¿Quieres Estar Conmigo

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COMPAÑÍA DE TEATRO REVOLUCIÓN-ARTE

¿Quieres estar conmigo?

Roberto Ángeles & Augusto Cabada

La obra nos sumerge en los sueños y romances de nueve amigos limeños de clase media, entre 1978 y 1988,
años de inestabilidad económica y violencia política. Se muestra una década de la vida de un grupo de amigos a
partir de su salida del colegio. La lucha por sus ideales y sus relaciones afectivas, así como lo doloroso y cómico
que puede significar el crecer. En épocas en que aún no estábamos abrumados por las redes sociales, notamos
a una generación anterior con otro tipo de preocupaciones, o tal vez con un compromiso social distinto al que
vemos actualmente
ACTO PRIMERO

ESCENA 1

Las luces se encienden dejando ver el escenario vacío. Tras unos segundos, estas se apagan y al volverse a
encender, los personajes se encuentran distribuidos en el escenario, mirando fijamente hacia la audiencia
sin mirarse entre sí
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Marcela (Joven).- Es curioso como la vida tiene vueltas raras

Alberto (Adulto).- Nunca sabemos que es lo que va a pasar

Claudia (Adulta).- Tampoco podemos predecir a donde nos llevarán nuestros pasos

Igor (Joven).- Ni podemos cambiar los errores que cometemos

Igor (Adulto).- Pero si podemos aprender de ellos

Bernardo (Adulto).- Esta historia no pretende ser un mensaje a la conciencia

Charo (Joven).- Ni mucho menos un intento de endulzar las verdades

Bernardo (Joven).- No diremos las cosas para caer bien

Charo (Adulta).- Porque eso es lo que menos importa

Bernardo (Adulto).- Ya que la verdad siempre es incómoda

Charo (Adulta).- Y a esa incomodidad le suelen llamar conciencia

Miguel (Joven).- Pero no solo las cosas cambian

Nany (Joven).- También cambiamos nosotros

Miguel (Joven).- A veces por las circunstancias de nuestros mundos

Nany (Joven).- Otras veces como consecuencia de las elecciones que hacemos

Miguel (Adulto).- Porque ¿acaso no somos reflejo de lo que decidimos?

Nany (Adulta).- ¿O es que solo somos títeres en las manos de alguien más?

Miguel (Adulto).- De una religión

Nany (Joven).- De una idea política

Miguel (Joven).- De una ideología social

Nany (Adulta).- O de un prejuicio forzado

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 1


Paul (Joven).- A veces de alguna forma, nos mantenemos iguales

Marcela (Adulta).- Y algunos, simplemente no llegamos a cambiar (Mira a Miguel)

Paul (Adulto).- Nos sentimos cómodos con nuestras propias realidades

Marcela (joven).- Sin importar que suceda a nuestro alrededor

Paul (Adulto).- Porque es más cómodo cerrar los ojos

Marcela (Adulta).- Y jugar a que no sucede nada

Igor (Joven).- Esta es nuestra historia y es tan simple como eso

Marcela (Joven).- De lo que nos pasó y lo que nos unía…

Paul (Adulto).- O separaba…

Alberto (Joven).- De lo que teníamos en común

Claudia (Joven).- Y de lo que nos diferenciaba entre nosotros

Nany (Joven).- De nuestros amores

Miguel (Adulto).- Y nuestros odios

Charo (Adulta).- De nuestros miedos

Bernardo (Joven).- Y nuestros deseos ocultos

Charo (Joven).- (mirando a los demás) Pues ya es hora de empezar ¿no creen?

Todos.- Si (Salen de escena)

ESCENA 2

SALÓN DE CLASES - DÍA

Claudia, Marcela, Nany y Charo, en uniforme de colegio, ocupan sus respectivas carpetas. Charo y Nany terminan
una tarea en sus cuadernos. Claudia y Marcela miran a Nany con visible interés. Claudia le tira la chompa.
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Claudia.- ¡Oye! ¿Tienen o no?

Nany.- (Fastidiada) ¡Caramba, Claudia!

Marcela.- Pero di, pues... ¿Tienen pareja, sí o no?

Nany.- ¡Qué sabré yo...! No me meto en los asuntos de mis hermanos. ¡Ni sé si querrán ir a esa fiesta!

Marcela.- ¿Estás loca? ¿Cómo no van a querer ir a su fiesta de promoción?

Nany.- Ah, ustedes no los conocen. (Orgullosa) Paul y Alberto no son como los otros chicos...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 2


Claudia.- ¡No! Ellos son más churros. (Se ríe)

Marcela.- Paul es para comérselo enterito...

Claudia.- Y Alberto ¡para repetir y repetir...!

Marcela.- (Suspirando) ¡Y pensar que tú los ves todos los días!

Claudia.- ¡Y que duermes en la misma casa!

Marcela.- ¡Bajo el mismo techo!

Claudia.- ¡Casi cama con cama!

Nany.- ¡Pero si son mis hermanos!

Claudia.- ¡Qué importa... si están buenazos!

(Claudia y Marcela se ríen. Charo se vuelve hacia ellas, mortificada)

Charo.- ¡Shhhhh! Ahorita viene la vieja. (Sigue escribiendo)

Marcela.- (A Charo) Tú escribe nomás... ¡y apúrate, que todavía tenemos que copiarnos!

Claudia.- (Cargosa) Nany, pues... ¡mira que ya no falta nada para la fiesta!

Marcela.-Y nosotras tenemos que ir.

Claudia.- ¿Y si les dices para ir al cine este domingo? Alberto iría conmigo, (A Marcela) tú irías con Paul...

Marcela.- (A Nany) y ya ellos que te consigan algo.

Nany.- En vez de hablar tanta idiotez, deberían ponerse al día. Ahorita viene la vieja, les pide el cuaderno, y ahí sí.

Marcela.- (En un ataque de responsabilidad) ¡Sí, caray! ¿Ya acabaste, Charo? ¿A ver?

(Marcela intenta arrebatarle su cuaderno a Charo, pero ella se resiste.)

Charo.- ¡Carajo, Marcela! Todavía me falta lo de la Asamblea Constituyente.

Marcela.- ¿La qué...?

Charo.- ¡La Constituyente! (Mira a Marcela y Claudia con desaprobación) Ustedes nunca leen los periódicos, ¿no?

Claudia.- ¿Yo? ¡Aaaajjjj! Me ensucio.

Marcela.-Bueno, Nany, ¿en qué quedamos? ¿Les dices para el domingo?

(Claudia le jala la chompa a Nany, odiosamente suplicante. Marcela la imita.)

Claudia.- Sí, amiguita... di que sí, ¿ya?

(Nany mira al cielo, en el límite de su paciencia. En ese momento ingresa al salón la profesora. Las cuatro se
ponen de pie, repentinamente serias. Toman asiento. Claudia se pone de pie, mirando a la profesora entre
sorprendida y nerviosa)

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Claudia.- ¿Yo? Sí, miss, ahorita...

(Claudia finge no encontrar su cuaderno. Rebusca en su carpeta, muy preocupada.)

Claudia.- Pero... si yo lo había... traído... ¿dónde...?

(Las demás se divierten a costa de ella. Marcela, aguantándose la risa, le levanta la falda por detrás. Claudia se
defiende como puede.)

Marcela.- (En voz baja) Dile que estás con la regla

(Las cuatro se ríen. Claudia se vuelve hacia la profesora súbitamente)

Claudia.- ¿Ay, y por qué yo? Me parece injusto, miss.

(Claudia sale del salón. Se aleja haciéndole a Marcela un gesto de amenaza.)

ESCENA 2

URINARIO - DÍA

(Bernardo y Alberto, en uniforme de colegio, orinan juntos)

Bernardo.- ¿Pero qué tendría de malo?

Alberto.- ¿Ah?

Bernardo.- ¿Qué tendría de malo si fuéramos? Con eso, no le haríamos ningún daño a nadie. Porque con nosotros
o sin nosotros, va a haber fiesta de promoción igual

(Alberto termina de orinar y "se sacude")

Alberto.- Si tú quieres ir, anda nomás. Asunto tuyo.

(Bernardo también termina, "se sacude" y "se guarda".)

Bernardo.- No pues, loco, así no es. ¿Qué me hago yo solo, sin mis patas? ¡La cosa sería ir todos juntos! ¡Tú, tu
hermano... todos! Si lo que se quiere es celebrar en grupo.

(Alberto saca un cigarrillo que trae escondido en una media.)

Alberto.- Podemos celebrar en grupo sin necesidad de ir a esa huevada. ¿Tienes fósforos?

(Bernardo saca una cajita de fósforos y le enciende el cigarrillo.)

Bernardo.- ¿Cómo, a ver?

Alberto.- Nos juntamos los amigos nomás, en tu casa o en la mía... compramos combo, trago... ponemos buena
música...

Bernardo.- Y armamos un torneo de ludo. ¡Mangazo! Eso lo podemos hacer cualquier día...

Alberto.- ¡De eso se trata, pues, Bernardito! ¿Por qué hacer tanta alharaca ese día?

Bernardo.- ¡Porque no es cualquier día, Alberto! Es algo único... ahora te parecerá idiota, pero cuando ya no
tengas pelo, vas a querer acordarte de cómo fue tu fiesta de promoción. ¡En serio!

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(Alberto se ríe amablemente de lo que considera una maravillosa simpleza de su amigo. Aparecen Paul y Miguel,
que se alegran de descubrir a los otros fumando.)

Miguel.- ¡Ajá... sabía que estaban aquí! Un toque...

(Alberto le pasa el cigarrillo a Miguel. Paul saca de un bolsillo unos papeles muy pequeños y los agita ante los
demás.)

Paul.- (Pregonando) ¡Todo Física, todo Química! Súper comprimidos, prácticos y descartables... ¡Y a sólo dos
cigarrillos!

Bernardo.- Paul, convence a tu hermano. ¡Dice que no quiere ir!

Paul.- ¿A dónde? (Cayendo en cuenta) Ah, te refieres a esa cosa de la promoción.

Bernardo.- ¡Es una fiesta! ¿Qué tiene de malo?

Paul.- ¿Y qué tiene de bueno?

Miguel.- (Apuntando a Bernardo maliciosamente) Ya sé por qué quieres embarcarnos en esa fiesta...

Bernardo.- ¿Qué...?

Miguel.- ¡Confiesa, que lo sé todo!


(Bernardo se ruboriza. Trata de desviar la atención hacia Paul.)

Bernardo.- Dame uno de Química.

(Saca un par de cigarrillos y se los entrega. Paul le da un comprimido.)

Miguel.- (A Alberto) A este ganso se le cae la baba por una amiguita de tu hermana ¿Cómo se llama...? ¡Claudia!

Alberto.- (Sonriente) ¡Ah, la famosa Claudia! ¿Conque era eso?

Paul.- (Sentencia con grandilocuencia) "Il a toujours une femme"

(Bernardo hace gesto de no comprender.)

Paul.- "Siempre hay una mujer".

(Bernardo le arranca a Miguel de la boca el cigarrillo encendido.)

Alberto.- ¿Y piensas invitarla?

Bernardo.- (Sonríe, admitiendo su intención) Me gustaría.

Paul.- Qué romántico.

Miguel.- (Poniéndose a orinar) ¿Y quieres que seamos tus chaperones?

Bernardo.- Miguel, ¿qué hay de malo en ir a una fiesta?

Paul.- ¿Y qué hay de bueno?

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(Igor aparece un poco apresurado, pero para en seco cuando descubre al grupo, que interrumpe la conversación
al verlo)

Igor.- Sea lo que sea, me opongo.

Miguel.- ¡Llegas a tiempo, Igor! Tenemos un grave problema.

Paul.- ¿Vamos o no vamos a la promo?

Alberto.- ¿Tú que dices?

(Todos acosan a Igor en plan bromista; él se aparta de ellos con expresión de desagrado.)

Igor.- ¡Digo que son unos enanos mentales! ¡Cuando no, los divinos hijos de la burguesía, discutiendo su
gran fiesta con el caño en la mano! Como si no hubiera nada mejor en que pensar, ahora que están por dejar este
colegio retrógrado para enfrentar toda la inmundicia que hay afuera... ¡Ahora que el país está al borde de la ruina,
con diez años bajo la bota militar... justamente ahora, a ustedes no se les ocurre tetudez más grande que debatir
sobre su fiesta de promoción!

(Todos se miran en silencio, apabullados por el aplastante discurso.)

Bernardo.- Perdón, mamá...

Igor.- Ya sé que no se puede esperar mucho de ustedes, pero... ¿por qué tienen que ser tan, pero tan pacharacos?

Alberto.- (Palmeándole la espalda) Ya, Igor... era una broma.

Igor.- Qué buena chispa, ah. Ya, lárguense.

Bernardo.- Sí, maestro.

Igor.- (Ahuyentándolos) ¡Fuera, fuera! ¿O creen que voy a orinar delante de ustedes? (Miguel, Paul, Bernardo y
Alberto salen, muy risueños. Ya a solas, Igor empieza a orinar. Por un extremo del escenario asoman las cabezas
los otros cuatro.)

Los cuatro.- (En coro) ¡Aigor, Aigor, Aigor...!

(Igor se sobresalta, deja de orinar y "se guarda" con rapidez y torpeza.)

ESCENA 3.

CASA PFLUCKER/ SALA DE ESTUDIOS - TARDE

(Nany tipea lo que le dicta Charo, que lee unas hojas escritas a mano.)

Charo.- "... y en general, las aldosas reducen a los reactivos de Tollens..."

Nany.- Aguanta, aguanta...

Charo.- "Tollens" con doble ele... "Al igual que ciertas cetosas, formando osazonas..."

Nany.- ¿Osazonas?

Charo.- Eso decía el libro. Punto.

Nany.- (Terminando de tipear) ¿Eso es todo?

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Charo.- Todo lo mío. Falta lo de Claudia. ¿Te lo dio?

Nany.- (Algo desanimada) Sí (Nany le alcanza a Charo, casi con temor, una hoja arrancada de algún cuaderno.
Charo mira el papel con una mezcla de rabia e incredulidad)
Charo.- ¿Esta cochinada...? (Nany asiente tímidamente, sin mirarla. Charo estalla, indignada.)

Charo.- ¡No puede ser...! Pero, ¿qué vamos a hacer con esta porquería... ? ¡Y encima, toda borroneada, que ni se
entiende! También tú, Nany, como le recibes una cosa así...

Nany.- (Defendiéndose apenas) ¿Y qué querías que hiciera?

Charo.- ¡Que la cuadraras, ahí mismo! No es justo, pues... ¡Siempre somos nosotras el único par de tetudas que
termina soplándose todos los trabajos en grupo! ¿Y las niñitas, bien gracias? Marcela no hace nada
porque (Remedándola) "estuvo con cólico" y la Claudia, ¡mira la huevada que entrega! ¿Su mimosa?

Nany.- (Sin gran convicción) A lo mejor no tuvo tiempo...

Charo.- ¿Y cómo para las fiestas y los cines sí tiene tiempo? ¡No, si esas son un par de frescas! Esta mañana han
estado insoportables...

Nany.- (Sonríe con cierta satisfacción) Es que están locas por mis hermanos.

Charo.- ¡Son unas taradas! Pensando en idioteces, cuando la situación está como está... ¿sabes que el dólar
ya está en doscientos soles?

Nany.- (Pasmada) ¡No!

Charo.- Hay tal inflación, tal desempleo, tanta gente que no tiene para comer... ¡y aun así, existe gente que no
piensa más que en esas fiestas estúpidas, donde todos se disfrazan de burgueses, chupan, tragan y botan
tanta plata en una sola noche!

Nany.- Sí, es el colmo...

Charo.- Yo conozco a tus hermanos, Nany. ¡Sé que ni Alberto ni Paul se prestarían a esa cachetada a la pobreza!
Pero anda díselo a la Claudia y la Marcela...

Nany.- Ellas sólo se fijan en sus caras, no en su manera de ser.

(Breve pausa. La ira de Charo parece haberse aplacado. Nany la mira con curiosidad.)

Nany.- Charo... o sea que tú... ¿nunca irías a una fiesta de promoción?

Charo.- ¿Yo? ¡Ni pagada!

Nany.- ¿Nunca? ¿Por nada del mundo?

Charo.- ¡Jamás!

Nany.- ¿Y si Alberto te invitara a la suya?

Charo.- (Ruborizada) ¿Qué tontería estás diciendo?

Nany.- ¿Irías o no?

Charo.- (Evadiendo, incómoda) Ya, menos charla. Tenemos que avanzar.

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Nany.- Pero...

Charo.- (Cortándola) Título: "Oxidación".

(A Nany no le queda más que tipear)

Charo.- "Los ácidos glico... glicoru..." (Furiosa) ¿Qué mierda dice aquí?

ESCENA 4

CASA PFLUCKER/SALA - TARDE.

(Alberto, Paul, Miguel, Bernardo e Igor revisan el listín cinematográfico de un diario)

Miguel.- ¿Y en "El Pacífico" qué dan?

Paul.- "Grease" (A Igor) Con John Travolta, tu ídolo.

(Igor hace gesto de repulsión, lo que parece divertir a los demás.)

Bernardo.- ¿Y en el "San Igor"?

Paul.- (Miente evidentemente, atento a la reacción de Igor) Reestrenan "Fiebre de sábado por la noche". Con
Travolta.

Igor.- (Indignado) ¿Otra volta? ¡Con tanta fiebre de sábado ya debería estar en coma!

Bernardo.- ¿Por qué lo odias? Es sólo un tipo que baila. Bailar no es nada malo...

Igor.- (Apartándose de él, mientras forma una cruz con los brazos) ¡Apártate de mí, Satanás, que ya sé a dónde
vas...! Pero ni lo sueñes, ¡yo no piso esa fiesta!

Miguel.- ¡Ya empezamos!

Igor.- (Señalando a Bernardo) ¡Él es el que empieza!

Bernardo.- Mira, Igor, si tu problema es conseguir pareja, yo podría...

Igor.- (Interrumpiendo) ¡No quiero ni necesito pareja, bellaco!

Alberto.- ¡Ya basta hombre...! Si parecen un par de criaturas, peleando todo el tiempo...

Bernardo.- Es que hay que decidir de una vez si vamos o no. Después, todas las hembritas ya van a estar pedidas
y ahí sí...

Alberto.- Muy bien. Opinemos.

Igor.- Ya saben lo que pienso.

Alberto.- ¿Paul...?

Paul.- (Sin levantar la vista del diario) A mí me da lo mismo. Me abstengo.

Miguel.- Yo apoyo democráticamente la decisión de la mayoría. Pero no tengo terno, aviso...

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Paul.- (Mirándolo de reojo) Yo te puedo prestar uno.

Alberto.- Yo estoy por una reunión sencilla, entre nosotros...

Bernardo.- (Interrumpiéndolo) ¿Cuatro gatos?


Alberto.- Bueno, podríamos pasarle la voz a algunos de la clase. Al gordo Miroslav, al Gino, al Felipe...

Paul.- Toto podría animarse. Y Giancarlo.

Alberto.- (Extrañándose) ¿Giancabro? No sé, ah...

Paul.- ¿Por qué no?

(Alberto, Bernardo e Igor intercambian una risita solapada, muy propia de esas situaciones. Miguel interviene con
seriedad)

Miguel.- A mí, Giancarlo me parece muy buen pata. Lo que él haga con su cuerpo, no es cosa mía.

Paul.- (A Alberto) Ni tuya

(Alberto sonríe a la defensiva, sintiéndose acorralado.)

Alberto.- ¡Ya, está bien! Si quieren le decimos.

Igor.- Bien, señores. Ya que resolvieron sus paltas sexuales, ¿en qué quedamos?

(Suena el timbre.)

Alberto.- (A Paul) La puerta, Jaime.

(Paul hace una venia disforzada y va a abrir. Igor toma el periódico y revisa el listín. Un barullo se aproxima:
Alberto y Miguel se miran, Bernardo se emociona. Paul reaparece, guiando a Claudia y Marcela. Ellas fuman y
visten ropas muy coquetas.)

Paul.- Dejaron esto en la puerta

Claudia y Marcela.- (Al unísono) ¡Ay, oye!

Bernardo.- (Impresionado) ¡Claudita!

Claudia.- ¡Berni! ¡Mi amiguito...!

(Se abrazan fuerte, cariñosamente. Bernardo luce entusiasmadísimo con ella. Claudia le desordena el pelo)

Bernardo.- ¡Pero qué maravilla! (Besa a Marcela) ¿Qué hacen ustedes por acá?

Claudia.- Quedamos con Nany en ir al cine.

Alberto.- Me parece que anda por su cuarto.

Claudia.- (Echándole una bocanada a Alberto) ¿Le avisas, please?

(Alberto sale. Marcela se acerca a Paul e inicia una conversación privada con él, mientras que Miguel e Igor,
menos familiarizados con las recién llegadas, se relegan a un rincón, fingiendo gran interés por el periódico)

Bernardo.- Nosotros también vamos al cine. ¿Iremos juntos?

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Claudia.- Depende. ¿Qué van a ver ustedes?

(Igor interrumpe la conversación con repentino entusiasmo, dirigiéndose sólo a sus amigos)
Igor.- ¡En el "Ambassador" dan "Nos habíamos amado tanto"! ¿Por qué no la vemos de nuevo?

Claudia.- ¡Qué aburrido! Nosotras vamos a ver "Grease".

(Igor hace un nuevo gesto de repugnancia)

Bernardo.- ¡"Grease"! Justo la que habíamos pensado.

(Igor, malhumorado, está a punto de protestar, pero Miguel lo contiene con un gesto y lo distrae con el diario)

Bernardo.- (A Claudia y Marcela, en voz baja) No le hagan caso. Salió falladito

(Claudia asiente, como si ya lo hubiera notado. Bernardo hace una breve pausa nerviosa y adopta un tono más
íntimo)

Bernardo.- ¿Sabes, Claudia? Estaba por llamarte.

Claudia.- ¿Sí? ¿Para...?

Bernardo.- Quería hacerte una pregunta... (Mira en derredor, cauteloso) una pregunta muy especial... ¡no
tienes que contestarme ahora!

Claudia.- Pero dime, a ver

Bernardo.- Bueno... ¿te... te gustaría ser mi pareja de promoción?

(Marcela se ríe de alguna ocurrencia de Paul, rompiendo la expectativa de Bernardo, que se siente incómodo de
repente. Claudia se distrae)

Claudia.- ¿De qué te ríes, ah?

Marcela.- (Aun riendo) Nada, nada...

Bernardo.- (Tímido) Este... ¿qué dices?

(Claudia tarda en caer en cuenta de lo que le habla Bernardo.)

Claudia.- ¡Ah! No sé, Berni... por mí, te aceptaba ahorita, pero... tengo que hablar con mi viejo. Es medio
cavernícola...

Bernardo.- ¡Claro, claro, consúltalo! Pero en principio... ¿querrías ir?

(Alberto entra seguido por Nany, que parece acabada de despertar.)

