El Panorama Actual de La Integración en América Latina

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El panorama actual de la integración en América Latina

Chapter · September 2019


DOI: 10.2307/j.ctvt6rmgq.21

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Giuseppe Lo Brutto Eduardo Crivelli


Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
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Lomo 1,9cm.

C O L E C C I Ó N G R U P O S D E T R A B A J O C O L E C C I Ó N G R U P O S D E T R A B A J O

La cooperación Sur-Sur puede definirse como un entramado de

La cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe


relaciones e intercambios cooperativos y complementarios con objeti-
vos de desarrollo entre actores del Sur.

Estas prácticas gestaron un proceso que impulsó la colaboración


como estrategia para resituar a los países del Sur en el tablero interna-
cional. Su mayor desarrollo tuvo lugar a principios del siglo XXI, al
integrarse a las políticas exteriores de un conjunto de países que, en
paralelo, impulsaban en la agenda política y económica internacional LA COOPERACIÓN SUR-SUR
EN AMÉRICA LATINA
reformas de gobernanza global, reconfiguración de alianzas regiona-
les y coaliciones interregionales.

El actual contexto latinoamericano es un momento crucial para


reflexionar sobre el futuro de aquellas acciones que habilitaron el rico
Y EL CARIBE
BALANCE DE UNA DÉCADA
y valioso entramado que da nombre a este libro. En estas páginas, el
foco fue puesto en un paso previo y fundamental de revisión y balance
de una década de Cooperación entre los países del sur.

Es esencial revisar hoy las estrategias, tanto en el plano regional como


(2008-2018)
en los ámbitos nacionales. Es fundamental conocer los avances y los
desafíos a los que se han enfrentado cada uno de estos países en la
tentativa de promover el desarrollo y la integración regional. Y
también es necesario sostener una premisa: los países del Sur pueden Tahina Ojeda Medina y Enara Echart Muñoz
y deben continuar cooperando entre sí.
[Compiladoras]

ISBN 978-987-722-428-3

Ojeda
9 789877 224283 Medina
Echart
Muñoz

Formato 15,5 x 22,5cm.


La cooperación Sur-Sur en
América Latina y el Caribe

balance de una década (2008-2018)


La cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe :
balance de una década (2008-2018) / Alejandra Kern...
[et al.] ; compilado por Tahina Ojeda Medina ; Enara
Echart Muñoz.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : CLACSO, 2019.
Libro digital, PDF - (Grupos de trabajo de CLACSO / Atilio Alberto Boron)

Archivo Digital: descarga


ISBN 978-987-722-428-3

1. Cooperación Internacional. 2. Relaciones Sur-Sur. I. Kern, Alejandra. II.


Ojeda Medina, Tahina, comp. III. Echart Muñoz, Enara, comp.
CDD 301.098

Otros descriptores asignados por CLACSO:


Cooperación Sur -Sur / Relaciones Internacionales / Estado /
Globalización / Pensamiento Crítico / Regionalismo / Integración /
América Latina / África / Asia
Colección Grupos de Trabajo

La cooperación Sur-Sur
en América Latina y el Caribe

balance de una década (2008-2018)

Tahina Ojeda Medina y Enara Echart Muñoz


(Compiladoras)

Tahina Ojeda Medina | Enara Echart Muñoz | Alejandra Kern | Lara


Weisstaub | Eduardo Paz Rada | Clayton M. Cunha Filho | Bernardo Alfredo
Hernández-Umaña | Guiby Vargas | Carolina Viola | Mónica Páez | Jacqueline
Melgar | Bernabé Malacalza | Héctor Moncada | Keily Salgado| Luis Olivera
Cárdenas | Michele Dolcetti-Marcolini | Maribel Aponte García | Juan Pablo
Prado Lallande | Yuliana Rodríguez Portilla | Damián Paikin | Yaqueline
Suleyma Rodas | Giuseppe Lo Brutto | Eduardo Crivelli

Grupo de Trabajo Cooperación Sur-Sur y Políticas de Desarrollo


Colección Grupos de Trabajo
Director de la colección - Pablo Vommaro

CLACSO - Secretaría Ejecutiva


Karina Batthyány - Secretaria Ejecutiva
Nicolás Arata - Director de Formación y Producción Editorial
Pablo Vommaro - Director de Investigación
Lucas Sablich - Coordinador Editorial

Equipo
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LIBRERÍA LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA DE CIENCIAS SOCIALES


CONOCIMIENTO ABIERTO, CONOCIMIENTO LIBRE

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ISBN 978-987-722-428-3
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Índice

Tahina Ojeda Medina y Enara Echart Muñoz


Presentación | 9

Tahina Ojeda Medina


Introducción. La cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe:
balance de una década (2008-2018) | 15

