Monografia de Formas Especiales de Conclusion Del Proceso

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UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES – SATIPO 2020

“AÑO DE LA UNIVERSALIZACION DE LA SALUD”

UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
- UPLA -

DERECHO PROCESAL DEL TRABAJO


TEMA:
FORMAS ESPECIALES DE CONCLUSION DEL
PROCESO
CATEDRATICO:
Abog. MAX PABLO EUGENIO
ARIAS HILARIO
PRESENTADO POR:
EDUARDO MIGUEL CONTRERAS MATTOS
OCTAVO CICLO
Satipo, 30 de Junio del 2020
SATIPO - PERU

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DEDICATORIA

Esta monografía está dedicada especialmente al docente del curso que con
sus enseñanza y conocimientos nos guía en todo este proceso académico para
ser unos excelentes profesionales.

INDICE

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Introducción………………………………………………………………….……3

1.FORMAS ESPECIALES DE CONCLUSION DEL PROCESO…………….4

2.LA CONCLUSIÓN DEL PROCESO …………………………………………4

3.LOS SUPUESTOS DE CONCLUSIÓN ANTICIPADA DEL PROCESO …..4

4. LA CONCILIACIÓN CONCEPTUALIZACIONES………………………....5

5.OPERATIVIDAD DE LA CONCILIACIÓN…………………………………..7

6.EL ALLANAMIENTO ……….……………………………………………….10

7.EL RECONOCIMIENTO DE LA SENTENCIA ……………………………..11

8.LA TRANSACCIÓN …………………………………………………………….12

9.EL DESISTIMIENTO ……………………………………………………….…..15

10.EL ABANDONO EN LA NUEVA LEY PROCESAL DEL TRABAJO …….16

11.EL ABANDONO SEGÚN LA LEY Nº 26636…………………………….……18

12.CONCLUSIONES……………………………………………………………….20

13.BIBLIOGRAFIA………………………………………………………………..21

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INTRODUCCIÓN

La prueba es, sin duda alguna, el tema medular del proceso civil, toda vez que
casi toda la actividad de las partes está dirigida a crear convicción en el
juzgador acerca de la veracidad de los hechos alegados que sustentan la
pretensión; mientras que la actividad del juzgador igualmente está enderezada
a obtener certeza sobre los mismos a fin de emitir un fallo arreglado a derecho.

Los medios de prueba son instrumentos de los que se valen las partes para
llevar al proceso las afirmaciones que ha de corroborar las vertidas en sus
escritos.

De ahí que, entre las normas procesales, se hayan considerado ciertas reglas
que permitan un control y manejo adecuado de la actividad probatoria, con el
objeto de excluir del análisis de la prueba cualquier cuestión que tienda a
distorsionar o perturbar dicho análisis, sea por falsedad o nulidad de los medios
de prueba que se ofrezcan, por su impertinencia o irrelevancia respecto del
asunto discutido, o por cualquier otro motivo fundado.

Así, el Código Procesal Civil, regula las denominadas cuestiones probatorias,


que no son otra cosa que herramientas procesales que pueden utilizar las
partes para cuestionar o poner en tela de juicio la procedencia de algún medio
probatorio y, consecuentemente, evitar su actuación o restarle mérito
probatorio. Estas cuestiones probatorias son las tachas y las oposiciones,
siendo estas últimas materias del presente informe.

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LAS FORMAS ESPECIALES DE CONCLUSIÓN DEL PROCESO

1.   LA CONCLUSIÓN DEL PROCESO

Todo proceso que ha iniciado deberá tener un fin, ya sea mediante una
sentencia, el acuerdo de las partes en conflicto o por el desinterés de continuar
con él.

La sentencia es por excelencia la forma más típica y común de conclusión del


proceso; sin embargo, no es la única, ya que existen otras formas especiales
para su terminación.

En efecto, la Nueva Ley Procesal del Trabajo prevé dos supuestos generales
para la finalización del proceso; por un lado, tenemos a la conclusión cotidiana
o normal del proceso, que es aquella en donde el órgano jurisdiccional emite un
pronunciamiento sobre el fondo determinando a quién le corresponden los
derechos en cuestión, y, por otro lado, a la conclusión anticipada del proceso,
que es aquella que no necesariamente hay un pronunciamiento sobre el fondo,
pero el proceso culmina de forma previa y de modo distinto al primer supuesto.

Con relación a esto último, la Nueva Ley Procesal del Trabajo prevé en su
artículo 30º que la conclusión anticipada del proceso se puede dar por los
siguientes motivos:

-       conciliación;
-       allanamiento;
-       reconocimiento de la demanda;
-       transacción;
-       desistimiento;
-       abandono; e
-       inasistencia por segunda vez a cualquiera de las audiencias programadas en
primera instancia.

Como quiera que resulta fundamental entender los alcances de cada uno de
estos supuestos, en las siguientes líneas los desarrollaremos, anotando cuál es
su importancia y cómo inciden en la particular naturaleza de los derechos
laborales en cuestión.

2.   LOS SUPUESTOS DE CONCLUSIÓN ANTICIPADA DEL PROCESO

2.1.     La conciliación

2.1.1.    Conceptualizaciones

La conciliación puede darse dentro o fuera del proceso judicial. En el primer


caso se efectúa ante una persona calificada y reconocida legalmente como
conciliador, y puede realizarse en cualquier momento, incluso durante la
vigencia del proceso judicial. En el segundo caso, se efectúa ante el juez que

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dirige el proceso, y debe llevarse a cabo luego de que el demandado haya sido
emplazado con la demanda y hasta antes de la notificación de la sentencia con
calidad de cosa juzgada.

En términos generales puede decirse que la conciliación es un mecanismo


alternativo de solución de conflictos laborales que puede ser solicitada por el
trabajador, ex trabajador, jóvenes en formación o personas en capacitación
para el trabajo, la organización sindical, por el empleador o por ambas partes,
en virtud de la cual las partes exponen sus perspectivas ante un tercero, que
colabora para que estas superen sus diferencias, identificando los intereses de
las mismas. El tercero, llamado conciliador, debe proponer fórmulas de
solución para quienes decidirán en qué términos resolverán su controversia de
la manera más acorde con sus intereses.

