Evaluación de La Religiosidad Popular en La PDF
Evaluación de La Religiosidad Popular en La PDF
Evaluación de La Religiosidad Popular en La PDF
Evaluación
de la religiosidad
popular
en Latinoamérica
Ediciones Paulinas
EVALUACION
DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR
DE LATINOAMERICA
Imprimatur
Mons. E. Tagle
Imprimatur
P. Provincial
Diego Silva
EVALUACIÓN
DE LA
RELIGIOSIDAD
POPULAR
DE LATINOAMÉRICA
EDICIONES PAULINAS
PROLOGO
La Conferencia Episcopal del Celam realiza-
da en Medellín en Agosto de 1968 nos invita a
hacer una revisión científica de la religiosidad
popular en Latinoamérica, a fin de purificarla
de elementos que la hacen inauténtica. Recono-
ce que alguna formas del pasado aparecen hoy
ambiguas, inadecuadas y nocivas.
"La renovación catequística no puede igno-
rar un hecho: que nuestro Continente vive en
gran parte de una tradición cristiana y que és-
ta impregna, a la vez, la existencia de los indi-
viduos y el contexto social y cultural.
La Religiosidad Popular, a pesar de observar-
se un crecimiento en el proceso de seculariza-
ción, es un elemento válido en América Latina.
No puede prescindirse de ella por la impor-
tancia, seriedad y autenticidad con que es vi-
vida por muchas personas, sobre todo en los
ambientes populares. La religiosidad popular
puede ser ocasión o punto de partida para un
anuncio de la fe.
9
"Frente a un mundo que cambia y frente al
actual proceso de maduración de la Iglesia en
América Latina, el movimiento catequístico
siente la necesidad de una profunda renova-
• / tt i
СЮП \
Justamente para ayudar a este estudio y a
esta renovación he querido publicar estas no-
tas leídas en la reunión internacional de Catc-
quesis, que se realizó en Medellín, quince días
antes de la conferencia del Celam.
Debo aclarar que no todos los participantes
en la comisión de Religiosidad Popular estu-
vieron de acuerdo en los principios sustentados
en este trabajo.
Agradeceré a los lectores los datos y suge-
rencias que me puedan ayudar a continuar es-
tos estudios.
EL AUTOR
10
INTRODUCCION
El fenómeno religioso popular, preocupa a
nuestros pastores de América Latina, que ven
la necesidad de dar una interpretación justa
y verdadera a la vida cristiana del pueblo, a
fin de elaborar una pastoral adaptada a sus
necesidades.
Notemos aquí de paso que religiosidad po-
pular no indica de suyo algo peyorativo que
signifique necesariamente predominio de lo
folklórico o un simple culto sincrético.
Vemos que el pueblo pide con frecuencia
los sacramentos y que camina anualmente ha-
cia algún santuario, y nos preguntamos, si es-
tamos frente a las manifestaciones de una re-
ligiosidad natural deformada por la supersti-
ción o frente a una fe madura en Jesucristo y
en su Iglesia.
Tenemos conciencia que se sigue dando los
sacramentos con grave descuido de la evange-
lizaron y con razón tememos el avance de la
13
secularización, que nos plantea la pregunta
sobre cual va a ser la supervivencia de estos
ritos en la sociedad del futuro.
Algunos de nosotros que no quieren enfren-
tar la realidad y prefieren no estudiar a fondo
el problema, se contentan con decir: el pueblo
es bueno, religioso, sencillo; posee buenas in-
tenciones, no conviene tocar ni remover sus
estructuras.
Los catequistas sienten la urgencia de eva-
luar esta religiosidad, a fin de poder anunciar
la sustancia del mensaje en un lenguaje adap-
tado a la mentalidad y capacidad de los fieles.
Esta misma urgencia la sienten los que tienen
la responsabilidad de reestructurar la liturgia,
aprovechando los valores propios de cada cul-
tura.
Nuestra acción pastoral catequística no pue-
de desentenderse de la responsabilidad que
nos cabe en el desarrollo de América y nece-
sitamos evaluar científicamente el fenómeno
religioso, para saber si éste colabora en el pro-
greso de los pueblos o es al contrario un freno
para la justicia social.
Para evaluar este fenómeno, necesitamos de
las luces de la Teología, para que nos diga
cuáles son las exigencias de la fe adulta y nece-
sitamos también que la Pastoral nos determi-
ne cuáles son las relaciones entre Religión y
Fe.
14
El estudio científico del complejo fenómeno
social, que comprende todas las manifestacio-
nes religiosas de la gente sencilla, tiene que ser
visualizado desde diversos ángulos, para no
llegar a conclusiones parciales y falsas, que
tienen funestas proyecciones en la pastoral.
Para alcanzar una justa interpretación tene-
mos que estudiar la historia de la evangeliza-
ción del continente y la mentalidad que tenían
nuestros pueblos antes de la Conquista. La
Antropología, la Sociología y la Sicología Re-
ligiosa vendrán en nuestra ayuda para abarcar
el problema en toda su amplitud y profundi-
dad.
