Compendio Literatura 2008 - Parte II - III (PostScrip)
Compendio Literatura 2008 - Parte II - III (PostScrip)
Compendio Literatura 2008 - Parte II - III (PostScrip)
CONCEPTO:
Es un movimiento literario, cultural e ideológico que surge inspirado en el poblador
andino mal llamado “indio”, en la década de 1920, en los países hispanoamericanos con
población de habla quechua (Perú, Bolivia y Ecuador) En el Perú, alcanza mayor apogeo
en las décadas 30 – 40 del siglo pasado.
2. CARACTERÍSTICAS:
Contrariamente al indianismo de Ventura García Calderón, muestra al indio tal como
es; un hombre con dignidad, con costumbres y tradiciones propias, capaz de
organizarse y realizar, de manera colectiva, obras trascendentales y luchar por su
reivindicación.
Exalta los valores, las creencias, tradiciones y cosmovisión, milenarias del hombre
andino.
Plantea la reivindicación racial, cultural y social del indio por él mismo.
Denuncia la condición de humillado, explotado y excluido social del “indio”
ejercida por el gamonal, las autoridades corruptas y la iglesia católica.
Señala que el problema del indio empieza por la tierra.
Refleja la contradicción social, política y cultural del mundo de arriba (andino, con
raíces incaicas) y el mundo de abajo (costa, con raíces españolas)
Revalora al quechua como lengua andina y demuestra la fuerza connotativa y
expresiva de su literatura.
Rechaza la imagen pintoresca y falsa del indio mostrada por Ventura García Calderón.
3. REPRESENTANTES:
EN NARRATIVA:
Ciro Alegría (trujillano) con “El Mundo Es Ancho y Ajeno”.
José María Arguedas (apurimeño) con “Todas las Sangres”.
Manuel Robles Alarcón (apurimeño) con “Sara Cosecha”.
Alcides Arguedas (boliviano) con “Raza de Bronce”.
Jorge Icaza (ecuatoriano) con “Huasipungo”.
EN POESÍA:
Mario Florián (cajamarquino) con “Urpi”.
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Kilku Warak’a (cusqueño) con “Taki Parwa”.
Luis Nieto Miranda (cusqueño) con “Charango. Romancero Cholo”.
Efraín Miranda (puneño) con “Choza”.
EN ENSAYO:
Luis E. Valcárcel (cusqueño) con “Tempestad En Los Andes”.
Uriel García (cusqueño) con “El Nuevo Indio”.
Gamaliel Churata (puneño) con “Qori Challwa”.
José Carlos Mariátegui Lachira (moqueguano) con “Siete Ensayos de Interpretación
de La Realidad Peruana”.
“YAWAR FIESTA”
A. CRONOLOGÍA DEL AUTOR:
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS ALTAMIRANO.
1911: Nace el 18 de enero en la Prov. de Andahuaylas,
departamento de Apurímac.
1914: Fallece su madre Victoria Altamirano. Arguedas, se
va a vivir con su abuela paterna.
1917: Su padre casado en segundas nupcias con Grimanesa
Arangoitia Vda. de Pacheco, lo lleva a vivir a la
casa de su madrastra en Puquio – Ayacucho. Allí
inicia sus estudios escolares.
1918: Sigue estudios en San Juan Lucanas, donde la
madrastra es gamonal. Queda al cuidado de ella,
pues su padre atiende un juzgado fuera de San Juan
y sólo lo ve los fines de semana.
1921: Hostilizado por su hermanastro Pablo, en San Juan
de Lucanas, huye y se refugia en al hacienda Viseca de su tío.
1924: Viaja por Ica, Pisco, Arequipa, con su padre, quien, por cuestiones políticas pierde
su puesto de juez estable y empieza a buscar trabajo por lugares antes mencionados.
1926: Ingresa a un internado en Ica. Pese a ser buen alumno sufre constante marginación
racial por parte de sus propios profesores y compañeros.
1927: Deja el internado, pero continúa sus estudios en Ica. Viaja a Huaytará, donde vive el
padre, separado de la madrastra. Por ser serrano quechuahablante una compañera de
quien él se había enamorado lo desprecia.
1929: Es matriculado en el colegio Mercedario de Lima.
1931: Ingresa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos a su facultad de letras.
1932: Muere el padre. Sin apoyo económico busca trabajo y encuentra como portapliegos
del Correo Central.
1933: Publica los cuentos: “Warma Kuyay” (Amor de Niño), “Los Comuneros de Ak’ola”,
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“Los Comuneros de Utej-pampa” en el semanario “La Calle” de Lima. Asimismo,
en el semanario “La Prensa” publica otros dos cuentos más “Kollkatay – pampa” y
“El Vengativo”.
1935: Publica su primer libro de cuentos: “Agua”. Con este obtiene el segundo premio de
un concurso internacional convocado por la revista americana de Buenos Aires.
1937: Concluye la especialidad de Literatura. Por participar en una manifestación
estudiantil en la San Marcos contra el ingreso a esa casona de un militar fascista es
detenido y recluido en el penal “El Sexto” y pierde su empleo.
1939: Se casa con Celia Bustamante Vernal. Trabaja como profesor de Castellano y
Geografía en el Colegio Mateo Pumacahua de Sicuani – Cusco.
1941: Ingresa al Ministerio de Educación como colaborador en la reforma de los planes de
educación secundaria. Publica “Yawar Fiesta”, su primera novela.
1950: Concluye la especialidad de Antropología en San Marcos.
1553: Es nombrado jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de Cultura
Peruana.
1954: Publica en la revista Letras Peruanas el cuento “Orovilca” Y en volumen editado
en Lima por Mejía Baca la novela: “Diamantes y Pedernales”.
1955: Gana un premio en México con el cuento: “La Muerte de los Hermanos Arango”.
1958: Publica su novela “Los Ríos Profundos” en la editorial Losada de Buenos Aires.
1959: Obtiene el premio Ricardo Palma por su novela “Los Ríos Profundos”.
1961: Aparece su novela “El Sexto” en la editorial Mejía Baca. Recibe nuevamente el
premio Ricardo Palma por “El Sexto”.
1962: Publica su poemario en Quechua: “Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman; Hailli
taki” (A nuestro Padre Creador Túpac Amaru; Himno – Canción) Es contratado
como profesor a tiempo parcial por La Universidad Nacional Agraria La Molina.
Publica su cuento “La Agonía del Rasu Ñit’i”.
1963: Es nombrado director de la casa de Cultura del Perú.
1964: Aparece su novela “Todas las Sangres”.
1966: Intenta suicidarse. En la revista Cachkanirajmi aparece su poema en quechua
“Katatay” (Temblar).
1967: Se casa en segundas nupcias con la chilena Sybila Arredondo. Publica “Amor
Mundo y Todos Los Cuentos”.
1968: Obtiene el premio Gracilaso de la Vega. Viaja a Cuba, como jurado del premio Casa
de Las Américas.
1969: El 28 de Noviembre se dispara en el baño de la Universidad La Molina. El 02 de
diciembre muere en el hospital 2 de Mayo.
OBRAS:
Narrativa:
– “Agua”, 1935.
– “Yawar Fiesta”, 1941.
– “Diamantes y Pedernales”, 1954.
– “Los Ríos Profundos”, 1958.
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– “El Sexto”, 1961.
– “Todas Las Sangres”, 1964.
– “Amor Mundo y Todos los Cuentos”, 1967.
– “El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo” (póstuma), 1971.
Poesía:
– “Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman; Hailli taki” (A Nuestro Padre Creador Túpac
Amaru; Himno – Canción), 1962.
– “Katatay” (Temblar), 1966.
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
Después del gobierno de Augusto B. Leguía en la década del 30, se suceden los gobiernos
de Sánchez Cerro y Oscar R. Benavides, caracterizados por proteger a los grupos de poder a
través de formas de gobierno dictatoriales, donde la persecución y la crueldad para sus
opositores no tenían límites.
Las movilizaciones y las reivindicaciones populares eran dirigidas por la Confederación
General de Trabajadores y otras organizaciones, con el apoyo del Partido Socialista y el
APRA. Partidos que eran puestos fuera de ley y sufrían prisiones, persecuciones y un
sinnúmero de tropelías.
Las clases populares organizadas, sus dirigentes y los grupos intelectuales tenían
conciencia clara de lo que era el Perú a nivel económico: fuente de riqueza del imperialismo
norteamericano y propiedad feudal de algunas familias que detentaban el poder del Estado.
En lo social, la diferencia de clases era abismal; la clase pudiente y la popular (en su mayoría
campesinos analfabetos y abandonados), era aprovechada para la servidumbre incondicional
en el campo, minas y fábricas. En lo cultural, las castas gobernantes imponían a través de su
poder, con apoyo de la prensa y la iglesia modelos y estereotipos extranjeros con el fin de
aniquilar definitivamente a la cultura andina.
“Yawar Fiesta” surge en medio de este problema y además entre dos posiciones
ideológicas más representativas del siglo XX: el socialismo y el capitalismo. La primera
estaba en aquella época ligada a la valoración del pensamiento de Mariátegui y la defensa
del indio contra los abusos y la marginación de las autoridades. El capitalismo, a su vez,
estaba vinculado a una estructura económica impuesta por los capitalistas norteamericanos
que no sólo desconocían las tradiciones y lengua autóctonas, sino, pretendían
exterminarlos. Esta tensión desigual fue la causa de que muchas personas, entre ellas: el
pintor indigenista José Sabogal, El educador puneño José Antonio Encinas y el narrador
Arguedas, entre muchos otros, tomaran conciencia de la importancia de revalorizar el
mundo andino, sus derechos y su idioma.
C. TRAMA ARGUMENTAL:
I. PUEBLO INDIO.
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Puquio es un pueblo indio ubicado en una lomada desigual entre, chacras de trigo, de
habas y cebadas. Desde el abra de Sillanayok se divisa para abajo tres ayllus: Pichk’achuri,
K’ayau y Chaupi. Hay también tres riachuelos que bajan desde las punas. Las casas con
techos de teja suben desde las orillas de dichos riachuelos y terminan en el jirón Bolívar
porque allí viven los vecinos principales o mistis y los techos de sus casas son de calamina.
Visto desde el abra Puquio se ve grande. Cuando llegan allí los costeños, con un poco de
desprecio y tiritando de frío exclaman: “¡Pueblo indio!”. De los tres barrios, los chaupis
techaron sus capillas con calamina como si fuera iglesia de mistis: “¡Atatao!”, decían los de
los otros ayllus. “Mejor que de mistis” respondían orgullosos los chaupis. Por su parte el
ayllu Pichk’achuri empieza a orillas del riachuelo Chullahora. Allí no hay calles bien
trazadas porque los comuneros habían levantado sus casas según sus intereses entre chacras y
grandes corrales. Junto a la pared del corral, a la casa o al centro del patio no faltaba un
molle frondoso. El techo de sus casas era de teja como de los k’ollanas y k’ayaus. Al medio
siempre había una cruz, como de los ayllus Pichk’achuri y K’ayau. Viniendo de la costa se
entra al pueblo por estos ayllus. A los Pichk’achuris, se les llamaba punarunas; pues, tenían
en las punas sus chukllas o chozas. Ya sea en tiempos de sequía o tiempos de lluvia de esas
chocitas salía un humo azul.
En la lomada hay callecitas empedradas, tiendas en cuyos mostradores de barro hay
botellas de cañazo, panes, botones, camisas, velas, jabones, etc. Los dueños son los “chalos”
o mestizos. Allí no hay ni indios ni mistis, sólo “chalos” que visten de percala y usan
sombreros de paja. Estos chalos según su conveniencia estaban a favor de los comuneros unas
veces y las otras con los mistis. De ellos, muchos eran los mayordomos serviles de sus
haciendas y como perros cumplían las órdenes; por eso, los comuneros los llamaban
“k’anras” (asquerosos). Muchos de estos “chalos” provenían de los indios; por eso, hablaban
a favor de ellos y se emborrachaban con ellos.
El jirón Bolívar es la calle de los mistis o vecinos principales. Es larga, angosta y termina
en la plaza del ayllu Chaupi. Allí hay una piedra grande de cuatro caños. Asimismo,
Makulurumi, una estatua india de piedra alaymosca que es la seña del barrio. De una de las
esquinas de esta plaza comienza la calle Derecha, es la prolongación del jirón Bolívar solo
que no es de mistis sino de indios.
Al otro lado del jirón Bolívar tras la lomada está K’ollana, ayllu indio que no se puede ver
de Sillanayor, pues, la lomada lo oculta. Igual que Pichk’achuri, K’ollana termina en el
riachuelo Yallpu. Es resumen el pueblo comienza y termina en riachuelos. En el Jr. Bolívar
está la botica, el billar, las tiendas comerciales. Las puertas de las casas son verdes, azules y
amarillas. Las casas casi todas de dos pisos y con balcones. Las calles angostas y en las
noches los gatos que se persiguen saltan de techo en techo. La plaza de armas es también de
los principales que no está en la parte central del pueblo; sino, al extremo. Los principales o
mistis tienen amistades en Lima y son llamados “extrangueros” por los indios o comuneros.
En la plaza de armas está la Iglesia, la Subprefectura, el Puesto de Guardia Civil, el Juzgado
de Primera Instancia, la Escuela Fiscal de Varones, la Municipalidad, la Cárcel. Hay también
una pila de cemento, un jardín redondo con yerbas y algunas flores. El Jr. Bolivar parte al
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pueblo en dos y es como culebra. Los principales viven allí, se buscan, se pasean, se aman,
se odian, se emborrachan y se pelean. Al mencionado jirón llegan también los principales de
los distritos, después de entregar los obsequios entran al billar y se emborrachan.
Para los mistis, Puquio es un pueblo nuevo. Cuando todo el pueblo era indio, talvez hace
trecientos años llegaron los mistis, buscando peones para la mina, provisiones o mujeres. En
los mismos cerros de Puquio no había mineral; sino, en otros pueblos. La explotación minera
se acabó y los mistis, a la fuerza, se apropiaron y repartieron todos los pueblos indios de la
provincia. Muchos mistis eligieron Puquio porque era grande, con cuatro acequias de agua y
muchos indios para la servidumbre. Se establecieron en el pueblo, construyen su templo y
con ayuda de los curas, militares, políticos y papeles de toda talla que los jueces firmaban,
despojaron poco a poco a los indios.
II. EL DESPOJO.
En tiempos pasados, todas las tierras; quebradas, pajonales, cerros y todo lo que en ellos
había fueron de los campesinos. No de cada uno sino de todos. Las pampas no estaban
cercadas. Los indios vivían en cualquier parte. De todo eran dueños naturales. No había
mucho ganado en Lucanas. Al principio los mistis no querían echaderos o pastizales porque
no criaban ningún ganado. De vez en vez subían a la puna a cazar vicuñas o a comprar carne;
pero sólo un ratito porque los mistis tenían miedo a la puna. “Para esos salvajes está bien la
puna”, decían. Cada ayllu tenía un echadero suficiente. Un riachuelo o la ceja de una
montaña era la división. Nunca hubo pleitos causados por las tierras entre los comuneros.
Además del varayok o alcalde (que era sabio y honesto), otra autoridad no era necesaria.
Todo estaba bien organizado y los bienes bien distribuidos. No había desigualdad ni
marginación social, tampoco pobreza. Todo ello vino ya con los mistis. Ellos habían traído
los pleitos, la ambición y la desigualdad. Les quitaron sus animales con ayuda de los
cachacos o militares y algunos “chalos” mayordomos; pero aún no las chacras, el agua, ni los
pastizales. Es que , los indios aprendieron las artimañas de los litigios. Los ayllus bien
organizados se reunían cada domingo y tomaban decisiones. Sólo así pudieron defender el
agua para los sembríos. Los principales les pedían agua y el varayok les daba de manera
justa; pero, eran tan ambiciosos y querían más. Los Varayok les negaron. Así con ayuda de
los guardias detenían a los indios, pero, ellos, ni bala, ni zurriago, ni ruego de cura daban su
brazo a torcer “¡Mi ojo premero sacarán! ¡Jajayllas!” decían.
De pronto hubo gran demanda de reses en la costa. Los mistis vieron que criando ganado
podían enriquecerse fácilmente. Pero no tenían donde hacerlo; así que, a la fuerza empezaron
a quitar los pastizales a los indios. Para lo cual contaban con la ayuda de las autoridades,
policías y curas. En los terrenos quitados empezaron a sembrar alfalfa y criar ganado. De un
tiempo prudente arreaban el ganado a la costa y regresaban platudos, no conformes con ello,
expandieron sus alfalfares por otras partes. Con esa ambición llegaron a la puna y se
apoderaron, también a la fuerza, de los pastizales. Los comuneros todos quechuahablantes
fueron en busca de justicia donde el juez. Este aprovechando la presencia de los comuneros,
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leía unos papales y luego autorizaba al misti la posesión de todas las tierras. El juez
dirigiéndose a los campesinos pronunciaba “¡Punacumuncuna, desde ahora, señor Santos es
dueño de todo este lugar hasta donde abarcan sus ojos. Aquí está papel”. Si sus animales
comían los pastos, era daño y se atendrían al castigo. El taita cura ratificaba que la ley estaba
a favor de don Santos y que hasta Dios respetaba dicha ley. Les ordenaba besar la mano de
don Santos. Cuando un indio no lo hacía o protestaba, ahí estaba el capitán y algunos
gendarmes que lo masacraban, mataban o lo conducían a la cárcel. Allí acusado de ladrón el
comunero resignado a su suerte cantaba desgarradores harawis.
Mientras tanto, don Pedro, don Jesús, don Federico o cualquier otro misti se convertía en
gamonal. Los comuneros ayllu y todo se fueron más allá de la puna, al cerro, al pie mismo
del auki K’arwarasu (cerro tutelar). Allí no crecía ni siquiera pasto. Sus pocos animales se
acabaron y los comuneros ya no tenían nada, ni tierras, ni animales, nada. Entonces, bajaron
al pueblo. Muchos se convirtieron en lacayos de los gamonales, otros trataron de acomodarse
en Puquio y otros se fueron a Nazca o Acarí. Allí como eran analfabetos, fueron esclavizados
por los hacendados en los algodonales. Algunos lograron regresar amarillos y enclenques
dando pena. En las punas cuidaban los animales de los mistis hacendados, sufrían y lloraban
pero en sus corazones fermentaba un odio a los principales: hacendados, curas, autoridades y
policías, que un día tenía que estallar.
En el descampado “la voz del wakawak’ra suena gruesa y lenta, como voz de hombre,
como voz de la puna alta y su intenso frío… las mujercitas de los cuatro ayllus lloriqueaban
oyendo las cornetas”, para Misitu, que era un toro legendario, bravísimo y endemoniado se
decía que era la fiesta. “¡Quién será! ¡Quién pues, panteón llorando estará vintiuchu!” Se
decían todos.
Sonaban las wakawak’ras o trompetas de tierra anunciando el yawar fiesta. Los indios de
los cuatro ayllus tocaban en la madrugada, al medio día y al anochecer. Los corneteros de
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los cuatro barrios entraban como en competencia. Don Maywa del ayllu Chaupi, era el mejor
cornetero, su casa estaba junto a Makulurumi. Visitado por autoridades indios chacchando
coca o tomando cañazo tocaba en su corneta el turupukllay. De rato en rato los otros ayllus
contestaban la tonada del turupukllay. El ritmo llegaba al mismo jirón Bolívar. Las señoritas
y los mistis lo escuchaban, por las noches y la melodía. Parecía de sonido panteón y
amilanaba el ánimo. Eso porque se asociaba con las corridas en las que muchos toreros indios
morían. La opinión de los mistis se dividía respecto al wakawak’ra incluso algunos sugerían
que la guardia civil debería prohibir, pues, la corneta lloraba feo y del cholo Maywa era el
peor. Pero la música se escuchaba hasta en el almuerzo de los mistis. Ya parecía corrida.
“¡Toro, toro!”gritaban y al son de la música de Maywa jugaban a los toros. Para el cura era
música del diablo; pero igual se oía en plena misa. El bramido bronco de los Wakawak’ras
recorría todos los rincones del pueblo a veces tan alto y nítido; a veces, medio apagado,
según la intensidad del viento. Era el anuncio de un buen yawar fiesta o fiesta sangrienta
entre toros y humanos.
IV. K’AYAU.
K’ayau era uno de esos ayllus o barrios indios que el 28 de ese año quería quitar el puesto
de primero a Pichk’achuri. Para ello, se habían propuesto firmemente traer a un toro
bravísimo y endemoniado llamado Misitu. Ese toro no era de ellos, sino de don Julián
Aragüena un poderoso hacendado dueño de K’oñani, lugar donde estaba el toro más bravo y
temido de Puquio. Los varayok visitaron a Arangüena a pedir permiso para traer al Misitu.
Ya en la casa del gamonal los varayok: “nos días Tayta Julián” lo saludaron y luego le
pidieron permiso para traer al Misitu. El gamonal Arangüena se opuso, argumentando que ni
él mismo siendo su dueño había logrado traerlo, que era imposible porque ese toro estaba
encantado por el demonio. Las autoridades indígenas lo convencieron y Julián Arangüena
aceptó, advirtiendo que ese toro destriparía a todos los que intenten traerlo.
Todos brindaron con cañazo por el traslado del Misitu, luego se retiraron agradeciendo y
con sus sombreros lok’os en la mano. Don Pancho Jiménez preguntó desde la puerta de su
tienda si era verdad lo de Misitu, el varayok contestó que sí, que don Julián les había
regalado al toro. Emocionado don Pancho se ofreció regalar dos arrobas de cañazo si traían
al Misitu para el 28 de julio. Todos, sean indios, chalos o mistis hacendados comentaban
sobre la destripadera que ocurrirá si los de K’ayau traían a Misitu. Algunos señores juzgaban
como salvajismo y hasta proponían no permitir. El Ayllu completo que era más de mil se
reunió en pleno. El alcalde o varayok ultimaba detalles para traer al Misitu. “¡Eso sí, carajo!
¡Ahora sí carajo! ¡Misitucha! ¡Ahora sicha!” decían los indios de K’ayau. Don Pancho dijo a
don Julián que los k’ayaus sí traerían al toro. Julián Aragüena dijo que eso era imposible y
apostaron a diez cajas de cerveza.
Desde entonces los k’ayau andaban soberbios, alzando los brazos tirando las puntas de su
poncho sobre los hombros. Los demás conversaban de la corrida y la competencia entre
K’ayau y Pichk’achuri. Al ver a los toreros de ambos barrios mostrando valiente sus ponchos
los demás temblaban. Chaupi y K’ollana también pondría cuatro toros cada barrio.
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Algunos recordaban corridas anteriores, en las que los toros “Callejón”, pillko o allk’a
destripaba a los indios y daba vueltas por la plaza de toros cargando en sus astas a veces de la
ingle o del chumpi a Juancha o Nicacha. “Honrao” Rojas entraban dinamita en mano y
llamaba a los toros bravos. Un allk’a escarbaba el suelo, sacando su lengua. Don Maywa y
los otros corneteros tocaban el turupukllay. Desde lejos arrancaba el toro. Honrao Rojas
esperaba riéndose y cuando el toro estaba cerca de él tiraba con dirección al toro la dinamita.
El animal corría como loco echando sangre del pecho. La sangre se le acababa y moría
pataleando con su lomo en tierra. El Honrao llegaba riéndose a la barrera y exclamando
“¡Jajayllas turucha! Los fanáticos de esa fiesta sangrienta eran sólo K’ayau y Pichk’achuri.
V. LA CIRCULAR.
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El subprefecto convocó al alcalde y vecinos notables de Puquio un miércoles por la
mañana, era mediados de julio y les comunicó que acababa de recibir una circular de parte
del gobierno en la que se prohibía la corrida al estilo indio. Los vecinos argumentaron que
eso no era posible que el pueblo reclamaría, pero el subprefecto se puso firme y dijo que él
haría respetar la ley. La circular se pegó en las esquinas del jirón principal. Todo Puquio se
desconcertó, don Pancho y don Julián se oponían a la circular, algunos vecinos apoyaron la
posición del subprefecto para ganarse confianza y favores de la autoridad. Ellos eran: al
alcalde don Antenor Miranda, don Demetrio Cáceres y don Jesús Gutiérrez.
El subprefecto propuso que contrataran toreros limeños. Don Pancho Jiménez aceptó con
molestia. Invitados por el alcalde Antenor se fueron a brindar con champaña en el billar de
don Norberto. Don Pancho no asistió, más bien fue a su tienda lamentándose, incluso hablaba
de telegrafiar a Lima y pedir una reconsideración al gobierno. “¿Qué tendrán que meterse en
las cosas de los pueblos?” se preguntaba. Muchos lo apoyaron. Animado por el cañazo
gritaba en su tienda. Ante los gritos, vino el subprefecto seguido por el alcalde, don
Demetrio y don Jesús Gutiérrez, “¿Qué pasa aquí? ¿Qué tanta bulla?” preguntó el
subprefecto. Don Pancho trató de explicar, mas don Demetrio avanzó y se cuadró ante don
Pancho. “¡Chusco, carajo! ¡Adulete!” diciendo esto, don Pancho agarró el vaso y echó a la
cara de don Demetrio. El subprefecto empujó a don Pancho ayudado por policías. Todos los
curiosos se reunieron para ver el espectáculo. Dos guardias civiles detuvieron al revoltoso.
Cuando ya estuvo esposado don Demetrio pateó en las nalgas a don Pancho. El subprefecto
ordenó “¡Lleven este cholo a la cárcel! ¡Y despejen guanacos! ¡Fuera!” Toda la gente corrió
asustado. “Estos pueblos son una porquería, bien hicieron los yankis en exterminar a los
pielrojas”, comentaba el subprefecto cerca ya al juzgado. Desde el cuartel se escuchó un grito
grueso y macho como bramido de toro: ¡Me zurro en Demetrio Cáceres, carajo!. El
subprefecto ordenó al sargento hacer callar a golpes a ese hombre.
El alcalde don Antenor Miranda opinaba que de verdad la corrida de los indios era
salvajismo y lo de Lima y España corrida civilizada. En la tarde hubo sesión del concejo.
Todos los vecinos principales hasta el cura calificaban de santa la circular. Sólo don Julián
Arangüena preguntó sobre qué hacer con las enjalmas, dinamita y el toro Misitu que había
regalado a K’ayau. La respuesta fue que normal ese toro vendría solo que la corrida será al
estilo civilizado y no salvaje. Eso consistía en que un torero profesional tenía que capear al
toro y matarlo luego poco a poco. Ante una multitud de indios chalos y mistis preocupados,
el alcalde pronunció: “¡kank’am pukllay!”(habrá corrida). En el corazón del pueblo y del
mismo alcalde y a sí de los que se habían opuesto a la corrida india estalló la alegría. “¡Qué
pueblo de indios! El capitán jefe provincial y el juez de primera instancia maldecían a
Puquio.”
VI. LA AUTORIDAD.
De pronto, mientras el subprefecto se paseaba por el corredor de su despacho
reflexionando para sí, la indiada de los cuatro barrios entró a la plaza. Era de noche y el
subprefecto miraba a la indiada. Se arrepentía por estar en un pueblo serrano como ese. Los
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guardias opinaban lo mismo, todos aseguraban que con pueblos como Puquio “la patria era
una gran vaina”. También se quejaba de la hipocresía de los gamonales y la guapura de
Pancho Jiménez y Julián Arangüena. Si fuera por él, el alcalde y las demás autoridades
hipócritas merecían ser fregados por Jiménez. La bulla del gentío terminó y el subprefecto
mandón traer a Pancho Jiménez. Tenían un poco de pisco y quería hacer hablar a ese cholo.
Entraron a la subprefectura Pancho Jiménez habló. Ante la pregunta de porqué Puquio era feo
él respondió que para extranjeros sería así pero que para uno como él que ha nacido allí, de
ninguna manera era feo. Dijo también que don Antenor Miranda, el alcalde, no servía para
nada; pues su alma estaba en Lima y su panza en Puquio. Él (Pancho) era puquiano nacido en
Chaupi. Ante tanta amabilidad del subprefecto, Jiménez pensó que algo se traía ese. Don
Pancho explicó sobre Puquio y lo que pasaría si se daba la corrida al estilo costeño. Antes de
hablar el subprefecto invito a brindar, todos lo hicieron. El subprefecto se paró y rodeándole
con las manos en el bolsillo dijo a Jiménez que haría enterrar Puquio, que no servía para
nada, que todos los serranos eran unos sarnosos y piojosos. Don Pancho no pudo más y
corrigió a la autoridad política. Se puso de pie. El subprefecto se encrespó furioso y
preguntó a Jiménez, sobre si lo estaba tildando de mentiroso, Jiménez machamente le dijo
que sí. El subprefecto lo botó de su despacho y lo mandó a su celda. Su objetivo era hacerlo
matar con el sargento. El militar se negó a cumplir la orden. Colérico el subprefecto entró a
su despacho miró el retrato del presidente y le dijo: “¡Si tú estuvieras aquí! ¡Desgraciado!
VII. LOS SERRANOS.
Dos mil lucaninos vivían en Lima. Más de quinientos eran de Puquio que es la capital de
la provincia Lucanas. Estos abandonaron sus tierras porque querían“llegar a Lima, ver,
aunque fuera un día, el palacio, las tiendas de comercio”, los autos y el tranvía. Para ir a
Lima volteaban el Kondorsenk’a, tras ese cerro empezaba una meseta inmensa llamada
Galera pampa. Los chalos iban como sirvientes y se quedaban allá. De vuelta estaban con
nueva ropa y caminaban con el cuerpo erguido. En Lima se ganaron la fama de honrados y
trabajadores con sus patrones. Serviciales pero brutos para el estudio. Después de un tiempo
se compraban una guitarra y cuando sus patrones salían los serranos cantaban huaynos de sus
pueblos en su cuarto. Los domingos generalmente eran sus días libres. Iban a la plaza o paseo
Colón y sentados en una banca se pasaban horas y horas viendo a la gente y los autos. Al
verlos así los limeñitos se burlaban y los insultaban. Muchos de ellos se defendían con
bravura. En esos parques también se encontraban con sus paisanos y tras conocerse se hacían
amigos, se contaban de sus pueblos y hasta lloraban recordando sus pueblos y se despedían.
El mes de enero de 192… llegó a Puquio la noticia de que los de Coracoca abrirían
carretera a la costa. Los indios puquianos no quisieron quedarse atrás y acordaron abrir
también la carretera a Nazca. Alentados por el vicario, se organizaron y como en desafío los
diez mil indios de lucanas vivaron y empezaron a hacer la carretera. Reventaban de vez en
vez cohetes, en las noches cantaban y en menos de 28 días llegaron a Nazca con una carretera
ancha. El 28 de julio llegó el primer camión de Puquio, los varayok eran 16 y estaban
contentos. Algunos vecinos lloraban. “¡Qué vivan los varayok!”gritó subido a la pila don
Pancho con lágrimas de emoción cayéndole sobre el pecho. Celebraron misa, las mujeres
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cantaron hasta el amanecer. Los varayok chacharon sus cocas, tomaron cañazo salpicándolo
en el suelo. Los periódicos limeños hablaron de la carretera. Trescientos kilómetros en menos
28 días sólo por iniciativa popular y sin apoyo del gobierno, era asombroso. Por esa carretera
llegaron los lucaninos a Lima, Después de 600 años o talvez mil, como antes, la gente de los
andes bajaban en multitud a la costa. Allá celebraban las fiestas patronales al estilo de la
tierra, y Lima creció en población.
Todos los lucaninos se ayudaron entre ellos; pero la mayoría vivía en el barrio Ascona. En
ese barrio en la casa del sastre Gutiérrez, se fundó el “Centro Unión Lucanas” de otros
pueblos hicieron lo mismo. El estudiante Escobar fue elegido presidente. En los primeros
días de julio de 193… el presidente del club recibió un telegrama donde le pedían que
contrate un torero profesional, el centro lucanino avaló la circular. Los integrantes estaban de
acuerdo con el subprefecto y algunos mistis. La corrida india por ser salvaje debía terminar.
VIII. EL MISITU.
Misitu era un toro legendario y bravísimo que vivía en el k’eñwal de Negromayo en las
punas de K’oñani, que era la vaquería de los mistis. Según los k’oñanis no tenía ni padre ni
madre, que había salido de Torko’ocha, tras una tormenta que había caído sobre la laguna
Torkok’ocha. Al día siguiente muy temprano el centro de la laguna se hizo remolino. Del
medio de la laguna salió el Misitu bramando con furia y sacudiendo su astada cabeza. Nadó
hasta la orilla. Luego entró a los k’eñwales de Negromayo donde se asentó. Todos los
punarunas contaban esta historia, decían también, que ese toro corneaba a su propia sombra,
rompía las k’eñwas y que araba la tierra con sus filudas astas. Cuando bajaba a tomar agua el
Negromayo corría turbio. De día miraba el sol rabiando y de noche corría leguas y leguas tras
la luna. Había arañado la nieve del K’arwarasu pretendiendo subir a la cumbre. Era como
puma y que a sus dominios no entraba ningún otro animal, por eso, con un poco de temor
pero decidido si es posible a morir, los comisionados al mando del don Julián Arangüena
fueron en busca del Misitu. Estaban dispuestos a meter bala si el toro no salía. Eran doce
comisionados nuevos montados en sus caballos. Arangüena montaba a su brioso overo. Él
tenía la fama de ser decidido y rabioso, que no temía ni a dios por eso, un día oyó misa
borracho y montando en su caballo. Arangüena y sus comisionados durmieron en la casa
estancia de K’oñani y escucharon una sonido extraño. Era la wakawak’ra del vaquero
Kokchi. Despertó a su mayordomo Fermín y ordenó a los indios quedarse ahí y nada de
músicas ni wakawak’ras, ni cantos, si no los mataría de un balazo. Montó a su overo y
seguido por su mayordomo y otros comisionados desapareció en la pampa. El corcel
chapoteando cruzó a saltos el riachuelo Negromayo. El patrón ordenó a su gente permanecer
ahí porque el Misitu vendría. Cuando estaban a la espera de Misitu, el monte se movió con
fuerza, sonó el rió y las ramas de los árboles empezaron a quebrase. El vaquero gritó:
“¡Curriychik!” (corran). Se vio la cabeza del Misitu mirando a los otros jinetes y estos
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guidados por el mayordomo Fermín corrieron asustados. Don Julián no corrió y alistó su
lazo, cuadró su caballo en sitio estratégico. Misitu al verlo cargó contra Arangüena. Este,
lanzó su lazo pero falló y además el Misitu se escondió en el k’eñwal. Los demás ya
volteaban la lomada escapándose. Arangüena les disparó y la bala cogió al caballo de su
mayordomo Fermín. Por la tarde retornaron a Puquio sin éxito. Aragüena se emborrachó de
cólera y fracaso. Kokchi que era el vaquero de Aragüena había hecho un pago al cerro taita
Ak’chi para que Misitu no sea llevado, así pues el Misitu, más salvaje que nunca seguía en
Negromayo.
