÁ
Modernidad y modernización brasileñas 103
LUIS GREGORICH
Carta de Argentina. Crisis y cultura 113
CARLOS ALFIERI
Entrevista con Alain de Bottom 117
BIBLIOTECA
MARIANO VELOY
Inventarse a Gabriel García Márquez 125
LUIS SAINZ DE MEDRANO
Unas memorias postumas 127
MARIO BOERO
Iglesia y religión en Iberoamérica 130
MARÍA SOLEDAD ARREDONDO
La historia española como tema de las letras francesas 134
JUAN GUSTAVO COBO BORDA
Los Ortega 137
MARTA BEATRIZ FERRARI
Espejo de gran niebla 139
ADOLFO SOTELO VÁZQUEZ
Juan Ramón paseante por Madrid 141
B. M.
Los libros en Europa 144
El fondo de la maleta
Losada: de Buenos Aires a Madrid 150
DOSSIER
La radio
Eduardo Sotillos1
' Periodista y actor radiofónico, distinguido por su labor en programas deportivos. Entre los
espacios más conocidos de su trayectoria figuran Radiogaceta de los deportes y Tablero depor-
tivo. A ello cabe añadir una prolífica labor en prensa escrita y televisión.
12
que posibilitan ese ingreso económico. De hecho, a casi nadie parece inte-
resarle que el locutor deportivo emplee el lenguaje con seguridad y abun-
dancia conceptual y léxica.
En esta perspectiva, es aún más lamentable esa carencia cuando se
advierte la riqueza del argot que conlleva nuestro oficio. Podría citar mul-
titud de metonimias y metáforas, por lo común de orden bélico, con las
cuales se ha ido enriqueciendo la transmisión futbolística. Como ejemplo
mínimo, citaré una frase de Matías Prats que ahora me viene a la memoria:
«El balón ha pegado en la cepa del poste». Una expresión que, a cierto
nivel, puede parecemos una barbaridad, pero que resulta extremadamente
vigorosa.
De los comentaristas al estilo de Prats puede subrayarse un magisterio
que, con el tiempo, ha prendido en toda una diversidad de cromatismos y
proporciones dinámicas, ordenada bajo la denominación de escuelas. Si
bien descreo de la fijeza de ese tipo de corrientes, es cierto que se han escri-
to monografías acerca de las formas de transmitir propias de la escuela
andaluza o de la escuela de Barcelona. No obstante, tiendo a pensar que
cada comentarista, más que con una escuela, tiende a identificarse con un
sentimiento, un carácter. A nadie se le oculta que quienes somos vehemen-
tes lo reflejamos ante el micrófono, y algo idéntico sucede con los locuto-
res más serenos. Por lo tanto, es innegable que, al transmitir en directo un
partido de fútbol, ningún periodista puede enmascarar su temperamento y,
menos aún, su nivel cultural.
Otro tema polémico que suscita el modelo actual de la radiofonía depor-
tiva guarda relación directa con sus contenidos. En ocasiones pudiera decir-
se que no hay otra disciplina a tratar que la futbolística. Si estableciéramos
un porcentaje temático, cabría comprobar que el 85% de cada programa se
dedica al balompié y, de ese margen, un 70% estaría consagrado a dos equi-
pos, el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. Como espejo de las pre-
ferencias que muestran los oyentes, ese esquema queda desequilibrado en
perjuicio de otros deportes que, a pesar de su belleza, carecen de la agita-
ción competitiva del fútbol. No deja de asombrar ese protagonismo, y ello
debe animarnos a discernir, una vez más, entre el deporte profesional,
lucrativo, espectacular, y el deporte lúdico, semilla de otros valores, a veces
tan estético y bello como pueda serlo la gimnasia rítmica. Lo que tienen de
distinto ambas actividades invita a reflexionar sobre el fútbol como una
manifestación que escapa a lo puramente deportivo. En todo caso, habla-
mos aquí de un fenómeno social, multitudinario, circense, no exento de
matices religiosos, cuyo aplauso colectivo ha respaldado la edificación de
un imperio económico.
El ojo crítico
Paz Ramos'
' Periodista y locutora especializada en asuntos culturales, directora del programa El ojo
crítico, de Radio Nacional de España.
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' Periodista radiofónico y locutor de programas informativos, cuya carrera es una de las más
destacadas en este ámbito. Estuvo al frente del diario hablado España a las 8 (1979-1982) en
Radio Nacional de España; dirigió el espacio Hora 25 (1982-1985) en la Cadena SER, y pos-
teriormente pasó a conducir los principales informativos de la Cadena COPE, Primera Hora y
La Linterna (1986-1991). Durante su etapa en Onda Cero, ideó su informativo nocturno, La
Brújula (1992-1995). De vuelta en Radio Nacional, se ha encargado de dirigir y presentar el
noticiario 24 Horas desde 1996 hasta la actualidad.
22
sar que las palabras son aire, como si ésta fuera la metáfora más cabal para
quienes las articulamos frente al micrófono. Aire, y no otra cosa: así es
como la radio parece expresar el recuerdo de sus profesionales.
Lo vacilante de esa memoria, apenas esbozada, se manifiesta a la menor
oportunidad. Cuando no hace mucho falleció Manuel Aznar, padre de nues-
tro actual presidente, tuve que revisar su biografía para informar acerca de
su figura, y en ese afán descubrí detalles que yo mismo, aun perteneciendo
al gremio, desconocía por entero. Para mi sorpresa, la trayectoria de Aznar
se ofrecía como la de un renovador: como jefe de programas de la SER,
reformó por completo sus planteamientos y colaboró junto a Bobby Degla-
né en el diseño de programas clásicos, al estilo de Carrusel deportivo.
Cuando dirigió Radio Nacional, creó los boletines horarios, modificó vie-
jos planteamientos y, asimismo, fue el creador del Instituto Oficial de
Radio y Televisión. Pero sin embargo, con un claro sentido de lo efímero,
toda esa actividad se va perdiendo en el olvido.
Con un empuje admirable, hay numerosos profesionales de la radiodifu-
sión que han acumulado méritos suficientes para entrar en la historia de
nuestro oficio. Pienso ahora en periodistas magníficos, cuya presencia fue
determinante para que yo evolucionara en mi carrera. Así, Juan Luis Díaz
Prats, Homero Valencia, Ladislao Azcona, Eduardo Sotillos y otros como
ellos me brindaron la oportunidad de crecer en el ámbito de los servicios
informativos.
De igual modo, no puedo dejar de lado a locutores como José María Gar-
cía y Luis del Olmo, veteranos que aún se sitúan en la vanguardia y que
aportan constantes novedades, pese a los vaivenes que imponen la compe-
tencia publicitaria y la medición de audiencias. Su secreto reside tal vez en
el esfuerzo continuado, en su irreductible capacidad de trabajo. Todavía
hoy, Luis comienza su programa a las seis de la mañana. El desvelo de
alguien tan prestigioso como él revela en primer lugar que la competencia
impone cierta ley de la jungla, ante la que no caben distracciones y que
cuando llega el momento presenta factura. De esta forma se escribe el obje-
tivo fundamental de nuestro oficio: lograr que cada mensaje capte la aten-
ción del oyente, para de ese modo merecer su confianza y fidelidad.
Orígenes de la radio musical
en España
Para quien lleva a cabo una extensa tarea radiofónica y tiene, por consi-
guiente, que hacer memoria para ordenar su vida, constituye un ejercicio
sugestivo pasar revista a los acontecimientos que van jalonando ese itine-
rario. Sin duda, el panorama no ha de caer en la autocomplacencia y menos
aún en la nostalgia, puesto que de nada sirve dicho sentimiento en nuestro
oficio. No cabe esperar tampoco que los premios o los éxitos del pasado
tengan alguna utilidad, pues la profesión a la cual me dedico suele ser expe-
ditiva, sobre todo en un país como España, donde el mérito de un presen-
tador sólo se mide desde la cota de su programa más reciente. Entiéndase
que no exagero la imputación. Tal es la actitud que se reconoce en quienes,
no sé si con humor, aplican el calificativo de «maestro» a aquellos perio-
distas que, como es mi caso, han pasado por tantas vicisitudes.
