El Factor Fred
El Factor Fred
El Factor Fred
“La primera vez que vi a Fred fue justo después de haber comprado lo que me
pareció una “nueva casa vieja”. La habían construido en 1928 y estaba situada
en una hermosa zona arborizada de Denver, conocida como Washington Park.
Fue la primera casa propia. Unos días después de haberme mudado, alguien
tocó la puerta y era el cartero; ahí estaba frente a mí”
“Buenos días, señor Sanborn”, exclamó alegremente. “Me llamo Fred y soy su
cartero. Solo me detuve a saludarlo y presentarme con el fin de conocerle y
saber en qué se ocupa”. Era un hombre de contextura mediana, estatura
promedio y lucía un pequeño bigote. Su apariencia era normal, nada fuera de lo
ordinario. Sin embargo, aunque por su apariencia pudiera pasar desapercibido,
su integridad y calor humano lo hacía alguien muy evidente de manera
inmediata.
Francamente, quedé sorprendido. Toda la vida había recibido correo y nunca
fui objeto de una bienvenida como la de Fred. Me impresionó con ese detalle
para conmigo.
Fred anotó: “Señor Sanborn, los ladrones con frecuencia se fijan en el correo
acumulado y eso les da la señal de que la casa está inhabitada y lista para
entrar a robarla”. Fred estaba más preocupado por mi correo que yo. Después
de todo caí en cuenta que él era un cartero profesional.
Y Fred siguió: “Le propongo que llenaré su buzón solo hasta que sea posible
cerrarlo sin problema. De esta manera, nadie sabrá que usted no está en casa.
Ahora, el correo que no quepa lo colocaré entre la puerta de malla y la puerta
principal, donde nadie se da cuenta de que haya algo. Si se llena demasiado,
guardaré el excedente hasta que usted vuelva.
Esto fue lo que ocurrió: la entrega de un paquete que trajo una empresa
particular de servicios de correo, fue dejada equivocadamente cinco casas más
debajo de la mía. Tuve la suerte de que Fred se dio cuenta del error y recogió
el encargo, lo llevó a mi casa y lo colocó en un lugar donde no se notara.
Además, escribió una nota sobre el incidente y colocó el tapete sobre el
encargo que trajo la UPS para que se notara menos. No sólo repartía su
correo, sino que Fred también le cubría los desaciertos a la competencia.
A medida que hablaba del episodio con el cartero Fred, casi todo el mundo
quería saber más de él, no importa si trabajan en el sector de servicio,
manufactura, alta tecnología o cuidado de la salud. Mi audiencia estaba absorta
e inspirada.
Para mí, fue un placer contarle que varias empresas habían instituido “el
Premio Fred”, el cual otorgaba a personas que demostraban niveles de
compromiso, innovación y servicio equivalentes al suyo. Alguna vez, alguien le
mandó a Fred una caja de galletas caseras a mi dirección.
Fred tenía unos detalles muy personales conmigo. Un día que estaba cortando
el césped, se detuvo un carro frente a mi casa y desde ése escuché una voz
conocida diciendo: “Hola señor Sanborn, ¿cómo le fue en su viaje?”. Era Fred,
quien en su tiempo libre conducía por el vecindario.
Aún hoy, no sé qué motivaba a Fred. No le pagaban más por su extraordinaria
labor y dudo que su patrono lo hiciera objeto de un merecido y especial
reconocimiento. Si alguna vez se lo otorgaron, nunca lo supe. Me consta que
Fred no era beneficiario de ningún programa excepcional de entrenamiento o
incentivos.
Lo que sí sé es que Fred y la manera cómo cumple con su deber, constituyen
una metáfora perfecta para quien quiera obtener logros y sobresalir en el siglo
XXI. La verdad es transferible y los cuatro principios que Fred me enseñó
tienen vigencia para cualquiera en todo tipo de ocupación.
Nadie puede impedir que usted decida ser alguien excepcional. La única
pregunta que importa es ¿qué tanta diferencia hace usted?
Martin Luther King dijo: “Si un hombre tiene que ser un barrendero de las calles
debe hacerlo tan bien como Miguel Ángel pintaba, o como componía
Beethoven, o como Shakespeare escribía poesía. Debe barrer la calle tan bien
que todos los anfitriones del cielo y de la tierra se detengan y digan aquí vivió
un gran barrendero que hacía bien su trabajo”.
He cruzado caminos con más de un chofer de taxi que estaba más inspirado en
su trabajo que algunos gerentes de nivel alto que han perdido todo interés en la
excelencia. Aunque el cargo nunca determina la calidad del desempeño, es el
rendimiento en el trabajo lo que determina la posición en la vida. Esto se debe
a que en los cargos, se exigen resultados, no intenciones, lo cual tiene que ver
con lograr algo y no sólo hablar, como suelen hacerlo algunos.
Casi todo el correo que me han dirigido en la vida llegó a mi buzón. Siento que
el servicio postal oficial de Estados Unidos me ha prestado el servicio que he
pagado, ni más, ni menos. En cambio el servicio prestado por Fred fue increíble
por muchas razones, siendo la principal, mi relación con él, totalmente distinta
a la que he tenido con cualquier otro cartero, antes y después de Fred.
Realmente, creo que es el único con quien siento que hubo una relación
personal y es fácil entender por qué. La gente indiferente presta un servicio
indiferente.
El servicio adquiere una personalidad cuando hay una relación entre el cliente y
el proveedor. Fred dedicó tiempo a enterarse de mis necesidades y
preferencias, para luego usar esa información prestando un servicio totalmente
inesperado y diferente al que yo había recibido hasta ese momento.
Principio No. 3: Constantemente, usted debe crearle valor a otros sin que
ello le cueste un solo centavo.
¿Le falta dinero? ¿No cuenta con el entrenamiento necesario? ¿Faltan las
oportunidades perfectas? En otras palabras, ¿Se queja porque le faltan
recursos? ¿Ha empezado a creer que “más con menos” es algo imposible?
Entonces le sugiero pensar en Fred. ¿Con qué recursos contaba él? Si no
estoy mal, él disponía de un uniforme azul opaco y una maleta de correo, y
pare ahí. El camina para arriba y para abajo con la maleta repleta de correo y la
cabeza llena de imaginación.
¿Y qué hace que una persona sea empleable? Hay muchas destrezas y
habilidades requeridas, pero soy un convencido de que la más importante es la
siguiente: la habilidad para generarle valor a los clientes y colegas sin gastar
dinero en dicho proceso. El truco radica en sustituir dinero con imaginación y,
en vez de bienes de capital, aplicar la creatividad.
La máxima de Sanborn dice que entre más se trate de resolver un problema
con dinero, es menos probable que esa sea la mejor solución. Cualquiera
puede hacerle el quite a un problema con suficiente dinero. El desafío consiste
en pensar mejor que la competencia, no en gastar más que ellos.
Alguna vez intervine en una conferencia que era patrocinada por un competidor
del servicio oficial de correo, en el cual trabajaba Fred, y se me prohibió tratar
su historia. Me sorprendió que ese competidor no aprovechara la oportunidad
para usar a Fred como ejemplo del tipo de servicio que aspiraban prestar,
involucrando así a todo el personal.
Hay días que usted despierta cansado. Usted ha leído los libros, ha escuchado
las grabaciones, ha visto los videos y también ha estado en las sesiones de
capacitación, y a pesar de que hace cuanto puede, sigue fatigado y bajo de
motivación.