Deontologia, Ética, Moral, Bioética
Deontologia, Ética, Moral, Bioética
Deontologia, Ética, Moral, Bioética
Una de las diferencias cuando hablamos de "ética" y "deontología" es que la primera hace
directamente referencia a la conciencia personal, mientras que la segunda adopta una función de
modelo de actuación en el área de una colectividad. Por ello, con la concreción y diseño de códigos
deontológicos, además de autorregular esta profesión, se invita al seguimiento de un camino muy
concreto y a la formación ética de los comunicadores.
De forma teórica, podríamos diferenciar dos grandes grupos: la ética social y la ética individual.
Dentro de la ética individual se diferencia, también, una ética interpersonal que es la que rige el
comportamiento que tenemos en relación a otros individuos. Aquí se puede situar la ética
profesional ya que rige el comportamiento del profesional en su actividad laboral. Los principios
que rigen la profesión se obtienen a través de métodos similares a los de la ética general:
dialógico, inductivo y deductivo. Para conocer el fundamento ético y moral de un código ético, se
requiere el estudio de la actividad profesional en sí misma y no es suficiente la labor de un filósofo
que desconozca la profesión.
La ética de las profesiones se mueve en el nivel intermedio de las éticas específicas o “aplicadas”.
El profesional se juega en el ejercicio de su profesión no sólo ser un buen o mal profesional sino
también su ser ético. No acaba de ser considerada una persona éticamente aceptable quien en
todos los ámbitos actuase bien y cumpliese con sus deberes menos en el ejercicio de sus
responsabilidades profesionales. La ética general de las profesiones se plantea en términos de
principios: el principio de beneficencia, el principio de autonomía, el principio de justicia y el
principio de no maleficencia El deontologismo plantea los temas éticos en términos de normas y
deberes.
Los principios se distinguen de las normas por ser más genéricos que éstas. Los principios ponen
ante los ojos los grandes temas y valores del vivir y del actuar. Las normas aplican los principios a
situaciones más o menos concretas, más o menos genéricas. Las normas suelen hacer referencia
a algún tipo de circunstancia, aunque sea en términos genéricos. Pero también los principios se
hacen inteligibles cuando adquieren concreción normativa y hacen referencia a las situaciones en
las que se invocan y se aplican. En términos generales un principio enuncia un valor o meta
valiosa. Las normas, en cambio, intentando realizar el principio bajo el que se subsumen, dicen
cómo debe aplicarse un principio en determinadas situaciones.
Tanto las normas como los principios son universales aun cuando el ámbito de aplicación de los
principios sea más amplio y general que las normas específicas que caen bajo dicho principio.
Desde la perspectiva de la ética profesional, el primer criterio para juzgar las actuaciones
profesionales será si se logra y cómo se logra realizar esos bienes y proporcionar esos servicios
(principio de beneficencia). Como toda actuación profesional tiene como destinatario a otras
personas, tratar a las personas como tales personas, respetando su dignidad, autonomía y
derechos sería el segundo criterio (principio de autonomía). Las actuaciones profesionales se
llevan a cabo en un ámbito social con demandas múltiples que hay que jerarquizar y recursos más
o menos limitados que hay que administrar con criterios de justicia (principio de justicia). Y, en todo
caso, habrá que evitar causar daño, no perjudicar a nadie que pueda quedar implicado o afectado
por una actuación profesional (principio de no maleficencia).
La deontología como ética profesional
Según José María Barrios, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid:
en un sentido vulgar se habla de deontología en referencia al buen hacer que produce resultados
deseables, sobre todo en el ámbito de las profesiones. Un buen profesional es alguien que, en
primer lugar, posee una destreza técnica que le permite, en condiciones normales, realizar su tarea
con un aceptable nivel de competencia y calidad. Las reglas del buen hacer –perfectum officium,
acción llevada a cabo conforme a los imperativos de la razón instrumental– constituyen, sin duda,
deberes profesionales. Y esto no es en modo alguno ajeno al orden general del deber ético. Aún
más: las obligaciones éticas comunes para cualquier persona son, además, obligaciones
profesionales para muchos
En definitiva, cuando nos refiramos a una profesión determinada, podemos hablar de la existencia
de una ética y de una deontología determinada.