La conciliación constituye, pues, aquella actividad dirigida a procurar el


entendimiento entre las partes, a componer los ánimos opuestos entre ellas y
avenir sus voluntades en lo que atañe a las cuestiones en que estaban en
disidencia. La conciliación es la actividad realizada por las partes ante un
tercero llamado conciliador, que bien puede ser el juez del proceso, a través de
la cual exponen sus diversos puntos de vista, se busca una solución a la
controversia y se arriba a un acuerdo dejando de lado de ese modo todas sus
diferencias.

La conciliación es un medio para alcanzar una solución persuasiva, haciendo


uso las partes, todas ellas o alguna de ellas, de la renuncia –total o parcial, en
cuanto fuese permitido– de su derecho o transigiendo sobre el mismo en forma
total o parcial. La conciliación es el mecanismo por el cual las partes
conjuntamente convienen en algo, determinando los derechos y obligaciones
que pondrán fin al conflicto de intereses. La conciliación es aquel procedimiento
en virtud del cual las partes en litigio se presentan ante un tercero (conciliador)
exponiendo sus diferencias, y será este último quien los escuchará y propondrá
soluciones, que aquéllas podrán aceptar o no; si se logra el avenimiento, la
conciliación culmina exitosamente, debiéndose dejar constancia de la fórmula
conciliatoria o acuerdo, que, destacamos, contiene la exposición de los
derechos constituidos y reconocidos por las partes y al cual deben ceñirse en el
futuro.

La conciliación constituye un acto jurídico, pues representa la declaración de


voluntad de los sujetos involucrados en virtud de la cual crean, regulan,
modifican o extinguen relaciones de orden jurídico. Puede asumir un carácter
complejo, ya que la conciliación puede contener un allanamiento o
reconocimiento, una transacción, una novación, condonación o una mixtura de
tales instituciones, todo ello dirigido a poner fin al conflicto y, por ende, al
proceso.

La conciliación “es una forma de autocomposición dirigida por lo que es materia


de controversia, que puede realizarse fuera o dentro de un proceso judicial,
interviniendo en ella un tercero que no decide, pero sí dirige, orienta, coadyuva
a que las partes alcancen la solución o composición justa a su conflicto de
intereses. En el caso de la conciliación judicial, este tercero es el propio juez,

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quien va alterar su rol de decisor por el de conciliador en la etapa


correspondiente o en el momento en que le parezca conveniente”[1]. 

La conciliación es indudablemente consensual, pues las partes, a través de


ella, acuerdan libremente algo que pone fin a sus diferencias, siendo vinculante
tal acuerdo siempre y cuando las partes lo hayan convenido o aceptado
libremente.

La conciliación es necesariamente de carácter bilateral pues, además de tener


que intervenir indefectiblemente ambas partes para que la conciliación se
consolide o configure, los sujetos participantes se someten a prestaciones
recíprocas, salvo cuando en el acuerdo respectivo se haya estipulado
simplemente la renuncia de una de las partes a su derecho, hipótesis está en
que se dice que la conciliación tiene naturaleza unilateral.

La conciliación es un acto jurídico conmutativo, porque las prestaciones


acordadas por las partes se determinan en el acuerdo de modo expreso, sin
ningún tipo de inferencia.

La conciliación tiene una naturaleza extintiva, pues su finalidad no es otra sino


poner término a la controversia existente entre las partes y, en consecuencia,
dar fin al proceso.

2.1.2.    Operatividad de la conciliación

En una audiencia de conciliación el conciliador deberá ofrecer fórmulas de


solución de conflictos, siempre tomando en cuenta los distintos principios que
inspiran al Derecho del trabajo, sobre todo al principio de irrenunciabilidad de
los derechos laborales.

Decimos esto, pues la inobservancia de dicho principio podría derivar no solo


en un grave perjuicio sobre el trabajador sino también se constituiría en una
flagrante infracción contra el inciso 2 del artículo 26º de nuestra Constitución, lo
que haría, finalmente, que el acta de conciliación sea inválida en los extremos
en que no se respetó el mencionado principio.

Teniendo en consideración que debido a su falta de preparación, a la deficiente


y desigual capacidad de negociación, por ignorancia o por desigualdad, en
muchos casos el trabajador se encuentra en una situación menos favorable
que la del empleador, y por ese motivo en reiteradas ocasiones cede a las
pretensiones planteadas por este, incluso cuando las propuestas son
notoriamente vergonzosas y vulneran de forma evidente diversos mandatos
constitucionales, como el principio de irrenunciabilidad, quienes se encargan de
llevar a cabo una conciliación no solo deben tratar que las partes lleguen a un
acuerdo a toda costa, sino, sobre todo, deben velar porque el trabajador reciba
lo que le corresponde o, en el peor de los casos, una cantidad que no afecte
los montos mínimos que debe recibir; en otras palabras, que no se afecte el
principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales.

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A este respecto, debemos decir que la observancia de dicho principio es


fundamental, pues tanto el Decreto Legislativo Nº 910[2], Ley General de
Inspección del Trabajo y Defensa del Trabajador –norma que actualmente se
encuentra parcialmente derogada–, así como la Ley Nº 29497[3], Nueva Ley
Procesal del Trabajo, y la Ley de Conciliación[4]establecen que el conciliador y
el juez deben velar por el respeto del carácter irrenunciable o indisponible de
los derechos reconocidos por la Constitución y la ley.

Hemos dicho que la conciliación puede producirse también durante el proceso,


supuesto en el que estamos ante una conciliación judicial o procesal. La
oportunidad para que se dé la conciliación entre las partes es en cualquier
estado del proceso, ya sea que nos encontremos en primera o segunda
instancia o incluso durante el trámite del recurso de casación, en tanto no se
haya notificado la sentencia con autoridad de cosa juzgada. Esto significa que,
en el proceso laboral, la conciliación puede acontecer aun en el caso de que se
haya emitido la sentencia de primera instancia, la sentencia de segunda
instancia o la sentencia que resuelve el recurso de casación, y producirá
efectos tal conciliación si emitida alguna de dichas sentencias no ha sido
notificada todavía a las partes.

