Teologia Final

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UNIVERSIDAD CATOLICA DE SANTA FE

SEDE SANTOS MARTIRES

FACULTAD DE ARQUITECTURA

ASIGNATURA: TEOLOGIA DOGMÁTICA I

TRABAJO PRÁCTICO

ALUMNA: RACZKOSKI GEORGINA

AÑO: 2019
DEI VERBUM
¿De qué se trata el documento Dei verbum?
Ante todo, se trata de una Constitución dogmática, al igual que la Lumen Gentium. La profundización
sobre la divina Revelación constituye un don y una enseñanza autorizada que ilumina la marcha del
Pueblo de Dios. Especialmente cuando cierto relativismo y reduccionismo viene conduciendo a una crisis
en la interpretación de la Palabra de Dios escrita, las luminosas enseñanzas de la Dei Verbum cobran una
mayor importancia.

El tema fundamental de esta Constitución es el de la Revelación y su transmisión. Obviamente, dentro


de esta perspectiva, la Sagrada Escritura tiene un lugar fundamental, pero no exclusivo. Esto se percibe
con nitidez observando la disposición de los temas en la Constitución: luego de tratar en su primer
capítulo de la Revelación en sí misma, en el segundo abordará el tema de su transmisión a través de la
Sagrada Tradición y de la Sagrada Escritura. Será a partir del tercer capítulo, hasta el sexto, que tratará
específicamente de la Sagrada Escritura, siempre enmarcada dentro del tema de la Revelación de Dios.
A partir del proemio y, en general, de lo dicho en el capítulo primero, se ve que la Revelación es
presentada desde una perspectiva personal comunicativa. El acento no está puesto en la revelación de
algo -de una serie de verdades-, sino de Alguien que se auto manifiesta para entrar en comunión. Él
mismo, a través de su revelación, establece una relación personal con los hombres: movido por amor,
habla a los seres humanos como amigos para invitarlos y recibirlos en su compañía. Dios se ha
manifestado a sí mismo, en su unidad y trinidad.

Jesucristo es el mediador y plenitud de toda la Revelación. En él "resplandece" la verdad profunda de


Dios y la salvación del hombre. Él es mediador de una manera nueva: no es sólo portador de un
mensaje, como lo puede ser un profeta, pues Él mismo es el mensaje. Más aún, quien lo ve a Él, ve al
Padre. En él se une la revelación y lo revelado. Él es, además, la plenitud de esta Revelación. Ahora en
esta etapa final (Dios) nos habla por el Hijo. No hay que esperar otra Revelación pública. Envía a
Jesucristo, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con
su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la
Revelación.

Se puede decir que, tanto en el capítulo primero como en el segundo de la Constitución, hay una clara
preocupación por destacar el aspecto salvífico de la Revelación. Dios se revela para salvar al hombre,
para hacerlo participar de su amistad y compañía. Ése es el sentido de la Revelación y eso aparece desde
diversas perspectivas. La historia no es considerada como una simple serie y sucesión de
acontecimientos sino como una economía de la salvación.

Dios, afirma la Constitución, queriendo «abrir el camino de la salvación que viene de lo alto, se reveló
desde el principio personalmente a nuestros primeros padres. Después de su caída, los levantó a la
esperanza de la salvación, con la promesa de la redención». Y así fue manifestándose a los hombres, a
su pueblo, preparando la Revelación evangélica, en donde aparecerá en plenitud el hecho de que «Dios
está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y la muerte y para hacernos resucitar a una
vida eterna». Dios se manifiesta al hombre plenamente en Jesucristo. En Él resplandece la verdad
profunda sobre Dios y sobre el hombre; en Él se manifiesta el camino de la salvación.
SÍNTESIS POR CAPÍTULOS DE LO NARRADO EN ESTA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA

CAPÍTULO I: LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA


Naturaleza y objeto de la revelación

Dios se revelo a sí mismo, dio a conocer su voluntad, para que, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tengamos acceso al Padre en el Esp. Santo y seamos partícipes de su divinidad. Dios invisible habla a los
hombres como amigos, mora con ellos, se comunica con ellos y los invita a su compañía. Dios, porque es
bueno y sabio, ´´quiso revelarse a sí mismo y dar a conocer su voluntad´´.

