Hermeneutica Tema 4 Interpretación Del N
Hermeneutica Tema 4 Interpretación Del N
Hermeneutica Tema 4 Interpretación Del N
TEMA 4
Cómo hemos advertido una y otra vez, las conexiones entre Antiguo y Nuevo Testamento son estrechas
y profundas, lo que constituye un factor de primer orden en la interpretación de textos novotestamentarios.
Cualquier intento de aislar cada uno de los dos testamentos o de enfrentarlos, equivale a una desnaturalización
de su contenido. La Iglesia cristiana ha creído desde el principio que ambos se complementan e iluminan
mutuamente.
Como ya se ha dicho y enfatizado, la biblia debe interpretarse considerando el idioma original de sus
escritos, en cuanto al Nuevo Testamento, sabemos que se escribió en griego, por lo cual es necesario estudiar
griego y aunque no lleguemos a ser doctos en dicha lengua (igualmente el griego en el cual se escribió el nuevo
testamento en algunas características no es el mismo de hoy día), es necesario hacer uso de las herramientas que
nos ayudan a encontrar la esencia inmersa en estos escritos.
Surge una pregunta analítica mas no desafiante ¿la biblia que tenemos en la mano es la palabra de
DIOS? Esta pregunta no se plantea para desafiar ni desacreditar la biblia, pues inequívocamente es la palabra de
DIOS inspirada por el Espíritu Santo a hombres consagrados, pero es allí en el factor estrictamente humano en
donde debemos hacer un mayor trabajo interpretativo.
Existe un dicho popular que cita “Traduttore, traditore” lo que significa: “traductor igual a traidor”. No
se quiere decir con esto que ninguna traducción bíblica sirva porque son traducciones de hombres, el punto
central es poder entender que hay algunos asuntos a los que debemos prestar mayor atención y no dar por
sentado que todo lo que está en una versión debe ser aceptado sin análisis, por cuanto se debe seguir o apuntar a
la armonía de los escritos originales.
Como en todo asunto de la vida, es innegable que en el paso de información hay eslabones que alteran el
mensaje inicial, no necesariamente pervirtiéndolo completamente, pero si realizando matices personales, por
diversos factores. Esto es lo que se conoce como “EL PROBLEMA DEL INTERMEDIARIO”; y podemos
observar por ejemplo que los musulmanes no permiten la traducción del Corán, lógicamente aquí no se plantea
la idea de no traducir la biblia y volvernos “hebreos” o “griegos”, pues a diferencia de los musulmanes, el
evangelio de Jesucristo y toda la palabra debe ser enseñada en el cumplimiento de esa gran comisión “…a todas
las naciones…”; mas bien el planteamiento es comprender que aprender el griego bíblico nos pone en contacto
directo con la palabra inspirada de DIOS.
¿Cómo sería confiar en un cirujano que no conoce bien las herramientas que usa para las cirugías? Es
entonces donde es altamente necesario entender nuestro rol como portadores de la palabra de DIOS, que las
herramientas que usemos en la interpretación bíblica son para salvación o condenación eterna de las vidas.
Debemos salir del conformismo, pues solemos decir “El Señor Jesucristo se comunico con gente sencilla en su
propio idioma sencillo”, y es precisamente allí el punto, ya que esos sencillos de esa epoca y su idioma no era el
español. Y también salir de la comodidad, nos damos por satisfechos al decir “ya existen especialistas en eso,
no mas miremos la cantidad de libros, diccionarios, comentarios y traducciones de la biblia…”, no es malo todo
ello, el asunto es la dependencia absoluta de ellos, y sin dejar de usar dichas herramientas necesitamos ir mas
allá, dejar de depender de la interpretación de otros y llegar a tener criterio interpretativo.
INJERTOS CONTEXTUALES
Marcos 9:44 “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (RVR 60). Este
versículo no aparece en otras versiones. Se debe a que el traductor en este caso, usa el contexto del
pasaje y atribuye al versículo 43 la misma línea de los versículos 46 y 48, es decir, quiso ordenarlo
de la misma forma y por ello injertó el mismo criterio y estructura expresado en ese contexto.
Podríamos llamarle en este caso “INJERTO CONTEXTUAL ESTRUCTURAL”
Mateo 17:21 “Pero este género no sale sino con oración y ayuno”. Este versículo no aparece en
otras versiones. Se debe a que el traductor en este caso, usa el contexto cultural del momento de la
traducción, ya que en aquel momento de la traducción existía un problema con el auge de los
exorcismos o liberaciones, y al estar expresado en los versículos anteriores que este joven estaba
“atormentado por un espíritu…”, el traductor acuñó este versículo. Podríamos llamarle en este caso
“INJERTO CONTEXTUAL CULTURAL”
Juan 8:1-11 “y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el
pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una
mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales
mujeres.(A) Tú, pues, ¿qué dices? 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistieran en preguntarle, se
enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra
ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír
esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no
viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te
condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques
más”.
Esta historia no está contenida en los manuscritos originales, aunque la mayoría de las versiones
bíblicas la tienen expresada; es entendible que tampoco debe ser inventada, sino que fue cierta, pero que
el traductor se apoyó en escritos narrativos de la época, historias verídicas que están incluidas en la
biblia (pretender que toda experiencia y obra de Jesucristo esté narrada en la biblia seria ilusorio por
cuanto no alcanzarían los tomos para expresarlas). Podríamos llamarle en este caso “INJERTO
CONTEXTUAL HISTÓRICO”.
EQUIVALENCIAS DE CONCEPTOS
Recordamos que el griego Koiné presenta porque las palabras son polisémicas. Las palabras
polisémicas son aquellas palabras que tienen más de un significado o acepción. Es por ello que siempre se
requiere ponerlas en contexto para poder entender a qué se refiere. Y mucho más complicado es cuando esas
palabras del original griego bíblico son complicadas al darle un término en el español, siempre se hace en las
traducciones acercándolo a lo más preciso, pero igualmente pierde intensidad y es fundamental contextualizarla.
Por ejemplo: Las palabras “Ágape” y “Filos” se traducen como “amor”, pero en el original cada una tiene
sentidos distintos.
Así sucede con muchas otras palabras que al traducirse se les da el sentido más cercano en nuestro
idioma, pero que hay que estudiar su original y además contextualizar en el pasaje cual es el sentido que se
acopla más.
El Nuevo Testamento es el testimonio del cumplimiento de todo aquello que en el Antiguo fue promesa.
