Cine de Autor
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John D. Sanderson
(éd.)
¿CINE DE AUTOR?
Revisión del concepto de autoría cinematográfica
Presentación 9
John D. Sanderson
Prologo 15
Román Gubern
Colaboradores 101
PRESENTACIÓN
1 En este sentido, es interesante recalcar que Cahiers du Cinéma también contribuyó a "canoni-
zar" géneros intelectualmente denostados como, por ejemplo, el western gracias al análisis laudatorio de
las películas de John Ford, director que, teóricamente, se habría considerado alejado de la perspectiva
autoral por su pertenencia al studio-system estadounidense. Incluso acuñaron un término para otro
género que gozaba de escasa consideración, film noir (a partir de la colección de novelas Serie Noire
de la editorial francesa Gallimard), tras la exaltación de determinadas películas de Howard Hawks que
se podían adscribir al mismo.
Presentación 11
Griffith era un actor mediocre que, para seguir empleado en la productora Biograph,
tuvo que aceptar, muy a su pesar, el oficio de director:
Vale la pena preguntarse que significaba dirigir entonces, aunque sólo sea por-
que aquel germen funcional primitivo probablemente aún siga ahí en este empleo
que actualmente se considera mucho más elevado. El director era el manager, un
intermediario entre elementos como el guión, la cámara y los actores (tareas autosu-
ficientes en sí mismas). Estaba ahí para mantener la eficacia del proceso; coordinar
a los actores en la acción; asegurarse de que la cámara estaba cargada y lista.
(...) Griffith fue uno entre varios que poco a poco dedujo distintas maneras de
filmai- cosas; era un organizador, con el suficiente instinto actoral para escoger los
. momentos clave en la acción y ver como un cambio de posición en la cámara podía
generar una sutileza. (Mi traducción)
2 Andrew Sarris, "Notes on the auteur theory in 1962" (1962), en Leo Braudy y Marshall
Cohen (eds.) Film Theory and Criticism: Introductory Readings. Nueva York y Oxford, Oxford U.P.,
1999,515-9.
14 John D. Sanderson
John D. Sanderson
Universidad de Alicante
Septiembre 2005
3 A este respecto se puede leer el libro de Peter Biskind Down and Dirty Pictures: Miramax,
Sundance & the Rise of Independent Film. Londres, Bloomsbury, 2004.
PRÓLOGO
Román Gubern
Universidad Autónoma de Barcelona
Aunque la teoría del cine de autor se formalizó en los años cincuenta en las
páginas de la revista parisina Cahiers du Cinéma, lo cierto es que esta formulación
teórica tiene una larga prehistoria o protohistoria. Así, en los orígenes del cine nos
encontramos ya con la figura del cineasta y prestidigitador francés Georges Méliès,
cuya actividad múltiple como productor, guionista, director y hasta actor de sus
películas se define como una práctica rigurosamente autoral. Es cierto que Méliès
no reivindicó ni teorizó el estatuto autoral de su obra, pero sus películas exhiben
una técnica, un estilo y un universo imaginario estable, reconocible e identificable,
como requiere la teoría canónica moderna del cine de autor. Más tarde, en los años
veinte, los críticos más sagaces habían interiorizado una jerarquía estética que les
permitía reconocer el estilo y el mérito de ciertos directores privilegiados como
Murnau, Fritz Lang o Eisenstein, y en sus críticas establecían una neta distinción
entre sus obras maestras y el resto de la producción.1 De manera que en los juicios
de aquellos críticos subyacía una teoría implícita y no elaborada del cine de autor
que todavía no recibía tal nombre. Y en los años cuarenta, incluso en el mercado
cinematográfico español, había dos directores cuyos nombres ya eran utilizados
como reclamo publicitario en el estreno de sus películas: Alfred Hitchcock y Cecil
B. DeMille. Sus nombres, populares y admirados por el público, podían valer tanto,
a efectos publicitarios y por el atractivo de sus imaginarios bien reconocibles, como
los de Gary Cooper, Humphrey Bogart, Ingrid Bergman o Katharine Hepburn.
1 Nos hemos referido a la "distinción", un concepto clave que propondrá de forma precisa
Pierre Bourdieu en su ensayo sobre el arte La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid,
Taurus, 1988.
no juguemos con las palabras. Si El acorazado Potemkin está hecho por el pueblo,
Elfinde San Petersburgo lo está igualmente. Sin embargo, hay un estilo Eisenstein
en el primero y un estilo Pudovkin en el segundo, muy diferente el uno del otro, lo
que no habría ocurrido si el mismo 'pueblo' fuera el autor de los dos films.
Las mismas observaciones pueden predicarse de los grandes autores del cine
neorrealista italiano (como Visconti, Rossellini o De Sica) y de la nouvelle vague
francesa (Godard, Truffaut, Resnais, Chabrol), punta de lanza del relevo genera-
cional y de la regeneración estética que supusieron los llamados "nuevos cines" de
los años sesenta (Free Cinema, Cinema Novo, etcétera), que si bien fueron posibles
por un recambio generacional en los realizadores, también lo fueron por un relevo
generacional en los públicos, con su segmento maduro y más conservador recluido
2 René Clair, Cinéma d'hier, cinéma d'aujourd'hui. Paris, Gallimard, 1970, 63-4.
Prólogo 17
ante el televisor doméstico mientras las salas eran frecuentadas preferentemente por
un público más joven y receptivo (formado, no pocas veces, en la asistencia a los
cineclubs) que aceptó de buen grado las nuevas propuestas estéticas. Y este listado
puede clausurarse provisionalmente con la escuela del Dogma 95, que ha llegado a
formalizar un canon estético en forma de preceptos técnicos obligatorios, homoge-
neidad que no ha podido evitar que, en su movimiento, reconozcamos ciertos autores
dotados de talento, en contraste con ciertos realizadores que ofrecen muy escaso
interés a pesar de adscribirse a tal escuela.
El mismo fenómeno de globalidad y de individualidad se produce si examinamos
el perfil autoral en el campo de los géneros. Stanley Kubrick abordó con una per-
sonalidad muy acusada el cine policiaco, el cine histórico, el de ciencia ficción y la
comedia, dando como fruto películas de género que son ejemplarmente autorales.
Podemos distinguir el diferente tratamiento y preocupaciones estilísticas y morales al
abordar el cine criminal por parte de directores con tanta personalidad como Alfred
Hitchcock y Claude Chabrol. Y lo mismo podríamos decir de los famosos westerns
de John Ford. En pocas palabras, en el seno de lo homogéneo (escuela nacional o
género) coexiste lo heterogéneo.
No hace mucho la revista norteamericana Empire ha efectuado una encuesta
entre sus lectores para decidir cuál es el mejor director de la historia del cine. El
resultado, previsible en el fondo, ha colocado en la cumbre a Steven Spielberg en
una lista de nombres en la que no se hallaba Jean Renoir, ni Roberto Rossellini, ni
Eisenstein, ni Jean Vigo, ni Kurosawa... Con esta votación inculta se ha demostrado
una vez más que, en el campo de la cultura de masas, el paso del tiempo acaba por
convertirla en cultura de especialistas, es decir, de historiadores. El cine sigue siendo
un espectáculo popular, pero su historia es ya cosa de expertos.
La elección de Spielberg por parte de los lectores corresponde, además, a la
lógica norteamericana que ve en el cine un entertainment o un show business,
categorías semánticas que designan, en el primer caso, a un producto y/o su función
social (entretenimiento), y en el segundo a una industria o negocio. Los conceptos
de arte o de cultura aparecen rigurosamente excluidos de este capital semántico.
Baste señalar que los publicitarios norteamericanos han dividido a su ciudadanía, a
efectos de marketing y de consumo, en sólo cinco categorías de VALS (Values and
Life Styles), que designan a cinco perfiles sociopsicológicos y consumidores, que
en realidad se pueden reducir a cuatro, ya que una de las categorías designa a los
pobres, que no consumen y escapan a sus objetivos publicitarios. Naturalmente, la
citada concepción del cine como entertainment o show business es frontalmente
opuesta al interés del cine entendido como actividad creativa autoral. Y por eso, en el
lenguaje universitario de aquel país ha hecho fortuna el concepto de cine manistream
o dominante (es decir, el entertainment y el show business). Pero el concepto de cine
mainstream implica también la existencia de un cine ojf-mainstream, como puede
ser, por ejemplo, el de Jim Jarmusch.
18 Román Gubern
Puesto que el tema genérico que convoca este texto plantea la cuestión de la au-
toría, me gustaría explicitar un punto de vista que apunta hacia la escasa solvencia
del término, ya que la relación entre un supuesto autor y el espectador es altamente
conflictiva y sólo posible a través de la obra, que actúa como ente mediador.
Todo texto es un tejido, en brillante imagen suministrada por Julia Kristeva,
una textura de múltiples engarces y procedencias, donde el autor es solamente
una huella, una parte ínfima de un conglomerado multisignificante. Como señala
Roland Barthes (1987: 69):
Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de palabras,
de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el
mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se
concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original:
el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura.
la postura del comentarista sobre un criterio tan complejo, a la par que esencial
y determinante.
Esta definición - a la que nos sumamos- apunta hacia la constitución del texto
en el momento de su interpretación, suspendido entretanto en un "espacio textual"
pendiente de actualización. Negamos, pues, la existencia de un texto como objeto con
sentido previo en la medida en que depende del proceso de lectura y, en consecuen-
cia, existirán tantos textos provenientes de un mismo artefacto como lecturas se den
de él, siempre y cuando sea respetado en el proceso de interpretación la coherencia
de un principio ordenador (cuestión esta ya formulada por Mukarovski al separar
artefacto artístico de objeto estético como resultado de su actualización). El autor
se manifiesta en el texto como huella, o huella de huellas, ya que el mecanismo de
lectura suma a la dirección de sentido que estuviere implícita en la obra el bagaje
cultural y contextual del lector, que se convierte así en autor a su vez al investirlo
de un sentido final: "Un texto, tal como aparece en su superficie (o manifestación)
lingüística, representa una cadena de artificios expresivos que el destinatario debe
actualizar" (Eco, 1987: 73)
La caracterización del texto como un "tejido de espacios en blanco" que deben
ser "rellenados" y que, en su origen, han sido propuestos por un emisor que, de
alguna forma, ha contemplado el proceso de lectura y previsto las direcciones de
sentido, otorga al lector una condición protagonista en la medida en que se trata de
una última actualización capaz de "corregir" o "alterar" las previsiones iniciales.
