INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN

En 1954 un caso impactante sacudió al Perú. En la quebrada de Armendáriz se encontró el cadáver de un


niño que vivía en Miraflores - Lima, muchas historias se tejían desde el hallazgo de su cuerpo, se presumía
había sido violado y asesinado para luego abandonar su cuerpo a campo abierto, esto produjo una cacería
para dar con el culpable del crimen.

Y encontraron aquella culpabilidad en Jorge Villanueva Torres un hombre negro de 35 años que también se le
atribuía robos, no se le conocía un trabajo fijo, con limitaciones intelectuales y lo bautizaron como el monstro
de Armendáris, en el expediente del poder judicial se puede analizar la fuerza que tuvieron los medios de
comunicación en este caso durante aquella época.

Así mismo la radio transmitía en directo el juicio, se sentenció a pena de muerte muerte sin pruebas
irrefutables al ciudadano Jorge Villanueva Torres atribuyéndole delitos de violación y homicidio al menor Julio
Hidalgo Zavala de tres añitos,

"Yo he cometido muchos delitos... he sido un hombre malo... pero este, este crimen no me pertenece", dijo el
sujeto que más de una vez, aseguraba que era libre de este crimen. Sin embargo a los años se ha
establecido que era inocente del delito y fue rehabilitada su memoria por el Poder Judicial.

DESARROLLO TEÓRICO

- RECONSTRUIR EL HECHO CRIMINAL A PARTIR DE LOS DATOS QUE OBRAN EN DIVERSA


FUENTE.

La historia fatal de Jorge Villanueva Torres empieza en los primeros días de setiembre de 1954 en las
cercanías de las playas de Lima. En la quebrada llamada de Armendáriz, un tajo que aún hoy divide en dos
los acantilados de Miraflores y Barranco, fue hallado, hacia las laderas de Barranco, el cuerpo sin vida de un
niño de unos tres años y medio de edad. Practicado el levantamiento, el cadáver fue sometido a necropsia (o
autopsia, como se la llamaba entonces) en la Morgue Central de Lima el día 8 de setiembre de 1954.

El occiso, al que identificaremos con las iniciales Julio Hidalgo Zavala., presentaba lesiones en la
eminencia frontal derecha, así como en la extremidad inferior del mismo lado. Otro dato relevante fue el
hallazgo de tierra en las fosas nasales. Los pulmones se encontraban dilatados y mostraban una apariencia
violácea. El estado de conservación del cuerpo y las huellas de ataque post mortem por roedores condujeron
a estimar que la muerte había ocurrido en las 24 horas previas al hallazgo. Las conclusiones del protocolo de
necropsia fueron: «traumatismo en la cabeza», «conmoción y contusión cerebral (sic), dejando inconsciente al
menor en cuestión» y muerte por «asfixia por sofocación».

La diligencia fue realizada por los médicos legistas Ramón Criado Menéndez (redactor de protocolos) y
Porfirio Olivera Landavere (médico jefe de autopsias). El protocolo correspondiente fue refrendado por el
doctor Darío Torres Seguín, en su condición de director de la Morgue Central de Lima. La necropsia se
desarrolló sin intervención de autoridades. Por su parte, la Policía de Investigaciones del Perú hizo suyas las
conclusiones del protocolo de necropsia y no realizó indagaciones complementarias.

- RELATAR COMO ES QUE SE PROCESO AL REFERIDO CIUDADANO Y CONDENA QUE SE


EXPIDIÓ Y EJECUCIÓN.
El curso del proceso es conocido. Nos limitaremos a recordar los datos esenciales. El caso fue ventilado
ante el Tercer Juzgado de Instrucción de Turno de Lima, constituido por el juez Carlos Carranza Luna y el
escribano Froilán Manrique. En vista de haberse hallado el cuerpo de J. H. Z. en las laderas de la quebrada
de Armendáriz, se apresó a un sujeto identificado como Jorge Villanueva Torres, negro, de unos 35 años de
edad. Villanueva Torres, alias Negro torpedo, era un delincuente de ínfima monta, «vago y conocido raterillo»,
un «hijo de nadie» (la expresión es de Víctor Maúrtua V.) y posiblemente débil mental. El acusado malvivía en
una covachuela ubicada en la ladera norte. Anotemos que, en 1954, la quebrada era ya una vía de acceso a
las recién ganadas playas de Barranco. La atravesaba una pista carrozable y una extensión de la línea del
tranvía. Si bien en temporada veraniega era un espacio muy concurrido, el resto del año la quebrada y sus
inmediaciones eran un territorio peligroso y desolado.

