APUNTES Eugenia Bécquer Leyendas
APUNTES Eugenia Bécquer Leyendas
APUNTES Eugenia Bécquer Leyendas
G. A. Bécquer
Eugenia
A) Contexto-Introducción sobre Bécquer (1836-1870).
B) Localización histórico-literaria de las Leyendas.
C) Tema/s.
D) Estructura.
E) Aspectos estilísticos y recursos literarios, con terminología adecuada y explicando su función.
F) Las nueve Leyendas que vienen en la BVMC.
G) Actividad de autoevaluación sobre la lectura obligatoria: Resumir la leyenda de Bécquer Maese
Pérez el organista analizando tema y estructura.
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desempeñar un papel simbólico: luz y sombra se oponen dramáticamente, simbolizando la lucha entre
amor, olvido, vida y muerte. Su prosa es considerada como precursora de la prosa artística del modernismo.
Las leyendas tienen un carácter popular, pues la mayoría están inspiradas en leyendas tradicionales
anónimas que se transmitían oralmente. En el Romanticismo las leyendas alcanzaron un gran desarrollo,
pues son las narraciones que mejor encajan por su propia naturaleza en los ideales románticos: proceden
de tiempos antiguos, el pueblo las ha transmitido de generación en generación y relatan historias en las que
interviene lo sobrenatural. Como ellas, muchas de las leyendas de Bécquer se ambientan en la Edad Media
y recrean un ambiente misterioso, sobrenatural y mágico.
Varias son las clasificaciones que pueden hacerse de ellas. Ateniéndonos a la relación maravilloso-
realidad tenemos las tres clases siguientes de leyendas: 1) Casos de maravilloso en estado puro, con
presencia de lo sobrenatural, ultramundo, exotismo y apenas componentes reales, como El caudillo de las
manos rojas, 2) Comparecencia de ambos órdenes, siendo relatos enriquecidos por el contraste entre uno
y otro, como El monte de las ánimas y 3) Otros casos donde a una base real viene a juntarse lo
maravilloso, exterior y superior al ser humano, como Maese Pérez el organista. Merced a tiempo y espacio
se distinguen: leyendas españolas (La rosa de pasión), leyendas orientales (El caudillo de las manos
rojas) o leyendas de ambiente contemporáneo (Tres fechas). Las Leyendas de Bécquer poseen una gran
variedad: hay desde convencionales equivalencias a las tradiciones de Zorrilla (El Cristo de la calavera,
La promesa), pasando por las puramente fantásticas y simbólicas (Los ojos verdes, El gnomo), a las
exóticas (El caudillo de las manos rojas, La creación), y finalmente al ambiente familiar madrileño de Es
raro. De un modo parecido varía mucho la calidad, desde las meramente anecdóticas (Apólogo) y religioso
morales (Creed en Dios, La ajorca de oro) a las de una significación o un sentimiento personal más
profundo (Tres fechas). Muchas revelan la especial habilidad de Bécquer para ir llevando gradualmente
el interés del lector de lo real a lo fantástico, por medio de una referencia personal o por la evocación
de un detalle histórico o topográfico real. La combinación de fantasía con humor, emoción y alguna vez
ironía manifiesta una extraordinaria destreza técnica. En líneas generales, el contenido y el carácter de las
Leyendas son menos originales que su estilo, que ocupa un lugar único en la historia de la prosa española
del siglo XIX.
Se observan ciertas similitudes entre las Rimas y las Leyendas becquerianas formando un
engranaje orgánico, incluso con similares temas y recursos. Todo el proceso de desrealización del
pensamiento romántico (evaporación de lo formal, lo sensible negativo, la fantasía o la imagen infundada,
la superposición de realismo y misterio) se halla en su poesía y en su prosa. Por ejemplo, la Rima XV y la
leyenda El rayo de luna, o la Rima LXXVI y la leyenda El beso.