Alejandra Kern y Lara Weisstaub


Cooperación Sur-Sur de Argentina |
41

Eduardo Paz Rada


Relaciones internacionales y cooperación Sur-Sur de Bolivia |
531

Clayton M. Cunha Filho


A cooperação Sul-Sul do Brasil |
63

Bernardo Alfredo Hernández-Umaña


Cooperación Sur-Sur de Colombia |
73

Guiby Vargas
La cooperación Sur-Sur de Costa Rica |
83

Tahina Ojeda Medina


La cooperación Sur-Sur de Cuba: autoafirmación y solidaridad
internacional | 91

Carolina Viola y Mónica Páez


La Cooperación Sur-Sur de Ecuador |
103

Jacqueline Melgar
La Cooperación Sur-Sur en El Salvador: una modalidad en ascenso en
los últimos años | 117

Bernabé Malacalza
Actores y agendas de la Cooperación Sur-Sur latinoamericana en Haití | 129

Héctor Moncada y Keily Salgado


Honduras en la Cooperación Sur-Sur latinoamericana |
141
Luis Olivera Cárdenas
Perú: El complejo proceso de ser dual |
153

Michele Dolcetti-Marcolini
Táctica y estrategia: sociedades civiles de países cooperantes
del Sur | 163

Maribel Aponte García


La Cooperación Sur-Sur en el ALBA-TCP |
173

Juan Pablo Prado Lallande y Yuliana Rodríguez Portilla


La Alianza del Pacífico: proceso de integración latinoamericana
en construcción | 189

Damián Paikin
La Cooperación Sur-Sur y la integración
latinoamericana: una mirada desde el MERCOSUR |
205

Yaqueline Suleyma Rodas


Modelos de desarrollo y Cooperación Sur-Sur en el Sistema
de Integración Centroamericana | 225

Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli


El panorama actual de la integración regional en
América Latina | 241
El panorama actual
de la integración regional
en América Latina
Giuseppe Lo Brutto* y Eduardo Crivelli**

Introducción
La situación actual de los procesos de integración regional en América
Latina (AL) está lejos de ser lo que se vislumbraba en la primera dé-
cada del siglo XXI. La construcción del regionalismo latinoamerica-
no del nuevo milenio habría supuesto la superación de lógicas de la
economía neoliberal para dar pie a un renovado entramado de ideas
y relaciones sociales de convivencia más justa y armónica articuladas
en esquemas institucionales a nivel local y regional que permitía ga-
rantizar la inclusión y participación de grupos excluidos de las confi-
guraciones políticas anteriores.

* Profesor-investigador del Posgrado en Sociología del Instituto de Ciencias


Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH) de la Benemérita Universi-
dad Autónoma de Puebla (BUAP). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
de México (SNI, nivel I). Coordinador del Grupo de Investigación en Cooperación
Sur-Sur e Integraciones Regionales de la Red Española de Estudios del Desarrollo
(GICSS-REEDES).
** Estudiante del Doctorado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales
y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH) y Profesor de la Facultad de Dere-
cho y Ciencias Sociales (FDCS) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
(BUAP). Secretario de la coordinación del Grupo de Investigación en Cooperación
Sur-Sur e Integraciones Regionales de la Red Española de Estudios del Desarrollo
(GICSS-REEDES).

241
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

Sin embargo, en la medida en que ha avanzado el nuevo siglo


el panorama de la integración regional se fue reconfigurando hasta
llegar a una fase de incertidumbre tras el cambio en la correlación
de fuerzas políticas que están inclinando la balanza en favor de las
fuerzas más conservadoras de la región, las cuales no han dudado en
desmantelar gran parte del proyecto progresista latinoamericano de
la década anterior. Por eso, partiendo de la hipótesis de que AL es una
región en disputa en la que distintos grupos y elites locales y nacio-
nales buscan el control de los recursos naturales y sociales a costos
ambientales y humanos terribles, el objetivo de este capítulo es poner
de relieve la correlación de fuerzas regionales que se desenvuelven en
el panorama de la integración latinoamericana en la actualidad.
Para cumplir con este propósito, el presente capítulo se divide en
cuatro partes. El primer apartado se centra en una reflexión teórica
para comprender el regionalismo y los procesos de integración regio-
nal en AL. El segundo apartado parte del seguimiento de la historia
reciente de los procesos de integración latinoamericanos al tomar en
cuenta la reconfiguración política regional en este proceso. En el ter-
cer apartado se ponen en perspectiva los procesos de integración en
AL, poniendo de relieve la correlación de fuerzas que se disputan la
región. Por último, en el cuarto apartado, se presentan algunas consi-
deraciones finales.