Me atengo a la sustancia de los hechos. A pesar de sus virtudes, la radio
y la televisión que se hacían en la década de los setenta pueden no ser váli-
das en la actualidad y es inútil reiterar su esquema completo. Cosa distinta
son los profesionales y los conceptos, que sí debieran tener cabida en la
actual programación. Al fin y al cabo, no todos los espectadores son jóve-
nes. Hay un público que reclama otra oferta; y lo afirmo aun cuando nunca
haya dejado de asombrarme la degradación del reciente espectáculo radio-
televisivo, poblado en exceso por cultivadores del cotilleo y por esos per-
sonajes de tercer orden que han ido desplazando de las pantallas al genui-
no profesional. Un lugar habrá para comentar todo ello. Sin embargo,
cuanto voy a consignar en primer término tiene un sesgo distinto, vincula-
do a un arte -la música popular- que atañe muy directamente a los comien-
zos de mi carrera, justo antes de que comenzara a disgustarme el sonido de
la guitarra eléctrica y, por supuesto, antes de que diera el salto al medio
televisivo.
;
Periodista de radio y televisión, muy popular por sus espacios musicales en emisoras como
la SER y Radio Nacional de España. Entre sus programas televisivos de mayor éxito figuran
Estudio abierto (1970) y Directísimo (1975).
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2
Aquella canción fue escrita por los Beatles para ser interpretada por vez primera en la
sesión a la cual asistió José María Iñigo junto a otros muchos invitados. Desde el punto de vista
técnico, esa jornada tuvo una relevancia especial, pues formó parte del primer programa tele-
visivo emitido a través del satélite a todo el mundo. La interpretación de los Beatles duró seis
minutos, fue producida por George Martin e incluía citas musicales de Johann Sebastian Bach
y Glenn Miller. Se calcula que fue vista desde veinticuatro países por cuatrocientos millones de
personas.
27
1
El programa American Top 40 fue ideado por Ron Jacobs, vicepresidente de Watermark
Inc., y su primer locutor fue Casey Kasem. Dicho espacio llegó por vez primera a los oyentes
de California el 3 de julio de 1970, a través de una emisora de San Diego, la KDEO. El for-
mato del programa exigía la confección de una lista de cuarenta canciones, ordenadas de
acuerdo con su acogida popular. La primera canción que alcanzó la cabecera de ese listado fue
«Mama Told Me (Not To Come)», del grupo Three Dog Night. Imitado en todo el mundo, Ame-
rican Top 40 se ha mantenido en antena a lo largo de treinta años y aún ejerce un gran efecto
en la orientación de la industria musical.
28
culas que reflejan el espíritu de la canción que les sirve de banda sonora.
Como es de imaginar, en aquellos años aún no se había desarrollado el
moderno vídeo-clip. Cuando menos, no en su dimensión más promocional
y reiterativa. De hecho, estoy persuadido de que este formato, implantado
internacionalmente a partir de la década de los ochenta, anestesió el efecto
que sobre la audiencia tenía la aparición en la pantalla de un cantante o un
grupo famosos.
Entiéndase que la constante repetición de ese vídeo, programado a dis-
tintas horas de acuerdo con una campaña bien calculada, consigue que el
mito sea una presencia tenaz. Y esa constancia a veces produce hartazgo en
un espectador que ya no se impresiona tanto cuando se televisa una actua-
ción de su artista favorito. De un modo o de otro, el asombro tiende a difu-
minarse. A veces me pregunto qué figura sería hoy capaz de sorprender a
los televidentes, y lo cierto es que no hallo una respuesta.
Más movido en este ámbito era el tiempo de aquel Último grito, cuya rea-
lización corría a cargo de cineastas como Pedro Olea, Antonio Drove e Iván
Zulueta4. En la misma trayectoria, hice otro programa similar, Ritmo 70,
cuyo aspecto visual era obra de Pilar Miró, con quien trabajé hasta que fue
sustituida por el realizador que, a partir de entonces, ha intervenido en mis
principales proyectos televisivos, Fernando Navarrete.
Lo importante en este trecho de mi carrera es la cabida que fue dando a
proyectos donde se alternaban las entrevistas y las intervenciones musica-
les. El primero de ellos fue Fiesta, un espectáculo que llegó a alcanzar una
audiencia de treinta millones, lo cual permitía que cualquiera de sus lanza-
mientos se convirtiera en éxito inmediato. Pondré tres ejemplos: en ese
espacio se dio a conocer Miguel Bosé y fascinaron al público español gru-
pos como Boney M y Manhattan Transfer. Ahora bien, ese efecto se incre-
mentó con mi siguiente oferta televisiva, Estudio Abierto.
A lo largo de una década, dicho programa permaneció en el primer nivel
de aquello que se dio en llamar índice de Aceptación de la Audiencia, y que
era el equivalente de los haremos de medición actuales, pero adaptado a
una coyuntura en la cual sólo disponíamos de dos cadenas públicas. Desde
su primera emisión, pretendimos hacer de Estudio Abierto un ámbito donde
el público pudiese conocer a personajes curiosos -un malabarista, un cam-
pesino ocurrente, alguien que coleccionase objetos singulares-, y también
4
Iván Zulueta dirigió a José María Iñigo en el largometraje musical Un, dos, tres, al escon-
dite inglés (1969), cuya banda sonora compuso el dúo Vainica Doble. En esta película, Iñigo
se interpretaba a sí mismo: un locutor radiofónico que formaba parte de una curiosa intriga
juvenil.
30
5
El espacio musical Top of the Pops es emitido por la BBC desde el 1 de enero de 1964. Sus
primeros presentadores fueron Jimmy Saville, Alan Freeman, David Jacobs y Pete Murray.
Entre los elementos que han hecho famoso a este programa, figuran las actuaciones musicales
en directo y la habitual lista de canciones populares, dispuesta según las oscilaciones del mer-
cado. Para un gran número de solistas y grupos anglosajones, figurar entre los invitados a Top
of the Pops ha sido una experiencia fundamental en su carrera.
6
A lo largo de su trayectoria, Sir Jimmy Saville ha hecho popular entre los británicos su ori-
ginal aspecto. Luciendo una tupida cabellera albina, Saville fuma enormes cigarros puros y
luce llamativa joyería. Su fama en el mundo de la radio musical comenzó con el programa Teen
and Twenty Record Club, que luego dio origen a Top of the Pops, presentado por este locutor
desde 1964 hasta la actualidad.
33
de la materia, José Luis González y Juan José Plans, distinguidos entre los
conferenciantes que protagonizaron en el Museo Romántico de Madrid las
Primeras Jornadas de Literatura Fantástica. De González, coleccionista y
estudioso de las producciones seriadas -tanto en el cómic como en la radio
y el cine- merece destacar la copiosa fuente de datos que ofrecen sus escri-
tos. Oportunamente, esa predilección por el detalle queda contextualizada
por un segundo interlocutor, Plans, entre cuyas páginas más notables figu-
ran aquellas que ha dedicado a la extrañeza y el ensueño.
Adviértase que, fiel a su compromiso con el oficio de guionista radiofóni-
co, Juan José Plans ha recibido el Premio Nacional de Radio en 1972 y el
Premio Ondas en 1982. Además de articulista y locutor, fue responsable del
Festival Internacional de Cine de Gijón, y en paralelo, ateniéndose a un
registro muy de su agrado, se ha dado a conocer como uno de los pocos
narradores españoles que caracterizan gran parte de su obra con las rubricas
del terror, el suspense y la ciencia-ficción. Así lo ha puesto de manifiesto en
libros como Las langostas (1967), Crónicas fantásticas (1968), El gran
ritual (1974), Paraíso final (1975), Babel Dos (1979), El último suelo
(1986) y Lobos (1990). Su labor como ensayista es también la de un aficio-
nado a los géneros populares, cuyos matices analiza en Historia de la nove-
la policiaca (1970) y Pasión de Drácula (1990). De esa simpatía se nutre
asimismo alguna que otra entrega cinematográfica, en la línea del filme
¿Quién puede matar a un niño? (1976), de Narciso Ibáñez Serrador, cuyo
guión adapta una novela de nuestro autor, El juego de los niños (1976).
