Proyecto Ley Ficha Limpia Cordoba

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LA LEGISLATURA DE CÓRDOBA

SANCIONA CON FUERZA DE LEY

Ley de Ficha Limpia

ARTÍCULO 1°- Incorpórase el presente artículo 49 Bis a la Ley 9571, el que quedará
redactado de la siguiente manera:

Artículo 49 Bis. Ficha limpia. - No podrán ser candidatos las personas que se
encuentren condenadas a penas privativa de la libertad, aunque la sentencia no se
encontrare firme y la pena fuera de cumplimiento en suspenso, por los siguientes
delitos:
1. Los delitos previstos en los capítulos VI (cohecho y tráfico de
influencias), VII (malversación de caudales públicos), VIII
(negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas),
IX (exacciones ilegales), IX bis (enriquecimiento ilícito de
funcionarios y empleados) y XIII (encubrimiento), todos del título XI
del libro segundo del Código Penal de la Nación;
2. El delito de fraude en perjuicio de la administración pública
contemplado en el artículo 174, inciso 5, del Código Penal de la
Nación;
3. Los delitos previstos en los capítulos I y II del título IX (delitos
contra la seguridad de la Nación), del libro segundo del Código Penal
de la Nación;
4. Los delitos contra la integridad sexual comprendidos en los artículos
119°, 120°, 124° a 128°, 130°, 131° y 133° del Título III del Libro
Segundo del Código Penal;
5. Los delitos contra el estado civil de las personas comprendidos en los
artículos 138°, 139° y 139° bis del Título IV del Libro Segundo del
Código Penal; y
6. Los delitos contra la libertad comprendidos en los artículos 140°,
142°, 142° bis, 145° bis, 145° ter y 146° del Título V del Libro
Segundo del Código Penal.

La inhabilitación prevista en el presente artículo se extenderá desde que exista sentencia


condenatoria en segunda instancia del proceso hasta su eventual revocación posterior, o
hasta el cumplimiento de la pena correspondiente.

Los partidos políticos o alianzas electorales, a fin de acreditar el cumplimiento del


párrafo anterior, deberán exigir a todos los precandidatas/os y candidatas/os titulares y
suplentes que integren sus listas, para cualquier cargo electivo provincial y municipal, el
Certificado de Antecedentes Penales (CAP) emitido por el Registro Nacional de
Reincidencia (o el informe o documento que lo reemplace), siendo responsables directos
de su presentación por ante los órganos con competencia electoral. El citado certificado
se deberá acompañar junto con la presentación de listas, tanto en las elecciones
primarias como en las generales.

ARTÍCULO 2°- Incorpórase el presente artículo 11 Bis a la Ley 9572, el que quedará
redactado de la siguiente manera:

Artículo 11 Bis: A efectos de las postulaciones de candidatos a cargos públicos


electivos a nivel provincial y municipal, rigen las disposiciones contempladas en
el artículo 49 Bis de la Ley 9571. Dichas disposiciones son extensivas, para
candidatos a cargos partidarios.

ARTÍCULO 3º - Comuníquese al Poder Ejecutivo.

ARTÍCULO 4.- De forma.


Fdo. Marcelo Cossar, Verónica Garade Panetta, Marisa Carrillo, Patricia De
Ferrari Rueda

Co-Firmantes: Benigno Rins, Dante Rossi, Orlando Arduh, Raúl Recalde, María
Elisa Caffaratti, Juan Jure, Daniela Gudiño, Silvia Paleo, Darío Capitani, Alberto
Ambrosio, Cecilia Irazuzta.
FUNDAMENTOS

En las últimas tres décadas, gradualmente las administraciones públicas vienen


generando cuerpos normativos y organismos de control que apuntalan lo que el
especialista español Manuel Villoria define como una infraestructura ética para la
función pública. Afirma Villoria que los sistemas de control –jurídicos y no jurídicos– y
las actitudes y comportamientos sociales y políticos constituyen un conjunto de esclusas
formales e informales que auxilian en la adecuada gestión de las conductas de los
empleados públicos. Estas esclusas o muros de contención contra la corrupción o el
fraude en la administración constituyen la denominada infraestructura ética, es decir las
herramientas, sistemas y condiciones que evitan y sancionan las actividades inmorales y
proporcionan los incentivos para el profesionalismo y los modelos de conducta en la
administración. Dicha infraestructura ética consta de muy diversos elementos, según la
OCDE: apoyo político, un marco legal eficaz, una sociedad civil activa y vigilante, un
sistema de controles y un organismo coordinador (Villoria, 2005: 14)1.

