Historia de La Plaza Mayor de Salamanca PDF

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MARIANO DE SANTIAGO CIVIDANES

HISTORIA
DE LA

PLAZA MAYOR DE S A L A M A N C A

Foto. Suaves. Grabador Garralón,


MARIANO DE S A N T I A 6 0 CIVIDANES

HISTORIA
DE LA

P L A Z A M A Y O R DE S A L A M A N C A

: • :

SALAMANCA
IMPRENTA PROVINCIAL

1936

P .áfcsVW
HISTORIA
DE LA P L A Z A MAYOR DE S A L A M A N C A
£wl anticuo M u n i c i p i o y sus caraos

F p L fuero de Salamanca, que hicieron los beni-homines


*-^ para mayor utilidad de la ciudad, era más huma-
no que el de Béjar y superior al de Nájera, León y
Oviedo; no es extraño, por tanto, que fuera adoptado
por muchas ciudades y pueblos de Portugal, que por
sus leyes se han regido durante algunos siglos.
Es que entonces, según dice un historiador, «abar-
caba Salamanca, en su aljor o término, 28 villas y
1.200 lugares, y como ciudad de voto en Cortes, ha-
blaba por sí y por 500 villas y 14.000 aldeas, por los
Maestrazgos de Alcántara y Santiago y por las ciu-
dades de Plasencia, Coria, Trujillo, Badajoz, Cáceres
y Ciudad Rodrigo, titulándose Cabeza de Extrema-
dura».
El Corregidor era, al mismo tiempo, Gobernador,
Alcalde y Juez, hasta que el año 1835, en el pasado
siglo, se deslindaron sus funciones.
El Corregidor, en asiento preferente, presidía las
sesiones, que se celebraban por las mañanas en días de
fiesta y a campana tañida. Su insignia era: una larga
vara con regatones. El día 1.° de Marzo presenciaba,
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desde el balcón, los alardes, especie de revistas milita-
res, donde acudían caballeros y escuderos con sus lan-
zas, arneses y arcabuces.
Cuando había levas militares, ante él presentaba la
«patente» el Capitán de Conductas, que enarbolando
el pendón o estandarte del regimiento y acompañado
de pífanos y atambores, daba el pregón para que acu-
dieran a alistarse las tropas de los antiguos tercios.
Tres días a la semana hace las visitas a las Cárce-
les, ordenando quitar y poner los grillos, y allí senten-
cia las causas y ordena el régimen carcelario.
No puede meter en ella, por deudas, a los cléri-
gos, hijosdalgos, estudiantes, ni Doctores, pues éstos
están acogidos al fuero escolar.
Tiene que hacer la visita a la alhóndiga de la ciu-
dad. Uno de los Corregidores de Salamanca fué el In-
fante D. Juan, hijo de los Reyes Católicos; que mandó
«enchinarrar» las calles.
El representante del ejército en el Ayuntamiento,
concesión del Rey Felipe II, era Alférez, que llevaba el
pendón de la ciudad en las guerras.
El Alférez Mayor, uno de los Corregidores, duran-
te el tiempo de su mando estaba «exempto de oficios y
cargos contra su voluntad».
Tuvo en algún tiempo la Alcaldía del Alcázar de
San Juan, y después la de la Cárcel; el derecho de
vender vino blanco, quedó a la ciudad; para los gastos
se le daban 30 ducados y la música necesaria.
«El oficio se sortea cada año por suerte y rueda un
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año en el Bando de San Martín y otro en el de San
Benito.»
El Corregidor, para cumplir bien sus múltiples fun-
ciones, necesita auxiliares, delegando en los Regidores
unos oficios, otro en los cargos asalariados.
Además de tener buena conducta para ser elegido
Sexmero, Regidor, Procurador de la ciudad en Cortes
o cualquier cargo concejil, era necesario haber cum-
plido 20 años, a veces 25, no proceder de moros ni
judíos y no ser sordo ni mudo.
No podía formar parte de las Comisiones de obras,
de las carnicerías o de los mercados, cuando ellos o
sus parientes tenían intereses encontrados.
Entre los Regidores se encontraba el Prior de San
Vicente, convento de Benedictinos (desaparecido), que
por pasar en muía por la calle que lleva su nombre,
hoy se llama la del Prior.
R e g i d o r O e c a n o . - S e x m e r o s . - r leles. - V a r a s

de H e r m a n a a a . - r rocuradores en C o r t e s

C Z E procura que, por lo menos, la mitad de los Con-


^ ^ cejales sean nobles y uno de ellos sea Letrado;
pero el Regidor de mayor preeminencia es el Decano,
que se sienta a la derecha del Corregidor, tiene las
llaves de la ciudad, es el que manda al campanero de
San Martín que toque a Concejo y el que da las horas
a los empleados, como signo del oficio; si viniese el
Rey, es el que le habla en nombre de la ciudad.
Hay dos Sexmeros del común y cuatro de los
Sexmos de la Tierra; se ha publicado un mapa de la
provincia en el que se comprendía los Sexmos; éstos
son de Valde-Villoria, el cuarto de la Armuña de Peña
del Rey y de Baños. Los Sexmeros eran los encarga-
dos de cobrar, en especie, la contribución de estas re-
giones. Todavía existe la Plazuela de Sexmeros.
La influencia árabe en el Municipio puede apre-
ciarse por el cargo de fiel de pesos, semejante al
«Almotacén» de los moros.
Parece que durante sus mercados, cabalgando en
DIBUJO CON TRAJES D E ÉPOCA

toto. Ansede. (trabador Garralón.


