Tesis Fobia Social - Piqueras Rodriguez
Tesis Fobia Social - Piqueras Rodriguez
Tesis Fobia Social - Piqueras Rodriguez
Facultad de Psicología
Director:
A Samuel M. Turner y Deborah C. Beidel, por ser durante todo este tiempo claras
referencias para nuestra investigación, por la oportunidad dada para poder trabajar con ellos
y por su calidad humana indiscutible. Especialmente a Samuel, que descanse en paz.
A los profesores Francisco Xavier Méndez, María Dolores Hidalgo y Ana Isabel Rosa,
por sus orientaciones, su gran apoyo y por ser también mis maestros académicos.
A Jani Ruiz, por ser el principal resorte en la Universidad durante los años compartidos
en esta facultad, así como por tener el privilegio de acceder a un modelo tan excepcional de
ser humano.
Para Víctor Ramos y Raúl Rivero las gracias por ser los mejores modelos como
terapeutas, filósofos de la vida y amigos: “¡Chapeau!, de mayor quiero ser como
vosotros”.
A Raquel Sánchez, la “gran desconocida” hasta que dejó de serlo. A mi gran amiga y
colega, por lo compartido en estas lindes y lo que queda, gracias.
A mis amigos y colegas, Mireia Orgilés y José Pedro Espada, por vuestra ayuda en todos
los sentidos y por vuestra amistad, tanto en el “lejano oeste” como en casa. Si algo aprendí
al final de todas las experiencias compartidas es gracias a vosotros.
A mis maestros y amigos de New Jersey, Luis Montesinos y Juan Preciado, primero, por
permitir y hacer deseable la estancia y, segundo, por su alto nivel de humanidad.
A mis también amigos y colegas Virginio García, Maravillas Boix y Antonio Palomares,
José Luis Hernández y Antonio Vallés, así como al resto de miembros del equipo, por lo
compartido: intereses, preocupaciones e incertidumbres.
A Blas José Belchí, por tantas y tantas cosas: sublime administrativo y mejor persona.
A mis compañeros de fatigas universitarias y amigos del alma: Agustín, Jero, Juan
Carlos, Jesús y Damián.
A mis amigas las fóbicas sociales: Ana, Begoña, Beatriz y Sonia.
A Paco Pérez-Crespo, por ser una excelente persona y mejor profesional de la Salud
Mental.
A Plácido Cañadas, Antonio Guardiola y José Ortiz. Al primero por compartir una
misma filosofía de vida y enriquecerme como persona, al segundo por su ayuda
desinteresada con la tesis y sus orientaciones y al último, por interesarse por el proyecto y
facilitarlo absolutamente todo.
A mis padres (José y Ana Mª), por soportar a su hijo y compartir sus ilusiones. Además
de brindarme soporte material y personal ante el empeño dedicado a las tareas de
investigación y por ser ejemplo de eterna paciencia ante la irritabilidad, impaciencia y
ensimismamiento cotidiano de su hijo. También al resto de mi familia (tíos y primos) por su
cariño y apoyo.
A mi “segunda” familia (Roque y Ana Mª) por todo, en la más amplia acepción de la
palabra: soporte logístico y emocional.
A mi futura esposa, Rosa, por 11 años de experiencias fuente de aprendizajes, por ser mi
principal y verdadera motivación y emoción, por el gran apoyo, la fe puesta en mi y
también por su asistencia en la investigación. Tú eres mi gran tesis doctoral por escribir: Te
quiero.
Un último reconocimiento está dirigido a los adolescentes con fobia social. Ellos son
realmente el motor de nuestro trabajo. Nada merece más la pena que “ayudar a personas a
aprender a sentirse mejor”.
ÍNDICE
PARTE TEÓRICA
I. INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 3
I
III.1.2.1. Introducción .......................................................................... 104
III.1.2.2. Sesgos cognitivos: La interpretación negativa de los
acontecimientos y señales sociales ...................................................... 114
III. 1.2.3. Sesgos cognitivos: La memoria ........................................... 116
III. 1.2.4. El modelo de Beck, Emery y Greenberg .............................. 120
III. 1.2.5. Modelo de Clark y Wells: Autofocalización y conductas de
seguridad ............................................................................................. 120
III. 1.2.6. Modelo de Rapee y Heimberg ............................................. 132
III.1.3. Modelo cognitivo-conductual de Olivares y Caballo (2003): Un modelo
tentativo sobre el inicio, desarrollo y mantenimiento de la FS .......................... 137
II
IV.1.2.1. Cuestionarios específicos...................................................... 203
IV.1.2.2. Cuestionarios que incluyen subescalas de Fobia Social ...... 219
V.1.3. Autorregistros........................................................................................ 223
III
PARTE EXPERIMENTAL
IV
IV.1.2. Comparaciones intergrupos ................................................................... 385
IV.1.2.1. Respuestas de ansiedad social global................................... 385
IV.1.2.2. Componente cognitivo ......................................................... 392
IV.1.2.3. Respuestas de evitación social ............................................. 395
IV.1.2.4. Asertividad ........................................................................... 398
IV.1.2.5. Autoestima ............................................................................ 399
IV.1.2.6. Interferencia e inadaptación ................................................ 401
IV.1.2.7. Déficit de habilidades sociales ............................................. 403
IV.1.2.8. Número de situaciones sociales temidas .............................. 404
IV.1.2.9. Pruebas de observación (test situaciones) ........................... 408
V
PARTE TEÓRICA
I. INTRODUCCIÓN
Introducción 3
Sin embargo, hasta hace pocos años este auge en el estudio de la Fobia Social se
centró de forma casi exclusiva en la población adulta, a pesar de los datos que indican
que es uno de los tres trastornos de la conducta más frecuentemente diagnosticado entre
población infantil y adolescente (Albano et al., 1999; Beidel y Turner, 1998; Wittchen,
Stein y Kessler, 1999). Algunas de las posibles causas de esta falta de interés hacia la
Fobia Social infantil y/o adolescente son las que se comentan a continuación.
Introducción 5
Con relación a la terapia de conducta, como recordaba Labrador (1997; p. 11), entre
las limitaciones y lagunas que es posible encontrar en la breve historia de esta disciplina
se hallan la relativamente escasa atención dedicada a las aplicaciones en niños y
adolescentes, dado que el propio modelo de conducta anormal de la modificación de
conducta hace referencia a una persona que debe tener ya los repertorios de conducta
que le adapten al medio, más que a niños y adolescentes que estén en distintas fases de
la adquisición de estos repertorios de conducta. Ello ha llevado a que durante bastante
tiempo se haya procedido a la aplicación sistemática a la población la infantil y/o
adolescente de procedimientos de tratamiento que habían sido diseñados para población
adulta lo que, como recordaban Ollendick y Greene (1990), resulta totalmente
inadecuado.
Todo ello ha provocado que no haya sido hasta fechas muy recientes cuando
realmente la Fobia Social en la población infantil y adolescente ha comenzado a ser
considerada lo suficientemente relevante como para atraer hacia sí la atención de
clínicos e investigadores (c.f., Kashdan y Herbert, 2001; Velting y Albano, 2001;
Olivares, Rosa, Piqueras et al., 2002). Con relación a este asunto, hemos de prestar
Introducción 7
atención a algunas aportaciones que nos pueden ayudar a comprender mejor por qué de
un tiempo a esta parte un gran número de equipos de investigación han centrado interés
hacia la infancia y adolescencia.
Según La Greca (1998, 1999b) existen numerosas razones que justifican el estudio de
la Fobia Social en niños y adolescentes. En primer lugar, desde una perspectiva del
desarrollo, los estudios de los miedos y preocupaciones en niños han identificado de
forma consistente las preocupaciones de tipo social como un área importante de
ansiedad que emerge durante los años de la “escuela primaria” (6-12 años) y que
persiste a través de la adolescencia. Por lo tanto, está todavía realizar estudios
sistemáticos de la significación clínica y evolutiva de estos miedos y preocupaciones
sociales. En segundo lugar, la Fobia Social puede predisponer a la ocurrencia de
problemas en las relaciones con iguales durante la adolescencia, que son críticas para un
desarrollo emocional y social normal (Hartup, 1996). Así lo demuestran las evidencias
que sugieren que los chicos que experimentan dificultades sociales con iguales entre los
6 y los 12 años tienen un riesgo substancialmente mayor de padecer problemas
emocionales posteriores (p.ej., La Greca y Stone, 1993). En tercer lugar, la importancia
clínica de la Fobia Social es incuestionable dado que se encuentra íntimamente
relacionada con diversos trastornos de ansiedad en la infancia, como por ejemplo, el
Trastorno de Ansiedad por Separación y el Mutismo Selectivo.
Por su parte, Olivares (2001, 2005) recuerda que la adolescencia constituye una etapa
crítica en el desarrollo social del individuo y que se trata de un período evolutivo
caracterizado por importantes cambios en las relaciones interpersonales. En la
adolescencia, los chicos y las chicas deben afrontar demandas sociales que, en
ocasiones, pueden ser desmesuradas, con respecto a las competencias disponibles. Los
adolescentes son conscientes acerca de la discrepancia existente entre como creen que
los ven los demás y como se ven a sí mismos, estando sometidos a un proceso de
evaluación continua por el resto de miembros del grupo de iguales con los que se
relacionan cotidianamente y, frente a ello, han de establecer cuál es su rol y su
ubicación en el grupo, a la vez que deben afrontar los sentimientos negativos de
vergüenza, desasosiego e incertidumbre que pueden producirse en el caso de no
responder socialmente de manera adecuada a como sería exigible desde el punto de
vista de la normativa y la convención social (Olivares y Caballo, 2003; p. 492). En este
8 Introducción
mismo sentido, Beidel y Randall (1994), señalan dos fenómenos fundamentales que
predisponen a padecer Fobia Social. Por un lado, estaría el incremento de las demandas
sociales para insertarse en la vida del adulto y, por otro, el desarrollo de las operaciones
formales que posibilitaría al individuo la toma de conciencia de la discrepancia entre la
perspectiva de los demás y la suya propia. Esto nos haría pensar que los individuos que
presentan mayores dificultades en las relaciones interpersonales en la adolescencia
tienen un riesgo mayor para padecer un trastorno relacionado con la ansiedad social, si
bien un estudio reciente realizado por investigadores de este departamento no permite
dilucidar si esas dificultades personales son causa, correlato o consecuencia de la Fobia
Social (Inglés, Méndez e Hidalgo, 2001). En esta misma línea de investigación,
centrada en el peso específico de la maduración socio-cognitiva y la edad respecto al
padecimiento de la Fobia Social durante la adolescencia, otros autores (v.gr.,
Westenberg, Drewes, Goedhart, Siebelink y Treffers, 2004) indican que los miedos a la
evaluación y la actuación social se incrementan con la edad, mientras los miedos al
peligro físico y al castigo se reducen, suponiendo esto un factor de vulnerabilidad para
el desarrollo de un trastorno de ansiedad social en la adolescencia.
de los trabajos realizados por Giaconia et al. (1994); Lecrubier (1998); Bragado,
Carrasco, Sánchez y Bersabé (1996); Essau, Conradt y Petermann (1999) o Poulton et
al. (1997). Así, Giaconia et al. (1994) encontraron que los sujetos con Fobia Social que
informaban que la edad de inicio de su trastorno era anterior a los 14 años, tenían un
riesgo significativamente más alto de presentar un trastorno comórbido. De igual modo,
los resultados del trabajo de Lecrubier (1998), pusieron de manifiesto que los sujetos
que recordaban una edad de inicio del trastorno previa a los 11 años, se beneficiaban
menos del tratamiento psicológico. Por su parte Bragado et al. (1996) y Poulton et al.
(1997) hallaron que la proporción de sujetos con un diagnóstico de Fobia Social se
incrementaba con la edad, situándose el punto de inflexión en los 14-15 años; edad que
además solía marcar hace unos años en muchos casos el cambio del colegio al instituto,
con el consiguiente proceso de adaptación a un nuevo contexto y la necesidad de
establecer un nuevo grupo de amigos, y un incremento de la relevancia del papel que
representa la interacción con personas del sexo opuesto. Así mismo, Goodwin,
Fergursson y Horwood (2004) hallaron una asociación entre conductas de retraimiento y
el padecimiento de ansiedad infantil a los 8 años y un riesgo mayor para sufrir
trastornos de ansiedad y depresión tanto entre los 16 y los 18 años como entre los 18 y
los 21 años. Incluso otros autores como Morris, Hirshfeld-Becker, Henin y Storch
(2004) recuerdan la importancia de la inhibición conductual como precursor de la
ansiedad social y por supuesto la necesidad de una identificación temprana y una
evaluación de la ansiedad social en niños pequeños. Así pues, todo ello parece indicar
que la detección e intervención temprana cobra una especial relevancia en el período de
la infancia y adolescencia.
cada vez contamos con un mayor número de trabajos, como así lo indica algunas
publicaciones que han visto la luz recientemente. Algunos ejemplos de este renovado
interés se ha visto reflejado en el mencionado monográfico sobre avances en el estudio
de la Fobia Social en la revista Psicología Conductual, donde, por ejemplo, se han
presentado trabajos de revisión, tanto de los estudios epidemiológicos sobre Fobia
Social en población infantil, adolescente y adulta, como de su tratamiento en niños y
adolescente mediante un meta-análisis y, de los avances recientes y las nuevas
directrices en la evaluación y tratamiento de este trastorno en jóvenes (Olivares, Caballo
et al., 2003; Olivares, Rosa et al., 2003 y; Masia-Warner, Storch, Fisher y Klein, 2003,
respectivamente). Otros trabajos recientes han centrado su atención en la evaluación del
trastorno en esta población (v.gr., García-López et al., 2002; Olivares, García-López,
Hidalgo y Caballo, 2004; Ingles, Méndez, Hidalgo, Rosa y Orgilés, 2003). Por último,
una constante en el trabajo de nuestro grupo de investigación ha sido el desarrollo y
mejora de tratamientos eficientes de la Fobia Social en adolescentes, especialmente de
la Intervención para Adolescentes con Fobia Social, IAFS (Olivares y García-López,
1998; Olivares, García-López et al., 2005). En este sentido, desde el año 2000 se han
publicado numerosos trabajos que ofrecen respaldo empírico para la utilización del
IAFS. Así, ha mostrado su eficacia en estudios de caso (Olivares, Piqueras y García-
López, 2004; Piqueras, Olivares y Rosa, 2004); en estudios no controlados (Olivares y
García-López, 2001; Olivares, Ramos, Rosa y Piqueras, 2002; Olivares, Rosa y Vera-
Villarroel, 2003); respecto a otros paquetes de tratamiento y un grupo control sin
tratamiento (así, García-López, 2000; García-López et al., 2002; Olivares, García-
López, Beidel et al., 2002); frente a otros grupos de control en lista de espera (Olivares,
Rosa y Piqueras, 2005) o grupos de control activos, consistentes en tareas estrictamente
educativas o de transmisión de información (Olivares, Rosa, Piqueras y Sánchez-García,
2004), llegando en todos los casos a incrementar los efectos del tratamiento en el
período de seguimiento. Además el IAFS ha sido sometido a sendas revisiones meta-
analíticas para comparar su eficacia frente a otras intervenciones psicológicas utilizadas
en el tratamiento de la Fobia Social en adolescentes y niños, llegándose en todos los
casos a una conclusión general, el IAFS es un tratamiento altamente eficaz en su
aplicación a población adolescente española con Fobia Social Generalizada (Olivares,
Rosa, Caballo et al., 2003; Olivares, Rosa et al., 2002; Olivares, Rosa, Piqueras,
Méndez et al., 2003; Olivares, Rosa, Piqueras, Ramos y Orgilés, 2003).
Introducción 11
sociales” (p. 243) constituía y constituye aún hoy una delimitación poco operativa.
Como consecuencia de la falta de operacionalización del constructo, se han propuesto
distintas formas de delimitar el subtipo generalizado de Fobia Social que varían en
función de la naturaleza de los criterios establecidos, ya sean racionales o empíricos
(véase apartado II.2. Subtipos). En población adulta, los subtipos propuestos por Turner
(Turner, Beidel y Townsley, 1992) y Heimberg (Heimberg y Holt, 1989) son los que
han recibido más atención por parte de la comunidad científica. Otros estudios han
abordado la delimitación de los subtipos de Fobia Social mediante procedimientos
empíricos (v. gr., Furmark, Tillfors, Stattin, Ekselius y Fredrikson, 2000; Iwase et al.,
2000; Perugi et al., 2000).
Sin embargo, no es hasta principios del siglo XX, en Europa, cuando Janet (1903)
acuñó el término phobie des situations sociales con el objeto de describir a los sujetos
que temían hablar en público, tocar el piano o escribir mientras les observaban.
Hartemberg en 1910 (reeditado en 1921) describió diversas formas de ansiedad social
bajo el término genérico de “timidez”. Posteriormente según Pélissolo y Lépine (1995),
tras un período de relativo silencio sobre el tema, aparecen descripciones puntuales en
la literatura alemana (Kontaktneurosen) e inglesa (social neurosis), así como algunas
aportaciones del japonés Morita en los años 30. La distinción y descripción de la Fobia
Social como forma diferenciada de otros trastornos de ansiedad fue propuesta por
primera vez, también en Europa, por Marks y Gelder (1966). Estos autores
18 Delimitación actual del constructo Fobia Social
diferenciaron cuatro tipos de fobias: fobia a los animales, fobia específica, agorafobia y
Fobia Social, entendida esta última como “un miedo ante situaciones sociales,
expresado por timidez, miedo a ruborizarse en público, a comer en restaurantes, a
encontrarse con hombres o mujeres, a ir a fiestas o bailes, o bien a temblar cuando se es
el centro de atención” (p. 218).
Pese a que se conocían datos que sugerían la existencia de este trastorno a principios
de siglo pasado y posteriormente se argumentó su diferenciación con respecto a otros
tipos de fobias, las primeras ediciones del Manual Diagnóstico y Estadístico de
Trastornos Mentales (DSM-I y DSM-II; American Psychiatric Association, 1952, 1968)
agrupaban todas las fobias en una sola categoría, siguiendo los postulados
psicoanalistas.
B. Malestar significativo debido a la alteración y reconocimiento por parte del individuo de que su
temor es excesivo o irracional.
C. Todo ello no es debido a otra alteración mental como, por ejemplo, la depresión mayor o un trastorno
de personalidad por evitación.
Delimitación actual del constructo Fobia Social 19
De acuerdo con los criterios del DSM-III, los sujetos que cumplían los criterios
requeridos para el diagnóstico de la FS no podían presentar además un diagnóstico de
trastorno de personalidad por evitación (TPE, en adelante), el cual era descrito como
hipersensibilidad ante un posible rechazo, retraimiento social a pesar de existir un deseo
de ser aceptado, reticencia a iniciar relaciones sociales a menos que se tengan garantías
de ser aceptado y baja autoestima (véase Tabla II.2).
A. Hipersensibilidad al rechazo, por ejemplo, estar alerta aprensivamente a los signos de humillación
social e interpretación de los acontecimientos inocuos como ridículos.
C. Retraimiento social, por ejemplo, el individuo se aparta de los contactos personales íntimos y se
entrega a funciones sociales y vocacionales superficiales.
E. Baja autoestima, por ejemplo, se minusvaloran los propios logros y preocupan en exceso los fracasos
personales.
F. Cuando esto se presenta antes de los 18 años, no se reúnen los criterios trastorno por evitación en la
infancia o en la adolescencia.
Así, el aspecto característico del TPE en el DSM-III era más el miedo a las
relaciones interpersonales que el miedo a la humillación o a sentirse avergonzado en
situaciones sociales específicas. En el DSM-III, para el diagnóstico de la FS no se
contemplaba el deterioro en el funcionamiento sociolaboral, mientras que el TPE debía
causar “incapacitación significativa en el funcionamiento social o laboral”. Además, se
indicaba que no se debía establecer el diagnóstico de FS si la ansiedad se podía explicar
mejor por la presencia de un TPE. Sin embargo, en una aparente contradicción, en el
apartado de TPE se mencionaba que la FS podía ser diagnosticada como una
complicación del TPE si los miedos a situaciones sociales específicas estaban presentes
en el contexto de una ansiedad interpersonal más general o extendida.
20 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Pese al interés por investigar estas y otras cuestiones, una revisión de la literatura
existente sobre el tema llevada a cabo por Liebowitz, Gorman, Fyer y Klein (1985),
hace llegar a estos autores a la conclusión de que la FS era “el trastorno de ansiedad
olvidado”. De hecho el interés no empieza a ser mayoritario hasta la publicación de la
tercera edición revisada del DSM-III (DSM-III-R; APA, 1987), la cual marca un punto
de inflexión a partir del que se desarrolla exponencialmente el número de trabajos que
han investigado sobre este tema (Norton, Cox, Asmundson y Maser, 1995).
Dado que la evidencia científica puso de manifiesto que una alta proporción de
sujetos con FS temían más de una situación social (Hazen y Stein, 1995), en el DSM-
III-R (APA, 1987) se introdujo el subtipo generalizado, que hacía referencia a los
sujetos que mostraban ansiedad ante la mayoría de situaciones sociales, y el criterio de
interferencia sociolaboral. Asimismo no sólo se permitió el diagnóstico conjunto de la
FS y el TPE, sino que además se sugería. Para una descripción de los criterios, véanse
Tablas II.3 y II.4. Los sujetos que no presentaban el subtipo generalizado eran incluidos
dentro de la categoría FS“no generalizada”, “específica” o “discreta”. Para más detalle,
véase el apartado de Subtipos de la FS (apartado II.2.).
Mientras que las anteriores versiones del DSM estaban basadas principalmente en el
juicio de investigadores y de psicólogos o psiquiatras que trabajaban en el marco clínico
Delimitación actual del constructo Fobia Social 21
B. Cuando coexiste otro trastorno del eje III o del eje 1, el miedo correspondiente al párrafo A es
totalmente independiente de esta última alteración. Por ejemplo, el miedo no es debido a tener una
crisis de angustia (trastorno por angustia), a tartamudear (tartamudeo), a temblar (enfermedad de
Parkinson) o a manifestar una conducta alimentaria anormal (anorexia nerviosa o bulimia).
C. Durante algunas de las fases del trastorno la exposición a los estímulos fóbicos específicos provoca
casi invariablemente una respuesta de ansiedad inmediata.
E. La conducta de evitación interfiere la actividad profesional, las actividades sociales habituales y las
relaciones con los demás, o bien produce un intenso malestar en relación con el miedo.
G. Cuando el individuo tiene menos de 18 años, el trastorno no cumple los criterios de trastorno por
evitación en la infancia o la adolescencia.
Especifíquese Tipo Generalizado cuando la situación fóbica incluya la mayor parte de situaciones sociales
y considérese también el diagnóstico adicional de trastorno de la personalidad por evitación.
(2) carece de amigos o confidentes íntimos (o sólo tiene uno), al margen de los parientes de primer grado
(3) no desea relacionarse con la gente a no ser que esté seguro de ser bien aceptado
(4) evita las actividades sociales o profesionales que supongan un contacto interpersonal significativo, por
ejemplo, rechaza una promoción que aumente las demandas sociales;
(5) se encuentra violento en las situaciones sociales debido al miedo de decir algo tonto o inapropiado o
de ser incapaz de responder a alguna pregunta
(6) tiene miedo a quedar en ridículo ante los demás por el hecho de sonrojarse, llorar o manifestar signos
de ansiedad
(7) exagera las dificultades potenciales, los peligros físicos o los riesgos implícitos en cualquier actividad
al margen de la rutina habitual: por ejemplo, puede anular planes que implican relación social alegando
que se encontrará cansado cuando llegue al lugar donde se celebran.
Tabla II.5. Criterios del DSM-IV para el diagnóstico de la Fobia Social (Cont.)
C. El individuo reconoce que este temor es excesivo o irracional.
Nota: En los niños puede faltar este reconocimiento.
D. Las situaciones sociales o actuaciones en público temidas se evitan o bien se experimentan con
ansiedad o malestar intensos.
E. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa, o el malestar que aparece en la(s)
situación(es) social(es) o actuación(es) en público temida(s) interfieren acusadamente con la
rutina normal del individuo, con sus relaciones laborales (o académicas) o sociales, o bien
producen un malestar clínicamente significativo.
F. En los individuos menores de 18 años la duración del cuadro sintomático debe prolongarse como
mínimo 6 meses.
G. El miedo o el comportamiento de evitación no se deben a los efectos fisiológicos directos de una
sustancia (p.ej., drogas, fármacos) o de una enfermedad médica y no pueden explicarse mejor por
la presencia de otro trastorno mental (p.ej., trastorno de angustia con o sin agorafobia, trastorno
de ansiedad por separación, trastorno dismórfico corporal, un trastorno generalizado del
desarrollo o trastorno esquizoide de la personalidad).
H. Si hay una enfermedad médica u otro trastorno mental, el temor descrito en el Criterio A no se
relaciona con estos procesos (p.ej., el miedo no es debido a la tartamudez, a los temblores de la
enfermedad de Parkinson o a la exhibición de conductas alimentarias anormales en la anorexia
nerviosa o en la bulimia nerviosa).
Especificar si:
Generalizada: si los temores hacen referencia a la mayoría de situaciones sociales (considerar también
el diagnóstico adicional de trastorno de personalidad por evitación).
(1) evita trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal importante debido al miedo a
las críticas, la desaprobación o el rechazo.
(3) demuestra represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser avergonzado o ridiculizado
(4) está preocupado por la posibilidad de ser criticado o rechazado en las situaciones sociales
(5) está inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa de sentimientos de inferioridad
(6) se ve a sí mismo socialmente inepto, personalmente poco interesante o inferior a los demás
(7) es extremadamente reacio a correr riesgos personales o a implicarse en nuevas actividades debido
a que pueden ser comprometedoras
B. Ese temor puede ser discreto (comer en público, hablar en público, interacciones con personas del
sexo opuesto) o difuso (abarca casi todas las situaciones fuera del círculo familiar)
G. Si la diferenciación entre Fobia Social y agorafobia fuera muy difícil hay que dar preferencia a la
agorafobia. No debe realizarse un diagnóstico de depresión a menos que pueda identificarse
claramente un episodio depresivo completo
síntomas como obsesiones o delirios. Por otra parte, el DSM-IV ordena especificar si se
trata del subtipo generalizado cuando los temores hacen referencia a “la mayoría de las
situaciones sociales”, mientras que la CIE-10 menciona en la definición de la FS la
posibilidad de que algunas de las fobias sociales sean “restringidas” y otras “difusas”.
Mientras que el DSM-IV incluye un criterio de interferencia en la vida cotidiana del
individuo y de malestar clínicamente significativo, la CIE-10 no hace mención alguna a
estos aspectos.
La CIE-10 por su parte, describe con más detalle la presencia de síntomas físicos
específicos como el rubor, temblor de manos, náuseas o necesidad imperiosa de
micción, especificando incluso el miedo a vomitar en público; mientras que el DSM-IV
se refiere, de manera más general, a una respuesta de ansiedad que puede tomar la
forma de una crisis de angustia situacional. Otros de los aspectos que no aparecen en el
DSM-IV y son mencionados en la CIE-10 es la presencia de baja autoestima en los
sujetos con FS.
De todos modos, como Jiménez et al. (1999) señalan, estas discrepancias “más que
enfrentar a los dos sistemas de clasificación, hacen que se complementen a la hora de
realizar un diagnóstico clínico del trastorno por ansiedad social” (p. 31).
En relación con los criterios diagnósticos del DSM-IV relativos al TPE, en ellos se
indica que este trastorno comienza al principio de la edad adulta, sin especificar ningún
criterio específico para población infantil o adolescente (véase Tabla II.6).
Por último, como Bobes, González, Sáiz, Bascarán y Bousoño (2001) señalan, un
aspecto que actualmente es de gran interés por la comunidad científica es el de la
denominación del trastorno. Aunque el DSM-IV emplea el término “Trastorno de
Ansiedad Social” (TAS a continuación) y el de “FS” indistintamente, en la actualidad
existe una tendencia a favor del primero. Es importante hacer esta aclaración ya que el
Delimitación actual del constructo Fobia Social 27
II.2. SUBTIPOS
Stein (1997), informa de que en la práctica clínica la mayoría de los pacientes con FS
se pueden dividir en tres categorías: (a) los que presentan únicamente miedo a hablar en
público, (b) los que muestran miedo a hablar en público acompañado de miedo a una o
dos situaciones de actuación y, (c) los que informan de miedo a una gran variedad de
situaciones sociales tanto de actuación como de interacción. Los dos primeros grupos
conformarían lo que otros autores llaman FS específica, mientras que el último
30 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Un año después, el análisis realizado por Kessler, Stein y Berglund (1998) con la
información procedente del National Comorbidity Survey (Kessler et al., 1994), mostró
que la amplía muestra de encuestados (N = 8.098) podía ser dividida en dos subtipos de
FS: a) aquellos que únicamente temían hablar en público, y b) aquellos que temían al
menos otra situación social (tanto de actuación como de interacción) con o sin miedo a
hablar en público. Estos subtipos posteriormente son denominados por Stein y Chavira
(1998) como FS a hablar en público y FS compleja respectivamente.
Como los propios autores señalan, estos subtipos no son idénticos a los encontrados
en estudios clínicos donde se identifican: (a) un subtipo caracterizado por miedo en
situaciones de actuación tales como escribir o comer en público además de miedo a
hablar en público, (miedo éste último difícil de encontrar en clínica como miedo único y
que en este estudio constituye por sí solo un subtipo), y (b) el subtipo denominado FS
generalizada caracterizado por miedo tanto en situaciones de actuación como de
interacción. El hecho de no encontrar esta distinción en el National Comorbidity Survey
puede deberse a que en ese estudio son evaluadas sólo seis situaciones sociales, de las
que cinco de las cuales son de actuación (hablar ante un pequeño grupo de personas,
hablar en público, comer o beber delante otras personas, usar aseos públicos y escribir
en público) y una de relación (hablar con otras personas).
Por otra parte, Quero, Baños, Botella y Gallardo (2003) evaluaron en qué medida los
subtipos propuestos por Turner et al. (1992) y los propuestos por Heimberg et al. (1989)
diferenciaban a una muestra de personas diagnosticadas con FS en variables clínicas y
32 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Los criterios utilizados para la delimitación de los subtipos han sido variados, como
ya hemos visto. Dos ejemplos más en este sentido, pero en este caso con participación
Delimitación actual del constructo Fobia Social 33
de adolescentes, son los que se recogen en los trabajos de Hofmann et al. (1999) y
Wittchen et al. (1999). Hofmann et al. (1999) solicitaron a una muestra de 33
adolescentes norteamericanos con FS que nombraran sus 10 situaciones sociales más
temidas y que las puntuasen según una escala de 9 puntos (rango: 0-8). Posteriormente
dos jueces independientes clasificaron estas situaciones en función de las categorías
expresadas por Holt et al. (1992): interacciones/charla formal, interacciones/charla
informal, observación por parte de los demás y asertividad. El criterio requerido para ser
asignado al subtipo generalizado era informar de una moderada ansiedad (una
puntuación de 4, donde 8 es la puntuación máxima) en todas las categorías. En caso
contrario se asignaba al subtipo no generalizado. Por su parte, Wittchen et al. (1999)
llevaron a cabo, en Alemania, un estudio epidemiológico con una muestra comunitaria
de 3.021 adolescentes y jóvenes adultos y asignaban a los sujetos al subtipo
generalizado de FS cuando: a) cumplían los criterios diagnósticos del DSM-IV (APA,
1994), b) temían tres o más de las seis situaciones evaluadas por la M-CIDI (Munich-
Composite International Diagnostic Interview; Wittchen y Pfister, 1997), y c) la
persona reconocía que su miedo y evitación a dichas situaciones estaban presentes casi
siempre desde su inicio.
relación directa con el otro no es necesaria (actuación) o esta se reduce a una sola
situación de relación. Así mismo, entiende también que el malestar y la interferencia
serán tanto mayores cuanto mayor sea el número de situaciones sociales fóbicas en las
que esté implicada la relación del sujeto con otros. Es decir, se hipotetiza que en la
Fobia Social de actuación al sujeto le será menos difícil controlar el malestar mediante
respuestas de escape parcial que en la relación con otro u otros; de igual modo, en una
situación de actuación la participación activa del otro u otros se percibiría más
controlada por la misma estructura de la situación que en el contexto de un proceso de
relación social.
IV y TR; APA, 1994 y 2000) y presentan ansiedad social a tres subgrupos diagnósticos
(Fobia Social levemente generalizada - FSLG -, moderadamente generalizada - FSMG –
y gravemente generalizada - FSGG -). Para que un sujeto pueda ser incluido en el
subtipo generalizado se requiere que necesariamente presente al menos Fobia Social en
dos situaciones catalogadas de relación/interacción social en la primera condición o
cualitativa. Cumplido este requisito obtendrá un diagnóstico de FSLG cuando el número
de situaciones sociales temidas oscile entre un mínimo de dos y un máximo de cinco
situaciones, de FSMG cuando informe ansiedad social entre seis y nueve situaciones, y
por último, FSGG cuando muestre ansiedad en diez o más situaciones. Este requisito
(la existencia al menos de dos situaciones sociales temidas de relación) delimita por
exclusión el subtipo específico. Es decir, si el sujeto sólo teme una situación social éste
será clasificado en el subtipo “Fobia Social específica”, requiera o no de la relación con
los demás. En este mismo sentido, si un sujeto presentara seis situaciones fóbicas, por
ejemplo, siendo sólo una de ellas de relación, también sería adscrito al subtipo “Fobia
Social específica” dado que el gradiente de incertidumbre, así como el grado de
malestar y la interferencia a él asociados (Olivares, 1998; Olivares y Caballo, 2003),
sólo estaría circunscrito a la ocurrencia de esas situaciones concretas, pero no se
encontraría generalizado a la necesidad de la participación activa y directa del sujeto en
la relación para el mantenimiento del proceso de intercambio social.
Como puede observarse, la falta de una definición operativa del subtipo generalizado
permite una amplia variedad de interpretaciones, lo que dificulta las comparaciones
entre los estudios llevados a cabo y afecta a la fiabilidad de la delimitación entre los
subtipos. Además, la ambigüedad que se asocia con el subtipo generalizado podría
reducirse si los criterios diagnósticos del DSM incluyeran un listado de las situaciones
38 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Tabla II.9 Situaciones sociales fóbicas más frecuentes en adultos, adolescentes y niños
FUENTES
ADIS-IV-L, Albano (1995) ADIS-IV-C, CIDI,
sujetos que hacen uso de psicofármacos (Brown, Heimberg y Juster, 1995; Furmark, et
al., 2000; Heimberg, Hope et al., 1990; Holt, Heimberg, Hope y Liebowitz, 1992; Levin
et al., 1993; Mannuzza et al., 1995; Stemberger, Turner, Beidel y Calhoun, 1995; Tran y
Chambless, 1995). En población adolescente, al igual que en adultos, se ha encontrado
que los sujetos con FSG informan de una edad de inicio más temprana, mayor deterioro
funcional y persistencia de los síntomas, tasas más elevadas de tratamiento médico o
psicológico, así como mayor frecuencia de historia clínica familiar y de trastornos de la
conducta (Olivares, Piqueras y Rosa, en prensa; Wittchen et al., 1999).
Asimismo, los sujetos adultos con FSG informan una mayor comorbilidad con otros
trastornos del eje I y II, en comparación con los sujetos con FSE (Heimberg et al., 1990;
Herbert, Hope y Bellack, 1992; Holt et al., 1992; Kessler et al., 1998). Sin embargo, en
población adolescente los escasos datos de los que disponemos hasta ahora son
contradictorios. Por un lado, y en consonancia con los estudios en población adulta,
Wittchen et al. (1999) o Chavira, Stein, Bailey y Stein (2004) encontraron que los
adolescentes con FSG tienen mayor tasa de comorbilidad, mientras que en el trabajo de
Hofmann et al., (1999), en población norteamericana, los sujetos con FSG no difieren
en las tasas de comorbilidad de aquellos con FS no generalizada. De nuevo el distinto
procedimiento para determinar lo que se entiende por un subtipo generalizado puede
haber afectado a los resultados. Recientemente, Olivares, Piqueras y López-Pina (2005)
Delimitación actual del constructo Fobia Social 41
Por otra parte, también se ha estudiado en qué medida existen diferencias entre los
subtipos cuando se emplean distintos instrumentos de evaluación: autoinformes,
pruebas de observación conductual y registros psicofisiológicos. En cuanto a los
autoinformes, se ha encontrado que los sujetos con FSG muestran mayor severidad
social (mayores puntuaciones en las escalas empleadas) en las respuestas de ansiedad y
una mayor interferencia en la vida del sujeto en comparación con aquellos con FSE
(Brown et al., 1995; Heimberg et al., 1990; Herbert et al., 1992; Holt et al., 1992; Hope,
Herbert y White, 1995; Turner et al., 1994); miedo elevado a la evaluación negativa e
interferencia cognitiva durante la exposición a estímulos sociales de carácter
amenazante (Hofmann, Gerlach, Wender y Roth, 1997; McNeil, Ries et al., 1995; Tran
y Chambless, 1995); así como mayor dificultad en los problemas interpersonales
(Kachin, Newman y Pincus, 2001). Por lo que respecta a los adolescentes, los resultados
del estudio de Olivares, Piqueras y Rosa (en prensa) muestra que los sujetos con FSG
presentan valores superiores a los del subtipo específico (FSE) en todas las variables
registradas mediante medidas de autoinforme (ansiedad social general, respuestas de
evitación social, componente cognitivo, ansiedad social ante la interacción y la
actuación, inadaptación, autoestima, conducta asertiva y habilidades sociales),
alcanzando en todos los casos las diferencias significación estadística.
Por lo que respecta a las pruebas de observación conductual, los resultados han
demostrado que los sujetos con FSG, en comparación con los FSE, muestran un mayor
número de pensamientos negativos y un menor número de positivos, así como una
duración superior del tiempo que permanecen en silencio y en general, una habilidades
sociales más pobres (Boone et al., 1999; Tran y Chambless, 1995). Por el contrario, los
42 Delimitación actual del constructo Fobia Social
sujetos con FSE, en comparación con los FSG, revelaron una tasa de latencia de
respuesta más elevada ante estímulos (palabras) relacionados con la situación de hablar
en público pero no con estímulos relativos al contexto de interacción social (Boone et
al., 1999; Heimberg et al., 1990; Hofmann et al., 1995; Levin et al., 1993; McNeil et al.,
1995; Turner et al., 1992) y mayor tasa cardiaca (Boone et al., 1999). Debido a este
hecho, algunos autores (v.gr., McNeil, Ries y Turk, 1995) han establecido una similitud
entre las diferencias de los subtipos y los términos de ansiedad y miedo. En este sentido,
por miedo se entiende una activación psicofisiológica elevada ante una situación
específica mientras que la ansiedad se considera como más difusa y menos consistente
con instrumentos de medida, tales como la reactividad psicofisiológica. Si esto se
pudiera aplicar a los subtipos de FS, la FSG podría ser más una característica de las
respuestas de ansiedad y la FSE corresponder a una respuesta de miedo. Yendo más
allá, Boone et al. (1999) cuestionan que la FSE sea una entidad distinta a una fobia
específica. Por lo tanto, esta es una cuestión que sigue requiriendo de la aportación de
evidencia empírica para ser resuelta.
Por último, varios trabajos se han centrado en investigar en qué medida los efectos
diferenciales de ciertos tratamientos psicológicos y farmacológicos para la FS varían en
función de los subtipos. Un ejemplo de estos trabajos respecto a los tratamientos
psicológicos, han sido los que se han ocupado de evaluar la eficacia del Terapia
Cognitivo-Conductual en Grupo (Cognitive-Behavioral Group Therapy, CBGT;
Heimberg, Dodge et al., 1990) en los subtipos de FS, que encontró que los sujetos con
FSG presentaban mayor sintomatología antes y después del tratamiento que aquellos
con FS no generalizada, pero los efectos del tratamiento fueron similares para ambos
grupos (Hope, et al., 1995; Brown, Heimberg y Juster, 1995). Si la literatura es breve
sobre los efectos diferenciales de tratamientos psicológicos, menos se conoce aún sobre
los tratamientos farmacológicos. Se sugiere que diferentes fármacos pueden ser más
efectivos para subtipos concretos (Levin et al., 1993; Levin, Schneier y Liebowitz,
1989). No obstante, se necesitan más estudios para clarificar esta área de investigación
tal como indicamos en el apartado VI, relativo a los tratamientos de este trastorno.
SÍNTESIS
Si bien en los últimos años, tal como señalan Lépine y Chignon (1994), existe
bastante acuerdo en admitir únicamente dos entidades dentro de las FS: FS simple
Delimitación actual del constructo Fobia Social 43
Otra diferencia estriba en que los sujetos con FS no temen las respuestas
psicofisiológicas en sí mismas, sino que su temor radica en que los demás noten sus
respuestas psicofisiológicas, al contrario que lo que pasa en los sujetos con agorafobia
con o sin trastorno de pánico. Además en los sujetos con FS, las respuestas
psicofisiológicas sólo se manifiestan en presencia de, o anticipando, situaciones
sociales, mientras que los sujetos con agorafobia también temen la presencia de estas
respuestas en situaciones en las que no hay gente a su alrededor (p.ej., mientras están
solos en casa). A este respecto, como señalan Moutier y Stein (1999): “es importante
averiguar el miedo que antecede a la evitación y si el paciente tiene ansiedad cuando
está solo” (pp. 6).
La FS se distingue del TAG en que este último incluye una preocupación irracional
ante un amplio número de situaciones (los estudios, el dinero, la familia, la salud propia
o de un familiar, las relaciones con otras personas o bien cosas sin importancia)
mientras que los temores que presenta el sujeto con FS se restringen al miedo a la
evaluación negativa en situaciones sociales. Sin embargo, un número considerable de
sujetos con TAG muestran un trastorno adicional de FS (Brawman-Mintzer et al.,
1993), lo cual no es de extrañar ya que una de las situaciones evaluadas en el TAG está
relacionada con las relaciones interpersonales.
Algunos estudios han examinado en qué medida ambos trastornos difieren entre sí.
Cameron, Thyer, Nesse y Curtis (1986), Reich et al, (1988) y Versiani, Mundim, Nardi
y Liebowitz (1988) encontraron que los sujetos con FS, comparados con los sujetos que
presentan TAG, informaban de mayores respuestas psicofisiológicas de sudor y rubor,
pero una menor frecuencia de dolores de cabeza, menos pensamientos relativos al
miedo a morir y menos dificultades para conciliar el sueño. No obstante, estas
diferencias son indicadores pobres de cara a establecer un diagnóstico diferencial.
Heckelman y Schneier (1995) consideraron que la principal diferencia estriba en la
presencia del miedo a la humillación o a la observación por parte de los demás. Si esto
se produce junto con otras preocupaciones y además se cumple el resto de criterios del
TAG y FS, se podría establecer ambos diagnósticos.
46 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Tanto los sujetos con FS como con EDM manifiestan ansiedad ante las situaciones
sociales y evitan éstas. El elemento central para la distinción entre ambos diagnósticos
radica en el factor que motiva o causa estas respuestas de ansiedad. La evitación social
dentro del contexto de un EDM generalmente es consecuencia de una falta de energía o
anhedonia. Por el contrario, los sujetos con FS describen que el EDM es resultado del
aislamiento social, el cual les ha conducido a una progresiva evitación de situaciones
sociales. Al contrario que los sujetos con EDM, el sujeto con FS cree que si fuera capaz
de preocuparse menos por la evaluación de los demás, disfrutaría estando en compañía
de otras personas. Heckelman y Schneier (1995) consideran que cuando la FS y el EDM
se dan de forma conjunta, el diagnóstico de FS debe haberse realizado sólo si la FS tuvo
un inicio anterior al de la depresión.
A este respecto, al menos tres de los siete criterios del DSM-IV para el TPE (criterios
1, 4 y 7 para Johnson, Turner, Beidel y Lydiard, 1995; y criterios 4, 5 y 6 para Bobes et
al., 2001) revelan un grado alto de solapamiento con la FSG. Teniendo en cuenta que
para el diagnóstico del TPE es necesario cumplir cuatro criterios, un sujeto con FS sólo
necesitaría cumplir uno más para también reunir los criterios del TPE. Los estudios de
Holt, et al., (1992), Turner et al., (1992), y Herbert et al., (1992), utilizando los criterios
del DSM-III-R confirman este solapamiento. Estos autores encuentran que existe una
proporción importante de casos de FS que no cumplen los criterios diagnósticos del
TPE, mientras que la situación inversa es mucho menos frecuente; la mayor parte de los
casos de TPE cumplen los criterios de FS. El porcentaje de pacientes que teniendo el
diagnóstico de FS cumplían también los criterios del TPE era del 33%, 17% y 61%
respectivamente (Holt et al., 1992; Turner et al., 1992; Herbert et al., 1992). Mientras
que el 100% de los pacientes con TPE tenían además FS.
2. Los sujetos que presentan FSG y TPE difieren de los sujetos con FSG pero sin
TPE en que en los primeros aparece una menor proporción de casados, menor nivel
socioeconómico, mayor comorbilidad con un trastorno del eje I o II, mayor severidad de
las respuestas de ansiedad social y mayor interferencia en su vida familiar, social,
laboral o de pareja (Boone et al., 1999; Brown et al., 1995; Herbert et al., 1992; Holt et
al.,1992; Tran y Chambless, 1995; Turner et al., 1992).
3. Existe controversia en los resultados hallados entre los sujetos con FS vs. TPE
respecto a la presencia de un déficit en habilidades sociales. Marks (1985) puso de
manifiesto que los sujetos con TPE presentaban déficit en habilidades sociales mientras
los sujetos con FS no. Sin embargo, de acuerdo con los criterios diagnósticos que
empleó Marks en su estudio (DSM-III), en la actualidad es probable que los sujetos con
FS fueran diagnosticados de FS específica (FSE) y los que denominó como TPE fueran
sujetos con FSG (con o sin TPE), con lo que se apoyaría la existencia de un déficit en
habilidades sociales en los sujetos con FSG (con o sin TPE). Estudios posteriores
basados en el DSM-III-R y DSM-IV han encontrado que los sujetos con FSG con o sin
TPE no diferían en los instrumentos de evaluación que medían las habilidades sociales
del sujeto (aspectos molares) en una prueba de observación conductual (Herbert et al.,
1992; Holt et al., 1992; Turner et al., 1992). Por el contrario, evaluando tanto aspectos
molares como moleculares, Boone et al. (1999) hallaron diferencias significativas en un
aspecto molecular pero no así en los aspectos molares, lo cual sí es consistente con los
trabajos previos.
4. Parecen no existir diferencias significativas en los sujetos con FSG y TPE vs. FSG
sin TPE en relación con medidas cognitivas (Stroop test), de acuerdo con los resultados
obtenidos por McNeil, et al., 1995).
5. Los sujetos con FSG y TPE muestran respuestas psicofisiológicas distintas a los
sujetos con FSG y que no presentan TPE. Hofmann, et al., (1995) hallaron diferencias
significativas en la tasa cardiaca, en contraste con lo encontrado por Turner et al.
(1992). No obstante, esta discrepancia puede deberse a diferencias metodológicas en el
procedimiento.
A partir de estos datos, Heimberg (1996) defiende que, por una parte parecen existir
diferencias cuantitativas entre la FSG y la FSG con TPE y en su opinión, no son dos
condiciones limítrofes de los trastornos de ansiedad como indicaba Widiger (1992); por
otra, este autor manifiesta que ha llegado el momento de considerar las implicaciones
conceptuales acerca de cómo hablamos sobre estos dos trastornos y los situamos
simultáneamente en el Eje I y en el Eje II. Por todo ello, Heimberg (1996) considera que
la FSG con TPE no es una verdadera fobia (pese a que su situación en el Eje I pueda
resultar adecuada), puesto que el sujeto experimenta ansiedad a demasiados estímulos
como para poder ajustarse adecuadamente a esta etiqueta, incluso aunque los estímulos
están relacionados con el miedo al escrutinio y a la evaluación negativa. Para el sujeto
con FSG la experiencia resulta más similar a una versión social de lo que percibe un
sujeto con un trastorno de ansiedad generalizada. De hecho, según su opinión, el DSM-
IV parece haber reconocido implícitamente esta postura al incluir el término “trastorno
de ansiedad social” como sinónimo de FS. Por lo tanto, para este autor la FSG podría
considerarse como un trastorno de ansiedad interpersonal que a menudo comienza en la
adolescencia y que puede influir sistemáticamente y negativamente en el desarrollo de
patrones de personalidad y en una baja autoestima.
Otros autores apoyan la hipótesis de un continuum entre la FSE, la FSG sin TPE y la
FSG con TPE, donde el TPE representaría una forma grave y generalizada de la FS
(Boone et al., 1999, Herbert et al., 1992; Hofmann et al., 1995; Holt et al., 1992; Levin
52 Delimitación actual del constructo Fobia Social
et al., 1993; Olivares, Ramos et al., 2002; Tillfors et al., 2001; Tran y Chambless,
1995). A este respecto, Bobes et al., (2001) proponen que “el TPE deje de ser
considerado como tal y pase a formar parte del espectro psicopatológico del trastorno de
ansiedad social (eje I)” (pág. 197). Por otra parte, como indican Turner et al. (1992), el
rasgo central de la FS es el miedo a la evaluación negativa y este aspecto también
parece esencial en el TPE. De los resultados de su estudio se desprende que los sujetos
con FSG vs. TPE difieren en el nivel de miedo a la evaluación negativa, lo que sugiere
que estos trastornos simplemente están reflejando distintos niveles de severidad o
gravedad dentro del constructo ansiedad social.
Frente a esta última postura, otros sostienen que la clave para el apoyo a la existencia
de diferencias cualitativas puede encontrarse en el criterio de interferencia de la FS
(criterio E), puesto que no siempre los sujetos con TPE cumplen este criterio (c.f.,
Giner, Cervera y Ortuño, 1999). Además, varios estudios han mostrado que no todos los
sujetos con TPE reúnen ése u otros de los criterios de la FS (Alnaes y Torgersen, 1988;
Gasperini, Battaglia, M., Diaferia, G. y Bellodi, L. 1990).
Los criterios en los que se apoyan los expertos son de tres tipos (Bobes et al., 2001):
Resumiendo lo dicho, hasta el momento no existe una conclusión clara acerca del
tipo de relación que existe entre la FS y el TPE. Mientras el DSM-IV establece
diferencias cualitativas entre ambos trastornos (incluyéndolos en ejes diferentes),
diversos trabajos sugieren sólo la existencia de diferencias cuantitativas. Este estado de
la investigación sigue dejando abiertas las siguientes posibilidades:
a) La FSG con TPE puede ser simplemente una manifestación más grave de la FSG
que se presenta sin TPE (diferencias cuantitativas)
b) La FSG y el TPE pueden ser dos trastornos diferentes, pero ambos interfieren en
la interacción del sujeto con otras personas y pueden ocurrir o no de forma
simultánea en la misma persona (diferencias cualitativas)
Por todo ello, se precisa de un mayor número de trabajos que permitan arrojar luz a
estas cuestiones, especialmente en lo relativo a la población adolescente, dada la
inexistencia de resultados acerca del diagnóstico diferencial entre la FS (FSE o FSG) y
el TPE en este período de edad.
54 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Aunque algunos estudios muestran que aproximadamente el 13% de los sujetos con
FS presenta también un TOCP (Turner et al., 1992), otros estudios más recientes
(Olivares, Piqueras y López-Pina, 2005; Ramos, Olivares, Piqueras y Rosa (2002)
muestran, en población adolescente, unos índices notablemente más elevados (44-
46,05%).
Los sujetos con este trastorno se caracterizan por ser perfeccionistas, escrupulosos y
mantener reglas rígidas acerca de su conducta (Antony, Purdon, Huta y Swinson, 1998).
De igual manera, los sujetos con FS muestran una excesiva preocupación por su
conducta, creyendo que debe ser perfecta o de lo contrario los demás les juzgarán
negativamente (p.ej., “mi conversación debería ser interesante, como mi conversación
no va a ser lo suficientemente interesante, es mejor que me calle”).
Sin embargo, aunque los sujetos con TOCP temen la evaluación negativa de los
demás (cometer un error delante de los demás, no ser perfectos), no se atribuyen a sí
mismos el fracaso de la situación social, sino que tienden a atribuir el problema a otras
personas o a las condiciones ambientales.
Por el contrario, los sujetos con FS siempre se atribuyen a sí mismos los errores
cometidos pese a que no sea así. Beidel y Turner (1998) creen que este es un punto
importante de cara a seleccionar o determinar qué tipo de técnicas aplicar,
especialmente porque en los casos en los que el sujeto externaliza la fuente de su
malestar, es poco probable que la exposición a la situación elicite un nivel de
activación. En este sentido, estos autores han encontrado que ante una situación de
exposición consistente en permanecer en una situación donde se prevee una evaluación
negativa ante los demás, el sujeto con TOCP racionaliza la situación, argumentando que
es artificial y por tanto, no es eficaz para su caso, lo que sin duda interfiere el
procedimiento de la exposición. Finalmente, dada la alta comorbilidad encontrada entre
la FS y el TOCP, estos mismos autores consideran que el perfeccionismo, junto con
otros factores de vulnerabilidad, podría jugar un papel en la génesis de la FS. No
obstante, un porcentaje importante de sujetos (54,16%) con un diagnóstico comórbido
de TOCP también se benefician del tratamiento para la FS (Olivares, Ramos et al.,
2002).
Delimitación actual del constructo Fobia Social 55
Los sujetos con este trastorno suelen acudir a tratamiento psicológico porque algún
allegado está preocupado por las escasas relaciones sociales que establece el sujeto. El
factor que lo diferencia de la FS es que mientras que los sujetos con FS desean
interactuar con otras personas, los sujetos con un trastorno esquizoide prefieren su
propia compañía frente al interés por relacionarse socialmente. De hecho, estos sujetos
no se suelen encontrar nerviosos cuando se encuentran en una situación social,
simplemente prefieren no implicarse en actividades de carácter social.
No obstante, sería de interés investigar si estos sujetos presentan una historia pasada
de FS. Si fuera así, puede ser que la restricción de toda interacción social les haya
llevado a interpretar que los demás no les proporcionan nada positivo, pero sí les hacen
ponerse nerviosos y pasarlo mal. Asumirían que no hay nada que ellos no puedan
conseguir por sí mismos, llegando a considerarse autosuficientes.
Sería relevante pues investigar acerca de estas variables para poder diferenciar ambos
trastornos en el futuro o evidenciar que la imagen física (objeto social) que uno se crea
de sí mismo sería una de las características de las personas afectadas por FS. Además, la
implicación que la imagen de uno mismo tiene a la hora de la retroalimentación
56 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Como consecuencia de que el rechazo o fobia escolar está a veces implicado tanto en
la FS como en el trastorno de ansiedad por separación, el diagnóstico diferencial es
especialmente importante cuando tenemos un niño afectado por este problema. Aunque
en ambos trastornos están implicadas personas desconocidas, en la ansiedad por
separación la situación implica una separación de las figuras de apego y el niño se
encontraría cómodo en una situación social en las que éstas estuvieran presentes
mientras que en la FS no sería la separación en sí misma, sino la exposición al
escrutinio o presencia de otras personas aunque las personas de apego estuviesen
presentes (Sandín, 1997).
II.3.3.4. Paruresis
La paruresis también requiere ser tenida en cuenta dentro del diagnóstico diferencial
de la FS y otros trastornos pues, la paruresis o “síndrome de la vejiga tímida”, es un
trastorno que impide poder orinar en presencia de otras personas cuando se utilizan
servicios públicos o se pretende orinar en cualquier sitio que no sea el propio hogar y
hay personas cerca. Es por esta razón por la que incluimos aquí la posibilidad de que
pueda producirse confusión diagnóstica entre este trastorno y la FS, pues existiendo
muy poca investigación acerca de su naturaleza, prevalencia o si se trata tal vez de
58 Delimitación actual del constructo Fobia Social
alguna disfunción neurofisiológica (Soifer y Ziprin, 2000), este trastorno puede ser
considerado como una situación no mencionada con anterioridad entre las comunes que
afectan a sujetos con FS.
Aunque, como comentábamos más arriba, son escasos los estudios, algunos sitúan la
prevalencia entre el 7-32 % (Elitzur, 2000). Existen asimismo muy pocos trabajos
respecto a su tratamiento. No obstante la intención paradójica, diversas formas de
exposición, la relajación e incluso técnicas gestálticas, han sido mencionadas como
efectivas (Elitzur, 2000). Por otro lado, las aproximaciones farmacológicas parecen no
prometer mucho al respecto (Jasper, 1998).
SÍNTESIS
la interferencia que pudiera haber ocasionado esta etiqueta en la vida de los sujetos.
Teniendo en cuenta que ambos trabajos se llevaron a cabo en población universitaria,
así como la ausencia de una definición precisa acerca de lo que se conceptualizaba
como FS, no está clara la posibilidad de generalizar estos resultados a la población
general.
Una vez reconocida la FS como entidad nosológica por la APA (1980) y de acuerdo
con su definición (ansiedad ante situaciones sociales específicas), distintas
investigaciones han evaluado su prevalencia utilizando para ello la Diagnostic Interview
Schedule (DIS; Robins, Helzer, Croughan y Ratcliff, 1981), una entrevista altamente
estructurada que fue diseñada para su administración por personas sin experiencia
clínica. A continuación exponemos aquellas investigaciones que emplearon el DIS para
evaluar la prevalencia de la FS.
Evaluando estas mismas situaciones sociales y de acuerdo con los datos de la ECA
en la región de Carolina del Norte, Davidson, Hughes y Blazer (1993) informaron de
tasas del 3.8%. Consistente con estos resultados en el estudio previo de Georges,
Hughes y Blazer (1986) se encontró un porcentaje del 3.1%. Por contra, datos de
estudios en otros países americanos indicaron una prevalencia inferior, en torno al 1.6%
en Puerto Rico (Canino et al., 1987) y al 1.7% en Canadá (Bland, Orn y Newman,
1988).
En Europa, las tasas de prevalencia fueron del 0.99% en Italia (Faravelli, Innocenti y
Giardinelli, 1989), del 2.5% en Alemania (Wittchen, Essau, Zerssen, Krieg y Zaudig,
1991), y del 3.5% en Islandia (Steffánson, Lindal, Björnsson y Gudmundsdottir, 1991;
Lindal y Steffánson, 1993). En el continente austral, en concreto en Nueva Zelanda, fue
del 3% (Wells, Bushnell, Hornblow, Joyce y Oakley-Browne, 1989). Finalmente, en los
Delimitación actual del constructo Fobia Social 61
países asiáticos se obtuvieron tasas del 0.6% en Taiwan (Hwu, Yeh y Chang, 1989) y
del 0.53% en Corea del Sur (Lee et al., 1990).
No está claro el motivo por el que se han encontrado tasas de prevalencia más bajas
en los países asiáticos. Chapman, Mannuzza y Fyer (1995) han apuntado a factores
culturales y, en concreto al trastorno denominado “Taijin Kyofusho” (TSK), como una
fuente de variación que permitiera explicar estos resultados. Este trastorno está
caracterizado por miedo a ofender a los demás mediante conductas inapropiadas (oler
mal, hablar en voz alta) o por mostrar una apariencia ofensiva para los demás (Chang,
1984; Ono et al., 2001; Takahashi, 1989). Así, mientras en los países occidentales las
personas con FS pueden temer actuar de un modo que sea humillante o embarazoso para
ellos, los sujetos con TSK temen que su conducta puede humillar u ofender a los demás.
Un estudio reciente avala el TSK como una variante cultural de la FS en población
japonesa (Kleinknecht, Dinnel, Kleinknecht, Hiruma y Harada, 1997). Dado que el DIS
no recogía ítems que evaluaran estos aspectos, es probable que se haya producido una
subestimación de las tasas de prevalencia en estos países.
Respecto al uso del DIS como instrumento diagnóstico, una limitación de los
estudios descritos anteriormente es que la sección del DIS relativa a la FS no coincidía
completamente con la definición del DSM-III. En este sentido, el DIS: (a) evaluaba sólo
tres tipos de situaciones sociales; (b) no requería que el sujeto tuviera miedo a ser
humillado o a hacer el ridículo en una situación social y (c) no aplicaba el criterio de
exclusión de la FS como consecuencia de una enfermedad médica u otro trastorno
mental. Estas variables pueden haber afectado a las tasas de prevalencia informadas
previamente. De este modo, el número restringido de situaciones sociales que evaluaba
el DIS pudo incrementar el número de falsos negativos. Frente a esto, el hecho de que
no se necesitara cumplir el criterio A (miedo a la humillación o al ridículo) y el C
(enfermedad médica) del DSM-III, pudo incrementar el número de falsos positivos. En
resumen, por una parte las tasas de prevalencia informadas por los estudios que hicieron
uso del DIS pueden haber sido menores que si se hubieran aplicado los criterios del
DSM-III-R y por otro lado, pudiera existir también una sobrevaloración de la tasa de
prevalencia de la FS, dado el incumplimiento de los criterios A y C del DSM-III.
Hasta este momento se han presentado los resultados de los estudios que han seguido
los criterios del DSM-III. Seguidamente expondremos aquellos realizados bajo la
clasificación del DSM-III-R. Como se ha indicado previamente (véase II.2), el DSM-
III-R incluyó el subtipo generalizado, entendiéndose éste como ansiedad ante un
número amplio de situaciones sociales, mientras que en el DSM-III la FS se
conceptualizaba como miedo únicamente ante situaciones sociales específicas.
Una crítica a este trabajo fue formulada por Kessler (1995), argumentando que una
de las situaciones temidas por los sujetos con FS es hablar por teléfono. Por ello, este
autor considera que “buscar la prevalencia de la FS mediante entrevistas telefónicas es
como entrevistar a la gente en lo alto del Empire State Building para estimar la
prevalencia de la acrofobia” (p. 4). Frente a esto, Roca, Bernardo y Gili i Planas (1998)
indican que “el argumento diametralmente opuesto también podría ser cierto: en un
hipotético ranking de situaciones sociales generadoras de fobia, una entrevista cara a
cara con una persona extraña, sobre aspectos personales y psicopatológicos, podría
resultar más amenazante que una entrevista telefónica” (p. 45). Por ello, estos autores
consideran que es posible que los sujetos con FS pueden constituir una de las muestras
que plantea mayores dificultades y resistencias a la hora de realizar un estudio
epidemiológico.
Por otra parte, a través de una muestra estratificada de todo EE.UU., Kessler et al.
(1994) llevaron a cabo la National Comorbidity Survey, hallando estos investigadores
una prevalencia del 13.3%. Esta proporción englobaba a aquellos que presentaban
únicamente miedo a hablar en público –un gran auditorio- (2.9%), quienes sólo
manifestaban ansiedad a hablar ante un grupo de personas (1.9%) y un 8.5% de sujetos
que presentaban ansiedad a una o más de las siguientes situaciones sociales: beber,
comer, escribir, usar aseos públicos o bien hablar con otras personas (Kessler, Stein y
Berglund, 1998). También empleando una muestra estratificada pero esta vez en
Canadá, DeWitt, MCDonald y Offord (1999) hallaron una prevalencia del 12.7%. Sin
embargo, se han encontrado tasas de prevalencia más bajas en otros estudios llevados a
cabo también con población norteamericana y que utilizaron el mismo instrumento de
evaluación, el CIDI. Así, Offord, Boyle, Campbell, Goering, Lin, Wong y Racine
64 Delimitación actual del constructo Fobia Social
(1996) informaron de una prevalencia del 6.7% y Magee, Eaton, Wittchen, McGonagle,
y Kessler (1996) hallaron una tasa todavía menor, del 4.5%.
En un estudio realizado por Vega et al. (1998) en una muestra de adultos de origen
mexicano y residentes en EEUU se informó de una prevalencia del 5.3% en los adultos
mexicanos que habían emigrado a EEUU y del 10.9% en los nacidos en EEUU, siendo
la tasa de toda la muestra del 7.4%.
Por último, Feehan, McGee, Nada y Williams (1994) en Nueva Zelanda hallaron una
prevalencia del 11.1%. Destacar que esta tasa es muy similar a la encontrada en Estados
Unidos por Kendler et al. (1992) y que ambos estudios utilizaron como instrumento de
evaluación una versión modificada del DIS (DIS-III-R).
Por último, de acuerdo con los criterios del DSM-IV, y en población norteamericana
Stein, Walker y Forde (1996) empleando una metodología similar a la de un estudio
previo (Stein et al., 1994), informaron de tasas del 10% de miedo severo a hablar en
público (por severo se entendió puntuar 6 ó 7 en una escala con un rango 1-7).
Asimismo, respecto a la controversia acerca de sí el miedo a hablar en público ha de
considerarse como una FS, estos autores apoyan el mantenimiento del miedo severo a
hablar en público dentro del constructo FS. Pese a que este trabajo no muestra
directamente tasas de prevalencia relativas a la FS, de sus datos parece poder deducirse
una prevalencia del 5.2% de FS de tipo generalizado. En un estudio mas reciente
realizado por Stein et al. (2000), a través de una encuesta en dos poblaciones
canadienses (Alberta y Winnipeg) con un total aproximado de dos mil encuestados,
muestran un prevalencia en población adulta de 7,2% cuando las situaciones que incluía
la entrevista CIDI fue aumentada de 6 a 12. Cuando las situaciones consideradas eran
las que originalmente incluía la entrevista, la prevalencia bajaba a un 6,8%. En la Tabla
II.8. se muestran las seis situaciones del CIDI y las seis que fueron añadidas por el
grupo de Stein.
Para finalizar con los trabajos basados en los criterios del DSM-IV, decir que la
prevalencia más baja ha sido hallada en un estudio reciente con población australiana
(Andrews, Henderson y Hall, 2001) el cual informa de una tasa del 1.0%.
Tabla II.10. Miedos sociales en las comunidades de Winnipeg y Alberta (N = 1956), excluida la Fobia Social.
SITUACIONES TEMIDAS
DE ACTUACIÓN DE RELACIÓN
Dar una charla / hablar en público* Hablar pensando que lo que se dice pueda parecer
Hablar en una reunión o en clase* una tontería*
Pasear por una habitación en la que los demás Dirigirse a personas de autoridad
están sentados Mirar a los ojos
Usar aseos que no sean los de su casa Acudir a una fiesta o evento social similar*
Escribir delante de gente que observe* Devolver algún objeto en un establecimiento
Comer o beber delante de otras personas* Ser presentado a un desconocido
*Situaciones que originalmente incluía la CIDI.
El hecho de que las tasas de prevalencia varíen a lo largo de los diferentes estudios
que puede deberse a aspectos metodológicos como el número de situaciones evaluadas
y la naturaleza de las mismas, los instrumentos de evaluación utilizados, características
de la muestra, y especialmente los umbrales o límites que determinan el diagnóstico o
no de FS respecto a los criterios de interferencia o malestar. A este respecto, Furmark et
al. (1999), informan de una variación de la prevalencia que oscila desde 1.9% a 20.4%,
en función de sí los criterios establecidos son más estrictos o más conservadores.
