Dodie Bellami
Dodie Bellami
Dodie Bellami
Manifiesto Vómito
Dodie Bellamy
Manifiesto Vómito
Ediciones Microcentro
Cuando lxs enfermxs dominen el mundo
¿Te pasó que tuvieras que bajar la dosis de un medicamento con receta o de venta
libre porque sos demasiado sensible para usarlo a la dosis normal evitás la cafeína
a la noche porque sabés que va a quitarte el sueño experimentaste alguna vez
efectos adversos tras tomar un medicamento si es así cómo fue te pasa que sentís
olores que otras personas que están con vos en el mismo lugar no registran qué
tipo de olores te suele pasar que te dan síntomas de golpe como dolor de cabeza
picazón intensa en la piel náuseas dificultad para respirar u otros al entrar en
contacto con sustancias químicas motas de polvo polen o algún otro tipo de
alergénicos en el ambiente qué tipo de síntomas harías una lista de las sustancias
que te producen una reacción alérgica cuándo fue la última vez que te sentiste
bien de verdad cómo era la casa en la que vivías cuando empezó la enfermedad
tipo de vivienda antigüedad alfombras fuentes de calor proximidad con industrias
etcétera cómo era tu ambiente laboral cuando empezó la enfermedad tipo de
edificio sistema de ventilación exposición a sustancias tóxicas negocios cercanos
etcétera te pasó alguna vez que tuvieras que cambiar de residencia o trabajo por
razones de salud sufriste algún accidente o situación grave de exposición a
productos químicos tuviste contacto con productos químicos o metales tóxicos en
situaciones de trabajo o durante la escuela cuándo por cuánto tiempo podrías decir
qué productos eran has trabajado alguna vez en las cercanías de fábricas o
compañías que almacenaran productos químicos o metales tóxicos cuándo por
cuánto tiempo has trabajado alguna vez en un edificio que tuviera las ventanas
permanentemente cerradas cuándo por cuánto tiempo alguna vez vos o tus
compañerxs de trabajo se quejaron por la calidad del aire la presencia de olores en
el área de trabajo o manifestaron algún tipo de condición o síntoma cuándo por
cuánto tiempo alguna vez oíste hablar o recibiste información de algún problema
con la calidad del aire en tu espacio de trabajo cuándo podrías describir qué
información recibiste viviste alguna vez en la cercanía de industrias pesadas que
evacuaran desechos en la atmósfera en el suelo o en un curso de agua por ejemplo
campos de golf fábricas de aspiradoras embarcaderos minas plantas petroquímicas
basurales o rellenos sanitarios qué tipo de desechos cuándo por cuánto tiempo
alguna vez viviste en una vivienda construida antes de 1978 por cuánto tiempo
alguna vez viviste dentro o en las cercanías de una granja o un área de producción
agrícola qué tipo de producción cuándo por cuánto tiempo alguna vez viviste en
una vivienda con problemas de humedad cuándo por cuánto tiempo alguna vez
viviste en una vivienda con goteras o problemas en las instalaciones de agua
cuándo por cuánto tiempo has vivido alguna vez en una casa rodante cuándo por
cuánto tiempo alguna te pasó o le pasó a algún miembro de tu familia que se
sintiera mal tras encenderse la calefacción el aire acondicionado o el sistema de
ventilación cuándo por cuánto tiempo alguna vez tuviste la impresión de que algún
factor presente en tu vivienda estaba causándote problemas de salud como el uso
de aerosoles o rociadores químicos productos de limpieza materiales de
construcción pinturas u otros cuándo por cuánto tiempo se utiliza algún tipo de
pesticida o herbicida en tu vivienda o en las cercanías alguna vez viviste cerca de
una autopista o estación de servicio cuándo por cuánto tiempo cuándo fue la
ultima vez que se le hizo mantenimiento al sistema de ventilación o aire
acondicionado de tu vivienda la calefacción de tu vivienda electricidad o gas el
horno de tu cocina electricidad o gas calefón o termotanque electricidad o gas
mandás la ropa a lavar en seco en la tintorería si la respuesta es sí cuán seguido
en qué habitación guardás la ropa que vuelve de la tintorería tenés animales en tu
casa tenés purificadores de aire o filtros de agua calentás la comida en un
microondas frecuentemente encendés velas frecuentemente te teñís el pelo o vas a
la peluquería frecuentemente te hiciste uñas de acrílico alguna vez o concurriste a
un salón de belleza que ofrece tratamientos para uñas si es así cuándo has estado
usando jabones perfumados detergentes o mezclas de hierbas flores o especias para
perfumar el ambiente seguiste usándolos hasta el día de hoy usaste alguna vez
suavizante para la ropa o productos similares seguiste usándolos hasta el día de
hoy consumiste alguna vez drogas recreacionalmente si es así cuándo podrías
detallar qué sustancias alguna vez viviste con animales de compañía que estuvieran
recibiendo tratamiento para pulgas o garrapatas si es así cuándo alguna vez viviste
en una vivienda con una alfombra nueva nuevos muebles o refacciones recientes en
la construcción si es así cuándo alguna vez viviste en las cercanías de un campo
de golf o de algún área donde se usaran pesticidas y herbicidas con regularidad si
es así cuándo alguna vez manipulaste productos químicos en el desempeño de
algún tipo de hobby artístico por ejemplo solventes y pigmentos quitamanchas etc
te hicieron algún relleno metálico en la dentadura si es así cuándo todavía tenés
rellenos metálicos en la dentadura si es así cuántos hace cuánto tiempo que los
tenés te hicieron alguna vez tratamiento de conducto o tratamiento de puente de
amalgama si es así cuándo tenés algún implante en general en alguna parte del
cuerpo acero inoxidable teflón silicona etcétera si es así cuándo qué tipo de
implante has recibido alguna vacuna si es así cuándo alguna vez manifestaste
alguna reacción adversa a una vacuna has fumado tabaco si es así por cuánto
tiempo conviviste con fumadores alguna vez si es así por cuánto tiempo qué edad
tenías con qué frecuencias comés pescado qué tipo de pescado comés…
Me siento perdida frente a esta pared de preguntas. Viví y trabajé en tantos, tantos
malos lugares. La médica naturopática es joven, pequeña de cuerpo y rubia, tiene
la voz de una nena. Tras evaluar mis respuestas dice:
—Estás muy enferma, y es tu departamento lo que te está enfermando. Tenés que
mudarte.
