Jauss. La Historia de La Literatura Como Provocación
Jauss. La Historia de La Literatura Como Provocación
Jauss. La Historia de La Literatura Como Provocación
L A H IS T O R IA D E L A L IT E R A T U R A C O M O
P R O V O C A C IÓ N D E L A C IE N C IA L IT E R A R IA
i. E n esta crítica sigo a M . Wehrli, quien últimamente escribió sobre «Sinn und Unssinn der
Literaturgeschichte» (publicado en el suplemento literario del Neue Zürcher Zeitung del 2 6 de fe-
brero de 1967) y, desde otro punto de vista, pronosticó también que la ciencia literaria volvería
los ojos a la historia. D e los trabajos más recientes sobre el problema de la historia de la literatu-
ra (citados a continuación sólo con la indicación del año) conozco los siguientes: R. Jakobson,
«U b er den Realismus in der Kunst» ( 19 2 1) en Texte der russischen Formalisten I, ed. J . Striedter,
Munich, 1969, pp. 3 7 3 -3 9 1 ; W . Benjamin, «Literaturgeschichte und Literaturwissenschaft»
(19 31), en Angelus Nouns, Frankfurt, 1966, pp. 450 -456 ; R. Wellek, « T h e Th eo ry o f Literary
History», en Etudes dédiées au quatrième Congrès de linguistes. Travaux du Circle Linguistique de Pra-
gue (19 36 ), pp. 1 7 3 - 1 9 1 ; id., « D er Begriff der Evolution in der Literaturgeschichte» en Grund-
bergriffe der Literaturkritik, Stuttgart-Berlin-Maguncia, 19 6 5 ; U . Leo, «D as Problem der Litera-
turgeschichte» (1939), en Sehen und Wirklichkeit bei Dante, Frankfurt, 1956; W . Krauss, «Literatur
UI
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geschichte als geschichtlicher Auftrag» (1950), en Studien und Aufsätze, Berlin, 19 59 , pp. 19 -
72; J . Storost, «D as Problem der Literaturgeschichte», en Dante-Jahrbuch, 38 (i960), pp. 1 -
17 ; E . Trunz, «Literaturwissenschaft als Auslegung und als Geschichte der Dichtung», en
Festschrift J . Trier, Meisenheim, 19 54 ; H . E . Hass, «Literatur und Geschichte», en Neue deuts-
che Hefte, 5 (1958 ), pp. 3 0 7 - 3 18 ; R. Barthes, «Histoire ou littérature» (i960), en Literatur oder
Geschichte, Frankfurt, 1969; E Sengle, «Aufgaben der heutigen Literaturgeschichtschreibung»,
en Archiv fü r das Studium der neueren Sprachen, 200 (1964), pp. 2 4 1-2 6 4 .
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3. G e o rg Gottfried Gervinus, Schriften zur Literatur, Berlín, 19 6 2, p. 4 (en una reseña crí-
tica de 1 8 3 3 sobre historias de la literatura recientemente publicadas): «Estos libros pueden
tener toda clase de méritos, pero, desde el punto de vista histórico, no poseen casi ninguno. Si-
guen cronológicamente las diversas clases de poesía, colocan cronológicamente uno detrás de
otro a los escritores, como hacen otros con los títulos de los libros, y luego caracterizan, de
cualquier manera, poetas y poesía. Pero esto no es historia; apenas es el esqueleto de una his-
toria».
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
il
E n las citas se suele invocar una autoridad con objeto de sancionar un paso
en el desarrollo de la reflexión científica. Pero también pueden servir para
recordar un antiguo problema, para expresar que una respuesta ya clásica
resulta insuficiente, por haberse vuelto a su vez histórica y exigir de noso-
tros un replanteamiento del problema y una nueva solución. L a respuesta
de Schiller a la pregunta de su discurso inaugural de Jena del 26 de mayo de
1789: «¿Qué significa, y para qué fin se estudia la Historia universal?», no
es sólo representativa de la comprensión de la historia por parte del idealis-
mo alemán, sino que ilustra también una mirada crítica retrospectiva hacia
la historia de nuestra disciplina, pues indica la esperanza con que la historia
de la literatura del siglo xix, en competencia con la historiografía general,
trataba de hacerse con el legado de la filosofía idealista de la historia. Al
mismo tiempo permite reconocer por qué el ideal de conocimiento de la
escuela histórica tenía que conducir hacia una crisis y había de acarrear asi-
mismo la decadencia de la historia de la literatura.
4. Was heisst und zu welchem Ende studiert man Universalgeschichte?, en Schillers Sämtliche
Werke, edición del centenario, t. XlLL, p. 3.
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historia de la literatura coloca una tras otra diversas épocas separadas entre sí.