Estudios previos como el de Pollard y Henderson (1988) también informaron de tasas
que variaban del 2.0% al 22.6% en función del nivel de malestar significativo utilizado.
Del mismo modo, Stein et al. (1994) hallaron que las tasas de prevalencia de la FS
oscilaban desde 1.9% a 18.7% en función del nivel de interferencia psicosocial
establecido. Y este mismo autor, unos años más tarde (Stein et al., 1996) informa de una
prevalencia del 10% cuando el punto de corte se establece en 6 ó 7 sobre un rango de 1
a 7, tasa que se incrementa hasta el 16% al bajar el límite a 5 ó 6.
Además, como puede observarse en la Tabla II.11., en general las tasas de
prevalencia de los estudios que siguen los criterios del DSM-III-R y DSM-IV son más
elevados que las del DSM-III. Chapman et al. (1995) argumentan que esto puede ser
debido a que mientras que en el DSM-III no se permitiría el diagnóstico conjunto de FS
y Trastorno de Personalidad por Evitación, en el DSM-III-R y DSM-IV se permite e
incluso lo sugiere.
criterios que eran necesarios reunir en el DSM-III. Por último, el DSM-III-R y el DSM-
IV han definido la FS como ansiedad ante las interacciones sociales frente a miedo ante
situaciones sociales específicas, tal como se recogía en el DSM-III, lo cual parece
corresponderse más a lo encontrado en sujetos con este trastorno (véase el apartado
anterior).
Los resultados presentados por Kashani y Orvaschel (1990) son consistentes con el
trabajo de Poulton et al. (1997), quienes encontraron que la proporción de adolescentes
con ansiedad social a los 15 años era superior a la informada por los mismos sujetos a
los 13 años (8.3% vs. 5.0%), el de Bragado et al. (1996), donde se observan porcentajes
del 1.3%, 4.8% y 6.3% en los rangos de edad de 6-9, 10-13 y 14-17 años,
respectivamente, así como el trabajo de Essau et al. (1999), quienes descubrieron que la
proporción de sujetos con FS a los 14-15 años (2.0%) se cuadruplicaba con respecto a la
de los 12-13 años (0.5%).
Delimitación actual del constructo Fobia Social 67
Beidel y Turner (1998) consideran que estas tasas pueden ser incluso inferiores a las
reales, ya que bajo los criterios del DSM-III-R, los sujetos que presentaban ansiedad
social, también podían reunir los criterios del trastorno de ansiedad excesiva infantil
(ahora incluido en el trastorno de ansiedad generalizada) o del trastorno de evitación
infantil (actualmente englobado en la FS). Estos autores señalan que si se combinaran
las tasas de prevalencia de estos trastornos halladas en el trabajo de Kashani y
Orvaschel (1990), se obtendría una prevalencia del 9.6%, la cual es similar a la
encontrada tanto en estudios epidemiológicos en población adulta (Kessler et al., 1994;
Stein et al., 1994) como en los datos proporcionados por investigadores que trabajan en
centros de salud mental.
Por otra parte, Reinherz, Giaconi, Lefkowitz, Pakiz y Frost (1993) hallaron una tasa
de prevalencia del 11.6% en una muestra de adolescentes (M=17.9 años). También en
EE.UU., Shaffer et al. (1996) encontraron una tasa del 7.6% en la infancia y del 3.7%
en la adolescencia. No obstante, estos últimos autores reconocen que estos datos deben
ser tomados con precaución, ya que el objetivo del estudio era evaluar las propiedades
psicométricas del DIS para niños, y no presentar datos representativos para la población
general.
Tabla II.11. Tasas de prevalencia de la Fobia Social en estudios llevados a cabo en población adulta
PREVALENCIA MANUAL
EVALUACIÓN (%)
PAÍS AUTORES AÑO N
DSM
H M Total
H: Hombre; M: Mujer; DIS: Diagnostic Interview Schedule; CIDI: Composite International Diagnostic Interview; DIS-III-R: Diagnostic
Interview Schedule for DSM-III-R.
Delimitación actual del constructo Fobia Social 69
En España, Bragado et al. (1996) encontraron una tasa de prevalencia del 6.3% en
una muestra de adolescentes (rango de edad: 14-17 años). No obstante, una limitación
de este estudio viene dada por la composición de la muestra, ya que ha consistido en
sujetos con un diagnóstico de FS específica (miedo a hablar en público), el cual además
se realizó a través de las puntuaciones de una escala, sin tener en consideración el
criterio de interferencia, tal como se recoge en el DSM-III-R o DSM-IV.
POBLA- PREVA-
PAÍS AUTORES AÑO N EDAD EVALUA- LENCI DSM
CIÓN CIÓN
A
Estados Unidos Strauss y Francis 1989 Clínica --- --- --- 9.0% DSM-III-R
Estados Unidos Albano et al. 1995 Clínica 22 13-17 ADIS-C 14.1% DSM-III-R
Nueza Zelanda McGee et al. 1990 Comunitaria 943 15 --- 1.1% DSM-III-R
Estados Unidos Kashani y Orvaschel 1990 Comunitaria 210 17 CAS 1.4% DSM-III-R
Estados Unidos Reinherz et al. 1993 Comunitaria 386 M=17.9 DIS-III-R 11.6% DSM-III-R
Estados Unidos Shaffer et al. 1996 Comunitaria --- --- DIS-C 3.7% DSM-III-R
14-17 4.0%
Alemania Wittchen et al. 1999 Comunitaria 3201 M-CIDI DSM-IV
14-24 7.3%
4.4%
Alemania Lieb et al. 2000 Comunitaria 1047 14-17 M-CIDI 1.1% DSM-IV
5.6%
SÍNTESIS
Estos resultados son similares a los encontrados en algunos estudios con muestras
adolescentes, tanto clínicas como comunitarias, pero no en otros. En este sentido, hay
que considerar que la conceptualización del miedo a hablar en público como una fobia
específica puede haber influido en un incremento de los falsos negativos en estos
estudios.
Como recogen Jiménez, Sáiz, Bascarán e Iglesias (1999), la mayoría de los estudios
epidemiológicos llevados a cabo hasta la fecha sitúan la edad de inicio de la FS en la
adolescencia, en torno a los 14-16 años, siendo poco frecuente su comienzo a partir de
los 25 años.
Respecto a los trabajos llevados a cabo en Europa, Lépine et al. (1993) informaron
de una edad de inicio de 10.5 años, mientras que Degonda y Angst (1993) indicaron que
la edad media de comienzo se situaba a los 16.6 años. Sin embargo, los datos del
estudio de Lee et al. (1990) en el continente asiático, son los que revelan una edad de
inicio de la FS más tardía, a los 24.3 años.
En población adolescente, Giaconia et al. (1994) observaron una edad de inicio a los
10.8 años en población estadounidense (media de edad de los sujetos: 17.9 años).
Asimismo, en este trabajo se halló que el 83% de los sujetos con un diagnóstico de FS
tenía una edad de inicio anterior a los 14 años.
También se han estudiado las diferencias en edad de inicio en función de los subtipos
de FS. Heimberg, Dodge et al. (1990), en un estudio de tratamiento, encontraron que los
pacientes con FSG tenían una edad de inicio menor que aquellos con el subtipo no
generalizado o específico. Por el contrario, Kessler et al. (1998), no encontraron
diferencias estadísticamente significativas, entre los subtipos, respecto a la edad de
inicio de la FS. No obstante, es posible que aunque las diferencias no fueran
significativas la edad de inicio de la FSG fuera menor que la de la no generalizada, dato
éste del que se prescinde en el estudio. Consistente con Heimberg et al. (1990), en
Alemania, Wittchen et al. (1999) hallaron una edad de inicio de 11.5 y 14.0 años para
los varones con FSG y no generalizada, mientras que para las mujeres la edad de
comienzo ha sido de 12.5 y 15.0 años en el caso de FSG y no generalizada,
respectivamente (rango de edad de los sujetos: 14-24 años), existiendo además
diferencias estadísticamente significativas entre ambos subtipos. Además, en este
trabajo se puso de manifiesto que el 50% de los sujetos con FSG, en comparación con el
19% de los sujetos con FS no generalizada, tenían una edad de inicio anterior a los 12
años. Por su parte, un estudio reciente en el contexto español (Olivares, Piqueras y
Rosa, en prensa) han informado de una edad media de inicio entre los chicos de 9.20
años para la FSG y 9.58 años para la FSE, mientras que entre las chicas fue de 9.62 para
la FSG y 9.46 para la FSE.
Este dato es de suma importancia ya que podría arrojar luz al motivo por el cual los
sujetos con el subtipo generalizado presentan un mayor grado de comorbilidad con otros
trastornos y un mayor nivel de severidad de las respuestas de ansiedad social, a la vista
de estudios como el de Giaconia et al. (1994), en el que se señala que el 63.6% de los
72 Delimitación actual del constructo Fobia Social
sujetos con un diagnóstico de FS que informaron una edad de inicio anterior a los 14
años, presentaban un riesgo significativamente más alto de mostrar un trastorno
comórbido. Por otro lado, parece ser que los sujetos con una edad de inicio más
temprana tienen mayor probabilidad de desarrollar el subtipo generalizado de FS,
aunque, como Chavira, Stein y Malcarne (2002) afirman, no existen hallazgos
concluyentes a este respecto, al igual que tampoco está claro si los sujetos con edad de
inicio temprana difieren de aquellos con una edad de inicio posterior en términos de
severidad, comorbilidad, historia familiar o respuesta al tratamiento (Chavira et al.
2002; Olivares, Caballo et al., 2003).
Por otra parte, distintas investigaciones han demostrado que la FS precede a otros
trastornos de ansiedad (a excepción de la fobia específica) y del estado del ánimo
(v.gr.,., Lépine y Lellouch, 1995), por lo que una intervención temprana, próxima al
comienzo de la FS, no solamente permitiría eliminar las respuestas de ansiedad social
sino también prevenir el desarrollo de otros trastornos.
II.4.2.2. Género
Como puede observarse en las Tablas II.11. (porcentajes) y II.14. (odds ratio), no
existe un consenso con respecto a la existencia de una prevalencia superior de la FS en
hombres o en mujeres. Ahora bien, a excepción de algunos trabajos, la mayoría de
investigaciones han puesto de manifiesto una prevalencia más alta de mujeres con FS,
encontrándose ratios de 3:2 o 2:1, a favor de estas últimas (para una revisión en
población comunitaria ver Furmark et al., 2002).
Estos datos en población adulta son consistentes con trabajos en población infantil y
adolescente, los cuales señalan que la población femenina presenta niveles de ansiedad
social más elevados que los varones (Beidel y Turner, 1992; Essau et al., 1999; Essau,
Sakano, Ishikawa y Sasagawa, 2004; La Greca et al, 1988; Wells, Tien, Garrison y
Eaton, 1994; Wittchen et al., 1999). En este mismo sentido, los datos ofrecidos por
Olivares (2005) muestran una proporción de 3:2 a favor de las adolescentes españolas,
así como otros estudios del mismo equipo (v.gr., Olivares, Piqueras y Rosa, en prensa),
que han hallado un porcentaje de FS sobre la muestra total comunitaria de 2.12% para
los chicos y 4.94 para las chicas.
Tabla II.14. Prevalencia de la Fobia Social en función de la variable género (odds ratio)
PREVALENCIA
AUTORES AÑO PAÍS
Hombres Mujeres
Canino et al. 1987 Puerto Rico 1.5 1.6
Bland et al. 1988 Canadá 1.4 2.0
Wells et al. 1989 Nueva Zelanda 4.3 3.0
Faravelli et al. 1989 Italia 1.4 0.54
Hwu et al. 1989 Taiwán 0.24 0.95
Lee et al. 1990 Corea del Sur 0.0 1.0
Schneier et al. 1992 Estados Unidos 2.0 3.1
Lépine et al. 1993 Francia 2.1 5.4
Degonda y Angst 1993 Suiza 3.1 4.4
Kessler et al. 1994 Estados Unidos 11.1 15.5
Weiller et al. 1996 Francia 14.6 14.2
Vega et al. 1998 Estados Unidos 6.1 8.8
4.9* 9.5*
Wittchen et al. 1999 Alemania
2.7** 5.5**
Essau et al.*** 1999 Alemania 1.0 2.1
Olivares, Piqueras y En España 2.12 4.94
Rosa**** prensa
* Rango de edad: 14-24 años;** Rango de edad: 14-17 años;*** Rango de edad: 12-17 años;****Rango de edad: 14-17
Por otra parte, respecto al nivel socioeconómico y educativo, casi existe un consenso
en los resultados de los estudios epidemiológicos a la hora de señalar la presencia de un
nivel socioeconómico y educativo más bajo en los sujetos con FS (Davidson et al.,
1993; Furmark et al., 1999; Lépine et al., 1993; Magee et al., 1996; Patel, Knapp,
Henderson y Baldwin, 2002; Reinherz et al., 1993; Schneier et al., 1992; Stein et al.,
1994; Stein et al., 1996; Weiller et al., 1996; Wells et al., 1994; Wittchen et al., 1999),
encontrándose además que el mayor grado de severidad de las respuestas de ansiedad
social correspondía al estrato de la muestra que presentaba los niveles socioeconómicos
y educativos más bajos.
Otra excepción es el estudio llevado a cabo en Suiza por Degonda y Angst (1993), en
donde no se hallaron diferencias significativas en el nivel socioeconómico, no
proporcionando datos acerca del nivel educativo de la muestra.
76 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Asimismo, podemos concluir que la mayoría de trabajos han encontrado que los
sujetos con FS pertenecen a un estrato de nivel socioeconómico y educativo bajo,
aunque se desconoce sí ésta es la causa o una consecuencia de presentar este trastorno.
Es decir, a día de hoy no se conoce a ciencia cierta si el encontrarse en estos niveles ha
podido contribuir al desarrollo de la FS, o bien, si ésta ha propiciado que el sujeto
obtenga un peor rendimiento académico, rehuya carreras universitarias y por tanto, no
hayan accedido a puestos de trabajo mejor remunerados.
El uso de servicios médicos por sujetos con FS ha sido investigado por algunos
autores. Schneier et al., (1992) manifestaron que los pacientes con FS sin comorbilidad
hacían uso de los servicios médicos el doble de veces que aquellos sin el trastorno.
Además cuando la FS venía acompañada de un trastorno comórbido, la tasa de
Delimitación actual del constructo Fobia Social 77
asistencia a servicios médicos se incrementaba a tres veces más que la del grupo
control. En el estudio de Faravelli et al., (2000), más de tres cuartos (78%) de los
pacientes con ansiedad social, usaban los servicios de atención primaria, el 41% había
visitado a un psiquiatra y el 15% a un psicólogo. Respecto a las diferencias de género,
parece ser que los hombres tienen mayor probabilidad de solicitar tratamiento, tal vez
porque la FS sea más incapacitante para hombres que para mujeres (Weinstock, 1999).
Además, en el estudio de Furmark et al., (1999), alrededor del 13% de los sujetos con
FS admitieron el uso de medicación, aunque muy pocos manifestaron que la ansiedad
social fuera el problema.
II.4.3. COMORBILIDAD
Otros trastornos comórbidos que han sido asociados con la FS son el trastorno de la
personalidad por evitación (Herbert et al., 1992; Holt et al., 1992; Jansen et al., 1994;
Ramos et al., 2002; Schneier et al., 1991; Tillfors, et al., 2001; Turner, et al., 1992), y el
trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad (Ramos et al., 2002).
Respecto al papel que pueden haber jugado los subtipos de FS de cara a las tasas de
comorbilidad obtenidas en los estudios epidemiológicos, Stein y Chavira (1998)
reanalizaron los datos del National Comorbidity Survey (Kessler et al., 1994),
dividiendo para ello los sujetos con FS entre aquellos con miedo a hablar en público y
los que muestran ansiedad ante otro tipo de situaciones sociales (por defecto, FS
generalizada). Estos autores observaron que estos últimos presentaban un número
estadísticamente superior de trastornos de ansiedad comórbidos respecto a los sujetos
con miedo específico a hablar en público.
Por su parte, Olivares, Piqueras y López-Pina (2005) han hallado que los subtipos de
FS presentan la tasa de comorbilidad asociada más alta con la FE y MS. Para la muestra
total, las tasas de comorbilidad fueron bastante altas: FE (54.9%), MS (18.14%) y
Trastorno de Pánico (13.32%). El subtipo de FSG presentó las tasas más altas en FE, y
MS. Mientras, el subtipo específico obtuvo un 36,1% para la FE y por debajo de 20%
para los otros trastornos.
AUTORES AG TP TP±
±AG AG-TP TAG FE TEPT TOC
Los datos anteriormente expuestos pueden arrojar luz de cara a discriminar entre los
subtipos de FS si se trata de diferencias cuantitativas o cualitativas, dada la unanimidad
de resultados coincidentes respecto a la mayor presencia de comorbilidad en los sujetos
con FSG así como un patrón distinto de trastornos comórbidos en uno y otro subtipo.
En relación con la alta comorbilidad entre trastorno de pánico y FS, Horwath et al.
(1995) plantearon tres hipótesis: (a) la existencia de una tendencia general entre los
trastornos de ansiedad (incluida la FS) a presentarse de forma conjunta con el trastorno
de pánico, la cual se debería a una transmisión familiar, (b) la presencia del trastorno de
pánico sería un factor de riesgo para la FS sin que se evidenciara un componente
familiar y (c) la asociación entre FS y trastorno de pánico es espúrea y se debería
simplemente a un mal diagnóstico de agorafobia.
En población infanto-juvenil, Francis et al. (1992) observaron que todos los niños
que acudían a consulta con un diagnóstico de FS presentaban al menos otro trastorno de
ansiedad, siendo el más frecuente el trastorno por ansiedad excesiva (83%), actualmente
englobado dentro del trastorno de ansiedad generalizada. Asimismo, estos autores
encontraron que casi la mitad de los sujetos cumplían los criterios de fobia simple
(ahora denominada fobia específica).
Last et al. (1992) aportaron datos en el mismo sentido sugiriendo que, más que una
comorbilidad entre FS y trastorno de ansiedad generalizada, se producía un
solapamiento de ambos trastornos en algunos criterios diagnósticos, lo cual podía estar
influyendo en un incremento de los falsos positivos de cara al diagnóstico de estos
trastornos.
Albano, Chorpita, y Barlow (1996) describieron una muestra de 138 jóvenes (edad
de 8-17 años) de los cuales el 30% recibió el diagnóstico de FS basado en los criterios
del DSM-III-R. El trastorno comórbido más frecuente fue el de ansiedad excesiva
(43%), seguido de fobia simple (26%). Beidel, Turner y Morris (1998) usando los
criterios del DSM-IV informaron de tasas de comorbilidad en una muestra de sujetos
con FS con una media de edad de 10.1 años. La tasa de comorbilidad más alta fue para
el trastorno de ansiedad generalizada y fobia específica (ambos de un 10%).
En Alemania, Essau et al. (1999) manifestaron que los trastornos de ansiedad que
más frecuentemente se encuentran asociados a la FS en la adolescencia (rango de edad:
12-17 años) son la agorafobia (23.5%) seguido por el trastorno obsesivo-compulsivo
(11.8%) y la fobia específica (5.9%). Estos autores no encontraron comorbilidad con
otros trastornos, como el de ansiedad generalizada o el trastorno por estrés
postraumático.
II.4.3.2. Comorbilidad entre Fobia Social y trastornos del estado del ánimo
Se estima que los sujetos con FS tienen una probabilidad de dos a tres veces mayor
de desarrollar o bien depresión mayor o distimia (Kessler, Stang, Wittchen, Stein y
Walters, 1999).
82 Delimitación actual del constructo Fobia Social
La Tabla II.16. muestra resultados discrepantes acerca de qué trastorno del estado
del ánimo presenta una mayor comorbilidad con la FS en los estudios epidemiológicos
realizados hasta la fecha. Así, mientras algunos indican que la distimia es más frecuente
que la depresión mayor (Angst, 1993; Wittchen et al., 1999), otros informan de lo
contrario (Canino et al., 1987; Kessler et al., 1999; Magee et al., 1996; Schneier et
al.,1992; Wacker et al., 1992).
Un dato proporcionado por el estudio de Wittchen et al. (1999) puede arrojar luz a
este respecto, puesto que mientras los sujetos designados como fóbicos sociales del tipo
generalizado muestran unas tasas de comorbilidad de distimia superiores a las de
depresión, sucede justo lo opuesto en los sujetos con FS no generalizada.
Respecto a los subtipos de FS, Stein y Chavira (1998) indicaron que los sujetos con
FS generalizada refieren un número superior de trastornos del estado del ánimo
comórbidos, en comparación con los sujetos con miedo a hablar en público. A este
respecto, Stein y Kean (2000) encontraron que el subtipo generalizado de FS estaba
fuertemente asociado con depresión mayor, mientras que el miedo a hablar en público
no, resultados estos consistentes con el estudio de Kessler et al., (1998). En España,
Delimitación actual del constructo Fobia Social 83
Olivares, Piqueras y López-Pina (2005) han hallado unos datos que indican tasas más
altas de distimia que de depresión mayor en todos los subtipos, que tiende a aumentar
conforme se avanza en el grado de generalización de la FS. Otro dato muy importante
es que el subtipo FSGG muestra los porcentajes más elevadas de ambos trastornos, que
en este caso son muy parecidos, 32% y 38%, respectivamente (véase tabla II.16.).
Por tanto, al igual que en el punto anterior, creemos que es necesario analizar los
resultados de los estudios acerca de la comorbilidad teniendo en cuenta el subtipo de FS
que presenten los sujetos.
casos (Kessler et al. 1999; Lepine et al., 1993; Schneier et al., 1992; Stein et al., 1990;
Weiller et al. 1996; Wittchen et al., 1999). Además, respecto al trastorno de depresión
mayor, DeWitt, Ogborne, Offord y MacDonald, (1999) afirman que en los casos en que
el desarrollo de la FS es previo al de la depresión mayor, se observa una probabilidad
significativamente menor de recuperación que en aquellos que informan de un inicio de
la depresión previo a la FS.
En estudios con muestras clínicas de sujetos adultos con FS se han encontrado tasas
de comorbilidad de depresión mayor que oscilan entre el 3% y el 70% mientras que las
relativas al trastorno distímico varían entre el 4% y el 32% de los casos (véase Tabla
II.18).
Tabla II.18. Comorbilidad con los trastornos del estado del ánimo en muestras clínicas
AUTORES N Depresión (%) Distimia (%)
Argyle y Roth (1989) 37 27
Barlow et al. (1986) 19 15 4
Perugi y Savino (1990) 25 36
Turner et al. (1991) 71 3 6
Van Amerigen et al. (1991) 57 70 32
Por otra parte, en muestras de sujetos adultos con un diagnóstico de depresión mayor
se ha puesto de manifiesto que entre un 28% y un tercio de los casos también han
reunido los criterios diagnósticos de FS (Alpert et al., 1997; Lépine et al., 1993).
Si bien, como hemos podido comprobar los estudios acerca de la comorbilidad entre
FS y trastornos del estado del ánimo, se han centrado en su mayor parte en investigar la
Delimitación actual del constructo Fobia Social 85
Distintos estudios han puesto de manifiesto que las tasas de abuso de alcohol son
más elevadas en sujetos con FS que en sujetos con otro trastorno de ansiedad (Amies et
al., 1983; Kushner, Sher y Beitman, 1990; Turner, Beidel, Dancu y Keys, 1986).
También se ha demostrado que los sujetos con FS tienen mayor probabilidad de cumplir
los criterios del DSM-III-R y DSM-IV para la dependencia de nicotina que aquellos sin
86 Delimitación actual del constructo Fobia Social
Tampoco existe un consenso acerca de si los sujetos con FS presentan con más
frecuencia abuso de alcohol o de otras sustancias (véase Tabla II.19). Comparando una
muestra clínica de sujetos con FS vs. población comunitaria, Lépine et al. (1998)
aportaron datos respecto a que un 2.5% de los sujetos con FS informaban que habían
manifestado problemas relativos al abuso del alcohol, en comparación con el 1% de los
sujetos sin FS. Tras clasificar a los sujetos con un diagnóstico de FS como “moderados”
o “severos”, encontraron que el 4.3% de los sujetos con FS severa presentaban abuso
y/o dependencia al alcohol, frente al 1.4% de los designados como moderados.
Con población adolescente, Essau et al. (1999) encontraron que el 23.5% de los
sujetos con FS también presentaban abuso y/o dependencia de alcohol y de otras
sustancias.
En relación con el orden cronológico de inicio de la FS, Angst (1993) sugirió que el
patrón de comorbilidad podía presentar el siguiente esquema: primero se iniciaría la FS
para posteriormente desarrollarse un episodio depresivo mayor y finalmente producirse
un comienzo en el abuso y/o dependencia de sustancias tóxicas. A día de hoy no hay
datos que permitan avalar esta hipótesis.
Sin embargo, como han señalado algunos autores, un elevado porcentaje de sujetos
con FS ha informado que el inicio en el abuso del alcohol u otras drogas se produjo con
posterioridad al desarrollo de la FS, como un intento para poder sobrellevar las
respuestas psicofisiológicas y cognitivas que se presentaban cuando se encontraban ante
una situación social (Montgomery, 1996). Los sujetos con FS suelen emplear estas
sustancias con el objeto de desinhibirse en situaciones sociales y así poder realizar
comportamientos prosociales, como iniciar y mantener una conversación con una
persona del sexo opuesto durante una situación lúdica (p.ej., una fiesta). En este línea,
Abrams, Kushner, Medina y Voight (2001) han evaluado el efecto del alcohol sobre la
intensidad de las respuestas de ansiedad. 61 sujetos con FS dieron dos charlas; entre el
intervalo de la primera a la segunda un grupo de sujetos consumió alcohol, un segundo
grupo creyó consumir alcohol tratándose de una bebida no alcohólica y un tercer grupo
o grupo control consumió una bebida no alcohólica. Se observó que tanto el grupo que
consumió alcohol como el que consumió la bebida placebo mostraron una reducción
mayor de ansiedad frente al grupo control, siendo el efecto mayor en el grupo que
consumió alcohol. Los autores concluyen que tanto los efectos farmacológicos del
alcohol como la creencia de haberlo tomado (expectativas) reducen significativamente
la ansiedad frente a una situación de actuación. Estos hallazgos son importantes porque
anticipan el papel del alcohol como reforzador negativo en sujetos con FS, lo cual puede
contribuir al posterior desarrollo de abuso/dependencia de alcohol entre esta población.
Lecrubier (1998) halló que los sujetos con FS que informaban que la edad de
comienzo de su trastorno fue antes de los 15 años presentaban tasas de comorbilidad de
abuso de alcohol superiores a los que indicaban una edad de inicio superior.
Por otra parte se ha examinado en qué medida los sujetos que presentan abuso y/o
dependencia del alcohol u otras sustancias reúnen también los criterios diagnósticos de
FS. Así, las tasas de prevalencia de la FS, en sujetos que solicitan tratamiento debido a
88 Delimitación actual del constructo Fobia Social
sus problemas con el alcohol, oscilan entre el 2% y el 54% (Lépine y Pélissolo, 1998),
con una prevalencia media del 15%.
Respecto a la variable género, Kessler et al. (1997) reanalizaron los resultados del
NCS y encontraron que un 30% de las mujeres con dependencia alcohólica también
presentaban FS, en comparación con un 19% de los varones. Similares resultados
fueron hallados por Cardot, Lejoyeux y Ades (1997) quienes constataron que el 24% de
las mujeres con dependencia alcohólica cumplían los criterios diagnósticos de FS, en
comparación con un 13% de los varones. Este dato es consistente con la afirmación de
Page y Andrews (1996) de que la presión social para el consumo de alcohol puede ser
mayor en hombres que en mujeres. Sin embargo, Thomas et al. (1999) no encontraron
diferencias estadísticamente significativas entre una muestra de sujetos con FS en
función del género. Por otra parte, Kessler et al. (1997) observaron que tanto los
hombres como las mujeres con FS presentaban el doble de riesgo a mostrar dependencia
al alcohol en comparación con los sujetos sin FS.
esto, Clark et al. (1993) aportaron datos que sugieren que la gran mayoría de
adolescentes con FS que consumían alcohol mostraban absentismo escolar y problemas
de conducta.
Respecto al uso de otras sustancias, Grenyer, Williams, Swift y Neill (1992), con una
muestra de consumidores de heroína, indicaron que aproximadamente una cuarta parte
de la muestra presentaba ansiedad social en base a los sujetos que sobrepasaron el punto
de corte establecido por los autores en la Escala de Miedo a la Evaluación Negativa
(FNE) y la Escala de Ansiedad y Evitación Social (SAD). Por otra parte, Sonntag et al.,
(2000) encontraron que, en una muestra de adolescentes y jóvenes adultos (edad 14-24
años) con FS, el 35.7% eran fumadores regulares y el 18.7% tenían dependencia de
nicotina según los criterios del DSM-IV.
Ante esto, distintos estudios con muestras clínicas también han evaluado en qué
medida la FS precede o es consecuencia del abuso o dependencia del alcohol u otras
sustancias. Los resultados han revelado que la FS antecede al abuso del alcohol entre el
25 y el 94% de los casos (Smail, Stockwell, Canter y Hodgson, 1984; Schneier et al.,
1992; Stravynski et al., 1986; Weiller et al., 1996; Wittchen et al., 1999), al consumo de
tabaco (Sonntag et al.¸ 2000), y al abuso de alcohol, abuso de cocaína y uso de nicotina
(Baker, 2001).
Por su parte, Zimmermann et al. (2003) estudiaron la relación entre los trastornos
primarios de ansiedad y el desarrollo del trastorno por abuso del consumo de sustancias
tóxicas en una muestra amplia de adolescentes y adultos jóvenes, concluyendo que la
FS predecía el inicio del uso regular y abusivo de drogas y la persistencia de la
dependencia.
Hasta la fecha son muy escasos los estudios entre la FS y los trastornos alimentarios,
sin embargo existe la observación clínica de que aquellos con trastornos de la conducta
alimentaria tienen mayor probabilidad de sufrir ansiedad social (Lecrubier et al., 2000)
y que en la mayoría de los casos la ansiedad social ocurre antes que los trastornos de la
conducta alimentaria (Wittchen et al., 1999).
cociente de razón 10 veces superior a la de los sujetos con FS no generalizada. Este dato
sugiere que los trastornos alimenticios presentan una mayor comorbilidad con los
sujetos que cumplen el subtipo generalizado de FS.
En estudios con muestras clínicas, Bulik, Beidel, Duchmann, Weltzin y Haye (1991)
examinaron una muestra de mujeres con bulimia nerviosa, otro compuesto por mujeres
con anorexia nerviosa y un último integrado por mujeres con un diagnóstico de FS. A
todas ellas se les administró el Inventario de Ansiedad y Fobia Social (SPAI). Los
resultados mostraron que tanto las mujeres con anorexia como con bulimia refirieron
puntuaciones similares a las obtenidas por la muestra de sujetos con FS, no estando
limitadas las respuestas de ansiedad a situaciones como comer o beber en público,
puesto que también informaron ansiedad ante un amplio rango de situaciones sociales y
presentaban asimismo valores elevados de miedo a la evaluación negativa.
Por otra parte, Brewerton et al. (1995) observaron que el 17% de una muestra de
bulímicas también presentaban un diagnóstico de FS, precediendo la FS a la bulimia en
el 100% de los casos. Con una muestra de mujeres con bulimia y anorexia, Flament y
Godard (1995) hallaron que el 58.8% y el 58.6% de éstas informaron de un trastorno
comórbido de FS. En el caso de las mujeres con bulimia, la FS había precedido a este
trastorno en el 90% de los casos, reduciéndose al 64% en los sujetos con anorexia.
el apoyo social tenía un efecto indirecto sobre las tres variables mencionadas,
concluyendo por tanto los autores que el apoyo social, el miedo a ser criticado o
rechazado, la aceptación de uno mismo son variables muy importantes cuando se ha de
evaluar trastornos alimentarios o FS.
Numerosos estudios epidemiológicos han puesto de manifiesto que las personas con
FS sufren un deterioro funcional significativo (Davidson et al., 1993; Faravelli et al.,
2000; Magee et al., 1996; Schneier et al., 1992; Stein et al., 2000; Wittchen et al., 1999)
y como consecuencia su calidad de vida se ve muy afectada (Kessler, Foster, Saunders y
Stang, 1995; Simon et al., 2002; Stein y Kean, 2000; Wittchen y Beloch, 1996). Como
hemos podido constatar estas personas tienen problemas para establecer y mantener
relaciones afectivas y por tanto, menor probabilidad de casarse o estar casados, menor
nivel educativo, socioeconómico y peor status laboral, con mayor probabilidad de estar
sin empleo.
A este respecto, Stein et al. (2000), detectaron que una de cada cinco personas con
FS creía que sus miedos sociales habían interferido mucho en su educación, incluso una
proporción mayor (1 de cada 2) informó de haber abandonado los estudios por esta
razón. También uno de cada cinco sujetos manifestaron que sus miedos sociales les
habían dificultado la búsqueda o consecución de un puesto de trabajo, y una proporción
similar habían rechazado un trabajo o promoción como consecuencia de sus miedos
sociales.
comórbida exhiben mayor severidad en sus síntomas, mayor deterioro en sus vidas,
ingresos económicos más bajos, y una edad de inicio de la ansiedad social más
temprana que aquellos con trastorno de ansiedad sin comorbilidad. Sin embargo, apenas
existen diferencias entre los sujetos con ansiedad social y un trastorno de ansiedad
asociado y aquellos con ansiedad social sin comorbilidad.
Wittchen et al. (1999, 2000) mostraron que los sujetos con FS con y sin comorbilidad
tenían una productividad en su trabajo (laboral, escolar o en el hogar) mucho menor que
el grupo control.
Aunque Zimbardo y Radl (1981), trabajaron con adolescentes tímidos, los resultados
de su estudio indican que los jóvenes tímidos tienen riesgo de intentos de suicidio. Las
relaciones entre FS e ideación suicida o intentos de suicidio en adolescentes no ha sido
todavía estudiada directamente, pero la FS en adultos es asociada con un riesgo
incrementado de intentos de suicidio (Davidson, et al., 1993; Rapee, 1995).
Al igual que ocurre con otros problemas de conducta, la FS está asociada con fracaso
escolar (Kessler et al., 1995; Wetterberg, 2004; Wittchen et al., 1999). El éxito en el
ámbito educativo es importante porque permite la finalización de los estudios y el
consiguiente logro vocacional, seguridad económica y el desarrollo y mantenimiento de
estilos de vida saludables (Henderson y Zimbardo, 2001; Kessler et al., 1995).
SÍNTESIS
b) La FS es más frecuente entre mujeres que entre hombres, si bien éstos últimos
son los que más solicitan tratamiento, las tasas de prevalencia son mayores
entre los más jóvenes y los sujetos con ansiedad social suelen ser solteros,
divorciados o viudos, tienen un nivel educativo y socioeconómico menor y una
peor situación laboral, lo que conlleva a menores ingresos. Por todas estas
razones la ansiedad social interfiere de manera significativa en numerosas
áreas de la vida cotidiana (laboral, social, educativa, familiar) teniendo como
consecuencia una calidad de vida muy reducida.
A este respecto, el primer estudio fue llevado a cabo por Öst y Hugdahl en 1981.
Estos autores hallaron que el 58% de una muestra de 34 sujetos con FS recordaban
experiencias estresantes asociadas al origen de este trastorno. De igual modo, Turner,
Beidel y Townsley (1992) tras administrar una entrevista a una muestra de 71 sujetos
con FS encontraron que aproximadamente el 50% relataron algún tipo de experiencia
que podía ser entendida como una situación de condicionamiento a respuestas de
ansiedad social. Un estudio posterior analizó la presencia de experiencias estresantes en
30 personas con miedo a hablar en público (Hofmann, Ehlers y Roth, 1995). Los
resultados mostraron que pese a que el 89% de los sujetos informaban de experiencias
estresantes en el pasado, tan sólo el 15% indicaban que la experiencia traumática se
había producido al mismo tiempo que el inicio de la FS..
Otros trabajos han incluido un grupo control en su diseño con el fin de constatar la
existencia de diferencias significativas en la proporción de sujetos con FS vs. sin este
trastorno en relación con el recuerdo de experiencias estresantes. En este sentido,
Stemberger, Turner, Beidel y Calhoun (1995) compararon una muestra de 68 sujetos
que mostraban FS con 25 sujetos que no presentaban ningún trastorno del eje I.
Además, con el fin de determinar en qué medida podían estar implicados distintos
factores en la génesis de cada uno de los subtipos de la FS (específico vs. generalizado),
estos autores dividieron el grupo integrado por sujetos con ansiedad social entre
aquellos que presentaban FS específica (operacionalizado como “miedo a una o más
situaciones sociales específicas”) y FS generalizada (sujetos con “ansiedad ante
situaciones de interacción social”). Tras comparar la muestra de sujetos que presentaban
FS con el grupo control se encontraron diferencias significativas en la proporción de
sujetos con FS que recordaban experiencias estresantes (44%) frente a los sujetos que
formaban el grupo control (20%). También se hallaron diferencias significativas entre
102 Modelos y teorías explicativas
los sujetos con FS específica (56%) vs. grupo control (20%). Por el contrario, la
proporción de sujetos con FS generalizada que informaron recordar experiencias
estresantes (40%) no difería significativamente de aquellos con FS específica o con el
grupo control.
SÍNTESIS
En resumen, al igual que sucede con el papel del condicionamiento clásico en la FS,
se dispone de escasos estudios sobre el aprendizaje vicario y la transmisión de
información. Los únicos trabajos a los que podemos aludir son los de Öst y Hugdahl
(1981), Hofmann et al. (1995) y Mulkens y Bögels (1999). Sin embargo, hay que
destacar que la proporción de sujetos que adquirieron la FS tanto mediante el
aprendizaje observacional como la transferencia de información son mucho mayores en
el estudio de Hofmann et al. (1995) con una muestra de sujetos con FS específica
(miedo a hablar en público) en comparación con la muestra de sujetos con FS que
componía el trabajo de Öst y Hugdahl (1981) y Mulkens y Bögels (1999). En la tabla
III.1 presentamos un resumen de las conclusiones y hallazgos de estos estudios.
104 Modelos y teorías explicativas
Tabla III.1. Revisión de las conclusiones de los estudios que han examinado el papel de los modelos
explicativos en el origen de la FS
MODELO
AUTORES AÑO CONCLUSIONES
EXPLICATIVO
Öst y Hugdahl 1981 Un 58% de sujetos recuerdan experiencias estresantes en el
inicio de la FS
CONDICIONAMIENTO CLÁSICO
III.1.2.1. Introducción
Los sujetos con FS infravaloran su competencia personal para afrontar las situaciones
sociales y magnifican la probabilidad de ocurrencia de una experiencia aversiva durante
dichas situaciones. Cognitivamente es un sesgo de pensamiento sobredimensionar la
creencia de ser juzgado negativamente por los demás (Butler y Mathews, 1983; Foa,
Franklin, Perry y Herbert, 1996; Leary, Kowalski y Campbell, 1988; Lucock y
Salkovskis, 1988; Poulton y Andrews, 1996; Stopa y Clark, 1993, 2000). El sujeto con
FS no tiene la seguridad de tener capacidad para ofrecer una impresión favorable de sí
mismo.
ambiguas, los sujetos con ansiedad social atribuyen siempre un significado emocional
negativo.
Para controlar este sesgo, Veljaca y Rapee (1998) evaluaron en qué medida los
sujetos con ansiedad social (alta vs. baja) pueden detectar indicadores de evaluación
positiva o negativa por parte de la audiencia. Para conseguir este propósito, se entrenó a
ésta para que proporcionara de forma equitativa conductas positivas (sonreír, asentir,
inclinar hacia delante el cuerpo) y negativas (bostezar, mirar el reloj o toser). Los
resultados mostraron que los sujetos con ansiedad social baja cometían menos errores
en la detección de las conductas positivas de la audiencia, por el contrario, los sujetos
con ansiedad social alta cometían menos errores en la detección de las conductas
negativas. Estos resultados son consistentes con los obtenidos por Winton et al. (1995) y
Esteves (1999), y son coherentes con el modelo de Rapee y Heimberg (1997). Esteves
(1999) utilizó como estímulos los dibujos de rostros que expresaban alegría, ira y una
expresión neutra. Estos rostros estaban dispuestos en una estructura de 3x3 (tres
columnas por tres filas). De los nueve rostros, ocho mostraban la misma expresión y
uno (el estímulo a identificar) manifestaba otra expresión. La tarea del sujeto consistía
en detectar si de los nueve rostros, uno tenía una expresión diferente al resto. Si era así,
presionaba un botón. Las medidas utilizadas fueron: (a) el tiempo de latencia en la
respuesta del sujeto (tiempo de reacción) y, (b) el número de errores. Los resultados
mostraban que en los sujetos con ansiedad social alta el tiempo de reacción era menor
cuando había un rostro con una expresión enojado junto con 8 rostros con una expresión
neutra que cuando el rostro tenía una expresión de alegría. Además, una expresión de ira
entre expresiones alegres, era detectada más rápidamente que una expresión alegre con
expresiones enojadas como fondo. De esta forma, los sujetos con ansiedad social alta
son más rápidos para detectar rostros enojados que alegres y además cometen más
errores cuando el estímulo distinto es un rostro con una expresión de alegría. Sin
embargo, no se obtuvieron diferencias estadísticamente significativas entre los sujetos
con ansiedad social alta vs. baja.
posible. Los resultados hallados mostraron que los sujetos socialmente fóbicos
mostraban un sesgo atencional mayor hacia los estímulos de amenaza relevantes para
las situaciones sociales y una mayor distracción cuando se les presentaba caras alegres y
enfadadas que cuando éstas eran neutrales, lo cual parece sugerir una sensibilidad
general a la expresión emocional. Sin embargo, Veljaca y Rapee (1998) sugirieron que
los paradigmas metodológicos empleados por Gilboa-Schechtman et al. (1999) no
permiten a los sujetos dedicar su atención libremente, ya que ambas tareas requieren la
exploración y la detección posterior de los estímulos (caras y comportamientos de la
audiencia). Chen et al. (2002) han postulado que el paradigma visual de los marcadores
constituye un medio mejor de examinar el libre procesamiento de estímulos sociales
amenazantes y no amenazantes, puesto que no se necesita que los sujetos detecten
dichos estímulos, sino que deben detectar la localización de un marcador (punto o letra)
que reemplaza aleatoriamente la posición de esos estímulos.
Los estudios realizados por Sanz (1997), hallaron que durante el transcurso de una
situación social, los sujetos con ansiedad social alta prestan más atención a la
información negativa que a la positiva y una respuesta atencional de evitación ante
estímulos depresivos, lo cual está en consonancia con los hallazgos de Taylor y
Rachman (1992), que informaron como los sujetos con ansiedad social mostraban
miedo a los indicios de tristeza y daban respuestas de escape y/o evitación ante ellos.
Más recientemente, Ramírez et al. (2003) estudiaron los sesgos cognitivos que tienen
lugar en los trastornos de ansiedad relacionados con los miedos y las fobias. Utilizaron
una tarea de señalización en la que los participantes debían identificar la posición
(derecha-izquierda) de un estímulo objetivo (“X”) que aparecía tras la presentación
simultánea de dos imágenes, una relacionada con el miedo a la muerte y otra neutral. La
localización del estímulo objetivo podía coincidir o no con la del estímulo emocional.
Modelos y teorías explicativas 109
entre los participantes con FS y el grupo control. Estas caras eran presentadas a los
sujetos durante 10 segundos seguido de un intervalo de 15 segundos entre cada
estímulo. Los resultados mostraron que los sujetos con FS empleaban una estrategia de
hiperexploración para procesar las caras, especialmente las de expresión triste y neutras
en comparación con las de expresiones positivas. Esta hiperexploración se
operacionalizó mediante una falta de fijaciones en número y duración y un aumento
importante en la duración de la exploración en bruto. Los sujetos fóbicos sociales
mostraban una exploración excesiva de los rasgos no básicos de la cara (p.ej., la raya del
pelo, la barbilla o la mejilla) y una mayor evitación de los rasgos faciales de los rasgos
faciales importantes (ojos, nariz, boca) con especial evitación de los ojos en las caras de
tristeza. Un sesgo de este estudio fue el hecho de no haber introducido como estímulo la
expresión facial de enfado, por lo que los resultados no se pueden generalizar a las
expresiones faciales amenazantes. No obstante, sí debe obtenerse como corolario de esta
investigación, que la atención hacia la expresión facial parece más complicada que el
simple hecho de prestar atención o desviar la misma hacia el estímulo amenazante,
produciéndose un procesamiento diferencial de los rasgos faciales, de tal modo que, en
las expresiones faciales negativas, se vitan más los ojos, probablemente porque se
consideren como el elemento más amenazante para el sujeto con FS.
Los hallazgos en estas investigaciones permiten afirmar que se produce una atención
selectiva de los sujetos con FS hacia las señales amenazantes (p.ej., caras, palabras,
reacciones de la audiencia..) y también una evitación estratégica, que se manifiesta
mediante el hecho de “apartarse” de las señales faciales (no sólo de las expresiones de
amenaza). Las inconsistencias producidas en estos hallazgos pueden deberse a los
diversos paradigmas adoptados en cada estudio y a los diferentes estímulos sociales
empleados que varían desde palabras hasta situaciones reales de audiencia (escenarios
sociales temidos). Por tanto, toda esta evidencia hace plausible postular la existencia de
un sesgo atencional en el sujeto con FS hacia los estímulos que puedan ser connotativos
de posible evaluación negativa de los demás, lo cual maximizaría la probabilidad de que
el sujeto detecte y procese la información social de tipo negativo, generándose, como
consecuencia, conductas de ansiedad características de la FS.
Sin embargo, tal y como señalan Sposari et al. (2003), “las pruebas de investigación
sobre el procesamiento atencional estratégico o controlado para las señales de amenaza,
se han vuelto quizás menos consistentes conforme aumentaba el volumen de
Modelos y teorías explicativas 111
investigación. Algunos estudios que median los procesos atencionales muestran pruebas
de una vigilancia preferencial hacia las señales sociales de amenaza entre individuos
socialmente ansiosos, mientras que otros presentan pruebas de evitación de esas
señales” (p. 466).
Los trabajos de investigación descritos hasta ahora parecen recoger una misma idea,
los adultos con el trastorno de ansiedad social frente a los controles no-ansiosos señalan
que los eventos sociales negativos tienen mayor probabilidad de ocurrencia, así como
también que son más molestos. Por lo tanto, parece que los sesgos negativos para los
estímulos relevantes para el miedo concreto son uno de los mecanismos que parecen
explicar la etiología y el mantenimiento de los trastornos de ansiedad en población
adulta.
Sin embargo, se tienen pocos datos de si este es también el caso en población infantil
y adolescente con el trastorno de ansiedad social. En este sentido, entre las escasas
investigaciones que han visto la luz en los últimos dos años, Bögels, Snieder y Kindt
(2003) estudiaron dos cuestiones muy relacionadas con la abordada por el estudio de
Ramírez et al. (2003), descrito más arriba. Concretamente se estudiaron dos aspectos: la
especificidad de los pensamientos disfuncionales en niños con sintomatología de
ansiedad social, ansiedad de separación o ansiedad generalizada y, también si tal sesgo
cognitivo era predominantemente activo ante aquellas situaciones ambiguas que eran
relevantes para el miedo relacionado. En esta ocasión el paradigma metodológico
empleado fue el siguiente: “los sujetos con altos niveles de sintomatología en estos
trastornos de ansiedad y otros sujetos controles fueron expuestos a historias que
describían situaciones ambiguas y se les pidió que dieran sus interpretaciones y sus
planes de acción. Los resultados mostraron que los niños con alta ansiedad mostraban
un sesgo cognitivo negativo comparado con los niños controles, pero no diferían de los
controles con respecto a los planes de acción dados. Además se hallaron algunas
evidencias respecto de la especificidad del contenido de sus sesgos cognitivos. Esto es,
consistente con la hipótesis de la especificidad de contenido de las interpretaciones, en
el sentido de que los niños con alta ansiedad de separación informaron de más
interpretaciones consistentes con el contenido de su miedo que los niños con elevada FS
y Trastorno de Ansiedad Generalizada.
adolescente, así como también, para ayudar en la mejor comprensión de los mecanismos
de etiología y mantenimiento de este trastorno y para sugerir guías para el tratamiento y
los esfuerzos en la prevención. Concretamente, este estudio investigó las estimaciones
de coste y probabilidad de los eventos negativos sociales y no-sociales entre
adolescentes con el trastorno de ansiedad social frente a controles sin ansiedad. Los
resultados indicaron que los adolescentes con ansiedad social sobreestimaron el coste y
la probabilidad de los eventos sociales negativos frente a los controles, incluso después
de controlados los síntomas depresivos para ambos grupos.
por parte de la persona con la que interactúa; (b) en el caso en que este feedback
negativo no tenga lugar, el sujeto con FS puede hacer atribuciones causales internas
para el feedback neutro o de carácter ambiguo; y (c) durante todo el encuentro, esta
atención excesiva centrada en uno mismo incrementa la percepción de la situación como
aversiva y como consecuencia, su reacción emocional y la probabilidad de evitar
situaciones similares en el futuro.
La ansiedad social está asociada a dos constructos aportados por Fenigstein, Scheier
y Buss (1975), quienes distinguieron entre la “autoconciencia privada” como la
tendencia a atender a eventos privados de uno mismo (pensamientos, sentimientos,
estados de ánimo y actitudes) y la “autoconciencia pública” como la tendencia a pensar
sobre los aspectos observables de uno mismo (apariencia física o la propia conducta).
Son numerosos los estudios realizados sobre la asociación entre la ansiedad social y
elevados niveles de autoconciencia pública (Bögels, Alberts y de Jong, 1996; Hope y
Heimberg, 1988; Jostes, Pook y Florin, 1999; Lundh y Öst, 1996; Monfries y Kafer,
1993; Saboonchi y Lundh, 1997; Saboonchi, Lundh y Öst, 1999; Smari, Clausen,
Hardarson y Arnarsen, 1995). Sin embargo, los resultados con respecto a la
autoconciencia privada son menos consistentes. Algunos de los estudios existentes
informado de la existencia de una relación entre la FS y la autoconciencia privada
(Fenigstein et al., 1975; Jostes et al., 1999; Monfries y Kafer, 1993; Saboonchi y Lundh,
1997), sin embargo, otros como los de (Bögels et al., 1996; Hope y Heimberg, 1988;
Saboonchi et al., 1999; Smari et al., 1995) no han podido establecer una asociación
entre ambas dimensiones.
A pesar de ello, otros estudios (Beidel, Turner y Dancu, 1985; Glass, Merluzzi,
Biever y Larse, 1982; Hope et al., 1989; Mellings y Alden, 2000; Stopa y Clark, 1993)
han postulado que los sujetos con FS centran su atención en ellos mismos cuando se
enfrentan a situaciones sociales temidas y, esta atención autofocalizada incrementa los
niveles de ansiedad (Woody, 1996; Woody y Rodriguez, 2000) y dificulta la actuación
en las personas con FS (Hope y Heimberg, 1988). No obstante, con respecto a esto
último, los resultados encontrados han sido contradictorios y, tal y como señalan
Woody, 1996; Woody y Rodriguez, (2000) en algunos estudios se ha observado como la
atención autofocalizada no afecta negativamente a la calidad de la actuación social del
individuo.
114 Modelos y teorías explicativas
Existe acuerdo entre la gran mayoría de investigadores con respecto a que las
personas con FS comenten errores cognitivos cuando interpretan su propio
comportamiento y los estímulos o las situaciones con características ambiguas. Los
resultados encontrados por Rapee y Lim (1992) atestiguan esto último. Ellos
encontraron que los sujetos con FS evaluaban correctamente la conducta de los demás,
mientras que lo hacían negativamente al evaluar su propia conducta. En la misma línea,
Alden y Wallace (1995) hallaron que los sujetos con FS tenían una mayor probabilidad
que los del grupo control de sobreestimar la visibilidad de sus síntomas de ansiedad y de
infraestimar en qué medida ellos eran interesantes y agradables. En un estudio posterior
Alden y Wallace (1997), estos mismos autores encontraron que, incluso después de una
interacción social positiva, los sujetos con FS todavía interpretaban su actuación como
negativa, lo cual constituye un indicador de la sobrestimación de su sintomatología
ansiógena.
Los sujetos con ansiedad social creen que los demás, al observarles, interpretan sus
síntomas de ansiedad (síntomas físicos observables como el rubor, sudor y temblores).
Los estudios de Roth, Antony y Swinson (2001) encontraron que las personas con
ansiedad social frente a los del grupo control tienden a pensar que los demás interpretan
dichos síntomas como indicativos de intensa ansiedad o de un trastorno psiquiátrico, sin
embargo, los sujetos con ansiedad social a la hora de interpretar los síntomas de
ansiedad exhibidos por los demás manifiestan un estilo atribucional más objetivo y
flexible.
Los hallazgos de Amir, Foa y Coles (1998), pusieron de manifiesto que en sujetos
con FSG existía una mayor probabilidad para interpretar escenas sociales ambiguas
Modelos y teorías explicativas 115
(frente a escenas no sociales) de manera negativa cuando imaginaban que les sucedían a
ellos que cuando imaginaban que les sucedía a otros. En un estudio de Constans, Penn,
Ihen y Hope (1999) en la misma línea, encontraron que estudiantes con ansiedad social
elevada presentaban un sesgo interpretativo para los estímulos ambiguos, frente a otro
grupo que presentaba niveles bajos de ansiedad social. Asimismo, los estudios de Stopa
y Clark (2000) hallaron que los sujetos con FSG tienden a interpretar que las situaciones
sociales ambiguas tienen un significado negativo, en comparación con el grupo control.
El sesgo interpretativo de las situaciones sociales fue también estudiado por Mathews
y Mackintosh (2000) que evaluaron los efectos provocadores de ansiedad al inducir
sesgos interpretativos. En su trabajo, un grupo de sujetos con FS recibió entrenamiento
en la interpretación de la información ambigua de un modo amenazante o favorable,
comparando estas dos condiciones con una línea base (sin inducción). Los resultados
mostraron que los sujetos entrenados a interpretar la información de un modo
amenazante aumentaron su nivel de ansiedad, mientras que los sujetos que recibieron
entrenamiento para mantener un sesgo positivo disminuyeron su nivel de ansiedad en
comparación con la línea base, lo cual está en congruencia con las predicciones del
modelo cognitivo acerca de los sesgos interpretativos que se producen cuando el sujeto
alcanza elevados niveles de ansiedad en relación con situaciones sociales ambiguas.
varían en ambigüedad (p.ej., intensidad) se malinterpretan por los sujetos con elevada
ansiedad social, necesitándose más investigaciones sobre ello.
Por lo que respecta al recuerdo, algunos estudios como los de Hope, Heimberg y
Klein (1990), que en una evaluación sobre el recuerdo que seguía a una evaluación
social informaron que los sujetos con ansiedad social tienden a recordar principalmente
los eventos sociales negativos. Estos autores hallaron que los sujetos con ansiedad
social tenían recuerdos menos exactos sobre la información referida por un compañero
frente a los sujetos del grupo control. Resultados semejantes fueron encontrados en los
estudios de Mellings y Alden (2000) que compararon a sujetos con niveles elevados y
bajos de ansiedad social. En la misma línea, Lundh y Öst (1996), encontraron que los
sujetos con FSG eran capaces de recordar más fácilmente las expresiones negativas y
con una mayor dificultad las expresiones positivas. Sin embargo, estos mismos autores,
en un estudio posterior (Lundh y Öst, 1997) sobre memoria explícita (recuerdo de
estímulos) e implícita (terminación de palabras) informaron que no se hallaron
diferencias significativas entre sujetos con FS y sujetos no clínicos, lo que era indicador
de que no había sesgos de memoria.
persona (describir a otra persona). A la mitad de los sujetos se les amenazó con la tarea
de tener que realizar una charla en público. Los resultados mostraron que los individuos
con una elevada ansiedad social recordaron más palabras negativas, pero solamente en
la condición de autorreferencia pública y sólo cuando se les amenazaba con la charla.
En la misma línea investigadora Amir, Foa y Coles (2000) solicitaron a los sujetos que
calificaran el volumen de un ruido blanco que acompañaba a frases antiguas y nuevas..
Encontraron que los sujetos con FS mostraban una tendencia más fuerte a calificar el
ruido que acompañaba a frases de amenaza escuchadas con anterioridad con un
volumen más bajo que el del grupo control, indicando una memoria implícita para la
amenaza.
Una posición opuesta es la sustentada por otros estudios que han examinado la
memoria implícita y explícita mediante la realización de varias tareas semánticas y de
recuperación de los recuerdos (Rapee, McCallum, Melville, Ravenscroft y Rodney,
1994). Estos autores no encontraron diferencias significativas entre los sujetos con FS y
los del grupo control. En un trabajo posterior, Pérez-López y Woody (2001), una
muestra de 24 sujetos con FS y un grupo control de 20 sujetos, observaron 184
fotografías de personas con expresiones emocionales de tranquilidad o amenazantes
previas a la impartición de una charla en público. La tarea posterior consistía en
seleccionar de nuevo de entre las fotografías las mismas caras seleccionadas con
anterioridad, pero en esta ocasión los rostros mostraban una expresión diferente. Los
resultados indicaron que los sujetos con FS fueron menos precisos y tardaron más
tiempo en seleccionar las fotos, probablemente atribuible a su nivel de ansiedad, por el
contrario, nos mostraron sesgos de memoria cuando tuvieron que seleccionar las
fotografías cuya expresión facial era amenazante. Finalmente, los estudios de Wenzel,
Jackson y Holt (2002) examinaron en qué medida los sujetos con ansiedad social se
caracterizaban por tener connotaciones negativas. Este trabajo lo desarrollaron
utilizando un procedimiento de memoria autobiográfica provocada por palabras con
contenido de amenaza social. Los resultados obtenidos indicaron que las experiencias
recordadas por los sujetos con ansiedad social presentaban connotaciones negativas, sin
embargo, no existían diferencias significativas entre el grupo con ansiedad social y el de
sin ansiedad. A este respecto, Wenzel et al. (2002) concluyeron que los sesgos de
memoria consistentes en evocar fundamentalmente eventos y situaciones amenazantes
no forman parte de las características esenciales de quienes presentan el diagnóstico de
118 Modelos y teorías explicativas
FS. Aún así, aunque los sesgos de memoria se identificasen, habría que determinar si
estos son debidos a la atención autofocalizada como han propuesto algunos autores.
Para probar esta hipótesis, Hope et al. (1990) y Mellings y Alden (2000). Hope et al.
(1990) examinaron la autoconciencia pública y hallaron una correlación significativa
con omisiones de recuerdos para señales externas en sujetos con ansiedad social. Sin
embargo. La autoconciencia pública, según otros estudios (Bögels et al., 1996; Hope y
Heimberg, 1988; Jostes, Pook y Florin, 1999; Lundh y Öst, 1996; Monfries y Kafer,
1993; Saboonchi y Lundh, 1997; Saboonchi, Lundh y Öst, 1999; Smari, Clausen,
Hardarson y Arnarsen, 1995), no estaba asociada con la precisión del recuerdo en
sujetos con ansiedad social y sí en los sujetos sin ansiedad.
En un estudio realizado por Mellings y Alden (2000), con una muestra de estudiantes
universitarios con niveles elevados de ansiedad social vs. niveles bajos de ansiedad
social realizaron una interacción no estructurada con un colaborador durante diez
minutos y a continuación completaban un cuestionario sobre atención autofocalizada
(FAQ, Focus of Attention Questionnaire; Woody, 1996). Al día siguiente se les pedía
que recordaran información sobre la persona con la que habían interactuado a través de
un registro estructurado. Se observó que los sujetos que focalizaban más sobre ellos
mismos recordaban menos información sobre su compañero, independientemente de su
nivel de ansiedad social. No obstante, porque los sujetos con niveles elevados de
ansiedad social dirigían más su atención sobre ellos mismos, la información que
ofrecían sobre su compañero era menos completa que la de los sujetos sin ansiedad. Sin
embargo, en consonancia con los resultados obtenidos por Rapee et al. (1994) no se
encontró evidencia para una recuperación selectiva de información negativa.
Por lo que se refiere a la población infanto-juvenil, han sido varios los trabajos
desarrollados para evaluar los sesgos en el procesamiento de la información cuando
existe un trastorno de ansiedad en general (una revisión de todo ello puede verse en
Daleiden y Vasey, 1997). Uno de los estudios que han abordado los sesgos cognitivos
en niños es el de Daleiden y Vasey, quienes emplearon una muestra de adolescentes de
13 a 15 años para evaluar los eventos sociales que les sucedían. Encontraron que
quienes presentaban un mayor nivel de ansiedad social tendían a evaluar con mayor
frecuencia las situaciones sociales como amenazantes que los adolescentes con una
ansiedad social baja. Otros estudios en la misma línea desarrollados por Muris,
Merckelbach y Damsma (2000), fueron consistentes con los anteriores hallazgos. Estos
autores evaluaron a una muestra de niños de entre 8 y 13 años con ansiedad social para
identificar si presentaban sesgos en la percepción de amenaza. El estudio consistió en
someterles a una exposición de historias sociales de carácter ambiguo, y los niños
debían identificar qué historias eran de miedo, ofreciéndoles la posibilidad de acabarla.
Los resultados mostraron que los niños con ansiedad social, frente a los del grupo
control, necesitaban escuchar menos frases para decidir si una historia era de miedo,
percibían la amenaza con más frecuencia mientras que escuchaban las historias y
experimentaban más sentimientos negativos.
Como puede verse, a pesar de estos estudios, la literatura existente con respecto a los
sesgos cognitivos observados en niños con FS es todavía escasa.
120 Modelos y teorías explicativas
Estas creencias son las que permiten al mantenimiento de la FS cuando en una y otra
situación social aparecen estos pensamientos de modo reiterativo. El sujeto con
ansiedad social sufre los síntomas ansiógenos en una situación que es evaluada como
amenazante. Esta misma ansiedad generada le induce a creer en que es incompetente y
su atención se centrará sobre las señales internas de ansiedad, lo cual interfiere en su
habilidad para procesar adecuadamente la información social y dar una respuesta
adaptada. Como consecuencia, es probable que esto altere el comportamiento de los
otros hasta el punto de mostrar menor amabilidad con la persona con FS, lo cual
confirmaría sus miedos. Los sesgos interpretativos del sujeto con FS le inducirían a
detectar señales de crítica hacia él, aunque no existiesen o no fuesen objetivos. Como
consecuencia de ello, la persona con FS desarrolla una mayor susceptibilidad para la
detección de aspectos conductuales propios o de la conducta de los demás, los cuales
son interpretados como una prueba clara de evaluación negativa hacia su persona. La
consecuencia que se teme es la de ofrecer una pobre actuación social y ello puede tener
una mayor probabilidad de ocurrencia debido a la excesiva preocupación de que
realmente ocurran, tal y como señalan Beck et al. (1985).
III.1.2.5. El modelo de Clark y Wells (1995), Clark (2001) y Wells (2000, 2001):
Auto-focalización y “conductas de seguridad”
Modelos y teorías explicativas 121
Clark y Wells (1995), Clark (2001) y Wells (2000, 2001), incluyen en su modelo,
tres tipos de factores cognitivos: (1) reglas rígidas que gobiernan el comportamiento en
situaciones sociales, (2) supuestos disfuncionales y (3) creencias básicas acerca de sí
mismo.
1. Reglas rígidas
2. Supuestos disfuncionales
122 Modelos y teorías explicativas
De acuerdo con los modelos cognitivos de la FS (v.gr., Clark y Wells, 1995; Rapee y
Heimberg, 1997) antes de una situación social, las personas fóbicas revisan con
minuciosidad todos los detalles que podrían ocurrir en una situación social específica y
los modos de afrontarlos, anticipándose así al acontecimiento. El sujeto fóbico
comienza a percibir respuestas psicofisiológicas de ansiedad cuando empieza a pensar
en la situación y, de este modo, establece una predicción negativa sobre cual será su
conducta en dicha situación social. Si el sujeto no consigue detener o modificar sus
pensamientos negativos, es muy probable que se enfrente a la situación con una
respuesta elevada, puesto que se encuentra activado un modo de procesamiento
autofocalizado. El sujeto fóbico realiza una valoración de amenaza de la situación social
y la asocia a sus respuestas psicofisiológicas y mantiene una actitud hipervigilante ante
Modelos y teorías explicativas 123
Situación Social
Asunciones
Activadas
Procesamiento de
uno mismo como
Objeto Social
Respuestas de escape
y de evitación activa Respuestas
y pasiva psicofisiológicas
(“Preventivas/defensivas”) y cognitivas
De acuerdo con lo expuesto por Clark y Wells (1995) las cogniciones de los sujetos
con ansiedad social se caracterizan por el recuerdo de fracasos sociales anteriores (o que
Modelos y teorías explicativas 125
El sujeto con FS puede percibirse a sí mismo como espectador, a modo de una cierta
despersonalización, habiéndose denominado a esta circunstancia como “perspectiva del
observador”. Desde esta peculiar perspectiva o actitud, los sujetos con FS recurren a la
información interoceptiva para elaborar una imagen acerca de cómo aparece ante los
demás, interpretando que, puesto que ello se sienten mal son percibidos de este modo
por los demás (pensamiento emocional).
En un primer estudio Wells, Clark y Ahmad (1998) solicitaron a ambos grupos que
recordasen e imaginasen lo más vívidamente posible dos situaciones que en el pasado
les provocaron ansiedad (una situación social y otra no-social). Una vez que los sujetos
la tenían visualizada, se les preguntaba si habían adoptado una perspectiva de
observador o de campo (previamente se les había explicado en qué consistían ambas).
Los resultados del estudio han sido consistentes con lo formulado en el modelo de Clark
y Wells, puesto que los sujetos con FS han mostrado una perspectiva de observador ante
126 Modelos y teorías explicativas
la situación social, pero han adoptado una perspectiva de campo frente a la situación no-
social. Sin embargo, los sujetos del grupo control han informado de una perspectiva de
campo, independientemente de la situación imaginada.
Los resultados expuestos en estos estudios son consistentes con los encontrados por
Coles, Turk, Heimberg y Fresco (2001), quienes en su trabajo los sujetos con FS y
controles proporcionaban ejemplos de situaciones sociales que posteriormente debían
valorar en función del grado de ansiedad social (baja, media o alta) que habían
experimentado. Los hallazgos mostraron que los sujetos con FS elicitaban imágenes con
una mayor frecuencia desde la perspectiva del observador que los sujetos del grupo de
control, cuando recordaban situaciones en las que habían sentido una ansiedad social
elevada. No obstante, desde la perspectiva de campo, ambos grupos experimentaban
imágenes cuando recordaban situaciones de ansiedad media o baja.
Modelos y teorías explicativas 127
Otro estudio realizado por Alden y Bieling (1998) aportó evidencia sobre la
importancia de las respuestas de evitación pasiva en el mantenimiento de la FS. Sus
estudios se centraron en sujetos con niveles de ansiedad social baja y alta, quienes
participaban en una situación social de iniciar y mantener una conversación con una
persona desconocida. Los sujetos con ansiedad social baja o alta fueron asignados
aleatoriamente a dos condiciones. En la primera se le indicaba a los sujetos que su tarea
consistía en conversar con una persona desconocida, que debido a sus rasgos de
personalidad, le iba a resultar difícil la interacción por tener diferentes modos de pensar.
