La Musica Liturgica
La Musica Liturgica
La Musica Liturgica
ASESOR ECLESIÁSTICO
FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE LOS PUERI CANTORES
La música litúrgica
Ensayo
con motivo del centenario del Motu proprio
TRA LE SOLLECITUDINI
de san Pío X
sobre la Música sacra1903-2003
El 22 de noviembre de 1903, fecha de la publicación del Motu Proprio "Tra le
sollecitudini" del Papa S.Pío X, ha sido sin duda alguna una de las fechas más
importantes de la historia contemporánea de la liturgia cantada.
Por esto nos ha parecido que debíamos destacar el centenario de este documento
excepcional, que es un verdadero tratado de Música Sacra, así como una
reglamentación de una gran claridad, en el que deberíamos inspirarnos
profundamente en nuestros días para recuperar los principios básicos de la liturgia
cantada. Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a los miembros activos del
movimiento de los Pueri Cantores, cuyo objetivo principal es la participación activa
en la liturgia, mediante una música sacra de calidad.
-I-
Cualidades básicas de la música litúrgica .
Si el arte imita la naturaleza, a menudo la trasciende de tal manera que el papel del
artista ya no es tanto copiar la naturaleza, sino separarse de ella para hacer
descubrir un más allá al mundo visible.
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función sagrada (Pío XII, Musicae sacrae disciplina). Se la llama parte integrante,
porque, para que la liturgia adquiera la mayor eficacia, la música se convierte en un
elemento esencial, sin ser absolutamente necesaria en el acto de culto.
El rito y el arte se conjugan pues para que el hombre religioso pueda alcanzar el
mundo de lo divino o de lo sagrado. Debemos recordar aquí que la liturgia, por su
propia finalidad, no puede integrar en sus ritos más que una música litúrgica o una
música sacra. Es muy larga la lista de los documentos que aparecen periódicamente
y que tratan del peligro de la mundanización de la música cultual.
Digamos también que los ritos no son eficaces por sí solos o porque están
realizados por el artista. Lo son por la voluntad de Cristo y de la Iglesia, de quien
reciben su comunicación de gracia. El arte acentúa el significado del misterio
sacramental: se dice entonces que es sacramental. Es pues esencial poner de
nuevo la acción musical en el gran contexto de la Acción litúrgica. Así el artículo 7 de
la SC nos recuerda que la acción salvadora de Cristo no se revela únicamente en la
proclamación de la Palabra de Dios y en los sacramentos, sino también en el
conjunto de las acciones litúrgicas: "Está allí presente cuando la Iglesia reza y canta
los salmos, Él que ha prometido: 'Allí donde dos o tres se reúnan en mi nombre, yo
estoy allí, en medio de ellos (Mt.18,20)' ".
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Aquí podríamos hacer un desarrollo infinito, clasificando los distintos géneros musicales en relación con los
diferentes aspectos de la vida que hay en nosotros: jazz, pop, rock (vida instintiva); música romántica (vida
sentimental); clásica (vida racional); gregoriano y otros géneros análogos (vida espiritual). Observar como
ejemplo el descontrol "salvaje" que acompaña con frecuencia a los intérpretes y oyentes de algunas músicas
rock. Sin llegar al límite, existe el peligro real de utilizar en la liturgia una música llamada profana, es decir la que
comunica sentimientos o incluso instintos que no tienen nada que ver con el ideal evangélico.
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debía intervenir parra prohibir algunas fórmulas musicales que podrían, a la larga,
producir en la juventud la corrupción de costumbres.
Por lo demás, la Iglesia misma, a lo largo de los siglos, ha cuidado mucho este
aspecto, promoviendo un arte que permitiera expresar los Misterios de Cristo,
estando convencida de que el movimiento del alma que la música sugiere debe ser
una especie de símbolo del acto espiritual, el signo de un más allá vivido ya aquí por
la fe. Una música con resonancias puramente humanas corre el riesgo de entretener
al fiel más que a moverle a la oración o unirle a la acción de Cristo. 3. Pero existe algo
peor: el lenguaje musical de alguna música puede incluso estar en contradicción con
el mensaje trasmitido por el texto4
- II -
El músico de iglesia: un actor importante.
Los músicos de iglesia, como los acólitos o los lectores, ejercen un verdadero
ministerio litúrgico (SC art. 29 y 112). ¿No es cierto que el ministro es aquel que
actúa en nombre de Cristo? Esto significa que estas personas deben ser preparadas
en el plano litúrgico para integrarse armónicamente en el conjunto del acto litúrgico.
