Fallos 55
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SENTENCIA
Habiendo recaído veredicto CONDENATORIO, y siguiendo el mismo orden de votación,
el Tribunal dictó SENTENCIA en base al planteamiento de las cuestiones que siguen
(art. 375 C.P.P.):
PRIMERA: ¿Cómo debe calificarse el hecho?
Las partes han pactado que al momento de dictar la sentencia el hecho sea
calificado como homicidio agravado por el uso de un arma de fuego, en grado de
tentativa, previsto y sancionado por el artículo 79, en relación con los artículos 41 bis
y 42 del Código Penal.
Sin embargo, me permitiré discrepar respecto de la aplicación de la agravante
genérica prevista por el artículo 41 bis del Código Penal.
Como lo he dicho en otros casos similares, la Sala I del Tribunal de Casación
Bonaerense (por mayoría) viene sosteniendo de manera uniforme la obliteración del art.
41 bis del Código Penal, cuando el delito endilgado es el de homicidio (véanse causas
Nº 21.482; 16.746; 16.575; 18.513; 21,514; y 21.403).
En tales precedentes se ha sostenido que: "El ras de razonabilidad republicana
que debe emplear el juez en el proceso de aplicación de la ley impone desentrañar
el sentido de las normas, máxime en el caso en que estas... son obras del panpenalismo.
Si la figura del artículo 79 C.P. presume el anumis necandi, su comisión contempla el
uso de un medio apto para causar ese resultado... Tratándose el homicidio simple de
un delito de afectación del bien jurídico por lesión, carece de sentido considerarlo
agravado por el uso de un medio peligroso, puesto que toda afectación por peligro de un
bien jurídico es absorbida por su lesión. Más claramente, si se ha matado con un
revólver, o una ballesta o con las manos, se ha usado en estos casos un medio apto
para terminar con la vida del otro, y el peligro que importaban los primeros con
relación a las segundas por su especialidad, se ha concretado en todos... La norma
del artículo 57 de la Constitución de la Provincia... lleva a la desaplicación del dispositivo
que se juzgue refractario a sus disposiciones y -de todas ellas- una de las más
trascendentes, es la razonabilidad republicana" (del voto del Juez Sal Llargués, en
causa nº 21.482).-
De la lectura de la cita precedente pueden extraerse los dos argumentos que,
a mi modo de ver, resultan dirimentes, y por los que la agravante genérica en cuestión
no resulta de aplicación al caso.-
1) Cuando el legislador penal, ha querido agravar la sanción al autor de
homicidio por utilizar medios que revelan un mayor injusto o una mayor
peligrosidad de éste, así lo ha hecho. Específicamente en el artículo 80 C.P, por
ejemplo en su inciso 5: "por medio idóneo para crear un peligro común", o 2:
"...veneno u otro procedimiento insidioso".
En su texto no se consideró al arma de fuego como una de ellas, por lo que,
y en virtud de los principios más generales del derecho, una norma de aplicación
general (artículo 41 bis C.P) debe ceder ante una de carácter especial (artículo 80 C.P).-
En otras palabras, quién prevé qué medios resultan idóneos para producir un
agravamiento en la escala del tipo penal de homicidio es el artículo 80 C.P., por su
especificidad, y no el artículo 41 bis, por su generalidad.-
2) Asimismo, el tipo penal de homicidio es claramente un delito de resultado,
que requiere de la lesión al bien jurídico vida para su consumación. Tal bien jurídico
no es pasible de afecciones graduales, como sí lo son otros, por ejemplo, la
propiedad. La vida, en cambio, si se la lesiona (y se consuma el tipo penal) debe tener su
correlato en una persona muerta.-
El artículo 41 bis, por el contrario, establece un tipo penal de peligro, sea por el
mayor poder intimidante que posee el uso de un arma de fuego, como el riesgo
concreto para la vida y la integridad corporal que deriva de su utilización, y que
resulta de aplicación a aquellos casos en los que el bien jurídico no solo admita
afecciones graduales, sino que se trate de aquellos denominados tipos "de pura
actividad", o más sencillamente, de peligro concreto.-
Así las cosas, resulta completamente irrelevante el medio que utilice el autor
para dar muerte a su víctima (siempre que no se trate de los establecidos en el artículo
80 C.P.), pues si existe una persona muerta es porque el medio empleado resultó apto,
y existiendo un resultado típico, el peligro que para el bien jurídico represente un
medio determinado queda absorbido por aquel resultado.-
En otras palabras, el tipo previsto por el artículo 41 bis C.P, debe ceder ante la
implicación de un tipo de resultado (como lo es el de homicidio), resolviéndose la
cuestión conforme las reglas del concurso de leyes, quedando reservada su
aplicación a los delitos de pura actividad.-
Relacionado con lo anterior, al tratarse el homicidio de un tipo de resultado,
en el mismo se encuentran previstos sus diferentes modalidades de ejecución y por
ende, los medios posibles de su comisión (todos aquellos que resulten aptos para dar
muerte a una persona). Todo agravamiento de la pena en abstracto por el hecho de
utilizar un medio determinado, implica una doble valoración jurídico-penal de la
misma circunstancia, por lo que contraría la garantía del ne bis in idem.-
Consecuentemente, el hecho debe ser calificado como homicidio simple en grado
de tentativa, previsto y sancionado por el artículo 79 en relación con el artículo 42,
ambos del Código Penal y por el cual debe responder el señor Carlos Andrés Fiscina a
título de autor (artículo 45 del Código Penal).