Marcela.- ¡Nany! ¿Te olvidaste de nosotras?

Claudia.- ¡Qué tal cara!

Nany.- ¡No! (Repara en Bernardo, sorprendida) ¡Bernardo! (Le da un golpecito a Alberto) ¡Cómo no me dices que
están acá...!

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(Nany se arregla el pelo, avergonzada ante Bernardo. Él se acerca a ella sonriente y le estampa en la mejilla un
beso paternal)

Bernardo.- No hay paltas, Nanita. Yo soy como de la casa, y éstos no valen la pena. ¡Más bien, cámbiate de una
vez para irnos!

Claudia.- (Chasqueando los dedos) ¡Al toque!

(Nany Sale corriendo.)

Alberto.- Voy sacando el auto.

Claudia.- (Corriendo hacia él) ¡Ay, yo te lo saco! (Le sonríe coquetona) Es que estoy aprendiendo a manejar.

(Alberto sale seguido por Claudia. Bernardo va tras ellos.)

Bernardo.- ¡Hey Claudia...!

(Miguel y Marcela los siguen.)

Miguel.- ¿Vamos?

(Paul e Igor son los últimos en salir. Paul se vuelve hacia Igor, irónico.)

Paul.- Al final saliste ganando. ¡Vamos a ver a tu ídolo John Travolta!

Igor.- (Empujándolo de mala gana) ¡Camina, nomás...!

(Paul se ríe. Salen.)

ESCENA 5

PATIO DEL COLEGIO - DÍA.

Paul y Miguel, en buzo, hacen puntería en la canasta de básquet. Paul emboca con facilidad.

Paul.- (Orgulloso) ¿Viste?

Miguel.- Eso no es nada. ¡Mira!

(Miguel falla el tiro.)

Paul.- (Riéndose) ¡Eso no fue nada!

Miguel.- (Sonriente) ¡Anda, lecherazo!

Paul.- ¿Lecherazo? ¡A ver, quítamela, pues...!

(Paul driblea ágilmente. Miguel trata de interceptarlo, pero no le es fácil. La competencia es divertida para ambos:
se ríen, gritan, se empujan. Tropiezan uno con el otro y caen al suelo, jadeantes)

Miguel.- ¡Uf... no doy más!

(Paul ríe, tendido a su lado. Ambos miran arriba un momento, sin hablar)

Paul.- Oye, Miguel... estuviste genial el otro día. Pusiste a mi hermano en su sitio

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Miguel.- ¿Cuándo?

Paul.- Cuando se burló de Giancarlo.

Miguel.- ¡Ah! Era lo menos...

Paul.- "Lo que él haga con su cuerpo no es cosa mía." ¿De dónde sacaste eso?

Miguel.- (Señalando su cabeza) De acá. ¿Te extraña?

Paul.- Es que suena tan... maduro...

Miguel.- ¿No puedo ser maduro?

Paul.- Eres. Pero no es lo común. No aquí. (Pausa) En otras partes es diferente.

(Miguel asiente. Se produce un pequeño silencio, en el que Paul parece arrastrado por un recuerdo agradable.)

Paul.- ¿Te hablé de Eric, ese chico que conocí en Los Ángeles?

(Miguel niega con la cabeza.)

Paul.- Era un amigo de mi primo. Un chico muy callado, de ojos azules... ¡igualito a Michael York! Hice un viaje con
él a San Francisco. (Abandona el tono evocativo y mira a Miguel a los ojos, con una intención que éste no logra
captar del todo) ¿Sabes que tú...?

Miguel.- ¿Qué yo...?

Paul.- Tú me recuerdas a Eric. Bastante.

(Miguel no sabe qué comentar, incómodo ante la connotación de intimidad en las palabras de Paul. Permanece
algo atónito, casi avergonzado, ante su persistente mirada. Un pelotazo cae en medio de ambos, rompiendo el
extraño clima. Ingresa Bernardo, muy fresco)

Bernardo.- Eh... ¿no vieron una pelota por aquí?


(Paul se incorpora, agarrándose los genitales.)

Paul.- ¡Dos!

(Paul toma la pelota de Bernardo, Miguel recoge la otra y los dos salen persiguiendo a Bernardo.)

Bernardo.- (Huyendo) ¡Suave...!

(Se oye el ruido de dos pelotazos fuera de escena)

ESCENA 6

DORMITORIO DE PAUL - NOCHE

(Paul está echado en su cama, en calzoncillos y polo, leyendo un libro con marcado interés. Nany, en ropa de
dormir, golpea la puerta del dormitorio)

Nany.- Paul.

Paul.- (Sin dejar de leer su libro) ¿Qué?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 12


Nany.- ¿Estás despierto?

Paul.- No.

Nany.- Quiero hablar contigo.

Paul.- ¿A esta hora?

Nany.- ¿Y a qué otra hora se te encuentra? ¿Por qué llegas tarde a la casa, ah?

(Paul sigue leyendo. Hace un gesto de desaprobación.)

Nany.- Voy a entrar.

Paul.- (Sobresaltado) No, espera...

(Pero ya Nany está ingresando a la pieza. Paul alcanza a esconder bajo la cama el libro que leía. Adopta una
posición digna y formal.)

Nany.- Necesito pedirte un gran favor.

(Paul la escucha con interés. Ella habla con cierta dificultad, como si su petición le resultara muy incómoda.)

Nany.- ¿Me llevas a tu fiesta de promoción?

Paul.- (Incrédulo) ¿Es una broma?

Nany.- ¡No! Quiero que me lleves.

(Paul se ríe de buena gana ante la tímida irritación de Nany.)

Nany.- ¡Shhhh! ¡Vas a despertar a todos!

Paul.- Es que eres tan graciosa, Nany... ¿de veras quieres ir a ese desfile de papagayos?

Nany.- Sí, me da curiosidad... ¡y a ti no te cuesta nada llevarme! ¿No decías que te daba lo mismo ir o no ir?

Paul.- Sí, pero... (Se acerca a Nany y la examina, con expresión pícara) Dime la verdad, Nany. ¿Es sólo por
curiosidad, o...?

(Nany esconde la cara y retrocede un paso)

Nany.- ¡Ay, Paul! ¿Y qué va a ser? (Percibe algo en el exterior de la habitación y se inquieta) ¡Ya llegó Alberto!
Bueno, respóndeme: ¿me llevas, sí o no?

(Paul sobreactúa su indecisión para mortificarla, como si le fuera muy difícil de responder. Camina hacia su cama y
se echa nuevamente)

Paul.- Pero tú te compras la orquídea, ah...

(Alberto pasa cerca de la habitación, con un llavero en la mano. Nany corre a abordarlo antes que se vaya)

Nany.- ¡Alberto!

(Alberto se detiene y le da un beso en la frente a Nany)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 13


Alberto.- ¡Hermanita!

Nany.- Necesito hablar contigo.

Alberto.- (Mirando su reloj) ¿A esta hora?

ESCENA 7

CUARTO DE ALBERTO/CUARTO DE CHARO - DÍA

En un extremo del escenario vemos a Alberto discando el teléfono. Charo, en buzo y bebiendo una taza de café,
contesta desde el otro extremo, con ademán rutinario.

Charo.- ¿Aló?

Alberto.- ¿Aló, camarada?

Charo.- (Gratamente sorprendida) ¡Bolchevique...! ¿Cómo estás? Si buscas a Nany, por aquí no ha venido...

Alberto.- No, no, la cosa es contigo.

Charo.- (Intrigada) ¿Con...migo?

Alberto.- Sí. Quería hablarte de una ocurrencia de mi querida hermanita, sobre mi fiesta de promoción.

Charo.- ¿La fiesta? ¿Esa manifestación alienante de la pequeña burguesía?

Alberto.- Exacto. Pues mira, a Nany se le ha metido en la cabeza que quiere ir, dice que por curiosidad. ¡Hasta ha
convencido a Paul de que la lleve!

Charo.- (Escandalizada) ¡No! ¿Quieres que yo le hable?

(Nany aparece al lado de Alberto, animándolo a lanzar su propuesta. Alberto le indica con un gesto que se calme.)

Alberto.- (Riéndose) ¡No, nada de eso! Más bien, quería preguntarte si te mandarías a ir conmigo.
(A Charo se le cae la taza de la mano: simplemente no puede creer lo que acaba de oír.)

Charo.- ¿Qué has dicho? ¿Ir... tú y yo... a esa fiesta?

Alberto.- Espera, entiende la idea... se trata de ir, pero en plan de chongo, para burlarnos de todo el
ritual... ¡Ni Paul ni yo vamos a usar terno! Iríamos en polo y blue jeans, como una manera de
protestar contra toda esa frivolidad ¿te das cuenta? Tú podrías hacer lo mismo

(Nany fuerza a Alberto a lo largo de su argumentación, impacientándolo. Charo parece maravillada, ansiosa de
aceptar de inmediato; pero trata de ocultar su emoción bajo un tono racional y distante.)

Charo.- Mira, si lo planteas así... pero no sé...

Alberto.- ¿No quieres ir?

Charo.- (Temiendo perder la ocasión) ¡No! Quiero decir, ¡sí! (Intenta recuperar el control) Mejor dicho... tal
vez sea interesante lo que propones. Una especie de happening, algo así...

Alberto.- ¿Te animas, entonces?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 14


Charo.- (Esforzándose en sonar indiferente) Hmmm... Bueno

Alberto.- ¡Muy bien! Ya te llamo para ponernos de acuerdo. ¡Nos vemos, camarada!

Charo.- ¡Nos vemos, Bolchevique!

(Ambos cortan. Nany le da un beso de agradecimiento a Alberto, que parece displicente, como si se arrepintiera
de haberse prestado al juego. Charo deja de lado toda formalidad y emite un chillido de satisfacción.)

ESCENA 8

HELADERÍA - NOCHE

Marcela y Claudia están sentadas en una banca de la heladería. Claudia viste con su acostumbrada coquetería y
lleva un lazo en el pelo. Fuma, algo ofuscada; Marcela come un helado, más tranquila.

Marcela.- No sé, Claudia. Si piensas así, mejor no aceptes.

Claudia.- ¿Y quedarme sin ir a esa fiesta? ¿Yo? ¡Olvídate! Con él o con otro, yo tengo que estar ahí.

Marcela.-Te has encaprichado con Alberto, eso es lo que pasa. Y como no te han dado bola...

Claudia.- (Agresiva) ¡Tú ni hables, que Paul tampoco te ha invitado!

Marcela.- ¿Y? ¿Me voy a morir, acaso? Allá él, si quiere bailar toda la noche con su hermana. ¿No te parece
rarísimo? Sólo los quedados van a las fiestas con sus hermanas.

Claudia.- Más raro me parece que Alberto vaya con la plomaza de Charo. ¡Un churro como él con ese adobe...!
¡Qué mal gusto...!

Marcela.- (Viendo acercarse a alguien) ¡Sshhh! (Mira a Claudia muy seria, hablándole en vas a decir... él no tiene
la culpa. Ahí viene Bernardo con su amigo. Voz baja. Piensa bien lo que le Claudia se alza de hombros. Bernardo
llega muy contento, seguido por Miguel, a quien se le nota bastante tímido. Se saludan)

Bernardo.- ¡Holas, holas! ¿Las hice esperar mucho?

Marcela.- (Mostrándoselo) Voy por el tercer helado.

Bernardo.- ¡Sorry! No volverá a pasar. ¿Me perdonan?

(Bernardo se arrodilla al lado de Claudia, imitando a un perrito mimoso con la lengua afuera. Claudia sonríe con
sobreactuada ternura.)

Claudia.- ¿Cómo no lo voy a perdonar a mi cachorrito San Bernardo?

(Se abrazan cariñosamente. Bernardo le da un besito en la mejilla. Miguel permanece al margen de todo, algo
inhibido)

Marcela.- ¡Siéntense!

(Bernardo y Miguel se instalan en la banca, al lado de Claudia y Marcela, respectivamente. Bernardo sigue
mirando a Claudia.)

Bernardo.- ¡Qué linda que ha venido hoy día! ¿No? Toda con su lacito, ahí... (Le acaricia el lazo) Si hasta parece la
patita Minnie.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 15


Marcela.- (Riéndose) ¡Bruto! Daisy, será. Minnie es la ratoncita.

Bernardo.- ¿Sí, no? Bueno, pata o ratona me va a contestar ahorita si quiere ser mi pareja.

Claudia.- (Sombría) Mira, Berni... mi viejo no quiere que vaya.

Bernardo.- (Contrariado) ¿Cómo?

Claudia.- (Pícara) ¡Pero la que manda es mi vieja!

Bernardo.- (Encantado) ¿Entonces, vamos?

Claudia.- ¡Claro pues, sonso!

Bernardo.- ¡Yeeeee...! (La abraza, cariñosísimo) Sabía que no me fallarías. ¡La vamos a pasar bien chévere! Te
toca Miguel.

(Miguel está incomodísimo. Mira a Bernardo y a Marcela, sin saber que decir.)

Miguel.- ¿A mí?

Bernardo.- ¡No te achunches, pues hombre! Miguel tiene algo que decirte, Marcela. ¡Háblale, hijo!

Marcela.- (Divertida con la timidez de Miguel) No lo molestes, que no es necesario. Acepto

Miguel.- ¿En serio?

Marcela.- Yo siempre hablo en serio.

Bernardo.- ¿Ya ves? ¡Así se habla, caracho, aprende de ella...!

(Bernardo aplaude, mientras Miguel y Marcela intercambian una sonrisa de simpatía.)

Bernardo.- Bueno, ya que estamos empatados los cuatro, ¿qué tal un brindis?

Los Demás.- ¡Claro!

Bernardo.- (Llamando a un mozo) ¡Flaco! ¡Cuatro barquillos de ron con pasas!

ESCENA 9

PUERTA DE CASA PFLUCKER - NOCHE

Alberto, Bernardo, Miguel e Igor están sentados en las gradas de la entrada, conversando mientras fuman por
turnos una vieja pipa. La iluminación es dirigida y concentrada, como si viniera de un farol cercano, y dibuja en el
ambiente las densas bocanadas de humo. Al fondo se escucha un canto de grillos.

Bernardo.- Ahí tienes a mi viejo, por ejemplo. A él nadie lo ayudó; se vino a Lima solo con mi vieja, una mano aquí
y otra acá. (Se coloca las manos adelante y atrás de la pelvis) ¡Y míralo ahora! Salió adelante solito, con su
esfuerzo...

Igor.- (Interrumpiéndolo con un agresivo bostezo) ¡El disco rayado del capitalista surgido de la nada! Mi viejo lo
pone todos los días.

Bernardo.- ¡Pero es verdad, pues, cuadrúpedo!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 16


Alberto.- (Asumiendo un aire paternal, pipa en boca) Ya sabemos, Bernardito. Pero no me refería a eso. Yo
hablo de los tiempos difíciles que nos toca vivir como generación, no como individuos

Miguel.- (Recibiendo la pipa) Y nosotros no tenemos que matarnos para salir adelante. ¡Nosotros ya nacimos
adelante!

Igor.- (A Bernardo) Aprende a mirar más allá de tus narices, amiguito. ¿No sabes que en este país hay miles,
millones de personas que viven con lo que tú gastas en cigarrillos?

Miguel.- Y cada vez son más los que tienen menos ¡Con cada paquete de Silva Ruete! (Le pasa la pipa a Igor)

Bernardo.- Un tío economista dice que, a la larga, es mejor que no se controlen los precios para que no
haya inflación.

Igor.- ¿Cómo se llama tu tío? ¿Milton Friedman?

Bernardo.- (Sin entender) ¿Milton...? No, Arturo.

Miguel.- ¿Cuánto más podrá aguantar la gente pobre? Esto puede ponerse muy feo. Agitación, violencia,
guerra civil...

Bernardo.- (Muy confiado) ¡Noooo! Este es un país tranquilo, aquí no pasa nada. Todo se va a arreglar, ya van a
ver...

Miguel.- ¿Cuándo?

Bernardo.- En un par de años, cuando entremos a la democracia.

Alberto.- Quién sabe. Pero yo me pregunto: nosotros... ¿qué vamos a hacer nosotros? ¿Ingresar a la universidad,
salir de abogados, intelectuales, ingenieros...?

Miguel.- ganar algo de plata, comprar un carro, una casa...

Bernardo.- casarnos, tener hijos y morir de viejos.

Igor.- Ser otros mediocres egoístas que pasaron por la vida sin hacer nada por nadie.

Alberto.- Tenemos que reaccionar hoy mismo. Mañana será tarde, y empezaremos a parecernos a nuestros
viejos.

Igor.- (Atorándose con el humo) ¡Puta... qué espanto!

Bernardo.- ¿Y qué podemos hacer?

Alberto.- No sé. Tiene que surgir algo. Un compromiso.

Miguel.- (Iluminado) ¡Eso es! ¡Un compromiso... un pacto histórico!

Bernardo.- ¿Ah?

Miguel.- ¡Vamos a comprometernos a ser siempre consecuentes con nuestras ideas... y por escrito, para que no
quede en puras palabras!

Alberto.- (Entusiasta) ¡Linda idea! (A Igor) ¿Tienes lápiz y papel, escritor?

Igor.- ¡Tengo! (Saca de su bolsillo un pequeño block y un lapicero; se lo entrega a Bernardo) Escribe tú, secretario

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 17


Bernardo.- Escribo. ¿Quién dicta?

Alberto.- Tu privilegio, Miguel

Miguel.- (Pensando) Bien... una frase bien dicha, y punto...

Bernardo.- Dila

Miguel.- (Algo solemne, mientras redacta mentalmente) "Los abajo firmantes, futuros profesionales, Alberto
Pflucker, Bernardo Manrique, Igor Rada y Miguel Bermúdez..."

Bernardo.- (Terminando de escribir) Bermúdez...

Miguel.- "...juran solemnemente hoy, 4 de diciembre de 1978, a las… (Consultando su reloj) diez y cincuenta y dos
horas de la noche..."

Bernardo.- (escribiendo) noche...

Miguel.- "...que se mantendrán fieles a sus valores y principios... (Pensando) y principios, para que la sociedad del
futuro sea... sea mejor y más justa que las anteriores." Nada más.

(Los amigos aplauden. Igor lo hace con cierta ironía)

Alberto.- ¡Buena, hombre...!

Igor.- (Un poco burlón) ¡Qué liiiindo...!

Miguel.- ¡Firmemos!

(Bernardo arranca la hoja y firma. Todos lo hacen, menos Igor. Alberto le extiende el papel, muy persuasivo. Igor
acepta firmar, casi a regañadientes)

Igor.- Bueno, bueno... ¡qué horror! (Firma) Muy bien. (Mira a Bernardo con expresión de firmeza) Tú secretario,
serás el guardián de este juramento. Cuando uno de nosotros flaquee o se dé por vencido ¡ahí estarás tú para
recordarle su compromiso! (Le entrega el papel a Bernardo)

Bernardo.- (Lo toma y se cuadra militarmente) ¡Sí, mi general! (Se guarda el papel doblado en un bolsillo)
Bueno, chicos, yo me retiro. ¿Cómo es mañana? (A Miguel) ¿Vamos juntos a comprar las orquídeas?

Igor.- (Horrorizado) ¿Las qué...?

Bernardo.- ¡Las orquídeas! Para la fiesta, pues, cuadrúpedo...

Igor.- (Muy decepcionado) Pero cómo... ¿y nuestra reunión informal?

(Los otros se miran entre sí, algo culpables.)

Igor.- Que vaya Bernardo lo puedo entender... pero tú, Miguel... tú que acabas de pronunciar esas palabras...

Miguel.- Ya, Igor, no es para tanto...

Alberto.- ¡Si la cosa es estar juntos! ¿Por qué no te animas tú también?

(Igor da un salto atrás, apartándose de Alberto.)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 18


Igor.- (Asqueado) ¡Et tú, Brutus! ¡No puedo creerlo! ¿Y así piensan cumplir su juramento?

Alberto.- ¡Pero escucha! Nosotros iríamos en otro plan, muy diferente...

Igor.- (No lo oye) ¡Yo no me presto a esa farsa repugnante! ¡Prefiero tomar mi leche y acostarme
temprano! Ustedes, mucho de frases bonitas; pero apenas pueden, actúan como lo que son... (Empieza a
marcharse)

Alberto.- Pero Igor...

Igor.- ¡Niñitos bien!

Miguel.- ¡Igor!

Igor.- ¡Hipócritas!

Bernardo.- ¡Aygor!

Igor.- (Fuera de escena) ¡Travoltas!

ESCENA 10.

SALA DE LA CASA PFLUCKER - NOCHE.

En un extremo del escenario, Nany, Charo, Claudia y Marcela se alistan para ir a la fiesta. Los vestidos de noche de
Claudia y Marcela son bastante llamativos e insinuantes; el de Nany es más bien candoroso y le da una apariencia
casi infantil; Charo luce un vestido tan austero que la hace parecer mayor. Ellas le dan los toques finales a su
arreglo: Claudia se maquilla frente al espejo, mientras Marcela se cepilla el pelo. Nany termina de darle unas
puntadas a la basta del vestido de Charo, quien está parada sobre un banco, muy nerviosa.

Charo.- ¿Terminaste ya? ¡Deben estar por llegar!

Nany.- Tranquila, Charo. Estarán tomándose unos tragos por ahí.

Charo.- ¡Maldito vestido! No va a estar listo a tiempo. ¡Yo sabía, lo sabía!

Nany.- ¡Estate quieta, o no voy a terminar con esto!

Charo.- ¡Au, carajo! ¡Ya me pinchaste!

Nany.- Perdona.

Charo.- ¡No, si la culpa es mía, por hacerles caso a ustedes!

Claudia.- (Reaccionado agresivamente) ¿Todavía quieres ir a la fiesta con chompa y blue jeans? ¡Mejor anda en
uniforme único, pues!

Charo.- ¡La idea de Alberto era que fuéramos así, informales...!

Claudia.- (Mirando a Charo de soslayo, con desdén) Si ese Alberto tiene sus gustos...

Marcela.- ¡Claudia!

Charo.- ¡Déjala, déjala que hable! Ella no conoce a Alberto... ¡él es diferente al resto!

Claudia.- Sí. Tan diferente que se tuvo que poner terno y corbata.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 19


Charo.- ¿Y quién fue la que insistió? ¿Yo?

Nany.- (Exasperada) ¡Chicas, por favor! ¿Qué les pasa? ¿No somos amigas, acaso? Para estar así, mejor cada una
se iba por su lado.

Marcela.-Tienes razón. Sé que están nerviosas; pero, por favor,... no malogremos esta noche.

(Nany recoge una bandeja con cuatro copas y se las ofrece a las demás.)

Nany.- Creo que éste es el momento de brindar.

Marcela.- ¡Eso!

Nany.- (Alzando su copa) ¡Por la amistad!

Marcela.- ¡Salud!

(Las demás alzan también sus copas)

ESCENA 11

BAR - NOCHE

Un coro masculino replica también desde el otro extremo del escenario.

