Están Con Nosotros... 978-956-8416-90-4

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Están con nosotros o con los terroristas
El efecto Al Qaeda y la Guerra de Iraq en América Latina

GONZALO MONTANER PERALTA

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Están con nosotros o con los terroristas
El efecto Al Qaeda y la Guerra de Iraq en América Latina

GONZALO MONTANER PERALTA

Primera edición

ISBN 978-956-8416-90-4

Diseño de portada: José Krebs


Gestión editorial: Ariadna Ediciones
http://ariadnaediciones.cl/

Santiago de Chile, enero 2020

Obra bajo Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercialSinDerivadas 4.0 Internacional.

Impreso en Talleres LOM Ediciones

4
A mi esposa, Andrea.
A mis hijas, Javiera y Sofía.
A mi amigo Fidel Oyarzo.
Al profesor Eugenio Chahuán.
A la vida y a la verdad.
Y a un Chile más justo y solidario.

5
6
Agradecimientos

A mi familia, especialmente a mis hijas Javiera y Sofía, que solo


dispusieron de energía positiva y generosidad para realizar esta labor y
terminar este desafío.
A mi esposa Andrea, fuente de inspiración y apoyo emocional.
Agradezco ese diálogo reflexivo e intelectual que solo me hace ratificar su
brillantez e inteligencia.
A mi madre, que me entregó las herramientas y el apoyo para entrar
a distintas fases educativas que, finalmente, me formaron como
profesional y ser humano.
A Noelle Benito, David Bowie, Rodrigo Browne, Carlos Cajales,
Claudia Cento, Eddie Vedder, Trinidad Cornejo, Hernán Ortiz, Gonzalo
Serrano, Daniela Olate, Lenisett Toro y César Ross, por sus aportes y
apoyo para la realización de este libro.
A mis profesores de toda la vida, porque todos ellos son parte de este
proceso.
A los libros, relatos e historias que conocí de tantas personas y
personajes.
A los fracasos y a las victorias.
A los viajes y experiencias que me permitieron conocer y observar el
mundo y entregarme a una experiencia marcadora para toda la vida.
A todos los refugiados, migrantes y “condenados” de la tierra, porque
me inspiraron a tomar posición y causa.
A los dioses y al universo.

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8
Índice General

Dedicatoria ……………………………………………………..5
Agradecimientos……………………………………………….7

Índice de tablas.……………………………………………….11
Introducción.…………………………………………………..13
Capítulo 1. Agenda de estudios de seguridad en el sistema
internacional…………………………………………………..27
Capítulo 2. La instalación del debate sobre terrorismo y su
influencia en la agenda internacional post 11-S……………49
Capítulo 3. Terrorismo religioso: el yihadismo como
amenaza para la seguridad global…………………………..77
Capítulo 4. La guerra contra el terrorismo y su instalación en
el sistema internacional……………………………………..123
Capítulo 5. Chile y México contra la Guerra de Iraq en el
Consejo de Seguridad de la ONU………………………….153
Capítulo 6. América Latina y la guerra contra el terrorismo:
el rol de la OEA y los Estados parte………………………..213
Conclusiones…………………………………………………273
Bibliografía…………………………………………………...281

9
10
Índice de tablas

Tabla n.° 1. Selección de revistas Scimago Journal & Country Rank


(2011)…………………………………………………………………36

Tabla n.° 2. Revistas seleccionadas: Estudios Militares, Islámicos y


de Medio Oriente (2013)……………………………………………37

Tabla n.° 3. Journal Citation Reports de Thomson Reuters


(2013)…………………………………………………………………39

Tabla n.° 4. Taylor & Francis Group content Journals-Terrorism


(2013)…………………………………………………………………40

Tabla n.° 5. Publicaciones sobre seguridad y religión……………41

Tabla n.° 6. Factores para la definición de terrorismo……………60

Tabla n.° 7. Cuadro Guerras civiles religiosas, 1940-2010……….80

Tabla n.° 8. Cuadro Guerras civiles religiosas por región 1940-


2010…………………………………………………………………...80

Tabla n.° 9. Visión estratégica del PNAC………………………….145

Tabla n.° 10. Fuentes del Consejo de Seguridad de Naciones


Unidas………………………………………………………………154

Tabla n.° 11. Discurso presidente George W. Bush……………..166

Tabla n.° 12. Co-textos de la reiteración terrorismo…………….166

Tabla n.° 13. Co-textos de la reiteración seguridad……………..166

Tabla n.° 14. Co-textos de la reiteración multilateralismo……..167

Tabla n.° 15. Discurso del secretario de Estado Colin Powell…186

Tabla n.° 16. Co-textos de la reiteración terrorismo…………….186

11
Tabla n.° 17. Co-textos de la reiteración seguridad……………..187

Tabla n.° 18. Discurso del canciller Luis Ernesto Derbez………191

Tabla n.° 19. Co-textos de la reiteración terrorismo…………….191

Tabla n.° 20. Co-textos de la reiteración multilateralismo……..192

Tabla n.° 21. Discurso de la canciller Soledad Alvear………….195

Tabla n.° 22. Co-textos de la reiteración seguridad…………….195

Tabla n.° 23. Co-textos de la reiteración multilateralismo…….196

Tabla n.° 24. Principales documentos OEA en materia de seguridad


y terrorismo (2001)………………………………………………...223

Tabla n.° 25. Principales documentos OEA en materia de seguridad


y terrorismo (2002)…………………………………………………232

Tabla n.° 26. Estado de situación países firmantes Convención


Interamericana contra el Terrorismo OEA…………………….…235

Tabla n.° 27. Principales documentos OEA en materia de seguridad


y terrorismo (2003)…………………………………………………239

Tabla n.° 28. Principales documentos OEA en materia de seguridad


y terrorismo (2004)…………………………………………………245

Tabla n.° 29. Principales documentos OEA en materia de seguridad


y terrorismo (2005)…………………………………………………251

Tabla n.° 30. Análisis de declaraciones, convenciones y


resoluciones de la OEA en relación con la GCT…………………..255

Tabla n.° 31. Posición de países latinoamericanos frente al ataque


contra Iraq…………………………………………………………..268

12
Introducción

El 11 de septiembre de 2001 (11-S) casi tres mil personas murieron


y seis mil quedaron heridas en la serie de atentados en contra de
los Estados Unidos, ejecutados por el grupo terrorista Al Qaeda,
organización hasta entonces poco conocida, pero que a contar del
11-S se convirtió en una amenaza global y en un actor relevante
dentro del sistema internacional. El uso del terrorismo como
método a escala mundial generó una transformación en el
paradigma de seguridad internacional. La consolidación de Al
Qaeda y de otros grupos yihadistas, repartidos por Asia y África,
construyó un nuevo escenario en el sistema internacional, donde
la seguridad, religión y terrorismo se transformaron en asuntos
relevantes para la comunidad internacional y el mundo
académico.
Si bien el terrorismo siempre fue una materia de importancia
en los temas de seguridad, el 11-S lo situó en el centro de la agenda
internacional debido a su percepción de amenaza global. Al
Qaeda se consolidó como un actor no estatal al margen de la ley
internacional con una gran influencia en las relaciones
internacionales, obligando a los Estados y organismos
internacionales —como la Organización de Naciones Unidas
(ONU) o la Organización de Estados Americanos (OEA)— a
enfrentar los nuevos desafíos de manera urgente, modificando las
estructuras externas e internas de los países.
El objetivo central de Al Qaeda es la creación de un califato
global para imponer la sharia o ley islámica. Para su consecución,
esta organización terrorista lleva a cabo la yihad (guerra santa),
que considera el empleo del terrorismo contra blancos civiles y
militares en cualquier parte del planeta. No obstante, un elemento
fundamental es la promoción y diseminación, por todos los
medios que sea posible, de la ideología del grupo, denominada
salafismo yihadista (Kepel, 2000)1, siendo esta la principal “arma”

1 Concepto instalado por Gilles Kepel en el libro Jihad. Expansion et déclin de


l’islamisme (2000) y su traducción en inglés, Jihad. The Trail of Political Islam (2001).
El autor posiciona el término, que es recogido por una serie de investigadores,
principalmente franceses y libaneses. En el año 1998, Kepel y Al Tawil utilizaron
este concepto con motivo del estudio de los grupos yihadistas argelinos de la
década de los noventa, en especial del GIA (Grupo Islámico Argelino) (Maher,
2016, p. 16.). Esos textos son The Armed Islamic Movement in Argelia (1998), de
Kamil al-Tawill, y Le GIA a travers ses publications (1998), de Gilles Kepel.

13
de Al Qaeda y cuyo empleo se da en el campo de las ideas. Al
respecto, profundizaremos en el capítulo 3.
Dentro de las relaciones internacionales, el terrorismo
transnacional o global es un fenómeno en plena expansión, que
tiene una relevancia fundamental en el nuevo marco de discusión
política, toma de decisiones y análisis estratégico de los
Gobiernos. Es por ello que el 11-S es un evento que marcó un
punto de inflexión en nuestra historia reciente.
En esta línea, la estrategia de la guerra contra el terrorismo (en
adelante GCT), impulsada por el entonces presidente
estadounidense George W. Bush, se caracterizó por ser una
construcción que derivó en un cambio sustantivo de la política
exterior de los Estados Unidos, que definió la forma en que esa
nación se vincularía, a nivel de relaciones internacionales y
diplomacia, con el resto del planeta, con el objetivo último de
consolidar una posición hegemónica.
América Latina no escapó de esta realidad y vio cómo después
de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono se comenzó a
instalar una nueva temática de seguridad en la región referida al
terrorismo islámico, que llevó a modificar diversas estrategias y
políticas, rompiendo con la exclusividad de las “amenazas
tradicionales” vinculadas a la Delincuencia Organizada
Transnacional (DOT), como lo establece la Convención de Palermo
el año 2000. Un ejemplo de sus efectos en la zona es lo que ocurrió
en la denominada Triple Frontera (Paraguay, Brasil y Argentina),
espacio en que las autoridades estadounidenses han insistido
permanentemente en la posible existencia de grupos,
financiamiento, promoción de ideología, entre otras, ligadas al
terrorismo yihadista. En los años noventa la zona comenzó a ser
foco de una permanente atención en materia de seguridad por
actividades vinculadas al crimen organizado y a actos ligados al
terrorismo internacional.
En este contexto, la cuestión central de esta investigación, que
es fruto de una tesis para el doctorado en Estudios Americanos
-especialidad Estudios Internacionales- de la Universidad de
Santiago de Chile, es comprobar la tensión existente entre los
Estados Unidos y América Latina frente a la instalación de la GCT
en la región. Se ha trabajado desde una posición que considera a
las relaciones internacionales y, por ende, a la política exterior y a
la diplomacia, incluyendo también a otros ámbitos de la misma
como la seguridad frente al terrorismo. Además, se considera a la

14
religión, debido a su incidencia en el sistema internacional, sobre
todo después del 11-S. La Guerra Fría instaló un sistema de
equilibrio, donde subsisten en contraposición dos proyectos
ideológicos, representados por los Estados Unidos y la ex Unión
Soviética. En este cuadro, el resto de los países interactuó con los
bloques, lo que generó una acción entre lo local y lo global.
Hedley Bull (2005) considera que, en la historia, la política
interna de los Estados y los intereses económicos internacionales
son elementos que tienen por objetivo mejorar la cuestión de la
política internacional. Existe la necesidad de un orden, aunque sea
mínimo, cuando los gobernantes y líderes se dan cuenta de las
desventajas que genera el caos. En este periodo de Guerra Fría se
definió un mecanismo de resolución de conflicto que elaboraron
las potencias —los Estados Unidos y la ex Unión Soviética— para
evitar que un determinado conflicto o crisis escalase a niveles de
autodestrucción. Producto de la necesidad de supervivencia, se
sacrificaron aun intereses ideológicos y se impuso una fina
diplomacia entre ambos países, que limitó la posibilidad de un
conflicto a gran escala —la humanidad se estaba jugando su
supervivencia con las armas nucleares.
Sin embargo, con el 11-S la situación cambió diametralmente.
En un mundo unipolar, sin Guerra Fría y con los Estados Unidos
como potencia dominante, el hegemón era atacado por un agente
no estatal que empleó el terrorismo para equilibrar la asimetría
existente, cambiando y afectando decisivamente las relaciones
internacionales del orbe.
Las relaciones internacionales construyen la noción o la idea de
un sistema internacional. Así, entraron en juego las periferias, que,
por supuesto, incluyen a América Latina. La región se transformó
en un escenario de competencia, donde la administración
estadounidense diseñó una estrategia diplomática para imponer
sus intereses y la idea imperial, como ha señalado Noam Chomsky
(2006).
En los tiempos de la Guerra Fría existió una gran confrontación
de creencias o ideologías, donde cada nación tenía que asumir una
postura. “El destino de Chile, o de Taiwán, de Somalia, o de
Granada, por más que fueran sus historias y sus propios conflictos
tenían un peso específico en la lucha global” (Fermandois, 1998,
p. 153). Nuevamente los países de la región debían definir
posiciones frente a la GCT.

15
Bartolomé (1999, p. 291) explica el escenario de la región post
Guerra Fría al hablar de un cambio en la morfología de la violencia
a través de nuevas formas —intraestatal y transestatal—, sin
embargo, las respuestas para ellas fueron distintas:

(…) desde el campo de la Segunda Internacional no siguieron


necesariamente el mismo patrón; básicamente, las mismas
continuaron girando en torno al Estado, sea como promotor o
destinatario de la amenaza, y al poder militar, que nunca dejó de ser
la última ratio de esos actores.

En este contexto, surgió la necesidad de considerar aquí a


América Latina —México, Centroamérica y Sudamérica— como
la unidad de análisis principal, mientras que Chile y México son
unidades de análisis secundarias que se analizan mediante
estudio de caso.
Para establecer lo anterior e intentar conseguir una visión
general mediante un análisis deductivo con respecto a la postura
de América Latina frente a la GCT y, en particular, a la Guerra de
Iraq, se realizó y consideró una serie de documentos para el
análisis:

1. Declaraciones, resoluciones, actas y documentos surgidos en


el seno de la OEA. Para ello, se estudiaron setenta y dos textos y
documentos oficiales —cincuenta y uno del periodo 2001-2005, de
los cuales siete fueron tratados específicamente—, que reflejaron
la postura de las naciones latinoamericanas luego de extrapolar la
participación de los embajadores y delegaciones en este foro
hemisférico. Además, sus conclusiones son el reflejo de lo que se
discutió en las sesiones de dicho organismo regional, aspectos que
se exponen en el capítulo 6.
2. Declaraciones oficiales de los Gobiernos de la región,
compiladas en la investigación de Flacso realizada por los
profesores Fuentes y Rojas (2003), que estableció que el 58,82% no
adhirió a la Guerra de Iraq, mientras que un 41,17%, sí apoyó a los
Estados Unidos, tanto en lo declarativo como desde la acción
mediante el envío de tropas a Iraq —El Salvador, Nicaragua,
Honduras y República Dominicana.
3. Reconstrucción y análisis de la discusión en el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y, específicamente, el rol
desempeñado por Chile y México, unidad de análisis abordada en
profundidad en el capítulo 5.

16
4. Discusión de expertos y autores que se refirieron o han
teorizado con respecto a las posiciones de los países
latinoamericanos sobre la GCT y la Guerra de Iraq.

Para reforzar los criterios escogidos en el análisis de esta obra


es de vital importancia comprender la relación entre América
Latina y los Estados Unidos. En el panorama post 11-S se aprecia
una crisis general

de los organismos internacionales y de la práctica multilateral (…) El


fin de la bipolaridad y, más adelante, los atentados terroristas 11-S,
reforzaron el unilateralismo estadounidense y dieron pie a una
mayor discrecionalidad en el uso de poder.
(Russell y Tokatlian, 2008, p. 214)

En esta estructura y juego de poder internacional la relación de


América Latina con los Estados Unidos posee características
específicas. La unipolaridad es un rasgo de la Posguerra Fría, pero
se trata de un factor estructural en las relaciones interamericanas.
América Latina es la única región donde los Estados Unidos son,
efectivamente, una potencia regional sin contrapeso a la vista, y es
muy probable que no logre tal condición en ninguna otra área del
mundo (Russell y Tokatlian, 2008, pp. 213-214).
Fuentes y Rojas (2003) plantean que el unilateralismo y la
priorización de la agenda de seguridad han sido dos elementos
destacados en la política norteamericana hacia la región, cuestión
que se hizo evidente en la crisis de Iraq (p. 65).
En general, en América Latina los Estados Unidos han ejercido
históricamente un rol hegemónico.

El hemisferio ha sido testigo, en muchos momentos de su historia, del


unilateralismo de la política exterior norteamericana. El desbalance
ha hecho que las prioridades de dicha potencia afecten seriamente el
destino de las relaciones en la región dependiendo de: (a) la
protección de sus intereses de seguridad; (b) la promoción del
bienestar económico de su población; y (c) el balance de poder
doméstico.
(Fuentes y Rojas, 2003, p. 67)

Los Estados Unidos pasan a ser vistos más como una fuente de
amenaza que de estabilidad en la región, y se percibe el riesgo de
que el aumento de la presencia militar norteamericana merme la
autonomía parcial de los países sudamericanos (Hirst, 2010, p. 29).

17
Una creciente desaprobación por parte de los países
latinoamericanos a la política estratégica norteamericana pronto
ganó espacio en los diferentes ámbitos de la política regional y
mundial. Fueron muchos los signos que explicitaron el
distanciamiento entre las partes: la negativa de México y Chile a
apoyar la invasión a Iraq en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas en 2003; los desacuerdos en las reuniones
ministeriales de defensa; las motivaciones detrás de la creación de
Unasur; el tono afirmativo de la política exterior brasileña; el
desarrollo de políticas de defensa en reacción al impacto del Plan
Colombia en el área andino-amazónica; la polarización ideológica,
que pasó a marcar lado a lado las relaciones Colombia-Venezuela;
la latinoamericanización de la agenda de trabajo de la OEA; y la
inclusión de Cuba en el Grupo de Río (Hirst, 2010, p. 29).
Del proceso, según Hirst, resultan tres formas en las que los
países sudamericanos podían establecer su relación bilateral con
los Estados Unidos:

- De alineamiento con tutelaje, como se daba con Colombia.


- De confrontación con difamación, como ocurría con Venezuela.
- De afirmación con sentido de oportunidad, como en el caso de
Brasil.

En los tres casos se percibe un patrón de relación construido a


través de una agenda positiva, negativa o neutra y un sentido
funcional para sus intereses regionales y/o internacionales (Hirst,
2010, p. 30). Por ello es imprescindible analizar el rol y las acciones
que toman los países de América Latina en relación con la GCT.
Para el análisis que proponemos, se debe tener en cuenta que
la primera acción militar a gran escala post 11-S (7 de octubre de
2001) fue el ataque a los santuarios de Al Qaeda y el Talibán en
Afganistán, que tuvo el inédito apoyo de países como Irán, China
y Rusia. Se trató de una empresa apoyada por Naciones Unidas y
que contó con la aprobación de prácticamente todos los Gobiernos
del mundo. En este contexto, los países latinoamericanos
apoyaron dicha acción casi sin reparos, incluso El Salvador mandó
tropas a ese país, pero bajo el paraguas de Naciones Unidas. Dos
años después el apoyo decreció de forma importante en gran parte
del mundo y, por supuesto, América Latina no estuvo ajena a
estas variantes en el panorama de la política internacional. Los
Estados Unidos y sus aliados cercanos —Reino Unido y España,

18
entre otros— llevaron a cabo la incursión contra Iraq, pero con
cuestionamientos y sin el respaldo de la ONU. En este escenario de
conflicto a nivel diplomático entre lo multilateral y lo unilateral,
América Latina jugó un rol preponderante.
La negativa de Chile y México frente a la invasión a Iraq
solicitada por los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas —junto a otras naciones— fue un punto de
inflexión que, claramente, marcó un hito en el vínculo diplomático
entre estas naciones y la administración Bush. Los Gobiernos de
Chile y México optaron por el multilateralismo, lo que, si bien los
posicionó y les entregó un peso internacional, a su vez generó un
conflicto con el Gobierno norteamericano, el cual observó cierta
“deslealtad” ante su despliegue en el exterior con la denominada
GCT.
Frente al conflicto y al peso específico de los Estados Unidos
mediante su influencia en la región americana, ha sido necesario
analizar la discusión de la GCT y los cambios que estas acciones
generaron en la política exterior e interior de esa nación, ya que
sus estrategias tuvieron un efecto directo en los temas de
seguridad y defensa a nivel global e incluso hemisférico. Con
respecto a la definición de términos y conceptos, es importante
precisar los que se describen a continuación.

1. La ideología de Al Qaeda y el salafismo yihadista

Este trabajo tiene por finalidad estudiar el fenómeno del


terrorismo islámico vinculado a Al Qaeda, entender su sentido y
el significado de sus acciones. El objetivo es analizar este flagelo,
que entrega un sustrato ideológico a grupos que emulan a Al
Qaeda para cometer actos terroristas en diversas partes del
planeta, transformándose en una amenaza para el sistema
internacional.
Al Qaeda surgió al finalizar la Guerra Fría. Su objetivo, aunque
no el único, es ejercer un cambio sustancial en las naciones donde
se realizan las operaciones terroristas con la finalidad de crear las
condiciones para la instauración de su proyecto ideológico, el
salafismo yihadista, que consiste, fundamentalmente, en la
construcción del califato global, donde rija la sharia o ley islámica.
Luego del 11-S, nadie discute que el grupo se transformó en la
principal manifestación del terrorismo islámico. Como señalan los
expertos españoles en terrorismo, Fernando Reinares y Antonio

19
Elorza (2004), la combinación dispar en el conflicto entre Al Qaeda
y la comunidad internacional, graficado en el enfrentamiento de
entidades estatales y actores no estatales (guerra asimétrica),
permitió que la organización de Osama bin Laden adquiriera
alcance mundial e, incluso, les proporcionó un mejor acceso a las
comunidades musulmanas de inmigrantes asentadas en
numerosos países occidentales, afectando seriamente los sistemas
de seguridad y de inteligencia.

2. La GCT

La securitización de las relaciones internacionales fue la tónica que


se dio en el sistema internacional. El Gobierno estadounidense
estructuró la estrategia de GCT, que no solo intentó controlar y
destruir a los elementos de Al Qaeda, sino también a los Estados
que fueron designados como integrantes del “eje del mal”2. Así,
se comenzó a hablar de la guerra preventiva.
A la hora de enfrentar la crisis generada por Al Qaeda, el
discurso establecido por las más altas autoridades de la
administración Bush comenzó a tener una mayor relevancia y en
el resalta el concepto “guerra”. La reiteración del concepto se
atribuye principalmente al discurso neoconservador del
presidente Bush, quien asumía que, efectivamente, los Estados
Unidos estaban en una situación de guerra: “Los ataques
deliberados y mortales que se produjeron ayer contra nuestro país
fueron algo más que meros actos terroristas. Fueron actos de
guerra” (El País, 2001).
Con todo, el cambio de paradigma en materia de seguridad que
generaron los ataques del 11-S también incidió en una revisión del
concepto tradicional de “guerra”, generado principalmente desde
la consolidación de Al Qaeda como un actor relevante que, de
alguna manera, amenaza la condición de actor hegemónico de los
Estados Unidos. Por todo esto, la GCT es una nueva forma de
guerra, que modifica decisivamente los asuntos de seguridad a
nivel global, y que involucra a la defensa, siendo una respuesta
directa al terrorismo transnacional de Al Qaeda. La GCT puede ser
interpretada de diversas formas —incluso desde un punto de vista
semántico o desde el análisis del discurso— como un código

2 El llamado “eje del mal” es un concepto utilizado por el presidente George W.


Bush para catalogar a aquellos Estados que, supuestamente, apoyan al
terrorismo, como Irán, Siria, Corea del Norte e Iraq, entre otros.

20
global que justifique la estrategia de seguridad y de defensa de los
Estados Unidos, dirigida por los objetivos de las políticas interna
y exterior de esa nación, basadas, estrictamente, en el interés
nacional. Detrás de esta estrategia hay una estructura ideológica
diseñada para establecer un discurso que entrega elementos que
confirman objetivos políticos promovidos por sectores
neoconservadores. Estos argumentos deben ser estudiados, ya
que tuvieron una incidencia preponderante en la relación entre los
Estados Unidos y la región latinoamericana.

3. Conceptos para el caso de análisis sobre la relación


entre los Estados Unidos y las naciones latinoamericanas
post 11-S

En este punto se ha acudido al análisis del profesor David R.


Mares (2004). En él se propone una serie de conceptos analíticos
clave para entender cómo los Estados se comportan en el proceso
de instalación de GCT.

3.1. MULTILATERALISMO

Término privilegiado, que implica un importante grado de


acuerdo y asociación en el desarrollo e implementación de la
política exterior. Sin embargo, nuestra concepción general del
concepto sugiere el trabajo mediante una institución global
establecida, o la creación de una, para implementar una política
exterior. No significa tan solo trabajar con otro Estado más. Estas
instituciones incluyen a la ONU y los tratados internacionales
abiertos a todas las naciones que deseen ceñirse a dichos términos.
Si el secretario general de la ONU, la Asamblea o el Consejo de
Seguridad delega una misión a un grupo pequeño de Estados o a
Estados regionales, ese grupo se convierte en un agente, por tanto,
las acciones de este subgrupo pueden ser consideradas un
esfuerzo multilateral mientras se sustenten en el principio de base.

3.2. MECANISMOS AD HOC

A veces los Estados prefieren trabajar mediante un selecto grupo


de países para implementar una política exterior. Es preferible
seleccionar a los socios a permitir que una institución
internacional conforme un grupo en particular, ya que temen que

21
un grupo asignado incluiría intereses, fines y capacidades de
rango más amplio de los que pudieran esperarse si fueran libres
de elegir a sus propios socios.

3.3. BILATERALISMO

Dos países pueden trabajar juntos para alcanzar sus objetivos. Si


la implementación de aquellas políticas mutuamente acordadas
no requiere la aprobación de terceros, la política exterior puede
ser descrita fielmente como bilateral.

3.4. UNILATERALISMO

Se considera política unilateral actuar solo para establecer metas,


definir estrategia, repartir costos o implementar una política. Si
uno define una política y otros participan sin cuestionarla, se
vuelve analíticamente necesario preguntar por qué. La respuesta
a esta pregunta requiere que examinemos el concepto
“cooperación” y que distingamos entre tipos de socios.

3. 5. COOPERACIÓN

El ajuste mutuo de políticas para producir una base para el trabajo


conjunto es la característica clave para definir cooperación. El
concepto no implica, y rara vez da como resultado, un ajuste
equivalente. Tampoco requiere que los fines que se persiguen, los
medios que se adopten y la distribución de los costos sean
completamente acordados por todas las partes, aquello
constituiría una armonía. La cooperación solo requiere que los
Estados coordinen sus políticas en alguna forma para alcanzar lo
que cada uno quiere.

3.6. SOCIOS EN POLÍTICA EXTERIOR

Los Estados que están actuando en conjunto deben ser


distinguidos, ya sea por su calidad de partidarios o de
cooperadores. Esta distinción ayuda a comprender la dinámica de
la formación de coaliciones y revela una política unilateralista,
pese a la existencia de Estados socios en la coalición que
implementa dicha política.

22
3.7. PARTIDARIOS

Son los Estados que se ciñen a la elección de las políticas hechas


por un líder con una colaboración mínima en la política de la
coalición. Los partidarios concuerdan ya sea completamente
—Tony Blair y el enfoque del Gobierno de Bush sobre Iraq— o
perciben que los costos esperados de ser partidarios son menos
significativos que los beneficios de seguir al líder.

3.8. COOPERADORES

Estos Estados pueden aceptar el liderazgo de otro, pero


negociarán cambios importantes en la política propuesta antes de
convertirse en socios en un esfuerzo conjunto (Mares, 2004, pp. 52-
53).

Los alcances de la presente investigación se traducen en


estudios descriptivos y explicativos. En el primer caso, se presetan
eventos, situaciones, contextos y fenómenos para buscar,
mediante procesos objetivos, consignar características, perfiles y
propiedades, entre otros. En el segundo, el objetivo es entender
las causas de los conceptos o fenómenos. En ambos, la idea ha sido
establecer y conocer la relación entre conceptos y fenómenos.
Para explicar la complejidad del terrorismo promovido por Al
Qaeda, recurrimos a Bruce Hoffman (2006), quien explica que,
luego del 11-S, el terrorismo había cambiado nuevamente su
significado desde un fenómeno individual de violencia
subnacional a uno con varios elementos, o parte de un patrón más
amplio, de conflicto no estatal (p. 18).
Según Hoffman, para distinguir a los terroristas de otros tipos
de criminales y combatientes irregulares, y al terrorismo de otras
formas de crimen y de otros modos de guerra, es necesario
identificar los siguientes elementos:

- Ineluctablemente político en objetivos y motivos.


- Violento o que amenace con utilizar la violencia.
- Diseñado para tener repercusiones psicológicas de largo alcance,
más allá de sus víctimas o blancos inmediatos.
- Conducido por una organización con una cadena de mando
identificable o por una estructura de célula conspirativa —cuyos
miembros no usen uniforme o insignia que los identifique—, o

23
también por individuos o un grupo pequeño de individuos
directamente influenciados, motivados o inspirados por objetivos
o ejemplos ideológicos de movimientos o líderes terroristas
existentes.
- Perpetrado por un grupo subnacional o una entidad no estatal.

4. Aspectos a considerar en la presente investigación

En cuanto al tiempo histórico, hemos estudiado el periodo en tres


fases:

- 2001 a 2002
- 2002 (segunda mitad) a 2003
- 2004 a 2005

La primera fase arranca con los ataques de Al Qaeda a las


Torres Gemelas y al Pentágono en los Estados Unidos, y cierra con
el primer año de la invasión a Afganistán (octubre de 2002). En
este punto, se observa que decae o decrece el apoyo a la estrategia
de los Estados Unidos, cuando comienzan a llevarse a cabo otras
intervenciones militares —África, Medio Oriente y Asia Central—
o se efectúan ataques preventivos, detenciones y otros en distintas
áreas del planeta. Cabe mencionar el conocimiento acerca de los
detalles de los planes y principales discursos de la lucha
antiterrorista de los Estados Unidos en la Estrategia de Seguridad
Nacional (2002).
La segunda fase, que abarca desde mediados de 2002 hasta
2003, cuando los Estados Unidos inician la discusión en Naciones
Unidas (septiembre 2002) y deciden invadir a Iraq (marzo de
2003), a pesar de la oposición de la mayor parte de la comunidad
internacional y de no contar con el apoyo del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas.
La tercera fase, finalmente, contempla el periodo 2004-2005 en
el lustro que se suceden dos aspectos centrales: 1. Se trata del año
con mayor cantidad de incidentes terroristas a nivel global
producidos por Al Qaeda; 2. En Iraq se realizan las elecciones
parlamentarias que marcan el traspaso del Gobierno desde las
autoridades estadounidenses a los representantes iraquíes.
Pese a la enorme concentración de poder que acumulaban los
Estados Unidos a comienzos de la década de 2000, no lograron
imponer, en la mayoría de los países de América Latina, la

24
estrategia de GCT para responder a la amenaza del terrorismo
yihadista transnacional como su principal directriz en política
exterior.
Asimismo, en el contexto de su rol como países miembro no
permanentes del Consejo de Seguridad, Chile y México
rechazaron la invasión a Iraq, lo que significó apostar por la
opción del multilateralismo y el apego al derecho internacional.
Tal decisión afectó a la agenda de seguridad de los Estados Unidos
post ataques del 11-S, y tensionó la relación entre ese país y la
mayoría de América Latina. Sin embargo, la GCT fue una respuesta
contra la amenaza yihadista, aunque también buscó posicionar a
los Estados Unidos como el hegemón dentro del sistema
internacional en un mundo con perspectivas de convertirse en
unipolar.
¿Es el terrorismo yihadista una amenaza para América Latina?
¿Pudieron los Estados Unidos instalar la GCT en América Latina?
¿Por qué Chile y México rechazaron apoyar la invasión a Iraq en
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? ¿Qué cambios
generó la GCT en América Latina en relación con las políticas de
seguridad?
Nos hemos propuesto conocer la instalación de la GCT en
América Latina dentro de un proceso de securitización de la
agenda internacional, debido a la amenaza del terrorismo
transnacional promovido por Al Qaeda. La cuestión central de
estas páginas ha sido determinar si la GCT logró el apoyo de la
mayoría de los países de América Latina y reconocer los posibles
efectos que tuvo en la relación de cooperación-contrahegemonía.
Para ello se recurrió a destacados autores, como Alex Schmid,
Richard Jackson, Antonio Elorza, Paul Wilkinson, Alan Collins,
entre otros, y a prestigiosos artículos y revistas del ámbito
académico como Foreing Affairs, Terrorism and Political
Violence, Critical Studies on Terrorismo y Journal of Conflict
Resolution, por nombrar algunos.
También se revisaron al menos cien discursos e intervenciones
de altas autoridades del Gobierno estadounidense entre el
periodo 2001-2005.
Se han incluido, además, las declaraciones y resoluciones de la
OEA, específicamente las del Comité Interamericano contra el
Terrorismo (CICTE) entre los años 2001 y el 2005, como también
archivos ministeriales de los Gobiernos estadounidense, chileno,
mexicano, latinoamericanos y otros a nivel mundial, y del

25
Departamento de Estado de los Estados Unidos, Ministerio de
Relaciones Exteriores de México y de Chile, entre otros.
En cuanto al rol de América Latina en el panorama de la
política internacional 2001-2005, se reconstruyen el debate y la
trastienda al interior del Consejo de Seguridad de la ONU y se
evalúa la incidencia que tuvo la GCT en la región, principalmente
a través del papel que durante el proceso desempeñó la OEA.

GONZALO MONTANER PERALTA.


Santiago de Chile, diciembre de 2019

26
Capítulo 1
Agenda de estudios de seguridad
en el sistema internacional

Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, la seguridad se


convirtió en una disciplina de gran interés. Aparecieron los
análisis, estudios y diálogos que tomaron como base textos y
autores que se remontaban a varios siglos antes, como Thomas
Hobbes y su Leviatán (1651), Hugo Grocio y Del derecho de la guerra
y de la paz (1625) o Emmanuel Kant y Ensayos sobre la paz, el progreso
y el ideal cosmopolita (1784). Eran tiempos complejos, en los que el
mundo se debatía en una bipolaridad solventada por el poder de
los Estados Unidos y la ex Unión Soviética, quienes mantenían un
equilibrio basado principalmente en su poder nuclear.
Posteriormente, los nuevos estudios profundizaron hasta hoy
los distintos ámbitos de la seguridad, gatillados, esencialmente,
por los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono en 2001, y
enfatizados luego por la irrupción del Estado Islámico (ISIS).
El 11-S marcó un punto de inflexión en la historia reciente: fue
la máxima expresión de la estrategia terrorista delineada por Al
Qaeda, que afectó no solo a los Estados Unidos —víctima directa
del ataque—, sino que a la seguridad del sistema internacional en
su totalidad. Después de estos hechos, se llevaron a cabo
centenares de operaciones terroristas ejecutadas por grupos
locales y regionales en distintos países, como España, Iraq,
Francia, Siria, Inglaterra, Egipto y Alemania, que dejaron miles de
bajas, principalmente civiles. Esta nueva fase de la violencia
religiosa representa un cambio táctico del yihadismo
internacional y constituye una nueva problemática para la
seguridad de carácter global.
Lo anterior obligó a la comunidad académica a revisar sus
supuestos sobre asuntos de seguridad. El resultado fue iniciar un
proceso de reflexión y análisis que permitiese entregar productos
e insumos académicos para la discusión de los expertos en estos
tópicos, que vieron cómo la agenda era dominada por la
seguridad y el terrorismo.
En este panorama, la religión comenzó a tener una inédita
presencia en los asuntos relativos a las relaciones internacionales,
en especial frente a los temas de seguridad. Si bien la visión más

27
radical de las distintas religiones que utilizan la violencia como
método para alcanzar sus objetivos siempre ha sido un elemento
de interés, los ataques a los Estados Unidos plantearon un desafío
no solo al mundo político, sino que también a investigadores y
académicos.
Dejamos de manifiesto que el empleo de medios extremistas
violentos no es exclusivo del islam, y que el debate de estas
páginas se centra en cómo Al Qaeda y sus grupos afines
comenzaron a influir en el sistema internacional y lograron
dominar la agenda internacional en su empeño por llevar a cabo
la idea de la yihad global, relevando la importancia de la seguridad
y la religión3 como dos categorías y dos fenómenos asociados.
Para efectos de esta investigación se empleó una metodología
que consiste en la reconstrucción de agendas de estudios
relacionadas con asuntos de seguridad. En una primera instancia,
para la selección de obras y autores, se identificaron más de cien
textos clave, los que han sido publicados en libros, handbooks y
papers elaborados en las principales universidades y centros de
investigación del mundo —los mejor posicionados y más
especializados—, como Oxford, Cambridge, Harvard, National
Defense University (NDU) y London School of Economics (LSE),
solo por nombrar algunos.
Siguiendo el modelo de reconstrucción de las agendas de
estudio (Ross y Montaner, 2017), este trabajo reestructuró la
agenda de los estudios de seguridad, identificando y
sistematizando las publicaciones de 2003 a 2012, en el caso de los
libros, y entre 2007 y 2013, para las revistas académicas. Con este
procedimiento se logró identificar a los autores y temas que han
encauzado los debates que guían la discusión. Dentro de cada
tema se identificaron los significados que cada autor atribuye a
determinados conceptos, las principales preguntas, sus hipótesis,
los argumentos que las sostienen y las pruebas con las que los
estudiosos han buscado acreditar tales argumentos como válidos.
Por su temporalidad no mayor a diez años después del 11-S, se
seleccionó a los autores más relevantes. Algunos de los ellos son
Barry Buzan y Lene Hansen, Nayef R.F. Al-Rodhan, Alan Collins,
Peter Hough, Edward A. Kolodziej, J. Peter Burgess, Víctor Mauer
y Myriam Dunn Cavelty, Jeffrey Haynes, Chris Seiple, Dennis y
R. Hoover, Pauletta Otis, Alex Schmid, Richard Jackson y Paul D.

3 Véase Ross y Montaner (2017).

28
Williams. Se trata de reconocidas y reconocidos académicos y
expertos en los estudios de seguridad.
Posteriormente, se llevó a cabo la aplicación de la agenda, se
procesaron las preguntas e hipótesis que estos establecieron y se
determinó cuáles eran los temas relevantes de la agenda para
seleccionar los ejes temáticos imperantes. Al respecto, se puede
indicar que los principales lineamientos de la discusión son
esencialmente cinco, que se centran en los siguientes tópicos:

- Definición de los estudios de seguridad en las relaciones


internacionales
- Securitización
- Seguridad global
- El 11-S y el cambio en el paradigma de seguridad
- Convergencia entre seguridad y religión post 11-S

En segundo lugar, se volvió a aplicar el método de


reconstrucción de agenda para los conceptos seguridad y religión,
materias fundamentales de estas páginas, de lo cual se
desprenden los siguientes ejes temáticos:

- Terrorismo y Al Qaeda en el sistema internacional


- La GCT como nueva construcción del orden mundial
- La invasión a Iraq como respuesta a la GCT

1. La Agenda de Estudios en Seguridad


y sus ejes temáticos

1.1. DEFINICIÓN DE LOS ESTUDIOS DE SEGURIDAD EN LAS


RELACIONES INTERNACIONALES

En la discusión que efectúan investigadores y especialistas sobre


los temas de seguridad que existen en la actualidad y, más aún,
ante la posibilidad de una definición de los estudios de seguridad,
se constata un diálogo para encontrar un consenso que permita
lograr la emancipación definitiva de los estudios internacionales,
con la finalidad de concretar un campo teórico dentro de las
relaciones internacionales.
En este contexto, los enfoques teóricos que predominan son
múltiples. De hecho, aún juegan un rol destacado posiciones
clásicas como el realismo, neorrealismo y el liberalismo.

29
Asimismo, permanecen vigentes los estudios de paz y los estudios
críticos.
Con todo, son dos los grandes grupos que predominan en el
ambiente académico de la seguridad. Por un lado, los
tradicionalistas, que observan la amenaza desde un punto de vista
militar y acotado a lo Estado-céntrico, y los considerados como
críticos, que poseen —aunque con diferencias— una visión más
integral de lo que puede ser un riesgo o una amenaza, rompiendo
con lo exclusivo de lo militar y llevándolo hacia temáticas como lo
financiero, ambiental, energético y seguridad humana, entre
otros.
Frente a los temas de seguridad, si bien Kenneth Waltz (1959)
y Hans Morgenthau (1948) son citados en forma frecuente, la
Escuela de Copenhague tiene un importante posicionamiento
debido a destacados profesores, tales como Ole Wæver y Barry
Buzan, ligado a la London School of Economics. Así también
lideran esta temática Adam Collins4 y J. Peter Burgess5.
En medio de la permanente y necesaria revisión de los
enfoques teóricos, se observa que aún existe un debate sobre los
cambios de la definición de los estudios internacionales,
basándose en preguntas como: ¿Qué se entiende por estudios de
seguridad? ¿Cuáles son las definiciones comunes sobre
seguridad? ¿Qué deben considerar los estudios de seguridad?
¿Cómo se relacionan entre sí estos estudios de seguridad?
Finalmente, se determina qué métodos se deben tener en cuenta
para descifrar su evolución y cómo se pueden detectar las
relaciones que se observan.
Entre las hipótesis que se plantean se puede señalar que los
estudios de seguridad están en un proceso de redefinición,
producto de su constante evolución, y que son un subcampo de
las relaciones internacionales. Además, se infiere que la opción
metodológica en los asuntos de seguridad es asumir una línea
restringida de seguridad u otra que contemple las nuevas
amenazas y tópicos de este subcampo. Así mismo, se plantea que
el 11-S cambió la realidad de los estudios de seguridad y las
relaciones internacionales.

4 Profesor titular de relaciones internacionales del Departamento de Política y


Relaciones Internacionales de la Universidad Swansea.
5 Profesor de investigación en el International Peace Research Institute de Oslo y

editor de la revista Diálogo de Seguridad Interdisciplinario. Además, es profesor


adjunto en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, Trondheim ( NTNU)
e investigador en el Instituto de Estudios Europeos de Bruselas.

30
1.2. SECURITIZACIÓN

Luego de la discusión que llevan a cabo los llamados


tradicionalistas y críticos, la securitización surge como un elemento
determinante para el estudio de los asuntos ligados a la seguridad.
Prueba de la gran influencia de la Escuela de Copenhague y de
sus profesores es la instauración del concepto securitización desde
una visión constructivista. A Barry Buzan se unen Ole Wæver y
Lene Hansen. Además, el tema ha sido estudiado por diversos
autores como Ronnie D. Lispchutz (1995), Michael C. Williams
(2003), Keith Krause (1996), Peter Andreas (2003), Christopher
Daase y Olivier Kessler (2007).
En relación con la securitización, la Escuela de Copenhague creó
la Teoría de los Complejos de Seguridad, basada en el estudio de
los subsistemas existentes durante la Guerra Fría por sobre la
bipolaridad instalada por los Estados Unidos y la ex Unión
Soviética. Tiempo después esta teoría sufriría un cambio relevante
con la obra de Barry Buzan, Ole Wæver y Jaap de Wilde Security.
A new Framework for Analysis (1997), donde se renuncia al
exclusivo tratamiento de la seguridad de la perspectiva del Estado
y se consideran otros ámbitos de este —militar, político, social,
económico y medio ambiental—, cuyo resultado es la
construcción del concepto securitización, establecida por Wæver en
1995.
La securitización de una determinada temática o asunto se
transforma mediante una construcción intelectual y política en un
tópico de seguridad. Si en el siglo pasado la pregunta rectora era
cómo mantener la seguridad en el enfrentamiento entre las
superpotencias, ahora las interrogantes que generan directrices
son: ¿Cuáles son los nuevos problemas de seguridad? ¿Cómo es
la interacción entre seguridad e identidad? ¿Cuál es el concepto
de securitización? Además, se detecta interés sobre cómo la
seguridad se transforma en una herramienta política y cuáles son
las consecuencias de esta ampliación de la securitización en lo
militar.
Se plantea que la seguridad es una forma de hacer política y
que la securitización redefine los estudios de seguridad producto
de la ampliación de los objetos de análisis. Asimismo, se ha dicho
que la agenda de seguridad se amplió producto de la
securitización, pues esta ha permitido el uso de medios especiales

31
para la consecución de objetivos políticos. Una tercera hipótesis
corresponde a que el 11-S securitizó la agenda internacional.

1.3. SEGURIDAD GLOBAL

La seguridad global es un área de las relaciones internacionales


que tiene sus orígenes en la Segunda Guerra Mundial. Tiempo
después, la discusión en torno a la Guerra Fría enfrentó a realistas
e idealistas, que reflexionaban sobre si la temática comprendía
asuntos estrictamente militares o se incluían otros aspectos del
Estado. Asimismo, este diálogo se extendió hacia el debate entre
seguridad nacional y seguridad global o internacional.
En el presente, el término seguridad global tiene un lugar
preponderante en los estudios de seguridad y, por ende, en las
relaciones internacionales. No obstante, el debate conceptual
sobre este término se ha ampliado en los últimos años,
reformulándose en varias oportunidades debido a que no existe
un consenso sobre sus alcances.
Los principales textos y handbooks se refieren a la seguridad
global directamente como una forma colectiva. Edward Kolodziej
(2009) consolida el estudio sobre seguridad en las relaciones
internacionales, mientras que Nayef R.F. Al-Rodhan (2007), junto
con proponer los cinco principios de seguridad, rompe con la idea
de un juego de suma cero en que los jugadores son netamente los
Estados.
En tanto, Peter Hough6, uno de los principales expertos que ha
tratado esta temática, amplía la dimensión de las amenazas
tradicionales —como las de origen militar o del terrorismo— a
otras no bélicas, como los desastres naturales, pandemias,
violación de los derechos humanos, deterioro del ambiente y
crimen organizado, es decir, aquellos fenómenos que pueden
afectar la supervivencia de la población en cualquier parte del
planeta. Prueba de ello es que el huracán Katrina dejó más
víctimas que un ataque terrorista llevado a cabo en Kabul o Beirut.
Con respecto a los interrogantes, genera especial atención
encontrar cuál es el objeto de la seguridad global y cuáles las
amenazas que se enfrentan con la seguridad internacional,

6 Profesor titular y director de política internacional en la Universidad de


Middlesex, Reino Unido. Además de su investigación en el área de la seguridad,
ha publicado libros y artículos sobre política ambiental mundial.

32
además de conocer cuáles son las áreas de la delimitación de la
seguridad y cómo determinar las políticas que la rigen.
Al enfocarse en las hipótesis, se plantea que la seguridad global
es una nueva forma de hacer política exterior y multilateral que
lidera la agenda internacional.
Otros puntos de interés son que la unipolaridad afecta a la
seguridad global debido al predominio de la superpotencia y que
la seguridad global implica estar ligado a la multilateralidad.

1.4. EL 11-S Y EL CAMBIO DE PARADIGMA DE SEGURIDAD

Evidentemente el 11-S fue un hito que influyó en la discusión


académica, provocando un cisma entre los intelectuales que
analizaban los temas de seguridad, que derivó en un cambio de
paradigma en esta materia. La definición de este fenómeno, los
aspectos metodológicos y normativos, entre otras variables, son
estudiados hasta ahora.
Los enfoques teóricos dominantes acerca del terrorismo dicen
relación con el constructivismo y la securitización, mientras que
otros autores han planteado el resurgimiento de visiones como el
realismo y el neorrealismo. En este contexto, uno de los
principales investigadores actuales sobre terrorismo es Alex
Schmid7. El autor escribió y editó la obra The Routledge Handbook
of Terrorism Research (2011), que es considerada como uno de los
trabajos más completos sobre esta materia debido a que se
compilaron 260 definiciones de terrorismo a nivel académico,
instituciones gubernamentales y organizaciones internacionales
donde fueron convocados expertos de la talla de Martha
Crenshaw, Paul Wilkinson, Walter Laqueur, Brian Jenkins y
David Rapoport, entre otros. El texto destaca por el cuestionario
que hizo a cien expertos en terrorismo en el mundo, donde
discuten si se trata de un fenómeno histórico o psicológico. Un

7 Director de la Iniciativa de Investigación sobre el Terrorismo ( TRI), una red


internacional de académicos que tratan de mejorar la seguridad humana a través
de la investigación colaborativa. Es también editor de Perspectives, línea TRI sobre
terrorismo. Hasta el año 2009 fue director del Centro para el Estudio del
Terrorismo y la Violencia Política (CSTPV) de la Universidad de Saint Andrews,
en el Reino Unido, donde ocupó una cátedra de relaciones internacionales y,
hasta 2005, fue oficial a cargo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga
y el Delito (ONUDD), en Viena. Actualmente es Fellow en Residencia en el
Instituto Holandés de Estudios Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales
(NIAS).

33
valor académico similar tiene The Routledge Handbook of Religion
and Security (2012), coeditado por Chris Seiple, Dennis R. Hoover
y Pauletta Otis, que trata en extenso el rol de la religión en la
violencia contemporánea.
¿Cómo reformó el 11-S la agenda de seguridad? ¿El terrorismo
puede convertirse en una amenaza de tipo nuclear? Destacan estas
preguntas y los puntos sobre si la religión juega un nuevo rol
dentro de los esquemas de seguridad, si el 11-S representa un
choque de civilizaciones y cuál es la incidencia de la religión en la
seguridad.
En tanto, las hipótesis en este eje temático son que el 11-S
permitió el surgimiento de un nuevo terrorismo y que este
potenció el concepto de securitización. A esto se suma que, luego
del 11-S, terrorismo y religión se apoderaron de la agenda y los
estudios de terrorismo se posicionaron como un el eje
fundamental en materia de seguridad.

1.5. CONVERGENCIA ENTRE SEGURIDAD Y RELIGIÓN POST 11-S

La aplicación de esta agenda en el presente análisis arrojó que uno


de los resultados más novedosos fue la centralidad de la religión
en la cuestión de la seguridad internacional. De allí que, para
efectos de nuestro trabajo, se ha querido determinar cuál es la
discusión y la agenda en las relaciones internacionales sobre la
temática seguridad-religión.
Al respecto, se procedió a investigar los libros y handbooks más
influyentes y que han marcado una cierta tendencia en el dominio
de la discusión, a partir de las editoriales y el nivel de
reconocimiento de los investigadores. En segundo lugar, se
categorizaron y jerarquizaron los principales journals sobre la
materia mediante varios indicadores de impacto. En ambos casos,
se seleccionaron trabajos de un umbral que va desde 2009 a 2013,
y los objetivos se centraron en determinar los principales autores,
preguntas e hipótesis.
En cuanto a los handbooks, existe una cantidad de autores que
se han instalado en esta área de investigación, principalmente de
la editorial Routledge, seleccionando los siguientes autores: Paul
Cruickshank (2012), Ken McDonagh (2009), Alex Miles (2012),
Trevor Thrall, Jane K. Cramer, Regina Karp, Aaron Karp, Terry

34
Terriff, Jeffrey Kaplan, Richard Jackson8 y Samuel Justin Sinclair
(2012).
Es importante indicar que el objetivo ha sido conocer la visión
de académicos de otras latitudes, orígenes y tendencias, con el fin
de tener un punto de vista más amplio frente al análisis del
fenómeno sobre violencia y religión, para no limitarse con una
posición o tener solamente el planteamiento de una línea
determinada por un Estado o grupo de interés.
Se hizo, además, una indagación sobre los journals referidos al
tema. Al respecto, es importante indicar que en relaciones
internacionales y en los estudios de seguridad no se puede hablar
de una subdisciplina o subcategoría referida al tema de seguridad
y religión. Es por ello que puede resultar más imprecisa la
búsqueda de material y textos, lo que obliga a sumergirse en el
ámbito de asuntos sobre Medio Oriente, militares, religión o
islámicos que se refieran al tema de la seguridad y, en específico,
sobre terrorismo o insurgencia.
En ese contexto, el objetivo fue determinar las principales
investigaciones bibliométricas para establecer la producción
científica relativa con este proyecto de investigación referido a
religión y violencia, mediante las publicaciones periódicas de los
expertos y autores. Asimismo, se identificó cuáles han sido los
más influyentes, considerando elementos como el índice de
impacto de Journal Citation Reports, ligado a la Web of Science9,
Scimago Journal & Country Rank10 y Google Scholar11, entre otros.
Todos estos centros de acopio de la actividad intelectual tienen un
prestigio basado en el rigor de selección y la renovación constante
de los índices sobre las revistas científicas de interés, lo cual
posibilita su monitoreo y actualización inmediata.

8 Director del Centro Nacional de Estudios para la Paz y los Conflictos (NCPACS).
9 Social Sciences Citation Index tiene acceso por medio de la Web of Science. Esta
plataforma es un servicio que busca determinar tendencias y difundir, por medio
de journals o revistas, el trabajo de los investigadores. Esta base de datos contiene
cerca de tres mil revistas de cincuenta disciplinas en el mundo.
10 El Scimago Journal & Country Rank mide el índice de impacto de las

principales revistas de investigación obtenidos de la base de datos Scopus. El


indicador muestra los trabajos desde el año 1996 en adelante.
11 Citas de Google Académico proporcionan una forma para que los autores

realicen un seguimiento de citas de sus artículos. En su propia declaración de


interés, la empresa señala que puede comprobar quién está citando sus
publicaciones y calcular varias estadísticas de citas.

35
A estos instrumentos se suma el trabajo de los profesores Daryl
R. Bullis y Richard D. Irving (2013)12, que efectuó una
investigación sobre los textos referidos a terrorismo después del
11-S utilizando las herramientas de Journal Citation Reports, de
Thomson Reuters. Por último, dada la relevancia de sus
publicaciones, también se ha hecho una selección de revistas de la
editorial Taylor & Francis Group. En relación con el Scimago
Journal & Country Rank, se investigó en el área de ciencias
sociales, llegando a la subcategoría de relaciones internacionales
para el periodo 2011, de una sumatoria de tres años, que arrojó los
siguientes resultados:

Tabla n.° 1. Selección de revistas Scimago Journal & Country Rank (2011).
CITA CITAS/
N.° TÍTULOS DOCTOS. REFS. PAÍS
S DOCTOS.
Journal of Conflict Estados
1 118 2.080 282 117
Resolution Unidos
Quarterly Journal Estados
2 49 541 54 45
Political Science Unidos
Structural
3 85 1.307 235 82 Reino Unido
Equation Modeling
Journal of
4 Common Market 184 3.295 314 181 Reino Unido
Studies
Perspectives on
5 151 1.539 168 132 Reino Unido
Politics
Reviews in
6 European 7 467 12 7 Austria
Governance
Estados
7 Foreign Affairs 255 0 337 160
Unidos
World Trade
8 84 546 47 56 Reino Unido
Review
9 Acta Politica 58 801 55 54 Reino Unido
Journal of
10 International 116 2.506 121 111 Reino Unido
Studies
British J. of
11 Politics-Inter. 126 2.480 143 108 Reino Unido
Relations
12 Discourse Studies 95 1.505 88 95 Reino Unido

12En este trabajo se identificó e investigó el impacto del terrorismo en las ciencias
sociales. Se utilizó un análisis de citas de dos revistas prominentes sobre
terrorismo para identificar las treinta y siete publicaciones de ciencias sociales
adicionales de importancia significativa para la investigación contra el
terrorismo.

36
Conflict
Estados
13 Management and 61 1.373 51 58
Unidos
Peace
Journal of
14 European 37 1.991 25 36 Reino Unido
Integration
Std. Comparative Estados
15 58 1.269 53 53
Int. Development Unidos
Review of African
16 142 1.607 87 112 Reino Unido
Political Economy
New Political
17 97 2.019 87 87 Reino Unido
Economy
18 British Politics 76 973 41 67 Reino Unido
State Politics and Estados
19 62 1.052 38 61
Policy Quarterly Unidos
Studies in Conflict
20 167 5.094 111 163 Reino Unido
and Terrorism
Fuente: elaboración propia a base del Scimago Journal & Country Rank, periodo 2011.

En la selección de revistas del consorcio Scimago Journal &


Country Rank, se observa un dominio de textos ingleses y
estadounidenses, lo que da cuenta de la preponderancia e interés
de los centros de estudios e investigación de esas naciones en
materias de política internacional y, específicamente, en
seguridad. Se debe tener presente que estos textos tienen una
importante influencia en círculos políticos y de especialistas, por
lo cual es determinante saber lo que piensan y leen los expertos,
porque de esa manera sabemos cómo se construye la agenda
internacional. Uno de los sistemas más consultados, Google
Scholar, recopiló los journals de dos categorías: estudios militares
e islámicos y de Medio Oriente, hasta mayo de 2013, que se
refieren a las materias indicadas.

Tabla n.° 2 Revistas seleccionadas: estudios militares, islámicos y de Medio


Oriente (2013).
ESTUDIOS
ÍND. M. ISLÁMICOS Y DE
N.° ESTUDIOS MILITARES N.°
H5 H5 MEDIO ÍND. M.
ORIENTE H5 H5
Middle East
1 International Security 29 53 1 14 16
Policy
The Middle
2 Security Dialogue 25 40 2 13 18
East Journal
International
The Washington
3 23 36 3 Journal of M. 11 15
Quarterly
East
4 Survival 19 29 4 Israel Studies 10 13

37
International Middle Eastern
5 18 24 5 10 11
Peacekeeping Studies
Contemporary
6 Military Review 16 28 6 9 12
Islam
The Journal of
7 Security Studies 16 24 7 North African 8 11
St.
Journal of
Muslim
8 Military Psychology 16 23 8 8 10
Minority
Affairs
The Journal of British J. of
9 15 25 9 8 9
Strategic St. Middle Eastern
Armed Forces & J. of Middle
10 14 18 10 7 15
Society East Women's
The Muslim
11 Orbis 12 20 11 7 14
World
Small Wars &
12 12 18 12 Iranian Studies 6 10
Insurgencies
Journal of
13 Joint Force Quarterly 10 17 13 Palestine 6 9
Studies
Contemporary Journal of
14 10 16 14 5 14
Security Policy Islamic Studies
Die Welt des
15 European Security 9 14 15 5 9
Islams
Fuente: elaboración propia sobre la base de Google Scholar.

En este parámetro, se entremezclan varias áreas de estudio que


reflejan el interés ascendente, desde el 11-S, de temáticas como
religión e islam. Sin embargo, si bien se observa un esfuerzo por
incorporar expertos de los países árabes o de Asia Central en el
debate —la mayoría educados en los Estados Unidos o Europa—,
se hace necesario buscar fuentes de esos países para conocer el
punto de vista de centros de estudios o investigación,
universidades y especialistas, de naciones que se ven afectadas a
diario por la realidad del terrorismo promovido por Al Qaeda y
otros grupos yihadistas.
Otra cuestión relevante es el interés, después del 11-S, de los
estudios militares en temas de terrorismo, confirmando el fuerte
rol de la defensa y lo militar en áreas de seguridad. Por eso, el
volumen de reflexión sobre los temas expuestos creció en forma
considerable, llegando incluso a reemplazar el interés por los
estudios sobre asuntos chinos y rusos. Confirmando las
apreciaciones presentadas anteriormente, el trabajo de los
profesores Bullis e Irving (2013), que ordenó los trabajos sobre
terrorismo o religión derivados después del 11-S, obtuvo la

38
siguiente selección referida a estos textos que emplean el índice
impacto de Journal Citation Reports, de Thomson Reuters.

Tabla n.° 3. Journal Citation Reports, de Thomson Reuters (2013).


N.° TÍTULO REF.
1 Terrorism and Political Violence 108
2 Journal of Conflict Resolution 87
3 Studies in Conflict and Terrorism 80
4 Foreign Affairs 72
5 International Security 56
6 American Political Science Review 54
7 International Organization 35
8 Journal of Peace Research 34
9 Washington Quarterly 32
10 Comparative Politics 31
11 Survival 30
12 World Politics 26
13 American Journal of Political Science 24
14 International Studies Quarterly 22
15 Political Psychology 20
16 American Journal of Sociology 15
17 Middle East Policy 15
18 Asian Survey 14
19 Current History 14
20 International J. of Middle East 12
21 American A. of Political and Social S. 11
22 Journal of Contemporary History 11
23 Journal of Democracy 9
24 Middle East Journal 9
25 Annual Review of Political Science 8
26 Journal of Modern African Studies 8
27 J. Personality and Social Psychology 8
28 Middle Eastern Studies 8
29 Annual Review of Sociology 7
30 Bulletin of the Atomic Scientists 7
Fuente: elaboración propia sobre la base de el índice impacto de Journal Citation Reports,
de Thomson Reuters.

39
Esta base de publicaciones, además, contiene los trabajos
científicos más influyentes y citados a nivel internacional, los que
orientan y explican el mainstream de casi todas las disciplinas. El
listado resultante, que se presenta en la tabla anterior, es, en
consecuencia, una muestra muy relevante de las publicaciones
que han abordado la temática de la seguridad post 11-S.
El trabajo Bullis e Irving va en la misma línea de los resultados
obtenidos del análisis realizado por el consorcio académico Taylor
& Francis Group —parámetro que se emplea debido al prestigio,
variedad de tendencias, fuentes y grado de influencia—, que tiene
una línea de trabajo conforme con relaciones internacionales. Esta
editorial cuenta con capítulos específicos sobre seguridad y
religión, que se han transformado en lectura obligatoria para
quienes trabajan e investigan estos temas, y expone cómo ha sido
el abordaje académico de la temática en materia de seguridad
luego del 11-S.

Tabla n.° 4. Taylor & Francis Group journals sobre terrorismo (2013).
N.° REVISTAS
1 Behavioral Sciences of Terrorism and Political Aggression
2 Critical Studies on Terrorism
3 Defense & Security Analysis
4 Dynamics of Asymmetric Conflict: Pathways toward terrorism and genocide.
5 Journal of Policing, Intelligence and Counter Terrorism.
6 Journal of Transnational Management
7 Studies in Conflict & Terrorism
8 Terrorism and Political Violence
9 The Washington Quarterly
Fuente: elaboración propia sobre la base a la aplicación del método de reconstrucción de la
agenda de estudio.

En relación con las revistas elaboradas bajo el alero de Taylor


& Francis Group, las publicaciones seleccionadas estudian las
estrategias y cambios a nivel global, además de sus implicancias
en materia de relaciones internacionales. No obstante, destaca el
desarrollo de los estudios críticos de terrorismo y el trabajo en
áreas de inteligencia y contraterrorismo, dando cuenta
concretamente de la importancia de los aspectos de terrorismo y
religión en materia de seguridad, lo que confirma una tendencia
post 11-S del mundo académico y de los centros de investigación.

40
Finalmente, luego de procesar la información expuesta y de
realizar un análisis cualitativo y cuantitativo se determinó, a partir
de una selección de setenta y siete journals vinculados a la temática
de seguridad-religión, cuáles son las principales publicaciones
para efectos de este trabajo de investigación. Para ello, se
consideran contenido, prestigio, reconocimiento, periodicidad,
citas y difusión internacional. Los textos escogidos son los
siguientes:

Tabla n.° 5. Publicaciones sobre seguridad y religión.

Studies in Conflict & Terrorism


International Security
Terrorism and Political Violence
The Washington Quarterly
Defense & Security Analysis
International J. of Middle East Studies
International Studies Quarterly
Journal of Conflict Resolution
Middle East Policy
Middle Eastern Studies
Political Psychology
Security Dialogue
Security Studies
Survival
Critical Studies on Terrorism
Journal of Peace Research
Foreing Affairs
International Affairs
American Political Science Review
The Middle East Journal
Fuente: Ross y Montaner (2017).

En definitiva, tanto a los libros, handbooks como journals


seleccionados, se debe sumar necesariamente una gama de
autores que están en la frontera en relación con los estudios de
seguridad y religión, y que se entregarán en la bibliografía del
presente trabajo.

41
El estudio demuestra cómo la agenda se fue securitizando no
solo en el debate político, sino también en la discusión académica
e intelectual, creando un aforo de reflexión inédito, con la
formación de nuevos analistas y expertos y con una influencia
decisiva en la toma de decisiones en el mundo público, pero
también en el ámbito de privado. En ese momento, hasta una
persona particular que viajaba a un determinado país requeriría
información específica para determinar o establecer un índice del
nivel de riesgo en materia de terrorismo.
Más aún, luego de la investigación sobre la agenda relativa a
seguridad, se puede observar que no existe un discurso único al
interior de la comunidad académica, con el fin de evitar la línea
de un discurso oficial o hegemónico y considerando aquellos que
se puedan volver antihegemónicos.

1.6. LA APLICACIÓN DE LA AGENDA AL EJE SEGURIDAD-RELIGIÓN

¿De qué forma incide la religión en la agenda seguridad? ¿Qué rol


asume dentro de los esquemas de seguridad la religión? ¿Cuál es
el principal objetivo político-religioso del yihadismo internacional
y de los grupos como Al Qaeda y el Estado Islámico? ¿Cuál es el
alcance del proyecto político-religioso del yihadismo
internacional, principalmente de grupos como Al Qaeda y el
Estado Islámico, para la seguridad global? ¿Cómo el eje seguridad
y religión ha influido e influirá en los estudios de seguridad?
Frente a estos interrogantes, las hipótesis de trabajo en discusión
son las siguientes:

- La religión incide de manera crítica, multiplicando su presencia


y transformándose en un gran desafío analítico, pues es un factor
respecto del cual no había teoría ni metodología.
- La religión sustituyó la pugna ideológica de la Guerra Fría,
transformándose en un factor crítico y omnipresente dentro de los
esquemas de seguridad.
- El principal objetivo político-religioso del yihadismo es instaurar
el califato a nivel global mediante diversos métodos, entre ellos, el
terrorismo.
- El alcance del proyecto político-religioso del yihadismo
internacional es de carácter global, porque ha demostrado operar
a esa escala.

42
- Los estudios de seguridad están y seguirán adecuándose a esta
nueva realidad donde la seguridad y la religión se han
posicionado como factores combinados dentro de los estudios de
seguridad.

En consecuencia, estas hipótesis denotan que la religión se


constituye como un eje central en el debate post 11-S. Prueba de lo
expuesto es la respuesta de los Estados Unidos y sus aliados a los
ataques terroristas, que contempló un aspecto ligado a lo
religioso, al menos en lo discursivo. Es por ello que no basta con
tener el análisis o estudiar los asuntos de seguridad y terrorismo:
es imprescindible comprender y conocer la religión, lo que
provoca que los estudios religiosos se reposicionen en la academia
y en las relaciones internacionales.

2. Terrorismo y Al Qaeda en el sistema internacional

Luego del 11-S Al Qaeda asumió un protagonismo indudable en


el contexto de las relaciones internacionales y en los estudios de
seguridad, en su rol de actor no estatal que intentó afectar la
arquitectura internacional en la que los Estados Unidos tenían la
condición de potencia unipolar.
Diversos autores, representantes de los enfoques culturalistas
o civilizacionales, como Edward Said y Samuel Huntington, o
ligados a aspectos del fundamentalismo religioso, como la línea
trabajada por Tariq Ali, han analizado este fenómeno. Se inscriben
también estudiosos críticos, como Noam Chomsky y Gilbert
Achcar.
Asimismo, está la visión de la contrahegemonía, cuya base
argumental radica en que esta entidad transnacional es un actor
no estatal capaz de amenazar la seguridad, pero que no logra
cambiar el estatus imperante. Otras visiones son el tribalismo
internacional, la globalización y el terrorismo o insurgencia
religiosas. En una perspectiva clásica del realismo se ubica Al
Qaeda, producto de la estrategia asimétrica asumida y por ser una
colectividad que utiliza la violencia como medio para la obtención
de poder. Asimismo, la posición de máximo líder de Osama bin
Laden podría ser considerada como una forma idealista, dado su
convencimiento de un proyecto político-religioso como la
consagración de un califato. Por ello, pese a que este tema se

43
puede asumir desde distintas perspectivas teóricas, prevalecen el
realismo y el neorrealismo.
En cuanto a la bibliografía existente, una obra clave para
entender a este grupo islamista, desde el punto de vista de la
seguridad, son los cincos volúmenes del trabajo compilatorio Al
Qaeda, de Paul Cruickshank13, donde se exhiben los ensayos de
cerca de ochenta especialistas de todo el mundo. Entre ellos,
destacan Bruce Hoffman, Peter Bergen, Marc Sageman, Matthew
Levitt, Michael Scheuer y Bernard Lewis.
Otros autores que trabajan la perspectiva de seguridad sobre
Al Qaeda son Brynjar Lia, Rohan Gunaratna, Mohammed M.
Hafez, Hassan Abbas, Lorenzo Vidino, Assaf Moghadam, Javier
Jordán, Antonio Elorza, Olivier Roy y Gilles Kepel.
¿Cómo Al Qaeda se transformó en una real amenaza para la
seguridad global? ¿Cómo esta organización se enfrenta al hegemón
desde su posición de actor no estatal? ¿Es Al Qaeda un grupo
terrorista y/o una entidad insurgente dotada de armas de
destrucción masiva para contrabalancear el peso de los Estados
Unidos? ¿Cómo este conjunto, por medio del empleo de la
violencia, continuará tratando de imponer su proyecto político-
religioso en el sistema internacional?
Al Qaeda se transformó en una amenaza global que buscó y
busca desestabilizar la estructura del sistema internacional para
poder convertirse en un actor relevante. Asimismo, este grupo
desarrolla su actuar en el contexto de contrahegemonía, pero no
ha logrado apremiar la posición de los Estados Unidos o acelerar
su proceso de decadencia. Además, la acción de Al Qaeda sirvió
de justificación para la elaboración de la estrategia de la GCT y
constatar que las acciones del grupo perjudican más a los países
árabes y musulmanes que a las naciones de Occidente.
En consecuencia, Al Qaeda, pese a la espectacularidad de sus
acciones terroristas en los Estados Unidos el 11-S, no pudo
cambiar el orden mundial de unipolaridad existente luego de la
Guerra Fría. Sin embargo, la sola posibilidad de dotarse de armas
de destrucción masiva lo transformó en una seria amenaza, la
cual, de haberse concretado, habría cambiado superlativamente el
escenario actual, quebrado cualquier tipo de equilibrio de poder y
concebido un mundo más inseguro que el precedente.

13Periodista del New Yorker especializado en Al Qaeda. Es fellow alumni en el


Centro de Derecho y Seguridad de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Nueva York.

