Proyecto Radio Lecturas de Yacuiba: Antología 23

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1

Considerando en frío, imparcialmente

César Vallejo
Poeta peruano

Considerando en frío, imparcialmente,


que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo


que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

Considerando sus documentos generales


y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado… Emocionado…

2
En el mar

Roberto Echazú
Poeta boliviano

1
En el mar
hombres colmados
de tristeza
cargaban sus fusiles
en el cielo.
2
Levantaban castillos
de victoria,
en el azur
de la justicia. 6
3 Sobre la miseria
La muerte de su orgullo,
no tiene cuerpo edificaron el porvenir.
cuando se defiende 7
la vida. Para amar, lloraban,
4 para morir, reían:
Mujeres y niños, el sacrificio
hombres y viejos, de todos los tiempos.
morían alegremente: 8
El amor, la muerte,
la fealdad los llenó tienen idéntica
de alegría confianza:
ya madura la muerte. la dicha y el coraje
5 de vivir como se pueda;
Los que buscan tesoros
en la disculpa y la muerte
injusta, que comparte lo mejor
tienen más palabras de la vida.
con que callar 9
la vergüenza. El odio que desata
derrota y fracaso,
la sangre que construye
victoria y porvenir
10
Ya no dudemos
de la inocencia
de los hombres,
cuando se ven mezclados,
cómplices
de una misma aurora.

3
Un cambio en los climas del corazón

Dylan Thomas
Poeta inglés

Un cambio en los climas del corazón


vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla
sobre la tumba helada.
Un clima en la comarca de las venas
cambia la noche en día; la sangre entre sus soles
ilumina al viviente gusano.

Un cambio en el ojo advierte a tiempo


la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora
una muerte mientras surge la vida.

Una sombra en el clima del ojo


es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe
sobre una tierra sin arpones.
La semilla que del lomo hace una selva
divide en dos su fruto; y la mitad se escurre
lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso


es seca y húmeda; el viviente y el muerto
se mueven como espectros ante el ojo.

Un cambio en el clima del mundo


vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro su madre
se repliega en su doble de sombra.
Un cambio echa la luna dentro del sol,
tira de las ajadas cortinas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.
Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell

4
Orden y desorden del amor

Paul Eluard
Poeta francés

Pare empezar citaré los elementos


Tu voz tus ojos tus manos tus labios

Estoy sobre la tierra ¿estaría


Si tú no estuvieras en ella?

En este aire que hace frente


Al mar al agua dulce

En este aire que el amor


Alumbró en nuestros ojos

Este aire dichoso y desdichado


Donde yo he penetrado
Por virtud de tus manos
Por gracia de tus labios

Este primer estado humano


Como pradera naciente

Nuestros silencios y palabras


La luz que se va
La luz que regresa
El alba y la noche nos hacen reír
En el corazón de nuestro cuerpo
Todo florece y madura

Sobre la hierba de tu vida


Donde acuesto mis viejos huesos
Donde termino.

Traducción de César Fernández Moreno

5
Renacimiento

Álvaro Diez Astete


Poeta boliviano

Terror
El terror ha renacido en los objetos.
En mí, yo, el objeto más extraño,
enmudecido ante esta hoja de papel,
escribiendo esto bajo el estruendo.

¡Tendrías que haber visto mis ojos


cuando de pronto, hace un momento
apareció el silencio de alguien que ha muerto
quién sabe dónde y cuántos años antes o después!
¡Tendrías que haber cerrado mis párpados
cuando él desaparecía por ningún lugar!

¡Tendrías que haberme visto correr por la habitación


acorralado como en la selva,
poseído por el pavor de Qué!

¡Tendrías que haber estado


en esta oscura y fría habitación
sin paredes
para decirme: aquí el abismo; allá la muerte!

¡Tendrías que haber escuchado mi voz en la soledad,


esas palabras de todo aullándose,
tendrías que contarme qué decía yo
y qué significaba aquello!