Bernardo, Miguel, Alberto y Paul.- (Al unísono) ¡Salud! (Los amigos, en terno y corbata, chocan sus vasos)

Bernardo.- ¡Seco y volteado!

(Todos apuran sus tragos. Paul mira su reloj)

Paul.- Bueno, ya es hora, ¿no?

Alberto.- (Chequeando el suyo) Sí. A ponerse las sogas.

(Todos sacan sus corbatas de algún bolsillo de sus sacos y se las ponen.)

Alberto.- Y pensar que íbamos a ir en blue jeans... (Quejándose) ¡Ay-ay-ay!

Miguel.- (Intentando anudarse la corbata sin éxito) ¡Mierda! Nunca me sale. ¡Para las veces que he usado esta
huevada...!

Paul.- A ver... (Toma la corbata de Miguel) ¿Cómo lo quieres, clásico o Windsor?

Miguel.- El que joda menos.

(Paul le hace el nudo a Miguel con mucho cuidado. Miguel repara en la corbata de Bernardo, de un color verde
algo chocante. La coge de la punta)

Miguel.- ¿Y esto? ¿Un homenaje a la palta?

Bernardo.- El verde le encanta a Claudia.

Alberto.- ¿Y si le gusta el amarillo, te colgabas un plátano?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 20


Paul.- Te ha agarrado fuerte lo de esa hembrita, ¿no?

Bernardo.- (Feliz) Ah, Polvito... ya te tocará a ti algún día. ¡Esta noche va a quedar para el recuerdo!

Alberto.- ¿Listas?

Bernardo.- (Afeminado) ¡Sí!

(Bernardo le da la mano delicadamente a Alberto, que la toma como si fuera su pareja. Caminan burlonamente
juntos; Paul y Miguel salen detrás de ellos)

ESCENA 12

FIESTA - NOCHE

Secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la fiesta de promoción sobre el tema “El preso” de Fruko y sus
Tesos. Las parejas bailan, se intercambian, juegan entre ellas. Los gestos y actitudes de cada personaje son
significativos, nos revelan sus conflictos personales. Claudia coquetea con Alberto, frente a la mirada inocente de
Bernardo; Paul baila con Nany sin dejar de mirar a Miguel; Nany no le quita los ojos de encima a Bernardo;
Marcela goza bailando mientras Charo pierde el ritmo

ESCENA 13

SALA DE LA CASA DE IGOR - NOCHE

Las tres parejas están en la entrada de la casa de Igor, llamando a la puerta con insistencia. Una luz se enciende y
aparece Igor, despeinado y con mala cara; viste un pijama estampado con animalitos o algo así.

Igor.- ¡Voy, voy...! (Va a la puerta, abre y se sorprende al descubrir a sus visitantes)

Todos.- ¡Sorpresa!

Igor.- (Aún asombrado) ¿Qué hacen aquí?

Paul.- (Apartando del camino a Igor y entrando a la casa) Las chicas no quisieron quedarse sin conocer el Castillo
de Igor. ¡Pasen!

(El grupo sigue a Paul al interior, ante el desconcierto de Igor, que va detrás de ellos. Las chicas miran en
derredor.)

Igor.- ¿Tienen...? ¿Tienen idea de la hora que es? ¡Van a despertar a mis viejos!

Alberto.- No mientas. Tus viejos todavía están en la playa.

Claudia.- (A Bernardo irónica) Qué simpático, tu amiguito.

Miguel.- (A Igor) ¡Deberías alegrarte de que nos acordamos de ti!

Bernardo.- Si Aygor no va a la fiesta, la fiesta va a Aygor.

Igor.- Pero... ¡si yo odio las fiestas!

Miguel.- (Abraza a Igor, fastidiándolo) ¡Muy dulce de tu parte, Aygor!

Bernardo.- (Uniéndose al abrazo) Tu gratitud nos conmueve.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 21


Igor.- (Zafándose) Ya, suelten

Claudia.- (A Igor) ¿Tu baño?

Bernardo.- No usa. (Risas. Igor remeda las risas)

Alberto.- La puerta de la derecha. Ven, te acompaño.

(Nany se adelanta a Alberto con visible apremio.)

Nany.- ¡No! Yo voy con ella.

(Al salir con Claudia, Nany y Alberto intercambian una mirada de mutua recriminación.)

Marcela.- (Aparte con Miguel, aparentemente incómoda) Oye, mejor nos vamos, ¿no? Parece que estamos
molestando a Aygor.

(Alberto, Bernardo, Paul y Miguel se ríen. Marcela no comprende la causa.)

Miguel.- ¡No se llama Aygor!

Marcela.- Ay, perdón.

Paul.- ¡No temas! Aunque no lo creas, detrás de ese físico monstruoso se oculta un ser humano.

Igor.- (Sobreactuando su resignación) Está visto que tendré que aguantarlos un rato. ¡Qué me queda!
Acomódense, siéntense donde quieran...

(Los visitantes se ponen cómodos. Bernardo tararea una melodía)

Bernardo.- (A Igor) ¿No tendrás la guitarra por ahí...?

Igor.- (Horrorizado) No tendrán el mal gusto de cantar a estas horas de la noche.

(Paul extrae un cassette de su bolsillo y lo mira distraídamente. Se lo muestra a Igor, amenazándolo


discretamente.)

Paul.- Hmmm... También podríamos poner unas canciones de los Bee Gees...

Igor.- (Reaccionando, alarmado) ¡Voy por la guitarra! (Sale rápidamente)

(Alberto no le presta la menor atención a Charo: no hace más que mirar en dirección al baño desde que Claudia
salió. Charo le busca la mirada, con vaga suspicacia.)

Charo.- ¿Pasa algo?

Alberto.- No, nada. ¿Por...?

(Charo no le contesta: sigue mirándolo, con cierta intriga. En ese momento reaparece Igor con la guitarra y todos
aplauden. Se la alcanza a Bernardo, que inmediatamente empieza a afinarla.)

Bernardo.- Ajá... ¿con qué empezamos?

Charo.- ¡La que vinimos cantando en el carro!

Nany.- (Regresando del baño) ¡Sííí, ésa...!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 22


Bernardo.- ¿Serrat? ¡No! ¡Otra cosa!

(Se escucha un abucheo de decepción. Todos hablan a la vez, sugiriendo diversas canciones de la época. Claudia
vuelve con el grupo muy entusiasmada por la guitarra. Alberto deja de mirarla. Ella se sienta al lado de Bernardo)

Claudia.- ¡Ay, Berni! ¿Qué vas a tocar?

Bernardo.- (Sonriéndole dulzonamente) Nuestra canción.

(Todos emiten un "huuuuuyyyy" de chacota que enrojece a Bernardo. Ni Alberto ni Claudia sonríen. Marcela
reclina su cabeza sobre el hombro de Miguel, que se pone muy nervioso. Todos empiezan a entonar la canción
elegida: "Eres tú", de Mocedades. Durante el desarrollo de la canción, Nany llama a Alberto a un aparte y trata,
aparentemente, de advertirle algo grave, pero él la rechaza tajantemente. Cuando regresan con los demás, Charo
le dirige una mirada dulce y le indica que se siente a su lado. Ella duda antes de tomarle la mano; no se atreve,
finalmente. Alberto ni siquiera percibe nada. Bernardo canta embelesado, mirando a Claudia. Ella mira a cualquier
parte, rehuyéndole. Las voces de todos se unen en el famoso estribillo de la canción. Marcela algo sofocada, se
aparta ligeramente del grupo. Se palpa la frente, como si no se sintiera del todo bien. Miguel lo advierte y va con
ella)

Miguel.- ¿Estás bien?

Marcela.- Creo que estoy un poco mareada.

Miguel.- ¿Ves? ¡No debiste tomar ese segundo pisco sour!

Marcela.- Oye, ya estoy grandecita. No necesito que me cuides.

Miguel.- (Cohibiéndose) Es que... perdona, como vi que... tú... (No sabe cómo seguir)

(Marcela sonríe, encantada con el nerviosismo de Miguel. Lo toma de la mano.)

Marcela.- No hables

Miguel.- ¿C-cómo?

Marcela.- (Poniéndose seria) Ven aquí. Ven.

(Marcela lo hace acercarse y le da un beso largo y jugoso. Miguel parece totalmente sorprendido.)

Marcela.- Hmmmmm... Qué rico besas.

Miguel.- (Anonadado) ¿Ah, sí?

(Ella vuelve a besarlo. Esta vez, Miguel es más activo, le acaricia el pelo, disfruta del contacto. Terminado el
beso, Marcela emite un suspiro de satisfacción.)

Marcela.- ¡Ahora sí que estoy mareada! Eres mejor que el pisco sour. Ya vengo.

(Sale en dirección del baño, sin apartar los ojos de Miguel. La canción termina y todos aplauden)

Igor.- ¡Qué bonito...! ¿Y ahora, qué viene?

Alberto.- Una ronda de trago. ¿No tendrás una botellita escondida?

Igor.- Creo que sí... hay ron y unas Coca-Colas en el refrigerador ¡Anda y ve si encuentras algo de comer...!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 23


Claudia.- (Poniéndose de pie) ¡De eso me ocupo yo! (A Alberto, animada) ¿Vamos?

Alberto.- (A Charo) Ya venimos.

Charo.- (Sospechando algo) Ya.

(Alberto y Claudia salen de escena, ante las miradas escépticas de Nany y Charo. Bernardo, que ya empieza a
puntear un nuevo tema, está al margen de todo)

ESCENA 14

JARDIN DE IGOR - NOCHE

Miguel sigue apartado del grupo, en reflexión solitaria. Se pone un cigarrillo en la boca y busca fósforos en sus
bolsillos. Paul aparece detrás de él, encendedor en mano, y le prende el cigarrillo)

Miguel.- ¿Me estabas espiando?

Paul.- Las chicas quieren comprar cerveza. ¿Me acompañas a comprar?

Miguel.- No sé si quiero salir.

Paul.- ¿Estás mareado?

Miguel.- ¡No, cómo crees...!

Paul.- Eso dicen siempre los borrachos. ¿A ver, haz el cuatro?

Miguel.- Por favor, Paul...


Paul.- ¡Hazlo, pues!

(Miguel obedece. Se tambalea ligeramente, lo que provoca las risas de ambos.)

Paul.- ¡Huuyuyuuuy...! No pasas el dosaje etílico.

Miguel.- (Insistiendo, empecinado) ¿Cómo qué no?

Paul.- ¡Ahorita se cae, ahorita aterriza este beodo!

Miguel.- (Riendo) ¡Ya, no jodas...!

Paul.- ¡Se cae, se cae...!

(Miguel sufre un ataque de risa que le hace perder el equilibrio. Paul lo sujeta antes de que se caiga.)

Paul.- ¡Te lo dije!

(Miguel también se agarra de los brazos de Paul. Ríen un rato, inmóviles en posición, y de pronto dejan de
hacerlo. Miguel se aparta, como intimidado por la proximidad física)

Miguel.- (Evasivo) Anda tú nomás...

Paul.- ¿Por qué te escondes?

Miguel.- (Sin darle cara) No me escondo...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 24


Paul.- (Aproximándose lentamente) No me tendrás miedo... ¿o sí?

Miguel.- (Intranquilo) N-no te entiendo.

Paul.- Claro que me entiendes. ¿Para qué andarse con rodeos, Miguel...?

(Pausa. Paul permanece detrás de Miguel, como esperando una respuesta. Miguel se vuelve hacia él y lo encara
por primera vez)

Miguel.- ¿Por qué yo?

Paul.- ¿Necesitas que te responda eso?

(Miguel parece confundido. Paul lo aborda más íntimamente)

Paul.- Mira Miguel: no te estoy pidiendo que hagas nada que no quieras. ¡Todo lo contrario! Uno debe hacer
justamente lo que quiere. Yo sé lo que quiero. ¿Y tú?

(Pausa)

Miguel.- Vamos por esas cervezas

Paul.- (Riendo) Vamos

(Salen.)

ESCENA 15

COCINA DE IGOR - NOCHE

Claudia y Alberto revisan las existencias de la cocina. Él encuentra una botella y la examina con agrado.

Alberto.- Ron cubano. ¿Tú encontraste algo?

Claudia.- (Inclinada frente al refrigerador) Hay mousse de chocolate... ¡y parece riquísimo! (Se chupa un dedo)
¿Quieres?

Alberto.- No sé si deba...

Claudia.- Pero, ¿te provoca o no?

Alberto.- Sí, pero...

(Claudia le ofrece un dedo untado con mousse)

Claudia.- Si algo te provoca, tómalo. Así de simple.

(Alberto lame el dedo de Claudia, sin quitarle la vista de encima. Súbitamente, ambos se estrechan en un beso
apasionado)

Alberto.- Claudia...

Claudia.- ¡Shhhh...!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 25


(Se besan con descontrolado ímpetu, tropezando con los objetos de la cocina, acomodándose como pueden. Igor
aparece en la habitación y queda paralizado por la sorpresa. Alberto advierte su presencia y le indica,
disimuladamente, que se retire. Igor comprende, le hace una señal de complicidad a su amigo y se marcha
discretamente. Alberto deja de besar a Claudia)
Alberto.- ¡Hey! Hay que tener cuidado. No sea que Bernardo...

Claudia.- (Compadecida) ¡Berni...! Pobrecito, tan bueno...

Alberto.- (Culposo) Sí, buenísimo.

(Se quedan mirando. Claudia se abalanza otra vez sobre Alberto y vuelven a las andadas.)

ESCENA 16

SALA DE LA CASA DE IGOR - NOCHE

Charo y Nany aplauden a Bernardo, que acaba de interpretar otra canción.

Nany.- ¡Bravo! ¡Qué lindo cantas, Bernardo...!

(Bernardo hace una reverencia. Marcela regresa y se sienta junto a ellos.)

Nany.- En serio. Y además tocas excelente. ¿Quién te enseñó?

Bernardo.- Nadie, en verdad. Yo mismo fui sacando algunas cosas, de oído.

Nany.- ¡Genial! Me encanta escucharte. Le pones tanto sentimiento a la música... ¡eres un artista!
Marcela.- (Fastidiándola) Ya oye... mejor pídele que te grabe un cassette

Nany.- (Avergonzada) ¡Ay! Mejor ya no digo nada.

(Bernardo abraza a Nany con cariño fraternal. Casi rudo)

Bernardo.- (A Marcela) Cuidado, ¿ah?, no me la cochinees a mi cachetona. Si no, te la ves con nosotros, (A Nany,
golpeándola) ¿no chochera?

Nany.- (Soportando las palmadas) Au

(Igor regresa.)

Bernardo.- ¡Reapareció Igor, el Terrible!

Igor.- Iván. Es Iván, el terrible, Bernardito. (A las chicas) Y así acaba de graduarse esta bestezuela...

Charo.- ¿Y mi vasito de agua?

Igor.- Tendrá que esperar un momento. Es que... no puedo entrar a la cocina.

Nany.- ¿Por qué?

Igor.- (Sonríe con picardía, ansioso de contar el chisme) ¡Porque allá adentro están en unos agarres...! Je, je,
je... (Imita caricaturescamente el beso)

(Igor se ríe solo; los demás se miran entre sí, entre serios y sorprendidos. Igor lo advierte y se corta, sin entender
lo que ocurre)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 26


Charo.- ¿Quiénes?

Igor.- ¿Quiénes van a ser, pues? ¡Alberto y su pareja!

(Nany se cubre el rostro. Bernardo queda paralizado. Charo y Marcela se miran)

Igor.- ¿Qué pasa?

Charo.- (Poniéndose de pie, indignada) Yo soy la pareja de Alberto

Igor.- (Impresionado) ¡Ah! Eras...

Marcela.- (Estallando en una risa nerviosa) ¡Per...donen... es que... no puedo... evitarlo...!

Bernardo.- (Aún incrédulo) ¿Alberto... y Claudia?

(Claudia y Alberto, regresan muy sonrientes. Traen unos vasos y una fuente. Los demás los miran muy serios.)

Claudia.- ¡Ya!

Alberto.- ¡Listo el brebaje!

Claudia.- ¡Pero sigan cantando, pues...! (Se acerca a Bernardo, saltarina) ¿Qué cantamos, Berni?

(Bernardo se limita a mirarla con desprecio)

Igor.- (cantando) "Hipocresía".

(Recién entonces Claudia y Alberto se percatan de la situación. Intercambian una mirada de alarma)

Claudia.- (Expectante) ¿Qué les pasa, ah?

Bernardo.- ¿Cómo puedes ser tan cínica?

Claudia.- ¡Berni...!

Alberto.- Vámonos, Claudia.

(Claudia recoge su cartera silenciosamente, avergonzada ante la mirada de todos. Sale. Alberto mira al suelo,
incómodo. Se retira detrás de ella. Antes de salir, le dirige una mirada al grupo. Parece a punto de pronunciar una
disculpa, pero se da cuenta que no tiene nada que decir. Se marcha. Bernardo se hunde en su asiento, rabioso y
herido)

Bernardo.- ¿Cómo pude ser tan imbécil?

Nany.- (Acercándose a consolarlo) No digas eso...

Bernardo.- ¡Toda la noche han estado pasando cosas en mis narices, y yo ni siquiera...! (Se golpea la frente
furioso) ¡Me lo merezco, me lo merezco...!

Nany.- No te deprimas, Bernardo. ¡Esa gente que vale mucho menos que tú!

Bernardo.- (Sin prestarle atención) "¡Una noche para el recuerdo!" ¡Claro! ¡Nunca me voy a olvidar de esta
noche!

Nany.- No es para tanto... (Lo toma del brazo) ahora ves las cosas así, pero después te vas a dar cuenta de que...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 27


Bernardo.- (Interrumpiéndola agresivamente) ¿Cómo puedes darme consejos? ¿Tú qué sabes de esto?

Nany.- (Aturdida) Yo... yo...

Bernardo.- (Acorralándola) ¿Has estado enamorada alguna vez? ¿Has estado con alguien, siquiera...?

(Nany se cubre el rostro con las manos. Parece que llora. Bernardo se arrepiente de su conducta. Le pone una
mano sobre el hombro)

Bernardo.- Perdona. No sé qué estoy haciendo aquí

(Sale. Marcela acude en ayuda de Nany)

Marcela.- Ven. Ven, vamos a que te laves esa cara...

(Marcela se lleva a Nany, que sigue llorando. Igor y Charo, que permanece seria y callada, quedan a solas)

Igor.- (Culposo) Parece que les malogré la noche.

Charo.- Tú no; Claudia. Sabía que era una descarada, pero no me imaginé hasta qué punto.

Igor.- Todas son iguales: Anna Karenina, Madame Bobary, Lady Chaterley... ¡no las conoceré bien!

Charo.- Un experto, ¿no? ¿Cuántas enamoradas has tenido?

Igor.- ¿Enamoradas, yo? ¡Por favor!

Charo.- Ninguna. ¿Y auto? Por lo menos, eso tendrás.

Igor.- Hay uno en la casa, sí...

Charo.- ¡Perfecto! No quiero quedarme aquí un segundo más (Charo se pone de pie, toma su cartera. Igor vacila.)

Igor.- Con gusto te llevaría, pero... no sé manejar.

Charo.- (Asiente, decepcionada) Sigue con tus libros, hijo...

(Le da la espalda a Igor y lo deja)

ESCENA 17

ENTRADA DE LA CASA DE IGOR - NOCHE

Paul y Miguel regresan con una caja de cerveza. La actitud de Paul es pícara y maliciosa; parece muy aventajado
frente a Miguel, quien luce más bien inseguro y conflictuado.

Paul.- ¿Por qué?

Miguel.- Porque no.

Paul.- ¿Y por qué no?

Miguel.- (Volviéndose hacia Paul, ligeramente ofuscado) Te sugiero que cambiemos de tema.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 28


Paul.- Como quieras (Mira al cielo y luego a Miguel con una insinuante sonrisa) ¿Te has fijado que luna más
hermosa...?

Miguel.- ¡Basta, Paul!

(Paul se ríe a costa de Miguel.)

Miguel.- No me parece nada divertido.

Paul.- (Riendo aún) Ese es el problema contigo, Miki. Te pierdes el lado divertido de la vida.

Miguel.- Lo siento. Cada uno es como es.

Paul.- ¿Sí? ¿Y cómo eres tú?

Miguel.- ¡Qué pregunta...!

(Paul se acerca a Miguel lentamente.)

Paul.- ¿Cómo eres, qué sientes, qué te gusta...? ¿Lo sabes realmente? No es tan fácil descubrir ciertas cosas. Hay
que buscarlas. Explorar... abrirse...

(Miguel está inmóvil, sumido en una inquietante reflexión. Paul sigue acercándose a él, lo rodea discretamente.)

Paul.- ¿Quieres intentarlo?

Miguel.- No puedo.

Paul.- ¿Quieres, sí o no?

Miguel.- ¿Acaso basta con quererlo? Yo no soy como tú, Paul.

Paul.- ¿Estás seguro?

(Miguel no puede responder; Paul lo tiene subyugado.)

Paul.- Lo que sientes no tiene nada de raro, Miguel. No tengas miedo... es perfectamente normal

Miguel.- ¿Y qué es lo que siento?

Paul.- ¿Te lo digo?

(Charo aparece por un rincón. Percibe el ambiente de intimidad entre Paul y Miguel y aguarda a cierta distancia.
Ellos no la ven. Paul ya está muy cerca de Miguel.)

Paul.- Amistad... simpatía... afecto...

(Paul toca suavemente la mejilla de Miguel, que cierra los ojos. Se inclina sobre su rostro, como para besarlo)

Paul.- ¿Algo más...?

(Charo se sorprende ante la escena. La cartera se le escapa de las manos. Paul y Miguel advierten su presencia y
se separan rápidamente, muy nerviosos)

Paul.- (Fingiendo naturalidad) ¡Charo...! ¿Qué haces aquí, tan sola?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 29


Charo.- Estaba esperándolos.

Paul.- ¿A nosotros?

Charo.- Sí. ¡Para que me lleven a mi casa!

Paul.- Pero... ¿y mi hermano?

Charo.- Ya se largó. Con Claudia. Bernardo también se fue, y los demás... esto ya murió.

Paul.- (Desconcertado) ¿Cómo, si recién...?

Charo.- (Interrumpiéndolo, agria) En el camino te cuento. ¿Quieres sacarme de aquí, por favor?

Paul.- Sí, claro... déjame sacar el auto.

Charo.- Aquí te espero.

(Paul saca sus llaves del bolsillo y sale. Miguel, que no le ha dado cara a Charo ni un momento, queda a solas con
ella. El silencio es muy incómodo para ambos. Charo mira al cielo.)

Charo.- ¿Bonita luna, no?

Miguel.- (Muy avergonzado) Permiso. (Sale rápidamente)

(Charo queda a solas un momento. Aparece a su lado Marcela, que a diferencia de todos parece conservar su
buen humor.)