En la segunda condición se le señalaba al sujeto que le iba a resultar fácil conversar con
la otra persona, puesto que ambos tenían formas de pensar similares. Los resultados
mostraron que en la primera condición los sujetos con ansiedad social alta usaron
respuestas de evitación pasiva, tales como hablar poco o bien no hablar acerca de temas
personales a fin de poder evitar una posible valoración negativa de su interlocutor.
Además, si la conversación no era fluida estos sujetos se sentían responsables de ello,
debido a la creencia de que ello había sido porque habían causado una mala impresión a
los demás.
Para los autores de este modelo, de las tres fases, ésta es la más importante.
Han sido escasos los estudios que han abordado el papel que desempeña el
procesamiento posterior al acontecimiento para el mantenimiento de la FS. El
procedimiento consiste en que, el sujeto, tras haber abandonado la situación retorna
mentalmente sobre ésta y analiza lo que cree que ha ocurrido, lo que debería haber
ocurrido y qué consecuencias podrían haber tenido. Esta situación ha sido denominada y
avalada por Rachman, Gruter-Andrew y Shafran (2000) como “procesamiento post-
situación”. Los sujetos que presentan una elevada ansiedad social refieren que después
de la situación social piensan sobre ello y les resulta difícil controlar los pensamientos
ansiógenos generados, lo cual influye negativamente en su capacidad de concentración
en otras tareas, les dificulta el olvido de la situación vivida y desearía retroceder en el
tiempo para modificar su actuación, tal como se desarrolló en la situación, y,
consecuentemente tratar de evitar que en el futuro se generasen situaciones semejantes.
Este sesgo de pensamiento puede perpetuarse cuando los sujetos con FSG han
resuelto exitosamente una interacción social y lo han interpretado como una sobrecarga
del rol: “Hoy lo he hecho bien pero otro día puede que lo haga mal” “Siembre habré de
hacerlo bien o incluso mejor que hoy” (Wallace y Alden, 1995; 1997). La consecuencia
de ello es que estos sujetos limitan sus nuevas interacciones sociales con el grupo de
personas con las que había interactuado para tratar de evitar que se den cuenta que no
van a ser capaces de mostrarse competentes, argumentando que como ya han
130 Modelos y teorías explicativas
Con posterioridad, estos trabajos fueron replicados por Hope, Sigler, Penn y Meier
(1998) que incluyeron una muestra de universitarios con ansiedad social alta. Los
resultados encontrados evidenciaron que las mujeres presentaban una baja tasa de
recuerdo de la conversación sostenida minutos antes. No obstante, y en la muestra de
varones, no se pudo constatar que existiese una correlación entre la ansiedad social y la
tasa de recuerdo.
Esta tasa de recuerdo de palabras con contenido social positivo o negativo tras una
charla improvisada, también ha sido estudiada por Mansell y Clark (1999). Estos
autores desarrollaron su investigación en una muestra de sujetos con ansiedad social alta
y baja, presentándoles un listado de adjetivos con un contenido social positivo o
negativo para que fueran clasificados en tres categorías: (a) cómo pensaban que ese
adjetivo describía cómo les veían los demás, (b) cómo les describía ese adjetivo y (c)
cómo describía ese adjetivo a su vecino. Al terminar esta tarea se le informó a la mitad
de la muestra que posteriormente tenían que dar una charla sobre un tema cuyo título
sabrían 30 segundos antes de empezar. Los resultados mostraron que los sujetos con
ansiedad social alta recordaban un número menor de adjetivos positivos acerca de la
primera categoría, pero únicamente los que conocían que iban a dar una charla
improvisada. Ninguna otra diferencia significativa fue obtenida para las otras categorías
o para los sujetos con ansiedad social baja. Dado que los sujetos eran informados sobre
la tarea de hablar en público después de la tarea de clasificación de adjetivos, el sesgo
de memoria no se produjo en el momento en el que los sujetos codificaban los adjetivos
Modelos y teorías explicativas 131
Los estudios de Sanz (1996) en España analizaron en qué medida los sujetos con
ansiedad social podían presentar un sesgo atencional para recordar estímulos (adjetivos)
con una valencia positiva o negativa. Los hallazgos fueron contrarios a los encontrados
por los estudios anteriores. Los sujetos con ansiedad social alta recordaban un mayor
número de adjetivos de carácter social con valencia positiva (ej. hablador, gracioso,
animado) frente al grupo control que recordaban un menor número de ellos.
Estudios más recientes (Lundh y Sperling, 2002; Rachman et al. 2000) han mostrado
correlaciones significativas entre la gravedad de los síntomas de ansiedad social y los
niveles de procesamiento post-acontecimiento después de los sucesos y situaciones
sociales de evaluación negativa. Asimismo, en muestras no clínicas que las personas
socialmente ansiosas realizan más rumiaciones negativas, de forma significativa, sobre
su actuación después de la interacción social y después de una charla, comparándolas
con las personas con un bajo nivel de ansiedad social (Edwards, Rapee y Franklin,
2003, Melling y Alden, 2000).
Estudios más actuales (Abbott y Rapee, 2004) han investigado la relación existente
entre las autoevaluaciones acerca de la actuación, la gravedad de los síntomas y las
rumiaciones que se producen después del acontecimiento. Un grupo de sujetos con FS y
otro de control realizaron una charla improvisada indicándoles que su actuación sería
evaluada. Los participantes se autoevaluaron después de finalizar su intervención y
también lo hicieron una semana más tarde. Asimismo, se evaluó también la frecuencia
132 Modelos y teorías explicativas
este modo, ante una situación social el sujeto se forma una representación mental de su
apariencia externa y de su conducta, tal y como presumiblemente son vistas por la
1
audiencia y, a su vez, dirige su foco atencional de modo distribuido a esta
representación interna y a cualquier amenaza percibida en el entorno social.
a) Los aspectos más notables de su autoimagen (su propia representación mental sobre
la apariencia personal que refleja en quienes le observan).
1
La característica principal de su modelo es el concepto de audiencia, ya que los autores lo utilizan tanto en un
sentido típico o convencional (grupo de personas), como en referencia a personas que puedan ir paseando por la calle
(no habría interacción, aunque el sujeto imagina que le están evaluando) o simplemente una persona aislada (Roth y
Heimberg, 2001). Una situación evaluativa sería para el fóbico social, por tanto, una situación real (hablar ante
colegas en una situación laboral) o una situación imaginada (gente por la calle o imaginar una actuación futura ante
público en la que el fóbico no interactuaría).
los sujetos 22 escenarios ambiguos (13 sociales y 7 no sociales) con tres posibles
interpretaciones: positiva, negativa y neutra. Un ejemplo de escenario social ambiguo es
134 Modelos y teorías explicativas
el que sigue: Alguien con quien tú estás interesado en tener una cita te dice “Hola”. Tú
piensas: (a) “Quiere conocerme mejor” (interpretación positiva), (b) “Dice hola a todo
el mundo” (interpretación neutra) ó (c) “Siente pena por mí” (interpretación negativa).
Los resultados evidenciaron que solamente los sujetos con FSG mostraban una
tendencia a ofrecer una interpretación negativa para los escenarios sociales ambiguos,
incluso cuando es posible una interpretación positiva. Sin embargo, este sesgo de
pensamiento no se produjo en los escenarios no sociales.
Del mismo modo, los sujetos con FS muestran un sesgo en la interpretación de caras
en fotografías de personas desconocidas tendiendo a percibirlas como críticas (alta
probabilidad de que estas personas evaluaran negativamente a otras). Sin embargo, tal y
como han confirmado los estudios de (Lundh y Öst, 1996), los sujetos del grupo control
las percibían como amistosas.
SÍNTESIS
De acuerdo con lo expuesto anteriormente es constatable la existencia de sesgos
cognitivos en los sujetos que padecen FS, y cómo estos pensamientos influyen en la
génesis y el mantenimiento del trastorno. Sin embargo, el meta-análisis realizado por
Feske y Chambless (1995, p. 712) sobre la eficacia terapéutica de incorporar los
procedimientos cognitivos a las técnicas instrumentales, pone de relieve que “la
exposición con o sin reestructuración cognitiva es igualmente efectiva en el tratamiento
de la FS. En ninguna de las comparaciones, los efectos de la exposición más
reestructuración cognitiva eran superiores a los de la exposición por sí sola”. A partir de
dichos estudios se han incrementado los trabajos dirigidos a examinar la influencia de
las variables cognitivas en la FS. En este sentido, se considera que las aportaciones de
los modelos expuestos de Clark y Wells (1995) y Rapee y Heimberg (1997) hayan
136 Modelos y teorías explicativas
Audiencia
Percibida
RESPUESTAS
DE
ANSIEDAD
- Variables organísmicas que conllevan vulnerabilidad elevada. Así mismo, los autores
proponen cuatro grandes grupos de variables organísmicas que entrañarían una
vulnerabilidad elevada: los determinantes biológicos (con carácter evolutivo o no
evolutivo); los factores de personalidad entre los que se señalan la introversión y el
neuroticismo elevados (Amies, Gelder y Shaw, 1983; Echeburúa y Salaberría, 1999;
García-López, 2000; Leary y Kowalski, 1993; Marks, 1970; Ruiz, 2003), y que
implicarían una alta probabilidad de que el sujeto se replegue hacia sí mismo iniciando
conductas de escape y evitación, a lo que se uniría un exceso de (auto)crítica respecto a
la propia actuación, la implicación en la relación,...; las relaciones entre hermanos en el
seno de la propia familia; las historias previas de timidez o mutismo selectivo o la
presencia de trastornos comórbidos. Los autores señalan que todas estas variables
organísmicas relevantes permitirían comprender por qué unos chicos y chicas, y no
otros, pese a compartir historias muy similares en el contexto familiar, económico,
educativo y cultural, pueden terminar presentando un trastorno tan incapacitante como
puede llegar a ser la FS en su modalidad generalizada (Caballo, Andrés y Bas, 1997;
Olivares, Maciá y Méndez, 1993; Olivares, Rosa y García-López, 2004). En este
sentido, para situar el inicio de la FS los autores sostienen que dependerá de la
delimitación del concepto, puesto que, aunque entre los 2 y 3 años de edad ya pueden
identificarse repuestas de miedo intenso y malestar a situaciones sociales en las que el
comportamiento del niño ha sido criticado o sometido a desaprobación, para el
diagnóstico clínico requiere el pleno desarrollo de la capacidad de auto-observación y
reflexión y esto raramente ocurre antes de los 8-9 años de edad. Según el modelo, toda
esta vulnerabilidad asociada al inicio, predispondrá a la aparición de la FS y mediará en
el aprendizaje del sujeto a relacionarse y actuar socialmente.
Los autores suponen, que, según el modelo propuesto, tal asociación puede darse
participando distintos procesos (Hoffmann, Newman, Elhers y Roth, 1995; Mulkens y
Bögels, 1999; Öst y Hugdahl, 1981; Rachman, 1978; Stemberger, Turner, Beidel y
Calhoun, 1995; Turner, Beidel, Long y Greenhouse, 1992), de forma abrupta o
gradualmente. En ambos casos la interacción reforzará negativamente al sujeto por el
alivio que conlleva el cese o la reducción de la estimulación aversiva contingente con la
respuesta de escape parcial o total (huida) de la situación. Del mismo modo, el modelo
contempla también la posibilidad de que tales situaciones aversivas se correspondan,
por similitud, con los contenidos de la transmisión de información con la que
140 Modelos y teorías explicativas
El modelo sostiene que, a partir de ahora, prevenir la ocurrencia de tal estado será la
principal preocupación del sujeto; tal preocupación se presupone tanto más intensa
cuanto mayor sea el grado de incertidumbre del fóbico social sobre los efectos de su
comportamiento en los demás y la valoración que éstos hagan de aquellos. Tal y como
refleja la figura III.4., la asociación quedará establecida entre esa situación o situaciones
y un patrón de respuestas neurovegetativas, musculares y cognitivas relativas a los
supuestos, creencias y atribuciones disfuncionales (véase figura III.4.). Este proceso de
asociación puede dar lugar directamente a la FS, de forma repentina (situación
intensamente estresante) o de manera insidiosa, a través del desarrollo de la timidez u
otras modalidades de ansiedad social sin significación clínica, que paulatinamente
pueden ir progresando y/o predisponiendo hasta que se cumplan los criterios clínicos
requeridos para el diagnóstico de la FS, que según los conocimientos epidemiológicos
de los autores parece ocurrir con mucha más frecuencia entre los 14 y 16 años (Olivares,
Caballo et al., 2003). Desde el punto de vista de los autores del modelo, el miedo no es
a la evaluación negativa que puedan realizar tanto sus padres como sus compañeros,
personas del otro sexo o figuras de autoridad, pues la evaluación negativa es el efecto, la
consecuencia, por no responder adecuadamente a la situación o por no saber “con total
certeza” si están respondiendo adecuadamente. El modelo propone tres fases relevantes
en la FS:
Modelos y Determinantes
► antecedentes biológicos
familiares
Evolutivos
Otras variables Respuestas de ansiedad
Contexto Estimulación ante la separación de las
familiar ► social deficitaria, figuras de apego y la
aislamiento social presencia de extraños o
de la familia, en lugares desconocidos. FS
trastornos psico- (Constitución
patológicos pro- de un patrón de
CC* No evolutivos
genitores, peleas y respuestas de
Sexo,
discusiones ansiedad
inhibición conductual,
familiares, ... condicionadas a
predisposiciones innatas
e imagen física la actuación
ante y/o la
Transmisión de Factores de relación con
► información personalidad extraños,
Creencias, Neuroticismo e personas poco
supuestos, introversión o muy
atribuciones, ... conocidas, del
Estilos otro sexo o
educativos CI* Respuestas de escape figuras de
► Patrones de Respuestas de escape de autoridad, ...).
respuesta de los la situación de actuación
adultos o de la de relación con
significativos extraños
integrados en sus
procesos de
relación con los
otros
Inadecuación Déficit de
Contex del AO* aprendizajes
to escolar comportamiento Escasa o nula
y relaciones ► de los experiencia de relación y
sociales profesionales de actuación con extraños o
la enseñanza personas poco
Estatus conocidas; insuficiente
sociométrico- dominio de habilidades
afectivo en el relacionadas con la
marco psicosocial adquisición y uso de
(grupos de destrezas lingüísticas y
referencia, centro habilidades sociales en
educativo, ...) general.
Otros factores
Otros Otros eventos TI* Relaciones entre
contextos ► Cambio de lugar hermanos, trastornos
de residencia , comórbidos, timidez,
hospitalización historia previa de
abrupta, abusos mutismo selectivo, ...
deshonestos, ...
A partir de ese momento, si el sujeto se expone a una situación temida, esta situación
pasará a tener más connotaciones negativas que positivas. Como consecuencia de esto,
el sujeto reaccionará inadecuadamente y de manera excesiva, cuya expresión máxima
dará lugar a la señal de alarma más intensamente desagradable que se conoce: el ataque
de pánico. A partir de entonces, se activará el estado de alerta máxima ante toda
situación social potencialmente peligrosa y se desencadenará la correspondiente alarma
ante la aparición de respuestas fisiológicas, cognitivas y/o motoras que se hayan
asociado a la situación social temida. De la misma forma, en la medida en que se
incremente la generalización espacial/situacional y temporal, el modelo también postula
que se incrementará la incertidumbre del sujeto ante la posibilidad de recibir castigo por
parte de (los) interlocutores o la audiencia. Esa consolidación y generalización hará
percibir al sujeto un grado de control inversamente proporcional a la fortaleza de éstas,
especialmente con respecto a sus propias respuestas y las de sus interlocutores o
audiencia, es decir, lo que puede ocurrir en la situación. El gradiente de incertidumbre
se hipotetiza proporcional al de la generalización y será menor en las fobias
denominadas específicas o circunscritas, bien sean de actuación o de relación. En las
situaciones de actuación el sujeto puede controlar parcialmente la magnitud de la
intensidad de la incertidumbre mediante respuestas de escape (motoras y/o cognitivas),
sin embargo, al no estar referida al comportamiento propio, en las situaciones de
relación la incertidumbre no se reduce sólo a la posibilidad de que se descontrolen las
respuestas propias sino que también incluye las de los otros. Para el modelo es la
incertidumbre (I), la dimensión básica de referencia para operacionalizar el constructo
“FS”, hipotetizándose el miedo a la evaluación negativa (MEVN) como una función de
ésta: MEVN = f(I).
empiezan a escapar de tales situaciones de forma repentina, brusca e inesperada para los
demás, en vez de continuar enfrentándose a las situaciones sociales que temen
manteniendo el problema.
En el modelo, los autores indican que estas respuestas de escape parcial o total
terminan derivando en una evitación de tales situaciones, lo cual le llevará al
aislamiento social y a todas las consecuencias de este hecho que se derivan. La
propuesta de Olivares y Caballo sostiene que la valoración de la “impresión” que tienen
los fóbicos sociales sobre el modo en que los perciben los demás puede resultar un
indicador indirecto para estimar la intensidad del miedo al descontrol, a la evaluación
negativa, como la de la propia focalización de la atención, que los autores estiman
relevante de cara al pronóstico de la eficacia de la autoexposición.
disfuncional producido porque el adolescente con FS, como todo humano con capacidad
de prestar atención limitada, tiene que “procesar información en paralelo”.
Modelos significativos que manifiestan su aversión a la Estilo educativo familiar y de los centros educativos
relación o actuación con personas ajenas al ámbito íntimo ◄ (autoritario-coercitivo-altamente exigente,
o muestran su identificación con sujetos que la evitan. ► condescendiente-complaciente o permanentemente
variable) respecto al comportamiento del(la) niño(a), del
chico o la chica.
Exposición abrupta a situaciones altamente estresantes Personal responsable del/la niño(a), chico(a) en el centro
(cambio de centro educativo, cambio de lugar de educativo con habilidades sociales inadecuadas y/o
residencia, hospitalizaciones, relación o actuación forzada ◄ deficitarias en su relación inicial con éste(a); carencia de
con extraños, abusos deshonestos, existencia de trastornos información adecuada respecto al comportamiento
►
comórbidos, etc.) o exposición abrupta y reiterada a necesario en relación con el desarrollo y/o información
eventos estresantes de menor intensidad. proveniente de teorías pedagógicas fundamentadas en
Puntuaciones elevadas en supuestos erróneos.
introversión y neuroticismo.
►
▼
◄
▼
Delimitación/intensificación de un patrón de respuestas neurovegetativas, de activación muscular y relativas a los supuestos,
creencias y atribuciones disfuncionales ante situaciones estresantes de actuación o relación social.
Miedo a no actuar como se cree que se exige.
Incremento progresivo de la frecuencia, intensidad y duración de las respuestas de escape parcial (defensivas) y total
(huidas bruscas) de las situaciones de actuación y/o relación con extraños o ante extraños, figuras de autoridad, personas
del otro sexo, etc.
▼
Asociación a una o más situaciones sociales donde se requiere la actuación o/y la relación del sujeto ante / con uno o más
interlocutores o una audiencia
▼ ▼
Respuestas de evitación
Timidez ► Ante la actuación o relación con/en ► FS
presencia de extraños o conocidos.
146 Modelos y teorías explicativas
Con respecto a las implicaciones del modelo en lo relativo a las clases o subtipos del
trastorno, los autores ubican el continuo “Ausencia de ansiedad social negativa-
Ansiedad social negativa extrema” o “ “Sujeto sin FS- Sujeto con trastorno de
personalidad por evitación” en el contexto relativo a la dimensión “incertidumbre”,
desarrollada y mantenida por la reducción progresiva de la exposición durante el tiempo
suficiente para obtener retroalimentación de la actuación/relación ante o con los otros en
la situación social y reducir hasta valores tolerables la activación neurovegetativa y
muscular.
mediadas por la necesidad de relación social será mayor que el producido por aquellas
otras que están referidas a situaciones en las que la relación directa con el otro no es
necesaria (actuación). Además, los autores entienden que el malestar y la interferencia
serán tanto mayores cuanto mayor sea el número de situaciones sociales fóbicas en las
que esté implicada la relación del sujeto con otros. El modelo propone clasificar las
situaciones sociales siguiendo con las propuestas de Turner, Beidel y Townsley (1992):
categoría relativa a la actuación (hablar en público, comer o beber en público, escribir
delante de otros, etc.) y categoría relativa a la relación (hablar con desconocidos, iniciar
una conversación, pedir algo a alguien, etc.). Los autores asumen la delimitación de la
FS, en función del grado de participación directa del otro u otros, en FS de actuación y
FS de relación; dentro de esta última distinguen en razón al grado de interferencia y
malestar entre FS levemente generalizada, moderadamente generalizada y gravemente
generalizada (Olivares y García-López, 2002; Olivares et al., 2003). Para el diagnóstico
de FS levemente generalizada, o primer nivel de la intensidad de la incertidumbre, los
autores requieren la ocurrencia como mínimo de dos situaciones fóbicas y como
máximo de cinco, de las que al menos dos han de ser de relación. Para el segundo nivel
convienen que se han de presentar entre seis y diez situaciones sociales fóbicas, siendo
al menos dos de ellas de relación. Finalmente, los autores convienen que para que un
sujeto sea encuadrado en el tercer nivel de incertidumbre catalogado como “FS
gravemente generalizada”, éste ha de presentar fobia ante más de diez situaciones
sociales, de las cuales al menos dos han de ser de relación. De acuerdo con lo planteado
por los autores, si un sujeto sólo presenta fobia a una situación social, ésta será
clasificada en el subtipo “FS específica”, requiera o no de relación con los demás y si un
sujeto presentara seis situaciones fóbicas siendo sólo una de ellas de relación, también
sería adscrito al subtipo “FS específica” puesto que el gradiente de incertidumbre como
el grado de malestar y la interferencia asociadas sólo estaría circunscrito a la ocurrencia
de esas situaciones concretas, no se encontraría generalizado al estar reducida a
mínimos la necesidad de la participación activa y directa del sujeto.
▼
Interferencia en la percepción e interpretación de los estímulos facilitadores
de la acción y en la producción de respuestas o actuación social adecuada
▼
Insatisfacción con la propia actuación
Impresión negativa sobre cómo le ven los
demás
▼
Incremento de la intensificación del patrón disfuncional de
respuestas motoras, neurovegetativas y cognitivas
▼
▼
Incremento de las interpretaciones negativas y erróneas.
Confirmación e intensificación de las expectativas negativas y la ansiedad
preatencional
▼
Disminución de la autoestima y el autoconcepto (sentimiento de vergüenza)
Disminución del dominio de habilidades y destrezas de actuación y relación social
Aumento de la indefensión
Deterioro del contexto y la estructura psicosocial
(Disminución de factores de protección e incremento de factores de
vulnerabilidad)
150 Modelos y teorías explicativas
En segundo lugar, Tancer et al. (1995) han utilizado la respuesta del cortisol y de la
prolactina a la administración de la fenfluramina como medidas de la actividad
serotonérgica. Los resultados no han mostrado diferencias entre el grupo de sujetos con
FS vs. control en la respuesta de la prolactina a la administración de la fenfluramina,
pero en cambio, los sujetos con FS han presentado un incremento estadísticamente
Modelos y teorías explicativas 153
A la luz de estos datos, a día de hoy tampoco existe una evidencia suficiente que
permita inclinar la balanza hacia la presencia de una disfunción o de un funcionamiento
normal del sistema serotonérgico en los sujetos con FS.
En relación al segundo eje, Tancer, Stein, Gelernter y Uhde (1990) informaron que
los sujetos con FS presentaban niveles similares de T3, T4, T4 libre y TSH en
comparación con los sujetos control. Sin embargo, cuando en otro estudio estos mismos
autores examinaron el efecto de la hormona estimuladora del tiroides en la presión
sanguínea y la tasa cardiaca en sujetos con FS, sujetos con trastorno de pánico y un
grupo control, hallaron que los sujetos con FS presentaban diferencias significativas en
la presión sanguínea sistólica y la tensión arterial respecto del grupo control, por lo que
a la luz de la información disponible no se puede descartar la existencia de una
hiperactivación autónoma en los sujetos con FS (Tancer, Stein y Uhde, 1990).
Hasta la fecha se han llevado a cabo seis estudios: dos utilizando la técnica de
resonancia magnética espectroscópica, uno empleando resonancia magnética por
imágenes, otros dos aplicando topografía computarizada por emisión de fotones simples
y uno haciendo uso de tomografía de emisión de positrones.
En un estudio posterior, Tupler et al. (1997) intentaron replicar los resultados del
trabajo de Davidson y cols, para lo cual se aumentó el espectro de metabolitos
estudiados al incluir el mioinositol. Por otra parte, el avance de la tecnología de la
resonancia magnética permitió estudiar la actividad cerebral cortical, algo que la técnica
no había permitido hacer en el anterior trabajo.
Los resultados han mostrado que los sujetos con FS, respecto a los del grupo control,
presentaban diferencias en: (a) la relación N-acetil-aspartato/colina, siendo esta relación
menor en los sujetos con FS, (b) la relación colina/creatinina/mioinositol y la relación
mioinositol/N-acetil-aspartato, las cuales han sido superiores en los pacientes con FS.
Los datos obtenidos en este estudio también sugieren que una mayor severidad de las
respuestas de ansiedad social estaría relacionada con una menor amplitud de la colina y
del mioinositol en la sustancia gris talámica y en las áreas vecinas.
Estos resultados contrastan por los hallados por Potts, Davidson, Krishnan y
Doraiswamy (1994) empleando como técnica de evaluación la resonancia magnética por
imágenes. Estos autores no encontraron diferencias estadísticamente significativas ni en
el tamaño del núcleo caudado ni del putamen ni del tálamo en un grupo de sujetos con
FS respecto a sujetos de un grupo control.
Por otra parte, un estudio realizado con topografía computarizada por emisión de
fotones simples, utilizando como radiotrazador el HMPAO, no ha detectado diferencias
en la circulación sanguínea del cerebro en sujetos con FS generalizada, respecto a los
sujetos del grupo control (Stein y Leslie, 1996). Este resultado contrasta con el hallado
por Tiihonen et al. (1997) empleando como herramienta también la topografía
computarizada por emisión de fotones simples. Estos autores han investigado la posible
disfunción del sistema dopaminérgico en los sujetos con FS generalizada, midiendo
156 Modelos y teorías explicativas
para ello la densidad de los lugares de la recaptación de dopamina. Los resultados ponen
de manifiesto que los sujetos con FS generalizada han presentado una menor captación
de dopamina en el núcleo estriado que los sujetos del grupo control. Además, esta
menor captación ha ocurrido en todo el núcleo estriado, por lo que los resultados
obtenidos en este estudio parece que no podrían ser debidos a un menor tamaño del
ganglio.
En esta línea, en comparación con los del grupo control, Rapaport (1998) ha
encontrado que los sujetos con FS presentan niveles similares de marcadores al fenotipo
Modelos y teorías explicativas 157
SÍNTESIS
Al igual que lo observado con los resultados de los estudios sobre los sistemas de
neurotransmisión, tampoco los resultados de los trabajos del sistema neuroendocrino
permiten dilucidar el posible papel que desempeña este sistema en el origen de la FS.
Por otra parte, autores como Bousoño et al. (1999) señalan la importancia de los
estudios de neuroimagen de cara a determinar la posible existencia de circuitos
neuronales específicos de la FS.
En conclusión, teniendo en cuenta los resultados de los estudios llevados a cabo a día
de hoy, coincidimos con lo manifestado por el Grupo Internacional de Consenso para
Depresión y Ansiedad a la hora de sostener que la investigación del posible papel de la
psiconeurología en la FS es “un campo todavía en pañales” (Ballenger, Davidson,
158 Modelos y teorías explicativas
Lecrubier y Nutt, 1998), y aunque Li, Chokka y Tibbo (2001) informan de evidencias
de disfunciones específicas en los sistemas dopaminérgico, serotonérgico,
noradrenérgico y Gabaérgico en estudios realizados con animales y estudios de
neuroimagen en humanos implicando al tálamo, estriado, la amígdala y ciertas
estructuras corticales, estimamos que sería preciso seguir profundizando en esta línea
de trabajo para clarificar la posible función que las variables biológicas pueden
desempeñar en el origen y el mantenimiento de la FS.
1
Tomado de García-López (2000) FS: FS; FSG: FS generalizada
Dos han sido las líneas de investigación a hasta el día de hoy han pretendido el papel
de la herencia en la FS. La primera ha sido la relativa al de los estudios de gemelos y la
segunda se ha centrado en el examen de los antecedentes familiares de los sujetos con
FS. Respecto a la primera, algunos estudios parecen indicar que la herencia puede
participar en la transmisión de algún tipo de vulnerabilidad para el desarrollo de
Modelos y teorías explicativas 159
trastornos de ansiedad (v.gr., Nickell y Uhde, 1995). Con el fin de conocer la evidencia
disponible en relación con esta hipótesis vamos a examinar los trabajos en los que se
estudian las tasas de concordancia entre gemelos monozigóticos y dizigóticos. En
cuanto a la segunda línea de investigación revisaremos los trabajos que se han centrado
en el estudio de la prevalencia de familiares de sujetos con FS que también presentan
este trastorno, examinado en qué medida existen discrepancias en función de los
subtipos de la FS a la hora de examinar los antecedentes familiares.
Hasta ahora los dos únicos trabajos que han analizado el papel que juegan los
factores genéticos en la génesis de la FS son los estudios de Torgersen (1983) y
Kendler, Neale, Kessler, Heath y Eaves (1992).
Como ya hemos indicado, otra forma de estudiar el papel de los factores hereditarios
es examinar los antecedentes familiares, es decir, verificar en qué medida los familiares
de sujetos con FS también presentan este trastorno.
Con el fin de arrojar más luz a este respecto, Fyer, Manuzza, Chapman, Martin y
Klein (1995) han llevado a cabo un estudio empleando cuatro condiciones
experimentales: un primer grupo compuesto por sujetos con fobia específica, un
segundo que incluía sujetos con FS, un tercero integrado por sujetos con un diagnóstico
de trastorno de pánico con agorafobia y por último, un grupo control (sin ningún
trastorno de la conducta y la personalidad). Con este diseño, estos autores hipotetizaron
que si los antecedentes familiares juegan un papel en la FS, entonces los familiares de
los sujetos con FS tendrán más probabilidad de tener: (a) ese mismo trastorno que los
familiares del grupo control; (b) específicamente ese mismo trastorno que presentar un
diagnóstico de fobia específica o trastorno de pánico con agorafobia y (c) FS en
comparación con los familiares de sujetos con fobia específica o trastorno de pánico con
agorafobia. Los resultados mostraron que la proporción de familiares de sujetos con FS
que también tenían ese trastorno era 2’4 veces superior a la encontrada en familiares de
sujetos del grupo control, siendo estadísticamente significativa esta diferencia (p<0.05).
Por tanto, se cumplió la primera hipótesis formulada por los autores.
Modelos y teorías explicativas 161
De igual forma, los datos avalaron la segunda hipótesis. Los resultados pusieron de
manifiesto que en los familiares de sujetos con FS, la proporción de que éstos
presentaban un diagnóstico de fobia específica o trastorno de pánico con agorafobia no
difería significativamente de la de los familiares de los sujetos que componían el grupo
control. Es decir, en comparación con el grupo control, los familiares de sujetos con FS
tenían más probabilidad de presentar FS (de acuerdo con los resultados de la primera
hipótesis) pero no de recibir un diagnóstico de fobia específica o trastorno de pánico con
agorafobia.
En la línea del trabajo anterior, Fyer et al. (1996) han encontrado que la proporción
de familiares de sujetos con FS que también tenía ese trastorno ha sido estadísticamente
superior a la proporción de sujetos con FS entre los familiares de los sujetos que
integran el grupo control (15% vs. 6%), siendo esta diferencia estadísticamente
significativa (p<0.04). En cambio, no se han hallado diferencias significativas en el
porcentaje de familiares con FS entre los sujetos con FS y trastorno de pánico respecto a
los familiares del grupo control pues sólo el 4% de los familiares de los sujetos con FS y
trastorno de pánico cumplían los criterios diagnósticos de FS.
Este dato es consistente con el trabajo de Turner et al. (1989), en el que se observó
que el 43% de una muestra de niños con FS tenían al menos un familiar con este mismo
trastorno, y sigue en la línea de los de Cooper y Eke (1999), Last y Strauss (1990) ó
Rosenbaum (1994), quienes informaron que un elevado porcentaje de familiares de
niños con FS también presenta este trastorno de ansiedad.
Por otra parte, en un estudio posterior se ha evaluado en qué medida los hijos de
padres con FS constituyen una población de alto riesgo (Mancini, Van Amerigen,
Szatmari, Fugere y Boyle, 1996). Los resultados han indicado que el 23% de los hijos
de esta muestra, con edades entre 4 y 18 años, han cumplido los criterios para ser
diagnosticados de FS, elevándose este porcentaje al 41% si se fijaba el rango de edad
entre los 12-18 años. Para un resumen de los resultados expuestos en este apartado,
véase la Tabla III.3.
Modelos y teorías explicativas 163
Tabla III.3. Revisión de los resultados de los estudios que han examinado los antecedentes familiares1
Tipo de
Autores Año Conclusiones
evaluación
sujetos con FS: 6.6%
Reich y Yates 1988 Historia familiar Familiares con FS en sujetos con TP: 2.2%
sujetos control: 0.2%
sujetos con FS: 16%
Fyer et al. 1993 Entrevista personal Familiares con FS en
sujetos control: 5%
Familiares con FS: 2’4 sujetos con FS > control
Familiares con FS vs. control: = proporción de TPAG o
Fyer et al. 1995 Entrevista personal FE
Sujetos con FS: familiares con FS>familiares con TPAG
Sujetos son FS: familiares con FS = familiares con FE
sujetos con FS: 15%
Fyer et al. 1996 Entrevista personal Familiares con FS en sujetos con FS y TP: 4%
sujetos control: 6%
sujetos con FSG: 16%
Mannuzza et al. 1995 Entrevista personal Familiares con FS en
sujetos con FSE: 6%
sujetos con FSG: 26.4%
Stein et al. 1998 Entrevista personal Familiares con FSG en
sujetos control: 2.7%
Stemberger et al. 1995 Historia familiar Familiares con FS: sujetos con FSG = sujetos con FSE
García-López y
1999 Entrevista personal Sujetos con FSG: 43.8% familiares con FS
Olivares
Turner at al. 1989 Historia familiar Niños con FS: 43% familiares con FS
Padres con FS: 41% hijos adolescentes con FS
Mancini et al. 1996 Entrevista personal
1
Tomado de García-López (2000) FS: FS; FSG: FS generalizada; TP: trastorno de pánico con o sin
agorafobia
SÍNTESIS
Como Bögels, van Oosten, Muris y Smulders (2001) han manifestado, existen al
menos dos razones para prestar atención a la contribución de la familia en la etiología de
la Fobia Social. Primero, porque la edad de inicio de la Fobia Social es temprana,
muchos de las personas con FS desarrollan este trastorno cuando la influencia de su
familia es todavía importante. Y segundo, la familia es el primer lugar donde se aprende
la conducta social y donde se desarrollan los esquemas sobre uno mismo como ser
social en función de las primeras interacciones con cuidadores.
Se ha escrito profusamente acerca del papel que pueden jugar las actitudes y los
patrones de conducta de los padres en la competencia social de sus hijos (Eisenberg et
al., 2001; Ladd y Golter, 1988; Parke y Bhavnagri, 1989; Prinstein y La Greca, 1999;
Radke-Yarrow y Zahn-Waxler, 1986).
168 Factores de vulnerabilidad
En primer lugar, Parker (1979) sugirió que un niño con escaso apoyo o afecto
emocional y sobreprotección por parte de sus padres podría experimentar
posteriormente muchas dificultades en sus relaciones interpersonales. Siguiendo esta
hipótesis, Putallaz y Heflin (1990) estudiaron hasta qué punto la relación afectiva padre-
hijo podía influir en las posteriores relaciones sociales del niño con sus compañeros,
encontrando que las relaciones afectivas de los padres hacia sus hijos y el que éstos
transmitan seguridad a sus hijos predecían que el niño estableciera en el futuro
relaciones positivas con sus iguales. De igual modo, otros estudios encontraron que el
cariño y el comportamiento de la madre hacia el hijo estaban asociados positivamente
con el comportamiento prosocial de los niños con otros compañeros (Attilli, 1989;
Hinde y Tamplin, 1983). Sin embargo, Rapee (1997) indicó que la sobreprotección de la
madre hacia el hijo podía ser un factor de vulnerabilidad más importante que la falta de
cariño de ésta hacia sus hijos.
Este tipo de actitudes de los padres no solamente puede actuar como factor
predisponente sino también jugar un papel en el mantenimiento de las respuestas de
ansiedad social. Concretamente, con respecto a las actitudes de los padres en la
educación de los hijos con Fobia Social se han llevado a cabo varios estudios, la
mayoría de ellos de carácter retrospectivo, es decir, basándose en el recuerdo que los
sujetos adultos con FS tienen acerca de cómo sus padres les educaron. Parker (1979)
encontró que los padres de hijos con FS eran más controladores y expresaban menos
afecto que los padres de hijos sin ningún trastorno de conducta. Arrindell, Emmelkamp,
Mosma y Brilman (1983) informaron que los fóbicos sociales percibían a sus padres
como sobreprotectores y con escaso apoyo emocional. Estos mismos autores más
adelante, en 1989, hallaron que los fóbicos sociales recordaban a sus padres como
menos afectuosos.
sobreprotectora y el excesivo control por parte de los padres y (c) la baja sociabilidad
familiar, entendida como un número reducido de contactos sociales por parte de los
padres, lo cual podría limitar el acceso a experiencias sociales al niño y así, interferir en
la adquisición de habilidades sociales adecuadas. Los resultados del estudio de Bruch et
al. (1989) mostraron que los sujetos con FSG informaban: (a) una mayor preocupación
de los padres acerca de la opinión de los demás, (b) un mayor aislamiento y (c) menor
sociabilidad familiar.
En un estudio con sujetos adultos con ansiedad social y sin este trastorno, Rapee y
Melville (1997) solicitaron a ambos grupos que cumplimentaran la subescala de
Sobreprotección del Parental Bonding Instrument (PBI-O) con el objeto de medir el
grado de sobreprotección que ejercían sus padres cuando eran niños. Asimismo se les
requirió tanto a ellos como a sus madres que rellenaran un cuestionario, desarrollado por
los autores del estudio, para evaluar la variable “sociabilidad familiar” (en el caso de sus
madres éstas habían de hacerlo respecto a sus progenitores). Los resultados están en la
línea de las investigaciones anteriores y ponen de manifiesto que los sujetos con
ansiedad social muestran valores significativamente más altos que los del grupo control
170 Factores de vulnerabilidad
las madres estaban más relacionadas que las de los padres con la ansiedad social de sus
hijos. Así la ansiedad social en las madres, la sociabilidad social y la sobreprotección
percibida e informada por ellas predecían la ansiedad social en los niños; mientras que
estas mismas variables para los padres no estaban relacionadas con la ansiedad social de
sus hijos.
Por último, un estudio más reciente Bögels, van Dongen y Muris (2003) se muestra
parcialmente contrario a las conclusiones presentadas en este apartado. Este estudio se
interesó por las influencias de la familia en los pensamientos disfuncionales de los niños
con altos niveles de ansiedad. Para ello pidieron a los padres de dichos niños ansiosos
que ayudaran a interpretar diversas historietas relativas a situaciones infantiles de
ansiedad de interacción (ansiedad social, ansiedad de separación y ansiedad
generalizada). Estos autores hallaron que, independientemente de los miedos y los
estilos de interpretación paternales, los niños interpretaban las historietas ambiguas
como menos negativas después de discutirlas con sus padres.
Hasta ahora hemos revisado cómo las actitudes de los padres pueden jugar un papel
en el desarrollo y/o mantenimiento de la Fobia Social en sus hijos. A continuación
presentaremos aquellos estudios que enfatizan la influencia de las conductas de los
padres de cara a las posteriores relaciones sociales del niño con sus iguales.
A este respecto, Finnie y Russell (1988) observaron que en situaciones donde los
niños juegan en grupo y las madres participan con ellos, las madres de los niños
ignorados por sus compañeros diferían en el tipo de instrucciones que daban a sus hijos
con respecto a las madres de niños populares. Las primeras proporcionaban más
instrucciones orientadas hacia la tarea y facilitaban menos la inclusión de su hijo en el
grupo, es decir, no proporcionaban un modelo acerca de cómo integrase en el grupo,
siendo éste un factor que puede contribuir a que los hijos sean ignorados por sus
compañeros.
Sin embargo, la influencia de los padres no se limita a las madres. MacDonald (1987)
observó que los padres de niños ignorados se comprometían afectivamente en el juego
menos que los padres de los niños identificados como populares. Del mismo modo, los
padres de los niños que cumplían los criterios de Fobia Social tenían un estilo de
personalidad más rígido y sus hijos informaban de un ambiente familiar más restrictivo
172 Factores de vulnerabilidad
en comparación con los niños del grupo control (Messer y Beidel, 1994). Por otra parte,
Daniels y Plomin (1985), pusieron de manifiesto que las madres que eran tímidas o
presentaban Fobia Social evitaban exponer a sus hijos inhibidos socialmente a
situaciones sociales por el propio malestar que a ellas les ocasiona ese tipo de
acontecimientos.
Dadds, Barrett, Rapee y Ryan (1996) así como Barrett, Rapee, Dadds y Ryan (1996)
también informaron que los padres de niños ansiosos (incluidos los niños con FS) a
menudo reforzaban las conductas de evitación y desalentaban las conductas de
exposición de sus hijos. En esta línea, Silverman y Kurtimen (1996) también observaron
este patrón en padres de niños con trastornos de ansiedad utilizando el término “Trampa
de la Protección” (Trap Protection) para denominar la tendencia de los padres a proteger
a sus hijos (incluso durante la terapia) ante la exposición a objetos o situaciones que
pueden elicitar ansiedad o malestar. En relación a esta conducta de los padres hacia sus
hijos, Reiss (1991) considera que la “sensibilidad a la evaluación social negativa” está
provocada por los padres por medio de actuaciones que modelan en gran parte el
comportamiento de sus hijos e incrementan las respuestas de ansiedad ante situaciones
de evaluación social que son vividas como estresantes y por ello son evitadas (citado en
Ballesteros y Conde, 1999).
Tabla IV.1. Resumen de los resultados de los estudios que analizan las variables implicadas en la relación entre
las actitudes y patrones de conducta de los padres y la presencia de ansiedad social en sus hijos.
Escaso apoyo y/o afecto emocional de los padres hacia sus hijos
Sobreprotección de los padres hacia sus hijos
Percepción de los sujetos con FS acerca de sus padres (controladores y poco afectuosos)
Escasa sociabilidad familiar (número reducido de contactos con otros miembros de la familia, amigos,
etc.)
Elevada preocupación de los padres por la opinión de los demás
Uso de la vergüenza como tratamiento para la modificación de la conducta de sus hijos
Instrucciones orientadas a la tarea, proporcionadas por las madres de niños con FS
Restricción de situaciones sociales de exposición proporcionadas por los padres
Evitación de situaciones sociales temidas por sus hijos y/o ellos(as) mismos(as)
Reforzamiento de las respuestas de evitación y/o escape generadas por sus hijos ante situaciones sociales
“Trampa de la Protección”
Menos verbalizaciones, menos feedback positivo y más feedback negativo en niños con FS y sus padres
Depresión/ansiedad, apoyo social presente y sensibilidad en la interacción con el bebé de la madre.
En resumen, como señalan Beidel y Turner (1998), los patrones de conducta de los
padres pueden afectar al niño al menos de tres maneras: (1) a través de la transmisión
genética de padres a hijos de una vulnerabilidad a presentar ansiedad, (2) limitando los
padres la capacidad del niño para acceder a situaciones sociales, estableciendo así un
patrón de aislamiento y evitación social en el niño y (3) por medio de la transmisión de
sus propios miedos y ansiedades al hijo, bien sea a través del aprendizaje observacional,
actuando como modelos para sus hijos o bien por transmisión de información.
posteriores al inicio del trastorno. Si estas conductas preceden al trastorno del niño
podemos decir que participan en la génesis del trastorno, sin embargo, si son el
resultado del trastorno del niño, estarían implicadas en su mantenimiento.
Las relaciones con los iguales juegan un importante papel en el desarrollo social
(Asher y Coie, 1990; Hartup, 1983, 1996; Newcomb, Bukowski y Pattee, 1993) y
emocional (Asher y Wheeler, 1985; Kupersmidt y Coie, 1990; La Greca y Stone, 1993;
Parker y Asher, 1987) de los niños. Desde la infancia temprana, los niños pasan una
cantidad considerable de tiempo con sus iguales (Ellis, Rogoff y Cromer, 1981). Por
ejemplo, de los 6 a los 7 años, los niños pasan la mayor parte de las horas del día en la
escuela o jugando en otros lugares con sus compañeros de clase y amigos; esta tendencia
continúa, e incluso es mayor, en la adolescencia (La Greca y Prinstein, 1999).
A este respecto, como La Greca (2001) afirma, “la ansiedad social podría ser una de
las consecuencias resultantes de relaciones pobres con los iguales tales como
experiencias negativas, aversivas o de exclusión; y al mismo tiempo, los sentimientos de
ansiedad social podrían inhibir interacciones sociales positivas que son necesarias para
un desarrollo socio-emocional satisfactorio” (p. 163).
Aunque aún es escasa la literatura existente sobre el papel de la ansiedad social en las
relaciones de los adolescentes con sus iguales, algunos estudios han investigado la
relación entre ansiedad social y el funcionamiento interpersonal de los jóvenes con sus
iguales (Inderbitzen y Hope, 1995; Inderbitzen, Walters y Bukowski 1997; La Greca y
Lopez, 1998; La Greca, Dandes, Wick, Shaw y Stone, 1988; La Greca y Stone, 1993;
Vernberg, Abwender, Ewell y Beery, 1992). Esta relación empleando dos tipos de
metodología: por una parte, un creciente número de trabajos ha examinado el tipo de
relación que establecen los sujetos con ansiedad social con sus iguales y, por otro lado,
se ha estudiado si los sujetos sumisos, rechazados o ignorados (tal como han sido
definidos en los trabajos expuestos a continuación) presentan niveles de ansiedad social
superiores al resto de sus compañeros.
En relación con el primer punto, Strauss, Frame y Forehand (1987) hallaron que los
niños con ansiedad social son menos aceptados y valorados por sus compañeros,
Factores de vulnerabilidad 175
encontrándose en otros trabajos que además resultan menos atractivos para el sexo
opuesto, siendo esta correlación especialmente significativa en el caso de las chicas (La
Greca y López, 1998). En este sentido, Patterson, Rupersmidt y Griesler (1990) además
observaron que estos sujetos se encuentran menos seguros de su competencia social a la
hora de llevar a cabo interacciones sociales. Como indican Vernberg et al., (1992), todo
ello puede implicar que los adolescentes pierdan oportunidades para realizar actividades
con sus compañeros y ello contribuir a un mayor aislamiento.
Estos datos concuerdan con uno de los hechos más constatados sobre el efecto de la
Fobia Social tanto en niños y adolescentes como en adultos: la ansiedad social deteriora
la capacidad para establecer y mantener relaciones de amistad o de pareja (Rubin, Le
Mare y Llollis, 1990; Turner, Beidel, Dancu y Keys, 1986), ocasionando mayor
interferencia en el caso de las chicas adolescentes (v.gr., Hymel y Franke, 1985; La
Greca y López, 1998; Vernberg et al., 1992). Véase la Tabla IV.2 para un resumen de la
valoración de los iguales respecto a los sujetos con ansiedad social.
Respecto a los sujetos designados como rechazados, estos autores los han clasificado
y estudiado en función de sí eran rechazados como resultado de una conducta agresiva
176 Factores de vulnerabilidad
SUJETOS
RECHAZADOS IGNORADOS SUMISOS
+∆ puntuaciones +∆ puntuaciones SAS-A respecto a los
+∆ puntuaciones Subescala FNE/SAS-A subescala “cooperativos” y “dominantes”
SAD-G/SAS-A
Sumisos Agresivos
Empleando una muestra clínica de adolescentes con Fobia Social y un grupo control,
Walters y Hope (1997) observaron que los primeros mostraban una mayor frecuencia de
conductas dominantes pero también cooperativas respecto al grupo control, mientras
que ambas condiciones no diferían en la frecuencia de conductas sumisas. Dada la
contradicción de los resultados acerca de una frecuencia superior de conductas
Factores de vulnerabilidad 177
dominantes y cooperativas, los estudios futuros deberían examinar el papel que juega la
sumisión del sujeto o el rechazo de éste por parte de sus compañeros en el desarrollo de
la Fobia Social.
Por último, otra variable que se ha estudiado ha sido el género. Diversos estudios han
encontrado que a las chicas adolescentes les preocupa más que a los chicos la opinión
que sobre ellas tienen los demás (La Greca, 1999; Nolsen-Hoeksema y Larson, 1992;
Rosen y Aneshansen, 1976). Asimismo, las adolescentes con ansiedad social tienen
menos amigos/as, perciben menos apoyo emocional y tienen menos intimidad o
confianza tanto entre ellas como con los chicos. Por el contrario, en los adolescentes
178 Factores de vulnerabilidad
Estos datos apuntan a que la FSE parece estar asociada con un miedo a las respuestas
de ansiedad (medido a través del ASI) mientras la FSG está más relacionada con el
neuroticismo. Como conclusión, estos autores afirman que quizás la FSE vs. FSG
representan distintas entidades diagnósticas y por tanto, requieran distintas modalidades
de tratamiento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en este estudio a los sujetos no
se les administró ningún formato de entrevista, el diagnóstico del subtipo de Fobia
Social (FSG y FSE) se realizó a través de las puntuaciones de la SPS y la SIAS. Por
ello, cuando los autores hablan de FSE y FSG hacen referencia a sujetos con altas
puntuaciones en el SPS y SIAS, respectivamente. La Tabla IV.4 muestra una síntesis de
los resultados de estos estudios.
Variables de personalidad
Relación con los subtipos de la Fobia Social Predictoras
FSG vs. Control FSE vs. Control FSG vs. FSE
Neuroticismo - FSG
+∆ Neuroticismo +∆ Neuroticismo +∆ Neuroticismo
Miedo a las respuestas de ansiedad - FSE
−∆ Extraversión = Extraversión −∆ Extraversión
+∆= Incremento en las puntuaciones; −∆= Incremento en las puntuaciones =: Sin cambios,
FSG: Fobia Social generalizada, FSE: Fobia Social específica
180 Factores de vulnerabilidad
En cuanto a la posible relación entre Fobia Social e IC, distintos trabajos han
demostrado que presentar IC en la niñez es un factor de riesgo para desarrollar
trastornos de ansiedad (entre ellos la Fobia Social) en la adolescencia y la edad adulta
(Biederman et al., 1990; Hayward, Killen, Kraemer y Taylor, 1998; Hirschfeld et al.,
1992; Mick y Telch, 1998; Rosenbaum et al., 1988, 1991, 1993; Schwartz, Snidman y
Kagan, 1999) y al contrario, los niños de padres con trastorno de ansiedad tenían un
mayor riesgo de tener IC y desarrollar tempranamente un trastorno de ansiedad
(Rosenbaum et al., 1992, 1993). Además, Hirschfeld et al. (1992) observaron que los
Factores de vulnerabilidad 181
niños que seguían mostrando IC tenían mayor probabilidad de presentar dos ó más
trastornos de ansiedad.
Por otro lado, Rosenbaum et al. (1991) evaluaron 7 años después a los padres de los
niños que formaron parte de un estudio en el cual se clasificó a niños de 21 meses como
inhibidos y desinhibidos (García-Coll et al., 1984). Los resultados revelaron que el 17%
de los padres de los hijos que continuaban inhibidos conductualmente presentaban un
diagnóstico de Fobia Social frente al 0% de los padres de niños desinhibidos y al 2.9%
de un grupo control compuesto por niños sin problemas psicopatológicos. Las
diferencias entre los grupos fueron estadísticamente significativas.
Teniendo en cuenta estos datos, Rosenbaum et al. (1991) y Hayward et al. (1998)
sugieren que si la Fobia Social tuviera una transmisión familiar como consecuencia de
una vulnerabilidad genética, la IC podría ser la manifestación de un substrato biológico
que podría subyacer al desarrollo de la Fobia Social.
Por otro lado, Mick y Telch (1998) hallaron puntuaciones significativamente más
elevadas de IC en estudiantes universitarios con ansiedad social que en aquellos con
trastorno de ansiedad generalizada y que en el grupo control.
sensación de malestar que experimentan los niños con IC y que manifiestan a través de
lloros, gritos o expresiones faciales que indican miedo, puede hacer que los padres
incrementen sus cuidados y atenciones hacia ellos, lo que conllevaría que los niños
fuesen más dependientes de sus padres. Debido a esto, es posible que los padres de
niños IC estén más alerta ante las necesidades de apoyo y reafirmación de sus hijos,
sobreprotegiéndoles ante las situaciones sociales nuevas que se les presenten. Frente a
esto, estos autores señalan que los padres deben comprender la importancia de que sus
hijos se expongan a las situaciones temidas por ellos, ayudándoles a afrontar de forma
graduada estas situaciones. No obstante, debemos indicar que, dada la elevada
proporción de padres con un diagnóstico de Fobia Social entre aquellos que tienen niños
con IC, es plausible que presentar este trastorno pueda dificultar que los padres afronten
con sus hijos situaciones sociales desconocidas por el propio miedo que ellos sienten.
Ballesteros y Conde (1999) han analizado la relación entre padres e hijos con IC y
han formulado una hipótesis alternativa. Estos autores han considerado que el patrón
comportamental de IC puede provocar una interacción aversiva con sus cuidadores (por
lo general la madre) debido a la exagerada reactividad del niño, lo que influiría en la
atención que se le presta. Según estos autores, ello conduciría a la elaboración de un
vínculo inseguro o ansioso, lo que podría provocar con posterioridad una mayor
dificultad en las relaciones con sus compañeros y determinar respuestas de evitación
ante situaciones sociales.
A modo de conclusión, respecto al debate existente acerca del papel que juega la IC
como factor predisponente de la Fobia Social, coincidimos con Turner, Beidel y Wolff
(1996) en que, aunque la inhibición conductual pueda ser un posible precursor para el
desarrollo de trastornos de ansiedad, incluida la Fobia Social, por sí sola no parece ser ni
suficiente ni necesaria para su desarrollo.
Tras examinar la literatura existente, se puede observar que timidez y Fobia Social
comparten muchos síntomas psicofisiológicos, cognitivos y (Beidel y Turner, 1999;
Turner, Beidel y Townsley, 1990; Henderson y Zimbardo, 2001). Los sujetos que son
tímidos y aquellos con FS experimentan en situaciones sociales una activación elevada
del sistema nervioso autónomo que se manifiesta, por ejemplo, en elevada tasa cardíaca,
rubor y/o sudor (Beidel, Turner y Dancu, 1985; Henderson, 1992; Pilkonis, 1977).
Además, el déficit en habilidades sociales, la evitación de interacciones sociales y las
cogniciones que reflejan miedo a la evaluación negativa son características de ambos
grupos (Heimberg, Hope, Dodge y Becker, 1990; Herbert, Hope y Bellack, 1992;
Ludwig y Lazarus, 1983; Zimbardo, 1977).
Sin embargo, aunque los síntomas entre timidez y Fobia Social se solapen
significativamente, las tasas de prevalencia de ambos constructos son diferentes. Estas
oscilan entre un 20% y un 48% para la timidez (Carducci y Zimbardo, 1995; Henderson
y Zimbardo, 1998; Lazarus, 1982; Spielberger, Pollans y Worden, 1984; Zimbardo,
1977), mientras que las estimaciones de la prevalencia de la Fobia Social son mucho
más bajas, solamente el 2% de los adultos cumplían los criterios de Fobia Social en el
Epidemilogic Catchment Area (ECA, Robins et al., 1984) y el 13.3% en el National
Comorbidity Study (NCS, Kessler et al., 1994).
A la vista de estos datos se podría pensar que esta discrepancia es debida a la edad de
la muestra, sin embargo, un estudio sobre timidez entre estudiantes de 5º curso de
primaria reveló que el 38% de los niños se consideraban tímidos (Lazarus, 1982).
Igualmente, el 28% de los niños y el 32% de las niñas con edades comprendidas entre 8
y 10 años fueron considerados tímidos por parte de sus padres (Caspi, Elder y Bem,
1988). Una explicación para esta diferencia en las tasas de incidencia entre timidez y
Factores de vulnerabilidad 185
Fobia Social podría deberse a que dentro del grupo de sujetos que se consideran tímidos
exista una alta proporción de sujetos con una forma subclínica de Fobia Social. En
apoyo a esta afirmación, Pollard y Henderson (1988) encontraron que la prevalencia de
la FS alcanzaba un 23% cuando no se tenían en cuenta los criterios de malestar e
interferencia.
Aunque podamos inferir que timidez y Fobia Social están relacionadas, no existe
evidencia empírica que muestre la naturaleza de esta relación. A este respecto, Chavira
et al. (2002), en un estudio reciente, han examinado las tasas de Fobia Social en un
grupo de sujetos con niveles elevados de timidez y un grupo control y han encontrado
que aproximadamente el 49% de los sujetos pertenecientes al grupo de timidez elevada
presentaban un diagnóstico de FS frente al 18 % del grupo control. Heiser et al. (2003)
también han encontrado, en una muestra de 200 estudiantes universitarios, una tasa de
prevalencia para la FS significativamente mayor entre sujetos tímidos (18%) frente a un
grupo control (3%), sin embargo, la mayoría de los estudiantes tímidos (82%) no
cumplían los criterios de FS.
los sujetos del grupo control. Al igual que en el estudio de Chavira et al. (2002), las
diferencias sólo fueron significativas entre sujetos con FSG frente a los sujetos del
grupo control, lo que sugiere que la timidez puede presentarse más frecuentemente en
sujetos con el subtipo generalizado.
Por otra parte, la timidez parece dar como resultado consecuencias negativas
similares a las encontradas en muestras de pacientes con Fobia Social. Caspi et al.
(1988) y Kerr, Lambert y Bem (1996), utilizando muestras de niños identificados como
Factores de vulnerabilidad 187
Por otra parte, con una muestra de adolescentes (rango de edad: 11-18 años) con
timidez alta y baja1, Lawrence y Bennet (1992) encontraron que los sujetos con timidez
alta presentaban una autoestima más baja y un nivel socioeconómico más bajo, en
comparación con los sujetos con timidez baja.
1Estos autores adaptaron los cuestionarios de Zimbardo (1977) y Pilkonis (1977) y los administraron a toda la muestra.
Los sujetos con una puntuación media más una desviación típica fueron clasificados con timidez alta y los que tenían una
puntuación media menos una desviación típica fueron clasificados con timidez baja.
188 Factores de vulnerabilidad
Por último, señalar que aunque el término timidez es utilizado para describir un
patrón de reticencia asociado a situaciones sociales, la inhibición o el rechazo a acceder
o comprometerse en interacciones sociales, no significa necesariamente que el sujeto sea
tímido o presente un diagnóstico de Fobia Social (Stein, 1996). Hay que tener en cuenta
otros factores como el malestar o el grado de interferencia que ocasiona en la vida
personal, familiar y/o laboral del sujeto. Por lo tanto, aunque la timidez extrema debería
llevar al clínico a evaluar la presencia de otros trastornos, de acuerdo con la información
disponible, no se puede utilizar como un factor indicador de Fobia Social.
En esta línea, Bornas y Tortella (1998) entienden las habilidades sociales como un
“conjunto de respuestas básicas que hacen posible iniciar, mantener y acabar
Factores de vulnerabilidad 189
De este modo, se considera que los déficit en habilidades sociales que pueda
presentar el sujeto ante una situación social son, fundamentalmente, el resultado de la
insuficiencia o inadecuación de alguno o algunos de estos factores de aprendizaje
durante el proceso de socialización, los cuales no habrían permitido al sujeto adquirir las
respuestas pertinentes pudiendo esto constituirse un factor de vulnerabilidad clave en el
origen de la Fobia Social. Una vez desarrollado este trastorno de ansiedad, la no
disponibilidad de modelos adecuados en el entorno del sujeto, la inadecuación en el
proceso de socialización del niño, las condiciones de aislamiento social que dificultan la
oportunidad de exponerse a situaciones sociales o el hecho de no obtener consecuencias
positivas por las conductas prosociales podrían ser factores de mantenimiento de la
Fobia Social.
con vs. sin FS con edades comprendidas entre los 7 y los 14 años. Los niños con FS
evaluados a través de autoinformes completados por ellos mismos y por sus padres, un
cuestionario de asertividad y de observación directa mostraron un déficit en habilidades
sociales en comparación con el grupo control. Además, los niños con FS eran evaluados
por ellos mismos y por los demás como significativamente menos competentes
socialmente.
SÍNTESIS
En este apartado hemos examinado seis variables que pueden jugar un papel en el
desarrollo y/o mantenimiento de la Fobia Social. Respecto a la primera variable, las
actitudes de los padres acerca de sus hijos, se han hallado que factores tales como la
expresión de poco afecto o apoyo emocional hacia sus hijos, así como un exceso de
sobreprotección, pueden ser variables predisponentes para el desarrollo de la Fobia
Social, existiendo diferencias en función del subtipo. Asimismo, todo parece indicar que
el tipo de instrucciones que los padres dan a sus hijos y el que éstos refuercen conductas
de evitación y no proporcionen conductas de exposición pueden ser variables de
mantenimiento.
En relación con la segunda variable, la influencia de los iguales, aunque con matices,
los resultados muestran una relación entre presentar ansiedad social y que los iguales les
ignoren o rechacen. Ante esto conviene matizar que esta correlación es mayor cuando se
evalúan independientemente aspectos de la Fobia Social como “miedo a la evaluación
negativa” y “evitación de las situaciones sociales”. Mientras la primera parece
correlacionar más con el rechazo de los demás hacia los sujetos con ansiedad social, la
segunda lo hace con el hecho de que los iguales le ignoren.
Factores de vulnerabilidad 191
La relación entre IC y Fobia Social es aún más compleja. Como hemos indicado, si
bien parecen existir datos que sugieren que la IC es un factor de vulnerabilidad para el
desarrollo de la Fobia Social, ello no parece implicar que juegue un factor clave en su
génesis. Así, la IC no parece ser ni una causa suficiente ni necesaria para el inicio de la
Fobia Social.
Continuando con las variables revisadas, si bien hemos indicado que la relación entre
IC y Fobia Social es compleja, no lo es menos la existente entre timidez y Fobia Social
o entre ésta y el déficit en las habilidades sociales. A modo de resumen, podemos
afirmar que ni todos los tímidos son fóbicos sociales, ni todos los sujetos con Fobia
Social son tímidos. De igual modo, ni todos los individuos con un déficit en habilidades
sociales tienen Fobia Social ni todos los fóbicos sociales muestran un déficit en
habilidades sociales.
No obstante, como señalan diversos autores, parece existir una mayor relación entre
sujetos con el subtipo generalizado de Fobia Social y las variables anteriormente
examinadas (c.f., Beidel y Turner, 1998). En este sentido, la timidez (y quizás la IC)
podrían influir de cara a que el niño presentase unas expectativas y atribuciones
negativas sobre su propia competencia, lo cual podía conllevar a que interactuara menos
con sus iguales en los primeros años de vida, siendo ignorados o rechazados por este
motivo y desarrollando así patrones de personalidad tales como los que caracterizan a un
alto neuroticismo y una baja extraversión.
Como conclusión, pese a que todas estas variables parecen poder jugar un papel en la
génesis, desarrollo y mantenimiento de la Fobia Social, a día de hoy se desconoce el
“grado de varianza” que pueden explicar cada una de ellas, por lo que resulta necesario
seguir investigando a fin de poder llegar a determinar el peso de cada uno de estos
factores en el contexto de un modelo explicativo de vulnerabilidad, inicio, desarrollo y
mantenimiento de este trastorno de la conducta y la personalidad.
V. INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN
PARA LA FOBIA SOCIAL
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 195
Como consecuencia del interés de Robins, Helzer, Croughan y Ratcliff (1981) por
evaluar las tasas de prevalencia de los “trastornos mentales” (entre ellos, la Fobia
Social) en un segmento lo más amplio posible de la población, se hizo necesario
disponer de un número elevado de evaluadores que administraran una entrevista a una
población comunitaria. Por ello, se diseñó la Diagnostic Interview Schedule (DIS) como
una herramienta altamente estructurada que permitiera su aplicación por personal no
profesional sin experiencia. Pese a que esta entrevista ha sido la más empleada en los
estudios epidemiológicos llevados a cabo, la validez de los resultados obtenidos a partir
de la misma ha sido cuestionada debido a problemas metodológicos tales como la
propia delimitación conceptual de la Fobia Social (entendida como un patrón de
respuestas de ansiedad ante situaciones sociales específicas, dado que ello puede haber
afectado a las tasas de incidencia obtenidas mediante la administración del DIS -véase
II.1-). Otro problema añadido lo constituye el hecho de que se desconozcan las
propiedades psicométricas de esta modalidad de entrevista. Posteriormente el mismo
equipo elaboró la NIMH Diagnostic Interview Schedule, Version III-Revised (DIS-III-R;
Robins, Helzer, Cottler y Goldring, 1989), de la que tampoco se han dado a conocer
datos acerca de su validez y fiabilidad, por lo que apenas se ha empleado. De este modo,
el DIS se ha empleado básicamente en investigaciones epidemiológicas.
hallaron una fiabilidad interjueces más modesta (k=0.47), ambos estudios usando el
SCID-III-R.
A día de hoy las entrevistas más empleadas para el diagnóstico de la Fobia Social en
el contexto clínico son: The Anxiety Disorders Interview Schedule-Revised (ADIS-R; Di
Nardo y Barlow, 1988) y el Anxiety Disorders Interview Schedule for DSM-IV (ADIS-
IV; Di Nardo, Brown y Barlow, 1994). La primera de ellas incluye una sección relativa
a la Fobia Social, en la cual se evalúa tanto la severidad del miedo como la evitación del
sujeto ante 12 situaciones sociales. Seguidamente, se formulan preguntas sobre la
historia actual y pasada del sujeto relativas a las situaciones sociales. En relación con
los datos psicométricos, éstos muestran un alto coeficiente kappa (0.79). Como
consecuencia de la información cuantitativa y cualitativa proporcionada por esta
entrevista, así como por sus propiedades psicométricas, el ADIS-R ha llegado a ser la
entrevista más utilizada tanto en la práctica clínica como en la investigación. Respecto
al ADIS-IV, la sección de Fobia Social continúa siendo básicamente similar a la del
ADIS-R, siendo la única modificación la inclusión de una nueva situación social en la
evaluación del miedo y evitación de situaciones sociales (“hablar con personas
desconocidas”). Pese a que en un estudio piloto Di Nardo, Brown, Lawton y Barlow
(1995) informaron que el coeficiente kappa era adecuado (k=0.64), éste es inferior al
encontrado en el ADIS-R. No obstante, en un estudio más actual, Brown, Di Nardo,
Lehman y Campbell (2001) han mostrado una fiabilidad que oscila entre buena y
excelente para el diagnóstico de Fobia Social y especialmente para el subtipo
generalizado.
