¿Quieres Estar Conmigo
¿Quieres Estar Conmigo
¿Quieres Estar Conmigo
La obra nos sumerge en los sueños y romances de nueve amigos limeños de clase media, entre 1978 y 1988,
años de inestabilidad económica y violencia política. Se muestra una década de la vida de un grupo de amigos a
partir de su salida del colegio. La lucha por sus ideales y sus relaciones afectivas, así como lo doloroso y cómico
que puede significar el crecer. En épocas en que aún no estábamos abrumados por las redes sociales, notamos
a una generación anterior con otro tipo de preocupaciones, o tal vez con un compromiso social distinto al que
vemos actualmente
ACTO PRIMERO
ESCENA 1
Las luces se encienden dejando ver el escenario vacío. Tras unos segundos, estas se apagan y al volverse a
encender, los personajes se encuentran distribuidos en el escenario, mirando fijamente hacia la audiencia
sin mirarse entre sí
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Claudia (Adulta).- Tampoco podemos predecir a donde nos llevarán nuestros pasos
Nany (Joven).- Otras veces como consecuencia de las elecciones que hacemos
Nany (Adulta).- ¿O es que solo somos títeres en las manos de alguien más?
Charo (Joven).- (mirando a los demás) Pues ya es hora de empezar ¿no creen?
ESCENA 2
Claudia, Marcela, Nany y Charo, en uniforme de colegio, ocupan sus respectivas carpetas. Charo y Nany terminan
una tarea en sus cuadernos. Claudia y Marcela miran a Nany con visible interés. Claudia le tira la chompa.
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Nany.- ¡Qué sabré yo...! No me meto en los asuntos de mis hermanos. ¡Ni sé si querrán ir a esa fiesta!
Nany.- Ah, ustedes no los conocen. (Orgullosa) Paul y Alberto no son como los otros chicos...
Marcela.- (A Charo) Tú escribe nomás... ¡y apúrate, que todavía tenemos que copiarnos!
Claudia.- (Cargosa) Nany, pues... ¡mira que ya no falta nada para la fiesta!
Claudia.- ¿Y si les dices para ir al cine este domingo? Alberto iría conmigo, (A Marcela) tú irías con Paul...
Nany.- En vez de hablar tanta idiotez, deberían ponerse al día. Ahorita viene la vieja, les pide el cuaderno, y ahí sí.
Marcela.- (En un ataque de responsabilidad) ¡Sí, caray! ¿Ya acabaste, Charo? ¿A ver?
Charo.- ¡La Constituyente! (Mira a Marcela y Claudia con desaprobación) Ustedes nunca leen los periódicos, ¿no?
(Nany mira al cielo, en el límite de su paciencia. En ese momento ingresa al salón la profesora. Las cuatro se
ponen de pie, repentinamente serias. Toman asiento. Claudia se pone de pie, mirando a la profesora entre
sorprendida y nerviosa)
(Las demás se divierten a costa de ella. Marcela, aguantándose la risa, le levanta la falda por detrás. Claudia se
defiende como puede.)
ESCENA 2
URINARIO - DÍA
Alberto.- ¿Ah?
Bernardo.- ¿Qué tendría de malo si fuéramos? Con eso, no le haríamos ningún daño a nadie. Porque con nosotros
o sin nosotros, va a haber fiesta de promoción igual
Bernardo.- No pues, loco, así no es. ¿Qué me hago yo solo, sin mis patas? ¡La cosa sería ir todos juntos! ¡Tú, tu
hermano... todos! Si lo que se quiere es celebrar en grupo.
Alberto.- Podemos celebrar en grupo sin necesidad de ir a esa huevada. ¿Tienes fósforos?
Alberto.- Nos juntamos los amigos nomás, en tu casa o en la mía... compramos combo, trago... ponemos buena
música...
Bernardo.- Y armamos un torneo de ludo. ¡Mangazo! Eso lo podemos hacer cualquier día...
Alberto.- ¡De eso se trata, pues, Bernardito! ¿Por qué hacer tanta alharaca ese día?
Bernardo.- ¡Porque no es cualquier día, Alberto! Es algo único... ahora te parecerá idiota, pero cuando ya no
tengas pelo, vas a querer acordarte de cómo fue tu fiesta de promoción. ¡En serio!
(Alberto le pasa el cigarrillo a Miguel. Paul saca de un bolsillo unos papeles muy pequeños y los agita ante los
demás.)
Paul.- (Pregonando) ¡Todo Física, todo Química! Súper comprimidos, prácticos y descartables... ¡Y a sólo dos
cigarrillos!
Miguel.- (Apuntando a Bernardo maliciosamente) Ya sé por qué quieres embarcarnos en esa fiesta...
Bernardo.- ¿Qué...?
Miguel.- (A Alberto) A este ganso se le cae la baba por una amiguita de tu hermana ¿Cómo se llama...? ¡Claudia!
(Todos acosan a Igor en plan bromista; él se aparta de ellos con expresión de desagrado.)
Igor.- ¡Digo que son unos enanos mentales! ¡Cuando no, los divinos hijos de la burguesía, discutiendo su
gran fiesta con el caño en la mano! Como si no hubiera nada mejor en que pensar, ahora que están por dejar este
colegio retrógrado para enfrentar toda la inmundicia que hay afuera... ¡Ahora que el país está al borde de la ruina,
con diez años bajo la bota militar... justamente ahora, a ustedes no se les ocurre tetudez más grande que debatir
sobre su fiesta de promoción!
Igor.- Ya sé que no se puede esperar mucho de ustedes, pero... ¿por qué tienen que ser tan, pero tan pacharacos?
Igor.- (Ahuyentándolos) ¡Fuera, fuera! ¿O creen que voy a orinar delante de ustedes? (Miguel, Paul, Bernardo y
Alberto salen, muy risueños. Ya a solas, Igor empieza a orinar. Por un extremo del escenario asoman las cabezas
los otros cuatro.)
ESCENA 3.
(Nany tipea lo que le dicta Charo, que lee unas hojas escritas a mano.)
Charo.- "Tollens" con doble ele... "Al igual que ciertas cetosas, formando osazonas..."
Nany.- ¿Osazonas?
Nany.- (Algo desanimada) Sí (Nany le alcanza a Charo, casi con temor, una hoja arrancada de algún cuaderno.
Charo mira el papel con una mezcla de rabia e incredulidad)
Charo.- ¿Esta cochinada...? (Nany asiente tímidamente, sin mirarla. Charo estalla, indignada.)
Charo.- ¡No puede ser...! Pero, ¿qué vamos a hacer con esta porquería... ? ¡Y encima, toda borroneada, que ni se
entiende! También tú, Nany, como le recibes una cosa así...
Charo.- ¡Que la cuadraras, ahí mismo! No es justo, pues... ¡Siempre somos nosotras el único par de tetudas que
termina soplándose todos los trabajos en grupo! ¿Y las niñitas, bien gracias? Marcela no hace nada
porque (Remedándola) "estuvo con cólico" y la Claudia, ¡mira la huevada que entrega! ¿Su mimosa?
Charo.- ¿Y cómo para las fiestas y los cines sí tiene tiempo? ¡No, si esas son un par de frescas! Esta mañana han
estado insoportables...
Nany.- (Sonríe con cierta satisfacción) Es que están locas por mis hermanos.
Charo.- ¡Son unas taradas! Pensando en idioteces, cuando la situación está como está... ¿sabes que el dólar
ya está en doscientos soles?
Charo.- Hay tal inflación, tal desempleo, tanta gente que no tiene para comer... ¡y aun así, existe gente que no
piensa más que en esas fiestas estúpidas, donde todos se disfrazan de burgueses, chupan, tragan y botan
tanta plata en una sola noche!
Charo.- Yo conozco a tus hermanos, Nany. ¡Sé que ni Alberto ni Paul se prestarían a esa cachetada a la pobreza!
Pero anda díselo a la Claudia y la Marcela...
(Breve pausa. La ira de Charo parece haberse aplacado. Nany la mira con curiosidad.)
Nany.- Charo... o sea que tú... ¿nunca irías a una fiesta de promoción?
Charo.- ¡Jamás!
Charo.- "Los ácidos glico... glicoru..." (Furiosa) ¿Qué mierda dice aquí?
ESCENA 4
Paul.- (Miente evidentemente, atento a la reacción de Igor) Reestrenan "Fiebre de sábado por la noche". Con
Travolta.
Igor.- (Indignado) ¿Otra volta? ¡Con tanta fiebre de sábado ya debería estar en coma!
Bernardo.- ¿Por qué lo odias? Es sólo un tipo que baila. Bailar no es nada malo...
Igor.- (Apartándose de él, mientras forma una cruz con los brazos) ¡Apártate de mí, Satanás, que ya sé a dónde
vas...! Pero ni lo sueñes, ¡yo no piso esa fiesta!
Alberto.- ¡Ya basta hombre...! Si parecen un par de criaturas, peleando todo el tiempo...
Bernardo.- Es que hay que decidir de una vez si vamos o no. Después, todas las hembritas ya van a estar pedidas
y ahí sí...
Alberto.- ¿Paul...?
(Alberto, Bernardo e Igor intercambian una risita solapada, muy propia de esas situaciones. Miguel interviene con
seriedad)
Miguel.- A mí, Giancarlo me parece muy buen pata. Lo que él haga con su cuerpo, no es cosa mía.
Igor.- Bien, señores. Ya que resolvieron sus paltas sexuales, ¿en qué quedamos?
(Suena el timbre.)
(Paul hace una venia disforzada y va a abrir. Igor toma el periódico y revisa el listín. Un barullo se aproxima:
Alberto y Miguel se miran, Bernardo se emociona. Paul reaparece, guiando a Claudia y Marcela. Ellas fuman y
visten ropas muy coquetas.)
(Se abrazan fuerte, cariñosamente. Bernardo luce entusiasmadísimo con ella. Claudia le desordena el pelo)
Bernardo.- ¡Pero qué maravilla! (Besa a Marcela) ¿Qué hacen ustedes por acá?
(Alberto sale. Marcela se acerca a Paul e inicia una conversación privada con él, mientras que Miguel e Igor,
menos familiarizados con las recién llegadas, se relegan a un rincón, fingiendo gran interés por el periódico)
(Igor interrumpe la conversación con repentino entusiasmo, dirigiéndose sólo a sus amigos)
Igor.- ¡En el "Ambassador" dan "Nos habíamos amado tanto"! ¿Por qué no la vemos de nuevo?
(Igor, malhumorado, está a punto de protestar, pero Miguel lo contiene con un gesto y lo distrae con el diario)
(Claudia asiente, como si ya lo hubiera notado. Bernardo hace una breve pausa nerviosa y adopta un tono más
íntimo)
Bernardo.- Quería hacerte una pregunta... (Mira en derredor, cauteloso) una pregunta muy especial... ¡no
tienes que contestarme ahora!
(Marcela se ríe de alguna ocurrencia de Paul, rompiendo la expectativa de Bernardo, que se siente incómodo de
repente. Claudia se distrae)
Claudia.- ¡Ah! No sé, Berni... por mí, te aceptaba ahorita, pero... tengo que hablar con mi viejo. Es medio
cavernícola...
Nany.- ¡No! (Repara en Bernardo, sorprendida) ¡Bernardo! (Le da un golpecito a Alberto) ¡Cómo no me dices que
están acá...!
Bernardo.- No hay paltas, Nanita. Yo soy como de la casa, y éstos no valen la pena. ¡Más bien, cámbiate de una
vez para irnos!
Claudia.- (Corriendo hacia él) ¡Ay, yo te lo saco! (Le sonríe coquetona) Es que estoy aprendiendo a manejar.
Miguel.- ¿Vamos?
(Paul e Igor son los últimos en salir. Paul se vuelve hacia Igor, irónico.)
ESCENA 5
Paul y Miguel, en buzo, hacen puntería en la canasta de básquet. Paul emboca con facilidad.
(Paul driblea ágilmente. Miguel trata de interceptarlo, pero no le es fácil. La competencia es divertida para ambos:
se ríen, gritan, se empujan. Tropiezan uno con el otro y caen al suelo, jadeantes)
(Paul ríe, tendido a su lado. Ambos miran arriba un momento, sin hablar)
Paul.- Oye, Miguel... estuviste genial el otro día. Pusiste a mi hermano en su sitio
Paul.- "Lo que él haga con su cuerpo no es cosa mía." ¿De dónde sacaste eso?
(Miguel asiente. Se produce un pequeño silencio, en el que Paul parece arrastrado por un recuerdo agradable.)
Paul.- ¿Te hablé de Eric, ese chico que conocí en Los Ángeles?
Paul.- Era un amigo de mi primo. Un chico muy callado, de ojos azules... ¡igualito a Michael York! Hice un viaje con
él a San Francisco. (Abandona el tono evocativo y mira a Miguel a los ojos, con una intención que éste no logra
captar del todo) ¿Sabes que tú...?
(Miguel no sabe qué comentar, incómodo ante la connotación de intimidad en las palabras de Paul. Permanece
algo atónito, casi avergonzado, ante su persistente mirada. Un pelotazo cae en medio de ambos, rompiendo el
extraño clima. Ingresa Bernardo, muy fresco)
Paul.- ¡Dos!
(Paul toma la pelota de Bernardo, Miguel recoge la otra y los dos salen persiguiendo a Bernardo.)
