Material Curso Integración Dpúblico M6-M7
Material Curso Integración Dpúblico M6-M7
Material Curso Integración Dpúblico M6-M7
I. Doctrina
77
Este criterio provoca algunas dificultades respecto de órganos administrativos que cumplen funciones
jurisdiccionales, como sucede con el Servicio de Impuestos Internos y el Servicio Nacional de Aduanas. En
todo caso, con la entrada en vigencia de la Ley Nº 20.322 (D.O. 27.01.2009) se ha separado la función
administrativa de la jurisdiccional a través de la creación de los Tribunales Tributarios y Aduaneros.
178
están comprendidos dentro del Poder Ejecutivo: el Presidente de la República,
Ministerios, Intendencias, Gobernaciones, Contraloría General de la República, Fuerzas
Armadas y de Orden, Banco Central, Gobiernos Regionales, Municipalidades, Consejo
Nacional de Televisión y las empresas públicas78.
A los órganos anteriores se deben agregar los servicios públicos creados por ley.
Al efecto, el artículo 65 inciso 4º Nº 2 dispone que estos órganos pueden ser de distinta
naturaleza: fiscales, semifiscales o autónomos.
A su vez, por regla general, todas estas entidades deben estar bajo la dependencia o
la tutela del Presidente de la República, ya que a él le corresponde la función de gobierno
y de administración del Estado. El Presidente de la República es el que debe fijar las
políticas y directrices que han de guiar a todos los órganos que forman parte de la
Administración del Estado, para lo cual se le otorgan una serie de facultades, como el
nombramiento de las máximas autoridades de la Administración, su remoción o
destitución, la asignación de recursos, etc. En esta función, sus colaboradores inmediatos
son los Ministros de Estado.
Sin embargo, la propia Carta Fundamental establece que determinados órganos
gozarán de autonomía, razón por la cual no estarán sometidos a dicha dependencia o
tutela, como ocurre con la Contraloría General de la República, el Banco Central, el
Ministerio Público, las Municipalidades y el Consejo Nacional de Televisión79. Al mismo
tiempo, la propia Constitución permite que la ley pueda crear órganos autónomos
(artículo 65 inciso 4º Nº 2). De esta forma, nos encontramos con entidades que tienen una
autonomía de rango constitucional y otras de naturaleza legal, haciendo excepción a lo
dispuesto en el artículo 24 de la Constitución. La distinción entre autonomía
constitucional y autonomía legal se analizará con detenimiento en un apartado posterior.
Conforme a lo expuesto en esta primera parte, podemos sostener lo siguiente:
a) Forman parte del Gobierno y la Administración del Estado aquellos órganos
creados por la Constitución y la ley, y que no integran el Congreso Nacional, el
Poder Judicial, la Justicia Electoral y el Tribunal Constitucional.
b) Por regla general, estos órganos se encuentran bajo la dependencia o tutela del
Presidente de la República, en la medida que a éste le corresponde el gobierno y la
administración del Estado.
c) No obstante lo anterior, existen determinados órganos que forman parte de la
Administración del Estado, pero que gozan de autonomía, con lo cual se hace una
importante excepción a lo establecido en el artículo 24 de la Carta Fundamental.
d) Esta autonomía puede ser otorgada a nivel constitucional, v. gr., Contraloría o
Banco Central, o a nivel legal, v. gr., Consejo para la Transparencia (artículo 65
inciso 4º Nº 2).
78
En nuestra opinión también se debe considerar al Ministerio Público, regulado en el Capítulo VII de la
Constitución y la LOC Nº 19.640, de 15 de octubre de 1999. Sin embargo, no aparece mencionado en el
artículo 1º LBGAE. No obstante lo anterior, su posición institucional no es diversa de la que tienen otros
organismos, como la Contraloría General de la República.
79
El Tribunal Constitucional se hizo cargo de esta materia al pronunciarse sobre la LOC Nº 18.840, del
Banco Central. Al efecto, señaló que “[…] la existencia de estos órganos autónomos no debe extrañar, ya
que desde la época de la Constitución de 1925, el Constituyente inspirado en el principio de la
descentralización funcional de la Administración del Estado, ha facultado al legislador para crear órganos
descentralizados autónomos e, incluso, empresas del Estado, cuya administración se rige por sus respectivas
leyes. […] Que ninguno, pues, de los organismos autónomos que contempla o permite la Constitución puede
decirse que estén plenamente sometidos al gobierno y administración del Estado que compete al Presidente
de la República. Ellos se rigen por sus respectivas leyes. […] pretender que el Banco Central esté sujeto al
poder jerárquico del Presidente de la República sería inconstitucional, pues la Constitución lo crea como un
ente autónomo”. Véase Sentencia Rol Nº 78, de 20 de septiembre de 1989.
179
Constitución). Esta regulación actualmente se encuentra contenida en LOCBGAE, cuyo
texto refundido, coordinado y sistematizado fue aprobado mediante el D.F.L. Nº 1, de
2001, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia (en adelante LBGAE).
Este cuerpo legal contiene en su Título II (artículos 21 y ss.) un conjunto de
disposiciones sobre aspectos orgánicos de la Administración del Estado, y en particular
en el párrafo 1º de dicho título regula a los ministerios, subsecretarías, secretarías
regionales ministeriales y servicios públicos. Del análisis de la normativa de la LBGAE,
es posible constatar que ésta no sigue en términos estrictos la nomenclatura utilizada por
la Constitución. Así, guarda absoluto silencio respecto de los servicios públicos
semifiscales y autónomos, a pesar de ser categorías consagradas por la Constitución.
Ahora bien, esta ley nos da un concepto y clasificación de los servicios públicos,
considerando si actúan bajo la personalidad jurídica del Estado o tienen personalidad
jurídica propia:
La LBGAE reordena las distinciones que se había hecho respecto de los servicios
públicos y las reduce a dos categorías: centralizados, en relación a aquellos que actúan con
la personalidad y con los bienes del Fisco, y se encuentran bajo la dependencia del
Presidente de la República, y descentralizados, que gozan de personalidad jurídica y
patrimonio propio, y se encuentran bajo la supervigilancia del Jefe de Estado.
Conforme a esta clasificación, es muy relevante distinguir si el vínculo que tiene el
servicio público con el Presidente es de dependencia o supervigilancia. Al efecto, se ha
entendido que la dependencia da lugar a una relación de jerarquía entre la máxima
autoridad del Estado y el servicio público, aquello explica que también se le denomine
vínculo de jerarquía. En razón de lo anterior, se entiende que la jerarquía otorga un
conjunto de poderes o facultades que son inherentes a tal calidad, como sucede con la
potestad de mando que tiene la autoridad sobre sus subordinados80; el ejercicio de un
control jerárquico permanente sobre su gestión81; el nombramiento de funcionarios así
como la facultad de cesar en sus funciones 82; el ejercicio de la potestad disciplinaria sobre
ellos83; la resolución de los recursos jerárquicos que se interpongan en contra de sus
actos84, así como la resolución de las contiendas de competencia que se presenten entre
80
El artículo 61 letra f) del Estatuto Administrativo establece que es deber de los funcionarios públicos
“obedecer las órdenes impartidas por el superior jerárquico”.
81
Véanse los artículos 11 de la LBGAE y 64 del Estatuto Administrativo.
82
Artículos 146 y ss. del Estatuto Administrativo.
83
Artículos 126 y ss. del Estatuto Administrativo.
84
Artículo 10 de la LBGAE y artículo 59 de la Ley Nº 19.880.
180
ellos 85 , además de la dictación de normas internas de carácter general (circulares e
instrucciones).
Por el contrario, en el caso de la supervigilancia –también denominada tutela–
dichos poderes o facultades desaparecen, en razón de que el órgano ya no se encuentra
supraordenado al Presidente. En razón de lo anterior, este órgano goza de autonomía
respecto del poder central, salvo en los casos que la ley expresamente le atribuya
determinadas potestades al Presidente de la República sobre él, como sería el
nombramiento o remoción de su autoridad superior; el ejercicio del control disciplinario;
la autorización o aprobación de los actos del servicio descentralizado; la posible
revocación de los mismos, entre otros. Es por tal razón que este vínculo no es uniforme
en su intensidad, pues bien puede ocurrir que las potestades de tutela sean un número
acotado de facultades, dando al servicio público una amplia autonomía (descentralización
real) o sean de tal naturaleza que se acerque plenamente a los poderes propios de la
jerarquía “descentralización ficta”86.
85
Artículo 39 de la LBGAE.
86
En tal sentido, Manuel Daniel Argandoña señala que “mientras más intensos sean los poderes de tutela
que la ley establezca, más se acercarán al vínculo jerárquico y en esa misma medida se disminuirá la
autonomía del órgano descentralizado, y viceversa”. Véase Daniel Argandoña, Manuel (1982): La
organización administrativa en Chile. Bases fundamentales (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2ª ed.), p.
81. En el mismo sentido, Pierry Arrau, Pedro (1986):“La Administración del Estado en la Constitución
Política”, Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Nº 10: pp. 411-433.
181
permitió la creación de diversos organismos de crédito87, ahorro88 y fomento89, además de
un sinnúmero de empresas públicas 90 . A esto se deben agregar las instituciones
semifiscales, no definidas por el legislador y en donde la gestión y los recursos
reconocían una importante participación de privados, como fueron las cajas de previsión.
Con el objeto de ordenar todo este complejo de órganos, la Contraloría utilizó el
concepto de Administración del Estado como comprensiva de todas ellas (entidades
fiscales, semifiscales y autónomas), mientras que el concepto de Administración Pública
se restringía única y exclusivamente a las entidades fiscales –lo que hoy denominaríamos
administración centralizada o que actúan con la personalidad jurídica del Fisco–. A su
vez, las entidades semifiscales estarían compuestas fundamentalmente por las cajas de
previsión, mientras que la administración autónoma comprendería a todos aquellos
servicios públicos y empresas dotadas de personalidad jurídica propia, excluidos de
algunas limitaciones y prohibiciones a las cuales se encontraba sujeta la Administración
Pública o Central91. En buenas cuentas, sería lo que hoy conocemos como administración
descentralizada, pero se trata de entidades que gozan de un mayor grado de
independencia en la gestión92.
Por tal razón, la Ley de Reforma Constitucional Nº 17.284, de 1970, redujo todo
este conjunto de órganos, al señalar que los servicios de la Administración del Estado
podrían ser centralizados como descentralizados93, abandonando la vieja distinción entre
Administración Pública, instituciones semifiscales, empresas fiscales y servicios
autónomos 94 . Así, en Chile el concepto de autonomía se entendía comprendido en el
concepto general de entidad descentralizada95.
Sin embargo, la Constitución de 1980 introdujo una serie de cambios sobre la
materia:
a) Retomó la antigua distinción entre servicios fiscales, semifiscales, autónomos y
empresas del Estado (artículo 62 inciso 4º Nº 2, actual artículo 65).
b) Considera a una serie de órganos a los cuales se les atribuye autonomía a nivel
constitucional: Consejo Nacional de Televisión, Contraloría General de la República,
Banco Central y las Municipalidades. Posteriormente se incorpora al Ministerio Público
con igual naturaleza96. En este caso nos encontramos con entidades que forman parte de
la Administración del Estado, pero que gozan de una amplia autonomía respecto del
87
Instituto de Crédito Industrial e Instituto de Crédito Agrícola.
88
Caja Nacional de Ahorro.
89
Caja de Crédito y Fomento Minero y Corporación de Fomento de la Producción.
90
A la ya existente Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), se sumaba la Empresa Marítima del Estado
(EMPREMAR), la Línea Aérea Nacional (LAN), la Empresa Nacional de Minería (ENAMI), el Banco del
Estado y la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP).
91
Véanse los artículos 34 y 161 de la Ley Nº 10.336, Orgánica Constitucional de la Contraloría General de
la República. En la misma dirección, también se puede consultar el artículo 1º del Decreto Ley Nº799, de
1974.
92
Esto ocurrió con la Corporación de Fomento de la Producción, la Caja de Crédito Agrario, el Instituto de
Crédito Industrial, el Instituto de Economía Agrícola, la Caja de Crédito Minero y la Línea Aérea Nacional,
según lo dispuso la Ley Nº 10.343, de 1952, que en su artículo 106 las calificaba como organismos de
administración autónoma, no sujetos a las limitaciones y prohibiciones establecidos por las leyes de carácter
general que afectaban a las Instituciones Semifiscales. Posteriormente, la Ley Nº 11.764, de 1954, insistió en
remarcar tal carácter. Véase Pantoja Bauzá, Rolando (2004): La organización administrativa (Santiago,
Editorial Jurídica de Chile) pp. 308-309.
93
Véanse el inciso 2º del artículo 45 de la Constitución de 1925.
94
Cabe señalar que la Ley de Reforma Constitución Nº 7.727, de 1943, introdujo en el artículo 45 de la
Constitución de 1925 la distinción entre Administración Pública, instituciones semifiscales y empresas
fiscales. El concepto de servicios autónomos sería introducido por el legislador y recogido en la
jurisprudencia de la Contraloría General de la República.
95
Bien señala Pantoja, cit. (nota 15), p. 311, que la presencia de estos organismos es considerada
normalmente como un ejemplo de descentralización administrativa. En el mismo sentido se pronuncia
Carmona Santander, Carlos (1994): Una aproximación general sobre las Superintendencias desde la
perspectiva del derecho (Santiago: Universidad de Chile).
96
Incorporado por la Ley N° 19.519 (D.O. 16.09.1997).
182
Presidente de la República, de forma que la ley al momento de regularlas debe respetar
esta garantía institucional.
La LBGAE retomó el criterio contenido en la Reforma Constitucional de 1970 y
optó por distinguir entre administración centralizada y descentralizada, dejando fuera la
categoría de los servicios semifiscales y subsumiendo a los servicios autónomos dentro de
las entidades descentralizadas. Es por tal razón que la doctrina tiende a distinguir al
interior de las entidades descentralizadas entre aquellas que gozan de mayor o menor
autonomía97.
Sin embargo, la identificación entre descentralización y autonomía se rompe a
partir de los términos de la propia Constitución, pues considera con carácter de
autónomo a entidades que no son descentralizadas, como ocurre con la Contraloría
General de la República y el Ministerio Público. Esto podría llevar a pensar que el
concepto de autonomía no supone necesariamente descentralización. Por tal razón,
consideramos que a este respecto se debe realizar una distinción adicional. Los órganos
que son parte de la Administración del Estado pueden ser autónomos, pero las formas de
autonomía son distintas dependiendo de la norma que la otorga o confiere:
a) La autonomía constitucional es aquella considerada en la propia Carta Fundamental
y que constituye una garantía institucional que debe ser respetada por el
legislador 98 . En efecto, supone una remisión al legislador para que regule y
desarrolle normativamente la institución, pero le impone al mismo tiempo un límite,
pues no le está permitido desfigurar o alterar las características esenciales que esta
institución posee, privándola de todo sentido y eficacia. En definitiva, la garantía
institucional sustrae de la competencia del legislador la facultad de eliminar la
institución, aunque sin privarlo de la facultad de regularla99.
b) La autonomía legal, otorgada en virtud de lo dispuesto en el artículo 65 de la
Constitución por iniciativa del Presidente de la República, la cual carece de la
protección indicada anteriormente y es variable en su intensidad, pudiendo llegar a
los niveles de la autonomía constitucional. De hecho, esta ha sido la interpretación
que se ha seguido en el último tiempo, mediante la creación de órganos que no sólo
tienen personalidad jurídica propia, sino que cuentan con una amplia independencia
de gestión. Así ha sucedido con el Servicio Electoral100, el Consejo de Defensa del
97
Véanse Daniel Argandoña y Pierry, cit. (nota 10).
98
El Tribunal Constitucional ha puesto de relieve la necesidad de respetar la naturaleza autónoma cuando
deriva de la Carta Fundamental, la cual ha asignado a ciertos órganos del Estado, como la Contraloría
General de la República, autonomía que se proyecta en una triple dimensión: organizativa, institucional y
normativa. La referida autonomía implica, precisamente, que cada uno de estos ámbitos de acción no puede
estar supeditado, en su ejercicio, a órganos que se relacionen, aunque sea en forma indirecta, con las labores
de gobierno y administración propias de la función ejecutiva. Véase sentencia Rol Nº 80, de 22 de
septiembre de 1989.
99
Las garantías institucionales han sido desarrolladas por la doctrina y jurisprudencia alemana, la cual a su
vez han sido recogida ampliamente por el Derecho español. Su origen dogmático se encuentra en la
interpretación del artículo 127 de la Constitución de Weimar que reconocía y garantizaba la autonomía
municipal (Selbstverwaltung) “dentro de los límites de las Leyes”, constituyendo la primera garantía
institucional generalmente aceptada por la doctrina. Véase Schmitt, Carl (1928): Verfassunglehre (München:
Duncker Humblot) [Versión en español Teoría de la Constitución. Madrid: Revista de Derecho Privado,
1934, traducción de Francisco Ayala]; Grundrechte und Grudpflichten y Freiheitsrechte und institutionelle
Garantien de 1931, actualmente contenidos en Verfassungsrechtliche Aufsätze aus den Jahren 1924-1954.