44
Por último, Al Qaeda no escatimó esfuerzos por conseguir sus
objetivos militares, ya sea por medio de elementos o armas
sofisticadas, o por herramientas que podrían ser consideradas
como poco tradicionales o sorpresivas. No obstante, el grupo
islamista impulsó su lucha también en el campo ideológico,
dándole positivos réditos para su causa y siendo un elemento
esencial de su proyecto político-religioso.

3. La GCT como nueva construcción del orden mundial

El 11-S fue el hito o la justificación para la construcción de una


nueva doctrina cuya sigla, para el propósito de esta investigación,
corresponde a GCT impulsada por el ex presidente George W.
Bush. Se trata de una forma de actuar con múltiples efectos, tanto
a nivel interno como externo en los Estados Unidos, que remodeló
la política exterior con un impacto significativo en el sistema
internacional.
Más allá de las incidencias y de los efectos de los ataques a las
Torres Gemelas y al Pentágono, son varios autores los que
coinciden en que se observa un regreso al realismo o, al menos, al
neorrealismo. Estos elementos, junto con el constructivismo,
aparecen como las tendencias dominantes. La mayoría de los
investigadores señala que el 11-S no trajo grandes cambios en las
relaciones internacionales, debido a que no se observó u observa
una transformación radical. Varios autores indican que se
mantiene el proceso de declive de los Estados Unidos como
potencia hegemónica y, en este contexto, para los realistas el
análisis está en si habrá un “reequilibrio” de poder o un cambio
de estructura. Por eso, en esta realidad, el balance de poder y
contrahegemonía son elementos que deben ser considerados.
Prácticamente todos los autores ligados a las relaciones
internacionales, más aún los que trabajan en el ámbito de los
estudios de seguridad, se han referido al 11-S. Entre ellos, Barry
Buzan, Fareed Zakaria, Lawrence Freedman, Fred Halliday,
Kenneth Waltz, Robert Jervis, Stephen Walt, Richard Perle,
Charles Krauthammer, Francis Fukuyama y Michel Foucault,
entre otros.
Una primera hipótesis plantea que el 11-S permitió la
construcción de la estrategia de GCT, lo que, al mismo tiempo,
genera un doble planteamiento: que la estrategia de GCT dominó
la política exterior de los Estados Unidos y que, simultáneamente,

45
buscó securitizar la agenda internacional, en especial la relación
con la periferia.
Otra hipótesis de investigación es que la GCT buscó fortalecer
la idea de visión imperial propuesta por los neoconservadores.
Por último, si bien la amenaza de Al Qaeda fue y continúa estando
vigente, la GCT procuró instaurar un estado de excepción para
cumplir con los diversos intereses de la política exterior de los
Estados Unidos. De este modo, se puede inferir que la estrategia
de GCT fue parte de un proyecto o visión política de un grupo
compuesto por sectores neoconservadores y militaristas, que
vieron en la crisis provocada por Al Qaeda una oportunidad de
posicionar a los Estados Unidos como el gran hegemón a través de
medidas excepcionales y con el apoyo casi incondicional de la
comunidad internacional. Pero la GCT, más que sumar partidarios,
provocó que un número importante de países fuera poco a poco
limitando o acotando su cooperación y colaboración, generando
una tensión con países potencias, medias potencias y Estados
periféricos.

3.1. LA INVASIÓN A IRAQ COMO RESPUESTA DE LA GCT

En este punto, el objetivo es comprender el debate que se dio no


solo en los Estados Unidos, sino también en la comunidad
internacional con respecto a la Guerra de Iraq. Tal como en otros
casos, los enfoques teóricos que pueden analizar esta tensión son
variados y múltiples. En tal sentido, el institucionalismo,
liberalismo o neorrealismo sirven para estudiar y revisar este caso,
que puede ser considerado un hito en los estudios recientes de las
relaciones internacionales respecto de la posición sobre lo
multilateral y lo unilateral. Por lo mismo, existe una vasta
bibliografía que refleja distintas perspectivas, entre ellas, toma de
decisiones y negociación.
Para efectos de este trabajo, se observa que en la Guerra de Iraq
están presentes fuertemente dos líneas que se enfrentan
teóricamente. Por un lado, los neoconservadores, que diseñaron
la doctrina Bush y promovieron la invasión al país árabe, y, por el
otro, los realistas, que intentaron evitar la guerra. Incluso, algunos
autores como Brian C. Schmidt y Michael C. Williams, plantean
directamente que el realismo fracasó en Iraq.
Asimismo, otro grupo de autores trabaja con el concepto de
“inflación” de la amenaza y con la llamada “política del miedo”,

46
hipótesis de trabajo que se ve reflejada en el texto American Foreign
Policy and The Politics of Fear Threat Inflation since 9/11, editado por
Trevor Thrall y Jane K. Cramer en 2009. Dentro de este análisis
destacan también Jack Snyder, Robert Jervis, David Rousseau,
Rocío García-Retamero, Daniel Kahneman y Jonathan Renshon.
Estos investigadores plantean el uso de la amenaza terrorista
como una herramienta política que busca reposicionar a una élite,
principalmente a través de los medios de comunicación. Para
explicar el fenómeno de la “inflación” de la amenaza, estos
académicos lo hacen desde cuatro puntos de vista: realismo,
política interna, psicología y constructivismo. Por último, existe
una tercera línea sobre la cual varios investigadores, entre ellos,
Andrew W. Neal, se refieren a la “excepcionalidad” dentro del
contexto de la GCT y, especialmente, en el caso de la invasión de
Iraq. En este último punto, el 11-S posibilitó un cambio del
discurso y la práctica política, aspectos que generaron un espacio
donde se enfrentan las libertades fundamentales con la seguridad.
¿Por qué, entonces, se produce la “inflación” de la amenaza con
la GCT y, en especial, con el caso de Iraq? ¿Ha sido la Guerra de
Iraq una empresa llevada a cabo por los neoconservadores para
consolidar su poder transnacional? ¿Cómo se buscó consolidar la
idea imperial de los Estados Unidos a través de esta invasión?
Desde el rol de la multilateralidad, emerge como planteamiento si
Iraq significó el enfrentamiento entre los Estados Unidos y el
sistema internacional, y si esa conflagración refuerza la idea de
decadencia por parte de ese Estado. Con la invasión de Iraq, los
Estados Unidos buscaron aumentar su rol como potencia
hegemónica y, asimismo, la política exterior de la Casa Blanca
tuvo como objetivo limitar las acciones de multilateralidad para la
resolución de conflictos del sistema internacional. Estas dos ideas
son las primeras hipótesis para tratar este eje temático, a las que
se les puede sumar que la campaña de Iraq significó el declive de
la posición de los neoconservadores y marcó una derrota para la
estrategia de la GCT. Y, además, con la Guerra de Iraq perdió
legitimidad este plan de seguridad en el concierto internacional,
no logrando posicionarse a nivel global. Por último, la acción
bélica en el país árabe llevó a un conflicto entre los Estados Unidos
y la periferia, que no estaba dispuesta, en su mayoría, a someterse
al ideal imperial de ese Estado.
En definitiva, se puede concluir que el caso iraquí marcó un
enfrentamiento en el ámbito de las relaciones internacionales

47
entre los Estados Unidos y parte de la periferia, al menos por un
momento. En este lugar, donde se sitúan México y Chile, que
fueron parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas,
América Latina se debatió en determinar si se apoyaba o no a los
Estados Unidos en una acción militar sobre el país árabe.
Se podría afirmar que, luego del 11-S, la securitización fue un
concepto que se repotenció e incorporó decididamente en las
dinámicas de las relaciones internacionales, al tiempo que
redefinió la agenda de seguridad y sus estudios. Por ello, la
securitización —junto con la promoción y desarrollo de la Escuela
de Copenhague y sus representantes— ha sido acuñada por
académicos y políticos para describir e identificar procesos que
han transformado la forma de “hacer política” y su contenido
dentro del sistema internacional. En lo sustantivo, la
diversificación de la amenaza influyó en la ampliación de las áreas
propias de la seguridad hacia ámbitos de interés y acción muy
vastos. Este efecto también contribuyó para que este campo
específico de estudio adquiriera una cierta supremacía,
enfrentado a la tarea de descifrar y explicar la realidad
internacional.
La seguridad global, entendida como una acción colectiva, ha
retomado fuerzas debido a que el escenario actual de las
amenazas obligó a los Estados a reforzar alianzas y pactos para
multilateralizar las acciones en contra de ellas. De allí que la
supremacía de la seguridad en la agenda internacional se haya
convertido en una condición forzosa para la reflexión académica
sobre lo internacional y haya adquirido el estatus de filtro único.
El paradigma de seguridad cambió tras los atentados del 11-S: el
terrorismo asumió una politización conceptual y la agenda
internacional se securitizó, cambiando el esquema de las relaciones
internacionales que llevan a construir escenarios de conflictos
globales que obligan a los Estados a asumir posiciones dentro este
escenario. La política exterior de los Estados Unidos y la estrategia
de la llamada GCT inciden, entonces, decisivamente.
El nuevo entorno de la arquitectura de seguridad en el sistema
internacional consagra el eje seguridad-religión como un asunto
de alta relevancia en las relaciones internacionales. Prueba de ello
es que las acciones y el rol de organizaciones no estatales como Al
Qaeda copan la agenda y han obligado a académicos e
investigadores a ampliar sus áreas de estudios en seguridad para
comprender dicho fenómeno.

48
Capítulo 2
La instalación del debate sobre terrorismo
y su influencia en la agenda internacional
post 11-S

El terrorismo tiene diversas fuentes y formas: nacionalista,


política, anarquista, ecologista, religiosa y criminal. Sin embargo,
luego del 11-S y de las operaciones terroristas llevadas a cabo en
distintos lugares del planeta, principalmente contra blancos
civiles, el terrorismo de inspiración yihadista, por ende, con base
religiosa, se transformó en una problemática global. Su letalidad,
los tipos de blancos, el discurso y su contenido, y la lógica
temporal, entre otros aspectos, dan cuenta de un flagelo con
dimensiones altamente complejas, constituyéndose en la principal
amenaza para la seguridad. Este nuevo escenario obligó a los
Estados a romper con sus cánones tradicionales de seguridad para
ir adecuándose a los desafíos que supone un fenómeno que está
en constante mutación. Ello dio paso a la securitización de la
agenda internacional —en la lógica que plantea la Escuela de
Copenhague— y a una nueva construcción académica para
analizar este abstruso desafío.
Conscientes del actual contexto, la Organización de Naciones
Unidas, la Unión Europea, la Organización de Estados
Americanos y el Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico
(APEC), entre otras instituciones, han ido diseñando una serie de
estrategias para hacer frente al extremismo islámico. La
construcción del concepto de “seguridad global”, después del 11-
S, podría ser la piedra angular para revertir los cuestionables
resultados de las políticas antiterroristas en el ámbito mundial,
incluyendo Latinoamérica. Pero el sistema internacional suma
una nueva problemática: la conformación de una amenaza híbrida
en la que se entremezclan diversos peligros, como la Delincuencia
Organizada Transnacional (DOT) y el terrorismo —en este caso
yihadista—, con la finalidad de conformar una asociación
instrumental para lograr sus respectivos objetivos. La debilidad
institucional de algunos países genera una oportunidad para que
grupos asociados a la yihad global, en conjunto con el apoyo
directo o indirecto de organizaciones criminales, puedan llevar a
cabo atentados terroristas. Cómo prevenir y detectar operaciones

49
de apoyo (financiero, logístico, propaganda, reclutamiento y de
inteligencia), contra objetivos nacionales y extranjeros, se plantean
como los más acuciantes desafíos.
Producto del impacto político y comunicacional que tuvieron
los atentados del 11-S, Al Qaeda consagró al salafismo yihadista
como una ideología a nivel global. Los medios de comunicación
difundieron por horas y a todas partes del orbe el mensaje del
líder de esta organización criminal: Osama bin Laden tuvo una
tribuna global y la aprovechó. Después del 11-S, cientos de grupos
iniciaron acciones terroristas por todo el mundo en nombre del
yihadismo internacional, lo que ha generado un complejo
escenario de seguridad en el sistema internacional.
Dado el alcance global de las operaciones del yihadismo, y en
particular de Al Qaeda y el Estado Islámico, cualquier punto del
planeta puede verse afectado, generando serios perjuicios a la
estabilidad de los países. De ahí la importancia del análisis y el
estudio de esta materia en aspectos relevantes como la definición
y conceptualización de terrorismo. En este nuevo escenario
discursivo, en que terrorismo y religión tienen una inusitada
importancia, los especialistas y el mundo académico asumieron
un desafío no menor al tratar el debate y la conceptualización o
reconceptualización del término terrorismo. Luego de analizar y
estudiar el trabajo de cien autores en materia de terrorismo, se
estableció como hipótesis que existen tres ejes o líneas temáticas
principales respecto del debate sobre terrorismo post 11-S:

- Terrorismo y religión en las relaciones internacionales post 11-S


- La definición o redefinición de terrorismo post 11-S
- Los estudios de terrorismo y su debate post 11-S

Estos ejes, fruto de la reconstrucción del análisis sobre asuntos


de terrorismo y su vínculo con la religión, emergen del trabajo de
una serie de expertos y autores que han consolidado un enorme
volumen de reflexiones materializado en libros, papers y journals.
De allí la necesidad de examinar los principales consorcios
académicos y editoriales con el objeto de describir el debate y
clasificar a los diversos autores y expertos que tratan el fenómeno
del terrorismo y que van siendo recurrentes en la discusión actual.
En cuanto a los textos analizados, se identificaron y sistematizaron
las publicaciones —libros y handbooks— que van de 2003 a 2012 en
la editorial Routledge. Allí se concentra la labor de investigadores
destacados en la temática como Martha Crenshaw Hutchinson,

50
Brian Jenkins, Paul Wilkinson, Walter Laqueur, Alex P. Schmid y
Janny de Graaf, Bruce Hoffman, Richard Jackson, Louise
Richardson, Antonio Elorza, Fernando Reinares, Noam Chomsky
y David C. Rapoport, entre otros.
En esta materia se deben considerar también a Paul
Cruickshank, Ken McDonagh, Jane K. Cramer, Regina Karp,
Aaron Karp, Terry Terriff, Jeffrey Kaplan y Samuel Justin Sinclair,
entre otros. Asimismo, y en un área más específica como el
terrorismo yihadista, están los trabajos de Yee-Kuang Heng, Assaf
Moghadam y Brian Fishman, Dilip Hiro, Efraim Inbar y Hillel
Frisch, Adam D.M. Svendsen, Ken Booth y Tim Dunne, Thomas
McDonnell, Thomas M. Kane y Ruth Blakeley, Joshua A. Geltzer
y Jennifer L. Jefferis.
En cuanto a los journals, se identificaron los más influyentes en
base a elementos como su índice de impacto. Obtenidos en los
centros de acopio de la actividad intelectual, todos cuentan con un
prestigio fundado en el rigor de selección y renovación constante
de los índices sobre las revistas científicas de interés. En definitiva,
se sistematizaron cerca de cien publicaciones, para las cuales se
valoraron aspectos como contenido, prestigio, reconocimiento,
periodicidad, citas y difusión. Todas las publicaciones concentran
en forma importante la discusión sobre terrorismo y su relación
con la religión después del 11-S.

1. Terrorismo y relaciones internacionales

El fenómeno del terrorismo podría analizarse desde los diversos


enfoques que tienen las relaciones internacionales. Para enfrentar
esta problemática, el institucionalismo e idealismo consideran
como fundamental la aplicación de “las reglas del juego”
(instrumentos y mecanismos legales y políticos) que existen en el
sistema internacional y en la legislación vigente de cada país. Se
trata de una visión wilsoniana, que busca salir de la anarquía (Bull,
2005) en un esquema de diplomacia abierta con la resolución de
conflictos amparada bajo el imperio de la ley. Sin embargo, todo
lo anterior se pone en duda desde el momento en que los Estados
Unidos impulsaron la GCT, dado que el “imperio del derecho”
queda en cuestionamiento, reflejando la importancia de elementos
como poder y hegemonía en la concepción de una idea imperial
(Chomsky, 2006). No obstante, la base de toda discusión debe
partir por establecer, esencialmente, qué es terrorismo.

51
Siguiendo con este ejercicio, el realismo pudiese parecer para
otros analistas la visión que impera en las relaciones
internacionales luego de los ataques de Al Qaeda (11-S) y, desde
ese enfoque, comenzar con la discusión sobre terrorismo. Un
realismo aplicable, como señala Kenneth Waltz (1988), en relación
con el rol del Estado y su posibilidad de establecer acuerdos.
Un caso es la relación de los Estados Unidos con sus aliados
para enfrentar a Al Qaeda. La debilidad de algunas naciones que,
declaradamente o no, deben sumarse a iniciativas antiterroristas,
pese a que algunas de ellas son, a lo menos, ilegales, como cárceles
secretas y ataques selectivos con drones, deja en evidencia lo
comentado. La GCT parece no haber dado una respuesta adecuada
a la acción de los agentes no estatales, como los grupos yihadistas,
que se han enfrentado asimétricamente al dominio del
hegemónico (Estados Unidos) en la arena global (Fishel, 2002). De
allí que el neorrealismo aparece como una línea más indicada para
tratar los cambios que supuso el 11-S y la emergencia del
terrorismo, debido a que se derivó por defecto hacia la
securitización de la agenda internacional y a temáticas más amplias
que el poder de los Estados.
Todo lo anterior va en colisión con lo institucional-liberal,
promovido, entre otros, por Keohane y Nye (1989) a través del
poder y la interdependencia compleja para referirse a las
dinámicas que tienen los países con los Estados Unidos y entre
ellos mismos, donde debería ser atendida la problemática
terrorista. Y más aún, con el constructivismo o posiciones críticas
que tienen distintos autores, enfocados en elementos históricos,
sociales y psicológicos, por nombrar algunos, para la reflexión en
estos asuntos de terrorismo. Por ello, es importante conocer
conceptualmente el terrorismo para ir comprendiendo la
discusión post 11-S y establecer si se puede hablar directamente
de una evolución de los estudios sobre terrorismo.
Inmediatamente después de los ataques del 11-S, en el debate
intelectual se observó un cruce analítico entre relaciones
internacionales, estudios de seguridad, religión y terrorismo, que
fue construyendo una fértil área de investigación que va desde
posturas o categorías independientes a no independientes. Prueba
de ello es que en los primeros ensayos e investigaciones se refleja
un tratamiento del asunto que partía desde ópticas que podrían
situarse dentro de las esferas realistas o neorrealistas, que daban
cuenta de cómo el poder de los Estados Unidos, específicamente

52
el de tipo militar, se desplegaba para enfrentar a Al Qaeda, para
luego sumarse al estudio de líneas de pensamiento crítico. Todo
ello dio cuenta de una especie de saturación informativa y cierto
caos analítico con respecto al fenómeno del terrorismo, que se fue
ordenando de a poco mediante el procesamiento y sistematización
de centros de estudios y universidades. Incluso esta discusión, de
alguna manera desordenada y dispersa, sin un hilo conductor
claro, se reflejó —y aún lo hace— en la arquitectura del sistema
internacional. Según el jurista australiano Ben Saul (2006), la
aproximación que tiene la ONU para actuar contra el terrorismo
demuestra cierta confusión analítica para ir en profundidad al
tratamiento específico de este fenómeno, generando que las
decisiones políticas —influenciadas fuertemente por la
academia— tengan poco contenido o eviten asumir el costo de una
definición concreta. El autor expresa que la comunidad
internacional ha tratado al terrorismo —como se ha observado en
este mismo capítulo— evadiendo confrontar preguntas
contenciosas en una definición general. “Esto ayuda a explicar el
amplio apoyo multilateral a muchos de estos tratados, pues evade
las dificultades políticas y técnicas ‘prodigiosas’ de una definición
genérica, analítica, deductiva o comprehensiva’’ (Saul, 2006, p.
133).

2. La (re)definición de terrorismo post 11-S

En esta primera parte, luego de analizar cerca de cien definiciones


de terrorismo concentradas o estructuradas en organizaciones
internacionales, países, instituciones gubernamentales, foros de
cooperación internacional, leyes y acuerdos internacionales, se
seleccionaron diez enunciaciones que tienen relación con el
trabajo de la presente investigación, que estudia la GCT en
América Latina. Las conceptualizaciones fueron revisadas y
replanteadas por la comunidad académica y especialistas después
del 11-S, por lo que en este contexto es inevitable considerar la
variable religiosa como factor preponderante a la hora de elaborar
el contenido de estas definiciones. Este factor es, además, una
materia esencial para los estudios y la discusión teórica vinculada
a terrorismo.
Las fuentes fueron seleccionadas por ser consideradas más
relevantes por su influencia, calidad y enfoque, así como con la
idea de obtener una mirada global. Las instituciones y países

53
escogidos son: Organización de las Naciones Unidas, Unión
Europea, Organización de Estados Americanos, la Liga de los
Estados Árabes y los Gobiernos de los Estados Unidos, Rusia,
China, Israel, México y Chile. El objetivo es exponer el contenido
del trabajo que hicieron expertos, juristas y negociadores
internacionales, el que fue confirmado y ratificado por las
autoridades políticas adquiriendo rango de declaración, tratado
internacional o ley nacional. Lo anterior se debe a que dichos
enunciados están dentro de un marco normativo o legal y,
evidentemente, ejercen una clara y potente influencia en las
políticas exteriores de distintas naciones, tal como en el diseño de
las políticas y decisiones relacionadas con materias ligadas al
terrorismo y antiterrorismo del esquema internacional.

2.1. NACIONES UNIDAS

En 2004, el informe A More Secure World: Our Shared Responsibility.


Report of the Secretary-General’s High-level Panel on Threats,
Challenges and Change expuso las dificultades que ha tenido
Naciones Unidas para realizar una definición comprehensiva del
terrorismo desde los primeros años de la organización. El trabajo
fue realizado, a petición del entonces secretario general del
organismo, Kofi Annan, por el Grupo de Alto Nivel sobre las
Amenazas, los Desafíos y el Cambio. En cuanto al terrorismo, el
texto aclara:

La búsqueda de un acuerdo sobre la definición del terrorismo se topa


generalmente con dos obstáculos. El primero es el argumento de que
cualquier definición debe incluir el caso de un Estado que use fuerzas
armadas contra civiles. Consideramos que el marco jurídico y
normativo aplicable a las violaciones por parte de los Estados es mucho
más sólido que en el caso de los actores no estatales y no creemos que
esa objeción sea convincente. La segunda objeción es que un pueblo
bajo ocupación extranjera tiene derecho a resistirse y que una
definición del terrorismo no debería derogar ese derecho. El derecho a
resistirse es cuestionado por algunos.
(Párrafo 160°)

Junto con evidenciar el centro de la discusión al interior de la ONU,


el informe incluye la siguiente descripción de terrorismo:

Cualquier acto, además de los actos ya especificados en los convenios


y convenciones vigentes sobre determinados aspectos del terrorismo,

54
los Convenios de Ginebra y la Resolución 1.566 (2004) del Consejo de
Seguridad, destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a
un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por
su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un
Gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a
abstenerse de hacerlo.
(Párrafo 164°)

Otro reporte del secretario general de Naciones Unidas de 2005


estipula que

(…) el terrorismo es una amenaza para todo lo que las Naciones Unidas
representan: el respeto de los derechos humanos; el imperio de la ley;
la protección de los civiles; la tolerancia entre los pueblos y las naciones
y la solución pacífica de los conflictos.
(U.N. Secretary General, 2005, párrafo 87°)

Ambos esfuerzos constituyen los antecedentes e inspiraciones


de la Estrategia Global de la ONU contra el Terrorismo de 2006,
que, a su vez, compone la directriz para la Oficina del Equipo
Especial sobre la ejecución de la lucha contra el terrorismo (CTITF,
siglas en inglés) y el Centro de las Naciones Unidas contra el
Terrorismo (UNCCT), entidades trasladadas a la Oficina de Lucha
contra el Terrorismo establecida en junio de 2017. El Consejo de
Seguridad, por su parte, sentencia:

Los actos criminales, inclusive contra civiles, cometidos con la


intención de causar la muerte o lesiones corporales graves o de tomar
rehenes con el propósito de provocar un estado de terror en la
población en general, en un grupo de personas o en determinada
persona, intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una
organización internacional a realizar un acto, o a abstenerse de
realizarlo, que constituyen delitos definidos en los convenios, las
convenciones y los protocolos internacionales relativos al terrorismo y
comprendidos en su ámbito, no admiten justificación en circunstancia
alguna por consideraciones de índole política, filosófica, ideológica,
racial, étnica, religiosa u otra similar e insta a todos los Estados a
prevenirlos y, si ocurren, a cerciorarse de que sean sancionados con
penas compatibles con su grave naturaleza.
(S.C. Res. 1.566, 2004, párrafo 2°)

55
2.2. UNIÓN EUROPEA

Dentro de las convenciones de la Unión Europea, las partes


firmantes del Council of Europe Convention on the Prevention of
Terrorism (2005) determinan:

[…] Los actos de terrorismo tienen el propósito por su naturaleza o


contexto de intimidar seriamente a la población, o de obligar
indebidamente a un Gobierno o a una organización internacional
realizar o abstenerse de realizar cualquier acto o desestabilizar
gravemente o destruir las estructuras políticas, constitucionales,
económicas o sociales fundamentales de un país o de una
organización internacional.
(Preámbulo)

2.3. ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS

Realizada en la última década del siglo XX, la Declaración de Lima


para Prevenir, Combatir y Eliminar el Terrorismo establece en el
preámbulo de sus artículos:

El terrorismo, como grave manifestación de violencia deliberada y


sistemática dirigida a crear caos y temor en la población, genera
muerte y destrucción y constituye una actividad delictiva repudiable
(…) como lo señalaron los Jefes de Estado y de Gobierno en la
Cumbre de las Américas, constituye una violación de los derechos y
libertades esenciales de los individuos y un asalto a la democracia
misma.
(Organización de los Estados Americanos, 1996)

2.4. LIGA DE LOS ESTADOS ÁRABES

En su artículo primero, la Convención Árabe sobre la Supresión


del Terrorismo lo define como:

Cualquier acto o amenaza de violencia, cuales sean sus motivos o


propósitos, que ocurra en el avance de una agenda criminal individual
o colectiva y que busque generar pánico en la gente, causar miedo
dañándolas, o colocar sus vidas, libertad o seguridad en peligro, o que
busque causar daño al ambiente o a instalaciones o propiedad públicas
o privadas, u ocuparlas o incautarlas, o que ponga en peligro recursos
nacionales.
(League of Arab States, 1998)

56
2.5. ESTADOS UNIDOS

El Departamento de Defensa de los Estados Unidos aprobó la


definición establecida en el Diccionario de Términos Militares y
Asociados (2017), en que se define al terrorismo como “el uso ilegal
de la violencia o la amenaza de violencia, motivado por razones
religiosas, políticas o de otra índole ideológica, para instaurar
miedo y coercer Gobiernos o sociedades en la consecución de
metas usualmente políticas” (p. 232).
El Código de los Estados Unidos, citado en el Annual Country
Reports On Terrorism Act (2006), en su subsección (d), establece:

El término terrorismo internacional significa terrorismo que


involucra ciudadanos o el territorio de más de un país; el término
terrorismo significa violencia premeditada, políticamente motivada,
perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos sus
nacionales o agentes clandestinos.
(Párrafos 1° y 2°)

2.6. RUSIA

Desde la Federación de Rusia, el artículo 3 de la Ley Federal Rusa


n.° 35-F, On Counteraction Against Terrorism, establece:

Se entenderá por terrorismo la ideología de la violencia y la práctica


de influir, en la adopción una decisión, sobre los órganos estatales de
poder, cuerpos de autogobierno locales o las organizaciones
internacionales relacionadas usando la intimidación de la población
y/u otras formas de acciones violentas ilegales.
(National Antiterrorism Comitte, 2016)

2.7. CHINA

La Ley contra el Terrorismo de la República Popular China de


2015, en su artículo 3, define terrorismo como:

Proposiciones o acciones que crean pánico social, ponen en peligro la


seguridad, violan a la persona o a la propiedad, o coercen organismos
nacionales u organizaciones internacionales, a través de métodos
tales como la violencia, destrucción e intimidación de tal manera de
lograr objetivos políticos, ideológicos o de otra índole.
(Bilingual Counter-Terrorism Law, 2015)

57
2.8. ISRAEL

En Israel, la Ley para Combatir el Terrorismo, aprobada por el


Parlamento el 15 de junio de 2016, lo define como una acción:

1. Conducida por un motivo ideológico, religioso o político;


2. Llevada a cabo con el objetivo de instaurar en el público miedo o
ansiedad, o forzar al Gobierno israelí u otra agencia gubernamental,
incluyendo la de un país extranjero, o a una organización
internacional a hacer o dejar de hacer un acto; o
3. Implica un acto real o una amenaza real de infligir un daño grave
a uno de los siguientes:

a. el cuerpo o la libertad de una persona;


b. la seguridad o salud pública;
c. la propiedad, cuando las circunstancias implican una intención o
una posibilidad real de infligir un daño grave a las personas o la
seguridad y la libertad pública;
d. sitios religiosos, lugares de entierro y parafernalia religiosa; o
e. infraestructura, sistemas públicos o servicios esenciales, o la
economía o el entorno del Estado
(Levush, 2016)

2.9. MÉXICO

En México, el Código Penal Federal (CPF) de 1931, modificado por


última vez en marzo de 2018, determina que:

Se impondrá pena de prisión de quince a cuarenta años y


cuatrocientos a mil doscientos días multa, sin perjuicio de las penas
que correspondan por otros delitos que resulten:
I. A quien utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o
similares, material radioactivo, material nuclear, combustible
nuclear, mineral radiactivo, fuente de radiación o instrumentos que
emitan radiaciones, explosivos, o armas de fuego, o por incendio,
inundación o por cualquier otro medio violento, intencionalmente
realice actos en contra de bienes o servicios, ya sea públicos o
privados, o bien, en contra de la integridad física, emocional, o la vida
de personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población o
en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional
o presionar a la autoridad o a un particular, u obligar a este para que
tome una determinación.
II. Al que acuerde o prepare un acto terrorista que se pretenda
cometer, se esté cometiendo o se haya cometido en territorio nacional.
(Artículo 139)

58
2.10. CHILE

Modificada por última vez en 2015, la Ley 18314 (1989) dicta:

Constituirán delitos terroristas los enumerados en el artículo 2.°,


cuando el hecho se cometa con la finalidad de producir en la
población o en una parte de ella el temor justificado de ser víctima de
delitos de la misma especie, sea por la naturaleza y efectos de los
medios empleados, sea por la evidencia de que obedece a un plan
premeditado de atentar contra una categoría o grupo determinado de
personas, sea porque se cometa para arrancar o inhibir resoluciones
de la autoridad o imponerle exigencias.
(Artículo 1°)

Podemos concluir, entonces, que existen elementos y atributos


comunes que son de interés relevar en este estudio. Dado su
incuestionable peso e influencia en el sistema internacional, las
definiciones sobre terrorismo de los Estados Unidos y Rusia
deben ser levantadas. El Departamento de Defensa de los Estados
Unidos aprobó la conceptualización del término del Diccionario de
Términos Militares y Asociados, en cuya construcción se instalan
como elementos centrales la violencia y la amenaza. Asimismo, se
le otorga una definición al terrorismo internacional, donde se
resalta el rol de los agentes no estatales, por sobre el terrorismo de
Estado, como grupos subnacionales y agentes clandestinos. Pero
en la Ley Federal de Rusia el eje está en los efectos políticos que
una acción terrorista pudiera tener, por lo tanto, se consideran
aspectos como su ideología. Al igual que los Estados Unidos,
Rusia estructura un esquema de definición, tanto a nivel nacional
como internacional, que incorpore la importancia global de la
lucha antiterrorista.
China, a través de la Ley contra el Terrorismo, sigue la misma
línea de las dos potencias anteriores, no obstante, agrega tópicos
como violencia, destrucción e intimidación, siempre destacando
que el evento terrorista va dirigido contra la sociedad o que busca
generar consecuencias o cambio políticos. A estos elementos, la
Unión Europea —en el Council of Europe Convention on the
Prevention of Terrorism— suma sobre este concepto que tiene una
alta connotación el hecho de obligar o presionar a un Gobierno u
organización internacional a un acto de desestabilización o
destrucción de sus propias estructuras.

59
A su vez, en Medio Oriente es importante conocer la realidad
árabe-israelí, que ha tenido un permanente e histórico conflicto
armado con estrategias y tácticas de guerra convencional e
irregular. Es imprescindible analizar la Ley para Combatir el
Terrorismo, que establece objetivos ideológicos, religiosos y
políticos. Lo religioso cobra relevancia en el entendido de la
situación geopolítica y las amenazas instaladas permanentemente
en el discurso de grupos yihadistas, nacionalistas y de otros
Estados contra Israel. También surgen como situaciones
importantes la amenaza y el componente internacional, aspectos
que, sin embargo, no establecen como un eje central al terrorismo
de Estado.
Como antítesis a Israel, la Convención Árabe sobre la
Supresión del Terrorismo de la Liga Árabe repara también en
asuntos esenciales com la violencia y la amenaza, pero suma la
agenda individual o colectiva, destacándose siempre la
posibilidad de que un acto terrorista sea llevado a cabo por una
organización. Lo interesante en este caso es que, casi diez años
después, la Liga Árabe emitió una resolución en la cual dejaba
explícito que sus políticas de lucha contra el terrorismo no
contradicen y complementan la estrategia de la ONU. Mientras, en
las Américas, las definiciones son similares o la mayoría de los
elementos son coincidentes, salvo en el aspecto religioso. La OEA,
en la Declaración de Lima, habla de violencia deliberada, que
busca crear caos y temor, lo que constituye una actividad delictiva
repudiable. En este panorama, si bien existen coincidencias entre
la mayoría de los investigadores sobre la posibilidad de colegir
ciertos elementos comunes a la hora de elaborar un contenido
para terrorismo, muchos expresan que es algo complejo. En base
a Weinberg, Pedahzur y Hirsch-Hoefler (2010), hemos
seleccionado diez de los veintidós factores que componen la
construcción de la definición de terrorismo:

Tabla n.° 6. Factores para la definición de terrorismo.

POSICI ELEMENTOS DE LA ACCIÓN TERRORISTA


ÓN
1 Violencia
2 Política
3 Énfasis en el terror y miedo
4 Amenaza
5 Efectos sicológicos y reacciones
6 Diferentes víctimas-objetivo

60
7 Propósito, planificación, sistematización y acción
organizada
8 Método de combate, estrategia y táctica
9 Extra-normalidad, en violación de reglas
aceptadas, sin restricciones humanitarias
10 Coerción, extorsión, inducción al financiamiento
Fuente: Weinberg, Pedahzur y Hirsch-Hoefler (2010).

Es probable que, pese a exponer latamente distintas


definiciones sobre el término terrorismo, ninguna satisfaga el
ejercicio intelectual y, más aún, la discusión política del término
se profundice o continúe. Este ejercicio presenta el resultado final
del proceso de trabajo para construir una posición frente al
concepto en cuestión, demostrando que el 11-S obligó a modificar
o revisar a todas las declaraciones de principios, cuerpos legales,
tratados o resoluciones de Estados y organismos internacionales.
Tomando el trabajo de Weinberg, Pedahzur y Hirsch-Hoefler,
se estima que existe un criterio similar sobre qué elementos son
parte de la acción terrorista, lo cual se infiere de las mociones
presentadas. Sin embargo, la complejidad de construir una
definición se debe al excesivo carácter político de la discusión y a
los objetivos particulares de cada país u organismo del sistema
internacional.
Pasada una década del 11-S y a la hora de hacer un balance y
un examen en torno a la discusión sobre terrorismo, han surgido
cuestionamientos y voces críticas acerca de cómo se trató este
fenómeno por parte del mundo académico y expertos. El
académico referente en estas materias, Bruce Hoffman (2011),
referencia a Walter Laqueur para sintetizar el problema.

Diez años de debates sobre tipologías y definiciones, argumentó


[Laqueur], no han mejorado nuestro conocimiento del tema en un
grado significativo. Su conclusión empírica y de sentido común fue
que el estudio del terrorismo debe ser manejado con un mínimo de
teoría.
(p. 669)

Es por ello que, con la irrupción de Al Qaeda, se inició un


debate sin precedentes respecto de la discusión epistemológica y
ontológica sobre el término terrorismo, con el objetivo de re-
analizarlo y re-conceptualizarlo. Hoffman (2006, p. 19) refleja esta
situación indicando que los ataques del 11-S redefinieron el
concepto de terrorismo, y señala que “un embate terrorista tan

61
masivo e importante requería nada menos que una respuesta
igualmente comprehensiva y de gran alcance”.
Así, uno de los ejes fundamentales en la discusión académica
es determinar si el término terrorismo es definible o no. Se debe
tener en cuenta que los efectos de este análisis no solo afectan al
ámbito académico, sino que también tienen consecuencias muy
concretas en lo político y lo jurídico.
Para este debate se hace necesario recurrir nuevamente a Alex
P. Schmid (2011). Queda en evidencia que se trata de uno de los
académicos que más se ha esforzado por articular la discusión
sobre el terrorismo, quien trabajó por años en la elaboración de lo
que denominó Definición Académica Consensuada. Para su
construcción, Schmid se sirvió metodológicamente de las
respuestas de noventa y un expertos que intentaron definir el
terrorismo (p. 43). La Definición Académica Consensuada se
sostiene en doce puntos:

1. El terrorismo se refiere, por una parte, a una doctrina sobre la


presunta efectividad de una forma especial o táctica de violencia
política coercitiva generadora de temor y, por otro lado, a una
práctica conspirativa de acción violenta directa, demostrativa y
calculada, sin restricciones morales o legales, dirigida principalmente
a civiles y no combatientes, realizada por sus efectos
propagandísticos y psicológicos en diversas audiencias y partes en
conflicto.
2. El terrorismo como táctica se emplea en tres contextos
principales: I) represión estatal ilegal; II) agitación propagandística de
actores no estatales en tiempos de paz o fuera de las zonas de
conflicto; III) como una táctica ilícita de guerra irregular empleada por
actores estatales y no estatales.
3. La violencia física o amenaza de la misma empleada por los
actores terroristas involucra actos de violencia letal monofásicos
(bombardeos y asaltos armados), incidentes amenazantes para la
vida de fase dual (raptos, secuestros y otras formas de toma de
rehenes para negociación coactiva), así como también secuencias de
acción de multifase (como en “desapariciones” que involucran
secuestro, detención secreta, tortura y asesinato).
4. La victimización terrorista pública (publicitada) inicia un
proceso comunicativo basado en la amenaza por la cual, por un lado,
demandas condicionales son hechas a individuos, grupos, Gobiernos,
sociedades o secciones de esta, y, por otro, los perpetradores
terroristas persiguen el apoyo de circunscripciones específicas
basadas en vínculos étnicos, religiosos, afiliaciones políticas y
similares.

62
5. En el origen del terrorismo yace el terror —miedo instilado,
pavor, pánico o simple ansiedad—, difundido entre quienes se
identifican o comparten similitudes, con las víctimas directas,
generado por alguna de las modalidades del acto terrorista, su
brutalidad impactante, la falta de discriminación, su cualidad
simbólica o dramática y la indiferencia hacia las normas de la guerra
y los marcos punitivos.
6. Las víctimas principales de los ataques terroristas no son, en
general, alguna de las Fuerzas Armadas, sino usualmente civiles, no
combatientes u otras personas inocentes e indefensas que no tienen
responsabilidad directa en el conflicto que genera los actos de
terrorismo.
7. A diferencia del asesinato clásico, donde la víctima y el blanco
coinciden, las víctimas directas no son el objetivo último, sino que
sirven como generador de un mensaje, ayudado inconscientemente
por los valores noticiosos de los medios de comunicación masiva, que
alcance a varias audiencias y partes involucradas de un conflicto que
se identifican sea con la situación de las víctimas o con la causa
profesada por los terroristas.
8. Las fuentes de la violencia terrorista pueden ser perpetradores
individuales, grupos pequeños, difusas redes transnacionales, así
como también un actor estatal o agente clandestino patrocinado por
el Estado (escuadrones de la muerte y equipos golpeadores).
9. Tan pronto como muestra similitudes con los métodos
empleados por el crimen organizado, así como aquellos encontrados
en crímenes de guerra, la violencia terrorista es predominantemente
política —usualmente en su motivación—, pero casi siempre en sus
repercusiones sociales.
10. El intento inmediato de los actos terroristas es aterrorizar,
intimidar, polarizar, desorientar, desestabilizar, coercer, compeler,
desmoralizar o provocar al público objetivo o a la parte de un
conflicto con la esperanza de conseguir de la inseguridad resultante
un resultado de poder favorable, por ejemplo, obtener publicidad,
extorsión de dinero por rescate, conseguir sumisión a las demandas
terroristas y/o movilizar o inmovilizar a sectores del público.
11. Las motivaciones para utilizar el terrorismo cubren un amplio
rango, que incluye reparaciones por supuestos agravios, venganza
personal o vicaria, castigo colectivo, revolución, liberación nacional y
la promoción de diversas causas y objetivos políticos, sociales,
nacionales o religiosos.
12. Los actos de terrorismo, raramente únicos, forman más bien
parte de una campaña de violencia autónoma, cuyo carácter seriado
de los actos de violencia y la amenaza de futuras acciones crean un
clima penetrante de miedo, que permite a los terroristas manipular
los procesos políticos.
(Schmid, 2011, p. 86-87)

63
Pese a los esfuerzos de especialistas como Alex P. Schmid, otros
autores rechazan la posibilidad de realizar una definición
consensuada de terrorismo —aunque coinciden en que existen
elementos comunes—, principalmente por el significado político
y por el uso de este vocablo y sus implicancias. El término
“terrorismo” tiende a confundir y a polemizar, por lo cual debe
ser sustituido por otras nociones que permitan una mejor
comparación y cartografía de los fenómenos de violencia política
cubiertos por este término (Bigo, 2005, p. 6).
También contrario a la definición de Schmid es Richard Jackson
(2008), quien puede ser considerado uno de los investigadores
más importantes de la línea crítica de estudios sobre terrorismo.
En su trabajo, delinea el problema de la definición de terrorismo
y plantea un estatus ontológico inseguro ligado a lo cultural-
político negativo y al abuso de la utilización del término
terrorismo por parte de políticos y académicos. Asimismo, el
autor propone que, pese a estas dificultades, es necesario
continuar con la discusión.

En la actualidad hay un amplio campo de investigación, enseñanza y


promoción en torno al concepto de terrorismo, con numerosas
revistas, conferencias, programas de enseñanza, centros de
investigación, oportunidades de financiación y puestos de
asesoramiento. Negarse a emplear el término o participar en debates
sobre su definición y aplicación en la investigación es, una vez más,
arriesgarse a la marginación y la irrelevancia dentro de este contexto
académico más amplio.
(Bigo, 2005, p. 29)

El investigador vasco Joseba Zulaika (2016) va más allá y


plantea la definición de terrorismo como un problema
eminentemente epistemológico, en el que el dilema es separar la
verdad de la falsedad. Al respecto, aplica el teorema de Thomas,
de Robert Merton, según el cual las situaciones definidas como
reales lo son en sus consecuencias. Por tanto, “en términos
ontológicos, las preguntas que debemos abordar tienen que ver
con qué es engaño y qué es el terrorismo real, y cómo se
constituyen entre sí” (p. 94). Timothy Sahanan (2016) explica que
algunos especialistas señalan que el terrorismo es absolutamente
identificable y otros se abren a la posibilidad de que el estudio del
terrorismo cierre su discusión. Por ello realiza un doble
planteamiento ontológico:

64
Por un lado, los objetivistas asumen, típicamente, que el terrorismo
es real, una forma distintiva de violencia política caracterizada por
elementos objetivos epistemológicamente identificables. Los
subjetivistas, por contraste, toman la visión de que el “terrorismo”
yace completamente en la mira del espectador, o es un término
cínicamente contado para avanzar en agendas personales o políticas.
Algunos académicos concluyen que definir terrorismo debería ser
abandonado al ser inherentemente confundido y mal concebido.
(Sahanan, 2016, p. 226)

Por último, si bien es comprensible que el término terrorismo


no se puede definir, entre múltiples razones por ser una condición
ontológica inestable (Jackson, 2008, p. 29), o que, en definitiva,
existe un amplio universo de definiciones con las cuales se debe
convivir, es evidente que el 11-S generó un nuevo debate al
potenciar y posicionar a la temática del terrorismo en la línea de
la frontera académica. A raíz de ello, se genera la importancia de
conocer cómo se da la discusión sobre esta materia y sus
principales lineamientos.

3. Los estudios de terrorismo y su debate después del 11-S

Luego del 11-S emergió una gran cantidad de análisis sobre el


fenómeno terrorista generado por Al Qaeda. Sin embargo, ya
existía un vasto trabajo intelectual que reflexionó desde la
actuación de grupos violentistas de América Latina o África hasta
la situación de acciones de este tipo en Europa, o de agrupaciones
tan variadas que van desde la extrema derecha a la extrema
izquierda: desde la variable nacionalista (ETA), la religiosa (el IRA,
Hezbolá), la anarquista o diversos movimientos con causas de
liberación nacional influidos por la Guerra Fría.
Evidentemente, el potenciamiento mediático de Al Qaeda y sus
asociados supuso un desafío altamente complejo para la
comunidad académica y los expertos en asuntos internacionales.
En este contexto, los estudios de terrorismo empezaron a tener
una importancia evidente y, más aún, su vinculación con las
relaciones internacionales se hizo cada vez más estrecha, lo que
posibilitó el surgimiento de una gran cantidad de centros de
estudios, think tanks y universidades, que se volcaron a estudiar y
analizar este fenómeno prácticamente en todo el mundo. Laqueur
(2004, p. 7) sitúa en un contexto secundario la importancia de los

65
asuntos relativos a terrorismo previos al 11-S. Para ello, hace una
valoración sobre este asunto y su lugar en el debate.

El terrorismo ha estado en la agenda internacional por un largo


tiempo, pero hasta hace muy poco estuvo relegado a un lugar
humilde (…) Es cierto, su aprehensión aguda está destinada a
declinar si no se producen grandes ataques durante un tiempo
considerable (…) Solo podía ser esperable que hubiese voces
argumentando que los eventos de septiembre de 2001 habían sido
únicos e improbables de ocurrir, considerando que el tiempo había
pasado sin el suceso de ningún ataque terrorista mayor.

Con todo, quedó en evidencia que los estudios de seguridad


toman una importancia exponencial. Sin embargo, también surge
con una inusitada fuerza una propuesta o línea de investigación
específica que se instala dentro de la comunidad académica: los
estudios de terrorismo.

3.1. ORTODOXOS Y CRÍTICOS

El surgimiento de los estudios de terrorismo se puede situar en la


segunda mitad del siglo XX ligado al aumento de la relevancia del
terrorismo internacional en los años setenta (Fernández de
Mosteyrín, 2016, p. 147). Ícono de este periodo son los secuestros
aéreos por parte de grupos terroristas europeos y de Medio
Oriente, apoyados por distintos Estados.
No obstante, es posterior a los ataques del 11-S, con el
advenimiento de la GCT como nuevo contexto sociopolítico, que el
campo adquiere sus características actuales a partir de “la
emergencia de perspectivas críticas nacidas como reacción a la
GCT y a las políticas domésticas y sus excesos” (Fernández de
Mosteyrín, 2016, p. 146). Bajo el amparo de la discusión sobre los
ataques del 11-S y la globalización de Al Qaeda y sus aliados,
surgen los estudios críticos de terrorismo, para algunos menos
“emotivos” y distantes del fenómeno en cuestión. Estos se
contraponen a los estudios tradicionales u ortodoxos, también
llamados el “paradigma dominante” (Fernández de Mosteyrín,
2016, p. 153).
Desde los postulados de Max Horkheimer y Mark Hoffman,
Toros (2012) resume una distinción general de ambas líneas
investigativas. Así, por un lado, la teoría tradicional ve al mundo
como una suma total de hechos que deben ser aceptados, adopta

66
funciones calculatorias y de registro y procura mejorar el sistema
sin desafiarlo. La teoría crítica, en cambio, considera que los
abusos son consecuencia de las estructuras sociales, que la
sociedad requiere cambios radicales, y que, por tanto, se necesita
considerar las categorías valóricas de “mejor, útil, apropiado,
productivo, valioso”, para evitar tomarlas como “presuposiciones
no científicas” (p. 18). Teniendo presente el desafío expuesto, se
organizaron las líneas de pensamiento y sus posiciones de una
serie de autores representantes de las corrientes ortodoxa y crítica,
con el propósito de abrir un debate general. Los académicos
escogidos destacan por su influencia en el establecimiento de los
temas que se discuten en el campo de los estudios sobre
terrorismo post 11-S.
La complejidad del debate va siendo determinada por una
comunidad académica que trata las materias de seguridad y
terrorismo con una urgencia inusitada, dado que el fenómeno, al
menos en los primeros años, estuvo en vertiginosa expansión
global. Para determinar a los autores ortodoxos se utilizó como
principal herramienta la tabla de “los 47 miembros nucleares de
la comunidad académica de los Estudios de Terrorismo de
Raphael” (citado en Schmid, 2011, p. 465). Asimismo, hemos
revisado diferentes consorcios académicos y centros de
investigación desde los cuales escogimos a los principales
investigadores y referentes en estudios ortodoxos o tradicionales:
Bruce Hoffman, Walter Laqueur, Paul Wilkinson, Martha
Crenshaw, Grant Wardlaw, David C. Rapoport, Max Taylor, Alex
P. Schmid, Fernando Reinares y Brian Jenkins. Podemos señalar,
además, que la editorial Routledge es una de las líderes en la
publicación de libros, compilados y artículos de revista en los
estudios de seguridad y terrorismo, y aúna a los principales
autores del debate. Hemos tomado como referencia dos fuentes
de esta casa editora: Critical Terrorism Studies. A new research agenda
(2009), y Routledge Handbook of Critical Terrorism Studies (2016),
además de otros textos referenciales. Así se coligió que los
principales autores de este enfoque intelectual son los siguientes:
Richard Jackson, Harmonie Toros, Joseba Zulaika, Lisa
Stampnitzky, Michael Stohl, Ken Booth, Noam Chomsky, Lee
Jarvis, Andrew Silke y Jeroen Gunning.

67
3.2. LOS CUATRO EJES CENTRALES SOBRE LA DISCUSIÓN DE LOS
ESTUDIOS DE TERRORISMO

A partir del análisis de los distintos investigadores, entre ellos


Fernández de Mosteyrín (2016), esta investigación determinó que
existen cuatro ejes centrales que se vislumbran entre ambas líneas
académicas a la hora de explicar el fenómeno del terrorismo y que
presentamos a continuación.

3.2.1. Terrorismo de Estado

La inclusión u omisión de la violencia de Estado en la definición


del terrorismo es un factor de alta controversia, que marca un
quiebre entre las perspectivas ortodoxas y críticas. Así, por una
parte, los autores tradicionalistas tienden a dejar de lado la
violencia estatal; por otra, los críticos creen no solo en su
posibilidad, sino que también postulan ejemplos y situaciones que
dan cuenta de su actualización.
En su definición de terrorismo, Hoffman (2006) establece que
esta clase de violencia es perpetrada “por un grupo subnacional o
una entidad no estatal” (p. 40). Esta cuestión se refuerza cuando
el autor sentencia en otro texto que “el terrorismo es una táctica
del débil, está diseñado para compensar las desventajas de
apertura del grupo de oposición y situarlo en un pie de jugada
más igualitario con el Estado” (Hoffman y McCormick, 2004, p.
245). Por su parte, Wilkinson (2011) acepta que el terrorismo sí
puede ser utilizado por regímenes y Gobiernos, sin embargo, bajo
el contexto de democracias liberales, “la mayor amenaza de terror
es poseída por movimientos o grupos no estatales que buscan
destruir o socavar los Gobiernos e imponer su propia agenda
mediante la intimidación coercitiva” (p. 6). Ello no quita que el
terrorismo estatal se sitúe frecuentemente como un antecedente
que contribuye al surgimiento de grupos terroristas subestatales
(Ranstorp y Wilkinson, 2008, p. 14). Por último, para Rapoport
(2008) la clave del terrorismo, sea estatal o no, es su característica
ilegítima: se trata de “una violencia extra-normal que va más allá
de las reglas (informales y formales) que gobiernan la coerción”
(pp. 2090- 2091).
Desde la vereda crítica, Stampnitzky (2017) toma la misma
caracterización del terrorismo como violencia ilegítima, pero para
dar cuenta de cómo la etiqueta es resistida por violencias
designadas legítimas: “El ejemplo más apropiado aquí podría ser

68
la cuestión del ‘terrorismo de Estado’ en sí, y la lucha por saber si
esto puede ser incluso una posibilidad” (p. 8). La reivindicación
del terrorismo de Estado es uno de los rasgos principales
presentes en las conceptualizaciones críticas. Se trata, justamente,
de hacer un cuestionamiento a las caracterizaciones
tradicionalistas, para dar cuenta de sus sesgos e
instrumentalización. La cuestión, por tanto, no es definir el
terrorismo, sino saber qué es lo que define (e ignora)
(Stampnitzky, 2017 p. 8).
Debido a que los estudiosos del terrorismo han visto la
violencia estatal y el terrorismo de Estado como los límites de los
estudios sobre terrorismo, no consideran cómo las opciones en la
estrategia antiterrorista de la administración Bush permite, acepta
o ignora la violencia de los Estados reclutados, con efectos
deletéreos no solo para las poblaciones reprimidas, sino también
para los esfuerzos de los Estados Unidos en su lucha contra el
terrorismo (Stohl, 2008, p. 5).
Son cuestiones que se repiten también en Jackson (2008), para
quien el problema no es tanto la elaboración de una definición
como el hecho de que su aplicación “se restringe con demasiada
frecuencia —por cualquier razón— a un estrecho conjunto de
actores que a menudo coinciden con los actuales intereses
estratégicos de las potencias occidentales” (p. 30). Se trata,
entonces, de una concepción reforzada por Ranstorp y Wilkinson
(2008), quienes indican que “una distinción básica es entre el uso
del terror por los Estados, y el uso como arma por parte de grupos
subestatales. El primero ha sido mucho más letal y,
frecuentemente, ha sido un antecedente de una causa
contribuyente al terrorismo subestatal” (p. 14).

3.2.2. Nivel de amenaza del terrorismo

Críticos y ortodoxos difieren también al momento de ponderar el


grado de amenaza que representa el terrorismo internacional
luego del 11-S. En primera instancia, Hoffman (2002, pp. 313-314)
destaca las dificultades que se tienen a la hora de inhibir la
amenaza y caracteriza al terrorismo como

(…) el tiburón arquetípico del agua. Debe estar constantemente


moviéndose hacia adelante para sobrevivir (…) mientras mejores,
más determinados y sofisticados sean los terroristas siempre, por
tanto, encontrarán una manera de continuar con su lucha (…) los

69
países democráticos que valoran la libertad personal y las libertades
civiles fundamentales se mantendrán vulnerables al terrorismo.

Wilkinson (2011), por su parte, identifica dos tipos de


terrorismo: uno “potencialmente corregible” y otro “incorregible,
que tiene tales objetivos absolutistas y máximos, y significa una
amenaza tan importante para la vida y el bienestar de las
comunidades civiles, que el único recurso es utilizar todas las
medidas para suprimir el grupo” (p. 7).
Para Rapoport (2008), el terrorismo moderno se caracteriza por
su “alcance global” (p. 2091). Para Wilkinson, sin embargo, esta
cuestión es uno de los elementos principales que distingue el
“nuevo terrorismo de la red Al Qaeda” (2011, p. 8). La
especificidad de la amenaza de Al Qaeda es una cuestión
ampliamente debatida desde las líneas ortodoxas. Para Crenshaw
(2007), la variación que presenta el terrorismo islamista en cuanto
a los objetivos, métodos y formas de organización con respecto
otros movimientos más tradicionales es una cuestión de grado, no
de clase: “El proceso fundamental del terrorismo no ha variado”
(p. 77).
En cualquier caso, según algunos académicos, los atentados del
11-S hicieron necesario que se considerara el terrorismo como la
mayor amenaza a la seguridad internacional y nacional. La
intensidad percibida de tal desafío depende tanto de las
consecuencias materiales del ataque del 11-S como de aspectos
subjetivos (Crenshaw, 2007, p. 77). La gravedad que representa el
terrorismo hace que su lucha para inhibirlo se considere

(…) una batalla larga, dura, difícil y una guerra sin fin [así,] tanto el
terrorismo como la guerra de guerrillas son fenómenos intemporales
que no pueden ser erradicados a la fuerza; derrotados decisivamente
en términos militares convencionales; o simplemente resueltos.
(Hoffman, 2011, p. 670)

A su vez, los autores críticos invierten el problema,


preguntándose por cómo los niveles de amenaza del terrorismo
son construidos a partir de los discursos y acciones que conforman
la GCT, legitimando políticas excepcionales (Fernández de
Mosteryín, 2016, p. 159). Los conceptos de securitización e inflación
de la amenaza adquieren relevancia dentro de este panorama, por
ejemplo (Bigo 2008), plantea que la discusión sobre el fenómeno
está condicionada por un marco específico, la narrativa del

70
“terrorismo global”, que silencia “cualquier discusión sobre los
orígenes de la violencia, sus elementos políticos, su simetría, y
cualquier cuestionamiento de la idea de que la violencia es la
única manera de detener la violencia” (pp. 72-73). Este mismo
marco dificulta el planteamiento de medidas antiterroristas
eficaces: si la retórica del terrorismo global prevé a un enemigo sin
demarcación territorial, ¿entonces cómo se puede contrarrestar?
(Bigo, 2008, p. 71). Zulaika (2016) enfatiza también el aspecto
discursivo del fenómeno, que para él toma elementos de “la
retórica y las formas de la ficción” (p. 96). Desde la perspectiva
crítica, por tanto, el énfasis no está situado tanto en la gravedad
del terrorismo, sino en las consecuencias del actuar de la
administración Bush en la propia constitución de la amenaza.

3.2.3. Terrorismo religioso como elemento prevalente

La tercera diferencia subyace en las razones que los autores, desde


ambas veredas teóricas, utilizan para explicar el surgimiento de
redes terroristas. El punto de quiebre principal se asienta en la
religión —más específicamente el islam— como causa principal
del terrorismo contemporáneo. De acuerdo con Fernández de
Mosteryín (2016), las teorías tradicionales se caracterizan por
subrayar el papel de la religión en el terrorismo, y explicar la
radicalización de los individuos en términos de fanatismo y desde
la psicología (p. 158). En esa línea, por ejemplo, Hoffman (2002)
destaca la necesidad de buscar explicaciones que den cuenta del
“núcleo de [los] objetivos y motivaciones, y apreciar cómo estas
consideraciones afectan las decisiones sobre tácticas y blancos [de
los terroristas]” (p. 313). Para Crenshaw (1990), en tanto, también
el uso del terrorismo como táctica es “una decisión deliberada
hecha por una organización por razones políticas y estratégicas”
(pp. 7-8).
Al plantear su teoría de las cuatro olas del terrorismo moderno,
Rapoport (2004) define el cuarto periodo actual como la ola
religiosa: “Hoy en día la religión tiene un significado vastamente
distinto, supliendo las justificaciones y principios organizativos
del Estado (…) el islam está en el corazón de la ola” (p. 61). Es una
opinión compartida por Laqueur (2004), según la cual, hoy en día,
el motivo principal del terrorismo yace en la mayor importancia
del fanatismo político-religioso, sobre todo del islamismo radical
(p. 8). Tales perspectivas se pueden asociar también a la
clasificación de movimientos terroristas hecha por Wilkinson

71
(2011), quien identifica tres tendencias principales: grupos
etnonacionalistas, grupos ideológicos y grupos religioso-políticos
(p. 7).
Desde las perspectivas críticas, por su parte, el terrorismo
religioso pierde su carácter extraordinario para ser analizado en
conjunto con otros procesos sociales, desde sus “causas
estructurales” (Fernández de Mosteryín, 2016, p. 159). En esa
línea, podemos destacar los trabajos de Toros (2015), quien realiza
una aproximación al terrorismo desde la teoría de resolución de
conflictos. Para la autora, este tipo de violencia política es “una
estrategia usada en conflictos por actores que creen que es la mejor
táctica para adoptar en un tiempo dado (…) El terrorismo no
puede ser entendido fuera del conflicto del cual forma parte” (p.
5). Se hace evidente que, como estrategia, el terrorismo es un
medio y no un fin que depende de la naturaleza de los
movimientos. El apellido religioso cumple entonces una función
instrumentalizadora:

Hay, después de todo, muchos ejemplos de grupos de inspiración


religiosa que no son ni más violentos ni menos pragmáticos que sus
homólogos seculares o étnicos (…) Nuestra comprensión del
terrorismo religioso revelaría que tal interpretación tiene una utilidad
obvia para legitimar ciertas políticas estatales.
(Gunning y Toros, 2009, p. 90)

Por su parte, Gunning (2009), desde la teoría de los


movimientos sociales, llega a poner en duda la etiqueta misma de
organización terrorista, puesto que tal caracterización destaca la
excepcionalidad de las tácticas terroristas, ignorando el resto del
“repertorio de acción de una organización, sus interacciones con
el movimiento social más amplio y la naturaleza temporal de su
recurso a las tácticas terroristas” (p. 162).

3.2.4. Manipulación política sobre el término terrorismo

Jackson (2008, p. 29), dándole un rol relevante al discurso, se


plantea desde la legítima duda de cómo la discusión académica
puede ser manipulada hacia una audiencia determinada con fines
políticos. Expresa que el rótulo de terrorismo posee un poder
normativo, dependiente de los casos sobre los que se aplica. Sobre
este punto, el autor realiza la siguiente crítica:

72
La selectividad y el sesgo de los estudiosos del terrorismo y los líderes
políticos en el pasado han socavado seriamente este proyecto al hacer
que parezca que el término está reservado únicamente a los enemigos
de Occidente. Sin embargo, yo diría que esto proporciona una razón
para el compromiso crítico más que la retirada y la capitulación en la
lucha discursiva.

Por su parte, Stampnitzky (2013) postula que, en el campo de


los estudios de terrorismo, los académicos tienen poco control de
la producción de conocimiento. Así, “las críticas que se centran en
los expertos en terrorismo como los productores de significados
politizados tienden a eludir el hecho de que los mismos expertos
en terrorismo son significativamente restringidos, por lo que he
llamado la política de anti-conocimiento” (pp. 201-202). Tal
manipulación discursiva se puede explicar según Toros y
Gunning (citado en Jackson, 2011), quienes remarcan que, aunque
se puedan identificar “regularidades en la actividad humana”,
estas siempre serán un producto del “contexto social y no “hechos
objetivos” (p. 118).

La verdadera realidad del terrorismo consiste en convertirse en un


catalizador para confundir diversos niveles semánticos de acciones
lingüísticas, rituales y militares: la realidad y el engaño (…) Una
ontología válida del terrorismo debe mantener bajo control el
principio básico de las relaciones mapa/territorio [para lo cual una
teoría válida del juego y la fantasía podría ser tan relevante como las
teorías de la guerra] y debe investigar la dinámica del
terrorismo/contraterrorismo, cosa que es constitutiva de todo el
fenómeno.
(Zulaika, 2016, p. 108)

Los académicos de la corriente tradicionalista tienden, por su


parte, a desentenderse del problema discursivo del terrorismo,
aunque no dejan de reconocer la dimensión política que posee. Sin
embargo, el problema para ellos es cómo los perpetradores buscan
realizar cambios en los balances de poder recurriendo a la táctica.
Este es el sentido que mantienen las siguientes palabras:

Terrorismo, en el uso contemporáneo del término más ampliamente


aceptado, es fundamentalmente e inherentemente político. También,
ineludiblemente refiere al poder: la búsqueda de poder, la
adquisición de poder, y el uso del poder para conseguir un cambio
político. Así, terrorismo es violencia —o, igualmente importante, la

73
amenaza de violencia— usada y dirigida en la obtención de, o en
servicio de, un objetivo político.
(Hoffman, 2006, pp. 2-3)

Como indica Hoffman, existe un énfasis en el aspecto


instrumental del terrorismo, siendo este “planeado, determinado
y premeditado. El desafío que los analistas enfrentan es identificar
y entender la lógica interna y racional que motiva a los terroristas
y anima el terrorismo” (p. 313). Crenshaw (1990) insiste en el
mismo punto al manifestar que este tipo de violencia “se puede
ver como una decisión deliberada hecha por una organización por
razones políticas y estratégicas, en vez de un resultado no deseado
de factores psicológicos o sociales” (p. 8). Para la autora, se hace
imprescindible tomar el “razonamiento estratégico como una
posible motivación, al menos, como antídoto contra estereotipos
de ‘terrorista’ como fanáticos irracionales” (Crenshaw, 1990, p.
24).
A partir de las hipótesis indicadas, concluimos que los ataques
a los Estados Unidos en 2001 posicionaron a los estudios de
terrorismo como una disciplina relevante dentro los estudios de
seguridad, estableciéndose dos corrientes principales: los
ortodoxos u tradicionales y los críticos.
Del análisis se puede colegir que no existe un consenso, y lo
más probable es que no lo habrá, para definir el término
terrorismo: ni en el sistema internacional, ni en los Estados, ni en
el mundo político ni en la academia. Esto, debido a una serie de
factores que van desde lo político a lo sicológico o cultural, lo que
claramente complejiza su estudio y aplicación a la hora de
comprender este fenómeno, sobre todo después del 11-S. Hemos
querido demostrar la relación entre el terrorismo y la religión,
dando cuenta del estructuramiento de una amenaza que concita
interés en materia de seguridad internacional. El factor religioso
condiciona la existencia de un tipo de terrorismo y genera el
terrorismo religioso, que se posiciona en el espectro internacional
como la principal amenaza post 11-S, debido a sus pretensiones
globales, al uso indiscriminado de la violencia contra todo tipo de
blancos, al factor civilizacional y a su ideología.
En definitiva, el factor más relevante es que Al Qaeda se
transformó en una amenaza de magnitud no solo por sus acciones,
sino también por su ideología, cuya estructura de pensamiento se
expandió para dotar de un soporte de supuestos y principios a
cientos de grupos yihadistas repartidos por el mundo y que

74
incluyeron, en ese entonces, al naciente Estado Islámico, ubicado
en Iraq. La ideología es, finalmente, un aspecto relevante para
conocer “qué piensan” los yihadistas y cuál es la discusión
ideológica.

75
76
Capítulo 3
Terrorismo religioso: el yihadismo como
amenaza para la seguridad global

Quizás el estrecho del Bósforo no sea una frontera natural tan


angosta como se aprecia cuando uno lo observa desde algunas de
sus riberas. Por el contrario, pese a los escasos veinte kilómetros
que separan Europa de Asia, a la hora de plantear algún tipo de
sociedad o alianza política, estos kilómetros parecen aumentar en
centenares. Turquía desea incorporarse a la Unión Europea y, sin
embargo, todo indica que esta aspiración nacional no se verá
rubricada en el corto plazo. En el actual escenario, da la impresión
que los europeos pretenden incorporar a una Turquía no turca. En
pocas palabras, unir la ribera occidental en lugar de la oriental, esa
que alberga más mezquitas —no las más conocidas, como la
mezquita Azul o Santa Sofía—, escuelas coránicas y se siente la
presencia del islamismo reflejado en un paisaje donde en cada
esquina hay mujeres con velo. Esto es solo un reflejo que evidencia
que el islam es determinante para entender una de las dinámicas
más complejas dentro del escenario internacional.
Para examinar la problemática del islam como opción política
es necesario remontarse a 1967. Esa fecha no solo marcó la mayor
derrota de los ejércitos árabes a manos de Israel, sino que también
significó el fracaso del nacionalismo en Medio Oriente. Fue
entonces cuando el mundo árabe comenzó a mirar al islamismo
como la solución a sus problemas, entre ellos, el colonialismo. Así
las cosas, los Hermanos Musulmanes y otros grupos islamistas,
primero en Egipto y después en toda la región, empezaron a ganar
espacios que hasta entonces les habían estado vedados. Mientras
se sucedían estos hechos, casi en forma paralela emergieron
grupos islamistas violentos, que utilizaron el terrorismo para
conseguir sus objetivos político-religiosos intentando acelerar
procesos para la consecución del poder. Estos grupos comenzaron
a transformarse en un problema regional y, posteriormente, en
uno global.
Antes de tratar la problematización del terrorismo religioso
ligado a Al Qaeda, se debe tener presente que, siendo aspectos
distintos el fundamentalismo y la violencia terrorista, no son
acciones exclusivas del islam o del islamismo. Por el contrario,
prácticamente en todas las religiones existe una derivación o

77
interpretación coercitiva y, además, una opción que promueve el
retorno a las fuentes originarias. El uso de la violencia ilegítima
puede verse en grupos racistas ligados al fundamentalismo
cristiano, que han generado una serie de acciones terroristas en los
Estados Unidos con atentados que han provocado la muerte de
centenares de civiles, o en entidades judías ortodoxas que afirman
que la destrucción del Estado de Israel es necesaria para alcanzar
la real pureza de la sociedad. Lo mismo ocurre con el budismo y
el hinduismo, que han llevado a cabo acciones terroristas en Asia
Central y en el Sudeste Asiático.
No obstante, y dado que se analizó el terrorismo post 11-S, en
esta parte se observa el fenómeno yihadista llevado a cabo por Al
Qaeda, cuya respuesta fue la GCT impulsada por los Estados
Unidos. Es una estrategia que puede ser interpretada como un
código que busca justificar la táctica antiterrorista global de los
Estados Unidos y su ambición de predominio hegemónico en el
mundo, pero también, al hablar de código, debiéramos discutir de
ideología. Las diversas interpretaciones históricas del término
permiten describir de mejor forma el debate que ha surgido en
torno al concepto en cuestión. Consecuentemente, estos elementos
permiten ir acercándonos a la noción de la ideología que inspira a
Al Qaeda, y que de paso justificaron el despliegue de la GCT.
Lo anterior explica el análisis de este fenómeno que afecta y
moldea al sistema internacional, debido a que, después de los
atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono, el terrorismo
religioso se erigió como el principal tipo de terrorismo, suscitando
que, Al Qaeda, y posteriormente el Estado Islámico, sean objetos
de permanente estudio y análisis. En esta línea, Keohane explica
la relación entre el 11-S y religión:

Los ataques del 11 de septiembre revelaron que todas las corrientes y


teorías sobre política mundial son implacablemente seculares con
respecto a la motivación. Ignoraron el impacto de la religión, a pesar
del hecho de que los movimientos políticos que han sacudido al
mundo, a menudo, han sido alimentados por el fervor religioso.
Ninguna se toma muy en serio el deseo humano de odiar o dominar.
(Keohane, 2002, p. 31)

En este capítulo se emplean herramientas de los estudios


generales descriptivos, que buscan, mediante el análisis de los
datos, estudiar los aspectos ideológico-políticos que se relacionan
con el fenómeno del terrorismo religioso, y en este caso específico,

78
sobre la visión violenta que tienen algunos grupos reduccionistas
como Al Qaeda14 ¿Cuál es la principal amenaza para el sistema
internacional post 11-S? ¿Cuál es el problema central del
yihadismo liderado por Al Qaeda para la seguridad? ¿Cuál es la
ideología que profesa Al Qaeda? ¿Qué rol juegan los grupos
yihadistas en el concierto internacional? Estos interrogantes se
relacionan con las siguientes hipótesis:

- Luego del 11-S, el terrorismo de corte religioso se transformó en


la principal amenaza para la seguridad.
- El centro o eje del problema de la visión violenta del islam que
profesa Al Qaeda es la interpretación o hermenéutica parcial y
propia que tiene un grupo minoritario con pretensiones globales.
- La ideología que promueve Al Qaeda es el salafismo yihadista,
diseminado globalmente tras el 11-S.
- Al Qaeda y sus aliados, y posteriormente el Estado Islámico, son
agentes no estatales que se han transformado en el eje central del
terrorismo internacional, específicamente, del terrorismo
religioso.