ESCENA 6
(Paul está echado en su cama, en calzoncillos y polo, leyendo un libro con marcado interés. Nany, en ropa de
dormir, golpea la puerta del dormitorio)
Nany.- Paul.
Paul.- No.
Nany.- ¿Y a qué otra hora se te encuentra? ¿Por qué llegas tarde a la casa, ah?
(Pero ya Nany está ingresando a la pieza. Paul alcanza a esconder bajo la cama el libro que leía. Adopta una
posición digna y formal.)
(Paul la escucha con interés. Ella habla con cierta dificultad, como si su petición le resultara muy incómoda.)
Paul.- Es que eres tan graciosa, Nany... ¿de veras quieres ir a ese desfile de papagayos?
Nany.- Sí, me da curiosidad... ¡y a ti no te cuesta nada llevarme! ¿No decías que te daba lo mismo ir o no ir?
Paul.- Sí, pero... (Se acerca a Nany y la examina, con expresión pícara) Dime la verdad, Nany. ¿Es sólo por
curiosidad, o...?
Nany.- ¡Ay, Paul! ¿Y qué va a ser? (Percibe algo en el exterior de la habitación y se inquieta) ¡Ya llegó Alberto!
Bueno, respóndeme: ¿me llevas, sí o no?
(Paul sobreactúa su indecisión para mortificarla, como si le fuera muy difícil de responder. Camina hacia su cama y
se echa nuevamente)
(Alberto pasa cerca de la habitación, con un llavero en la mano. Nany corre a abordarlo antes que se vaya)
Nany.- ¡Alberto!
ESCENA 7
En un extremo del escenario vemos a Alberto discando el teléfono. Charo, en buzo y bebiendo una taza de café,
contesta desde el otro extremo, con ademán rutinario.
Charo.- ¿Aló?
Charo.- (Gratamente sorprendida) ¡Bolchevique...! ¿Cómo estás? Si buscas a Nany, por aquí no ha venido...
Alberto.- Sí. Quería hablarte de una ocurrencia de mi querida hermanita, sobre mi fiesta de promoción.
Alberto.- Exacto. Pues mira, a Nany se le ha metido en la cabeza que quiere ir, dice que por curiosidad. ¡Hasta ha
convencido a Paul de que la lleve!
(Nany aparece al lado de Alberto, animándolo a lanzar su propuesta. Alberto le indica con un gesto que se calme.)
Alberto.- (Riéndose) ¡No, nada de eso! Más bien, quería preguntarte si te mandarías a ir conmigo.
(A Charo se le cae la taza de la mano: simplemente no puede creer lo que acaba de oír.)
Alberto.- Espera, entiende la idea... se trata de ir, pero en plan de chongo, para burlarnos de todo el
ritual... ¡Ni Paul ni yo vamos a usar terno! Iríamos en polo y blue jeans, como una manera de
protestar contra toda esa frivolidad ¿te das cuenta? Tú podrías hacer lo mismo
(Nany fuerza a Alberto a lo largo de su argumentación, impacientándolo. Charo parece maravillada, ansiosa de
aceptar de inmediato; pero trata de ocultar su emoción bajo un tono racional y distante.)
Charo.- (Temiendo perder la ocasión) ¡No! Quiero decir, ¡sí! (Intenta recuperar el control) Mejor dicho... tal
vez sea interesante lo que propones. Una especie de happening, algo así...
Alberto.- ¡Muy bien! Ya te llamo para ponernos de acuerdo. ¡Nos vemos, camarada!
(Ambos cortan. Nany le da un beso de agradecimiento a Alberto, que parece displicente, como si se arrepintiera
de haberse prestado al juego. Charo deja de lado toda formalidad y emite un chillido de satisfacción.)
ESCENA 8
HELADERÍA - NOCHE
Marcela y Claudia están sentadas en una banca de la heladería. Claudia viste con su acostumbrada coquetería y
lleva un lazo en el pelo. Fuma, algo ofuscada; Marcela come un helado, más tranquila.
Claudia.- ¿Y quedarme sin ir a esa fiesta? ¿Yo? ¡Olvídate! Con él o con otro, yo tengo que estar ahí.
Marcela.-Te has encaprichado con Alberto, eso es lo que pasa. Y como no te han dado bola...
Marcela.- ¿Y? ¿Me voy a morir, acaso? Allá él, si quiere bailar toda la noche con su hermana. ¿No te parece
rarísimo? Sólo los quedados van a las fiestas con sus hermanas.
Claudia.- Más raro me parece que Alberto vaya con la plomaza de Charo. ¡Un churro como él con ese adobe...!
¡Qué mal gusto...!
Marcela.- (Viendo acercarse a alguien) ¡Sshhh! (Mira a Claudia muy seria, hablándole en vas a decir... él no tiene
la culpa. Ahí viene Bernardo con su amigo. Voz baja. Piensa bien lo que le Claudia se alza de hombros. Bernardo
llega muy contento, seguido por Miguel, a quien se le nota bastante tímido. Se saludan)
(Bernardo se arrodilla al lado de Claudia, imitando a un perrito mimoso con la lengua afuera. Claudia sonríe con
sobreactuada ternura.)
(Se abrazan cariñosamente. Bernardo le da un besito en la mejilla. Miguel permanece al margen de todo, algo
inhibido)
Marcela.- ¡Siéntense!
(Bernardo y Miguel se instalan en la banca, al lado de Claudia y Marcela, respectivamente. Bernardo sigue
mirando a Claudia.)
Bernardo.- ¡Qué linda que ha venido hoy día! ¿No? Toda con su lacito, ahí... (Le acaricia el lazo) Si hasta parece la
patita Minnie.
Bernardo.- ¿Sí, no? Bueno, pata o ratona me va a contestar ahorita si quiere ser mi pareja.
Bernardo.- ¡Yeeeee...! (La abraza, cariñosísimo) Sabía que no me fallarías. ¡La vamos a pasar bien chévere! Te
toca Miguel.
(Miguel está incomodísimo. Mira a Bernardo y a Marcela, sin saber que decir.)
Miguel.- ¿A mí?
Bernardo.- ¡No te achunches, pues hombre! Miguel tiene algo que decirte, Marcela. ¡Háblale, hijo!
Bernardo.- Bueno, ya que estamos empatados los cuatro, ¿qué tal un brindis?
ESCENA 9
Alberto, Bernardo, Miguel e Igor están sentados en las gradas de la entrada, conversando mientras fuman por
turnos una vieja pipa. La iluminación es dirigida y concentrada, como si viniera de un farol cercano, y dibuja en el
ambiente las densas bocanadas de humo. Al fondo se escucha un canto de grillos.
Bernardo.- Ahí tienes a mi viejo, por ejemplo. A él nadie lo ayudó; se vino a Lima solo con mi vieja, una mano aquí
y otra acá. (Se coloca las manos adelante y atrás de la pelvis) ¡Y míralo ahora! Salió adelante solito, con su
esfuerzo...
Igor.- (Interrumpiéndolo con un agresivo bostezo) ¡El disco rayado del capitalista surgido de la nada! Mi viejo lo
pone todos los días.
Miguel.- (Recibiendo la pipa) Y nosotros no tenemos que matarnos para salir adelante. ¡Nosotros ya nacimos
adelante!
Igor.- (A Bernardo) Aprende a mirar más allá de tus narices, amiguito. ¿No sabes que en este país hay miles,
millones de personas que viven con lo que tú gastas en cigarrillos?
Miguel.- Y cada vez son más los que tienen menos ¡Con cada paquete de Silva Ruete! (Le pasa la pipa a Igor)
Bernardo.- Un tío economista dice que, a la larga, es mejor que no se controlen los precios para que no
haya inflación.
Miguel.- ¿Cuánto más podrá aguantar la gente pobre? Esto puede ponerse muy feo. Agitación, violencia,
guerra civil...
Bernardo.- (Muy confiado) ¡Noooo! Este es un país tranquilo, aquí no pasa nada. Todo se va a arreglar, ya van a
ver...
Miguel.- ¿Cuándo?
Alberto.- Quién sabe. Pero yo me pregunto: nosotros... ¿qué vamos a hacer nosotros? ¿Ingresar a la universidad,
salir de abogados, intelectuales, ingenieros...?
Igor.- Ser otros mediocres egoístas que pasaron por la vida sin hacer nada por nadie.
Alberto.- Tenemos que reaccionar hoy mismo. Mañana será tarde, y empezaremos a parecernos a nuestros
viejos.
Bernardo.- ¿Ah?
Miguel.- ¡Vamos a comprometernos a ser siempre consecuentes con nuestras ideas... y por escrito, para que no
quede en puras palabras!
Igor.- ¡Tengo! (Saca de su bolsillo un pequeño block y un lapicero; se lo entrega a Bernardo) Escribe tú, secretario
Bernardo.- Dila
Miguel.- (Algo solemne, mientras redacta mentalmente) "Los abajo firmantes, futuros profesionales, Alberto
Pflucker, Bernardo Manrique, Igor Rada y Miguel Bermúdez..."
Miguel.- "...juran solemnemente hoy, 4 de diciembre de 1978, a las… (Consultando su reloj) diez y cincuenta y dos
horas de la noche..."
Miguel.- "...que se mantendrán fieles a sus valores y principios... (Pensando) y principios, para que la sociedad del
futuro sea... sea mejor y más justa que las anteriores." Nada más.
Miguel.- ¡Firmemos!
(Bernardo arranca la hoja y firma. Todos lo hacen, menos Igor. Alberto le extiende el papel, muy persuasivo. Igor
acepta firmar, casi a regañadientes)
Igor.- Bueno, bueno... ¡qué horror! (Firma) Muy bien. (Mira a Bernardo con expresión de firmeza) Tú secretario,
serás el guardián de este juramento. Cuando uno de nosotros flaquee o se dé por vencido ¡ahí estarás tú para
recordarle su compromiso! (Le entrega el papel a Bernardo)
Bernardo.- (Lo toma y se cuadra militarmente) ¡Sí, mi general! (Se guarda el papel doblado en un bolsillo)
Bueno, chicos, yo me retiro. ¿Cómo es mañana? (A Miguel) ¿Vamos juntos a comprar las orquídeas?
Igor.- Que vaya Bernardo lo puedo entender... pero tú, Miguel... tú que acabas de pronunciar esas palabras...
Igor.- (No lo oye) ¡Yo no me presto a esa farsa repugnante! ¡Prefiero tomar mi leche y acostarme
temprano! Ustedes, mucho de frases bonitas; pero apenas pueden, actúan como lo que son... (Empieza a
marcharse)
Miguel.- ¡Igor!
Igor.- ¡Hipócritas!
Bernardo.- ¡Aygor!
ESCENA 10.
En un extremo del escenario, Nany, Charo, Claudia y Marcela se alistan para ir a la fiesta. Los vestidos de noche de
Claudia y Marcela son bastante llamativos e insinuantes; el de Nany es más bien candoroso y le da una apariencia
casi infantil; Charo luce un vestido tan austero que la hace parecer mayor. Ellas le dan los toques finales a su
arreglo: Claudia se maquilla frente al espejo, mientras Marcela se cepilla el pelo. Nany termina de darle unas
puntadas a la basta del vestido de Charo, quien está parada sobre un banco, muy nerviosa.
Nany.- Perdona.
Claudia.- (Reaccionado agresivamente) ¿Todavía quieres ir a la fiesta con chompa y blue jeans? ¡Mejor anda en
uniforme único, pues!
Claudia.- (Mirando a Charo de soslayo, con desdén) Si ese Alberto tiene sus gustos...
Marcela.- ¡Claudia!
Charo.- ¡Déjala, déjala que hable! Ella no conoce a Alberto... ¡él es diferente al resto!
Claudia.- Sí. Tan diferente que se tuvo que poner terno y corbata.
Nany.- (Exasperada) ¡Chicas, por favor! ¿Qué les pasa? ¿No somos amigas, acaso? Para estar así, mejor cada una
se iba por su lado.
Marcela.-Tienes razón. Sé que están nerviosas; pero, por favor,... no malogremos esta noche.
(Nany recoge una bandeja con cuatro copas y se las ofrece a las demás.)
Marcela.- ¡Eso!
Marcela.- ¡Salud!
ESCENA 11
BAR - NOCHE
Bernardo, Miguel, Alberto y Paul.- (Al unísono) ¡Salud! (Los amigos, en terno y corbata, chocan sus vasos)
(Todos sacan sus corbatas de algún bolsillo de sus sacos y se las ponen.)
Miguel.- (Intentando anudarse la corbata sin éxito) ¡Mierda! Nunca me sale. ¡Para las veces que he usado esta
huevada...!
(Paul le hace el nudo a Miguel con mucho cuidado. Miguel repara en la corbata de Bernardo, de un color verde
algo chocante. La coge de la punta)
Bernardo.- (Feliz) Ah, Polvito... ya te tocará a ti algún día. ¡Esta noche va a quedar para el recuerdo!
Alberto.- ¿Listas?
(Bernardo le da la mano delicadamente a Alberto, que la toma como si fuera su pareja. Caminan burlonamente
juntos; Paul y Miguel salen detrás de ellos)
ESCENA 12
FIESTA - NOCHE
Secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la fiesta de promoción sobre el tema “El preso” de Fruko y sus
Tesos. Las parejas bailan, se intercambian, juegan entre ellas. Los gestos y actitudes de cada personaje son
significativos, nos revelan sus conflictos personales. Claudia coquetea con Alberto, frente a la mirada inocente de
Bernardo; Paul baila con Nany sin dejar de mirar a Miguel; Nany no le quita los ojos de encima a Bernardo;
Marcela goza bailando mientras Charo pierde el ritmo
ESCENA 13
Las tres parejas están en la entrada de la casa de Igor, llamando a la puerta con insistencia. Una luz se enciende y
aparece Igor, despeinado y con mala cara; viste un pijama estampado con animalitos o algo así.