Al realizar este estudio no podemos olvidar
que la religiosidad actual resulta de la con-
fluencia de varias corrientes: la fe transmitida
por los misioneros españoles; las creencias y
comportamientos animistas de los indígenas,
la influencia africana principalmente en los
países tropicales: sus ritos y costumbres que
sobreviven en las masas populares; la influen-
cia anglosajona de estos últimos tiempos y la
fuerte corriente de secularización que se hace
presente, en forma especial, en las grandes ciu-
dades1.
15
de Venezuela, Colombia y Ecuador en el cual el autor
actuó como relator en 1967. Arica, con la participación de
Bolivia, Perú y Chile en el cual el autor enfocó el mismo
tema desde otro ángulo. Se ha consultado también los
documentos procedentes del Congreso de Buenos Aires en
1968, en los que participaron Uruguay, Paraguay y Ar-
gentina.
16
I
INFLUENCIA CRISTIANA DE LA
PENINSULA IBERICA
Para comprender a fondo la influencia re-
ligiosa que España ejerció en América, es pre-
ciso recorrer la historia de cada país en los
siglos XVI у XVII; ahora bien, tenemos que
reconocer un grave descuido de estos estudios
en los Seminarios del Continente. Los futuros
pastores conocen la crisis arriana, la querella
de las investiduras, las guerras de Religión;
pero bien poco saben acerca de los testimonios
de los primeros misioneros: cuáles fueron sus
dificultades y cómo las vencieron.
Al enjuiciar superficialmente la evangeliza-
ción española encontramos dos tendencias: los
que culpan a los misioneros de una predica-
ción deficiente y de un culto sentimental y los
que examinan el problema en el contexto de
la época, reconociendo que España nos legó
una fe firme junto al folklore de cada una de
sus provincias.
19
El Cristo de los españoles
La Virgen María
20
España, pueblo defensor de La Inmaculada y
de la Asunción, sentía que glorificaba a Cristo
al honrar a su Madre y allá en la Península es-
ta devoción no oscurecía el papel del Unico
Mediador.
Pero acá, cada orden religiosa traía una ad-
vocación particular y cada provincia legaba a
América la patrona de sus lugares; el indígena
que conocía divinidades femeninas y las vene-
raba en santuarios: la Pacha Mama, la Luna,
la diosa del agua y muchas otras, aceptó las
diferentes advocaciones como nuevas formas
de su culto ancestral.
Todos conocemos el resultado, el inmenso
número de vírgenes de la devoción popular y
el culto semi pagano que se tributa en algunos
santuarios.
La Iglesia
21
civiles, gobernadores con poderes religiosos,
estableció un orden cristiano en toda la vida
civil, acompañado de la intolerancia propia
de los tiempos y agravada por los ocho siglos
de las guerras de religión.
Por ser el Clero el único poseedor de la cul-
tura, extendía normalmente su poder a lo tem-
poral. Aún quedan en los pueblos pequeños,
los párrocos que reúnen en sí los poderes del
antiguo cacique y los del antiguo hechicero.
El culto
22
Es cierto que existía gran premura por bau-
tizar los pueblos y mucha preocupación por el
"ex opere operato" y mayor preocupación aún
por la validez canónica que por la Catequesis
y la adecuada preparación.
La Eucaristía
23
Los Santos
Los difuntos
24
en la majestad de la muerte y solemnizada por
cortinajes y catafalcos, mantiene aún opacada
la idea de la Resurrección.
Los indígenas estaban preparados para estos
ritos; conocían diversas formas de purificación
y confesión de sus faltas; sacrificios humanos
y de animales; banquetes sagrados y ritos re-
ligiosos para sus moribundos.
Aceptaron fácilmente el "opere operato",
por su natural inclinación a la magia.
La Evangelización Española ha recibido mu-
chos golpes mortales en estos cuatro siglos,
los que impidieron llevar al pueblo a la madu-
rez de la fe.
La expulsión de los Jesuítas en el siglo XVIII
privó a muchos países de misioneros y profe-
sores; la Independencia impidió la continui-
dad de las obras católicas en varios países; el
liberalismo ateo quiso frenar la evangelización
y la Catequesis; y ahora daremos el último gol-
pe cuando los pastores interpretemos mal el
Concilio Vaticano II, barriendo sin distinción
las tradiciones religiosas del pueblo 2 .
BIBLIOGRAFIA
2 — Historia de la Iglesia en América Española. B.A.C.
Cap. XVIII, el tercer Concilio Mejicano y la reforma
tridentina. Cap. XVI у XVII, El arte eclesiástico.
25
— Robert Ricard. La Conquista Espiritual de México.
México 1947.
— Cronn Vincent. Riccl descubre China. Cap. V, De
Bonzo a Graduado. Lohlé. B. Aires 1957
— Errázuriz Crescente. Los orígenes de la Iglesia Chi-
lena. Santiago, abril de 1873. Cap. XXVI. El tercer con-
cilio limense. p. 320, los sacramentos:
26
II
EL LENGUAJE DE LA NATURALEZA
EN LATINOAMERICA
La naturaleza habla al hombre
29
Sólo aquel que ha vibrado en su infancia con
las emociones de una tempestad eléctrica y
que ha participado en la siembra, en la poda
y en la cosecha, sólo este tipo de hombre es
capaz de leer entero el mensaje del universo
y sólo él es capaz de festejar por dentro la lle-
gada de la primavera 2 .