Esa "máquina perezosa" que llamamos texto, sea cual sea el medio que utilice
para su manifestación (literatura, artes plásticas, audiovisual, etc.), prevé su lector
y le concede la capacidad de actuar sobre el significante -sobre lo dicho y sobre
lo "no dicho", sobre la materia explícita y sobre la implícita- para completar toda
estructura ausente. El texto, pues, es una "máquina presuposicional" (Eco, 1987: 39)
que sólo puede concebirse con la existencia de un ente emisor y un ente receptor
(lector) sobre el que pesa la responsabilidad del ejercicio hermenéutico.
Todo texto es una producción discursiva que no puede desvincularse de una volun-
tad en origen, la del ente emisor -que, a su vez, se interconecta con una compleja red
intertextual que afecta a sus operaciones significantes conscientes e inconscientes-,
un medio de representación (soporte icónico, verbal o iconográfico) y un receptor-
lector-intérprete. Casetti (1980: 53), al hablar del texto fílmico, explicita una serie
Algunos est i lemas en la obra de Theo Angelopoulos: mise en abîme, elipsis y fuera de campo 23
Sin embargo, sería incompleta esta relación de elementos constitutivos del cine
de Theo Angelopoulos si no hiciéramos una mención especial al fenómeno de la
"frontera", no sólo porque se trata de un factor repetitivo en muchos de sus films, con
valor metafórico, sino también porque se subraya en él la propia condición humana,
sometida a los avatares de instancias de poder cuya vigencia sólo se entiende por el
uso de la fuerza y cuya marca física responde a una voluntad ajena a la del pueblo.
Evidente en La mirada de Ulises y en El viaje de los comediantes, aparece de forma
explícita en El paso suspendido de la cigüeña {To metéoro vima tou pélargou, 1991)
y es el punto de inicio de Eleni.
En el lado contrario de esta sucinta balanza que configuramos, hay que decir,
incluso a pesar de nuestra abierta admiración hacia el cine de Angelopoulos, que, al
gozar de la hermosura de su último film, Eleni, se abre paso también una reflexión
sobre los límites retóricos de sus magistrales puestas en escena: su cine comienza
a recrearse en sí mismo, en su belleza plástica; una especie de autocita placentera
que provoca una sensación extraña de vacío allá donde siempre hubo plenitud.
Dejemos esta constatación a modo de sensación privada y no, en modo alguno, de
hecho consumado e inalterable. El futuro dirá por dónde evoluciona su obra. Valga,
no obstante, esta simple pregunta: ¿al quedar un tanto de lado la fuerza del fuera de
campo, esencial en toda su obra anterior, no se provoca una alteración de parámetros
que sitúa la espectacularidad en primer plano?
LA MIRADA DE ULISES
La inscripción en el propio título del film del concepto "mirada" deviene esencial
cuando el personaje, al inicio, se pregunta por la existencia de esa primera película,
que equipara con una primera mirada.
Los largos planos secuencia (pensemos, por ejemplo, en el que tiene lugar a la
llegada de "A", durante la proyección de uno de sus films) se convierten en barrocas
evoluciones de la cámara que desautomatizan la lectura (imposible la identificación
espectatorial, pero inevitable el goce estético) mientras recorren unos decorados
en cuyo interior todo evoluciona milimétricamente dotando al conjunto de una
considerable fuerza expresiva. Ahora bien, esta expresividad no se traduce en una
imposición de sentido; por el contrario, la interpretación permanece abierta gracias
al constante juego con el fuera de campo (ahí una de las pruebas del carácter dis-
cursivo que éste tiene).
Este camino nos conduce inexorablemente a la aparente contradicción entre
plano secuencia y tiempo real. Puesto que la sutura desaparece, todo indica que
un largo plano que se desarrolla en un tiempo determinado sirve para relatar un
acontecimiento que tiene lugar en ese mismo tiempo. Esto es cierto en muchos
casos, siempre que no hayan elementos discrepantes en el interior del cuadro o en
el desarrollo de la acción, pero tal idea se quiebra cuando confluyen en el interior
del encuadre distintas temporalidades, distintos espacios o diversas combinaciones
de elementos procedentes de entornos conceptuales alinéales (onírico, imagina-
rio, mundos ficcionales). La importancia de estas consideraciones es capital para
nuestro trabajo, por lo que podemos individualizar diferentes tratamientos a lo
largo del film:
rostro de "A", que inicia su último monólogo y conecta por completo el film
con la tradición helenística, acumulando así la dimensión metafísica que lo
preside.
Resulta El viaje de los comediantes, para los intereses que mueven este trabajo,
un film esencial, puesto que nos permite consolidar gran parte de nuestras propues-
tas. La primera constatación, por fuerza evidente, es que los códigos del modelo
hegemónico se estrellan aquí ante una construcción radicalmente diferente que
genera su propio sistema y coherencia desde lo más profundo del discurso. Esta es
una característica común a todo el cine de Angelopoulos que atraviesa su obra tanto
secuencial como transversalmente porque, al margen del film que ahora nos ocupa,
el mecanismo representacional que edifica este realizador no mantiene ajenas cada
una de sus producciones a las anteriores sino que se apoya en ellas y consolida es-
tructuras y propuestas formales al modo de una obra de ingeniería que, a la postre,
se debe convertir en un solo gran film: el conjunto de su filmografia. Este nivel
junto a ellos como testigo silencioso, al igual que la cámara, lentamente, recorre
los espacios abarcando hasta el límite del encuadre y más allá gracias a sus despla-
zamientos acompasados.
El plano secuencia parece ir lógicamente ligado a la ausencia de elipsis, pero An-
gelopoulos rompe esta limitación y nos permite constatar la gradualidad de cualquier
procedimiento, con independencia del marcado "tiempo real" de algunas tomas. Así,
después de que los comediantes pasen por las vías del tren (1952), viene un coche y
su movimiento es seguido por una panorámica que descubre una calle vigilada por
los alemanes y unos carteles ordenando el alto (1940); durante una de las represen-
taciones teatrales se escuchan bombas y el escenario queda vacío, el volumen de
las explosiones y los aviones sube y las luces pestañean; después de un alto a un
autobús por parte de soldados alemanes, detienen a un grupo de personas y les van
a fusilar, estalla una bomba, se escuchan disparos y podemos oír "se han ido"; una
panorámica de 360° muestra la plaza, una serie de gentes con banderas de todo tipo
la puebla (1944), se escuchan disparos y algunos caen heridos mientras la multitud
huye despavorida, pasa un gaitero inglés, regresa de nuevo la multitud pero esta vez
con banderas rojas; más tarde, mientras los comediantes intentan salir del pueblo,
en una calle se enfrentan las fuerzas de ambos bandos, avanzando y retrocediendo
respectivamente... Podríamos enumerar otros muchos fragmentos que reúnen estas
características, pero nos interesa aquí identificar los mecanismos formales de que
se sirve el realizador: la elipsis y el fuera de campo son elementos indesligables de
su obra. Así, el mapa cronológico de El viaje de los comediantes sería:
• Noviembre de 1952
• Otoño de 1939
Elipsis
Controladas
Formales
Según las funciones que desarrollan
Función discursiva
Connotativa
Trasgresión de la transparencia
y
Fuera de campo
Fttmico
Según su dimensión espacio-temporal
En el nivel discursivo
No convencional (connotativo)
Espacio • Tiempo
2) sobre una tipología para la mise en abîme que se incorporaría a otro nivel
escalar correspondiente al fuera de campo:
Fuera de campo
Fttmico
Según su inscripción en el significante
Marcado
Desenmarcados
Propiamente dichos
Es de justicia mencionar la deuda que esta última clasificación tiene con los
aspectos teorizados por Christian Metz (1991) y las clarificadoras aportaciones
posteriores de Dominique Blüher (1996).
El cine de Theo Angelopoulos es, pues, un magnífico ejemplo de cómo el modelo
institucional -hegemónico y dominante- puede ser superado por una concepción del
aparato discursivo cinematográfico que instaura un proceso de autocodificación en
el significante fflmico y no responde a una normativización canónica. Desde esta
perspectiva, el propio modelo de representación cinematográfica y sus relaciones
con otros -con claro privilegio para el teatral- se sitúa ante una puerta abierta que
permite la proliferación de análisis, la desreglamentación y la desautomatización;
aspectos por los que abiertamente abogamos desde estas páginas y sobre los que,
necesariamente, habrá que seguir avanzando.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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GARDIES, André. L'espace au cinéma. Paris, Méridiens Klincksieck, 1993b.
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HORTON, Andrew. El cine de Theo Angelopoulos. Imagen y contemplación. Madrid,
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38 Francisco Javier Gómez Tarín
Hace ahora 50 años que Roland Barthes desarrolló en sus artículos la teoría del
distanciamiento a partir del análisis de la dramaturgia de Bertold Brecht. Desde
entonces y hasta la fecha la concepción de la autoría de una obra dramática no ha
dejado de evolucionar, pero parece comúnmente aceptado que la aproximación a
una historia y a unos personajes tendrá un valor crítico superior siempre que el
espectador disfrute de una distancia suficiente para juzgar.
Según Barthes (1967: 57-63), el poder de la representación no debe enfatizarse
hasta imposibilitar el ejercicio del juicio crítico y, por ello, los procesos de identi-
ficación entre el receptor y el protagonista han de limitarse para evitar la ausencia
de libertad. La tiranía del héroe, capaz de seducir al público hasta enajenarlo, vicia
los procedimientos narrativos que se construyen desde la implicación emotiva y
se apoyan en la magia imitativa de la tradición literaria y cinematográfica. El au-
tor de una obra ejercerá de modo responsable su función comunicativa y actuará
de forma más honesta frente al público si renuncia a convertir el discurso en un
sermón y reconoce la libertad del sujeto-espectador. De este modo se instituye
una permanente actitud creadora, que deviene del acto libre y crítico en que se
convierte cada actualización de un texto a través del proceso de recepción.
Todo parece indicar que Luis Buñuel tuvo desde muy joven cierta conciencia
de la necesidad de diluir el subjetivismo de la autoría para evitar los discursos
Esa es una de las razones por las que Buñuel procura hacer extrañas las cosas
cotidianas y cotidianas las extrañas, con una rara habilidad para convertir lo obvio
en raro, y lo raro en obvio. Actitud esta tan fundamental en su cine, que constituye
su principal marca de fábrica.
Buñuel accedió en México a una condición profesional que era nueva para él,
y su trabajo como director se enmarcó por primera vez de lleno en la estructura
de una industria.2 Algunos críticos han considerado esta etapa mexicana como una
especie de paréntesis, un ciclo embrionario en el que los hitos se veían sucedidos
por obras fallidas. Desde esta perspectiva, Buñuel se habría convertido en una es-
pecie de francotirador, que acertaba en el blanco tan sólo cuando su fusil, tomado
prestado de la armería de la industria cinematográfica mexicana, se lo permitía.
