Escuelas de Pensamiento y Filosofias de Mercadeo
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(…) El tercer nivel de la clasificación del proceso científico de Arndt (1985) son las
escuelas de pensamiento en marketing, que han contribuido de una manera relevante al
desarrollo de la disciplina. El primer intento de estudio de las escuelas de pensamiento se
debe a Sheth y Gardner (1982), que presentan una tipología que revela los cambios
subyacentes en las perspectivas metodológicas y de investigación en marketing. Esta
primera clasificación habla de seis escuelas de pensamiento: macromarketing,
consumerismo, sistemas, comportamiento del comprador, comportamiento organizacional,
y planificación estratégica. En otro trabajo posterior Sheth, Gardner y Garrett (1988)
continuaron su importante labor de revisión y clasificación de las escuelas de marketing.
Con el fin de identificar las diferencias entre escuelas los autores utilizan una matriz de dos
dimensiones (tabla 1). Por un lado consideran una dimensión interactiva versus no
interactiva, donde se recogen los supuestos básicos sobre el papel del marketing y sus
objetivos. Las escuelas que se centran en el proceso interactivo se basan en las relaciones
interdependientes entre los actores de marketing. En cambio, esto no se asume en las
escuelas de pensamiento no interactiva ya que se enfocan a las actividades de influencia de
un actor sobre los restantes.
Tabla 1
Clasificación de las escuelas de pensamiento en marketing
Dimensiones No Interactiva Interactiva
Escuela del producto Escuela institucional
Económica Escuela de las funciones Escuela funcionalista
Escuela geográfica Escuela del management
Escuela del comportamiento del consumidor Escuela de la dinámica organizacional
No económica Escuela activista Escuela de los sistemas
Escuela del macromarketing Escuela del intercambio social
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funciones de la forma más eficiente posible y maximizar sus beneficios. La parte opuesta
de esta dimensión defiende la investigación de los factores sociales y psicológicos que
pueden influir sobre el comportamiento de los actores de marketing. Bajo este enfoque se
hipotetiza que los productores buscan la rentabilidad y estabilidad a largo plazo en lugar de
a corto, la estructura de los canales de distribución es el resultado del poder, conflicto y
normas del canal en lugar de la eficiencia económica, y el consumidor se contempla como
resultado de complejas motivaciones psicológicas y presiones sociales frente a un sujeto
que satisface sus necesidades y deseos.
Las dos dimensiones permiten comprender mejor las diferencias entre las distintas teorías
en cuanto a la orientación de sus valores, las filosofías básicas de las motivaciones y el
comportamiento humano. En la tabla 1 se presentan cuatro celdas con las corrientes teóricas
del marketing, que a continuación vamos a describir brevemente.
Se centra en las características físicas del producto, relacionándolo con los hábitos de
compra del consumidor para las distintas categorías de producto. Dado el vínculo entre el
marketing y la distribución de los productos desde el origen (productores) hasta los
consumidores, los teóricos de esta escuela proponen que los investigadores de marketing se
dirijan hacia el análisis de los objetos de la transacción, denominados productos. Los
teóricos que apoyaban este pensamiento trataban de demostrar que, si se podía obtener un
sistema de clasificación racional de los productos, se podrían obtener unas categorías de
productos internamente homogéneos entre sí y externamente heterogéneos, lo que permitirá
aplicar los mismos procedimientos de marketing dentro de cada categoría de productos.
Copeland (1923) es citado habitualmente como uno de los primeros escritores
representativos de esta escuela, a causa de su famosa clasificación tripartita de productos
(convenience goods, shopping goods y speciality goods). Mientras el autor anterior basaba
su método de clasificación en las necesidades y acciones de los consumidores, Rhoades
(1927) presentaba una tipología basada en tres criterios del producto: características de uso,
características físicas, y características de producción. Por último, otra taxonomía elaborada
a partir de la tasa de recompra, margen bruto, servicios inherentes, período de utilidad, y
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tiempo de búsqueda, que ha representado una contribución importante, es la de Aspinwall
(1958), con sus tres categorías: productos rojos, naranjas y amarillos, que intenta ser
refinada unos años más tarde por Miracle (1965).
En esta escuela de pensamiento se produjo un debate entre los años 50 y 60 que tuvo como
protagonistas principales a Holton (1958) y a Lick (1959), cuyo origen fue la clasificación
de Copeland. La influencia de Bucklin (1962), en un intento de resolución del conflicto,
convierte la taxonomía de Copeland en una perspectiva dominante entre los teóricos de
marketing de esta escuela del producto, hasta la clasificación de Kaish (1967), que utilizó la
teoría de la disonancia cognitiva. En cualquier caso, ello no impide que sigan existiendo
aportaciones muy interesantes en las siguientes décadas, y que los sistemas de clasificación
y análisis se modifiquen. En este sentido destacan los trabajos de Ramond y Assael (1974),
Holbrook y Howard (1977), Enis y Roering (1980), y más recientemente de Murphy y Enis
(1986).