El gran profeta que habría de venir (Dt. 18:15, 18) ya ha llegado. El “Hijo de David”, el rey ideal, ya ha hecho
su aparición. Con El se rompe el silencio de Dios que había durado desde los últimos profetas posexílicos. Se
oye de nuevo su palabra con el contenido maravilloso y los acentos triunfales del evangelio, la buena noticia. El
tiempo de la espera ha llegado a su fin. Es el tiempo por excelencia de la salvación (Hc. 4:12; 13:26; Ro. 1:16;
etc.). No es todavía la hora de la consumación perfecta del plan salvífico de Dios. Todavía el pueblo redimido
conocerá la tensión, el conflicto, el dolor. Todavía tendrá que vivir en esperanza (Ro. 8:23-25). Pero a partir de
ahora la esperanza descansará sobre la base de hechos gloriosos que ya han tenido lugar: la muerte y la
resurrección de Jesucristo, garantía de la victoria final de Dios, así como el poder que sostendrá al pueblo
cristiano y de las grandes bendiciones que éste disfrutará ya aquí y ahora.
Al analizar el contenido del mensaje esencial del Nuevo Testamento, es decir, del Evangelio,
observamos algunos hechos de especial importancia hermenéutica. Sin pretender que los puntos expuestos sean
los únicos importantes, sí hemos de considerarlos esenciales para obtener una adecuada percepción global del
Evangelio, factor indispensable para la exégesis de textos del Nuevo Testamento.
2. Cristo es el gran antitipo de todos los tipos del Antiguo Testamento. Como tuvimos ocasión de ver
en la sección relativa a la tipología, es enorme la cantidad de material del Antiguo Testamento que prefigura a
Cristo y los diferentes aspectos de su obra. Lo más grande de cuanto Israel había tenido por sagrado apuntaba a
Jesús (Jn. 5:39). La abundancia de tales tipos, así como su gran variedad ilustrativa, nos ayudan a entender
mejor la grandiosidad de Cristo y las múltiples facetas de su ministerio redentor.
4. El nuevo pueblo de Dios. Este es uno de los puntos que mayor atención exigen, dado que una
apreciación incompleta o defectuosa del mismo puede dar origen a conclusiones equivocadas.
En el Antiguo Testamento, Israel es el pueblo de Yahvé, su especial tesoro, su posesión (Ex. 19:5; Dt.
4:20; 7:6), su siervo (Sal. 135:14; Is. 48:20), su hijo (Ex. 4:22-23; Os. 11.1), su grey (Sal. 95:7). Con ese pueblo
establece Dios una relación de alianza basada en amorosa elección, a la que Israel había de corresponder con la
obediencia. A causa de la deslealtad israelita, la bendición divina es trocada en juicio. Consecuentemente, la
nación como tal deja de ser pueblo en el sentido que el término entrañaba según Dios. A Israel se le da el
nombre delo -a mm i (no pueblo mío). Dios mismo explica el porqué: “Porque vosotros no sois mi pueblo ni yo
seré vuestro Dios” (Os. 1:9). La infidelidad humana no alterará la fidelidad divina y al final desaparecerá la
partícula negativa delo -a mm i para convertirse nuevamente enam m i, “pueblo mío” (Os. 2:23). Pero entre
tanto ¿quién constituirá el verdadero pueblo de Dios? un remanente. El “resto” fiel de los israelitas que
perseveraba en el temor de Yahvé. Su cédula de pertenencia al pueblo escogido no era partida de nacimiento,
sin su fe. Guiado por los profetas, este remanente piadoso mantuvo viva la esperanza de la plena restauración de
Israel (Ez. 11:16-20). Pero el plan de Dios iba mucho más allá. Traspasó los límites nacionalistas para incluir en
su pueblo a hombres y mujeres de todos los países (Is. 45:20-24; 49:6; 55:4-7; Zac. 2:10-12).
La evolución del concepto “pueblo de Dios” en el Antiguo Testamento hace cada vez más evidente
queel verdadero israelita no es el mero descendiente de Abraham, de Isaac y de Jacob, sino el que oye la Palabra
de Dios y la guarda. Esta conclusión nos deja ya en el plano conceptual del Nuevo Testamento.
El evangelio sobre la base de un Nuevo Pacto, transfiere a la Iglesia cristiana todas las características
propias del pueblo de Dios.
Según el evangelio, el pueblo de Dios está compuesto por los creyentes en Jesucristo. Ningún título,
mérito o circunstancia de tipo humano nos da el derecho a pertenecer a él. Únicamente son válidos el
arrepentimiento y la fe en el Hijo de Dios, sin distinción de raza, nación o lengua. El pueblo de Dios estará
ahora formado tanto por judíos como por gentiles, sin más barrera o exclusión que la causada por la
incredulidad. El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Ro. 1:16). De la misma
manera que sin Cristo tanto los judíos como los gentiles están perdidos (Ro. 3.9), así en Cristo Dios justifica
tanto a los unos como a los otros (Ro. 3:29-30) para hacer un solo pueblo, un solo cuerpo en el que todos los
miembros tienen un idéntico derecho de acceder al Padre por un mismo Espíritu (Ef. 2:11-18). En este nuevo
pueblo Cristo es el todo en todos (Col. 3:11).
Cuando el Nuevo testamento se refiere de algún modo al pueblo de Dios, la referencia debe aplicarse a
la Iglesia única y universal. Es difícil encontrar base sólida para colocar paralelamente en el curso de la historia
a partir de Cristo dos pueblos de Dios: la Iglesia e Israel. En la dispensación actual, un judío sólo puede ser
considerado como perteneciente al pueblo de Dios si se ha convertido a Cristo.
Dicho esto, no debemos obviar los datos que el Nuevo Testamento nos da sobre el futuro del Israel
histórico, como su identidad y su especial lugar en los propósitos de Dios se hubiesen desvanecido para
siempre, lo que sería falso. Sin duda, los capítulos 9-11 de la carta a los Romanos aportan el más acertado de los
enfoques del problema de Israel en la perspectiva histórica. Pero en todo caso conviene destacar la unicidad del
pueblo de Dios en Cristo. Siguiendo la ilustración paulina, en el plan divino no hay dos olivos, sino uno solo, de
cuya sabia se nutren tanto las ramas de los judíos como las de los gentiles (Ro. 11:11-24).
Los Evangelios. Los evangelios presentan un género literario bastante particular. Aunque contienen
gran veta de naturaliza biográfica, esencialmente no pertenecen al género. Ninguno de ellos es en
sentido estricto una biografía de Jesús. Ante todo, son documentos apologéticos orientados a convencer
a los lectores de la verdad de la revelación de Dios en Cristo y de ahí que no sigan un orden estricto de
desarrollo biográfico ni intenten dar el tipo de descripción y antecedentes informativos esperables en un
tratamiento de carácter biográfico. Todo su interés se centra en la significación única de Jesucristo como
revelación de Dios y en virtud de tal propósito algunos de los rasgos más familiares de la biografía
humana, por ejemplo, las descripciones de la apariencia personal no son pertinentes.