IX. LA VISPERA.
Un grupo de vecinos notables obsequió un caballo fino al subprefecto y a través de una
carta redactado por don Demetrio le felicitaban por rechazar la corrida al estilo indio. El
subprefecto convocó a una reunión. La mayoría de los asistentes adulaban al subprefecto
menos Julián Arangüena que explicó las desventajas de toreros profesionales traídos desde
Lima. Después de su participación llamándolos ¡quejones! se retiró de la reunión. Los demás
se quedaron y hablaban del plan, que el “Centro Unión Lucanas” ya había contratado al
torero. Luego se preguntaron si el torero costeño querrá torear en la plaza Pik’achuri porque
era grande. El subprefecto propuso mandar hacer una plaza chica de eucalipto dentro de la
misma plaza Pichk’achuri. Los ayllus lo harían a fin de que toreen. Para que se vea mejor se
necesita una plaza chica con asientos buenos donde se acomodarían todos los vecinos
principales. De esa forma el subprefecto quería engañar a los indios. Don Demetrio pidió el
encierro de Aragüena, lo tildó de peligroso. Los vecinos principales tenían que poner cuota
para contratar a un torero limeño, don Jesús se opuso, pero enojado y todo dio 200 soles. Don
Demetrio y el alcalde Antenor entregaron al subprefecto 1500 soles. Abrazados festejaron el
arreglo, enviaron a Lima 500 soles con los cuales el “Centro Unión Lucanas” contrató al
torero español Ibarito II, con pasajes y estadía pagada para que toreara seis toros. Este
Ibarito confesó que no le gustaba torear donde los indios; porque según él los indios le
echaban a uno aquellos toros que antes ya habían matado tres o cuatro vidas.
Escobar en Lima les informó que los vecinos de Puqio estaban divididos por lo de la
corrida. El obispo también participó y dijo que todos del centro irían a defender la circular
con ayuda de los guardias.
En Puquio el vicario citó a varios varayok les habló de Misitu diciendo que era diabloy
que no traigan. Ellos estuvieron firmes en su decisión de traerlo, el cura aceptó con al
condición de que construyeran una plaza más chica y que los cuatro ayllus deberían hacerlo.
Ellos aceptaron.
X. EL AUKI.
Todas las montañas de Lucanas tienen un padre: el auki K’arwarasu. Este tiene tres picos
de nieve. Es el más alto y el más venerado. Los viajeros indios, los arrieros lucaninos, lo
miran con respeto y rocían o esparcen aguardiente o cañazo al aire en su honor. El auki es la
seña de Lucanas. Al K’arwarasu, el varayok o alcalde de K’ayau encomendó su ayllu con
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tres llamas blancas enterrándas en la cumbre misma para que así los bendiga y ayude en el
arreo del Misitu. Fue acompañado pon un regidor wayna (joven) y retornó con un layk’a
(brujo) de Chipau. El layk’a quiso ir solo por el Misitu porque según él el auki K’arwarasu le
había dado poder sobre todos los ganados de la puna. El varayok se opuso pues todo K’ayau
iría y además contó que K’arwarasu le había hablado de la siguiente manera: “Yo voy a mirar
desde mi cumbre el yawar fiesta” y todo saldría bien porque estaba con K’ayau. El vayayok
al escucharlo había llorado de emoción.
Raura tocaba su wakawak’ra y lo mostraba grande y circular, hecho con cuernos de toros
bravos. Los cuernos daban tres vueltas hasta formar el instrumento musical y tenían boquilla
de acero. Raura soplaba con furia, su cara se hinchaba y la wakawak’ra bramaba como toro.
Al oír ese son taurino los k’ayaus se llenaban de coraje y gritaban: “¡Maypim chay Misitu
Carago!” (Dónde está ese Misitu) El 25 de Julio todo K’ayau hervía de valor y coraje. Los
indios, sea como sea, tenían que torear si no es en la plaza de toros, aunque sea en la iglesia.
Saldrían a la media noche, cada cual con su lazo y fiambre.
Reunidos al extremo de la iglesia partieron detrás del layk’a y después de los varayok, el
Raura y el Tobías. Algunos mistis salieron para verlos. Pancho Jiménez rogó en vano a los
policías que lo llevaran a despedir a los valientes indios aunque sea con grilletes. Tras la
negativa, caminaba furioso de aquí para allá dentro del calabozo. Se preguntó con respecto
al gobierno: “¿Para qué se meterá en la vida de los pueblos? ¿Quién friega de aquí al
gobierno?”. Luego se hizo encerrar en un cuartito más oscuro.
Desde las quebradas de las punas, desde las cumbres, ronco se escuchaba el turupukllay
de los wakawak’ras. Los indios k’ayaus que iban eran por lo menos seiscientos. Don Julián
Aragüena montado en un overo corría junto con los curiosos a despedirlos.
Cuando los k’ayaus aparecieron en K’oñani, los vaqueros le salieron a su encuentro. El
varayok de K’ayau expuso al vaquero mayordomo Kokchi que venían a llevar al Misitu y
que el auki K’arwarasu lo autorizaba. El vaquero miró con sumo respeto al K’arwarasu y
aceptó resignado y ordenó la despedida del toro. Las mujeres de K’oñani lo hicieron llorando.
El vaquero y el varayok brindaron con cañazo.
Luego todos los k’ayaus entraron a la quebrada Negromayo. Se distribuyeron en el prado
que estaba a orillas del río. El layk’a se paró solo en la pampa. Miraba de aquí para allá. En
eso, los k’ayaus gritaron: “!Toro, toro! ¡Misitu está corriendo!”. El layk’a se volteó con
dirección al vacuno. Levantó su brazo. En el preciso instante, cual gato montés, el Misitu
brincó de la quebrada a la pampa con su cogote levantado y sacudiendo la cabeza. Corría
decidido a cornear a quien sea. “!Só, salk’a¡ ¡Só, carago¡ ¡Sáyay¡” dijo el layk’a y estiró el
brazo. Sin hacer caso la orden del layk’a, el toro clavó sus astas en el pecho del layk’a. Le
sacudió, le tiró al suelo y le hizo dar vueltas. El Misitu estaba endiablado, volvió donde
estaba, escarbó el suelo con sus patas, bramó con furia, volvió donde el layk’a que intentaba
pararse, le rajó la barriga y la entrepierna. El layk’a murió.
Con sumo cuidado y sin ser visto por el toro el Raura tiró su lazo y le dio justo en las
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astas. El Misitu se encabritaba, sacudía su cabeza laceada. El varayok también laceó, el
animal volteó y arremetió contra él, pero ahí estaba Raura que lo jaló apoyado a la keñwa.
Los otros comuneros también lacearon y algunos llevaron el cuerpo del layk’a al pie de una
k’eñwa. El Tobías tocó la wakawak’ra que animó a los indios. El Misitu se cuadró en un
rincón. Los demás lo vieron de lejitos. “Ahistá Misitucha” señalaba tranquilo Raura. “Era
gateado, color pardo oscuro”, aunque no era tan enorme, su cogote estaba bien crecido y
redondo, sus astas gruesas y filudas. Seis lazos colgaban de las astas del toro: tres para
arrastre tres para tiemple de atrás. Turnándose de distancia en distancia traían al Misitu. Un
poco detrás de ellos cuatro k’ayaus cargaban en una camilla de k’eñwa el cuerpo del layk’a.
Cuando salieron de la quebrada el varayok derramó aguardiente al k’eñwal de Negromayo
como pago por el Misutu. Cuando ya anochecía llegaron al abra de Pedrork’o. Quitándose el
sombrero el alcalde miró al Auki K’arwarasu. En el coso ya habían ganados bravos que
otros ayllus habían traído, por su parte.
El vaquero Kokchi se adelantó al pueblo para avisar a su patrón don Julián que al Misitu
lo estaban trayendo los k’ayaus. Asombrado, incrédulo y pensativo Julián Aragüena no sabía
qué hacer. Mientras su vaquero Kokchi esperanzado en su patrón imaginó la liberación del
Misitu. Don Julián recordó entonces que si los k’ayaus traían a su toro él perdía diez docenas
de cerveza a favor de don Pancho que estaba detenido. Kokchi lloraba por el toro y
Aragüena ordenó hacerlo en la cocina. De un puñetazo tumbó a su mayordomo Fermín y lo
revolcó a patadas por haber sido cobarde aquella vez cuando él como dueño intentó traer al
salk’a. Dejándolo medio muerto, partió rumbo al cuartel a decirle a don Pancho que Misitu
ya bajaba a Puquio. Cuando quiso entrar le impidió un cabo argumentando que tenía que
pedirle permiso al subprefecto. Aragüena fue al despacho de la autoridad. Allí estaban los
chalos renegados del Centro Unión Lucanas: el estudiante Escobar, Guzmán, el chofer
Martínez, Tincopa, Vargas, apoyando al subprefecto su idea de hacer la corrida a la limeña.
Don Julián Aragüena pidió venia al subprefecto para entrevistarse con Pancho Jiménez. El
motivo era simple: decir que había ganado la apuesta y que lo felicitaba. El hacendado se
peleó con los del club. El subprefecto autorizó y cuando ya estaba en la celda de don Pancho,
la autoridad a traición ordenó el encierro del visitante. El estudiante Ecobarcha y sus
compañeros felicitaron al subprefecto. Allí también estaba el torero español Ibarito y dijo
que el inicio con pelea era mala seña para la corrida. Tampoco quería ver de noche al toro.
Desde la cumbre, muy machos los k’ayaus se anunciaban con las wakawak’ras. Guzmán
del Centro Lucanas dijo: “Necesitaríamos mil años para salvar a los indios de las
supersticiones.” Ellos se creían civilizados y superiores a los indios, procediendo de padres
indios. Hablando estas cosas iban al encuentro de los k’ayaus. En el encuentro
hipócritamente se abrazaron con los campesinos. Cuando el varayok ordenó cambio de
sujetadores del Misitu los del club querían coger el lazo pero pensaron que sus manos se
desollarían y desistieron. Sólo Martínez lo hizo. Con él los k’ayaus llegaron al pueblo. El
tumulto que llegaba con toro y wakwak’ras alborotó al pueblo. Los perros empezaron a
ladrar como aullando. “!Qué viva K’ayau¡!” gritó Escobar. Luego arribaron por fin a la plaza
de Pichk’achuri, donde estaba el coso. Allí descanzaría el Misitu. Faltaba poco para
amanecer.
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XI. YAWAR FIESTA.
Llegado el día 28 de julio de todos los distritos cercanos y como nunca a pie y a caballo
arribaban a Puquio para ver el Yawar Fiesta, el gran yawar p’uchay, en el que se retaban
K’ayau y Pichk’achuri. Indios y mistis llegaron temprano para encontrar sitio en la plaza.
Los llegados antes que nada corrían al coso para ver a Misitu. La plaza reventaba de gente,
pero más antes que la caterva de curiosos, quien al rayar el alba saludó al Misitu fue el
vaquero Kokchi. Le habló llorando. Los indios que lo escuchaban chakchaban sus cocas en
silencio ocultando sus penas por el toro. Luego llegaron más personas que desde temprano
buscaron y encontraron el mejor sitio. Nadie quería moverse para nada de su sitio. Llegaron
también los mistis y los guardiaciviles. Los comuneros al saber que un misti rubio costeño
torearía por los mistis y los chalos, comenzaron a hablar alto pidiendo a los mistis a torear
por su cuenta y no con apoderaditos. Todo desafiante el varayok de K’ayau gritó: “¡Que
entren los Werak’ochas si hay valor!”, “¡Que entren principales!”o ¡Acaso indio
apoderadito!” Todos los k’ayaus estaban ebrios porque toda la noche había tomado cañazo en
la plaza K’ayau k’ari (varón) “¡yu pacito!” decían “¡claro tayta!” ¡Nada, nada, extranguero!
¡Misitu es para endio! El desafio estaba hecho. Por K’ayau estaban los toreros: Raura, Tobías
y Wallpa y por el de Pichk’achuri, pararon K’encho y “Honrao” Rojas.
Los del “Centro Lucanas”, se reunieron porque podría ser que a su torero Ibarito talvez la
gloria lo quiten los toreros indios, eso era preocupante. Las calles, incluido el jirón Bolívar
hervía de gente. En las puertas de la casas flameaban las bandera peruanas. Las campanas de
la iglesia repicaban llamando a la misa. Los del centro visitaron al subprefecto, preocupados
informaron del coraje de los indios; pues estos por haber traído al Misitu, exigían su derecho
a torear. El representante del gobierno los calmó diciéndoles que al primer indio que salga a
torear se le baleará.
Entonces, estaba terminantemente prohibido que los indios toreen.Hizo informar a los
indios por medio de los varayok. Ellos no aceptaban la amenaza. Los del club Lucanas
preocupados decían: “Sí Ibarito comienza toreando bien y capea con voluntad; los indios se
quedaran mirándolo”. Mientras el Yawar Fiesta estaba a punto de estallar. Los detenidos don
Julián Arangüena y Pancho Jiménez conversaban y se amargaban por no estar viendo la
corrida.
Los corneteros de los cuatro ayllus empezaron a tocar el turupukllay verdadero, del yawar
punchay, “el canto grueso y triste de los wakawak’ras… sacudía esa tarde el corazón de los
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principales, los alocaba, se reunían para ir, hacían cargar aguardiente y cerveza a la plaza, se
entusiasmaban…”
Las autoridades y los vecinos principales venían al coso abriéndose campo. El torero, con
su capa y su vestido de luces reverberaba, los del centro Lucanas venían detrás. El torero
español Ibarito II, aquel a quien el alcalde, los del Centro Lucanas y otros mistis lo
contrataron con 500.00 soles desfilaba gallardo y valiente con su uniforme de torero
profesional por el jirón Bolívar. Los mistis lo miraban con admiración y los indios con
curiosidad. Llegó al coso y se acercó al Misitu. El sitio de lso mistis eran palcos hechos pro
los indios. Todo el ruedo o coso estaba atorado de indios que no querían moverse. En vano
los guardias y los tenientes querían detener, golpeaban empujaban pero los indios se filtraban
por cualquier sitio. Las mujeres empezaron a cantar al son de los Wakawak’ras una canción
titulada “Wak’raykuy”:
“¡Ay turullay turu, ¡Ay, toro, toro,
wak’raykuyari, cornea pues,
sipiykuyari mata pues
turullay, turu!” toro, toro!
Escuchando el bramido de los wakawak’ras Ibarito ya estaba con miedo - señor Escobar -
dijo refiriéndose al Presidente del Centro Lucanas: - ¿No podrían taparles el hocico a esas
mujeres?, cantan como si ya estuvieran viendo mi cadáver”,- Imposible - respondió
Escobar.
La concurrencia miraba el lugar por donde saldría el toro. Cuando las mujeres callaron,
los corneteros empezaron a tocar el “jaykuy” que subía al cielo. De pronto, saltó el Misitu al
ruedo taurino. Se fue de frente. Se paró al medio de la plaza, con el cogote levantado y los
cachos hambrientos de sangre humana. Los toreros K’encho, Tobías, Wallpa y Honrao Rojas,
se alistaban, pero apareció Ibarito. “¡Bravo!” Los mistis aplaudían. El Misitu se enderezó
bien, hacia el lado del torero. Ibarito se acercó al toro, cuidándose y mirando, a pasos lentos.
Los mistis y del Centro Lucanas, soberbios ante los indios, exclamaron “¡Viva Ibarito¡ ¡Viva
el gran torero!”. El Misitu arañó el suelo, levantó polvo con sus patas, dio el primer brinco y
corrió con dirección al torero con una bravura extrema.
Con su capa lista y sus piernas en el suelo esperaba Ibarito. Levantó la capa y cuando
Misitu seguía corriendo contra él, tiró la capa al Misitu hasta taparle la cara. De tres saltos
llegó a esconderse mientras el toro pisó la capa y con sus cachos la rajó por todas partes.
“¡Maula carago! ¡k’anra! ¡Atatau carago! ¡Maricón carago!” gritaron lo toreros indios al
matador costeño y profesional que se orinaba de miedo. Entonces el mismo alcalde Antenor
aquel que se opuso al torero de los indios, ordenó que entraran los toreros indios Wallpa con
su poncho rojo y sus hojotas corrió de frente al Misitu. Este cargó y Wallpa esquivó la
cornada con maestría. La gente miraba con la respiración detenida. El toro volteó y lo
buscaba loco de rabia y ante la atenta mirada de la concurrencia, metió su asta izquierda en
la ingle de Wallpa, quien, ya cogido gritó; “¡Misitucha! ¡pierro!”. Su cuerpo estaba pegado a
la barrera. Los demás toreros trataron de distraer al toro. El Honrao lo jaló de la cola y
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cuando volteó hacia él le arrojó su poncho bermejo. El toro lo despedazó, fue entonces que,
el varayok de K’ayau alcanzó un cartucho de dinamita prendida al Raura. El valiente Wallpa
aún pudo pararse, pero de pronto se hincharon sus pantalones y a borbotones un chorro de
sangre se deslizó por el suelo y Wallpa cayó muerto.
Un dinamitazo soltado por Raura estalló muy cerca del Misitu. Este, con el pecho
perforado, sangrando y aún con vida buscaba cuerpo humano. Los wakrapukus tocaron la
tonada de ataque. Honrao Rojas se acercó al toro y le dijo “¡Muere pues, muérete salka!”. Al
presenciar aquello, el alcalde le dijo al subprefecto que estas eran las corridas indias, el
yawar p’unchay verdadero.
Fin.
D. PERFIL PSICOSOCIAL DE LOS PERSONAJES:
Como la novela presenta tres distintas clases sociales sus personajes también se
clasifican en tres grupos como sigue:
LOS INDIOS:
1. MAYWA: del ayllu Chaupi, el mejor cornetero, su casa estaba junto a Makulurumi y
desde allí soplaba su corneta todo el mes de julio de cada año.
2. TANKAYLLU: Danzak o danzante de tijera del barrio K’ollana.
3. KOKCHI: Vaquero de K’oñani que sirve a don Julián Aragüena y cuida a Misitu.
4. TOBIAS: Torero valiente del barrio K’ayau.
5. RAURA: Torero y laceador trejo del ayllu K’ayau, es el primero en lacear al Misitu en
su misma guarida y además el que acaba con la vida del toro de un dinamitazo.
6. LAYK’A: Brujo de Chipau que muere como pago en las alturas de K’oñani corneado
por Misitu.
7. WALLPA: Torero del ayllu K’ayau que muere corneado por Misitu, en el yawar fiesta
del 28 de julio.
8. HONRAO ROJAS: Torero del ayllu Pichk’achuri, que año tras año vencía a los de
K’ayau.
9. K’ENCHO: Valiente torero del ayllu Pichk’achuri.
10. LOS VARAYOK: Sin nombre alguno, son hombres de habla quechua, decididos,
sabios, honestos y respetados que organizan a su ayllu para labores de gran
envergadura como el arreo de Misitu y/o la construcción de la carretera a la costa.
LOS MISTIS:
1. ANTENOR MIRANDA: Alcalde de Puquio que hace sin murmurar la que dice el
subprefecto. Se opone radicalmente a la corrida india. Cuando cobardemente el
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torero que contrató se escapa del Misitu, autoriza el ingreso de toreros indios. Al final
de la novela comenta al subprefecto que esa era el yawar p’unchay verdadero.
2. EL SUBPREFECTO: Máxima autoridad política representante del gobierno
centralista. De origen costeño (Ica), hace todo lo posible para sabotear la corrida al
estilo indio, por considerarla salvaje. Como costeño desprecia a todo lo que es de la
sierra.
3. DON DEMETRIO: Vecino principal de Puquio que como buen ayayero del
subprefecto rechaza la corrida india. Es humillado por don Pancho Jiménez.
5. DON PANCHO JIMÉNEZ: Vecino principal de Puquio y siendo blanco es uno de los
principales defensores de la corrida al estilo indio, por lo cual es visto como un peligro
para los intereses de las autoridades y encarcelado hasta el fin de la corrida.
6. DON JULIÁN: Uno de los vecinos principales de Puquio, como todo gamonal es
abusivo y prepotente, dueño del territorio en el que se encuentra Misitu, por ende
dueño también del toro. Defiende la corrida india eso le geenra malos entendidos con
las autoridades, pero simpatía con los indios. El día de la corrida es también
encarcelado.
LOS OTROS:
IBARITO II: Torero de origen español, rubio a quien por quinientos soles los principales
de Lucanas a través del Club Unión Lucanas contratan, a fin de que toree profesional y
“civilizadamente”. Pero cuando se encuentra frente a frente con el Misitu corre y se
esconde.
MISITU: Toro legendario que enfrenta a dos ayllus (Kayau y Pick’achuri). Vive en el
K’eñwal Noegromayo de K’oñani. Su pasado es una leyenda, por eso todos lo temen
hasta el torero Ibarito II, pero de manera brava es traído por los k’ayaus y matado por
ellos mismos en la plaza de toros de Pichk’achuri.
TIEMPO. Los hechos transcurridos en la historia corresponden a los años 1920 – 1930.
F. INTENCIONALIDAD DEL AUTOR:
Exaltar la fuerza, coraje y bizarría del hombre andino quechua sustentado en el
trabajo colectivo y la ayuda mutua. Esto demostrado en la construcción de la carretera
a Nazca y el arreo y posterior muerte de Misitu.
Señalar la victoria cultural del pueblo andino frente a la prepotente imposición
costeña del gobierno, el subprefecto, algunos vecinos y los del centro Lucanas.
Describir la geografía del pueblo indio y presentar a sus clases sociales.
Mostrar la dramática contradicción cultural, política y social entre dos mundos: el
zorro de arriba (la sierra, de pensamiento incaico) y el zorro de abajo (la costa, de
pensamiento extranjero hispanista)
Referir el despojo abusivo y apoderamiento de las tierras comunales por parte de los
blancos mistis, quienes terminado sus minas se convirtieron en gamonales con ayuda
de los curas y las autoridades.
Señalar que la violencia, la mentira, el individualismo, el estupro, el racismo y la
brutalidad llegaron al mundo andino con los blancos.
Referir el sincretismo y la transculturación que se opera en el Perú de hoy. Hecho
palpable en el amestizamiento del indio en cholo (los del Centro Lucanas) y también
la indianización del gamonal blanco (don Julián y don Pancho)
Dar una auténtica visión de la cultura andina quechua en toda su complejidad.
Referir la imposición antidemocrática centralista del gobierno en los pueblos andinos
sin respetar sus costumbres y tradiciones.
El genial crítico literario, Antonio Cornejo Polar, sostiene que Yawar Fiesta “es la
primera tentativa de Arguedas en otorgar a su obra una dimensión del conocimiento
del mundo peruano en su peculiar, difícil y aterradora heterogeneidad”.
H. MANEJO LINGÜÍSTICO:
El etnólogo y reconocido narrador apurimeño, José María Arguedas Altamirano, en su
primera novela “Yawar Fiesta” hace uso de un castellano culto, directo y poético; pero,
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magistralmente, el castellano andino más conocido como el Quechuañol. Como se puede
ver: el título “Yawar Fiesta” (Fiesta de Sangre) y expresiones como: “Nu hay empusible
para ayllu, taytay. Capaz cerro grande también cargando hasta lamark’ocha”. “¡Só salk’a!
¡Só, carago! ¡Campu! ¡Maqt’a Tankayllu está entrando! ¡Misitucha! ¡Pierro!”
G. ESTRUCTURA EXTERNA:
“Yawar Fiesta” de José María Arguedas está presentada en XI capítulos, cada capítulo
marcado con cifras romanas y a la vez con título.
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1. CONCEPTO:
Se denomina así a la producción literaria en género narrativo que se desarrolló en la
década del 1960 en el Perú y alcanzó notoriedad nacional e internacional.
2. CARACTERÍSTICAS:
Moderniza e innova la narrativa peruana con la experimentación de las técnicas
narrativas modernas bajo el magisterio de Kafka, Joyce, Dostoievski y Faulkner entre
otros narrados vanguardistas del siglo XX.
Se proyecta hacia lo internacional o universal a través del “Boom” Literario
Latinoamericano.
Logra la producción de una novela total o completa que abarque todo un universo en
toda su complejidad política, social, cultural e histórica.
Pone mayor interés en Lima capital; sus barriadas y solares aristocráticos, pero
también el mundo andino con la técnica del realismo mágico.
Muestra con crudeza y realismo lacerante la vida de los marginados sociales en Lima.
Los escritores vivían una intensa agitación política cultural a raíz el triunfo de la
Revolución Cubana al mando de Fidel Castro y las muertes: del poeta y guerrillero
Javier Heraud (Puerto Maldonado, 1963) y del “Che” Guevara (Bolivia, 1967).
3. REPRESENTANTES:
Eleodoro Vargas Vicuña con “Taita Cristo” (1960)
Mario Vargas Llosa con “La Ciudad y Los Perros” (1963)
José Antonio Bravo con “Las Noches Unidas” (1968)
Miguel Gutiérrez Correa con “El Viejo Saurio Se Retira” (1869)
Edgardo Rivera Martínez con “Ángel de Ocongate”
Alfredo Bryce Echenique con “Huerto Cerrado” (1968)
Oswaldo Reynoso con “En Octubre No hay Milagros” (1965)
Julio Ramón Ribeyro con “Crónica de San Gabriel” (1961)
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“LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO”
A. CRONOLOGÍA DEL AUTOR:
JORGE MARIO PEDRO VARGAS LLOSA
1936: Nace el 28 de marzo en Arequipa, Perú. De la unión de
Ernesto Vargas Maldonado y Dora Llosa Ureta.
1937: Se muda con su familia materna a Cochabamba, Bolivia.
Estudia los cuatro primeros años de primaria en el
colegio La Salle.
1946: Se traslada a Piura, norte del Perú. Estudia en el colegio
Salesiano el quinto año de primaria.
1947: Viaja a Lima, donde estudia el sexto año de primaria y
los dos primeros años de secundaria en el colegio La
Salle.
1950: Ingresa al colegio militar Leoncio Prado de Lima, donde
estudia el tercer y cuarto año de secundaria.
1952: Regresa a Piura, donde termina la secundaria en el colegio nacional San Miguel.
Inicia su carrera literaria como columnista en periódicos locales.
1953: Vuelve a Lima e inicia estudios de Letras y Derecho en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos.
1955: Se casa con Julia Urquidi. Publica sus primeros cuentos. Trabaja como periodista en
las revistas Turismo y Cultura Peruana y en el suplemento dominical de El
Comercio.
1957: Gana, con su relato “El Desafío”, el concurso organizado por la Revue Française, lo
que le permite viajar a París.
1958: Se recibe de Licenciado en Literatura, con la tesis “Bases Para Una Interpretación
de Rubén Darío”.
1959: Le conceden la beca "Javier Prado" para hacer el doctorado en la Universidad
Complutense de Madrid. Gana el premio Leopoldo Alas (España) por su colección
de cuentos “Los Jefes”. Se muda a París donde vive cerca de siete años, trabajando
como profesor de español en la Escuela Berlitz, como periodista en la Agencia
France Press y en la Radiodifusión-Televisión Francesa.
1963: Publica su primera novela “La ciudad y Los Perros” y obtiene el premio Biblioteca
Breve. Con esta misma novela, gana el premio de la Crítica Española.
1964: Vuelve al Perú, donde realiza su segundo viaje a la selva. Se divorcia de Julia
Urquidi.
1965: Se casa con Patricia Llosa, en Lima, y regresa con ella a Europa.
1966: Publica su segunda novela “La Casa Verde”, su obtiene el premio de la Crítica
Española.
1967: Publica el relato “Los Cachorros”. “La Casa Verde” gana el premio Nacional de
Novela (Perú), y el Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallegos
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(Venezuela).
1969: Publica la novela “Conversación en La Catedral”.
1971: Publica “Historia Secreta de una Novela” y “García Márquez: Historia de un
Deicidio”, en ensayo literario.
1973: Publica la novela “Pantaleón y las Visitadoras”.
1975: Es nombrado Miembro de la Academia Peruana de la Lengua.Publica “La Orgía
Perpetua: Flaubert y Madame Bovary”, ensayo literario.
1977: Publica su novela “La tía Julia y el Escribidor”.
1981: Publica y estrena en Buenos Aires su pieza de teatro “La Señorita de Tacna”.
Publica su novela “La Guerra del Fin del Mundo” y su colección de ensayos “Entre
Sartre y Camus”.
1983: Toma parte, a petición del Presidente de Perú, Fernando Belaunde Terry, en la
comisión investigadora sobre los sucesos ocurridos en Uchuraccay, donde fueron
asesinados ocho periodistas por soldados peruanos, pero que para Vargas Llosa
fueron campesinos.
1984: Publica “Historia de Mayta”, novela.
1985: Gana el premio Ritz Paris Hemingway (Francia), por su novela, “La Guerra del Fin
del Mundo”.
1986: Publica y estrena en Lima su pieza de teatro “La Chunga” y la novela policial “¿Quién
Mató a Palomino Molero?”. Gana el premio Príncipe de Asturias de las Letras
(España).
1988: Funda en Perú el Movimiento Libertad y forma parte del Frente
Democrático(FREDEMO), con partidos políticos de la derecha, creando así una
opción para las elecciones presidenciales de 1990. Publica su novela erótica
“Elogio de la Madrastra”.
1989: Se oficializa FREDEMO y es lanzado como candidato presidencial a las elecciones
de 1990.
1990: Publica su libro de ensayos literarios “La Verdad de las Mentiras”. El 10 de junio,
en la segunda vuelta electoral, pierde las elecciones presidenciales y regresa a
Londres donde retoma su actividad literaria.
1992: Recibe el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Boston y de la Universidad
de Génova.
1993: Profesor invitado en la Universidad de Princeton para el semestre de primavera,
donde dicta un curso sobre Literatura Hispanoamericana. Publica su libro de
memorias “El Pez en el Agua”. Publica la novela “Lituma en los Andes” con la que
denigra al mundo andino y pese a ello, obtiene el Premio Planeta.El Gobierno
Español le concede la ciudadanía española.
1994: Obtiene el Premio Miguel de Cervantes, instituido por el Ministerio de Cultura de
España, como reconocimiento a su trayectoria literaria.
1996: Publica el polémico ensayo literario “La Utopía Arcaica. José María Arguedas y las
Ficciones del Indigenismo”.
1997: Visita la República Dominicana para realizar un trabajo de investigación sobre el
dictador Leonidas Trujillo. Se publica su novela “Los Cuadernos de don
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Rigoberto”.
2000: Presenta en Madrid y varias ciudades de España, su novela “La Fiesta del Chivo”.
2001: El Presidente del Perú, Dr. Alejandro Toledo le concede la condecoración Orden “El
Sol del Perú”, en el Grado de Gran Cruz con Diamantes, la más alta distinción que
otorga el Estado peruano,
2002: La Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, le otorga el grado de Doctor
Honoris Causa.
2003: Se publica su novela “El Paraíso en la Otra Esquina”. Se publica “Diario de Irak”,
con los artículos del reportaje sobre la guerra en Irak.
2006: Se presenta su novela, “Travesuras de la Niña Mala”, en Madrid (España).
2007: Publica “Odiseo y Penélope”.
OBRAS PRINCIPALES:
NARRATIVA:
– “La Casa Verde” (1966)
– “Conversación en La Catedral” (1969)
– “La Guerra del Fin del Mundo” (1981)
– “La Fiesta del Chivo” (2000)
– “El Paraíso en la Otra Esquina” (2003)
– “Travesuras de la Niña Mala” (2006)
ENSAYO:
– “García Márquez: Historia de un Deicidio” (1971)
– “La Orgía Perpetua: Flaubert y Madame Bovary” (1975)
– “La Verdad de las Mentiras: Ensayos sobre la Novela Moderna” (1990)
– “La Utopía Arcaica. José María Arguedas y Las Ficciones del Indigenismo” (1996)
– “El Lenguaje de la Pasión” (2001)
– “La Tentación de lo Imposible” ensayo sobre Los Miserables de Víctor Hugo (2004)
TEATRO:
– “La Huida del Inca” (1952)
– “La Señorita de Tacna” (1981)
– “Kathie y el Hipopótamo” (1983)
– “La Chunga” (1986)
– “El Loco de los Balcones” (1993)
– “Ojos Bonitos, Cuadros Feos” (1996)
– “Odiseo y Penélope” (2007)
MEMORIAS:
– “El Pez en el Agua” (1993)
PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS:
En 1959 gana el Premio Leopoldo Alas por “Los Jefes”.
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En 1962 obtiene el Premio Biblioteca Breve con su obra La ciudad y los perros. Con
esta misma novela obtiene en 1963 el Premio de la Crítica Española.
En 1967 obtiene los premios Nacional de Novela del Perú, el Premio de la Crítica
Española y el Rómulo Gallegos por su novela La casa verde.
En 1985 gana el Premio Ritz París Hemingway por su novela La guerra del fin del
mundo.
En 1986 gana el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
En 1988 recibe el Premio Libertad (Suiza) otorgado por la Fundación Max
Schmidheiny.
En 1994 Premio Cervantes de Literatura. Entre otros que superan el medio centenar.