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blanco corcel, el Almotacén se presentaba a los que
hacían el peso y comprobaba su exactitud.
Aquí había las pesillas iguales, que se arrendaban,
y, además, los fieles y sobre fieles, que denunciaban a
los que no hacían pesos justos.
Los Alcaldes de «hermandad», encargados de ad-
ministrar justicia en los pueblos, también son nombra-
dos por el Municipio.
El Regidor que en la población tiene la vara de
la hermandad, al jurar el cargo, debe de hacerlo ex-
presando no lo hace por interés.
Los «cuadrilleros» que nombra tienen que ser pre-
sentados a su aceptación en las sesiones.
Los entonces Diputados se llaman Procuradores,
«enterados» en Cortes, y de ellos dice la Ordenanza:
«Los señores Regidores a quien cupiere la suerte
de Cortes, antes que por la ciudad se les otorgue po-
der para ellas, han de hacer pleito «omenaje» en ma-
nos de los señores Regidores, una, dos y tres veces,
según fuere costumbre de España y cumplirán y
guardarán las instrucciones que por la ciudad les fue-
ren dadas, y no irán contra ellas directe ni indirecte
sin licencia y expreso mandato de la ciudad y no lle-
varán salario alguno.»
Existen otros cargos muy curiosos, como el de
«andador», que es uno de los porteros que lleva los
avisos a los ediles.
Los porteros y maceros, para ejercer su cargo,
tienen que ser de «pluma» y «cuenta».
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Tanto el terreno que no tiene dueño, como el ga-
nado que se pierde, es causa de la legislación, y acerca
del cargo de los «mostrenqueros» dice:
«El mostrenco de la ciudad y su tierra pertenece
al dicho Alférez de ella y a de nombrar antes del
Sr. Santiago un Mostrenquero que jure en Consistorio
usar bien su oficio.»
«El ganado mostrenco, para darse por perdido, ha
de asistir a tres mextas (junta de ganaderos) y si entre
medio de ellas pareciere dueño, lo ha de verificar ante
la justicia de la ciudad, para que le dé a cuyo fuere.»
L a P l a z a de S a n M a r t í n o la del M e r c a d o

A NTES de construirse la actual Plaza Mayor, la que


•í V hacía sus veces y al mismo tiempo de Mercado,
era la de San Martín.
La campana de su reloj tañía a Concejo. Esta plaza
era de tales dimensiones que en las «Grandezas de
España», del maestro Medina, dice que «en ella se
lidiaban toros y jugaban cañas juntamente sin estorbar
el tráfico de los puestos de mercado». De ella debía
partir la calle del Pozo Amarillo, la de San Julián y
Varillas, la de San Justo, de Meléndez y la de la Rúa.
Los límites no lo sabemos con exactitud; sólo
hemos podido hallar en los documentos, que no era
llana ni mucho menos, lo prueba el desnivel de las
casas de la primera manzana construida, o sea aquella
en que la parte posterior da al Mercado y cuyo acceso
se salvó con escaleras. Allí estaban los cajones fijos,
tiendas provisionales de madera; en una parte había
soportales como los del vino y los del trigo y en otras
no los tenían; de ella formaba parte el Corrillo de la
Yerba, donde estuvo el Archivo, y la componían man-
zanas exentas con los típicos nombres: de Isla del
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Aceite, del Vinagre y las Carnicerías Reales, algunas
propiedad del Municipio.
Entre las casas que se destruyeron, figuran la del
Marqués del Grajal (Solar del Pasaje) y el Mesón de la
Solana, donde está la Casa Consistorial, que indica su
buena orientación.
En el Consistorio de 1529, se acordó declarar
libres de alcabala las mercancías que vengan a ven-
derse en doce leguas a la redonda, los jueves, en esta
ciudad, comenzando el mercado franco una hora des-
pués de amanecer y terminando una hora después de
anochecido.

A.cuerao de nacer la Plaza Mayor.


*
En la sesión de 1728 se forma el acuerdo siguiente:
«Las leyes políticas y civiles y los establecimientos
de buena gobernación han favorecido tanto en todos
tiempos este hornato, decoro de las Repúblicas en las
Plazas y edificios públicos, que se hallan las historias
llenas, no sólo de privilegios a favor de estas obras,
sino los de sus suntuosos gastos practicados ha expen-
sas comunes así, para el más lustroso decoro de las
ciudades, como imponderables dispendios en los anfi-
teatros para lidiar las fieras y recrear los pueblos.»
«En nuestra misma España vemos la suntuosidad
de la Plaza Mayor, de Madrid; la del Ochavo, de Va-
lladolid, y la del Cuadro, de Córdoba; todas magnífi-
cas y celebérrimas obras. Pero la mayor grandeza en
DIBUJO D E L PROYECTO D E L L L A M A D O P A B E L L Ó N R E A L

Foto. Ansede. Grabador Garralón

D E T A L L E S D E LOS ARCOS

Foto. Ansede. Grabador Garralón


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que se fundaron, es la que hoy no demuestra la vista,
pero la celebra el entendimiento, consideran la magna-
nimidad de los Ayuntamientos con emprenderlas y
ejecutarlas. Superando un tropel de dificultades, por-
que sin aquel supremo apoyo y soberana protección
no pudiera haber tenido efecto obras tan insignes y
tan celebradas de los extranjeros y naturales, resol-
viendo el consejo que se hiziesen al beneficio del
común y hornato público los perjuicios particulares».
« pero ya no sólo la iluminación y ornato per-
suade, sino es que la misma necesidad y el indispensa-
ble bien común estrecha y apremia a nuestra obliga-
ción por la fábrica de la Plaza principal a lo menos
en estas dos cuartas partes de ella respecto de ser pre-
cisos portales o pórtico cubiertos, a cuyo abrigo se
puedan poner los que acuden, el pan, el pescado, etc.»
L a obra de la P l aza

