Campaña Terrestre ..
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PACÍFICO
1. BATALLA DE PISAGUA.
El Desembarco en Pisagua o Combate de Pisagua es una acción bélica en el marco de la
Guerra del Pacífico, ocurrida el 2 de noviembre de 1879. Se trata de una operación de
desembarco de tropas chilenas que dio comienzo a la campaña terrestre de la guerra
en territorio peruano. La operación culminó con la ocupación de Pisagua, pese a la
decidida defensa de los aliados.
Antecedentes:
Luego de que la marina del Perú perdiera el monitor Huáscar en el Combate Naval de
Angamos, el mando chileno decidió dar inicio a la campaña terrestre con la invasión
del Departamento de Tarapacá. Dada la concentración del ejército aliado tanto en
Iquique por el sur como en Tacna el Ministro de Guerra chileno, Rafael Sotomayor,
decidió que se desembarcaría en el puerto de Pisagua, localizado entre ambas
concentraciones aliadas, con el fin de cortar las comunicaciones entre Iquique y Tacna.
La costa peruana era amplia y resultaba imposible defender cada puerto. Chile decide
incursionar en el pequeño puerto de Pisagua que se defendía con dos cañones de 100
libras, 5 uno a cada extremo de la bahía, y 217 guardias al mando del teniente coronel
Isaac Recavarren. El 26 de octubre, desde Iquique, llegaba el general Juan Buendía de
inspección por la costa peruana y estuvo presente en el combate en Pisagua
Combate:
Para esta operación, se sumaron 9.500 hombres, pero para el desembarco en Pisagua
se destinaron 4.890 soldados, otro tanto fue enviado a Junín (2.175 hombres) y el
resto quedó en la reserva de la flota. A las 5:00 de la mañana se divisan desde la costa
en Pisagua las luces de 19 barcos chilenos, por lo que Isaac Recavarren decide llamar a
los batallones Victoria e Independencia al mando de Pedro Villamil, con 964 bolivianos,
que se encontraban en las alturas Alto Hospicio para reforzar el puerto. La defensa de
los aliados ubicó a los soldados entre las rocas, línea que recorría Isaac Recavarren a
caballo para impartir órdenes. A las 7:00 de la mañana, se inicia el bombardeo a las
dos baterías de tierra y poco después se disponen tropas chilenas en chalupas de
desembarco. Al llegar a Pisagua, el blindado Cochrane, al mando del Comandante Juan
José Latorre y la corbeta O’Higgins a cargo del Capitán Jorge Montt atacaron el fuerte
sur, mientras que al fuerte norte lo atacaron la cañonera Magallanes y la goleta
Covadonga. El fuerte norte sólo pudo contestar un solo disparo antes de quedar
inutilizado. El fuerte sur mantuvo sus fuegos durante un tiempo mayor, pero fue
finalmente inutilizado por la artillería naval chilena. A las 8:00 de la mañana se dio
inicio a la operación de desembarco. Se embarcaron la 1ª y 3ª 6 compañías del
regimiento Atacama, al mando del subteniente Rafael Torreblanca, y dos compañías
del regimiento Zapadores comandadas por Manuel Villaroel, de las cuales lograron 7
llegar hasta la playa unos 450 hombres. Los peruanos se replegaron ordenadamente,
pero los bolivianos no pudieron mantener el orden en su acción de toma de
posiciones. Sin embargo, problemas de coordinación en el ejército de Chile retrasaron
el desembarco permitiendo a las tropas peruanas reagruparse y tomar mejores
posiciones defensivas, lo que dificultó el avance de los atacantes. Pese a la defensa, las
tropas atacantes logran tomar las trincheras peruanas y comienzan la penetración
hacia el interior. Las embarcaciones chilenas, entre tanto, regresaban a su escuadra en
busca de una segunda oleada. A las 10:00 de la mañana, tras tres horas de combate,
las baterías fueron inutilizadas, lo que posibilitó al fin el avance de las lanchas chilenas
protegidas por la artillería naval. La defensa aliada repelió este desembarco lo que se
tradujo en descoordinaciones en los oficiales chilenos que proponían desembarcar en
Junín o en Pisagua Viejo o en Ilo pensando frustrado este primer desembarco. Tras la
primera oleada de asalto, logró embarcarse una segunda ola de soldados, el resto del
regimiento Atacama, más 30 soldados del 2° de Línea bajo las órdenes de Emilio
Larraín y tres compañías del Buin, estos últimos al mando del teniente coronel José
María del Canto 7 Arteaga, mientras los blindados se acercaban a la costa para reducir
la defensa. Montones de carbón y sacos salitre servían de parapeto a los aliados. Isaac
Recavarren decide el repliegue de la defensa ante la segunda carga chilena y el
incendio del carbón y salitre que servía de defensa. A las 14:00 se produce el
desembarco en Junín, informado ante ello Recavarren decide replegar los restos hacia
la estación de San Roberto. El ascenso hacia posiciones más favorables por parte de los
chilenos fue muy difícil, dada las condiciones del terreno y la defensa de los aliados. La
sucesiva incorporación de tropas chilenas permitió tomar finalmente las alturas,
llegando hasta la pampa del Hospicio en la cumbre de la meseta. Con la artillería de los
buques se atacó el ferrocarril y los montones de carbón y salitre, donde se mantenían
parapetadas gran parte de las tropas aliadas. Las granadas navales encendieron el
salitre y comenzaron los incendios. Desenlace: Debido a los incendios y a lo tóxico del
humo, los aliados retrocedieron cerro arriba y el segundo desembarco chileno pudo
concretarse con éxito, llevando cerca de 100 hombres del Atacama, del Zapadores, del
2º de Línea y del Buin, quienes se incorporaron a los primeros grupos y cayeron sobre
las tropas en la cumbre, derrotándolas en toda la línea. Al llegar el tercer desembarco
chileno, el conflicto había terminado. A las tres de la tarde, el Teniente Rafael
Torreblanca iza la bandera de Chile en un poste de Alto Hospicio. A las 16:00
finalmente abandonan Pisagua Isaac Recavarren y su ayudante Del Mar y los últimos
defensores. Llegan a San Roberto a las 16:30 donde se encontraba Juan Buendía.
Después de un reconocimiento a los defensores y vivas a Bolivia y el Perú, inician la
marcha a San Francisco. Las bajas chilenas fueron de 58 muertos y de 155 heridos en el
ejército y 10 muertos y 17 heridos en la armada; las de los aliados fueron calculadas en
200 entre muertos y heridos.
2. BATALLA DE SAN FRANCISCO.
La batalla de San Francisco o de Cerro de Dolores (cerca de Tarapacá) se llevó a cabo el
19 de noviembre de 1879. En ese entonces la zona era territorio peruano, pero desde
el final de la Guerra del Pacífico (1883) pasó a ser parte de la República de Chile.
El ejército chileno proveniente de Pisagua se había instalado en las alturas del Cerro
de Dolores con una excelente artillería. Constaba de 7000 soldados descansados y con
buenas provisiones. Las fuerzas aliadas (peruanos y bolivianos), encabezadas por el
general peruano Juan Buendía, llegaron desde Iquique ese mismo día, después de una
dura marcha a través del desierto. Eran 8000 hombres, y esperaban un refuerzo de
3000 soldados más que debían llegar al mando del presidente boliviano Hilarión Daza.
Esta ayuda nunca llegó, pues Daza ordenó el retorno a Bolivia abrumado por el
desierto.
Cuando cayó la noche, las tropas aliadas se retiraron a Tarapacá. Los chilenos no los
persiguieron por el temor a un contraataque si bajaban del Cerro de Dolores.
19 DE NOVIEMBRE DE 1879
Siempre en el contexto de asegurar la cabeza de playa obtenida en Pisagua tras el
desembarco de tropas en dicho lugar y asegurar el abastecimiento de agua para el
ejército, las fuerzas chilenas iniciaron una serie de reconocimientos hacia el interior del
desierto, a la sazón territorio enemigo, produciéndose algunos enfrentamientos
parciales. Uno de estos choques es la importante batalla de San Francisco de Dolores,
la cuál fue el primer gran enfrentamiento entre los beligerantes.
Contrario a la creencia de que Buendía se concentraría en Agua Santa sin moverse para
preparar la defensa de Iquique, se tuvo la noticia al atardecer del día dieciocho que el
mencionado general se movía con sus tropas hacia el norte, arriesgando a la División
Sotomayor que se encontraba en Dolores. Éstos se vieron obligados a tomar posiciones
defensivas en los cerros cercanos. Esto motivó la rápida salida de la artillería de
Velásquez desde Pisagua como medida de refuerzo, que llegó el mismo día de la
batalla a tomar sus posiciones. Aquél 19 de noviembre, “Buendía fraccionó a sus
hombres en tres divisiones, las que debían atacar en dirección del pozo de Dolores
envolviendo a los defensores.
Una vez que estalló la batalla, la situación se mostró más bien sombría para las fuerzas
chilenas, tornándose la lucha encarnizada por momentos. Ejemplo de esto es lo
ocurrido con la posición de artillería del mayor Salvo, la que tomada por sorpresa y
acosada por el enemigo, se vio obligada a batirse cuerpo a cuerpo para defender sus
cañones. De no ser por la irrupción de los soldados del regimiento movilizado
Atacama, esta posición se habría perdido. “En el resto del campo, la batalla se había
generalizado. Buendía insistía en su intento de envolver la posición chilena, pero los
aliados fueron rechazados en todos los sectores reiteradamente por los cañones
chilenos.
Finalmente, al cabo de casi dos horas de continuo combate, las fuerzas aliadas
perdieron el ímpetu y al notar la retirada de su caballería, se precipitó la del resto de
sus hombres en dirección de la oficina salitrera de Porvenir, situada más al sur,
quedándose Chile con la victoria.