La primera se podría centrar en determinar y perfilar el bien de una determinada profesión
(aportación al bien social) y la deontología, por su parte, se centraría en definir cuáles son las
obligaciones concretas de cada actividad.
La conciencia profesional
La conciencia humana es individual, pero tiene varias dimensiones: la conciencia reflexiva (porque
es consciente de sí misma) y la conciencia ética, que añade a la conciencia individual la condición
de ser, además, una conciencia responsable. Es decir, que con la primera cada persona se
relaciona con las demás, pero la conciencia ética nos responsabiliza en la forma de trato hacia
esas otras personas. Además de estas dos hay una clase de conciencia más, constituida como un
concepto muy importante relacionado con la deontología profesional: la conciencia profesional.
La conciencia profesional es una dimensión esencial de la conciencia ética, a la que añade la
responsabilidad que cada persona tiene. Se manifiesta en un comportamiento socialmente
responsable acerca de los deberes específicos de una profesión después de haber interiorizado,
asumido y personalizado un código de valores referentes a dicha profesión, para después analizar,
aplicar y resolver problemas específicos de la profesión con la mejor competencia y rectitud
posibles y socialmente exigibles.
Se puede hablar de cuatro niveles de la conciencia profesional:
1) La conciencia profesional es intransferible e individual, nadie es responsable por ninguna otra
persona.
2) Nivel de los deberes específicos, aprendidos, asumidos y personalizados por socialización ética.
Cada persona tiene que haberse socializado en el código deontológico de su profesión.
3) Nivel de madurez y equilibrio psíquico. Para que la conciencia profesional pueda funcionar hay
que gozar de un grado de madurez mínimo.
4) Aptitud profesional para el ejercicio digno de una profesión.
La costumbre y la responsabilidad profesional
La costumbre son normas que crean una sociedad y que le dan un hecho jurídico palpable. Tienen
al igual que ocurre con las leyes, consecuencias cuando son violadas. El profesional debe regirse
por su código de ética propio, pero también tiene que tener en cuenta un marco de costumbre.
La gran mayoría de los autores coinciden al señalar que el fundamento de la responsabilidad es la
libertad de la voluntad. El sentimiento de responsabilidad también se puede ir desarrollando a lo
largo de la trayectoria vital y profesional de una persona.
Una profesión cualquiera debe tener un periodo de aprendizaje, una preparación previa
especializada y casi siempre formal, que se debe completar con una formación permanente que se
completa con el paso del tiempo y la vivencia de distintas situaciones en la vida profesional a las
que enfrentarse. El periodista, en virtud de los imperativos éticos que emanan de su profesión, es
el responsable de facilitar al lector la comprensión y el conocimiento de la realidad compleja en la
que se desenvuelve. La veracidad y la evaluación de los posibles efectos que sobre el lector
pudiera tener publicación o la omisión de determinadas informaciones, es fundamental para la
consolidación de los valores democráticos y la creación de una opinión pública responsable.
Colegios profesionales
Los Colegios Profesionales, tal como los define la ley, “son corporaciones de derecho público,
amparadas por la ley y reconocidas por el Estado, con personalidad jurídica propia y plena
capacidad para el cumplimiento de sus fines, entre los que se encuentra la ordenación del ejercicio
de las profesiones”. Además, son las corporaciones que elaboran los códigos deontológicos.