JUAN JOSÉ PLANS: Respecto al tema del guión, encontramos tres nive-
les narrativos que atañen muy directamente a los sentidos del espectador:
la escritura -esto es, el lenguaje literario-, el sonido y la imagen. Cada uno
de ellos exige una colaboración distinta por parte de los espectadores. En
el medio radiofónico, al carecer éste de imágenes, cada oyente ha de inter-
venir activamente en el proceso narrativo, para de ese modo compensar tal
ausencia. Como es obvio, la obra enuncia una historia y además impone su
ritmo y temporalidad, pero el público debe fantasear para reconstruir com-
38
J.L. GONZÁLEZ: Sin duda, es muy cierto que autores como Bloch o Ray
Bradbury identifican esa alianza entre los dos medios, e imagino que irán
surgiendo nuevos ejemplos a lo largo de este diálogo. Pero hay un tema que
no debe escaparse a nuestra reflexión, y es el vínculo que asimismo se
afianzó entre la radio y el cine. Advierta que actores de mucho éxito en las
películas de Universal Pictures, como Peter Lorre o Boris Karloff, fueron
también estrellas en producciones radiofónicas de aquel mismo periodo.
J.J. PLANS: Sucede así porque, más allá del entorno radiofónico, el
género que nos ocupa tampoco ha fecundado otros márgenes de la narrati-
va. En el prólogo de uno de mis libros, Francisco García Pavón dejó escri-
to que España dispone de fantaseadores pero no cuenta con escritores fan-
tásticos. Sin lugar a dudas, la frase resume esa condición de nuestras letras
e ilumina por contraste la carencia que usted plantea. Convengamos en que
lectores y autores parecen optar por el costumbrismo, y a diferencia de lo
que sucede en los países anglosajones, este hecho condiciona las tenden-
cias arguméntales de nuestra literatura, aun a pesar de muy notables excep-
ciones, altamente imaginativas. Pensémoslo: ¿cómo concebir un escritor
como Bram Stoker o Guy de Maupassant en nuestra geografía? ¿Acaso es
el nuestro un contexto favorable al auge de narradores como Ambrose Bier-
ce? Indudablemente, la respuesta a ambas preguntas es negativa, y el estu-
dioso no puede sustraerse a esa conclusión. La reticencia es generalizada:
si en alguna oportunidad un ensayista piensa en publicar una monografía
sobre esta materia, el editor desaconsejará el proyecto, pues un sondeo de
esa especie no suele disponer del apoyo institucional. De ahí que haya muy
pocos especialistas en nuestro país, donde tan sólo cabe resaltar el esfuer-
zo de autores como Rafael Llopis, responsable de una Historia natural de
los cuentos de miedo (1974).
J.J. PLANS: Para el público británico, Quatermass fue una serie de fic-
ción científica equiparable a lo que acá fue Diego Valor. Se trata, sin duda,
de un producto impresionante, cuya repercusión aún es de notar. De mane-
ra singular, me interesan los largometrajes que inspiró su trama. El prime-
ro de ellos, El experimento del doctor Quatermass (The Quatermass Expe-
riment, 1955), de Val Guest, es una obra notable. Su secuela, Quatermass
II(1957), también fue filmada por Guest, pero me interesa más ¿Qué suce-
41
dio entonces? {Quatermass and the Pit, 1967), de Roy Ward Baker. A mi
modo de ver, el último es el mejor título del ciclo. No obstante, el verda-
dero interés de la producción de la BBC y de las películas citadas reside en
su inspiración literaria. Al basarse en conceptos y perspectivas arguménta-
les propios de H.P. Lovecraft, su éxito contribuyó a difundir entre los lec-
tores la obra de este escritor.
—Ha tenido Morse una merecida fortuna en la radio. Pero más que el
juicio de quienes lo admiran, podría informarnos de su talento la lectura
de sus libretos. A su parecer, ¿cuáles son las principales influencias que
recogen esos guiones?
—¿Qué importancia les conceden a los montajes del Radio Mystery The-
atre?
tores como Carlton E. Morse. Su productor era Himan Brown, quien acabó
siendo otro de los grandes apoyos del equipo de guionistas. De todos
modos, para comprobar la calidad de sus emisiones, basta con acceder a
alguna de las numerosas grabaciones que se han ido comercializando
durante los últimos años.
—Si nos ceñimos al periodo que va desde 1929 hasta 1950, las princi-
pales monografías acerca de este asunto coinciden en subrayar la calidad
literaria de guionistas como Norman Corwin, Willis Cooper y Arch Oboler.
¿Destacarían a alguno de ellos por encima de los demás?
—Quizá por acentuar ese alarde, el propio Orson Welles solía contar
cómo un buen amigo suyo, el actor John Barrymore, no reconoció las
voces del Mercury Theater y también fue presa del miedo a los marcianos.
47
* * *
Antoni Gaudí
54
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El orden de la construcción
surge el artista plástico y aun el artesano que con sus propias manos trans-
forma la materia; junto al diseñador del detalle que trabaja a escala natural,
el urbanista que propone una idea de ciudad; junto al espíritu preocupado
por las condiciones sociales de la clase trabajadora (apuntemos uno de sus
primeros proyectos, para la Cooperativa Obrera de Mataró), el misticismo
que le llevaría a sentir sus propias construcciones como extensión natural
de sus experiencias religiosas.
El poder ordenador de la construcción es para Gaudí -incluso en el ámbi-
to moral- clave esencial de su pensamiento, y natural cemento entre los
múltiples dominios de definición de su prodigiosa personalidad. Si el espí-
ritu del momento otorgaba un singular valor a los progresos de la ciencia
y la técnica, Gaudí -investigando nuevos caminos en torno a la compo-
nente constructiva de la arquitectura- llegaría a inopinadas y portentosas
consecuencias.
La referencia a Viollet-le-Duc es aquí inevitable; el seguimiento de la
racionalidad constructiva que postuló el arquitecto francés, como vía para
escapar del confuso panorama arquitectónico que se dibujaba mediado el
XIX, fue también abrazado por el arquitecto catalán, que en tantos aspec-
tos cabe definir como preclaro seguidor de las teorías violletianas. La razón
técnica y constructiva es para ambos apoyo cardinal para una nueva for-
malización arquitectónica (no nos extraña, pues, que la arquitectura gótica
-donde forma y construcción alcanzan una más estrecha síntesis- fuera un
firme punto de partida para los dos arquitectos); en consecuencia, la desin-
hibida investigación de materiales históricos, abierta a la redefinición de
esquemas estructurales y procesos constructivos presidirá la práctica de
Viollet y la de Gaudí.
Gaudí -fundamentalmente centrado en materiales tradicionales como la
piedra y el ladrillo- llevó a un límite insospechado la redefinición estruc-
tural y mecánica del edificio; liberándose de la esencial verticalidad de los
elementos que componen el esqueleto gótico, se adecúa a la trayectoria real
de las líneas de empujes de las bóvedas mediante arcos parabólicos y cate-
narios, que conducen las cargas incluso mediante pilares inclinados (Sagra-
da Familia, iglesia de la Colonia Güell).
El sorprendente procedimiento de Gaudí, completamente penetrado de
esa busca de racionalismo estructural, se fundamenta en el principio de los
arcos catenarios invertidos: si la forma que adopta una cadena sometida a
su propio peso es la curva catenaria, en la que los eslabones trabajan a trac-
ción, la figura invertida -trabajando a compresión- nos da la forma ideal
de la línea de empuje de un arco. Este principio, ya conocido desde tiempo
58
1. Estilos y expresividad
Gaudí se forja en una Barcelona que vive el auge del modernismo sin que
ello impida el influjo de un historicismo que rescata las formas de estilos
del pasado como el románico, el renacentista o el gótico. El propio Gaudí,
en su primera fase, experimentará un dilatado influjo historicista cuyo
momento más claro se da entre 1887 y 1893 con los edificios neogóticos
del Palacio Episcopal de Astorga y la denominada Casa de los Botines de
León. Sin embargo, las palabras de Gaudí dan testimonio de un claro inte-
62
' Bergós, J y Llimargas, M., Gaudí. El hombre y la obra, Barcelona, Lunwerg editores, 1999,
p.64.
