Notas de Clase Diplomado-Nueve

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Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y Sociales

Aula libre- DIPLOMADO

PAZ, DESARROLLO TERRITORIAL Y DEMOCRACIA

NOTAS DE CLASE- NUEVE -


Este documento puntualizar y profundiza algunas ideas fuerzas de la exposición realizada durante
la X sesión del DIPLOMADO en el que se tocó el tema: GUERRA FRIA, COMUNISMO INTERNACIONAL
Y SU IMPACTO EN EL CONFLICTO COLOMBIANO desarrollada por el profesor, analista e investigador
JAIME ZULUAGA NIETO.

La guerra fría en Colombia


Una periodización necesaria

Liborio González -Cepeda

Resumen
El artículo presenta una periodización del desarrolló la Guerra Fría en Colombia, el
enfrentamiento entre potencias y bloques de poder que se trasladó al interior de
los países e hizo del conflicto un problema de relaciones al interior de cada uno.
Muestra la existencia de tres grandes periodos que si bien tienen puntos de
encuentro con las periodizaciones del conflicto internacional, tiene sus
particularidades que responden al devenir político del país. Siendo la guerra fría
una guerra internacional de ideas que asume como escenario el interior de cada
estado, su periodización se hace igualmente particular y toma como fundamento
los conflictos entre las diferentes fuerzas que luchan internamente por el poder.
Como confrontación por proyectos societales, el texto se ubica dentro de la historia
política y se desarrolla tomando como fuentes los documentos que dan cuenta de
las principales acciones, sucesos y políticas que desde los diversos actores explican
el devenir histórico del país. Pero como es parte de un conflicto internacional
también se toman como fuentes los documentos que relatan y describen las
principales acciones orientadas desde los Estados Unidos para el caso colombiano
y en general para el continente.

1. Introducción

Uno de los sucesos más significativos en la historia de la humanidad fue la Guerra


Fría, no sólo por su incidencia en la organización ideológica de los Estados, sino por
lo que significó para las naciones la adopción de políticas internas orientadas,
dirigidas y financiadas por los Estados Unidos, todo con el in de evitar que los
habitantes de estos países abrazaran la sola idea de darle cabida al comunismo. No
obstante su trascendencia, ha sido un tema marginal en el interés de los
historiadores nacionales, y sólo tangencialmente ha sido abordado por algunos
cientistas sociales, más desde la óptica de las relaciones internacionales que desde
cualquier otro ángulo.

La Guerra Fría significó un viraje total en las relaciones de poder, en la organización


misma del Estado, y principalmente en los imaginarios, se hace necesario iniciar
por presentar una propuesta de periodización de este conflicto para el caso
particular colombiano que comprende, primero, una fase de adopción del lenguaje
anticomunista o de ideologización de la sociedad (1948-1958), un segundo
momento donde el comunismo se hace presente como objeto real (1958-1979), y
una tercera fase de agudización del conflicto (1979-1991). Lo anterior obedece a
que si bien en la historiografía universal existe una periodización que responde a
las particularidades del enfrentamiento entre la Unión Soviética y los Estados
Unidos, es necesario, en un ejercicio de comprensión más objetiva de la historia
nacional, el estudiar cómo se presenta este fenómeno en Colombia, con sus
intensidades y particularidades.

La historiografía universal 1 reconoce las siguientes fases de la guerra fría: Una


primera comprendida entre 1948 y 1953 caracterizada por la consolidación del
bipolarismo, la crisis de Berlín de 1948, la formación de las dos repúblicas
alemanas, la formación de China comunista y su inserción en el escenario
internacional, el conflicto en Corea y el desarrollo del Macartismo y la caza de
Brujas en Norteamérica; una segunda fase ubicada entre 1953 y 1970/75, llamada
de coexistencia pacífica, que coincide con la muerte de Stalin, la llegada al poder
de Kruschev y su declaración de la posibilidad de la coexistencia de los dos modelos
políticos con solución pacíica de las diferencias, las expresiones de guerras
localizadas en el Canal del Suez, la revuelta de Hungría en 1956, la crisis de los
misiles en Cuba, la segunda crisis de Berlín, la creación del muro en 1961, y la guerra
de Vietnam; y la tercera fase entre 1975 y 1990/91 o fase final con los últimos
movimientos de la URSS en Afganistán, Camboya, Angola y Mozambique, el apoyo
norteamericano a las dictaduras y gobiernos derechistas en América como en Chile,
Argentina, Uruguay, Nicaragua, entre otros; el fortalecimiento de las guerrillas en
Centroamérica y el impulso a las «contras» por parte del gobierno de los Estados
Unidos, la guerra de las Galaxias impulsada por Reagan, el dominio neoconservador
en EEUU y Gran Bretaña con Reagan y Margaret Tacher, la crisis y desintegración
de la URSS con Gorbachov, entre los sucesos más significativos.

Teniendo los anteriores referentes de la forma más común de periodizar lo que fue
la Guerra Fría, y que responde a una mirada tradicional del conflicto donde primó
lo bélico o la amenaza más latente de convertirse en enfrentamiento armado entre
las dos potencias, encontramos que ésta percepción de los períodos no se
corresponde con las vivencias o desarrollos en el continente americano y de forma
puntual con los hechos que se vivieron en Colombia. El problema de esa
periodización global radica en que se asumió como criterio el de la lógica de las
confrontaciones, esto es, el clima del enfrentamiento o de acciones en donde las
dos superpotencias estuvieron más próximas a hacer uso de la fuerza, dejando de
lado el hecho de que durante todo ese periodo de 1947 a 1991 no existió un choque
militar directo que confrontara las fuerzas militares de las dos potencias, y que por
el contrario, la guerra se trasladó al interior de las naciones convirtiéndose en un
enfrentamiento entre habitantes del mismo país; por esta razón, la necesidad de
una periodización local se ubica en el hecho de que la llamada «guerra fría» fue, en
esencia, una guerra por la conquista de las mentes y las voluntades de los
habitantes de las diversas naciones, primero para impedir el desarrollo de la otra
concepción del mundo, y segundo, para mantener cohesionado a los países dentro
del bloque. Desde esta otra lógica de la Guerra Fría, las acciones de los
gobernantes, sus discursos, políticas y decisiones durante todo este periodo
estuvieron enmarcados dentro de ese lenguaje de tensión y de miedo al
comunismo, determinando así los niveles de confrontación interna y dándole a la
historia de la Guerra Fría su propia dinámica que permite su periodización así: una
fase de consolidación ideológica y de Unidad nacional entre 1948 y 1958; una
segunda fase donde el enemigo interno se consolida a partir de la formación de
guerrillas de corte comunista y se impone la necesidad de la seguridad antes que
la solución a los problemas, periodo comprendido entre 1958 y 1978; y la tercera
fase, la fase de la guerra abierta entre 1979 y 1990/91, donde la amenaza
comunista es concebida como real por los niveles de desarrollo y control alcanzado
por las organizaciones guerrilleras tanto en Colombia como en Centroamérica.
Por esta razón, el ejercicio se realiza a partir de una descripción del contexto
americano y se consolida con la descripción de los principales hechos que marcaron
la vida nacional y que estuvieron relacionados con el conflicto universal de la
segunda mitad del siglo XX.