3. BATALLA DE TARAPACÁ
En la Batalla de Tarapacá, Belisario Suárez, jefe de Estado Mayor, consiguió
derrotar al enemigo, pero tuvo que abandonar Tarapacá quedando este territorio bajo el
control de Chile. Los peruanos se retiraron a Arica en busca de refuerzos.
La Batalla de Tarapacá, se produjo el 27 de noviembre del año 1879 durante la
Campaña de Tarapacá de la Guerra del Pacífico. Se produjó cuando columna de 2.300
soldados chilenos dirigidos por el general Luis Arteaga atacó temerariamente a un
contingente peruano y boliviano de 4500 el cual los superaba en número a las tropas
en Tarapacá comandadas por el General Juan Buendía, dando como resultado una
derrota dura. La segunda linea del Regimiento de Chile fue la unidad más dañada,
perdiendo casi la mitad de su fuerza, junto con su comandante el coronel Eleuterio
Ramírez y su segundo al mando, el teniente coronel Bartolomé Vivar. Además, la
unidad perdió su bandera, que fue recuperado seis meses más tarde después de la
batalla de Tacna. A pesar de la victoria peruana boliviana no pudieron impugnar el
dominio chileno del departamento de Tarapacá, el cual abandonaron al control
chileno.
Cuando Buendía llegó a Tarapacá, envió emisarios a reclutar a las personas, por lo
que, unos días más tarde, sus tropas crecieron a 2.000 hombres, además se les unió
la división de Ríos que llegó de Iquique con suministros, aparte de comida y agua ya
existentes en Tarapacá. Al final, hubo 4.500 soldados peruanos y bolivianos
estacionados en Tarapacá.
Campo de Batalla
Tarapacá fue una ciudad comercial fundada por los españoles en el siglo XVI sobre
uno de los caminos incas que enlazaban las montañas con el mar. Un pequeño
arroyo formado por la nieve de los Andes, recorre la ciudad, permitiendo pequeñas
plantaciones.
Juan Buendía era muy consciente de la presencia chilena, notificada por los oficiales
y futuros héroes de la Guerra del Pacifico: Andrés Avelino Cáceres y Francisco
Bolognesi, de que una columna avanzaba por la meseta, y otra se movía hacia
Tarapacá. Buendía ordenó a su vanguardia para volver desde Pachica, 12 kilómetros
al norte de su posición y concentrar su división en la ciudad, el establecimiento de
tiradores en cada edificio para disparar desde una posición segura. También dispuso
a su infantería de manera formaran un campo de fuego cruzado. Los hombres de
artillería del Crl Castañón se situarían en la cuesta de la colina Visagra, para defender
la entrada de la ciudad, apoyada del Batallón de Arequipa.
A las 3:30 a.m. el coronel chileno Santa Cruz se apartó de Isluga, mientras que una
densa niebla cubrió los alrededores. Ramírez y Arteaga comenzó su movimiento.
Desorientados por la niebla. Cuando el amanecer mostraba que él estaba en la
retaguardia del Crl Eleutorio Ramírez, resolvió avanzar en su objetivo. El Crl Santa
Cruz envió a los granaderos chilenos a tomar Quillahuasa, pero fueron avistados por
los puestos de peruanos avanzadas que la voz de alarma.
El oficial peruano Suárez, dándose cuenta de que el ejército peruano podía ser
vencido por los disparos de artillería chilena desde una tierra más alta, rápidamente
mando evacuar la ciudad, poniendo a los soldados en las colinas circundantes.
Inmediatamente los oficiales Andres Avelino Cáceres escalo la colina del norte y
Francisco Bolognesi hizo lo mismo en el extremo sur de Tarapacá.
Creyendo que la batalla había terminado, los oficiales chilenos dejaron que sus
hombres extenuados abandonasen todo orden. Pero el comando peruano estaba
planeando un segundo ataque, dividir su ejército en tres columnas, igual como lo
hicieron los chilenos, pero con la diferencia que sus números mayores permitiría
dividir las fuerzas sin debilitarles.
El ejército chileno perdió en Tarapacá 691 hombres entre muertos y heridos, lo que
representa el 23,6% del contingente presente en la batalla. Por otra parte, el coronel
Eleuterio Ramírez y Bartolomé Vivar, primero y segundo comandantes del
Regimiento 2ª de línea murieron en acción, y la unidad chilena perdío su bandera. La
derrota y el pobre dominio de planificación del general Luis Arteaga, fortaleció el
prestigio del Ministro de Guerra Sotomayor, ya que esta fue la única acción hasta la
fecha prevista sin él, que resultó en un desastre. Por el lado de los Aliados, esta
victoria no tuvo ningún efecto sobre el curso de las acciones, dejaron Tarapacá y
marcharon a Arica, perdieron casi la mitad de sus tropas. A pesar de la derrota, Chile
aseguró la provincia de Tarapacá.
Campaña de Tacna y Arica
Batalla de Tacna. Conocida también como Batalla del Alto de la Alianza, fue una acción
bélica que se desarrolló el 26 de mayo de 1880 en Tacna, en el marco de la Guerra del
Pacífico, siendo una de las acciones militares más grandes de la Campaña de Tacna y
Arica.
Antecedentes
Las tropas aliadas acamparon a las afueras de la ciudad de Tacna, lugar al cual llamaron
Alto de la Alianza e instalaron una guardia para vigilar Quebrada Honda, que era la ruta
más fácil de ataque para las tropas chilenas.
Mientras tanto, los arrieros chilenos que habían tomado la delantera, son tomados
prisioneros por los Husares de Junín y llevados a la presencia de Campero, quien logró
enterarse que los chilenos, como se suponía, acamparían en Quebrada Honda. Al tener
conocimiento de esto, en consejo de Guerra se trazó una estrategia.
El plan de las tropas aliadas era sorprender a las fuerzas enemigas en la quebrada, para
lo cual comenzaron el avance sobre el lugar al mando del general Campero, quien
intento sorprenderlos en medio de la noche, y con tal fin hizo salir a gran parte del
ejército; que no prestaron demasiado atención a la ruta a seguir, perdiéndose debido a
la oscuridad, haciendo así fracasar el plan de ataque, haciéndolos volver a su primitivo
campamento.
Fracasado este plan de ataque, planificaron la defensa a usar, dividiendo las tropas en
tres secciones:
Desarrollo de la batalla
La batalla se inició el 26 de mayo de 1880. El objetivo chileno era Tacna y para ello
había preparado un ejército de 19 000 hombres al mando del general Manuel
Baquedano. Las fuerzas aliadas sumaban sólo 12 000 efectivos, 6500 peruanos y 5500
bolivianos. Las fuerzas de ambos bandos se estructuraban en base a la infantería,
caballería y artillería en ataque frontal y cuerpo a cuerpo, con la entrada de oleadas de
cargas de caballería y cobertura con martilleo de cañones. La continuidad del desierto
se rompía en la meseta de Intiorco, donde se instaló Campero.
Entre las nueve de la mañana y las tres de la tarde se combatió fieramente, el episodio
más destacado fue la intervención heroica de los colorados de Bolivia que cargaron
para reforzar la debilitada ala izquierda del coronel Camacho. El empuje de los
colorados representó un fuerte avance aliado que hizo retroceder a la primera división
chilena y resistió con entereza la carga chilena de caballería de Yavar. Allí estuvieron el
coronel Felipe Ravelo, Bustillo, González y otros jefes.
Los chilenos tenían en reserva una división y casi toda su caballería. El ataque final de
Chile terminó por desmoronar a los aliados, agotados por la fallida incursión de la
madrugada anterior, inferior en número, escasa de munición, sedienta y seriamente
diezmados.
Consecuencias de la batalla
Más de 5000 muertos y heridos con una alta proporción de jefes y oficiales
quedaron en el campo. Los destacamentos Murillo y zapadores de Bolivia y
Tacna del Perú, fueron la última resistencia. Tacna cayó en manos de los chilenos
al final de la tarde.
2. BATALLA DE ARICA
Desde aquel día Arica pasó a poder chileno, lo que quedó legalizado con la
firma de los tratados de 1883 y 1929.
La Batalla de Arica fue un enfrentamiento militar entre las tropas peruanas y
chilenas que se realizó el 7 de junio de 1880 en la ciudad de Arica y que formó
parte de la Guerra del Pacífico, iniciada en abril de 1879.
ANTECEDENTES
A los pocos días, los invasores chilenos rodearon la zona peruana de Arica. Al
enterarse de esto, Francisco Bolognesi aceptó la misión de defenderla con su
vida.
Al final, la escuadra chilena tomó el morro e hizo su bandera. Desde aquel día
Arica quedó en poder chileno, lo que fue legalizado con los tratados de 1883 y
1929.
FRANCISCO BOLOGNESI
En cuanto a la batalla, la línea peruana estaba defendida por los Ejércitos del
Norte y del Centro, al mando del general Ramos Vargas Machuca y el coronel
Juan Nepomuceno Vargas respectivamente. Cada ejército tenía 5 divisiones;
las primeras 3 divisiones del Ejército del Norte formaban el 1° Cuerpo del
ejército al mando del coronel Miguel Iglesias, quien también era Secretario de
Guerra, las otras dos el 2° Cuerpo del ejército al mando del coronel Belisario
Suárez, las divisiones 3ª y 5ª del Ejército del Centro con una división volante
formaban el 3° Cuerpo al mando del coronel Justo Pastor Dávila y las
divisiones 1ª, 2ª y 4ª formaban el 4° Cuerpo del coronel Andrés A. Cáceres. Los
ejércitos estaban al mando del Jefe Supremo Nicolás de Piérola y tenía como
Jefe del Estado Mayor General de los Ejércitos al general de brigada Pedro
Silva. Los 4 Cuerpos del ejército también tenían bajo su mando la artillería, las
fuerzas irregulares, los ingenieros, el personal administrativo o la caballería que
estuviera en su zona. José Torres Lara era soldado del batallón Concepción N°
27, formado mayoritariamente por conscriptos de Junín, al mando del coronel
temporal Juan E. Valladares y junto con el Ancash N° 25 y Zepita N° 29
formaba la 5ª división del Ejército del Norte. La mayoría de soldados peruanos
tenía el uniforme color blanco, es algo que se debe saber para entender ciertas
líneas del relato.