Y así, tendrías que tocarme:


eso, el tacto, el principio de la voz;
¡vamos, vamos a galopar, a galopar entraña
grito, mirada, vamos oscuras calaveras,
vamos, vamos, a galope
si la tierra va delante nuestro!

6
Cariátide

Benn Gottfriend
Poeta alemán

¡Sustráete a la piedra! ¡Haz estallar la cavidad que te subyuga!


¡Corre hacia
el río! Búrlate de la moldura.
Mira: entre la barba del sileno ebrio,
de su sangre eterna y excesivamente tumultuosa, única, sonora,
resonante,
el vino chorrea en su vergüenza.

Escupe la pasión de las columnas; manos golpeadas a muerte,


ancianas, las hacían estremecer contra un cielo funesto. Derriba
los templos ante el deseo de tu rodilla, que solicita danza.

Despliégate, marchítate, oh, desangra tu blando arriate de


grandes heridas.
Mira: Venus con sus palomas se hace un cinturón de rosas en torno
a la puerta de amor de las caderas.
Mira el último hálito azul de este verano sobre mares de amelos
corriendo hacia las lejanas
márgenes, pardas como árboles. Mira amaneciendo esta última hora
de dicha y de mentiras
de nuestra condición meridional arqueada hacia lo alto.

Traducción de José Manuel Recillas

7
Me gusta…

Marina Tsvetaeva
Poeta rusa

Me gusta que no estás loco por mí.


Me gusta que no estoy loca por ti.
Y que el pesado globo terráqueo
no se derrumbe bajo nuestros pies.
Me gusta que podamos ser divertidos
-licenciosos- sin jugar con las palabras,
sin sonrojarnos con esta ola sofocante
al rozar ligeramente nuestras mangas.

Me gusta además que estando frente a mí,


abraces tranquilamente a otra,
sin importarte que yo arda en el fuego
del infierno, por no besarme contigo.
Y que no pronuncies mi dulce nombre
en vano, cariño, ni de día ni de noche…
Y que nunca en el silencio de una iglesia
sonará para nosotros la marcha nupcial.

Te doy las gracias con el corazón en la mano:


Por amarme tanto -sin saberlo tú siquiera-.
Por la quietud de mis noches en calma.
Por lo escaso de nuestros encuentros.
Por los paseos que no -bajo la luna-.
Por el sol que nunca -sobre nuestras cabezas-.
Por no estar loco -¡ay!- por mí.
Por no estar loca -¡ay!- por ti.

Traducción de Valeria Guzmán Pérez

8
9. De El libro del desasosiego

Fernando Pessoa
Poeta portugués

A veces, cuando levanto la cabeza aturdida de los libros en que escribo las cuentas
ajenas y la ausencia de la propia vida siento una náusea física, que puede ser de
inclinarme, pero que trasciende a los números y a la desilusión. La vida me disgusta
como una medicina inútil. Y es entonces cuando siento con visiones claras lo fácil que
sería alejarse de este tedio si tuviese la simple fuerza de querer alejarlo de verdad.

Vivimos gracias a la acción, es decir gracias a la voluntad. A los que no sabemos querer
-seamos genios o mendigo nos hermana la impotencia. ¿De qué sirve llamarme genio si
soy ayudante de contabilidad? Cuando Cesário Verde hizo que le dijeran al médico que
era, no el señor Verde, empleado de comercio, sino el poeta Cesário Verde, se valió de
uno de esos verbalismos del orgullo inútil que exudan el olor de la vanidad. Lo que
siempre fue, pobrecillo, fue el señor Verde, empleado de comercio. El poeta nació
después de su muerte, porque fue después de su muerte cuando nació la estimación
por el poeta.

Hacer, he ahí la inteligencia verdadera. Seré lo que quiera. Pero tengo que querer lo
que sea. El éxito está en tener éxito, y no en tener condiciones para el éxito.
Condiciones de palacio las tiene cualquiera en la ancha tierra, pero ¿dónde está el
palacio si no lo hacen allí?