L A Plaza con soportales, que se apoyan en 88 arcos


de piedra de tres pisos, con balcones de hierro
de flor, de gran elevación, con medallones tallados y
escudos de paciente labor con típicos tercerillos, es
amplia y dilatada, campeando el busto de un Rey en
el llamado Pabellón Real, y el Ayuntamiento, con
labradas columnas y una espadaña, donde cuelga su
campana, se hizo por hábiles canteros que ejecutaron
los primores, en piedra, de su Catedral inimitable.
El menor de los Churrigueras atiende, en sus tra-
zas, a la uniformidad de sus pisos y vanos.
Es el contratista el Municipio, que para hacerla
con escasos recursos, tiene que acudir a los ingresos
del maravedí de torería, a la renta de la tabernilla del
vino blanco, a las sisillas y peso del Concejo, y como
esto no basta, crea censos para pagar ya los cajones
fijos, bien el terreno o a los operarios.
Se ve en los documentos que se daban perfecta
cuenta de la importancia de la obra, en los que la lla-
man la magnífica Plaza Mayor, y tanto atiende a la
uniformidad de sus fachadas, que en el Despacho de
- 15 —
Consejo de Hacienda de 1741, acuerda: «Que los
dueños de la casa de la Plaza que no se convenga en
hacer la fachada, se les tase por maestros y se les com-
pre en usufructo y propiedad a dinero contado».
Uno de los mayores méritos es el despiezo de los
arcos de los ángulos alzados sobre repisas y puestos
así para sufrir los contrarrestos.
Tanto en la acera del Pabellón, como en la de San
Martín y en las enjutas de sus arcos, hay medallones
tallados en piedra franca que parecen de mármol por
estar pintados de blanco, los de la primerafiguradesde
el Rey Alfonso XI, que nació en esta ciudad, hasta
Fernando VI.
Los otros son como el Conde Fernán González,
Colón y Hernán Cortés y varios héroes nacionales;
algunos de ellos tienen mutilaciones hechas por el
apoyo, en ellos, de las vigas de los antiguos tablados.
Existe en el Museo Provincial, una maqueta en
madera del proyecto de la Casa Consistorial.
En las cuentas del año 1747 hay una partida que
dice: «Se pagaron a José González Bondad y a Fran-
cisco Caldevilla, 3.153 reales por el modelo de la Casa
de la Ciudad y planta de la obra».
En él figuran dos torres laterales que no se hicie-
ron y, en cambio, se colocaron, modeladas por D. Isi-
doro Celalla, cuatro estatuas alegóricas representando
la Agricultura, la Ciencia, la Industria y la Astronomía.
La espadaña es proyecto de D. Tomás Cafranca,
Arquitecto del Municipio. La lápida del Pabellón Real
- 16 -
dice así: «Reinando Felipe V el Animoso, la muy noble
y muy leal ciudad de Salamanca empezó esta obra, a
Diez de Mayo de 1729, siendo corregidor el Sr. D. Ro-
drigo Caballero y Llanes, intendente general de Cas-
tilla y diputado. Y se concluyeron las doce casas de
esta línea llamada el Pabellón Real, el día 3 de Marzo
de 1733. Soli Deo honor et gloria. Se terminó la obra a
últimos del siglo xvm».

Es tan importante el asunto, que debemos recoger


el ambiente de la época, los escasos medios del Muni-
cipio y la penuria de aquellos tiempos a raíz de la
guerra de Sucesión en Salamanca, con sus asaltos y
asedios, y si los eclesiásticos tienen que dar dinero
a los vencedores y empuñar muchas veces las armas, a
los seglares toca también dar el pecho a las balas, le-
vantar las cargas y sufrir los alojamientos de tropas
que entraban y salían siguiendo las contingencias de
la lucha.
No fué ingrato el primero de los Borbones con la
ciudad, que le prestó valioso apoyo ayudando a su
ejecución, mediante un hombre de cuerpo entero,
Intendente de los ejércitos de Castilla, D. Rodrigo
Caballero y Llanes, Corregidor de la ciudad, que no
sólo defiende el proyecto sino que presta gran canti-
dad de dinero de su particular peculio.
Tenemos a la vista el informe de defensa que hace
de la obra de la plaza en contra del Rector y Maestro
de Ceremonias del Colegio del Arzobispo que, here-
deros de Fonseca, «nuestro amo», como siempre le
- 17 -
llaman, se oponen a la obra, con el pretexto de que
hacía subir la carne y el vino y demás mantenimientos
de la ciudad. Y es que aquel Arzobispo dejó parte de
su rico patrimonio al Común de la ciudad, y ellos,
como herederos, tenían voz y voto en juntas celebra-
das en la capilla de Santa Margarita, del convento de
San Francisco el Grande (hoy Moneo), sentándose en
la Presidencia el Corregidor, guardián de San Francis-
co y Maestro de ceremonias de citado Colegio.