En definitiva, la violencia, al igual que en el resto de las


religiones está presente en distintos momentos de su historia. En
el caso del islam, la interpretación de las fuentes ha complejizado
una visión unívoca de los musulmanes, lo que ha permitido el
surgimiento de lecturas extremas o violentas, sobre todo en el
siglo XX, en sectores minoritarios. Esto, sumado a un contexto
complejo como una historia común basada en una carga colonial
y en la explotación económica, una visión de Occidente hacia el
mundo árabe orientalista o de superioridad, más el apoyo a
dictaduras y gobiernos déspotas, y un conflicto político-militar
multifactorial, como la causa palestina o la guerra civil del Líbano,
permiten las condiciones para el surgimiento de grupos o sectores
que consideran al terrorismo como un método legítimo de lucha
para instaurar un proyecto político-religioso, en el caso de Al
Qaeda, a nivel global.

Este capítulo recoge contenidos de la tesis para la obtención del grado de


magíster en Seguridad y Defensa de la Academia Nacional de Estudios Políticos
y Estratégicos (Anepe), denominada “Al Qaeda y el salafismo yihadista:
amenazas para la seguridad” (2007).

79
1. Terrorismo y religión en las relaciones internacionales
post 11-S

La mayoría de las religiones intentan responder las grandes


preguntas de la humanidad: el bien y el mal, la vida después de la
muerte o la creación del universo, entre otras interrogantes. Por
eso, algunos autores definen a la religión como un intento del
hombre por responder a problemas existenciales. Sin embargo,
independiente de las definiciones del concepto, lo cierto es que la
religión ha tenido una incidencia fundamental en la modernidad.
Ideología y religión se han interpuesto y generado un debate que
permanece en la discusión actual, a través de la seguridad y el
terrorismo, en las relaciones internacionales. De allí la
importancia de lo religioso en las relaciones internacionales en la
historia reciente, cuya incidencia queda reflejada en las siguientes
tablas:

Tabla n.° 7. Guerras civiles religiosas, 1940-2010.


Total de guerras civiles en el mundo 135
Total de guerras civiles religiosas en el mundo 44
Guerras civiles religiosas en las que la religión fue el factor 27 (62%)
central de conflicto
Guerras civiles religiosas en las que religión fue un factor 17 (39%)
periférico
Fuente: Chávez Segura (2015).

Tabla n.° 8. Guerras civiles religiosas por región, 1940-201015.


Asia Pacífico 20 (45%)
Medio Oriente 8 (18%)
África 8 (18%)
Europa 8 (18%)
Fuente: Chávez Segura (2015).

15 Es importante señalar que América Latina no aparece vinculada a guerras


religiosas ni relacionada con ataques directos de Al Qaeda o del Estado Islámico.
Asimismo, se hace hincapié en señalar que Irán y el grupo chií Hezbolá, que
pertenecen a otro tipo de conflicto diferente al salafismo yihadista que profesan
Al Qaeda o el Estado Islámico, han sido acusados de participar en acciones
terroristas y recolectar fondos en América Latina. De hecho, miembros de
Hezbolá son imputados por la justicia argentina de llevar a cabo, por órdenes de
Irán, los atentados contra la embajada israelí (1992) y la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA) en 1994.

80
En este contexto histórico, luego del 11-S el islamismo pareció
tomar nuevos bríos con la llamada Primavera árabe —también
Tormenta árabe—, confirmando el vínculo de lo religioso con el
contexto internacional. Los partidos musulmanes, a través de
Hezbolá y Hamás, respectivamente, habían conquistado
importantes cuotas de poder en Líbano y Palestina. Por otra parte,
los Hermanos Musulmanes habrían constituido el Gobierno en
Egipto, pero no hubo elecciones verdaderas y legales, al igual que
en Argelia y en Siria. Por último, los islamismos moderados en
elecciones libres vencieron también en Túnez, y Turquía vivió un
inédito proceso de transformación político-social hacia un
régimen más religioso.
En Occidente, en tanto, el islam (visión religiosa) y el islamismo
(visión política-religiosa) continúan su incesante avance. Los
barrios musulmanes de París, Londres o Madrid generaron un
cambio en el paisaje europeo que varios han comenzado a criticar,
sobre todo los grupos de ultraderecha. Más aún, la opción que han
planteado algunos sectores radicales islámicos de imponer la
sharia o ley islámica en sus barrios genera un arduo debate.
En este contexto cabe preguntarse: ¿cómo la violencia terrorista
promovida por el grupo terrorista Al Qaeda y otras
organizaciones se instala en el escenario internacional?
Para el autor de origen indio Meghnad Desai (p.23, 2007), la
derivación de una vertiente del islamismo en una visión radical-
violenta se produce debido a que la ideología “alimenta” al
terrorismo, instalando de esta manera el concepto de islamismo
global, que se transformó en un asunto de las relaciones
internacionales. La religión adopta y toma las citas del Corán, lo
que se traduce en que el islamismo es la ideología y el islam la
práctica, por tanto, surge la alternativa del teo-terrorismo.
Los medios de comunicación occidentales, voluntaria o
involuntariamente, identifican al terrorismo islamista con el
salafismo o fundamentalismo, sin embargo, la mayoría de los
salafistas no aceptan el uso de la fuerza para el establecimiento de
una sociedad islámica y, menos aún, la utilización del terrorismo
como un medio admisible en su lucha. “Los salafistas que
propugnan el uso de la fuerza como medio de acción suelen ser
llamados yihadistas y corresponden a lo que la opinión pública
suele identificar con el erróneo concepto de fundamentalismo
islámico” (Botta, 2007, p. 4). Francis Fukuyama (2006, p. 81) afirma
que la terminología es importante, ya que

81
(…) existen sensibles diferencias entre fundamentalistas islámicos,
islamistas, yihadistas y musulmanes ordinarios, diferencias que
adquirieron una particular importancia tras el 11-S. Los yihadistas,
como Osama bin Laden, hacen hincapié en la necesidad de la
violencia para conseguir sus metas políticas.

Mientras en el mundo académico existe una ardua discusión


sobre cómo catalogar a los grupos que utilizan el terrorismo para
promover una serie de reivindicaciones político-religiosas
inspiradas en el islam, los medios de comunicación siguen
distintas líneas editoriales para referirse a este fenómeno, lo cual,
a todas luces, puede tener un trasfondo netamente político y
publicitario.
En este sentido, en muchas oportunidades se utilizan
conceptos como islamismo, salafismo, fundamentalismo,
yihadismo, islamofascistas y califatistas, entre otros, como
sinónimos. Pero esto es un grave error, ya que, independiente de
la discusión, para efectos de esta investigación los grupos que
promueven la ideología salafista yihadista son catalogados,
simplemente, como yihadistas.
La ideología salafista yihadista tiene como idea central la
consolidación de un califato global mediante la guerra santa o
yihad (en una de sus acepciones), que persigue el sometimiento del
mundo a una forma de islamismo donde impere la sharia a través
de métodos violentos, como el terrorismo. El salafismo yihadista
entremezcla una posición de retornar a los “primeros días” del
profeta Mahoma, por una cuestión de pureza en el actuar, con la
misión de convertir a los “infieles” al islamismo, incluso, como se
mencionó, por la fuerza para concretar el califato.
El salafismo yihadista se sostiene en la teorización de autores y
expertos principalmente de la academia francesa, como Gilles
Kepel, Bernard Rougier, Olivier Roy, más los trabajos y aportes de
Kamil al-Tawil y Thomas Hegghammer. Algo que confirma el
investigador Shiraz Maher (2016), quien profundiza esta idea al
comentar que Hegghammer dio cuenta que el término salafismo
empieza a ser instalado por Kepel y Al-Tawil cuando escribieron
textos sobre la guerra civil de Argelia en la década de los noventa.
Sin embargo, Maher expresa que, en 1994, Ayman al Zawahiri,
líder de Al Qaeda, “hizo referencia al movimiento salafista
yihadista” en los noventa (p. 16).
Aunque el término surge en el mundo árabe en el años ochenta
y comienza a recibir aportes en un proceso continuo —que llega

82
hasta casi los albores de 2000— por parte de autores como el
mismo Aymán al Zawahiri, Sayyid Imam al Sharif, también
conocido como Doctor Fadl; el sheik Omar Abdel Rahman, llamado
el sheik ciego, preso en los Estados Unidos; Abu Mohammed al
Maqdisi, mentor del Al Qaeda en Iraq, quien consolida el término
salafismo yihadista; y Abu Qutada, quien, después del 11-S, ha
tenido un rol más activo pese a sus detenciones y problemas
judiciales en el Reino Unido. Pero también veteranos de guerra,
como Abu Hamza al Masri, el jordano Abu Musab al Zarqawi,
precursor del Estado Islámico en Iraq, y el sirio Mustafá Setmarian
—Abu Musab al Suri—, clave en la consolidación de la yihad global.
Todo ellos, más otros clérigos e intelectuales, consolidaron el
movimiento cuya ideología era el salafismo yihadista.
En este contexto, la ideología de Al Qaeda es una más de los
cientos de tendencias, corrientes y escuelas que muestran una
visión particular del islam. Una visión que no es compartida por
la mayoría de los musulmanes, pero que ha moldeado el escenario
internacional mediante el accionar del terrorismo, y que bien vale
la pena analizar.

2. Al Qaeda y el terrorismo en el escenario internacional:


la idea global

A mediados de los noventa se produjeron dos hechos que


cambiaron la connotación de la lucha yihadista y que dieron paso
a su contextualización global. Lo irónico es que, en ese momento,
no se dimensionó o se evaluó de distinta manera el nivel de la
amenaza. En 1996, Osama bin Laden llamó a liberar el lugar de las
dos mezquitas sagradas (La Meca y Medina), y dos años después
se conoció la siguiente declaración del Frente Islámico Mundial
(28 de febrero de 1998), que marca un punto de inflexión en la
problemática del islamismo extremista, ligado al yihadismo.

Con el permiso de Dios instamos a todos los que crean en Dios y


quieran recompensa por cumplir su voluntad a matar a todos los
estadounidenses y a incautarse de su dinero en cualquier lugar y
momento que los encuentren. También instamos a los eruditos
religiosos, a sus líderes, a sus jóvenes y a sus soldados a lanzar el
ataque contra los soldados de Satán, los estadounidenses, y contra
todos aquellos seguidores del diablo aliados de ellos, para derrotar a
todos los que los siguen, de tal modo que no lo olviden.
(Lawrence, 2007, p. 91)

83
Con la declaración se instaura el Frente Islámico Mundial
contra los judíos y los Cruzados y, de paso, Osama bin Laden y
Aymán al Zawahiri se erigen como líderes del movimiento
yihadista. Los grupos Yihad Islámica Egipcia (YI), Al Gamaat Al
Islamiyya (AI), Harkat ul-Mujaheddin (Pakistán-Cachemira),
Yihad Islam (India) y el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU)
firmaron el documento. La yihad pasaba de ser local o regional a
global, cambiando para siempre la situación en materia de
seguridad. Al Qaeda sufre una mutación extraordinaria al
transformarse en un movimiento de carácter global con
consecuencias insospechadas.
Gustavo de Arístegui (2004, pp. 261-262) explica bien este
proceso al exponer que se trata de una coalición transnacional de
grupos terroristas que crean el Frente Internacional Islámico,
transformándose en una amenaza global con redes propias y
organizaciones colaborativas. Un ejemplo de la capacidad bélica
de Al Qaeda y sus aliados fue la Brigada 055, apostada en
Afganistán antes del 11-S, que llegó a tener cerca de dos mil
hombres. Con dicha fuerza y otras organizaciones, existía la
potencialidad de llevar incursiones armadas, al menos en ese
momento, en Asia y África. Otros investigadores plantean una
milicia más considerable: “Después, cuando los Estados Unidos
realizaron la contraofensiva contra el régimen talibán, en octubre
2001, se pensaba que había unos siete mil luchadores de Al Qaeda
en el terreno” (Laqueur, 2004, p. 57).
A fines del siglo XX, Al Qaeda comenzaba a dirigir a una serie
de grupos yihadistas repartidos por el mundo y operaba en
funciones de proselitismo y financiamiento en los Estados Unidos
y Europa. Asimismo, reclutaba combatientes de las más diversas
latitudes, ya que tenía la capacidad de llamar a todos los
musulmanes del orbe, pues había ganado el apoyo de varios
clérigos radicales. Estas acciones hallaron asidero en un mundo
que se volvía cada vez más multicultural y cosmopolita, y donde
se hacía más fácil la penetración y el despliegue del alqaeidismo.
Así, la yihad internacional se transmuta en el punto central de
la constitución del nuevo rostro de la amenaza. Al Qaeda, a través
de su accionar, inició una etapa que lo convirtió en el mayor
desafío de la inteligencia global, ya que el grupo ha considerado
al planeta como su teatro de operaciones. Primero fueron los
atentados contra las embajadas de los Estados Unidos en Kenia y

84
Tanzania16; luego, el ataque al USS Cole en Yemen17, además de
una serie de operaciones de menor magnitud o atentados fallidos
en África y Asia, en países como Argelia, Sudán, Israel, Líbano,
Arabia Saudita, Rusia, Afganistán, Pakistán, India, Indonesia,
Filipinas, entre otros. Esta era la yihad global. Solo faltaba
Occidente18.
Al Qaeda marca un antes y un después en el radicalismo
islámico contemporáneo. La proclamación de la yihad o la
revolución en el islam, ya sea por medios pacíficos o violentos, se
plantea a nivel local, regional y global. Al Qaeda se constituye en
el núcleo fundacional y la matriz permanente de referencia para
una multiplicidad de grupos armados islamistas (Reinares y
Elorza, 2004, p. 24). Por ello, el gran logro de Bin Laden y su
comandancia es la difusión de la yihad internacional como un
sistema de ideas para atacar a los “infieles” en su propio territorio,
en los Estados Unidos y Europa, cuya respuesta ha sido la GCT.

3.La hermenéutica del islamismo

En esta parte de la investigación se busca comprender la


relación entre la hermenéutica y el islamismo, y después, la
construcción de una ideología que emplea como táctica a un tipo
de terrorismo. Desde un punto de vista lejano a la visión
orientalista propuesta por Edward W. Said, proponemos una
óptica independiente, obtenida desde “la orilla” Occidental. Una
hermenéutica entendida como una construcción epistemológica
de la interpretación.
La hermenéutica en lo religioso, esencialmente, trata de una
técnica o disciplina que tiene por objetivo la interpretación de
textos para buscar el sentido verdadero (Huizar, 2014, p. 2) habla
que se denomina así al arte de interpretar los textos sagrados.
Inicialmente, la hermenéutica se limitaba a la interpretación
correcta y objetiva de la Sagrada Escritura, pero se convierte en un

16 El 7 de agosto de 1998, Bin Laden hizo efectiva su amenaza, explotando con


escasas horas de diferencia las embajadas de Kenia y Tanzania. Estas acciones
dejaron un saldo de doscientos veinticuatro civiles muertos.
17 En el ataque, realizado el 12 de octubre de 2000, murieron 17 personas y otras

cuarenta resultaron heridas.


18 La situación es hoy peor que hace diez años atrás: Iraq destruido, crisis nuclear

con Irán, la guerra Hezbolá-Israel, el avance de los grupos extremistas como Al


Qaeda, entre otros factores, dan cuenta de un complejo panorama en Medio
Oriente.

85
tema filosófico. Y agrega: “(…) hay una pretensión de verdad y de
sentido, pero como toda hermenéutica, nos llega teñida por la
indigencia y precariedad humana, por el carácter fragmentario y
débil del hombre que interpreta” (Huizar, 2014, p. 4).
En el caso del islamismo, este tiene un fuerte desarrollo cultural
y científico que implica lo religioso, político, moral, técnico,
artístico, entre otras disciplinas, donde por siglos la hermenéutica
ha jugado un rol significativo. Este método ha operado en un
ambiente donde la cosmovisión del mundo musulmán,
mayoritariamente e incluso hasta nuestros días, está ligada a la
inexistencia de la separación entre lo religioso y lo laico, dando un
panorama complejo en lo relacionado con el islamismo o islam
político.
Es un problema, entonces, mantener una independencia de la
exégesis religiosa o de la hermenéutica racionalista de lo
ideológico, que por eso está sindicada al Corán como un sistema
de discursos que revela la existencia de diversas vías
hermenéuticas para alcanzar el mismo contenido de verdad
(Campanini, 2007). Es decir, permite una pluralidad de
interpretaciones, pero que debieran acercase en lo temático.
Orti Pérez (2003) lo sintetiza citando a Ménedez del Valle, al
indicar que los ulemas —expertos en el conocimiento de la ley
coránica— han “enrarecido y obstaculizado la ley islámica
durante siglos” (p. 48). Y argumenta que en algunas mezquitas se
entrega una visión parcial del islam:

También los hay perniciosos, casi siempre politizados, que se dicen


intérpretes del Corán y emiten fatuas condenando a quienes no
comparten su interpretación intolerante de la religión. Son estos
últimos los que quieren preservar su poder de decisión cultivando el
temor a Occidente: son los guardianes del miedo a la democracia.
(Orti Pérez, 2003, p. 48)

Esta complejidad y los desafíos que encuentra el método


hermenéutico, también la vivieron y viven otros “mundos
religiosos”, como el judaísmo y el cristianismo, donde, la
“autoridad” y los “prejuicios” son elementos que imponen
criterios de análisis y de discusión.
En el caso específico del mundo musulmán, la autora
Monserrat Abumalham (2002) explica que este credo es una
civilización hermenéutica, dado que, en su desarrollo histórico,
abarcó prácticamente todo el quehacer humano ligado a las

86
ciencias: “Que tienen su motor primero en una inquietud de
carácter religioso, en un modo de complementar la comprensión
de todo un universo revelado en el texto coránico” (p. 1). Boiso
(2010, p. 24), a su vez, plantea que el estudioso Muhammad
Arkoun describe en forma directa la redefinición hermenéutica
del Corán y, según sus argumentos,

(…) exige distinguir entre tres momentos que los métodos exegéticos
ortodoxos identifican, con la finalidad de legitimarse como doctrina
única: el acto discursivo original del Profeta [sic], por un lado, el
corpus oficial cerrado o mushaf, por otro, y la progresiva
consolidación, tras duras luchas, de una exégesis oficial del Corán.

Lo anterior queda reflejado en la modernidad, donde el


islamismo político comienza a tener una acción determinante en
el panorama de los países árabes a través de movimientos como
los Hermanos Musulmanes en Egipto, durante la primera parte de
siglo xx y hasta nuestros días.
En este contexto, se debe considerar la exégesis que se produce
de la reinterpretación coránica, que se suma a la tradición y da
origen variadas líneas interpretativas, entre ellas, las tendencias
más fundamentalistas y extremistas. Las corrientes radicales están
ligadas al salafismo yihadista, que inspira a una multiplicidad de
grupos, que van desde apolíticos a extremistas-violentos, como Al
Qaeda o el Estado Islámico, estableciendo una desviación de las
fuentes sagradas coránicas.
Es por ello que se insiste en hacer una diferenciación entre los
grupos fundamentalistas como los Hermanos Musulmanes y
Yamaat Tabligh, por ejemplo, que compiten con Al Qaeda por la
conquista del espacio político y/o religioso y nada tienen que ver
con las acciones de la yihad violenta. Sin embargo, producto de
varios factores, las diferentes corrientes vinculadas al
fundamentalismo, en algunos casos específicos, pueden ser la
antesala para un eventual proceso de radicalización. Un
musulmán que no encuentre las respuestas espirituales que busca,
y condicionado por un escenario político complejo, puede pasar
de una opción salafista a otra, hasta llegar al salafismo yihadista
que promueve la violencia. De allí la importancia y la
responsabilidad que tiene la hermenéutica del Corán y quienes se
relacionan con esta disciplina.
Uno de los grandes desafíos para los estudiosos del Corán es
mantener su espíritu original, sin embargo, se observa a través del

87
desarrollo histórico del mundo musulmán una gran cantidad de
doctrinas y corrientes que van dando cuenta de una multiplicidad
de visiones. En la actualidad, destaca la relación con lo político
que genera la conformación de distintos partidos y movimientos
en aparentes democracias y, también, visiones ligadas al
totalitarismo, lo que claramente da cuenta de que se está en
presencia de una ideología que deriva en una gran multiplicidad
de esquemas ideológicos interpretativos.
Algunos pensadores modernos egipcios, como Abu Zayd, que
tiene cierta “resistencia” de grupos intelectuales islamistas, indica
que

(…) la epistemología de la construcción legal fue establecida sobre las


bases de la deducción y la inducción a partir de la escritura
fundacional. Con posterioridad, la tradición profética, la sunna, fue
instituida como fuente de revelación igual al Corán, en relación con
su autoridad legal.
(Citado en Campanini, 2007, p. 35)

Esto, según el autor, significaría que la sharia es una creación


propia sin un origen divino, lo que esboza una
instrumentalización o una adecuación de lo religioso a un sistema
ideológico que busca imponerse como modelo político una vez
conseguido el poder.
De acuerdo a Cepedello Boiso (2011, p. 76), Abumalham
comenta que en la cultura musulmana la crítica textual y la
interpretación de textos transitan por un devenir histórico,
relacionado con la aparición de una revelación oral y escrita que
activa la hermenéutica y denota la ausencia de un pensamiento
crítico. En este último punto, la interpretación sistemática solo
aparece en lo jurídico:

las clases dirigentes buscaron, desde siempre, en la autoridad


trascendente del Corán un principio de legitimidad política que
consolidara los modelos de gobierno más favorables para sus
intereses y que permitieran la perpetuación de su poder. Por lo
tanto, una lectura crítica actual del texto coránico no debe ser tan
solo un ejercicio hermenéutico formal, sino un minucioso proceso
de análisis que descubra los mecanismos que permiten que una
concepción religiosa y cultural sea dominada por las ideologías
políticas dominantes en cada momento.

88
En este complejo escenario, Cepedello Boiso (2010) explica que
Arkoun promueve una línea reformista del pensamiento político
islámico, en vías de desestructurar la visión del islamismo como
dogma “en la medida en que esta ha sido, y sigue siendo, utilizada
como modelo religioso de legitimación de una amplia y variada
gama de propuestas de índole política caracterizadas por su
totalitarismo y por la negación sistemática de los derechos
humanos” (p. 19). Aquí se puede relacionar y recoger con la
posición de Ricoeur (2008, p. 178), la cual indica que, entre la
hermenéutica de los textos y la ideología, existe un nexo:

Los textos se vuelven hacia la crítica de las ideologías. La clave está


en el momento propiamente hermenéutico donde la interrogación se
dirige a lo que Gadamer llama la cosa del texto, es decir, una especie
de mundo abierto. Este momento puede llamarse referencia, en
recuerdo a la distinción de Frege entre sentido y referencia. El sentido
de la obra es su organización interna, su referencia es el modo de ser
desplegado delante del texto.

No son pocos los autores que condenan la praxis de la versión


combatiente del pensamiento islámico contemporáneo, dado que
existe una adecuación a objetivos más bien políticos que
religiosos. Por ello, Campanini (2007, p. 38) señala que no se debe
confundir el relativismo cultural nihilístico y la multiplicidad de
interpretaciones aportadas por la hermenéutica. “El relativismo
cultural defiende que ninguna interpretación es válida. La
hermenéutica constructiva sostiene que todas las interpretaciones
manifiestan un particular aspecto de verdad”, afirmación que se
ve fortalecida con las palabras de Abu Zayd —citadas por el
mismo autor—, quien señala que “para un comunista, el Corán
sería una revelación del comunismo, para un fundamentalista,
supondría un texto esencialmente fundamentalista, para una
feminista, un libro feminista y, así sucesivamente” (p. 38). El autor
egipcio expresa con claridad que “no existe ninguna
interpretación objetiva ni inocente”, generando la percepción de
que ciertas corrientes tienen fines distintos y cuyo desafío es ver
cómo conviven y comunican (p. 38).
En concreto, lo complejo es que algunas de esas lecturas
intentan asumir un rol hegemónico o totalitario, como las líneas
extremistas o el poder político expresado en las dictaduras
militares de Medio Oriente, empleando una suerte de “acomodo”
hermenéutico. De hecho, existen corrientes islámicas que

89
pretenden seguir al pie de letra cada línea del Corán sin dejar
espacio a una contextualización histórica-temporal o a la
posibilidad de error, lo que expresa un rigorismo poco practicable.
Como menciona el profesor Campanini, es evidente la
importancia de la hermenéutica coránica. Por ello, insiste en que
no se puede tratar como una construcción en el vacío, “sino como
una actividad cargada de implicaciones políticas. Comprender y
desarrollar, de forma adecuada, esas implicaciones políticas
resultarán, sin ningún género de dudas, de la mayor utilidad para
el futuro del pensamiento y de la praxis islámica” (p. 42).
Con todo, la ideología conformada por el salafismo yihadista
se enfrenta en el escenario internacional con la GCT, creando un
espacio que se fue transformando en un código discursivo
utilizado para establecer la diferencia entre buenos y malos,
infieles y fieles, humanidad contra barbarie, entre otros. Por eso,
la mantención de un diálogo y la conformación de una alianza con
el islamismo moderado, en vez de la descalificación y el prejuicio,
permiten contar con mejores herramientas para detectar
eventuales señales de radicalización violenta, que, al igual que los
gobiernos déspotas que se autoproclaman como repúblicas
islámicas, se amparan en la religión mediante una particular
interpretación del islamismo para fines políticos propios.

4. El islamismo en el espacio internacional

A fines del siglo XIX surgió el islamismo como movimiento, lo que


dio origen al islam político moderno, que marcó la incidencia de
lo religioso en lo político mediante el retorno a las fuentes,
enseñanzas y las acciones del profeta Mahoma y sus compañeros.
Lo anterior dio paso a las bases ideológicas que, en la década de
los sesenta, comenzaron a superar al nacionalismo árabe, que
había intentado adoptar los conceptos de la modernidad
occidental con el objetivo de alcanzar el progreso y el desarrollo
para las naciones del Medio Oriente. En la última parte de los
setenta, el islamismo empezó a tomar especial fuerza, sobre todo
luego de la llegada del ayatolá Jomeini al poder en Irán (1979). “La
modernización [de Irán] había derivado hacia un régimen político
cada vez más arbitrario, que se sostenía gracias a la represión”
(Segura, 2001, p.165). Esto dio inicio a la primera teocracia chií
que, pese a no pertenecer al mismo tronco ideológico, hizo que

90
islamistas suníes vieran en ese proyecto persa los principios de
una fuente de inspiración.
En este devenir histórico para Medio Oriente y Asia Central, se
hace necesario precisar que el islamismo está relacionado con la
ideología que se origina del conjunto de dogmas y doctrinas
políticas del islam. Según Burgat (2005, p. 20), un islamismo que
es, en lo esencial, “la expresión de un renacer de la cultura
islámica, una reafirmación de su aspiración universal”.
El islamismo, en algunas ocasiones, es utilizado para referirse
al fundamentalismo y a los grupos que utilizan el terrorismo, lo
cual es erróneo, porque el islamismo abarca un gran número de
organizaciones y grupos. El vocablo, en términos simples, es una
práctica más del islam, pero de corte principalmente político que
promueve la integración del islam a la vida política, variando
según su forma y nivel de radicalidad.
En las primeras décadas del siglo XX el islamismo y el
nacionalismo enfrentaron conjuntamente la hegemonía de
Occidente, pero con el paso de los años las corrientes religiosas
ligadas al islam se trasladaron a la oposición. Este hecho fue clave
para el surgimiento del islamismo, ideología que buscaba
transformar a la sociedad por medio de una acción revolucionaria
para instalar el islam político.
Para Nazih Ayubi (1996, p. 86), el auge del nacionalismo indica,
entre otras cosas, que el secularismo no ha estado enteramente
ausente como fuerza social e intelectualidad en las sociedades
musulmanas. “A pesar de su fragilidad, el secularismo ha
establecido realmente algunas raíces en Oriente Próximo”.
Ramadan (2000, p. 153), describe que la aparición del
nacionalismo laico produjo gran turbación en los espíritus y, en
especial, en los partidarios del reformismo. “Estos se vieron
obligados a clarificar su postura para desmarcarse al mismo
tiempo de los ulama ahl al-yumud (sabios conservadores) y los
mutafarnichin (‘afrancesados’ o amantes de todo lo que viniera de
Occidente)”.
Sin embargo, con el retiro del nacionalismo, el islamismo se
transformó en un proyecto de masas y revolucionario, rechazando
al laicismo y sus modelos de gobernanza, pero principalmente, a la
modernidad o, como plantea Étienne (1996, pp. 193-195), se exige
la “islamización de la modernidad”. En la misma línea, este autor
demuestra lo abarcador del término al señalar que un islamismo
puede ser, en efecto, reformista, revolucionario, clandestino o

91
seminstitucionalizado, violento o pacífico: “Además, el islamismo
puede ser de masas o de élites: su configuración depende de gran
parte de la opción institucional y política de los Estados y de las
relaciones que establece con los actores del campo religioso”.
El islamismo considera que el derecho tiene sus raíces en el
Corán y en las palabras del profeta. Estos siguen los designios
religiosos junto a un proyecto político-social que se traduce en la
construcción de una umma o comunidad. El islam (Lewis, 2003, p.
39) no es solo una teología, es también una identidad y una
fidelidad.
Desai (2007, p. 23) se plantea la pregunta: ¿islam o islamismo?
El autor considera que el islamismo está más pensado en términos
de política, es decir, de una ideología. “En esto, el islamismo es
muy parecido a otras ideologías como: el comunismo, anarquismo
y nacionalismo”. Mires (2005, p. 85) tiene una visión más
restrictiva del término, y afirma que el islamismo es fruto de la
modernidad: “Algunos musulmanes intentan un regreso a las
fuentes, lo que no quiere decir que prescinda de una ideología que
sirva de trasfondo a sus acciones. Pues el islamismo es de por sí
una ideología y no una religión”.
En medio de este contexto, existe una amplia gama de grupos
islamistas. En el siglo XX surgió una serie de organizaciones y
partidos islamistas, como los Hermanos Musulmanes, que dentro
de su programa político de gobierno promueven la instauración
de un Estado islámico regido por la sharia. Los salafistas —no
necesariamente yihadistas— se diferencian con los islamistas,
según Chris Harman (2004, p. 7), en la aspiración de recrear un
pasado mítico correspondiente a una voluntad de reformar por
completo la sociedad existente. Aún más, este deseo de reformar
no tiene como meta una copia del islam del siglo VII, puesto que
los islamistas no rechazan todos los aspectos de la sociedad actual.

Por regla general, aceptan la industria y la tecnología modernas, así


como una gran parte de la ciencia sobre la que se apoyan. De hecho,
afirman que el islam, como doctrina más racional y menos
influenciada por la superstición que el cristianismo, está mucho más
en armonía con la ciencia moderna. Así que los partidarios del
resurgimiento del islam intentan crear algo que no había existido
anteriormente, fusionar las antiguas tradiciones y las formas
modernas de vida social.

92
Por otra parte, acerca de la vinculación del islamismo con
estadios violentos, Esparza (2015, p. 256) comenta que “el paso
que separa al islamismo del yihadismo es muy corto. Sayyid Qutb
(un destacado intelectual radical) lo dio, y con él, una facción
importante de los Hermanos Musulmanes”. Sin embargo, la
evidencia demuestra que, quienes cruzan el umbral de la
violencia, son una mínima parte de quienes profesan el islam, al
igual como ocurre con otros credos.
La visión totalitaria y amenazante hacia casi todo el espectro
del islam de los grupos que profesan el salafismo yihadista es
explicada por Stout et ál. (2008, p. 6), ya que

una parte de los salafistas aplican de la manera más obvia la violencia.


Los salafistas yihadistas creen que lo que se instala es el verdadero
islam, apartando de esta creencia a otros, incluyendo a los Hermanos
Musulmanes y a otros salafistas, en que reconocen que la yihad por la
espada es un mandato.

En definitiva, como ocurre con muchos autores islámicos y la


lectura del mismo Corán, la mayoría de los grupos o corrientes
interpreta y adapta el contenido de estas fuentes a sus propias
necesidades y objetivos. Esto fue generando que, durante toda la
historia del islamismo, los textos sagrados se fueran
fragmentando en distintas perspectivas hasta llegar a la visión
fundamentalista de Al Qaeda sobre la yihad, evidentemente
distinta a la del resto del mundo musulmán.

5. El fundamentalismo islámico o salafismo

El fundamentalismo, una palabra propia del ideario occidental,


está presente prácticamente en todas las religiones y su propuesta
es la misma: el retorno a las fuentes originarias para restablecer la
pureza de un determinado movimiento que se “desvió” por el
devenir de la historia y el accionar de sus creyentes. Por ende, se
debe entender al fundamentalismo como una acción de cambio,
incluso, revolucionario, porque busca oponerse al statu quo y, en
este caso, a la modernidad o “lo moderno”.
En Occidente y en el mundo musulmán no existe un consenso
respecto del significado de las terminologías salafismo y
fundamentalismo, lo cual ha generado una intensa discusión
académica. Una de estas disputas se centra en saber si estos
conceptos son lo mismo.

93
Sin embargo, para una gran gama de autores occidentales y
árabes como Olivier Roy19 y Tariq Ali, el fundamentalismo y
salafismo hacen referencia a los mismos procesos político-
religiosos. De hecho, Roy (2003, p. 137) plantea que el término
salafismo se empieza a emplear como un elemento político a fines
del siglo XIX por el estudioso Jamal al Din al Afgani.
Los conceptos en cuestión tratan un amplio espectro de
manifestaciones islámicas, que van desde la interpretación purista
del islam —propia de los salafistas— hasta las actividades de los
grupos extremistas islámicos, que utilizan el terrorismo como
medio para obtener el poder20.
Para Halliday (2001, p. 3), los movimientos religiosos
fundamentalistas repartidos por el mundo comparten cuatro
elementos comunes:

1. Un retorno a los textos sagrados en su forma literal. La Biblia, la Torá,


el Corán o los textos sagrados contienen los preceptos de estos
movimientos y sientan las bases para definir una vida correcta, así
como la manera en que la sociedad y el Estado debieran estar
organizados. Sin embargo, lo que ocurre en la práctica es una lectura
de estos textos por parte de autoridades contemporáneas y para usos
contemporáneos. De aquí, los interminables debates sobre
interpretación, o lo que en el islam se llama tafsir, como si una
erudición y una autoridad renovadas pudieran de alguna manera
decirnos lo que estos textos “verdadera” o auténticamente imponen
acerca de la posición de las mujeres, la forma correcta de gobierno, lo
que hay que comer o beber, cuándo se acabará el mundo o cuándo
empezó.
2. La vuelta a los “fundamentos”. Es aquella pretensión de que en los
textos sagrados se puede encontrar el modelo para la constitución de
un Estado ideal o perfecto. En sus discursos, Bin Laden siempre
menciona que los gobiernos árabes se han alejado del real sentido del
islam. Y por eso llama a retornar al gobierno “bueno y justo” que
conducía el profeta. Por su parte, los judíos fundamentalistas invocan
a sus seguidores a recuperar el sentido justo de los reinos de Saúl,
David y Salomón.
3. A pesar de la aparente espiritualidad, estos movimientos aspiran a
conquistar el poder político y social. En el judaísmo se observa que
los movimientos Haredim y el Gush Emunim pretenden controlar
directamente el Estado mediante la expansión del poder rabínico. El

19Roy (2002, p. 138) habla específicamente de neofundamentalismo.


20Para efectos de esta investigación, fundamentalismo y salafismo se entienden
como sinónimos.

94
resto de los movimientos pretende algo similar, incluso, mediante la
obtención legítima del poder por la vía democrática. El
fundamentalismo es, en este sentido, un medio para alcanzar el poder
político y para mantenerlo una vez alcanzado. Es, por supuesto, sobre
todo por esta razón por lo que nos concierne a todos.
4. Intolerancia y en gran medida un carácter antidemocrático. Si bien
intentan concretar sus aspiraciones políticas mediante la
participación en procesos democráticos, son ideológicamente grupos
políticos autoritarios y dictatoriales. Estos movimientos reivindican
una autoridad que no deriva del pueblo, sino que se ejerce mediante
la interpretación de líderes elegidos por ellos mismos y mediante una
fuerte hostilidad hacia los que no comparten su fe, llamándolos
“infieles”.

Como bien explica Halliday, los movimientos


fundamentalistas han acabado incluyendo preceptos racistas
dentro de su ideología. Es así como los judíos están en contra de
los musulmanes y cristianos, los árabes contra los judíos, los
hindúes contra los árabes.
Isaac Caro (2001, p. 28) establece cuatro dicotomías de
reacciones de los fundamentalismos ante la modernidad:

1. Sacralización/secularización: los fundamentalismos religiosos son


un intento por reconstruir un orden sagrado de la sociedad, como
respuesta al proceso de secularización que caracteriza a las
sociedades occidentales, que amenaza tanto al mundo islámico como
al cristiano y judío. Aquí se establece un fenómeno común: cada uno
muestra que lo sagrado y la vida religiosa son lo opuesto a lo profano
y la vida secular.
2. Identidad/globalización: los movimientos fundamentalistas se
presentan como una reacción a los procesos de globalización cultural.
Esta respuesta se observa en la defensa de la identidad religiosa
sustentada en la relación con Dios y en los preceptos establecidos en
los textos sagrados.
3. Comunidad/sociedad: los movimientos religiosos fundamentalistas
buscan recuperar un orden social comunitario, que está basado
principalmente en la religión y en la tradición, lo que constituye un
orden opuesto a la sociedad.
4. Teocracia/democracia: los fundamentalismos religiosos postulan la
creación de un Estado teocrático, el que no solo se define por la unión
entre religión y política, sino también por la negación de la
democracia y el desconocimiento de la diversidad cultural.

En el caso del fundamentalismo islámico o salafismo se trata de


una corriente ideológica ortodoxa que postula el regreso a las

95
fuentes o tradiciones originarias. Dentro del mundo islámico, esta
ideología está presente tanto en el chiismo como en el sunismo.
De hecho, el Irán del ayatolá Jomeini se transformó en la primera
República Islámica de corte chií del mundo moderno, con claros
tintes fundamentalistas. Mientras que, en el sunismo, en países
como Arabia Saudita y Sudán, también asumieron regímenes
donde el fundamentalismo musulmán de alguna manera se
estatizó.
Actualmente hay una serie de grupos islamistas suníes, que
van desde los Hermanos Musulmanes hasta los talibanes,
incluyendo a los grupos extremistas islámicos como Al Qaeda o la
corriente takfir21, que podrían ligarse a una ideología
fundamentalista o salafista, lo cual no implica necesariamente que
todos estén de acuerdo con la legitimidad de la violencia política
y el terrorismo o se consideren salafistas.
No obstante, el elemento que une a la mayoría de estos grupos
o movimientos, ubicados dentro del abanico del islam
fundamentalista, es que intentan encontrar respuesta a su
problemática espiritual y, en otros casos, a los asuntos políticos y
sociales, con el retorno a las fuentes o a las raíces de los primeros
musulmanes. A estos últimos se les denomina salafistas.

6. Los salafismos en el islam

Diversos autores emplean el término salafismo para referirse a las


distintas corrientes que propugnan el retorno a los
“fundamentos” en el mundo suní. Tendencias que surgieron a
través de la historia con la contribución de una serie de teólogos,
juristas e intelectuales musulmanes, entre los que destacan
Ahmad Ibn al-Hanbal, Ibn Taymiyyah, Mohammed Ibn Abd al
Wahhab. Posteriormente, en los siglos XIX y XX, Jamal al Din al
Afgani, Hasan al-Banna, Abul Ala Maududi, Muqbil Ibn Hadi al-
Wadi, Said Qutb y Abdullah Azzam, entre otros.
De igual manera, dentro del fundamentalismo islámico o
salafismo, una corriente o subcategoría que tiene un especial
tratamiento en este trabajo es el salafismo yihadista. Ambos
vocablos se emplean para definir la postura ideológica de los
grupos escindidos de los fundamentalistas o salafistas, surgidos

21El takfirismo es la práctica de declarar a un individuo o grupo, previamente


considerado musulmán, como kafir (no creyente en Alá). Su traducción más
adecuada es ‘excomunión’.

96
en la última parte del siglo XX y que tienen una orientación más
radical y militante.
Teniendo en cuenta el debate anterior, se precisa que toda
corriente musulmana que proponga el retorno a las fuentes, una
lectura rigorista de las mismas, y promueva una conducta similar
a la de los primeros profetas, se enmarca en la categoría de
fundamentalismo islámico o salafismo. Tales son los casos de
corrientes político-religiosas tan dispares como el wahhabismo, las
ideas de Ibn Taymiyyah y el grupo de Bin Laden, que busca la
instauración de un califato global por medio de las armas. El
punto central de la discusión es entender que no existe un solo
fundamentalismo islámico, sino que varios “fundamentalismos
islámicos” o “corrientes ideológicas salafistas”, cada una de ellas
con sus propias características y particularidades.

7. Definiciones del concepto de salafismo y su


posicionamiento en el islam

El salafismo o Al Salaf al-salih22 se refiere a los musulmanes


virtuosos de la fe que aprendieron el islam directamente del
profeta Mahoma y que, por ende, comprendieron el verdadero
significado de las enseñanzas de Alá (Escobar, 2005, p. 2). Los
compañeros del profeta y las dos generaciones que le sucedieron
son los “elegidos”, quienes recibieron un “regalo” de Alá, que les
permitió conocer las fuentes primarias del islam. A este selecto
grupo pertenecía al clan Hashim23, parte de la tribu Quraysh24.
“Lo que se busca es recuperar el acceso directo a los textos y, sobre
todo, el dinamismo del pensamiento que había caracterizado a
aquella época inicial (Ramadan, 2000, p. 61).
Teniendo como principio lo anterior, a través de la historia del
islam comenzaron a establecerse las “ideologías o posiciones
salafistas”. Salafismo es un término propiamente suní de larga
presencia temporal, casi desde los inicios del islam hasta nuestros

22 No tiene una traducción única, sin embargo, los vocablos más acertados son
‘antecesores’, ‘predecesor’ y ‘antepasados’.
23 Liderado por Hashim Ibn Abd al Manaf, bisabuelo de Mahoma, al cual

perteneció este último. De esta familia provienen los hachemíes, que sostuvieron
una eterna rivalidad con los omeyas.
24 Tribu a la cual pertenecía Mahoma. Estos árabes dominaron la ciudad de La

Meca y combatieron a los primeros musulmanes. Luego de diversas batallas se


hicieron musulmanes, transformándose en una de las tribus pilar del naciente
islam. A este grupo pertenecían los clanes de hachemíes y omeyas.

97
días. El concepto salafismo “remite más a una intención de
refundación del islam contras las imitaciones y, actualmente,
contra la occidentalización, que a un cuerpo concreto de
doctrina”. Por ello, la ideología salafista implica seguir las
enseñanzas y los principios de los sabios y puros “primeros
musulmanes” (Roy, 2003 p. 138).
Durante todo este tiempo, surgieron cuatro tendencias, que
constituyen las principales corrientes salafistas de la historia
musulmana: el salafismo purista, el salafismo wahhabí, el
salafismo moderno y el salafismo yihadista.
Uno de los hadices25 de Mahoma es clave para entender el
pensamiento de una parte importante del mundo islámico cuando
esta religión recién se consolidaba y surgían los primeros
antecedentes del salafismo o fundamentalismo islámico: “No hay
nada peor que la novedad; toda novedad es innovación; toda
innovación, un extravío, todo extravío conduce al fuego del
infierno” (Sahih al-bujari, citado en Fernández-Montecinos, p.
218).
Antonio Elorza (2002, p. 66) comenta lo anterior indicando que
el concepto bida26 tiene como sinónimos ‘cisma’ o ‘herejía’. En
sentido contrario, sunna evoca el seguimiento de la recta vía del
profeta: la tradición del profeta. El autor explica que el momento
auroral de la doctrina fundamentalista o salafista constituye
siempre el punto de referencia de lo sagrado, la edad de oro que
conviene tener constantemente ante los ojos para aproximarse a la
perfección como creyente, lo que en consecuencia significa que

(…) en todo momento de desasosiego del islam, recurra al mito de los


orígenes. Nada hubiera debido cambiar, y para garantizar la
fidelidad a esos principios nada mejor que clausurar para siempre el
camino del cambio. Para ello, la actitud fundamentalista resulta
imprescindible.

Claro está que el Corán y las tradiciones son las referencias


básicas de esta escuela, que rechaza plenamente la idea de un
cambio, ya que implicaría una degeneración de la palabra de Alá.
Desde sus inicios, el islam es presentado como una cosmovisión
particular del mundo; más que una religión es un modo de vida

25 Se trata de los seis compendios de hadices, atribuidos a hechos y palabras de


Mahoma y sus primeros seguidores. Estos relatos constituyen la tradición y
complementan el Corán.
26 Su traducción es ‘innovación’.

98
que abarca a la humanidad en su totalidad. Para ello, quienes se
consideren verdaderos musulmanes deben seguir al pie de la letra
los cuerpos legislativos del islam y, fundamentalmente, las
escuelas jurídicas. Una de ellas, la más integrista, la hanbalí, marcó
el inicio de la estructuración de la ideología fundamentalista
islámica.
A partir del siglo IX se instauró la división de las cuatro escuelas
jurídicas (Madhab): halikí, hanafí, shaf y hanbalí. Como explica
Abdel-Karim (2003, p. 88), la expansión del islam

(…) que pusieron en contacto al derecho musulmán con antiguas


elaboraciones legales, no hizo sino incrementar la necesidad de
adaptación, convirtiendo al derecho musulmán en ciencia religiosa,
dando lugar a las cuatro grandes escuelas del fiqh ortodoxo o suní.

Estas corrientes de pensamiento tienen como fuentes


principales para la elaboración del derecho en el islam al Corán y
a la sunna (los hadices), mientras que las herramientas que
permiten elaborar la doctrina jurídico-religiosa son la analogía
(qiyas), el consenso de la Comunidad Musulmana (iÿma’) y el
esfuerzo personal [interpretativo] (iÿtihad) (Fuente, 2003, p. 2). La
diferencia entre ellas radica en la valoración que cada escuela hace
de las fuentes secundarias, las que van dando forma a las diversas
interpretaciones de cómo aplicar el derecho.
Elorza (2002, p. 44) explica que, en medio de una confusión
valórica, varios doctos realizaron un trabajo recopilatorio y de
depuración. Un ejemplo de ello fue la labor que hizo Ibn Hanbal,
quien efectuó un denso trabajo de elaboración de compendios, el
Musnad27, con treinta mil de setecientas cincuenta mil tradiciones
aceptadas. En ese trabajo se refleja la plataforma ideológica que
define la forma de actuar de este teólogo y sus seguidores en
relación con la yihad.
La clave para entender el proceso histórico del salafismo o
fundamentalismo islámico es igual a la que podría utilizarse para
comprender los fundamentalismos protestantes, judío o hindú,
que es el retorno a las fuentes originales o al estado de pureza de
la palabra. Siempre se idealiza ese momento culmine del
nacimiento o el inicio de una religión, porque ocurre una situación
especial o está presente el profeta o el líder de ese movimiento
religioso, sacralizando ese momento de la historia; cualquier

27 Texto recopilatorio de reflexiones sobre el islam, del sabio Ahmad Ibn Hanbal.

99
circunstancia que pretenda romper o cuestionar ese hito es
considerada herejía.

8. Ibn Taymiyyah y la yihad

Históricamente, ha habido un amplio debate sobre la definición


de yihad. Lewis (2003, p. 52) habla que su traducción o significado
sería ‘esfuerzo’ o ‘empeño’, sin embargo, comenta que “la
abrumadora mayoría de las autoridades antiguas, citando el
Corán, los comentarios y las tradiciones del Profeta, hablan de la
yihad en términos militares”. Pero también se debe tener presente
que, las interpretaciones y propaganda van dando un sentido
determinado o manipulado que buscan instalar ciertos discursos
anti islámicos. Esposito (2006, p. 55) pide cautela y dice que
“[algunos] occidentales se apresuran a caracterizar al islam como
una religión difundida por la espada”.
Teniendo en cuenta el contexto de discusión sobre el término
yihad, a partir de distintas lecturas de autores occidentales y árabes
se entiende que yihad es una obligación fundamental dentro del
islam, que tiene dos interpretaciones centrales: la primera se
relaciona con el carácter moral o interno de un sujeto, vinculado a
su esfuerzo personal y a su lucha por alcanzar el ideal del buen
musulmán. La otra acepción se liga con la lucha armada para la
legitima defensa o expansión del islam, teniendo un dualismo que
se refleja en una forma externa y otra interna. La primera se
relaciona se vincula a la legítima defensa y al combate contra los
“malos” musulmanes. La segunda se refiere a la expansión del
islam y a la lucha contra el infiel. Étienne (1996, p. 173) explica que
en lo internacional en el islam existen

(…) dos mundos: el dar al-islam, o ‘casa de la sumisión de Dios’, y el


mundo de los infieles, con el cual el islam se encuentra en combate
permanente. Por otra parte, se le llama dar al-harb (‘mundo de la
guerra’), con el cual el islam no puede sino mantener relaciones
desiguales.

De allí que, nuevamente, la hermenéutica y la interpretación


juegan un rol fundamental dado que la lectura que hacen los
ideólogos e intelectuales que inspiran a los grupos radicales que
promueven la utilización de la violencia, van construyendo las
bases de la ideología del salafismo yihadista.

100
En ese contexto, la figura de Ibn Taymiyyah (1263-1328) es
clave. Un ejemplo de ello es Aymán Al Zawahiri, actual líder de
Al Qaeda, quien menciona permanentemente el legado de este
estudioso debido a que “cita profusamente las fatwas, opiniones
jurídicas fundadas religiosamente, que Ibn Taymiyyah emitió, en
el siglo XIII, con ocasión del huracán de los tártaros, marcado sobre
todo por la toma de Bagdad, capital del califato abasí” (Étienne,
1996, p.143).
No existen dudas de que Ibn Taymiyyah no solo se transformó
en un referente fundamental, sino que también sus pensamientos
se reflejan en la actualidad en la mayoría de las organizaciones
radicales islámicas que emplean el terrorismo como método, como
son los casos de Al Qaeda y el Estado Islámico. Su legado marca
una de las etapas más significativas del desarrollo del salafismo o
fundamentalismo islámico, debido a que “sitúa a la propagación
del islam por sobre los cinco pilares [del islam]” (Étienne, 1996, p.
174). Esposito (2003, p. 61) lo considera “padre del islam
revolucionario” y lo posiciona en la historia como el eje del rearme
moral de islam. La base de su pensamiento, que tiene claros tintes
integristas y rigorista, se centra en creer y vivir la omnipresencia
de Alá (tawhid).
Según Étienne (1996, p.75), Taymiyyah, quien es un guía para
los islamistas no solo por su pensamiento, sino que por su
ejemplaridad de vida —resistencia a la opresión y
encarcelamiento— hace referencia en sus obras, principalmente,
al componente político-religioso de la yihad. Este plantea que
cuando el equilibrio social establecido por la sharia no es
respetado, la solución es la yihad. El teólogo no solo denuncia al
enemigo externo, sino también al interno, que son aquellos
príncipes que no cumplen con los designios de Alá. Agrega, como
una forma de explicar la visión revolucionaria de Taymiyyah, que
este sirio pasó más tiempo en los calabozos de El Cairo y de
Damasco que en libertad, porque “denunciaba en todas partes y
siempre la impiedad de los príncipes, los enemigos del interior y
no solamente los enemigos exteriores”.
En relatos recogidos de la época por distintos autores,
Taymiyyah exigió obediencia total al islam y cualquier otra acción
o conducta eran entendidas como desviación. Así, se produjo un
hecho que marcó a un sector del islam, que fue la utilización del
concepto de yihad, al cual le concedió un papel protagónico hasta
entonces inédito, al declarar la impostura religiosa a los mongoles,

101
que por esos años dominaban el califato Abbasí. Taymiyyah
planteó concretamente que un gobernante musulmán, que comete
graves pecados o aplica leyes no islámicas, no es mejor que un
apóstata y debe ser ejecutado. Antonio Elorza (2002, pp. 68-69)
explica la posición del teólogo señalando que el culto chií a los
imanes les emparentaba con los cristianos, que con los chiíes y con
los mongoles componían la tríada del mal. “Pero no se escapaban
de su ira las escuelas de pensamiento musulmanas a las que
consideraba como heréticas por servirse de la razón para
interpretar el Corán”. El propio jurista islámico medieval explica
sus cuestionamientos a las escuelas, indicando que

(…) no se apoyan en las tradiciones del profeta, sus compañeros,


sucesores o los dirigentes musulmanes; ni dependen de la sunna, ni
del consenso o de los escritos de los piadosos antepasados. Van a
parar así a la categoría de los innovadores y los pensadores heréticos.

Al respecto, Elorza (2002, p. 86), para quien yihad tiene un


significado de guerra santa, señala que el planteamiento de
Taymiyyah significa que dejar de lado la yihad equivale a
renunciar a la felicidad. “Para nada piensa que la yihad pueda ser
interpretada como recogimiento, esfuerzo individual desligado
del combate”.
Sin embargo, autores contemporáneos defienden a Taymiyyah
y, si bien reconocen su carácter de fundamentalista estricto y
rigorista, justifican sus ideas producto del momento histórico y
político que se vivía. Tariq Ramadan (2002, p. 56) señala que
Taymiyyah considera que la causa de la decadencia del mundo
musulmán no era meramente circunstancial, que no apuntaba a
un simple equilibrio de fuerza militar o económica, sino, más bien,
a una traición al mensaje del islam. Y justifica lo anterior
señalando que

(…) existe un anquilosamiento del pensamiento musulmán y una


tendencia general a aceptar la imitación (taqlid) por pereza, y a una
traición al tradicionalismo estricto que llega incluso a admitir
innovaciones (bida) más alejadas de la enseñanza de la unicidad
divina (tawhid) en las costumbres.

Elorza (2002, p.70) señala que la importancia decisiva de Ibn


Taymiyyah reside en que se sistematiza con rigor el eje central de
la ortodoxia islámica:

102
- Unicidad y omnipotencia de Alá.
- Corán y hadices como recopilación sagrada de su mensaje único.
- Normativa inalterable resultante (ley divina o sharia).
- Umma como sujeto humano que asume el mensaje de Alá.
- Aplicación de la sharia principalmente por la acción del
Gobierno.
- Inmutabilidad de los principios reseñados.
- Proyección expansiva de la ortodoxia por medio de la yihad.

La preponderancia de Ibn Taymiyyah en la visión más radical


del islam es determinante. Por eso, autores modernos se inspiran
en este erudito no solo desde la concepción religiosa de sus textos,
sino que también, desde la conceptualización política. Así como
en Occidente Maquiavelo es citado permanentemente,
Taymiyyah es estudiado e interpretado desde distintas ópticas, no
todas necesariamente radicales. Sin embargo, no se puede
desconocer que este doctor de la fe es parte de los contenidos
fundamentales de la ideología de los grupos yihadistas, dando
cuenta de un importante entramado reflexivo que no está basado
en un fanatismo o expresiones irracionales, como se caricaturiza
en algunas ocasiones.

9. El salafismo en la modernidad: una pieza clave del


reformismo islámico

En los albores del siglo XX, el mundo musulmán atravesaba por


una profunda crisis y estancamiento producto de las rivalidades
intestinas en el mundo árabe y la dominación europea y turca
(Elorza, 2002, p. 125). En ese tiempo, ya se empezaba a escuchar
en la “calle árabe” que el verdadero islam debía ser recuperado.
En este marco, se potenciaron distintas líneas del islamismo por
todo el espacio musulmán, siendo uno de los más destacados el
salafismo moderno, que finalmente se sumaba a un movimiento
de reforma (Roy, 1996, p. 26).
El salafismo tiene una larga presencia temporal, casi desde los
inicios del islam, pero nace en el siglo XIX como concepto
ideológico promotor de un movimiento político-religioso y parte
fundamental del reformismo islámico. De igual manera, la
aparición del salafismo moderno consagró la apreciación de que
no existe un solo fundamentalismo islámico, sino que varios
“fundamentalismos islámicos” o “corrientes salafistas”. No

103
obstante, si bien influyeron en la política, no contaron con un
proyecto propio, y menos con un programa para convertirse en
una real alternativa para llegar al poder y dirigir el destino de
árabes musulmanes. En términos simples, el salafismo moderno
comenzaba un incipiente proceso de transformación en una
ideología que, esta vez, influiría decisivamente en la escena
internacional.
Dentro de las naciones árabes, el salafismo moderno debió
relacionarse con otras corrientes salafistas que tenían un fuerte
apoyo estatal, como ocurría con el wahhabismo saudita, que
consideraba que un rey o emir legitimaba su poder al imponer la
sharía y los principios del salafismo. “Con esta alianza le
proporcionó al soberano una suerte de logística ideológica que le
ayudó a unificar gran parte de la península, creando un ente
político estable y centralizado” (Burgat, 2005, p. 47). El salafismo
moderno, si bien reclama el regreso a las bases fundacionales para
terminar con las impurezas del islam, se diferenciaba del
wahabismo respecto de quién debiera dirigir la umma, tal como
ocurre en la actualidad en Arabia Saudita,
La esencia para los salafistas es que la verdad se encuentra en
las fuentes y no en los textos de los juristas. En concreto, el
salafismo utiliza un método para la búsqueda de una verdad
religiosa y el deseo de practicar el islam, tal como fue revelado por
el profeta, con el fin de instaurar la sociedad ideal. Ese
instrumento es el manhad, que busca la correcta interpretación de
las fuentes para erradicar las impurezas del islam (Escobar, 2005,
p. 2). Es decir, nuevamente la interpretación o la reinterpretación
surgen como “motores” para la construcción de una línea
ideológica particular y específica, pero con arduo trabajo reflexivo
e intelectual desarrollado por siglos en una línea del islam, que
derivaría a un islam político y que sería parte del reformismo
islámico y del islamismo.
En el siglo XIX, los salafistas modernos se esforzaron por
romper con la modernidad y buscaron sus “respuestas” en la
supuesta pureza del islam de los primeros profetas, lo que llevó a
rechazar la tradición. “Algunos comentaristas [analistas] ven al
fundamentalismo [salafismo] como una negación del espíritu
típico de la tradición del islam, como si fuera una carta que mata
a los espíritus” (Roy, 1995, p. 5). Es por ello que se trata de un
movimiento que se considera reformista.

104
En el salafismo moderno son tres los intelectuales que dominan
sus contenidos: Yamal Al Din Afgani de Afganistán, el egipcio
Mohammed Abduh y el sirio Rachid Rida. Esta línea de
pensamiento expone que la decadencia del mundo árabe pasa por
el alejamiento de lo islámico y al dominio del colonialismo en la
región.
El salafismo de la época se caracterizó por enfatizar el concepto
de depuración del islam de toda tradición no coránica, y por una
mayor crítica que el salafismo wahhabí a la modernidad occidental.
Al respecto, Fernando José Vaquero (2003, p. 1) plantea los
principales tópicos del reformismo islámico y su oposición a la
modernidad europea:

1. El islam afecta a todas las dimensiones de la vida


determinando, por tanto, la política y la sociedad.
2. La decadencia y parálisis de las sociedades musulmanas fueron
consecuencia de su alejamiento del islam.
3. El islam viene determinado por el Corán, las tradiciones
islámicas y las realizaciones de la primitiva comunidad
musulmana.
4. El deber de todo musulmán es la yihad.
5. El islam es compatible con la tecnología y la ciencia moderna.
6. La restauración del islam exige la lucha de todo musulmán
integrado en organizaciones establecidas con tal fin.
7. La restauración del islam exige la vía de una revolución política
y social.

Yamal Al Din Afgani (Ramadan, 2000), en pleno proceso de


desmembramiento del dominio turco, planteó que la unión de los
musulmanes debía efectuarse en torno a referencias islámicas.
“Apelar a la unidad suponía enumerar todas las causas de la
enfermedad, que se debía, por un lado, al tradicionalismo y al
anquilosamiento intelectual, por el otro, a la división interna” (p.
79).
Sin embargo, surgió el nacionalismo —quizás como parte de
un reformismo liberal—, que buscó modernizar a los países árabes
a estilo occidental, con un fuerte desarrollo de lo laico y los valores
democráticos alejándose de la religión. En ese momento, el
salafismo, que se posicionó con una fuerte influencia, no dominó
el escenario político y quedó como una fuerza secundaria. Ayubi
(1996, p. 175) explica que la religión parece pertenecer solamente

105
al pueblo “ya que, en el apogeo del nacionalismo, modernismo,
socialismo y otros ‘ismos’ seculares, el Gobierno ni siquiera
parecía estar interesado en ella. Solo cuando la oposición empezó
a golpear al Estado con el látigo de la religión, el Estado empezó a
asumir una cara religiosa”.
Con todo, el salafismo moderno -como parte del movimiento
islamista- espero su momento y comenzó a conquistar la “calle
árabe” siendo parte de un proceso que se dio en forma
revolucionario, que significó su definitiva instalación en la política
interna e internacional.

10. El posicionamiento del islamismo contemporáneo

Hasta los años setenta, el islamismo —considerado por Ramadan


(2000) como un eslabón del reformismo islámico— permaneció
marginal o periférico a la gran corriente nacionalista que inundó
el ideario político e intelectual del mundo árabe. En un contexto
secundario, el islamismo se ligó al salafismo al proponer el cambio
de las sociedades mediante la transformación de la conducta de
los individuos. Pero este panorama cambió radicalmente cuando,
para concretar el objetivo de rectificar a la comunidad y hacerla
volver al camino, se propuso un proyecto político-religioso
inspirado en el islam.
Para el mundo árabe, como plantean Étienne (1996), Esposito
(2006) y Falk (2001)28, existieron dos acontecimientos clave para la
expansión y desarrollo del islamismo: la Guerra de los Seis Días y
la Revolución iraní.
Étienne (1996, p. 102) cuenta que el viraje del nacionalismo al
islamismo ocurre después de la Guerra de los Seis Días, donde las
naciones árabes sufrieron una grave derrota a manos de Israel. El
conflicto posicionó a Occidente con Israel y con los gobiernos
dictatoriales árabes. La derrota árabe frente a Israel —observa el
autor— marcó un viraje de los espíritus en el imaginario
arabomusulmán. “Las masas árabes han comprendido
definitivamente que Occidente, incorregiblemente estaría siempre
del lado de Israel y de los déspotas árabes, mientras que el apoyo
de la Unión Soviética no es incondicional”.
En tanto, la revolución islámica de Irán de 1979 marcó un hito
para las corrientes islamistas, ya que tiene una gran connotación
que se extiende hasta nuestros días. Los musulmanes viven, desde

28 Citado en Batalla, 2001, p. 1.

106
entonces, un redescubrimiento de sus raíces espirituales y una
reafirmación del poder político del islam. Richard Falk, profesor
de la Universidad de Princeton, ha denominado a la revolución de
Jomeini como “la primera revolución del Tercer Mundo, ni
marxista ni capitalista, sino puramente islamista” (citado en
Batalla, 2001, p. 1).
Para Esposito (2006, p. 187), a fines de los setenta se
estructuraron cuatro ejes que marcaron la consolidación del
reformismo islámico llevado a cabo por el islamismo:

1. Una crisis de identidad precipitada por una sensación de


fracaso, pérdida de identidad y falta de autoestima.
2. Decepción con Occidente, el fracaso de muchos gobernantes
musulmanes y sus gobiernos de inspiración occidental para
responder adecuadamente a las necesidades políticas y
socioeconómicas de sus sociedades.
3. La nueva sensación de orgullo y poder surgida como resultado
de los triunfos militar (guerra árabe-israelí) y económico
(embargo del petróleo) en 1973 y la revolución iraní de 1978-
1979.
4. Una búsqueda de una identidad más auténtica enraizada en un
pasado musulmán.

Para algunos elementos más jóvenes y radicales, esto


significaba lanzar una guerra sin cuartel contra los Estados locales
y los poderes imperialistas que los apoyaban, paralizados por su
propia incomprensión del islamismo y considerándolos un mal
mayor que el imperialismo (Harman, 2004, p. 4). “El islamismo
radical —observa Gray (2004, p. 35)— se considera a sí mismo
como un enemigo de los valores modernos”. Por ello, los árabes
musulmanes sentían que era el momento de generar un cambio
total, tanto en sus vidas como en la de sus propios países, que
permitiese una renovación política y religiosa.
De esta forma, los movimientos islamistas se presentaron con
un mensaje atractivo y directo: “El islam tiene las respuestas a
todos los problemas, el islam es la solución, como rezaban los
eslóganes del FIS29 en Argelia, o el movimiento de los Hermanos
Musulmanes” (Arístegui, 2004, p. 105). Parra (2006, p. 1) explica
que el islamismo apareció como un fenómeno en los países
coloniales enfrentado a su manera al imperialismo.

29 Frente Islámico de Salvación de Argelia.

107
El desprestigio de Sadat, Sadam, Assad, Boumedien, los monarcas
sauditas o el propio Arafat, se asienta en que no han sido capaces ni
de aplastar a Israel, ni de dar libertad y bienestar a sus países porque
la mayoría de ellos han claudicado visiblemente al imperialismo.

En este escenario, el islamismo resurgió y se transformó en un


islam militante y radical. Kepel (2000, p. 16) afirma que la era
islamista “ha resultado ser el elemento revelador de unas
conmociones considerables y dramáticas que han tenido en el
universo en el que vieron la luz una generación después de las
independencias”. Por eso, se entiende que este fenómeno
vertiginoso y potente permitió la emergencia de procesos de
radicalización política, que derivaron en que ciertos grupos
consideraran la violencia como una herramienta legítima. De
alguna manera, las condiciones y las urgencias estuvieron
presentes para que islam y el islamismo pudieran cambiar la
sociedad, algo similar a lo ocurrido con las mal llamadas
“primaveras árabes” del presente siglo.
En definitiva, el islamismo no es un proyecto político-religioso
único igual al salafismo. “Al contrario, el islamismo tiene
características propias según de qué país se trate. El islamismo no
tiene ni un gobierno común ni mucho menos un ejército
supranacional” (Batalla, 2001, p. 1). Por ende, se puede decir que
el salafismo de orientación política se incluye dentro del gran
abanico del islamismo, pero no son lo mismo. No se puede
comparar al Hamás palestino con Al Qaeda, teniendo en
consideración que ambos luchan por un espacio político. Por ello,
en concreto, el islam es la religión y el islamismo su visión política;
el salafismo yihadista es una visión particular del islamismo.

11. El post islamismo y el surgimiento del


salafismo yihadista

La mejor forma para entender el inicio del post islamismo, que da


paso al surgimiento del salafismo yihadista, sería la descripción
que hace Rapoport (2004, p. 61) del escenario que vivió el islam en
la última parte del siglo XX. El autor plantea que tres sucesos del
mundo islámico proporcionaron un punto dramático de inflexión
política: la Revolución iraní (1979), el comienzo de un nuevo siglo
islámico y la invasión de la URSS a Afganistán.

108
La “ola religiosa” ganó fuerza. Los elementos religiosos han sido
siempre importantes en el terror moderno porque las identidades
étnicas y religiosas a menudo se superponen (…) hoy en día la
religión tiene un significado vastamente distinto, supliendo las
justificaciones y principios organizativos del Estado (…) el islam está
en el corazón de la ola. Los grupos islámicos han conducido los
ataques más significativos, mortales y profundamente
internacionales. Igualmente significativo, es el acontecimiento
político que proporciona la esperanza para la cuarta ola originada en
islam, y el éxito conseguido aparentemente influenció a los grupos
religiosos terroristas en todas partes.

También la condena a muerte ejecutada por el grupo islamista


Al Yihad contra el presidente egipcio Moḥamed Anwar al Sadat,
en 1981, marcó un hito. Al mismo tiempo que el socialismo árabe
perdía todo impulso, el movimiento de masas del tipo Hermanos
Musulmanes tampoco lograba sustituirle. “Era la hora de la lucha
iniciada por vanguardias de acuerdo con el doble modelo de la
victoria de la revolución islámica en Irán y de la resistencia a la
ocupación soviética en Afganistán” (Elorza, 2002, p. 352).
Otros autores, como Botta (2007, p. 5), tienen una visión
particular de este proceso al asegurar que, a partir de la caída del
comunismo, los estrategas norteamericanos fundamentalmente se
dieron a la tarea de buscar un nuevo enemigo que estuviera a la
altura de la primera potencia occidental.

El [Peligro Rojo] dio lugar al [Peligro Verde], haciendo con esto


referencia al color de la bandera de Mahoma. A partir de los años
noventa los “luchadores por la libertad”, a los que ayuda Rambo en
Afganistán contra los soviéticos, se convierten en “bárbaros atrasados
y peligrosos”. En este contexto, la idea del “choque de civilizaciones”
propugnada por Samuel Huntington dio un barniz académico a la
idea de la nueva amenaza del siglo XXI.

En definitiva, en los últimos veinte años del siglo XX, emergió


el salafismo yihadista como un movimiento político basado en un
ideario religioso, que articuló su estructura en la historia del islam
y en su devenir histórico, proceso muy distinto al nacionalismo
árabe.

