Jesus Historico y Cristo de Fe

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN


UNIVERSIDAD MILITAR BOLIVARIANA
UNIVERSIDAD CATOLICA SANTA ROSA
PROGRAMA: DERECHO
CATEDRA: IDENTIDAD INSTITUCIONAL Y FORMACION HUMANA

JESÚS HISTÓRICO Y CRISTO DE FE

Profesor: Presentado por:

Jesús Matheus Jin Eladio Ramones Guarasmo


C.I. V-15.573.899
Cohorte 2020-I

Caracas, 15 de Marzo de 2020


INDICE

Introducción…………………………………………………………………………….3

La Investigación Histórica de Jesús……………………….…………………….….4

Jesús de la Historia y Cristo de la Fe….………………………………….………...6

La Cuestión de las Fuentes…………………..………………………………………6

Fuentes Paganas….………………………………………………………..…………6

Fuentes Judías……………………………………………………………….………..7

Fuentes Cristianas……...……………………………..………………………………8

Otros Datos Históricos Relevantes……….……………………………………..…11

Los Milagros………..…………………………………………………………………13

Los Milagros en Tiempos de Jesús…………………………………………….…..14

La personalidad de Jesús..………………………………………………….….…..19

El Mensaje de Jesús………………………..……………………………………….20

Los Dichos Y Los Hechos, El Testimonio De Una Existencia…………………..31

Entre El Jesús Histórico Y El Cristo De La Fe……………………………………31

Conclusión…………………………………………………………………………….32

Bibliografía…………………………………………………………………………….33
INSTRODUCCIÓN

Ciertas interrogantes se presentan cuando intentamos explicar la


naturaleza de Jesús de Nazareth: ¿Qué sabemos realmente de Jesús? Los
relatos evangélicos están marcados por lo maravilloso y los milagros, que
muchos se niegan a aceptar. ¿Cómo basar la fe en datos que parecen en gran
parte legendarios? Nuestra mentalidad, marcada por la cultura científica, se ha
hecho extremadamente exigente en relación con la historia. La fe no puede ser
ya ingenua. No se puede creer sino basándose en cosas ciertas, es decir, en
datos históricos comprobados.

Ahora bien, a propósito de la historia de Jesús  se han dicho las cosas


más contradictorias: desde que ni siquiera existió hasta que todos y cada uno
de los versículos de la Biblia son verdaderos al pié de la letra (el
fundamentalismo).

La presente investigación permitirá estudiar lo que se puede decir de


Jesús a la luz de las fuentes históricas que existen actualmente.
LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA SOBRE JESÚS

Antes de dar resultados rotundos hay que tener en cuenta el problema


de las fuentes, o sea, los documentos históricos que hablan de Jesús. El primer
problema es que el noventa y nueve por ciento de estas fuentes son de origen
cristiano: los Evangelios, las Cartas y el Apocalipsis. Durante gran parte de la
historia se les ha otorgado una confianza total a estas fuentes, sin posibilidad
de criticarlas. Fue a partir del siglo XVII cuando la ciencia empieza a someter a
crítica los textos del Nuevo Testamento con el método histórico-crítico. Durante
el siglo XIX la crítica de la historia de Jesús se hizo mucho más rigurosa. Dado
que los evangelios están escritos por creyentes se empiezan a considerar
sospechosos. No presentan la verdad del Jesús histórico, sino la verdad de la
fe que ellos profesan. Se les acusa por ello de exagerar los hecho y añadir
datos de la fe a la historia.

JESÚS DE LA HISTORIA Y EL CRISTO DE LA FE

Empieza aquí una larga polémica que opone al Jesús de la Historia con
el Cristo de la Fe. El Cristo de la fe es el Cristo que presentan los evangelios
como Dios, con una serie de títulos divinos (Hijo de Dios, Señor, etc.) y que
después han dado lugar a los dogmas eclesiales. El Jesús de la Historia es el
hombre de Nazaret, predicador por los caminos de Galilea y que acaba sus
días en una cruz. La investigación histórica pretendía quitar de la figura
histórica los añadidos doctrinales que se le había añadido a los evangelios. En
esta tarea se dan diferentes corrientes:

1. Extremistas que llegaron a afirmar que Jesús nunca existió y


que fue un mito.
2. El evangelio sería un relato simbólico sin ninguna referencia
histórica.
3. Otros intentaron escribir la vida histórica de Jesús
despojándola de todo componente mitológico.
4. Pronto se dieron cuenta los estudiosos que esto no era posible
porque cada autor proyectaba inconscientemente en Jesús la
mentalidad de su época.
5. Esta conclusión llevó autor luterano Rudolf Bultmann a una
conclusión radical: sabemos por la historia que Jesús existió,
que fue bautizado por Juan y que murió en una cruz. Fuera de
eso no se puede saber nada más, pues las fuentes cristianas
que poseemos no pretendían contarnos la historia de Jesús
sino dar testimonio de su fe. Nosotros debemos contentarnos
con creer en él y madurar nuestra fe renunciando a saber datos
históricos sobre él.
6. Ya los discípulos de Bultmann se dan cuenta de que su
maestro ha ido demasiado lejos. Para ellos, la predicación de
los apóstoles y de las primeras comunidades cristianas en las
que se escribieron los evangelios no es una pared detrás de la
cual no se puede ver al Jesús histórico. Los evangelios están
llenos de referencias a hecho, gestos, palabras, lugares de la
vida de Jesús que traslucen hechos históricos fiables. En
cualquier caso, si las primeras comunidades hubieran querido
solo contar lo que Jesús era para ellos se habrían contentado
con anunciar su resurrección y transmitir sus palabras. De esta
manera se empieza a pensar que los evangelios contienen
muchos datos históricos aunque su narración tiene otra
intención que no es la historia.
7. Durante los últimos treinta años del siglo XX se ha
producido un progreso considerable en los estudios sobre el judaísmo y
los escritos de la época entre el AT y el NT. Se ha aprendido mucho del
contexto histórico en el que Jesús vivió y predicó. Hoy está de moda la
investigación histórica sobre Jesús y la ciencia además de tener más
medios, es también más prudente a la hora de las conclusiones. Por
ejemplo, un exegeta, J. Jeremias, ha investigado “las palabras que se
remontan al mismo Jesús”, separándolas de las enseñanzas que la
primitiva comunidad reelaboró y puso en boca de Jesús. Ahora se
trabaja mucho por saber la intencionalidad teológica de cada relato. Hoy
hay conciencia de que la ciencia en parte se funda en conjeturas y que
no podemos dejar de proyectar nuestras ideas sobre aquello que
estudiamos.

Hoy día más allá de extremismos, se puede comprobar un cierto


consenso general apoyado en sólidas bases. La Biblia es el libro más
estudiado del mundo, a veces con una minuciosidad científica increíble, más
que ningún otro documento histórico del pasado. Sin embargo, aún hay gente
que sospecha de su veracidad. No obstante, la investigación todavía está
abierta y habrá datos en el futuro que modificarán nuestra manera de pensar
hoy.

