DRAGHIVIda y Obra
DRAGHIVIda y Obra
DRAGHIVIda y Obra
VIDA Y OBRA
A Yolanda Costábile Argumedo de
Draghi Lucero
SEMBLANZA
4
GABRIELLI, Andrés. “Draghi Lucero; las enseñanzas de don Juan”
(entrevista). En: Diario Mendoza, 3 de febrero de 1985.
5
Cf. Ibid. También a propósito de la publicación de su colección de cuentos
Los que levantaron la Patria, expone Draghi su valoración del inmigrante:
“prevaleció en mí la acariciada idea de recordar con cariño a los extranjeros que
demolieron a una Mendoza antigua, rutinaria, con raíces coloniales, que se
movía al paso tardo del buey y de la mula y obraron, los advenedizos, al ritmo
del novísimo ferrocarril que revolucionó los transportes, y de paso, toda la vida
provinciana”. DRAGHI LUCERO, Juan. “A modo de explicación”. En: Diario
Mendoza, 5 de mayo de 1985.
6
DRAGHI LUCERO, Juan. El loro adivino. Prólogo de León Benarós.
Buenos Aires, Troquel, 1963, p. 22.
A la muerte de su padre, como protagonista de un drama
silencioso, se desliza hasta el primer plano la figura de su madre,
doña Ascensión Lucero, descendiente de una antigua familia
mendocina, con raíces coloniales en Villa Seca (Tunuyán) y que
representa así la vena profundamente cuyana del futuro escritor,
mencionada con admiración y gozo: “[...] yo me crié más al lado de
mi madre criolla, en Tunuyán. Y mis parientes maternos son criollos
y criollazos”7.
Todo el talento y la industria de esta mujer debieron ponerse en
juego entonces para luchar contra la pobreza que sobrevino muy
pronto, disipado el pequeño patrimonio familiar en manos de
abogados y peritos. Pero doña Ascensión “es mujer de condición
animosa. Con los últimos restos de su fortuna compra un carro,
además de una casa en Las Heras, y se dedica al negocio leñatero
con un socio, Daniel Pizarro, cuyano viejo, igual que ella, y hombre
de probidad natural”8.
Comienza así una nueva etapa en la vida de toda la familia, y
fundamentalmente en la de Juan: “Cuando nos caímos a la tremenda
pobreza, mi madre se asoció con un carrero para que cortara leña en
el campo y la vendiera. Yo solía irme con él y formaba parte de los
fogones campesinos, donde es habitual que se escuchen cuentos del
folkore español”9. El niño abandona el colegio, al que no
retornará10, y con el socio de su madre recorre secadales y jarillales,
en viajes que duran varios días con sus noches: “En estas soledades,
rodeando el fuego con don Daniel y otros jarilleros, el niño se
extasía escuchando, después de comer, las tonadas tradicionales al
son de guitarras y los cuentos de encantamiento, de espanto y de
7
GABRIELLI, A. “Draghi Lucero...”. Op. cit.
8
DRAGHI LUCERO, Juan. El hachador de Altos Limpios. Prólogo de
Bruno Jacovella. Buenos Aires, Eudeba, 1966, p. 5.
9
PRIETO CASTILLO, Daniel. Op. cit., p. 17
10
Si bien en algunos documentos se consigna que terminó sus estudios
priamrios y comenzó los secundarios.
picardías, infaltables en las sobremesas nocturnas de provincia”11.
Estos relatos dejan una huella imborrable en su espíritu: “De
noche, alrededor del fuego, se reunían a contar cuentos, ya que antes
no había radio ni fonógrafo. Yo creía en todos esos cuentos hasta el
punto de no alejarme jamás del fuego por miedo a ver brujas,
diablos y todas estas cosas del folklore” 12. En estas vivencias
infantiles está la clave de toda su obra posterior: su condición de
autodidacta, ampliamente proclamada: “traté de formarme como
pude. Ahora, en realidad, mi cultura tiene grandes huecos, pues he
leído de todo sin un plan determinado, como todo autodidacta” 13; su
apego profundo a la tierra y a las figuras humildes, que llegan casi a
incorporarse al paisaje:
15
Ibid. En el transcurso de la misma entrevista menciona el escritor las
fuentes reales de muchos de sus cuentos: “He recibido tantas quejas de los
puesteros [...] perseguidos por la justicia, que sufren tantas necesidades.
Ninguno es dueño de su tierra. Y todos los años aparece un futre pueblero a
cobrarles el alquiler del campo. En ‘El policía enterrado’ relaté un caso cierto,
sucedido en las lagunas de Huanacache” (se relata cómo todo el pueblo,
“Fuenteovejuna” criollo, se conjura para acabar con un policía expoliador y
deshonesto).
16
Incluido en El hachador... Op. cit., pp. 73-80.
17
GABRIELLI, A. Op. cit.
mendocino”como el mismo autor las define18.
28
Entrevista personal.
interacción con el medio que, ya a través de incitaciones, ya a través
rechazos, contribuirá a definir y pulir sus contornos.
2.Datos contextuales: su inserción en la “Generación del '25”
33
Zulma Palermo reseña y caracteriza este fenómeno en relación con el
NOA y desde una perspectiva particular de relación entre márgenes, periferia /
centro: “[…] en las primeras décadas del siglo] aparece la propuesta
modernizadora de Juan Carlos Dávalos: mundo éste construído entre lo
legendario y lo real ficcionalizado, la forma de narrar mirando, de mostrar
seleccionando otros discursos del mundo propone para la narrativa un principio
de representatividad cultural. El ‘color local’, de cuño romántico, se reorienta
con esta escritura y su prolongación epigonal, hacia la presencia de las formas
de vida populares las que marcan la originalidad de este regionalismo criollista
con rasgos sociológicos y, embrionariamente, antropológicos [...] La propuesta
y la concepción de don Juan Carlos Dávalos no es un caso aislado dentro del
mapa latinoamericano de las décadas que van entre 1910 y 1940. Circulaba por
ese tiempo en toda América Latina una corriente de pensamiento que consideró
a la literatura como una de las fuerzas componentes de la propia cultura
nacional o regional. El movimiento constructivo del discurso literario recurrió a
la amplia tradición acumulada para reforzar un nacionalismo/regionalismo de
las zonas interiores que se enfrentaban a la penetración proveniente de ‘afuera”.
En: PALERMO, Z. De historia, leyendas y ficciones. Salta, Fundación del
Banco del Noroeste Coop. Ltdo., 1991, pp. 38-40.
34
.La literatura mendocina es terreno aún casi virgen en cuanto a
investigaciones de conjunto. Existen, sí, calas monográficas sobre determinados
autores, comentarios y reseñas de obras. Hay una historia literaria como la
realizada por Nelly Cattarossi, que representa un considerable trabajo de
búsqueda y recopilación de datos pero que, ordenada con un criterio alfabético,
no introduce ninguna sistematización u orden en el material, susceptible de ser
considerado como un corpus único y no como la sumatoria de autores y obras
individuales. Existen también algunos artículos, tan valiosos como breves, y
hasta cierto punto parciales, que la profesora Cattarossi recoge en su trabajo:
“Informe actual de la literatura mendocina”, de Enrique Zuleta Alvarez; “La
literatura mendocina, 1940-1962”, de Rodolfo Borello; “Narradores de
Mendoza. Del costumbrismo a la fantasía”, de Abelardo Arias; “La literatura en
Mendoza” de Vicente Nacarato; “Literatura mendocina actual”, de Graciela de
Sola, “Tendencias y generaciones de la poesía mendocina actual”, de Celia
Lúquez, entre otros. Existen, finalmente, algunos estudios realizados desde una
óptica cultural amplia, como la Historia de la cultura mendocina, de Fernando
Morales Guiñazú, o los del profesor Arturo Andrés Roig; éstos resultan
sumamente valiosos como punto de partida para cualquier estudio posterior, por
la cantidad de datos que aportan y por el intento de introducir un criterio de
De todos modos, los datos aportados por Roig resultan de suma
utilidad operativa, para situar a Draghi en relación con el desarrollo
coetáneo de las letras en nuestra provincia. Precisamente, frente al
grupo Megáfono, el mismo Draghi se encarga de puntualizar
diferencias: “yo era amigo de escritores mendocinos y sentía con
cierta amargura que me separaban [...] por ejemplo, cuando se
publicó Megáfono de Mendoza yo no fui invitado a esa
publicación”35. Acerca de la razón de esta exclusión, el escritor
afirma lo siguiente: “mis ideas folklóricas no cuadraban con las
ideas que se cultivaban en Buenos Aires, Santiago de Chile, París o
Nueva York. Nuestros intelectuales estaban más con la vista puesta
en el exterior que en lo nuestro. Siempre lo nuestro les pareció
pequeño”36. Su juicio sobre la poesía contemporánea es tajante:
“Ellos seguían apasionadamente la escuela sobre todo chilena, se
modificaba el nuevo estilo que imperaba en esa época, se cultivaba
un espíritu atrevido, nuevo [...] de hallazgos en la literatura. En gran
parte fracasaron”37. En cuanto a lo suyo, “era otra cosa”: una
literatura que buscaba en el terruño su verdad; en el arraigo a la
tierra, su fuerza vital; en el folklore y los “casos” comarcanos, su
temática, y en lo arcaico y genuinamente popular, su modo de
expresión.
Ya con la publicación de Novenario cuyano, en 1930, Draghi
se inscribe en la corriente del nativismo comarcano, de clara raíz
folklórica: “A mí me ayudó mucho Juan Alfonso Carrizo, con su
Cancionero del Norte, que hizo una obra maravillosa al salvar el
folklore de Salta, Catamarca, La Rioja, etc. Además, mi tendencia
orden con que encarar el estudio de la literatura mendocina.
35
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 21.