Materialien zu einer Verfassungslehre. Berlín: Duncker & Humblot, 1958. En el Derecho español destacan
las obras de Baño León, José María (1988): “La distinción entre derecho fundamental y garantía
institucional en la Constitución Española”. Revista Española de Derecho Constitucional, Nº 24, septiembre-
diciembre, 1988, pp. 155-179; Parejo Alfonso, Luciano (1981): Garantía institucional y autonomía locales
(Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local).
100
Ley Nº 18.556 (D.O. 01.10.1986). Su artículo 87 dispone:“Créase el Servicio Electoral, organismo
autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, cuyo objeto será cumplir con las funciones que le
señale la ley y que se relacionará con el Presidente de la República a través del Ministerio del Interior. Su
domicilio será la capital de la República”.
183
Estado101, el Consejo para la Transparencia102 y el Instituto Nacional de Derechos
Humanos103.
Conforme a lo anteriormente expuesto, es posible concluir lo siguiente:
a) Que en Chile la autonomía de los órganos de la Administración del Estado debe
ser entendida en el marco de un Estado unitario, que sólo admite una
descentralización administrativa y no política.
b) Que tradicionalmente el concepto de autonomía ha estado unida al concepto de
descentralización, sin embargo, no necesariamente se identifican, pues existen
órganos autónomos que no son descentralizados, como ocurre con la Contraloría
General de la República y el Ministerio Público.
c) La autonomía en Chile puede ser otorgada a nivel constitucional o legal. En el
primer caso, la entidad goza de una garantía institucional que debe ser respetada
por el legislador en su núcleo esencial. En el segundo caso, el legislador puede
establecer diversos niveles de autonomía (intensidad variable), incluso llegando a
aquellos que han sido reconocidos constitucionalmente. Además, y como bien lo
señala Rolando Pantoja, se puede sostener que son servicios autónomos para la
Constitución “los órganos y organismos que presentan especiales caracteres de
independencia frente a los que encarnan los tradicionales poderes del Estado, hallándose
sometidos sólo a la Constitución Política de la República y a la ley que conforme a ella
regula su organización, funcionamiento y atribuciones, y que por sus características
difieren de los servicios autónomos creados por el legislador, que, sin perjuicio de lo
expresado anteriormente, son generalmente reconocidos como servicios
descentralizados”104.
d) Por último, siendo de especial interés la forma que asumen las autonomías
constitucionales, debemos señalar que en su configuración se debe atender a
diversos elementos que permitan cuantificar el grado o intensidad en que ha sido
otorgada. De esta forma, el mero hecho de indicar que un órgano es autónomo no
conlleva necesariamente a una suerte de asimilación a un modelo
predeterminado105. En este caso, deben existir ciertos rasgos o elementos que
permitan identificar dicha autonomía en la regulación legal, so pena que estas
disposiciones puedan ser contrarias a la Constitución.
101
D.F.L. Nº 1, de 28 de julio de 1993, del Ministerio de Hacienda (D.O. 7.08.1993). El artículo 1º dispone
que “el Consejo de Defensa del Estado es un servicio público descentralizado, dotado de personalidad
jurídica, bajo la supervigilancia directa del Presidente de la República e independiente de los diversos
Ministerios”.
102
Ley Nº 20.285 (D.O. 20.08.2008). El artículo 31 dispone: “Créase el Consejo para la Transparencia,
como una corporación autónoma de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio”.
103
Ley Nº 20.405 (D.O. 10.12.2009). El artículo 1º establece: “Créase el Instituto Nacional de Derechos
Humanos, en adelante también ‘el Instituto’, como una corporación autónoma de derecho público, con
personalidad jurídica y patrimonio propio”.
104
Pantoja, cit. (nota 15), pp. 312-313.
105
Un buen ejemplo de lo señalado lo constituye el Servicio Nacional de Aduanas. Esta entidad, conforme al
artículo 2º del Decreto Ley Nº 3.551, de 1980, es una institución autónoma, con personalidad jurídica y de
duración indefinida. Sin embargo, el Director Nacional de dicho Servicio es de la exclusiva confianza del
Presidente de la República.
184
el Presidente de la República, la posibilidad de que se puedan revisar sus actos, la gestión
presupuestaria, entre otros.
Dentro de los pocos trabajos que existen sobre la materia, Pedro Pierry nos
aporta algunos criterios y categorías para poder establecer los niveles de autonomía en
los servicios descentralizados106. Para tal efecto, este autor analiza la mayor o menor
autonomía desde la perspectiva de la designación y remoción de sus autoridades, mayor o
menor control de tutela y, por último, el financiamiento independiente107. Además, se
debe tener presente que a la cabeza de estos organismos existe una autoridad en cuyo
nombramiento interviene el Presidente de la República, ya sea de forma discrecional o
con la aprobación de otro órgano (v. gr., Senado), más aún, en algunos casos estas
autoridades son de exclusiva confianza del Presidente, mientras que en otras su remoción
está condicionada al cumplimiento de determinados requisitos. Por lo tanto, los criterios
para determinar la autonomía de estos servicios giran en torno a la dependencia que tiene
la autoridad con el poder central108, permitiendo distinguir entre:
1. Servicios con autoridades no dependientes del poder central:
i. Servicios dirigidos por autoridades unipersonales o por Consejos en que el
Presidente de la República no interviene en su designación. Este podría ser el
caso del Director del Servicio Electoral y del Instituto Nacional de Derecho
Humanos.
ii. Autoridades unipersonales designadas por el Presidente de la República y
removidos con intervención de otro organismo. Así sucede con la Contraloría
General de la República y el Ministerio Público.
iii. Autoridades unipersonales designadas por el Presidente de la República, pero
que no puede remover a voluntad, como ocurre con el Fiscal Nacional
Económico.
iv. Consejos mayoritariamente integrados por miembros no designados por el
Presidente de la República, como sucede con el Instituto Nacional de Derechos
Humanos.
v. Consejos mayoritariamente integrados por miembros no designados por el
Presidente de la República y por otros designados, pero que no puede renovar.
2. Servicios con autoridades dependientes del poder central:
i. Consejos mayoritariamente integrados por miembros de la confianza exclusiva
del Presidente de la República o subordinados jerárquicamente, como el Comité
de Inversiones Extranjeras.
ii. Autoridades unipersonales de la confianza exclusiva del Presidente de la
República, como el Servicio Nacional de Aduanas.
Al interior de cada grupo se distinguen en relación con el control de tutela. Así
hay algunos servicios en donde no existe o es muy poco el control de tutela establecido
en las leyes y otros que cuentan con un sistema de control de tutela por parte de la
autoridad central. Dentro del primer grupo tendrán mayor autonomía los servicios con
muy poco o ningún control de tutela en cambio, los del segundo grupo ostentarán mayor
autonomía si disponen de un sistema de control de tutela, porque de lo contrario el
gobierno utilizará la subordinación que implica la exclusiva confianza al no disponer de
otros medios de control.
Por otra parte, la autonomía se incrementa en la medida que los servicios cuenten
con una forma propia de financiamiento, diversa a la contemplada por la Ley de
Presupuesto, en la medida que tal financiamiento contribuya realmente al funcionamiento
106
Pierry, cit. (nota 10), p. 424. Se debe tener presente que este autor parte de la base que los entes
autónomos serían personas jurídicas separadas del Estado, que cuentan con patrimonio propio y son capaces
de actuar en el campo jurídico a través de sus representantes, quienes pueden celebrar contratos y actos que
los obligan a actuar ante los Tribunales de Justicia
107
Pierry, p. 427.
108
Pierry, pp. 427-428.
185
del servicio. No obstante, este financiamiento debe ir aparejado de la posibilidad de
disponer de los ingresos para que cobre importancia.
En definitiva, siguiendo la clasificación del autor español García Trevijanos
Fos109, la descentralización puede ser ficta o simbólica, media o plena. Integran la última
categoría los órganos que el Constituyente crea como autónomos, así como los órganos
cuya autoridad no depende del poder central y no están sujetos a ninguno o es muy poco
el control de tutela. La descentralización media corresponde a los órganos cuya autoridad
depende o no del poder central pero sujeto al control de tutela establecido por la ley.
Finalmente, la descentralización ficta alude a los órganos en que nada se dice o muy poco
sobre el control de tutela, pero está dirigido por autoridades de confianza del Presidente
de la República.
Por su parte, los aspectos presupuestarios no inciden en la clasificación anterior,
pero sí son determinantes para establecer un mayor o menor grado de autonomía.
109
García Trevijano Fos, José Antonio (1974): Tratado de Derecho Administrativo (3ª ed. Madrid: Editorial
Revista de Derecho Privado), t. I, vol. 1, p. 452.
110
Artículo 22.
111
Inciso 3º del artículo 22 LBGAE.
112
Inciso 2º del artículo 28 LBGAE
113
El artículo 1º de la Ley Nº 19.891 establece lo siguiente: “Créase el Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes, en adelante, también, ‘el Consejo’, como un servicio público autónomo, descentralizado y
territorialmente desconcentrado, con personalidad jurídica y patrimonio propio, que se relacionará
directamente con el Presidente de la República. Sin perjuicio de esta relación, todos aquellos actos
administrativos del Consejo en los que, según las leyes, se exija la intervención de un Ministerio, deberán
realizarse a través del Ministerio de Educación”.
114
El artículo 1º del D.F.L. Nº 1, de 28 de julio de 1993, del Ministerio de Hacienda, establece: “El Consejo
de Defensa del Estado es un servicio público descentralizado, dotado de personalidad jurídica, bajo la
supervigilancia directa del Presidente de la República e independiente de los diversos Ministerios. Los
decretos supremos que se refieran al Consejo de Defensa del Estado y en que no aparezca una vinculación
con un Ministerio determinado, serán expedidos a través del Ministerio de Hacienda”.
186
Por lo tanto, los ministerios pueden determinar el marco de actuación de los
servicios públicos a partir de las políticas, planes, programas y normas que fijan, pues a
éstos les corresponden llevar adelante una función de ejecución de las mismas, lo cual
puede afectar seriamente su autonomía en el caso que se les haya reconocido. Sin
embargo, sobre este punto debemos hacer necesariamente algunas precisiones.
No se debe confundir la determinación de políticas en relación con lo que se conoce
como una política pública. Las políticas son un conjunto de valores y fines globales que
orientan en un período determinado de tiempo el quehacer político y/o administrativo de
la nación115. Éstas se establecen dentro del marco de discrecionalidad que otorga la ley al
Presidente de la República y a los ministerios, y nunca pueden ir en contra de las normas
que integran el bloque de la legalidad: Constitución, leyes y reglamentos116. Por su parte,
se ha definido la política pública como un conjunto de decisiones cuyo objeto es la
distribución de determinados bienes o recursos. Se trata del diseño de un conjunto de
actividades realizadas en función de un resultado social y político, esto es, una solución
para obtener un objetivo determinado 117 . Ésta presupone la determinación política
(valores y objetivos globales) y exige establecer cuáles son las vías y acciones que se
deben emprender para materializar dichos valores y objetivos globales en objetivos
específicos, a través de acciones concretas, que pueden ir desde modificaciones legales, la
dictación de normas administrativas, el diseño y ejecución de programas o planes, etc.
Tal como lo hemos indicado, las políticas que fijan los ministerios pueden tomar
diversas formas. De hecho, ha ocurrido que éstas se han adoptado bajo la forma de
directivas presidenciales, programas ministeriales, circulares, instrucciones o
instructivos. En términos generales y atendiendo a su naturaleza jurídica, este conjunto
de actos se pueden reducir a dos categorías de instrumentos: normas reglamentarias o
circulares 118 . En el caso que estas políticas se encuentren en normas de naturaleza
reglamentaria, éstas son obligatorias para todos los órganos y servicios públicos, ya sean
centralizados o descentralizados, pues se trata de disposiciones que forman parte del
sistema de fuentes al cual se debe someter todo órgano administrativo (artículo 6º
Const.). En cambio, en el caso de las circulares o instructivos, éstos sólo resultan
vinculantes para la Administración central, salvo que por ley expresa se establezca su
carácter vinculante en relación con entidades descentralizadas, pues en tal caso nos
encontramos ante una facultad de tutela o supervigilancia que sólo la ley puede
atribuir119.
La distinción no deja de tener importancia respecto de la autonomía. En efecto, en
el caso de encontrarnos ante normas reglamentarias, éstas son plenamente aplicables a
los órganos autónomos, pues dichas disposiciones forman parte del marco normativo que
115
Véase Precht Pizarro, Jorge (1989): “Valor jurídico de las directivas presidenciales, programas
ministeriales, circulares e instrucciones de servicio”, Revista Chilena de Derecho, vol. 16, Nº 2, 1989, p.
469.
116
En el mismo sentido se ha pronunciado la Contraloría. Véanse los dictámenes Nºs. 12.902, de 1977 y
15.197, de 1988.
117
Kauffer Michel, Edith (2004): “Las políticas públicas: algunos apuntes generales”, Revista Ecosur de
Ciencias Políticas, México. D.F. 2004, pp. 3-4.
118
Véase Cordero Quinzacara, Eduardo (2010): “Las normas administrativas y el sistema de fuentes”,
Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, 2010, vol. 17, Nº 1, pp. 21-50.
119
La Contraloría ha reconocido que las políticas y normas dictadas bajo esta forma son vinculantes para los
órganos dependientes. Así ha señalado que corresponde al Ministro de Salud fijar las políticas, planes y
programas, así como dictar las normas generales sobre materias técnicas, administrativas y financieras a las
que deberán ceñirse los organismos y entidades del Sistema Nacional de Servicios de Salud, para ejecutar
actividades de prevención, promoción, fomento, protección y recuperación de la salud y de rehabilitación de
las personas enfermas. Por su parte, el Subsecretario de Salud Pública, en el ejercicio de sus atribuciones,
debe respetar no sólo el marco legal o reglamentario que regule las materias de salud que son de su
competencia, sino que, además, las instrucciones y las normas generales vigentes que haya podido dictar el
Ministro. Véase Dictamen Nº 32.921, de 2005.
187
limita su actuación 120 . En cambio, en el caso de las circulares e instrucciones, nos
encontramos frente a normas que se dictan respecto de órganos dependientes, en donde
el componente de la jerarquía es capital. Así las cosas, resulta difícil de sostener la
autonomía de una entidad descentralizada cuando se encuentra sujeta a este tipo de
control de tutela.
Un caso interesante se plantea en relación a las facultades que se entregan al
Ministerio de Justicia para velar por la prestación de asistencia jurídica gratuita en
conformidad a la ley121. En concordancia con lo anterior, a esta Secretaría de Estado le
compete aprobar las normas e instrucciones generales a que deberán atenerse las
instituciones que realicen acciones de asistencia jurídica gratuita122. Así, la Contraloría
General de la República ha señalado que a estas normas se encuentran sujetas incluso las
entidades de carácter autónomo, como sucede con las Corporaciones de Asistencia
Judicial, cuya finalidad es asesorar en el ámbito jurídico y judicial, en forma gratuita, a
personas de escasos recursos, de acuerdo con lo previsto en las Leyes N°s. 17.995 y
18.632 123 . En nuestra opinión, este dictamen resulta bastante discutible, pues estas
Corporaciones son entidades descentralizadas y autónomas por mandato legal, y no
resulta admisible que por la vía de un reglamento se le imponga el sometimiento a las
normas e instrucciones de carácter general que emanan del Ministerio.
Ahora bien, en esta materia no debemos olvidar que el proceso de toma de
decisiones políticas desde el punto de vista normativo es más complejo. En efecto, no sólo
se limita al espacio de discrecionalidad que la ley le entrega a los órganos
gubernamentales para fijarlas, sino que supone que la propia ley e incluso la Constitución
ya han adoptado una decisión política sobre la materia. En el caso particular, la decisión
política ha sido el reconocimiento como derecho constitucional de la defensa jurídica y, a
su vez, como un deber del Estado garantizar la prestación de dicho servicio público, tal
como se indica en el artículo 19 Nº 3 de la Carta fundamental. Por lo tanto, las facultades
del Ministerio y las normas que han creado los diversos sistemas de defensa jurídica se
deben enmarcar dentro de dicha determinación política. A su vez, el Ministerio, en el
marco de las normas legales a las cuales se encuentra sometido, podrá tener un margen
de discrecionalidad para determinar la forma de ejecutar esta política pública, ya sea en
los programas que se van a implementar, la asignación de los recursos, etc., pero en
ningún momento puede desconocer el deber que le corresponde al Estado sobre la
materia ni menos aún ir en contra de lo establecido por la Carta Fundamental. Así, por lo
demás, lo ha sostenido la Contraloría General de la República, al señalar que las
instrucciones dictadas por los Ministerios que fijan directrices y tareas que se asignan a
diversas entidades se deben ajustar a las normas vigentes y que, en el evento de surgir
disconformidad, prevalecerán las normas legales y reglamentarias que les sirven de
fundamento124.
Por lo tanto, las políticas adoptadas por el Ministerio se deben establecer bajo
normas administrativas, ya sean instrucciones o reglamentos, conforme y dentro de los
márgenes que determine la ley. A su vez, la única manera de que estas normas vinculen a
órganos descentralizados es que la ley expresamente lo disponga, como ocurre en
materias de salud, pues en caso contrario nos encontraremos ante la ausencia de
competencia y de atribuciones sobre la materia. Sin embargo, en el caso de las entidades
autónomas constitucionalmente, esta posibilidad se encuentra seriamente limitada,
120
Esto es lo que ha sucedido con el Consejo para la Transparencia, a propósito del reglamento dictado por
el gobierno pocos días antes de la entrada en vigencia plena de la Ley Nº 20.285, de Acceso a la
Información Pública, siendo plenamente vinculante para dicha entidad. Véase el Decreto Supremo Nº 13,
publicado el 13 de abril de 2009.