Traducción de Ángel Crespo

9
En la distancia

Blanca Wiethüchter
Poeta boliviana

Qué decir de la distancia:


humo fosforescente,
llama adentro, encendido tiempo,
si contornos de soles fijos
y un océano atravesado
giran
anudando mi boca.

Esta distancia
conmovida memoria
obstinada oquedad
último confín de la luz.
Me pierdo y te busco
en el precipitado sabor
que te imagina.

En cada piedra
apareces recóndita
y vuelvo a convocar
las voces idénticas
inmóviles frente
al vasto vacío.

Detrás del día y de la noche


el tiempo nos guarda
en un lamento.

10
Tiempo de reír

Saúl Ibargoyen
Poeta uruguayo

Hace tiempo sabíamos reír


en una edad sin sombras
apretados
bajo el olor incandescente del cielo.
No fue en el paraíso
donde nuestros labios
aprendieron a moverse
ni hubo magos legendarios
que sacaran de su corazón
aquel sonido.
Pero reíamos
y el mundo cambiaba
en un milímetro a la redonda
totalmente.
Sabíamos reír
y cada hoja o cada mariposa
era una sonrisa por el aire
suelta.
Sucede ahora que a veces
detenidos
por algún accidente
por algún silencio
notamos que nos recorre
la boca
un movimiento
y que la luz se acerca
desviando cada gesto.
Pero no podemos reír
estamos atareados
confundidos moribundos
aplastados enfermos.
El tiempo de reír
fue en otro tiempo.

11
El viento

Mahbobah Ebrahimi
Poeta de Afganistan

Como si estuvieras contando mi historia


con tu inconcebible soplo, ¡oh viento!
Tus palabras tienen el gusto salobre del agua marina
¿Pasaste por ese mar inmenso y amargo?
Suenas bastante inquieto
y tu eco, misterioso, deletéreo, extraño.
No estás preñado de las semillas de la prosperidad,
ni portas fragancias de buen augurio.
Te aguarda la maldición de la tierra. ¡Cuidado!
¿Qué más pueden darte estos suelos yermos?
Tan sólo polvo para compactarte
y llenarte de pólvora
¡para saturarte con ese olor diabólico!
Cuentas la historia de mis penas en tus suspiros:
¡Aunque habitas en los cauces de los ríos más salvajes
nunca dejas que mi sed se sacie!
¡Nunca permitiste que mi nombre apareciera al pie de ninguna
emotiva carta de amor de este mundo!
Me ignoraste
Me ignoraste aunque
tu soplo fuera sólo mi historia
ahogada en amargura y sangre

Traducción al castellano de Ricardo Gómez


a partir de las traducciones inglesas de Kambiz Parsai

12
Exilio

Alejandra Pizarnik
Poeta argentina

Esta manía de saberme ángel,


sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

13
De un fulgor a otro

Ida Vitale
Poeta española

Quizás no se deba ir más lejos.


Aventurarse quizás apenas sea
desventurarse más,
alejarse un atroz infinito
del sueño al que accedemos
para irisar la vida,
como el juego de luces que encendía,
en la infancia,
el prisma de cristal,
el lago de tristeza, ciertas islas.
Sí, entre biseles citados los colores,
un fulgor anidaba sobre otro
-seda y deslumbramiento
el margen del espejo-
y aquello también era un espectro,
sabido, exacto. Centelleos ajenos
en un mundo apagado.
Como un canto sin un cuerpo visible,
un reflejo del sol creaba
una cascada un río una floresta
entre paredes áridas.
Sí, no vayamos más lejos,
quedemos junto al pájaro humilde
que tiene nido entre la buganvilia
y de cerca vigila.
Más allá sé que empieza lo sórdido,
la codicia, el estrago.