2
Le Duc, V, V architecture raisonnée, París, Hermann, 1964, p. 164.
3
Gaudí, A., Escritos y documentos, Barcelona, El Acantilado, 2002, p. 51.
4
Gaudí, A., Manuscritos, artículos, conversaciones y dibujos, Murcia, Colegio Oficial de
Aparejadores y Arquitectos técnicos, 1982, p. 120.
63
3
Le Duc, V, op. cit., p. 145.
6
Le Duc, V, op. cit., p. 146.
7
Bergós, J., op. cit., p. 46.
s
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 94.
9
Bergós, J., op. cit., p. 59.
64
obra. Con acierto, Gaudí concluía que con la imitación del estilo gótico se
asumía un lenguaje extraño cuya iconografía -huevos, hojas acuáticas, etc-
incorporaba a menudo significados que resultaban lejanos o incomprensi-
bles a la mayor parte del público. Más aún, desaparecía la fuerza simbóli-
ca del gótico para retener únicamente, «formas puramente plásticas»10,
maneras.
El historicismo, en suma, está condenado al fracaso debido a su anacro-
nismo. La tradición del Renacimiento y del gótico en que nos hemos for-
mado no puede ser despreciada pero de nada sirve imitarla: los nuevos edi-
ficios no alcanzarán el nivel de los imitados y, sobre todo, no expresarán lo
que se desea expresar, el tiempo presente11.
10
Gaudí, A., Escritos... op. cit., p. 51.
" Gaudí, A., Escritos... op. cit.,/?. 53.
12
Gaudí, A., Escritos... op. cit.,/?. 70.
" Gaudí, A., Escritos... op. cit.,/?. 168.
14
Gaudí, A., Escritos... op. cit.,/?. 75.
65
y a cada edificio»15. Las ventajas de los nuevos medios debían ser aprove-
chadas en todos los aspectos: elaboración mecánica de materiales, edifica-
ción, iluminación, ventilación, etc. Valga como ejemplo el interés que
manifestó por usar ascensores16. La elaboración mecánica contribuiría, ade-
más, a reducir los costos de una mano de obra cuyo precio tendía a incre-
mentarse cada vez más. Precisamente por ello, era consciente de la cautela
con que debían ser introducidos estos nuevos medios debido a la posible
hostilidad de los obreros hacia ellos.
Las construcciones arquitectónicas surgen como encargos para responder
a las necesidades del comitente, público o privado. Por usos han de enten-
derse tanto las costumbres y modos de vida privados o colectivos como los
fines a los que está destinada la obra artística. Por ello, es un uso propio de
la modernidad el que las calles hayan sustituido a las plazas como lugar de
encuentro, sea comercial o placentero. Igualmente, las obras artísticas -edi-
ficios, mobiliario- deben satisfacer las necesidades previstas. Recordemos,
en efecto, cómo Gaudí conoció a su mecenas, Eusebio Güell, después de
que éste hubiera admirado un expositor de guantes diseñado por el arqui-
tecto.
El término carácter tiene en Gaudí dos sentidos: descriptivo y valorativo.
(a) En sentido descriptivo, con tal término Gaudí se refiere a lo que deno-
minaba circunstancias estético-morales de una obra artística. Las edifica-
ciones pueden tener carácter privado o público. Este último, a su vez, puede
ser de carácter religioso, civil o militar. Como puede comprobarse, en este
sentido el término carácter se corresponde con lo que Viollet Le Duc deno-
minaba «sentido relativo». La obra de arte no concluye en sí misma. Gaudí
la concibe como punto de encuentro entre el artista, el receptor y la época.
De ahí que escribiera -constituyendo un punto fundamental de su poética-
que «la aspiración del arte es la plenitud del efecto que se propone»17. Pues
bien, el carácter «relativo» de cada tipo de obra, y aún de cada obra con-
creta, promueve un tipo peculiar de efecto. Un objeto público, continuaba,
debe tener carácter severo, grave y a ello contribuyen las formas sencillas
y geométricas. En este sentido, la drástica simplificación que Gaudí ejecu-
tó en su renovación de la catedral de Mallorca es probablemente una apli-
cación de la convicción de que se puede hacer «desaparecer las masas para
llegar a un resultado espiritual»18. De forma similar, es obvio que, por su
3. El arquitecto y la arquitectura
19
Gaudí, A., Escritos... op. cit, p. 43.
20
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit.,p. 102.
21
Le Duc, V, op. cit., p. 154.
22
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 95.
23
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit.,p. 122.
24
Bergós, J., op. cit., p. 33.
25
Bergós, J., op. cit., p. 70.
67
cosas claramente en su conjunto, antes de ser hechas, que sitúa y liga los
elementos en su relación plástica y en la distancia justa»26).
Ya hemos mencionado anteriormente (#1) la crítica de Gaudí al gótico
como un estilo meramente analítico. Gaudí consideraba que el análisis
científico, matemático-geométrico, le sería insuficiente al arquitecto si éste
no tenía «sentido constructivo»27. De ahí que considerara la ciencia, que es
meramente analítica, como herramienta de la arquitectura. Pero ésta en su
sentido más elevado es un escalón superior a la ciencia, es sabiduría. De ahí
que sea inútil pretender «que una cosa científica (analítica) nos dé formas
artísticas (sintéticas)28. Esta concepción alcanza quizás su expresión más
clara en la afirmación, de sabor plotiniano, de que «la arquitectura es la
medida y ordenación de la luz»29. Estos datos nos van ofreciendo claves
para comprender en profundidad la concepción gaudiniana del proceso
artístico. El arquitecto, sintético, debe tener penetrante visión de conjunto.
Pero la intuición de las formas que darán carácter a la obra debe concretar-
se en el proceso constructivo mismo. Viollet Le Duc había afirmado que la
obra de arte embrionaria, tal como se halla en la imaginación del artista,
debe hacerse viable a través del uso de la razón30. Pues bien, en Gaudí la
acción racional se complementa con la intervención de «medios científicos
de comprobación»31 que actúan sobre el plano y con la experimentación
sobre el espacio. Las reflexiones geométricas pueden dar lugar a malen-
tendidos que «desaparecen al encararnos con los cuerpos en el espacio»32.
Dicho de forma más contundente: «la inteligencia angélica es de tres
dimensiones, actúa en el espacio directamente. El hombre no puede actuar
allí hasta que ha visto el hecho, la realización. En principio, sólo sigue tra-
yectorias lineales en un plano»33.
Son muchos los ejemplos que podrían contarse para ilustrar ese poder de
la experimentación directa sobre el espacio. Dijo, por ejemplo, que «el
esqueleto se ve de tres maneras: muerto, vivo (por rayos X) o en movi-
miento de la figura; ésta última es la que conviene ejercitar»34. De forma
análoga, realizaba el vaciado directo de los modelos de manera que podía
comprender directamente la situación y forma de las articulaciones. En esta
26
Bergós, J., op. cit.,p. 36.
27
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 104.
2
" Gaudí, A., Manuscritos... op. cit.,/?. 106.
29
Bergós, ]., op. cit., p. 36.
30
Le Duc, V, op. cit., p. 155.
31
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit,/). 106.
32
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 108.
33
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 95.
34
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 127.
68
4. La originalidad profunda
35
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 116.
36
D'Ors, E., Lo barroco, Madrid, Tecnos, 1993, p. 89.
37
Le Duc, V., op. cit., p. 148.
3S
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 94.
39
Gaudí, A., Manuscritos... op. c\t.,p. 93.
40
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 108.
69
46
Gaudí, A., Escritos... op. cit., p. 137.
47
Bergós, J., op. cit., p. 37.
4S
Bergós, J., op. cit., p. 50.
49
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit.,p. 169.
71
50
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 115.
31
Gaudí, A., Escritos... op. cit., p. 56.
52
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit.,p. 107.