Los autores encuentran que un coeficiente kappa que varía según los trastornos
(0,42-1,00) y un coeficiente de fiabilidad test-retest con el número total de “síes”
respondidos en cada subcategoría diagnóstica de r = 0,71 (Silverman y Rabian, 1995).
trabajo sólo la subescala de miedo ante las situaciones de interacción social se mostró
sensible al cambio terapéutico.
Por otra parte, en dos estudios sobre su validez de constructo, Slarkin, Holt,
Heimberg, Jaccard y Liebowitz (1990) y Safren et al. (1999) encontraron que la
estructura de dos factores no se ajustaba bien a los datos (ejecución vs. interacción),
sugeriendo como alternativa una estructura de cuatro factores. Además, Cox et al.
(1998) hallaron que la LSAS no evaluaba de forma independiente las respuestas
cognitivas y motoras, ya que se encontraron correlaciones muy altas entre ambas
subescalas (r=0.97). Estos resultados apuntan en la misma dirección que los encontrados
en otros trabajos, en los cuales se señala que las subescalas de las respuestas motoras y
cognitivas están altamente correlacionadas (Cox, Swinson y Fergus, 1993).
En España, Bobes et al. (1999) encontraron que la LSAS posee una adecuada
consistencia interna y validez convergente y discriminante. De igual modo, la versión
francesa de la LSAS (L’échelle d’anxiété sociale de Liebowitz, EASL; Yao et al.,
1999), ha mostrado una buena validez empírica y concurrente, así como una buena
sensibilidad al cambio terapéutico.
Por último, hay que señalar que la principal ventaja de este instrumento es su fácil
administración, si bien una de sus limitaciones radicaba en que no podía aplicarse como
cuestionario ya que se requiere del juicio clínico para determinar el diagnóstico de la
Fobia Social. A este respecto, Baker, Heinrichs, Kim y Hofmann (2002), han
desarrollado una versión de la LSAS en formato de autoinforme (LSAS-SR). En un
estudio con 175 sujetos con FS, la LSAS-SR ha mostrado buenas propiedades
psicométricas respecto a la fiabilidad test-retest, consistencia interna y validez
convergente y discriminante, además de mostrarse sensible al cambio terapéutico. No
obstante, no se dispone todavía de datos acerca de su validez de constructo.
adolescentes con FS, otros trastornos de ansiedad y controles. Los resultados mostraron
unos niveles de consistencia interna altos (0.90-0.97 para la muestra total y 0.83-0.95
para el grupo de Fobia Social) y una fiabilidad test-retest elevada (coeficiente de
correlación intraclase = 0.89-0.94), tanto para la puntuación total como para las
puntuaciones de las subescalas. Las puntuaciones de la LSAS-CA mostraron una mayor
asociación con medidas de ansiedad social y deterioro general que con medidas de
depresión. Además los sujetos con FS presentaron puntuaciones significativamente más
altas que los sujetos con otros trastornos de ansiedad o los controles. Una puntuación de
corte de la puntuación total de la escala de 22.5 fue la que representó el mayor
equilibrio entre sensibilidad y especificidad para distinguir entre individuos con Fobia
Social y controles, mientras la puntuación de 29.5 se mostró como óptima para
distinguir la Fobia Social de otros trastornos de ansiedad. Recientemente, Olivares y
Sánchez-García (2003) tradujeron al español y modificaron la escala a un formato de
autoinforme con población infantil y adolescente española. Recientemente otra
aportación de nuestro equipo ha presentado datos preliminares de las propiedades
psicométricas de la prueba con una muestra de 373 niños y adolescentes (Olivares,
Sánchez-García, Rosa y Piqueras, 2004). Dicho estudio indica que la prueba es un
instrumento valido y fiable para evaluar la Fobia Social en población española. En este
sentido, la estructura factorial fue congruente con las subescalas originales de la LSAS-
CA, la fiabilidad test-retest fue moderada y el coeficiente alfa de Cronbach alto.
Davidson, Potts et al. (1991) crearon esta entrevista en formato de escala con el
objeto de disponer de un sencillo y rápido instrumento de evaluación que permitiera
detectar sujetos con Fobia Social. Esta escala consta de 11 ítems que se puntúan según
una escala Likert de cinco puntos (rango: 0-4). Los siete primeros ítems miden tanto el
miedo como la evitación ante situaciones sociales y los restantes evalúan las respuestas
psicofisiológicas.
1
En algunos análisis el tamaño muestral se reducía a 9 sujetos.
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 201
El avance de las nuevas tecnologías abarca cada vez más ámbitos de la vida y sus
aplicaciones se extienden a múltiples ramas de la ciencia. Así, por ejemplo, durante la
última década la corrección a mano de los cuestionarios de lápiz y papel ha ido
cediendo terreno a su corrección informática. En este contexto y con el fin de dar
respuesta a problemas reiteradamente encontrados a la hora de utilizar los datos
proporcionados por las entrevistas cuando son administradas “cara a cara”, tales como
los derivados de la baja fiabilidad interjueces o las relativas a la pérdida de información
por no formular al entrevistado en torno al 5% de las preguntas que componen la
entrevista (Kobak, Greist, Jefferson y Katzelnick, 1996; Koback, Schaettle, Katzelnick
y Simon, 1995), se ha considerado oportuno intentar plantear como formato alternativo
el empleo de entrevistas realizadas por ordenador ya que podrían ser un medio de
evaluación que además de fiable, barato, accesible y eficiente, permitiera resolver los
problemas anteriormente citados. Con este fin, Katzelnick, Kobak, Greist y Jefferson
(1995) desarrollaron una versión computerizada de la Escala de Ansiedad Social de
Liebowitz (1987). En este estudio los sujetos podían elegir la modalidad de evaluación:
mediante ordenador o entrevista personal; el 64% prefirió la primera opción frente a un
9% que optó por la segunda, no manifestando preferencia el 28%. De estos resultados
puede entenderse que la entrevista personal, en tanto que situación social y por tanto,
ansiógena, es menos atractiva para los sujetos con Fobia Social. Otro resultado de este
202 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
SÍNTESIS
Hasta el momento las versiones del ADIS (ADIS-R, ADIS-IV y ADIS-IV-C) han
sido las modalidades de entrevista personal más empleadas en los estudios que se han
llevado a cabo sobre Fobia Social en población adulta e infanto-juvenil, encontrándose
abundante apoyo empírico acerca de su uso en el campo de la Fobia Social (Cox y
Swinson, 1995). Respecto a las entrevistas con formato de cuestionario, si bien la LSAS
dispone de datos más o menos consistentes acerca de sus propiedades psicométricas,
aún no se ha probado la utilidad de la BSPS en el campo de la Fobia Social. Respecto
del LSAS-CA se ha de indicar que su adaptación con formato de escala muestra
excelentes propiedades psicométricas tanto en población infanto-juvenil norteamericana
como española.
Dado que ambos cuestionarios parecen examinar distintos aspectos del constructo
ansiedad social, describiremos brevemente ambas escalas antes de comentar la polémica
existente sobre su uso como instrumento de evaluación en el campo de la Fobia Social.
Respecto a la FNEs, hemos de indicar que ésta se diseñó para medir el miedo a la
evaluación negativa, elemento central en la Fobia Social. Esta escala contiene 30 ítems
con un formato de respuesta verdadero-falso. Mientras la FNEs pretende evaluar el
componente cognitivo, la SADs se creó con el fin de registrar las respuestas de ansiedad
y evitación que integran este constructo. Esta última escala consta de 28 ítems con el
mismo formato de respuesta de la FNE.
En relación con sus propiedades psicométricas, tras administrar estas escalas en una
muestra de estudiantes universitarios, Watson y Friend (1969) informaron de un
coeficiente de consistencia interna de 0.94 tanto en la FNEs como en la SADs. La
fiabilidad test-retest fue de 0.68 y 0.78 en la FNEs y la SADs, respectivamente. Sin
embargo, no fue hasta casi 20 años más tarde cuando se dispuso de datos concernientes
a su utilidad en población clínica, surgiendo entonces la polémica sobre su utilidad.
2
Nótese que en esas fechas aún no se había reconocido la Fobia Social como una entidad diagnóstica. Así, los autores se basaron en
su propia experiencia a la hora de excluir los ítems relativos al componente de deseabilidad social y seleccionar sólo aquellos
relativos a lo que ellos conceptualizaban como Fobia Social.
204 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
situaciones sociales, por lo cual no resultaban instrumentos válidos para evaluar la FS.
Frente a este análisis de los resultados, Heimberg, Hope, Rapee y Bruch (1988)
ofrecieron una explicación alternativa, al entender que estas escalas no tenían que
diferenciar entre FS y otros trastornos de ansiedad, ya que la ansiedad social podía ser
un componente común a todos ellos. Estudios posteriores parecen corroborar este hecho
(Stravynski, Basoglu, Marks, Sengun y Marks, 1995). En respuesta a esta explicación
alternativa, Turner y Beidel (1988) reafirmaron su posición y argumentaron que si estas
escalas pretendían medir ansiedad social, los sujetos con un diagnóstico de FS debían
haber obtenido mayores puntuaciones que los sujetos con otros trastornos. Asimismo,
Oei, Kenna y Evans (1991) encontraron que si bien la FNEs y la SADs poseían una
buena consistencia interna, no permitían discriminar entre sujetos con FS, un grupo de
sujetos con ansiedad generalizada y otro que incluía sujetos diagnosticados de trastorno
de pánico con agorafobia.
Sin embargo, existen otros estudios que defienden la utilidad de la FNEs como
instrumento de evaluación para la Fobia Social. Así, Stopa y Clark (1993, 2000)
hallaron que los sujetos con FS obtenían puntuaciones más altas en la FNEs que
aquellos con otros trastornos de ansiedad y que el grupo control; y estos mismos autores
indicaron que la FNEs permite diferenciar entre sujetos con FS y sujetos con otros
trastornos de ansiedad (Stopa y Clark, 1993). Consistente con estos hallazgos, Olivares,
García-López, Hidalgo y Ruiz (1999), encontraron que la FNEs permitía discriminar
entre adolescentes con FS y adolescentes sin este trastorno. Heimberg, Meuller, Holt,
Hope y Liebowitz (1992) mostraron que la FNEs correlacionaba significativamente con
dos instrumentos de evaluación de ansiedad social, la Social Phobia Scale (SPS) y la
Social Interaction Anxiety Scale (SIAS) (Mattick y Clark, 1998). Además, Mansell
(1997) encontró que los sujetos que habían sido seleccionados en base a puntuaciones
altas y bajas en la FNEs constituían grupos que diferían significativamente en otras
medidas de ansiedad social tales como la Social Avoidance and Distress Scale (SAD;
Watson y Friend, 1969), el Social Phobia and Anxiety Inventory (SPAI; Turner et al.,
1989), y el Personal Report of Confidence as a Speaker (PRCS; Paul, 1966). Por último,
Stopa y Clark (2001) han mostrado que comparar sujetos procedentes de la población
general en función de las puntuaciones (altas vs. bajas) obtenidas en la FNEs parece ser
una estrategia válida para identificar aspectos importantes de la Fobia Social.
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 205
Por otra parte, la FNEs ha mostrado ser útil como instrumento de medida para
evaluar el cambio terapéutico en dos estudios de lengua inglesa (Butler, Cullington,
Munby, Amies y Gelder, 1984; Heimberg et al., 1990) y la SADs en otros tantos (Butler
et al., 1984; Gelernter et al., 1991).
Por último, Leary (1983a) dió a conocer los datos de un estudio relativo a una
versión breve de la FNEs, en la que se reducían los 30 ítems iniciales a 12 y se
cambiaba el formato de respuesta original (verdadero-falso) por una escala Likert de 5
puntos. Los resultados indicaron una buena consistencia interna, adecuada fiabilidad
test-retest y una alta correlación con la escala original (0.92). No obstante, a día de hoy
todavía son escasos los trabajos que han utilizado esta escala breve, empleándose en
mayor medida la FNEs y la SADs, a pesar de la polémica existente.
V.1.2.1.2. Escala de Fobia Social (SPS) y la Escala de Ansiedad ante las Interacciones
Sociales (SIAS)
Mattick y Clarke (1989) desarrollaron estas escalas de acuerdo con los criterios del
DSM-III-R para la Fobia Social, con el objeto de evaluar distintos aspectos de este
constructo. Así, la SIAS tiene como fin medir las respuestas de ansiedad en las
interacciones sociales, mientras la SPS fue diseñada para medir la ansiedad de actuación
(p.ej., comer o beber en público). Por tanto, distintos autores han recomendado que
estos cuestionarios se administren conjuntamente, al medir aspectos complementarios
del constructo ansiedad social (Brown et al., 1997; Mattick y Clarke, 1998).
206 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
Ambas escalas contienen 20 ítems y se responden de acuerdo con una escala Likert
de 5 puntos (rango: 0-4). Los datos psicométricos indican un coeficiente alfa de 0.93 y
0.89 para la SIAS y la SPS, respectivamente (Mattick y Clarke, 1998)3. Asimismo, estos
autores informan de unos coeficientes de correlación test-retest superiores a 0.90 en
ambas escalas durante períodos de 1 y 3 meses. Respecto a la validez concurrente,
Heimberg, Mueller, Holt, Hope y Liebowitz (1992) encontraron que la SIAS estaba más
relacionada con medidas de interacción social, mientras la SPS correlacionaba sólo con
una medida de ansiedad de actuación. En esta línea, Cox et al. (1998) señalan que la
SIAS correlaciona altamente con las subescalas de situaciones sociales de la LSAS
mientras la SPS muestra correlaciones más altas con la subescala de ejecución de la
LSAS. Por otra parte, Ries et al. (1998) informan que mientras la SIAS muestra
correlaciones significativas con los pensamientos positivos y negativos que se generan
durante una prueba observacional consistente en iniciar y mantener conversaciones, la
SPS correlaciona con el tiempo empleado en otra prueba observacional (hablar en
público). De igual modo, Norton, Cox, Hewitt y McLeod (1997) encontraron que la SPS
y la SIAS aparecían relacionadas con diferentes variables de personalidad.
3
Si bien citamos el año en que han sido publicados los resultados, éstos se corresponden al estudio de 1989, los cuales habían sido
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 207
posible explicación es el hecho de que una elevada proporción de sujetos con trastorno
de pánico y agorafobia presentaba un diagnóstico adicional de FS (41%). Sin embargo,
en un estudio reciente, Peters (2000) ha informado que tanto la SIAS como la SPS
permitían discriminar entre sujetos con FS y sujetos con un diagnóstico de trastorno de
pánico con o sin agorafobia.
Respecto a la diferenciación de las escalas establecida por los autores en relación con
su función (la SIAS para evaluar el subtipo generalizado o situaciones de interacción
social y la SPS para el subtipo específico o situaciones de actuación social), Heimberg
et al. (1992) hallaron que mientras que la SIAS sí permitía discriminar entre ambos
subtipos, no lo hacía así la SPS. Este resultado puede ser debido a que la mayoría de
sujetos con FSG también presentaban ansiedad ante situaciones que implicaban
actuación delante de otros. Heimberg et al., (1992) concluyó que “estas escalas pueden
ser útiles para determinar los subtipos de Fobia Social y para el análisis de los tipos de
situaciones temidas por los pacientes fóbicos sociales” (p.70). Por otro lado, Ries et al.
(1998) compararon tres grupos: uno compuesto por sujetos con miedo a hablar en
público (MHP, en adelante), un segundo integrado por sujetos con FSG y un tercero
formado por sujetos con FSG y TPE. Los autores informaron que si bien la SIAS
permitía discriminar entre los sujetos con FSG (con o sin TPE) y quienes informaban
MHP, la SPS podía diferenciar entre los sujetos que habían recibido un diagnóstico de
FSG y TPE frente a los sujetos que presentaban MHP, pero no parecía discriminar entre
sujetos con FSG con respecto a los otros grupos. Furmark, Tillfors, Stattin, Ekselius y
Fredrikson, (2000) son más contundentes al afirmar que no existe consistencia entre
FSG y SIAS vs. FS no generalizada y SPS.
Por otra parte, varios estudios han indicado que tanto la SIAS como la SPS son
escalas sensibles al cambio terapéutico (Cox et al., 1998; Mattick y Peters, 1988;
Mattick et al., 1989; Ries et al., 1998).
parte de los demás y (c) un nivel general de malestar en las situaciones sociales. Este
último factor estaba compuesto por cuatro ítems de la SIAS, precisamente aquellos que
requerían una puntuación inversa. Una limitación a estos resultados es el hecho de que
la SIAS original sólo contiene tres ítems con puntuación inversa y no cuatro. Se
desconoce por qué se ha modificado esta escala y el alcance de esta modificación a la
hora de interpretar estos resultados. Posteriormente, Safren, Turk y Heimberg (1998)
encontraron asimismo una estructura trifactorial: (a) ansiedad ante las interacciones
sociales, (b) ansiedad ante la observación de los demás y (c) miedo de que los otros
noten las respuestas de ansiedad (sudoración, enrojecimiento). De este modo, la SIAS
evalúa la ansiedad ante las interacciones sociales y parece mostrarse unifactorial,
mientras que la SPS mide el miedo a la evaluación de los demás y aparece como
multifactorial, representando estos tres factores diferentes aspectos de un factor de
orden superior (el propio constructo ansiedad social).
Estos datos ponen de manifiesto que son numerosos los estudios que apoyan el uso
del SIAS como instrumento de evaluación en la Fobia Social, no ocurriendo así con la
SPS cuya relevancia aún no está aún totalmente fundamentada, por lo que las
investigaciones futuras deberán ayudarnos a determinar cuál es su papel.
Actualmente existe un debate acerca de cuál de las medidas del SPAI es la mejor
para valorar la Fobia Social. Turner et al. (1989) indicaron que la puntuación Diferencia
era la más adecuada, pero un estudio posterior señaló que la puntuación obtenida en la
subescala de Fobia Social podía ser la mejor medida para evaluar las respuestas de
ansiedad social (Herbert, Bellack y Hope, 1991). Beidel y Turner (1992) criticaron las
conclusiones del trabajo de Herbert et al. (1991) debido a su falta de apoyo empírico,
ofreciendo a su vez nuevos datos que reafirmaban su posición. Como resultado de este
debate, Herbert, Bellack, Hope y Mueser (1992) volvieron a sugerir que la elección
acerca de qué medida del SPAI debía emplearse, quedaba determinada por el propósito
de la investigación. Así, la puntuación Diferencia podría utilizarse en caso de que el
objetivo fuera establecer un diagnóstico diferencial con la agorafobia o bien emplearse
la puntuación de la subescala de Fobia Social si lo que se pretendía era evaluar los
resultados de un tratamiento psicológico para la Fobia Social. Recientemente, diversos
investigadores apuntan el uso de la puntuación obtenida en la subescala de Fobia Social
como una medida más parsimoniosa para evaluar las respuestas de ansiedad social
(v.gr., Cox, Ross, Swinson y Direnfeld, 1998; Fydrich y Renneberg, 1997; Taylor,
Woody, McLean y Koch, 1997; Ries et al., 1998). Por otro lado, tanto Cox et al. (1998)
como Osman et al. (1996) hallaron que la subescala de Fobia Social correlacionaba
mejor con medidas de ansiedad social que la puntuación Diferencia, mientras que los
datos de la validez discriminante sugerían que la puntuación Diferencia podía ser un
índice más válido para la Fobia Social al correlacionar en menor grado con otras
medidas de ansiedad y depresión. Finalmente, Clark et al. (1997) indican que en sujetos
con FS y un diagnóstico secundario de agorafobia, la puntuación Diferencia puede no
210 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
Por último, Osman et al. (1995, 1996) examinaron la estructura factorial del SPAI,
constatando un mejor ajuste del modelo de dos factores y encontrando una estructura de
5 factores para la subescala de Fobia Social en una muestra universitaria.
Llegados a este punto, cabe indicar que el SPAI es uno de los pocos instrumentos de
evaluación que si bien no había sido diseñado específicamente para población
adolescente, sí ha demostrado su validez y fiabilidad en este período de edad (Clark et
al., 1994). Este estudio examinó el SPAI en una muestra de 223 adolescentes
estadounidenses (102 casos clínicos y 121 no-clínicos) y un rango de edad entre 14 y 18
años. Los resultados corroboran el modelo de 2 factores propuesto por Turner, Stanley
et al. (1989), hallándose coeficientes alfa adecuados para las puntuaciones de las
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 211
medidas de Fobia Social (0.97), Agorafobia (0.91) y Diferencia (0.97). Asimismo estos
autores proporcionaron datos acerca de su validez de constructo en esta población.
Todo ello parece indicar una mayor utilidad de la subescala de Fobia Social teniendo
en cuenta la validez de constructo, pero como consecuencia de la falta de datos acerca
de la validez divergente, no podemos concluir sobre qué medida es la mejor. Es decir, si
bien la subescala de Fobia Social se muestra como una medida más específica para
medir las respuestas de ansiedad social, la puntuación de Diferencia también parece ser
útil en la evaluación de la Fobia Social de cara a establecer un diagnóstico diferencial
con el trastorno de agorafobia (Cox et al., 1998; Peters, 2000; Taylor et al., 1997;
212 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
Turner et al., 1989). En conclusión, hasta la fecha, no está clara la superioridad de una
medida frente a otra.
De acuerdo con Beidel y Turner (1998), el SPAI se desarrolló para ser utilizado con
sujetos mayores de 14 años, y para niños de edades comprendidas entre los 8 y los 14
años Beidel, Turner y Morris (1995) desarrollaron el SPAI-C. El SPAI-C consta de 16
ítems diseñados para evaluar la ansiedad así como las manifestaciones fisiológicas,
cognitivas y conductuales de la ansiedad. El SPAI-C ha mostrado una elevada fiabilidad
test-retest a las dos semanas y adecuada a los diez meses, así como una alta consistencia
interna (Beidel et al., 1995). Las puntuaciones basadas en el SPAI-C permiten
diferenciar con éxito a niños con ansiedad social de niños con otros trastornos o sin
ellos (Beidel, Turner y Fink, 1996; Beidel, Turner, Hamlin y Morris, 2000). Estos
mismos autores hallaron también una adecuada validez convergente. Respecto a su
utilidad clínica, el SPAI-C se ha mostrado significativamente sensible al cambio
terapéutico (Beidel, Turner y Morris, 2000). Un estudio muy reciente Inderbitzen-
Nolan, Davies y McKeon (2004) evaluaron la validez de constructo del SPAI-C,
comparando su sensibilidad y especificidad con la SAS-A. Los resultados indicaron que
el SPAI-C es una medida más sensible que la SAS-A (61.5% vs. 43.6%), aportando
evidencia de la validez de constructo de la escala. Las dos medidas fueron similares
respecto a la especificidad (82.7% para ambos). También Storch, Masia-Warner, Dent,
Roberti y Fisher (en prensa) han presentado datos a favor de la validez de constructo del
SPAI-C y la SAS-A, así como datos normativos y pruebas a favor de la utilización de
ambas pruebas con población adolescente.
A diferencia del SPAI, la SIAS o la SPS, la SAS-A (Social Anxiety Scale for
Adolescents, La Greca y Lopez, 1998) se basó en el modelo conceptual propuesto por
Watson y Friend (1969) y no en los criterios del DSM referentes a la Fobia Social. La
Greca y Lopez (1998) desarrollaron esta escala a partir de la Escala revisada de
Ansiedad Social para Niños (Social Anxiety Scale for Children, SASC-R; La Greca y
Stone, 1993), modificando únicamente el lenguaje empleado. Así, el término “niño” en
la SASC-R ha sido modificado por “compañeros”, “otras personas” o “gente” en la
SAS-A. Al igual que la SASC-R, la SAS-A consta de 22 ítems de los cuales 4 son nulos
(es decir, no se tienen en cuenta de cara a la puntuación). Por tanto, son 18 los ítems que
se agrupan en tres subescalas: subescala de Miedo a la Evaluación Negativa (FNE; 8
ítems), subescala de Evitación y Ansiedad Social ante Extraños (SAD-N; 6 ítems) y la
subescala de Evitación y Ansiedad Social ante gente en General (SAD-G; 4 ítems).
Storch, Eisenberg, Roberti y Barlas (2003) investigaron las propiedades psicométricas
de la SASC-R en población infantil hispana, hallando apoyo inicial para la fiabilidad y
validez de la SASC-R.
Del mismo modo, Inderbitzen y Walters (2000), replicaron el modelo de tres factores
de la escala y hallaron una buena consistencia interna de las subescalas y validez de
constructo para la SAS-A.
En un estudio reciente, Myer, Stein y Aarons (2002) han examinado las propiedades
psicométricas de la escala en una muestra de 728 adolescentes. Tras confirmar la
estructura factorial propuesta por La Greca y Lopez (1998), los autores modifican la
escala original eliminando tres ítems y encuentran un mejor ajuste del modelo
trifactorial a los datos, con una proporción de la varianza explicada superior a la del
214 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
estudio original, así como iguales o mejores propiedades psicométricas. Estos datos
proporcionan apoyo inicial para la utilidad de la SAS-A revisada, especialmente en
casos en los que se requiere una medida más breve. No obstante, son necesarios más
estudios para determinar si la versión revisada de la SAS-A representa un instrumento
de evaluación óptimo para la Fobia Social en población adolescente.
Del mismo modo, los estudios llevados a cabo sobre la versión española de la SASC-
R, con una muestra no clínica de niños y adolescentes con edades comprendidas entre
los 7 y los 16 años, han informado de idéntica estructura factorial que la de la escala
original (Sandín, Chorot, Valiente, Santed y Sánchez-Arribas, 1999), y han aportado
evidencia empírica a favor de su fiabilidad y validez (Sandín, Valiente, Chorot, Santed y
Sánchez-Arribas, 1999).
Ambas escalas fueron desarrolladas por M.R. Leary en 1983. La IAS mide ansiedad
ante situaciones “contingentes”, es decir, en las que se precisa la retroalimentación de
los demás (p.ej., iniciar y mantener conversaciones) y la AAS evalúa la ansiedad en
situaciones “no contingentes”, en las que no se precisa de ella (p.ej., preparar una
conferencia). Estas escalas incluyen ítems que evalúan las respuestas cognitivas y
psicofisiológicas, pero no motoras. Leary y Kowalski (1993) pusieron de manifiesto la
validez de constructo y la fiabilidad test-retest de estas escalas y Sanz (1994)
proporcionó datos acerca de la validez y fiabilidad de la IAS en población adulta
española.
La SISST fue construida por Glass, Merluzzi, Biever y Larsen (1982) con el fin de
evaluar los pensamientos generados por el sujeto después de una prueba observacional
consistente en una situación de interacción social con una persona del sexo opuesto, por
lo que la SISST frecuentemente ha sido aplicado en el contexto de los test situacionales
que evalúan las habilidades sociales del sujeto adulto (véase V.2.1).
La SISST contiene 30 ítems (15 que evalúan pensamientos positivos y otros quince
relativos a pensamientos negativos), siguiendo el formato de respuesta en una escala
Likert de 5 puntos (rango: 1-5). Respecto a sus propiedades psicométricas, esta escala
ha mostrado niveles adecuados de fiabilidad y validez así como ser sensible al cambio
terapéutico (c.f. Glass y Arnkoff, 1997).
During Speaking Scale (SSPS) que está compuesta por 10 ítems que conforman 2
subescalas de 5 ítems, una hace referencia a pensamientos positivos y la otra a los
negativos. Difiere de la SISST en que no es necesaria la representación previa de la
situación para evaluar los pensamientos temidos.
Los resultados de los estudios psicométricos, tanto con muestras clínicas como
comunitarias, ponen de manifiesto que el IIS: (a) posee valores altos en su consistencia
interna, (b) presenta una excelente fiabilidad test-retest, (c) muestra una buena validez
discriminante, convergente y predictiva, (d) es sensible al cambio terapéutico y
finalmente, se constata la invarianza de la estructura factorial y de los ítems de la escala.
distinguir entre sujetos con y sin FS y sugieren la utilidad de este inventario para su uso
en poblaciones comunitarias, dada su brevedad y simplicidad de aplicación o su
facilidad de corrección. Sin embargo, una limitación de este instrumento es que no
permite diferenciar entre los subtipos de Fobia Social, como ocurre en la SPS y la SIAS.
(1982) mencionada más arriba y se compone de 10 ítems que se puntúan según una
escala de Likert de 6 puntos (rango 0-5) los cuales se dividen en dos subescalas: la
SSPS-N que contiene 5 ítems con autoafirmaciones negativas y la SSPS-P que contiene
5 ítems con autoafirmaciones positivas.
Para poner a prueba el instrumento, los autores efectuaron 4 estudios, tres de ellos
con estudiantes y uno con sujetos con FS. Obtuvieron la estructura factorial mencionada
anteriormente, así como buena consistencia interna y buena fiabilidad test-retest. En el
estudio efectuado con fóbicos sociales, los autores encontraron además que la subescala
que contiene ítems con autoafirmaciones negativas (SSPS-N) era mucho más sensible al
cambio terapéutico que la subescala con autoafirmaciones positivas (SSPS-P). Con ello,
se podría confiar en que la subescala SSPS-N pudiese discriminar entre sujetos ansiosos
y sujetos sin ansiedad ante una situación de hablar en público, con lo cual la utilidad del
instrumento se consideraría mayor.
podemos concluir que las propiedades psicométricas de la subescala de Fobia Social del
FQ son buenas (para una revisión, véase Shear et al. (2000).
La FSS fue elaborada por Lang y Lazovick (1963) originalmente para su uso en
investigación, y posteriormente fue modificada por Wolpe y Lang (FSS-III; Wolpe y
Lang, 1964) para propósitos clínicos, aunque su uso en el campo de la investigación ha
sido cada vez mayor (v.gr. Arrindell, Oei, Evans y Van der Ende, 1991). La FSS-III está
constituida por 76 ítems que evalúan seis factores: miedo a los animales, a
enfermedades/heridas, fobias clásicas, a estímulos sociales, a ruidos, y a otros estímulos
(p.e. insectos). A pesar de las muchas críticas de autores sobre la falta de información
acerca de las propiedades psicométricas de la FSS-III (v.gr. Franks y Wilson, 1978),
varios estudios han examinado la estructura factorial subyacente de esta escala. La
mayoría de estos estudios son consistentes al informar de una estructura de cuatro
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 221
Spence (1998) diseño la escala de ansiedad para niños que tiene su mismo nombre
para evaluar la ansiedad informada por niños. Esta escala evalúa un amplio rango de
síntomas de ansiedad, y facilita información sobre trastornos de ansiedad específicos de
la infancia. Consiste en 45 ítems, 38 de los cuales evalúan la ansiedad y 7 ítems evalúan
deseabilidad social. Este autoinforme contiene una subescala de Fobia Social, además
de las escalas de síntomas relativas a la ansiedad de separación, el trastorno obsesivo-
compulsivo, el pánico-agorafobia, ansiedad generalizada y el miedo al daño físico.
Recientemente, Spence, Barrett y Turner (2003) han presentado datos de las
propiedades psicométricas de la escala que confirman la estructura factorial de seis
factores consistentes con los subtipos de ansiedad hipotetizados. La consistencia interna
de la puntuación total y las subescalas es alta y la fiabilidad test-retest satisfactoria. La
SCAS correlaciona fuertemente con una medida de autoinforme de ansiedad para niños
frecuentemente empleada y a un nivel más bajo con una media de depresión.
SÍNTESIS
Por otra parte, también hay que señalar que actualmente no existe consenso a la hora
de determinar qué cuestionarios son los más adecuados para evaluar los resultados de
los tratamientos, lo cual dificulta la comparación entre los estudios publicados (Antony,
1997). Así, con el fin de facilitar la discusión entre los resultados obtenidos por distintos
trabajos, Turner, Beidel, Long, Turner y Townsley (1993) y Turner, Beidel y Wolff
(1994) desarrollaron el Índice de Mejoría después del Tratamiento para la Fobia Social
(SPEFI) y el Índice de Mejora de Fobia Social (ISPI), con el objetivo de disponer de
instrumentos que midieran la mejoría del tratamiento en el postest y durante el
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 223
En relación con los cuestionarios que contienen subescalas que miden ansiedad
social (FQ, FSS e IT), el elevado número de ítems de la FSS y el IT y el tiempo
empleado para su administración, limita la utilización de estas escalas como
instrumentos de evaluación en población clínica, considerándose más adecuadas cuando
el objetivo sea que los sujetos no perciban el verdadero objetivo de la investigación (al
evaluar distintos aspectos, se enmascararía el objeto del cuestionario). Por su parte, el
FQ tiene como limitación el escaso número de ítems que evalúan específicamente la
ansiedad social.
Por lo que respecta la SSPS como medida para discriminar sujetos con ansiedad ante
la situación de hablar en público, se precisan estudios futuros para confirmar la utilidad
propuesta por sus autores.
V.1.3. AUTORREGISTROS
ansiedad social. En este sentido, se pedía al sujeto que durante un tiempo (generalmente
tres minutos) iniciara y mantuviera una conversación con otro individuo, estando éste
último previamente entrenado. Sin embargo, la relación entre Fobia Social y habilidades
sociales es compleja. Si bien existe un cierto grado de solapamiento entre ambos
constructos, distintos estudios han señalado que son entidades diagnósticas diferentes,
ya que existen sujetos con FS que poseen adecuadas habilidades sociales, así como
sujetos con déficits en habilidades sociales que no presentan ansiedad social (McNeil et
al., 1995). Hasta el momento tan solo un estudio ha establecido la existencia de déficit
de habilidades sociales en sujetos con FS en comparación con un grupo control. En éste,
empleando como situación la interacción con una persona del sexo opuesto, Caballo y
Turner (1994) evaluaron en qué medida había diferencias significativas en el nivel de
las habilidades sociales que presentaba una muestra compuesta por sujetos con FSG y
otra integrada por sujetos sin este trastorno. Los resultados pusieron de manifiesto que
los elementos moleculares fueron calificados como más pobres en los sujetos con FSG
(p.ej., expresión facial, mirada, orientación corporal y la fluidez y duración de la
charla).
Por otra parte, existen trabajos en los cuales se ha permitido que los sujetos puedan
finalizar la exposición antes del tiempo prefijado (respuesta de escape) o bien negarse a
realizar la prueba (respuesta de evitación), codificándose estos datos en la hoja de
registro y siendo la duración de la charla la principal variable dependiente.
Una variante de los tests situacionales consiste en instalar una cámara de vídeo en
vez de observadores y/o modificar el tiempo de la charla, el cual suele variar entre los 2
226 Instrumentos de evaluación para la Fobia Social
y los 10 minutos (Beidel, Turner, y Jacob 1989; Hofmann et al., 1995; McNeil y Lewin,
1995).
Empleando como situación el dar una charla improvisada y una muestra de sujetos
con y sin FS, Hofmann, Gerlach, Wender y Roth (1997) evaluaron aspectos moleculares
tales como duración del contacto ocular, frecuencia de muletillas y de pausas durante la
conversación. Los resultados pusieron de manifiesto que los sujetos con FS, en
comparación con los del grupo control, informaban de una duración y frecuencia
superior de las pausas que se producían durante la charla, existiendo diferencias
significativas entre ambas condiciones experimentales, lo cual era consistente con el
trabajo de Lewin, McNeil y Lipson (1996). Por el contrario, no se hallaron diferencias
estadísticamente significativas en la duración del contacto visual o en la frecuencia de
muletillas, lo cual estaba en la línea de lo encontrado en el trabajo de Beidel, Turner y
Dancu (1985).
Respecto a la evaluación del componente molecular “contacto visual”, por una parte
Bellack (1983) consideró que puede ser difícil para los observadores detectar si el
ponente realmente está mirando a los oyentes, pues éste puede mirar a un punto cercano
a los oyentes, por lo que el observador al visualizar el test situacional puede entender
que el ponente está mirando a un miembro que compone el público cuando no es así.
Por otra parte, Caballo y Buela (1988) y Eisler, Miller y Hersen (1993) encontraron una
buena fiabilidad interjueces en este componente molecular.
Por último, diversos trabajos han mostrado que las pruebas observacionales son
sensibles al cambio terapéutico (c.f., Ollendick y Hersen, 1993). Por ejemplo, Turner,
Beidel y Jacob (1994) llevaron a cabo un estudio que evaluó la eficacia del atenolol
(tratamiento psicofarmacológico) vs. inundación (tratamiento psicológico). Mientras los
resultados obtenidos a través de los autoinformes no revelaron diferencias significativas
entre ambos tratamientos, sí aparecieron en los datos generados en la prueba
observacional (pronunciar una charla), a favor de los sujetos que recibieron el
tratamiento psicológico.
Por tanto, sería importante seguir investigando sobre este tema a fin de arrojar luz a
la discrepancia de estudios acerca de la validez de la evaluación de los componentes
moleculares y/o molares. Sobre esto, Meier y Hope (1998) consideran que para
Instrumentos de evaluación para la Fobia Social 227
(1995) y Beidel et al. (1985) hallaron que los sujetos con FS presentaban tasas cardíacas
significativamente superiores que los del grupo control. Por otra parte, Rapee et al.
(1992) y Caldirola, Perna, Arancio, Bertani y Bellodi (1997) utilizando como registro
psicofisiológico una mezcla de dióxido de carbono y oxígeno, distinguieron entre
sujetos con FS frente a otros trastornos de ansiedad. Finalmente, Dimberg (1997)
encontraron que los sujetos con miedo a hablar en público mostraban una mayor
actividad electromiográfica negativa en los músculos faciales ante la presentación de
fotografías de personas que presentaban caras de enfado.
SÍNTESIS
En resumen, las variables psicofisiológicas más evaluadas en este campo han sido la
tasa cardíaca, la presión sanguínea y el nivel de conductancia de la piel. Estas pruebas
proporcionan una medida directa, que parece mostrarse válida tanto para diagnosticar a
sujetos con Fobia Social frente a sujetos sin este trastorno como para diferenciar entre
los subtipos de Fobia Social. Sin embargo, el empleo de registros psicofisiológicos
requiere de equipos costosos, manejados por personal técnico especializado y que
generalmente han de ser aplicados en un ambiente artificial. Por ello, su uso en la
práctica clínica es poco frecuente, empleándose fundamentalmente en el campo de la
investigación (Olivares, Méndez y Macià, 2002).
VI. TRATAMIENTOS PSICOLÓGICOS Y
PSICOFARMACOLÓGICOS
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 233
VI.1. INTRODUCCIÓN
Como hemos venido recordando en los distintos apartados previos, dentro de los
trastornos de ansiedad, la Fobia Social había sido hasta fechas recientes el menos
investigado (c.f. Leary y Kowalski, 1995). De hecho, pese a que se identificó durante
los años 60 como un tipo específico de fobia (Marks, 1969; Marks y Gelder, 1966) no
se reconoció como una entidad diagnóstica hasta la publicación de la tercera edición del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III; American
Psychiatric Association, 1980). Es a partir de la última mitad de la década pasada
cuando la investigación sobre este campo se ha incrementado exponencialmente,
desarrollándose tanto tratamientos psicológicos como psicofarmacológicos, de tal forma
que actualmente nos encontramos en disposición de realizar un análisis de estas
intervenciones. De este modo, el propósito de este trabajo es examinar tanto la eficacia
de los tratamientos actuales para la Fobia Social como determinar la eficacia
comparativa de los tratamientos psicológicos frente a los psicofarmacológicos.
Una vez establecida la Fobia Social como entidad diagnóstica, Falloon, Lloyd y
Harpin (1981) hallaron que el EHS permitía una reducción de las respuestas de ansiedad
social tras la finalización del tratamiento. Stravynski, Marks y Yule (1982) evaluaron la
eficacia del EHS sólo y combinado con Terapia Racional Emotiva (TRE). En ambos
grupos los sujetos informaron una reducción de las respuestas de ansiedad social en el
postest, la cual se mantenían en un seguimiento realizado a los 6 meses.
en el Simulated Social Interaction Test (es decir, mostraban pobres habilidades sociales)
eran denominados como “reactivos conductuales” mientras que los sujetos que
presentaban un incremento de la tasa cardíaca en la prueba eran clasificados como
“reactivos fisiológicos”. En cada grupo a la mitad de los sujetos se les aplicó EHS y la
otra mitad recibió entrenamiento en relajación. Los resultados de los análisis
estadísticos mostraron la inexistencia de diferencias entre ambos grupos, si bien
nuevamente se carece de un grupo control. Posteriormente Mersch, Emmelkamp,
Bögels y van der Sleen (1989) mantuvieron la clasificación de “reactivos fisiológicos” y
denominaron “reactivos cognitivos” a aquellos sujetos que obtuvieran una puntuación
baja en el Rational Behavior Inventory. Estos autores proporcionaron EHS a la mitad de
los sujetos “reactivos fisiológicos” y a la mitad de los cognitivos, y TRE a la otra mitad
de los sujetos. Con independencia del tratamiento recibido, los resultados pusieron de
manifiesto la inexistencia de diferencias entre los sujetos denominados reactivos
fisiológicos y los cognitivos ni en el postest ni en el seguimiento a los catorce meses
(Mersch, Emmelkamp y Lips, 1991).
Por otra parte, Lucock y Salkovskis (1988) compararon la eficacia del EHS en ocho
sujetos con FS frente a un grupo control no tratado. Aunque los sujetos que recibieron el
tratamiento mostraron una reducción de las respuestas de ansiedad social, se desconoce
si el EHS fue superior al grupo control, ya que no se disponen de datos acerca del
análisis intergrupo.
Todo lo descrito nos lleva a concluir que si bien el EHS parece producir una
disminución de las respuestas de ansiedad social, este tratamiento no ha mostrado ser
superior a otros a corto y largo plazo. En consecuencia, a día de hoy la utilidad del EHS
por sí mismo no parece clara, aunque algunos autores han considerado que el EHS
puede ser una técnica útil como parte de un programa de tratamiento multicomponente
más complejo (Juster y Heimberg, 1995). En este sentido, Turner, Beidel, Cooley,
Woody y Messer (1994) diseñaron una modalidad de intervención conductual
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 237
denominada Social Effectiveness Therapy (SET), la cual integra EHS y exposición, con
excelentes resultados a corto y largo plazo (Turner, Beidel y Cooley, 1995).
VI.2.1.3. Exposición
al año pusieron de manifiesto que los beneficios se mantenían a largo plazo. Similares
resultados se han encontrado en otros estudios (v.gr., Hope y Heimberg, 1993; Turner,
Cooley y Beidel, 1996).
Distintos autores han sostenido que los factores cognitivos son el pilar fundamental
para el desarrollo y mantenimiento de la Fobia Social (Clark y Wells, 1995; Leary y
Kowalski, 1995). Así, Butler (1985) consideró que “la fobia social puede no remitir a un
tratamiento (...) que no incluya un componente cognitivo” (p. 655). En este apartado
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 241
revisaremos aquellos trabajos en los que se han estudiado las técnicas cognitivas como
una modalidad de intervención o como un componente más del tratamiento.
El primer estudio que hemos hallado fue el publicado por Kanter y Goldfried en
1979. En éste los sujetos fueron asignados aleatoriamente a cuatro grupos: (a) terapia
racional emotiva, (b) desensibilización sistemática (DS), (c) TRE+DS y (d) un grupo
control de lista de espera. Los resultados mostraron diferencias estadísticamente
significativas entre las condiciones experimentales y el grupo control. Asimismo, los
sujetos que fueron asignados al grupo de TRE fueron los que mostraron una mayor
reducción en el miedo a la evaluación negativa, la ansiedad tipo rasgo y las creencias
irracionales. Cabe recordar que este trabajo es previo al reconocimiento de la Fobia
Social como entidad diagnóstica (DSM-III; APA, 1980).
Se han realizado múltiples estudios con el fin de intentar clarificar en qué medida las
técnicas cognitivas pueden o no estar contribuyendo a la eficacia de la exposición. En el
primero de ellos, Biran, Augusto y Wilson (1981) examinaron la eficacia de la
exposición y la reestructuración cognitiva en tres mujeres con miedo a escribir en
público a través de un diseño de línea de base múltiple. Dos de ellas recibieron el
tratamiento dividido en dos fases: en la primera, cinco sesiones se dedicaron a
reestructuración cognitiva y en la segunda otras cinco se destinaron al componente de
exposición. Al tercer sujeto sólo se le proporcionó exposición. Los resultados indicaron
que ambos tratamientos fueron igualmente efectivos en el postest y en un seguimiento a
los 9 meses. Estos autores señalaron que la reestructuración cognitiva no potenció la
eficacia de la exposición en el tratamiento de la Fobia Social.
244 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Posteriormente, Butler et al. (1984) compararon tres condiciones: una compuesta por
sujetos con un diagnóstico de FS a los que se proporcionó exposición, otra integrada por
sujetos a los que se aplicó exposición más entrenamiento en manejo de la ansiedad (la
cual consistía en técnicas de relajación, distracción y terapia cognitiva de Beck) y un
grupo control de lista de espera. Los resultados mostraron diferencias estadísticamente
significativas entre las condiciones experimentales y el grupo control pero no se
encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los tratamientos ni en el
postest ni en un seguimiento realizado a los 6 meses. Aunque el entrenamiento en
manejo de la ansiedad no es una técnica cognitiva en sí, tras un análisis a posteriori de
los resultados, los autores encontraron que, de las tres estrategias que integraban el
entrenamiento en manejo de la ansiedad, los sujetos informaron que la terapia cognitiva
les parecía más útil para reducir las respuestas de ansiedad social.
Por otra parte, Mattick, Peters y Clarke (1989) examinaron la eficacia de: (a) la
exposición, (b) la reestructuración cognitiva (una combinación de TRE y
reestructuración racional sistemática), (c) la exposición más reestructuración cognitiva y
(d) un grupo control de lista de espera. En los tres tratamientos se observaron
diferencias estadísticamente significativas respecto del grupo control. La exposición y el
tratamiento combinado mostraron una reducción de las respuestas de ansiedad superior
a la hallada en el grupo que recibió reestructuración cognitiva únicamente. Los datos a
tres meses de seguimiento indicaron que los sujetos que integraban el grupo al que se
aplicó reestructuración cognitiva y los que componían el tratamiento de exposición más
reestructuración cognitiva continuaron sus beneficios, mientras los pacientes que
formaban parte del tratamiento de exposición mostraron un retroceso en sus
puntuaciones. Posteriormente1, Mattick y Peters (1988) compararon un tratamiento de
exposición con y sin reestructuración cognitiva. Los sujetos que participaron en este
estudio cumplían los criterios para un diagnóstico de Fobia Social específica. En el
postest, tanto los sujetos a los que se proporcionó exposición sola o combinada con
reestructuración cognitiva redujeron sus respuestas de ansiedad social, aunque el grupo
al que se aplicó el tratamiento combinado, en comparación con el grupo de exposición,
mostraron una mayor reducción de las medidas de una prueba de observación
conductual, pero no en los autoinformes. En un seguimiento a los tres meses, mientras
1
El estudio de 1989 fue el primero que se llevó a cabo, si bien sus resultados se publicaron con posterioridad al
trabajo aparecido en 1988.
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 245
Con una muestra de sujetos con FS y cuyo principal temor era sudar, temblar o
ruborizarse delante de otras personas, Scholing y Emmelkamp (1993b) compararon tres
modalidades de tratamiento: (a) uno que consta de una fase de exposición seguida por
otra de TRE, (b) uno compuesto por una fase de TRE y a continuación, exposición, (c)
uno que desde el principio combinaba exposición y TRE y (d) un grupo control de lista
de espera. Todos los sujetos fueron tratados individualmente. Al igual que en el estudio
anterior, las fases de tratamiento se alternaban con otras sin tratamiento. Tras la
finalización de la primera fase, no se encontraron diferencias estadísticamente
significativas ni entre los tres tratamientos ni entre éstos en comparación con el grupo
control. Tampoco se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los
246 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
A día de hoy, se han realizado cinco meta-análisis sobre los tratamientos para la
Fobia Social en adultos, de los cuales uno de ellos compara la eficacia entre dos
tratamientos psicológicos: tratamiento cognitivo-conductual vs. exposición (Feske y
Chambless, 1995), dos examinan la eficacia de los tratamientos psicológicos (Méndez,
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 247
Sánchez-Meca y Moreno, 2001; Taylor, 1996), y otros dos evalúan la eficacia tanto de
los tratamientos psicológicos como farmacológicos y realizan además un estudio
comparativo entre ambas modalidades de tratamiento (Fedoroff y Taylor, 2001; Gould,
Buckminster, Pollack, Otto y Yap, 1997). Respecto al papel que las técnicas cognitivas
juegan en el tratamiento de la Fobia Social, los resultados no son consistentes. Mientras
que Taylor (1996) encontró el tamaño del efecto más alto en las intervenciones que
incorporan las técnicas cognitivas a la exposición, Gould et al. (1997) informó que el
tamaño del efecto más alto pertenecía a los tratamientos de exposición únicamente o en
combinación con reestructuración cognitiva y Feske y Chambless (1995), así como
Méndez et al. (2001) encuentran que la exposición es al menos tan eficaz como una
combinación de exposición y estrategias cognitivas.
Sin embargo, estos trabajos no incluían muestras puras de niños con FS, sino grupos
con un diagnóstico mixto, entre ellos la FS. Además, varios de ellos utilizaron los
criterios diagnósticos del DSM-III-R (APA, 1987) y no incluían instrumentos
específicos para evaluar la FS. Por lo tanto, el número de trabajos cuyo fin ha sido
evaluar exclusivamente el tratamiento de la FS en población infanto-adolescente es aún
escaso (para una revisión ver Beidel, Ferrell, Alfano y Yeganeh, 2001; Kashdan y
Herbert, 2001; Sweeney y Rapee, 2001). No obstante, pese a ello, algunas revisiones
recientes de los tratamientos del trastorno de ansiedad social en la infancia y
adolescencia coinciden al concluir que: (a) en los últimos años se ha alcanzado el
reconocimiento de la importancia del efecto de la fobia social en niños y adolescentes
(Masia-Warner, Storch, Fisher et al., 2003; Olivares, Rosa, Caballo et al., 2003); (b) las
líneas trabajo en este campo precisan del desarrollo de medidas que incorporen la
evaluación realizada por padres y profesores (evaluación de la validez social de los
efectos de los tratamientos), el incremento del número de estudios sobre la eficacia del
tratamiento con adolescentes y llevar las intervenciones a contextos comunitarios, tales
como las escuelas, entre otras cuestiones.
VI.2.2.1.1. Exposición
VI.2.2.1.2. Modelado
El primer experimento que se diseñó para evaluar la eficacia del modelado simbólico
como tratamiento para fomentar la conducta social en preescolares aislados o retraídos
socialmente fue el de O’Connor (1969). Este investigador seleccionó 13 niños de 3 años
y medio de edad media que fueron distribuidos en dos condiciones experimentales
(grupo tratamiento y grupo de control). El grupo de tratamiento visionó una película de
23 minutos en la que se mostraban relaciones sociales activas entre niños con
consecuencias positivas, mientras una voz en off enfatizaba la conducta apropiada de los
modelos. El grupo control observó una película de 20 minutos que no contenía
relaciones sociales ya que se trataba de una actuación acrobática de delfines en un
parque de atracciones. Los resultados mostraron diferencias estadísticamente
significativas en las conductas de relación a favor del grupo de modelado filmado. En
un segundo experimento, el mismo autor (O’Connor, 1972), pretendió replicar su
experimento anterior, pero incluyendo además una condición nueva en la que se
aplicaba el moldeamiento y otra en la que se combinaban ambos. Los resultados
mostraron que (i) los niños de la condición modelado mostraban mejores resultados que
los que recibieron moldeamiento, (ii) la combinación de modelado y moldeamiento
produjo resultados más estables en el tiempo y (iii) en el seguimiento a las tres semanas
los efectos persistían en la condición de modelado y de modelado más moldeamiento,
pero no en la condición de sólo moldeamiento.
Por su parte, Keller y Carlson (1974) también se propusieron explorar la eficacia del
modelado simbólico en la mejora de las habilidades sociales en niños tímidos. En este
caso no se utilizó la película de O’Connor (1969), pero sí su diseño. Se seleccionaron 19
chicos/as de 3 años y 8 meses de edad media, catalogados como “socialmente aislados”,
los cuales fueron asignados a dos condiciones experimentales: grupo tratado (veían
cuatro cintas de vídeo de 5 minutos de duración cada una en las que se modelaban
habilidades sociales) y grupo de control (observaban cuatro secuencias de una película
sobre temas relacionados con la naturaleza). Ambas condiciones vieron las películas en
cuatro días consecutivos. Los resultados mostraron diferencias estadísticamente
significativas entre ambos grupos y a favor del grupo tratado.
Pese a que todavía faltan muchos aspectos por esclarecer, el modelado simbólico ha
probado tener apoyo empírico en el tratamiento de niños de preescolar retraídos
socialmente.
Nueve años después de los trabajos de Edleson y Rose (1981), en 1990, Jupp y
Griffiths compararon el efecto del EHS frente al role-playing psicodramático (enfoque
psicodinámico) en el tratamiento de adolescentes aislados socialmente. Con este fin
asignaron aleatoriamente a 30 adolescentes a las siguientes condiciones: (1) EHS
consistente en instrucciones verbales, modelado y discusiones en grupo semanales; (2)
role-playing psicodramático, que implicaba role-playing sobre dilemas sociales y
relaciones cotidianas y (3) grupo control lista de espera. El tratamiento duró 13
semanas, a razón de una sesión semanal de hora y media. Los resultados mostraron
252 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Una línea de tratamiento muy relacionada con el campo de trabajo que delimita el
EHS, es aquella que utiliza el juego social practicado entre iguales. Este enfoque tiene
por objetivo unir estratégicamente a niños que exhiben dificultades sociales con iguales
habilidosos socialmente. Ambas aproximaciones implican proveer a los chicos
seleccionados de oportunidades para comprometerse en actividades de tareas conjuntas
con sus iguales no aislados. Estos estudios parten del supuesto de que los iguales son los
agentes de socialización más importantes en el ambiente natural del niño y por ello su
implicación en el tratamiento puede facilitar y fortalecer la generalización de las
conductas sociales entrenadas (McFayden-Ketchum y Dodge, 1998; Spence y Donovan,
1998).
En relación con la Fobia Social, hemos de indicar que la mayor parte de los
programas utilizados para su tratamiento, en niños y adolescentes, incluyen entre sus
componentes el relativo al EHS (Beidel, Turner y Morris, 1996, 1998, 2000; Olivares y
García-López, 1998; Hayward et al., 2000; Spence et al., 2000).
cada uno formado por 4 chicos tímidos (todos de sexo masculino). Los mejores
resultados fueron los alcanzados por los grupos de tratamiento, destacando la economía
de fichas frente al refuerzo social y éste frente a los grupos de control. Dentro de éste
último, la atención grupal alcanzó mejores resultados que la individual.
López, 1998), que incluye una fase educativa, otra de entrenamiento en habilidades
sociales y una tercera relativa a la práctica programada; (2) IAFS (Intervención para
Adolescentes con Fobia Social; Olivares y García-López, 1998; Olivares, García-López
et al., 2005) que consta de una fase educativa, otra de entrenamiento y una tercera
relativa a las “tareas para casa”; (3) el GCBT-A (Cognitive-behavioral group therapy
for adolescents; Albano, Marten y Holt, 1991), descrito anteriormente y (4) Grupo
control no tratado. Los resultados indicaron una mejora estadísticamente significativa,
en los sujetos tratados frente al control, de la autoestima y las habilidades sociales, así
como una disminución de los síntomas de ansiedad social y de su interferencia con la
vida familiar, social, de pareja y académica. Además estos resultados se han mantenido
a corto y largo plazo (García-López et al., 2002). Recientemente, Olivares, Rosa,
Caballo et al. (2003) hallaron que el Protocolo IAFS presentaba los mejores resultados
frente al resto de tratamientos. Otros estudios con el protocolo IAFS han visto la luz
recientemente (Piqueras, Olivares y Rosa, 2004; Olivares, Piqueras y García-López,
2004; Olivares, Rosa y Vera-Villarroel, 2003; Olivares, Rosa y Piqueras, 2005),
apoyando la eficacia de este protocolo en el tratamiento de la FSG. Olivares, Rosa,
Piqueras y Sánchez-García (2004), con el fin de aportar evidencia experimental sobre el
papel de la transmisión de información frente al tratamiento psicológico cognitivo-
conductual pusieron en marcha una nueva investigación que permitiera obtener
información de la comparación entre los efectos generados por el IAFS (tratamiento
psicológico cognitivo- conductual) y un grupo tratado sólo mediante Transmisión de
Información acerca de la ansiedad social y sus repercusiones en los sujetos (tratamiento
educativo). El tamaño de la muestra inicial (estudio piloto) fue de 20 adolescentes que
cumplían los criterios para el diagnóstico de Fobia Social (APA, 2000), los cuales
fueron distribuidos aleatoriamente a ambas condiciones experimentales (IAFS y
Trasmisión de Información). Las intervenciones constaron de 12 sesiones aplicadas en
grupo a razón de noventa minutos de duración por sesión y periodicidad semanal. Los
resultados mostraron diferencias estadísticamente significativas entre el grupo con
tratamiento cognitivo-conductual y el grupo que sólo recibió información,
manteniéndose tales diferencias tanto en el postest como en el seguimiento (6 meses).
Así mismo, Masia-Warner, Klein et al. (2003) han dado a conocer los resultados de
la segunda aplicación un nuevo protocolo de tratamiento de la Fobia Social en contextos
comunitarios, el Skills for Academic and Social Success (SASS) que ya había resultado
altamente efectivo en la primera (Masia, Klein, Storch y Corda, 2001). En el primero
llevado a cabo con 6 adolescentes con FS (Masia et al., 2001), un 50% de los sujetos
obtuvieron una remisión total del problema mientras que el 50% restante obtuvo una
remisión parcial. El programa de tratamiento se compone de 14 sesiones en grupo, de
las cuales una de ellas se dedica a psicoeducación, otra sesión a “Pensar Realistamente”,
4 sesiones al entrenamiento en EHS, 5 sesiones a la exposición y una sesión a la
prevención de recaídas. Incluye además dos reuniones informales (“Pizza Party”) que
incluyen habilidades sociales en un entorno no estructurado. El tratamiento está basado
en el SET-C de Beidel et al. (1998). En su nuevo trabajo (Masia-Warner, Klein et al.,
2003), la muestra que presentan es significativamente mayor, 42 sujetos, aleatorizados
en dos grupos de 21, uno de ellos asignado al programa SASS y el otro a un grupo de
control lista de espera. En este nuevo estudio el programa ha sido modificado,
incluyendo 12 sesiones en la escuela, dos reuniones con los profesores, 4 fines de
semana en actividades de grupo en la comunidad con compañeros habilidosos
socialmente y 2 sesiones educativas con los padres. En sus resultados muestran que tras
la intervención, un 94,4% de los sujetos habían mejorado moderadamente o muy
notoriamente, frente a un 11,8% de los sujetos del grupo de control. Además, un 66,7%
de los sujetos habían dejado de cumplir los criterios diagnósticos para la FS frente a
solamente un 5,9% del grupo control.
el 83,3 % de los participantes (10 de 12) mejoraron tras el tratamiento. Los cambios
fueron significativos en las puntuaciones de autoinforme de ansiedad social, depresión e
informes de los padres sobre las habilidades sociales de los niños durante el curso del
tratamiento.
Desde otro enfoque, Voelm, Cameron, Brown, y Gibson (1984) intentaron poner a
prueba el programa denominado Educación Racional que consiste en un tratamiento
desarrollado dentro del enfoque humanista y derivado de la Terapia Racional Emotiva,
que ha sido utilizado en múltiples programas de mejora de autoconcepto con
poblaciones no clínicas y en contextos escolares. Para ello, seleccionaron 38
adolescentes extrovertidos y 42 retraídos socialmente y los asignaron aleatoriamente a 3
grupos: (1) Educación Racional Emotiva, (2) Análisis Transaccional y (3) Control sin
tratamiento. Los adolescentes socialmente retraídos que fueron entrenados en educación
racional emotiva obtuvieron incrementos significativos en autoestima, valoración de la
apariencia física, status escolar e intelectual, popularidad y satisfacción, felicidad
personal y decremento del nivel de ansiedad.
260 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Respecto al contenido de las sesiones, éste proviene de las dos versiones que
previamente existían, el SET para adultos (Turner, Beidel y Cooley, 1997) y el SET-C
para niños (Beidel, Turner y Morris, 1998). Los componentes están seleccionados a
priori de acuerdo con aquellos que parecían, de estos dos, los más adecuados al periodo
262 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
La Tabla VI.1. presenta una síntesis del contenido de cada una de las sesiones que
conforman el paquete de tratamiento.
Tabla VI.1.
Contenidos de las sesiones del Social Effectiveness Therapy for Adolescents-Spanish Versión (SET-ASV)
SESIÓN CONTENIDOS DE LAS SESIONES E N G R U P O
0 Fase educativa
(gradual o en inundación)
4 Interacciones con personas del sexo opuesto
El CBGT-A se divide en dos fases de ocho sesiones cada una: (a) la fase Educativa y
de Entrenamiento en habilidades (“skills building”) y (b) la fase de Exposición. Durante
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 263
llevan a cabo con un formato de grupo. Las cuatro primeras sesiones se realizan dos
veces a la semana y las doce restantes con una periodicidad semanal.
Tabla VI.2. Contenidos del tratamiento Cognitive-Behavioral Group Therapy for Adolescents (CBGT-A)
8 Ensayo de conducta
Introducción a la fase de exposición
9-15 Exposición
16 Exposición
Prevención de recaídas
semana. Estas sesiones individuales son opcionales, al contrario que el SET-A. Véase la
Tabla VI.3. para una descripción del contenido de las sesiones.
Fase educativa. Normas del programa Modelo explicativo del constructo Fobia
1 Social
5 Entrenamiento en Asertividad
Exposición (Hablar en público II). Cómo iniciar, desarrollar y concluir una charla Uso
10 del videofeedback
VI.2.2.3.4. Skills for Academic Social Success (SASS; Masia et al., 2001)
Adicionalmente, los autores del programa mencionan que la primera vez que se llevó
a cabo este nuevo paquete de tratamiento, se contó con la colaboración de los profesores
en clase llamando a hacer exposiciones en el aula a los sujetos participantes.
Los subtipos de Fobia Social también han sido relacionados con el CBGT (Brown,
Heimberg y Juster, 1995; Hope, Herbert y White, 1995; Turner, Beidel y Townsley,
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 269
1992). Así, Brown et al. (1995) informaron de tasas más altas de respuesta al CBGT
entre sujetos con FS no generalizada frente a aquellos con FSG. Tanto Brown et al.
(1995) como Hope et al. (1995) demostraron que los sujetos con el subtipo generalizado
de FS comenzaban el tratamiento con mayor severidad del trastorno y a pesar de que el
grado de mejora era similar para los sujetos con ambos subtipos, al final del tratamiento
aquellos con FSG permanecían con mayor severidad. Por el contrario, Turner et al.
(1992) no informaron de diferencias sustanciales entre los sujetos con FSG vs. FS
específica en la reducción de sus miedos durante una terapia de exposición intensiva.
Recientemente, Sánchez-Meca, Rosa y Olivares (2004) han informado de los resultados
de un meta-análisis de los efectos de los tratamientos psicológicos de la Fobia Social en
Europa. Según este estudio, el tamaño del efecto medio en el postest de las medidas de
Fobia Social fue mayor en los sujetos con el diagnóstico de Fobia Social generalizada
que los encuadrados en el subtipo específico.
La Fobia Social también es altamente comórbida con otros trastornos del eje I
(Kessler et al. 1994; Schneier, Johnson, Horning, Liebowitz y Weissman, 1992). Sin
embargo, ni Turner, Beidel, Wolff, Spaulding y Jacob (1996), ni van Velzen,
Emmelkamp y Scholing (1997) encontraron datos que evidenciaran un impacto de la
comorbilidad con el eje I sobre los resultados de tratamiento; no obstante ninguno de
estos estudios examinó el impacto específico de cada condición comórbida.
Por último y para finalizar, es importante señalar que de los estudios meta-analíticos
que se han realizado, se puede concluir que si bien existe un consenso a la hora de
afirmar que los tratamientos psicológicos son bastante eficaces (Fedoroff y Taylor,
2001; Feske y Chambless, 1995; Gould et al., 1997; Méndez et al., 2001; Olivares,
Rosa, Piqueras et al., 2002; Olivares, Rosa, Piqueras, Ramos et al., 2003; Taylor, 1996),
respecto a la eficacia diferencial de cada uno de ellos por separado los datos no son
consistentes. Mientras que Fedoroff y Taylor (2001), Feske y Chambless (1995) y
Méndez et al. (2001) no encuentran diferencias en la eficacia de los distintos tipos de
intervenciones psicológicas, Taylor (1996) mostró mayores tamaños del efecto para la
combinación de reestructuración cognitiva más exposición y Gould et al. (1997) )
informó que el tamaño del efecto más alto pertenecía a los tratamientos de exposición
únicamente o en combinación con reestructuración cognitiva.
sus efectos son diferentes, destacando los tratamientos para la FS; (b) atendiendo a los
constructos medidos, sobresalen la variable desadaptación y autoestima frente a
ansiedad y habilidades sociales, aunque consideran preciso tener en cuenta que el
número de estudios incluido en las distintas variables puede estar influyendo en los
resultados; (c). Se constata una elevada heterogeneidad en los resultados de los estudios,
la cual podría explicarse en gran parte por la eficacia diferencial de las técnicas de
intervención. Según los autores, la combinación de exposición junto a habilidades
sociales y técnicas cognitivas alcanzaban los mejores resultados, seguidos con gran
diferencia de la exposición junto a técnicas cognitivas y habilidades sociales o
modelado. Además, estos resultados coinciden con los obtenidos en meta-análisis
recientes (Barrett, 1998; Méndez, Sánchez-Meca y Moreno, 2001; Otto, 1999) en
cuanto a que son más eficaces las intervenciones intensas, con mayor número de horas y
sesiones de tratamiento llevadas a cabo en grupo. Estos beneficios podrían ser
explicados debido a que las intervenciones grupales e intensivas son exposición a
estímulos fóbicos, con lo cual es un añadido a la propia intervención que provocaría una
habituación y mejora de la FS del sujeto. También, y en esta misma línea, han hallado
que los programas que incluyen tareas para casa fortalecen la mejora de los cambios.
Los resultados obtenidos por Olivares, Rosa, Piqueras et al. (2002) también aportan
datos acerca de las características de los terapeutas (se muestran más efectivas las
terapeutas) y respecto de los que más se benefician de los tratamientos (las adolescentes
que cursan estudios de Educación Secundaria).