Es importante recalcar que el juez se encuentra facultado para convocar a las


partes a efectos de que arriben a un acuerdo conciliatorio, lo que puede darse
en cualquier estado del proceso hasta la oportunidad descrita en el párrafo
anterior. El magistrado, luego de escuchar las posiciones de las partes, puede
proponer fórmulas de conciliación, pero toda sugerencia que haga al respecto
no significa un prejuzgamiento de la autoridad judicial, quien, a falta de
avenimiento entre los justiciables y al momento de pronunciarse sobre la
controversia, debe decidir la causa conforme a derecho.

Es de destacar también que las expresiones o manifestaciones que hagan las


partes en la actividad conciliatoria no constituye de ningún modo declaración
alguna que el juez pueda apreciar y valorar a efectos de tenerlas en cuenta al
emitir la sentencia correspondiente. Esto resulta saludable y acertado, porque
si no todo intento de conciliación colapsaría ante la posibilidad de que se pueda
hacer valer con efectos probatorios cualquier declaración o dicho de las partes
acontecido en el procedimiento conciliatorio.

Con el objeto de impulsar o facilitar la conciliación, el legislador ha creído


conveniente brindar a las partes la posibilidad de presentar al órgano
jurisdiccional su propio acuerdo conciliatorio destinado a dar término al litigio, el
mismo cuyo examen por parte del juez tendrá un trámite inmediato, no solo con
relación a los demás actos del proceso en que se presenta la conciliación sino
también con respecto a los demás procesos que tenga a su cargo el
magistrado. La norma prescribe que cuando las partes concurren al juzgado
llevando un acuerdo para poner fin al proceso, el juez le da trámite preferente
en el día.

Es importante precisar que no todo acuerdo conciliatorio al que arriben las


partes es susceptible de poner fin al proceso. Para ello el juez debe evaluar si
el acuerdo en mención cumple con el denominado test de disponibilidad de

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derechos, ya que de no ser así tal acuerdo carece de toda eficacia y el


magistrado no podrá homologarlo.

Para que el acuerdo conciliatorio surta plenos efectos en el proceso laboral, es


necesario que se asiente sobre los siguientes criterios:

En primer lugar, el acuerdo conciliatorio debe estar referido a derechos


contemplados en una norma dispositiva, estando el magistrado obligado a
comprobar que dicho acuerdo no vulnere derechos indisponibles.

Al respecto, cabe indicar que los derechos indisponibles son aquellos que
tienen el carácter de irrenunciables por interesar al orden público o a las
buenas costumbres. En cuanto a lo que tiene que ver con las normas de orden
público, estas son disposiciones legales que consagran y defienden
determinados intereses y fines sociales, por lo que no se admiten convenios
contrarios a aquello que la ley establece de un modo obligatorio o imperativo y
que debe prevalecer por, sobre todo. En lo que concierne a las buenas
costumbres, estas constituyen un veto a la autonomía de la voluntad que
disponga algo que se enfrente a ellas, pues representan elementos vinculados
a la moral social.

En segundo lugar, el acuerdo conciliatorio debe ser adoptado por el titular del
derecho que se ventila en el proceso o del que se está disponiendo. De ningún
modo el citado acuerdo puede provenir del representante o apoderado del
titular del derecho en cuestión, por lo que, en este caso estricto de la
conciliación en el proceso laboral, las facultades especiales que se hubieren
concedido al representante o apoderado para conciliar no surten efectos en la
mencionada clase de proceso.

En tercer lugar, en todo lo que tenga que ver con el acuerdo conciliatorio de las
partes es obligatoria la intervención del abogado del prestador de servicios de
naturaleza laboral, formativa, cooperativista o administrativa demandante.

Es de resaltar que la participación de dicho letrado en todo lo relacionado con


el acuerdo conciliatorio adoptado por su patrocinado tiene carácter obligatorio,
incluso tratándose aquellos casos en que el prestador de servicios demandante
comparece al proceso sin abogado. En definitiva, si el prestador de servicios
demandante compareció al proceso sin abogado, deberá de todas maneras
designar uno a efectos de la conciliación, en salvaguarda de sus derechos.

Ahora bien, el artículo 30º de la Nueva Ley Procesal del Trabajo indica que las
partes pueden conciliar aun cuando no exista un proceso en trámite, es decir,
se está refiriendo a la conciliación extrajudicial o preprocesal.

En este supuesto no es necesario que el acuerdo conciliatorio al que arriben


sea homologado a efectos de su cumplimiento o ejecución, lo que no obsta que
pueda el interesado solicitar que se declare la nulidad del referido acuerdo
conciliatorio si versa sobre derechos indisponibles o si es contrario de alguna
manera a las normas relativas al orden público o a las buenas costumbres.

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Advertimos que no resulta viable la demanda de nulidad del acuerdo


conciliatorio realizado por las partes extrajudicialmente en la hipótesis de que el
demandante de tal nulidad hubiese ejecutado el indicado acuerdo en la vía del
proceso de ejecución respectivo –acuerdo conciliatorio que, dicho sea de paso,
constituye título ejecutivo conforme al artículo 57º, literal f de la Nueva Ley
Procesal del Trabajo–, pues la referida ejecución hace que el acuerdo
conciliatorio adquiera la autoridad de la cosa juzgada, siendo, por tanto,
irrevisable e inmutable.

Con relación al acuerdo conciliatorio que las partes pueden adoptar antes de
iniciarse el proceso o durante el proceso, pero fuera de él, debe tenerse
presente que la conciliación administrativa es facultativa para el trabajador y
obligatoria para el empleador. En caso el trabajador decida conciliar deberá
recurrir a los centros de conciliación gratuitos del Ministerio de Justicia,
Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo y a los centros de conciliación
privados para lo cual deberán de contar con conciliadores acreditados en esta
materia por el Ministerio de Justicia, quienes fundamentalmente deberán velar
por respeto del carácter irrenunciable de los derechos del trabajador
reconocidos por la Constitución Política del Perú y la ley, y deberán tener en
consideración que en toda audiencia de conciliación en materia laboral las
partes podrán contar con un abogado de su elección o, en su defecto, deberá
de estar presente al inicio de la audiencia el abogado verificador de la legalidad
de los acuerdos.