Varonil fué la defensa, fundada en que la magnifi-


cencia de la Plaza exigían soportales para guarecer a
los mercaderes que allí ponían el puesto y a los gre-
mios por que aumentaran las viviendas.
Con mucha cortesía ataca la administración del
Colegio, por sus pleitos, y defiende a los seglares, úni-
cos paganos de los impuestos de guerra, a la vez que
defiende las regalías de la Corona.
Es el contratista el Municipio, que se preocupa de
hacer por su cuenta la obra para que, no sólo sean las
casas iguales, sino iguales también los balcones.
Alberto Churriguera hace las primeras trazas o pla-
nos, dirige la obra del Pabellón Real o la primera
manzana de once casas, que se terminaron a los trece
años; también dirige parte de las diez y seis del Cuar-
tel General, acera de San Martín.
No le debe de hacer falta dinero cuando no cobra
el sueldo de 3.200 reales en cuatro años. Después di-
rige la obra D. Andrés García Quiñones, que le servía
de delineante y un hermano suyo llamado Jerónimo.
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Ya se sabe que el arriendo de los balcones era por
cuenta del Ayuntamiento, siendo tan importante el
valor de los claros y balcones para presenciar las co-
rridas durante la feria, que importan tanto como el
valor de la renta de las casas durante un año. Suma-
dos estos balcones, hacen un total de 274.
Durante la construcción, las exigencias de nume-
rario hicieron hipotecar parte de esta renta, pues en la
sesión de 22 de Agosto de 1753, se acuerda conceder
el uso perpetuo de los balcones del arco de San Mar-
tín y del llamado de Barbarroja, por el precio de 200
ducados, para ver los toros y demás festejos, dando
22.000 reales vellón de una sola vez.
Los billetes para presenciar las corridas, son en
extremo curiosos; habiéndolos también de mujeres;
uno, a la letra, dice: «Corrida de toros a la festividad
de Santiago Apóstol, adminístrase por la ciudad y pro-
ducen sus carnes y pieles, los ingresos 29.894 reales.
Aquilina entregó, según papeleta de mujeres,
9.929,22 y en el reverso JHS, que el dulce nombre de
Jesús, a los demonios espanta, de las culpas me levan-
ta, para alavar a Dios y Hombre.»
Otro billete del año 1814, de un balcón segundo
de sombra, para los días 14, 16 y 17 de dicho año:
«Pagará al mayordomo de propios 290 reales y verifi-
cado pasará con este «villete» a casa de D. Manuel
San Martín, donde recogerá otro para que el inquilino
le franquee el balcón».
Todos los balcones segundos de sombra valen lo
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mismo; pero el largo sobre el arco del toro y otros
análogos, valían 580 reales.
Muy diversos debían ser los precios según las dis-
tintas localidades. La delantera de tablado era de las
entradas preferidas, porque desde allí se arrojaban ga-
rrochas como banderillas al paso de los toros; también
las de los balcones de los pisos principales. Convidar
a balcón era un obsequio muy codiciado, y los Cole-
gios Mayores tenían los suyos.
El valor de las entradas de los toros en 1732, fué:
600 reales por los balcones y 250 id. por los claros.
950 reales por la renta de los balcones del pabe-
llón Real y 250 por los de la Isla del Cuartel general,
o sea la de San Martín.
C j r e m i o s de 1 rabajadores

L os distintos oficios tenían una organización gremial


distinta, comenzando por el aprendiz, después
oficial, antes de pasar a maestro; todavía existen las
calles de Canteros, Caleros, etc. El gremio, que tomó
por fundamento la Cofradía, procuraba no sólo el
mutuo auxilio de los agremiados, sino también la bon-
dad de la obra ejecutada; en algunos oficios tenían que
hacer los oficiales la obra maestra, antes de abrir tien-
da, nombrando el Municipio Veedores o Examinado-
res de oficios.
Daremos una idea somera de los jornales:
Un asentador, 5,50 reales; un carpintero, 5; un
obrero, 3; un muchacho, la mitad que éste; un carro
de arena, 3; una fanega de cal, 2; un ciento de tejas, 8;
el valor de una fanega de trigo, 15; un cántaro de vino,
de 9 a 10 reales; un cuartillo de aceite, 1; una libra de
bizcochos, 3,50; una de chocolate, 7,50; las maderas
de las vigas de los portales vinieron de Hoyocasero
y Navarredonda; la piedra pajarilla de los cimientos,
de las canteras de la Pinilla, y la piedra franca, de V i -
llamayor; costando un carro de ésta, 6 reales, y una
vara de sillería, 4 reales.
L a casa de la P l a z a M a y o r , es distinta
de la casa solariega salmantina

C i comparamos la casa de la Plaza Mayor con las


^ ^ otras de esta ciudad, podemos observar que es
más alta que las ordinarias y los portales de sus tien-
das hacen surgir el tercerillo de unos dos metros. Estos
se han suprimido con las modernas necesidades, que-
dando uno solo o dos cubiertos por los anuncios.
La casa solariega salmantina, cuyo tipo es la de las
Conchas, tiene ventanas pequeñas y, por tanto, habi-
taciones oscuras en la planta baja, porque éstas, más
que para vivienda, fueron destinadas a paneras, tinaje-
ros, tinelo o cuarto de criados.
Como el lema de los antiguos era vivir en alto, se
explica que siendo estas casas dotadas de patios con
aljibe, tuvieran las puertas de sus salas entradas por el
corredor, habitaciones amplias y tres las principales;
la sala de «respeto» con estrado de madera, algún re-
postero y pocos muebles por ser de paso; la del estra-
do, propiamente tal, donde las señoras no se sentaban
en silla por ser costumbre francesa, invitaban a sus vi-
sitas a tomar la almohada, y la de intimidad o dormi-
- 22 -
torio, con camas altas y colgaduras. El estrado no era
otra cosa que una tarima de corcho o madera cubierto
con alfombra.
La Plaza Mayor, como las casas modernas, no tie-
ne otro patio que la Plaza. El piso principal se asienta
avanzando hasta los arcos del pórtico.
Es de advertir que, en el primitivo proyecto, figu-
raban en los remates de la balaustrada, estatuas, susti-
tuidas por pináculos en forma de pirámides de sección
cuadrangular. Su altura total es de unos 18 metros.
En el año 1755 se terminó la casa de la Universi-
dad, cuya obra duró cinco años; fué la primera de la
acera llamada de Correos y sobre la cual estaban enfi-
lando las demás/ su coste total fué de 109.418 reales.
En ella campea el escudo con la tiara, símbolo de
la Universidad Pontificia.
O o r n d a s de toros a la anticua usanza

