Las Siete Palabras
Las Siete Palabras
Las Siete Palabras
Nosotros también estamos crucificados, somos los soldados, las mujeres o simples espectadores
del drama de la cruz, él nos abre los brazos para mostrarnos cuán grande es el amor de Dios y el odio
de los hombres.
Jesús, cargando sobre si la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del
Cráneo", en hebreo, "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el
medio". (Jn. 19, 17-18)
1.- Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. (Lc. 23, 34)
Lector: Sin pensarlo casi, solemos pronunciar esta palabra de Jesús con un tono soberbio, como
quien nunca ha pecado ni necesita perdón, suele ser nuestra excusa para decir: "que Dios te perdone...
yo no"; sin saber que por esta suplica de Dios a Dios, nuestros pecados fueron perdonados.
Guía: Nosotros somos los que crucificamos a Jesús y lo hacemos día a día, con nuestras
mentiras, hipocresías, faltas de amor, miradas altaneras y mil cosas más. Esta oración al Padre, no es
para mi vecino, o para aquel que no trago en la comunidad, es para mí... porque no sé lo que hago.
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, a fin de pagar con vuestras
penas la deuda de mis pecados, y abristeis vuestra divina boca para obtenerme el perdón de la justicia
eterna: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos
de vuestra preciosísima Sangre derramada por nuestra salvación, concedednos un dolor tan vivo de
nuestras culpas que nos haga morir en el seno de vuestra infinita misericordia.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
2.- Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lc. 23, 43)
Lector: A nosotros no nos es debido contradecir la Palabra de Dios, debemos velar por darle
cumplimiento, por allanarle el camino. Pero ¡NO! por lo general hacemos lo contrario, en lugar de abrir
las puertas del paraíso, se las cerramos en la cara a aquellos a quienes Jesús mismo invitó y llamó.
Condenamos a las prostitutas, a los presos, a los enfermos, y mucho más si son de SIDA, a los
homosexuales, a los drogadictos; y más aún a los que no tienen el mismo color que yo, la misma
ideología política, la misma condición social.
Guía: Nuestras comunidades no se salvan de esta acusación, porque muchas veces le cerramos
la puerta a los demás tan solo por ser diferentes, o tantas otras veces que recibimos a alguien, pero no le
damos su lugar. Ojalá seamos nosotros y nuestras comunidades los destinatarios de este mensaje
esperanzador del Maestro, porque para la conversión, para volver la vista hacia Dios... nunca es tarde.
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que con tanta prontitud y
liberalidad correspondisteis a la fe del buen ladrón que os reconoció por Hijo de Dios en medio de
vuestras humillaciones, y le asegurasteis el Paraíso: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de
mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, haced que revive en
nuestro espíritu una fe tan firme y constante que no se incline a sugestión alguna del demonio, para que
también nosotros alcancemos el premio del santo Paraíso.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
3.- Mujer, ahí tienes a tu hijo... ahí tienes a tu Madre. (Jn. 19, 26-27)
Lector: El discípulo amado ya soportó la cruz, vio a su maestro y amigo sufriendo y muriendo,
por eso Jesús lo recompensó tan pronto... le encomienda a María; pero ¿qué significa esto? Jesús no
quiere dentro de su familia ningún excluido, y María, sin ningún varón cerca que daría fuera de la
sociedad... ¿volvemos al mismo tema que antes? ¿Los excluidos? Y es que la misión de Jesús se dirigía
a ellos con especial predilección (Cf. Lc. 4, 16-19) El "hermano de todos" no quiere que nadie quede
fuera del Reino y de la liberación definitiva.
Guía: Hace ya 2000 años que Jesús entregó a su madre a todos los hombres en la persona de
Juan, y ella sigue acompañándonos, acompaña a los pueblos haciéndose uno de nosotros y viniendo a
nuestra casa, Guadalupe, Fátima, Lourdes... solo algunos de los nombres que nuestro pueblo da a María
cada vez que Jesús nos dice: "Pueblo, aquí tienes a tu madre".