Persigue una tarea distinta a la anterior, centrándose en las actividades que deben
desarrollarse durante el proceso de marketing, y, por tanto, en aquellas que sean necesarias
para ejecutar las transacciones. Es decir, se centra en cómo se trabaja en marketing.
Shaw (1912) y Weld (1917) fueron los primeros investigadores que establecieron
taxonomías de las funciones de marketing. El primero identificó cinco funciones (compartir
riesgo, transportar productos, financiar las operaciones, vender, y abastecer), mientras el
segundo definió seis (reunir, almacenar en lugar adecuado, asumir riesgos, redisposición,
venta, y transporte). Algunas críticas surgieron sobre estas contribuciones, una de ellas de
Vanderblue (1921), que sugería que no se debían aislar las funciones cuando de hecho son
dependientes. Algunas contribuciones importantes en esta escuela de pensamiento se
realizaron a modo de revisiones. Así Ryan (1935) sintetizó las obras escritas en el área
funcional, encontrando un total de 52 funciones distintas propuestas por diferentes autores.
En la misma línea Fullbrook (1940) y McGarry (1950) realizaron revisiones críticas a las
aportaciones de la escuela de las funciones. Otros trabajos destacables se deben a Lewis y
Erickson (1969), y la tan conocida obra de McCarthy (1960), en la que se recoge la
clasificación basada en las 4 pes. Actualmente, con el marketing relacional, esta escuela
está en pleno apogeo, observándose una crítica cada vez más generalizada a la propuesta de
las 4 p’s.
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1.3. La escuela geográfica.
Huff (1964) prestó una atención especial a las investigaciones generadas en el seno de esta
escuela, y las adaptó al caso concreto de selección de puntos de venta, modificando las
variables de disuasión y atracción en el enunciado de la ley, y definiendo la selección en
términos de probabilidad en lugar de en términos estocásticos. En una línea parecida,
Revzan (1961) se centra en el espacio mayorista, analizando los factores que pueden influir
en el tamaño de un área de mercado.
Los teóricos de la escuela institucional valoran las aportaciones de las aproximaciones del
producto y de las funciones. Sin embargo consideran que la disciplina del marketing se
beneficiaría si centrara su atención en las organizaciones que desarrollan las funciones
requeridas para trasladar los bienes desde el productor hasta el consumidor. Sus orígenes se
vinculan a la creencia de que el intermediario entre el productor y el consumidor añade más
coste que valor a los productos, por ello algunos investigadores de la disciplina se
dirigieron hacia el estudio y la evaluación de estas instituciones con objeto de determinar su
contribución al marketing. Desde sus inicios la escuela institucional investigó la estructura
y evolución de los canales de distribución. El papel de esta escuela de pensamiento se
intensifica con otra escuela que es su descendiente directo: la escuela de pensamiento de la
dinámica organizacional. Mientras la última analiza las relaciones entre los miembros del
canal utilizando una orientación comportamental, la primera lo hace centrándose en
componentes económicos.
Weld (1920) fue uno de los primeros investigadores de las funciones y de la eficiencia de
las organizaciones implicadas en el transporte y transformación de los productos agrícolas
desde el productor al consumidor. Cronológicamente, la siguiente contribución notable fue
la realizada por Butler (1923) estudiando el papel del intermediario en el sistema de
marketing moderno.
Esta visión de extender el campo introduciendo nuevas variables fue seguida por
McCammon (1963), que consideró aspectos sociológicos y psicológicos. Las últimas
aportaciones significativas en esta escuela de pensamiento se deben a Bucklin (1965) y
Mallen (1973), que desarrollaron las primeras teorías de la estructura del canal. La primacía
de esta escuela ha sido sustituida por la de la dinámica institucional, incluyendo la
orientación comportamental, sugiriéndose que elementos conductuales tales como el poder,
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la cooperación, y el conflicto, podrían asistir en el desarrollo de teorías más válidas en los
canales de marketing (Stern, 1969).
Esta escuela de pensamiento es radicalmente distinta a las otras en varias líneas. En primer
lugar difiere sustancialmente de las escuelas de producto, de funciones y geográfica debido
a su naturaleza claramente conceptual, frente a la naturaleza descriptiva de las demás. En
segundo lugar, por su concepción del marketing como un sistema basado en relaciones
dinámicas interdependientes. Finalmente, por su número de propulsores, ya que esta
escuela fundamentalmente es el trabajo de un único investigador.