Como es histórico, solo dos elementos bastaron para vincular a Villanueva con la muerte del niño: a) la
circunstancia objetiva de haberse hallado el cadáver a escasos metros de la covachuela; y b) el testimonio
incriminatorio de un turronero, de nombre Uldarico Salazar. Se cuenta que durante los interrogatorios en la
fase de instrucción y en segunda instancia, Villanueva aceptó la responsabilidad y aun describió «con lujo de
detalles» (así se divulgó en la prensa de la época) cómo atrajo al niño hacia la covacha, para luego golpearlo
en la cabeza hasta provocar el estado de inconsciencia y finalmente ultrajarlo por la vía ano-rectal. En tanto
no sean recuperables los actuados del proceso, estas afirmaciones son especulativas.

La instrucción determinó la responsabilidad de Villanueva Torres en el rapto y homicidio de J. H. Z.


Asimismo, fue hallado responsable de delito contra el honor sexual en la persona de A. N. V. y de delito
contra la libertad individual en agravio de D. M. R. y J. A. El 6 de julio de 1955, la causa fue elevada al Tercer
Tribunal Correccional de Lima, integrado por los magistrados Octavio Santa Gadea (presidente), Octavio
Torres y José Merino Reyna. La sentencia emitida el 8 de octubre de 1956 declaró a Villanueva Torres
culpable de rapto y delito contra la vida en agravio del niño Julio Hidalgo Zavala. y condenado a la pena de
muerte, de acuerdo con el Decreto Ley Nº 10976 del 25 de marzo de 1949, que modificaba los artículos 151,
152, 289 y 290 del Código Penal de 1924. El dispositivo no será derogado hasta 1981, mediante la Ley N°
23322.

La Corte Suprema, en última y definitiva instancia, declaró no haber nulidad del fallo del Tribunal
Correccional el 11 de diciembre de 1957. La ejecución quedó prevista para el 12 de diciembre de 1957. La
defensa, emprendida por Carlos Enrique Melgar, interpuso recurso de gracia ante el Senado de la República,
al amparo del artículo 123º de la entonces vigente Constitución de 1933. Sin embargo, dicho recurso no llegó
a discutirse, por falta de quórum. En una articulación extrema, en la madrugada misma del 12 de diciembre,
Melgar interpone un nuevo recurso ante el Tercer Juzgado de Instrucción de Lima, en el que invocaba, sin
éxito, la primacía de la norma constitucional por sobre cualquier otro requisito formal o reglamentario.

- LA TIPIFICACIÓN

Según el Código Penal de 1924, el llamado coito contra natura entraba en la categoría de «acto análogo»,
previsto en el artículo 199, solo contra «un menor de dieciséis años». Por su parte, el delito de rapto era
penalizado con penitenciaría, «si el delincuente has substraído el menor para abusar de él o para
corromperlo» (artículo 229, segundo párrafo).
En contra de la opinión general de entonces, y de hoy, Jorge Villanueva Torres no fue imputado por delito
contra el honor sexual. Mal podría haberlo sido: el protocolo de necropsia no reveló rastro alguno de invasión
ano-rectal en el cuerpo del niño. Sin embargo, ha perseguido a Villanueva Torres el veredicto póstumo de
violador de menores y, por ende, la pertinencia del máximo castigo.

Lea también: R.N. 3175-2015, Lima Sur: No se puede exigir exacta rigurosidad en los datos
circunstanciales de la declaración de la víctima de violación sexual

- ESTABLECER CUALES FUERON LOS ERRORES INCURRIDOS, POR PARTE DE QUIENES.

Una sentencia cargada de racismo, contradicciones del testigo clave, falta de pruebas fehacientes, pánico
colectivo y la creación de un personaje: el Monstruo de Armendáriz.

- APRECIACIONES PERSONALES CONCLUSIONES, SUGERENCIAS.

Ahora existen muchas evidencias de que habría sido una condena a un inocente. Pero en fin, son errores
ya irreparables

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