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
En el nordeste brasileño, a finales del siglo XIX, se desencadenó una de las más
sangrientas rebeliones populares de la historia americana, llamada Guerra de Canudos.
Movimiento pacífico religioso que adquirió tintes políticos y pasó a ser considerado
subversivo por el gobierno, mientras se extendía por una de las áreas más necesitadas y
pobres del país.
Canudos era una pequeña hacienda abandonada del interior de Bahía, en un área de
difícil acceso. Allí se instaló a partir de 1893 Antonio Vicente Mendes Maciel, mejor
conocido como Antonio el Conselheiro. Antes, el beato había recorrido el sertão seguido de
una farándula de fieles. El Conselheiro comandó una quema de edictos de cobro de
impuestos y, después, se refugió con sus seguidores en Canudos.
El gobierno federal comenzó a enviar tropas para invadir la misérrima aldea, pero éstas
eran irremediablemente diezmadas por el tenaz bando de los beatos. En 1897, en el marco de
la cuarta incursión de tropas gubernamentales a la región, después de tres estrepitosos y
vergonzosos fracasos en los que la represión vino a confrontar armas rudimentarias con
sofisticados productos de la industria bélica germana, los militares federales desarrollaron
literalmente una guerra de exterminio, incendiaron Canudos, mataron a toda la población y
degollaron a los prisioneros.
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dijese la última palabra.
C. TRAMA ARGUMENTAL:
” O Anti-Christo nasceu
Para o Brasil governar
Mas ahi está O Conselheiro
Para delle nos livrar”
Tras esta rebelión contra la republica en Natuba, el Consejero y sus seguidores llegaron a
Canudos, donde estaba la hacienda del Barón de Cañabrava. Allí tuvieron que repeler a las
fuerzas del orden empecinados en desalojarlos de las tierras del ilustre Barón. Inferiores en
número, las fuerzas del orden emprendieron la retirada, pues, se dieron cuenta que nada
podían hacer contra aquella turba enardecida que vociferaba «¡Muera la República!». Cuando
semanas después se supo en Salvador que en una aldea remota llamada Natuba, los edictos de
la flamante República sobre los nuevos impuestos habían sido quemados, la gobernación
envió una fuerza de la Policía Bahiana a prender a los revoltosos y a capturar al Consejero.
Tras semanas de búsqueda lo hallaron en un poblado llamado Masseté, donde el Consejero
era reverenciado más que antes, ya que sus adictos interpretaron dicho tiempo como una
señal venida del cielo.
Una joven que había sido violada cuatro veces, y que se llamaba María Quadrado, se
unió al séquito del Consejero quien ya llevaba varias semanas establecido en Canudos,
porque el resto del país, según decía a sus seguidores el fanático religioso, había caído en
manos del Anticristo, es decir, en la República. Cuando Fray Joao Evangelista de Monte
Marciano se dirigió a Canudos a defender el rol de la Iglesia durante siete días, en medio de
una hostilidad sorda, se vio tratado de masón y protestante. Centenares de hombres pobres
seguían al Consejero, aldeas enteras quedaban sin habitantes; por eso, el cura Evangelista
exhortó a los yagunzos (seguidores del Consejero) a retornar a sus pueblos. Tuvo que salir
huyendo prácticamente porque la multitud enardecida se negó rotundamente.
Alguien dijo que esos yagunzos eran una secta político-religiosa subvertida contra el
gobierno constitucional del país, constituyen un Estado dentro del Estado pues allí no se
aceptan las leyes ni son reconocidas las autoridades, no es admitido el dinero de la
República. “La Iglesia ha perdido su autoridad allí por culpa de un demente que se pasa el
día haciendo trabajar a todo el gentío en la construción de un templo de piedra».
Cuando Leus Piedades, el abogado del Barón de Cañabrava, ofició al Juzgado de Salvador
que la hacienda de Canudos había sido invadida por maleantes, el Consejero llevaba allí tres
meses. Hasta aquel sitio cercado de montes pedregosos, llamado Canudos por las cachimbas
de canudos que fumaban antaño los lugareños, fueron llegando grupos de curiosos, de
enfermos, de pescadores, de vagos, de huidos, con la esperanza de que allí encontrarían
perdón, refugio, salud, felicidad. A medida que Canudos fue creciendo se fue construyendo
un gran templo de piedra que se consagró al Buen Jesús. El Consejero advirtió a sus
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seguidores, que la República seguiría mandando anticristos con uniformes y fusiles para
reprimirlos. Sin directivas específicas, pero en función de las enseñanzas del Consejero, la
vida se fue organizando, aunque no sin tropiezos; pero en general, la vida era pacífica y
reinaba un espíritu de colaboración entre los vecinos.
En tanto, Galileo Gall descansaba en un hotel de Queimadas, mientras hasta su habitación
llegaba un mitin del Partido Republicano Progresista de Epaminondas Goncalves, director del
periódico «Jornal de Noticias» y opositor del Barón de Cañabrava y todo sus esbirros
monárquicos. « ¿Tienen algo que ver con los intereses de los humildes las querellas retóricas
de los partidos burgueses?», se preguntaba Galileo Gall, mientras esperaba la hora de partir a
Canudos con Rufino, su guía a apoyar a los yagunzos. La repentina aparición de la policía
pareció truncar los proyectos del escocés, pues, le dieron una orden por la cual se le
expulsaba del país por «extranjero indeseable». En la antevíspera de su partida, dos hombres
al servicio de Epaminondas Goncalves lo fueron a buscar para llevarlo a un albergue donde
lo esperaba el director del «Jornal de Noticias». Goncalves propuso a Galileo que llevara
armas a los hombres de Canudos a cambio de la anulación de la orden de extradición. Era esa
la intención de Galileo Gall, y lejos de interesarse de cómo se había enterado aquel hombre
de sus actividades, le preguntó por qué estaba interesado en aquella causa. La respuesta fue
clara: Bahía era un baluarte de terratenientes retrógados, de corazón monárquico, pese a que
la República imperaba. Si lo de Canudos prosperaba los monárquicos de Bahía entrarían en
crisis perdiéndose así su poder, y eso lo beneficiaba a Goncalves como republicano
progresista que era. «Los enemigos de nuestros enemigos son nuestros amigos», concluyó
Epaminondas. Gall se preguntó si era ético para un revolucionario confesarse con un
politicastro burgués. “Sí, la conjura ayudaba a los yagunzos”, se respondió, y aceptó la
propuesta.
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Aunque el Consejero parecía más preocupado en
la construcción del Templo del Buen Jesús que por
la guerra, Joao Abade, Pajeú, Joao Grande y otros, se
preparaban para la batalla del juicio final, echando
mano de todos los recursos posibles. De vez en
cuando recibían una prédica del Consejero sobre los
temas de siempre: la superioridad del espíritu, las
ventajas de ser pobre y frugal, el odio a los impíos y
la necesidad de salvar a Canudos para que fuera la
tierra prometida, la segunda Jerusalén, refugio de
justos. Y realmente lo era, pues allí todos eran aceptados por igual: asesinos arrepentidos,
seres deformes que habían sido rechazados por sus familias, etc.
El León de Natuba era un ser deforme despreciado por su propia familia, había nacido
con las piernas muy cortas y la cabeza enorme, de modo que los vecinos de la ciudad de
Natuba pensaron que sería mejor que se muriera, pues, sería tullido y tarado. Sólo; lo primero
resultó cierto, ya que, para asombro de todos, aprendió a leer y escribir sin que nadie se lo
enseñara. “No se llamaba León, sino Felicio, pero el sobrenombre, como ocurría a menudo
en la región, una vez que prendió, desplazó al nombre. Le pusieron León tal vez por burla,
seguramente por la inmensa cabeza que, más tarde, como para dar razón a los bromistas, se
cubriría en efecto de unas tupidas crenchas que le tapaban las orejas y zangoloteaban con sus
movimientos. O, tal vez, por su manera de andar, animal sin duda alguna, apoyándose a la
vez en los pies y en las manos (que protegía con unas suelas de cuero como pezuñas o
cascos), aunque su figura, al andar, con sus piernas cortitas y sus brazos largos que se
posaban en tierra de manera intermitente, era más la de un simio que la de un predicador.
Así, no conoció el amor paternal, ni el fraterno, ni la amistad, pues los chicos de su edad le
tuvieron al principio miedo y, luego, repugnancia. Lo acribillaban a pedradas, escupitajos e
insultos si se atrevía a acercarse a verlos jugar. Los borrachos lo buscaban por las callejuelas
para divertirse o desafogarse. Jugueteaba horas con él, desnudándolo para comprobar si
debajo de la túnica ocultaba otras monstruosidades además de la que tenía a la vista,
subiéndolo sobre un caballo o pretendiendo cruzarlo con una cabra para averiguar qué
producía la mezcla”. Fue el Consejero quien lo libró de una turba que quería quemarlo, y se
lo llevó con él en su peregrinaje.
En tanto, en casa de Rufino, el guía que iba a llevar a Galileo Gall hasta Canudos para
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entregar las armas a los yagunzos, se ha marchado a ver un trabajo que le han ofrecido y lo
mantendrá fuera durante cuatro días. Jurema, su mujer, muestra su satisfacción ante este
hecho ya que no quiere ver a su marido comprometido en tales acciones. Sorpresivamente
tres hombres asaltan la vivienda y, aun cuando Gall logra dar muerte a dos de ellos, el tercero
logra apoderarse de las armas y huir. En un arrebato brusco, incontenible, incomprensible,
Galileo viola a Jurema tras de diez años de no tocar a una mujer.
Después de una ardua batalla sostenida contra los hombres del Consejero, el Mayor
Febronio de Brito y un puñado de soldados sobrevivientes se ven aplastados por las fuerzas
del santo. Así, la segunda expedición enviada por las autoridades de Bahía, caía ante aquellos
hombres mal artillados, pero a quienes movía una fe fanática inquebrantable. La victoria no
fue fácil, pues, muchos yagunzos habían sido despedazados por los cañonazos de los
enemigos, pero, el ataque sorpresivo de hombres, mujeres, niños y viejos que cayeron como
un alud, inclinó la batalla en favor de los seguidores del Consejero. “No dieron tiempo a los
soldados a salir del estupor de ver de pronto, en ese llano, la masa vociferante de hombres y
mujeres que corrían hacia ellos como si no hubieran sido ya derrotados. Cuando el susto los
despertó, los sacudió, los puso de pie y cogieron sus armas, ya era tarde. Ya los yagunzos
estaban sobre ellos, entre ellos, detrás de ellos, delante de ellos, acuchillándolos,
apedreándolos, clavándolos, mordiéndolos, arrancándoles los fusiles, las cartucheras, los
pelos, los ojos, y, sobre todo, maldiciéndolos con las palabras más extrañas que habían oído
jamás». Pocos militares lograron escapar.
Galileo descubre que quienes le robaron las armas, son bandidos enviados por
Epaminondas Goncalves. Lo había engatusado, pues, le había propuesto facilitar armas a los
hombres del Consejero, pero lo que buscaba era asesinarlo antes que pudiera lograr su
cometido y así, hacer un escándalo comprometiendo al Estado de Bahía por su ineficacia al
permitir que un extranjero traficara con armas. En la Asamblea Legislativa del Estado de
Bahía, se arma un enfrentamiento verbal hasta corporal. Los Republicanos Progresistas de
Epaminondas Goncalves acusan al Gobernador Luis Viaña de consentidor y al Barón de
Cañabrava de conspirador.
Cuando Rufino regresó de Itiuba una vez terminado su contrato con la gente del
Ferrocarril de Jacobina, encontró su casa deshabitada, y un rumor que lo enfureció. Se decía
que ha hubo un tiroteo y muertos en su casa y que su mujer se ha fugado con un forastero de
pelos rojos. Rufino va a Queimadas a ver a su madre, quien le confirma dichos rumores. Le
cuenta que Caifás, el único sobreviviente que se apoderó de las armas cuando atacaron su
casa, trató de matar a Galileo, pero que la oportuna intervención de Jurema evitó que el
sicario cumpliera su cometido: “Caifás quiere verte, quiere explicarte. Es tu amigo, quiere
explicarte. No venían a matarte a ti. Ni a ella. Iban a matar al forastero solamente. Pero él se
defendió y mató a dos. Ella lo salvó, ella le cogió las manos a Caifás. Se fue con él,
abrazándolo, apoyada en él”, concluye su anciana madre.
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indemnes los tentáculos de su poder. “Eso significa que el Barón es más inteligente que sus
amigos”, se limitó a decir Moreira César.
Jurema se une a unos cirqueros llevándose con ella a Galileo, quien se hallaba mal herido
por la disputa sostenida con Caifás. Estacionados en Ipuriará, Jurema recibe la visita de
Caifás, quien llega a un arreglo con la mujer. El sicario parte llevándose el cabello de Gall,
que Jurema había recortado, así como un loco del lugar que había asesinado a unos niños. La
intención de Caifás es evidente: entregará a Epaminondas Goncalves el cadáver del orate
haciéndolo pasar por el de Galileo Gall. En una entrevista que sostiene Rufino y Caifás, el
primero de ellos recrimina al sicario por no haber dado muerte a Galileo Gall, y por haber
engañado a Epaminondas Goncalves haciéndole creer que el extranjero estaba muerto. “Sí yo
lo hubiera rematado, allá en Ipupiará, te hubiera ofendido a ti, impidiéndote lavar la
mancha”, se defiende Caifás.
Mucha gente, aun la madre de Rufino, marchan de sus lugares rumbo a Canudos en busca
del Consejero. La preocupación del Barón de Cañabrava es la de todos los grandes
hacendados que ven marcharse a sus trabajadores con toda su familia. Cientos de familias
que abandonan trabajo, animales, casas, todo ¿y para qué? Para esperar en Canudos el
Apocalipsis. Muchos hombres son apresados por no haber declarado sus armas al Sétimo
Regimiento, tal como lo indicaba la ordenanza. Algunos de los detenidos piden que les den
un tiro en la cabeza, pero el Coronel Moreira César se limita a responderles que él no gasta
municiones en traidores a la República.
Ante una señal del oficial, dos soldados desenvainan sus facas del cinto, y con
movimientos idénticos, cogen, cada cual con la mano izquierda, los pelos de un prisionero,
de un tirón le echan la cabeza atrás y lo degüellan al mismo tiempo de un tajo profundo.
Todos los oficiales presentes, entre los que se cuentan Olimpo de Castro, Cunha Mattos y el
coronel Tamarindo, quedan atónitos al ver que Moreira César ni se inmuta ante tan cruento
espectáculo. Sus pensamientos parecen estar en otra parte. Cuando el capitán Olimpo de
Castro lo interroga sobre el motivo de su preocupación, Moreira César habla como si tuviera
un cuerpo extraño en la boca: “El tiempo que huyan antes de que lleguemos”. Un ataque de
epilepsia pone fuera de mando al legendario coronel, en quien estaban puestas las esperanzas
para acabar con la insurgencia religiosa establecida en Canudos.
El doctor Souza Ferreira determina que el desgaste físico y nervioso de los últimos días,
han llevado al enfermo a un estado tal que era imposible evitar, que aquel ataque se repitiera,
después de dos años, justamente en aquel momento en que su presencia resulta de vital
importancia. Tras una corta deliberación, los oficiales acuerdan trasladar al enfermo a
Calumbí propiedad del Barón de Cañabrava, a riesgo de que Moreira César se sienta ofendido
de permanecer en casa de uno de los jefes de la subversión monárquica.
Mientras tanto en Canudos, ante la anunciada llegada del Regimiento del Ejército
Federal, Pajeú, un hombre que tenía una gran cicatriz en el rostro, es comisionado para espiar
y hostilizar a las tropas de Moreira César en su avance hacia Canudos. Por su parte, Joao
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Grande, aquel musculoso negro que llevaba ya quince años acompañando al Consejero, había
logrado, con la ayuda del comerciante Antonio Vilanova, reunir cerca de cuatrocientos
miembros para integrar la Guardia Católica que se le había encomendado dirigir. Un
domingo más tarde, la Guardia Católica recorrió en procesión las calles de Canudos entre una
doble valla de gentes que los aplaudían y los envidiaban. A la madrugada siguiente llegaba
hasta Joao Abade un mensajero de Pajeú a informar que el ejército enemigo tenía mil
doscientos hombres varios cañones y que al coronel que lo mandaba le decían
Cortapescuezos.
Rufino abandona Queimadas después de incendiar su cabaña, como buscando borrar con
este hecho la ofensa recibida por Gall y Jurema. Cinco días después se le ve por Ipupiará,
hasta donde lo ha llevado su sed de venganza. En su obsesionada búsqueda, Rufino encuentra
a los hombres de Pajeú, quienes le proponen que se una a ellos. El pistero se niega
explicándoles lo que le ha acontecido y lo dejan marchar. A la mañana siguiente llega a
Casancao casi al mismo tiempo que la soldadesca de Moreira César. Un herrero del lugar le
informa que no hace mucho pasó por el Cansacao el circo, al cual se han unido Jurema junto
que Galileo Gall y un enano del circo. Rufino no puede ocultar la satisfacción de saber que
anda cerca de sus presas.
Mientras tanto en Calumbí, el Coronel Moreira César no puede ocultar su disgusto por
tener que permanecer, a pesar de las constantes atenciones que recibe, en casa del Barón de
Cañabrava. A Moreira César le parece ridículo que faltando cuatro años para que comience el
siglo veinte, todavía haya alguien que se jacte de llevar el título de Barón. Es por eso que,
una mañana montó en su caballo blanco y partió, seguido de su escolta, en busca de sus
soldados. En tanto, el Mayor Febronio de Brito hace lo imposible por proteger el ganado que
se le ha encomendado. Las reses van cayendo una tras otra, envenenadas, víctimas de los
dardos de los yagunzos. “Han bastado las dos primeras reses alcanzadas para que descubran
que esas víctimas no son ya comestibles, ni siquiera por quienes en todas las campañas que
han vivido juntos aprendieron a comer piedras. Los que probaron esas reses comenzaron a
vomitar de tal modo y a padecer tales diarreas que, antes que los médicos lo dictaminaran,
supieron que los dardos de los yagunzos matan doblemente a los animales, quitándoles la
vida y la posibilidad de ayudar a sobrevivir a quienes venían arreándolos. Desde entonces,
apenas cae una res, el Mayor Febronio de Brito la rocía con kerosene y le prende fuego.
Enflaquecido, con las pupilas irritadas, en los pocos días desde la salida de Queimadas el
mayor se ha vuelto un ser amargo y huraño. Su mala suerte hace que sea suya la
responsabilidad de esos cuadrúpedos que caen en medio de elegías sonoras, que sea él quien
deba ordenar que los rematen y carbonicen sabiendo que esas muertes significan hambrunas
futuras. Ha hecho lo que estaba a su alcance para amortiguar el efecto de los dardos,
disponiendo círculos de patrullas en torno a los rebaños y protegiendo a las bestias con cueros
y crudas, pero, con la altísima temperatura del verano, el abrigo los hace sudar, demorarse y
a veces se desploman. Los soldados han visto al mayor a la cabeza de las patrullas que,
apenas comienza la sinfonía (sonido de los pitos que soplan los yagunzos preludiando el
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lanzamiento de los dardos), salen a dar batidas. El ejército de Moreira César, con éste a la
cabeza, llega a Monte Santo donde hace saltar puertas y ventanas a culatazos y patadas y
pronto empiezan a ver filas de vecinos arrastrados hacia cuatro corrales enmarcados por
centinelas. Allá son interrogados en medio de insultos y protestas. Un periodista miope del
Jornal de Noticias pregunta al Coronel Moreira César si era necesario convertir a todo Monte
Santo en enemigo en esos interrogatorios. «-Ya lo son, todo el pueblo es cómplice. El
cangaceiro Pajeú ha estado aquí en estos días, con una cincuentena de hombres. Los
recibieron en fiestas y les dieron provisiones. ¿Ven ustedes? La subversión ha calado hondo
en esta pobre gente, gracias a un terreno abonado por el fanatismo religioso», responde el
Coronel, a quien no se le nota alarmado. Al producirse un incidente en el cual tres soldados
violan a una muchacha, Moreira César pone a prueba una vez más su temple de soldado.
Después de azotar cruelmente a los culpables, advierte que el próximo caso de violación será
castigado con la pena de muerte, pues, casos como aquellos son los que dañan la imagen del
Ejército.
Mientras tanto, día a día más gente llega a Canudos a unirse al séquito del Consejero.
Antes de ser aceptados, el Beatito, como era costumbre, les tomaba el juramento de no ser
republicanos, ni aceptar la expulsión del Emperador, ni la separación de la Iglesia y el
Estado, ni el matrimonio civil, ni los nuevos pesos y medidas ni las preguntas del censo. Al
enterarse los yagunzos que el Barón de Cañabrava servía al Anticristo, ordenando a los
hacendados que dieran provisiones, caballos y mulas al Ejército, se decide arrasar Calumbí,
lugar donde habitaba el Barón. Pajeú es el encargado de comunicar el ultimátum al Barón,
quien valiéndose de todo tipo de argumentos trata de que los yagunzos cesen en sus
intenciones pero todo es inútil, pues, los hombres del Consejero saben que si Calumbí no es
destruida, les será más difícil defender Canudos cuando el Ejército llegue a combatirlos. Así
pro orden de Pajeú se quema la hacienda Calumbí. Ese hechp provoca la locura del al esposa
del Barón.
Galileo Gall, guiado por Ulpino, hombre de rasgos fuertes y piel cobriza que mascaba
tabaco, llega a Caracatá, un pequeño pueblo invadido de arbustos y cactus. Momentos antes,
un grupo de yagunzos habían masacrado a una patrulla de soldados, a quienes después de
darles muerte, colgaron de unos árboles para que sean picoteados por los urubús, en un
espectáculo que pone los pelos de punta a los hombres más inicuos. Allí el Caracatá también
se halla Rufino, quien ha llegado en busca de Jurema, a la que ha logrado capturar. Por
Ulpino, Rufino se entera de la llegada de Galileo a Caracatá. Ahora tiene en sus manos a los
que han mancillado su honor, y piensa que ha llegado la hora de saldar cuentas.
Enterado de la emboscada que han sufrido sus hombres, el Coronel Moreira César se
dirige a Caracatá. El Periodista Miope de “Jornal de Noticias” piensa que la casualidad lo
salvó de morir, pues sin saber por qué, se rehusó a acompañar al sargento rubio que
comandaba la patrulla que sucumbió a la furia de los yagunzos en Caracatá. El espectáculo
que encuentran en aquel pequeño pueblo los deja estupefactos: “En la cenicienta tarde que
comienza a ser de noche, vuelve a ver cómo el paisaje adquiere de pronto perfil
fantasmagórico, con esos extraños frutos humanos colgados de las umburanas y la favela, y
esas botas, vainas de sables, polacas, quepís, bailoteando de las ramas. Algunos cadáveres
son ya esqueletos vaciados de ojos, vientres, nalgas, muslos, sexos, por los picotazos de los
buitres o los mordiscos de los roedores y su desnudez resalta contra la grisura verdosa,
espectral, de los árboles y el color pardo de la tierra. Moreira César ha desmontado y lo
rodean los oficiales y soldados que cargaron tras él. Están petrificados. Todos observan y, en
las caras, al estupor, al miedo, van sucediendo la tristeza, la cólera. El joven sargento rubio
tiene la cabeza intacta -aunque sin ojos- y el cuerpo deshecho de cicatrices cárdenas, huesos
salientes, bocas tumefactas que con el correr de la lluvia parecen sangrar. Se mece,
suavemente”.
Desde ese momento, aun antes de espantarse y apiadarse, el periodista ha pensado lo que
no puede dejar de pensar, lo que ahora mismo lo roe y le impide dormir: la casualidad, el
milagro que lo salvaron de estar también ahí, desnudo, cortado, castrado por las facas de los
yagunzos o los picos de los urubús, colgando entre los cactos. Alguien solloza. Es el capitán
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Olimpio de Castro, que, con la pistola todavía en las manos se lleva el brazo a la cara. En la
penumbra, el Periodista Miope ve que otros oficiales y soldados también lloran por el
sargento rubio y sus soldados, a los que han comenzado a descolgar.Moreira César
permanece allí, presenciando la operación que se hace a oscuras, con el rostro fruncido en
una expresión de una dureza que no se le ha visto hasta ahora. Envueltos en mantas, unos
juntos a otros, los cadáveres son enterrados de inmediato, por soldados que presentan armas
en la oscuridad y disparan una salva en su honor. Después del toque de corneta, Moreira
César señala con la espada las laderas que tienen delante y pronuncia una arenga cortísima.
“Los asesinos no han huido, soldados. Están ahí, esperando el castigo. Ahora callo para que
hablen las bayonetas y los fusiles».
Galileo despertó de un prolongado sueño, pero en vez de encontrar a Ulpino, a quien vio
fue a Rufino, el cual tenía a Jurema atada de una soga al cuello. Ambos hombres discuten y
Galileo trata vanamente de hacer ver al pistero que el verdadero enemigo de ellos son los
soldados y que deben ahorrar esfuerzos para ayudar a los yagunzos. Rufino no entiende más
razón que la de lavar su honra. “Hablas mucho de los pobres, pero traicionas al amigo y
ofendes la casa donde te dan hospitalidad”, le dice a Gall. Estaban luchando ardorosamente
cuando aparecieron dos soldados quienes convencidos de que son yagunzos les disparan a
quemarropa pero sin efecto, llevándose luego a rastras a Jurema hacia unos matorrales secos.
Allí la mujer es violada por uno de los soldados. El otro no logró su objetivo, pues la fortuita
aparición de una partida de yagunzos comandada por el caboclo Pajeú, pone fin al conato.
Después de dar muerte a los dos hombres, Pajeú y sus hombres se retiran, habiéndose negado
el caboclo a intervenir en la pelea que aún sostenían Rufino y Galileo Gall, quienes terminan
matándose mutuamente. “–Es cosa de hombres, Jurema. Tú los metiste en eso. Déjalos
donde los pusiste, que resuelvan su negocio como dos hombres. Si tu marido se salva te
matará y si muere su muerte caerá sobre ti y tendrás que dar cuenta al Padre. En Belo
Monte el Consejero te aconsejará para que te redimas. Ahora márchate porque aquí se viene
la guerra”, le dice Pajeú antes de irse. La guerra tan esperada a la que se refiere Pajeú ya
había llegado. Los cañonazos de las huestes de Moreira César habían sorprendido a la
multitud congregada en Canudos, en la procesión más larga que María Quadrado recuerda
haber visto. El Consejero y su séquito habían desfilado por las calles de Canudos alentando a
toda su grey para que enfrenten con hidalguía y valentía al destino que les esperaba. El
pueblo estaba transformándose como si fuera a combatirse en cada casa. En el interior de las
viviendas, hombres, mujeres y niños abrían fosos o llenaban sacos de tierra. Todos tenían
carabinas, trabucos, picas, palos, facas, collares de balas, o cargaban guijas, fierros,
pedruscos. Los reiterados cañonazos eran el anuncio esperado por aquellos que desde hacía
tiempo atrás habían optado por el camino del Buen Jesús: el anuncio del fin del mundo. El
cañoneo aumenta y Canudos queda sepultado en una nube de humo que escala las faldas de
los cerros. Techos y paredes, alcanzados por incesantes explosiones, salen despedidas por
todas partes. El Coronel Moreira César no puede ocultar su preocupación al ver que los
yagunzos resisten las arremetidas de las compañías dirigidas por Olimpio de Castro, Cunha
Mattos y el Coronel Tamarindo.
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En un instante de desesperación, Moreira César monta en su corcel blanco para dirigir él
mismo el ataque. Unas balas mortíferas hacen blanco en él, destrozándole el vientre. En su
lecho de agonía, el bizarro militar arenga a sus oficiales para que continúen en aquella loca
guerra que está ya perdida. Los oficiales se rehúsan a obedecer las órdenes por considerarlas
una locura. Es entonces que el periodista del Jornal de Noticias escribe, por orden del
agónico Coronel, una “acta de infamia” en la que se hace constar que la retirada del sitio de
Canudos es decisión que se toma en contra de su voluntad, por subalternos que no están a la
altura de su responsabilidad histórica. Al morir Moreira César, sus subalternos toman la
decisión de retirarse, para así evitar que los sobrevivientes sean sacrificados en vano.
Jurema, después de cubrir con una manta de yerbas trenzadas los cadáveres de Rufino y
de Gall, parte acompañada de un enano en busca de un lugar seguro. Sin saber cómo, se ve
inmersa en medio de aquella vorágine, ve caer al Coronel Moreira César víctima de las balas
del caboclo Pajeú. En su loca fuga, Jurema y el enano topan con el periodista miope del
Jornal de Noticias quien se halla acompañado del padre Joaquín, a quien ha liberado de
manos de las huestes del malogrado Moreira César. El periodista miope tiene miedo, pues,
después de la derrota del Ejército Republicano, se siente desprotegido en aquellos lares
extraños donde fue testigo de la tardía retirada del ejército: “No le hicieron caso al Mayor
Cunha Mattos, no se retiraron anoche y lo hacen sólo ahora como quería el coronel
Tamarindo”, piensa. Será testigo también del innecesario ensañamiento con que los yagunzos
barren a las columnas que huyen despavoridas. Ve a los yagunzos “recogiendo los fusiles, las
municiones, las bayonetas, pero sus ojos no se engañan y desde el primer momento saben
que, además, esos grupos de yagunzos, aquí, allá, más allá, están también decapitando a los
cadáveres con sus machetes, con la aplicación con que se decapita a los bueyes y a los
chivos, y echando las cabezas en costales o ensartándolas en picas y en las mismas bayonetas
que esos muertos trajeron para ensartarlos o llevándoselas cogidas de los pelos. En tanto que
otros prenden fogatas donde comienzan a chisporrotear, a estallar, a chamuscarse los
cadáveres descabezados.
Nada de lo que ve y oye le sorprende lo asusta o interesa. Pero un momento después se
para en seco y, con la serenidad que ha alcanzado, se pone a escudriñar una de las cabezas
auroleadas por enjambres de moscas. No hay duda alguna: es la cabeza de Moreira César».
Ante la catástrofe que ha significado la caída del mejor Regimiento del Brasil, el Barón
de Cañabrava cita de urgencia a Epaminondas Goncalves para buscar un acuerdo que salve a
Bahía, pues, ante lo sucedido, es evidente que el Presidente Prudente del Moráis eliminará
toda forma de poder local por lo que Bahía se convertirá en un simple apéndice de Río. El
Barón ofrece al director del Jornal de Noticias y dirigente del Partido Republicano, el camino
libre para que pueda llegar al poder, solo, pues, le garantiza que él será el único candidato. A
cambio el Barón exige que no se toquen las propiedades agrarias ni los comercios urbanos.
Nada de confiscaciones ni expropiaciones que hagan peligrar la propiedad privada.
Mientras tanto en Canudos, casi no hay escombros en las calles. No había terminado la
procesión celebrando el triunfo contra los anticristos de la República, cuando ya estaba
Antonio Vilanova a la cabeza de piquetes de voluntarios organizando el entierro de los
muertos, la remoción de escombros y la reconstrucción de las cabañas, de los talleres y el
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rescate de las ovejas, cabras y chivos espantados. El ruido que produce la reconstrucción se
confunde con la voz monótona, afinada, del enano que llegó a Canudos con Jurema, el
periodista miope y el padre Joaquín. Este último es interrogado por Joao Abade sobre las
noticias que el cura ha traído de su viaje a Joazeiro. Las noticias son por demás alarmantes:
un contingente de más de nueve mil soldados, al mando del General Artur Oscar, viene a
Canudos por Queimadas y por Sergipe. Apesadumbrado, manifiesta también que estuvo con
el doctor Aguilar de Nascimento quien recomienda que lo único que pueden hacer es
dispersar a la gente y regresar todos a los pueblos de origen, antes de que ese ejército
blindado y bien armado llegue a Canudos. La vida para Jurema, el Enano y el Periodista
Miope, en Canudos, se le torna muy difícil, pues la pobreza de los yagunzos raya en la
desesperación. “Están más hueso y pellejo que nosotros”, murmuró el enano, quien nunca en
su vida había visto tantos mancos, ciegos, tullidos, tembladores, albinos, sin orejas, sin
narices, sin pelos, con tantas costras y manchas. Dentro de ese ambiente, el enano se sentía
un ser normal. El enano, con sus payaserías y recitaciones, conseguía algunos puñados de
farinha de maíz o de carne de chivo secado al sol que los mantenía vivos a los tres. Poco
después fue Antonio Vilanova quien los acomodó en un depósito donde se guardaban fusiles,
pólvora, morteros y cartuchos de dinamita y todas las armas arrebatadas del Ejército vencido.
El Periodista Miope, sumido en una ceguera debido a que se le habían roto sus anteojos,
estaba horrorizado de pensar que en cualquier momento sus dos amigos lo abandonarían. Así
permanecía, encogido, atento, esperando -no sabía por qué- recibir una patada, un bofetón, un
escupitajo.
En Queimadas es donde se halla acantonado parte de los soldados que han sido elegidos
para vengar a los patriotas muertos, a salvar a las instituciones humilladas y a restaurar la
soberanía de la República. El Teniente Pires Ferreira se lamenta de lo mal artillado que se
encuentran sus hombres. Piensa que esta vez al Ejército le puede suceder lo mismo que a los
hombres que acompañaron a Moreira César: los uniformes quedaron destrozados con el sol,
la lluvia y la polvareda, los soldados perdieron gorras y zapatos y tuvieron que andar
descalzos la mayor parte del tiempo. Sobre las deficientes armas asignadas a los soldados,
Pires Ferreira se limitó a decir al Teniente Pinto Souza: “Hay que seguir usándolos, sirvan o
no sirvan”. En este estado de ánimo llegó la noticia de que debían estar preparados, pues
partirían rumbo a Canudos.
Enterados del avance del Ejército, Pajeú sale de Canudos al frente de trescientos hombres
armados. Su misión es clara: hostigar el avance del enemigo con ataques sorpresivos y tratar
de enrumbarlos por el cerro de la Favela para emboscarlos, pues, allí, atrincherados, los
hombres de Joao Abade y Joao Grande, los acribillarán desde los cerros y llanos vecinos.