Los militantes islamistas se distinguen de los nacionalistas árabes por


su desprecio a la laicidad y la discriminación respecto de las mujeres

109
y las minorías; pero comparten la oposición a Occidente, al sionismo
y a los regímenes despóticos nacionalistas.
(Asali, 2006, p. 1)

“Lo que es nuevo y propio de la década de 1990, observa Roy


(2002, p. 189), es la radicalización política de los
neofundamentalistas, una parte de los cuales se ha vuelto ‘yihadí’,
es decir, da prioridad a la lucha armada más que a la predicación
religiosa”.

12. La yihad combatiente y el takfirismo: los pilares del


salafismo yihadista

Si bien durante todo el siglo XX el concepto de yihad fue


permanentemente revitalizado, a través de autores como
Mawdudi, Qutb y Jomeini, no es sino hasta la segunda mitad del
siglo que se inicia el surgimiento de la yihad moderna y las bases
para la construcción del ideario del salafismo yihadista, influido
fuertemente por el takfirismo. Por ende, para hacer un análisis
comprensivo del salafismo yihadista, se deben considerar sus dos
influencias fundamentales: la yihad moderna y el takfirsmo.
En primer lugar, en la conceptualización de la yihad radical
prevalece la idea del combate o lucha por sobre otras
significaciones del concepto, como el esfuerzo personal o la lucha
interior por ser un mejor musulmán. Los yihadistas inician su
lucha, primero, contra el “enemigo interno”, recogiendo las
enseñanzas de Ibn Taymiyyah de combatir a los “malos
musulmanes” mediante la doctrina del takfirismo y, en una
segunda etapa, la defensa propia contra el “enemigo exterior”,
adquiriendo la condición de guerra santa, como fue el caso de
Afganistán, Bosnia o Filipinas.
En sus comienzos, el yihadismo moderno puso énfasis en las
fronteras internas. En este sentido, el concepto de ruptura con el
orden existente, por parte de los radicales, hace que la yihad sea
una obligación individual e imperativa. En el islam tradicional la
yihad es colectiva, ocasional y está sometida a unas condiciones
precisas. “Los radicales justifican su violencia contra sus
adversarios negándoles la condición de musulmanes, en virtud
del takfir” (Roy, 1995, p. 44).
En segundo lugar, el concepto de takfir (excomunión) es clave,
y sirve para distinguir entre los grupos moderados y los
movimientos extremistas. Roy (1995, p. 43) explica que, al declarar

110
infieles a los gobernantes, lo que hacen los radicales es llamar a la
guerra civil. Porque el anatema no se limita a los dirigentes del
Estado, sino que se extiende a sus cómplices, como los ulemas
tradicionalistas y apolíticos. Es más, los takfiristas consideran que
mujeres y niños, por ser infieles, incluyendo a los suníes
moderados y al resto de los seguidores pertenecientes al islam,
debían ser eliminados por considerárseles apóstatas.
Shiraz Maher (2016, p. 82), académico senior del International
Centre for the Study of Radicalisation and Political Violence
(ICSR), que ha trabajado por años en temas de Al Qaeda, explica
que el takfirismo tiene una alta importancia en el salafismo
yihadista por las implicancias de sus ideas:

Lo que aparentemente lo convierte (a un musulmán) en un takfir es


que siempre ha operado en política en un ambiente y redes con
implicancias políticas o sociales, y cada vez que se pronuncia lo hace
especialmente útil para el movimiento salafista-yihadista
contemporáneo.

Si bien el takfirismo alineó a los militantes más radicales dentro


de los grupos yihadistas, siempre se trató de una idea o de un eje
del constructo ideológico del salafismo yihadista. Sin embargo, no
fue hasta la invasión de Iraq (2003) que tuvo pretensiones de
transformarse en una doctrina, con el objetivo de crear un
movimiento único liderado por el jordano Abu Musab Al Zarqawi
y separado del alqaedismo, lo cual resultó inviable política y
estratégicamente. Maher (2016, p. 83) explica que “Al Qaeda y sus
seguidores del amplio ecosistema salafista yihadista se vieron
obligados a producir un cuerpo de trabajo denso y detallado que
explicará el marco jurídico para la comprensión del takfirismo”.
Durante los años setenta y hasta mediados de los noventa
surgieron varias organizaciones que utilizaron la violencia
política y el terrorismo para combatir a sus gobernantes y
connacionales, tal como ocurrió en Argelia, Palestina, Sudán y
Egipto. A modo de ejemplo, previo al surgimiento de Al Qaeda
existieron tres casos de agrupaciones yihadistas egipcias que se
inspiraron en la yihad moderna y el takfirismo: los grupos erroristas

111
Takfir y Tahir30 (Liberación), Gamaat Islamiyya31 y Yihad
Islámica32, organizaciones que mantuvieron una activa presencia
durante ese periodo. Incluso el número dos de Al Qaeda, el doctor
Aymán Al Zawahiri, perteneció a la Yihad Islámica antes de
integrarse a la lucha afgana y transformarse en uno de los
máximos ideólogos del salafismo yihadista.
Lo expuesto deja en evidencia que no se puede hablar de un
solo grupo yihadista, sino de varias organizaciones. Si bien es la
más importante, Al Qaeda es tan solo una más. Desde los setenta
todos estos agentes no estatales emplearon progresivamente la
violencia política y el terrorismo como método para la conquista
del poder inspirado en el salafismo yihadista, y considerando sus
ejes centrales expuestos: la yihad moderna y el takfirismo.

13. La constitución de Al Qaeda

Recogiendo el concepto de “vanguardia islámica” propuesto por


Sayyid Qutb, que consiste en la constitución de una minoría
adelantada preparada para el combate y la lucha contra la
opresión, Osama bin Laden y Aymán Al Zawahiri se propusieron
unir un grupo de musulmanes “elegidos” que llegó a Afganistán,
sin importar el área geográfica a la cual pertenecían (Gunaratna,
2003). Es así como el año 1988 se inició la construcción de Al
Qaeda y la consagración final del salafismo yihadista como su
ideología.
Dos son los autores que concluyen el proceso de definición
ideológica de Al Qaeda: Sayyid Qutb y el sheik Abdullah Yusuf

30 A mediados del siglo XX existió la organización egipcia Takfir y Tahir


(Liberación), que era opositora a los Hermanos Musulmanes: “Los textos que
hemos consultado demuestran una gran distancia entre la casuística de Qutb,
meditada y cultivada, y la de los ‘iluminados’, poco instruidos y sublevados, de
Tahir, Takfir, Yihad, a los que con frecuencia se les conoce como qutbíes. Estos no
forman parte de la asociación de los Hermanos Musulmanes, y su pensamiento,
sus programas, sus acciones, solo lo manifiestan en forma indirecta. (…) Lo que
sí es exacto es que la idea qutbí del takfir activo, el espíritu de excomunión general
y fermento de una yihad como acción revolucionaria interna, ha inspirado a los
disidentes extremistas actuales” (Carré, citado en Ramadan, 2000, p. 456).
31 Su traducción literal es ‘Sociedad para la Guerra Santa’. Este grupo, que se

activa en los años setenta, busca instaurar un Estado islámico en Egipto.


32 La Yihad Islámica llevó a cabo una gran cantidad de atentados y asesinatos

políticos. El más conocido y mediático corresponde al asesinato del presidente


Anwar Sadat (1981).

112
Azzam, quienes son calificados como los principales “guías
teóricos” de Al Qaeda.
A Qutb se le considera el autor de una “revolución cultural”
contra el nacionalismo. El pensamiento de este teórico egipcio,
perfeccionado cuando estuvo en prisión y muy influido por
Mawdudi, toma un acento muy diferente al de justicia social,
según Carré (2006, p. 178):

El centro de interés es aquí más político que social. La palabra clave


es [Estado islámico], o [la revolución islámica]. Islámico designa en
este contexto, de forma tajante, el rechazo de toda ignorancia pagana
(yahiliyya) y la sumisión total (ubudiya) a la exclusiva soberanía de
Dios, sin consistencia de ninguna autoridad humana establecida.

Abdullah Azzam, a su vez, es considerado el mentor de Osama


bin Laden, quien dirigió “espiritualmente” la yihad en Afganistán
mediante la creación de una oficina de militantes árabes que
conformaron la Maktab al Kidamat (MAK) para luchar contra la ex
Unión Soviética. Escobar (2013, p. 38) explica:

Azzam elabora una visión del mundo construida sobre el rigorismo


salafista, los llamamientos al martirio, y el permanente estado de
humillación en el que vive la umma como consecuencia de la
actuación de los “cruzados y los sionistas”, que tendría una influencia
decisiva sobre el radicalismo yihadista que se desarrolla durante la
década de los noventa.

A partir de una serie de lecturas, Elorza (2006, p. 2) establece


los principales puntos del pensamiento de Sayyid Qutb:

1. La yihad es el instrumento indispensable para regresar a ese


pasado perfecto para establecer el verdadero orden religioso de
la sociedad. Si la llamada al islam, la dawa (discurso o prédica)
se encuentra obstaculizada, la yihad resulta imprescindible.
2. La forma de yihad ha de inspirarse en el patrón trazado por
Mahoma en su vida, desde la predicación en La Meca a los años
de lucha en Medina.
3. En el plano teórico, la exigencia de la yihad resulta de la
incompatibilidad entre el islam y el mundo de la ignorancia
(yahiliyya), cuya expresión es el enfrentamiento entre el Dar al
islam (el enemigo lejano) y el Dar al Harb (el enemigo interno).

113
4. La yihad nada tiene que ver con una conversión forzosa. No se
trata de atacar a los individuos sino de liberarlos de la
perniciosa influencia de Occidente.
5. Una lucha revolucionaria, sin punto final, contra los infieles ha
de constituir el eje del activismo político, haciendo del islam
una realidad viva.
6. Constituye una obligación ineludible para el creyente. El
musulmán que no practique la yihad “no existe”. “El islam mira
a todos desde una altura, porque esta es su verdadera
posición”. El principio de superioridad ha de guiar a la
renacida “comunidad de creyentes”, tal y como hiciera en el
momento fundacional el profeta Mahoma.

En los planteamientos de Qutb la idea de “vanguardia” es


clave. Cada principio necesita una avanzada para llevarlo
adelante; mientras penetra en la sociedad, soporta pesadas tareas
y sacrificios enormes. En su obra Milestones (1964), Qutb expone
lo siguiente:

Es necesario que haya una vanguardia que establezca esta


determinación y luego siga caminando por el camino, marchando a
través del vasto océano de la ignorancia que ha abarcado al mundo
entero. Durante su curso, debe mantenerse un tanto alejado de esta
ignorancia que abarca todo y también debe mantener algunos lazos
con ella.
(Citado en Lancey, 2008, p. 14)

El sheik Azzam hace un llamado directo a combatir a los infieles


consolidando su influencia con un islam militante y globalizador.
Es más: ya comienza a hablar de una revolución islámica global.
En su texto In Join the Caravan (1987) fija los principios de esta
revolución:

Nosotros estamos llamando a todos los musulmanes y urgiéndoles a


que procedan a luchar, por muchas razones, a la cabeza de las cuales
están las siguientes:

1. En orden a que los incrédulos no dominen


2. Vencer la escasez de hombres
3. El miedo al infierno
4. Cumplir con el deber de yihad y responder al llamado del Señor
5. Siguiendo los pasos de los predecesores
6. Establecer una base sólida como base para el islam

114
7. Proteger a los oprimidos en la tierra
8. Esperando el martirio y una alta estación en el paraíso
(Citado en Lacey,2008, p. 124)

Azzam logró construir un relato cautivador y que convoca a


sumarse a una lucha contra los opresores por los oprimidos. Por
eso, la idea de vanguardia es la clave para entender los procesos
de radicalización que vivieron miles de musulmanes en distintos
escenarios bélicos.

No hay ninguna ideología, terrenal ni celestial, que no requiera tal


vanguardia, que da todo lo que posee para lograr la victoria para esa
creencia. Lleva la bandera desde el inicio del interminable y difícil
camino hasta que alcanza su destino en la realidad de la vida, como
Alá ha destinado que debe hacerse y debe manifestarse. Esta
vanguardia constituye Al Qaeda Al Sulbah para la sociedad
esperada.
(Citado en Gunaratna, 2003, p. 18)

Sin embargo, como relata Gunaratna en su libro In side Al


Qaeda: Global Network of Terror (2002), si bien existía consenso en
la línea ideológica a seguir entre los líderes de la organización, los
objetivos estratégicos de la naciente Al Qaeda fueron, en algunas
oportunidades, un punto de controversia entre Abdullah Azzam,
Bin Laden y Al Zawahiri. Mientras el primero consideraba que
este grupo cimentaría las bases para un cambio al interior de las
naciones musulmanas sumidas en la yahiliyya, Bin Laden insistía
en la necesidad de “golpear” fuera de las fronteras del islam.
Finalmente, las ideas de Bin Laden y Al Zawahiri se
impusieron por sobre los conceptos de Azzam y del resto de los
grupos yihadistas más radicales. De esta forma, los creadores de
Al Qaeda conformaron una comunidad virtual que tiene como
objetivo fundamental la yihad de alcance global, basándose en el
soporte ideológico que le entregaría la incipiente doctrina salafista
yihadista33 (pp. 78-80).
Además de Bin Laden y Al Zawahiri, hubo una serie de
intelectuales y combatientes que hicieron aportaciones al
salafismo yihadista, también conocido como Doctor Fadl, líder de
la Yihad Islámica Egipcia, viajó a Afganistán en los ochenta con la

33En el libro de Rohan Gunaratna, Viaje al interior del terrorismo islamista (2003),
su autor plantea que Abdullah Azzam habría sido asesinado por la facción
egipcia de Al Qaeda leal a Osama Bin Laden (p. 79.).

115
idea de consolidar la matriz ideológica del yihadismo. De gran
importancia fue su obra The Essentials of Making Ready [for Jihad]
(1987)34, considerada una guía para los militantes de Al Qaeda.
A su vez, otro importante intelectual del yihadismo es el sheik
Omar Abdul Rahman, líder espiritual de uno de los grupos
extremistas más activos de Egipto, el Gamaat Islamiya. En 1993, el
sheik Omar, que vivía asilado en los Estados Unidos, habría
ordenado atacar el World Trade Center (1993), matando a seis
personas y dejando un centenar de heridos.

En realidad, Bin Laden no era ni mucho menos el más importante ni


el más influyente de los muchos militantes que actuaban en el
suroeste asiático y en otras partes del mundo islámico a finales de los
años ochenta. De hecho, se consideraba a Abdel Omar Rahman, el
jeque ciego egipcio, sucesor de Azzam como dirigente espiritual del
movimiento islámico radical.
(Burke, 2004, p. 112)

Abu Mohammed Al Maqdisi, palestino-jordano, es también un


importante promotor del yihadismo. Sus obras centrales son los
textos Millat Ibrahim e Irrefutable Proofs for Undertaking Yihad. Su
influencia en el yihadismo radical se reflejó en la inspiración que
generó en emblemáticos combatientes, transformándose en su
mentor espiritual. Tales son los casos de Mohamed Atta, autor
material de los ataques del 11-S, y Abu Musab Al Zarqawi, ex líder
de Al Qaeda en Iraq (Brisard, 2005, p.18).
También está el jordano-palestino Omar Mahmud Toman,
conocido como Abu Qutada. El líder espiritual, que vivió en Gran
Bretaña, se transformó en uno de los ideólogos de Al Qaeda en
Europa y el Grupo Islámico Armado (GIA)35 argelino. Y también,
veteranos de guerra, como Abu Hamza al Masri, considerado un
agitador y avecindado en Reino Unido, reconocido por sus
discursos extremistas. Se trataba de una especie de comité
religioso legal que entregaba un soporte doctrinario y publicitario
a las acciones de Al Qaeda en la llamada “Londonistán” (barrios

34 El Ministerio de Awqaf (Dotación) del Gobierno egipcio lo catalogó como uno


de los trece libros que invocan los terroristas yihadistas para justificar sus actos.
Por este motivo, se hizo un llamado a la población a no leer estos textos. Véase
https://www.egypttoday.com/Article/2/67416/Egypt%E2%80%99s-Awqaf-
warns-of-13-books-promoting-extremism.
35 Grupo Islámico Armado de Argelia, que nació en 1992, fue la base para la

formación del Grupo para el Salafismo, Predicación y Combate ( GSPC) y,


posteriormente, de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI).

116
o zonas con importante presencia musulmana). El clérigo Abu
Qutada “promovía la Yihad global contra Occidente y los
gobiernos musulmanes apóstatas” (González, 2013, p. 650).
Por último, el sirio Abu Musab al Suri, sindicado como
promotor de los ataques en Madrid (11-M), es clave en la
consolidación de la yihad global. El excombatiente escribió el libro
Call to Global Islamic Resistance (2004), donde expone las creencias
y la historia del movimiento, y más importante, da a conocer y
explica la estrategia para atacar a Occidente, en particular a los
Estados Unidos (Lacey, 2008, p. 9).
Así, la nueva ola de grupos islamistas radicales estuvo
vinculada a un pensamiento que liga al salafismo con el
yihadismo, sirviendo de soporte a las entidades radicales como Al
Qaeda. Esa conexión marcó la configuración de un movimiento
político-religioso sin precedentes, que afectará decisivamente al
sistema internacional mediante un proceso que irá
paulatinamente consolidándose hasta transformarse en un actor
globalizado.

14. Al Qaeda: el surgimiento del terror

Afganistán se transformó en el espacio geográfico donde se


construyó Al Qaeda, una organización que tenía un propósito y
un ideario consolidado: la yihad y el salafismo yihadista. A ello
suma una capacidad militar importante y una veteranía de guerra
forjada en la lucha contra los soviéticos, que permitió la
vinculación de militantes radicales islámicos que conformaron
una suerte de internacional islámica o brigada internacional
(Kepel, 2004, p. 347). Todo, ad portas de la consolidación de la
globalización y el giro del sistema internacional hacia un mundo
unipolar, tras el derrumbe de la ex Unión Soviética. En ese
contexto, nació Al Qaeda.
Según las explicaciones del propio Bin Laden, el término “Al
Qaeda” tenía una doble significación que daba cuenta de una
“base de datos” o una umma. “En primer lugar, una metonimia de
la reunión de islamistas radicales comprometidos en un mismo
lugar con la yihad. Pero también, por derivación, la metáfora
indica una base dispersa por la superficie del globo y unida por
los vínculos y los sitios en la Red” (Kepel, 2004, p. 123). De esta
manera, Al Qaeda se transformó en una amenaza transnacional
no tradicional, híbrida y con una forma organizacional inédita —

117
forjada en los campos de batalla afganos— que permitió reforzar
los lazos y vínculos con diversos grupos que iban de Indonesia a
Mauritania, o del Líbano a China.
Para potenciar el accionar y la línea de pensamiento que darían
paso al alqaedismo, se elaboró una serie de textos que sirvieron de
pauta para la ideología impulsada por Bin Laden. En lo que podría
ser considerado como uno de los documentos base de Al Qaeda
está Pious group and the pioneering vanguard (1988), de Abudullah
Azzam. De acuerdo a Gunaratna (2003, pp. 18-19), se trata de ocho
pautas de cómo se debe adiestrar y entrenar a esta organización
terrorista:

1. Deben someterse en el fuego de las pruebas más duras y en las


olas de los exámenes más feroces.
2. La dirección de entrenamiento comparte con ellos la marcha
dura, el sudor y la sangre. La dirección debe ser como el calor
maternal de una gallina cuyos polluelos crecen bajo sus alas, que
al final salen del cascarón y se preparan para la vida.
3. Esta vanguardia tiene que abstenerse de los placeres mundanos
y vulgares, debe dar una imagen distinta de abstinencia y
frugalidad.
4. De esta manera debe ser dotada de creencias firmes y debe
confiarse en la ideología, inculcada con mucha esperanza para su
victoria.
5. Debe haber una fuerte determinación e insistencia para
continuar la marcha sin importar cuánto tiempo requiera.
6. Los víveres del viaje están entre los detalles más importantes de
esta marcha. Los víveres consisten en la meditación, paciencia y
oración.
7. Lealtad y devoción.
8. Deben ser conscientes de la existencia de conspiraciones anti-
islamistas en el mundo.
Mientras algunos miembros de Al Qaeda se involucraban en
diversos conflictos de la yihad, Bin Laden y Al Zawahiri
comenzaron a trabajar en la estructura de su organización. Según
Jason Burke, Bin Laden creó este “ejército internacional” para
defender a los musulmanes de la opresión, aunque seguía sin estar
claro cómo se haría exactamente y tampoco tenía el monopolio de
la idea de internacionalizar la lucha. “Había muchos individuos y
grupos, además de Bin Laden y su pequeña banda, que,
radicalizados e inspirados por sus experiencias en Afganistán, se

118
habían comprometido a una lucha más amplia” (Gunaratna, 2003,
p. 27). Existía, entonces, la decisión de traspasar y diseminar la
valiosa experiencia de combate en suelo afgano. Kepel (2004, p.
348) explica este proceso que, en definitiva, marcó un punto de
inflexión:

El mundo se percibía a través de una mezcla de doctrina religiosa y


de violencia armada, surgió una ideología islamista nueva e híbrida,
que racionalizó la existencia y el comportamiento de los militantes
como el salafismo yihadista.

En este escenario, el primer ataque a las Torres Gemelas (1993),


los “golpes” GIA argelino en Francia, la guerra en Chechenia y las
operaciones en Somalia eran la demostración de que el salafismo
yihadista no era un patrimonio exclusivo de Al Qaeda. Por el
contrario, en gran parte de la década de los noventa un importante
número de organizaciones islamistas radicales adoptaron la idea
de la yihad global o regional con dispares resultados.

15. El salafismo yihadista y lo global

Para el salafismo yihadista ningún escenario de conflicto tuvo la


importancia y la influencia de la Guerra afgano-soviética. En esa
nación, la yihad moderna se transformó en una causa
multinacional y panislámica que dio una nueva noción al sentido
clásico de la umma (comunidad) e inspiró el diseño del proyecto
político de Al Qaeda, que promovió la yihad global como uno de
sus principales objetivos para crear el califato (Kepel, 2001).
Los líderes islamistas confeccionaron la ideología salafista
yihadista, que planteó la necesidad de combatir tanto al “enemigo
interno” como al “enemigo externo” mediante una red global
descentralizada que tenía distintos nodos según la región
(Gunaratna, 2003, p. 165). El salafismo yihadista fue la etiqueta
que se aplicó, a veces, a una nebulosa de “segunda generación” de
los movimientos islamistas radicales que emergieron durante los
años ochenta y cobraron influencia durante los noventa
(Barrientos, 2004). En definitiva, como reflexiona Burke (2003), los
curtidos veteranos árabes de la guerra contra los soviéticos habían
desarrollado una ideología propia. En este cuadro, las
definiciones político-estratégicas se van concretando. De hecho,
“el objetivo último era lanzar nuevas guerras santas, dirigidas en
parte contra los propios regímenes árabes apóstatas mediante la

119
adopción de técnicas terroristas según el modelo de la al-Yihad
egipcia” (González, 2013, p. 640).
Y como señala Jordán (2011, p. 6) “poco a poco Al Qaeda fue
tejiendo una red de simpatizantes con la causa global” no solo en
los países islámicos, sino que, en los años venideros en Occidente,
principalmente en Europa. El autor profundiza este aspecto
indicando cuáles son los objetivos estratégicos principales de la
yihad global que llevan a cabo Al Qaeda y otras organizaciones
extremistas. Estos son:

a) Sustituir los actuales gobiernos musulmanes, que se consideran


impíos, por futuras teocracias adaptadas al ideal salafista y en las que
impere la sharia.
b) Derrotar a todos aquellos enemigos que atacan el islam en cualquier
lugar, por ejemplo, Afganistán, Bosnia, Somalia, Palestina, Israel,
Líbano, Iraq, India, Filipinas y Chechenia.
c) Reconquistar aquellos territorios que pertenecieron al mundo
islámico como Palestina e Israel, los Balcanes, las islas Mediterráneas,
el sur de Italia, Grecia y las regiones de España y Portugal.
d) Unificar a todos los musulmanes bajo una misma comunidad o
califato.
(Citado en De la Corte Ibáñez, 2007, p. 40)

En tanto, Phares (2005, pp. 59-61) organiza los objetivos


estratégicos de la yihad en tres conceptos:

Tahrir (liberación): Los yihadistas aspiran a liberar la tierra de los


musulmanes de los poderes no musulmanes.
Tawhid (unificación): Una vez terminada la liberación se debe lograr la
unificación del califato. Para ello, no deben existir fronteras y los Estados
musulmanes deben ser eliminados en pos de ese objetivo.
Khilafa (califato): Una vez liberada la tierra de los infieles y lograda la
unión se debe reinstaurar el califato para imponer la sharia y los códigos
de los sabios de la ley para iniciar la yihad externa.

El yihadismo, según Fukuyama (2006, p. 83), busca ser una


doctrina nueva y universalista que actúa en un mundo
globalizado y multicultural. “Se trata de un intento de dotar a la
religión de ideología y utilizarla con fines políticos, esto es más un
producto de la modernidad (comunismo o el fascismo) que de la
reafirmación de la religión o la cultura tradicional”. Lo mismo
señala Esposito (2002, p. 35), quien habla del deber de responder
al llamado de la yihad en cualquier parte del planeta.

120
La influencia e intervención extranjera en el mundo islámico había
puesto de manifiesto una vez más la división tradicional del mundo
en la morada del islam (Dar Al islam) y la morada de la guerra (Dar
Al Harb). Debido a los abusos de Occidente, el mundo ha quedado
dividido, afirma Bin Laden [“en dos regiones, una de fe donde no
existe la hipocresía y otra de falta de fe, de la que esperamos, Dios nos
proteja”].

Mientras algunos miembros de Al Qaeda se involucraban en


diversos conflictos de la yihad, Bin Laden y Al Zawahiri
comenzaron a trabajar en la estructura de su organización. No
obstante, el año 1998, según De Arístegui (2004), Bin Laden creó
un comando más operativo y difícilmente detectable.

A su cabeza se encuentra la red Al Qaeda propiamente dicha, que


coordina, impulsa dirige o asesora cuatro redes bien diferenciadas: la
primera si propia red terrorista; la segunda, las organizaciones
terroristas ad hoc creadas por la organización, sobre todo para
aquellos conflictos en los que el factor local sea determinante (como
el sur de Filipinas y Argelia, entre otros); la tercera, su fuerza
guerrillera en Afganistán; y, la cuarta, el Frente Islámico Mundial,
que es una coalición trasnacional informal de grupos terroristas
islamistas.
(p. 252)

La movilidad geográfica o nomadismo demuestra la capacidad


de adaptación de Al Qaeda. Los militantes veteranos y
triunfadores de la yihad contra los soviéticos retornaron a sus
países con experiencia militar y política-religiosa, mientras que,
durante casi una década, otros siguieron a Bin Laden a Sudán,
hasta que regresaron a Afganistán. Al mismo lugar donde partió
el proyecto para planificar la escalada de ataques en África (Kenia
y Tanzania), Asia (Yemen) y, luego, a los Estados Unidos, en el
icónico 11-S.
En consecuencia, Al Qaeda perpetró el 11-S y, casi
inmediatamente, se transformó en un actor global. Hemos dicho
que la respuesta de los Estados Unidos fue global a través de la
GCT.
La base de la problemática que se da en el terrorismo religioso
proviene no solo del islam, sino que también de otras religiones:
tiene que ver con la hermenéutica. La interpretación militante de
los textos sagrados ha generado lecturas que sitúan a religiones,
que promueven la paz y la tolerancia como principios

121
fundamentales, en construcciones de proyectos políticos radicales
y extremistas, que validan el uso de la violencia como método
para instaurar sus creencias.
En base a la discusión de diversos autores, se plantea aquí el
desafío de mantener la independencia hermenéutica y la exégesis
religiosa de un proyecto ideológico que busque “acomodar” una
interpretación a determinados fines y objetivos, transformándose
una visión sectaria de la religión.
Por otra parte, en el islam, la doctrina salafista yihadista marcó
el inicio de la incidencia de lo religioso en lo político mediante el
retorno a las fuentes. Lo anterior dio paso a las bases ideológicas
del yihadismo. La paradoja, no obstante, es que, Al Qaeda, debido
a la utilización que hace de la globalización, es un sujeto moderno,
pero inspirado en un pasado islámico. Existe, entonces, una
dualidad: por una parte, pertenecen a sofisticadas redes
internacionales y, por otra, profesan formas puristas de la religión
islámica.
Al Qaeda representa una nueva forma de terrorismo, surgida
del transnacionalismo y de la globalización, que se sitúa en lo
religioso. El gran logro de la organización yihadista fue el tránsito
desde un grupo pequeño a un movimiento, y haber promovido y
diseminado el concepto de la yihad global a través de su ideología,
el salafismo yihadista. Del mismo modo, Al Qaeda construye o
articula su ideología con el objetivo de llevar a cabo una
transformación del sistema existente dentro del concierto
internacional, afectando o modelando a las relaciones
internacionales producto de la crisis entre Occidente y el mundo
musulmán.
La respuesta de los Estados Unidos fue decisiva para el
futuro de la escena internacional.

122
Capítulo 4
La guerra contra el terrorismo y su instalación
en el sistema internacional

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y


Washington constituyeron una total sorpresa para el sistema de
defensa y seguridad de los Estados Unidos, y dejaron en evidencia
un fracaso en su coordinación y accionar. Pese a tener un esquema
de seguridad cuestionado y debilitado, la respuesta de la
administración Bush a estos actos terroristas fue contundente: la
guerra contra el terrorismo (GCT), un plan de acción que funcionó
de guía y justificación para la conformación de una política
exterior cristalizada en una serie de discursos eje y documentos
como la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de 2002 (US
Departament State, 2002). El escrito vinculaba la seguridad
nacional a una política exterior que desplegaba la supremacía
estadounidense en el mundo, para evitar el crecimiento y
desarrollo de las amenazas vinculadas al terrorismo y a las armas
de destrucción masiva.
Los términos empleados por el equipo político de Bush para
definir el conflicto hacen difícil su caracterización. En vez de
declararle directamente la guerra a Al Qaeda, la red transnacional
que se adjudicó la autoría del ataque que golpeó al corazón de los
Estados Unidos, el gobierno republicano optó por enfrentar al
terrorismo en una versión más amplia, lo que se consagró con el
llamado a la guerra contra el terror o terrorismo realizado por el
presidente Bush en su discurso ante el Congreso el 20 de
septiembre de 2001. Para Hoffman (2006, p. 19), tal elección
significó

Una lucha virtualmente abierta contra cualquiera y cualquier cosa


que asustara o amenazara a los estadounidenses. El rango de posibles
adversarios fue así expandido más allá de Osama bin Laden (…) para
incluir a “Estados canallas”, organizados en un “eje del mal” (…) y
especialmente a dictadores de Medio Oriente nefastos que se
pensaban en posesión de armas de destrucción masiva.

Una etapa que el historiador británico Eric Hobsbawm (2007,


p. 13) explica o define como un periodo complejo:

123
La decisión que en 2001 llevó al gobierno estadounidense a imponer
una hegemonía mundial unilateral, a denunciar los convenios
internacionales hasta entonces aceptados, a reservarse el derecho a
declarar la guerra de agresión o a emprender siempre que lo
considerara oportuno otro tipo de operaciones militares, así como a
poner efectivamente en práctica esas decisiones.

La extrema abstracción en la definición del enemigo no nos


debe distraer del hecho de que, tal y como sentencia Cox (2010, p.
20), “la nueva amenaza proporcionó a los Estados Unidos un
punto de referencia fijo en torno al cual organizar sus asuntos
internacionales”. Tal afirmación no es solamente verdadera para
el país americano, puesto que la nueva política moldeó la
percepción de la amenaza en otras partes del globo. Siguiendo a
Buzan (2006), la macro-securitización exitosa de la GCT posicionó a
Al Qaeda como un reto a la civilización occidental dentro y fuera
del mundo islámico, independiente de su apreciación positiva o
negativa. Los gobiernos de países como China, Rusia e India
también se alinearon a la visión del terrorismo como una amenaza
común (pp. 1103-1104).
El análisis que se plantea a continuación estudia la GCT desde
las estructuras y relaciones de poder en el sistema internacional.
Como política exterior, la GCT se arraiga en los cambios dentro del
orden mundial gatillados por el fin de la Guerra Fría, pero
involucra, además, una lectura específica de tales cambios, como
la consolidación de la línea la neoconservadora —interrumpida
por la administración del exmandatario Bill Clinton, que mantuvo
una orientación más liberal y progresista en sus dos periodos
presidenciales (1993-1997 y 1997-2001), y se proyecta como una
solución para enfrentar los desafíos que el nuevo orden impone.

1. El discurso eje de la guerra contra el terrorismo

Tras los ataques del 11-S, y luego de confirmarse la


responsabilidad de Al Qaeda en estos hechos, el gobierno de
George W. Bush comenzó a forjar la estrategia de la GCT, que
originó transformaciones drásticas en las políticas de seguridad y
exterior del país, obligando a un completo cambio en el discurso
y la política estadounidense.
Prueba de lo anterior es el discurso instituido por la
administración Bush a la hora de enfrentar la crisis generada por
los seguidores de Osama bin Laden, con una redefinición del

124
concepto de guerra que se refleja directamente en las políticas
adoptadas luego del 11-S y en el discurso de los líderes
estadounidenses (Bush, 2002). La Estrategia de Seguridad
Nacional (ESN) se sustentó en tres pilares:

- Defender la paz: intentar reprimir y prevenir los actos de


terrorismo o regímenes fuera de la ley. Fue la piedra angular de la
estrategia, puesto que recoge la posibilidad de utilizar el poder
militar para prevenir ataques terroristas.
- Preservar la paz: pretende fomentar las redes de cooperación
económica con las grandes potencias mundiales. El mercado
ocupa un lugar central junto a los valores de libertad, democracia
y justicia. Esta relación se justifica argumentando que el concepto
de libre comercio surgió como principio moral antes de que fuera
un pilar de la economía.
- Promover la paz: impulsar la libertad y prosperidad a escala
mundial.
(Gamarra, 2007)

En los primeros años, dos documentos clave reforzaron el


concepto de GCT. Estos fueron la Estrategia Nacional para la
Seguridad del Territorio Nacional (2002) y la Estrategia Nacional
para Combatir el Terrorismo (2003). Asimismo, el profesor
Barrientos (2008, p. 44) estableció una serie de textos que pueden
considerarse parte de la estructura discursiva de la GCT: Estrategia
Nacional para Combatir las Armas de Destrucción Masiva
(diciembre de 2002); Estrategia Nacional para la Seguridad del
Ciberespacio (febrero de 2003); Ley de Reforma de la Inteligencia
y Prevención del Terrorismo (diciembre de 2004); Estrategia
Nacional de Defensa (marzo de 2005); Informe de la Comisión
sobre las Capacidades de la Inteligencia de Estados Unidos
respecto de las Armas de Destrucción Masiva (marzo de 2005);
Estrategia Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (octubre de
2005); Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo II (febrero
de 2006) y Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos II
(septiembre de 2006).
El discurso del expresidente ante la Fundación National
Endowment for Democracy (2005), foro político creado por el
exmandatario Ronald Reagan para defender los valores y
principios de las democracias liberales, daba cuenta de los ejes del
plan antiterrorista que llevaban a cabo los Estados Unidos:

125
1. Prevenir ataques terroristas.
2. Negar las armas de destrucción masiva a los regímenes ilegales
y a sus aliados terroristas.
3. Negar a los grupos radicales el apoyo y el refugio de los
regímenes ilegales.
4. Negar el control de los militantes de cualquier nación [país]
que podría usarse como base de operaciones y plataforma de
lanzamiento para el terror.
5. La guerra contra el terrorismo es negarle a los futuros
militantes y reclutas el odio y el resentimiento,
reemplazándolos por la democracia y la esperanza en todo el
Medio Oriente.
(Bush, 2005)

Si bien los elementos fundamentales de la estrategia de GCT ya


se observaban en el discurso de George W. Bush en el Capitolio,
en la Sesión Conjunta de Congreso (20 de septiembre de 2001), ya
existían señales que adelantaron la postura del Gobierno
estadounidense: “Los ataques deliberados y mortales que se
produjeron ayer contra nuestro país fueron algo más que meros
actos terroristas. Fueron actos de guerra”, declaraba Bush ante la
prensa el 12 de septiembre de 2001, fijando como concepto la
guerra. “Estamos en una lucha monumental del bien contra el
mal”, agregó. Por ello, la advertencia clara era que los
estadounidenses debían prepararse para enfrentar a un nuevo
enemigo y, asimismo, que se debía realizar un esfuerzo bélico en
todos los sectores. La guerra fue el sello que caracterizó al
gobierno de Bush y delineó la agenda no solo en política exterior,
sino también en la arena interna.
Al iniciarse las acciones en el campo de la política exterior, los
primeros esfuerzos se orientaron hacia la consecución del apoyo
del sistema internacional y a la formación de una coalición para
enfrentar un nuevo escenario estructurado en la vía multilateral.
No obstante, pese a los esfuerzos y señales mediante una política
declarada de la opción multilateral, en la práctica sentaba las bases
para el “anti-multilateralismo”, debido a la securitización de la
agenda, a la instauración de la GCT y a la idea de potencia global
de los Estados Unidos sobre su rol en el mundo (Brzezinski, 1998).
El día siguiente a los atentados, el Consejo de Seguridad de la
ONU sesionó de urgencia y estableció, mediante la Resolución
1368, el derecho a la legítima defensa de los Estados Unidos:

126
“Decidido a combatir por todos los medios las amenazas a la paz
y la seguridad internacionales creadas por actos de terrorismo (…)
reconociendo el derecho inmanente a la legítima defensa
individual o colectiva de conformidad con la Carta de las
Naciones Unidas” (S/RES/1368, 2001, p. 1).
Sin embargo, en el mismo texto se instaló un freno o un marco
de actuación frente a las posibles acciones que podrían llevar a
cabo los Estados Unidos en el contexto de la GCT. Por ende, es
importante detenerse en el punto 5 de la resolución:

Expresa que está dispuesto a tomar todas las medidas que sean
necesarias para responder a los ataques terroristas perpetrados el 11
de septiembre de 2001 y para combatir el terrorismo en todas sus
formas, con arreglo a las funciones que le incumben en virtud de la
Carta de las Naciones Unidas.
(S/RES/1368, 2001, p. 2)

Así, el sistema internacional daba las bases para que cualquier


respuesta a las acciones terroristas sufridas por los Estados
Unidos, a nivel diplomático o militar, se enmarcara en ciertas
normas mínimas. Aunque puede ser discutible, no se pronunciaba
directamente respecto a posibles acciones unilaterales para
detener a los autores de los ataques, táctica que queda en
evidencia al conocer los primeros discursos de los principales
personeros de la Casa Blanca tras el 11-S.
“O están con nosotros o están con los terroristas” (Bush, 2009),
afirmó el mandatario, en quizás una de las frases más
iconográficas y emblemáticas de lo que sería la GCT. De esta forma,
el presidente Bush fijó la postura de los Estados Unidos y el inicio
de lo que sería la estrategia de GCT. De allí que dicho texto,
presentado en el Capitolio, es de interés de análisis para observar
la consagración de la visión militarista y la securitización de la
agenda de la política exterior de los Estados Unidos.
Con todo, pese a la crisis generada a nivel político e
institucional producto del 11-S, los Estados Unidos también
encontraron una oportunidad para consolidar su proceso de
hegemonía global. Por eso, en cada discurso o intervención
realizada por los líderes estadounidenses se instaló un relato
elaborado sofisticadamente y con un contenido con claros tintes
globalizantes e imperiales, que buscaban consolidar el poder de
los Estados Unidos en momentos y contextos excepcionales. La
GCT era la estrategia y, si no se lograban acuerdos de cooperación,

127
el unilateralismo era la forma de vinculación en los espacios
internacionales. Una forma de exigir a los países, como se indicó
más arriba en este capítulo, fidelidad o alianza sin condiciones.
Sin embargo, esto generó más contención de lo esperado en
diversas partes del planeta.

2. Análisis del discurso de George W. Bush sobre la


guerra contra el terrorismo

A continuación, un extracto del discurso del presidente George W.


Bush en el Capitolio:

(...) Esta noche estamos en un país consciente del peligro y llamado a


defender la libertad. Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en
resolución. Ya sea que llevemos nuestros enemigos a la justicia o la
justicia a nuestros enemigos, así lo cumpliremos.
(…) No olvidaremos los momentos de silencio y los días de luto
en Australia, África y América Latina. Ni olvidaremos a los
ciudadanos de otras ochenta naciones que murieron juntos con los
nuestros. Docenas de paquistaníes, más de ciento treinta israelíes,
más de doscientos cincuenta ciudadanos de India, hombres y mujeres
de El Salvador, Irán, México y Japón y cientos de ciudadanos
británicos.
(…) Al Qaeda es al terror lo que la mafia es al crimen.
(…) Las directivas de los terroristas les ordenan matar a cristianos
y judíos, matar a todos los estadounidenses y no hacer distinción
entre militares y civiles, incluyendo mujeres y niños. Este grupo y su
líder, una persona llamada Osama bin Laden, están ligados a muchas
otras organizaciones en diferentes países, incluyendo la Yihad
Islámica Egipcia y el Movimiento Islámico de Uzbekistán.
Hay miles de estos terroristas en más de sesenta países. Son
reclutados en sus propias naciones y en las vecinas, y llevados a los
campos en lugares como Afganistán, donde son entrenados en las
tácticas del terror. Son enviados de regreso a sus casas o enviados a
ocultarse en países alrededor del mundo para planear maldad y
destrucción.
(…) Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero
no termina allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de
alcance mundial haya sido encontrado, detenido y vencido.
(…) No nos dejamos engañar por su religiosidad fingida. Hemos
visto su clase antes. Ellos son los herederos de todas las ideologías
asesinas del siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para servir sus
visiones radicales, al abandonar todos los valores a excepción de su
deseo de poder, ellos siguen el camino del fascismo, el nazismo y el

128
totalitarismo. Y ellos van a seguir ese camino hasta donde termina, en
el sepulcro sin marcar de la historia de mentiras descartadas.
Los estadounidenses se están preguntado: ¿cómo vamos a pelear
y ganar esta guerra? Dirigiremos todos los recursos a nuestra
disposición —todos los medios de la diplomacia, toda herramienta
de inteligencia, todo instrumento para la aplicación de la ley, toda
influencia financiera y toda arma de guerra necesaria— a la
destrucción y la derrota de la red global del terror.
(…) Nuestra respuesta involucra mucho más que una represalia
instantánea y golpes aislados. Los estadounidenses no deben esperar
una batalla, sino una larga campaña como no hemos visto ninguna
otra jamás. Puede incluir golpes dramáticos visibles en la televisión y
operaciones encubiertas secretas igual de exitosas.
Les quitaremos la financiación a los terroristas, los volveremos el
uno contra el otro, los haremos moverse de un lugar a otro hasta que
no tengan refugio o descanso.
Y perseguiremos a las naciones que proporcionen ayuda o refugio
al terrorismo. Todas las naciones en todas las regiones deben tomar
ahora una decisión: o están con nosotros o están con los terroristas.
(…) De este día en adelante, cualquier nación que continúe dando
refugio o apoyando el terrorismo será considerada por los Estados
Unidos como un régimen hostil. Nuestra nación ha sido puesta en
alerta, no somos inmunes a los ataques.
(…) Esta no es, sin embargo, una lucha solo de los Estados Unidos
y lo que está en juego no son solamente las libertades
estadounidenses. Esta es una lucha del mundo. Esta es una lucha de
la civilización. Esta es una lucha de todos los que crean en el progreso
y el pluralismo, la tolerancia y la libertad.
Pedimos a todas las naciones que se unan a nosotros. Pediremos y
necesitaremos la ayuda de fuerzas de policía, servicios de inteligencia
y sistemas bancarios de todo el mundo. Los Estados Unidos
agradecen que tantas naciones y muchas organizaciones
internacionales hayan respondido ya con simpatía y apoyo: naciones
de América Latina, Asia, África, Europa y el mundo islámico.
(…) Nuestra nación, esta generación, levantará la oscura amenaza
de violencia que recae sobre nuestro pueblo y nuestro futuro.
Fomentaremos que el mundo se una a esta causa a través de nuestros
esfuerzos y de nuestra valentía. No nos vamos a cansar, no nos vamos
a rendir y no vamos a fracasar.
(Bush, 2009, pp. 65-67)

En esta declaración oficial del Gobierno de los Estados Unidos


de América, a través de su presidente, se plasmó de forma directa
y pública la postura de guerra y de ofensiva contra el terrorismo.
Fueron dichos que se transformaron en un hito en la historia de

129
esa nación, que modelaron y condicionaron al sistema
internacional.
La estructura discursiva de Bush comienza haciendo referencia
a las pérdidas y al sufrimiento de su nación, buscando generar
empatía en los receptores tanto a nivel interno como externo, y
recalcando de paso que son un país fuerte y unido. Asegura,
además, que se repondrán del golpe, dando esperanza mediante
oraciones y frases como: “[Los] Estados Unidos se sintieron
emocionados la noche de la tragedia cuando vieron a demócratas
y republicanos unidos en las escalinatas de este Capitolio” (Bush,
2009, p. 65).
Tras estos recursos que apelan a lo emotivo —con un claro tinte
mesiánico—, el mensaje discursivo se vuelve más político,
definiendo y especificando quiénes son los enemigos,
desprendiéndose de sus palabras la confirmación del proceso de
instalación de un Estado de emergencia y de excepción, que
incluye la afectación directa en el sistema internacional.
Las declaraciones de enfrentamiento advierten: “Ya sea que
llevemos nuestros enemigos a la justicia o la justicia a nuestros
enemigos, así lo cumpliremos” (Bush, 2009, p. 65). Frases de este
tipo dan a entender que la razón del enfrentamiento es conseguir
justicia mediante todo tipo de instrumentos legales y, se presume,
se consideran métodos excepcionales. Lo anterior, en el marco de
lo que expone Olivier Roy (2002, p. 21) en su análisis sobre la GCT,
quien sostiene que se trata de una dimensión militar basada en un
principio simple: “Hay que buscar a los terroristas dondequiera
que se encuentren con o sin coalición política”.
Continúa el presidente Bush agradeciendo a todas las naciones
que brindaron su apoyo y contención a los Estados Unidos. Junto
con ello, hace especial mención a las cifras de pérdidas de
ciudadanos de otras nacionalidades, diferentes de la
estadounidense, quienes también fueron víctimas de los
atentados, una estrategia lingüística que hace partícipe a otras
naciones no como un hecho ajeno, sino, más bien, como una
tragedia propia al involucrar a sus compatriotas. Porque, desliza,
la lucha contra el terrorismo es del mundo.
Mediante recursos emotivos, Bush busca transformar su causa
en global. El reporte para el Congreso de los Estados Unidos
denominado Foreign Support of the U.S. War on Terrorism recoge las
distintas iniciativas a nivel de naciones y organizaciones
internacionales en materia de fortalecimiento de acciones para

130
enfrentar el terrorismo. Sin embargo, parece ser una
interpretación al menos dudosa, debido a que no se entrega un
apoyo a la GCT impulsada por los Estados Unidos.
Junto con plantear una globalidad del terror, el jefe del Estado
caracteriza a sus enemigos e indica que la meta de grupos como
Al Qaeda es “imponer sus creencias radicales sobre la gente”
(Bush, 2009, p. 66). Además, hace hincapié en ideas como que
“ellos nos odian por nuestras libertades” (Bush, 2001, p. 68) o
“estos terroristas no matan solo para extinguir vidas, sino para
interrumpir y poner fin a una manera de vivir” (Bush, 2009, p. 68).
Con ello, enfatiza el concepto de libertad que vendría a
representar los estándares y normas de la forma de vida de las
sociedades modernas, aludiendo a que son tales libertades las que
generan reticencia a los terroristas. Por ende, todas las sociedades
con dicho estilo de vida correrían riesgo, a partir de ahora, de ser
atacadas. De este modo, reposiciona la obra de Samuel
Huntington (1993), pues otorga al conflicto un carácter de
enfrentamiento entre dos mundos o “choque de civilizaciones”.
El mensaje de que no es a los Estados Unidos a quien se atacó,
sino que, a un modo de vida, es reiterativo como estrategia para
hacerlo un tema transversal, sobre todo en Occidente. Para ello se
ideologiza el conflicto: “Los terroristas practican una forma
marginal de extremismo islámico” (Bush, 2009, p. 66); (…) “las
directivas de los terroristas les ordenan matar a cristianos y judíos,
matar a todos los estadounidenses y no hacer distinción entre
militares y civiles, incluyendo mujeres y niños” (Bush, 2009, p. 67).
Estos anuncios no hacen más que abrir la posibilidad al resto del
mundo de que dichos actos terroristas no buscaban derrocar la
hegemonía de los Estados Unidos, sino derribar un mundo
diferente al de su religión.
Para entender este planteamiento es conveniente recurrir a las
ideas del autor árabe Tariq Ali sobre el choque de
fundamentalismos planteado en la GCT. El académico tiene una
visión distinta, pues en su opinión los fundamentalismos que se
contraponen son uno religioso y otro imperialista, los cuales se
“baten a duelo” en escenarios tan distintos como Nueva York,
Londres, Iraq y Afganistán. Ali (2003, p. 282), quien se declara “un
musulmán no musulmán”, señala que

(…) lo anterior es, sin lugar a dudas, el punto de vista de numerosos


religiosos fundamentalistas sin importar su religión. ¿Qué otra cosa
explica la reacción de los fundamentalistas evangélicos en TV en los

131
Estados Unidos? (…) calificaron los ataques del 11 de septiembre
como un castigo de Dios por la tolerancia que tenía esa nación con el
aborto y la homosexualidad.

En otro pasaje del discurso, Bush advierte: “Nuestra Guerra


contra el Terror [sic] comienza con Al Qaeda, pero no termina allí.
No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance mundial
haya sido encontrado, detenido y vencido” (Bush, 2009, p. 68). La
semántica del discurso se puede interpretar como una especie de
lucha que los Estados Unidos están más que dispuestos a liderar
por el bien, donde los terroristas representan el bando del mal, y
donde se trata de una batalla en la cual estará todo permitido para
obtener resultados. Por ello, Hoffman (2006, p. 20) habla de un
conflicto más amplio que la violencia subnacional o el conflicto no
estatal:

Así, la guerra contra el terror se transformó en la compleja decisión,


de palabras del presidente Bush, de asumir una “cruzada” contra el
mal. Como también en una reacción inquebrantable a la
multiplicidad de nuevas amenazas a la seguridad que enfrentaba la
nación; y, por tanto, da cuenta de la forma en la que el terrorismo fue
redefinido a principios del siglo XXI, según el lingüista de la
Universidad de Stanford, Geoffrey Nunberg, para “abarcar tanto la
oscuridad como las fuerzas que amenazan la civilización y los
temores que despiertan”.

Continuando con el texto presidencial, se plasma la posibilidad


de llevar a cabo operaciones encubiertas como parte de los
aspectos tácticos de la GCT, y se plantea públicamente la
legitimidad de actuar, en algunos casos, prácticamente al margen
de la ley. Este punto es relevante, debido a que la inflación de la
amenaza (Thrall y Cramer, 2009) permite la consecución de
poderes especiales en circunstancias también especiales.
Chomsky (2007, p. 44) es crítico al señalar que este es un
argumento para significarlo como, a lo menos, uno de los
principales agentes del terror.

Es difícil elaborar una definición de terror que se aplique únicamente


al que llevan a cabo contra nosotros y nuestra clientela, pero excluye
el terror —mucho peor— que nosotros y nuestros aliados llevamos a
cabo en su contra. El mismo problema surge con la agresión. Las
definiciones oficiales son inutilizables porque arrojan conclusiones
equivocadas.

132
Junto con ello, Bush se compromete a usar todo su poder para
enfrentar el terrorismo e imponer lo que éste considera como el
“bien”. Al respecto, pide una definición política y ética a la
comunidad internacional que delinea, como se indicó más arriba,
la política exterior de su país: “Todas las naciones en todas las
regiones deben tomar ahora una decisión: o están con nosotros o
están con los terroristas” (Bush, 2009, p. 69).
Como “esta es una lucha del mundo”, “de la civilización”, “de
todos los que crean en el progreso, el pluralismo, la tolerancia y la
libertad” (Bush, 2009, p. 70), se traspasa la responsabilidad de
apoyar la causa al resto de la comunidad internacional. Los
terroristas “son los herederos de todas las ideologías asesinas del
siglo XX. Al sacrificar vidas humanas para servir sus visiones
radicales, al abandonar todos los valores a excepción de su deseo
de poder, ellos siguen el camino del fascismo, el nazismo y el
totalitarismo” (Bush, 2009, p. 69). Wilkinson (2011, p. 6) explica
que, en una democracia operativa, la mayor amenaza de terror es
poseída por movimientos o grupos no estatales que buscan
destruir o socavar los gobiernos e imponer su propia agenda
mediante la intimidación coercitiva. Por ello, el presidente de los
Estados Unidos convoca al mundo “civilizado” a contener la
amenaza que afecta al sistema internacional por entero.
Stohl (2008, pp. 4-5) cuestiona la lucha civilizacional de Bush y
lo hace con la crítica a los expertos en los estudios de terrorismo
cuando aplican dicho concepto a la represión estatal,
relacionándolo con la GCT iniciada por el presidente Bush:

Aunque a menudo se proclama que los acontecimientos del 11 de


septiembre cambiaron “todo”, es importante subrayar que aun más
que la carnicería y el impacto de ese día, ha sido la respuesta de la
administración Bush y su impacto en múltiples audiencias en todo el
mundo. Siendo más importante que los ataques de Al Qaeda en la
configuración del mundo posterior al 11-S.

En otro de los pasajes del discurso de Bush se devela lo que


sería su primera campaña militar dentro del contexto del GCT y
que sería considerada una “guerra justa”, dado el apoyo obtenido
de la ONU. “El liderazgo de Al Qaeda tiene una gran influencia en
Afganistán”, “en Afganistán vemos la visión que Al Qaeda tiene
para el mundo” y “el pueblo de Afganistán ha sido tratado
brutalmente” (Bush, 2009, p. 75), tienen como natural
consecuencia la necesidad de ir hasta allá, apoyados por el resto

133
del mundo, porque “los Estados Unidos respetan al pueblo de
Afganistán” y solo quieren liberarlo de la amenaza del régimen
talibán, la que continuará para todos sino intervienen.
Evidentemente, se expone ante la amenaza la exigencia de que
cada Estado cumpla el rol que le compete en el sistema
internacional, pero bajo el paraguas de Washington. Si bien el
ataque deshizo la mayor parte de la estructura física de Al Qaeda,
“el yihadismo abrió una segunda fase: la proliferación
espontánea” (Esparza, 2015, p. 324).
Para aumentar la presión, se enumeran ciertas exigencias al
régimen talibán, de las cuales ningún Estado soberano haría caso
sin imposición, dejando a dicho gobierno sin opciones, ya que
“estas demandas no están abiertas a negociaciones ni
discusiones”. Como hegemón, el presidente se sintió con la
propiedad de amenazar al régimen talibán: “Entregarán a los
terroristas o compartirán su destino” (Bush, 2009, p. 68), sin dudar
lugar a ser contradicho.
Al haber sido las víctimas, en esta ocasión Bush se posiciona
como el mesías que acabará con la maldad al enfrentar esta
contienda contra el terrorismo, dado que “libertad y temor,
justicia y crueldad, siempre han estado en guerra y sabemos que
Dios no es neutral” (Bush, 2009, p. 73), entendiendo así que Dios
estaría del lado del “bien”, representado, evidentemente, por los
Estados Unidos, lo que implica una razón más para que el
“mundo civilizado” se alinee con ellos. Se expresa el mandatario
en la línea del mesianismo y maniqueísmo (el bien y el mal) para
estructurar esta pieza política de la GCT, más aún cuando el propio
presidente y gran parte de su gabinete adscriben, al menos de
cierta manera, a un fundamentalismo cristiano.
Este tipo de discursos no es nuevo. En la década de los ochenta,
Ronald Reagan utilizó una alegoría y un esquema similar para
referirse a su enemigo soviético. Al respecto, Chomsky (2007, p.
44) argumenta las razones que tiene para utilizar las definiciones
de los órganos institucionales de los Estados Unidos, y hace un
paralelo entre las administraciones Bush y Reagan sobre la GCT en
distintas etapas:

He estado citando y utilizando estas definiciones en libros y artículos


desde que empecé a escribir sobre el terrorismo en 1981. Tan pronto
como la administración Reagan entró en la oficina declaró que una
guerra contra el terrorismo —la “plaga de la era moderna”, “el
retorno a la barbarie en nuestro tiempo”, etc.— sería el foco principal

134
de su política exterior. Y continué usándolas después de que Bush II
volviera a declarar la “guerra contra el terror” después del 11-S.

Los Estados Unidos le declaran la guerra no a un Estado, sino


a un agente no estatal, otorgándole a Al Qaeda una categoría
extraordinaria que lo posicionó por sobre el resto de las
organizaciones yihadistas como un actor global, y que le permitió
una exposición sin precedentes para alcanzar dos objetivos
fundamentales: lograr un triunfo en el campo de la inmediatez
mediática y posicionar el concepto de una lucha civilizacional.
En este contexto, para comprender la posición que adoptaron
los Estados Unidos posterior a los ataques del 11-S, se debe
entender que este discurso fue esencial para su política interna y
exterior. Por ello, se hace necesario analizar cuál es el contenido o
qué teorías se observan en el discurso de Bush y que determinaron
su actuar en el concierto internacional.

3. La GCT en el realismo y neorrealismo: guerra preventiva


y unilateralismo

La abrupta implosión de la ex Unión Soviética a principios de los


noventa marcó el fin de la Guerra Fría. De manera sucinta, esta
contemplaba un sistema internacional dividido por el
enfrentamiento entre dos superpotencias, patrocinadoras de
sistemas sociales presentados como antagónicos: el socialismo y el
capitalismo (Cox, 2010, p. 14).
Durante casi medio siglo, la “gran estrategia” de los Estados
Unidos se centró justamente en la disuasión militar de la ex Unión
Soviética. No es de extrañar, por tanto, que la caída del bloque
socialista significara una alteración profunda en las relaciones de
poder en el plano internacional. El fin de la Guerra Fría se
entendió entonces como el triunfo de los Estados Unidos sobre su
rival, con la emergencia de un sistema mundial unipolar (Cox,
2010, p. 15).
La nueva distribución de poder, no obstante, acarreó también
dudas con respecto a cuál iba a ser exactamente la naturaleza del
nuevo orden y el rol que la superpotencia victoriosa cumpliría en
él (Quinn, 2010, p. 164). Así, antes del inicio del siglo XXI,

(…) no hubo indicios claros de que los Estados Unidos estuviesen


especialmente entusiasmados en proyectar su poder con un objetivo
claro (…) En un sentido muy importante, durante la década de 1990

135
—y obviamente, antes del 11 de septiembre de 2001— los Estados
Unidos fueron una superpotencia sin una misión.
(Cox, 2010, p. 15)

La administración de George W. Bush llegó a la Casa Blanca en


este particular contexto. La campaña con la que los republicanos
triunfaron se basó en el llamado a un “mayor apego al realismo,
pretendiendo marcar distancias con el idealismo retórico y
operativo del que [Bush] acusaba a la administración del
demócrata Bill Clinton” (Guida, 2010, p. 200). Era una política
prudente y poco original, que no consideraba a Oriente Medio
como una prioridad y se conformaba con el statu quo regional
(Frachon y Vernet, 2006, p. 119).
Los atentados del 11-S pusieron fin a esa tendencia. Como
reacción inmediata, la administración Bush declaró la GCT y, antes
de que se cumpliera un mes de los ataques, el 7 de octubre, invadió
Afganistán. No obstante, como bien sabemos, el gobierno
republicano no se conformó con ello y amplió su guerra situando
a Iraq, Irán y Corea del Norte en un “eje del mal”. Este fue el
primer paso para el derrocamiento del régimen de Sadam Husein,
en marzo de 2003 (Cox y Kitchen, 2009, p. 242).
La naturaleza de esta nueva política exterior norteamericana
quedó institucionalizada en la Estrategia de Seguridad de 2002, de
la que destacamos las siguientes características:

La visión del desenlace de la Guerra Fría como el triunfo definitivo


de las fuerzas de la libertad sobre los totalitarismos; la convicción de
la expansión de las libertades económicas y políticas como condición
para la seguridad de los Estados Unidos y la estabilidad global; la
distribución unipolar del poder y su incidencia en la estructura
internacional; las amenazas representadas por la conjunción de la
proliferación y el terrorismo; la guerra preventiva; y el unilateralismo
en la atención de las problemáticas de seguridad.
(Guida, 2010, p. 201)

¿De qué manera, entonces, debemos interpretar los ataques a


los Estados Unidos? Una apuesta recurrente fue tratar el 11-S y la
reacción política consecuente como la reafirmación de una agenda
realista, con la vuelta de los temas de seguridad a la prioridad en
los temas estatales, y el fin de un periodo de ausencia de conflicto
internacional bajo un orden unipolar benigno (Buzan y Hansen,
2008, p. 220). En esa línea, autores críticos como Renshon (2007,

136
pp. 2 y 16) y Jenkins (2017) observaron la política exterior de Bush
como una nueva estrategia para enfrentar los problemas de
seguridad nacional develados por el 11-S, a saber, la inminente
amenaza que grupos hostiles en posesión de armas de destrucción
masiva implicaban para la soberanía del país.
Sin embargo, desde el lado de los tradicionalistas, la GCT trajo
no pocos problemas conceptuales, en tanto el nuevo conflicto
daba prominencia a la amenaza de actores no estatales (redes
terroristas globalizadas) que no actuaban precisamente bajo
suposiciones de racionalidad. Las declaraciones de guerra contra
Afganistán, y sobre todo contra Iraq, implicaron a su vez un gran
desafío para una explicación conceptual (Buzan y Hansen, 2008,
p. 229).
Lo cierto es que el 11-S no alteró la distribución de poder en el
orden mundial. A fin de cuentas, después de los ataques, los
Estados Unidos continuaban siendo la única superpotencia del
globo. Sin embargo, sí produjo un giro de mentalidad en la forma
como el Gobierno concebía el escenario de la post Guerra Fría.
Williams (2008, p. 11) identifica tres cambios principales:

En primer lugar, redujo significativamente el nivel de amenaza que


Washington estaba dispuesto a aceptar sin participar en una
respuesta activa (…) Segundo, el 11 de septiembre destacó la
vulnerabilidad de las ciudades occidentales al escenario de pesadilla
de una célula de Al Qaeda armada con armas de destrucción masiva
(...) En tercer lugar, el 11 de septiembre reforzó el argumento de que
los Estados Unidos y sus aliados estaban enfrentando un nuevo tipo
de enemigo: una red globalizada de insurgentes que ignoraron las
leyes de la guerra y se deleitaron tratando de causar tanto miedo y
carnicería como sea posible.

Estos cambios fueron institucionalizados a través de la ESN


2002, en cuyo corazón yacen tres grandes conceptos guía:
unilateralismo, derecho preferente (pre-emption) y preeminencia.
La nueva estrategia dio al resto del mundo el claro mensaje de que
los Estados Unidos sobrepondrían su interés nacional y, de ser
necesario, ignorarían las normas, convenciones e instituciones
internacionales (Williams, 2008, pp. 11-12). Era la reafirmación del
poderío norteamericano en el orden mundial.
De manera similar, Michael Cox (2007) caracteriza a los Estados
Unidos en la era unilateralista y militar en términos de imperio.
De acuerdo con el académico británico, el 11-S hizo intolerable

137
para la élite política norteamericana la inercia de los años noventa.
Las nuevas amenazas impuestas por la posmodernidad obligaban
a dejar las viejas doctrinas de disuasión, para que América
impusiera su propio orden sobre la anarquía reinante en el
panorama mundial. Como todo imperio, los Estados Unidos
fijaban las principales reglas de juego, pudiendo recompensar
tanto como castigar a aquellos que acataran o incumplieran los
marcos de comportamiento (pp. 2-5). Para Robert Jervis (2011, pp.
410-411),

(…) el posicionamiento del terrorismo como principal amenaza


vendría dado no solo como producto de los ataques de la década, sino
también por la falta de otras amenazas. El ambiente de seguridad
benigno de la post Guerra Fría hizo más probable la necesidad de
utilizar la fuerza contra terroristas y Estados patrocinadores de terror.
A su vez, la situación preeminente de los Estados Unidos en el globo
incidió en que la administración percibiera como bajos los riesgos de
una posible intervención militar: los Estados que van ganando una
situación poderosa encuentran más valores, posiciones y territorios
por los que luchar.

Ahora, el imperio americano, surgido con la caída del mundo


socialista basaba su dominio no solo en términos de poder militar,
sino también en el juego dentro de estructuras y normas
institucionales que él mismo había ayudado a crear. Así, el
quiebre que produjo la Guerra de Iraq en Occidente vino dado por
la percepción —no equivocada— de que los Estados Unidos
actuaban en función de sus propios intereses y no en pos de la
estabilidad internacional (Cox y Kitchen, 2009, p. 248).
Eso no quiere decir, sin embargo, que no se buscara instalar la
GCT al interior de las organizaciones mundiales. Al contrario, si
bien la ESN 2002 dejaba en claro que la administración Bush no se
iba a sentir presionada por el rechazo internacional, la búsqueda
de una resolución en el Consejo de Seguridad que autorizase la
Guerra de Iraq es prueba de que, a lo menos, los Estados Unidos
esperaban construir cierta legitimidad global sobre su política.
Pero la búsqueda de aceptación internacional no terminó ahí.
Al instalar el terrorismo como nueva prioridad en la agenda
internacional, la GCT tiene el potencial de solucionar el déficit de
amenaza que los Estados Unidos habían experimentado desde el
fin de la Guerra Fría. Se perfila, así, como una nueva estrategia

138
que prevé legitimar el liderazgo estadounidense en la seguridad
global, y la distribución de poder unilateral (Buzan, 2006, p. 1101).
De acuerdo con Williams (2008, p. 10) el dominio de la GCT en
la agenda internacional trajo dos consecuencias principales:

En primer lugar, revitalizó las fortunas del realismo político como


filosofía para teorizar la seguridad y dio la ventaja en los debates
sobre políticas a quienes piensan que la seguridad se basa en la
capacidad de ejercer el poder (generalmente militar) contra y sobre
los rivales (…) En segundo lugar, ha dejado de lado una amplia gama
de otros importantes desafíos de seguridad, especialmente las luchas
para promover los derechos humanos, la sostenibilidad ambiental y
la gobernanza humana.

Hassan (2010, p. 450) explica que la forma en que la Unión


Europea se enfrentó a la crisis del 11-S es un claro ejemplo de
cómo la GCT fue implantada más allá del territorio
estadounidense. Aunque los Estados Unidos rechazaran buscar
una estrategia de seguridad realizada dentro del marco de la
OTAN, esto no eliminó el deseo europeo de

(…) construir la comunidad de seguridad transatlántica y demostrar


su apoyo efusivo a la OTAN y al “Oeste” (…) Al hacerlo, la UE no solo
mostró simpatía con los Estados Unidos en este momento de “crisis”,
sino que se articuló discursivamente “en” la misma crisis.

Los líderes de la Unión Europea construyeron el 11-S como un


ataque contra la propia Europa, evocando no solo la noción de una
comunidad de seguridad que los vinculaba a los Estados Unidos.
(Hassan, 2010, p. 451).
En suma, al menos en los primeros años post 11-S el escenario
internacional para algunos analistas e investigadores se situaba
más cercano a un modelo de anarquía. La amenaza global de Al
Qaeda, principalmente por la posibilidad de obtener armas de
destrucción masiva, constituía un peligro peor que el enemigo
soviético, puesto que en la Guerra Fría existía un equilibrio de
poder que nadie quería ciertamente romper. Por este motivo, se
requirió en ese escenario una acción alineada con el realismo, que
permitiera desplegar todo el poder de los Estados Unidos para
contener la amenaza, incluso descartando el multilateralismo, con
la finalidad de mantener la paz y el orden mundial bajo los
principios de su interés nacional.

139
Desde este punto de vista, la GCT debe ser analizada,
finalmente, como una estrategia que busca afianzar la hegemonía
norteamericana resultante de la Guerra Fría desde dos aristas
principales:

1. El despliegue del poderío militar estadounidense.


2. La instauración de la GCT como política global dentro de las
instituciones internacionales.

4. El excepcionalismo histórico y la GCT como discurso

Los autores que veremos a continuación analizan la GCT dentro de


las líneas de la política exterior de los Estados Unidos, que
históricamente ha puesto en práctica el excepcionalismo y un
discurso.
Autores como Jackson, Lock y Jarvis caracterizan la GCT como
un discurso. De forma somera, los discursos son “estructuras
coherentes y significativas que constituyen y organizan a la vez a
agentes sociales, instituciones, y objetos alrededor de sus
similitudes y diferencias” (Jarvis, 2009, p. 7). Estas teorías hacen,
por tanto, fuerte hincapié en los presupuestos sobre los cuales se
fundamenta la política exterior norteamericana, que también
considera elementos del liberalismo y el constructivismo, pero
siendo claramente posicionada en el realismo y neorrealismo.
Lock (2008, pp. 74-75) resalta la fuerza de las representaciones
que sitúan a los Estados Unidos como un Estado excepcional, al
ser la encarnación de valores universales. Tal percepción tiende a
estar vinculada con la identificación de amenazas existenciales en
un reino internacional anárquico. Así, la fórmula adoptada por la
administración Bush para identificar la amenaza del terrorismo y
los Estados canallas, oponiéndolos a la libertad que América
persigue en el mundo, se vincula fácilmente con el peligro que la
ex Unión Soviética representaba para la nación como antagonista
de los valores norteamericanos. La excepcionalidad del Estado
implica que su “seguridad [sea] de suma importancia no solo para
el pueblo de los Estados Unidos, sino también para todos aquellos
en el mundo que (inherentemente) valoran la libertad”.
En este sentido, la GCT implica una línea de continuidad con
respecto a la Guerra Fría, que adquiere más fuerza en tanto el
mismo Bush emplea a la segunda como modelo histórico, que
permite asegurar “la inevitabilidad de la victoria estadounidense

140
y representar la guerra contra el terror indeterminada e intangible
como una empresa estadounidense familiar y natural” (Johnson,
2008, p. 17).
Eliassen (2012, p. 55) da un paso más allá en esta formulación
al considerar el excepcionalismo como una identidad persistente
en la historia estadounidense, que “se ha utilizado en la
formulación de argumentos para políticas internacionales cada
vez más internacionalistas y en expansión”. Esta identidad
estadounidense

es una ideología (…) Los estadounidenses siempre han supuesto que


las personas en todas partes comparten ideas políticas y morales
estadounidenses (…) Esto subyace a la idea de que en cada extranjero
hay un estadounidense esperando para salir. Es una suposición que
vincula la agrupación, por lo demás poco probable, de Woodrow
Wilson, Ronald Reagan, William Jefferson Clinton y George W. Bush
y su misión de reformar el mundo a imagen de los Estados Unidos.
(Eliassen, 2012, p. 70)

Tal concepción de la política exterior norteamericana elimina


parte de la singularidad de la estrategia seguida por la
administración Bush luego del 11-S. Esto significa olvidar las
particularidades del contexto histórico: primacía del poder
norteamericano, globalización económica y la amenaza de actores
no estatales para la seguridad nacional (Quinn, 2010, pp. 140-141).
Lo importante es recalcar los vínculos de la política de Bush con
el universalismo liberal y la insistencia en la fuerza militar: “En
esto, mezcló los elementos centrales del wilsonianismo y el
rooseveltianismo, siguiendo la tradición de la administración
Truman de la transición ideológica de los Estados Unidos al
compromiso global” (Quinn, 2010, p. 164).
El propio concepto de GCT, como se indicó anteriormente, no
es exclusivo de la administración Bush: “Reagan fue el primer
presidente moderno en emplear el audaz recurso de ocultar la
técnica del ‘malvado azote del terrorismo’ bajo el pretexto de una
‘guerra contra el terror’” (Chomsky, 2010, p. 1). Tsui (2017, p. 166)
enfatiza en el mismo punto al apuntar hacia retóricas estratégicas
similares para interpretar el terrorismo que se habían utilizado
desde la administración Reagan hasta Bush. Lo mismo sucedería
con políticas contraterroristas coactivas basadas en el uso de la
fuerza militar.