Hechos de los Apóstoles. La interpretación de este libro puede parecer relativamente fácil. Su lenguaje,
en términos generales, es literal, exento de la diversidad literaria de los evangelios, de las honduras
teológicas de las epístolas o de la simbología del Apocalipsis. Sin embargo, esa facilidad es sólo
aparente. Pronto el intérprete se percata de que ha de enfrentarse con importantes problemas
hermenéuticos. Los textos narrativos del libro son muy claros en su significado, pero no lo son tanto en
su significación; no dejan lugar a dudas en cuanto a los hechos relatados, pero plantean interrogantes
respecto a lo que tales hechos han de significar posteriormente en la Iglesia. En resumen, lo narrado en
los Hechos ¿Tiene un carácter meramente informativo o posee asimismo valor normativo?. A todo lo
expuesto , debemos añadir algunas normas específicas que facilitan la interpretación del libro de los
Hechos:
1. Ante cualquier pasaje narrativo ha de preguntarse el intérprete si encierra un propósito especial, en cuyo
caso debe determinarse cuál es. Ese propósito debe presidir el proceso interpretativo, sin permitir que elementos
accesorios adquieran una preponderancia que no les corresponde. El capítulo 10 tiene una finalidad clarísima:
mostrar la universalidad del plan salvador de Dios. Ver en él primordialmente lecciones sobre la conversión o
sobre el bautismo del Espíritu Santo sería una desviación exegética. Estas lecciones pueden ser incidentales,
pero no constituyen el meollo de la narración.
2. la atribución de carácter normativo a un hecho determinado debe basarse en otros textos del Nuevo
Testamento que la justifiquen. Que los líderes de la iglesia de Antioquia se hallasen en un periodo de ayuno
cuando el espíritu Santo les habló para que encomendaran a Bernabé y a Saulo el ministerio misional no
significa que el ayuno sea siempre condición necesaria para que el Espíritu Santo hable u obre. En cambio, los
requisitos señalados para la elección de los siete diáconos (6:3) si tienen un carácter general y deben ser
observados en todos los casos, como se enseña en las cartas pastorales de Pablo.
3. Sin el debido apoyo del resto del Nuevo Testamento, no debe generalizarse ninguna experiencia personal
o práctica eclesiástica y propugnar su repetición como si fuese exigible a todo cristiano o a toda iglesia local.
Ello sería una ligereza poco recomendable. Esta observación debe tenerse especialmente en cuenta al considerar
las experiencias relacionadas con la venida del Espíritu Santo y la manifestación de sus dones. También puede
tener aplicación a cuestiones como la administración del bautismo inmediatamente después de la conversión –
sin un tiempo intermedio de enseñanza doctrinal-, la vida en comunidad o la celebración semanal de la cena del
Señor. Sin embargo, quizá conviene una aclaración: un hecho puede no ser normativo y, no obstante, ser
recomendable en tiempos muy posteriores a los de la Iglesia primitiva.
Las Epístolas. Veintiuna en número, ocupan más de la tercera parte del Nuevo Testamento. Constituyen
un género literario especial bien conocido y usado en los tiempos antiguos y son de valor inestimable
para darnos a conocer la interpretación apostólica del Evangelio. Las epístolas novotestamentarias no
son un simple medio para comunicar ideas abstractas sobre religión o moral. En ellas palpita el espíritu
de quienes han experimentado el impacto de Jesucristo. Los escritores no se expresan sólo como
anunciadores de una nueva verdad, sino como portadores de una vida nueva. Su mensaje va dirigido a
hombres y mujeres interpelados por la Palabra de Dios, llamados a reconocer el señorío de Jesucristo y
los principios de su reino. Muy resumidamente sugerimos a continuación algunos pasos encaminados a
hacer más fructífera la exégesis de cualquier texto epistolar.
Ahondar en el conocimiento del fondo histórico. Es necesario llegar a tener un cuadro claro de las
circunstancias en que la carta fue escrita; tomar en consideración quien la escribió y a quién iba destinada;
qué necesidades tenía el destinatario, qué problemas, y cuales eran sus causas. En el caso de que el escritor
esté refutando un error, conviene precisar la identificación de este, su origen (judaico, helénico, etc.), sus
peculiaridades y el modo como influía o podía influir en la comunidad cristiana
Determinar con la máxima claridad el propósito de la carta y su pensamiento central. Ambos son de
importancia decisiva. A pesar de que en algunas cartas –especialmente del grupo Paulino- hay frecuentes
digresiones, en todas existe una línea de pensamiento básico que rige las diferentes partes del escrito.
Difícilmente se encontrará un texto cuyo significado no esté en armonía con tal línea. Para lograr esta finalidad
es aconsejable leer la totalidad de la epístola sin interrupción; si conviene más de una vez. Sólo después de esta
lectura está indicado valerse de otros medios de estudio.
Descubrir en cada pasaje lo que el autor quería decir al destinatario original. A causa de los siglos que
nos separan de los apóstoles con facilidad podemos caer en el error de interpretar las epístolas según sus
criterios inspirados en el pensamiento de nuestros días. Es un error que debe ser evitado. Ha de ser una máxima
de la hermenéutica que aquello que el autor no pudo haberse propuesto decir y que los receptores no habrían
podido entender no puede ser el significado de un pasaje.
Distinguir lo cultural de lo transcultural. Es decir, todo lo que era propio solamente del primer siglo de lo
que es propio de todos los tiempos; lo que corresponde a usos y costumbres de un pueblo en un momento dado
de lo que obedece a principios y normas vigentes universal y perennemente. Cuestiones como el silencio de la
mujer en la congregación o el uso del velo se interpretarán de modo diferente según se vea en las indicaciones
de Pablo a una normativa dictada por factores culturales de la época o un precepto enraizado en razones más
hondas. Para discernir lo cultural y lo transcultural, el intérprete habrá de esforzarse por orillar sus propios
prejuicios y comparar con la máxima objetividad el texto en el contexto histórico y con las enseñanzas de la
Escritura cuyo carácter normativo perpetuo es indiscutible.
El Apocalipsis. Juan presenta a este libro como “la revelación de Jesucristo”. Apocalipsis nos pinta un
retrato único y singular de Jesucristo, y el Nuevo Testamento quedará incompleto sin el mismo. Los
evangelios describen la vida de Jesús en la tierra desde cuatro puntos de vida diferentes. Las cartas
consideran el profundo significado de Cristo resucitado y lo que él ha logrado. Pero Apocalipsis muestra
a Jesucristo desde una nueva perspectiva: como el poderoso Amo y Señor de las poderosas fuerzas
cósmicas del bien. Cuando Juan lo vio en su estado de exaltación, cayó a los pies de Jesús como muerto
(1:17).
