El Ideal Político Del Libertador Simón Bolivar

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 444

Acerca de este libro

Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.

Normas de uso

Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:

+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.

Acerca de la Búsqueda de libros de Google

El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
LIBRARY
OF
THEUNIVER51TY0F TEXAS
EDITORIAL-AMÉRICA
Director: R. BLANCO-BOMBONA

PUBLICACIONES:

I
Biblioteca Andrés Bello (literatura).

II
Biblioteca Ayacucho (historia).

m
Biblioteca de Ciencias políticas y so
ciales.

IV
Biblioteca de la Juventud hispano
americana-

V
Biblioteca de obras varias.

De venta en todas las buenas librerías de España g América.

Imprenta de Juan Pueyo, Luna, 29, teléf. 14-30.—Madrid.


EL IDEAL POLITICO DEL
LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR
Publicaciones de la EDITORIAL-AMÉRICA
BIBLIOTECA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
Obras de los más ilustres publicistas americanos.
SE HAN PUBLICADO:
I.—Orestes Ferrara: La guerra europea.
X~«ÚuZw£T ' . Q eA Causas 9 pretextos.
Bidad de la Habana. Precio: 3,50 pesetas.
II.—Alejandro Alvarez: La diplomacia de Chile durante la
S?o"íhüeno)1 de'Re'- emancipación y la sociedad interna-
laciones Exteriores . CÍOnal americana.
Precio: 3,50 pesetas.
III.— Julio C. Salas: Etnología é Historia de Tierra-Firme.
Profesor de Socioio- (Venezuela u Colombia.)
gia en la Universi- n . a
dad de Mérida (Ve- Precio: 4 pesetas.
nezuela).
IV.—Carlos Pereyra: El Mito de Monroe.
Profesor de Sociología
en la Universidad de n . .
México y Miembro del rrecio: 4,50 pesetas.
tribunal permanente
de Arbitraje, de La
Haya.
V.—José de la Vega: La Federación en Colombia.
Miembro del Centro
detagena
Historia, de Car-
(Colombia.) Precio: 3,50 rpesetas.
VI. - M. de Oliveira Lima: La Evolución histórica de la Amé-
De la Academia bra- r;ca Latina. Precio: 4 pesetas.
silera.
VII.—Angel Cesar Rivas: Ensayos de historia política y di-
De la Academia
Historia, de la
de Venezuela. 'plomática. Precio: 4 pesetas.
r
VIII.—José Gil Fortoul: El hombre y la historia.
De la Academia de la Ensauo
Historia, de Venezuela. J de Sociología0 venezolana.
Precio: 3 pesetas.
IX.—José M. Ramos Mejía: Rosas y el Doctor Francia.
Vresidente
Nacional dedelEducación
Consejo (Estudios
1 rpsiquiátricos.)
7 '
en la Bepública
tina. Argén- Precio: 3,50 pesetas,
r
X.—Pedro M. Arcaya: Estudios de sociología venezolana.
Miembro de la Acade- rt ' a .
mía de la Historia, de FreCIO: 4 pesetas.
Venezuela, y Ministro
de Relaciones Interio
res.
XI. — J. D. Monsalve: El ideal político del libertador Simón
Miembro de número de Bolívar.
la Academia de Histo
ria de Colombia.
DE VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE ESPAÑA Y AMÉRICA
BIBLIOTECA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

J. D. MONSALVE
MIEMBRO' U¿ SlMíSVQ DE (A'ACADEMIA flE HljfORIÍ, DE COLOMBIA

El Ideal Político del

Libertador Simón Bolívar

(obra laureada por la academia


colombiana de historia)

(1825-1830)

EDITORIAL-AMERICA
MADRID
CONCESIONARIA EXCLUSIVA PARA LA VINTAI
SOCIEDAD ESPAÑOLA DE LIBRERÍA
FEHRAZ, 25

283*78
XIX

El año de 1825 podemos considerarlo como


final del poderío español en América. No obs
tante el interés por conservar sus colonias, los
esfuerzos inauditos encaminados en este sen
tido, y á pesar de su perseverancia y energías
desplegadas, el león hispano abandonaba nues
tro suelo, herido de muerte por aquel genio
de visión profética y de incansable actividad
que había jurado en el monte Aventino, en
Roma, libertar al Nuevo Mundo.
Desde el septentrión de Venezuela y las
aguas del mar Caribe hasta las cabeceras
del río de la Plata, Bolívar había barrido las
huestes españolas. Sólo quedaban en poder
de éstas tres plazas fuertes, entre ellas la
del Callao. Para la rendición del Callao el
Libertador dió al general Bartolomé Salom
instrucciones precisas, con tal seguridad, que
le indicaba lo que tenía que hacer posterior
mente con las fuerzas que iban á quedar so
brantes.
8 . • J. D. MONSALVE

Para obligar á rendirse á aquella guarnición


encaprichada en una defensa inútil y sólo es
timulada por los recursos que la suministra
ban los enemigos situados en Chiloe, pero cu
yos resultados no podían ser otros que el sa
crificio de muchas vidas, los declaró fuera del
derecho de gentes, pues no habían cumplido
las estipulaciones hechas con el virrey La-
serna y decretó el secuestro de los bienes de
las personas que se encontraran en el Callao
resistiendo á las fuerzas del ejército del Li
bertador.

Olañeta—dice D. Manuel José Cortés en su Ensa


yo sobre la historia de Bolivia—recibió en Cocha-
bamba la noticia de la derrota de Ayacucho y se
puso en comunicación con Bolívar, haciéndole en
trever la posibilidad de un arreglo; pero después se
obstinó en continuar una guerra inútil. Barbarucho,
que estaba más avanzado hacia el Norte, recibió
orden de adelantarse hasta Puno. En Cochabamba,
el teniente coronel D. José Martínez sublevó un es
cuadrón; con él tomó el batallón de Fernando VII,
y poniéndose á las órdenes del general Sucre se
dirigió al Sur contra Olañeta. Llamado por éste, re
gresó Barbarucho desde cerca de Puno.
El comandante D. Francisco López se sublevó
con su escuadrón en Chuquisaca. Empezaba á des
mayar la fidelidad, que por lo común no acompaña
sino á los fuertes... Olañeta, que regresó de la Paz
á Potosí, retirándose del general Sucre que lo se
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 9

guía, supo que Urdininea se hallaba en Tupiza,


con una división del ejército de Arenales. A mérito
de un acuerdo de sus subalternos, que le protesta
ron fidelidad, dejó Olañeta la ciudad de Potosí.
Pero el coronel Medinaceli, que formaba la van
guardia, se declaró por la independencia. El 2 de
Abril, á las tres de la tarde, se encontró Olañeta en
Tumusla á la cabeza de 700 hombres con Medina
celi que capitaneaba 300 chilenos, y se trabó un
combate que duró hasta las siete de la noche. Ola
ñeta fué mortalmente herido y murió al día si
guiente.
El resultado de este choque fué el anonadamien
to del ejército que por muchos años se había cu
bierto de gloria, y la completa independencia del
Alto Perú. En toda la América del Sur no quedaba
en poder de los españoles más que la isla de Chi-
loe. El espíritu progresista de la América venció al
espíritu estacionario, si no retrógado de la España,
y dando fin á una dominación establecida por tres
siglos, produjo una de las más grandes transforma
ciones de los tiempos modernos.

A fines de Febrero, Bolívar comunicó á Su


cre que iba á principiar el bloqueo del Callao,
en la misma carta en que le ordenaba la ocu
pación militar del Alto Perú, pasando El Des
aguadero.
La franqueza característica que formaba la
nota dominante del carácter de Bolívar, unida
ásus nobles sentimientos, está bien expresada
en este documento, del cual tomamos algunas
10 J. D. MONSALVE

frases, que pone como paliativo después de


recordarle que él (Sucre) está bajo sus órdenes
con el ejército de su mando, ejército que ha
venido á hacer la guerra á los españoles:

Me parece que el negocio del Alto Perú no tiene


inconveniente alguno militar, y en cuanto á lo polí
tico, para usted es muy sencillo. Usted está á mis
órdenes con el ejército que manda y no tiene que
hacer sino lo que yo le ordene.
El Ejército de Colombia ha venido aquí á mis
órdenes para que, como jefe del Perú, le dé direc
ción y haga con él la guerra á los españoles. Usted
manda el ejército como general de Colombia, pero
no como general de la nación, y yo, sin mandar el
ejército como general, lo mando como auxiliar de la
nación que presido. Esto lo digo en respuesta á los
compromisos de que usted habla.
Yo no le doy á usted órdenes como jefe de Co
lombia, porque no soy, pero sí como jefe del terri
torio que está en guerra con el Alto Perú, no ha
biendo límites entre enemigos...
Le diré á usted con franqueza que usted debe
perdonarme, que usted tiene la manía de la de
licadeza, y que esta manía le ha de perjudicar á
usted, como en el Callao. Entonces quedaron dis
gustados con usted por delicado, y ahora va á su
ceder lo mismo. Usted crea, mi general, nadie ama
la gloria de usted tanto como yo. Jamás un jefe ha
tributado más gloria á un subalterno. Ahora mismo
se está imprimiendo una relación de la vida de us
ted, hecha por mí, en que cumpliendo con mi con
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 11

ciencia le doy á usted cuanto merece. Esto lo digo


para que usted vea que soy justo: desapruebo lo
que no me parece bien, al mismo tiempo que admi
ro lo que es sublime (i).

En Marzo recibió Bolívar una nota del se


cretario de Estado en el departamento de
Guerra y Marina de Colombia, en que se le
manifestaba el temor de que esta República
fuese invadida por fuerzas españolas aliadas
á otra nación europea, Francia, y para que al
punto adoptara medidas enérgicas "para im
poner respeto y aun temor á los enemigos de
la libertad del Nuevo Mundo".
El Libertador dió órdenes é instrucciones
al general Santander para la defensa de Co
lombia contra las agresiones de cualquiera
potencia extranjera, y agregaba:

... En fin: el Perú hará por Colombia, mientras yo


esté aquí, tanto como hizo Colombia por este país.
Yo puedo dejar en él, cuando me vaya para allá,
un Gobierno enérgico, como delegado mío, con algu
nas tropas colombianas que lo sostenga. Yo toma
ré medidas capaces de auxiliar extraordinariamen
te á Colombia... Aun cuando sacrifique mi popu
laridad y mi gloria quiero salvar á Colombia de su
exterminio en esta nueva guerra. Si salgo bien,

(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,


Pág- 43-
12 J. D. MONSALVE

quedaré contento, y si salgo mal, también, porque


habré dado el último paso para la salvación de Co
lombia (i).

En Abril se despidió el Libertador de los


peruanos para marchar al Sur. Antes de re
gresar á su patria quería él que por esa parte
desapareciera toda sombra de peligro para
poder atender á cualquiera amenaza por nues
tras costas. Para esto dejó al general Santa
Cruz presidiendo el Consejo de gobierno,
quien al dirigirse á los peruanos les decía,
entre otras cosas:
"El padre de la República, el hombre in
signe del siglo, me ha encargado de la presi
dencia del Consejo de gobierno. Su excelen
cia no ha contado más que con mi subordina
ción y buena fe, y con el profundo respeto que
le debo como á salvador de mi patria."
El viaje del Libertador fué una marcha
triunfal. El Congreso argentino envió una de
legación á felicitarle por los inmensos servi
cios que le había prestado á la causa america
na, al mismo tiempo que el GobiernodeBuenos
Aires se congratulaba por que Bolívar llegaba
al suelo argentino.
Su entrada al Cuzco fué en medio de una
verdadera ovación no menos entusiasta y es-
(i) O'Lbary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 48.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 13

pléndida que aquellas que le hicieran los de


Lima.
Era consiguiente, pues, que el secretario del
Libertador anunciara que ya no había enemi
gos en el Perú, y que convencido Bolívar de
que estaba cumplida la parte de su gran pro
yecto, consistente en arrojar á los españoles
de la América, se preparara á organizar los
países libertados, dándoles fuerza y unión, so
bre la base principal del engrandecimiento de
Colombia; y que remitiese á Páez, con muchas
recomendaciones, el batallón Junín y el Gra
naderos de á caballo, anunciándole poco des
pués nuevo envío de tropas, que ya no le eran
útiles en el Perú y que en Venezuela, amena
zada nuevamente por Europa, pudieran ne
cesitarse.
En este año, más aún que en los anteriores,
Bolívar se preocupaba no únicamente del ene
migo que había venido á combatir, sino tam
bién de dar una organización seria á las pro
vincias que iba conquistando y libertando.
Con este fin dictó una serie de decretos so
bre levantamiento y organización de milicias,
calificación de candidatos para los puestos pú
blicos y consideraciones que se habían de te
ner con los empleados; sobre habilitación de
puertos, nombramiento de una Junta para em
prender mejoras materiales, creación de una
inspección de Ejército, de una Escuela Normal

285478
14 J. D. MONSALVE

,por el sistema de Lancáster, que en aquellos


tiempos se tenía como el último progreso en
materia de instrucción; de una comisión que
elaborara un proyecto de Código civil y otro
militar, y una Dirección de Minería; estable
ció nuevas cortes de Justicia; regimentó el uso
de las insignias en el Ejército; fijó el escudo
de armas, pabellones, banderas, etc., de la re
pública del Perú; redujo los sueldos civiles á
la mitad en los departamentos pobres; asignó
sueldos á los presidentes y vocales de las cor
tes de justicia; fundó un colegio de niños en
el Cuzco, y otro para estudio de las ciencias,
y allí mismo dos hospitales para asilo de huér
fanos, inválidos y ancianos, y otro en Uru-
bamba; mandó abrir caminos de ruedas para
Arequipa, el Cuzco y Puno; ordenó que las
minas abandonadas se devolviesen al Gobier
no para destinarlas útilmente.

Y es pertinente hacer notar aquí—dice el doctor


José María Samper, hablando de la política del Li
bertador—que Bolívar gozó siempre, aun entre sus
más vehementes adversarios, de un alto y nunca
disputado concepto como administrador incompa
rable. En tanto que muchos le combatieron por
sus ideas políticas, nadie se atrevió á negarle su
relevante mérito en lo tocante á la administra
ción (i).
(i) José María Samper: El Libertador Simón Bolívar.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 15

Si sólo nos hemos de referir á lo que hizo


en el Perú, baste leer la memoria del minis
tro de Estado, en la que da cuenta de los ne
gocios despachados durante la magistratura
de Bolívar. El ministro, para hacer resaltar
más la obra redentora del Libertador, princi
pió por hacer un bosquejo de la situación en
que se encontró aquel país en 1824 cuando
"todo estaba perdido" y donde sólo quedaban
unos pocos ciudadanos "de probidad incorrup
ta que resistían á las sugestiones contra el
héroe que nos ha salvado", y cómo después,
no obstante el estado de guerra, se iba impar
tiendo justicia en los puntos que iba ocupan
do el nuevo Gobierno, "práctica desconocida
hasta ahora en todo el Perú".
Muestra cómo durante la administración de
Bolívar se respetaron las leyes, y á los encar
gados de hacerlas cumplir, y se castigó seve
ramente á los que las infringieron y á los que
faltaron al respeto de las autoridades; cómo
fueron acatados la religión y sus ministros, lo
grando tener un clero respetuoso de las leyes
y amante de la República; cómo la instrucción
popular, la agricultura y la minería lograron
sabio empuje por medio de leyes protectoras;
las relaciones exteriores fueron muy amplia
das, hasta donde lo permitió la situación de
guerra.
16 J. D. MONSALVE

Pero si hemos de hablar con propiedad -dice el


ministro peruano —, Colombia en sus relaciones con
la república (del Perú) no debiera pertenecer á país
extraño. Tal ha sido su interés en nuestra salvación.
Desde el venturoso día en que se comprometió en
nuestra obra por la palabra del Libertador, no ha
habido género de sacrificios que no haya emplea
do eficazmente en nuestra defensa. Colombia, se
ñor, semejante á un padre que, teniendo un hijo
único muy querido en la cautividad, no perdona
medio para libertarlo, ha procurado la independen
cia del Perú.

En el ramo de la Guerra no puede menos


que elogiar á nuestro Ejército y á sus jefes.
La Hacienda pública la había recibido Bolí
var reducida á entera nulidad: la reducción
del personal y sabias y enérgicas medidas
habían proporcionado medios de atender á las
necesidades más urgentes, sin embargo de
que el Tesoro adeudaba una gran suma á la
república de Colombia: "Once mil colombia
nos se han trasladado al Perú... Colombia, se
ñor, nos ha auxiliado con una generosidad sin
límites; su Hacienda ha sido la nuestra y sus
pueblos nuestros contribuyentes, además de dar
nos sus soldados" (i). Sería muy prolijo en
trar en el estudio detallado de este documen
to, que muestra cómo Bolívar, á la par que

(i) Blanco: Op. cit., t. IX, pág. 58a


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 17

insigne militar, poseía maravillosas dotes de


organizador y dejaba títulos legítimos á la
gratitud de los pueblos.
Y estas altas facultades se vieron igualmen-
mente ejercitadas en el manejo de los públi
cos intereses del Alto Perú, cuya asamblea,
según él, debía decidir libremente de sus in
tereses y de su gobierno. Para esto escribió á
Sucre indicándole que no debía dejar ni un
soldado del ejército libertador á menos de
veinte leguas del lugar indicado para las se
siones del Cuerpo legislativo.
El mismo mariscal, sin abandonar el terri
torio, debía retirarse, "para dejar á esas mis
mas provincias obrar sin coacción—decíale —
he determinado no ir al Alto Perú sino dentro
de dos meses cumplidos" (i).
También le daba instrucciones minuciosas
sobre la conducta política que debería obser
var, sobre la administración de la Hacienda
pública, organización, pago del Ejército y em
barque de una parte de éste para Colombia,
con el objeto de desahogar los gastos y cargas
de las provincias libertadas. Y en explicación
del decreto en que dictaba sus benéficas medi
das, como usurpando una jurisdicción que no
tenía en un territorio no comprendido dentro
de los límites del Perú, le decía:

(i) O'Lbary: Op. cit., t. XXX, pág. 56.


2
18 J. D. MONSALVE

No debo dejar de declarar á usted francamente


que yo no me creo autorizado para dar este decre
to, y que solamente la fuerza de las circunstancias
me lo arrancará, por no dejar mal puesta la con
ducta de usted, por complacer al Alto Perú, por ac
ceder con el Río de la Plata, por mostrar la libera
lidad del Congreso del Perú, por poner á cubierto
mi reputación de diamante y la soberanía popular
y las instituciones más libres.
En fin, el decreto se ha dado bajo los auspicios
del candor, de la buena fe y de la imparcialidad;
¡ojalá sea recibido por las mismas virtudes tutela
res que lo han dictado! (i).

Y en otra parte se expresaba así:

Yo no saldré una línea del decreto del Congreso,


porque no puedo absolutamente. Dígalo usted á
esos señores para su inteligencia y gobierno, por
que yo soy tan esclavo de la ley como el soldado de
su disciplina y el presidiario de su cómitre.

Las provincias del Alto Perú habían sido


desmembradas del virreinato de Lima desde
1778 y agregadas por el Gobierno español al
de Buenos Aires, del cual volvieron al del
Perú con motivo de las primeras insurreccio
nes de Charcas en 1809; pero por el abando
no que ambos Gobiernos hicieron de ellas se

(1) O'Leary: op. eit., t. XXX, pág. 56 .


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 19

consideraron en libertad para constituirse in


dependientemente.

Con este motivo —dice Baralt — <el gobierno de


Buenos Aires ordenó al general Arenales que prote
giese su organización política, y Bolívar, por un de
creto dado en Arequipa en 1 6 de Mayo, confirmó
la convocatoria hecha por Sucre, aunque reservan
do á la sanción del Congreso peruano de 1826 las
resoluciones de la asamblea del Alto Perú, cuyo
territorio debía quedar entretanto dependiente del
Gobierno de Lima, bajo el mando inmediato de
Sucre.
La conducta de los argentinos en este negocio
tiene visos de sobrado interesada, á pesar de su
aparente desprendimiento, pues al paso que el
Congreso constituyente de Buenos Aires protesta
ba dejar á las provincias del Alto Perú en completa
libertad para disponer de su suerte, mandaba un
ejército para invitarlas á que le enviasen sus repre
sentantes.
Verdad es que Bolívar, al ratificar la convocato
ria de Sucre establecía una reserva que hacía de
pender el destino de aquellas provincias de la san
ción del Perú, cuya administración dirigía con ab
soluta é ilimitada autoridad; pero pudiendo dife
rir indefinidamente la reunión ordinaria del Con
greso de Lima, lo convocó, sin embargo, para el 10
de Febrero del siguiente año, y se debió á su eficaz
cooperación el que esa asamblea general del Alto
Perú lograra instalarse el 10 de Julio del presente.
Declaróse el 6 de Agosto (aniversario de la batalla
20 J. D. MONSALVI

de Junín) la independencia de aquellas provincias,


y el ii del mismo mes se constituyeron bajo la de
nominación de república de Bolívar, confiando el
Poder ejecutivo al Libertador por todo el tiempo
que residiera dentro de su territorio y encargando á
Sucre del mando inmediato de los departamentos.
Disolvióse la asamblea el 6 de Octubre, después
de haber fijado el 25 de Mayo del siguiente año
para la reunión del Cuerpo constituyente, encar
gando al Libertador una Constitución política para
el país y dejando una comisión permanente de su
seno para que le auxiliase en aquel trabajo arduo y
delicado.

En el decreto dictado en Arequipa el 16 de


Mayo, de que hace mención el historiador Ba-
ralt, Bolívar expresó bien los fundamentos:
convocó las provincias del Alto Perú á reunir
se en una asamblea independiente para que
expresasen su voluntad sobre sus intereses
y gobierno, pues el objeto de la guerra en
Colombia lo mismo que en el Perú había sido
el "de romper las cadenas que oprimían á
los pueblos americanos para que reasuman
las augustas funciones de soberanía y decidan
leal, pacífica y completamente de su propia
suerte" (1).
Muy comentado fué este acto del Liberta
dor, que á tantas opiniones se prestó y que

(1) Blanco: Op. cit,, t. IX, pág. 740.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 21

afectó intereses de tan grande magnitud. En


Chile no fueron muchas las personas influyen
tes que vieron con malos ojos la erección del
nuevo Estado; en la Argentina la aprobación
del principio fué falaz, pues no mucho tiempo
después el Gobierno de Buenos Aires, ade
más de mostrarse hostil á la nueva República,
llegó hasta movilizar su ejército á Tarija, y en
el Perú, tan pronto como Bolívar y Sucre se
volvieron para Colombia, se desconoció lo he
cho por el Libertador y se invadió con el Ejér
cito peruano el Norte de Bolivia, donde el ge
neral Gamarra fué derrotado por las tropas
bolivianas y obligado á repasar el Desagua
dero.
No sabemos hasta dónde tenga razón el dis
tinguido escritor peruano Sr. Paz Soldán,
quien en su tratado de Geografía del Perú afir
ma que la idea de Bolívar al crear la repú
blica de Bolivia fué la de desmembrar los te
rritorios del Sur y debilitar esas naciones con
el fin de acrecentar la importancia y el poder
de Colombia, con lo cual esta nación sería más
poderosa que cualquiera de las otras.
Para nosotros no es inadmisible esa afirma
ción (i) si se tiene en cuenta el amor que Bo
íl) El mismo Sr. Paz Soldán, en su Historia del
Perú independiente, dice: «Bolívar, en quien dominaba
el colombianismo, sabía que el Perú, aumentado con
aquellas provincias, formaría una República poderosa
22 J. D. MONSALVE

Hvar tuvo siempre á su ideal de Colombia, tal


como le dio principio en el Congreso de An
gostura y la constituyó en el de Cúcuta; si se
considera el calor con que mantuvo la idea de
una confederación sur-americana regulada
con el Congreso anfictiónico de Panamá; pero
si se advierte el interés que siempre mantuvo
en que se conservase como norma de derecho
internacional el principio del uti possidetis de
1810 para estas naciones,y si nos fijamos cómo
lo entusiasmaba el hecho de que fuese Colom
bia el país que después de libertarse á si mis
mo consumó en primer término la libertad de
toda la América del Sur, debemos atribuir á
otras causas la fundación de la nueva repúbli
ca de Bolivia. El honor de ser padre y funda
dor de una nación que llevaría su nombre; la
paz asegurada entre el Perú y la Argentina,
quitándoseles un constante motivo de distur
bios por causa de fronteras; el mayor interés
que esto despertaría para el establecimiento
de la gran confederación; la prosperidad que
la Naturaleza auguraba á tan interesantes pro
vincias, que probablemente se haría nugatoria
bajo la dependencia de gobiernos débiles y dis-

y bastante fuerte para sobreponerse á Colombia. Todos


estos intereses y la noble ambición de ser padre y crea
dor de un nuevo Estado bullían, sin duda, en el ánimo
de Bolívar desde que estaba consumada la independen -
cia del Perú». (Tomo II, pág. 2.)
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 23

tantes, y, por sobre todo, la idea de hacer de


Colombia el país más fuerte, más grande y más
poderoso por su extensión territorial, por su
población, por su posición geográfica, por sus
recursos y por venir á ser el dueño del con
trol sur-americano: todas estas consideracio
nes, especialmente la última, nos parece que
debieron ser las determinantes de la creación
y constitución de la hermosa y valiente Repú
blica que se honra con el nombre de su liber
tador.
Ya la América del Sur estaba libre del
dominio español y libre también de todo peli
gro. Estaba cumplida la parte más fácil del
programa: ya era independiente el nativo sue
lo, y esa independencia quedaba asegurada
con la de los países hermanos. Faltaba ahora
la segunda parte, la más difícil, la más delica
da, aquella sin la cual el ideal supremo no al
canzaría su meta, parte sin la cual la constan
te aspiración hubiese sido como un simple de
seo malogrado: engrandecerla, darle su defi
nitiva perfección como lo hace el artista con
su obra maestra y cuidadosa.
Hasta ahora había combatido contra enemi
gos en formación militar, disciplinados y fuer
tes, al parecer invencibles, pero que habían
presentado sus poderosas legiones al frente,
á la luz del día. Ahora la lucha sería con ene
migos solapados, que meditarían destruir su
24 J. D. MONSALVE

obra y aguzar los puñales en la sombra; con


una chusma de ingratos é intrigrantes, aves
de rapiña que sobre no haber prestado servi
cios á la libertad americana se disputaban los
beneficios de ella; con facciosos apasionados
que no habían de mirar en él al Libertador,
sino que perseguirían á un supuesto tirano,
encubierto con los oropeles de la gloria; y, lo
que es peor, con aquéllos que se decían sus
amigos, que ambicionaban medrar á su som
bra, y que con el pretexto de hablar en su
nombre iban sembrando la desconfianza y el
odio.
Hasta aquí Bolívar había tenido que desa
fiar aun á la Naturaleza misma; en adelante
encontraría una valla más formidable: la de
las pasiones humanas. Por un lado, la calum
nia y la maledicencia tratarían de amenguar
su gloria; por otro, la adulación y el incien
so querrían desvanecerle para arrastrarle al
abismo.
Pero él seguiría indiferente, inconmovi
ble, como un predestinado; con sólo una idea
en la mente, fija la mirada en un solo punto,
tras del apetecido ideal de ver á la América
y sobre todo á su patria, á su querida Colom
bia, grande, respetable y próspera.
Como la suerte de Colombia estaba enton
ces más que antes íntimamente ligada á la de
todo el continente, no podía el Libertador re
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 25

gresar á ella sin dejar bien organizados los


países del Sur.
Presentada al Congreso su renuncia de
la presidencia del Perú, éste la tomó en
consideración el día 8 de Febrero. El salón
estaba colmado de un público ansioso de co
nocer la resolución del Senado; la renuncia
fué leída en medio de un silencio sepulcral; la
votación fué unánime por la negativa. La mul
titud prorrumpió en atronadores aplausos. El
entusiasmo rayó en delirio.
Dos días después se reunió el Congreso con
asistencia del Libertador. Este, dirigiéndose
á los legisladores, les recordaba que hacía un
año habían depositado en sus manos el poder
dictatorial, pero que la batalla de Ayacucho
había puesto á la nación bajo el régimen de
sus primitivos derechos. Les hizo una rela
ción de sus actos como dictador, habiendo te
nido que intervenir en todos los ramos de la
Administración, pues había entrado en "un
campo de desolación". Insistió sobre el Con
greso de Panamá, donde se reuniría la augus
ta asamblea que debía sellar nuestra alianza
perpetua.
Al depositar el poder supremo felicitó al
pueblo "porque se había librado de cuanto
hay de terrible en el mundo: de la guerra, con
la victoria de Ayacucho, y del despotismo, con
mi resignación", añadiendo: "Proscribid para
26 J. D. MONSALVE

siempre, os ruego, tan tremenda autoridad,


esaautoridad que fuéel sepulcro de Roma" (i).
Y como el presidente del Congreso quisie
ra oponerse á la dimisión de Bolívar, éste in
sistió diciendo, entre otras cosas: "Hoy es el
dia del Perú, porque hoy no tiene un dicta
dor". Les protestó que después de libertadas
las fortalezas del Callao nada más tenía que
hacer allí; "mi permanencia sería un fenóme
no absurdo; sería el oprobio del Perú". "Yo
soy un extranjero: he venido á auxiliar como
guerrero y no á mandar como político", y el
Congreso no podría, además, disponer de un
derecho que corresponde al pueblo, cual es el
de nombrar sus mandatarios; declaró que es
taba dispuesto á servir al Perú con su espada
y su corazón mientras un solo enemigo holla
ra su suelo, y agregaba: "Luego, ligando por
las manos las repúblicas del Perú y Colombia,
daremos el ejemplo de la gran confederación
que debe fijar los destinos futuros de este
nuevo universo" (2).
Retirado Bolívar del seno del Congreso,
éste continuó sus deliberaciones é insistió, en
vista del peligro que corría el Perú si el Li
bertador se ausentaba de su suelo, en que
quedara encargado del supremo mando polí
tico y militar de la República hasta la reunión
(1) Restrepo: T. III, pág. 447.
(2) Blanco: Op. cit., t. IX, pág. 577.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 27

del Congreso del año de 1826, con poderes


cuasi dictatoriales.
Para más obligarle se dictó un decreto de
acción de gracias á Colombia por los servi
cios hechos á su aliada y confederada la na
ción peruana. Otro en el mismo sentido á Si
món Bolívar, "padre y salvador del Perú";
otro con el mismo objeto á la Cámara y al Se
nado de la nación colombiana por haberse
desprendido á favor del Perú "del héroe que
había libertado su patria" y por los poderosos
auxilios enviados para hacer la guerra á los
enemigos de la libertad peruana; otro, en fin,
para el ejército libertador.
Dos días después se decretó una medalla de
oro al Libertador y una estatua ecuestre; se
pondría en todas las capitales, en la plaza, una
lápida con una inscripción de gratitud; goza
ría de por vida de los honores de presidente,
se había de poner á su disposición la suma de
un millón de pesos y otra igual para los jefes,
oficiales y tropa y, por último, honores y dis
tinciones para Sucre y para los jefes, oficiales
y soldados que combatieron en Ayacucho.
Bolívar contestó dando las gracias. Mas
agregaba que ya que el Congreso, desaten
diendo sus representaciones y negativas y col
mando la medida de la bondad no le aceptaba
la renuncia, tampoco podría él denegarse á se
guir prestando sus servicios á la nación, si era
28 J. D. MONSALVE

que el Congreso de Colombia lo autorizaba


para prolongar su ausencia hasta el año de
26 (1); pero que si éste lo llamase era su pri
mer deber obedecer las leyes de su patria;
aseguró también que las necesidades lo obli
garían á retirarse al Alto Perú, por lo cual se
vería obligado á usar de las facultades que le
confería el Congreso peruano, delegando par
te del Poder supremo á una Junta de gobier
no, que se componía de los ministros de Es
tado y Hacienda, presididos por el mariscal
D. José de Lamar.
En una nota llena de agradecimiento rehu
só aceptar el millón de pesos: "Jamás—dijo—
he querido aceptar de mi patria misma ningu
na recompensa de este género. Así, seria una
inconsecuencia monstruosa si ahora yo reci
biese del Perú lo mismo que había rehusado
de mi patria" (2).
El Congreso insistió en que Bolívar acep
tara la suma, pero por segunda vez la re
chazó; y el Congreso volvió á insistir, di-
ciéndole que podía emplearla en obras de
(1) El Congreso nombró una comisión para que pre
sentara al Gobierno de Colombia el decreto de acción de
gracias del 10 de Febrero, y pidiendo al Congreso colom
biano la autorización para que Bolívar «pueda perma
necer en el territorio peruano y continuar en el ejercicio
del alto mando que se le ha encargado mientras lo exi
ja la salud de la Patria».
(2) Restrepo: Op. cit., t. III, pág. 449.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 29

beneficencia en la república de Colombia (i).


Siempre respetuoso á las leyes y autori
dades colombianas, Bolívar dio cuenta al vi
cepresidente Santander y al Congreso de Co
lombia del nombramiento que nuevamente se
le hizo. "Yo quise herir el orgullo nacional—
decía— para que mi voz fuese oída y el Perú
no fuese mandado por un colombiano; pero
todo ha sido vanamente. El grito del Perú ha
sido más fuerte que el de mi conciencia..." (2).
"Yo no he querido resistir á la voz de un pue
blo que me cree necesario para su conserva
ción". "Un terror pánico á la anarquía domi
na todavía el ánimo de los peruanos."
En virtud de estas razones y otras que expo
nía se vio, pues, obligado á aceptar ese nom
bramiento hasta la reunión del Congreso si
guiente, siempre que los representantes de
Colombia le permitiesen esa ausencia; si así
(1) «El Libertador dispuso de veinte mil pesos de
aquella cantidad en favor de José Lancaster, á fin de
que estableciera en Caracas la instrucción primaria con
forme á su célebre método. Lancaster negoció las letras,
que no fueron cubiertas por los agentes ni por el Go
bierno del Perú. Aquéllas volvieron contra Bolívar,
agravadas con los costos, gastos é intereses de protesto;
tuvo que pagarlas (de su bolsillo particular) en 1830.
Este fué el beneficio que le resultó de la pomposa do
nación del Perú, á cuyo Gobierno desdora un descuido
6 inconsecuencia tan reprensibles.» —Nota del historia
dor Restrtpo.
(2) Baralt: Op. cit., t. II, pág. 133.
30 J. D. MONSALVE

sucediese, en vista de los documentos que


acompañaba, quedaría muy agradecido; pero
si lo llamasen, acudiría inmediatamente, pues
su primer deber era obedecer á Colombia.
Pidió autorizaciones para marchar al Alto
Perú, porque toda la América del Sur tenía
comprometida gran parte de su suerte en
aquella región que podía llegar á ser la gran
de hoguera que encendiese nuevamente la
guerra y la anarquía. Terminaba dando las
gracias á Colombia, á quien el Perú recono
cía deber su libertad. El Perú también por su
parte diputó á D. Manuel Ferreiros y á D. Je
rónimo Agüero para dar las gracias á Colom
bia por el apoyo prestado á la independencia
peruana, quienes manifestaron la gratitud de
este pueblo, á quien "sucesos desgraciados en
la guerra y pérfidas traiciones" habían hecho
tremolar "el funesto estandarte de la anarquía
y el desorden" hasta que "Colombia, prodi
gando á los afligidos pueblos del Perú sus ar
mas vencedoras y sus inmensos recursos", les
hizo entrever la aurora de la libertad, condu
cidos sus pendones "por el genio de la victo
ria—el amigo verdadero de los pueblos—, el
inmortal Bolívar" (i).
Y como por una irrisión del Destino, que
suele mirar más allá de donde el ojo humano

(i) Blanco: Op. cit., t. IX, pág. 745.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 31

alcanza, ofrecían además á Colombia que si


algún día se encontrase en situación aflictiva,
pagarían la reciprocidad con armas, brazos,
etcétera.
La idea del Congreso americano, apoyada
por el general Santander, y del que tan bue
nos resultados se prometía el Libertador, fué
en este año oficialmente acogida y aplaudida
por las provincias unidas del Río de la Plata
y por el Gobierno mejicano, que debía estar
listo para enviar sus representantes, lo mismo
que por el supremo director de Chile, quien,
al acoger ese pensamiento, decía que era el
único modo de consolidar la libertad america
na, haciendo de todas las naciones débiles ais
ladamente, una confederación fuerte y respe
table que pudiese enfrentarse á las naciones
europeas; por donde se ve que una parte del
ideal de Bolívar concordaba con el de las
personas prominentes de toda la América del
Sur.
Bolívar aspiraba sólo al engrandecimiento
de América, prescindiendo del suyo propio,
no obstante que sus detractores trataban de
difamarle, haciendo creer que quería á todo
trance elevarse aun cuando fuese sobre las
ruinas de su patria; suposición ésta calumnio
sa que ha venido repitiéndose por escritores
inconscientes, y que revela en los que la in
ventaron el odio y el despecho que desperta
32 J. D. MONSALVE

ba el engrandecimiento de aquel hombre no


comprendido por los que le rodeaban.
Desde principios de ese año recibió Bolí
var una comunicación del extranjero en que
le insinuaban la idea de que se coronase y
que en este caso las naciones europeas reco
nocerían inmediatamente á las nuevas nacio
nes americanas.
Si fué éste un ardid de los enemigos encu
biertos que tenía el Libertador, con el objeto
de perderlo en el ánimo de los pueblos que lo
aclamaban, ó si fué una traza de esas que sue
le emplear la diplomacia internacional con el
objeto de sembrar el desconcierto en los paí
ses regidos por su brazo poderoso á tiempo
que en España se preparaban nuevas tentati
vas hasta concluir con una nueva expedición
sobre Méjico, no es cosa suficientemente ave
riguada; pero sí lo es el hecho de que en to
dos los pueblos emancipados por Bolívar ha
bía personas muy notables, de grande ilustra
ción y patriotismo y de altas influencias, que
tenían opiniones monárquicas, de las cuales
nunca participó el Libertador.
Indignado, pues, con aquella insinuación,
remitió los originales al general Santander con
una expresiva carta que pudo resumirse en
una sola frase de la misma: "yo sólo quiero
vivir ciudadano y morir libre" (i), y si tales
(i) Blanco: Op. cit., t. IX, pág. 574.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 33

argucias inventaba una política vitanda y tor"


ticera, no menos eran las inspiraciones de la
ambición de sus émulos y envidiosos, los cau
dillos de las naciones vecinas, quienes al ver
surgir una confederación americana temieron
por sus intereses de poder y mando; así fué
que á mediados del año aparecieron en Bue
nos Aires El Nacional y El Argos, periódicos
que se dieron á propalar la noticia especiosa
de que Bolívar quería formar en su pro
vecho un solo Gobierno para toda la Amé
rica.
Por eso, sin duda, en una carta aún mucho
más explícita al Sr. D. Rafael Arboleda, de
fines del año (30 de Septiembre), le dijo:

Usted desea saber si yo permaneceré largo tiem


po fuera de Colombia, ausente de mi patria, lejos
de mis amigos, y á la verdad que no sé agradecer
los deseos que usted tiene de vivir en el país que
yo mande. Diré á usted, pues, con toda la franque
za de un amigo, que usted no necesita abandonar
á Colombia para que pisemos el mismo suelo.
Yo volveré á Colombia, no á mandarla, porque
estoy bien resuelto a no ser hombre público, sino á
obedecerla d ella misma, ya que por tanto tiempo la
he gobernado. Este es un sentimiento que nadie
puede arrancarme del alma, y crea usted que halle-
gado el día de cumplirlo. No aguardo sino el mo
mento en que yo pueda desembarazarme de los
negocios del Alto Perú, que ha librado su suerte
3
34 J. D. MONSALVE

entre mis manos, para regresar á mi querida Co


lombia.

Y en esa misma carta se encierran estas


bellas frases de agradecimiento, que son una
defensa más que suficiente de la demora del
Libertador en el Alto Perú:

El Alto Perú ha recompensado al ejército liber


tador con una generosidad sin límites; y para exce
derse á sí mismos en gratitud, han querido tomar
mi nombre para dárselo á su República, y han
puesto el del gran mariscal de Ayacucho en mi co
razón, dando el de Sucre á la capital. ¿No le pare
ce á usted que este rasgo es grande, bello y aun
inimitable? Considere usted, pues, cuáles son las
grandes obligaciones que á la vez obligan al ejér
cito libertador, al gran mariscal de Ayacucho y á
mí, cuando nos prodigan honores dignos de los in
mortales (i).
I
i Y, efectivamente, los honores decretados
por el Alto Perú al ejército libertador y es
pecialmente á Bolívar superaron á los hono
res de semidiós que en este año le tributaron
los peruanos, y á los que le rindieron en Ca
racas, en Bogotá, y á los que del extranje
ro recibía.
(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador.) t. XXX,
pág. 127.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 35

Primero le ofrecieron el poder supremo. "El


Alto Perú—contestó Bolívar—debe contar con
mi espada y con mi corazón... no tengo más
que ofrecer". El 12 de Agosto, la asamblea de
Chuquisaca decretó:

i.° Que el nuevo Estado se llamase en lo suce


sivo república de Bolívar.
2.0 Considerar al Libertador por su buen padre
y mejor apoyo contra los peligros del desorden, de
la anarquía, de la tiranía, de las agresiones injustas
y de cualquier ataque al carácter de nación.
3.0 Tendría la dignidad de supremo poder eje
cutivo de la República por todo el tiempo que
residiese dentro de sus límites, y en cualquiera
parte que fuera de ellos residiese tendría los hono
res de su protector presidente.
4.0 Se declaró el día 6 de Agosto como fiesta
cívica.
5.0 Lo mismo la fecha en que nació el Liber
tador.
6.° Su retrato debería ser colocado en todos los
tribunales, cabildos, universidades, colegios, escue
las y casas públicas de enseñanza.
7.0 En todas las capitales de los departamentos
se colocaría su estatua ecuestre. Se mandaría hacer
una gran lámina de oro con la imagen de una india
que representase la América abrazando á Sucre y
á Bolívar, lámina que debía ser colocada en el salón
de sesiones en la capital de la República.
36 J. D. MONSALVE

Este mismo decreto contenía ocho artículos


relativos á honores á Sucre y otros al ejército
libertador.
Por todo esto échase de ver que Bolívar fué
objeto de honras, gratificaciones y recompen
sas que ningún otro mortal ha recibido en
América, más que suficientes para despertar
los celos de la ciega envidia y el temor de
los ambiciosos. Ni es tampoco maravilla que
el mismo Libertador aceptase gustoso y agra
decido los extraordinarios honores con que
se le obsequiaba, aunque sí lo es que esos
mismos pueblos que así le adularon le insulta
sen á poco andar, cuando ya no fué todopo
deroso, por exceso de abnegación (i).

(i) El Sr. D. Ramón Sotomayor y Valdés, en su Es


tudio histórico de Bolivia bajo la administración del ge
neral D. José María de Achá, trae el párrafo siguiente:
«Aunque Bolívar era'al tiempo de la declaración de in
dependencia de estos pueblos dictador del Perú, y con
taba además con un ejército obediente dentro del Alto
Perú, se mostró plenamente satisfecho de la resolución
del Congreso de Chuquisaca, y aceptó con muestras de
gratitud los honores que le había decretado."
Así nació la república de Bolívar ó Bolivia, presidida
por aquel preclaro hijo de Colombia, que después de
haber derribado la dominación española desde Panamá
á los Charcas, llenándose de gloria en los campos de
batalla, se convirtió en estadista y legislador, hábil y
profundo en ocasiones, idealista é iluso en otras, y que
al trazar la organización política de los pueblos que tuvo
de su mano cayó en extravíos que hicieron sospechar
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 37

Al terminar el año de 1825 hallamos á Bo


lívar dueño de los destinos de la América del
Sur, presidente de la gran Colombia, jefe su
premo del Pérú y presidente, protector de
Bolivia dispuesto á enviar una expedición á
Chile con el dictador O'Higgins, que está á
su lado, llamado por la Argentina para que
que su ambición era más grande que su amor á la li
bertad, y su soberbia más grande que su genio.
Así se ve que este escritor, mezclando la verdad con el
error, se dejó llevar de la pasión, que á tantos escritores
arrastró á escribir juicios contrarios á la verdad histó
rica y á hechos que aunque no fuesen presenciados por
la posteridad, son tan conocidos como si los estuviése
mos presenciando.
Bien escasos conocimientos tuvo el Sr. Sotomayor del
hombre de genio á quien se refirió. Bolívar tenía con
ciencia de su valer, pero su equilibrio de espíritu era
igual á su dignidad; si cuando era coronado de laureles
y colmado de alabanzas en la guerra de Venezuela
acostumbraba hacer recaer los honores en sus subal
ternos Rivas, Girardot, D'Elhuyart, etc., en la campaña
del Perú fué aún más desprendido; la conducta que
observó constantemente con Lamar, Gamarra, Salom,
Heres y Sucre no fué la de un ambicioso, mucho menos
la de un soberbio.
¿No supo el historiador de Bolivia aquel rasgo subli
me, grandioso, incomparable, en que Bolívar declinó el
honor de la corona que le obsequió Chuquisaca, sobre
las sienes del gran mariscal de Ayacucho? Pues como
el Sr. Sotomayor han procedido todos los detractores de
Bolívar: unos han escrito sin tener conciencia de lo que
dicen; otros la han tenido en demasía para violentar
maliciosamente los fueros de la verdad.
38 J. D. MONSALVE

liberte el Uruguay de los brasileros; es, en


suma, el hombre de mayores influencias des
de Méjico hasta la Patagonia. Adulado por
todas esas naciones é idolatrado por los pue
blos, puede disponer á su albedrío de las vo
luntades, ceñir su frente con una corona...;
pero sólo piensa en regresar á su patria ame
nazada por la anarquía; salvarla en los peli
gros que la rodeaban y tratar de ponerla en
el camino de la civilización, del progreso y
del engrandecimiento.

XX

El i.° de Enero de 1826 Bolívar anunció


desde Chuquisaca, por medio de una procla
ma á los bolivianos, que regresaba á Lima.
Allí devolvería al Congreso el poder de que
se le había investido.
Instalado el Congreso en Lima, Bolívar
presentó un mensaje en el cual principiaba
por felicitar á la República por hallarse li
bre de enemigos y en uso de su libertad (1).

(1) Ya el Callao había sido ocupado por el general


Salom. Este notabilísimo y digno teniente del Liberta
dor, natural de Puerto Cabello (Venezuela), donde nació
el 24 de Agosto de 1780, arengó á sus tropas al día si
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 39

En manos de esa corporación depositó el


mando que se le había confiado, y del cual
sólo había hecho uso para los asuntos milita
res, pues había delegado el mando civil en el
Consejo de gobierno; dió cuenta de otros ne
gocios administrativos, y luego les dijo á los
representantes que el Perú debía ser gober
nado por mandatarios de su seno. "Yo—de-

guiente (23 de Enero de 1826) de la ocupación del Ca


llao. El general Salom dijo así:
«¡Compañeros de armas! A presencia del último triun
fo que vuestro heroico valor reporta sobre los opreso
res del Perú, mi corazón se inflama del más puro pla
cer, por la felicidad de toda la América; y al genio tu
telar de la libertad del Nuevo Mundo tributa con ardor
la sinceridad de sus agradecidos votos. Cuando este hé
roe me destinó á que os dirigiese para arrojar á los
opresores de la única guarida que les quedaba en todo
el continente americano, fué confiado en que sabéis
cumplir vuestros deberes, arrostrando peligros, supe
rando dificultades y mostrando frente serena á las pe
nosas fatigas que siempre se os han presentado; asi lo
habéis acreditado á mi vista en un año de sitio bien pe
noso al frente de las fortalezas del Callao, que hoy pi
sáis triunfantes, viendo ufanos por fruto de vuestro
trabajo tremolar el estandarte de la libertad sobre esos
soberbios é inexpugnables torreones que se humillan á
vuestro valor irresistible.
«¡Camaradas! El padre de la Patria se halla próximo
á llegar, y debéis felicitaros de que os cabe la satisfac
ción de presentarle esta ofrenda, en testimonio de que
los hijos de la libertad no saben desmentir los deberes
á que son consagrados...»
40 J. D. MONSALVE

cía—soy colombiano, y además soldado; eo


debo, pues, sino obedecer y sostener las le
yes de mi patria en las filas del ejército liber
tador" (i). Sin embargo, el Perú no podía des
prenderse de su Libertador; sin él, los perua
nos consideraban roto el equilibrio y temían
volver á la época de las felonías y de la igno
minia; cincuenta y dos diputados firmaron un
memorial en el cual pedían que se suspendie
se por otro año la convocatoria del Congreso,
con el único objeto de retener por un año más
á Bolívar en la presidencia, mientras la paz
se consolidaba en el país (2).
Y en realidad, Bolívar, de quien el ideal
acariciado y permanente era la existencia, in
tegridad y grandeza de la gran Colombia, no
podía permanecer por más tiempo en el Perú;
él había dicho al marqués del Toro:

Aun cuando yo perdiera todo sobre la tierra, me


quedaría la gloria de haber llenado mi deber hasta
la última extremidad, y esta gloria sería eternamen
te mi bien y mi dicha (3).

A Sucre le había escrito:

Usted sabe perfectamente que mi profesión ha


(1) Blanco: Op cit., t. X, pág. 201.
(2) Blanco: Op. cit., pág. 279.
(3) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 29.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 41

sido siempre el culto popular y la veneración á las


leyes y á los derechos (i).

Al vicepresidente Santander le había ma


nifestado en 1825:

Si el Congreso se digna aprobar mi conducta, mi


gozo será extremo, y si me llama, ninguna causa
me detendrá, porque mi primer deber es la obe
diencia á Colombia (2).

Cierto es que el Congreso no lo había lla


mado, pero también lo es que no lo había au
torizado para una ausencia indefinida; sin em
bargo, había causas más poderosas que recla
maban la presencia del Libertador en el sue
lo de su patria; ya no había en el territorio
colombiano enemigos armados para comba
tir; comenzaban, pues, los días en que debe
rían cumplirse sus dolorosos presentimientos
cuando decía: "Temo más á la paz que á la
guerra".
Los efectos de las intrigas, rivalidades,
ambiciones y carencia de espíritu público,
en gran parte de los altos empleados del
Gobierno, habían abanderizado á los colom
bianos, y de todo ello había recibido alarman
tes noticias, como ya lo hemos dicho antes.
(1) O'Leary: (Cartas del Libertador), t. XXX, pág. 70.
(2) Idem Id., pág. 39.
42 J. D. MONSALVE

El Libertador escribía á Santander en Febre


ro de 1826:

En estos días he recibido cartas de diferentes


amigos de Venezuela proponiéndome ideas napo
leónicas. El general Páez está á la cabeza de estas
ideas, sugeridas por sus amigos los demagogos. Un
secretario privado y redactor de El Argos ha veni
do á traerme el proyecto; usted lo verá disfrazado
en la carta que incluyo original, que usted deberá
guardar con infinito cuidado para que no la vea na
die. El redactor de esta carta es Carabaño.
El general Briceño me ha escrito diciéndome que
él ha tenido que contener á los que querían dar el
golpe en Venezuela, y que les aconsejó que me
consultasen.
El general Mariño escribe también, y otros me
nos importantes, pero más furiosos que demócra
tas. Por supuesto, usted debe adivinar cuál será mi
respuesta.
Mi hermana me dice que en Caracas hay tres
partidos: monárquicos, demócratas y pardócratas.
Que sea yo Libertador ó muerto es su consejo. Este
será el que yo seguiré, aun cuando supiera que por
seguirlo pereciera todo el género humano (1).

Y al general Pedro Briceño Méndez, confi


dente íntimo y á quien solía comunicar sus
más recónditos secretos, le decía en 27 del
mismo mes:
(1) O'Leary (Cartas del Libertador): t. XXX, pági
na 168.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 43

Guzmán me ha entregado una carta de usted, que


he leído con mucho interés. Es ciertamente una fe
licidad, sobre todo para mí, que usted haya llega
do á Caracas en momentos tan oportunos, y nunca
ha dado una prueba más relevante de su excelente
juicio que oponiéndose á las ideas que prevalecían
en Caracas y hacer que se me consultase en un pro
yecto que indudablemente iba á arruinar mi crédito
y á manchar eternamente mi gloria y mi reputación.
Esté usted persuadido que no entraré en él (i).

Tratándose así de un asunto que ha dado


lugar á tantas leyendas y á muchísimos jui
cios y comentarios apasionados y calumnio
sos con que los enemigos de la gloria del
Libertador han querido abaldonarlo, es pre
ciso que, aunque aparezca aquí una digresión
de este estudio, examinemos aunque somera
mente la cuestión de la monarquía boliviana,
en cuanto se relaciona con el año de 1826.
¿Cuál fué la carta de Páez á que se refiere
Bolívar en los apartes que hemos transcrip
to? Esa carta se encuentra en el tomo II de las
Memorias del general O' Leary, en la página 57,
y lleva fecha de i.° de Octubre de 1825;
se encuentra también en los Documentos del
general José Féliz Blanco, en las Memorias
históricopoliticas del general Posada Gutié
rrez, y casi no ha habido historiador de

(1) O'Leary: T. XXX, pág. 175.


44 J. D. MONSALVE

Colombia que no haya comentado. Toda ella


es sumamente interesante y expresiva, por
lo cual la copiamos íntegramente: S

Caracas, Octubre i.° de 1825.


A su excelencia el general Bolívar, etc., etc., etc.
Mi querido general y amigo:
La gran distancia á que usted se encuentra de
nosotros me proporciona muy de tarde en tarde ver
letra suya; le aseguro que éste es uno de los mu
chos males que experimentamos y un bien para los
malvados á quienes conviene semejante posición.
Hace mucho tiempo que deseaba explicarme con
usted con la franqueza de un amigo y compañero
de armas; pero no me atrevía á fiar semejantes co
sas á la pluma por los conductos ordinarios, pues la
mala fe nos ha reducido hasta el caso de descon
fiar de los correos, y, por lo tanto, veo como un fe
liz acontecimiento la marcha del general Briceño
en dirección hacia usted. Él es el conductor de la
presente, y mucho me alegraría que se viesen uste
des, porque él, bien enterado de todo por lo que
hemos hablado y ha visto, puede decirle todo lo
que se deja de expresar en este escrito.
Querido general: Usted no puede figurarse los
estragos que la intriga hace en este país, teniendo
que confesar que Morillo le dijo á usted una verdad
en Santa Ana sobre "que le habían hecho un favor
en matar á los abogados". Pero nosotros tenemos
que acusarnos del pecado de haber dejado imper
fecta la obra de Morillo, no habiendo hecho otro
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 45

tanto con los que cayeron por nuestro lado; por el


contrario, les pusimos la República en las manos;
nos la han puesto á la española, porque el mejor
de ellos no sabe otra cosa, y están en guerra abierta
con un ejército á quien debe todo su ser y de cuyo
cuartel general han salido los congresos sin tomar
la más mínima parte en ellos como corporación y
obrando con aquella buena fe que sólo se conoce en
la noble profesión de los militares. La situación de
este país es muy semejante en el día á la de Fran
cia cuando Napoleón el Grande se encontraba en
Egipto y fué llamado por aquellos primeros hom
bres de la revolución, convencidos de que un Go
bierno que había caído en las manos de la más vil
canalla no era el que podía salvar aquella nación, y
usted está en el caso de decir lo que aquel hombre
célebre entonces: Los intrigantes van á perder la
Patria; vamos á salvarla.
Este país, en lo general de su población, no tie
ne más que los restos de una colonia española; de
consiguiente, falto de todo elemento para montar
una república; usted y un puñado más de valientes
lo han hecho todo: el día que usted lo deje deja de
ser lo que usted lo ha hecho; de consiguiente, la
existencia de un orden de cosas aquí que pueda
llamarse gobierno es consubstancial con usted, y en
prueba es que sólo su alejamiento ha producido un
estado habitual de anarquía que no puede atajar la
actual administración, á pesar de sus mejores de
seos.
Usted se abismaría al ver las personas que diri
gen su país. Son de la especie que en cualquiera
otra parte en que hubiese moral pública ocuparían
46 J. D. MONSALVE

el lugar más inferior, y muchos de ellos ocuparían


un presidio por sus crímenes; mas, por desgracia,
no es así; ellos manejan á su antojo las elecciones,
señalan el primer magistrado de la República, ha
blan de la reelección de usted, no de buena fe, sino
por temor, pues aquellos que en papeles titulados
Astrónomo y Triquitraque se erigen en sus panegiris
tas son sus mayores enemigos y toman el carácter de
defensores por indisponer á otros; en fin, el perío
do de las elecciones me ha hecho observar que la
gente de este país, casi en lo general, ó es tan mala
como los bribones que la manejan, ó que el pueblo
(y esto me parece lo más cierto) es absolutamente
indiferente á todo lo que se llama acto de gobierno,
y que se dejaría imponer cualquiera que se le qui
siese dar.
Cuando veo todo esto en lo que se llama pueblo;
cuando veo á los que se llaman diputados de ese
pueblo hacer su viaje á lo que ellos llaman Con
greso, y que los más vocingleros contra lo que ellos
llaman el despotismo toman al instante un empleíto
de estos que ellos llaman tiranos y otras mil cosas,
entonces me parece que se puede asegurar que este
país necesita otra cosa distinta de la presente, que
establezca el orden, le dé la debida consideración
á los que la merecen, é imponga silencio á los tra
moyistas. Para esto puedo asegurar á usted que
este es el sentimiento ó el deseo de todos los mili
tares que conozco, todos los que están á mis órde
nes, y hasta se puede agregar todos los de la Repú
blica, y esto es lo que usted debe creer porque es
la voz de un hombre capaz de sostener lo que dice
y no dice aquello de que no está convencido.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 47

Casi tengo motivos para cieer que puede haber


quien le haya escrito á usted algo en contra de sus
compañeros de armas; pero creo que si me exten
diese en este particular por combatir esta idea, haría
una ofensa á usted mismo, porque le supondría una
credulidad pueril y me la haría á mi mismo carác
ter. Usted con los militares ha ido á todas partes y
aún puede ir quizás más allá, al paso que los actos
de aparente adhesión de los leguleyos y demás pa
recidos á ellos sólo tienen por objeto quitarle á
usted esa fuerza que le da la unión con el Ejército.
Mi general, esta no es la tierra deWáshington; aquí,
se hacen obsequios al Poder, por temor é interés,
como se le han hecho á Boves y á Morillo; y el fun
dador de la República sería insultado por los hom
bres más viles el día que volviese al recinto de su
casa.
Tengo no sé que presentimiento de que usted
piensa dejar el país y retirarse á Europa; he resis
tido esta idea porque ella es horrorosa, y por si
tiene algunos visos de verdad le diré francamente
que mi opinión es del todo contraria á semejante
acontecimiento. Vista filosóficamente no más, sería
un rasgo heroico de desprendimiento; mas por otra
parte sería el colmo de la fatalidad, y usted, á los
muy pocos días tendría que pasar por la pena de
ver desmoronar el edificio cuyo único apoyo es
usted mismo; y sus compañeros quedan expuestos
á ser el juguete de la intriga aún más de lo que ya
son estando aún presente. Es preciso, pues, que
usted se convenza de estas verdades y que comple
te su obra, que no consiste sólo en haber destruido
los enemigos exteriores. Falta hacer lo mismo con
48 J. D. MONSALVE

los domésticos, cuya guerra es algo más com


plicada cuanto que se hace con armas más descono
cidas en nombre de la misma libertad y bien ge -
neral.
A los valientes que han formado esta misma Re
pública se les niega ya lo que las leyes conceden á
las últimas clases del Estado. En Caracas se dispu
tó el voto del Ejército en las elecciones parroquia
les, lo mismo que en Puerto Cabello. En Valencia
y en Maracaibo se eludió por aquellos medios de
que sabe usar la superchería. Yo pude haber usado
de la fuerza para ello, pero no quise dar este argu
mento más á la intriga, porque todo esto es par
cial y debe curarse con otra cosa que remedie el
todo.
Los curiales pretenden reducirnos á la condición
de esclavos, y esto no se puede sufrir, ni lo permi
te el honor, y menos la seguridad del país, que aún
no ha transigido con sus enemigos exteriores.
Nuestro ejército se acabará pronto si no se atajan
las justas causas de su descontento, y estoy bien se
guro que en un caso de guerra los señores letrados
y mercaderes apelarán como siempre á la fuga, ó se
compondrán con el enemigo, y los pobres militares
irán á recibir nuevos balazos para volver á propor
cionar empleos y fortuna á los que actualmente los
están vejando. Es preciso, amigo, que nos enten
damos, y que nuestra incomunicación no nos haga
aparecer discordes, seguro de que nuestra voluntad
no puede ser sino la misma, sobre lo cual debe
usted reposar tranquilo, y se lo afirma su invaria
ble amigo y compañero
José A. Páez.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 49

Esta carta llegó á manos del Libertador con


otra fechada el 21 del mismo mes, del gene
ral Mariño, que copiamos:

Valencia, Octubre 21 de 1825.


A su excelencia el Libertador, presidente de la
República, etc., etc.
Querido general y amigo:
Hace algún tiempo que no he tenido el gusto de
comunicarme con usted; pero en política lo pasado
vale poco; voy á hablar á usted de lo presente. La
carta que nuestro amigo y compañero el general
Páez dirige á usted duplicada, por conducto del
señor Guzmán, es la expresión de mis sentimien
tos; por esta razón es que no los repito; ha sido
escrita de acuerdo, y así como Páez, yo me refiero
en la que se ha duplicado, á lo que Guzmán mismo
debe decir á usted. El merece toda nuestra confian
za, y como tal lo recomiendo á usted.
Patriotas sinceros temen que usted deje el país,
y hombres que sin duda apoyan sus esperanzas en
tal abandono sustentan esta idea y la suspiran;
pero jamás se fundó una patria para cederla á la
intriga, y jamás debió emprenderse una revolución
que no debiera también concluirse. El objeto de la
nuestra es la felicidad de la patria; si ésta no exis
te, ella no ha concluido. Para ganar la independen
cia no hemos perdonado sacrificios; para afirmarla
no debemos economizarlos. De otro modo usted y
sus compañeros de armas serían criminales á los
ojos de la posteridad. Yo no quiero aparecerlo, lo
4
50 J. D. MONSALVE

aseguro á usted con toda la firmeza que me carac


teriza. Invito á usted, pues, á que salve la Patria y
le ruego que para este fin glorioso cuente usted con
la amistad de su antiguo compañero y de su amigo
Santiago Marino (i).

A estas cartas se refería Bolívar cuando en


la que escribía á Santander agregaba:

Esto, y mucho más, diré para borrarles del pensa


miento un plan tan fatal, tan absurdo y tan poco glo
rioso. Plan que nos deshonraría delante del mundo y
de la Historia, que nos traería el odio de los libera
les y el desprecio de los tiranos; plan que me horro
riza por principios, por prudencia y por orgullo.
Este plan me ofende más que todas las injurias de
mis enemigos, pues él me supone de una ambición
vulgar y de un alma infame, capaz de igualarse á
la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores.
Según esos señores, nadie puede ser grande sino
á la manera de Alejandro, César y Napoleón.
Yo quiero superarlos á todos en desprendimien
to, ya que no puedo igualarlos en hazañas. Mi
ejemplo puede servir de algo á mi patria misma,
pues la moderación del primer jefe cundirá entre
los últimos, y mi vida será su regla. El pueblo me
adorará y yo seré el arca de su alianza.
Soy de usted de todo corazón
Bolívar (2).
(1) Memorias delgeneral O'Leary, t. II, pág. 460.
(2) Idem id. Cartas del Libertador), t. XXX, pági
na 170.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 51

¿Y qué contestó Bolívar al general Páez


cuando le sugería tales ideas napoleónicas?
Oigámoslo:

Magdalena, en el Perú, 6 de Marzo de 1826.


Excelentísimo señor general en jefe J. Antonio
Páez.
Mi querido general y amigo:
He recibido la muy importante carta de usted del
i.° de Octubre del año pasado, que me mandó por
medio del Sr. Guzmán, á quien he visto y oído, no
sin sorpresa, pues su misión es extraordinaria.
El me dice que la situación de Colombia es se
mejante á la de Francia cuando Napoleón se en
contraba en Egipto, y que yo debo decir con él:
"Los ingratos van á perder á la patria, vamos á
salvarla." A la verdad, casi toda la carta de usted
está escrita con el buril de la verdad; más no basta
la verdad sola para que su plan logre su efecto.
Usted no ha juzgado, me parece, imparcialmente el
estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombia
es Francia ni yo Napoleón. En Francia se piensa
mucho y se sabe todavía más: la población es ho
mogénea, y además, la guerra la ponía en el borde
de un precipicio. No había otra república grande
que Francia, y la Francia había sido siempre un
reino. El Gobierno republicano se había desacre
ditado y abatido, hasta entrar en un abismo de
execración. Los monstruos que dirigían la Francia
eran igualmente crueles é ineptos. Napoleón era
grande y único, y además sumamente ambicioso.
52 J. D. MONSALVE

Aquí no hay nada de esto; tampoco quiero imitar á


César, menos á un Iturbide. Tales ejemplos me pare
cen indignos de mi gloria.
El título de Libertador es superior á todos los
que ha recibido el orgullo humano; por lo tanto me es
imposible degradarlo. Por otra parte, nuestra pobla
ción no es de franceses en nada, nada, nada. La
República ha levantado el país á la gloria, á la pros
peridad, y dado leyes y libertad. Los magistrados
de Colombia no son Robespierre ni Marat. El pe
ligro ha cesado cuando las esperanzas empiezan;
por lo mismo nada urge para tal medida. Son re
públicas las que rodean á Colombia y Colombia ja
más ha sido un reino. Un trono espantaría tanto
por su altura como por su brillo. La igualdad seria
rota y los colombianos temerían ver perdidos sus de
rechos por una nueva aristocracia. Enfin, mi amigo,
yo no puedo persuadirme de que el proyecto que me ha
comunicado Guzmán sea sensato, y creo también que
los que lo han sugerido son hombres de aquellos que
elevaron á Napoleón y á Iturbide para gozar de su
prosperidad y abandonarlos en el peligro; ó si la bue
na fe los ha guiado, crea usted que son unos aturdidos
ó partidarios de opiniones exageradas, bajo cualquier
forma ó principios que sean.
Diré á usted con toda franqueza que este proyecto
no conviene ni á usted, ni á mí, ni al país. Sin em
bargo, creo que en el próximo período señala
do para la reforma de la Constitución se pueden
hacer en ella notables mutaciones, en favor de los
buenos principios conservadores, y sin violar una
sola de las reglas más republicanas. Yo enviaré á
usted el proyecto de Constitución que he formado
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 53

para la república de Bolivia; en él se encuentran


reunidas todas las garantías de permanencia y de
libertad, de igualdad y de orden. Si usted y sus
amigos quisieren aprovechar este proyecto, sería
muy conveniente que se escribiese sobre él y se
recomendase á la opinión del pueblo. Este es el
servicio que podemos hacer á la patria; servicio
que será admitido por todos los partidos que no
sean exagerados; ó, por mejor decir, que quieran
la verdadera libertad con la verdadera utilidad.
Por lo demás, yo no aconsejo á usted que haga
para sí lo que no aconsejo para mí; mas si el pueblo
lo quiere y usted acepta el voto nacional, mi espada y
mi autoridad se emplearán con infinito gozo en soste
ner y defender los decretos de la soberanía popular.
Esta protesta es tan sincera como el corazón de
su fiel amigo,
Bolívar.

Esta contestación, como bien lo dice Baralt,


no necesita comentarios: Bolívar rehusó pasar
el Rubicón. Tan sencilla y clara como es sobre
el asunto principal, no lo es menos respecto
de los dos asuntos accesorios: el deseo de que
se aceptase el proyecto de Constitución para
Bolivia y que esto se hiciese ilustrando la
opinión por medio de la Prensa en el pe-
periodo señalado para la reforma de las ins
tituciones colombianas, sin comprometer una
sola de las reglas más republicanas.
En nuestro concepto, los sostenedores de la
I

54 J. D. MONSALVE

idea de que en 1826 quería Bolívar aceptar la


monarquía, ya que, desmentidos por la misma
correspondencia del Libertador, no podían
persistir en calumniar las intenciones de éste,
acaso sin conocer documentos contrarios,
como los que hemos aducido en el curso de
este estudio, se han fortificado tras del argu
mento de que Bolívar deseaba el estableci
miento de la Constitución boliviana; pero esa
argumentación es muy pobre y no sirve más
que para probar, ó que los enemigos de Bolí
var hicieron resolución de no dejarse conven
cer, ó que han sido incapaces de comprender
el espíritu de esa Constitución. El general
Santander, que en 1828 la llamó absurda,
en 1826 la había elogiado, diciendo de ella
que era "liberal y popular, fuerte y vigoro
sa"; y refiriéndose, tanto al discurso prelimi
nar, como al mismo proyecto, decía:

Muchos enamorados tiene su discurso. Vamos a


imprimirlo, y no dudo que se hablará bien del pro*
yecto, al menos donde yo pueda tener algún in
flujo (1).
... Estamos bajo los ojos de la Europa y de la
América, y nuestras acciones públicas no deben
estar en choque ni con la civilización ni con el es
píritu del siglo. Demasiado presente tendría usted

(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del general Santander,)


t. III, pág. 256.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 55

esta posición al escribir su discurso para Bolivia, y


su Constitución (i).

A Sucre, el menos autoritario de los proce


res, le pareció casi inadmisible la Constitu
ción boliviana, por demasiado liberal (2); al
general Juan José Flórez, intendente de Qui
to, le pareció un "asombro democrático" (3),
y, en fin, todos los hombres políticos que
en 1826 aún no se habían agrupado y forma
do partido contra Bolívar, encontraban esa
carta más distante de la tiranía que la Cons
titución de 1821.
Que en Colombia, como en el Perú y en
Bolivia, había un partido monarquista que
quisiera establecer un trono con Bolívar co
ronado, ó con un príncipe extranjero, es cues
tión indiscutible por demasiado evidente. Lo
hubo desde que se inició la revolución de in
dependencia, lo había antes de consumarse
ésta, y lo hubo después. El Bajo y el Alto Perú
aún no se habían desprendido de las prácti
cas de derecho público de la colonia, y los
habitantes de Venezuela y del virreinato, to
dos con igual suma de patriotismo, se aferra
ban á diferentes teorías. El general Sucre

(1) O'Lbary: Op. cit., t. III, pág. 306.


(2) Idem id., 1. 1, pág. 339, y Baralt, t. Il.pág. 145.
(3) Idem Id., t. IV, pág. 7.
56 J. D. MONSALVE

mismo, el más virtuoso, modesto y desintere


sado, no era del todo opuesto á los principios
monárquicos (i); y en cuanto al vicepresiden
te de Colombia, hay que distinguir el Santan
der particular del Santander gobernante. En
efecto, cuando Santander, "el hombre de las
leyes", al consumarse la independencia de la
Nueva Granada y estar próxima la de Quito,
se imaginaba que el encargo del Poder ejecu
tivo era sumamente interino, pues pronto re
gresaría Bolívar á ocupar la presidencia, es
cribió á un amigo suyo de altas influencias en
Venezuela una carta que, cogida por los espa
ñoles con otros papeles en el combate de Ca-
rabuya, decía así:

Reservada.—Santafé, á 28 de Agosto de 1822.


Mi estimado amigo:
Sabes que la ocupación de Pasto y Quito ha dado
mucha popularidad al Libertador, y que es acree
dor á nuestra gratitud. Aprovechó de los momentos
de entusiasmo y pasó á Guayaquil: halló aquel pue
blo gobernado por hombres cuyas pretensiones
eran de adherirse al Perú; hubo alguno bastante
atrevido para decírselo con firmeza; pero napo
leónicamente hizo lo de Saint-Cloud: echó á ro
dar la Junta gubernativa, formó otra de personas
de su confianza, y verás en la acta acordada que
aquel departamento se agregó á Colombia. Con esto
(1) Memorias del general O'Leary, t. I, pág. 379.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 57

ha llenado el gran plan de redondear á Colombia...


Tú sabes que detesto el antiguo gobierno, pero
conozco que este pueblo no está bien ilustrado, ni
es capaz esta generación de estarlo bastante para
ser gobernada por instituciones liberales; además,
todos quieren aprovecharse de los únicos recursos
del Estado, que son las propiedades de secuestros;
no hay con qué atender al gasto ordinario, y un
Gobierno popular en donde todos mandan y sin re
cursos, está siempre próximo á una anarquía; ne
cesita, pues, la República un Gobierno más fuerte
y liberal al mismo tiempo, y creo que no sería di
fícil aceptarse con gusto el de una monarquía mo
derada y constitucional. Sobre todo, cuando por vía
de recompensa á sus servicios el Congreso, por
aclamación, lo ofreciese al Libertador. No hay un
colombiano que se negara á esta demostración de
la patria á un héroe que todo lo ha sacrificado por
ella; y aún creo más: que este es el voto reservado
de cada propietario que tenga algunas luces.
Esta forma de gobierno tiene más garantías den
tro y fuera, concilia los intereses de las clases y aún
será acogido por los soberanos de Europa como más
conforme á las grandes miras políticas; los emplea
dos y defensores de la República tendrán más esta
bilidad, y poco á poco las jerarquías ocuparán su
lu gar. Algunas cabezas exaltadas se opondrán en
Caracas.
Pocos han leído su discurso de Angostura; bas
tante dijo sobre el particular. Sus guardias ha
rán lo que él quiera, y cualquiera tentativa será
sofocada. Además atraería á los pocos españoles y
la emigración de los descontentos de Europa, y
58 J. D. MONSALVE

finalmente sólo habría de temer la influencia de


M. y N. (i), y alguno que otro ambicioso; pero
asociándolos en puestos eminentes paralizará sus
miras.
Esto no es más que un pensamiento en que los
más de los amigos convienen; dime tu sentir con
franqueza y procura que las elecciones recaigan en
hombres de algunas luces, que ellos sabrán cono
cer y dar las ventajas de este proyecto (2).