Una o más hora transcurría desde que nos despertaron, cuando unas
detonaciones aisladas primero y descargas sucesivas después, se percibieron
bastante apagadas por la distancia, en nuestra ala derecha. Como los
desgarramientos de las nubes en las tormentas andinas, el bronco ruido de los
cañones se dejó oír luego y el relampagueo de la explosión nos indicaba el sitio
del ataque. Pero no nos entretuvo más el lejano espectáculo; porque así como
un castillo cuyas guías de fuego han sido hábilmente dispuestas por el
pirotécnico para un efecto instantáneo, un vivo resplandor como aureola, se
extendió por todas las colinas de San Juan, y un fuego graneado de fusilería
nos anunció que la batalla estaba empeñada en toda la línea. Si graneado se
inició el fuego de la infantería, el de la artillería con sus resplandores más
extensos y más intensos, se rompió también con su rabia, y su continua
sucesión expresaba la impaciencia, el coraje y la serenidad de los que
manejaban los cañones.
Un ¡viva el Perú! espontáneo y estentóreo, respondió a nuestras filas a los
ruidos del combate: nuestro pabellón fue sacado de su caja, enarbolado en su
asta, y el porta, el subteniente Ugarte, tomó la insignia del batallón para no
soltarla mientras no lo obligara una bala enemiga…
… Ya era de día cuando se dio orden a todo el 2° Cuerpo del Ejército para que
fuera a ocupar un lugar más próximo a las posiciones en que se batían los
nuestros. Desfilamos sin demora, atravesando por la plazoleta de la hacienda
San Juan, y fuimos a desplegar los seis batallones a retaguardia del centro de
batalla… De entre el ruido atronador del combate percibías claramente la
música de “San Miguel de Piura”, que tocaba probablemente el pabellón de
este nombre para unir en esos instantes supremos el pensamiento de nuestra
Patria chica al de Patria grande. Otros cuerpos tocaban diana, y era patente
que nuestros soldados, nuestros reclutas, puede decirse, hacían buena cara al
enemigo.
El efecto eventual de los proyectiles perdidos del enemigo no había sido con
todo hasta este momento de daño tan grave como para inspirar temor; pero la
acción entraba ya en su período álgido y nuestra situación se modificaba con
gran desastre. De pronto una onda agitó toda nuestra línea, y una voz siniestra
cundió de boca en boca: ¡Los chilenos, los chilenos! ¡Miren como avanzan! Sí;
envuelta en la bruma del humo y del polvo del combate, avanzaba una
numerosa fuerza enemiga a apoderarse del abra por donde viene el camino de
Lurín a Chorrillos; y avanzaba y avanzaba incontenible, era de verlo y no
creerlo; pues ¿qué hacíamos nosotros…? Transcurrió espacio de tiempo
inestimable y perdido para nosotros, cuando vi llegar a toda carrera al general
Pedro Silva y hablar, accionando enérgicamente, con el coronel Suárez, partió
luego a escape un ayudante, y poco después el batallón de la cabeza, el
“Huánuco”, se desprendió de la línea y avanzó a reforzar la posición; peros e
encontró con el reflujo de los que venían en derrota, y vaciló. Luego se
desprendió el veterano “Paucarpata”, y abriéndose en guerrillas al mismo
tiempo que avanzaba, marchó sobre el enemigo; pero fue inútil su resolución y
su serenidad, porque interceptada la muchedumbre de nuestros dispersos,
antes de poder hacer uso de sus armas fue también dominado por la corriente
de la derrota, sufriendo la suerte de ser destrozado, sin poder causar daño al
enemigo. Había sido herido el Comandante General Coronel Buenaventura
Aguirre de la 4ª división; lo había sido mortalmente el Coronel Chariarse del
“Paucarpata” y de gravedad el Coronel Pedro Mas del “Huánuco”.
¿Qué hacían entre tanto los otros batallones del cuerpo de Reserva? El “Jauja”,
que se encontraba más inmediato al lugar de la catástrofe, se desconcertaba;
el “Ancash”, “Concepción” y “Zepita” (“Zuavos”) continuaban inmóviles en su
formación, recibiendo, no ya las balas perdidas, sino los tiros directos del
enemigo que encontraba un blanco seguro. Todos los Jefes, el Coronel Suárez,
el Coronel Pereira de la división y los jefes de los batallones, con una serenidad
admirable, puesto que, estando montados, constituían los blancos predilectos
de los enemigos, todos se esforzaban por igual en infundir su aliento a los que
mandaban. Nuestro Jefe, el Coronel Valladares, decía a sus soldados que
empezaban a dar indicios de vacilación: “Que no se diga que los hijos de
Concepción han corrido”….
Sin demorar, pues, más tiempo que el indispensable para rehacer o rectificar
su formación, salieron, de su abrigo los batallones de la 4ª y la 5ª División a
ocupar nuevos puestos de combate.
También Porfías parecía que sentía repulsión por este sujeto, pues, contra la
costumbre que me ha hecho darle el nombre con que lo llamo, jamás sostuvo
porfía con él; pero estaba tan procaz y tan torpe T, que no pudo menos Porfías
que acercarse y tomar la defensa de los serranos.- Sí, le dijo, muchos correrán,
porque no les importa nada la capital de los viracochas que los insultan cuando
no pueden…. cuando tienen miedo de hacerles algo peor; pero los serranos
que sabemos que estamos defendiendo la Patria…. yo quisiera ver si les da U.
siquiera a la rodilla. U. que tan valiente es…. con la boca;- y le volvió la espalda
sin hacer mas caso que el desprecio merecido de las palabras de T. que lo
provocaba diciendo:- Vamos afuera del cuadro… para que veas a donde te
doy.
He visto, en efecto, confirmadas las palabras de Porfías: muchos de estos
indios, sin concepto alguno patriótico, sin necesidad de exponer su vida por lo
que no existe para ellos, han huido de la muerte en cuanto les ha sido posible
libertarse de la fuerza que los obligaba a arrostrarla; pero muchos, también,
conscientes de lo que hacían, muchos de esos indios de cara mansa y
apacible, los he visto magníficos en el combate, y recibir heroicos un balazo en
el pecho o en la frente, o caer atravesado por una bayoneta enemiga…
Sosteniendo esta actitud estuvimos más o menos hasta las diez de la mañana,
hora en que abandonamos el abrigo de las tapias tras de las que estábamos y
tomamos camino de Chorrillos: se había recibido orden de intentar un postrer
esfuerzo para auxiliar o liberar nuestras tropas de la derecha de la derecha que
peleaban ardorosamente en el Morro Solar y en la población. Una vez más
renacieron los bríos del batallón, y acallando nuestros gritos de entusiasmo el
ruido de la batalla, penetramos a la población. Acosados por todas partes,
sordos al silbido de las balas que caían como granizo, ciegos a la vista de la
muerte que marcaba nuestra marcha con huellas de sangre, llegamos en tan
resuelta actitud hasta la iglesia del Buen Pastor… Pero ¿por qué se retiraba
nuestra gente que cubría el frente (que en nuestro desfile teníamos a la
derecha)?.... También por las calles de la población pasaba el tropel de los
nuestros en sentido contrario al del enemigo. A la altura del Buen Pastor
flanqueamos a la derecha y penetramos por la boca-calle al corazón del
pueblo; imaginé que esto tendría por objeto cubrir nuestra maniobra ofensiva;
pero muy pronto supe que era para contramarchar algo a cubierto de los
fuegos con que éramos ofendidos.
¿Había sido por falta de fuerzas que apoyaran y secundaran el ataque lo que
impidió llevarlo a fondo? ¿o había sido una maniobra para atraer la atención y
el fuego del enemigo sobre nosotros y pudieran retirarse nuestras tropas de la
derecha? Sólo en este caso resultaría útil nuestra acción, porque, en efecto,
una parte de las tropas que se batían allí, se abría paso a punta de bayoneta
por la calle Lima; al mismo tiempo que soldados del “Concepción”, dando la
mano a los del “Ancash”, rescataban un jefe y varios soldados capturados por
chilenos del “Esmeralda”, que a su turno quedaban prisioneros. Fue en este
momento que cayó con una estrella en la frente el subteniente Goret.
- ¿Has oído?
- Sí….
Solo conociendo la magnitud del desastre podía explicarse la actitud de los que
debían acudir en auxilio de los combatientes: de los 18000 hombres formados
esa mañana en la línea de San Juan sólo seis mil, una tercera parte, formaron
en la de Miraflores; en otra tercera parte se apreciaban los muertos, heridos y
prisioneros…. Una cantidad igual se había disipado, se había colado por entre
las filas de la Reserva que se desplegó para cerrar el paso a los dispersos.
Eran las dos de la tarde cuando se arrió nuestra bandera en el Morro Solar
sobre sus defensores muertos o rendidos por falta de municiones y de auxilio, y
surgió la de la estrella de Chile; pero, como si sus soldados no la juzgaron
dignas de lucir en el cielo puro y sereno de la gloria, bien pronto se ofuscó
entre el humo del incendio…”
Un día como hoy, se recuerda la Batalla de Miraflores. El saqueo de Chorrillos
no fue un secreto para los peruanos. Cáceres, inclusive, trató de aprovechar la
euforia chilena para atacar por sorpresa, pero Piérola consideró inútil tal
iniciativa.