2. Primera Fase: Consolidación del imaginario anticomunista:


1948-1958

El hecho que marcó el comienzo de la Guerra Fría en Colombia, -y en América


Latina, según Gonzalo Sánchez 2-, lo constituyó el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán
en Bogotá el 9 de abril de 1948. Si bien desde la Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos venía promoviendo la necesidad de crear esquemas de «defensa del
hemisferio» frente a un posible «enemigo externo», los hechos del 9 de abril, en
plena reunión de la IX Conferencia Panamericana, significaron para el presidente
Truman y para su Secretario de Estado, George Marshall presente en la Conferencia
en Bogotá, una oportuna y excelente demostración de que el comunismo soviético
tenía pretensiones expansionistas en este hemisferio. Si bien, los Estados Unidos a
través de su secretario de Estado habían propuesto que en la Conferencia se
analizara el tema de la subversión y el comunismo en el continente 3. Ésta propuesta
no tuvo acogida por parte de los representantes de varios países y por ende no
formó parte de la agenda final acordada. Este clima internacional en donde muchos
países se negaban a aceptar ciegamente las recomendaciones de los Estados
Unidos cambió luego del 9 de abril con el asesinato de Gaitán. El hecho fue
aprovechado inmediatamente por la potencia capitalista para confirmar y difundir
la idea de que América Latina comenzaba a ser objeto del expansionismo
comunista soviético. Ante estas «evidencias» las posiciones adversas de algunos
países cambian y se empieza a consolidar una unidad hemisférica alrededor de las
imposiciones y políticas emanadas desde el país del norte 4 que garantizarían la
«contención» de la amenaza roja.

Si bien, los objetivos de integración que se venían adelantando en el continente no


eran homogéneos en el sentido que convocaran la voluntad de todos los gobiernos,
como se mencionó anteriormente, los hechos de Bogotá si se convirtieron en su
acelerador. La irma de la Ley de Seguridad Mutua de 1951 y el Pacto de Ayuda
Militar -MAPen 1952 como desarrollos del Tratado de Asistencia Recíproca de
1947, son ejemplos que reflejan la incursión de los Estados Unidos en el
direccionamiento de la política colombiana. Uno de los aspectos abordados fue la
destinación de recursos para fortalecer los ejércitos latinoamericanos y para la
preparación de los hombres que se encargarían de dar los golpes militares y de
establecer las dictaduras en buena parte del continente, en particular en aquellos
países donde se insinuaban procesos revolucionarios o luchas populares como
Bolivia, Cuba, Guatemala, Argentina y Venezuela 5. Con estas medidas se pretendió
fortalecer la seguridad del continente, mientras contradictoriamente Estados
Unidos se presentaba como defensor de la democracia y de las libertades.

Esta fase coincide con el momento de consolidación del bipolarismo político a nivel
mundial; podría llamarse la «fase política» de la Guerra Fría que buscó arraigar la
hegemonía ideológica en la medida que la pretensión de cada una de las potencias
era imponerse sobre la otra y hacer de su proyecto societal el único válido.
Corresponde al momento en que se pretendió hacer prevalecer la idea de
«seguridad colectiva» a través de instituciones políticas, económicas, culturales y
militares como el TIAR y la OEA en América, y de la estructuración de las acciones
colectivas como característica de la diplomacia intercontinental. La lógica que
imperó en esta coyuntura fue la de que la paz internacional era viable sólo a través
de la solidaridad, es decir, por el mayor grado de cooperación que se ofrecieran
recíprocamente los Estados. En esta fase, si bien hay grandes tensiones a nivel
mundial, también existen permanentes acuerdos para garantizar los límites y la
estructura del sistema mundial que nace de la conferencia de Yalta (febrero de
1945), en la que La Cortina de Hierro expresa ese acuerdo tácito para que la
revolución socialista no avanzara hacia occidente, ni el capitalismo se implantara
en el bloque soviético 6. La Segunda Guerra Mundial terminaba con un el
establecimiento de una frontera física e ideológica que finalmente dividió a Europa
en los dos bloques y que fue confirmada por Churchill cuando en una conferencia
en Estados Unidos en 1946 dijo: «Desde Stettin en el Báltico, a Trieste, en el
Adriático, ha caído sobre el continente (Europa) un telón de acero»7. Se trató de
trazar la línea hasta donde podían actuar cada una de las nuevas potencias que de
aliadas iniciaban su vida de enemigas y antagónicas.

En el caso colombiano, esta es una fase de transición, en donde, a pesar de coincidir


con la fase de más alta exacerbación de los odios partidistas, también se dio paso
a la confluencia de los dirigentes partidistas, donde el imaginario comunista que
estuvo ligado al liberalismo se va deslindando de esta corriente política para, poco
a poco, irse convirtiendo en el nuevo enemigo, ahora sí el comunismo propiamente
dicho.
Se puede afirmar que es la fase en la cual se propician las condiciones ideológicas
que tienen que ver con la consolidación del «imaginario anticomunista y
antisoviético», tanto en la dirigencia política como en las fuerzas militares, y se
crean las condiciones para el intervencionismo americano en los campos político,
económico y social. Es el momento en el que Estados Unidos consolidó las
condiciones para influir en el rumbo de la política Colombiana y Latinoamericana;
precisamente en esta fase se encuentran en desarrollo las políticas diseñadas como
parte del Programa del Punto Cuatro 8 -como se le llamó a la política de Truman
para contener al comunismo-, dentro de las cuales América fue uno de los
principales objetivos.

