Notas de Clase Diplomado-Nueve
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Resumen
El artículo presenta una periodización del desarrolló la Guerra Fría en Colombia, el
enfrentamiento entre potencias y bloques de poder que se trasladó al interior de
los países e hizo del conflicto un problema de relaciones al interior de cada uno.
Muestra la existencia de tres grandes periodos que si bien tienen puntos de
encuentro con las periodizaciones del conflicto internacional, tiene sus
particularidades que responden al devenir político del país. Siendo la guerra fría
una guerra internacional de ideas que asume como escenario el interior de cada
estado, su periodización se hace igualmente particular y toma como fundamento
los conflictos entre las diferentes fuerzas que luchan internamente por el poder.
Como confrontación por proyectos societales, el texto se ubica dentro de la historia
política y se desarrolla tomando como fuentes los documentos que dan cuenta de
las principales acciones, sucesos y políticas que desde los diversos actores explican
el devenir histórico del país. Pero como es parte de un conflicto internacional
también se toman como fuentes los documentos que relatan y describen las
principales acciones orientadas desde los Estados Unidos para el caso colombiano
y en general para el continente.
1. Introducción
Teniendo los anteriores referentes de la forma más común de periodizar lo que fue
la Guerra Fría, y que responde a una mirada tradicional del conflicto donde primó
lo bélico o la amenaza más latente de convertirse en enfrentamiento armado entre
las dos potencias, encontramos que ésta percepción de los períodos no se
corresponde con las vivencias o desarrollos en el continente americano y de forma
puntual con los hechos que se vivieron en Colombia. El problema de esa
periodización global radica en que se asumió como criterio el de la lógica de las
confrontaciones, esto es, el clima del enfrentamiento o de acciones en donde las
dos superpotencias estuvieron más próximas a hacer uso de la fuerza, dejando de
lado el hecho de que durante todo ese periodo de 1947 a 1991 no existió un choque
militar directo que confrontara las fuerzas militares de las dos potencias, y que por
el contrario, la guerra se trasladó al interior de las naciones convirtiéndose en un
enfrentamiento entre habitantes del mismo país; por esta razón, la necesidad de
una periodización local se ubica en el hecho de que la llamada «guerra fría» fue, en
esencia, una guerra por la conquista de las mentes y las voluntades de los
habitantes de las diversas naciones, primero para impedir el desarrollo de la otra
concepción del mundo, y segundo, para mantener cohesionado a los países dentro
del bloque. Desde esta otra lógica de la Guerra Fría, las acciones de los
gobernantes, sus discursos, políticas y decisiones durante todo este periodo
estuvieron enmarcados dentro de ese lenguaje de tensión y de miedo al
comunismo, determinando así los niveles de confrontación interna y dándole a la
historia de la Guerra Fría su propia dinámica que permite su periodización así: una
fase de consolidación ideológica y de Unidad nacional entre 1948 y 1958; una
segunda fase donde el enemigo interno se consolida a partir de la formación de
guerrillas de corte comunista y se impone la necesidad de la seguridad antes que
la solución a los problemas, periodo comprendido entre 1958 y 1978; y la tercera
fase, la fase de la guerra abierta entre 1979 y 1990/91, donde la amenaza
comunista es concebida como real por los niveles de desarrollo y control alcanzado
por las organizaciones guerrilleras tanto en Colombia como en Centroamérica.
Por esta razón, el ejercicio se realiza a partir de una descripción del contexto
americano y se consolida con la descripción de los principales hechos que marcaron
la vida nacional y que estuvieron relacionados con el conflicto universal de la
segunda mitad del siglo XX.
Esta fase coincide con el momento de consolidación del bipolarismo político a nivel
mundial; podría llamarse la «fase política» de la Guerra Fría que buscó arraigar la
hegemonía ideológica en la medida que la pretensión de cada una de las potencias
era imponerse sobre la otra y hacer de su proyecto societal el único válido.