Sánchez Vidal (1991: 47) asienta implícitamente esta idea de paréntesis cuando
reflexiona sobre un proyecto de 1947, abandonado como tantos otros, "Ilegible
hijo de flauta", cuyo guión escrito en colaboración con Juan Larrea incluye una
breve introducción en la que Buñuel explicita un ambicioso proyecto creativo: "Si
hubiera podido materializarse esta fórmula su obra habría avanzado de golpe hasta
la libertad de El ángel exterminador o La Vía Láctea".
Desde esta perspectiva, Buñuel entra de lleno en la categoría acuñada por
Deleuze (2001: 12) del cine como experiencia martirológica para los creadores.
Buñuel sería un mártir acostumbrado a sufrir por la desproporción entre posibi-
lidad y realización, entre las limitaciones impuestas por una clase dominante y
la expresión personal. Así, sus películas mexicanas, incluso las más premiadas y
reconocidas como Los Olvidados (1950), Él (1953), Ensayo de un Crimen (1955)
o Nazarín (1958) constituirían peldaños en el abnegado ascenso a la condición de
autor de un cine personal.
Partiendo de las tesis de Bourdieu sobre la producción cultural, la transición
que se operaría en el cine de Buñuel durante su etapa mexicana iría desde la pro-
ducción a gran escala, donde el cine como industria cultural está al servicio de los
no-productores (es decir, del público masivo), hasta el "arte culto", debidamente
premiado en festivales y cuyo principal beneficiario sería el propio productor,
ennoblecido gracias a la vitola de autor-cinematográfico. Sin embargo, la etapa
mexicana de Buñuel escapa a la simplificación de un proceso lineal orientado a la
consecución de una mayor libertad creativa o a la confirmación de una subjetividad
artística acreditada en los laboratorios del arte culto.
El cine es el encuentro entre un medio de expresión, sustentado por unos
mecanismos de producción y distribución industriales, y un público que, por su
condición de masa, comparte un determinado sistema de valores. La grandeza del
cine es fruto de la dialéctica entre el individuo autor y el sistema de producción
colectivo y, al mismo tiempo, del diálogo entre el discurso convencional del gé-
Con todo, sus últimas y espléndidas películas han perdido mucho del ethos
moral, de la pasión y violencia corrosiva de sus grandes películas mexicanas;
podría decirse que adolecen de su propia maestría, de un cierto manierismo aso-
ciado a la decadencia de la crisis de la modernidad.
• Antífrasis, algo así como una narratividad en negativo, una vuelta de tuerca
que atenta contra los elementos rituales del discurso cinematográfico. Este
apartado incluye las alteraciones espacio-temporales que subvierten la dié-
gesis lineal (el tradicional cine-novela), para contar las historias a partir de
estructuras digresivas que enmarcan el devenir de personajes distanciados
de sus aparentes roles y de argumentos oblicuos o, sencillamente, no explí-
citos.
• Rimas visuales, repeticiones, coreografías, movimientos de cámara destinados
a potenciar el poder hipnótico de la imagen dinámica y que llevan al espec-
tador a dudar sobre el carácter real o soñado de lo que ve en la pantalla.
• La búsqueda en las profundidades del sueño, lleva a Buñuel a salpicar su
estilo cinematográfico, caracterizado por una cierta neutralidad (planos
44 Jordi Sánchez Navas
Sin embargo, estos mismos rasgos de estilo, cuya declinación a través de in-
numerables ejemplos ha contribuido a reforzar el perfil de autor-sujeto, cobran
una nueva dimensión si se analizan a la luz del extrañamiento y la distancia, dos
principios que permiten a Buñuel hacer compatible la organización del discurso, a
partir del sentido moral más arriba expuesto, con la viabilidad de un cine comercial
insertado en las convenciones de los géneros populares mexicanos.
Respecto al primer punto, la antífrasis, encontramos en Nazarín (1958) uno
de los ejemplos más elaborados, ya que casi toda la cinta está plagada de elipsis
que no sólo alteran la estructura dramática, sino que alientan la ambigüedad en
la construcción de los personajes. Por ejemplo, la sintaxis cinematográfica que
organiza todo el episodio de la estancia de la prostituta Andará en casa de Nazarín
constituye una auténtica filigrana en la que el sonido, los movimientos de cámara
y el montaje se combinan para fragmentar el tiempo y alterar el espacio.
La secuencia arranca con un plano del famoso cuadro de Cristo que preside la
habitación del cura. El primer salto temporal tiene lugar cuando el cura avanza
hacia la cámara con la mujer en brazos, provocando un fundido en negro. Poste-
riormente, el plano corto de los botines de la prostituta pateados por el cura deja
fuera de campo la arenga de Nazarín acerca de la necesidad del arrepentimiento.
Un corte directo nos lleva a la inquietante imagen del cuadro de Cristo, que ahora
se presenta riendo a mandíbula batiente, mientras la voz prosigue recitando un
mea culpa en latín. La aterrorizada prostituta gesticula, pero el grito que oímos es
el del plano siguiente: un niño llora al ser golpeado en el patio de vecindad por
haber robado azúcar. Regresamos a la recámara para ver la impactante escena en
la que Andará, sedienta, se arroja sobre una jofaina de agua sucia.
Poco después la cámara arranca en un plano cerrado de una casulla que se
va abriendo hasta mostrarnos la relación de Nazarín con el cura protector, que
le permite oficiar y le paga con unas monedas. El golpe de las monedas sobre la
mesa nos traslada de vuelta a la habitación y nos transmite la creciente influencia
de Andará y la domesticación del personaje de Paco Rabal. Segundos más tarde
una plegaria a la imagen de San Antonio y una lenta panorámica en busca de la
vela prometida por la prostituta nos sitúan en una nueva coordenada narrativa. Ha
cambiado el tiempo, pero también las personas. El cura vuelve a sermonear a la
meretriz, aunque el tono ya es amable. Su voz se va desvaneciendo mientras la
cámara se queda fija en una olla hirviendo. El plano se mantiene unos segundos,
pero el diálogo nos lleva a otro punto de la narración: Andará se está lavando, se
avergüenza por la presencia del cura y se apresura a correr la cortina.
En escasos minutos hemos asistido a la construcción de una relación recípro-
ca que va arrastrando a cada personaje en sentidos opuestos: Nazarín hacia una
Mirando a través del cañón: distancia, contexto y recepción de las películas mexicanas de Buñuel 45
El mismo año realicé Susana, película sobre la que no tengo nada que decir,
salvo que lamento no haber subrayado la caricatura en el final, cuando termina
milagrosamente bien. Un espectador no avisado puede tomarse en serio este
desenlace.
Porque no hay que olvidar que Buñuel fue, ante y sobre todo, un humorista,
un pesimista vitalista, un moralista que sumía la ironía y la autoironía, incluso el
sarcasmo, como la forma más saludable de crear, de vivir y de dejar vivir, cons-
ciente de que la libertad es un fantasma y que el azar nos toma de la mano y nos
conduce a donde jamás hubiéramos sospechado.
dificultades. No hay que olvidar que muchas de sus películas fueron aplaudidas
por crítica y público, sin que su condición de extranjero le impidiera acaparar los
premios de la industria mexicana. En 1956 tres cintas suyas se repartieron casi
todos los árleles (Ensayo de un Crimen, Robinson Crusoe y El río y la Muerte),
y Los olvidados acaparó los de 1951.
La existencia de un entorno cultural permisivo y tolerante no sólo facilitó el
proyecto de experimentación que Buñuel introdujo en sus películas mexicanas,
sino que le procuró una posición distante, pero respetada al mismo tiempo.
CONCLUSIÓN
Hay algo en el cine de Buñuel que lo vincula con la teoría del distanciamiento
y con el análisis que Barthes hace de la obra de Brecht. En el discurso ritual del
cine comercial, recursos como la antifrasis, la ironía y el humor, la alteración deli-
berada de las convenciones técnicas y expresivas o el deslizamiento de significados,
lejos de perseguir la autoría como fin en sí mismo, se convierten en herramientas
al servicio de un arte moral.
El encasillamiento que la crítica ha hecho de su etapa mexicana como un
paréntesis salpicado de hitos en un proceso ascensión al reino de la libertad
creativa no deja de tener algo de ideal reaccionario. La principal víctima de esta
interpretación, que en ocasiones ha tentado al propio Buñuel, ha sido el campo de
producción cinematográfico mexicano. Sin embargo, las limitaciones técnicas, de
tiempos de rodaje e interpretativas, así como las constricciones ideológicas del cine
comercial, se convertían en mecanismos que, al entrar en contacto con los resortes
transgresores y anticonvencionales, catapultaban al espectador hacia unos niveles
de lectura liberadores y críticos. Se trata de unos mecanismos vinculados a una
cierta tradición literaria, como el esperpento de Valle Inclán, que jugaba con las
convenciones del folletín y el melodrama. Tirando de ese hilo, enhebrado desde
Filmófono, se podía llegar a la conexión entre el cine de Buñuel y la identidad del
cine español moderno, que Zunzunegui (2002: 18) ha vinculado a formas populares
de expresión artística y literaria.
Lo que permite afirmar, primero, que una de las vetas históricamente más pro-
ductivas del cine español reside en la manera en la que muchas películas retoman,
modifican, desarrollan, amplifican, da nueva vida, en definitiva, a determinadas
formas de teatro popular castizo.
películas que surge de forma casi espontánea al combinar las convenciones del
cine mexicano con la mirada socarrona del de Calanda.
Este cóctel destila una mezcla de inquietud y sorna, la que nos traslada el rostro
amable de galán de Arturo de Còrdova transfigurado en el esquizoide marido de
Él, o la que nos transmite la incineración del maniquí de Miroslava en Ensayo
de un crimen. México sirvió el material apropiado para levantar un edificio ci-
nematográfico con tres pilares: libertario, antiburgués y popular. La paradoja de
una industria al servicio del discurso de autor encuentra todavía resistencias en
la crítica. Sin embargo, es más cierta y más fiel a la intención que Buñuel puso
al hacer cine.
