4 Dom TC (B)

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Liturgia Viva del Domingo 4º de Cuaresma - Ciclo B

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA (B)

1. Tanto amó Dios al Mundo…


2. Mirando a la Cruz

Saludo (Ver Segunda Lectura)


Hemos sido salvados por la gracia,
no por nada de nuestra cosecha,
sino por un don de Dios.
Somos obra de arte de Dios,
creados en Cristo Jesús.
Que la gracia y la luz de Jesús, el Señor,
esté siempre con ustedes.

Introducción por el Celebrante (Dos Opciones)

1. Tanto Amó Dios al Mundo…


Si fuéramos realmente conscientes de cuánto nos ama Dios ¿cómo
podríamos permanecer indiferentes o rehusar nada a Dios? Si
creemos firmemente que él nos encuentra dignos de amor, ¿cómo
pudiéramos no poner nuestra confianza en él? Él no nos fuerza:
simplemente nos invita: "Éste es mi amor hacia ti; ¿te gustaría
aceptarme a mí y mi amor? ¿Te gustaría compartir mi amor con
otros amándoles a ellos también?" ¿Qué respuesta le damos a Dios,
por medio de Jesucristo?
2. Mirando a la Cruz
En nuestras Iglesias y en la mayoría de nuestros hogares damos al
crucifijo un lugar de honor. ¿Quiere ello decir que debemos amar
las cruces? No, pero indica que creemos en nuestro Señor
crucificado y que le amamos de corazón. Él nos salvó por su cruz y
resurrección. Él es la señal de que Dios nos ama tanto que nos
entregó a su único Hijo para traernos perdón, vida y amor. Es a
Cristo Jesús a quien alzamos nuestra mirada buscando fuerza para
llevar las cruces que vienen a nosotros en las dificultades de la
vida. También le miramos buscando alegría y felicidad en nuestro
peregrinar y buscando vida eterna más allá de la muerte. Con Jesús
celebramos ahora, en la eucaristía, el memorial de su sacrificio en
la cruz y de su resurrección.

Acto Penitencial
Pidamos perdón al Señor por las veces que hemos rechazado su
amor o hemos permanecido indiferentes a él.
(Pausa)

• Señor Jesús, tu Padre nos ama con tanto amor que te entregó a
nosotros:
R/. Señor, ten piedad de nosotros.
• Cristo Jesús, tu Padre te envió al mundo no para condenarnos
sino para salvarnos a nosotros y a todos los hombres:
R/. Cristo, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, tú quieres que brindemos a otros el gran amor
con que tú nos amas:
R/. Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Dios misericordioso, confiamos en tu amor que perdona todos
nuestros pecados. Renuévanos en tu amor y llévanos a la vida
eterna.

Oración Colecta
Oremos a nuestro Padre
que con Cristo nos llevó a la vida.
(Pausa)
Oh Padre, lleno de gracia y de amor:
Tú todavía amas tanto al mundo
que sigues entregándole a Jesús, tu Hijo.
Que su cruz sea para nosotros la señal
de que estás con nosotros
en días de miseria y aflicción.
Que podamos mirarle como modelo y aprender de él
a abrir nuestras manos y corazones, unos a otros
y a darnos a nosotros mismos con nuestros dones.
Y que esto ayude al mundo a percibir tu luz
y a aceptar al Hijo que nos has dado,
Jesucristo, nuestro Señor,
por los siglos de los siglos.

Primera Lectura (2 Cr 36,14-16, 19-23): Dios Da a Su Pueblo


Nuevas
Oportunidades
Incluso cuando Dios castiga a su pueblo con el exilio, Dios no
puede menos de ser fiel. Utiliza incluso a paganos para devolver a
su pueblo a la Tierra Prometida.

Segunda Lectura (Ef 2,4-10): Todo es gracia.


Por su gracia, Dios ha salvado a su pueblo del exilio. De nuevo por
la gracia de Dios, su Hijo Jesús nos salva de la muerte del pecado.
En el plan de Dios todo es un don gratuito de gracia.

Evangelio (Jn 3,14-21): Salvador por la Cruz de Cristo


Cristo tenía que morir en la cruz para salvarnos y darnos vida
eterna, ya que Cristo vino no a condenarnos sino a salvarnos.

Oración de los Fieles


Oremos con la mayor confianza a Dios, nuestro Padre
misericordioso, que nos amó
tanto que nos entregó a su Hijo Jesucristo, y digamos: R/. Señor,
ten piedad de tu pueblo.

• Por el Papa, los obispos, sacerdotes y personas consagradas,


para que sepan predicar eficazmente el valor redentor de la cruz,
roguemos al Señor.
• Por la comunidad plena de la Iglesia, para que realmente
llegue a ser para todos los hombres signo del amor, la esperanza y
el perdón de Dios, roguemos al Señor.
• Por los gobernantes de las naciones y por todos los líderes
políticos y económicos, para que, por su preocupación por la
justicia y la paz, sirvan para la
• felicidad de todos, roguemos al Señor.
• Por los muchos que están desarraigados hoy día: las víctimas
de la guerra y la opresión, los refugiados, los presos, los
emigrantes, los sin techo, para que encuentren esperanza basada en
nuestra preocupación por la justicia, y que
• sientan el calor de nuestro amor, plasmado en nuestro
compromiso por mejorar su dolorosa situación, roguemos al Señor.
• Por nosotros aquí reunidos, y por todas las comunidades
cristianas, para que la bondad y el amor de Jesús esté vivo y se
haga visible en nosotros, porque Dios ha sido bueno con todos,
roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, día tras día experimentamos tu increíble amor.
Escucha nuestras súplicas y haznos dignos de tu amor, por medio
de Jesucristo Nuestro Señor.

Oración de Ofertorio
Oh Dios y Padre nuestro:
Hoy traemos a tu altar el pan duro
de nuestra cobardía e incapacidad
y el vino, agriado ya, de nuestros pecados.
Al unirnos a Jesús en su sacrificio,
te pedimos que se conviertan en pan de gracia y de fuerza
y en vino de alegría y esperanza.
Que tu Hijo se quede con nosotros
para ensanchar y profundizar nuestro amor
y para que sepamos caminar juntos
por el camino de la amistad y de la vida.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Introducción a la Plegaria Eucarística


Celebramos ahora el sacrificio de Jesús: él se alzó en la cruz por
nosotros. Él es el don del Padre para nosotros. Demos gracias al
Padre.

Introducción al Padrenuestro
Agradecidos por el amor que el Padre nos mostró en Jesús,
nos dirigimos a él con toda confianza,
recitando la oración del mismo Jesús, nuestro Señor:
R/. Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de nuestros pecados,
de nuestra cobardía ante el temor al cambio
y ante la defensa de los débiles.
Danos la seguridad de que tú estás con nosotros
en nuestras luchas y tentaciones,
y de que tu gracia puede vencer al mal.
Que marchemos hacia adelante sin miedo
y que preparemos la venida gloriosa entre nosotros
del reino de bondad y misericordia
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/. Tuyo es el reino…

Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Hijo mismo de Dios,
que fue alzado en la cruz
para salvarnos y para darnos vida y luz.
Dichosos nosotros de recibirle ahora en comunión.
R/. Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión


Oh Dios, paciente y misericordioso:
Tú no nos condenaste,
sino que resucitaste a Jesús tu Hijo
sobre nosotros y en medio de nosotros
para alzarnos de nuestra culpa y tristeza.
Que con él, y en gratitud a ti,
seamos gracia y bondad, unos para con otros.
Ayúdanos a levantar a los caídos y desolados,
a vendar sus heridas, y a hacer posible que sean
plenamente humanos y libres como hijos tuyos,
en Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Dios ha sido muy bueno con nosotros.
Todo lo que tocamos es gracia que procede de él.
Hemos experimentado de nuevo su gran amor
en esta celebración eucarística.
Con Jesús entre nosotros,
¿acaso no podemos intentar
que este amor sea mutuo y tangible,
especialmente para con los necesitados y afligidos?
Que la bondad de Dios brille en nosotros.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo
descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre.