121
Letra j) del artículo 2° del Decreto Ley N° 3.346, de 1980, que Fija la Ley Orgánica del Ministerio de
Justicia.
122
Letra g) del artículo 4°, del Decreto N° 1.597, de 1980, del Ministerio de Justicia, Reglamento Orgánico
de dicha Secretaría de Estado
123
Dictamen Nº 15.573, de 2012.
124
Dictamen Nº 12.903, de 1977. En el mismo sentido el Dictamen Nº 3.199, de 1978.
188
porque si bien estos órganos están sujetos al bloque de legalidad, esto no abarca ni
comprende a las normas dictadas bajo la forma de instrucción.
125
Dictámenes Nºs. 22.049, de 3 de agosto de 1990, y 22.426, de 7 de agosto de 1990.
126
Dictámenes Nºs. 35.397, de 6 de agosto de 2007, 37.545, de 20 de agosto de 2007, y 55.817, de 2 de
septiembre de 2011.
127
Dictamen Nº 9.072, de 26 de febrero de 2007. En el mismo sentido se puede ver los Dictámenes Nºs.
18.646, de 29 de julio de 1992; 16.818, de 6 de julio de 1993; 22.089, de 3 de diciembre de 1993; 35.008, de
27 de octubre de 1997; 13.389, de 10 de abril de 2002; 17.634, de 13 de abril de 2005.
128
Dictamen Nº 35.008, de 27 de octubre de 1997.
189
Por su parte, también se ha sido enfático en sostener que los órganos autónomos
forman parte de la Administración del Estado: “el ordenamiento constitucional y legal señala
claramente lo que debe entenderse por Administración estatal o Administración pública, la que
comprende, de modo amplio, a todos los órganos y servicios públicos creados para cumplir la
función administrativa del Estado, incluidos aquellos establecidos por la Carta Fundamental
como autónomos, a saber, las municipalidades, Banco Central y Contraloría” 129 . Más aún,
respecto del Banco Central se ha señalado que integra la Administración del Estado, no
obstante su rango constitucional y la autonomía de que goza130.
Tal calificación, como integrantes de la Administración del Estado, conlleva el
deber de someterse a una serie de principios y normas propias del régimen común de esta
entidad, como sucede con la obligación de entregar información al Congreso Nacional.
En este sentido, la Contraloría ha sostenido que “la obligación de proporcionar informes y
antecedentes específicos que sean solicitados por las Cámaras y el procedimiento previsto en las
normas de la Ley 18.918, son aplicables a las empresas públicas como CODELCO, el Banco del
Estado, la propia Televisión Nacional –e incluso a entidades con autonomía de rango
constitucional como el Banco Central de Chile–, por tratarse de organismos integrantes de la
Administración del Estado, condición que no se altera por la circunstancia de que los estatutos
orgánicos de tales entidades señalen que no les serán aplicables las normas del sector público o que
rigen a las empresas del Estado a menos que se mencione expresamente que las afectan, porque
tales normas no alteran su naturaleza jurídica de empresa pública, y su alcance debe ser
determinado en función de sus precisos términos”131.
Esto comprende, además, el deber de someterse a las facultades de control y
fiscalización de la Contraloría, entre las que se encuentra la facultad dictaminadora. Esto
se ha hecho valer expresamente respecto del Consejo Nacional de Televisión: “[…] el
referido Consejo es un servicio público descentralizado, colaborador del Primer Mandatario en el
cumplimiento de la función administrativa, en los términos del artículo 1° de la ley N° 18.575,
por lo que, acorde al criterio sostenido en los dictámenes N°s. 14.173, de 1990 y 36.647 y 70.891,
de 2009, forma parte de la Administración del Estado y está sujeto a la fiscalización de este
Órgano de Control, de modo que está obligado a cumplir los dictámenes de este origen y a atender
seria y fundadamente los requerimientos de esta Contraloría General”132.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
1. .Baño León, José María (1988): “La distinción entre derecho fundamental y garantía
institucional en la Constitución Española”. Revista Española de Derecho Constitucional,
Nº 24, septiembre-diciembre, 1988, pp. 155-179.
2. Carmona Santander, Carlos (1994): Una aproximación general sobre las
Superintendencias desde la perspectiva del derecho (Santiago: Universidad de Chile).
3. Cordero Quinzacara, Eduardo (2010): “Las normas administrativas y el sistema de
fuentes”, Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, 2010, vol. 17, Nº 1, pp.
21-50.
4. Daniel Argandoña, Manuel (1982): La organización administrativa en Chile. Bases
fundamentales (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2ª edición).
5. García Trevijano Fos, José Antonio (1974): Tratado de Derecho Administrativo (3ª
edición Madrid: Editorial Revista de Derecho Privado).
6. Kauffer Michel, Edith (2004): “Las políticas públicas: algunos apuntes generales”,
Revista Ecosur de Ciencias Políticas, México. D.F. 2004, pp. 3-4.
7. Pantoja Bauzá, Rolando (2004): La organización administrativa (Santiago, Editorial
Jurídica de Chile).
8. Parejo Alfonso, Luciano (1981): Garantía institucional y autonomía locales (Madrid,
Instituto de Estudios de Administración Local).
9. Pierry Arrau, Pedro (1986):“La Administración del Estado en la Constitución
Política”, Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Nº
10, pp. 411-433.
10. Precht Pizarro, Jorge (1989): “Valor jurídico de las directivas presidenciales,
programas ministeriales, circulares e instrucciones de servicio”, Revista Chilena de
Derecho, vol. 16, Nº 2, 1989, p. 469.
11. Schmitt, Carl (1928): Verfassunglehre (München: Duncker Humblot) [Versión en
español Teoría de la Constitución. Madrid: Revista de Derecho Privado, 1934,
traducción de Francisco Ayala].
191
ii. BERMÚDEZ SOTO, JORGE, SISTEMAS DE ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
CAPÍTULO XII
SISTEMAS DE ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
l. CONCEPTO
2. CENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA
a) Concepto y orígenes
133
DANIEL ARGANDOA, Manuel, La organización administrativa en Chile, bases fundamentales, Ed.
Juridica de Chile, Santiago, 1982, p. 107.
134
Ibídem, p. 40.
135
PARADA, Ramón, Derecho Administrativo, Tomo 11, Organización y empleo público, Ed. Marcial
Pons, Madrid, 1996, p. 39.
192
b) Características
3. DESCONCENTRACIÓN ADMINISTRATIVA
a) Concepto
193
Resolver aun los problemas más ínfimos que se presentan en el cumplimiento de
la función encomendada.
Sin embargo, dado que la acumulación de funciones en un solo poder central
puede causar una congestión en el funcionamiento de éste y también para hacer más
expedita la actividad especia l izada o técnica que desarrollen algunos órganos dentro de
la Administración, es que se avanza desde un sistema totalmente centralizado hacia un
subsistema de desconcentración.
La desconcentración administrativa es la designación que recibe "la transferencia
de competencias de forma permanente de un órgano superior a otro inferior, sea central o
periférico, dentro de un mismo ente público "136
A ciertos agentes u oficinas del poder central se les transfieren, desde los órganos
superiores y por ley, competencias y atribuciones decisorias (poder decisional propio).
Con ello, estos órganos desconcentrados gozarán de un cierto ámbito de asuntos sobre
los cuales podrán decidir libremente, en forma exclusiva.
Sin embargo, el que decidan libremente sobre esos asuntos propios puede quedar sólo en
la teoría, puesto que ello puede verse quebrantado por el mantenimiento de la relación de
subordinación o jerarquía que vincula a los órganos desconcentrados con los órganos
superiores sobre todas las demás materias no desconcentradas.
b) Características
136
Ibídem, p. 45.
194
centralizado o descentralizado, ya que en ambos casos se reproduce en su interior la
relación de subordinación o jerarquía que liga los órganos inferiores de la persona
jurídica pública a los órganos superiores.
c) Delegación
137
DANIEL ARGANOOÑA, Manuel, cit. (n. 132), p. 127.
195
4. DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA
a) Concepto
b) Descentralización territorial
138
AYLWIN, Patricio, y AZÓCAR, Eduardo, Derecho Administrativo, Ed. Universidad Nacional Andrés
Bello, Santiago, 1996, p. 161.
196
autónoma, al que la ley le entrega asuntos para que administre por su cuenta. Esta
concepción de la descentralización territorial lleva a concluir que en Chile, desde el punto
de vista estrictamente riguroso, no existirían órganos descentralizados territorialmente,
puesto que la personalidad jurídica no se le da al territorio, sino al órgano que ejerce sus
competencias en un territorio determinado.
La descentralización territorial es una forma de organización administrativa a
través de la cual se transfieren potestades administrativas desde los órganos centrales de
la Administración Pública, a órganos personificados de base territorial.
La descentralización territorial también presenta una serie de elementos
distintivos, que son los que le dan forma, entre ellos se cuentan:
Asuntos propios especificados en la ley: ésta debe sei1alar ciertas materias específicas
que constituirán las competencias propias de la agrupación o colectividad local,
gozando de autonomía decisional sobre ellas. Los órganos descentralizados
podrán dictar normas (por ejemplo, las ordenanzas municipales), imponer cargas,
regular la actividad de·1os administrados e imponerles sanciones.
Personalidad jurídica de Derecho público y patrimonio propio: con ello se logra que
sean órganos distintos, independientes de la Administración central y que puedan,
con sus recursos propios (ejemplo: derechos, patentes, etc.), gestionar las
funciones que les han sido encomendadas.
Control de tutela o supervigilancia: el control sobre los órganos descentralizados, a
diferencia de los órganos centrali?ad9s, no podría ser de tipo jerárquico, puesto
que ello provocaría que las decisiones del ente territorial (normalmente local) no
fueran tomadas con independencia del nivel central, sino que serían en último
lugar tomadas por el ente central encargado de ejercer el control jerárquico, con
lo que la autonomía se tomaría ilusoria. La autoridad central ejerce un control de
tutela o supervigilancia sobre los actos de la autoridad territorial, protegiendo a la
ciudadanía de los eventuales excesos en que se pueda incurrir. El control de tutela
opera en aquellos casos o materias expresamente señalados por la ley por el
contrario, el control jerárquico se puede ejercer sobre todas las actuaciones de los
órganos subordinados. Además, existe el control de tipo jurídico para que no se
transgreda la observancia del principio de legalidad por parte de la
Administración.
La autoridad debe ser representativa de la localidad: idealmente la autoridad
encargada del órgano descentralizado debe ser un representante local y no un
representante de la Administración. Es decir, una efectiva descentralización
territorial debe tener en cuenta la vinculación que existe entre autoridad y
territorio, a fin de que los representados se sientan verdaderos gestores de sus
asuntos. En consecuencia, para que la autoridad sea representativa de la localidad,
es necesaria la observancia de mecanismos idóneos de elección y remoción de
dicha autoridad, por ejemplo, a través de la elección popular.
Debe existir una ley que establezca la descentralización: el grado de descentralización
es una materia reservada al Poder Legislativo (art. 3º inc. 2º, CPR).
Entre los aspectos positivos que presenta este sistema se encuentra el mayor nivel
de participación del pueblo en sus asuntos propios que permite implementar. Por otro
lado, permite una mayor eficiencia en la gestión administrativa al descongestionar el
poder central.
Sin embargo, la descentralización administrativa tiene el problema de hacer
disminuir la fuerza del poder central. Además, a través de ella se suele ha.cer p1imar los
intereses particulares de las comunidades locales por sobre los intereses del país. A ello
se agrega el fenómeno del clientelismo electoral, que conduce a que las autoridades
locales, que dependen de la elección popular para mantenerse en su cargo, ofrecerán a sus
electores favores o prebendas que no necesariamente representan el mejor interés
público.
197
c) Descentralización funcional
a) Jerarquía
139
DANIEL ARGAND01'1A, Manuel, cit. (n. 132), pp. 98 y 99.
198
Voluntad superior que prevalezca sobre la del inferior, en relación con el
mismo objeto. Si el órgano superior no tuviese poder suficiente para
modificar, revocar, avocar, sustituir, dirigir, etc., al inferior, no podría
hablarse de jerarquía.
Este principio constitutivo de la organización administrativa se encuentra
consagrado en el artículo 7º LBGAE°, aunque sólo en relación a los vínculos de
jerarquía bajo los que se ordenan los funcionarios públicos.
Dicha norma dispone: "Los funcionarios de la Administración del Estado estarán
afectos a un régimen jerarquizado y disciplinado. Deberán cumplir fiel y esmeradamente sus
obligaciones para con el servicio y obedecer las órdenes que les imparta el superior jerárquico".
La autoridad jerárquica del superior implica una serie de atributos dentro de
los que se encuentra: el poder de mando en virtud del cual puede el superior dar
órdenes a sus subalternos y también la potestad disciplinaria en virtud de la cual el
superior jerárquico puede y debe fiscalizar el cumplimiento de las obligaciones
funcionarias por parte de sus subalternos y aplicar sanciones en la forma y con los
requisitos que señala la ley, cuando tales obligaciones resulten infringidas. En tal sentido,
el artículo 11 LBGAEº dispone: "Las autoridades y jefaturas, dentro del ámbito de su
competencia y en los niveles que corresponda, ejercerán un control jerárquico permanente del
funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su dependencia. Este control se
extenderá tanto a la eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los fines y objetivos establecidos,
como a la legalidad y oportunidad de las actuaciones".
En consecuencia, el jerarca superior, del cual todos los órganos inferiores, ejerce
un control sobre éstos que se caracteriza por ser permanente e integral, es decir,
comprende todas las competencias del inferior jerárquico, salvo la competencia exclusiva
que haya sido entregada por la ley a éstos.
A continuación pasaremos a detallar los poderes o facultades que implica la
relación de jerarquía.
El superior jerárquico está facultado para exigir al inferior cuenta del ejercicio de
sus funciones. Esta facultad en la relación jerárquica alcanza tres aspectos:
La legalidad de las actuaciones;
La oportunidad en la realización de las actuaciones por parte del inferior; y
El mérito o conveniencia de la actuación, lo que se apreciará en su concordancia
con los lineamientos que hubiere entregado el superior jerárquico.
199
El superior verifica si la actuación del subordinado se ajusta a la ley y a las
finalidades perseguidas por la Administración Pública. En caso de que así no sea, se le
aplicarán las correspondientes medidas conectivas, tanto del punto de vista de la
actuación administrativa (por ejemplo, la revocación), como del punto de vista de la
responsabilidad del funcionario (por ejemplo, una investigación sumaria o un sumario
administrativo).
El superior puede ejercer esta potestad exigiendo informes al subordinado sobre
lo obrado, o bien, ordenando una investigación (las investigaciones se realizan a través de
las investigaciones sumarias y sumarios administrativos). Normalmente, se efectúan
controles periódicos o se solicitan informes verbales o escritos sobre las materias
puntuales.
b) Tutela o supervigilancia
140
YEDEL, Georges, Droit Administratif, Ed. Universitaria de Francia, vol. JI, París, 1959, p. 4 18.
141
DANIEL ARGANDOÑA, Manuel, cit. (n. 132). p. 104.
201
"El Estado de Chile es unitario.
La Administración del Estado será funcional y territorialmente descentralizada, o desconcentrada
en su caso, de conformidad a la ley.
Los órganos del Estado promoverán el fortalecimiento de la regionalización del país y el
desarrollo equitativo y solidario entre las regiones, provincias y comunas del territorio nacional".
a) Órganos administrativos
b) Clases de órganos
Existe una infinidad de criterios clasificatorios para los órganos que forman parte de la
Administración (Ver C.I, 4), por ejemplo:
Dependiendo del cuerpo normativo en que éstos son reconocidos: existirán
órganos constitucionales (ministerios, Administración local y regional, Banco
Central, Contraloría Genera l de la República, Ministerio Público, Fuerzas
Armadas y de Orden) y otros que tienen consagración legal (cualquier servicio
público). El hecho de que un órgano administrativo se encuentre reconocido en la
CPR no supone necesariamente una mayor jerarquía del ente, toda vez que ello
dependerá de la posición que le entregue la ley dentro del organigrama de la
Administración del Estado. Sin embargo, su consagración constitucional da
cuenta de la importancia que él órgano tiene, en cuanto institución que forma
parte del Estado de manera permanente.
Dependiendo del número de personas que concurren en la toma de decisiones del
órgano, se distinguen entre: individuales y colegiados.
142
VALDIVIA OLIVARES, José Miguel, "Temía del Órgano y Responsabilidad Pública en la Ley de Bases
de la Administración del Estado", en Revista de Derecho, Universidad Austral de Chile, Valdivia, Vol. XIX
Nº 2, Diciembre 2006, p. 136.
202
Dependiendo de la forma de generación de sus titulares, éstos serán
representativos (municipalidades, gobiernos regionales y Presidente de la
República) y otros no representativos (cualquier servicio público).
Dependiendo de la naturaleza de las competencias específicas que les son
atribuidas, serán órganos activos, consultivos y de control.
d) Competencia
143
GARCÍA-TREVIJANO Fos, José Antonio, Principios jurídicos de la organización administrativa, Ed.
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957, p. 186.