Bécquer alude con frecuencia a la dificultad de frenar su imaginación una vez que inicia los
procesos creativos, la inspiración; habla de los extravagantes hijos de su fantasía que buscan salir a la luz,
pero entre la idea y la forma existe un abismo que solo puede salvar la palabra, y añade; “Me cuesta trabajo
saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la
imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que
han muerto o han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar
arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre”.
Según los temas de las Leyendas, la clasificación habitual entre los críticos suele ser (Sánchez Santiago):
a) Leyendas de orientación Cristiana: La ajorca de oro (1861), Creed en Dios (1862), El Cristo de la
Calavera (1862), La promesa (1863), La Rosa de Pasión (1864).
b) Leyendas Orientales: El caudillo de las manos rojas (1858), La Creación (1861).
c) Leyendas de asunto Misterioso y de terror: La Cruz del Diablo (1860), El Monte de las ánimas
(1861), Maese Pérez el Organista (1861), El Miserere (1862), El Rayo de Luna (1862), El Beso (1863),
La cueva de la mora (1863).
d) Leyendas Fantásticas: Los ojos verdes (1861), La corza blanca (1863), El gnomo (1863).
Las leyendas becquerianas presentan otras características comunes. Una de ellas es que sus
protagonistas son impulsados a transgredir los límites permitidos socialmente y por hacerlo serán
castigados. La realización de los propios deseos es un impulso incontenible en los personajes becquerianos
que se sienten impulsados a averiguar que hay más allá de los límites de lo cotidiano y de lo racional e
iniciada su búsqueda les resulta imposible volver atrás, aunque el intento les cueste la vida o al menos la
pérdida de la razón. Al estar dotados los personajes de potente imaginación son propensos a dejarse llevar
por su fantasía tras proyectos inalcanzables en los que ponen toda su vida. En particular, la vivencia del
amor suele acabar en tragedia; su idealización de la mujer la convierte en fantasmal o quimérica cuando
en realidad, son mujeres perversas en varios casos como objeto de sus pasiones.
D) Estructura
La mayoría de las leyendas de Bécquer presentan la siguiente estructura:
1) Una introducción en la que el narrador explica cómo ha conocido la historia que va a contar, el
narrador es el periodista Bécquer que publica las leyendas en periódicos. En esta parte, Bécquer a veces
introduce alguna broma irónica que refleja un cierto distanciamiento respecto a lo que explica.
2) La propia leyenda que es la parte esencial, donde se transmite la historia tal y como se la han
contado, sin mostrar distanciamiento. Además, en numerosas ocasiones da la impresión de que el autor se
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identifica con alguno de los protagonistas, es decir, que se implica en el relato. En general, en esta segunda
parte del relato, se pueden distinguir las siguientes partes:
- Planteamiento: comienza con la descripción exhaustiva de lugares, ambientes y personajes; son
escenas descriptivas que crean un clima y retardan la narración de lo esencial. Su función es situar el relato
en el tiempo y en el espacio, y también presentar a los personajes principales.
- Nudo: se narran los sucesos que forman cada argumento. Suele ser más detallista cuando explica
las reflexiones de los personajes que en el momento de contar los hechos que se desarrollan. Esta parte
puede considerase el nudo de la historia.
- Desenlace: suele referirse a lo sobrenatural o fantástico, y es bastante rápido.
Bécquer da una forma peculiar a las Leyendas, las aleja de la altura lírica del verso acercándolas a
la forma más sencilla de un largo cuento en prosa y también al afán noticiero de un artículo. Estas
narraciones se aproximan, además, al costumbrismo viajero propio de los hermanos Bécquer, ya que cada
una de las leyendas se sitúa en distintos lugares del conjunto de España, con referencias muchas veces
a un viaje, excursión o estancia en un lugar que no es el habitual. De esta manera, el propio Bécquer se
entromete (o finge hacerlo) en el argumento y con él se introducen también los lectores. Las Leyendas no
se narran siguiendo una manera novelesca, objetiva o subjetiva, sino mediante una mezcla de las dos
posiciones, el escritor dice haber llegado hasta ellas a través de una experiencia personal, es como un
periodista en busca de novedades de otros tiempos pasados. Un detalle estructural que Bécquer empleó
más de una vez es que la narración de la anécdota-núcleo se enmarca entre una entradilla y un epílogo,
cuyo objeto es situarnos espacialmente y en el tiempo, y advertirnos de que la historia referida no es
invención propia, sino un caso o relato que oyó contar a otra persona. El epílogo sirve para atar cabos
que acaso quedaron sueltos o para algún añadido secundario.