Aunque Apocalipsis no disipa las nieblas de misterio que rodean el regreso de Jesús y el fin del mundo.
Da luz a muchos eventos. No puede reducirse este libro a un simple calendario de eventos futuros; trae verdades
permanentes para cada generación de lectores. Apocalipsis habla del futuro triunfo de Cristo sobre todo el mal
presente en el universo. Este mensaje crucial de la esperanza final era necesario para los lectores originales del
primer siglo y sigue siendo necesario para nosotros hoy en día.
Apocalipsis es probablemente el libro más intimidatorio de la Biblia. Está tan lleno de símbolos y
oscuros detalles que la mayoría de los lectores se encuentran agobiados por la sensación de que se les está
escapando algo. Su lectura parece extraña al principio, porque usa las técnicas del simbolismo y de las visiones
que no son de uso corriente en el resto del Nuevo testamento (con excepción del discurso escatológico de Jesús
en Mateo 24; Marcos 13 y Lucas 21), no obstante, se advierte su familiaridad con los libros de tipo apocalíptico
como Daniel, Ezequiel y Zacarías y también la influencia que ejercen sobre él Isaías, Jeremías y Joel. Juan tiene
el convencimiento de que se encuentra en la línea de sucesión de los profetas (comp.. 22:9). Por tal razón,
mientras que una sola vez se refiere a su libro como “Apocalipsis” (o revelación) (1:1), seis veces lo equipara
con la “profecía” (1:3; 19:10; 22:7, 10, 18, 19).
Este hecho reviste particular importancia desde el punto de vista hermenéutico, pues si el Apocalipsis es
aceptado como profecía, ha de interpretarse teniendo presentes las características de la literatura profética del
Antiguo Testamento. Especial atención debe darse a la finalidad de los mensajes de los profetas, que, como se
recordará, no era tanto vaticinar sobre acontecimientos futuros como proclamar la palabra de Dios dirigida a
unas personas concretas en un lugar y en un tiempo determinados. Cualquier interpretación de su mensaje que
se desentienda del contexto existencial de los destinatarios originales estará siempre expuesta a la arbitrariedad.
Y el principio es válido para la interpretación del Apocalipsis. Tenga en mente que la situación de los cristianos
perseguidos que fueron quienes recibieron primeramente este libro. Ellos no necesitaban un cronograma preciso
de lo que iba a suceder en el futuro, sino un mensaje de aliento y esperanza. Necesitaban creer que más allá de
la apariencia momentánea de las cosas, Dios tenía el control de la historia en sus manos y que el bien finalmente
triunfaría. Apocalipsis es portador de esta esperanza tanto para ellos como para nosotros.
Cualesquiera que sean las dificultades en la interpretación del Apocalipsis, hay un elemento claro que
puede orientar decisivamente la exégesis. Ese elemento es el fondo teológico con su mensaje perenne.
Sucintamente entresacamos sus puntos esenciales.
2. El Cristo divino, ejecutor de la obra de Dios. Si Dios es el soberano, Cristo es el agente que lleva a
efecto la voluntad de Dios en su triple obra de revelación, redención y juicio.
3. El carácter cristológico de la escatología. Los eventos del fin tienen como centro y sujeto la persona
de Jesucristo. Lo que más sobresale no es el reino en sí con la plenitud de sus bendiciones, sino la persona del
Rey. Si la persona de Cristo es inseparable de su obra, ello significa que los acontecimientos futuros no pueden
aislarse del pasado, de los grandes hechos de la encarnación, la muerte y la resurrección de Jesús; ni tampoco de
la acción de Cristo durante el periodo que media desde su ascensión hasta su segunda venida. “El proceso de la
redención y el establecimiento de la soberanía de Dios es un todo indivisible, de modo que la intervención
divina desde la encarnación hasta la parusía es presentada como un solo acto.
4. El sentido dinámico de la historia. El Apocalipsis dando cima a la escatología bíblica, nos ofrece una
visión realista. Nos muestra la incapacidad humana para dirigir constructivamente la historia. El hombre en su
actitud anti-Dios, en coalición con poderes malignos, no puede crear una sociedad realmente nueva. Hasta el
final, de una forma u otra, prevalecerán la injusticia, la tiranía y la impiedad. La historia, humanamente
determinada, si ha de cambiar para bien, tiene que acabar. La historia tiene un sentido positivo sólo en el caso
que tenga un final. Pero ese final no es la ruina definitiva. Señala el principio de un nuevo orden trascendente,
instaurado por Cristo. En medio de cambios y convulsiones aparentemente sin sentido, hacia esa meta avanza la
historia bajo el supremo control de Dios.
LA PERSONA DE JESUCRISTO
La correcta interpretación de los evangelios exige una clara comprensión de la figura central. Si nuestra
concepción de la persona de Jesús es equivocada, lo será también la mayor parte de nuestra labor exegética
relativa a sus enseñanzas y a su obra. Por ello, aunque no podamos extendernos en un minucioso estudio de la
cristología, examinaremos la persona de Jesús a la luz de los principales nombres o títulos con que es
presentado sobre la base del Antiguo Testamento, el pensamiento judío en los días de Cristo y de la
interpretación que a cada uno se da en los propios evangelios.
Comenzaremos esta sección analizando algunas de las profecías mesiánicas que tuvieron cabal cumplimiento en
el Señor Jesús.
PROFECIAS MESIÁNICAS
“Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer TODO lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés,
y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las escrituras lo que de él decían” Lucas 24:25-26.
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando con vosotros: que era NECESARIO que se
cumpliese TODO LO QUE ESTA ESCRITO DE MI en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos”
Lucas 24:44.
Nadie puede ser cristiano sin conocer a Jesús. Asimismo, nadie puede tener vida eterna si no tiene a Cristo.
De muchos hombres famosos que han existido, nada se había escrito de ellos antes de que nacieran. De
algunos hombres de la Biblia se hablan algunas cosas. Por ejemplo, de Sansón y de Juan el Bautista. Muchas
veces pensamos que de Jesús se habla solamente en el Nuevo Testamento, pero de Cristo se habla muchísimo
tiempo antes de su nacimiento. Si Jesús no hubiera cumplido con estos requisitos, no podríamos estar seguros
de que él es el Mesías que habría de venir. Sin embargo, podemos confesar con absoluta certeza que Jesús es el
Cristo, porque las profecías mesiánicas se cumplieron en él. Miremos algunas de estas profecías.
• SIMIENTE DE LA MUJER.
“y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y
tú le herirás en el talón” Génesis 3:15.