LA CUESTIÓN DE LAS FUENTES

Jesús no escribió nada. Se parece a Sócrates, todo lo que sabemos de


ellos ha sido transmitido por otros. Por eso tenemos que analizar las fuentes
que nos permiten conocer su historia.

FUENTES PAGANAS

Sorprende que los historiadores paganos hablen tan poco de Jesús. Es


comprensible, por otro lado, que quienes escriben la historia del Imperio
Romano, no tengan tanto en cuenta lo que ocurre en una pequeña y pobre
provincia alejada de Roma. La existencia de los cristianos no se manifestaba
más que con ocasión de incidentes locales diversos o de persecuciones. Sin
embargo, las pocas alusiones tienen para nosotros mucha importancia. Solo
tenemos tres testimonios paganos que se remontan a comienzos del siglo II.

• Una carta de Plinio el Joven (embajador en Bitinia) al emperador


Trajano, hacia el 112, en la que da cuenta de la existencia de cristianos
en esa provincia advirtiendo de los problemas que supone su
persecución3.
• El historiador Tácito, hacia el 116 cuenta que Nerón, para librarse del
rumor que lo acusaba de haber incendiado Roma, inculpó a los
cristianos condenándolos a muerte. Y dice textualmente: “Este nombre
les viene de Cristo, que bajo Tiberio fue entregado al suplicio por el
procurador Poncio Pilato. Reprimida al punto, esa execrable
supersitición se difundía de nuevo, no sólo en Judea, cuna del mal, sino
en la misma Roma”.
• Suetonio, hacia el 120, alude a problemas en la colonia judía de Roma:
“como los judíos se sublevaban continuamente por instigación de un
cierto Chrestos, [Claudio] los expulsó de Roma”.

Estos escasos testimonios solo nos permiten saber tres cosas: que era
conocido como Cristo, que había sido ejecutado en Judea bajo Poncio Pilato y
que había dado origen a la “secta” de los cristianos. Estos datos están incluidos
en el credo cristiano y nos sirven para rechazar la tesis de que Jesús nunca
existió. Por otro lado, estos datos unen la historia de Jesús a la historia del
Imperio Romano.

FUENTES JUDÍAS

El historiador judío Flavio Josefo hace tres alusiones a la historia de


Jesús. La primera es la más interesante y la más discutible. Se refiere al mismo
Jesús, pero hace unas afirmaciones tan positivas a propósito de él que se las
considera un añadido cristiano posterior. No es posible que un judío pueda
afirmar que Jesús es el Cristo y que resucitó. Sin embargo, detrás de esta
afirmación es casi seguro que hubiera una mención explícita a Jesús.

Una segunda alusión, cierta, se refiere a Juan el Bautista; y una tercera


menciona el martirio de Santiago, el hermano de Jesús llamado Cristo. Por lo
tanto también son escasos los datos por esta parte. Sin embargo, hay otras
referencias indirectas que se deben mencionar y que ahora están de moda.

Los manuscritos de Qumram

Localidad situada en la orilla noroccidental del mar Muerto, donde se


descubrieron unos manuscritos en 1946, pertenecientes a una comunidad
monástica judía, contemporánea de Jesús, perteneciente a la secta de los
esenios. Estos manuscritos incluyen textos del AT además de la Regla de la
comunidad. Estos documentos aportan un mayor conocimiento de los
movimientos religiosos del judaísmo en tiempos de Jesús y nos ayudan a
comprender el contexto donde éste vivió. Algunos han situado a Jesús dentro
de esta comunidad (los evangelios dicen que Jesús pasó un tiempo en el
desierto), e incluso que Juan el Bautista fuera también esenio, pero no son muy
sostenibles.

LAS FUENTES CRISTIANAS

El Nuevo Testamento Constituido por el conjunto de los cuatro


evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas paulinas, algunas cartas
atribuidas a otros apóstoles y el Apocalipsis. Entre las cartas paulinas algunas
son auténticamente paulinas y otras son escritos de discípulos suyos en su
nombre. El NT es “canónico”, es decir, reconocido oficialmente por las Iglesias
cristiana como Palabra de Dios. Su redacción se inscribe entre los años 50 y
120 de nuestra era. El NT es la fuente cristiana más importante en relación con
Jesús.

Antiguamente los libros no se redactaban como ahora, de una tirada.


Los evangelios pasaron por una fase primera de gestación oral: los dichos y
hechos de Jesús se transmitían boca a boca en las comunidades cristianas.
Poco a poco, cuando los testigos presenciales de la vida de Jesús fueron
muriendo, las comunidades fueron poniendo por escrito los recuerdos de estos.
Primero se hicieron colecciones de “palabras y dichos de Jesús”, luego se
desarrollaron pequeñas unidades de relatos de sus hechos y gestos. Tomando
como fuentes estas diversas colecciones, los evangelios se empezaron a
redactar tal como los conocemos en torno a los años 60-80. Los primeros
relatos que se escribieron y que son los que más contacto tienen con la historia
real son los de la pasión.

A los tres primeros evangelios: Mateo, Marcos y Lucas, se les llama


sinópticos, porque guardan una gran similitud entre ellos esto se debe a lo
siguiente. El primer evangelio en redactarse es el de Marcos (año 65 aprox.).
Mateo y Lucas utilizaron, cada uno por su parte el texto de Marcos,
ignorándose mutuamente. Hay que decir que cada uno de estos evangelios se
redactó en una comunidad diferente. Sin embargo, tanto uno como otro,
posiblemente disfrutaron de una fuente común que no se ha conservado. Esa
fuente se llama científicamente la “fuente Q”. El evangelio de Juan, por su
parte, es un texto tardío (año 100 aprox.), y su estructura, lenguaje y teología
son bastante más avanzados que los sinópticos, por eso se le suele estudiar y
tratar aparte.

Pero estos textos ¿son los auténticos o invenciones de la Iglesia? En


este sentido cabe decir que del NT se conserva una cantidad mucho mayor de
manuscritos que del conjunto de autores griegos y latinos de la misma época.
Algunos de estos textos se remontan al año 150 d. C.
Textos Apócrifos

Existe un gran número de textos que no han sido incluidos en el “canon”


de la Iglesia antigua por varias razones: son poco históricos, demasiado
tardíos, o contienen elementos extraños, fantásticos que no coinciden con la
enseñanza original que de Jesús dieron sus testigos. El hecho de que sean
apócrifos no los priva a priori de todo su valor histórico, pero en conjunto
constituyen interpretaciones especulativas de las Escrituras o son demasiado
legendarios. Muchos creyentes intentaban rellenar las lagunas históricas que
los otros evangelios dejaban, sobre todo la infancia de Jesús y la historia de los
Apóstoles u otros personajes evangélicos.

La Arqueología

La arqueología ha revelado algunas huellas históricas del paso de Jesús


por la tierra. Por ejemplo se han hallado restos que permiten identificar la casa
de Pedro, transformada en lugar de culto desde finales del siglo I. En Nazaret
se han descubierto restos de una basílica del siglo IV, y de un lugar de culto
judeocristiano del siglo II. En las excavaciones de la que se cree la tumba de
Jesús se han encontrado restos desde el siglo VII antes de Cristo.