Igor.- ¡Voy, voy...! (Va a la puerta, abre y se sorprende al descubrir a sus visitantes)
Todos.- ¡Sorpresa!
Paul.- (Apartando del camino a Igor y entrando a la casa) Las chicas no quisieron quedarse sin conocer el Castillo
de Igor. ¡Pasen!
(El grupo sigue a Paul al interior, ante el desconcierto de Igor, que va detrás de ellos. Las chicas miran en
derredor.)
Igor.- ¿Tienen...? ¿Tienen idea de la hora que es? ¡Van a despertar a mis viejos!
(Al salir con Claudia, Nany y Alberto intercambian una mirada de mutua recriminación.)
Marcela.- (Aparte con Miguel, aparentemente incómoda) Oye, mejor nos vamos, ¿no? Parece que estamos
molestando a Aygor.
Paul.- ¡No temas! Aunque no lo creas, detrás de ese físico monstruoso se oculta un ser humano.
Igor.- (Sobreactuando su resignación) Está visto que tendré que aguantarlos un rato. ¡Qué me queda!
Acomódense, siéntense donde quieran...
Paul.- Hmmm... También podríamos poner unas canciones de los Bee Gees...
(Alberto no le presta la menor atención a Charo: no hace más que mirar en dirección al baño desde que Claudia
salió. Charo le busca la mirada, con vaga suspicacia.)
(Charo no le contesta: sigue mirándolo, con cierta intriga. En ese momento reaparece Igor con la guitarra y todos
aplauden. Se la alcanza a Bernardo, que inmediatamente empieza a afinarla.)
(Se escucha un abucheo de decepción. Todos hablan a la vez, sugiriendo diversas canciones de la época. Claudia
vuelve con el grupo muy entusiasmada por la guitarra. Alberto deja de mirarla. Ella se sienta al lado de Bernardo)
(Todos emiten un "huuuuuyyyy" de chacota que enrojece a Bernardo. Ni Alberto ni Claudia sonríen. Marcela
reclina su cabeza sobre el hombro de Miguel, que se pone muy nervioso. Todos empiezan a entonar la canción
elegida: "Eres tú", de Mocedades. Durante el desarrollo de la canción, Nany llama a Alberto a un aparte y trata,
aparentemente, de advertirle algo grave, pero él la rechaza tajantemente. Cuando regresan con los demás, Charo
le dirige una mirada dulce y le indica que se siente a su lado. Ella duda antes de tomarle la mano; no se atreve,
finalmente. Alberto ni siquiera percibe nada. Bernardo canta embelesado, mirando a Claudia. Ella mira a cualquier
parte, rehuyéndole. Las voces de todos se unen en el famoso estribillo de la canción. Marcela algo sofocada, se
aparta ligeramente del grupo. Se palpa la frente, como si no se sintiera del todo bien. Miguel lo advierte y va con
ella)
Miguel.- (Cohibiéndose) Es que... perdona, como vi que... tú... (No sabe cómo seguir)
Marcela.- No hables
Miguel.- ¿C-cómo?
(Marcela lo hace acercarse y le da un beso largo y jugoso. Miguel parece totalmente sorprendido.)
(Ella vuelve a besarlo. Esta vez, Miguel es más activo, le acaricia el pelo, disfruta del contacto. Terminado el
beso, Marcela emite un suspiro de satisfacción.)
Marcela.- ¡Ahora sí que estoy mareada! Eres mejor que el pisco sour. Ya vengo.
(Sale en dirección del baño, sin apartar los ojos de Miguel. La canción termina y todos aplauden)
Igor.- Creo que sí... hay ron y unas Coca-Colas en el refrigerador ¡Anda y ve si encuentras algo de comer...!
(Alberto y Claudia salen de escena, ante las miradas escépticas de Nany y Charo. Bernardo, que ya empieza a
puntear un nuevo tema, está al margen de todo)
ESCENA 14
Miguel sigue apartado del grupo, en reflexión solitaria. Se pone un cigarrillo en la boca y busca fósforos en sus
bolsillos. Paul aparece detrás de él, encendedor en mano, y le prende el cigarrillo)
(Miguel sufre un ataque de risa que le hace perder el equilibrio. Paul lo sujeta antes de que se caiga.)
(Miguel también se agarra de los brazos de Paul. Ríen un rato, inmóviles en posición, y de pronto dejan de
hacerlo. Miguel se aparta, como intimidado por la proximidad física)
Paul.- Claro que me entiendes. ¿Para qué andarse con rodeos, Miguel...?
(Pausa. Paul permanece detrás de Miguel, como esperando una respuesta. Miguel se vuelve hacia él y lo encara
por primera vez)
Paul.- Mira Miguel: no te estoy pidiendo que hagas nada que no quieras. ¡Todo lo contrario! Uno debe hacer
justamente lo que quiere. Yo sé lo que quiero. ¿Y tú?
(Pausa)
(Salen.)
ESCENA 15
Claudia y Alberto revisan las existencias de la cocina. Él encuentra una botella y la examina con agrado.
Claudia.- (Inclinada frente al refrigerador) Hay mousse de chocolate... ¡y parece riquísimo! (Se chupa un dedo)
¿Quieres?
Alberto.- No sé si deba...
(Alberto lame el dedo de Claudia, sin quitarle la vista de encima. Súbitamente, ambos se estrechan en un beso
apasionado)
Alberto.- Claudia...
Claudia.- ¡Shhhh...!
(Se quedan mirando. Claudia se abalanza otra vez sobre Alberto y vuelven a las andadas.)
ESCENA 16
Nany.- ¡Genial! Me encanta escucharte. Le pones tanto sentimiento a la música... ¡eres un artista!
Marcela.- (Fastidiándola) Ya oye... mejor pídele que te grabe un cassette
Bernardo.- (A Marcela) Cuidado, ¿ah?, no me la cochinees a mi cachetona. Si no, te la ves con nosotros, (A Nany,
golpeándola) ¿no chochera?
(Igor regresa.)
Igor.- Iván. Es Iván, el terrible, Bernardito. (A las chicas) Y así acaba de graduarse esta bestezuela...
Igor.- (Sonríe con picardía, ansioso de contar el chisme) ¡Porque allá adentro están en unos agarres...! Je, je,
je... (Imita caricaturescamente el beso)
(Igor se ríe solo; los demás se miran entre sí, entre serios y sorprendidos. Igor lo advierte y se corta, sin entender
lo que ocurre)
(Claudia y Alberto, regresan muy sonrientes. Traen unos vasos y una fuente. Los demás los miran muy serios.)
Claudia.- ¡Ya!
Claudia.- ¡Pero sigan cantando, pues...! (Se acerca a Bernardo, saltarina) ¿Qué cantamos, Berni?
(Recién entonces Claudia y Alberto se percatan de la situación. Intercambian una mirada de alarma)
Claudia.- ¡Berni...!
(Claudia recoge su cartera silenciosamente, avergonzada ante la mirada de todos. Sale. Alberto mira al suelo,
incómodo. Se retira detrás de ella. Antes de salir, le dirige una mirada al grupo. Parece a punto de pronunciar una
disculpa, pero se da cuenta que no tiene nada que decir. Se marcha. Bernardo se hunde en su asiento, rabioso y
herido)
Bernardo.- ¡Toda la noche han estado pasando cosas en mis narices, y yo ni siquiera...! (Se golpea la frente
furioso) ¡Me lo merezco, me lo merezco...!
Nany.- No te deprimas, Bernardo. ¡Esa gente que vale mucho menos que tú!
Bernardo.- (Sin prestarle atención) "¡Una noche para el recuerdo!" ¡Claro! ¡Nunca me voy a olvidar de esta
noche!
Nany.- No es para tanto... (Lo toma del brazo) ahora ves las cosas así, pero después te vas a dar cuenta de que...
Bernardo.- (Acorralándola) ¿Has estado enamorada alguna vez? ¿Has estado con alguien, siquiera...?
(Nany se cubre el rostro con las manos. Parece que llora. Bernardo se arrepiente de su conducta. Le pone una
mano sobre el hombro)
(Marcela se lleva a Nany, que sigue llorando. Igor y Charo, que permanece seria y callada, quedan a solas)
Charo.- Tú no; Claudia. Sabía que era una descarada, pero no me imaginé hasta qué punto.
Igor.- Todas son iguales: Anna Karenina, Madame Bobary, Lady Chaterley... ¡no las conoceré bien!
Charo.- ¡Perfecto! No quiero quedarme aquí un segundo más (Charo se pone de pie, toma su cartera. Igor vacila.)
ESCENA 17
Paul y Miguel regresan con una caja de cerveza. La actitud de Paul es pícara y maliciosa; parece muy aventajado
frente a Miguel, quien luce más bien inseguro y conflictuado.
Miguel.- (Volviéndose hacia Paul, ligeramente ofuscado) Te sugiero que cambiemos de tema.
Paul.- (Riendo aún) Ese es el problema contigo, Miki. Te pierdes el lado divertido de la vida.
Paul.- ¿Cómo eres, qué sientes, qué te gusta...? ¿Lo sabes realmente? No es tan fácil descubrir ciertas cosas. Hay
que buscarlas. Explorar... abrirse...
(Miguel está inmóvil, sumido en una inquietante reflexión. Paul sigue acercándose a él, lo rodea discretamente.)
Miguel.- No puedo.
Paul.- Lo que sientes no tiene nada de raro, Miguel. No tengas miedo... es perfectamente normal
(Charo aparece por un rincón. Percibe el ambiente de intimidad entre Paul y Miguel y aguarda a cierta distancia.
Ellos no la ven. Paul ya está muy cerca de Miguel.)
(Paul toca suavemente la mejilla de Miguel, que cierra los ojos. Se inclina sobre su rostro, como para besarlo)
(Charo se sorprende ante la escena. La cartera se le escapa de las manos. Paul y Miguel advierten su presencia y
se separan rápidamente, muy nerviosos)
Paul.- ¿A nosotros?
Charo.- Ya se largó. Con Claudia. Bernardo también se fue, y los demás... esto ya murió.
Charo.- (Interrumpiéndolo, agria) En el camino te cuento. ¿Quieres sacarme de aquí, por favor?
(Paul saca sus llaves del bolsillo y sale. Miguel, que no le ha dado cara a Charo ni un momento, queda a solas con
ella. El silencio es muy incómodo para ambos. Charo mira al cielo.)
(Charo queda a solas un momento. Aparece a su lado Marcela, que a diferencia de todos parece conservar su
buen humor.)
Charo.- ¡Sí!
Marcela.- Pero, para serte franca, yo no me quejo. Miguel es un chico increíble. Antes me moría por Paul, pero
creo que Miguel me gusta más. Es tan tierno, tan... diferente... ¿a ti qué te parece?
Charo.- (Con discreta ironía) Yo creo que... los dos son muy lindos.
TELÓN
10 MINUTOS DE INTERMEDIO
ACTO SEGUNDO
ESCENA 1
Alberto y Claudia hacen ingresar a Miguel e Igor a la sala de su departamento. Alberto luce una apariencia
desaliñada, no del todo reñida con el "buen gusto": camisa a cuadros, jeans usados, pelo graciosamente revuelto.
Alberto.- Sí, ustedes se pasan. ¡Nunca visitan, y eso que los hemos invitado...! Hasta mi hija ha nacido, y ustedes,
ni por esas...
Alberto.- (Interrumpiéndolo) ¡Nada! Cuando uno quiere se da un tiempo. ¡El colmo Miguel! Si no es por la
asamblea, ni te veo. (A Igor) ¡Y a ti tampoco!
Igor.- Oye, qué bonito que está esto. ¡Si hasta parece un comercial de Hogar!
Alberto.- ¿Te gusta? Bueno, ¿qué se toman? ¿Un whisky, una cerveza...?
(Alberto le da un beso en la mejilla. Claudia sale presurosa. Apenas están solos, Igor se acerca cauteloso a
Alberto.)
Miguel.- ¡Igor!
Alberto.- Claro que sí, Aigorcito. La verdad, no lo sé. Fue el regalo de bodas de mis viejos y los regalos vienen sin
precio.
Alberto.- Sí, se portaron (Pausa. Mira a Miguel intrigado) Y ustedes... ¿para cuándo encargan...?
Miguel.- ¡Uff...! Por ahora, ni pensarlo. Un bebé nos complicaría la vida. Además, en esa casita... ¡si hasta a
nosotros nos queda chica!
(Pero lo interrumpe Claudia, quien regresa muy alegre trayendo las copas de vino sobre una bandeja.)
(Alberto toma un retrato y se lo muestra a Miguel e Igor, que recogen sus copas.)
Claudia.- Medalí.
Alberto.- Ahora está con sus abuelos. ¡Tienen que venir un domingo, para que la vean!
(Alberto casi se dispone a beber, pero la frase de Miguel lo ha cortado. Los demás perciben su desconcierto.)
Miguel.- (Casi al mismo tiempo) No he dicho nada. Dejémoslo ahí, por favor.
Alberto.- (Alzando un poco la voz) ¡Un ratito, un ratito! Es que no acabo de entenderte. ¿Tú estás a favor o en
contra de esta marcha?