Donde antes podía acreditarse «la regla básica del género literario de la his-
toria según la cual el historiador debe esfumarse ante su objeto y éste debe
aparecer en completa objetividad»,15 era en la época como un todo con sen-
tido individual. Si la «completa objetividad» exige que el historiador prescin-
da del punto de vista de su actualidad, también ha de poder reconocerse el
valor y la importancia de una época del pasado independientemente del ulte-
rior curso de la historia. La famosa frase de Ranke de 1854 da a este postula-
do un fundamento teológico: «Pero yo afirmo: toda época se relaciona direc-
tamente con Dios, y su valor no se basa en modo alguno en lo que se deriva
de ella, sino en su existencia misma, en su propio yo».16 Esta nueva respues-
ta a la pregunta acerca de cómo debe entenderse el concepto de «progreso»
en la historia, asigna al historiador la tarea de una nueva teodicea: al conside-
rar y presentar cada época como algo válido en sí, justifica a Dios ante la filo-
sofía de la historia del progreso, la cual consideraba las épocas meramente
como peldaños para la generación subsiguiente y con ello presuponía una
predilección con respecto a la generación posterior y, por consiguiente, una
«injusticia por parte de la Divinidad».17 L a solución de Ranke para el pro-
blema que la filosofía de la historia había dejado tras de sí se obtuvo, sin
embargo, a costa de romper el hilo entre el pasado y el presente de la histo-
ria, entre la época «tal como fue realmente» y «lo que salió de ella». E l his-
toricismo, al apartarse de la filosofía de la historia de la Ilustración, no sólo
abandonó la construcción teleologica de la historia universal, sino también el
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18 . Op. r it, p. 5 2 8 ; cf. pp. 52 6 ss., donde Schiller define la tarea del historiador universal
como un procedimiento en el que hay que descubrir y resolver el principio teleologico, es de-
cir, el objetivo consistente en descubrir y resolver, ante todo, en el curso de la historia mun-
dial, el problema del orden del mundo, porque sólo cabe esperar una historia universal tras el
último plano en épocas posteriores». E l procedimiento mismo describe la historiografía como
ima especie de «historia de la acción»: el historiador universal asciende desde la más reciente
situación mundial hacia el origen de las cosas, haciendo resaltar de entre los hechos aquellos
que han ejercido una influencia esencial en la actual configuración del mundo; luego, en el ca-
mino hallado de este modo, da media vuelta y, «siguiendo el hilo de estos hechos designados»,
puede ahora explicar la relación que existe entre el pasado y la actual constitución del mundo
como historia universal.
19. L a consecuencia del principio de que el historiador, al ir a exponer una época pasada,
tiene que expulsar primero de su mente todo cuanto conoce acerca del ulterior curso de la his-
toria (Fustel de Coulanges) es el irracionalismo de una «compenetración» que no acierta a dar
cuenta de las condiciones previas y de los prejuicios de su punto de vista histórico. L a crítica
que a esto opone W . Benjamin desde el punto de vista del materialismo histórico lleva insen-
siblemente más allá del objetivismo de la concepción materialista de la historia; véase Ges-
chichtsphilosophische Thesen, núm. V I I, en Schriften I, Frankfurt, 19 5 5 , p. 497.
20. W . von Humboldt, op. rit, p. 586.
2 1 . Ibid., p. 590: « E l historiador digno de este nombre debe presentar cada hecho como
parte de un todo, o lo que viene a ser lo mismo la forma de la historia en general en cada uno
de ellos».
22. Para esta distinción entre historia de la literatura y crítica de la literatura es significa-
tiva la definición del concepto de filología en Grundriss der romanischen Philologie de G . G rö -
ber, 1 . 1, Estrasburgo, 19 0 6 2, p. 19 4: « L a manifestación del espíritu humano en el lenguaje, que
sólo es comprensible de un modo mediato, y sus realizaciones en el discurso, artísticamente
tratado, del pasado, constituyen, pues, el objeto propiamente dicho de la filología».
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ni
Ambas escuelas tienen en común apartarse del ciego empirismo del positi-
vismo y de la metafísica estética de la historia de la filosofía. Han intentado
resolver por caminos opuestos el problema de cómo ha de recuperarse el
hecho literario aislado o la obra literaria aparentemente autónoma en el
contexto histórico de la literatura y cómo se ha de comprender ese hecho en
cuanto testimonio del proceso social o en cuanto momento de la evolución
literaria. Pero como resultado de ambas tentativas no puede registrarse
hasta ahora ninguna gran historia de la literatura que, basándose en las nue-
vas premisas marxistas o formalistas, haya modificado las antiguas historias
de las literaturas nacionales, haya transformado su canon establecido y haya
presentado la literatura mundial en forma de proceso, con vistas a su fun-
ción emancipadora, formadora de percepción o social. Las teorías literarias
marxista y formalista, debido a su carácter unilateral, cayeron finalmente en
ima aporia cuya solución habría requerido establecer en una nueva relación
la concepción histórica y la estética.
L a provocación originaria y continuamente renovada de la teoría litera-
ria marxista estriba en su negación de una historia propia tanto para el arte
como para las correspondientes formas de conciencia de la moral, la religión
o la metafísica. L a historia, tanto de la literatura como del arte, ya no puede
conservar por más tiempo su «apariencia de independencia», si se conside-
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3 1 . Ibid., p. 276.
32. C f.H . Blumenberg, ibid., p. 270: « E l antinaturalismo del siglo xix está sostenido por
este sentimiento de restricción de la auténtica productividad del ser humano por este molesto
horizonte de condiciones. E l nuevo patetismo del trabajo se dirige ahora contra la naturaleza:
Com te acuñó la expresión antinaturaleza, M arx y Engels hablan de antifisis.
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
do, en una cosa, en un factor histórico autónomo y con ello hará de la eco-
nomía un fetiche».33 L a «ideología del factor económico», enjuiciada tan
rigurosamente por Karel Kosík, ha obligado a la historia a encasillarse en un
paralelismo que se ve constantemente refutado por el fenómeno histórico
de la producción literaria, tanto en la sucesión como en la coexistencia de
las obras.
L a literatura, en la abundancia de sus configuraciones, sólo puede refe-
rirse en parte de manera precisa a ciertas condiciones concretas del proceso
económico. Antes de nuestra época, los cambios de la estructura económi-
ca y las modificaciones en la jerarquía social se realizaron generalmente en
procesos largos con pausas apenas visibles y revoluciones poco espectacula-
res. Dado que el número de determinantes comprobables de la «subestruc-
tura» siguió siendo mucho más reducido que la producción literaria, en
rápida transformación, de la «supraestructura», la multiplicidad concreta de
las obras y los géneros tuvo que referirse constantemente a los mismos fac-
tores o hipóstasis de concepto tales como feudalismo, auge de los munici-
pios burgueses, disminución de la función de la nobleza, modo de produc-
ción del capitalismo primitivo, medio o tardío. Asimismo, según su género
o la forma correspondiente a la época, las obras literarias se hicieron más o
menos permeables a los acontecimientos de la realidad histórica, lo cual
condujo al evidente descuido de los géneros no miméticos frente a la épica.