36
En la entrevista concedida al periodista Andrés Gabrielli, ya citada
(“Draghi Lucero; Las enseñanzas de don Juan”), Draghi expone sus
predilecciones literarias y también su opinión sobre las vanguardias. Preguntado
acerca de si las considera nocivas, responde: “Completamente. En eso yo estoy
terriblemente adosado a lo clásico. Para mí los grandes autores son los de la
talla de Shakespeare. Formidables...También me interesan Rojas, en España,
Cervantes, Santa Teresa de Jesús, cuyo estilo me gusta muchísimo. No puedo
comulgar con las vanguardias porque no les encuentro raíz. Y a mí me parece
que las tradiciones tienen una raíz perfectamente explicable, humana...”.
37
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 21.
natural y mi familia me llevaban a eso”38. “Eso” es, pues, la
vertiente folklórica en que nuestro escritor encontrará inspiración y
cauce expresivo.
38
GABRIELLI, A. Op. cit.
39
Una lista, no exhaustiva, aunque suficientemente representativa, es la
siguiente: BARRERA ORO, Julio: Cantos épicos; episodios, narraciones,
cuadros históricos y cuentos (1915). BURGOS, Fausto: Cuesta arriba; cuentos
cuyanos (l918), Cara de Tigre; cuentos mendocinos (1928) y Nahuel; relatos
mendocinos (1929). CORVETTO, Pedro: Mendoza pulsada por sus hijos;
historia, hombres, folklore, paisaje, poesía (1926) y Tierra nativa;
descripciones, relatos y paisajes del Sud mendocino (1928). FUNES, Lucio:
Anécdotas mendocinas (l936) y Recuerdos del pasado (1937). GARRIGOS,
Julio: Narraciones mendocinas (l939). MARTOS, Miguel: Cuentos andinos
(1928). MATHUS HOYOS, Alejandro: El Camino del Inca y otros relatos
mendocinos (1927). ORTIZ PONCE, Exequiel: Mendoza legendario (1953).
PICHETTO, Roque: Brochazos mendocinos (1944). PONCE, Carlos: Cuentos
mendocinos; antaño y hogaño (l924). SOSA MORALES, Narciso: Por los
caminos de entonces; cuentos, relatos y leyendas (1943). TINELLI, Mafalda:
Clavel del aire; cuentos camperos (1945).
ficcionalización del referente comportan variables de un sistema,
cuyo estudio -sumamente interesante por cierto- escapa a nuestro
propósito.
Digamos simplemente que en varios casos se pueden establecer
ciertas coincidencias con la obra de Draghi. Así por ejemplo Por los
caminos de entonces, de Narciso Pereyra, recoge una temática en
cierto modo coincidente con la de Andanzas cuyanas, aunque
limitada al Sur mendocino: hay también cuentos de frontera y de
cautivos, y coincide además con la obra de Draghi citada en el
recurso de centrar la naración alrededor de un personaje que se
presenta como real y conocido por la comunidad, lo que aboga por
la veracidad del relato.
Como fruto algo más tardío de esta corriente de inspiración
folklória se podría mencionar la obra de Exequiel Ortiz Ponce,
quien, en el prólogo de Mendoza legendario, refleja preocupaciones
y manifiesta observaciones similares a las de Draghi, lo que habla
nuevamente de un “clima de época” que valora las manifestaciones
de la literatura popular, y se afana por transcribirlas sin mayores
aderezos:
3.1.Definiciones y precisiones
47
GABRIELLI, A. Op. cit.
48
DRAGHI LUCERO, Juan. Las mil y una noches argentinas. Mendoza,
Oeste, 1940, 388 p.
49
Ibid.
50
“La juventud de ahora se ha prendido a los títulos secundarios,
universitarios, y en la misma medida que ambiciona títulos, se separa de la
tierra. Hay miles de propiedades abandonadas y hay miles de hombres jóvenes,
fuertes, que andan pidiendo un empleíto en las financieras, en el gobierno, en
los bancos”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
de la tierra”51. Tales convicciones se convierten, para Draghi, en un
auténtico programa socio-económico, que no vacila en proponer, a
través de su prédica personal, durante cuatro años de charlas
radiales, y también a través de un estudio entregado a las
autoridades, en el que se propone como alternativa de solución para
la crisis el retorno a la agricultura en forma familiar, la cesión
definitiva de las tierras a quienes las trabajan y, luego, la
implementación de los medios para vender los productos de la
explotación agropecuaria en condiciones ventajosas52.
También postula Draghi la existencia de dos culturas: la
tradicional, folklórica, antiquísima, que “viene de las cavernas y
permite volar sin límites” y la científica, que todo lo mide y
racionaliza y que cada vez más va desplazando a la otra 53. En
repetidas ocasiones clama ante el peligro de la desaparición
completa de ese tesoro folklórico, y la necesidad de intentar su
rescate54.
Draghi defiende la hondura del folklore argentino aún en
polémica con ilustres figuras de la cultura nacional, como Jorge
51
Ibid. Ideas similares manifiesta en su diálogo con Daniel Prieto: “Es
absolutamente necesario que el hombre y la mujer vuelvan a la tierra
productiva. Por desdicha, la escuela primaria, al aumentar en forma
enciclopédica su programa de estudio, ha apartado el niño de la tierra y lo ha
hecho papelista, apto para la oficina”. En: PRIETO CASTILLO, D. Op. cit. p.
84.
52
Cf. Ibid., p. 85 ss.
53
Entrevista personal. Es una idea que Draghi reitera, por ejemplo, en la
entrevista con Gabrielli, ya citada: “El folklore no admite medida. Es la libertad
absoluta. Los sueños se convierten en realidad. De ahí que yo sostengo que el
folklore es anti-ciencia y, a su vez, la ciencia es antifolklore [...] muchos creen
que el folklore son las guitarras, bailes, etc.[...] el folklore es la cobertura total
de la humanidad desde sus comienzos hasta el advenimiento de la ciencia, que
corta las alas a la imaginación”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
54
“[...] no ha de ser empresa loca y vana el pretender acercarse al olvidado
molde [...] Todo aporte en bien de este reencuentro debiera ser festejado”. En:
“Juan Draghi Lucero. En busca de un folklore perdido”. Diario Los Andes,
domingo 16 de agosto de 1981. Dice allí Draghi: “[...] la tremenda evolución en
el diario vivir nos demuestra que el folklore de raíz hispano-indígena muere día
a día. Este folklore pasará a ser exhibido en piezas de museo espiritual y
material. Por ejemplo: yacen en olvido cien costumbres antiguas [...]”.
Luis Borges55, y le atribuye un alto valor fundante 56. Así, el
acercamiento al folklore es también una búsqueda de los valores
más profundos, de la raíz espiritual del hombre, del sentido de la
trascendencia; de allí la actitud de profundo respeto, casi religioso,
que exige. León Benarós observa acertadamente que los altos
secretos contenidos en esos “campos maduros” -como los nombra
Draghi- y prietos de esencias folklóricas, requieren una disposición
especial de espíritu para rendir su misterio, en la comprensión de
una dimensión cultural más profunda que incluya asimismo los
estratos mágicos 57.
A esos estratos difícilmente captables por el hombre moderno,
enceguecido por el resplandor engañoso de la ciencia, se refiere el
mismo Draghi: “La soledad del Ande, su expresión geográfica [...]
me dan la expresión de lo esotérico. Me parece que hay voces
acalladas en el Ande, que el hombre urbano no entiende y sí
entiende el andícola”58; afirma también que en nuestro folklore es
muy común la aparición de fantasmas59. Igualmente destaca como
un elemento relevante de nuestro folklore la creencia en el “daño”
y, en términos generales, en los poderes extraordinarios de los
“curanderos”60.
55
.Ante las palabras del periodista: “Borges dice que el folklore, sobre todo
en nuestro país, es un invento de los folkloristas, que son los que lo llevan a la
campaña”, Draghi responde: “-¡Está equivocado! El folklore existe, ¿no?...Yo
respeto mucho la temática y desde luego el talento de Borges, pero no estoy de
acuerdo con él [...]”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
56
“[...] la raíz de nuestra nacionalidad hay que buscarla más en el folklore
que en la historia, absolutamente más. A partir de 1810 nos topamos con una
serie de encuentros entre criollos, con guerras tremendas. En cambio, hallamos
que en el folklore hay más paz, más profundidad, hay más sopesamiento de los
hechos humanos, hay más poesía, hay más filosofía”. Ibid.
57
DRAGHI LUCERO, J. El loro adivino. Op. cit., p. 13.
58
GABRIELLI, A. Op. cit.
59
“Yo creo haber visto fantasmas. Ahora ya con mi, cómo le diría, con mi
cultura un tanto cientifista, pescada al vuelo en literatura libre, me es hasta
penoso y costoso confesarlo, pero yo he visto fantasmas”. En: PRIETO
CASTILLO, D. Op. cit., p. 18.
60
Cf. Ibid., p. 33 ss.
Esa apertura al misterio le viene al mendocino desde su
infancia, de las largas noches pasadas al raso en compañía de los
criollos leñateros, escuchando esas reliquias folklóricas que aún
perviven en la memoria del pueblo.
Entrevista personal.
65
En el Cancionero popular cuyano figuran, con interesante
documentación fotográfica, algunos de los últimos nativos de la zona, como la
Sra. Pascua Nieva de Morán, que falleció de alrededor de cien años de edad, o
la Sra. de Huakinchay -típico apellido huarpano- que aparece en una foto junto
a Draghi. Estos huarpes -dice León Benarós- eran “altos, esbeltos, morenos,
muy huesudos, de pómulos salientes, bien formados tipos humanos.