El 14 de enero se pactó una tregua entre ambos bandos que duraría hasta la
medianoche del 15 de enero. Sin embargo, el adversario empezó a movilizar
sus tropas desde el 14 para atacar Miraflores. La línea de defensa de
Miraflores se organizó en tres sectores. El de la derecha quedó a cargo de
Cáceres, el centro a las órdenes del coronel Belisario Suárez y la izquierda
bajo el mando del coronel Justo Pastor Dávila.
La defensa estuvo a cargo del mismo Cáceres hasta que se quedó sin
municiones y sin refuerzos y tuvo que replegarse sobre el Reducto 2, que
también fue atacado por la retaguardia. Cáceres observó que era imposible
continuar la resistencia sin municiones, así que ordenó la retirada. En ese
momento, dos balazos atravesaron su kepis, pero sin herirlo.
2. BATALLA DE MIRAFLORES
Batalla de Miraflores. Realizada el 15 de enero de 1881 fue la culminación de la
Campaña de Lima, tercera fase de la Guerra del Pacífico y marcó el inicio de la
Campaña de la Cordillera de los Andes que duró entre 1881 y 1883.
El ejército chileno al mando del General Manuel Baquedano, apoyado por tres buques
de la armada chilena, derrotó a las fuerzas atrincheradas en parte de la segunda línea
defensiva peruana en Miraflores, dirigida por Don Nicolás de Piérola luego de más de
cuatro horas de combates. Los reductos de Surco y Ate no combatieron. Dos días
después de esta batalla el Ejército de Chile entra a la ciudad de Lima, capital del Perú,
el 17 de enero de 1881.
ACTITUDES DE PIÉROLA, CÁCERES E IGLESIAS
Nicolás de Piérola
Al término de la batalla, así lo cuenta José María Químper, Piérola dormía encerrado
en una habitación de la hacienda Vásquez, a la izquierda de nuestra línea de
Miraflores, a más de una legua de este pueblo (Documento citado de la Recopilación
de Ahumada Moreno).
A esas horas, tras la dura jornada, Cáceres tendía su capote en el suelo para descansar
un momento junto a sus soldados, pensando constantemente en la manera de revertir
la situación que no podía ser más grave. Es bien conocido que esa noche, en que las
tropas chilenas se hallaban entregadas al saqueo y la embriaguez en Chorrillos, solicitó
de Nicolás de Piérola con terquedad, autorización para emprender un ataque que
hubiese cogido de sorpresa al enemigo y bien conocido es también que el dictador
desechó el proyecto, calificándolo de estéril e inútil.
Se pactó tregua el 14, durante la cual Miguel Iglesias, prisionero la víspera, fue
comisionado por los chilenos para negociar con Piérola. El armisticio debía durar hasta
la medianoche del 15 pero no fue respetado por el enemigo, que el mismo 14 movilizó
sus tropas en disposición de ataque sobre Miraflores.
LA LÍNEA DE MIRAFLORES
Según Cáceres, en Batalla de San Juan y Miraflores el ejército peruano no fue
enteramente aniquilado sino más bien disperso. En realidad, para defender Miraflores,
Piérola pudo reorganizar 10000 hombres de los restos de San Juan y Chorrillos, más
6000 de la reserva y otros 2500 que pudo solicitar al Callao. Pero sólo reorganizó 500
del ejército de línea y trajo del Callao apenas 800. Ellos, con la Reserva, sumaron los
12000 que se formaron contra los 22000 chilenos.
Reducto Nº 1 tomado por tropas chilenas el 15 de enero de 1881, este Reducto se
ubicaba cerca al hoy malecón de la Reserva entre el malecón y la avenida Paseo de la
República. Fue defendido por el coronel Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, hasta que
se quedó sin municiones y sin esperanza que llegara refuerzo alguno.
La línea de Miraflores se organizó en tres sectores de defensa. El de la derecha quedó a
órdenes de Andrés A. Cáceres Dorregaray, el centro a las de Belisario Suárez y la
izquierda a las de Justo Pastor Dávila. En los diez reductos desparramados en una
extensión de doce kilómetros, intervalos de 800 a 1000 metros, se montaron algunas
piezas de artillería, guardadas por tropas de reserva. Quedaron a las órdenes de
Cáceres los batallones Juan Fanning, Arias y Aragüez, Carlos Arrieta, Augusto
Seminario, Maximiliano Frías, Noriega, Frisancho, Porras, Garay, Crespo y Zevallos.
POR EL TRIUNFO O POR EL SACRIFICIO
En la mañana del 15, Cáceres recorrió todo su sector, dictando diferentes disposiciones
de combate, y, principalmente arengando a sus soldados para combatir con honor por
el triunfo o el sacrificio. Al percatarse que las guerrillas enemigas se situaban a 500
metros de su frente, Cáceres hizo notar al General Pedro Silva que la tregua era
violada, obteniendo por respuesta que por nuestra parte teníamos que cumplirla
rigurosamente. Pero casi de inmediato, cuando empezaba la tarde, se dió inicio a la
batalla, al contestar las tropas de Cáceres al ataque frontal de la división Lagos al
tiempo que de flanco eran bombardeadas por la escuadra enemiga. Desde el principio
la lucha fue desigual, pero con todo, los peruanos hicieron allí prodigios de valor,
haciendo honor a la tradición de su heroico conductor.
PIÉROLA A BUEN RECAUDO
Ninguna respuesta favorable obtuvieron las ayudantes que envió Cáceres ante Piérola
demandándole refuerzos. El generalísimo, escribió el héroe, en ningún momento se
presentó en la línea y permaneció en Vásquez con sus ayudantes y el coronel
Echenique, jefe del Ejército de Reserva (Memorias, Lima, 1980, tomo I, pp. 144 y 145)
Relata un reservista de Piérola, como trastornado, procuraba alejarse a galope de los
sitios peligrosos al tiempo que el coronel Cáceres dirigía su anteojo sobre las
polvaredas que pudieran indicar opas en marcha. Refuerzo, ninguno. Eran, mientras
tanto, las 4 p.m y el fuego enemigo continuaba con gran vivacidad…. Hacía más de tres
horas que combatíamos y sin embargo ¡no recibíamos ningún refuerzo! Cáceres,
desesperado, decía confidencialmente en un grupo (No tenemos ya municiones;
estamos perdidos),(Apuntes de un reservista sobre las jornadas del 13 y 15 de enero
de 1881, documento inserto en la Recopilación de Ahumada Moreno, tomo VI, pp.
190-196).
CÁCERES ES HERIDO EN HEROICA RETIRADA
Pese a tanta desventura, el héroe alentaba sin cesar a soldados y reservistas,
reclamándoles un último esfuerzo y ellos, según refiere quien los vió nimbados de
gloria en tan terribles momentos, al reconocer a nuestro comandante general
recorriendo la línea, se electrizaban con su presencia, como si ella les inspirara mayor
confianza ¡ Viva el Peru ! , Gritaba Cáceres al pasar ¡ Pararse muchachos ! , ¡ Viva el
Peru ! contestaban todos, pero con una voz tan unida, Pero con tanto brío y frenesí
que era preciso ser de piedra para no conmoverse y conservar la serenidad.(Lo que yo
ví, crónica publicada en el periódico El Orden, Lima, 1881).
Sin apoyo y extenuada su hueste, Cáceres ordenó un primer repliegue, unió los restos
de su ejército con la reserva que a las órdenes del coronel Correa y Santiago se puso a
sus órdenes. Hubo un momento de tregua, pero porque el enemigo suspendió
momentáneamente los fuegos para reagruparse y emprender la ofensiva final, con
superioridad de fuerzas.
Los valientes de Cáceres se defendieron en los reductos, pero al observar el jefe que
era imposible y hasta inhumano continuar la resistencia sin municiones, perdida ya la
esperanza de ver aparecer refuerzos, ordenó la retirada.
Fue en esa circunstancia que dos balazos atravesaron su kepis sin herirlo, pero al
detenerse para encabezar una postrera resistencia en la izquierda, recibió un balazo en
la pierna al tiempo que su caballo era también alcanzado. Dice un testigo que entonces
perdimos al jefe que hubiese podido salvar en orden los restos del ejército y gran parte
del parque. Ello sucedió alrededor de las seis. Caído Cáceres nadie pudo contener la
dispersión de las diezmadas tropas.
DETALLES DE LA BATALLA DE MIRAFLORES
Todos sabemos el resultado desgraciado de esta batalla: la toma de Lima por la
soldadesca chilena. Pero esta derrota no se debió a la cobardía de los soldados
peruanos, pues los batallones que opusieron resistencia lejos de abandonar el campo,
descansaron para siempre en él existieron muchos reductos desde el mar hasta
Monterrico; pero sólo tres, el que se ubicaba en el malecón (Reducto Nº 1), el de
Miraflores (Reducto Nº 2) y el situado en La Palma (Reducto Nº 3, hoy Surquillo),
fueron los que llevaron el peso del ataque chileno, que rehuyó el combate en los otros
frentes.
Regimiento Chillán formado en Lurín antes de las batallas por Lima. Combatió en
Miraflores como parte de la brigada Gana
El 13 de enero de 1881, Nicolás de Piérola el Dictador (según Guillermo Thorndike, su
verdadero nombre era Nicolás Fernández Villena, pero prefería llamarse a sí mismo,
Nicolás de Piérola: quizá le sonaba más aristocrático), a quien le atribuye la derrota Paz
Soldán, reunía en Junta de Guerra a los Jefes de su Ejército en su regia mansión de
Miraflores ubicada en la quinta del banquero Schell, rodeada de amenísimos jardines
(Benjamín Vicuña Mackenna). Asistieron a ella entre otros, los generales Montero,
Buendía y Segura,los coroneles Dávila, Montero, Cáceres, Suárez, Iglesias, Noriega,
Figari, Pereyra, Derteano, La Fuente y Echenique (Rosa Allison de Broggi, Lib. cit.).