Me había ordenado hacer una serie de exámenes de laboratorio pero todavía no ha
recibido los resultados.
—Si decidiera mudarme —le pregunto—, ¿qué tipo de departamento tendría que
buscar?
Me devuelve una mirada confundida, llena de sospechas, como si le hubiera
tendido una trampa.
—Nada te impide mudarte. Estoy segura de que podés hacerlo perfectamente.
Muchxs de mis pacientes se han mudado y se han empezado a sentir mucho mejor.
Si no te mudás lamentablemente no vas a poder mejorar.
—¿Pero a qué tipo de vivienda o lugar me tendría que mudar?
Me dice que mire en internet, donde hay mucha información.
Me sumo a una lista de correo para enfermxs y descubro que el próximo encuentro
mensual de enfermxs va a ocurrir el fin de semana que viene, en un edificio no-
tóxico, construido especialmente para enfermxs, en San Rafael. En el edificio no se
permiten fragancias de ningún tipo: lxs concurrentes pueden usar solo jabón,
loción, shampoo, crema de enguaje, desodorantes o jabón de lavar en versiones sin
fragancia ni agregados. No se permite nada de ropa tratada con suavizantes ni
prendas que hayan pasado por la tintorería. Con la mayoría de estas normas ya
cumplo a diario, pero el shampoo y la loción corporal que uso tienen extractos
vegetales, así que tengo que gastar treinta dólares en sus respectivas versiones sin
fragancia. Disfruto del ritual de bañarme y vestirme, preparando con todo detalle
mi entrada en el reino de lxs enfermxs. El shampoo sin perfume igual me da
picazón en la cabeza, así que me aplico un aceite virgen prensado a la piedra, de
fabricación local. Al cruzar con el auto el puente Golden Gate, anticipo que la
reunión va a tener lugar en una atmósfera de spa, un paraíso de calma decorado
con mucha madera, el aire fresco recargado artificialmente de oxígeno. Lo que
encuentro en cambio es un espacio rectangular tipo oficina, institucional, blanco.
En el patio, una mujer de aspecto frágil y cabello ondulado me impide entrar en
el salón común.
—Hay que olerte primero.
Dicho eso empieza a pasarme la nariz por distintas partes del cuerpo, dando
aspiradas muy sonoras.
—Huelo algo —dice y comienza a pasar detenidamente la nariz por mis brazos y
hombros—. No sé si es tu sweater, creo que no… —la nariz ya está orbitando a
corta distancia de mi cabeza—. Es tu cabeza. Vení, ¿vos olés algo? —le dice a una
mujer de pechos muy grandes, que levanta la vista.
—Sí, tiene algo en el pelo. Me está dando dolor de cabeza.
La mujer de pelo ondulado me dice que voy a tener que cubrirme la cabeza para
entrar.
—Pero hice todo lo que me pidieron —le digo.
Sin responderme, entra en una habitación y vuelve con dos pañuelos de algodón
grandes, uno verde y uno negro, del tipo que usaban los hippies y que los hombes
gay solían llevar colgando del bolsillo para indicar qué clase de fetichismo sexual
andaban buscando.
—Es solo un poco de aceite de oliva —le ruego.
—Por favor, me está dando como una niebla mental —dice la mujer de pechos
grandes. La otra entonces extiende los pañuelos.
—¿Cuál te doy?
Elijo el verde. Lo pliego en un triángulo, lo estiro sobre la frente y lo ato por
atrás de la nuca.
—Cuidado, te quedó algo de pelo fuera del pañuelo —me dicen.
—Ponete el otro encima, mejor.
