Ricitos de Oro

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Ricitos de oro y los tres osos

Érase una vez, justo al borde del bosque que vivía una chica de cabello
dorado. Esta niña de cabello dorado y rubio se llamaba Ricitos de oro.

Ella tenía rizos tan bellos y envidiables que todos los que la veían estaban
hipnotizados, pero a pesar de su dulzura, a veces podía ser una niña
traviesa.

Siempre que salía a jugar afuera su madre tenía que advertirle que se
comportara.

- Por favor, quédate en el patio trasero, no vayas al bosque.

Muy dentro del bosque en una choza vivía una familia de osos.

Papá oso de hombros anchos, una mamá osa de tamaño mediano y un bebé
oso. Mamá osa siempre se levantaba temprano para preparar tazones de
avena para el desayuno.

Una mañana el bebé oso se despertó más temprano de lo normal y quería


comer su avena, pero estaba demasiado caliente.

- ¿Mamá, podemos salir a caminar por el bosque hasta que nuestros


tazones se enfríen? – Mamá osa dijo que sí.

Papá, mamá y bebé oso dejaron sus platos sobre la mesa y salieron a
caminar.

En esa misma mañana, Ricitos de oro estaba jugando en el patio, mientras


esperaba que su mamá preparara el desayuno, pero estaba tan aburrida de
siempre jugar solamente en su patio, y tenía mucha curiosidad de conocer
las profundidades del bosque.

- ¿Qué pasaría si salgo a caminar?

Miró a su alrededor y al ver que no había nadie alrededor comenzó a correr


hacia el bosque. Cuando se cansó, se detuvo y miro a su alrededor.

- ¡Que hermoso bosque! Las flores, árboles, ¡Por qué no vine aquí
antes!

Comenzó a caminar hacia lo profundo del bosque. Mientras tanto, al


caminar con su familia, el bebé oso vio una colmena de abejas en la rama
de un árbol.

- Que colmena tan grande, estoy seguro de que está llena de miel.
Papá, ¿podemos comer un poco de miel?

- No mi niño, eso les pertenece a las abejas, es su casa.

- No debemos ir a la casa de nadie y comer su comida, no está bien.

- Tienen razón, creo que tendré que esperar hasta que nos vayamos
casa a desayunar.
Ricitos de oro y los tres osos

Mientras tanto, Ricitos de oro caminó sola por tanto tiempo que, finalmente
se perdió. Intentó regresar, pero no pudo distinguir el camino correcto. Ella
estaba muy cansada y hambrienta, casi lloraba por su cansancio.

Caminó un poco más, y finalmente llegó al final del camino, y se encontró


con la casa de la familia oso entre los árboles.

En silencio, se acercó a la casa, caminó alrededor, pero no podía ver a


nadie. Tocó la puerta, pero nadie respondió; luego, miro a través de la
ventana y ella vio tres platos humeantes, calientes, sobre la mesa.

Volvió a la puerta y esta vez, golpeó con fuerza. La puerta se abrió, Ricitos
de oro se llenó de alegría, miró dentro y gritó:

- ¿Hay alguien en casa?

Cuando no hubo respuesta, ella entró, ella se acercó a la mesa, sobre la


mesa había tres tazones de avena: uno grande, uno mediano y uno
pequeño.

Ella estaba tan hambrienta, que quería comerse el grande primero. Pero en
el momento en que puso la cuchara en la boca se quemó, porque la avena
aún estaba demasiado caliente. Ella inmediatamente se acercó al tazón
mediano, pero tampoco quiso comer, porque estaba demasiado frío.

- ¡Esta demasiado frío!

Finalmente, sumergió su cuchara en la más pequeña.

- Mmm, esta avena no está ni muy fría ni muy caliente. Está


exactamente como la quiero.

Así que ella se comió toda la avena del tazón más pequeño.

Cuando terminó su desayuno y se sintió satisfecha fue a sentarse en una de


las tres sillas frente a la chimenea, para descansar un rato. Una de las tres
sillas era grande, la otra mediana y la última pequeña.

Primero trató de sentarse en la grande, pero ni siquiera pudo subir sobre


ella. Probó la mediana, pero estaba muy dura, era muy incómoda.
Finalmente, ella se sentó en la más pequeña. Esta era muy cómoda y
exactamente de su tamaño.

Pero de repente, la silla se rompió en pedazos con un fuerte estruendo.

Ricitos de oro se encontró en el suelo y no supo qué hacer. Caminó hacia la


habitación de al lado y vio que había tres camas: una grande, una mediana
y una pequeña.

Primero probó la cama grande. Era demasiado grande para ella, y también
demasiado dura. La segunda le quedaba un poco grande, pero era
demasiado suave. Así que ella se acostó en la tercera y más pequeña cama.
Esta era exactamente de su tamaño y era muy cómoda. Tan cómoda, que
Ricitos de oro se durmió de inmediato.
Ricitos de oro y los tres osos

Mientras Ricitos de oro estaba durmiendo, la familia oso regresó a casa.


Papá oso traía un poco de leña con el que recogió para la chimenea, mamá
osa tenía moras frescas y el bebé oso simplemente no podía esperar para
comer su avena.

Cuando llegaron a casa se sentaron rápidamente en la mesa. Papá oso echó


un vistazo a su tazón y estaba muy enojado.

- ¡Alguien probó mi avena!

Mamá oso también miró su tazón.

- ¡Alguien también probó mi avena!

Y cuando el bebé oso miró su tazón, comenzó a llorar.

- Uuaaa, ¡alguien también probó mi avena y no sólo la probó, sino


que se la comió toda!

Se levantaron y comenzaron a mirar alrededor. El papá oso notó que su silla


estaba frente a la chimenea.

- Alguien se sentó en mi silla. ¡Mira! Está en un distinto lugar.

Y luego el turno de mamá de quejarse.

- ¡Alguien también se sentó en mi silla!

Y al igual que antes, el bebé oso comenzó al llorar nuevamente

- Alguien también se sentó en mi silla, ¡pero también la rompió!

La familia oso con curiosidad entró en el dormitorio.

- Alguien se acostó en mi cama, mira está destendida.

- Alguien también se acostó sobre la mía.

- Alguien también se acostó en mi cama, ¡y aún está durmiendo en


ella!

Papá oso fue al lado de la cama de bebé oso y vio que alguien realmente
estaba durmiendo en su cama. Lentamente levantó la sábana y se
sorprendió al ver a una niña durmiendo en la cama.

- ¿Qué está haciendo una niña en nuestra casa?

- Dile a la pequeña niña que se levante de mi cama ahora.

Al despertarse con el llanto del bebé oso, Ricitos de oro vio a tres osos
frente a ella y salió corriendo de la sala aterrorizada.

Salió de la casa y comenzó a correr sin mirar atrás. Se quedó sin aliento de
tanto correr, pero no se detuvo, y ella ni siquiera sabía qué camino tomar.

Justo en ese momento, vio a sus padres cruzando el bosque, ya que, al no


regresar a casa salieron a buscarla. Ricitos de oro estaba muy feliz de ver a
sus padres, ella corrió y abrazó a su madre.
Ricitos de oro y los tres osos

- ¡Mami!

- ¡Estábamos tan preocupados! ¿Estás bien?

- A partir de ahora siempre te escucharé, y nunca me iré sin avisarte.

Ricitos de oro abrazó a sus padres fuertemente. Desde ese día, tal como lo
prometió, ella siempre escuchó a sus padres y no hacía nada sin antes
recibir su permiso. Ella fue una chica amable y educada para siempre.

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