Joao Abade sabe que si los soldados no caen en la trampa y los deshacen, será muy difícil
impedir que entren en Canudos. Pero el Ejército Republicano, conocedor de la difícil
geografía de esos lares, así como de la destreza de los yagunzos para las emboscadas,
ramifican sus hombres en nueve grupos, dificultando así los planes de los yagunzos. Pajeú,
Táramela, María Quadrado, el viejo Macambira y Felicio, los hombres más experimentados,
multiplican sus esfuerzos produciendo muchas bajas en el enemigo; pero esto no impide el
inexorable y peligroso avance de los miles de soldados en cuyas mentes no anida otro
pensamiento que el de destruir Canudos. Y en ese pensamiento se halla concentrada la cabeza
del Sargento Fructuoso Medrado, quien entró al Ejército a los catorce años e hizo la guerra
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contra el Paraguay y peleó en las revoluciones que alborotaron al Sur desde la caída de la
monarquía. «Es un hombre enérgico con sus subordinados, a la primera se las ven con él. En
lugar de los castigos reglamentarios como: pérdida de salida, calabozo o varazos, el
Sargento prefiere los coscorrones, jalones de orejas, puntapiés en el trasero o aventarlos a la
charca lodosa de los cerdos. Estaban bien entrenados, lo han probado hoy. Todos se hallan
salvos, con excepción del soldado Corintio, quien se golpeó contra unas piedras y cojea. Es
flacuchento, camina aplastado por la mochila. Buen tipo, Corintio, tímido, servicial,
madrugador y Fructuoso Medrado tiene con él favoritismos por ser el marido de Florisa. El
Sargento siente una comezón y se ríe para sus adentros. “Qué puta eres Florisa, piensa. Qué
puta para que, estando tan lejos y en una guerra, seas capaz de parármela”. Tiene ganas de
reírse a carcajadas con las burradas que se le ocurren. Mira a Corintio, cojeando, jorobado
bajo la mochila, y recuerda el día que se presentó con el mayor desparpajo al rancho de la
lavandera: "O te acuestas conmigo, Florisa, o Corintio se queda todas las semanas con
castigo de rigor, sin derecho a visitas”. Florisa resistió un mes; cedió para ver a Corintio, al
principio, pero ahora, cree Fructuoso, se sigue acostando con él porque le gusta. Lo hacen en
el mismo rancho o en el recodo del río donde ella va a lavar. Es una relación de la que
Fructuoso se ufana cuando está borracho. ¿Sospechará algo Corintio? No, no sabe nada. ¿O
se hace, pues, que puede hacer contra un hombre como el Sargento que es, además, su
superior?»
El Sargento Fructuoso va a la cabeza de sus hombres porque piensa que si se pone atrás,
estos pueden flaquear, nerviosos como andan por esa oscuridad en la que en cualquier
momento brotan disparos. Fructuoso sabe que la oscuridad es una ventaja para el enemigo y
eso lo hace estar de mal humor. En uno de esos ataques traicioneros, tan desiguales, los
hombres del Sargento Fructuoso se ven emboscados. El Sargento, dando muestras de coraje,
arremete contra el enemigo cayendo en una trinchera yagunza. Una lanza curva lo atraviesa
de parte a parte. Pero sabe que no morirá, que se salvará; pero sabe también que necesita
ayuda y, donde se encuentra, no hay ningún soldado de su regimiento. Luego de una larga
espera, Fructuoso se emociona al ver a dos soldados que se avecinan. «-¿Me reconoce
Sargento? ¿Sabe quién soy? -dice el soldado que, estúpidamente en vez de acuclillarse a
desclavarlo, apoya la punta de la bayoneta en su cuello. -Claro que te reconozco, Corintio
-ruge-. Qué esperas, idiota. ¡Sácame esto de la barriga! ¿Qué haces Corintio? ¡Corintio! El
marido de Florisa está hundiéndole la bayoneta en el pescuezo ante la mirada asqueada del
otro, al que Fructuoso Medrado también identifica: Argemiro. Alcanza a decirle que,
entonces, Corintio sabía».
Hacía un mes que los soldados estaban en los montes de la Favela y la guerra se
eternizaba. Los bombardeos ciegos contra Canudos destruían manojos de casa,
despanzurraban a los viejos y a las criaturas, es decir, a quienes no iban a las trincheras.
Parecía que todo iba a marchar igual hasta que el León de Natuba descifró un mensaje
interceptado al Ejército por un muchachito que servía de espía, en el que se leía que tomarían
Canudos en la madrugada. Todos los intentos por cerrarle el paso a los republicanos son
inútiles, pues, a pesar de que éstos sufren muchas bajas, el número de soldados enviados a
debelar la insurrección es tan grande, que los empecinados yagunzos se sienten impotentes
para detener el avance. Los soldados poseen un cañón ancho, lo disparan a las torres y las
paredes del Templo del Buen Jesús, haciéndolo desaparecer. Es por eso que el viejo
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Macambira y sus once hijos se ofrecen de voluntarios para inutilizarlo; pero son sorprendidos
por los encargados de cuidar a aquel “dragón que vomita fuego” y mueren acribillados por la
fusilería.
Cuando Pajeú fue donde Jurema a pedirle que fuera su mujer, el Periodista Miope se
sintió horrorizado, pues, por su ceguera, dependía totalmente de aquella buena mujer que
había llegado a quererlo tanto como a un hijo. Además él estaa enamorado. En cambio, el
Enano pensaba que aquella unión resultaría provechosa, ya que como Pajeú estaba dispuesto
no sólo a cargar con la mujer sino también con aquellos dos lastres que la acompañaban, el
pequeño juglar veía así asegurada su ración de comida. El padre Joaquín hubo de intervenir
en el lance, pues como la muchacha se negó de plano, el padre no deseaba que aquel
exbandido se sintiera ofendido, ya que, como marchaba la guerra, su serenidad era
importante. Si la situación entre los yagunzos era agobiante, la de los republicanos no lo era
menos. “Se pudren antes de morir”, decía afligido e impotente el joven médico Teotonio
Leal Cavalcanti, encargado de cuidar a los soldados heridos. Cavalcanti se había hecho cargo
de tan crítica situación, debido a que su jefe inmediato, el doctor Alfredo Da Gama, había
muerto por accionar el cañón Krupp 34 cuya culata cerró mal por apresuramiento. Su pasión
por aquellas armas lo mató. Quienes presenciaron el accidente lo vieron volar varios metros,
cayendo de inmediato convertido en un informe montón de carne. Lo que más maravilla a
Cavalcanti es la velocidad con que se infectan las heridas, cómo en pocas horas el hervor de
los gusanos se hace presente y cómo inmediatamente empiezan a espumar pus fétida.
Cavalcanti piensa que más que una práctica de carpintero, “Algo ha aprendido en estas tres
semanas: los heridos mueren más en razón de la gangrena que de las heridas, los que tienen
más posibilidades de salvarse son aquellos que reciben el balazo o el tajo en brazos y piernas
-miembros separables- siempre que se les ampute y cauterice a tiempo. Sólo los tres primeros
días alcanzó el cloroformo para hacer las amputaciones con humanidad; en esos días era
Teotonio quien reventaba las ampolletas, embebía una mota de algodón con el líquido
emborrachante y lo sujetaba contra la nariz del herido mientras el Capitán-cirujano, doctor
Alfredo Gama, serruchaba, resoplando. Cuando se terminó el cloroformo, el anestésico fue
una copa de aguardiente y ahora que se terminó el aguardiente las operaciones se hacen en
frío, esperando que la víctima se desmaye pronto, de modo que el cirujano pueda operar sin
la distracción de los alaridos. Es Teotonio Leal Cavalcanti quien ahora serrucha y corla los
pies, piernas, manos y brazos de los gangrenados, mientras dos enfermeros sujetan a la
víctima hasta que pierde el sentido. Y es él quien, luego de haber amputado, cauteriza los
muñones quemando en ellos un poco de pólvora, o con grasa ardiente, como le enseñó el
Capitán Alfredo Gama antes del estúpido accidente”. Otro de los males que han tenido que
soportar los soldados son las picaduras de las caníbales hormigas “cacaremos”, cuyos
hormigueros los “yagunzinhos” se han encargado de hacer reventar entre los soldados que
descansan. El teniente Pires Ferreira, sin ojos y sin manos, es otra de las víctimas de aquella
sanguinaria guerra. En vano pide a Cavalcanti que por favor le pegue un tiro en la sien.
En esta guerra sangrienta, Antonio Vilanova juega uno de los papeles más importantes
para los defensores de Canudos, pues es él quien provee de alimentos y municiones a los
yagunzos. El ex comerciante asalta los convoyes de los republicanos con gran maestría. El
éxito se debe, sobre todo, a los informes que recibe, a la colaboración que los pisteros y
cargadores de los soldados, que son, la mayoría, yagunzos que se han hecho contratar en
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localidades diversas, de Tucano a Itapicurú. Cuando Joao Abade le informa que ya los
republicanos están decididos a atacar Canudos, el ex comerciante y su hermano Honorio
toman las armas y comienzan junto a otros líderes, a organizar la defensa de lo que será la
guerra total. La resistencia se realiza con firmeza y entrega en todas las posibles vías de
acceso a la ciudad, pero la superioridad numérica y armamentista de los republicanos
comienza al fin a inclinar la lucha a su favor. A cada instante, los yagunzos comienzan a
ceder terreno, dejando en el camino cadáveres, heridos y sobre todo, coraje y hombría. Ya en
el centro de la ciudad, la lucha se torna sanguinaria; en la confusión de vítores, de mueras a
la República y a los otros por parte de los soldados, se aprecia a mujeres, niños y ancianos
llenando baldes y cajas de arena para apagar los cuantiosos incendios que aparecen por todos
lados como producto del incesante bombardeo. Todo alrededor es polvo, carreras,
desbarajuste, entre casas con techos desfondados, fachadas acribilladas y ennegrecidas por el
humo y otras desmoronadas o removidas. El gran almacén de las municiones parece, por
ausencia de éstas, haber triplicado de tamaño. En un rincón del almacén el periodista miope,
el León de Natuba y la “Madre de los Hombres”, María Quadrado, se hallan agazapados,
presos del terror de ser aplastados en cualquier instante.
En ese momento de estupor, y ante la borrosa figura del León de Natuba, el Periodista
Miope cayó en la cuenta de que él también era monstruo, tullido, inválido, anormal. Pensó
que no era accidente que estuviera donde habían venido a congregarse los desgraciados, los
anormales, los sufridos del mundo. Era inevitable, pues, era uno de ellos. Cuando el techo del
almacén voló por los aires por el impacto de una explosión, Joao Grande diose cuenta de que
había llegado el momento de sacarlos de ahí y llevarlos al Santuario del Buen Jesús
Consejero. Allí el periodista miope percibió la borrosa figura del padre Joaquín, quien
armado de un fusil, dejaba ver una imagen enflaquecida y avejentada por los estragos de la
guerra. “Ya los tenemos encima”, murmuró tristemente el cura. Casi enloquecido, el
Periodista Miope salió del Santuario dando tumbos en busca de Jurema y el enano, gritando:
“Voy a buscar a mis amigos, quiero morir con mis amigos”. Como escuchado por el Dios de
los hombres, el Periodista Miope tropezó con ellos en la puerta del Santuario.
Cuando parece que todo para los yagunzos está terminado, el ataque de los soldados cesa
por completo. A pesar de que muchos de sus oficiales se hallan en desacuerdo, el general
Artur Oscar, militar de alto rango al mando de la expedición republicana, ordena a sus
hombres el cese del fuego, pues, considera que continuar el asalto hubiera significado el
aniquilamiento. Han tenido mil veintisiete bajas, la tercera parte de sus fuerzas. Veintitrés
oficiales muertos, entre ellos, los coroneles Carlos Telles y Serra Martins. Después de hacer
un recuento de la situación se llega a la conclusión de que sólo la quinta parte de Canudos ha
sido lomada y que si en vez de tres mil, hubieran sido cinco mil soldados, Canudos estaría en
poder de los Republicanos. El General Artur Oscar recorre todas las guarniciones
acantonadas impartiendo ánimos entre los heridos y a todos aquellos valerosos defensores de
la República, quienes se hallan aletargados por el hambre y el cansancio. Entre toda esa
miseria humana que lo rodea, el General Oscar siente renacer sus ánimos al ver la heroica
labor del doctor Cavalcanti, aquel joven a quien días antes ni conocía y que se presentó ante
él para decirlo: “He matado a mi mejor amigo y quiero ser castigado”; se refería al Teniente
Pires Ferreira. El hambre es apremiante entre la soldadesca, y más aún cuando los yagunzos
roban cientocincuenta reses que iban destinadas a alimentar a la tropa. La moral de los
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soldados decae considerablemente por la falta de alimento. Los hombres comen las sobras y
los perros que capturan y hasta tuestan hormigas y se las tragan para aplacar el hambre.
Hundido hasta el cuello en esa miserable región, el General Artur Oscar maldice la hora en
que aceptó ese comando. Tres generales habían rehusado aceptarlo. Ahora entendía por qué
le habían hecho lo que él, en su ingenuidad, creyó una distinción, un regalo para cerrar con
broche de oro su carrera.
Antonio Vilanova y los otros lograron salir de Canudos y se refugiaron en una cueva
donde antaño pernoctaban los pastores de chivos, y donde llevaban escondidos doce días.
Hasta allí llegó Antonio el Fogueteiro, antaño eximio maestro en el manejo de fuegos
artificiales. El enano, al verlo, recordó que lo había visto, allá en Canudos, preparar esos
fuegos artificiales que en las noches de procesión encendían el cielo de rutilantes arabescos.
Recordaba sus manos quemadas por la pólvora, las cicatrices de sus brazos y de cómo, al
comienzo de la guerra, se había dedicado a preparar esos cartuchos de dinamita que los
yagunzos arrojaban a los soldados por sobre las barreras. Antonio el Fogueteiro les contó que
cuando el Beatito con un trapo blanco pidió a los republicanos que dejaran rendirse a los
inocentes (niños, viejos y embarazadas), Joao Grande, él y otros más se opusieron porque
sabían que los matarían de la forma más atroz. Cuenta Fogueteiro que cuando vieron a los
rendidos desfilar hacia las líneas enemigas, Joao Grande ordenó dispararles, pues, así no
sufrirían los vejámenes de los republicanos. Aquello desencadenó la represalia de los
soldados al ver que les quitaban de las manos esas presas que creían suyas. De ahí para
adelante todo fue un caos, del cual Antonio el Fogueteiro se salvó porque lo creyeron muerto.
Una piedra impactó en su cabeza desmayándolo. “–Eso me salvó –repitió el Fogueteiro–.
Pero no sólo eso. Porque cuando desperté y me vi en medio de los muertos, también vi que
los ateos iban rematando a los tumbados con las bayonetas o a balazos si se movían. Pasaron
a mi lado, muchos, y ninguno se agachó a comprobar si estaba muerto. Sintiéndolos pasar,
rematar a los vivos, acuchillar a los prisioneros, dinamitar las paredes –dijo el Fogueteiro,
pero eso no era lo peor. Lo peor eran los perros, las ratas, los urubíes. Los oía escarbar,
morder, picotear. Los animales no se engañan. Saben quién está muerto y quién no está. Los
urubíes, las ratas, no se comen a los vivos. Mi miedo eran los perros. Ese fue el milagro:
también me dejaron en paz”. Antonio el Fogueteiro se despide de sus amigos ya que volverá
a Mirandela, su ciudad natal. Vilanova y los suyos regresarán a Assare, de donde vinieron.
Cuando la guerra terminó, las cinco mil doscientas casas que habían en Canudos estaban
convertidas en escombros. El Coronel Gerardo Macedo, jefe del Batallón de la Policía
Bahiana, buscó entre aquella pestilencia el cadáver de Joao Abade, a quien había tratada de
capturar sin ningún éxito durante diez años. Conocido con el apodo de “Cazabandidos”,
Macedo había dado muerte al padre de Joao Abade treinta años atrás en el pueblo de
Custodia. Una viejecita, que se encontraba entre los prisioneros, le dijo que ella había visto
que unos arcángeles lo habían subido al cielo. Macedo comprendió que proseguir con esa
obsesionante búsqueda resultaría inútil.
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3. MARIA QUADRADO: Muchacha de veinte años que con la cabeza pelada y ropa
andrajosa venía en peregrinación (por haber matado a su propio hijo) desde Bahía de
San Salvador hasta el calvario de la sierra Picuaracá. Cargaba una enorme cruz y en el
trayecto fue violada 4 veces. Se instaló en una gruta camino al pueblo de Monte
Santo. Allí la llamaban como “La madre de los hombres”... Muere en Canudos.
8. JUREMA: Mujer parca y misteriosa. Fue sirvienta del varón de Cañabrava. Casada
con Rufino le obedece sólo por respeto y no por amor. Escapándose de su esposo y
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tras ser violada por Gall. Llega a Canudos. Allí se conoce con Pajeú que la pretende;
pero en los dramáticos momentos de la masacre se enamora del Periodista Miope. Al
final de la historia muere. Su nombre significa Flor.
9. EL ENANO: Formaba parte del circo de un gitano muy violento. Sus compañeros
eran todos los seres anormales. Su función en el circo era relatar historias grandiosas.
Se conoció con Jurema y con ella entraron a Canudos.
11. GALILEO GALL: Anarquista y frenólogo escocés que simpatiza con los de
Canudos y decide ir hasta allí para ayudarlos. Traicionado por Epaminondas
Goncalves, muere en un enfrentamiento con Rufino a quien también mata.
12. ANTONIO VILANOVA: Comerciante desde niño. Junto con su hermano Honorio
un día abandonan su pueblo Assaré llevándose a sus primas Antonia y Asunción a
quienes convierten en sus mujeres. Ellos con el tiempo fueron los mercaderes más
exitosos de la región, pero una inundación malogró sus negocios. Partió junto con su
familia escuchando el tercer llamado hasta Canudos. Allí se convirtió en el
almacenero de Canudos. El Conselheiro antes de morir le pide que se marche con su
familia y con los forasteros (Jurema, Enano y el Periodista Miope).
14. EL PERIODISTA MIOPE: Flaco, desgarbado, con unos lentes gruesos de fondo
de botella. Trabaja como cronista de “El Jornal De Noticias”. Escribe con una pluma
enorme de ganso. Es enviado a Canudos por Epaminodas Goncalves como reportero
cronista. Al borde de la muerte en la destrucción de Canudos conoce el amor y el
placer correspondidos, en Jurema.
15. FEBRONIO DE BRITO: Mayor que intenta capturar al Conselheiro pero fracasa.
Como castigo cuidaba los caballos de los soldados y las reses para alimento de los
militares.
16. CESAR MOREIRA: Coronel de vasta experiencia en guerras que llega a Canudos
y ante la derrota de sus subordinados, subido en su caballo blanco intentó batallar;
pero, muere acribillado por las balas de Pajeú.
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17. ARTUR OSCAR: General del ejército brasilero que finalmente destruye la nueva
Jerusalén (Canudos) con la ayuda de otros generales y más de seis mil militares.
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G. TÉCNICAS Y PROCEDIMIENTOS LITERARIAS:
Vasos Comunicantes.
Cajas Chinas.
Narración Cinética.
Narrador Omnisciente.
Flash Back.
H. MANEJO LINGÜÍSTICO:
Pese a referir hechos suscitados en una zona de habla portuguesa, en “La Guerra del Fin
del Mundo”, Mario Vargas Llosa maneja un español estándar; esto es, el lenguaje que usa
es directo, claro y algunas veces hiperbólico.
J. ESTRUCTURA EXTERNA:
“La Guerra de Fin del Mundo” Está estructurada y presentada en cuatro parte solo
macados con cifras romanas.
Es una foto histórica de uno de los episodios más comentados acerca de dos grandes
protagonistas de la literatura latinoamericana. El ojo izquierdo negro de Gabriel García
Márquez, en un primer plano del rostro del Premio Nobel de Literatura que acaba de cumplir
el martes 81 años de edad, con celebraciones en todo el mundo. La trompada se la dio otra
gloria de las letras sudamericanas, el escritor peruano y hasta entonces su amigo, Mario
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Vargas Llosa.
La historia es conocida y tiene varias versiones porque en verdad ni García Márquez ni Vargas Llosa ni sus respectivas
mujeres han contado cuál fue la razón de la reacción furibunda, salvaje, del autor de La ciudad y los perros, contra el
colombiano de Cien años de soledad.
El diario mexicano La Jornada y el italiano la Repubblica publicaron primero la famosa foto. Hay dos instantáneas. En una
Gabo sonríe, mientras que en la otra está muy serio.
Autor de las fotografías es el colombiano Rodrigo Moya, naturalizado mexicano, amigo de familia de García Márquez. Moya
guardó las fotos durante 31 años. "Ahora que él cumple 80 años y 40 la primera edición de
Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el
terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda y el otro de contundentes
derechazos."
Con fidelidad e ironía, Moya cuenta en el testimonio La horripilante historia de un ojo
morado que escribió para La Jornada que el 14 de febrero de 1976 García Márquez se
presentó en su casa para que le tomara fotografías "con un tremendo hematoma en el ojo
izquierdo y una herida en la nariz, causada por el puñetazo que dos días antes le había
propinado su colega y hasta ese momento gran amigo Mario Vargas Llosa.
La crónica. Era de noche y numerosos intelectuales se habían congregado en un cine de
ciudad de México para asistir a la proyección de La odisea de los Andes, el filme que narra la
aventura del grupo de uruguayos que estuvo 72 días entre las nieves de la cordillera de los
Andes y que practicó el canibalismo para sobrevivir.
Al terminar la película hubo un momento mundano, con copas y canapés. García Márquez, que estaba acompañado por su
mujer, Mercedes, divisó al amigo Vargas Llosa. Se dirigió a abrazarlo. Alcanzó a decirle sonriendo: "Mario..." y recibió el
tremendo puñetazo, un derechazo entre el ojo izquierdo y la nariz. Vargas Llosa le gritó. "¡Cómo te atreves a venir a
saludarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!"
Con una abundante hemorragia, entre los gritos y algunos sollozos de las damas presentes, sentado en el suelo, perplejo
por lo que había ocurrido y no terminaba de entender, Gabo fue socorrido de inmediato.
Un escritor mexicano corrió a buscar un bife que le fue aplicado en el ojo tumefacto al glorioso autor de Crónica de una
muerte anunciada para absorber la hinchazón. Vargas Llosa se retiró tras el puñetazo. Y los dos ex amigos nunca más
volvieron a hablarse.
No hubo razones políticas en la agresión del peruano, que se había volcado a la derecha liberal mientras García Márquez
permanecía fiel a la izquierda y a su estrecha amistad con Fidel Castro.
Algunos contaron más tarde que Vargas Llosa había abandonado a su mujer Patricia y a sus dos niños para correr detrás
de una estupenda joven sueca. Los dos matrimonios vivían en Barcelona y Patricia buscó consuelo en sus amigos. Los
García Márquez le habrían aconsejado la separación legal. No se sabe bien qué pasó, pero cuando largó a la sueca y se
reconcilió con Patricia, que le contó con pelos y señales sus diálogos con los García Márquez, algo ofendió terriblemente a
Mario Vargas Llosa.
¿Fue así la historia de la más famosa pelea en la historia de la literatura latinoamericana? Misterio. "Dejemos el tema a los
historiadores", dijo hace poco Vargas Llosa. García Márquez no habla del asunto.
Una nueva edición de Cien años de soledad, con el auspicio de la Real Academia Española, está por salir con un millón de
copias, que se agotarán enseguida. Y Mario Vargas Llosa autorizó a que se publique como prólogo el extracto de Historia de
un deicidio, el ensayo que escribió sobre el libro de su entonces amigo en 1971,
¿Es ésta una señal de reconciliación? Así lo señalaron varios periódicos y revistas. Otras fuentes negaron que en ambos
haya buena voluntad para superar el pasado.
1. CONCEPTO:
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Llamada también Urbanismo, Narrativa Criolla o Capitalina, es una corriente literaria que
surge en Lima aproximadamente en la década de 1930 y agarra mayor fuerza desde 1950
hasta la actualidad.
2. CARACTERÍSITICAS:
Su espacio y tema favorito es Lima, “la horrible”: su gente y sus problemas.
Muestra la crisis y decadencia de la aristocracia oligárgica limeña.
Refleja el caos, la violencia, drogadicción, delincuencia, homosexualismo y
degeneración de la sociedad limeña.
3. REPRESENTANTES:
José Diez Canseco con “Estampas Mulatas”.
Enrique Congrains Martín con “Lima, Hora Cero”.
Julio Ramón Ribeyro con “La Palabra del Mudo”.
Oswaldo Reynoso con “En Octubre No Hay Milagros”.
Mario Vargas Llosa con “Conversación En La Catedral”.
Alfredo Bryce Echenique con “Un Mundo Para Julius”.
Maynor Freire con “Puro Cuento”.
Cronwell Jara con “Patíbulo para un Caballo”.
Fernando Ampuero con “Puta Linda”.
Jaime Bayly con “No se lo Digas a Nadie”.
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1967: El 27 de enero se casa en París con Maggie Revilla. Las revistas Cuadernos del
Ruedo Ibérico, de París, y Amaru, de Lima, publican su primer cuento, «Con Jimmy,
en Paracas».
1968: Se publica su primer libro de cuentos “Huerto Cerrado”, gracias a una mención
honrosa en el concurso Casa de las Américas, de La Habana. Obtiene la plaza de
lector en la Universidad de Nanterre.
1970: Publica “Un Mundo para Julius”. La novela qu eda finalista del no adjudicado
premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral.
1972: Obtiene el Premio Ricardo Palma que se convierte en el Premio Nacional de
Literatura en Perú por “Un mundo para Julius”.
1974: Publica el volumen de cuentos “La felicidad ja ja”. Ingresa en la Universidad de
Vicennes, como Asistente de español.
1977: Publica su novela “Tantas Veces Pedro”. Durante una estancia de ocho meses en
Perú obtiene el título de Doctor en Letras, especialidad de Literatura, por la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
1980: Es contratado por la Universidad Paul Valery de Montpellier, donde al año siguiente
es ascendido a Catedrático de Literatura y Civilización latinoamericanas.
1981: Se publica con éxito “La Vida Exagerada de Martín Romaña”, primer volumen del
díptico “Cuadernos de Navegación en un Sillón Voltaire”.
1985: Se instala en Barcelona y publica la segunda parte del díptico, “ El Hombre que
Hablaba de Octavia de Cádiz”.
1986: Se publica “Magdalena Peruana y Otros Cuentos”.
1988: Publica “La Última Mudanza de Felipe Carrillo”.
1989: Se casa con Pilar de Vega y fija su residencia en Madrid.
1990: Edita tres novelas breves con el título de “Dos Señoras Conversan”.
1993: Ve la luz “Permiso Para Vivir” (Antimemorias) El Rey de España le otorga la
Encomienda de Isabel la Católica.
1995: Publica “No Me Esperen en Abril”, una novela sobre la adolescencia. Rechaza, en
un viaje a Lima, la Orden del Sol de Perú que le ofrece el gobierno de Alberto
Fujimori, en protesta por la amnistía decretada por ese gobierno a los integrantes del
grupo paramilitar Colina. Francia le concede la insignia de Caballero de la Orden de
las Artes y las Letras.
1996: Edita “A Trancas y Barrancas”, que integra los textos que ha venido publicando en
diversas revistas y periódicos del mundo hispanoahablante.
1997: Publica la novela “Reo de Nocturnidad”. Se le tributa un homenaje en la
Universidad de Montpellier.
1998: Concesión del premio Nacional de Narrativa en España.
1999: Publica la novela “La Amigdalitis de Trazan” y los cuentos de “Guía triste de
París”. Regresa a vivir definitivamente a Perú, donde recibe el Doctorado Honoris
Causa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
2000: Francia le asciende a Comendador de la Orden de las Artes y las Letras. El
Ministerio de Educación y Cultura de España le concede la Encomienda de Alfonso
X El Sabio.
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2002: Recibe el premio Planeta por la novela “El Huerto de mi Amada”.
2006: Publica su novela: “Entre La Soledad y el Amor”.
2007: Publica su novela “Las Obras Infames de Pancho Marambio”.
PRINCIPALES OBRAS:
CUENTO:
– “Huerto Cerrado”.
– “La Felicidad Ja, Ja”.
– “Magdalena Peruana”.
– “Guía Triste de París”.
NOVELA:
– “Un Mundo Para Julius”.
– “La Vida Exagerada de Martín Romaña”.
– “El Hombre Que Hablaba de Octavia de Cádiz”.
– “La Última Mudanza de Felipe Carrillo”.
– “Tantas Veces Pedro”.
– “Reo de Nocturnidad”.
– “La Amigdalitis de Tarzán”.
– “El Huerto de Mi Amada”.
ANTIMEMORIAS:
– “Atrancas y Barrancas”.
– “Permiso Para Vivir”.
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
“Un Mundo Para Julius” fue escrita en Paris en los años 60 y publicada en 1970. Según
los críticos, retrata a la aristocracia limeña entre los años 1958 – 1963. Durante este tiempo
fueron presidentes del Perú, el nefasto dictador Manuel A. Odría (1948 – 56); Manuel Prado
Ugarteche (1956 – 62) y Fernando Belaunde Terry (1963 – 196__). Este último con su
gobierno favoreció el mayor enriquecimiento de la aristocracia feudal y entregó los recursos
al capitalismo norteamericamo, como hoy lo está haciendo Alan García. En esta época se
crea la tarjeta de crédito, asimismo, pocas familias peruanas se enriquecen con la venta de
minerales a EE.UU. durante la guerra de Corea. Por primera vez se permite el voto de las
mujeres en 1956, pero aún no de los campesinos.
Alentados por el triunfo de la Revolución Cubana, los socialista empiezan a organizar
luchas guerrilleras. Así surgió el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y el ELN
(Ejército de Liberación Nacional), La represión fue brutal y sanguinaria. Así El 15 de mayo
de 1963 en Puerto Maldonado, el Ejército Peruano acribilló el cuerpo del poeta Javier
Heraud quien convertido en guerrillero por un Perú justo e igualitario finalmente murió.
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Durante este tiempo en el Perú se dieron también varios movimientos campesinos que
iniciaron la lucha antifeudal y antiimperialista, pese a que eran reprimidos duramente por las
fuerzas militares. La más descollante de las luchas fue el alzamiento de los campesinos en los
valles de la Convención y Lares al mando del ya legendario Hugo Blanco. Con el lema
“¡Tierra o Muerte, Venceremos!” los campesinos convencianos se apoderaron de las
haciendas y empezaron a repartirse entre ellos.
Con esto, los oligarcas limeños que tenían haciendas en el interior del país como los
personajes de “Un Mundo Para Julius”se vieron afectados. Por la década de 1970, el general
Velasco Alvarado tras un golpe de estado tomó el poder. Inició una política antioligárquica,
antifeudal y antiimperialista lo que empobreció a la aristocracia. Lo curioso es que el joven
narrador (de entonces) Alfredro Bryce Echenique por su novela “Un Mundo Para Julius” fue
visto como un aliado de Velasco. El Ministro de Educación velasquista llegó a afirmar que
“Entre el general Velasco y Alfredo Bryce Echenique habían liquidado a la oligarquía
limeña.”
C. TRAMA ARGUMENTAL:
Julius es un niño de la clase aristocrática limeña que “nació en un palacio de la avenida
Salaverry, frente al antiguo hipódromo de San Felipe; un palacio con cocheras, jardines,
piscina, pequeño huerto donde a los dos años se perdía y lo encontraban siempre parado de
espaldas…” Su bisabuelo había sido presidente de la República. Su padre Santiago era un
hombre distinguido y de buen apellido que se había casado con Susan una señorita
aristócrata que siempre estaba linda, en la casa Sarta de Londres. Ella dio a Santiago cuatro
hijos: Santiago, Bobby, Cinthia y el último: Julius. Cuando todo iba bien en la familia, el
padre enfermó de cáncer y tras una penosa agonía dejó de existir cuando Julius tenía un año y
medio de vida. Su mamá linda y olorosa, los primeros años lloró todas las noches por su
esposo muerto. Mientras, Julius se instaló definitivamente en la carroza del bisabuelo
presidente en la que pasaba todo el día. A eso de las seis de la noche venía a buscarlo una
muchacha de nombre Vilma que según la mamá de Julius por ser chola hermosa debía
descender de algún indio noble o un inca. Sólo esa niñera podía sacarlo a Julius de la carroza
y llevarlo al baño de los niños pequeños. Allí lavaba el pequeño cuerpo de Julius con todos
los cuidados posibles. La bañera era una tina enorme llena de cisnes, gansos y patos que bien
podía ser una piscina de Beverly Hills. Julius le preguntaba a la chola hermosa de dónde era
y ella le respondía de Puquio – Nazca, camino a la sierra. Un pueblo con muchas casas de
barro.
El comedor era una enorme sala llena de espejos, vitrinas, alfombras persas y vajillas de
porcelana regalados a la familia por el presidente Sánchez Cerro. Julius con los años aprendió
a entrar solo y miraba con asombro y ganas de alcanzar el juego de té que el bisabuelo
presidente lo había adquirido en Bruselas. Un día logró por fin alcanzar la tetera pero sus pies
que estaban de punta no aguantaron más y cayó la tetera abollándolo. Desde entonces no
quería volver a ingresar al comedor grande. Y comía en el comedorcito que era una
habitación así como Disneylandia. Las paredes ilustradas con dibujos de Pato Donald,
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Caperucita Roja, Mickey Mouse, Tarzán, Chita, Popeye, Olivia, etc. Los espaldares de la
mesa eran conejos riéndose, la mesa en la que comía Julius la cargaban cuatro indiecitos.
Había también un columpio con su silletita para que Julius tomara su sopita.