La naturaleza interpela continuamente al
hombre y el paisaje lo marca profundamente;
el tipo de civilización agraria le permite oir el
lenguaje de los fenómenos cósmicos y le per-
mite una contemplación silenciosa; el alma se
abre a lo trascendente en forma difusa y sen-
sible y con un movimiento espontáneo, perci-
be el mundo según normas a priori de su in-
tuición y afectividad, capta el significado del
universo y encuentra su lugar en él3.
El espíritu comienza a descubrir una red de
significaciones entre las cosas que lo rodean,
elabora en su interior una cosmogonía poética,
fruto de la contemplación personal en las dis-
tintas edades de la vida y fruto de las experien-
cias acumuladas en el grupo a través de gene-
raciones.
30
Hay hombres que se abrazan al paisaje con
lazos de totalidad porque han vibrado largo
tiempo con el ritmo cósmico: han sentido en
su piel las diferentes estaciones, han medido
sus trabajos según los cambios de la luna y
han contado su suerte según el lento curso de
las estrellas, contemplando el crecer y el morir
de las plantas se va adentrando en ellos el rit-
mo de su eterno retorno 4 .
Hoy sabemos más del pensamiento arcaico
y de sus conocimientos profundos de las cosas,
fruto de una larga observación de los fenóme-
nos de la naturaleza. Conocimientos teóricos
y aplicaciones a la vida que son el resultado
de un reflexionar con otras reglas, en las cua-
les se mezcla la lógica con el mundo imagina-
tivo y sobrenatural 5 .
El hombre agrario suele gozar de la expe-
riencia sacro-poética, llamada la experiencia de
la "cumbre": es arrebatado por un misterio
31
que lo sobrecoge, emergen de su interior imá
genes vivas y amadas en forma de llamaradas
y se produce una comunión gozosa entre el
hombre y el universo.
Este tipo de experiencia, muy difícil de ex-
presar en un lenguaje primitivo, se suele guar-
dar celosamente en el interior y son pocos los
hombres mejor dotados que logran cantar la
belleza y energía divina que captaron en la na-
turaleza. De ordinario se expresan en signos
oscuros, siempre inferiores a la realidad cap-
tada y poco comprensibles para los antropó-
logos y viajeros que no han vivido largo tiempo
en el grupo, ni han gozado de experiencias si-
milares 6 .
Las imágenes que el hombre capta en la na-
turaleza y que bullen por salir, dan origen a los
cuentos populares, en los que se resumen las
leyendas heroicas de los antepasados con sus
luchas y derrotas frente a la naturaleza. De
este tipo de experiencia brota también la obra
32
de arte, y la experiencia mágico-poética queda
grabada en la piedra, la madera y el tejido 7 .
Al visitar un museo antropológico, debemos
contemplar cada obra de arte, tratando de pen-
sar en su contexto cultural y afectivo si que-
remos penetrar en la vida interior de los pue-
blos allí representados 8 .
"Saudades"
33
sol. Estas personas actúan libremente en otros
medios geográficos sin los prejuicios de su co-
marca y son capaces de comprender y de valo-
rar lo que no es suyo. Pueden enriquecerse al
contacto con otros grupos, pueden llegar a
amarlos sinceramente y son capaces de inte-
grarse vitalmente a ellos9.
Éste es el hombre que se siente dueño de la
naturaleza y que tiene conciencia de su misión
de perfeccionarla. En caso de existir una falta
de madurez en el emigrante o el misionero, ten-
drá que echar mano de mucha abertura y com-
prensión, para poder oír las voces de los nue-
vos paisajes y para poder encontrar su centro,
a pesar de estar en el extranjero 10 .
¿Cómo podremos cantar los cantares de Sión
en tierra extranjera?
La naturaleza en la ciudad
34
¿Tiene ésta para él un mensaje, tiene paz y
silencio para oirlo? Desde niño crece en un
edificio colectivo, con jardines más o menos
cuidados, ve el agua que sale por cañerías y
el fuego en bombillas de cristal. ¿Qué signifi-
ca para él el bosque, el agua, el fuego?11.
35
til. Permanecerán sordos y mudos frente a los
"espacios infinitos" 13 .
El hombre de la ciudad entra también en
contacto con la naturaleza y recibe un mensa-
je; a través del contacto con la materia prima
que pasa entre sus manos: el acero, el petró-
leo, el algodón, la madera, el concreto y el
plástico, todas estas materias primas emiten
sus propios signos14.
Otros habitantes de la ciudad descubren
mundos desconocidos a través del estudio y si
son bien dirigidos, pueden encontrar el senti-
do de la existencia a través de los descubri-
mientos y secretos de la ciencia, que evoca en
ellos una realidad superior. No se puede ne-
gar que en la ciudad existe un tipo de contac-
to con la naturaleza, cuando el hombre entra
en contacto con la vida y con los sentimientos
de los artistas, al contemplar los monumentos,
la pintura y el urbanismo.