En Colombia, además del asesinato de Gaitán, tuvo lugar en esta fase la formación
de las primeras guerrillas tanto comunistas 9 como liberales10. Precisamente Daniel
Pereyra nos habla de la guerrilla organizada por Rafael Rangel en la región de San
Vicente de Chucurí -Santander-llamada Fuerza de Resistencia Civil, de las guerrillas
del Llano formadas por Eduardo Franco y de las que forman en el departamento de
Tolima con influencia del Partido Comunista 11. Fue tan significativo el desarrollo y
acogida de estas organizaciones en la población que Pereyra habla de que «para
1952 la guerrilla operaba en doce frentes regionales, sumaba entre 35.000 y 40.000
hombres armados, y constituía un peligro para el régimen, asumiendo el carácter
de una verdadera revolución social» 12. El Mayor Gonzalo Bermúdez considera que
los niveles de desarrollo y articulación entre estas nuevas fuerzas irregulares
fueron muy significativos hasta el punto en que la correlación de fuerzas ya era
favorable a las fuerzas guerrilleras 13. Casi en el mismo orden se encuentra el
planteamiento de Elsa Blair hablando de más o menos unos 20.000 hombres
alzados en armas, con niveles de articulación como lo demuestra la Conferencia de
Boyacá en 1952 organizada por los comunistas, y la promulgación de La Primera
Ley del Llano en el mismo año por parte de las guerrillas liberales 14. Estos
desarrollos son leídos por estos autores como el comienzo en la transformación de
la lucha partidaria en una lucha social. Se trató de una coyuntura en donde algunos
de los grupos armados catalogados como guerrillas luchaban contra el gobierno y
no contra el sistema, mientras otros, que ya tenían una mayor educación política e
ideológica como las guerrillas del Sumapaz y del Tolima, definían sus objetivos
contra el sistema, según Gonzalo Bermúdez 15. A pesar de ser precaria la formación
y estructuración de estos grupos, algunos habían entrado en una fase de transición
hacia la construcción de verdaderas guerrillas, aunque sólo fuera, como airma este
mismo autor, la primera fase de la lucha clasista 16.
Como complemento de esta coyuntura se encuentran las presiones que diferentes
actores, incluido los Estados Unidos, ejercían sobre el partido liberal para que
deiniera sus relaciones con el comunismo representado en el partido comunista y
el sindicalismo. Dentro de este juego de presiones tuvo lugar la prohibición del
comunismo a través del Acto legislativo n° 6 de 1954 emitido por la Asamblea
Nacional Constituyente el 7 de septiembre 17. El Artículo 1° reza: «Queda prohibida
la actividad política del comunismo internacional. La ley reglamentará la manera
de hacer efectiva esta prohibición» 18. Y efectivamente, el Decreto Legislativo 434
de 1956 reglamentó este mandato ordenando prisión de uno a cinco años o
relegación a colonia penal agrícola para quien tomara parte en actividades políticas
de índole comunista; interdicción del ejercicio de derechos y funciones públicas por
diez años; y en incapacidad para actuar como dirigente sindical por el mismo
tiempo19.

Adicionalmente, en este periodo se puso a prueba la experiencia adquirida por el


Ejército en Corea junto con los aprendizajes en Estados Unidos, y se propició toda
la modernización ideológica, organizacional, táctica y logística con la nueva
dotación armamentística de las FFMM, incluida la unificación de las fuerzas en un
solo mando, hecho que se produjo en 1952 con la creación del Comando General
de las Fuerzas Armadas, adscrito hasta el entonces Ministerio de Guerra (hoy
Ministerio de Defensa) 20; con estas acciones, la aparente neutralidad política del
Ejército se rompió e inició a ser actor importante de la vida política a través de sus
más altos dirigentes que pasaron a ocupar cargos como Ministros, Gobernadores,
Alcaldes y otros cargos de la administración pública21. Ahora estaban dentro del
conflicto al lado de las ideas anticomunistas del conservatismo y de sectores
liberales, respondiendo a los objetivos de seguridad militar y haciendo el trabajo
de contención del campo político del comunismo.

En términos generales se puede afirmar que esta fue una fase donde las políticas y
los lenguajes orientados desde los Estados Unidos se adoptaron sin discusión
alguna, salvo unas tibias controversias frente a la actividad religiosa de los
protestantes -que podían ser semillas para el comunismo-, y algunas insinuaciones
de divergencia frente a la función del capital internacional y su papel en la
disminución de la pobreza y desigualdad, planteadas por Gustavo Rojas como
presidente. Instituciones y población estaban listas para el nuevo nivel de
confrontación.

3. Segunda Fase: Aparece con claridad el enemigo: 1958-1979


En el contexto internacional este periodo estuvo limitado por las dos revoluciones
insurgentes exitosas en América: la revolución cubana y la revolución
nicaragüense. Igualmente coincide con la fase de existencia de varios modelos de
movimientos comunistas a nivel internacional. Como afirma Hobsbawm:

Sólo a partir de 1956 tuvieron los revolucionarios la posibilidad de elegir


entre varios movimientos eficaces desde el punto de vista político o
insurreccional. Pero todos ellos -diversas ramas del trotskismo, el maoísmo
y grupos inspirados por la revolución cubana de 1959eran de inspiración más
o menos leninista22.De lo que derivó el fraccionamiento del movimiento
comunista.

De otra parte, la llegada de Fidel Castro al poder y su posterior declaración de que


en Cuba existía un régimen marxista-leninista se convirtió en el catalizador del
miedo al comunismo, no sólo para los dirigentes norteamericanos, sino también
para las clases adineradas de Latinoamérica como lo afirmó Tom Polgar que se
desempeñaría como jefe del departamento de inteligencia exterior de los Estados
Unidos, en la división latinoamericana, entre 1965 y 1967 23. Frente a este hecho se
inauguró lo que podría definirse como la fase de «acciones abiertas directas»,
primero con la llamada crisis de los misiles, luego, en 1965, con la intervención en
República Dominicana24, continúo en 1973 con el derrocamiento en Chile del
presidente Salvador Allende 25. Para los norteamericanos fue la mejor manera de
evitar que el comunismo internacional destruyera las democracias en
Latinoamérica. Varios golpes de estado y apoyos a gobiernos dictatoriales 26 en este
periodo fueron justificados por la necesidad de establecer gobiernos fuertes que
impidieran las amenazas del enemigo externo que actuaba a través del enemigo
interno.