N o es casual que, en la búsqueda de equivalentes sociales, el sociologismo
se atenga a la serie tradicional de obras maestras y grandes autores, porque
su originalidad parece interpretable como visión directa del proceso social
o, a falta de tal visión, como expresión involuntaria de cambios en la base.34
3 5 . Einleitung zu r Kritik der Politischen Ökonomie, en Werke, op. cit., t. XTTT, p. 640.
36. Einführung in die ästhetischen Schriften von M arx und Engels (19 4 5), Literatur und Kunst
als Überbau ( 19 5 1) , en Beiträge zu r Geschichte der Ästhetik, Berlin, 19 5 4 . 37. Ibid., p. 424.
38. Werke, op. cit., t. X E , p. 6 4 1.
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
39. « E l “ carácter clásico” no es, pues, consecuencia de una sujeción a “ reglas” formales,
sino precisamente del hecho de que la obra de arte puede conferir a las condiciones humanas
más esenciales y típicas la máxima expresión de la simbolización de la individualización» (op.
cit., p. 42 5). Véase también P. Demetz, «Zw ischen Klassik und Bolschewismus. G eo rg Lukács
als Theoretiker der D ichtung», en M erkur, 12 (195 8), pp. 5 0 1 - 5 1 5 y, del mismo autor, M arx,
Engels und die Dichter, Stuttgart, 19 59 .
40. Brecht criticó irónicamente esta canonización de la «form a de novelas menos burgue-
sas del pasado siglo» como el «carácter formalista» de la teoría del realismo, cf. sus manifesta-
ciones en la controversia Brecht-Lukács, en M arxism us und Literatur, ed. E J . Raddatz, H am -
burgo, 19 69, t. Il, pp. 8 7-9 8. 4 1 . Beiträge zu r Geschichte der Ästhetik, op. cit., p. 4 19 .
42. Citado en Lukács, op. d t., pp. 19 4 -19 6 .
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43. Véase también la Introducción (Le tout et ¡esparties) de Le dieu caché: Etude sur la vision
tragique dans les Pensée de Pascal et dans le théâtre de Racine, Paris, 19 59 (hay trad. cast. E l hombrey
lo absoluto, Barcelona, Península, 1968), y Pour une sociologie du roman, París, 1964, pp. 4 4 ss.
44. Véase también la crítica de W . Mittenzwei, « D ie Brecht-Lukács-Debatte», en Das
Argument, io, 1968, 3 1 , que censura a Lukács su insistencia en esta unidad como falta de dia-
léctica: « L a dialéctica marxista, sin embargo, parte del carácter contradictorio de la unidad en-
tre naturaleza y fenómeno».
4 5 . Por consiguiente, el concepto de la totalidad intensiva en la teoría del reflejo de L u -
kács tiene su inevitable correlación en la «inmediatez de la recepción»: la realidad objetiva en
la obra de arte se reconoce precisamente en el momento en que el «receptor» (lector, oyente,
espectador) se reconoce a sí mismo en ella (<f. Probleme des Realismus, Berlín, 19 5 5 , pp. 1 3 ss.).
E l efecto de la obra de arte presupone, pues, ya en el público la adecuada experiencia total de
la que aquélla podrá diferenciarse sólo gradualmente como un reflejo más completo y más fiel.
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IV
53. Ediciones en versión alemana: Boris Eichenbaum, Aufsätze zu r Theorie und Geschichte
der Literatur, Frankfurt, 19 6 5 ; Yuriy Tynyanov, D ie literarischen Kunstmittel und die Evolution in
der Literatur, Frankfurt, 19 6 7; Viktor Sklovskiy, Theorie der Prosa, Frankfurt, 19 66, eri trad,
francesa: Théorie de la littérature. Textes desformalistes russes réunis, présentés et traduits par T. To-
dorov, Paris, 19 6 5 ; la valoración crítica actual de la escuela formalista es la introducción a los
Texte der russischen Formalisten I (Munich, 1969) de Y. Strieder, a quien debo mucho por sus
consejos y alientos en la redacción de parte de este libro.
54. Esta famosa fórmula, acuñada por V Sklovskiy en 1 9 2 1 , fue mejorada poco después
por el concepto de un «sistema» estético en el que cada medio artístico tiene que cumplir ima
función determinada, cf. V Erlich, Russischer Formalismus, M unich, 196 4, p. 99.
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
vi
Una renovación de la historia de la literatura requiere elim inar los prejuicios del
objetivismo histórico y fundam entar la estética tradicional de la producción y de la
presentación en una estética de la recepción y los efectos. La historicidad de la lite-
ratura no se basa en una relación de «hechos literarios» establecida post festum,
sino en la previa experiencia de la obra literaria por sus lectores. Esta relación dia-
làgica es también el prim er hecho prim ario para la historia de la literatura, pues el
historiador de la literatura debe convertirse siem pre en lector antes de comprender
y clasificar una obra; dicho de otro modo: antes de poderfundam entar su propioju i-
cio en la conciencia de su posición actual en la serie histórica de los lectores.