Marcela.- ¿Regresó Miguel?

Charo.- Sí. ¿Y Nany?

Marcela.- Ya está mejor. Esta fiesta ha sido...

Charo.- ¡Sí!

Marcela.- Pero, para serte franca, yo no me quejo. Miguel es un chico increíble. Antes me moría por Paul, pero
creo que Miguel me gusta más. Es tan tierno, tan... diferente... ¿a ti qué te parece?

(Charo mira fuera de escena, donde supuestamente se encuentran ellos.)

Charo.- (Con discreta ironía) Yo creo que... los dos son muy lindos.

TELÓN

10 MINUTOS DE INTERMEDIO

ACTO SEGUNDO

ESCENA 1

Sala del departamento de Alberto y Claudia – Día

Alberto y Claudia hacen ingresar a Miguel e Igor a la sala de su departamento. Alberto luce una apariencia
desaliñada, no del todo reñida con el "buen gusto": camisa a cuadros, jeans usados, pelo graciosamente revuelto.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 30


Claudia usa un bonito vestido hindú, collar y brazaletes artesanales. Igor, siempre desgarbado, calza unas feas
sandalias de fraile. Sólo Miguel viste ropa sencilla y nada llamativa. Igor y Miguel miran curiosamente en derredor.

Alberto.- Adelante, por favor. Están en su casa.

Miguel.- ¿En serio? Le voy a decir a Marcela para traernos el colchón.

Claudia.- ¡Ésa ingrata! No la veo desde el matrimonio.

Alberto.- Sí, ustedes se pasan. ¡Nunca visitan, y eso que los hemos invitado...! Hasta mi hija ha nacido, y ustedes,
ni por esas...

Miguel.- Es que entre la universidad y la chamba...

Alberto.- (Interrumpiéndolo) ¡Nada! Cuando uno quiere se da un tiempo. ¡El colmo Miguel! Si no es por la
asamblea, ni te veo. (A Igor) ¡Y a ti tampoco!

(Igor sigue observándolo todo con admiración.)

Igor.- Oye, qué bonito que está esto. ¡Si hasta parece un comercial de Hogar!

Alberto.- ¿Te gusta? Bueno, ¿qué se toman? ¿Un whisky, una cerveza...?

Claudia.- ¿Y si destapo ese vino blanco que está en la refri?

Miguel.- Yo paso. Tengo clase de Semiótica a las cuatro.

Alberto.- ¡No seas aguado, hombre! Un vinito no te va a hacer nada.

Claudia.- ¡Claro, una copita nomás...!

Alberto.- Sirve. Y dile a Felicita que se apure con el almuerzo.

(Alberto le da un beso en la mejilla. Claudia sale presurosa. Apenas están solos, Igor se acerca cauteloso a
Alberto.)

Igor.- Dime... ¿y cuánto le costó la gracia a tu viejo?

(Alberto parece algo sorprendido)

Miguel.- ¡Igor!

Igor.- ¿Qué? ¿No se puede preguntar? (Alberto sonríe y lo abraza)

Alberto.- Claro que sí, Aigorcito. La verdad, no lo sé. Fue el regalo de bodas de mis viejos y los regalos vienen sin
precio.

Igor.- ¡Carajo, que buen regalo!

Alberto.- Sí, se portaron (Pausa. Mira a Miguel intrigado) Y ustedes... ¿para cuándo encargan...?

Miguel.- ¡Uff...! Por ahora, ni pensarlo. Un bebé nos complicaría la vida. Además, en esa casita... ¡si hasta a
nosotros nos queda chica!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 31


Alberto.- ¿Y por qué no se formalizan? Te apuesto que el papá de Marcela sólo está esperando eso para dejarles
el departamento de San Igor. ¡Denle gusto al viejo, hombre, no sean fregados!

Miguel.- Ése no es el punto.

Alberto.- ¡Pero si ustedes se adoran...!

Miguel.- No creemos en eso. Y no lo vamos a hacer para darle gusto a nadie.


Alberto.- Me parece que exageras. Casarse es normal. Mira, Miguel, no se puede freír huevos sin romper la
cáscara...

Igor.- ¡Ajá! Es una cuestión de huevos.

Alberto.- De madurez. Piénsalo un poco. Por tu bien y el de Marcela.

(Miguel está a punto de soltar una réplica vehemente.)

Miguel.- (Incómodo) Alberto, tú no puedes...

(Pero lo interrumpe Claudia, quien regresa muy alegre trayendo las copas de vino sobre una bandeja.)

Claudia.- (A Alberto) ¿Ya les enseñaste las fotos de la bebe?

Alberto.- ¡Cierto! No la conocen.

(Alberto toma un retrato y se lo muestra a Miguel e Igor, que recogen sus copas.)

Miguel.- ¡Qué belleza! (A Claudia) Se parece mucho a ti

Igor.- Felizmente. ¿Y cómo se llama?

Claudia.- Medalí.

Igor.- Ah. ¿Y quién tuvo la culpa?

Claudia.- (Riendo) ¡Anda, pesado!

Alberto.- Ahora está con sus abuelos. ¡Tienen que venir un domingo, para que la vean!

Claudia.- Ya tiene seis meses y está... ¡peshosha!

Igor.- Shí, she nota.

Alberto.- (Alzando su copa) ¿Brindamos?

Miguel.- ¡Por las cosas buenas de la vida!

Claudia.- ¡Por el gusto de habernos encontrado!

Igor.- ¡Por el placer de mí compañía!

Alberto.- ¡Por el éxito de la marcha!

Miguel.- Dije cosas buenas.

(Alberto casi se dispone a beber, pero la frase de Miguel lo ha cortado. Los demás perciben su desconcierto.)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 32


Alberto.- Aclárame algo, Miguel...

Miguel.- (Casi al mismo tiempo) No he dicho nada. Dejémoslo ahí, por favor.

Alberto.- (Alzando un poco la voz) ¡Un ratito, un ratito! Es que no acabo de entenderte. ¿Tú estás a favor o en
contra de esta marcha?

Claudia.- (Fastidiada) Alberto, por favor...

Miguel.- Yo he apoyado la marcha desde un inicio.

Alberto.- ¿Entonces, por qué dijiste en la asamblea...?

Miguel.- Dije que no apruebo la forma en que la dirección está manejando las cosas. Ésta era una marcha
contra el alza de pensiones y a última hora, ustedes quieren darle otro carácter.

Alberto.- ¡Un carácter solidario con una víctima de la represión! ¿Me vas a decir que lo de las pensiones importa
más que la vida de un estudiante sólo porque era de otra universidad?

Miguel.- Alberto, la asamblea ya terminó. No necesitas tergiversar más mis palabras

Claudia.- (Impaciente) ¿Por qué no hablamos de otra cosa?

Alberto.- (Ignorándola por completo) Pero no me has respondido: ¿te importan más las pensiones...?

Miguel.- ¿Y qué es lo que le importa a tu partido? ¡Respóndeme eso ahorita! Y no me salgas con el cuento del
senderista muerto, que no me chupo el dedo...

Alberto.- ¡Más respeto con un compañero caído... !

Miguel.- (Interrumpiéndolo) Si tanto lo respetan, dejen que descanse en paz... porque una cosa es reclamar
justicia y otra, explotar un rollo ultra para ganarse a las bases. ¿Las han consultado, siquiera? ¿Han evaluado
las consecuencias? ¡Están coqueteando con Sendero, Alberto, y eso es jugar con fuego...!

Alberto.- ¡No, señor! ¡Es conciencia revolucionaria! Y posiciones como la tuya favorecen un inmovilismo que
en nada nos beneficia.

Miguel.- ¿Beneficia a quienes?

Claudia.- Alberto, ya...

(La discusión ha alcanzado su punto álgido: tanto Alberto como Miguel lucen alterados, vehementes, próximos a
estallar ante la mirada nerviosa de Claudia. Igor se distrae examinando detalles de la sala, imperturbable y
ajeno a todo)

Alberto.- ¡Pero carajo, Miguel! ¿Cómo puedes ser tan estrecho? ¿Acaso todo se limita a lo económico?

Miguel.- (Amargamente irónico) ¡Qué cómodo es decir eso desde aquí! (La frase impacta visiblemente en
Claudia y Alberto, que se muestran súbitamente incómodos. Miguel parece arrepentido de sus palabras no bien
acaba de pronunciarlas. Igor examina la etiqueta de la botella)

Igor.- ¡Los preciosos hijos de la burguesía, discutiendo la lucha armada con sus copitas de Sauvignon blanc!

(Claudia intenta sonreír en un precario intento de salvar la situación)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 33


Claudia.- ¡Cuándo no, Alberto...! Si no es por la política, es por el fútbol; pero siempre tienes que estar
discutiendo. No entiendo cuál es el gusto de...

Alberto.- (Muy seco) Si no te interesa lo que estamos hablando, puedes ir a poner la mesa (Claudia se corta. Un
profundo rencor va creciendo en su mirada)

Claudia.- (A media voz) Que la ponga tu madre. (A los demás) Permiso.

(Le da la espalda y sale. Se oye un portazo. Los tres amigos quedan en silencio, mirando sus copas sin saber qué
decir)

Igor.- (Tímidamente) Eeehhh... ¿no había un menú aquí en la esquina?

ESCENA 2

DEPARTAMENTO DE MIGUEL Y MARCELA - DÍA

Miguel está sentado frente a un alto de pruebas a medio corregir. Marcela está detrás de él, alcanzándole una
taza de café. Ella viste ropas tan sencillas como las de él, lo que le da un aire algo doméstico, y usa lentes. Miguel
habla apasionadamente con ella, muy impresionado.

Miguel.- ¡... es que no puedes imaginarte el lujo! (Señala alrededor) Todo esto cabe en su baño.

Marcela.- (Relajada) Hijitos de papá, pues... ¿Qué tanto te sorprende?

Miguel.- ¡Es que Alberto no es cualquier huevón! Es un dirigente estudiantil, milita en un partido de izquierda...
¡no me cabe en la cabeza como...!

Marcela.- No es el único comunista con piscina que conozco. En el periódico hay varios.

Miguel.- (Ensimismado) ¿Tú crees que sea consciente?

Marcela.- ¿De qué?

Miguel.- De lo patético que es.

(Marcela se alza de hombros. Empieza a aplicarle masajes en la espalda a Miguel)

Marcela.-No creo que lo vea así. Se justificará, como todos...

Miguel.- Difícil. No se puede dar vivas a la lucha de clases en la mañana y comer caviar en la noche. ¡Porque
encima, resulta que es un radical, de esos que llaman "compañeros en la lucha" a los terrucos. (Se crispa)
¡Aaaauuu!

Marcela.-Relájate. Estás muy tenso.

Miguel.- ¡Y todavía tiene la raza de aconsejarnos! Que nos casemos, que nos mudemos, que tengamos un hijo...

Marcela.- ¿Ves? No te está aconsejando. Se está justificando, porque eso hicieron ellos.

Miguel.- (Más indignado aún) Claro, si ellos tuvieran que arreglárselas como nosotros... ¡ya quisiera
verlo a él estudiando, dictando clases en una academia y corrigiendo pruebas (Agita las pruebas con
violencia), todo por un sueldo de mierda...!

Marcela.- ¡Ya, tranquilo!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 34


Miguel.- ¡Estoy tranquilo!

(Miguel arroja las pruebas sobre su escritorio, muy alterado. Marcela lo observa con preocupación.)

Marcela.- ¿Qué te pasa?

Miguel.- (Controlándose) Nada.

(Marcela se coloca frente a él. Se arrodilla a su lado, buscándole la mirada.)

Marcela.-Mírame.

Miguel.- Ay, Marcela...

Marcela.-¡Mírame!

(Miguel se vuelve hacia ella. Marcela lo examina pausadamente.)

Marcela.- ¿No te estarás arrepintiendo?

Miguel.- ¿Cómo?

Marcela.- ¿No te estarás hartando de esta vida? (Le acaricia la frente) Eres libre de hacer lo que quieras. Ése fue
el trato.

Miguel.- ¡Pero no...! (La atrae hacia sí y la sienta sobre sus piernas) Si yo contigo estoy feliz...

Marcela.- (Estrechándolo, inquieta) Es que a veces te oigo hablar de una manera... No quiero que te amargues,
Miguel...

Miguel.- (La besa) ¿Cómo me voy a amargar, sonsa? Si todo lo que quiero es que estemos juntos... y que me
aguantes.

Marcela.- (Besándolo) Todo se va a arreglar, vas a ver. Termina tu carrera y serás otro hombre. (Con voz solemne)
"Doctor Miguel Bermúdez, Presidente de la Academia Peruana de la Lengua"

Miguel.- (Besándole el cuello) ¡Y dueño de la lengua más rica del Perú!

(Miguel le da un largo beso en la boca. Empieza a desabotonarle la blusa.)

Marcela.- (Conteniéndolo divertido) ¡Qué haces! Tengo que ir a la imprenta a sacar los volantes de la marcha.

Miguel.- (Excitado) ¿Y si armamos nuestra marchita aquí... rapidito nomás...?

(Marcela se ríe. Casi ha accedido a las demandas de Miguel cuando suena el timbre. Marcela se vuelve hacia la
puerta)

Miguel.- ¡Carajo...! No abras.

Marcela.- (Abotonándose la blusa) ¿Y si es algo importante?

(Marcela se arregla el pelo y sale hacia la puerta. Miguel se resigna, de mala gana)

Paul.- (Fuera de escena) ¡Soooorpresa...!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 35


Marcela.- (Ídem) ¡Hola!

(Miguel se pone de pie y mira hacia la puerta, sorprendido)

Miguel.- ¡No lo puedo creer...!

(Paul ingresa a escena. Su aspecto es bastante formal, viste un traje impecable y lleva una gran bolsa que
deja en el suelo. Se detiene frente a Miguel eufórico y con los brazos abiertos)

Paul.- ¡Michel, mon ami...!

(Miguel corre hacia él y se estrechan en un cálido abrazo. Marcela, detrás de Paul, contempla la escena sin
participar.)

Miguel.- ¡Paul...! Pero, ¿qué haces por aquí, diplomático?

Paul.- Salamanca entró en vacaciones, así que me fui de tour. París - Roma - Amsterdam - Lima

Miguel.- Pero Alberto no me dijo nada... ¡hoy estuve con él!

Paul.- No sabe que he llegado. Todo lo que he hecho es registrarme en un hotel y venir a verte. (Corrige) A verlos

Marcela.- ¡Qué deferencia!

Paul.- Para que vean...

Miguel.- (Retrocediendo para observarlo mejor) Pero qué bien se te ve... ¿has engordado, o me parece?

Paul.- Es posible. ¡Tú también! (Le da un golpecito en el vientre) Parece que te sienta el servinacuy

Marcela.-La convivencia

Paul.- Eso. (Se inclina, extrae un paquete envuelto en papel de regalo) Para tí, Marcela

Marcela.- Muchas gracias. No debiste molestarte

(Marcela abre el paquete. Es un elegante adorno de porcelana.)

Marcela.- Porcelana suiza... muy lindo, Paul

Paul.- (Examinando el ambiente) No va mucho con las vasijas preincaicas, pero ya le encontrarán un lugar... ¡y
esto es tuyo, Miguel!

(Paul le entrega su regalo más grande y de forma singular)

Miguel.- (Abriéndolo, intrigado) ¿Qué es? ¿Un chupete gigante?

(Miguel desenvuelve una raqueta de tennis. La mira, un tanto desconcertado)

Miguel.- ¿Y esto?

Paul.- Una Wilson medium, como para usted

Miguel.- ¡Pero... yo no juego tennis!

Paul.- Lo suponía. Pero tú y yo vamos a practicar mucho, hasta que domines el juego. ¡Te va a encantar, Miguel!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 36


(Paul toma a Miguel del brazo, dirigiendo algunos movimientos de raqueta. Marcela mira a Paul con algún recelo;
él le sonríe y le guiña un ojo)

Miguel.- Pues... no sé...

Paul.- ¿Te molesta que te lo robe algunas tardes?

Marcela.- (Forzando una sonrisa) Con tal de que me lo devuelvas...


ESCENA 3

CENTRO FEDERADO - DÍA

Charo, Nany y Bernardo preparan unas pancartas. Nany lleva un vestido estampado que combina con una vincha
de color claro; Charo viste blue-jeans, chaleco andino y chinitas. Bernardo usa un pantalón de drill sport, zapatillas
de básquet y un polo estampado con el rostro sonriente de Mickey Mouse. Hay latas de pintura, brochas, palos,
sábanas y cartones diseminados alrededor. Nany examina un cartel que Bernardo acaba de pintar.

Bernardo.- ¿Está bien?

Nany.- (Con escasa convicción) S-sí...

Bernardo.- (Alejándose un poco del cartel) ¿Seguro? ¿Se leerá bien...?

Nany.- Perfecto. Sólo que...

(Bernardo aguarda su comentario expectante. Charo deja de pintar su cartel y se vuelve hacia ellos. Nany se dirige
a Bernardo con la mayor suavidad posible, temerosa de incomodarlo.)

Nany.- pensiones se escribe con ese, Bernardo.

Bernardo.- Ah.

(Charo intercambia una mirada con Nany y contiene la risa, a espaldas de Bernardo. Él, nada avergonzado, corrige
su error de inmediato con una brocha. Un grito los sobresalta repentinamente: a Bernardo se le cae la brocha de
la mano.)

Igor.- (Gritando muy fuerte, fuera de escena) ¡Quietos todos! ¡Nadie se mueva!

(Los tres giran en la misma dirección, aturdidos. Igor ingresa a escena, con una sonrisita cruel y su eterno libro
bajo el brazo)

Igor.- ¡Ajá! ¡Los pesqué haciendo pintas subversivas!

(Los tres lo miran con una mezcla de alivio y resentimiento.)

Nany.- ¡Bruto!

Bernardo.- ¡Nos has asustado!

Igor.- ¿Sí? (Marchando sobre el suelo) ¡Y eso que no traje mis botines! Pero mañana habrá botas, y gases, y
balas de verdad. ¿Están preparados para eso?

(Charo recoge uno de los palos y amenaza con él a Igor)

Charo.- ¿Quieres una demostración?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 37


Igor.- (Crubriéndose) ¡No es necesario!

Charo.- Entonces, coge tu brocha y ayúdanos. (Señalando) Ahí tienes tela y pintura.

Igor.- (Con sobreactuada humildad) Paso, gracias. Soy sólo un modesto literato. Carezco del mal gusto innato
que exige el difícil arte del panfleto

(Nany y Bernardo se miran y sonríen con un gesto de desaprobación. Igor se asoma a leer las pancartas recién
pintadas, con una burlona expresión de horror)

Igor.- (Leyendo) "Abajo el alza" Hmmmm... Muy poético.

Charo.- (Volviendo a su pinta) Si no vas a ayudar, puedes retirarte. Nos distraes.

Igor.- ¡Oh... disculpen! No quise interrumpir los preparativos de su desfile de sábanas sucias!

Charo.- Hacer chistes es fácil, Igor. Lo difícil es comprometerse con algo serio.

Igor.- ¿Algo serio, esta marcha? ¡Háganme el favor! Puedo entender que lo defiendan. (A Charo) Tú como
representante de Sociología, (A Nany) y tú como hermana del dirigente...

Nany.- Yo por convicción propia.

Igor.- (Reparando en Bernardo) ¿Y tú, Bernardo?

(Bernardo deja de pintar y se vuelve hacia él.)

Bernardo.- ¿Qué?

Igor.- ¿Tú, por qué vas a la marcha?

(Bernardo lo piensa un instante.)

Bernardo.- Porque ustedes son mis amigos.

Nany.- (Lo abraza, enternecida) ¡Qué liiiiindo...!

Igor.- (Irónico) ¡Precioso! Vayan, si quieren. ¡Pero no me digan que esto le importa un comino al país!

Charo.- Le importa al movimiento estudiantil.

Igor.- ¡Claro! A niñitos revoltosos como Alberto, que se sienten dueños de la política y la clase obrera. ¡Creen que
la chispa de la revolución se va a encender en la cafetería de esta universidad! Me dan risa... ¡la lucha armada ya
estalló en el interior y ellos siguen con sus marchas y sus cartelitos! (Burlón) "¡Abajo el alza!" ¿Y por qué no
"Arriba la baja"?

Nany.- ¿Qué interesa si está bien dicho? La cosa es que se entienda

Igor.- Se entiende que el autor de esa proclama no tiene el menor sentido de la estética. A propósito...

(Igor saca de su bolsillo una hojita cuidadosamente doblada, mientras sonríe maliciosamente)

Igor.- ¿No quieren que les lea una hermosa muestra de poesía revolucionaria? (La desdobla. Los demás lo miran
con atención) Una pieza antológica. Escuchen: El profundo desorden de tu ser envuelve las lunas perdidas...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 38


(Bernardo reconoce el poema y se pone de pie, alarmado)

Bernardo.- ¿Qué haces tú con eso? ¡Dámelo!

(Bernardo se abalanza sobre Igor y trata de quitarle el poema; pero él se escuda tras ellas, burlándolo)

Igor.- Hay que tener más cuidado con lo que uno pone en el mural, poeta.

Bernardo.- ¡Dame eso!

Igor.- Y la distancia se hace abismo, cuando tus labios silencian la profunda niebla del naufragio, y nadamos...

(Bernardo abandona su persecución, derrotado. Nany está muy seria.)

Igor.- Hasta la tierra del alba donde se unen nuestros cuerpos sin amos, sin cadenas ni temblores (suelta una
ligera carcajada) éste es el verso progre del poema (vuelve a leer) sin nada que nos vuelva ajenos sin nada que no
sea tu mirada, esa profunda (ríe medio divertido, medio asqueado) ¡Y ya son tres! (retoma la lectura) mirada de
amor (Igor dobla nuevamente el papel y se lo entrega a Bernardo) De todos los vallejicidios que has
perpetrado, Bernardito, éste es el más... profundo.

Nany.- ¡Por lo menos, él ha escrito algo! ¡Tú sólo criticas!

Bernardo.- Déjalo...

Charo.- (A Nany) ¡Pero si es un comodón! Nunca se levanta antes de las diez y es incapaz de prepararse el
desayuno.

Nany.- ¿Y, tú, cómo sabes?

Igor.- (Irritándose) ¡Prefiero morirme sin dejar una hoja escrita antes que hacer el ridículo! ¡La poesía no es
pasatiempo para diletantes... hay que cultivarla, trabajar con rigor...! Yo estoy preparando una novela desde hace
tres años... ¡y no voy a mostrarle una línea a nadie hasta que esté madura!

Charo.- A juzgar por tu ritmo, dentro de diez años.

(Igor mira a Charo, ligeramente indignado; pero ella sonríe desafiante y se dirige a Bernardo, que parece un tanto
avergonzado.)

Charo.- No le hagas caso a este energúmeno. Nany, ¿por qué no le invitas un jugo...?

Bernardo.- Cierto. Me prometiste.

