Resumen Informalidad

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LA BUENA INFORMALIDAD

Precisiones en torno al orden del desorden

Horacio Gago Prialé: Abogado. Doctor en Derecho por la Universidad Pontificia Comillas de
Madrid. Profesor de Sociología del Derecho en la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú.

El articulo trata sobre el cumplimiento de las normas de derecho en general, y en la


racionalidad y eficiencia de aquellas que han hecho posible la aparición de una economía
ahí donde hace 30 años había desierto. Intenta demostrar que la sociedad que ocupo los
arenales, colinas y pantanales de muchas de las ciudades de la costa y sierra peruanas en
la segunda mitad del siglo XX, ha creado un derecho espontáneo y sistemas de eficiencia
jurídica que portan los niveles de legitimidad y consensos suficientes para dar sustento a
un sistema legal vinculado en la dinámica social, un sistema de normas legítimo y
sostenible.

1. Mercantilismo versus informalidad.

Supuestamente las sociedades víctimas de exclusión y plagadas de necesidades


materiales, constituían el hábitat natural del socialismo. Pero la realidad dictaba lo
contrario: el capitalismo popular se abría paso. El nivel de generación de economía, la
dimensión de los intercambios, la capacidad de acumulación y el emprendimiento de los
grupos informales, revelaban una clara vocación por la economía de mercado y los
beneficios de las libertades económicas.

Lo que fallaba era que el mercantilismo no había engendrado lucha de clases, sino otro
tipo de combate contra el Estado, la informalidad económica. La resistencia contra la ley
que protagonizaban estos nuevos actores no era armada, sino económica.

Nunca antes de la segunda mitad del siglo XX el sistema cerrado, vertical, exclusivo, y
oligárquico de procesar las normas jurídicas en el país había sido puesto en cuestión
frontalmente y de raíz.

La masa humana que definió sus propios derechos de propiedad sin esperar que el Estado
mercantilista lo hiciera por ella, se apartó radicalmente de la institucionalidad oficial para
surcar otros senderos, crear una economía y una sociedad organizada por normas distintas
y propias.

Nunca se comprendió que más allá de los permisos y las licencias, la informalidad es un
estado de invisibilidad de activos ante fuentes de reconocimiento, ya sea administrativo
(Estado) o financiero (bancos, inversionistas, redes financieras, mercados de capital). Que
lo que corresponde hacer es conectar, a través del derecho, los distintos fragmentos
sociales y económicos que se encuentran aislados, para que los activos salgan a la luz, y
que esa conexión jurídica no es materia de inventar nuevas entidades y edificios públicos
para centralizar trámites, sino que es un tendido legal de redes donde cada activo funciona
como un terminal de computadora.

¿Cómo podría el Estado haber dictado leyes legítimas si no conoce las bases de esa
legitimidad?

2. Las cifras de la sociedad espontánea.

No menos del 75 por ciento de los intercambios de activos en el Perú se realizan sin
atender las normas del sistema legal. Cuatro de cada cinco hechos jurídicos que suponen
ejecución recíproca de prestaciones no se ajustan a las leyes establecidas por el legislador
para esos efectos.

3. La confusión.

En países como el Perú los signos cotidianos de incumplimiento de las leyes son de tal
magnitud y naturaleza, que los síntomas y efectos del problema se suelen confundir con
sus causas verdaderas. Lo que pasa es que vivimos en medio de una cultura del irrespeto
a la convivencia organizada, somos informales congénitos. Para corregimos necesitamos
sanciones más duras.

En suma, para los próceres del sistema, el proceso normativo no es el problema. El modo
cerrado y de espaldas a las comunidades sociales como se hace el Derecho en países de
tradición positivista como el nuestro, no tiene nada que ver con la informalidad. Lo que
pasa es que no hay instituciones, la coerción es insuficiente y las autoridades que deben
hacerlas cumplir son negligentes.

3.1. Grave error que aquí intentaremos demostrar.

Primero. Sí hay instituciones, ellas encaman el Derecho, pero las reglas de juego en qué
consisten son precisamente las que promueven las ineficiencias.

Segundo. La coerción de nada sirve cuando la norma no se encuentra entroncada en la


dinámica de la realidad social, y no obedece ni proviene de los consensos sociales reales.
La coerción es un elemento accesorio, necesario pero incidental, del concepto de Derecho.

Tercero. Las autoridades encargadas del cumplimiento de las leyes darán siempre
espectáculos delirantes si el engranaje de leyes es irracional e incoherente.

4. Eficiencia del derecho espontáneo.

La regla general es que los colectivos humanos impulsan sus soluciones en base a cuán
exitosamente lograron mensurar, sistematizar y estandarizar sus consensos, a fin de
convertirlos en leyes, arraigadas y legítimas.

La coerción no aporta soluciones a un sistema que no cuente con instituciones o reglas de


juego que provengan de los consensos adecuadamente sistematizados.

La eficiencia del derecho espontáneo está dada por su legitimidad, por la capacidad de
respuesta a las manifestaciones de la vida real que poco a poco van encontrando su
dimensión normativa justa, aquélla que responde a las necesidades del colectivo.
Naturalmente los fragmentos sociales en los que no exista acceso a ciertas condiciones
físicas elementales para desarrollar intercambios comerciales no desarrollarán
instituciones propias de una economía extendida.

En el cono norte de Lima, en el distrito de Los Olivos, no se produjo ningún diseño


estratégico o reingeniería de sistemas para que aparezca el emporio comercial de
MegaPlaza. Éste es consecuencia de la eficiencia de las instituciones del derecho
espontáneo que partieron de definir derechos de propiedad (invadiendo tierras en los años
sesenta) hasta crear sistemas de representación de activos (títulos de propiedad) que
fueron adecuadamente insertados en una red de visibilidad financiera hasta convertir cada
activo en una especie de terminales financieros.

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