TNO de los principales destinos de la Plaza Mayor,


^ ^ era el de la celebración de las corridas de toros,
y como entonces apenas había toreros, la lidia era
principalmente a caballo. No sólo en las tres corridas
de la ciudad, sino en la de los Grados de Doctor, la
Canonización de Santos, consagración de templos,
natalicios y bodas de Príncipes, eran celebradas con
espectáculos taurinos; es de advertir, que las carnes de
los toros muertos en la Canonización de los Santos,
conservada en tasajos, se aplicaba como sustancia para
caldo de enfermos.
Dos eran las suertes principales: una de ellas con-
sistía en inutilizar al toro, bien con lanzas de dos filos,
con rejón o espada de torear. Algunas veces se alan-
ceaba a pie, esperando al toro. No siendo de buen
caballero rematar al toro sin defensa; la suerte del
desjarrete era ejecutada por el pueblo, cortando con
media luna los tendones del toro para que no pudiera
correr.
Estas corridas no tenían de formal más que el
paseo, que era como en los torneos, acto ceremonio-
so, haciendo alarde tanto de armas, garrochas, bande-
- 24 -

rillas, trajes lucidos y sombreros de ricas plumas; des-


pués las suertes eran bien de jerigonza o charlotadas,
como ahora dicen.
A la salida del toro solían poner cestos con cone-
jos y palomas, algunas veces con gatos, otras muñecos
de heno llamados dominguillos ofigurasde un hom-
bre de cuero lleno de aire, con plomo a los pies para
guardar el equilibrio.
No solía faltar el toro «encohetado», saliendo el
pobre animal cargado, desde el toril, bien de grandes
banderillas de fuego o de un jinete hecho con pólvo-
ra y alquitrán; las relaciones de la época dicen: «Que
echaba llamas como un vesubio, muriendo casi achi-
charrado de las quemaduras; otras veces le solían po-
ner cohetes en los cuernos y en la cola».
También solía haber un toro embolado, aserrado
los cuernos, para que los estudiantes pudieran ejecu-
tar toda clase de suertes sin gran peligro, poniendo
unas veces parches de trementina, otras ejecutando el
salto de la garrocha, y las más, haciendo la guardia
suiza, le acometían con espadas y estoques.
Hubo también, en Salamanca, una raza de perros
de presa que solían tener los carniceros, canes pareci-
dos a los perros de ayuda, que tanto temían los indios
en la conquista de América.
Azuzándolos al toro y una vez sueltos, sujetaban
a los pobres animales por el cuello y partes blandas,
haciéndoles mordaza o presa con su terrible den-
tadura.
DISPOSICIÓN D E TABLADOS E N L A S CORRIDAS D E TOROS

foto. Ansedé. Grabador Gart alón.


- 25 -
Fué tanta la afición a los toros en esta ciudad, que
asegura un escritor que los chicos aprendían la pala-
bra toro tan pronto como el nombre de los padres, y
en las fiestas de canonización de su patrono San Juan
de Sahagún, que duraron trece días, se lidiaron 144
cornúpetos.
L a JMariseca

^ \ E S D E tiempo inmemorial, al terminar la última


-•—* campana de las doce del día de Santiago, el pú-
blico salmantino oye con natural regocijo el repique
del reloj del Ayuntamiento, preludio de fiestas.
Entonces aparece un hombre con una bandera con
los colores nacionales, y, en ella, la silueta recortada
de un toro, donde con legibles caracteres se indica, en
cifras, los días en que se han de celebrar las corridas
en el próximo Septiembre.
Esto se llama poner la Mariseca. Algunos autores
han creído que tomó ese nombre de un carpintero
llamado el tío • Mariseca», que se mató al subir a co-
locarla.
Hemos podido comprobar en los documentos, que
la costumbre viene de muy antiguo, y en ellos se de-
cía poner el tablado de la Mariseca.
El colocarla el día de Santiago era, sin duda, por-
que en él se celebraba una de las corridas y en el que
regresaba, después de la fiesta religiosa en su iglesia,
el Alférez Mayor de la ciudad, junto con el Corregi-
dor, tremolando un estandarte y dando una vuelta por
- 27 -
su recinto y acompañado de la música necesaria. Dicho
día era el de la toma de posesión del cargo, y para ce-
lebrar tan solemne acto, regalaba una arroba de cho-
colate a cada una de las comisiones del Cabildo, de
la Universidad y otra a sus compañeros del Ayunta-
miento.

Este tablado procede del juego de bohordos,


cuando los caballeros, para ejercitarse en combatir a
distancia, lanzaban bohordos o lanzas cortas, con plo-
mo cerca del hierro para dirigir la puntería.
Se formaba un castillete de madera con varias ta-
blas movibles y una fija con la fecha de las ferias; éste
se ponía junto al rollo, que solía estar en la Plaza. Los
jinetes, a galope tendido y en nombre de la dama de
sus pensamientos, arrojaban las lanzas, quebrando una
a una las tablas movibles, y siempre quedaba una tabla
fija anunciando las fechas de ferias y fiestas.
Este era ejercicio propio de los guerreros, que te-
nían que batir castillos y pelear con lanza a distancia.
Pero la invención de la pólvora y su uso hizo cambiar
la costumbre, y ésta se transformó en las corridas.
Como la tabla no era otra cosa que un sencillo rec-
tángulo, se cambió por la silueta de un toro.
Jr aseo en un día de doctorado

L A ceremonia más solemne y codiciada en la época


en que la Universidad española tuvo el esplendor
de su raza, era doctorarse con pompa, cosa sólo pro-
pia de los ricos, pues para ello tenían que juntarse tres
de éstos, ya que entre las corridas de toros y las pro-
pinas hacían subir a unos 4.000 duros los gastos que
tales ceremonias representaban. Por eso los pobres te-
nían que aguardar los lutos de la Corte, para hacerlo
sin el lujo y solemnidad de los otros.
Tan curiosos como poco divulgados son los actos
y ceremonias celebrados, y, no menos, sus corridas,
presididas por los nuevos Doctores.
Tarde de sol castellano, se realiza el paseo, el cual
no es otra cosa que una procesión cívica, donde se
hace ostentación del lujo que entonces existía en las
Universidades.
El Maestro de ceremonias, acompañado de trom-
petas y atabales, sale en busca de los Padrinos, Rector
y Maestre-Escuela, siguiéndole los Graduandos, que
llevan detrás un paje con sus armas. Ya reunidos, for-
man la comitiva, abriendo marcha atabales y trompe-
- 29 -
tas; sigue el Alguacil del estudio y el Maestro de cere-
monias, llevando en medio al Secretario. Marchan a
continuación Artistas, Teólogos, Canonistas y Juristas,
detrás los Jueces conservadores del estudio, y los
Graduandos, descubiertos, llevan a la derecha sus Pa-
drinos, cerrando la marcha el Rector y Maestre-Escue-
la, con dos criados a caballo, dándoles escolta seis
pajes de los Graduandos, jinetes en corceles ricamente
enjaezados.