14
IV (La estación de fiebre)

Ana Istarú
Poetisa de Costar Rica

Ahora que el amor


es una extraña costumbre,
extinta especie
de la que hablan
documentos antiguos,
y se censura el oficio desusado
de la entrega;
ahora que el vientre
olvidó engendrar hijos,
y el tobillo su gracia
y el pezón su promesa feliz
de miel y esencia;
ahora que la carne se anuda
y se desnuda,
anda y revolotea
sobre la carne buena
sin dejar perfumes, semilla,
batallas victoriosas,
y recogiendo en cambio
redondas cosechas;
ahora que es vedada la ternura,
modalidad perdida de las abuelas,
que extravió la caricia
su avena generosa;
ahora que la piel
de las paredes se palpan
varón y mujer
sin alcanzar el mirto,
la brasa estremecida,
ardo sencillamente,
encinta y embriagada.
Rescato la palabra primera
del útero,
y clásica y extravagante
emprendo la tarea
de despojarme.
Y amo.

15
La merienda

Andrea Cote
Poeta colombiana

También acuérdate, María,


de las cuatro de la tarde
en nuestro puerto calcinado.
Nuestro puerto
Que era más bien una hoguera encallada
o un yermo
o un relámpago.

Acuérdense del suelo encendido,


de nosotros rascando el lomo de la tierra
como para desenterrar el verde prado.

El solar en donde repartirán la merienda,


nuestro plato rebosante de cebollas
que para nosotros salaba mi madre,
que para nosotros pescaba mi padre.

Pero a pesar de todo,


tú lo sabes,
habríamos querido convidar a Dios
para que presidiera nuestra mesa,
a Dios pero sin verbo,
sin prodigio
y solo para que tú supieras,
María,
que Dios está en todas partes
y también en tu plato de cebollas
aunque te haga llorar.

Pero sobre todo


acuérdate de mí y de la herida
que antes de que pastaran de mis manos
en el trigal de las cebollas
para hacer de nuestro pan
el hambre de todos nuestros días
y para que ahora,
que tú ya no te acuerdas
y que la mala semilla alimenta el trigal de lo desaparecido
yo te descubra María,
que no es tu culpa
ni es culpa de tu olvido,
que es este el tiempo
y este su quehacer.
16
Retrato al óleo con sombrero y bastón del poeta cubano Gastón Baquero

Juan Gustavo Cobo Borda


Escritor colombiano

Allí está, con su isla a cuestas


evaporada cada noche en el sueño
y reconstituida en el verde amanecer del poema.
Escrito a mano, cada verso
se baña en el aceite original
de un escalofrío nuevo.
No rompe con el pasado:
se limita a agregarle una palmera.

La brisa pasa por el sonajero


mientras monedas y llaves
tintinean en sus bolsillos cada día más anchos.
Más generosos de juguetes traviesos:
un galeón de Manila dentro de una botella, por ejemplo.
El café con leche manchó su corbata
pero su ancho sombrero
de pastor presbiteriano
recompone el equilibrio del universo.

Astuto como un leopardo de Kenia


lo acompañan un negro, una mandolina
y un ajiaco
con el hervor de todos los frutos de la tierra.

Lo inventó todo
y todo le hace genuflexiones con su cabeza
asintiendo ante el danzón de su palabra,
cariciosa y alerta.

Que las diosas del mar lo preserven.


Que la luz del Caribe
fecunde, por fin,
el pedregoso camino que no termina en Salamanca.
Que allí reine, ancho, plácido, terrible,
como cualquiera de sus certeros poemas.

17
PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

Insomnio

Magdalena Camargo Lemieszek


Poeta panameña

A veces, luego de una larga noche de insomnio, descubro que he soñado.


Recuerdo entonces una línea.
La línea podría ser una cuerda
que esta sostenida en sus dos extremos por la nada,
y por eso tensa, casi hasta la ruptura.
Bien podría ser un dedo que señala el horizonte,
un dedo delgado y blanquísimo, porque no podría ser de otro modo,
y señala en la mitad del todo un lugar preciso.
Ahí, lo sé, una flor cerrada como un puño diminuto
se yergue lentamente apartando los oscuros minerales de la tierra.
Su tallo y sus raíces son un fuego verde
y no posee espinas ni hojas que algunas ves tengan que caer.
La brisa a descendido únicamente para tocarle,
y porque hay cosas que están dadas solo para el frio
la flor se abre y de sus pétalos se derrama el agua,
hasta que los pétalos se vuelven agua
y en torno a la flor hay un mar recién creado,
un océano vacío de toda criatura
que en su extensión yace ajeno al límite trazado por las costas.
Solo entonces comprendo que llevo mucho tiempo
recorriendo aquella línea.
Tras de mí, se enciende una constelación de jaspe,
y descalza, símbolo inequívoco de todas las travesías,
ando en medio de la noche
sobre un cuchillo infinito.