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y olvidando vuestros
sufrimientos nos dejasteis en prenda de vuestro amor vuestra misma Madre Santísima para que por su
medio podamos recurrir confiadamente a Vos en nuestras mayores necesidades: tened piedad de todos
los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por el interior martirio de una tan amada
Madre, reavivad en nuestro corazón la firme esperanza en los infinitos méritos de vuestra preciosísima
Sangre, a fin de que podamos evitar la eterna condenación que tenemos merecida por nuestros pecados.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
4.- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt. 27, 46; Mc.15, 34)
Lector: Esta palabra pronunciada por el Dios crucificado es, más que un reproche hacia Dios, la
oración del justo que sufre y espera en Dios; Jesús, en lugar de desesperar y olvidarse de Dios, clama al
Padre pues confía en que él lo escucha, pero Dios no responde, porque ha identificado a su hijo con el
pecado por amor a nosotros, y este debe morir, Jesús, colgado en la cruz, es rechazado ahora por el
cielo y por la tierra, porque el pecado no tiene lugar.
Guía: Cuantas veces en nuestras vidas hemos sentido el abandono de Dios. ¿Por qué a mí? ¿Por
qué ahora? ¿Qué hice Señor? Preguntas y preguntas como la de Cristo que encuentran como respuesta
el silencio de Dios. Por lo general, es la mejor respuesta que nos puede dar, pero no lo entenderemos
hasta que sepamos que del silencio brota la resurrección. Las tres palabras siguientes están narradas por
el evangelista Lucas.
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que, añadiendo
sufrimiento a sufrimiento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufristeis con infinita paciencia la
más penosa aflicción de espíritu a causa del abandono de vuestro eterno Padre: tened piedad de todos
los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima
Sangre, concedednos la gracia de sufrir con verdadera paciencia todos los dolores y congojas de nuestra
agonía, a fin de que, unidas a las vuestras nuestras penas, podamos después participar de vuestra gloria
en el Paraíso.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
5.- Tengo sed. (Jn. 19, 28)
Lector: Esta palabra es lo más pequeño que Jesús gritó desde la cruz, pero una de las cosas más
humanas y más profundas. La sed es algo profundamente humano y natural, tan necesario para
conservar la vida tanto casi como la misma existencia de Dios que nos conserva; pero la sed de Cristo
es mucho más profunda no puede ser calmada solo con agua, es la sed de que todos sus hermanos
puedan tener agua y comida suficiente... es la sed de los pobres de ayer, de hoy y de siempre.
Guía: ¿Nos preocupamos de calmar la sed de nuestro pueblo?
Nos decía Mons. Oscar Romero (Obispo de San Salvador) "El mundo al que debe servir la
Iglesia es el mundo de los pobres, y los pobres son los únicos que deciden lo que significa para la
Iglesia vivir realmente en el mundo. ¿Qué estamos haciendo?
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y que, no saciado aún con
tantos vituperios y sufrimientos, quisierais sufrirlos todavía mayores para la salvación de todos los
hombres, demostrando así que todo el torrente de Vuestra Pasión no es bastante para apagar la sed de
vuestro amoroso Corazón: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora
postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, encended tan vivo fuego de caridad en
nuestro corazón que lo haga desfallecer con el deseo de unirse a Vos por toda la eternidad.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
6.- Todo está cumplido. (Jn. 19, 30)
Lector: La palabra del Dios desnudo: "todo está cumplido" y murió... si hubiéramos seguido
paso a paso el drama de la vida de Jesús como en una telenovela, en este momento deberíamos romper
en llanto, porque el autor y actor principal ha muerto, para una película este no sería un buen final, pues
muere el protagonista. Pero como esto no es ni una telenovela ni una película, tratándose de la vida
real, o de "la más real de las vidas", nos acongojamos y sufrimos por la muerte de nuestro redentor,
pero por uno de esos misterios tan grandes de nuestro existir, la vida posee una ambigüedad tan grande
que a la vez nos alegramos por la muerte, porque sabemos que luego viene la resurrección y la vida
definitiva junto al Padre.