Piérola les manifestó la causa de la reunión: conocer el espíritu que animaba a las
tropas y si podían éstas hacer una seria resistencia, pues como primer paso para
negociaciones de paz, los chilenos querían la entrega de la línea de Miraflores.
El Coronel Aguirre ensangrentado, por una herida recibida en la sien, se manifestó
resuelto a presentar combate y su opinión fue seguida por casi todos los presentes
(Rosa Allison de Broggi). La reunión terminó acordando la batalla y dictando las
medidas para construir las obras de defensa.
A las nueve y media del día siguiente (14 de enero de 1881), se presentó en la casa de
Piérola, un parlamentario chileno que fue echado por carecer de suficiente autoridad.
Dos horas después el coronel Iglesias, prisionero de los chilenos, mantenía con Piérola
una larga conferencia. Este coronel había sido encargado por el General en Jefe
Chileno, Baquedano de proponer una capitulación sobre la base de una entrega
incondicional de los buques y fuertes del Callao y de la Capital. Aceptada la proposición
de negociar, Iglesias regresó alrededor de las cuatro, al campamento chileno, como lo
había prometido.
A las dos y media de la tarde, recibió Piérola un despacho telegráfico del Ministro de
Relaciones Exteriores, por el cual se le informó que el cuerpo diplomático acreditado
en Perú, ofrecía su ayuda en las negociaciones con los chilenos. A esto contestó Piérola
que, el asunto traído por el parlamentario chileno permitía la intervención del cuerpo
diplomático, que se aceptaba.
La primera labor de dichos funcionarios fue proponer un armisticio que vencía en la
medianoche del día 15, a fin de poder entablar negociaciones. Este armisticio, fue
aceptado tanto por Baquedano como por el Dictador peruano.
El 15, por la tarde, de Piérola se hallaba almorzando en su casa de Miraflores con los
jefes peruanos y los comandantes de las escuadras extranjeras, cuando llegó la
Comisión Diplomática.
Acababa de salir Piérola a recibirla y estaba cambiando saludos cuando los disparos del
campo de batalla comenzaron a oírse. Resultaba que el General Baquedano en un
reconocimiento había sobrepasado las líneas peruanas y éstas rompieron fuego. Los
chilenos contestaron de tierra y del mar y se entabló así, la Batalla de Miraflores en
medio del desconcierto de los que confiaban en una tregua y en las negociaciones
hechas al amparo de esa calma.
El Cuerpo Diplomático quedó sólo en la casa de de Piérola, pues éste, tras un ligero
saludo de despedida, había corrido a su caballo y marchado en compañía de los Jefes.
No teniendo vehículos y bestias en qué regresar a Lima, los diplomáticos debieron
emprender la marcha a pie en medio de la batalla.
A las dos y cuarto, del día 15 de enero de 1881, se había iniciado la batalla. Los
chilenos, lejos de imitar a los peruanos en su extensa línea de defensa, concentraron el
ataque contra los primeros reductos de la derecha peruana, es decir, del mar a la línea
del tranvía.
Las dos divisiones atacadas, estaban al mando del Coronel Mariano Noriega y del
Coronel Mariano Zevallos, bajo las órdenes del Comandante en Jefe, Coronel Andrés A.
Cáceres. Las tropas de reserva situadas en los reductos estaban formadas por los
profesionales, políticos y comerciantes de Lima. Las tropas de línea, cubrían el espacio
entre reducto y reducto. En total eran 5 500 hombres contra 22000 vencedores
chilenos.
Resulta que a la sorpresa del ataque chileno, se unió el abandono del campo por el
señor de Piérola, para producir gran desconcierto en las tropas, las cuales sin órdenes
de un comandante, actuaban por iniciativa propia.
A pesar de esto, a las cuatro los peruanos rechazaban el avance chileno y dominaban
en el campo hasta las cinco. Pero habiendo recibido los combatientes de primera línea
municiones que no correspondían a sus armas y cansados de no recibir refuerzos,
abandonaron sus posiciones siendo seguidos por los demás soldados en esta retirada.
La victoria se torno entonces intempestivamente para los chilenos cuando la sola
visión de tropas peruanas de refuerzo, los hubiera desbandado, según la misma
opinión chilena.
Lo triste de esta batalla fue que mientras el heroísmo de los batallones de reserva
formados por lo mejor de la Capital como ya se dijo, acababa con sus vidas, cerca de
ocho mil hombres de tropa, permanecían inactivos a la izquierda de la línea peruana,
haciendo infructuoso el sacrificio de nuestros civiles.
El chileno Fuenzalida, ocupó el pueblo de Miraflores al vencer a los últimos defensores
del Reducto Nº 1, y acto seguido el bello balneario se vio envuelto en llamas, siguiendo
la suerte de sus hermanas Chorrillos y Barranco y rodeando esta salvaje hoguera
yacían en el campo, los que entregaron sus vidas antes de entregar sus hogares.
Guillermo Thorndike, sobre la Batalla de Miraflores, nos dice:
"Andrés A. Cáceres y los coroneles Noriega y Zevallos se encontraron en la estación
ferroviaria a las 2 de la tarde. Piérola convocaba una urgente Junta de Jefes. Pasadas
las doce, Iglesias regresó al encuentro del Parlamentario chileno... Don Isidoro
Errázuriz, carecía de poderes para preparar un armisticio. Manda decir, su Excelencia
que está dispuesto a recibir a un Plenipotenciario chileno y a discutir la paz, siempre y
cuando venga premunido de las debidas credenciales."
A cien metros de la quinta de Schell el Señor Cáceres se volvió al escuchar un trote
largo de caballo. Tardó en reconocer al Coronel Buenaventura Aguirre.
Desmontaron frente a la quinta que ocupaba su Excelencia.
Caballeros, los he reunido no para conocer sus ideas personales sobre la situación ni
para preguntar si están listos para dar sus vidas si fuera necesario, sino, para que me
manifiesten cuál es el espíritu de sus tropas y si podemos depender de ellas para librar
una segunda batalla.
Es necesario que conozca si nuestros soldados pueden ofrecer una seria resistencia.
Quiero añadir que, como condición previa para entrar en negociaciones de paz, el Jefe
chileno pide que le entreguemos la Línea de Miraflores con todos sus reductos y
defensas. He rechazado tan humillante proposición.
Saint John expresó preocupación que el comando chileno ignorara las advertencias de
los neutrales. En este caso, tendría que usar la fuerza.
Si los chilenos pretenden saquear Lima, tendremos que impedírselo, dijo Viviani. ¿Qué
dicen nuestros marinos?.
El británico Sterling y el italiano Sabrano dejaron que hablara Bergase Du Petit
Thouars. Era el almirante más antiguo y por esa razón comandaba la Escuadra neutral.
Si es necesario, podemos echar a pique a la Escuadra chilena, anunció Petit Thouars,
eso bastaba.
Por unanimidad, los ministros otorgaron autorización al almirante francés para usar la
fuerza de todos los buques neutrales, si es preciso impedir otra jornada de barbarie.
Señorías, si bien lo que hemos acordado merece calificarse de un indispensable acto
de civilización, no me parece suficiente, intervino el doctor Uriburu, ministro de
Argentina. Debemos tomar la iniciativa para que se celebren inmediatas
conversaciones de paz. Hay que impedir otra batalla.
Contempló la ruina de Chorrillos, respiró su pestilencia a muerte y carbón. La magnitud
del ultraje recibido no sólo la muerte, también el degüello de prisioneros, la
multitudinaria violación de mujeres, el incendio a traición y los cadáveres profanados y
el saqueo admiraban la hombría de Iglesias para desafinar en un torrente de
reproches. ¿Quién se equivocó, quién permitió el error?.
Hoy no habrá batalla en Miraflores. Hace un rato, el Estado Mayor General informó
que se ha pactado una tregua hasta medianoche. Baquedano se compromete a no
avanzar más allá del terreno ocupado por su gran guardia en Barranco. Tampoco los
peruanos deben salir de los reductos.
Sin embargo, los chilenos abusando de la honorabilidad de los jefes peruanos,
aprovechan la tregua para ubicar a las tropas en posiciones de asalto.
NÚMEROS
El historiador peruano Jorge Basadre indica que en la defensa de Miraflores
participaron 2500 hombres del ejército de reserva y 3000 soldados del ejército activo,
sumando 5500 defensores desde el Reducto 1 al 4. Los batallones de los reductos
ubicados en Surco y Ate fueron disueltos por órdenes de Piérola y no participaron en la
batalla. En el ataque chileno Lagos empleó 8.000 soldados con el apoyo de la artillería
de las naves Blanco Encalada, Cochrane y Huáscar. Las bajas peruanas fueron 3000 y
las chilenas 2214 hombres.
El historiador chileno Gonzalo Bulnes indica asimismo, que en la línea defensiva desde
Miraflores en dirección a Surco y finalizando en Ate se encontraban 11000 peruanos,
compuestos por 1000 hombres de dos batallones de la guarnición del Callao, 6000
soldados retirados de la línea de San Juan y 4000 hombres del ejército de reserva
Campaña de la Breña
Con fuerza y mucho carisma, Cáceres pudo levantar a las poblaciones de la cordillera
para resistir la invasión chilena, especialmente gracias al apoyo completamente
beligerante de la Iglesia peruana, dirigida desde el Convento de Santa Rosa de Ocopa.
Estableció como su centro de poder el valle del Mantaro y a Ayacucho como su
reserva.
Su ejército, que empezó con unos cuantos oficiales y 16 gendarmes convalecientes en
el hospital de Jauja, llegó en su momento máximo a más de 3.000 hombres. Sus
soldados vestían modestamente aunque con igualdad de trajes; usaban mayormente
fusiles Peabody y contaban con algunos cañones venidos a través de Bolivia. Pero
carecían de caballería. Fue denominado Ejército del Centro. Era, efectivamente, un
ejército orgánico, compuesto, en parte, de veteranos, sirviéndose de los guerrilleros
solo como tropas de choque. Buena parte de estos estaban armados de rejones, lanzas
y hondas; también eran expertos en el empleo de galgas que hacían rodar desde lo
alto de los cerros sobre los pasos estrechos y desfiladeros. No obstante, los chilenos no
reconocieron a estas tropas como ejército, calificándolo de guerrillas o montoneras, y
por lo tanto, fuera de las formalidades de la guerra.