BIBLIOGRAFÍA
Las teorías sobre el cine de autor, que en Francia habían sido motivo de largos
y acalorados debates, no reciben ninguna atención en Estados Unidos hasta que el
crítico Andrew Sarris se hace eco de ellas y publica un artículo pionero, "Notes
on the Auteur Theory in 1962". En su estudio, Sarris se refiere al ya emblemático
artículo de Truffaut, "Une certaine tendance du cinema français",1 que utiliza para
elaborar su propia interpretación de la teoría de la autoría cinematográfica, desarro-
llada y ampliada posteriormente en el libro El cine americano: Directores y direc-
ciones 1929-1968. Desde entonces, y a pesar de los constantes ataques dialécticos
provenientes de la pluma de Pauline Kael y sus seguidores,2 Sarris supo ganarse el
reconocimiento del mundo académico (de la Universidad de Columbia, en particular,
donde Sarris comenzó a ejercer la docencia en 1969), y el respeto de la industria
cinematográfica y del público, hasta tal punto que se le considera uno de los críticos
más influyentes en la historia de la cinematografía norteamericana.3
Los principios de Sarris sobre el cine de autor se podrían resumir de la siguiente
manera:
Según Sarris, las tres características que ha de reunir una película de autor se
pueden ilustrar de forma gráfica, por medio de tres círculos concéntricos. El círculo
exterior representa la técnica, el círculo medio corresponde al estilo personal del
director, y el círculo interno refleja el significado interno de la película. De esta
manera, un director no es autor hasta que no demuestra que domina los oficios de
técnico, estilista y autor. Pero Sarris advierte, "no existen reglas preestablecidas
para que un director pueda pasar de un círculo a otro hasta que consiga dominarlos
todos" (ibíd: 70).
5 Al hablar de Spike Lee, la crítica se refiere a él como el Woody Allen negro. Según Char-
les McGrath (2004), tanto Alien como Lee son autores pero, como Lee odia las etiquetas, McGrath
propone una nueva definición de autoría que, en su opinión, se adapta perfectamente a la filmografia
de Lee: 'Actualmente un auteur es un cineasta que hace películas de una cierta idiosincrasia, con un
presupuesto bajo y que pasan casi desapercibidas".
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58 María Frías
Intentaré demostrar que, si bien es verdad que la filmografia de Lee refleja sus ob-
sesiones personales y políticas, su objetivo principal es utilizar sus películas como
armas contra el racismo existente en la sociedad contemporánea norteamericana.
Siguiendo a Sarris, este aspecto de denuncia impregna toda la carrera de Lee: es su
sello personal como òiïtcto?Iauteur. De este modo, y debido a su discurso polémico
y, para muchos, irritante, el objetivo primordial de Lee es, en mi opinión, que sus
trabajos provoquen sistemáticamente una respuesta emocional en el espectador.
Esta es la razón por la que la primera parte del título de este ensayo, "¿Racismo
a la inversa?" (una pregunta que aparece con frecuencia en las reseñas críticas de
las películas de Lee), encaja perfectamente tanto con la personalidad polémica,
combativa y militante de Lee como con su propio discurso cinematográfico.6 Lee
se define como "un nacionalista negro con una cámara" (Guerrero, 2001: 60) y,
como se podrá comprobar a continuación, la discriminación racial y todas aquellas
situaciones que tocan de cerca las siempre conflictivas relaciones entre las distintas
comunidades étnicas de Estados Unidos constituyen los temas recurrentes que apa-
recen en su filmografia.
De acuerdo con la teoría de Sarris, y con el principio de que la firma del director
debe impregnar toda su carrera cinematográfica, resulta evidente que la visión/ideo-
logía afro-céntrica de Lee hace mella no sólo en sus largometrajes, sino también en
los cortos que produjo mientras estudiaba en la Universidad de Nueva York.7 Quizás,
la característica más innovadora y revolucionaria del discurso cinematográfico de
Lee estriba en su obsesión por hacer películas que retraten la experiencia urbana de
la población afro-americana en la sociedad norteamericana blanca al mismo tiempo
que se empeña en afrontar temas relacionados con problemas de raza, clase y género,
todo ello narrado desde el punto de vista de un nacionalista negro con una cámara
que se resiste a disimular su rabia y su rencor.
La intención que subyace en todas las historias de Lee, y en HQD en particular,
es claramente afro-céntrica, y el mensaje que intenta transmitir está dirigido, de
forma especial, a la comunidad negra. En el caso de HQD, y ya desde el estadio
de pre-producción, Lee tuvo que enfrentarse dialécticamente contra el sistema, la
América blanca, por problemas de financiación hasta que ambas partes negociaron y
alcanzaron un acuerdo. Es más, Lee tuvo que pelear con los estudios de Hollywood
para conservar el final violento de la película en los términos que él deseaba y evitar
6 Véase, por ejemplo, las reseñas "Spike Lee Raises the Movies' Black Voice", y "Spike Lee
Tackles Racism and Rage", de Vincent Canby (1989),
7 Spike Lee ha dirigido los siguientes cortos: The Answer (1980) y Joe's Bed-Sîuy Barbershop:
We Cut Heads (mi).
¿Racismo a ¡a inversa?: sobre la provocativa filmografia de autor de Spike Lee y Haz lo que debas (1989) 59
que se llevaran a cabo cambios indiscriminados porque, como él mismo explica: "En
lo que a mi concierne, el racismo es uno de los problemas más acuciantes que hay
en Estados Unidos; y yo quería que el film reflejara el tema de forma frontal, con
el protagonismo que se merece" (Kauffman 1997: 147).8 Los estudios se sintieron
de alguna forma amenazados porque, según Lee, "ellos querían un final que no
provocara un levantamiento de los negros. Estaban convencidos de que los negros
saldrían de las salas de cine con la idea de quemarlo y destruirlo todo" (Lee y Jones,
1989: 76). Touchstone y Columbia rechazaron de plano su proyecto, y la Universal
lo aceptó con unas cláusulas condicionantes que Lee comenta de forma gráfica y
con tono insultante: "Los estudios Universal me están tocando la polla ... Es ridí-
culo. Los chicos blancos consiguen dinero en mano, la joden, pierden millones de
dólares, y aún así les dan una oportunidad tras otra. Eso no ocurre con nosotros. Si
la jodes una vez, que te den" (ibíd: 87). Más tarde, y una vez consigue que todos
los permisos estén en orden, Lee se niega a que la policía de la ciudad de Nueva
York "se entrometiera" en una comunidad predominantemente negra, y en su set
de rodaje, igualmente negro. En su lugar, Lee contrató los servicios de seguridad
de Fruit of Islam (FOI) [Fruto del Islam] pensando que, dado que el FOI era un
grupo musulmán negro, la comunidad afro-americana del vecindario no se sentiría
tan amenazada como con la presencia policial. Curiosamente, la primera medida
que el FOI tomó fue la de clausurar todas las casas de crack del vecindario con la
intención de hacer una limpieza de drogas -aunque fuera sólo temporalmente- en la
manzana en la que se había establecido el set de rodaje. Es más, incluso la elección
del set (que, como en la mayoría de las películas de Lee, reproduce un barrio negro)
está relacionado con sus ideas políticas. Lee elige Brooklyn, en Nueva York, en lugar
de Chicago o Filadèlfia, como le habían aconsejado. Igualmente, y en consonancia
con su preocupación por las clases obreras, Lee mantuvo largas discusiones con
los sindicatos hasta que le aseguraron que podía contratar a un mayor número de
obreros negros que de blancos. Todas estas decisiones, conscientemente tomadas,
reflejan la autoría de Lee y su claro posicionamiento político. Es más, siguiendo a
Sarris, Lee consigue transmitir su mensaje de nacionalismo negro más allá de lo
estrictamente cinematográfico.
La idea original de la película se debe a un incidente ocurrido en Howard Beach
(Maryland). Una pandilla de italo-americanos comenzó a insultar a tres jóvenes
negros que entraron en una pizzeria para preguntar por una dirección, y les atacaron
con bates de béisbol. Uno de los chicos negros murió cuando, al tratar de escapar,
le atropello un coche. En diferentes entrevistas,9 Lee explica que él simplemente se
8 Esta obsesión por ejercer el control absoluto de la película hasta el último detalle corrobora,
según las teorías de Sarris, la posición de de Lee como director/auteur,
9 Véase, por ejemplo, la colección de entrevistas más reciente titulada Spike Lee: Interviews,
editada por Cynthia Fuchs (2002).
60 María Frías
limitó a recrear ese episodio de violencia, pero que mantuvo algunos aspectos de
la historia original: a) la confrontación inicial entre negros e italo-americanos; b)
la pizzeria; c) el bate de béisbol. De esta forma, como Pouzoulet (1997: 38) afir-
ma, el episodio de Howard Beach "le proporcionó [a Lee] una iconografía básica"
de la violencia urbana. Al hilo de lo anterior, como Mitchell (1997: 108) subraya
en su artículo sobre HQD, el bate de béisbol actúa a modo de metáfora -más que
apropiada- ya que la mayoría de la gente lo identifica con un deporte típicamente
americano y es, además, "públicamente reconocido como un emblema de la forma
de vida americana, así como el arma que se utiliza recientemente en los enfrenta-
mientos violentos de blancos contra negros".
Por todo lo anterior no ha de extrañar que, como consecuencia de su ideología
nacionalista y de su explícita agenda política, Lee dedique esta película a la castigada
comunidad afro-americana y rinda su tributo personal al incluir una lista de hombres
y mujeres negros que, de una forma u otra, han sufrido la violencia policial. Sus
nombres aparecen inscritos en la pantalla, antes de que el filme comience: Eleanor
Bumpers, Michael Griffith y Arthur Miller, entre otros.10 Según Guerrero (2001:
86), lo irónico del caso es que doce años después del estreno hay, desgraciadamen-
te, todavía más nombres para añadir a esa lista "de los caídos, que no tiene un fin
predecible", debido a la brutalidad de la policía.11 Guerrero subraya que el retrato de
la brutalidad policial que Lee presenta, junto con las tensiones raciales que el filme
analiza, "no ha variado para nada" en la vida actual de los ghettos.