Con el pañuelo negro entonces procedo al revés: cubro mi nuca, llevo las puntas
hacia adelante y me lo ato a la altura de la frente. Las dos mujeres me burlan
porque me parezco a Tía Jemima, la negra esclava de los avisos de una vieja
marca de tortas instantáneas.
En su mayoría lxs enfermxs sienten dolores de cabeza, ardor en los ojos, síntomas
similares al asma, malestar estomacal y náuseas, confusión y mareos, pérdida de
concentración y dolor muscular. La motricidad y la memoria también pueden verse
afectadas. Lxs enfermxs practican la calma a través de la aceptación. Se dicen a sí
mismxs: “Siento estas náuseas porque estoy vivx, soy un ser vivo y por eso puedo
tener todas estas sensaciones y preocupaciones.” Y respiran profundo y se sienten
bien siendo seres vivos. Si la persona que se extiende a mi lado en la clase de
yoga se ha puesto algún tipo de perfume, levanto mi colchoneta y me muevo a
otro sitio. Si la persona que se sienta a mi lado en el cine se ha puesto algún
perfume, me levanto de la banqueta y me muevo a otro sitio. Si la persona que se
sienta en la mesa de al lado en el restaurant emana algún tipo de fragancia
también me levanto y cambio de mesa. Pero si algunx de mis alumnxs entra
negligentemente perfumadx en el aula de clases, no puedo moverme a ningún sitio,
la nariz y los ojos se me humedecen y empiezo a estornudar, y realmente no sé
qué hacer. Cuando lxs enfermxs dominen el mundo el perfume va a estar
prohibido en todas sus formas. Lxs dealers van a pararse en alguna esquina oscura
a venderle Estee Lauder y Chanel nr. 5 de contrabando a lx compradorx ocasional.
Van a llevar diminutas cápsulas de perfume escondidas en la boca, embutidas
contra las encías, y cuando abran la boca estas cápsulas de oro líquido brillarán
como una segunda línea de dientes, dándoles un aspecto de vampirxs.
Rato después, yendo al baño, pienso sacarme una foto con mi look Tía Jemina
para mandársela a Kevin y hacerlo reír, pero ni siquiera soy capaz de mirarme en
el espejo con la cara sin maquillar, redonda y deforme. Hago lo que fui a hacer
con la vista fija en el piso enlozado. Me acuerdo del final de Safe de Todd
Haynes, cuando Julianne Moore se mira en el espejo del baño y se dice “te
quiero”. Se ve genial con el pelo medio parado y huesuda de cachetes, y no como
el Monstruo de la Bandana que evité mirar con un pestañeo cuando me paré frente
al espejo. (Me imagino a un grupo de chicxs de seis años asustándose unxs a otrxs
en una pijamada: “¡Va a venir el Monstruo de la Bandana a comerte vivx!) Así
que realmente no sé bien cuál es mi aspecto cuando me siento en la ronda de
enfermxs y les cuento mis síntomas. El cansancio, la migraña crónica, la falta de
concentración permanente estilo déficit de atención, las reacciones alérgicas a todo,
los problemas si como algo que no tengo que comer y me dan ataques de diarrea,
náuseas y reflejos de vómito durante unas siete horas. Lxs enfermxs se reconocen
en mis síntomas. Me sugieren llevar sales para el estómago en la cartera, tipo
Alka-Seltzer, que pueden cortar una reacción alergica al instante. Les digo que la
médica naturopática rubia y con cara de bebé a la que estoy yendo me ha dicho
que mi problema es como la fase 2 de la detox, y el único varón enfermo del
grupo dice que todxs tienen el mismo problema (fase 1 sobreactiva y fase 2
subactiva, aclara).
Lxs enfermxs se fregan el cuerpo con vinagre y después se secan con secador de
pelo para evitar que se formen hongos en la piel. Manejan autos usados, que se
compran y venden entre ellxs. Autos especiales, que nunca fueron sometidos a una
limpieza estándar sino solamente ventilados, fregados en seco con una franela de
carbón activo y descontaminados con zeolita. Detrás de sus autos de segunda mano
lxs enfermxs suelen llevar un trailer especial que puede ser de dos tipos: el más
moderno con forma de cono, en acero y maderna no perfumada, o el tradicional
de punta redondeada, en acero y porcelana. Lxs enfermxs van a crear nuevos lazos
familiares, basados no en la sangre sino en la afinidad de síntomas. Lxs enfermxs
harán viajes en grupo, al comando de elegantes autobuses terminados en
porcelana, libres de perfume y/o sustancias volátiles. Y lxs sanxs ya no borrarán
nunca más los emails que les manden lxs enfermxs. Cuando lxs enfermxs dominen
el mundo quedarán obsoletos los cuartos de hotel, los viajes en avión, los autos
nuevos. De hecho todos los autos nuevos serán vendidos al saldo y embarcados
rumbo a Cuba. Cuando lxs enfermxs dominen el mundo, habrá talleres mecánicos
desperfumados donde los autos viejos serán puestos a punto y andarán a la
perfección. Las estaciones de servicio ya no serán de autoservicio como hoy sino
que, como su nombre lo indica, tendrán empleadxs sanxs que dócilmente llenarán
el tanque de sxs clientes enfermxs. Lxs mecánicxs y playerxs que no usen máscara
de gas, igualmente, pronto van a ser enfermxs ellxs mismos. (Lxs enfermxs se
refieren a quienes no suelen utilizar máscaras de protección respiratoria como
“aspiradores”.)