(Charo toma del brazo a Nany y la junta con Bernardo. Acompaña a ambos a la salida, casi empujándolos
amablemente.)

Charo.- ¡Vayan, conversen un rato y después regresan!

Bernardo.- (A Charo) Te veo luego. (A Igor) A tí no, cuadrúpedo.

(Charo une las manos de Bernardo y Nany, que se muestra algo tímida, y los hace salir. Se percibe cierta
incomodidad entre Charo e Igor apenas se quedan solos)

Igor.- (Sin mirar a Charo) ¿Se habrá ofendido Bernardo?

Charo.- (Irónica) Nooo... ¿por qué?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 39


(Igor se alza de hombros.)

Charo.- Entonces... ¿es definitivo?

Igor.- ¿Qué?

Charo.- Que no vas a la marcha.

Igor.- Ya hablamos bastante de eso.

Charo.- ¿Ni siquiera para acompañarme?

Igor.- Cuestión de principios.

Charo.- ¿Es eso... o es que no quieres que te vean conmigo?

Igor.- (Poniéndose más nervioso) Charo, no empieces...

Charo.- ¿Pero cuál es el problema, Igor? ¿Por qué no puedes actuar como cualquier persona?

Igor.- Porque no soy cualquier persona.

Charo.- (Asintiendo tristemente) Eso veo.

(Charo se aleja de él unos pasos. Igor se vuelve y avanza tímidamente hacia ella)

Igor.- (Menos rígido) Yo... te dije que no servía para esas cosas.

Charo.- ¿Te da vergüenza?

Igor.- ¡No! (Lo piensa un poco, suspira abatido) Sí.

Charo.- Gracias.

Igor.- ¡No es por ti! Es que... esto no va conmigo.

Charo.- (Impaciente) ¿Y qué va contigo? Igor nunca esto, Igor nunca lo otro... ¡pero, hombre, date una tregua!

Igor.- Si ya estás harta de mí, lo comprendo.

(Charo adopta una actitud más tolerante. Le da cara a Igor y le acaricia el brazo suavemente.)

Charo.- ¿No ves cómo te limitas? Deja de juzgarte todo el tiempo y haz lo que te salga de adentro... ¡nada más!
Así, se te va a pasar la vida y no vas a llegar a ninguna parte.

Igor.- (Acongojado) Siempre me dices lo mismo.

Charo.- ¡Porque siempre haces lo mismo! Si empiezas a escribir algo, ¡ya quieres compararlos con las
obras maestras de la literatura! Poe, Rulfo, Chejov...

Igor.- (Ilusionándose) Y Borges. Sobre todo, Borges.

Charo.- Comienza con algo más sencillo. Juega, ensaya... ¡permítete un error!

(Igor asiente, pensativo. Mira a Charo con ternura y la toma de la mano.)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 40


Igor.- Tal vez tengas razón.

Charo.- (Sonriendo) ¡Claro que sí!

Igor.- Te agradezco la paciencia que me tienes, Charo. La verdad es que yo...

(Igor la mira a los ojos. Ella está expectante.)

Charo.- ¿Tú...?

Igor.- Yo te aprecio.

(Igor la abraza con suma torpeza. Ella hace un gesto de decepción)

ESCENA 4

CAFETERIA - DÍA

(Nany comparte un jugo con Bernardo, quien permanece cabizbajo frente a ella)

Nany.- ¿Cómo lo consideras tu amigo, si se burla de ti?

Bernardo.- Igor es Igor. No hay que tomarlo tan en serio.

Nany.- ¡No tenía ningún derecho!

Bernardo.- Tal vez. Pero tenía razón: el poema daba lástima.

Nany.- ¿Por qué? Yo lo encontré muy... muy...

Bernardo.- ¿Profundo?

Nany.- ¡...Sentido! ¡Me gustó!

(Bernardo alza la cabeza y descubre el rostro amable y entusiasta de Nany. Sonríe enternecido)

Bernardo.- Eres mejor amiga que actriz, Nany.

Nany.- ¡Me gustó, te lo juro! ¿Por qué no me crees?

Bernardo.- Porque tú tienes buen gusto.

Nany.- Ya sé. Estás con la depre, ¿no?

Bernardo.- ¿Te diste cuenta?

Nany.- Es que yo ando igual.

Bernardo.- (Con cariño infantil) ¡Ooooyyyy...! ¿Está deprimidita?

Nany.- (Hace puchero, entrando al juego) Chííí...

(Bernardo la abraza, ella se acurruca en su hombro.)

Bernardo.- ¿Y pu qué? ¿Qué le pasha?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 41


Nany.- No sé... ando medio cruzada. Nada me sale bien.

Bernardo.- ¿Te peleaste con Ricardo?

Nany.- (Reaccionando con resentimiento) Sí. Hace un año.

Bernardo.- ¿Cómo? ¿No los vi juntos en el teatro?

Nany.- (Separándose de él) Me viste con César.

Bernardo.- ¿César...? ¿El de la barbita rala...?

Nany.- Ése era Miguel Ángel.

Bernardo.- ¿Estuviste con Miguel Ángel?

Nany.- (Decepcionada) Ocho-largos-meses. No eres muy atento que digamos.

Bernardo.- Tengo mala memoria, no es mi culpa.

Nany.- Sí, lo es. La memoria es selectiva, Bernardo. Uno retiene lo que le interesa.

Bernardo.- ¡Bah! Ésa es una de esas teorías que te meten en educación. ¿Acaso tú te acuerdas de las tres últimas
chicas con las que he salido?

Nany.- Úrsula, entre enero y agosto del año pasado. Sandra durante el verano y Carla hasta hace un mes.

Bernardo.- (Confundido) ¿Seguro? ¿No estuve con Mariana el verano pasado?

Nany.- (Niega) Con Úrsula. Mariana peleó contigo en diciembre.

Bernardo.- ¿Cómo te acuerdas de todo?

(Nany se queda callada un momento, un poco avergonzada. Mira a Bernardo y le habla, venciendo su timidez.)

Nany.- Uno retiene lo que le interesa. Y a mí, tú... tú me... (Nany es bruscamente interrumpida por Claudia, que
lleva unos cuadernos y un vasito descartable de Coca-Cola. Saluda efusivamente)

Claudia.- ¡Hola, Berni, cuñadita...!

(Besa a ambos y se sienta.)

Claudia.- No interrumpo, ¿no?

Nany.- (Fastidiada) Qué ocurrencia...

Claudia.- (Excitada) ¡Paul ha llegado de Europa! Acaba de llamar a Alberto, pero no lo encontró. Con esto de la
marcha, nunca está.

Bernardo.- ¡Paul! ¡Qué ganas de verlo!

Claudia.- ¡Sí! Habría que organizarle una reunión o algo, ¿no les parece?

Nany.- (No muy animada) Sí, claro.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 42


Claudia.- ¡Pero alégrate, pues, Nany! Es tu hermano que ha venido después de años...

Nany.- (Tensa) Estoy muy alegre. ¿No se me nota en la cara? (Se pone de pie) Disculpen.

(Nany se da media vuelta y sale. Claudia y Bernardo se miran extrañados)

Claudia.- ¿Dije algo? ¿Qué le pasa?

Bernardo.- (Desconcertado) Ni idea. (Luego de una pausa) ¿Y, Claudia? ¿Cómo te va?
Claudia.- Bien, ahí... (Pausa) ¿Y a ti?

Bernardo.- Bien, ahí...

(Silencio. Claudia toma su Coca-Cola. Bernardo la examina.)

Bernardo.- ¿Y Medalí?

Claudia.- Bien, ahí... (Se ríe) ¡No, está lindísima! Tan linda que ya ni parece hija mía.

Bernardo.- ¿Por qué? Yo te veo muy bien.

Claudia.- (Halagada) Ay, Bernardo...

Bernardo.- ¡En serio! No pareces una madre de familia. ¡Yo a ti, te pongo uniforme de colegio y estás igualita que
el día que te conocí!

Claudia.- (Ríe nuevamente) Y yo a ti, te bajaría la pancita, nada más...

Bernardo.- (Agarrándose el vientre) ¡Malvada...!

Claudia.- Pero no, estás muy bien así.

Bernardo.- ¡Arréglala ahora!

Claudia.- ¡De veras! Has echado cuerpo. Se te ve más hombre, más... (Lo piensa) maduro.

Bernardo.- (Hinchando la barriga) ¿Maduro? (Se aprieta un rollo) Yo me siento ma'blando.

(Claudia ríe de buena gana. Bernardo se contagia de su risa)

Claudia.- ¡Tarado...!

Bernardo.- Todavía te hago reír.

Claudia.- (Riendo aún) Tú, siempre...

(Se miran, aún sonrientes. Poco a poco, se van poniendo serios.)

Bernardo.- En serio, Claudia, ¿cómo estás? Y no me digas "bien, ahí".

Claudia.- (Sin mirarlo) No me quejo.

Bernardo.- Pero... ¿estás contenta?

Claudia.- Sí...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 43


Bernardo.- (Como si acabara de recordarlo) ¿Y cantas todavía?

Claudia.- A veces torturo a los vecinos.

(Claudia, entusiasmada, empieza a canturrear una canción de los setentas. Bernardo la secunda muy bien.
Sonríen)

Claudia.- Todavía te acuerdas.

Bernardo.- ¿Y ésta?

(Bernardo entona otra canción. Claudia lo sigue. Cantan mirándose, muy a gusto, casi embelesados con la armonía
de sus voces)

Claudia.- ¿Y esta otra?

(Claudia empieza con "Eres tú". A Bernardo se le borra la sonrisa. Ella repara en su error, incómoda)

Claudia.- Perdón.

Bernardo.- No importa.

Claudia.- (Algo temerosa) ¿Todavía... me tienes cólera?

Bernardo.- ¡Por favor!

(Pausa. Claudia se ha cortado. No sabe que añadir. Mira su reloj.)

Claudia.- ¡Huy... mi clase de motivación! Te dejo.

(Claudia se despide con un beso en la mejilla. Es un beso tierno y respetuoso)

Claudia.- Anda por la casa. Medalí te extraña.

Bernardo.- Claro. Iré

Claudia.- Chao, Berni. (Le hace una caricia en el pelo)

(Bernardo le hace un gesto de despedida. Claudia sale.)

Bernardo.- (Melancólico) Chao, Claudia

ESCENA 5.

DEPARTAMENTO DE MIGUEL Y MARCELA - NOCHE

Charo, sentada en la sala le echa una mirada distraída a un buen alto de volantes que tiene sobre las piernas.
Marcela entra a escena portando un azafate sobre el que hay dos tazas, cucharitas, un azucarero y una lata de
café instantáneo.

Charo.- ¿Y crees que comisionen a alguien del periódico?

Marcela.- ¡Por supuesto! No se van a perder la ocasión de restregarle en la cara a Belaúnde "el rechazo
de los estudiantes a su política hambreadora". Ahora es un diario socialistón

Charo.- ¿Cambió de línea?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 44


Marcela.- De dueño. (Deja el azafate sobre una mesita de centro y se sienta) Parece que alguien se ha comprado
el directorio, con miras al ochenta y cinco

Charo.- (Luego de una interjección de repudio) En fin, mientras manden un fotógrafo mañana...

Marcela.- Ésas son las cosas que le indignan a Miguel. A veces, me exige que renuncie a ese periódico. ¡Oye
-le digo- yo estoy en diagramación, no escribo los editoriales!

Charo.- Pero así es Miguel.- exigente a morir. Con todo lo que estudia y trabaja no ha faltado un solo día al centro
federado, para apoyar en todas las tareas. ¿Dónde está ahora?

(Marcela se pone algo nerviosa, pero trata de disimularlo frente a Charo.)

Marcela.- ¿Él...? En la academia, dictando. Tenía una clase de recuperación.

Charo.- (Mirando su reloj) ¡Caramba! Este chico no para.

Marcela.- ¡Sí! Llega cansadísimo todas las noches, come algo y se acuesta. (Se vuelve hacia la cocina) ¡Huy, ya está
el agua! Me disculpas...

(Marcela sale apresuradamente de escena. Charo queda sentada, hojeando los volantes; luego de un breve
instante, suena el teléfono. Charo contesta.)

Charo.- ¿Aló? (.....) ¡Hola! (.....) Aquí, recogiendo los volantes para mañana. Te la paso (Hace el ademán de
levantarse, pero se detiene) ¿No? (.....) Dime. (Se asombra paulatinamente) ¿Ah, sí? (.....) no, no sabía (.....)
Mándale saludos. Sí. (.....) Chao

(Corta, algo impresionada. Marcela regresa con una tetera humeante. Echa agua en la taza de Charo)

Marcela.- ¿Quién era?

Charo.- (Mirando fijamente a Marcela) Miguel. Dice que Paul no lo deja irse, que lo ha invitado a comer.

(Marcela deja de servir, impactada. Charo no le quita la vista de encima. Marcela se sienta, sin reaccionar.)

Charo.- No me contaste que Paul había venido.

Marcela.-No.

Charo.- ¿Por qué?

Marcela.-No quería hablar de eso.

Charo.- Sí, pero, ¿por qué?

Marcela.-Tú no entenderías.

Charo.- ¿Qué? ¿Qué no entendería?

Marcela.- (Ofuscada de pronto) ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?

(Charo se corta. Marcela se calma luego de un instante.)

Marcela.- Perdona. Es que... (Prosigue, tímidamente) hay ciertas cosas que es mejor no tocar. No tienen mayor
importancia.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 45


Charo.- ¿Por eso te irritan tanto?

Marcela.-No voy a hablar de eso.

Charo.- Pero... yo soy tu amiga.

Marcela.-Justamente. Quiero que los sigas siendo.

(Ambas se miran por un momento. Charo asiente.)

Charo.- Respeto tu silencio. Pero no te voy a negar que me molesta un poco. Parece que no me tuvieras confianza.

Marcela.-Tú sabes que no es eso.

Charo.- ¿Qué es, entonces? (Reprimiéndose de inmediato) ¡Huy, perdón! No pregunto más. (Pausa) ¿Vas
mañana?

Marcela.-Me escapo del periódico como sea.

Charo.- Bien. (Poniéndose de pie) Entonces... me voy. Hay tareas pendientes.

(Charo y Marcela se despiden con un beso impersonal, algo distantes. Charo se dirige a la puerta llevando los
volantes.)

Charo.- Y muchas gracias por todo.

Marcela.-(En un impulso) Charo.

(Charo se vuelve. Marcela, conflictuada, se toma unos segundos.)

Marcela.- No es lo que tú crees.

Charo.- Yo no creo nada...

Marcela.- (Con cierta ansiedad) Miguel y yo hemos hablado muchísimo de eso. Él me contó todo, como era,
qué sentía... fue una etapa de confusión en su vida, es normal. Le pasa a mucha gente

Charo.- No tienes que...

Marcela.- (Sin dejarla hablar) Pero eso ya pasó. Pasó, y es definitivo. Él me quiere. Yo lo quiero. Lo demás no
importa.

(Charo se acerca a Marcela, sonriente y enternecida.)

Charo.- Claro que no. (Le da, esta vez, un abrazo cariñoso y fraterno) Disculpa, si fui impertinente.

Marcela.- (Sonriendo) No te preocupes.

(Charo se aleja nuevamente. Desde la puerta, alza el puño izquierdo.)

Charo.- Te veo en la marcha.

Marcela.- (Alzando también el puño) En la marcha.

(Charo sale. A Marcela se le borra la sonrisa. Recoge las tazas. Se detiene, queda pensativa)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 46


ESCENA 6

CALLES DE LA MARCHA - DIA

Secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la marcha de protesta. Los personajes nos revelan la firmeza,
la emoción y miedo de su participación en la marcha. Alberto sobresale como lider. Los gestos son puños en alto,
palmas revolucionarias, consignas a coro y todos corriendo.

Todo sobre fondo de la canción “A mis amigos” de Alberto Cortés.

ESCENA 7

DEPARTAMENTO DE MIGUEL Y MARCELA - NOCHE

(La sala está a oscuras. Ingresan Nany y Marcela ayudando a Bernardo, quien camina con dificultad, adolorido y
apoyado en ambas)

Bernardo.- ¡Aaaaauuuu... aaauuu!

Nany.- Despacio... con cuidado

(Depositan suavemente a Bernardo sobre un mueble. Nany se inclina a su lado, nerviosa y solícita. Marcela corre a
encender la luz. Bernardo tiene un pañuelo blanco ensangrentado sobre la frente)

Nany.- (Preocupada) ¿Duele mucho? (A Marcela, ante otro quejido de Bernardo) ¿Y si lo llevamos a emergencia?

Marcela.- (Niega) Voy por algodón y agua oxigenada.

(Marcela sale rápidamente. Nany le acomoda cuidadosamente a Bernardo la cabeza sobre el mueble)

Nany.- Aguanta un poco, Bernardito. Y estate quieto, por favor.

Bernardo.- ¡Yo estoy quieto! La que se mueve es la casa... ¡Aaaaauuuu!

(Nany le acaricia la mano. Conmovida.)

Nany.- ¡Ay, pobre...! Pero, ¿por qué no corriste cuando se vinieron esos brutos?

Bernardo.- ¡Claro que corrí! Sólo que... ellos también corrieron

(Marcela vuelve con el pañuelo humedecido. Inmediatamente se aplica a limpiar la herida de Bernardo, con la
firmeza inconmovible de una enfermera. Bernardo se queja más aún)

Nany.- (Alterada) ¡Más despacio!

Marcela.-Tranquila. (Examinándolo) No tiene nada.

Bernardo.- ¡Aaaauuu! ¿Entonces, qué me duele? ¡La autoestima?

Marcela.-Es una herida superficial (Le pasa el pañuelo a Nany) Te voy a dar una pastilla

(Marcela sale de nuevo. Esta vez, sin tanta prisa. Nany sigue reconfortando a Bernardo, que sólo tiene atención
para su dolor)

Nany.- ¿Oíste? No era nada.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 47


Bernardo.- ¡Nada...! Cómo se ve que no es su cabeza la que agarraron de bombo.

Nany.- Agradece que vive cerca y que puede atenderte. No eres el único herido de esta marcha. Ni el más grave.

Bernardo.- ¡Aaaaahhh...! Qué alivio.

(Pausa. Nany se sobrecoge. Su rostro se torna reflexivo, su voz suena grave y perturbada)

Nany.- Había un chico tirado en medio de la pista, boca abajo. La gente gritaba, corría y le pasaba por encima...
como si no estuviera ahí, como si no lo vieran. Pero lo veían

(Bernardo mira a Nany, impresionado. Marcela regresa con la pastilla y un vaso de agua, que alcanza a Bernardo.
Escucha a Nany atentamente)

Nany.- Unos policías lo levantaron del suelo. Tenía la camisa empapada en sangre. Su cabeza, sus piernas... le
colgaban. Parecía una marioneta. Lo arrastraron hacia un patrullero y se lo llevaron

Bernardo.- (Incorporándose parcialmente) ¿Viste quién era?

Nany.- (Con cierta culpa) No pude. Yo... también corría.

(Nany parece muy alterada. Marcela se acerca por detrás y le estrecha un hombro, en ademán solidario.)

Marcela.-Parece que han agarrado a mucha gente.

Bernardo.- (Excitado) ¿Cómo pudo pasar esto? ¡Sólo queríamos que bajaran las pensiones?

Marcela.-Fue ese grupo que apareció por la avenida, con palos y piedras. No era gente de la universidad

Nany.- ¡Sí! Los que le tiraron la bomba al rochabús.

Marcela.- Se infiltraron, tal como dijo Miguel.

Bernardo.- ¡Miguel! ¿Dónde está?

Nany.- No lo he visto en toda la marcha. ¿Fue?

Marcela.- (Niega, con cierta preocupación) Seguro ha tenido algún problema.

Nany.- Algo muy importante, para que él no haya ido.

(Suena el timbre con insistencia, violentamente. Los tres se sobresaltan.)

Marcela.- (Reponiéndose) ¡Ya llegó!

(Marcela sale presurosa. Nany y Bernardo escuchan desde su ubicación.)

Charo.- (Fuera de escena) ¡Marcela! ¿Está Igor ahí?

Marcela.- (Fuera de escena) No, aquí no ha venido.

(Charo entra muy alterada y nerviosa. Marcela regresa detrás de ella, un tanto desconcertada.)

Charo.- ¡Puta madre! (A Bernardo y Nany) ¿Ustedes han visto a Igor? ¿Saben dónde está?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 48


Nany.- Lo vi contigo. ¿Qué pasa?

Charo.- (Angustiada) ¡Se lo han llevado! ¡Seguro que se lo han llevado!

Bernardo.- ¿No estaban juntos?

Charo.- Nos dispersamos cuando empezaron los balazos. Quedamos en encontrarnos luego, frente a la puerta
dos, pero... ¡no lo he vuelto a ver!

Marcela.- ¿No estará en su casa?

Charo.- Ya llamé. ¡No está!

Nany.- Cálmate... ¡alguien tiene que haberlo visto!

Charo.- Sólo me han dicho que lo vieron caerse en medio de la pista, cuando todos corrían... ¡después, nada!
¡Desapareció! ¿Dónde podrá estar? ¿Tienen idea?

(Nany, Bernardo y Marcela intercambian una mirada de preocupación)

ESCENA 8

DEPARTAMENTO DE ALBERTO Y CLAUDIA – NOCHE

(Alberto habla por teléfono mientras termina de abotonarse la camisa que se acaba de cambiar. Su tono y
movimientos son tensos y enérgicos. Detrás de él, está Claudia, echada sobre su cama y fingiendo leer un libro,
aunque es claro que está escuchando la conversación atentamente)

Alberto.- ¿Moción de censura? (.....) Sí, correcto, ¡pero dígale al abogado que es urgente, que tiene que ir de
inmediato! (.....) En la comisaría, sí. (.....) No sé, unos doce o quince. Parece que hay un muerto. (..... ) Por favor.
Lo veo allá. (.....) Le agradezco, diputado. (Cuelga, muy excitado. Se sienta sobre la cama dándole la espalda a
Claudia y empieza a anudarse los pasadores. La ropa que se ha quitado, sucia y arrugada, está tirada en el
suelo. Claudia sigue pretendiendo que lee; pero no puede evitar echarle una mirada sobre el libro, casi
desdeñosa)

Claudia.- ¿Qué ha pasado?

Alberto.- (Distante, sin volverse a mirarla) Pon el noticiero más tarde. Así te enteras de lo que pasa en tu
universidad (Claudia lo mira con mucho rencor)

Claudia.- Huevón (Le da la espalda. Alberto deja su pasador, recapacitando. Suspira y se vuelve hacia ella)

Alberto.- Unos senderistas se infiltraron en la marcha y la policía se nos vino encima. ¿Satisfecha? (Claudia
sigue dándole la espalda. Alberto hace un aparente acopio de paciencia) Disculpa. No quiero pelearme contigo.