Corresponde al momento en que se pretendió hacer prevalecer la idea de
«seguridad colectiva» a través de instituciones políticas, económicas, culturales y
militares como el TIAR y la OEA en América, y de la estructuración de las acciones
colectivas como característica de la diplomacia intercontinental. La lógica que
imperó en esta coyuntura fue la de que la paz internacional era viable sólo a través
de la solidaridad, es decir, por el mayor grado de cooperación que se ofrecieran
recíprocamente los Estados. En esta fase, si bien hay grandes tensiones a nivel
mundial, también existen permanentes acuerdos para garantizar los límites y la
estructura del sistema mundial que nace de la conferencia de Yalta (febrero de
1945), en la que La Cortina de Hierro expresa ese acuerdo tácito para que la
revolución socialista no avanzara hacia occidente, ni el capitalismo se implantara
en el bloque soviético 6. La Segunda Guerra Mundial terminaba con un el
establecimiento de una frontera física e ideológica que finalmente dividió a Europa
en los dos bloques y que fue confirmada por Churchill cuando en una conferencia
en Estados Unidos en 1946 dijo: «Desde Stettin en el Báltico, a Trieste, en el
Adriático, ha caído sobre el continente (Europa) un telón de acero»7. Se trató de
trazar la línea hasta donde podían actuar cada una de las nuevas potencias que de
aliadas iniciaban su vida de enemigas y antagónicas.
En Colombia, además del asesinato de Gaitán, tuvo lugar en esta fase la formación
de las primeras guerrillas tanto comunistas 9 como liberales10. Precisamente Daniel
Pereyra nos habla de la guerrilla organizada por Rafael Rangel en la región de San
Vicente de Chucurí -Santander-llamada Fuerza de Resistencia Civil, de las guerrillas
del Llano formadas por Eduardo Franco y de las que forman en el departamento de
Tolima con influencia del Partido Comunista 11. Fue tan significativo el desarrollo y
acogida de estas organizaciones en la población que Pereyra habla de que «para
1952 la guerrilla operaba en doce frentes regionales, sumaba entre 35.000 y 40.000
hombres armados, y constituía un peligro para el régimen, asumiendo el carácter
de una verdadera revolución social» 12. El Mayor Gonzalo Bermúdez considera que
los niveles de desarrollo y articulación entre estas nuevas fuerzas irregulares
fueron muy significativos hasta el punto en que la correlación de fuerzas ya era
favorable a las fuerzas guerrilleras 13. Casi en el mismo orden se encuentra el
planteamiento de Elsa Blair hablando de más o menos unos 20.000 hombres
alzados en armas, con niveles de articulación como lo demuestra la Conferencia de
Boyacá en 1952 organizada por los comunistas, y la promulgación de La Primera
Ley del Llano en el mismo año por parte de las guerrillas liberales 14. Estos
desarrollos son leídos por estos autores como el comienzo en la transformación de
la lucha partidaria en una lucha social. Se trató de una coyuntura en donde algunos
de los grupos armados catalogados como guerrillas luchaban contra el gobierno y
no contra el sistema, mientras otros, que ya tenían una mayor educación política e
ideológica como las guerrillas del Sumapaz y del Tolima, definían sus objetivos
contra el sistema, según Gonzalo Bermúdez 15. A pesar de ser precaria la formación
y estructuración de estos grupos, algunos habían entrado en una fase de transición
hacia la construcción de verdaderas guerrillas, aunque sólo fuera, como airma este
mismo autor, la primera fase de la lucha clasista 16.
Como complemento de esta coyuntura se encuentran las presiones que diferentes
actores, incluido los Estados Unidos, ejercían sobre el partido liberal para que
deiniera sus relaciones con el comunismo representado en el partido comunista y
el sindicalismo. Dentro de este juego de presiones tuvo lugar la prohibición del
comunismo a través del Acto legislativo n° 6 de 1954 emitido por la Asamblea
Nacional Constituyente el 7 de septiembre 17. El Artículo 1° reza: «Queda prohibida
la actividad política del comunismo internacional. La ley reglamentará la manera
de hacer efectiva esta prohibición» 18. Y efectivamente, el Decreto Legislativo 434
de 1956 reglamentó este mandato ordenando prisión de uno a cinco años o
relegación a colonia penal agrícola para quien tomara parte en actividades políticas
de índole comunista; interdicción del ejercicio de derechos y funciones públicas por
diez años; y en incapacidad para actuar como dirigente sindical por el mismo
tiempo19.
En términos generales se puede afirmar que esta fue una fase donde las políticas y
los lenguajes orientados desde los Estados Unidos se adoptaron sin discusión
alguna, salvo unas tibias controversias frente a la actividad religiosa de los
protestantes -que podían ser semillas para el comunismo-, y algunas insinuaciones
de divergencia frente a la función del capital internacional y su papel en la
disminución de la pobreza y desigualdad, planteadas por Gustavo Rojas como
presidente. Instituciones y población estaban listas para el nuevo nivel de
confrontación.