El regionalismo y los procesos de integración


en América Latina
Desde la década de los ochenta, y con mayor intensidad en la década
de los noventa, en AL se empezaron a ensayar procesos de integración
regional que fueron calificados como “nuevo regionalismo” o “regio-
nalismo abierto”1, para distinguirlos respecto de los “viejos” modelos
“cerrados” desenvueltos en la década de los sesenta, en el período de
industrialización por sustitución de importaciones (Perrotta, 2013:
23). El nuevo regionalismo marcaba una tendencia de corte neoliberal
basada en una perspectiva de intercambio comercial como elemento
central para explicar las tendencias integradoras y de cooperación en-
tre los países de AL.
Sin embargo, ante el fracaso de las políticas neoliberales, para
el inicio del nuevo milenio la mayoría de los países latinoamericanos
empezaron a girar a la izquierda, fortaleciendo el papel de sus Estados

1 En este capítulo tomaremos al “regionalismo” como la tendencia política que


evoca el modo de ser y las aspiraciones propias de la región, mientras que la “inte-
gración regional” considera el proceso en el que los países de la región incrementan
su complementación, buscando mutuos beneficios.

242
El panorama actual de la integración regional en América Latina

con toda una serie de políticas sociales de corte progresistas. De ahí


que, por ejemplo, los países sudamericanos, hayan dado un giro más
progresista al Mercado Común del Sur (MERCOSUR) constituido
desde 1991. Al mismo tiempo, los gobiernos de izquierda también lo-
graron articularse con otros que daban continuidad a políticas neoli-
berales de la década anterior para impulsar proyectos de integración
alternativos como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) en 2004 y la
Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), en 2008.
Estos procesos llagaron prácticamente a la cúspide con la crea-
ción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) en 2011, que por primera vez incluía a los 33 países de la
región sin la presencia deliberada de los Estados Unidos (EE.UU.),
Canadá o alguna otra potencia extra-regional. Aunque ese mismo año
también se creó la Alianza del Pacífico (AP), que no tardó en ser vista
como un retorno al regionalismo abierto, sin poder escapar de la sos-
pecha de su utilidad geopolítica como mecanismo de contención del
MERCOSUR y, por tanto, como un brazo estratégico de los EE.UU.
para reposicionarse en AL2.
A pesar de ello, las expresiones integracionistas latinoamericanas
del nuevo milenio fueron consideradas como “alternativas” y, con ex-
cepción de la AP, siguiendo los postulados de Pedro da Motta y Sandra
Ríos (2007), así como de Antonio Sanahuja (2009), fueron conside-
radas como un regionalismo “post-liberal”, atendiendo al hecho que
había dejado atrás los ejes de integración pro-comerciales, superando
muchas de las dinámicas económicas neoliberales. En este proceso, el
retorno del papel del Estado también permitió nuevas formas de arti-
culación, unificación y movilización de proyectos políticos en crítica
a la continuidad neocolonial de las estructuras del Estado moderno
capitalista (Tapia, 2011: 121). Por eso, esta nueva fase de regionalis-
mo también fuera calificada por Pia Riggirozzi y Diana Tussie (2010;
2018), como un regionalismo “post-hegemónico”3, comprendiendo

2 Sin embargo, existe un consenso de que estos casos responden a distintas vi-
siones de la integración regional, pues por ejemplo, el regionalismo abierto es re-
presentado por la AP que está constituida por países que firmaron tratados de libre
comercio (TLC) con los EE.UU., sean estos bilaterales, o sean plurilaterales, como
es el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); por otro
lado, están las experiencias del regionalismo post-neoliberal como los casos de la
UNASUR, ALBA y CELAC, mientas que el MERCOSUR presenta un caso “hibrido”
(Vadell, 2018).
3 La idea del regionalismo post-hegemónico trata de dar cuenta del espacio latino-
americano como una “estructura de oportunidad” para fortalecer nuevos consensos
políticos, sobre todo en los derechos sociales, en un proceso que va desde lo nacional

243
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

una articulación regional que surge no sólo en función del rechazo


hacia las políticas neoliberales del “Consenso de Washington4”, sino
también para dar cuenta del fin de una etapa donde operaba un mo-
delo único de integración basado en ejes pro-comerciales.
Hoy estas categorías teóricas que bien daban cuenta del regiona-
lismo “alternativo” se encuentran en entredicho, del mismo modo que
el proceso mismo de integración regional que prácticamente se ha
visto paralizado ante el avance de las fuerzas políticas conservadoras
en la región que, en cierta medida, han empezado a desmantelar el
proyecto progresista de la década anterior. De ahí que se comprenda
a la integración regional como un proceso en disputa, entre quienes
pretenden una articulación estrechamente vinculada a los intereses
estadounidenses en la región y quienes buscan una integración con
mayores grados de autonomía respecto a dicha propuesta (Lo Brutto
y Vázquez, 2015: 39). Es por ello que el momento actual de la inte-
gración latinoamericana no puede ser comprendido fuera del debate
sobre el llamado “fin de ciclo”5 de los gobiernos progresistas.