Otro guiño político que Lee intercambia con su audiencia, y que resuelve de
forma gráfica, se refiere a la elección del alcalde de Nueva York. Resulta obvio que
Lee -al igual que el vecindario de Brooklyn- está a favor del candidato afro-ame-
ricano David Dinkins cuando presenta un plano general de una pintada de enormes
proporciones sobre las paredes de los edificios que abiertamente ataca a su oponente,
Ed Koch. La pintada "FUERA KOCH", realizada a mano, con grandes letras, y su
grado de visibilidad -aparece en distintas tomas y desde diferentes encuadres- habla
por sí misma de las fobias políticas de Lee. De forma parecida, pero lanzando esta
vez un mensaje de unidad a los vecinos del ghetto, la llamada que el disc jockey
Mister Señor Love Music repite insistentemente a través de las ondas de la radio:
"¡Inscribios para poder votar!" es, quizás, una fórmula indirecta que el propio Lee
utiliza -como alter-ego de Mister Señor Love- para que la comunidad afro-americana
luche contra la desidia, se implique en los movimientos políticos y se convierta en
protagonista de su propia historia. Finalmente, también merece la pena mencionar la
pintada "¡TWANA DIJO LA VERDAD!" que aparece en pantalla mientras Mookie
reprende a su hermana (en la ficción y en la realidad) por hablar con Sal (Danny
Aiello), el dueño de la pizzeria. Hace referencia a otro famoso y polémico incidente
de violencia sexual interracial ocurrido en Nueva York que apareció en los medios
de comunicación durante meses.12
Creo que es importante resaltar que la última escena que aparece en pantalla
incluye dos célebres citas que pertenecen a dos de los líderes más carismáticos de la
historia de los afro-americanos en Estados Unidos, Martin Luther King y Malcolm
X, que se estrechan la mano mientras sonríen a la cámara. Respondiendo a las quejas
de los críticos que no acaban de comprender el por qué del doble y contradictorio
mensaje político -el pacifismo de King versus la agresividad de Malcolm X - Lee
trata de justificarse de la siguiente forma:
Cuando puse esas dos citas ahí, no lo hice con la intención de tener que elegir
entre una u otra -al menos no en lo que a mí respecta-. Fue, simplemente, una
decisión táctica. En mi opinión, ambos hombres eligieron caminos diferentes con
el propósito de alcanzar el mismo objetivo y lucharon contra un enemigo común
(Lee y Wiley 1992:5).
12 Twana Bradley fue violada y golpeada por una banda de jóvenes negros (y aparentemente
algún latino), mientras practicaba jogging en el Central Park de Nueva York. Es importante resaltar
que la escena en la que Mookie (Spike Lee) aconseja a su hermana Jade (Joie Lee) que no vuelva a
cruzar palabra con Sal porque lo único que le interesa es tener relaciones sexuales con ella, se rueda
con la pintada de "TWANA DIJO LA VERDAD" a sus espaldas. De este modo, Lee presenta casos
paralelos -pero contradictorios- de violencia sexual que se inflinge tanto a las mujeres negras (Jade)
como a las blancas (Twana).
62 María Frías
opinan que las citas que se incluyen de King y Malcolm X, así como sus ideolo-
gías totalmente opuestas, se complementan entre sí y han sido más que necesarias
para la supervivencia de la comunidad afro-americana. Cuando algún entrevistador
le pide una respuesta más personal, Lee invariablemente contesta que él se siente
claramente a favor de las opiniones de Malcolm X. Es más, Lee insiste en dejar
bien claro que Mookie, papel que el propio Lee interpreta, es también partidario de
la filosofía de Malcolm X:
En una película como HQD, que ofrece una anatomía de la vida cultural negra en
el ghetto urbano, la banda sonora es indiscutiblemente negra. Como Johnson (1997:
51) afirma, la música tiene una importancia vital en la filmografia de Lee:
Johnson (ibíd: 52) mantiene que HQD no sólo es "la película más intensamente
musical" de Spike Lee, sino que también, y al contrario de lo que ocurre en las
producciones de Hollywood, Lee no selecciona la banda sonora para que simplemente
aporte un sonido de fondo, sino que la utiliza como vehículo para expresar un mensaje
profundamente político en sus películas.13
Por tanto, el himno nacional negro Lift Every Voice and Sing (Que todos alien
su voz y canten) no se escucha por pura coincidencia incluso antes de que aparez-
can los créditos de la película. El autor del himno es James Weldon Johnson, poeta
13 Es imprescindible mencionar que, aunque Cuanto más, mejor (1990) narra la historia de
un saxofonista, no es una película sobre música como podría esperarse y como muchos críticos han
cuestionado. Por el contrario, en Fiebre salvaje (1991) la música es omnipresente hasta el punto de
que algunos críticos opinan que el incluir tantos temas musicales de Stevie Wonder llega a ser un
tanto excesivo y distrae la atención del espectador, más preocupado por identificar los temas de La
banda sonora. En School Daze (1988), la música sirve para que las bandas enemigas de los estudiantes
radicales y la de los estudiantes tradicionales se enfrenten utilizando diferentes números musicales.
Es más, incluso en un film de contenido altamente político como Malcolm X (1992), Lee expresa el
paso del tiempo por medio de la cronología de la música negra interpretada por renombrados artistas
afro-americanos.
¿Racismo a ¡a inversa?; sobre la provocativa filmografia de autor de Spike Lee y Haz lo que debas (1989) (53
Mientras que los créditos aparecen en pantalla, Tina (Rosie Perez) interpreta una
danza seudo boxística agotadora y cargada de voluptuosidad. Aparece enfundada en
unos pantalones cortos de deporte y esgrime, amenazadora, unos guantes de boxeo. La
expresividad del rostro y las contorsiones del cuerpo rezuman violencia, frustración,
resentimiento y odio. Hooks (1990: 181-2), entre otros muchos afro-americanos,
critica esta escena, y subraya que Lee tiende a la objetivación del cuerpo de las
mujeres negras, a ignorarlas, o a presentarlas de forma un tanto estereotipada:
Sola, aislada, y haciendo una cosa de hombres, esta solitaria bailarina sugiere de
forma simbólica que la mujer negra se transforma en un objeto "feo" o "malhecho"
cuando decide asumir un papel que está asignado a los hombres ... En la película se
nos presenta una mujer negra, contestataria, y verbalmente fuerte del tipo "escupo
mierda, pero no aguanto ni media"; constantemente echa broncas a Mookie y le
desafía. La facilidad con que lo hace, así como su coreografía, pueden hacer pensar
al espectador que es una mujer fuerte, cuando, en realidad, es impotente.
sean un poco más llevaderas". Lee utiliza una narrativa musical circular y concluye
la película con el himno nacional negro, Lift Every Voice and Sing, que se había
escuchado al inicio.
Si volvemos a HQD, otro recurso técnico que muestra las obsesiones ideológicas
de Lee es la utilización de lo que el propio director denomina montage de insultos
racistas. Este montaje va precedido de una secuencia en la que Pino (John Turturro)
y Mookie (Spike Lee) se enzarzan en una batalla dialéctica. Mookie trata de demos-
trar a Pino que su actitud racista es absurda porque la mayoría de sus héroes son
negros (Michael Jordan, Prince). Para la realización de esta secuencia, Lee utiliza un
plano medio de los dos contrincantes, estratégicamente colocados a ambos lados de
la máquina expendedora de tabaco. El director incluye en el decorado dos referen-
cias culturales que no pasan desapercibidas por su claro simbolismo: las cajetillas
de tabaco (que representan el frente norteamericano) y el cuadro de las ruinas del
68 María Frías
14 En cuanto a la técnica de jump-cut, es importante recordar que Spike Lee ya la usó por
primera vez en Ñola Darling (1986), donde un grupo de hombres negros se dirigen a la cámara de
uno en uno, al mismo tiempo que lanzan sus irresistibles piropos a una mujer imaginaria que pasa
delante de ellos. En Girl 6 (1996) son las chicas que trabajan en las líneas de sexo telefónico las que
se dirigen a la cámara y, de forma sensual y seductora, susurran las fantasías sexuales que dirigirían
a un interlocutor/oyente/cliente imaginario que estaría escuchando al otro lado de la línea telefónica.
¿Racismo a la inversa?: sobre la provocativa filmografia de autor de Spike Lee y Haz lo que debas (1989) gQ,
del "otro"- tiene lugar cuando Radio Raheem entra en la tienda de los coreanos para
comprar unas pilas para su radio casette portátil. Lee utiliza un plano picado (desde
el nivel de Radio Raheem) para intensificar el sentido de superioridad racial, cultural
y verbal que el propio Raheem experimenta en presencia de quienes él considera
inferiores. En cambio, recurre al plano contrapicado, que muestra a la pareja corea-
na desde el ángulo de visión de Radio Raheem, para intensificar la insignificancia,
indefensión e impotencia de la pareja emigrante ante el airado y descomunal joven
negro.15 El uso de un plano contrapicado sobre el Muro de la Fama, y los primeros
planos y primerísimos primeros planos de las fotos de los famosos italo-americanos
(Al Pacino, John Travolta, Frank Sinatra), o italianos (Sophia Loren, Pavarotti),
que han triunfado en EEUU, no dejan de ser, igualmente, una decisión cargada de
intencionalidad política. Desde la perspectiva de Buggin' Out, que se encuentra
sentado en una de las mesas degustando su porción de pizza, este uso estratégico
de la cámara pone de manifiesto la distancia insalvable que separa a los dos grupos
(afro-americanos e italo-americanos). Las fotos de las personalidades de origen
italiano parecen estar colocadas en una especie de pedestal (debido al efecto de la
altura y del contrapicado) y, sobre todo, su triunfo social, profesional y económico
parecen estar fuera del alcance de Buggin' Out, en particular, y de toda la juventud
negra, en general.
15 Esta misma estrategia técnica -el contrapicado y/o el picado- es utilizada también en otras
confrontaciones raciales. Por ejemplo, el ciclista blanco intenta evitar un enfrentamiento con Buggin'
Out cuando le pisa sin querer su zapatilla Air Jordan. Lee enfatiza el poder de la comunidad blanca
haciendo uso de un contrapicado que magnifica la superioridad física del ciclista blanco, así como su
supremacía económica y racial.
y a su corrosivo sentido del humor, incita al espectador a que reflexione sobre los
transcendentales temas sociales y raciales que le obsesionan. Si seguimos las pau-
tas establecidas por Sarris, Lee, como escritor, director y productor de sus propias
películas, estampa su propia firma, controla intelectualmente sus trabajos y escribe
un libro sobre el proceso creativo de las películas que rueda.16
Sin lugar a dudas, la provocativa visión/técnica cinematográfica de Lee y su con- •
sistencia estilística -el ritmo endiablado y la variedad de movimientos de cámara;
el uso poco convencional de planos y encuadres; su particular estrategia de montaje;
o su modo de resolver secuencias narrativas- junto con su personalidad inquietante,
contestataria, e incuestionablemente política, transmiten su característica imagen de
auteur original y polémico. Dada su particular forma de contar las historias de la
comunidad afro-americana actual, su indiscutible dominio de la técnica, y su personal
estilo visual -características indispensables del auteur, según Sarris- resulta difícil
sentarse cómodamente en la butaca del cine para ver una película de Lee. En cuanto
las luces se apagan, su inquietante y demoledor discurso cinematográfico hace que
el espectador se revuelva en su asiento. Y, una vez que se abandona la sala, incluso
al cabo de algunos días, su particular técnica visual, las impactantes imágenes y las
historias agridulces de Spike Lee nos siguen acompañando.
BIBLIOGRAFÍA
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Cinema. Ed. Manthia Diawara. Nueva York, Routledge, 1993. 154-76.
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- Yearning, Race, Gender and Cultural Politics. Boston, South End P, 1990.