Claudia.- (Sin volverse) Se nota

Alberto.- Es que toda esta situación me tiene muy tenso. (Alberto se cansa de esperar. Se pone de pie, resentido)
Como quieras. (Camina hacia la puerta, acomodándose la ropa) ¡Pero conste que te pedí perdón! (Claudia se
incorpora violentamente sobre la cama)

Claudia.- ¡Huy, chucha... el Príncipe Alberto me pidió perdón! ¡Qué honor, no merezco tanto...! (Alberto se
detiene seco. Oculta su ira tras una fría sonrisa)

Alberto.- Pierdes el tiempo en Psicología. Lo tuyo es el teatro

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 49


Claudia.- Esto no va bien. ¡No funciona-no funciona-y-no funciona!

Alberto.- Estás exagerando. Tenemos un pleito, ¿y qué? Mañana se te pasa y ya...

Claudia.- ¿Hasta cuándo, Alberto? ¿Cuántas veces más crees que voy a pasar por alto tus insultos?

Alberto.- ¿Te he insultado en algún momento?

Claudia.- ¡Me tratas como a una cojuda, que es peor!


Alberto.- Fíjate lo que estás diciendo...

Claudia.- ¿Te has puesto a pensar en cómo me siento cada vez que me dejas en ridículo delante de tus amigotes?

Alberto.- Eres tú la que se expone al ridículo. Si supieras un poco de qué se habla, no te sentirías así.

Claudia.- ¿Ves? ¡Me estás llamando bruta! ¡Eso es lo que crees que soy... una cojudita que estudia psicología para
educar a tus hijos!

Alberto.- No eres bruta. Pero para ser sincero, no te esfuerzas mucho en demostrarlo.

Claudia.- ¡Ah, vamos avanzando...!

Alberto.- Me oyes hablar de política todos los días, mañana, tarde y noche, ¿y has aprendido algo? ¿Fuiste a la
marcha siquiera? ¡No, porque nunca te interesas en lo que hago! ¡No preguntas, no te informas, no lees el
periódico...!

Claudia.- ¡Falso! Muchas veces te he preguntado cosas de política, pero tú apenas me respondes... ¡siempre
estás ocupado, siempre tienes que hacer y no puedes perder el tiempo explicándole a la pelotuda de tu
mujercita de qué hablan en el centro federado, por qué hay que ir a esa marcha...!

Alberto.- ¡Tú deberías saberlo! ¿No estudias ahí? No, Claudia, ése no es el problema. Lo que pasa es que a ti la
realidad del país te importa un carajo... ¡siempre te importó un carajo y cuando alguien te lo hace ver, te da
vergüenza! ¿Pero qué haces al respecto? ¡Nada! Sigues ahí tirada, hojeando tu Piaget, comprándole ropita a la
bebe, yendo al cine-club con tus amigas, sumida en tus preocupaciones pequeño-burguesas...

Claudia.- ¿Y qué quieres que haga, si tengo un marido que me ha hecho odiar la política? Cómo te detesto cuando
llenas la casa de barbudos que ni siquiera saben saludar... o cuando me hablas con ese tonito suficiente, de
marxista de suplemento dominical. ¡Pero ni así te creen! ¡Miguel tiene toda la razón!

Alberto.- No juegues al espejo. Yo no tengo la culpa de tu inconsistencia.

Claudia.- ¡Ah, lo dijiste...! ¿Soy inconsistente?

Alberto.- ¡Siempre lo fuiste!

Claudia.- Y entonces, ¿por qué te casaste conmigo?

(Pausa. Los dos se miran, llenos de rabia, hasta que los embarga una sorda melancolía)

Alberto.- (Tratando de sonar calmado) Me disculpas. Hay cosas importantes que atender

(Alberto se da media vuelta y sale. Claudia, muy triste, se reclina sobre la cama, con la mirada perdida)

ESCENA 9

DEPARTAMENTO DE MIGUEL Y MARCELA – NOCHE

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 50


(Nany y Bernardo están inclinados a ambos lados del mueble que ocupa Charo, quien luce sensiblemente
afectada)

Charo.- La culpa es mía. ¡Él no quería ir a la marcha, no le interesaba! Pero yo tuve que insistir...

Bernardo.- Tú no tienes la culpa de nada. Igor ya es grandecito, él sabe cuidarse.

Charo.- (Melancólica) Eso es lo que ustedes creen. Pero Igor es como un niño, vive en otro mundo. Ustedes no lo
conocen.

Bernardo.- (Algo sorprendido) No sabía que eran tan amigos.

Nany.- ¡Son, Bernardo, son tan amigos! (A Charo) A él no le ha pasado nada, estoy segura.

Charo.- ¿Y cómo sabes? ¡Mira la hora que es! Ya han pasado tres horas y no aparece ¡Nadie lo ha visto, nadie da
razón...!

Nany.- Seguro está en la comisaría, pero no te preocupes. No pueden retenerlo ahí mucho tiempo.

Bernardo.- Sí, de ahí los pasan a Seguridad del Estado.

(Charo se alarma. Nany le clava a Bernardo una mirada de reproche.)

Bernardo.- Pero no... ¿Quién va a creer que Igor es una amenaza para el Estado? (Duda) Aunque Seguridad del
Estado podría creerlo...

Nany.- Pero tú, tranquila. Ahora los sueltan a todos, vas a ver.

(Marcela entra presurosa quitándose de encima una chompa y dejando la cartera sobre un mueble. Los demás se
ponen de pie y la miran expectantes)

Charo.- ¿Y?

Marcela.- Nada. A la universidad no ha regresado. Corren muchas bolas, no se puede saber

Charo.- ¿Qué dicen?

(Marcela vacila un instante antes de responder. Opta por hacerlo despreocupadamente, sin darle importancia a lo
que dice, aunque evitando mirar a Charo)

Marcela.-Lo de siempre. Que hay veinte heridos, que hay cien... que hay un muerto, que hay tres...

Charo.- (Mira a Nany, estremecida) ¿Ves?

Marcela.- ¡Pero son rumores, no puedes tomarlos en serio!

Charo.- ¿No los tomarías tú en serio, si hubiera desaparecido Miguel?

(La pregunta de Charo produce un momento de silencio y desconcierto, interrumpido por el llamado del timbre.
Marcela corre a abrir)

Marcela.- ¡Ya voy!

(Se produce una exclamación de alegría general cuando entran Alberto e Igor, que luce aún muy pálido y
descompuesto. Apenas ve a Charo corre a abrazarla, como un niño abandonado)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 51


Charo.- ¡Aigorcito!

Igor.- ¡Gordita!

(Se estrechan en un intenso abrazo, mientras los demás los rodean, atiborrando a Igor de preguntas que él
no responde. El abrazo y los besos de la pareja se van convirtiendo, ante los sorprendidos ojos de sus amigos, en
un beso pasional y descontrolado. Nany, Bernardo, Marcela y Alberto intercambian miradas llenas de asombro y
picardía)

Igor.- ¡No sabes lo que he pasado, casi no lo cuento...! ¡Parecía la escena de las escaleras en "El Acorazado
Potemkim"! ¡He pasado las tres horas más terribles de mi vida!

Alberto.- No le han hecho nada.

Igor.- ¡Pero a cada rato parecía que me iban a hacer algo!

Charo.- Lo que importa es que estás bien. ¡Cuando me dijeron que había un muerto...!

Marcela.- (A Alberto) ¿Es verdad?

Alberto.- (Asiente, preocupado) Un chico de Ingeniería. No lo conozco.

(Silencio)

Marcela.- ¿Y los soltaron a todos?

Alberto.- A Igor y otros cinco. A los que quedan quieren mandarlos a Seguridad del Estado. Tengo que ir
allá con el abogado.

Marcela.- (Sarcástica) Estarán contentos. La marcha ha sido todo un éxito.

Nany.- Díganselo a la madre del chico muerto.

Alberto.- Nosotros no tenemos la culpa. Una marcha no es un desfile escolar, y eso lo sabe todo el mundo. ¡Qué
se puede hacer, si hay infiltración!

Marcela.- Ahora, nada. Pero se pudo evitar que hubiera.

Alberto.- (Haciendo acopio de paciencia) Tú no conoces la situación, Marcela. Estás repitiendo lo que dice
Miguel. Y Miguel ni siquiera se presentó a la marcha, así que hazme el favor

Marcela.- ¡Miguel trabaja... él tiene que trabajar! ¿Acaso no lo sabes?

Bernardo.- Por favor, no hay que pelear...

Nany.- (Casi al mismo tiempo que Bernardo) Todos estamos afectados, pero todavía hay cosas que hacer

Bernardo.- ¿Podemos ayudar en algo?

Alberto.- Acompáñenme, si quieren.

(Bernardo y Nany asienten. Charo e Igor permanecen abrazados. Alberto, más tranquilo, se acerca a Marcela y le
extiende la mano)

Alberto.- Me puse nervioso. Disculpa.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 52


Marcela.- (Estrechando su mano) Yo también.

(Se despiden con un beso. Un rumor de risas llega detrás de la puerta.)

Paul.- (Fuera de escena) ¡Con otra raqueta, hubieras jugado peor!

Miguel.- (Fuera de escena) No hables huevadas.

Paul.- (Fuera de escena) ¡Picón eres... piconazo!

(Miguel y Paul entran muy risueños, en ropa deportiva y haciendo figuras con sus respectivas raquetas.
Descubren, de pronto, al grupo de sus amigos, que los observan anonadados, y se detienen, ingratamente
sorprendidos)

Miguel.- (Avergonzado) ¡Alberto!

Bernardo.- (Feliz) ¡Paul!

Nany.- (Decepcionada) ¡Miguel!

Paul.- (Impresionado por su herida) ¡Bernardo!

(Miguel trata de reponerse de su impresión. Se acerca a Alberto tratando de ser natural. Marcela lo mira con cara
de pocos amigos.)

Miguel.- ¿Qué ha pasado?

(Alberto se dirige hacia la puerta. Se dirige a Miguel con expresión vagamente reprobatoria)

Alberto.- Que te cuente Marcela. Nosotros tenemos que hacer. ¿Te quedas hermano?

Paul.- (Aún confundido) No, no, yo también me voy. Sólo vine a traer a Miguel. (Estira los músculos) ¡Estoy
molido, con tanto raquetazo! (Mira a Bernardo, que también camina hacia la puerta) ¿Y a ti, qué te pasó?

Bernardo.- Te cuento en el camino. ¡Qué gusto de verte, Polvito!

(Se tiran puñetazos de juego, como si fueran colegiales. Paul hace una seña de despedida a Miguel y Marcela
desde la puerta.)

Paul.- ¡Chao, chao Marcela!

(Marcela le responde con indisimulado desgano. Nany le da un beso a Marcela, le echa una mirada de soslayo a
Miguel, y sale junto a Charo e Igor, todavía recostado sobre ella. El último en irse es Alberto, que mira a Miguel
desde el umbral de la puerta.)

Alberto.- Bonita raqueta.

(Sale. Miguel y Marcela permanecen en silencio. Ella lo mira con reproche. Él parece todavía incómodo. Da vueltas
por la habitación, nerviosos, como si esperara que ocurriera algo.)

Marcela.- (Muy seria) Miguel.

(Miguel se vuelve hacia ella, algo temeroso.)

Miguel.- ¿Sí?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 53


Marcela.- (Luego de una pausa que parece interminable) ¿Vas a comer?

(Telón)

TERCER ACTO

ESCENA 1

CASA DE CHARO – NOCHE

El escenario está a oscuras. Entran Nany, Charo, Marcela y Claudia, caminando a tientas y riéndose. Apenas son
distinguibles sus siluetas. Charo las guía con un encendedor.

Charo.- Con cuidado, borrachas... no se vayan a tropezar.

Claudia.- ¿Se imaginan tropezarse con Igor?

Marcela.- (Con un escalofrío) ¡Ay, no! (Risotada) Perdón, Charito.

Nany.- ¿Así es todos los días?

(Encuentran los muebles. Marcela se sienta sobre Claudia.)

Claudia.- ¡Guarda...!

Marcela.- (Se aparta, riendo) ¡Disculpa!

Charo.- (A Nany) La luz se va tres de cada cinco noches. Pero estamos preparados.

(Charo se dispone a encender una vela.)

Nany.- ¡No, sin velas! (Insinuante) A mí, me gusta a oscuras.

Charo.- ¿Así lo hacías en España?

Marcela.-Más rico. Puedes imaginarte lo que quieras.

Claudia.- (Riendo) ¡Claro! Puedes meterte con uno enano y te imaginas que estás con un hombrón. Mi tipo es un
metro noventa.

Nany.- ¿Sí? Mi tipo es quince centímetros.

(Explosión de carcajadas.)

Marcela.- ¿Cómo sabes? ¿Los mides?

Nany.- Sí. Tengo mi centímetro bajo la almohada. (Más risas) ¡Bueno, menos ja ja ja y más acción! ¿Con qué la
seguimos Charo?

Charo.- (Poniéndose de pie) Tengo vino blanco y ron.

Marcela y Nany.- (En coro) ¡Rooooon...!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 54


Nany.- ¡Puro, con hielo nomás!

Charo.- ¿Seguro?

Claudia.- Yo acepto un vino. No puedo tomar tanto.

Nany.- ¿Tanto...? Si recién empezamos.


Claudia.- Tengo que irme en un rato.

Marcela.- ¡No pues, Claudia! ¿Cómo te vas a ir? ¡Con lo difícil que es reunirnos!

Charo.- (Sirviendo) No puedes desairar a Nany.

Nany.- ¡Tres años sin vernos! ¿No me has extrañado?

Marcela.- ¿Te vas a ir sola, con apagón? Mejor avisa por teléfono.

Claudia.- Me encantaría quedarme, pero... tengo una cita.

(Rumor de curiosidad.)

Charo.- ¡Ajá!

Marcela.- ¿Y se puede saber con quién?

Claudia.- (Pícara) Eso es un secreto.

Nany.- Sólo respóndeme algo... ¿quince centímetros? (Risas)

Claudia.- No, cinco. (Pausa) De diámetro. (Más risas)

(Regresa la luz. Las cuatro aplauden con fervor, lanzan bravos y hurras. La más cambiada de las cuatro es Nany.-
su ropa es llamativa, moderna y sexy; está muy maquillada y fuma y bebe como una experta. Charo viste más
formalmente, estilo ejecutiva, y usa anteojos. Claudia usa jeans y conserva un tono lejanamente hippie en su
arreglo. Marcela es la que parece haber cambiado menos; lleva el pelo recogido)

Marcela.- (Alzando su vaso) ¡Salud! ¡Por la recién llegada!

Claudia, Charo y Nany.- (Imitándola) ¡Salud!

(Beben un trago. Charo alza su copa.)

Charo.- ¡Y por la que se va!

Marcela.- ¿Quién se va?

(Silencio. Charo se pone seria.)

Charo.- Me voy al Canadá. Una amiga me ha ofrecido un puesto en un centro de estudios sociales, en Toronto. Le
he dicho que sí.

(Las otras se miran, sorprendidas)

Claudia.- ¿Y por cuánto tiempo te irías?

Marcela.-No pensarás irte para siempre...

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 55


Claudia.- ¿O sea que te vas para siempre?

Charo.- Para siempre, no sé... unos años. Aquí ya no se puede trabajar. Los organismos se están yendo del país.
Sendero los está haciendo correr.

Marcela.- ¿Y eso mismo vas a hacer tú? ¿Correr?

Charo.- ¿Y qué gano quedándome? Esto es una bomba de tiempo... y se va a poner peor. Quiero este país, pero
también quiero vivir.

Marcela.- Todos queremos vivir. Pero la solución no es salir corriendo. ¡Eso es lo que quiere el terror, ganarnos
por el miedo! Y si gente como tú, que eres una profesional dedicada a su país, piensa que la única salida es huir...

Nany.- ¿Y qué dice Igor?

(Charo no responde)

Nany.- ¡No quiere irse!


Marcela.- Vaya, al menos uno...

Nany.- ¿Y qué vas a hacer? ¿Separarte?

Charo.- No sé...

Claudia.- Haz lo que mejor te parezca. Tienes todo el derecho... ¡Y si a los demás no les gusta, que se jodan! Es tu
vida, no la de ellos

Nany.- Igor es parte de su vida

Claudia.- Si algo aprendí de casada, es que tú eres tú y tu pareja es tu pareja. Durante años me consagré
a la vida de Alberto ¡Ni siquiera ejercía mi profesión! Claro, Alberto creía que mi título era un bonito adorno
para la sala ¿Y para qué quieres trabajar –me decía-, acaso no te alcanza con lo que tenemos?" Mi función
consistía en atender a los senadores que él invitaba a comer y ocuparme de las cosas de Medalí... ¡Porque
el señor estaba muy atareado entrevistando a Alan García en su casa de playa!

Nany.- No reconozco a mi hermano

Claudia.- Mira, los dos últimos años cambiamos cuatro veces de casa. Él quería algo cada vez mejor, cada vez más
lujoso, más imponente... Nuestra última cama era tan grande que uno se podía pasar diez noches seguidas sin
tropezarse con el otro ni por accidente.

Marcela.- ¡Qué horrible!

Claudia.- Por eso te digo, Charo.- haz lo que tú creas correcto. No sea que después te arrepientas (Mira su reloj y
se pone de pie presurosa) ¿Ésa es la hora? ¡Me voy!

Nany.- ¡Ayyy!

Charo.- ¡Qué pena!

(Claudia se despide de ellas con un beso.)

Claudia.- ¡Las busco la próxima semana! (A Nany) Me tienes que contar más sobre España... (Con acento) y
los españoles.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 56


Nany.- ¡Ufff! Ése es tema para varias noches.

Claudia.- (A las otras) ¿Han visto? ¡Ésta se ha comido el Kamasutra!

Marcela.- (Poniéndose de pie) ¿Me das un aventón por ahí?

Claudia.- ¡Claro, te dejo en tu casa!

Charo.- ¿Nos abandonas tú también?

Marcela.-No quiero regresarme sola. Con esto de las bombas... (Se ríe) mejor reventamos juntas. (Besa a ambas)

Nany.- Vayan, vayan, pero antes quiero hacerles unos obsequios. ¿Qué sabor les apetece más, fresa o naranja?

Claudia.- ¡Fresa!

Marcela.- ¡A mí, naranja!

(Nany extrae unos preservativos de su cartera y se los avienta)

Claudia.- ¿Y esto...?

Nany.- Salvavidas. No deben faltar en la cartera de toda mujer precavida.

Claudia.- (Entre risas) ¿Y no tienes de plátano?

Charo.- ¡Claudia, qué nivel...!

Marcela.- (Mirando el suyo) ¿De verdad tienen sabor?

Nany.- ¿Por qué no los pruebas más tardecito?

(Risas. Claudia y Marcela hacen adiós y salen. Nany y Charo vuelven a sentarse. Breve silencio)

Charo.- Me encanta que hayas vuelto

Nany.- Sí, pero tú te vas.

Charo.- Eso parece. ¡Será motivo para vernos más seguido! Podríamos almorzar juntas mañana

Nany.- Mañana no. He invitado a almorzar a alguien... a mi departamento.

Charo.- ¿A quién? ¿Lo conozco?

Nany.- (Maliciosa) Eso también es un secreto.

Charo.- ¡Caray... qué está pasando con mis amigas! ¡Todas tienen citas clandestinas!

Nany.- ¿Te parece mal?

Charo.- ¡Al contrario! ¡Yo también quieeero!

(Se ríen juntas. Alzan sus copas)

Nany.- ¡Seco y volteado!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 57


Charo.- ¡Seco y volteado! (Chocan sus copas)

ESCENA 2

CASA DE MIGUEL Y MARCELA - NOCHE

(Paul y Miguel hablan por teléfono, desde extremos opuestos del escenario. Paul viste camisa de cuello y corbata;
Miguel, polo y pantalón de buzo, y tiene un biberón en la mano)

Paul.- Imagínate: el sol naranja del crepúsculo encendiendo hogueras en el horizonte, una bandada de gaviotas
surcando el cielo. El rumor de las olas, la fresca brisa y la arena tibia deleitando tus sentidos.

Miguel.- No insistas, por favor.

Paul.- Es el momento de zambullirse por última vez. La temperatura es perfecta: el mar te acaricia la piel tostada
por el sol...

Miguel.- (Deseoso) ¡Ya, para...!

Paul.- Mientras el Astro Rey se sumerge ante tus ojos y te baña con una suave resolana.

Miguel.- Sería perfecto, pero...

Paul.- ¡Y toda la playa para nosotros! La casa tiene su zona privada, y nadie va a ir hasta el lunes. ¿Cómo vamos a
desperdiciar esta ocasión?

(Marcela entra a la casa sin ser notada. Permanece en silencio, escuchando la conversación)

Miguel.- No, no me puedes pedir eso. ¡Tengo que preparar un informe de tesis... dos!

Paul.- Los preparas allá, mientras te echo el bronceador.

Miguel.- ¿Y Marcela? ¿Qué le digo? Prometimos llevar a Raulito donde sus abuelos.

(Marcela parece indignarse, pero permanece en silencio.)

Paul.- ¡Que se queden ahí un par de días! Tú tienes que trabajar, diles que necesitas estar solo, ¡no será la primera
vez!

Miguel.- Olvídalo. Me encantaría, pero no.

Paul.- Me decepcionas, Mickey Mouse. Pensé que íbamos a pasar un fin de semana perver, pero... en fin, le diré a
Jean Pierre. Te apuesto que él acepta de inmediato

Miguel.- ¿Jean Pierre? ¡Tú no le tienes miedo al Sida! (Se ríe) No, en serio. Cuídate.

Paul.- Siempre me cuido. Y te cuido. Bueno, que goces con tus abuelos y tus tesis.

(Marcela simula haber entrado recién. Miguel repara en ella y cambia de actitud)

Miguel.- Ajá. Sí, claro. Comprendo.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 58


Paul.- ¿Comprendes qué?

Miguel.- Muy bien. Allí estaré.

Paul.- ¿Llegó alguien?

Miguel.- Chao. Ya hablamos.

Paul.- ¿Me vas a cortar? (Burlón) ¿Y mi besito?

(Miguel corta.)

Miguel.- ¿Y? ¿Qué tal tu reunión?

Marcela.- ¿Con quién hablabas?

Miguel.- (Pausa) Con Bernardo.

Marcela.- ¿Bernardo?

Miguel.- Sí. Quiere reunir al grupito del colegio en su casa la próxima semana. Rarísimo, ¿no?

Marcela.- Eso ya me lo contaste. ¿No había llamado ayer?

Miguel.- (Algo inseguro) Sí, sí... pero... quería confirmar el día.

(Marcela asiente con frialdad. Mira a Miguel con rencor contenido, pero mantiene la calma.)

Marcela.- ¿Se despertó Raulito?

Miguel.- No. Creo que no.

Marcela.- (Arrebatándole el biberón) Dame eso.

(Marcela sale, muy seria. Miguel mira el teléfono.)