Huakinchay, Peletay, Azahuate, criadores de cabras de la Capilla del Rosario,
en las ex-lagunas de Huanacache, son todos de la amistad de nuestro autor. Los
que pueden viven en aquella región en que puede ahora caminarse por el fondo
de las lagunas secas. Crían vacas criollas, cabras, burros, mulas, hacen los
Como los huarpes carecían de escritura, los testimonios de su
paso por la prehistoria mendocina han de ser rastreados con
minuciosa pasión de etnólogo, y ésa es precisamente la condición
que distingue a Draghi. Esto le ha permitido arribar a interesantes
conclusiones sobre algunos aspectos de esta cultura aborigen, como
la vigencia del culto a Pachamama, que pervive en una costumbre
lugareña -olvidada quizás de su pleno sentido ritual primigenio- de
rodear los canastillos tejidos con otros más pequeños, a modo de
“hijitos”66. Igualmente, advierte en esto una huella de la penetración
incaica, documentada no ya en fuentes escritas, mas sí en la
existencia del “Camino del Inca”, visible en Uspallata, que llega
hasta Calingasta en San Juan, y de ahí sigue y sigue hasta llegar al
Cuzco “el Ombligo de América”, vale decir, el corazón de
Precolombia.
A partir de 1925, el estudioso del pasado cuyano vuelve una y
otra vez a la zona de Huanacache, procurando adentrarse en el
misterio del pasado, no sólo indígena, sino ya signado por la
presencia primero del español y luego del criollo67. Es que allí se
respira un aire impregnado de historia cuando no de leyenda:
Quiroga, “el gran Quiroga” en el respeto memorioso del campesino,
el caudillo lagunero Santos Huallama, o la figura varonil y huesuda
de doña Martina Chapanay, adquieren una presencia tangible en
esas soledades; en Los Altos Limpios, escenario de uno de sus
76
En: “Juan Draghi Lucero. En busca...” Op. cit.
.Ibid.
77
93
Ibid., p. CXI.
94
Acerca de la presencia del entorno comarcano en la poesía cuyana, cf.
Marta Elena CASTELLINO. “El desierto en la poesía popular cuyana”. En:
VIDELA de RIVERO, Gloria (Coord.). Literatura de Mendoza; Espacio,
historia, sociedad. Mendoza, Centro de Estudios de Literatura de Mendoza –
Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, 2003. Tomo III, pp. 35-71.
95
“El amor es la pasión dominante en los cantares de Cuyo. Pero es siempre
un amor urgente, apasionado, sediento...Debe aceptarse que el desierto, cuanto
más amargo es, más incita a la gente moza al deseo urgente de reponer ‘el vacío
humano”. En: Ibid., p. III.
96
“No olvidemos que en el folklore caben todas las fantasías y que, en
cierta manera, es una fuga de los rigores de la vida real. Hace que el hombre
navegue en la fantasía y que por un momento se ausente de esta realidad cruel.
Eso ocurre con nuestra fase lírica, con nuestras tonadas [...] muchos cantores
nuestros cierran los ojos cuando cantan una tonada. Se ausentan al par de su
canto, se van de esta tierra de sufrimiento”. PRIETO CASTILLO, D. Op. cit.,
p. 18.
“La tonada fue siempre ‘la quita penas' del cuyano”. En: DRAGHI
97
desolado en que acometen a nuestro autor las ansias de expresar aquel mundo
de oculto sentido, no en campo salvaje, sino en aquellos en que el rastro
humano se ve o se adivina, allí donde galoparon Quiroga o Guayama [...] el
autor se siente pleno de su tema, urgido de volcarlo en la literaria concreción”.
Y agrega: “El hombre deja un rastro en la tierra y en el ambiente, que puede ser
captado por mentes en vigilia”. En: Ibid. pp. 16-17.
102
Entrevista personal.
103
Ibid.
de documentos, realizadas con su propia mano, sobre la historia de
Cuyo. Y Draghi lamenta con frecuencia la falta de testimonios
anteriores a la conquista española, que hablen por ejemplo de la
penetración incásica en esta tierra, ya que “No hay documentos
históricos al respecto y lo poco legado por los españoles era
tendencioso, ya que a ellos les convenía quedar como civilizadores
de un mundo bárbaro”104.
En relación con estas aseveraciones cabe acotar que su visión
de la historia responde a una polarización dialéctica, por cuanto
opone prehistoria e historia, en cuanto aquélla representa el mundo
aborigen, ignorante y saqueado por el tiempo y por el hombre; y
ésta, la avasallante presencia europea105, con lo que se detecta un
cierto antihispanismo en su toma de posición a favor de las “razas
vencidas” (indios y negros).
La obra de nuestro autor es, en muchos pasajes, un alegato en
pro de un nuevo humanismo, que ya ve despuntar: “Un nuevo
humanismo, el humanismo americano, que por sobre la cultura
grecolatina abreve en las fuentes de Precolombia, tiende a hacerse
presente en el Mundo del intelectualismo”106.
-Historia y tradición
127
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. VIII.
128
.KUSCH. R. Esbozo de una antropología filosófica americana. Buenos
Aies, Ed. Castañeda, 1978, p. 15.
129
PAZ, Octavio. Posdata. México, Siglo XXI, 1971, p. 116.
130
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., pp. 24-25.
hablaba el pájaro, pensaba la piedra... El bramido de la sierra y las
hablas del viento viajero, tenían un familiar sentido en
Precolombia”131. Todo ello instaura un mundo -recuperable a
través del folklore- en el que la categoría de “lo tenebroso” cobra
plena vigencia, a través de Salamancas y conjuros, mundo “donde
batallan porfiadamente fuerzas insospechadas y
desorientadoras”132.
Este mundo encuentra su clave en la figura de Pachamama,
“como símbolo vital de la andinidad ante la presencia del
hombre”133. Draghi insiste en la pervivencia de su culto en
nuestros días, aun olvidado de su arcaico sentido ritual, a través de
una costumbre actual de las cesteras de Huanacache: rodear los
canastos que confeccionan con otros pequeños cestillos, a los que
denominan “hijitos”; todo ello se asocia -para Draghi- con la idea
de vientre, de procreación, y sugiere un antiguo rito de fertilidad.
También la categoría de “lo tenebroso” acuñada por Kusch
hace referencia, según Nerva Borda de Rojas Paz, a “aquello que
está en las tinieblas, donde queda la savia vital referida, base y
fundamento de la unidad geocultural que no logra constituir en
plenitud”134. Su percepción requiere una disposición particular del
espíritu en el acercamiento al misterio de la tierra. Esta “pasión de
los campos desiertos” -como la denomina Draghi- “señala su
presencia cerca del investigador culto con un desasosiego revisor
131
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit. IX. También agrega:
“Los campesinos de serranías y de la naciente llanura están habituados a esta
sub 'presencia'. La oyen en el bramido de la sierra; en los 'ruidones' de los
peñascales; en los gritos sin procedencia que van de cerro a cerro; la huelen
en ‘el olor de la creciente’; la palpan en los remezones vivos del sismo; pero
sobre todo, la entrevén a su inmediata vecindad como una forma humanizada,
veedora; apenas resguardada entre los mantos sabedores de la noche”. En:
Ibid., pp. XLIII-XLIV.
132
Ibid., p. XLII.
133
Agrega: “Pachamama, severa matrona precolombina, de anchas
caderas, de fluyentes senos, multípara, preside las cosechas del abra reparada
entre cerros inhóspitos. Su eterna función genética adquiere abolengo cuando
se la comprueba celosa guardiana de los signos de la tierra nativa”. Ibid., p.
XLIII.
134
BORDA DE ROJAS PAZ, N. Op. cit., p. 60.
de valores primitivos. es en las deshoras de la noche viva de la
sierra cuando su aliento de Esfinge precolombina enternece y
desorienta, porque trastrueca horizontes tenidos por
inmutables”135.
Así, un mundo cuyas características escapan a la estructura
racional de la realidad provoca el estremecimiento de quienes se
acercan a él desde fuera: “Se repelen mutuamente el extranjero y
la Madre del Cerro. Es [necesario] el nativo, y cuanto más
cimarrón mejor, para que se produzca el encuentro entre hombre y
Cosmos”136. Kusch habla de un “sentimiento de desamparo”
provocado por la realidad americana: “el temor de que se nos
aparezca el diablo, los santos, dios o los demonios”, sentimiento
al que los antiguos denominaban “la ira de dios”137 y que impone,
de suyo, la necesidad de conciliar la propia existencia con ese
“ámbito terrorífico y tremendo”, a través de ciertas prácticas de
conjuro: “Se trata de que el cerro imponente sea el hermano y lo
sea el río [...] Se trata, fin, de que se humanice el mundo con la
plegaria y con el rito y que el mundo sea el organismo viviente
que ampara y protege”138.
Mentalidad arcaica, entonces, para la cual el logro del
equilibrio de las fuerzas de la naturaleza -cosmos en medio del
caos- es una consecuencia de un proceso de equilibrio interior que
sólo se consigue -señala Kusch- “en el plano de la naturaleza,
entre cerros y granizos, en el terreno de la ira divina, lejos, por lo
tanto, de nuestra vida moderna tan cargada de defensas de toda
índole”139. Esta tendencia a la “sumersión” en lo natural se puede
relacionar con la actitud de Draghi de “irse a los campos
135
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XLIII.
136
Ibid., p. XLIV.
137
KUSCH, R. América... Op. cit., p. 5. Reflexiona luego lo siguiente:
“Quizás en un plano más filosófico y más occidental podríamos haber
referido todo esto al problema del devenir que trae consigo la misma idea del
desamparo. Pero preferimos el concepto de ira que sobreentiende mejor el
efecto psicológico que ocasiona la naturaleza americana”. Ibid., p. 86.
138
Ibid., p. 39.
139
Ibid.
desiertos”, en los que “quizá la real existencia de una ‘pasión’
vagarosa del mundo cordillerano y llanista desande antiquísimos
pasos, reviviendo hechos representativos de civilizaciones
pretéritas”140, lo cual comporta tanto una propuesta de
conocimiento cuanto un programa estético, como veremos.