36
El trabajo más interesante de la simbología
consiste en descubrir las imágenes profundas
del hombre de la civilización de masa, descu-
brir cuáles son sus sentimientos y sus corrien-
tes profundas 15 .
Pero en el hombre de la ciudad hay una nos-
talgia de la naturaleza virgen; trae un animal
a su departamento, cuelga flores de su balcón,
encauza el agua de las montañas para que sal-
te y cante en sus parques y plazas y huye de la
ciudad el fin de semana, para volver a la vida
del hombre libre.
37
El lenguaje de la vida familiar no es siempre
claro en las circunstancias actuales, en que
la familia se encuentra dispersa por sus traba-
jos y entretenciones; hay en el hogar falta de
paz y de tiempo para escucharlo.
Para muchos la primera voz de la naturale-
za que oyen con toda su carga de emoción, es
la voz del otro sexo; descubren en la adoles-
cencia, la belleza en la contemplación del cuer-
po humano del ser amado, que les habla de
acogida, de comprensión, de fecundidad y de
plenitud.
En este período de la vida, el alma se hace
plástica para oir el mensaje de Dios a través
de su creatura o para caer de rodillas en un
culto idolátrico frente a esta perfecta imagen
de Dios17.
38
dremos que buscar una nueva formulación pa-
ra presentar el misterio de salvación18.
En la pedagogía de los adolescentes, hay que
reconocer el acierto de Badén Powel al querer
educar al niño en contacto con la naturaleza,
para que de ella reciba su mensaje 19 .
39
Dios, les está manifiesto a los hombres, así des-
pués de la creación del mundo, conocemos sus
atributos invisibles a través de las creaturas
visibles, tales como su eterna omnipotencia y
su divinidad". (Romanos 1,20). Agrega san
Juan: "Todas las cosas fueron hechas por Él
y sin Él nada fue hecho"20.
"Mil gracias derramando, pasó por estos so-
tos con premura y yéndolos mirando, con sólo
su figura vestidos los dejó con su hermosura 21 .
La unidad de la creación y los mil lazos ocul-
tos que hay entre las distintas creaturas, pro-
vienen del modelo único de todas ellas.
"Miró cada una de sus obras y vio que todas
eran buenas" (Génesis 1). En cada una de ellas
encontró la imagen de su Hijo.
El Don de ciencia
40
so y descubrir la potencia sagrada que contie-
ne, esa intuición en la que interviene todo el
hombre, la experiencia oceánica o de la cum-
bre, tan bien descrita por los místicos de dis-
tintas religiones, los hace adivinar la presencia
del otro, que sobrecoge, fascina, atrae y repele,
nos da la sensación de plenitud y de que hemos
entrado en contacto con el absoluto. Brota es-
pontáneamente el respeto, el deseo y la ora-
ción. Dios les habla por sombras a través del
universo. Descubren la unidad en la diversidad.
Verdaderamente Dios es un Dios escondido
nos dice Jeremías y el Nuevo Testamento nos
asegura que habita en una luz inaccesible y
que nadie le vio jamás, sólo el Hijo le puede
conocer tal cual es.
Los patriarcas y profetas tuvieron la expe-
riencia de su presencia, lo vieron a través de
imágenes y de figuras mundanas: Una vez en
el fuego otras veces lo vieron como un an-
ciano venerable y santo en el patio del tem-
plo, como una sombra o como una brisa. San
Pablo se niega a dar una explicación, sólo dice
que oyó cosas que la lengua no es capaz de ex-
plicar. Los mismos salmos nos hablan conti-
nuamente de la presencia de Dios en la Crea-
ción y el dominio absoluto que Dios tiene de
ella.
Cada creatura contiene en sí una doble rea-
lidad: una visible, palpable y material; pode-
41
mos experimentar con los sentidos, su medida,
peso y estructura y otra realidad que es su
poder de significar.
Es la capacidad de evocar otra cosa, de con-
tenerla en cierta manera, de esconderla y reve-
larla a su vez. La imagen tiene una acción me-
diadora, es un signo extrínseco a la realidad,
aparece como real pero la esconde y la oculta.
Para alcanzar el objeto que quiere significar
es preciso quitar el velo, despojar el signo de
aquello que no tiene poder de significación.
"Vemos por un espejo, como en enigma".
Toda figura de algún modo significa y revela
a su autor.
La idolatría
42
otras ocasiones vio en su propio ser, la presen-
cia de la fuerza, de la vitalidad, de la inteli-
gencia y de la libertad y se adoró a sí mismo.
Algunos alcanzaron al nivel de la religión
cósmica, una vaga divinidad presente en el
mundo, otros cayeron en la idolatría y muy
pocos alcanzaron la experiencia de un Dios per-
sonal.
43
bres que la Sagrada Escritura le da a Cristo
y los que Él mismo se pone para aclarar su
misión.
Los profetas lo llaman: servidor de Yavé,
Rey eterno, ungido, luz de las naciones, hijo
del hombre, sacerdote y libertador.
Los apóstoles lo llaman: piedra angular, cor-
dero, alfa y omega, esposo, cabeza, sacerdote,
juez y rey.