El resto de la reunión trata de los peligros de las torres de telefonía celular.
Christy, nuestra invitada de honor, hace una breve presentación en la que afirma
que los campos electromagnéticos nos están matando lentamente. Christy es una
mujer de mediana edad, ni flaca ni muy gorda, que lleva el pelo castaño lacio a la
altura de los hombros y flequillo. Ha aprendido sobre los campos electromagnéticos
gracias a un seminario de fin de semana al que asistió en Encinitas. Los síntomas
de exposición a un campo electromagnético incluyen dermatitis, síntomas
parestésicos como tener una pierna o un brazo dormido, sensación de presión o
pesadez en la cabeza, migraña, insomnio, malestar profundo, visión borrosa,
naúseas, tinnitus, cansancio físico, agotamiento mental, pérdida de concentración,
de apetito, cambios de humor, ataques de llanto, dilatación de las pupilas,
traspiración, fatiga muscular, dificultad para hablar, convulsiones y desmayos.
Christy nos dice que debemos tener la computadora con la tarjeta wifi desactivada
y los teléfonos celulares apagados tanto como podamos.
—En el microondas te cocinás tu comida —dice— pero cuando andás con un
teléfono celular, tu cerebro es la comida.
Los campos electromagnéticos pueden producir enfermedades como cáncer, déficit
de atención, síndrome de Parkinson, dolor de espalda inclusive. Nos pasa un
manojo de fotos de torres de telefonía celular camufladas: escondidas, por ejemplo,
detrás de la cruz en la fachada de una iglesia, junto a un mástil, en la torre de un
reloj, en un silo, un tanque de agua, una palmera, una roca falsa, un cáctus seco.
La roca falsa y el cactus seco tienen puertas invisibles, que en la foto aparecen
abiertas, revelando un tejido visceral de circuitos eléctricos. Parecen sacados del
set de filmación de una película pero existen en la vida real, nos recuerda Christy.
Los campos electromagnéticos matan. Mientras ella sigue con la presentación
cambio de asiento para poder ver mejor el material. Me siento al lado de una
mujer, que pone cara de estar estupefacta debido a mi presencia y se va a la otra
punto, tan lejos como puede del Monstruo de la Bandana. Christy nos hace pasar
un recorte de un tipo de tela de metal o algo parecido, cuya trama tiene una
textura muy suave. Nos cuenta que la está usando para hacer unas cortinas que
van a colgar del dosel de su cama, para protegerla de los campos
electromagnéticos. El tema es difícil porque la cama tiene que quedar
completamente rodeada, también por encima del dosel y por debajo del colchón,
ya que los campos electromagnéticos atraviesan tanto el techo como el suelo.
Christy nos entrega el volante de una compañía que ofrece la tela metálica para
cortinas y otros insumos de protección antielectromagnética a muy buen precio.
Después saca del bolso un aparatejo manual, del que se extiende una antena de
más de medio metro de largo, con forma de torre Eiffel. (Me pregunto qué habrá
escondido en la torre Eiffel de verdad, qué clase de rayos e implementos
malignos.) Christy comienza a dar vueltas por la sala: el aparato debe hacer un
beep beep si detecta algún campo electromagnético. (No saben cómo empieza a
hacer beep beep beep cerca de cualquier celular común.) Christy chequea con su
aparato todos los lugares a los que va, y por eso sabe de primera mano qué tan
peligroso es el mundo. A veces tanto peligro la sobrepasa y no puede salir de su
habitación.
Un par de enfermxs que viven cerca se van con Christy a chequear los campos
magnéticos en sus viviendas, y yo aprovecho para sacarme los pañuelos de la
cabeza y tomármelas. Al cruzar de regreso el puente Golden Gate me pregunto si
seré una de ellxs (he sido olfateada y juzgada insuficientemente pura), aunque,
¿quién querría ser unx de ellxs? Y si no soy una de ellxs, ¿qué soy entonces?
¿Qué anda pasando conmigo?
Cuando lxs enfermxs dominen el mundo, las rosas, las gardenias, las fresias y otras
flores perfurmadas van a estar prohibidas. El día de lxs enamoradxs, lxs enfermxs
van a regalarse dahlias y margaritas unxs a otrxs para decirse “te amo”. Lxs
enfermxs deberían coger con la mayor frecuencia posible, ya que es tan bueno
para el sistema inmunológico. Tendrían que poder tirarse de espaldas y ser
cogidxs, más bien. Cuando se juntan dos cuerpos enfermos, sus corazones
desesperados se abren y verlos así es realmente amoroso, con el halo iridiscente de
la enfermedad que fluye bajo la piel. Cuando cogen dos cuerpos enfermos, sus
genitales se frotan y sacan chispas. Lxs enfermxs y lxs sanxs nunca tendrían que
mezclarse. Lxs enfermxs se ciernen sobre los genitales de lxs sanxs como plantas
carnívoras para ordeñarlos y succionarles la energía vital, pero lxs sanxs tienen
mucha suerte, y en particular tienen mucho olor, mucho desodorante neurotóxico
que les emana de los poros y que marea a lxs enfermxs, interfiere con su halo
iridiscente de enfermedad hasta hacerlo cuajar en la forma de puntitos agrios de
sudor sobre el torso. Lxs enfermxs sufren entonces un espasmo muy displacentero y
se alejan, mortificadxs de culpa.