Los códigos deontológicos cumplen una triple función:
a) Fijar una serie de criterios de carácter científico-funcional para el ejercicio de la profesión, con el
objetivo de dar operatividad y eficacia a las actividades ejercidas en el ámbito cubierto por las
normas establecidas.
b) Refundir orientaciones éticas para el ejercicio de la profesión y plasmarlas en códigos de
deontología profesional.
c) La posibilidad de imponer sanciones disciplinarias a los colegiados que incumplan los dictados
de los códigos deontológicos. Esta función tiene la singularidad de conferir a éstos relevancia
jurídica estatal, lo que otorga a la deontología ciertas coincidencias con el Derecho en lo que se
refiere a la utilización de un procedimiento judicial.
Una diferencia importante entre la deontología profesional y el derecho reside en el origen de estos
dos órdenes normativos reguladores del ejercicio de una profesión. La fuente del derecho es el
poder legislativo del Estado -que emana del ejercicio de la Soberanía Popular-, mientras que el
origen de la deontología profesional no es "estatal", sino que emana del propio colectivo
profesional, y desde una labor de autorregulación. En casos excepcionales, la iniciativa de un
código deontológico puede partir del Estado o de una entidad supraestatal, como el es caso
paradigmático del Código deontológico de los periodistas del Consejo de Europa, aunque es una
condición necesaria que el colectivo profesional lo incorpore a su actividad y ejerza una labor de
autorregulación. Sin estas dos condiciones, este código normativo se convertiría en derecho y no
en deontología profesional. Por lo tanto, no es necesariamente excluyente de la deontología
profesional un código de origen externo a la propia profesión, si pasa por el filtro de la
autorregulación.
En el caso de las profesiones que requieren colegiación profesional, como la psicología, abogacía
y la medicina, existe una institucionalización de la sanción. Sin embargo, hay profesiones como el
periodismo, que se ejercen sin colegiación obligatoria. En estos casos, el incumplimiento de las
normas deontológicas lleva aparejada una sanción similar a la que corresponde a la vulneración de
las normas morales: mala imagen pública, reproche, expulsión del grupo, etc. Esto las diferencia de
las profesiones de colegiación obligatoria, caracterizadas por la institucionalización de la sanción.
Pero no implica falta de gravedad. Un profesional puede considerar que una sanción por infracción
del código de deontología profesional tiene más importancia que una sanción administrativa.
Retomando la idea de que la deontología profesional es uno de los órdenes reguladores del
ejercicio de una profesión, en una situación intermedia entre el derecho y la moral, es necesario
hacer una serie de precisiones. Las normas de la deontología profesional, aun sentidas como
vinculantes entre los miembros del colectivo, se alejan del carácter coercitivo del derecho. El
derecho es siempre coactivo, y la deontología profesional puede o no imponer sanciones y, en el
caso de aplicarse, son menos graves que las impuestas por el derecho. La sanción más grave que
puede imponer la deontología profesional es la exclusión de la profesión.
Por otro lado, las sanciones de la deontología profesional en aquellas profesiones que no exigen
para su ejercicio la colegiación obligatoria son sanciones sociales difusas; es decir, que aparte de
no llegar al grado de gravedad de la sanción jurídica, no tienen por qué estar necesariamente
institucionalizadas. Un ejemplo de sanciones sociales difusas -en este sentido de informalidad,
cercanas a la moral- emitidas por la deontología puede ser la consideración de exclusión del
colectivo profesional de un miembro, sin llegar ésta a ser una sanción no formalizada.
No obstante, la deontología profesional tiene un mayor grado de institucionalización que la moral
general, de tal modo que, para hablar de deontología profesional, es necesario un grado de
institucionalización normativa -inferior a la del derecho pero superior a la de la moral. La moral,
aunque es de carácter social, tiene un componente último que es individual, mientras que la
instancia última de la deontología profesional es colectiva, común a todo el grupo profesional. Igual
que se da el conflicto entre moral y derecho, cabe la confrontación del individuo con la deontología
profesional a la que está sometido.
Autorregulación
La deontología es uno de los tres órdenes normativos que regulan el ejercicio de las profesiones,
junto al Derecho y la moral. Cabe señalar que las normas deontológicas se encuentran a medio
camino entre los otros dos órdenes normativos.