Él nos dice de Sí mismo que es una luz, un
camino y una puerta, que es la verdad la resu-
rrección y el pan de vida. En san Juan encon-
tramos numerosos apelativos que aclaran la
misión del Redentor cuando dice que es el
Buen Pastor, la fuente de agua viva, y el nuevo
templo y sobre todo al nombrarse como EL
HIJO DEL PADRE.
Esta forma de pensar tan de acuerdo con
la magnitud del misterio influyó poderosamen-
te en la predicación del Maestro. Quiso con
este lenguaje evangelizar todas las potencias
intelectuales y afectivas del hombre, ninguno
de estos símbolos es capaz por sí solo de re-
velarnos la riqueza total del misterio, pero al
contemplarlas sucesivamente podemos llegar a
un conocimiento mayor del Señor. Quiso co-
municarnos la verdad y la gracia a través de
símbolos e imágenes humanas y nos señaló
una regla infalible para nuestra metodología.
"A vosotros se os ha dado a conocer los mis-
44
terios del Reino". "Gracias Padre porque se
los has revelado a los pequeños". "Si no os
hacéis como niños no entraréis en el Reino".
45
III
LA MENTALIDAD INDIGENA
El estudio científico de la mentalidad in-
dígena, aunque incipiente en América Latina,
nos proporciona un valioso instrumento de
trabajo para la interpretación de la religiosi-
dad popular, ya que nos ayuda a descubrir la
estructura de la mentalidad arcaica que sobre-
vive en el corazón del pueblo.
Se debe partir del examen de los fenómenos
sociales, para alcanzar las profundidades del
inconsciente colectivo donde tienen origen es-
tos fenómenos.
Fenómenos sociales
49
Otro camino que se nos presenta para des-
cubrir el inconsciente colectivo es el estudio de
los sitemas de parentesco y el tipo de relacio-
nes familiares, por ejemplo: la forma de in-
cluir e iniciar a los nuevos miembros en la
vida del clan el tipo de relaciones entre los
miembros de la misma familia; y los gestos
que emplean en sus ritos de amor, en la pre-
paración al matrimonio.
Cuando nos encontremos con pueblos inhibi-
dos que desconfían de los extraños, nos vere-
mos obligados, si queremos penetrar en su
mentalidad, a observar las leyes tribales, la
organización social, el sistema de construcción
de sus aldeas, la forma de practicar el comer-
cio y de curar sus enfermedades.
Los mejores datos los obtendremos de la par-
ticipación activa, en las fiestas populares, sean
éstas religiosas o civiles, como también en la
participación en sus juegos, momento privile-
giado en el cual se libera espontáneamente la
violencia reprimida.
Todas las manifestaciones de la artesanía
popular, son también valiosos instrumentos
para completar este estudio.
51
so, se produce una relación viva entre su ser
y lo sagrado y oye la voz de Dios a través de
las cosas creadas.
En esta experiencia prereligiosa toma parte
todo el hombre: intervienen principalmente
la intuición y la sensibilidad, con predominio
de la imaginación y de los sentimientos sobre
el proceso racional.
Hoy se vuelve a valorar el conocimiento sim-
bólico y se le considera como un modo autó-
nomo de expresar la realidad; actualmente ca-
si nadie se atreve, en nombre del racionalismo,
a calificar este conocimiento como la etapa
nocturna de la humanidad.
52
El mito del tiempo y de la historia
53
Todo vuelve al caos original, se recuerda la
muerte de un héroe y la historia queda abolida.
El arcaico, influido por el ciclo cósmico, con-
cibe el tiempo en forma cíclica: todo vuelve
a suceder, el tiempo muerto se regenera, co-
mienza una "nueva era", se dan nuevas leyes,
se recuerda al héroe que renace o resucita y
aparecen los ritos de regeneración y purifica-
ción.
54
Ыо tuvo una experiencia religiosa importante,
queda señalado, por una estela, un obelisco o
una torre. A veces descubre el eje de la tierra
en un árbol muy alto, cuyas raíces penetran
en los infiernos y cuyas ramas tocan el cielo;
otras veces se planta un mástil para tomar po-
sesión de un lugar y unirlo al centro del mun-
do.
El hombre primitivo siente muchas veces la
necesidad de practicar ciertos ritos como es el
encaminarse hasta ese lugar sagrado; debe
vencer penosas dificultades y padecer muchos
sacrificios físicos, que lo ayudan a purgar su
falta, y a prepararse para la comunicación con
la divinidad.
En todas las culturas y lugares encontramos
la presencia del mito del centro y la necesidad
del hombre de peregrinar hacia él. Allí sepulta
su historia y comienza de nuevo a vivir1.
55
ELIADE Mircea
56
IV
LA RELIGIOSIDAD POPULAR
EN LATINOAMERICA
Podríamos definir la Religión como un con-
junto de creencias, ritos e instituciones por
las cuales una sociedad entra en contacto con
lo divino. Son las actitudes internas del sujeto
frente a lo sagrado y las manifestaciones ex-
ternas que fluyen normalmente de esta expe-
riencia.