E l postulado establecido por R. G . Collingwood en su crítica a la ideo-
logía predominante de la objetividad para la historia general: «history is
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
nothing but the re-enactment o f past thought in the historian’s mind» [«la
historia no es más que la reconstrucción del pensamiento del pasado en la
mente del historiador»],64sigue siendo aún más válido para la historia de la
literatura, ya que la concepción positivista de la historia como descripción
«objetiva» de una serie de sucesos en un pasado falla tanto en lo referente
al carácter artístico como a la historicidad específica de la literatura. L a obra
literaria no es un objeto existente para sí que ofrezca a cada observador el
mismo aspecto en cualquier momento.65 N o es ningún monumento que
revele monológicamente su esencia intemporal. Es más bien como una par-
titura adaptada a la resonancia siempre renovada de la lectura, que redime
el texto de la materia de las palabras y lo trae a la existencia actual: «Parole
qui doit, en même temps qu’elle lui parle, creer un interlocuteur capable de
l’entendre» [«Palabra que, al mismo tiempo que le habla, debe crear un
interlocutor capaz de escucharla»].66 Este carácter dialógico de la obra lite-
raria constituye también el fundamento de que el saber filológico sólo pueda
existir en la continua confrontación con el texto y no tenga que derivar del
conocimiento de unos hechos.67 E l saber filológico se refiere siempre a la
68. Véase también J . Storost, i96 0 , p. 1 5 , quien equipara allí el hecho histórico al hecho
literario (« L a obra de arte es ante todo ..., un hecho artístico, o sea, histórico como la batalla
de Issos»).
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VII
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
72 . W . D . Stempel, «Pou r ime description des genres littéraires», en A ctesdu X IIe congrès
international de linguistique Romani, Bucarest, 19 68 , también en Beiträge zu r Textlinguistik, ed.
W . D . Stempel, M unich, 1970 .
73 . A quí puedo remitir también a mi tratado «Littérature médiévale et théorie des gen-
res», en Poétique I (19 70 ), pp. 7 9 -10 1 , que aparecerá en forma ampliada también en el tomo I
de Grundriss der romanischen Litteraturen des Mittelalters, Heidelberg.
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
V III
77. Para este concepto husserliano, véase G . Buck, Lernen und Erfahrung, op. cit., pp. 6 4 ss.
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
78. A quí utilizo resultados de la discusión que tuvo lugar en el III Coloquio del grupo de
investigación Poetik und Hermeneutik (ahora en el volumen: Die nicht mehr schönen Kiinste-
Grenzphänomene des Ästhetischen, ed., H . R. Jauss, M unich, 1968 ) sobre lo cursi com o fenóme-
no límite de lo estético. Para la actitud «degustativa» que presupone el mero arte de entrete-
nimiento vale, lo mismo que para lo cursi, la afirmación de que aquí «se satisfacen a priori las
exigencias de los consumidores» (P. Beylin), que «la expectativa satisfecha se convierte en nor-
ma del producto» (W . Iser) o que «su obra, sin tener ningún problema que resolver, tiene la
apariencia de estar resolviéndolo» (M. Imdahl), op. cit., pp. 6 5 1-6 6 7 .
79. A l igual que los epígonos, véase para ello B. Tomasevskij (en Théorie de la littérature..., ed.
Todorov, cf. nota 5 3, p. 305): « L ’apparition d’un génie équivaut toujours à ime révolution litté-
raire qui détrône le canon dominant et donne le pouvoir aux procédés jusqu’alors subordonnés.
[...] Les épigones répètent une combinaison usée des procédés, et d’originale et révolutionnaire
qu’elle était, cette combinaison devient stéréotypée et traditionnelle. Ainsi les épigones tuent par-
fois pour longtemps l’aptitude des contemporains à sentir la force esthétique des exemples qu’ils
imitent: ils discréditent leurs maîtres» [«La aparición de un genio equivale siempre a una revolu-
ción literaria que destrona el canon dominante y da el poder a los procedimientos que habían
ocupado hasta entonces una posición subordinada. [...] Los epígonos repiten una combinación
gastada de procedimientos que, tras haber sido original y revolucionaria, pasa a ser estereotipada
y tradicional. Así, los epígonos matan, a veces por mucho tiempo, la capacidad de sus contempo-
ráneos para sentir la fuerza estética de los ejemplos que imitan: desacreditan a sus maestros»].
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
83. E l paso que es preciso dar para salir de esta determinación unilateral lo indica K. H .
Bender, König und Vasall: Untersuchungen zu r Chanson de Geste des X II. Jahrhunderts, Heidel-
berg, 19 6 7 («Studia romanica», 13 ). E n esta historia de la primitiva épica francesa se expone
la aparente congruencia entre sociedad feudal e idealidad épica como un proceso que se man-
tiene a través de una discrepancia constantemente cambiante entre «realidad» e «ideología»,
es decir, entre las coyunturas históricas de los conflictos feudales y las respuestas poéticas de
los cantares de gesta.
84. Estos aspectos han sido sacados a la luz por la importante sociología de la literatura de
Erich Auerbach en la multiplicidad de refracciones trascendentales de la relación entre autor
y público; véase además la valoración de F. Schalk (ed.), en E . Auerbach, Gesammelte Aufsätze
zu r romanischen Philologie, Berna-Munich, 19 67 , pp. 1 1 ss.
85. Cf. H . Heinrich, «F ü r eine Literaturgeschichte des Lesers» (M ercur, noviembre
19 67), intento nacido de la misma intención, que, en forma análoga a la sustitución antes usual
de la lingüística del hablante por una lingüística del oyente, aboga ahora por una considera-
ción metodológica de la perspectiva del lector en la historia literaria y con ello se corresponde
a las mil maravillas con mi propia intención. H . W einrich indica también sobre todo cómo los
métodos empíricos de la sociología de la literatura han de completarse con la interpretación
lingüística y literaria del papel desempeñado por el lector y que se halla implícitamente conte-
nido en la obra.
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86. E n Madame Bovary par Gustave Flaubert, Oeuvres completes, París, 1 9 5 1 , p. 998: «L es
dernières années de Louis-Philippe avaient vu les dernières explosions d’un esprit encore ex-
citable par les jeux de l’imagination; mais le nouveau romancier se trouvait en face d’une so-
ciété absolument usée— pire qu’usée— , abrutie et goulue, n ’ayant horreur que de la fiction, et
d’amour que pour la possession» [«Los últimos años de Luis Felipe habían sido testigos de las
explosiones finales de un espíritu al que aún podían excitar los juegos de la imaginación; pero
el nuevo novelista se hallaba frente a una sociedad absolutamente agotada, más aún, embrute-
cida y ávida, a la que sólo horrorizaba la ficción y que sólo amaba la posesión»].