53
Gaudí, A., Escritos... op. cit., p. 144.
54
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 120.
3i
Gaudí, A., Manuscritos... op. cit., p. 94.
56
Gaudí, A., Escritos... op. cit., p. 57.
57
Unamuno, M de y Maragall, J., Epistolario y escritos complementarios, Madrid, Semina-
rios y Ediciones.S.A, 1971, p. 102.
72
6. Conclusión
El anterior análisis ayuda a comprender la identidad de la obra de Gaudí
pese a sus variedades estilísticas. Su estilo «absoluto» se apoya en lo que
he llamado la mimesis de la originalidad. Su obra pretende alcanzar un
equilibrio entre factores diversos en función de la adecuación al uso, los
materiales y el carácter de la obra artística -ante todo arquitectónica- que
redundan en la belleza y que pretenden provocar efectos sobre el habitante
o el espectador. Gaudí se felicitaba, aludiendo a otra forma de equilibrio,
de que ser mediterráneo significaba hallarse en mitad de la tierra. Pues
bien, su obra tiene un alto contenido simbólico puesto que aspira a ser cen-
tro de conexión entre tierra y cielo; pasado, presente y futuro; mundo pro-
fano y realidad sagrada. En una ocasión dijo que «el hombre no puede pres-
cindir de los escalones, más altos o más bajos, siempre ha de ascender
escalón a escalón: en inteligencia, en virtud, en fuerza»58. Esta frase es apli-
cable también a su poética. Pues, como hemos visto, la concepción que
tenía de su propia posición en la historia de los estilos; la relación que esta-
blecía entre ciencia, arte y experimentación; o la convergencia de aspectos
duales de los que debe surgir el equilibrio son también escalones que asi-
mismo consideraba necesario subir para enriquecer la vida.
Isabel de Armas
La lección de Gaudí, Carlos Flores, Espasa Calpe, Madrid, 2002; Antoni Gaudí: Escritos
y documentos, Laura Mercader, El acantilado, Barcelona, 2002; Gaudí. El arquitecto de Dios,
J. J. Navarro Ansa, Planeta, Barcelona, 2002; Antoni Gaudí, Gijs van Hensbergen, Plaza &
Janes, Barcelona, 2002.
74
Teniendo en cuenta estos datos, Carlos Flores afirma que Gaudí se ade-
lantó a todos los Estilos 1900 con tres trabajos considerados como «obras
manifiesto» gaudianas, verdaderas pioneras o adelantadas: la Casa Vicens,
la Villa El Capricho y los pabellones de la Finca Güell. «Existen motivos
suficientes -añade el mismo autor- para señalar la aparición con ellas de
una nueva visión de arquitectura no imitativa, no historicista, no ecléctica
y sin duda alguna también anticlásica». De las tres, considera que la Casa
Vicens es la obra más emblemática. «Varios años antes que los poetas y los
pintores -comenta-, antes que cualquiera de los arquitectos de su tiempo,
el joven Gaudí había sabido crear ese clima vital que habría de ser, en gran
medida, el clima del Modernismo».
76
minar su basílica con la única ayuda de unos maestros de obra, una grúa
pluma y una cuadrilla de albañiles. También me parece que es importante
recordar que la crítica sobre la conveniencia o no de continuar construyen-
do el Templo ha servido para actuar con máximo rigor en todo lo que se ha
ido investigando, y esto es lo que lleva al actual arquitecto de la Sagrada
Familia a manifestar que «es posible ahora, con seguridad plena, construir
el espacio interior imaginado por Gaudí, algo que se espera ver en poco
tiempo». Y Jordi Bonet Armengol añade: «El día de San José del año 2007
se cumplirán 125 años de la colocación de la primera piedra. Nuestra ilusión
sería poder celebrar esa fecha con la bendición del espacio interior termina-
do». A partir de ese 19 de marzo todos tendremos posibilidad de conocer y
disfrutar un poco más a este gran arquitecto singular.
César Léante
' Hay que aclarar que aunque El siglo de las luces apareció en versión francesa y en Fran-
cia en 1962 y al año siguiente en su idioma original, español, y en México -no en Cuba, sien-
do la edición cubana de 1963-, según consigna el propio Carpentier, la novela fue escrita entre
1956 y 1958.
2
Como dato llamativo, podemos apuntar que «Tengo», el famoso poema que da título a este
libro, y una vez emblemático de la Revolución, es actualmente subversivo en Cuba y no hay
prensa que se atreva a publicarlo ni recitador que ose decirlo. Sin duda debido a estas líneas:
Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza (...),
pues como se sabe ahora los cubanos -negros o blancos, el color no importa- no pueden
entrar en hoteles como el Cohiba, Nacional o Habana Meliá, entre otros, exclusivamente para
extranjeros.
90
3
Cintio Vitier, Lo cubano en la poesía. Ediciones Orígenes: La Habana, 1952.
4
Ezequiel Martínez Estrada, La poesía afrocubana de Nicolás Guillen. Ediciones Unión: La
Habana, 1967.
s
Nancy Morejón, prólogo a Valoración múltiple sobre Nicolás Guillen. Casa de las Améri-
cas: La Habana, 1972.
6
Ezequiel Martínez Estrada, op. cit.
7
Rene Depestre, «Palabra de noche sobre Nicolás Guillen». Revista Encuentro (Madrid, n."
3, primavera 1997).
91
5
Nancy Morejón, op.cit.
9
Salvador Bueno, Historia de la literatura cubana. Ministerio de Educación: La Habana,
1953.
92
¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro,
congo solongo del Songo
baila yambo sobre un pie.
Mamatomba,
serembé, cuserembá.
(«Canto negro, Sóngoro cosongo, 1931)
El mismo Guillen -no podía ser menos- reconoce su deuda con la músi-
ca de legado africano desde que compone sus Motivos, y así escribe en la
página del Diario donde aparecieron -«Ideales de una raza», que dirigía el
intelectual negro Gustavo Urrutia-, en el propio 1930, esta gratitud: «El
ritmo afrocubano nos envuelve con su aliento cálido, ancho, que ondula
igual que una boa. Esa es nuestra música y esa es nuestra alma».
Nos estamos adelantando (o me estoy). Volvamos entonces a Motivos,
con el que nace un nuevo Guillen poeta y de modo general y no muy justo,
una nueva poesía cubana también. ¿Por qué no muy justo? Porque Guillen,
como todo en arte (y en la vida) no viene de la nada. Africanías de él al
margen, antes de los Motivos de son, habían compuesto poemas «negros»
en Cuba José Z. Tallet, Regino Boti, Juan Marinello, Regino Pedroso,
Andrés Núñez Olano y otros, recogidos todos por los ensayistas Félix Liza-
so y José Antonio Fernández de Castro en la antología La poesía moderna
en Cuba (Madrid, 1926), donde por cierto no figura Nicolás Guillen. Y es
-década fronteriza 1920-30- cuando el surrealismo, brotado de la primera
guerra mundial, revela el arte africano, que en Cuba va a ser incisivo -como
movimiento vanguardista y artísticamente africanista- en narradores de la
talla de Alejo Carpentier, que empezará a escribir -según me contó- su
novela ¡Ecué-Yamba-O! (su título es su mejor catalogación) estando preso
en la cárcel de La Habana, y Lino Novas Calvo (el más prodigioso cuen-
tista cubano), a quien Espasa-Calpe le encomienda en 1933 la novela de
«aventuras» El negrero (muy superior a Ecué). Y musicalmente lo negro en
Cuba da vida a la música «sinfónica» de Amadeo Roldan y Alejandro G.
Caturla, por no citar la maravillosa y popular de Eliseo Grenet (que pusie-
ra más melodía a los Motivos).
Mas en Cuba lo negro no viene vía Europa. No, en modo alguno. En
Cuba, en literatura y en pintura, especialmente, se remonta al siglo XIX,
más precisamente a su primera mitad. Las mejores páginas literarias que se
escriben en esa época versan y tienen como centro el «problema» negro,
esclavo, social. La gan novela de esa época, Cecilia Valdés, de Cirilo Villa-
verde, comienza a germinar en 1839 como un cuento, se estampa como
novelita en 1842 para adquirir su forma definitiva en 1882. Y Félix Tanco
escribe Petrona y Rosalía, y la Avellaneda Sab, que concibe y edita en
93
10
Prólogo a La poesía de Nicolás Guillen de Adriana Tous. Ediciones de Cultura Hispánica:
Madrid, 1971.