Por último y por lo que respecta a los aspectos metodológicos de los estudios, los
diseños cuasiexperimentales alcanzan mayores tamaños del efecto, lo cual se explica
porque éstos no sustraen de la estimación del tamaño del efecto la voluntariedad del
reparto de los sujetos a los tratamientos. La mortalidad experimental también influye en
los resultados en sentido positivo, a mayor mortalidad, mejores resultados. Este dato es
coincidente con meta-análisis anteriores (véase Olivares, Rosa y Sánchez-Meca, 2000) y
podría ser explicado por la variable motivación; es decir, aquellos sujetos poco
motivados dejan de asistir a las sesiones de tratamiento y, por tanto, se mantienen los
más motivados.
psicológicos en ambos tipos de problemas, pero sobre todo en la Fobia Social. La Tabla
VI.5. muestra los tamaños del efecto de los estudios mencionados.
Tabla VI.5. Tamaños del efecto en las investigaciones analizadas por Olivares, Rosa, Piqueras et al., 2002
Tipo de TE TE
Autor/es Año Tipo de Intervención
Problema Postest Seguim.
Beidel et al. 2000 Fobia social 1 Cognitivo-conductual (SET-C) vs. Atención placebo 1.441 --
Edleson y Rose 1981 Timidez 1 Habilidades sociales vs. Tratamiento discusión +Lista espera 0.231 --
2 Habilidades sociales vs. Tratamiento discusión +Lista espera 0.284 0.173
Furman 1979 Timidez 1 Habilidades sociales (par más joven) vs. control no tratado 0.127 --
et al. 2 Habilidades sociales (par misma edad) vs. control no tratado. 0.069 --
García-López 2002 Fobia social 1 Cognitivo-conductual (CBGT-A) vs. Control no tratado 1.197 1.049
et al. 2 Cognitivo-conductual (SET-ASV) vs. Control no tratado 1.073 0.987
3 Cognitivo-conductual (IAFS-G) vs. Control no tratado 1.441 1.487
Harris y Brown 1982 Timidez 1 Exposición+RC+Modelado vs. control no tratado 0.378 --
2 Información profesores vs. control no tratado. -0.060 --
Hayward 2000 Fobia social 1 Cognitivo-conductual (CBGT-A) vs. Control no tratado. 0.713 0.680
et al.
Jupp y Griffiths 1990 Timidez 1 Habilidades sociales vs. Lista espera. 1.394 --
2 Psicodrama vs. Lista espera 1.808 --
Séller y 1974 Timidez 1 Modelado simbólico vs. Placebo psicológico. 1.033 0.606
Carlson
Lafreniere y 1997 Timidez 1 Educativo vs. control no tratado 0.683 --
Capuano
Morris et al. 1995 Timidez 1 Habilidades sociales vs. Control no tratado. 0.502 --
O´Connor 1969 Timidez 1 Modelado simbólico vs. Placebo psicológico 0.576 --
O´Connor 1972 Timidez 1 Modelado simbólico vs. Placebo psicológico 1.326 --
2 Moldeamiento vs. Placebo psicológico 1.232 --
Oden y Asher 1977 Timidez 1 Habilidades sociales vs. Placebo psicológico. 0.213 --
2 Habilidades sociales emparejamiento vs. Placebo psicológico. -0.258 --
Spence et al. 2000 Fobia social 1 Cognitivo-conductual (CBI) vs. Control Lista de espera. 0.514 --
2 Cognitivo-conductual con padres (CBI + Padres) vs. Control 0.576 --
Lista de espera
Weinrott 1979 Timidez 1 Modelado + Coste rta vs. Control no tratado 0.625 --
et al.
Otros dos estudios, centrados en esta ocasión en la Fobia Social, han estudiado
algunas variables influyentes en los resultados de los tratamientos de este trastorno en
niños y adolescentes. En primer lugar, Olivares, Rosa, Piqueras, Ramos et al. (2003)
realizaron un meta-análisis sobre la eficacia de las intervenciones psicológicas utilizadas
en el tratamiento de la Fobia Social en niños y/o adolescentes mediante el SPAI/SPAI-
C. Del análisis de los 18 estudios independientes, se concluyó que el tratamiento
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 273
Por ultimo, Olivares, Rosa, Caballo et al., 2003 han llevado recientemente un
interesante meta-análisis incluyendo las intervenciones psicológicas y farmacológicas
eficaces en el tratamiento de niños y adolescentes con Fobia Social, mostrando que el
Protocolo IAFS obtenía los mejores resultados. Además indicaron algunas pautas a
seguir para maximizar la eficacia del tratamiento: combinación de intervenciones
individuales y grupales, llevar a cabo el tratamiento en el contexto educativo por
psicólogos experimentados y con chicas más mayores. La tabla VI.7. muestra los
estudios considerados en esta revisión cuantitativa y las principales características.
274 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
TABLA VI.6. Principales características y resultados de los estudios empíricos analizados por Olivares, Rosa, Piqueras, Ramos et al. (2003)
Autor/es Año Edad N % Instrum. Estudios empíricos d+ d+ % mejora %
varones medida post. seg. post. mejora
seg.
Ramos, V. 2003 15,3 68 34 SPAI 13. IAFS con retroalimentación audiovisual en 2,55 3,69 100% 100%
(14-17)
mayor número de sesiones
2,73 3,40 93,1% 100%
14. IAFS con retroalimentación audiovisual en
menor número de sesiones
1,68 2,46 96% 96%
15. IAFS sin retroalimentación audiovisual
Ruiz, J. 2003 15,05 55 18,2% SPAI 16. IASF grupo pequeño 1,80 1,85 50% 50%
(14-17) 17. IASF grupo mediano 2,20 1,96 76% 55%
18. IASF grupo grande 2,90 2,57 94% 86%
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 275
Tabla VI.7. Principales características y resultados de los estudios empíricos analizados por Olivares, Rosa, Caballo et al., 2003
Autor/es Año Edad N % Tipo fobia Estudios empíricos d+ d+ % mejora % mejora seg.
varones social post. seg. post.
Albano et al. 1995 14,4 5 60 Generalizada 1. CBGT-A 0,44 1,13 - -
(13-17)
Beidel et al. 2000 10,5 50 40 Generalizada 2. SET-C 1,57 - 67% -
(8-12) 3. Tesbsbuster (control) 0,31 - 5% -
Hayward et al. 2000 15.8 35 0 No especificada 4. CBGT-A 1,74 0,91 45% 60%
(14-17) 5. No tratamiento 0,74 0,34 4% 44%
Spence et al. 2000 10,6 50 19 No especificada 6. CBT niños 1,26 1,49 58% 53%
2000 (7-14) 7. CBT padres 0,98 0,97 87% 81%
8. Lista espera -0,03 - 7% -
Compton et al. 2001 13,57 14 57 No especificada 9. Farmacológico (sertralina) 1,13 - 64% -
(10-17)
Masia et al. 2001 15.2 (14-17) 6 50 No especificada 10. SASS 2,36 - 100% -
Olivares y García-López 2001 (14-16) 11 27 Generalizada 11. IAFS 6,46 - 100% -
15.1
Chavira y Stein 2002 13,42 8 12 Generalizada 12. Educativo + farmacológico 1,86 - 83,3% -
(8-17)
Olivares et al. 2002 15,9 59 22 Generalizada 13. SET-Asv 2,13 2,35 71% 78%
(15-17) 14. CBGT-A 1,06 1,14 53% 47%
15. IAFS 2,32 2,73 67% 73%
16. No tratamiento 0,72 1,13 13% 7%
Masia-Warner, Klein et 2003 14.7 (13-17) 42 22.2% Mixta (especifica y 17. SASS 1,74 - 94,4% -
al. generalizada) 18. Lista de espera -0,38 - 11,8% -
Olivares et al. En 15 34 29,4 Generalizada 19. IASF con retroalimentación
prensa (14-16) audiovisual 2,15 3,44 100% 100%
20. Lista de espera 0,15 0,57 0% 0%
Ramos, V. 2003 15,3 68 34 Generalizada 21. IAFS + retroalimentación 2,14 2,62 100% 100%
(14-17)
audiovisual en mayor nº de sesiones
22. IAFS con retroalimentación
1,90 2,98 93,1% 100%
audiovisual en menor nº de sesiones
23. IAFS sin retroalimentación
1,70 2,59 96% 96%
audiovisual
Ruiz, J. 2003 15,05 55 18,2% Generalizada 24. IASF grupo pequeño 1,42 1,48 50% 50%
(14-17) 25. IASF grupo mediano 1,55 1,31 76% 55%
26. IASF grupo grande 2,11 2,33 94% 86%
276 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Fenelcina
Tranilcipromina
VI.3.2. BETABLOQUEANTES
La mayoría de estudios con betabloqueantes se han llevado a cabo con sujetos que
han presentado Fobia Social específica (p.ej., hablar o tocar en público). En relación con
el miedo a hablar en público, Gossard, Dennis y DeBusk (1984) investigaron el tipo de
estrategias utilizadas para afrontar esa situación. Los datos de este estudio indicaron que
30 (13%) de los 229 sujetos que presentaron una comunicación habían empleado un
betabloqueante para reducir su ansiedad. De igual modo, en un estudio de 2200 músicos
se encontró que el 27% usaban regular u ocasionalmente un betabloqueante. De este
porcentaje un 19% de este grupo lo tomaba diariamente y el resto (81%) lo hacía
únicamente en sus actuaciones, reduciéndose en este último grupo los síntomas de
ansiedad en un 96% de los casos (Fishbein, Middlestadt, Ottati, Strauss y Ellis, 1988).
Por último, Pollack y Gould (1996) han puesto de manifiesto que mientras el uso de
betabloqueantes ha mostrado ser útil para reducir algunas respuestas psicofisiológicas
(palpitaciones, sudores, etc.), no ha sido así en las respuestas cognitivas. En este
sentido, dado que no todos los betabloqueantes atraviesan la barrera
hematoencefálica, den Boer, Van Vliet y Westenberg (1994) han sugerido que la
eficacia de éstos puede estar relacionada con la disminución de las respuestas del
sistema nervioso autónomo y no con la reducción de la ansiedad a nivel del sistema
nervioso central.
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 281
VI.3.3. BENZODIACEPINAS
En segundo lugar, los primeros resultados sobre el clonazepam parecen indicar que
este psicofármaco ha sido un instrumento eficaz en el tratamiento de la Fobia Social.
Con un diseño intrasujeto, Versiani et al. (1989) encontraron en el postest diferencias
estadísticamente significativas respecto de la línea base. Asimismo, Munjack, Baltazar,
Bohn, Cabe y Appleton (1990) administraron clonacepam a 23 sujetos con FS
generalizada y encontraron diferencias estadísticamente significativas con respecto al
grupo control de lista de espera. En esta línea, los resultados de los estudios de
Ontiveros y Fontaine (1990) y Reiter, Pollack, Rosenbaum y Cohen (1990) muestran
evidencia a favor de la eficacia de esta benzodiacepina, si bien no se disponen de datos
de seguimiento o de las consecuencias de su interrupción. Posteriormente, Davidson,
Ford, Smith y Potts (1991) administraron clonazepam a 26 sujetos con FS durante once
meses (rango de 1 a 20 meses, dependiendo de cada caso). Los resultados revelaron que
22 de los 26 pacientes (84’6%) mejoraron con la administración del clonazepam.
Empleando un grupo control, Davidson et al. (1993) hallaron diferencias
estadísticamente significativas entre un grupo que recibió clonacepam y otro grupo al
que se le administró un placebo. En un seguimiento a los dos años, Sutherland, Tupler,
Colket y Davidson (1996) han observado que estos resultados se han mantenido a lo
282 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
largo del tiempo. Posteriormente, Versiani, Nardi, Petribú et al. (1997) examinaron la
eficacia del clonazepam en 40 sujetos con un diagnóstico de FS. Los resultados
indicaron que el 86.8% de los sujetos redujeron significativamente sus respuestas de
ansiedad. No obstante, cabe señalar la alta frecuencia de efectos secundarios,
fundamentalmente trastornos cognitivos y sexuales. Estos autores sugieren que estos
efectos pueden deberse a la elevada dosis administrada en este estudio (dosis media de
4.8 miligramos). En este sentido, consideran que en caso de observarse intolerancia a
esta sustancia se debería evaluar el uso de la moclobemida como psicofármaco
alternativo a la moclobemida. Finalmente, Connor et al. (1998) pusieron de manifiesto
que la tasa de recaída es superior si la reducción de la dosis se lleva a cabo de forma
gradual en vez de si se hace de forma definitiva.
A la luz de los datos presentados, parece conveniente señalar que como consecuencia
de las fuertes propiedades sedantes que tienen las benzodiacepinas, no podemos conocer
en qué medida la reducción de las respuestas de ansiedad es debida a este efecto sedante
o si éstas poseen un efecto ansiolítico específico. De igual modo, se desconoce en qué
medida las benzodiacepinas pueden potenciar o disminuir los efectos de la intervención
psicológica. Asimismo, Sutherland y Davidson (1995) han mostrado su preocupación
por el riesgo potencial del uso de las benzodiacepinas en sujetos con historia de abuso
de alcohol. Por otra parte, Ruiz, Martínez y Soler (1994) han señalado que debido a la
dependencia que se establece, el tratamiento con benzodiacepinas no ha de mantenerse
durante un periodo superior a 3 meses y Pollack (1999) ha informado que el cese del
tratamiento con benzodiacepinas debe producirse en las semanas siguientes a la
reducción de las respuestas de ansiedad.
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 283
Sertralina
También Van Ameringen et al. (2001) con un estudio doble ciego, han evaluado la
eficacia, seguridad y tolerancia de la sertralina en una muestra de 204 sujetos con FSG
de edades comprendidas entre los 19 y 56 años. Los sujetos fueron asignados a dos
284 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Por ultimo, Van Ameringen, Oakman, Mancini, Pipe y Chung (2004) compararon la
eficacia del tratamiento con sertralina en pacientes con Fobia Social generalizada con
edad de inicio tardía (inicio en la edad adulta) frente a los que tenían una edad de inicio
temprana (inicio en la infancia o adolescencia). El resultado principal hallado fue que el
primero de estos grupos tendía a tener una respuesta mejor al tratamiento que aquellos
con la edad de inicio temprana.
Fluoxetina
Cuatro estudios han estudiado la eficacia de esta sustancia, empleando para ello un
diseño intrasujeto. Los resultados muestran una tasa de mejoría (número de sujetos que
reducen sus respuestas de ansiedad) en el postest que oscila entre un 67% y un 77%
(Black, Uhde y Tancer, 1992; Schneier, Chin, Hollander y Liebowitz, 1992; Sternbach,
1990; Van Ameringen, Manciani y Streiner, 1993). Sin embargo, en el primer y único
estudio controlado que existe hasta ahora, Kobak, Greist, Jefferson y Katzelnick (2002)
no han encontrado diferencias significativas, después de 14 semanas, entre el grupo al
que se administró fluoxetina y el grupo que recibió un placebo. Este resultado es
bastante interesante en tanto en cuanto se trata del único estudio controlado y en
contradicción con los estudios previos refleja la ineficacia de la fluoxetina.
Fluvoxamina
Paroxetina
Los resultados de los estudios sobre los ISRS parecían sugerir la posibilidad de que
un malfuncionamiento en la función serotonérgica pudiera estar implicado en la
patogénesis de la Fobia Social. Para comprobar esta hipótesis, Stein, Delaney, Chartier,
Kroft y Hazen (1995) han investigado la capacidad del transportador serotonérgico (5-
HT), determinado por la 3H-paroxetina en 18 sujetos con FSG frente a 15 sujetos con
trastorno de pánico y un grupo control de 23 sujetos. En contra de la hipótesis inicial,
los resultados han indicado la inexistencia de diferencias significativas entre ambos
grupos, constatándose que la función serotonérgica es normal en pacientes con FS.
Por otra parte, empleando un diseño intrasujetos, Mancini y Van Amerigen (1996)
pusieron de manifiesto la eficacia de esta sustancia en sujetos con FSG. Junto a esto,
Stein, Chartier et al. (1996) llevaron a cabo un estudio dividido en dos fases sobre la
eficacia de la paroxetina en 36 sujetos con FSG. Durante la primera fase, se administró
este fármaco a lo largo de 11 semanas. Los resultados revelaron en el postest tasas de
mejora y recaída del 77% y 16%, respectivamente. En la segunda fase se pidió a
aquellos pacientes que habían mejorado que participaran en una investigación con el
objeto de examinar los efectos del cese de la medicación. Para ello, se dividió a los
sujetos aleatoriamente en dos grupos: en el primero, los sujetos continuaron tomando
paroxetina durante otras 12 semanas, observándose en este tiempo una tasa de recaída
del 13%, mientras que en el segundo grupo, al cual se administró un placebo, fue del
63%. Aunque no se encontraron diferencias significativas entre ambas condiciones, los
autores de este estudio señalaron que ello puede ser debido a la baja potencia estadística
detectada (60%). Los autores concluyeron señalando: (1) la eficacia de la paroxetina en
el tratamiento de la FS y (2) la necesidad de una dosis mínima de esta sustancia durante
286 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
los meses siguientes al cese del tratamiento con el fin de evitar las elevadas tasas de
recaída.
Con un tamaño muestral más elevado, Gergel, Pitts, Oakes y Kumar (1997) hallaron
diferencias estadísticamente significativas entre un grupo de sujetos con FSG a los que
se administró paroxetina vs. grupo control que recibió un placebo. Estos mismos
resultados fueron encontrados en Stein, Liebowitz et al. (1998) con una muestra de 187
pacientes con FSG. El 55% de los sujetos del grupo al que se le administró paroxetina
durante 12 semanas, frente al 23% del grupo control-placebo respondieron al
tratamiento. En ese mismo año, Allgulander (1998) también llevó a cabo un estudio
controlado con 92 sujetos con FS con el fin de examinar la eficacia de la paroxetina.
Este autor encontró que la paroxetina fue significativamente más efectiva que el placebo
para reducir la ansiedad social y la conducta de evitación. Por último, en un estudio
posterior, Baldwin, Bobes, Stein, Scharwaehter y Faure (1999) informaron que con una
muestra de 292 pacientes con FSG, después de un tratamiento con dosis flexibles de
paroxetina (20-50 mg/día) vs. placebo también durante 12 semanas, el 66% del grupo
que recibió el tratamiento en comparación con el 32% del grupo placebo respondieron
al tratamiento. Randall et al. (2001), en un estudio doble ciego y aleatorio compararon
la eficacia y tolerancia de la paroxetina frente a un placebo en 55 adultos con FSG y uso
de alcohol como condición comórbida. Los autores hallaron que después de 8 semanas
de tratamiento, hubo un efecto significativo sobre los síntomas de ansiedad social en los
sujetos tratados con paroxetina. Estos resultados suponen la primera evidencia de la
eficacia de la paroxetina para reducir la ansiedad social en pacientes con ambos
trastornos, Fobia Social y alcoholismo. Por último, en un estudio actual, Stein, Stein,
Pitts, Kumar y Hunter (2002), a partir de la información procedente de tres estudios
controlados (N=829) han llegado a la conclusión de que la paroxetina es una elección
razonable para un amplio abanico de pacientes con FS. Estos autores también han
encontrado como predictor más significativo de la respuesta al tratamiento la duración
del mismo y aconsejan que los estudios basados en psicofármacos superen las 8
semanas de duración.
Citalopram
sujetos respondieron al tratamiento, lo que les llevó a sugerir que esta sustancia podía
ser eficaz para la FS. A esta misma conclusión han llegado otros autores después de
realizar una revisión de los estudios que han pretendido evaluar la eficacia del
citalopram para la FS (Lepola, Koponen y Leinonen, 1994; Varia, Cloutier y
Doraiswamy, 2002). Sin embargo, se necesitan estudios comparativos con grupo control
para evaluar la eficacia de esta sustancia como tratamiento para la Fobia Social.
VI.3.5. OTROS
VI.3.5.2. Buspirona
VI.3.5.3. Clonidina
VI.3.5.4. Ondasetrona
Al igual que en el caso de la clonidina, sólo se conoce una investigación sobre esta
sustancia, una antagonista del 5-HT3 (DeVaugh-Geiss y Bell, 1994). Los resultados
mostraron diferencias estadísticamente significativas con respecto al grupo al que se
administró un placebo. Como en el psicofármaco anteriormente descrito, estos datos
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 289
VI.3.5.5. Anticonvulsivos
Por último, Simon et al. (2004) han puesto a prueba la eficacia del levetiracetam en
20 adultos que cumplían criterios para el trastorno de ansiedad social generalizada. Los
sujetos participaron en un ensayo abierto de dosis flexibles durante 8 semanas. Se
emplearon dosis de 250 mg/dia durante la primera semana y de forma flexible se fueron
aumentando las dosis hasta un máximo de 3000 mg/día. Los resultados en el postest
fueron positivos, al producirse una reducción en las puntuaciones de la LSAS y los
índices de severidad clínicos.
VI.3.5.6. Péptidos
Den Boer, Westenberg y De Vries (1992) investigaron el efecto del Org. 2766 frente
a un grupo al que se administró un placebo en una muestra de sujetos con FS. Los
resultados del análisis estadístico no revelaron diferencias significativas entre ambos
290 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
grupos. Asimismo, los datos indican que el Org. 2766 tampoco produjo un decremento
significativo en las respuestas de ansiedad.
VI.3.5.7. Antidepresivos
Los antidepresivos que a día de hoy han sido examinados son el bupropion, la
nefazodona, la venlafaxina y la mirtazapina. Con un diseño N=1, Emmanuel, Lydiard y
Ballenger (1991) informaron sobre la eficacia del bupropion en un sujeto diagnosticado
de FS, por lo que se precisa de un mayor número de estudios que avalen o no los
resultados de este trabajo. Sin embargo, Potts y Davidson (1995) señalaron que si bien
su experiencia con este fármaco no había sido alentadora, podía ser una alternativa a
otros tratamientos psicofarmacológicos, ya que el bupropión carece de efectos
serotonérgicos y tiene una selectiva acción catecolaminérgica.
SSRIs o no los toleren bien por disfunción sexual (nefazodone y bupropion) o por
respuesta parcial de los SSRIs (bupropion).
A este respecto, tanto Birmaher et al. (1994) como Manassis y Bradley (1994),
informaron de ciertos estudios no controlados que reflejaban resultados prometedores de
la fluoxetina en el tratamiento de muestras de niños que incluían a varios trastornos de
ansiedad, entre ellos el de FS. Sin embargo, como los resultados no fueron delimitados
por trastornos específicos, la respuesta a la fluoxetina de los niños con FS no está
disponible en la información aportada por los autores. Fairbanks et al. (1997), llevaron a
cabo un estudio no controlado con 16 niños de 9 a 18 años con varios trastornos de
ansiedad a los que se les administró fluoxetina. Los resultados indicaron que los niños
con un único trastorno de ansiedad respondieron a dosis más bajas de fluoxetina
comparados con aquellos con trastornos comórbidos. Además, los autores informaron
que el 80% de los niños con un diagnóstico primario de FS mejoraron clínicamente al
final del tratamiento. Sin embargo, el 62.5% de toda la muestra seguían cumpliendo los
criterios diagnósticos para un trastorno de ansiedad en el postratamiento. Mancini, Van
Ameringen, Oakman y Farvolden (1999) presentaron informes de siete pacientes con
edades comprendidas entre los 7 y los 18 años con FSG que fueron tratados con éxito
con paroxetina, sertralina o nefazodone. Más recientemente, Compton et al. (2001) han
evaluado, en un estudio no controlado, los efectos terapéuticos, patrones de respuesta y
seguridad de la sertralina en 14 niños (edades entre los 10 y los 17 años) con TAS que
fueron sometidos a un tratamiento de 8 semanas. Los resultados muestran que el 36% de
los niños respondieron al tratamiento frente a un 29% que respondieron parcialmente.
Sin embargo, a la vista de estos resultados, no se pueden extraer conclusiones evidentes
sobre la eficacia de los SSRIs para la FS en la infancia y adolescencia, debido a la
comorbilidad y/o a las limitaciones metodológicas por tratarse de estudios no
controlados. Estos trabajos apuntan a la necesidad de estudios de doble ciego
controlados para examinar la eficacia de los SSRIs para la Fobia Social en la infancia y
adolescencia. También es necesario investigar más acerca del uso de los ISRS en niños,
debido a los efectos secundarios que provocan en niños. Un ejemplo de estos efectos
secundarios son apuntados por Wooltorton (2003), que en su estudio ha hallado que la
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 293
En un estudio reciente, el RUPP Anxiety Study Group (2001) (ver también Cheer y
Figgitt, 2001, 2002) han desarrollado el que es hasta la fecha el único estudio
controlado de doble ciego que se ha llevado a cabo para comprobar la eficacia de los
SSRIs en los trastornos de ansiedad en la infancia. Para ello han utilizado una muestra
de 128 niños con edades entre 6 y 17 años que fueron asignados aleatoriamente a un
tratamiento con fluvoxamina o a un placebo durante 8 semanas. Los niños tenían
diagnósticos primarios de FS, ansiedad de separación o trastorno de ansiedad
generalizada. Al final del tratamiento, la fluvoxamina resultó ser superior al placebo en
la reducción de los síntomas de ansiedad y el 76% de los niños tratados con
fluvoxamina frente al 29% del grupo placebo mostraron una marcada mejoría clínica.
No obstante, al tratarse de grupos mixtos, este trabajo tampoco nos remite información
específica acerca de la respuesta de la fluvoxamina en niños con FS.
los 28 días de tratamiento el grupo tratado con alprazolam mostró una mejoría
ligeramente inferior que el grupo que recibió el placebo sin que estas diferencias fueran
significativas. Del mismo modo, a los 42 días, el grupo tratado había recaído
ligeramente mientras que el grupo placebo continuaba mejorando, aunque estas
diferencias tampoco fueron significativas. Por lo tanto, ambos estudios sugieren que la
respuesta al alprazolam es baja al menos a las 4 y las 6 semanas de tratamiento.
Por otra parte, Turner, Beidel y Jacob (1994) evaluaron la eficacia de la inundación
frente a un betabloqueante (atenolol) y a un grupo control al que se administró un
placebo. En el postest se observó que el 55’6% de los sujetos que componían el grupo al
que se proporcionó inundación mostró una reducción significativa de las respuestas de
ansiedad vs. 13’3% de los sujetos que integraban el grupo que recibió atenolol y un
6’3% de los sujetos que formaban parte del grupo control. En una medida de
seguimiento realizada a los seis meses se constató el mantenimiento de los progresos
alcanzados en el postest, lo que apunta a una mayor eficacia del tratamiento psicológico
(inundación) a corto y largo plazo.
Otto et al. (2000) examinaron los predictores potenciales de la eficacia diferencial del
tratamiento farmacológico con clonazepam y terapia cognitivo conductual en grupo. No
encontraron diferencias entre ambas condiciones, mejorando significativamente ambos
grupos.
SÍNTESIS
A la luz de los datos presentados, cabe concluir que existe un número de tratamientos
que en mayor o menor grado han probado ser útiles para el tratamiento de la Fobia
Social. Respecto a los tratamientos psicológicos, el entrenamiento en habilidades
sociales, el entrenamiento en relajación y las terapias cognitivas sólo han obtenido un
apoyo parcial para su aplicación sistemática en este trastorno. Pese a la eficacia
demostrada de las intervenciones cognitivo-conductuales no se conoce el peso que cada
uno de los componentes tiene de cara a la mejoría de los sujetos. Puesto que algunos
estudios han puesto de manifiesto que la exposición por sí sola también puede producir
una disminución de las respuestas cognitivas, el debate acerca de sí el componente
cognitivo es necesario en el tratamiento de la Fobia Social permanece abierto. Por otra
parte, un resultado que es consistente en la mayoría de los estudios analizados es que
aquellos trabajos que han incluido seguimientos a medio y/o largo plazo han indicado
que los beneficios de los tratamientos psicológicos se mantienen o continúan
incrementándose tras la finalización de la intervención. Esto sugiere que durante la
terapia los pacientes han aprendido las habilidades para afrontar las situaciones sociales,
y durante el período posterior a la intervención continúan poniéndolas en práctica ante
las situaciones sociales aún temidas.
Debido a la escasez de estudios que comparen la eficacia entre dos o más grupos de
psicofármacos, hasta el momento la elección del tipo de tratamiento parece ser algo
subjetivo e influenciado por el conocimiento y la experiencia previa de los autores. En
esta línea, mientras algunos investigadores abogan por la fenelzina (un IMAO
irreversible) como el psicofármaco de primera elección para el tratamiento de la Fobia
Social (Liebowitz y Marshall, 1995), otros sugieren que el tratamiento
psicofarmacológico inicial deben ser los SSRIs y en el caso de no responder a éstos, las
benzodiacepinas o los IMAOs (Blanco y Schneier, 1997; Lydiard, 1998). Además, se ha
encontrado que un alto porcentaje de investigaciones referentes a tratamientos
psicofarmacológicos carece de grupo control, lo que plantea la necesidad de un mayor
rigor metodológico con el fin de asegurar la fiabilidad de los resultados. Junto a esto,
Stravynski y Greenberg (1998) señalan que los tratamientos psicofarmacológicos
además suelen complementarse con instrucciones para que los sujetos se expongan a las
situaciones sociales anteriormente evitadas. De este modo se desconoce el efecto que
puede atribuirse a esta variable, por lo que estudios en el futuro podrían incorporar en su
diseño un grupo al que se administrara un tratamiento psicofarmacológico con y sin
instrucciones para la exposición.
Por otra parte, hemos encontrado que la literatura española sobre investigación en
psicofarmacoterapia aplicada a la Fobia Social es muy escasa, por lo que se precisa que
investigaciones españolas corroboren y validen los resultados obtenidos en los trabajos
de lengua inglesa. De igual modo, sería preciso que se comenzase a investigar sobre la
posible eficacia de los tratamientos psicofarmacológicos en la población adolescente
con este trastorno.
En relación con aquellos estudios que han comparado los tratamientos psicológicos y
psicofarmacológicos, hay que concluir indicando que a día de hoy no se ha hallado
ninguna evidencia que apoye la conveniencia de combinar ambos tratamientos, por lo
que estimamos necesario seguir investigando en esta línea. Asimismo, datos de los
estudios con seguimientos a largo plazo han indicado que las intervenciones
psicológicas han permitido al menos un mantenimiento de los beneficios, mientras los
sujetos que han recibido sólo tratamiento psicofarmacológico tienden a recaer tras la
finalización de la terapia. Además, Gould et al. (1997) y Fedoroff y Taylor (2001) han
puesto de manifiesto que mientras que en postest los tratamientos psicofarmacológicos
presentan un tamaño del efecto superior a los psicológicos, en el seguimiento esta
Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos 299
relación se invierte. Además, Gould et al. (1997) también evaluaron el coste económico
de los tratamientos psicológicos (cognitivo-conductuales) y el de los tratamientos
psicofarmacológicos. Los resultados muestran que los tratamientos cognitivo-
conductuales presentan una mejor relación costo/eficacia que los tratamientos
psicofarmacológicos, especialmente en el seguimiento, lo que denota la mayor
eficiencia de tratamientos cognitivo-conductuales.
Por último, respecto a la eficacia de las diferentes intervenciones en población
infantil y adolescente la tabla VI.8. ofrece un resumen de los resultados de los estudios
que han abordado esta cuestión.
300 Tratamientos psicológicos y psicofarmacológicos
Tabla VI.8. Estudios sobre los efectos del tratamiento psicológico y farmacológico de la fobia social en muestras de niños y adolescentes
% TE TE TE TE % % % mejora
Autor/es Año Edad N varones Tipo de FS Tipo de Intervención Postest Seguim. Postet Seguim. mejora mejora seg. 12 m
SPAI SPAI Global Global post seg 6 m
Albano et. 1995 14,4 (13-17) 5 60 FSG CBGT-A - - 0,44 0,13 - - 80
Beidel et al. 2000 10,5 (8-12) 50 40 FSG 1 SET-C 1,19 - 1,57 - 67 85 -
2 Testbuster (control) 0,16 - 0,31 - 5 - -
Hayward et al. 2000 15,8 (14-17) 35 0 No especificada 1 CBGT-A 1,03 0,91 1,74 0,91 45 - 60
2 No tratamiento 0,23 0,34 0,74 0,34 4 - 44
Spence et al. 2000 10,6 (7-14) 50 19 No especificada CBT niños - - 1,26 1,49 58 - 53
CBT padres - - 0,98 0,97 87 - 81
Lista espera - - -0,03 - 7 - -
Compton et al. 2001 13,57 (10-17) 14 57 No especificada Farmacológico (sertralina) - - 1,13 - 64 - -
Masia et al. 2001 15,2 (14-17) 6 50 No especificada SASS 1,68 - 2,36 - 50 - -
Olivares y García-López 2001 15,1 (14-16) 11 27 FSG IAFS 3,64 - 6,46 - 100 - -
(FSMG/FSGG)
Olivares et al. 2002 15,9 (15-17) 59 22 FSG (FSMG/FSGG) 1 SET-Asv 3,41 3,69 2,13 2,35 71 - 78
2 CBGT-A 1,27 1,21 1,06 1,14 53 - 47
3 IAFS 1,81 2,11 2,32 2,73 67 - 73
4 No tratamiento 1,09 1,30 0,72 1,13 13 - 7
Chavira y Stein 2002 13,42 (8-17) 8 12 FSG Eductivo+ farmacológico - - 1,86 - 83,3 * - -
Masia-Warner, Klein et 2003 14,7 (13-17) 42 22.2 FSE Y FSG SASS - - 1,74 - 66,7 - -
al. LISTA DE ESPERA - - -0,38 - 5,9 - -
Olivares et al. 2003 15 (14-17) 20 25 FSG (FSMG/FSGG) IASF 2,695 3,61 - - 55 60 60
Ramos 2003 5,3 (14-17) 68 34 FSG (FSMG/FSGG) IAFS+retroalimentación 2,55 3,69 2,14 2,62 55,17 67,86 100
audiovisual-mayor nº sesiones
IAFS con retroalimentación- 2,73 3,40 1,90 2,98 33,33 47,37 64,71
menor nº de sesiones
IAFS sin retroalimentación 1,68 2,46 1,70 2,59 28 34,78 47,37
audiovisual
Olivares, Rosa y Piqueras 2005 15 (14-16) 34 40 FSG (FSMG/FSGG) 1 IAFS 2,40 4,17 58,82 58,82 70
2 lista de espera -0,10 -0,03 0 - -
Ruiz 2003 15,05 (14-17) 55 18,2 FSG (FSMG/FSGG) IASF grupo pequeño 1,80 1,85 1,42 1,48 25 31,25 37,50
IASF grupo mediano 2,20 1,96 1,55 1,31 61,9 35 44
IASF grupo grande 2,90 2,57 2,11 2,33 50 60 60
Gallagher et al. 2004 (8-11) 23 Mixta TCCG - - - - 42,7 50 -
Lista de espera - - - - - - -
Piqueras 2005 15,27 (14-17) 78 20,51 FSG IAFS EN FSLG 1,215 2,16 - - 57,1 76 80
IAFS EN FSMG 1,71 2,575 - - 45,8 63,20 75
IAFS EN FSGG 1,87 3,09 - - 40 42,1 75
PARTE EXPERIMENTAL
I. INTRODUCCIÓN
Introducción 303
Es pues un hecho que contamos ya con tratamientos que han probado ser eficaces en
población infanto-juvenil que presenta Fobia Social. Nuestro trabajo ahora es tanto
mejorar los tratamientos desde la perspectiva del principio de parsimonia como hallar
cuales son las circunstancias bajo las cuales tales tratamientos producen los mejores
resultados. Por ello, comparar una condición de tratamiento con una de no-tratamiento,
o incluso con otros tratamientos, muestra que el tratamiento es superior a la no-
intervención o a un determinado protocolo, pero no proporciona información sobre su
eficacia relativa, es decir, si los efectos se deben a los ingredientes específicos del
tratamiento o a factores terapéuticos generales ( p.ej., la motivación de los sujetos o de
sus familias respecto del tratamiento o el terapeuta, las expectativas del propio terapeuta
respecto del grupo de tratamiento, etc.). Por ello, como recuerda Masia-Warner, Storch,
Fisher et al. (2003), se hace necesario el avance en el estudio y conocimiento de los
moderadores y mediadores del cambio terapéutico. Algunos de los estudios llevados a
cabo por nuestro equipo con adolescentes con Fobia Social han perseguido este
objetivo. Así, por ejemplo, en el trabajo de Ruiz (2003) se trató de aportar evidencia
acerca del efecto mediador del tamaño de los grupos de tratamiento en la eficacia del
IAFS en adolescentes con FSG y en el de Ramos (2003) pusimos a prueba la eficacia
del IAFS en función de la retroalimentación audiovisual a la que eran expuestos los
adolescentes.
(a) Un primer grupo lo integran las investigaciones que han analizado la relación
entre los subtipos de la FS y la eficacia del CBGT. Dos investigaciones al
respecto (Brown, Heimberg y Juster, 1995; Hope, Herbert y White, 1995)
sugieren que los pacientes con el subtipo generalizado comienzan el tratamiento
más deteriorados y es menos probable que obtengan beneficios clínicamente
significativos después de la terminación del tratamiento frente al subtipo no-
generalizado.
(c) Por último, Sánchez-Meca, Rosa y Olivares (2004) han informado de los
resultados de un meta-análisis con estudios europeos sobre los efectos de los
tratamientos psicológicos de la Fobia Social en adultos. Según los resultados de
este estudio, el tamaño del efecto medio en el postest de las medidas de Fobia
Social es mayor en los sujetos con el diagnóstico de Fobia Social generalizada
que entre los del subtipo específico.
En resumen, los resultados de los trabajos interesados por la relación entre los
subtipos de FS y la eficacia de los tratamientos han sido contradictorios, hallándose
306 Introducción
II.1. OBJETIVOS
(1) Detectar, lo más tempranamente posible, a los adolescentes que padecen Fobia
Social Generalizada
(3) Estudiar la eficacia del IAFS, en función de la gravedad supuesta a cada uno
de los subgrupos tratados en que se ha dividido el subtipo generalizado.
A fin de cumplir con los objetivos citados distinguimos tres niveles de la variable
independiente:
(1) grupo de tratamiento con Fobia Social Levemente Generalizada: Sujetos que
cumplen los criterios diagnósticos de Fobia Social (DSM-IV-TR, APA, 2000)
y presentan Fobia Social en un rango de 2-5 situaciones, de las que al menos
dos son de relación.
(2) grupo de tratamiento de Fobia Social Moderadamente Generalizada: Sujetos
que cumplen los criterios diagnósticos de Fobia Social (DSM-IV-TR, APA,
2000) y presentan Fobia Social en un rango de 6-9 situaciones, de las que al
menos dos son de relación.
(3) grupo de tratamiento de Fobia Social Gravemente Generalizada: Sujetos que
cumplen los criterios diagnósticos de Fobia Social (DSM-IV-TR, APA, 2000)
y presentan Fobia Social en un rango de 10 o más situaciones, de las que al
menos dos son de relación.
312 Objetivos e Hipótesis
II.2. HIPÓTESIS
A. Esperamos que los efectos generados por el tratamiento muestren en los tres
niveles de la variable independiente los siguientes resultados:
(a) Diferencias respecto a sí mismos en las medidas pre-post-seguimientos;
(b) Disminución significativa entre el pretest, el postest y los distintos
seguimientos (tendencia lineal significativa);
(c) Mayor decremento entre el pretest y el postest que entre el postest y los
seguimientos (tendencia cuadrática significativa);
(d) Tamaños del efecto significativos (TE: ≥0.8) en las comparaciones intra
respecto de las medidas pre-post-seguimiento(s), esperándose valores superiores para la
diferencia entre pretest y seguimiento a los 12, seguido por los valores alcanzados en la
comparación pretest-seguimiento a los 6 meses y, por último, las diferencias entre
pretest-postest, en el mismo sentido de las diferencias comentadas. De ser ello así,
entonces habrá de hallarse:
C. Si tenemos en cuenta los tamaños del efecto, cabe esperar que sus valores sean
proporcionales a la intensidad de la gravedad supuesta a los tres subgrupos
(FSGG≥ ≥FSMG≥ ≥FSLG), por lo que sus diferencias en las comparaciones dos a dos
habrán de ser siempre a favor del subgrupo al que suponemos mayor intensidad en
sus respuestas de ansiedad social en las siguientes variables dependientes:
III.1. SUJETOS
III.1.1. RECLUTAMIENTO
El reclutamiento de los sujetos se llevó a cabo en tres fases. Véase Figura III.1 para
un resumen sinóptico de las fases (p. 326).
Una descripción de las características descriptivas del SPAI en función del género y
la edad en población adolescente española puede encontrarse en Olivares, García-López,
Hidalgo, Turner y Beidel (1999) y estos mismos datos para la SAS-A en Olivares, Ruiz,
Hidalgo y García-López (1999); Ruiz, Olivares, Hidalgo y García-López (2000) y
Olivares, Ruiz, Hidalgo, García-López y Piqueras (2005).
2ª FASE. Evaluación diagnóstica de los sujetos con niveles altos de ansiedad social
En base a los datos de los estudios llevados a cabo previamente por nuestro equipo de
investigación sobre las propiedades psicométricas del SPAI y la SAS-A en población
adolescente española, se seleccionaron 534 (21.39%) sujetos cuya puntuación en el
cuestionario SPAI fue mayor o igual a 97 puntos y/o en el SAS-A mayor o igual a 57.
La selección de estos puntos de corte maximiza la probabilidad de que los sujetos
seleccionados padezcan el subtipo de Fobia Social Generalizada.
El procedimiento en esta fase fue como sigue: Dos colaboradores acudían a las clases
en las que se encontraban los sujetos seleccionados e informaban a los estudiantes de
que se iba a realizar una segunda fase del estudio, para lo cual se iba a seleccionar
aleatoriamente a un número de estudiantes en cada clase (con el fin de que los
compañeros de clase no se dieran cuenta de que los sujetos que se iban a nombrar
podían tener Fobia Social). Para incrementar la percepción de que los sujetos eran
Método 323
Respecto a los sujetos que cumplieron criterios diagnósticos para la Fobia Social, se
examinó qué proporción de ellos presentaba el subtipo generalizado. Ante esto nos
encontramos con que el DSM-IV (APA, 1994) no ofrece una definición operativa del
subtipo generalizado de Fobia Social que permita investigar las implicaciones que para
un mismo tratamiento puedan tener, por ejemplo, distintos niveles de ansiedad social
(grado del miedo y la evitación ante situaciones sociales, así como nivel de malestar e
interferencia de dichos temores sociales), lo cual no permite optimizar la eficacia del
tratamiento en función del grado o la severidad de la Fobia Social.
Como ya se ha introducido en los apartados II.2. (pp. 33-36) y III.1.3. (pp. 137-149)”,
a fin de dar respuesta a esta cuestión, dentro del subtipo generalizado nosotros hemos
diferenciado entre Fobia Social Levemente Generalizada (FSLG), Fobia Social
Moderadamente Generalizada (FSMG) y Fobia Social Gravemente Generalizada
(FSGG). Para ello, tomamos como base la sección de Fobia Social del ADIS-IV. Esta
sección consta de 13 ítems que representan distintas dimensiones de la Fobia Social,
incluyendo situaciones tanto de interacción como de actuación. De acuerdo con los
criterios del estudio de Turner et al. (1992), los sujetos que muestran ansiedad de
actuación en una o más situaciones, se engloban en el subtipo específico,
independientemente del número de ellas, ya que se considera que miden una única
dimensión. También aquellos que temen una sola situación de relación aparte de
cualquiera otra de actuación se incluyen en este subtipo. Respecto al subtipo
generalizado, los ítems se distribuyen entre los tres subgrupos de Fobia Social
Generalizada. Así, por FSLG entendemos los sujetos que presentan ansiedad ante un
mínimo de dos y un máximo de cinco situaciones, siempre que al menos dos de tales
situaciones impliquen relación social. FSMG incluiría a los pacientes que informan
ansiedad entre seis y nueve situaciones y por último, los sujetos diagnosticados con
FSGG mostrarían ansiedad en diez o más situaciones.
Puesto que el objetivo de esta investigación era intervenir en adolescentes con Fobia
Social Generalizada, la posibilidad del tratamiento fue ofrecida a los sujetos con FSLG
(N=137), FSMG (N=113) y FSGG (N = 38), los cuales cumplían con el criterio
cuantitativo expresado por el DSM-IV (ansiedad ante la mayoría de situaciones
sociales). Para ello el único requisito que se les exigía era el consentimiento de uno o
ambos padres. 161 adolescentes (54.03%) aceptaron el tratamiento y 137 (45.97%) lo
rechazaron alegando motivos tales como interferencia en sus estudios, dificultad de
desplazamiento, no considerar que tenían un problema que requería atención
psicológica, creer que la ansiedad social era una característica de personalidad y por
tanto inmodificable, o bien no desear pedir el consentimiento a sus padres. A los sujetos
clasificados como FSE, los cuales no eran objeto de nuestro estudio, también se les
ofreció la posibilidad de incluirlos en el tratamiento; sin embargo, tan sólo 5 (6.76%)
nos indicaron que deseaban ser tratados y lo fueron.
10 rechazaron participar
FASE o fueron eliminados
I
Sujetos con FS
FASE
Administración del ADIS-IV y
II
cuestionarios
n = 78 sujetos
reciben tratamiento
Método 327
NÚMERO DE SITUACIONES TEMIDAS (M, D.T.) 3.75 (1.17) 6.84 (0.99) 10.64 (0.91)
NÚMERO DE SITUACIONES DE ACTUACIÓN (M, D.T.) 0.61 (0.79) 1.28 (0.74) 2.96 (1.10)
NÚMERO DE SITUACIONES DE INTERACCIÓN (M, D.T.) 3.14 (1.04) 5.56 (1.12) 7.68 (0.94)
NÚMERO TRASTORNOS COMÓRBIDOS (M, D.T.) 2.54 (1.99) 3.64 (1.87) 4.20 (2.10)
EXPECTATIVAS TRATAMIENTO (M, D.T.) 4.48 (0.80) 4.28 (1.34) 4.60 (0.96)
III.2. DISEÑO
III.3. PROCEDIMIENTO
III.3.1. EVALUACIÓN
Todos los sujetos fueron evaluados antes, durante y después del tratamiento y en
dos seguimientos de los efectos del tratamiento realizados a los 6 y 12 meses de
haber finalizado la aplicación del mismo. En cada período de evaluación (con
excepción del realizado durante el tratamiento) se administró la versión modificada
del ADIS-IV-L y los siguientes cuestionarios: SPAI, SAS-A, EDAS, SPS, SIAS,
PRCS, SSPS, RAS, EA, EI y CHSPA (todos ellos descritos en el apartado III.3.1.1).
Además, en los mismos momentos temporales, se efectuó la prueba observacional
que aparece descrita más adelante en este mismo apartado, con el propósito de
obtener medidas objetivas relativas a las habilidades sociales.
total de 1981 adolescentes de edades entre los 14 y 17 años, siendo la edad media
de15.442 años. Tras la aplicación se llevó a cabo un análisis clásico de los 32 ítems
de la subescala de Fobia Social. Con la finalidad de reducir la longitud de la escala se
consideró retener aquellos ítems con correlaciones ítem-test mayores de 0.60. Tras la
eliminación de los ítems que no cumplían los criterios establecidos se llegó a la
versión reducida del SPAI subescala de Fobia Social formada por 16 ítems. La
versión abreviada del SPAI quedó constituida por 29 ítems, 16 que evalúan Fobia
Social y 13 que miden Agorafobia. La correlación en la subescala de Fobia Social
entre las puntuaciones obtenidas por los sujetos en la versión original del SPAI y las
puntuaciones obtenidas por éstos en la versión reducida fue de 0.98. Además, se
encontró una correlación alta entre las puntuaciones de la versión breve y la
puntuación total en el SPAI (0.92), y una correlación de 0.58 entre ambas versiones.
Estas pautas de relación encontradas se mantuvieron independientemente del género
y la edad de los adolescentes. Por lo tanto, la versión abreviada del SPAI presentó
unas buenas propiedades psicométricas, además disminuyó significativamente el
tiempo de administración, lo que resulta especialmente útil para su aplicación en
contextos comunitarios.
La Greca y López (1998) han creado esta escala con el objeto de disponer de un
instrumento de evaluación específico para medir la ansiedad social en adolescentes.
Su validez y fiabilidad como instrumento de evaluación para población española ha
sido demostrada por Olivares, Ruiz, Hidalgo y García-López, 1999 y Ruiz, Olivares,
Hidalgo y García-López, 2000. Olivares et al. (1999) confirmaron la existencia de la
estructura trifactorial propuesta por La Greca y López (1998), la cual está compuesta
por: (a) la subescala de miedo a la evaluación negativa (FNE), (b) la subescala de
ansiedad y evitación social ante extraños (SAD-Extraños) y (c) la subescala de
ansiedad y evitación social en general (SAD-General). Estas tres subescalas junto con
la puntuación Total de la escala, resultante de la suma de las subescalas, han sido las
utilizadas para medir el cambio terapéutico en nuestro estudio. Cada ítem se puntúa
según una escala Likert de cinco puntos (rango: 1-5). Los rangos de las puntuaciones
332 Método
son: 8-40, 6-30, 4-20 y 18-90 para las subescalas FNE, SAD-Extraños, SAD-General
y la puntuación Total, respectivamente. La consistencia interna ha obtenido un valor
de 0.94 en el FNE, 0.87 en la SAD-Extraños, 0.80 en la SAD-General y 0.91 en la
puntuación Total (Olivares et al, 1999). La fiabilidad test-retest ha sido de 0.83, 0.78,
0.75 y 0.86 para las subescalas FNE, SAD-Extraños, SAD-General y la puntuación
Total, respectivamente (García-López et al., 1999).
Escala de Fobia Social (Social Phobia Scale; SPS, Mattick y Clarke, 1998).
Esta escala fue desarrollada por Mattick y Clarke (1989) de acuerdo con los
criterios diagnósticos del DSM-III-R para la fobia socia con el objeto de evaluar los
aspectos referidos a la ansiedad de actuación (p.ej., hablar o comer ante otras
personas).
La escala contiene 20 ítems que se valoran mediante una escala tipo Likert de 5
puntos (rango 0-4). Las propiedades psicométricas indican un coeficiente alfa de 0.89
(Mattick y Clarke, 1993). Estos autores informan también de un coeficiente de
correlación test-retest superior a 0.90 durante periodos de 1 a 3 meses.
La inclusión de este instrumento, así como del SIAS, objeto de nuestra próxima
atención, fue el que varios estudios indicasen la sensibilidad al cambio terapéutico de
ambas escalas (Cox et al., 1998; Mattick y Peters, 1988; Mattick et al., 1989; Ries et
al., 1998).
Al igual que el SPS, esta escala fue desarrollada por Mattick y Clarke (1989), en
esta con la finalidad de evaluar las respuestas de ansiedad en las interacciones
sociales. La escala contiene 20 ítems en 3 de los cuales ha de invertirse la
puntuación para su valoración (ítems número 5, 9 y 11). La escala obtiene según
informan los autores (Mattick y Clarke, 1998) un coeficiente alfa de 0.93 y un
coeficiente de correlación test-retest de 0.90 durante periodos de 1 y 3 meses.
También, igualmente que en el caso del SPS, lo que nos motivó a su utilización
fue el que varios estudios indicasen la sensibilidad al cambio terapéutico de ambas
escalas (Cox et al., 1998; Mattick y Peters, 1988; Mattick et al., 1989; Ries et al.,
1998).
oscila entre un coeficiente alfa de 0,75 y 0,84 para la escala positiva y entre un alfa
de 0,83 y 0,86 para la escala negativa, según los estudios), así como una buena
fiabilidad test-retest (coeficiente Kappa que oscila entre 0,76 y 0,79 dependiendo de
los cuatro estudios realizados por los autores).
extensa del ADIS-R. Además, para lograr una actualización de los criterios del DSM-
IV, el ADIS-IV-L permite la evaluación de los trastornos a lo largo del ciclo vital y
una línea del tiempo diagnóstica que fomenta la determinación del inicio, remisión y
secuencia temporal de los trastornos actuales y a lo largo de la vida. Además, en
diversas secciones del ADIS-IV-L, las escalas permiten puntuaciones dimensionales
(0-8) de las características del trastorno, independientemente de si un trastorno del
DSM-IV ha sido diagnosticado o no. Por ejemplo, esto ocurre en la sección de FS,
donde se presentan las puntuaciones / escalas de miedo y evitación de 13 situaciones
sociales (véase Brown, Di Nardo, Lehman y Campbell, 2001 o Di Nardo et al.,
1994).
En definitiva, esta sección consta de 13 ítems que miden situaciones bien sea de
interacción o bien de actuación social. Cada ítem se valora en función del miedo y
evitación que presenta el sujeto ante esa situación.
Prueba observacional
Dado que uno de los objetivos era disponer de una herramienta objetiva que nos
permitiera evaluar las habilidades sociales básicas (iniciar y mantener
conversaciones), así como las habilidades específicas para hablar en público, se
diseñó y se adaptaron instrumentos que permitieran un análisis tanto molar como
molecular de las habilidades que poseía el sujeto.
informó a los sujetos que podían detener su exposición a los tres minutos si así lo
deseaban.
Seguidamente vas a realizar una tarea que nos ayudará a evaluar tu ansiedad cuando tienes que iniciar y
mantener una conversación con una persona desconocida. La tarea consiste en que converses con una
persona que dentro de unos segundos te vamos a presentar. El tiempo será de 3 minutos. Tu interlocutor
tiene instrucciones de que eres tú quien llevará el peso de la conversación. Si te detienes, tu interlocutor
está entrenado para esperar que seas tú quien reinicie la conversación. En caso de que no lo hagas,
esperaríamos a que finalizasen los 3 minutos. ¿Tienes alguna pregunta antes de empezar?
A continuación vas a realizar una tarea que nos ayudará a evaluar tu ansiedad cuando tienes que hablar en
público. La tarea consiste en que des una charla improvisada de un máximo de 5 minutos ante un grupo de
3 personas, de las cuales una seré yo. La charla debe durar como mínimo 3 minutos. En ese momento yo
levantaré mi mano derecha y si quieres continuar hasta los 5 minutos, mejor, pero si deseas parar ahí
puedes hacerlo. Si te detienes antes de los 3 minutos obligatorios, te pediremos que continúes. Los
miembros que componen la audiencia que te estarán escuchando no te preguntarán ni dirán nada, tan sólo
se limitarán a escucharte. Los temas para la charla son cinco. Puedes elegir el que quieras, pero ten en
cuenta que sólo podrás hablar del tema que hayas elegido. Ahora te voy a decir los temas propuestos y a
partir de entonces tendrás 3 minutos para decidir de qué vas a hablar y prepararte para la charla. Para ello te
entregaré un folio por si deseas hacer un esquema o anotaciones acerca del tema que vas a exponer. Antes
de decirte los temas y acompañarte a la sala contigua a ésta para que te prepares, ¿tienes alguna pregunta?
Tabla III.6. Correlación Inter-jueces para cada una de las variables dependientes
VARIABLES rxy
Mirada 0.90
Repeticiones 0.86
rxy: Coeficiente de Correlación de Pearson
Se llevó a cabo en dos momentos temporales: (1) Tres semanas antes del inicio del
tratamiento (durante el mes de Enero de 2002) se administró la entrevista
semiestructurada ADIS-IV y el SPAI, SAS-A, EDAS, SPS, SIAS, PRCS, SSPS, la
Escala de Autoestima, la Escala de Asertividad, la Escala de Inadaptación y el
CHSPA a aquellos sujetos que en la fase de detección (durante los meses de Octubre
y Noviembre de 2001) superaron los puntos de corte del SPAI y la SAS-A. (2)
Después de la reunión informativa, una semana antes de la primera sesión del
tratamiento (la primera semana de Febrero de 2002), se realizó la prueba
observacional con los sujetos que habían sido diagnosticados con FSLG, FSMG y
FSGG y que habían presentado el consentimiento de sus padres o tutores.
Con el fin de comprobar la homogeneidad de los grupos antes del inicio del
tratamiento se realizó un Análisis de Varianza (ANOVA) con las variables numéricas
y un Análisis de Tablas de Contingencia con las variables de naturaleza categórica.
En cuanto a los resultados del ANOVA respecto de los datos proporcionados por
la prueba observacional relativa a “Iniciar y mantener una conversación”, como
puede observarse en la Tabla III.9., los análisis muestran que no existen diferencias
estadísticamente significativas entre los grupos en las variables observadas, a
excepción de la variable “mirada”. De igual forma, los resultados del ANOVA
relativos a la segunda de las pruebas observacionales, “Charla o Discurso”, como
puede observarse en la Tabla III.10., los análisis muestran que no existen diferencias
estadísticamente significativas entre los grupos en las variables observadas, a
excepción de la variable “mirada”.
348 Método
Tabla III.9. Equivalencia de los grupos en el pretest: Iniciar y Mantener una Conversación
VARIABLES g.l. F p
Tabla III.10. Equivalencia de los grupos en el pretest: Dar una charla improvisada
VARIABLES Df F P
c) Cálculo de los tamaños del efecto para los cuatro momentos temporales para el
estudio de las variables numéricas de la hipótesis A. El tamaño del efecto se
definió como la diferencia entre pretest y los diferentes momentos de medida
(postest, seguimiento a los 6 meses y a los 12 meses). También se calcularon
los valores del tamaño del efecto entre pretest y postest de las variables de la
hipótesis B. Para ello hemos adoptado los criterios propuestos por Cohen
(1988), donde 0.2 corresponde a un tamaño del efecto bajo, entre 0.4 y 0.5
medio y con 0.8 o superior hablaríamos de un tamaño del efecto alto.
De acuerdo con la hipótesis A (p. 312), cabe esperar que las distintas condiciones
experimentales (“Fobia Social Levemente Generalizada”, “Fobia Social
Moderadamente Generalizada” y “Fobia Social Gravemente Generalizada”) presenten
respecto a sí mismas (i) diferencias significativas pre-post-seguimientos en las
diferentes variables consideradas; (ii) que estas diferencias muestren una tendencia
lineal significativa, lo cual significa una disminución del pretest al postest y a los
seguimientos; (iii) que las tendencias cuadráticas también resulten significativas dado
que la reducción será más pronunciada del pretest al postest frente a la reducción del
postest a los seguimientos y, (iv) que los tamaños del efecto resulten significativos,
356 Resultados
esperando los valores más altos para la comparación pretest-seguimiento a los 12 meses,
seguido de la diferencia entre pretest y seguimiento a los 6 meses y, por último, la
comparación pretest-postest. Atendiendo a las diferentes variables, esperamos
encontrar:
Respecto a los tamaños del efecto (véase tabla IV.2), puede observarse como
prácticamente todos los valores pertenecen a tamaños altos o muy altos, tanto en el
postest, como en los seguimientos. Los valores más altos corresponden en general a los
hallados al comparar las puntuaciones entre pretest y seguimiento a los 12 meses
respecto del pretest, seguidos por la comparación pretest-seguimiento a los 6 meses y
por último los relativos al postest para todas las condiciones y todas las medidas. La
excepción es FSMG, que presenta los valores más altos respecto del pretest en el
seguimiento a los 6 meses en todos los instrumentos, excepto en el PRCS.
largo plazo (SPAI-DIF, SAS-A/Total, SPS y SIAS). Por su parte, FSMG muestra su
mayor valor en el postest de 2 pruebas (SPAI-FS y PRCS), en el seguimiento a los seis
meses de 4 instrumentos (SPAI-FS, SPS, SIAS y EDAS-Total) y en el seguimiento a los
doce meses en 2 medidas (SPAI-FS y EDAS/Total). Por su parte, la condición
experimental FSLG, muestra en los dos seguimientos con la PRCS el mayor valor.
Por tanto, todas las condiciones experimentales obtienen ganancias del pretest al
postest, continuando estas ganancias en el seguimiento a los 6 meses en todos los
instrumentos de evaluación. En el seguimiento a los 12 meses, la condición de mayor
gravedad (FSGG) continúa reduciendo las puntuaciones en todas las variables, mientras
que FSMG experimenta un incremento de sus puntuaciones en todas las escalas, y
FSLG refleja un ligero retroceso respecto al seguimiento a los 6 meses. La excepción es
la condición FSMG, que en el primer seguimiento ve como se reducen las puntuaciones
de forma muy significativa, llegando a puntuar igual o por debajo de la condición que
menos gravedad presenta (FSLG), mientras en el seguimiento a largo plazo estas
puntuaciones empeoran ligeramente y se sitúan por encima de ambas condiciones
experimentales, si bien este retroceso es mínimo.
358 Resultados
Tabla IV.1. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada momento temporal
Momento
Temporal
Condición Pretest Postest Seguim1 Seguim2 ANOVA
Experimental
M 99.27 59.38 43.23 30.05 F(3,39) = 52.417, p = 0.000
SPAI-FS Tendencia Lineal F(1,13) = 108.442, p = 0.000
DT 29.49 32.27 37.70 25.45 Tendencia Cuadrática F(1,13)=10.998, p=0.006
M 71.13 44.67 32.23 23.05 F(3,39) = 25.862, p = 0.000
SPAI-DIF Tendencia Lineal F(1,13) = 51.150, p = 0.000
DT 21.43 23.93 27.94 18.86 Tendencia Cuadrática F(1,13)=4.630, p = 0.051
M 61.93 44.21 37.93 33.71 F(3,39) = 30.263, p = 0.000
FSLG (N=14)
Tabla IV.2. Tamaños del efecto relativos a las variables dependientes medidas1
Condición NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas (10-
(2-5) (6-9) 13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +1.270 +2.080 +1.810
SPAI-FS
140 120
120 100
100
80
80
60
60
40
40
20 20
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
360 Resultados
80 60
70
50
60
40
50
40 30
30
20
20
10
10
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
60 140
50 120
100
40
80
30
60
20
40
10 20
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
120
100
80
60
40
20
PRETEST SEGUIM1
Resultados 361
Los tamaños del efecto (tabla IV.4.) muestran que el seguimiento a los 12 meses es el
que mayor valor muestra en el cambio terapéutico para FSGG en ambas pruebas, así
como también para FSLG en una de las pruebas. Sin embargo, FSMG presenta los
mayores tamaños del efecto del tratamiento en la puntuación del SSPS en el postest y en
el seguimiento a los 6 meses y FSLG en este mismo seguimiento.
Tabla IV.3. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada uno de los momentos
temporales
Momento
temporal
Pretest Postest Seguim1 Seguim2 ANOVA
Condición
Experimental
M 29.29 19.86 17.79 15.50 F(3,39) = 23.632, p = 0.000
SAS-A
Tendencia Lineal F(1,13) = 38.912, p = 0.000
(N=14)
FSLG
Tabla IV.4. Tamaños del efecto relativos a las variables: subescala de miedo a la evaluación negativa de la Escala de
Ansiedad Social para Adolescentes (SAS-A/FNE) y Escala de Autoverbalizaciones al Hablar en Público
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +1.310 +0.980 +2.340
SAS-A/
FNE
Como también puede observarse en las Gráficas IV.8 y IV.9 todas las condiciones
experimentales obtienen ganancias de manera progresiva del pretest al seguimiento a los
6 meses, sin embargo, en el seguimiento a un año tanto FSMG en ambas pruebas, como
FSLG en la medida del SSPS experimentan un incremento de sus puntuaciones. No
obstante, hay que destacar que, una vez más, es FSGG el que presenta una mayor
ganancia en el seguimiento a los 12 meses y FSMG en el seguimiento a los 6 meses.
40 40
35 35
30 30
25 25
20 20
15 15
10 10
5 5
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
La Tabla IV.5. muestra que el IAFS genera, en todos los niveles de la variable
independiente y para todas las escalas que evalúan las respuestas de evitación social,
diferencias estadísticamente significativas respecto a sí mismos en las medidas
obtenidas en los distintos momentos temporales evaluados.
Tabla IV.5. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada uno de los momentos
temporales
Momento
temporal
Condición Pretest Postest Seguim1 Seguim2 ANOVA
experimental
Los tamaños del efecto indican valores altos o muy altos en todas las comparaciones,
dado que se observa que todas las condiciones experimentales experimentan una
disminución acusada de las puntuaciones en las escalas que evalúan las respuestas de
evitación del pretest al postest y este decremento continúa en los seguimientos, siendo
en general los tamaños del efecto mayores en el seguimiento a los 12 meses en todos los
niveles, excepto en FSMG, que muestra tamaños de efecto superiores en el seguimiento
a medio plazo (6 meses).
364 Resultados
Como puede observarse en las Gráficas IV.10-IV.12, se produce una reducción de las
puntuaciones en las variables, entre el pretest y el postest, en los tres niveles de
tratamiento y en los distintos seguimientos (tendencia lineal significativa). El
decremento fue más pronunciado del pretest al postest, frente a la reducción del postest
a los seguimientos (tendencia cuadrática significativa) en la EDAS-Total para todas las
condiciones y en la SAS-A SAD-N en FSLG y FSMG, así como también en la SAS-A
SAD-G en FSMG. Sin embargo no fue significativa la tendencia cuadrática en las
variables SAD-N/ SAS-A ni SAD-G/ SAS-A para el subgrupo FSGG ni en la SAD-G/
SAS-A para el subgrupo FSLG.
20
15
15
10
10
5 5
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
1 2
Seguimiento 6 meses, Seguimiento 12 meses, M: Media, DT: Desviación Típica, n: tamaño del grupo, N: Número de sujetos de
la condición experimental.
Los datos de la tabla IV.8 indican que los valores de los tamaños del efecto son altos
o muy altos. Respecto a las condiciones experimentales, tanto FSLG como FSMG
mostraron tamaños del efecto superiores en el seguimiento a los 6 meses, mientras que
FSGG lo hizo en el seguimiento a los 12 meses. Respecto a los tamaños del efecto y su
relación con los niveles de la variable independiente, los valores mayores pertenecen a
FSGG en los tres momentos temporales.
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST -0.700 -1.307 -1.739
RAS
40
30
20
10
0
-10
-20
-30
-40
-50
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
De acuerdo con los resultados presentes en la Tabla IV.9 podemos afirmar que,
respecto a las puntuaciones obtenidas en la Escala de Autoestima, existen diferencias
pretest-postest-seguimientos estadísticamente significativas en todas las condiciones.
Respecto a los valores de los tamaños del efecto, todos fueron elevados, excepto en
FSLG y en FSMG en el postest. Fueron superiores en el seguimiento a los 6 meses para
FSLG y FSMG, mientras que en el postest y a los 12 meses el valor del tamaño del
efecto es superior en FSGG. Respecto a los diferentes niveles de la variable
368 Resultados
dependiente, los tamaños del efecto son muy altos en todas las comparaciones pretest-
postest-seguimientos para FSGG, en las comparaciones pretest-seguimientos 1 y 2 para
FSLG y medios-altos para FSMG (Tabla IV.10).