Esta carta fué publicada por los realistas


en El Posta Español, de Venezuela, número 5,
de 20 de Noviembre del mismo año, y lleva la
firma de S.; y aunque algunos colombianos
quisieron negar su autenticidad, suponiéndo
la un medio de que se valían los españoles
para sembrar la división, el señor Bernardo
Hurtado en 1828, en un folleto titulado Al
Mundo, sostiene su autenticidad, con mu
chas razones tan poderosas como irrefuta
bles.
Y el mismísimo Santander, cuando ya su
encono iba creciendo contra los venezolanos,
y fluctuaba entre el temor de romper con Bo
lívar y la esperanza de conservar sus influen
cias en el Gobierno, aceptaba la monarquía
(1) En los días de la fecha de esta carta se dijo que
estas abreviaturas se referían á los generales Santiago
Mariño y Antonio Nariño.
(2) Documentos para los anales de Venezuela. Serie,
primera, t. II, pág. 442.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 59

siempre que fuera Bolívar el monarca (i); y


aún hubiera aceptado el principado de Cun-
dinamarca que, decía, le había ofrecido Páez,
sin que haya constancia de tal ofrecimiento en
ninguna parte.

Y el general Santander— dice el general Posada


Gutiérrez—también tuvo ideas monárquicas en un
tiempo. Sabido es de todos el brindis que pronun
ció en un banquete, siendo vicepresidente de Cun-
dinamarca, en favor de la monarquía y de que se
coronase el Libertador. Los que no lo sepan ó lo
hayan olvidado pueden consultar el examen crítico
del general Mosquera, pág. 221 (2).

En fin, sabido es que fueron partidarios de


la monarquía los habitantes de cerca de media
Colombia; de entre los cuales sobresalían
Flórez, Montilla, Sardá, Valdés, Baralt, Urda-
neta y muchos más que sería largo enume
rar (3).
Lo que el proceso histórico y la lógica de
las consecuencias nos obliga á negar es que
el Libertador fuera partidario de los proyec
tos napoleónicos y que fuese de opiniones
(1) O'Leary: Op. cit. (Carias del general Santander),
t. III, pág. 272.
(2) Memorias Histórico-politicas, por el general J. Po
sada Gutiérrez, t. I, pág. 16.
(3) Documentos para los anales de Venezuela, prime
ra serie, t. II, pág. 117.
60 J. D. MONSALVE

monárquicas. Si sus convicciones políticas es


taban como en un símbolo de fe en el proyec
to de Constitución para Bolivia, como tantas
veces lo afirmó él mismo, los que de esto to
man pie para hacerle el cargo porque, como
dice el Sr Arosemena en sus Estudios Cons
titucionales: "este Código famoso en esencia
creaba una monarquía sin el nombre", han
hecho deducciones poco avenidas con una
razón inteligente. De los hombres de verda
dera ciencia constitucional, sin duda el más
eminente y el que mejor estudió la historia
de las instituciones americanas fué el doctor
José María Samper; oigámoslo:

¿Era, pues, Bolívar verdaderamente republicano?


Juzgo que lo fué, y siempre sincero, aun en 1829, y
á despecho de sus consejeros y amigos, que lo em
pujaban hacia la monarquía. Páez se la propuso
abiertamente, por medio del señor Antonio Leoca
dio Guzmán; Santander la insinuó muy claramente
en cartas que son conocidas (1); sus amigos en
Lima, en gran número, le invitaban á crearse un
trono, y sus consejeros oficiales en 1829 estuvieron
empeñados en la empresa. Y, sin embargo, Bolívar
rechazó siempre la idea de la monarquía.
(1) Existe en Caracas original una carta de 1826 en
que Santander dice á Bolívar «que sólo aceptaría la
monarquía si el Libertador fuese el monarca, en cuyo
caso él, Santander, sería su más humilde subdito».—
Nota del doctor Samper.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 61

¿Cómo explicar, pues, muchos de sus actos que


motivan la sospecha de que él tuviera un constante
anhelo por mantenerse en el poder y por ejercerlo
casi sin cortapisas ni limitaciones? ¿Cómo explicar
sus ideas políticas profesadas en Angostura y en
Lima? ¡Ah, estos son puntos muy distintosl Estos
hechos lo que comprueban, junto con muchos otros,
desde 1810, no es que Bolívar no fuera siempre pa
triota y republicano, sino que era un republicano
esencialmente conservador, en todo lo relativo á
puntos de organización y administración. Y ¿puede
hoy ni el más avanzado liberal hacerle justos car
gos por la tendencia excesivamente conservadora
que tuvieron sus ideas en todo aquello que no se
refería á la independencia, á la abolición de la es
clavitud, la propagación de la enseñanza pública,
la libertad del comercio y la industria, y la igualdad
de las masas populares?... (1)

Suspendamos aquí esta digresión, que va


más larga de lo que nos proponíamos, y siga
mos al Libertador en pos de su ideal.
Si el grande y permanente ideal de Bolívar
era, como lo hemos venido demostrando, apar
te la emancipación de la América española, la
existencia, grandeza y hegemonía de la Gran
Colombia, y la gloria de ésta y de él, como li
bertadores del continente, es clarísimo que
recibió las insinuaciones de Páez y Mariño en
(1) José María Samper: El Libertador Simón Bolívar,
pág. 39, ed. de Buenos Aires, 1884.
62 J. D. MONSALVE

días bien halagadores para su orgullo, ó, si se


quiere, para su vanidad, que, en nuestro con
cepto, no la tuvo.
Su ideal parecía realizado ante el mundo
civilizado, pues de Bélgica, Inglaterra y Es
tados Unidos se enviaban ya representan
tes acreditados ante nuestro Gobierno, Fran
cia, que antes intentara hostilizarnos á mano
armada, entraba también en negociaciones
y ofrecía interponer sus influencias ante la
corte española para ver de lograr el reco
nocimiento de la independencia americana;
el Papado comenzaba á hacerse sordo á las
intrigas de la Santa Alianza; con la no inter
vención de Bolívar en los asuntos de la Ar
gentina y el Brasil, y con su política de habi
lidad diplomática, el Libertador había venci
do la diplomacia europea (i); las altas perso
nalidades políticas del antiguo continente fija
ban sus miradas sobre la acción del caudillo
colombiano y la existencia de Colombia; la fa
milia de Washington le presentaba su home
naje de admiración, condecorándolo con la
medalla con que se había honrado al fundador
de la gran república del Norte; el conde de las
Casas, amigo, compañero y fiel confidente de
Napoleón hasta la muerte de este hombre ex
traordinario, le dedicaba sus Memorias, como
(i) Carlos A. Villanueva: La Santa Alianza, pági
na 238.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 63

prenda de la alta admiración que llegó á ins


pirarle; lord Byron le acreditó el respeto y
estimación que por él sentía, y Lafayette le
colmaba de elogios, diciéndole:

Mi admiración y los votos que hago por vos da


tan de vuestros primeros esfuerzos por la causa pa
triótica. Estos sentimientos se han fortificado cada
año con la vasta utilidad de vuestros triunfos, la
fecunda beneficencia de vuestros talentos, la supe
rioridad de vuestra abnegación republicana, por
cima de las ambiciones subalternas que han desco
nocido la verdadera gloria, y por el constante pen
samiento de vuestra influencia en la libertad de los
dos mundos (i).

Y cuando así se encontraba exaltado por los


bienes y libertad que había asegurado para la
América del Sur, como supiera que de España
saldría una expedición con quince mil hom
bres á reconquistar las colonias, el Libertador
se preparaba para salir á batirla, para lo cual
organizaba una armada de mar y tierra, y mo
vilizaba sus batallones (2). Con la mente reple
ta de su grande é invariable ideal, fijas las mi
radas en el porvenir de Colombia, repetía: "Yo
no tengo más miras que la patria y la glo-
(1) Blanco, Op. cit. t. XI, pág. 52.
(2) O'Leary: Op. cit., 1. 1, pág. 390; t. II, pág. 56; t. III,
pág. 224.
64 J. D. MONSALVE

ria" (i). Concepto bien reconocido cuando con


admirable concierto de opiniones y volunta
des, los pueblos todos de su patria lo reeligie-
ron para la presidencia de la República, re
elección que ratificó el Congreso colombiano
de este año. Y ¿cuál era esa patria? Silvio Pe
llico no alcanzó á mostrarla con más precisión
y elocuencia que Bolívar; en carta de estos
mismos días dice al general Santa Cruz:

... Primero el suelo nativo que nada; él ha forma


do con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no
es otra cosa que la esencia de nuestro pobre país;
allí se encuentran los testigos de nuestro nacimien
to, los creadores de nuestra existencia y les que nos
han dado alma por la educación; los sepulcros de
nuestros padres yacen allí, y nos reclaman seguri
dad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos
excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas;
allí fué el teatro de nuestra inocencia, de nuestros
primeros amores, de nuestras primeras sensaciones
y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sa
grados al amor y á la consagración? Sí, general,
sirvamos á la patria nativa, y después de este de
ber coloquemos lo demás. Usted y yo no tendremos
de qué arrepentimos si así lo hacemos (2).

Bolívar había de abandonar el Perú para


regresar á Colombia.
(1) Blanco: Op. cit., t. X, pág. 142.
(2) O'Leary: Op. cit., t. XXX, pág. 273.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 65

La situación de Colombia lo tenía atormen


tado. Es cierto que en cuanto á la existencia
actual de su hermosa creación tenía motivos
suficientes para estar altamente satisfecho;
pero las desavenencias entre los gobernantes
colombianos y las siniestras noticias que re
cibía le hicieron comprender la tormenta que
se preparaba; era preciso atender á la conser
vación de la Patria, y notificó la resolución de
encaminarse á Bogotá. El 13 de Agosto el ve
cindario de Lima quiso oponerse á la salida
del Libertador; la muchedumbre acudió frente
á sus habitaciones; hubo tiernos discursos "al
hombre de su corazón"; Bolívar se afirmaba
en su resolución, ofreciendo que en caso de
que el Perú corriese algún peligro volvería
en su defensa; pero la concurrencia, acongo
jada, le contestaba que saldría hollando el pe
cho á todos los del gentío, á sus hijos, y des
truyendo la vida que él mismo les había con
servado.
Aún no se había retirado el pueblo cuan
do se presentó la municipalidad apoyando
la misma súplica; en seguida llegaron los
tribunales y las corporaciones; Bolívar les
contestó manifestando el cariño que profesaba
á ese país, que le tenía hechizado, pero que
Colombia lo llamaba y era preciso escuchar
la voz del deber. Repitió que siempre estaría
listo para acudir á su defensa. Tras de estas
5
66 J. D. MONSALVE

súplicas vinieron las del Ejército, y, finalmen


te, las de las matronas, que, reunidas en las
salas consistoriales, pasaron al palacio. A sus
conmovedores discursos contestó el Liber
tador:

Señoras: El silencio es la única respuesta que


debía dar á esas palabras encantadoras que enca
denan no sólo el corazón, sino también el deber.
Cuando la beldad habla, ¿qué pecho puede resistir?
Yo he sido el soldado de la beldad, porque he com
batido por la libertad, que es bella, hechicera y
lleva la dicha al seno de la hermosura, donde se
abrigan las flores de la vida. Pero mi patria... jah,
señoras! Yo me lancé no sólo á los campos de ba
talla, sino también á defender todo lo que pisen los
pies de las diosas peruanas. . .*

Las señoras se estrechaban alrededor del


Libertador, le agobiaban con sus súplicas. El
se defendía. Después de un largo debate
se oyó una voz angelical que decía: "¡El Li
bertador se queda!", álo cual se siguieron
momentos de regocijo y entusiasmo increí
bles, y al fin un baile en que reinó la embria
guez de la alegría, al ver que el Libertador
no los abandonaba (i).
Esto, empero, no fué más que una tregua á
que se vió obligado para que no se le impor-
(i) El Peruana, de ió de Agosto de 1826.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 67

tunara. Harto había demorado su viaje desde


que había recibido noticias de la situación di
fícil en que el general Páez y los consejeros
de éste habían puesto á Colombia. La rebelión
del general Páez, cualesquiera que sean los
pretextos con que se trató de justificar, forma
la línea divisoria entre la época de grandeza,
de gloria y esplendor de la grande obra del
genio americano y de los días lúgubres, de tris
teza y de vergüenza que dieron principio á las
calamidades de la República. El general Páez
dió en Valencia el grito infernal el día 30 de
Abril; y obligado á darle fuerza á la rebelión,
á barnizarla con un aire de popularidad y á
organizaría, tomó como bandera la reforma de
la Constitución. Inspirábalo el doctor José Mi
guel Peña, aquel mismo traidor que en 1812
fué causa de la prisión de Bolívar y de Mi
randa, y que ahora había sido acusado ante el
Senado de la República por los delitos de pre
varicato y de alzamiento con dineros naciona
les; por instigación de ese personaje acordó
el Concejo municipal de Valencia se invitase
al de Caracas y á los de muchas otras ciuda
des á que por medio de diputados se reunie
ran con el fin de justificar el pronunciamiento
y pedir que se festinase la reforma de las ins
tituciones; se invistió al general Páez de un
cargo que se llamó jefe civil y militar, ó, lo que
es lo mismo, se le invistió de la dictadura, y
68 J. D. MONSALVE

se fomentaron los actos revolucionarios en


otras provincias. Y agrega el Sr. Baralt:

Todo esto tenía lugar entre los que se titulaban


amigos de Páez, siendo así que con más exactitud
hubiera podido llamárseles enemigos del orden y
del Gobierno general. Ningún acto fué más repro
bado nunca por la generalidad de la gente sana del
país. El odio al general Santander, cuya administra
ción constitucional, con exceso y acaso no pocas ve
ces con injusticia, se deprimió, tomaron parte contra
el Gobierno á cuya cabeza estaban algunos hombres
á quienes su reelección á la vicepresidencia del Es
tado, hecha por el Congreso en 15 de Marzo de este
año, no había de modo alguno agradado: siendo el
principal motivo de odio que á su persona tenían,
sus persecuciones encubiertas contra los escritores
de la oposición y el modo con frecuencia bronco y
desmañado con que rebatía los ataques de la im
prenta, á los que, con mengua de su carácter, se
mostraba nimiamente sensible (1).

A la causa apuntada por este historiador de


ben agregarse otras muchas, muy lógicas y na
turales, de carácter político, y algunas de ca
rácter moral. De las primeras, la principal era,
sin duda, el arraigado sentimiento separatista
que desde 1821 estaba acentuándose en el co
razón de muchos venezolanos, que no veían

(1) Resumen de la Historia de Venezuela, t. II, pági


na 143-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 69

bien la unión con la Nueva Granada, ni se


acomodaban con el régimen central, ni acepta
ban ser gobernados desde Bogotá. Entre las
razones morales hay una que las resume todas:
es que hay una ley moral invisible decretada
desde lo alto, cuya violación produce necesa
riamente sus consecuencias. El mismo motivo
de justicia distributiva que tuvo el Libertador
para juzgar y pasar por las armas al general
Piar lo tuvo con mayor razón para castigar
más duramente á Páez, Bermúdez, Marino y
Arismendi; Bolívar cometió la injusticia de ha
cer distinciones en el cumplimiento de las le
yes, y ahora la víbora consentida aprovechaba
su ausencia para hacer sentir los efectos de la
injusticia. Cierto que no todos los apaches de
Venezuela estuvieron de acuerdo en el movi
miento revolucionario; pero ello se debe sola
mente á que aún no había desaparecido el
prestigio de Bolívar, y á que las ambiciones de
aquéllos eran contrapuestas; pero en el fondo
todos ellos eran de la misma aspiración.
Las noticias de Venezuela ni le llegaron á
Bolívar con la prontitud de otras ni con la im
portancia que merecían; pero tan pronto como
comprendió toda la gravedad de que estaban
revestidas reorganizó el Gobierno del Perú, á
cuya cabezapusoal general Santa Cruz con los
ministros del despacho, y se despidió en una
proclama en que repetía sus agradecimientos
70 J. D. MONSALVE

y manifestaba seguir á Colombia, adonde el


deber lo reclamaba. Y como el intendente
de Guayaquil, coronel Tomás Cipriano de
Mosquera, en vista de los acontecimientos de
Abril, y considerando que éstos eran el prin
cipio de una época de anarquía y de guerra
civil, hubiese hecho que la municipalidad gua-
yaquileña y todos los habitantes de la ciudad
firmasen un acta en virtud de la cual se auto
rizaba al Libertador presidente para que asu
miera facultades dictatoriales y para que "por
las reglas de su sabiduría se encargara de los
destinos de la patria, hasta haberla salvado
del naufragio que la amenaza", Bolívar tuvo
conocimiento de tan extraordinaria novedad,
que fué seguida de actas iguales levantadas
en Quito, Popayán, Panamá, Cartagena y mu
chísimas otras ciudades de los departamentos
de Quito y Nueva Granada.
En esas actas se decía, además, que una vez
que la patria estuviese ya libre de los peligros
que la amenazaban, "el Libertador podrá con
vocar la gran Convención colombiana, que fija
rá definitivamente el sistema de la República,
y de ahora para entonces, Guayaquil se pro
nuncia por el código boliviano" (i). Por medio
de su secretario general contestó el Liberta
dor á la ilustre municipalidad de Guayaquil,

(i) Blanco: Op. cit., t. X, pág. 558.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 71

manifestándole que las graves y poderosas


razones que se exponían serían consideradas
detenidamente por la representación nacional,
agregando:

S. E. el Libertador ha hecho su profesión de fe


política en la Constitución presentada á Bolivia. Allí
están consignados todos los principios y todos los
derechos generales y particulares de los pueblos; y
allí se ha reunido del modo más conveniente la ga
rantía del Gobierno con la más ilimitada extensión
de la libertad; jamás se logrará mayor suma de se
guridad social y de seguridad individual en otro
cualquiera sistema político (i).

Y en 19 de Agosto, cuando ya el Libertador


se preparaba para salir en dirección á Bogotá
y Venezuela, como el colegio electoral de
Lima le comunicara que esta corporación se
había decidido por la adopción de la carta bo
liviana y había dado sus votos por la presi
dencia vitalicia de Bolívar, éste le contestó
entre otras cosas:

Esta Constitución es la obra de los siglos: porque


yo he reunido en ella todas las lecciones de la ex
periencia y los consejos y opiniones de los sabios.
Congratulo á los representantes de esta provincia
de que la hayan aceptado. Han conformado su opi
nión con la mía acerca de los intereses políticos, de
(1) Blanco: Op. cit, t. X, pág. 524.
72 J. D. MONSALVE

la duración, ventura y tranquilidad de los pueblos.


Ella no será bastante para libertar á los pueblos de
los grandes desastres que cambian la faz de la tie
rra trastornando los imperios; pero los pone á cu
bierto de todos los males momentáneos, y, sin em
bargo, de grande transcendencia á la generación
que los sufre.

Y luego, refiriéndose á su elección:

El Perú cuenta con hombres capaces de desempe


ñar la suprema magistratura; a ellos toca, no á mi,
el obtenerla. Así, no puedo encargarme de ella. Me
debo á Colombia (i).

En Guayaquil, adonde llegó bien pronto,


fué recibido con loco entusiasmo. Allí, como
el ángel mensajero de la paz, dirigió una pro
clama que principia con estas bellas palabras:
"El grito de vuestra discordia penetró mis
oídos en la capital del Perú, y he venido á
traeros una rama de oliva; aceptadla como el
arca de la salud." Aquí inició á los pueblos
en su idea ya madurada de libertar á Cuba
y Puerto Rico: "¡Qué! ¿faltan ya enemigos
á la América? ¿No hay más españoles en el
mundo?"
En el resto de la proclama sólo habla de
la necesidad de la concordia; no ha querido
(i) Blanco: Op. cit., t. X. pág. 532.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 73

saber quién ha faltado al patriotismo, y viene


con los brazos abiertos, como un hermano, á
evitar una contienda de la cual se declara él
mismo como culpable, por su demora en el
Perú y Bolivia. "¡No haya más Venezuela! ¡No
haya más Cundinamarca! Todos seamos colom
bianos, ó la muerte cubrirá los desiertos que
deje la anarquía."
El haberse derramado sangre colombiana
en Quito por la sublevación del Batallón
Araure, haberse propagado por varias provin
cias de Venezuela el fuego revolucionario
prendido por Páez, haberse proclamado la
dictadura del general Bolívar por las actas
de Guayaquil, Quito y otras provincias, ha
berse pronunciado otras por la integridad
constitucional, y haberse dividido las opinio
nes de los colombianos en diferentes partidos,
eran todas causas suficientes para que el áni
mo del Libertador se sobresaltara, y para que
considerando urgente su presencia en Bogotá,
acelerara su marcha, llegando á esta capital el
día 14 de Noviembre.

Yo vi esa entrada en la calle de Florián —dice el


Sr. D. José Caicedo Rojas ¿Ni cómo podía un mu
chacho de mi edad dejar de correr á presenciar una
función como esa, única, ó rara en su especie? Bo
lívar venía adelante de la numerosa comitiva ecues
tre que había salido á encontrarlo. Montaba un her
74 J. D. MONSALVE

moso caballo bayo, y venía á paso levantado, aun


que tenía dificultad para andar porque la gente de
á pie le impedía el paso y lo asediaba entre vivas y
aclamaciones. Llevaba el sombrero apuntado en la
mano y con él saludaba á todos los balcones, los
cuales estaban cuajados de damas y cubiertos de
damascos de seda de todos colores, ó de cortinas
tricolores. Una lluvia de flores caía sobre él y le cu
bría los vestidos y la cabeza.
Al llegar á la plaza principal, que hoy lleva su
nombre y ostenta su estatua, el estruendo de las
bandas militares, tambores, pífanos y cornetas, uni
do al de cien campanas echadas á vuelo, atronaba
los aires, mientras que la tropa de la guarnición
presentaba las armas y le hacia los demás honores
que le correspondían. Si hubiera regresado con al
guno de los cuerpos vencedores en el Sur, se le ha
bría recibido con los honores del triunfo, según lo
ordenaba la ley (i).

Ese día hubo un gran banquete en el pala


cio del Gobierno. Recordemos aquí el discurso
del vicepresidente, por los importantes con
ceptos que en él se encuentran:

Al fin, señor, se han cumplido los votos de Co


lombia. Ya estáis entre nosotros, y en la misma ca
pital de nuestra República. Cesaron nuestros ma
les, desapareció la discordia, se afianzó la unión, y
la dicha y el consuelo se difunden por nuestro vas
to territorio.
(i) Recuerdos y Apuntamientos, pág. 198.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 75

Las circunstancias que ilustran vuestra venida


ningún mortal ha tenido la dicha de reunirías. A
vuestra espalda habéis dejado innumerables ameri
canos tiernamente agradecidos á los inmensos bie
nes que han recibido de vuestra mano; habéis atra
vesado por entre pueblos de cuyos labios nunca
han salido sino palabras de amor y gratitud hacia
su Libertador; llegáis en los días de dolor en que
hollado el pacto social... pero no es justo acibarar
este día de regocijo con recuerdos tan funestos.
Vuestra venida es la señal de salud, y rayo de muer
te contra los enemigos comunes, la garantía de li
bertad y el brazo fuerte que conservará esta unión
á la cual habéis consagrado tantos esfuerzos.
Olvidemos, señores, los males que nos han afli
gido, las angustias de la Patria, los errores de la
Administración. Bolívar está ya entre nosotros, y al
rededor de su autoridad debemos todos colocarnos
para borrar la mengua del honor nacional, restable
cer la concordia y conservar el evangelio de nues
tros derechos.
Permitidme, señor, que recoja los votos del pue
blo colombiano, y tenga la dicha de presentároslos;
amor, gratitud, respeto, admiración y confianza son
los principales afectos de nuestro corazón hacia vos.

Luego Santander hizo el elogio de las cam


pañas del Perú y Bolivia, y terminó manifes
tando cómo se había cumplido la Constitución.
Bolívar, en su respuesta, hizo el panegírico
del Ejército, lamentó la situación de Colombia
y pidió, en vista de las disensiones políticas,
76 J. D. MONSALVE

se le permitiese tomar asiento como padre


para aconsejarles la unión y el respeto á las
leyes.
Posesionado de la presidencia de Colombia
el 22 de Noviembre, Bolívar lo anunció por
medio de una elocuentísima proclama en que
decía:

Vuestros males me han llamado á Colombia;


vengo lleno de celo á consagrarme á la voluntad
nacional: ella será mi código, porque siendo el so
berano, es infalible.
El voto nacional me ha obligado á encargarme
del mando supremo; yo lo aborrezco mortalmente,
pues por él me acusan de ambición y de atentar á
la monarquía. ¡Quél ¿Me eren tan insensato que as
pire á descender? ¿No saben que el destino de Liber
tador es más sublime que el trono?

Y para concluir esta hermosa proclama,


agregaba:

|Colombianosl
Vuelvo á someterme al insoportable peso de la
magistratura, porque en los momentos de peligro
era cobardía, no moderación, mi desprendimiento;
pero no contéis conmigo sino en tanto que la ley ó
el pueblo recupera la soberanía. Permitidme enton
ces que os sirva como simple soldado y verdadero
republicano, de ciudadano armado en defensa de
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 77

loa hermosos trofeos de nuestras victorias, vuestros


derechos.

Después de dictar una serie de decretos


relacionados con la administración, se enca
minó para Venezuela. Mas es preciso que re
cordemos antes que el Libertador había en
viado al general Páez la contestación á la carta
en que le proponía planes napoleónicos, acom
pañada de varios ejemplares del proyecto de
Constitución para Bolivia y del discurso pre
liminar. Esta notabilísima pieza, en que tan
filosóficamente desarrolla el espíritu del pro
yecto, era una refutación, tanto á las ideas de
que fué portador Antonio Leocadio Guzmán,
como al proyecto que llegaron á meditar los
peruanos Larrea, Pando, Unanue y otros no
tables, de confederar á Bolivia, Perú y Colom
bia para formar el imperio de los Andes y co
ronar como emperador á Bolívar (i). Este de
cía en su mensaje ó discurso:
(i) La gran Confederación americana era un pro
yecto viejo entrevisto con la mirada perspicaz y previ
sora del Libertador; pero sin ambiciones de éste y con
miras muy diferentes de la propuesta por los peruanos.
Desde Guayaquil escribió al general Santander una
carta con fecha 32 de Julio de 1822, en que le decía:
«... Cuando venga el tratado que debe haberse firmado
en Lima entre Colombia y el Perú, pienso dirigir una
misión para transigir los negocios de límites, que en
realidad presentan bastantes dificultades. Mientras tanto
78 J. D. MONSALVE

¡Legisladores!
La libertad, de hoy más será indestructible en
América. Véase la naturaleza salvaje de este con
tinente, que expele por sí sola el orden monárqui
co; los desiertos convidan á la independencia. Aquí

tendremos que manejarnos con delicadeza con respecto


á Jaén y Mainas. No digo nada con respecto á Guaya
quil, porque este negocio se presenta bajo diferentes
aspectos . Creo que el negocio de límites debemos ter
minarlo á la vez con el de España; quiero decir que
sería útil que nos pusiésemos de acuerdo para tratar
sobre eí negocio de la España con los del Perú y Chile,
y que no hiciésemos la paz separadamente, sino de man
común, para que nuestros hermanos del Sur nos agra
deciesen este rasgo de generosidad hallándonos en una
situación más ventajosa que ellos.
En una palabra: yo deseo mucho que empecemos de
hecho la Federación que hemos propuesto: i.", porque
la hemos propuesto; 2.0, porque es glorioso; 3.0; porque
es útil, y que la Europa nos vea unidos de corazón y de
interés, y, últimamente, porque nuestros hermanos del
Sur tengan motivos de amarnos y no nos inquieten por
esta parte los celos y rivalidades. En fin: yo pienso
que debemos colocar nuestra base de operaciones polí
ticas y militares sobre el Sur para que estemos libres
de obrar por el Norte con recursos y sin temores.
Esta máxima me parece de inmensa ventaja, y yo
querría que usted y los ministros la examinaran bien y
descubriésemos su error ó su utilidad; así ningún sacri
ficio será nunca bastante grande en obsequio de nues
tros hermanos del Sur, sean colombianos ó americanos.
Usted sabe que en el Norte están todos los peligros:
tenemos á Méjico, tenemos á la Europa, á los africanos,
y se podría añadir también á nuestros paisanos. Nos
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 79

no hay grandes nobles, grandes eclesiásticos. Nues


tras riquezas eran casi nulas, y en el día lo son to
davía más. Aunque la Iglesia goza de influencia,
está lejos de aspirar al dominio, satisfecha con su
conservación. Sin estos apoyos los tiranos no son
permanentes; y si algunos ambiciosos se empeñaran
en levantar imperios, Desalines, Cristóbal, Iturbide
les dicen lo que deben esperar. No hay poder más
difícil de mantener que el de un principio nuevo.
Bonaparte, vencedor de todos los ejércitos, no logró
triunfar de esta regla, más fuerte que los imperios.
Y si el gran Napoleón no consiguió mantenerse
contra la liga de los republicanos y de los aristó
cratas, ¿quién alcanzará en América fundar monar
quías, en un suelo encendido con las brillantes lla
mas de la libertad, y que devora las tablas que se
ponen para elevar esos cadalsos regios? ¡No, legis
ladores!, no temáis á los pretendientes á coronas;
ellos serán para sus cabezas la espada pendiente
sobre Dionisio. Los príncipes flamantes que se ob
cequen hasta construir tronos encima de los escom
bros de la libertad erigirán túmulos á sus cenizas
que digan á los siglos futuros cómo prefirieron su
fatua ambición á la libertad y á la gloria.

Páez recibió esos ejemplares; pero estando,

otros, por decirlo así, estamos á la vanguardia contra


todos estos enemigos, y si la retaguardia no queda cu
bierta por el amor de los pueblos, adiós de Colombia.»
(Carta inédita tomada del Archivo del general San
tander).
80 J. D. MONSALVE

como estaba, resuelto á romper la hegemonía


colombiana, había dicho ya:

Estos pueblos, desde el 30 de Abril rompieron los


vínculos del pacto social, y yo no acepté la autori
dad de jefe civil y militar que depositaron en mis
manos, sino con el juramento solemne de no obe
decer nunca más órdenes de Bogotá; juramento que
hice con toda la sinceridad de mi corazón, que he
estado siempre resuelto á cumplir y que he repetido
voluntariamente delante de todo el pueblo de Cara
cas el día 7 de Noviembre último (1).

No pudo, pues, leer ni el discurso ni la


Constitución, por haber enfermado del pe
cho (2) desde que llegó el coronel O'Leary.que
fué portador de la célebre contestación acom
pañada de los mencionados ejemplares y de
la manifestación de las impresiones que el
Libertador sintiera respecto de los aconteci
mientos; y el Sr. Guzmán, que fué uno de los
más entusiastas panegiristas de la tan discuti
da Constitución boliviana y de los que más
trabajaron para que en todos los pueblos se
invistiese á Bolívar con las facultades dictato
riales de que lo había revestido el acta de
Guayaquil, le había traído también al mismo
Páez una nueva carta en que le decía:

(1) O'Leary: Op. cit., t. II, pág. 69.


(2) Idem., id. id., pág. 67.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 81

Lima, 8 de Agosto de 1826.


Mi querido general:
... Diez y seis años de amontonar combustibles
van á dar el incendio que quizás devorará nuestras
victorias, nuestras glorias, la dicha del pueblo y la
libertad de todos. Yo creo que bien pronto no ten
dremos más que cenizas de lo que hemos hecho.
Algunos de los del Congreso han pagado la liber
tad con negras ingratitudes y han pretendido des
truir á sus libertadores. El celo indiscreto con que
usted cumplía las leyes y sostenía la autoridad pú
blica debía ser castigado con oprobio, y quizás con
pena. La imprenta, tribunal espontáneo y órgano
de la calumnia, ha desgarrado las opiniones y los
servicios de los beneméritos. Además ha introduci
do el espíritu de aislamiento en cada individuo,
porque predicando el escándalo de todos, ha des
truido la confianza de todos .
EÍ ejecutivo, guiado por esta tribuna engañosa y
por la reunión desconcertada de aquellos legislado
res, ha marchado en busca de una perfección pre
matura, y nos ha ahogado en un piélago de leyes y
de instituciones buenas, pero superfiuas, por ahora.
El espíritu militar ha sufrido más de nuestros ci
viles que de nuestros enemigos: á nuestros conmili
tones se les ha querido destruir hasta el orgullo;
ellos deberían ser mansos corderos en presencia de
sus cautivos, y leones sanguinarios delante de sus
opresores, pretendiendo de este modo una quimera,
cuya realidad sería muy infausta.
Las provincias se han desenvuelto en medio de
este caos. Cada una tira para sí la autoridad y
6
82 J. D. MONSALVE

el poder; cada una debería ser el centro de la na


ción. No hablaremos de los demócratas y de los fa
náticos. Tampoco diremos nada de los colores, por
que al entrar en el hondo abismo de estas cuestio
nes, el genio de la razón iría á sepultarse en él como
en la mansión de la muerte. ¿Qué no deberemos
temer de un choque tan violento y desordenado de
pasiones, de derechos, de necesidades y de princi
pios? El caos es menos espantoso que ese tremendo
cuadro, y aunque apartemos la vista de él, no por
eso lo dejaremos, ni dejará de perseguirnos con
toda la saña de su naturaleza.
Crea usted, mi querido general, que un inmenso
volcán está á nuestros pies, cuyos síntomas no son
poéticos, ni ficticios, sino harto verdaderos. Nada
me persuade que podamos franquear la suma pro
digiosa de dificultades que se nos ofrecen. Estába
mos como por milagro sobre un punto de equilibrio
casual, como cuando dos olas enfurecidas se en
cuentran en un punto dado, y se mantienen tranqui
las apoyada una de otra, y en una calma que parece
verdadera, aunque instantánea. Los navegantes
han visto muchas veces este original. Yo era este
punto dado; las olas, Venezuela y Cundinamarca; el
apoyo se encontraba entre las dos, y el momento
acaba de pasarse en el período constitucional de la
primera elección. Ya no habrá más calma, ni más
olas, ni más punto de reunión que forme esta pro
digiosa calma; todo va á sumergirse al seno primiti
vo de la creación: la materia. Sí, la materia digo,
porque todo va á volverse á la nada.
Considere usted, mi querido general, quién reuni
rá más los espíritus. Los odios apagados entre las
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 83

diferentes secciones volverán al galope como todas


las cosas violentas y comprimidas. Cada pensa
miento querrá ser soberano; cada mano empuñar el
bastón; cada toga la vestirá el más turbulento. Los
gritos de sedición resonarán por todas partes; y lo
que todavía es más horrible que todo esto es que
cuanto digo es verdad.
Me preguntará usted: "¿Qué partido tomaremos?
¿en qué arca nos salvaremos?" Mi respuesta es muy
sencilla: "Mirad el mar que vais á surcar en una
frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto". No es
amor propio ni una convicción íntima y absoluta la
que me dicta este recurso; es, sí, falta de otro
mejor. ,
Pienso que si la Europa entera se empeñase en
calmar nuestras tempestades no haría quizás más
que consumar nuestras calamidades. El Congreso
de Panamá, institución que debiera ser admirable
si tuviera más eficacia, no es otra cosa que aquel
loco griego que pretendía dirigir desde una roca
los buques que navegaban. Su poder será una som
bra, y sus decretos meros consejos: nada mas.
Se me ha escrito que muchos pensadores desean
un príncipe con una constitución federal; pero
¿dónde está el príncipe?; ¿y qué división política
produciría armonía? Todo es ideal y absurdo. Usted
me dirá que de menos utilidad es mi pobre delirio
legislativo; que encierra todos los males. Lo conoz
co; pero algo he de decir por no quedarme mudo
en medio de este conflicto. La memoria de Guzmán
dice mil bellezas de este proyecto; usted la leerá
con admiración, y sería muy útil que usted se per
suadiese por la fuerza de la elocuencia y del pensa
84 J. D. MONSALVE

miento, pues un momento de entusiasmo suele ade


lantar la vida política (i).

No podía ser más elocuente esta carta. La


expresión del juicio político que el Liberta
dor se había formado no podía tampoco ser
más patética; hay en ella los rasgos más des
consoladores y acaso una de las profecías más
inspiradas. Podríase decir que es un treno
preludiado entre las ruinas del hermoso ideal
cuya realización, acariciada por muchos años,
veníase á tierra, principalmente en fuerza de
las circunstancias etnológicas, que lo tenían
minado como por congénita desgracia.
No aceptaba la monarquía como remedio
porque la consideraba imposible é inadecua
da (2); ya hemos visto que no era monarquista.
(1) O'Lbary: Op. cit. (Cartas de Bolívar), t. XXX,
pág. 254-256.
(2) Hemos multiplicado las pruebas respecto al re
publicanismo antimonárquico del Libertador, y hare
mos uso de muchas más. Refiriéndose á San Martín,
escribía el Libertador al general Santander, desde
Cuenca, en 14 de Septiembre de 1822:
«Yo creo que el general San Martín ha tomado el fre
no con los dientes y piensa lograr su empresa como
Iturbide la suya, es decir, por la fuerza, y así tendre
mos dos reinos á los flancos, que acabarán probable
mente mal, como han empezado mal. Lo que yo deseo
es que ni uno ni otro pierdan su tierra por estar pen
sando en tronos.»
(Carta inédita. Archivo del general Santander.)
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 85

Tampoco la república absolutamente federa


lista y al modo como la desearan los demago
gos; acaso, en su concepto, la Constitución bo
liviana pudiera aliviar los males, aunque de
manera transitoria. Al general Pedro Briceño
Méndez le había escrito en estos mismos días:

En Venezuela procuraré ahogar el espíritu de


partido, y al mismo tiempo predicaré entre mis
amigos el evangelio de mi Constitución para Boli-
via, en contraposición al federalismo y al imperio.
Esta Constitución reúne los extremos y presenta
un medio para asegurar lapaz doméstica con la li
bertad de las provincias. El año de 31 puede servir
de algo en el negocio de la reforma (1).

Tales eran las ideas y las impresiones con


que salió el Libertador para Venezuela á tratar
de contener la guerra civil y á evitar la ma
tanza entre hermanos, ya que su corazón era
presa del lúgubre presentimiento de la diso
lución de Colombia.
¿Y cómo no abrigar tales presentimientos?
El general Santander, agradecido y respetuo
so del Libertador, pero encariñado con el
mando, había manifestado repugnancia á la
presencia de Bolívar en Colombia (2).

(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador),


t. XXX, pág. 205.
(2) Idem, id., t. III, pág. 287.
86 J. D. MONSALVE

Poco después le había escrito:

Recomiendo á usted infinito que lea muy deteni


damente el manifiesto del Gobierno sobre las cosas
de Venezuela. Respecto á la venida de usted, per
mítame que le diga mi opinión. Usted, no debiera
venir al Gobierno, porque este Gobierno, rodeado de
tantas leyes, amarradas las manos y envuelto en mil
dificultades, expondría d usted á muchos disgustos y
le granjearía enemigos. Una vez que uno solo de
ellos tuviera osadía para levantar la voz, toda su
fuerza moral recibiría un golpe terrible, y sin esta
fuerza, ¡adiós, Colombia, orden y gloria! (i).

Y después hacía más sensible el mismo


"hombre de las leyes" su disgusto con las ins
tituciones, así:

El origen de nuestros males está, á mi entender, en


que desde la Constitución hasta el último reglamento
han sido demasiado liberales para un pueblo sin vir
tudes y viciado bajo el régimen español, donde exis
ten tantos elementos de discordia y tantos hombres
que se creen superiores á usted mismo. Así es que
todo se ha relajado y parece qne estamos en el año
de 1810, empezando la revolución del país; pero es
lo peor que siquiera entonces se proclamaron los
principios y ahora se proclaman las personas (2).

Y aunque es cierto que después de estas


(1) Idem id., (Cartas del general Santander), pág. 280.
(2) Idem id. (Cartas delgeneral Santander), pág. 280.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 87

cartas el vice-presidente reclamó con instan


cia la presencia de Bolívar, lo llamó más bien
como el guerrero que debiera abrir campaña
contra los venezolanos que como al magistra
do conciliador. En fin: ya Bolívar, disgustado
con las instituciones actuales, con las leyes,
con las dificultades y más principalmente con
los hombres, estaba en Colombia y empren
día marcha á arreglar los asuntos de Vene
zuela.
Se comprenderá el dolor acerbo que de
bía de sentir el alma del Libertador al ver que
la guerra civil principiaba á desbaratar la
obra concebida por él desde su infancia y lie-
bada á cabo después de tan larga y tremenda
lucha. Su despecho se mostró claramente en
la proclama que desde Maracaibo dirigió á
los venezolanos. Allí les decía:

[Ya se ha manchado la gloria de vuestros brazos


con el crimen del fratricidio! ¿Era esta la corona de
bida á vuestra obra de virtud y de valor? No. Al
zad, pues, vuestras armas parricidas; no matéis á la
Patria. Escuchad la voz de vuestro hermano y com
pañero, antes de consumar el último sacrificio de
una sangre escapada á los tiranos, que el cielo re
servaba para conservar la república de los héroes...

Allí ofrece por su palabra de honor que lla


mará á los pueblos á que dispongan de su
88 J. D. MONSALVE

suerte, convocándolos á una gran Convención


nacional, pues tan sólo él (el pueblo) conoce su
bien y es dueño de su suerte, pero no un podero
so, ni un partido, ni una fracción: nadie sino la
mayoría es soberana. Es un tirano el que se
pone en lugar del pueblo, y su potestad, usurpa
ción (i).
Agregó que marchaba á interponerse en
tre los tiros y los pechos, pues prefería mo
rir antes que verlos en la ignominia.
En carta á Salom, en que le ordenaba los
movimientos que debería ejecutar con sus tro
pas, encareciéndole la mayor prudencia, le
protestaba que aun á precio de su vida se di
rigía á Caracas á ahogar la guerra civil; y
dictó varios decretos, ordenados todos á res
tablecer el orden y la concordia en Vene
zuela (2).
Y como Páez, más por fuerza de las instiga
ciones de sus malvados consejeros que por
sentimientos propios, hubiese lanzado una pro
clama en que se regocijaba con la presencia
del Libertador, pero indicando desconocerle
su autoridad, éste le escribió la célebre carta-
protesta de 23 de Diciembre, fechada en Coro,

(1) Simón Bolívar: Discursos y Proclamas, compila


dos, anotados, prologados y publicados por R. Blanco-
Fombona, pág. 267, ed. Garnier Hermanos. París.
(2) Blanco y Azpuúra: Documentos para la historia
de la vida pública del Libertador, t. XI, pág. 57.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 89

en que se admiran á la vez los nobles senti


mientos del Libertador, su generosidad para
con el amigo, su diplomacia para con el rebel
de, su dignidad de ciudadano, el respeto que
se debía á sí mismo como magistrado, y el que
reclamaba como tal, y el noble arranque con
que tantas veces se mostraba desprendido de
la ambición de mando y amante de Colombia
y de su gloria.
Leamos los siguientes párrafos:

Al llegar hoy aquí he visto con satisfacción una


proclama de usted del 15 de Diciembre, en manus
crito, venida de Curacao; en ella están mis verda
deros sentimientos. Yo he celebrado infinito que la
carta llevada á usted por el coronel Ibarra haya
causado este documento tan honroso á mí como á
usted. ¡Quiera el cielo que los presagios de usted
se realicen aún más allá de lo que yo deseol Mi
ambición es la felicidad de Venezuela y de la Amé
rica toda, si fuera posible. Aseguro á usted con
toda mi sinceridad que estoy sumamente fastidiado
de la vida pública y que el primer momento dicho
so de mi vida será aquel en que me desprenda del
mando delante de los representantes del pueblo,
delante de la gran Convención, Entonces se conven
cerán todos de mis más íntimos sentimientos . Y, á
la verdad, ¿á qué puedo aspirar?
Yo tiemblo al descender desde la altura á que la
fortuna de mi patria ha colocado mi gloria . Jamás
he querido el mando; en el día me abruma, me des
espera. No combatiré yo por él; digo más: me harían
90 j. D. MONSALVE

favor en sacarme del caos en que me hallo por una


pronta muerte. Yo me estremezco cuando pienso,
y siempre estoy pensando, en la horrorosa calami
dad que amaga á Colombia. Veo distintamente des
truida nuestra obra y las maldiciones de los siglos
caer sobre nuestras cabezas como autores perver
sos de tan lamentables mutaciones. Quiero salir
ciertamente del abismo en que nos hallamos. Pero
por la senda del deber, y no de otro modo.
La proclama de usted dice "que vengo como ciu
dadano". Y ¿qué podré yo hacer como ciudadano?
¿Cómo podré yo apartarme de los deberes de ma
gistrado? ¿Quién ha disuelto á Colombia con res
pecto á mí y con respecto á las leyes? El voto na
cional ha sido uno solo: reformas y Bolívar. Nadie
me ha recusado, nadie me ha degradado. ¿Quién,
pues, me arrancará las riendas del mando? ¡Los
amigos de usted, usted mismo! La infamia sería mil
veces más grande por la ingratitud que por la trai
ción. No lo puedo creer. Jamás concebiré que us
ted lleve hasta ese punto la ambición de sus amigos
y la infamia de su nombre. No es posible, general,
que usted me quiera ver humillado por causa de
una banda de tránsfugas que nunca hemos visto en
los combates. No pretenda usted deshonrar á Cara
cas haciéndola aparecer como el padrón de la infa
mia y el ludibrio de la ingratitud misma. ]Qué no
me deben todos en Venezuelal Hasta usted, ¿no me
debe la existencia?
... Y ¿ahora me quiere usted como un simple ciu
dadano, sin autoridad legal? No puede ser. Este tí
tulo me honraría millones de veces recibiéndolo
por fruto de mi desprendimiento. No hay más auto
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 91

ridad legítima en Venezuela sino la mía; se entien


de, autoridad suprema. El vicepresidente mismo ya
no manda nada aquí, como lo dice mi decreto. Ya
no habrá motivo para queja ni desobediencia. El
origen del mando de usted viene de municipalida
des, data de un tumulto causado por tres asesina
tos, y nada de esto es glorioso, mi querido general...
Crea usted, general, que á la sombra del miste
rio no trabaja sino el crimen. Quiero desengañar
me; deseo saber si usted me obedece ó no, y si mi
patria me reconoce por su jefe. No permita Dios
que me disputen la autoridad en mis propios hoga
res, como á Mahoma, á quien la tierra adoraba y
sus compatriotas combatían. Pero él triunfó, no va
liendo su causa tanto como la mía. Yo cederé todo
por la gloria; pero también combatiré contra todo
por ella. ¿Será también la sexta guerra civil que he
tenido que apagar? ¡Dios mío, me estremezcol
... La prueba más invencible de mis sacrificios á
Venezuela y á usted es mi decreto que ahora le
mando. Yo me comprometo con el deber y con la
ley á convocar la Convención nacional; no lo debo,
y, sin embargo, me inmolo para evitar una guerra
civil. Y ¿aún quiere usted más de mi consagra
ción?
Crea usted que no pretendo, ni pretenderé ja
más, hacer triunfar un partido sobre otro, ni en la
Convención, ni fuera de ella. No me opondré á la fe
deración; tampoco quiero que se establezca la Consti
tución boliviana. Sólo quiero que la ley reúna d los
conciudadanos, que la libertad los deje hablar y que
la sabiduría los guie para que admitan mi renuncia
y me dejen ir lejos, muy lejos de Colombia. Testimo
92 |. D. MONSALVE

nio de estos sentimientos es la venta de Aroay la ven


ta de todos mis bienes que mi hermana negocia (i).

Diez días antes le había escrito Bolívar al


mismo Páez:

Yo he venido á Colombia por salvar á usted y á


la Patria de las mayores calamidades; ninguna am
bición me ha conducido hasta aquí. Por consiguiente,
no sé por qué se me puedan atribuir miras de nin
guna especie. He dicho á usted desde Bogotá, bajo
mi firma, que he servido á Venezuela, á Colombia,
al Perú y Bolivia per salvar á Caracas de los males
que la afligen, y que yo no quiero mandar ni á Cara
cas, ni á Venezuela, ni á Colombia, ni á la América
entera. Esto mismo dice mi proclama de Bogotá
con más fuerza todavía. Yo no quiero el trono ni la
presidencia, ni nada. Así, pues, no ansio más que
la tranquilidad de Venezuela para renunciar el
mando; pero antes debemos afirmar el destino de
la Patria, sin sangre ni combates. Este voto es el
más sincero y el más encarecido. Yo me ofrezco
para víctima de este sacrificio; mas no permitiré
que nadie se haga el soberano de la Nación. Usted
no tiene este derecho, ni yo, ni una fracción del
pueblo (2).

Gran parte de las ideas de desprendimiento


(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 295.
(2) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 285.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 93

contenidas en lo que hemos copiado las había


puesto de presente cuando contestaba á San
tander la carta en que éste lo felicitaba por
la reelección; agradecióle el que le hubiese
comunicado su llamamiento á la presidencia
por el voto nacional, y le dijo que su obliga
ción era obedecer, agregando:

... Mas también es mi obligación resistir á la vo


luntad nacional cuando ella infringe los preceptos
de su propia conciencia y viola sus propias leyes.
El pueblo colombiano ha ordenado, por el órgano
de sus representantes, que ningún ciudadano sirva
en la presidencia del Estado más de ocho años. Yo
he sido seis años jefe superior y ocho presidente.
Mi reelección, por tanto, es una manifiesta ruptura
de las leyes fundamentales. Por otra parte, yo no
quiero mandar más, y ha llegado el momento de
decirlo con libertad y sin ofensa de nadie. Ni la
patria, ni la ley, ni el bien mismo de Colombia me
exigen lo contrario (i).

Y después de la relación que hacía de cómo


nabía cumplido los deberes á que lo había
destinado la Providencia, agregaba: *Yono he
nacido para magistrado. No sé ni puedo serlo.
Aunque un soldado salve á su patria, rara vez
es un buen magistrado." Mas como nunca des
cuidara ocasión en que pudiera atestiguar el
(i) O'Luary: Op. cit. (Cartas del Libertador), pá
gina 222.
94 J. O. MONSALVE

aprecio que profesaba á Santander, de cuya


vicepresidencia vivía satisfecho, le añadía:
"Yo felicito á Colombia, porque al perder un
magistrado ya posee otro consumado en los
negocios del Estado y veterano en la táctica
de las leyes" (i).
Y después de estas declaraciones tan ex
plícitas y otra infinidad más que pudiéra
mos agregar á las que en el curso de este
estudio hemos reproducido, ¿habrá aún quien
sostenga que Bolívar quería deshojar sus
laureles con la corona de una monarquía?...
Ni podía el Libertador juzgar de otra manera
al general Santander por este tiempo, cuando
aún no habían crecido los obscuros nubarro
nes que, por virtud de las infidencias de Páez
y sus consejeros intrigantes é ingratos, vinie
ron á empañar aquella amistad, que hasta
entonces había parecido inalterable. Santan
der admiraba y respetaba con sinceridad á
Bolívar y sabía juzgar á Páez por la conducta
y los móviles de éste. Cuando Santander es-
(i) En carta de 15 de Abril de 1823 escribía desde
Guayaquil el Libertador á Santander, respecto de la
administración pública de éste:
«Yo he admirado desde lejos lo que usted ha hecho,
y no he dicho nada porque no creo ninguna cosa tan
corrosiva como la alabanza: deleita al paladar, pero
corrompe las entrañas. Yo valdría algo si me hubiesen
alabado menos.»
(Inédita. Archivo del general Santander.)
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 95

cribía á Bolívar sobre la situacion actual


(1826) y sobre los acontecimientos de Vene
zuela, le decía:

No haré á usted jamás el agravio de incluirlo en


esta negra lista, porque, al contrario de los demás
hombres, usted huye de los destinos, desprecia las
riquezas y se humilla desde la cumbre de su in
mensa altura hasta el nivel del más simple ciuda
dano. Pero esto mismo, que debiéramos todos aplau
dir y procurar imitar con nobleza y decoro, nos
sirve para dar rienda á la envidia y cometer mil
atentados. Sepa usted que este es el pensamiento
de Páez: ser libertador de Venezuela, ó su regene
rador, ser llamado el Wáshington, enriquecerse
más de lo que está y saciar su desmesurada ambi
ción. El tiempo lo dirá.
... Aseguro á usted con la mejor buena fe del
mundo que me consuela, en medio de tantas angus
tias y dolores, el recuerdo de las ocasiones en que
usted ha salido victorioso, cuando las cosas de Ocu-
mare, en la rebelión de Piar, en la guerra de la
Nueva Granada y en la campaña del Perú. ¿A quién
le habría de ocurrir que Olañeta debía contribuir
indirectamente al éxito de la campaña del Perú en
favor de la independencia? (1).

Hay de notable en estos conceptos que San


tander no sólo reconocía las eminentes cuali
dades del Libertador, y las sabía apreciar,
(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del general Santander),
t. III, pág. 293-
96 J. D. MONSALVE

sino que en cuanto á la mala fe y ambiciones


de Páez estaba de acuerdo con el juicio del
inmaculado Sucre, porque éste sostenía que
el héroe de las Queseras del Medio no obra
ba de buena fe cuando adulaba á Bolívar y
que lo hacía por ambición (i).
Mas es preciso observar que en medio de
tantos y, tan contradictorios acontecimientos,
Bolívar tenía que verse sumergido entre las
más hondas meditaciones y sujeto á las más
crueles perplejidades. Su corazón estaba ape
gado á la ambición de gloria, como el de los
avaros á sus riquezas; su mente no tenía otro
norte que la independencia americana como
accesorio principal de la existencia y felicidad
de Colombia; pero todo conspiraba contra su
obra.
En Guayaquil y Quito se pedía la Consti
tución boliviana; en la Nueva Granada había
dos partidos: el uno por el sostenimiento de
la Constitución actual (de 1821), y el otro por
las reformas; en Venezuela se sostenía con
las armas en las manos el rompimiento del
pacto social, la separación absoluta; y cuando
los partidos así enfrentados, y sólo aguardan
do los primeros actos del Libertador podían
señalarse su línea de conducta, recibíanse las
noticias del refuerzo que España enviaría á la
(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas de Sucre), t. I, pá
gina 316.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 97

expedición del general Morales con el objeto


de reconquistarnos.
Ni era posible que el Libertador se desen
tendiese de la marcha de los negocios ex
teriores, pues sólo de la actitud de las po
tencias extranjeras y de las gestiones diplo
máticas podía aguardarse la paz ó la guerra;
y por otra parte, en el Perú había apareci
do la guerra civil y la desmoralización polí
tica, con raíces y complicaciones en el terri
torio colombiano.
Era la situación para Bolívar, de un bajel
en noche obscura y tempestuosa, entre hura
canes encontrados, sujeto á corrientes con
trarias, buscando rumbo por entre remolinos,
sirtes y rompientes, con buen timonel, pero
sin velas.
Había sostenido que su fe política se en
contraba en la Constitución boliviana, y aun
había deseado que fuera adoptada para Co
lombia; hoy ya no quería sino lo que volun
tariamente quisiera el pueblo colombiano; de
seó que las reformas no se hiciesen antes
de 1831, y ahora las deseó lo más pronto;
pensó en la conveniencia é importancia del
sistema central para la gran Colombia, y hoy
querría la división en varios federados, des
pués de haber proyectado una gran confede
ración de las repúblicas de Bolivia, Perú y
Colombia. Sólo una idea clara y permanente
7
98 J. D. MONSALVE

quedaba en su cerebro: la existencia de Co


lombia libre, independiente y asegurada, con
un Gobierno fuerte y vigoroso, capaz de ase
gurarle su emancipación y de garantizarle la
tranquilidad contra la anarquía y las guerras
civiles.

XXI

Como aurora del año de 1827 salió á luz el


decreto de Bolívar que echaba en el abismo
del olvido las responsabilidades de todos los
comprometidos en los movimientos sediciosos
del año pasado, restablecía á Páez en el Go
bierno de Venezuela y convocaba la gran
Convención nacional para que ella dispusiera
de la suerte de la República.
Aunque la guerra había prendido en mu
chas partes, especialmente en la región orien
tal y en Cumaná, y se había derramado san
gre de hermanos en esta contienda civil, Páez
había entrado en razón bajo las persuasiones
del Libertador, y deponía las armas, hacien
do mil protestas de adhesión á la persona de
Bolívar, de amor á la patria y conformábase
con la idea de que la Convención hiciese la
reforma de las instituciones.
Otro decreto de Páez vino en apoyo del
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 99

del Libertador, en el cual ordenaba que el


de éste fuese puntualmente obedecido. Con
estas medidas le parecía á Bolívar calmar los
ánimos y apagar la hoguera de la guerra
civil (i).
Imaginábase que apartando esas que él
creía ligeras nubes, despejaba el horizonte

(i) El día 3 de Enero de 1827 escribió el Libertador


al general Santander una carta fechada en Puerto Ca
bello, en que le decía:
«Mi querido general:
«Desde Maracaibo no he escrito á usted porque esta
ba en marcha á esta plaza, adonde llegué ahora tres días.
La encontré en guerra abierta con Valencia; tuve noti
cias del estado de Occidente y de Oriente de Venezuela,
donde ya se combatían, y últimamente vino el general
Silva á darme noticias del Llano, que ya ardía. Los
tres día que llevo en esta plaza los he empleado en co
municaciones con el general Páez, que al fin ha manda
do reconocer mi autoridad como presidente de la Re
pública en todo el territorio de Venezuela, y él mismo
se somete á ella bajo el título de jefe superior, que no
tendrá otras atribuciones que las que le son concedidas
á este destino.
Por mi parte no he podido menos que dar el decreto
que usted verá: él evita la guerra civil que devoraba
ya á Venezuela, y calmando el furor de los partidos es
un triunfo para la Patria y también para la República.
No puede usted imaginarse, mi querido general, la fer
mentación en que se hallan todos los partidos en Vene
zuela; y la serie de males que tenía por delante- era tan
terrible como dilatada. Dentro de poco no hubiéramos
encontrado sino escombros anegados en sangre...»
100 J. D. MONSALVE

de la Patria y que podía llevarla sin tropiezo


á la soñada meta de colocarla á la cabeza de
las nuevas repúblicas. No contaba él con los
obstáculos que á cada paso iba á encontrar en
su camino, los que primero acabarían con su
reposo y su existencia antes que ver perfec
cionado su tan hermoso ensueño.
La entrada de Bolívar en Caracas, su ciu
dad nativa, y cuna de sus afectos, donde
se le miraba con amor, con admiración y con
orgullo, fué una verdadera entrada triunfal.
Desde allí, con el espíritu tranquilo, se dirigió
á todos los colombianos llamándolos á la paz,
al olvido de lo pasado y á guardar silencio
"sobre los días de dolor" del próximo extin
guido año.
Y como Páez le escribiese una carta en
que pedía se le juzgase por sus recientes
delitos y por los que en otra ocasión lo acusó
el Senado, Bolívar, con su natural generoso
y benévolo, le contestó que no había lugar
á ello por ministerio del decreto de indulto
y amnistía. Y más aún: esa generosidad in
génita, exagerada, del Libertador, esa alegría
de él cuando vencía una dificultad, y su ca
rácter nervioso é impulsivo, que lo arrastraba
á las demasías benéficas cuando estaba de
buen humor, lo llevaron hasta á prodigarle los
mayores elogios á Páez cuando éste se some
tió en Valencia á la autoridad del supremo
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 101

Gobierno, evitándose así la continuación de la


guerra intestina y el descrédito de Colombia
ante las naciones extranjeras. En aquel rapto
de júbilo el Libertador llegó hasta á llamar á
Páez el Salvador de la Patria (i) y á regalarle
su espada, aquel acero victorioso que triun
fante desde Carúpano hasta las provincias
norteñas de la Argentina, mereció ser llama
do "la espada redentora de los humanos."
jExageración desgraciada! El señor Larrazá-
bal; en su Vida de Bolívar, la comenta así:

Llamar á Páez "salvador de la Patria« sólo


por haber reconocido la autoridad de la ley, sus
pendiendo el torrente de males que su inobediencia
y rebelión derramaron sobre Colombia, es ligereza.
Bolívar quería ser tan generoso con sus enemigos,
que sus expresiones exageradas le enajenaban el
afecto de sus amigos y le colocaban á veces en la
raya de la imprudencia.

No se fijó Bolívar en que navegaba entre


Scila y Caribdis. Santander no había querido
asumir una actitud bélica contra el revolucio
nario de Venezuela; pero su mortal enemistad
contra Páez ambicionaba que fuese el mismo
Bolívar quien lo aniquilase yhumillase la arro
gancia de los venezolanos. ¿Era el caso de
que el Libertador procediese á someter por
(il Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 8o.
102 J. D. MONSALVE

la fuerza á Páez? No, con perdón del general


J. Posada Gutiérrez (i).
El Libertador era el padre de la Patria y no
el vengador de otras enemistades; por otra
parte, no sólo se aguardaba abrir una campa
ña en las Antillas, sino que el gobernador de
Puerto Rico tenía agentes en Venezuela encar
gados de promover una revuelta en favor del
rey de España. La guerra civil hubiese sido
un desastre; pero el Libertador ha debido ser
más justiciero, más prudente y acaso un tanto
severo.
Y tan cierto es lo que decimos, que desde
aquella infausta exageración la facción neo-
granadina se tornó más hosca é implacable
contra el Libertador, y los partidos se volvie
ron revolucionarios. Se vió por esto obligado
á atender á todas partes, exhausto de dinero y
sin las tropas que necesitaba, y á decirle á
Páez: "... por salvar este mismo país estoy re
suelto á hacer la guerra á los rebeldes, aunque
caiga en medio de sus puñales. Yo no puedo
abandonar á Venezuela al cuchillo de la anar
quía: debo sacrificarme por impedir su rui
na" (2), y por eso al quejarse en Marzo de la si
tuación en que aún se hallaba Venezuela, agre
gaba: "Los que se han creado en la esclavitud,
(1) O'Lbary: Op. cit., t. I, pág. 41.
(2) Idem id. (Cartas del Libertador), t. XXX, pági
na 368.
IDEAL POLÍTICO DE BOLIVAR 103

como hemos sido todos los americanos, no sa


bemos vivir con simples leyes y bajo la auto
ridad de los principios liberales"; todo lo cual
en nada amenguaba el concepto de que lo he
cho por Bolívar en Valencia eran pruebas de
una reprobación dada á los que en Nueva Gra
nada habían seguido un partido contrario al
de Páez (i).
Mas aquellas providencias no quitaban la
fuerza á los acontecimientos, que por donde
quiera parecían arruinar la obra del Liber
tador, aun cuando "la marcha de Bolívar
de Valencia á Caracas fué un triunfo conti
nuado" (2).
Por tal modo sucedíanse los acontecimien
tos, ya demasiado serios para la estabilidad de
las instituciones colombianas y para la reva
luación de la República, cuando llegó á con
turbar el ánimo de Bolívar la noticia de la
rebelión de la tercera división auxiliar colom
biana que se hallaba en el Perú, cosa que sabi
da mucho más tarde por el Libertador, frustró
los planes que éste meditaba para llevar á
cabo la independencia de Cuba y otras An
tillas (3), pues lo obligó á hacer contramarchar
las tropas que bajaban de los Andes para po
der atender á la defensa del propio suelo.
(1) O'Leary: Op. cit., t. III, pág. 366.
(2) Posada Gutiérrez, t. I, pág. 42.
(3) O'Leary: Op. cit, t. UI, pág. 371,
104 J. D. MONSALVE

Porque aquella rebelión, fomentada quizás


y aprobada seguramente desde Bogotá por los
enemigos del Libertador, no sólo se dirigió
contra la autoridad de que éste estaba inves
tido y contra su prestigio y autoridad (i), sino
también contra la integridad territorial de Co
lombia, y dirigida al objeto desde antaño pro
yectado por los peruanos de adueñarse de
Guayaquil; y es el caso de recordar nueva
mente que Bolívar, siempre fiel á su ideal,
ofreciendo los servicios militares que la Pa
tria pudiera necesitar y protestando que su
espada y su corazón serían siempre de Co
lombia, renunció una vez la presidencia de la
República, de que debería tomar posesión al
regresar á Bogotá.
Copiamos las siguientes expresiones del
mensaje-renuncia:

No hay un español en el continente americano.


La paz doméstica reina en Colombia desde el pri
mer día de este año. Muchas naciones poderosas
reconocen nuestra existencia política y algunas son
nuestras amigas. Una gran porción de los Estados
americanos están confederados con Colombia, y la
Gran Bretaña amenaza á la España. ¡Qué más
esperanzas! Sólo el arcano del tiempo puede conte
ner la inmensidad de los bienes que la Providencia
nos ha preparado. Ella sola es nuestra custodia.
(i) O'Lbary: Op. cit., t, XXX, páginas. 330,3 36 y 347.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 105

En cuanto á mí, las sospechas de una usurpacion


tiránica rodean mi cabeza y turban los corazones
colombianos.
Los republicanos celosos no saben considerarme
sin un secreto espanto, porque la Historia les dice
que todos mis semejantes han sido ambiciosos. En
vano el ejemplo de Wáshington quiere defenderme;
y en verdad, una ó muchas excepciones no pueden
nada contra toda la vida del mundo, oprimido siem
pre por los poderosos.
Yo gimo entre las agonías de mis conciudadanos
y los fallos que me esperan en la posteridad. Yo
mismo no me siento inocente de ambición, y por lo
mismo me quiero arrancar de las garras de esta
furia, para librar á mis conciudadanos de inquietu
des y para asegurar, después de mi muerte, una
memoria digna de la libertad. Con tales sentimien
tos renuncio una, mil y millones de veces la pre
sidencia de la República.
El Congreso y el pueblo deben ver esta renun
cia como irrevocable. Nada será capaz de obligarme
á continuar en el servicio público después de haber
empleado en él una vida entera. Y ya que el triun
fo de la libertad ha puesto á todos en uso de tan
sublime derecho, ¿sólo yo estaré privado de esta
rerrogativa?... (i).

Con el fácil pero irracional argumento de


que esas renuncias del Libertador eran apa
rentes no más, han querido Jos enemigos del

(i) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 129.


106 J. D. MONSALVE

grande hombre combatir el desprendimiento


de éste; pero, lo repetimos, ese argumento
baladí jamás ha destruido la sinceridad del
renuente, puesto que él aducía razones pode
rosísimas para que no se le reeligiera, de ma
nera que la responsabilidad recaía sobre los
que se empeñaban en no oirlo.
Lo que es evidente, y está comprobado por
la verificación histórica, es que los pueblos y
los hombres no podían aceptar esas renuncias,
y siempre estaban llamando al Libertador, los
primeros porque creían estar ligada la exis
tencia y libertad de Colombia á la existencia
y mando del padre de la Patria, y lo?, segun
dos, porque lo necesitaban: éstos para hacer
se personajes haciéndole la oposición, aqué
llos para vivir y medrar bajo su sombra.
Que la renuncia de que acabamos de hacer
mención era verdaderamente sincera lo de
muestra el hecho de que Bolívar envió al ge-
nerel Sucre ejemplares del mensaje para que
lo hiciera circular en todas direcciones (i), y
de que, no contento con esto, lo hizo saber á
todos sus amigos, aun á los que vivían en el
extranjero, entre los cuales se encontraba el
general sir Robert Wilson, á quien le decía:

He renunciado la presidencia y volveré á renun


ciarla para defenderme contra las calumnias, que
(i) O'Leary: Op. citv t. XXX, pág. 348.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 107

espero mueran en los labios de mis enemigos. Yo


les haré conocer que no he servido por ambición y
también les haré arrepentirse (si aman la libertad)
de su injusta conjuración contra mi desprendimien
to. Yo me vengaré siguiendo la táctica de los Par
tos: huiré de ellos para que perezcan al perseguir
me; entonces conocerán si era útil á mi país y sí
prefería la libertad á todo.
Catorce años ha que estoy renunciando el mando,
que contra todos mis deseos he conservado, unas
veces por necesidad y otras por compasión. Hasta
ahora he sido dócil á los ruegos; pero no lo seré
más, porque me es insoportable sufrir el oprobio
de oirme llamar tirano y usurpador.
Yo sé padecer todo, menos esto.
El horror que profeso á la opresión no me per
mite ser victima de este sacrificio.
Esta es mi pasión dominante, no la puedo doble
gar, y mi mayor flaqueza es mi amor á la libertad.
Este amor me arrastra á olvidar hasta la gloria mis
ma. Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis
esperanzas, á pasar por tirano y aun á parecer sos
pechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor
es la de llevar el nombre de amante de la libertad.
El papel de Bruto es mi delirio; y el de Sila, aun
que salvador de la Constitución romana, me pare
ce execrable. Me he extendido mucho sobre esta
parte, porque mi querido edecán, digno hijo de
usted, se ha empeñado para que yo diga á usted
mi pensamiento (i).

(i) O'Leary: Op. eit., Cartas del Libertador, t. XXX,


Pág- 4*5-
108 J. D. MONSALVE

Los políticos que han encontrado una con


tradicción permanente entre las renuncias del
Libertador y su presencia en la primera ma
gistratura han debido considerar que quien
la disfrutó siempre fué el general Santander,
en su calidad de vicepresidente, y que si los
Congresos reelegían á Bolívar era porque la
existencia y emancipación de Colombia los
obligaba á no dejarlo dimitir el mando.
Tan verídico es esto, que después de pre
sentada esta renuncia fué cuando se supo la
insurrección de la tercera división, seguida en
el mismo Perú de otros escándalos no menos
indignos y vergonzosos, cuyos pérfidos planes
avanzaban hasta la invasión y ocupación del
territorio colombiano, y estos acontecimientos
llegaron á oídos del Libertador, al mismo
tiempo que su dimisión se hallaba á la consi
deración del Senado, por lo cual se encontró
en la mayor perplejidad; así manifestólo al
general Salom:

Usted habrá leído los papeles de Bogotá. Allí se


han quitado la máscara; me atacan de frente y de
espalda; mis enemigos me calumnian, mis amigos
me defienden. Unos y otros me llaman á que vaya á
ejercer el Gobierno; mi renuncia está en manos del
presidente del Senado; y entretanto, yo no sé qué
hacer; todo el día pienso el partido que debo tomar.
Y cada día me encuentro más embarazado. Y ¿quie
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 109

re usted saber cuál es este embarazo? Mis amigos y


Venezuela; yo no los puedo abandonar, dejándolos
en manos de la anarquía y la ingratitud (i).

También cuando la presidencia del Senado


manifestaba que hacía votos por que no le fue
ra admitida su renuncia al Libertador, éste le
contestaba:

... Debo reiterar á V. E. los sentimientos de que


he estado animado toda mi vida, y que cada día se
fortifican más y más. Yo no serviré á Colombia
como presidente, aunque por ello pereciera entre las
ruinas de la República y aunque me condenara la
posteridad. Ya no queda duda de que mis enemigos
me suponen ambición: la idea que se ha formado de
mis proyectos liberticidas, me aleja para siempre de
un mando que aborrezco tanto como la tiranía (2).

Por su lado, el mismo Santander, que se ha


llaba justamente atemorizado con las noticias
y los acontecimientos del Sur, y que veía el
cielo de Colombia anublado por todas partes,
le escribía:

... Cuente usted indefectiblemente con que su re


nuncia no es admitida, y que el presidente del Se
nado podrá ser el coronel Domingo Caicedo. Sólo
en Cartagena se dice que hay mucha alarma entre

(1) O'Lbary: Op. cit., pág. 393.


(2) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 24.
110 J. D. MONSALVE

los dos partidos; el pueblo y los amigos del Gobier


no temen una revolución, tramada por parte de
Montilla. Y éste, con su bando, la teme de los otros.
Calcaño ha-ido adonde usted, junto con el general
Carreño, y ya habrá sabido usted la verdad. Todo
me parece compuesto viniéndose usted á Bogotá,
porque, si yo soy la piedra del escándalo, es fácil qui
tarla honrosamente. Yo he indicado á algunos ami
gos del Congreso que después de votada la inad
misión de la renuncia se le envíe una comisión á
exigirle su traslación aquí; no sé lo que harán (i).

Y seis días después (Abril, 30), en nota ofi


cial, lo llamaba con urgencia, diciéndole:

... Es fácil columbrar hasta dónde podrán ser


transcendentales las consecuencias del odio y riva
lidades contra el Ejecutivo, de parte de una fracción
del Estado. En tales circunstancias, yo haría traición
á mis deberes y á mi desinteresada consagración á
la causa nacional si no excitase á V. E., con todo el
encarecimiento de que soy capaz, á que venga á
ocupar el asiento que les pueblos libre y legalmen
te le han designado. Bajo la autoridad constitucio
nal de V. E. se soldarán las quiebras del cuerpo po
lítico, se sofocarán los partidos, renacerán la tran
quilidad y la seguridad y Colombia recuperará todo
su poder y su mancillado esplendor. El Ejecutivo ha
sido el primero en reconocer el derecho que vues
tra excelencia ha adquirido por el voto libre y cons-
(1) O'Lkary: Op. ext. (Cartas del general Santander),
t ni, pág. 389.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 111

titucional de los pueblos de la República á ocupar


la presidencia del Estado, y el primero que se apre
suró á llamar á V. E. á ella, cuando oyó el estallido
de la conmoción de Valencia. El Ejecutivo no se
aparta de esta senda, y tiene pruebas para creer
que los pueblos la seguirán constantemente en fuer
za de sus deberes, de sus compromisos y del pro
fundo amor que profesan á V. E.
A juicio del Gobierno basta esta insinuación para
que V. E. se apresure á acceder á mi presente de
manda. Extenderme en observaciones sobre su ne
cesidad sería ofender el acreditado patriotismo de
V. E. y su antigua resignación al bien público (i).