ESCENA 3

CASA DE BERNARDO – NOCHE

(Claudia está sentada en el suelo, muy relajada)

Claudia.- Es como una mutilación. Quieres largarte porque sientes que aquí ya no hay esperanza, porque crees
que este país se está yendo a la mierda y no quieres que tus hijos crezcan en medio de tanto dolor, de tanta
violencia... pero al irte, pierdes una parte importante de ti. Algo que nunca vas a encontrar en Canadá, ni en
España...

Bernardo.- (Fuera de escena) ¿Ni en Miami?

Claudia.- (Sonríe) Bueno, hay gente a la que no le importan estas cosas, pero no es el caso de Charo. Ella va a
sufrir, si se va

Bernardo.- (Idem) Si se queda, también. Ya está sufriendo.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 59


(Bernardo entra con una dulcera en la mano. Viste de sport elegante, lo que le da una apariencia más madura, y
tiene puesto un mandil de cocina salpicado de chocolate)

Claudia.- ¡Qué difícil! No quisiera estar en su pellejo.

Bernardo.- Yo sí, a pesar de todo. Por lo menos, allá está haciendo algo importante. (Le alcanza la dulcera) ¡Ya
está tu mousse!

Claudia.- ¡Qué amoroso, cómo me hace mi postre, que tanto me gusta!

Bernardo.- Creo que me ha salido medio aguado... lo batí de nuevo, a ver si cuajaba, pero sólo logré
embarrar la cocina...

Claudia.- (Probándolo) ¡Hummm! Está riquísimo, Berni.

Bernardo.- ¿En serio?

Claudia.- ¡Deli! (Mientras come) Tú también haces algo importante.

Bernardo.- ¿Fabricar y poner vidrios? Eso lo puede hacer cualquiera. Es como hacer empanadas, sólo que sin
harina.

Claudia.- El país necesita gente que haga empresa.

Bernardo.- La empresa la hizo mi papá. Yo sólo administro la herencia. (Se sienta al lado de Claudia, reclina la
cabeza en su regazo; ella le acaricia el pelo) Hará un par de semanas, cuando acababa de mudarme aquí, me pasó
algo muy curioso. Descubrí en el desorden de la mudanza una caja llena de recuerdos del colegio: cuadernos,
revistas, fotos... me puse a revisar todo, como dos horas seguidas. Ahí estaba yo con mis amigos, tal como éramos
de chicos, y pensé: ahora Paul es diplomático; Alberto es periodista; Miguel, catedrático; Igor siempre quiso
escribir...

Claudia.- Nunca ha publicado un libro

Bernardo.- ¡Pero escribe! Cada uno de ellos sabía muy bien lo que quería y, de algún modo, lo está logrando. En
cambio yo, sigo tratando de encontrarle un sentido a lo que hago. Y no lo consigo.

Claudia.- Manejas muy bien tu negocio. Has progresado

Bernardo.- (Con melancolía) Gracias a los terrucos. Cuando empezaron los coches- bomba, mis ventas se
multiplicaron. ¡Gran mérito enriquecerse con la desgracia ajena!

Claudia.- Puedes hacer donaciones, ayudar a otros...

Bernardo.- ¡Sí, lo hago! Pero aun así, falta algo... algo que me ayude a sentirme... verdaderamente
realizado, no sé...

Claudia.- ¿Y yo? (Le acaricia el rostro) ¿No te realizas conmigo?

Bernardo.- Bueno... (Sonríe) en parte.

Claudia.- ¿En qué parte?

(Sonríen y se besan en la boca.)

Bernardo.- ¡Cierra los ojos!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 60


Claudia.- ¿Para qué?

Claudia.- ¡Ciérralos!

(Claudia obedece. Bernardo saca de un bolsillo una cajita. Se la pone en la mano a ella)

Bernardo.- Puedes abrirlos

(Claudia abre la cajita, muy contenta. Saca un par de aretes muy finos)

Claudia.- ¡Ay, Bernardo... están preciosos!

Bernardo.- Temía que no te gustaran. Tú te cuelgas cosas raras de las orejas: tubitos, monedas, muñequitos...

Claudia.- (Riendo) ¡Sí! Alberto siempre me decía que yo no usaba aretes, sino llaveros.

(Ríen. Claudia se pone los aretes.)

Bernardo.- Y... ¿ya se lo contaste?

Claudia.- No nos hemos visto. Recién vamos a hablar mañana.

Bernardo.- Y ahí se lo vas a contar.

Claudia.- No sé. Depende.

Bernardo.- ¿Por qué tanto misterio? ¡Que sepa de una vez que estás conmigo! Ustedes están separados desde
hace meses... tienes derecho a hacer tu vida.

Claudia.- Ya conoces a Alberto. Esto no le va a gustar. Ten un poco de paciencia, yo voy a encontrar el momento
oportuno para decírselo. No me conviene tenerlo de enemigo.

Bernardo.- A mí tampoco. Lo he invitado aquí la próxima semana y preferiría que él ya lo supiera. Si no, sería muy
incómodo.

Claudia.- Esperemos un poco, por favor. Te prometo que no pasa de este mes. ¿Sí?

(Lo acaricia. Bernardo asiente. Se besan.)

Claudia.- (Animada) ¡Yo también tengo algo para ti! Cierra los ojos. (Bernardo obedece; Claudia toma su cartera y
la abre) ¿Qué sabor te gusta más, fresa o naranja?

ESCENA 4.

CASA DE CHARO - NOCHE

(Alberto, en elegante terno oscuro, conduce su programa televisivo en un extremo del escenario. Habla con
mucha seguridad y cierta afectación. Al otro lado está Igor, viendo la tele en ropa de dormir. Tiene un vaso de
whisky en la mano)

Alberto.- (A cámara) Los días gloriosos del gobierno aprista parecen un borroso recuerdo después del terrible
"paquetazo" de esta semana. Los mercados están desabastecidos y hay largas colas de angustiadas amas de casa
que pugnan por una bolsita de aceite y un poco de arroz. Las medicinas están por las nubes y hasta los siempre
concurridos bares lucen hoy desiertos

Igor.- (Alzando su trago) ¡Salud!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 61


Alberto.- Las voces más destempladas de la izquierda acusan a García de genocidio; mientras que la derecha, más
prudente, atribuye las alzas y la inflación galopante al demagógico manejo presidencial.

Igor.- ¡Quién habla, carajo...!

Alberto.- Pero el mayor beneficiario de esta crisis es, qué duda cabe, Mario Vargas Llosa. Apologista de esa
economía de mercado que impulsara el desarrollo de Chile o los cuatro tigres del Asia, el novelista
aparece como el sucesor indiscutible del hoy alicaído cantante de ópera y rancheras. El pensamiento liberal y
el realismo económico tendrán, al parecer, su oportunidad histórica en el Perú de los noventa. Volvemos después
de estos mensajes. (Adopta una sonrisa televisiva)

Igor.- ¡Aaaajjjjj... (Oprime su control remoto) eres una rata de acequia!

(Entra Charo, atraída por los gritos de Igor.)

Charo.- ¿Con quién te peleas?

Igor.- ¡Este Fujimori cada día está más cabrón...! ¿Cuánto le pagarán por decir tantas cojudeces?

Charo.- ¿Puedes moderar tu lenguaje?

Igor.- ¡Es que me indigna! ¿Cómo puede aceptar un trabajo tan reaccionario? ¡Yo me moriría de vergüenza!

Charo.- ¿Estás seguro? Escribir "La página del gourmet" tampoco suena muy mariateguista que digamos...

Igor.- ¡Qué golpe tan bajo...! Sabes que lo hago con un profundo desprecio. ¡Sólo porque necesito lo que pagan!

Charo.- Claro. Imagino cuánto debes sufrir frente a esos filet mignons...

Igor.- (Se toma un largo trago) No tendría quere bajarme tanto, si pudiera dedicarme sólo a escribir... ¡pero no se
puede vivir de eso en este país de mierda, tal como está...!

Charo.- Claro. Y tienes que esperar a que "este país de mierda" cambie para poder dedicarte a escribir

Igor.- (Toma una botella y se sirve otro vaso) No me entiendes. Nunca me entendiste

(Charo lo mira un instante en silencio. Igor parece herido. Ella se acerca a él, como arrepentida, le quita el vaso de
la mano y lo pone a un lado.)

Charo.- Deja eso. Estás bebiendo demasiado.

(Igor evita mirarla. Charo lo abraza por detrás.)

Charo.- Ven conmigo, Igor. Aunque sea para ver qué pasa.

Igor.- (Sin volverse) ¡Ya hemos hablado de eso!

Charo.- ¿Pero por qué no? ¿Qué te impide ir? ¡Odias tu trabajo, y allá... no tienes que hacer nada, sólo escribir!
Voy a ganar bien

Igor.- Un escritor necesita tener contacto con su realidad. ¿De qué voy a escribir en Canadá? ¿De la Policía
Montada?

Charo.- ¡Muchos han escrito sobre su país desde afuera y tú lo sabes!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 62


Igor.- Toronto no es París.

Charo.- ¡Pretextos... siempre tienes uno para todo!

(Silencio. Charo se aleja de Igor.)

Charo.- Parto el miércoles. Te hice una reservación en mi vuelo. Desearía que la usaras. Pero si no...

(Igor no responde. Toma el vaso de whisky y lo mira un momento. Luego mira a Charo. Bebe. Charo,
decepcionada, sale de escena. Igor acaba el vaso en dos tragos largos. Se sienta y mira al vacío)

ESCENA 5.

CAFÉ - DÍA

Alberto y Claudia toman café en una mesa. Alberto luce fina ropa sport; Claudia lleva puestos los aretes que le
regaló Bernardo. Ella se divierte leyéndole una revista de espectáculos; él la escucha con una sonrisa de bochorno.

Claudia.- "El periodista más churro de la televisión ha recibido más de una oferta para actuar en telenovelas. 'Pero
no me considero un galán ni nada parecido', nos confesó el conductor de Punto."
Alberto.- (Tapándose la cara) ¿Yo dije eso? ¡Qué horror...!

Claudia.- "'No me interesa la actuación, aunque para entrevistar a tanto político se necesita tener algo de actor',
añadió antes de abordar su Mitsubishi rojo y desaparecer por la calle como un rayo". ¡Guuauu! Impresionante.

Alberto.- No creerás todas las tonterías que lees...

Claudia.- Las muchas que se publican sobre ti.

Alberto.- (Sonriendo) Basta, basta... me estás revolcando.

Claudia.- Al contrario, te felicito. Veo que cada día te va mejor. ¿No es lo que querías?

Alberto.- Claudia... tú me conoces. ¿Piensas que eso es todo lo que quiero?

Claudia.- ¡Cierto! Todavía falta que te lancen para diputado. Pero ten paciencia.

Alberto.- Estoy hablando en serio. Si quieres oír la verdad, no estoy nada contento. Me siento muy solo y...
extraño tantas cosas...

(Claudia elude su mirada, algo incómoda.)

Claudia.- (Fría) Bueno, vamos al punto. Quiero cambiar de colegio a Medalí.

Alberto.- ¿Por qué?

Claudia.- No quiero que se eduque en un colegio de monjas, como yo.

Alberto.- ¿Y a dónde piensas meterla? No me digas... al tuyo.

Claudia.- No es mío. Sólo trabajo allí.

Alberto.- Ya te convencieron. Te habrán ofrecido algún descuento, por lo menos...

Claudia.- (Indignada) ¡Nadie me convenció, lo decidí yo sola! Sé razonar.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 63


Alberto.- ¿Y si ya lo decidiste, para qué me lo dices? ¿Para que sepa a dónde girar los cheques desde ahora?

Claudia.- Alberto, no quiero tener que recordarte que habíamos quedado en que yo veía la educación de mi hija, y
que tú...

Alberto.- (Interrumpiéndola) Ya, está bien, no vamos a pelear por eso. Si te parece que hay que cambiarla,
cámbiala

Claudia.- (Un poco sorprendida) Muy bien.

(Alberto la mira un instante. Repara en sus aretes, los toca.)

Alberto.- ¿Y esto?

Claudia.- (Disimulando) Me los compré. ¿Te gustan?

Alberto.- Son bonitos, sí. Pero no de tu estilo.

Claudia.- Puedo cambiar.

Alberto.- Sí. Todos podemos cambiar, si lo intentamos.

(Claudia luce muy tensa e incómoda. Alberto, melancólico, le busca la mirada.)

Alberto.- Yo no soy el imbécil que pintan en esas revistas, Claudia. Soy un hombre que está sufriendo, porque le
han quitado lo que más quiere

Claudia.- Alberto, dijimos que...

Alberto.- ¡Escúchame un momento, por favor! Yo reconozco que he sido muy injusto contigo... que no te he
dado el lugar que te merecías,.. Que no me he ocupado de mi hija. Fui un tonto, ¡estaba tan obsesionado con mi
trabajo, que no veía que eso me iba alejando de ustedes! He tenido que estar sólo para entender lo mucho que
me importa mi familia, cuánto las necesito a ambas. Démonos otra oportunidad, Claudia. Creo que la merecemos.

(Claudia parece conmovida. Alberto espera su reacción, expectante, le toma la mano)

Claudia.- (Retirando la mano) Ya no es posible. Créeme que lo siento.

Alberto.- ¿Pero por qué no? ¿Qué más tengo que decirte?

Claudia.- Nada. Yo te quise mucho, Alberto. Fui tu mujer durante siete años, te di una hija y guardo muy buenos
recuerdos de ti. Pero eso es el pasado. Ya no me interesas como hombre, no puedo verte así. Lo que
más deseo es que seas mi mejor amigo (Silencio. Alberto asiente, entristecido. Enciende un cigarrillo, le da una
pitada y le dirige una áspera mirada a Claudia)

Alberto.- ¿Lo conozco?

Claudia.- ¿A quién?

Alberto.- Al huevón que te ha metido eso en la cabeza.

Claudia.- (Ríe, sarcástica) Y así dices que has cambiado...

Alberto.- ¡Esas no son palabras tuyas! ¡Te conozco!

Claudia.- ¡Nunca me has conocido!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 64


Alberto.- ¿Me vas a negar que hay alguien?

Claudia.- ¿Y si lo hubiera, qué? ¡No soy propiedad tuya... ya no!

Alberto.- Legalmente, sigues siendo mi esposa.

Claudia.- ¿Sí? ¡Demándame por infidelidad!


Alberto.- (Bajo) Cojuda...

Claudia.- (Sonríe, altiva) Lo dijiste. Me decepcionas, Albertito. (Se levanta y se pone la cartera al hombro) Un buen
entrevistador nunca pierde los papeles.

Alberto.- ¡Yo voy a saber quién es! ¡Aunque tú no me lo digas!

Claudia.- Claro que sí. Y entonces tendrás que admitir que mis gustos han mejorado.

(Sale apresuradamente. Alberto hunde el cigarrillo en su taza de café.)

ESCENA 6

DEPARTAMENTO DE NANY - NOCHE

(Bernardo está sentado en un sofá de la sala, hojeando un libro de Educación. Lo deja a un lado cuando entra
Nany, trayendo una bandeja con una tacita de café, azúcar y leche. Su ropa es muy sexy)

Bernardo.- ¡Hmmmm! Qué bien huele este café. Un broche de oro para un excelente café

Nany.- Gracias.

Bernardo.- No sabía que cocinabas tan bien.

Nany.- No cocinaba; aprendí en Madrid. Me enseñó un vasco con el que viví algunos meses.

Bernardo.- ¿El escultor?

Nany.- No, ése era catalán. ¿Te importa si...? (Se quita los zapatos)

Bernardo.- Estás en tu casa.

(Nany se afloja la falda y cruza las piernas sobre la mesita de centro, exhibiendo los muslos provocativamente.
Bernardo sorbe su café algo inquieto)

Nany.- Hay días en que no soporto la ropa. En verano, ando desnuda todo el día. (Sonríe) Dentro de casa, se
entiende.

Bernardo.- (Asiente, nervioso) Sí, claro.

Nany.- (Recordando) ¡Ah! (Toma una cajita que está sobre la mesa) ¿Te apetece un porro?

Bernardo.- ¿Un qué?

Nany.- ¡Un troncho! (Saca un pitillo) No sabes cómo me relaja a media tarde.

Bernardo.- Yo paso, gracias.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 65


Nany.- Tú te lo pierdes. (Lo enciende; le da una pitada profunda) Moño rojo.

Bernardo.- (Sonríe) Estoy impresionado.

Nany.- ¿Te parece mal?

Bernardo.- ¡No! Me impresiona cómo has cambiado. Se te ve tan...

Nany.- ¿Tan...?

Bernardo.- Segura, tan desenvuelta... casi pareces otra.

Nany.- ¿Y esa otra... te gusta menos o más?

Bernardo.- Bueno... estás más guapa.

(Nany se reclina sobre Bernardo. Toma las manos de él y las coloca sobre sus sienes.)

Nany.- Presióname aquí, por favor. Me encanta que me hagan masajes en la cabeza.

(Bernardo está en un aprieto. Le presiona las sienes; Nany suspira de placer.)

Bernardo.- (Disimulando su incomodidad) He estado pensando en eso últimamente. En cómo hemos cambiado
todos. Siento que mi vida es la única que sigue casi igual y no sé por qué.

Nany.- Puede que estés exagerando. Tal vez, sí has cambiado; pero no te das cuenta. (Coloca las manos de él en
su nuca) Aquí, por favor. Yo te veo mejor que nunca (Emite un gritito de gozo)

Bernardo.- ¿Sí?

Nany.- Te lo juro. Y tampoco es que yo haya cambiado tanto. Hay cosas de mí que se mantienen.

Bernardo.- (Inseguro) ¿Cómo qué?

Nany.- Mis gustos, mis pasiones... aunque te parezca increíble, en todo este tiempo no he hecho más que pensar
en una sola persona.

(Nany se incorpora y mira a Bernardo, quien está paralizado.)

Bernardo.- ¿En serio? (Nany asiente) ¡Mira, pues! No voy a preguntarte quién es esa persona, porque eso es
algo muy priv...

Nany.- ¡Tú!

(Nany se abalanza sobre Bernardo y le da un beso largo e impetuoso. Él intenta separase tímidamente.)

Bernardo.- Nany, yo...

Nany.- ¡Calla!

(Nany lo estrecha nuevamente y le estampa otro jugoso beso. Bernardo sigue resistiéndose, hasta que, por fin,
logra separarse de ella. Se pone de pie y se aleja del sofá, conmocionado.)

Bernardo.- ¿Qué fue eso?

Nany.- Un beso. ¿No te diste cuenta?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 66


Bernardo.- Sí, pero...

Nany.- ¿Cuál es el problema? ¿No te gustó?

Bernardo.- ¡No es eso!

(Nany mira a Bernardo un instante.)

Nany.- (Decepcionada) Di la verdad, Bernardo. Nunca te he interesado como mujer.

Bernardo.- Es que...

Nany.- ¡Ni siquiera para un agarre!

(Nany le da la espalda, dolida, y se reclina sobre el sofá. Bernardo reflexiona un momento, se acerca al sofá y se
sienta al lado de ella.)

Bernardo.- (Cariñoso) Nany, nosotros somos amigos. Siempre fuimos amigos.

Nany.- ¡Vete a la mierda!

(Pausa. Nany se vuelve hacia él, indignada)

Nany.- ¿Me vas a decir que en todo este tiempo nunca te diste cuenta de que se me caía la baba por ti?

Bernardo.- Dirás que soy un estúpido, pero...

Nany.- ¡Sí, eres un estúpido!

(Bernardo no responde durante un momento. Su expresión se edurece ligeramente)

Bernardo.- Muy bien. Tal vez sí me di cuenta. Pero no quise darme por enterado.

Nany.- ¿Por qué no?

Bernardo.- (Tomándole la mano) Porque tú eres mi hermana. Mi mejor amiga, la que más quise siempre. Y
no quería que nada estropeara eso.

Nany.- (Irónica) ¡"Mi mejor amiga"! No sigas que voy a llorar de la emoción.

Bernardo.- No estoy diciendo que nunca hubieras podido gustarme de otra forma. Pero... las cosas no se dieron
así.

Nany.- ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué te escribiera una declaración?

Bernardo.- Tal vez. ¿Por qué no? Cuando uno quiere que algo pase, tienes que hacer que pase. Y tú siempre fuiste
muy pasiva con respecto a mí. Si hubieras sido... alguito más mandada.

Nany.- (Asiente, resentida) ¡O sea que encima, todo esto me lo merezco por cojuda!

Bernardo.- (Tímidamente) Bueno, sí. Un poquito.

(Nany mira a Bernardo con rencor durante unos segundos. De pronto, empieza a reír, contagiando su risa a
Bernardo. Ríen de buena gana un momento)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 67


Nany.- Tendría que matarte.

Bernardo.- ¡No me mates! Invítame a comer otro día. Más bonito.

Nany.- ¿Estás con alguien? (Bernardo asiente) ¿Es algo serio? (Bernardo vuelve a asentir) La buena de Nany,
siempre llegando tarde. ¡Tendría que haberlo sabido! Soy una bestia, tienes razón.

Bernardo.- Ninguna bestia. Tú eres mi chochera.


(Bernardo le acaricia una mejilla. Ella sonríe, con un rezago de tristeza)

Bernardo.- Sólo puedo decirte lo que siempre me repetía alguien a quien quiero mucho: "no te deprimas por
gente..."

Nany.- "...que vale mucho menos que tú." Ay, Bernardo...

(Se abrazan con mucho cariño.)

ESCENA 7.

OFICINA DE PAUL - DÍA

(Paul está de pie ante Marcela, algo sorprendido. Marcela luce muy seria)

Paul.- ¡Marcela! ¡Que milagro tú por la oficina...!

(Paul le da un beso en la mejilla, pero ella no le corresponde.) Marcela.- Necesito hablar contigo. ¿Se puede?

Paul.- Claro... (Fuerza una sonrisa amistosa) pasa. Siéntate, por favor

(Marcela toma asiento. Paul levanta un teléfono)

Paul.- Que no me pasen ninguna llamada. (Corta y se sienta frente a Marcela)

Marcela.-Lamento tener que interrumpirte. Sé que tienes una agenda recargada.

Paul.- No, no. Sólo un almuerzo en la embajada del Brasil, (mira su reloj) pero eso es más tarde.

Marcela.-No te voy a quitar mucho tiempo.

Paul.- No te preocupes. ¿En qué puedo servirte?

Marcela.-Quiero que me hagas un favor.

Paul.- Lo que pidas.

(Marcela saca un cigarrillo de su cartera, lo enciende. Se dirige a Paul con frialdad, sin apenas mirarlo)

Marcela.-Quiero que dejes de acostarte con Miguel.

Paul.- (Cortado) ¡Marcela...!

Marcela.- ¿Te asusto? Discúlpame, Paul. Yo no estudié diplomacia

(Silencio. Paul queda estático)

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 68


Marcela.- He sido más que tolerante con este asunto de ustedes. Pero hay límites

Paul.- ¿Has hablado de eso con él?