Este ministerio es grande y con contenido propio; no es como un aperitivo. Por ello
debemos explicar que el grupo especial que forma la coral no es simplemente una
parte del pueblo, sino un conjunto con función propia que sobrepasa la de un simple
animador o de un sustituto.
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Con respecto a este tema, he aquí un fragmento de la Decretal de Juan XXII (1325) editada a principios del
siglo XIV, en una época en la que la desacralización imperaba en la Iglesia, sin hablar de la corrupción de los
poderes públicos, incluidas muchas diócesis: "Algunos discípulos de la nueva escuela, mientras que ponen todo
su empeño en medir los tiempos, hacen las notas de una forma nueva...; trituran el canto con notas de corta
duración, rompen las melodías con suspiros [procedimiento análogo a nuestro contratiempo]... Corren sin
descansar, excitan los oídos en vez de apaciguarlos, imitan con gestos lo que cantan. Así se ridiculiza la
devoción que se debería haber buscado..." (Constitución Docta SS.Patrum, passim; cf. Romita, F., Jus musicae
liturgicae, Roma 1947, p. 47: trad. C. Thompson)
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Llevado al extremo, podríamos tener una música descontrolada que arrastre hacia una libertad de los instintos,
unida a un texto sobre la Bienaventuranzas o incluso más paradójicamente sobre la Pasión de Cristo.
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2. Papel e importancia de la schola.
El arte musical de una celebración, lo hemos dicho ya, es funcional. Limita, pues,
necesariamente al artista en cuanto a los momentos en que debe intervenir, en
cuanto a la elección del género musical o en cuanto a su ejecución; respetando
estos límites, este arte musical interpretado por especialistas (litúrgicamente bien
formados, se entiende) no sólo tiene su espacio en la celebración, sino que es muy
deseable y, en algunos momentos, necesario.
Gracias a una audición que podríamos calificar como activa, el pueblo se une
entonces al canto de la schola, o aún mejor, participa plenamente de los acentos
sublimes de la oración cantada aunque él mismo no cante, como participa
plenamente de la Palabra de Dios cuando los lectores la proclaman y, como lo hacía
el pueblo de las primeras asambleas, cuando el salmista cantaba el salmo entre las
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lecturas. ¿Por qué el pueblo debe interpretar por sí mismo todas las obras de canto
coral que hay, para participar de su eficacia? Nos ha ocurrido a menudo, al final de
una celebración, escuchar las reacciones y los comentarios de los fieles
especialmente cuando los Pueri Cantores se habían entregado con un empeño
particular y donde cada uno de los actores había desempeñado su papel con
sinceridad y fervor.
No olvidemos que aquí también debemos mantener una razón de equilibrio entre los
distintos actores de una celebración. La Constitución sobre la Liturgia favorece
explícitamente el canto de la coral, cuando manda que se conserve el tesoro de la
música sacra "con la mayor solicitud" y que se multipliquen las "scholae cantorum"
(SC art 114).
- III -
El canto de la asamblea: su necesidad, sus límites.
Es evidente que el canto de la asamblea es necesario y que hay que promoverlo con
celo y de forma inteligente. Debido a la importancia del tema, citaremos los textos de
la Constitución que hablan del mismo.
En primer lugar, en el artículo 112 leemos: "Por ello la música sacra será tanto más
santa cuanto más estrecha sea su conexión con la acción litúrgica, dando a la
oración una expresión más suave, promoviendo la unanimidad5 o dando a los ritos
sagrados mayor solemnidad"
El artículo 113 afirma que "la acción litúrgica presenta una forma más noble cuando
los oficios divinos se celebran solemnemente con el canto, cuando los ministros
sagrados intervienen y cuando el pueblo participa activamente"5. El artículo 114 es
todavía más explícito: "Sin embargo los obispos y los demás pastores procurarán
con celo que, en cualquier acción sagrada que deba ir acompañada del canto, toda
la asamblea de los fieles pueda tener la participación activa que le corresponde...".
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Toda música para la asamblea debe ser de calidad, teniendo en cuenta las
tradiciones musicales autóctonas, especialmente en los países de misión (SC art.
119). Aquí hay que respetar la tradición profunda de un pueblo.