La integración latinoamericana en la segunda


década del siglo XXI
Los primeros 15 años del siglo XXI arrojaron una nueva realidad a la
política latinoamericana que no pudo ya entenderse en adelante sin la
consideración de la sociedad civil como un componente esencial de
los gobiernos que giraron a la izquierda (Moreno y Figueroa, 2018:
103). En su apogeo, en el año 2009, de los diez países sudamerica-
nos, ocho tenían gobiernos de izquierda: Argentina, Brasil, Bolivia,
Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Al mismo tiempo, en
Centroamérica y el Caribe estaba el Frente Farabundo Martí en El

a lo regional, recuperando la autoridad en materia de políticas públicas, haciendo de


lado los intereses de los EE UU o de cualquier otra potencia en esta región (Riggi-
rozzi y Tussie, 2018: 6).
4 El “Consenso de Washington” se refiere al conjunto de medidas de desregulari-
zación, privatización, liberación comercial y financiera destinada a combatir la crisis
de la deuda y reconducir a las economías de los países en desarrollo hacia el creci-
miento. Este consenso funcionó gracias al impulso que le dieron las instituciones de
Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), prácticamente
hasta la primera década del siglo XXI (Albaret y Devin, 2016: 28).
5 Existe un debate entre aquellos que consideran que hay un fin de ciclo de los
gobiernos progresistas y quienes no lo aceptan, prefiriendo pensar que las derrotas
electorales son puntos de estancamiento del proceso y, por tanto, los gobiernos de
izquierda más bien habrían abierto un ciclo de validez y eficacia de las diputas en
el campo político desde la vía electoral y con ello, la posibilidad de volver a triunfar
electoralmente (Aceves, 2016: 280).

244
El panorama actual de la integración regional en América Latina

Salvador, el sandinismo en Nicaragua, Álvaro Colom en Guatemala,


Manuel Zelaya en Honduras y Leonel Fernández en República
Dominicana6 (Correa, 2018). En esta línea también estaba Cuba, con
una larga tradición progresista desde el triunfo de su Revolución en
la década de 1950.
A partir del 2014, aprovechando el cambio de ciclo económico7,
inició lo que Rafael Correa (2018) ha llamado una “restauración con-
servadora”, que fue desarticulando y desestabilizando a los gobier-
nos de izquierda a partir de coaliciones de derecha con apoyo inter-
nacional. La contraofensiva de la derecha en sus distintas variables
empezó a verse desde el triunfo de Mauricio Macri en noviembre
de 2015, la derrota en el referéndum de Evo Morales en febrero de
2016, la destitución de Dilma Rousseff en agosto de 2016 y la “desco-
rreización” de Ecuador producto del referéndum de febrero de 2018
(Moreno y Figueroa, 2018). En 2018 también se observó la agudiza-
ción de la crisis socioeconómica en Venezuela y las movilizaciones
en contra del gobierno sandinista de Nicaragua, así como el bloqueo
a la candidatura de Lula da Silva, que dio pie al avance del ultrade-
rechista Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil. A contracorriente
de esta tendencia, México giró a la izquierda tras el histórico triunfo
de Andrés Manuel López Obrador, que se suma a los tres gobier-
nos de corte progresista que quedan para la fecha en Sudamérica:
Venezuela, Bolivia y Uruguay.
En este escenario, el primer mecanismo del regionalismo “alter-
nativo” en mostrar rasgos de su ocaso fue la ALBA-TCP, sobre todo
ante su pérdida de influencia después de la muerte de Hugo Chávez
(2013) y el retiro de la vida política de Fidel Castro (2008) y poste-
rior deceso (2016), que habían sido los principales promotores de
esta alianza subregional. Luego, la caída de los precios del petróleo
y la crisis que se desató a partir de ello en Venezuela y otros países
andinos y caribeños terminaron por paralizar esta iniciativa, que
si bien no se ha extinto por completo podría recibir la estocada de
muerte con el giro a la derecha en la política regional. Ello también
tuvo efectos en la UNASUR que enfrenta una profunda crisis con un

6 En países como Guatemala, con Álvaro Colom, o Paraguay, con Fernando Lugo;
era la primera vez en la historia que la izquierda llegaba al poder, en el último caso
rompiendo incluso una constante de siglos de bipartidismo (Correa, 2018).
7 Los Estados progresistas se vieron profundamente afectados por la baja de los
precios en las materias primas y la recesión económica que los llevó a una dismi-
nución del gasto en servicios sociales entre las clases populares, lo cual provocó un
clima generalizado de descontento que ha sido aprovechado por la nueva derecha
para favorecerse el resultado en las urnas y recobrar el terreno perdido en la política
regional.