Las circunstancias alarmantes y dolorosas


en que se veía envuelta la República no eran
ciertamente para que el Libertador se hiciese
sordo á la voz del patriotismo sólo porque no
lo tildaran de ambicioso; verificados los es
cándalos y defecciones del Perú con miras de
atentar á la soberanía de la Patria, se le con
testó al vicepresidente Santander que la situa
ción había variado enteramente, y que él (el
Libertador), como presidente de Colombia y
como ciudadano, debía apresurarse á impedir
la desmembración de la República y el escar
nio de las leyes (2).
A la insurrección de la tercera división,
(1) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 252.
(2) Blanco: Op. cit, pág. 253. Posada Gutiérrez:
Op. cit., t. I, pág. 160.
112 J. D. MONSALVK

encabezada por el coronel Bustamante y fo


mentada desde el centro mismo de Colombia,
en Bogotá, por las personas de más suposi
ción é influjo, entre los favorecidos de Bo
lívar que ahora contrariaban su política, se
agregó poco después la de Elizalde; al paso
que en muchos pueblos se firmaban mani
festaciones de adhesión al Libertador y á su
autoridad y política, también en otras partes
los enemigos de Bolívar hacían firmar decla
raciones opuestas, sin que se excluyeran de
esos escritos ni siquiera los nombres de los
militares en servicio activo. Actas y contra
actas hubo en casi todas las provincias del
Sur, y aun en algunas del centro, y cuando
todo anunciaba el trastorno general que había
de producir la anarquía y se derramaba san
gre colombiana en Venezuela y en Guaya
quil, vinieron las nuevas de que la Constitu
ción del Perú y la presidencia de Bolívar para
este país habían sido echadas por tierra; del
movimiento revolucionario en que cuarenta y
tres ex diputados fueron perseguidos por su
adhesión al Libertador; de que Bolivia había
sido invadida por las tropas peruanas; de que
en Quito y Guayaquil la guerra había tomado
el carácter de guerra de secesión, y la de que
los movimientos de Lamar y del traidor Bus
tamante, inspirado por los los más altos jefes
de la oposición en Bogotá, tenían por objeto
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 113

anexar al Perú los pueblos del Sur, desde la


provincia de los Pastos.

Hay datos suficientes— dice Posada Gutiérrez—


y vehementes probabilidades para conjeturar, casi
para asegurar, que el coronel Bustamante y otros
oficiales jefes hicieron traición vendiéndose al Go
bierno del Perú, para emplear las armas que su
patria les había confiado, en desmembrarla, sepa
rando de Colombia dos departamentos del Sur y la
provincia de Pasto para unirlos al Perú, ó cuando
esto no se pudiera, á lo menos realizarlo con el
departamento de Guayaquil. Sobre aquel departa
mento tuvo siempre el Perú sus pretensiones, y en
Guayaquil no faltó nunca un partido que las apo
yase.
Para obtener el éxito de tamaño atentado debía
Bustamante deponer á todas las autoridades, nom
brar otras, hacer salir del país á los jefes, oficiales
y empleados que hicieron oposición á aquellos ac
tos, y luego convocar un Congreso que los legiti
mase, como se dice siempre, y declarase la unión al
Perú.
Lo particular es que todo aquello debía hacerse
bajo el pretexto de sostener la Constitución colom
biana y las libertadss públicas, lo que no debe olvi
darse por la analogía que tiene con otros atentados
posteriores, y porque demuestra que no de ahora,
sino de mucho tiempo atrás, se ha proclamado y se
proclama la defensa de la Constitución para violar
la, para despedazarla, para hacerla trizas.
Los subalternos y la tropa no tenían la menor
8
114 J. D. MONSALVE

idea de estas negociaciones; se les había dicho que


el pronunciamiento no tenía más objeto que el de
regresar á su patria á sostener el régimen legal,
alterado por las actas de dictadura promovidas por
el coronel Mosquera en los departamentos del Sur;
así fué que antes de marchar prestaron con el ma
yor entusiasmo, ante el agente de Colombia, el ju
ramento de sostener la Constitución y someterse á
su Gobierno. Es indudable que si hubieran tenido
noticia del manejo de sus jefes, la contrarrevolu
ción habría tenido lugar en el Perú mismo (i).

A estas observaciones del discreto histo


riógrafo debemos agregar que desde que la
tercera división salió del Perú, la Prensa de
aquel país, hasta entonces aduladora y aple
beyada para con nuestro ejército, se soltó en
improperios para con sus libertadores, y per
dido el miedo, principió su altivo trabajo, á
lanzar lodo á espaldas de los que habían lim
piado su suelo de enemigos externos y de
traidores internos.
"Sudaban—dice Larrazábal—la prensas de
Lima publicando escritos virulentos contra
los colombianos, y, sobre todo, contra Bolí
var, en cuya obra se distinguían Vidaurre y
Pando"; y para que sus propósitos fuesen me
jor cumplidos, trataban de ganarse la amistad
del general Santander y desacreditaban al ti-

(i) Posada Gutiérrez: Op. cit., 1. 1, pág. 49.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 115

rano Bolívar. Se ve, pues, cuánto se hallaba


complicada la situación.
La insurrección de Venezuela, que había
prendido el fuego de la discordia, se que
daba sin castigo y adelantando sus conse
cuencias; el Sur era un volcán en erupción;
en la capital las facciones se hallaban irrita
das, y una de ellas, la más violenta é irrecon
ciliable, quería sacudir el supuesto yugo de
Bolívar; Bustamante, apresado por las fuerzas
colombianas y puesto luego en libertad, en
virtud de un compromiso que no cumplió, fué
recibido con los brazos abiertos por Lamar,
que lo trató de muy leal y lo restituyó en la
comandancia. Y todo esto sucedía cuando Co
lombia había conquistado el grado más alto
de esplendor é importancia en la familia in
ternacional; había sido definitivamente reco
nocida por Inglaterra y Estados Unidos, por
el Brasil, por Baviera, por Holanda, por las
ciudades anseáticas, por la Santa Sede; Fran
cia acreditaba en ella su cónsul general y en
sus puertos admitía nuestro pabellón, y el so
berano de la Gran Bretaña enviaba un comi
sionado especial á presentar en nombre de su
majestad un respetuoso homenaje al ilustre
Libertador de Colombia (i).
El Congreso, el genuino representante de

(i) Posada Gutiérrez: Op. cit, 1. 1, pág. 59.


116 J. D. MONSALVE

la soberanía nacional y de los votos de los


pueblos, y el llamado por sus deberes á pro
veer á la integridad y seguridad de la Repú
blica, no podía en tales emergencias atender
á las súplicas del Libertador y exonerarlo del
pesado cargo de la presidencia.
No faltaron, en verdad, es las Cámaras
miembros facciosos que, con Anzuero, Uribe,
Soto, Vallarino, Jaramillo y otros á quienes la
independencia no les debió ni un grano de
arena, hubieran deseado que al padre de la
Patria se le admitiese la renuncia y quedara
Colombia sin el caudillo que la salvara de un
vergonzoso desastre; pero el Congreso, llenan
do su deber, rechazó la renuncia de Bolívar
en su sesión del día 6 de Junio.
Y ¿era posible que en eventos semejantes
el Libertador se hiciese sordo á la voz del de
ber que le imponía el patriotismo, á las obli
gaciones anexas á su condición de primer
mandatario de la República y á los dictados
de su conciencia, que veía derrumbarse el
ideal por tantos años acariciado, con tantos
sacrificios llevado á cabo y á fuerza de tantos
padecimientos presentado al mundo de las
naciones? No; el grito del amor patrio fué más
poderoso que su ambición de retirarse de los
negocios públicos; entonces fué cuando lanzó
desde Caracas la siguiente proclama:
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 117

SIMÓN BOLÍVAR
Libertador presidente, etc.
¡Colombianos!
Vuestros enemigos amenazan la destrucción de
Colombia. Mi deber es salvarla. Catorce años ha
que estoy á vuestra cabeza por la voluntad casi
unánime del pueblo. En todos los períodos de glo
ria y prosperidad para la República be renunciado
al mando supremo con la más pura sinceridad,
nada he deseado tanto como desprenderme de la
fuerza pública, instrumento de la tiranía, que abo
rrezco más que á la misma ignominia. Pero, ¿deberé
yo abandonaros en la hora del peligro? ¿Será esta
la conducta de un soldado y de un ciudadano? ¡No,
colombianosl Estoy resuelto á arrostrarlo todo;
porque la anarquía no reemplace á la libertad y la
rebeldía á la Constitución.
Como ciudadano, Libertador y presidente, mi
deber me impone la gloriosa necesidad de sacrifi
carme por vosotros. Marcho, pues, hasta los confi
nes meridionales de la República á exponer mi
vida y mi gloria por libraros de los pérfidos, que
después de haber hollado sus deberes más sagra
dos han enarbolado el estandarte de la traición
para invadir los departamentos más leales y más
dignos de nuestra protección.
¡Colombianos!
La voluntad nacional está oprimida por los nue
vos pretorianos que se han encargado de dictar la
ley al soberano que debieran obedecer. Ellos se
han arrogado el derecho sagrado de la nación; ellos
118 J. D. MONSALVE

han violado todos los principios; en fin: las tropas


que fueron colombianas, auxiliares al Perú, han
vuelto á su patria á establecer un Gobierno nuevo y
extraño, sobre los despojos de la República que ul
trajan con mayor baldón que nuestros opresores.
¡Colombianos!
Yo apelo á vuestra gloria y á vuestro patriotis
mo; reunios en torno del pabellón nacional que ha
marchado en triunfo desde las bocas del Orinoco
hasta las cimas del Potosí; queredlo, y la nación
salvará su libertad y pondrá en plena independen
cia su voluntad para decidir sobre sus destinos.
La gran Convención es el grito de Colombia, es
su más urgente necesidad. El Congreso la convoca
rá, sin duda; y en sus manos depondré el bastón y la
espada que la República me ha dado, ya como pre
sidente constitucional, ya como autoridad suprema
extraordinaria en que el pueblo me ha constituido.
Yo no burlaré las esperanzas de la Patria. Liber
tad, gloria y leyes habéis obtenido contra nuestros
antiguos enemigos; libertad, gloria y leyes conser
varemos á despecho de la monstruosa anarquía (i).

De Caracas salió el Libertador para Bogotá


por la vía de Cartagena. Ya el general San
tander le había comunicado que el Congreso
no había aceptado la renuncia y lo llamaba
(i) Cuartel general en Caracas, á 19 de Junio de 1827,
año 17.0 de la Independencia.— Simón Bolívar: Discur
sos y proclamas, pág. 271-272, ed. Garnier Hermanos,
París.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 119

con urgencia. Desde la Heroica manifestó Bo


lívar al Senado que su deseo había sido reti
rarse del mando; pero que se había puesto en
marcha para la capital obedeciendo á la vo
luntad nacional, porque no podía ver con in
diferencia las calamidades que afligían á su
patria y "no había olvidado ni un momento
que su deber en tales circunstancias era volar
á su servicio." El 28 de Julio se despidió de
Cartagena sumamente agradecido y haciendo
un grande elogio á la bondad y al heroísmo
de los habitantes de la ciudad heroica. Ni
podía ser otra la contestación que diera al
Senado; sus sentimientos patrióticos y el amor
á su ideal le habían hecho decir en carta diri
gida á D. Rafael Arboleda:

Anteayer he dado la proclama que incluyo, y


antes de ausentarme de aquí he querido tomar
todas las medidas preparatorias á fin de ver cum
plidas todas las ofertas que en ella hago. Amigo, es
preciso vengar la Patria cuantas veces intenten los
pérfidos sepultarla en la anarquía y arruinarla; y no
debemos desmayar jamás aun en medio de las ma
yores dificultades (1).

Ideas estas en que se reafirmaba al ver que


las provincias de Pamplona, Maracaibo, So-
(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 432.
120 J. D. MONSALVE

corro, Magdalena, Popayán, Tunja, todo Ve


nezuela y muchísimos otros pueblos clama
ban por que viniera él á salvar la Patria, y
cuando por voz casi unánime se solicitaba la
reforma de la Constitución en el sentido de
garantizar la tranquilidad interior, la seguri
dad externa y la estabilidad de las institucio
nes; todo lo cual, reconocido por el Congreso,
hizo que esta augusta corporación convocase
el 7 de Agosto la reunión de la gran Conven
ción nacional para el día 2 de Marzo de 1828,
en la ciudad de Ocaña.
El día 10 de Septiembre, á las tres de la
tarde, entró Bolívar en Bogotá por bajo arcos
triunfales y en medio de alborozada multitud.
El Congreso, que se hallaba reunido en el
templo de Santo Domingo esperándolo, reci
bió allí el juramento legal del Libertador,
quien en muy corto discurso reseñó su con
ducta desde que por primera vez se hizo car
go de la presidencia. En la memoria que pre
sentaría habían de verse las medidas por él
dictadas con el fin de apaciguar la nación, me
didas que sometía á la censura del Congreso.
"A pesar de la disociación de que ha estado
amenazada la República —decía—, á pesar del
estado casi anárquico del Sur de Colombia,
espero y aun prometo al Congreso devolver
á manos de la gran Convención la república
de Colombia libre y unida." El presidente del
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 121

Senado le contestó felicitando á los pueblos


de Colombia por su llegada á hacerse cargo
de la presidencia, sintiendo tan sólo que lo
hiciera en una época asaz calamitosa, "cuan
do los elementos de la discordia se habían
conspirado para sumirla en el abismo". Del
templo la comitiva se dirigió al palacio del
Gobierno, donde estaba el vicepresidente,
quien le dirigió unas pocas palabras, no ya
tan expresivas como las que le dirigiera en el
año anterior. En la misma forma contestóle
Bolívar, que fué aclamado y felicitado por las
diversas corporaciones de la capital (i).
Persiguiendo siempre el fin de acabar con
la guerra para poder regar en campo propi
cio la simiente de progreso, que implica bien
estar y verdadera libertad, el Libertador
había movilizado hacia Cundinamarca una
buena porción del Ejército, la cual ordenó se
aproximase con rapidez, porque desde Tur-
baco tuvo conocimiento de que en el interior
se tramaba una conspiración contra él y sus
amigos.

Mientras tanto —escribía al general Urdaneta —


diré á usted que acabamos de recibir un oficial con
piegos de Bogotá, de 19 del corriente (Julio), por
los cuales hemos sabido que se trataba allí una con
juración contra mí y mis amigos el día mismo que

(1) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 576.


122 J. D. MONSALVE

llegó mi proclama. Mis enemigos querían quitarse


la máscara; por lo mismo, es indispensable mar
char rápidamente á impedir la destrucción de la Re
pública.

Y luego añadía: "Santander me ha felicita


do por mi marcha, y no rne manifiesta ningu
na oposición; pero ya usted verá cómo sí se
opone" (i); sin embargo, los enemigos de Bo
lívar, que habían levantado la bandera de la
oposición pretextando el sostenimiento de la
Constitución, oponiéndose á las reformas,
poseídos del mayor odio contra el Libertador
y resueltos á no reconciliarse con el orden ni
con la estabilidad de las instituciones, y mu
cho menos con lo que no halagara sus desen
frenadas ambiciones, fraguaban la guerra
civil.

Poco faltó—dice el historiador Restrepó — para


que estallara una en Bogotá (Julio, 21) con el objeto
de realizar el plan que proponía Azuero. Santan
der estaba en el secreto de la conspiración; pero
felizmente para su honor y el de la República, con
fió al secretario de la Guerra el secreto de que ha
bía determinado renunciar la vicepresidencia y po
nerse á la cabeza de la revolución para independi
zar los departamentos del Centro, de los del Sur y
Norte de Colombia; añadiendo que estaba ya de
(1) O'Leary: Op. cit. (Carias del Libertador), t. XXX,
pág. 449.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 123

acuerdo con más de veinte jefes militares. El gene


ral Soublette le disuadió de que diera un paso que
le sería tan degradante, y por fortuna abandonó
Santander aquel proyecto, dictando eficaces provi
dencias para impedir la revolución. Privados de su
apoyo tuvieron que ceder Azuero y los demás exal
tados liberales, que no hallaron en Bogotá ni en
las provincias la cooperación y las fuerzas suficien
tes para oponerse al influjo y á las tropas que sos
tenían al Libertador (i).

Por esto, sin duda, había escrito al coronel


Tomás C. de Mosquera: "Nunca creí que hu
biese llegado el caso de que ustedes se viesen
amenazados en su vida tan sólo por ser adic
tos á mí, como que si esto fuera un crimen.
Esta ocurrencia me ha causado la impresión
más fuerte y me obliga á apresurar mi mar
cha antes de que ustedes caigan junto con la
Patria" (2); á D. Jerónimo Torres: "Los nego
cios del Sur y el estado general de la Repú
blica me llevan á toda prisa á la capital, donde
espero llegar muy pronto, pues que no me ha
sido posible abandonar la Patria y mis amigos
cuando se hallan amenazados de muerte" (3);
y á D. Mauricio J. Romero también le había
(1) Restrepo: Historia de la revolución de Colombia,
t. IV, pág. 55-
(2) Restrepo: Op. eit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
Pág- 450.
(3) Idem id. id., t. XXX, pág. 452.
124 J. D. MONSALVE

escrito desde Turbaco: "...y puede usted estar


cierto que haré cuanto dependa de mi parte
por servir al pueblo, que es mi soberano" (i);
á D. Leandro Miranda:

Mucho me ha alegrado saber que mi proclama de


Caracas haya servido á mis amigos, salvándolos
del peligro que los amenazaba. Cuando yo la di,
muy persuadido estaba del efecto que produciría.
Hasta entonces es verdad que permanecí tranquilo
espectador de las perfidias y traiciones con que se
manchaba el nombre de Colombia y se atacaba mi
reputación; pero debía mantenerme moderado cuan
do sólo yo era el objeto que se insultaba. Mas lue
go que el Sur es invadido por nuestras mismas tro
pas, luego que mis amigos se ven amenazados
como criminales, entonces ha sido mi deber defen
der aquéllos y no abandonor á éstos (2).

El mismo día que llegó el Libertador á Bo


gotá, los senadores y representantes dema
gogos y los escritores públicos desenfrenados,
que tenían interés en aparentar temor á los
resentimientos de Bolívar por el modo infame
como lo habían tratado, se ocultaron; el Liber
tador les hizo saber que ningún resentimiento
tenía contra ellos, y por medio de la secreta
ría de lo Interior hizo que se requiriese á
(1) Restrepo: Op. cit., pág. 454.
(2) Idem id. id., t. XXX, pág. 453.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 125

todas las autoridades públicas "á que procu


rasen, por medio de una conducta conciliato
ria, restablecer la concordia entre los colom
bianos; que excitasen á los escritores públicos
á que cesase la guerra de difamación é incul
paciones recíprocas por la imprenta, que es lo
que en todo tiempo encona los ánimos y atiza
la tea de la discordia. ¿Es así como obran los
tiranos? El magistrado que procede de este
modo, ¿puede ser calificado de tal?" (i).

El grito de Convención repercutía de un extremo


á otro de la república— dice Posada Gutiérez—; el
Libertador había ofrecido en Venezuela promover
su convocatoria por el Congreso; la mayoría de los
senadores y representantes, los secretarios del des
pacho, la Prensa de casi toda la República, discutían
sobre la necesidad de ceder, como decían, á las
exigencias del clamor general y de las circunstan
cias; y en este estado de calor febril entró el Con
greso á deliberar festinadamente sobre una cues
tión de tan graves consecuencias (2).

Ya hemos dicho que el Congreso decretó la


convocación de ese cuerpo constituyente para
que se reuniera al año siguiente en la ciudad
de Ocaña. Y ¿sería la Convención realmente
el remedio de los males que estaba sufriendo
la Patria? No lo sabemos en cuanto á lo que
(1) Posada Gutiérrez, Op. cit., 1. 1, pág. 76.
(2) Idem, Id. id. , 1. 1, pág. 71 .
126 J. D. MONSALVK

hiciera esa corporación; lo que sí se puede


afirmar es que el Libertador se sometería gus
toso y humildemente á todo lo que ella deter
minara; de ello había dado ejemplos elocuen
tísimos cuando se sujetó á lo que decretaron
los Congresos de Angostura y de Cúcuta, sin
embargo de que en muchos puntos de impor
tancia contrariaron sus opiniones.
Bolívar deseaba la reunión de esa Conven
ción como un medio de salir de la anarquía,
de satisfacer á los pueblos, quizás de descar
garse deJa responsabilidad de la desunión de
los departamentos que aspiraban al sistema fe
deral, que, contra su voluntad, veía inevitable;
pero no la ambicionaba ahincadamente, ni
tenía una confianza ciega en sus resultados.
A Sucre le había escrito desde Caracas:

La gran Convención de Colombia será un certa


men, ó, por hablar mejor, una arena de atletas: las
pasiones serán las guías, y los males de Colombia
el resultado. En una palabra: este nuevo mundo no
es más que un mar borrascoso que en muchos años
no estará en calma. Algunos me atribuirán parte
del mal; otros la totalidad, y yo, para que no me
atribuyan más culpa, no quiero entrar más aden
tro. Me conformaré con la parte que me adjudiquen
en esta diabólica partición (i).

(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t XXX,


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 127

Al Sr. Peñalver le escribía en los mismos


días en que tomaba posesión de la presiden
cia: "La gran Convención se ha decretado de
finitivamente, como lo verá usted por el regla
mento que se ha publicado. De este modo,
Venezuela queda satisfecha y mi palabra cum
plida"; y como estaba deseoso de que la cali
dad de los diputados fuese una garantía de
buen éxito, le agregaba: "Usted, Peñalver,
que tiene tan buen juicio como patriotismo,
interese su influjo para que vengan hombres
moderados y de buenos principios, y que trai
gan un corazón puro, una alma desinteresada,
que no vean sino el interés de la Patria. Diga
usted á todo el mundo que en esta Conven
ción se juegan los destinos futuros de Colom
bia" (x). Al ministro de Colombia en la Gran
Bretaña, D. José Fernández Madrid, le escribía
en la misma fecha:

... procuro los medios de poner en estado de paz


y tranquilidad todas las provincias, para que así
puedan los pueblos unidos remitir sus diputados á
la gran Convención, Las turbaciones del Sur me
hicieron salir de Venezuela, y he hecho mi viaje
por el Magdalena y Ocaña. En todo el tránsito has
ta esta ciudad he recibido las demostraciones más
sinceras y patéticas de los pueblos, que han busca
do en mí el centro de unidad. Estos sentimientos

(i) CLeaby: Op. cit., pág. 470.


128 J. D. MONSALVE

me han obligado á no abandonar la Patria en sus


actuales convulsiones, aunque mis deseos hace mucho
tiempo que me arrastran á una vida particular en
medio de mis amigos. Pero después de los tiros de
la maledicencia y los males de la República, se
creería por algunos que era cobardía y no modera
ción. En Guayaquil últimamente han celebrado un
acta pronunciándose por el sistema federal; pero
entre los mismos motores de este acontecimiento
estoy informado que hay muchos arrepentidos que
desean paz y orden.

Con fecha 27 de Septiembre le volvía á es


cribir:

Muchas serán las dificultades y embarazos que


tendré que vencer; pero todo lo haré ó procuraré
hacer en bien de esta patria que me confía su direc
ción. Usted debe estar informado de la convocato
ria que ha hecho el Congreso de la gran Conven
ción; ya se ha mandado circular el reglamento de
elecciones. En este Cuerpo soberano y augusto,
cual ninguno otro, se refundirán todos los partidos,
los pueblos expresarán sus votos y deseos con en
tera libertad y fijarán definitivamente su futura
suerte.

Y pocos días después (7 de Octubre), al co


municarle al mismo Sr. Madrid la noticia de
que España aumentaba la proyectada expedi
ción de las Antillas á 20.000 hombres, y pa
sando á los asuntos interiores, agregaba:
IDEAL POLÍTICO Dli BOLÍVAR 129

Yo no prometo mucho porque no puedo hacer


milagros; pero sí haré cuanto dependa de mí en
bien de esta patria que me confía sus destinos...
Los departamentos del Sur se han aquietado mu
cho, y Guayaquil, que se había desviado tanto ó
más que Venezuela el año pasado, vuelve ya á su
orden natural. De este modo espero que podré pre
sentar á Colombia en la gran Convención, si no di
chosa, al menos íntegra (i).

Mas en aquel caos de dificultades, decía


Bolívar á D. Joaquín Mosquera:

La gran Convención es la única luz que me alum


bra, la única que dirige mis pasos. Cifro toda mi
esperanza, reduzco toda mi gloria, diré, en que Co
lombia, reunida en este augusto santuario del pue
blo, pronuncie sus votos'solemnes y fije sus desti
nos. Esta es la última suerte que le cabe á esta po
bre patria, y si la perdemos, ¿qué será de ella? ..(2).

Y aún insistimos más en que Bolívar no te


nía esa confianza ciega que se le ha atribuido
en los resultados de la tal Convención.

La gran Convención—decía—está al reunirse: ya


se hacen las elecciones; yo no sé qué saldrá de esta
reunión. Usted se promete grandes cosas, y yo no
(1) Repertorio Colombiano . Noviembre de 1880, pá
gina 353.
(2) O'Lkáry: Op. eit. (Cartas del Libertador), t. XXX,
pág. 478.
9
130 J. O. MONSALVE

sé qué decir. En Caracas se habla de federación, y


quién sabe si en el Sur harán lo mismo. Lo cierto
del caso es que veo como imposible fijar la estabi
lidad de este país: si lo dividen se pierde, y si se es
tablecen leyes generales débiles, como son todas
las que emanan de un Gobierno muy libre, enton
ces esta dilatada región tendrá que sufrir los mis
mos inconvenientes de un país sin Gobierno, por
que es constante que la fuerza del Gobierno debe
ser relativa á la extensión; en una palabra: Colom
bia y la América entera son países perdidos para
esta generación (i).

Para determinar mejor la situación en que


se hallaba la República al finalizar el presente
año, copiaremos una de las buenas páginas en
que abunda el importante libro del doctor
José Joaquín Guerra:

Pero el año no podía concluir sin que hubiera cau


sas de nueva zozobra en la afligida República: tal
parecía que un hado fatal la persiguiera de conti
nuo hasta verla reducida á escombros. Si por el
Norte se despejaba un tanto el horizonte político,
la pérfida conducta del Perú hacía renacer los te
mores de que en los departamentos del Sur volvie
ran á suscitarse serias dificultades.
No contento el presidente Lamar con las ofensas
que allí se habían irrogado á Bolívar y á los colom
bianos, expulsó de su territorio al ministro de Co
tí) Repertorio Colombiano Noviembre de 1880, pá
gina 358.
IDEAL POLÍTICO DE BOLIVAR 131

lombia y de Bolivia, D. Cristóbal Armero, impután


dole calumniosamente el intento de conspirar con-
tro el Gobierno peruano. Insistióse en el deseo de
agregar al Perú, no sólo nuestros departamentos
meridionales, sino hasta la misma república de Bo
livia, y para llevarlo á cabo se hacían exquisitas
diligencias, empezando por desacreditar á Colom
bia, á Bolívar y á Sucre, y por baja mano ofrecían
para ello halagadoras remuneraciones. Con un ejér
cito numeroso amenazaba el Perú por dos partes
distintas de las fronteras de Colombia y Bolivia; se
impedía el paso de las tropas colombianas por te
rritorio peruano para restituirse á su patria; en el
Congreso se trataba de privar á Colombia de estas
tropas, "que serían un fuerte obstáculo para la ane
xión de los departamentos meridionales", y se de
cretaba la violación de un tratado público solemne.
Todo conducía á impedir que la segunda división
colombiana, acantonada en Bolivia, saliera de allí,
y á fomentar la rebelión de ella, como había suce
dido con la tercera en Lima. Logran su intento los
falaces peruanos, y el 25 de Diciembre dan los
oficiales inferiores el grito de rebelión en la ciudad
de La Paz y apresan á sus jefes y al prefecto de la
ciudad, acabando por robar fuertes sumas en oro,
exigir otras por el rescate de algunos prisioneros y
dar vivas al Perú. Se disponían ya á emprender la
marcha á aquella República cuando se vieron re
ciamente atacados por algunos jefes de los que ha
bían logrado fugarse de la prisión; se traba el com
bate y dejando gran número de muertos en el cam
po, huyen muchos de los amotinados, y los restan
tes caen prisioneros.
132 J. D. MONSALVE

Una vez más se dió el escándalo en Bogotá de


que se recibiera con regocijo la noticia de un pro
nunciamiento militar, no ya por el Gobierno, que
ejercía el Libertador Bolívar, sino por uno de los
órganos del partido enemigo de éste, que alimen
taba siempre la esperanza de apoyarse en las tro
pas sediciosas de aquellas repúblicas para afianzar
se en el Poder. Bolívar, por el contrario, envió fuer
zas á las poblaciones más inmediatas á la frontera;
dictó activas providencias para reorganizar el Ejér
cito, dando de baja también á algunos oficiales de
los cuerpos pertenecientes á aquellas divisiones;
desplegó la mayor actividad para restablecer la dis
ciplina militar y la moralidad entre los jefes que
habían de hacer frente á las amenazas del Perú, y
publicó, finalmente, en la Gaceta de Colombia, un
brillante escrito bajo el título de Fe púnica, en que
manifiesta los agravios del Perú, con toda la his
toria de ellos, desde la insurrección de Bustamante,
con la comprobación del intento de arrebatar á Co
lombia los departamentos del Sur, con las inva
siones al Amazonas, con la expulsión del ministro
colombiano, con los escándalos en Bolivia, y termi
na diciendo que "todo esto indica la decisión que
hay de parte de la Administración peruana á despe
dazar la República que no perdonó sacrificios por
levantar aquel país del estado de colonia y consti
tuirlo en nación independiente (r).

A lo transcrito debemos agregar que la opo-

(i) José Joaquín Guerra: La Convención de Ocaña,


página 232.
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 133

sición, si bien un tanto adormecida, seguía


conservando su enardecimiento y aumentán
dolo á la manera que los espesos nubarrones
van condensando el fluido que ha de estallar
en el momento de la descarga eléctrica. El mis
mo Santander figuraba ya á la cabeza de la
oposición. Este, todavía en Mayo decía (¿hipó
critamente?) al coronel José Félix Blanco:

Estimo mucho, mucho sus noticias sobre la ene


mistad que me suponen con el general Bolívar. No
es nueva esta imputación; parece que yo nací con
estrella de sufrirla, aunque me canse de dar prue
bas en contrario. Diez años llevo de mostrar con
hechos y en circunstancias difíciles que soy, no
sólo amigo del Libertador, sino amigo fiel y agra
decido (i).

En sus cartas Santander enumera las prue


bas de esta aseveración, agregando en una
de ellas, esta protesta de fidelidad eterna á su
protector: "yo no seré jamás su enemigo" (2).
Sin embargo, la calumnia había encontrado
eco en el corazón de Santander, y en su ca
beza obraban las perversas sugestiones de los
émulos é hipócritas enemigos del Libertador
que atizaban la enemistad; ya el vicepresiden
te no tenía por Bolívar el mismo entusiasmo;

(1) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 312.


(2) Blanco: Op. cit., t. XI, pág. 314.
134 J. D. MONSALVE

y aunque éste tuvo conocimiento de esas car


tas, estaba ya tan prevenido contra Santander
por las intrigas de sus aduladores, y, según
parece, por pruebas fidedignas de la actitud
del vicepresidente, que á todas luces se le
trasparentaba la antipatía hacia éste.
Una doble muralla se oponía, pues, por de
lante del Libertador, que obstaba al desarro
llo de sus ideales de engrandecer á su patria:
las amenazas de guerra exterior y la fermen
tación interna. La Patria estaba en peligro y
su primer deber como magistrado era el de
salvarla; mas cómo no puede amoldarse una
masa en descomposición, había que destruir
los gérmenes que la viciaban para formar una
materia plástica á la cual pudiese dársele for
ma. Había que dejar sus bellos proyectos civi
lizadores mientras alejaba el enemigo de las
fronteras y restablecía la paz en el interior de
la República.

XXII

De tiempo muy atrás, como ya lo hemos


visto, venía acentuándose la eterna rivalidad
entre los diferentes elementos que componían
el cuerpo de gobernantes colombianos, entre
la toga y la espada: los unos, á quienes Páez
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 135

llamaba los curiales, letrados y mercaderes, y


de quienes afirmaba que en caso de guerra
apelarían, como siempre, á la fuga ó se aven
drían con el enemigo; y los militares, "los po
bres militares que irían á recibir los balazos
para volver á proporcionar empleos y fortunas
á los que actualmente los estaban vejando" (i),
sin embargo de que sus cartas eran redacta
das por los abogados que lo habían escogido
(á Páez) por instrumento de su partido; y tam
bién se expresaba respecto de los hombres
civiles en estos términos:

Hombres que han estado disfrutando de las co


modidades de sus casas, viviendo tranquilos entre
los godos, y que no se han unido á la causa de la
República sino cuando han cesado los peligros ó
los han humillado nuestras armas victoriosas (2).

Por su parte, Santander, jefe reconocido del


otro partido, es decir, de los togados, llamaba
á los que habían sido partidarios de Páez, los
perturbadores, los facciosos, los ambiciosos (3);
y el concepto que de ellos tenía cuando el pro
nunciamiento de Abril en Valencia, lo dejó
bien expresado cuando dijo de ellos: "No se
( 1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del general José Anto
nio Páez), t. II, pág. 60.
(2) Idem id., pág. 62.
(3) Idem id. (Cartas del general Santander), t. III,
pág. 293.
136 J. D. MONSALVE

puede hacer bien á hombres tan ruines y


tan brutos" (i); en cuanto á los militares, que
eran principalmente los que formaban alrede
dor de Bolívar, Santander opinaba que se ha
bía luchado más por la libertad que por la in
dependencia, y que la libertad no existiría
mientras hubiese libertadores, á pesar de que
en otra ocasión le había escrito al Libertador
que darle un mando á Sucre en Venezuela
sería despopularizarlo, "porque la "gente re
publicana es infernal" (2).
Los héroes que lucharon por la indepen
dencia querían naturalmente que se les diese
participación en los asuntos públicos, mientras
los hombres de leyes y de bufete se creían los
únicos capaces de organizar la nación que
aquéllos habían fundado. Esta divergencia de
opiniones y contraposición de intereses no
era cosa nueva; mucho tiempo antes, el mismo
Santander había mostrado la situación con la
siguientes palabras:

... la administración anda lentamente, los enemi


gos conspiran, los ambiciosos se sublevan, todos
oponen obstáculos al verdadero bien público. No
tenemos hombres, mi general, á quienes encargar
les esta República: unos no quieren servir, escar
mentados de ver lo que pasamos los que servimos
(1) O'Leary: Op. cit., pág. e6o.
(2) Posada Gutiérrez: Op. cit. 1. 1, pág. 78.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 137

con un poco de honor; otros no sirven sino para


presentarse en un campo de batalla; otros no pro
curan sino enriquecerse á costa de los pueblos.
Los paisanos miran con ceño á los militares; los
militares desprecian á los paisanos, y hasta los sue
len ultrajar; los preocupados le hacen la guerra á
los liberales; éstos son intolerantes con los fanáti
cos; los masones siembran la desconfianza y la des
unión; contra ellos se pronuncia el pueblo ignoran
te y los enemigos interiores.
El uno le hace la guerra al empleado por el de
seo de reemplazarlo, y el empleado tiene que ha
cerse de mayor número de enemigos para sostener
su reputación. Agregue usted los pardócratas, los
godos, los extranjeros, los de esta y la otra pro
vincia, y mil elementos más de discordia, y hallará
usted que es menester un Dios para gobernar á
gusto y contento general y restablecer la concordia
que ha destruido el imprudente é indiscreto uso de
la libertad de imprenta (i).

En cuanto á la existencia de los partidos po


líticos contendores que por tales accidencias
se formaron, se ve que había dos extremos: el
del centralismo y de la libertad dentro del or
den (tnjustitia libertas), compuesto por los pro
ceres sabios é ilustrados que unían al amor
á las instituciones de la gran Colombia el alec
to y el reconocimiento al padre de la Patria (2);
(1) O'Leaky: Op. cit. (Cartas del general Santan
der), t. III, pág. 279.
(2) o El juicio imparcial sobre el Libertador de Co
138 j. D. MONSALVE

y el de los federalistas y liberales demagogos,


especie de jacobinismo criollo, compuesto
principalmente de personas que surgieron
después de la batalla de Boyacá, es decir, que
no prestaron servicios á la patria en los días

lombia ha sido pronunciado. Era rápido en concebir y


ejecutar; imperturbable ante la muerte, dotado de una
fascinación seductora aun para los caracteres más adus
tos, celoso de su nombradla, fiel á la amistad, desinte
resado sin par y poseído del sentimiento religioso.
»Ahora, si contemplamos sus facultades intelectuales,
está al nivel de los primeros.
»No sabemos quién entre los jefes de Estado le haya
excedido en la energía y profundidad de los conceptos,
ni en las artes de la persuasión. Ahí están sus procla
mas, sus discursos, sus brindis, sus cartas más íntimas.
Palpitan en todas ellas la intensidad vital; y según los
momentos y los personajes, se recorre la escala de las
armonias morales. La magnanimidad se asocia á la pe
netración; la nativa altivez suele templarse con la indul
gencia ó la ternura.
«Pero la opinión no ha sido siempre uniforme, ni siem
pre propicia á todas sus doctrinas como estadista y al
gunos de los actos emanados de su autoridad.
»El tiempo y revelaciones póstumas han disipado
toda duda sobre la sinceridad de su convicción demó
crata.
»La perspectiva de una diadema, que se hizo brillar
á sus ojos, encontró en él improbación juiciosa.
»Su desprendimiento resalta al considerar que su en
cumbrado mérito habría propiciado para el plan el apo
yo de los gobiernos europeos.
»Antes del año de 1830 la Europa estaba ceñida por
os tratados de la Santa Alianza. Ella no habría negado
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 139

trágicos, cuando gobernaban los españoles, ni


combatieron por independizarse; de emplea
dos del vicepresidente durante la ausencia del
Libertador y de jóvenes entusiasmados por
las ideas ultraliberales, que no habían experi
mentado sufrimientos por la causa de la inde
pendencia, ni veían más allá de sus aspira
ciones personales. El primero de estos parti
dos rodeaba á Bolívar, por lo cual fué llamado
boliviano, y el segundo era encabezado por el
general Santander, aunque las ideas dé éste
diferían substancialmente de las que tenían
las personas que lo rodeaban; éste tomó el
llamativo nombre de constitucional ó santan-
derista.

Por otra parte—dice uno de nuestros más elegan


tes escritores historiógrafos—, los amigos del Li
bertador no se encerraban dentro de unos mismos
límites: cuáles mostraban su respeto y considera
ción sin renegar del partido constitucional; cuáles
llevaban su entusiasmo al exceso, aceptando de
buen grado hasta la idea de que Bolívar se corona
se ó erigiese en dictador sobre las ruinas de la ley.
Resultaron de aquí dos bandos extremos y uno
su consentimiento á un jefe aclamado como fundador
de naciones, capaz de garantir eficazmente los intereses
de los subditos extranjeros, y de refrenar el desborde
de la multitud, ó el conflicto interno de las castas.»—
José Tomás Guido: Fastos de la libertad, pág. 85. (Buenos
Aires).
140 J. D. MONSALVE

medianero, siendo los primeros el de los liberales


violentos y el de los que llamaremos ultrabolivianos,
y el último el de los liberales moderados, que tam
bién podría denominarse bolivianos liberales (i).

Al amanecer de este año de 1828, que tan


amargos frutos hizo cosechar al Libertador,
los jefes y oficiales del Ejército le dirigieron
una solicitud en que le exponían la triste si
tuación de la República, no obstante estar aún
vivos sus fundadores, "derramando lágrimas
de dolor porque muere Colombia, existiendo
ellos"; pintábanle el estado de anarquía á que
iba llegando la nación durante su ausencia y
cómo se salvó de la ruina con su llegada; le
recordaban la trama infame de monarquía,
fraguada para desacreditarle, y aun llegaron
hasta hacerle acusación de debilidad, porque
mientras iba á Venezuela á calmar los ánimos,
con extremada clemencia, entregaba el Go
bierno á sus propios enemigos, los que recha
zaron todo elemento partidario suyo y de sus
glorias.
El país—decían —se precipita á la ruina,
y sólo él podía salvarlo; por lo cual pedíanle
pusiera "un término á la desdicha pública y á
los ultrajes que los demagogos irrogaban al

(1) Ignacio Gutiérrez Ponce: Vida de Don Ignacio


Gutiérrez Vergara y episodios históricos de su tiempo
(1 806-1877), t. I, pág. 185.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 141

Ejército" (i). Los ánimos estaban demasiado


enardecidos y la Prensa era una hornaza en
tre bolivianos y santanderistas, ya con pre
textos de anarquía ó de dictadura, ó de las re
formas, ó ya con ocasión de los empréstitos
hechos por Colombia para el sostenimiento de
la guerra. Con este motivo Bolívar excitaba á
los ciudadanos á que usaran con prudencia de
la imprenta, y en vista de la situación difícil
en que se hallaba la República. A este res
pecto el autor de las Memorias histórico-polí-
ticas se expresa así:

En aquellos días el desenfreno de la imprenta li


beral, prodigando la injuria y el insulto, principal
mente al Gobierno y á los militares, precipitó á al
gunos de éstos á cometer imprudencias reproba
bles. El coronel Ignacio Luque, al frente de un ba
tallón formado en la calle del Comercio, quemó uno
de estos impresos; acto ridículo á que se dió más
importancia de la que merecía. El Sr. F. González
manifestó aquel día una serenidad y un valor á
toda prueba, repeliendo el insulto personal que
aquel jefe intentó irrogarle de hecho, contenién
dole, pistola en mano. Al día siguiente salieron
otros papeles peores que los quemados, y ya no fué
una demostración insensata y pueril la que se come
tió, fué un delito; el mismo jefe, acompañado de
otro forzaron la imprenta, estropearon á los cajis
tas y al dueño del establecimiento, confundieron los
(i) Blanco: Doe. cit., t. XI, pág. 682.
142 J. D. MONSALVE

tipos, mezclándolos, y se llevaron los impresos que


aún no se habían puesto en circulación. Nadie apro
bó estas locuras de jóvenes atolondrados; el Liber
tador se irritó sobremanera cuando se las partici
paron, y mandó que se les arrestase y se les si
guiese causa, y los culpables tuvieron que satisfa
cer al público y á los agraviados, humillándose. Sin
embargo se gritó: "Muera la tiranía y muera el tira
no", porque así es la justicia de las pasiones.
Ya lo he dicho y lo repito: siempre tuvo el Li
bertador un respeto plausible por la libertad de
imprenta, aunque era el hombre más sensible á la
censura que yo he conocido, y si hubiera atendido
á las numerosas peticiones que de todas partes le
dirigían, para que con medidas enérgicas refrenase
la licencia escandalosa de los escritores públicos,
habría podido, con la aprobación general, dictar al
gunas en este sentido. Pero lo que hizo fué excitar
á sus agentes y á sus amigos á que procurasen con
su influjo personal y el de los ciudadanos pacíficos
á que aquéllos no abusasen con calumnias é insul
tos contra las autoridades y los ciudadanos, de la li
bertad que se les dejaba (r).

De la Convención de Ocaña podían resul


tar grandes bienes, y también males inmen
sos, según las opiniones que primaran en
aquella corporación. Era natural que allí estu
vieran representados muy diversos pareceres,
diversidad que se había acentuado desde mu-

(i) Posada Gutiérrez: Op. cit., 1. 1, pág. 82.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 143

cho tiempo anterior. Ya en 1826 el general


las Santander hablaba de la divergencia de
opiniones, en carta que dirigía á Bolívar, en
los términos siguientes:

Yo no entiendo las opiniones de nuestras pro


vincias, ni sé si haya algún Dios en la tierra que las
concilie á gusto general. Unas quieren federación de
los tres antiguos grandes departamentos, otras fe
deración de los muchos Estados, otras unión cen
tral, otras Constitución boliviana, otras monarquía
y otras guerra al rey de España. A todo esto yo no
veo un medio legal de reformar la Constitución
antes del año de 1831.
Cualquiera reforma que se haga de otro cual
quier modo vicia por sus fundamentos lo que se
sancione, y este vicio constantemente servirá de ar
gumento á los descontentos y facciosos para sub -
vertir el orden establecido y renovar las conmocio
nes intestinas. El resultado será indispensablemen
te que nunca habrá paz bajo la egida de las leyes,
nunca un sistema que afiance el orden público,
nunca un orden que inspire confianza general, y la
corona de la revolución, como usted dice exacta
mente, será la reconquista por parte de los espa
ñoles.
Yo no quiero entrar en el examen de las causas
que hayan influido en conducirnos al abismo en
cuya orilla estamos medio parados; pero no hay
ciego que no esté de acuerdo en que la ambición es
unamuy principal. Todos queremos tener empleos de
alta categoría, todos deseamos mucho dinero, todos
144 J. D. MONSALVE

aspiramos á consideraciones y homenajes extraor


dinarios, todos exigimos que se adopten nuestras
ideas, y como es imposible saciar nuestro corazón,
hemos de procurar turbar el reposo público y ele
varnos por la fuerza (i).

Tan expresiva como esta carta fué la del


Sr. D. Francisco R. de Toro, amigo íntimo y
pariente de toda confianza del Libertador, di
rigida desde Caracas en el mismo año, y en
que le decía:

En algunos papeles encontrarás el deseo de per


petuar el desorden y la enemistad; en otros todo lo
contrario; en unos las opiniones aisladas de parti
culares, y en otros una vil y baja adulación; pero en
todos descubrirás que la opinión general está re
concentrada en ti, y que todo lo espera de ti solo.
Tú eres, pues, la columna y la base de este edi
ficio, que nosotros no podemos más que apuntalar
hasta tu llegada, evitando que algunos Sansones
abrazados de estos débiles apoyos los conmuevan y
hagan venir á tierra la obra de ta constancia. Es
necesario, pues, que te pongas bien lejos de todos
para que con calma y serenidad puedas juzgar en
materia tan delicada, y que no se crea que influye
en ti el espíritu de partido.
Si yo me encontrara en tu lugar me situaría en
Panamá como punto céntrico de la República, to-
(i) Carta de Santander al Libertador, de ai de Sep
tiembre de 1826.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 145

maría posesión de la presidencia, oiría las quejas y


razones de unos y otros y cortaría, en fin, el nudo
gordiano. Estando tú á la cabeza del Gobierno, ce
san todas las desconfianzas, y tus órdenes serán
recibidas con satisfacción.

... Los que hemos principiado la revolución, los


que la hemos sostenido y los que por espacio de
diez y seis años hemos seguido su marcha difícil y
variada, parece que debemos conocer mejor que
otros el curso de este cometa político, cuya larga y
obscura cola amenaza siempre á tu pobre patria (i).

Ya podemos imaginarnos cuánto sería el


pesimismo que se había apoderado del Liber
tador si consideramos que las ideas expues-
tas~por sus amigos estaban de acuerdo con lo
que desde hacia muchos años presentía él
mismo. Desde el mes de Enero, en carta al
Sr. A. L. Guzmán, se expresaba lleno de tris
teza, adivinando el momento en que tendría
que despedirse de Colombia, porque preveía
las calamidades que habían de sobrevenir. A
D. Rafael Arboleda le anunciaba el mal resul
tado de la Convención, en cuyo seno la mayor
parte sería de los que se habían arrogado el
derecho de pueblo soberano (2); y al general
Páez le escribía en los términos siguientes:

(1) O'Leary: Op. cit., t. II, pág. 471.


(2) Idem id. id., t. XXXI, pág. 16.
10
146 J. D. MONSALVE

Diferentes veces me ha escrito usted sobre que


vaya yo á la gran Convención para influir en ella
con la mira de darle á Venezuela un Gobierno pro
pio. Bastante pena me causa tener que responder
á usted que todo lo que usted desea no puede efec
tuarse en el día; mis contrarios han logrado despo
pularizarme; los representantes que allí van son
enemigos personales míos, y éstos, después de ha
berse opuesto á la gran Convención, van á ser
ahora los arbitros de las reformas. Yo les he dicho,
por cumplir con mi conciencia, que las cosas no
deben quedar como están, por muchos motivos que
he indicado; que debemos fortificar el Gobierno
para que este vasto país no se pierda; que si esto
no se puede alcanzar, que dividan á Colombia antes
que ponerla bajo una federación destructora y di
solvente de todos los principios esenciales y de to
das las garantías. He añadido que no vuelvo á to
mar el mando de Colombia por nada, nada en el
mundo; pero que ayudaré al Gobierno si lo fortifi
can como yo lo deseo, y si no, me iré con Dios, pues
no quiero vivir aquí un solo día después que hayan
dividido el país ó establecido la federación, pues la
guerra será el acto continuo de esta reforma.
Sí, mi querido general; esta es mi confesión sin
cera y el grito de mi conciencia; es mi convicción,
lo palpo así y ninguna duda me hace vacilar. Es
una evidencia para mí la destrucción de Colombia
si no se le da al Gobierno una fuerza inmensa ca
paz de luchar contra la anarquía, que levantará mil
cabezas sediciosas...
Después de diez y siete años de combates inau
ditos y de revoluciones ha venido á parir nuestra
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 147

madre patria á una hermana más cruel que Megera,


más parricida que Júpiter y más sanguinaria que
Belona : es la anarquía, querido general. Me estre
mezco al contemplar el cuadro horrible de nuestra
perspectiva; nos vamos á sepultar entre las ruinas
de la patria porque todo es malo y todo es peor.
La evidencia de la fuerza arrastra consigo los prin
cipios de su propia destrucción; la división es la
ruina misma y la federación el sepulcro de Colom
bia; por lo mismo, el primer mal es preferible á los
demás, pero más como un plazo que como un
bien (x).

Y al general sir Robert Wilson le mani


festaba:

El nombre de usted le sirve de garantías al mío


delante de la civilización europea y de la libre In
glaterra. Continúe usted, mi respetable amigo, ha
ciendo y diciendo por la libertad de América y el
crédito de uno de sus soldados; pero temo que
los esfuerzos generosos de los ilustres amigos de
la América se pierdan en el vasto océano de amar
gura que va inundando el Nuevo Mundo. Todo lo
que dicen á usted de estas desgraciadas repúblicas
es más que cierto, y, todavía más, inevitable.
La influencia de la civilización produce una in
digestión en nuestros espíritus, que no tienen bas
tantes fuerzas para masticar el alimento nutritivo
de la libertad. Lo mismo que debiera salvarnos
nos hará sucumbir. Las doctrinas más puras y más
(i) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. i&
148 J. O. MONSALVE

perfectas son las que envenenan nuestra existencia.


La gran Convención de Colombia dará testimonios
nuevos de esta desgraciada y demasiado cierta opi
nión; allí el espíritu de partido dictará intereses y no
leyes; allí triunfará al fin la demagogia de la cana
lla. Esos son mis más íntimos temores, y yo lo pre
vengo á usted de ello para que no se sorprenda de
los resultados infaustos que deben seguirse (i).

Si el ideal permanente del Libertador era,


como lo hemos venido demostrando, hacer de
Colombia una nación grande, fuerte y pode
rosa, capaz de garantizar la independencia de
toda la América del Sur, podremos imaginar
nos cuál sería la tristeza que se apoderaba de
su espíritu; y es preciso tener en cuenta que
su extremada delicadeza y la sinceridad que
presidía en todas sus manifestaciones no le
permitieron influir ni un ápice en la elección
de los diputados que habían de reunirse en
Ocaña. A este respecto oigamos lo que dice
Posada Gutiérrez:

Bolívar, siempre noble y grande en los días de


sus errores, al circular el reglamento para las elec
ciones de miembros á la Convención, previno la
prescindencia absoluta de las autoridades y de los
militares en ellas, y en todas* partes se cumplió
puntualmente aquel mandato. No lo hizo así el vi
cepresidente, que escribía incesantemente á los
(i) O'Lbary: Op. cit., pág. 23.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 149

numerosos parciales que en toda la República ha


bía podido procurarse en su larga administración;
que trabajó con ardor para ser nombrado él mismo
y para que sus partidarios lo fuesen, y así lo con
siguió.
Quizá se dirá que no estando el vicepresidente
encargado del Poder ejecutivo, podía hacerlo le
galmente. Yo no sé si podía hacerlo legalmente un
miembro del Consejo de gobierno que de un mo
mento á otro era posible volviese á encargarse del
Poder ejecutivo, por cualquier incidente imprevis
to, lo que daba una esperanza alentadora á los co
rredores y agiotistas del mercado eleccionario (i).

Las ideas del Libertador eran aún más de


talladas en su mensaje á la gran Convención;
principiaba por devolver la autoridad que se
le había depositado en sus cansadas manos;
condolíase de las aflicciones de la patria; de
mostraba lo mal constituido de su Gobierno;
hubo error en haber hecho del legislativo solo
un poder soberano; las leyes estaban mal ela
boradas, se le había quitado toda su fuerza al
Poder ejecutivo; no estaba bien repartida la
responsabilidad. Allí critica la absoluta supre
macía de los tribunales civiles en asuntos mi
litares, las municipalidades están, en su con
cepto, mal organizadas; y apunta la falta de
policía, la decadencia del comercio y de la

(i) Posada Gutiérrez: Op. cit, t. I, pág. 76.


150 J. D. MONSALVE

agricultura, la desmoralización del Ejército,


la mala administración de la Hacienda pú
blica, etc., etc. Cada uno de estos puntos está
bien desarrollado y comprobado, bien estu
diadas sus causas, enumerados sus remedios.
Termina con un llamamiento á los legislado
res, en cuyas manos están vinculados el por
venir de la República y la salvación de Co
lombia, empresa tan grande como ardua. Po
demos resumir sus conclusiones en estas fra
ses, que copiamos textualmente:

... Un Gobierno firme, poderoso y justo es el


grito de la Patria. Miradla de pie, sobre las ruinas
del desierto que ha dejado el despotismo, pálida de
espanto, llorando quinientos mil héroes muertos
por ella, cuya sangre sembrada en los campos hacía
nacer sus derechos. ¡Sí, legisladores: muertos y
vivos, sepulcros y ruinas os piden garantías! Y yo,
que sentado ahora en el hogar de un simple ciu
dadano y mezclado entre la multitud recobro mi voz
y mi derecho, yo que soy el último que reclamo el
fin de la sociedad, yo que he consagrado un culto
religioso á la patria y á la libertad, no debo callar
me en momento tan solemne. Dadnos un Gobierno
en que la ley sea obedecida, el magistrado respeta
do y el pueblo libre; un Gobierno que impida la
transgresión de la voluntad general y, de los man
damientos del pueblo.
Considerad, legisladores, que la energía en la
fuerza pública es la salvaguardia de la flaqueza
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 151

individual, la amenaza que aterra al injusto y la


esperanza de la sociedad. Considerad que la corrup
ción de los pueblos nace de la indulgencia de los
tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad
que sin fuerza no hay virtud, y sin virtud perece
la República. Mirad, en fin, que la anarquía des
truye la libertad, y que la unidad conserva el orden.
¡Legisladores! A nombre de Colombia os ruego
con plegarias infinitas que nos deis, á imagen de la
Providencia que representáis, como árbitros de
nuestros destinos, para el pueblo, para el Ejército,
para el juez y para el magistrado, ¡leyes inexo
rables!

Al instalarse la Convención, Bolívar se di


rigió á los colombianos diciéndoles que su
suerte estaba en las manos de la gran Con
vención, y se despedía de los bogotanos re
pitiéndoles que siempre estaría pronto á acu
dir en su auxilio, cuando los amenazara algún
peligro; y como su preocupación por la paz,
por el orden y por la tranquilidad era acicate
que no le dejaba ni un momento de reposo, á
cada momento manifestaba su terror á la anar
quía. En carta á su amigo don José M. Casti
llo le comunicó que el país estaba animado
de un santo temor á la federación y á la anar
quía: "Muy desgraciada será la Patria si la
salud no la favorece en Ocaña, para la salva
ción de todos" (i).
(i) O'Leart: Op. cit, t. XXXI, pág. 48,
152 J. D. MONSALVE

A esta situación moral agregábase que ha


bía recibido noticias de estar volviendo á re
crudecerse la guerra civil en los departamen
tos de Oriente de Venezuela, á tiempo que
amenazaban los facciosos realistas, encabeza
dos por Cisneros y otros malhechores, acua
drillados para el robo y el saqueo, con el es
tímulo de una escuadra española que venía á
prestar auxilio á esas montoneras.
Esto hizo que el Libertador se dirigiera
á ocupar el puesto que las circunstancias
le señalaban nuevamente en Venezuela; mas
como en su marcha hacia aquellas provin
cias supo que las tropas que se hallaban
en ellas habían aniquilado á los facciosos
y que la política interior se había norma
lizado, hubo de suspender su viaje en Soatá;
fué aquí en donde tuvo conocimiento de que
el general Padilla enarboló la bandera re
volucionaria en Cartagena, justamente cuan
do bullía la tempestad de pasiones en la
Convención, por lo cual se situó en Buca-
ramanga, bien para movilizarse con tropas
á la costa, si era preciso dominar á los re
volucionarios, bien para apoyar con la fuerza
la respetabilidad de aquella asamblea si aca
so intentaban atentar contra ella; pero en nin
gún caso para influir ni directa ni indirecta
mente en sus deliberaciones. Y á tal punto es
cierto esto, que, habiéndosele llamado por al
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 153

gunos diputados para que fuese á Ocaña,


contestó:

He meditado mucho sobre mi ida á Ocaña y he


sacado en limpio que no conviene, por política y
por conveniencias. Desde luego será mal interpre
tada mi marcha, y en llegando allá me van á echar
una red de moderación, obligándome á ceder á
cuanto quieran mis enemigos y á las importunida
des de mis amigos, que tiemblan con mis nega
tivas (i).

Conducta ésta que no fué parte á que sus


adversarios le reconocieran ni su raro des
prendimiento en las elecciones, ni su aleja
miento de aquella corporación, ni el haberse
abstenido de preparar los materiales en que
debiera ocuparse el legislador; allí se reno
varon los recuerdos de la monarquía, de la
Constitución boliviana, de la federación de
las tres repúblicas, y se agotaban los dicte
rios contra la dictadura, sin embargo de que
á él no le importaba ya nada la Constitución
mencionada, puesto que no tenía amor propio
de autor en materias de importancia (2), y la
había dado ya por muerta, conducida por su
inocencia y sencillez al suplicio (3), y de que
(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXXI,
pág. ni.
(2) Idem id., t. XXX, pág. 407.
(3) Idem Id., t. XXX, pág. 416.
154 J. D. MONSALVE

sus ideas generales, conocidas en el seno de


aquella asamblea, eran bien pocas: "Mis ideas
— había dicho — son muy generales: fortifi
car el Gobierno constitucional hasta el año
de 1831 solamente; si no, me voy del país,
pues dividir y federar es lo mismo que destruir
á Colombia y á sus miembros" (1). Consecuen
te siempre con las ideas de desprendimiento
que toda la vida había manifestado, nadie po
día acusarlo de ambición; á Montilla le acaba
ba de escribir: "Perezca yo mil veces antes
de tener miras personales ni causa propia.
Yo he combatido por la libertad y por la glo
ria, y no por mi engrandecimiento" (2); á Bri-
ceño Méndez:

Mi único amor siempre ha sido el de la patria; mi


única ambición su libertad. Los que me atribuyen
otra cosa no me conocen ni me han conocido nunca.
Es tanto lo que me atormenta la vil imposición de
que tengo miras personales, que estoy resuelto y
aun desesperado por irme para probarles lo con
trario. Y aún haría más si fuera necesario (3).

Al mismo:

Yo no digo que ustedes (los diputados) hagan


(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), to
mo XXXI, pág. 69.
(2) Idem id., t. XXXI, pág. 65.
(1) Idem id., t. XXXI, pág. 34.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 155

esto ó aquello; pero lo que sí quiero es zafarme del


compromiso en que querían ponerme volviéndome
á elegir de presidente ó á que continuara por los
tres años que faltan. Yo le ruego á usted una y mil
veces que repita en la Convención que mi ánimo es
no admitir más el gobierno de la República bajo
cualquiera forma ó denominación que sea (i).

Bien podemos imaginarnos cuál sería el des


pecho del Libertador cuando veía que la con
vención iba á ser un aparato inútil, sin em
bargo de la situación en que se hallaba la Re
pública:

Cada triunfo de mis enemigos me abre una in


mensa puerta para salir de Colombia. Yo me iré, y
á mil ó dos mil leguas resonarán los alaridos espan
tosos de la guerra civil, y no volveré ciertamente la
quinta vez á un país de donde ine han expulsado
indignamente tantas veces. Así, pues, poco me im
porta el modo que se decrete para perder á Colom
bia, porque esos señores no tendrán que elegir sino
entre retardos, pero no entre remedios saludables.
Colombia es un caos en el cual la anarquía de
tantas cabezas no hará más que confundir más y
más á sus elementos (2).

Mas en tanto que el Libertador pensaba de


esa manera, ó que se expresaba en esos tér-
(1) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 95.
(2) Idem id., Id., pág. 73.
156 J. D. MONSALVE

minos, las pasiones se enardecían más y más.


Algunos de los miembros de la Convención
aplaudían y hallaban bueno todo lo que de él
provenía ó lo que ellos juzgaban estar de
acuerdo con sus ideas; otros se le oponían de
tal manera, que estaban prontos á tacharle
hasta los más insignificantes de sus actos, á
dar torcida interpretación á las más espontá
neas y sinceras de sus declaraciones.
Muy lejos nos llevaría el recuento de estos
detalles, que se presentan en nuestro plan
como meros incidentes; es suficiente repetir
que Bolívar no influyó poco ni mucho, como
algunos lo quisieron hacer creer, en las discu
siones de aquella asamblea; y basta para pro
barlo recordar la gran distancia á que se man
tuvo durante las sesiones y leer la correspon
da que mantuvo con sus amigos más íntimos;
y aunque lo hubiera deseado, tampoco hubiera
podido hacerlo, pues la ley de 29 de Agosto
del año anterior se lo prohibía, de un lado, y
del otro, sus apasionados enemigos le opusie
ron una barrera infranqueable (1).
A tal punto llegó aquel hervidero de pasio
nes, que el doctor Ignacio Muñoz denunció
una conspiración que —decía—tenían fragua
da Santander y sus parciales, y Padilla y otros,
para en caso de que la Convención adoptase
(1) José P. Urueta: El Gran Almirante José Pa
dilla, pág. 464.
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 157

la Constitución boliviana ú otra que no fuese


la federal y anárquica que proponían Azuero,
Soto, Vargas Tejada y demás del círculo.
El ii de Junio se suspendieron las sesiones
de la gran Convención, de la que tanto bien
llegaron á prometerse los pueblos, y aun el
mismo Libertador, á pesar de los amargos
presentimientos que antes lo atormentaran;
divididos los diputados en dos facciones, nin
gún resultado patriótico produjo. De aquí re
sultó, como era natural, un estado de malestar
político tal y tan agrio como para amenazar de
muerte la existencia de la República.

Mas el partido exaltado— dice el Sr. Restrepo al


historiar ese triste acontecimiento—no se pudo se
parar sin que una reunión de sus miembros pre
parara revoluciones contra el gobierno del Liber
tador. Comprometiéronse algunos diputados á con
mover las provincias de Antioquía, Popayán, Soco
rro, Pamplona y Bogotá, movimientos que serían
la base de una conflagración general. Otros de Ve
nezuela debían promover allí revoluciones y gue
rrillas con la mayor extensión que les fuera posibfe.
El grito y el objeto ostensible sería restablecer la
Constitución de Cúcuta y poner término al mando
de Bolívar. El general Santander asistió á la junta
ó juntas que se tuvieron con tales designios, y fui
señalado como jefe de la proyectada reacción. Aunque
estos planes sólo se traslucieran entonces, porque
estaban cubiertos con el velo del misterio, después
158 J. D. MONSALVE

se kan averiguado hasta ¡a evidencia. No ñiltaron


tampoco quienes oyeran y denunciaran al Liberta
dor las escandalosas proposiciones de algunos
hombres menos escrupulosos que dijeron en Ocaña
ser preciso matar á Bolívar para conseguir sus in
tentos (i).

¡Y todo esto cuando España intentaba la re


conquista con el ejército y marina que se ha
bía aglomerado en Cuba y Puerto Rico, y
cuando el Perú invadía nuestro territorio! Por
todo ello la capital de la República, en la ma
yor inquietud, se pronunció, encabezada por
el intendente, el arzobispo y las demás auto
ridades civiles y militares, padres de familia
y numerosísimo pueblo de toda clase de ciu
dadanos, por que el Libertador se encargase
del mando supremo de la República, conside
rándolo como el único capaz de salvarla de
los peligros que tan inminentemente la ame
nazaban. En esa acta, que fué firmada el día 13
de Junio, fué acordado desconocer los actos
que emanaran de la Convención de Ocaña, re
vocar los poderes á los diputados que había
elegido la provincia de Bogotá, y otorgarle
una plenitud de facultades bastante para que
organizara todos los ramos del gobierno como
le pareciera más conveniente, ejerciendo el
poder mientras juzgase oportuno convocar el
(1) Restrepo: Op. «'/., t. IV, pág. 102.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 159

Congreso, para todo lo cual debería apresurar


su regreso á la capital.

Esta acta, aun sin tener todas las firmas de las


personas que la suscribieron, que fueron muchas—
dice el historiador—, se remitió el mismo día al
Consejo de Ministros, el que, por medio de su pre
sidente, el secretario del Interior, contestó al inten
dente Herrán que juzgaba el Consejo "muy funda
do y de imperiosa necesidad el pronunciamiento de
la capital, la que ha manifestado en él los ardientes
deseos que animan á sus dignos habitantes por la
prosperidad y estabilidad de Colombia, lo mismo
que su amor é ilimitada confianza en el Libertador
presidente".

Y agrega más adelante el autor copiado:

El acta de Bogotá fué el tipo y la norma de todas


las demás actas celebradas á la misma sazón en el
vasto territorio de Colombia. Los sentimientos que
ella produjo obraron como un fuego eléctrico. Ape
nas se recibía dondequiera, se reunían los vecinos
principales y las corporaciones, adhiriéndose á su
contenido y haciendo substancialmente las mismas
declaratorias y concesiones al Libertador. En el
Centro, en el Norte y en el Sur de la República rei
nó con admiración el mismo espíritu en los habi
tantes, sin que se notara en ninguna de las tres gran
des secciones contradicción alguna que indicara la
menor repugnancia; hasta las parroquias más pe
queñas tenían como un deber el celebrar su acta
160 J. D. MONSALVE

dando al Libertador el mando supremo con faculta


des ilimitadas para reorganizar la República, llegan
do algunos á excederse hasta indicar que las conser
vara por todos los días de su vida. Y no solamente
las pequeñas poblaciones, sino lasgrandes ciudades,
como Quito, Guayaquil, Cuenca, Panamá, Cartage
na, Mimpós, Antioquía, Medellín y Popayán, Cara
cas, Valencia, Cumaná y Maracaibo, hicieron las
mismas actas. Aprobáronlas también los militares
más prominentes, como Páez, Urdaneta, Soublette,
Arismendi, Mariño, Montilla, Córdoba, Flórez y
otros. Una aprobación del acta de la capital, dada
tan espontánea como universalmente apenas se te
nía noticia de ella, no puede menos que caracteri
zarse como la expresión sincera de la voluntad na
cional. Parece, pues, que los autores ó los que pro
movieron aquel pronunciamiento, tuvieron bastante
previsión para conocer la opinión de la mayoría
del pueblo colombiano (i).

El 24 de Junio entró el Libertador á Bogotá,


donde tuvo que contestar á siete discursos del
más grande entusiasmo y de los más expresi
vos agradecimientos de las altas autoridades
y corporaciones; todo cuanto dijo puede com
pendiarse en estas palabras: "La nación está
en peligro. Acudo á su llamamiento listo á sa
crificarlo todo por ella, por salvarla. Cada vez
que el pueblo quiera retirarme sus poderes y
separarme del mando, que lo diga, que yo me

( 1 ) Restrepo: Op. cit., t. IV, pág. 107.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 161

someteré gustoso y sacrificaré ante él mi es


pada, mi sangre y hasta mi cabeza" (i). Y en
su proclama de 27 de Agosto repetía á los
pueblos de Colombia que venía á gobernar de
acuerdo con la voluntad nacional, y les expo
nía su plan administrativo, agregando:

No os diré nada de libertad, porque si cumplo


mis promesas seréis más que libres, seréis respe
tados... Compadezcámonos mutuamente del pueblo
que obedece y del hombre que manda solo (2).

El día 30 dictó un decreto con el estatuto


provisional que había de servir como norma
de Gobierno y que regiría hasta el año de 1830,
en que había de reunirse la nueva gran Con
vención, siendo las ideas predominantes en
ese estatuto las que pocos días antes había ex
presado en carta escrita á sir Robert Wilson,
en los siguientes términos:

Me han cometido un poder ilimitado; pero en re


compensa yo no lo ejerceré sino restringido por
una Constitución provisoria que durará tanto cuanto
quiera el pueblo. En esta acta fundamental se pon
drán bases convenientes para la estabilidad de la
República. Yo quisiera que no fuesen desoídas por
mis enemigos las razones que tengo para obrar de
esta manera.
(1) Gaceta de Colombia, núm. 354.
(2) Simón Bolívar: Op. cit., pág. 281.
11
162 J. D. MONSALVE

Se me ha encargado que reforme y organice la


República. En consecuencia, lo haré conforme á mi
conciencia y á mis luces; sobre todo yo no consul
taré más que la Historia, por una parte, y el estado
de Colombia, por otra. Estos serán mis conseje
ros (i).

Y como no abandonaba el respeto á la vo


luntad nacional, volvía á manifestarlo en car
ta á Mosquera, cuando vino á desalentarlo
profundamente la idea de que algunos pue
blos de Colombia ya no se interesaban por la
independencia nacional:

Si esos departamentos—decíale— están arruina


dos, ó si no quieren hacer sacrificios por los dere
chos de su país y el reposo de su territorio, que lo
digan á los jefes que mandan, para que Colombia
abandone la defensa de ese país, porque la cues
tión es muy clara: en el Norte no hay más que las
fuerzas necesarias para defenderlo contra los espa
ñoles, y los cuerpos del Sur son los que están des
tinados á hacer la guerra al Perú; por lo mismo, ó
los mantiene el país, ó lo abandonan á las preten
siones desenfrenadas de esa nación.
También se debe observar que yo he despreciado
los ultrajes que me han hecho en el Perú, mas no
he podido hacerlo así cuando los males se acerca
ban amenazando la tranquilidad de esos departa
mentos. Desde luego no ha sido mi causa, sino la
í(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas de Bolívar), t. XXXI,
pág. 184.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 163

causa nacional la que he procurado defender; por lo


mismo, si los interesados la abandonan, en buena
hora lo hagan, que como lo digan solemnemente,
ya cesaron mis compromisos. Por mi parte no tengo
otra ley que cumplir que la voluntad pública; no la
obligaré (i).

Bueno era esto, y muy de acuerdo, así con


la situación de Colombia como con las ideas
que siempre había manifestado; pero si no le
había sido indiferente el riesgo de la guerra
civil en Venezuela, ni había podido sufrir con
indolencia el conato de rebelión del general
Padilla, ¿dejaría de atender al riesgo de hu
millación con que amenazaba el Perú? No; Bo
lívar había declarado siempre con palabras y
con hechos que su mayor ambición era la glo
ria de Colombia y el bienestar de la Patria, y
consecuente con ese ahinco fijaba su pene
trante mirada sobre los próximos invasores
del Sur y los acontecimientos que por allí ha
bían de reclamar su presencia. En verdad que
las noticias eran para ceñirse la espada y po
ner el pie en el estribo.
El 5 de Marzo había recibido noticias de
que fuerzas peruanas invadían nuestro terri
torio; que el hipócrita Gamarra, en Mayo,
ofrecía sus servicios á los facciosos de Boli-
via; que en 18 de Abril hicieron en Chuquisa-

(i) O'Lbary: Op. cit., pág. 213.