94
rosamente cierto. Mas ¿por qué lo es? ¿Por qué la mulata Cecilia es el único
mito que posee la literatura cubana? Porque la «Virgencita de cobre» es la
nacionalidad cubana, porque la heroína de Villaverde simboliza, en su carne
y en su espíritu,la combinación racial y cultural que determina el ser cubano.
Incluso el incesto que cometen Leonardo (protagonista masculino, hermano
de sangre y huesos de Cecilia: un mismo padre los engendró a ambos en los
vientres de una negra y una blanca) y ella, es posible interpretarlo como otra
correspondencia de la identidad de la población cubana. En un plano alegó-
rico, Cecilia y Leonardo tienen que ser hermanos porque históricamente -y
pese a todo- lo son las dos razas que encarnan. Odiando el blanco esclavista
al negro y temiéndole; odiando el negro esclavo al blanco ezclavizador, y
reprimiendo su ira y aguardando en humillación su hora, los dos son, en lo
más recóndito de sí mismos, hermanos. Hermandad que ellos no han escogi-
do -especialmente el negro-, sino que le ha sido impuesta por las circuns-
tancias; pero hermandad al fin. De aquí que su fusión étnica (e histórica)
tenga que revestir las características de un incesto, dada la violencia con que
se ejecuta y los prejuicios que los escinden. Pero un incesto que precipita no
un vastago enfermizo y degenerado, sino otro vital con limpios rasgos y afec-
tos donde no se señalará el pecado sino tal vez la redención. De aquí -cosa
que sorprende en la novela- que la tierra no se abra, que los cielos no se des-
plomen -como ocurriría en cualquier grueso folletín- cuando los hermanos
se unen sexualmente; y de aquí también la tozudez de Villaverde -imposible
de adjudicar a torpeza narrativa- por impedir que sus héroes conozcan su afi-
liación sanguínea, luchando a brazo partido contra toda lógica del relato.
Dejando a un lado a Cecilia y a Cecilia, y volviendo al son, podríamos ir
más atrás, nada menos que al mismísimo siglo XVII, para encontrar ya el
primer ritmo de esta suerte compuesto en la Perla de las Antillas: el son de
La Ma Teodora, cuya primera estrofa reza así:
y él sea absolutamente también una nueva y propia voz. Con esta óptica
leen los interesados en la literatura cubana -que no son muchos- sus Moti-
vos de son, aparecidos, como hemos dicho, en la página «negra» del con-
servador Diario de la Marina (¿por qué lo habrán hecho marinero?) el 20
de abril de 1930.
En el mostrenco ambiente cultural isleño, la reacción es inmediata y ful-
gurante. De don Fernando Ortiz, iniciador en Cuba de las investigaciones
afrocubanas hasta el occidentalizado y brillante intelectual -en el más ver-
tical sentido de la palabra-, Jorge Mañach -una suerte de Ortega y Gasset
antillano-, todos lo celebran (como una réplica whitmaniana, pero en este
caso no a sí mismo, sino a «él», a Guillen o, si se quiere, a Nicolás).
Así un periodista y político muy notable, y mulato como Guillen de lo
que el castrato da en llamar «República mediatizada» -pero próspera y ale-
gre y luminosa, no la miserable no-república que es hoy-, Ramón Vascon-
celos, los festejaba: «He leído, mejor dicho, he cantado [los Motivos]»,
explicando el porqué: «(...) porque hay en ellos sabor folklórico, criollo,
afrocubano, del patio...» Ballagas, joven poeta que no mucho después
escribiría una bellísima poesía y se sentiría atraído por la «negra» hasta el
punto de «trazar» un Mapa de la poesía negra (1948) para la Editorial Ple-
amar de Buenos Aires, le escribía a Guillen en mayo de 1930: «Hace pocos
días leí en la página dominical del Diario de la Marina sus maravillosos
Motivos de son, sorprendiéndome con el hallazgo de veta tan rica y tan
nuestra». Del extranjero, de los Estados Unidos, le llegaba este elogio del
también gran poeta mulato Langston Hughes (del que se había hecho
amigo Guillen cuando el norteamericano visitara La Habana el año ante-
rior, 1929): «¡Hombre! ¡Que formidable tus Motivos de son\ Son poemas
muy cubanos y muy buenos». Y desde Madrid el especialmente cuentista
cubano -pero enclado en España- Alfonso Hernández Cata, le hacía saber
que «Búcate plata [claro, un son], es una pequeña obra maestra. Nadie ha
hallado tan puro como usted lo da, el elemento poemático de esa confluen-
cia racial que hace de La Habana uno de los sitios más artísticos del
mundo». Tornando al «patio», otro periodista y escritor (nacido en Astu-
rias, y él mismo un soberbio asturiano «aplatanado»), Rafael Suárez Solís,
bailaba de contento: «Los pequeños poemas líricos de Motivos de son se
dicen irresistiblemente con la cintura (...) El verso de Guillen es negro,
elástico, sabroso (...) Ritmo de semilla, que dice García Lorca».
No se puede finar este haz de sinceras alabanzas, justas, medidas, pero
entusiastas, sin consignar la vileza con que la prologuista de la Valoración
múltiple sobre Guillen, la resentida Nancy Morejón, espiga una nota de
Mañach. Para justificar su inserción en dicho libro ante la burocracia cul-
tural castrista, la «prologa» con esta infamia: «(...) Jorge Mañach, quien en
96
Negro bembón
negro bembón,
majagua13 de dril blanco,
negro bembón,
zapatos de dos tonos,
negro bembón.
Iré a Santiago
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba
iré a Santiago,
en un coche de agua negra.
Mas para terminar, una nota -en parte- discordante (no todo ha de ser
excelsitud). Y nada menos que de Gastón Baquero. Piensa el gran mulato
-sin duda un igual de Guillen, pero en una vertiente poética muy distinta-,
Todo eso que se ha llamado «poesía negra» casi nunca llegó a poesía y a
duras penas tuvo algo que ver de veras con lo negro. Una racha de negrofi-
lia de dudoso origen, no siempre feliz en la elección de temas y de proce-
dimientos (al extremo de que casi toda la cosa ésa llamada poesía afrocu-
bana, afroantillana, etc., no sirvió para otra cosa que para hacer reír a los
blancos tontos a costa de los negros simples) puso de moda la presencia, el
habla y las costumbres de unas personas, los negros, que llevaban siglos de
subestimación y de ludibrio, en las sociedades hispanoamericanas. Pero sin
que importe demasiado el cómo y el por qué de esa aparición del negro,
humorística al principio y lentamente cargada después de patetismo y de
denuncia de unas situaciones harto dramática, el hecho tuvo su importacia
y su eficacia, porque al menos se vio que el negro estaba ahí cuando Alci-
des Arguedas escribió Raza de bronce.
Gustavo Valle
Si hubiera que definir el año 2002 con una evocación brasileña, legíti-
mamente podría decirse que éste ha sido el centenario del modernismo de
Río1 y de los artífices de la modernidad brasileña, encarnada en la ciudad
de Brasilia.
' Las tres ciudades donde el modernismo brasileño tuvo cultores en número y calidad signi-
ficativos fueron: San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte, aunque también hubo adherentes
aislados en el Nordeste.
104
Dutra, autopista de alta velocidad que une Río y San Pablo. JK tal vez sea
hoy el ex presidente de Brasil con mayor consenso entre los ciudadanos,
por eso nadie ha cuestionado el faraónico Memorial que guarda sus restos
en Brasilia y los visitantes disimulan el dudoso gusto de los mármoles y la
iluminación farandulesca, seguramente encandilados por su figura.