Miguel.- Dije que no apruebo la forma en que la dirección está manejando las cosas. Ésta era una marcha
contra el alza de pensiones y a última hora, ustedes quieren darle otro carácter.
Alberto.- ¡Un carácter solidario con una víctima de la represión! ¿Me vas a decir que lo de las pensiones importa
más que la vida de un estudiante sólo porque era de otra universidad?
Alberto.- (Ignorándola por completo) Pero no me has respondido: ¿te importan más las pensiones...?
Miguel.- ¿Y qué es lo que le importa a tu partido? ¡Respóndeme eso ahorita! Y no me salgas con el cuento del
senderista muerto, que no me chupo el dedo...
Miguel.- (Interrumpiéndolo) Si tanto lo respetan, dejen que descanse en paz... porque una cosa es reclamar
justicia y otra, explotar un rollo ultra para ganarse a las bases. ¿Las han consultado, siquiera? ¿Han evaluado
las consecuencias? ¡Están coqueteando con Sendero, Alberto, y eso es jugar con fuego...!
Alberto.- ¡No, señor! ¡Es conciencia revolucionaria! Y posiciones como la tuya favorecen un inmovilismo que
en nada nos beneficia.
(La discusión ha alcanzado su punto álgido: tanto Alberto como Miguel lucen alterados, vehementes, próximos a
estallar ante la mirada nerviosa de Claudia. Igor se distrae examinando detalles de la sala, imperturbable y
ajeno a todo)
Alberto.- ¡Pero carajo, Miguel! ¿Cómo puedes ser tan estrecho? ¿Acaso todo se limita a lo económico?
Miguel.- (Amargamente irónico) ¡Qué cómodo es decir eso desde aquí! (La frase impacta visiblemente en
Claudia y Alberto, que se muestran súbitamente incómodos. Miguel parece arrepentido de sus palabras no bien
acaba de pronunciarlas. Igor examina la etiqueta de la botella)
Igor.- ¡Los preciosos hijos de la burguesía, discutiendo la lucha armada con sus copitas de Sauvignon blanc!
Alberto.- (Muy seco) Si no te interesa lo que estamos hablando, puedes ir a poner la mesa (Claudia se corta. Un
profundo rencor va creciendo en su mirada)
(Le da la espalda y sale. Se oye un portazo. Los tres amigos quedan en silencio, mirando sus copas sin saber qué
decir)
ESCENA 2
Miguel está sentado frente a un alto de pruebas a medio corregir. Marcela está detrás de él, alcanzándole una
taza de café. Ella viste ropas tan sencillas como las de él, lo que le da un aire algo doméstico, y usa lentes. Miguel
habla apasionadamente con ella, muy impresionado.
Miguel.- ¡... es que no puedes imaginarte el lujo! (Señala alrededor) Todo esto cabe en su baño.
Miguel.- ¡Es que Alberto no es cualquier huevón! Es un dirigente estudiantil, milita en un partido de izquierda...
¡no me cabe en la cabeza como...!
Marcela.- No es el único comunista con piscina que conozco. En el periódico hay varios.
Miguel.- Difícil. No se puede dar vivas a la lucha de clases en la mañana y comer caviar en la noche. ¡Porque
encima, resulta que es un radical, de esos que llaman "compañeros en la lucha" a los terrucos. (Se crispa)
¡Aaaauuu!
Miguel.- ¡Y todavía tiene la raza de aconsejarnos! Que nos casemos, que nos mudemos, que tengamos un hijo...
Marcela.- ¿Ves? No te está aconsejando. Se está justificando, porque eso hicieron ellos.
Miguel.- (Más indignado aún) Claro, si ellos tuvieran que arreglárselas como nosotros... ¡ya quisiera
verlo a él estudiando, dictando clases en una academia y corrigiendo pruebas (Agita las pruebas con
violencia), todo por un sueldo de mierda...!
(Miguel arroja las pruebas sobre su escritorio, muy alterado. Marcela lo observa con preocupación.)
Marcela.-Mírame.
Marcela.-¡Mírame!
Miguel.- ¿Cómo?
Marcela.- ¿No te estarás hartando de esta vida? (Le acaricia la frente) Eres libre de hacer lo que quieras. Ése fue
el trato.
Miguel.- ¡Pero no...! (La atrae hacia sí y la sienta sobre sus piernas) Si yo contigo estoy feliz...
Marcela.- (Estrechándolo, inquieta) Es que a veces te oigo hablar de una manera... No quiero que te amargues,
Miguel...
Miguel.- (La besa) ¿Cómo me voy a amargar, sonsa? Si todo lo que quiero es que estemos juntos... y que me
aguantes.
Marcela.- (Besándolo) Todo se va a arreglar, vas a ver. Termina tu carrera y serás otro hombre. (Con voz solemne)
"Doctor Miguel Bermúdez, Presidente de la Academia Peruana de la Lengua"
Marcela.- (Conteniéndolo divertido) ¡Qué haces! Tengo que ir a la imprenta a sacar los volantes de la marcha.
(Marcela se ríe. Casi ha accedido a las demandas de Miguel cuando suena el timbre. Marcela se vuelve hacia la
puerta)
(Marcela se arregla el pelo y sale hacia la puerta. Miguel se resigna, de mala gana)
(Paul ingresa a escena. Su aspecto es bastante formal, viste un traje impecable y lleva una gran bolsa que
deja en el suelo. Se detiene frente a Miguel eufórico y con los brazos abiertos)
(Miguel corre hacia él y se estrechan en un cálido abrazo. Marcela, detrás de Paul, contempla la escena sin
participar.)
Paul.- Salamanca entró en vacaciones, así que me fui de tour. París - Roma - Amsterdam - Lima
Paul.- No sabe que he llegado. Todo lo que he hecho es registrarme en un hotel y venir a verte. (Corrige) A verlos
Miguel.- (Retrocediendo para observarlo mejor) Pero qué bien se te ve... ¿has engordado, o me parece?
Paul.- Es posible. ¡Tú también! (Le da un golpecito en el vientre) Parece que te sienta el servinacuy
Marcela.-La convivencia
Paul.- Eso. (Se inclina, extrae un paquete envuelto en papel de regalo) Para tí, Marcela
Paul.- (Examinando el ambiente) No va mucho con las vasijas preincaicas, pero ya le encontrarán un lugar... ¡y
esto es tuyo, Miguel!
Miguel.- ¿Y esto?
Paul.- Lo suponía. Pero tú y yo vamos a practicar mucho, hasta que domines el juego. ¡Te va a encantar, Miguel!
Charo, Nany y Bernardo preparan unas pancartas. Nany lleva un vestido estampado que combina con una vincha
de color claro; Charo viste blue-jeans, chaleco andino y chinitas. Bernardo usa un pantalón de drill sport, zapatillas
de básquet y un polo estampado con el rostro sonriente de Mickey Mouse. Hay latas de pintura, brochas, palos,
sábanas y cartones diseminados alrededor. Nany examina un cartel que Bernardo acaba de pintar.
(Bernardo aguarda su comentario expectante. Charo deja de pintar su cartel y se vuelve hacia ellos. Nany se dirige
a Bernardo con la mayor suavidad posible, temerosa de incomodarlo.)
Bernardo.- Ah.
(Charo intercambia una mirada con Nany y contiene la risa, a espaldas de Bernardo. Él, nada avergonzado, corrige
su error de inmediato con una brocha. Un grito los sobresalta repentinamente: a Bernardo se le cae la brocha de
la mano.)
Igor.- (Gritando muy fuerte, fuera de escena) ¡Quietos todos! ¡Nadie se mueva!
(Los tres giran en la misma dirección, aturdidos. Igor ingresa a escena, con una sonrisita cruel y su eterno libro
bajo el brazo)
Nany.- ¡Bruto!
Igor.- ¿Sí? (Marchando sobre el suelo) ¡Y eso que no traje mis botines! Pero mañana habrá botas, y gases, y
balas de verdad. ¿Están preparados para eso?
Charo.- Entonces, coge tu brocha y ayúdanos. (Señalando) Ahí tienes tela y pintura.
Igor.- (Con sobreactuada humildad) Paso, gracias. Soy sólo un modesto literato. Carezco del mal gusto innato
que exige el difícil arte del panfleto
(Nany y Bernardo se miran y sonríen con un gesto de desaprobación. Igor se asoma a leer las pancartas recién
pintadas, con una burlona expresión de horror)
Igor.- ¡Oh... disculpen! No quise interrumpir los preparativos de su desfile de sábanas sucias!
Charo.- Hacer chistes es fácil, Igor. Lo difícil es comprometerse con algo serio.
Igor.- ¿Algo serio, esta marcha? ¡Háganme el favor! Puedo entender que lo defiendan. (A Charo) Tú como
representante de Sociología, (A Nany) y tú como hermana del dirigente...
Bernardo.- ¿Qué?
Igor.- (Irónico) ¡Precioso! Vayan, si quieren. ¡Pero no me digan que esto le importa un comino al país!
Igor.- ¡Claro! A niñitos revoltosos como Alberto, que se sienten dueños de la política y la clase obrera. ¡Creen que
la chispa de la revolución se va a encender en la cafetería de esta universidad! Me dan risa... ¡la lucha armada ya
estalló en el interior y ellos siguen con sus marchas y sus cartelitos! (Burlón) "¡Abajo el alza!" ¿Y por qué no
"Arriba la baja"?
Igor.- Se entiende que el autor de esa proclama no tiene el menor sentido de la estética. A propósito...
(Igor saca de su bolsillo una hojita cuidadosamente doblada, mientras sonríe maliciosamente)
Igor.- ¿No quieren que les lea una hermosa muestra de poesía revolucionaria? (La desdobla. Los demás lo miran
con atención) Una pieza antológica. Escuchen: El profundo desorden de tu ser envuelve las lunas perdidas...
(Bernardo se abalanza sobre Igor y trata de quitarle el poema; pero él se escuda tras ellas, burlándolo)
Igor.- Hay que tener más cuidado con lo que uno pone en el mural, poeta.
Igor.- Y la distancia se hace abismo, cuando tus labios silencian la profunda niebla del naufragio, y nadamos...
Igor.- Hasta la tierra del alba donde se unen nuestros cuerpos sin amos, sin cadenas ni temblores (suelta una
ligera carcajada) éste es el verso progre del poema (vuelve a leer) sin nada que nos vuelva ajenos sin nada que no
sea tu mirada, esa profunda (ríe medio divertido, medio asqueado) ¡Y ya son tres! (retoma la lectura) mirada de
amor (Igor dobla nuevamente el papel y se lo entrega a Bernardo) De todos los vallejicidios que has
perpetrado, Bernardito, éste es el más... profundo.
Bernardo.- Déjalo...
Charo.- (A Nany) ¡Pero si es un comodón! Nunca se levanta antes de las diez y es incapaz de prepararse el
desayuno.
Igor.- (Irritándose) ¡Prefiero morirme sin dejar una hoja escrita antes que hacer el ridículo! ¡La poesía no es
pasatiempo para diletantes... hay que cultivarla, trabajar con rigor...! Yo estoy preparando una novela desde hace
tres años... ¡y no voy a mostrarle una línea a nadie hasta que esté madura!
(Igor mira a Charo, ligeramente indignado; pero ella sonríe desafiante y se dirige a Bernardo, que parece un tanto
avergonzado.)
Charo.- No le hagas caso a este energúmeno. Nany, ¿por qué no le invitas un jugo...?
(Charo toma del brazo a Nany y la junta con Bernardo. Acompaña a ambos a la salida, casi empujándolos
amablemente.)
(Charo une las manos de Bernardo y Nany, que se muestra algo tímida, y los hace salir. Se percibe cierta
incomodidad entre Charo e Igor apenas se quedan solos)
Igor.- ¿Qué?
Charo.- ¿Pero cuál es el problema, Igor? ¿Por qué no puedes actuar como cualquier persona?
(Charo se aleja de él unos pasos. Igor se vuelve y avanza tímidamente hacia ella)
Igor.- (Menos rígido) Yo... te dije que no servía para esas cosas.
Charo.- Gracias.
Charo.- (Impaciente) ¿Y qué va contigo? Igor nunca esto, Igor nunca lo otro... ¡pero, hombre, date una tregua!
(Charo adopta una actitud más tolerante. Le da cara a Igor y le acaricia el brazo suavemente.)
Charo.- ¿No ves cómo te limitas? Deja de juzgarte todo el tiempo y haz lo que te salga de adentro... ¡nada más!
Así, se te va a pasar la vida y no vas a llegar a ninguna parte.
Charo.- ¡Porque siempre haces lo mismo! Si empiezas a escribir algo, ¡ya quieres compararlos con las
obras maestras de la literatura! Poe, Rulfo, Chejov...
Charo.- Comienza con algo más sencillo. Juega, ensaya... ¡permítete un error!
Charo.- ¿Tú...?
Igor.- Yo te aprecio.
ESCENA 4
CAFETERIA - DÍA
(Nany comparte un jugo con Bernardo, quien permanece cabizbajo frente a ella)
Bernardo.- ¿Profundo?
(Bernardo alza la cabeza y descubre el rostro amable y entusiasta de Nany. Sonríe enternecido)
Nany.- Sí, lo es. La memoria es selectiva, Bernardo. Uno retiene lo que le interesa.
Bernardo.- ¡Bah! Ésa es una de esas teorías que te meten en educación. ¿Acaso tú te acuerdas de las tres últimas
chicas con las que he salido?