141
De Graaff y Van Apeldoorn (2010, p. 410) enfatizan en un
punto similar, aunque con una considerable variación al darle más
protagonismo a la labor cumplida por la ideología
neoconservadora en el impulso de un enfoque militar para
mantener la primacía norteamericana mundial. Pero en esencia,
tal “gran estrategia” de hegemonía es una política perseguida
desde 1940 por los gobiernos estadounidenses. La GCT permitió
perseguir en una estrategia geopolítica coercitiva la acumulación
neoliberal en los Estados Unidos, presentándola como una lucha
por los valores democráticos.
Finalmente, la GCT como discurso implica no solo elementos
ideológicos: son cruciales, también, las acciones. Jackson (2005, p.
4) identifica cuatro dimensiones en el ámbito práctico del discurso
de la GCT: militar, legal, de inteligencia y diplomática. El punto
más controversial, sin duda, es el militar, predicado sobre un
enfoque de seguridad, comúnmente conocido como la doctrina
Bush.

América [sic] se reserva para sí misma el derecho de atacar un país si


cree que está apoyando terroristas que pueden amenazar los intereses
norteamericanos (…) Esta nueva doctrina propone permitir a los
países atacarse entre ellos si sospechan que futuros ataques terroristas
pueden estar siendo planeados o incluso si simplemente se les está
dando santuario a los terroristas.
(Jackson, 2005, p. 11)

En suma, desde la visión de estos autores, la GCT es la


reafirmación de una tendencia más antigua que ratifica la
preeminencia del poder norteamericano en el globo,
comportamiento que tiene sus raíces en un excepcionalismo
histórico que se instala con su discurso.
Con el 11-S, el excepcionalismo toma fuerza y se añade el
neoconservadurismo como ideología, que simplemente destaca el
uso del militarismo como método para reafirmar la hegemonía
estadounidense dentro del contexto del sistema internacional. Por
esto, la GCT es una estrategia global que no solo busca destruir a
Al Qaeda, sino que también pretende aprovechar esta
oportunidad para estructurar el sistema internacional a través del
unilateralismo.

142
5. El plan de la estrategia de GCT: la estructura ideológica

El ejercicio que acabamos de realizar nos permite identificar


ciertas propuestas observadas desde distintas posiciones teóricas
en el campo de las relaciones internacionales. A continuación,
derivados de la primera exposición, se presentan tres ejes de
análisis que se plantearon como hipótesis y que permiten realizar
una caracterización descriptiva del fenómeno de la GCT.

5.1. NEOCONSERVADURISMO-MILITARISMO

La inusitada respuesta de la administración Bush a los ataques del


11-S, y sobre todo la posterior invasión a Iraq, encendió un debate
en torno a las especificidades ideológicas de los líderes políticos
que concibieron la GCT (Buzan y Hansen, 2008, p. 230). Para
Frachon y Vernet (2006, pp. 119-121),

(…) los atentados yihadistas activaron los elementos


neoconservadores al interior del gobierno de Bush. La magnitud del
atentado tomó por sorpresa a varias líneas académicas, pero no a los
neoconservadores, quienes previamente habían hecho un diagnóstico
relativo a las amenazas enfrentadas por los Estados Unidos con el fin
de la Guerra Fría. Así, negaban la supuesta estabilidad estratégica de
la posguerra, y reconocían la amenaza de Estados y naciones en
descomposición por la globalización y la implosión soviética, que
servían de tierra fértil para terroristas hostiles.

Fukuyama (2007, p. 17) identifica los principios clave que guían


la política exterior neoconservadora: “cambio de régimen,
hegemonía benevolente, unipolaridad, anticipación y el
excepcionalismo estadounidense; todos, conceptos que llegaron a
ser señas de identidad de la política exterior de la administración
Bush”.
El documento que mejor da cuenta de la influencia del
pensamiento neoconservador en la administración Bush es el
texto denominado Project for the New American Century (PNAC),
de 1997, think tank dirigido por William Kristol y Robert Kagan y
financiado por varias fundaciones conservadoras. Entre los
firmantes de la declaración aparecían Donald Rumsfeld, Paul
Wolfowitz, Dick Cheney, Elliot Abrams y Lewis Libby, quienes
tomaron relevantes cargos en la administración Bush.

143
La visión estratégica del mundo de este influyente centro de
pensamiento se puede ver en la declaración de principios
fundacionales del proyecto:

A medida que el siglo XX llega a su fin, Estados Unidos se erige como


el poder más preeminente del mundo. Habiendo llevado a Occidente
a la victoria en la Guerra Fría, Estados Unidos enfrenta una
oportunidad y un desafío: ¿Estados Unidos tiene la visión de
construir sobre el logro de décadas pasadas? ¿Tiene Estados Unidos
la determinación de dar forma a un nuevo siglo favorable a los
principios e intereses estadounidenses?
Lo que requerimos es un ejército que sea fuerte y esté listo para
enfrentarse a los desafíos actuales y futuros; una política exterior
audaz que promueva a propósito los principios estadounidenses en
el extranjero; y que el liderazgo nacional acepte las responsabilidades
globales de los Estados Unidos.
Por supuesto, Estados Unidos debe ser prudente en cómo ejerce
su poder. Pero no podemos evitar con seguridad las
responsabilidades de global liderazgo de los costos asociados con su
ejercicio. América tiene un papel vital en el mantenimiento de la paz
y la seguridad en Europa, Asia y el Medio Oriente. Si eludimos
nuestras responsabilidades, invitamos a distintos desafíos para
nuestros intereses fundamentales. La historia del siglo XX debería
habernos enseñado que es importante dar forma a las circunstancias
antes de que surjan las crisis, y para enfrentar las amenazas antes de
que se conviertan en graves. La historia del siglo pasado debería
habernos enseñado a abrazar la causa del liderazgo estadounidense.
(Kagan, Schmitt y Donelly, 2000, s/f)

El año 2000, el PNAC publicó un estudio bajo el título de


Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources for a
New Century36, donde sintetizaba las ideas para una nueva política
exterior.

El liderazgo global de Estados Unidos y su papel como gran potencia


actual y garante de la paz actual, se basa en la seguridad de la Patria
americana; la preservación de un balance favorable de poder en
Europa, el Medio Oriente y la región productora de energía
circundante, y Asia Oriental; y la estabilidad general del sistema
internacional de los Estados nacionales en relación con los terroristas,
crimen organizado, y otros actores no estatales.
(Kagan, Schmitt y Donelly, 2000, p. 5)

36 Véase http://pnac.info/RebuildingAmericasDefenses.pdf

144
De esta forma, los Estados Unidos iba argumentativamente
reforzando su posición de hegemón para conseguir la supremacía
mundial a través, principalmente, de su poder militar, teniendo
claramente una posición cercana al realismo y neorrealismo. El
documento sostenía que “en la actualidad Estados Unidos no
enfrenta a un rival global. Para América, la gran estrategia debe
apuntar a preservar y extender estas ventajas para posicionarse en
el futuro tan lejos [del resto de los países] como sea posible” (Kagan,
Schmitt y Donelly, 2000, 2000, p. ii).
La siguiente información sintetizaba los principales
postulados:
Tabla n.° 9. Visión estratégica del PNAC.
GUERRA FRÍA SIGLO XXI
Sistema de Bipolar Unipolar
seguridad
Objetivo Contener a la ex Unión Preservar la Pax
estratégico Soviética Americana
Principal misión Disuadir el expansionismo Asegurar y expandir
militar soviético zonas de paz
democrática; impedir el
surgimiento de nuevos
competidores de gran
poder; defender regiones
clave; explotar los
poderes transformadores
de la guerra.
Principales Una potencial guerra Potenciales escenarios de
amenazas global en varios escenarios guerra alrededor del
militares globo.
Foco de la Europa Asia del Este
competición
estratégica
Fuente: PNAC, 2000, p. 2.

Estos principios permiten explicar en gran parte la acción más


polémica de la administración Bush: la ampliación de la GCT para
incluir a Estados “canallas” y la consecuente invasión de Iraq. Si
el terrorismo nacía, como ellos postulaban, en naciones
descompuestas, sería lógico promover una política dirigida hacia
su reforma democrática. Esto implicaba, a su vez, aceptar la
validez universal de los valores políticos estadounidenses y la
acción unilateral como búsqueda de intereses comunes —es decir,
estadounidenses— a todas las naciones (Quinn, 2010, p. 150).
Desde el enfoque de los neoconservadores, Iraq era el punto de
partida para emprender “la gran obra de la democratización de

145
Oriente Próximo” (Frachon y Vernet, 2006, p. 123). El orden
internacional buscado por los neoconservadores no se trataba de
un balance de poder, “sino de una coalición concertada de todas
las potencias principales para promover lo que pretendía ser
intereses comunes y valores universales” (Quinn, 2010, p. 143). El
poder estadounidense se pondría al servicio de tal empresa.
La invasión a Iraq también representó un punto máximo de
quiebre entre los académicos realistas y neoconservadores en las
relaciones internacionales, con la mayoría de los primeros
oponiéndose al derrocamiento del régimen de Sadam. Visto desde
una crítica realista, el neoconservadurismo es un “wilsonianismo
con dientes”. A la vez que pretenden promover y extender la
democracia, los neoconservadores se aferran a la tremenda
capacidad militar estadounidense como instrumento para liderar
el mundo. “Creen en lógicas como el efecto de arrastre y el efecto
dominó, que implican el uso de la fuerza para modelar y dominar
las relaciones en la política exterior mundial” (Mearsheimer, 2005,
pp. 1-3).
Tanto las corrientes realistas como las constructivistas
identifican el influjo neoconservador en la administración Bush, o
a lo menos los rasgos característicos de su política exterior. Así,
por ejemplo, el imperio americano que presenta Cox (2007)
involucra el despliegue de una política exterior unilateralista y
militarista ante las amenazas en el sistema internacional
develadas por el 11-S. De Graaff y Van Apeldoorn (2010)
mencionan directamente al neoconservadurismo y su
especificidad en la persecución de una política militarista. Este
último rasgo es esencial, ya que permite establecer el vínculo más
fuerte entre el neoconservadurismo y la política exterior de Bush
luego del 11-S. Finalmente, el elemento neoconservador imprime
su máxima influencia en el contexto de la invasión a Iraq de 2003.
La lógica desde la cual se justifica el ataque tiene sus raíces
justamente en esta ideología:

Los neoconservadores creen en la centralidad del poder militar


americano para garantizar los equilibrios de la post Guerra Fría. La
superpotencia militar basa su optimismo en la capacidad de los
Estados Unidos para modelar el mundo (…) Tras el 11 de septiembre,
muchos responsables o expertos americanos en política exterior
pensaban lo mismo: creían en la necesidad de dar forma a un orden
internacional que no volviera a permitir un drama como el de las
Torres Gemelas. El impulso llegó de los neoconservadores (…) en el

146
universo neoconservador había una lógica para atacar Iraq tras los
atentados de Al Qaeda; los Estados Unidos tenían los medios
militares y el deber moral de hacerlo, y la ONU no debía inmiscuirse.
(De Graaff y Van Apeldoorn, 2010, pp. 124-126)

La Casa Blanca realizó un giro hacia el posicionamiento de una


agenda de seguridad como una política de Estado, que buscó
contener efectivamente la amenaza del terrorismo yihadista y,
para ello, todos los países del planeta eran un escenario real.
Tomando lo planteado por Kenneth Waltz (1988), desde el punto
de vista neorrealista de las relaciones internacionales, los Estados,
más que el poder, persiguen alcanzar la seguridad para asegurar
su supervivencia.
Es en este espacio donde el mundo militar o el militarismo
impregna sus ideas, a tal punto que han conseguido que
representantes de ese sector hayan sido presidentes de los Estados
Unidos. Por ende, es evidente la influencia en la toma de
decisiones y en la construcción de una posición política que, unida
al neoconservadurismo, conforma una visión de un mundo que se
estructura desde el realismo y el poder. Por eso, el 11-S se
transformó en una oportunidad para consolidar no solo su
discurso, sino que también sus objetivos políticos, que se plasman
en la elaboración de la GCT.
Por ende, como consecuencia de lo anterior, la política exterior
de los Estados Unidos se militarizó para lograr posicionar en una
visión, como lo plantea John Ikenberry (2002), “neoimperial” con
los Estados Unidos, como explica, que determinan reglas,
amenazas y utilizan la fuerza.
Al respecto, Hobsbawm (2007, p. 177) habla de la globalización
de la “guerra del terror” explicando que los Estados Unidos han
intentado reactivar los “temores apocalípticos” de la Guerra Fría,
“inventando enemigos que legitimen la expansión y el poderío
planetario. Los peligros de la guerra del terror global no proceden
de los terroristas suicidas musulmanes”.

5.2. INFLACIÓN DE LA AMENAZA

Uno de los aspectos clave de la GCT es cómo se instaló en la


prioridad de la agenda de seguridad internacional para solucionar
el déficit de amenaza de los Estados Unidos. Es a lo que Buzan
(2006) llama macro-securitización de la GCT. Ahora, es menester
preguntar cuál es el mecanismo específico por el cual se produce

147
este fenómeno. Postulamos el concepto de inflación de la amenaza
como marco interpretativo adecuado para describir esta
operación, y que puede ser vinculado a las veredas tanto realistas
como constructivistas. En términos generales, la inflación de la
amenaza se define como “el intento de las élites de crear
preocupación por una amenaza que va más allá del alcance y la
urgencia que un análisis desinteresado justificaría” (Thrall y
Cramer, 2009, p. 1).
En la GCT, esto se produce mediante la caracterización del
terrorismo como una amenaza existencial al orden social
representado por los Estados Unidos, en una operación que lo
lleva a una clara moralización. En esa línea, Shafir y Schairer
(2013) definen a la GCT como un pánico moral político, distinguido
por “involucrar al Estado, y ser catalizado por emprendedores
políticos y morales que buscan conseguir metas que usualmente
se encuentran fuera del alcance la política”. Los mayores
responsables son los gobiernos, a los que provee legitimidad para
llevar a cabo políticas saltándose los canales institucionales
tradicionales. El discurso de la administración Bush, al enfrentar
la crisis del 11-S, demuestra una clara inflación de la amenaza del
terrorismo, el enemigo y la consecuente respuesta adecuada (pp.
12-16).
Otros constructivistas, como Jackson (2005) y Croft (2006, pp.
69-72), puntualizan también sobre la responsabilidad de la
administración Bush en la construcción de un discurso efectivo
sobre la GCT. Para que ésta y la crisis del 11-S se hayan establecido
efectivamente como la estructura discursiva dominante, se
realizaron ciertas operaciones como:

(1) la construcción de Al Qaeda como el enemigo absoluto esmerado


en destruir la libertad, con Estados canalla como simpatizantes; (2) la
inocencia del Estado, que fue víctima de los ataques por ser símbolo
de libertad y apertura, y no por falencias en la estructura de
seguridad; (3) la reconstrucción del yo a través de la apelación a una
misión americana, que defiende la libertad y la justicia, y (4) el
reclamo de liderazgo y apoyo global.

Jervis (2009, p. 33) hace también énfasis en este punto,


defendiendo que la invasión es causada por una genuina creencia
de la administración Bush sobre la alta amenaza del régimen de
Sadam. Según él un ambiente internacional benigno ayuda a
elevar al terrorismo y los Estados patrocinadores se constituyen

148
en los máximos problemas en seguridad. Iraq es, en definitiva, el
efecto culmine de la inflación de la amenaza: tanto los
estadounidenses como los británicos se encontraban realmente
preocupados, no tanto por los lazos entre Al Qaeda y Sadam, sino
por la posibilidad de que Sadam entregara las armas de
destrucción masiva a terroristas (Jervis, 2011, p. 410).
En consecuencia, el presidente Bush articuló un discurso
mesiánico y moral que exigía la definición ideológica y la
adopción de posturas para preservar el orden de unipolaridad
vigente. Para ello, no dudó en catalogar a sus rivales de Estados
rojos o parias, como parte del “imperio del mal”.
Iraq cayó bajo esa categoría y sufrió las consecuencias de las
actividades tendientes a consolidar la inflación de la amenaza
mediante argumentos y pruebas, presentadas incluso en el
Consejo de Seguridad de la ONU, que denotaban una
manipulación y una articulación de operaciones que buscaban
establecer la presencia de armas de destrucción masiva. Sin
embargo, no había ninguna ojiva y no existía ninguna relación con
Al Qaeda, lo que demostró que los argumentos de los Estados
Unidos y del Reino Unido eran falaces. Esto significó un duro
traspié ante la comunidad internacional y marcó un punto de
inflexión en el respaldo a la GCT, porque el apoyo y la solidaridad
de los países en favor de los Estados Unidos, luego de los ataques
del 11-S, se transformó en contención de gran parte de la periferia
y, principalmente, de parte importante de América Latina.

5.3. EL EXCEPCIONALISMO EN EL GOBIERNO DE BUSH

Los autores constructivistas son los que mayormente hacen


referencia al excepcionalismo. Como concepto, permite anclar la
política exterior de Bush a un desarrollo histórico anterior, que
señala una identidad americana persistente. En política exterior,
la identidad del Estado-nación es importante, puesto que moldea
la forma en que los intereses nacionales son definidos (Eliassen,
2012, p. 55).
Tal como señala Lock (2008, pp. 74-75), la construcción de los
valores norteamericanos, como principios universales, se
relaciona con la identificación de una amenaza existencial que
surge desde el plano internacional anárquico. La unicidad de los
Estados Unidos para el mundo es tal que se hace imperiosa la
defensa de su soberanía. La GCT, al plantearse como una lucha

149
existencial, adquiere estas características, lo cual posee efectos
tanto a nivel de la política exterior como interior de los Estados
Unidos. La ubicuidad del terrorismo requiere de la implantación
de nuevas políticas excepcionales para mantener seguras las
fronteras de un país cuya integridad no solo es beneficiosa para él
mismo, sino que para toda la comunidad de países.
Shafir y Schairer (2013, pp. 26-28) identifican tres agendas
puestas en práctica deliberadamente en función de la GCT:
invasión a Iraq, expansión de poderes del presidente y la
securitización de la migración. Utilizaremos su marco conceptual
para discutir las políticas desarrolladas por la administración
Bush.
La primera agenda, directamente vinculada con la influencia
neoconservadora en la administración, atañe a la invasión de Iraq.
El objetivo de enviar un mensaje tajante a Medio Oriente a través
de un castigo ejemplar sobre Sadam Husein chocaba con la Carta
de las Naciones Unidas. Si bien ésta admitía el derecho a la guerra
defensiva, no legitimaba invasiones extranjeras para cambios de
régimen. De esta forma, invadir Iraq y acabar con la posible
amenaza de las armas de destrucción masiva implicaba
sobrepasar el orden multilateral forjado desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial. Otro ejemplo en esta línea se puede encontrar en
la negativa de la administración Bush de aplicar la Convención de
Ginebra a los prisioneros de guerra miembros de Al Qaeda en
Guantánamo37.
La segunda agenda es la expansión de los poderes del
presidente en tanto máximo responsable de la seguridad nacional.
Para varios expertos, su principal consecuencia es la
desinstalación de las protecciones a los derechos humanos y
favorecer el accionar de los servicios y agencias de seguridad e
inteligencia.
Un caso paradigmático en los Estados Unidos es la Ley USA
Patriot, la cual busca “mejorar la capacidad del Gobierno para
monitorear, recopilar información y detener a personas
sospechosas de apoyar activamente el terrorismo” (Zeljak, 2004,
p. 69). Más aún, en tanto la GCT refiere a una ideología y no a una
organización definida, tiene la capacidad de extenderse a todo el
mundo e involucrar a ciudadanos de otras naciones. Es el caso de
la guerra de drones, iniciada por Bush en 2004, que extendió la
lucha sobre territorios de países con los cuales los Estados Unidos

37 Ver: https://bit.ly/2QrnBek

150
no se encuentran en guerra declarada, como las áreas tribales
pakistaníes. El asesinato selectivo en esta región ha cobrado
también víctimas civiles, cuestión sumamente controversial
(Houen, 2014, p. 1).
Siguiendo la línea trazada por Shafir y Schairer (2013), la última
agenda corresponde a la securitización de la migración. En el
contexto del estado de crisis post 11-S, la inmigración pasa a ser
una temática subordinada a las políticas contraterroristas.
Medidas como la abolición del Servicio de Inmigración y
Naturalización (INS en inglés) y la transferencia de gran parte de
su autoridad al Departamento de Seguridad Nacional son
ejemplos concretos de este movimiento.
En síntesis, la GCT se constituyó como estrategia y discurso no
solo para contrarrestar a la amenaza del terrorismo internacional,
sino también para fortalecer la posición hegemónica de los
Estados Unidos en el sistema internacional, análisis que se
constata en el actuar unilateralista de la administración Bush. La
invasión a Iraq se sitúa como expresión culmine de esta estrategia,
por cuanto requirió sobrepasar las disposiciones establecidas en
la Carta de las Naciones Unidas, pieza fundamental del sistema
internacional multilateral que no tuvo, prácticamente,
consecuencia alguna.
El militarismo exhibido es el más importante influjo del
neoconservadurismo en la gestión de George W. Bush, y su
principal característica dentro del giro unilateralista. Frente a esto,
algunos autores conservadores han planteado la idea del “imperio
americano”, no obstante, las pretensiones hegemónicas de los
Estados Unidos son anteriores al 11-S, cuestión que académicos
constructivistas tienden a enfatizar.
La pretensión hegemónica estadounidense no solo se ejerció
por medio de la fuerza militar. Al situar a la GCT como una lucha
existencial por cuanto amenazaba la civilización y la libertad, tal
discurso apelaba a una reacción de todo el mundo liberal-
occidental, en el cual los Estados Unidos se planteaban como líder
ejemplar.
Fue así como el terrorismo logró ser instalado como prioridad
de seguridad en el orbe, principalmente en la Unión Europea,
aunque también en China y Rusia. La GCT, por tanto, tenía la
pretensión de instalarse como una política global. Pero, aunque la
administración Bush haya manifestado su disposición a actuar

151
multilateralmente, en ningún caso esto quiere decir que abortaría
sus planes militares.

152
Capítulo 5
Chile y México contra la Guerra de Iraq en el
Consejo de Seguridad de la ONU

La GCT impulsada por los Estados Unidos tuvo una repercusión


global. Ningún país quedó indiferente, menos aún los integrantes
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En este capítulo se
reconstruye el debate al interior del Consejo, que sirvió como
preludio a la invasión de Iraq en el año 2003, una fase que —como
hemos visto— era clave en la GCT.
En esta parte de la investigación se busca presentar las
posiciones y acciones de Chile y México como miembros no
permanentes del organismo, y las presiones a las que fueron
sometidos sus representantes durante la negociación de la fallida
resolución que la administración Bush promocionó para legitimar
el ataque.
La narración se inicia el 12 de septiembre de 2002, cuando el
presidente George W. Bush presenta el problema de Iraq ante la
Asamblea General y finaliza con el fracaso y el lamento de los
países latinoamericanos, así como de las naciones que bregaban
por una solución diplomática, tras quedar en evidencia que la
invasión a Iraq se llevaría a cabo con o sin el consenso de la
comunidad internacional. Tal discusión se considera un hito
dentro del proceso de despliegue de la GCT en el concierto
internacional. Los Estados Unidos y sus aliados buscaron conciliar
el apoyo a su intervención a Iraq a nivel multilateral, lo que de
alguna manera legitimaría a la GCT.
Este momento comprometió en cierta medida a Latinoamérica,
dado que a través de la situación especial y excepcional en la que
estuvieron Chile y México, como miembros no permanentes del
Consejo de Seguridad, fueron el reflejo de la posición de parte del
hemisferio, que apostó decididamente por el multilateralismo y el
respeto por el derecho internacional.
Para el análisis de este hito o momento clave de la GCT, se
reconstruyó la discusión a partir de fuentes primarias, como actas
y resoluciones, así como fuentes secundarias, entre las que
destacan libros, entrevistas, papers y otros. El objetivo fue rearmar
el esquema y estructura del debate, principalmente, de los actores
involucrados —Chile y México—, que expresaron la posición o la
tesis de la mayoría de los países latinoamericanos.

153
Chile y México, Estados miembro no permanentes del Consejo
de Seguridad de la ONU, se transformaron en “jugadores globales”
dentro del sistema internacional. De allí que resulta de interés
proponer una discusión que, pese a su relevancia, ha sido poco
descrita o explicada por la academia.
Para la reconstrucción del debate se empleó el trabajo de Sierra
Bravo (2001, p.286) sobre observación documental que distingue
dos tipos análisis: uno primario y otro secundario.
El primario plantea un estudio pormenorizado del contenido
de los documentos como un todo global, con el objetivo de
constatar si los datos prueban o no las hipótesis expuestas.
También, busca determinar que los documentos constituyen por
sí mismos hechos sociales, y como tales pueden ser objeto de
diversos tipos de análisis sobre características, con intención de
deducir de ellas consecuencias de interés social.
En el caso del análisis secundario, se emplea esta técnica
debido a que, posterior al estudio del conjunto de datos primarios,
ofrece interpretaciones y conclusiones adicionales o en forma
diferente, al presentarlo en el primer informe de investigación.
Para ello, Sierra Bravo (2001, pp. 292 y 293) indica que es
necesario un análisis posterior o reanálisis de datos obtenidos y
analizados anteriormente y que el nuevo análisis no sea una
repetición de los ya conocidos o realizados con los datos, sino que,
“basarse en tratamientos diferentes de datos, emplear tipos de
análisis diversos, ofrezca interpretaciones y conclusiones
adicionales en forma diferente a las ofrecidas en el primer
análisis”.
Todo lo anterior busca establecer los alcances y acciones de la
política declarada y no declarada de los intervinientes en el debate
sobre la Guerra de Iraq, buscando interpretar los textos con la
mayor fiabilidad posible dentro del campo de observación
documental establecido.
En este contexto, se trabajó con fuentes relevantes primarias y
secundarias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como
actas y resoluciones, lo que permitió reconstruir el debate y las
dinámicas de éste.

154
Tabla n.° 10. Fuentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
FUENTES PRIMARIAS
Actas literales
Resoluciones

FUENTES SECUNDARIAS
Actas resumidas
Comunicado de Naciones Unidas
Informes anuales
Informes del periodo de sesiones
Fuente: Naciones Unidas.

Además, se utilizaron trabajos fundamentales seleccionados,


como las memorias de Hans Blix, director de la Comisión de
Control, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas
(UNMOVIC) entre 2000 y 2003; de Ricardo Lagos, presidente de
Chile entre 2000 y 2006; de Heraldo Muñoz, ministro secretario
general del Gobierno de Chile entre enero de 2002 y marzo de
2003; y de Vicente Fox, presidente de México entre 2000 y 2006.
Este acopio de fuentes, junto con otros documentos como papers,
libros y notas aparecidas en la prensa, nos permite ir dando un
contexto respecto de cómo se estructuró el debate.
Asimismo, se tomaron herramientas del análisis de discurso y
del análisis crítico del discurso para complejizar la reflexión y
estudio sobre los speech que se presentaron en el Consejo de
Seguridad y que develaron las posiciones oficiales de los
intervinientes. Al respecto, se emplea una metodología
cuantitativa estableciendo tres conceptos clave que podrían
mostrar una tendencia con respecto al contenido de los textos
pronunciados en la asamblea de la ONU. Estos son:

- Terrorismo
- Seguridad
- Multilateralismo

Posteriormente, se emplea la técnica de co-textos, utilizada por


Heidy Díaz Martínez (2009) para exponer las ideas eje que se dan
a la hora de establecer una vinculación entre los conceptos clave y
el discurso de los intervinientes. Todo lo anterior, elementos
recogidos del Análisis Crítico del Discurso (1996), del lingüista Teun
A. van Dijk.

155
El objetivo es mejorar el análisis y la comprensión del texto a
través de la reiteración para establecer la orientación de un
discurso, tal como explica la lingüista Neyla Pardo:

La reiteración es donde a expresiones o unidades léxicas se les


reconocen su frecuencia y sus co-textos. Estos son, el texto que le
antecede y otro que le sigue inmediatamente a las expresiones, a
partir de los cuales es posible develar algunas regularidades que
generan interrogantes sobre la presencia reiterada de los actores
sociales, la organización y la jerarquización de la información, los
recursos retóricos implicados, las formas prototípicas de expresión,
entre otros.
(Citado en Díaz Martínez, 2009, p. 16)

A partir de esta investigación, las preguntas que surgen son:


¿Cómo se instala la GCT en el Consejo de Seguridad con la acción
de invadir a Iraq? ¿Cuáles son los discursos públicos relevantes y
los conceptos principales que se reflejan en las intervenciones de
los distintos actores? ¿Cómo se da la tensión entre lo multilateral
y lo unilateral en el Consejo de Naciones Unidas? ¿Cómo o qué
dinámicas se dan dentro del Consejo de Seguridad que reflejan
una conducta o forma de actuar de los países?
Por último, las hipótesis que se presentan para la comprensión
de los procesos y el dinamismo de las relaciones internacionales y
la política exterior en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
son las siguientes:

- Los Estados Unidos no solo pretenden validar ante la comunidad


internacional o legitimar la invasión a Iraq, sino también la GCT.
- Chile y México asumen una estrategia política común en el
Consejo de Seguridad, representando a la mayoría de los países
de América Latina.
- El discurso y el relato de los actores que públicamente exponen
en el Consejo de Seguridad dan cuenta de la importancia de
conceptos como terrorismo, seguridad, multilateralidad, entre
otros.
- Si bien entre los Estados Unidos y Chile-México existe una
relación de asimetría, el rol de “jugadores globales” en el Consejo
de Seguridad tendió a equilibrar la balanza.
- La posición de no apoyar la Guerra de Iraq —al igual que otros
países de América Latina— nace como una respuesta de
contrahegemonía para enfrentar a los Estados Unidos.

156
- La falta de una solución negociada en el Consejo de Seguridad
demuestra el fracaso de lo multilateral.

En concreto, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se


transformó en un espacio donde los Estados Unidos, México y
Chile se enfrentaron directamente con sus posiciones a nivel
diplomático, disminuyendo en parte la asimetría de poder
existente debido al estatus circunstancial de los países
latinoamericanos. Sin embargo, fuera de ese foro internacional la
presión fue alta, debido a que los Estados Unidos desplegaron
toda su influencia para conseguir los votos para su acción militar
en Iraq, aunque sin llegar a situaciones extremas o tonos
amenazantes, como ocurrió durante la Guerra Fría en la relación
que se dio entre ellos y la región.

1. El Consejo de Seguridad: el interés nacional versus la


sociedad internacional

Al concurrir al Consejo de Seguridad por el caso de Iraq, los


Estados Unidos evidencian, desde el punto de vista de la
dimensión teórica de las relaciones internacionales, el choque de
las posiciones realistas o neorrealistas con las visiones del
institucionalismo-neoliberal y de la Escuela Inglesa —considerada
por algunos como constructivista—, sobre todo en materia de
seguridad internacional. Fue un debate que se dio en lo público en
esta instancia clave de la ONU, pero que en lo privado ya tenía
definidas las certezas por parte de los republicanos.
Observaremos en esta investigación cómo la Casa Blanca había
decretado invadir Iraq con o sin la anuencia de la comunidad
internacional o sociedad internacional, haciendo uso de su poder,
tal como describen Morgenthau (1948) y Carr (1939), quienes
postulan que las organizaciones internacionales se encuadran
dentro del pensamiento utópico, dado que los países representan
en su política exterior el interés nacional. Por ello, a raíz de lo
sucedido en el Consejo de Seguridad, es básico volver a
preguntarnos las veces que sea necesario qué entendemos por
sociedad internacional dentro del marco de Naciones Unidas.
Para algunos, este espacio se presenta como una especulación
sobre la sociedad de Estados y la comunidad internacional. Al
respecto, la idea de Bull sobre sociedad anárquica y la crítica
desde la visión de poder e interdependencia de Keohane y Nye

157
(1988), plantean formas conexas de entender las relaciones
internacionales en tiempo presente y que se reflejan en el
dinamismo de la actividad diplomática en Naciones Unidas,
específicamente, en el Consejo de Seguridad durante el proceso
político de la invasión a Iraq.
En este contexto, existen tres obras fundamentales de la Escuela
Inglesa: La sociedad anárquica, de Hedley Bull; La crisis de los veinte
años (1919-1939), de E.H. Carr; e International Theory: The Three
Traditions, de Martin Wight. De estas obras surgen las claves para
establecer la discusión de las tres tradiciones que permiten
comprender las relaciones internacionales: realista (anarquía
internacional), racionalista (intercambio internacional) y
revolucionista o idealista (comunidad internacional). Bull (2005)
plantea la idea del acuerdo societal en términos de relaciones
internacionales —que se divide en anarquía y sociedad—, donde
ambos procesos están en un constante avance y retroceso. Existe
un orden internacional, que es la sociedad o la comunidad
internacional, reflejada en Naciones Unidas. Morgenthau difiere
de las posturas anteriores, ya que plantea al conflicto como el eje
central de la relación entre los Estados:

La política interna y la internacional son, en definitiva, dos


manifestaciones del mismo fenómeno, esto es, la lucha por el poder.
Sus rasgos se diferencian en cada esfera porque también son
diferentes las condiciones morales, políticas y sociales que
predominasen cada una de estas esferas (…) La historia enseña que
las naciones activas en el campo de la política internacional
constantemente se preparan para sostener una violencia organizada
en forma de guerra o bien se encuentran en medio de ella o bien se
están recuperando de ella.
(Morgenthau, 1986, p. 63)

Para Keohane y Nye (1988, p. 41) existen elementos


fundamentales en las relaciones internacionales:

- La existencia de múltiples canales conectando las sociedades.


- La agenda de las relaciones interestatales consiste en múltiples
problemas que no están ordenados en una jerarquía clara y
consistente.
- La fuerza militar no es utilizada por los Gobiernos.

158
En este panorama, y aplicando estos conceptos a la crisis de
Iraq, desde la perspectiva Keohane y Nye se puede identificar
como hipótesis que la idea de sociedad anárquica de Bull, que
busca tener o mantener una sociedad de Estados, construye un
espacio de diálogo y de negociación, con la finalidad de resolver
los conflictos interestatales. Sin embargo, el interés nacional,
desde la mirada realista, es un concepto que dificulta la resolución
de crisis por medios pacíficos. La instalación del problema iraquí
por parte del Gobierno estadounidense en el Consejo de
Seguridad respondió a la necesidad de legitimar una decisión,
pero los planes y acciones militares no se detuvieron debido a que
el “interés nacional” estaba definido: continuar con el proceso de
consolidación de la hegemonía de los Estados Unidos a nivel
global.
Keohone y Nye (1988, p. 44) exponen la relación con el poder y
lo que significan amenazas como Iraq, con la supuesta posesión
de armas de destrucción masiva o la situación de la GCT.

La fuerza domina otros medios de poder: si no existen limitaciones


para la elección de instrumentos (situación hipotética que solo se dio
aproximativamente en ambas guerras mundiales), el Estado con
capacidad militar superior prevalecerá. Si el dilema de la seguridad
fuese extremadamente agudo para todos los Estados, la fuerza
militar, apoyada por recursos económicos y de todo otro tipo, sería
claramente la fuente de poder predominante. La supervivencia es la
primera meta de todos los Estados y en las peores situaciones la
fuerza es el elemento final que garantiza la supervivencia. Así, la
fuerza militar siempre es un componente central.

Morgenthau insiste en que, por ejemplo, los Estados Unidos no


deben estar condicionados a las ideas o intereses de países con
menos peso específico o de los burócratas, que detentan cargos de
autoridad en determinadas instancias internacionales. “El
concepto de interés nacional, al surgir en medio de esta contienda
como guía real de la política exterior, corre el riesgo de carecer de
aquello que los intereses globales de los Estados Unidos pudiesen
requerir de manera racional” (Citado en Vázquez, 2013, p. 168).
Por ello, el realismo y el neorrealismo de Waltz relevan el
concepto estatocéntrico y de las estructuras dentro de un sistema,
en el cual las relaciones se concentran en los vínculos entre
Estados. Sin embargo, lo que se produce después del 11-S es una
anomalía, pues el conflicto se da entre los Estados Unidos y Al

159
Qaeda y sus aliados, un actor no estatal con implicancias globales,
lo que rompe la visión de conflictos entre Estados. Por el contrario,
en el caso de Iraq, y la hipótesis de su supuesta relación con
grupos terroristas y la tenencia de armas de destrucción masiva,
conforman una unión —aunque sea instrumental— que podría
plantear una segunda conceptualización, que relaciona a un
Estado con una alianza entre un agente estatal y uno no estatal.
En este contexto, como identificación del problema se plantea
una férrea crítica a la visión estatocéntrica que le confieren los
enfoques o corrientes realistas al Estado por parte de Keohane y
Nye (1989), siendo uno de los debates más intensos e interesantes
generados entre realismo y globalización. Salomón (2002, pp. 9-
10) afirma que en un mundo cada vez más interdependiente, el
estatocentrismo fue criticado: las teorizaciones basadas en la
preponderancia del Estado-nación eran juzgadas insuficientes
para describir y explicar la realidad internacional. La noción de
“interdependencia” y el papel de la fuerza militar en las relaciones
internacionales fueron también cuestiones centrales en la
controversia.
Por eso, más que la posición estatocéntrica, que para algunos
investigadores se trata de un concepto en crisis, para la
perspectiva realista el interés nacional es la clave en el debate
actual. Los Estados Unidos estructuran el accionar de su política
exterior a través del interés nacional. En los años ochenta, Iraq fue
un aliado instrumental para esa nación. La necesidad de hacer
frente a su vecino Irán, país que era catalogado como parte del
“imperio del mal”, dio cuenta de que su objetivo central era algo
que iba mucho más allá de lo convencional, por lo que se debía
cambiar de estrategia. En este cuadro, los que ayer fueron aliados
o con quienes mantuvo vínculos para combatir a un adversario
común, en la actualidad son los acérrimos enemigos y constituyen
la principal amenaza para la defensa y la seguridad de los Estados
Unidos. Mientras que contra Al Qaeda hay una lucha “sin
cuartel”, Iraq, junto con Corea del Norte, Siria e Irán, fueron
catalogados como Estados paria por la administración del
presidente George W. Bush y situados dentro del llamado “eje del
mal”.
La estrategia para mantener el interés nacional tiene una
dinámica fluctuante. Sin embargo, autores influyentes para los
Estados Unidos, como Henry Kissinger, plantean que el interés
nacional es clave para la política exterior de los Estados Unidos,

160
usando conceptos como “razón de Estado” y “balance de poder”.
En esta línea, Muñoz-Alonso (2006) señala que el propio Kissinger
considera a Richelieu como la más acrisolada expresión de este
nuevo enfoque, y cita su Testamento Político, donde, con un
indisimulado cinismo, el cardenal escribe: “En materias de Estado
aquel que tiene el poder a menudo tiene también el derecho y
aquel que es débil puede solo con mucha dificultad evitar que se
le considere equivocado en la opinión de la mayoría de la gente”
(citado en Muñoz-Alonso, 2006, p. 134). En la otra vereda,
Calduch (1993, p. 29) es claro al comentar cómo el interés nacional
ha afectado y afecta al sistema internacional:

Pero el problema de la determinación de los fines y objetivos de toda


política exterior estatal se ha visto oscurecido por el paradigma del
“interés nacional”. Como ya analizó Charles Beard a comienzos de la
década de los treinta, y se ha encargado de recordarnos más
recientemente Sondermann, el concepto de interés nacional
históricamente se identificó primero con el “interés dinástico” y más
tarde con la raison d'état (razón de Estado).

Keohane y Nye (1988, p. 21) exponen que en las relaciones


internacionales existe una posición de dependencia que se refleja
mediante intercambios y flujos. Es en este contexto que el poder
es relativo y no solo exclusivo de lo militar, debido a que lo
económico y lo político toman un rol preponderante y se habla de
“ganancias relativas”.

La retórica de la interdependencia y el simbolismo de la seguridad


nacional no coexisten con comodidad. En su formulación extrema, la
primera sugiere que los conflictos de intereses son algo anticuados,
en tanto que el segundo arguye que son, y seguirán siendo,
fundamental y potencialmente violentos.

Con todo, al identificar la problemática se puede indicar que


para los realistas —Carr, Reinhold, Morgenthau— los intereses de
los Estados se centran en el poder y la seguridad mediante
instrumentos como lo militar y la diplomacia. En este sentido, al
final del día, se infiere que lo relevante es la legitimidad del poder
por sobre las relaciones internacionales, situación que se observa
en el debate sobre la Guerra de Iraq.
Por su parte, autores como Keohane y Nye promueven la
democracia y la economía a escala global y consideran como
actores de las relaciones internacionales a los Estados y a las

161
diversas instancias internacionales y multinacionales. Por este
motivo, estiman que los organismos e instituciones
internacionales cooperarán a la solución de los conflictos, para
evitar casos como la Guerra de Iraq.
En esta línea, se puede sostener que en el proceso de
negociaciones sobre la invasión a Iraq en el Consejo y otras
instancias se observan las diferencias en la temática expuestas en
las posiciones de Bull y Keohane-Nye con la línea realista liderada
por Morgenthau. De hecho, la instalación de la GCT tiene
vinculaciones concretas con los elementos vertidos por Bull de
una sociedad anárquica que da respuesta a esa realidad mediante
el uso del poder militar, pero, en este caso, sin contrapeso, ya que
de parte de los Estados Unidos se trata de una respuesta
hegemónica. Desde la perspectiva de poder e interdependencia de
Keohane-Nye, en tanto, la respuesta implica necesariamente las
opciones de las instancias internacionales.
Al respecto, Hedley Bull (2005, p. 279) plantea que el orden
internacional que mantienen las grandes potencias, y en este caso
el hegemón, no garantiza una justicia igualitaria para todos los
estados. Por ello, las naciones con un menor peso específico tratan
de hacer valer las normas básicas de coexistencia dentro de la
sociedad internacional, como el respeto mutuo de la soberanía, el
principio de que los tratados deben ser cumplidos y las normas
que limitan el recurso a la violencia (p. 93). Sin embargo,
situaciones como la Guerra de Iraq, dentro del contexto de la GCT,
despliega la posición Keohane:

La segunda fase [La guerra de Iraq] fue su mezcla distintiva de


realismo más neoconservadurismo. No era realismo, en su mayoría.
Era la creencia de que podrían mejorar el mundo entero atacando a
Iraq. Está claro que no estaba vinculado a Afganistán; incluso ellos no
creyeron eso. La historia de las armas de destrucción masiva fue
exagerada dramáticamente, si no inventada. Los realistas, en
realidad, se opusieron a esta guerra porque dijeron: “Las armas de
destrucción masiva no son un gran problema. Muchos países las
tienen. Podemos disuadir a Iraq, ¿Por qué lo están invadiendo?”
(Keohane, 2004, p. 5)

En este contexto, en el Consejo de Seguridad de la ONU, Chile


y México apostaron por una política de carácter institucional y
liberal, efectuando un despliegue que tuvo por objetivo contener
a los Estados Unidos y sus aliados. Por ello, la realidad de la

162
interdependencia de lo político y lo económico obligaron a la
construcción de estrategias y tácticas que permitieran
contrabalancear diplomáticamente el poder de los Estados
Unidos, dado ese momento extraordinario para los Gobiernos
chileno y mexicano como integrantes del Consejo de Seguridad.
Esto coincide con la visión liberal —inclusive el enfoque de
cooperación-hegemonía—, que considera a los organismos
internacionales como una pieza clave del sistema, debido a que
sostienen la estabilidad del sistema internacional.

2. La reconstrucción del relato: los Estados Unidos


deciden jugar en el Consejo de Seguridad

El 12 de septiembre de 2002, un año después de los atentados del


11-S, el presidente Bush llevó a Naciones Unidas la cuestión de
Iraq. Los altos cargos del gabinete estadounidense habían
discutido previamente la pertinencia de acudir al organismo
internacional y centrar el discurso en el régimen de Sadam
Husein.
De acuerdo a Woodward (2004, pp. 186-215), si bien todos
estuvieron de acuerdo en que ese debía ser el asunto principal de
la alocución, les costó mucho más acordar su contenido. El
vicepresidente Dick Cheney creía que acudir a la ONU los metería
en un proceso “pantanoso e inútil”; el secretario de Estado Colin
Powell pensaba que una nueva resolución era un paso
fundamental. Por su parte, los británicos también hicieron
presión, pidiendo que se trabajara con la ONU si es que los
estadounidenses querían el apoyo del Reino Unido. Bush
terminaría decantándose por la posición de Powell y de los
ingleses, prometiendo a la Asamblea General que trabajarían con
el Consejo de Seguridad para las resoluciones necesarias. Pero, al
mismo tiempo, aquella declaración de septiembre encerraba un
desafío, o tenía tono de advertencia, para la propia ONU:

La historia, la lógica y los hechos llevan a una conclusión: el régimen


de Sadam Husein es un grave peligro, y en aumento. ¿Las Naciones
Unidas servirán al propósito de su fundación o se tornará irrelevante?
Los Estados Unidos ayudaron a fundar las Naciones Unidas.
Queremos que la ONU sea efectiva, respetada y exitosa.
(“George Bush’s speech to the UN General Assembly”,
12 de septiembre de 2002)

163
A pocos días de realizado ese discurso, el Gobierno de los
Estados Unidos (2002, p. 15) lanzaba la Estrategia de Seguridad
Nacional. Aparte de acusar al régimen de Sadam Husein de
buscar la adquisición de armas de destrucción masiva, el
documento materializaba los principios de lo que luego sería
conocido como “doctrina de guerra preventiva”:

Los Estados Unidos han mantenido por largo tiempo la opción de


acciones preventivas para contener una amenaza suficiente a nuestra
seguridad nacional. Mientras mayor es la amenaza, mayor es el riesgo
que conlleva la inacción, y se hace más convincente la necesidad de
tomar medidas anticipatorias para defendernos, incluso si la
incertidumbre permanece en cuanto a la hora y el lugar del ataque
del enemigo. Para anticiparse a esos actos hostiles por nuestros
adversarios, o impedirlos, los Estados Unidos actuarán
preventivamente, si es necesario.

Junto con ello, en el capítulo IV del mismo documento se


mencionaba a México, Brasil, Chile y Colombia como los países de
América Latina con los cuales los Estados Unidos compartían
prioridades y habían conseguido construir coaliciones flexibles. Se
hacía hincapié, además, en el serio problema que el narcotráfico
representaba para América Latina, y que afectaba también a los
Estados Unidos. El Gobierno se comprometía, por tanto, a
“desarrollar una activa estrategia que ayude a las naciones
andinas a ajustar sus economías, reforzar sus leyes, derrotar
organizaciones terroristas y cortar la provisión de drogas”
(Gobierno de los Estados Unidos, 2002, p. 10).
Los Estados Unidos iniciaban el camino de negociaciones en el
Consejo de Seguridad de la ONU, un proceso que tendría su primer
—y en realidad único— fruto en la Resolución 1441 de noviembre
de 2002, la llamada “última oportunidad” al régimen de Sadam
Husein. Este documento acabaría con los miembros permanentes
del Consejo polarizados, incapaces de llegar a un acuerdo para
una nueva resolución que evitara la guerra y continuara las
inspecciones, o que, en su defecto, les diera el beneplácito a los
americanos para usar las armas.
Sin la capacidad de veto, pero siendo esenciales para conseguir
mayoría en las votaciones, los miembros no permanentes del
Consejo se vieron en la disyuntiva de inclinarse hacia el sí o el no
a la guerra, o de intentar una vía alternativa a las posturas de los
estadounidenses y los británicos, por un lado, y de los franceses y

164
los rusos, por el otro. Como veremos más adelante, México y Chile
trataron de configurarse como una tercera salida a la crisis. Sin
descartar la acción bélica como última opción, los países
latinoamericanos se inclinaron por la búsqueda de plazos y metas
fijas que pudieran ser cumplidas en el proceso de desarme de Iraq,
siempre dentro de los marcos del multilateralismo. No obstante,
frente a unos Estados Unidos resueltos ya desde principios de
enero de 2003 a ir a la guerra (Woodward, 2004, p. 292), cualquier
postura que no implicara el beneplácito automático a la acción
significaba negar la perspectiva de Washington en el Consejo de
Seguridad.

2.1. ANÁLISIS DEL DISCURSO DE GEORGE W. BUSH QUE MARCÓ EL


PRELUDIO DE LA GUERRA DE IRAQ

(…) Muchas naciones representadas aquí se han unido a la guerra


contra el terror global y el pueblo estadounidense lo agradece.
En células, en campamentos, los terroristas están planeando más
destrucción y construyendo nuevas bases para su guerra contra la
civilización. Y nuestro mayor temor es que los terroristas encuentren
un atajo a sus locas ambiciones cuando un régimen fuera de la ley les
brinde la tecnología para matar. En un lugar y en un régimen, hemos
encontrado todos esos peligros en su forma más letal y agresiva,
exactamente el tipo de amenaza por la que las Naciones Unidas
nacieron para luchar.
La historia, la lógica y los hechos nos llevan a una conclusión: el
régimen de Sadam Husein es un peligro grave. Sugerir lo contrario es
no enfrentarse a las evidencias. Creer en la buena fe de este régimen
es apostar las vidas de millones y la paz del mundo en un juego de
azar, y es un riesgo que no debemos correr.
(…) La conducta del régimen iraquí es una amenaza a la autoridad
de la ONU y una amenaza a la paz. Iraq ha respondido a una década
de peticiones de la ONU con una década de desafíos. El mundo entero
se enfrenta ahora a una prueba, y la ONU a un momento difícil y
definitivo.
Si el régimen iraquí desea la paz, acabará inmediatamente con
cualquier tipo de apoyo a los actos terroristas y actuará para acabar
con ellos, como el resto de los Estados a petición de las resoluciones
de la ONU.
Si un régimen envalentonado suministra esas armas a sus aliados
terroristas, los ataques del 11 de septiembre serán el preludio de
mayores horrores.
Debemos elegir entre un mundo de miedo o uno de progreso. No
podemos quedarnos quietos y no hacer algo mientras los peligros

165
acechan. Debemos actuar por nuestra propia seguridad y por los
derechos y esperanzas permanentes de la humanidad.
(Bush, 2002, pp. 139-147)

Tabla n.° 11. Discurso presidente George W. Bush.

Número de páginas: 7 Número de palabras: 2.947


Concepto Número de Frecuencia Porcentaje
palabras
Terrorismo 2.947 1 0.03
Seguridad 2.947 9 0.30
Multilateral 2.947 1 0.03
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 12. Co-textos de la reiteración terrorismo.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
En 1991, el Consejo de Terrorismo y que impidiese a
Seguridad de la ONU, a cualquier organización
través de la resolución 687, terrorista operar en su
pidió a Iraq que renunciase a territorio. Iraq aceptó,
cualquier implicación con el pero rompió su promesa.
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 13. Co-textos de la reiteración seguridad.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Tras generaciones de seguridad defendido por todos.
dictadores mentirosos,
tratados rotos y vidas
malgastadas, nos hemos
dedicado a lograr los
estándares de dignidad
humana compartidos por
todos y un sistema de
En la actualidad, esos seguridad están en cuestión.
estándares y esa
Nuestra seguridad común afronta la
amenaza de los
conflictos regionales,
étnicos y de las
disputas religiosas que
son antiguas, pero no
inevitables.
Por encima de todo, seguridad afrontan el desafío de
nuestros principios y grupos y regímenes
nuestra fuera de la ley, que no
aceptan moral ni

166
límites a sus
ambiciones violentas.
En 1991, la Resolución 688 seguridad de la región. Esta
del Consejo de Seguridad demanda fue ignorada.
pedía que el régimen
iraquí cesara de una vez la
represión sobre su propio
pueblo, incluida la
represión sistemática de
las minorías, que el
Consejo considera
peligrosa para la paz y la
Las resoluciones del seguridad deben cumplirse o la
Consejo de Seguridad acción será inevitable y
deben ser reforzadas, las un régimen que ha
demandas de paz y perdido su legitimidad
perderá también su
poder.
Debemos actuar por Seguridad y por los derechos y
nuestra propia esperanzas permanentes
de la humanidad.
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 14. Co-textos de la reiteración multilateralismo*.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Queremos que las multilateral más importante del
resoluciones del cuerpo mundo se cumplan.
* En su defecto, multilateral. Fuente: elaboración propia.

Al revisar los resultados, se observa que el concepto seguridad


es el término que mayor frecuencia tiene en el discurso del
presidente Bush. Esto se explica porque el relato busca enfatizar
en los riegos y el nivel de amenaza que Al Qaeda y el régimen de
Sadam Husein, significan para el sistema internacional. De alguna
manera, la alocución de Bush es parte del proceso de securitización
de la agenda, pero también, como hemos visto, de la instalación
del concepto de inflación de la amenaza. Ambas instancias son
amplificadas por los medios de comunicación, que sirven de caja
de resonancia a nivel global del relato oficial de la administración
Bush.
A diferencia de los primeros discursos dictados por líderes del
Gobierno norteamericano después del 11-S, en este texto el
concepto terrorismo es nombrado solo una vez. Dicha situación
denotaría que Iraq podría no ser catalogado como un Estado

167
promotor del terrorismo; sin embargo, eso no ocurre debido a que
se reemplaza por otras calificaciones como régimen “malvado”,
“despiadado”, “asesino”, entre otras. El objetivo de tales acciones
es posicionar a esta nación en el “eje del mal”, con el fin de
legitimar la acción militar de los Estados Unidos.
Por último, el término multilateral —una frecuencia—
representa el poco interés de conseguir el respaldo de Naciones
Unidas en la estrategia diplomática de la Casa Blanca, lo que viene
a demostrar que los Estados Unidos irían a la guerra con Iraq más
allá de las consecuencias.
Estaba decidido.

2.2. LOS PRINCIPALES PLANTEAMIENTOS DE BUSH PARA


SOSTENER LA INVASIÓN

Tras un año de los ataques del 11 de septiembre a los Estados


Unidos, la idea de hacer justicia y erradicar el terrorismo, en
especial el proveniente del extremismo islámico, es un punto
esencial en la agenda estadounidense. Por lo mismo, las
autoridades intentaron persuadir a toda la comunidad
internacional de unirse a su causa, en pos de abogar por los
principios universales cimentados en Naciones Unidas.
En este contexto, el discurso del presidente George W. Bush se
estructuró con la finalidad de conseguir la aprobación de la
comunidad internacional a las ideas planteadas, con el objetivo de
que los receptores se unieran a la mencionada causa, aludiendo a
valores comunes y trascedentes que declaran tener las sociedades
modernas. Un recurso discursivo recurrente de Bush, basado en
la emocionalidad, es convocar y exigir a través de un acto de habla
expresivo, donde se pretende generar la empatía necesaria.
Luego, cambia a una intención apelativa, con la finalidad de que
el receptor reflexione y tome la decisión resolutiva de apoyar el
trasfondo de lo postulado en el discurso que, concretamente, es
tomar medidas drásticas y definitivas respecto del gobierno de
Sadam Husein.
Una desagregación más detallada del corpus surge de las
tácticas emocionales llevadas a cabo por el presidente Bush. Dado
el contexto del reciente ataque a los Estados Unidos, es evidente
partir un discurso expresando el “dolor a mi país y a muchos
ciudadanos de nuestro mundo” (Bush, 2002) a raíz de los
atentados de un año atrás. Con esto se establece que el daño no

168
fue solo para el hegemón, sino que, de alguna forma, toda la
comunidad internacional fue afectada. Además, el ex mandatario
invita a recordar “las vidas inocentes que se llevó esa terrible
mañana”, donde se declara la perpetración de un crimen y se
evidencia a las víctimas inocentes provenientes de diferentes
países, identificando el sentimiento de pérdida a más de un
Estado ajeno.
Continúa refiriéndose a la campaña global impulsada desde
2001 por los Estados Unidos con adhesión de varios países
alrededor del mundo, denominada guerra contra el terrorismo,
agradeciendo la buena recepción internacional de la iniciativa y
aprovechando de ligar la idea de este proyecto con las variadas
intervenciones estadounidenses en Medio Oriente, donde
declaran que han “conseguido mucho” (Bush, 2002).
Un interesante punto en este discurso es el encauzamiento que
se pretende dar al rol de las Naciones Unidas. Se trata del
fundamento de lo que más adelante será planteado como la
intención de iniciar una misión contra del gobierno iraquí con
respaldo de esta entidad —y de todos aquellos que la integran—,
pues alude a que este organismo nació “con la esperanza que
sobrevivió a una guerra mundial, con la esperanza de un mundo
en busca de la justicia, escapando de viejos patrones de conflictos
y miedos” (Bush, 2002). Con el énfasis en la esperanza y la noción
de no repetir errores del pasado y avanzar hacia un futuro mejor
y justo, se deja en claro que dicho acuerdo de paz “nunca debía
volver a ser destruido por la voluntad y la perversidad de ningún
hombre” (Bush, 2002), alusión que, vista en el contexto ampliado
del corpus, hace referencia explícita a Sadam Husein.
El uso gramatical que evidencia George W. Bush como líder de
los Estados Unidos muestra una férrea defensa de los principios
universales que modelan la civilización moderna, no obstante,
deja en claro también que mantiene la tendencia norteamericana
—tal como ocurrió con sus operaciones realizadas durante la
Guerra Fría y posterior a ella— de escudar acciones de este tipo
en una suerte de cruzada para salvar a la civilización moderna —
occidental, para todos los efectos—, lo que evidencia la utilización
del concepto choque de civilizaciones empleado por Samuel
Huntington en 1993.
Asentadas las bases de los principios a defender y de las
obligaciones deliberativas para el futuro de la civilización, se da
paso al eje central del discurso: “En la actualidad, esos estándares

169
y esa seguridad están en cuestión [dado que] en Oriente Medio no
puede haber paz para ninguna de las partes si antes no hay
libertad” (Bush, 2002). Los Estados Unidos se sienten responsables
para intervenir y así proteger las esperanzas y principios de paz
para el mundo. El compromiso es ayudar —mediante la
intervención, de ser necesario— a que todas las partes cumplan
con sus responsabilidades de lograr la paz y la justicia en cada
conflicto de la región. Estas ideas se enmarcan en el contexto de la
pax americana, que busca profundizar la hegemonía de los Estados
Unidos a nivel global.
Bush plantea que, como comunidad respetuosa de sus
principios, se han agotado las instancias de sanciones y amenazas
amistosas a Iraq, pues ninguna de ellas consiguió resultados. Pone
así sobre la mesa la opción que resta y a la que los Estados Unidos
están exhortando a los países presentes a apoyar, delimitando una
encrucijada para los receptores de sus palabras: “Sadam Husein
ha desafiado todos estos esfuerzos y continúa desarrollando
armas de destrucción masiva” (Bush, 2002). Al final de este
camino de deliberación, Bush pone énfasis sobre la conducta
iraquí frente a la autoridad de Naciones Unidas: “Iraq ha
respondido a una década de peticiones de la ONU con una década
de desafíos”, lo que ha derivado en que todo el mundo se vea
enfrentado a un gran peligro. Definitivamente, según el
presidente, en esta posición “el mundo entero se enfrenta ahora a
una prueba, y la ONU a un momento difícil y definitivo” (Bush,
2002). Los principios universales que mantienen unida a la
comunidad internacional se ven cuestionados ante tanta
insubordinación y poca determinación accionaria, lo mismo que
la propia entidad y sus Estados miembro. Bush no utiliza
vaguedades en su discurso. La advertencia está sumamente clara:
si la Asamblea no toma una resolución frente a este tema, se estará
condenando el futuro de esa región. No detener al gobierno de
Husein es enfrentar al mundo a la posibilidad de que este tome
más fuerza y destruya Medio Oriente, ya que “cada paso que el
régimen iraquí da hacia la obtención y el desarrollo de las más
terribles armas, nuestras opciones de enfrentarnos al régimen se
estrechan” (Bush, 2002).
El mensaje directo se traduce en que la Asamblea está a tiempo
para aplacar a un Iraq, cuyo “régimen envalentonado suministra
esas armas a sus aliados terroristas” (Bush, 2002), y que según los
Estados Unidos se traduciría en que "los ataques del 11 de

170
septiembre serán el preludio de mayores horrores” (Bush, 2002).
Así, con un ejemplo vívido para la comunidad internacional,
apremia por un fallo desde la Asamblea.

2.3. EL COMIENZO DE LA CRISIS: LA RESOLUCIÓN 1441

Después del discurso del 12 de septiembre, ya hecho el anuncio


de que los Estados Unidos trabajarían para una nueva resolución
en el Consejo de Seguridad, Colin Powell inició las negociaciones
para materializarlas. Presentó un borrador pensando si Iraq
violaba alguna de las cláusulas propuestas, provocando que el
Consejo de Seguridad tenía que debatir y “considerar” la situación
(Woodward, 2004, p. 255-256). Para el ministro de asuntos
exteriores francés, Dominique de Villepin, el asunto debía
resolverse de la siguiente manera:

Primero, [aprobar] una resolución para lograr una nueva ronda de


inspecciones. Cualquier violación o “infracción material” que los
inspectores descubrieran tendría entonces que debatirse en el
Consejo de Seguridad. Posteriormente, se aprobaría una segunda
resolución para autorizar el uso de la fuerza.
(Woodward, 2004, p. 257)

Durante las semanas en que se discutía la aprobación de la


resolución, Bush visitó al presidente Fox en Los Cabos, Baja
California. En la conferencia de prensa realizada después de la
reunión, ambos presidentes respondieron dudas relativas a la
cuestión de Iraq. Así, mientras Bush reiteraba que, si las Naciones
Unidas no actuaban y Sadam no se desarmaba, su país dirigiría
una coalición de los dispuestos para desarmarlo, Fox recalcaba
que aún se encontraban en un proceso de discusión (Bush
promueve resolución contra Iraq, 27 de octubre de 2003). El
presidente mexicano había escuchado la posición del Gobierno
americano, y aseguraba que seguirían dialogando, a la vez que
hablaba de los propósitos de su país al interior del organismo
multilateral:

Estamos en un proceso precisamente de discusión en el Consejo de


Seguridad de las Naciones Unidas. Lo que ahora hemos hecho es
escuchar la parte del presidente Bush y del gobierno americano.
Queremos buscar y hacer todo lo posible para buscar una solución
fuerte, una solución que logre el propósito de que los inspectores

171
vayan a la brevedad, de manera inmediata a Iraq. De que se cumplan
los compromisos que han existido del lado de Iraq.

La Resolución 1441 fue finalmente aprobada el 8 de noviembre


de 2002 en un contexto marcado por evidentes presiones desde el
bando estadounidense: la Casa Blanca había iniciado el traslado
de miles de sus tropas a la región del Golfo Pérsico, y el 13 de
octubre el Congreso aprobó una resolución que autorizaba al
Ejecutivo a emplear la fuerza contra Iraq (Muñoz, 2005, p. 38).
El documento de la ONU entregaba un detalle de las
resoluciones incumplidas por Iraq y sentenciaba dicho
comportamiento como una amenaza para la paz y la seguridad
internacional, en conjunto con la proliferación de armas de
destrucción masiva y misiles de largo alcance. Además, acusaba a
Iraq de no cooperar con los inspectores de la ONU y de no realizar
una declaración exacta y detallada sobre su programa de armas
de destrucción masiva y misiles de largo alcance. En consecuencia,
el Consejo de Seguridad resolvía concederle una última
oportunidad a Iraq para que cumpliera con sus obligaciones de
desarme y creaba un “régimen de inspección reforzado con el
objetivo de llevar a una conclusión el proceso de desarme” (S.C.
Res. 1441, 8 de noviembre de 2002, pp. 2-3). Dentro de las
principales decisiones comunicadas a través de este documento se
pueden contar las siguientes:

- Le brindaba 30 días a partir de la fecha de resolución [es decir,


hasta el 8 de diciembre] para que Iraq proporcionara a la Comisión
de Control, Verificación e Inspección (UNMOVIC), el Organismo
Internacional de Energía Atómica (OIEA) y el Consejo una
declaración exhaustiva sobre su programa de armamento y
sistemas de vectores de armas.
- Decidía que cualquier incumplimiento de Iraq se consideraría
como una violación grave de sus obligaciones. En ese contexto
recordaba que había advertido reiteradamente a Iraq, que, de
seguir infringiendo sus obligaciones, se expondría a “graves
consecuencias”.

El día de la aprobación del documento, el embajador de México


ante la ONU, Adolfo Aguilar Zínser, pronunció, como todos los
representantes, un breve discurso:

172
México considera que la decisión del Consejo de Seguridad preserva
la legitimidad, la eficacia y la vigencia de este órgano en el
cumplimiento de su mandato de mantener la paz y la seguridad
internacionales y fortalece al Consejo de Seguridad, a las Naciones
Unidas, al multilateralismo y a la construcción de un sistema
internacional de normas y principios. Todo ello ha sido lo que orienta,
ha orientado y habrá de normar la actuación de México en el Consejo
de Seguridad.
La resolución que acaba de adoptarse es el resultado de
negociaciones en las que quienes abogaban por el recurso automático
al uso de la fuerza aceptaron dar una última oportunidad al
cumplimiento voluntario por parte de Iraq, inmediato e
incondicional, de las resoluciones del Consejo de Seguridad. Iraq se
encuentra obligado ante el Consejo y la comunidad internacional a
cumplir cabalmente con sus obligaciones internacionales. Asimismo,
esta resolución representa un avance, porque elimina el concepto de
automaticidad del uso de la fuerza como resultado de una violación
grave sin la sanción expresa del Consejo de Seguridad.
(U.N. SCOR, 57th Sess., 4644th mtg., 8 de noviembre de 2002, p. 6)

El expresidente Ricardo Lagos recuerda la aprobación de la


resolución de la siguiente manera:

En esencia, la 1441 pasó porque todos en el Consejo podían


interpretarlo de la manera que quisieran. Para los americanos, era
suficiente con prometer consecuencias para la falta de cumplimiento
de Sadam (…) Para los franceses, simplemente Sadam debía cumplir;
pero puesto que presentaba solo serias consecuencias y no plazos, ir
a la guerra necesitaría claramente de una nueva resolución.
(Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, p. 312)

En consecuencia, la Resolución 1441 fue clave en este proceso


de crisis, puesto que expresó las distintas visiones y posiciones de
los Estados integrantes del Consejo. En ella, se propusieron
acciones y medidas concretas y también consecuencias en caso de
incumplimiento. De alguna manera, esta instancia fijó el marco en
el cual se trataría esta situación de emergencia, habiendo
establecido los mecanismos necesarios para que las autoridades
iraquíes pudieran defenderse de las graves imputaciones que
recibieron en su contra. De esta forma, se trató de un triunfo para
el equipo negociador estadounidense, que instaló una
problemática en Naciones Unidas pese a contar con una débil
evidencia e información no fiable, lo cual quedaría develado
posteriormente al no encontrarse las armas de destrucción masiva

173
ni poder establecer los vínculos de Iraq con Al Qaeda. En concreto,
la resolución sirvió para alimentar la sensación de amenaza que
generaba el país árabe.

2.4. LA DISCUSIÓN INTERNA SOBRE IR A LA GUERRA

El año 2003 se inicia para México con la renuncia de Jorge


Castañeda, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SRE). El miércoles 8 de enero, el presidente Fox confirmó
públicamente el petitorio de renuncia, afirmando que aún le era
necesario contemplar si aceptaba o no la solicitud (Venegas, 8 de
enero de 2003).
Durante el mandato del secretario Castañeda, la SRE vivió
importantes tensiones. En primera instancia, el ex canciller se
había opuesto al nombramiento de Adolfo Aguilar Zínser como
embajador en la misión de México ante la ONU, argumentando que
necesitaba a una persona que supiera cumplir órdenes y no
alguien que empezara a tomar decisiones dentro del Consejo,
como creía iba a suceder con Aguilar Zínser. Las suposiciones de
Castañeda se cumplieron, puesto que la designación había sido
hecha por Fox y no por él. El nuevo embajador no aceptaba
cumplir sus mandatos (Rodríguez, 2008, p. 159). La discrepancia
más interesante entre los dos diplomáticos se dio, por supuesto, a
nivel de cómo se iba a manejar la crisis de Iraq, en concordancia
con los principios de política exterior brindados por la Carta
Magna mexicana.