Nacido en Francia (1902) pero de padres brasileños, Lucio Costa vuelve
al país de su sangre a los doce años. Su aporte a la modernidad de Brasil
es difícil de dimensionar, ya que fue el arquitecto que instaló las nuevas
ideas -especialmente las de Le Corbusier- sobre diseño, construcción y
urbanística, con obras en la ciudad de Río tan paradigmáticas como el
Palacio Capanema y el Parque Guinle -primer conjunto residencial dedi-
cado a la alta burguesía- o las Rampas da Gloria -para preservar el patri-
monio de esa vieja zona de la ciudad.
Pero, sobre todo, fue maestro de sus contemporáneos, entre ellos Osear
Niemeyer, quien concretaría el Plan Piloto para Brasilia de Lucio Costa.
Punto de partida de la realización de un sueño imposible, traza los prime-
ros rasgos de la futura capital donde los incrédulos sólo veían las matas
retorcidas y lúgubres de la meseta, reptiles y ciénagas.
Costa está vinculado también al modernismo ya que, en 1930, como
director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, había realizado un salón
con amplia participación de los artistas más aventurados, entre ellos Gui-
nard, Flavio de Carvalho, Cicero Dias y Tarsila do Amaral, después del
cual es obligado a renunciar.
£1 modernismo no paulista
2
Rosario Fusco estuvo de novio con María Clemencia, una dibujante -posiblemente uru-
guaya- muy amiga de Norah Borges. Debido a la relación entre ambas, Norah envió a la revis-
ta Verde la colección completa de Proa, lo que la publicación recoge en sus páginas. Otra revis-
ta que llega a manos de Fusco es Martín Fierro, que a su vez remite a Mario de Andrade; éste
utiliza el material para una serie de notas sobre literatura argentina que publica en Diario
Nacional, a lo largo de 1928.
3
Ronald de Carvalho publica por lo menos dos notas sobre literatura argentina: en O Jor-
nal del 9-10-1927, Gente de Martín Fierro y en Festa de julio del mismo año, Poesía argentina
y poesía brasileña. A su vez, la revista Martín Fierro publica varias veces notas vinculadas
a Ronald de Carvalho, por ejemplo, el artículo de Manuel Gálvez sobre Un poeta brasileño, el
20-1-1927.
4
O Globo, 16 de marzo de 2002.
106
7
Carlos Drummond de Andrade en Diccionario enciclopédico de las Letras de América Lati-
na, ídem que 7.
108
«Luto corpo a corpo/ luto todo o tempo/ sem maior proveito/ que o da caga
ao vento». Pero, a pesar de lo difícil de la empresa, no se da por vencido.
En Consideracáo do poema, de A rosa do povo, declara que «Nao rima-
rei a palavra sonó/ com a incorrespondente palabra autono/ rimarei com a
palavra carne/ ao qualquer outra, que todas me convém/ As palavras nao
nascem amarradas/ elas saltam, se beijam, se dissolvem/ no céu livre por
vezes um desenho/ sao puras, largas, auténticas, indassaveis». Pero el com-
promiso de Drummond es político, no solamente poético, por eso el insru-
mento palabra debe herir para cauterizar: «Crimes da térra, como perdoá-
los?/ Tomei parte em muitos, outros escondí...» (A flor e a náusea, en A
rosa do povo).
Con motivo de la publicación de ese libro, Alvaro Lins escribió en Jornal
de Crítica*: «...espectáculo de un poeta que intenta equilibrar y fundir artís-
ticamente dos tendencias que lo apasionan en una época de agitaciones y
divisiones extremas, muy difíciles para los deseos de equilibrio y paz. Bus-
can aquí una zona de armonía y adecuación a la conciencia política del
hombre y el arte del poeta. Para que la primera no se exteriorice en panfle-
tos o papeles de propaganda, perdiéndose la obra en las declamaciones de
una elocuencia prosaica y oportunista, y para que no se confine al segundo
en el puro artificio del arte por el arte o en las sofísticaciones del virtuosis-
mo» (...) « el señor Carlos Drummond de Andrade desarrolla su vigilancia
con una lucidez implacable» (...) «Este libro revela el drama de un auténti-
co revolucionario que quiere permanecer, al mismo tiempo, fiel a las exi-
gencias de su arte (y) de un ser humano que desea identificarse con los pro-
blemas populares»9.
A partir de allí escribirá trece poemarios más, antes del postrer Amar se
aprende amando, entre ellos A paixáo medida y Corpo, títulos que de por
sí denotan la vinculación de la obra de Drummond con la carnalidad del ser
humano, característica ésta expresiva de una manera de sentir muy brasile-
ña, que el poeta logra elevar a alturas líricas antes nunca alcanzadas. Tal
vez ésa sea la clave de su popularidad.
£1 burócrata aprendiz
s
En Carlos Drummond de Andrade. Poesía e prosa. Nova Aguilar, Río, 1988.
9
La traducción es mía.
109
10
El fin de la carrera diplomática de Vinicius fue realmente patético. Siendo cónsul en Mon-
tevideo, estaba inmerso en una de sus juergas de guitarra y whisky, cuando fue requerido por
la entrada de un barco de bandera brasileña al puerto. Debía intervenir su documentación y,
por más que lo buscaron, sólo apareció cuatro o cinco días después, con el consiguiente costo
para la compañía naviera. Como era reincidente en este tipo de faltas administrativas, fue sepa-
rado de la carrera.
" Antonio Cándido. Drummond prosador en Carlos Drummond de Andrade, Poesía e Prosa.
Nova Aguilar, Río, 1988.
110
que» (...) «él trata muchas veces de demostrar, haciendo versiprosa, mez-
clando los géneros y jugando con su unitaria multiplicidad»12.
La traducción es mía.
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Luis Gregorich
Este, sin embargo, no es el canon, sino apenas su cruce con las exigen-
cias del mercado y las predicciones del consumo, que existen desde el
comienzo de la industria editorial. El canon es otra cosa: cuadro de honor,
código de preferencias de un público especializado, escala jerárquica de
valores que constituye (o aparenta ser) la Verdad de la Época. En ese sen-
tido podría decirse que el canon literario en la Argentina postborgeana
tiene, para empezar, una diferencia inicial con los cristalizados en el pasa-
do: no surge de un debate entre medio social, escritores, lectores y crítica,
sino que baja directamente de una situación estatal: la carrera de Letras de
la Universidad, más específicamente de la Universidad de Buenos Aires.
El carácter pedagógico del canon se hallará en los artículos sobre libros
de los suplementos literarios, escritos en su gran mayoría por egresados de
Letras, convertidos en periodistas culturales por obra de la necesidad y las
circunstancias. Debe reconocerse que esta nueva generación de críticos
tiene mejor formación (e información) que las anteriores, pero esto no evita
cierta correcta uniformidad, cierto aplanamiento corporativo que los ase-
meja a todos, cualquiera sea el suplemento en que escriban. Se ha adopta-
do el criterio de escribir sobre libros con comprensión y camaradería (sólo
erosionadas por pequeñas batallas internas); así, no vale la pena gastar
demasiado espacio en negaciones o valoraciones críticas, aunque pudieren
resultar iluminadoras. Esta orientación suele coincidir, casualmente o no,
con el pensamiento de gerentes y asesores de las editoriales. Todos, o casi
todos los que escriben y asesoran, han tenido en la Facultad de Letras a los
mismos profesores, que no han podido menos que transmitir a sus discípu-
los respetables conocimientos y experiencia pero también, inevitablemen-
te, prejuicios y escalas personales. Sólo se habla de los «buenos» libros;
ninguna obra frustrada (sobre todo, si su autor pertenece al canon) merece
un juicio, o simplemente no se frustró.