La chola hermosa le hacía comer diciéndole: “Juluisito, una cuchara por tu mamá, otra
por Cinthia, otra por Bobycito, etc”. La mamá de Julius pasaba por casualidad por ahí, se
indignaba del hecho que la mucama hermosa malograra el nombre de sus hijos poniéndoles
diminutivos. Llamaba a sus amigas por teléfono lamentándose por esas cosas. Cuando Julius
intentaba acercársele le respondía: “mamá esta apuradita, darling, mamá no tiene tiempo,
darling”. Como todas las veces, Julius de tanto columpiar se dormía. En Disneylandia, o el
comedorcito de Julius, toda la servidumbre lo acompañaba, incluso Nilda, la cocinera
selvática natural de Tambopata – Madre de Dios que olía a ajos y por eso la madre le había
prohibido acercarse a Julius. Al niño en la bañera y el jardín le gustaba Vilma, pero en el
comedor le fascinaba la cocinera. Eso trajo problemas a las dos sirvientas. Es que a demás
ser buena cocinera, Nilda narraba historias asombrosas de la selva a Julius.
Julius al darse cuenta de los celos y amargura de Vilma comenzó a hablarse también con
la lavandera Arminda y su hija Dora que también lavaba, luego con Anatolio, el jardinero,
Carlos el chofer, los mayordomos Daniel y Celso. Este último procedía de Huarocondo –
Anta – Cusco. Además era tesorero del club amigos de Huarocondo con sede en Lince, donde
se reunían todo tipo de provincianos. Celso como tesorero guardaba bien la caja y al ver que
el candado de la puerta del local estaba viejo, trajo la caja al palacio. El niño orejón le rogaba
para ver la caja.
En la puerta del dormitorio de Julius había un letrero que decía: “Fuerte Apache”. Esto
porque en su dormitorio estaban congregados todos los cowboys del mundo, pegados en las
paredes y al medio, en tamaño natural, hecho de cartón y con pistolas de plástico. La batalla
había terminado y sólo el indio Jerónimo que simpatizaba a Julius había sobrevivido y estaba
parado al fondo del cuarto.
La chola Vilma adoraba a Julius, sus orejas enormes y su pinta increíble había despertado
en ella enorme cariño, por eso lo cuidaba con afecto y con esmero como si fuera su propia
madre. Ella, últimamente salía de noche y retornaba a la mañana siguiente. Antes de
dormirse se dirigía al cuarto de Julius pero él se hacía el dormido y cuando su madre se
marchaba abría grandes los ojos y se ponía a pensar en la condición de la servidumbre. Otros
días, al sentir los pasos de su madre, Julius saltaba de su cama y se metía al cuarto de su
madre a despertarla. En un lujoso cuarto que para Vilma era un templo y para Julius el
paraíso dormía la señora, viuda de treinta y tres años, pero linda, siempre linda.
Julius ya cerca a su madre la cogía del brazo pronunciando ¡Mami! y ella le respondía con
una sonrisa coqueta porque en su sueño quien la estaban tocando era el hombre galante que la
noche anterior había conocido. Julius insistía: “¡Mami!, ¡Mami!” pero ella se dormía
profundamente soñando con el apuesto caballero. Despertaba casi al medio día y recién
desayunaba en compañía de Julius y Vilma. Al final, Vilma retiraba a Julius y la señora
Susan empezaba a llamar a sus amigas y a sacar nuevos planes.
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Mientras tanto, a falta de un afecto materno, y comunicación con sus familiares, una
noche Julius decidió escaparse de su mundo y su clase e ingresar de una vez por todas al
mundo de la servidumbre que le brindaba afecto, atenciones, cariño y que además ocultaba
un tesoro.
Cinthia, la hermana de Julius al igual que él tenía también una niñera gorda, pero muy
buena gente de nombre Bertha. Ella había sido también nana de Susan hasta que la señorita
se fue a Inglaterra a estudiar. La gorda niñera se murió una tarde de verano de la presión alta,
su cuerpo fue llevado por la puerta trasera en un lujoso coche. Este hecho le recordó a
Cinthia la forma como también se fue su padre, por lo que ella dedujo que su papá también
había muerto. De eso le preguntaba a su madre y ella por más linda que estaba no le
respondía. Cinthia y Julius pese a la negativa de su madre pudieron vestirse de luto por la
muerte de nana anciana. La muerte de Bertha unió a los dos hermanos.
Cierto día los dos niños asistieron al santo de su primo Rafaelito Lastarria. De éste, su
mamá se llamaba Susana y era horrible. Su papá Juan Lucas, un gordito cursilón. El primo
vivía en una mansión que más parecía un castillo. Con un jardín enorme donde jugaron todos
los niños invitados aunque nadie tenía cinco años como Julius. Cinthia y su hermano fueron
recibidos por sus primos de manera no amistosa. Rafaelito cumplía ocho años.
Víctor el mayordomo cholo de los Lastarria aprovechó la fiesta para piropear a Vilma, la
chola hermosa. Después de la comida llegó un mago famoso llamado Pellini que todo
mariconsísimo empezó a animar la fiesta. Sacaba infinidad de huevos de su sombrero
pequeño y varias palomas de sus bolsillos; pero alguien sacó su honda y mató a varias
palomas. Lo que disgustó al mago. Luego para un número sorpresa pidió a un niño
voluntario. Julius se ofreció incluso dijo que sabía un truco, el mago pidió aplausos para
Julius quien solicitó a su vez la ayuda de Rafaelito. Julius colocó el cenicero y una pequeña
piedra sobre la mesa. Y miró a Rafaelito Lastarria que ya estallaba de cólera, luego. “Yo
pongo la piedrita y tapo con el cenicero, digo unas palabras mágicas y saco la piedrita sin
tocar el cenicero”. Rafaelito se puso verde y odió a su primo para siempre. “Abracadabra –
pronunció Julius, poniendo las manos veinte centímetros encima del cenicero”- ¿Y ahora?
Preguntó Rafaelito, furioso. Y Julius respondió que ahora sacaría la piedrecita sin tocar el
cenicero - ¿Cómo? Preguntó nuevamente el primo. “Mira para que veas” respondió Julius.
Entonces Rafaelito levantó el cenicero para comprobar si Julius había retirado sin tocar el
cenicero. En el preciso instante que Julius retiraba la piedra como lo había dicho. Al
principio nadie entendió nada, pero luego los niños empezaron a aplaudir con risas
incontrolables. Sólo Rafaelito todo inflado de rabia gritó a Julius: “¡Pero tú no tienes casa en
Ancón!”
Los adultos: Juan Lastarria, Susana, Susan, Chela y otros habían entrado al bar del castillo
a tomar un whisky, fumar y conversar. Allí todo era ameno y feliz.
Mientras que en el jardín el trío terrible: Rafaelito, su hermano Pipo y Martín
acompañado de otros adeptos pretendían jugar al perro y al amo con la intención de vengarse
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de Julius. Antes de jugar, Julius y Cinthia inspeccionaron la casa y los salones de los
Lastarria. Allí Cinthia le contó a Julius sobre los amoríos prohibidos de su bisabuelo
Lastarria. Por su parte, Víctor sacaba plan a la chola hermosa para verse el jueves y le
conversaba según decía el librito “El Arte de Enamorar” que compró en el mercado central.
Un griterío de niños sacó de sus galanteos a Víctor y Vilma. Unos venían a gatas con un
cinturón en el cuello y atados por otros que eran los dueños de los perros. Vilma aún
desconcertada, vio como Cinthia se arrojaba al suelo y Julius tenía que coger el cinturón. El
bracito de Cinthia empezó a sangrar. Todo fue una agitación hasta que Julius y Cinthia
partieron con su madre Susan. No es nada darling, nada. Se despidió de todos, nerviosa pero
linda como siempre.
Susan se quejaba de Cinthia y Julius, pues, sus hijos mayores no le habían dado
problemas, que crecían sin padres, entre amas y mayordomos por eso hasta pensó internarlos.
El día jueves Vilma y Víctor no pudiera encontrarse porque Susan que siempre era linda,
viajó a EE.UU. a hacerle curar a Cinthia de la tos. Toda la familia fue llevada al aeropuerto
por un tal Juan Lucas en su mercedes guinda. Nadie conocía a ese señor, pero se llevó a
Susan por el hall del aeropuerto. Eso enfadó a Santiago, hermano mayor de Julius, quien
entendió que a ese señor elegante, su madre lo había conocido en el campo de golf y que con
él salía todas las noches.
En el bar del aeropuerto todos tomaron Cocacola menos Cinthia porque tosía, aunque
Julius le pasó medio vaso. Eso enojó a Susan que fue calmada por Juan Lucas. Santiago ya
había tomado tres vasos de whisky y se iba por el cuarto. En la despedida el único que no
lloraba era Juan Lucas que abrazó y besó a Susan. El avión se elevó por los cielos. Cinthia
iba tosiendo y Susan con gafas oscuras como siempre, linda. En el bar, Santiago estaba más
borracho. Carlos lo convenció para irse a casa, entonces se paró y se fue a pagar lo bebido. El
cobrador le dijo que esa cuenta ya había sido pagado su padre (Juan Lucas). Santiago no
pudo más y gritó de cólera diciendo que ese alcahuete no era su padre que lo iba a matar.
Desde Boston, una semana más tarde Cinthia escribió dos cartas a su hermano Julius.
Susan también escribió le tres cartas. Juan Lucas apareció en la casa muy fino y muy serio
también. Susan llamó por teléfono y Juan Lucas viajó a Boston llevándose a Santiago. Julius
entre tanto, pasó las horas con la señorita Julia quien le preparaba para la primaria.
Algo estaba pasando en el palacio puesto que todos hablaban en voz baja y cuando Julius
preguntaba el porqué le pedían que rezara. En la noche vinieron el tío Juan Lastarria y la tía
Susana con un cable. La servidumbre lloraba. Cinthia la querida hermana de Julius había
muerto de TBC. El cuerpecito de la niña vuelto de Boston fue llevado al cementerio donde lo
enterraron, en el mausoleo de la familia, junto a su padre. Después, Santiago y Bobby iban
todos los días a misa con su mamá antes de partir al colegio. Después de sus exámenes
finales los hermanos mayores partieron a Europa. Julius seguiría mientras tanto con la
señorita Julia. Un día Julius se acercó a su madre pidiéndole que lo llevaran también a
Europa, Susan notó que bisqueaba, asustada consultó con el médico y este le dijo que eso era
producto de la hipersensibilidad y recomendó que lo llevaran a un lugar seco.
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Mientras que Susan, Juan Lucas, Santiago y Bobby se fueron a Europa, Julius y la
servidumbre partieron a Chosica. La señora Julia también fue a enseñarle a Julius. Cuando al
primer error era pellizcado. Un médico venía a examinarlo calato y con él, una señorita a
ponerle inyecciones. Cuando junto con Vilma fue a visitar a una monjita del colegio Belén
que era pariente de Julius, el niño se acercó a los mendigos. A ellos les preguntó por qué
todos tenían cacerolas.
De Madrid llegaron cartas. Informaban que el señor Juan Lucas tenía muy buenos amigos
y los llevaba a jugar golf a un club en las afueras de la ciudad. Además le estaba enseñando a
Santiaguito a jugar golf. Bobby nadaba mucho en la piscina. Allá pasaban de lo mejor y se
distraían, luego irían a Londres y París. Un día Julius y Vilma se fueron a Chosica Baja. Allí
un pintor norteamericano tartamudo los retrasó. Llegó otra carta más de mamá, pero esta vez
de Francia. La señorita Julia se enfermó y no vino. También la chica que le ponía
inyecciones y otro tuvo que venir en su reemplazo. Era estudiante de medicina apellidado
Palomino. Este se creía el donjuan de Chosica pero la verdad era el rey de las empleadas del
Parque Central. Nilda y Vilma se pelearon justo cuando por primera vez llegaba Palomino
que no se fijó en Julius, sino, casi come con los ojos a Vilma. Desde esa vez, venía Palomino
hasta los días que no le tocaba y conversaba mucho con Vilma, metido en el jardín hasta que
se olvidaba de poner inyecciones a Julius. Luego, trajo una cámara fotográfica y sacó
muchas fotos a Vilma que incluso apareció con ropa de baño. Una tarde cuando tenía cinco
años Julius se escapó de al casa. En el mercado se encontró con el pintor Peter, que le regaló
un cuadro pintado por él. Le llevó también a cruzar el viejo puente. En la casa todos
alborotados empezaron a llamar a Julius. Vilma y Nilda se pelearon. Celso y Carlos
golpearon a Palomino rompiéndole la cara. Pensaron en todas las posibilidades del raptor: los
mendigos eran gitanos, el pintor gringo sería maricón. Vilma se lamentaba angustiadísima.
Sonó el teléfono y llamaban del colegio Belén diciendo que Julius estaba allí. El alma les
volvió al cuerpo.
Carlos fue a recogerlo. Ya en la casa, Vilma se puso a llorar y prometió no ver más a
Palomino. Julius contó su encuentro con el pintor, luego lo que fue a ver a los mendigos. Dijo
también que si no fuera por la monja que le retuvo hubiese vuelto ya hace rato. Volvió
también la señorita Julia. Julius falló en un ejercicio y recibió un pellizco, al escuchar el
llanto de Julius vino la cocinera y se quedó durante toda la clase. La maestra empezó a
enseñarle con suma delicadeza hasta cuando se equivocaba hasta le enseñó un poemita para
el día de la madre.
Las monjitas eran todas americanas y realmente amables, menos una a la que por su color
le decían “La Zanahoria”. Terminado la primaria en el Inmaculado los alumnos pasaban al
Santa María. Un colegio de padres americanos. Las monjitas compraron un terreno
inmenso en la Av. Angamos. Estaban felices y con deudas, por lo que los niños entre ellos
Julius rezaban para que el colegio sea realidad. Morales era el profesor de fútbol de los
niños. Cuando Julius llegó al colegio acababa de formarse la pandilla de la Pepa. Julius a
diferencia de los demás niños no entregó el lapicero de Cinthia ni tomó como ídolo a la Pepa.
Por eso, fue revolcado a patadas en el suelo. Cuando ya el 98% de los niños integraban la
pandilla de la Pepa y resultaba aburrido pegar a los mismos, llegó Arzubiaga que levantó una
piedra. Pepa no pudo hacer lo mismo y se convirtió e uno más del montón. A diferencia del
primer líder, Arzubiaga no era belicoso, nunca pegaba a nadie y eso era el problema. Un día,
Julius le pidió que lo pegara a Gómez un cholón bruto; pero él no le hizo caso.
Arzubiaga no cumplía los mínimos requisitos para ser malo, pero nadie pudo con él.
Hasta el gordo Martinto fue tumbado fácilmente. Este gordo por esa época era el mejor
amigo de Julius, por eso, un día lo desafió a un duelo con espadas de madera. Así pasaron
mucho tiempo. El gordo tratando de volarle las orejas y Julius tratando de desinflarlo. Una
tarde, Silva cargó un pedrón y se le puso a Arzubiaga. El atrevido, que era rubio y tenía cara
de gato malo, había pegado a Ramírez, a King, el norteamericano, y a Rafaelito Lastarria,
primo de Julius. Como había retado, Arzubiaga lo esperaba macanudo en el recreo. Silva
estaba más gato y malo que nunca, mientras que Arzubiaga con una calma que daba coraje
le preguntó por qué quería pelear y le hizo más preguntas. El gordo Martinto se desesperaba
porque no quería que se acabara el recreo sin la pelea. Después que Silva le dijera
mariconcito, ambos retantes se vinieron abajo. Arzubiaga, con suma tranquilidad apretó el
cuello de Silva preguntando si se rendía. Hasta que se escuchó un gemido afirmativo.
Arzubiaga estaba en tercero y era el ídolo de Julius.
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El padre del gordo tenía una hacienda extensa cerca a Lima. Lugar ideal para que el
gordo se revolcara a sus anchas. Un día invitó a Julius. Ambos corretearon casi todo el día y
regresaron inmundos a San Isidro. Allí entablaron una lid. El gordo ya le había volado
diecinueve veces la oreja derecha y Julius había logrado pincharle la panza once veces.
Martinto arriconó poco a poco al orejón hasta tumbarlo. Entonces, Julius recordando lo que
había visto en un a película, cogió un puñado de arena y arrojó a los ojos del gordo que ya se
le venía encima. Martinto lo persiguió llorando por todo el jardín hasta que lo alcanzó y le
dió un puñetazo en el ojo. Hubo lío de madres.
Además de este incidente hubo otro más ese año. Todos los niños traían sendas pelotas,
pero ocurre que el colegio era pequeño y terminaban rompiendo vidrios de las ventanas. Y
para peor de males, el gringo King, hijo de un embajador norteamericano, nunca comprendió
el fútbol a la peruana. Por eso, en lo mejor del partido cogía la pelota con las manos, corría
como un loco y se metía al arco gritando goool.
El local nuevo del colegio andaba viento en popa, mientras la construcción del nuevo
palacio que el terreno de Juan Lucas cerca al polo, no. Eso porque ni Juan Lucas, ni Susan ni
el arquitecto de moda se ponían de acuerdo en el plano. Pusieron cimiento para la
construcción del colegio de las monjitas. Hubo misas y rezos. El pobre Julius no se daba
abasto para tanta avemaría. A fin de año, Julius terminó entre los primeros de su clase. La
madre superiora le colgó una medallita. Santiago y Bobby como siempre habían aprobado
apenas. Por ser uno de los mejores de la clase, Julius tenía que participar en el recital de
piano. Su maestra era una monjita linda y con pecas llamada Mary Agnes.
Cuando Julius tenía siete años, después de tantos saltos mortales Bobby por fin logró
acercarse a la canadiense. Se bañaban juntos cual si fueran Tarzán y Jane. Ambos nadaban
pegaditos como si fueran a encontrarse con un cocodrilo que un día apareció y era Julius. Se
acercó a preguntarle la hora, por mocoso y cocodrilo se ganó un tremendo cocacho de un
Tarzán avergonzadísimo.
Los niños del Inmaculado, se preparaban para la confirmación con el padre Brown quien
mitad en inglés y mitad en pésimo castellano les hablaba del bien, del mal y de los
mandamientos. Ellos se aprendieron los diez mandamientos sin entender bien algunos;
porque el padre prefería no explicarles aún. En fin, ya la vida les iría enseñando quién es la
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mujer del prójimo o cómo es eso de “no fornicarás”, que traía bien preocupados a varios
niños.
También ensayaron la forma de recibir el cuerpo de cristo. Ellos lo hacían contentos y se
equivocaban adrede para no asistir a las clases de la Zanahoria. Terminadas las clases
jugaban a confirmarse y se daban cachetadas hasta que fueron descubiertos por la Zanahoria.
Cuando llegó el día de la confirmación, todos se morían de miedo. Temblaban cuando les
llegaba el turno. Se tenían todos la lista de los pecados y no faltó quien los había enumerado.
Al final hicieron unos propósitos de enmienda decisivos y definitivos. Entre otras cosas:
nadie más desearía que San Martín, el chancón de la clase, se enfermara o se equivocara
alguna lección, nadie más desearía que la Zanahoria se resbalara en la escalera y se le viera
el calzón.
Llegó el día de la primera comunión y como regalo de su padrino Juan Lucas, Julius
recibió un juego de lapiceros Parker de oro, aunque él quería una pistola para matar al diablo.
Así pasó otro año escolar. Julius quedó segundo de su clase. Bobby aprobó apenas y
Santiago por mucho mercedes, mucho plancito, mucha enamorada fue desaprobado. Ahora
tenía que irse a los Estados Unidos.
El colegio grande por fin se terminó. Ahora hasta Gumercindo Quiñones tenía una
cochera. Todo era nuevo y limpio pero semanas después el gordo Martinto ya había escrito
VIVA MARTINTO en una pared.
Cierto día, Susan había comprado una puerta viejísima de un convento en demolición.
Pidió ayuda a los sirvientes para bajar la puerta inmunda y podrida. Incluso ella misma la
cargó. Y en ese trajín fue que sintió un hincón terrible en el brazo y antes de desmayarse
alcanzó a ver al autor: un alacrán. Luego vino un médico. Juan Lucas casi vestido para la
ocasión, comprobó que aunque envenenada Susan seguía linda. Por esa época también le
había dado a Susan darse a los repartos parroquiales. Visitaba barriadas inmundas. Julius se
propuso acompañarla un sábado por la tarde, pero el golfista le interrumpió mandándolo a
bañarse y a dormir al mocoso del cuerno. Mientras Susan linda y Juan Lucas elegante se
fueron a bailar. Susan llevaba una vida intensa. Se levantaba temprano para llevar a Julius a
la misa. Luego volvía y tomaba desayuno con Juan Lucas a quien le leía el periódico en voz
alta. Eran contadas las noticias que le interesaban al golfista: algún ministro nuevo y amigo
suyo, si Eisenhower seguía jugando golf y las crónicas taurinas provenientes de España y lo
demás nada. Pues, aun hombre tan elegante y millonario como él nunca se le habla sobre el
sufrimiento y pobreza de la gente, porque eso es feo, lo más horrible y nauseabundo. Susan
le contó sobre un pobre del hipódromo y al toque Juan Lucas le hizo stop con la mano. Una
lágrima inesperada resbaló por la mejilla de la bella Susan. Julius presenció la escena.
En la tarde, el golfista y la linda se fueron al hotel Bolívar a buscar a unos amigos
panameños. Bobby comió con Peggy, la canadiense, por teléfono y Julius comió solo. Vino
un periodista de asuntos sociales a entrevistar a Susan sobre sus acciones altruistas. Susan
convenció a Juan Lucas para asistir a una misa. Allí el golfista estaba tan aburrido y cuado
ya terminaba la misa, el padrecito cantor lo exhortó para que ayude con la colecta dominical.
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El elegante lo hizo, sin querer, muerto de vergüenza y odiando toda labro filantrópica.
Un día asistieron a un almuerzo de sociedad. Allí tomaron pisco y Juan Lucas conversó
con su amigo Romero, un gordo aficionado a la tauromaquia. Por esa época apareció el
arquitecto de moda para anunciar que el segundo piso de palacio nuevo ya iba a empezar y
anunciando prontísima boda con su novia, la Susan disminuida. A pedido de Julius, el
arquitecto de moda le llevó hasta la construcción y lo dejó al cuidado de los obreros. Estos le
hicieron tomar cerveza y cargar la mezcla hasta el segundo piso. Los obreros le parecieron a
Julius payasos locos de circo barato. En la noche Julius contó a su madre sobre lo sucedido.
Las últimas semanas del año escolar Julius se dedicó a estudiar y a preparar su preludio
de Chopin. Estaba preocupado el pobre por si tal vez salía el primero de la clase, pues eso era
sólo de chancones, gilipollas, sobones y mujercitas. Llegó la condecoración y los premios.
Julius tocó su preludio y Juan Lucas no asistió. Susan estaba aburridísima, y lamentándose
porque jamás sus hijos mayores le habían dado tanto problema de asistir a la premiación por
ser su hijo uno de los mejores alumnos del salón.
Ya en el Country Club, Julius pasó el mejor verano de su vida, aunque sin sirvientes.
Mientras Santiago, en Estados Unidos y Bobby que ya podía manejar la camioneta iba todos
los días a buscar a Peggy. Juan Lucas también andaba de maravillas con su uniforme de
golfista, su gorrita, su bronceado, sus patas de gallo, sus carcajadas para algunas amiguitas
ya parecía duque de Windsor. Aunque ya se iba por los cincuenta años, el tío continuaba
fresco como una lechuga. Y Bobby sólo aparecía en la casa para “mamá, necesito plata”.
Una tarde cuando Susan y Julius se encontraban en la piscina apareció Pericote Siles
quien se había declarado a Susan antes de que se case con Santiago, luego antes de la boda
con Juan Lucas. Susan, linda como siempre lo rechazó como todas las mujeres a quienes se
había declarado. Se acercó a Susan quien le presentó a Julius que rechazó la mano de
Pericote. Los tres comieron butifarra.
Se acercaba el santo de Julius, pero, Susan parecía no recordar. Julius pasaba todos los
días metido en la piscina del country Club y en la tarde subía a la suite. Un día Julius
descubrió a Manolo y su enamorada Cecilia en pleno chape, pero luego le sonrieron y hasta
le ayudaron a abrir la puerta. Arminda la lavandera, trajo un regalito de pobre para Julius
cuando cumplió nueve años. Una colonia y un par de medias amarillas era el obsequio lo que
Juan Lucas juzgó de horrible y huachafo, por ser regalo de una sirvienta mugrosa.
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Julius y toda su familia fueron invitadas a una casa de cristal en Monterrico. También
Juan Lastarria recibió la tarjeta de invitación. Lastarria fue el primero en llegar y el último en
irse. Vino en su carro Cadillac y casi atropella a un mozo. En el cóctel estaba una sueca que
pretendía explicar a los hijos de Altamira, el anfitrión, sobre porqué sus senos eran tan duros.
Esta sueca llamada Dita profería el amor libre y llegó a estar con varios políticos y gente
adinerada. Al cóctel llegó también el Premier. Finita y Ernesto Pedro de Altamira eran los
esposos anfitriones. Juan Lucas se puso a hablar con la sueca feliz y Susan que estaba linda,
se puso celosa. Juan Lucas y Susan abandonaron la casa de Cristal. El Jaguar que manejaba
Juan Lucas se perdió. Susan recordó su estancia en Londres donde conoció a una argentina
que se llamaba Cinthia y que le prometió que a su hija lo llamaría así. En una fiestecita
también conoció a David, Liz, Elizabeth, la pareja JJ (John y Julius). Allí, también se
conoció con Santiago su primer esposo un 27 de Setiembre de 1937. Todo esto recortaba
Susan hasta que Juan Lucas pisó el freno. Julius estaba con ellos. Se dirigieron en un local
llamado Acuarium para festejar el santo de Julius que bostezaba y cabeceaba de sueño. Allí
Juan Lucas se reconoció con un gordo a quien le decían Bello.
En el barrio Marconi que quedaba al lado del Country Club, las chicas se pelearon con
los chicos por culpa de Carmincha, que se había enamorado perdidamente de un gringuito.
Los únicos que no pelearon eran Manolo y Cecilia que seguían besándose, justo cuando un
niño blanquinosito, nerviosito, orejoncito y muy flaquito pasaba por su lado en ropa de baño.
Cecilia y Manolo pretendía que el gringo se fijara en Carminacha, pero, ese todo el día
saltaba más alto en la piscina hasta que un día cuando también cayó Carmincha el gringo la
elevó en sus hombros. Luego la piscina se clausuró y mañana todo el mundo al colegio.
Como todos los años los Arena llegaron inmundos. Cano(nuevo amigo de Julius)estaba
tristísimo. Martinto había desaprobado el año y ya no recordaba que Julius fuera su amigo.
Sánchez Concha llegó enorme. Del Castillo estaba muy rubio y Julius también había crecido
pero estaba muy desgarbado. Bobby ahora estaba interesado en una chica de Villamaría que
conoció en Ancón. Por decisión de su madre, Julius tenía que estudiar piano con una
profesora alemana. Morales armó el equipo del Inmaculado. Sánchez Concha era el capitán.
Julius también estaba en el equipo pero no de arquero como él quería sino de winger. Los
entrenamientos se hacían por las tardes bajo la vigilancia de la madre Mary Joan, la monjita
fitbolista recién llegada. Tres semanas más tarde, Sánchez Concha le volvió a pegar a Del
Castillo, luego a Zapatero, Espinoza, De los Heros y a Julius a quien le sacó la mugre. Ocurre
que él estaba contando sobre su profesora de piano diciendo que era nieta de Beethoven y
Sánchez Concha lo desmintió. Insultándolo incluso con lo de su padrastro.
Susan se alegró porque lo del golfista y la sueca era una fugaz aventurilla. Todas las
tardes la nieta de Beethoven daba clases de piano al orejón. Carlos, conmovido por la pegada
de Sánchez, le enseñó a Julius golpear con la cabeza. Frau Proserpina era el nombre de la
famosa nieta de Beethoven. Era ya vieja y golpeaba la muñeca de Julius cada vez que se
equivocaba. Además de la profesora, en dicha quinta, Julius conoció a un viejecito sabio y
calvo, a una mujer mal humorada que se bañaba desnuda sin cerrar la puerta del baño, a un
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escribano y a una escolar bonita que se pintaba las uñas. La profesora era exigente con la
puntualidad porque según ella Julius se iba y otro venía. La chica bonita le sonreía a Julius.
En el colegio el reinado de Sánchez Concha se acabó con la llegada de Fernandito Rachal y
Ladrón de Guevara. Hijo soberbio de un embajador en Argentina. Su carpeta estaba en la
última fila, por eso, De Los Heros le puso la pierna para que FRLG se caiga pero más bien él
terminó quejándose de un pisotón fuerte.
Lo que desconcertaba a los niños compañeros no era el nombre del niño nuevo sino su
cara siempre furiosa. Un día el gordo Martinto le cuadró con su espada de palo, pero
Fernandito lo miró furioso y el retante tuvo que disculparse y venir muy limpio. Hasta
enflaqueció. Fernandito venía todos los días más furioso. Hasta Morales lo respetaba. Según
la profesora de Castellano, una mujer huachafa y vulgar, la actitud de Fernandito era un caso
de altanería excepcional. Sánchez Concha decidió imitarlo. La cara de Fernandino seguía
siendo seria y furiosa.
Un zambo de 35 años apellidado Del Castillo vino al colegio como fotógrafo oficial. La
Madre Superiora lo hizo traer para que tomara fotos a los niños como recuerdo para que ya
de viejitos se lo muestren a sus nietos. La Madre Superiora siempre hacía bromas y todos los
niños se rieron hasta Sánchez Concha pero cambió de rostro inmediatamente porque
Fernandito seguía con la cara seria y furiosa. Del Castillo fotógrafo después, de una semana
trajo las fotos y vendió a los niños. Todos compraban contentos para mostrársela a mamá,
pero ocurrió algo grave que afectó mucho a Sánchez Concha. Sucede que, como nunca,
Fernandito sonreía en la foto de oreja a oreja, mientras que Sánchez tenía la cara de uno que
estaba a punto de ir al baño.
Juan Lucas y Susan que estaba más linda que nunca, se habían ido a Madrid a adorarse.
Allí en el hotel Ritz recibieron un cable del arquitecto que decía:“Todo listo para la
mudanza”. Volvieron entonces pronto y lo primero que escucharon fueron las quejas del
chofer en contra de Bobby.
Ya al nuevo palacio vino el decorador, Celso, Daniel y los otros sirvientes reaparecieron.
Julius los sometió a un interrogatorio. Luego los empleados pedían aumento de sueldo. Susan
contrató a una nueva empleada que se encargaría de Julius. Se llamaba Flora y era una chola
frescachona, pero como era tan decidida y firme al expresar sus ideas la llamaban “La
Decidida”. A pedido y trámite de Juan Lucas también llegó Abraham, el cocinero, a quien el
golfista lo había conocido en la casa de la Señorita Aranzazu Marticorena, una ex amante de
Juan Lucas. Este seguía acostándose con la sueca a igual que otros ministros. Vino también
un nuevo jardinero llamado Universo.
Cano, amigo de Julius, vivía con sus abuelita y no tenía tanto dinero, así no pudo poner
nada a la alcancía que traía la monja futbolista. Por eso Fernandito le pegó con su guante de
béisbol.
Julius le dijo a Fernandito que por atrás no se pega y se ganó un puñetazo en la nariz.
Cano le contó su secreto y sus planes contra Fernandino Ranchal, pero antes le pidió que
jurara no decir a nadie, Julius sin faltar lo hizo por Dios, incluso casi jura no decir a nadie
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que su casa era tan sucia y tan fea; pero se contuvo. Pidiéndole que se acercara, Cano le
señaló tres pedrones, pues, según la sugerencia de un chico del barrio si los cargaba todos los
días a los dos meses sería más fuerte que Fernandito.
Ya por la tarde, Carlos, el chofer, llevó a Julius donde la nieta de Beethoven, es decir, la
profesora de piano. Carlos era burlón con Frau Proserpina. Así que no hizo otro comentario
más con él y con sus cuadernos se bajó del Mercedes.
La niña bonita que se pintaba las uñas y que le gustaba a Julius tarareaba unos boleros.
Por eso Julius la contemplaba cada vez que iba a sus clases de piano. Incluso una tarde le
hizo un adiós con la mano, le sonrió y empezó a cantarle : “Te duele saber de mí, mi amor,
amor que malo eres...” Julius pegó un salto hacia atrás. El viejito sabio que también vivía en
la quinta se rió mucho. Frau Proserpina estaba cada día más severa, insolente y malcriada, le
decía que ella tenía tantos alumnos y que de ellos él era el peor.
Es que Julius tardaba en llegar a sus clases por ver a la bonita. Julius se preguntó que por
qué nunca se cruzó en el camino con los tantos alumnos de la nieta de Beethoven. Un reglazo
en la muñeca dada por la profesora le volvió en sí. Julius tomó la firme decisión de conocer
bien al viejito sabio y enseñarle a la niña bonita el buen camino. La maestra le dijo que
pasado mañana no habría clases para Julius porque había recital sólo con los mejores
alumnos. La clase terminaba, Julius salió y esperó al alumno siguiente y puntual de su
maestra. Del alumno puntual ni sombra. Después de un ratito regresó a la sala de sus clases,
rarísimo: la maestra había apagado las luces que iluminaban a los pianos. Julius tosió y
carraspeó. Julius dijo al viejito calvo que la maestra era la nieta de Beethoven y este se rió
más. Le preguntó en qué trabaja y el viejito respondió: filatelia. Julius que no entendía la
última palabra recordó que en Estados Unidos quedaba Filadelfia y qué tenía que ver eso con
el viejito “Yo colecciono estampillas” dijo el viejito, felizmente. ¿Y la viuda de Montepío?
Y el viejito se rió más. A pedido del anciano Julius le compró un periódico. El viejito decidió
probarle a Julius sobre la mala y loca que era Frau Proserpina y que no era ninguna nieta de
Berthoven. Julius y el viejito ingresaron al famosísimo concierto de piano de los mejores
alumnos. El piano tocado por ellos sonaba como nunca.