18
Como tú lo estableciste

María Emilia Cornejo


Poeta peruana

sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.
ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños
sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

19
Boceto para La caída de Ícaro

Robert Walser
Poeta alemán

Islitas relucientes en el mar,


fragatas de incierta procedencia,
las islas atesoran gran cultura,
así, entre las diecinueve y las veinte horas
o sea, al anochecer,
mas, no,
aún no es tan tarde pues un campesino,
uno de esos hombres laboriosos que se desloman para
reunir unas monedas,
trabaja todavía en su campo
como un héroe agrícola,
juega su juego, gana su magro dinero,
la tierra es pardo negruzca.
Un ser alado a punto está de confiarse
al aire, más tarde lo veremos
agitándose en el éter.
De maravillosa picardía
la mirada de la luna, uno se sienta
admirado sobre el templo de la naturaleza,
encima de una piedra prehistórica,
limitándose a contemplar
a un pajarillo canoro, volador, enamorado de sus trinos,
mientras sus ovejas, abandonadas a sí mismas,
pacen tranquilas en el pálido poniente
adornado de tonos rojizos.
¡Ay, dolor!, una mano
gesticula en mudo grito de ayuda desplomándose
desde lo alto,
y cómo sonríe, alegre, la bahía
con máxima afectación, por él juró
que vencería la gravedad
sobre el mar,
se casaría feliz
con la divina belleza en el azur
y se burlaría de las raíces en la tierra, mas
se convierte en excelente maestrillo en volteretas
y ahora habrá percibido
su relativa pequeñez.
No obstante, loables son los dones
del espíritu emprendedor, lo que he escrito aquí
se lo debo a un cuadro de Brueghel enraizado en mi
memoria
y al que tributé el máximo respeto
20
porque me pareció una espléndida pintura.
Cualquier afán
por elevarnos
sobre la vulgaridad
tiene un límite en la vida.

Traducción de Rosa Pilar Blanco.

21
Hoja al aire, indefensa...

Rubén Bonifaz Nuño


Poeta mexicano

Hoja al aire, indefensa, detenida


apenas, única en el árbol
enrojecido y respirante; ojo
sobresaltado, abierto, lúcido:
en el temor mi corazón. Asfixia,
duermevela con fantasma inminente.

Deshabitado el traje suspendido,


suena con un temblor de piel que busca
su bestia desollada, su materia
de bestia próxima pudriéndose.
Oh, muerta, muerta, muerta.

Ineficaz del todo fue la sábana


subida hasta la nuca;
fija por nuca y manos, escudando del espinazo, y a la lengua
de la noche agresora y sus viscosos que tiembla y enmudece,
jirones; y sucumben la garganta, y al paladar de bóveda eclesiástica.
y los flancos y el vientre
sin armazón de hueso que los guarde. Ahora bien: ¿Soy este que se calla?
¿Soy el que gime lejos? ¿El que viene
Y qué de lo que pasa soy, el que va saliendo, el que se queda?
clandestino, mimético sombrío;
lo invisible y con ruido, comprensible ¿Para qué servirá, de qué me vale
por el tacto pasivo; la caída querer, sabiendo lo que sigue?
al hielo tenue que dimana Si la sonda desciende, naufragada
sin esperanza y sin regreso,
al fondo inalcanzable que le huye.

Yo conozco las caras que se parten


en dos y en otras dos y en otras;
elementales casi formas
disfrazadas de ausentes enemigos.

Y en torno crujen las marchitas


maderas lamentables,
como un otoño cruje, como crujen
barcos difuntos, abrasados troncos,
alas crispadas y caducas
de domingos de ramos polvorientos.