De esta forma, con comentarios intercambiables y cuyos destinatarios no
son tanto los lectores medios como los escritores y profesores, nadie podrá
encontrar un asomo de debate intelectual, de controversia de opiniones,
atmósfera en la cual mejora la calidad de la vida social y los propios cea-
dores simbólicos retemplan su actividad. Es cierto que este apacible desar-
me de la escritura, esta declinación del debate ideológico, caracteriza a
todas las sociedades occidentales. Y en la Argentina probablemente la sepa-
ración, la compartimentación entre sociedad e intelligentsia, típica de fina-
les del siglo XX, haya sido aún más aguda debido a la fracasada experien-
cia de los intelectuales por paticipar -y pesar- en la vida política y social
del país después de 1983, una vez caída la dictadura militar. El progresis-
mo intelectual argentino, tras chocar con la estolidez de los políticos, se
116
Carlos Alfieri
Desde muy joven y con no poca osadía, Alain de Botton resolvió que
escribiría libros que abordasen cuestiones filosóficas de manera entreteni-
da y hasta divertida, y temas de la vida cotidiana de todos los hombres
desde un punto de vista filosófico. Así, a los 24 años publicó Del amor
(1993), al que siguieron El placer de sufrir (1996), Cómo cambiar tu vida
con Proust (1998), Beso a ciegas (1999) y Las consolaciones de la filoso-
fía (2001); de esta obra se vendieron medio millón de ejemplares sólo en el
Reino Unido y un programa de televisión basado en ella conquistó idénti-
co éxito. Sus libros se han traducido a más de veinte idiomas.
Nacido en Zurich, Suiza, en 1969, Alain de Botton vive en Londres desde
los 12 años de edad. Estudió Historia en la Universidad de Cambridge y a
partir de esa disciplina se abrió al estudio del ámbito de las ideas. Su obra
más reciente, El arte de viajar (Editorial Taurus, 2002) ha aparecido en
España antes que en Gran Bretaña, Estados Unidos y una docena de países
que preparan su edición.
—Creo que se trata de dos tipos distintos de consolación y, por otra parte,
nunca pienso en términos disyuntivos: o esto o aquello. Ambas cosas pue-
den mejorar la vida; me interesa indagar acerca de cómo las dos pueden
traernos la felicidad.
—El otro, lo otro, ¿es, como para Flaubert, el Oriente de cada uno?
—Lo otro no tiene porqué ser Oriente, no sólo debe ser lo que fue Egip-
to para Flaubert. Noruega puede ser lo otro si uno es italiano, por ejemplo,
o Islandia. Tradicionalmente, por la práctica dada de los viajes, fueron los
habitantes del Norte los que visitaron el Sur, pero las mismas ventajas o
desventajas comparativas pueden encontrar los del Sur que viajen ai Norte,
o los del Este que lo hagan al Oeste. Viajar es una forma de ponerse en con-
tacto con valores y actitudes que no existen en nuestro propio país. Así, los
alemanes, que no sentían pasión por su propia cultura, buscaban esa pasión
en el Mediterráneo: Goethe y Nietzsche creyeron hallarla en Italia.
—¿Se puede conocer otra realidad mediante un viaje más o menos breve
o es un propósito inútil?
—¿Los tópicos sobre una ciudad o un país son puras falsedades o logran
atrapar alguna verdad esencial?
—Yo creo que los tópicos siempre captan algo esencial. El problema de
los tópicos no es que sean totalmente erróneos, sino que son superficiales.
—Sí, estoy convencido de que es así. Hay gente que conecta con un
determinado paisaje y no con otro, o una misma persona a veces está abier-
ta a un lugar y a veces no. Lo interesante es indagar en las razones de esa
especie de milagro del acuerdo de lo interior y lo exterior.
120
—Mi libro trata de analizar los distintos tipos de felicidad que depara un
viaje. Es un epítome de los placeres y displaceres que éste entraña.
—Hay autores que me gustan mucho por toda su obra y que además han
escrito espléndidos libros de viajes. La descripción de Egipto que hace
Flaubert o el viaje a Italia de Stendhal son maravillosos.
¿K¿á
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que nos presenta el notable historia- Con todo, es necesario hacer notar
dor Hans-Jürgen Prien en el capítu- que lo destacado en este capítulo
lo II del libro (pp. 163-198). también son las consideraciones
En el capítulo IV referido a teolo- religiosas y el análisis conceptual
gías latinoamericanistas se pueden sobre la teología de la liberación. Se
apreciar las destacadas produccio- produce un juego semántico entre
nes histórico-culturales nacidas en «teologías latinoamericanistas» y
cierto modo a raíz del extraordina- «liberacionismo» en el texto con el
rio movimiento socio-religioso en- fin de intentar examinar de modo
globado bajo el término «teología muy particular el nacimiento, desa-
de la liberación». Se ponen en nues- rrollo y frutos de la teología de la
tro conocimiento interesantes con- liberación. Y aunque son interesan-
sideraciones temáticas en torno a la tes las fuentes documentales pro-
poesía inspirada al calor de la libe- porcionadas en el volumen respecto
ración (Benedetti, Cardenal), la lite- a este asunto socio-religioso latino-
ratura, la narrativa y el teatro (Roa americano, que toca de lleno la fun-
Bastos, Scorza) el cine (Aldo Fran- ción política de la Iglesia, a nuestro
cia, Jorge Sanjinés, Miguel Littin, modo de ver se revelan determina-
Carlos Alvarez, Patricio Guzmán), das insuficiencias en el análisis en
así como la composición y la músi- cuestión. Muy brevemente: a) Exis-
ca de la liberación, que tienen un ten carencias histórico-teológicas
eco específico en la «Nueva canción en el examen formulado respecto al
comprometida latinoamericana», cristianismo de base latinoamerica-
cuyos focos de irradiación han sido no a propósito de los pasos que se
los festivales musicales de La dan del «desarrollismo» a la «libe-
Habana y Santiago de Chile en la ración» (que es lo decisivo en la
década de los 70: Atahualpa Yupan- epistemología de la liberación). En
qui, Mercedes Sosa, Violeta Parra, torno a la Conferencia Episcopal de
Víctor Jara, Quilapayún, Inti Illima- Medellín ya está en semillas este
ni. Pero sobre todo en este sentido asunto, pero después de la Confe-
adquieren una connotación muy rencia esto se hace nítido, y de ello
particular para la religión centroa- no se habla prácticamente en el
mericana la Misa Popular Salvado- capítulo, b) No existe en el volumen
reña y la Misa Campesina Nicara- un planteamiento político-religioso
güense. Ambas creaciones brotan de fondo respecto a la controversia
de un contexto de resistencia y mís- ética, pastoral y eclesial entre regí-
tica revolucionarias que con dificul- menes de seguridad nacional im-
tad se ha repetido en décadas poste- plantados a partir de mediados de
riores dentro de la cultura de los 70 por dictaduras militares en
Centroamérica. Sudamérica y la teología de algunos
132
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LOS DOSSIERS
559 Vicente Aleixandre 593 El cine español actual
560 Modernismo y fin de siglo 594 El breve siglo XX
561 La crítica de arte 595 Escritores en Barcelona
562 Marcel Proust 596 Inteligencia artificial y reali-
563 Severo Sarduy dad virtual
564 El libro español 597 Religiones populares ameri-
565/66 José Bianco canas
567 Josep Pía 598 Machado de Assis
568 Imagen y letra 599 Literatura gallega actual
569 Aspectos del psicoanálisis 600 José Ángel Valente
570 Español/Portugués 601/2 Aspectos de la cultura brasi-
571 Stéphane Mallarmé leña
572 El mercado del arte 603 Luis Buñuel
573 La ciudad española actual 604 Narrativa hispanoamericana
en España
574 Mario Vargas
c
Llosa
605 Carlos V
575 José Luis Cuevas
606 Eca
5 de Queiroz
^*-
576 La traducción
607 William Blake
577/78 El 98 visto desde América
608 Arte conceptual
ir
en España
r
579 La narrativa española actual
609 Juan Benet y Bioy Casares
580 Felipe II y su tiempo 610 Aspectos de la cultura colom-
581 El fútbol y las artes biana
582 Pensamiento político español
611 Literatura catalana actual
583 El coleccionismo 612 La televisión
584 Las bibliotecas públicas 613/14 Leopoldo Alas «Clarín»
585 Cien años de Borges 615 Cuba: independencia y en-
586 Humboldt en América mienda
587 Toros y letras 616 Aspectos de la cultura vene-
588 Poesía hispanoamericana zolana
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591 El diseño en España ventud
592 El teatro español contempo- 618 Revistas culturales en espa-
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