164 J. D. MONSALVE

ca una conspiración contra el general Sucre,


fomentada desde Lima, y de la cual salió el
héroe de Ayacucho con varias heridas y un
brazo roto por las balas liberticidas, y cuyo
conocimiento fué recibido por los peruanos
con infinito júbilo (i); que las tropas peruanas, á
órdenes de Benavides, habían pasado el Des
aguadero, por lo cual el general Urdininea
llamó á los leales bolivianos á las armas, para
repeler la invasión de un "ejército invasor
más digno de odio que los españoles"; que el
ejército del Norte del Perú, mandado por La-
mar en persona, abría también campaña con
tra las provincias del Sur de Colombia, y que
la escuadra peruana debía bloquear y acome
ter formalmente á Guayaquil. Con tales ante
cedentes era natural que el presidente Liber
tador, todavía sin emprender operaciones mi
litares, llamara la atención á los colombianos
para alertarlos sobre los posibles aconteci
mientos futuros, y lo hizo por medio de la
concisa y expresiva proclama siguiente:

¡Ciudadanos y soldados!
La perfidia del Gobierno del Perú ha pasado to
dos los límites, y hollado todos los derechos de sus
vecinos de Bolivia y de Colombia. Después de mil
ultrajes, sufridos con paciencia heroica, nos hemos
(i) Blanco: Op. cit, t. XII, pág. 590.
TDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 165

visto al fin obligados á repeler la injusticia con la


fuerza.
Las tropas peruanas se han introducido en el
corazón de Bolivia, sin previa declaración de gue
rra y sin causa para ella. Tan abominable conducta
nos dice lo que debemos esperar de un Gobierno
que no conoce ni las leyes de las naciones, ni las
de la gratitud, ni siquiera el miramiento que se debe
á pueblos amigos y hermanos .
Referiros el católogo de los crímenes del Gobier
no del Perú sería demasiado, y vuestro sufrimien
to no podría escucharlo sin un horrible grito de
venganza; pero yo no quiero excitar vuestra indig
nación, ni avivar vuestras dolorosas heridas.
Os convido solamente á alarmaros contra esos
miserables que ya han violado el suelo de vuestra
hija y que intentan aún profanar el seno de la ma
dre de los héroes.
Armaos, colombianos del Sur. Volad á las fron
teras del Perú y esperad allí la hora de la vindicta.
Mi presencia entre vosotros será la señal de com
bate.
Bogotá, á 3 de Julio de 1828.
Simón Bolívar (x).

Cuando el general Flórez comunicaba al


secretario de Guerra las noticias de los he
chos que dieron lugar á la proclama que he
mos copiado, y de los cuales era responsable
el Gobierno del Perú, agregaba: "Por más

(1) Simón Bolívar: Op. cit., pág. 279.


166 J. D. MONSALVE

irregular y escandalosa que parezca la con


ducta del Gobierno del Perú, yo no he vacila
do un momento en creer ésta una tentativa
sobre nuestro territorio, porque además de
que en el Perú no rige ningún principio de
moral, ni se guarda ningún respeto á las leyes
generalmente reconocidas, su proceder con
Bolivia da lugar á temerlo todo de un rival
insioso que, apoyándose en el derecho de gen
tes, comete actos que éste mismo y el mundo
todo condenan" (i); y no hay lugar á duda de
que esa desorganización del Perú y de Boli
via, que tan directamente afectaba á Colombia,
provenía de la falta que en aquellas regiones
hacía el Libertador, como faltaban sus ener
gías, dedicadas al ideal de mantener la inde
pendencia y soberanía de esos pueblos, ase
gurando el orden y garantizando la tranquili
dad de Colombia.

La ausencia de V. E.—decía el general Urdini-


nea, ministro de Guerra de Bolivia, á Bolívar—ha
perjudicado mucho á su hija Bolivia; ella, poseída
de un grande reconocimiento hacia su padre el Li
bertador, no puede sino acongojarse notando su
falta; pero cuando recuerda el influjo del padre de
la Patria, el amor que la ha profesado siempre, no
puede menos de ensoberbecerse.
La invasión de los peruanos sobre este territorio

(i) Blanco: Op. cit., t. XII, pág. 59°-


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 167

entiendo que la sabrá V. E.: los departamentos casi


todos de la República, á excepción de Potosí, se ha
llan ocupados por las armas fratricidas de un liber
to, que recibió la libertad de las manos de V. E y
que hoy está abusando de ella tan escandalosa
mente (i).

Así se ve que con sólo las noticias trans


mitidas por el intendente Flórez y por otras
autoridades sobre los actuales preparativos
del Perú había para determinarse una guerra
internacional; pero es preciso tener en cuen
ta que ninguna nación se había visto tan su
frida y tan humilde como Colombia lo había
sido con los peruanos. Provocaciones, insul
tos, ultrajes, todo lo sobrellevaba por el bien
de la paz y por evitar un rompimiento entre
Estados cuya existencia apenas comenzaba, y
á quienes ligaban unos mismos intereses para
su vida, su seguridad y su progreso; el Go
bierno del Perú no había tenido en cuenta
estas consideraciones, ni había cesado de ofen
der, "y ya no era posible sufrir más sin re
nunciar al honor nacional y sin que Colombia
se hiciera indigna de ser enumerada entre los
pueblos independientes de la tierra"; y cuando
el gobierno de Colombia, después de hacer
una larga consideración sobre los agravios y
causas que determinaron el ineludible rompi-
(i) Blanco: Op. «'/., t. XII, pág 688.
168 J. D. MONSALVE

miento, declaró verse en el caso de aceptar la


guerra provocada por el Perú, agregó: "El
Gobierno de Colombia emprende contra su
voluntad esta guerra; no quiere una victoria
bañada en la sangre americana; evitará el
combate mientras le fuere posible y estará
siempre dispuesto á oir proposiciones de paz
conciliables con el honor y decoro de la na
ción que preside" (i).
Ningún esfuerzo intelectual se necesita para
comprender con cuánta repugnancia obedeció
el Libertador presidente á la necesidad de
declarar la guerra al Perú, como lo tuvo que
hacer en 25 de Julio. Luchar contra el mismo
pueblo á quien había dado libertad, ocasionar
más gastos y sacrificios á la Patria, ya arrui
nada por la guerra de independencia y por
los disturbios intestinos, atender todavía á
los conatos de reconquista española, todo esto
era causa suficiente para producir la mayor
displicencia en el ánimo del grande hombre;
de aquí que hasta última hora estuviese lu
chando por evitar los estragos de esa guerra
insensata, nacida no más que del odio que los
demagogos habían cobrado á Bolívar, de un
vergonzoso concúbito de colombianos traido
res con extranjeros pérfidos, y de una sober
bia en mala hora cultivada por los mismos á

(1) Blanco: Op. cit., pág. 702.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 169

quienes tantas veces humillara el tacón del


poder español.
¿Y qué opinión se formarían los pueblos
cultos de Europa respecto de los países ame
ricanos, en momentos en que los ministros
plenipotenciarios buscaban la amistad euro
pea y pretendían que se les admitiera como
partes contratantes en los tratados de comer
cio y en todas aquellas relaciones conducen
tes á la prosperidad, á la dicha y al engrande
cimiento?
No obstante, pues, de haber mandado le
vantar el pie de fuerza á 40.000 hombres y
de haber tan apremiantes razones para abrir
las hostilidades contra el Perú, el Libertador
despachó á Lima al coronel O'Leary como
emisario, con todas las instrucciones del caso
para que tratase del restablecimiento de la
concordia de las dos naciones:
"La guerra en que nuestras repúblicas res
pectivas desgraciadamente se han empeña
do—decía á O'Leary—es preciso que tenga
un pronto término: el bien y felicidad de am
bos países así lo exigen, y el Gobierno de
Colombia lo desea ardientemente, para que
desaparezca toda enemistad entre dos pueblos
hermanos, amigos y aliados, y se restablezcan
la concordia y la buena inteligencia" (1). A es-

(1) Blanco: Op., cit., t. XII, pág. 729.


170 J. D. MONSALVE

tas ideas elevadas y expresadas en estilo tan


medido y culto, contestaban, empero, desde
allende el Tumbes, con proclamas y notas en
que predominaba el insulto soez y en que se
veía que las lecciones de antaño no habían
desasnado á los peruanos. Un tal J. M. Plaza,
en una proclama á la división del Norte del
Perú, llevó su insolencia hasta á tratar á Bolí
var de pérfido, de tirano y de ambicioso. Como
muestra de hidalguía y de elevación de estilo
apuntamos estas palabras: "¿Queréis que ellos
(los colombianos) sacien su hambre y su inopia
en vuestros propios hogares y con el susten
to de vuestros hijos?" (i).
También Lamar lanzó su proclama contes
tando al "insolente reto de Bolívar", y con
insultos y bravatas trataba de sincerarse de
la traidora agresión á Bolivia; mas si este
contraste aparecía tan notable en los escri
tos, igualmente palpable se hacía aun en
los hechos insignificantes; en el Perú hos
tilizábase ignominiosamente á los soldados
del gran ejército que los había libertado
cuando se hallaban aislados, mientras que en
Bogotá se les daba salvoconducto y pasaporte
á los soldados peruanos que estaban enrola
dos en las tropas colombianas; de aquí se
mandaban emisarios de paz, al paso que los
(i) Véase la crítica que de esta proclama hace El
Amigo del Pueblo, número 8.—B. N.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 171

buques peruanos se deslizaban sobre las aguas


del Pacífico para bloquear nuestros puertos.
Eran los días en que el gran mariscal de
Ayacucho decía: uLlevo la señal de la ingrati
tud de los hombres en un brazo roto, cuando
hasta en la guerra de la Independencia pude sa
lir sano".
Por eso, á pesar de que en los pueblos
del Sur se habían acentuado las tendencias
separatistas y la escasez de recursos ate
rraba con la idea de una guerra, ante tantas
amenazas y tan grande audacia el entusiasmo
contra la inicua invasión conmovió á los pue
blos y se despertó el ardor bélico por modo
semejante á los gloriosos días en que se dió
el grito de emancipación.
La única voz que en el Perú se alzó con
tra los proyectos del Gobierno de ese país
fué la de Riva Agüero, quien gritaba á sus
pueblos no obedecieran á Lámar, que era
usurpador y tirano, y con amarga franqueza
les decía:

Torre Tagle, Berindoaga, Galiano é innumera


bles otros cambiaron la cucarda bicolor por la es
carapela de sangre, y el Perú sería español si el ge
nio de Bolívar no se hubiese opuesto. Peruanos: esos
hombres que entonces trataron de vender á la Pa
tria al enemigo común son los mismos que ahora
os han empeñado en una lucha nefanda con una
nación belicosa. La guerra que hacéis á Colombia
172 J. D. MONSALVE

es impolítica y os cubrirá de ignominia. Las quejas


personales del general Lamar no son causas justas
para la querra. El os alucina: desconfiad de sus hi
pócritas discursos. Envainad vuestros aceros parri
cidas (i).

Pero esas palablas, sin embargo de las


grandes verdades que contenían, no eran es
cuchadas; por el contrario, el prefecto de
Lima replicó lanzando un llamamiento, enca
bezado con estas líneas:

¡Ciudadanos! El opresor de Colombia, el enemi


go de todas las garantías sociales, el general Bolí
var, ha jurado exterminarnos y se dispone á vengar
en nuestra sangre y en la de nuestros hijos el cri
men de haber despedazado el nefando decreto de
nuestra esclavitud y haber dado libertad á pueblos
hermanos que imploraron nuestro socorro. El amena
za invadirnos, lanzando en nuestro hermoso terri
torio un puñado de soldados mercenarios, furiosos
de hambre y sedientos de nuestras riquezas (¡!) (2).

Por supuesto que en el resto de la proclama


no le niega al Libertador los títulos de déspota,
opresor, verdugo, etc., títulos con los cuales no
hacía más que interpretar las ideas y senti
mientos de Lamar, traidor á España, á quien
servía hasta que se pasó á los patriotas, entre-
(1) Blanco: Doc. cit., t. XIII, pág. 48.
(2) Idem id. Id., t. XIII, pág. 57.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 173

gando los fuertes del Callao, y traidor á Co


lombia, donde naciera. Este hombre, al po
nerse á la cabeza de los batallones perua
nos el día 12 de Octubre, en Tambogran-
de, arengaba á esas imbeles tropas contra "el
jurado enemigo de la independencia peruana;
el agresor de los derechos nacionales" (i).
¡Pero en qué circunstancias se presentaban
las amenazas contra el ideal político de Bolí
var! Cuando él soñaba que la institución del
Congreso anfictiónico de Panamá, trasladado
en aquellos días á Tacubaya, había de servir
de mediador en las diferencias suscitadas en
tre los países sur-americanos, resultaba que
tenía que disolverse la augusta asamblea por
que el Poder ejecutivo mejicano violaba sus
promesas, al mismo tiempo que la España
quería hacer un esfuerzo definitivo con el fin
de reconquistar á Méjico y con esto amenazar
á las otras colonias (2).
(1) Blanco: Doc. cit., pág. 133.
(2) Es del caso poner aquí, ya que no se hizo donde
correspondía, la muy perspicua é interesante nota de
D. Rufino Blanco-Fombona, sobre el Congreso de Pa
namá y las ideas internacionales de Bolívar. Dice así:
«Las Conferencias de la Paz en la Haya son la realiza
ción, casi un siglo después, de las ideas de Bolívar. Esta
consideración ya fué hecha por eminentes publicistas de
ambos mundos; entre otros, por el diplomático hispano
americano Gonzalo de Quesada, en su obra, en inglés,
Arbitration in Spanish America (Rotterdam, i9oS).
Pero no debe confundirse esta idea de Bolívar, en 1815,
174 J. D. MONSALVE

Esa asamblea se disolvió, sin embargo de


que se "hicieron presentes las funestas con
secuencias que se originarían desde lue
go con la disolución de la asamblea, por
que si en cualquiera ocasión debería pro
ducirlas un suceso tan desagradable, las cau
saría mucho más en las circunstancias en que
se hallan hoy las repúblicas aliadas: la guerra
entre Perú y Colombia; la civil que aflige á
Centro-América; la agitación, aunque momen
tánea, de la república mejicana; á todo se le
daría influencia sobre la disolución, y aquellas
circunstancias se presentarían en consecuen
cia con un aparato temible, supuesto que aun
había roto la fraternidad concentrada en la

de aun augusto Congreso de los representantes de las ¡re


públicas, reinos é imperios», reunido para «tratar sobre
los altos intereses de la paz y de la guerra», con la idea
posterior de Bolívar en 1822, 1824 y 1826, según la cual
debía reunirse un Congreso internacional, exclusivamente
de Hispano-América.
Esta última idea la desvirtuó Santander, por miope é in-
comprensivo, metiéndose inconsultamente, como vicepresi
dente de Colombia, á invitar á los Estados Unidos y á na
ciones de Europa al Congreso de Panamá. El resultado
fué que los yanquis concurrieran... á darnos consejos, y á
inmiscuirse en los problemas de nuestra América.
La imprevisión de D. Francisco Santander les abrió la
puerta. Ese mismo Panamá iba á ser, andando el tiempo,
testigo de la fe púnica de los Estados Unidos, por una
parte, y del resultadofinal de la política de Santander, por
la otra."
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 175

asamblea de los ministros de esas potencias,


enviados precisamente para estar unidos per
petuamente en paz y en guerra" (i).
Y cuando el Libertador no se preocupaba
de otra cosa que de dar la paz á Colombia, ya
arruinada por la guerra, y asegurar el incre
mento de su comercio por medio del recono
cimiento que de su independencia hiciera la
metrópoli, la odiosa noticia de la guerra con
el Perú iba allende los mares á trastornar los
esfuerzos encaminados á ese fin.
El Sr. Fernández Madrid, que tan grandes
y laudables tareas había emprendido en Euro
pa con el objeto de poner á Colombia en el
puesto que le correspondía ante las naciones
extranjeras, escribía el secretario de Rela
ciones exteriores:

He visto á M. Bresson que sigue á los Estados


Unidos Mejicanos, de donde pasará á Colombia
con una comisión del Gobierno francés, cuyo objeto
es informar á éste sobre el actual estado político de
las nuevas repúblicas. Me ha parecido muy bien
dispuesto, y no dudo que sus informes serán favo
rables. El general Lafayette, que me lo ha recomen
dado, me ha remitido un discurso que pronunció
en la Cámara de Diputados, en el que manifiesta la
necesidad de que el Gobierno francés, reconocien
do pronta y francamente nuestra independencia,
(i) Pedro A. Zubieta: Congresos de Panamáy Tacú-
baya, pág. 177.
176 J. D. MONSALVE

ponga las relaciones políticas y comerciales de la


Francia con la América sobre el pie que conviene á
ambas. M. Bignon y otros distinguidos diputados
han hablado en el mismo sentido; y el ministro de
Negocios Extranjeros, M. de Laferronais, ha con
testado que él está igualmente convencido de la con
veniencia de esta medida, á la que no hay otra con
sideración que oponer que la de la desorganización
en que se encuentran los nuevos Estados y la instabi
lidad consiguiente de sus gobiernos (i.)

Refiriéndose á un proyecto de tratado pú


blico iniciado por el Gobierno de Holanda en
los mismos días, se dirigía el Sr. Madrid á
nuestra cancillería así:

El embajador de Holanda, baron Falck, me ex


presó, en una conferencia que tuvimos pocos días
ha, que no había recibido aún resolución de su Go
bierno con respecto á los puntos sobre los cuales
había instrucciones; y como yo le insinuase que pa
recía de extrañarse tan larga demora, me respon
dió "Ignoro la causa; pero juzgo que no puede ser
otra que la consideración del actual estado político de
Colombia y el riesgo de la anarquía de que está ame
nazada* (2).

No eran menores los inconvenientes que el


(1) Carlos Martínez: Silva: Biografía de Don José
Fernández Madrid, pág. 281.
(2) Idem, id., Op. cit., pág. 282,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 177

mismo ministro encontraba para entenderse


con Francia; á este respecto decía:

No me he decidido todavía á pedir una conferen


cia al embajador de su majestad cristianísima en
esta corte, príncipe de Polignac. Prometiéndome
que han de ser satisfactorias las noticias que se re
ciban en lo sucesivo de Colombia, he creído que la
prudencia aconseja no precipitar un paso que debe
darse bajo los auspicios más favorables (i).

Y todavía escribió otra carta más expresiva,


que decía:

Mas no debo ocultar á V. S. que, en mi concepto,


y á pesar de cuanto dice en contrario Mr. Everett,
las presentes circunstancias son muy poco favorables
para entablar negociaciones de paz con el Gobier
no español. Repito á V. S. que la impresión que
hizo la noticia de la conspiración de 25 de Septiem
bre no se ha borrado todavía, y, lejos de ello, se ha
aumentado con las noticias que posteriormente, y
con muy pocos días de intervalo, se han recibido
de revoluciones en Popayán, en Buenos Aires, en
Méjico; con las del encarnizamiento de la guerra ci
vil en Guatemala y del mal estado de Chile y el
Perú. Es fácil concebir que el Gobierno español,
que, sin duda, está promoviendo por medio de sus
agentes la desorganización de las nuevas repúbli
cas, se promete que aquellos pueblos, fatigados al
(1) Carlos Martínez: Silva: Op. cit., pág. 285.
11
178 J. D. MONSALVE

fin de convulsiones y desgracias de todo género,


llamarán en su socorro al Gobierno españoly se arro
jarán en brazos de éste. Por más ilusoria que sea, en
efecto, esta esperanza, no por eso es menos cierto
que la abriga el Gabinete de Madrid, y que, por
tanto, ha de estar éste muy distante de sellar hoy
con su reconocimiento la independencia de sus an
tiguas y ricas colonias (i).

Volúmenes muy grandes podríamos escri


bir sobre los incalculables males que traían
para Colombia, no sólo el peligro de la guerra
internacional, ya declarada, sino también los
acontecimientos de índole meramente política;
porque en el interior, la saña de los enemigos
de Bolívar, en lugar de aplacarse más bien se
enardecía y se recalentaba más y más: la Pren
sa se había convertido en incendiaria tea; los
odios más y más despechados con la confianza
que los pueblos depositaban en el Libertador,
ya iban hasta tratar de asesinarlo, y como si
tanta sevicia no fuese bastante para desgarrar
las entrañas laceradas de la Patria, vino á re
crudecerse la lucha, la guerra y revolución
intestina que como consecuencia de la nunca
bien maldecida conspiración del 25 de Sep
tiembre estalló en la provincia de Popayán,
encabezada por el descastado y tres veces
traidor general José María Obando (el mismí-
(1) Carlos Martínez Silta: Op. cit., pág. 307.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 179

simo que en 1831 ofreció su espada á las auto


ridades españolas para la reconquista de Co
lombia), y por el general José Hilario López.
¿Cómo habían de faltar las conspiraciones
y los atentados contra el Libertador y su Go
bierno, si había sido dada la consigna desde el
atrio del templo de San Francisco de Ocaña?
En Bogotá se había constituido una Junta secre
ta, compuesta de Juan Francisco Arganil, Luis
Vargas Tejada, Francisco Soto, Pedro Carujo,
Agustín Orment y otros personajes, militares
unos, civiles otros, que estaban resueltos á dar
en tierra con la tiranía y á levantar en alto la
bandera de la tolerancia y la libertad. Otra
Junta, denominada Sociedad Filotécnica, á la
cual concurrían jóvenes que por desear ins
truirse y buscar el pábulo intelectual eran
amamantados por el más crudo jacobinismo,
era objeto del esmero con que se exaltaban
las imaginaciones juveniles, se les familiariza
ba con la idea de la muerte y se les enseñaba
á admirar el carácter y las glorias de Robes-
pierre.
De aquí surgió la idea de asesinar al Liber
tador en el pueblo de Soacha, en cierta oca
sión en que salió de recreo, acompañado so
lamente de los señores Ramón y Mariano Pa
rís y del general Urdaneta. "Carujo insistía
tenazmente en que era forzoso aprovechar
aquella oportunidad." "El pueblo de Soacha
180 J. D. MONSALVE

—dice el mismo Carujo—pudo haber sido la


escena feliz donde Bolívar expiase sus críme
nes y se fijara la época de la restauración na
cional" (¡I) (i).
Luego se proyectó el asesinato para el día
en que se celebrara el onomástico del Liber
tador (28 de Octubre); y por circunstancias
especiales hubo de anticiparse el atentado.
Hemos pasado por encima de la noche fatal
del 25 de Septiembre. Intencionalmente he
mos corrido un velo sobre aquel acontecimien-
tó, estigma que nunca podrá borrar nuestra
nación del libro de la Historia. Ese innoble
atentado en nada amenguó el ideal del Liber
tador; pero á éste le causó herida de muerte,
que lo inutilizó para llevarlo á cabo. Si el
cuerpo quedó ileso, no así el alma. Desde
aquel momento comprendió Bolívar que ya
nada podría hacer en favor de su patria y mu
cho menos elevarla al pináculo de gloria que
había soñado para ella (2).
Ya no era considerado como el semidiós
salvador de las naciones, sino como un tira-

(1) Biblioteca Nacional, segunda serie, vol. IV, pie


zas 252-255.
(2) Para todo lo relativo á la conjuración del 25 de
Septiembre, consúltese la obra, casi desconocida has*a
hace poco, del general O'Leary: Ultimos años de la
vida pública de Bolívar. (Biblioteca Ayacucho, bajo la
dirección de D. Rufino Blanco-Fombona. Madrid, 1916).
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 181

no (i). Desde esta noche principió á decaer el


ánimo de Bolívar; en adelante, sus ideas no
tenían la mismafijeza: llegó hasta á dudar de sí
mismo, se le vió vacilar antes de acometer
cualquier empresa, y poseída su alma de un

(i) De carta del señor don Marcelino Tenorio, fe


chada el 29 de Abril de 1853, dirigida al señor redactor
del Neogranadino, se viene en conocimiento de que el
crimen del 25 de Septiembre fué la continuación de
una serie de tentativas; de ella tomamos lo siguiente:
«El proyecto de asesinar al general Bolívar por unos
enmascarados en el tránsito del coliseo al palacio es
ciertamente una solemne mentira, como lo dice el doc
tor González, porque Bolívar fué acompañado de un
disfrazado sin máscara, que era su amigo; pero la re
solución de asesinarlo en el teatro á las doce de la no
che es un hecho que, si no puede probarse, no por eso
deja de ser cierto. Siento despertar cosas que debieran
dormir en el silencio; pero puesto que se desea que la
posteridad se instruya de lo pasado, referiré lo que vi y
oí en uno de los bailes de máscaras que tuvieron lugar
en aquel tiempo. Asistí á él en unión del general Cór
doba y su primer edecán, el capitán Giraldo, acompa
ñando una familia que debía pasar la noche en el pala
cio del presidente; así fué que, después de haber pasea
do el patio un largo rato, la condujimos al palco. Des
embarazados de aquel comprometimiento, nos separa
mos, y después de un rato de vagar solos por el patio,
me encontré con el comandante Carujo, quien me mani
festó deseos de cenar; y como yo también los tenía, lo
convidé al toldo que la señora Nicolasa Guevara, nues
tra amiga, tenia en la plaza. En la cena estaba Carujo
más taciturno y bebedor que de costumbre, y aun le ad
vertí cierto embarazo en la conversación, como que
182 J. D. MONSALVE

pesimismo y dejadez de grado superlativo,


ya ni recordaba sus habituales energías, ni
comunicaba entusiasmo á sus subalternos.
Tristísima idea del estado de aquella alma
decepcionada muestra la carta que escribió al

quería decirme algo, y no se resolvía. Regresamos al


teatro, y á la entrada me dio la mano, diciéndome:
«Hasta mañana, pues quizá esta noche no nos volvemos
á ver»; y así fué, porque en aquella gran concurrencia
era muy difícil encontrarse y conocerse, aun los que es
taban en su propio traje con sólo la careta.
«Algún tiempo después, como á las once, quise pa
sear los corredores de arriba, y en la primera escalera
encontré un enmascarado que me detuvo con ademán
de confianza llamándome su paisano, vestido á la espa
ñola antigua, haciendo el papel de viejo, con un enorme
coto; y como después de las primeras chocarrerías ya
yo me amostazase, se acercó y me dijo: «¡Quél ¿No me
conocéis?», y levantando la máscara lo bastante para
descubrirse, continuó: «Dentro de inedia hora, al golpe
de las doce, morirá el tirano»; y en seguida me enseñó
en el interior de la solapa de la casaca un sol pintado,
y el cabo de un puñal que tenía en el bolsillo; y conclu
yó diciéndome: «Somos doce los resueltos, silencio»; y
dejándome precipitadamente, se mezcló entre la multi
tud. Era un joven vigoroso y decidido; yo le seguí ape
nas con la vista, pues quedé estupefacto y horrorizado,
no precisamente por el hecho que se iba á ejecutar, sino
por las funestas consecuencias que produciría en aquel
lagar, con una concurrencia tan numerosa, una respeta
ble guardia y un jefe de Policía como el Sr. Ahumada,
tan conocido por su carácter fuerte como por su adhe
sión á Bolívar. Conocí entonces todo el poder de la opi
nión, y hasta dónde arrastra á la juventud ardiente é
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 183

general Flórez, de la cual tomamos las si


guientes líneas:

El general Sucre deberá haber llegado ya, y el


nombre de este personaje, con sus relaciones en el
país, podrá mitigar el encono de los agraviados con
justicia ó sin ella. Yo le he nombrado, pues, para
que mande en jefe ese ejército, y esté usted per
suadido de que no le privo de la menor gloria, pues
que no hay ninguna que ganar en el miserable es
tado de las cosas. Diré á usted de una vez que para
evitarle una catástrofe doy á usted este sucesor. Ni
en Colombia, ni en el Perú se puede hacer nada bue
no; ni aun el prestigio de mi nombre vale ya; todo
ha desaparecido para siempre. Sí, mi querido Fló
rez; triste es reconocer esta verdad, que no admite
ya duda; nosotros no podemos hacer ya nada sino
vegetar entre los sufrimientos y la adversidad.
irreflexiva; y recobrado de la sorpresa, corrí á buscar á
Córdoba, no para denunciarle lo ocurrido, porque pri
mero me habría dejado despedazar que faltar á una
confianza de amistad de aquella clase, sino para asegu
rarle que el general Bolívar peligraba en el coliseo si no
le sacaba á todo trance, sin pérdida de tiempo, bajo
cualquier pretexto; Córdoba tenía fe en mí, y yo no du
daba que lo haría; mas no le hallé en ninguna parte, y
mi desesperación llegó al extremo cuando comencé á
oir en voz baja estas preguntas: «¿Qué se ha hecho el
Libertador?» «¿Dónde está el Presidente? ¡Ha desapare
cido!»; y, efectivamente, así era. Sin duda algunos ha
cían la pregunta inocentemente, porque notaban su fal
ta repentina; pero otros... lo solicitaban para llenar su
objeto, n
184 J. D. MONSALVE

Renuncie usted á la quimeras de las esperanza;


el instinto solamente nos hará vivir, mas casi sin
objeto; y ¿qué objeto puede haber en un pueblo
donde ni la gloria, ni la felicidad estimulan á los
ciudadanos? (i).

Herido en la mitad del corazón, Bolívar,


que no había desertado, como San Martín,
ante el espectro de las futuras ingratitudes, ni
se había atemorizado por los calumniadores,
ni le había vuelto la espalda á los peligros, ni
buscaba el aplauso de sus émulos, compren
dió el espantoso vórtice á cuya orilla queda
ba colocada la República; el descrédito, las
guerras civiles, la anarquía, la disolución de
Colombia, las humillaciones extranjeras, el
desorden permanente producido por los de
magogos, todo, todo sería consecuencia del
parricida atentado; y no fueron suficientes
para devolverle la esperanza de días mejores
ni el hecho de que nacionales y extranjeros
le felicitaron por haber salido ileso, ni el que
departamentos, municipalidades, pueblos y
aldeas se apresuraron á levantar actas de ac
ción de gracias al Todopoderoso por haber
salvado la vida al Libertador.
Entre los condenados á muerte por conse
cuencia de aquel atentado hallóse el general
(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXXI,
pág, 224.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 185

Santander, á quien Bolívar conmutó la pena


por la de destitución del empleo de general
y extrañamiento de jla República; y como
siempre fué magnánimo, decretó un indulto
á favor de los reos prófugos por motivo de
ese crimen.
Esa conspiración infanda estalló en los mis
mos días en que Sucre regresaba á Colombia
con un brazo roto por las armas fratricidas,
resuelto á retirarse á la vida privada, pero no
á negarle los servicios de su espada vencedo
ra á la integridad de la Patria y al honor na
cional.
El Libertador le dirigió al gran mariscal
la carta de 28 de Octubre, en que lo salu
da con júbilo y lo felicita, le envía el nombra
miento de jefe del Sur, le da instrucciones so
bre las operaciones militares que debe abrir
en aquellas provincias, le deja traslucir todo
el abatimiento que se ha apoderado del alma
de Bolívar, le anota la imprudencia que ha
bría en abandonar el Sur á los peruanos, y le
expresa toda su generosidad para con San- 1
tander. "Santander—decía—es el principal,
pero es el más dichoso, porque mi generosi
dad me lo defiende" (1).
Sucre, de su lado, felicitaba al Libertador
por haberse salvado del puñal asesino el 25
(1) O'Leary: Op. cit., (Cartas del Libertador), t. XXX,
páginas 230 y 231,
186 J. D. MONSALVE

de Septiembre, en carta del 20 de Octubre,


así:

Desde que fui herido en Bolivia dije en medio


de mis dolores que no me eran tan sensibles mis
heridas como el escándalo y el funesto ejemplo de
que las tropas pudieran tirar sobre sus generales.
Creí ya rotos desde entonces en la América los úni
cos restos que quedaban de la disciplina miliar;
pero nunca pensé que alcanzara hasta intentar sa
crificar al que nos ha dado patria y existencia,
por satisfacer pasiones bajas y pretensiones más
ruines.
No sé si deba felicitarlo por haberse salvado,
pues la felicitación corresponde á todos los colom
bianos que tenemos en usted el lazo de nuestra so
ciedad, y el arca en que estamos metidos para es
caparnos de las tempestades revolucionarias; de
otro lado contemplo el alma de usted despedazada
de dolor, ya por el mismo suceso que le convence
de la completa falta de moral pública de nues
tros pueblos, ya por la mancilla del ejército liber
tador.
Si algún bien puede traernos ese e scándalo es
que tal vez se resuelva usted ya á poner remedios
radicales en nuestras desgracias, y á separarse de
escrúpulos y consideraciones que nos han hecho
vagar entre medidas medias, y con las cuales Co
lombia va de día en día á su ruina, y más particu
larmente esta parte de la República (1).
(1) O'Lbary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. I,
pág. 505.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 187

Y en otra carta posterior, refiriéndose al


mismo acontecimiento:

Ahora ansiamos por saber el resultado del suce


so de Bogotá de 25 de Septiembre, de que hemos
visto algunos detalles en la Gaceta del 28. Cada vez
nos sorprendemos más de semejante acontecimien
to; porque aunque todo debíamos esperarlo, esa
novedad es de tal tamaño, que siempre es más y
más extraña. De refuerzo nos ha venido anteayer
la noticia de algunos alborotos en Patía.
Siempre insisto en que si medidas radicales no
remedian nuestras desgracias, somos completamen
te perdidos continuando un sistema vacilante. Ya
la experiencia ha convencido al más ciego de esta
verdad; y los desastres sobre desastres que lamen
tamos son el fruto de esa conducta á medias. Fue
ra ya del teatro de los negocios, me limitaría á llo
rar en mi retiro las desgracias del país si no estu
viera además comprometida la gloria de usted. Por
esto es que mi amistad á usted me hace salir de mi
propósito de tener silencio en las cosas políticas, y
me lleva hasta la libertad de repetir mis pareceres
con tanta franqueza.
Entiendo que la opinión pública se halla entera
mente pronunciada, y que los pueblos de Colombia
sólo anhelan por un Gobierno vigoroso, donde la
seguridad personal, el derecho de propiedad, y, en
fin, la libertad civil, sean estrictamente guarda
das. Los hombres, cansados de tantas calamida
des, disputan ya poco sobre esa exagerada liber
tad política; y en vez de principios impractica
188 J. D. MONSALVE

bles quieren un Gobierno constitucional que les


dé garantías positivas y los saque de ese laberinto
de garantías escritas, en que, sin embargo, no go
zan en la práctica ni siquiera de los derechos de
propiedad y seguridad. La demagogia está aborre
cida por todos los colombianos que pueden formar
opinión nacional (i).

Diremos, para concluir este capítulo, que


en los últimos días del año 1828, Bolívar te
nía toda su atención embargada por una gue
rra internacional, otra civil, emprendida por
colombianos que la hacían en conexión con la
primera, y la personal que á muerte se le ha
cía por los enemigos de su gloria y de sus
ideas; no eran, sin embargo, estos aconteci
mientos ningún obstáculo para que el Liber
tador atendiese fielmente á todos los negocios
de la administración pública: organizó y re
formó los tribunales de justicia, restableció el
fuero militar, suprimió los cuerpos municipa
les, que ya se habían convertido en agentes
de los partidos; prohibió los matrimonios de
españoles con mujeres colombianas, moralizó
el corso, restableció la obligación que tenían
los militares de obtener licencia del Gobierno
para contraer matrimonio, enderezó el régi
men económico y político de las provincias,
dictó las medidas más convenientes para el

(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas de Sucre), 1. 1, pág. 507.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 189

sostenimiento del orden interno, y procedió,


por último, á preparar la nación para su de
fensa contra el enemigo extranjero.

XXIII

Nuevos problemas para resolver se presen


taban al Libertador al comienzo de este nuevo
año; porque en cada año que asomaba se veía
un horizonte más obscurecido por novedades y
complicaciones en anteriores asuntos que que
daban pendientes. En éste, á modo de saluta
ciones y como muestra de lo que le auguraba,
venían las mortificaciones cada vez más enve
nenadas de la Prensa, atribuyéndole planes de
monarquía. Era esta un arma vieja y gastada
con que los irreconciliables enemigos querían
impresionar á los crédulos y justificar el espí
ritu de revuelta que se quería estimular en los
pueblos, ya que se quería frustrar el asesina
to; de aquí que el periódico oficial hubiera de
tomarse el trabajo de emprender la defensa
de Bolívar contra las calumniosas imputacio
nes. Oigamos algunos párrafos de la Gaceta
de Colombia:

... Prescindimos ahora de todas las protestas pú


blicas y privadas que ha hecho el presidente de su
190 J. D. MONSALVE

ninguna ambición de mando, y sólo recordamos


que su mayor ansia en todo tiempo ha sido el poner
á la Nación en aptitud de manifestar libremente su
voluntad. En medio mismo de los enemigos, y cuan
do la organización de la República solía ser un obs
táculo á la fuerza que necesitaba el Gobierno para
destruirlos, se reunieron los Congresos de Guayana
y de Cúcuta y se reunieron por los grandes esfuer
zos del Libertador; no hay quien ignore esto. Apa
rece la división en Colombia, se destruye de hecho
el Gobierno que teníamos y todo amenaza ruina; al
momento el Libertador toma el mayor empeño en
reunir la representación nacional.
Pierde últimamente la Nación toda esperanza de
salvarse por la gran Convención y se echa en bra
zos del Libertador, que, no pudiendo otra cosa que
someterse á su voluntad, so pena de ser declarado
enemigo de su patria, acepta el mando; pero sólo
acepta por un tiempo muy limitado, circunscribe sus
facultades omnipotentes á las que la Constitución
anterior le daba, y fija el tiempo en que la Nación
debe expresar su voluntad. Este tiempo está ya muy
inmediato, y el 2 de Enero del año de 30 Colombia
podrá constituirse con la mayor libertad. Estamos
muy seguros que el Libertador proveerá esta re
unión de un modo eficaz, y esperamos también confia
damente en que los verdaderos patriotas de nues
tro país, los que tienen un verdadero interés en su
prosperidad, harán cualquier sacrificio por concu
rrir á decidir de su suerte.
Ahora bien: si no hay colombiano que no esté
impuesto de estos hechos y que no esté seguro de
que la representación se reunirá el día prefijado
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 191

para que se verifique, ¿cómo ha habido entre nos


otros quien pueda hacer la imputación al Liberta
dor de que quiere coronarse? Si tal proyecto hu
biera tenido, ¿habría sido tan imbécil que hubiera
juntado estos diferentes cuerpos que habían de
componerse de hombres cuyas opiniones republi
canas eran generalmente conocidas? ¿Habría pro
clamado constantemente como dogma el único dog
ma de la legitimidad, la soberanía del pueblo, y
conservado tan religiosamente sus órdenes? Que se
nos responda satisfactoriamente á estas preguntas.
No se nos diga ahora que el Libertador tiene una
opinión diferente acerca de la forma de gobierno
que pueda convenir más á la República. La ha
tenido y la ha manifestado pública y privadamente,
emitiendo siempre las mismas ideas, desde la re
unión del Congreso de Angostura hasta hoy. Esta
franqueza, en nuestro concepto, al mismo tiempo
que es la mayor prueba de su patriotismo y honra
dez, es el mejor garante de que no aspira á esa
soñada monarquía, pues que nadie ignora que para
esa clase de empresas no hay mejor camino que el
disimulo y la hipocresía (i).

Obando y López, de acuerdo con Lamar,


seguían empujando á la insurrección á los pue
blos del Sur, y algunos los acompañaban, no
obstante el generoso decreto de indulto á los
comprometidos en la insurrección de Popa-
yán, en que Bolívar les decía que la disensión

(i) Gaceta de Colombia, número 392.


192 J. D. MONSALVE

lo traía á su país, pero que perdonaba á los


revoltosos, por ser el mayor deseo de él res
tablecer la paz doméstica; y como el Perú
proseguía la que consideraba fácil conquista,
á pesar del llamamiento que Sucre le hizo al
Gobierno de ese país, el Libertador tenía que
atender á todo, pero muy especialmente á la
dignidad de la República, á sus amenazadas
fronteras y á la independencia colombiana.
Por tales motivos salió Bolívar para el Sur
él día 27 de Diciembre, pues en aquel depar
tamento estaban verificándose acontecimien
tos en sumo grado alarmantes, toda 'vez que
Obando había logrado ocupar por seducción á
Pasto, y porque aunque en Guayaquil habíanse
dado varios escarmientos á la escuadra perua
na, sin embargo, ahora estaba en grave peli
gro de ser ocupada por las tropas bloqueado-
ras; ni eran más satisfactorias las noticias de
Venezuela, pues en Cumaná, en Güiria y en
otros puntos reaparecían las facciones; y, ¡cosa
rara!, ¡los venezolanos, que fueron el principio
de las disensiones civiles por sus deseos de
federación y por odio á Santander, hoy se le
vantaban aclamando á éste y enarbolando la
bandera de la Constitución de Cúcuta!
La confusión de ideas entre los enemigos
de las instituciones había de ser permanente.
Fué aquello un motivo para que el Libertador,
atento siempre á la seguridad de la República,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 193

diera, antes de partir, las órdenes conducentes


á afianzar la tranquilidad y á procurar los ele
mentos suficientes para la defensa nacional;
sin embargo, no dejaba de atender á otros
asuntos y de tomar empeño en que las opinio
nes políticas no se formaran, como había su
cedido, sucedió después y sigue sucediendo,
sobre audaces afirmaciones propias para im
presionar á los crédulos, que son la gente más
adecuada para hacer tarea de propaganda.
Pocos días antes de partir le había dicho al
señor Vergara, ministro de Relaciones Exte
riores:

Por lo mismo que preveo los grandes peligros á


que está expuesta la República, muy lejos de aban
donarla, he pensado hacer los mayores esfuerzos
por libertarla de los enemigos internos y externos,
á fin de presentar abundantes elementos á la repre
sentación nacional, con que pueda dar al país la or
ganización que crea más adaptable y conveniente á
sus mismas circunstancias. Usted, pues, debe con
servar su posición y trabajar desde ella con asidui
dad para evitar á Colombia mayores males, que se
rían consiguientes si se la abandonara á sí misma,
ó más bien á sus más implacables enemigos.
Ya sabrá usted que los distintos correos no han
traído nada de grande interés. Con todo, la guerra
de opinión que han intentado en el Cauca Obando
y López, y en Maturín los Castillos, etc., exige en
caminar la opinión con justicia y veracidad. No se
*3
194 J. D. MONSALVE

oye otra cosa sino que soy un tirano de mi Patria,


y que sólo aspiro á edificar un trono imperial so
bre los escombros de la libertad de Colombia. Aun
que mis amigos (que lo son todos los hombres de
juicio) se ríen de estas calumnias, ellas cunden en el
pueblo inocente é incauto; medran á la sombra del
partido, sordo á los convencimientos; y cuando me
nos pensásemos aparecerían estas imposturas re
vestidas de un carácter colosal, que se harían due
ñas de la opinión pública. Los papeles ingleses, los
de los Estados Unidos y quién sabe qué otros, ha
blan en el mismo sentido de una monarquía. Es,
pues, de primera importancia refutar estas opiniones
falsas. Desmentir á los impostores con la acritud,
precisión y energía que merecen; desengañar á la na
ción entera y prometerle que en el año próximo verá
reunida la representación nacional con una plenitud
de libertady de garantía de que no gozara jamás (i).

Y al general Rafael Urdaneta:

Será conveniente que la Gaceta escriba fuerte


mente desmintiendo las calumnias que propagan mis
enemigos, muy particularmente la de que me quiero
coronar; y al mismo tiempo se debe asegurar al pú
blico que en todo este año que viene será reunido
el Congreso constituyente, porque nunca será bajo
el ruido de las armas y de los facciosos, pues que
nunca se me ha intimidado, ni arrancado nada por

(i) O'Leahy: Op. cit., (Cartas del Libertador), to


mo XXXI, pág. 263.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 195

la fuerza. Esto es tanto más necesario, como dice


Berniúdez, cuanto que en Cumaná lo dicen los Cas
tillos y lo creen las gentes, además de que los pa
peles ingleses empiezan d decirlo, porque los malva
dos lo han inventado (i).

A la carta generosa de Sucre de que hemos


hablado contestó Lamar con otra aviesa, tor
tuosa, resbaladiza, que nada expresaba con
franqueza. Con su característica hidalguía,
Sucre le replicó remitiéndole un pliego de
bases para un arreglo amistoso; pero Lamar
lo consideró como lesivo al honor del Perú.
Sucre, empero, con franqueza y dignidad re
futó sus opiniones, á lo cual Lamar argumen
tó enviándole otras bases por él confeccio
nadas, en estilo despectivo é irrespetuoso;
motivo fué éste para que Sucre se las devol
viese, por no estar en regla y tratar con tan
poca decencia "á un pueblo á quien sus agre
sores deben tantos beneficios". Al fin Lamar
convino en que se nombraran comisionados
para tratar, y al mismo tiempo que intentaba
adormecernos con esperanzas de un arreglo,
ordenó se movilizara el ejército.
Las ventajas estaban todas de parte del in
vasor; nuestro ejército, que reunido todo hu
biese constado de 5.000 hombres, no estaba
completo, mientras que los peruanos presen

il) CLeary: Op. cit., t. XXX, pág. 267.


196 J. D. MONSALVE

taban una resistencia de 9.000 soldados; éstos


tenían todos las recursos en abundancia, buen
vestido, y calzado, copiosos alimentos, bas
tante dinero, y, por consiguiente, gozando de
la abundancia de víveres, ganados, bestias y
demás cosas necasarias, además de una buena
provisión de municiones de guerra; al contra
rio, los nuestros no tenían ni siquiera los ele
mentos más indispensables para la vida. "Pero
el general Lamar se olvidaba —dice la Histo
ria—de que los pocos y hambrientos soldados
que tenían que combatir eran colombianos,
mandados por el mariscal de Ayacucho y por
el general Juan José Flórez, con jefes y Oficia
les de mérito reconocido, que se creían y eran,
en efecto, invencibles."
A más de la superioridad material de los
peruanos contaban éstos con la poderosa ayu
da que les prestaban Obando y López, ocu
pando con numerosas guerrillas las cordille
ras y pasos inaccesibles de la provincia de
Pasto, bien que éstos tenían al frente al Liber
tador, cuyo ejército, comandado por Córdo
ba, no les permitía obrar en combinación
con los invasores; pero que no permitiendo
la reunión de las tropas colombianas, eran,
sin embargo, un grande auxiliar de aqué
llos.
La heroica resistencia de Guayaquil había
sido impotente contra la superioridad mate
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 197

rial de la escuadra que la bloqueaba, y ya es


taba en poder del enemigo.
Estamos confrontando un acontecimiento
de los más relacionados con el grande ideal
político del Libertador, la integridad de la
gran Colombia: oigamos, pues, una voz más
autorizada que la nuestra:

Cumpliendo Sucre con las órdenes y deseos del


Libertador de procurar la paz por un avenimiento,
si podía conseguirse sin deshonor, excitó al enemigo
á entrar en negociaciones, quien contestó con des
dén, haciendo proposiciones inadmisibles, y sin dar
al Libertador los títulos con que el país le recono
cía, cuya validez no tocaba á un general extranjero
decidir, y por esta falta devolvió Sucre las notas,
manifestando que no admitiría documento alguno
que tuviera aquella informalidad. Sin embargo, vol
vió Sucre á proponer á Lamar que ambos nombra
ran diputados que discutieran las pretensiones mu
tuas, en lo que convino Lamar; se reunieron, pues,
los comisarios de ambos, pero no pudieron avenir
se y rompieron por unanimidad las conferencias.
Sucre temió desde el principio que esto sucediera,
pues Lamar, confiando en la superioridad de sus
fuerzas, en las ventajas que había obtenido en Gua
yaquil, en el apoyo que le daba la provincia de
Loja, en el de los coroneles Obando y López en
Pasto, y en la penuria extrema á que se veía redu
cido nuestro ejército, hacía exigencias exageradas,
que ni vencida habría Colombia aceptado. Pero
quiso Sucre probar al mundo y dejar consignado
198 J. D. MONSALVE

en la Historia, que no era su Gobierno quien promo


vía la guerra ni el que rehusaba una paz razo
nable.
Disuelta la comisión de paz, se vio claro que el
mariscal peruano no pensó en ella: el mismo día
que firmó la credencial para su principal comisario
disponía un movimiento secreto con una columna
volante de 300 hombres, á fin de ocupar á Cuenca
y obrar á retaguardia de nuestro ejército, priván
dolo de todo recurso de subsistencia. En Cuenca no
teníamos más que los hospitales con 500 enfermos.
Apenas 70 convalecientes podían tomar las ar
mas y con ellos se situó el prefecto, general de
brigada Vicente González, en la torre de La Cate
dral, haciendo una vigorosa resistencia que le facili
tó obtener una capitulación honrosa, salvando con
ella á Cuenca de las violencias y exacciones frecuen
tes en la ocupación de una ciudad por 1 a fuerza ( 1 2 de
Febrero de 1829); pero bien pronto tuvo la columna
peruana que evacuar la ciudad, obligada por los
movimientos de nuestras tropas.
En estas operaciones la pericia del general Su
cre, perfectamente obedecido y secundado por los
jefes del ejército y por el valor y disciplina del sol
dado, lo hizo todo, sin que la fortuna tuviera la me
nor parte en los resultados. Como por inspiración
sospechó Sucre cuáles serían las que el enemigo
ejecutara, y obrando en consecuencia no se equi
vocó.
Una sorpresa que ordenó al general Flórez sobre
el puente del pueblo de Saraguro, en donde se ha
llaba la tercera división peruanay que se ejecutó, en
efecto, á las órdenes del general Luis Urdaneta, con
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 199

dos compañías escogidas, tuvo el éxito más com


pleto (en la noche del 12 de Febrero).
El enemigo, creyéndose atacado por todas nues
tras fuerzas, se retiró en desorden sobre el grueso
de su ejército, abandonando sus almacenes, equipa
jes, algún armamento, municiones, caballos y acé
milas.
Al día siguiente hizo el general Flórez perseguir
á los fugitivos, entre los que iba el mariscal Lamar,
que estaba en el pueblo de Saraguro cuando la sor
presa del puente, y en la persecución se le cogie
ron 200 muías, 80 cargas de municiones, dos piezas
de batalla y muchos prisioneros.
Empero, á pesar de esta ventaja, quedaba siempre
el ejército enemigo doblemente fuerte que el nues
tro en cuanto al número, pero no así en la confian
za, que se aumentó en los colombianos y disminuyó
en los peruanos.
La relación detallada de las operaciones estraté
gicas del mariscal Sucre para buscar la victoria en
tre tantas probabilidades contrarias no es de mi
incumbencia; me bastará decir para llenar mi obje
to, que en el Portete de Tarqui, Sucre en persona
sorprendió con 1.500 hombres la infantería y un
escuadrón de caballería, una fuerte división perua
na allí situada, al mando del general Plaza; que de
rrotada esta división, apareció el general Lamar
con otra de su ejército y restableció la batalla, te
niendo ya en aquel punto 5.000 hombres; que sin
embargo de esta superioridad obtuvo Sucre en tres
horas de combate una victoria completa, llegando
la segunda división colombiana, á marchas forza
das, cuando los peruanos se replegaban en plena
200 J. D. MONSALVE

derrota. El enemigo perdió en la sorpresa de Sara -


guro y en la batalla del Tarqui más de 2.500 hom
bres entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos,
inclusos 60 jefes y oficiales, contándose entre los
prisioneros al general Plaza; además, muchos fusi
les, banderas, cajas deguerray otros despojos. Núes
tra pérdida fué de 154 muertos, entre ellos ¡tres je
fes y 6 oficiales, y 306 heridos, los más de ellos de
mucha gravedad.
En el campo de batalla ascendió el gran mariscal
de Ayacucho á general de división al de brigada
Juan José Flórez, y á general de brigada al coronel
Daniel F. O'Leary, por su distinguido comporta
miento en la batalla y en la campaña, y concedió
también otros ascensos. Expidió también un decre
to de honores y recompensas á los cuerpos de su
ejército; mandó que se erigiese una columna de jas
pe en el mismo campo de batalla, en cuyos tres la
dos se leerían los nombres de los cuerpos que ha
bían combatido, de los generales, jefes, oficiales y
soldados muertos, y que en el lado que miraba al
campo enemigo se incrustase en letras de oro la
siguiente inscripción: El ejército peruano de ocho
mil soldados que invadió la tierra de sus libertado
res fué vencido por cuatro mil bravos de Colombia el
27 de Febrero de 1829 (1).

El i.° de Marzo se firmó el convenio de


Girón, que no fué cumplido por los invaso
res. Sucre lo remitió acompañado de una lar-

(1) Posada Gutiérrez: Op. cit., 1. 1, pág. 144,


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 201

ga nota, en la que decía que no quiso abusar


de su calidad de vencedor para sacar mayores
ventajas, y expresaba cómo no deseó humi
llar las armas y pueblo peruanos después de
que ellos habían visto la generosidad sin lími
tes de nuestros guerreros para con los espa
ñoles en el campo de Ayacucho.

Treinta días— dice Sucre al dar cuenta de la ba


talla de Tarqui—de campaña del ejército del Sur
han hecho desaparecer las amenazas y los aprestos
de dos años con que el Gobierno peruano invadió
á Colombia; y dos horas de combate han bastado
para que mil quinientos de nuestros valientes ha
yan vencido todas las fuerzas militares del Perú (i).

Antes de dar este parte oficial, Sucre había


escrito á Bolívar, con ese laconismo que dis
tingue á los grandes capitanes:

Estaba en Ríobamba, sin saber si vendría el ejér


cito, cuando llegó la carta de 28 de Octubre, en que
usted lo exigía, y á la vez un aviso de aquí de que
los peruanos habían sido reforzados con la división
de Gamarra, de tres mil doscientos hombres; no va
cilé, y me puse en marcha al momento; me incorpo
ré al ejército el 27 de Enero, y el 28 se me recono
ció por jefe superior del Sur.
Recibí luego frente á Saguro otra carta de usted,
de 14 de Diciembre en Juan Díaz; y es la última que
(1) Blanco: Op. cit., t. XIII, pág. 43).
202 J. D. MONSALVE

tenemos. No quise contestar ni escribir á usted has


ta que una victoria me proporcionara decir algo útil
y satisfacer sus confianzas.
Puedo, pues, decir á usted que el 27 de Febrero,
al mes de llegado al ejército, hemos ganado la ba
talla de Tarqui, y que el 28, al mes de tomado el
mando superior, capitularon los peruanos y termi
nó la campaña, y aun creo que la guerra (1).

El 9 de Marzo entró Bolívar en Pasto, en


medio del entusiasmo general, pues ya Oban-
do había depuesto las armas, elogiando la ge
nerosidad del Libertador; de allí se dirigió
éste al Ecuador, por tener conocimiento de que
el coronel peruano José Prieto rehusaba cum
plir las cláusulas del tratado que estipuló la
entrega de Guayaquil.
Así, pues, ocho días más tarde entraba en
Quito, siempre recibido con gran regocijo por
el pueblo. A pocos días el general Sucre le
entregó las banderas tomadas en Tarqui, con
las siguientes palabras:

Señor: Una borrasca política, rodeada de todos


los peligros interiores y externos, amenazaba hun
dir los departamentos del Sur bajo un torrente de
desgracias, cuando desde las rocas del Juanambú
resonó en Tarqui el grito de victoria dado por Bo
lívar: al ruido de este nombre querido, sus amigos
armados respondieron: "¡Victoria ó muertel" y la
(i) O'Lkary: Op. cit, 1. 1, pág. 521,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 203

muerte y el espanto, corriendo las filas enemigas,


arrojaron los peligros exteriores, entre la confusión
y la vergüenza, á las riberas del Rímac.
Mil quinientos de nuestros guerreros, llevando
en su corazón el genio de Colombia, tuvieron luego
á sus pies toda la organización militar del Perú; y
castigaron á los ingratos, que, no contentos de ul
trajar á su bienhechor, osaron profanar la Patria
que nos creó el redentor del Nuevo Mundo.
Satisfecha la venganza nacional, las sombras de
Bolívar aparecieron entre la sangre y los horrores,
para inspirar á nuestros bravos su generosidad; y
desde el campo de batalla, las reliquias de los ven
cidos vuelven á su país proclamando que Bolívar ha
correspondido á la perfidia de sus libertados con
una clemencia sin la cual la ignominia serviría de
estandarte á las armas peruanas.
V. E., por sus mandamientos á sus representan
tes en el Sur, y mostrándose en el triunfo siempre
grande y siempre único, ha reparado la humillación
de un pueblo americano que le debe su existencia.
Esta venganza es digna de V. E.; y cuando las ar
mas colombianas no podían buscar gloriosos tro
feos en esa guerra, es la más noble venganza del
ejército del Sur, honrar los despojos de la campa
ña de treinta días, trayéndolos á los pies del ángel
de la victoria (i).

Coincidía esto con el hecho de que Prieto


lanzaba una proclama en Guayaquil, en que
tornaba á usar del insulto villano contra
(1) Blanco: Op. cit., t. XIII, pág. 457.
204 J. D. MONSALVE

la nación que libertó á su patria, diciendo:


«...Pierdan ya los tiranos la esperanza de do
minaros, de usurpar vuestros derechos, de
saciarse de vuestra sangre, de agotar vuestras
riquezas" (i).
El Gabinete de Lima expuso á su modo los
motivos que supuso razonables para no dar
cumplimiento al tratado de Girón y proseguir
la guerra con Colombia; y como Bolívar, con
fiado en la buena fe de sus adversarios, no
había tomado medidas militares precautela-
tivas, bien lo aprovecharon los peruanos para
movilizar sus tropas.
Bolívar no emprendió la guerra contra el
Perú por móviles de conquista, que su espíri
tu no estaba para empresas de esta especie,
ni eso estaba en la índole de su carácter, ni
Colombia lo necesitaba.
No hizo más que aceptar una situación crea
da por el enemigo exterior, poner á salvo la
integridad territorial de la República y vindi
car el honor nacional; por esto el 3 de Abril
el Libertador dió cuenta á los colombianos de
la pacificación do Popayán y de la victoria de
Tarqui en términos moderados y levantado
espíritu. Mostraba verdadero pesar de verse
en la necesidad de obligar por la fuerza al
Perú á cumplir los tratados. Llevaba la leni-

(1) Blanco: Op. cit., t. XIII, pág. 458.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 205

dad hasta decir que se contentaría con arre


batarles á Guayaquil.

Recuperemos—decía— á Guayaquil únicamente


para cumplir con los preliminares de paz concluí-
dos con el Perú; no dispararemos un tiro ni aun
para defendernos sino después de haber agotado
nuestros sufrimientos y de haber reclamado en vano
nuestros incontestables derechos. Haremos más:
expulsados que sean los peruanos y los facciosos
de Guayaquil, pediremos la paz á los vencidos: esta
será nuestra vindicta.

Y agrega:

Tan moderada conducta desmentirá á la faz del


Universo esos proyectos de conquistas y la inmen
sa ambición que nos suponen. Y si después de es
tos rasgos de noble desinterés y desprendimiento
absoluto nos combaten todavía, nos calumnian y
nos quieren oprimir con la opinión del mundo, res
ponderemos en los campos de batalla con nuestro
valor y en las negociaciones con nuestros dere
chos (i).

En Quito reconcentró todas sus reflexiones


sobre el estado actual y el porvenir de los
países hispano-americanos. ¡Cuán desgracia
dos se presentaban á su vistal En ellos hacían
presa las doctrinas disociadoras, las prácticas
(i) Proclamas de Bolívar, pág. 81 .
206 J. D. MONSALVE

de la anarquía, las ambiciones del caudillaje,


las ideas de federación y las rivalidades de
los pueblos. Allí, en la ciudad que sufrió las
hecatombes de 1809 y que regocijada contem
pló el radioso centelleo de las espadas triun
fadoras en los flancos del Pichincha, el genio
que por tanto tiempo persiguiera un ideal fas
cinador replegó todas las fuerzas de su alma
y toda la sugestión de sus desengaños para
desahogar en un solo canto adolorido su ins
piración profética.
Habló el sociólogo que mejor conoció la
gangrena existente en el corazón del pueblo
á quien libertó y del cual oyó tan melifluas
adulaciones; con la penetración y la elocuen
cia del insigne autor de Las Veladas de San
Petersburgo, expresó el pasado y el porvenir
de las incipientes naciones americanas; y con
el lúgubre presentimiento de un arúspice for
muló una sentencia que ha venido á confir
marse por las más duras realidades.

Nada es tan peligroso como la incoherencia del


derecho natural con el sistema político...
... La sangre, la muerte y todos los crímenes eran
el patrimonio que les daba la federación, combina
da con los apetitos desenfrenados de un pueblo que
ha roto sus cadenas y desconoce las nociones del
deber y del derecho, y que no puede dejar de ser
esclavo para hacerse tirano.
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 207

Y no podían ser menos amargas sus refle


xiones, porque si se consideran bien los acon
tecimientos que tenía á la vista, hijos princi
palmente del origen, causa y medios de la
guerra de independencia, y se tiene en cuen
ta la inteligente perspicacia del Libertador,
lógico era que pronosticara el desastroso por
venir que les aguardaba á los países ame
ricanos; pronósticos que se han cumplido, sin
que haya bastado un siglo de existencia para
detener la carrera sangrienta de su suerte.
Como en 1830, hoy, en 1913 no hay un país
latino-americano que no exhiba su historia en
páginas de sangre y fuego; es la, manifestación
inmutable del continente enfermo. Pero de
todas las desgracias que apuntaba en aquellos
días de tristeza el Libertador, el más triste,
pero también el más justo y magistralmente
diseñado, era el carácter del pueblo peruano
y de los personajes que lo representaban.

Cómplice - dice Bolívar—de sus tiranos durante


la guerra de la Independencia, sin conseguir toda
vía bien la libertad, el Perú se anticipa á rasgar su
propio seno en los primeros días de su existencia.
El bizarro general San Martín, á la cabeza de los
chilenos y de los argentinos, expulsa á los españo
les desde Trujillo hasta lea.
Para Lima no había más Perú que libertar, y al
punto se empeñan algunos en deshacerse de San
Martín, cuyos servicios necesitaban con mayor ur.
208 J. D. MONSALVE

gencia. Este acto de ingratitud rompe la carrera po


lítica del Perú, y sigue al galope hasta Girón, don
de viene á consumarse la obra más execrable...
Continuemos.
Luna Pizarro (digno de ambos nombres), odian
do á Rivagüero yáTorreTagle, se conjura con ellos
para expulsar á San Martín. Logrado esto, no pre
tende el triunviro dividirse entre sí el imperio de
los incas, sino poseerlo cada uno todo entero, pero
sin combatir ni contraer mérito para obtenerlo.
Luna Pizarro opone Lamar á los otros; triunfa
con facilidad de dos rivales menos perversos que
él, pero más desacreditados y más inmorales. Con
ducido Lamar por su pedagogo, pierde, por medio
de Alvarado, el ejército de San Martín en Toratá y
Moquegua, para abrir las puertas del país á los es
pañoles.
Entonces el general Santa Cruz, de acuerdo con
Rivagüero, depone al traidor Lamar, obligándole á
salir del Perú como tránsfuga. Estos nuevos jefes
piden á Colombia los auxiliares que Lamar había
devuelto maliciosamente á su patria, para que no le
impidiesen su traición. Van los colombianos de nue
vo al Perú, á libertar el país de sus enemigos. El
presidente Rivagüero, depuesto y proscripto por el
Congreso, ofrece á los españoles venderles la pa
tria.
El Congreso nombra á Torre Tagle presidente, y,
¿quién lo creyera?, también llama á los españoles
y pone en su poder á Lima y el Callao; y de aquí
el triunvirato más traidor que se conoce en la His
toria. Nunca, nunca ciertamente, se habrán visto
tres jefes sucesivos de una misma nación entregar
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 209

la todos tres á los más crueles enemigos de su in


dependencia y existencia política.
Vuelve el Libertador á Colombia dejando el Perú
descaudillado; por esto le sigue muy de cerca la
noticia de la insurrección de los auxiliares de Lima,
y ¿qué hace el Gobierno del Perú en estas circuns
tancias? Se decide, sin vacilar, á mandar estos trai
dores á su país para que le roben una gran parte de
su territorio y se lo vendan por una suma que le
ofrece al infame Bustamante.
El general Lamar, súbdito del Perú, ayuda pode
rosamente este movimiento revolucionario; de modo
que bien pronto se apodera de Guayaquil y se hace
nombrar de sus amigos y parientes jefe de aquel
departamento .
Por esta inaudita perfidia le nombra el Congreso
del Perú, á Luna Pizarro, presidente de la Repú
blica. No pierde tiempo este indigno colombiano, y
poniendo en acción toda su actividad invade á Bo-
livia en plena paz y comete actos atroces de políti
ca para hacerle después con mayores fuerzas la
guerra á su patria.
La declara al fin, desoía el suelo donde nació,
manda pillar la ciudad en que vio la luz primera y
extiende el dominio de las hostilidades hasta don
de no lo llevan los mismos bárbaros. Pero no arrui
na menos al Perú con sus atentados.
Tan cobarde como parricida, huye de Guayaquil
como un atolondrado que no sabe lo que hace; huye
de un niño que mandaba un puñado de soldados;
huye en Saraguro de veinte hombres de Yaguachí
con toda la reserva de su ejército; huye én Portete
de este mismo batallón y más aún de su comandan
14
210 J. D. MONSALVE

te, Alzuru. Llega á Girón, se ve perdido, firma un


tratado que viola al punto que salva su vida de la
venganza de Colombia, y nos hace de nuevo guerra
mortal para corresponder á nuestra generosidad
magnánima.

Y luego, generalizando el resultado de sus


reflexiones, estereotipa la situación política en
las siguientes frases, que no por ser para toda
la América han dejado de recaer directamen
te sobre Colombia:

No hay fe en América, ni entre los hombres, ni


entre las naciones: los tratados son papeles, las
Constituciones, libros; las elecciones, combates; la
libertad, anarquía, y la vida un tormento.
Esta es, americanos, nuestra deplorable situa- .
ción. Si no la variamos, mejor es la muerte. Todo
es mejor que una relucha indefinible, cuya indigni
dad parece acrecer por la violencia del movimiento
y la prolongación del tiempo.
No lo dudemos; el mal se multiplica por momen
tos, amenazándonos con una completa destruc
ción.

Y como todos sus pensamientos, sus anhe


los, sus ideales y sus abnegaciones, eran para
la grandeza y bienestar de Colombia, dirige
el siguiente apostrofe, revelando en él una vez
más que todo lo aguardaba del Congreso que
había convocado para 1830 y otra prueba de
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 211

que no se acomodaba con la dictadura de que


se le había investido:

¡Colombianos! Mucho habéis sufrido y mucho sa


crificado sin provecho, por no haber acertado en el
camino de la salud. Os enamorasteis de la Liber
tad, deslumhrados por sus poderosos atractivos;
pero como la Libertad es tan peligrosa como la her
mosura en las mujeres, á quienes todos seducen y
pretenden, por amor ó por vanidad, no la habéis
conservado inocente y pura como ella descendió
del cielo.
El Poder, enemigo nato de nuestros derechos, ha
excitado las ambiciones particulares de todas las
clases del Estado. El segundo magistrado de la Re
pública ha asesinado al primero; la tercera división
ha invadido el Sur; Pasto se ha rebelado contra la
República; el Perú ha desolado el territorio de sus
bienhechores, y cási no hay provincia que no haya
abusado de la fuerza ó de sus derechos.
Todo ha sido en este período malhadado sangre,
confusión y ruina; sin que os quede otro recurso
que reunir todas vuestras fuerzas morales para
constituir un Gobierno que sea bastante fuerte para
oprimir la ambición y proteger !a libertad. De otro
modo seréis la burla del mundo y vuestra propia
víctima (i).

No podía ser más expresivo el esbozo que


hacía de la deplorable situación interna en que

(i) Blanco: Op., cit., t. XIII, páginas 493 á 97.


212 J. D. MONSALVE

se hallaba nuestro país, y en él se traducía la


honda tristeza que nublaba el alma del Liber
tador y la desilusión que se había apoderado
de su corazón generoso.
Para mejorar esta situación él no encontra
ba otro remedio que el que tantas veces había
preconizado: el de constituir un Gobierno que
fuese bastante fuerte para oprimir la ambición
y proteger los derechos al propio tiempo que
la libertad. Así, describiendo al general Urda-
neta el triste estado de las provincias del Sur,
que se habían declarado contra la unidad de
Colombia, le decía:
"Yo me río de todos los esfuerzos de esta
gente cuando no pueden con su propia exis
tencia" (i). Le decía, además, que él deseaba
la paz á todo trance, pero que el Perú lo obli
gaba á entrar en campaña contra su voluntad;
y como no había desconfiado ni un instante
del triunfo sobre los peruanos, porque los co
nocía demasiado, y tenía una fe ciega en el
patriotismo y en el valor de sus tropas, el i.°de
Junio escribía á Castillo que en ese mes esta
ría terminada la guerra, hecho lo cual regre
saría para el Norte y no volvería á gobernar
más.

Este partido—le decía—lo he abrazado muchos


años ha; mas la gratitud de los pueblos me encade .
(i) O'Lkary: Op. cit. , t. XXXI, pág. 341 .
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 213

naba á su servicio; pero los asesinos, los ingratos,


los maldicientes y los traidores han rebosado la
medida de mi sufrimiento.
No hay día—agregaba—, no hay hora, en que
estos abominables no me hagan beber la hez de la
calumnia.
La América, que después que la he librado de
sus enemigos y la he dado una libertad que no
merece, me despedaza diariamente, de un extremo
á otro, con todas las furias de sus viles pasio
nes (i).

Era esta carta el estallido del corazón más


acibarado. Estos países necesitaban de un tira
no, y él no servía para eso.
No obstante todo ello, Bolívar no se venga
ba; por lo contrario, su generosidad nunca
desmentida le dictó el decreto de 13 de Junio,
de indulto para los que hubiesen hecho parte
de la malhadada tercera división, y para los
que hubiesen tomado participación en favor
del Perú, desde el momento en que ingresa
sen en nuestras tropas.
La guerra que el Perú declaró á Colombia
era una consecuencia de las pasiones malsa
nas de los ambiciosos, de la anarquía y del
insólito modo como en aquel corrompido país
se traicionaban unos á otros los caudillejos;
eran los apaches libertados por Colombia los

(1) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 387.


214 J. D. MONSALVE

que ahora se disputaban la túnica ensangren


tada del suelo de los incas.
Por eso la caída de Lamar vino á cambiar la
faz de la guerra; un Gobierno más cuerdo y
menos injusto reemplazó al del pérfido maris
cal, y el jefe del Ejército peruano, en nombre
del nuevo presidente, se dirigió al Libertador
"con el noble objeto de iniciar las negociacio
nes" para terminar la guerra fratricida en tan
mala hora promovida por Lamar; y fué esta la
causa de que el Libertador se dirigiese al ge
neral Lafuente, encargado del mando supremo
del Perú, felicitándolo por sus demostraciones
pacíficas.

Usted se ha colmado de gloria—le decía—sal


vando su patria de los mayores peligros y del
vituperio que le causaba un Gobierno tan ingrato y
tan miserable. Usted ha dado á Colombia la más
espléndida satisfacción y ha vengado mi reputación
de los ultrajes que ha vomitado ese país contra mí
cerca de tres años.
Por un sólo rasgo de la pluma de usted se han
acordado dos naciones enemigas; se han reunido
todos los espíritus; se han allanado todas las difi
cultades, y los deseos más encontrados han llegado
á conformarse. Tiene usted la dicha de presentarse
en el campo de la política cubierto de honor, puro
de toda culpa, y rodeado de la esperanza de todos.
Tan sólo los demagogos y los facciosos podrán
quejarse de la generosa y noble conducta que usted
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 215

ha tenido en estas tremendas circunstancias. Los


enemigos de la América se unirán á ellos para
formar un coro de maldición; pero no les oiga usted
y siga su marcha denodado. En vano se alarmarán
para procurar enemigos al salvador de su patria.

Mas como en ninguna hora dejaba de ser


colombiano y su patria era para él primero
que todo, agregaba:

Yo deseo la paz con la más pura sinceridad, y


estoy muy distante de abrigar la menor pretensión
sobre el Perú, contento con verlo dichoso, bajo su
buen Gobierno, obra de su voluntad absoluta; pero
no por esto me será posible dejar de defender los
derechos legítimos de Colombia. Podremos olvidar
sólo lo pasado, sin olvidar lo que se debe á este
país, que tanto ha sufrido por la libertad del Perú
y por defenderse de él (i).

Los peruanos fueron desalojados de Sam-


borondón, y se suspendieron las hostilidades,
de donde resultó que el xo de Julio fué firmado
un tratado de armisticio entre Colombia y el
Perú, en virtud del cual este último desocupó
la plaza de Guayaquil, que ocuparon nuestras
fuerzas, y adonde llegó Bolívar el 21.
El tratado definitivo entre las dos naciones
no vino á firmarse hasta el 22 de Septiembre,
y es el que se conoce con el nombre de tra-
(1) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 408.
216 J. D. MONSALVE

tado Gual-Larrea y Loredo, de Guayaquil.


Parécenos pertinente copiar aquí, de la con
ferencia dictada por el autor de este libro en
la Academia Colombiana de Jurisprudencia,
los siguientes trozos:

Todos vosotros sabéis, señores académicos, que


este tratado fué el vínculo que reanudó la amistad
de Colombia y del Perú, después de la gloriosa
campaña de Sucre que terminó con la victoria del
Portete deTarqui y la más espléndida manifestación
de que el Libertador agregaba á la nobleza de sen
timientos el deseo de que Colombia se contentara
con la justicia de la causa que había defendido; en
lugar de aprovecharse de sus triunfos, señalando
con la espada los límites de los dos países, quiso
sobrepujar á la justicia con la generosidad y enros
trar al Perú el deseo que éste abrigaba de una con
quista.
Los peruanos, bs vencidos en el Portete de Tar-
qui, quedaron tan satisfechos de la abdicación de
una parte de la victoria que había obtenido Colom
bia, que el Sr. Juan de Arana, en sus Páginas
Diplomáticas del Perú, en la página 86, refiere lo
siguiente:
"Ratificado y promulgado el tratado de Guaya
quil, se expidió un decreto de regocijos públicos,
por este venturoso acontecimiento, y el cual decía:
"Mientras se preparan las funciones cívicas con
que ha de solemnizarse la paz, se empavesará y
adornará la ciudad en los días 16, 17 y 18 (de Oc
tubre); en las noches se iluminará y habrá un repi
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 217

que general de campanas, de media en media hora


desde las seis hasta las jocho de la mañana, y desde
las siete hasta las diez de la noche. El día 19 se
cantará una misa con Tedéum..."
Por lo que respecta al negociador, Sr. Larrea y
Loredo, el Congreso lo declaró benemérito á la
Patria en grado eminente, por la celebración del
Tratado; y á su muerte el Ejecutivo decretó á la viu
da una pensión mensual de cien pesos por el in
mortal tratado.
En los mismos días de estas festividades escribía
el Sr. H. Unanue al Libertador lo siguiente:
"Jlace tres días que por la paz, que por la gene
rosidad de V. E. se ha concedido al Perú, no dejan
de repicar las numerosas campanas de Lima desde
que nace la aurora hasta que, muy entrada la no
che, es preciso dar lugar al sueño" (1).
El Sr. Larrea, por su parte, le escribía también:
"Se cumplió exactamente mi predicción: fueron
ratificados los tratados sin la menor alteración, y se
recibieron en Lima no sólo bien, sino con un pro
digioso entusiasmo de alegría" (2).
Para conocerse la injusticia y depravación de la
conducta del Perú y de la ambición de conquista
que lo llevó hasta la vergonzosa guerra que esa
nación le provocó á Colombia, basta leer el mensa
je que, aún no terminados los acontecimientos, di
rigió el presidente de aquel país al Congreso (Agos
to 31 de 1839):
"Una guerra suscitada—dice el mensaje con el

(1) O'Leary: Memorias, t. X, pág. 354.