En los países de origen latino, debemos buscar esta tradición musical entre los
grandes cantos litúrgicos como la Salve Regina o el Pater noster o entre los cantos
populares análogos a nuestros buenos antiguos villancicos, más que en la música
folklórica importada. Algunos compositores han sabido encontrar a veces el estilo
que tiene sus raíces en el sentimiento profundo del pueblo. Añadiría que, ante la
importancia y el éxito que representa el canto de corales alemanes o ingleses,
hemos traducido muchos corales al francés y hemos quedado sorprendidos por los
resultados; tenemos un filón que convendría seguir.
Si el pueblo responde con facilidad a los saludos del celebrante y manifiesta así su
consentimiento a la oración comunitaria, si responde al diácono que proclama el
evangelio o que canta las moniciones y letanías, si responde fácilmente al salmista
con la antífona, a veces necesita el apoyo de la schola para expresarse con cantos
más desarrollados como el himno del Gloria o cuando quiere unir su voz a los cantos
procesionales, de entrada o de comunión. A veces nada se opondrá a que la schola
cante sola alguna composición más desarrollada como canto de entrada o de
comunión, un Gloria, un Agnus Dei, incluso un Sanctus, siempre que esta música
sea verdaderamente funcional y que sea conveniente para la acción sagrada. 6
- IV -
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Es evidente también que allí donde los medios lo permitan, se puedan cantar íntegramente obras maestras del
gran repertorio clásico, a veces con orquesta. Es una forma excelente de hacer realidad el deseo del concilio que
manda conservar el tesoro de la música sacra. Esta práctica puede, a veces, ir en contra de la letra (por ejemplo,
que el Sanctus debe ser cantado por toda la asamblea), pero no contra el espíritu de la ley. Estas obras son tan
intensas y de tanta calidad que su inspiración facilita al máximo la adhesión del fiel al acto cultual. Es un bello
ejemplo de "equidad" (griego: epieikeia), según la cual uno está moralmente seguro de que el legislador no ha
querido incluir en la ley este caso particular. Otro caso de equidad unido a esta práctica: durante algunas de
estas obras muy desarrolladas, la asamblea puede sentarse, a pesar de que las rúbricas ordenen la posición de
pie. Para saborear estos momentos excepcionales, es preferible estar sentado.
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Repertorio, formas musicales e idioma.
Digamos una palabra sobre otro equilibrio que hay que conseguir y esta vez en el
plano de las formas musicales en relación con las personas que intervienen,
problema que se añade al del idioma y al mismo repertorio. En efecto, hay que
distinguir entre el canto de los ministros sagrados, el del pueblo y finalmente el de la
coral.
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escasas. Hace falta tiempo para constituir un repertorio de valor. Es necesario, en
todo caso, rechazar las adaptaciones de coros de ópera con texto religioso que no
guarda ninguna relación con la obra original y cuya música, por muy genial que sea,
no tiene nada que ver con una celebración. Estos abusos están en la línea de una
desacralización de la oración cantada.
4. Cantar en latín. Para los que se oponen siempre a que se cante en latín, ¿es
necesario recordarles que, en la mayor parte de los cantos tradicionalmente
destinados a la schola (introito, ofertorio, comunión), se trata de obras de estilo lírico
par las que basta entender el sentido general para que logren su objetivo?; la
mayoría de los fieles actualmente pueden encontrar un cantoral o similar donde se
encuentran las traducciones de las obras originales del misal. Lo mismo puede
decirse de las polifonías en general, que tradicionalmente han sido escritas con un
texto latino. Además, incluso actualmente, muchos compositores prefieren el latín a
la lengua vernácula para sus composiciones.
Los cantos comunes de la misa (Kyrie, Gloria. Sanctus y Agnus Dei) ) son conocidos
de sobra desde hace tiempo y es difícil entender el motivo para oponerse a la
utilización del gregoriano, bajo el fútil pretexto que los fieles no entenderán lo que
cantan. Añadamos que, ante la libertad de elección de idioma, el músico deberá
valorar los pros y contras, y tener en cuenta en primer lugar el efecto espiritual que
se pretende conseguir.
-V-
Reflexiones finales: diversas concepciones de la música sacra.
Actualmente, los músicos que cuidan el contacto con nuestras raíces profundas
propugnan un cierto eclecticismo y aceptan que se utilicen lenguas vernáculas de
forma consciente, pero favoreciendo el uso del latín para los que así lo deseen.
Además, no lo olvidemos, varias iglesias grandes organizan misas exclusivamente
gregorianas en algunas ocasiones. Se constata que los fieles aprecian de forma
particular estas celebraciones en las que la contemplación está como arraigada en la
misma música.