Criterios de Historicidad

Sin embargo, no basta con citar las fuentes es necesario también utilizar
un método para analizar distintos datos, y si bien no es posible demostrar su
historicidad de una manera evidente, si que hay unos criterios que,
aplicándolos, podemos discernir si un dato es más histórico que otro.

1. Criterio de incongruencia o contradicción: si unas palabras


o un gesto de Jesús contradicen la imagen que de él se hacían
los primeros cristianos, seguro que la Iglesia no puede
haberlos inventado: el bautismo por parte de Juan, las
negaciones de Pedro, etc...
2. Criterio de discontinuidad o de doble referencia: lo que no
puede proceder ni del judaísmo, ni de las iglesias del siglo I,
tiene muchas probabilidades de remontarse al mismo Jesús:
los discípulos se abstenían de practicar el ayuno.
3. Criterio de atestiguación múltiple: los acontecimientos o
palabras atestiguados por varias fuentes o tradiciones
independientes unas de otras tiene más garantías de ser
histórico. Por ejemplo: las curaciones en sábado, la predicación
acerca del Reino, la confesión de Pedro en Cesarea.
4. Criterio de coherencia o conformidad: aquellas palabras o
gestos que sean más coherentes con los que han sido ya
confirmados por los otros criterios tienen también garantía de
veracidad.
5. Criterio del rechazo y la condena a muerte: todas aquellas
escenas de la vida de Jesús que contribuyeran a irritar a las
autoridades judías y romanas son creíbles dado el desenlace
fatal. Por ejemplo: la aclamación real a la entrada de Jerusalén,
la expulsión de los mercaderes del templo, las disputas con
fariseos y sacerdotes, el incumplimiento del sábado.

Estos criterios no funcionan de manera inmediata y se requiere


prudencia y sentido histórico para manejarlo.

OTROS DATOS HISTÓRICOS RELEVANTES

En primer lugar es evidente que Jesús existió. Nadie puede negarlo a no


ser que a ello le lleve la maledicencia o la ignorancia. Según el consenso de
numerosos historiadores y exegetas, Jesús habría muerto bajo el prefecto
Poncio Pilato el año 30, más exactamente el 7 de abril. Esta conclusión se
obtiene del evangelio de Juan y del contraste de muchos textos y la celebración
de la pascua judía. El comienzo del ministerio público de Jesús, situado por
Lucas “el año 15 del reinado de Tiberio”, se correspondería con los años 27 y
28 dando a la actividad pública de Jesús una duración de dos años y medio
aproximadamente. La fecha del nacimiento de Jesús es más difícil de
establecer. Puede parecer raro porque es el comienzo de nuestra era, pero el
nuevo calendario se adoptó en el siglo VI, a partir de los cálculos que hizo el
monje Dionisio el Exiguo y que contiene errores. A pesar de 6 que Lucas (2,1-
2) da una referencia histórica valiosa, los historiadores no se ponen de acuerdo
cuándo se tuvo el censo de Cirino que habla el evangelio. Si nos atenemos a la
afirmación de Lucas al comienzo de la vida pública: “Jesús tenía cuando
empezó unos treinta años” (Lc 3, 23), y consideramos que comenzó su
ministerio el 27, llegamos a la conclusión de que nació el 4. Esta es la opinión
más generalizada. Este desconocimiento no es exclusivo del caso de Jesús. Se
ignora la fecha de nacimiento de grandes hombres de la antigüedad, por la
sencilla razón de que nadie nace siendo un “gran hombre”.

Como lugar de nacimiento de Jesús, los relatos de Mateo y Lucas


señalan Belén. Vivió en Nazaret, un pueblecito pequeño y despreciado de
Galilea. Entre su predicación y su pasión no se puede reconstruir la secuencia
cronológica de sus desplazamientos y los principales acontecimientos. Jesús
lleva una vida itinerante, normalmente recorriendo lugares poco importantes,
evitando las ciudades, casi como un judío marginal. Se hace bautizar por el
Bautista. El vínculo entre ambos es históricamente cierto. Parece que
perteneció al grupo del Bautista pero llevó a cabo un giro respecto a la
espiritualidad desértica de este grupo. Jesús no es un “asceta” retirado al
desierto ni trata de formar un pequeño grupo de “puros”. Vive en el mundo,
come y bebe (Mt 11, 19), dirige a todos un mensaje universalista.

Anduvo primero por Galilea, teniendo sus bases en Nazaret y


Cafarnaún, y luego por Judea, siguiendo los caminos que conducían a los
diferentes mercados. Se rodea de un grupo de discípulos. Sube regularmente a
Jerusalén para celebrar la Pascua como un buen judío. Llega un momento en
el que su actividad y su “buena fama” dan un giro que le llevan a subir por
última vez a Jerusalén, donde será ajusticiado: se trata de la confesión de
Cesarea (Mc 8, 27-30; Mt 16, 13-20; Lc 9, 18-21)7 . A veces se aleja también
de Galilea, hacia Tiro y Sidón (Mc 7,24-31) y hacia la Decápolis, Samaría y al
este del lago Tiberíades (Mc 5,1).

Su enseñanza está concentrada sobre todo en la proclamación de la


venida del Reino de Dios. Para ello suele utilizar parábolas. Esta forma de
predicación es algo original de Jesús, aunque los textos que nos han llegados
estén bastante retocados por las primeras comunidades. La novedad de sus
palabras sorprende enseguida. Su predicación está marcada por la inminencia
del fin de los tiempos, pero es heredera de la gran tradición de los sabios
judíos. Jesús se acerca a la gente humilde del pueblo y a los pobres, es decir,
a los que no pueden cumplir la ley y son considerados impuros por el resto.
Obtiene un éxito real pero frágil con el pueblo, y choca pronto con la hostilidad
de los responsables judíos y con la desconfianza de Herodes.

El relato más cercano a los hechos reales, probablemente porque fue el


primero en escribirse, es, sin duda, el relato de la Pasión de Jesús. Pero sobre
ello hablaremos más adelante. La resurrección no puede incluirse dentro de los
datos históricos sino que merece un tratamiento a parte.

LOS MILAGROS

No se puede hablar de Jesús sin abordar esta difícil cuestión. Antes, los
milagros servían para demostrar la verdad del cristianismo, hoy se han
convertido en auténticos obstáculos para la fe. El hombre moderno
experimenta cierto malestar espontáneo ante los milagros. Impregnados, como
estamos, de una mentalidad pragmática y científicotécnica, aceptamos a duras
penas la idea de milagro.
Sin embargo, los exégesis moderna se resiste a borrar de un plumazo
todo lo que concierne a los milagros de Jesús, porque de esa manera se
tergiversaría un dato importante de su mensaje. Sin caer ni en el positivismo
cientificista, ni en la credulidad simplona, debemos acercarnos a este tema
desde una concepción más amplia.

¿Qué es un milagro?

Antes de nada tenemos que preguntarnos a qué llamaban milagro en


tiempos de Jesús.