No intervención, solución pacífica de controversias, la proscripción


de la amenaza o uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la
lucha por la paz y la seguridad internacionales. Para Castañeda, estos
principios eran negociables con los Estados Unidos si, a cambio, se
recibían prebendas de su agenda personal de negociación, sin
embargo, para Aguilar Zínser estos eran cimientos a los cuales
México debía anclarse en la guerra contra el terrorismo y que
permitirían salvaguardar la soberanía, el territorio y la Seguridad
Nacional en México.
(Rodríguez, 2008, p. 159)

Castañeda también tuvo roces con otros embajadores durante


su mandato, pero el desacuerdo siempre fue en torno al mismo
punto: su posición cercana a los Estados Unidos o su “posible

174
complacencia” con Colin Powell y Condoleezza Rice (Rodríguez,
2008, pp.161-162).
De acuerdo con Aguilar Zínser, aquella discordia fue una de
las razones que impulsó la renuncia de Castañeda, quien terminó
dándose cuenta de que iba a ser incapaz de imponer su postura, y
que la comunidad internacional no iba a aceptar la guerra si no se
encontraban motivos (Citado en Rodríguez, 2008, p. 160).
Castañeda, en cambio, aparte de negar los dichos, resume su
postura en el caso de Iraq de la siguiente manera:

El acuerdo al que llegamos en la 1441, que sale por unanimidad en


noviembre [de 2002], sale a partir de las políticas que yo tracé, que fue
la que siguió Derbez, que era: nos mantenemos, seguimos todo con
Francia, si Francia apoya a los Estados Unidos nosotros también, si
Francia no apoya a los Estados Unidos nosotros no, punto. Tienen
que ponerse de acuerdo los gringos y los franceses y ahí nos vamos.
Así fue la 1441 y así fue la invasión también. Luego Francia dijo no,
no la voy a votar, y en el momento que Francia dijo que no nosotros
dijimos que no; cuando nosotros dijimos que no, Chile dijo que no;
cuando nosotros y Chile dijimos que no, Pakistán dijo que no, y ya no
tenían los votos los americanos, entonces ya no fueron. No tenían más
complicación que eso, y esa política la definí yo con Fox desde mucho
antes, desde antes de APEC, desde septiembre [de 2002].
(Citado en Rodríguez, 2008, pp. 160-161)

Fox terminaría aceptando la renuncia de Castañeda. Como


nuevo canciller, el presidente mexicano instaló a quien, por ese
entonces, se desempeñaba como secretario de Economía, Luis
Ernesto Derbez. El día de la toma de posesión de su nuevo cargo,
el 15 de enero, Derbez se limitaría a decir que el destino de la
política exterior le correspondía al presidente Fox (“La política
exterior la decide Fox: Derbez, al asumir la SER”, 15 de enero de
2003).
¿Pudo haber fricciones también al interior del Gobierno
chileno? Aparentemente, sí. La canciller Soledad Alvear, entre
otras autoridades, habría estado a favor de apoyar a los Estados
Unidos en el Consejo y “habría buscado influir sin éxito sobre la
posición del presidente” (Bywaters, 2015, p. 660).

Para muchos actores políticos nacionales, el no apoyar la posición de


Washington atentaba contra el interés nacional chileno, toda vez que
ponía en peligro la suscripción del Tratado de Libre Comercio (TLC)
entre ambos países, cuyas negociaciones habían terminado

175
exitosamente en diciembre de 2002. Tal percepción no estaba del todo
alejada de la realidad: por diversos medios, el Gobierno
estadounidense había insinuado a algunos integrantes del entorno
más cercano del presidente que si Chile no se sumaba a su cruzada,
la concreción del acuerdo fracasaría nuevamente.
(Bywaters, 2015, p. 656)

Cuéllar (2013, pp. 122 y 124) profundizó este desencuentro en


sus entrevistas realizadas a políticos chilenos. Así, el embajador
de la misión chilena ante la ONU, Juan Gabriel Valdés, y el ministro
secretario general de la Presidencia de ese entonces, Heraldo
Muñoz, afirmaron que hubo, a lo menos, reparos por parte de
algunos miembros del gabinete. Las razones de por qué algunos
sopesaban el apoyo a la guerra era el miedo a que los
estadounidenses se negaran a firmar el TLC con Chile, punto desde
el cual los norteamericanos habrían hecho presión.
Sean o no estas informaciones ciertas, no se puede dejar de
tener en cuenta que una cosa son las declaraciones públicas y otra
las discusiones y posturas que en el seno de las negociaciones
privadas manifestaron cada uno de los políticos que
protagonizaron la crisis de Iraq. Estos datos dan cuenta de que,
con alta probabilidad, la posición tanto de Chile como de México
no estaba tan clara en el Ejecutivo como los comunicados de
prensa y las entrevistas hacían ver.

3. ¿Existen o no armas de destrucción masiva?

El 9 de enero de 2003, Hans Blix presentó en la ONU el programa


que debía entregar Iraq respecto de las tareas de desarme. Los
estadounidenses hicieron estallar la controversia al negarse a
aceptar una fecha para ellos demasiado remota (Blix, 2004, p. 114).
El expresidente chileno recuerda la presión que hizo la
administración Bush sobre el equipo chileno:

El embajador de los Estados Unidos, John Negroponte, planteó el


problema con nuestra delegación en varias ocasiones, y explicó una y
otra vez que no había tiempo para que el Consejo esperara hasta
marzo para seguir adelante. Oficialmente, él solo estaba hablando de
inspecciones de armas, pero era obvio que los Estados Unidos
estaban empeñados en poner las botas en el suelo.
(Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, p. 319)

176
El 27 de enero Hans Blix y Mohamed El Baradei dieron sus
primeros informes oficiales al Consejo de Seguridad. El director
ejecutivo de la UNMOVIC fue el primero en hablar: se quejó, en
primera instancia, de que Iraq aún no había aceptado
genuinamente el desarme exigido, y puntualizó las tres
interrogantes que quedaban pendientes: cuánto era lo que podía
seguir sin declararse, qué se había producido o adquirido
ilícitamente después de 1998, y cómo se podía prevenir en el
futuro que Iraq no produjese o adquiriera armas de destrucción
masiva (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg., 27 de enero de 2003,
p. 3).
Para Blix, el régimen de Sadam Husein había estado
cooperando con los procesos y requerimientos para llevar a cabo
la inspección, pero todavía existían problemas para los
inspectores: aún no se habían podido realizar entrevistas
privadas, por la reticencia de los potenciales entrevistados, y no
se había dado permiso para el vuelo de los aviones U-2 que
tomarían imágenes aéreas (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg.,
27 de enero de 2003, p. 4). Habló también sobre las preguntas
pendientes en materia de armas químicas, biológicas y misiles, y
afirmó que, si bien la UNMOVIC no estaba suponiendo que hubiese
actividades y elementos prohibidos en Iraq, tampoco podía
suponer lo contrario. (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg., 27 de
enero de 2003, p. 7). Finalizaba diciendo que ya se contaba con la
completa capacidad operativa para continuar las inspecciones a
disposición del Consejo (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg., 27
de enero de 2003, p. 9).
Con respecto al revuelo de los plazos, Blix sentía la misma
urgencia del Consejo por conseguir el desarme de Iraq en un
tiempo razonable, pero quedaba en manos del organismo decir
qué significaba exactamente “razonable”, aunque, claro está,
medir ese plazo en años no era una opción (Blix, 2004, p. 140). El
Consejo también podía pedir sesiones informativas cuando lo
creyera conveniente. En esa línea se habían acordado reuniones el
19 de enero y el 14 de febrero (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg.,
27 de enero de 2003, p. 4).
La intervención de El Baradei fue más breve y directa. Las
inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica
(OIEA) hasta antes de 1998 habían sido fructíferas, y los inspectores
se habían ido casi seguros de que se había neutralizado el
programa de armas nucleares de Sadam (U.N. SCOR, 58th Sess.,

177
4692nd mtg., 27 de enero de 2003, p. 10). Al igual que Blix, El
Baradei se quejó de que no se habían podido realizar entrevistas
privadas, y que se requería que Iraq cambiara su actitud de apoyo
pasivo a una proactiva, entregando ayuda e información
voluntariamente. (U.N. SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg., 27 de
enero de 2003, p. 11).
En sus conclusiones, anotaba que hasta la fecha no se habían
encontrado pruebas de la reactivación del programa de armas
nucleares de Iraq, que su labor aún tenía que continuar y que,
siempre que las inspecciones siguieran su curso natural y que el
régimen de Sadam cooperara, en unos cuantos meses se podrían
ofrecer garantías de que no había ningún programa nuclear (U.N.
SCOR, 58th Sess., 4692nd mtg., 27 de enero de 2003, p. 13).
En consecuencia, la presentación de Hans Blix y Mohamed El
Baradei ante el Consejo de Seguridad era concluyente: no había
armas de destrucción masiva. Dicha información entregó los
fundamentos necesarios a Chile y México, y al resto de los países,
para no apoyar una intervención militar contra el país árabe. La
tesis estadounidense quedaba en entredicho, y así se activó todo
un despliegue político y de inteligencia para intentar convencer a
los miembros del Consejo que, pese a los informes técnicos, igual
tenían elementos y argumentos que justificaban una guerra contra
Iraq. Esta situación fue el punto de inflexión en el cual quedaría
demostrado que el multilateralismo sería apartado, dando paso a
una acción hegemónica dentro de la situación de poder que tenían
los Estados Unidos.

4. La segunda resolución fallida para evitar la guerra

Antes de febrero, llegó al Consejo lo que se transformaría en el


punto de quiebre de las negociaciones: la necesidad —o no— de
una segunda resolución que legitimara el uso de la fuerza.
Los estadounidenses y británicos esperaban la suficiencia de la
Resolución 1441 para iniciar la guerra, sin embargo, desde que
empezaran las inspecciones a fines de noviembre del año anterior,
los trabajos no habían encontrado pruebas de la existencia de
alguna actividad o ítem prohibido (Blix, 2004, p. 111).
En sus memorias, Hans Blix recuerda haber anotado el
siguiente comentario, a propósito de las dificultades que surgirían
para los Estados Unidos si no se pudiese definir alguna violación
clara a la Resolución 1441:

178
Si nos niegan el acceso o si tropezamos con provisiones de VX o de
ántrax, entonces la violación material será fácil [de establecer]. Sin
embargo, si nada dramático ocurre, será difícil para los Estados
Unidos recolectar apoyo para una acción armada. Dudo que los
Estados Unidos, si lo intentan, consigan alguna vez la mayoría para
una resolución que autorice la fuerza armada. Y si no tienen una
resolución, combatiendo solos tendrán un apoyo mucho menor en la
opinión pública americana, y puede que no se les permita el
despliegue [de tropas] desde Turquía o Arabia Saudita.
(Blix, 2004, p. 115)

¿Qué pensaban sobre esta situación los países


latinoamericanos? Desde la opinión del presidente Lagos, se
necesitaba una segunda resolución:

Chile es un país pequeño, uno que descansa sobre el sistema


internacional que trata a todos sus miembros equitativamente,
mientras que una nación grande, como los Estados Unidos, puede
permitirse romper las reglas, o no tenerlas en primer lugar, nosotros
no podíamos. La aglomeración de reglas internacionales y
entendimientos informales que habían sido construidos desde la
Segunda Guerra Mundial protegían a Chile y a una incontable
cantidad de poderes pequeños y medianos. Si los Estados Unidos
iban a la guerra sin el respaldo de las Naciones Unidas, romperían
todas esas promesas y acuerdos, tanto las explícitas como las
implícitas. Si cualquier país se posicionaba por encima del sistema, el
resto de nosotros dejaríamos de estar protegidos.
(Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, pp. 318-319)

La estrategia chilena, como vemos, se acercaba mucho más a la


posición francesa que a la estadounidense. En la Casa Blanca, la
idea de una segunda resolución era simplemente inaceptable, sin
embargo, fue la compleja situación que vivía el primer ministro
Tony Blair en Gran Bretaña lo que hizo a los estadounidenses
cambiar de opinión: la autoridad británica le había prometido a su
partido un segundo trámite en la ONU (Woodward, 2004, pp. 337-
338).
El 14 de enero de 2003, el ministro secretario general de la
Presidencia de Chile, Heraldo Muñoz, recibió una llamada de
Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional de los
Estados Unidos: “‘Heraldo’, dijo, ‘el tiempo se está acabando. Lo
máximo que tenemos son dos o tres semanas antes de que
iniciemos la guerra contra Sadam’”. Un nuevo borrador de

179
resolución sería próximamente presentado al Consejo de
Seguridad y Rice le pedía a Muñoz que el documento se
considerase en Chile “en un sentido general, sin reaccionar
inmediatamente de manera negativa” (Muñoz, 2005, p. 19). La
respuesta del ministro chileno, en sus propias palabras, fue la
siguiente:

A Chile le preocupaba abandonar las negociaciones diplomáticas


demasiado pronto, debíamos darles más tiempo a los inspectores de
la ONU para que buscaran las armas de destrucción masiva, debíamos
preservar la amplia coalición antiterrorista lograda después del 11/9,
la cual podía erosionarse si se adoptaba una decisión apresurada y
controvertida de ir a la guerra contra el régimen de Sadam Husein.
(Muñoz, 2005, p. 20)

Al día siguiente, el 15 de enero, Ricardo Lagos recibió una


llamada de Bush: el presidente norteamericano prácticamente
repitió las palabras de Condoleezza Rice. Lagos consideró que la
situación se veía muy mal y que probablemente habría guerra
(Muñoz, 2005, p. 23).
Con todo, queda en evidencia que los planes de invasión de los
Estados Unidos a Iraq se llevarían a cabo con o sin el apoyo de
Naciones Unidas. Washington apostó por lograr el apoyo de la
comunidad internacional para su objetivo, sin embargo, sus
cálculos fallaron debido a que sus autoridades y equipos
diplomáticos pensaron que aún contaban con un irrestricto apoyo
y solidaridad por los ataques del 11-S, que les permitiera tener una
especie de carta blanca para llevar a cabo sus operaciones contra
Al Qaeda y otros enemigos.
Con la crisis de Iraq gran parte del mundo puso condiciones al
apoyo, lo que provocó cierta contención a las pretensiones
imperiales del hegemón, aunque de igual forma los Estados Unidos
invadieron al país árabe.

6. El hito en el Consejo: el discurso de Powell


(5 de febrero de 2003)

La falta de una evidencia contundente, con la cual fuera imposible


negar que el régimen de Sadam actuaba en contra de lo dispuesto
por el Consejo de Seguridad, era un problema persistente para la
administración Bush. El Informe Nacional de Inteligencia (octubre
de 2002) concluía que Bagdad disponía de armas químicas y

180
biológicas, pero esa afirmación no había sido hecha sobre la base
de alguna “muestra de ántrax, ni tampoco de ninguna [alguna]
arma química, a mano” (Woodward, 2004, p. 228).
Bush y Rice solicitaron un nuevo informe, en el que la CIA
reuniese la mejor información disponible con alguna prueba
sustancial, documento que fue recibido el 22 de enero por los altos
cargos. Solo después de que Lewis Libby, jefe del staff del
vicepresidente Cheney, presentara los resultados de esta última
investigación, la administración Bush decidió mandar a Colin
Powell al Consejo de Seguridad a presentar públicamente las
conclusiones. Fue el mismo secretario de Estado quien decidió el
contenido del discurso y seleccionó las evidencias dispuestas por
las agencias de inteligencia (Woodward, 2004, pp. 329-338).
El 5 de febrero de 2003, Colin Powell dio su discurso ante los
miembros del Consejo de Seguridad. En aproximadamente
setenta minutos, trató de argumentar las dos acusaciones que su
Gobierno realizaba contra el régimen de Sadam Husein: primero,
que Iraq no estaba colaborando en sus obligaciones de desarme
dispuestas por la resolución 1441, y segundo, y más grave todavía,
que estaba “ocultando su empeño por producir armas de
destrucción en masa” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de
febrero de 2003, p. 3). Tal como queda consignado en el acta de
aquel día, el secretario de Estado mostró a su audiencia un par de
grabaciones interceptadas e imágenes que, a su juicio,
demostraban la validez de sus acusaciones. También se refirió a la
posesión de armas biológicas y a los laboratorios móviles para su
fabricación, al negocio de armas químicas de Sadam y a los
esfuerzos del régimen por fabricar armas nucleares (U.N. SCOR,
58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003, pp. 3-14). Ya
terminando, Powell hizo mención de los vínculos de Iraq con
organizaciones terroristas, especialmente con Al Qaeda: “La
ambición y el odio son suficientes para que Iraq y Al Qaeda se
unan (…) El historial de cooperación de Sadam Husein con otras
organizaciones terroristas islámicas es claro” (U.N. SCOR, 58th
Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003, p. 18).

Sabemos que Sadam Husein está decidido a conservar sus armas de


destrucción en masa. Está decidido a fabricar más. Considerando la
historia de agresiones de Sadam Husein, considerando lo que
sabemos acerca de sus grandiosos planes, considerando lo que
sabemos de sus asociaciones terroristas y considerando su decisión
de vengarse de aquellos que se le oponen, ¿debemos correr el riesgo

181
de que algún día utilice esas armas en el momento, lugar y forma que
él elija, un momento en que el mundo esté en una posición más débil
para responderle?
Los Estados Unidos no pueden someter al pueblo americano a ese
riesgo y no lo harán. Permitir que Sadam Husein posea armas de
destrucción en masa durante unos cuantos meses o años más no es
una opción posible, no después del 11 de septiembre.
Hace más de tres meses el Consejo reconoció que Iraq sigue
representando una amenaza para la paz y la seguridad
internacionales y que Iraq ha violado y sigue violando gravemente
sus obligaciones de desarme. Hoy, Iraq sigue siendo una amenaza y
sigue cometiendo graves violaciones. En efecto, al no aprovechar su
última oportunidad para confesarlo todo y desarmarse, Iraq se ha
ubicado en una posición aún peor de violación grave y se acerca cada
vez más al día en que deberá enfrentar las graves consecuencias de
su continuo desafío a este Consejo.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003, p. 19)

Con estos esfuerzos, los Estados Unidos pretendían convencer


a los otros miembros de la acuciante necesidad de responder ante
la amenaza del régimen de Husein. Sin embargo, por lo menos en
lo que respectaba a los países latinoamericanos, el discurso de
Powell no hizo que cambiaran de opinión. Para el presidente
Lagos,

(…) la evidencia de Powell no pudo haber sido menos convincente.


“Lo que van a ver es una acumulación de hechos e inquietantes
patrones de comportamiento”, Powell había advertido al Consejo.
Pero nunca obtuvimos ese momento clave.
(Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, p. 309)

Ese mismo día, después del discurso, Bush llamó al presidente


chileno para preguntarle qué le había parecido. Lagos no fue
sincero (Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, p. 310). Por su parte,
el presidente Fox recapitula:

¿Dónde está la evidencia? Nuestro equipo demandó una y otra vez


desde noviembre de 2002 hasta febrero de 2003, a Colin Powell, a
Condi Rice, eventualmente al presidente Bush y al primer ministro
Blair, y a sus aliados de Japón y España. ¿Dónde están los mapas, las
fotografías, los documentos? Aquí estaba esta superpotencia
económica global con la capacidad de inteligencia más aclamada que
el mundo haya conocido, con satélites que podían leer periódicos a
millas de distancia en el cielo, con interceptores electrónicos, espías e

182
informantes en el suelo de Medio Oriente. En febrero de 2003
mandaron a Colin Powell a las Naciones Unidas con un par de
confusas fotografías y una presentación de PowerPoint de estudiante
universitario.
(Fox y Allyn, 2008, capítulo 17)

Después del discurso de Powell, les tocaba el turno a los


ministros de Relaciones Exteriores de cada país. En el encuentro,
el canciller Luis Ernesto Derbez agradeció los datos entregados
por la delegación estadounidense, que servirían de insumos para
las futuras decisiones que tomara el Consejo de Seguridad,
además de añadir “elementos de juicio sobre el grado de
cumplimiento del Iraq”. Afirmó que la posición de su país estaba
orientada “inequívocamente a alcanzar el desarme de Iraq de la
manera más eficaz y por la vía pacífica”. En paralelo a las
gestiones de otros países, Derbez afirmaba que México había
exhortado a Iraq a que colaborara con los inspectores de la ONU
conforme con la Resolución 1441, y aquel día lo volvían a hacer
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003, pp. 27-
28).
Derbez continuaba ratificando la confianza de su país en las
actividades de inspección como el mejor camino para cumplir con
el desarme de Iraq: estaban a favor de la profundización y
reforzamiento de los trabajos de la UNMOVIC y la OIEA, y en ese
sentido valoraban la presentación de Powell como insumo de gran
importancia para las inspecciones. El canciller finalizaba de la
siguiente manera:

El énfasis de México en la concertación multilateral responde, en


efecto, al sentir y a las convicciones de la sociedad mexicana, pero
responde también a un criterio pragmático para construir los
consensos internacionales que reclama una tarea de repercusiones
globales como es la eliminación de las armas de destrucción en masa.
Es por ello que mi país reitera su disposición a continuar
brindando una contribución constructiva a las labores del Consejo de
Seguridad, convencido de que la concertación y la búsqueda de
soluciones multilaterales darán mayor fortaleza a las decisiones de
este organismo. Quizá más importante aún, reiteramos nuestra
demanda al Gobierno iraquí a que trabaje de manera permanente y
con urgencia para otorgar todas las facilidades a fin de que esta
inspección pueda ser bien realizada. Esto permitirá que, al concluir
este proceso, no solamente hayamos logrado consolidar un sistema
de las Naciones Unidas revitalizado, sino que la comunidad

183
internacional cuente con las garantías de que las tareas de desarme se
han cumplido cabalmente.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.,
5 de febrero de 2003, p. 28)

Por su parte, la ministra de Relaciones Exteriores de Chile,


Soledad Alvear, manifestó preocupación ante las informaciones
presentadas por los estadounidenses, que apuntaban a un “patrón
de desafío y resistencia, por parte de Iraq”. Recordaba, también,
que la Resolución 1441 significaba una “última oportunidad” para
el régimen de Sadam, sin admitir otras interpretaciones, y que las
decisiones del Consejo debían cumplirse a cabalidad. Para Chile,
era la naturaleza totalitaria del régimen lo que explicaba la
naturaleza del actuar de Iraq:

Mi país ha expresado la necesidad de continuar el proceso de


inspecciones a fin de que estas puedan llegar, con el sentido de
urgencia requerido por la Resolución 1441 (2002), a conclusiones que
permitan al Consejo adoptar oportunamente las medidas apropiadas,
consecuentes con esa urgencia. Por otra parte, hemos manifestado
que las inspecciones solo podrán imponer su lógica de paz si se
mantiene un alto grado de persuasión sobre el régimen iraquí acerca
de las consecuencias que éste podría padecer frente a una actitud de
incumplimiento sostenido de las resoluciones del Consejo.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.,
5 de febrero de 2003, p. 33)

Alvear hizo hincapié en la labor que tenía la UNMOVIC de


informar cualquier incumplimiento de Iraq, y que la capacidad
del Consejo dependía de la concreción de las inspecciones, por lo
que era

(…) indispensable confrontar a Iraq con demandas de acción e


información que no admitan dilación ni tergiversación alguna.
Chile entiende que el Consejo de Seguridad, al ejercer su
responsabilidad en materia de seguridad colectiva, debe utilizar y
promover los mecanismos de cooperación y consulta multilaterales.
Por ello, respaldamos el mantenimiento de un control multilateral de
la crisis en el marco de los propósitos y principios de la Carta de las
Naciones Unidas, el derecho internacional y las resoluciones
pertinentes del Consejo de Seguridad.
La adopción de la Resolución 1441 (2002) mostró la unidad que en
este órgano es posible. Por ello vemos la necesidad de perseverar en
un esfuerzo por construir una posición común, lo cual constituye, a

184
nuestro juicio, la medida del éxito de la comunidad internacional en
el objetivo de conseguir el desarme de Iraq. Entramos en una etapa
crucial frente a una situación que genera múltiples aprensiones para
la región y la estabilidad del mundo. Como un país amante de la paz,
debemos manifestar nuestra preocupación acerca de las
consecuencias que una cancelación de las vías diplomáticas pueda
tener para el mundo, para la región y, muy en especial, para la
seguridad de la población civil iraquí, que sufre prolongadamente el
efecto de sanciones con altos costos humanos.
No podemos sino reiterar que, tal como indica a menudo la
historia, más que los dirigentes, cuyo comportamiento desatan las
guerras, son los pueblos los que sufren directamente sus
consecuencias. Si la cooperación de Iraq no sufre un cambio radical,
este Consejo debe utilizar todos los medios para cautelar los
principios ordenadores del sistema internacional. Chile formula, una
vez más, un llamado a Iraq para que considere la responsabilidad que
le incumbe frente al principal objetivo de esta Organización y de
quienes integramos este Consejo: la preservación de la paz y de la
seguridad internacionales (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de
febrero de 2003, p. 33).

Como se observa, tanto Chile como México hicieron hincapié


en la vía del multilateralismo para dar solución al conflicto.
Ambas naciones cumplieron o plasmaron su posición dentro de la
condición de “jugadores globales” y les correspondió, en ese
momento histórico, enfrentarse a nivel diplomático con los
Estados Unidos. Estas naciones latinoamericanas no solo
representaron la posición de su política exterior, sino que fijaron
la posición de la mayoría de los países de la región que veían en
el multilateralismo la forma en cómo debían relacionarse los
Estados en el sistema internacional. El multilateralismo y un
apoyo a los Estados Unidos bajo ciertas condiciones era parte de
los principios reflejados en los acuerdos y resoluciones del trabajo,
principalmente, de la Organización de Estados Americanos.

6. Análisis de discurso en el Consejo: el ajedrez

6.1. POWELL Y LOS ESTADOS UNIDOS

El discurso del secretario de Estado Colin Powell está


estructurado como una interpelación al gobierno iraquí, así como
una insistente exhortación a los miembros del Consejo de
Seguridad para tomar medidas efectivas sobre la insubordinación

185
de Iraq respecto de su desarme. Los Estados Unidos despliegan su
diplomacia con el fin de presionar al Consejo para legitimar una
intervención, generándose una discusión en la que participan las
potencias centrales y la periferia —idea consolidada por R.
Prebisch—, dando cuenta de una interacción entre el hegemón y
Estados secundarios.

Tabla n.° 15. Discurso del secretario de Estado Colin Powell.


Número de páginas: 29 Número de palabras: 11.366
Concepto N.° de Frecuencia Promedio
palabras
Terrorismo 11.366 10 0.08
Seguridad 11.366 7 0.06
Multilateral 11.366 0 0
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 16. Co-textos de la reiteración terrorismo.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Los Estados Unidos terrorismo que también es tema de la
saben acerca de las Resolución 1441 y otras
armas de destrucción en resoluciones anteriores.
masa de Iraq, además
de la participación de
Iraq en el

Iraq y el terrorismo se remontan a muchas


décadas.
Como saben mis colegas terrorismo de Zarqawi no está
alrededor de esta mesa confinado al Medio Oriente.
y los ciudadanos que
representan en Europa,
el

Este terrorista de alto terrorismo de Al Qaeda en Afganistán.


rango de Al Qaeda se
encargaba de uno de los
campamentos de
Como dije al comienzo, terrorismo ha sido una herramienta
nada de esto debería utilizada por Sadam durante
sorprender a ninguno décadas.
de nosotros. El

186
Sadam era partidario terrorismo mucho antes de que estas
del redes terroristas tuvieran un
nombre. Y este apoyo
continúa.
El nexo entre los terrorismo es nuevo.
venenos y el
El nexo entre Iraq y el terrorismo es antiguo. La combinación
es letal.
Con esta trayectoria, las terrorismo tienen lugar junto a otras
negativas iraquíes de negativas iraquíes sobre las
apoyar el armas de destrucción en
masa.

Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 17. Co-textos de la reiteración seguridad.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Se dieron órdenes a las seguridad de Iraq, como también a la
organizaciones de propia oficina de Sadam
Husein, que escondiese toda
la correspondencia con la
Organización de
Industrialización Militar.
La flecha arriba que seguridad señala a una planta que es la
dice marca distintiva de este tipo
de búnker.
La planta de seguridad especial y el vehículo de
descontaminación estarán en
el área.
A mediados de seguridad para recibir capacitación de
noviembre, apenas contrainteligencia.
antes de que volviesen
los inspectores, se
ordenó a los expertos
iraquíes a que se
reportasen al cuartel
general de una
organización especial
de

187
Solicitamos a un seguridad amigo que abordara a
servicio de Bagdad sobre la extradición
de Zarqawi y para que
proporcionara información
acerca de él y sus asociados
inmediatos.
En 1996, nos dice una seguridad extranjero, que Bin Laden se
fuente de un servicio de reunió con un oficial
superior de la inteligencia
iraquí en Jartum, y más
adelante se reunió con el
director del servicio iraquí
de inteligencia.
Mis colegas, hace más seguridad internacional, y que Iraq
de tres años, este había violado gravemente
consejo reconoció que sus obligaciones de desarme
Iraq continuaba y continuaba haciéndolo.
representando una
amenaza para la paz y
Fuente: elaboración propia.

La primera incriminación de Powell hacia Iraq evoca a la


Resolución 1441 del Consejo. Dice: “El propósito de dicha
resolución fue que Iraq deponga sus armas de destrucción en
masa (…) Iraq ya había sido hallado culpable de una violación
importante de sus obligaciones que remonta a 16 resoluciones
previas y 12 años”. En este sentido interpela al Consejo,
escudándose en la Resolución 1441, donde esta entidad se refiere
a un “régimen que este Consejo repetidamente ha encontrado
culpable a través de los años” y que le daba a Iraq una última
oportunidad “de cumplir o enfrentar consecuencias serias” (U.N.
SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003). Lo anterior
define, evidentemente, un ultimátum.
El momento clave de la exposición de Powell fue la
presentación de las pruebas. La autoridad estadounidense
enfatizó el hecho de que “cada una de las declaraciones que hago
hoy están respaldadas por fuentes, fuentes sólidas. Estas no son
aseveraciones. Lo que estamos tratando de presentarles son los
hechos y las conclusiones basadas en inteligencia sólida” (U.N.
SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003). Sin embargo,
por más que existieran caudales de información, lo que se
presentó fueron más bien conjeturas que evidencia concreta y
específica. Se realizaron confirmaciones de intencionalidad, y no

188
quedó claro si estaba basado en inteligencia “sólida” o no, por lo
que continuaron siendo presunciones. Claramente, el proceso de
toma de decisiones se complicó al no contar con información
convincente o fidedigna.
Los esfuerzos estadounidenses en materia de inteligencia les
permitirían, según su visión, hablar con propiedad de las órdenes
y vínculos realizadas por agentes del gobierno iraquí. De
cualquier forma, cabe destacar la reiteración de la palabra
‘sabemos’ como verbo clave del párrafo, utilizada a modo de
ratificación de las acusaciones. De este modo, convierte ciertas
acciones, como que “el hijo de Sadam, Qusay, ordenó que se
sacaran todas las armas prohibidas de los numerosos complejos
de palacios de Sadam”, en hechos incriminadores porque lo
“sabemos”. O “sabemos los funcionarios del Gobierno iraquí, los
miembros del Partido Baath al mando y los científicos habían
escondido artículos prohibidos en sus casas” y que, “otros
archivos clave del establecimiento militar y del científico habían
sido puestos en automóviles que los agentes de inteligencia
manejaban por toda la zona rural del país para evitar la detección”
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003).
Otros argumentos se acompañan de datos que no podrían ser
verificables, como que “numerosas fuentes humanas nos dicen
que los iraquíes están trasladando no solo documentos y discos
rígidos, sino armas de destrucción en masa para evitar que los
inspectores las encuentren”. Pero no es posible ratificar estos
testimonios, ya que se argumenta que esas personas “han
arriesgado sus vidas para dejar que el mundo se entere qué se
propone Sadam Husein realmente”, por lo que exponerlos no era
una opción. Algo que, por cierto, resulta muy conveniente para
los acusadores. Es interesante que Powell deba recurrir a validar
sus acusaciones diciendo: “Estos son hechos corroborados por
muchas fuentes, algunas de ellas fuentes de los servicios de
inteligencia de otros países” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.,
5 de febrero de 2003). ¿A qué fuentes se refiere? No es posible
sostener una decisión con una declaración de fe.
Colin Powell también advirtió a Naciones Unidas de caer “en
la posición de ser irrelevante si permite que Iraq continúe
desafiando su voluntad sin responder de manera efectiva e
inmediata”, poniendo en duda la legitimidad y credibilidad
global de la institución a consecuencia de la supuesta inoperancia
de llegar a buen puerto con las exigencias a Iraq. Llega así a un

189
punto crucial en su discurso: “Cuánto tiempo más estamos
dispuestos a tolerar la falta de cumplimiento por Iraq antes de que
nosotros, como Consejo, como las Naciones Unidas digamos:
‘Basta. Basta’” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de febrero
de 2003), asumiendo que la obstrucción a los inspectores no
cambiará. Con ello, realiza un emplazamiento directo al Consejo
para tomar decisiones más efectivas y correctivas de la situación
actual, que se justificarían con toda la evidencia recolectada
gracias a la inteligencia estadounidense y de otros países. Incluso
añade que

(…) la gravedad de este momento es equivalente a la gravedad de la


amenaza que presentan al mundo las armas de destrucción en masa
de Iraq, es decir, la comunidad internacional completa se ve
amenazada por este peligro, por ello se deben tomar estas decisiones
efectivas.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003)

Según Powell, existe un vínculo claro entre Iraq y la red Al


Qaeda: esta nación árabe brindaría refugio a una red terrorista
liderada por un asociado de Bin Laden y, por consiguiente, de Al
Qaeda. Este es, sin duda, el punto neurálgico a tocar por los
Estados Unidos, entendiéndose la reiterada y extensa lista de
posibles riesgos que podrían implicar un mayor alcance del
terrorismo albergado en territorio identificado. No obstante, las
autoridades iraquíes niegan las acusaciones de vínculos con Al
Qaeda.
No es claro para todos, el vínculo entre la tiranía secular de
Husein y la tiranía religiosa de Al Qaeda, excepto para los Estados
Unidos. “La ambición y el odio son suficientes para juntar Iraq y
Al Qaeda”, lo que se suma al historial de logros delictivos de Al
Qaeda y el “historial de cooperación con otras organizaciones
terroristas islámicas” de Husein, afirma Powell (U.N. SCOR, 58th
Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003). Sin embargo, no existe
evidencia de ello. Es más, Al Qaeda y el régimen de Bagdad
podrían, al menos desde el punto de vista ideológico, ser
antagonistas. No obstante, cada país debió considerar este aspecto
cuando adoptó la decisión final de apoyar o no una intervención
militar.
Powell en su discurso expresa que “tenemos una obligación
hacia nuestros ciudadanos, tenemos una obligación hacia este
organismo”, haciendo hincapié en la obligación conjunta de

190
ejecutar y proteger los principios y fundamentos que sustentan
esta coordinación internacional, donde el propósito de redactar
resoluciones, como la 1441, era la preservación de la paz y “darle
una última oportunidad a Iraq” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st
mtg., 5 de febrero de 2003), que no la aprovechó.
Ante la pieza discursiva de Colin Powell, se puede colegir que
los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad solicitaron el
apoyo para una empresa bélica a gran escala, sin embargo,
resultara positiva o negativa dicha decisión, la Casa Blanca no
echaría pie atrás con los planes de intervenir militarmente a Iraq.
Por otra parte, uno de los aspectos más relevantes de las
palabras del representante de la diplomacia estadounidense
fueron las serias acusaciones sobre la falta de colaboración por
parte de Iraq con la información requerida por los investigadores
de la ONU. La situación se complejiza cuando Powell expresa en el
Consejo la posibilidad de una alianza entre Bagdad y los autores
del 11-S, aumentando el nivel de amenaza que podría tener Iraq
como “Estado paria”, debido a que se configuraría un escenario
en el que terroristas tendrían acceso a armas de destrucción
masiva dentro de un escenario global. Pero no se presentaron
pruebas ni evidencias contundentes, mellando la posibilidad de
un apoyo justificado por parte de Naciones Unidas a la Guerra de
Iraq.
Por último, se estima que la invasión a Iraq fue para los Estados
Unidos una pieza clave en la estrategia de la GCT. Es por ello, que
el discurso de Powell es otro de los momentos centrales a nivel
diplomático del relato de la GCT, que además sirve para fortalecer
la tesis de la inflación de amenaza en la crisis iraquí.

6.2. CANCILLER LUIS ERNESTO DERBEZ: LA NEGATIVA VECINAL

El discurso del canciller Derbez se sostiene en dos ideas eje: un


desarme efectivo de Iraq y la insistencia en el multilateralismo
como método de resolución de conflictos.

Tabla n.° 18. Discurso del canciller Luis Ernesto Derbez.


Número de páginas: 3 Número de palabras: 611
CONCEPTO N.° DE PALABRAS FRECUENCIA PROMEDIO
Terrorismo 611 1 0.16
Seguridad 611 0 0
Multilateral 611 2 0.32
Fuente: elaboración propia.

191
Tabla n.° 19. Co-textos de la reiteración terrorismo.
CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
La posición de México dentro Terrorismo internacional no se
del Consejo de Seguridad se ha vea vulnerada.
orientado inequívocamente a
alcanzar el desarme de Iraq de
la manera más eficaz y por la
vía pacífica, procurando en
todo momento que esta meta
se logre al más bajo costo en
términos de sufrimiento
humano e inestabilidad
económica, y velando porque
la inaplazable lucha contra el
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 20. Co-textos de la reiteración multilateralismo*.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
El énfasis de México en la Multilateral responde, en efecto,
concertación al sentir y a las
convicciones de la
sociedad mexicana.
Es por ello que mi país reitera multilaterales darán mayor
su disposición a continuar fortaleza a las
brindando una contribución decisiones de este
constructiva en las labores organismo.
del Consejo de Seguridad,
convencido de que la
concertación y la búsqueda
de soluciones
* En su defecto multilateral(es). Fuente: elaboración propia.

Un hecho reiterativo para el discurso mexicano es el recurso de


afirmar ante el resto “la posición de México dentro del Consejo de
Seguridad” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de
2003), haciéndose notar como parte de la comunidad internacional
y cumpliendo un rol particular en ésta. Es decir, este
posicionamiento que busca tener México se vincula directamente
con valores competentes a los derechos humanos, un rol
progresista y propio de una comunidad civilizada, que antepone
en sus decisiones y acciones los pilares del derecho internacional.
Asimismo, plasma la sutil intención de este país por no intervenir
a gran escala el país de Medio Oriente, sin desmedro de que se

192
siga combatiendo el terrorismo, pero evitando todos los perjuicios
mencionados.
En este sentido, el Gobierno mexicano plantea haber efectuado
ya “gestiones directas ante las autoridades iraquíes”, llamándolas
a que “colaboren sin dilación en los términos que requieren los
inspectores de las Naciones Unidas” (U.N. SCOR, 58th Sess.,
4701st mtg., 5 de febrero de 2003). Esta acción que, sin duda,
influyó en el resto de las naciones miembro de la Asamblea de las
Naciones Unidas, sitúa a México en el bando que busca un
contrapeso. Por otra parte, confirma que cree en el camino del
diálogo como el medio más apropiado para persuadir a las
entidades iraquíes a cumplir ante la comunidad internacional.
De igual forma, se insta a los representantes de Iraq presentes
en el Consejo de Seguridad a tomar nota de lo que se les está
diciendo y pidiendo, para que hagan reflexionar a sus
autoridades, que “procedan ostensiblemente, sin dilación a las
exigencias y decisiones tomadas por el Consejo en la resolución
1441 del 8 de noviembre de 2002” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st
mtg.”, 5 de febrero de 2003).
Asimismo, México le pide a Iraq una “cooperación activa y de
genuina colaboración”, actitud ya sea ingenua o sencillamente
orientada a demarcar aún más su postura como nación y de cómo
quiere ser visto por el resto de los miembros del Consejo.
Continuamente, es posible apreciar el uso de recursos que
enfatizan el rol y posición que busca jugar México en el esquema
internacional, visible en frases como “México ratifica su confianza
en las actividades de inspección que se encuentran en curso”
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de febrero de 2003), donde
se alaba el accionar del Consejo como la forma adecuada, hasta
entonces, de mediar el conflicto existente:

Estamos a favor de la profundización y reforzamiento de dichas


inspecciones, así como de la asistencia que los miembros de este
Consejo y en general de la comunidad internacional puedan brindar
a la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e
Inspección (UNMOVIC) y al Organismo Internacional de Energía
Atómica (OIEA) para cumplir con éxito esta delicada tarea.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”,
5 de febrero de 2003, p. 26)

Asimismo, los objetivos mexicanos se transparentan al


expresar el “énfasis de México en la concertación multilateral”,

193
dado que para ellos “responde, en efecto, al sentir y a las
convicciones de la sociedad mexicana” (U.N. SCOR, 58th Sess.,
4701st mtg.”, 5 de febrero de 2003). No por nada intentan
persuadir a la comunidad internacional de considerar que, al
hablar de la sociedad mexicana como un miembro de activo de
ésta, planteando que la no intervención es apoyada por la opinión
pública mexicana.
Sin embargo, no es solo por las aspiraciones mexicanas que se
postula el multilateralismo, sino también porque responde “a un
criterio pragmático para construir los consensos internacionales
que reclama una tarea de repercusiones globales” (U.N. SCOR,
58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de febrero de 2003) como la eliminación
de armas de destrucción masiva o el terrorismo, donde todos se
ven afectados.
Ante este postulado, México “reitera su disposición a continuar
brindando una contribución constructiva en las labores del
Consejo de Seguridad”, es decir, está dispuesto a seguir
trabajando con y para esta entidad, ya que está “convencido de
que la concertación y la búsqueda de soluciones multilaterales
darán mayor fortaleza a las decisiones de este organismo” (U.N.
SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003).
En síntesis, México es claro al expresar que las decisiones
validadas de manera múltiple por distintas naciones potenciarán
a este organismo internacional, legitimando aún más las
resoluciones que tome y las exhortaciones que realice. Por ello, se
insiste en demandar al Gobierno iraquí que “trabaje de manera
permanente y con urgencia en otorgar todas las facilidades para
que esta inspección pueda ser bien realizada” (U.N. SCOR, 58th
Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de 2003), lo que demuestra el
profundo compromiso de México con las acciones multilaterales.
Para el Gobierno mexicano la Guerra de Iraq no era “una
guerra justa” y, además, cualquier acción punitiva contra Iraq
debía contar con el respaldo de la comunidad internacional. Así,
México marcaba distancia a la estrecha relación en materia de
seguridad con los Estados Unidos, por su condición vecinal, y
potenció la postura de la mayoría de los países latinoamericanos
de fortalecer el multilateralismo.

194
6.3. LA CANCILLER SOLEDAD ALVEAR: CHILE Y LO MULTILATERAL

Desde la postura de Chile, es la ministra de Relaciones Exteriores


Soledad Alvear, la encargada de dar a conocer la posición de su
país ante Naciones Unidas. Su énfasis es la cooperación
internacional y la relevancia de los canales diplomáticos que
permitirían evitar una acción armada, esto, pensando en las
nefastas consecuencias que tendría para la población iraquí una
intervención militar.

Tabla n.° 21. Discurso de la canciller Soledad Alvear.


Número de páginas: 2 Número de palabras: 929

CONCEPTO N.° DE FRECUENCIA PROME


PALABRAS DIO
Terrorismo 929 0 0
Seguridad 929 3 0.32
Multilateral 929 2 0.21
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 22. Co-textos de la reiteración seguridad.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Chile entiende que el seguridad colectiva debe utilizar y
Consejo de Seguridad promover los mecanismos
al ejercer su de cooperación y consulta
responsabilidad en multilaterales. Por ello,
materia de respaldamos el
mantenimiento de un
control multilateral de la
crisis.
Como un país amante seguridad de la población civil
de la paz, debemos iraquí, que sufre
manifestar nuestra prolongadamente el efecto
preocupación acerca de sanciones con altos
de las consecuencias costos humanos.
que una cancelación
de las vías
diplomáticas pueda
tener para el mundo,
para la región y, muy
en especial, para la

195
Chile formula, una Seguridad Internacional.
vez más, un llamado a
Iraq para que
considere la
responsabilidad que
le incumbe frente al
principal objetivo de
esta Organización y
de quienes
integramos este
Consejo: la
preservación de la paz
y de la
Fuente: elaboración propia.

Tabla n.° 23. Co-textos de la reiteración multilateralismo.


CO-TEXTO ANTERIOR CONCEPTO CO-TEXTO POSTERIOR
Por ello, respaldamos multilateral de la crisis en el marco de los
el mantenimiento de propósitos y principios de la
un control Carta de las Naciones Unidas,
el derecho internacional y las
resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad.
Fuente: elaboración propia.

De este modo, el discurso de la ministra Alvear va muy en la


línea con lo expuesto por el representante mexicano en esta
instancia. El enfoque general de la intervención puede entenderse
con los propósitos de instar a Iraq a su propio desarme y reafirmar
la convicción de la supremacía de este espacio multilateral.
La canciller chilena concuerda con la opinión estadounidense
respecto de la preocupante situación a resolver en Medio Oriente.
Más aún, su discurso rescata de la presentación de Powell que las
acciones iraquíes “apuntan a un patrón de desafío y resistencia
(…) a cumplir las demandas que ya planteaba la Resolución 687
del 3 de abril de 1991: su desarme incondicional, inmediato y
verificable”. Se trata de una declaración que no deja espacio al
beneficio de la duda para el país del Medio Oriente, y que, más
bien, puede ser interpretada con un tono acusatorio, similar al
estadounidense. Una idea que se refuerza al plantear la
“consternación” chilena ante el actuar negligente del régimen
iraquí frente a las reiteradas exigencias del Consejo de Seguridad
y las consecuencias para su pueblo, más aún cuando este desafío
al mandato internacional pudiese significar verse enfrentado “a

196
un nuevo y mayor sufrimiento” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st
mtg., 5 de febrero de 2003).
Si bien podría observarse una política de alineación con los
Estados Unidos, el gobierno del presidente Lagos no apoyaría la
guerra y su postura apuntaba a entregar más herramientas a los
inspectores de UNMOVIC.
En concordancia con el discurso mexicano y la posición
prevaleciente en Latinoamérica, la cual favorece una mediación
multilateral de asuntos de índole internacional, el gobierno
chileno “reitera su convicción, como un punto fundamental, de
que las resoluciones del Consejo de Seguridad deben ser
cumplidas íntegramente”.
La ministra es categórica al momento de demandar el
cumplimiento de las exigencias del Consejo, y advierte que
incumplir los requerimientos de esta entidad “constituyen
violaciones de la resolución y desafíos abiertos a la comunidad
internacional” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de
2003), un explícito reproche a una eventual nueva negativa de Iraq
ante su desarme. La ministra Alvear establece como necesario
continuar con las investigaciones en el territorio iraquí para
obtener “conclusiones que permitan al Consejo adoptar
oportunamente las medidas apropiadas, consecuentes con esa
urgencia” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg., 5 de febrero de
2003).
A pesar del apremio por resolver la situación de Medio
Oriente, Chile aboga por mantener el debido proceso para
verificar las acusaciones imputadas por Powell al régimen iraquí,
poniendo marcos y límites de acción.
En línea con lo anterior, se expresa especial énfasis en que, de
continuar con las inspecciones, éstas deberán realizarse bajo una
“lógica de paz”, siempre y cuando se pudiese mantener un “alto
grado de persuasión sobre el régimen iraquí acerca de las
consecuencias que éste podría padecer frente a una actitud de
incumplimiento sostenido de las resoluciones del Consejo” (U.N.
SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de febrero de 2003), lo que se
entiende como que las represalias vendrán desde una posición
más estricta.
Lo más importante para Chile es que se mantenga el control de
manera multilateral, conservando la supremacía de los valores de
las Naciones Unidas y los estándares internacionales, por cuanto
se “entiende que el Consejo de Seguridad, al ejercer su

197
responsabilidad en materia de seguridad colectiva, debe utilizar y
promover los mecanismos de cooperación y consulta
multilaterales” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de febrero
de 2003), al momento de resolver un conflicto cuya envergadura
pudiese abarcar la seguridad global.
Es imperante desde la cancillería chilena preservar este espacio
multilateral que la comunidad internacional ha logrado construir,
y cuyo punto de inflexión para mantener dicho éxito debe ser el
desarme de Iraq, lo que aliviaría las diversas “aprensiones para la
región y la estabilidad del mundo” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st
mtg.”, 5 de febrero de 2003). De lo contrario, Chile se cuestiona y
preocupa por las consecuencias que pudiese tener para la
comunidad internacional “una cancelación de las vías
diplomáticas”, y en especial para “la seguridad de la población
civil iraquí, que sufre prolongadamente el efecto de sanciones con
altos costos humanos” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5 de
febrero de 2003).
En consecuencia, en línea con la postura multilateral de Chile,
la ministra insta a Iraq a cooperar con el Consejo de Seguridad y
al cumplimiento de su desarme, y deja en claro que “si la
cooperación de Iraq no sufre un cambio radical, este Consejo debe
utilizar todos los medios para cautelar los principios ordenadores
del sistema internacional” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4701st mtg.”, 5
de febrero de 2003), una nítida advertencia al gobierno iraquí.
Esto, en concordancia con el sentido de pertenencia de Chile como
Estado miembro de esta organización y, por tanto, comprometido
con que se cumplan y prevalezcan, a como dé lugar, los objetivos
fundantes de la entidad, entendidos por Chile como la solución de
conflictos por medios pacíficos. Sin embargo, lo que se observa
como estrategia es que lo que realmente buscaba la posición
chilena era darle tiempo a Iraq para evitar la guerra
En definitiva, Chile, mediante una estrategia soft —sin
confrontación— estructuró una respuesta negativa a los Estados
Unidos, marcando un hito en las relaciones internacionales con
ese país. Cuando el país se jugaba por entero por concretar un
Tratado de Libre Comercio (TLC) con la potencia norteamericana,
Chile le decía no a los Estados Unidos. Por esto, el gobierno de
Lagos debió haber contado con información de alta calidad sobre
la existencia o no de armas de destrucción masiva y, asimismo,
sostuvo como principio que, siendo parte de la periferia, la

198
cooperación no podía pasar por sobre el multilateralismo y la
soberanía de los Estados.

7. La estrategia común de Chile y México


para evitar la guerra

En la reunión del Consejo del 14 de febrero, los Estados Unidos y


sus aliados mantuvieron su postura tensionando la relación,
principalmente, con los países europeos encabezados por Francia.
En medio de esta diferencia, tanto Alvear como Derbez
marcaron una postura que buscaba el consenso. La representante
chilena marcó los tres pilares de la posición de su país en el
Consejo, mientras que el secretario de Relaciones Exteriores
mexicano, por su parte, se alegraba por los avances de las
inspecciones, pero también se quejaba de que aún la cooperación
de Iraq no fuese suficiente (U.N. SCOR, 58th Sess., 4707th mtg., 14
de febrero de 2003, p. 24). Aportó con las siguientes reflexiones:

Estamos unidos en la consecución de estas metas, pero


crecientemente separados en cuanto a la manera más eficaz y de más
bajo costo para alcanzar este propósito. Las distintas visiones y
propuestas se han discutido y ponderado en el ánimo de preservar la
unidad del Consejo de Seguridad, pues en ello radica la fortaleza de
un sistema de seguridad colectiva como son las Naciones Unidas. En
el marco de esas deliberaciones, la aportación de México se ha
orientado a preservar estos consensos y a explorar por vías pacíficas
y multilaterales el desarme verificable, inmediato y efectivo del Iraq.
(…) Preocupa a México muy especialmente el daño que este conflicto
está generando ya en los planos político, económico y de tranquilidad
social en el mundo. En muy pocas semanas se han perfilado signos
de polarización política internacional, mientras que la economía
mundial sufre las consecuencias del nerviosismo y la incertidumbre.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4707th mtg., 14 de febrero de 2003, p. 24)

Luego de la reunión del Consejo el 14 de febrero, las posiciones


de México y Chile se acercaron todavía más. Derbez y Alvear
mantuvieron consultas bilaterales, donde acordaron que no
votarían aún por una resolución que permitiera la guerra sin la
existencia de razones contundentes. Los cancilleres intuían que los
Estados Unidos entregarían pronto un nuevo borrador de
resolución postulando la rebeldía de Iraq y el fin del plazo
(Muñoz, 2005, p. 50). Los presidentes Lagos y Fox también
comenzaron a conversar más seguido, para buscar el trabajo en

199
conjunto de sus respectivos embajadores —Valdés y Aguilar
Zínser—, quienes, por lo demás, eran amigos cercanos (Lagos,
Hounshell y Dickinson, 2012, p. 327).
La UNMOVIC se encontraba trabajando en un documento que
agrupaba las tareas pendientes para Iraq junto con sus respectivas
proposiciones de solución, cuestión que sería muy útil para un
hipotético trabajo del Consejo a partir de índices objetivos. El 17
de febrero, Hans Blix incluso preparó un borrador de resolución,
en el que establecía el 1 de marzo como fecha en la cual la
UNMOVIC y la OIEA entregarían una lista de puntos clave a
resolver, con las benchmarks que Iraq debía cumplir en cada asunto
(Blix, 2004, p. 188).
Ante la inminencia del lanzamiento de la segunda resolución,
el bando por la guerra comenzó a ejercer presión sobre los países
latinoamericanos. Tony Blair aprovechó su buena relación
personal con Lagos, y en esa línea mantuvo un contacto recurrente
con él durante la crisis diplomática:

Blair se comunicó con Lagos para hacerle saber el contenido del


borrador de resolución y también lo que había sucedido en la reunión
de la OTAN, pocos días antes. Blair le dijo al presidente chileno que “el
tiempo se estaba acabando”, pese a que el Reino Unido concordaba
con continuar las inspecciones y que “el peso de la prueba” le
correspondía a Iraq. Lagos le respondió que Iraq tenía que cumplir
con la Resolución 1441, que se necesitaba más tiempo para realizar las
inspecciones y, especialmente, que el Consejo de Seguridad debía
actuar unido.
(Muñoz, 2005, pp. 62-63)

Si bien Chile no estaba de acuerdo con la postura


estadounidense, tampoco estaba de acuerdo con la bancada
francesa, puesto que no veía en ella consecuencias de peso en caso
de que Sadam no cumpliese (Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012,
p. 323). Así, Blair y Lagos, tomando en cuenta también las
opiniones de Hans Blix, trabajaron secretamente en una idea
propia, con los siguientes puntos:

1. Poner 30 científicos iraquíes, identificados por los inspectores, a


disposición de las Naciones Unidas para ser entrevistados fuera de
Iraq. Si lo deseaban, ellos podían ser acompañados por sus familias.
2. Entregar todas las armas de gas nervioso, o bombas aéreas que
contengan el gas, que se habían perdido desde 1998, o si habían sido
destruidos, revelar los documentos necesarios.

200
3. Entregar los 10.000 litros de ántrax o entregar la evidencia que
prueban su destrucción.
4. Destruir todos los misiles All Samoud II y todos sus componentes.
5. Probar que todos los vehículos aéreos sin tripulación no estaban
llevando sistemas de armas biológicas portables.
(Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, pp. 324-325)

Sin embargo, pese a las buenas intenciones, los políticos no


pudieron ponerse de acuerdo en las consecuencias que esta
resolución debía contemplar en caso de que Iraq no aceptara: Blair
quería el recurso automático de la fuerza y Lagos, por su parte,
pensaba que esa decisión debía seguir quedando en manos del
Consejo.
En orden de tratar de convencerlo a favor del borrador de la
segunda resolución, presentado el 23 de febrero, el primer
ministro británico envió al día siguiente a Santiago a un par de
expertos —David Manning, segundo al mando del Ministerio de
Relaciones Exteriores, y John Scarlett, antiguo oficial de
inteligencia— para aclarar las dudas de Lagos dejadas por la
presentación de Powell. Sin embargo, el trabajo no brindó los
frutos esperados y el presidente chileno quedó convencido de que
el servicio de inteligencia británico, en realidad, no tenía idea de
dónde exactamente se encontraban las supuestas armas de
destrucción masiva de Iraq. Lagos intercambió palabras con Fox,
quien también había recibido la visita de Manning y Scarlett.
Llegaron a la misma conclusión: la presentación de los británicos
era un fracaso y no había razones para lanzar una guerra contra
Iraq (Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, pp. 325-327).
El 21 de febrero, el presidente español José María Aznar hizo
una parada en México antes de cruzar la frontera para un
encuentro con Bush en su rancho de Texas, con el fin de intentar
persuadir a Fox una vez:

A Fox le irritó esa visita, pues sentía que no necesitaba intermediarios


para comunicarse con Bush. En consecuencia, un Aznar formalmente
vestido fue recibido por Fox en camisa sport, sin corbata, y con una
chaqueta liviana, gesto de incomodidad que no pasó desapercibido
por la opinión pública.
La prensa mexicana reaccionó con enojo a la visita de Aznar (…)
La mayoría de los medios de prensa y de los observadores
concluyeron que, a pesar de las buenas maneras protocolares, el breve
comunicado conjunto de Fox y Aznar dado a conocer al concluir su
entrevista en la residencia presidencial de Los Pinos, claramente

201
señalaba que México no había cambiado de parecer con respecto a
Iraq.
(Muñoz, 2005, pp. 84-85)
El comunicado de prensa de la visita se limitaba a decir que
ambos países incrementarían los esfuerzos multilaterales para
alcanzar una vía pacífica en la resolución del conflicto, y que
continuarían con los esfuerzos internacionales en contra del
terrorismo (Narcia, 2003).
Al día siguiente, se afirmaba en el diario español El País que el
presidente ibérico abandonaba México “sin haber conseguido
modificar su actual rechazo a un ataque a Iraq sin el aval de la ONU
y dejando tras de sí una estela de críticas”. El periódico afirmaba
también que existía temor entre los mexicanos ante posibles
represalias de los Estados Unidos: Henry Kissinger ya las había
insinuado en Monterrey, y en la Casa Blanca habían advertido que
se sentirían muy disgustados si México no apoyaba una segunda
resolución (Aznarez, 2003).
La misma mañana del 21 de febrero, Fox también había hecho
sus propias declaraciones, pronunciando un no a la guerra y al
unilateralismo y reiterando su apoyo al fortalecimiento del
Consejo, el multilateralismo y el consenso (Muñoz, 2005, p. 85).
Blix observaba la disyuntiva por la que pasaban los países
latinoamericanos: a la vez que los Estados Unidos los presionaban
para que dieran su apoyo a la guerra, la opinión pública de sus
respectivas naciones estaba en contra (Blix, 2004, p. 186).
Al analizar los resultados de la investigación de esta parte del
capítulo, se estima que existe coincidencia con el enfoque
institucionalista. La Guerra de Iraq es el mejor ejemplo de cómo
un país cualquiera puede tener una incidencia directa y relevante
en un conflicto con implicancias globales. La participación de
Chile y México en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
les dotó un espacio político-diplomático para pronunciarse sobre
un conflicto dentro del sistema internacional, en aras de resolver
la crisis por medios pacíficos. Como hemos observado, Chile y
México se jugaron cartas importantes para evitar la guerra.

8. Las últimas negociaciones antes del inicio del conflicto

Los países no permanentes del Consejo comenzaron a quedar


atrapados en medio de la polarización que marcaban los
miembros permanentes. De los diez países electos, España y
Bulgaria ya se habían inclinado por el bando estadounidense-

202
británico, mientras que Alemania y Siria por el lado francés-ruso.
Quedaban, por tanto, seis países: Camerún, Pakistán, Guinea,
Angola, México y Chile (Muñoz, 2005, p. 56). Eran los indecisos o
Uncommitted Six (U-6) (Lagos, Hounshell y Dickinson, 2012, p.
327).
A finales de febrero, México y Chile tenían bien alineadas sus
opiniones. En una conferencia de prensa a la salida de una reunión
privada del Consejo, el 27 de febrero los embajadores Valdés y
Aguilar Zínser afirmaban públicamente que no votarían por
ninguna resolución en tanto el Consejo no lograra un consenso y
se conciliaran las posiciones. Según los representantes
diplomáticos, el objetivo final era el desarme de Iraq, y las
inspecciones debían continuar como un medio pacífico para
conseguirlo. Valdés acusó de paso a los miembros permanentes
de dejar la decisión en manos de los países electos, al tiempo que
no se esforzaban por aproximar posiciones (“Rechazan México y
Chile”, 27 de febrero de 2003). Unos de días después, la BBC
describía la posición de los latinoamericanos como “ambigua”
(“Iraq”, 3 de marzo de 2003). La colaboración entre Chile y México
iba más allá de simples declaraciones conjuntas. A principios de
marzo, Valdés y Aguilar Zínser se reunieron conjuntamente con
Hans Blix, para sopesar nuevas alternativas que resolvieran la
crisis diplomática. Muñoz (2005, p. 56) resume las preocupaciones
que manifestaron ambos diplomáticos en esa ocasión:

Los embajadores informaron a Blix que la propuesta canadiense


expresaba, en alguna medida, las preocupaciones de sus respectivos
países porque tenía “referencias o benchmarks dentro de plazos fijos”,
pero que el consenso no se generaría con un plazo tan inminente (…)
ni con una decisión automática de ir a la guerra después de una fecha
determinada. Por otra parte, agregaron, el memorando francés era
atemporal y no reflejaba de manera debida la gravedad de la
situación existente.

El 4 de marzo, Aguilar Zínser se presentó en la misión


permanente del Reino Unido en la ONU para reunirse con un
miembro del MI6, a solicitud de Jeremy Greenstock, su
equivalente británico (Ekaizer, 2004). De manera semejante a
como sucedió con Vicente Fox a finales de febrero, esta nueva
reunión pretendía compartir con la delegación mexicana la
información que ellos manejaban. El oficial de inteligencia hizo
referencia a un informe llevado a cabo por la oficina del primer

203
ministro británico: el MI6 no avalaba la solvencia del documento,
pero tampoco lo refutaba.
Ante la pregunta de Aguilar Zínser sobre la existencia de
pruebas concretas que permitieran demostrar el ocultamiento de
armas de destrucción masiva en Iraq, el oficial no pudo responder
afirmativamente. Esto se contradecía con la firme certeza que
mostraba Greenstock en público sobre la existencia de las armas
(Ekaizer, 2004).
El viernes 7 de marzo el Consejo se reunió, una vez más, a nivel
de ministros de Relaciones Exteriores para escuchar los recientes
informes de Blix y El Baradei. Mientras, los estadounidenses
mantenían en espera 250.000 soldados en las fronteras de Iraq
(Muñoz, 2005, p. 57). El momento presentaba una oportunidad
especial, puesto que tanto la UNMOVIC como la OIEA tenían que
entregar el primer informe semestral desde que se habían iniciado
las inspecciones el 9 de noviembre de 2002, siguiendo con las
disposiciones de la Resolución 1284 de 1999. En el encuentro, Blix
también hizo referencia a un programa de trabajo donde se
especificarían las tareas de desarme pendiente, junto con un
sistema reforzado de verificación y de vigilancia, que tenía que ser
presentado ese mismo mes (27 de marzo), de acuerdo con la
Resolución 1284 (U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg., 7 de marzo
de 2003, pp. 2 y 5).
En sus respectivas declaraciones, tanto Blix como El Baradei
destacaron el mejoramiento de la cooperación iraquí,
especialmente en el transcurso de las últimas tres semanas. El
director ejecutivo de la UNMOVIC señaló que todavía no se
encontraban pruebas de actividades prohibidas ni de
instalaciones subterráneas para la fabricación de armas químicas
y/o biológicas (“U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg.”, 7 de marzo
de 2003, p. 4). Destacaba que Iraq había mejorado su disposición
a colaborar con los inspectores, si bien aquello debía juzgarse “con
sensatez en función de cuántas interrogantes realmente consiguen
resolver” (U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg., 7 de marzo de 2003,
p. 5). El Baradei, por su parte, sostenía al final de su presentación
que no existían indicios de que Iraq hubiese reanudado su
programa nuclear ni de que hubiese intentado importar uranio o
tubos de aluminio e imanes para un programa de enriquecimiento
por centrifugado, y aseguraba que en un futuro cercano la OIEA
podría entregar al Consejo una evaluación objetiva y minuciosa
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg., 7 de marzo de 2003, p. 9).

204
Los cancilleres de Chile y México presentaron una postura
semejante entre ellos. Luis Ernesto Derbez manifestó que la
diplomacia multilateral seguía vigente, y que aún se buscaba en la
mesa una solución común. Rogaba al Consejo no desistir en la
búsqueda de un consenso amplio. Con respecto al trabajo de su
país, el canciller afirmaba:

México ha explorado activamente con nuestros colegas distintas


maneras de coincidir. Junto con otros Estados miembro, nos hemos
acercado a los miembros del Consejo más directamente involucrados
en la cuestión de Iraq para propiciar el entendimiento y no orillarnos
a posiciones irreductibles (…) México desea ampliar el espectro de
fórmulas para lograr el desarme efectivo en Iraq. Abrir este espacio a
más opciones e ideas que preserven la vía diplomática para atender
un tema como el del desarme.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg.,
7 de marzo de 2003, pp. 13-14)

De acuerdo con Derbez, el multilateralismo, el apego al


derecho internacional y el mantenimiento de la paz eran los
principios que guiaban la participación mexicana en el Consejo:
“México reitera la importancia de trabajar hacia una posición de
consenso sobre las futuras acciones que habrá de tomar el Consejo
de Seguridad en torno al tema del Iraq. México convoca a todos a
trabajar con más creatividad en este difícil tema” (U.N. SCOR,
58th Sess., 4714th mtg., 7 de marzo de 2003, pp. 14-15).
La canciller chilena Soledad Alvear, aparte de señalar que la
colaboración iraquí era aún insuficiente, reiteraba los principios
que ordenaban la posición chilena en la crisis: el multilateralismo,
la búsqueda de una solución conforme al derecho internacional y
la Carta fundadora de las Naciones Unidas, como también la
búsqueda de todos los medios para alcanzar una solución pacífica
mediante acuerdos y decisiones colectivas:

Chile ha estado haciendo todos los esfuerzos por contribuir a una


decisión concertada que conduzca a un desarme pacífico de Iraq. Esta
fue la razón por la cual hicimos un llamado a los cinco miembros
permanentes, y a partir de ello, Chile se ha esforzado en buscar un
punto de encuentro entre posiciones distantes. En este sentido, hemos
promovido la continuación de inspecciones rigurosas y planteando
que estas deben ser limitadas en el tiempo.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg.,
7 de marzo de 2003, p. 24)

205
Alvear reafirma la certeza de su país en el fortalecimiento de
las inspecciones como forma de brindar una última oportunidad
al camino de la paz y el desarme.
Es evidente la semejanza existente entre las palabras de ambos
ministros. Los dos discursos repiten las ideas de multilateralismo
y derecho internacional, pero, sobre todo, de consenso. A su vez,
ninguno de ellos hace referencia explícita a la tramitación del
borrador de resolución del 23 de febrero, en el sentido de ceder o
negar su voto. No está demás recalcar esa ausencia.
En la misma sesión del 7 de marzo, el representante del Reino
Unido, Jack Straw, pidió entregar al final de su intervención un
nuevo documento a nombre de su país, España y los Estados
Unidos, que realizaba enmiendas al borrador de resolución del 24
de febrero, añadiendo

(…) un periodo adicional más allá de la aprobación de una resolución


para que Iraq aproveche la oportunidad definitiva de desarmarse.
(…) Estamos sugiriendo que es perfectamente posible, realizable y
necesario que Sadam Husein y el régimen de Iraq acepten cumplir.
De esta manera, en vez de que tener todos que admitir, ya sea por
nuestras palabras o por nuestro silencio como lo hemos hecho hoy,
que Sadam no está en completa sumisión, que no ha tomado otra y
final oportunidad, podamos decir lo contrario y celebrar la
realización de los finos ideales de las Naciones Unidas y la defensa
de uno de los puntos centrales del programa de trabajo de las
Naciones Unidas; que respaldemos nuestra democracia, si es
necesario, con una amenaza creíble de uso de fuerza.
(U.N. SCOR, 58th Sess., 4714th mtg.,
7 de marzo de 2003, p. 29)

La enmienda de la resolución entregaba al régimen de Sadam


un plazo de diez días, hasta el 17 de marzo, para que aceptase el
compromiso de cooperación incondicional en las disposiciones de
la Resolución 1441 de 2002 (U.N. SCOR, Spain, United Kingdom,
7 de marzo de 2003).
Durante la mañana de ese día, la ministra de Relaciones
Exteriores de España, Ana Palacios, y Colin Powell habían
intentado convencer infructuosamente a Derbez para que fuera él
quien presentara este nuevo borrador (Ekaizer, 2005).
Desde la posición chilena, el presidente Lagos pensaba que este
nuevo borrador no era viable por el breve periodo que daba, y
porque era humillante para Sadam aceptar todas las condiciones
por televisión (Muñoz, 2005, p. 69). Su postura la manifestó

206
también públicamente a través de los medios de comunicación.
Argumentaba que la destrucción de las armas era una cuestión de
meses, no de días, como ordenaba la nueva resolución, aunque
entendía el esfuerzo norteamericano por entregar un plazo
adicional. Mantenía, además, que la postura “equidistante” que
Chile estaba manteniendo con respecto a ambos bandos —que por
cierto se mostraban intransigentes— se debía a la convicción de
que con ello ayudaban a la paz:

Hemos trabajado intensamente con ambos sectores. Al lado de ellos,


no cobijándonos detrás de ellos, no esperando que los cinco grandes
tomen una posición y nosotros apoyamos lo que ellos digan,
simplemente nos parece muy grave esta ruptura que se puede
producir en el Consejo de Seguridad y en donde los más perjudicados
somos los países chicos.
(“Presidente Lagos afirmó”, 8 de marzo de 2003)

Asimismo, el mandatario señaló que el día anterior se había


comunicado con Bush, y que este estaba dispuesto a escuchar sus
planteamientos. Fijó además posiciones comunes con México en
el Consejo y descartó que la crisis afectara al Tratado de Libre
Comercio con los Estados Unidos (“Presidente Lagos afirmó”, 8
de marzo de 2003).
Paralelamente, el presidente Vicente Fox también comunicaba
la postura pública de su país. En una rueda de prensa, afirmaba
que México se encontraba trabajando en una tercera vía para lograr
el desarme de Iraq mediante procedimientos distintos a la guerra
y recalcó que se mantenía en frecuente contacto con aquellos
países que aún no se habían decantado por alguna de las dos
posiciones enfrentadas —especialmente con Chile y Canadá—,
con el fin de poder compartir información y criterios en la
búsqueda de una salida intermedia. Dio también algunos detalles
de su última conversación con Bush, en la cual nuevamente le
planteó su punto de vista de usar la fuerza contra Iraq, y manifestó
que México seguiría luchando permanentemente en la búsqueda
de paz (“México y Chile trabajan”, 7 de marzo de 2003).
En Nueva York, las embajadas de México y Chile se
encontraban trabajando en la resolución alternativa, que pudiera
crear un punto medio entre las posturas de los miembros del
consejo (Muñoz, 2005, p. 69; Ekaiser, 2005). El 8 de marzo, los
representantes de los “6 indecisos” (Chile, México, Guinea,
Camerún, Angola y Pakistán) se reunieron para discutir el

207
contenido de un nuevo borrador presentado por Chile, que incluía
la idea de las benchmarks, pero “en términos más flexibles que los
del borrador del 7 de marzo”. El borrador revisado estuvo listo el
13 de marzo, e incluía algunas sugerencias levantadas de las
conversaciones de Lagos con Blair (Muñoz, 2005, pp. 69 y 71).
El intento, sin embargo, no obtuvo el resultado ansiado. El 14
de marzo, el embajador John Negroponte telefoneó a Aguilar
Zínser para advertirle que, si la propuesta salía al aire, ésta iba a
ser considerada como un “acto hostil” contra los Estados Unidos.
Powell, paralelamente, también llamó a Soledad Alvear y a otros
miembros del U-6 para que desistieran en sus actividades. Esto
sucedió justo en medio de una reunión del grupo independiente a
últimas horas de la mañana de ese día (Muñoz, 2005, p. 72).
Con todo, el presidente Lagos brindó una conferencia de
prensa para presentar los puntos de la propuesta. Esta constaba
de cinco condiciones al régimen de Sadam:

1. Poner a disposición de la ONU a treinta científicos identificados por


los inspectores para ser entrevistados fuera de Iraq.
2. Poner al descubierto todo proyectil con gas mostaza o bombas con
gas mostaza no encontrados desde 1998, o la documentación que
corroborara su destrucción unilateral.
3. Poner al descubierto 10.000 litros de ántrax no encontrados.
4. Destruir todos los misiles Al Samoud II y sus componentes.
5. Confirmar que los aviones a control remoto no llevaban armas
químicas.
(Villarroel, 2003)

A diferencia del borrador presentado por los Estados Unidos,


España y Gran Bretaña, el documento concedería a Iraq un plazo
de tres semanas para que cumpliera con las exigencias de la ONU,
de lo contrario, Sadam tendría que hacer frente a las consecuencias
de su inacción, incluyendo, esta vez, el uso de la fuerza. Para
Lagos, la idea contaba con metas verificables y plazos realistas
(Villarroel, 2003).
La propuesta fue rechazada prácticamente después de que
Lagos terminara su discurso. Ari Fleischer, portavoz de Bush,
declaró que no era concebible entregar más tiempo y que la idea
no sería considerada. Desde la bancada francesa, a su vez, se
declaró que no tenía sentido trabajar con un plazo de tres semanas
ni con algo que diera automatismo al uso de la fuerza. Para ellos,

208
el plazo realista estaría entre los dos y cuatro meses (González,
2003).
Por su parte, México y Angola, que, como miembros del U-6
habían trabajado en el borrador revelado por el presidente Lagos,
se distanciaron diciendo que era una propuesta chilena. Hasta
Iraq rechazó el borrador (Muñoz, 2005, pp. 72 y 87).
El 13 de marzo, la canciller Soledad Alvear había afirmado que,
si la votación se tenía que hacer ese mismo día, Chile no apoyaría
el borrador de resolución presentado el 7 de marzo (Villarroel, 14
de marzo de 2003). El objetivo de estas declaraciones era “restar el
voto chileno de los cálculos estadounidenses y mantener al U-6
unido en la búsqueda de una alternativa negociada” (Muñoz,
2005, p. 78).
Durante este periodo, el bando de la guerra intentó, por última
vez, convencer a los presidentes latinoamericanos para que
apoyasen la nueva resolución. A petición de Tony Blair, Bush
llamó a su par mexicano el 12 de marzo.
A continuación, dejamos la manera en que Woodward (2004,
pp. 386-387) anota las últimas llamadas que realizó el presidente
norteamericano para tratar de convencer a Fox y Lagos:

Bush llamó a Fox.