Nany.- Úrsula, entre enero y agosto del año pasado. Sandra durante el verano y Carla hasta hace un mes.
(Nany se queda callada un momento, un poco avergonzada. Mira a Bernardo y le habla, venciendo su timidez.)
Nany.- Uno retiene lo que le interesa. Y a mí, tú... tú me... (Nany es bruscamente interrumpida por Claudia, que
lleva unos cuadernos y un vasito descartable de Coca-Cola. Saluda efusivamente)
Claudia.- (Excitada) ¡Paul ha llegado de Europa! Acaba de llamar a Alberto, pero no lo encontró. Con esto de la
marcha, nunca está.
Claudia.- ¡Sí! Habría que organizarle una reunión o algo, ¿no les parece?
Nany.- (Tensa) Estoy muy alegre. ¿No se me nota en la cara? (Se pone de pie) Disculpen.
Bernardo.- (Desconcertado) Ni idea. (Luego de una pausa) ¿Y, Claudia? ¿Cómo te va?
Claudia.- Bien, ahí... (Pausa) ¿Y a ti?
Bernardo.- ¿Y Medalí?
Claudia.- Bien, ahí... (Se ríe) ¡No, está lindísima! Tan linda que ya ni parece hija mía.
Bernardo.- ¡En serio! No pareces una madre de familia. ¡Yo a ti, te pongo uniforme de colegio y estás igualita que
el día que te conocí!
Claudia.- ¡De veras! Has echado cuerpo. Se te ve más hombre, más... (Lo piensa) maduro.
Claudia.- ¡Tarado...!
Claudia.- Sí...
(Claudia, entusiasmada, empieza a canturrear una canción de los setentas. Bernardo la secunda muy bien.
Sonríen)
Bernardo.- ¿Y ésta?
(Bernardo entona otra canción. Claudia lo sigue. Cantan mirándose, muy a gusto, casi embelesados con la armonía
de sus voces)
(Claudia empieza con "Eres tú". A Bernardo se le borra la sonrisa. Ella repara en su error, incómoda)
Claudia.- Perdón.
Bernardo.- No importa.
ESCENA 5.
Charo, sentada en la sala le echa una mirada distraída a un buen alto de volantes que tiene sobre las piernas.
Marcela entra a escena portando un azafate sobre el que hay dos tazas, cucharitas, un azucarero y una lata de
café instantáneo.
Marcela.- ¡Por supuesto! No se van a perder la ocasión de restregarle en la cara a Belaúnde "el rechazo
de los estudiantes a su política hambreadora". Ahora es un diario socialistón
Charo.- (Luego de una interjección de repudio) En fin, mientras manden un fotógrafo mañana...
Marcela.- Ésas son las cosas que le indignan a Miguel. A veces, me exige que renuncie a ese periódico. ¡Oye
-le digo- yo estoy en diagramación, no escribo los editoriales!
Charo.- Pero así es Miguel.- exigente a morir. Con todo lo que estudia y trabaja no ha faltado un solo día al centro
federado, para apoyar en todas las tareas. ¿Dónde está ahora?
Marcela.- ¡Sí! Llega cansadísimo todas las noches, come algo y se acuesta. (Se vuelve hacia la cocina) ¡Huy, ya está
el agua! Me disculpas...
(Marcela sale apresuradamente de escena. Charo queda sentada, hojeando los volantes; luego de un breve
instante, suena el teléfono. Charo contesta.)
Charo.- ¿Aló? (.....) ¡Hola! (.....) Aquí, recogiendo los volantes para mañana. Te la paso (Hace el ademán de
levantarse, pero se detiene) ¿No? (.....) Dime. (Se asombra paulatinamente) ¿Ah, sí? (.....) no, no sabía (.....)
Mándale saludos. Sí. (.....) Chao
(Corta, algo impresionada. Marcela regresa con una tetera humeante. Echa agua en la taza de Charo)
Charo.- (Mirando fijamente a Marcela) Miguel. Dice que Paul no lo deja irse, que lo ha invitado a comer.
(Marcela deja de servir, impactada. Charo no le quita la vista de encima. Marcela se sienta, sin reaccionar.)
Marcela.-No.
Marcela.-Tú no entenderías.
Marcela.- Perdona. Es que... (Prosigue, tímidamente) hay ciertas cosas que es mejor no tocar. No tienen mayor
importancia.
Charo.- Respeto tu silencio. Pero no te voy a negar que me molesta un poco. Parece que no me tuvieras confianza.
Charo.- ¿Qué es, entonces? (Reprimiéndose de inmediato) ¡Huy, perdón! No pregunto más. (Pausa) ¿Vas
mañana?
(Charo y Marcela se despiden con un beso impersonal, algo distantes. Charo se dirige a la puerta llevando los
volantes.)
Marcela.- (Con cierta ansiedad) Miguel y yo hemos hablado muchísimo de eso. Él me contó todo, como era,
qué sentía... fue una etapa de confusión en su vida, es normal. Le pasa a mucha gente
Marcela.- (Sin dejarla hablar) Pero eso ya pasó. Pasó, y es definitivo. Él me quiere. Yo lo quiero. Lo demás no
importa.
Charo.- Claro que no. (Le da, esta vez, un abrazo cariñoso y fraterno) Disculpa, si fui impertinente.
(Charo sale. A Marcela se le borra la sonrisa. Recoge las tazas. Se detiene, queda pensativa)
Secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la marcha de protesta. Los personajes nos revelan la firmeza,
la emoción y miedo de su participación en la marcha. Alberto sobresale como lider. Los gestos son puños en alto,
palmas revolucionarias, consignas a coro y todos corriendo.
ESCENA 7
(La sala está a oscuras. Ingresan Nany y Marcela ayudando a Bernardo, quien camina con dificultad, adolorido y
apoyado en ambas)
(Depositan suavemente a Bernardo sobre un mueble. Nany se inclina a su lado, nerviosa y solícita. Marcela corre a
encender la luz. Bernardo tiene un pañuelo blanco ensangrentado sobre la frente)
Nany.- (Preocupada) ¿Duele mucho? (A Marcela, ante otro quejido de Bernardo) ¿Y si lo llevamos a emergencia?
(Marcela sale rápidamente. Nany le acomoda cuidadosamente a Bernardo la cabeza sobre el mueble)
Nany.- ¡Ay, pobre...! Pero, ¿por qué no corriste cuando se vinieron esos brutos?
(Marcela vuelve con el pañuelo humedecido. Inmediatamente se aplica a limpiar la herida de Bernardo, con la
firmeza inconmovible de una enfermera. Bernardo se queja más aún)
Marcela.-Es una herida superficial (Le pasa el pañuelo a Nany) Te voy a dar una pastilla
(Marcela sale de nuevo. Esta vez, sin tanta prisa. Nany sigue reconfortando a Bernardo, que sólo tiene atención
para su dolor)
Nany.- Agradece que vive cerca y que puede atenderte. No eres el único herido de esta marcha. Ni el más grave.
(Pausa. Nany se sobrecoge. Su rostro se torna reflexivo, su voz suena grave y perturbada)
Nany.- Había un chico tirado en medio de la pista, boca abajo. La gente gritaba, corría y le pasaba por encima...
como si no estuviera ahí, como si no lo vieran. Pero lo veían
(Bernardo mira a Nany, impresionado. Marcela regresa con la pastilla y un vaso de agua, que alcanza a Bernardo.
Escucha a Nany atentamente)
Nany.- Unos policías lo levantaron del suelo. Tenía la camisa empapada en sangre. Su cabeza, sus piernas... le
colgaban. Parecía una marioneta. Lo arrastraron hacia un patrullero y se lo llevaron
(Nany parece muy alterada. Marcela se acerca por detrás y le estrecha un hombro, en ademán solidario.)
Bernardo.- (Excitado) ¿Cómo pudo pasar esto? ¡Sólo queríamos que bajaran las pensiones?
Marcela.-Fue ese grupo que apareció por la avenida, con palos y piedras. No era gente de la universidad
(Charo entra muy alterada y nerviosa. Marcela regresa detrás de ella, un tanto desconcertada.)
Charo.- ¡Puta madre! (A Bernardo y Nany) ¿Ustedes han visto a Igor? ¿Saben dónde está?
Charo.- Nos dispersamos cuando empezaron los balazos. Quedamos en encontrarnos luego, frente a la puerta
dos, pero... ¡no lo he vuelto a ver!
Charo.- Sólo me han dicho que lo vieron caerse en medio de la pista, cuando todos corrían... ¡después, nada!
¡Desapareció! ¿Dónde podrá estar? ¿Tienen idea?
ESCENA 8
(Alberto habla por teléfono mientras termina de abotonarse la camisa que se acaba de cambiar. Su tono y
movimientos son tensos y enérgicos. Detrás de él, está Claudia, echada sobre su cama y fingiendo leer un libro,
aunque es claro que está escuchando la conversación atentamente)
Alberto.- ¿Moción de censura? (.....) Sí, correcto, ¡pero dígale al abogado que es urgente, que tiene que ir de
inmediato! (.....) En la comisaría, sí. (.....) No sé, unos doce o quince. Parece que hay un muerto. (..... ) Por favor.
Lo veo allá. (.....) Le agradezco, diputado. (Cuelga, muy excitado. Se sienta sobre la cama dándole la espalda a
Claudia y empieza a anudarse los pasadores. La ropa que se ha quitado, sucia y arrugada, está tirada en el
suelo. Claudia sigue pretendiendo que lee; pero no puede evitar echarle una mirada sobre el libro, casi
desdeñosa)
Alberto.- (Distante, sin volverse a mirarla) Pon el noticiero más tarde. Así te enteras de lo que pasa en tu
universidad (Claudia lo mira con mucho rencor)
Claudia.- Huevón (Le da la espalda. Alberto deja su pasador, recapacitando. Suspira y se vuelve hacia ella)
Alberto.- Unos senderistas se infiltraron en la marcha y la policía se nos vino encima. ¿Satisfecha? (Claudia
sigue dándole la espalda. Alberto hace un aparente acopio de paciencia) Disculpa. No quiero pelearme contigo.
Alberto.- Es que toda esta situación me tiene muy tenso. (Alberto se cansa de esperar. Se pone de pie, resentido)
Como quieras. (Camina hacia la puerta, acomodándose la ropa) ¡Pero conste que te pedí perdón! (Claudia se
incorpora violentamente sobre la cama)
Claudia.- ¡Huy, chucha... el Príncipe Alberto me pidió perdón! ¡Qué honor, no merezco tanto...! (Alberto se
detiene seco. Oculta su ira tras una fría sonrisa)
Claudia.- ¿Hasta cuándo, Alberto? ¿Cuántas veces más crees que voy a pasar por alto tus insultos?
Claudia.- ¿Te has puesto a pensar en cómo me siento cada vez que me dejas en ridículo delante de tus amigotes?
Alberto.- Eres tú la que se expone al ridículo. Si supieras un poco de qué se habla, no te sentirías así.
Claudia.- ¿Ves? ¡Me estás llamando bruta! ¡Eso es lo que crees que soy... una cojudita que estudia psicología para
educar a tus hijos!
Alberto.- No eres bruta. Pero para ser sincero, no te esfuerzas mucho en demostrarlo.
Alberto.- Me oyes hablar de política todos los días, mañana, tarde y noche, ¿y has aprendido algo? ¿Fuiste a la
marcha siquiera? ¡No, porque nunca te interesas en lo que hago! ¡No preguntas, no te informas, no lees el
periódico...!
Claudia.- ¡Falso! Muchas veces te he preguntado cosas de política, pero tú apenas me respondes... ¡siempre
estás ocupado, siempre tienes que hacer y no puedes perder el tiempo explicándole a la pelotuda de tu
mujercita de qué hablan en el centro federado, por qué hay que ir a esa marcha...!
Alberto.- ¡Tú deberías saberlo! ¿No estudias ahí? No, Claudia, ése no es el problema. Lo que pasa es que a ti la
realidad del país te importa un carajo... ¡siempre te importó un carajo y cuando alguien te lo hace ver, te da
vergüenza! ¿Pero qué haces al respecto? ¡Nada! Sigues ahí tirada, hojeando tu Piaget, comprándole ropita a la
bebe, yendo al cine-club con tus amigas, sumida en tus preocupaciones pequeño-burguesas...
Claudia.- ¿Y qué quieres que haga, si tengo un marido que me ha hecho odiar la política? Cómo te detesto cuando
llenas la casa de barbudos que ni siquiera saben saludar... o cuando me hablas con ese tonito suficiente, de
marxista de suplemento dominical. ¡Pero ni así te creen! ¡Miguel tiene toda la razón!
(Pausa. Los dos se miran, llenos de rabia, hasta que los embarga una sorda melancolía)
Alberto.- (Tratando de sonar calmado) Me disculpas. Hay cosas importantes que atender
(Alberto se da media vuelta y sale. Claudia, muy triste, se reclina sobre la cama, con la mirada perdida)
ESCENA 9
Charo.- La culpa es mía. ¡Él no quería ir a la marcha, no le interesaba! Pero yo tuve que insistir...
Charo.- (Melancólica) Eso es lo que ustedes creen. Pero Igor es como un niño, vive en otro mundo. Ustedes no lo
conocen.
Nany.- ¡Son, Bernardo, son tan amigos! (A Charo) A él no le ha pasado nada, estoy segura.