En este contexto internacional el triunfo de la revolución cubana cambió las


dinámicas y las acciones de los Estados Unidos frente al resto del continente, y
simultáneamente cambió el rol y la orientación de los organismos de cooperación.
Con el derrocamiento de Batista en 1959, el comunismo dejó de ser un fantasma y
se ubicó en las puertas del país más poderoso del mundo. Esta polarización se
acentuó con las proclamaciones hechas tanto en la Primera como en la Segunda
Declaración de la Habana, donde se planteó la necesidad de promover una
liberación de América y del mundo frente a la fuerza más importante del sistema
imperialista mundial, de ahí la decisión de los revolucionarios cubanos y del Che
Guevara en particular, de impulsar la revolución armada en tierras suramericanas 27
así como en Asia y África afirmando que «Atacar dura e interrumpidamente en cada
punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos» 28. A partir de
esta coyuntura, la presencia de guerrillas en el resto del continente fue una
realidad29 y una preocupación adicional para la seguridad norteamericana. A esa
presencia se le suman los intentos de coordinación global de las guerras tanto de
liberación como las de orientación revolucionaria hacia el socialismo con la
creación en la Habana Cuba, el 15 de enero de 1966, de la Organización de
Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL) bajo la
secretaria de Osmany Cienfuegos Gorriarán 30, así como la adopción de la consigna
«Crear dos, tres, muchos Viet Nam» dejada en el documento Mensaje a todos los
pueblos del mundo a través de la Tricontinental, 31 por el Che antes de partir para
Bolivia a crear el destacamento guerrillero internacionalista, consigna que se
convirtió en una convocatoria a la solidaridad de muchos pueblos y sectores
sociales. Bajo el lema de que el imperialismo era uno sólo y que debía atacársele
por todas partes en una «guerra total» muchos grupos guerrilleros aparecen en los
tres continentes, en algunos lugares con la pretensión de alcanzar el poder y en
otros como una forma de respaldar las luchas del pueblo de Viet Nam, visto en ese
momento como una nueva esperanza de victoria de todo el mundo.

La estrategia propuesta por el Che se puede sintetizar en el siguiente fragmento:


Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de
diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un
minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aún dentro de los mismos: atacarlo
donde quiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que
transite. Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento
que asoma32.

Con este panorama, las acciones no podían seguir siendo de contención del
comunismo. Si ya los Estados Unidos habían lanzado la consigna de no permitir otra
Cuba, con ese nuevo ambiente revolucionario en los tres continentes, la respuesta
no podía ser otra que intervenir en cualquier lugar donde el orden establecido
fuese alterado poniendo en peligro sus intereses. Ahora se debía atacar y eliminar
de raíz al comunismo donde quiera que mostrara sus tentáculos, para lo cual
desarrollaron dos estrategias básicas: una orientada a disminuir las condiciones de
pobreza de la población por medio del programa Alianza para el Progreso,
buscando, a través de la cooperación económica, eliminar las grandes injusticias
sociales, lo que no era nada distinto a intensificar el objeto mismo de la OEA de
que «los países más prósperos o desarrollados pudieran contribuir con sus recursos
al desarrollo de los atrasados» 33. Colombia jugó un papel importante en este
proceso a través de la presidencia de Alberto Lleras primer mandatario del Frente
Nacional (1958-1962), quien aseguró que en política internacional Colombia
debería:
[...] promover el desarrollo económico y el bienestar social en un mundo
atrasado, feudal en muchas de sus formas, ansioso de un mejoramiento
radical y rápido, en crecimiento demográfico vertiginoso, y destinado a ser
en pocos años el más grande centro de perturbación del Occidente 34.

Dilema que vivían igualmente la mayoría de Estados en el continente. Se trató de


una respuesta de occidente ante el atractivo mundo comunista que mostraba
acelerados procesos de crecimiento y desarrollo; mientras en América Latina las
políticas de empresa privada, libertad económica y libre competencia -planteadas
como respuesta a las demandas en la IX Conferencia de Bogotá por Marshall-, no
daban los frutos esperados en materia de justicia social. Lleras expresó la urgencia
de este cambio a través de una carta enviada en 1958 al presidente Kubitscheck de
Brasil, en la que señala:

Pero está llegando el momento en que habrá que tomar decisiones rápidas
para impedir que nuestros pueblos se desengañen y desorienten sobre su
porvenir y piensen que a su seguridad, a su bienestar y a la justicia social se
les podría hacer el holocausto de libertades que no siempre entienden ni
beneficia por igual a todas las clases sociales. El subdesarrollo
latinoamericano es ya una carga para el mundo occidental y puede
convertirse en un grave peligro. Existe la posibilidad de impulsar el
desenvolvimiento económico latinoamericano y de convertir el continente
entero en una reserva de la libertad, haciendo el experimento decisivo de
transformar las condiciones de países atrasados sin que ninguno de los
principios políticos, morales y jurídicos de nuestra civilización tengan que
sacrificarse a esa empresa 35.

En este mismo sentido, en un mensaje al Congreso, Alberto Lleras afirmó:

[...] el gobierno colombiano tomó constantemente la iniciativa para


promover un cambio en la política de cooperación económica
interamericana. No entendió, en ningún momento, que pudiera hacerse
separación ente los diversos aspectos de la circunstancia histórica en que
está viviendo la América Latina. Nuestra política exterior partía de un hecho
cierto: el nuevo teatro de la guerra fría entre dos concepciones antagónicas
del destino de la humanidad era, obviamente, nuestro hemisferio 36.