Con este panorama, las acciones no podían seguir siendo de contención del
comunismo. Si ya los Estados Unidos habían lanzado la consigna de no permitir otra
Cuba, con ese nuevo ambiente revolucionario en los tres continentes, la respuesta
no podía ser otra que intervenir en cualquier lugar donde el orden establecido
fuese alterado poniendo en peligro sus intereses. Ahora se debía atacar y eliminar
de raíz al comunismo donde quiera que mostrara sus tentáculos, para lo cual
desarrollaron dos estrategias básicas: una orientada a disminuir las condiciones de
pobreza de la población por medio del programa Alianza para el Progreso,
buscando, a través de la cooperación económica, eliminar las grandes injusticias
sociales, lo que no era nada distinto a intensificar el objeto mismo de la OEA de
que «los países más prósperos o desarrollados pudieran contribuir con sus recursos
al desarrollo de los atrasados» 33. Colombia jugó un papel importante en este
proceso a través de la presidencia de Alberto Lleras primer mandatario del Frente
Nacional (1958-1962), quien aseguró que en política internacional Colombia
debería:
[...] promover el desarrollo económico y el bienestar social en un mundo
atrasado, feudal en muchas de sus formas, ansioso de un mejoramiento
radical y rápido, en crecimiento demográfico vertiginoso, y destinado a ser
en pocos años el más grande centro de perturbación del Occidente 34.
Pero está llegando el momento en que habrá que tomar decisiones rápidas
para impedir que nuestros pueblos se desengañen y desorienten sobre su
porvenir y piensen que a su seguridad, a su bienestar y a la justicia social se
les podría hacer el holocausto de libertades que no siempre entienden ni
beneficia por igual a todas las clases sociales. El subdesarrollo
latinoamericano es ya una carga para el mundo occidental y puede
convertirse en un grave peligro. Existe la posibilidad de impulsar el
desenvolvimiento económico latinoamericano y de convertir el continente
entero en una reserva de la libertad, haciendo el experimento decisivo de
transformar las condiciones de países atrasados sin que ninguno de los
principios políticos, morales y jurídicos de nuestra civilización tengan que
sacrificarse a esa empresa 35.
La otra estrategia de confrontación con los posibles focos subversivos -más directa
y abierta-, se plasmó inicialmente en el Plan LASO u «Operaciones de Seguridad
para América Latina», y luego se concretó en la Doctrina de la Seguridad Nacional
o de «contraguerrilla», que como la describe Joseph Comblin, no se trató sólo de
una acción militar, sino de una práctica que abarcaba indirectamente toda la
política37. Esta involucró procesos de unificación de las Fuerzas Armadas y
policiales, la asignación a éstas de la tarea del control interno, -el orden interno-,
la creación de grupos contraguerrillas con participación centralizada del mando
pero con unidades de despliegue rápido y participación de la aviación, la re-
significación de la inteligencia militar ubicándola con el papel de ser la fuente de
información; del uso de todas las formas posibles para contrarrestar el avance del
comunismo, incluida la tortura, el bombardeo, etc. Fue la aplicación de la estrategia
de «quitar el agua al pez» que había utilizado Gran Bretaña en Malasia, Francia en
Vietnam y Argelia, y Norteamérica en Vietnam, según Pereyra 38. Todas estas
acciones estuvieron acompañadas o promovidas por las dictaduras militares que
se impusieron en el continente americano, o por legislaciones especiales que
limitaron todo tipo de libertades, mientras los norteamericanos trataban de
mostrarse al mundo como los abanderados precisamente de la libertad y de la
democracia.
Se trató de una fase de la Guerra Fría donde se priorizó más el orden que la justicia.
Estados Unidos, si bien miró a América Latina por el caso de Cuba a finales de los
años cincuenta, y de Chile a comienzos de los setenta, su ojo estuvo puesto en el
conflicto de Vietnam y en fortalecer su economía de libre mercado, bajo el
supuesto de que si la economía funcionaba bien se podían evitar las crisis sociales.