2.2.     El allanamiento

Puede decirse que el allanamiento es el acto jurídico procesal unilateral en


virtud del cual la parte demandada no plantea oposición alguna y se somete a
las pretensiones reclamadas por el accionante, aceptando cumplirlas en el
modo y tiempo que se le indique, pero sin admitir necesariamente la causa
petendi, vale decir, los hechos alegados por el actor, ni la fundamentación
jurídica de la demanda.

El allanamiento representa la conformidad del demandado respecto de las


pretensiones del demandante y la renuncia a toda defensa u oposición, lo que
acarrea, si es procedente, la conclusión especial del proceso con la pronta
expedición de la sentencia condenatoria.

El allanamiento es, pues, una manifestación de voluntad del sujeto demandado


efectuada, por lo general, en el escrito de contestación de demanda, o en un
momento posterior, siempre y cuando sea hasta antes de la expedición de la
sentencia de primera instancia, pues emitida esta ya no cabe allanamiento
alguno en la medida que existe ya un pronunciamiento judicial sobre las
pretensiones del accionante, manifestación cuyo contenido es el sometimiento
a las pretensiones del actor, es decir, la parte demandada acepta cumplir con
las exigencias del accionante señaladas en la demanda en el rubro atinente al
petitorio del demandante.

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Como se observa, el allanamiento es una declaración de voluntad del


demandado que se contrae a la pretensión del actor y no a los hechos o al
derecho que la fundamentan. El allanamiento no supone la admisión de los
fundamentos fácticos de la demanda, sino más bien la renuncia a proseguir con
la contienda judicial, para lo cual el demandado se compromete a satisfacer lo
reclamado por el accionante, renunciando a toda defensa u oposición posible.

El allanamiento no puede presumirse ni por el juez laboral ni por nadie, por lo


que se trata de un acto procesal expreso. Constituye una declaración de
voluntad categórica y que no genera ninguna duda, pues en ella debe
precisarse con toda claridad el sometimiento del demandado a las pretensiones
del demandante contenidas en su escrito de demanda. Asimismo, el
allanamiento no admite condiciones, es un acto procesal de naturaleza
incondicional, pues el demandado no puede establecer reservas ni objeciones
al contenido de las pretensiones del actor, porque de lo contrario no estaríamos
ante un allanamiento[5]. El allanamiento debe producirse en momento
oportuno, vale decir, hasta antes que se emita la sentencia de primera
instancia, porque una vez pronunciada esta ya no es viable allanarse a la
demanda por cuanto el juez ya dictó el derecho respectivo.

Si el allanamiento no se halla inmerso en alguna de las causales de


improcedencia previstas por la ley, entonces, el órgano jurisdiccional procederá
a expedir la sentencia correspondiente, a no ser que el allanamiento sea uno
parcial y no se refiera a todas las pretensiones, hipótesis en la cual el proceso
sigue su curso respecto de las pretensiones sobre las que no versa el
allanamiento.

Sobre el particular, hay que indicar que, según el artículo 332º del Código
Procesal Civil, el juez declara improcedente el allanamiento y ordena la
continuación del proceso en los siguientes casos:

-     cuando el demandado no tiene capacidad para disponer del derecho en


conflicto;
-     cuando el apoderado o representante del demandado carece de facultad para
allanarse;
-     cuando los hechos admitidos requieren ser probados por otros medios,
además de la declaración de parte;
-     cuando el conflicto de intereses afecta el orden público o las buenas
costumbres;
-     cuando el conflicto de intereses comprende derechos indisponibles;
-     cuando habiendo litisconsorcio necesario, el allanamiento no proviene de
todos los demandados;
-     cuando se presume la existencia de fraude o dolo procesal;
-     cuando se advierte que la sentencia a dictarse va a surtir efecto frente a
tercero no emplazado; o
-     cuando el demandado es el Estado u otra persona de Derecho público, salvo
que su representante tenga autorización expresa.

2.3.     El reconocimiento de la sentencia

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El reconocimiento de la demanda es una forma especial de conclusión del


proceso en virtud de la cual el demandado no solo acepta las pretensiones del
actor contenidas en la demanda, sino que, además, admite la veracidad de los
hechos alegados por el accionante y declara estar conforme con los
argumentos jurídicos de este.

El reconocimiento de la demanda es un acto procesal declarativo del


demandado por el que expresa su voluntad de satisfacer las pretensiones
consignadas en la demanda y manifiesta que los fundamentos fácticos y
jurídicos contenidos en dicho escrito son veraces o correctos o que se ajustan
a la realidad.

A diferencia del allanamiento, que se configura con la sola aceptación expresa


de las pretensiones del demandante, el reconocimiento de la demanda supone
validar tanto la pretensión como los fundamentos de hecho y de derecho
señalados por el demandante. Y es importante efectuar esta diferencia porque
los efectos de uno y otro pueden tener incidencia directa sobre otros derechos
del demandante e incluso sobre terceros.

Cabe precisar que no se configura el allanamiento ni el reconocimiento de la


demanda si el demandado, pese a reconocer la veracidad de los hechos
expuestos en la demanda, no hace lo propio con la fundamentación jurídica de
la demanda, por cuanto puede ser una forma de oposición o resistencia del
demandado el admitir los hechos, pero no estar conforme con los argumentos
jurídicos del actor, supuesto en el cual se está ante una causa de puro
derecho.

Ahora bien, el reconocimiento de la demanda no se presume, pues tiene que


tratarse de una declaración expresa, explícita y no tácita. El reconocimiento de
la demanda es un acto procesal de naturaleza unilateral en razón de que no
precisa para su configuración del consentimiento del accionante. Debe
acontecer el reconocimiento de la demanda hasta antes de la emisión de la
sentencia de primera instancia, pues expedida esta ya no cabe reconocer nada
al haberse pronunciado el órgano jurisdiccional sobre el derecho ventilado en
juicio.

El reconocimiento de la demanda, si resulta procedente, da lugar a la inmediata


expedición del fallo final por el juez laboral, que tendrá, como es obvio, un
carácter condenatorio, en perjuicio del demandado. El reconocimiento de la
demanda puede ser declarado improcedente –por lo que el proceso sigue su
curso– en los casos contemplados en el artículo 332º del Código Procesal Civil.

