Tema Xii
Tema Xii
Tema Xii
Mientras todavía era un niño, murió su padre de fiebre tifoidea mientras intentaba
mejorar su situación económica en Haití. La pobreza de su madre conmovió al
filántropo Padre Billini quien lo internó en el Colegio San Luis Gonzaga hasta que
obtuvo el grado de Bachiller en 1877.
Con él se inaugura una poesía diferente. Tuvo vida lírica propia. Supo profundizar en
los estados de ánimo individuales y sondeó sistemáticamente en el drama íntimo de
personajes angustiados, abandonados y tristes.
Ricardo Pérez Alfonseca logró resonancia como poeta a los 17 años de edad y siempre
mostró inquietudes innovadoras que superaban las aspiraciones de sus coetáneos.
Rubén Darío lo llamó en 1910 “Benjamín de la poesía americana”. Su poemario
Mármoles y lirios (1909) es uno de los testimonios más sólidos del modernismo criollo
y la mayoría de sus composiciones anuncian el desmembramiento de la poesía
dominicana tradicional. Según Carlos Federico Pérez, en Evolución poética dominicana,
“Si entre los poetas dominicanos a quienes consagró la amistad Darío ha dejado Pérez
Alfonseca el testimonio más relevante de la influencia directa de aquél, no es menos
cierto que también acusa desde el principio rasgos del impulso revolucionario que,
alentado por ciertos aspectos del movimiento llevaría más tarde a la poesía de
vanguardia” (248). De menor importancia dentro del modernismo local son Federico
Bermúdez, Enrique Aguiar, Juan Chery Victoria, Julio A. Pineyro y Américo Lugo, quien
estampó parcialmente el estilo modernista en su libro de prosa poética Heliotropo
(1903). Fabio Fiallos, por su parte, aunque tuvo una gran amistad con Rubén Darío no
fue un modernista en sí, pues se mantuvo siempre apegado al estilo becqueriano y a
los moldes románticos prevalecientes durante casi todo el siglo XIX y principios del XX.
Con respecto al cuento y la novela la producción modernista nacional es limitada.
Manuel Floren-tino Cestero publicó Cuentos a Lila (1906) y la novela corta El canto del
cisne (1915). Tulio Manuel Cestero incluye algunos pasajes preciosistas en Ciudad
romántica (1911) y La sangre (1915) y Federico García Godoy lo hizo en Guanuma
(1914). Pero la mayoría de los textos narrativos de los modernistas dominicanos
apenas registran algunos aspectos estilísticos de la corriente protagonizada por Rubén
Darío, ya que los narradores de ese período estaban más preocupados por la
problemática política local que por las inquietudes estéticas rubendariana. El
modernismo se prolonga, en la mayoría de los casos, hasta la tercera década del siglo
XX, pero modernismo comenzó a debilitarse en el país hacia 1921 con la aparición el
Postumismo.
2-Sociedades literarias.
Las formas de lo social y lo real se expresan en el texto narrativo, dramático, poético o
ensayístico, principalmente desde la segunda mitad de siglo XIX.
Es a partir de esta secuencia temporal, cuando se van produciendo los textos literarios
representativos de cierta conciencia histórica y cultural dominicana. Salomé Ureña,
Gastón Fernando Deligne, Rafael Deligne, César Nicolás Penson, Javier y Alejandro
Guridi y otros que van forjando el campo de la conciencia cultural nacional.
Son algunos de los que vinieron a nuestra patria y los dominicanos Celeste Woss y Gil,
Jaime Colson, Daría Suro, Delia Weber, Justo Báez, Virginia Dubrei, Piñeyro, Yoryi
Morel, etc. Algunos egresados de las Academias Europeas y otros de las escuelas del
interior (La Vega, Santiago de los Caballeros, San Francisco) ahunaron grandes
esfuerzos en la materialización de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1942. Hay que
destacar el gran empeño de las escuelas del interior en fomentar la pintura en toda la
geografía.
Sin grandes pretenciones esto es solo un breve bosquejo, que resume los inicios de la
Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) y el crecimiento de la Plástica en la República
Dominicana.
5 -La Filantropía y el Padre Billini.
En República Dominicana decir Padre Francisco Xavier Bellini es sinónimo de
filantropía. Ni su muerte, hace más de un siglo, ha podido borrar su legado; más aún,
cuando sus obras todavía siguen dando frutos. La Lotería Nacional es un auténtico
ejemplo de ello. El italiano Juan Antonio Bellini y Ruses, que llegó a principios del siglo
XIX a la isla en una expedición enviada por Napoleón Bonaparte y Ana Joaquina
Hernández y González, que, aunque nació en Cuba, era hija de padres dominicanos;
fueron los progenitores de quien estaba llamado a convertirse en sembrador de obras
sociales en el país. Francisco Xavier Bellini nació en Santo Domingo, el 1 de diciembre
de 1837, en la casa que actualmente está marcada con el número 33, en la calle 19 de
marzo.
En el año de 1869, el Padre Bellini, fundó en el Convento de Regina, una asociación que
con el nombre de Conferencia de San Vicente de Paúl, comenzó a ofrecer servicios a
gente necesitada y de escasos recursos. En 1880 el Presidente Mariño, aprobó que se
adjudicara al Padre Bellini el edificio de San Andrés y sus casas adyacentes. En ese
edificio en ruinas, y recurriendo a donaciones inauguró en 1881, el Padre Bellini la Casa
de Beneficencia. Ese local tenía capacidad para 40 enfermos. En el 1884, la Casa de
Beneficencia creció hacia la calle San tomé, y además en la parte sur del edificio, se
estableció un orfanato. Allí atendía el Padre Bellini a cerca de 300 niños.
En 1879 creó el Instituto de las Hijas del Buen Pastor congregación de religiosas, como
sacerdote fue siempre sensible al dolor ajeno. Mantener todas sus obras de caridad no
era tan fácil. Los recursos económicos no abundaban, ni tampoco personas
identificadas con la causa. Eso no detuvo al padre Francisco Xavier Bellini. Pronto
encontró una alternativa para mantener en funcionamiento sus múltiples
organizaciones a favor de la enseñanza y los más necesitados. Así nació, en 1882 el
juego de la Lotería del Padre Bellini, hoy convertida en Lotería Nacional.
A partir de la segunda década del siglo, la forma y lugar que había ocupado la música
durante los pasados tres siglos en la sociedad y para darle un toque más moderno
utilizaron todo tipo de escalas exóticas y así cambiaron para siempre con la irrupción
del modernismo musical, dando fin al período conocido como práctica común, y
entrando en una nueva era musical de constante búsqueda de lo original, rompiendo
permanentemente con la tradición. Esto generó una enorme diversidad de géneros y
movimientos de difícil categorización y definición, lo que hacía el último cuarto del
siglo, luego de la decadencia de los ideales de la modernidad, dio paso a la música
contemporánea, siendo cada vez más compleja su diferenciación de otras músicas
como el jazz o el art rock, debido a la creciente globalización y masificación de los
medios de comunicación y de la cultura popular.