245
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

doble cuestionamiento a partir de las dificultades para la elección del


Secretario General y por las visiones encontradas frente a la crisis ve-
nezolana por parte de los países, lo que dificulta la toma de decisiones.
De ahí que Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Paraguay deci-
dieran suspender su participación en la UNASUR hasta que se nom-
bre a un nuevo secretariado, aunque el trasfondo de ello es la crisis de
voluntad política en el bloque que está desincentivando la integración
y cooperación en este tipo de esquemas de alineamiento ideológico.
La incertidumbre político-económica también llevó a la crisis del
MERCOSUR que dio pie a la suspensión de Venezuela desde 2016.
Desde ese momento cambiaron los vientos de la política económica
regional, especialmente a partir de la nueva impronta otorgada por
el presidente argentino Mauricio Macri, la cual fue potenciada con
la asunción de Michel Temer mientras duró su presidencia en Brasil.
Este cambio de rumbo volvió a alinear al MERCOSUR en los ejes eco-
nómicos y comerciales que habían sido relegados por los gobiernos
anteriores en favor de otros intereses políticos que, no obstante, se
vieron sobrepasados ante las diferencias sobre cómo gestionar la cri-
sis venezolana, resultando en una parálisis inédita de este bloque sud-
americano (Bartesaghi, 2017: 2-3).
En lo que concierne a la CELAC, la exclusión de los EE.UU. y
Canadá de este foro ha permitido que su legitimación venga de la
propia región, desde donde los países latinoamericanos y caribeños
coordinen sus posiciones para interactuar como bloque. La CELAC ha
estrechado lazos con China pidiendo la inclusión de AL en el megapro-
yecto de la Nueva Ruta de la Seda8 que conectaría al dragón asiático
con Europa, África, el resto de Asia y a la región latinoamericana por
la Ruta Marítima9. Aunque por el momento solo se han desplazado
hasta esta región algunas sinergias, se espera que la CELAC fortalezca
la capacidad de monitoreo y evaluación de los acuerdos bilaterales de
sus miembros con China (Domínguez, 2017: 16). Además, la CELAC
también puso el acento en la voluntad política birregional con la UE
para colaborar más y cooperar mejor, sobre todo ante la vulnerabili-
dad de la región latinoamericana frente el cambio climático.

8 Las relaciones entre China y AL están enmarcadas en los documentos políticos


conocidos como los “Libros Blancos” sobre América Latina y el Caribe de 2008 y de
2016, en los que se define la estructura de los objetivos de la política exterior china en
la región con el fin de fomentar un comercio equilibrado y el estímulo de inversiones
y cooperación en distintos ámbitos.
9 Esta iniciativa abarca también a AL, con la plataforma de la isla de Cuba a modo
de base naval y los proyectos de comunicación del Gran Canal de Nicaragua, el ferro-
carril bioceánico Brasil-Perú y el túnel Argentina-Chile, como megaproyectos princi-
pales (Domínguez, 2018).

246
El panorama actual de la integración regional en América Latina

Ante el declive de las iniciativas bolivarianas, hasta la fecha solo


la AP avanza casi sin contratiempos, como un bloque regional que
estimula el libre comercio entre sus miembros además de haberse vin-
culado con el Transpacific Partnership (TPP) aunque por el momento
prescinde de los EE UU, después de que Donald Trump sorprendiera a
la diplomacia regional al retirar a su país de este acuerdo transpacífi-
co. A pesar de ello, el esquema de integración que propone la AP, lejos
del proteccionismo de Trump, es atractivo para los nuevos gobiernos
que giraron a la derecha como los de Argentina y Brasil, sobre todo
porque representa un espacio para abrirse a la colaboración intergu-
bernamental y regional, lo cual además converge con sus aspiracio-
nes por proyectarse en la zona Asia-Pacífico. En este tenor, el equipo
de López Obrador dijo que no debe existir inquietud alguna sobre la
apertura y el empuje del libre comercio por parte del nuevo gobierno
mexicano, aunque no se descarta que el histórico giro a la izquierda
de este país podría cambiar las perspectivas de la integración latinoa-
mericana en los próximos años.

Perspectivas de la integración latinoamericana


Al responsabilizar a la “Revolución Bolivariana” por la crisis de
Venezuela y el éxodo que ésta genera, la región se encuentra dividi-
da, paralizando los proyectos de integración regional que habían sido
impulsados por el “chavismo” (Romero-Castillo, 2018). Las crisis de
la ALBA-TCP y de la UNASUR reflejan en gran medida la incapacidad
de AL de crear proyectos de integración que sobrevivan a los cambios
de gobiernos y a sus tendencias ideológicas. Esto lleva a que las ini-
ciativas integracionistas entren en un “círculo vicioso de irrelevancia”
a partir de su deterioro financiero, que a su vez conduce a más irrele-
vancia y a más deterioro financiero. Sin embargo, este círculo no con-
tinúa hasta la muerte de las organizaciones sino hasta convertirlas en
“zombis”, es decir, en muertos que caminan. De esta forma, el paisaje
regional actual está lleno de zombis ya que no hay nada más difícil
que matar a una organización internacional10 (Casas, 2016: 173).
No obstante, Daniele Benzi y Marco Narea (2018) precisan que
estas visiones apocalípticas de la integración latinoamericana se en-
valentonan por la crisis de los gobiernos “progresistas” y los esquemas
regionales que parieron. En este sentido, resaltan, por ejemplo, tesis

10 El ocaso del ALBA-TCP y la UNASUR podría ser ejemplo de proyectos de inte-


gración regional que nunca mueren, sino que entran en estado de latencia, como
lo ha sido la Comunidad Andina (CAN), que a pesar de haberse constituido desde
1969, desde sus orígenes ha exhibido falta de capacidad jurídico-política para que sus
miembros se comporten en el ambiente propio de un proceso de integración.