Van los seglares a cuerpo, ciñendo espada con


mangas de color en caballos de ricos jaeces; los ecle-
siásticos visten ropa talar lucida, en mulos con gual-
drapa.
La carrera presenciada por enorme gentío, que
admira las colgaduras de ricos reposteros, con que se
engalanan las casas de las personas del gremio Univer-
sitario.
Para dar idea de la comida o colación de grados
de un Doctor, tomada de una relación de la licencia-
tura de un Médico en el año 1619, diremos que se
comieron: 16 pavos con sus alas, pastelones de car-
nero con palominos y gacapascañas (sic) y huevos y
criadillas de carnero; 16 platos, con dos capones cada
uno rellenos, cocidos sobre sopa de leche dorada con
bizcochos; 16 platos de lechuga; 16 platos de manjar
blanco con su olor; 16 de conejos a la portuguesa.
El manjar blanco se hacía con pechugas de gallina
cocidas, almendras, leche y harina de arroz o de pos-
tre. Diez y seis platos de xigote de ternera y, en cada
- 30 -
uno, cuatro criadillas de carnero (quítense de los pas-
telones). Postres, quesos buenos, aceitunas cordobe-
sas, frutas verdes, peras, camuesas, suplicaciones, bar-
quillos, frutas de sartén y confites de anís.
Esta relación está tomada literalmente de los man-
jares que se consumieron en dicho grado; pero en los
Estatutos universitarios señala los platos que se habían
de poner en estas colaciones, teniendo, además, que
regalar tres pares de gallinas a cada uno de los exami-
nadores y dos a los bedeles; por eso tardaban muchos
en tomar el grado de Doctor o Licenciado, aun ha-
biendo terminado la carrera.
C o r r i d a de toros de u n d o c t o r a d o
c o n JDomJDa

E L acto final de un doctorado eran las corridas de


toros, en que se corrían 9 toros si los Doctores
eran tres y, si cuatro, llegaban a 12, según convenio
con la ciudad. La Universidad tenía casa en la Plaza, y
en su balcón, cubierto con un dosel y adornado de
ricos reposteros, presidían la corrida los nuevos Doc-
tores, que estrenaban el birrete y anillo con las demás
insignias doctorales, teniendo éstas puestas durante la
corrida, igualmente que los padrinos; el Rector y Can-
celario podían estar sin ellas.
Además de los premios que daban a los matadores
(casi siempre diestros jinetes, porque entonces no ha-
bía toreros de oficio), consistentes en una bandeja o
salvilla de plata repujada, un anillo, cortes de jubón
o medias de seda caladas que usaban los hombres,
tenían que llevar 300 reales en confituras, que arroja-
ban entre toro y toro, mientras tocaban las chirimías,
y, a veces, azafates o bolsillos de plata con monedas
de cobre.
También para arrojar a los toros al paso, los pro-
— 32 —
veían los Comisarios de veinte docenas de garrochas,
dos lanzas, seis lanzones de los que arrojaban a pulso
y diez docenas de banderillas.
Cuando desde los tablados arrojaban las damas
arpones o banderillas con la divisa, el galán que qui-
siera obsequiarla, tenía que devolvérsela, haciendo
acatamiento.
Los ingresos, durante estas corridas, para la ciudad,
eran escasos, por ser de convite la mayor parte; en
cambio fueron de más de 50.000 reales las corridas
del año de 1733. Año de la Consagración de la Cate-
dral Nueva. Corridas memorables porque los tablados
construidos fueron más grandes que de ordinario, pin-
tados de diversos colores; habiendo tal afluencia de
gente, que se habilitaron balconcillos encima de los
tejados.
En el arco de San Martín, en construcción, se hizo
el toril y, en un día solo, se corrieron 20 toros, casi
todos de la ganadería de Raso del Portillo. Seis de
ellos fueron muertos por los caballeros en Plaza, y los
otros 14, a pie, con suertes de banderillas y estoques,
terminando a las siete de la tarde. Antes del despejo,
en coche de estribos, los rejoneadores dieron dos
vueltas al ruedo acompañados de los padrinos y, al
estribo, los caballeros en Plaza, tocados de golilla y
ricos sombreros de plumas.
TECHOS D E LOS ARCOS D E L AYUNTAMIENTO

Foto. Ansede. Grabador Garralón.