EL MILAGRO EN TIEMPOS DE JESÚS

Muchos acontecimientos naturales escapaban a una explicación


racional, de manera que milagro era todo lo que el hombre no era capaz de
explicar de otra manera. No obstante, el hombre antiguo no estaba
familiarizado con el método científico en el que todo efecto proviene de una
causa inmediata; tampoco le importaba mucho. Sin embargo, tenía cierta
facilidad para remontarse a la primera causa de las cosas, al responsable
último. Dentro de tal perspectiva, Dios es como el artista que extrae del
instrumento de la naturaleza el sonido deseado. Todo se convierte en signo de
Dios en el mundo. Los milagros propiamente dichos se comprenden dentro de
este horizonte. Su valor está en lo que significan y no en el puro hecho
constatable.

En este sentido hay que decir que Jesús no es el único taumaturgo8 del
que tenemos referencias en la antigüedad. Tanto el mundo judío como en el
helénico se encuentran relatos muy parecidos a los de los evangelios:
curaciones, resurrecciones, expulsiones de demonios, etc. La creencia, pues,
en estos hechos, era algo corriente en el mundo que vivió Jesús.
Una verdadera definición de milagro

Es propio del milagro salirse del curso normal de las cosas.


Tradicionalmente se ha definido el milagro como “una derogación de las leyes
de la naturaleza realizada de manera inmediata por Dios”. Este concepto parte
de una concepción de la ciencia como algo acabado y completo, lo cual no es
cierto. Un milagro no lo es porque sea inaudito, sino porque tiene un sentido
religioso. Creer que Dios se salta continuamente a la torera las leyes de la
naturaleza que él mismo creó, es un contrasentido. El milagro está por encima
de las leyes naturales, no en el sentido de que las contradiga o les sea
totalmente extraño, sino en el sentido de que las utiliza. Del mismo modo que el
hombre transforma la naturaleza, no oponiéndose a ella sino orientándola, del
mismo modo que la libertad emerge de los determinismos psicológicos
apoyándose sobre ellos para inclinarlos hacia el fin que se propone, así
también el milagro se sirve de los determinismos naturales.

Hay que distinguir entre la constatación de un hecho prodigioso y la


declaración de que ese hecho es un milagro. Un científico puede constatar un
fenómeno inexplicable, pero de ahí a decir que ese hecho es un signo que Dios
me envía, hay un salto cualitativo que no se puede soslayar. Milagro solo lo
puede percibir y definir el creyente. La ciencia no sólo no puede afirmar la
existencia de un milagro, sino que ni siquiera puede concebir la noción del
mismo. Por sí sola, en efecto, no podría sino entenderlo y definirlo como un
accidente, una anomalía, algo irreductible al sistema construido por ella. Tal
definición sería algo irracional, ininteligible. La iniciativa divina no puede
demostrarse científicamente.

Los milagros de los evangelios

Podemos distinguir dos temas en este apartado: la historicidad de los


milagros y su significación. Lo primero que hay que decir es que la redacción
de los evangelios, tal como nos ha llegado, sería inexplicable si Jesús no
hubiera ejercido efectivamente una actividad taumatúrgica reconocida por su
contemporáneos, tanto amigos como enemigos. Sería ingenuo pensar que
detrás de la cantidad considerable de relatos milagrosos no hubiera existido
nada al respecto en la historia de Jesús.

Algunos relatos presentan signos de historicidad que conviene tener en


cuenta, se trata de detalles muy difíciles de inventar: el cojín de la barca (Mc
4,37), o que no corresponden a la imagen de Jesús en la comunidad de
discípulos. El que Jesús tenga que hacer dos intentos para devolverle la vista a
un ciego (Mc 8, 22-25) puede constituir una confesión de la impotencia de
Jesús. Están también los milagros realizados en sábado, que escandalizan a
los judíos y que constituye uno de los argumentos para darle muerte (Mc 3, 1-
16). Por otro lado, los milagros son excusa para que los enemigos le ataquen
denunciando que expulsaba demonios por el poder del príncipe de los
demonios (Mc 3, 22). Es más, el mismo Jesús no parece muy interesado en
explotar su capacidad taumatúrgica, no queriendo dar más signo que el “de
Jonás” (Mt 12, 38-40).

Pero esta conclusión ha de armonizarse con otra. Los mismos


evangelios son testigos de una tendencia a multiplicar y aumentar los milagros
de Jesús. De una redacción sinóptica a otra, se ve como aumentan las
personas curadas o saciadas. Este fenómeno es debido a la confesión del
resucitado como Cristo. Parecía normal el subrayar y globalizar, a la luz del
Resucitado, los hechos de Jesús anteriores a la Pascua.

Jesús, no obstante, no era un mago ambulante. Sus prodigios no son


gratuitos. Nunca hace un milagro en interés propio, o por ostentación o para
escapar de las amenazas. Sus milagros están ordenados al bien de los que
salen a su paso. Él mismo huía de la trampa de creer solo porque se han visto
prodigios (Mc 8,11; Mt 12, 38-39; Lc 4, 23).

Hoy se suelen distinguir dos tipos de milagros en los evangelios: las


curaciones y exorcismos por un lado y los milagros sobre la naturaleza por otro.
Curaciones y Exorcismos

Hay bastante consenso en reconocer la historicidad de la actividad de


Jesús como exorcista y curandero.

Hay exorcismo cuando Jesús se dirige a un poder maléfico del que es


víctima el enfermo. Así, los exorcismos conllevan generalmente una curación,
pero toda curación se presenta como un exorcismo. Esta superposición de
exorcismos y curaciones es signo de la vinculación existente entre el mal moral
y la enfermedad. Seguramente las posesiones diabólicas para nosotros serían
enfermedades de tipo psiquiátrico, o aquellas que presentan un aspecto
aterrador y espectacular, como puede ser la epilepsia. Sin embargo, tanto si
son curaciones físicas como exorcismos, lo que Jesús pretendía era la
salvación total de la persona. Jesús actúa contra la enfermedad que producía
marginación social y ritual. Jesús no solo cura, sino que trata al enfermo o al
poseído como si no fuese un maldito, un ser despreciable y marginado, víctima
de sí mismo o de su pecado. Al curar, Jesús devolvía no solo la salud física o
mental, sino que rehabilitaba a la persona en cuanto tal y delante de los demás.
Es posible que Jesús tuviera alguna habilidad o conocimiento especial sobre
determinadas enfermedades, o tuviera algún don especial para desactivar
mecanismos de defensa psicológicos en las personas. Pero lo importante de
sus milagros de curación era precisamente el poder liberador que tenían sus
actos en esas personas.

Las tres resurrecciones de muertos

La resurrección de la hija de Jairo (Mt 9,23-26); del hijo de la viuda de


Naím (Lc 7, 11- 17); de Lázaro (Jn 11, 1-44) constituyen casos extremos de
curación. Estos tres casos plantean un problema particular.

