Neorrealismo - Italiano, Vicente Benet
Neorrealismo - Italiano, Vicente Benet
Neorrealismo - Italiano, Vicente Benet
BENET, Vicente J. “La cultura del cine”, Ed. Paidós, Barcelona 2004. Págs. 120 – 123.
Como vamos viendo, la estructura de crisis tiene distintos ámbitos de influencia. La estilística es la
que más nos interesa, pero hay momentos en los que algunos factores de tipo sociológico o histórico
aparecen con tal fuerza que es imposible dejarlos de lado. El final de la Segunda Guerra Mundial
fue uno de esos momentos. Para entenderlo hay que tener en cuenta los horrores que el mundo había
conocido, desde los campos de concentración hasta la bomba atómica. Algunas corrientes estéticas
del cine de ficción del periodo reclamaron un planteamiento ético del estilo cinematográfico. Quizá
el ejemplo más notable sea el denominado Neorrealismo italiano. Cineastas como Roberto
Rossellini (Roma ciudad abierta, 1945; Paisá, 1946; Alemania Año Cero, 1947), Vittorio De Sica
(El limpiabotas, 1946; Ladrón de bicicletas, 1948) y Luchino Visconti (La tierra tiembla, 1948)
llevaron a cabo un cine en el que la puesta en escena y el montaje se ponían al servicio de historias
con una dimensión moral, normalmente sobre personas corrientes enfrentadas a la lucha por la
supervivencia en marcos de pobreza y violencia. Para ello recurrían a un estilo verista, en el que las
formas podían parecer estudiadamente descuidadas. La cámara intentaba dar la impresión de captar
las cosas tal cual se presentaban en las calles, el montaje se sometía a las convenciones de
continuidad pero con una mayor apariencia de neutralidad ante la historia y se utilizaba como
protagonistas a personas corrientes que, en muchos casos, ni siquiera eran actores. La importancia
de los exteriores, de las calles por donde deambulan los personajes es fundamental, y parecen dejar
siempre una puerta abierta a que ocurra algo azaroso o imprevisto. El guionista Cesare Zavattini
afirmaba que su ideal era hacer una película en que la cámara siguiera por 90 minutos a una persona
para mostrar un fragmento de su vida. En embargo, ese aparente descuido de la puesta en escena
tiene algo de tópico. Las composiciones en las que se equilibran de manera armónica las luces y
sombras con el desarrollo dramático en profundidad de campo, o el tratamiento sofisticado de
escenas en el plató son también habituales en este cine.
Tenemos por lo tanto dos dimensiones del neorrealismo. Por un lado, una visión ética del hecho
fílmico con respecto a la realidad. Esa posición ha sido bien resumida por Angel Quintana: “La
ética neorrealista estuvo marcada por una implicación de los cineastas en el discurso sobre la
realidad, una implicación que no se limitaba a ser una comprensión descriptiva de la realidad, una
valoración de los fenómenos que la constituyen o de los movimientos sociales que la configuran. La
implicación en lo real estuvo impregnada, durante los primeros años del neorrealismo, de una
voluntad de cambio de mundo”. Por otro lado, una dimensión formal y de estilo que desarrolla unos
estilemas de puesta en escena que van más allá del propio neorrealismo. Hacia principios de los
años 50, el movimiento empieza a desdibujarse por un cambio de orientación de los cineastas más
veteranos y por la incorporación de otros nuevos como Michelangelo Antonioni (Crónica de un
amor, 1950) y Federico Fellini (Luces de variedad, 1950). Este cambio de advierte en un mayor
peso de temas relacionados con conflictos emocionales o psicológicos más que sociales. No
obstante durante toda la década de los cincuenta algunos estilemas del neorrealismo estarán
presentes no solo en el cine italiano si no en otros países de su órbita de influencia….