Guía: Jesús finaliza su misión entre nosotros... nos ha dado su mensaje, y algunos, aunque sin
entenderlo mucho, han hecho caso al llamado y se han empapado del mensaje del Reino y de la
misericordia del Padre... ahora nos toca a nosotros, somos los portadores de un mensaje que no es
nuestro, el mensaje de que "todo se ha cumplido" y la redención fue consumada por Cristo desde la
Cruz y la resurrección.
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz y desde esta cátedra de
verdad anunciasteis el cumplimiento de la obra de nuestra Redención, por la que, de hijos de ira y
perdición, fuimos hechos hijos de Dios y herederos del cielo; tened piedad de todos los fieles
agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre,
desprendednos por completo así del mundo como de nosotros mismos; y en el momento de nuestra
agonía, dadnos gracia para ofreceros de corazón el sacrificio de la vida en expiación de nuestros
pecados.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
7.- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc. 23, 46)
Lector: Esta palabra del Emmanuel parece unir la encarnación con la pasión, parece repetir el
"fiat" de María: "Hágase en mi según tu Palabra" (Cf. Lc. 1, 38) ¿Será porque en la Madre y en el Hijo
hay un mismo sentimiento de entrega y confianza en Dios?
Guía: Nosotros debemos intentar que cada día de nuestras vidas esté en las manos del Padre.
Lamentablemente en nuestro tiempo esto parece volverse imposible, nuestra cultura no entiende que los
tiempos de Dios no son los nuestros y en cada momento confía más en sus fuerzas que en las de Dios.
Hoy parece que vivimos como si Dios no existiera, o por lo menos como si no tuviera influencia en
nuestras vidas, hemos tomado solos las riendas de nuestras vidas y nos ha ido bastante mal pues no
hemos puesto nuestro espíritu en las manos del Padre. ¿Cuántas veces he empezado algo sin rezar
antes? ¡Y después me quejo de cómo me va! Todas esas veces fui crucificado, pero sin esperanzas de
resurrección... pues ¿quién nos da la vida?
ORACION: Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, y que en cumplimiento de
tan grande sacrificio aceptasteis la voluntad del Eterno Padre al encomendar en sus manos vuestro
espíritu para enseguida inclinar la cabeza y morir: tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí
en aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, otorgadnos en nuestra
agonía una perfecta conformidad a vuestra divina voluntad, a fin de que estemos dispuestos a vivir o a
morir según sea a Vos más agradable; y que no suspiremos para nada más que por el perfecto
cumplimiento en nosotros de vuestra adorable voluntad.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Dios mío, creo en ti, espero en ti, te amo y me arrepiento de haberte ofendido con mis pecados.
ORACIÓN A LA VIRGEN DOLOROSA
Madre Santísima de los Dolores, por el intenso martirio que sufristeis al pie de la Cruz durante
las tres horas de agonía de Jesús, dignaos en nuestra agonía asistirnos a todos los que somos hijos de
vuestros dolores, a fin de que, con vuestra intercesión, podamos pasar del lecho de muerte a ser vuestra
corona en el santo Paraíso. Amén.
V. De muerte súbita e imprevista.
R. Líbranos, Señor
V. De las insidias del diablo.
R. Líbranos, Señor.
V. De la muerte eterna.
R. Líbranos, Señor.
Oración final.
Oh Dios, que en la muerte dolorosísima de tu Hijo construiste un ejemplo y un auxilio para la
salvación del linaje humano: concédenos, te rogamos, que en el peligro último de nuestra muerte
merezcamos alcanzar el efecto de tan grande caridad y entrar en la gloria del Redentor. Por el mismo
Jesucristo Señor nuestro. Amén.