Durante mucho tiempo Alderson (1957) dirigió el desarrollo de esta perspectiva. Su trabajo
es complejo de sintetizar porque presenta simultáneamente el desarrollo de la aproximación
funcionalista y la presentación de la lógica en la teoría de la ciencia en marketing. No
obstante, algunos intentos han sido realizados por Nicosia (1962), Rethans (1979), y,
significativamente, por Hunt, Muncy y Ray (1981), quienes intentaron formalizar la teoría
funcionalista y enunciar las proposiciones principales de Alderson:
a. Marketing es el intercambio que tiene lugar entre grupos que consumen y grupos
que suministran.
b. El hogar es uno de los principales sistemas de comportamiento organizado en
marketing.
c. La empresa es el segundo sistema principal de comportamiento organizado en
marketing.
d. Dada la heterogeneidad de la demanda y la heterogeneidad de la oferta, el
propósito fundamental del marketing es efectuar intercambios poniendo en contacto
segmentos de oferta con segmentos de demanda.
e. Un tercer sistema de comportamiento organizado en marketing es el canal de
distribución.
f. Dada la heterogeneidad de la demanda, la heterogeneidad de la oferta y los
requisitos institucionales para efectuar las clasificaciones y transformaciones
necesarias para poner en contacto segmentos de oferta con segmentos de demanda,
el proceso de marketing tomará conglomerados en estado natural y pondrá surtidos
significativos de productos en manos de los consumidores. Con todo ello, los
conceptos que describen la esencia del funcionalismo son, en opinión de Alderson
(1965): el sistema de comportamiento organizado y el mercado heterogéneo.
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2.3. La escuela del management.
Esta perspectiva se inicia en los años 40 y 50, partiendo de un grupo de economistas entre
los que destaca Dean (1951), con el objetivo de trasladar las teorías un tanto abstractas de la
economía a principios de la práctica en los negocios utilizables en las tareas de gestión. Ya
en sus inicios algunos teóricos del marketing, como Howard (1957) o Kelley y Lazer
(1958), se implicaron en esta filosofía, que en la actualidad se mantiene viva con una gran
influencia en la disciplina. Realizar una revisión de esta perspectiva es complejo dada la
gran cantidad de publicaciones y estudios que en su marco se han desarrollado.
La fuerte popularidad de la escuela de la dirección o del management tiene que ver con la
obtenida por sus conceptos núcleo. Una de las aportaciones más relevantes de esta
perspectiva de pensamiento es el concepto de marketing mix, expuesto, entre otros, por
investigadores tales como Borden (1964) y McCarthy (1960). Su filosofía se centra en la
necesidad del marketing manager de sistematizar las tareas de marketing como una mezcla
o integración de distintas funciones simultáneamente.
En síntesis, todos los campos señalados en esta perspectiva de pensamiento siguen siendo
en la actualidad objeto de investigación, y por tanto de crítica y reformulaciones sucesivas.
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3. Las escuelas de marketing no económicas y no interactivas.
Los investigadores que siguen esta escuela de pensamiento no aceptan que el comprador se
comporte solamente como un homo economicus que busca asignar sus ingresos finitos de
forma que satisfaga sus múltiples necesidades, y sugieren que los teóricos del marketing
deben analizar las acciones del consumidor buscando descubrir las verdaderas razones de
comportamiento, aunque sean más complejas o sea necesario tomar conceptos
desarrollados por otras disciplinas (especialmente de la psicología y de la sociología).
Esta perspectiva de pensamiento se orienta hacia la crítica de los efectos que el marketing
tiene en el entorno, desarrollando tanto la investigación empírica como la conceptual en el
análisis de la satisfacción y del bienestar del consumidor. Esta aproximación deriva del
esfuerzo por la defensa del consumidor, y se caracteriza por ser micromarketing, es decir,
se centra en la perspectiva del consumidor individual, y es más normativa que positiva. El
origen de esta escuela es reciente, y muy pocos investigadores se han ocupado de esta área
hasta los años sesenta.
Los pioneros de esta escuela de pensamiento fueron Holloway y Hancock (1964), y Fisk
(1967). Los primeros visualizaron el marketing como una actividad de la sociedad, y, por
tanto, que era influido y a su vez tenía influencia en ella; el segundo utilizó la perspectiva
general de sistemas para entender el papel del marketing en la sociedad. Tras los inicios,
siguió una época de escasa actividad intelectual, hasta un nuevo impulso a finales de la
década de los setenta, con un interés específico en el estudio de la naturaleza y el alcance
del concepto del macromarketing y la creación de la revista Journal of Macromarketing.
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Siguiendo a Sheth, Gardner y Garrett (1988) hay razones para creer que la escuela de
pensamiento de macromarketing seguirá creciendo, pero su dirección exacta y su
contribución en la disciplina todavía no está claramente determinada.
Las escuelas de pensamiento localizadas en la cuarta y última celda son las que poseen
orígenes más recientes. Se caracterizan por adoptar una perspectiva interactiva con respecto
a la transacción de mercado, de tal forma que compradores y vendedores se consideran
igualmente importantes, así como por tener vínculos más estrechos con las ciencias del
comportamiento que con las ciencias económicas (Sheth, Gardner y Garrett, 1988).
