Augusto Monterroso: La Biblioteca Que Tan Pobre Era Que Sólo Tenía Libros Buenos

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AUTODIDACTAS

Augusto Monterroso
La biblioteca que tan pobre era que sólo tenía
libros buenos

Soy guatemalteco, pero yo nací en la ciudad de mano de él, sobre todo uno de ellos, eran gente de
Tegucigalpa, capital de Honduras, en 1921. Ahí tuvo teatro, de ópera, de zarzuela y hasta de toreo. Era,
lugar mi primera infancia en una forma muy geográ­ precisamente, una vida bohemia. Esto tenía los dos
ficamente movida, pues mi padre era guatemalteco y aspectos: por una parte, era muy alegre, la parte ale­
mi madre hondureña. Mi padre había estado en Gua­ gre de la bohemia, y la otra parte era muy triste no sé
temala toda su vida, había ido a Honduras, conoció a por qué, porque la bohemia siempre ha estado abo­
mi madre, se casaron y yo naci en Tegucigalpa. Pero cada al fracaso.
la afición de mi padre por Guatemala o por Honduras Esta vida terminó de pronto al decidir mi familia
era tal que siempre estábamos moviéndonos de una trasladarse definitivamente de Honduras a Guatema­
ciudad a otra, así es que tuve una infancia bastante la. Ambas eran repúblicas tristemente llamadas bana­
inestable. Esto dio por resultado que mis estudios de neras, pero la verdad es que Guatemala. como anti­
primaria fueran muy irregulares, y por esa razón yo gua capital que había sido desde la colonia. tenía un
he tenido que ser un autodidacto, porque nunca ter­ desarrollo mucho mayor, cultural. en la vida social, e
minaba los cursos en ninguna de las ciudades en la incluso en la parte política, en el mal sentido de esta
que estábamos. parte. porque el dictador de Guatemala era mucho
En mi casa yo estaba rodeado por libros, por gente mejor organizado, tenía un ejército mucho más orga­
de libros. Mi padre era periodista tirando a poeta y nizado y una policía represiva mucho más eficiente y
era muy aficionado a publicar revistas literarias. organizada, también, de la que podía haber en Tegu­
Todavía guardo algunos que otros originales de estas cigalpa.
revistas que se han ido perdiendo con el tiempo. Eran Pronto pues, a los dieciséis años, yo tuve que asu­
revistas literarias de un nivel bastante alto. mucho mir un papel, si no de hermano mayor, porque no lo
más alto del que creo que soportaba la sociedad de era, yo tenía un hermano mayor, sí de sostén de la
Honduras o de Guatemala, de manera que esas revis­ familia. Mi padre, desgraciadamente, siguió viviendo
tas siempre eran un fracaso. Tal vez si hubieran sido en el mundo de las ilusiones de hacer revistas y nue­
malas todavía estarían circulando muy bien. vamente fracasó en Guatemala; siguió sus aficiones
El ambiente de mi casa era un ambiente muy lite­ bohemias, nunca cambió y regresó a Honduras, en
rario y muy artístico en general. Mi padre, algún her- donde murió en 1939.
Así pues, una vez en Guatemala, yo tuve que
empezar una vida muy diferente y muy dura. Mi pri­
mer trabajo ahí fue en una carnicería. Esto yo quisie­
\ I /

: 0"-:' ra que no sonara tan fuerte ni tan aparentemente dra­


."". / \ mático, porque si bien era una carnicería, yo trabaja­
ba en la parte contable de la carnicería. Yo nunca fui
carnicero como se ha dicho en alguno de mis libros
traducido al alemán. que en la cuarta de forros del
libro se dice que yo en el curso de mi vida he sido
carnicero y diplomático. Eso lo pusieron los editores
alemanes para impresionar a los lectores de este país.
Pero no, no era carnicero, era ayudante de contadu­
ría.