O o r r i d a s de la ciudad, su presidencia
y reirescos

M EMORIAL jurado y firmado que doy yo Don José


Casquero, conde capitular de U . S. y su casa
colacionero para la corrida de toros que U . S. tubo
a la feria de San Juan Bautista en este presente año en
que se corrieron y mataron 9 toros y uno que se ma-
logró en la puerta de Zamora, cuyas carnes y coram-
bres se vendieron para el abasto de carnicerías meno-
res a ciento noventa reales cada uno de que sacados
dos, uno de mariseca y otro de pregonería quedan
para U . S. las de 8 toros que a dicho precio importan
1,520 reales de cuyo producto se hicieron los gastos
siguientes: Lo primero 617 reales y 20 maravedíes va-
lor de siete arrobas y ocho libras de azúcar que se
repartieron en propinas de U . S. sus ministros y cria-
dos inclusas tres libras de mermas, que se dan según
estilo que al precio de ochenta reales arroba, importa
otra cantidad que consta de cuarenta cédulas del con-
tador de U . S.—3,613—20. Iden 628 reales y diez y
seis maravedíes que importa el refresco que se dio a
U . S. cantidad de ocho toros a saber. De ocho canta-
- 34 -
ros de bebida doscientos cuarenta reales, de barquillos
veinte reales, de dos (1) libras y media de chocolate
veinte reales, de dos libras de bizcochos treinta y ocho
reales, de una libra de azúcar, elado agua fría y basos
con que se sirvió a dicha función diez reales, y diez
y seis maravedíes 3,328. Iden catorce reales y veinte y
cuatro maravedíes pagados a la banquera por el cui-
dado de componer el balcón quitar y poner bancos
conducir el refresco y ollas para sacarle 3,014—24.
Iden diez y seis reales que se hacen bueno por ra-
zón del repartimiento de propinas—3,016. Iden seis
reales y seis maravedíes pagados al carpintero de U. S.
los cinco por poner la colgadura de damasco y un real
y seis maravedíes por una bara de colonia para la llave
del toril. Iden ochenta y ocho reales pagados al ma-
yordomo del hospital general de esta ciudad que le
da U. S. según estilo—3,088. Iden ciento y once reales
por las saca de siete toros muertos en la plaza a quinze
reales cada uno y seis reales por el que bajaron del
toril de la puerta de Zamora que todo compone los
otros cientos y onze reales—3,111. Iden seis reales y
diez y seis maravedíes de un cántaro de vino que se
da medio al carpintero de U. S. para los mozos que
asisten a colgar el balcón y lo demás a los baque-
ros—3,013. Iden ocho reales pagados al asistente del
mayordomo por su asistencia a lo que ocurrió que for-
man este memorial—3,008. Por manera que importan

(1) En otros documentos pone 4 libras para cada uno.


- 35 -
dichos gastos un mil doscientos tres reales y catorze
maravedíes que lleban de los mil quinientos veinte
reales valor de carne y corambres de los ocho toros
muertos que tocan a U. S. hay de alcanzarse doscien-
tos diez y seis reales y veinte más que han de servir
de cargo al mayordomo en las cuentas de propios del
presente año.
Salamanca y Julio diez del de mil setecientos cua-
renta y ocho.»
Corridas de toro» en 1820

IZ)ARA atender a los gastos del Hospital;


a
* 1 . Los empresarios deben dejar la plaza em-
pedrada y limpia, siendo de su cuenta los gastos.
a
2. Tendidos de madera y balconcillos igual que
antes. Sin estropear los arcos.
a
3. Que sean reconocidos.
a
4. Que no puedan llevar más precios que los bal-
cones y sea a personas decentes.
a
5. Los toros, ocho por cada función, de ganade-
rías acreditadas, no menores de cinco años ni mayo-
res de siete.
a
6. Un espada, cuatro banderilleros, dos picado-
res varilargueros.
a a
7. y 8. Buenos caballos y banderillas y varas.
a
9. Las capillas de torear.
10. La hechura del toril de buena madera.
11. En la Puerta de Zamora el toril y de su cuen-
ta la hechura y las vallas.
12. Pagarán los alguaciles y personas en las noches
del encierro y a los volantes con sus vestidos y bas-
tones.
Justas y torneos

T TUBO un tiempo en que los caballeros tenían que


-•• * ejercitarse en la preparación de los combates,
habiendo públicas telas o palestras para estefin;el pue-
blo era muy aficionado a estas escaramuzas o simula-
cros de combate; de tal modo, que aun después de
descubierta la pólvora, exigían a la gente noble que
celebrase justas y torneos siquiera combatieran con ar-
mas galantes o botas, con las que el peligro era menor.
El Arenal del Puente es el sitio, según el fuero de
Salamanca, donde se hacían estos simulacros, cele-
brándose lasfiestasdespués en las plazas principales;
aquí los hubo en la de los Bandos, cuando las bodas
de Felipe II, y también en la plaza de San Martín; en
la Plaza Mayor se celebraron menos, porque la época
era más avanzada y lasfiestaseran la de quebrar cañas
y romper lanzas en las corridas de toros.
Los torneos podían ser a pie o a caballo, con lan-
zas de pelear y galantes, con espada, maza y hacha de
armas; algunas veces se usaba la lanza jabalina o arro-
jadiza.
El cronista Calvete de la Estrella, que está enterra-
- 38 -
do en esta ciudad, describe de este modo un torneo
a caballo: «En la Plaza se hacía un palenque o estaca-
da, cuadrado y bien espacioso para combatir, al cual
afluían varias puertas para entrada de los justadores.
Se levantaban tablados en los que tenía asiento la
plebe, y en la Presidencia se ponían los regalos para
los caballeros vencedores. Entraban éstos por varias
puertas dando vueltas al campo, con son de trompe-
tas, cada uno por su puesto. De 7 en 7 por hilera, los
cuales eran doce por todas; la entrada, muy vistosa,
parecía muy bien.
Entró por una parte delante el Capitán con su
cuadrilla en orden de 3 en 3. Y por el mismo orden
entraron las otras cuadrillas.
Salió éste muy galán ricamente aderezado, todos
con casaca de raso carmesí aforradas con telilla de oro,
acuchillado todo de raso y sobrepuestos, muchas es-
tampillas de oro y plata con grandes franjas de encar-
nado, amarillo y blanco. Venían con buenos caballos
y guarniciones de los mismos colores. Otros caballeros
vestidos de raso blanco y negro con franjas de plata;
otros llevaban trajes de terciopelo con los mismos
adornos de oro, pero de tono verde y otros azules.
Recogidos en sus puestos comenzaron a combatir
de siete en siete, y así comenzaron a romper lanzas
unos con otros; después echaron mano a las espadas,
combatiendo con gran esfuerzo.
Después de haberse combatido todas las cuadri-
llas por este orden, se recogieron en escuadra, por
- 39 -
dos partes y, arremetiendo en escuadrón unos contra
otros, rompieron lanzas; combatieron luego con espa-
das a la sola, con gran valor y destreza.»
Otros muchos detalles se podrían dar de los juegos
de Cañas, como los celebrados en lafiestade los Már-
tires de Salamanca, en la que salieron a justar los caba-
lleros principales con vestidos y joyas suntuosas; pero
tenemos que ceñirnos a los más característicos para los
que se edificó esta plaza.
Algunas opiniones acerca de Ja obra
de la Plaza