Charo.- ¿Y cómo sabes? ¡Mira la hora que es! Ya han pasado tres horas y no aparece ¡Nadie lo ha visto, nadie da
razón...!
Nany.- Seguro está en la comisaría, pero no te preocupes. No pueden retenerlo ahí mucho tiempo.
Bernardo.- Pero no... ¿Quién va a creer que Igor es una amenaza para el Estado? (Duda) Aunque Seguridad del
Estado podría creerlo...
Nany.- Pero tú, tranquila. Ahora los sueltan a todos, vas a ver.
(Marcela entra presurosa quitándose de encima una chompa y dejando la cartera sobre un mueble. Los demás se
ponen de pie y la miran expectantes)
Charo.- ¿Y?
(Marcela vacila un instante antes de responder. Opta por hacerlo despreocupadamente, sin darle importancia a lo
que dice, aunque evitando mirar a Charo)
Marcela.-Lo de siempre. Que hay veinte heridos, que hay cien... que hay un muerto, que hay tres...
(La pregunta de Charo produce un momento de silencio y desconcierto, interrumpido por el llamado del timbre.
Marcela corre a abrir)
(Se produce una exclamación de alegría general cuando entran Alberto e Igor, que luce aún muy pálido y
descompuesto. Apenas ve a Charo corre a abrazarla, como un niño abandonado)
Igor.- ¡Gordita!
(Se estrechan en un intenso abrazo, mientras los demás los rodean, atiborrando a Igor de preguntas que él
no responde. El abrazo y los besos de la pareja se van convirtiendo, ante los sorprendidos ojos de sus amigos, en
un beso pasional y descontrolado. Nany, Bernardo, Marcela y Alberto intercambian miradas llenas de asombro y
picardía)
Igor.- ¡No sabes lo que he pasado, casi no lo cuento...! ¡Parecía la escena de las escaleras en "El Acorazado
Potemkim"! ¡He pasado las tres horas más terribles de mi vida!
Charo.- Lo que importa es que estás bien. ¡Cuando me dijeron que había un muerto...!
(Silencio)
Alberto.- A Igor y otros cinco. A los que quedan quieren mandarlos a Seguridad del Estado. Tengo que ir
allá con el abogado.
Alberto.- Nosotros no tenemos la culpa. Una marcha no es un desfile escolar, y eso lo sabe todo el mundo. ¡Qué
se puede hacer, si hay infiltración!
Alberto.- (Haciendo acopio de paciencia) Tú no conoces la situación, Marcela. Estás repitiendo lo que dice
Miguel. Y Miguel ni siquiera se presentó a la marcha, así que hazme el favor
Nany.- (Casi al mismo tiempo que Bernardo) Todos estamos afectados, pero todavía hay cosas que hacer
(Bernardo y Nany asienten. Charo e Igor permanecen abrazados. Alberto, más tranquilo, se acerca a Marcela y le
extiende la mano)
(Miguel y Paul entran muy risueños, en ropa deportiva y haciendo figuras con sus respectivas raquetas.
Descubren, de pronto, al grupo de sus amigos, que los observan anonadados, y se detienen, ingratamente
sorprendidos)
(Miguel trata de reponerse de su impresión. Se acerca a Alberto tratando de ser natural. Marcela lo mira con cara
de pocos amigos.)
(Alberto se dirige hacia la puerta. Se dirige a Miguel con expresión vagamente reprobatoria)
Alberto.- Que te cuente Marcela. Nosotros tenemos que hacer. ¿Te quedas hermano?
Paul.- (Aún confundido) No, no, yo también me voy. Sólo vine a traer a Miguel. (Estira los músculos) ¡Estoy
molido, con tanto raquetazo! (Mira a Bernardo, que también camina hacia la puerta) ¿Y a ti, qué te pasó?
(Se tiran puñetazos de juego, como si fueran colegiales. Paul hace una seña de despedida a Miguel y Marcela
desde la puerta.)
(Marcela le responde con indisimulado desgano. Nany le da un beso a Marcela, le echa una mirada de soslayo a
Miguel, y sale junto a Charo e Igor, todavía recostado sobre ella. El último en irse es Alberto, que mira a Miguel
desde el umbral de la puerta.)
(Sale. Miguel y Marcela permanecen en silencio. Ella lo mira con reproche. Él parece todavía incómodo. Da vueltas
por la habitación, nerviosos, como si esperara que ocurriera algo.)
Miguel.- ¿Sí?
(Telón)
TERCER ACTO
ESCENA 1
El escenario está a oscuras. Entran Nany, Charo, Marcela y Claudia, caminando a tientas y riéndose. Apenas son
distinguibles sus siluetas. Charo las guía con un encendedor.
Claudia.- ¡Guarda...!
Charo.- (A Nany) La luz se va tres de cada cinco noches. Pero estamos preparados.
Claudia.- (Riendo) ¡Claro! Puedes meterte con uno enano y te imaginas que estás con un hombrón. Mi tipo es un
metro noventa.
(Explosión de carcajadas.)
Nany.- Sí. Tengo mi centímetro bajo la almohada. (Más risas) ¡Bueno, menos ja ja ja y más acción! ¿Con qué la
seguimos Charo?
Charo.- ¿Seguro?
Marcela.- ¡No pues, Claudia! ¿Cómo te vas a ir? ¡Con lo difícil que es reunirnos!
Marcela.- ¿Te vas a ir sola, con apagón? Mejor avisa por teléfono.
(Rumor de curiosidad.)
Charo.- ¡Ajá!
(Regresa la luz. Las cuatro aplauden con fervor, lanzan bravos y hurras. La más cambiada de las cuatro es Nany.-
su ropa es llamativa, moderna y sexy; está muy maquillada y fuma y bebe como una experta. Charo viste más
formalmente, estilo ejecutiva, y usa anteojos. Claudia usa jeans y conserva un tono lejanamente hippie en su
arreglo. Marcela es la que parece haber cambiado menos; lleva el pelo recogido)
Charo.- Me voy al Canadá. Una amiga me ha ofrecido un puesto en un centro de estudios sociales, en Toronto. Le
he dicho que sí.
Charo.- Para siempre, no sé... unos años. Aquí ya no se puede trabajar. Los organismos se están yendo del país.
Sendero los está haciendo correr.
Charo.- ¿Y qué gano quedándome? Esto es una bomba de tiempo... y se va a poner peor. Quiero este país, pero
también quiero vivir.
Marcela.- Todos queremos vivir. Pero la solución no es salir corriendo. ¡Eso es lo que quiere el terror, ganarnos
por el miedo! Y si gente como tú, que eres una profesional dedicada a su país, piensa que la única salida es huir...
(Charo no responde)
Charo.- No sé...
Claudia.- Haz lo que mejor te parezca. Tienes todo el derecho... ¡Y si a los demás no les gusta, que se jodan! Es tu
vida, no la de ellos
Claudia.- Si algo aprendí de casada, es que tú eres tú y tu pareja es tu pareja. Durante años me consagré
a la vida de Alberto ¡Ni siquiera ejercía mi profesión! Claro, Alberto creía que mi título era un bonito adorno
para la sala ¿Y para qué quieres trabajar –me decía-, acaso no te alcanza con lo que tenemos?" Mi función
consistía en atender a los senadores que él invitaba a comer y ocuparme de las cosas de Medalí... ¡Porque
el señor estaba muy atareado entrevistando a Alan García en su casa de playa!
Claudia.- Mira, los dos últimos años cambiamos cuatro veces de casa. Él quería algo cada vez mejor, cada vez más
lujoso, más imponente... Nuestra última cama era tan grande que uno se podía pasar diez noches seguidas sin
tropezarse con el otro ni por accidente.
Claudia.- Por eso te digo, Charo.- haz lo que tú creas correcto. No sea que después te arrepientas (Mira su reloj y
se pone de pie presurosa) ¿Ésa es la hora? ¡Me voy!
Nany.- ¡Ayyy!
Claudia.- ¡Las busco la próxima semana! (A Nany) Me tienes que contar más sobre España... (Con acento) y
los españoles.
Marcela.-No quiero regresarme sola. Con esto de las bombas... (Se ríe) mejor reventamos juntas. (Besa a ambas)
Nany.- Vayan, vayan, pero antes quiero hacerles unos obsequios. ¿Qué sabor les apetece más, fresa o naranja?
Claudia.- ¡Fresa!
Claudia.- ¿Y esto...?
(Risas. Claudia y Marcela hacen adiós y salen. Nany y Charo vuelven a sentarse. Breve silencio)
Charo.- Eso parece. ¡Será motivo para vernos más seguido! Podríamos almorzar juntas mañana
Charo.- ¡Caray... qué está pasando con mis amigas! ¡Todas tienen citas clandestinas!
ESCENA 2
(Paul y Miguel hablan por teléfono, desde extremos opuestos del escenario. Paul viste camisa de cuello y corbata;
Miguel, polo y pantalón de buzo, y tiene un biberón en la mano)
Paul.- Imagínate: el sol naranja del crepúsculo encendiendo hogueras en el horizonte, una bandada de gaviotas
surcando el cielo. El rumor de las olas, la fresca brisa y la arena tibia deleitando tus sentidos.
Paul.- Es el momento de zambullirse por última vez. La temperatura es perfecta: el mar te acaricia la piel tostada
por el sol...
Paul.- Mientras el Astro Rey se sumerge ante tus ojos y te baña con una suave resolana.
Paul.- ¡Y toda la playa para nosotros! La casa tiene su zona privada, y nadie va a ir hasta el lunes. ¿Cómo vamos a
desperdiciar esta ocasión?
(Marcela entra a la casa sin ser notada. Permanece en silencio, escuchando la conversación)
Miguel.- No, no me puedes pedir eso. ¡Tengo que preparar un informe de tesis... dos!
Miguel.- ¿Y Marcela? ¿Qué le digo? Prometimos llevar a Raulito donde sus abuelos.
Paul.- ¡Que se queden ahí un par de días! Tú tienes que trabajar, diles que necesitas estar solo, ¡no será la primera
vez!
Paul.- Me decepcionas, Mickey Mouse. Pensé que íbamos a pasar un fin de semana perver, pero... en fin, le diré a
Jean Pierre. Te apuesto que él acepta de inmediato
Miguel.- ¿Jean Pierre? ¡Tú no le tienes miedo al Sida! (Se ríe) No, en serio. Cuídate.
Paul.- Siempre me cuido. Y te cuido. Bueno, que goces con tus abuelos y tus tesis.
(Marcela simula haber entrado recién. Miguel repara en ella y cambia de actitud)
(Miguel corta.)
Marcela.- ¿Bernardo?
Miguel.- Sí. Quiere reunir al grupito del colegio en su casa la próxima semana. Rarísimo, ¿no?
(Marcela asiente con frialdad. Mira a Miguel con rencor contenido, pero mantiene la calma.)
ESCENA 3
Claudia.- Es como una mutilación. Quieres largarte porque sientes que aquí ya no hay esperanza, porque crees
que este país se está yendo a la mierda y no quieres que tus hijos crezcan en medio de tanto dolor, de tanta
violencia... pero al irte, pierdes una parte importante de ti. Algo que nunca vas a encontrar en Canadá, ni en
España...
Claudia.- (Sonríe) Bueno, hay gente a la que no le importan estas cosas, pero no es el caso de Charo. Ella va a
sufrir, si se va
Bernardo.- Yo sí, a pesar de todo. Por lo menos, allá está haciendo algo importante. (Le alcanza la dulcera) ¡Ya
está tu mousse!
Bernardo.- Creo que me ha salido medio aguado... lo batí de nuevo, a ver si cuajaba, pero sólo logré
embarrar la cocina...
Bernardo.- ¿Fabricar y poner vidrios? Eso lo puede hacer cualquiera. Es como hacer empanadas, sólo que sin
harina.
Bernardo.- La empresa la hizo mi papá. Yo sólo administro la herencia. (Se sienta al lado de Claudia, reclina la
cabeza en su regazo; ella le acaricia el pelo) Hará un par de semanas, cuando acababa de mudarme aquí, me pasó
algo muy curioso. Descubrí en el desorden de la mudanza una caja llena de recuerdos del colegio: cuadernos,
revistas, fotos... me puse a revisar todo, como dos horas seguidas. Ahí estaba yo con mis amigos, tal como éramos
de chicos, y pensé: ahora Paul es diplomático; Alberto es periodista; Miguel, catedrático; Igor siempre quiso
escribir...
Bernardo.- ¡Pero escribe! Cada uno de ellos sabía muy bien lo que quería y, de algún modo, lo está logrando. En
cambio yo, sigo tratando de encontrarle un sentido a lo que hago. Y no lo consigo.
Bernardo.- (Con melancolía) Gracias a los terrucos. Cuando empezaron los coches- bomba, mis ventas se
multiplicaron. ¡Gran mérito enriquecerse con la desgracia ajena!
Bernardo.- ¡Sí, lo hago! Pero aun así, falta algo... algo que me ayude a sentirme... verdaderamente
realizado, no sé...
Claudia.- ¡Ciérralos!
(Claudia obedece. Bernardo saca de un bolsillo una cajita. Se la pone en la mano a ella)
(Claudia abre la cajita, muy contenta. Saca un par de aretes muy finos)
Bernardo.- Temía que no te gustaran. Tú te cuelgas cosas raras de las orejas: tubitos, monedas, muñequitos...
Claudia.- (Riendo) ¡Sí! Alberto siempre me decía que yo no usaba aretes, sino llaveros.