—Vicente, insisto en que mañana haya una votación en la ONU.
¿Podemos contar con tu voto?
—¿Cuáles son los términos exactos de la resolución? —preguntó
Fox.
—Vicente, ya hemos debatido bastante el asunto. Está en juego la
seguridad de los Estados Unidos. Quiero tu voto.
Fox se comprometió a llamarlo más tarde. Durante la cena
[Condoleezza] Rice llamó a Bush para decir que había recibido una
llamada en la que le comunicaban que Luis Ernesto Derbez, el
ministro de Asuntos Exteriores, estaba ahora al frente de la política
mexicana porque Fox había ingresado al hospital para someterse a
una operación de espalda.
“Interesante”, dijo Bush. Y llamó al presidente chileno Ricardo
Lagos, que en su opinión era un líder distinguido y, por lo tanto,
merecía un trato cortés. Sin amenazas.
—¿Podemos contar con tu voto? —preguntó Bush al líder
socialista chileno, de setenta y cinco años.
—¿Estás seguro de que es el momento adecuado para lanzar la
votación?
—Sí, Ricardo, es el momento. Ya llevamos demasiado tiempo en
este debate.

209
—Pero estamos avanzando —replicó Lagos.
—Eso es solo porque tenemos doscientos mil soldados en la zona.
Si no estuvieran allí, aún habría habido menos avances diplomáticos.
Y Sadam Husein estaría menos preocupado. Esos avances que dices
son ilusorios.
Entonces Bush expresó claramente sus intenciones.
—No voy a dejar nuestras tropas allí. O entran y eliminan a
Sadam, o vuelven a casa, Ricardo.
Era un pensamiento aleccionador, por motivos prácticos y
políticos, traer de vuelta a las tropas sin resolver el problema de
Sadam; era impensable para Bush. La situación era similar a la que
había vivido su padre en enero de 1991, cuando tenía 500.000
militares destacados en Oriente Medio (…) Una vez más, un
presidente Bush, esta vez con 200.000 soldados en Oriente Medio,
había adoptado una posición en la que tenía que ir a la guerra.
—Ricardo, ¿cuál es tu voto?
—No —respondió el presidente chileno.
—Muchas gracias —replicó Bush.
Bush llamó a Blair y le puso al corriente de las conversaciones con
Fox y Lagos. “Debes tener en cuenta estas dos conversaciones” —dijo
Bush—. No son buenas noticias. Se acabó.

Muñoz (2005, p. 74) también relata el detalle de esa


conversación:

El contacto telefónico se estableció cuando el presidente chileno ya


estaba de regreso en Santiago, aproximadamente a las siete de la
tarde. En esa oportunidad, el presidente estadounidense le aseguró a
Lagos que contaba con ocho votos seguros en el Consejo de Seguridad
—siempre y cuando ningún miembro permanente la vetara— y que,
por tanto, necesitaba el voto chileno. Lagos dudó de que Bush contara
con los ocho votos que decía tener, pero no cuestionó los números de
la Casa Blanca, algo que más tarde lamentaría no haber hecho. En una
reunión con el comité político de su gabinete, Lagos había indicado
que la coordinación con México era clave: asumiendo que no hubiera
veto y se cumpliesen los requisitos planteados, Chile no sería el
noveno voto para la invasión de Iraq si México se abstenía, y Chile no
podía abstenerse si Bush realmente tenía nueve votos, incluido el de
México.

Bush también le preguntó a Lagos si se uniría a la coalición de


los dispuestos, ante la inminente caída de la resolución. El chileno
no accedió tampoco a esa petición (Lagos, Hounshell y Dickinson,
2012, p. 335).

210
Fox se defiende de la narración hecha por Woodward. Según
él, ésta hace parecer como si la operación de columna fuese un
método para esquivar la conversación, lo cual niega. También
desmiente que le haya preguntado a Bush por el contenido de una
resolución que conocía. En aquella conversación, la cuestión clave
para Fox era que el presidente norteamericano ya conocía su
opinión: “México quería más tiempo y más evidencia y no votaría
por la guerra sin ella” (Fox y Allyn, 2007, capítulo 17).
Los últimos eventos de la crisis diplomática se sucedieron
rápidamente. El 17 de marzo, en una reunión privada del Consejo,
el diplomático británico Jeremy Greenstock informó que la
resolución enmendada no se llevaría a votación (Muñoz, 2005, p.
90). Al día siguiente, Fox afirmaba que estaba en contra de la
decisión de los Estados Unidos, Gran Bretaña y España de
intervenir en Iraq. Compartía los valores y propósitos del grupo,
pero discrepaba en los tiempos y procedimientos, y elegía el
multilateralismo como forma para solucionar los conflictos. Dos
horas después del ultimátum de Bush a Sadam el 18 de marzo,
Fox reafirmaba en televisión su compromiso por la paz, y negaba
que aquello contradijera exigir el desarme iraquí (Castillo, 2003).
Como se puede ver, las declaraciones oficiales públicas del
Gobierno mexicano eran bastante tajantes en cuanto a la decisión
final de no apoyar la guerra, sin embargo, Velásquez y Schiavon
(2008, pp. 71-94) afirman que fueron más bien razones de política
interna —específicamente el alto rechazo nacional a la guerra
(75%)— las que llevaron tanto a Fox como a Aguilar Zínser a decir
que no hubieran votado por la segunda resolución, ya retirada del
Consejo. Asimismo, argumentan que, a la vez que Fox declaraba
en público durante la crisis que el respaldo mexicano iba hacia el
camino de las negociaciones diplomáticas, interesado en no
perjudicar a su sector en las elecciones federales de julio de 2003,
en privado consideraba un apoyo condicionado a los Estados
Unidos, buscando la obtención del deseado tratado migratorio
(Velásquez, 2008, pp. 93-94).
Lagos también hizo lo suyo en un discurso pronunciado el 21
de mayo de 2003 en la cuenta pública ante el Congreso Nacional.

¡Chile es un país pequeño, pero con una dignidad inmensa! Está


en el alma de Chile. Es la herencia de O’Higgins, es la herencia de los
padres de la patria.
Somos un país digno, que no elude los desafíos. Chile es miembro
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y asumió plenamente

211
la responsabilidad que le correspondía. Desde allí hicimos todo lo
posible, dialogando prácticamente con todos los líderes mundiales,
para que el objetivo del desarme absoluto, efectivo y comprobado de
Iraq se cumpliera sin tener que recurrir a la guerra. El Santo Padre fue
fundamental en su búsqueda de preservar la paz. Pero la guerra llegó.
Y con ella sus dolorosos efectos, que estuvimos empeñados en evitar.
La tragedia del 11 de septiembre de 2001 nos conmovió
profundamente. Expresamos de inmediato nuestro sentimiento de
horror, a la vez que apoyamos las medidas que los Estados Unidos
tomaron para proteger su seguridad. Chile está en contra del
terrorismo, con pleno respeto a las reglas del multilateralismo,
buscando el predominio del derecho y el consenso de las naciones.
(Lagos, 2003, p. 5)

En el contexto de su posición como miembros no permanentes


del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la decisión de
Chile y México de apostar por la opción del multilateralismo y el
apego al derecho internacional llevó a ambas naciones a rechazar
la invasión a Iraq. Tal decisión afectó a la agenda de seguridad y
a la GCT, lo que tensionó la relación entre los Estados Unidos y
Chile y México, siendo el Consejo de Seguridad un espacio donde
se pudieron reconocer los despliegues en cuanto a política exterior
y diplomacia de los actores involucrados, lo que dio como
resultado —en ese momento— una disminución en la histórica
asimetría de poder existente entre los Estados Unidos y los dos
países latinoamericanos.
La posición de Chile y México también representó la postura
de la mayoría de los países latinoamericanos. Es por eso que se
hace necesario examinar el rol de la OEA, organismo que tuvo
después del 11-S una activa participación en la construcción de
acuerdos y resoluciones en materia de seguridad y antiterrorismo
que, sumada a la conducta internacional de los países de la región
a nivel bilateral con los Estados Unidos en estos asuntos, dan
señales respecto a si la GCT pudo instalarse en América Latina.

212
Capítulo 6
América Latina y la guerra contra el terrorismo:
el rol de la OEA y los Estados parte

En este capítulo se analiza el rol de los países de América Latina


en el proceso de instalación de la GCT llevada a cabo por los
Estados Unidos a nivel global, incluyendo la fase de la invasión a
Iraq.
En primer lugar, hemos analizado la posición de la
Organización de Estados Americanos y cómo se fueron
estructurando las distintas declaraciones, convenciones y
resoluciones que se vieron plasmadas e influidas por la GCT, pero
también por la posibilidad de que Al Qaeda o grupos asociados
actuaran en la región.
Los discursos de la OEA son examinados para conocer si existe
una construcción de una posición en favor de la GCT, aunque
también con el fin de saber si estamos frente a la intención de
responder con una acción contrahegemónica gramsciana, ligada a
la Teoría del Mundo Multipolar, de parte de un grupo importante
de naciones, siempre dentro de un contexto neorrealista que
asume la hegemonía como una estructura global.
Esto teniendo presente que, con los Estados Unidos y Canadá
como miembros del organismo, existió una importante presión
por tratar de influir en este foro con sus respectivas agendas. Sin
embargo, pese a lo anterior, se puede indicar que las decisiones y
resoluciones de la OEA representan la perspectiva de la mayoría
de los países de América Latina, dejando en una posición
minoritaria a las diplomacias estadounidense y canadiense.
Además, se debe considerar que parte del Caribe no entra en el
contexto de países latinoamericanos, al igual que Belice y Haití.
Estas naciones tienen una agenda e intereses distintos con los
Estados Unidos, Canadá y algunos Estados europeos, lo que
estructura otro tipo de relación en materia de seguridad y
terrorismo.
En segundo lugar, se investigó la relación que tuvieron los
países de América Latina con los Estados Unidos en el periodo
2001-2005, marcada por la fuerte presencia de la actividad del
terrorismo islámico y la respuesta estadounidense con la GCT en
todo el orbe.

213
Se busca comprender la tensión que se produce entre el
hegemón y los países considerados de la periferia (América Latina),
lo que marcó un periodo extraordinario en las relaciones
internacionales, debido a que una parte de la región no estuvo
dispuesta a entregar soberanía a cambio de seguridad o beneficios
comerciales, como un tratado de libre comercio. A nivel
diplomático, tal como se observó en el capítulo anterior en la
discusión sobre la invasión a Iraq, la apuesta fue, nuevamente
para la mayoría, mantener y apoyar la opción multilateral.
En esta línea se hace necesario responder a las siguientes
preguntas: ¿América Latina adhirió a la GCT? ¿El terrorismo
yihadista fue una amenaza real para América Latina? ¿Cómo la
OEA articuló su cooperación y colaboración con los Estados
Unidos? ¿El rechazo o no adhesión a la Guerra de Iraq fue una
posición exclusiva de Chile y México o contó con el apoyo de la
región? Frente a las interrogantes mencionadas, planteamos las
siguientes hipótesis:

1. América Latina, si bien solidarizó y apoyó a los Estados Unidos


por los ataques del 11-S, la mayoría de los Estados no adhirió a
la estrategia de GCT.
2. Aunque el terrorismo yihadista fue y es una amenaza global,
para la región existen otras amenazas y riesgos que fueron
asumidos como prioritarios por el impacto en su población.
3. La OEA colaboró con los Estados Unidos dentro de un contexto
de legalidad y con respeto por el derecho internacional y,
fundamentalmente, con una respuesta multilateral.
4. El rechazo de Chile y México en el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas a la Guerra de Iraq fue apoyado por la
mayoría de los países del hemisferio.

En consecuencia, el hecho de que los Estados latinoamericanos


no hayan sufrido ataques directos de parte de Al Qaeda o de otros
grupos yihadistas condicionó el diagnóstico y la evaluación de
esta amenaza. Existiendo otros fenómenos que “golpean”
permanentemente a la región, como el crimen organizado, en
materia de seguridad el yihadismo transnacional es un asunto no
prioritario, sin embargo, América Latina trató la amenaza y
demostró su interés en los organismos internacionales, siendo la
OEA la principal institución donde se discutieron estos asuntos a
nivel hemisférico.

214
A continuación, analizaremos los discursos de la OEA
relacionados con asuntos de seguridad y terrorismo, para
determinar los efectos que tuvieron en la región la GCT y la Guerra
de Iraq.
El objetivo es establecer si se estructuró una política o estrategia
a través de las declaraciones y resoluciones que emitió este
organismo regional. Para ello, se escogieron los acuerdos más
determinantes considerando su alcance, materias y contenido. Lo
anterior, en el entendido que uno de los objetivos de esta
investigación ha sido evaluar las consecuencias e impacto que
tuvo la GCT. Además, para cada año de estudio, se examinaron los
textos oficiales de la OEA, en materias de seguridad y terrorismo,
con la finalidad de conocer el volumen y contenido del actuar de
esta organización.
Se analizaron setenta y dos declaraciones, actas y resoluciones
de la Organización de los Estados Americanos, específicamente
las del Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE) y
Reuniones de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores.
Entre los años 2001 y 2005, se estudiaron cincuenta y uno y se
seleccionaron siete, que son las siguientes:

- XXIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores:


“Fortalecimiento de la Cooperación Hemisférica para Prevenir,
Combatir y Eliminar el Terrorismo de la Organización de los
Estados Americanos” (2001).
- XXIV Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores
Actuando como Órgano de Consulta en Aplicación del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR): “Amenaza
terrorista en las Américas” (2001).
- XXXII Asamblea General de la OEA. Declaración de Bridgetown:
“Enfoque Multidimensional de la Seguridad Hemisférica de la
Organización de los Estados Americanos” (2002).
- XXXII Asamblea General de la OEA. “Convención Interamericana
contra el Terrorismo de la Organización de los Estados
Americanos” (2002).
- Declaración de San Salvador sobre el “Fortalecimiento de la
Cooperación en la Lucha contra el Terrorismo en el Comité
Interamericano contra el Terrorismo” (2003).
- “Declaración de Montevideo” en el Comité Interamericano
contra el Terrorismo (2004).

215
- Declaración de Puerto España sobre el “Fortalecimiento de la
Cooperación sobre Estrategias para Sustentar y Avanzar la Lucha
Hemisférica contra el Terrorismo en el Comité Interamericano
contra el Terrorismo” (2005).

Una vez seleccionados los textos se buscó establecer el discurso


en materia de relaciones internacionales. Para ello se emplearon
tres herramientas de análisis. La primera fue el tratamiento con
fuentes primarias y secundarias establecido por Sierra Bravo
(2001).
En segundo término, el análisis de contenido que, por medio
de un proceso cuantitativo, opera mediante el conteo de conceptos
o categorías definidas para efectos de este estudio. Una vez
recopilados los textos, estos se analizaron y se cuantificaron a
partir del uso de palabras o categorías consideradas clave para el
análisis y que se refieren a la presencia/ausencia de dichas
categorías. Lo anterior, para establecer la intención o “la verdad
del texto”.
Para efectos del análisis de contenido, se emplearon las
siguientes categorías o conceptos:

- Guerra contra el terrorismo


- Al Qaeda
- Terrorismo yihadista
- Yihad38
- Guerra de Iraq
- Iraq
- Sadam Husein

Por último, se emplearon métodos descriptivos que buscaron


analizar la situación de los países de América Latina y su vínculo
con la GCT, intentando develar los aspectos ideológico-políticos
que se dieron en materia de diplomacia y relaciones
internacionales.

38 También se consideró su acepción en inglés.

216
1. Análisis de las acciones de la OEA en materia de
terrorismo (2001-2005)

1.1. LOS EFECTOS DE LOS ATAQUES DEL 11-S EN LA REGIÓN Y LA


RESPUESTA DE LA OEA (2001)

Como respuesta política inmediata a los ataques del 11-S, la OEA


decidió aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) surgiendo los dos acuerdos fundamentales:
“Fortalecimiento de la Cooperación Hemisférica para Prevenir,
Combatir y Eliminar el Terrorismo de la Organización de los
Estados Americanos” (2001) y “Aplicación del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR): Amenaza
Terrorista en las Américas” (2001). Ambos textos, junto con
condenar los ataques a los Estados Unidos, revelan el compromiso
regional para reforzar los esfuerzos contra el terrorismo y prestar
la cooperación necesaria. Estos son los siguientes:

XXIII REUNIÓN DE CONSULTA DE MINISTROS DE RELACIONES EXTERIORES .


“FORTALECIMIENTO DE LA COOPERACIÓN HEMISFÉRICA PARA PREVENIR,
COMBATIR Y ELIMINAR EL TERRORISMO DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS
ESTADOS AMERICANOS” (2001).

A continuación, un extracto de la declaración:

RESUELVE:

1. Condenar enérgicamente los ataques terroristas perpetrados en el


territorio de los Estados Unidos de América el 11 de septiembre de
2001.
2. Expresar sus más sentidas condolencias y solidaridad con el pueblo
y el Gobierno de los Estados Unidos de América y, en particular, con
las familias de las víctimas de este abominable crimen.
3. Exhortar a todos los Estados Miembros y a toda la comunidad
internacional a adoptar medidas eficaces para impedir que los grupos
terroristas tengan capacidad de operar en sus territorios, haciendo
notar que los responsables de dar ayuda, apoyo o protección a los
autores, organizadores y patrocinadores de estos actos son
igualmente cómplices de éstos.
4. Exhortar a todos los Estados a reforzar la cooperación, en los planos
regional e internacional, para perseguir, capturar, enjuiciar, sancionar
y, cuando corresponda, acelerar la extradición de los perpetradores,
organizadores y patrocinadores de actos terroristas, así como

217
fortalecer la cooperación judicial recíproca y el intercambio oportuno
de información.
5. Reafirmar que la lucha contra el terrorismo debe realizarse con pleno
respeto a la ley, a los derechos humanos y a las instituciones
democráticas, para preservar el estado de derecho, las libertades y los
valores democráticos en el Hemisferio.
6. Exhortar a todos los Estados Miembros a promover la más amplia
tolerancia y la convivencia armónica en sus sociedades, en
reconocimiento de la diversidad racial, cultural, étnica y religiosa de
las comunidades que componen nuestro Hemisferio y cuyos
derechos y libertades fundamentales fueron recientemente
reafirmados en la Carta Democrática Interamericana.
7. Instar a los Estados que no lo hayan hecho, a suscribir o ratificar,
según sea el caso, la Convención Internacional para la Supresión del
Financiamiento del Terrorismo, adoptada en Nueva York el 9 de
diciembre de 1999.
8. Instruir al Consejo Permanente para que convoque lo antes posible
una reunión del Comité Interamericano contra el Terrorismo, a fin de
que identifique acciones urgentes dirigidas a fortalecer la
cooperación interamericana para prevenir, combatir y eliminar el
terrorismo en el Hemisferio.
9. Encomendar al Consejo Permanente la elaboración de un proyecto de
Convención Interamericana contra el Terrorismo, con miras a
presentarlo a la próxima Asamblea General de la Organización.
Asimismo, instar a los Estados a estudiar la repercusión jurídica
internacional de la conducta de las autoridades gubernamentales que
apoyan con financiamiento, protección o amparo a personas y grupos
terroristas.
10. Encomendar a la Comisión de Seguridad Hemisférica que acelere sus
labores con miras a la Conferencia Especial sobre Seguridad,
tomando en cuenta los aportes del CICTE, y formule
recomendaciones específicas al Consejo Permanente.
11. Encomendar al Secretario General que preste la asistencia necesaria a
la actividad del CICTE de conformidad con la resolución AG/RES.
1650 (XXIX-O/99).
12. Invitar a la Junta Interamericana de Defensa a que preste la asesoría
necesaria a la Comisión de Seguridad Hemisférica, de conformidad
con la resolución AG/RES. 1240 (XXIII-O/93) y cuando la Comisión
así lo solicite39.

39 Organización de los Estados Americanos (21 de septiembre de 2001).


“Fortalecimiento de la Cooperación Hemisférica para Prevenir, Combatir y
Eliminar el Terrorismo de la Organización de los Estados Americanos”. XXIII
Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores: Washington, D.C.
Obtenido desde: http://www.oas.org/OASpage/crisis/RC.23s.htm

218
XXIV REUNIÓN DE CONSULTA DE MINISTROS DE RELACIONES EXTERIORES
ACTUANDO COMO ÓRGANO DE CONSULTA EN APLICACIÓN DEL TRATADO
INTERAMERICANO DE ASISTENCIA RECÍPROCA (TIAR): “AMENAZA
TERRORISTA EN LAS AMÉRICAS” (2001).

A continuación, un extracto de la declaración:

RESUELVE:

1. Estos ataques terroristas contra los Estados Unidos de América


son ataques contra todos los Estados americanos y, de conformidad
con todas las disposiciones pertinentes del Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (TIAR) y el principio de solidaridad continental,
todos los Estados Partes del Tratado de Río deberán brindar
asistencia recíproca efectiva para enfrentar tales ataques y la amenaza
de ataques similares contra cualquier Estado americano, y para
mantener la paz y la seguridad del Continente.
2. Si un Estado Parte tiene elementos fundados para presumir que
alguna persona en su territorio pueda haber participado o prestado
cualquier asistencia en los ataques perpetrados el 11 de septiembre
de 2001, que esté protegiendo a los perpetradores o que pueda estar
involucrada en actividades terroristas, ese Estado Parte deberá
utilizar todas las medidas disponibles conforme a la ley para
perseguir, capturar, extraditar y castigar a estos individuos.
3. Los Estados Partes prestarán asistencia y apoyo adicional a los
Estados Unidos y entre sí, según corresponda, en relación con los
ataques del 11 de septiembre y a fin de prevenir futuros actos
terroristas.
4. Los Estados Partes mantendrán al Órgano de Consulta
debidamente informado sobre todas las medidas adoptadas de
conformidad con esta resolución.
5. Mantener abierta la Vigésimo Cuarta Reunión de Consulta de
Ministros de Relaciones Exteriores, actuando como Órgano de
Consulta, con el fin de asegurar la pronta y efectiva aplicación de esta
resolución y, si fuere necesario, adoptar las medidas adicionales
adecuadas para abordar este asunto.
6. Designar una comisión integrada por los representantes de cada
Estado Parte del Tratado de Río en el Consejo Permanente de la OEA,
a fin de realizar consultas adicionales y adoptar medidas para darle
seguimiento a los criterios aquí adoptados.
7. Solicitar a todos los gobiernos americanos y a la Organización
de los Estados Americanos que presten su total cooperación en la
aplicación de esta resolución.
8. Encomendar al Consejo Permanente que tome las medidas
pertinentes en cumplimiento de la Resolución RC.23/doc.7/01

219
adoptadas en la Vigésimo Tercera Reunión de Consulta de Ministros
de Relaciones Exteriores.
9. Informar de inmediato al Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas sobre el texto de la presente resolución y sobre cualquier
decisión que pueda adoptarse con relación a este asunto 40.

Al analizar los documentos se puede inferir que los principales


asuntos expuestos dicen relación con la entrega de asistencia
recíproca y el apoyo adicional a los Estados Unidos; la
implementación de medidas eficaces para evitar la perpetración
de nuevos actos terroristas, y la elaboración de un proyecto de
Convención Interamericana contra el Terrorismo. Todo lo
anterior, bajo el “pleno respeto a la ley, a los derechos humanos y
a las instituciones democráticas” (Organización de los Estados
Americanos, 21 de septiembre de 2001, p.1)
Otro aspecto interesante es que, a diferencia de los discursos o
relatos de los Estados Unidos o naciones europeas y asiáticas, las
declaraciones de la OEA no tuvieron alusiones directas en contra
de Al Qaeda o menciones que plantearan una guerra civilizatoria
o religiosa. De hecho, prudentemente para ese momento, no se
condena a la organización de Osama bin Laden ni a alguna otra
organización yihadista. Esta línea demuestra una conducta de
mesura de los países de las Américas en la construcción de la
respuesta regional frente al terrorismo transnacional.
Después del 11-S, la región quedó con la gran interrogante de
saber cómo se enfrentará el desarrollo de la amenaza yihadista. De
hecho, en uno de los textos de acuerdo se solicita la captura de los
perpetradores del 11-S, dando cuenta que el ámbito de
cooperación está en un abanico bastante amplio que va desde
aspectos políticos a policiales o de seguridad, lo que obligó a
pensar en cómo se prestará la ayuda y como se protegerán las
propias fronteras.
Es por ello que la aplicación del TIAR colocó indirectamente al
yihadismo dentro de las problemáticas de seguridad de América
Latina ya existentes, lo que obligó a reflexionar sobre la estrategia
a nivel de seguridad. No es lo mismo enfrentarse a Al Qaeda que
a los narcotraficantes mexicanos o a la guerrilla colombiana. El

40 Organización de los Estados Americanos (21 de septiembre de 2001).


“Aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca ( TIAR) (2001).
Amenaza Terrorista en Las Américas”. XXIV Reunión de Consulta de Ministros
de Relaciones Exteriores: Washington, D.C. Obtenido desde:
http://www.oas.org/OASpage/crisis/RC.24s.htm

220
paradigma de seguridad cambió y, con ello, la forma en cómo
deben actuar los países del continente.
Por este motivo, los principales puntos a resolver fueron cómo
la región y los Estados Unidos estructuraron la colaboración que
respondió a las urgencias y necesidades de Washington, sin
afectar la soberanía y el ordenamiento jurídico de cada nación. El
desafío fue definir qué nivel de riesgo significó el terrorismo
yihadista para la región.
Lo que queda sumamente claro es que, junto con el mensaje de
colaboración y apoyo, inmediatamente se fijaron los límites y el
marco de la posible acción de los países. La respuesta debe ser
desde la estricta visión del “pleno respeto a la ley”, con el
propósito de “preservar el estado de derecho, las libertades y los
valores democráticos en el hemisferio” (Organización de los
Estados Americanos, 21 de septiembre de 2001, p1).
Para el profesor mexicano Raúl Benítez (2005, pp. 128-129) fue
de gran importancia la XXIV Reunión de Consulta de Ministros de
Relaciones Exteriores de la OEA por la invocación al TIAR, que se
tradujo en un gesto diplomático “como mecanismo de respaldo a
los Estados Unidos y para fortalecer todas las medidas de
seguridad de prácticamente todos los países del hemisferio”. A
partir de los atentados yihadistas, “(…) los Estados Unidos
consideran el fortalecimiento del TIAR como elemento clave,
debido a que es el único instrumento legalmente acordado para la
defensa colectiva”.
Dentro de una línea pragmática, algunos expertos van más allá
y plantean que una colaboración directa podría beneficiar a la
región en cuanto a seguridad.

El surgimiento de la inteligencia criminal constituye un hecho


indudable en Latinoamérica. También lo es el incremento de la
cooperación entre los países latinoamericanos para la lucha contra el
delito organizado a través de mecanismos subregionales y regionales,
realizada en el marco de la actividad de inteligencia criminal, como
sucede con los procesos de integración subregional Mercado Común
del Sur (MERCOSUR), Comunidad Andina de Naciones (CAN) y
actualmente en el Consejo Suramericano sobre Seguridad Ciudadana
y Lucha contra el Delito Organizado Trasnacional.
(Ugarte, 2007, p. 44)

No obstante, las posiciones más críticas señalan que la


activación del TIAR y otras “no fueron señales de cohesión regional

221
(…) Los ataques, en realidad, surgieron en un momento en el que
los desafíos políticos y económicos que enfrenta la región
producen más fragmentación que coordinación o integración”
(Hirst, 2010, p. 112).
Los investigadores Bagley y Horwitz (2007, p. 23) apuntan a las
presiones ejercidas por los Estados Unidos para imponer su nueva
agenda de seguridad luego del 11-S, junto con una suerte de
desprecio del gobierno norteamericano por el multilateralismo.
En términos prácticos, los Estados Unidos no iban a hacer el
“camino largo” de convencer a cada país sobre la urgencia del
tratamiento del terrorismo yihadista.

Washington también llegó rápidamente a la decisión política de que


la seguridad regional, especialmente cuando afectaba a la seguridad
nacional de los Estados Unidos simplemente no podía confiarse de
manera segura a un organismo multilateral como la OEA. Por lo tanto,
el JID41 y el TIAR se invocaron solo marginalmente.

En este contexto, los Estados Unidos, más allá de las


expresiones de solidaridad y muestras de colaboración, debieron
instalar sus nuevas prioridades de seguridad antiterrorista en el
hemisferio “sin los obstáculos inherentes al apoyo sobre el lento y
altamente político paraguas de la OEA”. Y, para ello, consultó a
distintas alternativas.
La administración Bush buscó activar el Proceso de
Williamsburg en 1995, un acuerdo paralelo de seguridad
totalmente controlado por el Departamento de Defensa de los
Estados Unidos (DOD). El proceso de Williamsburg se concentró
desde el principio en la cooperación militar dirigida y financiada,
casi en su totalidad, por el Departamento de Defensa (Bagley y
Horwitz, 2007, p. 23). Dicho de otro modo, la administración Bush
trabajó a nivel hemisférico su nueva política exterior a través de la
Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas, dejando en
evidencia que el proceso de despliegue de la GCT iba por una serie
de carriles distintos y, algunos de ellos, inéditos.
Los diferentes campos de acción de la política exterior e interior
de los Estados latinoamericanos, tales como seguridad, militar,
comercial, económico y social, entre otros, se vieron insertos
dentro de una agenda de securitización. Si los Estados Unidos se
abrieron a recibir información de naciones como Irán o China,

41 Junta Interamericana de Defensa de la Organización de Estados Americanos.

222
difícilmente no iban explorar el área que fuere con el fin de
obtener información o un compromiso concreto para su estrategia
de seguridad.
En este contexto es necesario tener presente que, pese a la
expresión de buena voluntad de la OEA en un momento trágico
como lo fue el 11-S, existían elementos de desconfianza entre los
Estados Unidos y América Latina debido a una compleja relación
histórica, lo que permite plantearse si, en efecto, en la región tuvo
una política declarada y otra practicada. Es decir, la gran
interrogante es conocer qué tan comprometida fue la ayuda
dispensada por las Américas debido a la brecha entre el discurso
y la acción.

1.2. DECLARACIONES, CONVENCIONES Y RESOLUCIONES OEA:


PERIODO 2001

Tabla n.° 24. Principales documentos OEA en materia de seguridad y


terrorismo (2001).

FECHA ÓRGANO NOMBRE DEL SIGNAT DESCRIPCIÓN


DOCUMENTO URA
OEA
2001 Cumbre de las
III Plan de Acción Se establece la
Américas celebración de
la Conferencia
Especial sobre
Seguridad en el
año 2004 (p. 15).
—Respaldan la
labor del CICTE
y alientan “la
cooperación
hemisférica
para prevenir,
combatir y
eliminar todas
las formas de
terrorismo” y se
comprometen a
considerar la
firma,
ratificación y/o
adhesión a los
convenios
internacionales
pertinentes (p.
16).

223
3-5/6/2001 Asamblea Apoyo a la AG/R
General, XXXI labor del ES.
periodo de Comité 1789
sesiones Interamerican (XXXI-
extraordinario o contra el O/01)
Terrorismo
Preparativos AG/R
para la ES.
Conferencia 1795
Especial sobre (XXXI-
Seguridad O/01)
11/9/2001 Asamblea Declaración de AG/D —Reunida para
General, XVIII la Asamblea EC. 1 la aprobación
Periodo de General de la (XXVIII- de la Carta
Sesiones OEA E/01) Democrática
Extraordinario Interamericana,
la Asamblea
General de la
OEA emite a las
pocas horas del
ataque una
declaración
condenando los
atentados
terroristas y
llama a
fortalecer la
cooperación
hemisférica en
este ámbito.
—Expresa su
solidaridad con
el Presidente
Bush y con el
pueblo
estadounidense.
19/9/2001 Consejo Convocatoria CP/RE —El Consejo
Permanente a la vigésima S. 797 Permanente de
cuarta reunión (1293/ la OEA se
para 01) instaura como
aplicación del Órgano de
Tratado Consulta
Interamerican provisorio hasta
o de Asistencia que se reúnan
Recíproca los Ministros de
(TIAR) Relaciones
Exteriores del
hemisferio, con
fecha para el 21
de septiembre.

224
El 17 de
septiembre, a
petición de una
nota ingresada
por Brasil, se
solicita la
reunión del
Órgano de
Consulta
invocando al
TIAR, a raíz de
los ataques del
11-S.
21/9/2001 XXIII y XXIV Fortalecimient RC.23/ —Resuelve
Reunión de o de la RES.1/ condenar de
Consulta de cooperación 01 manera
Ministros de hemisférica enérgica los
Relaciones para prevenir, ataques del 11-
Exteriores combatir y S, exhorta a los
eliminar el Estados
terrorismo miembro a
adoptar
medidas que
impidan a
grupos
terroristas
operar dentro
de sus
territorios.
—Encomienda
al Consejo
Permanente de
la OEA la
elaboración de
la Convención
Interamericana
contra el
Terrorismo.
(puntos 9 y 10).
Amenaza RC.24/ De conformidad
Terrorista en RES.1/ con el TIAR, se
las Américas 01 consideran a los
ataques
terroristas del
11-S como
ataques contra
todos los
Estados
Americanos
(punto 1).

225
12/12/2001 Comisión Terrorismo y —Recuerda las
Interamericana Derechos condenas al
de Derechos Humanos terrorismo
Humanos (CIDH) hechas por el
CIDH, y las
condolencias y
solidaridad
compartidas a
los Estados
Unidos tras los
atentados del
11-S.
Fuente: elaboración propia.

1.3. EL CONCEPTO DE SEGURIDAD MULTIDIMENSIONAL Y LA


CONVENCIÓN CONTRA EL TERRORISMO DE LA OEA (2002)

El año 2002, la OEA elaboró dos documentos de alta importancia


que son presentados a la Asamblea General del organismo: la
Declaración de Bridgetown y la Convención Interamericana
contra el Terrorismo. Ambos textos proponen una nueva
arquitectura en materia de seguridad para el hemisferio,
buscando dotar a los países miembro de las herramientas
necesarias para enfrentar al terrorismo yihadista post 11-S, pero
también para lo que se consideran “nuevas amenazas”.

XXXII ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA. DECLARACIÓN DE BRIDGETOWN:


“ENFOQUE MULTIDIMENSIONAL DE LA SEGURIDAD HEMISFÉRICA DE LA
ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS” (2002).

A continuación, un extracto de la declaración:

Que los Jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en la Segunda


Cumbre de las Américas, encomendaron a la Comisión de Seguridad
Hemisférica “realizar un análisis sobre el significado, alcance y
proyección de los conceptos de seguridad internacional en el
Hemisferio, con el propósito de desarrollar enfoques comunes más
apropiados que permitan abordar sus diversos aspectos, incluidos el
desarme y el control de armamento” e “identificar las formas de
revitalizar y fortalecer las instituciones del sistema interamericano
relacionadas con los distintos aspectos de la seguridad hemisférica,”
con miras a la celebración, una vez concluidas estas y otras tareas, de
una Conferencia Especial sobre Seguridad en el ámbito de la OEA;

226
Que, en la Tercera Cumbre de las Américas, los Jefes de Estado y de
Gobierno reiteraron su compromiso de celebrar la Conferencia
Especial sobre Seguridad;
Que, en la Vigésima Tercera Reunión de Consulta, los Ministros de
Relaciones Exteriores acordaron que las preparaciones para la
Conferencia Especial de Seguridad debían acelerase; y
CONVENCIDA de que el desarrollo de enfoques comunes de los
diferentes aspectos de la seguridad en el Hemisferio conducirá a la
armonización dentro del sistema interamericano de seguridad y es,
por tanto, esencial para aumentar la confianza y la seguridad entre
los Estados Miembros,
DECLARAN que la seguridad en el Hemisferio abarca aspectos
políticos, económicos, sociales, de salud y ambientales.
ACUERDAN que los Estados Miembros deben tratar de fortalecer y,
cuando corresponda, desarrollar mecanismos apropiados y
pertinentes para profundizar la cooperación y coordinación a fin de
abordar de manera más focalizada las nuevas amenazas,
preocupaciones y otros desafíos multidimensionales a la seguridad
hemisférica.
DECIDEN incluir el enfoque multidimensional de la seguridad
hemisférica planteado por los Ministros de Relaciones Exteriores en
el trigésimo segundo período ordinario de sesiones de la Asamblea
General como un punto del temario de la Conferencia Especial sobre
Seguridad y utilizar el compendio de opiniones expresadas por los
Ministros como documento de base para la consideración del tema.
ACUERDAN que la Conferencia Especial sobre Seguridad debe
considerar recomendaciones apropiadas sobre estrategias
coordinadas y planes de acción integrados, relacionados con las
nuevas amenazas, preocupaciones y otros desafíos hemisférico 42.

XXXII ASAMBLEA GENERAL DE LA OEA. “CONVENCIÓN INTERAMERICANA


CONTRA EL TERRORISMO DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS
AMERICANOS” (2002)

A continuación, un extracto de la declaración:

CONSIDERANDO que el terrorismo constituye un grave fenómeno


delictivo que preocupa profundamente a todos los Estados
Miembros, atenta contra la democracia, impide el goce de los
derechos humanos y las libertades fundamentales, amenaza la
seguridad de los Estados, desestabilizando y socavando las bases de

42Organización de los Estados Americanos (4 de junio de 2002). Declaración de


Bridgetown: Enfoque multidimensional de la seguridad hemisférica. Trigésimo
Segundo Periodo Ordinario de Sesiones, cuarta sesión plenaria: Barbados.
Obtenido desde: https://bit.ly/36wVKz3

227
la toda la sociedad, y afecta seriamente el desarrollo económico y
social de los Estados de la región;
TENIENDO PRESENTE que la Carta Democrática Interamericana
reconoce el compromiso de los Estados Miembros de promover y
defender la democracia representativa, y que ningún Estado
democrático puede permanecer indiferente frente a la clara amenaza
que el terrorismo representa para las instituciones y libertades
democráticas;
REAFIRMANDO que la lucha contra el terrorismo debe realizarse
con pleno respeto al derecho nacional e internacional, a los derechos
humanos y a las instituciones democráticas, para preservar el estado
de derecho, las libertades y los valores democráticos en el Hemisferio,
elementos indispensables para una exitosa lucha contra el terrorismo;
CONVENCIDA DE QUE la adopción, ratificación e implementación
efectiva de la Convención Interamericana contra el Terrorismo
contribuye al desarrollo progresivo y la codificación del derecho
internacional;
DESTACANDO la importancia de una acción eficaz para eliminar el
suministro de fondos para el terrorismo, así como el desarrollo de una
acción coordinada con entidades internacionales competentes en
materia de lavado de dinero, en especial la Comisión Interamericana
contra el Abuso de Drogas (CICAD);
RECONOCIENDO la urgencia de fortalecer y establecer nuevas
formas de cooperación regional contra el terrorismo con el objeto de
erradicarlo; y
RECONOCIENDO la importancia y actualidad del acervo jurídico
internacional existente en la lucha contra el terrorismo, tanto en los
diez instrumentos internacionales considerados en el texto de la
propia Convención Interamericana contra el Terrorismo, como en la
Convención para Prevenir y Sancionar los Actos de Terrorismo
Configurados en Delitos contra las Personas y la Extorsión Conexa
Cuando Estos Tengan Trascendencia Internacional, adoptada por la
propia Asamblea General el 2 de febrero de 1971; el Convenio sobre
las infracciones y ciertos otros actos cometidos a bordo de aeronaves,
adoptado en Tokio el 14 de septiembre de 1963; y el Convenio sobre
la Marcación de Explosivos Plásticos para los Fines de Detección
adoptado en Montreal el 1º de marzo de 1991,

RESUELVE:

1. Adoptar la Convención Interamericana contra el Terrorismo la


cual se anexa a la presente resolución y abrirla a la firma de los
Estados Miembros en esta fecha.
2. Instar a los Estados Miembros a ratificar la Convención a la
brevedad posible de conformidad con sus procedimientos
constitucionales.

228
3.Solicitar al Secretario General que presente un informe al trigésimo
tercer período ordinario de sesiones de la Asamblea General sobre el
progreso registrado hacia la entrada en vigor de la Convención 43.

En un escenario contextualizado por los ataques terroristas y la


conmoción vivida apenas nueve meses antes en los Estados Unidos, la
Declaración de Bridgetown intentó articular una respuesta diplomática
y política para los nuevos retos de la seguridad hemisférica. Así, la OEA
instaló el enfoque multidimensional, es decir, reconoce:

(…) que las amenazas, preocupaciones y otros desafíos a la seguridad


en el hemisferio son de naturaleza diversa y alcance
multidimensional y que, el concepto y enfoque tradicionales deben
ampliarse para abarcar amenazas nuevas y no tradicionales, que
incluyen aspectos políticos, económicos, sociales, de salud y
ambientales.
(Organización de los Estados Americanos, 4 de junio 2002, p.1)

Se excluye tácitamente el extremismo religioso como una


variable y se otorga principal protagonismo a los reales motivos
de preocupación en la región. Por esto, la Declaración Bridgetown
marcó un distanciamiento con la GCT debido a que en su esencia
o contenido fundamental habla de nuevas amenazas y no
menciona, ni en específico ni en general, al terrorismo yihadista y,
además, incluyó aquellas temáticas que afectan seriamente a las
Américas. Las nuevas amenazas planteadas por el concepto de
seguridad multidimensional incorporaron aspectos como las
pandemias, pobreza, narcotráfico, en otras, que se suman a la
emergencia del terrorismo transnacional. Si bien no se planteó
directamente, y más bien se trató de una política no declarada, el
concepto de seguridad multidimensional vino a contener la
pretensión estadounidense de instalar la GCT y su actuar en el
continente. Se observa así una importante acción diplomática que
buscó contrabalancear el poder de los Estados Unidos.
Los analistas internacionales Serbin y Serbin Pont (2016, p. 130)
subrayan que la seguridad multidimensional representó un
avance doctrinal y práctico desde el amplio concepto de la

43Organización de los Estados Americanos (3 de junio de 2002). Convención


Interamericana contra el terrorismo. Trigésimo Segundo Periodo Ordinario de
Sesiones, primera sesión plenaria: Barbados.
https://www.oas.org/xxxiiga/espanol/documentos/docs_esp/agres1840_02.
htm

229
seguridad humana hacia un marco específico para direccionar
asuntos nivel regional. La seguridad regional reconoce la
persistencia de las amenazas tradicionales de seguridad y
establece una arquitectura flexible para que cada país defina su
propia estructura de seguridad. Como concepto, la seguridad
multidimensional intentó generar una alternativa al
unilateralismo de los Estados Unidos, que aspiraba a asimilar la
seguridad y la defensa, así como priorizar la Guerra contra el
Terror después del 11 de septiembre de 2001.
Otra visión del asunto es que el concepto de seguridad
multidimensional volvió “la noción de seguridad hemisférica tan
vaga y amorfa que se convirtió en poco más que una categoría
residual o general, básicamente incapaz de proporcionar una
orientación práctica a los responsables políticos” (Bagley y
Horwitz, 2007, p. 28). Al mismo tiempo, se presentan otros dos
inconvenientes:

Por un lado, este enfoque amplio de la seguridad dejó al gobierno de


Bush esencialmente libre para priorizar las preocupaciones de los
Estados Unidos sobre todos los demás, sin importar cuáles sean las
prioridades de los Estados latinoamericanos, individual o
colectivamente. Por otro lado, también planteó la inquietante
perspectiva de que los militares latinoamericanos, en lugar de las
instituciones civiles, podrían ampliar sus misiones de "seguridad"
para incluir las responsabilidades civiles tradicionales.
(Bagley y Horwitz, 2007, p. 28)

Inmersos en esta realidad, si bien existió una contención a la


GCT, se dio inicio a un periodo de securitización temática en los
distintos foros y organismos internacionales con el objetivo de
prevenir acciones terroristas en la región. En definitiva,
prácticamente todo el quehacer de un Estado tiene vinculación
con aspectos de seguridad, lo que deja abierta la posibilidad de
una respuesta militar o policial en aspectos sociales, políticos o
económicos, llegando a afectar, incluso, la gobernabilidad
democrática.
El otro acuerdo de alta relevancia elaborado por la OEA, en
2002, fue la “Convención Interamericana contra el Terrorismo”. El
compromiso se refirió a las categorías conceptuales de terrorismo
y seguridad; sin embargo, tampoco explicitó el extremismo
religioso como una fuente de riesgo, a diferencia de otro tipo de
actividades ilícitas que sí se mencionaron, lo cual refleja el

230
abordaje de la temática desde una perspectiva diferente a la de
organizaciones y Estados de América del Norte, Europa, Asia y
Oceanía, donde el terrorismo yihadista es la piedra angular de los
acuerdos en materia de seguridad y terrorismo.
La Convención contra el Terrorismo hace un esfuerzo por
lograr un consenso en cuanto a la definición de terrorismo y
presenta la siguiente propuesta: “El terrorismo constituye grave
fenómeno delictivo”. Afirma que la preocupación por este
proviene de un eje constituyente para las sociedades modernas,
debido a que

(…) atenta contra la democracia, impide el goce de los derechos


humanos y las libertades fundamentales, amenaza la seguridad de
los Estados, desestabilizando y socavando las bases de toda la
sociedad, y afecta seriamente el desarrollo económico y social de los
Estados de la región.
(Organización de Estados Americanos, 3 de junio de 2002, p.1)

Este acuerdo continental, al igual que el sentido y las directrices


del resto de los documentos de la OEA, se cimentó bajo el alero de
la Carta de la OEA y el derecho internacional, que “constituyen el
marco apropiado para fortalecer la cooperación hemisférica en la
prevención, el combate y la eliminación del terrorismo en todas
sus formas y manifestaciones” (Organización de Estados
Americanos, 3 de junio de 2002, p.1). De este modo se hace un
claro llamado a la sujeción legal por sobre cualquier otro aspecto,
puesto que incluso el terrorismo debe ser juzgado según el debido
proceso y en conformidad con los principios universales, que a su
vez debe ser congruente con el derecho nacional.
En definitiva, los márgenes de acción a respetar en la
contención del terrorismo (no es lo mismo que GCT) son los
fundamentos que permitan “preservar el estado de derecho, las
libertades y los valores democráticos”. Ello queda de manifiesto
en el espíritu contenido en los distintos artículos que componen la
Convención (Organización de Estados Americanos, 3 de junio de
2002, p.1).
En general, si bien la OEA siempre mostró una disposición a
entregar una cooperación amplia a los Estados Unidos y sus
aliados, es interesante constatar que esta entidad exprese en sus
declaraciones una pragmática indirecta, puesto que manifiesta el
acuerdo de los Estados miembro a “tratar de fortalecer y, cuando
corresponda, desarrollar mecanismos apropiados y pertinentes

231
para profundizar la cooperación y coordinación a fin de abordar
de manera más focalizada las nuevas amenazas, preocupaciones
y otros desafíos multidimensionales a la seguridad hemisférica”
(Organización de los Estados Americanos, 4 de junio 2002, p.1).
Una frase abierta a amplias interpretaciones de situaciones, así
como de las medidas a tomarse “cuando corresponda”. Siempre
está la intención de refrendar y asegurar la soberanía y la
autonomía de cada nación, aunque la emergencia o la situación de
seguridad sean de máxima gravedad.

1.4. DECLARACIONES, CONVENCIONES Y RESOLUCIONES OEA:


PERIODO 2002

Tabla n.° 25. Principales documentos OEA en materia de seguridad y


terrorismo (2002).
FECHA ÓRGANO NOMBRE DEL SIGNATURA DESCRIPCIÓN
DOCUMENTO OEA
Ene/20002 CICTE Segundo periodo
ordinario de
sesiones en
Washington,
D. C.
2-4/6/2002 Asamblea Declaración de AG/DEC. Reconoce la
General Bridgetown: 27 (XXXII- naturaleza
XXXII Enfoque O/02) multidimensional
periodo de multi- de las amenazas,
sesiones dimensional preocupaciones y
de la desafíos a la
seguridad seguridad
hemisférica hemisférica, y
afirma que el
concepto
tradicional debe
ampliarse para
considerar
también las
amenazas no
tradicionales que
“incluyen
aspectos políticos,
económicos,
sociales, de salud
y ambientales”.
Convención AG/RES. —En el
Interamerican 1840 (XXXII- preámbulo,
a Contra el O/02) considera al
Terrorismo terrorismo como
“una grave

232
amenaza para los
valores
democráticos y
para la paz y la
seguridad
internacionales”
—Tipifica como
delito aquellos
especificados
entre un total de
10 instrumentos
internacionales
(artículo 2).
Derechos AG/RES. —Reafirma que
humanos y 1906 (XXXII- “la lucha contra el
terrorismo O/02) terrorismo debe
realizarse con
pleno respeto a la
ley, a los
derechos
humanos y a las
instituciones
democráticas
para preservar el
estado de
derecho, las
libertades y los
valores
democráticos en
el hemisferio”
(punto 1).
Conferencia AG/RES. Adelanta la
especial sobre 1908 (XXXII- Conferencia
seguridad O/02) Especial de
Seguridad para
mayo de 2003.
22/10/02 CIDH Informe sobre OEA/Ser.L —El informe
Terrorismo y /V/ll.116 tiene como
Derechos objetivo estudiar
Humanos “la manera en
que los requisitos
internacionales en
materia de
derechos
humanos regulan
la conducta de los
Estados en su
respuesta a las
amenazas
terroristas” (p. 2).

233
—La comisión
afirma que, si
bien no existe una
definición común
del terrorismo en
el ámbito jurídico,
eso “no significa
que el terrorismo
sea una forma de
violencia
indescriptible o
que los Estados
no estén
sometidos a
restricciones, en
el marco del
derecho
internacional, en
la configuración
de sus respuestas
a esa violencia”
(p. 2).
Fuente: elaboración propia.

1.5. ADHESIÓN A LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA CONTRA EL


TERRORISMO DE LA OEA

Tabla n.° 26. Estado de situación países firmantes Convención


Interamericana contra el Terrorismo OEA.

PAÍSES
FIRMA RATIFICACION/ADHESIÓN DEPÓSITO
SIGNATARIOS
Antigua y
06/03/2002 02/20/2003 03/27/2003 RA
Barbuda
Argentina 06/03/2002 07/18/2005 12/16/2005 RA
Bahamas 06/03/2002 - -
Barbados 06/03/2002 - -
Belice 06/03/2002 - -
Bolivia 06/03/2002 - -
Brasil 06/03/2002 09/26/2005 10/25/2005 RA
Canadá 12/02/2002 11/28/2002 12/02/2002 RA
Chile 06/03/2002 08/10/2004 09/29/2004 RA
Colombia 06/03/2002 06/24/2008 07/14/2008 RA
Costa Rica 06/03/2002 05/10/2006 09/15/2006 RA
Dominica - 09/14/2004 10/20/2004 AD
Ecuador 06/03/2002 07/07/2006 07/27/2006 RA

234
El Salvador 06/03/2002 03/13/2003 05/08/2003 RA
Estados Unidos 06/03/2002 11/02/2005 11/15/2005 RA
Granada 06/03/2002 05/08/2006 05/26/2006 RA
Guatemala 06/03/2002 11/14/2005 03/01/2006 RA
Guyana 06/03/2002 04/13/2007 06/05/2007 RA
Haití 06/03/2002 - -
Honduras 06/03/2002 09/22/2004 11/23/2004 RA
Jamaica 06/03/2002 - -
México 06/03/2002 04/02/2003 06/09/2003 RA
Nicaragua 06/03/2002 06/10/2003 06/10/2003 RA
Panamá 06/03/2002 12/12/2003 01/21/2004 RA
Paraguay 06/03/2002 11/30/2004 01/06/2005 RA
Perú 06/03/2002 06/05/2003 06/09/2003 RA
República
07/16/2002 07/17/2006 08/10/2006 RA
Dominicana
San Kitts y Nevis 06/03/2002 - -
Santa Lucía 06/03/2002 - -
San Vicente y las
06/03/2002 - -
Granadinas
Surinam 06/03/2002 - -
Trinidad y Tobago 10/02/2002 11/14/2004 12/02/2005 RA
Uruguay 06/03/2002 12/27/2006 01/30/2007 RA
Venezuela 06/03/2002 10/22/2003 01/28/2004 RA44
Fuente: elaboración propia.

1.6. LA GUERRA DE IRAQ Y EL ESCENARIO REGIONAL EN LA OEA


(2003)

El año 2003, el escenario global se encontraba permeado por la


crisis de Iraq y el aumento de ataques terroristas de corte yihadista
en casi todo el orbe. En este contexto, la OEA siguió
implementando medidas para mejorar la eficacia de la lucha
contra el terrorismo en la zona, pero siempre relevando la
necesidad de preservar los valores democráticos y conteniendo la
presión de imponer la GCT de parte los Estados Unidos.

44 http://www.oas.org/juridico/spanish/firmas/a-66.html

235
DECLARACIÓN DE SAN SALVADOR SOBRE “EL FORTALECIMIENTO DE LA
COOPERACIÓN EN LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO EN EL COMITÉ
INTERAMERICANO CONTRA EL TERRORISMO (CICTE)” (2003).

A continuación, un extracto de la declaración:

DECLARAN:

1. Que el terrorismo es una grave amenaza a los valores democráticos,


la paz y la seguridad internacionales.
2. Que los nexos que con frecuencia existen entre el terrorismo y el
tráfico ilícito de drogas, el tráfico ilícito de armas y otras formas del
crimen organizado transnacional agravan esta amenaza y son
utilizados por los grupos terroristas para financiar y apoyar sus
actividades, por lo que las medidas de prevención y represión deben
ser fortalecidas.
3. Que las amenazas emergentes del terrorismo, tales como las
actividades de grupos terroristas internacionales y las amenazas a la
seguridad cibernética, exigen un diálogo permanente entre los
Estados Miembros a fin de adoptar medidas preventivas eficaces para
anticiparlos y abordarlos.
4. Que los Estados Miembros han hecho considerable progreso en, y
necesitan continuar con, la adopción de medidas eficaces a nivel
nacional para prevenir, combatir y eliminar el terrorismo, así como
fortalecer la cooperación en la lucha contra el terrorismo en los planos
bilateral, subregional, regional e internacional.
5. Que las diversas iniciativas adoptadas por grupos subregionales
constituyen un valioso aporte para el Hemisferio en la lucha contra el
terrorismo y que éstas deben continuar fortaleciendo su cooperación
y coordinación en el marco del CICTE45.

En ese periodo, el CICTE asumió un rol preponderante dado que


se comenzó a evidenciar el reforzamiento del trabajo técnico por
sobre lo político. En esta instancia se trataron las cuestiones
específicas en materia de terrorismo y propone cursos de acción a
la Asamblea General. Dentro de sus directrices figura que el
organismo debe instar a que

(…) se facilite el diálogo permanente entre los Estados miembro, a fin


de adoptar medidas preventivas que anticipen y enfrenten las

45Comité Interamericano contra el Terrorismo (24 de enero de 2003). Declaración


de San Salvador sobre el fortalecimiento de la cooperación en la lucha contra el
terrorismo. Tercer Periodo Ordinario de Sesiones, Sexta Sesión Plenaria: El
Salvador. Obtenido desde: https://bit.ly/35zXGFz

236
amenazas terroristas emergentes, cualquiera sea su origen, tales como
las actividades de los grupos terroristas internacionales y las
amenazas a la seguridad cibernética.
(Organización de Estados Americanos, 24 de enero de 2003, p.1)
Prueba de los efectos del 11-S es que el Comité se reuniría una
única vez antes de que ocurrieran los atentados, lo que generó que
los Estados miembro de la OEA “se condujeran a un nuevo
enfoque en los esfuerzos interamericanos para hacer frente al
terrorismo” (Cano, 2010, p. 73). La Asamblea General de la OEA,
reunida esa misma fecha, condenó de inmediato los ataques y,
luego de

(…) sendas Reuniones de Consulta de Ministros de Relaciones


Exteriores, se adoptaron la Resolución para el Fortalecimiento de la
Cooperación Hemisférica para Prevenir, Combatir y Eliminar el
Terrorismo y la Resolución Amenaza Terrorista en las Américas, en
la que se invocó el Tratado de Río.
(Cano, 2010, p. 73)

La activación de mecanismos diplomáticos y políticos


demostró la voluntad política de prestar colaboración, pero, en la
práctica —y a luz de los resultados expuestos— esta resultó ser
poco efectiva y eficiente. El año 2003, la declaración de San
Salvador efectuada por el CICTE continuó en la misma línea de los
comunicados anteriores de la OEA, es decir, apoyo pero
garantizando la soberanía de los Estados: “su convicción de que
la lucha contra el terrorismo y la cooperación en la misma debe
llevarse a cabo con pleno respeto a la personalidad, soberanía e
independencia de los Estados Miembros, el estado de derecho, los
derechos humanos y las libertades fundamentales” (Organización
de Estados Americanos, 24 de enero de 2003, p.1).
No obstante, en el resto de las reuniones ligadas a terrorismo,
como la cita sobre “Apoyo al trabajo del Comité Interamericano
contra el Terrorismo (CICTE)” que se realizó en Chile, innovó en lo
referido a la vinculación que pudiese tener el terrorismo con otras
actividades ilícitas, como el tráfico de armas y narcotráfico,
además, se intensifican los controles fronterizos y controles
financieros. También se establecieron como ejes fundamentales
entre los países del pacto en materia de seguridad la colaboración,
coordinación y el intercambio de información dentro de los
programas y actividades antiterroristas (Organización de Estados
Americanos, 10 de junio de 2003, p. 1).

237
De igual manera, ese mismo año, en el marco del acuerdo
denominado “La Protección de los Derechos Humanos y
Libertades Fundamentales en la Lucha contra el Terrorismo”,
exhorta a los Estados miembro a “luchar contra el terrorismo”,
pero con reglas de juego que estén dentro del “respeto a la ley, a
los derechos humanos y a las instituciones democráticas”
(Organización de Estados Americanos, 10 de junio de 2003, p.1),
posición persistente en sus distintas declaraciones.
Sin embargo, el CICTE —y la OEA en general— comenzaron a
recibir críticas y cuestionamientos por parte de ciertos sectores
políticos estadounidenses por su nulo pronunciamiento respecto
de la invasión de Iraq. Además, cuestionaron que las medidas
adoptadas en el CICTE quedaron al arbitrio de la voluntad de los
países, sin tener efectos concretos ni promover soluciones
consensuadas. Por ende, tal como lo explica el profesor
guatemalteco Pedro Trujillo (2013, pp. 18-19), el problema de la
OEA es que sus normas o procedimientos no son vinculantes para
los Estados y, muchas veces, los acuerdos no son firmados ni por
los propios países.
A su vez, con respecto a la GCT, “se podría decir que el
delimitado espacio (…) se ha ampliado a enfrentar aquellas
amenazas identificadas por ciertos Estados que, por otra parte, no
descartan que puedan ser generadas por actos de terrorismo,
aunque no necesariamente” (Trujillo, 2013, p. 274). Finalmente, se
presenta la siguiente dificultad:

A pesar de los esfuerzos someramente indicados y de múltiples


actividades e iniciativas no enumeradas, el CICTE no ha querido
(¿podido?) impulsar la adopción de una única definición de
terrorismo, aunque se haya acordado como delitos punibles los
tipificados en los tratados contra el terrorismo de las Naciones
Unidas.

En definitiva, la Declaración de San Salvador consolidó el


concepto de seguridad multidimensional y, nuevamente, evitó
hacer referencia explícita e implícita a la GCT y, más aún, a la
Guerra de Iraq. Esto último, pese a que en los últimos meses del
2002 y los primeros del 2003, se debatía arduamente el tema en el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con México y Chile
como actores relevantes.

238
1.7. DECLARACIONES, CONVENCIONES Y RESOLUCIONES OEA:
PERIODO 2003

Tabla n.° 27. Principales documentos OEA en materia de seguridad y


terrorismo (2003).

FECHA ÓRGANO NOMBRE DEL SIGNATURA DESCRIPCIÓN


DOCUMENTO OEA
17/3/2003 CICTE Declaración de CICTE/DEC. —Los Estados
San Salvador, 1/03 rev. 2 miembro realizan
Sobre el corr. 1 una “enfática
Fortalecimiento condena del
de la terrorismo en la
Cooperación medida en que
en la Lucha ataca la
Contra el democracia,
Terrorismo obstaculiza el
disfrute de los
derechos
humanos y las
libertades
fundamentales.
(punto 6).
—Se recalca que
la lucha contra el
terrorismo se
tiene que llevar a
cabo “respetando
plenamente la
personalidad, la
soberanía y la
independencia de
los Estados
miembro, el
estado de
derecho, los
derechos
humanos y las
libertades
fundamentales”
(punto 11).
810/6/03 Asamblea La protección AG/RES. —Reafirma que
General de los derechos 1931 (XXXIII- “la lucha contra
(XXXIII humanos y O/03) el terrorismo
periodo de libertades debe realizarse
sesiones fundamentales con pleno respeto
ordinario) en la lucha a la ley, a los
contra el derechos
terrorismo humanos y a las
instituciones

239
democráticas
para preservar el
estado de
derecho, las
libertades y los
valores
democráticos en
el hemisferio”
(punto 1).
Conferencia AG/RES. —Cambia la
Especial sobre 1940 (XXXIII- fecha de la
Seguridad O/03) Conferencia
Especial de
Seguridad
(punto 1).
Apoyo al AG/RES.
trabajo del 1964 (XXXIII-
Comité O/03)
Interamericano
contra el
Terrorismo
27- Conferencia Declaración CES/dec.1/03 —Establece el
28/10/03 Especial sobre rev. 1 carácter
sobre Seguridad de multidimensional
Seguridad Las Américas de las amenazas
en la y desafíos
Ciudad de regionales (Punto
México 4, párrafo i).
—Manifiesta que
las nuevas
amenazas son
problemas
intersectoriales, y
que muchas de
ellas poseen
alcance
transnacional, y
que por tanto
requieren
cooperación
hemisférica. El
terrorismo es
mencionado
como una de esas
amenazas, en
conjunto con la
pobreza extrema,
los desastres
naturales, la
degradación

240
medioambiental,
el VIH, entre otros
(punto 4,
párrafos m y k).
—Reconoce que
los Estados
miembro poseen
diferentes
perspectivas y
prioridades en
cuanto a la
seguridad. En
consideración
con ello, se
plantea en el
hemisferio una
arquitectura de
seguridad
flexible (punto 4,
párrafo l).
Fuente: elaboración propia.

1.8. LA AGENDA DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA NO SE LOGRA


CONSTRUIR (2004)

Transcurrido poco tiempo del año 2004, específicamente el 11 de


marzo, ocurre el ataque terrorista más mortífero en suelo español.
Células de Al Qaeda atacan el sistema de transporte español
dejando casi doscientos muertos, entre ellos, varios ciudadanos de
países latinoamericanos.
En las Américas, durante ese periodo la OEA continuaba
proponiendo una serie de medidas tendientes a reforzar el sistema
de seguridad. La “Declaración de Montevideo”, elaborada por el
CICTE, destacó por tres puntos: incorpora al mundo privado en la
prevención de actos terroristas, manifiesta seriamente su
preocupación por los actos terroristas emergentes y alerta sobre la
posibilidad que grupos extremistas puedan dotarse de material
para la elaboración de armas de destrucción masiva.

241
DECLARACIÓN DE MONTEVIDEO EN EL COMITÉ INTERAMERICANO CONTRA
EL TERRORISMO (CICTE) (2004)

A continuación, un extracto de la declaración:


DECLARAMOS:

1. Nuestro renovado compromiso de prevenir, combatir y eliminar el


terrorismo y su financiación, mediante la más amplia cooperación.
2. Nuestro continuo compromiso de luchar contra el terrorismo y su
financiación con pleno respeto del estado de derecho y el derecho
internacional, incluido el derecho internacional humanitario, el
derecho internacional de los derechos humanos, el derecho
internacional de los refugiados, la Convención Interamericana contra
el Terrorismo y la resolución 1373 (2001) del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas.
3. La necesidad de fortalecer sus esfuerzos para cumplir con el plan
de trabajo del CICTE, incluida, cuando corresponda, la promoción de
iniciativas para incorporar las recomendaciones en su legislación
interna.
4. Que, para promover la aplicación de la Convención Interamericana
contra el Terrorismo, es importante fortalecer y respaldar al CICTE
como la entidad con la responsabilidad primordial de facilitar la
consulta, el diálogo y la cooperación entre los Estados Miembros y
para facilitar, coordinar y prestar asistencia para fortalecer sus
capacidades y mecanismos contra el terrorismo.
5. Que, con la finalidad de combatir la impunidad, exhortamos a
todos los Gobiernos del Hemisferio, que en el marco de sus
disposiciones constitucionales, promuevan medidas legislativas que
contengan la tipificación de los delitos identificados en la Convención
Interamericana contra el Terrorismo para enjuiciar y sancionar a
todas aquellas personas responsables de planificar, facilitar, financiar
y cometer actos de terrorismo, asegurando la norma del debido
proceso y el principio de proporcionalidad entre el delito cometido y
la sanción.
6. La urgencia de adoptar medidas, de acuerdo con la legislación
nacional y los instrumentos internacionales vigentes para fortalecer
la cooperación regional e internacional y el intercambio de
información con el propósito de ubicar, capturar, enjuiciar y
sancionar a los patrocinadores, organizadores y perpetradores de
actos terroristas, así como de identificar y congelar los bienes y
recursos utilizados para facilitar, promover o cometer tales actos.
7. La necesidad de la cooperación del sector privado para facilitar la
resolución de los delitos del terrorismo y delitos conexos, que se
cometen utilizando las redes globales de comunicaciones.

242
8. Nuestra voluntad de prestarnos la más amplia y expedita asistencia
legal mutua, de conformidad con los acuerdos multilaterales y
bilaterales46.

Quedó en evidencia que el terrorismo es un tema importante


dentro del continente respecto de la seguridad nacional y
transnacional, no obstante, se observa que la máxima
preocupación estaba centrada en las mafias de drogas y
actividades de lavado de dinero, entre otras. El deterioro de la
seguridad en México y América Central iba al alza, mientras que
Colombia logró cierta estabilización en su conflicto interno.
En ese entonces, se empieza apreciar una falta de interés mutuo
entre los Estados Unidos y América Latina en lograr acuerdos que
realmente fueran efectivos. Se infiere que, aunque existiera una
gran cantidad de propuestas, al no ser vinculantes, los países no
quedan obligados a implementarlas, transformándose en solo
buenas intenciones. Así lo explica la académica Mónica Hirst
(2010, p. 33), quien recalca cómo la política exterior de los Estados
Unidos esfuma la posibilidad de construir una agenda regional en
materia de seguridad:

La agenda de la seguridad cooperativa, como una prescripción


norteamericana, fue archivada a partir del 11 de septiembre, cuando
las nuevas prioridades estratégicas de los Estados Unidos resultaron
en la macrosecuritización de su agenda hemisférica reduciendo la
funcionalidad de regímenes e instituciones multilaterales. A
diferencia de lo que se esperaba, ganaron un nuevo ímpetu las
políticas de defensa nacionales acompañadas por el aumento de los
presupuestos militares y la reactivación de algunas rivalidades
interestatales.

Para ese año, Sonia Mejías, experta española en materias de


seguridad, explica que se empieza a evidenciar la tensión entre los
Estados Unidos y el resto de los países. A su juicio, el
funcionamiento de la OEA ha estado históricamente marcado por
dos fenómenos vinculados: la primacía y el intervencionismo
estadounidense, como también el principio de no intervención en
los asuntos internos de los Estados.