16 Véase, por ejemplo, el volumen que recopila las cinco primeras películas de Spike Lee, Five
for Five: The Films of Spike Lee (1991).
¿Racismo a la inversa?: sobre la provocativa filmografia de autor de Spike Lee y Haz lo que debas (1989) 71
Uno de los aspectos más intrigantes del trabajo de Peter Weir radica en que la
diversidad de sus películas produce en el espectador, pese a todo, la sensación de
que está viendo una obra de este director australiano. ¿Qué tienen todas sus películas
en común? Probablemente una de sus cualidades distintivas sea la intromisión de,
al menos, dos perspectivas de la realidad, sea por la coexistencia de dos visions du
monde (usando la terminología de Lucien Goldman), como en La última ola (1977) y
Único testigo (1985), o por una colisión entre un constructo ficcional de la realidad y
la realidad histórica, como en Gallipoli (1982) y El año que vivimos peligrosamente
(1983). Lo intentaré demostrar en este artículo mediante un análisis, ni exhaustivo
ni cronológico, de algunas de sus películas en el que me referiré principalmente a
los temas que aborda.
Quisiera empezar con un ejemplo en el que dos percepciones diferentes de
la realidad se enfrentan entre sí: nuestra perspectiva occidental frente a la visión
aborigen australiana. Al mismo tiempo aparecerá un aspecto metanarrativo ya que,
al estar nuestras estructuras narrativas tradicionales cimentadas en una visión de
mundo específicamente occidental, inevitablemente el desarrollo argumentai se
saldrá de los cauces habituales y acabará de manera distinta a la que se pudiera
prever. La última ola empieza como un thriller "corriente", un género con el que
estamos muy familiarizados por ser una de las estructuras narrativas más cerradas
en el sentido de que el final se deduce desde el principio. Bloch (en Jameson 1971:
74 Ronald Geerts
1 Jameson hace un análisis del ensayo de Bloch titulado "Philosophische Ansicht des Dete-
ktiuroman - Philosophische Ansicht des Künstlersromans" ("Perspectiva filosófica de la historia de
detectives - perspectiva filosófica de la novela del artista") y llega a la conclusión de que el hecho de
que el significado esté fuera de la estructura hace que el género sea "regresivo" (ibid.) Ernst Bloch
(1885-1977) es conocido principalmente por Das Prinzip Hoffnung (El principio de ¡a esperanza) y
Geist der Utopie (El espíritu de la utopía). Desde su perspectiva atea, el arte prefigura (pero no trans-
forma) una utopía concreta constantemente anhelada por la conciencia humana.
La intromisión de la realidad objetiva en el cine de Peter Weir 75
nalítica de los hechos es capaz de percibir que el chico intenta "hablar" con él de
esa forma tan inusual.2 David entra, por tanto, en contacto abruptamente con un,
para él, hasta entonces desconocido aspecto de la realidad: los sueños. Los abo-
rígenes tienen un concepto distinto de la realidad en el que elementos como los
sueños tienen funciones muy diversas. Es importante recalcar que esta visión no es
una percepción subjetiva de la realidad, ni la gradual concienciación del abogado
es resultado de la correlación entre un fogonazo accidental y los hechos objetivos.
Aquí somo testigos de la colisión de dos visions du monde11 distintas, visiones de
la realidad compartidas por un gran número de personas que pertenecen a grupos
sociales y culturas diferentes. Por una parte, la población aborigen y, por otra, los
blancos anglosajones australianos, que quedarían esquemáticamente representados
de la siguiente manera:
2 Es interesante recalcar como, para "ver" ia realidad, David tiene que quitarse las gafas,
precisamente el instrumento diseñado para mirar con mayor claridad y que, desde nuestra perspectiva
occidental, representa la "sabiduría" o el "conocimiento". Pantallas de todo tipo constantemente obs-
truyen su visión en distintas escenas de la película: sus gafas, las cortinas y persianas de su oficina, la
puerta del garaje, el parabrisas de su coche, etcétera. Y cuando le cuentan la verdad sobre la profecía,
le desaparecen las gafas entre un plano y el siguiente (un error de continuidad que, irónicamente,
subraya como la lógica occidental está presente hasta en el montaje).
3 Tal y como las define Lucien Goldman (1913-1970), filósofo y sociólogo marxista, quien
intentó integrar el estructuralismo y el pensamiento dialéctico en su estructuralismo genético. Un
concepto esencial en esta teoría es la vision du monde: "La compleja totalidad de ideas, aspiraciones
y sentimientos que unen a los miembros de un grupo (en la mayoría de los casos, una clase social) y
les enfrenta a miembros de otros grupos." (1959: 26).
4 Universal aquí significaría algo que es cierto para todos, en cualquier momento y lugar, una
manera de pensar globalizadora todavía fundamental en nuestra ideología occidental. Lo interesante
es que Barthes detecta esta actitud desde dentro de nuestra sociedad, sin estar vinculada a reflejos
xenófobos o proteccionistas.
De igual manera que en el caso Dominici, el desarrollo lógico causal de los acon-
tecimientos (la estructura narrativa) en La última ola se sale de los cauces habituales.
Pero, claro, las raíces de dicha estructura, nuestro pensamiento positivista occidental,
habrá sufrido un serio revés por parte de unas experiencias de la realidad ajenas al
mismo. El desarrollo argumentai sobre el crimen deja paso a un nuevo elemento,
la profecía de la comunidad aborigen que anuncia una inmensa inundación, y en la
última escena de la película la profecía se cumplirá. Al final de su intensa búsqueda
el abogado llega al mar y ve como sucede lo inevitable: una inmensa ola se dirige
hacia la orilla. El espectador percibe la ola como una realidad objetiva al ver como
su sombra se cierne sobre el rostro del protagonista. Lo imposible, lo intolerable, lo
que no debía ni podía suceder en nuestra sociedad, ¿ha sucedido de verdad? Porque
si la inundación es real, también implicará la caída de nuestro pensamiento racio-
nalista occidental. Pero la película se niega a elegir entre las dos visions du monde
y, una vez ha pasado la ola, observamos que David no ha sido arrastrado por ella.
Al contrario, aún sigue vivo, ¡y ni siquiera está mojado! La última ola simplemente
yuxtapone dos concepciones de la realidad y deja que el espectador elija, pero sin
la reconfortante posibilidad de integrarlas, pues la presencia de dos finales distintos
sugiere que las dos realidades son incompatibles.
Peter Weir vuelve a abordar los mismos temas en otras películas de forma quizás
no tan evidente. En The Plumber (1979), un fontanero machote parece atemorizar a
la esposa antropòloga de un profesor de universidad. Weir recurre inteligentemente
a perspectivas socio-políticas preconcebidas y a la xenofobia pura y dura para crear
un extraño ambiente de sutil terror, pero al final resulta que la mujer se había com-
portado de manera insultante en un ritual papua al que acudió como antropòloga
en Nueva Guinea. El terror, por tanto, podría existir exclusivamente en la vision du
monde de una académica occidental de clase alta.5
Y en una de sus primeras películas, The Cars that Ate Paris (1974), unos turistas
accidentales que llegan a París, Australia, se enfrentan a la visión de una cruda rea-
lidad económica: la gente del pueblo provoca accidentes de coches para saquearlos.
Al mismo tiempo estalla un conflicto generacional entre el establishment de París
y los jóvenes que conducen coches blindados reconvertidos. Un Volkswagen esca-
rabajo con pinchos ejemplifica la misma extraña sensación que se produce en The
Plumber, al hacer uso de un icono burgués familiar e inofensivo que se convierte
en un amenazante vehículo agresor.6
5 En The Plumber el agua es el mismo elemento natural que la gente "civilizada" aún encuen-
tra tan difícil de controlar (como puede confirmar cualquiera que haya tenido una fuga de agua en
casa).
6 Es inevitable la comparación con otra película australiana, Mad Max (1979), en la que también
hay coches y motos convertidos en instrumentos agresores.
La intromisión de la realidad objetiva en el cine de Peter Weir 11
7 Los amish constituyen una comunidad religiosa muy unida y cerrada dentro de las sociedades
estadounidense y canadiense, y viven como si estuvieran en el siglo XIX, con fuertes convicciones
pacifistas.
8 Se puede encontrar en http://www.imsdb.com/scriptsAVitness.html.
78 Ronald Geerts
Esta conclusión contrasta con la opinión de Linda Seger (1987: 100), quien afir-
ma que "esta experiencia ha formado a un John Book ahora mucho más integrado".
Integrado se refiere a la personalidad de Book que, gracias a la perspectiva pacifista
de la comunidad amish y su amor por Rachel, ha desarrollado su "feminidad". Aun-
que John no consigue a su princesa, así y todo "consigue amor y totalidad". Esta
intepretación prioriza la sicología del personaje, pero aún habría más. Seger (ibíd:
87) lo confirma cuando explica:
[Bill Kelley, el guionista] quería mostrar algo más que un adiós entre John y
Rachel al final. Él sugiere que Rachel le dé a John el sombrero de su marido, un
regalo que simboliza su relación. Bill también piensa que este intercambio de regalos
implica la posibilidad de que puedan encontrarse de nuevo.
LA INEVITABLE REALIDAD
9 En El club de los poetas muertos (1989), otra película de Weir, aparece un personaje igual-
mente trágico. El estudiante Neil se suicida ante la idea de enfrentarse a la realidad. Hay, sin embargo,
algunos momentos de "esperanza": el montaje de El sueño de una noche de verano y, sobre todo, el
final de la película, algo tarde ya para Neil pero no para los otros estudiantes transformados por los
acontecimientos y que, por tanto, pueden sacar a!go positivo de su muerte.
La intromisión de la realidad objetiva en el cine de Peter Weir 81
capaz de ver esas "chispas" que saltan cuando se pregunta: "¿Qué debemos hacer?"
En esta escena crucial la realidad objetiva se entromete en forma de fotografías en
blanco y negro de gente que mira (de nuevo el tema de la mirada). La respuesta de
Billy es muy concreta: decide pasar a la acción desenrollando una pancarta en la
que pone "¡Sukarno, dale de comer a tu pueblo!". Le cuesta la vida. Billy Kwan se
niega a aceptar lo que está ocurriendo y lo que no debería estar ocurriendo. Como
personaje de ficción, Billy no tiene nada que hacer frente a la realidad no nccional
(situación parecida a la que se encuentran Archie y Dunne cuando la realidad histórica
empieza a interferir en Gallipoli). Aunque no sabemos qué le pasa exactamente (¿se
suicida o le empujan?), Billy tiene que desaparecer: su forma de actuar va contra las
reglas del juego y es inaceptable dentro del género del thriller de acción.