Una característica fundamental de la deontología profesional es que tiene un fuerte componente de
autorregulación, entendida en un sentido colectivo. Se trata de una interiorización de las normas
propias de la profesión. Se diferenciaría del Derecho en que éste es creado por el Estado, y de la
moral en que la deontología tiene un carácter colectivo, no se basa en los principios individuales.
Otra diferencia clave frente al Derecho, es que éste tiene un marcado carácter coactivo, impone
sanciones al incumplimiento de sus normas. La deontología, por su parte, puede o no incluir
sanciones, y siempre serán menos graves que las relacionadas con el Derecho (surgidas de
instituciones jurídicas).
No obstante, la deontología puede institucionalizarse a través de los Códigos Deontológicos, la
colegiación... (instrumentos o mecanismos que dotan de más efectividad a la deontología), pero
siempre presenta una institucionalización mucho menor a la del Derecho. Las normas del Derecho
son "ajenas" al mismo, junto al frentes extremas, mientras que lo característico de la deontología
profesional es la autorregulación. Los profesionales son creadores, sujetos y objetos de las normas
deontológicas de su profesión correspondiente. Participan (a través de sus asociaciones, por
ejemplo) en la creación de los códigos deontológicos que, a su vez, deberán aplicar.
La autorregulación es necesaria porque delimita campos de actuación, alerta sobre conductas
alejadas del bien común y puede invitar al profesional a dirigir sus acciones por el fomento de
valores que promuevan una vida más humana.
Bioética
La bioética es la rama de la ética que se dedica a proveer los principios para la conducta correcta
del humano respecto a la vida, tanto de la vida humana como de la vida no humana (animal y
vegetal), así como al ambiente en el que pueden darse condiciones aceptables para la vida.
En su sentido más amplio, la bioética, a diferencia de la ética médica, no se limita al ámbito
médico, sino que incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida en general,
extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio ambiente y al trato
debido a los animales. Se han formulado una serie de definiciones respecto a la disciplina de la
Bioética, siendo una de ellas la adoptada por la Unidad Regional de Bioética de la OPS, con sede
en Santiago de Chile y que, modificada por el S.J. Alfonso Llano Escobar en una revista de la
especialidad, define a la Bioética como "el uso creativo del diálogo inter y trans disciplinar entre
ciencias de la vida y valores humanos para formular, articular y, en la medida de lo posible,
resolver algunos de los problemas planteados por la investigación y la intervención sobre la vida, el
medio ambiente y el planeta Tierra". Sin embargo, cabe destacar, que ya en 1978, el Kennedy
Instituto de la Universidad jesuita de Georgetown en Estados Unidos, había publicado la primera
Enciclopedia de Bioética en cuatro volúmenes, dirigida por Warren Reich, un teólogo católico,
donde se define a la Bioética como el "estudio sistemático de la conducta humana en el área de las
ciencias de la vida y la salud, examinado a la luz de los valores y principios morales".
La bioética es una disciplina relativamente nueva, y el origen del término corresponde al pastor
protestante, teólogo, filósofo y educador alemán Fritz Jahr, quien en 1927 usó el término Bio-Ética
en un artículo sobre la relación ética del ser humano con las plantas y los animales. Más adelante,
en 1970, el Bioquímico norteamericano dedicado a la oncología Van Rensselaer Potter utilizó el
término bio-éticas en un artículo sobre "la ciencia de la supervivencia" y posteriormente en 1971 en
su libro Bioética un puente hacia el futuro.