(2) Idem id., t. X, pág. 440.
218 J. D. MONSALVE

único y esencial objeto de saciar odios y vengan


zas individuales, arrebatando á una república ami
ga y hermana la porción más cara de sus posesio
nes, había expuesto á la nuestra á ser la presa y
despojo del extranjero.
Ni los reveses de nuestros bravos en la jornada
del Portete, ni los últimos sacrificios arrancados á
nuestra expirante patria, bastaron á calmar el furor
y encono de la facción opresora: guerra ó extermi
nio eran su divisa; y ella habría arrastrado inevita
blemente á la República á su perdición é infamia,
si prevaleciendo sus crímenes, sus errores, su nu
lidad y su monstruosa impericia, aún siguiera ri
giendo sus destinos" (i).

Como decíamos al principiar este capítulo,


el año de 29 se presentaba con negros nuba
rrones: el mismo Libertador decía que no era
la guerra de fronteras su mayor tormento; él
amaba el peligro y en éste se complacía; lo
que le mantenía exasperado y triste era la
guerra sorda de sus enemigos, y sobre todo
el imaginado y repetido proyecto de monar
quía, calumnia que siempre y á cada paso con
denaba, como trataremos de probarlo, para no
volver á tocar este asunto; aunque creemos
que para ello bastaría la confesión explícita
(1) Aspurúa: Documentos para la historia de Vene
zuela, t. XIII, pág. 916.
(Revista de la Academia Colombiana dt Jurispru
dencia, número 22).
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 219

del general Urdaneta, quien, con fecha 3 de


Abril, escribía al general Páez:

En el año de 27, porque el Libertador quiso


abandonamos las elecciones y todo el campo se de
jó á los enemigos; ahora es de otro modo: ya estoy
cansado de aguantar el desprendimiento del Liber
tador y estoy resuelto á no contar con él en este
asunto, porque sé que nos diría que no. Yo parto
de este principio: ¿Puede Colombia consolidarse
sin cambiar su actual forma de gobierno? Todos,
todos responden que no.
Pues si esto es así, ¿por qué no hemos de cam
biarla? Habría sus pequeños inconvenientes, enho
rabuena. Ningún bien se consigue sino á costa de
algunos sacrificios.
Ya hemos hecho algunos, la opinión nos favore
ce hoy, y unidos nosotros, contando como conta
mos con lo más respetable de Colombia de nuestra
parte, y con el Ejército, no hay dificultad que pue
da ser invencible. El pueblo en general quiere re
poso y por él recibirá el turbante (1).

El general Páez le contestó á Urdaneta cuán


bien sabía que Bolívar no aceptaba la monar
quía, puesto que por su propio conducto se
había dirigido á sus compatriotas manifestán
doles no aceptaría el poder soberano ni sos-

(1) Autobiografía del general José A. Páem, t. I, pági


na 490.
220 J. D. MONSALVE

tendría pretensiones monárquicas. He aquí las


palabras de Páez:

. . Además de lo dicho debe usted tener entendi


do que en estos departamentos, si se exceptúan una
ú otra familia de esta ciudad, nadie hay que favo
rezca la empresa, y que, por el contrario, los que
la cometan serán rechazados por todos los jefes
militares y por todas las personas de importancia
en el orden civil y por el pueblo en masa, á quien
desde años atrás se ha estado disponiendo contra
estas ideas, anunciándole que el Libertador no te
nía otra mira que la de entronizarse.
Dice usted que no cuenta con el Libertador por
que está seguro de su negativa, y yo añado que ten
go muy poderosos motivos para afirmar que el Li
bertador se opondrá muy decididamente. Y sin con
tar con el Libertador ni con el pueblo de Venezuela,
¿qué esperanza de suceso podemos concebir? Yo
acabo de dar un manifiesto á estos departamentos,
asegurándoles que ni el Libertador aspira al poder
soberano, ni yo sostendré jamás tales pretensiones.
Cuando he contraído este compromiso con mis
compatriotas ha sido por una excitación del mismo
Libertador, y estoy en la necesidad de no desmen
tirme y ponerme al lado de S. E. para resistir al
intento, es decir, seguir su conducta para hacer ver
que era verdad que él no quería, y que también era
verdad que yo no ayudaba (i).

(i) General José A. Páez, Autobiografía, t. I, pági


na 491.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 221

Que el Libertador desease establecer la mo


narquía en Colombia era una impostura in
ventada por sus enemigos, quienes falazmen
te deseaban hacerlo perder su prestigio ante
los pueblos; y que él la deseara para sí, sobre
ser un absurdo, dados sus sentimientos ya co
nocidos, era además una calumnia.
Los demagogos, ellos, los que hicieron la
guerra en la Convención de Ocaña, los que se
esparcieron por el territorio de Colombia á
fraguar una guerra civil é intentaron asesi
narlo el 10 de Agosto, el 21 del mismo mes y
el 25 de Septiembre de 1828, fueron los que
L> hicieron aparecer ante los países america
nos y de Europa como usurpador y tirano,
hasta el punto de que Benjamín Constant, ha
ciéndose eco de los maldicientes, pretendió
hacerlo aparecer en el extranjero como tal.
Esa imputación que así hería lo más íntimo
de los sentimientos de Bolívar, fué causa para
que éste se sintiese dolorosamente agraviado,
sin que bastara á dulcificarle la penosa impre
sión aquella elocuente, cuerda y justiciera de
fensa que le hizo Le Courrier Franjáis; oiga
mos algunas palabras de este diario:

Ved aquí los lugares, los hombres y las cosas con


que Bolívar tiene que hacer: es por este conjunto
que es necesario juzgarle. Sigamos su carrera de
doce años acá y veamos si jamás un título de honor
222 \. D. MONSALVE

ha sido más legítimamente adquirido que el que


Bolívar tiene de Libertador: ¿qué era Colombia
cuando él se atrevió á pensar en libertarla?; ¿qué ha
venido á ser después por sus inmensos trabajos?
Ved aquí los dos puntos que hay que comparar:
¿En qué lugar de la América ha combatido? En
Colombia. ¿Adónde ha dirigido la España sus gol
pes? A Colombia. ¿Por qué? Porque ella sabía bien
que en Colombia estaba la suerte de toda la Amé
rica. ¿Quién ha expulsado á la España, formado las
legiones, aumentado el territorio y dado institucio
nes? Bolívar. Colombia es, pues, su obra, y la Amé
rica su creación. ¿De qué manera ha pasado él al
poder? Para creer instituciones. ¿Ha manifestado
él la menor tendencia ambiciosa? ¿Ha trabajado
acaso para exaltar ó extraviar el reconocimiento
público á favor de su grandeza? No, sin duda.
Libre Colombia de la España, él entrega el po
der civir y vuela al Perú; él pasa allí tres años y lo
liberta. A su ejemplo, Guatemala y Méjico rompen
sus cadenas. El vuelve á Colombia; ¿qué encuentra
en ella? Una revolución: la mitad de la República
queriendo separarse de la otra.
Sea el ascendiente del genio, ó sea cualquiera
otra causa, los jefes ceden, la unión se conserva y
la calma se restablece; Bolívar se aprovecha de ella
para reunir nueva Convención que debe revisar las
instituciones; él le anuncia la resignación de su po
der, marcha bien nueva en un usurpador; y en vez
de ciudadanos animados de sentimientos patrióti
cos, él no encuentra sino complots urdidos por las
facciones que van á sustituir nuevas borrascas al
reposo de que esta reunión es el objeto y debe ser
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 223

el medio; ella se disuelve, él toma nuevamente el


poder, usa de él con la mayor templanza, y por
precio de su moderación algunos jefes militares
colocados bajo sus órdenes corrompen los solda
dos y marchan contra él armados, á favor de las
tinieblas de la noche. En medio de estos actos dig
nos de la Turquía se habla de libertad como se
hablaría de lo que pasa en París.
Para poder apreciar con exactitud la conducta de
Bolívar es menester no olvidar el conjunto de las
circunstancias en que se halla colocado y cuyas
consecuencias sufre.
El liberta al Perú; apenas se aleja de allí cuando
este Estado le declara la guerra; el mariscal Sucre,
su lugarteniente, abate la última bandera española
que flameara sobre los Andes; un complot militar
cae sobre él; él queda herido y en prisiones, y la
obra de Bolívar destruida.
En Buenos Aires, en Chile, en Guatemala, en
Méjico, veinte conspiraciones militares llevan el
Gobierno de unas manos á otras; la buena fe no
existe en parte alguna; la sed del mando abrasa á
los militares, que se creen iguales entre sí; la san
gre española produce las conspiraciones como los
árboles producen sus frutos.
En este caos sangriento es donde Bolívar debe
dirigir la marcha de Colombia; en el seno de estas
ardientes pasiones y de estos ataques reiterados es
donde él debe conservar su obra: él sabe que si él
perece, la América perecerá con él, porque la Es
paña cuenta más con las pasiones de la América
para restablecer su imperio que con sus propias
fuerzas. Cuando en Francia los enemigos de las
224 J. D. MONSALVE

instituciones han tomado á Bolívar por objeto de


sus ultrajes, ellos no se equivocaban, y sus insultos
contenían más homenajes que veneno contra él.
Dad á Bolívar los sabios habitantes de los Esta
dos Unidos; colocad á su lado á los Adams, los
Franklins, los Jeffersons, y veréis si, muy superior
á Wáshington bajo muchos respectos, él dejaría de
ser su continuador bajo el de la moderación y des
interés cívico. Para tener derecho de proclamar
usurpador á Bolívar es menester esperar el fin de
su carrera.
Nosotros pronunciamos juicio sobre Cromwell
y sobre otros, porque tenemos su vida entera;
¿quién nos ha dicho lo que será Bolívar, y con qué
derecho desde el fondo de un observatorio euro
peo juzgamos en último recurso de lo que pasó ó
debe pasar en la profundidad de las comarcas ame
ricana? —A la verdad, París es el mundo entero
para nosotros; nosotros lo llevamos, nosotros lo
vemos en todas partes, y nosotros queremos ya un
palacio para la libertad en aquellos lugares donde
ella se atormenta en una frágil cuna.
En nombre del cielo, no calumniéis la mano que
guía su infancia: Conteniendo las pasiones de la
América, Bolívar es aún más su Libertador que
destrozando las armas españolas (i).

Los émulos del Libertador que escribían al


extranjero no descansaban en su tarea de
desacreditarle, y aun algunos de los expatria-
(i) De El Indicador de Bourdeaux de 16 de Enero
de 1829, número 5.053.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 225

dos de 1828 aprovechaban su residencia fuera


de la patria para hacerle la guerra; para ellos
la cuestión era hacerla con toda la hipocresía
que les inspiraba su malicia, sin omitir el di
simulo y las insidias.
¿Por qué no ofrecerle ellos mismos la coro
na, si haciéndolo caer en el lazo ya lo tendrían
confeso y agobiado? He aquí un párrafo que
sirve de prueba á nuestro aserto:

Yo sufría—dice el doctor Vicente Azuero -mi


destierro con resignación en unión de mi mujer, á
pesar de hallarme escasísimo y sin esperanzas de
tener cómo subsistir más largo tiempo en la expa
triación; pero siempre inalterable en mis principios
é ideas, mientras que los insignes republicanos que
hoy me persiguen y deprimen recibían aquíempleos
y merecían las confianzas del dictador.
En esas circunstancias se generalizan las ideas
de la monarquía en Colombia; se publican las Me
ditaciones Colombianas, que la proponen con ardor;
circula El Eco de Tequendama, en que defiende la
necesidad de un régimen vitalicio.
Todo el mundo calla y parece doblegar el cuello
á tales ideas; la próxima reunión de un Congreso,
que el mismo Bolívar anuncia como admirable,
amenaza al país con el sello de la esclavitud; un
diputado á él, que abandonó en sus generosos
esfuerzos al desgraciado general Córdoba, y que
acaso es hoy uno de mis gratuitos detractores,
escribe á Jamaica que va á seguir para la capital,
resuelto á dar su voto por la monarquía, porque
15
226 J. D. MONSALVE

cree que es necesario sucumbir al poder; y mientras


todos parecen desesperar, yo concibo el proyecto
de hacer lo único que podía: de formar un escrito
impugnando las Meditaciones Colombianas y El Eco
de Tequendatna, demostrando que ni era convenien
te ni posible adoptar en Colombia un sistema mo -
nárquico ni un régimen vitalicio, y desarrollando
todos los vicios y todos los males de estos dos
sistemas.
Para que un papel semejante y en aquellas cir
cunstancias pudiese circular de alguna manera en
Colombia, era indispensable no ofender á Bolívar;
halagarlo también en cuanto fuera compatible. Con
este fin, al propio tiempo que en todo él se impug-
, nan vigorosamente los absurdos del sistema vita
licio, y que se proponen las bases de una Constitu
ción eminentemente libre, en donde es prohibida
hasta la reelección, se indica, sin embargo, que en
favor de Bolívar debe hacerse una excepción, nom
brándosele presidente constitucional por el tiempo
de su buena conducta.
Era demasiado claro el objeto de este cumpli
miento. Propuse esta idea á algunos amigos, tam
bién desterrados y emigrados, y habiendo merecido
su aprobación, me puse á escribir (i).

Harto hemos repetido que en Colombia, lo


mismo en el Centro que en el Sur, y en Vene
zuela, había un gran número de proceres de
la independencia y de otras personas jóvenes,
(i) Boletín de Historia y Antigüedades, t. VIII, nú
mero, 92, pág. 499.
IDEAL FOLÍTICO DE BOLÍVAR 227

ilustradas y muy patriotas, que opinaban ser el


mejor régimen para la grandeza, prosperidad
y tranquilidad de la nación el de la monarquía;
si á esto se agrega que los enemigos de las
instituciones y del Libertador hacían resonar
por todas partes el rumor de que se aspiraba
al sistema monárquico, no hay porqué extra
ñar que altas personalidades del Gobierno,
los ministros y el Consejo de Estado, llegaran
á entusiasmarse con la idea, y á creer que su
pensamiento había llegado á ser una opinión
general.
Por otra parte, la voz de Bolívar, conse
cuente siempre con las ideas de toda su vida,
de que respetaría y acataría sin vacilaciones
lo que el próximo Congreso hiciera y á ello se
sometería ciegamente, era otro motivo para
que se pensara en una reforma radical en la
Constitución. Pero ni el Consejo de gobierno
pensó en imponerle al país semejante muta
ción contra la voluntad popular, ni mucho
menos fué del agrado del Libertador.
En su carta de 13 de Julio á su amigo el se
ñor D. Estanislao Vergara, ministro de Rela
ciones Exteriores, le escribió lo siguiente,
que expresa no sólo las ideas que tuviera
respecto de los proyectos monárquicos, si
no también en cuanto á las ideas que le ha
bían sugerido los desengaños propios y las
amenazas de separación y descomposición
228 J. D. MONSALVE

que ya minaban á la gran Colombia. Leamos


los párrafos pertinentes:

Campo de Buijó, frente á Guayaquil, Julio 13


de 1829.
Señor doctor Estanislao Vergara, etc., etc., etc.
Mi querido amigo:
He recibido la apreciable carta de usted, de 8 de
Junio último, y quedo enterado de cuanto me dice
de Francia y Estados Unidos y de nuestras buenas
elecciones en esos cantones, con todas las demás
reflexiones que usted me hace con respecto á nues
tra América.
Pienso como usted, que el continente americano
va señalándose de una manera tan escandalosa que
no puede menos que alarmar á la Europa para
sostener el orden social.
Nosotros, que hemos sido los más juiciosos, ve
usted por qué calamidad vamos como vamos, y que
no podemos inspirar confianza alguna á nadie. Me
ha tenido tan melancólico estos días las perspectiva
de la América, que ni la caída de Lamar y los ser
vicios que nos ha hecho el Perú en su mudanza
me han consolado, y, antes por el contrario, han
aumentado mi pena, porque esto nos dice' clara
mente que el orden, la seguridad, la vida y todo se
aleja cada vez más de esta tierra, condenada á
destruirse ella misma y ser esclava de la Europa.
Esto lo creo infalible, porque esta misma revolu
ción no la encadena nadie. Convencido de esto, soy
de opinión que lo más que se puede lograr en este
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 229

Congreso es una ley fundamental que durará muy


poco, y que yo mismo tendré grave dificultad para
sostenerla.
Yo he dicho hasta ahora á ustedes sí, sí, á todo
cuanto me han propuesto, sin atreverme á dar mi
opinión verdadera, temiendo que interceptaran mis
cartas y se prevaliesen de ellas para hacer guerra
al mismo Gobierno y alarmar la multitud contra el
Consejo.
Mi opinión es vieja, y por lo mismo creo haberla
meditado mucho:
Primero. No pudiendo yo continuar por mucho
tiempo á la cabeza del Gobierno, luego que yo fal
te, el país se dividirá en medio de la guerra civil y
de los desórdenes más espantosos.
Segurido. Para impedir daños tan horribles, que
necesariamente deben suceder antes de diez años,
es preferible dividir el país con legalidad, en paz y
buena armonía. f
Tercero. Si los representantes del pueblo en el
Congreso juzgan que esta providencia será bien
aceptada por éste, deben verificarlo lisa y llana
mente, declarando al mismo tiempo todo lo que es
concerniente á los intereses y derechos comunes.
Cuarto. En el caso de que los representantes no
se juzguen bastantemente autorizados para dar un
paso tan importante, podrán mandar pedir el dic
tamen de los colegios electorales de Colombia, para
que éstos digan cuál es su voluntad y sus deseos,
y, conforme á ellos, dar á Colombia un Gobierno.
Quinto. No pudiéndose adoptar ninguna de es
tas medidas, porque el Congreso se oponga á ellas,
en este extremo sólo debe pensarse en un Gobier
230 J. D. MONSALVE

no vitalicio, como el de Bolivia, con un Senado he


reditario como el que propuse en Guayana.
Esto es todo cuanto podemos hacer para consul
tar la estabilidad del Gobierno, estabilidad que yo
juzgo quimérica entre Venezuela y Nueva Grana
da, porque en ambos países existen antipatías que
no se pueden vencer. El partido de Páez y el de
Santander están en este punto completamente de
acuerdo, aunque el resto del país se oponga á estas
ideas.
El pensamiento de una monarquía extranjera
para sucederme en el mando, por ventajoso que
fuese en sus resultados, veo mil inconvenientes
para conseguirlo:
Primero Ningún principe extranjero admitirá
por patrimonio un principado anárquico y sin ga
rantías.
Segundo. Las deudas nacionales y la pobreza
del país no ofrecen medios para mantener un prín
cipe y una corte, ni miserablemente .
Tercero. Las clases inferiores se alarmarán, te
miendo los efectos de la aristocracia y de la des
igualdad; y
Cuarto. Los generales y ambiciosos de todas
condiciones no podrán soportar la idea de verse
privados del mando supremo.
No he hablado de los inconvenientes europeos,
porque ptadiera darse el caso de que no los hubie
ra, suponiendo siempre una rara combinación de
circunstancias felices.
En cuanto á mí, usted debe suponerme cansado
de servir y fatigado de tantas ingratitudes y críme
nes que se cometen diariamente contra mí. Usted
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 231

vió el caso extremo en que me colocó la gran Con


vención, de dejar sacrificar el país ó salvarlo á mi
costa.
El artículo de que usted me habla, el más favo
rable que se ha podido escribir en mi honor, única
mente dice que mi usurpación es dichosa y cívica.
¡Yo usurpador! jUna usurpación cometida por mil
Mi amigo, esto es horrible; yo no puedo soportar
esta idea, y el horror que me causa es tal, que pre
fiero la ruina de Colombia á oirme llamar con este
epíteto.
Usted dice que después no será lo mismo. Repli
co que, no pudiendo nuestro país soportar ni la li
bertad ni la esclavitud, mil revoluciones harán ne
cesarias mil usurpaciones. Esto es un hecho, mi
amigo, y. tómese por donde se quiera, los sucesos
del año 28 han decidido de mi suerte.
Advertiré á ustedes, de paso, que si ustedes
adoptan la medida que he indicado antes, de esta
blecer un Gobierno particular para cada sección,
ustedes aseguran su suerte de una manera irrevo
cable. Sin duda alguna ustedes se pondrán á la ca
beza de la opinión pública, y aun los enemigos
mismos los considerarán á ustedes como los verda
deros salvadores .
Ruego á usted que muestre esta carta á los seño
res ministros para que la mediten y decidan lo que
tengan por conveniente.
Un país que está pendiente de la vida de un hom
bre corre tanto riesgo como si lo jugaran todos los
días á la suerte de los dados; y si este hombre ha
sufrido mucho durante veinte años, tiene muchos
enemigos que lo quieren destruir, está fastidiado
232 J. D. MONSALVE

del servicio público y lo aborrece mortalmente, en


tonces la dificultad de mantener este estado se mul
tiplica hasta lo infinito. Esta es la verdad, mi que
rido amigo, y créame usted sobre mi palabra.
Yo na quiero engañar á ustedes ni perderme yo:
no puedo más, y este sentimiento me lo dice mi co
razón cien veces por día. Póngase usted en mi lu
gar para que me pueda excusar, y penétrese usted
bien de su posición para que conozca que lo que
digo es cierto. Ambos necesitamos de tomar un par
tido: ustedes el suyo, yo el mío. Con esta medida
quedaremos todos bien, ó, al menos, menos mal.
Quedo de usted de corazón,
Bolívar (i).

No hay en la carta que acabamos de copiar


ni reticencias, ni disimulo, ni artificio alguno.
Toda franqueza y sinceridad, ella refleja el
pensamiento y el corazón de Bolívar de la
misma manera que en el remanso de un arro
yo cristalino se miran con toda nitidez los he-
lechos y las flores de la orilla.
Como fué su costumbre, siempre que trató
de rehusar el mando y los honores, no con hi
pócrita disimulo, él se combate á sí mismo,
presenta argumentos concluyentes. Bolívar se
sentía enfermo, agotado, inánime y desespe
rado física y moralmente desde que padeció
grave dolencia en Popayán, y, previendo los
desórdenes domésticos, pensó lo que algunos
(i) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 122.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 233

padres de familia cuando sienten cercana la


muerte y no quieren dejar pleitos ruidosos
entre sus descendientes: hacen un testamento
con disposiciones favorables al bienestar de
la familia, y les reparten con anterioridad sus
bienes.
Si la duración y existencia de la República
por Bolívar fundada y organizada, la de su
constante ideal, no había de tener más vida
que la de su Libertador, por más que hasta la
muerte le acompañara la ilusión de mantener
la unida y verla próspera y gloriosa, ya se
resignaba á aconsejar la separación de sus
departamentos, por ser ésta una desgracia
menor que una guerra fratricida y de se
cesión.
Pero sigamos con las ideas de monarquía
que calumniosamente se supusieron en el Li
bertador, y que todavía están dando material
á algunos escritores de la hermosa patria de
Bolívar para escribir libros de malsana crítica
histórica, y tal vez no dirigidos por un cora
zón sincero.
En la misma fecha en que el Libertador es
cribió la carta al Sr. Vergara se dirigió del
campo de Buijó á su ministro de Guerra con
las siguientes palabras:

Escribo al Sr. Vergara diciéndole redondamente


lo que pienso y deseo. No me he parado en pelillos
234 J. D. MONSALVE

y le aconsejo que procure que se divida el país en


el próximo Congreso. La Nueva Granada puede
quedar entera, y mis amigos, que son infinitos,
pueden tomar la preponderancia.
Digo á usted con toda franqueza, mi querido ge
neral, que nada se hará que sea estable, confiando
conmigo; porque no puedo, no quiero y estoy ente
ramente fastidiado de los negocios públicos.
Si se aprovecha este momento de triunfo en que
estamos, mis amigos pueden hacer lo que quieran
en la Nueva Granada, porque son muchos y están
unidos; pero si no aprovechan esta oportunidad,
después serán batidos.
La medida es fuerte, pero es indispensable. Si
el Congreso no se atreve á tomarla, que piense en
otro y no cuente conmigo.
Para el proyecto de la monarquía no hay sujeto,
porque yo no quiero y ningún principe extranjero
quiere subir á un cadalso regio; y si yo me olvidara
alguna vez de lo que dije en Bolivia, tengo d mi lado
á Iturbide, que me lo recordase todos los días (i).

El Libertador, que solía comunicarse con


entera franqueza con sus amigos, y que jamás
se satisfacía con la expresión de sus senti
mientos oficialmente, le transmitió sus impre
siones á sir Robert Wilson, en 28 del mismo
mes, de la siguiente manera:

La marcha de Colombia es bastante regular, y en


apariencia próspera, porque la opinión pública se
(1) O'Leary: Op. di., t. XXXI, pág. 429.
IDEAL POLfTICO DE BOLÍVAR 235

está concertando de parte de las miras del Gobier


no, aunque en este país nada se puede afirmar por
seguro.
En la capital se trata de fortificar y mejorar la
naturaleza del Gobierno, y aun se dice, y casi se
puede afirmar, que el proyecto más seguido se fija
en un Gobierno vitalicio bajo mis órdenes, y un
principado para sucederme. Me parece que la idea,
aunque tiene sus ventajas peculiares, no carece de
dificultades.
Desde luego yo no puedo ya continuar mandan
do, porque mi físico se ha cansado, y poco falta á
mi sufrimiento para agotarme. Después de esto en
tramos en el inconveniente de mi sucesor, que no
será fácil encontrarlo adecuado á las necesidades
del país (i).

Y al coronel Wilson, hijo del anterior y


edecán de toda confianza que fué del mismo
Bolívar, y quizás la persona en quien mejor
podía depositar sus íntimos secretos políticos,
le decía:

Bien pronto, mi querido Wilson, me verá us


ted por allá, y entonces tendré el gusto de volverle
á abrazar y de conocer al más distinguido de mis
amigos, al ilustre general Wilson, á quien dará
usted la enhorabuena de mi parte por su triunfo en
favor de los católicos, que bien lo merecían, tanto
ellos como sus heroicos protectores.
(i) O'Leary: Op. cit,. t. XXXI, pág. 444.
236 J. D. MONSALVE

Sabrá usted por los amigos de Bogotá los pro


yectos constitucionales que ruedan en las cabezas
de los hombres de Estado que hay en esta capital.
Por mi parte no he tenido ninguna incumbencia
en los proyectos de nuevas constituciones y de
monarquías; conociendo, como usted sabe, mi opi
nión, no es de extrañarse esto. Yo me ocupo úni
camente de preparar la paz á Colombia con el Perú,
que es lo que más nos interesa (i).

Y como el Libertador se había propuesto


no dejar ni aun apariencias á la envidia ó á la
malevolencia para que se atreviesen á supo
nerle miras ambiciosas (2), y nada bueno se
prometía para el porvenir, porque todos los
días lo atormentaba más la idea de la pérdida
absoluta de la América para sus hijos (3), y
más y más había deseado marcharse á los paí
ses extranjeros (4), y la experiencia de lo que
estaba sucediendo en las demás Repúblicas
americanas lo tenía desengañado, llegó á ex
presar todo el mayor desencanto y su mayor
desilusión y el convencimiento de que no era
cambiando la forma de gobierno como se con
seguiría la felicidad de Colombia:

En Bogotá—escribía á su amigo Leandro Pala-


(1) ü'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 464.
(2) Idem id. id., pág. 360.
(3) Idem id. id., pág. 419.
(4) Ibid., págs. 450, 454, 457, 463, 464-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 237

cios, residente en París— piensan que con mudar la


forma de gobierno se hará mucho; pero yo tengo
la tristeza de decir á usted que no espero nada de
ninguna forma de sistema americano. Esta América
es una Nueva Guinea, y debía serlo por sus princi
pios y elementos. Era una quimera figurarse otra
cosa; mas como el deseo realizó las quimeras, nos
hemos engañado como niños (i).

Esas cartas, en que tan hondo desconsuelo


demostraba el Libertador, pudieron ser escri
tas bajo la influencia de un ataque de bilis
negra, como llegó á manifestárselo al general
Sucre; pero no por eso eran menos revelado
ras de la triste realidad que las inspiraba y
del frío que se había apoderado de su espíritu
en presencia de hechos positivos que estaban
sucediendo.
Lanzaba Bolívar sus miradas escrutadoras
á los lejanos horizontes del porvenir, y se en
contraba con el abigarrado conjunto de hechos
escandalosos que ha recogido la historia. Ni
podía ser de otra manera desde luego que sus
amigos le pintaban bien una situación cuya
transcendencia no podía ocultarse sino á los
que voluntariamente cerraban los ojos para no
verla. Bolívar conocía demasiado la historia
de las colonias hispano-americanas, había ana
lizado sus condiciones étnicas, comprendía á

(i) O'Leary: Op.ctL, t. XXXI, pág. 451.


238 J. D. MONSALVE

los hombres y tenía muy claro razonamiento


para deducir los efectos de las causas.
Sucre, con la franqueza que lo caracteriza
ba, había manifestado al Libertador cuán poca
confianza debía tenerse en la adhesión de las
provincias del Ecuador á la Unión Colombia
na (i); Páez, en apariencia servil, pero en el
fondo un grande hipócrita, manifestaba que
aceptaría ciegamente la forma de gobierno
que estableciera el Congreso; pero al mismo
tiempo escribía á Urdaneta:

Yo no sé si el Congreso que se reuna será capaz


de decir: "la forma de gobierno en Colombia será
monárquica"; pero sí sé que aunque lo dijera no se
establece la monarquía, y además estoy seguro
que desde aquel mismo instante entramos en una
guerra social que acabará con el exterminio de
todos nosotros, que por nuestra situación apare
ceremos á los ojos del pueblo colombiano como los
autores y promovedores de semejante cambio (2).

Pero sí aceptaba la presidencia vitalicia del


Libertador. El mismo Páez reconocía que en
Venezuela había dos partidos, de los cuales el
uno rechazaría el régimen monárquico, y ha
blando respecto de los departamentos venezo
lanos en donde primara este partido, decía á
Urdaneta:
(1) O'Leary: Op. cit., 1. 1, pág. 52a
(2) Autobiografía, t. I, pág. 491.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 239

"Usted como venezolano los conoce muy


bien, y sabe que si en esos al principio la idea
fué sorprendente, aquí debe causar una más
fuerte sensación" (i); pero lo que más carac
terizaba al revolucionario de 1826 era su odio
á la Nueva Granada y sus fervientes deseos
de la disolución de Colombia; trabajo de él era
lo que en carta al Libertador le manifes
taba:

Después de hallarme en esta ciudad (en Valencia)


recibí el decreto de usted autorizando las reuniones
populares y franqueando la libertad de imprenta,
para que cada ciudadano dijera con libertad y con
entera franqueza sus opiniones; lo mandé publicar
y circular como se me previno.
En Puerto Cabello y en esta ciudad han hecho
las peticiones al Congreso; la más substancial que
contiene es la separación de Venezuela del resto de
República. Esta la desean todos, y cuando digo
todos es á excepción de muy pocos; puedo asegu
rarle que la desean con vehemencia, y esta ha sido
la causa por qué en algunos otros pueblos han
querido que se proceda de hecho á separarla...
Con todo, debo decirle francamente mi opinión;
no quiero que esté engañado un instante. Yo no
creo que Venezuela deje escapar esta ocasión que
se le presenta de recobrar su soberanía; los hom
bres de juicio, lo que se llama pueblo, todos la
desean con ardor, y me parece que después del

(1) Autobiografía, 1. 1, pág. 560.


240 J. D. MONSALVE

modo con que lo han expresado sería muy difícil


persuadirles de que den un paso atrás (i).

El general Soublette, por aquel mismo tiem


po, se dirigió á Urdaneta así:

Cada día tengo más motivos para creer que estos


departamentos resisten la monarquía; que de la
adopción de esta forma de gobierno tendremos la
guerra civil, y que la guerra civil nos volverá á la
dominación española después de mil horrores y
desastres (2).

Era, pues, un imposible moral que Bolívar,


amante de la paz, atento siempre al crédito y
buena fama de Colombia y ambicioso del en
grandecimiento de la Patria y de la tranquili
dad de los pueblos; avisado de que España
por ningún motivo reconocería la independen
cia de sus colonias, por lo cual se preparaba á
enviar nuevas expediciones, y conocedor me
jor que los mismos Páez y Soublette de las
tendencias separatistas así de Venezuela como
de las provincias del Sur, pensara en una re
forma que encendería inmediatamente la gue
rra civil.
Pero aunque así no fuera, aunque Bolívar
(1) Autobiografía^. I, pág. 509.
(2) Carta del general Soublette al general Rafael Ur
daneta. (Documentos para los Anales de Venezuela, t. II,
pág. 129.)
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 241

estuviera acostumbrado a desafiar toda clase


de dificultades y peligros, en sus ideas políti
cas vivía por modo permanente el odio al sis
tema monárquico, bien que por sobre ese
odio estuviera su respeto á la opinión nacio
nal, su acatamiento á las decisiones del Con
greso y su amor al orden público.
Han traicionado la verdadera Historia y
prohijado afirmaciones de mala fe los que se
han empeñado últimamente en hacer creer á
las generaciones presentes en las supuestas
ambiciones monárquicas del hijo de la demo
crática y altiva Caracas, á quien el padre de
Bolivia llamó cuna de la libertad; ni han com
prendido á Bolívar los que lo han supuesto ca
paz de acallar sus ambiciones por temor á su
frir la suerte que le cupo á Iturbide. Repeti
mos que el Libertador fué siempre consecuen
te en su aborrecimiento al trono, y de aquí
que el mismo Páez le escribiera con fecha
22 de Julio:

Yo he ocurrido á las cartas de usted, especial


mente á la en que me encargó diese á los pueblos
un manifiesto enérgico para desmentir las calumnias
con que se lastimaba su nombre, y en la que me
hablaba sobre que se diesen á los diputados las
instrucciones que fuesen de la voluntad general.
En ellas hallé que usted no está por otra forma
de gobierno que la de un gobierno liberal, pero
firme y vigoroso, capaz de destruir la anarquía para
16
242 J. D. HONSALVE

siempre, rechazando como ajena de la opinión pú


blica la federación y la monarquía (i).

Y no debemos olvidar que cuando comen


zaron los enemigos de Bolívar á circular la
noticia de que él pensaba en un sistema mo
nárquico, el ministerio de Relaciones Exterio
res previno al plenipotenciario Sr. Fernán
dez Madrid, que procediera á contradecir,
ante las cortes europeas, las especies propa
ladas "acerca de las inventadas miras del Li
bertador hacia la monarquía", y así lo hizo,
declarando que Bolívar había dicho con toda
solemnidad "que nunca cambiaría el glorioso
epíteto de Libertador por el de soberano":
Esto cuando la cuestión se presentó no más
que con el carácter de un simple rumor, de
esos que suelen circularse cuando se quiere
levantar una bandera de oposición contra al
gún Gobierno.
Pero hechas las cosas más serias, y siendo
el proyecto de monarquía discutido, como he
mos visto, en las altas regiones oficiales, sien
do los más decididos Urdaneta, R estrepo, Ver-
gara, Castillo Rada, Tanco y otros, sin que
faltaran las opiniones de Sucre y de Ibarra,
entonces á las manifestaciones que hemos
visto hacia el Libertador es preciso agregar
otras más elocuentes todavía.
(i) Autobiografía, 1. 1, pág. 509.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 243

Con el título de República de Colombia ó no


ticia de sus limites, extensión, montañas, ríos,
producciones, comercio, población, habitantes,
educación, leyes, religión é historia, fué publi
cada en la Enciclopedia Británica y traducida
del inglés al castellano por el doctor Lorenzo
María Lleras, una obrilla que no solamente
contiene las afirmaciones más contrarias á la
verdad histórica, sino que es también un men
guado desahogo político en contra del Liber
tador; allí no hay de historia más que lo sufi
ciente para demostrar que ese parto de la pa
sión monstruosa fué engendrado y tuvo su
gestación en el cerebro de un hijo de Colom
bia, que tomó todo el ahinco suficiente para
denigrar la reputación del grande hombre; ese
libelo fué reproducido para el destino con que
se hizo la primera edición: para un fin bande
rizo, para enconar odios partidaristas.
El folleto trae en la edición de 1896 un apén
dice titulado Monarquía de Bolívar, obra del
doctor Juan Manuel Rudas, quien para demos
trar que el autor del discurso preliminar de la
Constitución de Bolivia fué amigo de la mo
narquía, trae como argumento de primera
fuerza la carta que Bolívar escribió al coronel
Patricio Campbell, encargado de negocios de
su majestad Británica en días justamente en
que el Consejo de Ministros (residente en Bo
gotá) intentaba la reforma sin la aquiescencia
244 J. D. MONSALVE

del Libertador. Copiamos esa carta para que


el lector desprevenido diga si en ella encuen
tra la prueba de que el Libertador aconsejaba
en ella la adopción del régimen monárquico.

Guayaquil, á 5 de Agosto de 1829.


Al señor coronel Patricio Campbell, encargado
de Negocios de su 'majestad Británica.
Mi estimado coronel y amigo:
Tengo la honra de acusar á usted recibo de la
apreciable carta de usted de 31 de Mayo, fechada
en Bogotá. No puedo dejar de empezar por dar á
usted las gracias por la multitud de bondades que
usted derrama en toda su carta hacia Colombia y
hacia mí. ¡Cuántos títulos no tiene usted á nuestra
gratitudl Yo me confundo al considerar lo que usted
ha pensado, lo que usted ha hecho desde que está
entre nosotros para sostener el país y la gloria de
su jefe.
El ministro inglés residente en los Estados Uni
dos me honra demasiado cuando dice que espera
en Colombia sola porque aquí hay un Bolívar. Pero
no sabe que su existencia física y política se halla
muy debilitada y pronta á caducar.
Lo que usted se sirve decirme con respecto al
nuevo proyecto de nombrar un sucesor de mi auto
ridad que sea príncipe europeo, no me coge de
nuevo, porque algo se me había anunciado con no
poco misterio y algo de timidez, pues conocen mi
modo de pensar.
No sé qué decir á usted sobre esta idea que
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 245

encierra mil inconvenientes. Usted debe conocer que


por mi parte no habría ninguno, determinado como
estoy á dejar el mando en este próximo Congreso;
más, ¿quién podrá mitigar la ambición de nuestros
jefes y el temor de la desigualdad en el bajo pueblo?
¿No cree usted que Inglaterra sentiría celos por
la elección que se hiciera de un Borbón? ¡Cuánto
no se opondrían los nuevos Estados americanos y
los Estados Unidos, que parecen destinados á plagar
la América de miserias á nombre de la Libertadl
Me parece que ya veo una conjuración general
contra esta pobre Colombia (ya demasiado envidia
da) de cuantas Repúblicas tiene la América; todas
las prensas se pondrían en movimiento llamando á
una nueva cruzada contra los cómplices de traición
á la libertad, de adictos á los Borbones y de viola
dores del sistema americano .
Por el Sur encenderán los peruanos la llama de
la discordia; por el Istmo, los de Guatemala y Mé
jico, y por las Antillas, los americanos y los libera
les de todas partes.
No se quedaría Santo Domingo en la inacción, y
llamaría á sus hermanos para hacer causa común
contra un príncipe de Francia; todos se convertirían
en enemigos sin que laEuropa hiciera nada para sos
tenernos, porque no merece el Nuevo Mundo los
gastos de una Santa Alianza; á lo menos tenemos
motivos para juzgar así por la indiferencia con que
se nos ha visto emprender y luchar por la emanci
pación de la mitad del mundo, que muy pronto
será la fuente más productiva de las prosperidades
europeas.
En fin: estoy muy lejos de oponerme á la reorga
246 J. D. MONSALVE

nización de Colombia conforme á las instituciones


experimentadas de la sabia Europa. Por el contra
rio, me alegrarla infinito y reanimaría mis fuerzas
para ayudar á una obra que se podría llamar de
salvación, y que se conseguiría, no sin dificultad,
sostenidos nosotros de la Inglaterra y de la Francia.
Con estos poderosos auxilios seríamos capaces
de todo; sin ellos, no. Por lo mismo yo me reservo
para dar mi dictamen definitivo cuando sepamos
qué piensan los Gobiernos de Inglaterra y de Fran
cia sobre el mencionado cambio de sistema y de
elección de dinastía.
Aseguro á usted, mi digno amigo, y con la mayor
sinceridad, que he dicho á usted todo mi pensa
miento y que nada he dejado en mi reserva Puede
usted usar de él como convenga á su deber y al
bienestar de Colombia; esta es mi condición, y en
tanto reciba usted el corazón afectuoso de su aten
to, obediente servidor,
Bolívar.

No es menos digno de observarse que esta


carta la copió el doctor Rudas de los docu
mentos para los Anales de Venezuela (tomo II,
página 143), y, sin embargo, no tuvo en cuenta
la que en la misma obra se halla á continua
ción, que es la escrita al general O'Leary,
más expresiva y mucho más importante.
Esta es muy larga, precisamente porque en
ella agota la materia de todo cuanto pudiera
decir sobre la cuestión, y porque haciendo un
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 247

estudio justificativo de sus resoluciones no


podía ser más conciso.

Guayaquil, á 13 de Septiembre de 1829.


Mi querido O'Leary:
Ya usted estará impuesto de que he salido de
una enfermedad de bilis, que me ha dejado bastante
débil y convencido de que mis fuerzas se han agota
do casi todas.
No es creíble el estado en que estoy, según lo
que he sido toda mi vida; y bien sea que mi robus
tez espiritual ha sufrido mucha decadencia, ó que
mi constitución se ha arruinado en gran mane
ra, lo que no deja duda es que me siento sin fuer
zas para nada y que ningún estímulo puede reani
marlas.
Una calma universal, ó más bien una tibieza abso
luta, me ha sobrecogido y me domina completamen
te. Estoy tan penetrado de mi incapacidad para
continuar más tiempo en el servicio público, que
me he creído obligado á descubrir á mis más íntimos
amigos la necesidad que veo de separarme del
mando supremo para siempre, á fin de que se adop
ten por su parte aquellas resoluciones que les sean
más convenientes.
A primera vista aparecerá á usted y á mis amigos
este acontecimiento bajo un aspecto extraordinario
y funesto, y, sin embargo, nada es más natural y
necesario, sea cual fuere la naturaleza del efecto
que produzca Considérese la vida de un hombre
que ha servido veinte años, después de haber pasa
do la mayor parte de su juventud, y se verá que
248 J. D. MONSALVE

poco ó nada le queda que ofrecer en el orden natu


ral de las cosas.
Ahora, si se atiende á que esta vida ha sido muy
agitada y aun prematura, que todos los sufrimien
tos físicos y morales han oprimido al individuo de
que se trata, entonces se debe deducir que cuatro
ó seis años más son los que le restan de vida; cuatro
ó seis años de poca utilidad para el servicio y de
muchas penas para el doliente.
Yo juzgo sin preocupación, sin interés y con
cuanta imparcialidad me es dable; juzgo, digo, que
por grande que fuera no se debe sentir, antes bien
es de desearse como un mal menor al que debe te
merse.
Observemos el estado de la República, que pre
senta desde luego un caos próximo, y por otra par
te un aspecto triunfante. Hemos vencido al Perú y
á las facciones domésticas. Sin duda, todos conven
drán, poco más ó menos, en que hemos tenido de
recho y razón para abatir á nuestros enemigos,
que lo eran también de la felicidad de Colombia.
Los ciudadanos que tienen el mando, la influen
cia y la preponderancia, son los mismos que me
han acompañado en los sacrificios de la guerra y
de los trabajos domésticos. Ellos están en todo su
vigor y fuerza moral; se hallan revestidos de la au
toridad pública; poseen los medios necesarios para
sostenerla; y la opinión más general les acompaña
y ayuda á salvar la Patria.
Estos personajes están ahora gozando de juven
tud y de vigor intelectual; por lo mismo, pues, tie
nen la capacidad que se requiere para defender el
Estado y su propio puesto. No será así dentro de
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 249

cuatro ó seis años más: ellos serán entonces lo que


yo soy ahora; la edad les aniquilará y les someterá
á merced de sus enemigos ó bien de los sucesores.
Llegada esa época faltaría yo indefectiblemente,
y conmigo todos los que me apoyan. Por consi
guiente, faltarían de repente todas las columnas de
este edificio, y su caída sería mortal para los que
estarían debajo. ¿Qué remedio habría que aplicará
tamaño mal? ¿No quedaba la sociedad disuelta y
arruinada juntamente? ¿No sería esto el mayor es
trago posible? En verdad que sí; mejor, pues, me
parece preparar con anticipación esta catástrofe,
que no se puede evitar aunque se hicieran esfuer
zos sobrenaturales.
La fuerza de los sucesos y de las cosas impele
nuestro país á este sacudimiento ó llámese mudan
za política. Yo no soy inmortal: nuestro Gobierno
es democrático y electivo.
De contado, las variaciones que se pueden hacer
en él no han de pasar de la línea de provisorias;
porque hemos de convenir en que nuestra posición
ó estado social es puramente interino.
Todos sabemos que la reunión de la Nueva Gra
nada y Venezuela existe ligada únicamente por mi
autoridad, la cual debe faltar ahora ó luego, cuan
do quiera la Providencia ó los hombres.
No hay nada tan frágil como la vida de un hom
bre; por lo mismo toca á la prudencia precaverse
para cuando llegue este término. Muerto yo, ¿qué
bien haría á esta República?
Entonces se conocerla la utilidad de haber anti
cipado la separación de estas dos secciones duran
te mi vida; entonces no habría mediador, ni amigo,
250 J. D. MONSALVE

ni consejero común. Todo seria discordia, encono,


división.
Supongamos que la sabiduría del Congreso cons
tituyente que va á reunirse en Enero lograra acer
tar en sus reformas legislativas; ¿cuáles pueden ser
éstas? Consultemos la extensión de Colombia, su
población, el espíritu que domina, la moda de las
opiniones del día, el continente en que se halla si
tuada, los Estados que la rodean y la resistencia ge
neral á la composición de un orden estable.
Encontraremos por resultado una serie de ame
nazas dolorosas que no nos es dable desconocer.
Nuestra extensión exige una de dos especies de go
bierno enteramente opuestas y ambas á dos entera
mente opuestas al bien del país. La autoridad real
ó la liga general son las únicas que nos pueden con
venir para regir esta dilatada región. Yo no conci
bo que sea posible siquiera establecer un reino en
un país que es constitutivamente democrático, por
que las clases inferiores y las más numerosas re
claman esta prerrogativa con derechos incontesta
bles; pues la igualdad legal es indispensable donde
hay desigualdad física, para corregir en cierto modo
la injusticia de la Naturaleza. Además, ¿quién pue
de ser rey en Colombia?
Nadie, á mi parecer, porque ningún príncipe ex
tranjero admitiría un trono rodeado de peligros y
miserias, y los generales tendrían á menos some
terse á un compañero y renunciar para siempre la
autoridad suprema. El pueblo se espantaría con
esta novedad y se juzgaría perdido por la serie de
consecuencias que deduciría de la estructura y base,
de este Gobierno.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 251

Los agitadores conmoverían al pueblo con armas


bien alevosas y su seducción sería invencible, por
que todo conspira á odiar ese fantasma de tiranía
que aterra con el nombre solo. La pobreza del país
no permite la erección de un Gobierno fastuoso y
que consagra todos los abusos del lujo y la disipa
ción.
La nueva nobleza, indispensable en una monar
quía, saldría de la masa del pueblo, con todos los
celos de una parte y toda la altanería de la otra.
Nadie sufriría sin impaciencia esta miserable aris
tocracia cubierta de pobreza é ignorancia y anima
da de pretensiones ridiculas... No hablemos más,
por consiguiente, de esta quimera.
Todavía tengo menos inclinación á tratar del go
bierno federal: semejante forma social es una anar
quía regularizada, ó más bien es la ley que pres
cribe implícitamente la obligación de disociarse y
arruinar el Estado con todos sus individuos.
Yo pienso que mejor sería para la América adop
tar el Corán que el Gobierno de los Estados Uni
dos, aunque es el mejor del mundo. Aquí no hay
que añadir más nada, sino echar la vista sobre esos
pobres países de Buenos Aires, Chile, Méjico y
Guatemala. ¡También podemos nosotros recordar
nuestros primeros aftosl Estos ejemplos solos nos
dicen más que las bibliotecas.
No queda otro partido á Colombia que el de or
ganizar, lo menos mal posible, un sistema central
competentemente proporcionado á la extensión del
territorio y á la especie de sus habitantes. Un Esta
do civilizado á la europea presenta menos resis
tencia al Gobierno de parte del pueblo y de la Na
252 J. D. MONSALAE

turaleza que una pequeña provincia de América,


por las dificultades del terreno y la ignorancia del
pueblo; por lo mismo, nos veremos forzados á dar
á nuestras instituciones más solidez y energía que
las que en otros países se juzgan necesarias.
Colombia no sólo tiene la extensión de un Esta
do europeo, sino que puede contener en su recinto
muchas de aquellas naciones. ¿Cuáles no serán
nuestros embarazos y dificultades para manejar un
dilatadísimo Imperio, con los brazos de un Go
bierno apenas capaces de gobernar mal una pro
vincia?
Si he de decir mi pensamiento, yo no he visto en
Colombia nada que parezca gobierno, ni administra
ción, ni orden siquiera. Es verdad que empezamos
esta nueva carrera, y que la guerra y la revolución
han fijado toda nuestra atención en los negocios
hostiles. Hemos estado como enajenados en la con
templación de nuestros riesgos y con el ansia de
evitarlos.
No sabíamos lo que era gobierno y no hemos te
nido tiempo para aprender mientras nos hemos es
tado defendiendo. Mas ya es tiempo de pensar só
lidamente en reparar tantas pérdidas y asegurar
nuestra existencia nacional.
El actual Gobierno de Colombia no es suficiente
para ordenar y administrar sus extensas provin
cias. El centro se halla muy distante de las extremi
dades. En el tránsito se debilita la fuerza y la Ad
ministración central carece de medios proporciona
dos á la inmensidad de sus atenciones remotas.
Yo observo esto cada instante. No hay prefecto,
no hay gobernador que deje de revestirse de la au
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 253

toridad suprema y las más veces por necesida


des urgentes.
Se podría decir que cada departamento es un go
bierno diferente del nacional, modificado por las
localidades y las circunstancias particulares del
país ó del carácter personal.
Todo esto depende de que el todo no es compac
to. La relación de nuestro lazo sccial está muy le
jos de uniformar, estrechar y unir las partes dis
tantes del estado. Sufrimos, sin poderlo remediar,
tal desconcierto, que sin una nueva organización el
mal hará progresos peligrosos.
El Congreso constituyente tendrá que elgeir una
de dos resoluciones, únicas que le quedan en la si
tuación de las cosas:
i .a La división de la Nueva Granada y Vene
zuela.
2.a La creación de un gobierno vitalicio y fuerte.
En el primer caso, la división de estos dos países
debe ser perfecta, justa y pacífica. Declarada que
sea, cada parte se reorganizará á su modo y tratará
separadamente sobre los intereses comunes y rela
ciones mutuas.
Yo creo que la Nueva Granada debe quedar ín
tegra, para que pueda defenderse por el Sur de los
peruanos, y para que Pasto no venga á ser su cán
cer. Venezuela debe quedar igualmente íntegra, tal
como se hallaba antes de la reunión.
Por más que se quiera evitar este evento, todo
conspira á cumplirlo. Muchos inconvenientes tiene
en si mismo; mas, ¿quién puede resistir al impe
rio de las pasiones y de los intereses más inme
diatos?
254 J. D. MONSALVE

Yo no veo el modo de suavizar las antipatías lo


cales y de abreviar las distancias enormes.
En mi concepto, estos son los grandes obstáculos
que se nos oponen á la formación de un Gobierno
y un Estado solo. Siempre hemos de venir á caer
en este escollo, y toca á nuestro valor franquearlo
con resolución.
Fórmense los gobiernos ligados contra los ene
migos comunes, y concluyase un pacto internacio
nal que garantice las relaciones recíprocas; lo de
más lo hará el tiempo, que es pródigo en recursos.
Mientras teníamos que continuar la guerra, pare
cía, y casi se puede decir que fué, conveniente la
creación de la república de Colombia. Habiéndose
sucedido la paz doméstica, y con ella nuevas rela
ciones, nos hemos desengañado de que este laudable
proyecto ó, más bien este ensayo, no promete las
esperanzas que nos habíamos figurado.
Los hombres y las cosas gritan por la separación,
porque la desazón de cada uno compone la inquie
tud general. Ultimamente la España misma ha de
jado de amenazarnos; lo que ha confirmado más y
más que la reunión no es ya necesaria, no habiendo
tenido ésta otro fin que la concentración de fuerzas
contra la metrópoli.
El día en que se selle este acto se llenará de gozo
la parte agente de la población, sobre todo los que
la dirigen sin cesar, y son los verdaderos móviles
de la sociedad.
La erección de un Gobierno vitalicio, ó como se
quiera, pero siempre conforme á la opinión pública,
será el otro extremo que puede adoptar el Congre
so. Desde luego, la conservación de la república
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 255

de Colombia ofrece ventajas reales y consideración


exterior.
La España nos respetaría más; el Perú cumplirla
les tratados que celebre, y las naciones americanas
en general, continuarán sus miramientos. Los ciu
dadanos de ambos países hallarán menos estímulos
que los inclinen á las discordias fronterizas; y la
deuda nacional no será un gran motivo de desave
nencia. Todo es de mucha importancia. ¡Ojalá pu
diéramos conservar esta hermosa unión/
Es preciso que Colombia se desengañe y que
tome su partido, porque no la puedo mandar más.
Esto es hecho, y pasemos á los inconvenientes.
¿Qué hará, pues, el Congreso para nombrar un
sucesor?
¿Será granadino ó venezolano?
¿Militar ó civil?
Los granadinos deben desear tener un presiden
te de su país; un venezolano los ha mandado más
de diez años. Los venezolanos dirán que ellos están
sujetos á la capital de la Nueva Granada y á la in
fluencia de sus hijos, y que la única esperanza
que les queda es la de que un venezolano mande
en jefe. Aquí se reúnen muchos inconvenientes
de una y otra parte, y, sin embargo, no son éstos
solos.
¿Mandarán siempre los militares con su espada?
¿No se quejarán los civiles del despotismo de los
soldados? Yo conozco que la actual República no
se puede gobernar sin una espada, y al mismo tiem
po no puedo dejar de convenir que es insoportable
el espíritu militar en el mando civil. Siempre tendrá
el Congreso que volver á la cuestión de dividir al
256 j. O. MONSALVE

país; porque hágase lo que se quiera, la elección


de presidente ha de ser reprobada.
Yo haré, no obstante, cuanto dependa de raí para
sostenerla; velaré alrededor del Gobierno con un
celo infatigable; prestaré á la autoridad suprema
toda mi influencia; volaré á las provincias á defen
derlas con las arm?.s que se me confíen para ello.
El Gobierno, en fin, seria fuerte en cuanto dependa
de mí y de amigos, á quienes comprometeré por el
bien de la causa.
Soy de usted, etc., etc.
Bolívar (i).

Es conveniente que oigamos ahora unos pá


rrafos del general Joaquín Posada Gutiérrez;
son éstos:

Era yo, el año de 1829, gobernador de la provin


cia de Mariquita, y tuve el honor de recibir y tener
en mi casa por cuatro días al conde de Bresson y al
duque de Montebello, mientras les preparaba lo ne
cesario para seguir su viaje.
Con tal motivo tuve relaciones de amistad con
dichos caballeros franceses, y cuando vine á esta
capital los traté más de cerca y con más intimidad.
El Sr. De Bresson traía la misión de examinar el
estado de las nuevas repúblicas con que la Amé
rica española alborotaba al mundo, para ver si la
realidad correspondía á la bulla y para juzgar y
decidir si la rama mayor de la casa de Borbón, rei-
(1) Documentos para los anales de Venezuela, t. II,
pág- 145-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 257

nante en Francia, podía entrar sin desdoro en rela


ciones diplomáticas con unos pueblos sobre los que
la rama menor de la familia reinante en España no
había renunciado sus derechos de soberanía. Con
este motivo el Sr. De Bresson había estado en Ve
nezuela, y su juicio en aquella parte de la Repú
blica no fué favorable, ó, á lo menos, era vacilante.
... Este joven (el hijo del mariscal Lannes), de
educación esmerada, de carácter dulce, simpático
á primera vista, que es uno de los más preciosos
dones que Dios puede hacer á los hombres; ins
truido,- sin pretensiones, accesible para con todos,
fué el que estuvo aquí con el Sr. De Bresson, via
jando por vía de instrucción práctica, y tuve tam
bién con él buenas relaciones de amistad.
Yo merecí el alto honor de ser nombrado dipu
tado á aquel Congreso de 1830, llamado admirable
por el Libertador. Por consiguiente, desde mucho
antes de la reunión del Congreso, apenas fui ele
gido, se me inició en los misterios del proyecto de
que trato, y así puedo hablar sobre él con perfecto
conocimiento de todos sus antecedentes.
En su discurso de recepción hizo el Sr. De Bres
son un magnífico elogio de las virtudes cívicas y de
los talentos militares y políticos del Libertador,
manifestando que los votos de su Gobierno eran
"por la tranquilidad de Colombia, por su prospe
ridad, por el desarrollo de sus inmensos recursos y
por el restablecimiento y consolidación de institu
ciones libres y fuertes, que dieran á la Europa ga
rantías de que el orden público se conservase".
De este discurso se dedujo que el noble francés
indicaba la monarquía constitucional, y bajo este
17
258 J. D. MONSALVE

concepto se le informó del proyecto, consultándole


confidencialmente si en caso de que el pueblo co
lombiano, el Congreso constituyente que iba á re
unirse y el Libertador lo acogiesen, aceptaría el
Gobierno del rey Carlos X la idea de exaltar al
trono de Colombia á un príncipe de su familia, de la
casa de Orleáns.
El Sr. De Bresson contestó que no tenía instruc
ciones para satisfacer á semejante consulta, que
aunque privada, podía comprometerlo; que él, por
su parte, consideraba aquel pensamiento como la
tabla de salvación, no sólo de Colombia, sino de
los demás Estados hispano-americanos que lo adop
tasen, y que lo apoyaría con su influjo personal por
cuantos medios estuviesen á su alcance.
Pero en las conferencias oficiales que tuvo con
nuestro ministro de Relaciones Exteriores, señor
Estanislao Vergara, uno de los más ardientes pro
motores de aquel proyecto, se abstuvo de pronun
ciar una sola palabra sobre el particular, y dijo ex
plícitamente que el objeto de su misión era mani
festar al Gobierno de Colombia que su majestad
cristianísima no había podido reconocer la indepen
dencia de las Repúblicas hispano-americanas, por
las relaciones íntimas de alianza y de sangre que lo
ligaban con la familia reinante en España, princi
palmente en circunstancias en que las tropas fran
cesas ocupaban el territorio español; que sin em
bargo de las consideraciones políticas á que estas
circunstancias obligaban á la Francia, ésta había
siempre dado buenos consejos á la España, para
que hiciera terminar los sufrimientos de la América;
que el Gobierno de su majestad se inclinaba á re
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 259

conocer la indepertdencia de Colombia y á estable


cer relaciones políticas con su Gobierno, paso que
se retardaba por el estado interior del país, que es
peraba se fijaría por el Congreso constituyente; que
la falta de garantías, de orden, de estabilidad y de
paz, que las continuas turbulencias de estas repú
blicas hacían palpable á las naciones, era lo que
había retenido á la Francia para entrar en relacio
nes con los nuevos Estados hispano-americanos; que,
sin embargo, era Colombia una excepción, por los
esfuerzos que siempre había hecho el Libertador
para consolidar las instituciones en la República.
"El Libertador presidente— añadió Bresson — es á
nuestros ojos el hombre de gobierno y de buen
orden; nosotros sabemos apreciar sus talentos y su
firmeza; él es la más fuerte garantía de lo presente
y de lo por venir..." (i).

Sin duda las circunstancias que nos refiere


el general Posada Gutiérrez, unidas á las mu
chas de que hemos hablado, fueron las causas
principales para que el Consejo de Ministros
adoptara el proyecto de monarquía sin con
sultarlo previamente con el Libertador y lle
gando á darle toda la seriedad suficiente hasta
comisionar al plenipotenciario Sr. Fernández
Madrid para que en Europa hiciera algunas
gestiones sobre el asunto.
Dadas las ideas que tantas veces hemos
visto el Libertador proclamaba respecto del

(i) Memorias Histórico-politicas, t. I, pág. 190.


260 J. D. MONSALVE

sistema monárquico, ¿éste aceptaría la actua


ción de sus ministros? Es evidente que no.
Y no la aceptó.
El Consejo le comunicó lo que había hecho
ya muy tarde, acaso con la intención de que
Bolívar se conformara con la fuerza de los
hechos cumplidos; pero grande fué el desen
gaño que sufrieron, porque el Libertador im
probó la conducta por ellos observada, preva
liéndose quizás de la ausencia á una distancia
tan grande como la que media entre Bogotá y
Guayaquil y en un tiempo en que sin correos
bien establecidos y sin comunicaciones tele
gráficas se recibía tardíamente la correspon
da, y siendo bien positivo que lo poco que se
le dijo fué con timidez, de una manera velada
y nunca con carácter oficial (i).

(i) «El doctor Estanislo Vergara, profesor de la Uni


versidad de Bogotá, al hacernos clase de Derecho pu
blico eclesiástico á cosa de 50 alumnos, solfa esparcirse
en interesantes digresiones relativas á la historia na
cional .
En una de aquellas ocasiones nos refirió todos los
pormenores del proyecto sobre monarquía, y los pasos
que él, como ministro de Relaciones Exteriores, y sus
colegas, hablan dado, en 1829, respecto del asunto; lle
gando la fidelidad de su memoria y la ingenuidad de su
relato hasta reproducir las palabras que emplearon los
ministros al comunicar al Libertador lo que sigilosa
mente habían iniciado y adelantado, sin conocimiento
de él, y las que emitió Bolívar para manifestar su sor-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 261

El Libertador, cuando ya tuvo conocimien


to oficial, expresó su desaprobación, no por
modo privado y particular, sino oficialmente
y por medio de su secretario general, en los
siguientes términos:

República de Colombia. —Secretaría general del Li


bertador.—Cuartel general en Popayán, á 22 de
Noviembre de 1829— 19.
Al honorable señor ministro de Estado, en el
despacho de Relaciones Exteriores.
Señor:
En marcha de Guayaquil á Ambato, tuve el ho
nor de recibir la importante comunicación, reserva
da, del Ministerio de V. S., que condujo el coman
dante Austria; y en Patía, el fragmento de la nota
oficial dirigida por el conde Aberdeen, secretario
principal de Relaciones Exteriores de su majestad
Británica al Sr. Campbell, encargado de Negocios,
con fecha 8 de Agosto. Oportunamente he dado
cuenta á su excelencia el Libertador presidente del
presa, desaprobación y descontento. El doctor Vergara
concluyó diciendo:
«Todo lo que refiero está comprobado con los docu
mentos fehacientes que poseo; y afirmo que la respon
sabilidad fué toda mía y de mis colegas Restrepo, Tan-
co y Urdaneta, sin que el Libertador tuviese culpa, si
culpa hubo, sino la de demorar durante algunos meses
la desaprobación oficial del proyecto, que repugnaban
sus sentimientos.»—José María Sampkr: Op. cit., pági
na 45, en nota.
262 J. D. MONSALVE

contenido de todas ellas; y no habría diferido su


contestación, á no ser por la dificultad de encontrar
un conducto seguro.
Mas restablecida felizmente la tranquilidad de
estos departamentos, y después de una seria me
diación, S. E. me manda contestar á V. S. que juz
ga ya demasiado avanzados los pasos que el Con
sejo de gobierno ha dado en el asunto más arduo
y delicado de las sociedades humanas, y de cuyo
éxito dependen todas las prosperidades ó todas las
desgracias de la patria; que por mi órgano se ha
comunicado al pueblo colombiano y al Consejo de
Ministros la resolución de S. E. de invitar á la na
ción para que emitiese libremente su sentir acerca
del régimen político que deba estatuirse, con la
mira de que el Congreso cumpliese los deseos del
pueblo comitente; y que siendo la naturaleza de
este negocio enteramente opuesta á aquella resolu
ción, y pudiendo parecer además una usurpación
de las augustas funciones del Congreso, convocado
para deliberar sobre la organización de un Gobier
no nacional, es, por tanto, el dictamen de S. E. que
se deje d aquel Cuerpo representativo de la soberanía
toda la libertad necesaria al cumplimiento de sus al
tos deberes; y que la administración actual suspenda
todo procedimiento que tienda á adelantar la negocia
ción pendiente con los Gobiernos de Francia é Ingla
terra.
Piensa el Libertador que su propia obligación, la
del Consejo y la del pueblo colombiano, se reduce
á ilustrar simplemente al Congreso sobre los ver
daderos intereses de la nación; y hecho esto, some
terse ciegamente á sus decisiones, como la única
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 263

medida que puede convenir umversalmente á to


dos los individuos y clases de la sociedad.
Por estas y otras muchas consideraciones su ex
celencia me manda protestar, como protesto en su
nombre ante el Consejo, que no reconocerá por
acto propio de S. E. otro que el de someterse como
ciudadano al Gobierno que aé el Congreso consti
tuyente, y que de ninguna manera aprobará la me
nor influencia en aquel Cuerpo de parte de la admi
nistración actual.
S. E., sin embargo, no deja de conocer al mismo
tiempo, y aun de admirar, cuán grandes han sido el
esfuerzo patriótico y el heroico valor con que el
Consejo ha acometido, por el bien de la República,
una empresa tan arriesgada, y se ha empeñado en
la negociación más peligrosa que puede ocurrir en
los anales de un Gobierno.
Por lo mismo me ordena S. E. dar las gracias al
Consejo de Ministros por este sacrificio, que si no
obtiene un fin satisfactorio, puede ser la causa de
los más crueles compromisos para los miembros
que lo componen.
Con sentimientos de perfecto respeto me suscri
bo de V. S. muy obediente servidor,
José D. Espinar (i).

Razón demasiada tenía el Libertador para


admirar el esfuerzo patriótico y el heroico va
lor moral con que el Consejo de Ministros ha
bía emprendido una labor tan peligrosa, con

(í) Doc. cit., t. II, pág. 175,


264 J. D. MONSALVE

el objeto de buscar la tranquilidad de Colom


bia y la estabilidad de sus instituciones, labor,
si no la más acertada, no por eso despre
ciable.
Contaban tal vez los señores ministros con
que viviendo en una República se podía te
ner la libertad de opinar, de la misma manera
que algunos se habían tomado la licencia de
querer cambiar un Gobierno á puñaladas; pero
los hechos les demostraron que se habían
equivocado, pues desde entonces hasta hoy
casi nadie les ha perdonado el haber manifes
tado leal y francamente sus opiniones.
Perdónesenos esta digresión, y digamos que
los miembros del Consejo, al verse tan dura
mente chasqueados y desautorizados por el
Libertador, dieron rienda á su disgusto y con
testaron que "supuesto que ha sido tan expre
samente desaprobada su conducta", renuncia
ban sus puestos y que ellos no nombrarían á
quienes debieran reemplazarlos, porque al ha
cerlo ellos no nombrarían ó no podrían "po
ner los ojos sino en personas de sus mismos
principios y no en las personas que profesa
sen los contrarios", por lo cual decían al Li
bertador que nombrase él al presidente del
Consejo para que éste se encargara de la for
mación del nuevo Ministerio.
Era aquel el tiempo en que todavía la leal
tad y la honradez de los estadistas conserva
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 265

ba la fe en los principios, y en que las ideas


políticas no eran artículos venales en el forum
de los intrigantes; entonces se buscaban los
hombres para los puestos públicos.
El coronel D. José de Austria (más tarde ge
neral), que iba desde Venezuela hasta Guaya
quil, comisionado por el general Páez, á inqui
rir las opiniones del Libertador y la situación
de Colombia respecto del Perú, á su paso por
Bogotá lo fué también por el Consejo de Mi
nistros para llevarle las actas de esa corpora
ción; el Libertador las devolvió con las ins
trucciones del caso, que le fueron comunica
das en la forma que el mismo general refiere;
oigámoslo:

Al despacharme S. E. el Libertador desde Popa-


yán el i¿ de Diciembre último, después de haber
cumplido con la comisión que tuvo á bien confiarme
S. E. el jefe superior de Venezuela, contrajo sus
instrucciones y especiales encargos á dos puntos
principales:
Primero. Manifestarás. E., al jefe superior y
á sus demás amigos, los insuperables inconvenien
tes que había para establecer en Colombia una mo
narquía, y que, por consiguiente, estaban muy equi
vocadas las personas que deseaban un cambiamien
to en nuestra forma política, como la única mejora
que exigía la crítica situación de la patria.
Que nada había dicho la opinión pública sobre
esta tranformación, y que se debía estar en la per
266 J. D. MONSALVE

suasión que los pueblos, cuya voluntad seria la guía


única, no cambiarían sus formas republicanas por
una momarquía cuya palabra sola debía alarmarlos,
y revivir el entusiasmo patriótico que nació con el
primer grito de libertad, dado el primer día de
nuestra revolución, tras del cual fueron inmensos
los sacrificios del pueblo y heroicos los esfuerzos
de los ciudadanos.
Que si en otras épocas había S. E. indicado sus
opiniones en favor de un Gobierno más ó menos
enérgico y estable, no ha debido aducirse jamás
que estaban en el sentido de esta violenta mudan
za; que juzgando de las costumbres, de la moral y
de la ilustración del país, ha podido consignar al
criterio de sus conciudadanos sus pensamientos,
siendo su único norte en todos tiempos las liberta
des públicas y la mayor suma de garantías indivi
duales que fuese dable.
Que había llegado el día en que los pueblos en
general, y los hombres en particular, pudieran pro
nunciarse libre y legalmente sobre las formas que
debían establecerse ó las mejoras que exigía la Pa
tria, á consecuencia del decreto de 16 de Octubre,
cuyo pronunciamiento debía ser la norma de las
deliberaciones del Congreso constituyente, por lo
cual se había abstenido S. E. de dar opinión algu
na en la materia, á fin de que los diputados no re
conozcan otros principios que aquellos que emanen
de la fuente pura de la nación.
Que S. E. ha dicho antes que jamás cambiaría su
título de Libertador por el de emperador, ni rey, y
que éste ha sido y es el voto más sincero de su co
razón; y, por último, que aun cuando Colombia en
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 267

tera, del modo más decidido y resuelto, quisiera un


rey, S. E. no sería el monarca.
Segundo. Persuadir á S. E. el jefe superior de
las ventajas que reportaría Colombia de la separa
ción del mando supremo de la República por el Li
bertador; en este punto se detuvo S. E. bastante,
demostrando razones incontrastables y haciendo
muy evidentes las ventajas que reportaría la patria
por este desprendimiento, tanto más útil y necesa
rio cuanto que el augusto y formidable tribunal de
la opinión del Viejo y Nuevo Mundo habían abier
to sus juicios acerca de la conducta política de su
excelencia, y cuando Colombia y otros pueblos her
manos habían turbado la paz y alterado sus institu
ciones, influidos en la apariencia por el inmenso po
der que una conflagración de males inauditos y
que fortuitas circunstancias obligaron á los pueblos
á depositar en manos de S. E. y á S. E. á aceptarlo
y á ejercerlo al través de mil conjuraciones.
Que las opiniones que se dejaban traslucir en fa
vor de un cambiamiento político y de traer el país
á una forma monárquica, hacía mas irrevocable su
resolución de precipitarse de la presidencia del Es
tado, á confundirse entre sus conciudadanos y á
lanzarse el primero ante el Congreso constituyente
que iba á reunirse, y ante el nuevo magistrado que
eligiese, á jurar su obediencia y á ofrecer toda su
influencia, todos sus recursos, para afianzar su
autoridad y para conseguir el triunfo y la estabili
dad de esta regeneración basada exclusivamente en
la más espontánea y libre voluntad del pueblo.
Que después de sofocadas mil revoluciones inte
riores que reconocieron principios diferentes y con
268 J. D. MONSALVE

tradictorios, y de celebrada una paz honrosa con el


Perú, que satisfizo la vindicta del honor colombia
no, y de reunida la soberanía nacional en toda su
plenitud, era necesario este grande acto de moral
por parte de S. E. como el término más espléndido
de su vida pública. (¿Quién habría, después de esta
elocuente lección, que intentase usurpar los dere
chos del pueblo? No habría jamás tiranos en Co
lombia.)
Que mediante la universal opinión que había para
que no se ausentase del país, estaría conforme, por
ahora, en que se le aceptase su renuncia del mando
supremo, y ofrecía prestar sus servicios como ge
neral, si se creían necesarios, redoblando su celo y
sus esfuerzos hasta ver planteado el imperio de la
Constitución y de las leyes y sepultada para siem
pre la hidra feroz de la anarquía. Mil veces me
repitió S. E. que era irrevocable su resolución, que
quería erguir un día su cabeza agobiada con atro
ces é incesantes calumnias.
Que el bien ó el mal que hubiese producido su
administración en Colombia había refluido exclusi
vamente en su reputación cuando habría partido
tal vez de otros órganos, pues nunca fué absoluto
en la parte administrativa del país; siempre rodeado
de un Ministerio y oyendo la voz de un Consejo,
nunca pudo titularse autor exclusivo del bien, ori
gen del mal, aunque su nombre precedía á mil actos
que ni tuvo ni habría deseado tener parte en ellos;
y en fin: que rogaba á S. E. el general Páez y á
todos sus conciudadanos que cooperasen con él á
salvar su gloria, porque esta gloria no era la pro
piedad exclusiva de su persona, que pertenecía á
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 269

Colombia, y que siendo de Colombia debía conser


varse inmaculada (i).