Así me pronuncio, por ser mi razonada y sincera convicción (artículos 375.1, 373 y
399 del C.P.P.).
SEGUNDA:- ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
I. Corresponde admitir el acuerdo celebrado por las partes para imprimir a estos
actuados el trámite del juicio abreviado (artículos 395 y subsiguientes CPP).
II. Coincido con el monto de pena que las partes han estipulado se imponga al
momento de dictar la sentencia, esto es la de cuatro años de prisión, la que encuentro
razonable y proporcionada a la entidad del injusto, lesión al bien jurídico y culpabilidad
que es dable atribuir al causante. La actitud vindicativa del señor Fiscina de tomar un
arma de fuego, constituirse en el domicilio de quien momentos antes habría intentado
ingresar a su vivienda de modo ilegal y vaciarle el cargador del arma que portaba,
impactando en tres ocasiones sobre la persona de la víctima, colocando en serio riesgo
su vida, constituye una conducta que debe ser reprochada en la medida que han
previsto las partes.
Sin embargo, discrepo en punto a que, en este caso particular, la pena deba
ser de efectivo cumplimiento, aún bajo el régimen atenuado que han previsto las
partes (semidetención en prisión domiciliaria con salidas laborales).
Pondero y meritúo la prudencia de las partes (especialmente la del señor Agente
Fiscal interviniente) en punto a minimizar la aplicación de la pena de prisión que,
ciertamente, debe constituir la reacción última del Estado frente al delito. Sin embargo,
la modalidad acordada, aún atenuada frente al riesgo de la cárcel, continúa siendo una
restricción de la libertad y una amenaza potencial que, ante cualquier incumplimiento,
puede colocar al señor Fiscina en prisión, que es lo que se procura evitar en este caso
puntual.
Soy de la idea que la pena a imponer debe ser de cumplimiento condicional.
El artículo 26 del Código Penal establece dos tipos de requisitos para la
procedencia de las penas de ejecución condicional. Recaudos de tipo objetivo (que se
trate de primera condena y que la pena a imponer no exceda los tres años de
prisión) y recaudos de tipo subjetivo, esto es que la condicionalidad se funde, bajo pena
de nulidad, en cualquier tipo de circunstancia que demuestre la inconveniencia de aplicar
efectivamente la privación de libertad (por ejemplo, la personalidad moral del
condenado, su actitud posterior al delito, los motivos que lo impulsaron a delinquir, la
naturaleza del hecho).
El conflicto se presenta cuando, como en este caso, los recaudos objetivos
entran en contradicción con los subjetivos. Dicho con otras palabras, cuando las
circunstancias personales del imputado demuestran la conveniencia de no aplicar
una pena privativa de la libertad pero los recaudos objetivos lo impiden. En este caso,
por ser una pena superior a los tres años, a pesar de tratarse de primera condena.
Tengo la convicción que "las circunstancias personales" del señor Carlos
Adrián Fiscina hacen aconsejable que no se imponga una pena efectivamente
privativa de la libertad, como de hecho también lo han entendido las partes al
pactar una forma de semidetención bajo el régimen de la prisión domiciliaria con
salidas laborales.
Tal como se consigna en el informe elaborado por la perito Asistente Social,
Susana Lía Krüger, obrante a fs. 23/25 del incidente de morigeración de la prisión
preventiva que corre agregado por cuerda, resulta que el señor Carlos Adrián Fiscina
integra un núcleo familiar compuesto por su esposa (Marcela Ayelén Curín) y su hija
(Lucila, de cuatro años de edad), mostrándose ambos atendiendo a la crianza de la
niña y proveyendo a la economía familiar de modo satisfactorio. Dice que se
advierten proyectos familiares superadores. Señala que la detención del imputado
impacta en el seno familiar modificando su cotidianeidad. Fiscina trabaja como albañil
por cuenta propia con demostrada regularidad en su actividad. Lleva seis años de unión
consensual con su pareja y tienen proyectos de construir su propia vivienda.