La otra estrategia de confrontación con los posibles focos subversivos -más directa
y abierta-, se plasmó inicialmente en el Plan LASO u «Operaciones de Seguridad
para América Latina», y luego se concretó en la Doctrina de la Seguridad Nacional
o de «contraguerrilla», que como la describe Joseph Comblin, no se trató sólo de
una acción militar, sino de una práctica que abarcaba indirectamente toda la
política37. Esta involucró procesos de unificación de las Fuerzas Armadas y
policiales, la asignación a éstas de la tarea del control interno, -el orden interno-,
la creación de grupos contraguerrillas con participación centralizada del mando
pero con unidades de despliegue rápido y participación de la aviación, la re-
significación de la inteligencia militar ubicándola con el papel de ser la fuente de
información; del uso de todas las formas posibles para contrarrestar el avance del
comunismo, incluida la tortura, el bombardeo, etc. Fue la aplicación de la estrategia
de «quitar el agua al pez» que había utilizado Gran Bretaña en Malasia, Francia en
Vietnam y Argelia, y Norteamérica en Vietnam, según Pereyra 38. Todas estas
acciones estuvieron acompañadas o promovidas por las dictaduras militares que
se impusieron en el continente americano, o por legislaciones especiales que
limitaron todo tipo de libertades, mientras los norteamericanos trataban de
mostrarse al mundo como los abanderados precisamente de la libertad y de la
democracia.

Se trató de una fase de la Guerra Fría donde se priorizó más el orden que la justicia.
Estados Unidos, si bien miró a América Latina por el caso de Cuba a finales de los
años cincuenta, y de Chile a comienzos de los setenta, su ojo estuvo puesto en el
conflicto de Vietnam y en fortalecer su economía de libre mercado, bajo el
supuesto de que si la economía funcionaba bien se podían evitar las crisis sociales.
El precepto que aparece es que se necesitaba de una absoluta libertad de comercio
y de capitales para alcanzar el desarrollo social. En este periodo, más que en hacer
realidad la libertad y la democracia, la preocupación se centró en impedir las
protestas sociales, en limitar las posibilidades de que la sociedad se empoderara
en el poder para propiciar cambios, pero también en crear las condiciones para la
seguridad de la inversión norteamericana en aumento; por esta razón, para los
Estados Unidos fue prioritario el contar con gobiernos aliados y fuertes por lo que
promovió por todos los medios, incluidas las prácticas que se describen de la CIA,
la imposición de dictaduras de derecha en casi todo el continente, al igual que en
países de Asia, África y Medio Oriente. El cuento de la «amenaza del comunismo
internacional» estaba siendo capitalizado para lograr aglutinar la dirigencia y hacer
que se actuara solidariamente con acciones que tomaron el carácter de
intervencionismo en la vida interna de los estados. Las dictaduras y los gobiernos
de derecha se convirtieron en formas «benignas» de gobierno, según lo muestra el
presidente Nixon39.

En términos generales se puede afirmar que a nivel internacional la respuesta


militar de los Estados Unidos se enmarcó dentro de la estrategia de reacción
flexible40, que consistió en proporcionar la ayuda económica y militar, así como el
entrenamiento a los aliados, sin comprometer abiertamente las fuerzas
norteamericanas, o con el comprometimiento de las fuerzas convencionales donde
fuera indispensable; contexto que estuvo acompañado de una relajación en la
percepción frente a la intencionalidad soviética, es decir, se asumió que los
soviéticos no estaban interesados en hacer de América un polvorín hacia el
comunismo.

En el orden interno esta fase está marcada por el desarrollo del Frente Nacional
como expresión de unidad de las élites políticas, por la consolidación de la columna
vertebral sobre la cual se va a sostener el Frente Nacional: partidos -Fuerzas
Militares, por la puesta en escena de las estrategias de guerra psicológica para
ganar la mente de los civiles: las campañas «cívico-militares», diseñadas por el
Pentágono en 1962 dentro del Plan Laso (Latín American Security Operation),
donde el ejército asumió la tarea de desarrollo de vías de penetración, campañas
de salud y de educación orientadas a controlar a la población civil41. Para sacar
adelante esa actividad las Fuerzas Militares se convirtieron en intermediarias entre
los Ministerios de Obras Públicas, Salud y Educación, y la comunidad. Este radio de
actividades se amplió en 1962 al asignarles la tarea de contribuir en la aplicación
de la reforma agraria -influyendo así dentro del INCORA (Instituto Colombiano de
Reforma Agraria)-.

Ahora bien, mientras en la primera fase las guerrillas se confundían entre guerrillas
liberales, comunistas y en algunos casos guerrillas mixtas, algunas de las cuales se
convirtieron en los antecedentes del bandolerismo de los años 50 y comienzos de
los 60, y otras se sometieron a los procesos de paz impulsados por el gobierno de
Rojas Pinilla en 1953, o simplemente deciden no operar más, para mediados de los
años 60 están apareciendo las organizaciones armadas activas que asumen el
carácter de guerrillas propiamente comunistas que enfrentan abiertamente al
sistema, y que Alberto Lleras describe: «no es ya sólo un caso de bandidaje suelto
sino que constituye un propósito internacional contra el sistema político
prevaleciente en el hemisferio» 42.

Así, la creación de las guerrillas comunistas de las FARC, el ELN y el EPL estuvo
relacionada con el contexto internacional, con la respuesta a la aplicación de las
políticas de Seguridad Nacional como el bombardeo a zonas donde los campesinos
orientados por el ilegalizado partido comunista había concentrado su acción tales
como Sumapaz, Yacopí y Viotá, Córdoba, el Tolima y el Huila principalmente,
grupos que son debilitados por las mismas fuerzas del Estado desde su formación
y que no representaron, en ese momento, una amenaza real a la seguridad y
estabilidad del sistema político. Posteriormente, a mediados de la década de los
años setenta, aparece el M-1943 con una propuesta urbana, con grandes hechos
publicitarios y en un momento donde el sistema político centralista y clientelista
estaba muy cuestionado, un momento de profunda crisis social que dio lugar a las
protestas cívicas encontrando su cima con el paro de septiembre de 1977 44. Este
panorama constituyó para las élites gobernantes la manifestación abierta de que
el comunismo estaba ad-portas del poder.