Algunos los interpretan de manera simbólica, serían una manera gráfica


de decir que Cristo es Señor de la vida y de la muerte. Otros, en cambio,
subrayan los numerosos indicios de historicidad. Los tres casos son una
excepción en comparación con la frecuencia de las curaciones. La resurrección
de la hija de Jairo, en sus tres versiones, está llena de detalles espontáneos.
Además, Marcos recoge las palabras de Jesús en arameo (talita kumi) que es
un arcaísmo, señal de que procede de una fuente muy cercana a los hechos. El
relato de la hija de la viuda de Naím está en Lucas, el evangelista más
“historiador” y da precisiones del lugar bastante raras en él. En cuanto a
Lázaro, es un personaje muy concreto y conocido, del que se dan demasiados
datos como para que fuese inventado. Todo lo que se nos dice sobre el
enterramiento y el sepulcro es conforme a los usos judíos.

En cualquier caso, el significado teológico que las resurrecciones nos


quieren poner al descubierto es que Dios es el señor de la vida y que la muerte
no es la última palabra. En este sentido, estos relatos nos preparan a la última
gran intervención de Dios: la resurrección de Jesús.

Los milagros sobre la naturaleza

Jesús realizó milagros sobre el cosmos: la tempestad calmada, caminar


sobre las aguas, las pescas milagrosas, el agua transformada en vino, la
multiplicación de los panes y de los peces, etc. Sobre ellos hay mucha
discusión. Algunos dicen que no es necesario considerarlos, con cierta
probabilidad, como históricos. En Juan, estos milagros parecen ser la excusa
para introducir largas catequesis. De alguna manera, serían más bien relatos
simbólicos más que históricos. Se dice también que, algunos de ellos podrían
haber sido originalmente parábolas que, después, fueron convertidas en
milagros por las comunidades cristianas (la higuera seca, Mc 11, 12-14.20-25;
los cerdos de Gerasa, Mc 5, 1-20). Pero, por el contrario, se hace notar que el
argumento que opone significación simbólica a historicidad ha sido a menudo
refutado por los datos arqueológicos, en particular en el caso de Juan.
En general, el significado teológico que los milagros sobre la naturaleza
tienen, es el de la invitación a la confianza en Dios: la tempestad calmada,
caminar sobre las aguas; a 12 veces esta confianza viene estimulada por la
promesa de la abundancia de los bienes mesiánicos: multiplicación de los
panes y peces, pesca milagrosa. Para concluir, debemos reconocer que la
investigación histórica no es capaz de responder con un sí o un no rotundo a la
cuestión de la historicidad de tal o cual milagro. Es imposible saber lo que pasó
realmente. Por otro lado, a la fe tampoco le añade o le quita nada saber si fue
real un hecho o no lo fue. Nuestra fe se basa en la historicidad global de la
persona y el acontecimiento de Jesús. Por encima de la historicidad está el
sentido que cada relato tiene

LA PERSONALIDAD DE JESÚS

La ciencia histórica no solo puede ofrecernos datos cronológicos o


geográficos sobre Jesús, sino que podemos acercarnos históricamente también
a su personalidad y su mensaje con una gran fiabilidad científica. Vamos a
tocar algunos datos de su forma de ser que difícilmente han podido ser
manipulados por los autores de los evangelios.

El Carácter De Jesús

• Sentimientos humanos.
• Movimientos
• de Jesús: judío marginal
• Pedagogía
• Paciencia
• Austeridad
• Celibato
La Identidad De Jesús

Pero entonces ¿quién fue Jesús?, ¿un revolucionario?, ¿un sabio?, ¿un
rabí?, ¿un profeta?, ¿un apocalíptico? Ninguna de estas categorías logra
abarcar el misterio de Jesús. Quizá tiene un poco de todo.

Jesús tiene rasgos indudables de maestro, de rabí, pero enseñaba con


una autoridad que extralimita lo típicamente rabínico. No obstante, su
enseñanza tiene mucho de sapiencial. El anuncio de la llegada inminente del
Reino lo asemeja a los profetas, de hecho su mensaje engarza perfectamente
con lo mejor de la literatura profética. En ningún modo fue un apocalíptico:
estos esperaban la llegada de un mundo nuevo tras la destrucción del presente
donde solo vivirían los justos, Jesús nunca fue un dualista. No obstante, en los
evangelios se pueden constatar anuncios apocalípticos, pero se debe a la
interpretación de las primeras comunidades.

¿Se tuvo Jesús por Mesías? Mesías quiere decir “ungido”, en griego se
dice “Cristo”..

EL MENSAJE DE JESÚS

Nuestra intención en este capítulo es ofrecer un resumen de lo que


Jesús quiso decir con su vida, sus gestos y sus palabras. En este sentido, lo
histórico pasa a un segundo plano aunque sin olvidarlo. Por encima de las
posibles interpretaciones y añadidos que hayan podido meter los redactores de
los evangelios, el mensaje de Jesús, en general, tiene una profunda coherencia
entre sí y con su mismo estilo de vida. En razón a esta coherencia
intentaremos diseñar cuales fueron las líneas fuertes de su doctrina.

El Reino de Dios

La primera noticia que tenemos en los evangelios de la actividad pública


de Jesús, se refiere al anuncio del Reino de Dios. “Se ha cumplido el tiempo y
el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc 1, 15). Y
este va a ser el núcleo central de su mensaje: creed en la Buena Noticia y
convertíos. La conversión era un tema frecuente en la predicación de Juan el
Bautista y hace referencia a un cambio de actitud vital, una reorientación de la
escala de valores y de los comportamientos. Pero esta conversión no se exige
de una manera voluntarista, sino que es la misma fuerza de los
acontecimientos la que exige cambiar de vida porque el Reino de Dios ha
llegado.

¿Qué es el Reino?

En el AT se habla de que Dios reina, pero jamás se utiliza la expresión


“Reino de Dios” como la utiliza Jesús. Pero ¿qué es el Reino de Dios? Se trata
de un nuevo orden social perfectamente reconciliado y pacífico de todos los
hombres en la libertad. Es la reconciliación de todos los hombres entre sí y con
Dios. Es la felicidad perfecta que se dará cuando se realice ese deseo absoluto
que todos llevamos incondicionalmente escrito en el corazón. Se trata de la
realización de la paz en la justicia, la utopía total, la salvación para toda la
humanidad.

En el evangelio de MT los capítulos 5 al 7 recogen la enseñanza


inaugural de Jesús en forma de un largo discurso: el sermón de la montaña. El
Reino de Dios se describe de manera paradójica: se comienza con el poema
de las Bienaventuranzas, es decir, ocho promesas de felicidad que parecen
definirse a contrapelo de las felicidades humanas. En ese poema se proclama
feliz al manso y humilde, al que tiene hambre de justicia, al misericordioso, al
que es puro de corazón, al que se deja los cuernos por la paz. Hasta aquí,
aunque con alguna reticencia, estaríamos más o menos de acuerdo. Pero es
que se proclama feliz al pobre, al que llora y al que sufre injusta persecución.
No es que los sufrimientos sean un bien en sí, sino que quien los padece está
de enhorabuena, porque Dios ha decido tomar partido y va a empezar a salvar
al mundo por ellos, por las víctimas. Ellos son los primeros en el nuevo orden
de cosas que es el Reino de los Cielos.