En el mismo sentido el informe elaborado por la licenciada Rosana D'Annunzio a
fs. 11/14 del incidente de excarcelación extraordinaria que también corre agregado
por cuerda, donde se consigna que el grupo familiar cubre sus necesidades básicas
con el aporte de ambos integrantes de la pareja. Se sostiene que Fiscina tiene una
dinámica familiar diaria organizada siendo sus principales actividades el trabajo y la
educación de sus hijos. Posee proyectos claros de la posibilidad de mejorar en la
calidad de vida. La perito refirió que, mientras el señor Fiscina permaneció detenido por
esta causa el grupo familiar atravesó una problemática denominada "situación límite"
en tanto la circunstancia atravesada modificó la condición de vida del grupo familiar,
dificultando el desarrollo normal del proyecto de vida.
A fs. 9/10 del incidente de morigeración declaró la esposa del imputado, quien
refirió que mientras su marido se encontraba detenido su hija de cuatro años
experimento un importante decaimiento motivado en la falta de contacto con su padre y
que además sus ingresos no le permiten paliar las necesidades básicas de la familia,
necesitando del apoyo del resto de sus familiares.
Ambos informes especializados, coincidentes en su substancia, sumado la
declaración de su esposa, son demostrativos de que resulta inadecuado disponer la
privación de la libertad del señor Fiscina, aún bajo una modalidad atenuada que ante un
eventual incumplimiento lo pueda colocar en las circunstancias que se pretenden evitar.
En los términos precedentes, llevar al señor Fiscina a la cárcel traería
aparejadas más consecuencias disvaliosas que las que promete la pena de prisión (la
resocialización) difícilmente verificables. Específicamente, además de
condenarlo a Fiscina, condenaríamos a su mujer y a su hija, a la desintegración
familiar, a la pérdida del trabajo y a la acentuación de los rasgos negativos con que
pudiera contar el imputado en su personalidad.
En este sentido deben recordarse los postulados de las Reglas mínimas de las
Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de la libertad (Reglas de Tokio),
adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/110, de 14 de diciembre de
1990 en donde se advierte la necesidad de que los Estados tiendan a la fijación
coherente y flexible de penas en atención a las particularidades del caso y la
persona priorizando la no prisionización de los condenados.
Ahora, ¿cómo debe resolverse la contradicción existente entre los recaudos
objetivos y subjetivos que establece el artículo 26 del Código Penal para disponer la
aplicación de una pena de ejecución condicional?
Ese conflicto exige una labor interpretativa del juez que, en mi caso, habré de
realizar haciendo empleo del método sistemático, esto es, una comprensión
abarcativa del orden jurídico fincada en las exigencias constitucionales y
convencionales a las que, en definitiva, deben ajustarse las leyes que, se supone,
deben ser su consecuencia.
Como plataforma sustancial diré que el legislador solamente se encuentra
habilitado para poner un límite máximo (techo, tope) al poder punitivo, pero en forma
alguna un límite mínimo (un piso), como lo sería la imposibilidad de aplicar una
pena menos rigurosa que la efectiva privación de la libertad.
Relacionado con el primer aspecto (que el legislador únicamente se encuentra
habilitado a poner un límite máximo al ejercicio del poder punitivo estatal) toda vez que
la Convención contra la Tortura veda la imposición de penas crueles, inhumanas o
degradantes (artículo 16), con lo que el sistema de protección de los derechos humanos
nos está queriendo decir que toda pena que supere ciertos límites (en su cantidad o en
su calidad) es cruel, inhumana o degradante y, por ende, prohibida por el orden jurídico.
Por el contrario, de nuestra legislación no surge disposición alguna que
habilite al legislador a poner un límite mínimo al ejercicio del poder punitivo estatal, esto
es la autorización para establecer una frontera por debajo de la cual una pena (ya
sea en cantidad o en calidad) sería ilegítima. Lo cual es una lógica derivación del
principio de culpabilidad.
El principio de culpabilidad, entendido como la relación singular y particularizada
del individuo con su hecho, parte de la premisa que el nivel de reproche es susceptible
de ser graduado de acuerdo a las características del caso, ello como lógica
consecuencia que las personas no son todas iguales, que no todos tienen las mismas
posibilidades de motivarse en las normas y adecuar su conducta a ellas y que, muy
por el contrario, presentamos tantas diversidades como individuos habitan el
planeta.
La idea de un reproche mínimo, fijo y tasado (en cantidad o calidad), es contraria
al principio de culpabilidad, ya que para aquellos supuestos donde la sanción se
coloque por encima de la culpabilidad que es dable atribuir al individuo por su
hecho nos encontraríamos en presencia de una pena cruel, inhumana o degradante,
prohibida por la ley.