203
Territorio: corresponde a una fórmula de distribución horizontal d competencias y
poderes en general, en que el elemento determinante para la atribución de la
competencia será el ámbito espacial dentro del que la competencia se ejercerá. Así,
por ejemplo, la región, la provincia y la comuna. Al tratarse de una fórmula
horizontal de distribución no supone necesariamente una relación jerárquica entre
los diversos órganos que ejercen sus competencias dentro del mismo ámbito
territorial, así por ejemplo, el alcalde no es un subordinado del intendente
regional.
Materia: supone una fórmula de atribución de competencias que atiende al asunto,
fin u-objetivo que se pretende abordar o cumplir. En virtud de este criterio se da
origen, por ejemplo, a la especialización de funciones entre los diversos
ministerios y entre los diversos servicios públicos.
e) Jerarquía
a) Principios en general
205
La base de la jerarquía descansa en la división de trabajo en_ sentido funcional y
se da entre órganos con la misma competencia material, y al interior de éstos en las
relaciones entre los funcionarios. Al respecto, ver en este capítulo 5, a) y 6, e).
144
CAMACHO CEPEDA, Gladys, Los principios de la eficacia y eficiencia administrativas, en La
Administración del Estado de Chile. Decenio 1990-2000, Ed. Jurídica ConoSur, Santiago,2000, p. 518.
206
al principio de probidad en todas actuaciones". En palabras del TC "la Constitución emplea la
expresión "estricto", es decir; ajustado enteramente; y no deja espacios blancos o libres, pues habla
de que en 'todas sus actuaciones' debe regir este principio. Incluso, se establece en la propia norma
constitucional que el conflicto de interés en el ejercicio de la función pública puede justificar
intervenciones sobre el patrimonio de los funcionarios" (sentencia TC Rol Nº 1413,
considerandos 13º y 14º).
Dicho principio, asimismo, fue consagrado como tal en el artículo 13 inciso 1°
LBGAEº: "Los funcionarios de la Administración del Estado deberán observar el principio de
probidad administrativa y, en particular, las normas legales generales y especiales que lo regulan".
Y ha sido desarrollado de forma específica para la Administración del Estado en la propia
LBGAEº. En efecto, el título tercero de la LBGAEº se ocupa de la exigencia a los
funcionarios públicos de observar un comportamiento probo. El artículo 52 dispone
específicamente que: "Las autoridades de la Administración del Estado, cualquiera que sea la
denominación con que· las designen la Constitución y las leyes, y los funcionarios de la
Administración Pública, sean de planta o a contrata, deberán dar estricto cumplimiento al
principio de la probidad administrativa". Continúa este artículo en su inciso 2°, donde nos
da una definición de lo que debe entenderse por el principio que nos ocupa: "El principio
de la probidad administrativa consiste en observar una conducta funcionaria intachable y un
desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general sobre el
particular”. De la consagración constitucional y legal del principio de probidad, puede
apreciarse que los destinatarios directos de éste son los funcionarios que conforman el
órgano y no el órgano mismo. Ello se entiende en cuanto la probidad es un principio
jurídico, pero también ético, que dependerá en buena medida de lo que en la sociedad en
un momento determinado sea considerado como conducta proba.
De acuerdo con el artículo 62 LBGAEº se entiende que contravienen
especialmente el principio de la probidad administrativa, fas siguientes conductas:
"1. Usar en beneficio propio o de terceros la información reservada o privilegiada a que se tuviere
acceso en razón de la función pública que se desempeña;
2. Hacer valer indebidamente la posición funcionaria para influir sobre una persona con el objeto
de conseguir un beneficio directo o indirecto para sí o para un tercero;
3. Emplear, bajo cualquier forma, dinero o bienes de la institución, en provecho propio o de
terceros;
4. Ejecutar actividades, ocupar tiempo de la jornada de trabajo o utilizar personal o recursos del
organismo en beneficio propio o para fines ajenos a los institucionales;
5. Solicitar, hacerse prometer o aceptar, en razón del cargo o función, para sí o para terceros,
donativos, ventajas o privilegios de cualquier naturaleza.
Exceptúanse de esta prohibición los donativos oficiales y protocolares, y aquellos que autoriza la
costumbre como manifestaciones de cortesía y buena educación.
El millaje u otro beneficio similar que otorguen las líneas aéreas por vuelos nacionales o
internacionales a los que viajen como autoridades o funcionarios, y que sean financiados con
recursos públicos, no podrán ser utilizados en actividades o viajes particulares;
6. Intervenir; en razón de las funciones, en asuntos en que se tenga interés personal o en que lo
tengan el cónyuge, hijos, adoptados o parientes hasta el tercer grado de consanguinidad y segundo
de afinidad inclusive.
Asimismo, participar en decisiones en que exista cualquier circunstancia que le reste
imparcialidad.
Las autoridades y funcionarios deberán abstenerse de participar en estos asuntos, debiendo poner
en conocimiento de su superior jerárquico la implicancia que les afecta;
7. Omitir o eludir la propuesta pública en los casos que te: ley la dispongo;
8. Contravenir los deberes de eficiencia, eficacia y legalidad que rigen el desempeño de los cargos
públicos, con grave entorpecimiento del servicio o del ejercicio de los derechos ciudadanos ante la
Administración, y
207
9. Efectuar denuncias de irregularidades o de faltas al principio de probidad de las que haya
afirmado tener conocimiento, sin fundamento y respecto de las cuales se constatare su falsedad o el
ánimo deliberado de perjudicar al denunciado".
208
calidad de servidor público no sólo obliga al correcto desempeño de las actividades propias
del respectivo empleo, sino que incluso afecta al comportamiento privado del empleado, en
tanto pudiere significar, entre otros efectos, un desprestigio del servicio o faltar a la
lealtad debida a sus jefaturas, a sus compañeros y a la comunidad ".(Dictamen Nº
57517/13)
El legislador en la LBGAEº (arts. 57 a 60D) ha dispuesto de tres instru-mentos de
carácter preventivo declarativo, que tienen por objeto garantizar la vigencia del principio
de probidad y la protección del patrimonio público. En primer lugar se deben mencionar
dos instrumentos declarativos de carácter directo, tales son la declaración de intereses y
la declaración de patrimonio. Si bien es cierto, se trata de instrumentos basados en la
propia declaración que hagan los interesados, estos pueden utilizarse como medio de
comparación de la envergadura del patrimonio privado al ingresar en la función pública y
al término de la misma, o como mecanismo de detección de las posibles
incompatibilidades e inhabilidades en la actuación del funcionario. El tercer instrumento
de carácter declarativo, ahora indirecto, es la declaración jurada de no encontrarse en
alguna causal de inhabilidad. En este último caso, las inhabilidades mismas son las que
protegen el patrimonio público, sin embargo, la forma de hacerla efectiva es también por
la vía de la declaración.
Declaración de intereses: La declaración de intereses deber comprender las
actividades profesionales y económicas en que participe la autoridad o funcionario
llamado a efectuarla (art. 58 LBGAEº y art. 2º DS Nº 99/2000 del Ministerio
Secretaría General de la Presidencia). Se trata de una declaración jurada que debe
ser actualizada cada cuatro años, o cada vez que exista un hecho relevante que
incida en las actividades profesionales y económicas del funcionario.
Debe tenerse en cuenta que de acuerdo con lo dispuesto en el art. 87 del Estatuto
Administrativo, no es incompatible con la función pública el desempeño de funciones
docentes, con un máximo de 12 horas semanales o con el ejercicio de funciones a
honorarios desempeñadas fu era del horario de trabajo. Sin embargo, el funcionario debe
prolongar su jornada de trabajo para compensar las horas de trabajo que utilizó en el
desempeño de funciones compatibles (art. 88 Estatuto Administrativo).
Declaración de patrimonio: consiste en la declaración jurada que algunos
funcionarios y autoridades públicas deben practicar (art. 60A LBGAEº). Esta
declaración fue desarrollada a través del DS Nº 45/05 Reglamento sobre
declaración patrimonial de bienes del Ministerio Secretaría General de la
Presidencia. Los bienes comprendidos en esta declaración son losque señalan en
elArtículo 60C: "a) inmuebles del declaran te, indicando las prohibiciones, hipotecas,
embargos, litigios, usufructos, fideicomisos y demás gravámenes que les afecten, con
mención de las respectivas inscripciones; b) vehículos motorizados, indicando su
inscripción; c) valores del declarante a que se refiere el inciso primero del artículo 3º de la
ley Nº 18.045, sea que se transen en Chile o en el extranjero; d) derechos que le
corresponden en comunidades o en sociedades constituidas en Chile o en el extranjero. La
declaración contendrá también una enunciación del pasivo, si es superior a cien unidades
tributarias mensuales".
La declaración de patrimonio alcanza también a los bienes del cónyuge,
casado bajo el régimen de sociedad conyugal. No obstante, si el cónyuge del
declarante fuese mujer, quedarán excluidos de la declaración todos aquellos bienes
que ésta administre separadamente de conformidad a los artículos 150, 166 y 167
del Código Civil.
Declaración jurada de no concurrencia de una inhabilidad: el artículo 55
LBGAEº establece como obligación para los postulantes a un cargo de la
Administración Pública la declaración jurada que acredite que no se
encuentra afecto a alguna causal de inhabilidad prevista en el mismo artículo.
Dichas causales se refieren básicamente a ·1a vinculación contractual con la
209
Administración del Estado o a la vinculación por parentesco o afinidad con
otras autoridades o funcionarios. A ella se agrega la inhabilidad que tienen
ministros, subsecretarios, jefe s de servicio y directivos superiores de la
Administración del Estado respecto de la dependencia de sustancias o drogas
estupefacientes o sicotrópicos, a menos que se justifique el consumo por un
tratamiento médico (arts. 40 inc. 2º y 55 bis inc. 2º LBGAEº).
El hecho de vulnerar el principio de probidad administrativa hace surgir,
como consecuencia, que el funcionario deba responder en forma administrativa,
penal, etc. Así lo indica el inciso 3° del artículo 52 LBGAEº: "Su inobservancia (del
principio de probidad administrativa) acarreará las responsabilidades y sanciones que
determinen la Constitución, las leyes y el párrafo 4º de este Título, en su caso".
Evidentemente los hechos que vulneran el principio de probidad pueden ser
constitutivos, a la vez, de ilícitos penales, los que se sancionarán en dicha sede. Por
su parte, desde la perspectiva de la responsabilidad administrativa, la vulneración
del principio de probidad "se hará efectiva con sujeción a las normas estatutarias que
rijan al órgano u organismo en que se produjo la infracción" (art. 61 inc. 2º LBGAEº).
En virtud de dicha remisión deberá estarse a las nom1as estatutarias que
correspondan al funcionario en cuestión (Ver C.XIII, 2, h). Finalmente, si se
vulneran las obligaciones de formular o actualizar las declaraciones de intereses y
de patrimonio, existe la posibilidad de aplicar una sanción de multa (arts. 65 y 66
LBGAEº).
211
posterioridad, algunas ·competencias del poder central comienzan a ser traspasadas a los
órganos locales con el proceso de regionalización.
Hoy existe centralización de la función de Gobierno y descentralización y
desconcentración de la función de Administración. El ya citado artículo 3º incisos 1° y 2°
CPR, señala que: "El Estado de Chile es unitario, su territorio se divide en regiones. Su
administración será funcional y territorialmente descentralizada o desconcentrada en su caso, en
conformidad con la ley".
Por su parte, el artículo 114 CPR dispone que: "La ley orgánica constitucional
respectiva determinará la forma y el modo en que el Presidente de la República podrá transfer ir a
uno o más gobiernos regionales, en carácter temporal o definitivo, una o más competencias de los
ministerios y servicios públicos creados para el cumplimiento de la función administrativa, en
materias de ordenamiento territorial, fomento de las actividades productivas y desarrollo social y
cultural".
Chile es un Estado unitario, es decir, un Estado que posee un solo centro de
impulsión política y administrativa. En un Estado unitario, la soberanía se ejerce sobre
todo el conglomerado social asentado en un mismo territorio. De este modo, la totalidad
de los atributos y funciones del poder político emanan de un titular único, que es la
persona jurídica llamada Estado. Todos los individuos colocados bajo la soberanía de éste
obedecen a una misma y sola autoridad, viven bajo un mismo régimen constitucional y
son regidos por las mismas leyes. En este tipo de Estados existe sólo una autoridad
ejecutiva máxima capaz de dictar resoluciones obligatorias en todo el territorio del país,
una sola Corte Suprema como cúspide de la administración de justicia nacional y un solo
Congreso Nacional encargado de la dictación de las leyes que han de regir a los
habitantes de la República.
Para el cumplimiento de las finalidades asignadas al Estado, en orden a la
satisfacción eficaz y eficiente de las necesidades colectivas, se han adoptado distintas
modalidades de acción de los órganos del poder central, admitiendo la coexistencia de un
Estado centralizado políticamente, con sistemas de organización administrativa, como la
desconcentración y la descentralización, que inciden exclusivamente en la ejecución de
actividades propias de la función administrativa y, por ende, se encuentran subordinados
a la función de dirección política del Gobierno central.
Estas formas de organización de la actividad administrativa adoptadas en nuestro
sistema, son sólo mecanismos a través de los cuales se distribuye la actividad
administrativa dentro del país, "sin afectar la forma jurídica del Estado ni a la organización
misma de las funciones constitucionales que desarrolla éste, sino sólo a fa radicación o atribución
de dichas potestades en órganos personificados o no de la propia administración estatal, que por lo
mismo estarán relacionadas con los órganos centrales a través de las reglas y vínculos jurídicos
que establezca el ordenamiento jurídico en cada caso"145.
Los sistemas de organización administrativa, en Chile, se encuentran regulados
tanto en la CPR como en la LBGAEº. En la cúspide de la organización administrativa
chilena se aprecia al Presidente de la República, a quien por mandato constitucional le
corresponde el gobierno y la administración del Estado (art. 24 CPR).
Para el cumplimiento de la función administrativa es que existe una serie de
órganos que pertenecen a la Administración del Estado. Estos órganos tienen como
característica común el ser creados por ley, gozar de personalidad jurídica de Derecho
público (personalidad jurídica que puede ser del Fisco o bien una diferenciada de éste) y el
estar vinculados con el poder central (sea a través del vínculo jerárquico o de tutela,
según sean centralizados o descentralizados).
De acuerdo con el citado artículo 3° CPR, los órganos de la Administración del
Estado pueden organizarse bajo fórmulas descentralizadas (funcional y territorialmente)
o desconcentradas en su caso.
145
FERRADA BÓRQUEZ, Juan Carlos, "El Estado regional chileno: lo que fue, lo que es y lo que puede
ser", en Revista de Derecho Público, Vol. 63, 2001 , p.230.
212
a) Órganos centralizados
b) Órganos desconcentrados
c) Órganos descentralizados
213
Su jefe superior puede ser de la exclusiva confianza del Presidente de la
República; elegido por votación popular; o bien, nombrado con acuerdo del
Senado e inamovible.
Un ejemplo de órgano descentralizado lo constituyen las municipalidades, las que
en el artículo 118 inciso 4° CPR, son definidas en los términos siguientes: "Las
municipalidades son corporaciones autónomas de Derecho público, con personalidad jurídica y
patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad local y asegurar su
participación en el progreso económico, social y cultural de la comuna". (Ver C.XVIII)
146
OELCKERS CAMUS, Osvaldo, Los necesarios avances en el proceso de regionalización a través de los
principios jurídicos que la sustentan, en Seminario España, Francia, Italia, Chile: experiencias de
descentralización y desarrollo regional, Valparaíso, junio, 200 1, PP192 y 193.
214
pueden ser centralizados o descentralizados. Aquí es posible encontrar un
sinnúmero de órganos con denominaciones diversas, así, por ejemplo, todos los
consejos (CDE, para la Transparencia, Nacional de Televisión; de la Cultura y las
Artes); los Fondos (de Fomento Pesquero, Nacional de Salud, etc.); los institutos
(Nacional de la Juventud); etc. Todos estos órganos se relacionan o dependen del
Presidente de la República a través de un deteminado ministerio, a menos que la
ley lo hubiera creado bajo la dependencia o supervigilancia directa del Presidente
de la República (art. 28 inc. 2° L.BGAEº).
Gobierno Regional: órganos descentralizados territorialmente, tienen personalidad
jurídica y patrimonio propio. En ellos reside la función de Administración en la
región, teniendo por objeto el desarrollo social, cultura l y económico de la
región. Están conformados por el intendente y el consejo regional.}
Intendente: autoridad de la exclusiva confianza del Presidente de la República, a
nivel regional ejerce la función de gobierno: Sin embargo, también desarrolla
funciones administrativas, ya que forma parte del Gobierno Regional (encargado
de la Administración a nivel regional), es el órgano ejecutivo del Gobierno
Regional. De acuerdo con su forma de organización administrativa corresponde a
un órgano desconcentrado del Presidente de la República.
Consejo Regional: órgano de carácter normativo, resolutivo y fiscalizador, dentro
del ámbito propio de competencia del Gobierno Regional, encargado de hacer
efectiva la participación de la ciudadanía regional. "El consejo regional estará
integrado por consejeros elegidos por sufragio universal en votación directa, de
conformidad con la ley orgánica constitucional respectiva. Durarán cuatro años en sus
cargos y podrán ser reelegidos. La misma ley establecerá la organización del consejo
regional, determinará el número de consejeros que lo integrarán y su forma de reemplazo,
cuidando siempre que tanto la población como el territorio de la región estén
equitativamente representados" (art. 113 inc. 2º CPR).