A lo largo de esta campaña, Cáceres fue apodado “el Brujo de los Andes”, apelativo
debido a que siempre burlaba las maniobras envolventes planeadas por los oficiales
chilenos, y por la forma de dirigir sus ataques, actuando con tanta fluidez que parecía
estar presente en todas partes. Se hacía perseguir por terrenos difíciles hasta alturas
insoportables para los adversarios, quienes caían víctimas del soroche; otra argucia
que usaba era poner las herraduras de los caballos de forma inversa para despistar al
ejército chileno.
Fotografía captada en el estudio Cosme Rodrigo & Co. hacia 1880, donde se aprecia a
Cáceres (pri0mero de la izquierda, sentado) junto a Ramón Zavala, Remigio Morales
Bermúdez, César Canevaro y Francisco de Mendizábal, así como un militar no
identificado.
a) Primera expedición contra Cáceres.- Los chilenos enviaron contra Cáceres
una primera expedición, muy confiados de obtener un triunfo rápido. El encargo fue
dado a la División del teniente coronel Ambrosio Letelier, que logró llegar hasta la
ciudad de Huancayo, cometiendo exacciones en las poblaciones adonde llegaba.24 En
todo su trayecto, los soldados de Cáceres hostilizaron a estas tropas, logrando,
además, arrebatarles el cupo de dinero y víveres que habían obtenido en Huancayo.
Ante su impotencia para derrotar a los "breñeros", el contralmirante Patricio
Lynch (gobernador chileno de la ocupación) ordenó el regreso a Lima de la División
Letelier. Este fue el primer fracaso chileno contra Cáceres.22
Letelier demoró en retornar a Lima. En el trayecto destacó a una de las compañías del
Regimiento Buín 1° de Línea en la hacienda Sángrar (en la provincia de Canta) y de
propiedad de Norberto Vento), con el objeto de reaprovisionarse y descansar. Avisado
el coronel peruano Manuel de la Encarnación Vento, que se encontraba en las
cercanías, avanzó con sus tropas reforzadas por 50 guerrilleros canteños. Con esta
fuerza sorprendió a los chilenos, acorralándolos en la hacienda Sángrar (26 de junio de
1881). Los chilenos se atrincheraron en el edificio de la capilla, dando tenaz resistencia.
El resultado de este encarnizado combate de Sangrar fue favorable a los peruanos,25
que se retiraron rescatando el ganado que había confiscado el enemigo y llevándose
dos prisioneros, así como 48 fusiles comblain y abundantes cartuchos.26 A Letelier, que
durante toda la campaña envió informes telegráficos a Lima sobre sus ficticios triunfos
sobre masas de indígenas (que ni el mismo Lynch se los creyó)27, no le quedó sino
apresurar la retirada, cargando con los restos de su maltrecha División. Ya en Lima, fue
sometido a juicio por apropiarse de los cupos cobrados indebidamente a las
poblaciones. El departamento de Junín quedó momentáneamente libre de chilenos.25
b) Segunda expedición contra Cáceres. Pucará, Marcavalle y Concepción.- Cáceres
estableció su cuartel en Tarma, donde organizó nuevos batallones y se armó con
cuatro piezas Krupp de retrocarga. Luego y de forma sucesiva estableció su cuartel en
Chicla, Matucana y finalmente en Chosica, muy cerca de Lima, en octubre de 1881. 28
Ante ello, Lynch organizó una segunda expedición, mucho más poderosa que la
anterior. La dividió en dos divisiones, una a su propio mando, de 3.000 hombres, que
avanzaría hacia Canta y atacaría a Cáceres por la retaguardia; la otra, de 1.500
hombres, bajo el mando del coronel Pedro Gana, que marcharía vía ferrocarril hacia
Chicla, para atacar al adversario frontalmente. Era principios de 1882. Lynch trataba así
de ejecutar la clásica maniobra envolvente, pero falló ante la habilidad del jefe
peruano, que se retiró, oportunamente, hacia Tarma. Ante esta situación, Lynch
decidió volver a Lima, encomendando al coronel Gana la persecución de Cáceres, para
lo cual reforzó su destacamento hasta completarlo en 3.000 hombres. Gana, por su
parte, dejó el mando de la división al coronel Estanislao del Canto, y volvió también a
Lima.29
De Tarma, Cáceres pasó a Jauja y de allí a Huancayo, donde pasó revista a sus tropas,
que sumaban 1.300 hombres. Mientras tanto, Del Canto iba a su encuentro. Cáceres
optó entonces por retirarse más al interior, pero al avanzar hacia Pucará se encontró
con las fuerzas chilenas. Se produjo entonces el Primer Combate de Pucará (5 de
febrero de 1882). Si bien inicialmente los chilenos creyeron tener éxito, se encontraron
luego con una segunda línea de combate separada de ellos por una quebrada de difícil
acceso, donde no podía maniobrar su caballería. Pronto descubrieron una tercera línea
de fuego que los atacaba desde una altura dominante. Se produjeron una serie de
combates escalonados. Fatigadas sus tropas, Del Canto ordenó la retirada
hacia Sapallanga y luego hacia Huancayo, mientras que Cáceres continuó
ordenadamente su marcha hacia Ayacucho. Durante el combate, Cáceres, gracias a su
guardia personal, se salvó de una arremetida que para matarlo había desplegado un
escuadrón de caballería enemiga.
De Pucará, Cáceres marchó por Acostambo, Huancavelica y Acobamba, y de allí
a Julcamarca donde una terrible tempestad mermó sus fuerzas considerablemente,
quedando reducido a 400 hombres, famélicos y harapientos. No obstante, continuó su
marcha hacia Ayacucho. Se enteró que el coronel Arnaldo Panizo, subordinado suyo, se
hallaba cerca de Ayacucho; éste militar se había negado a entregarle sus tropas, las
cuales sumaban 1.700 hombres. A pesar de contar con menos fuerzas, Cáceres atacó a
Panizo en Acuchimay, triunfando e incorporando esas tropas a su ejército (22 de
febrero de 1882).
En Ayacucho, Cáceres se reorganizó durante algunos meses y logró reunir un ejército
de 4.000 hombres, con quienes salió nuevamente en campaña, en junio de 1882,
rumbo hacia el valle del Mantaro, haciendo previamente movimientos de observación
e incentivando a las guerrillas lugareñas a atacar al enemigo. Muchos pueblos de la
región se le sumaron alborozados pues la incursión chilena se había hecho odiosa por
sus exacerbados abusos y sus demostraciones de racismo hacia el hombre andino.33
Cuando estuvo listo, Cáceres preparó un avance sobre las guarniciones chilenas de
Marcavalle y Pucará, que se produjo el 9 de julio de 1882. Los peruanos atacaron por
tres frentes: por la izquierda Tafur, por el centro Secada y por la derecha el propio
Cáceres. Se produjo el segundo combate de Pucará y el combate de Marcavalle. La
resistencia chilena solo duró 15 minutos; luego entraron en acción los guerrilleros
indígenas y los chilenos fueron perseguidos hasta Sapallanga34 Simultáneamente, entre
el 9 y 10 de julio, la guarnición chilena de Concepción (que se hallaba al mando del
capitán Ignacio Carrera Pinto), sufrió el ataque de los guerrilleros indígenas de Comas
(al mando del coronel Juan Gastó), librándose el combate de Concepción, donde
fueron exterminados los chilenos. A todas estas acciones se les conoce globalmente
como el triple triunfo de Cáceres en Pucará-Marcavalle-Concepción.35
Los chilenos retrocedieron hacia Huancayo, donde se hallaba el grueso de su división, y
el día 11 de julio emprendieron la retirada a toda prisa, pasando por Jaujay Tarma,
rumbo a Lima. El 19 de julio Cáceres ingresó triunfante en Tarma, cuando ya los
chilenos se habían retirado. Coincidentemente, seis días antes, al otro extremo del
Perú, los pobladores de Cajamarca se levantaban contra los abusos de una expedición
chilena y lo derrotaban en la sangrienta batalla de San Pablo, triunfo peruano que no
tuvo mayor significado que el de ser una singular gesta cívica protagonizada por los
cajamarquinos, que luego sufrieron una feroz represalia chilena.3624
Comprendiendo Cáceres que sus enemigos debían retroceder en fuga y cargados de
enfermos, ordenó al coronel Tafur que se adelantase para destruir el puente de La
Oroya, ya que así quedaría cortado el camino hacia Lima. Pero Tafur no cumplió con la
orden dada y Cáceres no pudo acabar con la estropeada División Del Canto, la que
logró pasar por el puente de La Oroya en fuga salvadora hacia Lima. De todos modos,
la segunda expedición chilena contra Cáceres había fracasado rotundamente: el
número de bajas chilenas llegó a casi el 20% de la división, sin contar los enfermos e
inutilizados. Muchos “breñeros” exhibían con orgullo las cabezas y restos mutilados de
los soldados chilenos. Por segunda vez, el departamento de Junín quedó libre de
invasores chilenos.37
Por entonces, los chilenos presionaban al presidente García Calderón (entonces
confinado en Chile) a que firmara la paz con cesión territorial. Las mismas presiones
sufría el contralmirante Lizardo Montero, el vicepresidente establecido en Arequipa.
