La Poesía Durante La Guerra Civil (Miguel Hernández) - La Poesía en Los Años Cuarenta: Poesía Arraigada (Luis Rosales) y Desarraigada (Dámaso Alonso)
La Poesía Durante La Guerra Civil (Miguel Hernández) - La Poesía en Los Años Cuarenta: Poesía Arraigada (Luis Rosales) y Desarraigada (Dámaso Alonso)
La Poesía Durante La Guerra Civil (Miguel Hernández) - La Poesía en Los Años Cuarenta: Poesía Arraigada (Luis Rosales) y Desarraigada (Dámaso Alonso)
10.1. La poesía durante la Guerra Civil (Miguel Hernández). La poesía en los años
cuarenta: poesía arraigada (Luis Rosales) y desarraigada (Dámaso Alonso).
En los años treinta se desarrolla una poesía centrada en la situación social del ser humano, las
injusticias y el dolor. Destaca la figura de Miguel Hernández.
Durante la Guerra Civil en ambos bandos se cultivó una poesía marcada por la exaltación
ideológica y el combate.
En las décadas de la posguerra el panorama lírico estuvo marcado por el exilio de intelectuales
y artistas, y la censura y el dirigismo político.
En los años cuarenta dominan la creación, el neoclasicismo y el existencialismo. Los poetas
garcilasistas cultivan una poesía evasiva, en la que prima la perfección formal. Por otro lado, se
cultiva una lírica enlazada con la vanguardia: la del grupo Cántico, el postismo y el surrealismo.
Por último, debemos referirnos a dos tendencias minoritarias. De un lado, el postismo, llamado así
como abreviatura de postsurrealismo y título de una revista, fundada por Carlos Edmundo de Ory. De
otro lado, en Córdoba aparece la revista y el grupo Cántico, que propugna una poesía intimista,
sensual y neobarroca, encabezada por poetas como Pablo García Baena o Ricardo Molina.
Cabe señalar como rasgos destacables en su lengua poética la sintaxis abrupta, los
abundantes recursos fónicos (aliteraciones, paronomasias), las reiteraciones, el uso de
antítesis y oxímoron, los juegos de palabras, el uso del léxico popular y, en particular, el uso
transgresor del lenguaje literal.
En Las personas del verbo (1975), Gil de Biedma agrupó estos tres libros:
Compañeros de viaje (1959). Es un conjunto de instantes de la vida del poeta, a través
de la forma coloquial (recuerdos, infancia, tertulias, amistad). Dedica sus poemas a un
“tú” (a alguien). Se nos muestra como un joven lleno de temores. Obra de claro matiz
político. En Infancia y confesiones hace un homenaje a Machado por su “retrato”.
Moralidades (1966). Es una clara denuncia a la hipocresía, el sometimiento de una
España oprimida, la opresión a la que la sociedad sometía a la mujer, también a los
camaradas políticos, etc.
Poemas póstumos (1968). La vejez, antesala de la muerte, es signo de deterioro frente al
recuerdo de una juventud llena de vida y expectativas. Destacan sus poemas “Contra
Jaime Gil de Biedma” y “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”. En “No
volveré a ser joven” reconoce la falsedad de la vida ilusoria y acepta la realidad.
Además, publicó A favor de Venus (1965), un conjunto de poemas amorosos, de fuerte
carga erótica, en los que deja de lado los convencionalismos.
Los novísimos fueron presentados como un movimiento vanguardista de ruptura con la poesía
social e indagador de un nuevo lenguaje que llegó al experimentalismo formal. No creían que la
poesía pudiera cambiar la realidad y rechazaron conceptos tan extendidos como compromiso,
testimonio y solidaridad. Adoptaron, pues, una actitud formalista.
Características de la poesía “novísima” son:
1) Deseo de ruptura con la poesía anterior: se manifiesta claramente en el rechazo del uso
directo del “yo”, en la oposición al estilo realista y en la ausencia de posturas éticas o sociales.
2) Modelos poéticos muy variados: por un lado, recuperan la vanguardia (el cubismo, el
surrealismo, a través de Aleixandre y los postistas...); por otro, recogen influencias del simbolismo
francés, del modernismo y de poetas ingleses contemporáneos.
3) Exhibicionismo cultural: introducen elementos temáticos provenientes de mitologías exóticas
y decadentes (ambientaciones lujosas, exóticas, en la línea modernista) o de la cultura de masas
(el cine, la televisión, el rock, las novelas policíacas, la publicidad, los cómics, las revistas de
modas, la música pop, etc.). Así los medios de comunicación de masas se convierten en referente
cultural y fuente de nuevos mitos populares. Los poemas se llenan de nombres de ciudades o de
personas, de descripciones de vestidos, fiestas, mitos orientales o clásicos, y mitos
contemporáneos (Marilyn, Bogart, Che Guevara, Kennedy, etc.). Asimilan, pues, una mitología
frívola o vuelven a temas y asuntos de otras épocas, de origen cultural e histórico, por lo que
también se les llama culturalistas.
4) Experimentación lingüística: buscan una expresión poética llamativa, caracterizada por un
lenguaje rico y barroco. Practican la escritura automática, que evita el discurso lógico, con la
ruptura del verso, la disposición gráfica original, o la supresión de los signos de puntuación, y
emplean técnicas como la del collage: extensas citas preceden al poema o se incorporan a él
versos completos de otros autores, letras de canciones, frases publicitarias, textos de manuales de
instrucciones... Este uso de la intertextualidad, en ocasiones excesivo, hace del poema un objeto
metaliterario, cargado de referencias culturales.
Además, alternan un lenguaje exuberante de imágenes opacas y visionarias con otras técnicas,
como la métrica culta del modernismo, pero tampoco abandonan el tono coloquial de algunos
poetas de la generación anterior.
Los novísimos de la tendencia culturalista y surrealista son Gimferrer: Arde el mar, La muerte
en Beverly Hills (1968); Guillermo Carnero: Dibujo de la muerte (1967), El sueño de Escipión
(1971); Antonio Colinas: Sepulcro en Tarquinia (1975), Astrolabio (1979)) y Luis Alberto de
Cuenca: Elsinore (1972),