La enferma Bonnie se casó con un rabino. Desde entonces se mudó un montón de
veces pero no pudo encontrar una casa adecuada para ella. Solía dormir en la
cocina o fuera de la casa hasta que unos vecinos empezaron a usar pesticidas en el
patio. Ahora ella y su hija pequeña duermen en su auto estacionado al final de la
manzana. Después de examinar unos doscientos modelos de trailer la enferma
Catherine se compra uno de acero con un habitáculo que le permite refugiarse de
las tormentas veraniegas y la nieve invernal. Aunque no ve a sus tres hijxs suele
hablar con ellxs por teléfono. La enferma Rhonda y su marido no tienen casa y
duermen en su camioneta que tienen estacionada en un terreno de dos hectáreas
perteneciente a unx amigx. Se las ingeniaron para instalar una especie de ducha
del lado de afuera de la camioneta. El marido de Rhonda, kinesiólogo de
profesión, se pasa el día afuera restaurando una vieja casa rodante con instalación
de agua y todo que van a usar como vivienda libre de sustancias tóxicas. La
enferma Nina, ex psicóloga, estuvo viviendo tres años en su camioneta. No tener
techo es caro. No hay lugar para cocinar ni para descansar ni baño y eso la
enfermó más todavía. Su sueño es crear un refugio accesible para lxs enfermxs sin
techo. La enferma Patrice solía trabajar como enfermera en un centro de
tratamiento para adolescentes drogadependientes. Pasó un par de inviernos
durmiendo congelada en el porche de unx amigx cubierta apenas con una lona.
Cuando sintió que estaba abusando de la hospitalidad alquiló un departamento
para poder usar el baño pero siguió durmiendo en su carpa en la entrada. El
enfermo Tom trabajaba como consejero en una escuela pública. Muchos meses pasó
durmiendo en el asiento de atrás de su auto porque no soportaba estar dentro de
una vivienda. Al final se compró una casa rodante marca Airstream y está contento
pero todavía no puede encontrar un lugar adecuado donde dejarla estacionada. La
enferma Mary solía trabajar como fisicoculturista. Ahora vive en una carpa
primitiva en pleno desierto con su bebitx enfermx. La zona pronto va a ser
convertida en un enorme campo de golf, dejando a Mary y su bebitx sin casa.
Para tener sexo con unx enfermx unx tiene que lavarse las manos con cuidado y
evitar el contacto con los genitales si antes hubo contacto con la zona anal. En
cuanto a los lubricantes, todo producto sintético puede ocasionar problemas. Es
mejor probar con aceites vegetales procedentes de plantas a las que la persona
enferma no tenga sensibilidad o alergia. Por supuesto que el incienso y los
perfumes quedan terminantemente descartados, pero el ambiente puede
acondicionarse con algo de buena música, videos, etc. Si utilizamos ropa de cama
de algodón podremos evitar ataques de tos y otros síntomas menos románticos. Los
espasmos y contracciones musculares repentinas debidos a la exposición a
pesticidas pueden ocurrir apenas ocurrido el evento o con una dilación que va de
los tres días a las seis semanas. Si la persona enferma tiene problemas de fatiga o
dolor muscular, debe permanecer en una postura pasiva, mientras su compañerx se
ocupa de hacer el mayor gasto de energía. El aire fresco y un control ambiental
pormenorizado le van a permitir a la persona enferma recuperar su vigor. Es una
cuestión de paciencia, creatividad y persistencia. Tras el intercambio sexual lxs
enfermxs deben orinar, sí o sí. No está permitido besar a unx enfermx en la boca,
ya que los besos en la boca transmiten bacterias y virus.
No existe la hipocondría como tal; son solo médicxs que no logran dar con la
enfermedad que unx tiene.
Al comer en un restaurant, chupamos la energía de quienes cocinan y sirven la
comida, y esa es energía mala. Cuando lxs enfermxs dominen el mundo no van a
existir los restaurantes. Cuando lxs enfermxs dominen el mundo, Calvin Klein va a
diseñar las cortinas de aluminio puro que cubrirán nuestras ventanas y las paredes
de nuestras casas van a estar recubiertas por porcelana de Limoges. La máscara de
gas va a ser un ítem sexy, la envidia de las pasarelas de la Semana de la Moda en
París.