Gobernación Provincial: órgano desconcentrado territorialmente del intendente. La
Gobernación estará a cargo de un Gobernador Provincial, que es una autoridad de
la exclusiva confianza del Presidente de la República, quien ejerce la
supervigilancia de los servicios públicos existentes en la provincia, de acuerdo a
las instrucciones del intendente.
Municipalidades: órganos descentralizados territorialmente, con personalidad
jurídica ·y patrimonio propio.
Contraloría General de la República: órgano autónomo, sin personalidad jurídica ni
patrimonio propio cuya principal función es el control de legalidad de los actos
de.la Administración.
Banco Central: organismo autónomo, con patrimonio propio, de carácter técnico,
regulado en la Ley Orgánica Constitucional del Banco Central.
Fuerzas Armadas: existen para la defensa de la patria y son esenciales para la
seguridad nacional (art. 101 inc. l º CPR). Se encuentran reguladas en la Ley
Orgánica Constitucional de Fuerzas Armadas Nº 18.948. .
Fuerzas de Orden y Seguridad Pública: constituyen la fuerza pública y existen para
dar eficacia al derecho garantizar el orden público y la seguridad pública interior.
Son reguladas en la Ley Orgánica Constitucional de Carabineros Nº 18.961 y en
la Ley Orgánica de la Policía de Investigaciones de Chile.
Empresas del Estado: forman parte de la Administración del Estado cuando son
creadas por ley. La posibilidad de desarrollar actividades empresariales por parte
del Estado se encuentra en el artículo 19 Nº 21 CPR.
Administración invisible del Estado: conformada por el conjunto de personas de
Derecho privado (corporaciones y fundaciones) que un órgano del Estado ha
formado, previa autorización legal, o aquellas empresas privadas (sociedades
215
anónimas) en las que un órgano del Estado (normalmente una empresa pública) es
propietario y tiene su control.
I- Conceptos
216
De conformidad al artículo 115 bis de la CPR, el delegado regional presidencial es
el representante natural e inmediato, en el territorio de su jurisdicción, del Presidente de
la República, quien ejercerá las funciones y atribuciones del Presidente de la República en
la Región, en conformidad a la ley. El principio de jerarquía se manifiesta en el hecho que
es de exclusiva confianza del PDR -se mantendrá en sus funciones mientras cuente con
ella-, pues es nombrado y removido libremente por él, sumado a que ejercerá sus
atribuciones de acuerdo a las leyes y a las órdenes e instrucciones de la autoridad
presidencial.
El delegado regional presidencial es el representante natural e inmediato del PDR
en el territorio de su jurisdicción.
En este sentido, decimos que ejerce el gobierno interior de cada región.
Es un órgano centralizado, desconcentrado territorialmente. No se le otorgan
competencias gubernativas exclusivas, ya que sus competencias las comparte con el PDR.
Le corresponderá la coordinación, supervigilancia o fiscalización de los servicios
públicos creados por ley para el cumplimiento de las funciones administrativas que
operen en la región, que dependan o se relacionen con el Presidente de la República a
través de un Ministerio, entre otras funciones establecidas en la Ley Orgánica
Constitucional de Gobierno y Administración Regional.
Sus competencias se encuentran reguladas en la mencionada ley N° 19.175, y
enunciadas de una manera muy general, son las siguientes:
i. Dirigir las tareas de gobierno interior en la región, de conformidad con las
orientaciones, órdenes e instrucciones que le imparta el Presidente de la
República directamente o a través del Ministerio del Interior
ii. Mantener el orden público y la tranquilidad social
iii. Representar al PDR en la región.
iv. Representar extrajudicialmente al Estado para la realización de actos y
celebración de contratos que queden comprendidos en la esfera de su
competencia.
v. Coordinar y fiscalizar los servicios que operen en la región.
217
ii. Gobierno interior: por ejemplo, adoptar todas las medidas necesarias para
prevenir catástrofes o emergencias.
1- La Administración en la región.
a- Estructura interna
La ley establece que los GORE están integrados por dos órganos: el Gobernador
Regional como órgano ejecutivo; y el Consejo Regional o CORE, que es un órgano de
carácter normativo, resolutivo y fiscalizador.
El Gobernador Regional, dentro del GORE es su órgano ejecutivo y lo representa
legal y extrajudicialmente; correspondiéndole, presidir el CORE, ejercer las funciones y
atribuciones que la LOC determine, en coordinación con los demás órganos y servicios
públicos creados para el cumplimiento de la función administrativa. Además, le
corresponde la coordinación, supervigilancia o fiscalización de los servicios públicos que
dependan o se relacionen con el Gobierno Regional.
Para ser electo Gobernador Regional se requiere:
ser ciudadano con derecho a sufragio.
219
no estar inhabilitado para el ejercicio de funciones o cargos públicos.
no ser deudor conforme al procedimiento de liquidación concursal de la Ley N°
20.720.
no ser condenado por crimen o simple delito.
haber cursado la enseñanza media o su equivalente.
residir en la región respectiva, a lo menos 2 años antes de la elección.
no estar afecto a algunas de las inhabilidades que establece la ley.
El Gobernador Regional es elegido por sufragio universal, en votación directa.
Resulta electo el candidato a Gobernador Regional que logre la mayoría de los votos
válidamente emitidos, es decir, excluyendo los blancos y nulos. Esa mayoría debe ser al
menos de un 40% de los sufragios válidamente emitidos.
Si hay más de dos candidatos y ninguno logra el 40% de los votos válidamente
emitidos, hay una segunda vuelta entre los dos más votados, resultando ganador quien
obtuviere la más alta votación.
Es importante tener presente que las elecciones de gobernadores regionales se
harán cada cuatro años, junto con las elecciones de consejeros regionales y las elecciones
municipales. a primera se hará en octubre de 2020.
Para hacer calzar las elecciones de Gobernadores Regionales y Consejeros
Regionales, y no afectar la duración del cargo de los consejeros electos en 2017, es decir
4 años, la próxima elección de Consejeros Regionales será en 2021, junto con las
elecciones presidenciales y parlamentarias. Quienes sean electos consejeros en esos
comicios estarán en el cargo sólo por 3 años, para hacer coincidir la siguiente elección de
este tipo de cargos, con las elecciones de Gobernador Regional y municipales de octubre
de 2024.
El Gobernador Regional dura 4 años en el cargo y puede ser reelegido
consecutivamente sólo para el periodo siguiente.
El Gobernador Regional tiene entre otras funciones:
Formular políticas de desarrollo de la región, considerando las políticas y planes
comunales respectivos.
Someter al consejo regional las políticas, estrategias y proyectos de planes
regionales de desarrollo y sus modificaciones.
Someter al consejo regional el proyecto de presupuesto del respectivo gobierno
regional.
Representar judicial y extrajudicialmente al gobierno regional, pudiendo ejecutar
los actos y celebrar los contratos de su competencia o los que le encomiende el
consejo.
Nombrar y remover a los funcionarios que la ley determine como de su confianza.
Velar por el cumplimiento de las normas sobre probidad administrativa.
Coordinar, supervigilar o fiscalizar, según corresponda, a los servicios públicos
que dependan o se relacionen con el gobierno regional respectivo.
Promulgar, previo acuerdo del consejo regional, el plan regional de ordenamiento
territorial, los planes reguladores metropolitanos e intercomunales, comunales y
seccionales y los planos de detalle de planes reguladores intercomunales.
Presidir el consejo regional.
Convocar al consejo regional y disponer la citación a las sesiones.
Por su parte, el CORE es un órgano de carácter normativo, resolutivo y
fiscalizador dentro del ámbito propio de la competencia del GORE, encargado de hacer
efectiva la participación de la ciudadanía regional.
Se encuentra integrado por consejeros elegidos por sufragio universal en votación
directa, de conformidad con la LOC. Duran 4 años en su cargo pudiendo ser reelegidos.
Dentro de cada región los consejeros se elegirán por circunscripciones provinciales, que
se determinarán solo para los efectos de la elección.
220
Para ser elegido CORE se requiere ser ciudadano con derecho a sufragio, mayor
de edad, haber cursado la enseñanza media o su equivalente y tener residencia en la
región durante un plazo minino de 2 años, contados hacia atrás desde el día de la
elección.
Al CORE le corresponde aprobar el proyecto de presupuesto de la respectiva
región considerando, para tal efecto, los recursos asignados a ésta en la Ley de
Presupuestos, sus recursos propios y los que provengan de los convenios de
programación. Los senadores y diputados que representen a las circunscripciones y
distritos de la región pueden asistir a las sesiones del CORE y tomar parte en sus
debates, sin derecho a voto.
2- La administración comunal
De acuerdo al art. 110 de la CPR para solo efectos de la administración local, las
provincias se dividen en comunas. Por esta razón no existe Gobierno a nivel comunal. En
este caso el gobierno de la comuna lo ejerce, en la actualidad, el Gobernador a nivel
provincial -figura reemplazada por la del delegado presidencial provincial-.
Según lo señala la CPR en el artículo 118, la administración local de cada comuna
o agrupación de comunas reside en una Municipalidad. De conformidad al inciso cuarto
del mismo artículo las municipalidades son corporaciones autónomas de derecho público,
con personalidad jurídica y patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades
de la comunidad local y asegurar su participación en el progreso económico, social y
cultural de la comuna.
A partir de este concepto es posible apreciar dos características de este órgano,
fijadas en forma expresa: se trata de un órgano dotado de autonomía constitucional, lo
que conlleva que existe una garantía institucional; y es un órgano descentralizado de
carácter territorial, ya que su competencia toma como base la comuna o agrupación de
comunas.
Por otro lado, también en el concepto subyace algo que se desarrolla a nivel legal:
las municipalidades tienen la finalidad de satisfacer las necesidades de la comunidad local,
por esta razón están habilitadas por el legislador para realizar actividades en múltiples
ámbitos (dentro de su respectiva comuna).
Por último, además de cumplir un rol de servicio público, de acuerdo al concepto
constitucional cumplen un rol de participación.
Las municipalidades se encuentran reguladas por una ley orgánica constitucional,
de acuerdo lo encomienda la CPR en los artículos 118 y ss. Se trata de la ley N° 18.695,
Orgánica Constitucional de Municipalidades.
a- Estructura interna
221
Tener residencia en la región a que pertenezca la respectiva comuna o agrupación
de comunas, según corresponda, a lo menos durante los últimos dos años
anteriores a la elección;
Tener su situación militar al día, y
No estar afecto a alguna de las inhabilidades que establece esta ley.
b- Funciones
3- Territorios especiales
222
II. Jurisprudencia
223
colaboración de los órganos que establezcan la Constitución y las leyes, añadiendo, su
inciso segundo, que las intendencias forman parte de la Administración del Estado.
Como puede apreciarse, las intendencias como órganos integrantes de la
Administración del Estado, pueden suscribir a través de sus intendentes regionales
convenios interinstitucionales con organismos internacionales relativos a asuntos que se
encuentren dentro de la esfera de su competencia.
Siendo ello así, el Intendente Regional de Los Lagos, se encontraría facultado
para suscribir la convención de la especie, en tanto, se infiere de su objeto, que por su
intermedio se llevarán a cabo acciones de cooperación internacional en la región,
debiendo previo a su celebración dar cumplimiento a las exigencias previstas en el
artículo 35 de la referida ley N° 21.080.
Por último, corresponde señalar que el intendente podrá delegar en el respectivo
gobernador provincial, el ejercicio de la atribución de celebrar el convenio en comento
(aplica criterio contenido en el dictamen N° 94.398, de 2014).
I. Doctrina
i. NÚÑEZ LEIVA,
J. IGNACIO, ANTECEDENTES DE LA RESPONSABILIDAD
PATRIMONIAL DEL ESTADO LEGISLADOR Y SU APLICACIÓN AL CASO CHILENO
1. PROLEGÓMENOS
La consolidación del Estado de derecho, a la vez que pone de manifiesto los
grandes logros de la ciencia del derecho, particularmente del derecho público, muestra
sus desafíos y tareas pendientes. En este contexto, a la luz de la tendencia
internacional147 y del curso adoptado por el derecho interno, uno de los temas que surge
147
En Latinoamérica, algunos autores como Martín Risso Ferrand sostienen la concurrencia incluso de
responsabilidad patrimonial por el ejercicio de la función constituyente. Se recomienda revisar
227
es el de la responsabilidad patrimonial del Estado por daños causados por el legislador.
Asunto sin duda significativo para diversas esferas del derecho público, por el
impacto que su aceptación produce.
Se trata de un tema relevante para la teoría constitucional, pues implica la
concreción y aplicación de los principios integrantes del Estado constitucional de
derecho, se funda en la teoría de los derechos humanos, abre una nueva perspectiva en la
relación de pesos y contrapesos en un Estado con separación de funciones, concreta la
concepción servicial del Estado, abre un nuevo flanco en las relaciones entre
colegisladores y juzgadores, incrementa el plexo de garantías a los derechos
fundamentales, redefine las competencias de los órganos de Estado e impacta incluso en
el sistema de fuentes del derecho, pues asigna nuevos efectos a diferentes normas
fundadas, entre muchos otros significados y consecuencias.
Todo ello porque, en la actualidad, debido al perfil del Estado constitucional,
social y democrático de derecho:
La Constitución se erige como un “orden fundamental de valores”, los que
constituyen la base hermenéutica esencial para su interpretación y para la del resto del
ordenamiento jurídico derivado. El valor fundamental de la Constitución es, por cierto, la
dignidad consustancial a todo ser humano y, a la vez, fundamento de todo el edificio de
los derechos fundamentales, ya no solamente entendidos como derechos subjetivos
inherentes a su titular, sino como base de todo el ordenamiento jurídico positivo, como
bien lo explica el profesor Francisco FERNÁNDEZ SEGADO [...] Esta idea de la
Constitución como un orden fundamental de valores lleva a sostener que el contenido de
la misma se compone tanto de valores como de principios y reglas, que deben ser
observados por todos los órganos del Estado, incluyendo al legislador a la hora de
cumplir con sus propias labores148.
De allí su importancia para la teoría y el derecho constitucionales.
Este tema ha sido profusamente tratado y discutido en otras latitudes. De todas
ellas se destacan, tempranamente, Francia y, recientemente, España; ambas por la solidez
y claridad de la argumentación presentada. Coincide con ello la innegable influencia que
dichos sistemas tienen en el ordenamiento jurídico, legal y constitucional de Chile.
Esto motiva a efectuar una breve revisión de los fundamentos que, en ambos
ordenamientos, han sido presentados para levantar la tesis de la responsabilidad
patrimonial del Estado legislador. Todo con la intención de verificar si es posible
sostener idénticas o similares justificaciones en Chile, partiendo de la hipótesis de que
aquello es efectivo.
2. PREVENCIONES
Antes de iniciar el análisis es necesario efectuar algunas prevenciones. Dada la
complejidad del tema, en esta oportunidad se opta por circunscribir el estudio únicamente
a la procedencia del deber del Estado de indemnizar a las personas por los daños
producidos por la actividad del legislador. Se eluden los aspectos vinculados al tema que
tienen relación con la competencia y el procedimiento para conocer de dichas
reclamaciones, los daños indemnizables, la extensión de las reparaciones, si ella es
procedente en todos los casos o solamente ante leyes declaradas inconstitucionales y, en
general, todo aspecto diferente del ya aludido.
3. PLAN DE ANÁLISIS
A continuación, para cumplir con el objetivo propuesto en este trabajo, se
revisará, en primer lugar, el panorama general del tema en la jurisprudencia y la doctrina
“Responsabilidad del Estado por los daños causados en el ejercicio del poder constituyente”, en Revista de
Derecho de la Universidad Católica del Uruguay, n.º 7, año 2005, p. 49.
148
PEÑA TORRES, Marisol, “Inconstitucionalidad de la ley y responsabilidad del Estado legislador”,
exposición realizada el 24 de agosto de 2007 en el IX Seminario de Actualidad Jurídica Chilena, organizado
por el Centro de Estudiantes de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, inédita.
228
francesas, luego, de la jurisprudencia y la doctrina españolas, para continuar con el
panorama presentado en el ordenamiento jurídico chileno y finalizar con la reseña de las
conclusiones.
149
VEDEL, Georges, Derecho administrativo, traducción a la 6.ª edición francesa por Juan Rincón Jurado,
Aguilar, Madrid, 1980. p. 323
150
CALDERA DELGADO, Hugo, Sistema de responsabilidad extracontractual del Estado en la
Constitución política de 1980, Editorial Jurídica, Santiago, 1982, p. 101.
151
Grandes fallos de la jurisprudencia administrativa francesa, Bogotá, Ediciones Librería del Profesional,
2000, p. 219.
229
embargo, con esta tesis era necesario que el demandante probara, ante el silencio de la
ley, que el legislador no había pretendido excluir el derecho a indemnización152.
Esta tesis fue nuevamente aplicada en el fallo Caucheteux et Desmont, de 21 de
enero de 1944, en el cual se reconoció el derecho a ser indemnizada por el hecho del
Estado legislador a una fábrica de glucosa que había cerrado a causa de una ley de 1934,
destinada a proteger a los productores de cereales, que reducía el porcentaje de productos
diferentes a la malta, la cebada y el lúpulo dentro del proceso de elaboración de la
cerveza.
