Un Padre A Su Hijo
Un Padre A Su Hijo
Un Padre A Su Hijo
Lector
Sí, querido Enrique, el estudio es duro para ti, como dice tu madre. No te veo ir a la
escuela con aquel ánimo resuelto y aquella cara sonriente que yo quisiera. Tú eres algo
terco; pero piensa un poco y considera ¡qué despreciables y estériles serían tus días si no
fueses a la escuela! Juntas las manos, de rodillas, pedirías al cabo de una semana volver a
ella, consumido por el hastío y la venganza, cansado de tu existencia y de tus juegos.
Todos, todos estudian ahora, Enrique mío. Piensa en los obreros que van a la escuela por
la noche después de haber trabajado todo el día; en las mujeres, en las muchachas del
pueblo, que van a la escuela los domingos después de haber trabajado toda la semana;
en los soldados, que echan mano de libros y cuadernos cuando vienen rendidos de sus
ejercicios; piensa en los niños mudos y ciegos que estudian; y hasta los presos, que
también aprenden a leer y a escribir.
Pero, ¡qué más! Piensa en los innumerables niños que van a la escuela en todos los
países; míralos con la imaginación cómo van por las calles solitarias de la aldea, por las
concurridas calles de la ciudad, por la orilla de los mares y de los lagos; ya bajo un sol
ardiente, ya entre las nieblas; embarcados en los países cortados por canales, a caballo
por las grandes llanuras, en zuecos sobre la nieve por valles y colinas atravesando
bosques y torrentes; por los senderos solitarios de las montañas, solos, por parejas, en
grupos, en largas filas, todos con los libros bajo el brazo, vestidos de mil modos, hablando
miles de lenguas; desde las últimas escuelas de Rusia, casi perdidas entre hielos, hasta las
últimas de Arabia, a la sombra de las palmeras. Son millones de seres que van a aprender,
en mil formas diversas, las mismas cosas; imagina este movimiento del cual formas parte
y piensa: si ese movimiento cesase, la
humanidad caería en la barbarie. Este
movimiento es el progreso, la esperanza,
la gloria del mundo. Valor, pues,
pequeño soldado del ejército. Tus libros
son tus armas; tu clase es tu escuadra;
el campo de batalla, la tierra entera; y la
victoria, la civilización humana. ¡No seas
un soldado cobarde, Enrique mío!
Tu padre...
Edmundo de Amicis
(italiano)
Vocabulario.
Escribe, dentro del paréntesis, el número que haga corresponder a cada palabra con su
respectivo significado:
Comprensión y valoración.
1. ¿Por qué crees que el estudio le resultaba duro a Enrique?
2. ¿Es necesario ir a la escuela y estudiar? ¿Por qué?
3. ¿Cómo sería la sociedad si no existiesen las escuelas?
4. ¿Cuáles son las armas o herramientas de trabajo de un estudiante?
5. ¿Qué le dirías a aquellos niños que pierden inútilmente el tiempo?
Creatividad y redacción.
Imagina que tú eres Enrique y, como tal, escribe una carta de respuesta a tu padre.
¡Lee tu carta, con voz alta, en el aula virtual! Zoom próxima clase miércoles 05 .