El enfermo Mark, un ex artista de video, ha vivido en su auto los últimos once
años. El aire de una habitación normal es una sopa química que le produce una
reacción alérgica instantánea. Las más de las veces esta reacción toma la forma de
un dolor de cabeza extremadamente agudo, un gusto metálico desagradable en la
boca, adormecimiento facial, cambios en la voz, dificultad al respirar, sensación de
ardor en los pulmones, inflamación y picazón en los ojos. Las reacciones menos
frecuentes pero más graves incluyen también cerrazón de garganta, asma, dolor en
el pecho, mareos y desorientación. El auto de Mark tiene más de veinte años
andando; hace tiempo ha perdido ese olor a auto nuevo tan llamativo y peligroso
para lxs enfermxs. La mañana del día de nochebuena, Mark está sentado en su
auto, estacionado en un parque que por ahora es “seguro”. Claro que eso podría
cambiar en cuestión de segundos, con un giro en la dirección del viento que
perfumara el aire de sustancias utilizadas en la industria; detergentes, suavizantes
para la ropa; fertilizantes, pesticidas y/o herbicidas; cenizas y demás productos de
la combustión de maderas naturales, carbón o sustitutos sintéticos que se utilizan
en las estufas a leña, las cocinas a leña y las parrillas; gases emanados de los
caños de escape, etc. Apenas reconoce un problema en el aire Mark enciende el
motor y sale a buscar otro lugar seguro. Por este motivo es capaz de hacer unos
cinco o seis mil kilómetros al mes buscando sitios seguros en los que parar.
Lxs enfermxs desconfían del dinero y usan la tarjeta de crédito siempre que
pueden. Al volver de la calle una de las primeras cosas que hacen es tirar los
billetes y monedas que tuvieran en el bolsillo en un tarro con cristales de zeolita,
para que absorban cualquier residuo peligroso. (Dejar los cristales reposando al sol
los recarga.) Cuando lxs enfermxs dominen el mundo lxs sanxs van a ser sus
servidores, tanto que van a querer enfermarse para tener servidores ellxs también.
Hacerse pasar por enfermx será un delito castigado con la más alta pena. Cuando
lxs enfermxs dominen el mundo, a lxs sanxs les serán cortadas las piernas en
medio de la noche, dejándolxs a tientas, inmersxs en su propio llanto. Una pierna
entera de persona sana va a alcanzar precios exorbitantes en el mercado negro. Lxs
brujxs van a pelearse por comprarla, para dejarla secar como un jamón, después
triturarla y usar el polvo mágico en todo tipo de amuletos que protejan contra la
ceguera y las toxinas. Estos amuletos van a traer prosperidad a sus dueñxs.
En su cama de metal con mantas de algodón orgánico 100% la enferma Elizabeth
yace absolutamente inmóvil, acunada por la membrana impermeable de su
habitación de acero galvanizado. El aire filtrado y frío que llega a través de un
tubo va sosegando de a poco sus pulmones inflamados. El relustre de las paredes y
el cielorraso en porcelana reflejan su imagen. Los brazos sedosos y traslúcidos de
sus yo fantasmagóricos vienen entonces a acariciarla.
—Estás sola, totalmente sola —le cantan bajito pero en una octava muy aguda y
chirriante, que le recuerda a Antony and the Johnsons pero con algo más de
susurro.
Del cielorraso brota un par de bulbos amarillos, como una yema brillante, como
los testículos de dios, piensa. Su propia indecencia la hace reír. Extraña las
cortinas, los almohadones, pero igual se ha acostumbrado a las membranas de
aluminio que cubren las ventanas, a la falta total de ornamentación, que le trae
paz a los ojos, como invitándola a meditar. Se duerme y sueña con el Monstruo de
la Bandana que la persigue en un plano infinito.
Cuando despierta, ahí están sus yo fantasmagóricos, que le dicen:
—Únete a nosotras.
Trata de no prestarles atención, de no pensar en la soga de algodón orgánico que
tiene guardada en una bolsa ziploc detrás de la cama. Igual piensa que colgarse de
una soga orgánica no sería tóxico.
—Elizabeth, no hace falta que estés sola —le cantan a coro sus yo fantasmagóricos
—. Te estamos esperando.
—Pero soy feliz —les responde— dentro de mi pequeña casa de porcelana, que es
bonita como una tacita de té. Soy feliz como un ratoncito que vive en una tacita.
Cuando lxs enfermxs dominen el mundo la mortalidad va a ser sexy.
Cuando lxs enfermxs dominen el mundo toda escritura va a ser breve y concisa,
ningún párrafo mayor que dos oraciones, para que podamos entenderlo fácilmente
a través de la niebla mental que lxs sanxs nos hacen sentir cada día.