T TUBO un tiempo en que estuvo de moda hablar


-•- * mal del estilo barroco y de las exageraciones de
los adornos en las obras de los Churrigueras; sin em-
bargo, Arquitectos y Escritores eminentes hablan de
ella de este modo: Ponz, en sus «Viajes por España»:
«Que es la mejor Plaza que vio en sus dilatados via-
jes, no pudiendo negar que la idea fue' grande, y, aun-
que pudo ser de más bella arquitectura, se arreglaron
entonces al gusto de la e'poca».
Alarcón, en sus «Tres días en Salamanca», dice:
«Su aspecto general resulta noble, rico, decoroso,
hasta regio, digno en fin, ya que no de la exquisita
Salamanca, de cualquier adocenada Corte».
Karkl Waerman, en su «Historia del Arte», en to-
dos los tiempos, dice hablando del Arquitecto autor
de la Casa Ayuntamiento, cuya maqueta reproduce,
característico en sumo grado, se nos ofrece el maestro
como verdadero Arquitecto:
«Gravemente suntuoso en su conjunto, capricho-
so y ligero en sus pormenores el lenguaje de las for-
L A P L A Z A SIN E L T E M P L E T E

1 oto. Ansede. (,rabadoy (.arralan.


- 41 —
mas, aparece aquí esencialmente barroco, por la origi-
nal transformación de arcaicas formas singulares; pero
este edificio pertenece ya plenamente al siglo xvm y
lo que los sucesores y discípulos de Churriguera hicie-
ran de su estilo diáfano, a pesar de todo, muestra
claramente que la Arquitectura española se sometió
menos que la de cualquier otro país de Europa, a la
moda francesa de la e'poca.»
C u a d r o s disolventes

E NTRE los espectáculos nocturnos en la Plaza Ma-


yor, figura uno precursor del cine. Este era el de
los cuadros periscópicos o animados, conocidos por
cuadros disolventes, que se hacían con una máquina
construida expresamente para maniobrar al aire libre.
En el año 1882, en las fiestas del Centenario de Santa
Teresa de Jesús, el tamaño de las vistas y caricaturas
era de unos siete metros de altura, para lo cual se ne-
cesitó un gran telón colocado en un andamio y la
máquina en una habitación próxima. E l espectáculo
duró unas dos horas, con 60 vistas proyectadas.
.La r laza JMayor iluminada

C i esta Plaza Mayor, que sus autores consideraban


^-^ como magnífica por su amplitud, por su simetría,
por sus labores, por el rosado color de su piedra, tiene
belleza cuando los rayos del Sol la doran, no la tiene
menor los días de las grandesfiestas,cuando está ilu-
minada/ esta iluminación en e'poca pasada, era modes-
ta, bien con velas, con lamparillas de aceite o con
faroles; hoy la energía ele'ctrica, bordeando sus mol-
duras y festones con la clara luz delfilamentoincan-
descente, acusa y hace resaltar los bellos relieves que
proyectara Churriguera.
Cuando se une la gala de la provincia en la sep-
tembrina feria, formando apretados racimos el pueblo
que se divierte, como envueltos en un limbo de luz,
cabe un cielo estrellado, parece que se contagia la
alegría, y acuden de tierras lejanas a contemplar el
espectáculo.
Después de las rudas faenas de verano, bien mere-
ce un pueblo que trabaja, celebrar susfiestascon sano
regocijo.
ILUMINACIÓN E N F E R I A S

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Fo/o. Ansede. Grabador Garralón.


\
ÍNDICE

El antiguo Municipio y sus cargos. 5


Regidor Decano.-Sexmeros.-Fieles.-Varas de Herman-
dad.-Procuradores en Cortes 8
L a Plaza de San Martín o la del Mercado 11
La obra de la Plaza 14
Gremios de trabajadores 20
La casa de la Plaza Mayor es distinta de la casa sola-
riega salmantina 21
Corridas de toros a la antigua usanza 23
La Mariseca 26
Paseo en un día de doctorado 28
Corrida de toros de un doctorado con pompa. . . . 31
Corridas de la ciudad, su presidencia y refrescos. . . 33
Corridas de toros en 1820. 36
Justas y Torneos 37
Algunas opiniones acerca de la obra de la Plaza. . . 40
Cuadros disolventes 42
L a Plaza Mayor iluminada 43
NOTAS

Mientras estaba preparándose la edición de este folleto,


por reciente disposición del Ministerio de Instrucción Pública
y Bellas Artes, mediante el informe de la Academia de la His-
toria, ha sido declarada la Plaza Mayor Monumento Nacional,
lo que supone que toda obra que se haga en ella tendrá que
ser convenientemente autorizada para realizarla.

Es de advertir que en la copia de documentos de época,


casi todos sacados de las Cuentas de la obra de la Plaza, faci-
litados por el Archivero Sr. Mansilla, se conserva la ortogra-
fía de los originales.
OBRAS D E L MISMO A U T O R

Epistolario de Gabriel y Galán. Selección de cartas.


Leyendas y Postales. Poesías.
La hija de Monterrey. Comedia de estudiantes del siglo xvni.
Dos juventudes. Comedia.
Costumbres escolares del siglo de oro de la Universidad. Con-
ferencia.
Salmantinos ilustres. Premio del Excmo. Ayuntamiento de
Salamanca.

SIN PUBLICAR

El Convento de San Agustín y la Flecha. Premio de Certa-


men de Fray Luis de León.
La Ciudad Rosa. Cuadros de vida. Prólogo del Sr. Unamuno.
Doce leyendas castellanas.
La vida gremial. Folleto.
El Estudiante de Salamanca. Novela histórica de cos-
tumbres.
Datos del Instituto Geográfico.
Grabador Garralón.
.
L

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