El precepto que aparece es que se necesitaba de una absoluta libertad de comercio
y de capitales para alcanzar el desarrollo social. En este periodo, más que en hacer
realidad la libertad y la democracia, la preocupación se centró en impedir las
protestas sociales, en limitar las posibilidades de que la sociedad se empoderara
en el poder para propiciar cambios, pero también en crear las condiciones para la
seguridad de la inversión norteamericana en aumento; por esta razón, para los
Estados Unidos fue prioritario el contar con gobiernos aliados y fuertes por lo que
promovió por todos los medios, incluidas las prácticas que se describen de la CIA,
la imposición de dictaduras de derecha en casi todo el continente, al igual que en
países de Asia, África y Medio Oriente. El cuento de la «amenaza del comunismo
internacional» estaba siendo capitalizado para lograr aglutinar la dirigencia y hacer
que se actuara solidariamente con acciones que tomaron el carácter de
intervencionismo en la vida interna de los estados. Las dictaduras y los gobiernos
de derecha se convirtieron en formas «benignas» de gobierno, según lo muestra el
presidente Nixon39.
En el orden interno esta fase está marcada por el desarrollo del Frente Nacional
como expresión de unidad de las élites políticas, por la consolidación de la columna
vertebral sobre la cual se va a sostener el Frente Nacional: partidos -Fuerzas
Militares, por la puesta en escena de las estrategias de guerra psicológica para
ganar la mente de los civiles: las campañas «cívico-militares», diseñadas por el
Pentágono en 1962 dentro del Plan Laso (Latín American Security Operation),
donde el ejército asumió la tarea de desarrollo de vías de penetración, campañas
de salud y de educación orientadas a controlar a la población civil41. Para sacar
adelante esa actividad las Fuerzas Militares se convirtieron en intermediarias entre
los Ministerios de Obras Públicas, Salud y Educación, y la comunidad. Este radio de
actividades se amplió en 1962 al asignarles la tarea de contribuir en la aplicación
de la reforma agraria -influyendo así dentro del INCORA (Instituto Colombiano de
Reforma Agraria)-.
Ahora bien, mientras en la primera fase las guerrillas se confundían entre guerrillas
liberales, comunistas y en algunos casos guerrillas mixtas, algunas de las cuales se
convirtieron en los antecedentes del bandolerismo de los años 50 y comienzos de
los 60, y otras se sometieron a los procesos de paz impulsados por el gobierno de
Rojas Pinilla en 1953, o simplemente deciden no operar más, para mediados de los
años 60 están apareciendo las organizaciones armadas activas que asumen el
carácter de guerrillas propiamente comunistas que enfrentan abiertamente al
sistema, y que Alberto Lleras describe: «no es ya sólo un caso de bandidaje suelto
sino que constituye un propósito internacional contra el sistema político
prevaleciente en el hemisferio» 42.
Así, la creación de las guerrillas comunistas de las FARC, el ELN y el EPL estuvo
relacionada con el contexto internacional, con la respuesta a la aplicación de las
políticas de Seguridad Nacional como el bombardeo a zonas donde los campesinos
orientados por el ilegalizado partido comunista había concentrado su acción tales
como Sumapaz, Yacopí y Viotá, Córdoba, el Tolima y el Huila principalmente,
grupos que son debilitados por las mismas fuerzas del Estado desde su formación
y que no representaron, en ese momento, una amenaza real a la seguridad y
estabilidad del sistema político. Posteriormente, a mediados de la década de los
años setenta, aparece el M-1943 con una propuesta urbana, con grandes hechos
publicitarios y en un momento donde el sistema político centralista y clientelista
estaba muy cuestionado, un momento de profunda crisis social que dio lugar a las
protestas cívicas encontrando su cima con el paro de septiembre de 1977 44. Este
panorama constituyó para las élites gobernantes la manifestación abierta de que
el comunismo estaba ad-portas del poder.
El Frente Militar no sólo tuvo a su cargo la lucha antisubversiva sino que, como se
planteó antes, copó acciones de otros ministerios, incluso asumiendo funciones de
responsabilidad judicial frente a civiles y creó mecanismos de vinculación directa
con la población civil, incluyendo sectores de ésta dentro de lo que se llamó
«militares de la reserva» que eran grupos de civiles -principalmente de industriales,
comerciantes y agentes de la burocracia que tenían la responsabilidad indirecta de
ser agentes en las empresas para controlar los sectores de trabajadores y posibles
actores del comunismo. Una especie de espías. Detrás de todas estas acciones
estuvo la Doctrina de Seguridad Nacional, que como describe Gustavo Gallón, su
credo,[...] afirma la existencia de una guerra permanente entre el occidente
cristiano y el oriente comunista cuya expresión en las naciones latinoamericanas
ante la imposibilidad presente de enfrentamiento armado mundial se daría a través
de la insurrección revolucionaria actual o potencial dentro de cada país 46.