Tabla IV.9. Medias y desviaciones típicas de la Escala de Autoestima analizada en cada uno de los momentos
temporales
Condición
Experi-
FSLG FSMG FSGG
mental (N=14) (N=16) (N=12)
Momento M DT M DT M DT
Temporal
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST -0.364 -0.606 -1.051
SSPS
30
25
20
15
10
5
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
IV.1.1.6. Una eliminación y/o descenso de los valores de los cuestionarios diseñados
específicamente para evaluar la interferencia o inadaptación, que evalúan el grado de
interferencia que ocasiona la Fobia Social en áreas tales como la vida social, familiar,
de pareja o el rendimiento académico
Respecto a los datos de los tamaños del efecto (tabla IV.12), se observa que los
valores en ambas pruebas fueron los más altos en el seguimiento a los 12 meses en
todas las condiciones excepto en la EDAS-Interferencia para FSMG. Los valores
menores correspondieron a la comparación pretest-postest en los tres niveles.
Tabla IV.12. Tamaños del efecto relativos a las variables: Escala de Inadaptación (EI) y Subescala de Interferencia de
la Escala para la Detección de la Ansiedad Social (EDAS/INTERFERENCIA)
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +0.060 +0.647 +0.573
EI
20 25
15 20
10 15
5 10
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
Tabla IV.13. Medias y desviaciones típicas del Cuestionario de Hablidades Sociales para Adolescentes (CHSPA)
analizado en cada uno de los momentos temporales
Condición
experimen- FSLG FSMG FSGG
tal (N=14) (N=16) (N=12)
Momento
Temporal
M DT M DT M DT
Tabla IV.14. Tamaños del efecto del Cuestionario de Habilidades Sociales para Adolescentes
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +0.751 +1.126 +1.136
CHSPA
Los tamaños del efecto que se recogen en la tabla IV.14 fueron más altos en el
seguimiento a los 12 meses, seguidos por los producidos en el seguimiento a los 6
meses y, por último, en el postest. Por condiciones experimentales, fue FSGG el que
mostró los valores más altos en el postest y en el seguimiento a los 12 meses, mientras
FSMG fue superior en el seguimiento a los 6 meses.
100
80
60
40
20
0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
Respecto del valor de los tamaños del efecto (Tablas IV.16-IV.18) puede observarse
que éstos se muestran muy altos en la reducción del número de situaciones sociales
generales, las de actuación y las de relación social, en todas las condiciones y en todos
los momentos de evaluación, a excepción de los valores de FSLG, al analizar los efectos
en el número de situaciones de actuación social, donde son valores medios. Los valores
son más altos para las comparaciones pretest-seguimiento 12 meses frente a la relación
pretest-seguimiento a los 6 meses y pretest-postest.
374 Resultados
Tabla IV.15. Medias y desviaciones típicas de las situaciones sociales temidas en la Entrevista Diagnóstica de
Trastornos de Ansiedad Social (sección Fobia Social) en cada uno de los momentos temporales
Momento
temporal
Pretest Postest Seguim1 Seguim2 ANOVA
Condición
Experimental
M 3.60 0.60 0.47 0.20 F(3,42) = 34.28; p = 0.000
Situaciones
Tendencia Lineal F(1,14) = 98.64; p = 0.000
sociales total DT 1.35 0.99 1.30 0.41 Tendencia Cuadrática F(1,14)= 27.56; p = 0.000
(N=14)
FSLG
Tabla IV.16. Tamaños del efecto relativo a la variable “Número de situaciones sociales temidas”
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +2.091 +4.908 +6.520
situaciones
Nº Medio
Tabla IV.17. Tamaños del efecto relativo a la variable “Número de situaciones sociales de actuación temidas”
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +0.509 +1.233 +2.212
situaciones
actuación
Nº Medio
Tabla IV.18. Tamaños del efecto relativo a la variable “Número de situaciones sociales de relación temidas”
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
POSTEST +2.185 +3.475 +5.843
situaciones
Nº Medio
relación
12
10
0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
Gráfica IV.19. Situaciones temidas de actuación Gráfica IV.20. Situaciones temidas de relación
(ADIS-IV) (ADIS-IV) FSLG
FSLG
FSMG FSMG
FSGG FSGG
3 8
6
2
4
1
2
0 0
PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2 PRETEST POSTEST SEGUIM1 SEGUIM2
376 Resultados
IV.1.1.9. Cabe esperar que las distintas condiciones experimentales (“Fobia Social
Levemente Generalizada”, “Fobia Social Moderadamente Generalizada” y “Fobia
Social Gravemente Generalizada”) presenten diferencias pre-postest3 respecto a sí
mismas en las variables de la prueba observacional, encontrándose:
Respecto de los valores de los tamaños del efecto (Tabla IV.20), puede observarse un
signo negativo en todos los valores donde se produjo un aumento en las puntuaciones de
las variables dependientes y un signo positivo en las que se produjo una disminución de
los valores de éstas. Así, los tamaños se muestran muy altos para todas las condiciones
experimentales en el incremento del número de segundos que el sujeto permanece
mirando a su interlocutor y en la proporción de tiempo que el sujeto está hablando,
siendo en ambos casos FSGG es el que muestra un efecto del tratamiento mayor.
Respecto a las variables relativas a la fluidez, tanto el incremento en el número de
pausas igual o menores a dos segundos, como el decremento del número de pausas
mayores a dos segundos muestran tamaños del efecto altos para FSLG y FSMG,
mientras que en FSGG sólo es alto para las pausas mayores de 2 segundos y medio para
las pausas menores o iguales a 2 segundos. Finalmente, todas las condiciones
experimentales presentan un valor del tamaño del efecto bajo para la tercera de las
variables relativa a la fluidez -reducción en el número de repeticiones-.
3
Los resultados de la prueba observacional difieren de los anteriores, en cuanto a que están referidos a las diferencias pretest-
postest, debido a las dificultades que entraña la disponibilidad de cómplices de acuerdo con las posibilidades horarias de los sujetos
para realizar la evaluación del estado de los efectos del tratamiento en los seguimientos programados.
Resultados 377
experimental
Condición
MOMENTO TEMPORAL
VARIABLES t p
Pretest Postest
M 73.96 130.25
MIRADA -9.951 0.000
DT 31.46 30.27
TIEMPO M 40.07 66.29
-5.266 0.000
HABLADO DT 17.09 22.17
(N=28)
FSLG
M 58.92 116.48
MIRADA -8.797 0.000
DT 31.09 34.83
TIEMPO M 35.12 63.12
-6.138 0.000
HABLADO DT 19.11 15.40
(N=25)
FSMG
Tabla IV.20. Tamaños del efecto relativo a las variables relativas a la situación “Iniciar y Mantener una
Conversación”
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
Mirada POSTEST -1.739 -1.793 -2.905
Tiempo
hablado
POSTEST -1.493 -1.419 -1.790
PAUSAS
POSTEST -0.787 -0.928 -0.425
≤ 2 segs.
PAUSAS
> 2 segs.
POSTEST +1.312 +0.863 +0.825
REPETI-
CIONES
POSTEST +0.141 +0.108 -0.172
129 60
52
108
44
87
36
66 28
45 20
PRETEST POSTEST PRETEST POSTEST
Resultados 379
13
10
1
PRETEST POSTEST
8 8
6 6
4 4
2 2
0 0
PRETEST POSTEST PRETEST POSTEST
MOMENTO TEMPORAL
VARIABLES T P
Pretest Postest
M 62.14 89.89
MIRADA -2.716 0.011
DT 41.08 45.48
TIEMPO M 83.93 121.68
-5.754 0.000
HABLADO DT 41.52 40.31
(N=28)
FSLG
Respecto de los valores de los tamaños del efecto (tabla IV.22), éstos se
muestran entre medios-altos y muy altos para todas las condiciones
experimentales en el incremento del número de segundos que el sujeto permanece
mirando a su interlocutor y en la proporción de tiempo que el sujeto está
hablando, siendo en ambos casos FSGG es el que muestra un efecto del
tratamiento mayor. Respecto a las variables relativas a la fluidez, el incremento en
el número de pausas igual o menores a dos segundos muestra un tamaño del
efecto alto para FSMG y medio-alto para FSGG; el decremento del número de
pausas mayores a dos segundos únicamente resulta medio para FSLG, mientras
que es muy bajo para FSGG y tiene un signo negativo en FSMG, es decir, se
produce un ligero aumento en el número de pausas mayores a dos segundos en el
postest de esta condición experimental. Finalmente, la condición experimental
FSLG presenta para la tercera de las variables relativa a la fluidez -reducción en el
número de repeticiones- un tamaño del efecto medio, la condición FSGG bajo y
FSMG medio, pero con sentido contrario a lo esperado: un aumento en el número
de repeticiones en el postest.
Tabla IV.22. Tamaños del efecto relativo a las variables relativas a la situación “Dar una charla o discurso
improvisado”
Condición
NIVEL 1 NIVEL 2 NIVEL 3
Instrumentos
experimental
FSLG FSMG FSGG
Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas Nº Situaciones temidas
(2-5) (6-9) (10-13)
Momento
temporal Tamaño del efecto Tamaño del efecto Tamaño del efecto
Mirada POSTEST -0.656 -0.742 -0.971
Tiempo
hablado
POSTEST -0.884 -0.730 -1.314
PAUSAS
POSTEST -0.153 -0.915 -0.694
≤ 2 segs.
PAUSAS
> 2 segs.
POSTEST +0.481 -0.219 +0.041
REPETI-
CIONES
POSTEST +0.319 -0.460 +0.122
Como se puede apreciar en las Gráficas IV.26–IV.30 todos los niveles experimentan
ganancias del pretest al postest en las distintas variables analizadas excepto FSMG en
las variables “Pausas mayores de 2 segundos” y “Repeticiones”. FSLG es el que
382 Resultados
0
PRETEST POSTEST
Resultados 383
8 8
6 6
4 4
2 2
0 0
PRETEST POSTEST PRETEST POSTEST
La tabla 4.23 muestra un resumen de los resultados relativos a las comparaciones intragrupo.
384 Resultados
TABLA IV.23. RESUMEN DE LAS PRUEBAS DE SIGNIFICACIÓN ESTADÍSTICA GLOBALES Y LOS TAMAÑOS DEL EFECTO DE LAS COMPARACIONES INTRAGRUPO
FOBIA SOCIAL LEVEMENTE GENERALIZADA FOBIA SOCIAL MODERADAMENTE GENERALIZADA FOBIA SOCIAL GRAVEMENTE GENERALIZADA
Variables Instrumentos de Tamaños del efecto Tamaños del efecto Tamaños del efecto
Tendencia Tendencia Tendencia Tendencia Tendencia Tendencia
Dependientes evaluación P p p
Lineal Cuadrática Post Seg. 6 Seg.12 Lineal Cuadrática Post Seg. 6 Seg. 12 Lineal Cuadrática Post Seg. 6 Seg. 12
SPAI-FS 0.000 0.000 0.006 1.270 1.790 2.210 0.000 0.000 0.000 2.080 3.320 3.110 0.000 0.000 0.063 1.810 2.220 2.830
SPAI-DIF 0.000 0.000 0.051 1.160 1.710 2.110 0.000 0.000 0.002 1.340 2.140 2.040 0.000 0.000 0.155 1.930 2.650 3.350
SAS-A Total 0.000 0.000 0.019 1.280 1.730 2.040 0.000 0.000 0.000 1.290 2.240 1.970 0.000 0.000 0.059 2.100 2.930 3.490
Respuestas de
SPS 0.000 0.000 0.003 1.000 1.120 1.460 0.000 0.000 0.000 1.550 2.460 2.440 0.000 0.000 0.018 1.610 2.160 2.500
ansiedad
SIAS 0.000 0.000 0..028 1.140 1.910 2.220 0.000 0.000 0.000 1.410 2.440 2.390 0.000 0.000 0.007 1.680 2.170 2.510
PRCS 0.000 0.000 0.006 -1.140 -2.460 -2.180 0.000 0.000 0.017 -1.320 -1.700 -1.780 0.000 0.000 0.327 -1.190 -1.510 -2.080
EDAS Total 0.000 0.000 0.010 0.800 1.240 1.340 0.000 0.000 0.000 0.410 2.520 2.330 0.000 0.000 0.021 1.320 1.660 2.020
Componente SAS-A/FNE 0.000 0.000 0.010 1.310 1.600 1.920 0.000 0.000 0.000 0.980 1.660 1.460 0.000 0.000 0.039 2.340 3.150 3.780
cognitivo SSPS 0.001 0.004 0.020 1.000 1.630 1.310 0.000 0.001 0.000 1.170 1.730 1.500 0.000 0.000 0.167 0.870 1.370 1.700
Respuestas de SAS-A/ SAD-N 0.000 0.000 0.021 1.339 1.982 2.264 0.000 0.000 0.000 1.357 2.384 2.021 0.000 0.000 0.145 1.417 2.094 2.497
evitación SAS-A/SAD-G 0.000 0.000 0.141 0.696 1.005 1.189 0.000 0.000 0.004 0.875 1.562 1.470 0.000 0.000 0.054 1.453 1.998 2.357
social EDAS-Ansiedad 0.000 0.000 0.001 0.993 1.422 1.519 0.000 0.000 0.000 1.546 2.554 2.343 0.000 0.000 0.030 1.608 1.767 2.252
Asertividad RAS 0.000 0.004 0.009 -0.700 -1.426 -0.670 0.000 0.000 0.000 -1.307 -2.079 -2.009 0.000 0.000 0.067 -1.739 -2.270 -2.821
Autoestima SASI 0.000 0.000 0.848 -0.364 -1.862 -1.307 0.007 0.005 0.060 -0.606 -0.965 -0.852 0.000 0.000 0.213 -1.051 -1.373 -1.519
Inadaptación/ EI 0.140 0.066 0.489 0.060 0.198 0.435 0.000 0.000 0.052 0.647 1.055 1.164 0.000 0.000 0.185 0.573 1.020 1.365
interferencia EDAS-INT 0.000 0.000 0.160 0.467 0.862 0.951 0.000 0.000 0.020 0.929 1.820 1.706 0.000 0.000 0.076 0.757 1.379 1.501
Habilidades
CHSPA 0.000 0.001 0.061 0.751 1.195 1.303 0.000 0.000 0.001 1.126 1.930 1.998 0.000 0.000 0.031 1.136 1.669 2.030
Sociales
PROMEDIO DE CUESTIONARIOS - - - 0.910 0.595 1.554 - - - 1.173 2.033 1.917 - - - 1.446 1.964 2.388
Total 0.000 0.000 0.000 2.091 2.182 2.370 0.000 0.000 0.000 4.908 5.360 7.137 0.000 0.000 0.002 6.520 7.137 7.886
Situaciones
sociales Actuación 0.003 0.032 0.028 0.509 0.598 0.598 0.000 0.000 0.006 1.233 1.307 1.380 0.000 0.000 0.027 2.212 2.449 3.085
temidas
Relación 0.000 0.000 0.000 2.185 2.235 2.462 0.000 0.000 0.000 3.475 3.820 3.867 0.000 0.000 0.002 5.843 6.365 6.627
PROMEDIO DE ADIS-IV-L - - - 1.595 1.672 1.810 - - - 3.205 3.496 4.128 - - - 4.858 5.317 5.866
Mirada 0.000 - - -1.739 - - 0.000 - - -1.793 - - 0.000 - - -2.905 - -
Tabla IV.24. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada uno de los momentos
temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG Resultados
Momento (N=28) (N=25) (N=25) ANCOVA
temporal
SPAI- M 60.91 67.23 76.56
F(2,70)=0.65, p = 0.527
FS DT 29.64 30.96 41.61
SPAI- M 45.05 51.09 58,84
F(2,70)=0.16, p = 0.853
DIF DT 22.21 27.15 30.21
SAS-A M 45.43 47.00 50.68
F(2,70)=0.72, p = 0.490
POSTEST
Tabla IV.25. Comparaciones post-hoc del SPAI-FS en Tabla IV.26. Comparaciones post-hoc del SPAI-DIF
el postest en el postest
FSLG FSMG FSLG FSMG
TE p TE P TE p TE p
FSGG -1.126 0.915 0.163 1.000 FSGG -0.867 1.000 -0.261 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.27. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/Total Tabla IV.28. Comparaciones post-hoc de la SPS en el
en el postest postest
FSLG FSMG FSLG FSMG
TE p TE P TE p TE p
FSGG -1.227 0.756 -0.445 1.000 FSGG -1.341 0.263 -0.591 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.30. Comparaciones post-hoc del PRCS en Tabla IV.31. Comparaciones post-hoc del EDAS-
Total el postest en el postest
FSLG FSMG FSLG FSMG
TE P TE P TE p TE p
FSGG 0.183 1.000 -0.299 1.000 FSGG -1.002 0.198 0.088 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
en FSGG frente a FSMG. Las excepciones fueron las comparaciones entre FSMG y
FSGG en el SPAI-FS y en el EDAS/Total que muestran tamaños del efecto positivos, lo
cual indica efectos del tratamiento mayores en FSMG que en FSGG.
De este modo, se observan los efectos del tratamiento más altos en FSGG frente a
FSLG en cuatro de las medidas específicas de la Fobia Social (SPAI/DIF, SAS-A/Total,
SPS y PRCS), mientras los valores más elevados correspondieron a la comparación
entre FSMG y FSLG en el SPAI-FS, SIAS Y EDAS/Total.
Respecto al valor del tamaño del efecto, podemos apreciar que es positivo y alto sólo
para el SPAI-FS, bajo al comparar la puntuación en el SPAI-DIF, SAS-A/Total y PRCS
entre FSMG y FSGG, medio para esta misma comparación respecto a las puntuaciones
obtenidas en el SPS, SIAS y EDAS/Total y. También dicho valor del efecto del
tratamiento fue bajo al comparar la puntuación del PRCS entre FSLG y FSMG y medio
en la comparación de esta prueba entre FSLG y FSGG. El resto de comparaciones
presentan tamaños del efecto entre altos y muy altos (entre 0.670 y -1.897).
Tabla IV.32. Comparaciones post-hoc del SPAI-FS en el Tabla IV.33. Comparaciones post-hoc del SPAI-DIF
seguimiento a los 6 meses en el seguimiento a los 6 meses
TE P TE P TE p TE p
FSGG -1.103 0.819 0.794 1.000 FSGG -0.991 1.000 -0.234 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.34. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/Total Tabla IV.35. Comparaciones post-hoc de la SPS
en el seguimiento a los 6 meses en el seguimiento a los 6 meses
TE P TE p TE p TE p
FSGG -1.341 1.000 -0.090 1.000 FSGG -1.602 0.108 -0.337 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
390 Resultados
Tabla IV.37. Comparaciones post-hoc del PRCS en Tabla IV.38. Comparaciones post-hoc del EDAS-Total
el seguimiento a los 6 meses en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG -0.468 1.000 -0.299 1.000 FSGG -0.961 0.609 0.670 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.39. Comparaciones post-hoc del SPAI-FS Tabla IV.40. Comparaciones post-hoc del SPAI-DIF
en el seguimiento a los 12 meses en el seguimiento a los 12 meses
TE p TE p TE P TE p
FSGG -1.381 1.000 -0.176 0.146 FSGG -1.278 1.000 -1.065 0.199
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.41. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/Total Tabla IV.42. Comparaciones post-hoc de la SPS
en el seguimiento a los 12 meses en el seguimiento a los 12 meses
TE p TE p TE P TE p
FSGG -1.817 1.000 -1.080 0.190 FSGG -1.577 0.450 -0.749 0.751
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.44. Comparaciones post-hoc del PRCS en Tabla IV.45. Comparaciones post-hoc del EDAS-Total
el seguimiento a los 12 meses en el seguimiento a los 12 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG 0.176 0.984 0.293 1.000 FSGG -1.205 0.304 0.061 0.476
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
392 Resultados
Tabla IV.46. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada uno de los momentos
temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento M DT M DT M DT
Temporal
SAS-A
20.75 7.57 22.00 6.66 22.24 9.82 F(2,70)=0.743, p =0.479
FNE
POSTEST
SSPS 14.68 10.38 16.62 9.29 20.04 12.36 F(2,70)=0.155, p =0.857
SAS-A
17.87 7.73 17.26 7.67 20.16 8.95 F(2,57)=0.517, p =0.599
FNE
1
SEGUIMIENTO
SSPS 11.96 8.63 12.21 9.28 17.50 13.28 F(2,56)=0.709, p =0.497
SAS-A
15.50 7.55 18.38 7.04 15.58 7.91 F(2,38)=2.816, p =0.072
FNE
2
SEGUIMIENTO
SSPS 12.07 12.27 13.38 10.74 11.08 12.21 F(2,38)=0183, p =0.833
1 2
Seguimiento 6 meses, Seguimiento 12 meses, M: Media, DT: Desviación Típica, n: tamaño del grupo, N: número de sujetos
de la condición experimental, SAS-A/FNE: Subescala de Miedo a la Evaluación Negativa del SAS-A, SSPS: Cuestionario de
Autoverbalizaciones al Hablar en Público.
Por lo tanto, acerca de qué subgrupo de la Fobia Social Generalizada tiene el tamaño
del efecto más elevado, el valor más alto pertenece a FSGG respecto a FSLG en la SAS-
A/FNE, seguido por el valor medio del efecto del tratamiento en FSGG frente a FSMG.
Tabla IV.47. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/FNE Tabla IV.48. Comparaciones post-hoc del SSPS en
en el postest el postest
TE p TE p TE p TE P
FSGG -1.036 0.685 -0.646 1.000 FSGG -0.177 1.000 0.093 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Como podemos observar en las Tablas IV.49 y IV.50, las comparaciones post-hoc
en el primer seguimiento (covariable: pretest) nos indican una tendencia similar a la
encontrada en el postest. Si bien no existe un efecto diferencial del tratamiento
estadísticamente significativo entre los grupos experimentales, la comparación entre la
condición FSLG y FSMG presenta tamaños del efecto altos para la SAS-A/FNE y el
SSPS, las diferencias entre FSLG y FSGG muestran valores alto para el SSPS y medio
para la SAS-A/FNE. Por último, la diferencia entre FSMG y FSGG presenta un tamaño
del efecto muy alto en la subescala FNE de la SAS-A (d=-2.086). En este caso parecen
394 Resultados
Tabla IV.49. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/FNE Tabla IV.50. Comparaciones post-hoc de la SSPS en
en el seguimiento a loc 6 meses el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG -0.593 1.000 -2.086 1.000 FSGG -0.984 1.000 -0.274 0.781
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.51. Comparaciones post-hoc de la SAS-A/FNE Tabla IV.52. Comparaciones post-hoc de la SSPS en
en el seguimiento a los 12 meses el seguimiento a los 12 meses
TE P TE p TE p TE p
FSGG -1.509 0.718 -1.283 0.071 FSGG -0.705 1.000 -0.367 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Resultados 395
Como puede observarse en la Tabla IV.53, la prueba F nos indica que no existen
diferencias estadísticamente significativas, entre las condiciones experimentales en los
instrumentos utilizados, en ninguno de los momentos temporales. Nuevamente, se
observa el dato relativo a la condición FSMG, que hace referencia al aumento en las
puntuaciones de las medidas que evalúan las respuestas de evitación social a largo plazo
frente a las mismas puntuaciones a los 6 meses. También puede apreciarse, que, una vez
más, es la condición FSGG la que presenta una reducción mayor en las puntuaciones
que, permite que se minimicen las diferencias entre las tres condiciones conforme se
avanza en los momentos de medida. Nuevamente se confirma la tendencia general que
continúa siendo la de mayor tamaño de las diferencias a medida que se incrementa la
severidad de la Fobia Social.
Tabla IV.53. Medias y desviaciones típicas de las variables dependientes analizadas en cada uno de los momentos
temporales
Condición
Experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25)
Resultados
ANCOVA
Momento
Temporal M DT M DT M DT
SAS-A
15.82 5.37 15.76 4.46 17.68 6.08 F(2,70)=0.375, p = 0.689
SAD-N
SAS-A
8.75 4.11 9.24 3.39 10.12 3.87 F(2,70)=0.502, p = 0.607
POSTEST SAD-G
EDAS-
35.14 9.74 36.57 11.33 38.76 13.41 F(2,70)=2.349, p = 0.103
ANS
SAS-A
13.04 5.60 12.16 3.83 14.79 6.27 F(2,57)=0.733, p = 0.485
SAD-N
SAS-A
7.61 3.49 7.11 2.05 9.16 3.67 F(2,57)=1.156, p = 0.322
SEGUIMIENTO1 SAD-G
EDAS-
31.43 12.35 28.84 7.88 36.26 15.43 F(2,57)=2.634, p = 0.081
ANS
SAS-A
11.07 3.54 13.00 3.67 11.42 5.05 F(2,38)=1.748, p = 0.188
SAD-N
SAS-A
7.14 2.21 7.25 2.65 7.83 2.95 F(2,38)=0.025, p = 0.975
SEGUIMIENTO2 SAD-G
EDAS-
28.50 11.04 30.25 9.11 29.67 13.52 F(2,38)=1.419, p = 0.255
ANS
1 2
Seguimiento 6 meses, Seguimiento 12 meses, M: Media, DT: Desviación Típica, n: Tamaño del grupo, N: Número de sujetos de
la condición experimental, SADs: Escala de Ansiedad y Evitación Social, SAS-A/SAD-N: Escala de Evitación y Malestar Social
ante extraños, SAS-A/SAD-G: Escala de Evitación y Malestar Social ante gente en general.
TE P TE p TE P TE p
FSGG -0.754 1.000 0.226 1.000 FSGG -0.999 0.966 -0.614 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
TE p TE p TE p TE p
FSGG -0.780 1.000 0.560 1.000 FSGG -1.021 1.000 -0.202 0.984
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
TE p TE P TE p TE p
FSGG -1.045 1.000 -0.304 0.247 FSGG -1.316 1.000 -0.658 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.63. Medias y desviaciones típicas de la Escala de Asertividad analizada en cada uno de los momentos
temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento M DT M DT M DT
temporal
Tabla IV.64. Comparaciones post-hoc de la Escala de Tabla IV.65. Comparaciones post-hoc de la Escala de
Asertividad en el postest Asertividad en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE P TE p TE p
FS
0.607 1.000 FSMG 0.516 1.000
MG
FSGG 1.039 1.000 0.432 1.000 FSGG 0.882 1.000 0.366 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
para el postest como para los seguimientos (covariable: pretest). Como puede
observarse, las condiciones experimentales no difieren significativamente ni en el
postest ni en los seguimientos (covariable: pretest). Nuevamente la condición FSMG
ofrece su mayor puntuación en el primer seguimiento, que se ve seguida por una ligera
reducción de la puntuación de esta variable en el seguimiento a los 12 meses.
Tabla IV.67. Medias y desviaciones típicas de la Escala de Autoestima analizada en cada uno de los momentos
temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento M DT M DT M DT
temporal
En concreto, las magnitudes del efecto del tratamiento más altas se corresponden a
las comparaciones entre FSGG y FSLG en los tres momentos temporales, si bien dichos
tamaños del efecto son medios. El efecto del tratamiento en FSLG también se muestra
superior al ejercido en FSMG en el postest y en el primer seguimiento, también con
valores medios. Por último, el tamaño del efecto indica un valor medio en la
comparación entre FSMG y FSGG, a favor del primero.
Tabla IV.68. Comparaciones post-hoc de la Escala de Tabla IV.69. Comparaciones post-hoc de la Escala de
Autoestima en el postest Autoestima en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE P TE p
Resultados 401
FSGG 0.581 1.000 0.143 1.000 FSGG 0.539 1.000 0.024 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.70. Comparaciones post-hoc de la Escala de
Autoestima en el seguimiento a los 12 meses
FSLG FSMG
TE p TE p
A la vista de los resultados presentados en la Tabla IV.71, podemos afirmar que las
diferencias entre las condiciones experimentales no son estadísticamente significativas
en ninguno de los momentos temporales. Únicamente la subescala de Interferencia de la
EDAS muestra un ligero retroceso en el efecto del tratamiento sobre FSMG en el
seguimiento a los 12 meses, que no resulta significativo.
Tabla IV.71. Medias y desviaciones típicas de la escalas de ajuste e interferencia analizados en cada uno de los
momentos temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25)
Resultados
Momento ANCOVA
Temporal
M DT M DT M DT
En relación con las comparaciones post-hoc, las Tablas IV.72-IV.77 muestran que no
existen diferencias estadísticamente significativas entre las condiciones experimentales
en la Escala de Inadaptación ni en la subescala de Interferencia de la EDAS. No
obstante, los tamaños del efecto nos indican los valores más altos para la comparación
entre FSMG y FSLG, seguido por la realizada entre FSGG y FSLG. Por su parte, los
402 Resultados
tamaños del efecto de la comparación entre FSMG y FSGG son bajos en todos los
momentos temporales.
TE p TE p TE p TE p
FSGG -0.539 0.810 0.083 0.905 FSGG 0.546 1.000 0.031 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.74. Comparaciones post-hoc de la Escala de Tabla IV.75. Comparaciones post-hoc de la EDAS-
la Escala de Inadaptación en el seguimiento a los 6 meses Interferencia en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG -0.581 1.000 0.281 0.321 FSGG -0.386 1.000 0.223 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.76. Comparaciones post-hoc de la Escala de Tabla IV.77. Comparaciones post-hoc de la EDAS-
la Escala de Inadaptación en el seguimiento a los 12 meses Interferencia en el seguimiento a los 12 meses
TE p TE p TE p TE p
Resultados 403
FSGG -0.827 0.129 -0.198 1.000 FSGG -0.382 1.000 0.037 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
A la vista de los resultados presentados en la Tabla IV.78, podemos afirmar que las
diferencias entre las condiciones no son estadísticamente significativas en ninguno de
los momentos temporales.
Tabla IV.78. Medias y desviaciones típicas del Cuestionario de Habilidades Sociales para Adolescentes en cada uno
de los momentos temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento
Temporal
M DT M DT M DT
En relación con las comparaciones post-hoc, las Tablas IV.79-IV.81 muestran que no
existen diferencias estadísticamente significativas entre las condiciones experimentales
en el CHSPA. También se muestran los tamaños del efecto negativos, lo cual indica un
efecto del tratamiento mayor en FSGG, seguida por FSMG respecto de FSLG. Respecto
de la comparación entre FSMG y FSGG los tamaños son bajos, aunque a favor del
segundo.
De este modo los tamaños del efecto hallados en el postest muestran los valores más
altos para la comparación entre FSGG y FSLG, seguida por la realizada entre FSMG y
FSLG, siendo ambos valores medios. En el primer seguimiento, se invierte el orden en
cuanto al valor del tamaño del efecto, pero siguen siendo valores medios. Por su parte,
los tamaños del efecto de la comparación entre FSGG y FSLG vuelven a ser los mas
altos en el seguimiento a los 12 meses, mientras las otras dos comparaciones muestran
valores bajos y negativos.
404 Resultados
(covariable: pretest). Si bien al calcular los tamaños del efecto de las diferencias entre
las condiciones experimentales obtenemos que en todas los momentos temporales y
para todas las comparaciones el signo es negativo y el valor de las diferencias muy alto,
lo cual indica que el efecto mayor del tratamiento en la reducción de situaciones
temidas de ansiedad social se produce en FSGG respecto de FSLG y FSMG (aunque
respecto a ésta última en menor grado). También el efecto en FSMG es mayor que en
FSLG, siendo el tamaño muy alto si bien es el menor de las tres comparaciones.
Tabla IV.83. Comparaciones post-hoc de las situaciones Tabla IV.84. Comparaciones post-hoc de las situaciones
temidas (ADIS-IV) en el postest temidas (ADIS-IV) en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG -6.245 1.000 -3.949 1.000 FSGG -6.213 1.000 -3.122 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Respecto de las situaciones sociales de actuación social temidas por los grupos
experimentales en los tres momentos de evaluación, y obtenidas a través de la
administración de la Entrevista Diagnóstica, en las tablas IV.86-IV.89 se observa que
tampoco existen diferencias estadísticamente significativas en las comparaciones post-
hoc en el postest ni en los seguimientos (covariable: pretest). Al calcular los tamaños
del efecto de las diferencias entre las condiciones experimentales obtenemos que en
todos los momentos temporales, FSGG respecto de FSLG presenta valores altos a favor
del primero. En segundo lugar, se sitúan valores de los tamaños del efecto altos
(superior a 0.80) entre FSGG y FSMG, también a favor del primero. Por último, FSMG
muestra un tamaño del efecto medio respecto de FSLG.
Tabla IV.86. Medias y desviaciones típicas de las situaciones sociales de actuación temidas en la Entrevista
Diagnóstica de Trastornos de Ansiedad Social (sección Fobia Social) en cada uno de los momentos temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento M DT M DT M DT
Temporal
Tabla IV.87. Comparaciones post-hoc de las situaciones Tabla IV.88. Comparaciones post-hoc de las situaciones
de actuación temidas (ADIS-IV) en el postest de actuación temidas (ADIS-IV) en el seguimiento a
los 6 meses
TE P TE P TE p TE p
FSGG -1.324 0.760 -0.778 1.000 FSGG -1.286 1.000 -0.600 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
En cuanto a las situaciones de relación social temidas por los grupos experimentales
en los tres momentos de evaluación, y obtenidas a través de la administración de la
Entrevista Diagnóstica, en las tablas IV.90-IV.93 se observa que tampoco existen
diferencias estadísticamente significativas en las comparaciones post-hoc en el postest
ni en los seguimientos (covariable: pretest).
Los tamaños del efecto de las diferencias entre las condiciones experimentales son
negativos en todos los momentos temporales, situándose como los más altos los que se
derivan de la comparación entre FSGG respecto de FSLG. La segunda posición en
cuanto a la magnitud de los efectos del tratamiento es ocupada por FSGG respecto de
FSMG. Por último, el valor es medio-alto en los tamaños del efecto derivados de
comparar FSMG con FSLG.
Tabla IV.90. Medias y desviaciones típicas de las situaciones sociales de relación temidas en la Entrevista
Diagnóstica de Trastornos de Ansiedad Social (sección Fobia Social) en cada uno de los momentos temporales
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANCOVA
Momento M DT M DT M DT
Temporal
Tabla IV.91. Comparaciones post-hoc de las situaciones Tabla IV.92. Comparaciones post-hoc de las situaciones de
de relación temidas (ADIS-IV) en el postest relación temidas (ADIS-IV) en el seguimiento a los 6 meses
TE p TE p TE p TE p
FSGG -3.910 1.000 -2.720 1.000 FSGG -3.813 1.000 -2.093 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
FSLG FSMG
TE p TE p
Tabla IV.94. Medias y desviaciones típicas de las variables medidas en la situación de iniciar y mantener una
conversación en el postest
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANOVA
Momento M DT M DT M DT
Temporal
Mirada 130.25 30.27 116.48 34.83 103.56 36.80 *F(2,74) = 1.085, p = 0.343
Tiempo hablado 66.29 22.17 63.12 15.40 53.60 22.54 F(2,75) = 2.721, p = 0.072
PAUSAS ≤ 2 segs. 9.32 8.39 7.48 7.34 5.96 4.99 F(2,75) = 1.487, p = 0.233
PAUSAS > 2 segs. 1.64 1.64 3.32 2.66 3.84 2.95 F(2,75) = 5.878, p = 0.004
Resultados 409
REPETICIONES 3.75 3.49 4.24 3.38 5.32 3.39 F(2,75) = 1.434, p = 0.245
1 2
Seguimiento 6 meses, Seguimiento 12 meses, M: Media, DT: Desviación Típica, n: Tamaño del grupo, N: Número de sujetos de
la condición experimental
*ANCOVA
Tabla IV.95. Comparaciones post-hoc de la Mirada Tabla IV.96. Comparaciones post-hoc del tiempo
en el postest hablado en el postest
TE P TE P TE p TE p
FSGG 1.166 0.435 1.112 1.000 FSGG 0.297 0.080 0.371 0.309
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.97. Comparaciones post-hoc de las pausas Tabla IV.98. Comparaciones post- hoc de las pausas
≤ 2 en el postest > 2 segs en el postest
TE P TE P TE P TE p
FSGG -0.362 0.270 -0.503 1.000 FSGG 0.487 0.005 0.038 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Al menos, los tamaños del efecto de las diferencias entre las condiciones
experimentales en el postest son muy altos para la variable “Mirada” en dos de estas
comparaciones. El más elevado fue el que se deriva de la comparación entre FSGG
respecto de FSLG, seguido por la diferencia entre FSMG y FSGG, a favor de FSGG en
ambos casos. De igual forma, el tamaño del efecto en la variable “Tiempo hablado”
señala que la magnitud del efecto fue mayor para FSGG frente a FSMG y FSLG, en este
orden, si bien el valor fue medio-bajo. Mientras tanto, la magnitud de los efectos del
tratamiento en la reducción del número de pausas menores o igual a 2 segundos adoptó
valores medios para la comparativa entre FSMG y FSGG, seguido de la comparación
entre FSLG y FSGG, siempre a favor de FSMG, después FSLG y por último FSGG.
Las comparaciones entre las condiciones experimentales en las variables de silencio y
repeticiones ofrecieron unos resultados diferentes a las anteriores pruebas, en el sentido
de que fue FSLG el que más mejoró en estas variables frente a FSMG y FSGG. De
igual forma, FSMG ofreció mejores resultados que FSGG. Respecto a los valores
hallados hay que decir que fueron medios para el número de pausas mayor a dos
segundos (comparación FSLG-FSGG y FSLG-FSMG) y medios-bajos para el número
de repeticiones (contraste FSLG-FSGG y FSMG-FSGG).
experimentales en los tres momentos de evaluación para las variables medidas durante
el rol-playing de “Dar una charla o discurso improvisado”. Como puede observarse, las
condiciones experimentales no difieren significativamente ni el postest, con la
excepción del número de pausas menor o igual de dos segundos.
Tabla IV.100. Medias y desviaciones típicas de las variables medidas en la situación de dar una charla o discurso
improvisado en el postest
Condición
experimental FSLG FSMG FSGG
(N=28) (N=25) (N=25) Resultados
ANOVA
Momento M DT M DT M DT
Temporal
Mirada 89.89 45.48 60.12 21.30 70.36 38.78 F(2,74) = 2.987, p = 0.057
Tiempo hablado 121.68 40.31 109.32 39.42 99.08 39.13 F(2,75) = 2.161, p = 0.122
PAUSAS ≤ 2 segs. 5.46 4.23 8.00 4.08 7.96 4.20 F(2,75) = 3.262, p = 0.044
PAUSAS > 2 segs. 2.61 3.82 4.36 3.78 4.24 2.98 F(2,75) = 2.035, p = 0.138
REPETICIONES 4.86 6.08 8.12 5.93 7.40 5.27 F(2,75) = 2.356, p = 0.102
1 2
Seguimiento 6 meses, Seguimiento 12 meses, M: Media, DT: Desviación Típica, n: Tamaño del grupo, N: Número de sujetos de
la condición experimental
*ANCOVA
Tabla IV.101. Comparaciones post-hoc de la Mirada Tabla IV.102. Comparaciones post-hoc del tiempo
en el postest hablado en el postest
TE P TE p TE p TE P
FSGG 0.315 0.418 0.229 1.000 FSGG 0.430 0.125 0.584 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Tabla IV.103. Comparaciones post-hoc de las pausas Tabla IV.104. Comparaciones post- hoc de las pausas
≤ 2 en el postest > 2 segs en el postest
TE P TE P TE p TE p
FSGG 0.541 0.099 -0.221 1.000 FSGG 0.440 0.299 -0.260 1.000
TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad TE: Tamaño del efecto p: Probabilidad
Los valores de los tamaños del efecto son medio-bajos, para las diferencias entre las
condiciones experimentales en el postest respecto de la variable “Mirada” situándose
como el más elevado el que se deriva de la comparación entre FSGG respecto de FSLG,
seguido por la diferencia entre FSMG y FSGG, a favor de FSGG en ambos casos. De
igual forma, el tamaño del efecto en la variable “Tiempo hablado” señala que la
magnitud del efecto fue mayor para FSGG frente a FSMG y FSLG, en este orden, si
bien los valores fueron medios. Mientras tanto, la magnitud de los efectos del
tratamiento en la reducción del número de pausas menores o iguales a 2 segundos
adoptó un valor casi alto para la comparativa entre FSMG y FSGG, seguido de la
comparación entre FSGG y FSLG, a favor de FSMG y FSGG, respectivamente. Las
comparaciones entre las condiciones experimentales en las variables de silencio y
repeticiones ofrecieron unos resultados diferentes a las anteriores pruebas, en el sentido
de que fue FSLG el que más mejoró en estas variables frente a FSMG y FSGG. FSGG
ofreció mejores resultados que FSMG. Tanto para la reducción del número de pausas
mayor a dos segundos como del número de repeticiones, los valores hallados fueron
altos para la comparación FSLG-FSMG y medio y bajo, respectivamente, para el
contraste FSLG-FSGG. FSGG fue superior también al de FSMG, ya que éste último
obtuvo más silencios y repeticiones en el postest que en el pretest.
SPAI-FS 0.527 1.000 0.915 1.000 -1.289 -1.126 0.163 0.193 0.215 0.819 1.000 -1.897 -1.103 0.794 0.130 0.875 1.000 0.146 -1.205 -1.381 -0.176
SPAI-DIF 0.853 1.000 1.000 1.000 -0.606 -0.867 -0.261 0.818 1.000 1.000 1.000 -0.757 -0.991 -0.234 0.141 0.537 1.000 0.199 -0.213 -1.278 -1.065
SAS-A Total 0.490 1.000 0.756 1.000 -0.782 -1.227 -0.445 0.425 0.587 1.000 1.000 -1.251 -1.341 -0.090 0.165 0.841 1.000 0.190 -0.737 -1.817 -1.080
Respuestas de
SPS 0.214 0.658 0.263 1.000 -0.750 -1.341 -0.591 0.019 0.020 0.108 1.000 -1.265 -1.602 -0.337 0.330 1.000 0.450 0.751 -0.828 -1.577 -0.749
ansiedad
SIAS 0.114 0.214 0.204 1.000 -1.062 -1.249 -0.187 0.155 0.197 1.000 0.579 -1.490 -1.094 0.396 0.996 1.000 1.000 1.000 -1.065 -1.081 -0.016
PRCS 0.349 0.456 1.000 1.000 0.482 0.183 -0.299 0.760 1.000 1.000 1.000 -0.169 -0.468 -0.299 0.588 1.000 0.984 1.000 -0.117 0.176 0.293
EDAS Total 0.161 0.484 0.198 1.000 -1.090 -1.002 0.088 0.120 0.124 0.609 1.000 -1.631 -0.961 0.670 0.222 1.000 0.304 0.476 -1.266 -1.205 0.061
Componente SAS-A/FNE 0.479 1.000 0.685 1.000 -0.390 -1.036 -0.646 0.599 0.941 1.000 1.000 1.414 -0.593 -2.086 0.072 0.648 0.718 0.071 -0.226 -1.509 -1.283
cognitivo SSPS 0.857 1.000 1.000 1.000 -0.270 -0.177 0.093 0.497 1.000 1.000 0.781 -0.710 -0.984 -0.274 0.833 1.000 1.000 1.000 -0.338 -0.705 -0.367
SAS-A/ SAD-N 0.689 1.000 1.000 1.000 -0.980 -0.754 0.266 0.485 0.758 1.000 1.000 -1.340 -0.780 0.560 0.188 0.660 1.000 0.247 -0.741 -1.045 -0.304
Respuestas de
SAS-A/SAD-G 0.607 1.000 0.966 1.000 -0.385 -0.999 -0.614 0.322 0.440 1.000 0.984 -0.819 -1.021 -0.202 0.975 1.000 1.000 1.000 -0.658 -1.316 -0.658
evitación social
EDAS-Ansiedad 0.103 0.383 0.115 1.000 -0.658 -1.183 -0.525 0.081 0.077 0.569 1.000 -0.970 -1.137 -0.167 0.255 1.000 0.330 0.618 -0.600 -1.378 -0.778
Asertividad RAS 0.548 1.000 1.000 1.000 0.607 1.039 0.432 0.818 1.000 1.000 1.000 0.516 0.882 0.366 0.140 0.936 0.149 0.495 1.025 2.103 1.078
Autoestima SASI 0.970 1.000 1.000 1.000 0.438 0.581 0.143 0.800 1.000 1.000 1.000 0.515 0.539 0.024 0.290 0.458 1.000 0.735 -0.123 0.452 0.575
Inadaptación/ EI 0.117 0.116 0.810 0.905 -0.622 -0.539 0.083 0.112 0.163 1.000 0.321 -0.862 -0.581 0.281 0.116 0.403 0.129 1.000 -0.629 -0.827 -0.198
interferencia EDAS-INT 0.618 1.000 1.000 1.000 -0.577 0.546 0.031 0.790 1.000 1.000 1.000 -0.609 -0.386 0.223 0.742 1.000 1.000 1.000 -0.419 -0.382 0.037
Habilidades
CHSPA 0.235 0.686 0.300 1.000 -0.357 -0.405 -0.048 0.379 0.541 0.942 1.000 -0.535 -0.347 0.188 0.224 1.000 0.269 0.674 -0.261 -0.577 -0.316
Sociales
PROMEDIO DE AUTOINFORMES - - - - -0.667 -0.774 -0.169 - - - - -0.799 -0.816 -0.022 - - - - -0.586 -1.106 -0.520
Total 0.717 1.000 1.000 1.000 -2.296 -6.245 -3.949 0.772 1.000 1.000 1.000 -3.091 -6.213 -3.122 0.934 1.000 1.000 1.000 -2.970 -6.556 -3.586
Situaciones
Actuación 0.501 1.000 0.760 1.000 -0.546 -1.324 -0.778 0.833 1.000 1.000 1.000 -0.686 -1.286 -0.600 0.473 0.734 1.000 1.000 -0.745 -1.705 -0.960
sociales temidas
Relación 0.669 1.000 1.000 1.000 -1.190 -3.910 -2.720 0.695 1.000 1.000 1.000 -1.720 -3.813 -2.093 0.934 1.000 1.000 1.000 -1.505 -3.611 -2.106
PROMEDIO DE ADIS-IV-L - - - - -1.344 -3.826 -2.482 - - - - -1.832 -3.771 -1.938 - - - - -1.740 -3.957 -2.217
Mirada 0.343 1.000 0.435 1.000 0.054 1.166 1.112 - - - - - - - - - - - - - -
Tiempo hablado 0.072 1.000 0.080 0.309 -0.074 0.297 0.371 - - - - - - - - - - - - - -
Iniciar y
Mantener una PAUSAS ≤ 2 segs. 0.233 1.000 0.270 1.000 0.141 -0.362 -0.503 - - - - - - - - - - - - - -
Conversación
PAUSAS > 2 segs. 0.004 0.046 0.005 1.000 0.449 0.487 0.038 - - - - - - - - - - - - - -
Repeticiones 0.245 1.000 0.299 0.805 0.033 0.313 0.280 - - - - - - - - - - - - - -
Mirada 0.057 0.053 0.418 1.000 0.086 0.315 0.229 - - - - - - - - - - - - - -
Tiempo hablado 0.122 0.783 0.125 1.000 -0.154 0.430 0.584 - - - - - - - - - - - - - -
Dar una Charla
o Discurso PAUSAS ≤ 2 segs. 0.044 0.091 0.099 1.000 0.762 0.541 -0.221 - - - - - - - - - - - - - -
Improvisado
PAUSAS > 2 segs. 0.138 0.233 0.299 1.000 0.700 0.440 -0.260 - - - - - - - - - - - - - -
Repeticiones 0.102 0.132 0.343 1.000 0.779 0.197 -0.582 - - - - - - - - - - - - - -
PROMEDIO TEST SITUACIONALES - - - - 0.115 -0.095 -0.210 - - - - - - - - - - - - - -
p = nivel de significación estadística en las pruebas comparación de medias (ANCOVAs y ANOVAS), probabilidad <.0001
Post-hoc = nivel de significación estadística, probabilidad <.0001, de la prueba de comparaciones múltiples post-hoc , procedimiento Bonferroni
Tamaños del efecto: valores en las comparaciones para cada uno de los momentos de evaluación (postest y seguimientos)
414 Resultados
Para examinar los resultados relativos a la hipótesis D (p. 316), en relación con la
eficacia clínica alcanzada por las diferentes condiciones experimentales entre sí, se
definieron dos criterios en función de que la mejoría alcanzase la remisión total del
problema (los sujetos dejarían de cumplir los criterios diagnósticos de la Fobia Social
recogidos en el DSM-IV, o lo que es lo mismo se daría una reducción del 100% de las
situaciones sociales temidas que el sujeto informó en el pretest) o de que ésta incluyese
al menos una reducción del 75% de las situaciones sociales ansiosas que el sujeto
informó en el pretest (sección de Fobia Social del ADIS-IV). Estos índices de eficacia
se han evaluado tanto en el postest como en las medidas tomadas en el seguimiento a
los 6 meses y a los 12 meses. Para presentar los resultados obtenidos hemos construido
seis tablas de contingencia una para cada combinación entre el “criterio de eficacia” y
“la medida temporal” (postest, seguimiento1 o seguimiento2). Cada tabla de
contingencia incluye las tres categorías experimentales (FSLG, FSMG y FSGG) y los
dos resultados clínicos posibles según el criterio utilizado. En cada tabla de
contingencia se han realizado y se presentan los siguientes análisis:
Por último, es preciso tener en cuenta que la interpretación de las pruebas de esta
sección debe realizarse con extrema cautela dado el número de sujetos por condición
experimental.
Resultados 415
IV.2.1.1. En el postest
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
12 13 15 40
Negativo 60.00%
42.90% 54.20% 51.9%
16 11 10 37
Positivo 48.1%
57.10% 45.80% 40.00%
Totales 28 24 25 77
Tabla IV.108. Resultados de eficacia al 100% (remisión total) en el seguimiento a los 6 meses.
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
6 7 11 24
Negativo
24.00% 36.80% 57.90% 38.10%
19 12 8 39
Positivo
76.00% 63.20% 42.10% 61.90%
Totales 25 19 19 63
Tabla IV.109. Resultados de eficacia al 100% (remisión total) en el seguimiento a los 12 meses.
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
3 4 3 10
Negativo 25.00%
20.00% 25.00% 23.30%
12 12 9 33
Positivo
80.00% 75.00% 75.00% 76.70%
Totales 15 16 12 43
IV.2.2.1. En el postest
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
8 10 10 28
Negativo
28.6% 41.70% 40.00 36.40
20 14 15 49
Positivo
71.40% 58.30% 60.00% 63.60
Totales 28 24 25 77
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
5 5 6 16
Negativo
20.00% 26,30% 31,60% 25.40
20 14 13 47
Positivo
80.00% 73.70% 68.40% 74.60
Totales 25 19 19 63
SUBGRUPO FSG1
Resultado FSLG FSMG FSGG Totales
1 1 3 5
Negativo
6.70% 6.30% 25.00% 11.60
14 15 9 38
Positivo
93.30% 93.80% 75.00% 88.40
Totales 15 16 12 43
Las tablas IV.113 y IV.114 muestran una síntesis de los resultados de remisión
del 100% y de recuperación de al menos el 75% del número de situaciones
sociales temidas y/o evitadas.
Resultados 419
Totales 28 24 25 77 25 19 19 63 15 16 12 43
Los objetivos de este trabajo fueron: (a) Detectar, lo más tempranamente posible, a
los adolescentes que padecían Fobia Social Generalizada a partir de una muestra
comunitaria escolar; (b) Aplicar un programa multicomponente específico para el
tratamiento de la Fobia Social en los adolescentes detectados (IAFS; Olivares y García-
López, 1998; Olivares, García-López et al., 2005) y; (c) Estudiar la eficacia de un
programa multicomponente para el tratamiento de la Fobia Social en adolescentes
(IAFS, Intervención para Adolescentes con Fobia Social; Olivares y García-López,
1998) en función de una nueva propuesta de subdivisión y operacionalización del
subgrupo generalizado al que se aplica: (1) “Fobia Social Levemente Generalizada”, (2)
“Fobia Social Moderadamente Generalizada” y (3) “Fobia Social Gravemente
Generalizada.
cambio terapéutico, es decir, por la mayor dificultad inicial para aprender que
presentarían los sujetos de la condición FSGG, como consecuencia de la mayor
consolidación y generalización del trastorno que presentaban, lo que les haría partir con
una clara desventaja respecto de los sujetos de las otras dos condiciones experimentales.
Ahora bien, los datos indican que los sujetos que integran la condición FSGG son los
que mayores beneficios muestran entre postest y seguimientos una vez superada la
“resistencia” de partida a través de la exposición y el aprendizaje que tiene lugar durante
la fase de entrenamiento (incluidas las “tareas para casa”). Como se recordará Eysenck
y Calvo (1992) han propuesto una de las mejores explicaciones para dar cuenta de cómo
y por qué interfiere la ansiedad en el rendimiento; también McNelly (1998) ha mostrado
la influencia negativa de las respuestas de ansiedad sobre los procesos de atención,
Calvo, Eysenck y Castillo (1997) las repercusiones negativas sobre los procesos
relacionados con la interpretación y el juicio y Lang y Craske (1997) el modo en que
tales repuestas disminuyen el funcionamiento general de los procesos de memoria. En
este mismo sentido, Bandura (1971) ya puso de manifiesto el papel del modelado en la
inhibición y desinhibición de las respuestas de ansiedad.
En cuanto a la cuarta hipótesis, relacionada con los valores de los tamaños del efecto
(TE, en adelante), comprobamos que ésta se cumple en las tres condiciones
experimentales en el postest y el seguimiento a los 6 meses (véase la tabla IV.23), no
ocurriendo así respecto del seguimiento a los 12 meses para la condición FSLG en 3 de
las 20 variables medidas, ni en 14 de éstas en FSMG, por ello no podemos confirmar la
hipótesis en las tres medidas temporales. Sin embargo, entendemos que los tamaños del
efecto hallados son muy relevantes dado que sus valores son altos en la mayoría de los
casos (TE ≥ 0.8), y medios en el resto (TE ≥ 0.4-0.5).
y destrezas, así como en su desinhibición, lo que con el devenir del tiempo permite no
sólo que se incremente su aplicación sino también que se produzca su generalización a
otras situaciones y con ello la consolidación del empleo de los aprendizajes.
(i) Respecto a las medidas de carácter general de la Fobia Social, los datos obtenidos
mediante las subescalas del SPAI, la puntuación total SAS-A, el SPS, SIAS, PRCS y la
puntuación total de la EDAS, respaldan nuestras hipótesis relativas a la existencia de
diferencias significativas pretest-postest-seguimientos y son consistentes con los
obtenidos por nuestro grupo de investigación en trabajos previos (García-López, 2000;
Olivares y García-López, 2001; Olivares et al., 2002; Olivares, Rosa y Vera-Villaroel,
2003; Olivares, Rosa y Piqueras, 2005; Ramos, 2004; Ruiz, 2003). Así mismo, también
son consistentes con los resultados de los estudios de Albano, DiBartolo et al. (1995) y
Beidel et al. (2000) que, utilizando el SPAI-C, hallaron diferencias estadísticamente
significativas en el postest y en el seguimiento respecto del pretest, mientras que
Hayward et al. (2000) también hallaron diferencias estadísticamente significativas entre
pretest y postest en el SPAI, pero no entre las medidas del pretest y las obtenidas en un
seguimiento realizado un año después de finalizado el tratamiento. Por su parte, Chavira
y Stein (2002) también hallaron diferencias estadísticamente significativas entre pretest
y postest utilizando el SPAI-C, la SASC-R y la SAS-A.
Respecto del tamaño del efecto, nuestros hallazgos confirman la hipótesis formulada.
Así, entre pretest y postest, en FSLG, FSMG y FSGG fueron de 1.270, 2.080 y 1.810
para el SPAI-FS y de 1.28, 1.29 y 2.10 para la SAS-A/Total. Datos que están en la línea
de los informados por Chavira y Stein (2002) que encontraron un valor de 1,11 para el
SPAI-C y de 1.12 para SASC-R y SAS-A, los hallazgos de Gallagher et al. (2004)
quienes han informado de una reducción de las puntuaciones en el SPAI-C y la SASC-R
entre pretest y postest (y en un seguimiento a las tres semanas -sic-) y de las tendencias
de los resultados dados a conocer por Masia et al. (2001) respecto al SPAI-C, así como
de nuestros propios hallazgos en un estudio meta-analítico previo (véase Olivares, Rosa,
Discusión de Resultados 427
Piqueras et al., 2003) en el que, analizando los resultados del tratamiento psicológico de
la fobia social en niños y adolescentes a través del SPAI y el SPAI-C, se encontró que,
en general, las intervenciones fueron altamente eficaces (d+ = 1,81), destacando el
incremento de los beneficios en el seguimiento (d+ = 2,09). Finalmente, en nuestro
caso, los tamaños del efecto fueron 1.214, 1.710 y 1.870 en el postest y 2.160, 2.575 y
3.090 en el seguimiento, para FSLG, FSMG y FSGG, respectivamente.
En general, todos los estos estudios revisados coinciden con los resultados de nuestro
trabajo al mostrar que en todos ellos se produce también una generalización de los
beneficios del tratamiento a medio y largo plazo.
(ii) Respecto a las variables que integran el componente cognitivo de la FS, los
resultados obtenidos también apoyan nuestras hipótesis relativas a las diferencias
intragrupo y están en la línea de los encontrado por Olivares y García-López (2001)
para la subescala FNE de la SAS-A (SAS-A/FNE), así como Olivares et al. (2002),
Olivares, Rosa y Villaroel (2003) y Olivares, Rosa y Piqueras (2005) tanto para la SAS-
A/FNE como para el SPSS.
(iii) En relación con las escalas que evalúan las respuestas de evitación social (SAS-
A/SAD-N, SAS-A/SAD-G y EDAS-Ansiedad), también se hallan diferencias
estadísticamente significativas en los distintos momentos temporales en que se ha
realizado la evaluación. Estos resultados son consistentes con los hallados por Olivares
y García-López (2001) respecto a las subescalas SAD-N y SAD-G de la SAS-A, por
Olivares et al. (2002) y por Ruiz (2003) para la SAD-N y la SAD-G de la SAS-A.
Respecto de la EDAS-Ansiedad nuestros resultados son coherentes con los datos
presentados por Olivares, Rosa y Vera-Villaroel (2003) y Olivares, Rosa y Piqueras
(2005). No obstante, y en contra de lo esperado, en el seguimiento a los 12 meses, la
condición FSMG presenta un leve incremento en las puntuaciones de evitación social,
sin significación estadística, que se explicaría por lo ya argumentado en el apartado (i).
con adultos por Salaberría y Echeburúa (1998) dado que en éstos no encuentran
diferencias estadísticamente significativas entre el seguimiento a los 6 meses y el
seguimiento a los 12 meses.
(viii) Los resultados obtenidos respecto del número de situaciones sociales temidas,
tanto de actuación como de relación social, verifican lo que se postulaba: una reducción
significativa del número de éstas. Estos hallazgos coinciden con los de Olivares et al.
(2002) y también con los informados por los estudios realizados en otras tesis doctorales
de este mismo equipo (García-López, 2000; Ramos, 2004 o Ruiz, 2003). También son
Discusión de Resultados 429
consistentes con los resultados hallados por otros estudios que han utilizado
puntuaciones equivalentes a través, por ejemplo, de las escalas de severidad clínica del
ADIS-C/P (así Beidel et al., 2000; Chavira y Stein, 2002; Hayward et al. 2000; Masia-
Warner et al., 2001, 2003 o Spence et al., 2000)
(ix) Respecto de las pruebas observacionales, los datos obtenidos en la primera de las
situaciones (“Iniciar y mantener una conversación”) confirman parcialmente las
hipótesis referentes a las comparaciones intragrupo, ya que pese a que se hallan
diferencias estadísticamente significativas entre el pretest y el postest en todos los
grupos de sujetos y en todas las variables estudiadas, no ocurre así para la variable
“repeticiones”. En relación a los valores de los tamaños del efecto, éstos se muestran
muy altos para todas las condiciones experimentales en el incremento del número de
segundos que el sujeto permanece mirando a su interlocutor y en la proporción de
tiempo que el sujeto está hablando, siendo en ambos casos FSGG el que muestra un
efecto del tratamiento mayor. Este hecho lo entendemos y explicamos como
consecuencia de la mayor intensidad de la motivación o adherencia al tratamiento por
parte de los sujetos de esta condición experimental; es decir, cuando un sujeto
adolescente se adscribe voluntariamente a un tratamiento para la fobia social, si no
abandona, la intensidad de la gravedad del trastorno se mostraría como una variable
predictora de la obtención de mayores beneficios. Respecto a las variables relativas a la
fluidez, excepto para la variable “repiticiones”, en todas las condiciones experimentales
se presentan tamaños del efecto altos, siendo el tamaño del efecto de valor medio sólo
para FSGG en las pausas menores o iguales a 2 segundos.
que mostró mayor valor en el incremento del número de segundos que el sujeto
permanece mirando a su interlocutor y en la proporción de tiempo que éste está
hablando
motivados para adherirse al tratamiento que los de la condición FSLG y, por otra, la
intensidad de sus respuestas de ansiedad no les generaría todavía el grado de
interferencia que experimentarían los sujetos de la condición FSGG; en consecuencia,
los sujetos de este grupo (FSMG) estarían en las mejores condiciones para beneficiarse
de los efectos del entrenamiento a medio plazo, permitiéndoles esta disposición obtener
los mayores logros una finalizado el tratamiento (primer seguimiento), aun cuando éstos
no lleguen a alcanzar relevancia estadística, probablemente debido al tamaño de la
muestra. Ahora bien, dado que es muy plausible que tales logros pudieran satisfacer
parcialmente las metas individuales, siguiendo lo ya comentado por Olivares (1998) al
describir el efecto “Me planto”, entendemos que esa “falta de ambición terapéutica”
podría también contribuir a explicar por qué los resultados del seguimiento a los 12
meses ya no sólo no se muestran estadísticamente superiores sino que, en general,
muestran retrocesos pese a que sus ganancias sigan siendo superiores a las de FSLG.
Así mismo, los sujetos FSGG inicialmente encontrarían en la intensidad de la
interferencia generada por el trastorno “un freno” a su adherencia al tratamiento, es
decir, la resistencia a la que habrían de enfrentarse para adherirse al tratamiento sería
considerablemente mayor que en las otras dos condiciones experimentales,
consecuencia tanto del sufrimiento como de las interferencias que supuestamente
conlleva/produce el grado de consolidación y generalización alcanzado por el trastorno
en esta condición (véase Olivares y Caballo, 2003 o Rapee y Heimberg, 1997); ahora
bien, una vez finalizado el entrenamiento e iniciado el camino “cuasi-autónomo de la
auto-exposición” la motivación de éstos se iría incrementando en la misma medida en
que los resultados de la aplicación de sus conocimientos teóricos, sus habilidades y
destrezas, le fuesen confirmando sus expectativas de resultado; el momento de mayores
logros se produciría así en el largo plazo, a los 12 meses.
Según nuestra hipótesis relacionada con el tamaño del efecto (TE, en adelante),
cabía esperar que los valores de éstos fueran proporcionales a la intensidad de la
gravedad supuesta a los tres subgrupos (FSGG≥FSMG≥FSLG), por lo que sus
diferencias en las comparaciones dos a dos habrían de ser siempre a favor del subgrupo
al que suponemos mayor intensidad en sus respuestas de ansiedad social. Los resultados
confirman el orden de los valores de los tamaños del efecto predichos (véase Tabla
IV.106). Así, los datos del postest indicaron que el efecto del tratamiento en FSGG fue
superior a FSLG en 24 de las 30 variables consideradas y a FSMG en 19 de las 30
Discusión de Resultados 432
adolescentes, no a los padres. A este respecto existe un debate acerca de si son los
padres o los propios adolescentes los que proporcionan información más fiable acerca
de sus respuestas de ansiedad social. A este respecto, DiBartolo, Albano, Barlow y
Heimberg (1998) hallaron que, pese a que el acuerdo padre/hijo es elevado en cuanto a
la severidad de las respuestas cognitivas, no lo es con relación a las respuestas de
evitación, apareciendo los padres como mejores informadores sobre este último aspecto
ya que los adolescentes tienden a minimizar sus respuestas de evitación ante las
situaciones sociales, quizás como resultado de su deseo de causar una buena impresión
al evaluador. En consecuencia, pese a que La Greca (1998) sostiene que los
adolescentes deberían ser la principal fuente de información, ello no debería llevar a
obviar el papel de los padres. En tercer lugar, se presenta como limitación de nuestro
estudio el hecho de que no se pudo aplicar de forma generalizada la prueba
observacional en los seguimientos. En cuarto lugar, entendemos que también constituye
una amenaza a nuestros resultados la pérdida de sujetos entre el postest y los
seguimientos. Finalmente, también puede constituir una limitación a la generalización
de nuestros resultados a otros contextos el hecho de que en nuestra investigación no han
sido controladas cuestiones tales como en qué medida el contexto físico (tamaño, forma
y localización de la sala donde se llevaba a cabo la intervención) puede ser un factor
relevante en los efectos del tratamiento (validez ecológica) o si los efectos del
tratamiento son independientes de la hora del día en la que se aplica el tratamiento
(validez interna).
VI. CONCLUSIONES Y LÍNEAS FUTURAS
DE INVESTIGACIÓN
Conclusiones y Líneas Futuras de Investigación 437
VI.1. CONCLUSIONES
(ii) Los resultados del tratamiento no solo se mantienen en los seguimientos, sino
que en general se incrementan con el paso del tiempo, sobre todo en FSGG.
(v) Los tamaños del efecto obtenidos confirman la ordenación esperada de los
subgrupos en relación con la gravedad supuesta a éstos dentro del continuo [(TE)
FSGG ≥ (TE) FSMG ≥ (TE) FSLG], constatándose que sus diferencias en las
comparaciones dos a dos son siempre a favor de los sujetos del subgrupo con mayor
deterioro o limitación en su relación / actuación social.
438 Conclusiones y Líneas Futuras de Investigación
Entre las cuestiones que entendemos quedan pendientes a la luz de los resultados
obtenidos en este trabajo se hallan:
3. Variar las características del sujeto y del terapeuta. Una forma de implementar
esta estrategia sería seleccionando a los sujetos en función del género, la
comorbilidad con el trastorno de personalidad por evitación o la edad, y
determinar cómo influye en los resultados del tratamiento. Otra opción
consistiría en clasificar a los terapeutas en base a sus años de experiencia, o
bien evaluar la eficacia de un terapeuta vs. dos terapeutas o de dos terapeutas
del mismo sexo vs. de distinto sexo, etc.
Abbot, M.J. y Rapee, R.M. (2003). Rumination following social treat, physical treat
and depression-related events. Manuscrito enviado para su publicación
Abbott, M.J. y Rapee, R.M. (2004). Post-Event Rumination and Negative Self-
Appraisal in Social Phobia Before and After Treatment. Journal of Abnormal
Psychology, 113, 136-144
Abrams, K., Kushner, M., Medina, K.L. y Voight, A. (2001). The pharmacologic and
expectancy effects of alcohol on social anxiety in individuals with social phobia.
Drug and Alcohol Dependence, 64, 219-231
Albano, A.M., DiBartolo, P.M., Heimberg, R.G. y Barlow, D.H. (1995). Children
and adolescents: Assessment and treatment. En R.G. Heimberg, M.R. Liebowitz,
D.A. Hope y F.R. Schneier, Social phobia: Diagnosis, assessment and treatment
(pp. 387-425). New York: Guilford Press
Albano, A.M., Marten, P.A. y Holt, C.S. (1991). Therapist’s manual for cognitive-
behavioral group therapy for adolescent social phobia. Manuscrito no publicado
Albano, A.M., DiBartolo, Holt, C.S., Heimberg, R.G. y Barlow, D.H. (1995).