87. C f ibid., p. 999, así como acusación, defensa y juicio del proceso sobre Madame Bovary,
en Flaubert, Oeuvres, ed. de la Pléiade, Paris, 1 9 5 1 , vol. I, 6 4 9 -7 17 , esp. 7 1 7 ; además, para
Fanny, E . Montégut, « L e roman intime de la littérature réaliste», en Revue des deux mondes, 18
(18 58 ), pp. 19 6 - 2 1 3 , esp. 10 1 y 209 ss.
88. Com o lo atestigua Baudelaire, f op. cit., p. 996: «[...] car depuis la disparition de Balzac
[...] toute curiosité, relativement au roman, s’était apaisée et endormie» [«[...] porque, tras la de-
saparición de Balzac [...] había quedado apaciguada y adormecida toda curiosidad por la novela»].
89. Sobre estas y otras opiniones contemporáneas, véase « D ie beiden Fassungen von Flau-
berts “ Education Sentimentale” », en HeidelbergerJahrbücher, 2 (19 58), pp. 9 6 - 1 1 6 (esp. p. 97).
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IX
90. Véase para ello el excelente análisis del crítico contemporáneo E . Montégut, quien ex-
pone extensamente por qué el mundo de deseos y las figuras de la novela de Feydeau son típi-
cos de la clase de público de los barrios «entre la Bourse et le boulevard Montm artre» [«entre
la Bolsa y el bulevar de M ontmartre»] (op. cit., p. 209), que consume un «alcool poétique» [«al-
cohol poético»], se complace en «voir poétiser ses vulgaires aventures de la veille et ses vulgai-
res projets du lendemain» [«ver poetizadas sus aventuras vulgares del día anterior y sus vulga-
res proyectos del siguiente»] (p. 2 10 ) y se entrega a una «idolatrie de la matière» [«idolatría de
la materia»], por la cual entiende M ontégut los ingredientes de la «fábrica de sueños» del año
18 5 8 , «une sorte d’admiration béate, presque dévotionneuse, pour les meubles, les tapisseries,
les toilettes, s’échappe, comme un parfum de patchouli, de chacune de ces pages» [«cada una
de esa páginas exhala, como una especie de perfume de pachuli, una especie de admiración
beatífica, casi devota, por los muebles, los empapelados y los cuartos de baño»] (p. 201).
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
9 1. Son todavía raros los ejemplos de estos métodos, que no sólo examinan el éxito, la
fama y la influencia de un autor a través de la historia, sino que investigan las condiciones his-
tóricas y las modificaciones de su comprensión. Son dignos de mención: G . F. Ford, Dickem
and his readers, Princeton, 1 9 5 5 ; A . N isin, Les oeuvres et les siècles, Paris, i9 6 0 (trata de « V ir -
gile, D ante et nous, Ronsard, C o rn eille, R acine »); E . Lam m ert, Z u r Wirkungsgeschichte
Eichendorffs in Deutschland, en Festschriftfiir Richard Alewyn, ed. H . Singer y B. v. W iese, Co lo-
nia-Graz, 19 6 7 . E l problema metòdico del paso desde la acción a la recepción de una obra la
trató ya F. Vodicka con la cuestión acerca de las modificaciones de la obra que se efectúan en
su sucesiva percepción estética, en 1 9 4 1, en su trabajo D ie Problematik der Rezeption von N eru-
das Werk (ahora en Struttura voyvqje, Praga, 1969), v. pp. 1 4 7 ss.
92. Véase para elio H . R. Jauss, Untersuchungen zu r mittelalterlichen Tierdichtung, Tubinga,
19 5 9 , esp. cap. I V A y D .
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
aporia del juicio literario: ¿debe el filólogo valorar una obra literaria según
la perspectiva del pasado, según el punto de vista del presente o según el
«juicio de los siglos»?99 L os criterios reales de un pasado podrían ser tan
estrechos que su utilización no haría sino empobrecer una obra que en la
historia de su influencia hubiese desarrollado un copioso potencial de signi-
ficado. E l juicio estético del presente preferiría un canon de obras que
correspondieran al gusto moderno, pero estimaría de una manera injusta
todas las demás sólo porque su función respecto a su época no resulta ya
clara hoy en día. Y la historia de la influencia misma, por muy instructiva
que pudiera ser, estaría, «como autoridad, expuesta a las mismas objeciones
que la autoridad de los contemporáneos del poeta».100 E l resultado al que
llega Wellek, según el cual no es posible eludir nuestro propio juicio y que
debemos procurar que éste sea lo más objetivo posible, haciendo lo que hace
todo científico, es decir, «aislando el objeto»,101 no constituye ninguna solu-
ción de la aporia, sino una recaída en el objetivismo. E l «juicio de los siglos»
sobre una obra literaria es algo más que «el simple juicio acumulado de
otros lectores críticos, espectadores e incluso profesores»,102 a saber, el des-
pliegue sucesivo de un potencial de sentido acumulado en una obra, actua-
lizado en sus grados históricos de recepción, el cual se abre para el juicio
comprensivo en la medida en que se realiza controladamente la «fusión de
horizontes» en encuentro con la tradición.