2. Ir hacia la simplicidad.
San Luis Grignon de Montfort decía que "el canto abre el corazón al Espíritu Santo".
Durante sus misiones utilizaba ampliamente el canto popular, pero en aquella época
las liturgias eran aún en latín. Muchos compositores actuales de cantos religiosos
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propugnan una música simple, reproduciendo series melódicas ya conocidas. Esta
música procura un placer inmediato y la liturgia está actualmente inundada de estas
pequeñas obras que están emparentadas con la canción popular y cuyo lenguaje
musical es más bien superficial. Estos cantos, a menudo de aire infantil, nos parecen
seguir una especie de regresión, más que ayudar a profundizar en el Misterio.
¿Viviremos más la presencia de Dios, por el hecho de repetir incansablemente una
melodía fácil "Jesús, tu estás aquí"? He aquí materia abundante para una reflexión y
debate.
Se debería prestar aquí una atención particular al problema del ritmo que
antiguamente, en la música llamada "mesurada", tenía una estrecha simbiosis con el
texto. Ocurre a menudo actualmente que el ritmo ocupa casi todo el espacio 7,
fenómeno análogo al que se produjo a principios del siglo XIV en la época del Ars
Nova8. La música de éxito puede quizás atraer personas a la iglesia, pero haría falta
ver la razón por la que acuden.
4. El esteticismo.
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El P. Hans-Urs von Baltasar, en un extraordinario artículo publicado en la revista
Communio trata de este problema de forma muy completa. Citemos alguna de sus
afirmaciones:
"Ocurre a menudo, dice, (y hoy el riesgo parece mayor que antes) que una
asamblea litúrgica evalúa el éxito de una ceremonia por su propia edificación,
por la manera como los fieles "participan" en ella y se sienten "afectados", en
vez de dejarse afectar por Dios y sus dones... Hay asambleas que, quizás de
forma inconsciente, se celebran ellas mismas más que celebrar a Dios (y esto
vale tanto para las comunidades tradicionales como para las progresistas...).
Esto significa que incluso la pregunta acerca de si un oficio es "vivo" es
extremadamente ambigua: haría falta saber si el oficio desvela en los
corazones una apertura y conversión viva, o si sólo conduce a disfrutar de
forma egoísta de su propia vitalidad".
Conclusión
Las últimas reflexiones que hemos hecho nos han permitido ver claramente que,
cuando se trata de realizar celebraciones concretas, los músicos de iglesia se
encuentran presionados por dos lógicas a veces incompatibles. De parte de los
fieles, se constata que las expectativas son a veces también muy diversas, incluso
irreconciliables.
Podemos constatar sin embargo que, después de todas las experiencias que se han
llevado a cabo desde los años 60, se siente el deseo de muchos -sobre todo donde
hay pastores y agentes de pastoral con una visión clara- el deseo de revalorizar las
celebraciones litúrgicas, de darles la importancia que deberían tener en la pastoral
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Communio, nº III, 6 noviembre-diciembre 1978.
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Una excepción que confirma la regla: las partes solistas en las grandes obras clásicas con orquesta.
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en general. Pero para ello hace falta que los pastores, los obispos en particular,
pongan la liturgia entre sus prioridades. Es triste constatarlo, pero hay tantas iglesias
en las que las cosas se hacen de forma improvisada y donde la dimensión musical
no se toma en serio.
Ciertamente la base del éxito está siempre en la vida espiritual personal de los
artífices de la liturgia. Los gestos, los ritos, los cantos deben ser signo de realidades
profundas, estar arraigados en una vida que pone el Evangelio en el primer plano de
las preocupaciones, pero estos gestos también deben ser verdaderos y expresivos,
en armonía con el soplo del Espíritu de Pentecostés que sopló en el último concilio y
cuya constitución sobre la liturgia ha sido una feliz prolongación del maravilloso
documento de Pío X.11
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Nos ha colmado de felicidad constatar que el pasado 4 de diciembre 2003, aparecía en el
Osservatore Romano un texto importante del Santo Padre en un "quirógrafo", una especie de
carta, para destacar precisamente el centenario del Motu proprio de Pío X, en el cual se pueden
encontrar numerosas reflexiones que van en la misma dirección que del presente
documento. Esta carta de Juan-Pablo II lleva la fecha del 22 de noviembre de 2003.
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