Sabiéndose que el historiador Sr. D. José


Manuel Restrepo era uno de los ministros que
con tanto ardor habían acogido el proyecto de
monarquía y que, por consiguiente, nadie
mejor que él conoció los antecedentes y por
menores de este asunto, ninguna autoridad
mejor que la de sus palabras se puede traer á
colación; y más aún si se considera que él
debía estar interesado en cohonestar su pro
cedimiento con alguna autorización del jefe
del Estado; es, pues, lo que se llama un testigo
de la mayor excepción. Dice así el Sr. Res-
trepo:

En cuanto á la forma de gobierno que debiera


establecer el futuro Congreso, el Libertador recha
zaba la federación como absolutamente inadaptable
á Colombia y á toda la América antes española;
juzgaba no ser otra cosa dicho gobierno "que la
anarquía regularizada" .
Tampoco creía posible el establecimiento de una
monarquía en nuestra República. La diferencia de
castas, que exigían la igualdad legal, con derechos
incontestables; una población pobre y esencialmen
te democrática; la fuerte alarma que debía suscitar
se en las clases inferiores; el temor de los efectos
( i ) Documentos para la historia de Venezuela, t. II,
Pág. 137-
270 j. D. MONSALVK

de la aristocracia y de la desigualdad que produciría


una guerra desoladora; la dificultad de que un prín
cipe extranjero admitiese un reino anárquico y sin
garantías, pobre é incapaz de sostener una corte si
no era miserablemente; en fin: la ambición de los
generales y de otros hombres prominentes que no
podrían soportar la idea de verse privados para
siempre del mando supremo, "veis aquí— decía —
algunos de los obstáculos que se presentan para
establecer en Colombia una monarquía".
Esto era sin contar los celos de las potencias
europeas cuando llegara el caso de la elección del
príncipe que debiera ocupar el trono y la grande
alarma que semejante institución causaría necesa
riamente en las repúblicas americanas. Por tales
fundamentos y por otras varias razones decía Bolí
var que el proyecto de monarquía era una quimera.
El Libertador concluía sus indicaciones constitu
cionales diciendo: "que en su concepto el mejor
Gobierno para Colombia sería el de un presidente
vitalicio con un Senado hereditario, como el que
en 1819 propusiera en Guayana".
He aquí lo único practicable que juzgaba podía
hacerse para consultar la estabilidad del Gobierno
colombiano, estabilidad que llamaba quimérica
mientras se fundara en la unión de Venezuela y de
la Nueva Granada.
Un presidente vitalicio y un Senado hereditario
fueron las bases constantes de Bolívar para orga
nizar las nuevas repúblicas de la América antes
española. Esta era su íntima convicción, la que
parecía abandonar en algunas épocas, ya cediendo
al torrente de la opinión decidida por los gobiernos
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 271

democráticos puros y alternativos, y ya porque no


se creyera que él aconsejaba el gobierno vitalicio,
á fin de que se le nombrase presidente con este
título.
Mas considerándose en la actualidad incapaz de
reprimir en Colombia el torrente de anarquía que
devoraba á la América entera; despedazado su
corazón al oirse llamar usurpador y tirano porque
se había prestado á mantener el orden y la unión
colombiana después que se disolvió la Convención
de Ocaña; teniendo siempre á la vista el 25 de Sep
tiembre, y sintiéndose física y moralmente debilita
do, había resuelto separarse definitivamente del
mando de la República. Impelido por tan poderosos
motivos era que de nuevo decía á sus amigos ínti
mos sus antiguas ideas, que jamás había abandona
do, aunque las callara.
Mas de ningún modo quiso comunicarlas sino á
aquéllos, y nunca de oficio. Siempre repetía: "Mi
opinión sobre forma de gobierno y organización
política de la República es que se . haga lo que los
representantes del pueblo crean ser más convenien
te; á ellos toca fijar los destinos de Colombia y
examinar cuáles son los medios de engrandecerla,
y á mí someterme á su voluntad soberana, cualquie
ra que ella sea. Esta es rni resolución irrevo
cable."
Bolívar, hasta los últimos días de su vida obró
en consonancia con esta su profesión de fe política,
respetando la voluntad nacional, á la que sacrificara
sus convicciones privadas.
Tales eran los sentimientos, las máximas y pro
yectos de Bolívar en este período importante de su
272 J. D. MONSALVE

vida (i). Por consiguiente, su ambición y sus as


piraciones á la monarquía de Colombia, y aun de
otras secciones de la América antes española, que
le atribuyeron sus enemigos, han sido calumnias
gratuitas sin fundamento alguno.
Sus pensamientos siempre fueron nobles, eleva
dos y republicanos; sus planes eran dirigidos á con
solidar la verdadera libertad de los pueblos, asegu
rando sobre la sólida base de la opinión nacional
la estabilidad del Gobierno y de las instituciones de
su patria (2).

Quéjase el Sr. Restrepo de que, á pesar de


lo repetidas que habían sido las cartas parti
culares que los ministros habían escrito al
Libertador desde Mayo, manifestándole el
proyecto que tenían entre manos, sin embar
go, él no había contestado.
Nos parece, empero, muy clara la razón de
ese silencio, y es que el Libertador había he
cho su profesión de fe política desde muchos
años atrás, constantemente en público y en
privado, y por lo mismo tenía derecho á su
poner que sus opiniones eran demasiado co

tí) «Hemos tomado los hechos y noticias preceden


tes de la correspondencia oficial y de la particular de
Bolívar con sus ministros y con otros varios de sus
amigos, á quienes comunicaba sus más íntimos senti
mientos, y lo que pensaba sobre el gobierno de Colom
bia.» (Nota del Sr. Restrepo.)
(2) Op. ctí., t. IV,pág. 229.
IDEAL POLÍTICO DE BOLIVAR 273

nocidas; muy penoso debía ser para él tratar


de impertinentes á sus ministros.
Y creemos más: que la queja es inmotiva
da, puesto que al doctor Vergara, su ministro
de Relaciones Exteriores, así le contestó su
carta de 31 de Agosto:

Por consiguiente—le decía—, estoy demasiado


desengañado para mezclarme nuevamente en se
mejantes obras. Yo no me excuso de contribuir con
mis servicios, ó, por mejor decir, con mis opiniones,
á lo que yo creo que es más conveniente á la Re
pública; y en prueba de ello he mostrado mis opi
niones pública y solemnemente en todas ocasiones.
Si se quieren consultar no hay necesidad de que yo
las repita, pues se pueden encontrar en los docu
mentos de mi vida pública (1).

De aquí que al general Páez le dijera con


fecha 5 de Septiembre:

A mí me provocan con la mayor tenacidad para


que les dé mis consejos y opiniones sobre el parti
cular; pero viendo yo que la opinión nacional no se
ha pronunciado enteramente, como es de suma ne
cesidad, y como estoy cansado de prevenir que se
le invite para que lo haga por medio de la Prensa y
de los colegios electorales, sólo les he contestado
que mis opiniones están emitidas en los documentos
de mi vida pública; y que de resto nada más puedo
(1) O'Leary: Op. cit, t. XXXI, pág. 495 .
18
274 J. D. MONSALVE

hacer ni decir, especialmente habiendo yo convoca


do ese Congreso para que dé una Constitución y
nombre un Gobierno (i).

¿Qué más, pues, se quería que contestara


el Libertador sobre los proyectos de reforma
si á los empleados y á sus amigos les decía,
repetía y volvía á repetir que él aceptaría lo
que resolviera el Congreso por él convocado
para 1830?
El Libertador, por más que ahora se hayan
vuelto á poner en tela de discusión sus ideas
republicanas, fué siempre constante en su
aversión á la monarquía, como constante fué
en la idea de que la democracia pura sería
anárquica, de que para las repúblicas ameri
canas convenía la presidencia vitalicia, al es
tilo de la de Haití, y de que la federación no
podía hacerles ningún bien á pueblos vicia
dos por los resabios coloniales.
Esas ideas fueron publicadas en 1815, como
lo vimos atrás; fueron expuestas ante el Con
greso de Angostura; constan en la Constitu
ción boliviana; fueron manifestadas en mu
chísimos actos públicos, y, sin embargo, no
fueron puestas en el lecho de Procusto, sino
en los años de 1828 y 1829, como si nunca hu
bieran sido conocidas, cuando se quiso hacer
de ellas arma de partido; y como esa arma ha
(x)^O'Lhary: Op. cit., t. XXXI, pág. 511.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 275

sido blandida ciegamente, no ya para despres


tigiar al Libertador, sino á una escuela políti
ca que ha aspirado á mantener la cohesión en
las repúblicas americanas y á hacer efectivo
el verdadero espíritu republicano y democrá
tico con los principios y bajo los auspicios de
la justicia, con motivo de combatir á ésta se
ha vuelto á herir la memoria de Bolívar, ase
gurando que éste fué defraudado en sus am
biciones por la elección que el Congreso de
1830 hizo en el Sr. Joaquín Mosquera para
presidente de la República; embuste falaz que
peca también contra la verdad histórica, pues
ya hemos visto suficientemente en este capí
tulo cuán hondamente estaba arraigado en el
Libertador el deseo de desprenderse del Po
der y cuánto era su empeño en que se eligie
se otro presidente. Y si esas pruebas no han
de ser bastantes, recordamos otras: al gene
ral O'Leary le escribía:

Allá va una idea para que usted le dé vueltas y


la considere bien: ¿No sería mejor para Colombia y
para mí, y aún más para la opinión nacional, que se
nombrase un presidente y á mí se me dejase de
simple generalísimo?
Yo daría vueltas alrededor del Gobierno como
un toro alrededor de su majada de vacas Yo lo
defendería con todas mis fuerzas y las de la Repú
blica...
|Por Dios! ¡O'Leary, por Colombia y por mí, pro
276 J. D. MONSALVE

ponga usted este pensamiento; insinúelo usted en


el espíritu de los legisladores y de todos, y yo le
autorizo además para que dé un papel á la impren
ta, lleno de fuerza y de elocuencia, probando la
utilidad de la adopción de esta medidal (i).

Al doctor Estanislao Vergara le decía:

Aparte de esto, yo he convocado ese Congreso


y le he dado atribuciones y facultades para nom
brar al jefe del Gobierno; sería, pues, repugnante
y aun deshonroso para mí que yo dictase un Códi
go y que admitiese su nombramiento (2).

Al mismo señor Mosquera le repetía:

Por mi parte estoy distante de pensar en ir á Bo


gotá á influir en el Congreso, del que no recibiré
más la autoridad, considerando que habiéndolo
convocado para que diese una Constitución y nom
brase un Gobierno, no me es permitido aceptar la
menor concesión de su parte, y menos aún indicar
le su marcha legislativa.
Ha llegado el tiempo en que yo haga mi gusto y
cumpla con mi honor. Ya la autoridad está de más
en mis manos; yo me comprometí á combatir por la
emancipación de Colombia; la España misma está
pensando en reconocerla; con este paso queda res
guardada para siempre (3).
(1) O'Leary: Op. cit., t. XXXI, pág. 484.
(2) Idem id., pág. 495.
(3) Idem id., pág. 502.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 277

Al general Páez:

Ha llegado el tiempo de hacer mi gusto y cum


plir con mi honor; yo me comprometí á combatir
por la emancipación de Colombia; muchas naciones
la tienen reconocida, y la España misma está pen
sando en reconocerla, con cuyo paso queda asegu
rada para siempre; los partidos todos se han apa
ciguado; la guerra del Perú se ha concluido, y bien
pronto la paz quedará sellada, aunque sin garan
tías, no poseyendo los medios de arrancarlas, ni
siendo posible que las dé un Gobierno revolucio
nario. Es cuanto he podido hacer en veinte años de
trabajos; ¿por qué ha de haber todavía derecho para
exigírseme que expire en el suplicio de la cruz?, y
si no fuese más que la cruz, yo la sufriría como la
última de mis agonías . Jesucristo sufrió treinta y
tres años esta vida mortal; yo paso de cuarenta y
seis en ella, y lo peor de todo es que la he llevado
sin ser un dios, impasible. No más, pues, mi amigo;
no más puede ser mi martirio, ni mi sufrimiento.
Yo me alegraría que usted no se excusase en ve
nir al Congreso, si, como me aseguran, es usted
nombrado, para que me defienda en él del horrible
suplicio del mando con que acaso me quieran rega
lar todavía (i).

Más tarde (15 de Diciembre), al mismo:

También me he resuelto á no admitir el nombra-


( 1 ) O 'Leary: Op. cit., ( Cartas delLibertador), t. XXXI
Pág- 495-
278 J. D. MONSALVE

miento que esta corporación haga en mi de presi


dente de la República, para que tampoco se pueda
decir que yo he dado estas facultades á esos seño
res para que me elijan á mí mismo.
Por todas estas consideraciones, y otras muchas
de que no hago mención, es mi determinación irre
vocable renunciar la presidencia del Estado y no
admitirla más nunca, aun cuando se me elija de
nuevo y se me inste con el mayor empeño para que
la vuelva á ejercer; pero estoy también determina
do á continuar mis servicios á la República en mi
empleo de general en jefe del Ejército y prestarle
toda mi obediencia al nuevo magistrado, apoyán
dolo con toda mi autoridad, influencia y recursos
de que pueda disponer...

Ninguno ama á Venezuela más que yo, ninguno


conoce más sus verdaderos intereses; y como el de
usted y los míos están íntimamente ligados con el
suelo que nos dió la vida y nos dió gloria, debemos
formar una liga, la más sincera y cordial, entre
Venezuela, usted y yo; pero tenga usted entendido
para siempre que la suerte de Colombia está pen
diente de la de Venezuela, y la de Venezuela de
Colombia (i).

En otra ocasión al atrás mencionado doctor


Vergara:

Deseo ardientemente, con un deseo el más puro


y vivo, que autoricemos esta Convención para que
(i) Blanco: Op. cit., t. XIV, pág. 39.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 279

ejerza funciones constitucionales y que nombre á


otro individuo presidente del Estado, para que Co
lombia maneje sus intereses con más acierto, y yo
pueda servirle en el Ejército, que es donde he teni
do alguna fortuna.
Trabajen ustedes por allá para persuadir á todos
de que esto es lo que conviene, para que se haga
sin mucha dificultad. No hay día en que no conser
ve mis deseos, antes manifestados á usted (i).

Y el general Urdaneta, en sus Memorias, y


como testigo presencial, hablando de la elec
ción del señor Mosquera, se expresa así:

Entretanto el Congreso continuó sus trabajos, y


Urdaneta, que tenía licencia para no concurrir á él,
fué nombrado comandante de armas de Cundina-
marca, á petición expresa del Libertador, como una
garantía para su persona; y aunque una mayoría
del Congreso estaba decidida á reelegirlo presiden
te de Colombia, el Libertador trabajó con todas sus
fuerzas para impedirlo, y presentó como candidatos
á los señores Joaquín Mosquera y Domingo Cai-
cedo. Pudo conseguir uniformar la opinión por el
primero, aunque con mucho trabajo; pero en cuanto
al vicepresidente, las opiniones se dividieron, y
disputada la elección entre el Sr. Caicedo y el se
ñor Canabal, la debió aquél á una especie de tumul
to del populacho en el salón de las sesiones que in
timidó á varios diputados (2).
(1) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXXI,
Pág- 523-
(2) Memorias delgeneral Rafael Urdaneta, pág.
280 J. D. MONSALVE

Nada prueban en favor de la existencia de


las supuestas ideas monárquicas del Liberta
dor ni los tres tomos que el Dr. Carlos Villa-
nueva ha escrito en Furopa bajo el epígrafe
de La Monarquía en América, en que ha traí
do notas y oficios existentes en las cancille
rías de Francia é Inglaterra, unas ya muy co
nocidas de antaño entre nosotros, otras de mí
sera importancia, la mayor parte baladíes y
todas inconducentes, si no es para juzgará
Bolívar por sus intenciones, lo que es inad
misible entre personas respetuosas del fuero
interno; ni el hecho de que en Venezuela,
cuna de los odios más grandes contra el hom
bre que nació de sus entrañas y por cuya gran
deza y amor sufrió mil martirios, y ambicionó
glorias y cosechó laureles y desengaños, se
haya escrito algún folleto para elogiar la obra
del Sr. Villanueva; ni el que los diligentes re
buscadores de cargos contra el grande hom
bre hayan tomado lo cierto por lo dudoso, su
poniendo que un Gobierno fuerte y vigoroso,
como lo deseaba el Libertador, equivaliera á
un Gobierno tiránico; ni el que otros supon
gan que una presidencia vitalicia fuese^ sinó
nima de monarquía, lo cual es absurdo; los
que han supuesto que hay gobierno monár
quico allí donde el Poder ejecutivo es electi
vo y no hereditario, deben tener una idea muy
falsa de lo que es aquel sistema, y, por consi
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 281

guiente, los argumentos de esos son inadmi


sibles; los que han sostenido que Bolívar de
seó el Gobierno de por vida para él, lo han
calumniado y han vivido ignorantes de nues
tra historia, y los que á él le atribuyen gra
tuitamente y sin fundamento alguno el pro
yecto que en el Perú tuvieron Pando, Larrea,
Unanue y otros de establecer el Imperio de
los Andes y los proyectos monárquicos de
Bogotá, lo han hecho desatinada é injusta
mente, porque es injusto echar sobre una per
sona la responsabilidad de actos ajenos. El
general Urdaneta protestaba contra semejan
te conducta en Febrero de 1830, así:

Si, pues, de toda mi correspondencia resulta que


el Libertador ha sido contrario al proyecto, ¿por
qué se le ataca? ¿Por qué tanta injuria? Si sólo se
hubiera escrito contra mí y contra los que hemos te
nido esas opiniones, nunca sería justo, porque yo
no he hecho otra cosa que buscar el apoyo de us
ted y de unos pocos amigos de allá en favor de una
opinión que, á mis ojos, podría salvarnos de los
horrores que hemos^visto en los últimos tiempos y
de la anarquía general á que hasta hoy ha estado
condenada la América; mas yo no he violentado á
nadie (1).

Y aún aducimos más pruebas de que el Li-


(1) Documentos para la historia de Venezuela, t. II
pág. 128.
282 J. D. MONSALVE

bertador nunca tuvo en su mente ideas de


monarquista: al siempre recordado Sr. Guz-
mán le repitió que ya en muchas y diferentes
formas había tratado el asunto de la monar
quía en Colombia, y que siempre había dicho
con franqueza su modo de pensar; que la na
ción podía darse la forma de gobierno que
quisiera, para cuyo efecto los pueblos habían
sido excitados de mil maneras.
"Pero persuádase usted—agregábale—y
persuádase todo el mundo, que yo no seré el
rey de Colombia, ni por un extraordinario
evento, ni me haré acreedor á que la posteridad
me despoje del titulo de Libertador que me die
ron mis conciudadanos y que halaga toda mi
ambición" (i); en la misma lecha (7 de Diciem
bre) escribía al Sr. Alamo:

No tema usted nada por lo que hace al ruido de


monarquía. Esta cosa la conozco yo más que nadie.
Que diga Guzmán lo que le dije en Lima cuando
fué con su embajada.

Yo he convidado dos veces para que Colombia


diga su opinión sobre gobierno. ¡Que la diga, pues,
Venezuela! Todo el Sur lo ha hecho como ha que
rido . Uno dijo que popular, electivo, alternativo, y
otros que monarquía, y otras locuras.
Haga Venezuela la suya. Que se separe: ó fede
ración, ó lo que quiera. Yo no me opongo á nada,
(i) Blanco: Op. cit., t. XIV, pág. 16.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 283

nada, nada; pues no deseo más que mi licencia ó la


libertad, como los soldados ó los esclavos (i).

Y más todavía: si al Consejo de Ministros


le había improbado el atrevido proyecto mo
nárquico, dirigiéndose por medio de su se
cretario general al ministro de Relaciones Ex
teriores, también por conducto del mismo se
cretario al ministro del Interior le dirigió des
de su cuartel general en Japio, á 18 de Di
ciembre, un oficio en que le decía:

Versándose el acta del Consejo ministerial sobre


fundar una monarquía cuyo trono (cualquiera que
fuese su denominación), debía ocupar S. E. el Li
bertador presidente, y por lo mismo sostener á todo
trance sus cimientos á beneficio del sucesor, su ex
celencia creyó de su deber improbarlo, porque su
misma consagración á la causa pública sería infruc
tuosa desde que, mancillada su reputación por un
acto contradictorio de su causa y de sus principios,
entrase en la trillada senda de los monarcas.
Convenga ó no á Colombia elevar un solio, el
Libertador no debe ocuparlo; aún más, no debe co
operar á su edificación, ni acreditar por sí mismo
la insuficiencia de la actual forma de gobierno.
Monarquizar la República y establecer una pacífica
sucesión es, á la verdad, una empresa sobrehu
mana (2).
(1) Blanco: Doc. cit, t. XIV, pág. 27.
(2) Idem, id., pág. 42.
284 J. D. MONSALVE

No creemos por demás afirmar que ni Res -


trepo, ni Samper, ni Becerra, ni mil otros pu
blicistas inteligentes é ilustrados en asuntos
constitucionales y de Historia, han hallado en
los documentos de nuestros anales bases para
apoyar el pensamiento de que Bolívar fuese
monarquista en alguna etapa de su vida:

Volviendo—dice Becerra —sobre las ideas consti


tucionales de Bolívar, cuyo carácter, filiación y des
arrollo he procurado narrar con toda fidelidad, pa-
réceme que no hay para qué entrar á demostrar que
ellas no son en manera alguna las de un amigo de
los sistemas monárquicos (i).

Y el señor Baralt, á quien no se le puede


atribuir parcialidad boliviana, confiesa:

Ningún instrumento oficial ni particular prueba


que Bolívar tuviese parte en aquellas culpables ma
niobras. Puede, por el contrario, deducirse de mu
chos actos y escritos suyos que despreció siempre
con indignación la propuesta que frecuentemente
se le hiciera de poner sobre sus sienes la corona,
porque estaba convencido de que su gloria no ga
naba cambiando el título de Libertador por el de
rey (2).

(1) R. Becerra: Ensayo critico de la responsabilidad


atribuida á Bolívar, etc., pág. 104.
(2) Baralt: Op. cit., t. II, pág. 275.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 285

Para nosotros es evidente que se inventó


un cínife y que de éste se hizo un elefante, no
con el fin de contradecir las ideas de Bolívar,
ni por un verdadero celo en favor de las ins
tituciones populares, sino para izar una ban
dera de rebelión contra el gobierno del Liber
tador y para justificar la disolución de la gran
Colombia, "el sueño de su mente y personifica
ción de sus glorias", como dice el ilustre cie
go y patricio (i); bandera esa que en un tiem
po se enarboló como insignia de odio; odio
bien cultivado por las gentes de aquellos
tiempos; gentes que dejaron la fatal semilla
hereditaria, unas veces para que se recrudez
can más las dolencias de la Patria, otras para
fuente de personal explotación, y jamás para
emplearlo con valor y gallardía contra los ene
migos exteriores, que tantas veces á las hijas
del vencedor en Carabobo y Bomboná han
ofendido.
Para terminar este punto: que Bolívar nun
ca fué partidario de la monarquía lo hemos
demostrado y creemos que bastarán las citas
que han abundado en todo el curso de este
estudio, abonadas por el testimonio que de
ello dieron los ministros extranjeros que en
esa cuestión tomaron parte, y por tantos ami
gos y compañeros de armas que á eso le em-

(i) Becerra: Op. cit, pág. 118.


286 J. D. MONSALVE

pujaban, como Páez, Urdaneta, Flórez, Ibarra,


Mariño, Austria, el mismo Santander, Cle
mente, Briceño Méndez, Espinar, Mosquera,
Guzmán, Bermúdez y mil más, de los cuales
muchísimos fueron en seguida sus enemigos.
Repásense además su carta de 6 de Febrero
de 1815 en Kingston, su discurso en el Con
greso de Angostura el año de 1819, sus car
tas á Santander en 1822 á propósito de otras
llegadas de Londres en que le sugerían la
idea de que se hiciera coronar, su firmeza en
la entrevista con San Martín, la carta á Pe-
ñalver de este mismo año, en que decía:
"Yo creo que el tiempo de las monarquías
fué"; el brindis de Lima: "porque los pueblos
americanos no consientan jamás en elevar un
trono en todo su territorio"; el brindis de
poco antes de la batalla de Ayacucho: "que
las valientes espadas que me rodean atravie
sen mil veces mi pecho si alguna vez opri
miere las naciones que ahora conduzco á la
libertad. |Que la autoridad del pueblo sea el
único poder que exista sobre la tierra!"
Ni deben olvidarse tampoco las contesta
ciones á las epístolas de Páez en varias oca
siones, su discurso á la Asamblea de Chuqui-
saca (1825), la proclama á los colombianos
(1826), la carta explícita de 12 de Mayo de
1826 á Sucre y otras (1828 y 1829) á Salom, á
Vergara, á Alamo, á O'Leary, cuando estimu
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 287

lados por Mr. Bresson se trabajaba en Bogotá


por establecer la monarquía; su proclama de
20 de Enero de 1830 á los colombianos y tan
tos otros documentos en que abundan las
fuentes de nuestra historia. Con razón dice
D. José Manuel Restrepo ea su Historia de
Colombia, y apoyándose en pruebas más que
suficientes, que la ambición de Bolívar y sus
aspiraciones á la monarquía "han sido calum
nias gratuitas sin fundamento alguno" (1).

(1) Conviene consultar sobre este punto, ya que no


podemos extendernos más por no caber en los límites
de este estudio, á Larrazábal, La vida y corresponden
cia general del Libertador Simón Bolívar; la Gaceta de
Colombia, número 174; Historia de la revolución de la
república de Colombia, de Restrepo, especialmente en
la parte en que trata de Bresson. Este historiador com
prueba que cuando Bresson se ocupaba en Bogotá en el
establecimiento de una monarquía, Bolívar, á quien
pensaban en coronar, ignoraba lo que se tramaba, y
francamente declaró, cuando quisieron ponerlo al co
rriente de las actuaciones, "que no se contara más
con él».
Véase igualmente en Restrepo las negociaciones con
Bresson y Campbell, cuyo término fué la opinión clara
del Libertador de la separación de Nueva Granada y
Venezuela, lo que 110 hubiera hecho si hubiera ambicio
nado una corona.
También debe consultarse la Historia eclesiástica y
civil de la Nueva Granada, por José Manuel Groot, en
la parte en que se ocupa en esa cuestión; la carta del
Libertador á Fernández Madrid (Febrero 18 de 1830),
en que le demuestra cómo «el partido de Páez, rene-
288 J. D. MONSALVE

Ya se ve, pues, cómo conspiraba todo á con


trariar los planes del Libertador y á detener
en su curso las legítimas aspiraciones de gran
deza y bienestar para la patria. Los obstáculos
que había tenido que vencer volvían á pre
sentarse en su camino y bajo más múltiples
formas; semejante á Sísifo, con cuya suerte
solía él comparar la suya, cuando parecía co
ronar la altura rodaba hacia el precipicio.
El mismo se vio precisado á aconsejar la
demolición de su obra más querida, la unión
colombiana, antes de verla caer á impulsos de
convulsiones revolucionarias. Sus mejores
amigos, ó que debían serlo, puesto que fueren
creaciones de él, aquellos que más obligados
estaban á conocer sus ideas, ó lo abandonaban,
ó lo combatían, ó, lo que es peor, se servían
de su propio nombre para combatirlo, aunque
es cierto lo hacían casi siempre en el terreno
puramente especulativo y en el campo de las
opiniones, siendo muy escasos los que se atre
vían á la rebelión armada.
De este corto número fué el general José
gando de su propio proyecto, nos lo ha atribuido pérli-
damente, para combatirnos y disolver la República».
Lo cierto es que posteriormente se ha escrito sobre
el asunto, y hemos observado con extrañeza que los
que en este punto atacan al Libertador, ó no han leído,
ó han hecho caso omiso de los propios escritos de Bolí
var, ó de los documentos oficiales, que son los mejores
comprobantes en la materia.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 289

María Córdoba, "este militar valiente y ambi


cioso que, enorgullecido con las glorias que
justamente adquiriera en los campos de Pi
chincha y de Ayacucho, se proponía ser el
campeón de la Nueva Granada, y mandarla
aun en vida del Libertador."

Olvidando—dice Restrepo, y lo dirán todos los


historiadores—los favores, ascensos y distinciones
que había recibido de Bolívar. Este alzamiento del
general Córdoba por fortuna no alcanzó á teñe
una grande influencia en la marcha general de la
República, ni á pesar un adarme en la suerte de los
ideales del Libertador, porque terminó en pocos
días con el drama sangriento de Santuario; pero sí
fué suficiente para caracterizar la época en que se
vivía y la muchedumbre de jefes militares en que
figuraban ambiciosos y enorgullecidos vencedores
de los realistas; porque Córdoba acababa de ser
triunfador sobre Obando y López en la campaña de
Pasto, pocos meses habían transcurrido desde que
había desempeñado la secretaría de Guerra del Li
bertador, había sido de los promotores y firmantes
de la renombrada acta de Bogotá, que desconoció
la Convención de Ocaña é invistió á Bolívar de la
dictadura, y fué enemigo implacable y encarnizado
de las víctimas que por su intervención perecieron
como responsables del atentado del 25 de Sep
tiembre (1).
(1) Véase la biografía del coronel Ramón N. Gue
rra (Boletín de Historia y Antigüedades, t. III, págs. 48
á 52). De allí no sólo se deduce cómo la Providencia
19
290 J. D. MONSALVE

Difícil es— dice Baralt— determinar la causa ver


dadera de la conducta de un hombre á quien por
sus procederes anteriores rft> puede suponérsele
movido solamente por un patriotismo puro y des
interesado (i).

Las causas aparentes de la rebelión de Cór


doba las explica el general Posada Gutiérrez
en sus Memorias; y las que no se ven son de
fácil deducción; es, puede asegurarse, por la
índole de los libertadores, que si Córdoba no
se hubiese rebelado contra Bolívar y hubiese
muerto en el combate de Santuario, se habría
levantado contra cualquiera otro gobernante;
ni Santander ni Páez pudieron gobernar en
Nueva Granada y Venezuela después que ellos
ocuparon la primera magistratura sin tener
que vencer en guerra intestina á los caudillos
que aspiraban al mando de estas repúblicas (2).
castigó en Córdoba el delito de prevaricador, sino tam
bién la inmensa responsabilidad que sobre ese general
recayó por la sangre derramada en los banquillos de
Bogotá en connivencia con el general Urdaneta.
Ya la Historia tiene establecida la verdad de que el
coronel Guerra, aunque responsable en parte del delito
cometido por los conspiradores de Septiembre, si acaso
mereció la sentencia con que fué condenado por los
aduladores del Libertador, el fusilamiento de ese bene
mérito procer de la independencia fué un verdadero
asesinato.
(1) Op. cit., t. II, pág.
(2) Nos abstenemos de comentar la rebelión del des-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 291

Las cartas del Libertador, tan llenas de sin


ceridad, y la circular tan amplia y liberal del
Consejo de gobierno en que solicitaba de los
pueblos eligiesen á su gusto el sistema que
creyeran más adecuado, aun cuando sus opi-

graciado general José M. Córdoba. El mejor comentario


es la pastoral que el ilustrísimo señor obispo de la
diócesis de Antioquía, doctor fray Mariano Garnica,
ilustre prócer de la independencia, dirigió á los habi
tantes de aquella provincia en días tan aciagos . Se ex
presaba asi:
«Apartemos la vista del campo del Santuario, cu.
bierto de cadáveres y muchos más horrores por los
lamentos de los heridos, que aclaman por los últimos
socorros de la Iglesia, y conocerán entonces su teme
ridad en no^haberse dispuesto para aquel lance deci
sivo de su suerte eterna.
«Apartemos la vista de un general esforzado y joven
que era toda la esperanza de su familia, y la honra de
esta misma provincia, despedazado y anegado en su
sangre; víctima de sus caprichos y de sus conciudada
nos y amigos, que no supieron contenerle en sus arre
batos ó por la fuerza; y objeto de compasión y de lásti
ma por todas las circuntancias de su muerte.
«He aquí un ligero bosquejo de las desgracias que
acaba de sufrir la provincia, por haber faltado á sus
juramentos, y no haber reprimido con tiempo los ím
petus de un hombre alucinado. ¡Gracias al Cielo que no
hemos experimentado los estragos de unas tropas vic
toriosas, mucho más terribles que el mismo campo de
batalla!
»E1 hombre honrado é imparcial se asombra de ver
lo que ha hecho (Bolívar) en tan poco tiempo. Organi
zar el Gobierno provisionalmente, dándole toda la ener
292 J. D. MONSALVE

niones fueran exageradas, sirvieron de base á


sus enemigos para producir la división.
El fuego prendió en casi todas las ciudades
de Venezuela, y muy especialmente en la de
Valencia, lugar en que residía el general Páez;

gía posible, y de que carecía la Constitución de Cúcuta,


aun en el concepto de los mismos apóstoles de la liber
tad; libertar á los departamentos del Cauca y del Ecua
dor de las depredaciones que se cometían por una fac
ción, á la sombra de la Constitución y de las leyes;
contener á los peruanos que, llamados por los mismos
novadores, habrían llegado hasta la capital de la Re
pública, para proteger las rebeliones y excavar la tum
ba á la nación entera; dictar una multitud de decretos
de toda importancia para el comercio, para la Hacienda
nacional, para la recta administración de justicia, para
el régimen civil y aun para el municipal y económico
de los cantones; y, lo que es más notable, invitar hasta
lo sumo la convocatoria para el Congreso constituyen
te, cuyas elecciones se hallan ya realizadas en todos
los departamentos.
«¿Hicieron esto los tiranos de Siracusa y de Esparta?
¿Se le ha visto descansar siquiera un momento de las
fatigas de la guerra? ¿Se ha oído decir que haya dilapi
dado los tesoros? ¿Se le ha visto amontonar propieda
des, levantar palacios suntuosos, oprimir á los ciudada
nos ó disponer en Colombia de las vidas y haciendas?
¿En qué se parece á los tiranos?
»Yo no encuentro esa decantada tiranía sino en los
ridiculos folletos y en la ingratitud y felonía de los que
han declamado contra ella; no encuentro sino envidia y
emulación en los que han levantado el estandarte de la
rebelión; no encuentro sino la desgracia común á los
grandes hombres de ser perseguidos; y el proloquio de
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 293

allí se reunieron los representantes y vecinos


de la provincia y optaron por la separación de
Venezuela, pretextando que las leyes que á
ésta convenían no eran á su propósito, por di

Luis XI, «que los grandes beneficios hacen grandes in


gratos».
»No encuentro en los émulos del Libertador sino as
piraciones ambiciosas, resentimientos particulares, in
gratitud, perversidad y perversidad. Y ¿es posible que
se hayan leído sin horror esos' abominables impresos
que han circulado en los días de desorden y anarquía?
»¿Es posible que se haya sufrido apellidar al campeón
de la libertad con el odioso nombre de tirano? «La per
sona del que gobierna debe ser sagrada é inviolable
aun en la más estricta democracia», y esto es tan con
forme con el derecho natural, que es una consecuencia
del mismo. Roma en sus días más gloriosos extendió
esta prerrogativa hasta á sus tribunos, y sin ella los
magistrados serían el escarnio de los malvados y des
contentos. La urbanidad y la decencia condenan las in
jurias y los sarcasmos, y la religión santa de Jesucristo
mira con horror las detracciones y los insultos.
«Et si autem dixerit fratri suo roca: raus sit concilii.
¡Y qué ejemplos tan perniciosos para los pueblos ino
centes el oir declamar con tanto furor y avilantez con
tra el que tantas veces ha sacrificado su preciosa vida
por Colombia!
»E1 decoro de la misma nación, la urbanidad y la po
lítica, y sobre todo la moral pura del Evangelio, se ofen
den altamente con esta conducta, y, lo que es más lasti
moso, la juventud recibe heridas mortales con seme
jante libertinaje en imprimir y circular tan abomina
bles libelos.
»¡Qué caos tan formidable se abriría en las socieda
294 J. D. MONSALVE

ferencias locales de costumbres, climas y pro


ducciones, y porque á causa de la grande ex
tensión del territorio de Colombia perdía la
administración su fuerza y su energía.
El santo y seña de este pronunciamiento,
que pronto se propagó por todo el ámbito de
nuestra vecina República, era "separación de
Venezuela", "desconocimiento de Bolívar",
"mando del general Páez"; éste y Soublette se
pusieron á la cabeza del movimiento, y el
nombre de Bolívar, de su Libertador, de aquel
que les había dado plenas garantías para pe
dir la forma de gobierno que quisiesen, del
que había luchado en pugna, aun contra la
opinión del mismo Páez, en orden á la forma
monárquica, el nombre de aquel genio que
sólo se había desvelado por la prosperidad y
engrandecimiento de su patria, fué cubierto
de contumelia y calumniado.
des humanas si cada fracción de individuos estuviese
autorizada para variar las leyes del Estado!
¡Y cuánto más monstruoso es cuando un hombre solo
se arroga esta tremenda facultad!
«Esta sola y sencilla reflexión, que está al alcance de
todos, habría bastado para contener á ese hombre que
acaba de llenar de lágrimas y de luto á toda esta pro
vincia, y de sepultar sus laureles y su gloria en un
campo ignominoso y obscuro. ¡Miserable condición hu
mana! ¡Ella nos presenta las transiciones más repenti
nas y vergonzosas del corazón, y nos hace ver que el
hombre que se juzga más libre es el esclavo más aba
tido y encadenado por sus propias pasiones!»
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 295

"¡No se le trataba sino de tirano, de ambi


cioso, de hipócrita insigne; no se pedía su se
paración del mando, sino su destierro, su ig
nominia!" Y estas frases las esparcía á los
cuatro vientos El Fanal, periódico sostenido
por los devotos de Páez. ¡Y éste era el mismo
que en 16 de Noviembre le protestaba al Li
bertador los deseos de un Gobierno estable,
la fe en la sinceridad de Bolívar, la certeza de
que Colombia sacaría todos los frutos y ven
tajas que debía esperar de su creador, de su
padre y del hombre de quien había recibido
cuantos beneficios estaba poseyendol
¡Este el que en esa fecha le pedía tres favo
res: el uno, el que lo despojase del mando de
Venezuela; el otro, el que lo considerase como
su mejor amigo, y el tercero, que le permitie
se ponerle á su disposición todas sus propie
dades y acompañarle en su suertel (i).
Caracas siguió el movimiento preparado de
antemano, y como la legendaria gota de acei
te, la mancha se extendió en contorno: desde
los labios amigos hasta los paredones de las
calles se llenaron de insultos y de amenazas
contra el Libertador.
Páez, el desleal, el infidente Páez, el mismo
traidor de 1818 y revolucionario de 1826, el
que le había propuesto á Bolívar los proyec-
(1) El Marqués de Rojas: Simón Bolívar (carta de
Páez á Bolívar), pág. 331.
296 J. D. MONSALVE

tos napoleónicos y más tarde le exigía que


asumiese la dictadura, el astuto, como dicen
sus panegiristas, se puso á la cabeza del movi
miento revolucionario, escribiéndole á su que
rido general y amigo el Libertador que había
aceptado el mando en el nuevo Gobierno "por
creer que su presencia evitaría mayores ma
les".
Cumplióse con esto la ley de lo imprevisto
en las causas transcendentales, y como todos
sabemos dónde comienza una revolución, pero
nadie adivina en dónde terminará, el contagio
del mal se propagó como se propagan las lla
mas de un incendio; continuaron las adhesio
nes á la separación; algunas actas iban expre
sadas con tal odio contra Bolívar, que la de
Puerto Cabello llegó hasta á pedir "que su
nombre se condene al olvido"; después de ha
berle tratado de cocodrilo, que "cuando llora
ó lamenta vuestra suerte, cabalmente medita
vuestra destrucción", lo comparaba con el
león que esconde sus garras para dejarlas cre
cer; al frenético que despedaza con sus pro
pios brazos el cuerpo, y que de viejo es un
Saturno que devorará á sus hijos, punto adon
de habría que impedir que llegase; y como el
miedo de los usurpadores y alzados es siem
pre á la reacción, Páez, temeroso de que Bolí
var la intentase—cosa en que no había pensa
do—, volvió á hablarle del movimiento sepa-
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 297

ratista de Venezuela, que nadie podría conte


ner; el primer fusilado sería la señal de un le
vantamiento general á mano armada; no que
dando otra solución—le decía—que embarcar
se en la corriente ó dejarse arrastrar por ella;
los vecinos de Caracas le enviaron también
una exposición en que le pedían la separación
de Venezuela para fundar allí un Gobierno
republicano, bandera con que se quiso justi
ficar la desmembración.
Los ánimos habían sido preparados de tal
manera y enardecidos hasta tal punto, que hubo
acta como la de Valencia, en que los vecinos
pidieron, entre otras cosas, "que S, E. el jefe
supremo(el general Páez) no permitiese de nin
gún modo que volviera el general Bolívar al
territorio de Venezuela"; fué entonces cuando,
como dijo el poeta, la patria le negó por hijol

Faltaba, sin embargo dice el marqués de Ro


jas—, otra coincidencia, quizás la más dolorosa,
que ya iba á realizarse.
Era la patria quien debía proscribir á su propio
hijo, echarlo del regazo doméstico, maldecirlo y
abofetearlo... Esta triste misión estaba encomenda
da al general Páez, que la llenó cumplidamente y á
satisfacción de sus admiradores... (i).

Inútil, más que baladí, nos parece recordar


y repetir que el Libertador Simón Bolívar te-
(i) Op. ctt., pág. 327.
298 J. D. MONSALVB

nia defectos y cometía errores como tiene de


fectos y comete errores toda humana criatu
ra (i); pero nos atreveríamos a asegurar que
el desmoronamiento que se presentía de la
gran Colombia no provenía ni de los vicios
ni de los yerros de su creador. Es que Bolívar
completó la obra de emancipación y libertad
de la América meridional, como germinó y se
desarrolló en su mente ese grandioso ideal y
logró también constituir á Colombia como la
sintió y comprendió en toda la magnificen
cia de su patriotismo; mas es preciso enten
der que ese genio extraordinario no tuvo,
como Wáshington, colaboradores semejantes
á Adams, Jefferson, Smith, Franklin.Madisson
y otros caudillos ó políticos que trabajaron
más por la emancipación de sus colonias que
por las ideas revolucionarias de los franceses,
ó como dice Louis Binaut en sus Orígenes de
la República Americana (Estados Unidos):

(i) «Entonces (1828) le tocó á Codazzi presenciar un


espectáculo extraño: el hombre á quien hasta entonces
habla identificado con la libertad de Sur-América había
permanecido cerca de seis años ausente de Colombia;
sus numerosos envidiosos y enemigos afirmaban que
fuera de la persecución de los españoles, muy poco de
importancia había llevado á cabo, y que el despropor
cionado poder militar que había creado estorbaba el ro
busto desarrollo de la nueva comunidad política." (Bo
letín de Historia y Antigüedades, t. IX, pág. 97. Biogra
fía del general Agustín Codazzi.
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 299

La oposición que se había manifestado desde ha


cía mucho tiempo, y que cien años después sacudió
la coyunda de la metrópoli, no buscó inspiración en
los derechos naturales abstractos, sino en las leyes
positivas y en las. tradiciones inglesas; buscó los an
tiguos privilegios del ciudadano inglés y no comba
tió por los derechos del hombre, sino por ter.er un
Gobierno propio; la República americana no es,
pues, una creación moderna, sino una evolución
paulatina de las instituciones de la Edad Media, con
sus burguesías republicanas no más que por su ca
rácter electivo.

En las Repúblicas hispano americanas los


combatientes entraron en la lucha con la ca
beza llena de ideas abstractas, pensando en
los derechos del hombre, proclamando las li
bertades y garantías individuales, aboliendo
la esclavitud y arrancando á los pueblos el
respeto al principio de autoridad para reem
plazarlo con desatinadas exageraciones.
Washington no tuvo que pasar por sobre
los cadáveres de sus subalternos sediciosos ó
traidores, ni luchó contra sus propias hechu
ras, ni tuvo que remover el fanatismo religio
so, ni que adaptar formas de gobierno, y tuvo
siempre á su lado hombres iguales, moral é
intelectualmente, si no superiores á él; en
aquellas colonias confederadas no había abo
gados, ni políticos, ni publicistas que pensa
ran en engrandecerse á sí mismos empeque
300 J. D. MONSALVE

ñeciendo á la Patria; el jefe del Norte"no tenía


que sacrificarse en aras del venturoso porve
nir de su nación, al paso que Bolívar tenía
que remover obstáculos de todas clases, ven
cer ambiciones personales desmedidas é in
justas, reprimir revoluciones, dignificar á un
pueblo abyecto, enseñar la libertad á gentes
sin preparación para ella, y ó se retiraba del
mando y dejaba á Colombia entregada á los
horrores de la anarquía, ó permanecía al fren
te de los destinos de la República y desafiaba
los odios de todos los teóriccvs y de los ambi
ciosos que lo aborrecían tanto más cuanto me
jor les deprimiera su ambiciones.
Bolívar fué el cordero emisario que soportó
sobre sus hombros los contrarios intereses de
los partidos políticos; por eso estamos de
acuerdo con el doctor Becerra, quien estampa
los siguientes conceptos:

Y más bien prefirió sucumbir, cargado con todas


las terribles consecuencias del vencimiento y la de
rrota históricas. Tres nacionalidades nuevas, tres
órdenes de intereses generales respetables, y mu -
chas ambiciones de esas que prefieren ser las pri
meras en Arpiño y no las segundas en Roma, nece
sitaron afirmar, para vivir y consol;darse, que Bo
lívar no tenía razón, y que su gloria y su persona
estorbaban á la libertad de los pueblos, y lo afirma
ron, en efecto, mientras el héroe moría en Santa
Marta y entretanto que se enfriaban sus cenizas y
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 301

memorias. La ingratitud llegó así á ser impasible


como la lógica , y Bolívar durmió los primeros diez
años del sueño de la tumba en calidad del vencido
de la Historia.
Los conservadores en Venezuela, como los libe
rales en Nueva Granada y los amigos de Flórez en
el Ecuador, erigieron en garantía de su propia se
guridad el olvido del grande hombre, las sospechas
de su conducta y aun la adulteración de su obra y
de su destino histórico.
Había, por otra parte y hasta cierno punto, alguna
necesidad de aquel olvido para restablecer el ele
mento civil y hacer lugar á la ley, largo tiempo
eclipsada tras la gloria; lo que explica cómo fué que
figurando amigos y compañeros del héroe entre los
que dirigieron los destinos de la Nueva Granada,
imperó en ambos pueblos aquella opinión equívoca
en cuya atmósfera han ido á buscar eco acusacio
nes posteriores que de seguro no tienen igual ro
ble origen (i).

XXIV

Entraba Colombia en el período de su


muerte y descomposición, porque agonizaba
la existencia política y moral del Libertador.
Muerto el ideal que perseguía, el ensueño
grandioso que tanto le estimuló y lo condujo
(i) Op., cit,, pág. 136.
302 J. D. MONSALVE

en persecución de la gloria, quedaba como


cuerpo sin espíritu; el edificio que había le
vantado en largos años de perseverante lucha
contra los hombres y contra la Naturaleza, se
derrumbaba fatal y estruendosamente en los
momentos en que ya parecía coronarlo.
La discordia, engendradora de la anarquía,
alongaba en todas direcciones sus demoledo
ras cabezas, porque el conjunto de libertado
res, unos proceres beneméritos y otros de re
ciente aparición, que ningún servicio habían
prestado á la independencia, era una cabeza
de Medusa de la cual cada cabello se conver
tía en una serpiente venenosa.
La gran Colombia, que era para Bolívar la
base de sus proyectos del engrandecimiento
patrio, se esfumaba... Su único y más ardiente
deseo se limitaba ya á que siquiera se conser
vase la paz, y que cada Estado se diera la for
ma de gobierno que mejor le pareciera; pero
que la concordia los mantuviese unidos.
Bolívar era el creador de Colombia, era el
fundador de una República que, según la ex
presión del inolvidable Zea, revivía en la
Historia la grandiosidad del imperio de los
Medas, era el emancipador de toda la Améri
ca Meridional; pero las amarguras del trato
con los hombres, la envidia, la calumnia y la
infamia de sus enemigos no habían dejado
más que hondas laceraciones en aquella alma
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 303

extraordinaria y no más que sangrientos jiro


nes de su desgarrado corazón; ya en aquel
ánimo antes arrogante y entusiasmador no
rebozaba el júbilo, ni cobraba alientos la ale
gría que antes embelleciera la juventud de la
Patria, ni se oían las voces conmovedoras del
que conducía los ejércitos á la victoria.
El supuesto tirano, el conculcador de los de
rechos populares, cuando fué investido del
prestigio que trae consigo la autoridad supre
ma, había, como ya lo hemos dicho, convoca
do un Congreso constituyente, para que se
reuniera en los primeros días del año de 1830,
expidiera una nueva Constitución acorde con
las opiniones manifestadas por los pueblos, y
nombrara la persona que debía ejercer el Po
der ejecutivo, puesto que él estaba resuelto á
retirarse á la vida privada.
No se reunieron el día 2 de Enero todos los
diputados al Congreso; pero sabiéndose que
antes del 15 estarían ya todos reunidos, y por
no haber llegado aún el Libertador, que se
hallaba en camino desde el Sur, los diputados
presentes en la capital acordaron llamarlo con
urgencia.

Al fin dice Posada Gutiérrez - el 15 de dicho


mes hizo Bolívar su última entrada en esta capital.
Las calles del tránsito se adornaron cual nunca;
todos los regimientos de milicias de caballerías de
304 J. D. MONSALVE

la Sabana, en número de tres mil hombres, forma


ron en la plaza y alameda de San Victorino; un ba
tallón de línea y uno de milicias, fuerte de mil hom
bres, formaron en la carrera de San Victorino hasta
el Palacio.
Puede asegurarse que todo el que tuvo un caba
llo ó pudo conseguirlo salió á encontrarle. Los bal
cones, las ventanas, las torres, estaban llenas de
gente; pero en tan grande multitud, reinaba silencio
triste más que animación; las salvas de artillería, los
repiques de las campanas vibraban sin producir
alegría. El instinto de las masas veía más bien en
aquella solemnidad los funerales de la gran Re
pública que una entrada triunfal de su glorioso
fundador.
Es casi seguro que sus más fogosos enemigos se
sintieron conmovidos, ahogando el patriotismo por
un momento en su pecho los bastardos sentimien
tos del espíritu de partido. Cuando Bolívar se pre
sentó yo vi algunas lágrimas derramarse. Pálido,
extenuado; sus ojos, tan brillantes y expresivos en
sus bellos días, ya apagados; su voz honda apenas
perceptible, los perfiles de su rostro, todo en fin,
anunciaba en él, excitando una vehemente simpa
tía, la próxima disolución del cuerpo y el cercano
principio de !a vida inmortal (i).

Y como si el espíritu de Colombia perma


neciese todavía arraigado en la sombra de
Bolívar, al día siguiente de la entrada de éste
en Bogotá, y cuando el ministro de Relaciones
(i) Posada Gutiérrez: Op. cit., 1. 1. pág. 231.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 305

Exteriores le presentó al Sr. De Bresson, re


presentante de Francia, y al coronel Moore,
ministro de los Estados Unidos, que había ve
nido en reemplazo del general Harrison, quien,
por cierto, no había permanecido imparcial en
las luchas políticas, como convenía á la dis
creción diplomática, se dejaron oir los discur
sos y congratulaciones de aquellos extranje
ros, en cuyas palabras se pronunciaban el
nombre de Colombia con la dignidad origina
ria de su fundador y las alabanzas que de jus
ticia se le debían al guerrero pacificador. El
coronel Moore, entre otras cosas, dijo:

Representando un país que como éste ha consu


mado su independencia por una vacilante y prolon
gada lucha, y que habiendo pasado por una revo
lución y por las dificultades y embarazos inevitables
en los grandes cambios políticos, ha establecido un
Gobierno que por su simplicidad y economía, y por
los ilimitados goces que asegura á los ciudadanos
de todos los derechos sociales, puede merecer jus
tamente el respeto del género humano; es muy na
tural que yo tome un interés en la suerte final de
un país que en su presente condición se semeja
tanto al mío, al tiempo que concluyó su lucha revo
lucionaria.
Este sentimiento es común con el pueblo de los
Estados Unidos, y todas las clases se unen en ad
mirar la firmeza, los talentos y patriotismo desple
gado por V. E. y sus heroicos compañeros en la re
zo
306 J. D. MONSALVE

cíente, sangrienta y desastrosa lucha con la España.


Este sentimiento en nadie obra con tanto ardor y
entusiasmo como en el venerable patriota actual
presidente la Unión, cuya confianza en la pureza de
los motivos de V. E. nunca se ha debilitado.
Permítame V. E. manifestar, en conclusión, que
en la ausencia de V. E. mis relaciones con el Go
bierno han sido de un carácter el más franco y ami
gable, y que en todas ocasiones lo he encontrado
conciliador en sus modales, liberal en su política y
justo en sus determinaciones. Por mi parte emplea
ré los más sinceros, decisivos y no interrumpidos
esfuerzos para mantener la armonía de las cordia
les relaciones subsistentes entre nuestros respecti
vos países.

Y después el Sr. Bresson se manifestó así:

Uno de mis más vivos deseos se halla cumplido.


Llamado por otros deberes fuera de Colombia, he
retardado de día en día mi partida con la esperan
za de gozar del honor que me es concedido en este
momento. Si las circunstancias me hubieran priva
do de él, mi viaje me habría parecido incompleto,
y yo no habría cesado de sentirlo. V. E. vuelve á la
capital de la República trayéndole una nueva paz.
Yo ruego á V. E. reciba mis felicitaciones por el
término feliz de una guerra tan funesta. No hay glo
ria más bella que la de un guerrero pacificador. Yo
le ruego también, y expresándome así soy al mis
mo tiempo el intérprete del Gobierno de su majes
tad cristianísima, se sirva aceptar los votos que for
IDEAL POLÍTICO DE BOLIVAR 307

mo por la tranquilidad, la felicidad y consolidación


de Colombia y por la prosperidad de V. E. (i).

El 20 instaló el Congreso el Libertador. El


mensaje que presentó traía una triste, pero
verídica, reseña de las agitaciones del país
durante los tres últimos años, tanto en las lu
chas internas como en las provocadas por el
extranjero; presentaba á los diputados el cua
dro desconsolador de nuestros disturbios po
líticos para que sirviese de temor al Congre
so y no cogiera los frutos acedos de ese árbol
de amargura, ó á lo menos se alejara de su
sombra venenosa; omitía dar su opinión sobre
forma de gobierno, pero sostenía sus invaria
bles sentimientos, diciendo:
"Y es mi única aspiración el que la volun
tad de los pueblos sea proclamada, respetada
y cumplida por sus delegados"; y luego, con
esa abnegación y desprendimiento casi inusi
tados y desconocidos entre los hombres de su
condición, rindiendo homenaje á las circuns
tancias y lanzando un mentís á la cara de sus
detractores, sin intención, porque era la es
pontánea manifestación de su alma, escribe
conceptos como los siguientes:

Libradme, os ruego, del baldón que me espera si


continúo ocupando un destino que nunca podrá ale-
(1) Blanco: Doc.cit., t. XIV, pág. 115.
308 J. D. MONSALVE

jar de sí el vituperio de la ambición. Creedme: un


nuevo magistrado es ya indispensable para la Re
pública. El pueblo quiere saber si dejaré alguna
vez de mandarlo. Los Estados americanos me con
sideran con cierta inquietud, que puede atraer al
gún día á Colombia males semejantes á los de la
guerra del Perú.
En Europa mismo no faltan quienes teman que
yo desacredite con mi conducta la hermosa causa
de la libertad. |Ah, cuántas conspiraciones y gue
rras no hemos sufrido por atentar á mi autoridad y
á mi personal
Estos golpes han hecho padecer á los pueblos,
cuyos sacrificios se habrían ahorrado si desde el
principio los legisladores de Colombia no me hu
biesen forzado á sobrellevar una carga que me ha
abrumado más que la guerra y todos sus azotes.
Mostraos, conciudadanos, dignos de representar
un pueblo libre, alejando toda idea que me supon
ga necesario para la República. Si un hombre fuese
necesario para sostener el Estado, este Estado no
debería existir, y al fin no existiría.
El magistrado que escojáis será, sin duda, un iris
de concordia doméstica, un lazo de fraternidad, un
consuelo para los partidos abatidos. Todos los co
lombianos se acercarán alrededor de este mortal
afortunado: él los estrechará en los brazos de la
amistad, formará de ellos una familia de ciuda
danos. Yo obedeceré con el respeto más cordial á
este magistrado legítimo; lo seguiré cual ángel de
paz; lo sostendré con mi espada y con todas mis
fuerzas.
Todo añadirá energía, respeto y sumisión á vues
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 309

tro escogido. Yo lo juro, legisladores; yo lo prome


to á nombre del pueblo y del Ejército colombiano.
La República será feliz si al admitir mi renuncia
nombráis de presidente á un ciudadano querido de
la nación; ella sucumbiría si os obstinaseis en que
yo la mandara. Oid mis súplicas; salvad la Repú
blica; salvad mi gloria, que es de Colombia.
Disponed de la presidencia que respetuosamente
abdico en vuestras manos. Desde hoy no soy más
que un ciudadano armado para defender la Patria
y obedecer al Gobierno; cesaron mis funciones pú
blicas para siempre. Os hago formal y solemne en
trega de la autoridad suprema que los sufragios
nacionales me habían conferido...
Permitiréis que mi último acto sea recomendaros
que protejáis la religión santa que profesamos,
fuente profusa de las bendiciones del cielo...
I Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la inde
pendencia es el único bien que hemos adquirido á
costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta
para reconquistarlos bajo vuestros soberanos aus
picios, con todo el esplendor de la gloria y de la li
bertad (i).

Y el mismo día, con los labios abundantes


de cuanto en su corazón rebozaba, con el áni
mo descansado, como quien ha puesto á un
lado la carga que le oprimía, con la satisfac
ción de demostrar con hechos la sinceridad
de sus ofrecimientos, pero también bajo la ne
cesidad de protestar contra las calumnias que
(i) Blanco: Op. cit., t. XIV, pág. 121.
310 J. D. MONSALVE.

habían herido su inmaculada reputación, ex


pidió esa proclama en que á los colombianos
les decía:
"Desengañaos: mi único anhelo ha sido el
de contribuir á vuestra libertad y á la conser
vación de vuestro reposo: si por esto he sido
culpable, merezco más que otro vuestra indig
nación". Ni podía menos que repetir lo de
siempre, su ruego á los colombianos para que
viviesen alejados de la guerra y no fuesen ni
los asesinos de la Patria ni sus propios ver
dugos.
He aquí esa proclama:

SIMÓN BOLÍVAR
Libertador Presidente, etc., etc., etc.
¡Colombianos!
Hoy he dejado de mandaros.
Veinte años ha que os sirvo en calidad de solda
do y magistrado. En este largo período hemos re
conquistado la Patria, libertado tres repúblicas, con
jurado muchas guerras civiles y cuatro veces he
devuelto al pueblo su omnipotencia reuniendo es
pontáneamente cuatro Congiesos constituyentes.
A vuestras virtudes, valor y patriotismo se deben
estos servicios; á mí, la gloria de haberos diri
gido.
El Congreso constituyente que en este día se ha
instalado se halla encargado por la Providencia de
dar á la nación las instituciones que ella desea,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 311

siguiendo el curso de las circunstancias y la natura


leza de las cosas.
Temiendo que se me considere como un obstácu
lo para asentar la República sobre la verdadera
base de su felicidad, yo mismo me he precipitado
de la alta magistratura á que vuestra bondad me
había elevado.
¡Colombianos!
He sido víctima de sospechas ignominiosas sin
que haya podido defenderme la pureza de mis prin
cipios. Los mismos que aspiran al mando supremo
se han empeñado en arrancarme de vuestros cora
zones, atribuyéndome sus propios sentimientos; ha
ciéndome parecer autor de proyectos que ellos han
concebido; representándome, en fin, con aspiración
á una corona que ellos me han ofrecido más de una
vez y que yo he rechazado con la indignación del
más fiero republicano.
Nunca, nunca, os lo juro, ha manchado mi mente
la ambición de un reino que mis enemigos han for
jado artificiosamente para perderme en vuestra
opinión. Desengañaos, colombianos: mi único anhe
lo ha sido el de contribuir á vuestra libertad y á la
conservación de vuestro reposo; si por esto he sido
culpable, merezco más que otro vuestra indigna
ción. No escuchéis, os ruego, la vil calumnia y la
torpe codicia que por todas partes agitan la discor
dia. ¿Os dejaréis deslumhrar por las imposturas de
mis detractores? [Vosotros no sois insensatos!
¡Colombianos!
Acercaos en torno del Congreso constituyente: él
es la sabiduría nacional, la esperanza legítima de
312 J. D. MONSALVE

los pueblos y el último punto de reunión de los


patriotas. Penden de sus decretos soberanos nues
tras vidas, la dicha de la República y la gloria co
lombiana.
Si la fatalidad os arrastrare á abandonarlo, no
hay más salud para la Patria; y vosotros os aho
garéis en el océano de la anarquía, dejando por
herencia á vuestros hijos el crimen, la sangre y la
muerte.
¡Compatriotas!
Escuchad mi última voz al terminar mi carrera
política: á nombre de Colombia os pido, os ruego,
que permanezcáis unidos para que no seáis los
asesinos de la Patria y vuestros propios verdugos.
Bolívar.
Bogotá, á 20 de Enero de 1830—20.

Hermosa y de modo honrosísimo fué la


contestación que el Congreso dio al mensaje
del Libertador, suplicándole al mismo tiempo
cumpliese la promesa de presidir los destinos
del país hasta que fuese dictada la nueva
Constitución del Estado.
"El monstruo devorador de la anarquía—
le escribe el presidente en la nota de estilo
se cebaría, señor, en Colombia, si vos la
abandonaseis en este momento."
Y á los diputados comisionados para entre
garle esa respuesta les dijo verbalmente el
Libertador que esa respuesta lo honraba so
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 313

bremanera, y que como entendía que el Con


greso no le había aceptado la renuncia de la
presidencia, en atención á las circunstancias
en que se encontraba el país, y á la súplica
que se le hacía, continuaría ejerciendo el man
do supremo conforme á sus promesas, pero no
más que hasta que se promulgase la Consti
tución que ese Congreso debía dar á Colom
bia y se nombrasen los altos funcionarios; y
que para evitar que el Congreso pusiese las
miras en su persona, declaraba desde ese
momento que cualesquiera que fuesen las
circunstancias de la República, faustas ó in
faustas, y aunque se hallara en los brazos de
la muerte, "no se hacía cargo de un mando
que aborrecía más que á la misma tiranía, que
desde luego recomendaba al Congreso pen
sara en una persona que no fuera él, que se
encargase de la presidencia" (i).
Si el mismo Bolívar había comprendido el
antagonismo entre los diferentes departamen
tos que componían la República y veía la po
sibilidad de una guerra de separación, por lo
cual varias veces había indicado la convenien
cia de que ella se verificase pacíficamente, no
por eso se había desprendido por completo de
su acariciado ideal; no le abandonaba su ofus
cación de la gran Colombia; propuso algunas

(i) Blanco: Op. cit., t. XIV, pág. 128.


314 J. D. MONSALVE

medidas al Congreso para ver de conciliar las


ocurrencias de Venezuela, y aun pensó en ir
personalmente hasta Cúcuta á conferenciar
con el general Páez; de aquí resultó que
mientras el Congreso discutía, y la Prensa
también, si se debería dar una Constitución
para toda Colombia ó únicamente para la
Nueva Granada, y el Libertador dictaba me
didas precautelativas para que no llegara
hasta aquí el contagio de las ideas revolucio
narias, el Congreso enviase en comisión á su
presidente, el general Sucre, acompañado del
obispo señor Estévez, para que fuesen á Ve
nezuela á provocar unos arreglos: Páez, al te
ner noticia de que iban esos comisionados,
decidió no recibirlos, y nombró otros dos en
viados con instrucciones para que se enten
dieran en la frontera del Táchira; así que, al
llegar Sucre y el obispo al territorio venezo
lano, fueron obligados á retroceder á Cúcuta.
Aquel paso conciliatorio fué inútil, porque
las órdenes de Páez á sus comisionados fue
ron cumplidas, y los del Congreso volvieron
á Bogotá después de inútiles conferencias.
Bolívar, que se había retirado á la quinta de
Fucha por motivos de su quebrantada salud y
con el objeto de descansar de tantas fatigas,
agitaciones y contrariedades, sabiendo que su
nombre había servido de pretexto para impe
dir los proyectados arreglos, y habiéndose.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 315

por otra parte, expedido la nueva Constitu


ción, reiteró su renuncia ya de una manera
definitiva y absoluta; allí se lee lo siguiente:

¡Conciudadanos!
Concluida la Constitución y encargados, como os
halláis, por la nación de nombrar los altos funciona
rios que deben presidir la República, he juzgado
conveniente reiterar mis protestas repetidas de no -
aceptar otra vez la primera magistratura del Esta
do, aun cuando me honraseis con vuestros sufra
gios.
Debéis estar ciertos de que el bien de la Patria
exige de mí el sacrificio de separarme para siempre
del país que me dió la vida, para que mi permanen
cia en Colombia no sea un impedimento á la felici
dad de mis conciudadanos.
Venezuela ha pretextado, para efectuar su sepa
ración, miras de ambición de mi parte; luego alega
rá que mi reelección es un obstáculo á la reconcilia
ción, y al fin la República tendría que sufrir un des
membramiento ó una guerra civil .

No es posible leer semejante documento sin


un profundo sentimiento de tristeza. El hom
bre que desde 1810 no tuvo otro pensamiento
que la formación y libertad de la Patria y la
emancipación de toda la América del Sur; el
soldado que arriesgó su vida en tantos cam
pos de batalla y se vió expuesto más de diez
veces á ser asesinado por su anhelo de hacer
316 J. D. MONSALVE

la felicidad de Colombia; el caudillo que dio


ser á cinco repúblicas, para que varios millo
nes de hombres fuesen libres y tuviesen una
patria propia á quien honrar y en cuyo seno
pudiesen disfrutar el beneficio de ciudadanía,
ahora se hallaba en el caso de buscar otros
aires, otro cielo, otros hombres y otra tierra
en donde sepultar sus despojos materiales en
cambio de que su obra predilecta le supervi
viera.
Los mismos que le debían la condición de
ciudadanos de una patria independiente, aque
llos á quienes había colmado de honores y
encumbrado á alturas que nunca se hubieran
soñado, esos que le debían riquezas, bienestar
y posición, eran los que le obligaban á buscar
un refugio en el extranjero.
Acaso este mismo sentimiento, inspirado
por las palabras del Libertador, hirió el cora
zón de los miembros del Congreso, cuando
por voz de su presidente contestáronle que el
patriotismo y su deber les inspiraría la con
ducta que habían de seguir cuando se hubie
se de proceder á la elección; pero que cual
quiera que fuese la suerte que la Providencia
preparase á la nación y al mismo Libertador,
el Congreso esperaba que todo colombiano
sensible al honor y amante de las glorias de
la Patria miraría al Libertador con el respeto
y consideración debidos á los servicios que
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 317

había hecho á la causa de la América, y cui


daría de que se conservase el brillo de su
nombre, cual convenía al fundador de la in
dependencia de Colombia.
Ya hemos visto más atrás, con motivo de
refutar un concepto atrevido del doctor Juan
Manuel Rudas, que el Sr. Joaquín Mosquera
fué elegido para presidente de la República
por empeños del mismo Bolívar, y que la vi-
cepresidencia recayó en el general Domingo
Caicedo.
Esta elección se verificó el 4 de Mayo; se
dispuso que por medio de un mensaje espe
cial se llamara al Sr. Mosquera, que se en
contraba á la sazón en Popayán, y que se
encargara entretanto del Poder ejecutivo el
general Caicedo; y el Libertador se dispuso á
salir para el exterior.
En medio de tantas amarguras como el hé
roe y sabio legislador había apurado hasta las
heces, á lo menos pudiera haber pensado que
iba á buscar otra patria en tanto que otros
lograban darle nueva vida á la obra en cuya
realización había comprometido todos sus en
sueños, sus pensamientos, sus esfuerzos y lo
más puro de sus ambiciones.
Dejaba una Constitución que comprendía á
todos los colombianos bajo un mismo pacto
político; que declaraba que la nación colom
biana era irrevocablemente libre é indepen
318 J. D. MONSALVE

diente de toda potencia ó dominación extran


jera, y que no sería nunca el patrimonio de
ninguna familia ó persona; que la soberanía
reside radicalmente en la nación, dimanando
de ella los poderes públicos, los cuales no se
podrían ejercer sino constitucionalmente; y
que el territorio de Colombia comprendía to
das las provincias del virreinato de la Nueva
Granada y de la capitanía general de Vene
zuela.
Esto era ver nuevamente reducidas á carta
fundamental las ideas políticas que había pro
fesado en público y en privado; era nueva
realización de la gran nación que había logra
do constituir en Angostura bajo los rayos es
plendorosos del sol de Boyacá y que había
visto reaparecer en Cúcuta, coronada con los
laureles de Carabobo, para elevarla á mayor
dignidad con las gloriosas trompetas que pro
clamaban la fama de Pichincha y Bomboná.
No quiso, sin embargo, la suerte que aquel
grandioso poema, que aquella obra tan admi
rable y magnífica como portentosa, germinada
y desarrollada en el fecundo cerebro del Li
bertador, fuera una realidad; porque si en
Venezuela los ambiciosos habían levantado la
bandera de la separación de una manera
irreconciliable, también en el Sur se había
proclamado la disolución de Colombia; por
que los departamentos de Guayaquil, Quito
IDEAL POLITICO DE BOLÍVAR 319

y Azuay, encabezados por Flórez, otro cabe


cilla, criatura de Bolívar, quien ambicionó ser
el mandatario de esos pueblos, así lo qui
sieron.
Tales hechos debían redoblar la pesadum
bre de aquel genio que prefería pasar por
el dolor de la expatriación más bien que por
la desaparición de Colombia, sin que fuesen
parte á dulcificar la copa amarga, ni las ca
riñosas declaraciones de aprecio, veneración
y amor que espontáneamente le manifestaban
los habitantes de Bogotá, ni las expresiones
de simpatía y afecto fraternal que le dirigían
sus amigos por todos los ámbitos de la Repú
blica, ni las señaladas muestras de gratitud
con que el Congreso, genuino representante
de la universalidad de los colombianos, le hon
raba y le reconocía sus méritos.
Suficientemente expresivo fué el acto legis
lativo expedido por el Congreso el día 9 de
Mayo de 1830, justamente el día siguiente
al en que Bolívar tomó el camino adonde
debiera conducirlo su voluntaria expatriación;
veámoslo:

El Congreso constituyente.

CONSIDERANDO
Que el Libertador Simón Bolívar no sólo ha dado
existencia y vida á Colombia por sus incesantes é
320 J. D. MONSALVS

inauditos esfuerzos, sino que ha excitado la admi


ración del universo por sus proezas y eminentes
servicios á la causa americana;
Que ha cesado de ser presidente de la República
desde que, insistiendo en hacer dimisión del man
do, el Congreso nombró su sucesor;
Que el desinterés y la noble consagración de que
ha dado las más distinguidas pruebas desde que
comenzó su carrera pública, exigen una demostra
ción de la gratitud nacional que le ponga á cubier
to de los efectos de un generoso y sin igual des
prendimiento.

decreta:

Artículo i .° El Congreso constituyente, á nom


bre de la nación colombiana, presenta .al Libertador
Simón Bolívar el tributo de gratitud y admiración
á que tan justamente le han hecho acreedor sus re
levantes méritos y sus heroicos servicios á la causa
de la emancipación americana.
Art. 2.0 En cualquier lugar de la República que
habite el Libertador Simón Bolívar será tratado
siempre con el respeto y la consideración debidas
al primero y mejor ciudadano de Colombia.
Art. 3.0 El Poder ejecutivo dará el más puntual
y exacto cumplimiento al decreto del Congreso de
23 de Julio de 1823, por el cual se concedió al Li
bertador Simón Bolívar la pensión de treinta mil
pesos anuales durante su vida, desde el día en que
terminase sus funciones de presidente de la Repú
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 321

blica, y esta disposición deberá tener efecto cual


quiera que sea el lugar de su residencia.
Dado en Bogatá á 9 de Mayo de 1830—20.
El presidente del Congreso.
Fícente Borrero.
El secretario. El secretario,
Rafael Caro. Simón Burgos.