El ascenso de la protesta popular y de la violencia guerrillera presentaba un


ambiente en el que el enemigo interno, el comunismo, era visto con pasos gigantes.
Este contexto llevó al Estado colombiano a hacer una readecuación de su
operatividad a través del Decreto 1573 de 1974 45, por medio del cual se crearon
cinco frentes de trabajo, cada uno bajo la responsabilidad de un ministerio, todos
en función de la Doctrina de Seguridad Nacional. Las tareas quedaron distribuidas
así:
➢ Frente Interno: Ministerio de Gobierno
➢ Frente Externo: Ministerio de Relaciones Exteriores
➢ Frente Económico: Ministerio de Hacienda y Crédito Público
➢ Frente Militar: Ministerio de Defensa Nacional
➢ Frente Científico: Ministerio de Educación Nacional

El Frente Militar no sólo tuvo a su cargo la lucha antisubversiva sino que, como se
planteó antes, copó acciones de otros ministerios, incluso asumiendo funciones de
responsabilidad judicial frente a civiles y creó mecanismos de vinculación directa
con la población civil, incluyendo sectores de ésta dentro de lo que se llamó
«militares de la reserva» que eran grupos de civiles -principalmente de industriales,
comerciantes y agentes de la burocracia que tenían la responsabilidad indirecta de
ser agentes en las empresas para controlar los sectores de trabajadores y posibles
actores del comunismo. Una especie de espías. Detrás de todas estas acciones
estuvo la Doctrina de Seguridad Nacional, que como describe Gustavo Gallón, su
credo,[...] afirma la existencia de una guerra permanente entre el occidente
cristiano y el oriente comunista cuya expresión en las naciones latinoamericanas
ante la imposibilidad presente de enfrentamiento armado mundial se daría a través
de la insurrección revolucionaria actual o potencial dentro de cada país 46.

Esta nueva etapa de la lucha revolucionaria y la presencia de organizaciones


políticas legales de izquierda disputando el poder al Frente Nacional, induce a las
fuerzas armadas a reorientar su política hacia aspectos cada vez más sutiles de
poder; no solo se trataba de enfrentar a estos grupos en el terreno puramente
militar, sino que se orientó el trabajo hacia la guerra psicológica 47, «hacia las
mentes y las conciencias de la población civil» 48. La generalidad de las Fuerzas
Militares ya había hecho propio el credo anticomunista y adoptado las estrategias
de guerra irregular para contrarrestar al enemigo.

Es igualmente una fase donde Colombia fue objeto de una de las mayores
intervenciones económicas del continente49, en alguna medida como
contraprestación a la fidelidad mostrada por este país hacia las políticas
anticomunistas orientadas por los Estados Unidos. Al respecto, el Embajador Cabot
decía: «Si queremos que Colombia emprenda otros programas militares [...] en
nuestro interés [...], tendremos que pagar por ellos, por lo menos como una forma
de proteger a Colombia de las cargas económicas que la agobian en este momento
[,..]»50.

De otra parte, como efecto abierto de la Guerra Fría, luego de las experiencias
obtenidas por nuestro ejército con las escuelas de lanceros o Escuelas Rangers de
los Estados Unidos, en donde participan nuestros militares a partir de 1955 en
cursos que se reproducirían en Colombia a partir de diciembre de 1955 con la
organización de la Escuela en El Nilo (Cundinamarca), Colombia se convirtió en
escuela de formación en tácticas de contraguerrilla para diferentes ejércitos de
América Latina. La importancia de este tipo de preparación radicó en que el curos
fue considerado como «el más indicado para la adquisición de la técnica de
combate irregular, toda vez que se les capacitaría como comandantes de pequeñas
unidades para el cumplimiento de misiones especiales» 51. Se trató de preparar al
ejército en la conducción de pequeñas patrullas de infantería, que en adelante se
convirtió en estrategia antisubversiva.

Con esta nueva orientación y con los desarrollos que estaba teniendo la insurgencia
en el continente, la «guerra de guerrillas» sería en adelante la estrategia que se
tendría que afrontar, así lo reconoce el ejército en 1962. La experiencia que va
adquiriendo el ejército colombiano y que se extiende a las demás fuerzas armadas,
incluida la policía, llevaron a hacer de las fuerzas militares una escuela de
formación en la lucha contra las guerrillas y contra el comunismo. Al respecto
Adolfo Atehortúa sostiene que:

Como resultado de la promovida necesidad y efectividad de los lanceros, las fuerzas


militares de varios países latinoamericanos solicitaron asistir a los cursos
contraguerrilleros dictados en Colombia, los cuales empezaron a programarse en
1966 como versión internacional, con el aval de la Escuela de las Américas 52.
Así, dentro de ese marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional se puso todo el
aparato político del Estado a funcionar bajo la lógica de la Guerra Fría: ahora no
sólo era la contención, había que prevenir el comunismo actuando directamente
sobre las condiciones sociales y económicas de las comunidades.
Contradictoriamente, mientras en el orden internacional se hablaba de distención
entre las potencias en la medida que el mundo fue rompiendo el bipolarismo para
dar paso a un multipolarismo, con la aparición de China en el campo comunista y
de la Unión Económica Europea, primero y luego Unión Europea en la órbita
capitalista y por la existencia de un respeto tácito entre Estados Unidos y la Unión
Soviética, iniciado por Jimmy Carter 53 en el orden interno las fuerzas que se estaban
consolidando como antagónicas entran en un proceso de radicalización que elevó
las tensiones y las preocupaciones: De un lado, el Partido Comunista adoptó en
1961 la bandera de la «combinación de todas las formas de lucha» asumiendo con
esta una actitud abiertamente favorable a la acción armada, coincidiendo con otras
organizaciones políticas como el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino
(MOEC) y el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), dirigido por el
sacerdote Camilo Torres, y en la línea dura y las juventudes del MRL proclives a la
retórica revolucionaria54. De otro lado, los partidos tradicionales, a través de las
políticas del Frente Nacional, también se ubicaron del lado promotor de las
acciones de choque, de tal forma que mientras el mundo estaba hablando de
distensión, nosotros estábamos en plena tensión de las fuerzas contradictorias.

Se podría sintetizar esta fase afirmando que fue un momento en el cual la política
norteamericana comprendió dos campos claramente definidos con un mismo fin:
de un lado estaban las acciones encaminadas a disminuir las condiciones de miseria
y pobreza con programas como la Alianza para el Progreso y el proyecto de reforma
agraria; de otro lado estaban las políticas y las acciones encaminadas a impedir el
avance de las fuerzas revolucionarias para lo cual los Estados Unidos mostraron su
disponibilidad de apoyar incondicionalmente cualquier tipo de régimen represivo,
con tal de que actuara en contra de todo lo que tuviese aire revolucionario. Los
ideales de libertad y democracia que habían orientado, el discurso durante la
primera fase fue reemplazado por la aplicación de la seguridad a cualquier precio.
Era la antesala del relanzamiento de la Guerra Fría con el auge de las guerrillas
centroamericanas y suramericanas.