Es igualmente una fase donde Colombia fue objeto de una de las mayores
intervenciones económicas del continente49, en alguna medida como
contraprestación a la fidelidad mostrada por este país hacia las políticas
anticomunistas orientadas por los Estados Unidos. Al respecto, el Embajador Cabot
decía: «Si queremos que Colombia emprenda otros programas militares [...] en
nuestro interés [...], tendremos que pagar por ellos, por lo menos como una forma
de proteger a Colombia de las cargas económicas que la agobian en este momento
[,..]»50.
De otra parte, como efecto abierto de la Guerra Fría, luego de las experiencias
obtenidas por nuestro ejército con las escuelas de lanceros o Escuelas Rangers de
los Estados Unidos, en donde participan nuestros militares a partir de 1955 en
cursos que se reproducirían en Colombia a partir de diciembre de 1955 con la
organización de la Escuela en El Nilo (Cundinamarca), Colombia se convirtió en
escuela de formación en tácticas de contraguerrilla para diferentes ejércitos de
América Latina. La importancia de este tipo de preparación radicó en que el curos
fue considerado como «el más indicado para la adquisición de la técnica de
combate irregular, toda vez que se les capacitaría como comandantes de pequeñas
unidades para el cumplimiento de misiones especiales» 51. Se trató de preparar al
ejército en la conducción de pequeñas patrullas de infantería, que en adelante se
convirtió en estrategia antisubversiva.
Con esta nueva orientación y con los desarrollos que estaba teniendo la insurgencia
en el continente, la «guerra de guerrillas» sería en adelante la estrategia que se
tendría que afrontar, así lo reconoce el ejército en 1962. La experiencia que va
adquiriendo el ejército colombiano y que se extiende a las demás fuerzas armadas,
incluida la policía, llevaron a hacer de las fuerzas militares una escuela de
formación en la lucha contra las guerrillas y contra el comunismo. Al respecto
Adolfo Atehortúa sostiene que:
Se podría sintetizar esta fase afirmando que fue un momento en el cual la política
norteamericana comprendió dos campos claramente definidos con un mismo fin:
de un lado estaban las acciones encaminadas a disminuir las condiciones de miseria
y pobreza con programas como la Alianza para el Progreso y el proyecto de reforma
agraria; de otro lado estaban las políticas y las acciones encaminadas a impedir el
avance de las fuerzas revolucionarias para lo cual los Estados Unidos mostraron su
disponibilidad de apoyar incondicionalmente cualquier tipo de régimen represivo,
con tal de que actuara en contra de todo lo que tuviese aire revolucionario. Los
ideales de libertad y democracia que habían orientado, el discurso durante la
primera fase fue reemplazado por la aplicación de la seguridad a cualquier precio.
Era la antesala del relanzamiento de la Guerra Fría con el auge de las guerrillas
centroamericanas y suramericanas.
Esta fase final de la Guerra Fría, fue, tal vez, la fase más violenta para el continente.
Tiene como límite inferior -en el contexto internacional el triunfo de la guerrilla
nicaragüense que logra derrocar del poder a Fulgencio Somoza, como límite
superior el derrumbe de la Unión Soviética; y en Colombia inicia con la expedición
del estatuto de la seguridad nacional (Decreto 1923 de 1978), y finaliza con la
expedición de una nueva carta política en la que juegan un papel importante
grupos guerrilleros como: el M-19, el EPL, el MAQL, el PRT, grupos guerrilleros
desmovilizados que reclaman su participación en la Asamblea Nacional
Constituyente. Fue un periodo en el que la amenaza de la subversión como actor
con capacidad para acceder al poder se hizo real en forma particular en
Centroamérica55. De un lado, los núcleos guerrilleros unificaron sus fuerzas en
países como Perú, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, y en el caso colombiano hubo
intentos con la propuesta de creación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
En algunos de estos espacios las guerrillas se transformaron en organizaciones
político-militares56, lo que les permitió movilizar grandes sectores de la población a
favor de la revolución y en contra de los gobiernos promovidos por los Estados
Unidos57. Simultáneamente se puso en práctica toda la política contrainsurgente
orientada desde el país del norte que comprendió todo tipo de acciones con el in
de reducir la influencia subversiva, acciones dentro de las que se incluyó el
asesinato selectivo de líderes, la guerra sucia, limpieza de zonas de presencia
subversiva para luego atacar sus bases, el bombardeo masivo de sectores
populares, todo esto con la asesoría de militares norteamericanos como quedó
demostrado con el asesinato de un consejero militar en El Salvador 58 y con los
contras en Nicaragua 59.