Ambos mandatarios rechazaron tales exigencias, pero sucedió entonces el
llamado Grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, proclamado por el general
peruano Miguel Iglesias, jefe de las tropas del norte, quien consideraba necesario
firmar ya la paz, incluso con cesión territorial, antes que los chilenos continuaran
destruyendo lo poco valioso que quedaba en el Perú. Cáceres rechazó tal
planteamiento y anunció su voluntad de continuar la lucha.
c) Tercera expedición contra Cáceres. Huamachuco.- Los chilenos, viendo en Cáceres
un obstáculo para finalizar la guerra, en abril de 1883 organizaron una tercera
expedición contra el ejército de la Breña, esta vez mucho más poderosa que las
anteriores, que reunía a 12.000 soldados, que mezclaban a veteranos con reclutas de
los nuevos batallones enviados del sur, pero mejor equipados. Así, sobre Canta marchó
la División León García con 2.000 hombres; al mismo tiempo la División Del Canto se
adelantó sobre Sisicaya con 1.500 soldados; luego, la División Urriola con 3.000
regulares se dirigió por el valle del Rímac; la División Gorostiaga caminó hacia
Cajamarca con 2.600 hombres; y finalmente, rumbo a Huaraz se dirigió la División
Arriagada compuesta de 3.000 soldados.
Mientras tanto, Cáceres decidió movilizarse hacia el norte para reforzar su posición y
además para debilitar a Iglesias. El 1 de junio de 1883 llegó a Huánuco. Luego, atravesó
el Callejón de Huaylas, cruzó la Cordillera Blanca, por un abra de 4800 msnm, subiendo
después de la laguna de Llanganuco; de bajada, Vaquería, Seccha, Acobamba y llegó
a Pomabamba, con dirección Norte hasta Huamachuco.39
1. BATALLA DE SÁNGRAR
El combate de Sángrar fue un acto armado que fue parte de la Campaña de la Breña,
efectuada en Canta, en la sierra de Lima, durante la guerra del Pacífico el 26 de junio
de 1881.
Esta fecha fue reconocida como efeméride con la Ley Nº 28712 con fecha 22 de marzo
de 2006, siendo declarado como Día Cívico Nacional Laborable en toda la República.
Tras la ocupación de Lima en enero de 1881, el gobierno chileno intentó tratar la paz
con su par peruano, que no aceptó firmar un tratado que involucre pérdida de
territorio peruano.
Las fuerzas peruanas estuvieron conformadas por el batallón Canta Nº1 con 100
hombres y los guerrilleros con 40 hombres. Testimonios posteriores indicaron que el
batallón completo estuvo formado por hasta 240 hombres, que habían luchado en la
batalla de San Juan y Chorrillos.
Mientras tanto, Chile formó a 78 hombres de tropa, 3 subtenientes.
El combate se inició al promediar la una de la tarde u la artillería peruana sorprendió
con una fuerte descarga de fusilería por cada flanco escondido tras grandes piedras,
tomando prisioneros a varios soldados chilenos.
En total, Chile quedó con un saldo de 24 muertos, 18 heridos y 2 prisioneros. Perú
sufrió cuatro pérdidas humanas y cinco heridos.
2. BATALLA DE CONCEPCIÓN
El 6 de julio de 1882 la nueva guarnición chilena de Concepción, formada por 76
hombres de la cuarta compañía del Chacabuco (y tres cantineras, una de ellas
embarazada), estaba al mando de Ignacio Carrera Pinto (nieto del prócer chileno J. M.
Carrera y sobrino del ex presidente Aníbal Pinto), éste era conciente que su posición
estaba en la mira de los guerrilleros peruanos, por ello decidió acuartelarse en la plaza
de Concepción.
El jefe peruano que preparaba el ataque sobre los chilenos en Concepción era Juan
Gastó, su tropa estaba conformada según Jorge Basadre por 2 columnas de 50
hombres (regulares) y los montoneros de Comas (G. Huaylinos) y Apata (A. Ponce)
armados con palos, hondas y lanzas, según el historiador chileno Bulnes, los peruanos
eran 350 soldados regulares con apoyo de los montoneros o guerrilleros (el parte de
guerra realizado por el oficial chileno Marcial Pinto Agüero hablaba de 1500
montoneros).
En la tarde del nueve de julio (1882) se inició el ataque peruano, se tomaron los cerros
que rodeaban Concepción y los chilenos se prepararon para resistir con la esperanza
que el coronel del Canto (en Huancayo) llegue en su ayuda, ello nunca ocurrió. El
ataque peruano fue sostenido y los chilenos que intentaban resistir en el perímetro de
la plaza central se vieron obligados a refugiarse en la iglesia del pueblo (la cual había
perdido por acción chilena la imagen de la virgen de la Concepción). El jefe peruano
Juan Gastó envió una solicitud de rendición a Carrera Pinto, éste la rechazó aludiendo
que debido a su estirpe no podía aceptarla.
El combate prosiguió en la noche, los peruanos amparados en la oscuridad habían
tomado el control del perímetro de la plaza, a la media noche ante la feroz resistencia
chilena las tropas peruanas procedieron a quemar la iglesia, a pesar de ello los chilenos
seguían resistiendo, en la mañana del 10 de julio con Carrera Pinto ya muerto y sin las
tropas regulares de Gastó que se habían retirado; los últimos 4 chilenos que resistían,
comandados por el subteniente Cruz fueron masacrados por los peruanos que
mantenían el cerco a la iglesia de Concepción (además de los soldados chilenos
también murieron 3 cantineras y un bebé recién nacido).
Al llegar el coronel chileno del Canto a Concepción encontró a sus compañeros de
armas destrozados, entonces ordenó que le retirasen el corazón a los 4 oficiales
chilenos muertos, los guardo en alcohol y los envió a Santiago de Chile (hoy se
encuentran en la catedral de dicha ciudad), en represalia del Canto ordenó quemar el
pueblo y perseguir a los montoneros que se habían quedado rezagados.
Luego de Concepción las tropas chilenas se retiran completamente del valle del
Mantaro, en ese momento Cáceres planeó un ataque sobre Lima, le pidió ayuda al
presidente provisional Lizardo Montero (en Arequipa), pero éste nunca le dio
armamento ni uniformes, pues temía perder el cargo frente a Cáceres.
3. LA BATALLA DE HUAMACHUCO
Fue librada el 10 de julio de 1883, y fue la última gran batalla de la Guerra del Pacífico
(conocida tambien como la Guerra de Chile contra Perú y Bolivia). Los soldados
chilenos al mando del coronel Alejandro Gorostiaga decisivamente derrotaron al
ejército peruano al mando del general Andrés Avelino Cáceres, cerca de la ciudad de
Huamachuco. Esta victoria de Chile elimino efectivamente al Ejército de Cáceres de la
Sierra, poniendo fin a una amenaza real de la resistencia en los Andes peruanos. La
derrota peruana allanó el camino hacia la firma del Tratado de Ancón, que pondria fin
a la guerra con grandes concesiones peruanas. Además, uno de los mayores héroes de
Perú, el coronel Leoncio Prado, murió como consecuencia de esta batalla.
Antecedentes de la Batalla de Huamachuco: Invasion de Chile al Perú
Después de terminada la campaña marítima de la Guerra del Pacifico, las tropas
chilenas tenían como objetivo la capital del Perú, Lima, la cual caería tiempo después.
Luego de capturar la ciudad de Lima los chilenos emprendieron campañas para
controlar el interior del Perú y eliminar la resistencia nacional.
Durante la campaña chilena en los Andes, el Ejército de Chile sufrió muchas derrotas,
por ejemplo, en Marcavalle, Pucará y Concepción, además de la destrucción de sus
tropas debido a la falta de saneamiento, convenció al mando chileno Superior de la
necesidad de abandonar los Andes Centrales. Este retiro fue posible gracias a la
victoria de Chile en Tarma el 15 de julio de 1882. En ese momento, las tropas de
ocupación se habían reducido a la mitad de su tamaño original. El general Peruano
Andrés Avelino Cáceres controlaba el valle del Mantaro y que, aunque fue brevemente
tomó la ciudad de Huancayo. Estableció su comando en Tarma y se dedicó a
reorganizar su ejército. En enero de 1883, Cáceres había formado una buena tropa de
3200 hombres en el centro del Perú.
Andrés Avelino Cáceres y la resistencia nacional en los Andes
Frente a esta amenaza para las negociaciones de paz ventajosas para Chile, el
almirante chileno Patricio Lynch, Comandante en Jefe, decidió enviar una nueva fuerza
en contra del general Andres Cáceres. Este nuevo ejército compuesto por tres
divisiones, bajo el mando de los coroneles García, del Canto y Arriagada. El ejército
chileno estaba bien armado, y había aprendido las lecciones de anteriores incursiones
en los altos Andes. Su plan era rodear y arrinconar a las fuerzas peruanos en una
batalla convencional. Poco después de que el ejército chileno capturo la estratégica
ciudad de Jauja el 5 de mayo, reunieron sus fuerzas en la ciudad de Chicla. Frente a
esta grave amenaza, el ejército peruano se retiró hacia el norte.
Inicio de la Batalla de Huamachuco
El 8 de julio de 1883 la fuerzas peruanas eran alrededor de 1.440 soldados, además de
unos pocos cientos de guerrilleros indios llamado "montoneros" - tomaron posiciones
en la colina de Cuyulga colina y colina Purrubamba, que tenian vistas a la ciudad. Los
peruanos estaban armados con rifles Remington y Peabody, pero no tenía mucha
munición o bayonetas. Originalmente general Cáceres dividió sus tropas, la mitad
subio a la colina Cuyulga y el resto a la izquierda de la misma, para tratar de cortar al
enemigo por la espalda. El Coronel chileno Gorostiaga tan pronto como vio a los
peruanos en la cima de las colinas, de inmediato se reunieron todas sus tropas y
evacuo la ciudad, tomando posición en el cerro Sazón, una posición defensiva perfecta,
fuerte y con un acceso muy difícil que enfrenta el Cuyulga, que lucía unas ruinas Inca
que iban a ser usados como parapetos.