22
Poema 24 alzoama: acuarela

León Félix Batista


Poeta de Santo Domingo.

superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la


sombra suena. yo te nombro ciudad irreal hundida en
la penumbra de un recuerdo invernal. el ozama que fluye
por cada objeto a la deriva es una historia. El ozama
que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez
flota suspenso entre la imaginación y un escarceo
brillante de hojas secas. El ozama refugio del miedo de la
noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo
testimonio de secretas temporadas de amor y de todo
excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal
hundida en la penumbra de un recuerdo invernal, cuando
en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia
y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana, cuando
el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los
troncos y las piedras. el río que hay en el ozama
empieza
a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus
ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos.
sus luases orinados. sus vírgenes violadas por
murciélagos
y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie
cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo.
toda mi memoria contenidos por el río que corre en
el ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie
de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias
velloneras. yo te nombro ciudad irreal hundida en la
penumbra de un recuerdo fatal.

23
Liras

Sara de Ibañez
Poeta uruguaya

Voy a llorar sin prisa.


voy a llorar hasta olvidar el llanto
y lograr la sonrisa
sin cerrazón de espanto
que traspase mis huesos y mi canto.
Por el árbol inerme
que un corazón de pájaro calienta
y sin gemido duerme,
y al gran silencio enfrenta
sin esta altiva lengua cenicienta.
Por el cordero leve
de la pezuña tierna y belfo rosa;
por su vibrante nieve
que la tiniebla acosa
y al final de un relámpago reposa.
Por la hormiga azorada
que un bosque de cien hojas aprisiona;
por su pequeña nada
que al misterio no encona
y que la enorme muerte no perdona.
Por la nube que alcanza
los umbrales de un lirio sin semilla.
Lengua de la mudanza
sin éxtasis ni orilla,
que no sabe morirse de rodillas.
Por la hierba y el astro.
¿Cómo miden tus ojos, Dios oscuro?
Por el más leve rastro
de sombra contra el muro,
mi llanto ha abierto su cristal maduro.

24
Muerta

Sophia de Mello Breyner Andresen


Poetisa portuguesa

Muerta,
Qué clara eres,
Qué frescura quedó entre tus dedos...

Eres una fuente


Con piedras blancas en el fondo,
Eres una fuente que de noche canta
y silenciosamente
vienen peces de plata a la superficie de agua.

Muerta qué clara eres,


y florecida...

Eres la brisa
Que en un gesto de adiós pasa en las hojas,
Eres la brisa que lleva los perfumes y los derrama,
¡Eres los pasos leves de la brisa
Cuando en las calles ya nadie pasa!

Eres una rama de tilo donde el silencio florece,


Eres un lago donde las imágenes se inquietan,
Eres la secreta nostalgia de una fiesta
Que en los jardines murmura.
Cantando
Deslizando las manos por los muros
Pasas recogiendo
La sangre bermeja y madura de las moras.

Vas y vienes
Solitaria y transparente
y la memoria de las cosas te acompaña.

Muerta qué clara eres,


¡Y perdida!

Eres la medianoche de la noche,


Eres la terraza que da al viento,
Eres una pena solitaria y franca,

Las sombras vuelven a bailar,


El perfume de las algas sacia el aire
y las ramas se recuestan sobre las ventanas:

25
Suaves cabellos de pena tiene la brisa.
Sola pasas al fondo de las avenidas.
No muestras tu rostro,
Pasas de espaldas con un vestido blanco.

¡Eres leve y dulce como un sueño!


El soplo de la noche se llena de angustia
y de mí surgen palabras solitarias:
Eres el perfume de infancia que hay en las rocas,
Eres el vestido de infancia que hay en los campos,
Eres la pena de infancia que hay en la noche.

Súbitamente
Alcanzo pierdo la forma de tu rostro:

¡Qué fresca eres!


Pasas y de tus dedos corren fuentes.
¡Qué leve eres,
Más leve que una danza!