Muchas de las operaciones de la CIA fueron concebidas por Casey como grandes
diseños destinados a reforzar a un aliado de Estados Unidos o a desangrar a un
enemigo suyo, pero al final se redujeron a proporcionar armas a determinados
caudillos militares61.
Esta es sólo una descripción de la respuesta oficial ante los desarrollos del conflicto
en el país. Al igual que en Centroamérica, en Colombia las guerrillas y las
movilizaciones sociales estaban en crecimiento, hasta el punto de que la dirigencia
política vio realmente amenazada su estabilidad y, por ende se agudizaron también
las acciones represivas por parte del Estado. Ejemplo de lo anterior es la puesta en
marcha del Estatuto de Seguridad Nacional, impuesto por el entonces presidente
Julio Cesar Turbay y toda la política contrainsurgente que se derivó de ésta. Ya no
sólo se trataba de contener la violencia en los campos, ésta había regresado a las
ciudades donde los cinturones de miseria se convertían en un abono propicio para
la nueva fase de la violencia guerrillera.
5. Conclusiones
Se ha planteado una radiografía de las fases de la Guerra Fría en Colombia, que
aunque tuvo elementos en común con la periodización que se ha hecho de la
Guerra Fría universal, ésta tiene sus particularidades que muestran la necesidad de
hacer seguimientos a las formas como se desarrolló en cada uno de los espacios de
la geografía, proceso necesario para entender cómo cada país asumió o enfrentó
políticas del contexto mundial, pero también para ver cómo ese contexto
internacional transformó las realidades nacionales y sobre todo los imaginarios
colectivos.
En buena medida se puede observar que la forma como se vivió en Colombia, y en
general en el Continente americano el conflicto de la Guerra Fría, no responde a lo
que se vivió en el concierto universal pues mientras, por ejemplo, en el orden
universal durante los años sesenta se dio comienzo a un acercamiento entre los
dos modelos que se habían declarado en 1947 como antagónicos e irreconciliables
por el mismo presidente Truman, en América se presenta una intensificación de las
contradicciones entre defensores del comunismo y los defensores del capitalismo
que se manifiesta en la concreción de procesos subversivos con el auge de
guerrillas en casi todo el continente, con la toma del poder por parte de
organizaciones guerrilleras comunistas o por la llegada al poder de gobiernos de
corte socialista, por un lado; pero de otra parte también con el endurecimiento y
militarización de muchos regímenes incluidas las dictaduras que se convirtieron en
la forma de gobierno mayoritario en el continente; mientras la tercera fase del
concierto internacional corresponde a la disolución del comunismo, en el
continente se intensifica la lucha contra el comunismo por el mismo avance de las
organizaciones promotoras de esta forma de vida, con prácticas como el terrorismo
de estado diseñado y promovido desde los Estados Unidos e implementado
abiertamente por instituciones como la CIA. Lo anterior permite inferir la necesidad
de construir análisis sobre realidades concretas que puedan dar pistas sobre la
complejidad del fenómeno y la forma como en cada estado fueron asumidas
políticas y prácticas que se tradujeron en algunos casos, como el colombiano, en
afianzamiento de la crisis social y de la ola de violencia.
Finalmente, es necesario para una mejor comprensión del pasado no perder de
vista que la Guerra Fría fue en esencia una guerra por la conquista de las mentes,
una guerra que se desarrolló a través de instrumentos de la guerra psicológica y
que contó en Colombia con el apoyo de los líderes del gobierno que asumieron el
control del Estado y el ejercicio del poder, lo que se traduce en que ésta hizo
presencia en forma abierta o encubierta y que son esas raíces las que han inluido
en los procesos, las que hay que desentrañar para comprender mejor la historia
nacional.