Bernardo.- ¿Por qué tanto misterio? ¡Que sepa de una vez que estás conmigo! Ustedes están separados desde
hace meses... tienes derecho a hacer tu vida.
Claudia.- Ya conoces a Alberto. Esto no le va a gustar. Ten un poco de paciencia, yo voy a encontrar el momento
oportuno para decírselo. No me conviene tenerlo de enemigo.
Bernardo.- A mí tampoco. Lo he invitado aquí la próxima semana y preferiría que él ya lo supiera. Si no, sería muy
incómodo.
Claudia.- Esperemos un poco, por favor. Te prometo que no pasa de este mes. ¿Sí?
Claudia.- (Animada) ¡Yo también tengo algo para ti! Cierra los ojos. (Bernardo obedece; Claudia toma su cartera y
la abre) ¿Qué sabor te gusta más, fresa o naranja?
ESCENA 4.
(Alberto, en elegante terno oscuro, conduce su programa televisivo en un extremo del escenario. Habla con
mucha seguridad y cierta afectación. Al otro lado está Igor, viendo la tele en ropa de dormir. Tiene un vaso de
whisky en la mano)
Alberto.- (A cámara) Los días gloriosos del gobierno aprista parecen un borroso recuerdo después del terrible
"paquetazo" de esta semana. Los mercados están desabastecidos y hay largas colas de angustiadas amas de casa
que pugnan por una bolsita de aceite y un poco de arroz. Las medicinas están por las nubes y hasta los siempre
concurridos bares lucen hoy desiertos
Alberto.- Pero el mayor beneficiario de esta crisis es, qué duda cabe, Mario Vargas Llosa. Apologista de esa
economía de mercado que impulsara el desarrollo de Chile o los cuatro tigres del Asia, el novelista
aparece como el sucesor indiscutible del hoy alicaído cantante de ópera y rancheras. El pensamiento liberal y
el realismo económico tendrán, al parecer, su oportunidad histórica en el Perú de los noventa. Volvemos después
de estos mensajes. (Adopta una sonrisa televisiva)
Igor.- ¡Este Fujimori cada día está más cabrón...! ¿Cuánto le pagarán por decir tantas cojudeces?
Igor.- ¡Es que me indigna! ¿Cómo puede aceptar un trabajo tan reaccionario? ¡Yo me moriría de vergüenza!
Charo.- ¿Estás seguro? Escribir "La página del gourmet" tampoco suena muy mariateguista que digamos...
Igor.- ¡Qué golpe tan bajo...! Sabes que lo hago con un profundo desprecio. ¡Sólo porque necesito lo que pagan!
Charo.- Claro. Imagino cuánto debes sufrir frente a esos filet mignons...
Igor.- (Se toma un largo trago) No tendría quere bajarme tanto, si pudiera dedicarme sólo a escribir... ¡pero no se
puede vivir de eso en este país de mierda, tal como está...!
Charo.- Claro. Y tienes que esperar a que "este país de mierda" cambie para poder dedicarte a escribir
Igor.- (Toma una botella y se sirve otro vaso) No me entiendes. Nunca me entendiste
(Charo lo mira un instante en silencio. Igor parece herido. Ella se acerca a él, como arrepentida, le quita el vaso de
la mano y lo pone a un lado.)
Charo.- Ven conmigo, Igor. Aunque sea para ver qué pasa.
Charo.- ¿Pero por qué no? ¿Qué te impide ir? ¡Odias tu trabajo, y allá... no tienes que hacer nada, sólo escribir!
Voy a ganar bien
Igor.- Un escritor necesita tener contacto con su realidad. ¿De qué voy a escribir en Canadá? ¿De la Policía
Montada?
Charo.- Parto el miércoles. Te hice una reservación en mi vuelo. Desearía que la usaras. Pero si no...
(Igor no responde. Toma el vaso de whisky y lo mira un momento. Luego mira a Charo. Bebe. Charo,
decepcionada, sale de escena. Igor acaba el vaso en dos tragos largos. Se sienta y mira al vacío)
ESCENA 5.
CAFÉ - DÍA
Alberto y Claudia toman café en una mesa. Alberto luce fina ropa sport; Claudia lleva puestos los aretes que le
regaló Bernardo. Ella se divierte leyéndole una revista de espectáculos; él la escucha con una sonrisa de bochorno.
Claudia.- "El periodista más churro de la televisión ha recibido más de una oferta para actuar en telenovelas. 'Pero
no me considero un galán ni nada parecido', nos confesó el conductor de Punto."
Alberto.- (Tapándose la cara) ¿Yo dije eso? ¡Qué horror...!
Claudia.- "'No me interesa la actuación, aunque para entrevistar a tanto político se necesita tener algo de actor',
añadió antes de abordar su Mitsubishi rojo y desaparecer por la calle como un rayo". ¡Guuauu! Impresionante.
Claudia.- Al contrario, te felicito. Veo que cada día te va mejor. ¿No es lo que querías?
Claudia.- ¡Cierto! Todavía falta que te lancen para diputado. Pero ten paciencia.
Alberto.- Estoy hablando en serio. Si quieres oír la verdad, no estoy nada contento. Me siento muy solo y...
extraño tantas cosas...
Claudia.- Alberto, no quiero tener que recordarte que habíamos quedado en que yo veía la educación de mi hija, y
que tú...
Alberto.- (Interrumpiéndola) Ya, está bien, no vamos a pelear por eso. Si te parece que hay que cambiarla,
cámbiala
Alberto.- ¿Y esto?
Alberto.- Yo no soy el imbécil que pintan en esas revistas, Claudia. Soy un hombre que está sufriendo, porque le
han quitado lo que más quiere
Alberto.- ¡Escúchame un momento, por favor! Yo reconozco que he sido muy injusto contigo... que no te he
dado el lugar que te merecías,.. Que no me he ocupado de mi hija. Fui un tonto, ¡estaba tan obsesionado con mi
trabajo, que no veía que eso me iba alejando de ustedes! He tenido que estar sólo para entender lo mucho que
me importa mi familia, cuánto las necesito a ambas. Démonos otra oportunidad, Claudia. Creo que la merecemos.
Alberto.- ¿Pero por qué no? ¿Qué más tengo que decirte?
Claudia.- Nada. Yo te quise mucho, Alberto. Fui tu mujer durante siete años, te di una hija y guardo muy buenos
recuerdos de ti. Pero eso es el pasado. Ya no me interesas como hombre, no puedo verte así. Lo que
más deseo es que seas mi mejor amigo (Silencio. Alberto asiente, entristecido. Enciende un cigarrillo, le da una
pitada y le dirige una áspera mirada a Claudia)
Claudia.- ¿A quién?
Claudia.- (Sonríe, altiva) Lo dijiste. Me decepcionas, Albertito. (Se levanta y se pone la cartera al hombro) Un buen
entrevistador nunca pierde los papeles.
Claudia.- Claro que sí. Y entonces tendrás que admitir que mis gustos han mejorado.
ESCENA 6
(Bernardo está sentado en un sofá de la sala, hojeando un libro de Educación. Lo deja a un lado cuando entra
Nany, trayendo una bandeja con una tacita de café, azúcar y leche. Su ropa es muy sexy)
Bernardo.- ¡Hmmmm! Qué bien huele este café. Un broche de oro para un excelente café
Nany.- Gracias.
Nany.- No cocinaba; aprendí en Madrid. Me enseñó un vasco con el que viví algunos meses.
Nany.- No, ése era catalán. ¿Te importa si...? (Se quita los zapatos)
(Nany se afloja la falda y cruza las piernas sobre la mesita de centro, exhibiendo los muslos provocativamente.
Bernardo sorbe su café algo inquieto)
Nany.- Hay días en que no soporto la ropa. En verano, ando desnuda todo el día. (Sonríe) Dentro de casa, se
entiende.
Nany.- (Recordando) ¡Ah! (Toma una cajita que está sobre la mesa) ¿Te apetece un porro?
Nany.- ¡Un troncho! (Saca un pitillo) No sabes cómo me relaja a media tarde.
Nany.- ¿Tan...?
(Nany se reclina sobre Bernardo. Toma las manos de él y las coloca sobre sus sienes.)
Nany.- Presióname aquí, por favor. Me encanta que me hagan masajes en la cabeza.
Bernardo.- (Disimulando su incomodidad) He estado pensando en eso últimamente. En cómo hemos cambiado
todos. Siento que mi vida es la única que sigue casi igual y no sé por qué.
Nany.- Puede que estés exagerando. Tal vez, sí has cambiado; pero no te das cuenta. (Coloca las manos de él en
su nuca) Aquí, por favor. Yo te veo mejor que nunca (Emite un gritito de gozo)
Bernardo.- ¿Sí?
Nany.- Te lo juro. Y tampoco es que yo haya cambiado tanto. Hay cosas de mí que se mantienen.
Nany.- Mis gustos, mis pasiones... aunque te parezca increíble, en todo este tiempo no he hecho más que pensar
en una sola persona.
Bernardo.- ¿En serio? (Nany asiente) ¡Mira, pues! No voy a preguntarte quién es esa persona, porque eso es
algo muy priv...
Nany.- ¡Tú!
(Nany se abalanza sobre Bernardo y le da un beso largo e impetuoso. Él intenta separase tímidamente.)
Nany.- ¡Calla!
(Nany lo estrecha nuevamente y le estampa otro jugoso beso. Bernardo sigue resistiéndose, hasta que, por fin,
logra separarse de ella. Se pone de pie y se aleja del sofá, conmocionado.)
Bernardo.- Es que...
(Nany le da la espalda, dolida, y se reclina sobre el sofá. Bernardo reflexiona un momento, se acerca al sofá y se
sienta al lado de ella.)
Nany.- ¿Me vas a decir que en todo este tiempo nunca te diste cuenta de que se me caía la baba por ti?
Bernardo.- Muy bien. Tal vez sí me di cuenta. Pero no quise darme por enterado.
Bernardo.- (Tomándole la mano) Porque tú eres mi hermana. Mi mejor amiga, la que más quise siempre. Y
no quería que nada estropeara eso.
Nany.- (Irónica) ¡"Mi mejor amiga"! No sigas que voy a llorar de la emoción.
Bernardo.- No estoy diciendo que nunca hubieras podido gustarme de otra forma. Pero... las cosas no se dieron
así.
Bernardo.- Tal vez. ¿Por qué no? Cuando uno quiere que algo pase, tienes que hacer que pase. Y tú siempre fuiste
muy pasiva con respecto a mí. Si hubieras sido... alguito más mandada.
Nany.- (Asiente, resentida) ¡O sea que encima, todo esto me lo merezco por cojuda!
(Nany mira a Bernardo con rencor durante unos segundos. De pronto, empieza a reír, contagiando su risa a
Bernardo. Ríen de buena gana un momento)
Nany.- ¿Estás con alguien? (Bernardo asiente) ¿Es algo serio? (Bernardo vuelve a asentir) La buena de Nany,
siempre llegando tarde. ¡Tendría que haberlo sabido! Soy una bestia, tienes razón.
Bernardo.- Sólo puedo decirte lo que siempre me repetía alguien a quien quiero mucho: "no te deprimas por
gente..."
ESCENA 7.
(Paul está de pie ante Marcela, algo sorprendido. Marcela luce muy seria)
(Paul le da un beso en la mejilla, pero ella no le corresponde.) Marcela.- Necesito hablar contigo. ¿Se puede?
Paul.- Claro... (Fuerza una sonrisa amistosa) pasa. Siéntate, por favor
Paul.- No, no. Sólo un almuerzo en la embajada del Brasil, (mira su reloj) pero eso es más tarde.
(Marcela saca un cigarrillo de su cartera, lo enciende. Se dirige a Paul con frialdad, sin apenas mirarlo)
Marcela.- Me tiene sin cuidado lo que hayas querido o no. No te estoy juzgando, ni soy quién para hacerlo.
Únicamente te exijo que dejes en paz a Miguel. Él tiene una familia, un hijo y una buena carrera en la
Universidad. ¿Has pensado que tú puedes echárselo todo a perder?
Paul.- ¿Qué le hago yo? ¿Piensas que soy un depravado y que Miguel es mi pobre víctima? Creo que no lo
conoces.
Marcela.-Siempre has influido sobre Miguel. Él estaba muy tranquilo hasta que tú...
Paul.- ¡Yo no le hago ningún daño! Al contrario, él me necesita. Por lo menos, tanto como a ti.
Paul.- ¡Es que yo lo acepto tal como es! ¿Lo haces tú? ¿Acaso lo conoces bien? ¿Sabes de veras qué siente, qué
piensa, qué necesita...?
Paul.- ¡Pregúntaselo! ¿Por qué no lo haces? ¿Por qué no le preguntas quién soy yo para él?
Paul.- ¡Entonces, no me digas que yo le hago daño porque es mentira! ¡Nadie lo entiende mejor que yo!
Marcela.- ¿Y quieres que lo grite? (Se pone de pie) Puedo abrir la puerta y gritarlo, ahora mismo. (Alza la voz)
¡Paul Pflucker y mi marido son amantes!
Marcela.- ¿Si es algo tan bueno, por qué no puede decirse en voz alta?
(Silencio. Paul parece muy contrariado. Marcela lo observa, expectante. Paul asiente resignadamente.)
Marcela.-Te lo agradezco.
Paul.- No. No lo hagas. (Paul se pone de pie y mira a Marcela con firmeza) Pero escúchame bien: si alguna vez él
viniera a buscarme, no voy a rechazarlo.