Entre la utopía y la realización

Pero ¿no es un poco utópico? Para los hombres sí. Pero Jesús anuncia
un reino que no es fruto del esfuerzo humano sino que es puro don de Dios a
los hombres. En realidad, la Buena noticia es que Dios ha decidido ser Dios
comprometiéndose hasta el final con 17 la felicidad del hombre. El reino de
esta manera será el modo en el que Dios actúa en el mundo, el despliegue de
su gloria y señorío con el único fin de traer la paz y la alegría a todo hombre. La
causa de Dios y la causa del hombre coinciden. Y no es utopía porque el Reino
ya ha sido inaugurado, está ya aquí entre nosotros, porque el mismo Jesús es
ya el Reino en vivo.

Por eso, el mensaje de Jesús no son solo sus palabras, sino que Él
realiza aquello que anuncia. Él es el ejemplo vivo de cómo el Reino de Dios ya
está aquí realizándose en su persona.

De hecho, en la primera parte de su vida pública, Jesús establece con


sus seguidores y con la muchedumbre que le escucha un modo de relación
nuevo. Hay una empatía especial en su forma de hablar y de tratar a las
personas. Sus palabras calan muy hondo, les revela, en cierto modo, la verdad
sobre sí mismos, dirigiéndose a sus deseos de vida y de autenticidad, de
justicia y de paz, de felicidad y libertad. Sabe hacer despertar en cada corazón
la esperanza de que las cosas puedan cambiar. Por eso entre él y la
muchedumbre se crea un tiempo y un espacio provisionales, una especie de
mundo simbólico que anticipa la utopía realizándola en parte. Se entablan
relaciones nuevas. Se vive como en un estado de gracia, el Reino se ha hecho
visible. Ciertamente no durará. En seguida se va a topar con la contundencia
del poder de la injusticia. Y es que el Reino está ya aquí, pero todavía no
definitivamente. Es una tarea abierta que Jesús tampoco quiso culminar.
Los dichos

Jesús fue eminentemente un predicador, un maestro que enseñaba a la


gente y lo hacía con autoridad y también con mucha originalidad. Vamos a ver
las formas que utilizaba para ello.

La enseñanza en parábolas

La mayor parte de la enseñanza de Jesús viene dada en parábolas. Es


más se llaman con frecuencia parábolas del Reino. Una parábola es una
historia que encierra una pequeña moraleja que apela la vida de quien la oye.
La pedagogía de los cuentos es ancestral y tiene la ventaja de adaptarse y
seducir a todos los públicos.

Pero por qué habla Jesús en parábolas, ¿simplemente por afán


pedagógico? Él mismo responde de un modo misterioso: “Por esto les hablo en
parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden” (Mt
13,13). Y es que la parábola no es un puentecito sin más, es una provocación.
Es una invitación dirigida al que escucha pero dejándole siempre la libertad de
entender o no, de reaccionar ante la provocación o no, sin quedar mal. Las
parábolas de Jesús remiten a lo que está ocurriendo entre él y sus
contemporáneos. Pero se mantiene una distancia respetuosa entre el que
enseña y el destinatario. Así se entienden frases como: “el que tenga oídos
para oír, que oíga” (Mt 18 11, 15). Cada uno de los oyentes es invitado a
reconocerse en los personajes evocados por el relato. Por eso todas las
parábolas van dirigidas a la conversión personal. Por eso no son historias
espectaculares sino cotidianas, escenas de la vida normal, porque es la vida
cotidiana la que hay que convertir.

La parábola comienza muchas veces con la expresión: “Se parece a...”


El cuerpo del relato varía mucho en su amplitud: la parábola de la levadura
ocupa solo un versículo (Cfr. Mt 13-33), mientras que la de Lázaro y el rico
Epulón llega hasta trece (cfr. Lc 16,19-31). El relato es siempre concreto, pone
en escena a unos personajes cuya descripción es sucinta y se limita a resaltar
un gesto, una actitud. El vínculo entre la historia y los oyentes se realiza, a
menudo, mediante una pregunta, bien al principio del relato, o bien al final (cfr.
Lc 7,42). A veces, se narra la historia sin más.

En cuanto al contenido de las parábolas podríamos establecer estos


grupos:

• Parábolas que explican en verdadero sentido de la misión de


Jesús: Jesús es el hijo enviado por el Padre a la viña (Mc 12, 1-
9); ante el rechazo del pueblo invita a las gentes de fuera (Mt 22,
2-14), es el Buen Pastor que da la vida por las ovejas (Jn 10,1-5),
la piedra desechada por los constructores que se convierte en
piedra angular (Mc 12, 10).
• Parábolas que desvelan una nueva y revolucionaria idea de
Dios: el hijo pródigo (Lc 15,11.32), el juicio final (Mt 25,34); el rey
que envía a sus obreros a separar el trigo de la cizaña (Mt 13, 29-
30).
• Parábolas sobre el Reino: ya hemos visto algunas arriba, otras
pueden ser las que insisten en la actitud de vigilancia como las de
las diez vírgenes (Mt 25, 1- 13).
• Parábolas sobre las actitudes que hay que tener para
participar en el Reino de Dios: el hombre que construye su casa
en la arena o el rey que sale a luchar (Lc 14, 28-30), la sal de la
tierra y la luz del mundo (Mt 5, 13-16), se trata de parábolas que
invitan a la prudencia, a la atención, al respeto a los demás, a la
pobreza de corazón.
Palabras y discursos

Los discursos que aparecen en los evangelios son, en realidad,


agrupaciones de dichos o proverbios atribuidos a Jesús. Algunos de estos
dichos aparecen también fuera de esos discursos como respuestas a
preguntas o como órdenes, etc. Algunos de estos aforismos están encuadrados
en un pequeño relato construido para contextualizarlas o darles valor, este tipo
de relatos centrados en una frase se llaman apotegmas, (p.e. el relato de Marta
y María: “María ha escogido la mejor parte y no se la quitará”, Lc 10,41-42). A
veces Jesús utiliza frases de carácter profético o apocalíptico con las que la
gente de su tiempo estaba acostumbrada. Aquí se incluyen las
bienaventuranzas (Mt 5, 1-5), maldiciones (Lc 6, 24-26), exhortaciones:
“convertíos, el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,17), augurios apocalípticos (Mc
13).

En otras ocasiones ofrece reglas u orientaciones para la vida cotidiana.


Por ejemplo:

• Reglas para la vida común de la nueva comunidad: capítulos 5 al


7 de Mt. 19
• Normas para la vida individual, la vida de pareja, el culto, la
práctica de la justicia y de la verdad.
• Consignas dadas a los misioneros: (Mc 6, 7-13).

Los hechos

Jesús hizo muchas cosas, pero vamos a analizar solo tres tipos de
actuaciones. Por un lado los hechos significativos o proféticos; por otro lado
merece la pena abundar en el sentido que los milagros tienen dentro de su
mensaje; y por otro analizaremos los “encuentros”, o mejor, la relación que
Jesús establecía con sus contemporáneos.
Hechos significativos

El AT está plagado de gestos proféticos. Se trata de hechos que los


profetas realizaban de una manera simbólica para transmitir un mensaje13.
Jesús en muchos casos actúa como un profeta y sus gestos tienen una gran
importancia. Basta pensar al gesto de la bendición del pan y el vino en la
Última Cena que sus discípulos continuaron recordándolo en su memoria.
Vamos a referirnos a tres gestos concretos que son difíciles de explicar.