2.4.     La transacción

La transacción constituye una forma especial de conclusión del proceso en


virtud de la cual las partes, haciéndose concesiones recíprocas deciden sobre
algún asunto dudoso o litigioso, evitando el pleito que podría promoverse o
finalizando el que está iniciado, pudiendo con las concesiones recíprocas crear,

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regular, modificar o extinguir relaciones diversas de aquellas que han


constituido objeto de controversia entre las partes.

La transacción es un acto dispositivo convencional por el que los justiciables


acuerdan solucionar un conflicto de intereses que haya surgido entre ellos,
para lo cual cada uno de ellos cede determinada porción de su derecho que
considera tener, lo que se conoce como concesiones recíprocas.

La transacción representa una fuente de obligaciones y tiene un efecto


constitutivo. Además tiene un carácter claramente dispositivo, por cuanto del
acuerdo respectivo derivarán obligaciones destinadas a producir un cambio en
la relación jurídica.

A través de la transacción, las partes que se encuentran involucradas en una


controversia deciden darle solución ellas mismas, extinguiendo la relación
jurídica preexistente al sustituirla por otra nueva, acordada por ambas partes y
emanada justamente del acuerdo transaccional.

Es así que quienes transigen renuncian a cualquier derecho o acción que


pudieran tener sobre la base de la relación jurídica preexistente a la
transacción, extinguiendo de esa manera la controversia surgida entre ellos y
dando nacimiento a una nueva serie de derechos y obligaciones propias de una
nueva relación jurídica. Es efecto de la transacción precisamente el ser a todas
luces extintiva, a tal punto que el acuerdo transaccional tiene la autoridad de la
cosa juzgada.

Para que exista transacción debe haber, en principio, una relación jurídica
dudosa o litigiosa. La relación jurídica dudosa es aquella en la que el derecho
de al menos una de las partes no se encuentra definido en forma clara y existe
un cierto grado de incertidumbre sobre el mismo y sobre sus alcances. La
relación jurídica litigiosa, en cambio, se configura cuando hay de por medio una
controversia, un conflicto de intereses entre los sujetos, pues una de las partes
aspira a algo y la otra se opone a ello, dando nacimiento así al litigio.

Para que exista transacción debe haber, además, por el lado de los justiciables,
la firme intención de poner fin al conflicto de intereses mediante el acuerdo
respectivo, por el que generan una nueva situación jurídica que extingue a la
preexistente dudosa o litigiosa.

Por último, para la configuración de la transacción es menester que hayan


concesiones recíprocas, esto es, debe haber sacrificios mutuos, porque si la
concesión es unilateral no se podrá hablar de transacción sino de conciliación,
allanamiento, desistimiento, etc. En virtud de las concesiones recíprocas cada
sujeto sacrifica algo de su derecho o pretensión o se obliga a realizar algo en
beneficio del otro sujeto. Las concesiones recíprocas no deben dar pie a
pensar que deben ser equivalentes o proporcionales, pues, en virtud de la
transacción, una de las partes puede hacer una concesión que represente un
mayor sacrificio respecto de la concesión que, a su vez, debe hacer la otra
parte. Lo importante es que, en razón de las concesiones recíprocas, las partes
lleguen a un acuerdo que ponga fin al conflicto de intereses y dé nacimiento a

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una nueva situación jurídica cuyas obligaciones emanadas de esta deben ser
acatadas por quienes transigen.

Únicamente los derechos patrimoniales pueden ser objeto de transacción, por


cuanto los derechos extrapatrimoniales tienen un carácter inalienable, estando,
pues, fuera de todo acuerdo transaccional.

La transacción debe contener la renuncia de las partes a cualquier acción que


tenga la una contra la otra sobre el objeto de dicha transacción. Es de destacar
que la transacción tiene naturaleza indivisible, por lo que, si alguna de sus
estipulaciones fuese nula o se anulase, queda sin efecto la transacción, salvo
que exista pacto en sentido contrario. En dicho caso se restablecen las
garantías otorgadas por las partes, pero no las prestadas por terceros.
Además, la transacción debe hacerse por escrito, bajo sanción de nulidad, o
por petición al juez laboral que conoce el litigio, debiendo en este último caso
los litigantes precisar el contenido de la transacción.

En lo que concierne a la oportunidad para transigir, cabe indicar que la


transacción puede operar dentro del proceso, cualquiera que sea el estado en
que se encuentre el mismo, siempre y cuando no se haya notificado todavía la
sentencia con calidad de cosa juzgada. Esto significa que las partes pueden
transigir en primera instancia, en segunda instancia e, incluso, durante el
trámite del recurso de casación, bajo la condición de que la sentencia
respectiva no hubiere sido notificada aún y, por ende, no adquiera la autoridad
de la cosa juzgada.

El acuerdo transaccional pondrá fin al proceso siempre que el juez verifique


que se hayan cumplido los criterios del test de disponibilidad de derechos. En
este sentido, es evidente que este acuerdo tiene que estar referido a derechos
emanados de una norma dispositiva y no debe afectar derechos de naturaleza
indisponible, o sea, irrenunciables por guardar relación con normas imperativas
o de orden público o concernientes a las buenas costumbres. Asimismo, el
acuerdo transaccional debe ser adoptado por el titular del derecho y no por su
representante o apoderado, por lo que las facultades especiales que se
hubiesen otorgado al representante o apoderado del titular del derecho no
surten en este caso efecto alguno. Del mismo modo, en el acuerdo
transaccional debe participar el abogado del demandante prestador de
servicios de naturaleza laboral, formativa, cooperativista o administrativa,
incluso en aquellos casos en que, por la cuantía de la pretensión reclamada, el
citado prestador de servicios haya prescindido de contar con un abogado
patrocinante, tal como establece el último párrafo del artículo 16º de la Nueva
Ley Procesal del Trabajo.

Es importante anotar que el acuerdo transaccional puede llevarse a cabo aun


cuando exista un proceso en trámite referido a la relación jurídica materia del
citado acuerdo, hipótesis en la cual el acuerdo transaccional no precisa ser
homologado judicialmente a efectos de que sea cumplido o ejecutado, lo cual
no implica que no pueda demandarse la nulidad del acuerdo transaccional si es
contrario a la normativa jurídica.