PERDÓN DE DIOS
Acción de gracias

No podemos nunca dejar de darte gracias, Dios nuestro,


porque nos has tratado como un padre y una madre
y has salido a nuestro encuentro,
te has adelantado a darnos tu cariño,
sin tener en cuenta siquiera cómo te correspondemos.
Gracias por ser como eres, puro amor,
pura bondad y generosidad.
Gracias porque estás en nuestro interior,
porque nos sostienes y nos das la vida.
Gracias porque no quieres que ninguno de nosotros
sufra ninguna penalidad.
Te confesamos, Padre, que nos cuesta imaginar tu amor
incondicional, gratuito,
porque somos irremediablemente interesados
cuando amamos a los nuestros.
Humildemente, pero también con cariño de hijos,
queremos expresarte ahora nuestro agradecimiento
recitando este himno en tu honor.

Memorial de la Cena del Señor

Te damos gracias, Padre nuestro, por tu hijo Jesús.


Su atractivo y liderazgo nos ha reunido en torno a Ti.
Jesús es la prueba viviente de tu amor hacia nosotros.
Su vida acompasó una total entrega a los demás
con una continua oración.
Y tanto llegó a identificarse contigo
que conocerle a él es como conocerte a Ti.
Él nos ha enseñado en sus parábolas que nos buscas,
que nos esperas, que te interesamos,
que te alegras cuando volvemos la mirada hacia Ti,
que celebras fiestas en el cielo
cuando nos encontramos con nosotros mismos
y nos ponemos de nuevo al servicio de nuestros hermanos.
Padre de Jesús y Padre nuestro,
tratamos ahora de recordar toda su vida,
repitiendo las palabras y gestos de su última cena.

Invocación al Espíritu de Dios

Recordamos agradecidos la vida entera de Jesús, tu hijo,


su compromiso vital con la humanidad.
Queremos que esta eucaristía represente también
nuestro testimonio personal y comunitario.
Conociendo nuestra limitación queremos seguir a Jesús,
ser sus testigos, luz y sal para la gente de hoy.
Sabemos que no haces milagros,
que los milagros los debemos hacer nosotros,
porque has delegado en nosotros
la responsabilidad de gobernar este mundo
y nuestra misión es hacerlo menos injusto y más solidario.
Danos tu espíritu, Padre, envíanos como mensajeros tuyos,
que entre todos los seres humanos de buena voluntad
construyamos tu reino, hagamos realidad tu proyecto.
Te damos las gracias por haber acogido
en tu regazo de Padre-Madre
a nuestros familiares y amigos difuntos.
Y te bendecimos, ellos y nosotros, junto con tu hijo Jesús,
como queremos hacerlo por toda la eternidad.
AMÉN.
4º Domingo de Cuaresma (B)

EVANGELIO

Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

- «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene


que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él
tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo,


sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado,


porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres


prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.

Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a


la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se


vea que sus obras están hechas según Dios.»

Palabra de Dios.
MIRAR AL CRUCIFICADO

El evangelista Juan nos habla de un extraño encuentro de Jesús con


un importante fariseo, llamado Nicodemo. Según el relato, es
Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde Jesús «de noche».
Intuye que Jesús es «un hombre venido de Dios», pero se mueve
entre tinieblas. Jesús lo irá conduciendo hacia la luz.

Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca


sinceramente encontrarse con Jesús. Por eso, en cierto momento,
Nicodemo desaparece de escena y Jesús prosigue su discurso para
terminar con una invitación general a no vivir en tinieblas, sino a
buscar la luz.

Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el


Crucificado. La afirmación es atrevida: «Tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los
que creen en él, sino que tengan vida eterna». ¿Podemos ver y
sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz?

Acostumbrados desde niños a ver la cruz por todas partes, no


hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con
amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese
rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más
duros y difíciles.

Sin embargo, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de


vida y de amor. En esos brazos extendidos que no pueden ya
abrazar a los niños, y en esas manos clavadas que no pueden
acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, está Dios con
sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres
vidas, rotas por tantos sufrimientos.

Desde ese rostro apagado por la muerte, desde esos ojos que ya no
pueden mirar con ternura a pecadores y prostitutas, desde esa boca
que no puede gritar su indignación por las víctimas de tantos
abusos e injusticias, Dios nos está revelando su "amor loco" a la
Humanidad.

«Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para


que el mundo se salve por él». Podemos acoger a ese Dios y lo
podemos rechazar. Nadie nos fuerza. Somos nosotros los que
hemos de decidir. Pero «la Luz ya ha venido al mundo». ¿Por qué
tantas veces rechazamos la luz que nos viene del Crucificado?

Él podría poner luz en la vida más desgraciada y fracasada, pero


«el que obra mal... no se acerca a la luz para no verse acusado por
sus obras». Cuando vivimos de manera poco digna, evitamos la luz
porque nos sentimos mal ante Dios. No queremos mirar al
Crucificado. Por el contrario, «el que realiza la verdad, se acerca a
la luz». No huye a la oscuridad. No tiene nada que ocultar. Busca
con su mirada al Crucificado. Él lo hace vivir en la luz.

DIOS AMA EL MUNDO

Tanto amó Dios al mundo ….

No es una frase más. Palabras que se podrían eliminar del


Evangelio, sin que nada importante cambiara. Es la afirmación que
recoge el núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al
mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el
origen y el fundamento de nuestra esperanza.

«Dios ama el mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto.


Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo
peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y
desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro
costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.

Primero, Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho
al mundo, no sólo a los cristianos. Los investigadores pueden
discutir sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los
teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas.
Sólo quien se acerca a Jesucristo como el gran regalo de Dios,
puede ir descubriendo en todos sus gestos, con emoción y gozo, la
cercanía de Dios a todo ser humano.

Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su


presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha
subrayado muchas veces el Vaticano II: La Iglesia «es enviada por
Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los
hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese
amor de Dios a todo ser humano.

Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo


que es Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él». Es muy peligroso hacer de la denuncia y la
condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Sólo con
el corazón lleno de amor a todos, nos podemos llamar unos a otros
a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no
les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal
vez, nuestro resentimiento y enojo.

Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y


desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de
amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a
nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y
mujeres buenos, que introducen entre nosotros amor, amistad,
compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren…? Estos
construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.

DIOS ES DE TODOS

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único.

Pocas frases habrán sido tan citadas como ésta que el evangelio de
Juan pone en boca de Jesús. Los autores ven en ella un resumen del
núcleo esencial de la fe, tal como se vivía entre no pocos cristianos
a comienzos del siglo segundo: «Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único».

Dios ama al mundo entero, no sólo a aquellas comunidades


cristianas a las que ha llegado el mensaje de Jesús. Ama a todo el
género humano, no sólo a la Iglesia. Dios no es propiedad de los
cristianos. No ha de ser acaparado por ninguna religión. No cabe
en ninguna catedral, mezquita o sinagoga.