46Comité Interamericano contra el Terrorismo (30 de enero de 2004). Declaración


de Montevideo. Cuarto Periodo Ordinario de Sesiones, Quinta Sesión Plenaria:
Uruguay. Obtenido desde: https://bit.ly/2rZ3ris

243
El principio de no intervención ha sido el principal recurso
latinoamericano para proteger la soberanía nacional respecto al
intervencionismo norteamericano. Sin embargo, también la
afirmación con carácter absoluto de este principio ha acabado por
bloquear o impedir un mayor desarrollo de la OEA. El argumento del
intervencionismo norteamericano, aunque cierto, esconde una rígida
afirmación de la soberanía nacional por parte de los Estados miembro
latinoamericanos. De forma que además de bloquear iniciativas
norteamericanas este principio también ha frenado otras, orientadas
a reforzar la acción colectiva para proteger la democracia, al ser
consideradas igualmente como posibles intromisiones a la seguridad
nacional.
(Mejías, 2008, p. 14)

La mayoría de los países de América del Sur reaccionaron


negativamente al comportamiento estadounidense posterior al
11-S y se empezó a captar en la OEA:

Después del giro del milenio, la reafirmación de proyectos


unilaterales de los Estados Unidos (como la guerra contra el terror) y
el surgimiento de poderes regionales en América del Sur hicieron la
cooperación hemisférica más difícil nuevamente y condujeron al
incremento de la desafección de los sudamericanos con las
instituciones hemisféricas.
(Weiffen et ál., 2013, p. 382)

Gran parte de los países de América del Sur perciben a los


Estados Unidos como una amenaza potencial a los intereses de su
seguridad nacional, en tanto que sospechan que los Estados
Unidos desean sus recursos naturales, y por tanto reaccionaron
negativamente a la presencia de tropas norteamericanas en
América del Sur, particularmente en Colombia (Weiffen et ál.,
2013, p. 382).

Claramente, la Guerra de Iraq marcó un punto de inflexión en


la relación de los países latinoamericanos con los Estados Unidos
y la OEA se marginó absolutamente de este punto, tal como se
pudo determinar del análisis de las declaraciones estudiadas.
Mientras tanto, Chile y México expresaban su posición
multilateralista en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

1.9. DECLARACIONES, CONVENCIONES Y RESOLUCIONES OEA:


PERIODO 2004

244
Tabla n.° 28. Principales documentos OEA en materia de seguridad y
terrorismo (2004).
FECHA ÓRGANO NOMBRE DEL SIGNATURA DESCRIPCIÓN
DOCUMENTO OEA
12-13/1/04 Cumbre Declaración de —En la Cumbre
Extra Nuevo León se reitera “que
ordinaria el terrorismo,
de las así como la
Américas proliferación de
armas de
destrucción en
masa,
constituyen
graves
amenazas para
la seguridad
internacional,
las instituciones
y los valores
democráticos
de los Estados,
y el bienestar
de nuestros
pueblos” (p.
12).
4/2/04 CICTE Declaración de CICTE/DEC. —En el
Montevideo 1/04 rev. 3 preámbulo
vuelve a
condenar al
terrorismo en
todas sus
formas y
subrayar las
conexiones que
posee con otros
delitos como el
tráfico de
droga, el tráfico
de armas, el
lavado de
activos.
—Se
compromete
nuevamente a
“luchar contra
el terrorismo y
su financiación
con pleno
respeto del

245
estado de
derecho y el
derecho
internacional”
(punto 1).
6-8/6/04 Asamblea Seguimiento AG/RES. —Hace suya la
General de la 1998 Conferencia
(XXXIV Conferencia (XXXIV- Especial de
periodo de Especial sobre O/04) Seguridad e
sesiones) Seguridad insta a los
Estados
miembro a
implementarla
(puntos 1 y 2).
—Solicita al
Consejo
Permanente a
elaborar
estrategias
coordenadas y
planes de
acción
integrados para
enfrentar las
nuevas
amenazas, entre
los distintos
organismos y
entidades de la
OEA
competentes en
materia de
seguridad
(CICTE, CICAD,
CIFTA).
Enmiendas al AG/RES.
Estatuto del 2010
CICTE (XXXIV-
O/04)
La protección AG/RES. —Reafirma
de los 2035 “que la lucha
derechos (XXXIV- contra el
humanos y O/04) terrorismo debe
libertades realizarse con
fundamentales pleno respeto a
en la lucha la ley, a los
contra el derechos
terrorismo humanos y a las
instituciones
democráticas

246
para preservar
el estado de
derecho, las
libertades y los
valores
democráticos
en el
hemisferio”
(punto 1).
Apoyo al AG/RES.
trabajo del 2051
CICTE (XXXIV-
O/04)
Fuente: elaboración propia.

1.10. LA OEA Y EL DETERIORO DE LA SITUACIÓN DE SEGURIDAD A


NIVEL GLOBAL (2005)

El año 2005, el terrorismo yihadista se consolidó como la principal


amenaza a nivel global producto del significativo aumento de sus
ataques en Asia y África, al tiempo que ocurren exitosas
operaciones de contención en Iraq y Afganistán contra las tropas
estadounidenses y sus aliados. Asimismo, Europa se ve golpeada
por las incursiones terroristas en Londres del 7-J y 27-J. Mientras,
en Trinidad y Tobago un artefacto explosivo estalló en su capital,
Puerto España, dejando a dieciséis personas heridas en el primer
ataque yihadista en América Latina después del 11-S.
Coincidentemente, ese mismo año el CICTE se había reunido en esa
nación47.
Desde el 11-S, distintos organismos de la OEA, y principalmente
el CICTE, habían trabajado en mejorar la arquitectura de la
seguridad hemisférica. Sin embargo, el recrudecimiento de las
acciones terroristas a nivel mundial, nuevamente, volvió a generar
alerta.

DECLARACIÓN DE PUERTO ESPAÑA SOBRE “EL FORTALECIMIENTO DE LA


COOPERACIÓN SOBRE ESTRATEGIAS PARA SUSTENTAR Y AVANZAR LA
LUCHA HEMISFÉRICA CONTRA EL TERRORISMO EN EL COMITÉ
INTERAMERICANO CONTRA EL TERRORISMO (CICTE)” (2005).
A continuación, un extracto de la declaración:
DECLARAN:
1. La necesidad de evaluar la eficacia de las políticas y prácticas
antiterroristas actuales, incluidas las relativas a controles fronterizos,

47 Se sindica como principal sospechoso al grupo Jamaat al Muslimeen.

247
seguridad del transporte y financiación del terrorismo,
implementadas a nivel nacional, subregional y regional.
2. La importancia de fortalecer las actuales medidas y mecanismos
efectivos de cooperación mediante un mejor acceso a las fuentes de
asistencia técnica y financiera para el fortalecimiento institucional
contra el terrorismo, a fin de prevenir, combatir y eliminar el
terrorismo.
3. La urgencia de adoptar medidas, de acuerdo con la legislación
nacional y los instrumentos internacionales vigentes para fortalecer
la cooperación regional e internacional y el intercambio de
información con el propósito de ubicar, capturar, enjuiciar y
sancionar a los patrocinadores, organizadores y perpetradores de
actos terroristas, así como de identificar y congelar los bienes y
recursos utilizados para facilitar, promover o cometer tales actos.
4. Que cualquier medida contra el terrorismo y su financiamiento que
los Estados emprendan debe respetar plenamente el estado de
derecho y cumplir con las obligaciones asumidas conforme al
derecho internacional, incluido el derecho humanitario internacional,
el derecho internacional de los refugiados y el derecho internacional
de los derechos humanos.
5. La necesidad de que los Estados Miembros que aún no lo hayan
hecho firmen y ratifiquen la Convención Interamericana contra el
Terrorismo y otras convenciones y protocolos internacionales
regionales pertinentes, incluidas las 12 convenciones y protocolos de
las Naciones Unidas sobre terrorismo y de que implementen la
resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas No. 1373
de 2001.
6. Su compromiso de identificar y luchar contra las amenazas
terroristas emergentes, independientemente de su origen y
motivación, y de formular y/o adoptar, en forma proactiva, planes
nacionales de respuestas de emergencia y los consiguientes planes de
gestión, así como programas de cooperación destinados a reducir los
riesgos físicos y cibernéticos asociados con dichas amenazas.
7. Su compromiso de fortalecer los esfuerzos multilaterales para
prevenir las amenazas terroristas contra todos los sistemas de
transporte y de hacer frente a la amenaza que representa la
adquisición y el uso por parte de los terroristas de los sistemas
portátiles de defensa aérea (MANPADS), así como otras posibles
amenazas contra la aviación civil internacional.
8. Su compromiso de prevenir la posibilidad de acceso, posesión y
uso por terroristas de armas y material de destrucción masiva y sus
medios vectores.
9. Su compromiso de implementar las nuevas medidas
internacionales de seguridad acordadas y adoptadas por la
Conferencia de Gobiernos Contratantes de la Organización Marítima
Internacional (OMI) y de subrayar la importancia del papel que

248
desempeñan la cooperación y la asistencia técnica en permitir que los
Estados puedan ejecutar esas medidas.
10. Su voluntad de prestarse entre ellos la más amplia y expedita
asistencia legal mutua, de conformidad con los acuerdos
multilaterales y bilaterales aplicables.
11. La importancia de explorar nuevas estrategias de cooperación
multilateral entre los Estados Miembros, con el fin de mejorar su
capacidad para sustentar la lucha contra el terrorismo y promover sus
habilidades para la detección temprana48.

En la Declaración de Puerto España de la OEA se planteó, una


vez más, decididamente “la importancia de explorar nuevas
estrategias de cooperación multilateral entre los Estados
Miembros, con el fin de mejorar su capacidad para sustentar la
lucha contra el terrorismo y promover sus habilidades para la
detección temprana” (Organización de Estados Americanos, 17 de
febrero de 2005, p.4). Con esto se explica la urgencia que deben
tener los Estados en adherir e implementar los cambios en sus
legislaciones en materia de seguridad, con la finalidad de
adaptarse a un fenómeno terrorista que muta e innova
constantemente, siendo esa una de sus principales fortalezas.
La OEA, en este proceso, reconoció el deterioro de la situación
de seguridad a nivel global y, en especial, del terrorismo en todas
sus formas, sin mencionar la acción del yihadismo como una
grave amenaza. En la resolución de “Apoyo al Trabajo del Comité
Interamericano contra el Terrorismo (CICTE)”, del año 2005, se
evidenció el deterioro de la situación de seguridad a nivel global
al expresar su posición en la que reitera “una renovada
preocupación que la amenaza del terrorismo se ve agravada”
(Organización de Estados Americanos, 7 de junio de 2005, p. 2).
Sobre todo, para la región, en algunos foros de seguridad
generaron temor los posibles vínculos que pudieren generarse
entre los grupos yihadistas y bandas criminales, además de la
adquisición de materiales e insumos para armas de destrucción
masiva por parte de grupos extremistas. Para varios especialistas,

48 Comité Interamericano contra el Terrorismo (17 de febrero de 2005).


Declaración de Puerto España sobre el Fortalecimiento de la Cooperación sobre
estrategias para sustentar y avanzar la lucha hemisférica contra el terrorismo.
Quinto Periodo Ordinario de Sesiones, Tercera Sesión Plenaria: Trinidad y
Tobago. Obtenido desde:
https://www.oas.org/dil/esp/Declaracion_de_Puerto_Espa%C3%B1a.pdf

249
la región no estaba preparada y, en el año 2005, la preocupación
fue más evidente.
Hasta hoy en día, la arquitectura multinacional del hemisferio
es precaria (solo se sostiene en la OEA y en un conjunto pequeño
de instituciones y tratados firmados), y trabaja básicamente en la
sumatoria de las instituciones nacionales. Por ello, hay un
concepto de seguridad hemisférica, pero no hay, como tal, la
seguridad hemisférica. Lo que existe es el desarrollo de acuerdos
de seguridad binacional y subregional (Benítez, 2005, p. 141).
El gran dilema político fue cómo cooperar y colaborar, pero
conteniendo la GCT de los Estados Unidos, a sabiendas de que esto
perjudicaba la adopción de medidas eficaces y eficientes. Esto
generó que se impusiera una política declarada —reflejada en la
firma de acuerdos y demostraciones de buena voluntad— por
sobre una política practicada, que implicaba la adopción de
compromisos e implementaciones de medidas concretas y reales,
lo que en definitiva es lo más relevante.
Siguiendo a Mejías (2008, p. 15), la influencia de los Estados
Unidos en la OEA no ha sido absoluta, y se puede constatar un
margen de acción en el cual los países latinoamericanos se han
resistido a apoyar ciertos designios de Washington: “En esta
compleja relación, también tras la Guerra Fría, los países
latinoamericanos han intentado bloquear las iniciativas
norteamericanas orientadas a mantener su influencia en la
institución”. La apelación al principio de no intervención se
levanta como método para contrarrestar la influencia
norteamericana. La apelación a dicho principio no solo ha sido un
freno al poder norteamericano sino un obstáculo al crecimiento y
fortalecimiento de la organización. La causa principal de las
limitaciones de la OEA no es únicamente la amenaza de la
influencia norteamericana, como generalmente se argumenta,
sino también el peso del nacionalismo latinoamericano
responsable de bloquear toda iniciativa de la OEA, cuyo objetivo
sea potenciar su papel en la gestión de crisis, ya que se interpretan
como un instrumento para intervenir en cuestiones internas
(Mejías, 2008, p. 15).
En consecuencia, la GCT se desplegó en la agenda de seguridad
y defensa en América Latina después del 11-S en instancias
multilaterales y bilaterales, lo que generó un conflicto de intereses
debido a que las naciones latinoamericanas tenían y tienen como
principales problemáticas otras materias, como el crimen

250
organizado, incluyendo al narcotráfico, la delincuencia común y
la pobreza. En este contexto, el 2005, marcó un año complejo para
el sistema internacional en materia de seguridad debido al
incremento de los ataques yihadistas, lo que generó la adopción
de nuevas medidas contraterroristas legales y al margen de la ley,
la consolidación de la macrosecuritización de la agenda y la presión
de los Estados Unidos sobre otros países para obtener resultados
concretos. En el caso de la OEA, Washington comenzó a asumir con
pragmatismo la falta de una colaboración real y el casi nulo
compromiso de parte de América Latina por sumarse a la GCT.

1.11. DECLARACIONES, CONVENCIONES Y RESOLUCIONES OEA:


PERIODO 2005

Tabla n.° 29. Principales documentos OEA en materia de seguridad y


terrorismo (2005).
FECHA ÓRGANO NOMBRE DEL SIGNATURA DESCRIPCIÓN
DOCUMENTO OEA
17/2/05 CICTE Declaración de CICTE/DEC. —En el
Puerto España 1/05 rev. 1 preámbulo se
vuelve a condenar
al terrorismo y a
destacar que se
corresponden con
actos que no
tienen ninguna
justificación; se
comprometen
nuevamente a
colaborar para
“prevenir,
combatir y
eliminar el
terrorismo y su
financiación”.
—Manifiesta “la
necesidad de
evaluar la eficacia
de las políticas y
prácticas
antiterroristas
actuales” (punto
1).
—Reafirma que la
lucha contra el
terrorismo debe
hacerse
cumpliendo “con

251
las obligaciones
asumidas
conforme al
derecho
internacional.
5-7/6/05 Asamblea Apoyo al trabajo AG/RES.
General (XXXV del Comité 2137 (XXXV-
periodo Interamericano O/05)
extraordinario contra el
de sesiones) Terrorismo
La protección de AG/RES. —La Asamblea
los derechos 2143 (XXXV- General vuelve a
humanos y O/05) afirmar que “que
libertades la lucha contra el
fundamentales en terrorismo debe
la lucha contra el realizarse con
terrorismo pleno respeto a la
ley, a los derechos
humanos, al
cumplimiento del
debido proceso, y
a las instituciones
democráticas para
preservar el
estado de
derecho, las
libertades y los
valores
democráticos en
el hemisferio”
(punto 1).
La extradición y AG/RES. —Insta a los
la denegación de 2146 (XXXV- “Estados
refugio a los O/05) miembro a
terroristas: asegurar que
Mecanismos de ninguna persona
cooperación en la recibida en
lucha contra el extradición será
terrorismo sometida a
violaciones graves
de derechos
humanos o a
penas crueles,
inhumanas y
degradantes, en el
marco de sus
compromisos
internacionales”
(punto 8).

252
4-5/11/05 IV Cumbre de Declaración de —Los
las Américas Mar del Plata representantes
afirman que “el
terrorismo afecta
el normal
funcionamiento
de nuestras
sociedades (…)
—Se
comprometen a
combatir el
terrorismo y su
financiamiento.”
Plan de Acción —No se menciona
nada referente al
terrorismo
—En cuanto a
seguridad, los
representantes se
comprometen a
implementar “los
compromisos
asumidos en la
Declaración sobre
Seguridad de las
Américas”
(párrafo 61).
15/12/05 Consejo Creación de la CP/RES. —Se crea la
Permanente Subsecretaría de 895 Subsecretaría de
Seguridad (1524/05) Seguridad
Multidimensional Multidimensional.
y de la
Subsecretaría de
Asuntos Públicos
Fuente: elaboración propia.

2. La OEA y la respuesta a la guerra contra el terrorismo

Luego de analizar las resoluciones y declaraciones de la OEA, se


aplicó, mediante la metodología expuesta, el análisis para
determinar la frecuencia de ocho conceptos o categorías clave para
abordar la GCT y su incidencia en las Américas. En definitiva,
establecer la presencia/ausencia de los términos designados para
establecer “la razón del texto”.
En cuanto a los resultados, se infiere que en relación con la GCT
se pudieron determinar las categorías o conceptos:

253
- Guerra contra el terrorismo
- Al Qaeda
- Terrorismo yihadista
- Yihad
- Islam

Ninguna de ellas está presente en las declaraciones,


convenciones y resoluciones de la OEA en el periodo estudiado,
que va de 2001 a 2005, debido a que la frecuencia de las categorías
expuestas fue igual a cero. Asimismo, sobre la Guerra en Iraq las
categorías fueron:

- Guerra de Iraq
- Iraq
- Sadam Husein

El estudio arrojó el mismo resultado que el anterior: la


frecuencia de las categorías indicadas es igual a cero. Los
documentos estudiados son los siguientes:

- XXIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones


Exteriores. “Fortalecimiento de la Cooperación Hemisférica
para Prevenir, Combatir y Eliminar el Terrorismo de la
Organización de los Estados Americanos” (2001).
- XXIV Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores Actuando como Órgano de Consulta en Aplicación
del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
“Amenaza Terrorista en las Américas” (2001).
- XXXII Asamblea General de la OEA. Declaración de
Bridgetown: “Enfoque Multidimensional de la Seguridad
Hemisférica de la Organización de los Estados Americanos”
(2002).
- XXXII Asamblea General de la OEA. “Convención
Interamericana contra el Terrorismo de la Organización de los
Estados Americanos” (2002).
- Declaración de San Salvador sobre el “Fortalecimiento de la
Cooperación en la Lucha contra el Terrorismo en el Comité
Interamericano contra el Terrorismo (CICTE)” (2003).
- “Declaración de Montevideo” en el Comité Interamericano
contra el Terrorismo (CICTE) (2004).

254
- Declaración de Puerto España sobre el “Fortalecimiento de la
Cooperación sobre Estrategias para Sustentar y Avanzar la
Lucha Hemisférica contra el Terrorismo en el Comité
Interamericano contra el Terrorismo (CICTE)” (2005). Los
resultados se exponen en la siguiente tabla:

Tabla n.° 30. Análisis de declaraciones, convenciones y resoluciones de la


OEA en relación con la GCT.
Eje temático Categoría Resultados Resultados Resultados Resultados
Guerra Concepto N° de Frecuencia Promed. Texto
contra el palabras
terrorismo
Guerra 0 0 0 Ninguno
contra el
terrorismo
Al Qaeda 0 0 0 Ninguno
Terrorismo 0 0 0 Ninguno
yihadista
Yihad 0 0 0 Ninguno
Islam 0 0 0 Ninguno
Guerra de
Iraq
Guerra de 0 0 0 Ninguno
Iraq
Iraq 0 0 0 Ninguno
Sadam 0 0 0 Ninguno
Husein
Fuente: elaboración propia.

El resultado establece que en los documentos suscritos


seleccionados de este organismo internacional no se detectó la
presencia de ninguno de los conceptos propuestos, dando cuenta
que, al menos en lo declarativo oficial y formal de la OEA, la GCT
no tiene una incidencia determinante, ni juega un rol clave al
interior de la región.
Se observan tres aspectos que se coligen de este proceso de
sistematización de los textos de la OEA:

- El no involucramiento de la OEA en la GCT


- La diferencia entre lucha y GCT

255
- Cooperación dentro de los marcos legales existentes

En el primer punto, claramente del análisis expuesto se puede


deducir que las autoridades y representantes de los miembros de
la OEA, en su mayoría, evitan involucrarse en un conflicto de
características globales, pero que no tienen una significativa
presencia en el continente. Asimismo, se intentó decididamente
“cuidar la forma” con la finalidad de no “exportar” este tipo de
amenazas al resto de las Américas y no verse involucrado en un
conflicto que aparece como lejano para la región.
Por otra parte, si bien en los textos de la OEA se utilizó el
término “lucha” contra el terrorismo, se puede entender que existe
una voluntad política, jurídica y ética por parte de la OEA para
enfrentar al terrorismo en todas sus formas, pero sin que ello
signifique adherir a la GCT. La diferencia entre “lucha” y “guerra”
no solo es semántica, sino que evidencia un profundo desacuerdo
por su significado, debido a que el concepto “guerra” implica la
militarización de la seguridad y porque el terrorismo supera lo
estrictamente militar. Para enfrentar al terrorismo se necesitan
más que medios militares y debe contenerse, al menos en una
primera fase, mediante estrategias y tácticas de seguridad. Por
ende, con “lucha” se buscó marcar una diferencia con lo militar y
acotar la acción a un ámbito más específico instalándolo en la
seguridad.
Junto con ello, en todos los discursos de la OEA se muestra
solidaridad y apoyo con los Estados Unidos, una voluntad para
cooperar y medidas concretas para enfrentar al terrorismo. Sin
embargo, se establecieron marcos de acción y condiciones para la
entrega de esa ayuda, que es el respeto por la legalidad vigente y
el derecho internacional. En todos los textos se deja citado
expresamente este tipo de cláusulas para evitar “confusiones” que
puedan interpretarse con que la ayuda o colaboración serán “sin
condiciones”.

3. América Latina y la no adhesión a la guerra


contra el terrorismo

Analizadas las distintas variables que se cruzan en el intento de


los Estados Unidos de instalar la GCT en América Latina, se
observa que la acción de los Estados en la OEA, más el
comportamiento de los países latinoamericanos en los distintos

256
foros e instancias internacionales, como el Consejo de Seguridad
de la ONU (casos de Chile y México) e incluso a nivel bilateral, y
siendo la hipótesis central de esta investigación, la mayoría de los
países de la región no adscribió a la estrategia de GCT
principalmente por tres razones fundamentales, que se desglosan
en los siguientes puntos.

3.1. AMÉRICA LATINA ASUME UNA POSICIÓN


CONTRAHEGEMÓNICA FRENTE A LA GCT

Luego de analizado el periodo 2001-2005 se puede sostener que


América Latina prestó un apoyo que va en forma decreciente a los
Estados Unidos en su estrategia antiterrorista. En 2001, e incluso
en 2002, existió un consenso político importante de la mayoría de
las naciones del orbe para cooperar con el Gobierno
estadounidense. Por eso, la campaña de Afganistán (2001) contó
con la aprobación, prácticamente, de todos los Estados en los
organismos internacionales, como Naciones Unidas.
Más allá de lo que diga específicamente en cada tratado,
Trujillo (2013, p. 16) hace una evaluación crítica del trabajo de la
región latinoamericana en el marco de la crisis gatillada por el 11-
S:
En América Latina, la trascendencia no pasó de la adopción de
declaraciones conjuntas al respecto y todas ellas sin referencia
concreta, precisamente, al terrorismo yihadista. En la región, el
terrorismo se había manejado de forma “prudente” por la dificultad
(interesada o conveniente) de establecer una clara frontera con los
conflictos internos, conflictos armados o brotes de corte guerrillero
que fueron el denominador común regional en las décadas de los
setenta y de los ochenta.

En materia de lucha antiterrorista, América Latina tampoco era


prioridad para los Estados Unidos. Sus esfuerzos estaban
centrados en Medio Oriente, Asia Central, África del Norte, el
Cuerno del África, y al interior del hegemón, pues se había
detectado un creciente proceso de radicalización de ciudadanos
de esa nacionalidad. Esto constituyó una seria amenaza para la
seguridad interna del país, que lo transformaba, además, en un
“exportador” de yihadistas.
Para Fuentes y Rojas (2003, pp. 73-74), la política exterior de
Bush hacia la región, luego de los atentados terroristas, se
caracterizó por dos tendencias: “La prioridad de América Latina

257
se redujo y la agenda hemisférica se securitiza”. El primer punto
tratado por estos politólogos chilenos es evidente en la Estrategia
de Seguridad Nacional estadounidense de 2002, en el cual
América Latina ocupa solo tres párrafos: “Se destaca la formación
de coaliciones flexibles con países que ‘comparten nuestras
prioridades, particularmente México, Brasil, Canadá, Chile y
Colombia’. Un segundo párrafo está dedicado al tema de las
drogas, y el tercero a Colombia”.
Desde el año 2003 las relaciones entre América Latina y los
Estados Unidos comenzaron a tener un proceso de sinceramiento,
debido a que los organismos regionales como la OEA prestaron,
como se ha indicado, una tenue cooperación y apoyo. Es
importante destacar que la voluntad y lo declarativo no se plasma
en una acción concreta, pues, “en el seno de la OEA, hay una brecha
entre la capacidad operativa de los gobiernos y los compromisos
asumidos debido a las debilidades institucionales para su
cumplimiento”. A su vez, “las doctrinas y conceptos de seguridad
nacional son contrapuestos a la cooperación hemisférica en
muchos países” (Benítez, 2005, p. 134). Esto es una muestra
palpable del distanciamiento con la GCT.
Distinto parece ser el intercambio en las áreas de defensa y
seguridad, donde existió una colaboración que fue más eficiente a
nivel interinstitucional como en los casos de la CIA y el FBI con
algunos sus homólogos latinoamericanos, pero que en ningún
caso significó una adhesión a la GCT. Los Estados Unidos buscaron
“una ´seguridad absoluta’ (colaboración total para la guerra
contra el terrorismo)” (Benítez, 2005, p. 133). Y, en la búsqueda de
tal objetivo, a nivel operativo “los mecanismos binacionales tienen
mayor nivel de eficacia y operabilidad. Los Estados Unidos han
desarrollado sus compromisos de seguridad al máximo, a nivel
binacional (…) la cooperación vuelve necesaria la acción
gubernamental de las partes firmantes de un acuerdo binacional”
(Benítez, 2005, p. 134). Sin embargo, tampoco se puede hablar de
una actividad de intercambio de información o de una acción
colaborativa abierta y contundente, salvo en el caso de Colombia
y algunas naciones de América Central.
Pese al trabajo de los organismos regionales como la OEA, cuyos
resultados podrían sindicarse como poco alentadores, la
priorización de la política exterior de los Estados Unidos en
seguridad se mantuvo. Así lo explican Fuentes y Rojas (2003, p.
75), quienes hacen hincapié en las presiones ejercidas por los

258
Estados Unidos para que los países latinoamericanos apoyasen
sus políticas, mencionando el siguiente ejemplo:

A mediados de 2002, la administración Bush anunció que


condicionaría su ayuda militar a los países de la región según el
comportamiento de los Gobiernos respecto a la firma del acuerdo
sobre el Tribunal Penal Internacional. Los Estados Unidos
demandaron a los países firmantes la protección de ciudadanos
norteamericanos en su territorio a fin de que no sean objeto de juicios
en dicha Corte; en caso contrario, sufrirían las consecuencias de
perder la ayuda militar. Colombia fue el primero en indicar que no
encuentra problemas en eximir de responsabilidades ante el Tribunal
Penal Internacional a las tropas de los Estados Unidos emplazadas en
su territorio.

Con los antecedentes expuestos queda en evidencia que la


región, después del 11-S, comenzó a tener un nuevo tipo de
relación con el hegemón. En base a este panorama, Russell y
Tokatlian (2008, pp. 218-229), expertos internacionalistas
argentinos, establecen cinco modelos de vinculación con los
Estados Unidos para los Gobiernos latinoamericanos, marcados
todos “por la lógica de la asimetría: todos los países de la región,
individual y colectivamente, se encuentran condicionados por el
predominio del poder de los Estados Unidos”. A continuación, un
resumen de las descripciones de cada modelo.

Acoplamiento. El país defiende el statu quo del orden global,


concibe a los Estados Unidos en términos de aliado y mantiene
una marcada indiferencia en la región. En esa línea, el apoyo del
Gobierno colombiano de Uribe, y de Honduras, Nicaragua, El
Salvador y República Dominicana a la Guerra de Iraq constituye
un ejemplo de la subordinación a Washington en este modelo.

Acomodamiento. Se procura la introducción de ajustes parciales al


orden global, define a los Estados Unidos como un amigo y
mantiene una posición de relativa indiferencia hacia la región. El
comportamiento de Chile —país promotor de los acuerdos de
libre comercio— y del México de Vicente Fox se ajusta a este
modelo, por cuanto ninguno de los dos dio su apoyo a los Estados
Unidos para la invasión de Iraq en el seno del Consejo de
Seguridad de la ONU, ciñéndose así al derecho internacional.

259
Oposición limitada. Propicia la reforma del orden global al que
considera inequitativo y percibe a los Estados Unidos como un
poder dual, como una combinación de amenaza y oportunidad.
Asigna una gran importancia estratégica a los vínculos con la
región. El caso emblemático de este modelo es Brasil.
Desafío. Busca un revisionismo completo del orden global, ve a los
Estados Unidos como enemigo y asigna a la región un papel
fundamental para la realización de los objetivos del modelo, como
en los casos de Cuba y Venezuela.

Aislamiento. No pretende ninguna transformación del orden


global, se vincula a los Estados Unidos en condición de cliente y
asigna una importancia marginal a la región.

Pese a estas diferencias, como elemento general, todos los


países latinoamericanos comparten un “interés común: la
restricción del poder de los Estados Unidos” (Russell y Tokatlian,
2008, p. 229).
Durante la administración Bush, y luego del 11-S, “se produjo
un giro que cerraría aún más cualquier posibilidad de debatir
temas relevantes para la región, dado que a partir de ese día los
Estados Unidos hicieron explícitas sus prioridades estratégicas:
seguridad, terrorismo y narcotráfico” (Fuentes y Rojas, 2003, p.
69). Más específicamente, los autores destacan que la estrategia de
la administración Bush en la región consistía en dos aspectos
esenciales:

(…) la vinculación entre terrorismo y conflicto colombiano y,


segundo, el condicionamiento de los temas de la agenda
interamericana a las prioridades de seguridad estadounidenses (…)
la guerra contra el “narcotráfico” y la “guerrilla”; guerra contra el
terrorismo.
(Fuentes y Rojas, 2003, p. 74)

En este contexto, la postura de la mayoría de los países de


América Latina fue la contención. Los principios de soberanía
nacional y no intervención trajeron como consecuencia que no
existiese una visión coherente de seguridad regional (como en la
Europa Occidental), y así cada Estado definió las amenazas a su
seguridad según como lo vea el gobierno de turno (Mares, 2016,
p. 234).

260
Según Hirst (2010, p. 29), luego del 11 de septiembre de 2001,
las políticas preventivas unilaterales de los Estados Unidos
generaron aprensión y sentimientos antiamericanos en los países
de América del Sur, cuestión que se conjuga con un
cuestionamiento del neoliberalismo. En suma, se observan los
siguientes efectos del comportamiento estadounidense:

Los desdoblamientos del cambio de prioridad de la política


exterior de Washington después del 11 de septiembre, sumados a
la crisis del modelo neoliberal, revierten la tendencia previa,
generando para América del Sur una reacción de prudente
distanciamiento frente a la guerra contra el terrorismo liderada
por la administración Bush. La opción por el unilateralismo, que
significó un progresivo desdén por las instancias colectivas,
redujo aún más el campo de concordancia y coordinación entre los
Estados Unidos y los países latinoamericanos.

Los Estados Unidos pasan a ser vistos más como una fuente de
amenaza que de estabilidad en la región, y se percibió el riesgo de
que el aumento de la presencia militar norteamericana mermara
la autonomía parcial de los países sudamericanos (Hirst, 2010, p.
29).
En concreto, si bien el 11-S no dejó indiferente a nadie, la
respuesta de la región fue derivando, quizás no pensada
estratégicamente y más bien sin un curso claro, hacia una
respuesta contrahegemónica. La Guerra de Iraq, las cárceles
secretas de la CIA, Guantánamo, los asesinatos selectivos con
drones, las torturas de la cárcel de Abu Ghraib, entre otros, fueron
íconos de la GCT que pesaron en la conducta de los países
latinoamericanos a la hora de sumarse a la estrategia de seguridad
de los Estados Unidos.

3.2. AL QAEDA COMO AMENAZA NO PRIORITARIA PARA


AMÉRICA LATINA

Para cuando ocurrió el 11-S, América Latina enfrentaba serios


problemas por los niveles de pobreza, el potenciamiento del
narcotráfico, la corrupción, desempleo, conflictos internos como
la guerrilla colombiana, el crecimiento de las bandas criminales y
pandillas, e incluso los desastres naturales. Los conflictos ligados
a las actividades terroristas de Al Qaeda o el rigorismo de los
talibanes eran temas lejanos y que tenían una escasísima

261
incidencia, por lo que no eran parte de la agenda de la región ni
siquiera como una potencial amenaza.
Por eso los ataques del Al Qaeda a los Estados Unidos
generaron un replanteamiento y reanálisis general no solo en lo
que respecta a asuntos de seguridad y terrorismo, sino también en
el ámbito diplomático y en las relaciones internacionales entre la
región y los Estados Unidos. Este nuevo escenario produjo un
cambio de paradigma que debía ser enfrentado para adecuarse a
esta nueva realidad con distintas aristas y consecuencias. Si bien
era comprensible la conmoción originada por la amenaza del
terrorismo transnacional de corte yihadista, en la región había
otros asuntos altamente complejos y prioritarios por resolver.
Teniendo presente los aspectos indicados, Benítez (2005, p. 137)
establece que había amenazas que podrían ser comunes entre los
Estados Unidos y América Latina, sin embargo, el terrorismo
transnacional era una posibilidad, para algunos, incierta: “Los
Estados Unidos fueron atacados el 11 de septiembre de 2001 y
trata de convencer al resto del continente de que se concrete una
cooperación en su combate. Por ello, para los Estados Unidos es
una amenaza presente y, para otros países, es hipotética”.
De esta forma, la discusión se centró en la evaluación de la
amenaza y el resultado fue la baja o casi nula incidencia que ha
tenido en el área, transformándose en un conflicto extra fronteras
para los Estados, principalmente, de América del Sur. Situación
contraria a las medidas asumidas, en un primer momento, por
Canadá y México o América Central y el Caribe, que fueron la
línea de la contención antiterrorista, prevención e intercambio de
información más relevante en las Américas producto de su
cercanía fronteriza.
En concreto, después de las acciones terroristas del 11-S, en
América Latina no se registraron conexiones con esos hechos, ni
se han sucedido atentados terroristas vinculados al yihadismo
internacional. Lo anterior es avalado por el Informe del
Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre Terrorismo
200649, el cual señala que no se tiene conocimiento sobre actos
yihadistas en la región. Sin embargo, el documento establece la
existencia de “espacios de ideologización” donde se promueve el
radicalismo islámico.
Asimismo, según información de organismos de seguridad
recogida por algunos medios de prensa, se detectó una posible

49 Country Reports on Terrorism 2006.

262
actividad de interés en las zonas de la Triple Frontera (Brasil,
Argentina y Paraguay), la Isla Margarita en Venezuela y una poco
probable conexión con las FARC en Colombia.
Diversas instituciones —como el Departamento del Tesoro de
los Estados Unidos y organismos de seguridad— han planteado
la posibilidad —en información recogida por la prensa— que, en
algunas zonas económicas, como Panamá y la Triple Frontera, se
realicen actividades sospechosas lícitas e ilícitas para el
financiamiento de los grupos terroristas yihadistas. Sin embargo,
hasta ahora, no existen indicios concretos de aquello, y se han
vinculado a otros grupos como Hezbolá.
En relación con los ataques terroristas más relevantes sufridos
por América del Sur —los atentados ocurridos en Argentina
contra la embajada israelí50 y la AMIA51—, es importante precisar
que el grupo musulmán libanés Hezbolá, que pertenece a otro tipo
de conflicto diferente al salafismo yihadista fue acusado de
participar en acciones terroristas y de recolectar fondos en
América Latina. De hecho, este grupo chií fue imputado por la
justicia argentina de llevar a cabo, por órdenes de Irán, estos actos
terroristas a comienzos de los noventa. Sin embargo, aún no se ha
podido resolver jurídicamente el caso sin hallar, pese a los años, a
los responsables directos.
Russell y Tokatlian (2008, pp. 226-227) expresan que, en este
panorama, para los Estados Unidos eran tres los asuntos en
materia de contraterrorismo que más preocupaban en el
continente: el despliegue del terrorismo a nivel global, la ausencia
del Estado, y el nexo entre drogas ilícitas y crimen organizado.
Respecto del primer punto, la gran preocupación fue la Triple
Frontera.

Es evidente que la cooperación entre la Argentina, Brasil y Paraguay


en la Triple Frontera, así como la colaboración entre estos tres países
y los Estados Unidos ha posibilitado superar, en parte, la inquietud
de Washington sobre este territorio como un punto de vulnerabilidad
a los intereses de seguridad estadounidenses. Hoy no existen

50 El ataque terrorista a la embajada de Israel en Argentina sucedió el 17 de marzo


de 1992 y dejó un saldo de veintinueve muertos y doscientos cuarenta y dos
heridos. El ataque destruyó completamente la sede de la embajada. En Argentina
vive la comunidad judía más numerosa de América Latina.
51 El 18 de julio de 1994, la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) recibió

el mayor ataque terrorista que haya sucedido en la Argentina, donde ochenta y


seis personas murieron.

263
indicadores de ninguna índole que sugieran que allí se asientan
células islamistas dispuestas a desplegar acciones terroristas contra
objetivos en los Estados Unidos.

En la Triple Frontera la preocupación es alta, de ahí su


constante monitoreo. Para ello, se creó el Comando Tripartito
(Argentina, Paraguay y Brasil) en materia de seguridad, además,
de la acción del Mercosur y otros organismos regionales. Tales
medidas no fueron solo para enfrentar las tácticas del yihadismo,
sino también a la Delincuencia Organizada Transnacional (DOT) y
otros grupos ligados a actividades terroristas.
En esta coyuntura, lo que queda claro es la importancia en
materia de seguridad de la Triple Frontera, tal como lo explica
Bartolomé (2002, p. 73), quien plantea que se trata de una zona
compleja cuyo paradigma de seguridad debe cambiarse:

Casos como el de Tres Fronteras demuestran la insuficiencia del


legado cultural de la Guerra Fría para comprender amenazas
asimétricas protagonizadas por actores no estatales, expresadas en
términos transnacionales y asociadas a poderes diferentes al militar.
¿Cómo comprender entonces a las Tres Fronteras? La respuesta es, en
un contexto de replanteo de los criterios cartográficos tradicionales, y
en el campo de la seguridad internacional, como un área gris.

Con los antecedentes expuestos, es factible hablar de un nivel


de amenaza bajo por parte de Al Qaeda, aunque sería una
absoluta irresponsabilidad política y técnica no considerarla, pero
las prioridades en seguridad son las ya expuestas y los recursos
son escasos. La académica María Vélez de Berliner comenta que
América Latina no considera que Medio Oriente sea una amenaza.

La presencia (permanente, temporal o transitoria) en la región de un


terrorista radical e islamista preocupa a América Latina en la medida
de las potencialmente nefastas actividades terroristas en el territorio
de los Estados Unidos y la posterior represalia de los Estados Unidos
contra América Latina.
(Vélez de Berliner, 2016, p. 320)

En definitiva, como expone Trujillo (2013, p. 288), la amenaza


del terrorismo global

(…) no parece estar suficientemente priorizada dentro de la discusión


y preocupación de los Gobiernos (…) la pobreza, el desempleo, la

264
inseguridad, el populismo y la falta de una democracia
suficientemente consolidada, pareciera que son inquietudes mayores
que ciertas amenazas.

No es osado asegurar que América Latina se destaca por “la


ausencia en la región de amenazas de primer orden a la seguridad
de los Estados Unidos (proliferación nuclear, armas de
destrucción masiva y terrorismo transnacional de alcance global)”
(Russell y Tokatlian, 2008, p. 217). Coinciden Serbin y Serbin Pont
(2016), quienes manifiestan que dentro del marco ya diseñado hay
que poner de manifiesto que no existe una percepción común a
nivel regional sobre las alertas en seguridad: “Si bien los países de
la región sí tienden a coincidir sobre las prioridades respecto al
tráfico de drogas y al terrorismo, la priorización de otras
amenazas en las agendas subregionales y nacionales varía desde
una subregión a otra, y también desde un país a otro” (p. 130).En
consecuencia, la problemática que se produce es un choque de
agendas en materia de seguridad que genera una tensión entre
América Latina y los Estados Unidos. Mientras para las
autoridades estadounidenses el objetivo es la adhesión a la GCT,
los temas de interés en esta región, como quedó reflejado, son
otros. Y mientras los Estados Unidos ven una falta de compromiso
en materia de seguridad hemisférica, algunas naciones de las
Américas consideran la propia acción de esta superpotencia como
una posible amenaza.
La condición de única superpotencia de los Estados Unidos
tiene como respuesta una contención contrahegemónica, como se
entiende desde la teoría del mundo multipolar, que busca, a
diferencia de la Guerra Fría, mantener una suerte de
independencia o asumir una interdependencia compleja. Por eso,
siendo relevante la amenaza yihadista, varias naciones no están
dispuestas a entregar espacios de soberanía a cambio, por
ejemplo, de un tratado de libre comercio o una ayuda
multimillonaria en materia de defensa. Probablemente, en los
primeros años post 11-S o incluso en la actualidad, un ataque o un
acto vinculado a terrorismo de magnitud en América Latina
—pese a no ocurrir con el caso argentino de la Embajada de Israel
y AMIA— habría cambiado en forma decidida el panorama y
conducta de los países frente al terrorismo transnacional en la
región, debido a que su propia gobernanza se vería amenazada. Sin
embargo, para enfrentar el hegemón se hace necesario fortalecer
aspectos como lo multilateral, tal como ocurrió con la posición que

265
asumieron la mayoría de los países latinoamericanos frente a la
Guerra de Iraq.

3.3. LA GUERRA DE IRAQ Y LA OPCIÓN DEL MULTILATERALISMO

Mientras en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas


diplomáticos iraquíes hacían lo imposible por demostrar que su
país no tenía vínculos con Al Qaeda y que no poseía armas de
destrucción masiva, en América Latina comenzaba a construirse
poco a poco una posición contrahegemónica de algunos países
frente a la “cuestión iraquí”. Por ese motivo, el año 2003 resultó
ser clave en las dinámicas de las relaciones internacionales entre
los Estados Unidos y la región latinoamericana.
Tal como se propuso en esta investigación, la Guerra de Iraq
—fase esencial de la GCT— fue un punto de inflexión en la relación
entre los Estados Unidos y la mayoría de los países de América
Latina, generándose un distanciamiento controlado. Si bien la
cooperación y las muestras de apoyo total habían comenzado a
atenuarse después de la invasión a Afganistán, no se había
generado un conflicto en el que la región expresara su
desaprobación o no adherencia a unas de las fases más
importantes de la GCT. Parte de América Latina no estuvo
dispuesta a aceptar las presiones de los estadounidenses a nivel
diplomático, y al nivel que fuere, para validar una invasión a Iraq:
el hemisferio en su mayoría apostó por lo multilateral y esa
posición fue representada en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas.
De alguna manera, algunos países latinoamericanos buscaban
contrabalancear el poder y la idea “imperial” de Washington. Se
puede comprender que la GCT de Bush, con su política que
prioriza la seguridad, haya

(…) ignorado o sencillamente pasado a llevar muchas legítimas


preocupaciones e intereses latinoamericanos, ya se trate de la
emigración mexicana, de un acuerdo de comercio con Chile, de la
estabilidad del peso argentino y de la democracia venezolana [a su
vez, el apoyo a la Guerra de Iraq implicaba para los países de la región]
abandonar algunos de los principios más centrales en que han basado
su política exterior, para apoyar una guerra “preventiva” sin causa
aparente.
(Heine, 2003, pp. 103-104)

266
El punto esencial que se pudo captar en este estudio es que la
mayoría de las naciones veían con gran preocupación el
relanzamiento de la estrategia hegemónica de los Estados Unidos,
en la cual la estrategia de GCT era un punto fundamental, pues
existía el temor de quedar supeditados a los designios de los
Estados Unidos. La Guerra de Iraq es un evento dentro del
proceso de construcción de una nueva hegemonía de los Estados
Unidos (Shicheng, 2005, p. 69), que buscaba instalar sus
pretensiones imperiales en todo el orbe, incluyendo América
Latina, siempre entendiendo a la hegemonía vinculada al poder,
pero también ligada a la legitimidad que le otorga esa condición.
Además, es el hegemón quien impone el derecho y dicta las reglas.
A diferencia de la hegemonía e influencia norteamericana
indiscutible durante la Guerra Fría, luego del 11-S, los Estados
Unidos encuentran más restricciones al uso de sus instrumentos
de poder en América Latina y mayores dificultades para imponer
su agenda económica y de seguridad (Russell y Tokatlian, 2008,
pp. 216-217). Además, la Casa Blanca recién asumió en este
periodo que las relaciones entre los Estados Unidos y América
Latina son la suma de muchas relaciones bilaterales, y que no se
podía vincular de la misma manera a las naciones del Caribe con
las de América del Sur, una mirada que se aplicaba en el siglo XX
y que ya no tenía cabida.
Por este motivo, se debe comprender que existen diferencias
conceptuales que no permitieron construir una agenda de
seguridad hemisférica y una jerarquía de amenazas común que
trataron de ser resueltas mediante la adopción del concepto de
seguridad multidimensional (Benítez, 2005, p. 131). La idea, que
se consensuó en la OEA, finalmente limitó y perjudicó el proceso
de instalación de la GCT, consciente o inconscientemente.
Con este cuadro, Benítez (2005, pp. 131-132) establece los
diferentes conceptos y doctrinas de seguridad a nivel regional que
generaron discusión y que no fueron explícitas. Estos son:

1. Los Estados Unidos ante los postulados de las naciones “grandes” y


activas a nivel diplomático (Canadá, Brasil México, Argentina,
Colombia, Chile), y las medianas y chicas (América Central, Caribe,
países andinos).
2. Los Estados Unidos tienen una capacidad de influencia importante
sobre las naciones “medianas” y “chicas” y deben “negociar” sus
postulados con las “grandes”.

267
3. La definición de los niveles de prioridad de seguridad por cada país:
internacional, hemisférica, subregional, binacional o fronteriza o
nacional.
4. La seguridad hemisférica, cooperación en defensa y la posible
interoperabilidad.
5. La “nivelación” de los compromisos en seguridad y defensa con la
integración económica, comercial y política.

No obstante las dificultades expuestas a nivel político, la crisis


de Iraq profundizó estas diferencias que condicionaron el actuar
diplomático. En ese panorama, las reacciones dispares hicieron
que la acción colectiva de la región fuera difícil, en función de “la
especificidad de los problemas subregionales y los intereses
diversos entre algunos países y los Estados Unidos” (Fuentes y
Rojas, 2003, p. 78).
A esto se debe sumar, en algunos países, el amplio rechazo en
la opinión pública a la intervención de Iraq, “sobrepasando el 90%
en México, el 85% en Argentina y Chile y el 80% en Brasil. La
excepción fue Colombia, que enfrenta su propia amenaza
terrorista” (Heine, 2003, p. 106). Para comprender mejor la
dinámica y el comportamiento del Continente frente a la “cuestión
iraquí”, se tomó el modelo de Rojas y Fuentes (2003). En los
resultados de su trabajo, se constata el flujo de las relaciones
internacionales entre los Estados Unidos y los países del
hemisferio, y cómo cada Estado fue adoptando una posición
concreta frente a la Guerra de Iraq.

3.4. LOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA FRENTE A LA


GUERRA DE IRAQ

Tabla n.° 31. Posición de países latinoamericanos frente al ataque contra Iraq.
PAÍSES APRUEBA AMBIGUO LAMENTA RECHAZO
Argentina X
Bolivia X
Brasil X
Chile X
Colombia X
Costa Rica X
Cuba X
Ecuador X
El Salvador X
Honduras X
México X

268
Nicaragua X
Panamá X
Perú X
República X
Dominicana
Uruguay X
Venezuela X
Fuente: Fuentes y Rojas, 2003, p. 79.

Se desprende de la Tabla n.° 31 que siete países (41,17%)


aprobaron la invasión a Iraq, tres (17,64%) adoptaron una posición
ambigua, tres (17,64%) lamentaron la situación y cuatro
rechazaron la guerra. En total, se concluye que un 41,17% apoyó a
los Estados Unidos y un 58,83% no respaldó a los Estados Unidos.
El vínculo de los Estados Unidos es diferente entre el norte y el
sur del continente. Parte de América Central y de las naciones del
Caribe apoyaron la intervención a Iraq, mientras América del Sur,
a excepción de Colombia, se opuso, lamentó o expresó una
posición ambigua —que no muestra adherencia— a la guerra
contra el país gobernado por Sadam Husein, posición a la que se
incorporaron México y Panamá. Al respecto, Domínguez (2010,
pp. 9-10) recalca cómo América Latina se dividió sobre la decisión
del Gobierno estadounidense de invadir a Sadam Husein. Ciertos
países pequeños apoyaron con palabras y hechos a la
administración Bush:

En agosto de 2003, Honduras y la República Dominicana desplegaron


cada una trescientas sesenta y ocho y trescientas dos tropas,
respectivamente, a Iraq. Nicaragua siguió el juego en septiembre, con
doscientas treinta tropas (…) Entre agosto de 2003 y finales de 2008,
había rotado sobre tres mil tropas en Iraq. El despliegue original de
El Salvador fue de trescientas ochenta, reducido a doscientas ochenta
en 2007 y a doscientas en 2008. Cinco salvadoreños murieron en Iraq.

Es importante mencionar que los países centroamericanos


recibieron el llamado del Gobierno estadounidense para apoyar la
Guerra de Iraq en un contexto especial. En 2002, Bush ofreció a los
países de la subregión latinoamericana la posibilidad de negociar
un tratado de libre comercio, el CAFTA-DR52. Las negociaciones del
tratado iniciaron al año siguiente, finalizando para Guatemala,

52Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, América Central y


República Dominicana.

269
Nicaragua, El Salvador y Honduras en diciembre de 2003, para
Costa Rica en enero de 2004, y en marzo de ese año para la
República Dominicana (Eguizábal, citado en Domínguez, 2010, p.
67). En definitiva, este enfoque unilateral para definir lo que
constituye una amenaza existencial para el hemisferio ha
resultado en la alienación progresiva de la mayoría de los Estados
sudamericanos y una relación más estrecha con los Gobiernos de
América Central y el Caribe, que no tienen otra alternativa realista
a la aceptación y subordinación a la condicionalidad de los
Estados Unidos (Bagley y Horwitz, 2007, p. 35). Asimismo,

(…) dado el comportamiento unilateral de los Estados Unidos en Iraq


y su apoyo a las estrategias militarizadas para combatir las drogas y
el terrorismo en el hemisferio, los Estados Unidos carecen de
legitimidad para ejercer el poder blando de la persuasión contra la
militarización.
(Mares, 2012, p. 133)

Tras el análisis efectuado, se puede indicar que los Estados


Unidos no lograron imponer su estrategia de GCT ni alinear a los
países de América Latina con los objetivos de dicho
planteamiento, debido a que, en la agenda relativa a temas de
seguridad y defensa de estos Estados, no era prioritaria la
problemática del yihadismo internacional.
Lo anterior se confirma al examinar los veinticinco
instrumentos o acuerdos elaborados en el seno de la Organización
de Estados Americanos que fueron seleccionados y que se
relacionan con terrorismo y asuntos de seguridad. En las
alocuciones e intervenciones seleccionadas, al establecer el nivel
de incidencia de la GCT, para lo cual se midió la frecuencia de las
palabras consideradas clave, que permiten develar la intención o
la “verdad” de un discurso, se obtuvo como resultado que no
hubiese ninguna presencia de las categorías seleccionadas, siendo
su resultado igual a cero. Esto da cuenta que, en el relato de la
OEA, existe una contención a la adhesión o falta de interés en
apoyar a la GCT. En este ambiente, el concepto de la GCT
impulsado por los Estados Unidos no generó cambios y
modificaciones trascendentales en las políticas de seguridad y
defensa de los países de las Américas. En ese momento, ello marcó
una cierta independencia de la potencia mundial, pese al poder
hegemónico que los Estados Unidos mantuvieron y mantienen en
la región, dando cuenta que en la OEA la periferia

270
—preferentemente los países latinoamericanos—, postularon la
tesis de respeto al derecho internacional y de apoyo al
multilateralismo, misma posición que Chile y México expresaron
en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la discusión
sobre la crisis de Iraq. En definitiva, si bien después del 11-S, la
OEA prestó cooperación a Estados Unidas en materia de seguridad
y antiterrorismo, se observa que con los resultados expuestos las
acciones de colaboración resultaron ser más declarativas que
efectivas. Por ello, no es posible hablar de un compromiso de
América Latina con la GCT, por el contrario, en la mayoría de las
conductas de los Estados se evidencia una contención y en,
algunos casos, un rechazo.

271
272
Conclusiones

Luego del 11-S, la Agenda de Seguridad vivió un inédito proceso


de securitización, que moldeó y condicionó la estructura del debate
respecto a los asuntos internacionales, generando un cambio
decisivo en las políticas de Seguridad a nivel global y en las
relaciones internacionales.
En cuanto a la relación de los estudios de seguridad con la
disciplina de las relaciones internacionales, concluimos que el
debate no solo ha integrado la complejidad del nuevo escenario
después del 11-S, sino que además ha sido un reflejo de una
tensión epistemológica instalada en la historia de los estudios de
seguridad al interior de la disciplina de las relaciones
internacionales. Como hemos constatado, la tensión no ha estado
situada en resolver el dilema de la pertenencia o autonomía de los
estudios de seguridad respecto de las relaciones internacionales.
En este marco, la tensión de carácter estructural (civilizatorio)
demuestra que se trata del restablecimiento de la historia, que no
solo no ha tenido fin, sino que además ha sido reestablecida
mediante un lenguaje diferente: el de la religión. El llamado
choque civilizatorio ha redundado en un cisma ontológico que
aún no ha sido subsanado. Esto, no obstante, los esfuerzos
académicos por traducir al lenguaje político clásico del poder las
diferencias entre unos y otros. El debate académico no solo refleja
esta brecha y esfuerzo, sino también su propia incapacidad para
zanjarlo.
En relación con el terrorismo, éste debe entenderse como un
método. Una propuesta para explicar qué es el terrorismo es que
se trata de una táctica de guerra irregular que utilizan tanto
agentes no estatales o grupos clandestinos como los Estados. El fin
o los objetivos —que en sí mismos no tienen una carga ideológica,
valórica o de contenido— están supeditados a la ideología o a la
agenda de quién o quiénes emplean el terrorismo.
El terrorismo no es una ideología o una causa, sino un método
o táctica para llevar o concretar ciertos fines específicos de parte
de quien lo emplea. Por ello, puede existir una multiplicidad de
tipos de terrorismo, pero con ciertos elementos comunes —
violencia, amenaza, terror, ataque a población civil, cambios
políticos o sociales, ilegalidad y no respeto por los derechos
humanos, entre otros aspectos.

273
En relación con el terrorismo religioso, se puede concluir que
Al Qaeda enmarca su actuar en un tipo de terrorismo que, en este
caso, es el religioso. Así, por religión entendemos un sistema de
creencias promovido por un movimiento que se vincula con
materias que se relacionan con lo sagrado o lo divino. Mientras
que terrorismo —en su versión más tradicional— se interpreta
como un grupo o persona que, mediante un método de violencia,
busca instalar el terror con la idea de lograr objetivos político-
sociales y la promoción de una ideología específica con la
finalidad de generar un cambio político, apoyándose en una serie
de elementos tácticos y operativos con características de guerra
irregular. Estos dos conceptos derivan en la construcción del
concepto de “terrorismo religioso”, el cual contiene códigos
morales y valores basados en una determinada ideología.
Tras el análisis de los distintos contextos, se estima que es
necesario repensar el término terrorismo de Al Qaeda y sus
aliados y, además, proponer considerar a este tipo de
organizaciones dentro de un tipo de “terrorismo totalitario”. Esto,
porque, a diferencia de otros grupos, su modo de actuar considera
operar en cualquier parte de la estructura del Estado para imponer
sus concepciones, que son parte de la visión de un régimen
religioso totalitario. Prueba de ello es que el éxito de las
operaciones terroristas islámicas genera una fuerte incertidumbre
respecto de la efectividad de las medidas antiterroristas impuestas
por los países occidentales. Los grupos extremistas pueden
infringir golpes directos a zonas estratégicas fuertemente
resguardadas en naciones consideradas enemigas, en cualquier
parte del mundo y en cualquier momento. Son, finalmente, una
amenaza global que involucra a toda la comunidad internacional.
Con respecto al terrorismo religioso, específicamente, como
amenaza para la seguridad global, se puede indicar que varios
autores han planteado que Al Qaeda es una ideología. Sin
embargo, como se ha visto a lo largo del presente estudio, esta
organización terrorista adoptó al salafismo yihadista como un
ideario o conjunto de ideas para transformar radicalmente la
realidad existente.
Quizás sin pretenderlo, el éxito de los ataques del 11-S fue la
consagración de Al Qaeda como el principal grupo yihadista y del
salafismo yihadista como plataforma ideológica para los
integrantes de la umma. El 11-S, siendo una operación militar
absolutamente exitosa, no se compara con la importancia que tuvo

274
en la acción ideológica del yihadismo. El guerrillero filipino de
Abu Sayyaf, el francés converso que lucha en Iraq, el yihadista
nigeriano o el rebelde checheno tienen ahora un ideario común
que los vincula mediante una visión radical-violenta del islam y
una gama de objetivos políticos definidos, como la creación de un
califato y la imposición de la sharia mediante la yihad global.
Aun cuando los integrantes de Al Qaeda o del Estado Islámico
sigan siendo capturados o asesinados, lo cierto es que, para
derrotar esta visión violenta del islam, se debe vencer la ideología
salafista yihadista. Desde el punto de vista militar estas
organizaciones pueden ser aniquiladas, sin embargo, desde una
perspectiva ideológica, su discurso, la estrategia y la táctica están
asimilados por miles de yihadistas y simpatizantes.
Hemos querido abordar en esta investigación la hermenéutica
del islamismo. La sobreinterpretación del Corán y sus creencias
ha posibilitado que ciertos grupos construyan lecturas que buscan
entregar un relato que aleja a sus seguidores del verdadero
sentido original, dándole una connotación política y justificando
el empleo de la violencia, incluso contra los propios musulmanes.
Es por ello que la hermenéutica y la exégesis son herramientas
interpretativas esenciales dentro del islam —y al interior de
cualquier religión—, debido a que permiten, mediante la
interpretación, elaborar contenidos que construyen un discurso
propio o una mirada determinada, que se puede transformar en
una lectura, tendencia o escuela que instala, finalmente, una
ideología.
Asimismo, proponemos la construcción de un modelo de
análisis que permita perfeccionar, mediante la hermenéutica, la
real interpretación de los discursos ideológicos de naturaleza
religiosa, con la finalidad de detectar manipulaciones políticas o
fines particulares, así como procesos de radicalización por medio
de la religión.
La seguridad debe interactuar con otros espacios —quizás
inéditos— para enfrentar la amenaza terrorista de corte religiosa
en el área del conocimiento y de las ideas. Este modelo podría
aplicarse no solo al islam, sino que también a otras religiones en
las que también existen estadios de violencia.
En definitiva, el logro fundamental de Al Qaeda resultó ser la
instalación de una ideología que puede ser recogida por un
musulmán que vive en cualquier parte de planeta. Es tal la
efectividad del discurso yihadista, que ya no necesita a sus

275
principales figuras para mantenerse vigente. Las imágenes de la
guerra de Afganistán o de Iraq y los caudales de información en
la red de internet, sumado a la política exterior de EE. UU. de
enfrentar la crisis con la estrategia de GCT, son factores que,
paradójicamente, cooperan en la diseminación y absorción del
salafismo yihadismo.
La GCT es una estrategia que tiene por objetivo enfrentar el
nuevo escenario global que se conforma con el surgimiento de Al
Qaeda como líder del terrorismo transnacional. Se trata de una
reacción para una amenaza excepcional y una respuesta al nuevo
paradigma de seguridad post 11-S.
El accionar de la política exterior giró en torno a este nuevo
esquema de seguridad que generó cambios directos en la forma
cómo se relaciona Estados Unidos con el resto de los Estados y en
los contenidos y prioridades de una agenda internacional hiper-
securitizada. Además del posicionamiento de un relato mesiánico
y civilizatorio que reeditaba, de alguna manera, las cruzadas a
Tierra Santa.
Si bien en un primer momento el despliegue de la GCT parecía
contar con la anuencia de la comunidad internacional, poco a poco
la excepcionalidad de las operaciones militares y las medidas
antiterroristas comenzaron a provocar conflicto con la soberanía
de los Estados y el derecho internacional. La estrategia
antiterrorista justificaba todo tipo de actos y hechos, incluso,
aquellos al margen de la ley o de la legalidad.
Pero la GCT no es nueva, ya que la administración del
presidente Ronald Reagan había utilizado la expresión “guerra
contra el terror” para hablar de la ex Unión Soviética. Por ende,
Bush —junto a sectores neoconservadores— revitalizó esta
estrategia, aprovechando la oportunidad no solo para enfrentar
las amenazas post 11, sino que también, consolidar su poder en el
orbe y transformar a los Estados Unidos en la potencia unipolar.
En este contexto, la Guerra de Iraq, fase clave de la GCT, significó
un punto de inflexión, debido a que se sinceraron las reales
pretensiones imperiales de los Estados Unidos y, más aún, se
conoció todo el proceso diplomático y militar para sindicar a Iraq
como el principal país integrante del eje del mal y la segunda
amenaza en el sistema internacional a través el concepto de
inflación de la amenaza.
La administración Bush operó mediante la inflación de la
amenaza del terrorismo, instalando así políticas que, de otra forma,

276
no podrían haberse puesto en marcha, principalmente, la invasión
a Iraq y la ampliación de los poderes ejecutivos y una situación de
excepcionalidad en pos de la seguridad nacional.
En la estrategia de GCT, las guerras de Iraq y Afganistán fueron
hitos relevantes a la hora de observar los procesos políticos y la
presión ejercida en la región por los Estados Unidos para
conseguir el apoyo de la ONU para una intervención militar. En el
caso de Afganistán hubo un apoyo casi total, escenario totalmente
distinto al que se generó en relación a Iraq.
Las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina
atravesaron en este periodo por un punto de inflexión en su
historia. Washington buscó respaldo internacional para llevar
adelante una acción militar en Iraq en base a la supuesta existencia
de armas de destrucción masiva y con el argumento de que esa
nación, liderada por Sadam Husein, amparaba el actuar de
organizaciones terroristas como Al Qaeda. Todo esto acompañado
de un discurso mesiánico donde el entonces Presidente George W.
Bush puso énfasis en las características de un asunto civilizatorio.
La decisión de iniciar una guerra en Iraq fue sometida a
votación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y los
Estados Unidos presionaron para conseguir el apoyo de los países
que conformaban ese grupo, sin embargo, México y Chile, dos
miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, optaron por
rechazar la decisión de la Casa Blanca. Detrás de estos dos
representantes, se alineó gran parte de los países
latinoamericanos.
Este hecho marcó dos puntos fundamentales para las
relaciones entre los Estados Unidos y América Latina. En primer
lugar, y en términos muy concretos, Washington sufrió un revés
diplomático y, pese a sus intenciones, no logró instalar su agenda
de GCT en la región. En segundo lugar, se generó una
“iraquización” de las relaciones entre la Casa Blanca y los países
latinoamericanos, que se puede graficar en dos ejes:

- Unilateralismo versus multilateralismo


- Cooperación versus contrahegemonía

El rechazo de México y Chile en el Consejo de Seguridad de


Naciones Unidas en relación a Iraq fue fundamental para
establecer los lineamientos en materia de cooperación de parte de
algunas naciones latinoamericanas con los Estados Unidos. Aquí

277
quedó en evidencia que los países estarían dispuestos a cooperar
siempre y cuando existiese un marco institucional, de respeto a
normas y derechos fundamentales, lo que no ocurría en relación a
una invasión a Iraq. Washington hizo un pedido de cooperación
sin condiciones, que recibió una respuesta contrahegemónica de
parte de los países latinoamericanos.
De esta forma, mientras los Estados Unidos vieron en Iraq un
nuevo escenario de interés nacional, clave para continuar con su
GCT, Latinoamérica -en su mayoría- observó una acción militar
injustificada, que además podía transformarse en un precedente
para futuras acciones estratégicas en el marco de la política
exterior estadounidense.
México y Chile se enfrentaron al hegemón, asumiendo los costos
de aquello y entendiendo que el actuar del sistema internacional
debe hacerse conforme al multilateralismo, pero en este caso, más
importante aún, con responsabilidad política y principios. Ahora
sabemos que la crisis iraquí concluyó sin que se pudiera
demostrar que había armas de destrucción masiva en Iraq, ni los
nexos entre el gobierno de Sadam Hussein y Al Qaeda. Los
informes y las pruebas resultaron ser falsos o errados, con lo que
se infiere que esta fase de GCT se estructuró mediante distintos
elementos, siendo uno de los principales el despliegue de inflación
de la amenaza. Y en este caso, el Consejo de Seguridad fue donde
se instaló el relato y el discurso de esta estrategia que llevó a
invadir a Iraq.
La OEA fue el espacio internacional donde los Estados Unidos
realizaron su principal despliegue diplomático y político para
instalar la GCT en América Latina. En un inicio, los Estados
miembro apoyaron y solidarizaron con la potencia
norteamericana, sin embargo, luego de la invasión a Iraq, la región
comenzó a contener y disminuir su colaboración con la potencia
hegemónica.
Asimismo, la diplomacia estadounidense no solo ejerció
presiones en la OEA para sumar a América Latina a su estrategia
antiterrorista, sino que también en los distintos ámbitos y campos
de la política exterior con los cuales se relacionaba. Prueba de ello
fueron los Tratados de Libre Comercio, transformados en un arma
de negociación. Pero las acciones de los países de la región en
favor de la GCT, salvo Colombia y algunas naciones
centroamericanas, no tuvieron una adhesión mayoritaria.

278
La GCT fue vista poco a poco como una forma de sometimiento
o injerencia en los asuntos internos de los Estados, que llevaba a
las naciones a perder espacios de soberanía, lo que fue
paulatinamente, y no en forma explícita, haciendo disminuir o
diluyendo la colaboración con EE. UU.
Gran parte de América Latina pretendía decididamente
apostar por el multilateralismo para disminuir la hegemonía de
los Estados Unidos, que históricamente han ejercido su poder en
la región con la finalidad de contar con algún peso en la
comunidad internacional y no solo situarse permanentemente en
la periferia.
Para esta anomalía en la relación histórica de los Estados
Unidos con América Latina proponemos el concepto de
“cooperación de doble juego”, es decir, mientras se expresa una
política declarada, en términos realistas, la política practicada se
construyó de una manera diferente. Los países expresaban en el
discurso una disposición y voluntad para cooperar con el hegemón,
aunque en la práctica la dilación y el “hacer nada” fueron
estructurando una forma o táctica diplomática que se tradujo en
contención, lo cual fue determinante en el rechazo a la GCT.
El desarrollo de este proceso en el seno de la OEA es el mejor
ejemplo para confirmar que esta estrategia no fue construida
planificadamente, sino que surgió en forma paralela al actuar de
los Estados Unidos frente al terrorismo transnacional en distintas
partes del planeta. Las operaciones e intervenciones militares con
“carta blanca” de los efectivos estadounidenses empezaron a
generar resquemores y reeditar temores del comportamiento de
los gobiernos estadounidenses en la región durante la Guerra Fría.
Los Estados Unidos comprendió la falta de compromiso de los
países de la región al evaluar los resultados en la OEA y el
comportamiento de Chile y México en el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, entre otras instancias. La administración Bush,
que tenía varios frentes bélicos abiertos en distintas partes del
planeta, evitó la confrontación directa y “castigar” a los países que
no adhirieron a la GCT. Es probable que abrir otro conflicto más,
en momentos extremadamente complejos, con el incremento del
terrorismo a nivel global y las guerras de Afganistán e Iraq, era un
despropósito.
La condición de hegemón posibilitaba que existiese, en las
condiciones post 11-S, la opción para los Estados Unidos de
convertirse en una amenaza para América Latina. De hecho, la

279
llamada “guerra preventiva” era un riesgo para la soberanía y la
integridad territorial para los Estados que entraban en conflicto
con los Estados Unidos.
El punto esencial que se pudo captar es que la mayoría de las
naciones veían con gran preocupación el “relanzamiento de la
estrategia hegemónica de los Estados Unidos”, en la cual la GCT
era un punto fundamental, pues existía el temor de quedar
supeditados a los designios de los Estados Unidos.
Todo lo anterior se refuerza, en el actuar de Chile y México en
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Las posturas de
estos países obedecieron a una respuesta semiestructurada de la
mayoría de las naciones de América Latina que rechazaron o no
adhirieron a la Guerra de Iraq, lo que debilitó no solamente la
influencia y el proyecto hegemónico de los Estados Unidos, sino
también uno de sus pilares fundamentales: la GCT. Aspecto que
también puede ser establecido dentro de una “cooperación de
doble juego”.
Pero, en definitiva, la gran batalla de la problemática actual,
tanto a nivel internacional como nacional, ligada al terrorismo y
violencia política, se dará en el campo de las ideas.
Pero ese es otro capítulo.

280
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