A la nota remisiva con que fué acompaña


do este decreto contestó el Libertador sus
ofrecimientos é hizo la manifestación de su
gratitud desde Turbaco en los siguientes tér
minos:

Turbaco, Junio 16 de 1830.


Al honorable señor ministro secretario de Esta
do en el departamento de Hacienda.
Señor ministro:
He tenido la honrosa satisfacción de recibir la
apreciable nota de V. S. de 28 de Mayo último, co
municándome un decreto del Congreso constitu
yente del mismo mes, por el cual se ha dignado
darme las gracias á nombre de la nación, y ratifica
la concesión que me hizo el Congreso de 1823 de
una pensión de treinta mil pesos anuales durante
mi vida.
Tanta generosidad y benevolencia hacia mí de
los poderes supremos, por servicios que todo ciu
dadano debe á su patria y que, por mi desgracia,
han quedado imperfectos, me confunde y humilla,
21
322 J. D. MONSALVÉ

sin que pueda ofrecer á la República más que leal


tad y gratitud eterna.
Yo me lisonjeo de que los distinguidos magistra
dos que el Congreso ha tenido la sabiduría de ele
gir cumplirán con la gloriosa obligación de mante
ner la unión, la paz y la libertad, para cuya obten
ción dirijo al Ser Supremo los votos más ardientes,
y tributo al Gobierno el reverente homenaje de mi
sumisión á la ley, y profundo respeto al ilustre pre
sidente que la Providencia ha concedido á nuestras
esperanzas.
Acepte V. S., señor ministro, las gracias que le
debo por la atención con que me ha favorecido, y
sírvase V. S. acoger las expresiones de mi distin
guida consideración, con que soy muy obediente
servidor.
Bolívar (i).

El Libertador, minado por los sufrimientos


y con el alma rebosante de amargura, había
llegado á Turbaco, camino del extranjero; des
de allí podía hacer sus visitas á. Cartagena y
contemplar de cuando en cuando, con mirada
melancólica, las glaucas olas del océano que
habían de conducirlo á Washington, París ó
Londres, ciudades en donde encontraría ami
gos verdaderos y admiradores que le harían
agradable la vida; al menos ese era su deseo,
que no logró ver realizado.
Con ese pensamiento, á su paso por Gua-
(i) Gaceta de Colombia, núm. 467.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 323

duas había escrito á D. Gabriel Camacho di-


ciéndole que nada pedía á Venezuela sino la
simple autorización de poder vender sus pro
piedades particulares como cualquier ciuda
dano, y que no regresaría á su tierra sino en
el caso de sentirse obligado por "la desespe
ración de verse renegado, perseguido y roba
do por los mismos á quienes había consagra
do veinte años de sacrificios y peligros" (i).
Son una vía dolorosa estas últimas etapas
de la vida del Libertador. Sus cartas de Tur-
baco á D. Juan de Dios Amador (26 y 31 de
Mayo) contristan el ánimo al palpar la pobre
za del hombre que pudo disponer de las ri
quezas de cinco naciones.
A la desaparición de la gran Golombia, ob
jeto de sus aspiraciones, sufrimientos y sacri
ficios, unióse la noticia del acontecimiento
que vino á conturbar su espíritu, del negro
crimen de Berruecos; su amigo, su compañe
ro de armas, su hermano de vicisitudes y de
corazón, uno de los leales que le quedaban, el
inmaculado Antonio José de Sucre, el bayardo
de la independencia sur americana, acababa
de sucumbir en una solitaria montaña, atrave
sado por las balas de asesinos mercenarios
(4 de Junio).
"La virtud del gran mariscal de Ayacucho,

(1) Blanco: O/., cit., t. XIV, pág. 213.


324 J. D. MONSALVE

cuya espada era una amenaza constante con


tra los malhechores políticos, brillaba dema
siado en el sombrío cuadro de una sociedad
hundida en el seno de ambiciones bastardas."
Pecisamente en estos días escribía Bolívar
á uno de sus amigos la sentida y demostrativa
carta, de que se publicaron los siguientes
aparte:

Yo he sacrificado mi salud y mi fortuna para ase


gurar la libertad y la felicidad de mi patria; y aun
que he hecho cuanto he podido, no he logrado ver
la contenta y dichosa. Ahora todo lo dejo á la sabi
duría del Congreso, creyendo que él efectuará lo
que no he podido hacer. Mis más fervientes votos
son porque nunca se vea en Colombia la guerra civil,
que ha manchado la historia de Sur-América.
Si para conseguirlo el Congreso juzgare necesa
rio y el pueblo deseare una monarquía, yo no me
opondré á ello; pero recuérdese que la corona nunca
caerá sobre la cabeza de Bolívar, nunca;y la rechaza
ré con todas mis fuerzasfísicas y morales...
Yo deseo reposo; y todos pueden estar ciertos de
que ninguna acción de mi vida manchará mi historia,
la que me complazco en examinar. La posteridad
me juzgará y me hará justicia; y la confianza de
que así será es todo lo que poseo para ser feliz.
Mis más puras intenciones han sido interpreta-
tas del modo más siniestro; y cuando yo esperaba
justicia, he sido maltratado y también calumniado
por aquellos á quienes no concedí lo que no mere
cían.

i
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 325

Yo nací con bienes de fortuna; pero en vez de


gozar de ellos, hoy solamente tengo una salud
arruinada... ¿Podían haber deseado más mis impla
cables enemigos? Los recursos inmensos de Colom
bia y sus ejércitos vencedores han estado á mi dis
posición; y el convencimiento en que estoy de no
haberla hecho ningún mal me proporciona el ma
yor consuelo... Baje yo á la tumba, pero no manche
jamás mi vida pública (i).

Mas como la ingratitud y la iniquidad de


los pueblos continuara acosándolo con inqui
na, sin piedad por el estado á que había sido
reducido, el Congreso constituyente de Vene
zuela, reunido en Valencia, decretó franca y
descaradamente el ostracismo del héroe, y
aun tuvo la avilantez de propasarse á insinuar
al Gobierno residente en Bogotá la exigencia
de que éste hiciera lo mismo como condición
previa para entrar en un arreglo amistoso,
llevando tan ominosas providencias las firmas
de Miguel Peña, como presidente de aquella
corporación; de José A. Páez, como presiden
te del Estado; de Antonio L. Guzmán, como
secretario, y tocándole á Francisco J. Yáñez
el triste papel de ser quien tan indecorosa
mente lo propusiera al Gobierno presidido
por el Sr. Mosquera.
Descartada la elección de Bolívar para pre-

(i) Blanco: Doc. eit., t. XIV, pág. 291.


326 J. D. MONSALVE

sidente de la República, y sancionada una


Constitución perfectamente republicana y de
mocrática, claro es que ningún pretexto que
daba á los venezolanos, absolutamente nin
guno, para insistir en la revolución separatis
ta; el Congreso de Colombia ofreció galante
mente al Gobierno de Venezuela esa Consti
tución, que sancionada el 5 de Mayo de 1830,
no podia menos de satisfacer á los pueblos
venezolanos si hubieran sido sinceras las ma
nifestaciones de republicano descontento que
se habían hecho.
Mas he aquí que ni el tal republicanismo
pasaba de ser un ardid de los ambiciosos, ni
se había concluido el camino de la infamia;
porque muchas circunstancias se habían re
unido para disolver la República y para tortu
rar el espíritu de su creador, libertador y
fundador.
El Sr. Mosquera compuso su Ministerio tra
yendo al Gabinete á un hombre tan feroz en
su odio político y personal contra el Liberta
dor como el Sr. Vicente Azuero, uno de los
que aplaudieron con mayor entusiasmo el
atentado del 25 de Septiembre, y el que con
más acrimonia y desenfado estuvo en el ex
tranjero escribiendo en papeles públicos infa
mias y calumnias contra Bolívar, y siendo
además federalista en la oposición, y en todo
tiempo demagogo; no parecía que hubiera
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 327

mejor oportunidad para que el Gobierno de


Venezuela extremara sus rencores contra el
ilustre proscrito. Encajan bien aquí las si
guientes frases del marqués de Rojas, quien
se expresa asi:

El acontecimiento (el asesinato del general Sucre)


cayó con todo el peso de la más mortal de las con
gojas sobre el dolorido corazón del expatriado, á
tiempo que en Venezuela se alzaba potente, como
clamor de muerte, el grito impío de ¡La expulsión
de Bolívar!
Fué un amigo íntimo de aquel hombre, que no
tuvo siquiera la inviolabilidad que merece la des
gracia, quien cumplió la triste misión de participar
le las exigencias del Congreso venezolano; fué el
Sr. Mosquera quien acabó de herir de muerte al
amigo cuyas fueron las mercedes que le elevaron
al Poder.
En medio de las injusticias de la suerte y de los
sibaritismos de la crueldad pugnaba por erguirse
el remordimiento, y arrastrándose penosamente
perseguía á los buenos patriotas para atarazarles el
corazón.
Mosquera, acobardado por sus propios desacier
tos, se refugiaba en Anolaima, y vencido luego jun
tamente con Caicedo, abandonó el Poder, que un
pronunciamiento militar puso en manos del general
Urdaneta, durante la ausencia de Bolívar (i).

Más aún: los venezolanos hubieran querido


(i) Marqués de Rojas: Op.jit., pág. 348,
328 J. D. MONSALVE

que se le negasen unas pulgadas de terreno


al que había libertado medio mundo. ¡Cuántas
tristes reflexiones no cabrían aquí si lo permi
tieran los límites de este estudio!
Larrazábal, Mosquera (Tomás C), Restre-
po, Groot, Posada Gutiérrez, Blanco Azpu-
rúa, tienen todos frases vapuladoras y con
tundentes para criticar semejante conducta,
pero todo ello es poco en vista de la magni
tud de la infamia.
Pero qué, ¡si hasta hubo venezolanos que se
atrevieron á proponer que se pusiera fuera
de la ley al general Bolívar si iba á Curacao,
lo mismo que á todo el que se le uniera, pro
posición que debió su paternidad á los seño
res Ramón Ayala y Juan Evangelista Gonzá
lez, de la misma manera que el diputado For-
tique llegó á proponer el ostracismo perpe
tuo contra el ilustre caudillo!
Vale bien la pena de hacer una compara
ción entre la conducta de los venezolanos y
la que observaron los granadinos y los del
Ecuador, porque en tanto que en Venezuela
se pedía la expulsión de Bolívar de todo el te
rritorio de Colombia, en Bogotá se firmó, en
esos mismos días, una manifestación en que
todo lo más honorable de los padres de fami
lia, los altos personajes del Gobierno y los
miembros de las corporaciones manifestaban
su más entrañable pesar por la separación y
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 329

ausencia del padre de la Patria; en la re


presentación de la capital los granadinos le
decían:

... Vuestra excelencia conquistó el plano sobre


que debe levantarse el edificio de nuestra futura fe
licidad, y creyéndose un obstáculo, abdicó volunta
riamente á la primera magistratura, protestando no
volver á tomar jamás las riendas del Gobierno. Un
acto tan noble, generoso y magnánimo coloca á
V. E. sobre la esfera de los héroes.
La historia llena sus páginas con las acciones de
soldados valientes y guerreros afortunados; pero
sólo podrá embellecerlas con las de un Wáshington
ó un Bolívar.
En la vida privada recibirá V. E. pruebas in
equívocas de nuestra adhesión á la persona de vue
cencia. Recordaremos sin cesar vuestros méritos y
servicios y ensenaremos á nuestros hijos á pro
nunciar vuestro nombre con tiernas emociones de
admiración y agradecimiento.
¡El Cielo, que ha velado sobre vuestra conserva
ción, sacándoos indemne de tantos riesgos, pros
pere vuestros días y demande sobre vos todas sus
bendiciones, á que os hacen tan digno vuestras su
blimes virtudes!

Debe tenerse en cuenta que esta manifesta


ción se hizo cuando aún no se conocían en Bo
gotá las extrañas resoluciones del Congreso
venezolano. La representación de los ecuato
rianos es como sigue:
330 J. D. MONSALVE

Excelentísimo señor Libertador presidente:


Los padres de familia del Ecuador han visto con
asombro que algunos escritores exaltados de Ve
nezuela se han avanzado á pedir que V. E. no pue
da volver al país donde vió la luz primera; y por
esta razón nos dirigimos á V. E. suplicándole se
sirva elegir para su residencia esta tierra, que
adora á V. E. y admira sus virtudes.
Venga V. E. á vivir en nuestros corazones y á
recibir los homenajes de gratitud y respeto que se
deben al genio de la América, al Libertador de un
mundo. Venga V. E. á enjugar las lágrimas de los
sensibles hijos del Ecuador y á suspirar con ellos
los males de la Patria. Venga V. E.. en fin, á tomar
asiento en la cima del soberbio Chimborazo, adonde
no alcanzan los tiros de la maledicencia y adonde
ningún mortal, sino Bolívar, puede reposar con una
gloria inefable (i).

Mientras en Venezuela se debatían sobre la


suerte que debiera seguir el Libertador del
continente é hijo engrandecedor de las glo
rias de Caracas, en el interior sobrevino la
insurrección del batallón Callao; y como con
secuencia de esto los amigos de Bolívar cla
maron por su regreso, considerándolo como
el único hombre capaz de salvar á la Repúbli
ca de la tormenta próxima á desencadenarse;
Mosquera y Caicedo, inhábiles para mantener
el orden y gobernar bien á la nación, aban-
(i) La Gaceta de Colombia, de Mayo de 1830,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 331

donaron el campo, y Bolívar, que todo lo ig


noraba, tanto por su ausencia como porque
los revoltosos tuvieron el cuidado de no de
jarle conocer sus intenciones revolucionarias,
por saber que él las improbaría, era para sus
enemigos el factor de esas revueltas, que de
cían preparaba desde la costa.
Habiendo corrido la sangre de hermanos
en lucha fratricida y viéndose la República
amenazada de una conflagración general, las
corporaciones, los padres de familia de Bogo
tá y los habitantes de los pueblos vecinos fir
maron peticiones al Libertador para que vi
niese á librar á la nación de los horrores de
la guerra civil; Cartagena y su guarnición lu
ciéronle súplica semejante, que fué secundada
por Tunja, Socorro, Mariquita, Mompós y
otras, según documentación que le envió el
general Urdaneta, investido transitoriamente,
en fuerza de las circunstancias y por aclama
ción de los ciudadanos de Bogotá, de la auto
ridad suprema.
Una comisión fué encargada de llevarle al
Libertador las actas, la que cumplió su come
tido el 17 de Septiembre; en sendos discursos
los comisionados Piñeres y Santamaría le su
plicaron que hiciese de nuevo el sublime sa
crificio de aceptar el poder y salvar la Patria
por tercera vez, recordándole sus propias pa
labras de que sólo la mayoría es soberana y de
332 J. D. MONSALVE

que es un tirano el que se opone á la voluntad


del pueblo, repitiéndole que éste lo llamaba á
grandes gritos; Bolívar, nervioso siempre y
siempre generoso, á impulsos de su noble
ideal y venciendo la irresistible repugnancia
que le producía el mando, contestó que estaba
listo á contribuir al establecimiento del orden
y á prestar sus servicios al Estado. El mismo
dió cuenta á Urdaneta de su entrevista, con el
ánimo más contristado que nunca "por los la
mentables sucesos de Colombia".

Por mi parte, excelentísimo señor - le decía á


Urdaneta—, no debo excusarme á contribuir, en
cuanto dependa de mis facultades, al restableci
miento del orden, á la reconciliación de los herma
nos enemigos y á recuperar la integridad nacional.
Para lograr fines tan santos ofrezco á la Patria y á
la Administración de V. E. todos los sacrificios de
que soy capaz y que sean compatibles con mis
deberes.
Desde luego me pondré en marcha para esa ca
pital á reiterar mis protestas solemnes de obedecer
las leyes y las autoridades actualmente constituidas
hasta que las elecciones constitucionales nos pro
porcionen los beneficios de un cuerpo legislativo y
los nuevos magistrados que nos den los sufragios
de la nación. Hasta que llegue aquel momento de
seado serviré únicamente como ciudadano y como
soldado.
Espero que, restablecido el orden legal, me será
permitido volver á la vida privada, de la que ahora
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 333

me arrancan los peligros de la Patria y á la que


inmolo el precioso bien que he poseído durante la
existencia de Colombia (i).

Con este motivo expidió una proclama en


que explicaba cómo las calamidades públicas
le obligaban á salir del reposo de su retiro,
oportunidad que aprovechó para hacer un lla
mamiento á todos los colombianos, con el ob
jeto de que depusiesen sus pasiones y rodea
sen al Gobierno para salvar al país de la di
solución.
Empero, no habían pasado veinte días cuan
do las noticias llegadas de Bogotá le hicieron
cambiar de resolución. Supo que Mosquera y
Caicedo no se habían retirado legalmente, ni
legalmente habían sido reemplazados; no se
le quería simplemente como ciudadano sino
como magistrado; él en nada había contribuí-
do á la reacción que se había operado, aun
cuando así lo afirmasen sus enemigos; pero si
fuera á coger el fruto de ella se le haría cargo
de toda responsabilidad, quedaría en la condi
ción de un usurpador.
"Yo no puedo reducirme á esta situación,
por más que me esfuerce en dominar mi re
pugnancia" (2); y al señor Vergara, después de
manifestarle el cúmulo de razones que tenía
(1) Memorias del general Rafael Urdaneta, pág. 479,
(2) Idem id., pág. 481.
334 ). D. MONSALVE

para no querer volver al mando de la Repú


blica, le agregaba:

Añadiré á usted una palabra más para aclarar


esta cuestión. Todas mis razones se fundan en una:
no espero salud para la Patria. Este sentimiento, ó
más bien esta convicción interior, ahoga mis deseos
y me arrastra á la más cruel desesperación. Yo creo
todo perdido para siempre, y la Patria y mis ami
gos sumergidos en un piélago de calamidades.
Si no hubiera más que un sacrificio que hacer, y
que éste fuera el de mi vida, ó el de mi felicidad, ó
el de mi honor, créame, no titubearía.
Pero estoy convencido de que este sacrificio se
ría inútil, porque nada puede un pobre hombre
contra un mundo entero; y porque soy incapaz de
hacer la felicidad de mi país, me deniego á man
darlo. Hay más aún: los tiranos de mi país me lo
declararon; así, yo no tengo patria á quien hacer el
sacrificio (i).

Tales eran las declaraciones á que lo obli


gaban el conocimiento que tenía de la índole y
carácter de los pueblos sur-americanos, las in
famias de los tiranuelos que tanto habían com
batido por su propio engrandecimiento perso
nal y la honda herida que aquella alma sensi
ble habla sufrido con el vitando é injusto de
creto de proscripción; no había salido el ilus
tre expatriado para el extranjero, porque la
(I) Blanco: Op. cit., t XIV, pág. 364.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 335

pobreza en que se encontraba no se lo había


permitido; bien que él, acostumbrado á la
vida militar, de muy poco necesitaría para
mantenerse; después de haber sido el primer
mandatario de Colombia durante muchos años,
el mismo honor de la Patria le obligaba á sos
tener con dignidad en las otras naciones una
posición decorosa; por otra parte, las mani
festaciones cariñosas de la sociedad de Car
tagena, que á él le parecían importunas, le ha
bían detenido en aquella ciudad.
Al fin, sintiéndose cansado de sus agitacio
nes morales y agobiado por el sufrimiento de
la cruel enfermedad que lo destruía, resolvió
ir á gozar.de los aires vivificadores de Santa
Marta y de las atenciones de aquella hospita
laria sociedad.
El día 10 de Diciembre, sintiendo ya cerca
no el fin de sus gloriosos pero acibarados
días, lanzó su última proclama á los colom
bianos; era el testamento político en que aque
lla alma rica de patriotismo legaba á la pos
teridad de sus compatriotas todos los efluvios
de su corazón, todos los sentimientos de amor
á su ideal, toda la generosidad de un pecho
noble que no respiró sino caridad para los
desgraciados y perdón para sus enemigos.
He aquí su proclama:
336 J. D. MONSALVE

SIMON BOLIVAR
Libertador presidente, etc., etc., etc.
¡Colombianos!
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear
la libertad donde reinaba antes la tiranía. He tra
bajado con desinterés abandonando mi fortuna y
aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando
me persuadí que desconfiabais de mi desprendi
miento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y
hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación
y mi amor á la libertad. He sidovíctima de mis per
seguidores, que me han conducido á las puertas del
sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi ca
riño me dice que debo hacer la manifestación de
mis últimos deseos. No aspiro á otra gloria que á la
consolidación de Colombia; todos deben trabajar por
el bien inestimable de la unión: los pueblos, obede
ciendo al actual Gobierno para libertarse de la
anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus
oraciones al cielo; y los militares empleando sus es
padas en defensa de las garantías sociales.
I Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la Pa
tria. ¡Si mi muerte contribuye á que cesen los par
tidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro!
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, á 10 de
Diciembre de 1830— 20.
Simón Bolívar.

t
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 337

Busquemos en los anales de la Historia, es


cudriñemos archivos, y no encontraremos una
pieza como ésta, tan impregnada de doloroso
desaliento, tan rebosante de sincero patriotis
mo. Es el último eco de la voz de un héroe
lleno de genio que con sorprendente tenaci
dad, después de haberlo sacrificado todo en
persecución de un ideal tan grande como bello
y digno, ve desaparecer su obra como por en
canto, socavada por las negras pasiones de
sus enemigos, y que en su adversidad vis
lumbra allá en lontananza los nubarrones que
amenazan temible tempestad, y á quien ne
gros presentimientos le hacían pensar si ha
bría arado en el mar.
Es el profeta que ha luchado en vano, y que
en su postrer gemido da la voz de alerta á sus
conciudadanos (i). Pero ni olvidó su cuna, y
en la última hora, ya que no legaba bienes de
fortuna, sólo pidió en su testamento que sus
restos fuesen trasladados á Caracas.
El 17 de Diciembre, á la una, entregó Bolí
var su alma á Dios. Murió sin haber podido
darle perfección á su ideal. Murió envenenado
por la calumnia, la envidia y la ingratitud de

(1) En su última carta al general Justo Briceflo le


suplica que se reconcilie con el general Urdaneta y sos
tenga el actual Gobierno, pues sólo sacrificando senti
mientos personales podrá salvarse á los amigos y á Co
lombia de la anarquía.
29
338 J. D. MONSALVE

aquellos mismos á quienes había hecho libres


y había ayudado á elevar por sobre sus con
ciudadanos.
En una página podemos condensar lo que
formó el ideal de Bolívar, quizá en una sola
frase: la creación de la gran Colombia, ase
gurada su independencia con la de toda la
América del Sur. Para poder crear á Colom
bia, empujarla en el camino de la civilización,
asegurar su independencia y engrandecerla,
era preciso emanciparla del poder español.
No se puede levantar un edificio sino sobre
sólidos cimientos, ni éstos se pueden echar á
la ligera en un suelo cenagoso; había que ex
pulsar á los españoles, y con una constancia
inimitable, con una tenacidad á toda prueba,
Bolívar los arrojó de la Patria; mas era preci
so que, para que no la invadieran nuevamen-
mente, la victoria de las armas libertadoras
fuese hasta los confines de Chile y Buenos
Aires, como también era conveniente dividir
el Perú creando la república de Bolivia; tam
poco debía mirar con indiferencia el peligro
que ya anunciaba la existencia del gran Co
loso del Norte, cuyas tendencias expansionis-
tas se han encaminado en dirección meridio
nal; en virtud de esas visibles contingencias
citó á Panamá á las naciones latinas del con
tinente para formar una alianza ofensiva y
defensiva, para iniciar los fundamentos de un
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 339

Derecho internacional americano y para po


ner una muralla á las futuras pretensiones de
los yanquis.
Todo esto conseguido, ya por medio de las
armas, ya por las artes de la diplomacia, trató
de dotar á Colombia de un Gobierno serio y
estable para que entrara en el rol de las na
ciones civilizadas. ¡Esperaba morir en su ciu
dad natal, en medio de los gritos de triunfo y
de los hosannas del progresol... Pero no había
contado con las pasiones humanas, con las
hordas que habían heredado los vicios de las
razas americanas, vicios que se mantenían
desde hacía tres siglos medio ocultos por la
severidad de un Gobierno severo y fuerte y
que se habían acrecentado más aún con vein
te años de lucha y de desorden y de vida
campal.
No había contado con la ingratitud, con la
ambición de gobernar que se desarrolló en el
corazón de todos los que habían tomado parte
en el movimiento revolucionario; no había
contado con la hidra que surgía y se alimen
taba del fango de tantas maldades: la anar
quía, que en poco tiempo fué destruyendo su
obra, que lo hizo dudar de si habría hecho
bien ó mal, y que le hizo temer las maldicio
nes de la posteridad; y, sobre todo, no contó
con que él era único en Colombia.
La obra de Washington era más sencilla,
340 J. D. MONSALVE

puesto que su labor se redujo no más que á


independizar,y para ello contaba no solamente
con las grandes capacidades, sino también
con el desinterés de sus tenientes, que lo enal
tecían, le colmaban de honores y le prodiga
ban filial consideración.
Pero la obra de Bolívar no había de durar
más que lo que durara la vida del caraqueño;
porque ella era digna sólo de un Bolívar: in
dependizar, libertar, dignificar á los habitan
tes de estas regiones, anular celos y rivalida
des entre venezolanos y granadinos, poner á
raya muchas desmedidas é injustas ambicio
nes por él mismo estimuladas con el fin de
despertar el patriotismo; juntar en un solo
cuerpo pueblos heterogéneos por diferencias
de costumbres y de raza, poner en un solo
molde tierras distantes, climas diversos, zonas
diferentes; violentar las leyes etnológicas para
unificar las leyes civiles sin abnegación y des
interés de parte de sus compañeros, que más
bien se constituían rivales suyos; todo esto no
lo podía hacer más que Simón Bolívar. Por
eso la muerte de Bolívar fué la disolución de
Colombia, el desvanecimiento del grande ideal
que germinó y se desarrolló en la mente del
Libertador.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 341

XXV

En la persecución de su ideal, Bolívar tuvo


que luchar con la Naturaleza y contra los
hombres. Esta aseveración, que hemos hecho
varias veces en el curso de este estudio, y
que á primera vista parece que se refiera á
transitorios obstáculos, está, sin embargo,
confirmada por el abismo en que se perdie
ron todas las ilusiones del grande hombre.
En sus mocedades, el futuro Libertador ha
bía palpado en su suelo natal la triste condi
ción de siervos que había cabido en lote á los
criollos americanos. En el viejo continente,
acariciado por la blanda brisa de los placeresF
en aquel torbellino político que se desencade
nó con motivo de la proclamación de Napo
león como emperador de los franceses; enme-
dio de esa gran convulsión europea, á la que
debió sentirse extraño, el joven Simón, go
zando de la libertad que le proporcionaban su
posición y su fortuna, no llegó á olvidar la
precaria situación de sus compatriotas, ni la
suerte de su patria esclavizada. Aquel carác
ter, al parecer ligero é impulsivo, estaba en
cerrado en el molde de una voluntad de hie
rro; ese genio de tan brillante vuelo que pa
recía cernerse siempre en extraños horizon
J. D. MONSALVE

tes sabía concentrarse á menudo... reflexionar.


En la vieja Europa acercaba con deleite sus
labios á la copa de los placeres, contemplaba
las multitudes ebrias de entusiasmo que acla
maban al tirano, asistía á las entradas triun
fales de los ejércitos victoriosos y sentía el
crujir de los tronos que se derrumbaban. Todo
esto iba desarrollando en su cerebro un con
junto de donde surgía, como de una combina
ción química, la grande idea que nunca más le
volvería á abandonar.
Cuando llegó al monte Sacro se desarro
lló en su mente, como en un panorama vivo,
la historia de Roma, con sus vicios y sus vir
tudes, amos y esclavos; luego se le represen
tó la historia de la Humanidad, océano agita
do de que la de Roma no era más que un
compendio, y volvió las miradas á Venezue
la, y en un rapto de iracundia, de profética
visión, juró consagrar su fortuna, tranquili
dad y vida y luchar sin tregua ni descanso
por la libertad de su país.
¿Divisaría entonces su ojo de águila toda
la inmensidad de su promesa? ¿Alcanzaría
á abarcar su naciente genio lo inconmensu
rable de la tarea? ¿Calcularía sus fuerzas
el mancebo para emprender tan tremenda
lucha?...
Los espíritus superiores todo lo abarcan de
una ojeada, y Bolívar conocía su país y el
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 343

genio de sus habitantes, y vislumbraba las mil


y mil dificultades que tendría que vencer; sa
bía, como Colón, que en ese océano ignoto
en que pensaba embarcarse podía tropezar
con escollos, y que tormentas y contratiem
pos balancearían la nave de su fortuna; pero
Bolívar, como el almirante genovés, tenía ar
diente fe en el resultado final, se sentía impe
lido por un hado fatal, y, con la mirada fija en
un solo punto, veía desvanecerse auno y otro
lado todos los imposibles é iba persuadido de
que llegaría á la meta deseada.
En los primeros viajes que hicieron los con
quistadores á Tierra Firme, la mar embrave
cida é indómita parecía sobrecogida de im
pulsos de protesta, y los barcos castellanos
eran azotados por los temporales, sacados
fuera de rumbo por tremendos vendavales,
amenazados por tormentas de agua y electri
cidad, por trombas marinas y espantosos sa
cudimientos.
Aquellos valientes, que nunca temblaron
ante los hombres, llegaron á flaquear frente á
la Naturaleza desencadenada, y aun creyeron
oir el conjuro de los espíritus infernales que
se oponían á su empresa; pero tuvieron fe y
perseverancia y conquistaron un Nuevo Mun
do. Al principiar la no menos ardua empresa
de la independencia, un violento terremoto,
que tantos daños materiales causó, fué inter
344 J. D. MONSALVE

pretado por la mayoría de las masas como una


protesta de la Divinidad contra el orgullo y
gran crimen de los patriotas, y hubiera dado
al traste con el proyecto de libertad si hom
bres como Bolívar no se hubieran sobrepues
to á la credulidad del vulgo y hubieran conti
nuado la lucha con ardiente fe, con tenaz cons
tancia, hasta demostrar que también la Natu
raleza era domable.
Comentando la situación en que se halla
ban en 1829 los pueblos todos de Sur-Améri
ca, la Gaceta de Cartagena, núm. 407, de aquel
año, se expresaba así:

¿Qué diremos de Colombia? Nada es más sensi


ble para un colombiano que recordar los males de
un pueblo que ha hecho tantos sacrificios por su in
dependencia y libertad; es sensible, porque apenas
deja la experiencia un pequeño intervalo entre de
sastre y desastre, entre quebrantos y pérdidas.
Es verdad que tuvimos por cinco años una Cons
titución, y que rigió toda la República en tiempos
difíciles; pero esto mismo depone contra la Carta,
probando solamente el patriotismo de los pueblos.
Ocupada la nación en dos guerras consecutivas, se
miró la independencia como un objeto de preferen
cia; tranquilos los pueblos, les faltaba solidez y fije
za para establecerse; el pueblo buscó garantías en
la Constitución, y no las halló; y cuando el Gobier
no las necesitó para sí propio, tampoco pudo ha
cerlas valer, porque el Código era imperfecto.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 345

Todos saben que una Constitución puede ser vio


lada por el pueblo ó por el Gobierno; en el primer
caso necesita éste de garantías contra aquél, y vi
ceversa en el segundo. Esto es lo que justamente
sucedió en Colombia con la Constitución de Cúcuta;
demasiado débil el Poder ejecutivo, se vela obliga
do á cada paso á lanzarse fuera de la Constitución,
y los pueblos que carecían de este requisito contra
la arbitrariedad buscaron en las rebeliones la con
tra para el artículo 128; así es que pueblo y Go
bierno violaron diferentes veces, aun sin quererlo,
la decantada Constitución de Cúcuta. Sin embargo,
parece un prodigio la excepción asombrosa que
presenta Colombia habiendo evitado los escándalos
de Méjico, Buenos Aires, Guatemala y Chile; pero,
¿es por ventura esto virtud ó una feliz casua
lidad?
¿Se halla en la naturaleza de los principios esta
excepción ó en el sistema opuesto? Diremos que es
debido á la casualidad por la existencia milagrosa
del Libertador, y al sistema opuesto, porque con
forme á los principios no hubiera podido evitar los
males que se han sucedido para afligirnos.
Diez y seis años de servicios no interrumpidos,
en calidad siempre de jefe, han formado de Bolívar
un magistrado experimentado, al paso que sus he
chos le han granjeado la gratitud de los pueblos.
Más de una vez ha salvado á Colombia, y sin él
muchas veces hubiéramos corrido la suerte de nues
tros vecinos; ha sido, por lo tanto, una casualidad
que nos ha preservado, porque su existencia, ame
nazada mil veces, es la obra del acaso.
La obligación más señalada que debemos al Li
346 J. D. MONSALVE

bertador es la de habernos preservado de incurrir


en una guerra civil.
Sólo obrando las máximas del sistema que com
batimos habría podido Bolívar salvar á Colombia
por más de una vez, porque solamente en sus ma
nos ha hallado el pueblo garantías; y cuando la
Constitución caducó, ¿quién garantizó á los pueblos
y al Gobierno?
El Libertador, y sólo él, pudo ofrecer un abrazo
Á los que estaban prontos á despedazarse; se dice
que en los que mandan no hay garantías y que és
tas sólo existen contra éstos, al paso que solamen
te en Bolívar hemos hallado seguridad, y aún más,
protección; gracioso contraste que destruye la pro
posición contraria; un Gobierno sin fuerza y sin vi
gor no da garantías, ni las tiene cuando es ata
cado.
Con todo, después de haber recibido mil bienes
de la mano del Libertador, ¿no hemos visto preten
der sacrificarle á la supersticiosa idolatría de los
principios?
Cuando no fuera más que una máscara con que
se han cubierto tantos malvados, ¿no fueran tales
principios para detestarse? ¿Sería siquiera racional
sacrificar la mano que nos preserva del exterminio
y que nos salva de la infamia? ¿No habla el cora
zón humano cuando se le quiere forzar á la ingra
titud? Si hay pueblo que deba detestar el sistema
de los principios por su propia experiencia, por
conveniencia, por interés, y, sobre todo, por el es
cándalo del 25 de Septiembre, es, sin duda, Co
lombia.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 347

Fácil es al viajero entusiasta y de viva ima


ginación, rodeado de comodidades, lejos de
todo peligro, prestar el juramento de sacrifi
car fortuna y vida en aras de la Patria. Empe
ro, sumamente difícil de cumplir esta prome
sa, sobre todo en el caso presente, cuando se
trataba de libertar, no un pequeño país, sino
un continente entero, sembrado de cuantos
obstáculos ha tenido la Naturaleza á su dispo
sición y bañados de dos océanos que las naos
y buques enemigos podían cruzar en todas
direcciones, pero inútiles para los patriotas
por carencia de barcos y navios; y entre es
tos dos océanos una extensión de territorio
más vasta que Europa, falta de vías de comu
nicación, con todos los climas y los inconve
nientes todos de las vastas soledades, sin fá
bricas donde proveerse de los elementos in
dispensables para la lucha.
Para conquistar á favor de la libertad tan
inmensos territorios, Bolívar, con sus indómi
tos guerreros, tendría que pasar frecuente
mente de las ardientes playas del Océano á
alturas de 2.000 y más metros, sometidos me
dio desnudos á los cambios de temperatura y
dejando diezmada su gente por el frío mordi
cante de los ventiscos y de los páramos. Con
frecuencia un ejército que pernoctaba hoy
en las vegas de un río, resistiendo tempera
turas superiores á 30o, tendría que dormir ó
348 J. D. MONSALVE

al menos tratar de hacerlo, veinticuatro horas


más tarde bajo cero grados, y esto sin mudar
de vestido, sin más abrigo que el cansancio
proveniente de una marcha forzada por sobre
rutas pedregosas, ó trochas y tremedales.
De las partes sanas, aunque frías, de la cor
dillera pasaban con la misma rapidez á las
partes bajas, anegadizas, ardientes y malsa
nas, y si allá el frío daba cuenta de muchas
vidas, aquí la fiebre destruía más existencias
que las mismas armas de los enemigos.
A estos cambios bruscos de temperatura y
de clima, á los que el Libertador parecía in
sensible, les tenían los patriotas más terror
que á los campos de batalla, y aún más que á
la perspectiva del patíbulo. Y esto lo hallamos
á cada página de la Historia, cuando se trata
ba de marchar de las márgenes del Magdale
na ó de las ardientes llanuras orientales hacia
la cordillera, ó cuando se quería abandonar
la altiplanicie por las tierras bajas.
En tales circunstancias las deserciones eran
numerosas, y los pequeños ejércitos queda
ban reducidos á puñados de valientes.
Bolívar no se engañaba. El, desde un prin
cipio, previo todos los obstáculos con que ten
dría que luchar, y desde que entró en campa
ña hubo de palparlos diariamente, quizás más
rudos en la primera época, pues á las dificul
tades que presentaba la Naturaleza se agre
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 349

gaba el que las tropas no estaban acostum


bradas á las fatigas de la campaña y al horror
á la guerra á muerte, que hacía que las parti
das de patriotas hubiesen de marchar siempre
compactas, porque los que de las filas se apar
taban tenían casi seguro el perder la vida.
Era el Libertador como una máquina subli
me impelida por la mano de la Divina Provi
dencia. Su actividad era prodigiosa; vivía en
constante movimiento; los placeres los gusta
ba de paso, pues no se estacionaba por largo
tiempo en un solo punto.
El peligro lo atraía, y adonde lo presentía
allá volaba con rapidez. Recorría en muía las
empinadas cimas de la cordillera y la inmensa
extensión de los Llanos, cada vez que así lo
exigían las necesidades; el mapa de Sur-Amé
rica sería un conjunto de zig-zags indescifra
ble si en él trazáramos todos los itinerarios
que recorrió Bolívar, con los varios rumbos
que tomaba y el número de veces que los
transitó; ¡y cuántas veces no daría la vuelta
al mundo si desarrolláramos una sola línea
del largo del total de las marchas efectuadas
por el Libertador!
Podríamos comparar el territorio conquis
tado por Bolívar para la libertad con una piel
de búfalo secada al sol sin extensión apunta
lada; cuando Bolívar estaba en un punto, allí
reinaban la paz y la tranquilidad; pero el
350 J. D. MONSALVE

vellocino se levantaba en el otro extremo.


Allá acudía presuroso á sentar el pie, y la
indómita piel levantábase por otro lado. No
podía Bolívar estar en todas partes, y los últi
mos años de su existencia podemos decir que
los pasó trasladándose de un país á otro, adon
de le llamaban el clamor popular para sobre-
nar la hidra de la discordia que por todas
partes asomaba sus mil disformes cabezas.
La variada y sinuosa topografía de nuestro
territorio, que tanto dificultó la independen
cia, contribuyó, como es natural, á hacer más
duradera la guerra, y, por consiguiente, retar
dó la hora de la emancipación. Si ella fué un
obstáculo para llevar á cima el ideal del Liber
tador, lo fué más insuperable aún la valla
puesta por la diversidad de razas.
Desde la conquista se pudieron palpar las
diferencias étnicas de dos grandes familias
de raza amarilla. Una laboriosa, cultivada,
amiga de vivir en sociedades más ó menos
bien organizadas, con su cielo poblado de dio
ses y sus hogares de penates, pacífica é in
dustriosa. Otra nómade, tan salvaje é impe
tuosa como los torrentes de nuestras cordi
lleras, ó los jaguares de las pampas, vaga
bunda, valiente, amiga del pillaje, cuyo ele
mento era la lucha, sin más Dios que los ele
mentos y el maligno espíritu que creían les
hablaba por boca de sus mohanes y hechi
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 351

ceros. Propietaria la primera del terreno que


tranquilamente ocupó, luego que hubo recha
zado la más primitiva todavía de los labrado
res y pulidores de piedra, fué desalojada poco
á poco por la raza caribe, que ya ocupaba las
orillas de los dos océanos y las márgenes de
los ríos, y los habían arrojado á las partes
altas de la cordillera. De estas dos razas na
cieron dos corrientes de opinión, que aún se
palpan hoy día, y en las que no poca influen
cia han tenido también las condiciones de
clima, topografía del terreno, etc.
Los habitantes de las altiplanicies son por
lo general más pausados, de costumbres pa
triarcales, económicos. En las playas y en los
valles las gentes son más nerviosas, de pasio
nes más fuertes y de vida más libre. Recuér
dese que á principios de la guerra de la In
dependencia los granadinos sentían repug
nancia en servir al lado de los llaneros: las
costumbres licenciosas de éstos, el poco res
peto á los bienes ajenos y á la vida de los de
más los aterraban. La misma observación
puede hacerse desde el punto de vista reli
gioso.
Desde Pamplona hasto Pasto, incluyendo la
villa coronada de los zipas y la silenciosa y
tranquila capital de los zaques, domina el ele
mento conservador, religioso, aferrado á las
tradiciones y apegado á sus viejas creencias,
352 J. D. MONSALVE

mientras que en las tierras cálidas se observa


un deseo de independencia á todo yugo reli
gioso, moral ó civil; revélase una expansión
del espíritu y de la carne, listos siempre á
romper los diques del orden para caer en el
libertinaje; del propio modo que el demasiado
calor ha llevado á sus habitantes a suprimir
gran parte de las prendas del vestido, así pa
rece que los asfixiaran las obligaciones de
cualquier orden, y siempre se les ve deseo
sos de despojarse de las vestiduras de obe
diencia y de sumisión.
A los elementos indígenas vino á mezclarse
la prolífica sangre española: castellanos, ara
goneses, andaluces, asturianos, vizcaínos y ju
díos, fueron llegando por grupos á la costa,
invadiendo poco á poco el interior, formando
nuevas parcialidades etnográficas, cacicazgos,
por decirlo así, en que iban predominando las
virtudes y los vicios característicos de su na
cionalidad.
En unas partes se mezclaban con los indios
creando un nuevo tipo étnico; en otras des
truyeron casi totalmente la raza primitiva y
continuaron la procreación con mujeres espa
ñolas. A las pocas generaciones vino á resul
tar un tipo criollo, distinto del conquistador
primitivo, transformado por las nuevas nece
sidades, por el cambio de costumbres, dife
rencia de climas y estaciones, etc.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 353

También lejos de las poblaciones, en el inte


rior, pero especialmente en las grandes lla
nuras y en las asperezas de la cordillera, per
manecieron puras las razas primitivas ene
migas del español y del criollo, sin más culto
que su libertad y su odio á todo elemento
extraño.
La raza negra, trasplantada de las africanas
costas y de las islas del Pacífico, arrancada de
su primitivo suelo por la fuerza para servir
esclavizada, como bestias de labor, sin más
libertad que la de crecer y multiplicarse, fué
extendiéndose por las tierras cálidas, propa
gándose ya pura, ya mezclada con la de sus
amos, ya con la indígena.
De la mezcla de las tres razas con sus sub
divisiones y su diversidad de creencias, hábi
tos y costumbres, tradiciones y leyes, en un
territorio tan vasto, sometido á tan variadas
influencias de centro, temperatura y clima, sin
vías de comunicación, y, por consiguiente, sin
comercio las unas con las otras, surgió una
serie de cacicazgos, formado cada uno por
unas pocas familias rivales y ambiciosas de
mando, sin cohesión con los vecinos, sin uni
dad de pensamiento, con ideas y principios
heterogéneos y á veces antagónicos; unos por
instinto, ó por atavismo, ó por deseo de man
dar, querían ser libres, muy pocos por sus
luces ó por convicción; otros por hábito inve
23
354 J. D. MONSALVK

terado, por fanatismo ó por respeto á las tra


diciones, quizás á veces por temor de cambiar
de amo, deseaban seguir sujetos á la corona
de España.
La circunstancia de estar la mayoría de las
gentes sumida en una crasa ignorancia y ame
nazada por penas temporales y eternas si to
maban parte contra la Monarquía; el odio en
tre el indio y el negro, y éste correspondien
do con saña al orgullo del blanco; el deseo
que abrigaban los más ilustrados de romper
con el yugo español para imponerse como
jefes ó gobernantes, todo formaba una Babel
heterogénea que no era fácil encauzar en un
solo lecho para arrojarla compacta al océano
de la libertad.
El ideal de Bolívar de hacer una patria li
bre, grande y poderosa, se basaba en el prin
cipio de unidad. Y ¿cómo unificar ese caos
discordante de elementos tan opuestos en un
mundo tan extenso y tan difícil de recorrer?
Bien hubiera deseado el Libertador que su
ideal se realizara con la rapidez del pensa
miento y que en su importancia se empapasen
los americanos todos; Bolívar se anticipó á su
época, colocado como estaba en un nivel muy
superior á la mayoría de sus conterráneos, á
una altura tal que sus compatriotas apenas al
canzaban á divisarlo. ¡Mucho hizo, sin em
bargo!
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 355

En esas circunstancias, que escasamente al


canzamos á esbozar, de dificultades físicas y
de lucha y desigualdad de razas, creencias y
costumbres, logró lo que aún muchos años
después ningún otro hubiera conseguido: li
bertar á su patria, y para asegurar su inde
pendencia, arrojar á los españoles de todo el
continente; formar una sola nación de tres in
mensos territorios habitados por gentes de
todos colores y de distintas aspiraciones, en
quienes bullían pasiones diversas á que la
misma revolución había abierto los diques;
amalgamar estos elementos y gobernarlos con
una misma Constitución; llegar, en fin, á colo
carla como una muralla contra futuros abusos
de otros países, despertando celos y levantan
do envidias... Pero la vida de un hombre no
bastaba para dar cima á tan monumental em
presa, y la muerte, con su anticipado cortejo
de desengaños, vino á destruir la obra. Sus
mismos amigos, sus criaturas mismas, fueron
los demoledores principales del edificio (i).
(i) «El genio de Bolívar tenia demasiado vuelo, y
sus atenciones militares y de mando eran sobrado ab
sorbentes para dejarle aquel reposo de observación y
meditación necesario, sin cuyo auxilio no le era dado
estudiar á fondo los hechos sociales que se desenvol
vían con la revolución. Una revolución que en todos
sentidos era una protesta contra la situación y organi
zación creadas por el régimen colonial, y que era soste
nida por criollos de raza española, mestizos de diversas
356 J. D. MONSALVE

¡Cuán bella, noble, imponente y grandiosa


se presentaría hoy á los ojos del político y
del filósofo la obra que fué el ideal supremo
del Libertador si se hubiese realizado por
completo y hubiese perdurado!
^Establecida la independencia y completada
la emancipación de la América española; cons
tituidas las repúblicas que la componen; ase
gurada la paz internacional por medio del
Congreso de Panamá, que, como el ideal que
informa el de La Haya, dirimiera amigable
mente los conflictos de carácter público; rea
lizados desde hace ochenta años los derechos
del uti possidetis que da la personalidad ma
terial á estas naciones; y fuertes todas contra
las agresiones extrañas por medio de una
confederación general, pásmase el espíritu al
contemplar en la fantasía á la gran Colombia
como al coloso latino-americano, sirviendo á
todas de garantía, base y sostén de la libertad.
Colombia, la gran Colombia, la soñada por
clases, indios y hombres de color; una revolución de tal
carácter, digo, ó tenía que abortar, causando solamente
ruinas, caso de ser detenidas en su desarrollo, ó tenia
que ir hasta sus últimas consecuencias, siendo esencial
mente liberal y democrática, así como en su comple
mento, descentralizadora. Bien podía concillarse esta
política, sin embargo, con el mantenimiento de ciertos
principios tutelares del orden social y en armonía con
las más sanas costumbres y creencias de los colombia
nos.»—José María Samper Op. cit., pág. 28.
IDEAL POLÍTICO DE BOLIVAR 357

Bolívar desde que inició sus campañas contra


el poder español, sin guerras civiles, sin con
mociones políticas ni golpes de cuartel; si
guiendo, á través de los años, la evolución
trazada por las leyes naturales, hubiera sido
el pueblo explotador y acumulador de sus in
mensas riquezas, el atractivo de los pueblos
extranjeros que buscaran comodidad y bien
estar, el recipiente de todas las corrientes mi
gratorias del mundo y tuviera en su suelo la
cantidad de millones de habitantes que hoy
pueblan los Estados Unidos.
Asi lo fantaseaba su inmortal fundador
cuando arrastrado por su imaginación heléni
ca la sugería á los constituyentes de Angos
tura; tal la imaginó el gran Zea en el mismo
Congreso, y así la vislumbraron Santander,
Restrepo, Olmedo y demás grandes inteligen
cias que acompañaron en patriotismo y en
energías al gran caudillo.
Y á fe que tenían razón, viendo las cosas
no más que por el lado hermoso señalado por
la imaginación; mas era obra superior á la
voluntad y potencia de los hombres.
En efecto: contemplada tan hermosa crea
ción por el aspecto comercial y económico, y
de las facilidades materiales para la humani
dad, nada más hermoso podía concebirse, ni
más eficaz á arrobar la imaginación. Sería un
país de más de 50.000 miriámetros cuadra
358 J. D. MONSALVE

dos, bañado por el Océano Atlántico desde


el río Esequivo hasta el cabo de Gracias á
Dios, y por las del Pacífico desde el golfo Dul
ce hasta la desembocadura del rio Tumbes,
rodeado por el Amazonas desde la desembo
cadura del Yancán en el gran río hasta la
boca oriental del Caquetá, con arterias tan
importantes como el Putumayo, el Yapurá,
el Orinoco, el Meta, el Guaviare, el Arauca,
el Zulia, el Magdalena, el Cauca, el Atrato, y
mil más navegables por buques de vapor que
pondrían en fácil comunicación su territorio
interior con los países extranjeros; dueño de
los mejores y más importantes puertos del
continente y del istmo de Panamá, lugar de
cita en donde todos los intereses del univer
so han de verse formando un solo almacén
y por donde todos los buques de las nacio
nes han de pasar como una sola peregrina
ción de confraternidad universal, ningún país
del mundo podría aventajarle en posición geo
gráfica.
Y ¿cuál nación podría superarle en dones y
atractivos para las emigraciones extranjeras?
En su territorio existen los únicos yacimien
tos de platino; en él existe, de las tres únicas
minas de esmeraldas del globo terrestre, la
más abundante, más rica y más preciosa; de
lo que fué la república de Nueva Granada, á
pesar de que sus minas puede decirse que

i
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 359

apenas han sido desfloradas, se extrajeron


hasta 1886 casi 700 millones de pesos (1);
minas de hierro, cobre, antimonio, plomo,
arsénico, cinc, mármoles, yeso, feldespato,
azufre, hulla y cuantos minerales son útiles en
todas las industrias, abundan por todas partes
en Venezuela, Colombia y Ecuador; la flora
de estas tres repúblicas puede despertar las
envidias de las naciones más privilegiadas,
porque las industrias manufactureras, el co
mercio, la medicina y demás ciencias natura
les en ellas encuentran sus más admirables
emporios, siendo sus variedades como la de
sus climas, que se hacen sentir desde las tie
rras más cálidas (42o sobre cero del termó
metro centígrado) hasta el frío que se siente
en las alturas y regiones de las nieves per
petuas; la riqueza de la fauna es tan abundan-
le, variada y portentosa como la del reino ve
getal, siendo los animales salvajes de géne
ros, familias y especies tan diferentes y de
tan productiva riqueza como para satisfacer
todas las necesidades y exigencias de la sabi
duría y las industrias, y los domésticos y de
uso común son tan profusos y de tan fácil
multiplicación, que apenas hay país que pue
da comparársele.
Los países que compusieron la gran Colom-
(1) Vicente Restrepo: Minas de oro y plata de Co
lombia, pág. 157.
360 J. D. MONSALVE

bia pudieran superar hoy á los Estados Uni


dos en riquezas, habitantes y facilidades para
la vida, si en lugar de guerras civiles hubie
ra imperado la paz, si, como imaginó su ideal
predilecto, el Libertador, los telégrafos, fe
rrocarriles, navegación, cultura de las artes y
las ciencias, hubiesen sido objeto primordial
de sus habitantes en lugar de las discordias;
si la antorcha de la libertad hubiese sido más
bien luz que incendio; si el hierro se hubiese
empleado más bien en arado que en bayone
tas; si las energías hubiesen sido empleadas*
en trabajo benéfico más bien que en guerras
fratricidas.
Pero aquel ideal sublime, realizado por una
inteligencia, una fe y unas energías de que
hay pocos ejemplos en la historia de las na
ciones, no podía ser empresa para otros hom
bres, ni su conservación podía durar más que
los días de su fundador.
Así lo presentía él, como atrás lo hemos
visto. Ni era posible que de otra manera hu
biese de suceder; nadie mejor que el mismo
Bolívar ha debido comprenderlo, pues pudo
estimar que las causas que se oponían á su
creación admirable debían ser igualmente las
causas de su disolución.
En realidad, desde que Bolívar comenzaba
á alimentar en su cerebro la gigantesca idea
de libertar el mundo americano y fundar la
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 361

república de Colombia, es decir, desde los


primeros años de la guerra de independencia,
él veía con admirable perspicacia todo el es
trago que había de causar en la organización
política y social de su ideada República la fal
ta de un vínculo político y de conformidad en
las ideas, y el desarrollo de las ambiciones
personales.
En correspondencia que en 28 de Septiem
bre de 1815 dirigía de Kingston al editor de
The Royal Gazette estampaba esta verdad tan
gible:

Cuando los partidos carecen de autoridad, ora


por falta de poder, ya por el triunfo de sus contra
rios, nace el descontento y los debilita. Los jefes
subdividen !a causa en tantas partes cuantas son
ellos, y esto sucede sobre todo cuando, sin acuerdo
con una potencia extranjera, nadie los obliga á per
sistir en el sistema que ambos habían reconocido y
obligádose á sostener.

Y como para fundamentar mejor ese con


cepto, escribe este párrafo de Historia:

En la Nueva Granada la Constitución federal y


los obstáculos con que tropezó han dejado al Poder
ejecutivo en debilidad tan fatal, que su acción ha
sido paralizada por aquellas mismas provincias que
debieron cooperar con él. Hasta su reciente some
timiento al Gobierno general, la de Cundinamarca
362 J. D. MONSALVE

mantuvo tal espíritu de injusticia y de desunión, que


en épocas futuras parecerá increíble (i).

Y con ese buen criterio de que siempre dio


pruebas admirables, establecía que no era po
sible proponer de antemano los principios po
líticos en que se habían de fundar los gobier
nos americanos; imposibilidad ésta en que aún
se encuentran los estadistas de hoy, casi á los
cien años en que él escribía. El opúsculo que
ya hemos citado varias veces en el curso de
este estudio del mismo año ya mencionado,
decía:

Todavía es más difícil presentir la suerte futura


del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su
política, y casi profetizar la naturaleza del Gobier
no que llegará á adoptar. Toda idea relativa al por
venir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo
prever cuando el género humano se hallaba en la
infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignoran
cia y error, cuál sería el régimen que abrazaría
para su conservación?
¿Quién se habría atrevido á decir: tal nación será
república ó monarquía; ésta será pequeña, aqué
lla grande? En mi concepto, esta es la imagen de
nuestra situación. Nosotros somos un pequeño gé
nero humano; poseemos un mundo aparte, cercado
por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes
(i) O'Learv: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXXI,
pág. 64,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 363

y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos


de la sociedad civil. «
Yo considero el estado actual de la América
como cuando, desplomado el imperio romano, cada
desmembración formó un sistema político, confor
me á sus intereses y situación, ó siguiendo la ambi
ción particular de algunos jefes, familias ó corpora
ciones.
Con esta notable diferencia: que aquellos miem
bros dispersos volvían á restablecer sus antiguas
naciones con las alteraciones que exigían los usos
ó los sucesos; mas nosotros, que apenas observa
mos vestigios de lo que en otro tiempo fué, y que,
por otra parte, no somos indios ni europeos, sino
una especie media entre los legítimos propietarios
del país y los usurpadores españoles; en suma,
siendo nosotros americanos por nacimiento y nues
tros derechos los de Europa, tenemos que disputar
éstos á los del país y que mantenernos en él contra
la invasión de los invasores; así nos hallamos en el
caso más extraordinario y complicado (i).

Y lamentándose de las deplorables conse


cuencias de los primeros pasos políticos de
nuestras nacionalidades, agregaba otro aparte
histórico:

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus pri


meros pasos con el establecimiento de juntas po
pulares. Estas formaron enseguida reglamentos
(i) O'Leary: Op. cit (Cartas del Libertador), t. XXIX,
pág. 70.
364 J. D. MONSALVE

para la convocación de congresos, que produjeron


alteraciones importantes. Venezuela erigió un Go
bierno democrático y federal, declarando previa
mente los derechos del hombre, manteniendo el
equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes gene
rales en favor de la libertad civil, de imprenta y
otras; finalmente se constituyó un Gobierno inde
pendiente.
La Nueva Granada siguió con uniformidad los
establecimientos políticos y cuantas reformas hizo
Venezuela, poniendo por base fundamental de su
Constitución el sistema federal más exagerado que
jamás existió; recientemente se ha mejorado con
respecto al Poder ejecutivo general, que ha obteni
do cuantras atribuciones le corresponden.
Según entiendo, Buenos Aires y Chile han segui
do esta misma línea de operaciones; pero como nos
hallamos á tanta distancia, los documentos son tan
raros y las noticias tan inexactas que no me ani
maré ni aun á bosquejar el cuadro de sus transac
ciones (i).

Narraba, además, el Libertador lo que se


lee en las páginas 72 á 75 de este estudio so
bre los acontecimientos de Tierra Firme, que
se podría considerar como un examen etno
lógico.
Prueba mayor de la constancia y tesón con
que perseguía su ideal es la de que él mismo
palpaba las dificultades que se oponían á la

(1) O'Leary: Op. «/., pág. 83.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 365

organización de la nacionalidad por él fanta


seada; era la fe inquebrantable en su destino,
era la confianza que inspira el conocimiento
de cuanto pueden la inmutable paciencia, el
valor activo, las energías incansables; era el
convencimiento ó la sospecha de una predes
tinación para ser el creador de una nación
cuya historia gloriosa había de perdurar tan
to cuanto perdurasen los mares que la rodean;
era todo eso lo que, á pesar de palpar los obs
táculos insuperables, lo hacía persistir.
Oigámosle hablar de esos inconvenientes
cuando se dirigía al Congreso de Angostura,
es decir, cuando sólo comenzaba á realizar
su ideal:

Séame permitido llamar la atención del Congreso


sobre una materia que puede ser de una importan
cia vital. Tengamos presente que nuestro pueblo no
es el europeo, ni el americano del Norte; que más
bien es un compuesto de Africa y América que una
emanación de la Europa, pues que hasta la España
misma deja de ser europea por su sangre africana,
por sus instituciones y por su carácter.
Es imposible asignar con propiedad á qué fami
lia humana pertenecemos. La mayor parte del in
dígena se ha aniquilado; el europeo se ha mezclado
con el indio y con el africano. Nacidos todos del
seno de una misma madre, nuestros padres, dife
rentes en origen y en sangre, son extranjeros, y
todos difieren visiblemente en la epidermis: esta de
366 J. D. MONSALVE

semejanza trae un reato de la mayor transcen


dencia.
El sistema de gobierno más perfecto es aquel
que produce mayor suma de felicidad posible, ma
yor suma de seguridad social y mayor suma de es
tabilidad política. Por las leyes que dictó el primer
Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha
sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debe
mos lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad
eternizarán esta dicha.
A vosotros toca resolver el problema. ¿Cómo des
pués de haber roto todas las trabas de nuestra an
tigua opresión podemos hacer la obra maravillosa
de evitar que los restos de nuestros duros hierros
no se cambien en armas liberticidas? Las reliquias
de la denominación española permanecerán largo
tiempo antes que lleguemos á anonadarlas; el con
tagio del despotismo ha impregnado nuestra atmós
fera, y ni el fuego de la guerra ni el específico de
nuestras saludables leyes han purificado el aire que
respiramos.
Nuestras manos ya están libres; todavía nuestros
corazones padecen de las dolencias de la servidum
bre. El hombre, al perder la libertad, decía Homero,
pierde la mitad de su espíritu.

Si se tiene en cuenta que la poderosa in


telectualidad de Bolívar estribaba principal
mente en ese raro espíritu de observación que
por tan eficaz modo le ayudaba á deducir con
secuencias unas de otras, se comprenderá
cuan ahincados eran los esfuerzos que él de
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 367

bia hacer para llevar al convencimiento de


sus conciudadanos la necesidad de la unión,
la urgencia de hacer homogéneos los elemen
tos que se oponían á la unidad.
Y antes de reunirse el Congreso de Angos
tura, cuando el general Piar atizaba la discor
dia entre los jefes del Ejército, le escribía:

General, prefiero un combate con los españoles


á estos disgustos entre los patriotas . Usted sí que
está prevenido contra sus compañeros, que debe
saber que son sus amigos y de quienes no debe
separarse, para el mejor servicio de la causa.
Lo contrario es servir á la de la opresión. Sí; si
nos dividimos, si nos anarquizamos, si nos destro
zamos mutuamente, aclararemos las filas republi
canas, haremos fuertes las de los godos, triunfará
España y con razón nos titularán vagabundos (i).

Al comandante general de las Misiones, co


ronel José Félix Blanco, encargándole el ma
yor celo en matener la unión y en atraer á
los elementos díscolos, le escribía:

En los gobiernos populares, y sobre todo en re


volución, se necesita de mucha política para poder
mandar, y las circustancias actuales son tan críticas
que usted no lo puede imaginar. Así. pues, es pre-
biso atender más al espíritu que reina que á los
(i) O'Lbary: Op. cit, (Cartas del Libertador), tomo
XXIX, pág. 116.
368 J. D. MONSALVE

principios que se deben seguir en un sistema regu


lar y ordenado (i).

Tarea constante era esta del Libertador,


que no lo dejaba descansar ni un momento, y
puede suponerse el cansancio y el hastío que
á veces le atormentaban, cuando, estando en
Quito (1822), le escribía al general Juan Esca
lona así:"Este hermoso país tiene tres ó cuatro
cosas muy buenas: ser muy poblado de indios
y de blancos; estar muy bien cultivado y estar
tan lejos!!! Aquí exclamará r.sted: ¡Ahí ¡Quién
estuviera por allá!" (2); y si así consideraba
descansar de los del Norte, peor fué cuando
ya experimentó más en el fondo á los del Sur;
y lo decimos porque en 1824, en carta llena
de atrabilis, escribía á Santander descubrién
dole el carácter de los quiteños, con estas pa
labras:

Además, no quiero encargarme tampoco de la de


fensa del Sur, porque en ella voy á perder la poca
reputación que me resta, con hombres tan malva
dos é ingratos. Yo creo que he dicho á usted antes
de ahora que los quiteños son los peores colombia
nos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que
se necesita un vigor triple allí que el que se emplea
ría en otra parte.
(1) O'Lbary: Op. cit. (Cartas del Libertador), tomo
XXIX, pág. 126.
(2) Idem id. id., pág. 248.

1
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 369

Los venezolanos son unos santos en compara


ción de esos malvados. Los quiteños y los perua
nos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y
bajos hasta el extremo.
Los blancos tienen el carácter de los indios, y
los indios son todos truchimanes, todos ladrones,
todos embusteros, todos falsos, sin ningún princi
pio moral que los guie (i).

Ya es una convicción vulgar y aun al alcan


ce de los cerebros menos inteligentes, que las
condiciones étnicas son determinativas del ca
rácter moral de los hombres que pueblan los
países, y que la influencia geográfica tiene
extraordinario poder en el desarrollo de los
vicios y de las virtudes de los individuos; la
Sociología ha reconocido leyes verdaderas que
encadenan fuertemente el humano espíritu,
tanto á los antecedentes de raza y prolonga
dos hábitos, como á la creación y efecto de
las costumbres.

El cuerpo del hombre - dice Caldas—, orno el


de todos los animales, está sujeto á todas las leyes
de la materia: pesa, se mueve y se divide; el calor
le dilata, el frío le contrae; se humedece, se seca;
en una palabra: recibe las impresiones de todos los
cuerpos que lo rodean. Cuando su parte material su
fre alguna alteración, su espíritu participa de ella.
( i ) O'Leaky: Op. cit. ( Cartas del Libertador), t. XXIX,
pág. 376.
34
370 J. D. MONSALVE

Si es evidente que el calor, el frío, la electricidad,


la presión atmosférica y todo lo que constituye el
clima hacen impresiones profundas sobre el cuerpo
del hombre, es también evidente que las hacen so
bre el espíritu; obrando sobre su espíritu obran so
bre sus potencias; obrando sobre sus potencias,
obran sobre sus inclinaciones, y, por consiguiente,
sobre sus virtudes y sus vicios (i).

No diremos nosotros, como no decía el sa


bio, mártir y prócer, que las condiciones étni
cas y geográficas sean eficaces por sí solas
para hacer que los hombres adopten en su go
bierno la república ó la monarquía, el régimen
de la baja democracia ó del aristocrático ba-
jalato, el centralismo ó el federalismo; pero á
nadie le sería dable negar que la estabilidad
de los gobiernos, la armonía entre los gober
nantes y los gobernados, la paz y el orden so
cial dependen en gran manera del desarrollo
industrial de los pueblos, de la ausencia de
las ambiciones burocráticas, de la tolerancia
de los partidos y de la moralidad de éstos; por
eso el Libertador, que comprendía verdad tan
evidente, al explicarle á D. Guillermo Witte
una de las ideas de su proyecto de Constitu
ción de Angostura, que más tarde fué calcada
para la república de Bolivia, le decía:
(i) Biblioteca de Historia Nacional: Obras de Caldas,
t. I, pág. 286.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 371

... Tan tirano es el Gobierno democrático absolu


to como un déspota; así sólo un Gobierno tempera
do puede ser libre... Ya que no debemos mezclar
la forma monárquica con la popular que hemos
adoptado, debemos hacer, por lo menos, que haya
en la República un cuerpo inalterable que le asegu
re su estabilidad, pues sin estabilidad todo principio
político se corrompe y termina siempre por destruir
se...; yo tengo muy poca confianza en la moral de
nuestros conciudadanos, y sin moral republicana no
puede haber Gobierno libre.
Para afirmar esta moral he inventado un cuarto
poder que críe los hombres en la virtud y los man
tenga en ella... Si usted quiere República en Colom
bia es preciso que quiera también que haya virtud
política (i).

Acaso en esta carta y en los vicios de las


teorías político-filosóficas que se enseñorearon
de los cerebros de gran parte de nuestros
proceres es en donde encontramos la clave
de las dificultades que se presentaren al Li
bertador para la estabilidad efectiva de su
ideal; porque si bien es cierto que el carácter
de los venezolanos era diferente del de los
neo-granadinos, como el de éstos dos pueblos
es distinto del de los de Quito y Guayaquil, y
sus diferencias étnicas y geográficas, por otra
parte, no se avenían con la unidad de las ins-
(l) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), tomo
XXIX, pág. 16a.
372 J. D. MONSALVE

tituciones, más cierto es aún que las ambicio


nes de mando y la falta de unidad en los prin
cipios políticos oponían una barrera infran
queable; y hay más: esa barrera no sólo se
oponía al establecimiento de la gran Colombia
como una nación regida por un Gobierno cen
tral y fuerte, sino también á una federación
de los tres grandes departamentos, con víncu
los flojos y restringidos como los de los Esta
dos Unidos de Norte-América, porque el lazo
de éstos fué la unidad de aspiraciones, de pe
ligros, de intereses permanentes, mientras
que á los de origen latino sólo los estimula
ba á unirse las necesidades de la guerra, de
la cual cada sección se consideraba árbitro,
como se creía dueña absoluta de su suerte; los
pueblos esclavizados no estiman ni compren
den los frutos de la libertad.
Pudiera quizás decirse que por las diferen
cias étnicas y geográficas que pesan sobre
las provincias de que se componen el Perú,
Bolivia, Chile, la Argentina, Uruguay, Méjico
y demás países latino-americanos, es por lo
que éstos se han manifestado hasta la actuali
dad inadaptables al régimen de la paz; pero
semejante argumento estaría en oposición con
el ejemplo de los Estados Unidos, pues que
allí también existe la misma diversidad au
mentada con la diferencia de costumbres im
portadas por millones de inmigrantes llega
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 373

dos de todas las regiones del mundo; y si se


nos objetara que la cuestión está en que la
patria de Jefferson y de Lincoln ha sido una
confederación de Estados, argüiríamos que
también en Méjico, Venezuela y otros se ha
adoptado el sistema federativo, sin que por
esto se hayan librado de la anarquía que los
tiene corroídos hasta lo más hondo de sus en
trañas. En la Confederación germánica tam
bién hay disparidad de condiciones geográfi
cas, de pueblos y de razas, ni más ni menos
como las hay en Austria-Hungría y como en
la inmensidad de los dominios del zar de Ru
sia, y aún no se ha demostrado que tales dife
rencias hayan pesado sobre esas naciones lo
suficiente ni para que se disuelvan, ni para
que se acrediten refractarias al orden, á la
paz y á sus instituciones.
Suiza se compone de secciones de tres paí
ses diferentes, con historia, religión, costum
bres, razas, origen y aun idiomas distintos, y,
sin embargo, es considerada con razón como
la República modelo. No fueron, pues, las di
ferencias étnicas, ni las diferencias geográfi
cas, las que exclusivamente pesaron sobre la
suerte de la gran Colombia, como lo han sos
tenido varios escritores.
Las circunstancias étnicas actuales de los
tres países que formaron en un tiempo el ad
mirable y atrayente Ideal de Bolívar son hoy
374 J. D. MONSALVB

dfa exactamente las mismas de aquellos años


de gloria imperecedera; no hay más diferen
cia que la de la evolución natural de la exis
tencia y el cambio de la civilización por moti
vo de los progresos científicos é industriales
de los pueblos.
No ha habido una inmigración extranjera
que haya podido influir sobre las institucio
nes; los accidentes de raza, idioma, religión y
medio físico y social han permanecido los
mismos; Venezuela, Ecuador y nuestra actual
Colombia han seguido, como en 1826, 1828 y
1830, sometidas á los golpes de cuartel, á las
guerras civiles, á las traiciones de los políti
cos y á las ambiciones de los caudillejos.
De estas tres fué en un tiempo Colombia
la más desgraciada, pues que llegó á contar
una guerra civil por cada dos años, hasta
1885, con sólo la diferencia de que los escán
dalos de Venezuela y Ecuador han sido más
vergonzosos, más salvajes y aun más humi
llantes para esos pueblos.
Pero la actual Colombia, aunque de 1886
hasta la fecha en que estamos escribiendo ha
tenido dos guerras, debe el alejamiento de
tan cruel enfermedad á que por virtud de una
evolución bien adecuada á sus necesidades y
experiencia, volvió sus miradas á la sombra
del Libertador, evocó la memoria de los cons
tituyentes de 1821, y procediendo á su rege

1
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 375

neración y unificación reunió sus fuerzas en


un régimen centralista y se ha dictado leyes
propias á la índole y creencias de sus pueblos,
á la reintegración de sus tendencias y hege
monía, al desarrollo de su vitalidad, al incre
mento de sus riquezas y á la prosecución de
un brillante porvenir.
Con instituciones verdaderamente republi
canas y democráticas que sirven de base á un
Gobierno electivo, popular y alternativo, y
con un régimen fuerte y vigoroso, la repú
blica de Colombia se encamina por la senda
que ha vislumbrado, siguiendo las inspiracio
nes del Libertador y padre de la Patria.

XXVI

Nada más lógico, sin duda, que estudiar el


ideal que germinó y se desarrolló en la mente
de Bolívar á la luz de las circunstancias reli
giosas en que se hallaban las colonias por él
emancipadas y en que se encuentra actual
mente Colombia.
Aquel ideal fué esencialmente político, y
"la idealidad supone un mundo sobrenatu
ral" (i). Suponer la política, es decir, la cien
cia de gobernar á los hombres, sin relación
(i) M. A. Caro: Artículos y Discursos.
376 J. D. MONSALVE

alguna con las cuestiones religiosas, es des


ligar los medios del efecto, ó desconocer la
armonía que hay siempre entre las acciones
humanas y la conciencia que las dirige.
Así lo comprendieron, en verdad, los funda
dores de la República al sentirse estimulados
en todas sus empresas libertadoras por el
amor á la libertad y á la Religión. Basta para
sostener lo que decimos repasar las actas de
la independencia y los primeros decretos de
carácter público.
Sin duda que las teorías desarrolladas en
Europa en los últimos años del siglo xvm y
los escritos de Voltaire, Rousseau, Diderot y
D'Alambert, así como el llamado filosofismo,
habían labrado hondo surco en las creencias
de algunos de nuestros próceres; pero ni ello
era suficiente para arrancar la idea que ellos
tenían de que una sociedad bien regimentada
no puede divorciarse de las ideas religiosas,
y de que allí donde se carece de las virtudes
cristianas es imposible organizar una Repú
blica cuyas instituciones reposen sobre la jus
ticia.
A la altura de su siglo estaban San Martín,
Puyrredón, Belgrano, Miranda, Nariño, Bolí
var y demás campeones de la libertad; pero
"no sólo ellos eran prócces y directores de
las empresas libertadoras; ni aunque tuvieran
algunas ideas heterodoxas eran por extremo
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 377

enemigos de las influencias religiosas; com


pañeros de ellos fueron Hidalgo, Morelost
Cortés Madariaga, Caicedo y Flórez y mil
sacerdotes que trabajaron por la independen
cia, y lo fueron también los Caldas, los To
rreseos Restrepos, los Olmedos, los Rosas, los
Rocafuertes y muchos más que en toda la ex
tensión de la América española conservaban
el amor á su religión, que era la católica, apos
tólica y romana.
"Contraste admirable— dice D. M. A. Ca
ro—ofrece la piedad de aquellos hombres con
la impiedad de Morillo y de los principales
expedicionarios."
"No son éstos verdaderos españoles", de
cían de ellos los mismos peninsulares que aquí
se habían radicado de tiempo atrás, y los mis
mos americanos contagiados estaban de la in
credulidad francesa y de grosero militarismo.
A sacerdotes respetables y aun realistas trató
Morillo con rudeza de soldado. Todo esto con
tribuyó á afianzar la independencia: nueva
causa para que fuésemos leales á las tradicio
nes católicas de nuestros padres" (i).
Y así lo comprendía y lo estimaba Bolívar;
él sabía cuán benéfico había sido para la in
dependencia el auxilio que los sacerdotes ca
tólicos habían prestado, veía claramente toda

(i) M. A. Caro: Artículos y Discursos.