Manifiesto Vómito
Qué es todo esto de Bridget Riley pensé al leer. Había leído “El vómito cotidiano”
doscientas veces y no podía recordar que Eileen la mencionara así que me puse a
revisar de vuelta el ensayo y ahí estaba, sí: Eileen menciona a Bridget Riley como
parte del temario sobre el que escribe Pamela Lee en Chronophobia: “Una tal
Bridget Riley que va a ver a un coleccionista que ha convertido su trabajo en un
vestido. Pensé que te gustaría le dijo. La increpaban debido al op art, lo asociaban
con algo de ser una especie de mucama irlandesa y ella respondió negando su
sexo. El feminismo se desparramaba a su alrededor como un vómito y obviamente
ese era el problema”. Una referencia medio marginal me parece pero ahí estaba
Kevin para convertirla en un asunto importantísimo de la charla.
Recuerdo haber ido a una conferencia que Bridget Riley dio aquí una vez en
Timken Hall. Fue el mismo año que conocí a Tariq Alvi, el año que él vino a San
Francisco para una residencia extendida como “artista invitado de Capp Street”.
Estaba entusiasmada con la visita a San Francisco de Bridget Riley, la leyenda, es
como cuando era chica y miraba la historia del búfalo blanco en la TV. Se trataba
del especial de navidad de un programa de westerns. Al búfalo blanco solo podían
verlo aquellxs que fueran purxs de corazón. Y ahí estaba frente a mí en todo su
brillo, Bridget Riley, el búfalo blanco. Hizo un gran trabajo para manifestarse en
todo su look señora cool con su pelo castaño cortito y un poquito puntiagudo,
jeans, camisa metida dentro del pantalón y un pañuelito (muy genial) atado al
cuello. La parte de su conferencia que me intrigaba era su lectura de La Grande
Jatte de Seurat. Ella había estado en el Chicago Art Institute una vez que
extrañamente le sacaron el vidrio a la pintura y Riley, ella un alma tan pura, con
semejante espíritu artístico, desde luego era la persona indicada para maravillarse
en tal ocasión. Yo que crecí en Chicago debo haber visto La Grande Jatte un
millón de veces siempre con una especie de indiferencia involuntaria pero
¿adivinen quién llegó? La gran Bridget Riley para tener una epifanía frente al
cuadro al que le sacaron el vidrio. Me sentí tan superficial de golpe. Comenzó a
explayarse sobre la forma en que Seurat usaba el contraste en la aplicación de los
puntos, la forma puntillista de delinear el contorno de un objeto sobre otro a
través de una trama de burbujas de color diminutas. Riley entonces proyectaba una
imagen de la pintura en la pantalla para indicarnos que cerca del límite entre una
figura y el fondo los puntos que forman el volumen de la figura van volviéndose
más oscuros mientras los que forman el fondo van volviéndose más claros. Era
imposible confundirse con esta parte de la charla cuya esencia era realzar la
importancia del contraste en el arte. Esta idea realmente me llegó; también le llegó
a Kevin y a Tariq, a los tres nos llenó de entusiasmo. El espíritu artístico de
Bridget Riley era contagioso. Su teoría del contraste la he aplicado repetidamente
con mis alumnxs de clínica grupal ya que a los alumnxs de ficción se les enseña
que el cambio es un factor estructurante y ya no meramente importante de toda
ficción. “Si lo que estás escribiendo habla del tránsito de un personaje de un
estado de rigidez a una zona de espontaneidad deberías dejar más subrayada la
rigidez al comienzo así el texto puede moverse hacia algún lado”, les digo con
autoridad, elevando el mentón unos grados. “Todo se trata del contraste, ¿saben?
Terminamos por hoy”. Cuando terminó la charla de Bridget Riley un grupo de
entusiastas la esperaba afuera en un rapto de euforia. Pronto quedó claro que la
mitad de lxs fans habían sido invitadxs a la cena oficial con Bridget Riley y la
mitad no. Ralph Rugoff, entonces director de Wattis Institute y patrocinador por lo
tanto de la charla de Riley, trataba de separarnos sin que nos diéramos cuenta.
Pero claro que lxs no invitadxs nos damos cuenta muy bien.
Un par de semanas después de la conferencia tuve la templanza necesaria como
para mandarle mi artículo a Eileen. Me respondió que le pareció genial, me elogió
mucho y hasta tuvo el gesto magnánimo de pedirme disculpas por el asunto del
inodoro. Decía en broma que en mi relato de la fiesta de cumpleaños ella parecía
Lynndie England. Soy tan mala con los nombres que tuve que googlear a Lynndie
England. La primera sugerencia de Google era de prisioners.com, y decía: “Lynndie
England, la puta asquerosa contratada como guardia de seguridad en Abu Ghraib,
el campo de concentración estadounidense en Irak”. Eileen se explayaba en su
respuesta en confidencias sobre miembrxs de su familia que habían muerto
últimamente. El mail terminaba así: “No sé. Te quiero, Dodie.” Así que estaba
todo bien y además como pronto venía a la muestra de George y Mike Kuchar en
[ 2nd floor projects ] quedamos para cenar y dejar firme el estado de buena onda
entre las dos. En el Sunflower sobre Valencia Street comiendo panqueques
vegetarianos con sopa agridulce hablamos sobre nuestras respectivas madres y
Eileen dijo que “El vómito cotidiano” estaba inspirado en la culpa que sentía por
no haberse llevado a su mamá a quedarse con ella en ese lugar tan genial que
alquilaba en Provincetown. Decía que se imaginaba muy bien viviendo con su
mamá, que eso no la hubiera hecho sentirse una fracasada ni nada por el estilo.