ROSARIO DEL PÉSAME A MARÍA
(Todos se reúne delante de una imagen de María Dolorosa)
Lector: El Viernes Santo debemos tener nuestro corazón fijo en Cristo Crucificado, muestra
máxima del amor de Dios, pero no podemos dejar de ver que al pie de la Cruz estaba María, su Madre,
(Jn 19,25).
María fue redimida también por esa Cruz de Cristo, pero al mismo tiempo, como dicen los
Obispos Latinoamericanos, “no sólo es fruto admirable de la redención; sino que también es la
cooperadora activa y por su cooperación libre en la Nueva A/lanza de Cristo, es junto a El protagonista
de la historia” (Pue. 3, 293).
Ella nos invita, como dice San Pablo, a “completar en nuestro cuerpo lo que falta a la Pasión de
Cristo en favor de la Iglesia” (Col 1.24).
Por eso la religiosidad popular católica no deja de hacer el Viernes Santo una celebración
especial por sus dolores, centrada principalmente en el rezo del Santo Rosario.
Guía: En esta noche de viernes Santo recemos en familia el rosario de la Virgen de la Soledad.
Lector: Este rosario se llama de “pésame”, porque con él queremos unirnos al dolor que sufrió
la Santísima Virgen María a causa de la pasión y muerte de su amadísimo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo.
Primer misterio
Guía: En este primer misterio traigamos a nuestra imaginación el momento en que la Virgen
María encuentra a Jesús, su Hijo, con la cruz a cuestas camino al Calvario.
Lector: Meditemos en la soledad de María:
En esos terribles momentos María se sintió sola, con la soledad de la impotencia.
Ella no podía defender a su Hijo; ella no podía ayudarlo contra sus enemigos: estaba sola; no
había con ella abogados defensores; no tenía “palancas en el gobierno”; no había nación más poderosa
que el Imperio Romano en cuyas manos había caído Jesús.
Guía: En este misterio pensemos en tantas madres o padres de familia que se sienten solos en
sus problemas para defender a sus hijos, para ayudarlos, para librarlos del mal. Al menos
acompañémoslos hoy con nuestra oración.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con la
jaculatoria:)
Guía: Madre fuente de amor
Todos: Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Segundo misterio
Guía: En el segundo misterio contemplemos el momento en que María ve que Jesús inclina la
cabeza y muere.
Lector: Meditemos en la soledad de María:
En ese momento se sintió sola, con la soledad de la separación y de la incomunicación con
Aquel a quien ella más quería.
Su Hijo acababa de morir: se había cortado toda posibilidad de seguir comunicándose con El; ya
no hablaba, ya no miraba, ya no respondía.
Guía: En este misterio pensemos en tantas gentes que se sienten solas por haberse cortado la
comunicación con las personas que aman, aún continuando su presencia física: ¡Cuántos esposos o
esposas que se sienten solos por no haber ya diálogo con su pareja!; ¡cuántos hijos que se sienten solos
por no existir muestras de cariño ni de escucha de parte de sus padres!
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con
la jaculatoria:)
Guía: Madre fuente de amor
Todos: Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Tercer misterio
Guía: En el tercer misterio contemplemos el descendimiento de la cruz, es decir, el momento en
que María tiene entre sus manos a su Hijo deshecho, aniquilado, desfigurado.
Lector: Meditemos en la soledad que María experimentó en el martirio del recuerdo, cuando las
alegrías se convierten en tristezas al pensar que ya todo eso quedó en un pasado que no vuelve. Nadie
la podía acompañar cuando pasaban por su mente mil recuerdos de su Hijo que sólo ella había
experimentado y sólo ella podía valorar: el cuidado que había tenido de El mientras lo llevaba en su
seno; la alegría de haberlo dado a luz, de haberlo mecido entre sus brazos y cuando lo envolvía en
pañales (Lc 2,7); cuando lo veía crecer en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc
2.40); cuando lo vio convertir el agua en vino (Jn 2,1ss). Toda la grandeza, hermosura, bondad,
delicadeza de su Hijo se convertía ahora para ella en una espada cuyo filo sólo ella sentía. Nadie podía
sentir la profunda tristeza que ella tenía al verlo “como un gusano y no un hombre” (Sal 22,6), porque
nadie había podido experimentar el gozo que ella había tenido por El.