Cuando el hombre y su mujer pecaron, por culpa de la serpiente antigua, la cual es el diablo y Satanás
(Apocalipsis 20:2), se dice que la Serpiente (diablo) hirió a la humanidad en el talón (con pecado), pero que
vendría uno que nacería de mujer que le daría en la cabeza el golpe mortal a la serpiente.
Jesús nació de una mujer y fue él quien derrotó reciamente al diablo, a través de su muerte en la cruz del
calvario, “anulando el acta de decretos que había contra nosotros (pecados), que nos era contraria, quitándola de
en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades (diablo y demonios), los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:114-15).
• SIMIENTE DE ABRAHAM.
“De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está
a la orilla del mar, y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas
las familias de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” Génesis 22:17-18.
Cristo era sin lugar a dudas descendiente de Abraham (Mateo 1:1-2). Este fue el que vino para ser
bendición a todas las familias de la tierra, a fin de que cada uno se convierta de su maldad (Hechos 3:25-26).
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: y a las simientes, como si
hablase de muchos, sino de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” Gálatas 3:16.
“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh (el verdadero
rey); y a él se congregarán los pueblos. Génesis 49:10.
Jesús era descendiente de Judá (Mateo 1:2). De la tribu de Judá habían venido todos los reyes hijos de
David, por lo cual Jesús era también ese rey esperado Hijo de David que reinaría con justicia. Cristo es un rey
con todas las garantías. Era rey por derecho de sangre.
“Porque perros me han rodeado; me han cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies.
Contar puedo todos mis huesos; entre tanto ellos me miran y me observan. Repartieron entre si mis vestidos y
sobre mi ropa echaron suertes” Salmos 22:16-18.
“Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él
como quién se aflige por el primogénito” Zacarías 13:10.
El cumplimiento de estas profecías, ya las conocemos plenamente con el relato de su muerte en la cruz
del calvario.
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará
su nombre Emanuel” Isaías 7:14
Jesús nació de una virgen, llamada María. “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el
Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará su
nombre Emanuel, que traducido es Dios con nosotros” Mateo 1:22-23.
En el Nuevo Testamento Mateo escribe: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el
profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sión: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre
un pollino, hijo de animal de carga” Mateo:21:4-5.
• NACERIA EN BELEN.
“Pero tú Belén efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en
Israel, y sus salidas son desde el principio, desde la eternidad” Miqueas 5:2.
“Oyendo esto el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales
sacerdotes y los escribas del pueblo, les preguntó donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de
Judea; porque así está escrito por el rofeta: Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las
familias de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel” Mateo 2:3-6.
Jesús es único y no hay nada que pueda compararse con él. La historia de la humanidad es
incomprensible sin Cristo. Pero Cristo es incomprensible si no se aprecian en El dos naturalezas, la divina y la
humana. Si se mira a Jesucristo como Dios solamente se tiene la mitad de la verdad; lo mismo ocurre si se le
mira solamente como hombre, ya que él algunas veces actuaba como hombre y otras veces actuaba como Dios.
Jesús fue el
Dios-hombre: fue tan hombre como si nunca hubiera sido Dios y tan Dios como si nunca hubiera sido hombre.
•Jesús fue hombre, porque lo primero que usted encuentra en los evangelios es una genealogía. La genealogía
que aparece en el evangelio según Mateo es la que viene por medio de José, su padre adoptivo. En cambio, la
genealogía que aparece en el evangelio según Lucas es la genealogía de María.
•Hay detalles bien humanos acerca del nacimiento de Jesús. Por ejemplo, los pastores de Belén encontraron al
niño envuelto en pañales (Lucas 2:12).
•Jesús tenía un cuerpo humano. Aun después de la resurrección era un hombre (Lucas 24:39-40).
•Jesús demostró que él tenía un alma, ya que tenía sentimientos. Por ejemplo, se angustió en gran manera
cuando supo que su camino a la cruz era inevitable (Mateo 26:37). Lloró cuando se enteró de la muerte de
Lázaro (Juan 11:35); fue amigo (Lázaro era uno de sus mejores amigos); tuvo ira cuando expulsó a los
mercaderes del templo (Marcos 11:15-19), etc.
•Gozó de otras características propias del ser humano. Por ejemplo, tuvo hambre (Mateo 4:2), le dio sed (Juan
19:28), se cansó (Juan 4:6), le dio sueño (Mateo 8:24).
•Finalmente la Biblia enseña que “hay un sólo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre” (1. Timoteo 2.5). Esto enseña que es la obra de Cristo como hombre, el cual al igual que los demás fue
tentado en todo con la diferencia de que no cometió pecado (Hebreos 4:15), la que acerca a los hombres a Dios.
Con tan sólo poner la fe en su obra redentora en la cruz del calvario y creer que su sangre nos limpia de todo
pecado somos salvos. Además, en la epístola a los Hebreos 2:14 dice:
“Así que por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo, para destruir por
medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo”. A pesar de todo esto la Biblia no
describe físicamente al hombre Jesús, pues para los escritores es más importante la obra que realizó y sus
milagros que su apariencia. Imágenes como el divino rostro, el sagrado corazón o el divino niño han conducido
a la humanolatría.
NOTA: Dado que Jesús experimentó todo lo que nosotros sentimos como seres humanos Él nos puede entender
cabalmente y compartir nuestras alegrías y pesares.
JESUCRISTO COMO DIOS
No fue necesario que transcurriera mucho tiempo para que las personas que conocieron a Jesús
comprendieran que Él estaba haciendo declaraciones sorprendentes con respecto a sí mismo. Se comprende, sin
lugar a dudas, que sus propias declaraciones le identificaban con alguien que era mucho más que un simple
profeta o maestro. Obviamente Jesús afirmaba ser divino. Se presentaba como el único medio para la comunión
con Dios, como la única fuente para el perdón de los pecados, y como el único camino de salvación.
Una buena definición de Dios puede ser la siguiente: “espíritu supremo existente por si mismo, e infinito
en todo género de perfecciones... Como nadie lo ha creado, El es la causa de todo”. Esta definición es adecuada
para todos los teístas, incluyendo entre ellos a los musulmanes y a los judíos. El teísmo enseña que Dios es un
ser diferente de la creación y que el universo fue planeado y creado por El. Dios lo sustenta y lo gobierna en el
presente. El teísmo cristiano agrega una nota a la anterior definición: “y quien llegó a encarnarse como Jesús de
Nazareth”.
•Jesús es Jehová. El profeta Isaías enseña que Dios mismo vendría y nos salvaría (Isaías 35:4). El nombre de
Jesús significa el salvador. En Isaías 43:25 se dice que el único que tiene poder para perdonar pecados es
Jehová, pero en los evangelios Jesús se toma esta atribución (Marcos 2:5 y Lucas 7:48-50).