Cognitive-behavioral group treatment for social phobia in adolescents. The
Journal of Nervous and Mental Disease, 183, 649-656
Albano, A.M. y Silverman, W.K. (1996). The anxiety disorders interview schedule
for DSM-IV-Child version. San Antonio: The Psychological Corporation
Alden, L.E. y Walace, S.T. (1995). Social phobia and social appraisal in successful
and unsuccessful social interaction. Behaviour Research and Therapy, 33, 497-
505
Referencias bibliográficas 443
Al-Kubaisy, T., Marks, I.M., Logsdail, S., Marks, M.P., Lowell, K., Sungur, M.
y Araya, R. (1992). Role of exposure homework in phobia reduction: A
controlled study. Behavior Therapy, 23, 599-621
Alpert, J.E., Uebelacker, L.A., McLean, N.E., Nierenberg, A.A., Pava, J.A.,
Worthington III, J.J., Tedlow, J.R., Rosenbaum, F.J. y Fava, M. (1997). Social
phobia, avoidant personality disorder and atypical depression: co-occurrence and
clinical implications. Psychological Medicine, 27, 627-633
Amies, P.L., Gelder, M.G. y Shaw, P.M. (1983). Social phobia: A comparative
clinical study. British Journal of Psychiatry, 142, 174-179
Referencias bibliográficas 444
Amir, N., Foa, E.B. y Coles, M.E. (1998). Negative interpretation bias in social
phobia. Behaviour Research and Therapy, 36, 945-957
Amir, N., McNally, R.J., Riemann, B., Burns, J., Lorenz, M. y Mullen, J.T. (1996).
Suppression of the emotional Stroop effect by increased anxiety in patients with
social phobia. Behaviour Therapy and Research, 34, 945-948
Anderson, J.C., Williams, S., McGee, R. y Silva, P.A. (1987). DSM-III disorders in
preadolescent children. Archives of General Psychiatry, 44, 69-76
Antony, M.M. (1997). Assessment and treatment of social phobia. Canadian Journal
of Psychiatry, 42, 826-834
Apter, J.T. y Allen, L.A. (1999). Buspirone: Future directions. Journal of Clinical
Psychopharmacology, 19, 86-93
Argyropoulos, S.V., Bell, C.J. y Nutt, D.J. (2001). Brain function in social anxiety
disorder. The Psychiatric Clinics of North America, 24, 707-722
Arrindell, W.A. , Oei, T.P.S., Evans, I. y Van der Ende, J. (1991). Agoraphobic,
animal, death-injury-illness and social stimuli clusters as major elements in a four-
dimensional taxonomy of self-rated fears: First-order level confirmatory evidence
from an Australian sample of anxiety disorder patients. Advances in Behaviour
Research and Therapy, 13, 227-249
Arrindell, W.A., Pickersgill, M.J., Merckelbach, H., Ardon, A. y Cornet, F.C. (1991).
Phobic dimensions: III. Factor analytic approaches to the study of common phobic
Referencias bibliográficas 445
Asher, S.R. y Coie, J.D. (Eds.).(1990). Peer rejection in childhood. New York:
Cambridge University Press
Asher, S.R., Parkhurst, J.T., Hymel, S. y Williams, G.A. (1990). Peer rejection and
loneliness in childhood. En S.R. Asher y J.D. Coie, Peer Rejection in Childhood
(pp. 253-273). New York: Cambridge University Press
Attilli, G. (1989). Social competence versus emotional security: The link between
home relationships and behavior problems at school. En B.H. Schneider, G.
Attilli, y J. Nadel (Eds.), Social competence in developmental perspective (pp.
293-311). London: Kluwer
Baker, S.L., Heinrichs, N., Kim, H.J. y Hofmann, S.G. (2002). The Liebowitz Social
Anxiety Scale as a self-report instrument: a preliminary psychometric analysis.
Behaviour Research and Therapy, 40, 701-715
Baldwin, D., Bobes, J., Stein, D.J., Scharwaechter, I. y Faure, M. (1999). Paroxetine
in social phobia/social anxiety disorder. British Journal of Psychiatry, 175, 120-
126
Ballenger, J.C., Davidson, J.R.T., Lecrubier, Y., Nutt, D.J., Bobes, J., Beidel, D.C.,
Ono, Y. Y Westenberg, H.G. (1998). Consensus statement on social anxiety
disorder from the International Consensus Group on Depression and Anxiety.
Journal of Clinical Psychiatry, 59 (supl. 17), 54-60
Ballenger, J.C., Davidson, J.R.T., Lecrubier, Y., Nutt, D.J., Bobes, J., Beidel, D.C.,
Ono, Y. y Westenberg, H.G.M. (1998). Comunicado de consenso sobre el
trastorno de ansiedad social del Grupo International de Consenso de Depresión y
Ansiedad. Journal of Clinical Psychiatry, 59, 54-60
Ballesteros, M.C. y Conde, V.J. (1999). Trastorno por ansiedad social de inicio en la
infancia y la adolescencia. En J. Bobes, M.P. González, P.A. Sáiz y M. Bousoño
(Eds.), Abordaje actual del trastorno por ansiedad social (pp. 35-62). Masson:
Barcelona
Barlow, D. (2003). The Nature and Development of Anxiety and its Disorders: Triple
Vulnerability Theory. Eye on Psi Chi, 7(2), extraído de
http://www.psichi.org/pubs/articles/article_340.asp
Barrett, P.M., Dadds, M.R., Rapee, R.M. y Ryan, S.M. (1996). Family intervention
for childhood anxiety: A controlled trial. Journal of Consulting and Clinical
Psychology, 64, 333-342
Barrett, P.M., Rapee, R.M., Dadds, M.M. y Ryan, S.M. (1996). Family enhancement
of cognitive style in anxious and aggressive children. Journal of Abnormal Child
Psychology, 24, 187-203
Referencias bibliográficas 447
Battaglia, M., Ogliari, A., Zanoni, A., Villa, F., Citterio, A., Binaghi, F., Fossati, A. y
Maffei, C. (2004). Children's discrimination of expressions of emotions:
Relationship with indices of social anxiety and shyness. Journal of the American
Academy of Child Psychiatry, 43 , 358-365.
Bech, P. y Angst, J. (1996). Quality of life in anxiety and social phobia. International
Clinical Psychopharmacology, 11 (suppl. 3), 97-100
Beck. A.T. (1976). Cognitive therapy and the emotional disorders. New York:
International Universities Press
Beck, A.T., Emery, G. y Greenberg, R.I. (1985). Anxiety disorders and phobias: a
cognitive perspective. New York: Basic Books
Beck, J.G., Carmin, C.N. y Henninger, N.J. (1998). The utility of the Fear Survey
Schedule-III: An extended replication. Journal of Anxiety Disorders, 12, 177-182
Beidel, D.C. (1991). Social phobia and overanxious disorder in school-age children.
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 30, 545-
552
Beidel, D.C., Ferrell, C., Alfano, C.A. y Yeganeh, R. (2001). The treatment of
childhood social anxiety disorder. The Psychiatric Clinics of North America, 24,
831-846
Beidel, D.C., Neal, A.M. y Lederer, A.S. (1991). The feasibility and validity of a
daily diary for the assessment of anxiety in children. Behavior Therapy, 22, 505-
517
Beidel, D.C. y Randall, J. (1994). Social phobia. En T.H. Ollendick, N.J. King y W.
Yule (Eds.). International handbook of phobic and anxiety disorders in children
and adolescents (pp. 111-129). New York: Plenum Press
Beidel, D.C. y Turner, S.M. (1992). Scoring the Social Phobia and Anxiety
Inventory: Comments on Herbert et al. (1991). Behaviour Research and Therapy,
31, 331-337
Beidel, D.C. y Turner, S.M. (1992, Octubre). Are social phobic children the same as
social phobic adults?. Comunicación presentada en el Congreso Anual de la
Academy of Child and Adolescent Psychiatry, Washington, DC (Estados Unidos)
Referencias bibliográficas 448
Beidel, D.C. y Turner, S.M. (1998). Shy children, phobic adults. Nature and
treatment of social phobia. Washington, DC: APA
Beidel, D.C. y Turner, S.M. (1999). The natural course of shyness and related
syndromes. En L.A. Schmidt y J. S. Schulkin (Eds.), Extreme fear, shyness, and
social phobia: Origins, biological mechanisms, and clinical outcomes (pp. 203-
223). New York: Oxford University Press
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Cooley, M.R. (1993). Assessing reliability and
clinically significant change in social phobia: Validity of the Social Phobia and
Anxiety Inventory. Behaviour Research and Therapy, 31, 331-337
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Dancu, C.V. (1985). Physiology, cognitive and
behavioral aspects of social anxiety. Behaviour Research and Therapy, 23, 109-
117
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Fink, C.M. (1996). Assessment of childhood social
phobia: Construct, convergent, and discriminative validity of the Social Phobia
and Anxiety Inventory for Children (SPAI-C). Psychological Assessment, 8, 235-
240
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Hamlin, V. y Morris, T.L. (2000). The Social Phobia
and Anxiety Inventory for Children (SPAI-C): External and discriminative
validity. Behavior Therapy, 31, 75-87.
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Jacob, R.G. (1989). Assessment of social phobia:
Reliability of an impromptu speech task. Journal of Anxiety Disorders, 3, 149-
158.
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Morris, T.L. (1995). A new inventory to assess
childhood social anxiety and phobia: The Social Phobia and Anxiety Inventory for
Children. Psychological Assessment, 7, 73-79
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Morris, T.M. (1996). Social Effectiveness Training for
Children. Manuscrito no publicado
Beidel, D.C., Turner, S.M. y Morris, T.L. (1998). Social Effectiveness Therapy for
Children: A treatment manual. Manuscrito no publicado. Medical University of
South Carolina
Bell, C.J., Malizia, A.L. y Nutt, D.J. (1999). The neurobiology of social phobia.
European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, 249, 11-18
Benca, R., Matuzas, W. y Al-Sadir, J. (1986). Social phobia, MVP, and response to
imipramina. Journal of Clinical Psychopharmacology, 6, 50-51
Biederman, J., Hirshfeld-Becker, D.R., Rosenbaum, J.F., Hérot, C., Friedman, D.,
Snidman, N., Kagan, J. y Faraone, S.V. (2001). Further evidence of association
between behavioral inhibition and social anxiety in children. American Journal of
Psychiatry, 158, 1673-1679
Biran, M., Augusto, F. y Wilson, G.T. (1981). In vivo exposure vs. cognitive
restructuring in the treatment of scriptophobia. Behaviour Research and
Therapy, 19, 525-532
Birmaher, B., Waterman, G.S., Ryan, N., Cully, M., Balach, L., Ingram, J. y
Brodsky, M. (1994). Fluoxetine for childhood anxiety disorders. Journal of
the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 33, 993-999
Bisserbe, J.C., Lèpine, J.P. y Group, G.R.P. (1994). Moclobemide in social phobia.
Clinical Neuropharmacology, 17 (Suppl. 1), 88-94
Bisserbe, J.C., Weiller, E., Boyer, P., Lépine, J.P. y Lecrubier, Y. (1996). Social
phobia in primary care: level of recognition and drug use. International Clinical
Psychopharmacology, 11, 25-28
Black, B., Uhde, T.W. y Tancer, M.E. (1992). Fluoxetine for the treatment of social
phobia. Journal of Clinical Psychopharmacology, 12, 293-295
Blanco, C., Antia, S.X. y Liebowitz, M.R. (2002). Pharmacotherapy for social
anxiety disorder. Biological Psychiatry, 51, 109-120
Blanco, C. y Schneier, F.R. (1997). Current and new approaches to social phobia.
Medscape Mental Health, 2
Bland, R.C., Orn, H., y Newman, S.C. (1988). Lifetime prevalence of psychiatric
disorders in Edmonton. Acta Psychiatrica Scandinavica, 77, 24-32
Referencias bibliográficas 450
Bobes, J., Badía, X., Luque, A., García, M., González, M.P., Dal-Ré, R., Soria, J.,
Martínez, R., de la Torre, J., Domènech, R., González-Quirós, M., Bascarán,
M.T., González, J.L., Martínez de la Cruz, F. (1999). Validación de las versiones
en español de los cuestionarios Liebowitz Social Anxiety Scale, Social Anxiety
and Distress scale y Sheenan Disability Inventory para la evaluación de la fobia
social. Medical Clinical, 112, 530-538
Bobes, J., González, M.P., Sáiz, P.A., Bascarán, M.T. y Bousoño, M. (2001).
Revisión conceptual a propósito de la fobia social (trastorno de ansiedad social).
Actas Españolas de Psiquiatría, 29, 195-198
Bögels, S.M., van Oosten, A., Muris, P. y Smulders, D. (2001). Familial correlates of
social anxiety in children and adolescents. Behaviour Research and Therapy, 39,
273-287
Boone, M.L., McNeil, D.W., Masia, C.L., Turk, C.L., Carter, L.E., Ries, B.J. y
Lewin, M.R. (1999). Multimodal comparisons of social phobia subtypes and
avoidant personality disorder. Journal of Anxiety Disorders, 13, 271-292
Bourdon, K.H., Boyd, J.H., Rae, D.S., Burns, B.J., Thompson, J.W. y Locke, B.Z.
(1988). Gender differences in phobias. Results of the ECA community survey.
Journal of Anxiety Disorders, 2, 227-241
Bousoño, M., Sáiz, P.A., Jiménez, L. y Fernández, J.M. (1999). Bases biológicas del
trastorno por ansiedad social. En J. Bobes, M.P. González, P.A. Sáiz y M.
Bousoño (Eds.)., Abordaje actual del trastorno por ansiedad social (pp. 15-26).
Barcelona: Masson
Bouwer, C. y Stein, D.J. (1998). Use of the selective serotonin reuptake inhibitor
citalopram in the treatment of generalized social phobia. Journal of Affective
Disorders, 49, 79-82
Boyd, J.H., Rae, D.S., Thompson, J.W., Burns, B.J., Bourdon, K., Locke, B.Z. et al.
(1990). Phobia: prevalence and risk factors. Social Psychiatry and Psychiatric
Epidemiology, 25, 314-323
Bragado, C., Carrasco, I., Sánchez, M.L. y Bersabé, R.M. (1996). Trastornos de
ansiedad en escolares de 6 a 17 años. Ansiedad y Estrés, 2, 97-112
Brawman-Mintzer, O., Lydiard, R.B., Emmanuel, N., Payeur, R., Johnson, M.,
Roberts, J., Jarrell, M.P. y Ballenguer, J.C. (1993). Psychiatric comorbidity in
patients with generalized anxiety disorder. American Journal of Psychiatry, 150,
1216-1218
Brewerton, T.D., Lydiard, R.B., Herzog, D.B., Brotman, A.W., O´Neil, P.M. y
Ballenguer, J.C. (1995). Comorbidity of axis I psychiatric disorders in bulimia
nervosa. Journal of Clinical Psychiatry, 56, 77-80
Brown, E.J., Heimberg, R.G. y Juster, H.R. (1995). Social phobia subtype and
avoidant personality disorder: Effect on severity of social phobia, impairment and
outcome of cognitive behavioral treatment. Behavior Therapy, 26, 467-486
Referencias bibliográficas 452
Brown, T.A., DiNardo, P.A., Lehman, C.L. y Campbell, L.A. (2001). Reliability of
DSM-IV anxiety and mood disorders: Implications for the classification of
emotional disorders. Journal of Abnormal Psychology, 110, 49-58
Brown, E.J., Turovsky, J., Heimberg, R.G., Juster, H.R., Brown, T.A. y Barlow, D.H.
(1997). Validation of the Social Interaction Anxiety Scale and the Social Phobia
Scale across the anxiety disorders. Psychological Assessment, 9, 21-27
Bruch, M.A., Giordano, S. y Pearl, L. (1986). Differences between fearful and self-
conscious shy subtypes in background and current adjustment. Journal of
Research in Personality, 20, 172-186
Bruch, M.A., y Heimberg, R.G., Berger, P. y Collins, T.M. (1989). Social phobia and
perceptions of early parental and personal characteristics. Anxiety Research, 2, 57-
63
Brunello, N. den Boer, J.A., Judd, L.L., Kasper, S., Kelsey, J.E., Lader, M.,
Lecubrier, Y., Lepine, J.P, Lydiard, R.B., Mendlewicz, J, Montgomery, S.A,
Racagni, G., Stein, M.B. y Wittchen, H.U. (2000). Social phobia: Diagnosis and
epidemiology, neurobiology and pharmacology, comorbidity and treatment.
Journal of Affective Disorders, 60, 61-74
Bulik, C.M., Beidel, D.C., Duchmann, E., Weltzin, T.E. y Kaye, W.H. (1991). An
analysis of social anxiety in anorexic, bulimic, social phobic and control women.
Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, 13, 199-211
Burton, R. (1845). The anatomy of melancholy, vol. 1, 11ª edición. Londres: Thomas
Tegg, Cheapside
Referencias bibliográficas 453
Buss, A.H. (1980). Self-consciousness and social anxiety. San Francisco, CA:
Freeman
Butler, G., Cullington, A., Munby, M., Amies, P. y Gelder, M. (1984). Exposure
and anxiety management in the treatment of social phobia. Journal of
Consulting and Clinical Psychology, 52, 642-650
Caballo, V.E., Andrés, V. Y Bas, F. (1997). Fobia social. En V.E. Caballo (dir.),
Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos,
vol. 1. Madrid: Siglo XXI.
Caldirola, D., Perna, G., Arancio, C., Bertani, A. y Bellodi, L. (1997). The 35% CO2
challenge test in patients with social phobia. Psychiatry Research, 71, 41-48
Referencias bibliográficas 454
Cameron, O., Thyer, B., Nesse, R. y Curtis, G. (1986). Symptoms profiles of patients
with DSM-III anxiety disorders. American Journal of Psychiatry, 143, 1132-1137
Canino, G.J., Bird, H.R., Shrout, P.E., Rubio-Stipec, M., Bravo, M., Martínez, R.,
Seasman, M. y Guevara, L.M. (1987). The prevalence of specific psychiatric
disorders in Puerto Rico. Archives of General Psychiatry, 44, 727-735
Carducci, B.J. (1999). Shyness: A bold new approach. Nueva York: HarperCollins
Publisher, Inc.
Carducci, B.J. y Zimbardo, P.G. (1995). Are you shy?. Psychology Today, 28, 34-46
Caster, J.B., Inderbitzen, H.M. y Hope, D.A. (1999). Relationship between youth and
parent perceptions of family environment and social anxiety. Journal of Anxiety
Disorders, 13, 237-251
Castro, J., Toro, J., Van der Ende, J. y Arrindell, W.A. (1993). Exploring the
feasibility of assessing perceived parental rearing styles in Spanish children with
the EMBU. The International Journal of Social Psychiatry, 39, 47-57
Czepowitz, V.D., Johnson, M.R., Lydiard, R.B., Emmanuel, N.P., Ware, M.R.,
Mintzer, O.B., Walsh, M.D. y Ballenger, J.C. (1995). Sertraline in social phobia.
[Letter to the editors]. Journal of Clinical Psychopharmacology, 15 (5), 372-373
Referencias bibliográficas 455
Chambless, D.L., Cherney, J., Caputo, G.C. y Rheinstein, B.J. (1987). Anxiety
disorders and alcoholism: a study with inpatient alcoholics. Journal of Anxiety
Disorders, 1, 29-40
Chapman, T.F. (1993). Assortative mating and mental illness. Tesis Doctoral no
publicada. Universidad de Yale, New Haven (EEUU)
Chapman, T.F., Mannuzza, S. y Fyer, A.J. (1995). Epidemiology and family studies
of social phobia. En R.G. Heimberg, M.R. Liebowitz, D.A. Hope y F.R. Schneier,
Social phobia: Diagnosis, assessment and treatment (pp. 21-40). Nueva York:
Guilford Press
Chavira, D.A. y Stein, M.B. (2002). Combined Psychoeducation and treatment with
selective serotonin reuptake inhibitors for youth with generalized social anxiety
disorder. Journal of Child and Adolescent Psychopharmacology, 12(1), 47-54.
Chavira, D. A., Stein, M. B., & Malcarne, V. L. (2002). Scrutinizing the relationship
between shyness and social phobia. Journal of Anxiety Disorders, 16, 585–598.
Cheer, S.M. y Figgitt, D.P. (2001). Flovoxamine: a review of its therapeutic potential
in the management of anxiety disorders in children and adolescents. Paediatric
Drugs, 3, 763-781
Chen, Y.P., Ehlers, A., Clark, D.M. y Mansell, W. (1997). Patients with social
phobia direct their attention away from faces. Presentado en el Annual EABCT
Congress, Venecia
Chen Y.P., Ehlers A., Clark D.M. y Mansell W. (2002). Patients with generalized
social phobia direct their attention away from faces. Behaviour Research and
Therapy, 40, 677-687
Clark, D.B. y Agras, W.S. (1991). The assessment and treatment of performance
anxiety in musicians. American Journal of Psychiatry, 148, 598-605
Clark, D.B., Bukstein, O.G., Smith, M.G., Kaczynski, N.A., Mezzich, A.C. y
Donovan, J.E. (1995). Identifying anxiety disorders in adolescents hospitalized for
alcohol abuse or dependence. Psychiatric Services, 46, 618-620
Clark, D.B., Feske, U., Masia, C.L., Spaulding, S.A., Brown, C., Mammen, O. y
Shear (1997). Systematic assessment of social phobia in clinical practice.
Depression and anxiety, 6, 47-61
Clark, D.B., Turner, S.M., Beidel, D.C., Donovan, J.E., Kirisci, L. y Jacob, R.G.
(1994). Reliability and validity of the Social Phobia and Anxiety Inventory for
adolescents. Psychological Assessment, 6, 135-140
Cohen, J. (1988). Statistical power analysis for the behavioral sciences (2ª ed.).
Hillsdale, NY: Lawrence Erlbaum Associated
Cohen, S. y Wills, T.A. (1985). Stress, social support, and the buffering
hypothesis. Psychological Bulletin, 98, 310-357
Referencias bibliográficas 457
Cole, D.A., Martin, J.M., Powers, B. y Truglio, R. (1996). Modeling causal relations
between academic and social competence and depression: A multitrait-
multimethod longitudinal assessment of children. Journal of Abnormal
Psychology, 105, 258-270
Cole, D.A., Peeke, L.G., Martin, J.M., Truglio, R. y Seroczynski, A.D. (1998). A
longitudinal look at the relation between depression and anxiety in children and
adolescents. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 66, 451-460
Coles, M.E., Turk, C.L., Heimberg, R.G. y Fresco, D.M. (2001). Effects of varying
levels of anxiety within social situations: relationship to memory perspective and
attributions in social phobia. Behaviour Research and Therapy, 39, 651-665
Compton, S.N., Grant, P.J., Chrisman, A.K., Gammon, P.J., Brown, V.L. y March,
J.S. (2001). Sertraline in children and adolescents with social anxiety disorder: An
open trial. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry,
40, 564-571
Condren, R.M., O’Neill, A., Ryan, M.C.M., Barrett, P. y Thakore, J.H. (2002). HPA
axis response to a psychological stressor in generalized social phobia.
Psychoneuroendocrinology, 27, 693-704
Cook, E.W., III. Melamed, B.G., Cuthbert, B.N., McNeil, D.W. y Lang, P.J. (1988).
emotional imagery and the differential diagnosis of anxiety. Journal of Consulting
and Clinical Psychology, 56, 734-740
Cooper, P.J. y Eke, M. (1999). Childhood shyness and maternal social phobia: A
community study. British Journal of Psychology, 174, 439-443
Cox, B.J., Parker, J.D.A. y Swinson, R.P. (1996). Confirmatory factor analysis of the
Fear Questionnaire with social phobia patients. British Journal of Psychiatry, 168,
497-499
Cox, B.J., Ross, L., Swinson, R.P. y Direnfeld, D.M. (1998). A comparison of social
phobia outcome measures in cognitive-behavioral group therapy. Behavior
Modification, 22 (3), 285-297
Cox, B.J. y Swinson, R.P. (1995). Assessment and measurement. En M.B. Stein
(Ed.), Social phobia: Clinical and research perspectives (pp. 261-291). New
York: Guildford Press
Referencias bibliográficas 458
Cox, B.J., Swinson, R.P. y Fergus, K.D. (1993). Changes in fear versus avoidance
ratings with behavioral treatments for agoraphobia. Behavior Therapy, 24, 619-
624
Cox, B.J., Swinson, R.P., Parker, J.D.A., Kuch, K. y Reichman, J.T. (1993).
Confirmatory factor analysis of the Fear Questionnaire in panic disorder with
agoraphobia. Psychological Assessment, 5, 235-237
Craske, M. G. (2003). Origins of Phobias and Anxiety Disorders: Why more women
than men?. Kidlington (Oxford): Elsevier
Craske, M.G. y Glover, D.A. (1999). Anxiety disorders. En E.M., Palace (ed.).
Women’s Health: A Behavioral Medicine Approach. New York: Oxford
University Press, 1999
Connor, K.M., Davidson, J.R.T., Churchill, L.E., Sherwood, A., Foa, E. y Weisler,
R.H. (2000). Psychometric properties of the social phobia inventory (SPIN).
British Journal of Psychiatry, 176, 379-386
Connor, K.M., Davidson, J.R.T., Potts, N.L., Tupler, L.A., Miner, C.M., Malik,
M.L., Book, S.W., Colket, J.T. y Ferrel, F. (1998). Discontinuation of clonazepam
in the treatment of social phobia. Journal of Clinical Psychopharmacology, 18,
373-378
Constans, J.I., Penn, D.L., Ihen, G.H. y Hope, D.A. (1999). Interpretative bias for
ambiguous stimuli in social anxiety. Behaviour Research and Therapy, 37, 643-
651
Coupland, N.J., Bell, C., Potokar, J.P., Bailey, J.E. y Nutt, D.J. (2001).
Cardiovascular reflexes during treatment of social phobia with moclobemide.
International Journal of Psychiatry 5(1), 27-31
Dadds, M.R., Barrett, P.M., Rapee, R.M. y Ryan, A. (1996). Family process and
child anxiety and aggressions: An observational analysis. Journal of Abnornal
Child Psychology, 24, 715-734
Davidson, J.R.T. (2000). Social anxiety disorder under scrutiny. Depression and
Anxiety, 11, 93-98
Davidson, J.R.T., Ford, S.M., Smith, R.D. y Potts, N.L.S. (1991). Long-term
treatment of social phobia with clonazepam. Journal of Clinical Psychiatry, 52
(Suppl. 11), 16-20
Davidson, J.R.T., Hughes, D.L., George, L.K. y Blazer, D.G. (1993). The
epidemiology of social phobia: Findings from the Duke Epidemiologic Catchment
Area study. Psychological Medicine, 23, 709-718
Davidson, J.R.T., Hughes, D.C., George, L.K. y Blazer, D.G. (1994). The boundary
of social phobia. Archives of General Psychiatry, 51, 975-983
Davidson, J.R.T., Krishnan, K.R.R., Charles, H.C., Boyko, O., Potts, N.L.S., Ford,
S.M. y Patterson, L. (1993). Magnetic resonance spectroscopy in social phobia:
preliminary findings. Journal of Clinical Psychiatry, 54 (12 supl), 19-25
Davidson, J.R.T., Miner, C.M., de Veaugh-Geiss, J., Tupler, L.A., Colket, J.T. y
Potts, N.L.S. (1997). The Brief Social Phobia Scale: A psychometric evaluation.
Psychological Medicine, 27, 161-166
Davidson, J.R.T., Potts, N.L.S., Richichi, E.A., Ford, S.M., Krishnan, K.R.R., Smith,
R.D. y Wilson, W. (1991). The brief social phobia scale. Journal of Clinical
Psychiatry, 52, 48-51
Referencias bibliográficas 460
Davidson, J.R.T., Potts, N.L.S., Richichi, E., Krishnan, K.R.R., Ford, S.M., Smith,
R.D. y Wilson, W.H. (1993). Treatment of social phobia with clonazepam and
placebo. Journal of Clinical Psychopharmacology, 13, 423-429
Davidson, J.R.T., Tupler, L.A. y Potts, N.L.S. (1994). Treatment of social phobia
with benzodiazepines. Journal of Clinical Psychiatry, 55 (Suppl.), 28-32
Degonda, M. y Angst, J. (1993). The Zurich Study XX. Social phobia and
agoraphobia. European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, 243,
95-102
Deltito, J.A. y Perugi, G. (1986). A case of social phobia with avoidant personality
disorder treated with MAOI. Comprehensive Psychiatry, 27, 255-258
Den Boer, J.A. (1997). Social phobia: Epidemiology, recognition and treatment.
BMJ, 315, 796-800
Den Boer, J.A. y Dunner, D.L. (1999). Physician attitudes concerning diagnosis and
treatment of social anxiety disorder in Europe and North America. International
Journal of Psychiatry in Clinical Practice, 3(suppl. 3), S13-S19
Den Boer, J.A., van Vliet, I.M. y Westenberg, H.G.M. (1994). Recent advances in
the psychopharmacology of social phobia. Progress in Neuro-
Psychopharmacology and Biological Psychiatry, 18, 625-645
Den Boer, J.A., Westenberg, H.G.M. y De Vries, H. (1992). The MSH/ACTH analog
ORG 2766 in anxiety disorders. Peptides, 13, 109-112
Dewar, K.M. y Stravynski, A. (2001). The quest for biological correlates of social
phobia: An intern assessment. Acta Psychiatrica Scandinavica
DeWitt, D.J., MacDonald, K. y Offord, D.R. (1999). Childhood stress and symptoms
of drug dependence in adolescence and early adulthood: Social phobia as a
mediator. American Journal of Orthopsychiatry, 69, 61-72
DeWitt, D.J., Ogborne, A., Offord, D.R. y MacDonald, K. (1999). Antecedents of the
risk of recovery from DSM-III-R social phobia. Psychological Medicine, 29, 569-
582
Referencias bibliográficas 461
DiBartolo, P.M., Albano, A.M., Barlow, D.H. y Heimberg, R.G. (1998). Cross-
informant agreement in the assessment of social phobia in youth. Journal of
Abnormal Child Psychology, 26, 213-220
Dick, C.L., Sowa, B., Bland, R.C. y Newman, S.C. (1994). Phobic disorders. Acta
Psychiatrica Scandinavica, 376, 36-44
Di Nardo, P.A y Barlow, D.H. (1988). The Anxiety Disorders Interview Schedule-
Revised (ADIS-R). Albany, NY: Graywind
Di Nardo, P.A., Brown, T.A. y Barlow, D.H. (1994). Anxiety Disorders Interview
Schedule for DSM-IV (Lifetime version). San Antonio, TX: Psychological
Corporation
Dodge, C.S., Heimberg, R.G., Nyman, D. y O’Brien, G.T. (1987). Daily heterosocial
interactions of high and low socially anxious college students: A diary study.
Behavior Therapy, 18, 90-96
Edelman, R.E. y Chambless, D.L. (1995). Adherence during sessions and homework
in cognitive-behavioral group treatment of social phobia. Behaviour Research and
Therapy, 33, 573-577
Edwards, S.L., Rapee, R.M. y Franklin, (2003). Post event rumination and recall bias
for a social performance event in high and low socially anxious individuals.
Cognitive Therapy and Research, 27, 603-617.
Eisenberg, N., Gershoff, E.T., Fabes, R.A., Shepard, S.A., Cumberland, A.J.,
Losoya, S.H., Guthrie, I.K. y Murphy, B.C. (2001). Mothers’ emotional
expressivity and children’s behavior problems and social competence: Mediation
through children’s regulation. Developmental Psychology, 37, 475-490
Ellis, S., Rogoff, B. y Cromer, C.C. (1981). Age segregation in children’s social
interactions. Developmental Psychology, 17, 399-407
Elting, D.T. y Hope, D.A. (1995). Cognitive assessment. En R.G. Heimberg, M.R.
Liebowitz, D.A. Hope y F.R. Schneier (Eds.), Social phobia: Diagnosis,
assessment, and treatment (pp. 232-258). Nueva York: Guilford Press
Emmanuel, N.P., Lydiard, R.B. y Ballenger, J.C. (1991). Treatment of social phobia
with bupropion. Journal of Clinical Psychopharmacology, 11, 276-277
Espada, J.P., Quiles, M.J. y Méndez, F.X. (2002). Terapia cognitiva y exposicion
mixta en un caso de fobia social. Análisis y Modificación de Conducta, 28, 129-
160.
Referencias bibliográficas 463
Eysenck, M.W. (1999). Cognitive biases in social phobia. Ansiedad y Estrés, 5, 275-
284
Eysenck, M.W. y Calvo, M.G. (1992). Anxiety and performance: the processing
efficiency theory, Cognition and Emotion, 6, 409-434.
Fahlen, T. (1995). Personality traits in social phobia, II: Changes during drug
treatment. Journal of Clinical Psychiatry, 56, 569-573
Fahlen, T., Nilsson, H.L., Borg, K, Humble, M., Pauli, U. (1995). Social phobia: the
clinical efficacy and tolerability of the aminoamine oxidase-A and serotonin
uptake inhibitor brofaromine. Acta Psychiatrica Scandinavia, 92, 351-358
Fairbanks, J.M., Pine, D.S., Tancer, N.K., Dummit, E.S., Kentgen, L.M., Martin, J.,
Asche, B.K. y Klein, R.G. (1997). Open fluoxetine treatment of mixed anxiety
disorder in children and adolescents. Journal of Child and Adolescent
Psychopharmacology, 7, 17-29
Falloon, I.R., Lloyd, G.G. y Harpin, R. (1981). The treatment of social phobia: Real-
life rehearsal with non-professional therapists. Journal of Nervous and Mental
Disease, 169, 180-184
Faravelli, C., Zucchi, T., Vivani, B., Salmoria, R. y Perone, A. (2000). Epidemiology
of social phobia: a clinical approach. European Psychiatry, 15, 17-24
Fava, G.A., Grandi, S., Rafanelli, C., Ruini, C., Conti, S. y Belluardo, P. (2001).
Long-term outcome of social phobia treated by exposure. Psychological
Medicine, 31, 899-905
Feehan, M., McGee, R., Nada Raja, S. y Williams, S.M. (1994). DSM-III-R
disorders in New Zealand 18-year-olds. Australian and New Zealand Journal of
Psychiatry, 28, 87-99
Fenigstein, A., Scheier, M.F. y Buss, A.H. (1975). Public and private self-
consciousness: assessment and theory. Journal of Consulting and Clinical
Psychology, 43, 522-527
Fernández, F., Jiménez, S., Badía, A., Jaurrieta, N., Solano, R. y Vallejo, J. (2003).
Ansiedad y fobia social en anorexia nerviosa: un estudio de casos y controles.
Psicología Conductual, 11, 517-525.
Ferrell, C.B., Beidel, D.C., Turner, S.M. y Ferrell, C.B. (2004). Assessment and
Treatment of Socially Phobic Children: A Cross Cultural Comparison. Journal of
Clinical Child and Adolescent Psychology, 33, 260-268.
Feske, V., Perry, K.J., Chambless, D.L., Renneberg, B. y Goldstein, A.J. (1996).
Avoidant personality disorder as a predictor for treatment outcome among
generalized social phobics. Journal of Personality Disorders, 10, 174-184
Field, A.P., Psychol, C. y Morgan, J. (2004). Post-event processing and the retrieval
of autobiographical memories in socially anxious individuals. Journal of Anxiety
Disorder, 18, 647-663.
Finnie, V. y Russell, A. (1988). Preschool children’s social status and their mothers’
behavior and knowledge in the supervisory role. Developmental Psychology, 24,
789-801
Referencias bibliográficas 465
First, M.B., Spitzer, R.L., Gibbon, M. y Williams, J.B.W. (1994). Structured Clinical
Interview for Axis I DSM-IV Disorders-Patient edition (SCID-P, Version 2.0).
Nueva York: Biometrics Research Department
Fishbein, M., Middlestandt, S.E., Ottai, V., Strauss, S. y Ellis, A. (1988). Medical
problems among ICSOM musicians: Overview of a national survey. Medical
Problems of Performing Artists, 3, 1-8
Flament, M. y Godart, N. (1995). Social phobia: a risk factor for eating disorders.
European Psychopharmacology, 5, 360
Foa, E.B., Franklin, M.E., Perry, K.J. y Herbert, J.D. (1996). Cognitive biases in
generalized social phobia. Journal of Abnormal Psychology, 105, 433-439
Forthofer, M., Kessler, R., Story, A. y Gotlib, I. (1996). The effects of psychiatric
disorders on the probability and timing of first marriage. Journal of Health and
Social Behavior, 37, 121-132
Francis, G., Last, C.G. y Strauss, C.C. (1992). Avoidant disorder and social
phobia in children and adolescents. Journal of the American Academy of
Child and Adolescent Psychiatry, 31, 1086-1089
Frankel, K.A. (1990). Girls’ perceptions of peer relationship support and stress.
Journal of Early Adolescence, 10, 69-88
Franks, C.M. y Wilson, G.T. (Eds.) (1978). Annual review of behavior therapy (Vol.
6). Nueva York: Brunner/Mazel
Furmark, T., Tillfors, M., Stattin, H., Ekselius, L. y Fredrikson, M. (2000). Social
phobia subtypes in the general population revealed by cluster analysis.
Psychological Medicine, 30, 1335-1344
Referencias bibliográficas 466
Fydrich, T., Chambless, D.L., Perry, K.J., Buergener, F. y Beazley, M.B. (1998).
Behavioral assessment of social performance: a rating system for social phobia.
Behaviour Research and Therapy, 36, 995-1010
Fydrich, T. y Renneberg, B. (1997). Diagnostik der sozialen phobie. Psycho, 23, 598-
603
Fyer, A.J., Mannuzza, S., Chapman, T.F., Liebowitz, M.R. y Klein, D.F. (1993). A
direct interview family study of social phobia. Archives of General Psychiatry, 50,
286-293
Fyer, A.J., Mannuzza, S., Chapman, T.F., Lipsitz, J., Martin, L.Y. y Klein, D.F.
(1996). Panic disorder and social phobia: Effects of comorbidity on familial
transmission?. Anxiety, 2, 173-178
Fyer, A.J., Mannuzza, S., Chapman, T.F., Martin, L.Y. y Klein, D.F. (1995).
Specificity in familial aggregation of phobic disorders. Archives of General
Psychiatry, 52, 564-573
Gallagher, H.M., Rabian, B.A. y McCloskey, M.S. (2004). A brief group cognitive-
behavioral intervention for social phobia in childhood. Journal of Anxiety
Disorders, 18, 459-479
García-López, L.J., Olivares, J., Hidalgo, M.D., Beidel, D.C. y Turner, S.M. (2000).
Psychometric properties of the Social Phobia and Anxiety Inventory, the Social
Anxiety Scale for Adolescents, the Fear of Negative Evaluation scale and the
Social Avoidance Distress scale in an adolescent Spanish speaking population.
Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, 23, 51-59
García-López, L.J., Olivares, J., Turner, S.M., Beidel, D.C., Albano, A.M. y
Sánchez-Meca, J. (2002). Results at long-term among three psychological
treatments for adolescents with generalized social phobia (II): Clinical
significance and effect size. Psicología Conductual, 10, 165-179
Garrido, I., Farré, B., Díaz, S., Riesco, N. y Morales, M. (2002). Tratamiento en
grupo para la fobia social. Cuadernos de Medicina Psicosomática y Psiquiatría de
Enlace, 62-62, 7-12.
Gelernter, C.S., Stein, M.B., Tancer, M.E. y Uhde, T.W. (1992). An examination of
syndromal validity and diagnostic subtypes in social phobia and panic disorder.
Journal of Clinical Psychiatry, 53, 23-27
Gelernter, C.S., Uhde, T.W., Cimbolic, P., Arnkoff, D.B., Vittone, B.J., Tancer, M.E.
y Bartko, J.J. (1991). Cognitive-behavioral and pharmacological treatments of
social phobia. Archives of General Psychiatry, 48, 938-945
George, L.K., Hughes, D.C. y Blazer, D.G. (1986). Urban/rural differences in the
prevalence of anxiety disorders. American Journal of Social Psychiatry, 6, 249-
258
Giaconia, R., Reinherz, H., Silverman, A., Pakiz, B., Frost, A. y Cohen, E. (1994).
Ages of onset of psychiatric disorders in a community population of older
adolescents. Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 33, 706-717
Gilboa-Schechtman, E., Foa, E. B., y Amir, N. (1999). Attentional biases for facial
expressions in social phobia: The face-in-the-crowd paradigm. Cognition and
Emotion, 133, 305–318.
Referencias bibliográficas 468
Ginsberg, G., La Greca, A.M. y Silverman, W.S. (1998). Social anxiety in children
with anxiety disorders: Linkages with social and emotional functioning. Journal
of Abnormal Child Psychology
Glass, C.R., Merluzzi, T.V., Biever, J.I. y Larsen, K.H. (1982). Cognitive assessment
of social anxiety: Development and validation of a self-statement questionnaire.
Cognitive Therapy and Research, 6, 37-55
Glickman, A.R. y La Greca, A.M. (2004). The Dating Anxiety Scale for
Adolescents: Scale development and associations with adolescent functioning.
Journal of Clinical Child and Adolescent Psychology, 33, 566-578.
Gorman, J.M., Liebowitz, M.R., Fyer, A.J., Campeas, R. y Klein, D.F. (1985).
Treatment of social phobia with atenolol. Journal of Clinical
Psychopharmacology, 5, 298-301
Referencias bibliográficas 469
Gossard, D., Dennis, C. y DeBusk, R.F. (1984). Use of β-blocking agents to reduce
the stress of presentation at an international cardiology meeting: results of a
survey. American Journal of cardiology, 50, 240-241
Greenberg, P. E., Sisitsky, T., Kessler, R. C., Finkelstein, S. N., Berndt, E. R.,
Davidson, J. R. T., Ballenger, J. C. Y Fyer, A. J. (1999). The economic burden of
anxiety disorders in the 1990s. Journal of Clinical Psychiatry, 60, 427-435.
Greist, J.H. (1995). The diagnosis of social phobia. Journal of Clinical Psychiatry,
56 (suppl. 5), 5-12
Grenyer, B.F.S., Williams, G., Swift, W. y Neill, O. (1992). The prevalence of social-
evaluative anxiety in opioid users seeking treatment. The International Journal of
the Addictions, 27, 665-673
Guillén, V., Quero, S., Baños, R.M. y Botella, C. (1999, noviembre). Datos
psicométricos y normativos del Cuestionario de Autoestima de Rosenberg en una
muestra española.. I Congreso Iberoamericano de Psicología Clínica y de la
Salud. Granada
Gündel, H., Wolf, A., Xidara, V., Busch, R. y Ceballos-Baumann, A.O. (2001). Social
phobia in spasmodic torticollis. Journal of Neurosurgery Psychiatry, 71, 499-504
Habke, A.M., Hewitt, P.L., Norton, G.R. y Asmundson, G. (1997). The Social Phobia
and Social Interaction Anxiety Scales: An exploration of the dimensions of social
anxiety and sex differences in structure and relations with pathology. Journal of
Psychopathology and Behavioral Assessment, 19, 21-39
Hackmann, A., Clark, D.M. y McManus, F. (2000). Recurrent images and early
memories in social phobia. Behaviour Research and Therapy, 38, 601-610
Hackmann, A., Suraway, C. y Clark, D.M. (1998). Seeing yourself through other’s
eyes: a study of spontaneously occurring images in social phobia. Behavioural
and Cognitive Psychotherapy, 26, 3-12
Referencias bibliográficas 470
Hartup, W.W. (1996). The company they keep: Friendships and their developmental
significance. Child Development, 67, 1-13
Heimberg, R.G. (1996). Social phobia, avoidant personality disorder and the
multiaxial conceptualization of interpersonal anxiety. En P.M. Salkovskis (Ed).,
Trends in Cognitive and Behavioural Therapies (pp. 45-61). John Waley y Sons
Ltd.
Heimberg, R.G., Dodge, C.S., Hope, D.A., Kennedy, C.R., Zollo, L. y Becker, R.E.
(1990). Cognitive-behavioral group treatment of social phobia: Comparison to a
credible placebo control. Cognitive Therapy and Research, 14, 1-23
Heimberg, R.G. y Holt, C.S. (1989). The issue of subtypes in the diagnosis of social
phobia: A report to the social phobia subworkgroup for DSM-IV. Manuscrito sin
publicar
Heimberg, R.G., Holt, C.S., Schneier, F.R., Spitzer, R.L. y Liebowitz, M.R. (1993).
The issue of subtypes in the diagnosis of social phobia. Journal of Anxiety
Disorders, 7, 249-269
Heimberg, R.G., Hope, D.A., Dodge, C.S. y Becker, R.E. (1990). DSM-III-R
subtypes of social phobia: Comparison of generalized social phobics and public
speaking phobics. Journal of Nervous and Mental Disease, 178, 172-179
Heimberg, R.G., Hope, D.A., Rapee, R.M. y Bruch, M.A. (1988). The validity of the
Social Avoidance and Distress Scale and Fear of Negative Evaluation Scale with
social phobic patients. Behaviour Research and Therapy, 26, 407-410
Heimberg, R.G., Horner, K.J., Juster, H.R., Safren, S.A., Brown, E.J., Schneier, F.R.
y Liebowitz, M.R. (1999). Psychometric properties of the Liebowitz Social
Anxiety Scale. Psychological Medicine, 29, 199-212
Heimberg, R.G., Liebowitz, M.R., Hope, D.A., Schneier, F.R., Holt, C.S.,
Welkowitz, L.A., Juster, H.R., Campeas, R., Bruch, M.A., Cloitre, M., Fallon,
B. y Klein, D.F. (1998). Cognitive behavioral group therapy vs. phenelzine
therapy for social phobia. Archives of General Psychiatry, 55, 1133-1141
Heimberg, R.G., Mueller, G., Holt, C.S., Hope, D.A. y Liebowitz, M.R. (1992).
Assessment of anxiety in social interaction and being observed by others: The
Social Interaction Anxiety Scale and the Social Phobia Scale. Behavior Therapy,
23, 53-73
Heimberg, R.G., Salzman, D.G., Holt, C.S. y Blendell, K.A. (1993). Cognitive-
behavioral group treatment for social phobia: Effectiveness at five-year follow-up.
Cognitive Therapy and Research, 17, 325-339
Heiser, N.A., Turner, S.M. y Beidel, D.C. (2003). Shyness: relationship to social
phobia and other psychiatric disorders. Behaviour Research and Therapy, 41,
209-221
Referencias bibliográficas 472
Herbert, J.D. (1995). An overview of the current status of social phobia. Applied and
Preventive Psychology, 4, 39-51
Herbert, J.D., Bellack, A.S. y Hope, D.A. (1991). Concurrent validity of the Social
Phobia and Anxiety Inventory. Journal of Psychopathology and Behavioral
Assessment, 13, 357-368
Herbert, J.D., Bellack, A.S., Hope, D.A. y Mueser, K.T. (1992). Scoring the Social
Phobia and Anxiety Inventory: Reply to Beidel and Turner. Journal of
Psychopathology and Behavioral Assessment, 14, 381-383
Herbert, J.D., Hope, D.A. y Bellack, A.S. (1992). Validity of the distinction between
generalized social phobia and avoidant personality disorder. Journal of Abnornal
Psychology, 101, 332-339
Himle, J.A. y Hill, E.M. (1991). Alcohol abuse and the anxiety disorders: Evidence
from the Epidemiologic Catchment Area Survey. Journal of Anxiety Disorders, 5,
237-245
Himmelhoch, J.M. (1998). Social anxiety, hypomania and the bipolar spectrum: data,
theory and clinical issues. Journal of Affective Disorders, 50, 203-213
Hirschfeld, D.R., Biederman, J., Brody, L., Faraone, S.V. y Rosenbaum, J.F. (1997).
Expressed emotion toward children with behavioral inhibition: Associations with
maternal anxiety disorder. Journal of the American Academy Child and
Adolescence Psychiatry, 36, 910-917
Referencias bibliográficas 473
Holle, C., Neely, J.H. y Heimberg, R.G. (1997). The effects of blocked versus
random presentation and semantic relatedness of stimulus words in response to a
modified Stroop task among social phobics. Cognitive Therapy and Research, 21,
681-697
Hofmann, S.G. (2000). Self-focused attention before and after treatment of social
phobia. Behaviour Research and Therapy, 38, 717-725
Hofmann, S.G., Albano, A.M., Heimberg, R.G., Tracey, S., Chorpita, B.F. y Barlow,
D.H. (1999). Subtypes of social phobia in adolescents. Depression and Anxiety, 9,
15-18
Hofmann, S.G., Gerlach, A.L., Wender, A. y Roth, W.T. (1997). Speech disturbances
and gaze behavior during public speaking in subtypes of social phobia. Journal of
Anxiety Disorders, 11, 573-585
Hofmann, S.G., Ehlers, A. y Roth, W.T. (1995). Conditioning therapy: a model for
the etiology of public speaking anxiety. Behaviour Research and Therapy, 33,
367-371
Hofmann, S.G., Newman, M.G., Becker, E., Taylor, C.B. y Roth, W.T. (1995).
Social phobia with and without avoidant personality disorder: preliminary
behavior therapy outcome findings. Journal of Anxiety Disorders, 9, 427-438
Hollander, E., Kwon, J., Weiller, F., Cohen, L., Stein, D.J., DeCaria, C., Liebowitz,
M. y Simeon, D. (1998). Serotonergic function in social phobia: comparison to
normal controls and obsessive-compulsive disorder subjects. Psychiatry Research,
79, 213-217
Holt, C.S., Heimberg, R.G., Hope, D.A. y Liebowitz, M.R. (1992). Situational
domains of social phobia. Journal of Anxiety Disorders, 6, 63-77
Referencias bibliográficas 474
Holt, C.S., Heimberg, R.G., Hope, D.A. (1992). Avoidant personality disorder and
the generalized subtype of social phobia. Journal of Abnormal Psychology, 101,
318-325
Hope, D.A., Gansler, D.A. y Heimberg, R.G. (1989). Attentional focus and causal
attributions in social phobia: implications from social psychology. Clinical
Psychology Review, 9, 49-60
Hope, D.A. y Heimberg, R.G. (1988). Public and private self-consciousness and
social phobia. Journal of Personality Assessment, 52, 626-639
Hope, D.A. y Heimberg, R.G. (1993). Social phobia and social anxiety. En D.H.
Barlow (Ed.), Clinical Handbook of Psychological Disorders (pp. 99-136).
Nueva York: Guilford Press
Hope, D.A., Heimberg, R.G. y Klein, J.F. (1990). Social anxiety and the recall of
interpersonal information. Journal of Cognitive Psychotherapy, 4, 185-195
Hope, D.A., Rapee, R.M., Heimberg, R.G. y Dombeck, M.J. (1990). Representations
of the self in social phobia: Vulnerability to social threat. Cognitive Therapy and
Research, 14, 185-195
Hope, D.A., Sigler, K.D., Penn, D.L. y Meier, V. (1998). Social anxiety, recall of
interpersonal information and social impact on others. Journal of Cognitive
Psychotherapy, 12, 303-322
Horley, K., Williams, L.M., Gonsalvez, C. y Gordon, E. (2004). Face to face: visual
scan path evidence for abnormal processing of facial expressions in social phobia.
Psychiatry Research, 127, 43-53
Horwath, E., Wolk, S., Goldstein, R., Wickramatne, P., Sobin, C., Adams, P., Lish,
J.D. y Weissman, M.M. (1995). Is the comorbidity between social phobia and
panic disorder due to familial co-transmission or other factors?. Archives of
General Psychiatry, 52, 574-582
Humble, M., Fahlen, T., Koczkas, C. y Nilsson, H.L. (1992, Mayo). Social phobia:
Efficacy of brofaromine vs. placebo. Artículo presentado en el 145 congreso de la
Asociación Psiquiátrica Americana. Washington, DC
Referencias bibliográficas 475
Hwu, H., Yeh, E.K. y Chang, L.Y. (1989). Prevalence of psychiatric disorders in
Taiwan defined by the Chinese Diagnostic Interview Schedule. Acta Psychiatrica
Scandinavica, 79, 136-147
Inderbitzen, H.M. y Walters, K.S. (2000). Social Anxiety Scale for Adolescents:
Normative data and further evidence of construct validity. Journal of Clinical
Child Psychology, 29, 360-371
Inderbitzen, H.M., Walters, K.S. y Bukowski, A.L. (1997). The role of social anxiety
in adolescent peer relations: Differences among sociometric status groups and
rejected subgroups. Journal of Clinical Child Psychology, 26, 338-348
Inglés, C.J., Martínez, J.A., Méndez, F.X. e Hidalgo, M.D. (1998). Análisis de las
propiedades psicométricas de la Escala de Habilidades Sociales para
Adolescentes (EHSPA). Comunicación presentada en el 4º Congreso Internacional
de Conductismo y Ciencias de la Conducta. Sevilla
Inglés, C. J., Mendez, F. X., Hidalgo, M. D., Rosa, A. I., Orgilés, M. (2003). Social
anxiety questionnaires, inventories and scales for adolescents: A critical review /
Cuestionarios, inventarios y escalas de ansiedad social para adolescentes: Una
revision crítica. Revista de Psicopatología y Psicología Clinica, 8, 1-21
Ishiyama, F.I. (1984). Shyness, anxious social sensitivity and self-isolating tendency.
Adolescence, 19, 903-911
Iwase, M., Nakao, K., Takaishi, J., Yorifuji, K., Ikezawa, K. y Takeda, M. (2000).
An empirical classification of social anxiety: Performance, interpersonal and
offensive. Psychiatry and Clinical Neurosciences, 54, 67-75
Referencias bibliográficas 476
Jefferys, D. (1997). Social phobia. The most common anxiety disorder. Australian
Family Physician, 26, 1064-1067.
Jiménez, L., Sáiz, P.J., Bascarán, M.T. e Iglesias, C. (1999). Epidemiología del
trastorno por ansiedad social. En J. Bobes, González, M.P., Sáiz, P.A. y Bousoño,
M. (Eds.), Abordaje actual del trastorno por ansiedad social (pp. 3- 14).
Barcelona: Masson
Johnson, B.T. (1991). DSTAT: Software for the Meta-analytic Review of Research
(2ª ed.). Hillsdale, NJ: Erlbaum
Johnson, M.R., Turner, S.M., Beidel, D.C. y Lydiard, R.B. (1995). Personality
function. En M.B. Stein (Eds.), Social phobia: Clinical and research perspectives
(pp. 77-117) Washington, DC: APA
Juster, H.R. y Heimberg, R.G. (1995). Social phobia: Longitudinal course and long-
term outcome of cognitive-behavioral treatment. The Psychiatric Clinics of North
America, 18, 821-842
Kashdan, T.B. y Herbert, J.D. (2001). Social anxiety disorder in childhood and
adolescence: Current status and future directions. Clinical Child and Family
Psychology Review, 4, 37-61
Katzelnick, D.J., Kobak, K.A., Greist, J.H. y Jefferson, J.W. (1995). Sertraline in
social phobia: a double-blind, placebo-controlled crossover study. American
Journal of Psychiatry, 152, 1368-1371
Keller, M.B. (2003). The lifelong course of social anxiety disorder: A clinical
perspective. Acta Psychiatrica Scandinavica, 108, 85-94.
Kelsey, J.E., Selvig, A.L., Knight, B.T., Hein, JK, Ninan, PT, Gross, RE, Ely, TD,
Kilts, CK and Nemeroff, CB. (2000). Treatment of generalized social phobia with
the 5HT2 antagonist nefazodone. En Programs and Abstracts of the Anxiety
Disorders of America’s 20th Annual Conference. Washington
Kendler, K.S., Neale, M.C., Kessler, R.C., Heath, A.C. y Eaves, L.J. (1992). The
genetic epidemiology of phobias in women: The interrelations of agoraphobia,
social phobia. situational phobia, and simple phobia. Archives of General
Psychiatry, 49, 273-281
Kessler, M.N. (1995). Will social phobia subjects answer the telephone?. American
Journal of Psychiatry, 152, 4
Referencias bibliográficas 478
Kessler, R.C., Foster, C.L., Saunders, W.B. y Stang, P.E. (1995). Social
consequences of psychiatric disorders, I: Educational attainment. American
Journal of Psychiatry, 152, 1026-1032
Kessler, R.C., McGonagle, K., Zhao, S., Nelson, C., Hughes, M., Eschlemann, S.,
Wittchen, H.-U. y Kendler, K.S. (1994). Lifetime and 12-month prevalence of
DSM-III-R psychiatric disorders in the United States: Results from the National
Comorbidity Survey. Archives of General Psychiatry, 51, 8-19
Kessler, R.C., Stang, P., Wittchen, H.-U., Stein, M.B. y Walters, E.E. (1999).
Lifetime comorbidities between social phobia and mood disorders in the US
National Comorbidity Survey. Psychological Medicine, 29, 555-567
Kessler, R.C., Stein, M.B. y Berglund, P.A. (1998). Social phobia subtypes in the
National Comorbidity Survey. American Journal of Psychiatry, 155, 801-808
Klorman, M.L., Weerts, T.C., Hastings, J.E., Melamed, B.G. y Lang, P.J. (1974).
Psychometric evaluation of some specific-fear questionnaires. Behavior Therapy,
5, 401-409
Kobak, K.A., Greist, J.H., Jefferson, J.W. y Katzelnick, D.J. (1996). Computer-
administered clinical rating scales. A review. Psychopharmacology, 127, 291-301
Kobak, K.A., Greist, J.H., Jefferson, J.W. y Katzelnick, D.J. (2002). Fluoxetine in
social phobia: A double-blind, placebo-controlled pilot study. Journal of Clinical
Psychopharmacology, 22, 257-262
Kobak, K.A., Schaettle, S.C., Greist, J.H., Jefferson, J.W., Katzelnick, D.J. y Dottl,
S.L. (1998). Computer-administered rating scales for social anxiety in a clinical
drug trial. Depression and Anxiety, 7, 97-104
Kobak, K.A., Schaettle, S., Katzelnick, D.J. y Simon, G. (1995). Guidelines for the
Hamilton Depression Rating Scale: modified for the Depression in Primary Care
Study. Dean Foundation, Madison, Wisconsin
Kupersmidt, J.B. y Coie, J.D. (1990). Preadolescent peer status, aggression, and
school adjustment as predictors of externalizing problems in adolescence. Child
Development, 61, 1350-1362
Kushner, M.G., Sher, K.J. y Beitman, B.D. (1990). The relation between alcohol
problems and the anxiety disorders. American Journal of Psychiatry, 147, 685-
695
La Greca, A.M. (1998). Manual of the Social Anxiety Scales for Children and
Adolescents. Florida: Author
La Greca, A.M. (1999a). Friends or foes?. Peer influences on anxiety among children
and adolescents. En W.K. Silverman y P.A. Mersch (Eds.), Anxiety disorders in
children: Theory, research and practice. Londres: Cambridge University Press
La Greca, A. (1999b). The social anxiety scales for children and adolescents.
Behaviour Therapist, 22 (7), 133-136
La Greca, A.M. (2001). Friends of foes?. Peer influences on anxiety among children
and adolescents. En W. Silverman y P.D.A. Treffers (Eds.). Anxiety disorders in
children and adolescents: Research, assessment and intervention (pp. 159-186).
Nueva York: Cambridge University Press
La Greca, A.M. y Prinstein, M. J. (1999). The peer group. En W.K. Silverman y T.H.
Ollendick (Eds.). Developmental Issues in the Clinical Treatment of Children and
Adolescents (pp. 171-198). Needham Heights, MA: Allyn and Bacon
La Greca, A.M. y Stone, W.L. (1993). The Social Anxiety Scale for Children-
Revised: Factor structure and concurrent validity. Journal of Clinical Child
Psychology, 22, 17-27
Ladd, G. W. (1985). Documenting the effects of social skills training with children:
Processes and outcome assessment. In B. H. Schneider, K. H. Rubin y J. E.
Ledingham (eds.), Children's peer relations: Issues in assessment and
intervention (pp. 243-271). New York: Plenum
Laessle, R.G., Wittchen, H-U., Fichter, M.M. y Pirke, K.M. (1989). The significance
of subgroups of bulimia and anorexia nervosa: Lifetime frequency of psychiatric
disorders. International Journal of Eating Disorders, 8, 569-574
Last, C.G., Perrin, S., Hersen, M. y Kazdin, A.E. (1992). DSM-III-R anxiety
disorders in children: Sociodemographic and clinical characteristics. Journal of
the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 31, 928-934
Last, C.G. y Strauss, C.C. (1990). School refusal in anxiety-disordered children and
adolescents. Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 153, 457-459
Leary, M.R. (1983a). A brief version of the Fear of Negative Evaluation Scale.
Personality and Social Psychology Bulletin, 9, 371-375
Leary, M.R., Knight y Johnson (1987). Social anxiety and dyadic conversation: A
verbal response analysis. Journal of Social and Clinical Psychology, 5, 34-50
Leary, M.R. y Kowalski, R.M. (1993). The Interaction Anxiousness Scale: Construct
and criterion-related validity. Journal of Personality Assessment, 61, 136-146
Leary, M.R. y Kowalski, R.M. (1995). Social anxiety. Nueva York: Guilford
Lecrubier, Y., Wittchen, H.-U., Favarelli, C., Bobes, J., Patel, A. y Knapp, M.
(2000). A European perspective on social anxiety disorder. European Psychiatry,
15, 5-16
Lee, C.-K., Kwak, Y.-S., Yamamoto, J., Rhee, H., Kim, Y.S., Han, J.H., Choi, J.O. y
Lee, Y.H. (1990). Psychiatric epidemiology in Korea I: Gender and age
differences in Seoul. Journal of Nervous and Mental Disease, 178, 242-246
Lèpine, J.P. y Chignon, J.M. (1994). Sémiologie des troubles anxieux et phobiques.
Encyclopédie Médico-Chirurgicale. Tome I. 37-112
Levin, A.P., Schneier, F.M. y Liebowitz, M.R. (1989). Social phobia: Biological and
pharmacology. Clinical Psychology Review, 9, 129-140
Levin, A.P., Saoud, J.B., Strauman, T., Gorman, J.D., Fyer, A.J., Crawford, R. y
Liebowitz, M.R. (1993). Responses of “generalized” and “discrete” social phobics
during public speaking. Journal of Anxiety Disorders, 7, 207-221
Lewin, M.R., McNeil, D.W. y Lipson, J.M. (1996). Enduring without avoiding:
Pauses and verbal dysfluencies in public speaking anxiety. Journal of
Psychopathology and Behavioral Assessment, 18, 387-402
Lieb, R., Wittchen, H.-U., Höfler, M., Fuetsch, M., Stein, M.B. y Merikangas, K.R.
(2000). Parental psychopathology, parenting styles, and risk of social phobia in
offspring. A prospective-longitudinal community study. Archives of General
Psychiatry, 57, 859-866
Referencias bibliográficas 482
Liebowitz, M.R. (1999). Update on the diagnosis and treatment of social anxiety
disorder. Journal of Clinical Psychiatry, 60(18), 22-26
Liebowitz, M.R.; Gorman, J.M.; Campeas, R.; Levin, A.P.; Sandberg, D.; Hollander,
E.; Papp, L. y Goetz, D. (1988). Pharmacotherapy of social phobia: A placebo
controlled comparison of phenelzine and atenolol. Journal of Clinical Psychiatry,
49, 252-257
Liebowitz, M.R., Gorman, J.M., Fyer, A.J. y Klein, D.F. (1985). Social phobia:
Review of a neglected anxiety disorder. Archives of General Psychiatry, 42, 729-
736
Liebowitz, M.R., Heimberg, R.G., Fresco, D.M., Travers, J. y Stein, M.B. (2000).
Social phobia or social anxiety disorder: what’s in a name?. Archives of General
Psychiatry, 57, 191-192
Liebowitz, M.R., Heimberg, R.G., Schneier, F.R., Hope, D.A., Davies, S., Holt, C.S.,
Goetz,D., Juster, H.R., Lin, S.H., Bruch, M.A., Marshall, R.D. y Klein,D.F.
(1999). Cognitive-behavioral group therapy versus phenelzine in social phobia:
Long-term outcome. Depression and Anxiety, 10, 89-98
Liebowitz, M.R., Quitkin, F.M., Steward, J.W., McGrath, P.J., Harrison, W., Rabkin,
J., Tricamo, E., Markowitz, J.S. y Klein, D.F. (1984). Phenelzine versus
imipramine in atypical depression: A preliminary report. Archives of General
Psychiatry, 44, 669-677
Liebowitz, M.R., Schneier, F.R., Campeas, R., Hollander, E., Hatterer, J., Fyer, A.J.,
Gorman, J.M., Papp, L., Davies, S., Gully, R. y Klein, D.F. (1992). Phenelzine
versus atenolol in social phobia: A placebo-controlled comparison. Archives of
General Psychiatry, 49, 290-300
Lipsitz, J.D., Markowitz, J.C., Cherry, S. y Fyer, A.J. (1999). Open trial of
interpersonal psychotherapy for the treatment of social phobia. American Journal
of Psychiatry. 156 (11), 1814-1816
Lott, M., Greist, J.H., Jefferson, J.W., Koback, K.A., Katzelnick, D.J., Katz, R.J. y
Schaettle, S.C. (1997). Brofaromine for social phobia: A multicenter, placebo-
controlled, double-blind study. Journal of Clinical Psychopharmacology, 17, 255-
260
Lucas, R.A. y Telch, M.J. (1993, noviembre). Group versus individual treatment of
social phobia. Comunicación presentada en el congreso anual de la Asociación
para el Avance de la Terapia Conductual. Atlanta, Estados Unidos
Lucock, M.P. y Salkovskis, P.M. (1988). Cognitive factors in social anxiety and
its treatment. Behaviour Research and Therapy, 26, 297-302
Lundh, L.-G. y Öst, L.-G. (1996). Recognition bias for critical faces in social
phobics. Behaviour Research and Therapy, 34, 787-794
Lydiard, R.B. (1998). The role of drug therapy in social phobia. Journal of Affective
Disorders, 50, S35-S39
Lydiard, R.B., Laraia, M.T., Howell, E.F. y Ballenger, J.C. (1988). Alprazolam in the
treatment of social phobia. Journal of Clinical Psychiatry, 49, 17-19
Magee, W.J., Eaton, W.W., Wittchen, H.U., McGonagle, K.A. y Kessler, R.C. (1996).