Guía: En este misterio pensemos en tantas gentes que, cuando caen en el fracaso, cuando llegan
al desgaste de la ancianidad, cuando sufren un accidente, cuando se troza su vida, sienten una terrible
soledad al ir pasando ante su mente mil recuerdos hermosos que sólo son suyos y que convierten su
vida presente en un acabóse.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con
la jaculatoria:)
Guía: Madre fuente de amor
Todos: Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Cuarto misterio
Guía: En el cuarto misterio contemplemos la sepultura de Jesús, es decir, el momento en que
María se va alejando de la tumba.
Lector: Meditemos en la soledad que experimentó María por la ausencia total de su Hijo.
Ya no tiene hijo; su vida deberá cambiar; ciertamente que Jesús la confió a Juan, el discípulo
amado, pero nada ni nadie podrá llenar la ausencia de Jesús.
María había quedado sin Él, de este lado del muro de la muerte.
Guía: En este misterio pensemos en tantas familias que sufren por los hijos o padres ausentes,
sobre todo a causa de nuestra civilización actual deshumanizada que obliga a buscar trabajo lejos del
propio hogar; oremos también por tantas familias que han quedado desamparadas a causa de la muerte
del padre o de la madre.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con
la jaculatoria:)
Guía: Madre fuente de amor
Todos: Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
Quinto misterio
Guía: En el quinto misterio meditemos en la noche pasada por María el viernes santo.
Lector: Contemplemos la soledad de María al experimentar el desamparo de Dios. Si Jesús
pudo decir en el colmo de su aflicción: “¡Padre, por qué me has abandonado?”, también la Virgen
María sintió profundamente esa especie de silencio o abandono de Dios y de una manera que sólo ella
podía experimentar. ¿Dónde estaban todas las promesas que Dios le había hecho por medio del Ángel
en la Anunciación? Se le había dicho que su Hijo era Hijo del Altísimo, que iba a ser Rey y su Reino
iba a durar para siempre: todo había quedado truncado; su Hijo había acabado en una cruz y no en el
trono.
Guía: Pensemos en este misterio en todos los que sienten como si Dios se hubiera olvidado de
ellos o como si estuviera lejos de este mundo; principalmente pidamos por los que trabajan por el
Reino de Dios y todo les sale más difícil como si al mismo Dios no le interesara.
(Se reza el Padre Nuestro, las diez Avemarías y el Gloria al Padre. Se termina cada misterio con
la jaculatoria:)
Guía: Madre fuente de amor
Todos: Hazme sentir tu dolor, para que llore contigo.
VÍA MATRIS
Guía: La traducción de esta expresión latina es: CAMINO DE LA MADRE, algo así como el
VÍA CRUCIS (El Camino de la Cruz), que es el itinerario de Jesús rumbo al Calvario. En el camino de
la Madre, se toma el sentido contrario, desde la décima cuarta estación hasta la primera estación. Cada
uno puede suponer el porqué de este camino inverso…
Lector: Cada cristiano, para ser discípulo de Jesús, debe tomar su cruz y seguirlo. Ahora bien,
María es Madre de Dios y madre nuestra; es Madre del crucificado, y está de luto, necesita consuelo,
porque su Hijo divino “ya no está vivo como antes en esta tierra”. Está ausente.