Definición y dominios
La bioética abarca las cuestiones éticas acerca de la vida que surgen en las relaciones entre
biología, nutrición, medicina, química, política (no debe confundirse con la "biopolítica" ), derecho,
filosofía, sociología, antropología, teología, etc. Existe un desacuerdo acerca del dominio apropiado
para la aplicación de la ética en temas biológicos. Algunos bioéticos tienden a reducir el ámbito de
la ética a lo relacionado con los tratamientos médicos o con la innovación tecnológica. Otros, sin
embargo, opinan que la ética debe incluir lo relativo a todas las acciones que puedan ayudar o
dañar organismos capaces de sentir miedo y dolor. En una visión más amplia, no sólo hay que
considerar lo que afecta a los seres vivos (con capacidad de sentir dolor o sin tal capacidad), sino
también al ambiente en el que se desarrolla la vida, por lo que también se relaciona con la
ecología.
El criterio ético fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser humano, a sus derechos
inalienables, a su bien verdadero e integral: la dignidad de la persona.
Por la íntima relación que existe entre la bioética y la antropología, la visión que de ésta se tenga
condiciona y fundamenta la solución ética de cada intervención técnica sobre el ser humano.
La bioética es con frecuencia asunto de discusión política, lo que genera crudos enfrentamientos
entre aquellos que defienden el progreso tecnológico en forma incondicionada y aquellos que
consideran que la tecnología no es un fin en sí, sino que debe estar al servicio de las personas y
bajo el control de criterios éticos; o entre quienes defienden los derechos para algunos animales y
quienes no consideran tales derechos como algo regulable por la ley; o entre quienes están a favor
o en contra del aborto o la eutanasia.
Las primeras declaraciones de bioética surgen con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial,
cuando el mundo se escandalizó tras el descubrimiento de los experimentos médicos llevados a
cabo por los facultativos del régimen hitleriano sobre los prisioneros en los campos de
concentración. Esta situación, a la que se suma el dilema planteado por el invento de la fístula
para diálisis renal de Scribner (Seattle, 1960), las prácticas del Hospital Judío de Enfermedades
Crónicas (Brooklyn, 1963) o la Escuela de Willowbrook (Nueva York, 1963), van configurando un
panorama donde se hace necesaria la regulación, o al menos, la declaración de principios a favor
de las víctimas de estos experimentos. Ello determina la publicación de diversas declaraciones y
documentos bioéticos a nivel mundial.
Principios fundamentales de la bioética
En 1979, los bioeticistas Tom L. Beauchamp y James F. Childress, definieron los cuatro principios
de la bioética: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. En un primer momento
definieron que estos principios son prima facie, esto es, que vinculan siempre que no colisionen
entre ellos, en cuyo caso habrá que dar prioridad a uno u otro, dependiendo del caso. Sin embargo,
en 2003 Beauchamp considera que los principios deben ser especificados para aplicarlos a los
análisis de los casos concretos, o sea, deben ser discutidos y determinados por el caso concreto a
nivel casuístico.
Los cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress son:
Principio de autonomía
La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo sin influencia de
presiones externas o internas. El principio de autonomía tiene un carácter imperativo y debe
respetarse como norma, excepto cuando se dan situaciones en que las personas puedan no ser
autónomas o presenten una autonomía disminuida (personas en estado vegetativo o con daño
cerebral, etc.), en cuyo caso será necesario justificar por qué no existe autonomía o por qué ésta
se encuentra disminuida. En el ámbito médico, el consentimiento informado es la máxima
expresión de este principio de autonomía, constituyendo un derecho del paciente y un deber del
médico, pues las preferencias y los valores del enfermo son primordiales desde el punto de vista
ético y suponen que el objetivo del médico es respetar esta autonomía porque se trata de la salud
del paciente.
Principio de beneficencia
Obligación de actuar en beneficio de otros, promoviendo sus legítimos intereses y suprimiendo
prejuicios. En medicina, promueve el mejor interés del paciente, pero sin tener en cuenta la opinión
de éste. Supone que el médico posee una formación y conocimientos de los que el paciente
carece, por lo que aquél sabe (y por tanto, decide) lo más conveniente para éste. Es decir "todo
para el paciente, pero sin contar con él".