247
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

como las de Andrés Malamud (2016: 44) que plantea una imposibili-
dad (o inutilidad) de la integración latinoamericana debido a la he-
terogeneidad y fragmentación que la caracterizan, evidenciando las
diferencias que imperan sobre las convergencias regionales. Aunque
pese al derrotismo imperante o al histerismo que exuda de estas imá-
genes Benzi y Narea (2018:111) consideran al final del día, desde la
perspectiva crítica, que la integración y el regionalismo son campos
en disputa situados entre las particularidades sociohistóricas y geo-
gráficas de una región y las trayectorias nacionales e internacionales
de un sistema mundial capitalista.
En este sentido, Javier Vadell (2018:10) señala que el desplaza-
miento del centro de acumulación dinámico del capitalismo hacia el
Asia-Pacífico ha estimulado nuevas redes de poder global en la po-
lítica internacional, promoviendo el cuestionamiento del Consenso
de Washington desde 2001, a medida que otro Consenso Asiático
liderado por China se va consolidando. En este sentido, los princi-
pales documentos que orientan la política china con la región son
el Policy Paper de China para AL de 2008, el White Paper de China
sobre el Desarrollo Pacífico de 2011; la Declaración de Beijing de la
primera reunión ministerial del Foro China-CELAC, así como el plan
de cooperación y el Policy Paper de China para ALC de 2016 (Vadell,
2018: 8). Con estas directrices se ha ido tejiendo una compleja trama
de vínculos entre AL y China, que han tratado de ser disueltos por la
reacción conservadora que mira a los EE.UU., tratando de ir neutra-
lizando a la CELAC.
Ejemplo de ello es que en 2017 el tema venezolano que divi-
dió a los países latinoamericanos empezó a agudizarse y terminó
por alinear a aquellos gobiernos de corte conservador bajo las direc-
trices estadounidenses en el marco de la Organización de Estados
Americanos (OEA) con el fin de favorecer el diálogo entre gobierno y
oposición, dando por sentado que en el país se vivía una “crisis hu-
manitaria”. La mayoría de los países continentales alineados con la
política de Washington sugerían la recuperación del calendario elec-
toral, mientras que las naciones del ALBA-TCP (Bolivia, Ecuador,
Nicaragua, Cuba y varias islas del Caribe) secundaron al gobierno
de Nicolás Maduro, que reconoció en la OEA un instrumento de los
EE.UU. para intervenir en Venezuela con el apoyo de un grupo de
gobiernos de derecha de la región. El gobierno venezolano decidió
abandonar la OEA para enfocar sus energías en la CELAC11 (Rojas,
2017). Estas dinámicas dan cuenta de la tensión que vive el escenario

11 Venezuela hará efectiva su salida de la OEA en abril de 2019.

248
El panorama actual de la integración regional en América Latina

latinoamericano ante la correlación de fuerzas que oscilan en la bi-


polaridad derecha-izquierda.
En este contexto, cabe recordar que los liderazgos de México y
Brasil fueron fundamentales para la creación de la CELAC, si bien
ambos países latinoamericanos hayan optado por pertenecer y li-
derar procesos de integración regional con principios reconocidos
como dispares, como la AP en el caso mexicano y el MERCOSUR,
en el caso brasileño (Vadell, 2018: 18). Queda claro que la visión so-
cial y alternativa, encarnada por la Cumbre Social del MERCOSUR12
impulsada por los gobierno de Venezuela y Uruguay, se desbarató
con facilidad. Sin embargo, el MERCOSUR es tan difícil de reformar,
como de romper, pues a diferencia de otros organismos regionales,
logró un largo acumulado de reglamentaciones, acuerdos y tratados,
que son vinculantes para los Estados miembros y cuya desvincula-
ción sería una derrota política histórica para toda la región. Por lo
tanto, la suspensión de Venezuela reforzó el ánimo “disciplinador”
que algunos gobiernos asumieron en el marco del MERCOSUR, con
objetivos exclusivamente políticos en medio de la disputa por marcar
el rumbo del bloque (Larsen, 2016).
Además, luego de la conclusión de la renegociación del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora conocido
como el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA), el pre-
sidente Donald Trump parece decidido a seguir utilizando el comer-
cio como una herramienta para cumplir las promesas de campaña.
Mirando la lista de los principales socios comerciales de los EE.UU.,
no es sorprendente que luego de la “renegociación” del TLCAN, sea
inevitable un conflicto comercial con Brasil, pues la relación económi-
ca entre ambas partes pasa por el marco regulatorio de MERCOSUR
que, a pesar de sus imperfecciones, todavía es una unión aduanera
en funcionamiento. Es probable que ello también afecte a Argentina,
Uruguay y Paraguay y por ello no es descabellado que el presidente
Trump sugiera una revisión del comercio con todo el MERCOSUR
(Albertoni, 2018).
Ante el resonar de los ecos del proteccionismo a escala global,
sobre todo en los EE.UU., resalta la AP, que es el único mecanismo