Cuando los peruanos vieron que las tropas chilenas se habian mudado fuera de la
ciudad, se trasladaron a la ciudad y tomaron el control de la misma, aislando
efectivamente la ruta de escape de los Chilenos. Más tarde, los días 8 y 9 de julio, hubo
un intercambio de artillería entre los dos bandos, pero el asalto final peruano estaba
reservado para las primeras horas del 10 de julio. El Plan de Andres Avelino, llamado el
"Brujo de los Andes", fue la de iniciar el ataque, destruyendo primero las posiciónes
más vulnerables de su enemigo, al sureste de la colina Sazón. Como los chilenos
notaron el avance del Perú, rápidamente se trasladó a su vanguardia de la colina para
tratar de contener la amenaza y contra-atacar el flanco enemigo. Dos compañías del
Regimiento de Zapadores de Chile lograron bajar la colina Sazón en dirección a las
posiciones peruanas en la colina de Santa Bárbara.
Avelino Cáceres respondió enviando dos compañías de su regimiento de Junín y Jauja.
Estas tropas encontraron una fuerte oposición y se quedaron atascadas en la zona.
También envió hacia unas pocas compañías de Cazadores de Concepción y del
regimiento de Marcavalle buscando rodear a las tropas chilenas, por entonces en
retirada. El Coronel chileno Gorostiaga trató de detener la evolución de este
movimiento mediante el envío de una compañía del Batallón de Concepción, al mando
del Teniente Luis Dell'Orto, para enfrentar el ataque de la división peruana del coronel
Germán Astete. Uno tras otro, las empresas chilenas entraron en combate en la misma
proporción que los regimientos peruanos. Por un momento ambos ejércitos estaban
en igualdad.
Ataque del ejército de Cáceres
Superados en número, las fuerzas chilenas se vieron obligadas a retirarse a sus propias
líneas bajo fuerte ataque peruano. Poco a poco los peruanos empezaron a empujar a
la línea enemiga completa hacia la cumbre. La artillería chilena fue silenciada y se
reagruparon en la izquierda de las líneas de Chile, protegido por la caballería del
Regimiento de Zapadores y, además de las tropas de las unidades de Concepción y
Talca. Los peruanos casi habian llegado a la cima de la colina.
Después de cuatro horas de lucha, Avelin Cáceres casi podía saborear la victoria. Las
fuerzas del general chileno Gorostiaga se redujeron a defenderse a sí mismos en sus
parapetos en la parte superior de la cumbre Sazón. Fue en ese momento que los
peruanos comenzaron a quedarse sin municiones. Ante este hecho, Cáceres cometió
un error fatal: le ordenó a su artillería reubicarse en el valle frente a la colina con el fin
de dar el golpe final. Gorostiaga vio este error táctico y ordenó una carga de
regimiento de caballería dirigido por el Sargento Mayor Sofanor Parra, la artillería
indefensa fue aniquilada por completo - los peruanos perdieron siete cañones en el
proceso -, mientras que los artilleros fueron dispersados y asesinados.
Contraataque y victoria del Ejército de Chile
Mientras tanto, los chilenos se reorganizaron rápidamente y lanzaron un contraataque
masivo de bayonetas contra las líneas peruanas. Los soldados peruanos, que carecían
de bayonetas, y casi sin municiones para ese entonces, sólo podía defenderse con las
culatas de sus fusiles, pero los montoneros tenían lanzas para defenderse. El
contraataque de la Armada de Chile rompió las líneas de las tropas peruanas que
empezaban ha desarticularse en el campo de batalla. Con este último ataque el
ejercito chileno logro la victoria y unos momentos después, la infantería apoyada por
dos cañones tomó el campo base del Perú en la colina Cuyulga, poniendo fin a la
batalla.
El “Mariscal de la
Breña” quiso seguir
combatiendo
Cáceres, en compañía de los oficiales
sobrevivientes (Borgoño,
Recavarren y Secada), transitó el
camino del Inca que cruza la región
de Áncash, por su vertiente
del Callejón de Conchucos. Pero,
esta vez, hacia el sur.
En Mollepata, cerca de Conchucos,
lanzó un manifiesto en el
que ofrecía continuar la lucha
hasta rendir la vida por el Perú.
Desde Ayacucho, poco tiempo
después, pidió a Montero, que se
hallaba en Arequipa y que era en
realidad el presidente de la República
en ejercicio, que le enviase
la División Canevaro para reorganizar
la defensa del interior del
país. Pero, los chilenos enviaron
sus tropas para tomar Arequipa.
Por indisciplina de los guardias
nacionales, Montero y Canevaro
se sintieron impotentes para enfrentar
al enemigo. Montero tuvo
que abandonar Arequipa el 26 de
octubre. En la mañana del 27 de
octubre de 1883, la municipalidad
de Arequipa acordó entregar
la ciudad a las tropas chilenas del
coronel Velásquez.
Cáceres, una vez más, se burla de los
chilenos
“Al General se le creía muerto, porque después de darme la orden de
contramarchar se lanzó en medio de los fuegos enemigos y no se le
volvió a ver, y como en ese momento ya la caballería enemiga interceptó
el camino descendiendo por un flanco, el General quedó cortado,
sin poderse unir a nosotros”, dice el coronel peruano Secada, uno
de los sobrevivientes.
Cáceres, en realidad, se había acercado al escuadrón “Tarma”, que se
batía con heroísmo. Recavarren reconoció en una carta posterior que:
“Sangriento fue el combate del ‘Tarma’, que, hecho pedazos en una lucha
desigual, vio al caudillo sereno y valeroso que le conducía hasta
aquella tumba de gloria, abrirse paso revólver en mano en medio de la
caballería enemiga, acompañado de su secretario Florentino Portugal,
después de haber visto caer a su ordenanza Oppenheimer [...] La derrota
se había declarado”.
Cáceres fue perseguido varias horas y salvó su vida gracias a la velocidad
de su magnífico caballo, llamado “Elegante”, y a sus dotes de buen
jinete. Un soldado chileno, en carta fechada el 17 de julio de 1883, en
Cajabamba, dice: “Si nuestra caballería no hubiera estado en la imposibilidad
absoluta de dar siquiera un galope, el héroe cae en nuestras
manos... Cáceres, montado en un excelente caballo, pudo ganar distancia
cuando nuestros soldados lo llevaban tal vez a un cuarto de cuadra
de distancia. El famoso guerrillero logró así escapar, acompañado
de dos o tres oficiales”.
Abelardo Gamarra cuenta que, luego de burlar a sus enemigos, Cáceres
se detuvo en un paraje de los caminos del Inca, con la cabeza inclinada
sobre el cuello de “Elegante”. El coronel Borgoño, que iba tras
de él, lo encontró. Ambos guerreros, con los uniformes hechos jirones
y ensangrentados, se confundieron en un largo abrazo. “Una lágrima silenciosa
rodó por las mejillas
del General, como expresión patética
del más puro y sincero”.
PLÉYADE DE INMORTALES
Juan Luis del Mar, cuzqueño de 28 años, tercer jefe del batallón “San
Jerónimo” tuvo por gloriosa tumba el ensangrentado campo. Fue sargento
mayor en el Ejército del Centro.
Se menciona también entre los muertos a Pedro José Carrión Zerpa,
primer jefe del batallón “Concepción”, que arrolló con su unidad al enemigo
hasta sucumbir heroicamente en las faldas del Sazón.
Del batallón “Concepción”, que fue de los primeros cuerpos en
enfrentar al enemigo, murieron muchos, entre ellos el doctor Demetrio
Arauco, los capitanes Sebastián Montes, Guillermo Eyzaguirre, José Moreno,
Agustín Orbegoso, Narciso Córdova y Reynaldo Soria; los tenientes José
Rivera, Manuel Corrales, Ricardo Cadenas, Crisanto Mesa y José Román; y
los subtenientes Andrés Rojas y Emeterio Recuenco.
EL GRITO DE MONTÁN
En agosto de 1882, el general Iglesias lanzó el manifiesto de Montán con el
objetivo de firmas la paz con Chile. En diciembre se constituyó una asamblea
legislativa que designó a Iglesias como presidente. Los chilenos reconocieron el
gobierno de Iglesias y decidieron negociar la paz con él.
LA PAZ DE ANCÓN
El 20 de octubre de 1883 se firmo el Tratado de Ancón entre el Perú y Chile. Los
firmantes por el Perú fueron Mariano Castro Zaldivar y José Antonio de Lavalle,
en representación del gobierno de Iglesias, y Jovino Novoa en representación de
Chile. En 1884 se procedió a su ratificación por el Congreso, pero quedaron
proposiciones pendientes.
RESISTENCIA EN EL NORTE
DEL PERÚ
Batalla de San Pablo en Cajamarca
Según el parte del mayor chileno Luis Saldez, sus fuerzas registraron 32
muertos, heridos y algunos desaparecidos, mientras que los peruanos
perdieron más de 200 muertos. Sin embargo, el parte del coronel Lorenzo
Iglesias reconoce 60 bajas, afirmando también haber encontrado en el campo
110 cadáveres chilenos.
Ante estos hechos el coronel Iglesias dio lo que ha sido llamado "el grito de
Montán", en este manifiesto a la opinión pública daba la guerra por perdida y
abogaba por una paz incluso con cesión territorial lo que había sido rechazado
por el gobierno peruano desde el inicio de la guerra
Himno a Cáceres
“Cuando el peruano pelea y pierde
no desespera de la victoria,
porque en coraje crece y se enciende
y en nueva empresa verá la gloria.
Oh patria mía, no me maldigas
porque al chileno no lo vencí,
que bien quisiera haber perdido
la vida entera que te ofrecí.
Mas queda un bravo, noble soldado
que aquí en La Breña luchando está;
tú eres, oh Cáceres, nuestra esperanza,
tu fe y constancia te harán triunfar”.