En un sentido análogo discurre su prédica de retorno a la
tierra como solución para los males que nos aquejan. Con esta
búsqueda de lo telúrico, tanto en una dimensión material, física,
como espirtual (en el sentido de tradición) se configura en la obra
de Draghi el alegato en pro de un nuevo humanismo, que ya
mencionamos.
Resumiendo, vemos que el pensamiento de Juan Draghi
Lucero contiene llamativas coincidencias con el del filósofo
Rodolfo Kusch: la posibilidad de captar la esencia, el ethos
americano, a partir de una intuición del paisaje; la consideración
de la naturaleza americana como algo que escapa a las medidas
occidentales: un mundo “mágico” en su inmensidad, poblado por
presencias sobrenaturales y pleno de resonancias ancestrales; en
relación con el pasado americano, una concepción dialéctica que
opone lo indígena y lo europeo y el imperativo de bucear en esa
protohistoria desconocida o negada para encontrar las raíces del
presente. Justamente, la profunda relación que ambos establecen
entre el paisaje y la historia americana dictan una dterminada
concepción del arte.
140
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XLIII.
cinco volúmenes de 'Anales', cuatro de ellos
dedicados a la obra del Libertador en Cuyo.
En el Archivo Público de Nueva York
realiza fructíferas investigaciones referentes
al pasado argentino. Publica, comenta y
codifica los Recuerdos Históricos de
Damián Hudson; funda la Sociedad de
Historia y Geografía de Cuyo y da a la
estampa numerosas monografías.
142
PICHETTO, Roque. Brochazos mendocinos. Mendoza, D'Accurzio,
1944, pp. 133-134.
Sólo el instinto frente al paisaje y al silencio
grávido de sus tumbas podrá darnos la clave
anhelante. ¿De dónde vinieron?...Surgen como un
verdadero enigma en Cuyum para los investigadores.
Las fragmentarias noticias que se poseen de ellos
atestiguan que no tenían ningún parentesco con las
naciones vecinas y que, por el contrario, estaban
separados de sus colindantes por un complejo abismo
cultural143.
145
Ibid., p. XXII.
146
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva de los pampas. Mendoza, Ediciones
Culturales de Mendoza, 1988, p. 4.
Cuyo se substrae en la medida de sus posibles del
hervidero caudillista147.
147
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XXXIII.
148
“En el poblador campesino, el temblor catastrófico sigue siendo la
prueba del castigo de Dios. Hay dos Mendoza en el mundo -dicen ellos- una
está aquí, la otra en España, una de las dos se va a perder...Y esta conseja torpe
se repite con porfía bíblica. Cada vez que ocurre un pequeño sismo [...] se
recuerda la noche fatídica del 61”. En: Ibid., p. CXXV.
149
Ibid., p. XXXIX.
150
Entrevista personal.
todo muy orgánico en sus quehaceres”151. Pero la figura que acapara
su predilección es la de Sarmiento, culto que profesa y confiesa:
“Después de estudiar la vida de los héroes argentinos [...] me he
quedado con Sarmiento. A pesar de todos sus errores, de sus
rabietas, de sus pasos contrapuestos, es el más representativo de los
argentinos”152.
Relacionada con la figura del sanjuanino aparece otra, la de
Miguel Amado Pouget, el introductor de las primeras cepas
francesas en los viñedos de Mendoza, traído por Sarmiento, y que
desempeñó tan significativo papel en el desarrollo de la
vitivinicultura mendocina. Draghi le dedica varios trabajos, en
relación con el desarrollo de la industria madre de nuestra tierra153.
Con estos trabajos va componiendo el fresco que sirve de fondo
a su obra literaria, pero quizás el tema histórico que rinde más
jugoso fruto en orden a su reconstrucción poética es el de la difícil
convivencia fronteriza con el indio, tanto en la frontera sur (San
Carlos, San Rafael), como en la del Este (Corocorto, La Paz). Las
historias de malones y cautivos, a través de las cuales Draghi
entronca con una importante vertiente de la literatura argentina, dan
materia a relatos como los de Andanzas cuyanas y,
fundamentalmente, a su novela La cautiva de los pampas.
4.3.Trabajos históricos
158
Mendoza, Best Hnos., 1940, 187 p.
159
Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1993, p. 7.
Tampoco desdeñó Draghi la prensa como medio de difusión de
su saber sobre el pasado cuyano; así por ejemplo sus colaboraciones
en La Libertad, en una secciónpor él titulada “Del tiempo viejo”161:
Como un huracán
llevas un cuaderno
notas espantapájaros
jugo de cactus
[...]
Tu pensamiento dispara relojes de arena
1.1.Novenario cuyano
165
GABRIELLI, A. Op. cit.
166
CATTAROSSI ARANA, Nelly. Op. cit., pp. 349-355.
167
“Draghi Lucero, un escritor...”. Op. cit.
es de una impresionante unidad. Así pues, Novenario Cuyano168,
libro que recibió elogiosos comentarios en el momento de su
aparición169, está compuesto por cuarenta y un poemas en los que
predomina el verso tradicional y popular por excelencia, el
octosílabo, junto a otros metros, preferentemente de arte menor.
Alguna composición exhibe tendencia a la libertad métrica, y en
otras se combina prosa y verso. No existen determinaciones rígidas,
ni temáticas ni formales, dentro de un tono que busca acercarse a lo
popular a través, por ejemplo, de la imitación del ritmo
característico de canciones folklóricas cuyanas: tonadas, cuecas y
gatos, o a través de ciertas reminiscencias de romances y villancicos
tradicionales.
Se anuncia ya el Draghi de la obra posterior en la persistencia
de ciertos motivos: la Cordillera preside el paisaje y da vida a los
ríos y a los vientos comarcanos. Hay una permanente animización
de esos elementos naturales, que para el poeta sensible al lenguaje
del terruño son seres vivos y actuantes; así por ejemplo el Zonda, el
más cabal representante de estas “tierras de la sed”:
“Dos bellas flautas mezclaron / las músicas del hechizo / y dieron cauce a
176
1.3.Antología poética
177
Mendoza, Ediciones La Sopaipilla, 1990, 71 p.
178
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 24.
piedra, el sol de verano caldea esa piedra y le
modifica su forma y el frío de la noche deshace lo que
ha hecho el sol. De manera que hay una especie de
desgarramiento pétreo [...] entonces se oye un ruido
estremecedor, no muy grande pero sí profundamente
extrahumano. Hace temblar a los campesinos179.
.Ibid., p. 25.
179
2.La novela
Esta cultura está viva porque conserva su
memoria [...] El relato es también esto:
inscribir la memoria del pasado, pasado
común, historia colectiva, para dar
perdurabilidad a la propia existencia.
189
Ibid., p. 11.
190
Ibid., p. 9.
191
MATURO, G. “La cabra...”. Op. cit.
destacan las del chañar y del algarrobo, casi amorosa evocación192.
Resaltan también las estampas costumbristas, engastadas como
joyas en el decurso narrativo; son especialmente atractivas las que se
refieren a juegos infantiles hoy en desuso; Draghi se acerca con
ternura al maravilloso mundo de los niños y se solaza a la par de
ellos con los míseros elementos que la naturaleza ofrece a los
pequeños campesinos: humildes piedritas para el juego de la
pallana; un espacio libre para las narias; alambre y una gotita de
plomo para la caza de loros ¡con boleadoras!, prueba del ingenio
infantil193 o la arena del río seco para darse un saludable baño.
El mundo de los adultos, por su parte, exhibe también un
repertorio de costumbres y creencias dignas de ser anotadas: su fe en
una medicina empírica, hecha a base de yuyos del campo, como la
ejercida por el viejo Peletay, verdadera encarnación del saber
comarcano; su profundo respeto ante el misterio de la muerte y de
las almas194; un mundo, en fin, hecho también de supersticiones y
192
“Ese es el chañar, árbol indio. Da un fruto amarillito, muy harinoso y
dulce que comen los niños. De él se hace un arrope muy apreciado. La madera
sirve para rodrigones de viña por ser resistente y durable, y no pudrirse en
terrenos húmedos. Arde muy bien y sus raíces se emplean para tintura. Aquél es
el árbol del algarrobo; da vainas con fruto como el poroto del que se hace el
rico pan indio: el patay que alimenta y da fuerzas al hombre. Ese fruto cuando
madura es el mejor recurso invernal para la hacienda mayor y menor. Las
mujeres y los niños lo cosechan y muelen para preparar el rico patay, y lo que
resta del cernido de las vainas machacadas sirve para preparar la añapa, bebida
refrescante, y si se hace fermentar, se consigue la aloja: licor muy apreciado...
La madera de este árbol maravilloso sirve para horcones de ranchos y
ramadas... para el fuego es muy apreciada su madera... Las cabras comen sus
brotes verdes. Este árbol es la bendición de Dios en los campos despoblados:
con justicia en la palabra lo llaman 'el árbol del pan”. En: La cabra... Op. cit.,
p. 26.
193
Ibid., p. 52. La descripción de este curioso modo de cazar también
aparece en uno de los relatos de El bailarín de la noche, del autor.
194
Para la creencia popular, el lunes es “día de ánimas”, y es obligación de
todo cristiano encender una vela y rezar una oración por los difuntos. En la
Capilla del Rosario -narra Draghi en la novela- tal piadosa ceremonia se realiza
en un sitio especialmente destinado a ese fin: el “Reprofundo donde lloran las
velas”, que es “[...] una abertura cuadrilonga, en cuya repisa de adobes
revocados se veían disformes y quemados restos de velas. El pequeño local
ahumado y aún quemado en parte del techo, proclamaba su función mortuoria,
anímica. Por el suelo habíase extendido el sebo y la estearina. Era lugar
señalado, con su elemental arquitectura de nicho grande, para encender velas a
leyendas (la “luz mala” y el “Gaucho Lima” rondando los campos
que frecuentaron en vida), de oscuras fuerzas telúricas que el
narrador se empeña en transmitir.