Nos resulta difícil conocer a Dios porque no lo vemos. Pero él, en esta revelación, habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor, y mora con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía. Se
da conocer por Hechos y por Palabras Todo lo que Dios ha hecho a lo largo de la historia, nos
comprueba sus palabras. Y todo lo que él ha dicho, nos explica claramente sus hechos.

Esta es la historia de la salvación, pero su palabra más clara acerca de él mismo y de nuestra salvación,
es Jesucristo.

Dios se revela, es decir, se da a conocer. Nosotros acogemos su revelación. Es lo que llamamos la fe.
Practicar la fe es: confiar totalmente en Dios y aceptar plenamente su revelación.

CAPÍTULO II: TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA


Dios ha querido transmitir todo lo que ha revelado para la salvación de todas las gentes de todos los
tiempos y de todo lugar. En el Nuevo Testamento se cuenta que Cristo envió a los Apóstoles a seguir
contando a otros lo que él les había anunciado como buena noticia: Este es el Evangelio que predicaron
como fuente de salvación y norma de conducta para todos.

Los Apóstoles cumplieron fielmente lo que Jesús había mandado. Predicaban lo que habían visto y oído
de Jesús, y actuaban como habían visto actuar a Jesús. Lo hacían todo ayudados por el Espíritu Santo.

Dios dispuso que toda su revelación permaneciera íntegra para siempre y se transmitiera a todos. Los
apóstoles, luego, lo pusieron por escrito en las Sagradas Escrituras del N.T.

Pero los apóstoles se preocuparon de que existieran continuadores de su obra y nos dejaron a los
Obispos como sus sucesores legítimos. Ellos recibieron de sus manos la labor de educar la fe de los fieles
(magisterio) y guiarlos en su camino de la Salvación.

Por medio de la sucesión apostólica, los obispos, en nombre de Cristo y de la iglesia, son los
´´administradores y salvaguardas´´ de la Sagrada Tradición apostólica y de la sagrada Escritura,
contenida en el A.T. y el N.T.

Por eso, la Iglesia, o sea todo el Pueblo de Dios, conserva y transmite en todos los tiempos, todo lo que
ella es y todo lo que cree. ´´Para la transmisión de la Palabra viva y vivificante, no bastan textos escritos;
éstos deben tener como base una corriente de vida que los anime, la corriente de la gran tradición´´
(Juan Pablo ll). Esta tradición empezó en el tiempo de Jesús antes de los libros del Nuevo Testamento y
sigue hasta hoy. Fueron muchos los testigos de esta vida que corre sin parar en toda la historia cristiana.
Entre ellos, los Padres de la Iglesia, que fueron gran- des escritores cristianos de los primeros siglos,
después de la generación de los Apóstoles. Tradición oral significa, pues, ir creciendo en la comprensión
de las cosas y de las palabras reveladas por Dios y transmitidas en la Iglesia.

Mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura

La Tradición y la Biblia están íntimamente unidas. No se pueden separar. Ambas tienen el mismo origen:
Cristo, los Apóstoles y la Comunidad Cristiana. Ambas tienden al mismo fin: la Salvación.

Lo que no puede hacer la Biblia, lo hace la Tradición, esto es: conserva, explica, difunde la Palabra de
Dios

Relación de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio

La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios,
confiado a la Iglesia

El Magisterio es la función de la Iglesia que consiste en interpretar y mantener vivas y enteras, no sólo
las enseñanzas de Jesús, sino también toda la Revelación. Esta tarea la realizan el Papa y los Obispos.

Ellos están al servicio de la Palabra de Dios. Tienen la ayuda y la autoridad que les comunica el Espíritu
Santo para escuchar atentamente esta Palabra, para protegerla de malas interpretaciones y para
explicarla fielmente.

Tradición, Escritura y Magisterio de la Iglesia están entrelazados y unidos, uno sin el otro no tiene
consistencia y juntos contribuyen a la salvación de las almas, eficazmente.

CAPÍTULO III: INSPIRACIÓN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURA Y SU


INTERPRETACIÓN
Una parte de lo que Dios reveló está escrita en la Biblia. Como se trata de lo que Dios quiere comunicar,
él mismo se encargó de guiar a cada uno de los que escribieron la Biblia. Dios se dio a conocer en hechos
y palabras. La Biblia cuenta acerca de muchos de esos hechos y de esas palabras que Dios comunicó. Los
que pusieron por escrito todo esto contaban con una presencia especial de Dios para escribir lo que Dios
quería y sin equivocarse.