•En la primera carta a Timoteo 3:16 dice: “E indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne, justificado en el espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el
mundo, recibido arriba en gloria”.
•El Nuevo Testamento presenta claramente a Cristo como Dios. Los nombres que se le aplican son de tal
naturaleza que sólo pueden ser aplicados apropiadamente a Dios. Por ejemplo, a Jesús se le llama Dios en la
siguiente declaración: “... aguardando la esperanza bienaventurada y la aparición gloriosa de nuestro gran Dios
y salvador Jesucristo” (Tito 2:13; compárese con 1. Juan 5:20-21, Romanos 9:5, Hebreos 1:8).
•Las Escrituras le atribuyen características que sólo pueden ser ciertas respecto a Dios. Jesús es presentado
como un ser existente por si mismo (Juan 10:17-18); como el creador y sustentador de todas las cosas
(Colosenses 1:15-17); omnipresente (Mateo 28:20; 18:20); omnisciente (Juan 4:16; 6:64; Mateo 17:22- 27)
omnipotente (Apocalipsis 1:8; Lucas 4:39-55, 7:14-15; Mateo 8:26-27) y como uno que posee vida eterna(1.
Juan 5:11,12,20, Juan 1:4).
•Jesús recibió el honor y la adoración que sólo Dios debe recibir. En un encuentro que tuvo con Satanás, le dijo:
“vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás”. Jesús recibió adoración
como Dios (Mateo 14:33; 28:9), y algunas veces exigió que se le adorara como Dios (Juan 5:23; compárese con
Hebreos 1:6, Apocalipsis 5:8-14).
•La mayoría de los seguidores de Jesús fueron judíos devotos que creían en un Dios verdadero. Eran
monoteístas puros y radicales. No obstante, le reconocieron como al Dios encarnado. (Pedro en Mateo 16:15-
16; Marta la hermana de Lázaro en Juan 11:27; Natanael en Juan 1:49; Juan el Bautista en Lucas 3:22; Tomás
en Juan 20:26-29, Pablo en Hechos 20:28).
•El evangelio de Juan describe una acalorada discusión (Juan 5:1-18, hacer énfasis en los últimos tres
versículos). Cuando estudiamos un documento hemos de tener en cuenta el lenguaje, la cultura y especialmente
la persona o personas a las que se dirigió. En este caso la cultura era la judía, y a las personas a las que se
dirigió eran los dirigentes religiosos. Veamos como comprendieron los judíos lo que les dijo Jesús hace 2000
años en su contexto cultural. “Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el
día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”. ¿Por qué esa
reacción tan drástica? Porque Jesús dijo “mi Padre”, no dijo “nuestro Padre”; y luego agregó: “hasta ahora
trabaja”. Estas dos expresiones que Jesús usó lo hacen igual a Dios, obrando al mismo nivel de actividades que
Dios. Los judíos no se referían a Dios mediante la expresión “mi Padre” y en el caso de que lo hicieran, le
agregaban el modificativo “que está en los cielos”.
•Jesús no sólo afirmó ser igual al Padre, sino que sostuvo que era uno con el Padre (Juan 10:30-33), por esta
causa lo iban a apedrear argumentando que El siendo hombre se hacía Dios. Podríamos preguntarnos porque
hubo una reacción tan violenta por lo que Jesús dijo acerca de que era uno con el Padre. Una implicación
interesante surge de esta declaración cuando se estudia el texto griego. La palabra “uno” en griego es de género
neutro, no masculino, y no indica que son uno en persona o en propósito, sino en “esencia y naturaleza”. Esta
tajante declaración es el clímax de las afirmaciones de Cristo. Tales declaraciones despertaron en los fariseos
una ira incontrolable.
•Jesús habló continuamente respecto de sí mismo en el sentido de que el era Dios. El afirmó osadamente: “si a
mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais” (Juan 8:19); “el que me ve, ve al que me envió” (Juan
12:45); “el que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece” (Juan 15:23); para nombrar unos pocos casos.
• “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con
vosotros y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo pues, dices tú:
Muéstranos al Padre? (Juan 14:9). Nótese aquí este importante detalle. Jesús hablaba mucho acerca del Padre.
Esta idea confundía hasta a sus discípulos, y por esto Felipe declara las palabras arriba citadas. Jesús hubiera
podido perfectamente haberle dicho: No te puedo mostrar al Padre, pues El es espíritu y está en los cielos. Pero
su respuesta fue tajante y demostraba sin lugar a dudas que El era el Padre. El Dios eterno estaba allí encarnado
en la persona de Jesucristo.
3. HIJO DE DIOS
Para conocer a Cristo, debemos entender muy bien lo que significa Hijo de Dios. Miremos la siguiente
cita de la Escritura. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres
por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por
quien asimismo hizo el universo; el cual siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y
quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” Hebreos 1:1-3.
Dios en tiempos pasados le había hablado al pueblo de Israel a través de todos los profetas, a saber:
Moisés, Elías, Eliseo, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, etc.
También se había manifestado de algunas formas (teofanías), para que los hombres pudieran conocerle, pues
ninguno de los hombres puede ver a Dios en su esplendor y gloria máxima con este cuerpo de pecado sin sufrir
la muerte (Éxodo 33:20). Por esto, los creyentes en Dios debemos ser transformados en cuerpos de gloria el día
en que vamos a estar frente a su misma presencia (1 Corintios 15:50-52). Entre las teofanías, tenemos la
aparición de Dios a Moisés en forma de una zarza que ardía, pero que no se consumía (Éxodo 3:2), y la
aparición a Manoa, el padre de Sansón en forma de ángel (Jueces 13:22).
En estos tiempos Dios a querido hablarle a la humanidad a través de su Hijo. La expresión máxima de
Dios en su trato con la humanidad, porque “a Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). En 1. Crónicas 17:11-14 se habla que un hijo de David reinaría
eternamente. Ya hemos estudiado que este hijo de David cuyo reinado es eterno, tiene por nombre Jesucristo.
Sin embargo, hay unas palabras adicionales en estos textos que vale la pena analizar. Estas palabras claves
aparecerán en letra mayúscula: “y cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres, levantaré de tu
descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino. El me edificará casa, y yo confirmaré
su trono eternamente. YO LE SERE a el por padre, y EL ME SERA a mi por hijo; y no quitaré de él mi
misericordia, como la quité de aquel que fue antes de ti; sino confirmaré su trono eternamente y para siempre”.