La transparencia como política pública está asociada a la profundización democrática, a


la buena gobernanza y a la prevención y combate a la corrupción. Por lo tanto, tales
políticas serán consideradas eficientes si contribuyen a profundizar los niveles de
democracia de los países, a garantizar o mejorar la gestión de las políticas públicas y/o a
prevenir y combatir la corrupción (Moreira Correa y Claussen Spinelli, 2011: 78)2.

En este sentido, nuestro país ha venido dando señales intermitentes de compromiso con
los principales acuerdos internacionales que velan por la transparencia y la lucha contra
la corrupción, verdadero flagelo de nuestras actuales democracias liberales. La
corrupción es un problema estructural que mina los cimientos de nuestras sociedades,
cortando el vínculo de ejemplaridad que debe existir entre los representados y quienes
coyunturalmente tienen la responsabilidad de representar a sus pares.

La lucha contra la corrupción exige desplegar y aunar todos los esfuerzos del Estado a
fin de contrarrestar este fenómeno que no conoce fronteras ni grados de desarrollo.

1
Villoria, Manuel. Ética en el sector público y calidad de la democracia. Sistema, 2005.
2
Moreira, Izabela y Claussen Spinelli, Mário Vinícius. Políticas de transparencia en la
administración pública brasileña. En: Revista del CLAD, Nº 51. Caracas, 2011.
Nuestro país, por su parte, no es inmune a este fenómeno y a pesar de ciertos avances en
la materia como lo demuestra el último informe anual -2018- de la organización
Transparencia Internacional, que ubicó a nuestro país en el puesto 85, -obteniendo una
notable mejora en cuanto su calificación con respecto a años anteriores-, la realidad
demuestra que todavía queda mucho trabajo por hacer.

Estas preocupaciones son parte de una agenda nacional que la Unión Cívica Radical
viene trabajando en el Congreso de la Nación y en más de diez legislaturas provinciales,
en donde estamos impulsando el tratamiento y la aprobación de dispositivos
institucionales que, bajo el nombre de “ficha limpia”, regulen y limiten la posibilidad de
ser candidatos a cargos electivos y partidarios a personas que se encuentren condenadas
a penas privativa de la libertad por delitos que afectan a la administración pública,
aunque la sentencia no se encontrare firme y la pena fuera de cumplimiento en
suspenso.

Los diferentes proyectos de “ficha limpia” se amparan en la necesidad de que cada


persona que pretenda desempeñar funciones de naturaleza pública pueda demostrar a
priori a la ciudadanía y al cuerpo electoral que no es o ha sido investigado, procesado
y/o condenado por delitos a la administración pública en cualquiera de sus niveles,
hecho que es violatorio del principio republicano de la responsabilidad agravada de
cualquier funcionario público.

También una “ficha limpia” es garantía frente al uso abusivo de las denominadas
inmunidades funcionales, como la libertad de arresto que protege a los diputados y
senadores nacionales, dado que es de público y notorio conocimiento que un uso
inapropiado de dichas prerrogativas ha permitido las candidaturas y la elección de
legisladores con sentencias firmes en causas contra la administración pública,
generando un blindaje legal que impida la prosecución debida de dichas causas. Con
estas prácticas se degrada la imagen de los cuerpos legislativos, pero peor aún, se
degrada la percepción de la actividad política por parte de la ciudadanía.

Esta propuesta se ampara en una enorme cantidad de cláusulas constitucionales, legales


y provenientes de tratados internacionales aprobados y con plena vigencia en nuestro
país. Por su parte, muchas provincias también han avanzado decididamente en la
construcción de marcos de integridad en la gestión pública, instrumentos propios para
las democracias más transparentes y relacionales que proponemos consolidar de modo
definitivo.