Apenas llegaste, apenas volviste, apenas te vi


Ya en el fondo de los caminos te extinguiste:

Arena lisa y blanca que ningún paso pisa


Pena franca
Angustia fuente fresca y brisa.

Versión de Diana Bellessi

26
No estamos nunca a solas...

Tomás Segovia
Poeta español

No estamos nunca a solas. Somos tú y yo, intercambiando en nuestras carnes, en


nuestros corazones, los secretos signos con que afirma cada uno al otro interrogándolo y
en puro ofrecerse está llamándolo, y en que reconoce cada uno de nosotros la respuesta
en que es reconocido...

Y además el dios, oscuro, mudo como una oreja, recinto intacto como el hueco de un
pecho vacío y resonante, sólo habitado por las plegarias que le damos, lugar donde
nuestro coloquio puede ser espiado, donde se hace escuchable lo que es entre nosotros
escuchado sin razón, y que así mirado desde la alta urna donde vive esta plegaria, puede
alzar su mirada más allá de la locura.

27
Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo...

Vicente Gerbasi
Escritor venezolano

Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.


Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,
y un aire de mendigo difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,
entre los esqueletos vegetales del frío,
ya vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.

28
Tres poemas de desamor

Emilia Villegas
Poeta de Costa Rica

No hay justicia
en la ley del deseo
así que,
¿soy culpable?
La estupidez, tanto la propia
como la ajena me inspira
una purificadera impiedad.
Con los demás
si no puedo ser comprendida
en mi exquisita sutilidad
simplemente seré brutal.
Yo soy el rostro curativo
de tu miedo
por el desamparo de un dios
presuntamente muerto
pero no soy tu amor
ni tú el mío
soy lo bastante antigua
para saber del dulce vértigo
de “tus lazos suaves”
y sin embargo
ver lo que está en el fondo
de aquella sangre perfumada..!
Siempre duele ser el malo
pero qué sería del héroe
sin el asesino?
sin embargo sus actos
forman parte de la regla
aunque su amor
no tiene lugar ahí
y permanece oculto.

29
Te llevarán

Julia de Burgos
Poeta de Puerto Rico

Para ese día de sombra que llegará, amor mío,


no risco volcado dentro de un manantial,
ese día de espanto y pañuelos al viento
catemos desde ahora, que la vida se va.

Cantemos, sí, cantemos, que al cantarle al silencio,


a la sorda derrota y a la impar soledad,
venceremos la muerte, venceremos la nada,
y a la cumbre del tiempo nuestras almas irán.

Cantemos, si, cantemos, que hay un solo minuto


uno sólo aguardando nuestro mundo cruzar:
ese minuto trágico que hace tiempo nos ronda
su oferta de lágrimas y mañanas sin paz.

¡Te llevarán! Los ecos del viento me lo dicen,


los labios del mar lloran que sí. ¡Te llevarán!
Partirás, y mis ojos que tanto te nutrieron,
bajarán quedamente a nutrir a la mar.

Podrás amarme en sueños, pero mi voz, mi risa,


ojos con riachuelos, de ti se ocultarán.
Puede estrecharte el eco que ha estrechado mi nombre
desde mis labios, ¡nunca mis labios besarás!

Y cuando se alce el ruido marino, entre las noches


apagadas y crueles de tu pena inmortal,
mi fiel camino de olas llevará hasta tu sueño
la ternura que mi alma te ha salvado del mar.

Amado, mis verdugos ya me han medido el paso,


el color de mis huellas conocen, y mi ajuar:
el pudor duerme nupcias eternas con la forma;
hacia el alma es muy largo el camino que andar.

¡Te llevarán! Para esa eternidad de llanto


cantemos desde ahora que la vida se va.
Para ese día de espanto y pañuelos al viento
la canción de la muerte nos llegara del mar.