Fue en 1963, en el caso conocido como el Arrêt Boveró, cuando el Consejo de
Estado reconoció de forma más amplia la responsabilidad patrimonial legislativa.
Desplazó el centro de gravedad de la consideración de la responsabilidad del Estado
como una modalidad de régimen especial de responsabilidad, a ser considerada como una
responsabilidad pública de derecho común o responsabilité sans faute, al fundarse sobre el
principio de igualdad ante las cargas públicas. La doctrina mantuvo que la producción de
un daño por un acto normativo obliga, como regla general, a indemnizar, salvo que el
legislador excluya expresamente tal derecho 153.
Al decir de la doctrina, los tres fallos citados obedecen a que la medida legislativa
impone un sacrificio de intereses particulares a favor de la protección de otros intereses
particulares, razón por la cual la no referencia tácita o expresa del legislador respecto a la
indemnización obliga al Estado a pagar 154.
A partir de ello, también es posible señalar que —al menos en sus formulaciones
tempranas— la doctrina, sentada por la jurisprudencia del Consejo de Estado francés,
reposa sobre los siguientes elementos:155
La fuente de la responsabilidad, en todos los casos, está constituida por leyes
formales y no reglamentos o actos de ejecución de la ley.
La responsabilidad patrimonial surge a partir de la intervención limitativa o
ablatoria de derechos.
Se concede la reparación patrimonial si es imposible establecer que el legislador
ha querido excluir la posibilidad de indemnización, en el caso de la ley cuya
aplicación produce el daño.
En caso de silencio del legislador acerca del régimen de indemnización producto
de la afectación de derechos, se presume el derecho a indemnización.
El particular no tiene derecho a solicitar indemnización si la actividad afectada
por la aplicación de la ley es contraria a derecho.
Los particulares no están obligados a soportar, por sí solos, cargas que van en
beneficio de toda la sociedad.
Es irrelevante que no existan disposiciones constitucionales que establezcan al
Estado como pasible de responsabilidad patrimonial por actos del legislador156.
Estas conclusiones son plenamente coincidentes con lo que propone DUGUIT en
su obra Las transformaciones del derecho (público y privado):
Si la realización de una actividad colectiva [...] ocasiona un perjuicio a un grupo o a un
individuo, el patrimonio afectado al fin colectivo es el que debe soportar la carga del
perjuicio [...] resulta de esto que si la organización y el funcionamiento de un servicio
152
CHECA GONZÁLEZ, Clemente, “La responsabilidad patrimonial de la Administración pública con
fundamento en la declaración de inconstitucionalidad de una ley”, en Revista Ius et Praxis, año 10, n.° 1,
2004, p. 50.
153
Ibídem.
154
DE LUIS y LORENZO J. F., Artículo 24 de la Constitución y Poder Legislativo. Consideraciones sobre
la responsabilidad de la Administración del Estado por la actividad del Poder Legislativo, t. XVI. 1989, p.
641.
155
Las conclusiones que se enuncian se extraen, conjuntamente, de las obras de RIVERO, Jean, Derecho
administrativo, Instituto de Derecho Público, Caracas, 1984. p. 343 y ZÚÑIGA, Francisco, Responsabilidad
patrimonial del Estado legislador, Lexis Nexis, Santiago, 2005, p. 40.
156
Esta conclusión es del autor.
230
ocasiona a un grupo o a un individuo cargas excepcionales, un perjuicio particular, el
patrimonio afectado a este servicio público debe soportar la reparación del perjuicio, con
la condición, sin embargo, de que haya una relación causa-efecto entre la organización o
el funcionamiento del servicio y el perjuicio157.
Visto así, el Estado es asegurador de lo que se llama frecuentemente riesgo social,
es decir, el riesgo resultante de su actividad prestadora y social, que se traduce en la
intervención del Estado. La responsabilidad del Estado siempre se funda en dicha idea,
aun cuando medie culpa de sus agentes. El Estado es responsable, no porque actúe con
culpa, sino porque asegura a los administrados contra todo riesgo social, contra todo
daño proveniente de su intervención, sea esta regular o irreprochable, sea acompañada de
culpa o negligencia de sus agentes158.
Esta noción es coincidente con la tendencia a comprender al Estado como un
servicio público —en lugar de un conjunto de potestades—, que conduce a configurar un
sistema de responsabilidad patrimonial, objetivo y directo de la Administración, al
sustituirse (con los límites que luego se indicarán) el sistema de imputación por culpa que
ha mantenido el derecho civil por un principio de imputación objetiva. Se acoge, pues, la
tesis sustentada por el Tribunal de Conflictos francés, el cual, desde su famoso Arrêt
Blanco, del 8 de febrero 1873, ha mantenido la singularidad de la responsabilidad
administrativa respecto a la responsabilidad extracontractual entre particulares, regulada
en las normas de derecho civil.
Los precedentes señalados han sido confirmados por la jurisprudencia francesa en
causas posteriores, extendiéndose incluso a daños originados por tratados
internacionales, como ocurrió en los Arrêts C. Générale d’Energie Radioélectrique, de 30
de marzo de 1966, y Burgat, de 29 de octubre de 1976.
157
DUGUIT, León, Las transformaciones del derecho (público y privado), traducción de Posada y Laén,
Editorial Heliastra, Buenos Aires, 1975.
158
DUGUIT, León, Traité de droit constitutionnel, t. III, pp. 469-470, citado por ZÚÑIGA, Francisco,
Responsabilidad patrimonial del Estado legislador, Lexis Nexis, Santiago, 2005, p. 34.
231
relieve: que la culpa ha dejado de ser el fundamento del sistema de responsabilidad, que
se ha convertido, simplemente, en uno de los criterios jurídicos de imputación de daños a
la Administración y que ha sido reemplazada por las necesidades de establecer, de modo
obligatorio y para dar lugar a reparaciones patrimoniales, una relación de causalidad
entre el acto del órgano de Estado y el daño producido, la calidad de avaluable del daño y
la posibilidad de que este sea individualizado en relación con una persona o grupo de
personas.
Dicha doctrina es recogida en diversas sentencias que, por medio de la
interpretación del ordenamiento legal, según los principios constitucionales y la
superación de las teorías de la ley-pantalla, la invocan. Aplican el artículo 139.9 de la
LRJ-PAC, sin prestar atención a si el acto legislativo reclamado recoge o no
expresamente la procedencia de una indemnización, y ponen en su lugar especial atención
a si el daño consiste en un sacrificio especial e imprevisible para alguna persona, y si
vulnera los principios de confianza legítima, buena fe, seguridad jurídica y de equilibrio
en las prestaciones159.
Esto es duramente criticado por GARCÍA DE ENTERRÍA, quien sostiene que el
Tribunal Supremo está reconociendo, con una notable liberalidad, la posibilidad de
obtener indemnizaciones por los perjuicios que pueden derivarse para los particulares de
la aplicación de ciertas leyes, tanto del Estado como autonómicas. Expresa que del
principio de responsabilidad del Estado, contenido en el artículo 9 de la Constitución
española, no es posible extraer una figura de responsabilidad patrimonial del Estado, y
que los tribunales contencioso-administrativos carecen de competencia para pronunciar
sentencias de condena contra el legislador160.
En el mismo sentido se expresan las doctrinas que JIMÉNEZ LECHUGA
caracteriza como las teorías negativas de la responsabilidad patrimonial del Estado
legislador, las cuales sostienen:
Si el poder constituyente hubiese querido responsabilizar al poder legislativo
ordinario por hechos o actos derivados de la aplicación de las leyes, hubiese debido
incorporar, lógicamente, tal responsabilidad a los preceptos constitucionales en los que
los regula (título III), exactamente como lo hizo para los otros poderes del Estado
(Corona, Gobierno, Administración y Tribunales), en sus títulos respectivos. En
consecuencia, si pudiendo y debiendo haber hablado, calló, es porque tal responsabilidad
quiso excluir: ubi lex voluit dixit, ubi nolit, taquit161.
Muestra de aquellas sentencias son, por ejemplo, las del Tribunal Supremo del 5
de marzo de 1993, 27 de junio de 1994 y 6 de julio de 1999, referidas a la indemnización a
que se tiene derecho por la eliminación de los cupos de pesca exentos de derechos
arancelarios, derivada del Tratado de Adhesión de España a la Unión Europea; o las
sentencias del Tribunal Supremo de 8 de octubre de 1998 y 9 de octubre de 1998, en las
que también se accede a la petición de indemnización solicitada por los perjuicios
ocasionados por haber implantado un impuesto por la ley del Parlamento de Canarias n.o
5/1986, del 28 julio, del impuesto especial sobre combustibles derivados del petróleo, que
las empresas afectadas no podrán repercutir, en cuanto a los stocks que tienen en sus
depósitos en el momento de aplicarse la nueva imposición, dado que los precios de venta
al público serán fijados administrativamente y, al rebajarlos, resultarán inferiores a la
suma del precio de compra y el nuevo impuesto autonómico.
159
Ilustrativo, en este sentido, es un fallo del Tribunal Supremo de abril de 1997, en el que se declara que la
omisión de previsión legal expresa sobre la materia de responsabilidad no impide la correspondiente
indemnización, siempre que se demuestre que la norma procedente del Poder Legislativo supone, para sus
concretos destinatarios, un sacrificio patrimonial de carácter especial.
160
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La responsabilidad patrimonial del Estado legislador en el derecho
español, Madrid, Civitas, 2007.
161
JIMÉNEZ LECHUGA, Francisco, La Responsabilidad patrimonial de los poderes públicos en el derecho
español. Una visión de conjunto, Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales S.A. Santiago, 1999, p. 69
232
Incluso en sentencias que han denegado la demanda de indemnización, los
argumentos empleados por el sentenciador no se dirigen a negar de plano la procedencia
de la responsabilidad patrimonial del legislador, sino que rechazan la demanda por no
configurarse los supuestos o elementos esenciales para originar la obligación de resarcir.
Tal es el caso, entre otros, de la solicitud de indemnización por responsabilidad
patrimonial del Estado derivada de los daños y perjuicios padecidos por los agentes de
aduanas como consecuencia de la entrada en vigor del Acta Única Europea, cuya firma es
autorizada por acuerdo del Consejo de Ministros del 14 febrero 1986, y ratificada por la
ley orgánica n.o 4/1986 del 26 noviembre. Al alegarse que las decisiones estatales
españolas originan a aquéllos perjuicios en concepto de indemnizaciones abonadas a
trabajadores, no amortización de inversiones, pérdida de instalaciones y clientes, daño
moral y profesional, pérdida de trabajo y lucro cesante, en las sentencias del Tribunal
Supremo del 12 de enero de 1998, 6 de julio de 1999 y 15 de julio de 1999 se declara que
no se dan las circunstancias determinantes de la concurrencia de un sacrificio particular
de derechos o intereses legítimos suficiente para dar lugar a la exigencia de
responsabilidad patrimonial derivada de la actuación del Gobierno.
Habida cuenta de lo dicho, se puede señalar que la doctrina sentada por la
jurisprudencia de los tribunales españoles en materia de responsabilidad patrimonial del
Estado legislador se construye a partir de los siguientes elementos:
Se reconoce la responsabilidad patrimonial por hecho normativo del legislativo,
sin la existencia de una norma constitucional expresa que la disponga; se basa en
la disposición general de responsabilidad del Estado, del artículo 9.3 y en la
directa aplicación de la Constitución.
Se interpretan las disposiciones legales, especialmente el artículo 139.9 de la LRJ-
PAC, de forma que permite conceder la reparación patrimonial incluso en
aquellos casos en que la ley no la prevé.
Se establece que procede la indemnización cuando se trata de daños que los
particulares no están jurídicamente obligados a soportar y no se trata de actos
expropiatorios.
La indemnización procede cuando, por actos del legislador, el particular ve
afectados sus derechos y ello importa un sacrificio especial, con infracción a los
principios de buena fe, confianza legítima y seguridad jurídica.
162
Tal conclusión es compartida por ZÚÑIGA, Francisco, Responsabilidad patrimonial del Estado
legislador, Lexis Nexis, Santiago, 2005, p. 114, quien, sin embargo, cita aquellos fallos como
“Jurisprudencia acerca de la responsabilidad del Estado legislador”.
163
A pesar de ello, estos fallos, en su parte considerativa, contienen sendos razonamientos que señalan que
la responsabilidad del Estado se extiende al hecho del legislador, en tanto lesione o perjudique garantías o
derechos fundamentales que la Constitución asegura.
233
características que presenta la cuestión de la responsabilidad patrimonial del Estado
legislador, que supone que el acto dañoso es de un órgano diferente a la Administración.
Además, como se ha señalado en páginas anteriores, una de las objeciones que
tempranamente se formulan a la responsabilidad del Estado legislador es que sus actos
propios, las leyes, tienen carácter general y, por lo tanto, no pueden producir un daño
especial, objeción que desde hace tiempo ha sido superada respecto de la potestad
decretal.
Solamente el cuarto caso, Sociedad Inmobiliaria Maullín Ltda. con Fisco de Chile,
aborda la situación de perjuicios provocados por la aplicación de una ley, pero no desde
una perspectiva reparatoria de la intervención ablatoria del legislador, sino a partir de la
inaplicabilidad por inconstitucionalidad de normas preconstitucionales,164 el alcance del
concepto de función social de la propiedad, el límite a las regulaciones del dominio y el
concepto de regulatory takings.165
Respecto de la doctrina, es posible sostener que en esta materia se encuentra
dividida. AYLWIN AZOCAR es partidario de la tesis que sostiene la irresponsabilidad
del Estado legislador, salvo que una ley expresamente acuerde lo contrario a favor de los
afectados, por su entrada en vigencia o aplicación. 166 CALDERA DELGADO, por su
parte, es de la idea de que basta la existencia de un perjuicio que constituya un atropello a
un derecho fundamental para que dicha ley sea, además de inconstitucional, la causa de
una indemnización reparatoria.167
Sin embargo, pese a la inexistencia de antecedentes jurisprudenciales y la división
de la doctrina —que reproduce exactamente los mismos argumentos de la doctrina y la
jurisprudencia citados en los puntos anteriores—, de la revisión de la Constitución
chilena se puede concluir que en Chile se reproducen las condiciones y los elementos que
en Francia y España fundan la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado
legislador.
En efecto, tales características parten de la base misma de la noción de Estado
constitucional de derecho. Así, JELLINEK señala que el fundamento actual de la
responsabilidad del Estado en sus diversas facetas no es otro que el Estado de derecho y
sus presupuestos, cuya finalidad última es proteger a los gobernados en sus derechos. Un
Estado de derecho “irresponsable” es una contradicción en sus propios términos. Estado
de derecho y responsabilidad son términos correlativos.168 Y es la propia Constitución
chilena, norma suprema y directamente aplicable, 169 conforme a su artículo 6, la que
consagra la base institucional de responsabilidad del Estado.
Ello se ve reforzado, pues:
En la actualidad, la fuerza normativa directa de la Constitución, sin necesidad de la
mediación de la ley, es indiscutida. Entre nosotros está claramente consignada en el
artículo 6.°, inciso 2.°, de la Carta Fundamental, que establece lo que el Tribunal
Constitucional ha denominado el principio de ‘vinculación directa de la Constitución’. A
partir de ello, puede sostenerse que ya no es posible que existan disposiciones
programáticas en nuestro Código Político, pues aunque la ley ordenada por él no se dicte,
164
ZÚÑIGA, Francisco, Responsabilidad patrimonial del Estado legislador, Santiago, Lexis Nexis, 2005, p.
130.
165
FERMANDOIS, Arturo, “Inaplicabilidad de la ley de monumentos nacionales: hacia la
inconstitucionalidad de la expropiación regulatoria en Chile”, en Sentencias destacadas 2004, Libertad y
Desarrollo, Santiago, 2005, p.19.
166
AYLWIN AZOCAR, Patricio, Derecho administrativo, Editorial Universitaria, vol. 11, 1960, p. 19
167
CALDERA DELGADO, Hugo, o. cit., p. 51.
168
JELLINEK, George, Teoría general del Estado, Buenos Aires, Albatros, 1970. p. 591.
169
“La posición clásica sostenida, todavía en 1979, por Georges VEDEL y Pierre DEVOLVÉ, según la cual,
en algunos casos, los principios constitucionales no pueden aplicarse independientemente de la ley, mientras
que estos principios podrían aplicarse independientemente de la Constitución, ya no es válida hoy en día.
Todas las normas constitucionales son de aplicación directa y no necesitan la ley para hacerse
operacionales”. FAVOREU, Luis, “La constitucionalización del derecho”, Rev. Derecho (Valdivia), vol.12,
n.o 1, Valdivia, agosto de 2001, p. 26.
234
impera directamente la Constitución. Pero ello, sin duda, no deja a salvo la
responsabilidad del Estado legislador.170
Al igual que en Francia, y según la teoría de DUGUIT, para el ordenamiento
jurídico chileno el Estado se encuentra sustancialmente determinado por el principio de
servicialidad, su orientación al bien común y el deber de respetar plenamente, incluso en
aquellas materias, los derechos y garantías que la Constitución establece (artículo 1,
inciso 4, CPR).