Además, Bécquer suma a la estructura el elegir las fechas adecuadas para publicar cada una de las
leyendas. El dramatismo del Monte de las Ánimas y aún su frialdad debieron resultar reforzados por su
publicación y su asociación con la noche de las Ánimas el primero de noviembre y los sucesos misteriosos
en que el más allá se revela cercano. Las celebraciones navideñas eran fechas idóneas para la publicación
y lectura de Maese Pérez, el organista. El Miserere apareció en Semana Santa con lo que su clima de
muerte y misterio en escenarios religiosos resulta reforzado. También La rosa de pasión se publicó en
Semana Santa ambientada en Toledo. La corza blanca se publicó en fechas cercanas a las celebraciones
de San Juan con todo lo que tienen de exaltación de la vida y de la naturaleza al acercarse el solsticio de
verano, dónde tantas y tan misteriosas celebraciones convergen.
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- Elementos del plano fónico y morfosintáctico, a Bécquer le interesa hacer vibrar por medio de la
sensación verbal, no del concepto.
- El efecto encantador se logra también con las técnicas del punto de vista y la ambientación. La
verosimilitud se logra con procedimientos como el de las “cajas chinas” consistente en varios
(generalmente cuatro) narradores que se van interponiendo a través del relato, o el tono casi de monólogo
que la mujer dirige a un receptor desconocido en Maese Pérez el organista.
- La atmósfera es el otro componente que hace aceptar al lector lo que va a ocurrir, enlazando “lo
insólito a lo cotidiano en lugar de diferenciarlos”. A ella se supeditan los personajes, apenas descritos en
ciertos rasgos de su carácter, y el tratamiento de los espacios.
El estilo de las Leyendas es el modelo de prosa poética romántica llena de emoción, misterio y
belleza. Su lenguaje es delicado, musical y colorista, abundan las descripciones detalladas de imágenes y
sensaciones, y la creación de ambientes, misteriosos o sobrecogedores, destacando la musicalidad de la
expresión. Para ello emplea muchas Enumeraciones, Metáforas, Comparaciones sencillas y gran variedad
de registros con función más embellecedora que aclarativa. Hay una mayor atención a lo extraño sensorial
que al análisis de los sentimientos y pensamientos de sus personajes.
En la creación del ritmo son fundamentales los recursos basados en la repetición como las Anáforas
y los Paralelismos. Respecto al despliegue de estructuras verbales, al igual que en las Rimas, hay en el
lenguaje de las Leyendas un cuidado en la armonía interior que se ve resuelto a menudo en Períodos
Distributivos de un efecto eufónico casi ondulante, por ejemplo, en Rayo de Luna: “unas veces creyendo
verla, otras pensando oírla, …. era un aroma perteneciente a aquella mujer “. En otras ocasiones, se trata
de un empleo sagaz del Polisíndeton o el Asíndeton para retardar o acelerar la velocidad de la acción.
También son muy frecuentes las Concatenaciones y Adjetivaciones ternarias (Ej. en El monte de las
ánimas), en definitiva, procedimientos para estructurar regularmente la secuencia del relato.
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- Naturaleza, plantas, fuente, aguas, matorrales, ciervo, matorrales, perros, cazadores, jauría,
cacería… La descripción de la fuente y del paisaje que la rodea es de las páginas más bellas
de Bécquer, parece pintada.