378 J. D. MONSALVE

la importancia que en la sociedad tienen la


Religión y las virtudes cristianas, y á su pers
picaz inteligencia no se ocultaba cuánto es el
poder que aquellos sentimientos prestan á las
instituciones de los pueblos libres. Conse
cuente con esto y consigo mismo, Bolívar fué
á la vez Libertador y magistrado católico.
No podía ser de otra manera, cualesquiera
que fuesen las superfetaciones que en mate
ria religiosa cupieran en el cerebro de Bolí
var; aunque él había sido en cierta manera
amoldado á las ideas filosóficas y puramente
deístas de su ayo y maestro D. Simón Rodrí
guez y había formado su gusto literario en
Volney, Rousseau y Voltaire,jamás olvidó que
al venir al mundo se le recibió en los brazos
del catolicismo, en cuya Iglesia fué introdu
cido por medio del sacramento del bautismo,
que á los seis días de nacido le aplicó el sacer
dote doctor Juan Félix Pérez en la hermosa
catedral de Caracas; que sus padres, así como
todos sus abuelos y ascendientes, fueron cató
licos fervorosos, y que á la edad apenas de
siete años le fué aplicado el de la confirma
ción en aquella misma catedral.
Huérfano desde muy temprano, los cuida
dos y ternuras de su santa madre, cuya pie
dad fué legendaria, se encargaron de dejarle
en el corazón los más inefables recuerdos,
pues en su casa solariega—plaza de San Ja
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 379

cinto, de Caracas—deslizáronse entre las ora


ciones maternales sus primeros pasos. Aque
lla mansión silenciosa no se animaba más que
con ocasión de las fiestas del Jueves Santo,
del Corpus Christi y de San Juan, que "des
encadenaban en Caracas un vértigo verdade
ro"; las calles, de ordinario tranquilas, cu
bríanse entonces de flores, abríanse las ven
tanas, las señoras se revestían de sus más
ricos adornos y poníanse sus más preciosas
joyas para ver pasar al Santísimo, conducido
bajo un palio magnífico, á la cabeza de las
procesiones, seguidas de los milicianos vesti
dos de gala, de las corporaciones de la ciu
dad, del gobernador y la mayor parte de los
de la población.
El pequeño Simoncito, como se le llamaba
entonces, era festejado, mimado á competen
cia de la multitud que visitaba su casa, y se
hacía de él un personaje, á quien se le daba
cierta importancia. ¿Era posible que esas im
presiones y recuerdos, que siempre habían de
estar unidos á sus sentimientos religiosos, se
borrasen?No, nunca se borraron; ni la vida agi
tada que llevaba, ni la defensa de las ideas de
libertad por que combatía en aquella época en
que la Monarquía se hallaba atrincherada tras
escudo de Religión, le permitían entregarse
con fervor al culto, á que, sin embargo, levan
taba un altar en su corazón.
380 J. D. MONSALVE

No era tampoco su carácter, independiente é


indomable, de los que sin una marcada voca
ción están más inclinados á una vida contem
plativa y de recogimiento que á la actividad
y al continuo batallar.
Bolívar no solamente era un creyente con
vencido: tenía la persuasión de que un pue
blo no puede gobernarse si no tiene por base
una religión, y siendo la Religión católica,
apostólica y romana la del pueblo colombiano,
ésta debía ser amparada y protegida par las
autoridades.
No otra cosa enseñaba á los constituyentes
de Angostura cuando les decía que para dar
una Constitución apropiada para Colombia
debía atenderse á su religión, á sus costum
bres, y en ningún caso ser imitadores ser
viles de constituciones extrañas. "Debo de
cir—les decía—que ni remotamente ha en
trado en mi idea asimilar la situación y natu
raleza de dos Estados tan distintos como el
inglés-americano y el americano-español. ¿No
sería muy difícil aplicar á España el código
de libertad política, civil y religiosa de Ingla
terra? Pero aún es más difícil adaptar en Ve
nezuela las leyes del Norte de América. ¿No
dice El espíritu de las leyes que éstas deben
ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que
es una gran casualidad que las de una nación
puedan convenir á otra? ¿Que las leyes de
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 381

ben ser relativas á lo físico del país, al clima,


á la calidad del terreno, á su situación, á su
extensión, al género de vida de los pueblos?
¿Referirse al grado de libertad que la Consti
tución puede sufrir, á la religión de los habi
tantes, á sus inclinaciones, á sus riquezas, á
su número, á su comercio, á sus costumbres,
á sus modales? ¡He aquí el código que debía
mos consultar, y no el de Washington!..."
"La república de Tebas no tuvo más vida que
la de Pelópidas y Epaminondas, porque á ve
ces son los hombres, no los principios, los que
forman los gobiernos. Los códigos, los siste
mas, los estatutos, por sabios que sean, son
obras muertas que poco influyen sobre las
sociedades: hombres virtuosos, hombres pa
triotas, hombres ilustrados, constituyen las
repúblicas"; y más luego les decía:

Que no se pierdan, pues, las lecciones de la ex


periencia, y que las escuelas de Grecia, de Roma, de
Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan
en la difícil ciencia de crear y conservar las nacio
nes con leyes propias, justas, legítimas, y, sobre
todo, útiles, no olvidando jamás que la excelencia
de un Gobierno no consiste en su teoría, ni en su
forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado á
su naturaleza y al carácter de la nación para quien
se constituye.. .
La educación popular debe ser el cuidado pri
mogénito del amor paternal del Congreso. Moral y
382 ). D. MONSALVE

luces son los polos de una república; moral y luces


son nuestras primeras necesidades. Tomemos de
Atenas su Areópago y los guardianes de las cos
tumbres y de las leyes; tomemos de Roma sus cen
sores y sus tribunales domésticos, y, haciendo una
santa alianza de estas instituciones morales, reno
vemos en el mundo la idea de un pueblo que no se
contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser
virtuoso.
Tomemos de Esparta sus austeros establecimien
tos, y formando de estos tres manantiales una fuen
te de virtud, demos á nuestra República una cuarta
potestad, cuyo dominio sea la infancia y el corazón
de los hombres, el espíritu público, las buenas cos
tumbres y la moral republicana (i).

La primera logia fundada en Bogotá lo fué


en Enero de 1820, bajo la protección oficial
del vicepresidente de la República, estando
Bolívar muy lejos de esta capital, y dice á este
respecto el Sr. Groot:

Medida impolítica hasta lo sumo por parte del


vicepresidente Santander y que no estaba en con
sonancia con la conducta observada con Barreiro,
Pía y otros masones que cayeron fusilados en la
plaza de Santa Fe el día 11 de Octubre, sin que les
valiese la hermandad, porque primero estaba la
patria que la logia, lo que debía haber tenido siem
pre presente el jefe del Gobierno de Cundinamarca,
(i) Mensaje del Libertador al Congreso de Angos
tura.

1
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 383

para no exponer la Patria al abandono de sus me


jores hijos por huir de la logia, cuya institución
nada importaba para que fuésemos libres é inde
pendientes de España, puesto que aquel á quien se
debía patria, independencia y libertad, y que nada
había omitido en beneficio de estos bienes, nunca
creyó necesitar de las logias para conseguirlos (i).

Y tan cierto es que el Libertador no creía


necesitar de las logias para nada, y que más
bien las estimaba perniciosas, que él mismo
las persiguió vigorosamente por medio de
aquel decreto de 8 de Noviembre de 1828,
que no podemos menos de reproducir aquí.
Dice así:

SIMÓN BOLÍVAR
Libertador presidente de la República de Colombia,
etc., etc.
Habiendo acreditado la experiencia, tanto en
Colombia como en otras naciones, que las socieda
des secretas sirven especialmente para preparar los
trastornos políticos, turbando la tranquilidad públi
ca y el orden establecido; que ocultando ellas todas
sus operaciones con el velo del misterio, hacen
presumir fundadamente que no son buenas ni útiles
á la sociedad, y por lo mismo excitan sospechas y
alarmas á todos aquellos que ignoran los objetos
de que se ocupan, oído el dictamen del Consejo de
Ministros,
(1) Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada,
t. IV, pág. 85.
384 J. D. MONSALVE

decreto:
Artículo i." Se prohiben en Colombia todas las
sociedades ó confraternidades secretas, sea cual
fuere la denominación de cada una.
Art. 2." Los gobernadores de las provincias, por
sí y por medio de los jefes de policía de los canto
nes, disolverán é impedirán las reuniones de las
sociedades secretas, averiguando cuidadosamente
si existen algunas en sus respectivas provincias.
Art. 3.0 Cualquiera que diere ó arrendare su
casa ó local para una sociedad secreta, incurrirá en
la multa de 200 pesos, y cada uno de los que con
curran, en la de 100 pesos por la primera y segun
da vez; por la tercera y demás será doble la multa;
los que no pudieren satisfacer la multa sufrirán por
la primera y segunda vez dos meses de prisión, y
por la tercera y demás será doble la pena.
§ i.° Los gobernadores y jefes de la policía
aplicarán la pena á los contraventores, haciéndolo
breve y sumariamente, sin que ninguno pueda ale
gar fuero en contrario.
§ 2.0 Las multas se destinan para gastos de po
licía, bajo la dirección de los gobernadores de las
provincias.
El ministro secretario de Estado del despacho del
Interior queda encargado de la ejecución de este
decreto.
Dado en Bogotá á 8 de Noviembre de 1 828.
Simón Bolívar.
El ministro secretario de Estado del despacho del
Interior,
fosé M. Restrepo,
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 385

El 5 de Diciembre de 1828 el intendente de


Bogotá, autorizado por el mismo general Bo
lívar, declaró á los individuos que se reunie
sen en sociedades secretas juzgables como
conspiradores, lo mismo que á los que propor
cionaran locales para sus reuniones, y á los
encubridores.
Todos sabemos cuánto abundaban en el co
razón de Bolívar las virtudes cristianas: era
en alto agrado caritativo, no sólo con sus ami
gos y compañeros, sino con las personas más
extrañas; así como auxilió á las viudas y huér
fanos de los próceres, asignándoles pensiones
de su peculio propio y de sus sueldos, y man
daba abrir sus baúles y empeñar su vajilla ó
cualquiera otro objeto para favorecer á un
amigo en desgracia, estaba igualmente listo á
perdonar á los que le hubiesen ofendido y á
olvidar los agravios personales que se le infi
rieran; el millón de pesos con que le gratificó
el Perú (que se quedó en letra muerta) lo des
tinó á la instrucción pública de Caracas, y bien
demostrados están sus sentimientos huma
nitarios en los decretos sobre libertad de
los esclavos, cuya ratificación solicitaba di
ciendo:
* Yo abandono á vuestra soberana decisión la
reforma ó la revocación de todos mis estatutos y
decretos; pero yo imploro la confirmación de la
libertad absoluta de los esclavos como implora
25
386 J. D. MONSALVE

ría mi vida y la vida de la República" (i); y si


así se manifestaba en cuanto á las virtudes
cristianas, sus prácticas católicas, bien que no
fuesen las de un asceta, no por eso dejaban
de estar de acuerdo con los deberes que le
incumbían.
Nunca descuidaba las honras fúnebres, casi
siempre solemnísimas, de los campeones de
la libertad que á sus órdenes sucumbían en
los campos de batalla; sus entradas triunfales
en las ciudades eran solemnizadas con su pre
sencia en los Tedéum, en los cuales daba gra
cias al Dios de los ejércitos y reconocía la
protección de Jesucristo; en ocasiones en que
sus tropas ó las del enemigo amenazaban con
algún irrespeto contra los ministros del altar,
como sucedió en 1814 en Caracas, su primer
cuidado era rodear de atenciones y garantías
á los pastores de la grey católica, y edificante
ejemplo es el que trae el historiador Groot en
el siguiente pasaje:

Entretanto el Libertador, ocupado en los prepa


rativos de la guerra, marchaba hacia Trujillo, de
donde dirigió una carta al presidente del Congreso
interesándose por el español D. Francisco Iturbe,
quien había ofrecido su vida por salvar la del Li
bertador, á tiempo que el Sr. Lasso, dirigiéndose
hacia Cúcuta, llegaba allí á ver al general Urdaneta.
(1) Mensaje al Congreso de Angostura.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 387

Supo la aproximación del Libertador, y le envió


un oficio diciéndole que le sería muy satisfactorio
salir á recibirlo; pero que era más conforme ha
cerlo á la puerta de la iglesia, con los ritos del pon
tifical. "La contestación—dice el Sr. Lasso—fué
presentárseme á dicha puerta, teniendo yo el ma
yor gozo de verle edificar á todo aquel pueblo,
arrodillándose á besar la cruz, y luego á las gradas
del presbiterio, hasta que, concluidas las preces, di
solemnemente la bendición" (i).

Ni es de extrañarse que así procediera: uno


de los primeros actos gubernativos dictados
por el Libertador en Santa Fe al hacer efec
tivo el triunfo de Boyacá, cuyo humo no se
había disipado aún, fué el de reencargar del
gobierno eclesiástico al doctor Francisco Ja
vier Guerra, sacerdote realista, con lo cual
probaba Bolívar que para él las opiniones po
líticas no desfiguraban el carácter sagrado
del sacerdocio, y que su celo por el Estado no
desatendía la tranquilidad de las conciencias.
En su regreso á Venezuela á proseguir la
campaña contra Morillo (1819), cuando pasaba
por la villa de Leiva visitó el convento de
monjas carmelitas, encontrándolas en situa
ción económica tan angustiada que ordenó
inmediatamente se les pasara una pensión
mensual, pagadera de la renta de licores, y

(1) Op. cit, t. IV, pág. 160.


388 J. D. MONSALVE

cuando después de instalar el Congreso de


Angostura volvió á Bogotá en Abril de 1820,
recibió con satisfacción y modestia los hono
res que le tributaron los frailes franciscanos,
correspondiéndoles con estas palabras:

... jamás las bendiciones del Cielo han podi


do derramarse á la Tierra por un canal más puro
que el del ministerio de nuestras maestros, de
nuestros pastores, de nuestros oráculos. La au
gusta verdad no puede ofrecerse á los hombres
bajo de formas más majestuosas, sino cubiertas
con el manto celestial y resplandeciente con ra
yos de la sabiduría eterna. Vuestras paternidades,
semejantes á los profetas, á los apóstoles y már
tires, anuncian los bienes futuros, enseñan la santa
doctrina y se preparan á un sacrificio glorioso (1).

Estos rasgos, entre otros muchísimos, de


muestran que para Bolívar las comunidades
religiosas no eran, como para otros políticos,
ni aglomeración de gentes inútiles, ni cargas
impuestas al Estado, ni corporaciones dignas
de la saña con que otros que han alardeado
de más catolicismo las han perseguido.
Bien comprendía Bolívar que el rebaño ne
cesitaba de un pastor y que el único medio
de tener unida la grey y de poderla gobernar
era mantenerle al frente su prelado. De aquí,
(1) Op. cit., pág. 94.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 389

pues, que en 1822 cuando el obispo de Popa-


yán—acaso el más realista de todos los obis
pos—solicitó pasaporte para emigrar á Espa
ña en presencia de los sangrientos combates
de Pasto, el Libertador le contestó con la ex
presiva carta que copiamos:

Cuartel general en Pasto, á 10 de Junio de 182a.


Ilustrísimo señor doctor Salvador Jiménez, obis
po de Popayán.
Ilustrísimo señor:
Tengo la honra de contestar la muy favorecida
carta de V. S. I. que poco antes de entrar en esta
ciudad anteayer tuvo la bondad de poner en mis
manos el señor secretario del Obispado, D. Félix
Liñán y Haro.
Es ciertamente con la más grande complacencia
que he visto expresar á V. S. I. los sentimientos de
consideración y aprecio hacia mi persona, y las
protestas francas y generosas con que descubre
el fondo de su corazón y el estado en que se halla
su conciencia religiosa y política. No son los fran
ceses solos los que han estimado y aun admirado á
los enemigos constantes, leales y heroicos.
La Historia, que enseña todas las cosas, ofrece
maravillosos ejemplos de la grande veneración que
han inspirado en todos tiempos los varones fuertes
que sobreponiéndose á todos los riesgos han man
tenido la dignidad de su carácter delante de los
más fieros conquistadores, y aun pisando los um
brales del templo de la muerte. Yo soy el primero,
390 J. D. MONSALVE

ilustrísimo señor, en tributar mi entusiasmo á to


das las personas célebres que han llenado así su
carrera hasta el término que les ha señalado la
Providencia.
Pero yo no sé si todos los hombres pueden en
trar en la misma línea de conducta sobre una base
diferente. El mundo es uno, la Religión otra. El
heroísmo profano no es siempre el heroísmo de la
virtud y de la Religión. Un guerrero generoso, atre
vido y temerario es el contraste más elocuente con
un pastor de almas. Catón y Sócrates mismos, los
seres privilegiados de la moral pagana, no pueden
servir de modelo á los próceres de nuestra sagrada
Religión.
Por tanto, ilustrísimo señor, yo me atrevo á pen
sar que V. S. I., lejos de llenar el curso de su ca
rrera religiosa en los términos de su deber, se
aparta notablemente de ellos abandonando la igle
sia que el Cielo le ha confiado, por causas políticas
y de ningún modo conexas con la vida, señor.
Por otra parte, ilustrísimo señor, yo quiero su
poner que V. S. I. está apoyado sobre firmes y po
derosas razones para dejar huérfanos á sus mansos
corderos de Popayán; mas no creo que V. S. I. pue
da hacerse sordo al balido de aquellas ovejas afli
gidas, y á la voz del Gobierno de Colombia, que su
plica á V. S. I. que sea uno de sus conductores en
la carrera del Cielo. V. S. I. debe pensar cuántos
fieles cristianos y tiernos é inocentes niños van á
dejar de recibir el sacramento de la confirmación
por falta de V. S. L; cuántos jóvenes alumnos de
la Santidad van á dejar de recibir el augusto carác
ter de ministros del Creador porque V. S. I. no
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 391

consagre su vocación al altar y á la profesión de la


sagrada verdad.
V. S. I. sabe que los pueblos de Colombia nece
sitan de curadores, ya que la guerra les ha privado
de estos divinos auxilios por la escasez de sacer
dotes . Mientras Su Santidad no reconozca la exis
tencia política y religiosa de la nación colombiana,
nuestra Iglesia ha menester de los ilustrísimos
obispos que ahora la consuelan de esta orfandad,
para que llenen en parte esta mortal carencia.
Sepa V. S. I. que una separación tan violenta en
este hemisferio no puede sino disminuir la univer
salidad de la Iglesia romana, y que la responsabi
lidad de esta terrible separación recaerá muy par
ticularmente sobre aquellos que pudiendo mante
ner la unidad de la Iglesia de Roma, hayan contri
buido por su conducta negativa á acelerar el mayor
de los males, que es la ruina de la Iglesia y la muer
te de los espíritus en la eternidad.
Yo me lisonjeo que V. S. I., considerando lo que
llevo expuesto, se servirá condescender con mi ar
diente solicitud, y que tendrá la bondad de aceptar
los cordiales sentimientos de veneración que le pro
fesa su atento obediente servidor,
Bolívar (i).

Es esta bellísima carta el brote de un cora


zón verdaderamente cristiano y católico, y en
la cual demuestra la falta que hará el pastor á
su grey, así como el daño que su intempesti-
(i) O'Leary: Op. cit. (Cartas del Libertador), t. XXIX,
pág. 242.
392 J. D. MONSALVE

va separación pudiera causar á la Iglesia. Co


mentándola el historiador, dice:

He aquí los sentimientos y el lenguaje de un ver


dadero católico; el Libertador hablaba como inspi
rado en esta vez, porque él no era hombre de lite
ratura eclesiástica ni de lecturas ascéticas, como él
mismo lo dijo algún tiempo después, cuando se tra
taba de enviar algunas preces al Papa; ni en Pasto
tenía á su lado quien pudiera haberle enseñado
esas luminosas doctrinas de la fe ortodoxa que ve
mos en su preciosa carta al obispo.
Fué gran política la del Libertador en esta oca
sión; pero no es de atribuirse sólo á la política el
paso dado para con el obispo, porque el lenguaje
de la política en ciertas ocasiones es muy distinto
del que se encuentra en este inmortal documento,
que honrará siempre la memoria de este grande
hombre, y que con tan poco interés se ha visto por
nuestros escritores que, aunque publicado en la Ga
ceta núm. 40, del 21 de Julio de 1822, hoy en el día
es completamente ignorado de nuestras gentes.
Hemos visto antes la manera como el Libertador
se comportó con el obispo de Mérida, y es preciso
no perder de vista estos incidentes característicos
de la vida de Bolívar, para determinar á su tiempo
cierto problema de que nuestros políticos no se han
hecho cargo al dar razón de la oposición que se le
declaró después por un círculo de personas influ
yentes.
Todo lo tocante á la historia eclesiástica de nues
tro país con relación á la política se ha mirado
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 393

como con desprecio por nuestros escritores políti


cos, como si el elemento religioso de estos pueblos
no fuera de tanta influencia para hacer la base prin
cipal de las opiniones; sólo se han contentado, cuan
do se ha ofrecido, con hablarnos del fanatismo de
los predicadores contra las logias, de las rogativas
y procesiones en tiempo de guerra. Introduciendo
en nuestra historia la parte que ellos han omitido,
se verán á las claras las verdaderas causas de nues
tros trastornos y tal vez de la ruina del país.
El obispo quedó tan prendado del Libertador
que no vaciló un instante en su resolución. Prefirió
ser ciudadano de Colombia á ser súbdito del rey
de España, y fué el amigo y más entusiasta admi
rador de Bolívar (i).

En su oficio de 9 de Julio de 1824, Sánchez


Carrión, dirigiéndose al obispo de Trujillo
(Perú), le decía:

Debe estar V. S. altamente penetrado del celo


que anima á S. E. el Libertador por los derechos y
dignidad de la Iglesia; ... que jamás disimulará nada
de lo que pueda desviar al pueblo de la moral evan
gélica, relajar la disciplina eclesiástica ó deslustrar
la majestad del santuario, en sí ó en sus ministros,
y que antes bien recibirán de su autoridad estos
sagrados objetos toda la protección que debe, con
forme á la ley fundamental del Estado.

El 2 y el 13 del propio mes, dirigiéndose


(1) Groot: Op. cit., t. IV, pág. 252.
J. D. MONSALVE

por conducto del mismo Sánchez Carrión al


vicario apostólico de Chile "para que abogue
cerca del corazón paternal de Su Santidad"
para que hiciera cuanto estuviera de su parte
en beneficio espiritual de ese Estado, asegu
raba "que el Gobierno del Perú, por obligación
y por sentimientos personales, no omitirá medio
alguno de los que sean conformes con las má
ximas evangélicas para proteger el esplendor
de la Iglesia y evitar que sean escarnecidas
sus instituciones y vejada la autoridad del
ilustre depositario de sus llaves".
Al mismo tiempo manifestaba "los ardien
tes deseos que animan á S. E. de entrar en
relaciones con la cabeza de la Iglesia, por de
mandarlo urgentemente la salud espiritual de
estos pueblos y el espíritu de fidelidad á la
doctrina ortodoxa depositada en la Religión
santa que profesa la República" (i).
El 28 de Septiembre de 1827 Bolívar reunió
en su mesa á cuatro prelados presentes en
esta capital, y en brindis les dijo:

La causa más grande nos reúne en este día: el


bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cade
na más sólida y más brillante que los astros del fir
mamento nos liga nuevamente á la Iglesia de Roma,
que es la fuente del Cielo. Los descendientes de San
Pedro han sido siempre nuestros padres; pero la

(1) Blanco: Op. cit, t. IX, pág. 382.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 395

guerra nos había dejado huérfanos, como el corde


ro que bala en vano por la madre que ha perdido.
La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al
redil; ella nos ha dado pastores dignos de la Iglesia
y dignos de la República. Estos ilustres príncipes y
padres de la grey de Colombia son nuestros víncu
los sagrados con el cielo y con la tierra. Serán ellos
nuestros maestros y los modelos de la Religión y de
las virtudes políticas. La unión del incensario con
la espada de la ley es la verdadera arca de la
alianza.

La unión del incensario con la espada de la


ley es la verdadera arca de la alianza, decía el
Libertador, y á ese principio encadenó sus
actos como gobernante de una nación católi
ca; era esa concisa frase una aspiración más
eficaz, más cierta y mucho más filosófica que
la inventada más tarde por Cavour, cuando
haciendo uso del sofisma, y para acomodar la
hipócrita política italiana con la persecución
contra el ilustre Pío IX, proclamó la Iglesia li
bre en el Estado libre, porque ésta se tradujo
en la libertad del Estado para perseguir y
oprimir al catolicismo, mientras que el apo
tegma boliviano fué la verdadera unión del
poder civil con la potestad eclesiástica, y fun
damento sólido de la tranquilidad y armonía
con que los dos poderes marcharon ejercien
do sus benéficas funciones dentro de sus res
pectivas órbitas; lejos de estorbarse el poder
396 J. D. MONSALVE

civil y el eclesiástico, siguieron dirigiendo á


los pueblos por el sendero del bien.
No es, pues, maravilla que el Libertador
aumentara las prebendas de la catedral de
Antioquía y les señalara mejor remuneración
á sus servicios; que persuadido del influjo sa
ludable qne debe ejercer el venerable clero secu
lar y regular de la República, le encomendara
la alta misión de mantener pacificado el áni
mo de los colombianos; que el obispo de San
ta Marta expidiera su pastoral del 12 de Oc
tubre de 1818, diciendo:
"Motivos muy sagrados de gratitud nos de
ben estimular en nuestros días á obedecer al
Gobierno que se ha establecido para nuestra
felicidad, á cuya cabeza se halla un jefe ilus
tre que ha sacrificado hasta su reposo por li
bertarnos de la anarquía"; que el ilustrísimo
señor arzobispo de Caracas expidiese su pas
toral de 6 de Noviembre del mismo año con
denando el atentado del 25 de Septiembre;
que Bolívar erigiese la iglesia episcopal de
Quito en un arzobispado, de cuya metrópoli
fueron sufragáneos .los obispados de Panamá,
Cuenca y Mainas; que el ya nombrado arzo
bispo de Caracas, al felicitar al Libertador por
haber salido ileso de la conspiración de Sep
tiembre le dijera:
"Debo felicitar más bien á Colombia que á
V. E. por haberse V. E. librado de los inicuos
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 397

conatos que se manifestaron el 25 de Sep


tiembre"; que el nuevo obispo de Guayaría, al
dirigirse á ocupar su sede, inmediatamente lo
anunciase, manifestando que lo hacía por sa
tisfacer las intenciones de Su Santidad el
Papa y las miras del supremo Gobierno de
Bolívar; que el obispo de Antioquía, al ser in
vitado á que se uniera á la rebelión del gene
ral Córdoba, en lugar de atender semejante
insinuación más bien protestara contra seme
jante atentado y pidiera su pasaporte para la
capital de la República; que indignada toda la
flor y nata de la sociedad bogotana, todo el
clero y lo más conspicuo y aquilatado de los
ciudadanos residentes en Bogotá, levantaran
su voz contra el vitando crimen del 25 de
Septiembre, llamando á Bolívar el defensor de
la nación, el protector de la religión y el restau
rador de las buenas costumbres, etc.
Y ¿hemos de extrañar que el Libertador y
padre de la Patria, con esos sentimientos re
ligiosos de que venimos dando cuenta y el in
terés de la iglesia católica de Colombia, diri
giera al Santo Padre León XII la hermosa
carta que en seguida copiamos, y que estuvo
inédita hasta hace tres años?
Dice así:
398 J. D. MONSALVE

REPÚBLICA DE COLOMBIA
Simón Bolívar, Libertador presidente, etc., etc., etc.
A su santidad el Papa León XII, Pontífice óptimo,
máximo.

Beatísimo Padre:
Las provisiones de arzobispos y obispos para las
iglesias vacantes de esta República que se ha dig
nado vuestra santidad hacer han llenado de gozo
al Gobierno, á cuyas súplicas accedió vuestra san
tidad, y de consuelo á los fieles, cuyas necesidades
remedió.
Imitando vuestra santidad al Padre de las Luces,
ha concedido un don perfecto á esta parte del reba
ño de Jesucristo, dándole pastores de su elección,
conocidos antes por sus virtudes y capaces, por su
saber y doctrina, de enseñar la religión y la fe, y
por su ejemplo, de inspirar la moral y costumbres.
El beneficio ha sido inmenso para estas iglesias,
viudas por un número de años considerable; la es
casez de sacerdotes era extrema; multitud de pa
rroquias se hallaban sin párrocos, y los fieles, pri
vados de los sacramentos, carecían de la divina
palabra y de los bienes de la Religión. Ha cesado
esta orfandad en que yacíamos en lo espiritual in
numerables personas, y lo deben al vicario de Jesu
cristo.
Reciba, pues, vuestra santidad la expresión de
nuestra gratitud, y del pueblo de esta República
las más sinceras protestas de su adhesión á la silla
apostólica y á la cabeza visible de la Iglesia mi
litante.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 399

Quedan aún vacantes en Colombia algunos obis


pados. Para los de Quito y Guayana hemos ya pro
puesto á vuestra santidad los eclesiásticos que,
por sus virtudes, saber y méritos, hemos creído
dignos de ocuparlos.
Uno y otro, pero principalmente el obispado de
Guayana, por su larga vacante, por haberse con
cluido las misiones, por la absoluta falta de los mi
nistros del santuario, porque no hay á quién encar
gar del gobierno de la diócesis, exigen una pronta
provisión. Rogamos á vuestra santidad se digne
hacerla, para la salud espiritual de aquellos fieles y
satisfacción de esta República. Muy pronto dirigi
remos á vuestra santidad nuestras preces y las
propuestas correspondientes para los demás obis
pados.
Conforme á la disciplina que ha regido en estas
iglesias desde que se fundaron, y con el fin de
protegerlas más eficazmente, el Gobierno de Co
lombia se declaró en ejercicio del derecho de pa
tronato de que habían usado los reyes de España.
Este acto lo sugirieron la necesidad de las mis
mas iglesias en que había peligro en que faltase la
jurisdicción eclesiástica por falta de prebendados^
el mejor cumplimiento de los cánones, que no per
mitían largos interinatos en los beneficios, y el bien>
de la Religión, que defendida por el Gobierno con
todo su poder, no sería atacada. Tenemos la mayor
confianza de que vuestra santidad le prestará su
ratificación, atendidas tan justas razones.
A virtud del patronato se han llenado las nume
rosas vacantes que había en las catedrales, se han
provisto en propietarios, y con arreglo á las dispo
400 J. D. MONSALVE

liciones canónicas, los beneficios que tienen cura


de almas, y la Religión se conserva pura y como la
recibimos de nuestros padres, por el cuidado, por la
vigilancia y protección del Gobierno . Vuestra san
tidad debe siempre contar con ella y con nuestra
decidida voluntad de sostener el catolicismo en esta
República.
El presidente de la república de Colombia aguar
da para sí y para el pueblo de la República la ben
dición apostólica del Padre de los creyentes.
Dada en Bogotá á siete de Noviembre de mil
ochocientos veintiocho.
Simón Bolívar.
El ministro secretario de Estado en el despacho
de Relaciones exteriores,
Estanislao Vergara (i).

Con las prácticas del Libertador y con lo


que hemos deducido de sus antecedentes es
suficiente para explicar la aparente contradic
ción entre las ideas que informaron su pro
yecto de Constitución para Bolivia, contradic
ción que no existe en el fondo, pero que sí
puede servir de espejo para algunos políticos
que, bajo la apariencia de censurar el respeto
y protección que el legislador otorga á la
Religión católica, han querido esclavizar á la
Iglesia bajo las leyes de policía y tuición.
(i) El Hogar Católico, números 29 y 30 de Julio de
19IO.

1
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 401

Aquellas prácticas armonizaban perfecta


mente con lo que dentro de la conciencia lle
vaba Bolívar cuando decía: "la Religión es la
ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la
anula, porque imponiendo la necesidad al de
ber, quita el mérito á la fe, que es la base de
la Religión. Los preceptos y los dogmas sagra
dos son útiles, luminosos y de evidencia me
tafísica; todos debemos profesarlos, mas este
deber es moral, no político" (i).
No faltó en años anteriores, ni han faltado
en los presentes, quienes dudaran del catoli
cismo de Bolívar, ni quienes penetraran en el
sagrado recinto de su fuero interno para ca
lumniarlo; á los que así han procedido se les
puede rebatir con el testimonio más verídico,
más imparcial y el más elocuente y autorizado
de cuantos pudieran oponerse. Es el obispo de
Popayán, aquél que en 1S22, por fuerza de
sus opiniones políticas, hubiese preferido emi
grar á España antes que contemplar las vic
torias del Libertador; ese eclesiástico, lleno de
entereza y con espíritu justiciero, contradijo
las calumnias del general Obando en lo rela
tivo á la religiosidad de Bolívar, con los si
guientes conceptos:

... No sé quién haya llamado al general Bolívar el


(1) Discurso preliminar alproyecto de Constitución de
Bolivia, por su excelencia el Libertador.
26
402 J. D. MONSALVE

apóstol de la Religión. Alguna vez he dicho que él


la protege, y para ello tengo varios fundamentos
aun en mí mismo: usted sabe que en Pasto, sin
embargo de haberle yo hecho la mayor guerra en
el modo que mi estado me lo permitía, olvidando
todos sus sentimientos conmigo, hizo los mayores
esfuerzos para que me quedara en Colombia, aun
después de haberle pedido por dos veces mi pasa
porte para retirarme á España, y que para que
accediese yo á quedarme me manifestó varios mo
tivos, todos de Religión.
Ahora bien: un hombre que hace poco aprecio de
ésta no se somete á rogar á un vencido y enemigo
que le había sido declarado de sus principios para
que no abandonase su grey, como lo hizo conmigo,
no habiendo jamás tenido que quejarme por mal
trato que me hubiese dado.
Pudiera alegarle á usted otras pruebas; pero creo
será suficiente la que puede ver en la copia del
decreto que ha dado últimamente, y en copia le
acompaño, por la que en mi concepto se le puede
llamar con justicia el arca de la salvación de la Re
pública y el sujeto de las circunstancias para la fu
tura felicidad de Colombia.
Si usted me dice que esta es hipocresía y que
después volverá la medalla, yo le contestaré que
entonces tampoco merecerá mi aprecio ni el de los
buenos colombianos; pero mientras proceda como
ahora lo veo proceder yo le viviré eternamente re
conocido como ministro de la Religión y rogaré á
Dios para que lo mantenga en sus buenas ideas, lo
que espero que el Señor haga en beneficio de su
Iglesia, pues aun cuando fuese tan malo como usted
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 403

me lo pinta, también sé que un San Pablo fué per -


seguidor de la Iglesia y un Agustino un grande
hereje; y, sin embargo, del primero hizo Dios un
vaso de elección, y del segundo un muro de defensa
de la Iglesia. Al nombre no se le puede graduar
por bueno ó malo hasta no ver el fin de su ca
rrera (i).

Antes de que el señor obispo de Popayán


emitiera el juicio que acabamos de copiar, ya
el del Cuzco había juzgado á Bolívar de la
misma manera.
"Ayer—le escribe Sucre al Libertador con
fecha 13 de Enero de 1825—me ha dado un
convite el obispo, de 80 cubiertos: él brindó
cuatro veces por usted como libertador de
América, como protector de la iglesia, como
amigo de la Humanidad y porque usted qui
siera quedarse en el Perú (2).
Hasta el fin de su vida mortal acreditó Bo
lívar su catolicismo. En el curso de este estu
dio hemos reproducido aquella parte de su
mensaje de 1830 dirigido al Congreso, admi
rable, en que le dice:
"Permitiréis que mi último acto sea reco
mendaros que protejáis la Religión santa que
profesamos, fuente profusa de las bendiciones

(1) Carta del reverendo obispo de Popayán al coro


nel José María Obando.
(2) O'Leary: Op. cit. (Cartas de Sucre), 1 1, pág. 313.
404 J. D. MONSALVK

del Cielo." En estas tres líneas están encerra


dos su testamento político, su credo religioso
y su arraigada convicción de que sin la pro
tección oficial de la Religión cesarán las ben
diciones del Cielo; mejor dicho, no tendremos
Gobierno bien organizado.
Cuando al dar por concluida su carrera
pública tomó voluntariamente el camino del
ostracismo, su alma, enferma y abrumada por
los sufrimientos que proporciona la ingratitud,
volvía los ojos hacia el Hombre de Dolores; y
así como fué un eclesiástico mitrado quien le
confirmó en la profesión de fe bautismal, otro
mitrado, el obispo Estévez, fué quien lo hizo
desviar en su voluntario destierro para hos
pedarlo en Santa Marta, prodigarle atenciones
en su enfermedad física y moral y encaminar
lo, por medio de los auxilios religiosos, á
aquella mansión en donde la vida eterna está
exenta de las amarguras, de los combates, de
las angustias y de las ingratitudes de los
hombres. "El obispo—dice el historiador—,
desesperado ya de la salud del Libertador, le
indicó que sería conveniente prepararse para
que se le administraran los Sacramentos. El
Libertador pidió que le dejaran solo por algu
nas horas para disponerse, y luego hizo su
confesión con el prelado, quien le llevó la Ma
jestad, que recibió de una manera edificati-
(i) Geoot: Op. cit., t. V, pág. 364.
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 405

va" (i). Sucedía esto el día 8 de Diciembre


de 1830, y el día ío hizo su testamento, que
encabeza diciendo:

... hallándome gravemente enfermo, pero en mi


entero y cabal juicio, memoria y entendimiento
natural, creyendo y confesando, como firmemente
creo y confieso, el alto y soberano misterio de la
Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Es
píritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios
verdadero, y en todos los demás misterios que cree
y predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia, ca
tólica, apostólica y romana, bajo cuya creencia he
vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico
fiel cristiano, para estar prevenido cuando la mía
llegue, con disposición testamental, bajo la invoca
ción divina, hago, otorgo, etc., etc.

Ahora oigamos al médico de cabecera y tes


tigo presencial, doctor Alejandro Próspero
Reverend, no sólo para que veamos la postre
ra manifestación de catolicismo del sol de
Colombia, sino para que conociendo los úl
timos detalles de la muerte del grande hom
bre, le acompañemos en las playas del mar
que recogieron su último suspiro y lo entre
guemos á las olas de la eternidad que, aunque
vayan alejándolo en el tiempo, no consumirán
su nave—la nave de la Historia—, en cuyos
mástiles va enarbolada la bandera de la gran
406 J. D. MONSALVE

Colombia. He aquí lo que dice el doctor Re-


verend:

El cura de la aldea de Mamatoco, cerca de San


Pedro, acompañado de sus acólitos y unos pobres
indígenas, vino de noche á pie, llevando el viático
á Simón Bolívar. ¡Qué contrastel |Un humilde sa
cerdote y de casia Infima, á quien realzaba sólo su
carácter de ministro de Dios, sin séquito y aparatos
pomposos propios á las ceremonias de la Iglesia,
llegarse con los consuelos de la religión al primer
hombre de Sur- América, al ilustre Libertador y
fundador de Colombia!
Estábamos todos los circunstantes impresionados
por la gravedad de tan imponente acto. Acabada
la ceremonia religiosa, luego se puso el escribano
notario Catalino Noguera en medio del círculo for
mado por los generales Mariano Montilla, José Ma
ría Carreño, Laurencio Silva, militares de alto ran
go, los señores Joaquín de Mier, Manuel Ujueta y
varias personas de respetabilidad, para leer la alo
cución dirigida por Bolívar á los colombianos.
Apenas pudo llegar á la mitad, su conmoción no
le permitió continuar y le fué preciso ceder el pues
to al doctor Manuel Recuero, á la sazón auditor de
Guerra, quien pudo continuar la lectura; pero al
acabar de pronunciar las últimas palabras yo bajaré
tranquilo al sepulcro, fué cuando Bolívar desde su
butaca, en donde estaba sentado, dijo con voz ron
ca: Sí, al sepulcro... es lo que me han proporcionado
mis conciudadanos... pero los perdono. /Ojala yo pu
diera llevar conmigo el consuelo de que permanezcan
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 407

unidos/ Al oir estas palabras, que parecían salidas


de la tumba, se me cubrió el corazón, y al ver la
consternación pintada en el rostro de los circuns
tantes, á cuyos ojos se asomaban las lágrimas, tuve
que apartarme del círculo para ocultar las mías,
que no me habían arrancado otros cuadros muy pa
téticos. Dicen, sin embargo, que los médicos care
cen de sensibilidad...
Llegó, por fin, el día enlutado, 17 de Diciembre
de 1830, en que iba á terminar su vida el ilustre
caudillo colombiano, el gran Bolívar.
Eran las nueve de la mañana cuando me pregun -
tó el general Montiüa por el estado del Libertador.
Le contesté que, á mi parecer, no pasaría del día.
—Es que yo recibí una esquela dándome aviso de
que el señor obispo está algo malo, y quisiera que
usted fuera á verle.—Disponga usted, mi general.—
Y ¿el moribundo aguantará hasta que usted esté
de vuelta? — Creo que sí, con tal que no haya de
moras en esta diligencia.—Entonces aquí está el
caballo del mismo Libertador. A todo escape ida y
vuelta; ya usted sabe, no hay momento que per
der....
En efecto: cuando volví, conocí que se iba apro
ximando la hora fatal. Me senté á la cabecera, te
niendo en mi mano la del Libertador, que ya no
hablaba sino de un modo confuso.
Sus facciones expresaban una perfecta serenidad;
ningún dolor ó seña de padecimiento se reflejaba
sobre su noble rostro, cuando advertí que ya la
respiración se ponía estertorosa; el pulso, de tré
mulo, casi insensible, y que la muerte era inmi
nente, me asomé á la puerta del aposento y llaman
408 J. D. MONSALVE

do á los generales edecanes y los demás que com


ponían el séquito de Bolívar: "Señores—exclamé—,
si queréis presenciar los últimos momentos y pos
trer aliento del Libertador, ya es tiempo."
Inmediatamente fué rodeado el lecho del ilustre
enfermo, y á pocos minutos exhaló su último suspiro
Simón Bolívar, el ilustre campeón de la libertad
sur-americana, cuya defunción cubrió de luto á su
Patria, tan bien pintado cuando el general Ignacio
Luque exclamaba: "¡Ya murió el sol de Colom
bia!" (i).

Un Bolívar ateo ó siquiera indiferente jen


materia religiosa ó apóstata, no hubiera sido
el Libertador de Colombia y de la América
del Sur; no habría sido el Bolívar á quien
todo el mundo ibero-americano tributa grati
tud y admiración. Bolívar fué Libertador por
que en él encarnó el sentimiento popular de
las colonias españolas, y éstas eran, como la
metrópoli, netamente católicas; si la guerra
de emancipación hubiese tomado las aparien
cias, y aunque no futse más que las aparien
cias, de guerra religiosa, la independencia no
se habría llevado á cabo, porque el movimien
to político que ataca las creencias de los pue
blos es impotente para dominar al adversario.
Los historiadores están todos de acuerdo
en que la revolución de Cromwell habría sido

(i) Papel Periódico Ilustrado, 1. 1, pág. 67.


IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 409

vencida si hubiese sido dirigida contra las


creencias de la mayor parte del pueblo inglés;
que Washington, tan religioso como era,no hu
biese emancipado á los Estados Unidos si hu
biera enarbolado la bandera religiosa opuesta
á la de quienes le confiaron sus destinos, y
que fué el catolicismo el principal factor de la
caída de Napoleón.
Y ¿qué prestigio hubiera tenido Simón Bo
lívar agitando la espada emancipadora de un
dominio político, pero esclavizadora de los
sentimientos y de la conciencia de los pue
blos? Como revolucionario anticatólico, los
pueblos hubiesen desconfiado de él; como cau
dillo, le hubieran considerado su enemigo;
como magistrado, hubiesen visto en él un pe
ligro; como reformador, le hubiesen tachado
como á un demagogo.
Pero él era la personificación de la Amé
rica latina, porque él representaba las aspira
ciones, los sufrimientos, las glorias, las cos
tumbres y las creencias de los americanos; su
heroísmo, era el heroísmo de un cruzado; sus
deseos, los deseos de un cristiano; sus ideas,
las ideas de un católico, y sus actos, los actos
de un magistrado justiciero.
Si es cierto, como axiomáticamente lo es,
que los pueblos jóvenes son esencialmente
creyentes, y es su fe religiosa el principio ne-
cesaiio de la cohesión nacional á que unen
410 J. D. MONSALVE

siempre sus recuerdos históricos, sus glorias


y esperanzas, sólo un Bolívar católico podía
escribir con su espada y con su política el her
moso ideal de la epopeya americana.
Cuando Bolívar dictaba su último mensaje
al Congreso admirable, la situación religiosa
y el estado de la República se hallaban, por
este mismo punto de vista, más ó menos en
las mismas circunstancias que hoy, y el único
cambio que se nota con la de los primeros al
bores de la independencia, es la mutación de
ideas políticas del clero, del cual una gran
porción era monarquista y hoy es todo repu
blicano. Pero hoy, como ayer, el clero es en
tre nosotros el elemento del orden, base única
del edificio de las naciones.
Los constituyentes de Cúcuta, como los de
Angostura, que reconocieron en Dios el autor
y legislador del universo, no señalaron á los
poderes públicos ningún deber respecto de la
Religión, ni hicieron la declaratoria de que el
catolicismo es la religión del Estado, acaso
porque hay leyes de origen superior que es
tán escritas en la conciencia, y porque siendo
esa Religión de unánime sentimiento en todos
los varones egregios que asistieron á aquella
Asamblea augusta, no conceptuaron necesario
escribir en el papel lo que llevaban grabado
en el corazón; empero, como atrás lo dejamos
dicho, el Congreso de 1830 sí declaró en la
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 411

Constitución (artículos 6.° y 7.0) que la Reli


gión de la República era la católica, apostó
lica, romana, y que era un deber del Gobier
no protegerla; disposiciones que vinieron á
llenar un vacío, y que acaso fueron inspira
das así por los sentimientos de los legislado
res como por el ejemplo del Libertador.
Disuelta la gran Colombia, la República de
la Nueva Granada se dió en 1832 su Constitu
ción, que, aunque como las anteriores, dicta
ba el estatuto en nombre de Dios, autor y su
premo legislador del universo, indica las va
cilaciones que ya se desprendían del des
acuerdo parlamentario en orden á la cuestión
religiosa, diciendo solamente y con harta ti
midez que era "un deber del Gobierno prote
ger á los granadinos en el ejercicio de la reli
gión católica, apostólica, romana" (artículo
15); pero á favor del cambio político verifica
do para 1843, los constituyentes de este año,
además de reproducir semejante deber, intro
dujeron en la nueva Carta el artículo 16, que
con más franqueza y decisión dijo:
"La Religión católica, apostólica, romana,
es la única cuyo culto sostiene y mantiene la
República". Las vicisitudes políticas, las pen
dencias de los partidos y la instabilidad de las
instituciones hicieron olvidar á los hombres
públicos que la tranquilidad de los países re
posa más principalmente sobre las buenas eos
412 j. D. MONSALVE

tumbres y el patriotismo de los ciudadanos


que en disposiciones escritas, siempre discu
tibles y casi nunca cumplidas; por eso en 1853,
aunque muchos de los nuevos constituyentes
eran católicos sinceros y de cuya firmeza se
podía dar fe, la nueva Constitución se resin
tió del espíritu heterodoxo que apareció en
pugna con la práctica consuetudinaria de los
granadinos; dictóse esta Constitución en nom
bre de Dios, pero no como Supremo Legisla
dor del universo, y sí por autoridad del pue
blo; ya no se declaró el catolicismo como la
Religión de la República y como objeto de
protección, sino que, sancionando la libertad
absoluta de todos los cultos (inciso 5.0 del ar
tículo 5.0), fórmase ahora el cimiento y centro
de gravedad de la gran pirámide invertida,
que como cuestión religiosa había de plan
tear el problema y constante discusión sobre
ese tema— que tantas veces ha causado la in
tranquilidad de los hogares y las torturas de
las conciencias—, hasta que llegado el 8 de
Mayo de 1863 vino una nueva Convención,
que ya no se acordó de un Dios, Supremo Le
gislador, sino que entró á estatuir en nombrey
por autorización del pueblo y de los Estados
Unidos colombianos, eliminando toda protec
ción al catolicismo y garantizando la profe
sión libre, pública ó privada de cualquiera re
ligión (inciso 16 del artículo 15).
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 413

En 1886 se hizo eficaz el esfuerzo unido de


los católicos, vino la consiguiente reacción po
lítico-religiosa, hízose efectiva la tranquilidad
de las conciencias, y el culto católico vino á
obtener de la Carta fundamental de ese año
para la actual República de Colombia—que
antes fuera la República de la Nueva Grana
da—la misma protección y superioridad que
el padre de la Patria deseó para su persegui
do ideal de la gran Colombia.
Si el ideal político del Libertador Simón
Bolívar hubiese perdurado, ni en Venezuela,
ni en el Ecuador, ni en la actual Colombia ha
brían sufrido los intereses del catolicismo las
torturas por que han pasado, ni se registrarían
en la Historia las persecuciones de que han
sido objeto. Con la protección oficial á las
creencias de los católicos, abiertas las puertas
á una inmigración numerosísima y hecha efec
tiva la garantía religiosa, tal como está asegu
rada por nuestra Constitución de 1886, puede
asegurarse que los millones de católicos euro
peos que hoy pueblan á los Estados Unidos y
el Canadá estarían explotando las riquezas na
turales de Colombia y aumentando nuestros
hogares y familias.
No es el que esto escribe el más partidario
de la ingerencia del clero en las luchas can
dentes de la política; ni* niega tampoco que
hay Estados prósperos, unos republicanos y
414 J. D. MONSALVE

otros monárquicos, no sometidos exclusiva


mente á la influencia del catolicismo.
Pero sí sostiene con arraigada convicción
que es la doctrina de Jesucristo la que infor
ma la verdadera civilización, fruto de la co
operación social, y la cual sería casi nula sin
el vínculo de la caridad.
La filosofía, las ciencias políticas y los acon
tecimientos mismos enseñan que es un absur
do y una grande injusticia gobernar á los
pueblos con principios y prácticas opuestos á
su religión, siendo ésta la base común de las
costumbres; ahora bien: si la conservación y
enseñanza de la Religión católica corresponde
á sus maestros, que son los sacerdotes, ¿no es
cierto que esa enseñanza y esa conservación
obligan al clero á velar con celo y altivez por
la pureza de las costumbres, por el bienestar
de las conciencias en la grey que tienen bajo
su cuidado y por que gobernantes y goberna
dos acomoden su conducta á los preceptos del
Evangelio? Pues ya seve entonces que no sólo
por medio de las plegarias al Altísimo deben los
sacerdotes intervenir directa é indirectamen
te en las ideas y procedimientos del Gobier
no. Nuestra actual república de Colombia, es
decir, la que antes llevó el nombre de Nueva
Granada, no reconoce en sus instituciones la
Iglesia oficial, pero sí se ordena en ellas que
los Poderos públicos la protejan y respeten y
IDEAL POLÍTICO DE BOLÍVAR 415

la hagan respetar como esencial elemento del


orden social; y esto porque se sigue el prin
cipio axiomático de que sólo respetando las
creencias populares y manteniendo en el co
razón de los hombres sus sentimientos reli
giosos es como se puede gobernar un Estado,
y como se alejan los trastornos políticos, que
son el origen de las guerras civiles y de la
decadencia de las naciones.
Con todo, es preciso que nuestros hombres
de Estado no olviden que los trastornos en lo
civil y político causados por las crisis econó
micas ó por errores relativos al bienestar so
cial, traen como consecuencia los conflictos
de religión, porque está ya reconocido por los
sabios que en toda cuestión política va en
vuelta alguna cuestión religiosa.
Así lo comprendía el Libertador, cuyo su
blime ideal se convirtió en quimera no sólo
por las dificultades étnicas, sino más princi
palmente por las pasiones insanas de sus ému
los, y porque, como decía la inmaculada vícti
ma de Berruecos, los ciudadanos sensatos es
taban hastiados de disputas sobre principios
demagógicos é impracticables, y deseaban un
Gobierno vigoroso y progresista que les diese
garantías positivas y lo sacara de ese labe
rinto de garantios escritas que no aseguran los
derechos de propiedad y seguridad personal,
pero ni siquiera la tranquilidad en el templo.
INDICE

XIX

En 1825 finalizaba el gran poderlo español en


América. —Destrucción del último ejército rea
lista, comandado por el general Olañeta.—Bo
lívar ordena á Sucre pasar El Desaguadero . —
El Libertador adopta nuevas medidas para de
fender á Colombia. —Entrada de Bolívar en el
Cuzco. —Bolívar gozó de un alto y no disputa
do concepto como administrador incompara
ble. —Surge la república de Bolivia. —Cómo
surgió la hija predilecta de Bolívar.— ¿Cuál
fué el fin principal que determinó la creación
de Bolivia?—Comienza la lucha de pasiones. —
Renuncia Bolívar la presidencia del Perú. —
«Hoy es el día del Perú, porque hoy no tiene un
dictadora. —No es admitida la renuncia. —Ho
nores decretados por el Congreso peruano. —
«El grito del Perú ha sido más fuerte que el de
mi conciencia.^-«Importancia del Congreso ame
ricano de Panamá . —La única aspiración de Bo
lívar.—«Yo sólo quiero vivir ciudadano y mo
rir libre. — «Carta á D. Rafael Arboleda.— Ho
27
418 ÍNDICft

ñores decretados en Bolivia al Libertador . —


Error de un historiador.—Situación de Bolívar
A fines de 1825 7

XX

Bolívar anuncia en 1.° de Enero de 1826, desde


Chuquisaca, que se restituye á Lima y renun
ciará la presidencia del Perú.—El Perú no po
día desprenderse de su Libertador.— «Mi pri
mer deber es la obediencia á Colombia*. —
Desde Venezuela se le proponen ideas napo
leónicas á Bolívar. — Libertador ó muerto. —
Las célebres cartas de los generales Páez y
Marino. —En concepto de Bolívar, el plan de
estos generales era fatal, absurdo y poco glo
rioso. —Contestación de Bolívar á Páez.—«Ni
Colombia es Francia, ni yo Napoleón».—Co
mentario.—Conceptos de Santander, Sucre y
Flórez sobre la Constitución boliviana.—La
carta de Carabuya.—Santander fué en algunas
ocasiones monarquista, y Bolívar fué siempre
republicano.—Ya casi parecía realizado el ideal
del Libertador. — «Yo no tengo más miras que
la Patria y la gloria».— ¿Qué cosa es la Patria?
—Bolívar resuelve regresar á Colombia. —Las
muchedumbres y un mitin de señoras no lo de
jan salir de Lima.—Rebelión del general Páez.
—Comentario de Baralt.—Opinión de Monsal-
ve. —Bolívar sale del Perú.—El acta de Gua
yaquil.— Bolívar elegido para la presidencia
vitalicia del Perú.—«No puedo encargarme de
ÍNDICE 419

Páginai
ella; me debo á Colombia».—Proclama de Gua
yaquil.—Entrada de Bolívar en Bogotá.—Se
encarga de la presidencia de Colombia.—¿Am
bicionó Bolívar el imperio de los Andes?—
Ideas antimonárquicas de Bolívar.—Páez y los
pueblos de Venezuela no volverán jamás á obe
decer órdenes de Bogotá. —Otras célebres car
tas de Bolívar para Páez.—Presentimientos
con que el Libertador salió para Venezuela. —
¿Era Santander el hombre de las leyes?— «Es
un tirano el que se pone en lugar del pueblo, y
su potestad usurpación».—Dura carta protesta
de Bolívar para Páez. —«¿Hasta usted no me
debe la existencia?» — «Yo no quiero el trono,
ni la presidencia, ni nada».—«Ni la patria, ni
la ley, ni el bien mismo de Colombia me exi
gen lo contrario». —«Aunque un soldado salve
á su patria, rara vez es buen magistrado».—La
administración de Santander juzgada por el Li
bertador.—Cuál era el proyecto de Páez.—In-
certidumbres de Bolívar. —La única idea clara
y fija que le quedaba era la de asegurar la
existencia de Colombia 38

XXI

1827. —La presencia de Bolívar pareció calmar


el desorden de Venezuela. —Generosidad exa
gerada de Bolívar para con Páez. —El Liber
tador entre Scila y Caribdis . —Rebelión de la
tercera división auxiliar.—Mensaje-renuncia del
Libertador. —Sinceridad indiscutible conque
420 ÍNDICE

Página»
Bolívar hacia sus renuncias.— «Yo no serviré
á Colombia como presidente.»—Santander se
oponía á que se admitiera la renuncia.—Llama
á Bolívar con urgencia. — Manifestaciones
opuestas y malas noticias del Sur.—La trai
ción del coronel Bustamante. —Conducta de
los peruanos con Bolívar y los colombianos.—
Colombia en el exterior. —El Congreso no acep
ta la» renuncia del Libertador. —Proclama de
Bolívar.—«Yo no burlaré las esperanzas de la
Patria».—Se convoca la gran Convención na
cional.— Otra entrada de Bolívar en Bogotá.—
Se tramaba una conspiración contra Bolívar y
sus amigos. —«Mis enemigos querían quitarse
la máscara . »—Santander estaba en el secreto
de la conspiración. —El Libertador demostró á
sus enemigos que no era hombre de resenti
mientos. —¿Es asi como proceden los tiranos?
—El grito de Convención resonaba por todas
partes. — «La gran Convención será una arena
de atletas.» —Cartas á D. José Fernández Ma
drid y á D. Joaquín Mosquera.—Situación de
Colombia en estos días. —Enemistad entre Bo
lívar y Santander 98

XXII

Entre la espada y la toga. —Los diferentes par


tidos políticos.—Se enardecen los ánimos. —
Imprudencia de los bolivianos.—El Libertador
siempre tuvo respeto á las libertades públicas.
Confusión de ideas.—Deseo de perpetuar el
ÍNDICE

desorden y la enemistad. —Pesimismo del Li


bertador.—Colombia será destruida si no se le
da un Gobierno fuerte.— «La división es la
ruina misma, y la federación el sepulcro de Co
lombia.»—Carta á sir Robert Wilson. —El Li
bertador no quiso influir en nada para la elec
ción de los diputados á la gran Convención.—
Santander si influyó cuanto pudo. —Observa
ciones de Derecho público.—«Un Gobierno fir
me, poderoso y justo, es el grito de la Patria.»
—«Muy desgraciada será la Patria si la salud
no la favorece en Ocaña». — La guerra civil
llama otra vez á Bolívar á Venezuela. —El ge
neral Padilla fragua la revolución en Cartage
na —Recuerdos que se renuevan en la Con
vención de Ocaña. — «Mi único amor ha sido
siempre el de la Patria, mi única ambición su
libertad.»—Colombia no era sino un caos. —
El doctor Ignacio Muñoz, diputado de la Con
vención, denuncia una conspiración fraguada
por Santander y sus parciales contra el Liber
tador. —Compromiso de algunos diputados á
promover una conflagración general. —Acta de
Bogotá para que el Libertador se encargue del
mando supremo.—La idea contenida en esta
acta fué aceptada en todo el territorio de Co
lombia.—El Libertador fué recibido en Bogotá
con el más grande entusiasmo.—El estatuto
provisional.—Respeto á la voluntad nacional.
—Bolívar no podía ser indiferente á los ultra
jes del Perú.—Noticias recibidas del Sur.—
«Mi presencia entre vosotros será la señal del
combate».—Bolívar hacía falta en el Siir.—El
Gobierno de Colombia emprende la guerra con
tra su voluntad. -Misión del general O'Leary.
—Innobles procederes de los peruanos.—Pala-
422 ÍNDICE

bras de Sucre.—«El Perú sería español si el


genio de Bolívar no se hubiese opuesto.» —Una
proclama de los peruanos.—Se disuelve el Con
greso antiñctiónico de Panamá.—Descrédito en
el exterior.—La saña de los enemigos de Bolí
var.—José María Obando y José Hilario López.
—Los jacobinos . —Proyecto de asesinar al Li
bertador en Soacha.—Otro proyecto de asesi.
nar al Libertador en un baile de máscaras. —
El 25 de Septiembre.—Decepción profunda.—
Magnanimidad del Libertador.—Opiniones de
Sucre sobre el 25 de Septiembre

XXIII

Huevos problemas políticas en 1829.—Vuelve la


cuestión monárquica. —Obando y López, cóm
plices de la invasión peruana.—Sale el Liber
tador en campaña contra el Perú.—Las impos
turas sobre monarquía.—La batalla del Porte-
te de Tarqui. —Convenio de Girón. —La cam
paña de treinta días. —Sucre entrega al Liber
tador las banderas tomadas en Tarqui. —La
reacción en el Perú. —Comienza á esfumarse
el ideal político del Libertador.—Lo que era el
Perú cuando llegó Bolívar á libertarlo.—Bolí
var sociólogo.— Los pronósticos de Bolívar se
han cumplido.— «No hay fe en América... los
tratados son papeles; las Constituciones, libros;
las elecciones, combates; la libertad, anarquía,
y la vida, un tormento.»—Dolorosa mirada re
trospectiva. —«No hay hora en que no me ha
ÍNDICE

gan beber la hez de la calumnia».—Indulto ge


neroso. — Expresiones de Bolívar al general
Lafuente.—Para Bolívar la patria era primero
que todo.—El tratado de Guayaquil, Gual, La
rrea y Lloredo.— Regocijo de los peruanos con
este tratado.—Urdaneta y Páez defienden al
Libertador sobre las imposturas de monarquía.
—/> Courrier Franjáis contradice á Benjamín
Constant.—Don Vicente Azuero, el más enco
nado de los enemigos del Libertador, también
propuso se coronara á éste, con el objeto de
perderlo en la opinión.—Bolívar en oposición
con el partido monarquista.—Importantísima
carta al doctor Estanislao Vergara. —Ya se ve
desvanecer el ideal del Libertador.—Carta de
éste, fechada en Buijó, al ministro de Guerra.
—Su correspondencia al general Wilson y al
hijo de éste, edecán y amigo intimo del Liber
tador.—El ideal de Bolívar era una quimera.—
«Cómo el deseo realizó las quimeras; «nos he
mos engañado como niños».—Triste realidad.
—Páez minaba la existencia de la gran Co
lombia.—Republicanismo inmutable de Bolí
var.—El folleto del doctor Lorenzo María Lle
ras y la adición del doctor Juan Manuel Rudas.
—La carta al coronel Patricio Campbell. —Car
ta de Bolívar al general O'Leary. —Grave di
lema para el Congreso. —«Ojalá pudiéramos
conservar esta hermosa unión.»—Es insopor
table el espíritu militar en el mando civil.—El
conde de Bresson.—¿Aceptaría el Libertador el
proyecto adoptado por sus ministros?—En una
clase de Derecho público.—Valor moral del
Consejo de ministros.—La misión del coronel
José de Austria.—El testimonio del Sr. Res-
trepo.—Queja infundada de este historiador,—.
424 ÍNDICE

Antigüedad de las opiniones de Bolívar.—En


el suplicio de la cruz.—Las influencias de Bo
lívar en favor de D. Joaquín Mosquera y del
general Domingo Caicedo para la Presidencia
de la República.—¿Porqué tanta injuria?— «Yo
no seré el rey de Colombia.» —La comunica
ción dejapio —Opiniones de Restrepo, Baralt,
Becerra y Samper.—Un mosquito convertido
en elefante.— Pertinacia histórica.—La rebe
lión del general José María Córdoba. —El en
carnizado enemigo de los que perecieron como
víctimas del 25 de Septiembre.—Un hombre
alucinado. —El santo y seña de los pronuncia
mientos en Venezuela.— La gota de aceite.—
«La Patria entonces le negó por hijo.» —Bolí
var no tuvo colaboradores. —El cordero emisa
rio. —El ideal 189

XXIV

El grande edificio se derrumba.—La obra de la


envidia y de la calumnia. —Ultima entrada de
Bolívar en Bogotá. —El guerrero pacificador. —
«Creedme: un nuevo magistrado es ya indis
pensable para la República . »—Un lazo de fra
ternidad.— «La independencia es el único bien
que hemos adquirido. «—Proclama á los colom
bianos. —Nueva súplica del Congreso al Liber
tador. —No abandona Bolívar su ofuscación de
la gran Colombia.—»E1 bien de la patria exige
de mí el sacrificio de separarme para siempre
del país que me dió la vida,"—Otros aires, otro
ÍNDICE 425

Paginas
cielo y otros hombres.—Se encarga. D. Joa
quín Mosquera de la presidencia.—La nación
colombiana.—La copa amarga.—Expresión de
gratitud del Congreso constituyente. —Contes
tación del Libertador.—A orillas del mar.—El
general Sucre es asesinado.—Indigencia del
Libertador de cinco repúblicas. — «Ninguna ac
ción de mi vida manchará mi historia« . —El
decreto de expulsión de Bolívar dictado en Ve
nezuela.—Conducta de D.Joaquín Mosquera.—
El proceder de los venezolanos comparado con
el de los neogranadinos y el de los ecuatoria
nos.—Insurrección del batallón Callao.— «Ser
viré únicamente como ciudadano y como sol
dado.» —Ejemplo de Bolívar en favor de la le
gitimidad. — «No espero salud para la patria.«—
¿Por qué no salió Bolívar inmediatamente para
el extranjero?—Se dirige á gozar de los aires
vivificadores de Santa Marta.—Ultima procla
ma del Libertador. —El 17 de Diciembre de
1830 se apagó el sol de Colombia.—El ideal
político del Libertador 301

XXV

Luchas de Bolívar contra la Naturaleza y contra


los hombres. —Bolívar comenzó á formar su
ideal en Europa.—Nuevo Colón.—Comentario
sobre Colombia en 1829. —Dificultades para la
magna empresa. — ¿Previo el Libertador los
obstáculos?—Los itinerarios que recorrió Bolí
var.—Debía ocurrir á todas partes. —Etnogra-
426 ÍNDICE

fía.—Las razas americanas.—Influencia de las


razas en la política.—La base para realizar el
ideal de Bolívar. —La muerte vino á destruir
la obra. —Importancia de Colombia si se hu
biese realizado el ideal. —Aquel ideal no podía
ser empresa para otros hombres.— Opinión
desde 1815. — Imposibilidad de principios polí
ticos.—Párrafo histórico. — Examen etnológi
co.—«Prefiero un combate con los españoles á
estos disgustos entre los patriotas.»— Las con
diciones étnicas y el carácter moral de los
hombres.— Observaciones de Caldas.— »Tan
tirano es el gobierno democrático absoluto
como un déspota.»—Imposibilidad de que sub
sistiera la gran Colombia. —Comparación con
los Estados Unidos.—La evolución natural. . . 341

XXVI

La cuestión religiosa.—Catolicismo de los pró-


ceres.—Bolívar, Libertador y magistrado ca
tólico.—Infancia religiosa.—¿Era Bolívar un
creyente convencido?—Ideas contenidas en el
mensaje al Congreso de Angostura.—La pri
mera logia de Bogotá.—Bolívar y la masone
ría.—Un gobernante consideró á los masones
como conspiradores —Virtudes cristianas del
Libertador.—Demostraciones prácticas del ca
tolicismo de Bolívar. —El Libertador y el obis
po de Popayán.—Comentario del historiador
Groot.—Bolívar y la Iglesia en el Perú.—El
Libertador protegía la Iglesia por obligació»?
Indice 427
Página»
por sentimientos personales.—Un banquete.—
La unión del incensario con la espada.—La Igle
sia libre en el Estado libre.—El Libertador al
Papa.— El apóstol de la Religión.—Un obispo
defiende á Bolívar de las calumnias del gene
ral Obando.—El obispo de Cuzco y Bolívar. —
El Libertador y el obispo de Santa Marta.—
Testamento de Bolívar.—El humilde cura de
Mamatoco y el primer hombre de Sur-Améri
ca. — »¡Síl al sepulcro... pero los perdono».—
Últimas agonías.— »¡Ya murió el sol de Colom
bia!«—Si Bolívar no hubiera sido católico, tam
poco habría sido el Libertador de Colombia.
El clero es el elemento del orden.—Las Consti
tuciones de Colombia y el principio religioso.
El ideal político del Libertador y los intereses
del catolicismo 375
Pnbllcaclone» de la EDITORIALAMÉRICA
BIBLIOTECA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES
Obras de los más ilustres publicistas americanos.
SE HAN PUBLICADO:
L—Orestes Ferrara: La guerra europea.
Profesor de Derecho Causas U pretextos.
publico en la Univer- r% . n m
sidad de la Habana. Precio: 3,50 pesetas.
II.—Alejandro Alvarez: La diplomacia de Chile durante la
terio"chueno) de'"^- emancipación y la sociedad interna-
aciones Exteriores. CÍOnal americana.
Precio: 3,50 pesetas.
III.— Julio C. Salas: Etnología é Historia de 1 ierra-Firme.
Profesor de Socioio- (Venezuela u Colombia.)
gia en la Universi- n . a
dad de Mérida (Ve- Precio: 4 pesetas.
nezuela).
IV.—Carlos Pereyra: El Mito de Monroe.
Profesor de Sociología
en la Universidad de n . a ee\
México y Miembro del Precio: 4,50 pesetas.
tribunal permanente
de Arbitraje, de La
Haya.
V.—José de la Veca: La Federación en Colombia.
Miembro del Centro
de Historia de Car- Precio: 3,50 pesetas.
tagena (Colombia.) r
VI.— M. de Oliveira Lima: La Evolución histórica de la Amé-
De la Academia bra- r¡ca ¿at¡na. Precio: 4 pesetas,
silera.
VIL—Angel César Rivas: Ensayos de historia política y di-
H?.toritCSe Veneztii1! Pática. Precio: 4 pesetas.
VIII.—José Gil Fortoul: El hombre y la historia.
De la Academia de la Ensayo de Sociología venezolana.
Historia, de Venezuela. 6
Precio: 3 pesetas.
LX.—José M. Ramos Mejía: Rosas y el Doctor Francia.
NacionanedEdwacrÍn (Estudios psiquiátricos.)
en la BePútjjica Argén- Precio: 3,50 pesetas.
X.—Pedro M. Arcaya: Estudios de sociología venezolana.
Miembro de la Acude- _. .
mía de la Historia, de Precio: 4 pesetas.
Venezuela, y Ministro
Je Relaciones Interio
res.
XI. — J. D. Monsalvf: El ideal político del libertador Simón
Miembro de número de Bolívar
la Academia de Hiato- *
ria de Colombia.
DE VENTA EN TODAS LAS LIBRERÍAS DE ESPAÑA Y AMÉRICA
EDITORIAL - AMÉRICA

BIBLIOTECA AYACUCHO
(historia de américa)
/—//. Memorias de O'Lean/: Bolívar y la emand-
pación de Sur-América.—7,50 pesetas.
III. Memorias de O' Cotutor: Independencia Ame
ricana. —5,00 pesetas.
VI. Memorias del General ¡osé Antonio Páez: Au
tobiografía. —7,50 pesetas.
V. Memorias de un Capitán del Ejército Español,
por el Capitán Rafael Sevilla. 5 pesetas.
VI —VIL Memorias del General García Camba.
Para escribir la historia de las armas españolas en el
Perú.—7,50 pesetas.
VIII. Memorias de un oficial de la Legión britá
nica: Campañas y Cruceros. —4 pesetas.
IX. Memorias del General O'Leary: Ultimos años
de la vida pública de Bolívar.—7,50 pesetas.
X. María Graham. — Diario de su residencia en
Chile (1822) y de su viaje al Brasil (1823).- Trata de
San Martín. Cochrane.— O'Higgins.—7,50 pesetas.
XI. Memorias del Regente Heredia.—Monteverde.
Bolívar.—Boves. — Morillo. —4,50 pesetas.
XII. Memorias del general Rafael Urdaneta. —
7,50 pesetas.
XIII. Memorias de Lord Cochrane.—6 pesetas.

De venta en todas las buenas librerías de España y América.

También podría gustarte

pFad - Phonifier reborn

Pfad - The Proxy pFad of © 2024 Garber Painting. All rights reserved.

Note: This service is not intended for secure transactions such as banking, social media, email, or purchasing. Use at your own risk. We assume no liability whatsoever for broken pages.


Alternative Proxies:

Alternative Proxy

pFad Proxy

pFad v3 Proxy

pFad v4 Proxy