4. Tercera Fase: La amenaza se hace real: 1979-1991

Esta fase final de la Guerra Fría, fue, tal vez, la fase más violenta para el continente.
Tiene como límite inferior -en el contexto internacional el triunfo de la guerrilla
nicaragüense que logra derrocar del poder a Fulgencio Somoza, como límite
superior el derrumbe de la Unión Soviética; y en Colombia inicia con la expedición
del estatuto de la seguridad nacional (Decreto 1923 de 1978), y finaliza con la
expedición de una nueva carta política en la que juegan un papel importante
grupos guerrilleros como: el M-19, el EPL, el MAQL, el PRT, grupos guerrilleros
desmovilizados que reclaman su participación en la Asamblea Nacional
Constituyente. Fue un periodo en el que la amenaza de la subversión como actor
con capacidad para acceder al poder se hizo real en forma particular en
Centroamérica55. De un lado, los núcleos guerrilleros unificaron sus fuerzas en
países como Perú, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, y en el caso colombiano hubo
intentos con la propuesta de creación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
En algunos de estos espacios las guerrillas se transformaron en organizaciones
político-militares56, lo que les permitió movilizar grandes sectores de la población a
favor de la revolución y en contra de los gobiernos promovidos por los Estados
Unidos57. Simultáneamente se puso en práctica toda la política contrainsurgente
orientada desde el país del norte que comprendió todo tipo de acciones con el in
de reducir la influencia subversiva, acciones dentro de las que se incluyó el
asesinato selectivo de líderes, la guerra sucia, limpieza de zonas de presencia
subversiva para luego atacar sus bases, el bombardeo masivo de sectores
populares, todo esto con la asesoría de militares norteamericanos como quedó
demostrado con el asesinato de un consejero militar en El Salvador 58 y con los
contras en Nicaragua 59.

En esta dirección estuvo igualmente la acción de los gobiernos norteamericanos de


promover procesos de diálogo con las guerrillas centroamericanas y con las de
Colombia; pero ante el fracaso de éstas, se impuso como eje de la política
internacional el terrorismo internacional, promovido por el gobierno de Reagan en
reemplazo de la bandera de los derechos humanos que había estado detrás de la
política intervencionista de los gobiernos de Ford y de Carter. El triunfo de las
guerrillas sandinistas en Nicaragua abrió otro boquete para el comunismo en el
continente; por lo que el gobierno norteamericano no estaba dispuesto a
permitirlo, según dijo el director de la CIA del gobierno Reagan, Bill Casey, que las
acciones contra el comunismo en Centroamérica eran «acciones de poca monta»
que debía ser transformado en un enorme y extenso programa paramilitar,
coordinado por él mismo. Por esta razón Casey no sólo buscó echar a los
sandinistas del poder e impedir que las armas nicaragüenses salieran de allí para
alimentar a las otras guerrillas del continente, sino que se propuso proporcionar
más armas a los caudillos militares en el poder 60. Según Tim Weiner:

Muchas de las operaciones de la CIA fueron concebidas por Casey como grandes
diseños destinados a reforzar a un aliado de Estados Unidos o a desangrar a un
enemigo suyo, pero al final se redujeron a proporcionar armas a determinados
caudillos militares61.

La promoción de los Contras, los escuadrones de la muerte y el paramilitarismo se


volvieron común denominador en Centroamérica, Perú y Colombia, todo inscrito
dentro de la confrontación Este-Oeste sin considerar los problemas internos, como
afirmó Reagan frente a evitar una «Centroamérica comunista» 62. Frente a la
estrategia de reacción flexible de la fase anterior, se impuso la de contrainsurgencia
sustentada en la existencia de una nueva amenaza comunista como un ente
monolítico que desafiaba el poderío del campo occidental 63. De las ayudas
económicas y militares como centro del intervencionismo se dio paso a un
intervencionismo directo con acciones abiertas de las fuerzas militares
norteamericanas, con la formación de Contras que actuaron a través de la
promoción del terror. Se trató de una coyuntura de radicalización tanto de las
izquierdas que, ante los avances de las fuerzas revolucionarias, vieron factible la
conquista del poder, como de los defensores del sistema encabezados por los
Estados Unidos que quisieron a toda costa impedir el avance de la insurgencia y
acudieron a aplicar el principio chino de quitarle el agua al pez; lo que significó, de
un lado, atacar a la población civil -principalmente campesina para eliminar
cualquier posibilidad de respaldo a las luchas populares y, de otra parte, realizar
acciones acompañadas de asesinatos selectivos en las ciudades, asesinatos que
tenían la intención de ser ejemplarizantes y propiciar el terror psicológico.

La «seguridad hemisférica», amenazada con los avances insurreccionales y los


fracasos de los procesos de paz, hicieron de América Latina un objetivo de primer
orden para los americanos. Había que actuar para detener el comunismo, ahora
visto como una real amenaza para la especie humana. Para contrarrestarla, el
Pentágono promovió las «guerras de baja intensidad» en donde el narcotráfico
entró a jugar un papel importante como inanciador de la misma. Con el beneplácito
del Departamento de Estado y con la orientación de la CIA se establecieron alianzas
entre Narcos y Contras o grupos Paramilitares. El caso más sonado fue el
«escándalo Irán-Contras» que dejó al descubierto esta modalidad de política
norteamericana. De esta forma, en los años ochenta, la guerra contrainsurgente
fue delegada a actores privados, afirma Javier Guerrero 64, teniendo como ejemplos
de esto a los grupos AAA (Alianza Anticomunista Americana) en Argentina, el MAC
(Movimiento Anticomunista Colombiano) y el MAS (Muerte A Secuestradores) en
Colombia. Fue la guerra contrainsurgente por delegación, pero con el auspicio y la
orientación de los Estados Unidos.
Colombia siguió igualmente inmersa en esta lógica de la Guerra Fría, y sin
necesidad de dictaduras militares pero sí con dictaduras civiles, vio cómo la
confrontación fue abarcando cada día más espacios que limitaron las libertades y
las posibilidades de desarrollo democrático. La militarización de amplias zonas del
país fue parte de la respuesta oficial ante el creciente clima conflictivo. El desarrollo
de paros cívicos en los años setenta y el crecimiento de las fuerzas insurgentes, en
particular con las acciones del M-19 como el robo de las armas del Cantón Norte
en Bogotá, la toma de la Embajada de la República Dominicana a finales de los años
setenta, que según Gustavo Gallón:

[...] se contabilizaban como militarizadas permanentemente más de una tercera


parte del territorio habitado del país, que abarcaba especialmente a las regiones
del Magdalena medio (ubicado en parte de los departamentos de Santander,
Bolívar, Magdalena, norte de Antioquia y Cesar). Tequendama y Sumapaz, del
centro hacia el norte de Colombia, la región de Urabá y los departamentos de Sucre,
Córdoba y Guajira, al norte del mapa; y el departamento del Cauca y, más
recientemente, los de Tolima, Huila y Caquetá, hacia el sur del país65. (Cursiva
original).