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Finalmente, es de resaltar que la demanda que se plantee para que se declare


la nulidad del acuerdo transaccional será inviable si el actor ejecutó el acuerdo
en la vía del proceso ejecutivo, por cuanto, en tal supuesto y según el artículo
que analizamos, el acuerdo transaccional adquiere la autoridad de la cosa
juzgada, siendo irrevisable e inmutable. No podemos dejar de mencionar que,
conforme al inciso e del artículo 57º de la Nueva Ley Procesal del Trabajo,
constituye título ejecutivo el documento privado que contenga una transacción
extrajudicial.

2.5.     El desistimiento

El desistimiento “es una forma especial de conclusión del proceso por la cual
una de las partes se aparta del mismo en forma expresa renunciando a su
pretensión, al proceso o a algún acto procesal”.

En efecto, el desistimiento constituye una forma especial de conclusión del


proceso, si está referida al proceso, a la pretensión o a un acto procesal que
busca que el proceso no concluya. El desistimiento del proceso es aquel acto
jurídico procesal unilateral y expreso por el que el demandante manifiesta de
manera clara, inequívoca y explícita su voluntad de apartarse del proceso sin
renunciar a la pretensión que reclama, extinguiéndose de esa manera la
relación jurídica procesal y el proceso, si tal desistimiento es aprobado
judicialmente. Por su parte, el desistimiento de las pretensiones aquel acto
jurídico procesal expreso por el que el demandante manifiesta su voluntad de
poner fin al proceso extinguiendo la relación jurídica procesal, y de renunciar a
la pretensión que reclama, afectándose así la cuestión de fondo –el derecho
material–, la cual no puede ser exigida en otro proceso. Mientras tanto,
el desistimiento de un acto procesal que le pone fin al proceso constituye aquel
acto manifiesto y voluntario a través del cual una de las partes decide abdicar
de algún acto procesal que en definitiva le pone fin al proceso.

El Código Procesal Civil establece determinadas reglas acerca del


desistimiento, las cuales pasamos a detallar.

En primer lugar, el desistimiento no se presume debe ser expreso y categórico.


El escrito que lo contiene debe precisar su contenido y alcance, legalizando su
firma el proponente ante el secretario judicial respectivo.

En segundo lugar, el desistimiento es incondicional, por lo que no está sujeto a


condición alguna, ni a plazo ni a cargo, y solo perjudica a quien lo hace.

En tercer lugar, el desistimiento del proceso o del acto procesal se interpone


antes que la situación procesal que se renuncia haya producido efecto. En el
caso del desistimiento del proceso, debe producirse hasta antes de que la
sentencia quede firme o hasta antes de que la resolución que ponga fin al
proceso –distinta a la sentencia, como la que declara inadmisible o
improcedente la demanda– quede firme.

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En cuarto lugar, el desistimiento de la pretensión procede antes de que se


expida sentencia en primera instancia, salvo que sea convencional.

En quinto lugar, el desistimiento del proceso lo da por concluido sin afectar la


pretensión, pudiendo el actor reclamar está en un nuevo proceso. Cuando se
formula después de notificada la demanda, requiere la conformidad del
demandado expresada dentro de tercer día de notificado, o en su rebeldía. Si
hubiera oposición, el desistimiento carecerá de eficacia, debiendo continuar el
proceso.

En sexto lugar, la resolución que aprueba el desistimiento de la pretensión,


produce los efectos de una demanda infundada con la autoridad de la cosa
juzgada, por lo que es irrevisable e inmutable. Este desistimiento no requerirá
la conformidad del demandado, debiendo el juez laboral revisar únicamente la
capacidad de quien lo realiza y la naturaleza del derecho que sustenta la
pretensión, teniendo en cuenta lo dispuesto sobre la improcedencia del
allanamiento en lo que corresponda.

Al respecto, el artículo 332º del Código Procesal Civil prescribe que el juez
declara improcedente el allanamiento y ordena la continuación del proceso
cuando:

-     el demandado no tiene capacidad para disponer del derecho en conflicto;


-     el apoderado o representante del demandado carece de facultad para
allanarse;
-     los hechos admitidos requieren ser probados por otros medios, además de la
declaración de parte;
-     el conflicto de intereses afecta el orden público o las buenas costumbres;
-     el conflicto de intereses comprende derechos indisponibles;
-     habiendo litisconsorcio necesario, el allanamiento no proviene de todos los
demandados;
-     se presume la existencia de fraude o dolo procesal;
-     se advierte que la sentencia a dictarse va a surtir efecto frente a tercero no
emplazado; o
-     el demandado es el Estado u otra persona de derecho público, salvo que su
representante tenga autorización expresa.

En séptimo lugar, si el desistimiento no se refiere a todas las pretensiones o si


solo es deducido por uno de los demandantes, el proceso continuará respecto
de las pretensiones y personas no comprendidas en él. En este último caso,
debe tenerse presente lo dispuesto sobre litisconsorcio necesario,
entendiéndose que resulta inviable el desistimiento de la pretensión si no
proviene de todos los litisconsortes necesarios.

Finalmente, y en octavo lugar, el titular de una pretensión no resuelta en


primera instancia, puede desistirse de la misma antes que el proceso sea
decidido por el superior jerárquico.

2.6.     El abandono

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2.6.1.    El abandono en la Nueva Ley Procesal del Trabajo

El abandono es una forma especial de conclusión del proceso que se produce


cuando existe inactividad de las partes durante determinado lapso de tiempo
previsto legalmente, es decir, cuando ellas no realizan ningún acto de impulso
procesal. El abandono da lugar a la conclusión anticipada del proceso porque
los litigantes no han llevado a cabo durante el plazo prefijado normativamente
ningún acto que impulse el proceso, con lo que se presume su falta de interés
respecto de la prosecución del litigio. De esta manera, la pasividad de las
partes, la inactividad de estas por un lapso prolongado de tiempo da lugar a
que en tal situación se exima a los órganos jurisdiccionales de su obligación de
administrar justicia, por lo que el proceso concluye sin declaración sobre el
fondo.