Yo comenté con bastante detalle los últimos años de mi madre, cómo esperaba ir a
visitarla, cómo disfrutaba la complicidad que se había generado entre las dos. La
existencia de una viuda de clase trabajadora es tan relajada: comer en el buffet de
barrio, mirar episodios repetidos de series en la tele… Eileen y yo coincidíamos:
era raro y bastante sorprendente que las dos hayamos llegado a esta etapa de
ternura hacia nuestras mamás. Eileen mencionó el carácter de pareja lésbica que
había ido asumiendo la dupla formada por su mamá y su hermana y yo agregué
que la manera en que mi mamá se ponía contenta al verme y la intensidad con
que nos mimábamos también tenía un toque sáfico, lo que era doblemente extraño
considerando mi pasado como lesbiana del que nunca hablé con mamá pero que
flotaba por decirlo así en el aire. Y así al final cuando mi mamá necesitaba que la
apoyara, que la sostuviera, que la tocara realmente me sentía como en una
relación lésbica pero no sabía qué hacer con eso. Exacto dijo Eileen entonces y
nadie habla de eso tampoco. La búsqueda de una relación erótica con la madre es
un tema generalizado en la comunidad de las lesbianas. Es algo que causa mucha
tensión además porque nadie quiere ser la madre, todas quieren ser la nena de
mamá en cambio y las mades no tratan al hijo varón como tratan a las hijas etc.
así que hay cientos de mujeres desesperadas por ser madres. Eileen dijo que
escribió “El vómito cotidiano” de golpe y que al escribirlo no sabía por qué o
cómo iba a funcionar pero no podía dejar de escribirlo, sabía que estaba
escribiendo algo bueno, sabía que tenía que seguir no parar dejar que el chorro
bajara.
Kevin escribió una obra de teatro para el cumpleaños número cuarenta de Tariq.
Se titulaba La pesadilla de Tariq Alvi, y la puesta tuvo lugar en el patio de la casa
de Lee y Erik, en una de las colinas que miran sobre el barrio Castro, en el marco
de la fiesta que le organizamos a nuestro amigo. En la obra Tariq Alvi está
tratando de volver de Londres a dar clases en California College pero lo demoran
haciendo el trámite de migraciones: algo que lo preocupa siempre que viaja en la
vida real ya que Tariq es musulmán descendiente de paquistaníes y tiene una visa
muy limitada, para trabajar. Pero entonces el crítico de arte del San Francisco
Chronicle Kenneth Baker, la artista Kota Ezawa y la mismísima Bridget Riley se
confabulan para ayudarlo. Kevin hacía de Baker, Kota de sí misma, Tariq de sí
mismo también, y yo era Bridget Riley encarnada con ayuda de una pollera blanca
y negra en franjas diagonales, un top de algodón blanco y un pañuelo blanco y
amarillo atado al cuello. Ralph Rugoff estaba presente y recuerdo sentirme un poco
incómoda siendo Bridget Riley frente a él. Riley dice (yo digo) en la obra: “Lo que
hacemos lxs artistas [pausa], lo que hacemos nosotrxs lxs grandes artistas, es
provocar un error tras otro para darle energía a la obra, para que viva. Los
maestros del tapiz en Persia le agregaban a sus fabulosas alfombras un punto
equivocado para no competir con dios. Porque solo dios alcanza la perfección. Dios
y yo misma, claro. Así que me alegro de que les guste mi pañuelo, me lo regaló
[pausa] Seurat. Qué amor, esos puntitos.”
En mis clases trato de inventar mecanismos que incentiven a lxs alumnxs a tomar
riesgos al escribir. Copio una reseña en el sitio de amazon de la novela de una
antigua colega mía de otro departamento de escritura creativa:
Esta novela estaba esperando leerla con ansiedad pero fue bastante decepcionante. Es una de esas
típicas novelas estilo “maestría para escritores” que arruinan una trama que podría haber sido
apasionante. La novela sigue demasiados de los preceptos de lo que se considera “calidad literaria”:
personajes extremadamente raros, una redacción intrusiva y forzada (sobran las oraciones rotas) y la
sensación, que atraviesa todo el libro, de que lo que se cuenta es material investigado y no
experiencia vivida. Por todo esto la novela parece más un trabajo para la facultad que una obra de
arte. Como trabajo para la facultad obviamente es un 10. Como obra de arte apenas llega al 6.
Dodie Bellamy es una escritora estadounidense. Fue una pionera del movimiento New Narrative y
de la vanguardia literaria de San Francisco durante la década de 1980. “When the Sick Rule the
World” y “Barf Manifesto” fueron tomados de la antología When the Sick Rule the World,
Semiotext(e), Pasadena del Sur, 2015.
Ilustraciones: María Guerrieri, dibujos de la serie Fisioterapia del manguito rotador (2020).
Ediciones Microcentro