Los otros dos personajes principales de la película, Hamilton y Jily, hija de un
embajador y novia de Hamilton, escogen el camino más sencillo, y él incluso está
dispuesto a sacrificar la histórica entrevista para poder escapar. Las últimas imáge-
nes de El año que vivimos peligrosamente sugieren un final feliz cuando Hamilton
y su novia cojen el último avión que sale de Indonesia. Esta vez "chico consigue
chica", pero Hamilton ha perdido nuestra simpatía al comportarse como un cobar-
de, al huir, salvar su pellejo y dejar de lado la miseria de la realidad histórica (y
"la solución al acertijo"). Él sólo salva lo que le motiva individualmente, y eso no
guarda consistencia con la forma en la que se ha desarrollado un argumento que
pasaba de asuntos individuales a temas sociales. Incluso se destruye toda posible
esperanza: Billy está muerto, la entrevista, perdida, y la utópica rendija que fue
visible en algún momento se cierra definitivamente cuando el avión se aleja. Para
Hamilton todo esto no ha sido más que un año que vivimos peligrosamente, no El
año que vivimos peligrosamente. Su único contacto con una realidad que pudiera
resquebrajar mínimamente sus opiniones convencionales, aunque sólo fuera por un
momento, se ha perdido para siempre.
Otro caso que quiero comentar aquí no sólo revelará una estructura narrativa llena
de intromisiones de la realidad objetiva, sino que también trasladará al espectador la
cuestión sobre el reconocimiento ontológico de esta realidad. Aunque la objetividad
y la subjetividad parecen aproximarse en este caso, no será el narrador quien per-
vierta la estructura narrativa, sino que la propia realidad ontològica interferirá en el
bon déroulement de los acontecimientos que esperamos de las estructuras cerradas
tradicionales.
En Picnic at Hanging Rock (1975) no se nos ofrece una resolución, e incluso
parece imposible apuntar hacia posibles resoluciones. Ya desde antes de empezar
el picnic notamos que algo va contracorriente cuando una de las chicas, Sara
Waybourne, tan pobre que todas la tratan como a una criada, tiene que abandonar
la excursión. Más tarde, cuatro de las chicas se separan dei grupo para escalar
Hanging Rock. Tres de ellas desaparecen para siempre, y la que vuelve, Irma,
jamás contará lo que sucedió allí arriba. Así que el punto de partida, de nuevo, es
una especie de whodunnit en el que, tras la desaparición de las chicas, el resto de
personajes busca pistas para poder entender, de manera lógica y causal, lo que ha
sucedido. Ninguna hipótesis resulta válida, y la situación sigue así hasta el final,
y no sólo para los personajes: hasta el propio narrador se presta a sugerir posibles
soluciones lógicas.
Las rocas de Hanging Rock parecen estar vivas, tienen rostro humano, toman
formas míticas femeninas y también formas fálicas. Llega el momento en el que
literalmente parecen tragarse a las chicas que se introducen en el laberinto rocoso
(otra imagen mítica). Y aunque Miranda, la protagonista, se llama igual que la hija
de Próspero en La tempestad (y, por tanto, alude a la naturalidad y espontaneidad),
al mismo tiempo se la compara con la Venus de Boticelli, con un cisne, etc. Toda
una avalancha de pistas "visuales", a la que hay que añadir las "auditivas": los duros
sonidos naturales experimentan variaciones gracias a la flauta de Georg Zamphir. La
naturaleza salvaje contrasta con el carácter racional y refinado de la civilización, y
la incomprensibilidad de la propia naturaleza queda enfrentada a la transparencia de
la cultura como si se tratara de un problema matemático. La naturaleza parece salir
triunfante, tal y como indica el hecho de que todos los relojes se detienen cuando
las chicas desaparecen. Y las consecuencias de esta alienación ontològica resultan
desastrosas para los personajes restantes, ya que algunas incluso se suicidan al no
ser capaces de soportar más la realidad (un caso similar al de Billy Kwan en El año
que vivimos peligrosamente).
En La costa de los mosquitos (1986) encontramos una presentación similar de
la naturaleza como ente maligno. El inventor Allie quiere sustituir los ya corruptos
ideales del progreso y el bienestar; quiere reinventar la civilización, nada menos,
a la manera occidental, pero eliminando los inconvenientes y las desventajas. Para
que su sueño se convierta en realidad, Allie emigra con su familia a una exótica
isla tropical donde empieza a edificar su sociedad ideal. El espectador no tardará
en darse cuenta de que está presenciando un proyecto utópico con reminiscencias
imperialistas y dictatoriales. Ni los contrabandistas, ni el predicador, ni siquiera
las tribus "primitivas" se muestran receptivos a los argumentos del inventor; más
bien al contrario, es el punto de partida de un nuevo enfrentamiento por el poder
que conducirá a la destrucción del utópico poblado. Así y todo, en La costa de los
mosquitos esta realidad política y social sólo servirá como contexto tradicional,
tal y como nos sugiere la propia palabra mosquito, pues será la negación de la in-
destructibilidad de la naturaleza la que conduzca en último término a la caída del
utópico proyecto. Por supuesto que está la devastadora tormenta tropical al final de
la película, pero tan trágica (y al mismo tiempo cómica, lo cual la hace aún más
La intromisión de la realidad objetiva en el cine de Peter Weir 83
10 Resulta muy interesante, en este contexto, la manera meticulosa en la que Weir intenta darle
una atmósfera realista, casi hiperreaüsta, a esta película. Presenta cada "tipo" de realidad de forma
vraisemblable (plausible), como suele ser habitual en él.
84 Ronald Geerts
así que no podría sobrevivir en otra realidad. Incluso como ser humano de carne y
hueso no tiene una existencia más allá del programa de televisión, a diferencia de los
otros personajes representados por actores que conocen la diferencia entre los dos
mundos, uno real y el otro de ficción. Esa es la tragedia de Truman, su incapacidad
de distinguir entre realidad y ficción, ya que tiene una ligera percepción de que
algo va mal, mas nunca alcanzará un nivel consciente que le permita distanciarse
y darse cuenta de que está "representando" un papel. Pero si Truman fuera capaz
de escapar y entrar en esa realidad "real", como tantos espectadores desean, ¿qué
sucedería cuando la libertad hacia la que se encamina sólo consistiera en su anhelado
sueño cliché de la puesta de sol en una isla tropical? El propio Truman tiene poco
que añadir a su saludo ritual diario: "Por si acaso no te veo, buenas tardes y buenas
noches". Las multitudes que le aclaman mientras presencian su "huida" tampoco
desean que esto cambie: el público consigue lo que el público quiere. Este aspecto
metaficcional confiere gran interés a la película al tocar temas como "realidad" y
"ficción" y mostrarlos como mutuamente excluyentes."
CONCLUSIÓN
11 Esto queda claro cuando, en la película, a los personajes de los otros actores que participan
en el programa de televisión se les enfoca a mitad de camino entre su existencia como pessonajes
Acciónales y como "seres humanos reales". Los personajes de la novia de Truman y su mejor amigo
se enfrentan al dilema entre mantener intacta la ficción (y negar la existencia humana de Truman) o
darle la noticia de que está interpretando a un personaje de un programa y "degradarle" al estado de un
personaje ficcional, destrozando su convicción de que tiene una "existencia humana" independiente.
los personajes principales decide pasar a la acción, quiere decidir sobre su propio
destino. Pero en El show de Truman, el personaje que pasa a la acción ni siquiera
es consciente de su propia condición.
El pensamiento de Peter Weir no se dirije hacia un punto concreto, sino que
recurre a ciertos temas para experimentar con ellos en ambientes distintos. Por eso
podemos analizar sus películas sin guardar un orden cronológico, sólo agrupándo-
las según el contexto dado. Estos temas recurrentes bastarían para calificarle como
auteur, pese a que él dijera ya hace veinte años: "Creo que la palabra auteur ha
quedado devaluada y la deberíamos dejar de lado" (en Shiah 1993: 1). Pero incluso
una definición más tradicional del término basada en el uso específico de estrategias
estilísticas, como su utilización de la cámara lenta o de los primeros planos, también
encajaría en el trabajo de Weir. Su análisis escapa a los objetivos de este artículo,
que ha tratado principalmente sobre sus elecciones narrativas, y no dudo que su obra
futura mantendrá la misma consistencia.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
INTRODUCCIÓN
La película Ed Wood (1995), de Tim Burton, resucitó a Ed Wood Jr., uno de los
mitos del cine norteamericano y distinguido como uno de los peores directores de la
historia del cine (Denby 1994; Mathews 1994). La obra de Wood sirve para ilustrar
la reflexión en torno a dos de los conceptos del campo cinematográfico que más
debates han suscitado: el de autor y el de película de culto. Hemos decidido esco-
ger a este director por la evolución que la recepción de su obra ha sufrido. De ser
clasificada durante los años 50 y 60 como un conjunto de películas malas, realizadas
por un director peor, ha experimentado una revisión que ha venido especialmente
de la mano del público, y que ha culminado en la película de Burton, que parece
haber reinventado a Wood.
En este artículo trataremos el fenómeno de las teorías críticas en torno a la fi-
gura del autor, su relación con el estatus de culto y la recepción cinematográfica.
La transformación de la conocida como teoría de auteur, o auteurism, matizada
y superada a lo largo de los últimos años, permite observar desde una óptica más
amplia el estudio de la creación fílmica. Tal es el caso de las teorías de recepción
(King, 1998; Stam, 2000), en las cuales el público figura como factor decisivo en
criterios que permiten clasificar distintos tipos de directores. En primer lugar, están
los que destacan por su competencia técnica; en segundo, los que son identificables
por el estilo, a través del cual el director expresaría su personalidad; por último, los
que añaden un significado interior que vendría de la tensión entre la personalidad
del director y el material que utiliza (1999: 516). Éste último sería el requisito que
cumpliría el verdadero auteur.
Esta aproximación a la teoría de auteur ha sido criticada y revisada por establecer
tres parámetros de clasificación ambiguos y sin concreción real. No obstante, puede
resultar valiosa la diferenciación que Sarris realiza entre el verdadero auteur, el que
maneja todos los hilos que conforman un filme, y el director que denomina "cua-
si-chimpancé" (ibíd: 517), que contaría con un equipo de colaboradores. Tal sería
el caso de ciertos directores de cine comercial que realizan películas por encargo
y que no suelen figurar en las promociones como miembros relevantes del equipo
realizador.4
Peter Wollen (1999: 526), otro de los teóricos del auterism, observa la necesidad
de realizar un análisis estructural para llegar a establecer si un director cumple con
los requisitos de un auteur. Wollen (ibíd: 532) considera que un "análisis estructural"
consistiría en un examen de la obra de un autor que permita distinguir unos patrones
homogéneos y definitorios:
4 Muchos autores en la actualidad suelen formar parte del star system como reclamo publicitario.
Steven Spielberg o Martin Scorsese serían algunos ejemplos.