La Religiosidad popular observable son aque-
llas manifestaciones externas, permanentes y
constantes de la gran masa de Latinoamerica-
nos que se dice católica; es un conjunto de
creencias, de ritos; un estilo de vida y una con-
ciencia moral, que brota de una fe vaga e im-
plícita en Cristo y en la Iglesia.
Al describir la religiosidad popular hay que
tener en cuenta el fenómeno religioso de las
Comunidades Pentecostales, que presentan otro
tipo de actitud y no se puede tampoco omitir
el complejo fenómeno de las creencias y cultos
espiritistas.
59
Creencias
Los sacramentos
60
Dios lo bendiga, para tener nuevos compa-
dres.
La iniciación de los adolescentes a la comu-
nidad adulta que ha tenido gran importancia
en todas las culturas, la tiene también en nues-
tro pueblo. Este paso coincide en América con
la recepción de tres sacramentos: la confesión,
la primera comunión y la confirmación.
Los padres preparan al niño enseñándole los
rezos, vistiéndolos con un traje especial e in-
vitando a parientes y amigos. Estos sacramen-
tos representan el término de una etapa, que
deja al joven equipado para la vida: "Ya reci-
bió todos los sacramentos".
Encontramos las más variadas actitudes
frente al sacramento del matrimonio; al pue-
blo en general le gusta bendecir su amor al
pie del altar, pero no siempre puede hacerlo
por falta de sacerdotes y muchas veces prefiere
una convivencia a prueba, sin compromisos re-
ligiosos.
Se puede decir en general, que son pocos los
fieles que captan una relación entre estos ritos
y la pascua del Señor y que no hay mucha con-
ciencia de que el sacramento comprometa a
vivir conforme al Evangelio.
Muchos buscan "ritos de pasaje" después
de los cuales vuelven a la vida profana con la
satisfacción de haber cumplido. Unas son las
motivaciones oficialmente aprobadas por la Je-
61
rarquía para recibir un sacramento y otras
son las que el fiel realmente asume.
La gran masa no razona, se mueve por ins-
tintos, a veces cae en el fanatismo buscando
la salvación en la seguridad individual. El pue-
blo se caracteriza por una religiosidad de "te-
ner", según la cual se apodera de la fuerza di-
vina a través del rito y valoriza una ceremonia
por lo que aporta de salud y de paz interior.
Se muestran muy apegados al culto y a la tra-
dición, pero muchas veces confunden a Dios
con el rito, y creen que Dios está en la imagen
y en el santuario.
Los santuarios
62
nes de auténtica fe en Cristo y en la Iglesia, y
descubrimos verdaderas señales de conversión.
Pero encontramos también, la necesidad que
siente todo hombre de encaminarse de cuando
en cuando al "centro del mundo", de tomar
contacto con la divinidad en un lugar deter-
minado, en el que se liberan las tensiones si-
cológicas, se sepulta el pasado, se purifica el
alma y se comienza de nuevo.
Los santuarios son fuentes de salud para la
piedad popular y el lugar privilegiado de la
experiencia religiosa, que proviene de una mu-
chedumbre que reza con fe. Allí se cumple me-
jor que en ninguna parte la ceremonia anual
del ritmo religioso de los campesinos.
63
A veces las medallas se transforman en amu-
letos y el agua bendita es usada para algunos
ritos muy distantes de la fe cristiana.
Personas sagradas
Los muertos
64
ocasión en que se reúnen los parientes y se
acude al sacerdote para funerales y responsos.
Los fieles suelen tener una recta comprensión
del valor de los sufragios de la Iglesia, pero
suelen también mezclar creencias y ritos de
dudoso origen, como es el culto a los que mu-
rieron en forma violenta al borde de los ca-
minos.
Cofradías
La moral
65
ción algunos aspectos de la moral conyugal,
donde la mujer sigue siendo tratada como una
sirviente, sin que haya penetrado el valor evan-
gélico de su dignidad.
Pero debemos reconocer que hay en el pue-
blo importantes valores cristianos, como son
la fidelidad a los amigos, el servicio a la co-
munidad y la abnegación de las mujeres para
cuidar a sus hijos y allegados.
66
Cristo estableció el equilibrio al enseñar la
prioridad absoluta de la fe y de la interioridad
y liberó a los hombres del culto en determi-
nados tiempos y lugares; pero estableció tam-
bién una comunidad, institución a la cual se
ingresaría por un rito de inmersión. Jesús y
los Apóstoles asumieron el lenguaje mítico de
la época para anunciar su Evangelio y los Pa-
dres de la Iglesia pensaron la Palabra de Dios
en las categorías de su tiempo. Los Pastores
adoptaron los signos y costumbres de los pue-
blos que ingresaban a la Iglesia para expresar
en la Liturgia la fe cristiana.
Esta misma tensión entre Religión y Fe la
encontramos a través de toda la historia de la
Iglesia; entre los fieles que contemplan en
Cristo sólo el Verbo y quieren llevar a los cris-
tianos hacia una fe pura, desprovista de imá-
genes e instituciones, y los que se detienen
principalmente en su humanidad, descuidando
la contemplación del Verbo; éstos se apegan
a los mitos, ritos e imágenes y conducen al
pueblo a una semi idolatría, que nada tiene
que ver con la significación pascual. La misma
tensión la encontraremos en las clases popu-
lares de América; entre los protestantes que
acusan de idólatras a sus vecinos católicos y
los católicos que acusan de inconoclasias a los
pentecostales.