Esta es sólo una descripción de la respuesta oficial ante los desarrollos del conflicto
en el país. Al igual que en Centroamérica, en Colombia las guerrillas y las
movilizaciones sociales estaban en crecimiento, hasta el punto de que la dirigencia
política vio realmente amenazada su estabilidad y, por ende se agudizaron también
las acciones represivas por parte del Estado. Ejemplo de lo anterior es la puesta en
marcha del Estatuto de Seguridad Nacional, impuesto por el entonces presidente
Julio Cesar Turbay y toda la política contrainsurgente que se derivó de ésta. Ya no
sólo se trataba de contener la violencia en los campos, ésta había regresado a las
ciudades donde los cinturones de miseria se convertían en un abono propicio para
la nueva fase de la violencia guerrillera.

Simultáneamente a la expansión de la violencia se sumó un nuevo actor, el


narcotráfico y su derivado: el paramilitarismo que va a iniciar acciones como aliado
del Estado en la lucha contra el comunismo para «limpiar todo aquello que se
asociara a revuelta y protesta» en las regiones y localidades, como asegura J.
Guerrero66. Se trató de una alianza entre narcotráfico-paramilitarismo y Estado
contra los avances revolucionarios y contra los procesos de paz que terminaron
precisamente en el politicidio de la Unión Patriótica, el partido político con el que
las FARC intentaron hacer política legal. Una alianza que tuvo sus raíces en la
respuesta a las nuevas estrategias de inanciación de la creciente guerrilla que
incluyó el secuestro y la extorsión a inqueros y comerciantes, haciendo de estos
sectores sociales unos potenciales aliados del gobierno para su lucha contra la
subversión y en general contra todo lo que tuviese sabor a izquierda. Así, no sólo
el establecimiento vio como enemigo a la oposición armada o desarmada, sino que
ahora ésta también se convirtió en un peligro para los nuevos ricos derivados del
narcotráfico, y en general para los sectores ligados a la actividad económica del
país. Esto explica cómo en los años ochenta se facilitó la alianza narcotráfico-
Estado, una situación que cambiaría en los años noventa donde el narcotráfico se
ubicó por fuera de la institucionalidad, actuando en algunas regiones como aliado
de la subversión y en otras como aliado del Estado. Así, el miedo al comunismo, es
decir, la Guerra Fría de occidente, producía en los años ochenta una alianza de lo
más perversa para la sociedad y estableció nuevos fines y objetivos para las
políticas públicas.
Este nuevo panorama y entramado de la sociedad colombiana, en medio de la más
aguda crisis institucional y de mezcla de todas las violencias, indujo nuevos
procesos de paz en la administración de Virgilio Barco con participación del M-19,
del EPL, del MAQL (Movimiento Armado Quintín Lame), del Partido Revolucionario
de los Trabajadores -PRTque terminan como actores importantes en la Nueva
Constitución de 1991, coincidiendo con la terminación de la Guerra Fría universal,
el derrumbamiento del comunismo en Europa del Este y la desintegración de la
Unión Soviética67.

5. Conclusiones
Se ha planteado una radiografía de las fases de la Guerra Fría en Colombia, que
aunque tuvo elementos en común con la periodización que se ha hecho de la
Guerra Fría universal, ésta tiene sus particularidades que muestran la necesidad de
hacer seguimientos a las formas como se desarrolló en cada uno de los espacios de
la geografía, proceso necesario para entender cómo cada país asumió o enfrentó
políticas del contexto mundial, pero también para ver cómo ese contexto
internacional transformó las realidades nacionales y sobre todo los imaginarios
colectivos.
En buena medida se puede observar que la forma como se vivió en Colombia, y en
general en el Continente americano el conflicto de la Guerra Fría, no responde a lo
que se vivió en el concierto universal pues mientras, por ejemplo, en el orden
universal durante los años sesenta se dio comienzo a un acercamiento entre los
dos modelos que se habían declarado en 1947 como antagónicos e irreconciliables
por el mismo presidente Truman, en América se presenta una intensificación de las
contradicciones entre defensores del comunismo y los defensores del capitalismo
que se manifiesta en la concreción de procesos subversivos con el auge de
guerrillas en casi todo el continente, con la toma del poder por parte de
organizaciones guerrilleras comunistas o por la llegada al poder de gobiernos de
corte socialista, por un lado; pero de otra parte también con el endurecimiento y
militarización de muchos regímenes incluidas las dictaduras que se convirtieron en
la forma de gobierno mayoritario en el continente; mientras la tercera fase del
concierto internacional corresponde a la disolución del comunismo, en el
continente se intensifica la lucha contra el comunismo por el mismo avance de las
organizaciones promotoras de esta forma de vida, con prácticas como el terrorismo
de estado diseñado y promovido desde los Estados Unidos e implementado
abiertamente por instituciones como la CIA. Lo anterior permite inferir la necesidad
de construir análisis sobre realidades concretas que puedan dar pistas sobre la
complejidad del fenómeno y la forma como en cada estado fueron asumidas
políticas y prácticas que se tradujeron en algunos casos, como el colombiano, en
afianzamiento de la crisis social y de la ola de violencia.
Finalmente, es necesario para una mejor comprensión del pasado no perder de
vista que la Guerra Fría fue en esencia una guerra por la conquista de las mentes,
una guerra que se desarrolló a través de instrumentos de la guerra psicológica y
que contó en Colombia con el apoyo de los líderes del gobierno que asumieron el
control del Estado y el ejercicio del poder, lo que se traduce en que ésta hizo
presencia en forma abierta o encubierta y que son esas raíces las que han inluido
en los procesos, las que hay que desentrañar para comprender mejor la historia
nacional.

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