Un primer obstáculo al analizar este principio es que desestima la opinión del paciente, primer
involucrado y afectado por la situación, prescindiendo de su opinión debido a su falta de
conocimientos médicos. Sin embargo, las preferencias individuales de médicos y de pacientes
pueden discrepar respecto a qué es perjuicio y qué es beneficio. Por ello, es difícil defender la
primacía de este principio, pues si se toman decisiones médicas desde éste, se dejan de lado otros
principios válidos como la autonomía o la justicia.
Principio de no maleficencia (primum non nocere]
Abstenerse intencionadamente de realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros.
Es un imperativo ético válido para todos, no sólo en el ámbito biomédico sino en todos los sectores
de la vida humana. En medicina, sin embargo, este principio debe encontrar una interpretación
adecuada pues a veces las actuaciones médicas dañan para obtener un bien. Entonces, de lo que
se trata es de no perjudicar innecesariamente a otros. El análisis de este principio va de la mano
con el de beneficencia, para que prevalezca el beneficio sobre el perjuicio.
Las implicaciones médicas del principio de no maleficencia son varias: tener una formación teórica
y práctica rigurosa y actualizada permanentemente para dedicarse al ejercicio profesional,
investigar sobre tratamientos, procedimientos o terapias nuevas, para mejorar los ya existentes con
objeto de que sean menos dolorosos y lesivos para los pacientes; avanzar en el tratamiento del
dolor; evitar la medicina defensiva y, con ello, la multiplicación de procedimientos y/o tratamientos
innecesarios.
Aparece por primera vez en el Informe Belmont (1978).
Principio de justicia
Tratar a cada uno como corresponda, con la finalidad de disminuir las situaciones de desigualdad
(ideológica, social, cultural, económica, etc.). En nuestra sociedad, aunque en el ámbito sanitario la
igualdad entre todos los hombres es sólo una aspiración, se pretende que todos sean menos
desiguales, por lo que se impone la obligación de tratar igual a los iguales y desigual a los
desiguales para disminuir las situaciones de desigualdad.
El principio de justicia puede desdoblarse en dos: un principio formal (tratar igual a los iguales y
desigual a los desiguales) y un principio material (determinar las características relevantes para la
distribución de los recursos sanitarios: necesidades personales, mérito, capacidad económica,
esfuerzo personal, etc.).
Las políticas públicas se diseñan de acuerdo con ciertos principios materiales de justicia. En
España, por ejemplo, la asistencia sanitaria es teóricamente universal y gratuita y está, por tanto,
basada en el principio de la necesidad. En cambio, en Estados Unidos la mayor parte de la
asistencia sanitaria de la población está basada en los seguros individuales contratados con
compañías privadas de asistencia médica.
Para excluir cualquier tipo de arbitrariedad, es necesario determinar qué igualdades o
desigualdades se van a tener en cuenta para determinar el tratamiento que se va a dar a cada uno.
El enfermo espera que el médico haga todo lo posible en beneficio de su salud. Pero también debe
saber que las actuaciones médicas están limitadas por una situación impuesta al médico, como
intereses legítimos de terceros.
La relación médico-paciente se basa fundamentalmente en los principios de beneficencia y de
autonomía, pero cuando estos principios entran en conflicto, a menudo por la escasez de recursos,
es el principio de justicia el que entra en juego para mediar entre ellos. En cambio, la política
sanitaria se basa en el principio de justicia, y será tanto más justa en cuanto que consiga una
mayor igualdad de oportunidades para compensar las desigualdades.