67
V
SITUACION ACTUAL DE AMERICA LATINA
Estratos sociales
71
De esta forma encontramos a tres grupos
más o menos marginados con valores de par-
ticipación y recepción distintos: al indígena
abandonado a su suerte y ajeno a los bienes
de la cultura; en un estrato más alto se en-
cuentra el campesino, que mantiene escasos
contactos con elementos tecnológicos y que
en algunos países permanece aún totalmente
marginado. Un tanto diferente es la situación
del obrero industrial, que comienza a asociar-
se y con una débil participación y recepción,
menos marginados que los grupos anteriores,
gracias a una incipiente presión.
Más arriba, encontramos la clase media, que
comienza a tener más ingerencia en la políti-
ca y por tanto mayores beneficios y mayor
participación en las decisiones. Llegamos fi-
nalmente a una clase dirigente, que represen-
tando un porcentaje mínimo, tiene acceso a
la dirección del país y participa en mayor me-
dida de los beneficios que se dan a la comuni-
dad, clase que está más ligada a Europa y
América del Norte que a su propio país y víc-
tima de un complejo de inferioridad respecto
de los valores sudamericanos.
Niveles religiosos
72
una interpretación uniforme a los fenómenos
que se dan dentro de una nación, constatamos
el aspecto religioso.
La diferencia de lo religioso con lo econó-
mico estriba, en que mientras estos últimos
estratos se han catalogado en la mayoría de
los países y se hallan en constante observación,
en la parte religiosa se conocen sólo rasgos
generales, de acuerdo a opiniones emitidas por
personas de buen criterio.
En este plano, nos encontramos con una di-
visión fundamental: una pequeña élite capaz
de adquirir una formación cristiana más pro-
funda, y como contrapeso, a una gran masa
que practica un cristianismo espontáneo, mez-
clado de magia y superstición. Debemos dis-
tinguir en toda sociedad religiosa: el núcleo
de discípulos y militantes, que perciben los
valores en toda su pureza, del pueblo creyente,
muchos de ellos analfabetos que captan los
valores religiosos, en forma diferente de las
élites.
Analizando superficialmente los datos cono-
cidos, captamos también diferencias entre el
grupo indígena, que conserva todas las carac-
terísticas de la mentalidad arcaica; el campe-
sino cercano a las grandes ciudades que prac-
tica la religión de manera muy parecida a la
enseñada por los españoles de la colonia, con
ligeras variaciones insertadas por el cambio
73
de época; al marginal del cinturón de miseria
que rodea a las metrópolis, cuyo nivel religio-
so es muy poco conocido y difícil de estudiar,
debido a que constituye una población fluc-
tuante y por estar atendido por pastores de
otra clase social, aunque a simple vista se de-
tecta alguna religiosidad de estilo campesino
muy afecta a devociones vistosas y sentimenta-
les, a peregrinaciones a santuarios famosos,
y en definitiva muy atraídos por la pequeña
comunidad protestante y cultos espiritistas.
Merece un estudio especial la religiosidad
del obrero industrial, que empieza a tomar con-
ciencia de su dignidad humana, y que ve
en la Iglesia una especie de contra-signo y
freno para la revolución y el progreso.
En muchos de nuestros países la juventud
obrera y la de la clase media se educa en co-
legios del Estado, mal atendidos por la Igle-
sia. Generalmente se declara católica pero con
los siguientes alcances: dice creer en Dios, po-
co en Cristo y casi nada en la Iglesia.
Hay que reconocer que esta juventud se halla
a gran distancia de la Iglesia Institución, más
bien preocupada por adquirir una posición que
por los valores religiosos. Herederos directos
del anticlericalismo del signo pasado, y por es-
ta razón más esperanzados en el marxismo y
en la violencia que en la salvación del Evange-
lio si queremos evaluar la religiosidad del pe-
74
queño grupo dirigente, podemos tomar como
hipótesis de trabajo, las investigaciones de so-
ciología religiosa, realizadas en Europa; dada
la semejanza de niveles socio-económicos y los
continuos contactos de esta clase con las uni-
versidades Europeas.
75
VI
CONCLUSION
Se pueden proponer las siguientes pistas pa-
ra la evaluación de la religiosidad popular en
Latinoamérica:
79
La interpretación de las manifestaciones re-
ligiosas locales y las reflexiones pastorales
que surgen de ella, deben ser realizadas a
nivel diocesano o nacional, con la partici-
pación de los especialistas en cada una de
las materias. Es necesario hacer participar
en la evaluación, no solamente a los técni-
cos, sino también a todo el Pueblo de Dios.
Los obreros, comerciantes y profesionales
deben ser incluidos en nuestras comisiones
de Liturgia y de Catequesis, como testigos
auténticos de la mentalidad popular.