Sin embargo, la coincidencia entre mi intento de fundamentar la estéti-
ca de la recepción de una posible historia de la literatura y el principio de
H . G . Gadam er de la historia de la influencia tiene su límite allí donde
Gadamer quiere elevar el concepto de lo clásico a prototipo de toda conci-
liación histórica entre pasado y presente. Su definición según la cual lo que
se «llama “ clásico” no requiere la superación de la distancia histórica, pues
se realiza en el logro constante de esta superación»,103 se halla fuera de la
relación de si es clásico aquello que «dice algo a cada momento presente
como si lo hubiera dicho propiamente para él», entonces no habría que bus-
car para un texto clásico la pregunta a la que ese texto da respuesta.104
¿Acaso con lo clásico, que de tal modo «se significa a sí mismo y a sí mismo
se interpreta»,105 no se describe simplemente el resultado de aquello que yo
llamaba el «segundo cambio de horizonte»: la indiscutida obviedad de la 11a-
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XI
1 2 1. Así, desde la aceptación del «romántico menor», Nerval, cuyas Chimères causaron
sensación por obra de Mallarmé, pasaron cada vez más a segundo término los «grandes ro-
mánticos» canonizados tales como Lamartine, Vigny, M usset y buena parte de la lírica «retó-
rica» de Hugo.
12 2 . Poetik und Hermeneutik I I (Immanente Ästhetik-Ästhetische Reflexion, ed. W . Iser, M u -
nich, 1966 , esp. pp. 39 5 - 4 18 ).
12 3 . E n Zeugnisse-Theodor W. Adorno zum 60. Geburtstag, Frankfurt, 19 6 3 , pp. 50 -64, tam-
bién en el artículo «G en eral H istory and the Aesthetic Approach» en Poetik und Hermeutik III
(véase nota 78), ahora en History: The last things before the Last, N ueva York, 19 69 (if. allí cap. 6:
«Ahasvérus, or the riddle o f T im e », pp. 13 9 -1 6 3 ) .
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
fía general {general history) de hacer comprender sucesos de todos los campos
de la vida en el medio homogéneo del tiempo cronológico como un proceso
unitario, congruente en cada momento histórico. Este modo de entender la
historia, influido todavía por el concepto hegeliano del «espíritu objetivo»,
presuponía que todo cuanto sucede simultáneamente está marcado de igual
manera por el significado de este momento, ocultando así la falta real de simul-
taneidad de lo contemporáneo.124 En efecto, la multiplicidad de los aconteci-
mientos de un momento histórico, que el historiador universal cree compren-
der como exponente de un contenido unitario, son de hecho momentos de
curvas de tiempo completamente diferentes, condicionadas por las leyes de su
historia particular {special history),125 como resulta evidente en las interferencias
entre las diversas «historias» de las artes, del derecho, de la economía o de la
política: «The shaped times o f the diverse areas overshadow the uniform flow
o f time. Any historical period must therefore be imagined as a mixture o f
events which emerge at different moments o f their own time» [«Los tiempos
configurados de los diversos campos cubren el flujo uniforme del tiempo. Así
pues, cualquier periodo histórico se ha de imaginar como una combinación de
sucesos que surgen en momentos diversos de su propio tiempo»].126
N o ponemos aquí en tela de juicio si este resultado supone una incon-
gruencia primaria de la historia— de suerte que la congruencia de la histo-
ria general se produce siempre retrospectivamente a partir de la visión uni-
taria y la exposición de los historiadores— , ni tampoco si la duda radical res-
pecto a la «razón histórica» que lleva a Kracauer del pluralismo de los pe-
ríodos cronológicos y morfológicos a la antinomia básica de lo general y lo
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
1 2 7 . Poetik und Hermeneutik III (véase nota 78), p. 569. L a fòrmula de la «simultaneidad
de lo diverso» con que F. Sengle (196 4 , pp. 247 ss.) considera este mismo fenòmeno com -
prende el problema privándolo de uno de sus aspectos; de ello se desprende que Sengle crea
que esta dificultad de la historia de la literatura puede superarse simplemente combinando el
método comparativo con la interpretación moderna («o sea, realizar interpretaciones compa-
rativas sobre una amplia base», p. 249).
128. Este postulado también lo formuló R. Jakobson en i9 6 0 en una conferencia que ahora
forma el cap. X I, «Linguistique et poétique», de su libro Essais de linguistique générale, Paris, 19 63,
cf. ibid., p. 2 12 : « L a description synchronique envisage non seulement la production littéraire
d’une époque donnée, mais aussi cette partie de la tradition littéraire qui est restée vivante ou a
été ressuscitée à l’époque en question [...] L a poétique historique, tout comme l’histoire du lan-
gage, si elle se veut vraiement compréhensive, doit être conçue comme une su perstructure, bâtie
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
sur une série de descriptions synchroniques successives» [«La descripción sincrónica no tiene
como único objeto la producción literaria de una época dada, sino también aquella parte de la tra-
dición literaria que se mantenido viva o ha revivido en la época en cuestión. [...] Si pretende ser
verdaderamente comprensiva, la poética histórica, al igual que la historia del lenguaje, se debe
concebir como una superestructura levantada sobre una serie de descripciones sincrónicas sucesi-
vas»]. [Hay trad. cast, de Josep M . Pujol: Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel, 1984.]
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
X II
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
mas, sino considerada también como historia especial incluso en la relación que le es
propia respecto a la historia general. Esta relación no se agota en el hecho de que,
en la literatura de todas las épocas, pueda descubrirse una imagen tipificada, idea-
lizada, satírica o utópica de la existencia social. La función social de la literatura
se hace manifiesta en su genuina posibilidad a llí donde la experiencia literaria del
lector entra en el horizonte de expectativas de la práctica de su vida, preforma su
comprensión del mundo y repercute de ese modo en sus formas de comportamiento
social.
L a sociología tradicional de la literatura suele demostrar la relación fun-
cional entre literatura y sociedad dentro de los angostos límites de un méto-
do que sólo externamente ha sustituido el principio clásico de la imitatio
naturae por la definición de que la literatura es la exposición de una realidad
pasada y que por ello debe elevar a categoría literaria por excelencia un con-
cepto de estilo condicionado por una época, el «realismo» del siglo xix.