Partiendo de la propia Constitución Nacional, la cláusula Alberdiana del artículo 16


establece a la idoneidad como requisito de admisibilidad en el empleo público. Dicho
abordaje de la idoneidad estaba anclada a la idea de mérito, así como también
involucraba axiológicamente la idea de integridad y ejemplaridad en la función pública.
Alberdi tomó como fundamento de este dispositivo constitucional la experiencia
Napoleónica de creación y consolidación de la burocracia francesa, una de las más
probas y eficientes del planeta. Junto con ello, el modelo republicano de gobierno
presente en el artículo 1° de nuestra C.N. conlleva, entre otros, el principio de
responsabilidad agravada para quienes desempeñan una función pública, reforzando el
ideal ético que debía inspirar a quienes asumieran a futuro compromisos con la vida
política nacional.

La reforma constitucional de 1994 actualiza este abordaje en el importante artículo 36,


que determina que quien incurriera en grave delito doloso contra el Estado que
conlleve enriquecimiento, queda inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen
para ocupar cargos o empleos públicos. Este es uno de los escasos ejemplos en donde
la Constitución avanza tipificando un delito de carácter constitucional, equiparando al
mismo como un atentado contra el propio sistema democrático, y definiendo la
imprescriptibilidad del mismo.

De una interpretación armónica e integrada de ambas cláusulas constitucionales se


desprende que el objetivo de los convencionales constituyentes fue evitar que quienes
hayan cometido delitos de corrupción sean considerados una opción electoral válida.
Todo ello en resguardo de la Constitución Nacional, las instituciones democráticas y el
bienestar general de toda la Nación.

Esta iniciativa se encuentra también en consonancia con importantes convenciones


internacionales en materia de derechos humanos, transparencia y lucha contra la
corrupción. La Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción dispone en su
artículo 7 inciso 2:
Cada Estado parte considerará también la posibilidad de adoptar medidas
legislativas y administrativas apropiadas, en consonancia con los objetivos de
la presente Convención y de conformidad con los principios fundamentales de
su derecho interno, a fin de establecer criterios para la candidatura y elección a
cargos públicos.

Esto último de ninguna manera viola el principio constitucional de inocencia, puesto


que, en primer lugar: el artículo 23 inciso 2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos sostiene en materia de derechos políticos que:

La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades de elegir


y ser electos en cargos públicos, exclusivamente por razones de edad,
nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o
condena, por juez competente, en proceso penal.

A nivel legislativo, existen también en el plano nacional normas que amparan y


justifican la viabilidad de esta iniciativa. A modo de ejemplo, las personas que hayan
sido condenadas con sentencia firme a una pena privativa de la libertad por haber
cometido delitos dolosos, actualmente, no pueden ser candidatas por haber sido
excluidas del Padrón Electoral, en virtud de las disposiciones del artículo 33 inciso a) de
la Ley Orgánica de los Partidos Políticos y el artículo 3 del Código Nacional Electoral.

Conviene también descartar este último argumento que plantean algunos detractores a la
presente propuesta, basados en el supuesto de que una ley de ficha limpia atenta contra
el principio constitucional de inocencia. Frente a ello, se opone el principio más
elemental del derecho público: no existen derechos absolutos y cada uno de ellos admite
restricciones razonables y legales conforme lo sostiene el artículo 14 de la C.N., y cuyos
límites están planteados en el artículo 23 de dicho cuerpo legal.

La elegibilidad no es un derecho natural que acompaña a todos desde el nacimiento. El


derecho al sufragio pasivo se adquiere cumpliendo las condiciones estipuladas por la
Constitución Nacional y las leyes dictadas en su consecuencia. Solo los argentinos (por
nacimiento o naturalizados) que cumplan con ciertas condiciones de elegibilidad
(ciudadanía, edad, domicilio, residencia, formación de la persona, etc.) y no se
encuentren sometidos a las causas de inelegibilidad tienen el derecho a postularse a un
cargo electivo y disputar el voto de los electores.