Esa sociedad clausa, tradicional, es sometida a lo largo de la
novela a la aguda mirada del sociólogo 195 y retratada en todos sus
detalles: artesanías, fiestas y bailes, tipo de organización familiar 196,
hasta los humildísimos enseres domésticos reclaman largos párrafos
del narrador, empeñado en no dejar perder ni siquiera lo más nimio
de una forma de vida que se dispersa como arena al paso del tiempo.
Tal morosidad en ciertas descripciones costumbristas, en ocasiones
puede parecer digresiva, pero cobra sentido en función de la
intencionalidad manifestada por el autor ya desde el prólogo.
Una mención especial merece la reconstrucción que Draghi
realiza del habla de los lugareños: el autor-protagonista recolecta
con verdadera fruición giros y matices comarcanos; salen así a la luz
numerosos arcaísmos, resabios del español de los conquistadores,
junto a refranes típicos de la sabiduría criolla 197, con lo que el
registro lingüístico de la novela se enriquece notablemente.
Mundo primitivo donde la vida y la muerte se desenvuelven
205
DRAGHI LUCERO, J. La cabra..., p.144.
206
Acerca de la importancia de este personaje femenino en La cabra..., cf.
CASTELLINO, Marta. “El matriarcado en algunas novelas mendocinas
contemporáneas”. En: Revista de Literaturas Modernas. Mendoza, Instituto de
Literaturas Modernas, Facultad de Filosofía y Letras, nº 22, 1989.
207
“El profesor, siempre asomado a los ventanales fronterizos, oteador
incansable, veía un esotérico aparecer en propicio 'habitat' huarpe. Conocedor
de la suma de hechos históricos y folklóricos del lugar, sospechaba de la
existencia del alentar de sombras vagarosas, revividoras de hechos pretéritos,
plenos de estremecimientos humanos”. DRAGHI LUCERO, J. La cabra... Op.
cit., pp. 182-183.
208
Ibid., p. 325.
2.2.La cautiva de los pampas y el pasado mendocino
209
GABRIELLI, A. Op. cit.
óptica y distintos fines que el historiador, y el rigor
documental se subordina a la intuición y a la
configuración artística de la obra. Algo más, porque la
compenetración emocional que permite al creador
seleccionar y transformar los hechos históricos en
creación literaria le permite [...] recrearlos de modo
más vívido que la historia y penetrar en estratos
profundos de la realidad210.
210
“El desierto, malones y cautivas en la literatura argentina”. En:
Centenario de la Campaña del Desierto; Homenaje de la UNC. Mendoza,
1980, p. 170.
211
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva... Op. cit., p. 115.
provocado por tanto horror, para situar equitativamente las culpas;
así, en función de documentación histórica, señala la presencia entre
los atacantes, no sólo de indios ranqueles o pampas, sino también de
“pincheyrinos” y “guayaminos”212. De este modo, la lucha de
fronteras se convierte en un hecho complejo 213 en el que, junto al
choque de dos razas y creencias distintas, se entrecruzan las bajas
pasiones humanas, con tan funestas consecuencias:
217
Ibid., p. 10.
En 1873 la provincia se agitó por la lucha política
entre los gonzalistas y civitistas, que apoyaban a
Carlos González y Francisco Civit, respectivamente.
Los sostenedores de Civit acusaban a sus opositores
de mazorqueros, pues González recibía el apoyo de
antiguos federales, como así también de algunos
liberales. Estos [...] fundaron el diario El Argentino
para responder a los ataques que en forma sistemática
les asestaba El Constitucional218.
222
Ibid., p. 8.
223
El general Fotheringham los describe así: “El fortín, las docenas de
fortines que se levantaron en las fronteras, eran ranchos de barro y paja con
cuadra para la tropa y algunos cuartujos para oficiales y soldados con sus
mujeres. El mangrullo era fundamental, lo más alto posible, y todo el fortín
rodeado por una zanja o empalizada”. Citado por CORREAS, Edmundo.
“Mendoza en la Conquista del Desierto”. En: Centenario de la Conquista del
Desierto... Op. cit., p.82.
descuidado224.
236
Ibid., p. 77.
259
“Romualdo”. En: El tres... Op. cit., pp. 68-69.
Hospital San Antonio, ubicado en la cuarta sección y que funcionó
hasta la creación, en 1945, del Hospital Central. Esta ciudad ofrece
también una faz algo más moderna, pero no por ello menos típica,
con la estación del Ferrocarril San Martín o el Mercado Central. En
la zona céntrica se advierten con claridad esos índices de
modernidad que mueven al escritor costumbrista: “Echando humo,
y resoplidos se apareció la locomotora del ferrocarril con vagones
de carga donde cabían tres carretas y corriendo más ligero que los
pingos de carreras. Aparecieron tranvías sobre rieles, el agua de las
casas salió por surtidores y hasta corrió por alambres ¡la letricidá y
la palabra!”260.
Con estos cambios corren parejos otros, de índole social, que
también detalla quejoso el narrador: “era de verse ¡patente! que se
acercaban tiempos novedosos [...] Los gringos se aparecían como
angelitos del Diablo ¡Llovían gringos! Y los criollos viejos se
fueron arrinconando, arrinconando” (p. 179).
Este ambiente constituye el marco requerido para la
presentación de un clima humano muy especial, punto de inflexión
histórico en que la sociedad mendocina sufre una transformación
profunda, dada por el cambio étnico ya aludido, que conllevó un
cambio incluso cultural. Es así que esa “ruptura” pone en trance de
desaparición una serie de usos y costumbres que constituyen
precisamente la materia de nuestro narrador.
Esteban Correa Calderón, en su estudio sobre los costumbristas
españoles, llamaba la atención sobre el hecho de que en el cuadro de
costumbres suele producirse una aleación de la geografía humana y
la descripción etnográfica, “hasta el punto de que pueda dudarse si
tanto como cuadro de costumbres deberíamos considerar
determinados artículos como estudios folklóricos”261.
En el caso de Draghi, esta búsqueda de costumbres
tradicionales se relaciona cabalmente con sus intereses folklóricos;
260
En: Andanzas cuyanas. Op. cit., pp. 179-180. Como dato curioso apunta
Exequiel Ortiz Ponce que, si bien el servicio de tranvías eléctricos fue
inaugurado el 1 de febrero de 1912, la gente seguía utilizando el tren o yendo a
pie: había temor de subir en el tranvía porque se creía que si se cortaba un cable
y caía sobre el vehículo, el pasaje perecería electrocutado. En “Prólogo” a Op.
cit. (sin número de página).
261
Op. cit., p. LX.
así, el registro temático de los cuentos se enriquece con la
descripción de fiestas y diversiones tradicionales: bailes, tertulias,
juegos infantiles, cuadreras, riñas de gallos...; comidas y bebidas
típicas; vestimenta (uno de los aspectos al que el costumbrista suele
prestar especial atención); artesanías y oficios criollos, y también
todo un trasmundo de creencias, leyendas y supersticiones.
Se trata, ciertamente, de apuntes o detalles costumbristas
incluidos en un relato que genéricamente no podríamos considerar
como “cuadro de costumbres”, ya que difieren ambas formas tanto
en la intención como en el punto de enfoque; mientras el cuento
desarrolla una acción singular, el costumbrismo tipifica casos y
personajes, reduciendo asimismo la acción y dando preeminencia al
diálogo. Estas características, si no son la regla en los relatos del
mendocino, se cumplen empero en dos de los relatos de Draghi que
merecen con toda propiedad ser considerados “cuadros costumbris-
tas”: “Arbol castigado” y “La demanda a las hormigas”, de El
hachador de Altos Limpios 262.
Las curiosas costumbres relatadas en ellos nos dejan entrever
rastros de una sabiduría tradicional y nos remontan a un mundo en
cierto modo mágico, en que el entendimiento del hombre con los
animales y vegetales discurría por vías hoy totalmente perdidas: en
“La demanda...” se narra el modo en que se “expulsan” las hormigas
que afectaban el patrimonio de una honrada criolla, mediante el
recurso de realizarles un juicio, tal como lo detalla el juez
interviniente:
-Narrador y personajes
268
En: El hachador..., p. 151.
269
“Aunque los personajes aparezcan denominados, no apuntan a un
hombre determinado, sino a tipos genéricos. La sátira alude al vicio, al defecto,
al uso y al abuso, refiriéndolos a gentes imaginarias, que pudieran ser
verosímiles, pero sin concretarlas a personajes reales”. En: CORREA
CALDERON, E. Op. cit., p. LXXI.
270
Cf. DRAGHI LUCERO, J. “En busca...”, Op. cit.
cuento titulado “El rezo de la tía Paulina”: “Otro personaje real era
Paulina, tía carnal mía, de tan profunda bondad que, si hay Dios, la
tiene sentada a su lado. Ella adoptaba a sus nietos huérfanos y los
alimentaba. Era un alma de Dios, tan católica, tan nuestra, tan
profundamente cristiana...”271. Este personaje reaparece en otros
relatos, lo que refuerza aún más la impresión de verosimilitud.
271
Entrevista personal.
272
Op. cit., p. 11.
273
.Cf. PUPO-WALKER, E. Op. cit., p. 2. También destaca Esteban Correa
Calderón que “Existe una modalidad reconstructiva, retrospectiva del
costumbrismo, en la que es muy frecuente, por ejemplo, que el cuadro típico se
entrevere con la divagación histórica”. En: CORREA CALDERON, E. Op. cit.,
p. LX.
cuentos son más bien de motivos pampeanos; señalan el nexo de la
cuyanidad con un mundo de arreos, indios y malones que se
relaciona -en cierto modo- con las cumbres de la gauchesca: Martín
Fierro y Don Segundo Sombra.