2. Revisión de instituciones
80
3. Equilibrio
81
4. Sincretismo
82
APENDICE
PASTORAL POPULAR
Publicamos como apéndice el documento sobre
Pastoral Popular de la segunda Conferencia Gene-
ral del Episcopado Latinoamericano.
85
Hasta ahora se ha contado principalmente
con una pastoral de conservación, basada en
una sacramentalización con poco énfasis en
una previa evangelización. Pastoral apta sin
duda en una época en que las estructuras so-
ciales coincidían con las estructuras religiosas,
en que los medios de comunicación de valores
(familia, escuelas, y otros) estaban impregna-
dos de valores cristianos y donde la fe se trans-
mitía casi por la misma inercia de la tradición.
Hoy sin embargo, las mismas transformacio-
nes del continente exigen una revisión de esa
pastoral, a fin de que se adapte a la diversidad
y pluralidad culturales del pueblo latinoame-
ricano.
86
su conducta moral. Su participación en la vida
cultual oficial es casi nula y su adhesión a la
organización de la Iglesia es muy escasa.
Esta religiosidad más bien de tipo cósmico,
en la que Dios es respuesta a todas las incóg-
nitas y necesidades del hombre, puede entrar
en crisis, y de hecho ya ha comenzado a en-
trar, con el conocimiento científico del mundo
que nos rodea.
87
tradictoria; una inclinación a las expresiones
masivas en el comportamiento humano y, si-
multáneamente, como una reacción, una ten-
dencia hacia las pequeñas comunidades donde
pueden realizarse como personas.
Desde el punto de vista de la vivencia reli-
giosa sabemos que no todos los hombres acep-
tan y viven el mensaje religioso de la misma
manera. Aun a nivel personal, un mismo hom-
bre experimenta etapas distintas en su respues-
ta a Dios, y, a nivel social, no todos manifiestan
su religiosidad ni su fe de un modo unívoco.
El pueblo necesita expresar su fe de un modo
simple, emocional, colectivo.
88
ticas y concretas. Esas manifestaciones religio-
sas pueden ser, sin embargo, balbuceos de una
auténtica religiosidad, expresada con los ele-
mentos culturales de que se dispone.
En el fenómeno religioso existen motivacio-
nes distintas que, por ser humanas, son mix-
tas, y pueden responder a deseos de seguridad,
contingencia, importancia, y simultáneamente
a necesidades de adoración, gratitud hacia el
Ser Supremo. Motivaciones que se plasman y
expresan en símbolos diversos. La fe llega al
hombre envuelta siempre en un lenguaje cultu-
ral y por eso en la religiosidad natural pue-
den encontrarse gérmenes de un llamado de
Dios.
En su camino hacia Dios, el hombre se en-
cuentra en diversas situaciones. Esto reclama
de la Iglesia, por una parte, una adaptación
de su mensaje y por lo tanto diversos modos
de expresión en la presentación del mismo.
Por otra, exige a cada hombre, en la medida
de lo posible, una aceptación más personal y
comunitaria del mensaje de la revelación.
Principios teológicos
89
La fe, y por consiguiente la Iglesia, se siem-
bran y crecen en la religiosidad culturalmente
diversificada de los pueblos. Esta fe, aunque
imperfecta, puede hallarse aún en los niveles
culturales más bajos.
Corresponde precisamente a la tarea evan-
gelizados de la Iglesia descubrir en esa reli-
giosidad la "secreta presencia de Dios"2 el "des-
tello de verdad que ilumina a todos" 3 la luz
del Verbo, presente ya antes de la encarnación
o de la predicación apostólica, y hacer fructi-
ficar esa simiente.
Sin romper la caña quebrada y sin extinguir
la mecha humeante 4 , la Iglesia acepta con gozo
y respeto, purifica e incorpora al orden de la
fe, los diversos "elementos religiosos y huma-
nos" 5 que se encuentran ocultos en esa reli-
giosidad como "semilla del Verbo"6 y que cons-
tituye o pueden constituir una "preparación
evangélica"7.
90
detrás de cualquier expresión religiosa apa-
rentemente cristiana. Tampoco ha de negarse
arbitrariamente el carácter de verdadera adhe-
sión creyente y de participación eclesial real,
aun cuando débil, a toda expresión que mani-
fieste elementos espúreos o motivaciones tem-
porales, aun egoístas. En efecto, la fe, como
acto de una humanidad peregrina en el tiempo
se ve mezclada en la imperfección de motiva-
ciones mixtas.
91
a) Asegure una seria re-evangelización de
las diversas áreas humanas del continente;
92
I N D I C E
Pág.
Prólogo 7
Introducción 11
II EL LENGUAJE DE LA NATURALEZA EN
LATINOAMERICA 27
La naturaleza habla al hombre. Saudades. La
naturaleza en la ciudad. El lenguaje de la
vida humana. La creación es un hierofanía.
El don de ciencia. La idolatría. Profecía de
la Encarnación.
VI CONCLUSION 77
Interpretación global. Revisión de Institu-
ciones. Equilibrio. Sincretismo.
APENDICE 83
Documento sobre Pastoral Popular de la se-
gunda Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (CELAM). Medellín, 1968.