ESCENA 8
(Charo termina de guardar algunas cosas en un maletín. A sus pies, hay una maleta grande, ya hecha. Toma un
objeto, lo contempla con tristeza y lo guarda. Entra Igor, con un vaso de whisky en la mano. Observa a Charo con
forzada indiferencia)
Igor.- ¿A que no adivinas quién llamó hoy a la revista? (Charo sigue guardando sus cosas, como si no lo escuchara)
Bernardo. Quiere que vaya a su casa el fin de semana. También ha invitado a Miguel, ¡y hasta a Alberto! ¿No te
parece raro? No nos vemos hace siglos, y así de repente...
(Silencio. Charo lo mira con un gesto de decepción y vuelve a lo suyo. Igor sigue mirándola desde cierta distancia.)
Charo.- ¿Importa?
Igor.- Permíteme recordarte, Charo, que ésta ha sido una decisión enteramente tuya. Si te vas, es porque así lo
has querido... ¡y no esperes que ahora yo me ponga a llorar!
Charo.- ¿Llorar, tú? (Sonríe con ironía) Eso sería demasiado humano.
Igor.- Por otro lado, reconozco tu derecho a hacer con tu vida lo que se te antoje. Ése siempre fue nuestro trato:
respetar la libertad del otro.
Charo.- Yo también cumplí. Nunca me opuse a que abandonaras la literatura para dedicarte a alabar las
virtudes de la chuleta.
Igor.- ¿Tú me acusas a mí de abandonar algo...? ¡Tú que estás huyendo, porque no tienes el coraje de quedarte en
tu país...!
Charo.- También se necesita coraje para irse. Y tú lo sabes mejor que nadie.
(Charo cierra su maletín. Igor queda pensativo, toma un trago. Charo se acerca a él en actitud más abierta.)
Charo.- No me voy de vacaciones a Miami. Voy a abrirme paso, a crecer... a encontrar ese espacio que aquí ya no
tengo. No estoy huyendo, Igor. Estoy buscando algo.
Charo.- ¿Para qué? ¿Para no publicar ni una página que valga la pena? (Igor no responde) Tú sabes por qué no
quieres ir. No es amor al país. Es miedo a quedarte sin pretextos para no escribir ¡porque allá no te quedaría
otra! Sé honesto, Igor... ¿Si éste país te inspira tanto, cómo es que hasta ahora no has producido nada?
Igor.- Para tu información, mi querida Charo, Raymond Chandler publicó sus relatos a los treinta y nueve años.
Charo.- (Ríe amargamente) ¡No me digas! Cada día se te achica la lista de escritores ¡Como ya no puede ser
Faulkner ni García Márquez, me sales con el tal Chandler, que te da diez años más de plazo!
Charo.- Sí. Creí (Silencio. Ambos quedan cabizbajos. Charo se aproxima más. Hasta quedar frente a él) ¿Por qué
tienes que ser genial? ¿Importa tanto? (Breve pausa) Mira, si quieres venir conmigo, todavía puedo… (Suena el
timbre)
Igor.-(Muy indiferente) Ya llegó el taxi por ti. Te acompañaría al aeropuerto, pero... prefiero que nos separemos
aquí. Las despedidas son una mierda
Charo.- Adiós, Igor (Le hace un gesto de despedida) Que tengas mucha suerte. Y escríbeme (Charo sale. Igor
queda solo un momento. Se termina el whisky y se deja caer sobre un asiento. Llora)
.
ESCENA 9
Miguel está sentado con expresión muy seria. Entra Marcela, algo agitada, con una bolsa repleta de víveres.
Marcela.- ¡Uuufff...! No sabes lo que son las tiendas... ¡Todo el mundo peleándose los víveres porque parece que
se viene otro paquetazo! Doscientos por ciento en un mes. ¡Y el dólar disparándose a quinientos intis! Yo no sé
hasta cuándo vamos a aguantar, si ya hay gente que no tiene ni para el pan...
Marcela.-Hay muchas cosas que tú tampoco debiste hacer. Pero las hiciste.
Marcela.- Porque ya estoy harta de soportar esto como una imbécil. ¿Para qué voy a hablar contigo? ¿Para que
me vuelvas a llorar, para que me vuelvas a prometer lo que nunca cumples?
Marcela.- (Alzando la voz) ¡Me cansé de esperar! Y si tú no tienes el valor de cortar por lo sano, voy yo y lo hago.
Miguel.- (Culposo) Tienes razón. Te he vuelto a fallar. Pero esta vez será diferente: no voy a prometerte nada.
Nunca más.
Marcela.- (Indignada) Miguel... entonces, todo este tiempo... ¡me has estado engañando!
Marcela.- ¡Ahora te acuerdas de tu hijo! Y dime, ¿piensas en él cuando estás con Paul? ¿Te has puesto a pensar en
las cosas que va a oír sobre su padre...?
(Marcela se queda pensativa, casi abrumada, en un rincón. Miguel se acerca a ella más calmado.)
Miguel.- No lo sé.
Marcela.- (Muy triste) Si alguien me hubiera dicho que todo iba a terminar así, no hubiera tenido un hijo.
¿No piensas en Raulito?
Marcela.- Demuéstralo. ¡Haz un sacrificio, por nosotros! (Se dirige a él, casi suplicante) No eches todo a perder,
Miguel... yo puedo tratar de entenderte. Tal vez si... si empezáramos todo de nuevo... ¡yo sé que podemos ser
felices, estoy segura...!
Marcela.- (Impaciente) Pero ¿te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¡Es demasiado!
(Ambos se miran las caras un instante. Luego se estrechan en un abrazo muy fuerte, llenos de tristeza)
ESCENA 10.
(Bernardo, Miguel, Alberto e Igor se divierten mirando e intercambiando viejas fotografías. Sobre una mesita, hay
vasos y botellas de cerveza y whisky)
Alberto.- (Se ríe) ¡Burro Blanco... qué será de ese animal! ¿Seguirá enseñando?
Alberto.- ¡Un día, casi lo matamos! ¿Te acuerdas de esa última clase?
Bernardo.- (Remedando el tono autosuficiente de Burro Blanco) "¿Qué les pasa... tienen algo contra mí,
me odian? Sean más hombrecitos: ¿por qué no se atreven a expresar su agresividad?" (Se ríe) ¡Todo
psicológico, el huevón...!
Igor.- Sí, superadísimo. (Lo imita a la perfección, ante las risas de los demás) "Vamos, ¿qué esperan?
¡Desahóguense, pues! (Mueve los brazos) ¡Desahóguense, desahóguense!"
Alberto.- Y de pronto, ¡plooof! ¡Le cae una papa rellena en pleno saco!
Bernardo.- ¡Ése fue el salvaje del Gino, que traía unas loncheras más poderosas...!
Miguel.- Pobre Burro Blanco... ¡Creyó que nos íbamos a quedar calladitos!
Alberto.- ¡El muy bestia no calculó que era el último día de clases… ya no nos podía hacer nada!
Alberto.- Ayayay... qué época maravillosa, el colegio. Creo que nunca me he divertido tanto en mi vida. No sé si a
ustedes les pasará lo mismo, pero a mí, cada vez que me acuerdo del colegio, me entra como una... una
emoción...
Igor.- (Sombrío) Recordar es triste. Uno casi siempre descubre que lo que más le gustaba ya no existe. (Seca su
trago)
Bernardo.- (Complacido) Qué bueno, porque tengo algo que te va a hacer recordar más todavía.
Miguel.- ¿La sorpresa que nos dijiste?
Bernardo.- Sí. Una foto de nuestras conciencias. De cómo éramos hace diez años (Igor, Alberto y Miguel se miran,
intrigados; Bernardo sobreactúa su misterio. Saca de su bolsillo un papelito viejo y amarillento. Lo desdobla)
Escuchen: (lee con voz solemne) "Los abajo firmantes, futuros profesionales Alberto Pflucker, Bernardo Manrique,
Igor Rada y Miguel Bermúdez, se comprometen hoy, 8 de diciembre de 1978, a las diez y cincuenta y dos horas de
la noche..."
Bernardo.- "...en obediencia a sus valores y principios, a hacer algo para que el Perú sea un país más justo."
Siguen nuestras firmas
Igor.- (Sirviéndoseotro whisky) Puede ser. Uno hace tantas idioteces de muchacho...
Bernardo.- ¿No te acuerdas? Dijiste que yo debía estar detrás de todos, para que nadie traicione su compromiso.
Igor.- (Recordando) ¿Sí, no? (Mira a todos) Parece que no hiciste muy bien tu trabajo.
(Bernardo y Miguel parecen un poco desconcertados ante Igor. Pero ya Alberto celebra su ocurrencia riéndose.)
Igor.- ¿Qué?
Alberto.- ¡Qué injusto! Las cosas no son así. Yo no me considero un fracaso. ¿Tú, Miguel?
Bernardo.- ¡Por favor...! Yo los admiro. ¡En serio! Alberto, tú tienes un futuro increíble en la televisión...
Bernardo.- (Ignorándolo) Y tú Miguel, ya estás enseñando en una universidad. Igor, tú... tú... (Bernardo
vacila. Igor fuerza una sonrisa)
Bernardo.- ¡Pero vas a publicar, estoy seguro! Ustedes no pueden hablar de fracaso... ¡no tiene derecho! Porque
si ustedes hubieran fallado, ¿qué me quedaría a mí?
Igor.- Sí, la tuya. Siempre fuiste el más transparente de nosotros, Bernardito. (Se ríe)
Miguel.- Pero, ¿qué hemos hecho, en verdad? ¿Qué... además de estudiar, trabajar, casarnos, tener
hijos...?
Igor.- ¿Separarnos?
Alberto.- ¡Huy, no! ¡Esto ya es para llorar! Un poco de lucidez, por favor. Los años cambian a la gente. Esto no es
bueno ni malo: simplemente es así. Nosotros tuvimos ciertos ideales cuando éramos más jóvenes. ¡Algo normal,
es una etapa de la vida! Creímos en algo, luchamos por algo, pusimos todo nuestro empeño en hacerlo realidad.
Pero el tiempo pasa, el mundo evoluciona y llega el momento de dejarle la posta a los más jóvenes.
Igor.- ¡Qué interesante lo que estoy oyendo! Así que los ideales de cambio son una cosa de la adolescencia, algo
así como la música disco o el acné. Ya hasta me dieron ganas de ir al baño. (Se pone de pie)
(Sale Igor.)
Alberto.- ¡No pues, no me entienden...! Lo importante no es lo que uno hace, sino lo que uno es.
Alberto.- Un ejemplo: supón que mis ideas y las tuyas sean opuestas. Tú te has metido a la ultraizquierda y yo soy
un senador liberal. Podemos discutir, enfrentarnos... ¡pero, en el fondo de nuestro corazón, somos amigos!
Porque hay muchas cosas que nos unen: recuerdos, conversaciones, experiencias... ¡todo un pasado! Y no me
importa lo que hagas con tu vida: tu amistad es lo más valioso para mí, y eso nada lo podrá cambiar.
Bernardo.- ¿Qué?
Miguel.- Que ya tengamos que mirar fotos para recordar quiénes éramos.
Alberto.- ¡Qué melodramático! Bueno, ¡salud! Antes de que Igor se acabe todo el trago.
Igor.- Casi piso esto en tu dormitorio. Debe ser de alguna amiguita tuya.
(Alberto se lo alcanza, pero antes de que Bernardo pueda tomarlo, lo retira súbitamente.)
Alberto.- (Alzando la voz) Estoy hablando con él. Es de ella, ¿sí o no?
Alberto.- Así que eras tú... ¡tú, nada menos! Y encima tienes el descaro de invitarme aquí mismo, como si nada...
(Alberto se abalanza descontrolado sobre Bernardo y logra atinarle un manazo que lo arroja por el suelo.
Miguel e Igor lo sujetan entre gritos desordenados)
(Alberto se contiene, jadeante. Mira a Bernardo, todavía en el suelo. La rabia desaparece de su expresión: ahora
luce triste)
Alberto.- (Amargamente) Gran amigo... (Se da media vuelta, recoge su saco y sale. Miguel ayuda a Bernardo a
levantarse.)
(Los tres se sientas y permanecen un momento en silencio, incómodos, sin saber qué decirse.)
Miguel.- ¿Cómo?
(Los tres vuelven a mirar e intercambiar fotos. Miguel sonríe ante una. Se la muestra a Bernardo.)
ESCENA 11.
FIESTA - NOCHE
(Se repite exactamente la secuencia de imágenes que resume el desarrollo de la fiesta de promoción, en el mismo
orden y al mismo ritmo que en el primer acto, sobre el tema “Holiday” de los Bee Gees. Las parejas bailan, se
intercambian, juegan entre ellas. Los gestos y actitudes de cada personaje son significativos, nos revelan sus
conflictos personales. Claudia coquetea con Alberto, frente a la mirada inocente de Bernardo; Paul baila con Nany
sin dejar de mirar a Miguel; Nany no le quita los ojos de encima a Bernardo; Marcela goza bailando mientras
Charo pierde el ritmo. Todas las parejas salen. Sigue la música. Las cuatro parejas están en la entrada de la casa de
Igor, llamando a la puerta con insistencia. Una luz se enciende y aparece Igor, despeinado y con mala cara; viste
un pijama estampado, va a la puerta. La acción se congela. Sigue la música. Telón)
FIN