Los partidarios de esta escuela consideran que en el canal de distribución, además de existir
una competencia, existe también un interés común que hace que exista una colaboración
entre los diferentes niveles de la distribución para conseguir una mayor eficacia en el
funcionamiento del mismo.
Sheth, Gardner y Garrett (1988) clasifican las aportaciones de los investigadores de esta
escuela de pensamiento en dos grandes apartados. De esta forma, recogiendo la sugerencia
de Dowling (1983), organizan la literatura en análisis microscópico y macroscópico. El
primero se centra en la estructura de algunos subsistemas de interés, mientras que el
segundo se centra en el comportamiento del sistema como un todo.
En los últimos años los resultados de la investigación sobre el consumidor han sido
espectaculares (Sheth, 1992), tanto cuantitativa como cualitativamente, y sus
contribuciones no ofrecen lugar a la duda para los académicos de marketing. Sin embargo,
los propios Sheth, Gardner y Garrett (1988) apuntan que, en algunos casos, esta escuela ha
perdido de vista sus raíces de marketing.
Así mismo, merece destacarse la alta puntuación alcanzada por la escuela de dirección.
Para Sheth et al. (1988) la escuela del management constituye la escuela de pensamiento
dominante en marketing con notables contribuciones, sin embargo Grönroos (1994) ha
cuestionado la utilidad del concepto de marketing mix para el marketing relacional y las
redes. Diversos autores (Grönroos, 1994; Aijo, 1996; Ravald y Grönroos, 1996) han
propuesto un nuevo paradigma para el marketing: el marketing relacional. Tal y como ya se
ha comentado, alrededor de este enfoque han surgido una gran variedad de trabajos en
múltiples direcciones: consumidores, distribuidores, proveedores, competidores y otros.
Estos trabajos se han desarrollado básicamente a finales de la década de los 80 y durante los
90, y este hecho es justamente el que nos induce a pensar que no hayan sido incorporados
específicamente por Sheth et al. (1988) este conjunto de trabajos sobre marketing relacional
como una escuela adicional, si bien si existen referencias explícitas a la necesidad de un
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enfoque de relaciones continuado. A nuestro juicio esta escuela se integraría dentro del
grupo de escuelas no económicas e interactivas.
Por tanto, del análisis de los paradigmas y escuelas de pensamiento puede concluirse que
no existe una teoría general del marketing, puesto que coexisten diversos paradigmas y una
pluralidad de teorías integradas en diferentes escuelas de pensamiento. Tal vez la
explicación de esta diversidad de paradigmas en el marketing se deba a que
tradicionalmente la investigación ha estado muy fragmentada al basarse en estudios que
analizan relaciones más que en el establecimiento de un cuerpo teórico. En este sentido
Bagozzi (1979) ya expresaba esta inquietud hace algunos años cuando dijo “es tiempo
quizás para redirigir nuestra energía intelectual hacia el desarrollo de una teoría general de
marketing” (p. 445).
a) las teorías pueden ser más generales en la medida en que explican un amplio
número de fenómenos. Es decir, las metateorías deber tener amplitud de dominio y
elevado grado de generalidad, que es una dimensión de la proposición teórica
(Zaltman, Pinson y Angelmar, 1973).
b) las teorías pueden ser más generales en la medida en que relacionan
sistemáticamente un mayor número de leyes generales (generalizaciones).
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c) las teorías pueden ser más generales en la medida en que sus constructos puedan
tener un alto nivel de abstracción, entendiendo por nivel de abstracción la capacidad
de la teoría general de abarcar más.
Por otra parte, Sheth, Gardner y Garrett (1988) contemplan la aportación anterior
incluyendo un conjunto de elementos a retener en la construcción de una teoría general:
Según estos criterios, se evalúan las doce escuelas de pensamiento presentadas en los
epígrafes anteriores. La escuela que mejor resulta es la de management, seguida de la
escuela de comportamiento del consumidor, mientras que la que peor resulta es la escuela
funcionalista. Los autores señalan que la primera escuela da las bases para crear una teoría
general de marketing, o al menos para generar un conjunto de teorías de rango medio.
Por tanto, después de analizar las escuelas de pensamiento, es obvio que en marketing no
hay una única teoría general, sino que hay un conjunto de teorías, cada una analizando el
marketing desde una única perspectiva, en función de la escuela de pensamiento en que el
investigador este inmerso. Pero cada vez más los académicos van concienciándose de que
es necesario hacer un esfuerzo común por estructurar los conocimientos del marketing y
desarrollar una teoría general, lo cual le dará más posibilidades para alcanzar el
reconocimiento de ciencia. (…)
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