30
PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

Jaime Saenz
Poeta boliviano

Nadie ama y las cosas son las que aman,


cuando miro el mundo y los vientos late suntuoso mi corazón
en la congoja
-veo los seres solos y ajenos al mundo, exploro y me
aventuro por ellos al nacer
y no aman ni se quieren estar, transitan y yo soy su
solo amigo.
Desde la soledad me aman las cosas, en este paramo
Yo me lamento por no escuchar tu suspiro
Y no ser aguapara mirar el sonido,
Y me lamento por lo caviloso que se pone el amor que
Me tienen las cosas;
escucho el murmullo con que ellos se aman
y se pierde en los huecos que dejaste a tu paso.
En la inmovilidad me escondo
y te aferras a mí, y me muevo y te vas
-y se sonríen las cosas, el corno y la trompa, y cantan
canciones
y me aman con una gran hambre;
no es necesario vivir, pero es necesaria la vida
-digo

31
Nocturno mar

Xavier Villaurrutria
Poeta mexicano

Ni tu silencio, duro cristal de roca,


ni el frío de la mano queme tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido;

ni la herida profunda, ni la sangre


que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;

nada, nada podrá ser más amargo


que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo Edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.

El mar que sube mudo hasta mis labios,


el mar que me satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.

Mar sin viento ni cielo,


sin olas, desorientado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.

Mar que arrastra despojos silenciosos,


olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.
32
Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas medusas capilares.

Mar que teje en la sombra su tejido flotante,


con azules agujas ensartadas
con hilos y nervios y tensos cordones.

Nocturno mar amargo


que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marca oscura.

Mi oreja sigue su rumor secreto,


oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.

Lo llevo en mí como un remordimiento,


pecado ajeno y sueño misterioso
y lo arrullo y lo duermo
y lo escondo y lo cuido y le guardo el secreto.

33
La carne ardiente

Porfirio Barba Jacob


Poeta colombiano

En un jardín de aquel país horrendo


hallé a Fantina, de ojos maternales
y desnudeces mórbidas, tejiendo
guirnaldas con las rosas vesperales.

Y cual las agujas túrbidas de un río


que rompe un viento en procelosa huella,
gimió de amor mi corazón sombrío
y suspiró mi mocedad por Ella.

"Fantina -dije con ahogadas voces


que al brotar abrasábame la lengua-,
quiero hundir mis mejillas en la falda
de tu traje, que apenas roza el viento,
entreverar un lirio en tu guirnalda
y ungir tus trenzas con precioso ungüento".

La vi volverse, rígida y sañuda,


por esquivarme el juvenil encanto:
¡quizá en mis voces se sintió desnuda
y la vergüenza desató su llanto!

En la tórrida noche cenicienta


de ondas pesadas, que al jardín caía,
miré mi carne ansiosa y opulenta,
¡y en un rojizo resplandor ardía!

34
Poema 9
De Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Pablo Neruda
Poeta Chileno

Ebrio de trementina y largos besos,


estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto.
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.

35
Metropolitano

Benn Gottfried
Poeta alemán

Aguaceros suaves. Flor temprana. Llega


del bosque un aire a pieles cálidas.
Se alza el enjambre púrpura.
Asciende la gran sangre.

Ella, desconocida, viene a través de toda esa primavera.


El pie, la media, ahí, sí, pero concluye y se cierra
lejos, inalcanzable. Sollozo sobre el umbral.
Florecer tibio. Humedades ajenas.

¡Oh, cómo derrocha su boca el aire tibio¡


Tú, cerebro de rosas, sangre de mares, media luz en las alturas,
tú, bancal terrenal, cómo fluye fresco de tus
caderas el hálito que te envuelve al caminar.

Oscuridad: ahora vive bajo su vestido:


sólo animal blanco. Despreocupado; mudo aroma.

Un pobre perro cerebral. Sobrecargado con Dios.


¡Estoy tan harto de esta frente mía! Oh, si un andamio
de espádices la desprendiera suavemente
y se hinchara y retemblara y goteara con ella.

Tan desprendido. Tan cansado. Quiero caminar.


Anémicos los caminos. Canciones en los jardines.
Sombras, diluvio. Dicha lejana. ir muriendo
hacia el profundo azul liberador del mar.

Versión de Eustaquio Barjau

36

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