Las inelegibilidades, por su parte, tienen como objetivo preservar a las instituciones de
la entrada de personas que no tengan el perfil deseado, todo ello según criterios
razonables y objetivos. En este sentido, mientras que la sanción penal tiene fines
punitivos, la inelegibilidad electoral está dirigida a la delimitación del perfil esperado de
los candidatos. La inelegibilidad no pretende, entonces, castigar a nadie, en la medida
en que su determinación punitiva es previa a cualquier acto electoral.

En la provincia de Córdoba existen también cláusulas constitucionales que abordan y


delimitan el derecho político de representar, a modo de marcos de integridad para el
desempeño de las máximas funciones públicas. Los artículos 86 y 137 de la
Constitución Provincial inhabilitan para ejercer los cargos de legislador y de gobernador
y vicegobernador, respectivamente, a los condenados por delito mientras no hayan
cumplido sus penas y a los que estén inhabilitados para ejercer cargos públicos.

Por su parte, el artículo 14 del mismo cuerpo llega a establecer la responsabilidad


estatal frente a los daños que puedan causar los hechos y actos producidos por todos
sus funcionarios y agentes.

Por todo lo dicho, y conscientes de que en nuestra provincia queda mucho trabajo por
delante en materia de legislación que prevea, limite y castigue de manera efectiva los
delitos contra la administración pública en todos sus niveles, es que proponemos la
inclusión de nuestra propuesta de ficha limpia para todos los candidatos a cargos
públicos y partidarios de naturaleza electiva, a través de reformas parciales a las leyes
provinciales 9571(Código Electoral Provincial) y 9572 (Régimen jurídico de los
partidos políticos).

Como conclusión nos aparecen oportunas las reflexiones de Villorria (2019: 95-96) 3,
quien nos invita a hablar de la calidad de la democracia y de la necesidad de definir

3
Villoria, Manuel. Los sistemas de integridad en las organizaciones: una reflexión desde el
enfoque institucionalista del buen gobierno. En Lariguet, G. y Rodríguez Alba, J. Gobierno
abierto y ética. Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, 2019.
vías para superar la democracia de mínimos, construyendo unas democracias
plenamente relegitimadas. Unas democracias que aseguren un sistema de controles del
poder suficientemente consolidados como para evitar derivas autoritarias y donde la
voluntad popular, al tiempo, no sea secuestrada por élites de poder político y
económico que son opacas, no responden y no permiten que surjan alternativas.
Democracia de calidad implica y exige controles fuertes sobre el poder político, no
solo elecciones (…) en primer lugar, la opción por una democracia de calidad es una
opción ética, exige una difícil renuncia al ejercicio del poder discrecional por parte de
los políticos y sus resultados positivos se ven a medio y largo plazo; lo que hemos
aprendido a través de la historia es que el buen gobierno es un gobierno democrático
que sabe auto-limitar su poder. Pero para ello es preciso, además, construir
instituciones que promuevan la imparcialidad, la transparencia y la rendición de
cuentas y que, en definitiva, eviten la corrupción de los pilares esenciales de la
sociedad y, especialmente, del gobierno y la administración. Estas instituciones se
entienden mejor si comprendemos que la legitimidad democrática no se basa tan solo
en ganar elecciones.

Esta visión macro necesita su complemento micro. Por ello creemos que las
instituciones generales de control deben ser acompañadas por sistemas organizacionales
que, a través de instrumentos y procesos adecuados generen, en cada convocatoria al
cuerpo electoral, un marco de refuerzos mutuos que promuevan integridad y
desincentiven comportamientos deontológicamente indeseables.

Por todo lo expuesto, solicito a mis pares el acompañamiento en el presente proyecto de


ley.

Fdo. Marcelo Cossar, Verónica Garade Panetta, Marisa Carrillo, Patricia De


Ferrari Rueda

Co-Firmantes: Benigno Rins, Dante Rossi, Orlando Arduh, Raúl Recalde, María
Elisa Caffaratti, Juan Jure, Daniela Gudiño, Silvia Paleo, Darío Capitani, Alberto
Ambrosio, Cecilia Irazuzta.

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