Dios habita en todo ser humano acompañando a cada persona en


sus gozos y desgracias. A nadie deja abandonado, pues tiene sus
caminos para encontrarse con cada uno, sin que tenga que seguir
necesariamente los que nosotros le marcamos. Jesús le veía cada
mañana «haciendo salir su sol sobre buenos y malos».

Dios no sabe ni quiere ni puede hacer otra cosa sino amar, pues en
lo más íntimo de su ser es amor. Por eso dice el evangelio que ha
enviado a su Hijo, no para «condenar al mundo», sino para que
«el mundo se salve por medio de él». Ama el cuerpo tanto como el
alma, y el sexo tanto como la inteligencia. Lo único que desea es
ver ya, desde ahora y para siempre, a la Humanidad entera
disfrutando de su creación.

Este Dios sufre en la carne de los hambrientos y humillados de la


Tierra; está en los oprimidos defendiendo su dignidad, y con los
que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Está siempre
en nosotros para «buscar y salvar» lo que nosotros estropeamos y
echamos a perder.

Dios es así. Nuestro mayor error sería olvidarlo. Más aún.


Encerrarnos en nuestros prejuicios, condenas y mediocridad
religiosa, impidiendo a las gentes cultivar esta fe primera y
esencial. ¿Para qué sirven los discursos de los teólogos, moralistas,
predicadores y catequistas si no hacen la vida más bella y luminosa
recordando que el mundo está envuelto por los cuatro costados por
el amor de Dios?
QUEDARSE CIEGO

El que realiza la verdad se acerca a la luz.

Hay muchas maneras de quedarse ciego en la vida, sin verdad


interior que ilumine nuestros pasos. Hay muchas formas de
caminar en tinieblas sin saber exactamente qué queremos o hacia
dónde vamos. No es superfluo señalar algunas.

Es muy fácil pasarse la vida entera ocupado sólo por las cuestiones
más inmediatas y, aparentemente, más urgentes y prácticas, sin
preguntarme nunca «qué voy a hacer de mí» (X. Zubiri). Nos
instalamos en la vida y vamos viviendo, aunque no sepamos ni por
qué ni para qué.

Es también corriente vivir programado desde fuera. La sociedad de


consumo, la publicidad y las modas van a ir decidiendo qué me ha
de interesar, hacia dónde he de dirigir mis gustos, cómo tengo que
pensar o cómo voy a vivir. Son otros los que deciden y fabrican mi
vida. Yo me dejo llevar ciegamente.

Hay otra manera muy posmoderna de caminar en tinieblas: vivir


haciendo «lo que me apetece», sin adentrarme nunca en la propia
conciencia. Al contrario, eludiendo siempre esa voz interior que
me recuerda mi dignidad de persona responsable.

Probablemente el mejor modo de vivir ciegos es mentimos a


nosotros mismos. Construimos una «mentira-raíz», fabricamos una
personalidad falsa, instalamos en ella y vivir el resto de nuestra
vida al margen de la verdad.

Es también tentador ignorar aquello que nos obligaría a cambiar.


Cerrar los ojos y «autocegarnos» para no ver lo que nos
interpelaría. Ver sólo lo que queremos ver, utilizar una medida
diferente para juzgar a otros y para juzgamos a nosotros mismos,
no enfrentarnos a la luz.

Todos deberíamos escuchar desde dentro las palabras de Jesús que


nos invitan a salir de nuestra ceguera: «Todo el que obra
perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para verse
acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se
acerca a la luz».

DESPEDIDA DIFERENTE

… para que tengan vida eterna.

Los médicos no le ocultaron la verdad. El diálogo que mantuvo


con uno de ellos al despertar de la operación fue breve, pero claro:
«¿Habéis podido hacer algo?» «No.» «¿Será doloroso?» «No
necesariamente.» «¿Será un proceso largo?» «No.» Desde ese
momento, Jesús Jáuregui, párroco de Ataun, sabía que le quedaba
muy poco tiempo de vida.

No es fácil hablar con un hombre que conoce ya su final. Todo se


vuelve más serio. No se puede conversar ligeramente sobre
cualquier cosa. Con Jesús me resultó diferente. Era él quien
hablaba con paz de su muerte ya próxima. «José Antonio, ahora
tengo que vivir lo que tantas veces he predicado a otros.» Cuando
entré en su habitación, estaba siguiendo en el televisor la
transmisión de la misa dominical, pero él lo veía ya todo con ojos
diferentes: «Cuántas cosas decimos los cristianos. Lo importante
no es hablar sino creer.»

Los médicos acertaron en su pronóstico. La vida de Jesús se fue


apagando en pocas semanas. Llegado el momento, quiso recibir el
sacramento de la unción y despedirse de esta vida confesando su fe
en el Dios vivo de Jesucristo. Difícilmente olvidaré la tarde de ese
siete de febrero. Jesús, incorporado sobre el lecho; a su alrededor,
sus familiares, amigos y sacerdotes. Aquello no era un rito forzado,
realizado de forma precipitada y nerviosa en los últimos instantes.
Era una celebración honda de fe en la que todos orábamos y
cantábamos acompañando al enfermo.

Al comenzar la liturgia, Jesús nos hizo un gesto para que lo


escucháramos, y con voz ya bastante apagada fue recordando
momentos oscuros de su vida y momentos llenos de luz. Dio
gracias a Dios y pidió perdón. Con palabras muy meditadas, sin
duda, dijo así: «Soy un pecador, pero un pecador que cree en Dios
y que pide su perdón.» Se le veía vivir cada gesto con fe intensa.
Al final, quiso darnos a cada uno el abrazo de paz. Era difícil
contener las lágrimas. Sólo él nos miraba con agradecimiento y
paz.

Terminada la celebración, quiso quedarse solo en su habitación.


Necesitaba estar a solas con Dios. Cuando me acerqué a
despedirlo, le pedí que me dejara escribir un día sobre lo vivido
aquella tarde junto a él. Enseguida comprendí lo inoportuno de mis
palabras. Jesús ya no pensaba en esta vida; su corazón estaba en
otro lugar: «Haz lo que quieras. Yo no estaré aquí.»

Hoy son pocos los que mueren así. Por lo general, enfermos,
familiares y amigos preferimos engañarnos unos a otros. No nos
atrevemos a ayudar al enfermo a vivir el final de su vida sostenido
por el consuelo de la fe en Dios. Podemos, sin duda, justificar de
muchas maneras nuestra actitud. Por otra parte, la trayectoria de
cada persona es diferente. Pero a veces olvidamos que la fe no es
sólo para orientar esta vida, sino «para que todo el que crea en El
tenga vida eterna» (Juan 3, 16). A mí me gustaría despedirme de
este mundo como este joven párroco.

CUESTION DE SINCERIDAD

El que realiza la verdad se acerca a la luz.


Se dice que el hombre actual no quiere oír hablar de Dios. En
muchos casos, no es así. Quiere oír hablar de Dios, pero no con
lenguaje insincero o con palabras faltas de verdad. No soporta un
discurso religioso lleno de tópicos y frases hechas. Busca algo más
que un Dios convencional. Y en esto tiene toda la razón.

Ante el misterio de Dios, la cuestión vital es la sinceridad.


Mantenerse en la verdad, no engañarse a sí mismo y no engañar a
los demás. León XIII solía decir que «Dios no necesita de nuestras
mentiras». Ni Dios ni la Iglesia ni la fe pierden nada con la verdad.
Al contrario, la verdad acerca a Dios.