Pero no solo eso. Si aceptamos que la culpabilidad es susceptible de ser
medida en grados, desde la ausencia absoluta de culpabilidad en adelante (hasta el
límite legal del poder punitivo), admitir que el legislador se encuentra autorizado a poner
un piso de punibilidad, que en algún supuesto puede resultar superior a la
culpabilidad que es dable atribuir al individuo, implicaría convalidar que el legislador se
arrogue atribuciones propias del Poder Judicial, como lo es el conocimiento sobre las
causas pendientes (artículo 116 C.N.), lo cual representa una clara violación al
principio republicano de división de los poderes (artículo 109 C.N.). O, dicho con
otras palabras, conferirle la atribución de establecer, jure et de jure, sin admitir prueba en
contrario, que siempre y en todos los casos, frente a un determinado delito la
culpabilidad debe ser medida a partir de un estándar determinado.
Retomando la línea argumentativa que traía y regresando a la solución que
debe adoptarse frente a la imposibilidad material y jurídica de conciliar los recaudos
objetivos y subjetivos del mentado artículo 26, anticipo que deben prevalecer estos
últimos por encima de los formales o materiales. No sólo por los claros límites
impuestos al legislador para el diseño de la ley penal, sino también por la finalidad que la
Constitución y el derecho internacional de los derechos humanos han asignado a las
penas.
Las normas supremas de la Nación (artículos 18 Constitución nacional, 5.6.
CADH, 10.3. PIDCP) han establecido que el fin de las penas es la
resocialización del individuo, esto es, un proceso destinado a revertir las condiciones
de vulnerabilidad que lo colocaron en contradicción con la ley penal. El fin
resocializador de las penas implica privilegiar la dignidad del individuo que delinquió por
sobre cualquier otra finalidad presunta (retribución o prevención).
Consecuentemente, si el fin de la pena debe implicar privilegiar la situación del
imputado, deviene evidente que los recaudos formales de la ley no pueden ni deben
sobreponerse por sobre los aspectos subjetivos del caso particular que hacen
aconsejable no imponer una pena efectivamente privativa de la libertad.
De acuerdo a lo precedente, corresponde declarar la inconstitucionalidad del límite
previsto por el artículo 26 del Código Penal de tres años para la imposición de penas de
cumplimiento condicional (artículos 18, 109 y 116 Constitución nacional; 16 de la
Convención contra la Tortura) e imponer al señor Carlos Adrián Fiscina una pena de
cuatro años de prisión, de ejecución condicional.
Por idéntico período (cuatro años) el señor Fiscina deberá mantener fijado un
domicilio y someterse al contralor del Patronato de Liberados (artículo 27 bis Código
Penal).
Así me pronuncio, por ser ello mi lógica, sincera y razonada convicción (artículos
373 y 375.2 del C.P.P.).
FALLO
Necochea, 29 de noviembre de 2011
AUTOS, VISTOS Y CONSIDERANDO:
El Acuerdo que antecede, se RESUELVE:
I. Admitir la conformidad de las partes para imprimir a la presente causa el
trámite de juicio abreviado (artículo 396 del C.P.P.).
II. DECLARAR la inconstitucionalidad del límite de tres años para la imposición de
penas de cumplimiento condicional previsto por el artículo 26 del Código Penal (artículos
18, 109 y 116 de la Constitución nacional, 5.6. CADH, 10.3 PIDCP y 16 de la
Convención contra la Tortura).
III. CONDENAR a Carlos Adrián Fiscina, argentino, soltero, D.N.I. 28.041.645,
nacido el 31 de mayo de 1979 en Necochea, hijo de Horacio Alfredo Fiscina y de María
Angélica Rodríguez, albañil, domiciliado en 538 Nº 1105 de Quequén, a la pena de
CUATRO AÑOS de prisión, de cumplimiento condicional, por resultar autor penalmente
responsable del delito de homicidio en grado de tentativa, hecho ocurrido en Quequén, el
11 de marzo de 2011 en perjuicio del señor Alejandro Carlos Bartolomé Lolli (arts. 26,
40, 41, 42, 45 y 79 del Código Penal y 371, 373, 375, 522, 523, 530, 531 y 533 del
Código Procesal Penal).
IV. FIJAR como condiciones de la pena de ejecución condicional que por idéntico
período que el de la condena (cuatro años) el señor Fiscina mantenga fijado un
domicilio y se someta al contralor del Patronato de Liberados (artículo 27 bis C.P.).
REGISTRESE. NOTIFIQUESE, practíquense las comunicaciones de ley y
hágase saber el contenido del presente resolutorio a la víctima mediante cédula.
FDO: Mario Alberto Juliano. Juez