Es además una narrativa con sólido fundamento histórico, que
responde seguramente al manejo de documentación, a la
frecuentación de archivos (así por ejemplo las cifras relativas a
tropas de carretas y el detalle de sus cargamentos). Además, estos
cuentos parecen situarse en un punto de inflexión a partir del cual la
aceleración del tiempo histórico nos deja sin más en nuestro
presente, compartido por el narrador (así, en los últimos relatos, la
mención de los “melenudos” y “los Beatles” aproximan el tiempo
narrado al momento de la narración). Es aproximadamente un siglo
el que transcurre, fechado a partir de hitos significativos: la
Expedición al Desierto del General Ortega, algunos malones y
ataques indios, la llegada de los inmigrantes indicada a través de la
mención de “tropas de carros de Giol, Gargantini, Tomba, Arizu”,
algunas revoluciones como la del 4 de febrero de 1905, revueltas y
cambios de gobierno, la llegada del ferrocarril, las amenazas de
guerra con Chile o la referencia los terremotos, como el del 20 de
marzo de 1861.
-Temas y ambiente:
-Leyendas regionales
292
En el cuento “Vuelos brujos”, que cierra El bailarín..., un hombre
adquiere el don de volar, en un soberbio esfuerzo por superar los límites de la
condición humana: “Yo me atreví a salir al encuentro del magicismo volandero
con todo mi ser hacia el pecado” (p.183).
293
Cf. Cuentos... Op. cit., pp. 37-49.
pepitas de oro -por ser el mineral más pesado- que utilizaban luego
como proyectiles para sus huaracas: “Aunque le ande rozando al no
creerse, bueno es saber que estos chiquititos se defendían de sus
grandotes enemigos arrojándoles, con lo fuerte de sus hondas,
balines de oro [...] ¡buenos honderos y con bien conquistada fama
que eran los tinguis!” (p. 242)294. Draghi, a través del relato de un
narrador que asume la voz de los antiguos pobladores del sur, nos
entrega una recreación humorística de la vida cotidiana de estos
seres diminutos, que tienen todo adecuado a su tamaño y cuyas
peripecias concluyen, empero, con la derrota y el exterminio total295.
En esta reelaboración, además del humor, juegan importante
papel los recursos de oralidad, en un estilo vivaz y matizado de
giros regionales que dibujan, junto con lo relatado, la figura del
narrador, antiguo soldado del Fortín El Alamito.
Un caso muy interesante lo constituyen dos de los relatos de El
hachador de Altos Limpios: el que da título al volumen y otro
titulado “El grito de la noche”. En ambos se corporizan apariciones
misteriosas ubicadas en la zona del desierto lavallino. Y constituyen
un caso interesante pues mientras en “El hachador...” hay una
proporción considerable de imaginación por parte del autor,
294
Por esta razón, dice Juan Isidro Maza, “Eran muy temidos por los indios
puelches, porque tenían muy buena puntería y por esta razón las tribus
enemigas se vieron obligadas a construir una pared de piedra, a la cual los
tinguiriricas no podían saltar por ser muy enanos. Asegura la leyenda que estos
indiecitos minúsculos tenían una población subterránea, donde se guarecían
durante el invierno”. En: MAZA, J. I. Malargüe. Mendoza, Editorial de la
Facultad de Filosofía y Letras, 1991, pp. 258-9.
295
Hebe ALMEIDA DE GARGIULO da la siguiente noticia: “[El
Tinguiririca] es un volcán próximo a Las Choicas, al sur de San Rafael; su
nombre, con resonancias onomatopéyicas y de aparente origen quechua, hace
referencia a unos enanos que, según la leyenda, viven escondidos en las galerías
que dejan los mineros.
Son personajes egoístas que se enfrentan a los mineros por la propiedad del
mineral que extraen. Los mineros les temen y difícilmente penetran en galerías
viejas o abandonadas.
Una antigua leyenda asegura que estos enanos tenían una ciudad
hermosísima y muy protegida, con ubicación subterránea, y que quedó
totalmente cubierta cuando fueron invadidos por los incas y por los araucanos”.
En: Había una vez... Mendoza, Subsecretaría de Cultura, Proyecto Cuyo,
Ediciones Culturales de Mendoza, /s.f./, p. 57.
Esta leyenda también se registra en la provincia de La Pampa, aunque con
alguna variante en el nombre: “Tinguirica”, en vez de “Tinguiririca”.
tendiente a erigir a este personaje en una suerte de símbolo de los
sufridos habitantes de esa tierra296, en el otro relato se expone con
entera fidelidad una creencia muy difundida, aún hoy, en la zona: la
que nos habla de “El Gritón”, cuya voz atrae a los incautos en la
noche y los hace alejarse, hasta las profundidades de la
Salamanca297. Es éste una figura del “Tentador”, del “Malo”, del
“Rey de las Tinieblas”, cuya presencia es reiterada en las
narraciones de Draghi, y sólo se conjura rezando “Las Doce
Palabras Redobladas”298.
Ambas experiencias, la de los Altos Limpios y la del grito, son
presentadas como vivencias de un narrador empeñado precisamente
en tomar contacto con el misterio de la tierra, preocupado por
capturar esas “presencias” indefinibles que pueblan la soledad y el
desierto.
296
“Era ‘una fuerte sombra en sufrimiento’. Sí, ahora de frente al penante de
los Altos Limpios yo debía, en los lindes de la locura, dar una lección de mi
saber ‘extracientífico’... Sí, el hachador revivía un quehacer simbólico anudado
entre el folklore y la historia. El hachador luchaba y su hacha era la suma de
todas las armas de la guerra nativa y el tronco del árbol herido, la inmensa llaga
de todos los encuentros sufridos por la carne de un pueblo mal llevado” (p.
174).
297
He tenido oportunidad de entrar, de noche, hasta el corazón de los
Bosques Teltecas lavallinos, y escuchar, de boca de los paisanos, sus temores y
experiencias anteriores respecto de ciertos gritos misteriosos que se oyen en la
zona; en ese momento gritó un zorro, y en la soledad y el silencio de la noche
del desierto, todos tocamos una suerte de frontera mágica.
298
Según los que la conocen, se trata de una oración para los momentos
desesperados, y su conocimiento implica un cierto grado de “iniciación”. Como
todo contenido tradicional, pasa de boca de padres a hijos. Alberto Rodríguez,
en su Manual del folklore cuyano, consigna esta versión:
299
Ortiz Ponce la registra en tierras de San Luis; esta leyenda se refiere a la
costumbre de cierta variedad de pájaros carnívoros, de alimentarse con los sesos
de otras aves. Cf. ORTIZ PONCE, E. Op. cit., pp. 146-147.
300
Según relata Maza, en las proximidades de Rodeo del Medio el camino
de las carretas debía atravesar cenagosos bañados que recibían el nombre de
“Vuelta de la Ciénaga”. Allí tuvo su residencia Casimiro Puebla, quien había
instalado una pulpería con juego de taba y naipes, donde concurrían numerosos
gauchos y hacendados para beber y pasar horas de juego. Allí se habían
producido numerosas desapariciones que se atribuían en primera instancia a lo
peligroso del paso.
En una oportunidad -continúa Maza- en que uno de los concurrentes tuvo
necesidad de salir de noche y en horas de luna llena, al llegar cerca del corral de
los cerdos vio que éstos devoraban un cadáver humano. “Con el terror de aquel
descubrimiento huyó, y al encontrar una patrulla policial, dio cuenta de lo que
había presenciado, por lo que la autoridad, al efectuar un procedimiento,
constató que el pulpero Casimiro Puebla y sus secuaces, después de asaltar, con
fines de robo, a los viajantes y personas que llegaban a su negocio, las
asesinaban y arrojaban los cadáveres a los cerdos, para hacer desaparecer el
cuerpo del alevoso delito que cometían”. La historia termina con los asesinos en
la cárcel de Mendoza, donde fallecieron aplastados por el terremoto del '61.
Concluye Maza apuntando que era dicho popular en la época “Para robar hay
que ir a la Vuelta de la Ciénaga”. En: MAZA, J. I. Toponimia... Op. cit., p. 163.
Seguramente el episodio del cerdo devorando el cadáver dio pie a Draghi
para sumar al relato las truculentas referencias a la antropofagia involuntaria de
quienes comían en la posada los fiambres preparados por doña Luzmira.
carretas. Draghi reelabora los datos consignados, variando el
nombre del propietario del establecimiento y agregando detalles
escalofriantes; en este caso los asesinos son una mujer, doña
Luzmira, y su compañero, el huinca Nahuel, que asumen cualidades
demoníacas: “El en la figura del hombre-tigre con un cuchillo en la
mano y ella como la bruja mayor de la Salamanca” (p. 24).
Esta suposición de asistencia demoníaca se refuerza por el
hecho de que los criminales logran huir a tiempo, sin ser alcanzados
por la justicia, luego de prender fuego a su maldito caserón; sin
embargo, las huellas de sus crímenes persisten en el desagüe:
305
Para un análisis más completo de este sector de la narrativa de Juan
Draghi Lucero cf. CASTELLINO, Marta Elena. De magia y otras historias.
Mendoza, EDIUNC, 2002.
mágica me parece muy interesante para entrever en la literatura un
mundo subjetivo [...] riquísimo en facetas pero dificilísimo de
manejar”.
En este sentido, el folklore desempeña para nuestro autor un
papel privilegiado, en tanto le permite “auscultar” el misterio de la
tierra, captar su faz oculta, porque “la mocedad del tiempo del
folklore vivía de manera que podía [...] sentir los latidos de las
profundidades de la tierra; pero nosotros vivimos en un mundo de
cemento y ladrillos, estamos separados de la madre tierra”.