Marcela.- Eso no te importa. Estoy hablando contigo... ¡y bien claro!

Paul.- (Culposo) Marcela, yo nunca quise que tú...

Marcela.- Me tiene sin cuidado lo que hayas querido o no. No te estoy juzgando, ni soy quién para hacerlo.
Únicamente te exijo que dejes en paz a Miguel. Él tiene una familia, un hijo y una buena carrera en la
Universidad. ¿Has pensado que tú puedes echárselo todo a perder?

Paul.- ¿Qué le hago yo? ¿Piensas que soy un depravado y que Miguel es mi pobre víctima? Creo que no lo
conoces.

Marcela.-Siempre has influido sobre Miguel. Él estaba muy tranquilo hasta que tú...

Paul.- ¡Yo no le hago ningún daño! Al contrario, él me necesita. Por lo menos, tanto como a ti.

(Marcela se calla un instante. Suelta una risa irónica.)

Marcela.- Sí que eres atrevido.

Paul.- ¡Es que yo lo acepto tal como es! ¿Lo haces tú? ¿Acaso lo conoces bien? ¿Sabes de veras qué siente, qué
piensa, qué necesita...?

Marcela.- No voy a discutir eso contigo.

Paul.- ¡Pregúntaselo! ¿Por qué no lo haces? ¿Por qué no le preguntas quién soy yo para él?

Marcela.- Basta... no quiero oír más

Paul.- ¡Entonces, no me digas que yo le hago daño porque es mentira! ¡Nadie lo entiende mejor que yo!

Marcela.- ¿Y quieres que lo grite? (Se pone de pie) Puedo abrir la puerta y gritarlo, ahora mismo. (Alza la voz)
¡Paul Pflucker y mi marido son amantes!

Paul.- (Alarmado) ¡Cállate!

(Marcela vuelve a sentarse. Mira a Paul con serenidad)

Marcela.- ¿Si es algo tan bueno, por qué no puede decirse en voz alta?

Paul.- (Melancólico) Yo quiero a Miguel. De veras, lo quiero.

Marcela.-Lo sé. Pero puedes destruir su vida.

(Silencio. Paul parece muy contrariado. Marcela lo observa, expectante. Paul asiente resignadamente.)

Paul.- No volveré a molestarte.

Marcela.-Te lo agradezco.

Paul.- No. No lo hagas. (Paul se pone de pie y mira a Marcela con firmeza) Pero escúchame bien: si alguna vez él
viniera a buscarme, no voy a rechazarlo.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 69


(Marcela le sostiene la mirada desde su asiento.)

Marcela.-Eso no va a pasar. Buenos días.

(Se pone de pie y abandona la oficina.)

ESCENA 8

CASA DE CHARO - NOCHE

(Charo termina de guardar algunas cosas en un maletín. A sus pies, hay una maleta grande, ya hecha. Toma un
objeto, lo contempla con tristeza y lo guarda. Entra Igor, con un vaso de whisky en la mano. Observa a Charo con
forzada indiferencia)

Igor.- ¿A que no adivinas quién llamó hoy a la revista? (Charo sigue guardando sus cosas, como si no lo escuchara)
Bernardo. Quiere que vaya a su casa el fin de semana. También ha invitado a Miguel, ¡y hasta a Alberto! ¿No te
parece raro? No nos vemos hace siglos, y así de repente...

Charo.- ¿Es eso lo que más te preocupa? ¿La invitación de Bernardo?

Igor.- ¡No se puede ni hablar!

(Silencio. Charo lo mira con un gesto de decepción y vuelve a lo suyo. Igor sigue mirándola desde cierta distancia.)

Igor.- Dijiste que no me ibas a hacer ninguna escena.

Charo.- No te preocupes, Igor. Me voy a ir bien calladita.

Igor.- ¿Estás resentida, o me parece?

Charo.- ¿Importa?

Igor.- Permíteme recordarte, Charo, que ésta ha sido una decisión enteramente tuya. Si te vas, es porque así lo
has querido... ¡y no esperes que ahora yo me ponga a llorar!

Charo.- ¿Llorar, tú? (Sonríe con ironía) Eso sería demasiado humano.

Igor.- Por otro lado, reconozco tu derecho a hacer con tu vida lo que se te antoje. Ése siempre fue nuestro trato:
respetar la libertad del otro.

Charo.- Yo también cumplí. Nunca me opuse a que abandonaras la literatura para dedicarte a alabar las
virtudes de la chuleta.

Igor.- ¿Tú me acusas a mí de abandonar algo...? ¡Tú que estás huyendo, porque no tienes el coraje de quedarte en
tu país...!

Charo.- También se necesita coraje para irse. Y tú lo sabes mejor que nadie.

(Charo cierra su maletín. Igor queda pensativo, toma un trago. Charo se acerca a él en actitud más abierta.)

Charo.- No me voy de vacaciones a Miami. Voy a abrirme paso, a crecer... a encontrar ese espacio que aquí ya no
tengo. No estoy huyendo, Igor. Estoy buscando algo.

Igor.- Es tu opción, no la mía.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 70


Charo.- ¿Y cuál es la tuya? ¡Explícame!

Igor.- ¡Quedarme en mi país!

Charo.- ¿Para qué? ¿Para no publicar ni una página que valga la pena? (Igor no responde) Tú sabes por qué no
quieres ir. No es amor al país. Es miedo a quedarte sin pretextos para no escribir ¡porque allá no te quedaría
otra! Sé honesto, Igor... ¿Si éste país te inspira tanto, cómo es que hasta ahora no has producido nada?

Igor.- Para tu información, mi querida Charo, Raymond Chandler publicó sus relatos a los treinta y nueve años.

Charo.- (Ríe amargamente) ¡No me digas! Cada día se te achica la lista de escritores ¡Como ya no puede ser
Faulkner ni García Márquez, me sales con el tal Chandler, que te da diez años más de plazo!

Igor.- (Indignado) ¡Nunca creíste en mí!

Charo.- Sí. Creí (Silencio. Ambos quedan cabizbajos. Charo se aproxima más. Hasta quedar frente a él) ¿Por qué
tienes que ser genial? ¿Importa tanto? (Breve pausa) Mira, si quieres venir conmigo, todavía puedo… (Suena el
timbre)

Igor.-(Muy indiferente) Ya llegó el taxi por ti. Te acompañaría al aeropuerto, pero... prefiero que nos separemos
aquí. Las despedidas son una mierda

(Charo asiente, herida, pero conteniéndose)

Charo.- Como quieras

(Coge sus maletas, echa una última mirada alrededor)

Charo.- Adiós, Igor (Le hace un gesto de despedida) Que tengas mucha suerte. Y escríbeme (Charo sale. Igor
queda solo un momento. Se termina el whisky y se deja caer sobre un asiento. Llora)
.
ESCENA 9

CASA DE MIGUEL Y MARCELA – DÍA

Miguel está sentado con expresión muy seria. Entra Marcela, algo agitada, con una bolsa repleta de víveres.

Marcela.- ¡Uuufff...! No sabes lo que son las tiendas... ¡Todo el mundo peleándose los víveres porque parece que
se viene otro paquetazo! Doscientos por ciento en un mes. ¡Y el dólar disparándose a quinientos intis! Yo no sé
hasta cuándo vamos a aguantar, si ya hay gente que no tiene ni para el pan...

(Miguel sólo le dirige una mirada adusta. Marcela se enfría.)

Marcela.- ¿Pasa algo?

Miguel.- Acabo de hablar con Paul.

(Marcela deja la bolsa y lo encara con dureza.)

Marcela.- ¿Ah, sí? ¿Y qué te dijo?

Miguel.- ¿Qué crees? (Pausa) No debiste hacer eso, Marcela.

Marcela.-Hay muchas cosas que tú tampoco debiste hacer. Pero las hiciste.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 71


Miguel.- ¿Por qué fuiste dónde él, si tu problema es conmigo?

Marcela.- Porque ya estoy harta de soportar esto como una imbécil. ¿Para qué voy a hablar contigo? ¿Para que
me vuelvas a llorar, para que me vuelvas a prometer lo que nunca cumples?

Miguel.- (Tratando de hacerse oír) Yo entiendo que tú...

Marcela.- (Alzando la voz) ¡Me cansé de esperar! Y si tú no tienes el valor de cortar por lo sano, voy yo y lo hago.

Miguel.- (Culposo) Tienes razón. Te he vuelto a fallar. Pero esta vez será diferente: no voy a prometerte nada.
Nunca más.

Marcela.- (Atónita) ¿Qué significa eso?

Miguel.- Que hay cosas que no pueden prometerse.

Marcela.- (Indignada) Miguel... entonces, todo este tiempo... ¡me has estado engañando!

Miguel.- Me he estado engañando a mí mismo

Marcela.- ¿Y qué quieres que haga ahora? ¿Qué te dé el pésame?

Miguel.- Por favor, baja la voz. El niño puede oír.

Marcela.- ¡Ahora te acuerdas de tu hijo! Y dime, ¿piensas en él cuando estás con Paul? ¿Te has puesto a pensar en
las cosas que va a oír sobre su padre...?

Miguel.- Si no haces un esfuerzo... si no tratas de entender lo que te estoy diciendo...

(Marcela se queda pensativa, casi abrumada, en un rincón. Miguel se acerca a ella más calmado.)

Miguel.- Paul acaba de aceptar un puesto en Buenos Aires. Ya no lo verás.

Marcela.- ¿Y tú? ¿Lo vas a ver?

Miguel.- No lo sé.

Marcela.- (Muy triste) Si alguien me hubiera dicho que todo iba a terminar así, no hubiera tenido un hijo.
¿No piensas en Raulito?

Miguel.- Raúl es mi hijo. Siempre lo voy a querer... lo mismo que a ti.

Marcela.- Demuéstralo. ¡Haz un sacrificio, por nosotros! (Se dirige a él, casi suplicante) No eches todo a perder,
Miguel... yo puedo tratar de entenderte. Tal vez si... si empezáramos todo de nuevo... ¡yo sé que podemos ser
felices, estoy segura...!

(Miguel asiente con ternura.)

Miguel.- Nada será posible mientras no me aceptes como soy.

Marcela.- (Impaciente) Pero ¿te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¡Es demasiado!

Miguel.- ¿Por qué?

Marcela.-¡Porque no puedes exigirme algo que no está en mi naturaleza!

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 72


Miguel.- Tú tampoco.

(Ambos se miran las caras un instante. Luego se estrechan en un abrazo muy fuerte, llenos de tristeza)

ESCENA 10.

CASA DE BERNARDO - NOCHE

(Bernardo, Miguel, Alberto e Igor se divierten mirando e intercambiando viejas fotografías. Sobre una mesita, hay
vasos y botellas de cerveza y whisky)

Miguel.- (Mostrándole una foto a Bernardo) ¿Te acuerdas de ésta?

Bernardo.- (Sonríe) ¡Claro! Tercero de media.

Alberto.- ¡A ver, a ver...!

Bernardo.- Esto es en una práctica de Biología, con Burro Blanco.

Alberto.- (Se ríe) ¡Burro Blanco... qué será de ese animal! ¿Seguirá enseñando?

Igor.- O se habrá muerto...

Alberto.- ¡Un día, casi lo matamos! ¿Te acuerdas de esa última clase?

Bernardo.- (Remedando el tono autosuficiente de Burro Blanco) "¿Qué les pasa... tienen algo contra mí,
me odian? Sean más hombrecitos: ¿por qué no se atreven a expresar su agresividad?" (Se ríe) ¡Todo
psicológico, el huevón...!

Igor.- Sí, superadísimo. (Lo imita a la perfección, ante las risas de los demás) "Vamos, ¿qué esperan?
¡Desahóguense, pues! (Mueve los brazos) ¡Desahóguense, desahóguense!"

Alberto.- Y de pronto, ¡plooof! ¡Le cae una papa rellena en pleno saco!

(Los tres estallan en fuertes carcajadas.)

Miguel.- (Con la voz ahogada por la risa) ¡Con mayonesa y todo...!

Bernardo.- ¡Ése fue el salvaje del Gino, que traía unas loncheras más poderosas...!

Miguel.- Pobre Burro Blanco... ¡Creyó que nos íbamos a quedar calladitos!

Alberto.- ¡El muy bestia no calculó que era el último día de clases… ya no nos podía hacer nada!

(Siguen riéndose un buen rato. Poco a poco, van callándose.)

Alberto.- Ayayay... qué época maravillosa, el colegio. Creo que nunca me he divertido tanto en mi vida. No sé si a
ustedes les pasará lo mismo, pero a mí, cada vez que me acuerdo del colegio, me entra como una... una
emoción...

Miguel.- ¿Una tristeza?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 73


Alberto.- No tristeza, pero... (Reflexiona) ahora que lo dices, sí, es algo un poquito triste.

Igor.- (Sombrío) Recordar es triste. Uno casi siempre descubre que lo que más le gustaba ya no existe. (Seca su
trago)

Alberto.- ¡Que depre...! A mí sí me gusta recordar.

Bernardo.- (Complacido) Qué bueno, porque tengo algo que te va a hacer recordar más todavía.
Miguel.- ¿La sorpresa que nos dijiste?

Alberto.- ¿Qué es... otra foto?

Bernardo.- Sí. Una foto de nuestras conciencias. De cómo éramos hace diez años (Igor, Alberto y Miguel se miran,
intrigados; Bernardo sobreactúa su misterio. Saca de su bolsillo un papelito viejo y amarillento. Lo desdobla)
Escuchen: (lee con voz solemne) "Los abajo firmantes, futuros profesionales Alberto Pflucker, Bernardo Manrique,
Igor Rada y Miguel Bermúdez, se comprometen hoy, 8 de diciembre de 1978, a las diez y cincuenta y dos horas de
la noche..."

Miguel.- (Emocionado) ¡El juramento!

Bernardo.- "...en obediencia a sus valores y principios, a hacer algo para que el Perú sea un país más justo."
Siguen nuestras firmas

(Alberto y Miguel aplauden. Igor parece algo escéptico)

Alberto.- (Tomando el papel, emocionado) ¿De dónde lo sacaste?

Bernardo.- Lo encontré en la mudanza, metido en un libro. ¿No es precioso?

Alberto.- ¡Una joya!

Miguel.- ¡Yo lo redacté!

Bernardo.- (Señalando a Igor) Y tú me nombraste guardián del juramento.

Igor.- (Sirviéndoseotro whisky) Puede ser. Uno hace tantas idioteces de muchacho...

Bernardo.- ¿No te acuerdas? Dijiste que yo debía estar detrás de todos, para que nadie traicione su compromiso.

Igor.- (Recordando) ¿Sí, no? (Mira a todos) Parece que no hiciste muy bien tu trabajo.

(Bernardo y Miguel parecen un poco desconcertados ante Igor. Pero ya Alberto celebra su ocurrencia riéndose.)

Alberto.- ¡Este hombre sigue teniendo una lengua maldita!

Miguel.- (Más serio) Atroz...

(Pequeña pausa. Todos parecen sumergidos en sus recuerdos.)

Miguel.- (Serio, a Igor) ¿De veras piensas eso?

Igor.- ¿Qué?

Miguel.- Que fallamos.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 74


Igor.- Bueno... míralo de este modo: el Perú está peor que antes, ¿no? Y aquí estamos nosotros, bien
sentados, mirando fotitos y tomando un trago

Alberto.- ¡Qué injusto! Las cosas no son así. Yo no me considero un fracaso. ¿Tú, Miguel?

(Miguel vacila, pensativo)

Bernardo.- ¡Por favor...! Yo los admiro. ¡En serio! Alberto, tú tienes un futuro increíble en la televisión...

Igor.- (Por lo bajo) ...en la política, sobre todo.

Bernardo.- (Ignorándolo) Y tú Miguel, ya estás enseñando en una universidad. Igor, tú... tú... (Bernardo
vacila. Igor fuerza una sonrisa)

Igor.- Soy la gran promesa de las letras nacionales. Muchas gracias

Bernardo.- ¡Pero vas a publicar, estoy seguro! Ustedes no pueden hablar de fracaso... ¡no tiene derecho! Porque
si ustedes hubieran fallado, ¿qué me quedaría a mí?

Igor.- Seguir poniendo vidrios.

(Igor se toma un buen trago. Nadie se ríe.)

Bernardo.- (Algo apenado) Poner vidrios no es la vocación de nadie.

Igor.- Sí, la tuya. Siempre fuiste el más transparente de nosotros, Bernardito. (Se ríe)

Bernardo.- Muy gracioso, cuadrúpedo.

Miguel.- Pero, ¿qué hemos hecho, en verdad? ¿Qué... además de estudiar, trabajar, casarnos, tener
hijos...?

Igor.- ¿Separarnos?

Alberto.- ¡Huy, no! ¡Esto ya es para llorar! Un poco de lucidez, por favor. Los años cambian a la gente. Esto no es
bueno ni malo: simplemente es así. Nosotros tuvimos ciertos ideales cuando éramos más jóvenes. ¡Algo normal,
es una etapa de la vida! Creímos en algo, luchamos por algo, pusimos todo nuestro empeño en hacerlo realidad.
Pero el tiempo pasa, el mundo evoluciona y llega el momento de dejarle la posta a los más jóvenes.

Miguel.- (Burlón) ¿Eso somos...? ¿Unos jubilados de la revolución?

Igor.- ¡Qué interesante lo que estoy oyendo! Así que los ideales de cambio son una cosa de la adolescencia, algo
así como la música disco o el acné. Ya hasta me dieron ganas de ir al baño. (Se pone de pie)

Bernardo.- Al fondo del dormitorio.

(Sale Igor.)

Alberto.- ¡No pues, no me entienden...! Lo importante no es lo que uno hace, sino lo que uno es.

Miguel.- ¿Puedes separar las dos cosas?

Alberto.- Un ejemplo: supón que mis ideas y las tuyas sean opuestas. Tú te has metido a la ultraizquierda y yo soy
un senador liberal. Podemos discutir, enfrentarnos... ¡pero, en el fondo de nuestro corazón, somos amigos!
Porque hay muchas cosas que nos unen: recuerdos, conversaciones, experiencias... ¡todo un pasado! Y no me
importa lo que hagas con tu vida: tu amistad es lo más valioso para mí, y eso nada lo podrá cambiar.

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 75


Miguel.- (Melancólico) Parece mentira...

Bernardo.- ¿Qué?

Miguel.- Que ya tengamos que mirar fotos para recordar quiénes éramos.

Alberto.- ¡Qué melodramático! Bueno, ¡salud! Antes de que Igor se acabe todo el trago.

(Igor regresa. Trae un arete en la mano. Lo deja sobre la mesa.)

Igor.- Casi piso esto en tu dormitorio. Debe ser de alguna amiguita tuya.

Bernardo.- (Algo corto) Ah, sí... gracias.

(Bernardo va a recogerlo de la mesa, pero Alberto se le adelanta.)

Alberto.- (Haciendo memoria) Yo he visto este arete antes. ¿La conozco?

Bernardo.- No lo creo. ¿Me permites?

(Alberto se lo alcanza, pero antes de que Bernardo pueda tomarlo, lo retira súbitamente.)

Alberto.- ¿De quién es?

Bernardo.- (Sonriendo nerviosamente) Ya te dije, de una amiga...

Alberto.- No. No me dijiste nada. ¿Cómo se llama?

Miguel.- Ay, Alberto, no seas pesado.

Alberto.- (Poniéndose de pie) Te he preguntado cómo se llama.

Igor.- (Sorprendido) ¿Qué tienes, ah?

Alberto.- (Mostrándole el arete) Esto es de Claudia, ¿no?

Miguel.- Oye, debe haber muchos aretes iguales...

Alberto.- (Alzando la voz) Estoy hablando con él. Es de ella, ¿sí o no?

(Silencio muy tenso. Todos miran expectantes a Bernardo.)

Bernardo.- (Muy serio) Sí.

Alberto.- ¿Y puedes explicarme qué carajo hace un arete de mi mujer en tu dormitorio?

Igor.- (Entre furioso y arrepentido) ¡Mierda, siempre yo...!

Bernardo.- Te lo voy a explicar si te calmas un poco.

Alberto.- Así que eras tú... ¡tú, nada menos! Y encima tienes el descaro de invitarme aquí mismo, como si nada...

Miguel.- Alberto, primero escúchalo, y después...

Alberto.- ¿Que me va a decir? A ver... ¿desde cuándo te tiras a mi mujer?

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 76


Bernardo.- Claudia ya no es tu mujer. Y deberías mostrar más respeto cuando hables de ella.

Alberto.- ¿Respeto? ¿Tú me exiges respeto...?

(Alberto se abalanza descontrolado sobre Bernardo y logra atinarle un manazo que lo arroja por el suelo.
Miguel e Igor lo sujetan entre gritos desordenados)

Igor.- ¡Alberto! ¿Estás loco?

Miguel.- ¡Cálmate, hombre...! ¿Qué es esto...?

(Alberto se contiene, jadeante. Mira a Bernardo, todavía en el suelo. La rabia desaparece de su expresión: ahora
luce triste)

Alberto.- (Amargamente) Gran amigo... (Se da media vuelta, recoge su saco y sale. Miguel ayuda a Bernardo a
levantarse.)

Miguel.- ¿Estás bien?

Bernardo.- (Sobándose el pómulo) No fue nada. En serio

(Los tres se sientas y permanecen un momento en silencio, incómodos, sin saber qué decirse.)

Igor.- ¿Me pasas las de allá?

Miguel.- ¿Cómo?

Igor.- Las de la universidad. Todavía no las he visto.

Miguel.- Ah. (Le pasa un grupo de fotos)

Igor.- (Alcanzándole otras) Míralas.

(Los tres vuelven a mirar e intercambiar fotos. Miguel sonríe ante una. Se la muestra a Bernardo.)

Miguel.- ¿Te acuerdas de ésta?

Bernardo.- (Sonríe melancólicamente) Claro. La fiesta de promoción.

ESCENA 11.

FIESTA - NOCHE

(Se repite exactamente la secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la fiesta de promoción, en el mismo
orden y al mismo ritmo que en el primer acto, sobre el tema “Holiday” de los Bee Gees. Las parejas bailan, se
intercambian, juegan entre ellas. Los gestos y actitudes de cada personaje son significativos, nos revelan sus
conflictos personales. Claudia coquetea con Alberto, frente a la mirada inocente de Bernardo; Paul baila con Nany
sin dejar de mirar a Miguel; Nany no le quita los ojos de encima a Bernardo; Marcela goza bailando mientras
Charo pierde el ritmo. Todas las parejas salen. Sigue la música. Las cuatro parejas están en la entrada de la casa de
Igor, llamando a la puerta con insistencia. Una luz se enciende y aparece Igor, despeinado y con mala cara; viste
un pijama estampado, va a la puerta. La acción se congela. Sigue la música. Telón)

FIN

¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 77


¿Quieres estar conmigo? – Compañ ía de Teatro Revolució n-Arte Pá gina 78

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