Al llegar a la puerta quiso dar marcha atrás, pero el viejito calvo y sabio estaba decidido a
todo. Hasta le cogió la mano para darle coraje. Julius vio las cuatro bancas de siempre, todo
oscuro, sólo los pianos bien iluminados y el que la tocaba era nada menos que la misma Frau
Proserpina, la nieta de Beethoven. No había ningún mejor alumno más. Julius perdió el
equilibrio y casi se va de narices al piso.
La maestra dejó de tocar. Era el intermedio, escuchando varios ruidos se acercó a la
puerta y descubrió al viejito y al niño orejón espiándola. A Julius le canceló las clases para
siempre y al viejito le recriminó. Y este se puso a llorar porque ahora le botaría del cuartucho
que lo subalquilaba.
Llegaron Juan Lucas y Susan que con el mechón para arriba y atrás, estaba más linda.
Venían en una carroza jalada por unos caballos. Apurados porque seguro, su amigo
embajador ya los estaría esperando. Julius al escuchar desde su cuarto los pasos de los
caballos se asonó a la ventana para mirarlos. Los reyes bajaban. Al ver la carroza nuevecita,
Julius recordó el antiguo palacio y los disparos que hacía a los sirvientes desde allí. Pero
volvió a su edad actual y dijo ¿Mami?, y Susan linda le dijo: “Bájate, darling”. El amigo
embajador de Juan Lucas era enano. Había llegado de Buenos Aires donde fue embajador y
antes de visitarlos en Lima se fue hasta su hacienda en Trujillo. Enorme de torso y chiquito
de piernas no dejaba de asombrar a Julius más por la cara seria y amargada. Era además
calvo. Amigo y compañero de Juan Lucas desde el colegio. Seis años embajador en
Argentina. Se llamaba Fernando Ranchal y Ladrón de Guevara. Julius tenía que irse pero esa
mirada, ese rostro lo tenían preocupado. Las había visto en algún sitio. El amigo lanzó un
piropo a la antigua usanza a la mujer de Juan Lucas. Susan linda dejó caer íntegro el mechón
para ocultar la sonrisa, aun así seguía linda.
“¡Mami!, dijo por fin el orejón, no quiero seguir estudiando piano” y le contó lo de la
nieta de Beethoven, “Perfecto!” exclamó Juan Lucas. No más pianos. No más señora del
montepío no más viejito calvo y sabio de estampillas. “Tío la chica que se va por el mal,
camino es mentira”, Le dijo al golfista elegante, “Frau Proserpina no es nieta de Beethoven.,
insistía Julius, “ándate a la cocina” le respondió el interpelado.
El amigo gánster de Juan Lucas era otro millonariazo, dueño de vairas haciendas , en los
que a sus empleados todos serranos, los hacía saltar disparándoles al piso cerca de sus pies.
Julius llevó al hielo que tanto pedía Juan Lucas. En ese instante reconoció la cara del
embajador era padre de su compañero Fernandito Ranchal y Ladrón de Guevara. “Pobre
Cano” Murmuró.
La profe de Castellano que era bien huachafa y la habían visto con su novio en la Av.
Wilson, les dio como tarea redactar una composición sobre algún acontecimiento o personaje
que los hubiera impresionado últimamente. Les recomendó los temas, podían redactar incluso
de su mejor amigo “o de su peor enemigo”, pensó Julius para sí. Al día siguiente Julius fue el
primero y el voluntario para leer su composición, Pero la huachafa le dijo momento porque
Espejo hacía bulla y ante todo disciplina.
Toda la cocina había ayudado a Julius en la redacción. Gracias a Carlos, Julius ya tenía el
título de su composición, “El Señor de Negro”. Antes de entrar a la clase Julius advirtió a
Cano a que no se metiera con Fernandito, porque en la clase pagaría con su composición al
furioso y soberbio, pero Cano no le entendió. Autorizado por la profe huachafa, Julius
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empezó la lectura de su composición. A medida que avanzaba la lectura Fernandito Ranchal,
pensaba que el señor de negro y pies chiquitos de Julius se parecía mucho a su padre.
Increíble, hasta se vestía igualito que su papá, que caminaba, se sentaba y tenía la misma
calva y la misma cadenita de oro de su papá, su misma expresión. Toda la clase se estaba
riendo, menos Fernandito. Julius corregido por la profe seguía leyendo, que el señor no
alcanzaba a la mesa, que el mayordomo le trajo un montón de cojines, que el cocinero le
sirvió un pejerrey que era más grade que el señor calvo, alicate y panzudo. El pejerrey lo
miraba serio y el pejerrey también lo miraba, entonces se quedó estático mirando al
pececillo. El pejerrey se pudrió y el cocinero se lo llevó a la basura. El señor de negro como
hipnotizado lo siguió con su cara seria y amargada y como era tan chiquito se metió al
basurero después del pejerrey.
Toda la clase era risas y zapateo incontrolables. Fernandito Ranchal al fondo con la cara
seria y hecho una mierda ya lloraba de verguenza. El golpe ya estaba hecho pero Cano no
entendía nada. Y seguía con eso de le pego y le pego. Llegó el día de la pelea pero le fue mal
a Cano. Vinieron los exámenes finales y los ensayos para la repartición de premios. Julius por
lo del piano, por leer mucho a Mark Twain y Dickens no salió premiado. Susan se alegró
mucho porque ya no asistiría a tan aburrida premiación de su hijo. La madre Superiora leyó
el discurso de fin de año. A Fernandito Ranchal le dieron una medalla por ser el mejor
futbolista. Él la recibió con la cara seria.
El año que Julius cumplió diez, Bobby empezó a armar escándalos y griterías tan fuerte
que ni todos los techos matarruidos de Juan Lucas lograron silenciar. Empezó una noche a las
7:00 p.m. en el palacio. Juan Lucas estaba en su cancha de golfito. Tomaba contento en su
vaso de cristal su wisky importado. Bobby venía furioso, soltando miles de palabrotas. Julius
que apareció por ahí, se escapó porque Bobby quería pagar a quien sea. Bobby corría de una
habitación a otra hecho un energúmeno, Susan le dijo ¡Darling!, ¡Darling! Juan Lucas, ¿Qué
pasa muchacho? La decidida se cruzó con Bobby que seguía gritando. Se calmó un poco y le
preguntaron qué pasaba, pero Bobby, no dijo ni pío. Juan Lucas tenía sus sospechas. Por eso,
ordenó distribuir todos los wiskys en los lugares estratégicos para que Bobby cayera a la
tentación y se lo bebiera.
El objetivo era simple: Que Bobby se embriagara tanto hasta confesar su problema.
Bobby bebió pero cuanto más beodo se enfurecía más y gritaba peor. Susan aterrada fue hasta
la puerta del cuarto de Bobby. Le dijo en ingles que por favor abriera, que si no se moriría de
pena. Bobby no abrió. Juan Lucas le dijo “¡Vamos muchacho!”, Bobby no le hizo el menor
caso pero soltó algo, dijo que no iba a parar hasta vengase, que no perdonaría esa falta. Juan
Lucas, les ordenó a todos que se fueran, que él solucionaría. “¡Vamos muchacho!” dijo, y
como respuesta escuchó ¡Váyanse a la mierda todos! Además “¡Tú no eres mi padre!” y otras
groserías más. Veinticuatro horas después, el hambre obligó a Bobby a abrir la puerta. Hacía
medio día Celso le ofreció algo de comer pero Bobby le dijo llorando ¡Vete a la mierda!
Después de cuatro horas salió y tomó el wisky y regresó a su dormitorio con la botella. Más
tarde el escándalo seguía. Julius fue el primero en escuchar los gritos, salió corriendo a la
escalera pero Bobby que estaba por ahí le dijo: “Quítate de ahí hijo de puta”, delante de su
madre. Lloraba y gritaba ¿Por qué? Nadie lo sabía. Juan Lucas les ordenó que
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desaparecieran. Ellos lo hicieron pero sólo por ahí, desde donde escuchaban atento. Empezó
a hablar pero nada se le entendía, al fin dijo: “Iba a cumplir diecisiete años y había tenido
sexo”. Pero él motivo del escándalo no era eso, ¿La niña del Villamaría? Tampoco
¿Entonces, cuál?
Peggy, la canadiense le había cambiado con Pipo Lastarria, su primo. Les preguntó si no
era bueno morirse de pena. Diecisiete años y ya con cuernos. Todos se enteraron del asunto.
Juan Lucas y Susan salieron. Bobby llamó por teléfono a Peggy ella se había ido hacia
Ancón con Pipo. Bobby partió a toda velocidad. Una mano cogía el timón y la otro la botella
de Wisky que iba tomado. Julius se solidarizó. Bobby apareció más tarde totalmente
abollado.
Todo parecía tranquilo en la noche pero los gritos de la Decidida, despertó a todos. Bobby
había intentado violar a la Deci y ella no se dejó y de un puñetazo le tapó el ojo que aún tenía
sano. Julius los vio forcejearse. Bobby lo amenazó con descuartizarlo si contaba a mamá. Ya
en su cuarto Bobby recordaba que el primer ojo le había tapado Pipo, luego que fue a un
burdel donde no lo dejaron entrar por más que gritó su apellido, su clase social y sus
influencias. Fue entonces que, para desfogase había pensado en la Deci.
Al día siguiente a pedido de Susan que aunque desconcertada seguía linda, Bobby se
disculpó de la Deci. Arminda la lavandera ya estaba tan vieja que confundía las cosas, hasta
que murió.
Celso abrió la puerta del palacio. Carlos, la puerta del Mercedes diciendo: “traigo a un
herido” Era Julius que estaba furioso y adolorido porque venía de un consultorio dental. El
entierro de Arminda le abrió a Julius una vieja herida: la muerte de Cinthia. Bobby tenía una
nueva enamorada. Se llamaba Maruja y era un hembrón. Bobby quería encamarse, pero ella
se le escapaba argumentando que primero tenían que estar casados. Bobby le prometía, que
así sería, pero Maruja que había quedado segunda en un concurso de “Mis todas las playas
del Perú”, y quería ser modelo, siempre se le escapaba. Bobby soñaba con el cuerpo de
Maruja, hasta que ante la negativa terminó donde Nanette una proxeneta que administraba un
prostíbulo y donde había una poderosa prostituta chola llamada Sonia. Bobby decidió
escribirle una carta a su hermano Santiago, contándole sobre lo que le pasó y pidiéndole
consejos. No fue necesario redactar, el consejo estaba dado telepáticamente. ¡Que se metiera
con la mejor amiga de Peggy! Así que sólo le saludó al hermano, como respuesta recibió una
carta personal e intransferible. Más que carta era una encomienda que contenía fotos de
chicas desnudas posando con Santiago.
Susana Latarria que era horrible, se enteró tarde lo de Pipo a su primo. Le reclamó a Pipo.
Consultó con el cura. Habló con su esposo Juan Lastarria. Este no le hizo caso. Así que muy
afligida le escribió una carta a su prima disculpándose, Susan leyó con asombro. Bobby ya
estaba con Rosemary, la mejor amiga de Peggy que había rechazado a Pipo varias veces.
Susan que estaba linda, pero preocupada, consultó sobre Bobby con Juan Lucas, por su
actitud violenta y alcohólica. A sugerencia del golfista le quitó la propina. Bobby empezó a
robar plata de la cartera de Susan. Entonces ella escondió la caja fuerte. Bobby intentó abrirla
pero no pudo. Justo ahora que llegaba Sonia al prostíbulo. Estaba triste hasta que se acordó
de la alcancía donde Julius había ahorrado todas las propinas de su vida. Entró al cuarto del
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orejón pero por más golpes no pudo abrir. Entonces se acordó que Celso era el tesorero del
club de amigos de Huarocondo y robó todo el inmundo dinero. Celso se quejó con Susan y
antes que termine de hablar Juan Lucas le estiró un cheque.
El arquitecto de moda apareció ahora donde Juan Lastarria. Anunció que ya tenía hijo con
su esposa, la Susan disminuida. Susana la mujer horrible de Lastarria estaba más
insoportable. Así que el gordito cursilón decidió hacer publica a su querida.
Juan Lucas y el crítico taurino Romero decidieron ir a Ecuador junto con Susan. Sólo a
ver torear a Briceño. El viaje fue una decepción. El gordo Romero enfermó. En Quito Susan
estaba más linda. Hasta allí Bobby le escribió una carta pidiéndoles permiso para su fiesta de
promoción. El golfista y su esposa se rieron. Retornaron a Lima.
En el nuevo palacio todo marchaba bien para Bobby. El electricista ya había venido para
la iluminación. El problema era la orquídea que debía entregar a su pareja en la fiesta. Juan
Lucas le dijo que desde la selva de Tingo María donde tenía una inmensa finca llegaría una
orquídea verdadera. Bobby le agradeció contento. Juan Lucas y Susan partieron a una reunión
social.
Llegó el día de la fiesta. Faltaba apenas tres horas para el inicio. Bobby estaba feliz. La
Decidida corrió a encender las luces que iluminarían la gran fiesta de promoción. Apretó el
botón, pero se escuchó chic y unas chispas salieron de todos enchufes. El fluido se fue. Ya
anochecía y Bobby se largó gritando que quería luz en cinco minutos. El hijo del electricista
que era de la misma edad de Bobby pero más alto y agarrado salió en defensa del padre.
Bobby lo midió y se retiró diciendo: “contigo, dónde y cuándo quieras”. Andaba tan furioso
porque aún la orquídea no llegaba de Ucayali. Julius por nada del mundo quería perderse la
fiesta, así que se alistó. Los músicos llegaron y empezaron a instalar los instrumentos. Julius
se acercó al piano y empezó a tocar. Eso enojó Bobby que lo prohibió y lo ordenó
desaparecer. Julius se retiró diciendo que los buenos pianos no olían a orines de gato y salió
disparado. Bobby también, para matarlo pero allí le esperaba el hijo del electricista mascando
chicle. Bobby se paró apenas y le repitió: “contigo, dónde y cuándo quieras”. Los invitados
ya estaban y la orquídea no llegaba, le reclamó al golfista y éste le dijo que esperara. La
orquídea llegó. Una hora más tarde Bobby partía en un Jaguar a recoger a Rosemary. Antes
advirtió a Julius con romperle la cara si es que asomaba por la fiesta. Pero Julius se puso su
ternito, se peinó y hasta usó la corbata de Bobby, era su primera fiesta juvenil, habrían
chicas dispuestas a bailar y él estaba contento porque bailaría con una de ellas. Y así lo
hizo. Los empleados a escondidas veían todo, gozando. Julius luego se retiró. Ya en su
cuarto no dormía con la bulla, por eso, empezó a comunicarse con Cinthia. Pasaron los días y
Bobby le propuso algo a Julius: “Si me das la plata de tu alcancía yo te digo a quien voy a
tirarme esta noche”, Julius que no entendía nada, respondió ¡No!
“Lo prometido es deuda” dijo el golfista, y es que para navidad había prometido traer de
vuelta a Santiago desde los Estados Unidos. Todos fueron recibirlo al aeropuerto a Santiago,
que regresaba con su amigo Lester Lang IV. Saludó a todos incluso a Julius, “orejas” le dijo.
Santiago y el norteamericano protagonizaron miles de borracheras y orgías en Lima. Bobby
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estuvo con ellos. Lester hasta se enamoró de Delfina y esta lo rechazó. Una noche que
regresaban de Ancón a toda velocidad, el carro se salió de la pista. Felizmente no pasó nada.
Ante tanto desenfreno, la Decidida opinó que Susan no cumplía su deber. Por fin los
visitantes partieron. Bobby tenía que prepararse para la universidad.
Vilma, después de tiempo apareció en el nuevo palacio para saludar al orejó que había
crecido. Luego Nilda contó que Vilma, la chola hermosa, ahora trabajaba e un burdel de la
Victoria. Eso afectó a Julius hasta hacerle recordar a Cinthia, su hermana muerta, con quien
por una necesidad de comunicarse con alguien empezó a hablar a través de monólogos. El
orejón estaba muy apenado y lloraba en silencio entre otras cosas por ese mundo de infancia
solitaria y sin afecto que estaba dejando atrás. Ahora empezaba otra etapa, otro mundo, tal
vez más solitario. Julius tenía muchas interrogantes, pues ahora ya tenía once años, ya sabía
el significado de la palabra tirar. Carlos se lo dijo. Ya sabía a quien se iba a tirar su hermano
Bobby en el prostíbulo de La Victoria. Y Su mamá, como siempre linda, salió a otra fiesta de
sociedad sin sospechar el triste estado emocional de Julius.
Fin.
D. PERFIL PSICOSOCIAL DE LOS PERSONAJES:
CLASE ALTA (LOS ARISTÓCRATAS)
1. JULIUS: Un niño rico, falto de afecto materno y familiar, pero, inteligente y sensible
que poco a poco se da cuenta sobre la vida frívola y fría que llevan la gente de la alta
sociedad. Físicamente es orejón, blanquiñoso, rubio y muy enjuto.
3. JUAN LUCAS : Golfista millonario y elegante casado con la madre de Julius. Dueño
de muchas haciendas en todo el país. Su mayor preocupación el golf, los negocios y
las reuniones sociales. Trabaja una hora al día. Nunca se equivoca siempre tiene la
razón. Nunca se le puede hablar de los pobres ni la pobreza, porque esas cosas le
repugnan.
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7. LA PEPA: Alumno del Inmaculado que a la llegada de Julius había formado su
pandilla y cobraba cupos, a los que no eran de su pandilla los masacraban.
8. ARZUBIAGA: Alumno del Inmaculado e ídolo de Julius en el colegio acabó con la
pandilla de la Pepa. Nunca fue malo, sino pacífico.
9. SILVA: Compañero rubio de Julius con cara de gato malo, que un día retó a
Arzubiaga pero le fue mal.
10. EL GRINGO KING : Hijo de un embajador norteamericano. Nunca entendió el
fútbol a la peruana y en pleno juego se equivocaba y lo confundía con el fútbol
americano.
11. EL GORDO MARTINTO : Amigo de Julius. Por mucho tiempo se pasaron juntos
tratando de cortarse la oreja y /o desinflarse.
12. CANO: Compañero y amigo pobre de Julius que fue pegado por Fernandino Ranchal
y Ladrón de Guevara. Vivía con su abuelita y pretendió vengarse de Fernandito.
14. PEGGY: La canadiense. Hija del embajador de Canadá que fue la primera
enamorada de Bobby, pero lo cambió por su primo Pipo Lastarria.
16. BERTHA: Nana anciana de Cinthia, antes fue de Susan hasta que se fue a Londres.
Murió después de Santiago padre.
17. VILMA: La chola hermosa. Niñera que brindó a Julius el afecto materno que Sunsan
nunca pudo dar a su hijo. Proviene de Puquio. Tras ser acosada sexualmente por
Santiago es expulsada del palacio y termina como prostituta y se acuesta algunas
veces con Bobby.
18. DANIEL Y CELSO : Mayordomos de la familia. Celso provenía de Huarocondo –
Cusco. Además era tesorero del Club Amigos de Huarocondo y guardaba en una cajita
mugrosa el dinero del club.
19. ANATOLIO: Jardinero de la familia desde el palacio viejo.
20. UNIVERSO: Jardinero de la familia en el nuevo palacio.
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21. ARMINDA: Lavandera de la familia. Su hija Dora que también era lavandera se
escapó con un heladero de Donofrio.
22. VICTORIA SANTAPACIENCIA: Sastre que confeccionaba los uniformes de
Julius y de sus hermanos.
23. LA DECIDIDA: Su nombre era Flora. Tenía unos pechos enormes y se expresaba
sus ideas con una seguridad, por eso, Susan le puso el sobrenombre que utilizarán
todos en el palacio. Vino en reemplazo de Imelda, la que a su vez reemplazó a Vilma.
Cumplía su deber con una disciplina militar. Una noche Bobby intentó forzarla, pero
ella se defendió con bravura.
CLASE MEDIA:
24. EL ARQUITECTO DE MODA: Jovencito brillante a quien le faltaba vivir un
poco todavía. Se enamoró de Susan que estaba linda. Bailó toda la noche con él. Fue
quien diseñó el nuevo palacio. Amaba tanto a Susan que al no ser correspondido se
consiguió una novia, la Susan disminuida, quien de dio un hijo.
25. LA ZANAHORIA: Monja temida por los niños del Colegio Inmaculado Corazón,
por su estrictez y carácter fuerte.
28. EL PADRE BROWN: Cura inglés que prepara a Julius y a sus compañeros para la
primera comunión.
29. FRAU PROSERPINA: “Nieta de Beethoven” según el golfista que en un solar
viejo enseña a Julius a tocar piano. Le pega cuando se equivoca. Al final resultó ser
una vieja avara y medio loca.
TIEMPO: Desde los cinco hasta los once años. Así, los dos tiempos pertenecen a la
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primera infancia de Julius que pasa en el palacio viejo y en Chosica, y a la segunda
infancia del protagonista lo que pasa en el colegio, en el hotel del Contry Club, en la
academia de piano y en el palacio nuevo. La infancia de Julius finaliza en las puertas de
la pubertad con una toma de conciencia de la sexualidad.
H. MANEJO LINGÜÍSTICO:
El lenguaje que Alfredo Bryce Echenique, notable narrador peruano, usa en “Un Mundo
para Julius” es claro y humorístico, mezclado magistralmente con algunas jergas inglesas
como “Darling” y también con la jerga infantil, juvenil y la de los sirvientes.
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de cuna aristocrática burguesa, y haber vivido en Europa, principalmente Francia, ha
encontrado en esas dos experiencias, pero con el estímulo del alcohol, su beta narrativa.
Así muestra en sus obras la forma de vida de la aristocracia limeña a mediados de 1950:
una clase adicta a las fiestas sociales, el golf, las modas, las apariencias, los negocios, los
viajes y la infidelidad, pero sin afecto ni afecto ni tiempo para sus propios hijos; y las
peripecias, amores y desamores de un latino en Europa. Todo esto con fino humor e ironía
indirecta.
J. ESTRUCTURA EXTERNA:
La magistral novela “Un mundo para Julius” está presentada en cinco capítulos, y cada
uno con su propio título.
Primer capítulo titula “El palacio original”. Se divide en cinco secciones.
Segundo capítulo titula “El colegio”.Se divide en tres secciones.
Tercer capítulo titula “Country Club” se divide en tres secciones.
Cuarto capítulo titula “Los grandes” no tiene secciones.
Quinto capítulo, titula “Retornos” consta dos secciones.
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Con el hallazgo de la nueva fórmula, Bryce Echenique emprende la composición del cuento «Las inquietudes de Julius»,
pero pronto advierte que el personaje, su ambiente, la voz y el componente social requieren de una extensión mayor. El
empeño se convierte en la primera novela del autor, Un mundo para Julius (1970), con la que logrará el reconocimiento
internacional y de su país, como demuestra la concesión del premio Nacional en 1972. La interpretación sociológica,
comprometida y antioligárquica con
que se entendió entonces en Perú
-dede 1968 gobernado por el general
Juan Velasco Alvarado- sólo resultará
uno de los muchos rostros que
ofrecía una novela desenvuelta, rica y
de sabor tierno que no sólo
desplegaba los resortes de los más
clásicos mecanismos narrativos sino
que también arriesgaba una
exposición grave. Ese riesgo provenía
del uso de, por ejemplo, la
distanciación hallada en «Con Jimmy,
en Paracas» y la libertad formal que,
por Cortázar, había practicado en ese
cuento, lo que suponía el alejamiento
de la trama a lo Montherlant; del
mundo adolescente descubierto en
«Las notas que duermen en las
cuerdas» y que se abría, con la
decadencia de la oligarquía, a los
relatos de La felicidad ja ja; de la
práctica del tiempo que le llegaba de
Proust, el flujo de conciencia de
Joyce y el poderoso diálogo de
Hemingway, que se unían a una
variadísima galería de voces y
perspectivas desde las que se
retrataba el mundo de la oligarquía,
contemplado unas veces con
nostalgia, en otras ocasiones con
alguna simpatía, y por momentos con
cierta agria y no disimulada queja.
Pero lo importante, junto al humor, la
nostalgia y otros gustos, resultaba el
perfilado de los personajes, que
convertían a los espacios retratados
en un universo abigarrado, atractivo y
extraordinariamente vivo a pesar de la
distancia existente,
fundamentalmente económica, con el
lector, como a éste le recordaba en
alguna ocasión el narrador en una
prueba de vigorosa oralidad.
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1. CONCEPTO:
Es una corriente literaria que surge y se desarrolla en los países hispanoamericanos
durante el siglo XX, el fin es mostrar mediante la narrativa la inmensidad, misterio,
peligro y vivencias que se operan en la selva enmarañada del continente
hispanoamericano.
2. CARACTERÍSTICAS:
La temática principal es la relación dicotómica del HOMBRE con la NATURALEZA
en la selva amazónica.
Muestra las inclemencias, mitos, misterios, espantos, peligros, flora y fauna en la
selva llamada también catedral verde.
Señala que el espacio geográfico determina la conducta y temperamento del hombre
selvático.
Revela o muestra al mundo una realidad y espacio original, nuevo, propiamente
hispanoamericana.
Las acciones abarcan un espacio limitado: la región selvática.
Denunciar los conflictos políticos, sociales, culturales y económicos suscitados en la
selva.
3. REPRESENTANTES:
Rómulo Gallegos (venezolano) con “Canaima”.
José Eustasio Rivera (colombiano) con “La Vorágine”.
Arturo Hernández (peruano) con “Sangama”.
Ciro Alegría (peruano) con “La Serpiente de Oro”.
Mario Vargas Llosa (peruano) con “Pantaleón y Las Visitadoras” y “El Hablador”.
“LA VORÁGINE”
A. CRONOLOGÍA DEL AUTOR:
JOSÉ EUSTASIO RIVERA
1888: Nace el 19 de febrero en Huila, San Mateo hoy Rivera.
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1894: Estudió en los colegios de Santa Librada, de San Luis Gonzaga de Elías.
1906: Rivera ganó una beca para ingresar a estudiar en la Escuela Normal de Bogotá.
1909: Se trasladó a vivir a Ibagué y trabajó como inspector escolar.
1917: Se graduó como abogado logrando a obtener el grado de doctor en Derecho y
Ciencias Políticas con la tesis "Liquidación de las herencias".
1921: Publica su poemario “Tierra de Promisión”.
1922: Después de la muerte de su padre, Rivera se trasladó a Sogamoso y comenzó a
escribir “La Vorágine”. Fue designado secretario abogado de la Comisión Limítrofe
Colombo-Venezolana.
1923: A finales de enero, se reintegró nuevamente a la Comisión. Salieron de San
Fernando, bajaron a Yavita, Maroa y Victorino.
1923: El 18 de julio, Rivera envió desde Manaos al Ministerio de Relaciones Exteriores,
sus denuncias sobre las injusticias y crímenes cometidos a los colombianos en las
fronteras. El 12 de octubre regresó a Bogotá.
1924: En abril publica “La Vorágine” en la Editorial Cronos de Bogotá. En mayo, luego
de organizar una Junta Patriótica de Defensa Nacional en Neiva, se dedicó a escribir
artículos de denuncia en la prensa nacional, pero sus advertencias y peticiones no
fueron acogida s.
1925: Rivera fue elegido miembro de la Comisión Investigadora de Relaciones Exteriores
y de Colonización. Publicó entonces una serie de artículos en “El Nuevo Tiempo” de
Bogotá, bajo el título "Falsos Postulados Nacionales". En estos artículos, Rivera
denunció todo tipo de irregularidades, especialmente en la contratación del
oleoducto Cartagena-Barrancabermeja. Estas denuncias, que involucraban desde el
presidente Pedro Nel Ospina hasta el exministro Esteban Jaramillo, provocaron un
gran escándalo en el Congreso y en el país entero.
1926: Apareció la segunda edición corregida de “La Vorágine”, y Rivera empezó a escribir
su segunda novela “La Mancha Negra”, perdida años después en Nueva York.
1928: Viajó a Cuba, a representar a Colombia en el Congreso Internacional de Inmigración
y Emigración de La Habana. En Nueva York, buscó las conexiones necesarias para
pasarla al cine, sin resultados positivos a causa de sus exigencias nacionalistas. Más
adelante, publicó la quinta y definitiva edición de “La Vorágine”, con más de tres
mil correcciones.
1928: El 1 de diciembre, a los 40 años de edad, José Eustasio Rivera murió en su
apartamento de la calle 73 en Nueva York, de muerte misteriosa. Llegado a su país
natal su cuerpo embalsamado recorrió sin descanso, durante un mes y nueve días,
distintos lugares: primero en la Sixaloa de la United Fruit Company, luego en el
vapor-correo Carbonell González, por el río Magdalena, y al final por el ferrocarril
central, recibiendo en cada puerto y en cada pueblo los homenajes que nunca
recibiera en vida.
1929: El 9 de enero fue enterrado en el Cementerio Central de Bogotá.
OBRAS PRINCIPALES:
– “Tierra de Promisión” (Poemas, 1921).
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– “La Vorágine” (Novela, 1924).
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
El historiador y antropólogo colombiano, Roberto Pineda Camacho, en un artículo
titulado: “El Caucho y el Proceso Esclavista” y publicado en la revista “Credencial Historia”
en Bogotá Colombia en Abril del año 2003. Nos narra la historia de la explotación
cauchera: Según él: “Un censo del año 1849 estimaba la población de esa zona en tres
grupos sociales: los "racionales" o “civilizados”—como se designaba a los funcionarios,
comerciantes y colonos— de esta región que sumaban 242 personas; los indios "civilizados",
nativos que influidos por las misioneros católicas y los colonos abandonaban su cultura para
adoptar la citadina, llegaban a 16.549; y por último los nativos, calificados en los textos
censuales como:"salvajes", "antropófagos" e "irracionales", que eran grupos cuyo número
desconocían los mismos censadores. Eran los witotos, muinames, mencas, carijonas, cubeos,
tucanos, boras, etc.
Acabado la quina en dicha selva vino el boom del caucho. Hubo una creciente demanda
de caucho natural por parte de las grandes industrias de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y
otros países europeos. La masificación del neumático para bicicletas y luego su aplicación a
gran escala en la industria automotriz, telecomunicaciones (cables submarinos), medicina y
hasta en los zepelines, dispararon, hasta enloquecer, su demanda.
En la Amazonía se organizó una vasta red de extracción y distribución del látex a través
del sistema de endeude. Por lo general, una familia se encargaba de extraer el látex por
medio de incisiones en la corteza del árbol. El trabajador debía entregar la goma a un
patrono, llamado siringalista por ciertos víveres. A su vez, este empresario vendía a una Casa
mayor, De esta forma, sólo esas casas vendían a buen precio; pero quienes más se enriquecía
eran los norteamericanos. La bonanza del caucho transformó la cuenca, al multiplicar los
contactos y promover la formación de la ciudad de Manaos y la modernización de la vieja
ciudad de Belém. En el alto Amazonas, la población de Iquitos se consolidó como el centro
de los negocios del caucho peruano.
En 1901, el comerciante peruano Julio César Arana entró en negocios con algunos
caucheros colombianos de la Colonia Indiana (La Chorrera) para explotar el caucho. En 1903
fundó la Casa Arana y Hermanos, sobre la base de la compra de las instalaciones de La
Chorrera, e inició la expansión de su empresa, utilizando incluso la fuerza con el apoyo del
ejército peruano.
Hacia 1907, La Casa Arana cambió su razón social por Peruvian Amazon Company, con
sede en Londres y cuyos dueños eran norteamenricanos e ingleses.
134
sometidos. En 1909, el periódico londinense Truth publicó su testimonio, bajo el título "El
paraíso del diablo". Hardenburg denunció la existencia de un verdadero régimen de
esclavitud en el Putumayo, en el cual los indios y los blancos enganchados eran forzados a
trabajar, sometidos a la tortura en el cepo y al látigo, expuestos a hambrunas y a las pestes
provocadas por las precarias condiciones de trabajo, entre otras formas de represión. La huída
era penalizada con la muerte. Debían hacer penosas travesías llevando grandes y excesivos
cargamentos de caucho hacia los centros de acopio. A cambio se les entregaban ciertas
mercancías a precios exorbitantes, e incluso recibían una lata de carne por toda una jornada
el trabajo.
C. TRAMA ARGUMENTAL:
“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo
ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia
sentimental, ni de la zozobra de miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el
dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo ambicionaba el don divino del
amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara en mi cuerpo
como la llama sobre el leño que la alimenta. Alicia fue un amorío fácil; se me entregó sin
vacilaciones, esperanzada el amor que buscaba en mí”; de esta manera el poeta bohemio
Arturo Cova, nos introduce a la vorágine de su vida sentimental con Alicia, muchacha con la
que huye de Bogotá para evitar que sus parientes la casen a la fuerza con un viejo
terrateniente al que no quiere. Ya en Casanare, Cova empieza a ser invadido por un leve
arrepentimiento: “Saciado el antojo, ¿Qué mérito tiene el cuerpo que a tan caro precio
adquiriste?” se pregunta Cova en una noche de insomnio. Desde Bogotá muy extrañado su
amigo le escribe una carta avisándole que allá se armó un gran escándalo social y que la
justicia le está buscando. Esta noticia le hace pensar que quizá fuera mejor regresar y eso le
propone a Alicia. Ella se enoja y le reclama entre enojada y llorosa: “¿Para qué me trajiste?
Porque la idea partió de ti. ¡Vete, déjame! ¡Ni tú ni Casanare merecen la pena!”. En el
camino se toman con un hombre llamado Pepe Morillo Nieto, quien después de ganarse la
confianza de los fugitivos, huye en la oscuridad de la noche robándoles el caballo de Arturo.
Más adelante se encuentran con un hombre semicano y rechoncho quien dice ser el general
Gómez y Roca. Alegando conocer a Alicia de niña, se toma la libertad de acariciarla
libidinosamente, provocando la reacción de la muchacha y de Cova, quien lo golpea con los
zapatos de Alicia hasta hacerlo perder el conocimiento.