- El amor, la belleza, el ideal, la mujer: el tema de la mujer que acarrea con su belleza la
destrucción del hombre y, por otra parte, el sueño de la mujer ideal fruto de su imaginación,
una ficción, un sueño imposible, pero hacia la que se siente arrastrado. Se basa en el tema
antiquísimo de la ondina que seduce al hombre, sus ojos verdes son ahora el ideal inalcanzable.
Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar, Íñigo, el montero mayor de los marqueses
de Almenar. Fernando, persiguiendo a un ciervo llega a la fuente de los Álamos, en cuyas aguas
habita un espíritu del mal le avisa su montero. Desde ese día se llenó su alma del deseo de la
soledad, volviendo a la fuente un día tras otro. En el fondo de las aguas creyó ver los ojos verdes
de una mujer. Seducido por ella, acaba cayendo al agua con un rumor sordo y lúgubre.
- Bécquer refuerza la creencia romántica de la búsqueda exaltada de lo ideal como como
superación y huida del asfixiante mundo cotidiano. Fernando es un poeta soñador de quimeras
que cruza los umbrales de lo prohibido para ser arrastrado por esos ojos a un destino trágico.
- Toda la leyenda pivota en torno a esos ojos verdes y a su fuerza fascinadora, asociados en la
tradición con lo maléfico y lo diabólico. El poder de la mirada es una de las creencias
supersticiosas universales, Fernando no sabrá escapar de su poder fatal.
- Cuando dice “este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día”, hace
alusión, además de a la pintura, a la idea de la provisionalidad de la escritura.
- Similitud con las Rimas: los ojos verdes también aparecen en la Rima XII, y hay también
relación con la Rima XXIII en “¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la
que me dio la vida, y todo el cariño que puedan atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una
mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Cómo podré yo dejar de buscarlos!” “Ven... Y la
mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo, donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle
un beso..., un beso”.
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- Las “campanillas azules” que encontramos en esta leyenda, forma parte inevitable de las
descripciones becquerianas de ruinas monumentales. La fuente también aparece en la leyenda
Los ojos verdes. También la vigilancia de la ventana o balcón de la amada es otra de las
imágenes recurrentes en Bécquer.
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ensangrentada- para lograr la unidad de efecto. Se unen tradiciones supersticiosas,
ambientación nocturna, entorno inquietante, presagios.
- La banda azul tiene un carácter simbólico, ya que representa el mundo ideal que es Beatriz para
él, una mujer de fascinantes ojos azules. El asunto de la leyenda, por tanto, son los peligros del
azul, el color emblemático del Romanticismo.
RESUMEN: En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y mientras esperaba que comenzase la
Misa del Gallo, el narrador oye la tradición a una demandadera del convento. Se cuenta la historia de
Maese Pérez, un anciano ciego que tocaba el órgano de forma prodigiosa; el arte lo heredó de su padre, y
a su vez, él se lo enseñó a su hija. En la misa de Nochebuena muere tocando el órgano. Le sustituye otro
organista, pero que no está a su altura. Maese Pérez volverá de ultratumba para que su alma siga tocando
y todos ven cómo el órgano suena solo.
En esta leyenda se muestra la capacidad de Bécquer para llevar los hechos de lo real a lo fantástico,
refiriéndose a detalles verídicos o lugares reales (el convento de Santa Inés), mezclándolo con sucesos
sobrenaturales (el organista muerto sigue tocando el piano). Bécquer indaga en una tradición sevillana
ligada al convento, cediendo la palabra a un caballero culto y literato del siglo de oro, quien, a su vez, nos
dice que había oído la tradición a través de una demandadera del convento. Así logra la verosimilitud
temporal y la verosimilitud narrativa: viaje en el tiempo y en las mentalidades.
En cuanto a los personajes principales: Maese Pérez, su hija, el organista suplente, la abadesa del
convento de Santa Inés, la demandadera, doña Baltasara, el arzobispo, la gente, el narrador.