Todo esto muestra que cuando este descendiente de David naciera Dios sería a él por padre, y este sería a Dios
por hijo. Todo esto se refiere a tiempos futuros. En el libro de los Salmos 2:7 donde también se toca otra
profecía mesiánica referente al papel de Hijo de Dios, se dice: “Yo publicaré decreto; Jehová me ha dicho: Mi
hijo eres tú; yo te engendré HOY”. Podemos apreciar aquí, que cuando Dios engendrara a su hijo, ese día le
diría: Mi hijo eres tú, yo te engendrado hoy. La palabra “hoy”, vuelve a hacer claridad sobre un tiempo
específico en el que aparecería uno llamado Hijo de Dios.
Lo que Biblia designa como hijo de Dios es la humanidad de Jesús que nació de mujer. Dios no envió a
un hijo que había en el cielo, pues para que hubiera un hijo en el cielo se necesitaba una madre en el cielo; y
como está claro, la madre estaba en la tierra. Prestemos atención a lo que dice la Biblia en Gálatas 4:4 “Pero
cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, NACIDO DE MUJER y nacido bajo la ley”. Por
eso la carta a los Hebreos sigue diciendo: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres tú, yo te
he engendrado hoy, y otra vez: yo seré a él por Padre, y él me será a mí por hijo? Hebreos 1:5- 6.
Sabemos por las Santas Escrituras que hay UN SOLO DIOS, así lo enseña el profeta Isaías. “Vosotros
sois mis testigos dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo
mismo soy; antes de mí no fue formado Dios ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay
quien salve” (Isaías 43:10), y el más grande de todos los mandamientos dice: “Oye Israel: Jehová nuestro Dios,
Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6:4-5). Las personas que dicen que el Hijo de Dios a existido desde la eternidad con Dios,
dándole el título de UNA PERSONA (mejor conocido como la segunda persona) diferente al Padre, están lejos
del verdadero significado de la Palabra de Dios.
Miremos otras citas que nos ayudan a comprender por qué es al hombre que nació a quién llamamos hijo
de Dios, y que no había un hijo preexistente viviendo en el cielo quien luego se encarnaría. “Entonces el ángel
le dijo: María no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a
luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este SERÁ grande, y SERA LLAMADO Hijo del Altísimo; y el Señor
Dios le dará el trono de David su Padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? Respondiendo el ángel, le dijo: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el santo ser
que nacerá SERA LLAMADO Hijo de Dios” (Lucas 1:30-35). Aquí nos aclara muchísimo mejor que el Padre
de ese niño es el espíritu Santo, es decir Dios y la madre es María. El santo ser que nació es quien fue llamado
Hijo de Dios, pues tenía a Dios por padre.
Sin embargo, también sabemos que en Jesucristo habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, por
lo cual él también es verdaderamente Dios. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas
sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos de los hombres y no según cristo.
Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:8). “De quienes son los
patriarcas y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas y bendito por los
siglos de los siglos” (Romanos 9:5). “E indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne, justificado en el espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el
mundo, recibido arriba en gloria” (1. Timoteo 3:16). Por esto el escritor a los Hebreos sigue diciendo: “Mas del
Hijo dice: Tu trono oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino”.
Finalmente, tenemos que el conocimiento respecto al Hijo de Dios solo, puede conocerse a través de la
revelación divina: “El les dijo: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro dijo: Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás,
porque no te lo reveló carne y sangre, sino mi Padre que está en los cielos” Mateo 16:15-17. También el Señor
Jesús dijo: Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni
quien es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar (Lc. 10:22)
Para una interpretación correcta de la Biblia, es de capital importancia conocer el significado del título
Hijo del Hombre.(1 ) Es sinónimo de “varón” en la frase “el hombre... o el hijo del hombre” Sal.8:4.(2 ) Es el
nombre especial con que se designaba a Ezequiel (2:1; 3:1; 4:1) y a Daniel (8:17) y(3) Es un título que aparece
ochenta y dos veces en los Evangelios con referencia a Jesús; de forma directa solo tres veces en el resto del
Nuevo Testamento (Hc. 7:56; Ap.1:13; 14:14) y de una manera indirecta en Hebreos 2:6-10. En los relatos de
los Evangelios solo Jesús usa el título de sus propios labios, a excepción de Jn.12:34. Era la manera en que
prefería denominarse a sí mismo y a su ministerio mesiánico.
Vamos a concentrar nuestras fuerzas en este último manejo de la expresión Hijo del Hombre, es decir
con referencia a Jesucristo. Para hacer esto es necesario recurrir al libro de Daniel. Las visiones de Daniel
representan dominios políticos mediante estatuas y animales simbólicos. Por ejemplo en Daniel 7:17 dice:
“Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra”. Daniel presenta un
escenario profético donde aparecen uno a uno los cuatro grandes imperios de Babilonia, Medo-Persia, Grecia y
Roma. También se menciona el imperio de la Bestia o del Anticristo. Todos estos reinos gobiernan el mundo a
su respectivo tiempo, pero ninguno lo hace en justicia ya que todos actúan “como bestias”. Finalmente podemos
apreciar que el poder de Dios es dado a Aquel que actúa “como hombre” en contraste de aquellos que actúan
“como bestias”. O sea, que lejos de lo que pudiéramos imaginarnos, el título Hijo del Hombre aplicado al Señor
Jesús no es un título de humillación sino de exaltación, pues tiene que ver directamente con Aquel que
establecerá un reino de justicia en el mundo (el reino milenial), es decir el rey esperado por todo el mundo, el
deseado de las naciones. Hg.2:7.
1. IMPERIO BABILONICO: (“La primera era como león y tenía alas de águila”. Dn.7:4) En el
año 605 a.C. Nabucodonosor, al mando de los ejércitos babilónicos, triunfó sobre el ejército egipcio en
la batalla de Carquemis. Este hecho significó la consolidación de Babilonia (o Caldea) como el imperio
mundial, que se apoderó de gran parte del mundo. (recordemos que en el año 587 a.C. los ejércitos
babilónicos sitiaron a Jerusalén, y comenzó el periodo conocido como el exilio en Babilonia). Por eso en
el libro de Daniel leemos: “Tu, oh rey [Nabucodonosor], eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha
dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y
aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio, sobre todo; tú eres aquella cabeza
de oro”. Dn.2:37-38.
2. IMPERIO MEDO-PERSA: (“Y he aquí otra segunda bestia semejante a un oso”. Dn.7:5) Más
tarde se levantó un poderoso ejército contra Babilonia y lo venció. Estos eran los medo-persas. Este
hecho dio cumplimiento a las profecías de Daniel: “Y después de ti [Babilonia], se levantará otro reino
inferior al tuyo”. Dn.2:23A y “la escritura que trazó es MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la
interpretación del asunto: MENE: contó Dios tu reino y le ha puesto fin. TEKEL: pesado has sido en
balanza y fuiste hallado falto. PERES: tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persa s... La
misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Dario de Media tomó el reino, siendo de sesenta
y dos años” Dn.5:25-31.