135
Luego se encuentran también con el señor Rafo, un viejo amigo del padre de Cova de
sesenta años. Acompañados por él, los fugitivos fueron internándose en la selva de Canasare,
guiados por este viejo viudo dedicado al comercio ambulante. Por él, se entera Cova de que
el hombre que le robó su caballo es un conocido salteador que ha estado varias veces en
presidio.
Así continuaron por ese mundo extraño donde se unen la vegetación y el misterio. “...la
laguneta de aguas maravillosas estaba cubierta de hojarascas. Por entre ellas nadaban
tortuguillas llamadas galápagos, asomando la cabeza rojiza; y aquí y allí los caimanejos
nombrados cachirres exhibían sobre la nata del pozo los ojos sin párpados. Garzas
meditabundas, sostenidas en un pie, con picotazo repentino arrugaban la charca tristísimo
cuyas evaporaciones maléficas flotaban bajo los árboles como velo mortuorio”.
En el viaje Alicia sufre constantes mareos y nauseas. Arturo Cova, deduce que la
muchacha, está embarazada. Cova piensa que debe rodearla de todos los cuidados posibles y
regresar a Bogotá antes de tres meses. Algo contrariado, confiesa a don Rafo que no está
enamorado de Alicia y que le mortifica el tener que fingir. Ocho días después llegaron al
rancho de “La Maporita “, hogar de Fidel Franco y su mujer Griselda, donde los viajeros se
instalan. Allí se enteran que un hombre llamado Narciso Barrera ha llegado al pueblo
vendiendo mercancías a bajo precio y ofreciendo trabajo en la modalidad de enganche todos
los hombres para explotarlos en el caucho. Dos días después que Cova y sus acompañantes
llegaron a “La Maporita”, arribaron unos hombres enjutos y pálidos quienes amenazaron a
don Rafo para que desistiera de vender algo a los pobladores del lugar: “Nos mandó Barrera
a quitarte la mercancía, y es mejor que te largues con ella”; dijeron antes de marcharse. Una
noche Cova tiene un sueño premonitorio, pues, en su sueño Alicia se le perdía en una selva
oscura.
Sebastiana, vieja criada de Griselda, cuenta a don Rafo la situación en que se halla la
estancia llanera llamada “Hato Grande”, desde la llegada de Barrera. Refirió que todos los
trabajos se habían suspendido porque los vaqueros se emborrachaban con el licor que les
vendían los secuaces de Barrera; pero el más juerguero de todos era el viejo Zubieta, dueño
del hato quien se emborrachaba y perdía en el juego de los dados, fuertes cantidades de
dinero jugando con Barrera, quien no era más que un conocido asesino, ladrón, traidor y
traficante de personas para trabajos en las caucherías de selva adentro.
136
Griselda la mujer de Franco por ser una morena, simpática, coqueta y pechugona era
una tentación constante para Arturo Cova. Llegó a enamorarla con éxito escandaloso. Una
tarde mientras Fidel estaba de viaje y Alcia dormía con una fiebre alta y Cova estaba en su
chinchorro Griselda se el acercó en con poca ropa y él la tomó de la cadera. Ella se inclinó
sobre su pecho y sus aretes de esmeralda columpiaron cerca a su pómulo. Cova le
preguntó: “¿Estas son las esmeraldas que ambiciona barrera?” Y ella le respondió toda
coqueta que eran para Cova. Incluso le mordió la oreja enseñándole que así debía quitarlas
de las orejas de ella. Estuvieron a punto de encamarse, pues, Griselda quería eso. El mismo
Cova lo evita. Después de un rato regresó Griselda para suplicarle a Cova: “¡Que no le vaya
a sabé mi hombre! ¡Ni tu mujé!” y así fue. “¿Iba a injuriar el honor de un amigo, seduciendo
a su esposa, que para mí no era más que una hembra y una hembra vulgar?”; la lealtad hacia
Franco pudo más que su fama de mujeriego. Por despecho, al enterarse por Alicia que
Griselda ha comentado que él es “inferior a Barrera”, Arturo se vuelve hacia Alicia, de la que
llega a apasionarse.
Después de un tiempo el viejo Zubieta, dueño de Hato Grande dio a Franco, mil toros a
bajo precio. Don Rafo y Arturo Cova aportaron lo que tenían, formando así una sociedad con
la cual pensaban obtener cuantiosas ganancias. Don Rafo abandona Casanare para realizar
algunas gestiones relativas al negocio, prometiendo regresar al mes. Fidel Franco y Antonio
Correa, hijo de Sebastiana que trabajaba para Franco, parten a contratar vaqueros. Arturo
Cova se quedó a cargo de “La Maporita” y de las dos mujeres: Alicia y Griselda. En ese
tiempo aparece Narciso Barrera que galantea a Griselda y a Alicia, quienes dormían juntas.
Cova sospecha que en las noches viene a la casa un hombre en caballo y entra al cuarto de
Griselda. Una tarde, llevado por los celos, Cova se emborracha y golpea a Griselda a quien
acusa de alcahuetear a Alicia con Narciso Barrera. Ella no niega ni afirma la acusación.
Entonces, ebrio aún va a “Hato Grande” en busca de Barrera. Allí juega a los dados con el
Viejo Zubieta y con Barrera. Se produce entonces una discusión y posterior pelea entre
Barrera y Cova, resultando herido de un balazo en el brazo Cova. La pelea fue porque
Barrera hacia trampas y ganaba de esa forma. Pero felizmente es curado y cuidado por
Clarita, una prostituta oriunda de Ciudad Bolívar, Venezuela y conviviente del viejo Zubieta.
Al día siguiente, Barrera envía una carta a Cova en la cual declara su arrepentimiento por
lo ocurrido; Cova, encolerizado, envía al mensajero para que le diga “que cuando se
encuentre a solas conmigo sabrá en qué para su adulación”. En “Hato Grande”, durante el
tiempo de la convalecencia Clarita y Cova llegan a estar. Por versión de la muchacha, Cova
se entera que la famosa venta que Zubieta ha hecho a Fidel Franco, es sólo una farsa del viejo
borracho para negarse a las pretensiones de compra por parte de Barrera, quien se creía dueño
de todas las reses de Zubieta e incluso hace encorralar con su gente. Una noche Cova y
Clarita asustan a los ganados hasta logran hacerlos salir en tropel del establo. Franco llega a
“Hato Grande”, donde al enterarse de la jugarreta del viejo Zubieta, recrimina a éste por su
actitud.
A los pocos días, Barrera asesina por medio de sus hombres al viejo Zubieta, por la fuga
de los ganados. Un juez de nombre José Isabel Rincón Hernández, había sido sobornado por
137
Barrera dictaminó que Cova y Franco eran los culpables del crimen. De regreso a “La
Maporita”, Sebastiana les comunica que Griselda se ha marchado con Barrera llevándose a
Alicia con dirección a la selva. Franco enfurecido, prende fuego a la casa y junto con Cova,
parte en busca de su infiel mujer.
Pepe Morillo Nieto, más conocido como el “Pipa”, el que timó a Cova su caballo al
inicio de la historia, acompaña a los dos hombres. Cova lo había salvado de morir a manos de
los vaqueros, éste le había quedado agradecido. Vanamente esperaron en unas llanuras
cercanas a “La Maporita” a que llegara don Rafo, pues, éste no dio signos de vida por ningún
lado. Al ver tan preocupado a Cova Fidel Franco le propone a Cova que se olvide de Alicia,
que ya le encontrará reemplazo. Hasta Pepe Morillo le canta estos versos:
“El domingo la vi en misa,
el lunes la enamoré,
el martes ya le propuse,
el miércoles me casé;
el jueves me dejó solo,
el viernes la suspiré;
el sábado el desengaño...
y el domingo a buscar otra
porque solo no me amaño”
Morillo o el Pipa, dominaba la lengua de muchas tribus, lo cual significaba una gran
ayuda para aquella comitiva perdida en aquella “selva, esposa del silencio, madre de la
soledad y de la neblina”. En su viaje conviven con los indios de diferentes bohíos,
conociendo sus bailes, sus costumbres, su alimentación, etc. Cuando después de ocho días
llegaron al monte Vichada. Cova esperó encontrar a Alicia y a Barrera en sensual coloquio,
para caerles de sorpresa; pero grande fue su decepción: “¡Nadie! ¡Nadie! El silencio...”.
Deprimido y angustiado, Cova piensa en quitarse la vida. “...el fantasma impávido del
suicidio, que sigue esbozándose en mi voluntad, me tendió sus brazos esa noche y permanecí
entre el chinchorro, con la mandíbula puesta sobre el cañón de la carabina. ¿Cómo iría a
quedar mi rostro?”. Franco lo consuela y anima, y Cova, olvidando sus vesánicos
pensamientos, logra dormirse. Al otro día topan con un lanchero llamado Helí Mesa, quien
había sido soldado subalterno de Fidel Franco en Arauca. Franco era natural de Antioquia y
como militar ya había ascendido a teniente. Fue entonces que conoció a Griselda, muy
hermosa y joven. Esa belleza despertó deseos en el capitán de Franco que acosaba a Griselda
constantemente hasta que por eso Franco se enfrentó a su capitán y este último terminó
muerto. Helí Mesa les informa que Barrera va rumbo al Brasil llevándose con él a mucha
gente para venderla en el río Guaimí, con él también viajan Griselda y Alicia. Aquella noticia
aumentó más el odio que se había apoderado de Franco y de Cova, quienes acompañados por
Mesa, prosiguen camino en busca del inescrupuloso explotador. Una noche, mientras todos
dormían, el Pipa se fugó junto con algunos indios guahibos, nadie lamentó aquella pérdida,
pues le consideraban un elemento traidor y peligroso. Por esos días, en el río de la selva casi
son devorados por un remolino espantoso. Después de este episodio Cova y Franco discuten
y se agarran a trompadas; pero felizmente son separados por Mesa y Correa. Más adelante
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encuentran a un viejo cauchero llamado Clemente Silva. Este había trabajado dieciséis años
picando gema en los siringales “La Chorrera” y “El Encanto” del famoso cauchero peruano
Arana, mientras las sanguijuelas, que le habían ulcerado las canillas, lo sangraban.
El viejo Silva les cuenta las andanzas de un bandido a quien llaman el Cayeno, hombre
sin escrúpulos a quien el villano Barrera no le llega ni a los talones. El Cayeno roba el
caucho y caza a los pobres indios a quienes esclaviza de generación en generación. El viejo
Silva ha trabajado en las peores condiciones para aquel bandido durante dieciséis años de
miseria. Silva cuenta además como su hija, María Gertrudis, había fugado con un miserable
que la engañaba. Su extensa relación incluye también la fuga de su pequeño hijo, Luciano,
quien al ver que su padre no le hacía caso cuando lo prevenía del mal hombre que cortejaba a
su hermana, optó también por irse del hogar. Durante años el viejo Silva ha estado tras las
huellas de su hijo, a quien ha buscado por toda la selva, sufriendo los vejámenes más
inhumano y crueles que le hacían sus patrones en las caucherías. Balbino Jácome, un viejo a
quien se le secó la pierna derecha por la mordedura de una tarántula, resume la vida de
explotación que llevan los caucheros: “...peones que entregan kilos de goma a cinco centavos
y reciben franelas a veinte pesos; indios que trabajan hace seis años, y aparecen debiendo aún
el mañoco (palmito) del primer mes; niños que heredan deudas enormes, procedentes del
padre que les mataron, de la madre que les forzaron, hasta que las hermanas que les violaron;
y que no cubrirán en toda su vida porque cuando conozcan la pubertad, los solos gastos de su
niñez les darán medio siglo de esclavitud”.
Una mujer llamada Zoraida Ayram, compró al viejo Silva, por dos mil soles y se lo llevó
a Iquitos; allí se entera el pobre viejo que a su hijo Luciano a quien le había buscado
soportado todo tipo maltratos porque era el único familiar que le quedaba le cayó un árbol
encima causándole la muerte, minutos antes del encuentro con su padre. La narración del
viejo Silva hace reflexionar a Cova, quien, por medio del dolor, se siente unido a aquel
hombre que ha sufrido tanto: “¡Y pensar que tantas gentes en esta selva están soportando
igual dolor!”, se dice Cova a sí mismo. Al poco rato Arturo Cova sufre un ataque de espanto
que lo lleva a correr como un loco por entre la tupida selva. Veterano en esas cosas,
Clemente Silva logra calmarlo hasta hacerlo volver en sí:“Por primera vez, en todo su horror,
se ensanchó ante mí la selva inhumana; árboles deformes sufren el cautiverio de las
enredaderas advenedizas, que a grandes trechos los ayuntan con las palmeras y se descuelgan
en curva elástica, semejantes a redes mal extendidas, que a fuerza de almacenar en años
enteros hojarascas, chamizas, frutas, se desfondan como un saco de podredumbre, vaciando
en la yerba reptiles ciegos, salamandras mohosas, arañas peludas”, medita Cova aún turbado.
Agotados por el intenso trajín, Cova y los otros continuaron por aquella vorágine verde
que emergía ante ellos colosalmente; tratando de sobrevivir al ataque de las hormigas
carnívoras, que nacen quién sabe dónde y, que al venir al invierno, emigran para morir,
barriendo todo a su paso. “Avispas sin alas, de cabeza roja y cuerpo cetrino, que se imponen
por el temor que inspiran su veneno y su multitud; toda guarida, toda grieta, todo agujero;
árboles, hojarascas, nidos, colmenas, sufren la filtración de aquel oleaje espeso y hediondo,
que devora pichones, ratas, reptiles y pone en fuga pueblos enteros del hombre y de bestias”.
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Días después, Cova, Silva, Fidel y Correa, llegan a Guaracú donde se hacen pasar por
caucheros, allí encuentran a Zoraida Ayram y al brazo derecho del Cayeno, el temido
“general” Aquiles Vácares. La llegada de estos extraños crea la desconfianza en ambos
fascinerosos quienes, si bien les dan cierta libertad, los tienen como si fueran prisioneros;
poco después, Clemente Silva y el mulato Correa, parten con el pretexto de que traerán un
cargamento de caucho con el cual piensan pagar a Zoraida y a Vácares por la libertad de ellos
y de los hombres que quedan; pero en realidad, están llevando una carta para el cónsul de
Colombia a quien le piden que interfiera por ellos.
140
clandestino. Trabajo le costó a Franco reconocer a su concubina; “¡Tan espectral, tan
anémica, tan consumida!”, le decía a Cova. Este mientras tanto, había perdido las esperanzas
de que el anciano Silva regresara; o que en el mejor de los casos, el cónsul, al leer su carta,
replicara que su jurisdicción no alcanzaban a esas latitudes. Zoraida confiesa a Estévañez
Ramírez que el Cayeno y su gente llegarán en cualquier momento y que sospecha de Arturo y
sus amigos. Cova presintiendo el peligro que acecha a él y a los otros, declara que el cónsul
es amigo suyo y que ya se encuentra en camino de Guaracú para poner fin a los desmanes
que allí están sucediendo.
Al ver que Zoraida y el Vacarés se asustan ante tal declaración, Cova logra que ésta
acceda a que él pueda entrevistarse a solas con Griselda. Esta confiesa a Cova que huyó de
“La Maporita”, porque estaba cansada del maltrato que Franco le daba continuamente. En
cuanto a Alicia, Barrera había contado a ésta sus relaciones con Clarita. Alicia, dolida y
celosa, había decidido huir con Griselda al amparo de Narciso Barrera, como para vengarse
de la infidelidad de Cova, que nunca había sido amante de Barrera. Pero ahora Alicia se
hallaba en Yaguaraní por obligación de Narciso Barrera, quien al intentar forzarla
sexualmente, había recibido de la muchacha ocho rajaduras en pleno rostro.
Antes de partir en busca de Barrera, hacía tierras de Yaguanarí, Arturo Cova contrae el
temible mal de beriberi, lo cual hace más doloroso su viaje. Momentos antes se había
despedido de Ramírez que había decidido pasar sus días metido en aquella selva infernal: “El
que dejó sus lares por conquistar a la fortuna no debe tornar pidiendo limosna; por aquí
siquiera nadie conoce mis vicisitudes, la miseria torna aspectos de obligatoria renunciación.
Vete, la vida nos amasó con sustancias disímiles; no podemos seguir el mismo camino, si
algún día ves a mis padres, cúrate de decir dónde estoy”, le dijo a Cova, su amigo Ramírez.
A los pocos días, Alicia dio a luz a un pequeño sietemesino, fruto de sus amores con
Cova. “Anteanoche, entre la miseria, la oscuridad y el desamparo, nació el pequeñuelo
sietemesino. Su primer queja, su primer grito, su primer llanto fueron para las selvas
inhumanas. ¡Vivirá! ¡Me lo llevaré en una canoa por estos ríos, en pos de mi tierra, lejos del
141
dolor y al esclavitud...!”. Encontrándose en el barracón de Manuel Cardoso, donde le vendrá
a buscar Silva, en un cuaderno de contabilidad Arturo Cova empieza a escribir esta su
historia conmovedora. Entre emocionado Cova exclama: “¡Ya no existe el enganchador! ¡Lo
maté! ¡Lo maté!”
Enterado que el viejo Clemente Silva aún está vivo, Cova le deja una nota. “Don
Clemente: Sentimos no esperarlo en el barracón de Manuel Cardoso. Aquí, desplegado en la
barbacoa, le dejo este libro, para que en él se entere de nuestra ruta por medio del croquis
imaginado que dibujé. Cuide mucho esos manuscritos y póngalos en manos del Cónsul, son
la historia nuestra, la desolada historia de los caucheros... Viejo Silva: nos situaremos a
media hora de esta barraca, buscando la dirección del caño Marié, pro la trocha antigua.
Caso de encontrar imprevistas dificultades, le dejaremos en nuestro rumbo grandes fogones.
¡No se tarde! ¡Sólo tenemos víveres para seis días! ¡Acuérdese de Coutinho y de Souza
Machado! ¡Nos vamos, pues! ¡En nombre de Dios! ”
Meses después, un cable del cónsul colombiano dirigido a un Ministro, relacionado con la
suerte de Arturo Cova y sus compañeros: Franco, Griselda, Alicia, su bebé, Helí Mesa y
Correa decía así: “Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastro de ellos.
¡Los devoró la selva!”.
Fin.
D. PERFIL PSICOSOCIAL DE LOS PERSONAJES:
1. ARTURO COVA: Proviene del Tolima – Bogotá. Es un personaje paradójico, de
ánimo inestable. Está en constante confrontación consigo mismo y sus ideales.
Inseguro y celoso. Mujeriego, piensa en la perfección de las mujeres (las idealiza) y
dedica gran parte de su tiempo a analizar sus vivencias y reflexionar sobre ellas (desde
una visión poética). Sintiéndose muchas veces inconforme, asume una actitud en la
que él mismo se predestina al fracaso en el amor. Cova busca un "amor ideal" que sea
capaz de llenar las expectativas que ha mantenido. El se relaciona con varias mujeres
(Alicia, Griselda, Clarita y Madona) en una contradicción sentimental de amor
apasionado y odio extremo.
2. ALICIA: Mujer bogotana que se fuga con el poeta Arturo Cova, escapando de un
matrimonio forzado con un viejo. Ella tiene miedo de montar a los caballos.
Convertida en amante de Arturo Cova, su fuga también de él estando embarazada y
siguiendo a Barrera. Al final de la historia se reencuentra con Cova y con él se
pierde en la selva tras dar a luz a un niño sietemesino.
3. FIDEL FRANCO: Amigo de Cova es noble y sensato representa a los hombres del
llano. Él junto con Cova fue tras las huellas de Barrera quien se ha llevado a su
mujer Griselda y a Alicia, mujer de Cova. Es natural de Antioquia. Fue militar y
escaló hasta teniente. Por defender a su mujer Griselda se peleó con su capitán quien
murió apuñalado por la misma Griselda.
142
4. NARCISO BARRERA: Personaje perverso, engancha o recluta gente en los llanos
para venderlos en las caucherías de la selva. Es un charlatán. En al hacienda de
Zubieta dispara contra Cova. Mientras el herido se está recuperando, con intrigas y
chismes mal intencionados se lo lleva a Alicia. Alcanzado al fin por Cova en a
yaguaraní, tras una pelea con Cova muere y su cuerpo fue devorado en cuestión de
segundos por las pirañas.
5. DON RAFO: Hombre mayor de 60 años, comerciante viudo en la zona de Casanare
que había sido amigo del padre de Cova.
6. CLEMENTE SILVA: Anciano que encarna a la víctima de la vil explotación del
hombre por el hombre en las caucherías de la selva colombiana. Ha perdido a su
mujer, su hija e hijo. Al final de la historia busca sin éxito a Cova y sus compañeros.
Es también el eterno buscador.
7. ZORAIDA AYRAM: Aventurera turca, que se caracteriza por ser astuta para los
negocios y muy libidinosa. Se hace amantes de Cova. Antes fue del joven Luciano
Silva. Le dicen La Madona. Trabaja en complicidad con Aquiles Vácares.
10. ZUBIETA: Viejo hacendado, dueño de “Hato Grande” a quien Barrera lo alcoholiza,
para quitarle sus bienes. Muere asesinado por la gente del perverso enganchador
Barrera.
11. EL CORONEL FUNES: Militar perverso y criminal. Es jefe militar del estado de
San Fernando de Atabopa, que está involucrado en el negocio de caucho en la selva
colombiana. Que mató a su compinche el gobernador o jefe civil del citado estado, el
08 de mayo de 1913.
12. CAYENO: Hombre perverso y criminal, roba el caucho y caza a los pobres indios a
quienes esclaviza de generación en generación con la ayuda de Zoraida Ayram y
Aquiles Vácares, más conocido como el váquiro. Es un ex militar analfabeto.
13. PEPE MORILLO: Le dicen Pipa, es el más astuto de los salteadores. Fue varias
veces prófugo, capitán de indios salvajes, sabe idiomas de varias tribus, es boga y
vaquero, muy disimulado, hipócrita y servil.
143
14. ANTONIO CORREA: Hijo de Sebastiana, cuadrado de espaldas, fornido de pecho,
trabajador modesto que acaompaañ su jefe Franco en esa travesía de la selva.
15. SEBASTIANA: Arrugada, pelo gris, brazos temblones. Mamá de Correa que trabaja
como criada en el rancho de Fidel Franco.
16. CLARITA: Simpática con Cova, atiende a Barrera; por quién es ultrajada, pero
también es una de las amantes de Cova. Es una prostituta, natural de La Ciudad
Bolívar- Venezuela.
En ese trajín por la selva, el escritor fue encontrando una a una a sus personajes. A
muchos los vio y habló. De otros oyó contar sus vidas turbulentas, sus hazañas, las facetas
patológicas de su crueldad o el misterio y silencio que siguieron a su doloroso extravío en
ese infierno.
J. ESTRUCTURA EXTERNA:
“La Vorágine” consta de tres partes sin capítulos internos y señalados con letras.
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A mediados del siglo XIX, todos los territorios localizados en el suroriente colombiano se encontraban
cubiertos por grandes selvas tropicales: el gran territorio del Caquetá —surcado por grandes ríos que
descienden sinuosa y lentamente desde los Andes hasta verter sus aguas en el majestuoso río de las
Amazonas—estaba en su mayoría habitado por comunidades nativas que hablaban diversas lenguas.
CONQUISTA DE LOS UITOTOS
Al este del río Caguán, entre los ríos Caquetá y Putumayo, algunos caucheros entrevieron la existencia de una
verdadera "tierra de promisión". Allí no sólo existían grandes existencias de cierto tipo de cauchos, hasta la fecha
inexplotados, sino un gran número de comunidades indígenas con un mínimo lazo con la "civilización", que
podían ser enganchadas en la explotación del látex.
De esta forma, diversos caucheros penetraron a los ríos Caráparaná, al alto Cahuinarí e Igaráparaná, fundando
barracas y campamentos para la explotación del caucho con la ayuda de los indios.
En general, los indígenas vivían en casas colectivas ó malocas, practicaban la agricultura de roza y quema
itinerante, cazaban y pescaban, y dedicaban gran parte de su actividad a la vida ritual o ceremonial. Hablaban
diversas lenguas ——uitoto, andoque, bora, nonuya, etc.—— y desconocían el español. Por lo común, una maloca
estaba dirigida por un hombre cuya autoridad se basaba en el conocimiento del ritual y de la mitología. Como la
piedra era escasa en la región, estas gentes apetecían las hachas de acero con las cuales se les posibilitaba abrir
huertas o chagras más grandes. Los excedentes de la producción los dedicaban a la realización de rituales y
ceremoniales, de manera que bien pudieron decirle al gran etnólogo alemán Theodoro Konrad Preuss, que visitó
una comunidad uitoto en 1914: "Trabajamos para bailar".
ORGANIZACIÓN DE LA CASA ARANA
En 1901, el comerciante peruano Julio César Arana entró en
negocios con algunos caucheros colombianos de la Colonia Indiana
(La Chorrera) para explotar el caucho. Arana había conocido años
atrás el Putumayo, negociando y transportando el caucho hacia
Iquitos y Manaos, los centros —como se dijo— de la economía
gomífera en Perú y Brasil. Sin duda, esto le permitió hacerse a una
idea del potencial del Putumayo en el contexto del Amazonas y le
abrió sus apetitos por controlar la región.
En 1903 fundó la Casa Arana y Hermanos, sobre la base de la
compra de las instalaciones de La Chorrera, e inició la expansión de su empresa, utilizando incluso la fuerza con el
apoyo del ejército peruano. Por entonces, la zona estaba en disputa entre las repúblicas de Colombia y del Perú, de
manera que la ocupación de facto era también una manera de reafirmar derechos de soberanía.
Arana organizó en dos grandes distritos su compañía, cuyos centros principales era los barracones del Encanto y
La Chorrera. Del primero dependía la extraccción del caucho en el río Caráparaná y sus principales afluentes. La
Chorrera, a su vez, tenía jurisdicción sobre todos los barracones de los ríos Igaráparaná y Cahuinarí y sus
principales afluentes.
La explotación del caucho natural se organizó en diferentes secciones vinculadas entre sí por trochas y caminos, o
por río. En cada una de estas secciones o barracones vivía un capataz con un grupo de "racionales", y algunos
"muchachos de servicio", jóvenes indígenas al servicio de los caucheros. Existía también un pequeño grupo de
gentes de color traídas de Barbados, que hacían de vigilantes y cocineros, entre otras labores.
De cada una de estas secciones dependían diversas comunidades indígenas, las cuales a través de su jefe o capitán
se encargaban de extraer el caucho y llevarlo cada 15 o 20 días a la sección. El barracón estaba conformado por
casas de pilotes con techos de palma, en las cuales vivían los capataces y su personal. En la parte baja de la casa se
guardaba el caucho, mientras era transportado a La Chorrera o al Encanto, desde donde se desplazaba por río a
Iquitos o Manaos. En el ámbito del campamento también sobresalía el cepo, y la casa de muchachos, una especie
de maloca donde éstos residían.
Hacia 1907, La Casa Arana era percibida como un modelo de empresa, y en efecto ese mismo año cambió su
razón social por Peruvian Amazon Company, con sede en Londres. Arana no sólo era un prospero cauchero, sino
un verdadero hombre de patria. En Colombia, sin embargo, la imagen de la Compañía había sido cuestionada
desde años atrás, cuando los caucheros colombianos habían solicitado de forma reiterada la protección del
gobierno colombiano para defender sus intereses, vulnerados, según su punto de vista, por los atropellos de la
mencionada Casa, que no había escatimado esfuerzo alguno para forzarlos a vender sus propiedades o a
abandonar sus negocios.
Se dice, con razón, que el gobierno, presidido por el general Reyes, miraba un poco despectivamente la situación
como "cosas de caucheros", y uno de sus altos funcionarios representaba los intereses de la Casa en Bogotá.
146
1. CONCEPTO:
Es una corriente literaria que surge y se desarrolla principalmente en Argentina entre los
años 1780 – 1930 y trata de las vivencias del gaucho y se dio en la poesía, la novela y el
teatro.
2. CARACTERÍSTICAS:
Su personaje principal es el gaucho, hombre típico, experto en el arreo de ganados,
doma de potros y manejo del lazo y boleadora o liwi en las pampas argentinas de
Mendoza, Córdoba, Tucumán, etc.
Muestra los usos, costumbres, tradiciones, vivencias, amores y padecimientos del
gaucho.
Recrea de manera fiel posible los sentimientos y pensamientos del gaucho.
Usa el lenguaje típico del gaucho.
Tiene una tendencia política en defensa del gaucho.
3. REPRESENTANTES:
EN POESÍA:
Bartolomé Hidalgo (uruguayo) con “Cielitos y Diálogos Patrióticos”.
Hilario Ascasubi (argentino) con “Paulino Lucero”.
José Hernández (argentino) con “Martín Fierro”.
EN NARRATIVA:
Domingo F. Sarmiento (argentino) con “Facundo”.
Benito Lynch (argentino) con “El Inglés de Los Güesos”.
Leopoldo Lugones (argentino) con “La Guerra Gaucha”.
Ricardo Güiraldes (argentino) con “Raucho”.
EN DRAMA:
Florencio Sánchez (argentino) con “M’ hijo el Dotor”.
Juan Moreira (argentino) con “El Amor de la Estanciera”.
147
A. CRONOLOGÍA DEL AUTOR:
RICARDO GÜIRALDES GONI
1886: Nace el 13 de febrero en Buenos Aires, Argentina. Sus
padres fueron don Manuel Güiraldes y doña Dolores
Goni.
1887: La familia Güiraldes viaja a Europa y se van a vivir a
París (Francia) por cuatro años.
1890: Los esposos Güiraldes y sus tres hijos: Manuel, Ricardo y
José Antonio regresan a Buenos Aires.
1898: Inicia sus estudios secundarios en el colegio Lacordaire.
1904: Recibe el título de bachiller; breve paso por la facultad de
Arquitectura.
1905: Paso breve por la facultad de Derecho. Lee a los genios
del realismo: Balzac, Flaubert, Zola, Nietzsche, entre
otros.
1908: Empleado en el Congreso Nacional de la Argentina.
1910: Viaja a París (Francia), empieza a escribir la obra “Raucho”.
1912: Vuelve a Buenos Aires, Argentina.
1913: El 20 de octubre contrae matrimonio con la hermosa y joven Adelina. Tuvo una
agitada labor literaria y periodística.
1914: Colabora en “Caras y Caretas” y viaja a Brasil.
1915: Publica “El Cencerro de Cristal” y “Cuentos de Muerte y de Sangre”. Empieza a
escribir “Rosaura”.
1916: Ricardo Güiraldes viaja a las Antillas.
1917: Empieza a escribir “Xaimaca” publica “Raucho”.
1918: Publica “Rosaura”.
1920: Empieza a escribir en París su famosa novela “Don Segundo Sombra”.
1921: Regresa de París a Buenos Aires.
1922: Viaja de nuevo a Europa y reside en París.
1923: Publica “Xaimaca”.
1924: Colabora en “Martín Fierro” y funda “Proa” con Jorge Luis Borges.
1926: Aparece en julio la novela “Don Segundo Sombra” y en octubre aparece su segunda
edición.
1927: Aparece la tercera edición de “Don Segundo Sombra”. Recibe el Premio Nacional
de Literatura por esta novela. El escritor argentino Ricardo Güiraldes fallece en
París, Francia el 08 de octubre.
OBRAS:
– “Cuentos de Muerte y de Sangre” (cuento,1915)
– “Raucho” (novela, 1915)
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– “Rosaura” (novela, 1922)
– “Xaimaca” (novela, 1923)
– “Don Segundo Sombra” (novela, 1926)
– “Seis Relatos Pequeños” (cuento, 1929)
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
Al fin del siglo XIX en América Latina la vida ejemplar fue la vida urbana, donde vivía la
gente de origen española (europea en general). Ese tipo de vida fue la vida “normal” -en el
sentido de modélica- del país, la vida que determinaba la cultura dominante. Los del campo,
los indios, los mestizos, los afrolatinomericanos, fueron considerados de la clase baja, casi no
humana. La causa de esa cultura baja empezó cuando vinieron los españoles a las colonias
españolas de América Latina. Ellos construyeron las ciudades para ser centros de la
economía, lugares de negocios. Crearon pequeñas réplicas de su propio país. Ciudades
construidas con el mismo modelo para el desarrollo que se usaba en España. La gente que
vivía fuera de las ciudades era nada más que la mano de obra o peor, gente que no
participaba en la colonización sino continuaba practicando el mismo modelo de vida agraria
que han practicado durante miles de años.
En los primeros años del siglo XIX España perdió el control de la mayoría de sus tierras
americanas. La época después de la independencia de la corona española fue un tiempo
turbulento en la historia por varias razones. Uno era por que gente que nunca ha tenido poder,
los del campo, en papel tuvo los mismos derechos que los hombres de origen español en los
ciudades. Se sucedieron guerras entre el gobierno del país y la gente indígena de la región
para el control de sus tierras. En “la conquista del desierto” la mayoría de la población
indígena fue matada.
149
parte de la cultura que merezca ser celebrado, porque ya no existía. Es como la celebración
de un buen recuerdo, nostalgia por el pasado, por tiempos mejores, pero también la necesidad
de buscar una identidad cultural y racial para Argentina. La revaloración del gaucho era
principalmente la labor de los intelectuales y artistas aristócratas.
C. TRAMA ARGUMENTAL:
En un pueblo no especificado de la pampa Argentina que bien podría ser San Antonio de
Arico, de casas chatas distribuidas en cuarenta manzanas y separadas por calles siempre
paralelas o perpendiculares vivía un muchacho a quien sus conocidos le llamaban
indistintamente guacho. Cuando ya tenía catorce años, un día se fue al río a pescar
bagrecitos para luego cambiarlos al pulpero de “La Blanqueda” por golosinas, cigarrillos u
otros centavos. Aquel día, ya en el río que dividía al pueblo, el muchacho no recordaba
cuantos años tenía cuando fue separado de la mujer a quien siempre había llamado “mamá”,
para pasar a vivir con dos mujeres desconocidas y un vecino de quien conservaba un vago
recuerdo. Las primeras le dijeron que debía llamarlas Tía Asunción y Tía Mercedes. Mientras
el vecino se llamaba Fabio Cáceres. No exigió del guacho trato alguno; pero siempre lo
trataba con cariño y le obsequiaba ropa y algunas otras cosas, pues, parecía ser un hombre
acomodado.