Por eso, hemos de alegramos de algo que puede pasar


desapercibido, pero que es enormemente positivo. El ateísmo
moderno está obligando a los creyentes a purificar su imagen de
Dios. Con sus objeciones y críticas, está apremiando a las Iglesias
a una mayor sinceridad y verdad.

Cada vez tendrá menos sentido una apologética barata de la fe, que
no tome en serio las dificultades reales que siente el hombre de hoy
para creer. Cuando se busca sinceramente a Dios para uno mismo y
para los demás, hay que renunciar a tópicos y soluciones
simplistas. La fe permanece viva, seguramente más viva que
nunca, pero hay fórmulas y esquemas que pueden tambalearse.

Por eso, la verdadera teología no es triunfalista, sino humilde. No


trata de imponer a Dios a nadie. Solo rastrear los caminos que nos
pueden acercar a él. Anunciar su misterio de amor insondable, y no
las adherencias culturales que pueden ocultar su ternura hacia todo
ser humano. ¿Qué verdad encierran los discursos de teólogos,
maestros y predicadores, si no despiertan la alabanza al Creador, si
no traen al mundo algún crecimiento en la amistad y el amor, si no
hacen la vida más bella y luminosa, si no ayudan a vencer el
pecado del desaliento existencial?

El malogrado teólogo húngaro, Ladislao Boros, solía recordar que


la forma más temible de ateísmo que nos amenaza a todos es «el
ateísmo de la insinceridad». Es cierto. Unos nos decimos creyentes
y otros agnósticos, pero la verdad es que solo el que busca
sinceramente está cerca de Dios. Unos y otros podemos dar pasos
equivocados, pero al que busca la luz, Dios le sale al encuentro
hasta en sus errores.

Bajo actitudes de autosuficiencia dogmática o de pasotismo


agnóstico, se puede esconder con frecuencia una falta de coraje
para acercarse con sinceridad al Dios vivo y verdadero. Por eso,
todos deberíamos escuchar las palabras de Jesús: «El que realiza
la verdad se acerca a la luz.»

PREGUNTAS ELEMENTALES

El que realiza la verdad se acerca a la luz.

Eliminado aquel Dios “infantil” en el que habían creído desde los


primeros años de su infancia, hoy son bastantes las personas que ya
no aciertan a creer en nada. No es que rechacen a Dios. Es que no
saben qué hacer para encontrarse con él. Surgen entonces
preguntas elementales a las que es necesario responder.

¿Hay que hacer algo para creer? Sí. No basta una actitud pasiva o
frívola. Tampoco es suficiente “dejarse llevar” por la tradición
religiosa de nuestros padres. Es necesario buscar un sentido último
al misterio de nuestra vida. Pero, ¿qué hacer en concreto? Estar
más atentos a los interrogantes, anhelos y llamadas que brotan
constantemente de nuestro interior.

¿Se puede creer teniendo dudas? Sí. Para ser creyente no es


necesario resolver con certeza todos los interrogantes y dudas que
surgen en nuestro interior. Lo decisivo es buscar honestamente la
verdad de Dios en nuestra vida. No es más creyente el que con más
seguridad habla acerca de “los dogmas y la moral”, sino quien más
se esfuerza por vivir en la verdad ante Dios.
Creer, ¿es sencillo o complicado? Creer es tan sencillo y, al
mismo tiempo, tan complicado como lo es el vivir, amar o ser
humano. Lo propio del creyente es que no se contenta con vivir de
cualquier manera esta vida tan compleja y enigmática, y que
encuentra precisamente en su fe el mejor estímulo y la mejor
orientación para vivirla intensamente.

¿Se le puede obligar a uno a creer? No. A nadie se le puede


forzar desde fuera para que crea. Cada uno es responsable de su
propia vida y del sentido que quiera dar a su vivir y a su morir. Lo
que todos podemos hacer es dialogar entre nosotros, compartir y
contrastar nuestras propias experiencias, y ayudarnos a ser siempre
más humanos.

Creer, ¿no es cuestión de temperamentos? Es cierto que hay


personas que parecen “alérgicas” a todo lo religioso y personas que
tienden a creer fácilmente en lo “invisible”. Sin duda, la
sensibilidad y la estructura personal de cada uno pueden
predisponer a adoptar una actitud u otra en la vida. Pero la fe no es
asunto de personas “crédulas” o “sensibleras”. Todo hombre o
mujer puede abrirse confiadamente al misterio de Dios, aunque
cada uno lo haga desde su propio temperamento.

¿Hay algún método para aprender a creer? Si por método se


entiende un programa organizado de aprendizaje, como por
ejemplo, para aprender una lengua, no hay métodos ni recetas para
garantizar la fe. Pero el aprendizaje de la fe sí exige unas actitudes
de búsqueda y de honestidad; una voluntad de coherencia y
fidelidad; la dedicación de un cierto tiempo.

En cualquier caso, hemos de escuchar con atención las palabras de


Jesús: “El que realiza la verdad se acerca a la luz”. Todo el que
se enfrenta a su vivir diario desde una actitud de honestidad y
verdad interior, no está lejos de la luz.

ACERCARNOS A LA LUZ
Y no se acerca a la luz.

Puede parecer una observación excesivamente pesimista, pero lo


cierto es que las personas somos capaces de vivir largos años, sin
tener apenas idea de lo que está sucediendo en nosotros. Podemos
seguir viviendo día tras día sin querer ver qué es lo que en verdad
mueve nuestra vida y quién es el que dentro de nosotros toma
realmente las decisiones.

No es torpeza o falta de inteligencia. Lo que sucede es que, de


manera más o menos consciente, intuimos que vernos con más luz
nos obligaría a cambiar. Una y otra vez parecen cumplirse en
nosotros aquellas palabras de Jesús: “El que obra el mal detesta la
luz y la rehúye, porque tiene miedo a que su conducta quede al
descubierto”. Nos asusta vernos tal como somos. Nos sentimos mal
cuando la luz penetra en nuestra vida. Preferimos seguir ciegos
alimentando día a día nuevos engaños e ilusiones.

Lo más grave es que puede llegar un momento en el que, estando


ciegos, creamos verlo todo con claridad y realismo. Qué fácil es
entonces vivir sin conocerse a sí mismo ni preguntarse nunca
«Quién soy yo?». Creer ingenuamente que yo soy esa imagen
superficial que tengo de mí mismo, fabricada de recuerdos,
experiencias, miedos y deseos.

Qué fácil también creer que la realidad es justamente tal como yo


la veo, sin ser consciente de que el mundo exterior que yo veo es,
en gran parte, reflejo del mundo interior que yo vivo y de los
deseos e intereses que alimento. Qué fácil también acostumbrarnos
a tratar no con personas reales, sino con la imagen o etiqueta que
de ellas me he fabricado yo mismo.

Aquel gran escritor que fue Hermann Hesse en su pequeño libro


Mi credo, lleno de sabiduría, escribía: “El hombre al que
contemplo con temor, con esperanza, con codicia, con propósitos,
con exigencias, no es un hombre, es sólo un turbio reflejo de mi
voluntad”.

Probablemente, a la hora de querer transformar nuestra vida


orientando nuestros pasos por caminos más nobles, lo más decisivo
no es el esfuerzo por cambiar. Lo primero es abrir los ojos.
Preguntarme qué ando buscando en la vida. Ser más consciente de
los intereses que mueven mi existencia. Descubrir el motivo último
de mi vivir diario.

Podemos tomarnos un tiempo para responder a esta pregunta: ¿Por


qué huyo tanto de mí mismo y de Dios? ¿Por qué, en definitiva,
prefiero vivir engañado sin buscar la luz? Hemos de escuchar las
palabras de Jesús: “Aquel que actúa conforme a la verdad se acerca
a la luz, para que se vea que todo lo que hace está inspirado por
Dios”.