Quedan así planteados -reitero- los grandes ejes sobre los que
discurrirá este sector de la narrativa de Daghi dedicado a la
reelaboración de motivos folklóricos tradicionales306: la captación y
trasmutación literaria de la realidad comarcana, el rescate de
elementos pertenecientes al folklore literario de la región, y la
proyección de esos contenidos, a través de imágenes y símbolos, a
un plano mítico.
311
Conferencia pronunciada por Draghi Lucero en un acto en que se
conmemoraban los cuarenta años de la publicación de Las mil y una noches
argentinas. Citada en “Juan Draghi Lucero. En busca de un folklore perdido”.
Op. cit..
geográficas, históricas, socio-culturales...
Surgen así cuatro colecciones: Las mil y una noches argentinas
(1940), compuesta por trece relatos, El loro adivino (1963),
integrada por cuatro cuentos, El pájaro brujo (1972), y una segunda
parte de Las mil y una noches argentinas (1987), que agrega otras
narraciones a este corpus de reelaboraciones de motivos
tradicionales. En cada uno de ellas se aúna de un modo
particularmente grato lo popular y lo culto, el patrimonio heredado
y la tarea originalísima del creador, que es también resucitador de
antiguas formas de expresión ahora imbuídas de una gracia poética
nueva.
Así, estos cuentos entretejen un discurso donde se mezclan las
tradiciones, leyendas, creencias del terruño, con elementos mágicos
pertenecientes al folklore universal, porque su autor no es sólo un
recopilador minucioso del pasado cuyano, sino que llega a una
reconstrucción fiel, a la vez que artísticamente cincelada, de todo un
mundo en el que juegan la realidad, la magia, los sueños y ciertos
símbolos y mitos latentes en la memoria colectiva de toda la
humanidad; mitos y símbolos que, aunque engalanados con ropajes
criollos, en el escenario desolado de estas comarcas argentinas, por
ser folklóricos trascienden lo cuyano y adquieren categoría
universal.
Entonces, su significación se proyecta a niveles casi
insospechados, hasta convertirse en una verdadera explicación del
mundo y de la vida, al modo de los mitos de origen, a la vez que
proporciona valiosos datos para el conocimiento de las pautas socio-
culturales y del código ético, vigente aún en comunidades de tipo
folk. Draghi recrea un mundo donde el bien tiene su recompensa y
el mal, su castigo; un mundo donde se reconocen y valoran las
virtudes criollas y queda al descubierto la raíz creyente y devota del
hombre de nuestra tierra.
Demuestra que por estas comarcas cuyanas también anduvo lo
maravillo sembrando encantos; pero -más aún- que las cosas
lugareñas tienen un encanto propio, brotado de la unión de ese cielo
tan azul y esa tierra árida, con los misteriosos hálitos emanados del
“Padre Ande”, centinela indígena de leyendas, testigo de los albores
del mundo, de los secretos e historia de la tierra y de la raza. Así,
por los intersticios de la tela (la acción del cuento maravilloso en sí)
asoma todo un mundo de costumbres criollas para que -al modo de
los poemas homéricos- aflore aquí y allá la realidad cotidiana, en un
testimonio de vida auténtica y sencilla, con tanta entidad -si cabe-
como las acciones que ocupan el primer plano narrativo.
Existe -reitero- todo un corpus de relatos que pertenecen al
folklore universal, cuentos que -por sobre sus variantes- exhiben
una llamativa continuidad de elementos. Vladimir Propp, estudioso
del relato maravilloso, da a a estos rasgos constantes el nombre de
funciones312. Sin detenernos en la teoría que fundamenta la unidad y
variedad de los cuentos tradicionales destacamos, sí, su presencia en
nuestras tierras.
Numerosos estudiosos argentinos, entre los que es justo citar a
Berta Vidal de Battini313 y a Susana Chertudi (e injusto seguramente
omitir a otros) documentan la existencia de esta especie literaria que
reúne muchas de las notas del fenómeno folklórico: su anonimia, su
oralidad...
Así, debemos diferenciar:
312
Cf. Morfología del cuento. Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972 y Las
raíces históricas del cuento. Madrid, Fundamentos, 1974
313
Autora de una recopilación de narrativa folklórica, publicada en diez
tomos con el título de Cuentos y leyendas populares argentinas, por
Ediciones Culturales Argentinas, entre 1980 y 1996.
viven en la tradición oral 314.
314
CHERTUDI, Susana. El cuento folklórico. Buenos Aires, CEAL, 1967,
p. 7.
315
CHERTUDI, S. Ibid., p. 9.
316
Cf. AARNE, A.y THOMPSON, S. Types of Folkl Tales y Motif-Indez
of Folk Literature, incluídos em THOMPSON, Stith. El cuento folklórico.
Caracas, Universidad Central de Venezuela, Ed. de la Biblioteca, 1972.
del tipo común, que se designa con un número, lo que resulta de
suma utilidad para los estudios posteriores.
Ahora bien, algunos cuentos de Draghi, si bien reiteran o
aluden, ya desde el título (“Donde irás y no volverás”, “El cuerpo
sin alma”...) a los relatos folklóricos tradicionales, no siempre
siguen el mismo esquema base presente en las distintas versiones
que Vidal de Battini, por ejemplo, agrupa bajo un denominador
común, dentro del folklore literario argentino.
Subsiste, sí, en muchos relatos de Draghi -como herencia de
esta especie literaria oral- la idea del héroe buscador que por
diversos motivos se desgaja de su hogar y debe enfrentar distintas
pruebas, combates o situaciones difíciles en las que triunfa, tanto
por sus cualidades personales como por las ayudas mágicas que
recibe, e invariablemente concluye en una situación de dicha y
prosperidad incomparablemente mayor que al comienzo.
Sin embargo, con frecuencia el autor mendocino opera una
interesantes traspolación de motivos, que en los relatos tradicionales
aparecen en cuentos diferentes; esto puede deberse a varias causas:
-que el narrador de quien recogió el cuento conociera una
variante no registrada por Vidal de Battini.
-que lo recordara imcompleto, y que nuestro autor haya tenido
que suplir la falta.
-ejercicio de la libertad creadora, combinando motivos de
distinta procedencia para el logro artístico del relato.
317
CHERTUDI, Susana. Op. cit., p. 7.
Así, un relevamiento de topónimos nos muestra que -cuento
folklórico al fin- el relato no prodiga los nombres geográfico,
aunque aparecen concretamente mencionados: Inapire Mapú,
Hualilán, Catalve y, por supuesto, la presencia tutelar del Ande (el
topónimo más repetido), con su constelación de cerros majestuosos:
Aconcagua, Tupungato y Mercedario. Los tres primeros topónimos
mencionados funcionan, más que como referente geográfico
concreto, como apertura a una dimensión mítica -como veremos-
del texto. En cuanto a las referencias a la cordillera, son el primero
y más claro indicio de que estamos enclavados en pleno territorio
cuyano; las alusiones se multiplican, pero quizá la mejor síntesis la
ofrece el pasaje siguiente:
318
DRAGHI LUCERO, Juan. Las mil y una noches argentinas. Buenos
Aires, Kraft, 1953, p.
hay un pequeño espacio -sin embargo- para la huerta familiar, para
los árboles de fruto y la presencia cantarina del agua en las
acequias, hijuelas y canales.
Es sin duda la ciudad anterior al terremoto, con su Plaza de
Armas, su Calle Real, su Iglesia Matriz, su Cabildo y su Colegio de
los Jesuitas, sus calles (como el carril de la Chimba) y sus pulperías,
tal como se presenta, por ejemplo, en el cuento “Los tres ladrones”.
Aún sin nombrarla, Mendoza se define por sus vías de acceso: “los
caminos que salían a las pampas, a los llanos del norte y el carril de
Chile”.
Las actividades productivas, en consonancia con el ambiente
descripto, hacen referencia a una época determinada de la economía
cuyana, prevalentemente pastoril: se mencionan los potreros de
alfalfa “del alto de vara y media, donde pastaban vacunos y caballos
gordísimos” y los arreos de ganado. También la cría de cabras en
los puestos cordilleranos, la explotación minera, las incipientes
industrias y manufacturas: “montones de ponchos de vicuña [...]
botijas con vino añejo y frascos llenos de dulce [...] jamones de
chancho y ricos fiambres. Petacas con pasas de uva y orejones y
descarozados”.
Es interesante destacar aquí otro procedimiento de
regionalización utilizado por Draghi y que consiste en seleccionar
como término de comparación, para encarecer la belleza de sus
protagonistas femeninas, flores comarcanas: “una niña cien veces
más linda que un clavel del aire” que, según nos informa el
narrador, “se coloreó como el piquillín cuando madura”.
En cuanto a los animales, se opera aquí la transformación en
cierto modo común al relato folklórico hispanoamericano: la
elección de especies autóctonas para reemplazar las europeas; así
por ejemplo, los donantes mágicos (motivo de larga tradición
universal) en el cuento “El Cuerpo sin alma” son: puma-león,
jaguar, chancho cieneguero, yalguarás, cóndor, gavilán, cernícalo y
hormiga.
Pero además, el paisaje de Las mil y una noches argentinas y
de las otras coelcciones de recreación de cuentos folklóricos se
enriquece con una dimensión que trasciende las fronteras de lo
natural.
-Relación con el mito
324
Ibid., p.
imbricación de planos: la presencia de motivos folklóricos
tradicionales, más la referencia a mitos, en este caso americanos,
todo ello asentado en una geografía concreta, pero densa también de
significados ocultos.
“ARTE POÉTICA”
327
Indios, porteños y dioses. Buenos Aires, Stilcograft, 1966, p. 42.
328
Op. cit., p. 13.
con la entraña dura y áspera de la realidad que lo circunda.