Por disposición expresa del artículo bajo comentario, el abandono del proceso
se produce si no se ha realizado algún acto procesal que lo impulse durante el
lapso de cuatro meses. Es importante precisar que la paralización del proceso
no debe obedecer a causas de fuerza mayor no imputables a las partes. Es de
destacar también que no constituyen actos de impulso procesal todos aquellos
que no tienen como misión la activación del proceso, como pueden ser, por
ejemplo, el señalamiento de nuevo domicilio procesal, el pedido de copias, el
apersonamiento de nuevo apoderado y otros actos procesales análogos.

En el proceso laboral, una vez transcurrido el plazo legal, esto es, de cuatro
meses sin acto procesal que impulse el proceso, el juez declarará el abandono
el proceso y, consecuentemente, la conclusión anticipada del proceso sin
declaración sobre el fondo, a pedido de parte interesada o de tercero
legitimado –y no lo declarará de oficio–, en la segunda oportunidad que se
solicite.

Es de resaltar que el órgano jurisdiccional declarará el abandono del proceso


en la primera oportunidad que se solicite siempre y cuando, realizada la
petición del caso, el accionante no se haya opuesto al pedido de abandono de
manera expresa o no haya cumplido con absolver el traslado referido a la
solicitud de abandono del proceso. Al respecto, deben tenerse en
consideración las siguientes reglas establecidas en el Código Procesal Civil:

-     No opera el abandono cuando la paralización del proceso se debe a causas


de fuerza mayor y que los litigantes no hubieran podido superar con los medios
procesales a su alcance.

-     No hay abandono: a) en los procesos que se encuentran en ejecución de


sentencia; b) en los procesos no contenciosos; c) en los procesos en que se
contiendan pretensiones imprescriptibles; d) en los procesos que se encuentran
para sentencia, salvo que estuviera pendiente una actuación cuya realización
dependiera de una parte, en este caso, el plazo se cuenta desde notificada la
resolución que la dispuso; e) en los procesos que se encuentran pendientes de
una resolución y la demora en dictarla fuera imputable al juez laboral, o la
continuación del trámite dependiera de una actividad que la ley le impone a los

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Auxiliares jurisdiccionales o al Ministerio Público o a otra autoridad o


funcionario público que deba cumplir un acto procesal requerido por el Juez; y,
f) en los procesos que la ley señale.

-     El abandono pone fin al proceso sin afectar la pretensión. Sin embargo, su
declaración impide al demandante iniciar otro proceso con la misma pretensión
durante un año, contado a partir de la notificación del auto que lo declare.
Asimismo, restituye las cosas al estado que tenían antes de la demanda.

-     Si por segunda vez, entre las mismas partes y en ejercicio de la misma
pretensión, se declara el abandono, se extingue el derecho pretendido y se
ordena la cancelación de los títulos del demandante, si a ello hubiera lugar.

-     Las pruebas actuadas en un proceso extinguido por abandono son válidas y


pueden ser ofrecidas en otro proceso.

-     La resolución que declara el abandono es apelable con efecto suspensivo. El


recurso solo puede estar fundamentado en la existencia de un error de
cómputo, o en causas de fuerza mayor. La resolución que desestima un pedido
de abandono es apelable sin efecto suspensivo.

-     Declarado el abandono, la prescripción interrumpida por el emplazamiento


sigue transcurriendo, tal como si la interrupción no se hubiese producido.

Finalmente, debemos resaltar que el proceso laboral puede concluir de forma


especial si los justiciables no concurren por segunda vez a alguna de las
audiencias convocadas por el juez laboral en primera instancia. Tal hipótesis
revela, pues, el desinterés de aquellos respecto del desarrollo del proceso, por
lo que resulta, entonces, conveniente disponer su conclusión anticipada sin
declaración sobre el fondo, extinguiéndose de esa forma la relación jurídica
procesal laboral.

2.6.2.    El abandono según la Ley Nº 26636

La Ley Nº 26636 no efectuaba ninguna regulación acerca del abandono, es por


ello que desde que entró en vigencia siempre se suscitaron serias
controversias.

Efectivamente, al existir un vacío, algunos interpretaron que esta figura era


perfectamente aplicable al proceso laboral por la aplicación supletoria del
Código Procesal Civil, mientras que otros alegaban lo contrario, indicando que
por tratarse de derechos irrenunciables no podía declararse el abandono del
proceso, ya que ello vulneraría tal carácter.

Esta disyuntiva dio origen a que en el Pleno Jurisdiccional Laboral de 1999 se


establezca que: “En el proceso laboral no procede la declaración de abandono,
por lo que no se aplican supletoriamente las normas del Código Procesal Civil
que regulan este instituto. Los jueces que administran la justicia laboral tienen
la responsabilidad de cumplir eficazmente con la obligación que le impone el

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artículo I del Título Preliminar de la Ley Procesal de Trabajo sobre la dirección


e impulso del proceso a fin de obtener la resolución de las causas en el menor
tiempo posible”.

En suma, según lo dispuesto en el mencionado pleno, no podía existir el


abandono en el proceso laboral, dada la calidad de irrenunciables de los
derechos laborales que en él se tramitan, y porque el juzgador tiene la
obligación de impulsar el proceso de oficio.