ALGO MÁS QUE SOBREVIVIR

que tengan vida eterna.

Son muchos los observadores que, durante estos últimos años,


vienen detectando en nuestra sociedad contemporánea graves
signos indicadores de «una pérdida de amor a la vida».

Se ha hablado, por ejemplo, del «síndrome de la pasividad» como


uno de los rasgos patológicos más característicos de nuestra
sociedad industrial (E. Fromm). Son muchas las personas que no se
relacionan activamente con el mundo, sino que viven sometidas
pasivamente a los ídolos o exigencias del momento.

Individuos dispuestos a ser alimentados, pero sin capacidad alguna


de creatividad personal propia. Hombres y mujeres cuyo único
recurso es el conformismo. Seres que funcionan por inercia,
movidos por «los tirones» de la sociedad que los empuja en una
dirección o en otra.
Otro síntoma grave es el aburrimiento creciente en las sociedades
modernas. La industria de la diversión y el ocio (TV, cine, sala de
fiestas, conferencias, viajes...) consigue que el aburrimiento sea
menos consciente, pero no logra suprimirlo.

En muchos individuos sigue creciendo la indiferencia por la vida,


el sentimiento de infelicidad, el mal sabor de lo artificial, la
incapacidad de entablar contactos vivos y amistosos.

Otro signo es «el endurecimiento del corazón». Personas cuyo


recurso es aislarse, no necesitar de nadie, vivir «congelados
afectivamente», desentenderse de todos y defender así su pequeña
felicidad cada vez más intocable y cada vez más triste.

Y, sin embargo, los hombres estamos hechos para vivir y vivir


intensamente. Y en esta misma sociedad se puede observar la
reacción de muchos hombres y mujeres que buscan en el contacto
personal íntimo o en el encuentro con la naturaleza o en el
descubrimiento de nuevas experiencias, una salida para
«sobrevivir».

Pero el hombre necesita algo más que «sobrevivir». Es triste que


los creyentes de hoy no seamos capaces de descubrir y
experimentar nuestra fe como fuente de vida auténtica.

No estamos convencidos de que creer en Jesucristo es «tener vida


eterna», es decir, comenzar a vivir ya desde ahora algo nuevo y
definitivo que no está sujeto a la decadencia y a la muerte.

Hemos olvidado a ese Dios cercano a cada hombre concreto, que


anima y sostiene nuestra vida y que nos llama y nos urge desde
ahora a una vida más plena y más libre.

Y, sin embargo, ser creyente es sentirse llamado a vivir con mayor


plenitud, descubriendo desde nuestra adhesión a Cristo, nuevas
posibilidades, nuevas fuerzas y nuevo horizonte a nuestro vivir
diario.

EL MIEDO A LA VERDAD

Todo el que obra perversamente detesta la luz.

Nuestra visión de las cosas es casi siempre interesada, consciente e


inconscientemente, todos vamos interpretando la realidad en
función de nuestros propios intereses.

Y no sólo a nivel individual. También los diferentes grupos


sociales y políticos, a pesar de proclamar, a veces solemnemente,
su objetividad y realismo, caen en deformaciones ideológicas e
interpretaciones parciales interesadas.

Y sin embargo, no es posible encaminarnos eficazmente hacia una


sociedad más humana, si no hacemos un esfuerzo sincero por
buscar la verdad. Como decía Juan XXIII «se impone la tarea de
pensar, honrar, decir y hacer la verdad».

Imposible transformar una sociedad y hacerla mejor si los


programas, proyectos y estrategias de los diversos grupos políticos
nacen de una deformación y manipulación de la verdad.

En su carta pastoral, nuestros Obispos han hecho una llamada a la


búsqueda de una verdad no desfigurada como condición necesaria
si queremos enfrentarnos de manera responsable a la actual crisis
económica.

Su palabra no es sino una concreción lúcida y certera de aquello


que escuchamos de labios de Jesús: «Todo el que obra el mal
detesta la luz y no se acerca a la luz. En cambio, el que realiza la
verdad se acerca a la luz».
He aquí algunas orientaciones de la carta pastoral. Es necesario
superar la tentación de seleccionar interesadamente los datos a
base de ocultar todo lo que puede debilitar la propia posición
política o ideológica, y fortalecer la del adversario.

Tampoco es legítimo engañarnos a nosotros mismos y engañar a


otros, elevando al rango de verdades científicas, afirmaciones que
no pasan de ser fruto de un determinado sistema o ideología. El
dialogo se hace inviable cuando alguien pretende atribuir un
carácter científico o dogmático a sus propias posiciones.

No es tampoco leal ocultar los riesgos y limitaciones inherentes a


la propia alternativa, para denunciar solamente los males de
aquélla que se pretende rechazar.

Para que los pueblos sean dueños de su futuro histórico es


necesario que los responsables políticos y dirigentes de la sociedad
no les oculten la verdad.

Ese pueblo al que se le pide responsabilidad y sacrificios tiene


derecho a conocer toda la verdad y no unas verdades desfiguradas
y manipuladas en función de intereses propagandísticos o
electorales.

• Por Gracia hemos sido salvados


Amor, Misericordia, Gracia, Luz, Resurrección. ¿Atributos de
Dios?, ¿Experiencias profundamente humanas? ¿Experiencias de
Dios?. De todo esto hablan las lecturas de hoy. El camino hacia la
Pascua es el camino de la purificación de la fe de todas aquellas
imágenes de Dios que ocultan un proyecto de amor y misericordia
que debería hacernos saltar de alegría en medio de las dificultades
y sufrimientos que comporta el caminar histórico.
Dios toma la iniciativa y por pura gracia, pues “no se debe a
vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las
obras, para que nadie pueda presumir...” nos introduce en su propia
vida “nos ha hecho vivir con Cristo”, “nos ha resucitado con él”.
Nos resulta más fácil pensar que somos nosotros los que nos
salvamos que intentar imaginar cómo puede ser eso de que ya
estamos salvados y que nuestra preocupación no ha de ser tanto la
de “salvarnos”, cuanto la de acoger y reflejar la salvación que se
nos ha regalado practicando sus mismas obras.
¡Cómo han entendido esto los santos! Catalina de Siena sentía que
Jesús le decía “tú eres otro yo”, y esto la impelía a dejar que, a
través de su fragilidad, Jesús sirviera a los pobres, a los enfermos,
trabajara por la paz, viviera la verdad hasta dar la vida por ella,
proclamándola ante príncipes y papas, pero también ante la pobre
enferma que nadie visita o el condenado a muerte que no acepta su
condena.

• La salvación es que te conozcan a ti...


Como Nicodemo, nos acercarnos a Jesús en la noche de nuestras
confusiones y nuestras pesquisas buscando confortarnos con sus
palabras para preguntarle qué debemos hacer. ¿Qué es la salvación
que ya se nos ha regalado? Y de nuevo nos encontramos con que
el proyecto de Dios, un proyecto de amor y misericordia infinita.
Dios nos ha destinado a la “vida eterna”. “Esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado,
Jesucristo” (Jn. 17, 3).