90 Irene Ruiz Mora
Este giro en los estudios de autor hacia las teorías de recepción de la obra ci-
nematográfica será decisivo en algunos directores, como es el caso de Ed Wood.
Con la "muerte del autor" a la que se refiere Barthes en su artículo de 1968, se
desmitifica la figura del creador artístico, destacando el papel de la lectura y la
figura del lector (Barthes, 1994: 494). Con dicha muerte metafórica entran en
juego otros aspectos del hecho cinematográfico, como la importancia del público
en la asignación de un estatus concreto a una obra determinada. De hecho, como
señala Stam (2000: 124), con el posestructuralismo comenzarían los estudios de
El cine de culto es un fenómeno que nos permitiría trazar una línea entre estas
dos corrientes (la teoría de auteur y las de recepción). Normalmente suelen propo-
nerse dos características en su definición: por un lado, se tiene en cuenta al público
como factor decisivo en la asignación del estatus de culto; en cierto modo, como
señala Corrigan (1986: 91), todas las películas de culto son "niños adoptados".5
Por otro lado, se apunta a algún tipo de transgresión que admira o celebra dicho
público (Telotte, 1991: 7). No obstante, y a pesar de que el público suele ser el que
decide, no hay que pasar por alto que el fenómeno del cine de culto en ocasiones
está relacionado a su vez con diversas estrategias de producción (normalmente con
fines comerciales). Además, el mismo concepto puede sufrir una evolución. Muchas
películas olvidadas en su estreno son retomadas con los años por cierto tipo de pú-
blico con un interés especial. Desde este punto de vista, Corrigan (1986: 92) afirma
que "cualquier tipo de culto, sobre todo el creado por el público cinematográfico,
se trata de una revisión cultural". Este revisionismo es el que lleva a pensar que
el concepto de autor ha variado en las últimas décadas, al ser un término que ha
pasado de tener cabida solamente en la crítica cinematográfica a ser moldeado por
un público que determina su definición. La vigencia de Wood puede observarse en
los últimos años; buena muestra de cómo ha evolucionado su obra es la película de
Burton, quien afirma al referirse a Wood y a sus compañeros:
5 Corrigan contradice a Umberto Eco, quien observa que una película de culto nace ya con esa
característica, señalando Casablanca como un caso paradigmático (en Jenkins, 2000: 167).
92 Irene Ruiz Mora
alguna manera, y se habla de sus películas cada vez más y hay más festivales sobre
él, se está dando una especie de historia de revisión (en Salisbury, 1995: 140).
Lo que quiero decir con camp es algo mucho más fundamental. Puedes llamar
a lo otro camp corriente, si quieres; de lo que estoy hablando es del camp distin-
guido [...] Mira, bajo el verdadero camp distinguido siempre subyace una seriedad.
No puedes considerar algo camp si no lo tomas en serio. No te ríes de ello, sino a
partir de ello. Expresas lo que es serio para ti en términos de diversión, artificio y
elegancia (en Cleto, 1999: 51).
Así vemos que existe una seriedad relacionada con el camp distinguido, que
permite dignificar en cierto modo aquello que se analiza. Es en la diferencia entre
"reírte de algo" y "reírte a partir de algo" donde radica la principal característica
del término camp y su relación con la película de Tim Burton, y la revisión de Ed
Wood y su obra como componentes culturales dignos de atención, no sólo porque
hiciera películas malas, sino como homenaje a su peculiar manera de entender el
arte cinematográfico. Tim Burton, por tanto, como espectador, recibe las películas
de Wood desde esta modalidad camp para retomarlas en su película y recrearlas de
manera camp conscientemente.
Esta reconsideración que el público realizaría entra dentro de lo que Taylor (1999:
15) denomina el crítico-artista, que toma lo camp como una modalidad de crítica a
la hora de analizar una obra de arte. Así, afirma que
Este crítico destaca cómo en ocasiones lo que se considera una obra de arte mal
hecha tiene un campo de análisis y reinterpretación mucho más amplio que una obra
maestra dentro del contexto camp (ibid.: 52).
Susan Sontag escribió un artículo fundacional sobre la definición de camp ("Notes
on Camp") en el que establece que la esencia de lo camp es su gusto por el artificio
y la exageración, algo que le otorga el poder de transformar la experiencia y, por
tanto, de ofrecer una visión distinta de la convencional. Aunque destaca que en
8 Christopher Isherwood destaca por ser el creador de la historia en la que está basada la película
Cabaret (Bob Fosse, 1972), que suele considerarse una producción camp.
muchas ocasiones lo camp deriva de apreciar lo que "es bueno porque es horrible"
(al valorarse lo que carece de una supuesta calidad), no es siempre ése el caso, y
Sontag (1983: 114) aclara que:
El caso es que cuando ves sus películas, pues sí, son malas, pero tienen algo de
especial. Existe alguna razón por la que esas películas están ahí todavía, y se reco-
nocen más allá del simple hecho de que sean básicamente malas. Tienen un cierto
grado de consistencia, y una especie de arte extraño. Vamos, que no hay nada que
se les parezca. Ed Wood no dejaba que aspectos técnicos como cables en pantalla
o escenarios cutres le distrajeran de querer contar una historia. Existe una especie
de integridad enrevesada en todo ello (en Salisbury, 1995: 130).
La película de Tim Burton dota a Wood de un estatus casi mítico, destacando más
su empeño en contribuir al desarrollo del arte cinematográfico que sus problemas
para llevarlo a cabo. La visión que adquiere Wood a través de la película de Burton
se trata de una revisión de su obra y está condicionada por este tipo de producción
camp, que generaría un tipo de lectura nueva del autor-personaje.
En definitiva, en los últimos estudios sobre recepción cinematográfica se contempla
al público como parte activa en el proceso de creación de significados y en la posición
de decidir el estatus de un autor o director (Jenkins 2000: 166). Ed Wood, a su vez,
ha creado una serie de expectativas entre el público que provocan una predisposición
a la hora de revisar las propias películas de este autor. De hecho, mucha gente ha
conocido la figura y la obra de Wood a través de la película de Burton.
Ed Wood está basada en el guión que Scott Alexander y Larry Karaszewski es-
cribieron a partir una biografía de Wood, Nightmare of Ecstasy: The Life and Art of
Edward D. Wood JV (1992), de Rudolph Grey. En esta obra, Grey (1992: 10) trata de
rescatar la figura del director de Plan 9 from Outer Space del lugar al que se le había
relegado en la Historia del cine; con esta obra comenzaría parte de esta revisión:
96 Irene Ruiz Mora
Ignorado o vilipendiado en vida por los críticos, Wood fue blanco de muchas
más burlas si cabe justo después de su muerte. Los chacales de la sensibilidad
burguesa hicieron su entrada. Con una suficiencia ofensiva y una condescendencia
hacia sus películas y novelas, se cebaron en él al revelarse su travestismo. [...] El
arte de Wood es una mutación cultural. Desafía cualquier comparación - no hay
nadie que se le parezca lo más remotamente. Apartado del curso de la Historia, su
leyenda y reputación siguen creciendo.
La película de Tim Burton retrata el rodaje y estreno de tres de las películas más
conocidas de Wood: Glen or Glenda?, Bride of the Monster, y Plan 9 from Outer
Space. Todas están motivadas por la necesidad de utilizar imágenes de archivo a las
que Wood tiene acceso: son imágenes de explosiones, estampidas de animales y un
pulpo bajo el agua que el director decide insertar en sus películas, condicionándolas
de manera sustancial.
La última en presentarse, al final de Ed Wood, es el estreno de Plan 9 from Outer
Space. Es una conclusión que representa un broche de optimismo similar al que destila
el propio Wood, pero no exento de una ironía que presiente el verdadero final del
director, al exclamar: "Es única. Es la película que me hará pasar a la Historia." Si
bien tal afirmación es completamente cierta, las razones por las que es famosa son
muy distintas de las que el personaje interpretado por Johnny Depp sugiere.
El revisionismo que hemos apuntado en la película de Tim Burton queda patente
en los usos que este director realiza de recursos de los filmes más conocidos de
Wood, como escenarios, personajes y partes de guión. En este caso ya no se trata-
ría únicamente de la recreación de los rodajes de Wood, que destacan como parte
fundamental de su obra; Burton escoge, además, estrategias de aquel director para
aplicarlas en su trabajo, en homenaje a su peculiar técnica.
ED WOOD: Mire por dónde... ¿Pero no quedamos en que cree en los mila-
gros?
Los detalles mencionados por el reverendo de la iglesia que financia Plan 9 son de
sobra conocidos por los fans de Wood y forman parte de la lista de curiosidades de
su obra. Todas estas alusiones requerirían de unos conocimientos previos del público
para poder captar la intención de Burton al recrearlos en su propia película.
Por último, cabe destacar la aparición de Orson Welles (Vincent D'Onofrio) como
personaje en Ed Wood. Ed Wood llega a compararse con el director de Ciudadano
Kane al describir a Katie (Patricia Arquette) su trabajo:
CONCLUSIONES
Tratando de dar respuesta a la pregunta del título de este artículo ('¿Quién in-
ventó a Edward D. Wood Jr.?'), cabría destacar que el medio fílmico es el que lo ha
inventado como autor a través de su leyenda. En el caso de Wood como producto
cultural, sería el público que sigue su cine, y en los últimos tiempos, Tim Burton,
con su película, que termina de construir a Ed Wood como figura de culto.
A la luz de la película de Burton, por tanto, quisiéramos señalar dos ideas en
torno a la figura del autor. En primer lugar, cómo ha evolucionado la crítica cinema-
tográfica desde la teoría de auteur hasta las teorías de recepción: mientras que en la
primera era el crítico el que analizaba las características de la obra para ofrecer una
dimensión exclusiva de un director, en las últimas el público es el que le asigna el
¿Quién inventó a Ed Wood?: una reflexión sobre el concepto de autor 99
carácter de culto. Tim Burton formaría parte de ese público fan que recrea a Wood
y a su obra para dotarla de nuevos significados. Las comunidades de aficionados
ifandoms) a este tipo de cine de esta manera se apropian del material y lo recrean
con el paso del tiempo (Jenkins 2000: 175).
En segundo lugar, cabe destacar cómo la investigación sobre recepción cinema-
tográfica obliga a revisar lo que se considera el "canon", abriendo paso a la crítica
de otras obras desde pautas de análisis diferentes, como sería el caso del camp que,
como hemos visto, contribuye a dotar de validez a cualquier producto cultural.
BIBLIOGRAFÍA
S A