Corrientes y tendencias en la bioética
a) Bioética personalista. Parte de la dignidad como valor propio de la persona, la cual se manifiesta
en su capacidad intrínseca de realizar los valores. El fundamento de las orientaciones que deben
apoyar las propuestas de solución a los dilemas éticos se encuentra en la naturaleza humana ya
que la persona es el centro.
b) Bioética consensualista o civil. En esta corriente se busca establecer un mínimo de principios
aplicables dentro de una sociedad pluralista y secular. Se basa en los postulados de la llamada
“Ética de mínimos” que propone un conjunto de normas a cumplir por todos los miembros de la
sociedad y que sería producto del consenso social en torno a ciertos parámetros mínimos de
convivencia.
c) Bioética clínica. Esta escuela sigue el enfoque biomédico que se da a partir de Hellegers con su
trabajo en el Kennedy Instituto of the Bioéticas. Su centro de atención son los problemas
suscitados por el avance en el conocimiento científico y tecnológico respecto de su aplicación en
los diferentes ámbitos de la salud humana.
d) Bioética social. Su centro de interés es la problemática de la justicia y el desarrollo social como
el mejoramiento de las condiciones de vida de la población en equilibrio con el medio en que
interactúa. Hay un énfasis en la promoción de los derechos humanos en una sociedad plural.
e) Bioética transdisciplinar, como ciencia de la complejidad. Esta corriente es menos conocida y
surge desde la perspectiva de las ciencias de la complejidad. Dentro de los sistemas dinámicos de
los que se ocupa la complejidad como ciencia, está la vida, la cual es analizada por la bioética que
tiene carácter inter y transdiplinario, no lineal. Este estudio abarca no solo la vida humana, sino las
demás existentes y su interacción con los sistemas dinámicos.
Ámbitos de la bioética
Aunque la bioética está muy relacionada con la ética no son lo mismo. En el caso de la medicina, la
ética médica no es idéntica a la bioética médica: la ética médica trata los problemas planteados por
la práctica de la medicina mientras que la bioética es un tema más amplio que aborda los
problemas morales derivados de los avances en las ciencias biológicas en general. La bioética se
diferencia de la ética, según algunos autores, en que no necesita la aceptación de ciertos valores
tradicionales que son fundamentales para la ética.
Problemas éticos derivados de las profesiones sanitarias: transfusiones de sangre,
eutanasia, trasplantes de órganos, reproducción asistida o mediante fertilización in vitro,
aborto, todos los asuntos implicados en la relación médico-paciente.
Problemas de la investigación científica, en particular la investigación biomédica, que tanto
pueden transformar al hombre: manipulación genética, tecnologías reproductivas como la
fecundación in vitro o la (por ahora sólo hipotética) clonación humana, etc.
Los problemas ecológicos, del medio ambiente y la biosfera: necesidad de conservación
del medio ambiente, como mantener el equilibrio entre las especies y el respeto hacia los
animales y la naturaleza, impedir el uso de energía nuclear, controlar el crecimiento de la
población mundial y el incremento del hambre en los países pobres, etc.
Influencia social y política de las cuestiones anteriores, en cuanto a legislación, educación,
políticas sanitarias, religión, etc.
Temáticas relativas a la relación entre neurología y ética, que daría lugar a lo que se
conoce como neuroética.
La Dra. María Dolores Vila-Coro Barrachina, en su libro La vida humana en la encrucijada,
establece una clasificación de la bioética en cuatro aspectos:
La bioética teórica, o «meta-bioética», que trata los fundamentos conceptuales de la
bioética en el marco de las teorías morales y la justificación de sus nociones básicas
(persona, dignidad, autonomía, etc.).
La bioética clínica, referida a las decisiones éticas que se toman en la práctica profesional,
vinculada a la deontología médica clásica y que se focaliza en los casos individuales de los
pacientes que plantean la resolución de un problema ético.
La bioética normativa, conocida también como «bioderecho», en la que tienen una
participación directa juristas y autoridades públicas y que se orienta hacia la adopción de
reglas generales en la política sanitaria y el sistema jurídico. Centra su interés en la
racionalidad de las decisiones colectivas en las áreas donde confluyen la salud pública, los
derechos humanos y la regulación de los avances científicos.
La bioética cultural, que trata del esfuerzo sistemático en relacionar los nuevos dilemas
bioéticos con el contexto histórico y sociocultural en el que se dan. Trata de evitar la
imposición de determinadas visiones de la bioética en sociedades que tienen valores
distintos.