• Conocimiento de Dios y cruz


Jesús recurre al signo de la serpiente en el desierto para indicar que
el verdadero conocimiento de Dios lo encontraremos mirando a la
cruz. “Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo
el que cree en él tenga vida eterna”. Sí, hoy también debemos
mirar a la cruz, pero debemos despojarla de todas esas
connotaciones que a lo largo de los siglos han desfigurado su
verdadero sentido. No es la cruz signo de poder, ni de gloria, ni un
adorno, ni motivo de expresión artística. La cruz señal de escarnio,
lugar de tortura y muerte, es el lugar de la manifestación de Dios
por excelencia, porque en ella el hombre Jesús entrega hasta la
última gota de su sangre, con grandes sufrimientos, para que sus
hermanos tengan vida. Es el lugar del amor en plenitud que sólo
resplandece en el abandono de uno mismo. De abandono hasta el
límite nos habla esa cruz que debemos mirar continuamente para
reencontrar el camino de la Pascua, de la Luz. Y sobre todo para
verla, confesarla y manifestar que “nuestras obras están hechas
según Dios”.

SALVARSE NO ES EVITAR LA CONDENACIÓN


Fray Marcos
Jn 3, 14-21

CONTEXTO

Hoy es imprescindible tener en cuenta el contexto del evangelio


que leemos. Estamos en el capítulo 3º de Juan. Este evangelio está
estructurado según un esquema teológico. Cada capítulo es un
tema que tiene identidad por sí mismo. Es muy interesante el
paralelismo asombroso que tienen los 21 capítulos, con las cartas
del tarot. Este esoterismo es precisamente una de las claves para
descubrir toda su profundidad.

El punto de partida del discurso que Juan pone en boca de Jesús, es


el diálogo con Nicodemo, que empieza sin que le haya preguntado
nada:

"Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de


Dios".

Nicodemo le responde: "Eso es imposible".

Pero Jesús insiste: "El que no nazca del agua y del espíritu no
puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne,
lo que nace del espíritu es espíritu".

Nicodemo insiste: ¿Cómo puede ser eso?

Y comienza el discurso cuyo final acabamos de leer.


El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se
desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de
interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata
de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir.
No se trata de una nueva interpretación, (es lo que busca
Nicodemo) sino de algo completamente distinto: hay que nacer de
nuevo.

No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan


pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del siglo I.

EXPLICACIÓN

"Lo mismo que Moisés levantó la serpiente" No podemos entender


una comparación si no comprendemos los dos términos de la
misma. Lo que hizo Moisés es recordar en un momento de
verdadero apuro, al dios egipcio Ranenutet (representado por una
serpiente). A los que habían construido un becerro de oro a sus
espaldas, no dudó en hacerles beber el metal fundido. Ahora es el
mismo Dios el que le manda construir la imagen de otro dios.

Para entender la comparación con la cruz, es imprescindible saber


que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida;
opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez,
la muerte y la vida, la humillación y la exaltación.

Al decir "levantado", va mucho más allá de una alusión a la figura


de la serpiente. La cruz es la manifestación suprema del amor y la
lealtad de Dios. Es el momento de la exaltación definitiva de Jesús.
En el hombre levantado se manifiesta la verdadera Vida. Jesús ha
llegado a lo más alto; se ha identificado con Dios.

Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión (crea), tenga


Vida definitiva. "Vida definitiva" Denota la calidad de vida propia
del estadio final y definitivo. Traducir por "Eterna", empobrece el
significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La
consecuencia de "ser levantado en alto", es dar plenitud de Vida. El
Espíritu que nos comunicará, será la verdadera fuente de Vida para
todos los que le acepten.

"Demostró Dios su amor al mundo" El amor se hizo visible en un


acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el
don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere, aquí,
únicamente a la encarnación, sino a la crucifixión.

"Porque no envió Dios el Hijo al mundo para que de sentencia


contra el mundo, sino para que el mundo se salve por él". Para
Juan, Jesús es enviado al mundo, Para los sinópticos, a Israel. La
salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a
todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del
Espíritu se ofrece a todos. Quién no obtenga esa Vida, será porque
rechaza su oferta, negando su adhesión a Jesús.

El que le presta adhesión no está sujeto a sentencia; el que se niega


a prestársela ya tiene la sentencia. No hay lugar para la
indiferen-cia. O se presta adhesión o se niega esa adhesión. O se
nace del espíritu o se permanece en la carne.

Es este un dato importantísimo para entender la manera de actuar


(no actuar) de Dios. Tanto la sentencia negativa como la positiva,
no es consecuencia de un acto externo de Dios. Es el resultado de
una actitud permanente identificada con el mismo acto de
adhesión.

Bien entendido este versículo, cambiaría todo el modo de entender


la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los
hombres después de examinar sus acciones. Si eran conforme a la
Ley, los salvaba; si eran contrarias a la Ley, los condenaba. La
justicia de Dios sería el trasunto de la justicia humana.

Juan nos dice que Dios es justicia; pero en Él, la justicia es una
realidad permanente. Todo está en su sitio en cada instante. Cada
actitud, cada acto del hombre, lleva incorporada la justicia.
Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de
obrar" Denota el proceder habitual, no un acto puntual.

En el prólogo se nos había dicho: "y la Vida era la luz de los


hombres". No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al
revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar
la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz.

Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin
Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los
dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la
luz. La adhesión a Jesús, exige salir de la situación de opresión.

El que obra con bajeza... El que practica la lealtad. "Obra con


bajeza (practicar lo malo), se opone a "practicar la lealtad". "Hacer
la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer
la falsedad".

El que es cómplice de la muerte, no aguanta la Vida. La considera


como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que
puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (luz)
las que separan de Dios, sino las conduc-tas (Vida).

Quien con su modo de obrar daña al hombre, se opone al amor-


vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin
ser descubierto.

"Practicar la lealtad" equivale a hacer lo que es bueno para el


hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es
algo teórico, sino práctico. Una vez más la Vida es anterior a la
luz. "Y así". El acercamiento a la luz, se hace por amor a la luz, no
para que se vean las obras.

"Realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios


quiere, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del
hombre, se ve la de Dios revelando en ellas su gloria-amor.
Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las
obras malas. Jesús evidencia lo que es un hombre.

APLICACIÓN

En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos


con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús:

1) La salvación es Vida.
2) Viene de Dios.
3) Es fruto del amor de Dios.
4) No es una alternativa a la condenación.
5) Exige la adhesión a Jesús.
6) Se manifiesta en las obras.

Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en
que caemos a la hora de hablar de esa salvación que Jesús nos
ofrece. "Por pura gracia estáis salvados".

Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida


humana. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas.

El término "salvación" tiene connotaciones negativas, y eso es muy


peligroso a la hora de entender lo que dice el evangelio. El médico
salva una vida cuando está a punto de perderse. El pensar en la
salvación en términos negativos nos ha paralizado en nuestro
desarrollo. Nos hemos creído que, si elimino el pecado, estoy
salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación por
parte de Dios tiene una connotación positiva. Salvarse sería
llevarnos a una plenitud de ser, más allá de las mismas
posibilidades naturales de la persona.

La salvación no es algo que me venga de fuera. La salvación surge


de lo más hondo de mi ser. Desde ahí, Dios con su presencia
posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro, que me salva
totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la
del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son
de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti".
Todo lo que depende de Dios para mi salvación ya está hecho. Por
tanto, mi salvación, aquí y ahora, depende de mí.

La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es


consecuen-cia de que esperamos de Dios una salvación
equivocada. Queremos que Dios nos libere de nuestras
limitaciones, es decir que nos quite el sufrimiento, el dolor, la
enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición
de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que
sigamos siendo criaturas, y sin limitacio-nes. Buscar la salvación
por ese camino, es un error garrafal. La salvación que Dios nos da,
tiene que realizarse mientras seguimos siendo criaturas, y por
tanto, a pesar de nuestras limitaciones.