La higuera seca (Mc 11,12-14.20-25; Mt 21, 18-22)

Jesús maldice una higuera que no da fruto y se seca inmediatamente.


En Mc la acción se desarrolla en dos tiempos, Jesús maldice a la higuera,
después viene la expulsión de los mercaderes del templo y, al día siguiente se
seca. Mateo narra todo de una vez. La interpretación es difícil. Algunos dicen
que es una parábola convertida en milagro. Otros dicen que podría ser una
percepción profética como si fuera una visión. Pero ¿al servicio de qué
mensaje está? Parece que tanto en Mc como en Mt, está ligada a la expulsión
de los mercaderes del Templo, y entonces parece ser un gesto de denuncia de
la infertilidad del culto judío. La fe y la oración auténtica nada tiene que ver con
el ritualismo vacío e injusto de los sacerdotes del templo.

La expulsión de los mercaderes del templo

Es un gesto de suma importancia. En primer lugar porque es el único pasaje


del evangelio donde vemos a un Jesús haciendo uso de cierto grado de
violencia. Tiene muchos vestigios históricos, lo recogen los cuatro evangelios, y
está en estricta relación con su polémica con las autoridades religiosas judías.
Recuerda a las trifulcas que protagonizaba Jeremías contra el templo de
Jerusalem en tiempos del destierro, anunciando su destrucción. Jesús se
enfrenta a los vendedores que ofrecían animales y con los cambistas. El asunto
es complejo. El templo tenía una muralla que lo rodeaba. Dentro de ese
perímetro regía una moneda distinta a la romana. Los judíos estaban obligados
a peregrinar a Jerusalén, al menos una vez en la vida, y los más piadosos
bajaban siempre por la pascua.

Cada familia debía ofrecer un sacrificio en el templo: un cordero o cabrito


si eran pudientes, un par de tórtolas si eran pobres14. De esta manera se
establecía un negocio muy suculento dentro del templo, entre los que
cambiaban moneda romana por moneda judía (cobrando, a menudo,
comisiones desorbitadas) y los que vendían animales para el sacrificio y
objetos para el culto. Los principales beneficiarios eran los sacerdotes y las
clases altas. Jesús reacciona contra todo este mercadeo justificado y
bendecido en nombre de la religión. Esto es lo que indigna a Jesús, utilizar el
nombre de Dios para justificar un sistema de lucro y de injusticia.

El pan y el vino

Se trata de una escena que dejó profundas huellas en los discípulos. En


ella Jesús explica el sentido de su muerte. Los sinópticos la relatan de una
forma parecida. Juan la sustituye por el lavatorio de los pies, pero dedica todo
el capítulo 6 a la simbología del “Pan de Vida”. Y la tradición más antigua sobre
este gesto la encontramos en San Pablo que en su Carta a los Corintios recoge
las palabras exactas que hoy todavía pronunciamos en la consagración.

Hay algunas diferencias entre los cuatro relatos. Lc y Pablo dicen que
Jesús actuó “dando gracias” (eucharistesas), mientras que Mc y Mt dicen que
hizo el gesto “pronunciando la bendición”. La bendición se refiere a la bendición
que en la Pascua judía se hace sobre el pan, el vino, las hierbas amargas y la
familia. Jesús parece que utilizó el contexto de la cena pasucal judía para darle
otro significado. Pablo y Lucas, con la fórmula “eucaristía” se hace referencia al
conjunto de la celebración que, desde muy pronto, se celebraba en las
primeras comunidades cristianas.
La frase “esta es mi sangre de la Alianza” (Mateo y Marcos), hace
referencia al rito de la alianza que Dios hace con su pueblo después de la
liberación de Egipto; mientras que “esta es la copa de la nueva alianza en mi
sangre” (Pablo y Lucas), recuerda la célebre profecía de Jeremías sobre la
nueva alianza (Jer 31,31). En Pablo, el cuerpo será entregado “por vosotros”.
En Lucas es “dado por vosotros”, y la sangre “derramada” por vosotros. En
Mateo, la sangres es “derramada por muchos”. El hecho de la entrega y el
derramamiento hace referencia a la muerte de Jesús y a la imagen profética del
Siervo de Yahvé.

Tiene mucha importancia la mención del Reino de Dios en los cuatro


textos. “En verdad que no beberé del fruto de la vid hasta el día en que lo beba,
nuevo, en el Reino de Dios” (Mc 14,25). La muerte de Jesús está ligada al
Reino de Dios. De alguna manera, viene a significar que el Reino de Dios, la
justicia y la felicidad humana, están detrás del sacrificio personal, hasta de la
misma vida.

Finalmente el texto de Pablo muestra con claridad hasta qué punto la


tradición del a Cena del Señor sigue estando activa en las comunidades
cristianas. La orden de repetir el gesto queda bien manifiesta: “Este es mi
Cuerpo que es dado por vosotros. Hace esto en recuerdo mío” (1Cor 11,24-26).
La carta a los Corintios se escribió el año 57. De manera que Pablo ya conoció
la celebración de la eucaristía como algo implantado en las comunidades
cristianas. Esto indica la fuerza y la antigüedad de la tradición de la Cena del
Señor, que recuerda el gesto de Jesús señalando de antemano, con el pan y
con el vino, el sentido de su muerte.

Los encuentros de Jesús

Pero donde más puramente se ve la personalidad de Jesús y la realidad


de su mensaje es en cómo trata a las personas con las que se relaciona. Es en
relación con las personas donde nos muestra cómo debe vivir un hombre
verdadero.

Come con pecadores

En primer lugar, Jesús trata a la persona en cuanto tal, como persona,


sin etiquetas. Lo mismo le da que sea Sumo Sacerdote que leproso, fariseo
que prostituta, publicano que judío fiel. A todos trata igual, sin mirar apellidos ni
condición moral. A nadie le pide que cambie de entrada. Su actitud con los
pecadores causa escándalo y le hace perder credibilidad, sin embargo,
contesta: “No necesitan médico los sanos sino los enfermos” (Lc 5, 31-32). E
incluso llega a decir cosas absolutamente provocadoras: “Los publicanos y las
prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos” (Mt 21,31). En su actitud
hay algo más que tratar bien a las personas. Jesús está inaugurando un nuevo
orden social. Los pecadores eran seres despreciados e impuros de los que
había que alejarse y, sin embargo, Jesús los proclama dichosos, les dice que
serán los primeros en el Reino y come con ellos (Mt 9,11; Mc 2,16).

Este banquete es también un signo del banquete final del Reino al que
Dios invitará a todo el que haya sabido amar. La cercanía con los pecadores no
significa en absoluto compromiso con el pecado. Si los pecadores más
manifiestos parecen privilegiados es porque muestran deseos de cambiar de
vida. Jesús recuerda que aquel a quien se le ha perdonado poco, ama poco (Lc
7,47). Porque los justos que se escandalizan son personas, oficialmente,
menos pecadoras, pero su corazón está lejos de ser puro. Si Jesús dice no
haber venido para los sanos sino para los enfermos, es para invitar a todo el
mundo a reconocerse enfermo.