También descubre esa profunda vinculación que existe entre
el hombre -y por ende el arte- y la tierra: “El latinoamericano, que
vive en un mundo relativamente nuevo, con presencia
precolombina antiquísima, nos da las dimensiones de un arte que
difiere de las medidas occidentales”329; la inmensidad americana,
especialmente la gran mole andina, no rinde fácilmente su
misterio a la expresión poética: “Muy difícil es encontrar el arte
en sierras inhóspitas. Sólo la grandeza, lo descomunal, encuentra
cierta figura literaria, pero que escapa al común de la gente”.
Y destaca “Lo descomunal en nuestras altísimas cimas es
sobre todo imponente y tiende a acallar en el hombre toda
manifestación”. Sin embargo, el verdadero artista se impone como
tarea el rastrear esas escondidas esencias en el paisaje: “he
dormido noches en los cañadones cordilleranos y me he sentido
encogido. He llegado a la miseria orgánica eun un mundo
inorgánico de piedra inerte”330, como propiciación de la escritura.
Es que para Draghi el hombre es “un ser en el mundo”, unido
por misteriosos lazos al resto de la creación; esta forma de pensar
que en cierta forma se relaciona con la mentalidad arcaica, mítica,
impulsa al escritor a tratar de restaurar, a través de la escritura, esa
comunión con la naturaleza que la modernidad ha alterado
radicalmente. Así como el escritor se presenta como “la voz de los
que no tienen voz” (en una afirmación del sentido social de su
arte), del mismo modo es capaz de dar expresión literaria a la
íntima verdad del paisaje en que este hombre desarrolla su
existencia, por más áspero o rudo que sea.
Y este “secreto de los campos cuyanos” sólo se le ha rendido
luego de un amoroso bucear en la historia y geografía
comarcanas. Al referirse a su modo de escritura, Draghi hace
referencia a su costumbre de adentrarse en la soledad de la noche
y allí, de frente al misterio, captar las esencias sutiles que escapan
de la tierra, del aire montaraz. Pero tal operación sólo es posible si
se está “en posesión de los hechos históricos del paisaje y de su
folklore. Sin el conocimiento de un pasado grávido de campos de
329
Ibid., p. 13.
330
Ibid., p. 26.
pasión, no creo que responda una cosecha provechosa”331,
manifiesta. Aquí se hace evidente, otra vez, la interrelación que
historia, folklore y mito, establecen en su pensamiento y en su
obra.
La historia y el folklore (entendido éste como el acervo
tradicional de un pueblo) permiten, en efecto, una más cabal
comprensión del entorno americano: ambos coadyuvan al
conocimiento de un pasado que es aún presente en la perennidad
del paisaje. Pero también el mito, con su modo de expresión
propio, que son las imágenes simbólicas, aparece como
ingrediente importante en su reflexión estética.
Tanto Kusch como Draghi destacan el contenido en cierto
modo esotérico que esta aproximación a la realidad americana
implica, y la mediación-revelación del arte se presenta como apta
para su exploración: en palabras de Kusch, para dar cuenta de la
bifrontalidad de nuestra cultura y de la categoría de “lo
tenebroso”: “El arte cierra así una parábola de ajuste que es la
transición de lo tenebroso hacia la luz”332.
Si en el arte “hay que correr veladas cortinas, mirarlo y
retornar a lo habitual para no perderse en lo deslumbrante, sin
poder volver a nuestro cotidiano ser y estar” 333, puede leerse en
esta afirmación una implícita referencia a ciertos umbrales
iniciáticos que podrían a su vez relacionarse con el mito y su
función arquetípica respecto de las cotidianas acciones humanas.
Rescatando los puntos salientes de su concepción estética, y
en consonancia también con los aspectos de su pensamiento que
hemos reseñado, podemos decir una vez más que la literatura es
para Draghi conocimiento y memoria. Constituye así un modo de
aprehensión de lo real en un doble sentido: una exploración
individual de la esencia mistérica de las cosas (de allí ese “irse a
los campos desiertos”, a fin de buscar la escritura en medio de la
soledad y el silencio de ciertos sitios especialmente transidos de
resonancias ancestrales); pero también la posibilidad de compartir
331
DRAGHI LUCERO, Juan. El loro adivino. Op. cit, p. 14.
332
“Anotaciones...”, p. 4.
333
PRIETO CASTILLO, D. La memoria y el arte... Op. cit. ,p. 13.
esa experiencia didácticamente, comunicativamente, a través de
una reconstrucción que intenta ser fiel a la realidad cuyana.
Pero su concepto de lo real es complejo, no unívoco,
comprende por igual estratos sensibles y suprasensibles, y todos
ellos deben ser registrados por la literatura. Así se justifica, por
ejemplo, el diálogo que la obra de Draghi instaura con el folklore
y la concepción de éste como opuesto a la ciencia; además, esa
captación de lo mistérico del mundo comporta su relación con el
mito en tanto expresión de una forma de pensar que da cuenta de
la sumersión inmediata del hombre en el cosmos. Pero más que
como afirmaciones teóricas, estos postulados se descubren en su
práctica textual.
2.El proceso de creación
334
Cf. PRIETO CASTILLO, D. “El arte...”. Op. cit.
335
PRIETO CASTILLO, D. La memoria... Op. cit., p. 92.
limosna”336.
En ese modo de conocimiento tan particular que instaura la
literatura -conocimiento intuitivo-, en ese “milagro” de que habla
Draghi, la imaginación juega un importantísimo papel, a través de
sus contenidos propios, las imágenes, surgidas muchas veces de los
“entresueños” del autor; ese ensueño poético resulta así productor
de imágenes de gran riqueza; como confiesa Draghi: “Algunos
relatos en mis libros los he soñado” 337, y agrega: “He soñado
generalmente con un mundo criollo”338. Finalmente, preguntado
acerca de sus últimas búsquedas literarias, responde:
343
Santa Fe, Cuadernos del Instituto de Letras, Facultad de Filosofía y
Letras, Universidad Nacional del Litoral, 1967, 56 p.
344
“La lengua escrita en general consiste esencialmente en una
transposición de la lengua oral, transposición de la que derivan nuevas
condiciones de funcionamiento del lenguaje. O sea que la forma comunicativa
es distinta y distintos son los recursos usados para lograr la comunicación [...]
Ahora bien, la aparición de frases representadas como imaginadas sin una
determinación de su situación concreta comunicativa o sea de ‘pseudofrases
sin contextos ni situación concreta’ [Martínez Bonati] constituiría lo
específicamente literario. Por esto la obra poética es un producto, no un hacer
lingüístico. Es lo comunicado, lo contemplado por el lector y por ella el autor
nos comunica lenguaje”. En: Ibid., pp. 4-5.
345
Ibid., p. 5.
propios de la lengua oral y el más completo dominio del verbo
poético.
Del mismo modo, el narrador mendocino diluye su voz en la
comunidad; sin embargo, persisten algunos rasgos muy
personales: su adhesión a formas de decir típicamente cuyanas
junto a otras fórmulas expresivas propias y originales.
La lengua literaria de estos relatos presenta los distintos
niveles de la lengua oral, desde la discursiva culta formal, a la
propia del pueblo, sumando los hábitos lingüísticos
caracterizadores de los distintos personajes, porque el lenguaje
literario no se diferencia básicamente del común hablado, sino
que más bien configura un estilo particular que responde a ideas
y hábitos lingüísticos del autor, sin perjuicio de que sea un
lenguaje imaginario346.
Y ello tiene lugar en los distintos órdenes del lenguaje, que
configuran otros tantos estratos del texto narrativo: en primer
lugar, el discurso del narrador –hablante básico– y luego el habla
de los personajes, que se caracteriza por la recurrencia de formas
cotidianas del lenguaje coloquial, sumadas a los rasgos
diferenciadores que la índole del personaje impone. Donni de
Mirande señala asimismo otros “estratos intermedios o de
transición entre esos dos fundamentales”, entre los que puede
mencionarse el discurso indirecto. En todos ellos veremos que se
unen, aunque en proporciones distintas, rasgos de la lengua
literaria y de la coloquial o familiar.
Los diálogos, por ejemplo, transmiten con entera frescura
cualidades propias del criollo: ingenio, agudeza verbal,
preferencia por el lenguaje sentencioso; de esto son muestra
acabada las conversaciones que mantienen los tres ladrones en el
cuento homónimo:
346
N. Donni de Mirande. Op. cit., p. 7.
robo, que puede hacerlo hasta un aprendiz, siempre
que no lo traben las polleras”347.
-Plano fónico
347
DRAGHI LUCERO, J. Las mil y una... Op. cit., p. 142.
348
“El fenómeno coloquial en la narrativa hispanoamericana [...] ya no es
celosa autoafirmación nacionalista o síntoma de estrecho localismo, sino un
problema poético y de comportamiento artístico: un fruto de madurez
expresiva”. SERRA, Edelweiss. Tipología del cuento literario. Madrid, Cupsa
Edit., 1978, p. 154.
349
Ibid., p. 156.
verdá, dejao.
*Prótesis: asigún, dentrar.
*Transformación de la h en g: güeviar, güeya.
*Cambio de articulación: dijunto por difunto, alvierto por
advierto, güeno por bueno.
*Ultracorrección: fantaseoso.
*Yeísmo: güeya (no es norma fija).
*Tendencia a la diptongación indebida: rial, enderieza.
*Cambio de acentuación: óido por oído.
*Simplificación de grupos consonánticos: letores, rajuñar.
*Fenómenos de fonética sintáctica: t'hey.
-Plano morfosintáctico-oracional
-Plano léxico-semántico
-Plano retórico-estilístico
356
Ibid., p. 178,
357
Op. cit., pp. 8-10.
CONCLUSIONES
o Entre otros:
358
Cf. nota 46.
359
Op. cit., p. 55.