Llegado a los doce años, Don Fabio se mostró más que nunca su protector, pero su
soledad se hizo mayor, porque ya la gente se había cansado algo de divertirse con él, y él no
se afanaba tanto en entretenerlos. Un día, el guacho decide huir de la casa en que vive con
sus presuntas y rezongonas tías, ya que éstas pronto se aburrieron de aquel jovenzuelo
inquieto y ladino, a quien regañaban el día entero, poniéndose de acuerdo solo para decirle
que estaba sucio, que era un atorrante, y para culparlo de cuanto desperfecto sucedía en la
casa. Esta situación inconveniente hace que él huya rumbo a la pampa infinita. Allí sin
destino fijo, ve aparecer y aproximarse a un jinete vestido a la usanza gaucha y montado en
su caballo. El encuentro fue fugaz, pero muy significativo para el muchacho huérfano.
“Inmóvil, miré alejarse, extrañadamente agrandada contra el horizonte luminoso, aquella
silueta de caballo y jinete. Me pareció haber visto un fantasma, una sombra, algo que pasa y
es más una idea que un ser, algo que me atraía con la fuerza de un remanso, cuya hondura
sorbe la corriente del río”. Tras esta desaparición por la pampa, el muchacho la sigue hasta
llegar a un pueblo. En una riña que don Segundo Sombra sostiene con un delincuente
llamado Burgos, el guacho, único testigo de aquel pleito, queda admirado por la destreza
mostrada por el viejo gaucho, así como su caballerosidad e hidalguía para perdonar la vida al
vencido.
150
A partir de ese hecho, la admiración del muchacho por Don Segundo Sombra iría
aumentando, y enterado de que éste trabajará en el rancho de Galván domando yeguas,
decide anticiparse presentándose ante don Goyo, uno de los capataces del rancho, para
solicitarle empleo. Allí el guacho irá alternando con hombres rudos y duchos en los
quehaceres del hombre de la pampa como: domar potros, arrear reses y marcarlos. Poco a
poco se irá ganando la simpatía y el aprecio de Horacio, del domador Valerio Lares y del
cocinero, de quien será ayudante durante sus primeras semanas.
Don Segundo Sombra, llega al rancho y en quince días logra amansar las yeguas de
Galván, quien queda muy complacido con el viejo gaucho: “hombre práctico y paciente,
sabía todos los recursos del oficio. Pasaba las mañanas en el corral manoseando sus animales,
golpeándolos con los cojinillos para hacerles perder las cosquillas, palmeándoles las ancas, el
cogote y las verijas para que no temieran las manos, tusándolos con mil precauciones para
que se habituaran al ruido de las tijeras, abrazándolos por las paletas para que no se sentaran
cuando se les arrimaba. Gradualmente y sin brusquedad, había cumplido los difíciles
compromisos del domador y lo veíamos abrir las tranqueras y arrear novillos con sus
redomonas”. Aprendiendo los oficios varoniles del guacho. Su primera salida con los
gauchos, arreando el ganado, se da justo cuando junto con la policía sus supuestas tías lo
estaban buscando. Para evitar ser llevado por ellas, el gaucho con la poca plata que recibió de
su trabajo en el rancho Galván se compró un caballo. En el pueblo donde compró conoció a
una chinita con quien mantuvo una relación sexual en un maizal. Se llamaba Aurora, a quien
tuvo que dejarla por irse con los otros gauchos en el arreo de ganado, en los primeros días
pensaba en ella, pero, la dureza del trabajo, lo sacaba constantemente de sus pensamientos
para llevarlo a la cruda realidad de aquellos hombres siempre dispuestos a emprender las
duras marchas, tanto en invierno como en verano, sufriendo sin quejas ni desmayos la
brutalidad del sol, la mojadura de las lluvias, el frió tajante de las heladas y las cobardías del
cansancio.
El guacho tuvo que pagar su inexperiencia, cuando trató de montar su nuevo caballo, que
lo tiró por tierra en varias oportunidades. Cada vez que caía, Horacio le decía sonriendo,
mientras lo subía sobre el empecinado animal: “yo te ayudo, aunque no sea más que por
tomar café esta noche en tu velorio”. El guacho seguía los consejos de los viejos gauchos
pero muchas veces contestaba a las bromas que éstos le hacían con gran suspicacia. Ello
motivó que Don Segundo Sombra dijera alguna vez. “Antes de callarse, más bien se le va a
hinchar la trompa. Es de la misma ley que los loros barranqueros”. El guacho comprendió
con esas sabias palabras, que antes de estar alardeando de ser un resero, tenía que aprender a
carnear, enlazar, domar, pialar, correr como gente en el rodeo, hacer riendas, bozales y
cabestros, lonjear, sacar tientos, echar botones, esquilar, bolear y tantas cosas más. Don
Segundo, viendo que todos los arrieros se divertían de las inexperiencias del novato le dijo:
“gueño. Yo te voy ayudar para que no andes sirviendo de diversión a la gente. Aquí naides
nos va a ver y va hacer lo que yo mande”. Ése fue un gran secreto que uniría fuertemente al
guacho con Don Segundo.
151
Transcurrieron cinco años sin que el gaucho se separara de Don Segundo Sombra, lo
suficiente como para que el guacho aprendiera en la misma práctica las manías y secretos de
un gaucho baquiano y se convirtiera de guacho en Guacho. En todo caso, Don Segundo
Sombra fue aquel hombre que en su paso, lo había llevado tras él, como hubiera podido
llevar un abrojo de los cerros prendido en el chiripa: “Cinco años de esos hacen de un chico
un gaucho, cuando se ha tenido la suerte de vivirlos al lado de un hombre como el que yo
llamaba mi padrino. Él fue quien me guió pacientemente hacía todos los conocimientos de
hombre de pampa. Él me enseñó los saberes del resero, las artimañas del domador, el manejo
del lazo y las boleadoras, la difícil ciencia de formar un buen caballo para el aparte y las
pechadas, el entablar una tropilla y hacerla parar a mano en el campo, hasta poder agarrar los
animales donde y como quisiera. Viéndolo me hice listo para la preparación de lonjas y
tientos con los que luego hacía mis bozales, riendas, conchones, encimeras, así como para
ingerir lazos y colocar argollas y presillas”.
Llevados por su oficio, habían recorrido gran parte de la provincia: ranchos y matanzas,
como Pergamino, Rojas, Baradero, Lobos, las flores y otros muchos sitios que los vieron
pasar cubiertos de tierra y barro, a la cola de un arreo. En estos interminables trajines, Don
Segundo Sombra fue revelándole la admirable facilidad para relatar cuentos, que sirvió para
agigantar más la admiración de su “ahijao”. En el pueblo de Navarro, el Gaucho obtiene
buenas ganancias en la pelea de gallos; más adelante topan con Pastor Tolosa, gaucho
veterano que tenía la cicatriz de un tajo que le cruzaba la frente. Don Segundo Sombra le
había hecho en el rostro muchos años antes. Se despidieron con un abrazo y prosiguieron
maestro y discípulo el largo camino de vicisitudes que aún les aguardaba. En un rodeo el
Guacho hubo de enfrentarse a un fornido toro que ya le había herido uno de sus caballos. Si
bien el toro muere en el enfrentamiento con el osado muchacho, éste terminó la contienda
con un brazo fracturado. De regreso al rancho el Galván, el patrón, al verlo lastimado le dijo:
“ya has corrido mundo y te has hecho hombre, gaucho. El que sabe los males de esta tierra
por haberlos vivido, se ha templado para domarlos”. En el rancho de don Calendario, el
Gaucho se restablece con la ayuda y los cuidados de otra chinita simpática llamada Paula,
quine será su segunda enamorada. Este hecho provoca los celos de Numa, un muchacho
medio opa, quien se bate con el Gaucho. Este último, a pesar de tener un brazo en cabestrillo,
logra darle un tajo en la frente, poniendo fin a la riña.
152
Arrepentido de lo sucedido, el gaucho deja a Paula a pesar suyo y se reúne con Don
Segundo Sombra y asisten a una carrera de caballos donde el audaz ahijado pierde trescientos
sesenta y cinco pesos y cinco caballos; pero la mala suerte queda atrás, cuando después de
cuatro días de marcha, llegan a la estancia de don Juan, donde luego de domar doce caballos,
son recompensados con dos de ellos. Don Juan viendo la destreza del Gaucho para la doma,
le pide que se quede como domador
oficial, pero el muchacho, al ver que el
empleo es sólo para él, se niega, pues,
no quiere separarse de su padrino.
Prosiguen su camino y presencian una
pelea entre dos hombres por una
mujerzuela, el Gaucho queda
estupefacto al ver morir a uno de ellos
víctima de una certera puñalada en el
tórax, mientras que Don Segundo
Sombra ni se inmuta ante tan
espectáculo, como quien dice “de la
muerte no voy a pasar, y la muerte ni
me asusta, ni me encuentra arisco”.
153
el hijo de don Leandro. Enseñado por Raucho, el gaucho estudió y se volvió un hacendado
culto llamado Fabio Cáceres como su padre.
Pero llegó el día en que el Gaucho recibiría el golpe más duro d su vida. Aquel día en que
don Segundo Sombra se decidió a partir, pues, él estaba hecho para irse, siempre, y tres años
de permanencia inútil, lo habían saturado de inmovilidad. Lo siguió hasta la pampa infinita
donde lo vio alejarse por la lomada y desaparecer seguro para siempre. El Gaucho dio vuelta
a su caballo y lentamente, se para las casas. Se fue, “como quien se desangra”.
3. RAUCHO: Hijo del hacendado Galván, joven de la misma edad del gaucho,
citadino, leído y escribido que convertido en su amigo le enseña a leer y escribir al
gaucho hasta convertirlo en Fabio Cáceres, hacendado culto.
4. DON FABIO CÁCERES : hacendado padre del protagonista gaucho, que sin decir
que era su padre protege al guacho y recién al morir lo reconoce, le hereda su
hacienda.
5. DON LEANDRO GALVÁN: dueño de la hacienda donde durante cinco años el
guacho se convierte en gaucho bajo la tutela de don Segundo Sombra. Era amigo de
Fabio Cáceres, padre, a quien le confió su secreto. Él escribe la carta al gaucho en la
cual le dice sobre la herencia y su nombre. Asimismo, le asesora en la administración
de la hacienda.
6. ASUNCIÓN: Supuesta tía de Fabio era panzuda, tetona y voraz en todo placer.
7. MERCEDES: Otra supuesta tía de Fabio, era flaca, angulosa cuya nariz de pico de
carancho asomaba brutalmente entre los ojos hundidos.
154
8. VALERIO LARES : Domador, forzudo, callado y risueño que trabaja en el rancho
de Galván.
10.EL NEGRITO LECHUZA: hijo del molinero Manzoni y amigo de infancia del
gaucho.
11.DON JUAN: Dueño de una hacienda en la pampa argentina donde trabaja como
domador el gaucho.
155
La importancia de la educación formal y la alfabetización para el gaucho.
El crecimiento, madurez y aprendizaje por parte del protagonista.
Proponer la “civilización” del gaucho mediante la educación formal de tendencia
europea.
Narrar el abandono, la orfandad y falta de afecto y figura paterna del guacho, que lo
encuentra en su padrino y maestro Segundo Sombra.
Relatar el éxito personal y económico de Fabio Cáceres ex gaucho y ahora hacendado
leído y escribido.
Señalar cómo el gaucho por más ilustrado y rico no olvida su pasado pobre y a sus
amigos de verdad en la pobreza.
H. MANEJO LINGÜÍSTICO:
El lenguaje que utiliza Güiraldes es culto y popular; entre estos lo más notables es el
regionalismo pampeano, es decir, las expresiones o modismos más usuales de los
gauchos reseros y granjeros como: “Güena animalada”. “Bien arreadita”. “Es ponderao
pa’l trabajo”, etc.
A través de Segundo Ramírez conoció no sólo al gaucho; sino, su mundo, sus costumbres,
sus vivencias y su personalidad. Con esta experiencia ya en los años posteriores
encontrándose en París, empieza a pergeñar su obra, que es el reflejo más fiel sobre el
mundo gaucho. Los personajes principales de la novela: Segundo Sombra y Fabio Cáceres,
serían los alter ego de Segundo Ramírez y el mismo Ricardo Güiraldes, respectivamente, en
una relación de maestro a discípulo. Y por curiosidades de la vida: Los restos de ambas
156
personas descansan en el mismo cementerio de San Antonio de Arico separados sólo por
unos metros.
J. ESTRUCTURA EXTERNA:
Externamente la novela “Don Segundo Sombra” tiene 27 capítulos enumerados con cifras
romanas y cada uno con título.
E internamente según el crítico literario, doctor Alberto Blasi, “Don Segundo Sombra” se
divide en tres secuencias:
Secuencia 1: La niñez del resero Fabio Cáceres.
Secuencia 2: Las actividades del raserito en la pampa, bajo la tutela de don Segundo
Sombra.
Secuencia 3: Ingreso a una nueva forma de vida (la educción formal) por parte del
gaucho.
157
nacional, hasta la sentencia irónica de su paradoja de que, al fin de cuentas, Fierro es un gaucho
desertor y "homicida".
Un aporte merecedor de estima en el orden de estas polémicas ideológicas, es suministrado por
Ernesto Sabato. Dice, en relación con la crítica marxista: "Un crítico de izquierda, que pretende
utilizar a Marx como maestro, sostiene que el Don Segundo Sombra de Güiraldes no existe, que
es apenas la visión que un estanciero tiene del antiguo gaucho de la provincia de Buenos Aires; lo
que es más o menos como acusar a Homero de falsificador, porque exhaustivos registros llevados a
cabo en las montañas calabresas y sicilianas no han dado con un solo cíclope".
La sociología de la literatura muestra -empero-, con todos los cuidados que se deben tener, que en
toda valoración de una obra literaria las ideologías, sociales, políticas y económicas, no pueden
dejar de alguna manera de estar presentes.
Fabio, el discípulo
Hay momentos en que Fabio evoca los singulares días de su infancia y va reconociendo su
transformación en gaucho; su indumentaria y la posesión de su caballo, son un testimonio. La
metamorfosis es atribuida a Don Segundo, que en el término de cinco años ha hecho de él un
hombre. Guiándolo en el conocimiento de las tareas rurales, como resero, baquiano y domador.
Pero el aprendizaje no se cierra en lo material. Se amplifica moral y espiritualmente en la
formación de un carácter y de una límpida conducta hacia la vida. Alcanzándole "resistencia y
entereza en la lucha", "fatalismo en aceptar sin rezongos lo sucedido", "fuerza moral ante las
aventuras sentimentales", "desconfianza para con las mujeres y la bebida", la alerta y "la prudencia
entre los forasteros"...y "la fe en los amigos".
1. CONCEPTO:
El crítico literario mexicano, Antonio Castro Leal, en su libro “La Novela de la
Revolución Mexicana” dice: “Se entiende por novela de la Revolución Mexicana al
conjunto de obras narrativas… inspiradas en las acciones militares y populares, así como
en los cambios políticos y sociales que trajeron consigo los diversos movimientos
(pacíficos y violentos) de la Revolución”.
2. CARACTERÍSTICAS:
158
Se dio preferentemente en la novela.
Caracteriza y retrata de cuerpo entero a los involucrados en la revolución: sus
pasiones, sus anhelos y sus ideas.
Las novelas tiene un carácter autobiográfico, puesto que, los mismos autores fueron
protagonistas de la revolución.
Mostrar la manera improvisada como los grupos rebeldes fueron formándose para la
revolución.
Reflejar la manera cínica de actuar de los políticos oficiales de entonces y su falta
palabra ante sus ofrecimientos al pueblo.
Narrar con crudeza la violencia sangrienta que se apoderó de los estados mexicanos.
Señalar que la revolución mexicana se originó de la injustita social, el hambre y el
olvido por parte de los corruptos gobernantes de turno.
Mostrar los intereses personales que motivaban a los caudillos de la Revolución.
3. REPRESENTANTES:
Mariano Azuela con “Los De Abajo”.
Martín Luis Guzmán con “Memorias de Pancho Villa”.
Mauricio Magdalena con “El Resplandor”.
José Rubén Romero con “La Vida Inútil de Pito Pérez”.
Gregorio López y Fuentes con “Mi General”.
“LOS DE ABAJO”
A. CRONOLOGÍA DEL AUTOR:
MARIANO AZUELA GONZALEZ
1873: Nace el 1 de enero en Lagos de Moreno, Jalisco, México. Sus
padres fueron Evaristo Azuela y Paulina González.
1885: Estudia en el Liceo del Padre Guerra, en Lagos y luego en
Guadalajara, Jalisco.
1892: Empieza a estudiar medicina en la Universidad de
Guadalajara.
1896: Aparece “Impresiones de un Estudiante” en México.
1900: Contrae matrimonio el 14 de setiembre con la señorita
Carmen Rivera.
1902: Nace su primer hijo, Salvador.
1907: Publica su primera novela: “Maria Luisa”.
1908: Publica la novela “Los Fracasados”.
159
1909: Publica la novela “Mala Yerba”.
1910: Organiza un comité de apoyo a la candidatura de Francisco Madero en Lagos.
1912: Publica la novela “Sin Amor”.
1914: Diciembre: es nombrado Director de Educación en Jalisco.
1916: Aparece la primera edición del libro: “Los de Abajo”.
1917: Publica la novela “Los Caciques”.
1918: Publica la novela “Las Tribulaciones de una Familia Decente” y los relatos “Las
Moscas” y “Domitilo Quiere Ser Diputado”.
1923: Publica la novela “La Malhora”.
1925: Publica la novela corta “El Desquite”.
1927: Publica la novela “La Luciérnaga”.
1933: Publica la biografía novelada “Pedro Moreno, el Insurgente” en el diario El
Nacional.
1935: Publica los relatos “Los Precursores”.
1937: Publica la novela “El camarada Pantoja”.
1938: Publica “San Gabriel de Valdivias, Comunidad Indígena”.
1939: Publica la novela “Regina Landa”
1940: Publica la novela “Avanzada”.
1941: Publica la novela “Nueva Burguesía”.
1942: Publica la biografía “El Padre Agustín Rivera”.
1943: El 8 de abril, es nombrado miembro del Colegio Nacional.
1944: Publica la novela “La Marchanta”.
1946: Publica la novela “La Mujer Domada”.
1947: Publica “Cien Años de Novela Mexicana”.
1949: Publica la novela “Sendas Perdidas”. Recibe el Premio Nacional de Artes y
Ciencias.
1952: Muere el gran escritor mexicano Mariano Azuela, el 1 de marzo.
OBRAS:
– “María Luisa”.
– “Mala Yerba”.
– “Sin Amor”.
– “Los de Abajo”.
– “Los Caciques”.
– “Domitilo Quiere Ser Diputado”.
– “El Camarada Pantoja”.
– “La Mujer Domada”.
– “Cien Años de Novela Mexicana” (ensayo).
B. CONTEXTO SOCIOCULTURAL:
160
Hasta el año 1900
México era país de dos
clases sociales: Una
minoría privilegiada de
caciques que poseían no
sólo las tierras sino eran
los únicos que accedían a
la educación, la cultura,
la tecnología y el
progreso; y la otra clase,
la mayoritaria excluida,
desfavorecida y
analfabeta: los
campesinos. Los
gobernantes de turno
siempre han hecho más
para los caciques y casi
nada para el pueblo.
Frente a esta realidad
lacerante en 1910 en
México estalló una serie de luchas y revueltas conocidas como revolución mexicana, que
intentaron transformar el sistema político y social instituido por Porfirio Díaz que se había
mantenido en el poder durante más de treinta años. La revolución mexicana, que contribuyó a
formar el México contemporáneo, no tuvo un carácter homogéneo, sino que consistió en una
serie de revoluciones y conflictos internos, protagonizados por distintos jefes políticos y
militares que se fueron sucediendo en el gobierno de la nación. Fue iniciada por Francisco
Madero, en el norte, en Chihuahua, Pascual Orozco y Francisco (Pancho) Villa, con unas
tropas improvisadas, empezaron a asaltar las guarniciones gubernamentales; y en el sur, en
Morelos, Emiliano Zapata llevó a cabo una sangrienta campaña contra los caciques locales.
Otros focos revolucionarios destacados fueron Sonora, con José María Maytorena, y
Zacatecas. Poco a poco se fue hundiendo el régimen de Díaz, cuyo ejército, dirigido por
envejecidos militares, no supo hacer frente a las guerrillas revolucionarias. En la primavera
de 1911, tras la caída de Ciudad Juárez, Díaz se vio obligado a renunciar y entregar el poder
a Madero.
161
belicosa de Villa obligó a los estadounidenses a enviar al general John J. Pershing en su
persecución. Para muchos historiadores, el año de 1920 finalizó la revolución mexicana
C. TRAMA ARGUMENTAL:
Es el año de 1913 en el Ranchito Limón de Moyahua: “El cuartito se alumbra por una
mecha de sebo. En un rincón descansaban un yugo, un arado, un otate y otros aperos de
labranza. Del techo pendían cuerdas sosteniendo un viejo molde de adobes, que servía de
cama y sobre mantas y desteñidas hilachas dormía un niño”. Allí un hombre comía de
cuclillas tortillas y tacos. De pronto se escuchó un ruido de pasos de caballos en el pedregal
cercano y un perro blanco y gordo llamado Palomo empezó a ladrar. La mujer de la casa,
intuitivamente sugirió al hombre esconderse. Este tranquilo terminó de comer. Luego se
acercó al cántaro y tomándolo con sus dos manos bebió el agua. Seguidamente se puso de
pie. Ciñó una cartuchera a su cintura y cogió su fusil y su cuerno.
El hombre se llamaba Demetrio Macías y “era alto, robusto, de faz bermeja, sin pelo de
barba, vestía camisa y calzón de mata ancho sombrero de soyate...”.Aprovechando la
oscuridad de la noche salió de su casa. El perro Palomo ladró con más rabia. Se escuchó un
disparo y el perro no ladró más. Eran unos militares llamados federales cinco en total que
venían en busca de Macías. Arribaron a la casa maldiciendo la sierra y muertos de hambre.
La mujer del campesino los atendió con amargura. Le preguntaron por el hombre del
ranchito y la mujer les dijo soplando las brasas del fogón y arrimando la leña, que no sabía
nada.
El teniente ordenó al sargento traer tequila porque había decidido pasar la noche con la
campesina. Con lenguaje vulgar le pidió que se arrime a él y tome un trago de tequila. Le
dijo también que no tema a su marido. Que salga de su escondrijo que él le acabaría de un
plin y que las ratas no le estorbaban.
Demetrio Macías dijo a su mujer que estos regresarían pronto con más gente. Luego,
ordenó a su mujer que se fueran donde sus padres. La mujer no quería, pero luego aceptó.
Salieron juntos ella con el niño en los brazos. Luego tomaron direcciones opuestas. Él con
dirección a las altas cumbres y ella para abajo. Cuando arribó a la cima miró con dirección a
su casa. Ardía porque los federales la habían quemado.
Cruzó quebradas y ríos, volteó varias cumbres y cuando hubo llegado a un barranco sopló
tres veces el cuerno que llevaba y fue respondido por tres silbidos seguidos de varios hombres
con pechos y piernas desnudas. Bebieron el trago que traía. Demetrio les contó sobre lo
162
ocurrido con su casa. Planificaron la venganza. Sus incondicionales: Anastasio Montañés,
Codorniz y Manteca lanzaron vivas a Macías, su jefe. Los hombres eran cerca de treinta y
sólo contaban con veinte armas.
Al fin de la batalla parece que hubo dos bajas en la fila de Macías porque faltaban Serapio
el chamusquero y Antonio que tocaba platillo en una banda de Juchipila. Felizmente
cuando iban caminando los dos aparecieron. Anastasio Montañés rezó el padrenuestro y
todos respondieron. Como Demetrio estaba mal herido decidieron llevarlo en camilla. Iban
por el cañón de Juchipila con dirección al norte. Cuando llegaban a algún caserío de la sierra
eran bien recibidos por los campesinos. Quienes les decían además que pronto estarían en sus
filas, porque esos condenados del gobierno les habían declarado guerra a muerte a todos los
pobres.
En un pueblito serrano señá Remigia les invitó chile y tortillas de maíz. Hasta alojó al
herido Macías en su casa. Les contó que esos militares eran peor que ratas, porque, a la
fuerza quitaban a los campesinos lo poco que tenían. Inclusive se habían alzado a una hija de
señá Nieves.
Entre sueños Codorniz escucha un balazo y despierta a Anastasio para que le de apoyo
por si fueran federales y cuando se asomaron eran Pancracio y un fulano llamado Luis
Cervantes al cual había encontrado y detenido cuando merodeaba la zona; pero que, según él
se les quería unir. Por eso, pidió hablar con el jefe Demetrio para ver si lo acepta en sus filas
pero él estaba durmiendo. Al fin logró que lo llevaran con Macías a quien le expuso su
argumento de porqué quería ayudar, quién era y de dónde había salido. Era un estudiante de
Medicina. Apoyó al gobierno y como periodista atacó a los rebeldes, pero que ahora estaba
arrepentido. Demetrio al escucharlo ordenó que lo encerraran en un corral de puercos y que
lo vigilaran Pancracio y El Manteca y que luego verían qué hacer con él.
163
Al día siguiente, Anastasio Montañés preguntó al jefe que iban a hacer con el curro, o
sea, Luis Cervantes. Lo único que Demetrio hizo fue mandar a que le trajeran una sotana para
que así La Codorniz actuara de sacerdote. Le dijeron a Luis Cervantes que lo iban a asesinar
y lo confesaron con el cura falso antes de fusilarlo, según pero como al confesarse no
encontraron nada malo en él Demetrio decidió su perdón, pero seguía encerrado. Poco
después, Remigia le proporcionó unos paños, aguardiente y otras cosas con los cuales se
empezó a curar él mismo, pues el curro era médico. Asimismo, Luis Cervantes se ganó la
confianza de algunos de sus cuidantes y luego del mismo Macías a quien curó la herida.
En una conversación Anastasio Montañés contó al curro Cervantes que él andaba en ese
movimiento de rebeldes por ayudar a su compadre Demetrio; pues, él tiene sus tierras y que
no le hace falta nada. Por su parte, Demetrio Macías dice que él anda en el movimiento por
algo de gusto y que a la vez por hostigar a los federales, pero que principalmente, por
vengarse de don Mónico, cacique abusivo y déspota de Moyahua que explotaba y humillaba
a campesinos indígenas como él. Luis Cervantes le dice al jefe que lo admira por su gran
valor y que es muy bueno luchar por lo que está luchando y que siga así.
164
Se hizo la fiesta y Camila no asistió por tener una jaqueca según su mama Aguedita. Al
terminar Demetrio se despidió de la gente con mucho agradecimiento. Cuando Camila vio
que ya iban desapareciendo se puso a llorar y María Antonia, una prostituta, se rió de ella.
Luego Demetrio y su gente encontraron a un viejito al cual le preguntaron cuantos federales
había por el rumbo y este les contestó que menos de la docena. Estos se van con Demetrio al
frente a buscar a los federales con la idea de que cada uno que mataran iba a ser una carabina
más para ellos.
Secuestraron a un jornalero para que los llevara al cuartel. Iban llegando al pueblo y los
recibieron a balazos y durante la balacera matan al Tecolote e hirieron a Demetrio;
felizmente, un señor les dio asilo en su casa. Aparece entonces el general encargado del
cuartel y un soplón le dice donde están los revolucionarios. Este manda al teniente Campos a
que los mate y los cuelgue a todos en la plaza después de la misa mayor y empieza a pensar
en el ascenso que le van a dar.
Pero la gente de Demetrio les hace una emboscada después de haber brincado un cerco de
tapias y el muro final del templo. Cuando encuentran a los federales los bombardean con un
chorro de granadas y matan a la mayoría. Todos los que quedaron vivos también son
asesinados junto con el general de tez blanca que dirigía en ese momento a los federales.
Demetrio llega con cien hombres a Zacatecas para unirse a Pánfilo Natera quien lo
acepta muy cordialmente. Celebraron los logros obtenidos por Demetrio, mientras Luis
Cervantes se ponía a platicar con el señor Solís. Este le dijo que ya estaba desilusionado
porque ya tenía veinte y cinco años en la revolución y sólo veía hombres muy acabados como
resultado de tal movimiento. Luis le dijo que no se desanimara y que siempre tuviera
presentes los motivos que lo llevaron a unirse a esa causa. Macías asciende a coronel. A la
mañana del día siguiente amanecieron muertos dos reclutas de Macías y una vieja prostituta.
Macías da la orden de enterrarlos.
165
El caudillo campesino y toda su gente arribaron a un restaurante de un pueblo donde
Anastasio Montañés le presentó a Macías al güero Margarito, viejo amigo de él. En el
restaurante se encontraba una mujer llamada La Pintada quien elogió a Macías y éste alegre
mandó pedir champagne y todos empezaron a brindar. Casi al amanecer Macías preguntó a
Anastasio sobre la hora y éste le dijo que ya no tarda en amanecer y lo que decidió
Demetrio Macías es irse con La Pintada a pasar un rato en un hotel. Mientras los hombres de
Macias se dedicaron a saquear y vender lo
que encontraban ante la desaprobación de
Cervantes. Macías se durmió con La Pintada
y amaneció con un poco de malestar. Al
llegar el güero Margarito, La Pintada lo
despertó y éste ordenó que lo trajeran al
güero Margarito. En la entrevista el güero le
dijo a Macías que quiere incluirse en sus
filas y el coronel dio su aprobación. Preguntó
qué cargo tenía y él le respondió que era
capitán primero. Macías lo ascendió a mayor.
Al camino les salió Luis Cervantes y le dio cuentas de lo que había logrado en el día.
Asimismo, le dijo que él no estaba de acuerdo en pelear para que Carranza o Villa llegaran a
la presidencia, sino para que la gente lograra justicia y igualdad. A lo que Macías dijo que a
él no le interesaba tanto todo eso, sino, que él era feliz con su trago y una chamaca (mujer
joven) que le cuadrara bien. Se acordó de Camila, entonces Luis Cervantes le propuso
traérsela o que fueran con ella, pero Macías le dijo que él a lo único que le tenía miedo era a
las chamacas que de verdad le cuadraban. Al día siguiente Luis se fue por Camila y ella le
dijo que sí se quiere ir con él. Cuando llegan todos borrachos junto con Camila Luis deja a la
muchacha con Macías quien amanece gozando de la ingenua chamaca.
167
Un tal Valderrama que era poeta, le cantó a Macías la canción "El enterrador" hasta
hacerlo llorar con las frases. Cuando pasan por Juchipila se pusieron tristes y meditaron el
porqué estaban aceptando tantos exfederles en sus filas y el tal Valderrama desapareció. En
Juchipila les llegó los recuerdos de sus batallas como la de Zacatecas y se dieron cuenta
como nunca de que ya nadie se acordaba de ellos ni de sus triunfos.
Demetrio llegó al encuentro de su mujer y su hijo, quien pese a ser reflejo de Demetrio
no reconoció al padre. Demetrio al verse frente a su pequeño hijo lloró. Su mujer había
envejecido. Le pidió que no se fuera más. Le advirtió que algo grave le puede pasar. ¿Por qué
pelen ya? Le preguntó su mujer y él con las cejas muy juntas tomó distraído una piedrecita y
la arrojó al fondo del barranco. Después de ponerse pensativo un ratito dijo a su mujer:
“Mira esa piedra ya no se para” y partió.
En cañón el cañón Juchipila del Paso Texas, Macías volvió a encontrarse con su gente. De
improviso fueron atacados por los federales. Cogido por la bala Anastasio cayó de su caballo.
El Meco abaleado se desbarrancó. Toda la gente de Macías murió. Macías al verso solo
disparaba y disparaba. Ya no fallaba ni un tiro. Pero a él también le disparan y cayó muerto.
“E humo de la fusilería no acaba de extinguirse. Las cigarras entonan su canto imperturbable
y misterioso; las palomas cantan con dulzura… Y al pie de una resquebrajadura enorme y
suntuosa como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías con los ojos fijos para siempre,
sigue apuntando con el cañón de su fusil”.
Fin.
2. LUIS CERVANTES : Rubio, con rizos, ojos verdes, piel blanca. Instruido,
aprovechador y astuto. Como periodista y estudiante de medicina es de la clase media.
Se apodera de un diamante y se fuga a Texas, donde continúa sus estudios de
medicina. Es quien intenta orientar a los rebeldes hacia una conciencia política e
ideológica.
168
“correcto”, con un léxico muy amplio. Se desempeña como médico de la tropa de
Macías.
12.CAMILA: Muchacha ingenua, indefensa y romántica que se enamora del curro Luis
Cervantes, y luego decepcionado del curro termina como amante de Macías. Dulce y
buena, pero confiada, ignorante y débil; muere apuñalada por La Pintada.
169
Moyahua.
Jalisco.
Zacatecas.
Juchipila.
Guadalajara.
El Paso Texas.
Fresnillo.
170
H. MANEJO LINGÜÍSTICO:
Mariano Azuela en su novela “Los de Abajo”, utiliza un lenguaje culto, popular y con
una maestría inserta el lenguaje regional mexicano. Ejemplo: los cuicos, milpa, chile,
petate, güero, jacal, tequila, chaparra, mezclado con palabras de contexto militar y
bélico como: plomazo, fusilen a ese mocho, correligionario, disparen, alto al fuego,
¡Viva Demetrio Macías!, etc.
J. ESTRUCTURA EXTERNA:
La novela “Los de Abajo” está presentada en tres partes:
La primera parte contiene 21capítulos;
La segunda parte, catorce capítulos
La tercera parte siete capítulos.
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