Por eso el perdón se ofrece a todos. Pero solo lo aceptan los que se han
sentido tratados con inmenso amor, a pesar de sus muchos pecados (Cfr., la
pecadora en casa de Simón, Lc 7,48; el paralítico de Cafarnaún (Mt 9,2).
Jesús se revela revelándole al hombre su propia verdad

Jesús no solo se comporta como un verdadero hombre, sino como un


hombre verdadero, es decir, como alguien que realiza a la perfección la
vocación de todo hombre. Si se ahonda un poco más, se puede decir que
Jesús es la verdad del hombre: porque nos revela a todos lo que somos y lo
que podemos llegar a ser. La vida terrena de Jesús tiene como fin revelarnos
quién es Dios, pero al mismo tiempo, nos revela el misterio del hombre.

Y ¿cuál es este misterio?

En primer lugar, algo ya hemos dicho. La verdad del hombre es que está
enfermo de egoísmo y esto le lleva a tomar decisiones erróneas. Jesús, en sus
encuentros siempre saca la verdad de la persona: la samaritana reconoce que
ha tenido cinco maridos (Jn 4). Pero el pecado no es toda la verdad del
hombre. La verdad más auténtica es que Dios ama al hombre a pesar de su
pecado. Jesús demuestra esto con todos los que se encuentra. Este amor
recibido incondicional e inmerecidamente desata un mecanismo de conversión
imparable. Quien se ve tratado así piensa ¿quién soy yo para que me perdonen
así?, y por lo mismo ¿quién es este Dios que me trata así?

Por otro lado, Jesús es el modelo de cómo se puede vivir una vida plena.
La orientación fundamental de la vida de Jesús se ha definido como
proexistencia (H. Shcürmann), es decir, vivió toda su vida volcado hacia los
demás. Está totalmente disponible a las necesidades de los hermanos.

Pero esta orientación fundamental hacia los demás nace precisamente


de su relación con Dios. Si su relación con los hombres es la proexistencia, su
relación con Dios se define como absoluta obediencia. Esta obediencia tal y
como la define la Carta a los Hebreos, no es un servilismo ciego. Jesús tiene
una experiencia de Dios tan profunda que le lleva a configurar toda su libertad
en función de la voluntad de Dios. Es más, su libertad y su autonomía
dependen de esta actitud de base: solo busca realizar la misión que Dios le ha
encomendado.
LOS DICHOS Y LOS HECHOS, EL TESTIMONIO DE UNA EXISTENCIA

Cualquiera puede sentirse fascinado por la belleza del mensaje de


Jesús. Pero las bellas palabras han sido patrimonio de muchos hombres a lo
largo de la historia y, a la hora de la verdad, estas palabras se han convertido
en un auténtico fiasco. Incluso muchos hombres han acabado traicionando sus
palabras con sus obras. Tocamos aquí una particularidad original de Jesús: la
total coherencia entre su proclamación y el testimonio de su vida. Jesús no
enseñó nada que no hiciera él mismo, aun en perjuicio propio. El programa del
sermón de la montaña es, sin duda, una utopía, pero Jesús lo ha hecho
realidad personalmente: él es pobre, es manso y humilde, no tiene reparo en
llorar y se enfrenta al sufrimiento sin perder la esperanza, es perseguido por
hacer el bien, es la misericordia por excelencia.

ENTRE EL JESÚS HISTÓRICO Y EL CRISTO DE LA FE

Una cosa es el Jesús histórico, aquel que la ciencia histórica llega a


acceder mediante la investigación y los datos que hemos expuesto hasta
ahora. Otra cosa es el Jesús de la historia, aquel que vivió en el siglo I. Entre
ambos sigue habiendo una gran distancia, hay muchos datos de éste que no
conocemos y, seguramente, no llegaremos a conocer jamás. En esto Jesús no
es una excepción dentro de los personajes históricos del pasado. No obstante,
este Jesús histórico tampoco agota la totalidad de lo que la fe cristiana anuncia
sobre Cristo. Al creer en Jesús, los creyentes añadimos un plus de significado
que procede de nuestra propia adhesión a su persona. Nosotros creemos que
él es Dios y es nuestro Salvador. Esta fe se apoya más en indicios que en
pruebas. La verdadera cuestión está en saber si los resultados obtenidos no
sólo no contradicen el mensaje de la fe, sino que además pueden constituir su
necesario fundamento. ¿Existe una coherencia suficiente entre el Jesús
histórico y el Cristo de la fe? ¿Puede el primero conducir al segundo? El
cristiano necesita una respuesta afirmativa si quiere lograr una fe razonable.
CONCLUSIÓN

Sin los Evangelios, sin poder acoger con confianza razonable su


testimonio fundamental, que presenta sistemáticamente a Jesús como Cristo y
como Señor, no es posible el camino cristiano. Pero la investigación histórico-
crítica no ha confirmado la ruptura inicial entre razón y fe, historia y dogma,
Jesús histórico y Cristo de la fe; sino, al contrario, ha fundamentado la
razonabilidad de la confianza en el testimonio apostólico. Los Evangelios no
sólo merecen confianza como fuentes históricas, sino que invitan a todo fiel a
recibirlos como expresión del ser y vivir en la comunión con Cristo, en su
Iglesia.

En otros términos, los Evangelios respetan las exigencias de la realidad


histórica tanto en su transmisión de los datos como en el rigor de sus
planteamientos hermenéuticos. La pretensión de seguir ofreciendo hoy un
“Jesús histórico” significa, el abandono consciente del horizonte de la fe (de la
teología) y la propuesta de una interpretación de su figura como sólo humana.
Un uso riguroso de la razón habrá de afrontar la propuesta evangélica en toda
su pretensión de significado, referida a la cuestión del propio ser en el mundo,
de la razón y de la historia, de Dios y del hombre. Esto invita el hecho y el
testimonio de los Evangelios, que plantean la necesidad de una razón abierta,
“fronteriza”, capaz de abordar con rigor estos problemas fundamentales, en un
horizonte que no los dé por resueltos ni haga abstracción de su sentido real en
la realización de la propia vida. La Iglesia con su tradición dogmática no se
contrapone, pues, al conocimiento verdadero de Jesús de Nazaret, sino que, al
contrario, lo transmite, salvaguarda su credibilidad y lo hace realmente posible
a lo largo de los siglos.
BIBLIOGRAFIA

Fuentes Electrónicas

https://www.vidanuevadigital.com/2008/01/03/jose-antonio-pagola-%E2%80%9Cuna-cosa-es-
el-jesus-historico-y-otra-el-cristo-de-la-fe%E2%80%9D/

http://www.jovenesdehonianos.org/archivos%20pdf/Jesus%20de%20Nazaret,%20datos
%20hist%C3%B3ricos.pdf

http://libroesoterico.com/biblioteca/Esenios/Jesus-Historico-Ribla-47.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_hist%C3%B3rico

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