Pero también el «estructuralism o» literario que ahora está de moda y
que invoca, a menudo no m uy justificadamente, la crítica arquetípica de
Northrop Frye o la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, per-
manece todavía profundamente arraigado en esta estética de la exposición,
en el fondo clasicista, y en sus esquematismos del «reflejo» y la «tipifica-
ción». Al interpretar los resultados de la ciencia estructuralista del lenguaje
y de la literatura como constantes antropológicas arcaicas, disfrazadas en el
mito literario, cosa que con frecuencia sólo consigue con ayuda de una evi-
dente alegorización de los textos,131 reduce la existencia histórica a estruc-
turas de una naturaleza social originaria, y la poesía a su expresión mítica o
simbólica. Pero, al hacerlo así, deja de lado la función eminentemente social
de la literatura, es decir, su función deformación social. E l estructuralismo
literario no pregunta (como tampoco lo preguntaron antes que él la ciencia
literaria marxista) cómo llega la literatura a «dejar su marca en la represen-
tación de una sociedad, representación que es su condición previa» y cómo
ha contribuido a dar a la historia su carácter de proceso. E n su conferencia
sobre La idea de la sociedad en la literatura francesa (1954) Gerhard Hess for-
muló con estas palabras el problema, que aún no había resuelto, de una rela-
ción entre la historia y la literatura y la sociología, explicando a continua-
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13 7 . Ibid., p. 102.
13 8 . E l ejemplo del ciego, puesto por Popper, no distingue entre las dos posibilidades de
un comportamiento sólo reactivo y un obrar experimentador bajo determinadas hipótesis. Si
la segunda posibilidad caracteriza el comportamiento científico reflexivo, a diferencia del
comportamiento irreflexivo en la práctica de la vida, el investigador, a su vez, sería «creativo»,
es decir, que debería ser colocado por encima del «ciego» y compararse más bien con el poe-
ta, como creador de nuevas expectaciones.
139 . G . Buck, Lernen und Erfahrung, op. tit., p. 70 y más adelante: « [La experiencia nega-
tiva] actúa no sólo instruyéndonos por el hecho de que nos induce a revisar de tal suerte el con-
texto de la experiencia que hemos tenido hasta ahora que lo nuevo se ajusta a la unidad corre-
gida de un sentido objetivo. [...] E l objeto de la experiencia no se presenta sólo de otra manera,
sino que se invierte la misma consciencia que experimenta. L a obra de la experiencia negativa
es un hacerse consciente de sí mismo. Aquello de lo que uno llega a ser consciente son los m o-
tivos rectores en la experiencia tenida hasta ahora y que, por ser rectores, no han sido interro-
gados. L a experiencia negativa posee así primordialmente el carácter de la autoexperiencia,
que nos hace libres para una clase de experiencia cualitativamente nueva». Partiendo de estas
premisas, G . Buck desarrolló el concepto de una hermenéutica que, como «condición de la
vida práctica, está guiada por el supremo interés de la práctica vital: la autocomprensión del
que actúa», legitima la específica experiencia de las llamadas ciencias del espíritu frente al em-
pirismo de las ciencias de la naturaleza, cf. «Bildung durch Wissenschaft», en Wissenschaft, B il-
dung und pädagogische Wirklichkeit, Heidenheim, 19 69, p. 24.
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
de otras obras de arte y mediante una asociación con ellas». Con esta famo-
sa frase, que forma parte del meollo del credo formalista,140 Viktor Sklo-
viskiy tiene razón únicamente cuando se vuelve contra el prejuicio de la
estética clasicista, que definía lo bello como armonía de form a y contenido y,
por consiguiente, reducía la nueva forma a la función secundaria de confi-
gurar un contenido previo. Pero la nueva forma no aparece tan sólo «para
sustituir a la forma antigua, que ha dejado de ser artística». También puede
hacer posible una nueva percepción de las cosas preformando el contenido
de una experiencia que sale a la luz por vez primera en la forma de la
Literatura. L a relación entre literatura y lector puede actualizarse tanto en
el terreno sensorial, en cuanto estímulo para la percepción estética, como en
el terreno ético, en cuanto exhortación a la reflexión moral.141 L a nueva obra
literaria es acogida y juzgada tanto sobre el fondo de otras formas artísticas
como sobre el de la experiencia cotidiana de la vida. Desde el punto de vista
de la estética de la recepción, su función social en el terreno ético debe cap-
tarse igualmente en las modalidades de pregunta y respuesta, problema y
solución, bajo las cuales penetra en el horizonte de su influencia histórica.
E l caso de Madame Bovary demuestra de manera impresionante cómo
una nueva forma estética puede tener al propio tiempo consecuencias mora-
les, o dicho de otro modo, la manera como puede conferir a un problema
moral el mayor efecto social concebible, en el espejo del proceso, incoado
contra su autor, Flaubert, después de la impresión previa de la obra en la
Revue de Paris, en 1857. L a nueva forma literaria que inducía al público de
Flaubert a una insólita percepción de la «manida fábula» era el principio de
la narración impersonal (o imparcial) en combinación con el medio artísti-
co del llamado «discurso vivido» manejado por Flaubert con virtuosismo y
en forma consecuente desde el punto de vista de la perspectiva. L o que que-
remos decir con ello se puede ilustrar mediante una descripción que el fis-
cal Pinard en su acusación tachó como contraria a la moral en grado sumo.