Agoraphobia, simple phobia and social phobia in the National Comorbidity
Survey. Archives of General Psychiatry, 53, 159-168
Mahone, E.M., Bruch, M.A. y Heimberg, R.G. (1993). Focus of attention and social
anxiety: The role of negative self-thoughts and perceived positive attributes of the
other. Cognitive Therapy and Research, 17, 209-224
Malow, R.M., West, J.A., Williams, J.L. y Sutker, P.B. (1989). Personality disorders
classification and symptoms in cocaine and opioid addicts. Journal of Consulting
and Clinical Psychology, 57, 765-767
Mancini, C., Van Ameringen, M., Szatmari, P., Fugere, C. y Boyle, M. (1996). A
high-risk pilot study of the children of adults with social phobia. Journal of the
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 35, 1511-1517
Mannuzza, S., Schneier, F.R., Chapman, T.F., Liebowitz, M.R., Klein, D.F. y Fier,
A.J. (1995). Generalized social phobia: Reliability and validity. Archives of
General Psychiatry, 52, 230-237
Mansell, W. (1997). Cognitive processes in social anxiety and social phobia. Tesis
doctoral no publicada. Universidad de Oxford, Inglaterra
Mansell, W. y Clark, D.M. (1999). How do I appear to others?. Social anxiety and
the processing of the observable self. Behaviour Research and Therapy, 37, 419-
434
Mansell, W., Clark, D.M., Ehlers, A. y Chen, Y.P. (1999). Social anxiety and
attention away from emotional faces. Cognition Emotion, 13, 673-690
Marks, I.M. (1987). Fears, Phobias, and Rituals: Panic, Anxiety, and Their
Disorders. Oxford: Oxford University Press
Referencias bibliográficas 485
Marks, I.M. y Gelder, M.G. (1966). Different ages of onset in varieties of phobia.
American Journal of Psychiatry, 123, 218-221
Marks, I.M. y Mathews, A.M. (1979). Brief standard rating for phobic patients.
Behaviour Research and Therapy, 17, 263-267
Martins, D.A., Pigott, T.A., Bernstein, S., Doyle, B.B. y Smolka, V.M. (1994,
Mayo). Sertraline in social phobia. Comunicación presentada en el New Research
Program and Abstracts, 147th Annual Meeting of the American Psychiatric
Association. Washington, DC: APA
Masia-Warner, C.L., Klein, R.G., Dent, H., Alvir, J., Albano, A.M. y Guardino, M.
(2003). School-based intervention for adolescents with social anxiety disorder:
Results of a controlled study. Manuscrito bajo revisión.
Masia, C.L., Klein, R.G., Storch, E.A. y Corda, B. (2001). School-based behavioral
treatment for social anxiety disorder in Adolescents: Results of a pilot study.
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 40, 780-
786
Masia-Warner, C., Storch, E.A., Fisher, P. y Klein, R.G. (2003). Avances recientes y
nuevas tendencias en la evaluación y tratamiento del trastorno de ansiedad social
en jóvenes. Psicología Conductual, 11, 623-641
Masia-Warner, C., Storch, E.A., Pincus, D.B., Klein, R.G., Heimberg, R.G. y
Liebowitz, M.R. (2003). The Liebowitz Social Anxiety Scale for Children and
Adolescents: An Initial Psychometric Investigation. Journal of the American
Academy of child and Adolescents Psychiatry, 42, 1076-1084.
Mattia, J.I., Heimberg, R.G. y Hope, D.A. (1993). The revised Stroop color-naming
task in social phobics. Behaviour Research and Therapy, 31, 305-313
Mattick, R.P. y Clarke, J.C. (1989). Development and validation of measures of social
phobia scrutiny fear and social interaction anxiety. Unpublished manuscript
Mattick, R.P. y Clarke, J.C. (1998). Development and validation of measures of social
phobia scrutiny fear and social interaction anxiety. Behaviour Research and Therapy,
36, 455-470
Mattick, R.P., Peters, L. (1988). Treatment of severe social phobia: Effects of guided
exposure with and without cognitive restructuring. Journal of Consulting and
Clinical Psychology, 56, 251-260
Mattick, R.P., Peters, L. y Clarke, J.C. (1989). Exposure and cognitive restructuring
for social phobia: A controlled study. Behavior Therapy, 20, 3-23
McCabe, R.E. y Antony, M.M. (2002). Specific and social phobia. En M.M. Antony
y D.H. Barlow (Eds.). Handbook of Assessment and Treatment Planning for
Psychological Disorders. Nueva York: Guilford Press
McCabe, R.E., Antony, M.M., Summerfeldt, L.J., Liss, A. y Swinson, R.P. (2003).
Preliminary examination of the relationship between anxiety disorders in adults
and self-Reported history of teasing or bullying experiences. Cognitive Behaviour
Therapy, 32, 187-193
McGee, R., Feehan, M., Williams, S., Partridge, F., Silva, P.A. y Kelley, J. (1990).
DSM-III disorders in a large sample of adolescents. Journal of the American
Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 29, 611-619
McHorney, C.A., Ware, J.E. y Raczek, A.E. (1993). The MOS 36-item short form
health survey (SF-36): II. Psychometric and clinical tests of validity in measuring
physical and mental health constructs. Medicine Care, 31, 247-263
McNeil, D.W., Ries, B.J., Taylor, L.J., Boone, M.L., Carter, L.E., Turk, C.L. y
Lewin, M.R. (1995). Comparison of social phobia subtypes using Stroop tests.
Journal of Anxiety Disorders, 9, 47-57
McNeil, D.W., Ries, B.J. y Turk, C.L. (1995). Behavioral assessment: Self-report,
physiology, and overt behavior. En R.G. Heimberg, M.R. Liebowitz, D.A. Hope y
F.R. Schneier, Social phobia: Diagnosis, assessment and treatment (pp. 202-231).
Nueva York: Guilford Press
McNeil, D.W., Vrana, S.R., Melamed, B.G., Cuthbert, B.N. y Lang, P.G. (1993).
Emotional imagery in simple and social phobia: Fear vs. anxiety. Journal of
Abnormal Psychology, 102, 212-225
McShane, G., Walter, G. y Rey, J.M. (2004). Functional outcome of adolescents with
“School Refusal”. Clinical Child Psychology and Psychiatry, 9, 53-60.
Meier, V.J. y Hope, D.A. (1998). Assessment of social skills. En A.S. Bellack y M.
Hersen (Eds.), Behavioral Assessment: A practical handbook (pp. 232-255).
Massachusetts: Allyn y Bacon
Mellings, T.M.B. y Alden, L.E. (2000). Cognitive processes in social anxiety: the
effects of self-focus, rumination and anticipatory processing. Behaviour Research
and Therapy, 38, 243-257
Méndez, F.X., Inglés, C.J. e Hidalgo, N.D. (1999). Propiedades psicométricas del
Cuestionario de Confianza para Hablar en Público: Estudio con una muestra de
alumnos de enseñanzas medias. Psicothema, 11, 65-74
Méndez, F.X., Martínez, J.A., Sánchez, S.E. e Hidalgo, M.D. (1995). Escala de
habilidades sociales para adolescentes (EHSPA). Manuscrito no publicado
Merikangas, K.R. y Angst, J. (1995). Comorbidity and social phobia: evidence from
clinical, epidemiologic and genetic studies. European Archives of Psychiatry and
Behavioral Science, 244, 297-303
Mersch, P.P.A. (1995). The treatment of social phobia: The differential effectiveness
of exposure in vivo and an integration of exposure in vivo, rational emotive
therapy and social skills training. Behaviour Research and Therapy, 33, 259-269
Mersch, P.P.A., Emmelkamp, P.M.G., Bögels, S.M. y van der Sleen, J. (1989).
Social phobia: Individual response patterns and the effects of behavioral and
cognitive interventions. Behaviour Research and Therapy, 27, 421-434
Mogg, K., Mathews, A., y Weinman, J. (1987) . Memory bias in clinical anxiety.
Journal of Abnormal Psychology, 96, 94-98.
Monfries, M.M. y Kafer, N.F. (1993). Private self-consciousness and fear of negative
evaluation. Journal of Psychology, 128, 447-454
Montorio, I., Guerrero, e Izal, M. (1991). Estudio sobre las dificultades para hablar
en público de estudiantes universitarios. Trabajo no publicado. Universidad
Autónoma de Madrid
Montorio, I., Izal, M., Lázaro, S. y López, A. (1996). Dificultad para hablar en
público en el ámbito universitario. Eficacia de un programa para su control.
Ansiedad y Estrés, 2, 227-244
Moreno, P.J., Méndez, F.X. y Sánchez-Meca, J.( 2000). Eficacia de los tratamientos
cognitivo-conductuales para la fobia social: una revisión meta-analítica.
Psicothema,3, 346-352
Morris, T.L., Messer, S.C. y Gross, A.M. (1995). Enhancement of the social
interaction and status of neglected children: A peer-pairing approach. Journal of
Clinical Child Psychology, 25, 11-20
Mulkens, S., Bögels, S.M. y de Jong, P.J. (1999). Attentional focus and fear of
blushing: A case study. Behavioural and Cognitive Psychotherapy, 27, 153-164
Munjack, D.J., Baltazar, P.L., Bohn, P.B., Cabe, D.D. y Appleton, A.A. (1990).
Clonazepam in the treatment of social phobia: A pilot study. Journal of Clinical
Psychiatry, 51 (Suppl. 5), 35-40
Munjack, D.J., Burns, J., Baltazar, P.L., Brown, R., Leonard, M., Nagy, R., Koek, R.,
Crocker, B. y Schafer, S. (1991). A pilot study of buspirone in the treatment of
social phobia. Journal of Anxiety Disorders, 5, 87-98
Musa, C.Z. y Lépine, J.P. (2000). Cognitive aspects of social phobia: a review of
theories and experimental research. European Psychiatry, 15, 1-8
Myers, M.G., Stein, M.B. y Aarons, G.A. (2002). Cross validation of the Social
Anxiety Scale for Adolescents in a high school sample. Anxiety Disorders, 16,
221-232
Newman, M.G., Hofmann, S.G., Trabert, W., Roth, W.T., y Taylor, C.B. (1994).
Does behavioral treatment of social phobia lead to cognitive changes?.
Behavior Therapy, 25, 503-517
Nichols, K.A. (1974). Severe social anxiety. British Journal of Medical Psychology,
47, 301-306
Nickell, P.V. y Uhde, T.W. (1995). Neurobiology of social phobia. En R.G. Heimberg,
M.R. Liebowitz, Hope, D.A. y Schneier, F.R. Social Phobia: Diagnosis,
Assessment and Treatment, (pp. 113-133). Nueva York: Guilford Press
Nisenson, LG, Pepper, CM, Schwenk, TL, Coyne, JC (1998). The nature and
prevalence of anxiety disorders in primary care. General Hospital Psychiatry,
20(1),21-28
Norton, G.R., Cox, B.J., Asmundson, G.J.G. y Maser, J.D. (1995). The growth of
research on anxiety disorders during the 1980s. Journal of Anxiety Disorders, 9,
75-85
Referencias bibliográficas 491
Norton, G.R., Cox, B.J., Hewitt, P.L. y McLeod, L. (1997). Personality factors
associated with generalized and non-generalized social anxiety. Personality
Individual Differences, 22, 655-660
Noyes, R., Moroz, G., Davidson, J.R.T., Liebowitz, M.R., Davidson, A., Siegel, J.,
Bell, J., Cain, J.W., Curlik, S.M., Kent, T.A., Lydiard, R.B., Mallinger, A.G.,
Pollack, M.H., Rapaport, M., Rasmussen, S.A., Hedges, S., Schweizer, E. y
Uhlenhuth, E.H. (1997). Moclobemide in social phobia: A controlled dose-
response trial. Journal of Clinical Psychopharmacology, 17, 247-254
Nutt, D.J., Bell, C.J. y Malizia, A.L. (1998). Brain mechanisms of social anxiety
disorder. Journal of Clinical Psychiatry, 59 (supl. 17), 4-9
Oberlander, E.L., Schneier, F.R. y Liebowitz, M.R. (1994). Physical disability and
social phobia. Journal of Clinical Psychopharmacology, 14, 136-143
O’Connor, R.D. (1972). Relative efficacy of modelling, shaping, and the combined
procedures for modification of social withdrawal. Journal of Abnormal
Psychology, 79, 327-334
Oden, S. y Asher, S.R. (1977) Coaching children in social skills for friendship
making. Child Development, 48, 495-506
Oei, T.P.S., Kenna, D. y Evans, L. (1991). The reliability, validity and utility of the
SAD and FNE scales for anxiety disorder patients. Personality Individual
Differences, 12, 111-116
Offord, D.R., Boyle, M.H., Campbell, D.C., Goering, P., Lin, E., Wong, M. y
Racine, Y.A., (1996). One-year prevalence of psychiatric disorders in Ontarians
15- 64 years of age. Canadian Journal of Psychiatry, 41, 559-563
Olivares, J. (1999). El niño con miedo a hablar. Madrid: Pirámide. (4ª Edición;
existe traducción al portugués: A criança com medo de falar, Editorial McGraw-
Hill, 2001)
Olivares, J., García-López, L.J., Beidel, D.C. y Turner, S.M. (1998). Social
Effectiveness Therapy for Adolescents. Spanish Versión (SET-Asv). Manuscrito no
publicado
Olivares, J., García-López, L.J., Beidel, D.C., Turner, S.M., Albano, A.M. e Hidalgo,
M.D. (2002). Results at long-term among three psychological treatments for
adolescents with generalized social phobia (I): Statistical significance. Psicología
Conductual, 10, 147-164
Olivares, J., García-López, L.J. e Hidalgo, M.D (2001). The Social Phobia Scale and
the Social Interaction Anxiety Scale: Factor structure and reliability in a Spanish-
speaking population. Journal of Psychoeducational Assessment, 19, 69-80
Referencias bibliográficas 493
Olivares, J., García-López, L.J., Hidalgo, M.D. & Caballo, V.E. (2004).
Relationships among social anxiety measures and its invariance. A confirmatory
factor analysis. European Journal of Psychological Assessment, 20, 172-179.
Olivares, J., García-López, L.J., Hidalgo, M.D., Turner, S.M. y Beidel, D.C. (1999).
The Social Phobia and Anxiety Inventory: Reliability and validity in a Spanish
adolescent population. The Journal of Psychopathology and Behavioral
Assessment, 21, 67-78
Olivares, J., García-López, L.J., Hidalgo, M.D., La Greca, A.M., Turner, S.M. y
Beidel, D.C. (2002). A pilot study on normative data for two social anxiety
measures: The Social Phobia and Anxiety Inventory and the Social Anxiety Scale
for Adolescents. International Journal of Clinical and Health Psychology, 2, 467-
476.
Olivares, J., García-López, L.J. y Piqueras, J.A. (en prensa). Escala para la Detección
de la Ansiedad Social (EDAS). En P. Vera-Villaroel y L. Oblitas (coord..),
Manual de Escalas y cuestionarios iberoamericanos en psicología clínica y de la
salud. Thomson Learning Iberoamérica.
Olivares, J., García-López, L.J., Piqueras, J.A., Hidalgo, M.D. y García, V. (2004).
Desarrollo y validación de la Escala para la Detección de la Ansiedad Social
(EDAS). En European Association of Psychological Assessment, EAPA, (Ed.),
Proceedings of the VII European Conference on Psychological Assessment (pp.
79-81). Málaga: Universidad de Málaga.
Olivares, J., García-López, L.J., Rosa, A.I., Ramos, V., Piqueras, J.A., Amorós, M. y
Ruiz, J. (2005). Protocolo IAFS. En J. Olivares (Dir. y Coord.). Programa IAFS.
Protocolo para el tratamiento de la fobia social en adolescentes. Madrid:
Pirámide.
Olivares, J., García-López, L.J., Ruiz, J., Ramos, V. y Piqueras, J.A. (2001). Mi
resumen de hoy. Texto mimeografiado. Departamento de personalidad,
evaluación y tratamiento psicológicos. Facultad de Psicología. Universidad de
Murcia
Olivares, J., Hidalgo, M.D., Rivero, R. y Piqueras, J.A. (2004). Estructura factorial
de la Escala de Ansiedad ante la Interacción Social (SIAS) y la Escala de Fobia
Social (SPS) en una muestra comunitaria de adolescentes. En European
Association of Psychological Assessment, EAPA, (Ed.), Proceedings of the VII
European Conference on Psychological Assessment (pp. 267-268). Málaga:
Universidad de Málaga.
Olivares, J., Piqueras, J.A. y García-López, L.J. (2004). Tratamiento de un joven con
fobia social generalizada (pp. 67-91). En J.P. Espada, J. Olivares y F.X. Méndez
(Coord.). Terapia Psicológica. Casos Prácticos. Madrid: Pirámide.
Olivares, J., Piqueras, J.A. y Rosa, A.I. (2005a). Intervención en Jóvenes Adultos
con Fobia Social. Manuscrito sin publicar.
Olivares, J., Piqueras, J.A. y Rosa, A.I. (2005b). Fobia Social Versus Trastorno de
Personalidad por Evitación en la Adolescencia: Diferencias en Psicopatología,
Rasgos de Personalidad, Desempeño Social y Académico. Manuscrito en
preparación.
Olivares, J., Piqueras, J.A. y Rosa, A.I. (en prensa). Características clínicas y
sociodemográficas de la fobia social en la adolescencia. Psicothema
Olivares, J., Ramos, V., Rosa, A. y Piqueras, J.A. (2002). Efectos del tratamiento de
la fobia social generalizada en el trastorno de personalidad por evitación. En L.
Antolin, E. García, I. Castillo, M. Pérez, M.L. Marinho y V. Caballo (Eds.).
Avances 2002 en trastornos de la personalidad. Actas del I Symposium sobre
Trastornos de la Personalidad: Evaluación y Tratamiento. Granada: FUNVECA
Olivares, J., Rosa, A. I., Caballo, V. E., García-López, L. J., Orgilés, M. y López-
Gollonet, C. (2003). El tratamiento de la fobia social en niños y adolescentes: una
revisión meta-analítica. Psicología Conductual, 11, 599-622.
Olivares, J., Rosa, A.I. y Piqueras, J.A. (2005). Detección temprana y tratamiento de
adolescentes con fobia social generalizada. Psicothema, 17, 1-8.
Olivares, J., Rosa, A. I., Piqueras, J. A., Méndez, F.X. y Ramos, V. (2003). Guía de
tratamientos psicológicos eficaces para la fobia social y la timidez en niños y
adolescentes. En M. Pérez-Álvarez y J. R. Fernández (Dirs.), Guía De
Tratamientos Psicológicos Eficaces III. Infancia y Adolescencia. Pp. 87-110.
Madrid: Pirámide.
Olivares, J., Rosa, A. I., Piqueras, J. A., Ramos, V. y Orgilés, M. (2003). Una
revisión cuantitativa del tratamiento psicológico de la fobia social en niños y
adolescentes medida a través del SPAI y el SPAI-C, Análisis y Modificación de
conducta, 29, 589-616.
Olivares, J., Rosa, A.I., Piqueras, J.A., Sánchez-Meca, J., Méndez, X. y García-
López, L. J. (2002). Timidez y fobia social en niños y adolescentes: Un campo
emergente. Psicología Conductual, 10, 523-542.
Olivares, J., Ruiz, J., Hidalgo, M.D. y García-López, L.J. (1999, Noviembre). Un
análisis de la estructura factorial de la Escala de Ansiedad Social para
Adolescentes (SAS-A) en población española. Comunicación presentada en el I
Congreso Iberoamericano de Psicología Clínica y de la Salud, Granada.
Olivares, J., Ruiz, J. Hidalgo, M.D., García-López, L.J., Rosa, A. I. and Piqueras, J.
A. (2005). Social Anxiety Scale for Adolescents (SAS-A): Psychometric
properties in a Spanish-speaking population”. International Journal of Clinical
and Health Psychology, 5, 85-97.
Olivares, J., Sánchez-García, R., Rosa, A.I. y Piqueras, J.A. (2004). Primeros
resultados sobre las propiedades psicométricas de la Escala de Ansiedad Social
para Niños y Adolescentes: LSAS-CA. En European Association of Psychological
Assessment, EAPA, (Ed.), Proceedings of the VII European Conference on
Psychological Assessment (pp. 267-268). Málaga: Universidad de Málaga.
Olivares, J., Sánchez-García, R., Rosa, A.I. y Piqueras, J.A. (2005). Previous data of
the validation of the Liebowitz Social Anxiety Scale for Children and Adolescents
(LSAS-CA) in a Spanish Adolescent Sample. Comunicación a congreso en
preparación.
Ono, Y., Yoshimura, K., Yamauchi, K., Asai, M., Young, J., Fujuhara, S. y
Kitamura, T. (2001). Taijin kyofusho in a Japanese community population.
Transcultural Psychiatry, 38, 506-514
Oosterbaan, D.B., van Balkom, A.J.L.M., Spinhoven, P., Meij, T.G.J. y van Dyck, R.
(2002). The influence on treatment gain of comorbid avoidant personality disorder
in patients with social phobia. Journal of Nervous and Mental Disease, 190, 41-43
Osman, A., Barrios, F.X., Aukes, D. y Osman, J.R. (1995). Psychometric evaluation
of the Social Phobia and Anxiety Inventory in college students. Journal of
Clinical Psychology, 51, 235-243
Osman, A., Barrios, F.X., Haupt, D., King, K., Osman, J.R. y Slavens, S. (1996). The
Social Phobia and Anxiety Inventory: Further validation in two nonclinical
samples. Journal of Psychopathology and Behavioral Assessment, 18, 35-47
Otto, M.W., Pollack, M.H., Gould, R.A., Worthington, J.J., McArdle, E.T. y
Rosenbaum, J.F. y Heimberg, R.G. (2000). A comparison of the efficacy of
clonazepam and cognitive-behavioral group therapy for the treatment of social
phobia. Journal of Anxiety Disorders, 14, 345-358
Ottosson, H., Bodlund, O., Ekselius, L., Grann, M., von Knorring, L., Kullgren, G.,
Lindström, E. y Söderberg, S. (1998). DSM-IV and ICD-10 personality disorders:
a comparison of a self-report questionnaire (DIP-Q) with a structured interview.
European Psychiatry, 13, 246-253
Page, A.C. y Andrews, G. (1996). Do specific anxiety disorders show specific drug
problems?. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, 30, 410-414
Pande, A.C., Davidson, J.R.T., Jefferson, J.W., Janney, C.A., Katzelnick, D.J.,
Weisler, R.H., Greist, J.H y Sutherland, S.M: (1999). Treatment of social phobia
with gabapentin: A placebo-controlled study. Journal of Clinical
Psychopharmacology, 19, 341-348
Paniccia, G.S. y Rapaport, M.H. (1995). Serotonin receptors, social phobia and panic
disorder. International Review of Psychiatry, 7, 131-140
Papp, L.A., Gorman, J.M., Liebowitz, M.R., Fyer, A.J. Cohen, B. y Klein, D.F.
(1988). Epinephrine infusions in patients with social phobia. American Journal of
Psychiatry, 148(6), 733-736
Referencias bibliográficas 498
Parker, G., Wilhelm, K., Mitchell, P., Austin, M.P., Roussos, J. y Gladstone, G.
(1999). The influence of anxiety as a risk to early onset major depression. Journal
of Affective Disorders, 52, 11-17
Parker, J.G. y Asher, S.R. (1987). Peer relations and later personal adjustment: Are
low-accepted children at risk?. Psychological Bulletin, 102, 357-389
Pélissolo, A., André, C., Moutard-Martin, F., Wittchen, H.-U. y Lépine, J.P. (2000).
Social phobia in the community: relationship between diagnostic threshold and
prevalence. European Psychiatry, 15, 25-28
Pérez-López, J.R. y Woody, S.R. (2001). Memory for facial expressions in social
phobia. Behaviour Research and Therapy, 39, 967-975
Referencias bibliográficas 499
Perugi, G.S., Akiskal, H.S., Ramacciotti, S., Nassini, S., Toni, C., Milanfranchi, A. y
Musetti, L. (1999). Depressive comorbidity of panic, social phobia and obsessive-
compulsive disorders re-examined: is there a bipolar connection?. Journal of
Psychiatry Research, 33, 53-61
Perugi, G.S., Frare, F., Toni, C., Mata, B. y Akiskal, H.S. (2001). Bipolar II and
unipolar comorbidity in 153 outpatients with social phobia. Comprehensive
Psychiatry, 42, 375-381
Perugi, G., Nassini, S., Maremmani, I., Madaro, D., Toni, C., Simonini, E., &
Akiska, H. S. (2001). Putative clinical subtypes of social phobia: a factor-
analytical study. Acta Psychiatrica Scandinavica, 104, 280-288.
Pervin, S. y Last, C.G. (1993, Marzo). Comorbidity of social phobia and other
anxiety disorders in children. Comunicación presentada en Association for
Advancement of Behavior Therapy Annual Convention, Charleston, SC
Peters, L. (2000). Discriminant validity of the Social Phobia and Anxiety Inventory
(SPAI), the Social Phobia Scale (SPS) and the Social Interaction Anxiety Scale
(SIAS). Behaviour Research and Therapy, 38, 943-950
Pilkonis, P.A. (1977). Shyness, public and private in its relationship to other
measures of social behavior. Journal of Personality, 45, 585-595
Pine, D.S. y Grun, J.B.S. (1998). Anxiety disorders. En T.B. Walsh (Ed.), Child
Psychopharmacology (pp 115-144). Washington, DC: American Psychiatric Press
Pini, S., Cassano, G.B., Simonini, E., Savino, M., Russo, A. y Montgomery, S.A.
(1997). Prevalence of anxiety disorders comorbidity in bipolar depression,
unipolar depression and dysthymia. Journal of Affective Disorders, 42, 145-153
Piqueras, J. A., Olivares, J. y Rosa, A. I. (2004). Efectos a corto y medio plazo del
tratamiento de una adolescente con fobia social. Análisis y Modificación de
Conducta, 30, 131-.
Piqueras, J., Olivares, J., Rosa, A.I. y Sánchez, R. (2005, Julio). Differential
effectiveness of the Program of Intervention for Adolescents with Social Phobia
depending on the severity of the Generalized Social Phobia in a sample of
Spanish adolescents. Comunicación a congreso en preparación.
Pollard, C.A. y Henderson, J.G. (1988). Four types of social phobia in a community
sample. Journal of Nervous and Mental Disease, 176, 440-445
Potts, N.L.S., Davidson, J.R.T., Krishnan, R.R., Doraiswamy, P.M. y Ritchie, J.C.
(1991). Levels of urinary free cortisol in social phobia. Journal of Clinical
Psychiatry, 52, 41-42
Poulton, R., Trainor, P., Stanton, W, McGee, R., Davies, S. y Silva, P. (1997). The
(in)stability of adolescent fears. Behaviour Research and Therapy, 35, 159-163
Prescott, C.A., Neale, M.C., Corey, L.A. y Kendler, K.S. (1997). Predictors of
problem drinking and alcohol dependence in a population-based sample of female
twins. Journal of Study of Alcohol, 58, 167-181
Referencias bibliográficas 501
Prinstein, M.J. y La Greca, A.M. (1999). Links between mothers’ and children’s
social competence and associations with maternal adjustment. Journal of Clinical
Child Psychology, 28, 197-210
Ramírez, E., Ramos, M.M., Ortega, A.R., Martos, R,, Colmenero, J.M. y Callejas,
J.E. (2003). Correlación ilusoria y sesgos atencionales en trastornos de ansiedad.
Revista Electrónica de Motivación y Emoción, 6, (Resúmenes del III Simposio de
la Asociación de Motivación y Emoción" de la Asociación de Motivación y
Emoción celebrado en Valencia).
Ramos, V., Olivares, J., Piqueras, J.A. y Rosa, A.I. (2002, Noviembre).
Comorbilidad entre el trastorno de personalidad por evitación (TPE) y el trastorno
Referencias bibliográficas 502
Randall, C.L., Johnson, M.R., Thevos, A.K., Sonne, S.C., Thomas, S.E., Willard,
S.L., Brady, K.T. y Davidson, J.R.T. (2001). Paroxetine for social anxiety and
alcohol use in dual-diagnosed patients. Depression and Anxiety, 14, 255-262
Rapaport, M.H. y Stein, M.B. (1994). Serum interleukin-2 and soluble interleukin-2
receptor levels in generalized social phobia. Anxiety, 1, 50-53
Rapee, R.M. (1998). Overcoming shyness and social phobia: A step-by-step guide.
Northvale, NJ: Jason Aronson
Rapee, R.M. (2000). Group treatment of children with anxiety disorders: Outcome
and predictors of treatment response. Australian Journal of Psychology, 25, 125-
129
Rapee, R.M., Brown, T.A., Antony, M.A. y Barlow, D.H. (1992). Response to
hyperventilation and inhalation of 5.5% carbon dioxide-enriched air across the
DSM-III-R anxiety disorders. Journal of Abnormal Psychology, 101, 538-552
Rapee, R.M. y Lim, L. (1992). Discrepancy between self- and observer ratings of
performance in social phobics. Journal of Abnormal Psychology, 101, 728-731
Rapee, R.M., McCallum, S.L., Melville, L.F., Ravenscroft, H., y Rodney, J.M.
(1994). Memory bias in social phobia. Behaviour Research and Therapy, 32), 89–
99.
Referencias bibliográficas 503
Rapee, R.M. y Meville, L.F. (1997). Recall of family factors in social phobia and
panic disorder: Comparison of mother and offspring reports. Depression and
Anxiety, 5, 7-11
Rathus, S.A. (1973). 30-items schedule for assessing assertive behavior. Behavior
Therapy, 4, 398-406
Regier, D.A., Farmer, M.E., Rae, D.S., Locke, B.Z., Keith, S.J., Judd, L.L. y
Goodwin, F.K. (1990). Comorbidity of mental disorders with alcohol and other
drug abuse. Results from the Epidemiologic Catchment Area (ECA) Study.
JAMA, 264, 2511-2518
Regier, D.A., Rae, D.S., Narrow, W.E., Kaelber, C.T. y Schatzberg, A.F. (1998).
Prevalence of anxiety disorders and their comorbidity with mood and addictive
disorders. British Journal of Psychiatry, 173, 24-28
Regueiro, A.M., Ruiz, M.P., Cano, J. y Rando, M.A. (1998, noviembre). Tratamiento
cognitivo-conductual de un grupo con miedo a hablar en público. Poster
presentado en el I Symposium sobre fobias y otros trastornos de ansiedad.
Granada
Reinherz, H.Z., Giaconi, R.M., Lefkowitz, E.S., Pakiz, B. y Frost, A.K. (1993).
Prevalence of psychiatric disorders in a community population of older
adolescents. Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 32, 369-377
Reiter, S.R., Pollack, M.H., Rosenbaum, J.F. y Cohen, L.S. (1990). Clonazepam for
the treatment of social phobia. Journal of Clinical Psychiatry, 51, 470-472
Ries, B.J., McNeil, D.W., Boone, M.L., Turk, C.L., Carter, L.E. y Heimberg, R.G.
(1998). Assessment of contemporary social phobia verbal instruments. Behaviour
Research and Therapy, 36, 983-994
Robins, L., Helzer, J., Cottler, L. y Goldring, E. (1989). NIMH Diagnostic Interview
Schedule, Version III-Revised. St. Louis, MO: Washington University,
Department of Psychiatry
Robins, L.N., Wing, J., Wittchen, H.U., Helzer, J.E., Babor, T.F., Burke, J., Farmer,
A., Jablenski, A., Pickens, R., Regier, D.S., Sartorius, N. y Towle, L.H. (1988).
The Composite International Diagnostic Interview: An epidemiological
instrument suitable for use in conjunction with different diagnostic systems and in
different cultures. Archives of General Psychiatry, 45, 1069-1077
Rosenberg, M. (1965). Society and the Adolescent Self Image. Princeton: Princeton
University Press
Roth, D.A., Antony, M.M. y Swinson, R.P. (2001). Interpretations for anxiety
symptoms in social phobia. Behaviour Research and Therapy, 39, 129-138
Ruiz, J., Martinez, M., Soler, C. (1994). Sobre el consumo de benzodiazepinas. Folia
Neuropsiquiatrica, 29, 9-18
Ruiz, J., Olivares, J., Hidalgo, M.D. y García-López, L.J. (2000, septiembre).
Propiedades psicométricas y otras cuestiones relativas al SAS-A. Comunicación
presentada en el XXX Congress of the European Association for Behavioral and
Cognitive Therapies. Granada, España
Saboonchi, F., Lundh, L.G. y Öst, L.G. (1999). Perfectionism and self-consciousness
in social phobia and panic disorder with agoraphobia. Behavior Research and
Therapy, 37, 799-808
Safren, S.A., Heimberg, R.G., Horner, K., Juster, H.R., Schneier, F.R. y Liebowitz,
M.R. (1999). Factor structure of social fears: The Liebowitz Social Anxiety Scale.
Journal of Anxiety Disorders, 13, 253-270
Safren, S.A., Heimberg, R.G. y Juster, H.R. (1997b). Clients’ expectancies and their
relationship to pretreatment symptomatology and outcome of cognitive-behavioral
Referencias bibliográficas 506
group treatment for social phobia. Journal of Consulting and Clinical Psychology,
65, 694-698
Safren, S.A., Turk, C.L. y Heimberg, R.G. (1998). Factor structure of the Social
Interaction Anxiety Scale and the Social Phobia Scale. Behaviour Research and
Therapy, 36, 443-453
Sandín, B., Chorot, P., Valiente, R.M., Santed, M.A. y Sánchez-Arribas, C. (1999).
Estructura factorial de la escala de ansiedad social para niños-revisada (SASC-R).
Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 4, 105-113
Sandín, B., Valiente, R.M., Chorot, P., Santed, M.A. y Sánchez-Arribas, C. (1999).
Escala de Ansiedad Social para Niños-Revisada (SASC-R): fiabilidad, validez y
datos normativos. Análisis y Modificación de Conducta, 25, 827-847
Sanz, J. (1996). Memory biases in social anxiety and depression. Cognition and
Emotion, 10, 87-105
Schatzberg, A.F., Samson, J.A., Rothschild, A.J., Bond, T.C. y Regier, D.A. (1998).
McLean Hospital Depression Research Facility: early-onset phobic disorders and
adult-onset major depression. British Journal of Psychiatry, 173, 29-34
Schlenker, B.R. y Leary, M.R. (1982). Social anxiety and self presentation: A
conceptualization and model. Psychological Bulletin, 92, 641-649
Schmidt, L.A., Fox, N.A., Rubin, K.H., Sternberg, E.M., Gold, P.W., Smith, C.C. y
Schulkin, J. (1997). Behavioral and neuroendocrine responses in shy children.
Developmental Psychobiology, 30, 127-140
Schneider, F., Weiss, U., Kessler, C., Müller-Gärtner, H.-W., Posse, E., Salloum, J.B.,
Grodd, W., Himmelmann, F., Gaebel, W. y Birbaumer, N. (1999). Subcortical
correlates of differential classical conditioning of aversive emotional reactions in
social phobia. Biological Psychiatry, 45, 863-871
Schneier, F.R., Barnes, L.F., Albert, S.M. y Louis, E.D. (2001). Characteristics of
social phobia among persons with essential tremor. Journal of Clinical
Psychiatry, 62, 367-372
Schneier, F.R., Goetz, D., Campeas, R., Fallon, B. y Liebowitz, M.R. (1998).
Placebo-controlled trial of moclobemide in social phobia. British Journal of
Psychiatry, 172, 70-77
Schneier, F.R., Heckelman, L., Garfinkel, R., Campeas, R., Fallon, B.A., Gitow, A.,
Street, L., Bene, D.B. y Liebowitz, M.R. (1994). Functional impairment in social
phobia. The Journal of Clinical Psychiatry, 55, 322-331
Schneier, F.R., Jihad, B.S., Campeas, R., Fallon, B.A. et al. (1993). Buspirone in
social phobia. Journal of Clinical Psychopharmacology, 13, 251-256
Schneier, F.R., Johnson, J., Horning, C.D., Liebowitz, M.R. y Weissman, M.M.
(1992). Social phobia: Comorbidity and morbidity in an epidemiologic sample.
Archives of General Psychiatry, 49, 282-288
Referencias bibliográficas 508
Schneier, F.R., Juster, H.R., Heimberg, R.G y Liebowitz, M.R. (1996). Diagnosis
and treatment of social phobia. Journal of Practical Psychiatry and Behavior
Health, 2, 94-104
Schneier, F.R., Liebowitz, M.R., Abi-Dargham, A., Zea-Ponce, Y., Lin, S-H. y
Laurelle, M.D. (1999). Low dopamine D2 receptor binding potential in social
phobia. American Journal of Psychiatry, 157, 457-459
Schneier, F.R., Spitzer, R.L., Gibbon, M., Fyer, A.J. y Liebowitz, M.R. (1991). The
relationship of social phobia subtypes and avoidant personality disorder.
Comprehensive Psychiatry, 32, 496-502
Segal, D.L., Hersen, M. y Van Hassalt, V.B. (1994). Reliability of the Structured
Clinical Interview for DSM-III-R: An evaluative review. Comprehensive
Psychiatry, 35, 316-327
Segrin, C. (1999). Social skills, stressful live events, and the development of
psychosocial problems. Journal of Social and Clinical Psychology, 18, 14-34
Sheehan, D.V., Raj, B.A., Thehan, R.R. y Knapp, E. (1993). Serotonin in panic
disorders and social phobia. International Clinical of Psychopharmacology, 8, 63-
77
Referencias bibliográficas 509
Shaffer, D., Fisher, P. Dulcan, M.K., Davies, M., Piacentini, J., Scwab-Stone, M.E.,
Lahye, B.B., Bourdon, K., Jensen, P.S., Bird, H.R., Canino, G. y Regier, D.A.
(1996). The NIMH Diagnostic Interview Schedule for Children Version 2.3
(DISC-2.3): Description, acceptability, prevalence rates and performance in the
MECA study. Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 35, 865-872
Shear, M.K., Feske, U., Brown, C., Clark, D.B., Mammen, O. y Scotti, J. (2000).
Anxiety disorders measures. En Task Force for the Handbook of Psychiatric
Measures (Eds.), Handbook of psychiatric measures (pp. 549-589). Washington,
DC: American Psychiatric Association
Silverman, M.K, y Albano, A.M. (1997). The Anxiety Disorders Interview Schedule
for Children (ADIS-C/P). San Antonio, TX: Psychological Corporation
Silverman, W.K., Kurtines, W.M., Ginsburg, G.S., Weems, C.F., Lumpkin, P.W. y
Carmichael, D.H. (1999). Treating anxiety disorders in children with group
cognitive behavior therapy: A randomized clinical trial. Journal of Consulting and
Clinical Psychology, 67, 995-1003
Silverman, W.K. y Nelles, W.B. (1988). The Anxiety Disorders Interview Schedule
for Children. Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 27, 772-778
Simeon, J.G. y Ferguson, H.B. (1987). Alprazolam effects in children with anxiety
disorders. Canadian Journal of Psychiatry, 32, 570-574
Simeon, J.G., Ferguson, H.B., Knott, V., Roberts, N., Gauthier, B., Dubois, C. y
Wiggins, D. (1992). Clinical, cognitive, and neurophysiological effects of
alprazolam in children and adolescents with overanxious and avoidant disorders.
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 31, 29-33
Simon, N.M., Otto, M.W., Korbly, N.B., Peters, P.M., Nicolaou, D.C. y Pollack,
M.H. (2002). Quality of life in social anxiety disorder compared with panic
disorder and the general population. Psychiatric Services, 53, 714-718
Referencias bibliográficas 510
Simon, N.M., Worthington, J.J., Doyle, A.C., Hoge, E.A., Kinrys, G., Fischmann, D.,
Link, N. y Pollack, M.H. (2004). TI: An Open-Label Study of Levetiracetam for
the Treatment of Social Anxiety Disorder. Journal of Clinical Psychiatry, 65,
1219-1222
Simpson, H.B., Schneier, F.R., Marshall, R.D., Campeas, R.B., Vermes, D.,
Silvestre, J., Davies, S. y Liebowitz, M.R. (1998). Low-dose selegiline (L-
Deprenyl) in social phobia. Depression and Anxiety, 7, 126-129
Skre, I., Onstand, S., Torgersen, S. y Kringlen, E. (1991). High interrater reliability
for the Structured Clinical Interview for DSMI-III-R Axis I (SCID-I).Acta
Psychiatrica Scandinavica, 84, 167-173
Slarkin, S.L., Holt, C.S., Heimberg, R.G., Jaccard, J.J. y Liebowitz, M.R. (1990,
Noviembre). The Liebowitz Social Phobia Scale: An exploratory analysis of
construct validity. Comunicación presentada en la conferencia anual de la
Asociación para el Avance de la Terapia Conductual. Washington, DC
Smail, P., Stockwell, T., Canter, S. y Hodgson, R. (1984). Alcohol dependence and
phobic anxiety states. A prevalence study. British Journal of Psychiatry, 144, 53-
57
Sonntag, H., Wittchen, H.-U., Höfler, M., Kessler, R.C. y Stein, M.B. (2000). Are
social fears and DSM-IV social anxiety disorder associated with smoking and
nicotine dependence in adolescents and young adults?. European Psychiatry, 15,
67-74
Spence, S.H. (1995). Social skills training: Enhancing social competence with
children and adolescents. Windsor, UK: NFER-Nelson
Spence, S.H., Barrett, P.M. y Turner, C.M. (2003). Psychometric properties of the
Spence Children's Anxiety Scale with young adolescents. Journal of Anxiety
Disorder, 17, 605-25.
Sposari, J.A., Abbott, M.J. y Rapee, R.M. (2003). “Se que los demás piensan mal de
mí”: sesgos del procesamiento de la información en la fobia social. Psicología
Conductual, 11, 459-481
Sposari, J.A. y Rapee, R.M. (2003b). Do individuals with social phobia preferentially
avoid facial stimuli in anxiety-provoking situations? A replication of Mansell et
al. (1999). Manuscrito en preparación.
Sposari, J.A. y Rapee, R.M. (2003c). Attentional and interpretive biases for facial
expressions in social phobia. Manuscrito en preparación.
Stein, D.J., Cameron, A., Amrein, R., Mongomery, S.A. y Moclobemide Social
Phobia Clinical Study Group (2002). International Clinical Psychopharmacology,
17, 161-170
Stein, D.J., Stein, M.B., Pitts, C.D., Kumar, R. y Hunter, B. (2002). Predictors of
response to pharmacotherapy in social anxiety disorder: an analysis of 3 placebo-
controlled paroxetine trials. Journal of Clinical Psychiatry, 63, 152-155
Stein, M.B. (1996). How shy is too shy?. The Lancet, 347, 1131
Stein, M.B. (1999). Coming face-to-face with social phobia [editorial; comment].
American Family Physician, 60, 2244-2247
Stein, M.B.; Chartier, M.J.; Hazen, A.L.; Kozak, M.V.; Tancer, M.E.; Lander, S.;
Furer, P.; Chubaty, D. y Walker, J.R. (1998). A direct-interview family study of
generalized social phobia. American Journal of Psychiatry, 155 (1), 90-97
Stein, M.B., Chartier, M.J., Hazen, A.L., Kroft, C.D.L., Chale, R.A., Coté, D. y
Walker, J.R. (1996). Paroxetine in the treatment of generalized social phobia:
Open-label treatment and double-blind placebo-controlled discontinuation.
Journal of Clinical Psychopharmacology, 16 (3), 218-222
Stein, M.B., Delaney, S.M., Chartier, M.J., Kroft, C.D.L. y Hazen, A.L. (1995). [3H]
Paroxetine blinding to platelets of patients with social phobia: Comparison to
patients with panic disorder and healthy volunteers. Biological Psychiatry, 37,
224-228
Stein, M.B., Fyer, A.J., Davidson, J.R.T., Pollack, M.H. y Wiita, B. (1999).
Fluvoxamine in the treatment of social phobia: A double-blind, placebo-controlled
study. American Journal of Psychiatry, 156, 756-760
Stein, M.B., Fuetsch, M., Müller, N., Höfler, M., Lieb, R. y Wittchen, H.-U. (2001).
Social anxiety disorder and the risk of depression. A prospective community study
of adolescents and young adults. Archives of General Psychiatry, 58, 251-256
Stein, M.B. y Kean, Y.M. (2000). Disability and quality of life in social phobia:
epidemiologic findings. American Journal of Psychiatry, 157, 1606-1613
Referencias bibliográficas 513
Stein, M.B., Lang, K.L. y Livesley, W.J. (2002). Heritability of social anxiety-related
concerns and personality characteristics: A twin study. Journal of Nervous and
Mental Disease, 190, 219-224
Stein, M.B., Liebowitz, M.R., Lydiard, R.B., Pitts, C.D., Bushnell, W. y Gergel, I.
(1998). Paroxetine treatment of generalized social phobia (social anxiety
disorder): A controlled trial. JAMA, 280, 708-713
Stein, M.B., Shea, C.A. y Uhde, T.W. (1989). Social phobic symptoms in patients
with panic disorder: practical and theoretical implications. American Journal of
Psychiatry, 146, 235-238
Stein, M.B., Tancer, M.E., Gelernter, C.S., Vittone, B.J. y Uhde, T.W. (1990). Major
depression in patients with social phobia. American Journal of Psychiatry, 147,
637-639
Stein, M.B., Tancer, M.E. y Uhde, T.W. (1992). Heart rate and plasma norepinephrine
responsivity to orthostatic challenge in anxiety disorders. Archives of General
Psychiatry, 49, 311-317
Stein, M.B., Torgrud, L.J. y Walker, J.R. (2000). Social phobia symptoms, subtypes,
and severity. Findings from community survey. Archives of General Psychiatry,
57, 1046-1052
Stein, M.B., Walker, J.R. y Forde, D.R. (1994). Setting diagnostic thresholds for
social phobia: Considerations from a community survey of social anxiety.
American Journal of Psychiatry, 151, 408-412
Stemberger, R.T., Turner, S.M., Beidel, D. C. y Calhoun, K.S. (1995). Social phobia:
An analysis of possible developmental factors. Journal of Abnormal Psychology,
104, 526-531
Stopa, L. y Clark, D.M. (2000). Social phobia and interpretation of social events.
Behaviour Research and Therapy, 38, 273-283
Referencias bibliográficas 514
Stopa, L. y Clark, D.M. (2001). Social phobia: comments on the viability and
validity of an analogue research strategy and British norms for the Fear of
Negative Evaluation questionnaire. Behavioural and Cognitive Psychotherapy,
29, 423-430
Storch, E.A., Brassard, M.R. y Masia-Warner, C.L. (2003). The relationship of peer
victimization to social anxiety and loneliness in adolescence. Child Study Journal,
33, 1-18.
Storch, E.A., Eisenberg, P.S., Roberti, J.W. y Barlas, M.E. (2003). Reliability and
validity of the Social Anxiety Scale for Children-Revised for Hispanic children.
Hispanic Journal of Behavioral Sciences, 25, 410-422.
Storch, E.A., Masia-Warner, C., Dent, H.C., Roberti, J.W. y Fisher, P.H. (en prensa).
Psychometric evaluation of the social Anxiety Scale for Adolescents and the
Social Phobia And Anxiety Inventory for children: Construct validity and
normative data. Journal of Anxiety disorders.
Storch, E.A., Phil, M., Nock, M.K., Masia-Warner, C., Barlas, M.E. (2003). Peer
Victimization and Social-Psychological Adjustment in Hispanic and African-
American Children. Journal of Child and Family Studies, 12, 439-452
Stravynski, A., Basoglu, M., Marks, M., Sengun, S. y Marks, I.M. (1995). The
distinctiveness of phobias: A discriminant analysis of fears. Journal of Anxiety
Disorders, 9, 89-101
Stravynski, A., Lamontagne, Y. y Lavallée, Y.J. (1986). Clinical phobias and avoidant
personality disorder among alcoholics admitted to an alcoholism rehabilitation
setting. Canadian Journal of Psychiatry, 31, 714-719
Referencias bibliográficas 515
Sutherland, S.M., Tupler, L.A., Colket, B.S. y Davidson, J.R.T. (1996). A 2-year
follow-up of social phobia status after a brief medication trial. The Journal of
Nervous and Mental Disease, 184 (12), 731-738
Tancer, M.E., Stein, M.B., Gelernter, C.S. y Uhde, T.W. (1990). The hypothalamic-
pituitary-thyroid axis in social phobia. American Journal of Psychiatry, 147, 929-
933
Tancer, M.E., Stein, M.B. y Uhde, T.W. (1993). Growth hormone response to
intravenous clonidine in social phobia: comparisons to patients with panic
disorders and healthy volunteers.. Biological Psychiatry, 34, 591-595
Tancer, M.E., Stein, M.B. y Uhde, T.W. (1995).Lactic acid response to caffeine in
panic disorder: Comparison with social phobics and normal controls. Anxiety, 1,
138-140
Taylor, S. y Rachman, S.J. (1992). Fear and avoidance of aversive affective states:
Dimensions and causal relations. Journal of Anxiety Disorders, 6, 15-25
Taylor, S., Woody, S., McLean, P.D. y Koch, W.J. (1997). Sensitivity of outcome
measures for treatments of generalized social phobia. Assessment, 1, 181-191
Referencias bibliográficas 516
Thomas, S.E., Thevos, A.K. y Randall, C.L. (1999). Alcoholics with and without
social phobia: A comparison of substance use and psychiatric variables. Journal
of Studies on Alcohol, 60, 472-479
Tiihonen, J., Kuikka, J., Bergström, K., Lepola, U., Koponen, H. y Leinonen, E.
(1997). Dopamine reuptake site densities in patients with social phobia. American
Journal of Psychiatry, 154, 239-242
Tillfors, M. (2004). Why do some individuals develop social phobia? A review with
emphasis on the neurobiological influences. Nordic-Journal-of-Psychiatry, 58,
267-276.
Tillfors, M., Furmark, T., Ekselius, L. y Fredikson, M. (2001). Social phobia and
avoidant personality disorder as related to parental history of social anxiety: A
general population study. Behaviour Research and Therapy, 39, 289-298
Trower, P., Bryant, B. y Argyle, M. (1978). Social skills and mental health.
Pittsburgh: University of Pittsburgh Press
Tupler, L.A., Davidson, J.R.T., Smith, R.D., Lazeyras, F., Charles, H.C. y Krishnan,
K.R.R. (1997). A repeat proton magnetic resonance spectroscopy study in social
phobia. Biological Psychiatry, 42, 419-424
Turk, C.L., Heimberg, R.G., Orsillo, S.M., Holt, C.S., Gitow, A., Street, L.L.,
Schneier, F.R. y Liebowitz, M.R. (1998). An investigation of gender differences
in social phobia. Journal of Anxiety Disorders, 12, 209-223
Referencias bibliográficas 517
Turner, S.M. y Beidel, D.C. (1988). Some further comments on the measurement of
social phobia. Behaviour Research and Therapy, 26, 411-413
Turner, S.M. y Beidel, D.C. (1989). Social phobia: clinical syndrome, diagnosis and
comorbidity. Clinical Psychology Review, 9, 3-18
Turner, S.M., Beidel, D.C., Borden, J.W., Stanley, M.R. y Jacob, R.G. (1991). Social
phobia: axis I and axis II correlates. Journal of Abnormal Psychology, 100, 102-
106
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Cooley, M.R. (1994). Social Effectiveness Therapy: A
program for overcoming social anxiety and social phobia. Mt. Pleasant, SC:
Turndel
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Cooley, M.R. (1995). Two year follow-up of social
phobics treated with Social Effectiveness Therapy. Behaviour Research and
Therapy, 33, 553-556
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Cooley, M.R. (1997). Social Effectiveness Therapy: A
program for overcoming social anxiety and social phobia. Toronto, Ontario,
Canadá: Multi-Health Systems
Turner, S.M., Beidel, D.C, Cooley, M.R., Woody, S.R. y Messer, S.C. (1994). A
multicomponent behavioral treatment for social phobia: Social effectiveness
Therapy. Behaviour Research and Therapy, 32, 381-390
Turner, S.M., Beidel, D.C., Dancu, C.V. y Keys, D.J. (1986). Psychopathology of
social phobia and comparison to avoidant personality disorder. Journal of
Abnormal Psychology, 95, 389-394
Turner, S.M., Beidel, D.C., Dancu, C.V. y Stanley, M.A. (1989). An empirically
derived inventory to measure social fears and anxiety: The Social Phobia and
Anxiety Inventory. Psychological Assessment, 1 (1), 35-40
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Larkin, K.T. (1986). Situational determinants of social
anxiety in clinic and nonclinic samples: Physiological and cognitive correlates.
Journal of Consulting and Clinical Psychology, 54, 523-527
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Larkin, K.T. (1986). Situational determinants of social
anxiety in clinic and nonclinic samples: Physiological and cognitive correlates.
Journal of Consulting and Clinical Psychology, 54, 523-527
Turner, S.M., Beidel, D.C., Long, P.J., Turner, M.W. y Townsley, R.M. (1993). A
composite measure to determine the functional status of treated social
Referencias bibliográficas 518
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Townsley, R.M. (1990). Social phobia: Relationship to
shyness. Behaviour Research and Therapy, 28, 497-505
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Townsley, R.M. (1992). Social phobia: A comparison of
specific and generalized subtypes and avoidant personality disorder. Journal of
Abnornal Psychology, 95, 168-172
Turner, S.M., Beidel, D.C. y Wolff, P.L. (1994). A composite measure to determine
improvement following treatment for social phobia: The Index of Social Phobia
Improvement. Behaviour Research and Therapy, 32, 471-476
Turner, S.M., Beidel, D.C., Wolff, P.L., Spaulding, S. y Jacob, R.G. (1996). Clinical
features affecting treatment outcome in social phobia. Behaviour Research and
Therapy, 34, 795-804
Turner, S.M., McCanna, M. y Beidel, D.C. (1987). Validity of the Social Avoidance
and Distress and Fear of Negative Evaluation scales. Behaviour Research and
Therapy, 25, 113-115
Turner, S.M., Stanley, M.A., Beidel, D.C. y Bond, L. (1989). The Social Phobia and
Anxiety Inventory: Construct validity. Journal of Psychopathology and
Behavioral Assessment, 11, 221-234
Uhde, T.W., Tancer, M.E., Black, B. y Brown, T.M. (1991). Phenomenology and
neurobiology of social phobia: Comparison whit panic disorder. Journal of
Clinical Psychiatry, 52, 31-39
Uhde, T.W., Tancer, M. E., Gelernter, C.S. y Vittone, B.J. (1994). Normal urinary
free cortisol and postdexamethasone cortisol in social phobia: Comparison to
normal volunteers. Journal of Affective Disorders, 30, 155-161
Van Ameringen, M., Allgulander, C., Bandelow, B., Greist, J.H., Hollander, E.,
Montgomery, S.A., Nutt, D.J., Okasha, A., Pollack, M.H., Stein, D.J. y Swinson,
R.P. (2003). WCA recommendations for the long-term treatment of social phobia.
CNS-Spectrums, 8, 40-52.
Van Ameringen, M., Lane, R.M., Walker, J.R., Bowen, R.C., Chokka, P.R., Goldner,
E.M., Johnston, D.G., Lavallee, Y.-J., Nandy, S., Pecknold, J.C., Hadrava, V. y
Swinson, R.P. (2001). Sertraline treatment of generalized social phobia: A 20-
Referencias bibliográficas 519
Van Ameringen, M., Oakman, J., Mancini, C., Pipe, B. y Chung, H. (2004).
Predictors of Response in Generalized Social Phobia: Effect of Age of Onset.
Journal of Clinical Psychopharmacology, 24, 42-48.
Van Dam-Baggen y Kraaimaat, F.W. (2000). Social skills training in two subtypes of
psychiatric inpatients with generalized social phobia. Scandinavian Journal of
Behaviour Therapy, 29, 14-21.
Van Dyck, R. (1996). Non-drug treatment for social phobia. International Clinical
Psychopharmacology, 11 (Suppl. 3), 65-70
Van der Linden, G., Stein, D.J. y van Balkom, A. (2000). The efficacy of the selective
serotonin reuptake inhibitors for social anxiety disorder (social phobia): a meta-
Referencias bibliográficas 520
Van der Linden, G.; van Heerden, B., Warwick, J. Wessels, C., Van-Kradenburg, J.,
Zungu-Dirwayi, N. y Stein, D.J. (2000). Functional brain imaging and
pharmacotherapy in social phobia: Single photon emission computed tomography
before and after treatment with the selective serotonin reuptake inhibitor
citalopram. Progress in Neuropsychopharmacology and Biological Psychiatry, 24,
719-438
Van Vliet, I.M., den Boer, J.A. y Westenberg, H.G. (1992). The pharmacotherapy of
social phobia: Clinical and biochemical effects of brofaromine, a reversible MAO-
A inhibitor. European Neuropsychopharmacology, 2, 21-29
Van Vliet, I.M., van Veen, J.F. y Westenberg, H.G.M. (2000). Mirtazapine in social
phobia: An open pilot study. En Programs and Abstracts of the Collegium
Internationale Neuropsychopharmacologicum (CINP). Bruselas
Van Vliet, I.M., den Boer, J.A., Westenberg, H.G.M. y Ho Pian, K.L. (1997). Clinical
effects of buspirone in social phobia: a double-blind placebo-controlled study.
Journal of Clinical Psychiatry, 58, 164-168
Varia, I.M., Cloutier, C.A. y Doraiswamy, P.M. (2002). Treatment of social anxiety
disorder with citalopram. Progress in Neuropsychopharmacology and Biological
Psychiatry, 26, 205-208
Vega, W.A., Kolody, B., Aguilar-Gaxiola, S., Alderete, E., Catalano, R. y Caraveo-
Anduaga, J. (1998). Lifetime prevalence of DSM-III-R psychiatric disorders
among urban and rural Mexican Americans in California. Archives of General
Psychiatry, 55, 771-778
Veljaca, K.-A. y Rapee, R.M. (1998). Detection of negative and positive audience
behaviours by socially anxious subjects. Behaviour Research and Therapy, 36,
311-321
Velting, O.N. y Albano, A.M. (2001). Current trends in the understanding and
treatment of social phobia in youth. Journal of Child Psychology and Psychiatry
and Allied Disciplines, 42, 127-140
Ventura, J., Liberman, R.P., Green, M.F., Shaner, A. y Mintz, J. (1998). Training and
quality assurance with the Structured Clinical Interview for DSM-IV (SCID-I/P).
Psychiatry Research, 79, 163-173
Vernberg, E.M., Abwender, D.A., Ewell, K.K. y Beery, S.H. (1992). Social anxiety
and peer relationships in early adolescence: A prospective analysis. Journal of
Clinical Child Psychology, 21, 189-196
Versiani, M., Nardi, A.E. y Mundim, F.D. (1989). Fobia social. Jornal Brasileiro de
Psiquiatria, 38, 251-263
Versiani, M., Nardi, A.E., Mundim, F.D., Alves, A.B., Liebowitz, M.R. y Amrein, R.
(1992). Pharmacotherapy of social phobia, a controlled study with moclobemide
and phenelzine. British Journal of Psychiatry, 161, 353-360
Versiani, M., Nardi, A.E., Petribú, K.L., Figueira, I., Marques, C. y Mendlowicz, M.
(1997). Clonazepam in social phobia. Jornal Brasileiro de Psiquiatria, 46 (2),
103-108
Villa, H., Botella, C., Quero, S., Ruipérez, M.A. y Gallardo, M. (1998,
Noviembre). Propiedades psicométricas de dos medidas de autoinforme en
fobia social: Miedo a la evaluación negativa (FNE) y escala de evitación y
ansiedad social (SADS). Poster presentado en el I Symposium sobre Fobias y
otros Trastornos de Ansiedad. Granada
Walker, J.R., Van-Ameringen, M.A., Swinson, R., Bowen, R.C., Chokka, P.R.,
Goldner, E., Johnston, D.C., Lavallie, Y.J., Nandy, S., Pecknold, J.C., Hadrava,
V. y Lane, R.M. (2000). Prevention of relapse in generalized social phobia:
Results of a 24-week study in responders to 20 weeks of sertraline treatment.
Journal of Clinical Psychopharmacology. 20(6), 636-644
Wallace, S.T. y Alden, L.E. (1995). Social anxiety and standard setting following
social success or failure. Cognitive Therapy and Research, 19, 613-631
Wallace, S.T. y Alden, L.E. (1997). Social phobia and positive social events: The
price of success. Journal of Abnormal Psychology, 106, 416-424
Walters, K.S. y Hope, D.A. (1997). A test of differences in social behavior between
individuals with social phobia and nonanxious participants using a
psychobiological model. Manuscript submitted for publication
Walters, K.S. e Inderbitzen, H.M. (1998). Social anxiety and peer relations among
adolescents: Testing a psychobiological model. Journal of Anxiety Disorders, 12,
183-198
Waren, J.E. y Sherbourne, C.D. (1992). The MOS-36-item short form health survey
(SF-36). I. Conceptual framework and item selection. Medicine Care, 30, 473-483
Weiller, E., Bisserbe, J.C., Boyer, P., Lépine, P., Lecrubier, Y. (1996). Social phobia
in general health care. British Journal of Psychiatry, 168, 169-174
Weissman, M.M., Bland, R.C., Canino, G.J., Greenwald, S., Lee, C.K., Newman,
S.C., Rubio-Stipec, M. y Wickramaratne, P.J. (1996). The cross-national
epidemiology of social phobia: a preliminary report. International Clinical
Psychopharmacology, 11, 3-14
Referencias bibliográficas 523
Weissman, M.M., Wolk, S., Goldstein, R.B., Moreau, D., Adams, P., Greenwald, S.,
Klier, C.M., Ryan, N.D., Dahl, R.E. y Wickramaratne, P. (1999). Depressed
adolescents grown up. JAMA, 281, 1707-1713
Wells, J.E., Bushnell, J.A., Hornblow, A.R., Joyce, P.R. y Oakley-Browne, M.A.
(1989). Christchurch Psychiatric Epidemiology Study: Methodology and lifetime
prevalence for specific psychiatric disorders. Australian and New Zealand Journal
of Psychiatry, 23, 315-326
Wells, A., Clark, D.M. y Ahmad, S. (1998). How do I look with my minds eye:
Perspective taking in social phobic imagery. Behaviour Research and Therapy,
36, 631-634
Wells, J.C., Tien, A.Y., Garrison, R. y Eaton, W.W. (1994). Risk factors for the
incidence of social phobia as determined by the Diagnostic Interview Schedule in
a population-based study. Acta Psychiatrica Scandinavica, 90, 84-90
Wenzel, A., Jackson, L.C. y Graig, S. (2002). Social phobia and the recall of
autobiographical memories. Depression and Anxiety, 15, 186-189
Westenberg, P.M., Drewes, M.J., Goedhart, A.W., Siebelink, B.M., Treffers, P.D.
(2004). A developmental analysis of self-reported fears in late childhood through
mild-adolescence: Social-evaluative fears on the rise?. Journal of Child
Psychology and Psychiatry, 45, 481-495.
Widiger, T.A. (1992). Generalized social phobia versus avoidant personality disorder:
A commentary of three studies. Journal of Abnormal Psychology, 101, 340-343
Wilens, T.E., Spencer, T.J., Frazier, J. y Biederman, J. (1998). Child and adolescent
psychopharmacology. En T.H. Ollendick y M. Hersen (Eds.). Handbook of Child
Psychopathology (pp. 603-636). Nueva York: Plenum Press
Williams, J.B., Gibbon, M., First, M.B., Spitzer, R.L., Davies, M., Borus, J., Howes,
M.J., Kanes, J., Pope, H.G., Rounsaville, B. y Wittchen, H.-U. (1992). The
Structured Clinical Interview for DSM-III-R (SCID). Archives of General
Psychiatry, 49, 630-636
Williams, J., Watts, F., McLeod, C. y Mathews, A. (1988). Cognitive psychology and
emotional Disorders. Chichester: Wiley.
Winton, E.C., Clark, D.M. y Edelman, R.J. (1995). Social anxiety, fear of negative
evaluation and the detection of negative emotion in others. Behaviour Research
and Therapy, 33, 193-196
Wittchen, H.U. y Beloch, E. (1996). The impact of social phobia on quality of life.
International Clinical Psychopharmacology, 11 (suppl. 3), 15-23
Wittchen, H.U., Essau, C.A., Zerssen, D. Von, Krieg , J.-C. y Zaudig, M. (1992).
Lifetime and six-month prevalence of mental disorders in the Munich follow-up
study. European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, 241, 247-258
Wittchen, H.-U., Stein, M.B. y Kessler, R.C. (1999). Social fears and social phobia in
a community sample of adolescents and young adults: prevalence, risk factors and
co-morbidity. Psychological Medicine, 29, 309-323
Wlazlo, A., Schroeder-Hartwig, K., Hand, I., Kaiser, G., y Münchau, N. (1990).
Exposure in vivo vs. social skills training for social phobia: Long-term
outcome and differential effects. Behaviour Research and Therapy, 28 (3),
181-193
Wolpe, J. y Lang, P.J. (1964). A fear schedule for use in behavioural therapy.
Behaviour Research and Therapy, 2, 27-30
Woody, S.R. (1996). Effects of focus of attention on anxiety levels and social
performance of individuals with social phobia. Journal of Abnormal Psychology,
105, 61-69
Woody, S.R., Chambless, D.L. y Glass, C.R. (1997). Self-focused attention in the
treatment of social phobia. Behaviour Research and Therapy, 2, 117-129
Woody, S.R. y Rodriguez, B.F. (2000). Self-focused attention and social anxiety in
social phobics and normal controls. Cognitive Therapy and Research, 4, 473-488
Worthington, J.J., Zucker, B.G., Fones, C.S., Otto, M.W. y Pollack, M.H. (1998).
Nefazodone for social phobia: A clinical case series. Depression and Anxiety, 8¸
131-133
Yao, S.-N., Note, I., Fanget, F., Albuisson, E., Bouvard, M., Jalenques, I. y Cottraux,
J. (1999). L’anxiété sociale chez les phobiques sociaux: validation de l’échelle
d’anxiété sociale de Liebowitz (version française). L’Encéphale, XXV, 429-435
Yeganeh, R., Beidel, D.C., Turner, S.M., Pina, A.A. y Silverman, W.K. (2003).
Clinical Distinctions Between Selective Mutism and Social Phobia: An
Investigation of Childhood Psychopathology. Journal of the American Academy of
Child and Adolescent Psychiatry, 42, 1069-1075.
Zimbardo, P.G. (1977). Shyness: What it is, what to do about it. Reading, MA:
Addison-Wesley
Referencias bibliográficas 526
Zimbardo, P.G., Pilkonis, P.S. y Norwood, R.M. (1975). The social disease called
shyness. Psychology Today, 8, 68-72
Zimbardo, P.G. y Radl, S. (1981). The shy child. Nueva York: McGraw-Hill
Zimmermann, P., Wittchen, H.U., Hofler, M., Pfister, H., Kessler, R.C. y Lieb,
R.(2003). Primary anxiety disorders and the development of subsequent alcohol
use disorders: A 4-year community study of adolescents and young adults.
Psychological Medicine, 33, 1211-1222
Zitrin, C.M., Klein, D.F., Woerner, M.G. y Ross, D. (1983). Treatment of phobias: A
comparison of imipramine and placebo. Archives of General Psychiatry, 40, 125-
138
Zonnevylle-Bender, M.J., van Goozen, S.H., Cohen-Kettenis, P.T., van Elburg, A.,
de Wildt, M., Stevelmans, E. y van Engeland, H. (2004). Emotional Functioning
in Anorexia Nervosa Patients: Adolescents Compared to Adults. Depression and
Anxiety, 19, 35-42