Para cumplir con dichas tareas, el Estado dispone de un grupo considerable de
potestades frente a las personas, las cuales han de someterse a los principios de legalidad
objetiva y subjetiva que exige el pleno imperio de los derechos fundamentales y el
respeto por la dignidad humana.171 Estos principios se encuentran asociados al principio
general de responsabilidad del Estado que, al igual que en el caso español, presenta una
formulación genérica en las bases de la institucionalidad y sendas consagraciones
específicas en su faz patrimonial, en los artículos 19, número 7, literal 1, y 38, inciso 2.º,
sin que dichas referencias específicas tengan la virtud de restringir únicamente a dichos
supuestos el deber de reparación patrimonial del Estado frente a sus intervenciones
ablatorias de derechos.
En efecto, dichas disposiciones, en lugar de ser consideradas como las únicas
fuentes de responsabilidad patrimonial del Estado Fisco por actos de poderes del Estado,
han de ser dimensionadas como disposiciones que concretan, perfilan y disciplinan la
procedencia y el alcance de la responsabilidad por hechos del juzgador y administrador,
en los casos que tales disposiciones mencionan, pero sin que ello signifique, en caso
alguno, la negación de otras formas de responsabilidad patrimonial del Estado. Tal como
ocurre en España con los artículos 9.3 y 106.2 de la Constitución.
Vale entonces, también para el caso chileno, lo que sobre este punto anota
JIMÉNEZ LECHUGA:
Si la propia Constitución se fundamenta a sí misma sobre una serie de valores superiores,
en función de los que debe ser interpretada y aplicada, y dos de esos valores superiores
son, precisamente, la justicia y la igualdad (artículos 1.1, 9.2, 10 y 14), sería ir
gravemente contra su espíritu, aunque se respetara su letra, hacer prevalecer normas,
interpretaciones o soluciones que contradigan o menoscaben la efectividad de aquellos
valores.172
Tampoco es menester, entonces, que la responsabilidad patrimonial de alguna de
las ramas del Estado sea objeto de desarrollo legislativo para hacerse concreta, pues la
fuerza directa de la Constitución es incompatible con la idea de la ley-pantalla.173
Por otra parte, el dogma de la infalibilidad y plenitud de la soberanía, o fetichismo
de la ley, 174 en el caso chileno se encuentra plenamente superado. 175 Se sabe que el
170
PEÑA TORRES, Marisol, o. cit.
171
En este punto la Constitución chilena es incluso más rigurosa que los ordenamientos comparados a los
cuales se alude, pues el papel central que juega el concepto ‘dignidad humana’ en el diseño constitucional
nacional robustece significativamente aquellos argumentos que fundan el derecho a reparación por hecho del
legislador en la igualdad ante las cargas públicas, pues la dignidad de la persona humana repudia la
afectación inmune de los derechos fundamentales de una persona, incluso en aquellos casos en que produzca
un beneficio para la sociedad.
172
JIMÉNEZ LECHUGA Francisco, o. cit., p. 69.
173
27 La idea de la ley-pantalla, tan bien descrita por el profesor francés Louis FAVOREU, también ha ido
despareciendo. Según esa tesis, la ley es una forma de regulación imprescindible, de modo que la
Constitución no podrá aplicarse si no se dictan las respectivas normas legales que deben concretar una
determinada institución. Bajo el imperio de la Constitución de 1925, así ocurre con la institución de las
asambleas provinciales, con los tribunales contencioso-administrativos y con la acción de indemnización por
error judicial. A su turno, la tesis de la ley-pantalla también ha influido en que algunos importantes órganos
del Estado, como la Contraloría General de la República, afirmen la juridicidad de disposiciones
reglamentarias, sobre la base de la ley que las ampara, aunque esta sea derechamente contraria a la
Constitución. PEÑA TORRES, o. cit.
174
Como escribió BACHOF, si por siglos los derechos esenciales han sido lo que la ley ha determinado,
aunque exista una Constitución, ahora la ley es tal y vale solo en la medida que regula el ejercicio de
235
ejercicio de la soberanía reconoce como límite el respeto por los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana, sin distinción, pero guardan especial relevancia, en este
caso, los derechos a la igualdad ante la autoridad, la ley, los tributos y las cargas públicas,
y los principios de buena fe, confianza legítima y seguridad jurídica. Es conocido también
que la actividad legislativa está a un doble control 176 de su adecuación a la
Constitución.177
Por último, y como esto es aplicable tanto al caso chileno como al español y
francés, el carácter general de la ley —cuando efectivamente se trata de leyes
generales—, ratificado en el caso chileno por el artículo 63, n.o 20, y empleado en la
jurisprudencia temprana de los tribunales franceses para negar la procedencia de la
reparación patrimonial de los perjuicios eventualmente ocasionados por esta fuente del
derecho, no aparece como obstáculo si se coincide con la distinción que sugiere
FRIEDRICH entre la ley como decisión general de la voluntad soberana y su aplicación a
un caso concreto por un juez que la convierte en decisión específica, que es la causa
inmediata del perjuicio sufrido por el individuo y que, por tanto, traslada dicha afectación
desde la generalidad de los destinatarios de la norma, situación en la cual no habría
infracción al principio de la igual repartición de las cargas públicas, hasta un destinatario
específico.178
7. CONCLUSIONES
La aplicación de la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado legislador,
en Francia, surge a partir de la intervención legislativa ablatoria de derechos de las
personas, cuando la actividad afectada o el ejercicio del derecho conculcado no es
contrario al ordenamiento jurídico, sin necesidad de que la ley disponga tal posibilidad, a
partir de la idea de que nadie está obligado a soportar cargas que van en beneficio de toda
la comunidad sin resarcimiento alguno, y sin que exista vinculación con alguna
disposición constitucional que la disponga.
En Francia, la aplicación de esta teoría se ha consolidado en el tiempo y ha
llegado incluso a aplicarse a daños producidos por la adopción de acuerdos
internacionales. La aplicación de la misma teoría en España tiene base constitucional. Sin
embargo, esta disposición, que no hace alusión expresamente al legislador como pasible
de responsabilidad patrimonial, ha sido interpretada como fuente de responsabilidad
aquellos derechos, y respeta en los términos proclamados y asegurados en la Carta Fundamental. De modo
que, hasta hoy al menos, el modelo weberiano de la dominación racional sobre la base de la legalidad formal
va quedando superado. BACHOF, Otto, Jueces y Constitución, Civitas, Madrid, 1983, p. 44.
175
El Código Político es, cada día más, comprendido como un sistema de valores, articulado con la forma de
derecho positivo. Es decir, se reconoce que las Constituciones sistematizan bienes jurídico-políticos que
representan el ideal de un derecho superior a la legalidad vigente, mejor que esta y trascendente a ella. CEA
EGAÑA, José Luis, “La justicia constitucional y el tribunal de la Constitución en Chile”, Rev. derecho,
(Valdivia), vol.12, n.o 1, Valdivia, agosto de 2001, p. 109.
176
“El cambio en la relación con la ley y, con ello, una transformación en el sentido político de la función
judicial se percibe al tener en cuenta que la sujeción a la ley, bajo el esquema de organización del poder
propio del Estado liberal de derecho, exigía del juez una asunción acrítica de los contenidos legales, al
estarle vedado cuestionar la validez de las normas que aplicaba, de este modo, se garantizaba la primacía del
Legislativo sobre los demás poderes, en tanto sus actos eran jurídicamente incontrovertibles. Sin embargo,
las circunstancias que explican la crisis del Estado liberal y llevan a reforzar el valor de la Constitución
conducen a modificar la relación entre el juez, ley y Constitución; de ser un gendarme de la ley, el juez pasa
a ser el encargado de recrear el derecho al momento de su aplicación al caso concreto, ensamblando
múltiples piezas jurídicas, no siempre compatibles entre sí, para construir una respuesta que resulte
admisible dentro del marco de posibilidades permitidas por la Constitución. Ello ha conducido a incorporar
el examen de la validez de las leyes en el momento de la decisión judicial, como herramienta necesaria para
buscar soluciones jurídicas constitucionalmente admisibles”. CEA EGAÑA, o. cit, p. 111.
177
En el caso francés, la teoría de la responsabilidad patrimonial del Estado legislador se ha desarrollado
incluso antes de la existencia de un control de constitucionalidad de las leyes.
178
FRIEDRICH, Carl, Gobierno constitucional y democracia, teoría y practica en Europa y América,
Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1975, p. 367.
236
patrimonial para todos los poderes del Estado, sin necesidad de requerir desarrollo
legislativo.
En España existe una ley que ordena la materia, la cual establece ciertos
requisitos, como la determinación por la misma ley de la procedencia de una
indemnización. Sin embargo, la jurisprudencia ha obviado tal requerimiento y ha
concedido indemnizaciones incluso ante el silencio del legislador.
En ambos casos, el sistema de responsabilidad patrimonial del Estado no requiere
culpa. En Chile no existen precedentes jurisprudenciales que aborden propiamente la
materia. Por su parte, la doctrina se encuentra aún dividida.
Las condiciones que en Francia y España fundan la teoría de la responsabilidad
patrimonial del Estado legislador concurren también en Chile: existen una Constitución
reconocida como norma suprema y directamente vinculante, un Estado constitucional de
derecho, un principio que ordena la servicialidad del Estado, una cláusula constitucional
de responsabilidad general del Estado, consagraciones específicas de la responsabilidad
patrimonial del Estado referidas a las funciones administrativas y jurisdiccionales que no
tienen el efecto de restringir únicamente a dichos supuestos el deber de reparación
patrimonial del Estado frente a sus intervenciones ablatorias de derechos, y el dogma de
la infalibilidad y plenitud de la soberanía en el caso chileno se encuentra plenamente
superado en virtud de los controles de constitucionalidad a que se someten los proyectos
de ley y las leyes vigentes.
De lo anteriormente expuesto se puede concluir que se confirma la hipótesis
señalada al comienzo de esta monografía: que es posible encontrar en el sistema jurídico
chileno los mismos elementos que permiten la fundamentación de la teoría de la
responsabilidad patrimonial por el hecho del legislador en España y Francia.
RESUMEN: El presente trabajo tiene por objeto analizar, a partir de tres sentencias de
la Excma. Corte Suprema del año 2015, la ampliación que ha experimentado el régimen
de responsabilidad patrimonial del Estado Juez en Chile, consolidando una interpretación
progresiva de la expresión “sometido a proceso” del artículo 19 Nº7 letra i) de la
Constitución respecto de las medidas cautelares de privación de libertad, y el
reconocimiento de un sistema de responsabilidad por actos del Poder Judicial más allá del
ámbito penal. El autor sostiene que dichos pronunciamientos constituyen un paso
sustancial respecto de la vigencia efectiva de los principios y derechos consagrados en
nuestra Constitución, a pesar de que todavía resulta necesario una revisión del estricto
sistema de responsabilidad por error judicial en Chile.
Doctor en Derecho. Profesor de Derecho Administrativo de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso. Actualmente dirige el área de Derecho Público, Administrativo y Regulatorio del Estudio
Guerrero Olivos.
237
SUMARIO: 1. Introducción. 2. Estado y Responsabilidad. 3. El estado de la cuestión
previo al año 2015. 4. La consolidación del concepto de “sometido a proceso” como
comprensivo de la medida cautelar de privación de libertad. 5. La ampliación del régimen
de responsabilidad Estado Juez. 5.1. Antecedentes generales. 5.2. Los hechos y la forma
en que enfrentaba el caso la jurisprudencia anterior. 5.3. El criterio de solución: la falta de
servicio a partir de las normas civiles. 6. Conclusiones. 7. Bibliografía y Sentencias
citadas.
1. INTRODUCCIÓN
179
En el mismo sentido, se puede ver la Sentencia de la Corte Suprema de 5 de enero de 2016, en el caso
“Verme Ríos y otros con Fisco de Chile”, Rol Nº 5760-2015.
180
Desde el conocido caso “Comunidad Galletué con Fisco” (Sentencia de 7 de agosto de 1984, Rol Nº
16.743) hasta “Sociedad Agrícola Lolco con Fisco” (Sentencia de 30 de diciembre de 2004, Rol Nº 381-
2004), la jurisprudencia había aceptado un régimen de responsabilidad amplio de la Administración tanto
por actos lícitos e ilícitos, centrado en el principio de igualdad ante las cargas públicas y el deber jurídico
de soportar el daño por parte del afectado. Sin embargo, con la sentencia de 5 de octubre de 2010, Rol Nº
552-2008, “Sociedad Inmobiliaria Maullín con Fisco” y, posteriormente, en sentencia de 30 de diciembre
de 2013, Rol Nº 4043-2013, “Esquerré Hermanos Limitada con Municipalidad de Concepción”, la
jurisprudencia de la Corte Suprema ha negado la posibilidad de establecer un sistema de responsabilidad
por actividad lícita a partir de la Constitución y acepta un régimen general de responsabilidad por falta de
servicio, conforme al artículo 42 de la Ley Nº 18.575, Orgánica Constitucional de Bases Generales de la
Administración del Estado.
181
Véase CARMONA SANTANDER, Carlos. La responsabilidad del Estado-Juez: revisión y proyecciones,
en Revista de Derecho público, 66, 2004, p. 307-356, y RONDINI, Patricio, Responsabilidad Patrimonial
del Estado Juez en Chile, Santiago, LexisNexis, 2008.
182
Véase ZUÑIGA URBINA, Francisco. Responsabilidad patrimonial del Estado Legislador. Santiago,
Lexisnexis, 2005, y los trabajos NÚÑEZ LEIVA, José Ignacio. Responsabilidad patrimonial del Estado
Legislador: Distinguiendo, en Revista de Derecho, Universidad del Norte, Nº 35, Barranquilla, 2011, pp.
264-289; Antecedentes de la responsabilidad patrimonial del Estado legislador y su aplicación al caso
238
Este trabajo tiene por objeto analizar los efectos y alcances de la nueva
jurisprudencia en materia de Responsabilidad del Estado Juez, para lo cual vamos
establecer algunas premisas generales respecto de la responsabilidad del Estado (2), para
luego hacer una breve exposición de la situación de la responsabilidad Estado Juez en
Chile previa al año 2015 (3), a fin de hacer un análisis particular de la consolidación del
concepto de “sometido a proceso” como comprensivo de la medida cautelar de privación
de libertad (4), la ampliación del régimen de responsabilidad Estado Juez por actuaciones
fuera del ámbito penal (5), cerrando con algunas conclusiones (6).
2. ESTADO Y RESPONSABILIDAD
183
Véase RONDINI, ob. cit., p. 66.
184
Para CARMONA, ob. cit. p. 311, habría influido el conocido caso del capitán del Ejército francés Alfred
Dreyfus, condenado por el delito de alta traición a prisión perpetua y destierro, siendo inocente. Este hecho
conmocionó a la sociedad francesa entre los años 1894 a 1906, ya que no sólo planteó aspectos jurídicos,
sino también políticos, sociales, militares y religiosos. Al respecto se puede consultar la obras clásicas de
ZOLA, Emile, J’accuse, en L'Aurore, Paris, 13 de enero de 1898 y LAZARE, Bernard, Une erreur
judiciaire. La verité sur l´affaire Dreyfus, Bruselas, Imprenta Veuve Monnom, 1896.
185
El carácter principal o programa de esta norma fue una cuestión remarcada por los comisionados que
redactaron la norma, así como la doctrina, como bien lo destaca RONDINI, pp. 67-68. Esto no obsta que
algunas leyes especiales consideraran la posibilidad de error judicial, como sucedió con la Ley Nº 6.026 de
1937, sobre Seguridad Interior del Estado y Ley Nº 8987, de 1948, de Defensa Permanente de la
Democracia, a la cual curiosamente Pablo Neruda también cuestionó utilizando las palabras “Yo acuso” de
Emile Zola, tras la aprobación de la denominada “Ley maldita”.
186
A este respecto, se puede consultar el Informe con Proposiciones e Ideas Precisas de la Comisión de
Estudios de la Nueva Constitución, de 16 de agosto de 1978, contenida en la Revista Chile de Derecho,
Nos. 1-6, pp. 198 y ss.
240
desde punto de vista intelectual en un motivo plausible, expresión en algunos
casos del mero capricho de la autoridad judicial 187. Esto hace que en definitiva no
todo error que se cometa en sede judicial conlleva a indemnización, ya que el
estándar para que proceda es mucho más elevado. A su vez, el hecho que los
antecedentes tenidos a la vista por el juzgador al momento de emitir su
pronunciamiento le otorguen un fundamento plausible, es motivo suficiente para
descartar la admisibilidad de esta solicitud.
b) Los supuestos de procedencia: “condenado” y “procesado”. Producto de la reforma
procesal penal implementada en nuestro país a partir del año 2001, se produjo una
asimetría entre las instituciones y conceptos que establecía este nuevo sistema
frente a la terminología utilizada por la Constitución 188 . La Reforma
Constitucional introducida por la Ley Nº 20.050, de 2005, asumió la tarea de
concordar los términos entre la Constitución y el novel Código Procesal Penal,
pero conservó en el artículo 19 Nº 7 letra i) la expresión “procesado” debido a los
problemas que planteaba su sustitución o eliminación, postergándose la discusión
al respecto189. Ahora bien, no existiendo dicha institución en el nuevo sistema
procesal penal, la Corte Suprema adoptó una posición restrictiva respecto de su
procedencia en los casos de indemnización por error judicial, no aceptando la
posibilidad de que la formalización y la adopción de medidas cautelares pudiese
entenderse como equivalentes al auto de procesamiento. 190
Además de lo anterior, también buena parte de la doctrina entendía que fuera del
ámbito penal no resultaba procedente la indemnización por error judicial, ya fuese por el
mal funcionamiento administrativo del poder judicial (pérdidas de expediente, no
gestionar órdenes o contraordenes de detención, pago indebido de indemnización por
expropiación, etc.) o por decisiones jurisdiccionales en sede civil, de familia o laboral 191.