TEMA/S: la música con su enorme poder de hacer trascender, lo sobrenatural, el miedo a los
desconocido, la muerte y la resurrección. El protagonista muere, pero Bécquer muestra cómo Maese Pérez,
incluso después de su muerte, vuelve para seguir la tradición de tocar el órgano en la misa del Gallo, y así,
emocionar con su música a los feligreses.
Tanto el efecto único de la narración -el asombro ante la aparición del organista muerto- como
nuestra sorpresa al darnos cuenta de que creemos en todo ello estriban en el perspectivismo, hecho posible
por esta ambientación, y en el número de narradores y fuentes necesarios para transmitir la historia desde
esa época remota hasta el tiempo del autor. Bécquer plantea un narrador imaginario culto que vive en la
misma época en la que transcurre la acción del cuento y este narrador transmite el suceso que le cuenta la
demandadera del convento de Santa Inés. Ahora bien, nosotros los lectores modernos no podemos creer
que un muerto toque el órgano, ni nos resulta fácil aceptar que Bécquer pudiera creer tal cosa, pero lo cierto
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es que al acompañar a la demandadera a la misa del Gallo, el narrador se sentía “dispuesto a creer”,
esperando presenciar una repetición de las famosas interpretaciones musicales del organista fantasma (no
sabía que por fin se había reemplazado el viejo y deshecho órgano de maese Pérez); mas el ingenioso
mecanismo de Bécquer es todavía más complejo, porque en «Maese Pérez el organista», al lado del
narrador culto, se coloca una narradora inculta y más crédula de la misma época, la demandadera. Y el
primer narrador imaginario hace con la demandadera lo mismo que hacía Bécquer en su mundo real diario:
entrevistar a un sujeto de condición humilde que le proporciona información popular y folklórica. Tal
información se filtra, por tanto, primero por la imaginación de la demandadera, y luego por la de su
contemporáneo más culto, antes de llegar a la nuestra. A través de las largas conversaciones de la
demandadera con su vecina y comadre doña Baltasara, a quien lleva a la iglesia de Santa Inés, se convierte
en narradora a la vez que sujeto de entrevista, relatándonos numerosos detalles indispensables.
Lo más importante de estos fantásticos elementos argumentales es que vienen ya revestidos de la
fe que tiene en ellos una mujer sencilla del pueblo, porque es más probable que creyera en el portento del
organista muerto. La autenticidad de la convicción ingenua de la demandadera viene a la vez reiterada a lo
largo del relato por los modismos, arcaísmos y refranes vulgares y sus costumbres de mujer del pueblo. Es
un solo éxtasis, el del pueblo, el de los aristócratas, el de todas las clases sociales representadas en el
público de maese Pérez, desapareciendo las separaciones entre las clases sociales, y de este hecho se
aprovecha Bécquer como apoyo también de la verosimilitud con que dota a lo sobrenatural, ya que la
demandadera es la representante de esa plebe. Los lectores penetramos en el microcosmos de Maese Pérez
con la demandadera y el populacho. La creencia en el milagro del músico que toca el órgano después de
muerto es una forma de comunión universal contagiosa, la única descripción de la música que enajena al
público se inserta en el relato después de fallecido Maese Pérez, cuando toca el órgano como espectro,
cuando nosotros para escucharlo tenemos que creer, ya que son sobrehumanos los acordes del viejo órgano.
ESTRUCTURA: El narrador en la primera parte está en primera persona y también en alguna otra digresión
que hay más adelante, el resto de la historia está narrada en tercera persona. Se hace uso del estilo directo
al mezclar el diálogo y la narración a lo largo de la leyenda, mostrando las palabras textuales del personaje.