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AUTODIDACTAS

Sin embargo, el trabajo no era fácil, era duro, por­ Mi universidad, en realidad, fue la Biblioteca
quc los horarios eran de carnicería. Yo tenía que tra­ Nacional de Guatemala. Ahí yo, por puro instinto,
bajar desde las cuatro de la mañana hasta las seis de sintiendo que me iba a dedicar a la literatura, acudí
la tarde. Eso se podía hacer en Guatemala porque no todas las tardes, después de esas seis de la tarde en
había leyes de trabajo y cualquiera le podía poner a que yo salía de la carnicería, hasta las diez de la
uno los horarios que quisiera. Así que durante seis o noche. Todas las tardes durante esos seis o siete
siete años yo tuve ese tipo de trabajo y de horario, en años, a leer. Ahora bien, en esta biblioteca yo no
que aún cuando no era lógicamente trabajador podía leer lo que quisiera. Siendo una biblioteca
manual de la carnicería sí convivía con los trabaja­ pobre, ya lo he consignado esto alguna vez, sólo
dores de esta carnicería. Yo me mezclaba mucho con tenía libros buenos. Tan pobre era que sólo tenía
ellos, tenía que mezclarme con ellos todos los días, y libros buenos. Eso quiere decir que las de los países
cuando digo todos los días, quiere decir todos los subdesarrollados son generalmente bibliotecas que
días del año, porque el único día que no se trabajaba están hechas con donaciones que hacen abogados,
entonces en esa carnicería era el Jueves Santo. Ese notarios, juristas de las localidades, y estos señores
día era el único del año, quiero repetirlo; porque no generalmente tienen bibliotecas buenas, dc clásicos.
había descanso los domingos, los sábados ni días de Así que en la biblioteca yo sólo podía leer clásicos,
fiesta, ni días patrios ni nada. Sólo el Jueves Santo no podía leer a un autor contemporáneo, y eso me
porque el Viernes Santo no se iba a vender carne por­ salvó de leer a Hemingway, por ejemplo. Tuve esa
que había vigilia de Semana Santa. Ese fue, durante buena suerte.
siete años, mi único día de descanso cada año. Estas bibliotecas son muy raras. Yo, teniendo 17
Pero al mismo tiempo, no me puedo quejar, años, llegaba a la biblioteca, pedía un libro de Balta­
como es mi costumbre. Generalmente no me quejo sar Gracián y me traían la primera edición de mil
de lo que me pasa, sencillamente lo he asumido seiscientos y pico. No tenían ningún prejuicio, ni
siempre. No me puedo quejar del trabajo en esta creo que conocían, francamente, el valor de lo que
carnicería por la sencilla razón de que ahí encontré me estaban dando.
a un individuo, un hombre que era mi jefe, el con­ En el camino de la carnicería a la biblioteca había
tador, que resultó un gran aficionado a la literatu­ un billar. En este billar yo empecé a encontrarme con
ra. Este señor debe de haber sido un escritor frus­ seres extraños que, al mismo tiempo que jugábamos
trado porque era un enorme lector. Leía muchísimo billar, yo les oía decir frases poéticas, les oía decir
y cuando se dio cuenta de que yo tenía aficiones versos que yo tal vez conocía porque eran de Gón­
más o menos literarias, que traía desde chico, me gora o les oía decir versos que yo no conocía enton­
ayudó en el sentido de que me regaló muchos ces porque eran de Neruda, y yo hasta entonces no
libros, me habló de autores a los que yo jamás sabía quien era Neruda porque yo estaba todavía en
hubiera llegado por mi mismo. el siglo XVI.
La enseñanza pues de la carnicería fue doble. En Al encontrarme yo con estos amigos hubo otro
primer lugar, lo que dije antes, yo me mezclaba con cambio en mi percepción de las cosas y de la vida.
los trabajadores, yo me di cuenta cómo eran explota­ Por una parte consolidé mi afición a la literatura, al
dos y haciéndome amigo de ellos me despertaron tener con quien hablar de literatura, al tener con
siempre una solidaridad. Yo era de clase media alta, quien comparar las cosas que hacía o comentar, y me
digamos, venida a menos, porque mi familia se había convertí en escritor. Eso fue en 194\, cuando yo
quedado pobre. Pero yo no era pobre de nacimiento. publiqué mi primer cuento en un periódico de Gua­
En cambio, estos sí lo eran y eran individuos que tra­ temala al cual estos amigos tenían acceso. Ellos me
bajaban bajo unas normas de explotación terribles. llevaron a ese otro mundo.
Yo me hice amigo de ellos y creo que, así, esta ense­ Ya una vez metido en esto, con ellos mismos for­
ñanza, este contacto con seres humanos, perdonando mamos una asociación de escritores. Eso era una
el juego de palabras tratándose de una carnicería, de pantalla, en realidad, de lo que ya estábamos empe­
carne y hueso, y al mismo tiempo el contacto con los zando a hacer, que era, francamente, conspirar.
libros, me dio una formación más o menos extraña. Empezamos a organi7.amos la manera de luchar.
A todo esto, yo comencé a hacer mis primeros Tenía que ser clandestina. por fuerza, pues luchába­
intentos como escritor. Claro, eran intentos que hacía mos contra la dictadura. r.I
sólo para mi. Aquí vuelve a aparecer esta palabra de
autodidacto o autodidacta, que yo soy. Yo me ense­ Transcripción de parte del vídeo "Monterroso
ñé solo a escribir, lo cual fue una enorme pérdida de en su jardín" editado por el Consejo Nacional
tiempo. No se lo recomiendo a nadie. Pero yo no iba para la Cultura y las Artes (CONACULTA) de Méxi­
a la universidad. co.

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