3. IMPERIO GRIEGO: (“Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo con
cuatro alas de ave en sus espaldas” Dn.7:6) El dominio de los medos y los persas finalizó en el año 333
a.C. con las victorias de Alejandro Magno, quien inauguró la época helenística o dominio del imperio
griego. Sin embargo, después de la muerte de Alejandro (323 a.C), el gran imperio se dividió entre sus
cuatro generales. Esto daba cumplimiento a las siguientes profecías: “Y luego un tercer reino de bronce,
el cual dominará sobre toda la tierra” (Dn.2:39B) y “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos
cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno
grande que tenía entre sus ojos es el rey primero [Alejandro magno]. Y en cuanto al cuerno que fue
quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos [los cuatro generales de
Alejandro] se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él” Dn.8:20-22.
4. IMPERIO ROMANO: (“Y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera
fuerte” Dn.7:7) Los romanos sometieron a los griegos conquistando Macedonia en el 198 a.C. y a Grecia
en el 146 a.C. Roma fue aquel grande y poderoso imperio que dominaba el mundo en el tiempo que
nuestro Señor Jesucristo hizo su aparición en la tierra, y el que también con el aval de sus emperadores
asesinó a millares de cristianos. Este imperio se mantuvo en pie hasta el año 476 d.C. y hasta el día de
hoy, no se ha levantado un imperio semejante. Esto daba cumplimiento a la profecía: “Y el cuarto reino
será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y
quebrantará todo” Dn.2:40.
NOTA: Dado que cada una de las visiones utiliza un grupo diferente de símbolos, uno puede olvidarse
de qué es lo que el símbolo representa. El siguiente gráfico puede ayudarle a coordinar la visión que Daniel tuvo
de los grandes imperios:
5. EL ANTICRISTO: (“Y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que
hablaba palabras contra el Altísimo” Dn.7:8) Este es el mentiroso, la bestia de la que habla el libro de
Apocalipsis “Y adoraron al dragón [diablo] que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia,
diciendo: ¿Quién como la bestia, y quien podrá luchar contra ella? ... y abrió su boca en blasfemias
contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo y de los que moran en el cielo” Ap.13:4-8.
Este es quien engañará a las naciones haciéndoles creer que él es el Mesías de Dios, el Deseado de las
Naciones. Esta es levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los tres
primeros y a tres reyes derribará y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del altísimo [el
pueblo de Israel] quebrantará ... pero se sentará el Juez [Jesucristo], y le quitarán su dominio para que
sea destruido y arruinado hasta el fin” Dn.7:24-26.
6. EL HIJO DEL HOMBRE: Daniel muestra que todos estos reinos son ineficientes. Todos se
levantan con gloria, pero caen duramente. Ninguno de estos reinos, al igual que ningún sistema de
gobierno humano pudo dar al hombre la paz, la prosperidad, la libertad que estaba buscando. Todos con
su poder destructivo “como bestias”, fallaron en su intento. Entonces aparece el Hijo del Hombre quien
es el único que puede hacer justicia verdadera y traer paz completa: “Miraba yo en la visión de la noche,
y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que vino hasta el Anciano de días,
y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no
será destruido” Dn.7:13-14. El evangelio de Juan enseña que el Hijo del Hombre es juez (5:27) y el
dador de vida eterna (6:27) que será glorificado por sufrir en la cruz (12:23,34; 13:31).
Una ayuda para la interpretación de la carta del apóstol Pablo a Filemón. Esta carta es un verdadero
modelo de tacto, discreción, cortesía y ternura.
CARTA DEL APÓSTOL PABLO A FILEMON
Aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, más bien te ruego por amor. 8:9
Onésimo era un esclavo prófugo, un fugitivo perseguido cuya vida estaba constantemente en peligro. Tenía
dos opciones. Podía pasar el resto de sus días oculto en los oscuros y sucios callejones de una ciudad romana,
esquivando a los soldados y a los cazadores de recompensas. O podía hacer lo impensable y regresar a su amo.
Las leyes del imperio eran muy severas. Si Onésimo regresaba, su amo Filemón, tenía el poder legal para
sentenciarlo a muerte inmediatamente. Si Filemón decidía misericordiosamente dejarle vivir, a Onésimo se le
marcaría con un hierro candente la letra F (por fugitivus) en la frente, señalándolo para toda la vida.
Su conversión a Cristo por intermedio del ministerio de Pablo complicó mucho la decisión del esclavo
prófugo. Onésimo sabía que no podía seguir huyendo el resto de su vida. Había perjudicado a su amo legal y
aunque pareciera doloroso, tenía que hacerse cargo del daño infligido.
El apóstol Pablo sintiendo compasión por la causa del esclavo, acordó usar toda su influencia con Filemón.
La vida de Onésimo estaba en juego. Esta carta de pocas palabras al amo del prófugo reúne magistralmente las
capacidades de persuasión y de diplomacia que poseía el apóstol pablo.
Cada frase de la carta a Filemón está redactada para producir el mejor efecto posible. Pablo apela a la
amistad de Filemón, a su posición como líder cristiano, a su sentido de amor y compasión. No le ordena en
forma directa que consienta, pero le aplica una evidente presión, recordándole que “aun tú mismo te me debes
también” (versículo 19). Al dirigir la carta a la iglesia de Filemón (versículo 2), Pablo aumenta la presión, cosa
que también hace la promesa de Pablo de una próxima visita (versículo 22).
El cristianismo y la esclavitud
La esclavitud perduró 1800 años después de que esta carta fuera escrita y fue necesaria toda la fuerza moral
del cristianismo para proscribirla de la tierra. Pero el pequeño libro de Filemón demuestra que la fe tuvo un
profundo impacto sobre la esclavitud mucho antes de que esta fuera abolida.
Cristo puede revolucionar cualquier relación social. Onésimo, el fugitivo, decidió entregarse. En Filemón,
Pablo pide aun otro milagro. Le ruega al amo, “recíbelo como a mí mismo” (versículo 17). Una actitud como
ésta era, en esa cultura, dinamita social.
Es obvio que pablo tenía una estrecha relación tanto con el esclavo Onésimo como con su amo Filemón.
Algunos expertos bíblicos opinan que Onésimo oyó el mensaje de Cristo por primera vez al compartir una
celda con el apóstol (ver versículos 9 y 10). Al leer Filemón, busque indicios de la relación de Pablo con cada
una de las personas.
Filemón nos da un modelo de diplomacia cristiana. Al leer esta carta, piense en las incómodas situaciones
sociales que usted conoce: dos amigos enemistados, o un conflicto entre padres e hijos, por ejemplo, note el tipo
de persuasión que usa Pablo, y trate de aplicarlo a sus propias circunstancias.