12 Venezuela ingresó al MERCOSUR como parte de un proyecto de transforma-


ción política latinoamericana, aunque nunca logró aportar claramente a la visión
estratégica del bloque. Uruguay siempre mantuvo una postura de minoría modera-
da, avalando en disidencia las decisiones del bloque dominante. Por ello, la Cumbre
Social nunca tuvo gravitación real en esta organización, además que los gobiernos
miembros no delegaron ningún tipo de poder real a los actores de la sociedad civil
(Larsen, 2016).

249
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

de integración latinoamericano (aparte de su predecesor, el Arco


del Pacífico) que incluye explícitamente entre sus objetivos el
relacionamiento externo, especialmente con la región Asía-Pacífico.
Por ello en 2013, la presidenta de Chile Michel Bachelet propuso un
esquema de convergencia entre la AP y el MERCOSUR13 con el fin de
practicar una política exterior distinta a la de su antecesor y mejorar
sus relaciones con Argentina y Brasil. De ahí que los países miembros
de la Alianza intenten generar sinergias entre los organismos y meca-
nismos subregionales presentando posturas consensuadas14 (Prado y
Velázquez, 2017: 81-82).
Al no ser un mecanismo de concentración política como la
CELAC, la búsqueda de mayor apertura comercial es lo que ha acer-
cado a los miembros la AP con el MERCOSUR, sobre todo porque los
mandatarios de centro-derecha que ven con buenos ojos el libre mer-
cado, son ahora la nueva cara del giro hacia la derecha de AL. Pero
¿las fuerzas conservadoras estarán a la altura para dar nueva linfa a
la integración latinoamericana? La pregunta queda abierta porque,
como bien se ha mencionado, a contracorriente de esta tendencia,
desde México, el gobierno de López Obrador podría dar un giro dis-
tinto a la perilla de la integración latinoamericana que constituye por
definición un proyecto en disputa.

Consideraciones finales
A lo largo de este capítulo se ha mostrado cómo la incertidumbre que
envuelve los procesos de integración en AL cobra sentido cuando se
comprende que históricamente los países latinoamericanos han te-
nido dificultades para crear plataformas comunes para articular sus
intereses nacionales y regionales. A la luz de estas consideraciones y
siguiendo la hipótesis de este capítulo, se comprende que AL es una
región en disputa, lo cual nos lleva a pensar más allá de la idea de
un “regionalismo zombi” en el que se vislumbra un cementerio de
mecanismos de integración muertos que parecen vivos, sobre todo a
partir del virtual declive del ABA-TCP y la UNASUR. Por el contrario,
aquí se ha puesto de relieve que la integración latinoamericana se

13 Ambos bloques representan el 81% de la población y aproximadamente el 86%


del Producto Interno Bruto (PIB) de la región. Además, en conjunto representan 89%
de las exportaciones y 88% de los flujos de entrada de Inversión Extranjera Directa
(IED) de los países latinoamericanos y caribeños (AP, 2018).
14 En 2018 la AP y el MERCOSUR han definido un Plan de Acción para fortalecer
vínculos entre los dos bloques acordando trabajar en lograr la integración comercial
y la cooperación para el desarrollo frente al proteccionismo que impulsa la política
de Trump en AL (AP, 2018).