La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya


soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy, y vivir
en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro
de mí y disfrutar de él. "La vida eterna consiste en que te conozcan
a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo". Se trata de
"conocer".

Meditación-contemplación

Hay que nacer de nuevo.


Toda la enseñanza de Jesús está resumida en esta breve frase.
Somos fruto de la evolución de la carne,
y tenemos que dar el paso hacia el espíritu.
............
Yo no he nacido como ser espiritual.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.
...........
Nacer de nuevo es desplegar la verdadera VIDA.
La Vida se potencia en la medida que trasciendo la materia.
Pablo nos dice que incorporarse a Cristo,
es incorporarse a su muerte, para vivir resucitados.

...........

MEDITATIO
Algunas Preguntas:

• Dios ha amado tanto al mundo…: cuántos juicios y


prejuicios sobre un Dios lejano e insensible. ¿No será quizás que le
atribuimos a Él lo que son por el contrario nuestras
responsabilidades?

• La luz ha venido al mundo, pero los hombres han preferido
las tinieblas: quien se ilusiona pensando que no es hombre y vive por
Dios, no puede escoger la luz porque la ilusión desaparecería.
¿Cuántas tinieblas rodean mis jornadas?
• Quien obra la verdad viene a la luz. No tiene temor de
mostrarse quien obra por aquello que es. No se le pide al hombre ser
infalible. Sencillamente que sea hombre.
¿Somos capaces de vivir nuestra debilidad como lugar de encuentro
y de apertura a Dios y a los otros, deseosos como yo de trabajar
fielmente en su espacio y en su tempo?
Clave de lectura:

• vv. 14-15. Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así


tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todo el que crea
tenga en Él la vida eterna. Para los hijos de Israel, mordidos por
serpientes venenosas en el desierto, Moisés ofreció una posibilidad
de salvarse fijando la vista en una serpiente de bronce. Si el hombre
consigue levantar la cabeza y mirar en alto, Dios prepara para él una
alternativa. No obliga, está allí, a disposición. El misterio de la
libertad humana es de los más digno de amor que Dios ha podido
inventar. Escogiendo una mirada, un encontrarse, una nueva
oportunidad… el Hijo del hombre en el desierto del mundo será
levantado sobre la cruz como signo de salvación para todos aquéllos
que sientan la necesidad de continuar viviendo y no se abandonen a
mordidas venenosas de preferencias erróneas. Cristo está allí:
maldito para el que no tiene fe, bendito para el que cree. Un fruto
que escoger, colgado del leño de la vida. También nosotros como
los israelitas en el desierto hemos sido “mordidos” por la serpiente en
el Edén y tenemos necesidad de mirar a la serpiente de bronce
levantada sobre el madero para no morir: “Quien cree en Él tiene vida
eterna”.
• v.16. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga
vida eterna. El amor con que Dios nos ama es un amor de
predilección, un amor tangible, un amor que habla… ¿Podía venir
directamente el Padre? Sí, ¿pero no es más grande el amor de un
padre que da a su hijo? Toda madre pudiendo escoger, prefiere
morir ella antes que ver morir a un hijo.
¡Dios nos ha amado hasta tal punto de ver morir a su Hijo!
• v. 17. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Un Dios
capaz de juicio perfecto manda al Hijo, no para juzgar, sino para ser
lugar de salvación. Verdaderamente es necesario suspender todo
pensamiento y sentirse anonadado frente a tanto amor. Sólo quien
ama puede “juzgar”, esto es, “salvar”. Él conoce la debilidad del
corazón humano y sabe que su imagen ennegrecida tiene la
posibilidad de volver a ser nítida, no hay necesidad de rehacerla. La
lógica de la vida no conoce la muerte: Dios que es vida no puede
destruir lo que Él mismo ha querido crear, se destruiría en algún
modo a sí mismo.
• v.18. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya
está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de
Dios. La fe es la discriminante de toda existencia. No creer en el
nombre del unigénito: ésta es ya una condena, porque se excluye del
amor quien no acoge al amor.
• vv. 19-20. Y el juicio está en que la luz vino al mundo, y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran
malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz,
para que no sean censuradas sus obras. El único juicio que abarca a
toda la humanidad es la llamada a vivir en la luz. Cuando el sol sale,
nadie puede substraerse a sus rayos…y así también los hombres.
Cuando Cristo nace, ninguno puede substraerse a esta luz que todo
lo inunda. Pero los hombres se han construidos casas para poder
escapar de la luz del Amor que se expande por doquier, casas de
egoísmo, casas de oportunidad. Han perforado túneles y escondrijos
para continuar libremente haciendo sus obras. ¿Puede una obra falta
de luz dar la vida? La luz de la existencia tiene una sola fuente: Dios.
Quien se aparta de la luz, muere.
• v. 21. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede
de manifiesto que sus obras están hechas según Dios. Todo lo que
cae bajo los rayos del amor eterno, se viste de luz, como sucede en la
naturaleza. Parece que todo sonríe cuando sale el sol. Y las cosas que
durante el día son familiares y bellas, de noche toman formas que
infunden temor por el solo hecho de no ser visibles. El sol no cambia
la forma, pero la exalta en su belleza, Quien vive la verdad de sí
mismo y acoge su fragilidad como parámetros de su ser hombre, no
tiene temor de la luz, porque no tiene nada que esconder. Sabe que
como criatura trabaja con la lógica del límite, pero esto no
disminuye la grandeza de su obrar, porque su vida es un todo con la
verdad eterna.

Reflexión:
El jardín se convierte en desierto para el hombre que se aleja de
Dios. Y en el desierto de su libertad sin límites el hombre encuentra
una vez más las mordidas venenosas de la serpiente. Dios sin
embargo no abandona a sus hijos, y cuando se alejan de Él los
sigue, pronto para acudir en sus necesidades. Una serpiente
símbolo de curación se eleva cada vez que el veneno infesta la vida
en el hombre, Cristo Señor. Si el hombre prefiere mirar a tierra y
estar en el desierto de su “me basto solo”, Dios de todos modos se
ofrece a su mirada en el solo modo en el que el hombre lo reconoce:
como una serpiente. Cristo se ha hecho pecado, maldito, para
salvar su imagen, con tal de no apagar la vida humana. La condena
no pertenece a Dios, sino la escoge el hombre.
Puedo no vivir junto al calor, libérrimo de hacerlo. Pero esto
conlleva el tener que procurarme otra clase de calor, si me quiero
calentar. Con el riesgo de pasar frío, enfermedad, fatiga…. la
libertad por Dios tiene un precio de condena. Es de personas poco
inteligentes, no aprovecharse de un bien regalado, es sencillamente
de tontos no acoger lo que mejor sea para no sentirse deudores. En
el ámbito del amor, la palabra “deuda” no existe porque la
gratuidad es el único vocabulario consultable. Y con la palabra
gratuidad explota la luz: todo se convierte en posibilidad y ocasión.
Obras hechas en las tinieblas o más bien obras hechas en Dios: los
simulacros de fango del débil resplandor de piedras falsas son
juguetes peligrosos para todos; mejor frecuentar las aulas plenas de
sol de un discipulado nunca terminado. Al menos la vida se
acrecienta y el gozo cubre de belleza toda cosa…