La leyenda está dividida en varios apartados, numerados en números romanos, pudiendo distinguir, por
tanto, las siguientes partes:
1) Introducción: El narrador cuenta que estando en el convento de Santa Inés, esperando al comienzo de
la misa del gallo, oyó esta tradición a una demandadera del convento. Después de oírla, aguardó impaciente
a que comenzara la ceremonia, ansioso de asistir a un prodigio, pero no ocurrió, ya que el órgano de Maese
Pérez había sido sustituido por otro, y el alma del organista no había vuelto a aparecer. Da a entender que
es el propio Bécquer (“Si a alguno de mis lectores se les ocurriese hacerme la misma pregunta”) este
narrador.
2) Parte I: Empieza el relato de la historia, se recoge toda la información ambiental: la iglesia llena y
señorial, el ambiente, la gente. La demandadera hace de cicerone a su vecina en el convento de Santa Inés,
entrando y perdiéndose entre la muchedumbre que se agolpaba en la puerta. Hay una estructura de
actualización de contenidos, se dan las coordenadas de lugar y tiempo y se presenta el personaje de Maese
Pérez, un organista ciego de setenta y seis años, enfermo, pero que no quiere dejar de asistir a la misa del
gallo. Se describe su música y el efecto extraordinario de esta.
3) Parte II: descripción del ambiente interior de la iglesia y de la muchedumbre expectante. Anuncian que
Maese Pérez está enfermo y será sustituido por otro organista, pero Maese Pérez, pálido y desencajado,
entra en la iglesia para tocar. La armonía inunda la sala, los sonidos exquisitos y la multitud intensamente
emocionada. De repente un grito de mujer, Maese Pérez muere y el órgano exhaló un sonido discorde y
extraño, semejante a un sollozo, y quedó mudo.
4) Parte III: se sitúa un año después, la misma noche y en el mismo sitio. Hay un monólogo de la
demandadera, contándole a su señora doña Baltasara que el nuevo organista va a tocar esa noche. Después
de tocar, el organista, pálido y emocionado, dice misteriosamente que por todo el oro de la tierra no volvería
a tocar este órgano.
5) Parte IV: había transcurrido un año más. La abadesa del convento de Santa Inés y la hija de maese Pérez
hablaban en voz baja, aquella le pedía que tocara el órgano esa noche y esta respondía que tenía miedo y
aporta un nuevo relato que le había ocurrido la noche antes: vio a un hombre de espaldas que tocaba y era
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su padre, “fantasías” dice la monja. Durante la consagración se produce el prodigio y el órgano toca solo.
Un nuevo monólogo de la demandadera: “Aquí hay busilis; y el busilis era, en efecto, el alma de Maese
Pérez” ya concluyendo el relato, siendo, por tanto, en esta parte donde se aclara que es el alma del anciano
organista quien toca el instrumento después de muerto.
Hay misterio en el contenido fantástico del relato, pero también en el modo de presentarlo, cruzando
voces e introduciendo variaciones sobre unos motivos básicos. El relato está troceado. Hace falta
recomponer los varios estratos y no sabemos muy bien en ocasiones donde quedarnos seducidos por el
meollo del asunto: el misterio de la música que suena. Es esta pluralidad de voces cuidadosamente
orquestadas las que le dan complejidad y polifonía a la leyenda. Esta es la factura narrativa del mejor
Bécquer. El desarrollo de la leyenda es un despliegue de procedimientos, tales que cuando acabe, el lector
se encontrará entre la creencia y el escepticismo, obligado a volver sobre sus pasos para averiguar si siguió
bien el relato. La naturalidad de la escritura en las leyendas es solo una apariencia. En Maese Pérez se dan
tres tiempos -el primero, un año después y dos años después-, hay también un contraste antitético entre dos
planos articulados -el costumbrista y la culminación artística-, aparecen dos niveles de lengua -coloquial
y poético- y dos espacios -el interior y el exterior de la iglesia. Y Bécquer narrador actúa como espectador
de la escena, con el mensaje de que la música vence al ruido, el arte siempre derrotará a la barbarie, pero
solo el verdadero artista, dotado de genialidad, puede expresar lo inefable.
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