María llora, pero en lo más hondo de su corazón, está satisfecha, porque su Jesús, ya cumplió su
misión en la tierra, la que le encomendara el Padre Celestial. Madre nuestra, permítenos seguir tu
camino de amor, entrega y servicio: “por la Cruz a la Luz”. Madre, déjanos llorar contigo por nuestros
pecados, causantes de la muerte de tu Hijo. Déjanos llorar por los pecados de todos los hombres.
Guía: Padre Celestial, perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos, cuando por nuestros
pecados, damos muerte a tu Hijo único que lo quisiste fuera Hombre, como nosotros, para que fuera
nuestro hermano. Madre, María, por el pecado clavamos en tu corazón una espada.
Padre Celestial, tu Hijo ya venció al demonio, el pecado, la muerte y nos recobró la amistad
contigo. Queremos serte fieles hasta la muerte, cargando con nuestra cruz.
Madre nuestra, María, tú y tu Hijo divino, se sostenían en el dolor, sabiendo que extendían, por
la eternidad, el Reino de Dios entre los hombres. ¡TODAS LAS GENERACIONES TE
LLAMAREMOS BIENAVENTURADA!
1.- Jesús fue puesto en el sepulcro
Guía: ¡Madre llena de dolores, acuérdate que en la Cruz
Todos: te nombró tu Hijo Jesús Madre de los pecadores
Lector: Madre de Jesús, lo diste todo en el Gólgota: nos entregaste a tu Hijo Jesús, ofrendaste tu
Hijo al Padre, por amor nuestro, para salvación y redención de todos. Tomaste en serio la misión que te
dio tu Hijo desde la Cruz, ser madre y Refugio de pecadores.
Guía: Sobre la lápida del sepulcro de tu Hijo, lloras por nuestros pecados, por las ofensas
cometidas contra el Padre de tu Hijo divino. Quieres lavar nuestras culpas con tu llanto, derramado en
la loza del sepulcro del Hijo adorado. Imploramos perdón al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Te
pedimos perdón a Ti, Madre nuestra. Te tocó vivir el mayor asesinato de los hombres, su mayor
ingratitud, matando a quien los amó hasta el extremo. ¡Perdón, perdón, perdón! ¡Qué inconscientes
somos! ¡Qué irresponsables!
Dios te salve, María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
2.- Donde Jesús fue bajado de la cruz
Guía: ¡Madre llena de dolores, acuérdate que en la Cruz
Todos: te nombró tu Hijo Jesús Madre de los pecadores.
Lector: María, Virgen y Madre Santísima, no solamente has querido morir al lado de tu Hijo; ya
estás muerta en el alma, junto a Él; y quisieras ser envuelta en la misma sábana mortuoria que tu Hijo,
para entregarte con todo tu ser al Padre. Sabes amar con todo el corazón, con toda la mente, con toda la
mente, con todas las fuerzas.
- Amas al Padre, como hija predilecta suya. - Amas al Hijo, como Madre suya. - Amas al
Espíritu Santo, como esposa inefable suya. - Amas a los hombres, como a hijos que has dado a luz, en
el dolor de la Cruz; ¡Mujer, he ahí a tu hijo: hijo, he ahí a tu Madre!
Guía: El apóstol Juan te recibe en su casa. Un corazón tan angustiado como el tuyo, necesitaba
ver y experimentar la correspondencia amorosa de tus hijos los hombres. Necesitaba ver el amor de los
hombres por tu Hijo divino, y no el odio. Te sentías enormemente sola, abandonada e incomprendida
en el dolor agudísimo de tu Corazón. Sólo el Padre, tu Hijo y el Espíritu Santo, comprendían tu Mar de
Amargura. Te había llegado al alma la traición de Judas, las negaciones de Pedro, la huída de los
apóstoles, el odio de los Sumos Pontífices, Anás y Caifás, la cobardía de Pilato, sentenciándolo a
muerte de cruz, después de haberlo declarado inocente, ¡Perdón, Madre dolorosa! ¡Perdón! ¡Tu llanto
yo causé!
Dios te salve, María...
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…