Artículo 3º.- Principios generales


En la aplicación de la ley se observan, especialmente, los siguientes principios
rectores:
a.   Legalidad.
b.   Primacía de la realidad.
c.   Carácter irrenunciable de los derechos laborales de los trabajadores,
reconocidos por la Constitución y la ley.
d.   Buena fe.
e.   Razonabilidad.
f.    Proporcionalidad en la sanción” (las cursivas son nuestras).
Si bien este artículo fue derogado al entrar en vigencia la Ley Nº 28806, Ley
General de Inspección del Trabajo, concretamente por su Duodécima
Disposición Final y Transitoria, consideramos que al tratarse de un principio
que inspira a toda la normativa, mal podría afirmarse que al ser derogada esta
norma toda conciliación administrativa queda exenta de observar el principio de
irrenunciabilidad de derechos. Por el contrario, por tratarse de un principio que
incluso tiene reconocimiento constitucional, queda impregnado en todas las
disposiciones aún vigentes del Decreto Legislativo Nº 910.
Artículo 30º.- Formas especiales de conclusión del proceso
Para que un acuerdo conciliatorio o transaccional ponga fin al proceso debe
superar el test de disponibilidad de derechos, para lo cual se toman los
siguientes criterios:
a. el acuerdo debe versar sobre derechos nacidos de una norma dispositiva,
debiendo el juez verificar que no afecte derechos indisponibles;
b. debe ser adoptado por el titular del derecho; y
c. debe haber participado el abogado del prestador de servicios demandante.
Los acuerdos conciliatorios y transaccionales también pueden darse
independientemente de que exista un proceso en trámite, en cuyo caso no
requieren ser homologados para su cumplimiento o ejecución. La demanda de
nulidad del acuerdo es improcedente si el demandante lo ejecutó en la vía de
proceso ejecutivo habiendo adquirido, de ese modo, la calidad de cosa
juzgada.
Artículo 7º.- Materias conciliables
Son materia de conciliación las pretensiones determinadas o determinables
que versen sobre derechos disponibles de las partes.
En materia de familia, son conciliables aquellas pretensiones que versen sobre
pensión de alimentos, régimen de visitas, tenencia, así como otras que se

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deriven de la relación familiar y respecto de las cuales las partes tengan libre
disposición. El conciliador en su actuación deberá aplicar el Principio del
Interés Superior del Niño.
La conciliación en materia laboral se llevará a cabo respetando el carácter
irrenunciable de los derechos del trabajador reconocidos por la Constitución
Política del Perú y la ley.
Distinto es el caso del allanamiento parcial, que es aquel que no se refiere a
todas las pretensiones sino solamente a alguna o algunas de ellas.
ARÉVALO VELA, Javier, Derecho procesal del trabajo, Grijley, Lima, 2007,
p. 143.

CONCLUSIONES

Las normas materiales del ordenamiento laboral solo serán eficaces si existen
mecanismos idóneos que aseguren su cumplimiento; solo de tal forma los
trabajadores podrán gozar verdaderamente de los derechos reconocidos por el
ordenamiento laboral. Pues bien, el proceso laboral y el procedimiento
inspectivo laboral constituyen dos mecanismos orientados a dicho fin.
Actualmente, y desde hace varios años, el procedimiento inspectivo laboral es
el mecanismo más utilizado por las organizaciones sindicales y los trabajadores
activos para exigir el cumplimiento de sus derechos laborales. Sin embargo, al
inicio del presente artículo propusimos la siguiente interrogante: ¿seguirá
siendo el procedimiento inspectivo laboral el mecanismo más utilizado para tal
fin? No estamos seguros respecto de si la entrada en vigencia de la NLPT
importará una disminución a las denuncias de los trabajadores ante la
Autoridad de Trabajo, especialmente cuando el vínculo laboral está vigente38;
sin embargo, la nueva regulación en materia probatoria debería constituir una
motivación para los trabajadores de recurrir al proceso judicial. Asimismo,
aquella regulación también tendrá por consecuencia directa el hecho que los
trabajadores ya no se sientan en la necesidad/obligación de recurrir
previamente al procedimiento inspectivo laboral a fin de iniciar un proceso
judicial. En efecto, las nuevas reglas en materia probatoria contenidas en la
NLPT otorgan diversos mecanismos a fin de que los trabajadores puedan
generar certeza en el juzgador sin que tengan la necesidad de presentar un
pronunciamiento previo de la Autoridad de Trabajo. En el mismo sentido,
incluso podría ser el caso que frente a los mismos hechos el proceso judicial
resulte más idóneo para efectos de acreditar incumplimientos normativos
debido a que no existe el obstáculo de la presunción de inocencia presente en
todo procedimiento administrativo sancionador.
al menos va a tener un efecto motivador para los trabajadores a efectos de que
exijan el cumplimiento de sus derechos en sede judicial. En efecto, y a
diferencia de la LPT, el proceso judicial ya no será visto como un mecanismo
excesivamente dilatado y poco eficaz a fin de generar convicción acerca de los
incumplimientos alegados, sino que, por el contrario, será percibido como un
proceso célere y eficaz a fin

DERECHO PROCESAL DEL TRABAJO| 20


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de acreditar los hechos que afecten los derechos de los trabajadores.


Finalmente, y a modo de resumen, concluimos el presente artículo con un
cuadro en el cual se evidencia las principales diferencias entre la regulación en
materia probatoria en los procesos judiciales y los procesos inspectivos
laborales:

BIBLIOGRAFÍA

 AZULA CAMACHO, Jaime - Manual de derecho procesal. Teoría del


proceso ABC: Bogotá, 1982.
 BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La aplicación Cultural Actual en
la Constitución Peruana de 1993.
 CARNELUTTI, Francisco. La prueba civil. Traducción de ALCALA
ZAMORA, Niceto. Ediciones ARAYÚ Parte General Undécima Edición
Buenos Aires, 1955.

 CARREÓN LUGO, Jorge. Tratado de Derecho Procesal Civil. Lima, Ed.


Grijley. 2000.

 DEVIS ECHANDIA, Hernando. Compendio de Derecho procesal. Teoría


general del proceso. Tomo I, Biblioteca Jurídica Dike: Medellín, nov.
1993. FLORIÁN, Eugenio. De las pruebas penales. TEMIS BOGOTÁ,
1982 p. 195, Tomo I y Tomo II.

 LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. “Comentarios al Código Procesal


Civil” T II. Gaceta Jurídica. Lima-Perú. 2008.

 MONROY GALVÉZ, Juan. “El Derecho en broma y en serio” Suplemento


“El Peruano” Jurídica, 11 de diciembre del 2007.

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 PARRA QUIJANO, Jairo. Los terceros en el proceso civil. Ediciones


Librería del Profesional. Cuarta edición: Bogotá, 1986.
 TORRES VÁSQUEZ Aníbal: “Jurisprudencia y fuentes del Derecho”. “El
Peruano”. 20 de noviembre del 2007.
 Revista de Derecho Informático N° 043-febrero del 2002. Por Pierre
Martin Horna Chicchon: La Aplicación de los Principios Generales de la
Contratación.
 Código Procesal Civil.

 Actualidad Jurídica Nº 106 de setiembre 2002 de Gaceta Jurídica.

 Diversos Artículos de Internet.

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