Por eso se dice que la Biblia está inspirada por Dios. Es Palabra de Dios. Los escritos de la Biblia son
inspirados por Dios. En ellos puede haber errores en fechas históricas, cantidades de población, lugares
y conocimientos científicos. Pero no se encuentra ningún error en lo que se refiere a la salvación y sólo
en eso. Los que escribieron la Biblia se preocuparon sobre todo por el sentido y los acontecimientos y no
tanto por datos exactos, ni cuándo o qué pasó, sino qué significaba eso. Estos escritores bíblicos
inspirados por Dios usaron palabras, expresiones y formas de hablar comunes de su pueblo. Jesús es
Dios y se hizo como nosotros. Habló como sus paisanos judíos. Por eso decimos que toda la Biblia está
escrita en palabras de hombres. La Biblia es obra de Fe y no de ciencia.

Se establece el hecho de la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura. Las verdades reveladas en


la Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo.
Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura

Dios habló en la Sagrada Escritura por medio de hombres y a la manera humana, para que
comprendamos lo que Él quiso comunicarnos. Investigar el sentido que intentó expresar y expresó el
hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros
literarios usados en su época. Hay que atender a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de
narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo y a las que solían usarse en el trato mutuo de los hombres.

Interpretarla con el mismo Espíritu de quien las escribió. Atender al contenido y a la unidad de toda la
Sagrada Escritura, como también a la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe

CAPÍTULO IV: EL ANTIGUO TESTAMENTO


La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento. Dios, para salvar a todos los
hombres, se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hizo pactos con ellos (Por medio de
Abraham y, principalmente, por Moisés) Se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el
único Dios verdadero y vivo

La economía de la salvación se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo
Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor Imperecedero, nos ayudan y
animan para estar firmes en la esperanza.

Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos

En el A.T. se manifiestan a todos los conocimientos de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios
con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos anteriores a Cristo.

Estos libros demuestran la verdadera pedagogía divina.

Los cristianos han de recibir devotamente estos libros.

Unidad de ambos Testamentos

Dios inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas que el Nuevo Testamento está latente
en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Lo expresado en el Antiguo reciben su integridad de
sentido en el Nuevo Testamento.

CAPÍTULO V: EL NUEVO TESTAMENTO


La palabra de Dios presenta y manifiesta todo su vigor en los escritos del Nuevo Testamento.

Al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, instauró el Reino de
Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la
muerte, resurrección y ascensión, y con la misión del Espíritu Santo.

Se reveló como nunca antes a sus Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el
Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. Todo lo escrito en el Nuevo
Testamento son un testimonio perenne y divino.
Origen apostólico de los Evangelios

Entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan el lugar preeminente,
son el testimonio principal de la vida y doctrina de Jesús.

Los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de
Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, lo transmitieron por escrito.

El Evangelio Tiene cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Carácter histórico de los Evangelios

La Iglesia ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar,
comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, hizo y enseñó realmente para salvación de los hombres.

los Apóstoles predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia
de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu
de verdad.

Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya
se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas.

Los restantes escritos del Nuevo Testamento

El Canon del Nuevo Testamento contiene también las cartas de San Pablo y otros libros apostólicos
escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con los cuales se confirma todo lo que se refiere a Cristo
Señor, se declara su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de Cristo, y se cuentan los
principios de la Iglesia y su difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.

CAPÍTULO VI: LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA.


La Biblia ha sido y seguirá siendo considerada como uno de los tesoros de la comunidad cristiana. La
Biblia y la Eucaristía han alimentado nuestra vida de fe hasta hoy. Es tanta la eficacia de la Palabra de
Dios que de allí saca la Iglesia su fuerza y su alimento espiritual, así como de la Eucaristía. El pan de vida
del cristiano es la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo. Por eso, los fieles cristianos deben tener acceso
fácil a la Biblia.

La Iglesia considera a la Sagrada Escritura juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema
de su fe, ambas están íntimamente comunicadas e inspiradas por Dios.

La palabra de Dios es viva y eficaz, y puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido
santificados.

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