250
El panorama actual de la integración regional en América Latina

ha construido en una lógica de solidaridad, de oposición, de resis-


tencia y de bloqueo en un intento por fraguar alianzas con miras a
generar relaciones económicas internacionales más autónomas. Ello
ha dado pie a que los países latinoamericanos generen estrategias
de “acoplamiento”, “acompañamiento” o “aislamiento” que asignan
importancia relativa a los beneficios económicos de sus relaciones
con los EE UU, subordinando así el objetivo de preservación de au-
tonomía. Con ello se revela una estrategia de “oposición selectiva”
mediante la cual los países latinoamericanos buscan preservar espa-
cios de autonomía al mismo tiempo que colaboran con los estadou-
nidenses (Becerra, 2013: 89).
Este capítulo ha analizado un regionalismo vivo que parece
muerto, cuando se aprecia desde la idea del regionalismo post-liberal
y/o post-hegemónico, que habría tratado de dar cuenta del fin de la
era basada en la integración pro-comercial alineada a la hegemonía
estadounidense y que ahora se convierten en jaulas conceptuales de
las que es difícil escapar. Por tanto, ambos conceptos son puestos a
discusión al observar que la integración latinoamericana no surge
espontáneamente de contrapoderes que animan los procesos consti-
tutivos y tampoco de un poder único como centro de racionalidad
que trasciende las fuerzas globales. El panorama actual de la integra-
ción latinoamericana, más bien, permite recordar la tesis de Andrew
Hurrel (1995: 38) sobre que “las regiones son socialmente construidas
y por lo tanto, pueden ser políticamente disputadas”. En este sentido,
se rescata la experiencia de la CELAC, sobre todo en su acercamiento
con China que tiene el potencial de dar nueva linfa al regionalismo
latinoamericano, sobre todo, al presentarse como el interlocutor y la
plataforma natural de los países de AL como componente político (y
geopolítico), estratégico e intergubernamental del proceso de integra-
ción regional (Vadell, 2018:18).
De ahí que de acuerdo con Rafael Domínguez (2017:21) se vis-
lumbre un terreno de juego en el que se van a mover los países de la re-
gión en el momento de una posible transición hegemónica de EE.UU.
hacia China. En este sentido, el llamado de Chile a la “convergencia”
entre MERCOSUR y la AP, que cuenta con una “hoja de ruta” que
interesa a China, para quien los aliados principales en AL son Brasil
(MERCOSUR) y, por ahora, Chile (AP), podría abrir nuevos capítulos
de cadenas regionales de valor y acumulación de origen; facilitación
del comercio (incluido el de servicios) y ventanillas únicas de comer-
cio exterior; cooperación aduanera y promoción comercial y pymes.
Sin embargo, el dado se encuentra nuevamente en el aire ante la vic-
toria en las urnas brasileñas de Bolsonaro que desde su candidatura
habría anticipado que su mandato tenderá a enfocar su relación con

251
Giuseppe Lo Brutto y Eduardo Crivelli

los EE.UU., enfriando la relación con China, que hoy es el principal


socio comercial de su país (Barrio, 2018).
Por ello, siguiendo a Benzi y Nara (2018: 110) probablemente sea
mejor asumir, de forma precautoria, que el estudio del regionalismo
latinoamericano sigue siendo una cuestión tan compleja como abierta
en la discusión sobre su situación, resultados, límites y posibilidades,
y sus perspectivas futuras siguen siendo una tarea muy relevante tan-
to en el ámbito teórico, como en su dimensión política más aplicada.
Es por ello que, al mirar el panorama actual de la integración latinoa-
mericana viene a la mente la imagen de una región en disputa que
delimita el terreno de juego en que se mueven las fuerzas regionales
en un momento de reconfiguración hegemónica global, en el que tam-
bién se observa un reacomodo de las fuerzas estadounidenses en AL,
ante la ventana de oportunidad que China abrió para esta región en lo
que va del siglo XXI.

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multipolar: desafíos para la cooperación Sur-Sur” en Carta
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254
Lomo 1,9cm.

C O L E C C I Ó N G R U P O S D E T R A B A J O C O L E C C I Ó N G R U P O S D E T R A B A J O

La cooperación Sur-Sur puede definirse como un entramado de

La cooperación Sur-Sur en América Latina y el Caribe


relaciones e intercambios cooperativos y complementarios con objeti-
vos de desarrollo entre actores del Sur.

Estas prácticas gestaron un proceso que impulsó la colaboración


como estrategia para resituar a los países del Sur en el tablero interna-
cional. Su mayor desarrollo tuvo lugar a principios del siglo XXI, al
integrarse a las políticas exteriores de un conjunto de países que, en
paralelo, impulsaban en la agenda política y económica internacional LA COOPERACIÓN SUR-SUR
EN AMÉRICA LATINA
reformas de gobernanza global, reconfiguración de alianzas regiona-
les y coaliciones interregionales.

El actual contexto latinoamericano es un momento crucial para


reflexionar sobre el futuro de aquellas acciones que habilitaron el rico
Y EL CARIBE
Balance de una década
y valioso entramado que da nombre a este libro. En estas páginas, el
foco fue puesto en un paso previo y fundamental de revisión y balance
de una década de Cooperación entre los países del sur.

Es esencial revisar hoy las estrategias, tanto en el plano regional como


(2008-2018)
en los ámbitos nacionales. Es fundamental conocer los avances y los
desafíos a los que se han enfrentado cada uno de estos países en la
tentativa de promover el desarrollo y la integración regional. Y
también es necesario sostener una premisa: los países del Sur pueden Tahina Ojeda Medina y Enara Echart Muñoz
y deben continuar cooperando entre sí.
[Compiladoras]

ISBN 978-987-722-428-3

Ojeda
9 789877 224283 Medina
Echart
Muñoz

Formato 15,5 x 22,5cm.


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