En la novela esta descripción sigue al primer «desliz» de Emma, y repro-
duce lo que ésta siente al mirarse en el espejo después del adulterio: «E n s’a-
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
percevant dans la glace, elle s’étonna de son visage. Jam ais elle n ’avait eu les
yeux si grands, si noirs, ni d’une telle profondeur. Quelque chose de subtil
épandu sur sa personne la transfigurait. Elle se répétait: J ’ai un amant! un
amant! se délectant à cette idée comme à celle d’une autre puberté qui lui
serait survenue. E lle allait donc enfin posséder ces plaisirs de l’amour, cette
fièvre de bonheur dont elle avait désespéré. Elle entrait dans quelque chose
de merveilleux, où tout serait passion, extase, délire [...]» [«Al verse en el
espejo, le extrañó su rostro. Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan
negros ni tan profundos. Algo sutil difundido por su persona la transfigura-
ba. Em ma Bovary se repetía: “ ¡Tengo un amante, tengo un amante!” , delei-
tándose en esa idea como si le hubiera sobrevenido una segunda pubertad.
Por fin iba a poseer aquellos placeres del amor, aquella fiebre de febcidad
que había perdido la esperanza de conseguir. Estaba entrando en algún
lugar maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, defirió [...]»]. E l fiscal
tomó las últimas frases por una descripción objetiva que incluía el juicio del
narrador y se escandalizó por la glorification de Vadultere, que él consideraba
aún mucho más peligrosa e inmoral que la caída misma.14214 3*Pero el acusador
de Flaubert incurrió con ello en un error, como lo demostró en seguida el
defensor, ya que las frases de que le acusaba no constituyen ninguna afir-
mación objetiva del narrador a la que el lector pudiera dar crédito, sino una
opinión subjetiva del personaje, destinada a caracterizarlo en sus sentimien-
tos con arreglo a las novelas. E l medio artístico consiste en presentar un dis-
curso, generalmente interno, del personaje representado sin las señales del
estilo directo («Je vais donc enfin posséder...») o del estilo indirecto («Elle
se disait qu’elle allait donc enfin posséder...»), a fin de que el lector mismo
decida si debe tomar la frase como verdadera declaración o entenderla como
una opinión característica de ese personaje. E n realidad, Emma Bovary es
«juzgada por la mera designación clara de su existencia, a partir de sus pro-
pios sentimientos».145 Este resultado de un moderno análisis de estilo con-
cuerda exactamente con el contraargumento del defensor Sénard, que recal-
có cómo la decepción había empezado para Emma ya desde el segundo día:
14 2. Flaubert, Oeuvres, París, 1 9 5 1 , vol. I, p. 6 57 : «Ainsi, dès cette première faute, dès cette
première chute, elle a feit la glorification de l’adultère, sa poésie, ses voluptés. Voilà, messieurs,
qui pour moi est bien plus dangereux, bien plus immoral que la chute elle-même!» [«Así, desde
esa primera falta, desde esa primera caída, glorificó el adulterio, su poesía y sus voluptuosidades.
¡Para mí, señores, eso es mucho más peligroso, mucho más inmoral que la propia caída!»].
14 3 . E . Auerbach, Mimesis: Dargestellte Wirklichkeit in der abendländischen Literatur, Bem a,
19 46 , p. 430 . [H ay trad. cast, de I. Villanueva: Mimesis, Madrid, F C E , 1983.]
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
Qui peut condamner cette femme dans le livre? Personne. Telle est la conclusion. Il
n’y a pas dans le livre un personnage qui puisse la condamner. Si vous y trouvez un
personnage sage, si vous y trouvez un seul principe en vertu duquel l’adultère soit
stigmatisé, j’ai tort [«¿Quién puede condenar a esta mujer en el libro? Nadie. Esa
es la conclusión. E n el libro no hay ni un personaje que pueda condenarla. Si
encuentran ustedes en él un personaje prudente, si encuentran un solo principio en
virtud del cual se estigmatice el adulterio, estoy equivocado» ].146
2° 5
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
comienza donde acaba la esfera de las leyes del mundo».149150Pero la obra lite-
raria (y esta posibilidad caracteriza en la historia de la literatura a la época
más reciente de nuestra modernidad) puede invertir también la relación de
pregunta y respuesta y poner al lector, en el medio del arte, frente a una rea-
lidad nueva y «opaca», que ya no es posible entender a partir de un horizonte
de expectativas anterior. Así, por ejemplo, el género más reciente de la nove-
la, el tan discutido nouveau roman, se presenta como una forma de arte
moderno que, según una formulación de Edgard Wind, representa el caso
paradójico de que «se da la solución pero se abandona el problema, para que
la solución pueda entenderse como tal».I5° Aquí se excluye al lector de la
situación de interlocutor inmediato y se le relega a la de un tercero no ini-
ciado que, frente a una realidad aún ajena al significado, debe encontrar él
mismo las preguntas que le descifren hacia qué percepción del mundo y hacia
qué problema de relaciones humanas va dirigida la respuesta de la literatura.
De todo ello hay que deducir que la tarea específica de la literatura en la
existencia social se ha de buscar precisamente allí donde la literatura no se agota
en la función de arte representativo. Si nos fijamos en los momentos en que las
obras literarias rompieron los tabúes de la moral reinante en su historia o en los
que ofrecieron al lector nuevas soluciones para la casuística inorai de la prácti-
ca de su vida que luego pudieron ser sancionadas por la sociedad mediante el
voto de todos los lectores, entonces se le abre al historiador literario un campo
todavía poco explorado. Si la historia de la literatura no se limita a describir de
nuevo el proceso de la historia general en el espejo de sus obras, sino que, en el
curso de la «evolución literaria», descubre aquella función farmadora de sociedad
en sentido propio que correspondía a la literatura que competía con otras artes
y poderes sociales en emancipar al hombre de sus ataduras naturales, religiosas
y sociales será posible salvar el abismo que se abre entre literatura e historia,
entre conocimiento estético y conocimiento histórico.
Si el científico de la literatura considera que merece la pena, en función
de esa tarea, saltar por encima de su sombra ahistórica, es probable que haya
ahí también una respuesta a la pregunta de con qué fin y con qué derecho
se puede hoy estudiar todavía (o de nuevo) historia de la literatura.
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H IS T O R IA D E L A R T E E H IS T O R IA G E N E R A L
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