El Nuevo Pivote Geopolítico de La Historia 33
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notados por los más prestigiados analistas de los medios a los que se ha
venido prestando, sin embargo, una atención escasa o nula en los círculos
políticos de la América Latina. Las asimetrías, diferencias y desigualdades
tienden, según han advertido Castells y Ramonet a polarizar las poblaciones
entre "interactuantes" capaces de seleccionar sus circuitos de comunicación
multidireccionales, e "interactuados" o consumidores pasivos de información,
de recreación y de cultura a los que se proporciona un número cada vez más
restringido y de más baja calidad de opciones pre empaquetadas. La
polarización se da en ambas direcciones: la que crea una brecha cada vez
mayor entre las elites económicas y la mayoría empobrecida de los países
subdesarrollados de nuestra región y la que reproduce esa misma brecha entre
esas mismas elites y los consumidores de los centros hegemónicos.
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apéndice
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PANORAMA INTERNACIONAL
LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO
El episodio del avión espía estadounidense en cielo chino confirma la tentación
de Bush por hallar un nuevo demonio ¿China calza en ese ropaje, preocupada
como está por sumarse a la globalización?
Una conclusión inicial fue que China es, entre los potenciales adversarios del
futuro, el que más posibilidades tiene de convertirse en enemigo militar de
Estados Unidos y de medir sus armas contra las norteamericanas en una
guerra abierta o algún otro conflicto bélico más limitado. Rusia quedó relegada
en esta nómina de oscura aspiración profética. Rumsfeld también le anticipó a
su jefe que en su informe hallaría recomendaciones para que el aparato militar
norteamericano se estructure pensando cada vez más en el espacio geopolítico
definido como Asia-Pacífico, lo cual, entre otras cosas, supondría aumentar y
modernizar el arsenal misilístico de largo alcance.
Este enfoque no es nuevo; forma parte del ya largo e inconcluso debate que
intenta despejar el enorme interrogante de seguridad que le dejó a la principal
potencia militar del planeta la evaporación de la Unión Soviética, su oponente
tradicional. La idea de transformar a China, el país más populoso con 1.300
millones de habitantes y una economía gigantesca (990.000 millones de
dólares de producto bruto medido a valores de mercado), en el nuevo demonio
del escenario internacional es una tentación fuerte. Ayuda a justificar cualquier
circuito nuevo de la eterna carrera armamentista entre grandes potencias que
se desee correr. Y la nueva administración republicana parece querer correrlos
todos y algunos más.
Sin embargo, no hay aun consenso sobre esta tentación. Muchos expertos
piensan que jugar a la tensión con el coloso asiático es un pasatiempo inútil.
Un país que en las últimas dos décadas quintuplicó el tamaño de su economía
y se ha propuesto duplicarlo para el 2010 es, como guerrero cercano y posible,
poco creíble. Dejen, dicen esos conocedores, que sus líderes lleven a China a
la Organización Mundial de Comercio (OMC) y esperen a que el capitalismo
realice las maravillas de sensatez colectiva que suele atribuírsele. Aun cuando
la crisis del avión espía comenzaba, esta semana, a ganar intensidad, el
presidente chino Jiang Zemin advirtió que no debía olvidarse el contexto en que
se registraba: la prioridad sigue siendo, recordó, preservar la relación con
Washington.
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Pero los chinos aportan su propio fogoneo a esta pira intelectual. Aun cuando
la lógica de la reforma económica los obligó a redimensionar su propio sistema
militar, Beijing tiene todavía el mayor ejército activo del mundo (tres millones de
hombres en armas). Desde 1991, cuando la Guerra del Golfo les ofreció prueba
viva del poderío bélico de Estados Unidos y de la propia obsolescencia de su
patrimonio militar, China ha gastado miles de millones de dólares en la
modernización de su arsenal. Apenas el mes pasado, cuando inauguró las
sesiones del Congreso del Pueblo, el parlamento chino, Jiang presentó un
presupuesto que contempla un 17.7% de aumento en el gasto militar,
porcentual de incremento aun mayor que el de 1997 (13%), considerado récord
para la década. Y por cierto está el problema de la "provincia rebelde" de
Taiwán sobre la que Beijing advierte con cíclica regularidad que no esperará
eternamente a que se reintegre pacíficamente al territorio nacional. Antes que
después, insiste, no dudará en emplear la fuerza para recuperar la isla si no le
dejan alternativa.
Parece demasiado para arriesgar por una palabra, que es de lo que se trata el
presente problema. El avión norteamericano EP-3 que aterrizó en emergencia
—tras chocar en el aire con un avión de combate chino— en suelo de la
República Popular está retenido a la espera de que Washington satisfaga la
demanda de Beijing: una "disculpa" formal y plena. Bush sólo ofrece
"condolencias" y hasta planteó un auténtico imposible: que los chinos se
abstuvieran de inspeccionar el avión.
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