NICODEMO FUE A VER A JESUS DE NOCHE


• Habla Jesús:
Vino a verme un doctor de la ley, que ocupa un escaño en el
Sanedrín. Se llama Nicodemo. Viene hasta Betania de noche.
Precisamente de noche dio comienzo la historia de la salvación
del pueblo esclavo en Egipto, con una cena.
La noche era el tiempo más adecuado -según la tradición judía-
para estudiar la Ley.
De noche muchos hombres y mujeres dejan su casa para distraerse,
para divertirse, para encontrarse, para romper la monotonía... No
siempre lo consiguen.
De noche, miles de samaritanas venden sus cuerpos junto a sus
pozos vacíos, luchando por no perder del todo su dignidad. Casi
nunca lo logran.
De noche, muchos padres y madres se mueven inquietos y
desvelados en sus camas, preocupados por sus hijos que salieron
de casa, para saber cuándo vuelven...
Pero es más dura la noche interior.
Es de noche cuando se nos muere alguien que nos importa, como
mi amigo Lázaro, o mi padre José.
Es de noche cuando hay que tomar decisiones difíciles en solitario,
como me ocurriría en el Huerto de los Olivos.
Es de noche cuando un buen amigo, como Judas, te la juega.
Es de noche cuando nada de lo que hacemos o proyectamos...
termina de llenarnos el corazón.
De noche, miles de personas anónimas buscan una luz para sus
vidas, una verdad para caminar, un sentido para vivir, una
esperanza en que apoyarse. Llevan dentro la noche. Sin saberlo,
buscan a Dios.
• Como Nicodemo. Es un buscador, un corazón inquieto que no
se conforma con su oscuridad. Y viene a verme de noche, como es
de noche dentro de él. Brilla la blancura de su túnica mientras
camino a su lado y apenas alcanzo a ver sus ojos. Le da vergüenza
que alguien se entere de que ha venido a buscarme.
Caminamos largo rato en silencio. Escucho el latido del corazón de
aquel hombre justo, pero extraviado. Se esconde detrás de la
noche, y sus preguntas todavía no se atreven a salir. Busco sus
ojos, porque he visto lo que hay en su corazón y quiero que lo deje
salir para que pueda entrarle la luz de una mañana nueva.
• “Maestro -me dice por fin- nos han llegado voces de Galilea
que hablan de ti, de los signos prodigiosos que realizas.
Te he visto esta mañana en el Templo y he escuchado tus palabras.
Sé que tú vienes de Dios. ¿Quién puede decir las cosas que tú
dices, o hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él? ¿Pero
cuál es, o dónde está ese reino que tú vas anunciando?”
• De momento no respondo a su pregunta. Prefiero hacerle una
invitación:
- Nicodemo, yo te digo que el reino de Dios está en medio de
nosotros, ya del todo al descubierto. Pero nadie lo puede ver si no
nace de nuevo.
- ¿Cómo puede renacer el hombre siendo ya viejo?, me pregunta
asombrado. Es imposible que vuelva a entrar en el vientre de su
madre y nacer de nuevo.
- ¡Los razonamientos de los hombres! ¡Qué lógicos son nuestros
razonamientos! Todo lo clasifican, lo ordenan, ponen reglas, sacan
conclusiones para todas las ocasiones, y con ello levantan un muro
donde el misterio, la sorpresa, la novedad de Dios no les cabe.
No es razonable el amor de Dios.
No es razonable su Hijo se haya hecho hombre.
No es razonable que ame tanto a los hombres, que les entregue a su
único Hijo.
No es razonable que el Hijo de Dios termine elevado en una cruz.
Y no es razonable que, a pesar de todo, les perdone.
En el fondo, tiene miedo a pisar terrenos desconocidos, que no
controla, no tiene ganas de atravesar sus tinieblas y se escuda con
sus razonamientos... Este visitante nocturno cree que lo sabe todo
sobre Dios, lo tiene “etiquetado”. Está convencido de que, con sus
rezos, sus prácticas religiosas, con cumplir la Ley y todos sus
mandamientos, ya está todo hecho. Es lo que aprendió desde
pequeño. Y por eso se ha estancado. Le falta dejarse llevar por el
Espíritu, por el amor, por la novedad de Dios, que hace siempre
nuevas todas las cosas, y dejarse de tantas leyes y cumplimientos.

• - Nicodemo, Nicodemo, no te escondas. Yo estoy lleno del


Espíritu del Señor,
que es todo luz, y tengo que denunciar a Israel sus errores, todas
sus deformaciones, todos sus prejuicios, todas sus culpas.
El Espíritu me empuja a estar cerca de los pobres, de los
esclavos, de los prisioneros, de los ciegos, de los enfermos... Me
empuja a crear fraternidad, acoger, amar. He venido para traer la
fraternidad y la amistad del Padre para ti, Nicodemo, para nuestro
pueblo, para los hombres de todas las naciones...
Le oigo murmurar: “¿Cómo puede ser eso?”. Sigue encerrado
en sus seguridades, parece incapaz de abrirse a la verdad, de
mirarse sinceramente, de reconocer que está buscando, que siente
dentro un vacío.
• - No te extrañes de que te haya dicho que tenéis que nacer de
nuevo. Que tenéis que renovar totalmente el corazón, las ideas, el
estilo de vida, vuestra relación con Dios. ¿No recuerdas lo que
decía el profeta Ezequiel:
«Os rociaré con agua pura y seréis purificados,
os daré un corazón nuevo, pondré en vosotros un espíritu
nuevo?»
Necesitas comprender que Dios es rico en misericordia y que
quiere levantar y sacar al hombre de sus pecados, de sus
violencias, de su empeño por marginar a otros hombres, de creer
que se puede manejar a Dios. Que Dios no quiere otra cosa que la
vida eterna para todos, que no quiere juzgar, sino salvar. Sólo
quienes se empeñen en hacer las obras de las tinieblas, rechazando
mis palabras y a mí mismo... quedan condenados. Porque el poder
del amor es muy grande, infinito... Pero nada puede con quien se
cierra al Amor.
Por eso te digo que nadie puede entrar en el reino de Dios si no
nace del Agua y del Espíritu.
¿Es que no oyes la voz del Espíritu que te sopla dentro, como el
día de la creación sopló sobre Adán?
¡Claro que oyes su voz!, pero no sabes de dónde viene ni adónde
va, y a ti te cuesta dejarte llevar, fiarte, abrirte a lo nuevo. No
pareces un «hijo de Abraham», el peregrino de Dios. La amistad de
Dios te rodea y ahora te está esperando a ti en medio de tu noche.
Y quien te habla es testigo de ello.
Y Pero Nicodemo sigue repitiéndose “¿cómo puede ser?”
Y se aleja a toda prisa, cada vez más envuelto en sus preguntas y
sus dudas. Le grito a sus espaldas, mientras se marcha,
que tanto ha amado Dios al mundo que envió a su Hijo para
salvarlo...
Pero ya estaba lejos y creo que no me habrá oído. Le veo alejarse,
pero queda su voz, y sus mil preguntas vacías, que otras voces
repetirán durante siglos: “¿cómo puede ser? ¿cómo puede ser?”.
Yo sé que acabará abriéndose a la luz. Perderá sus miedos y me
defenderá ante los Sumos Sacerdotes y pagará de su bolsillo una
tumba para mi entierro.
• Rezo por ti al Padre, Nicodemo, rezo por todos vosotros,
hombres justos, pero perdidos entre tantas preguntas, pidiendo que
os quite el miedo a renacer, que os dé ojos de niño para comenzar
de nuevo y que os dejéis sorprender por la ternura de Dios...
Porque el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea
que sus obras están hechas según Dios.

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