Esta interpretación estaba anclada en la discusión existente en la Comisión de Estudios
de la Nueva Constitución, que trataba de restringir los supuestos de responsabilidad por
error judicial. Además, también se fundamenta en una aplicación del aforisma sensu
contrario, que llevaba a una conclusión del todo contradictoria: si el Estado Juez responde
patrimonialmente sólo en sede penal, en sentido contrario es inmune fuera de este
ámbito.
187
Una relación de estas sentencias se puede ver en el trabajo de ZUÑIGA URBINA, Francisco. La acción
de indemnización por error judicial. Reforma constitucional. Regulación infraconstitucional y
jurisprudencia, en Estudios Constitucional, v. 6, nº2, 2008, pp. 15-41.
188
Véase CEA EGAÑA, José Luis. Marco constitucional del nuevo sistema procesal penal, en Revista
Chilena de Derecho, 29, Nº 2, 2002, pp. 211-229.
189
En este caso nuevamente la discusión estuvo centrada en el umbral de responsabilidad que se iba a
reconocer al Estado en materia de error judicial. La eliminación de la expresión procesado exigía buscar
una situación jurídica similar, que podría ser la detención, las medidas cautelares o la acusación, todas las
cuales no se correspondían exactamente con actuaciones judiciales y elevaban aún más las posibilidades de
condenas con un mayor costo para el erario fiscal. Por tal razón, y no siendo este tema una de las
discusiones centrales de la reforma constitucional, se adoptó la decisión de postergar su revisión.
190
Véase, entre otras, Sentencia de la Corte Suprema de 21 de enero de 2009, Rol Nº 5270-08, en particular
el considerando 12, en el cual sostiene que “[…] en el caso que nos ocupa, el imputado sólo ue
ormali ado se decretó a su respecto una medida cautelar personal de aquellas contempladas en el
artículo 355 del Código Procesal Penal. Como bien sabemos, la formalización es una actuación efectuada
por el Ministerio Público, indispensable para solicitar y obtener la medida cautelar antes señalada, pero
no equivale al antiguo auto de procesamiento, pues emana de un ente administrativo y tiene una finalidad
esencialmente garantista, cual es poner en conocimiento del imputado los hechos que se le atribuyen y la
calificación jurídica que de ellos hace el Fiscal, tal acto se realiza ante el Juez de Garantía y en presencia
del abogado defensor”.
191
Entro otros, HERNÁNDEZ EMPARANZA, Domingo, Error judicial: Ensayo de Interpretación
Constitucional, en Ius et Praxis, 5, Nº 1, 1999, pp. 461-472; GARRIDO MONTT, Mario. La
indemnización por Error Judicial en Chile, en Ius et Praxis, 5, Nº 1, 1999, pp. 473-483; CAROCA
PÉREZ, Álex. Reflexiones sobre el derecho a la reparación del error judicial en Chile a propósito de la
solución amistosa ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el llamado caso del puente
“la calchona”, en Ius et Praxis, 8, Nº 2, pp. 641-661.
241
Sin embargo, la jurisprudencia reciente de la Corte Suprema en esta materia ha
experimentado un giro radical. Ya en el año 2014 nuestro máximo Tribunal hizo una
interpretación progresiva del concepto “sometido a proceso” entendiendo que aquella
comprende la resolución judicial que ordena la medida cautelar de prisión preventiva,
pues exige “los mismos extremos materiales del antiguo procesamiento, y afecta de la misma
manera el derecho a la libertad personal del imputado, con lo cual, una interpretación axiológica,
garantista y sistemática debe llevar a concluir que dentro de la expresión “someter a proceso”
utilizada por el artículo 19 N° 7 letra i) de la Constitución Política de la República, se
comprende hoy también, a aquellas resoluciones de los artículos 140 y 155 del Código Procesal
Penal”.192
Ahora bien, la sentencias que se van a comentar consolidan este criterio y
extienden el régimen de responsabilidad del Estado Juez más allá de la órbita penal,
constituyendo un enorme avance de nuestra jurisprudencia sobre la materia.
192
Véase Sentencia de la Corte Suprema de 9 de junio de 2014, Rol Nº 4921-2014, “Flores Fortunatti,
Fernando”.
242
Por tanto, si bien no es discutido que el actual procedimiento penal no contempla
una resolución jurisdiccional que cumpla la función y conlleve los mismos efectos y cargas
procesales para el imputado, que el procesamiento tratado en el artículo 274 del Código de
Procedimiento Penal, no puede preterirse que la medida cautelar de prisión preventiva -
así como las del artículo 155- en el procedimiento regido por el Código Procesal Penal
exige, mutatis mutandi, los mismos extremos materiales del antiguo procesamiento, y
afecta de la misma manera el derecho a la libertad personal del imputado, con lo cual, una
interpretación axiológica, garantista y sistemática debe llevar a concluir que dentro de la
expresión “someter a proceso” utilizada por el artículo 19 N° 7 letra i) de la Constitución
Política de la República, se comprende hoy también, a aquellas resoluciones de los artículos
140 y 155 del Código Procesal Penal.
Por otra parte, el principio de supremacía constitucional, consagrado en el artículo
6, inciso 1°, de la Constitución impide justificar un debilitamiento del derecho de
jerarquía constitucional a ser indemnizado del citado artículo 19 N° 7 letra i), por el
expediente de un cambio a nivel meramente legal, menos aún si, como arriba se explicó,
éste implica sólo sustituir el contexto e iter procesal en que se dicta la resolución que afecta
el derecho a libertad personal del sujeto de la persecución estatal, con el objeto de adecuarla
a la nueva estructura acusatoria de enjuiciamiento criminal, pero conserva en idénticos
términos los extremos materiales esenciales que hacen procedente su pronunciamiento, así
como la consecuencia más gravosa que le da identidad y relevancia dentro del proceso, esto
es, la privación o restricción de la libertad personal de aquél contra quien recae.
Lo que se viene reflexionando está en consonancia con uno de los principios
fundantes del Estado de Derecho, como el responsabilidad estatal, enunciado en los
artículos 6, 7 y 38, inciso 2°, de la Constitución, y en armonía con el derecho convencional
de los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Chile y vigentes, de
obligatoria consideración para el intérprete iusfundamental, por la remisión que formula
el inciso 2º del artículo 5º de nuestra Constitución. Al respecto, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos dispone, en su artículo 9.5 que toda persona que haya sido
ilegalmente detenida o presa, tendrá el derecho efectivo a obtener reparación, disposición
que importa no sólo un compromiso de los Estados Partes de respetar y garantizar tal
derecho, sino conforme al citado artículo 5, inciso 2°, un deber de promoción, que se
traduce en el deber de optar por aquella interpretación del artículo 19 N° 7 letra i), que
mayor y más completa protección brinde al derecho tutelado”.
Sin embargo, en definitiva este requerimiento no fue acogido por la Corte
Suprema, al “no aparecer a juicio de esta Corte que las decisiones adoptadas en las audiencias de
5 de marzo de 2013 y 22 de octubre de 2013 por las cuales se decretó la prisión preventiva […] y
se sustituyó esa medida por arresto domiciliario, respectivamente, sean injustificadamente erróneas
y arbitrarias” (considerando duodécimo).
El segundo caso corresponde General Chavarría (2015). El solicitante fue
formalizado por el delito de violación propia. En la oportunidad se le impuso la medida de
prisión preventiva, la que fue revocada posteriormente por la Corte de Apelaciones,
siendo sustituida por arresto domiciliario nocturno, firma semanal y arraigo. Una vez
realizado el juicio, el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal dictó sentencia absolutoria en su
favor. En este caso, el solicitante pidió que se declarara que la formalización, privación
preventiva durante más de tres meses y el arresto domiciliario nocturno durante más de
nueve meses y el rechazo de la tutela de garantías destinado a obtener copia de la
evidencia material que fueron resueltas por el Juzgado de Garantía de Los Andes, han
sido injustificadamente erróneas o arbitrarias.
Nuevamente la defensa fiscal reitera sus argumentos: a) el rechazo de la solicitud
de declaración de error judicial por improcedente, por cuanto la prisión preventiva que se
impugna es una medida cautelar prevista en el Código Procesal Penal que no equivale al
antiguo auto de procesamiento al que alude el artículo 19 N° 7 letra i) de la Constitución,
menos aún el arresto domiciliario reprochado por el solicitante, y b) que la acción penal
243
ejercida por el Ministerio Público, como también la medida cautelar personal dispuesta
por el tribunal no resultan carentes de todo fundamento o justificación, pues militaban en
contra del imputado una serie de antecedentes serios respecto de la comisión del delito
investigado. Este segundo punto también fue compartido por la Fiscal Judicial.
En su pronunciamiento, la Corte Suprema reitera su doctrina contenida en las
causas Flores Fortunatti (2014) y Cartes Parra (2015), ya citadas, en el sentido que dentro
de la expresión “someter a proceso” utilizada por el artículo 19 N° 7 letra i) de la
Constitución Política de la República, se comprende hoy también a aquellas resoluciones
de los artículos 140 y 155 del Código Procesal Penal en tanto afecten el derecho a la
libertad personal del imputado (considerando 4º).
Ahora bien, resulta de interés como la Corte Suprema realiza, en primer término,
una distinción respecto de los hechos que pueden dar lugar a admisibilidad de la demanda
de indemnización, separando aquellos que –en su opinión- no resultan proceden para este
caso:
a) En primer término, la negativa del tribunal para acceder a la evidencia, que
“cuando pudieran catalogarse como erróneas o arbitrarias, en verdad constituyen una
vulneración al derecho a una investigación racional y justa que consagra el artículo 19
N° 3, inciso 6°, de la Constitución y, por tanto, la existencia de dicho error o
arbitrariedad no es materia de la declaración que la Constitución ha encargado a esta
Corte en su artículo 19 N° 7 letra i) como paso previo para obtener la reparación del
Estado-, y la responsabilidad del Estado”;
b) La responsabilidad del Estado por el artículo 5° de la Ley Orgánica del Ministerio
Público, por lo que tampoco compete a esta Corte efectuar la declaración previa
que establece el artículo 19 N° 7 letra i) en relación a dicha actuación
administrativa, y
c) No procede indemnización por el acto de formalización. Así se señala que,
“atendido que la formalización de la investigación no es más que una comunicación de los
hechos investigados que no importa de ninguna manera la privación o restricción de
libertad personal del imputado formalizado, los perjuicios que dicha actuación haya
causado a este no tienen conexión con la injustificada afectación al derecho a libertad
personal a cuya reparación precede la declaración en comento” (considerando quinto).
d) En definitiva, la procedencia de la solicitud de declaración sólo queda limitada a la
resolución que decretó la prisión preventiva del afectado y, posteriormente, lo
sujetó a la medida de arresto domiciliario nocturno (considerando sexto).
Acto seguido la Corte Suprema hace un detenido análisis de los antecedentes que
tuvo el Tribunal para decretar la prisión preventiva y llega a la conclusión que “[…] en
este contexto, resulta patente la escasez e insuficiencia de los antecedentes proporcionados por el
Ministerio Público en la audiencia en comento para justificar la existencia del elemento de fuerza
o intimidación que el artículo 361 N° 1 del Código Penal demanda para configurar los delitos de
violación objeto de la formalización y, por consiguiente, la decisión que en contrario adopta el
tribunal de garantía de Los Andes y que sirve de sostén a la imposición de la medida de prisión
preventiva al imputado General Chavarría, resulta injustificadamente errónea como a
continuación se demostrará […] en la audiencia de 13 de julio de 2013 el Ministerio Público
presentó al órgano jurisdiccional un relato de agresiones de orden sexual que por las
circunstancias que han sido latamente comentadas, resultaban ya inverosímiles o difícilmente
creíbles sin el desarrollo de una investigación que aportara mayores y mejores antecedentes que lo
afianzaran, sin perjuicio que dichos elementos posteriormente tampoco se logran recabar, lo que
conduce acertadamente a los jueces del fondo a absolver al acusado. En estas condiciones, la
resolución de 13 de julio de 2013 que sometió a prisión preventiva a Leonardo General
Chavarría, así como la de 29 de octubre de 2014 que le impuso la medida cautelar de arresto
nocturno domiciliario -la que no hace más que reiterar los errores de la primera y que, por ende,
no amerita su análisis particular-, son injustificadamente erróneas, lo que fuerza a realizar la
declaración pretendida por el solicitante bajo las prevenciones indicadas en el motivo quinto ut
supra” (considerando octavo y décimo). Es llamativa la profundidad y el detenimiento con
244
el cual nuestro máximo Tribunal se hace cargo del análisis de la prueba rendida,
estableciendo el estándar bastante estricto respecto de la procedencia de las medidas
cautelares, para calificar de injustificadamente errónea la decisión adoptada por el juez,
debiendo asumir el Estado la responsabilidad patrimonial del perjuicio causado al
afectado.
En definitiva, estas sentencias vienen en consolidar una acertada jurisprudencia de
la Corte Suprema, en orden a comprender dentro de los supuestos indemnizatorios por
error judicial aquellas medidas de orden judicial que implican una privación de libertad,
sin que exista motivo o fundamento plausible para ser decretado. Por otra parte, la
sentencia deslinda claramente las actuaciones que se pueden imputar al Poder Judicial de
aquellas que corresponden al Ministerio Público, y se adentra con profundidad en la
forma en que el tribunal de garantías valoró los antecedentes, estableciendo un estándar
muy relevante al momento de decretarse medidas cautelares que implican la afectación de
la libertad personal de los imputados.
A su vez, resulta interesante que por la vía jurisprudencial se haya resuelto un
problema que no encontró solución durante el proceso de reforma constitucional, sin que
se pudiera establecer un umbral cierto que permitiera sustituir la expresión “sometido a
proceso”, propio del antiguo sistema de procedimiento penal. No obstante lo anterior,
todavía queda pendiente una revisión de este particular sistema de admisibilidad que
coloca en un alto estándar en el error judicial para hacer procedente la indemnización,
que demanda de resoluciones injustificadamente erróneas o arbitrarias, colocando de
cargo de los particulares otros errores que obedecen al mal funcionamiento del sistema.
Quizás sea el momento en pensar en eliminar dicha barrera y asumir el costo que
significan los errores judiciales de cualquier entidad, especialmente cuando está en juego
la libertad de las personas.
193
Sentencia de la Corte Suprema, de 5 de octubre de 2010, Rol Nº 552-2008, “Sociedad Inmobiliaria
Maullín con Fisco”, considerando 38. En el mismo sentido, sentencia de 30 de diciembre de 2013, Rol Nº
4043-2013, “Esquerré Hermanos Limitada con Municipalidad de Concepción”, considerando undécimo.
194
Sentencia de 10 de abril de 2014, Rol Nº 2438-2013, considerando vigesimotercero.
245
por regla general, un sistema que tiene como criterio de imputación la falta de servicio
(artículo 42). Este Título y este sistema no resultan aplicables a los órganos excluidos
expresamente de sus disposiciones, tal como lo dispone el artículo 21 inciso 2º: “Las
normas del presente Título no se aplicarán a la Contraloría General de la República, al Banco
Central, a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, los Gobiernos
Regionales, a las Municipalidades, al Consejo Nacional de Televisión y a las empresas públicas
creadas por ley, órganos que se regirán por las normas constitucionales pertinentes y por sus
respectivas leyes orgánicas constitucionales o de quórum calificado, según corresponda”.
Sin embargo, sólo la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades establece
un régimen de responsabilidad para los órganos excluidos: “Las municipalidades incurrirán
en responsabilidad por los daños que causen, la que procederá principalmente por falta de servicio”
(artículo 151). Así, se produce un vacío en la regulación respecto de todos los demás
órganos excluidos, como sucede con las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden y
Seguridad, que están constantemente expuestas a situaciones de responsabilidad respecto
de terceros.
La solución a este problema fue encontrada en el conocido caso “Seguel Cares,
Pablo con Fisco” (Sentencia de 30 de julio de 2009, Rol Nº 371-2008), en el cual la Corte
Suprema hace aplicación de las normas civiles de responsabilidad extracontractual del
Estado a partir del hecho propio de la Administración por su funcionamiento anormal
(artículo 2.314 del Código Civil). De esta forma, la Administración será directamente
responsable por daño extracontractual al actuar de forma culposa o –lo que sería
equivalente- con falta de servicio.195
195
El considerando décimo quinto de esta sentencia resume el criterio de solución seguido por la Corte
Suprema: “Que entonces cabe dilucidar qué sistema resulta aplicable a las instituciones excluidas, y en el
caso particular a las Fuerzas Armadas; para ello ha de recurrirse al derecho común, teniendo presente
que precisamente el desarrollo del derecho administrativo, allí donde ha ocurrido, ha sido a partir de la
distinta interpretación de las normas de derecho común para el Estado y para las relaciones entre
particulares, permitiendo de esta forma la conciliación de la actuación estatal, dotada de imperio público,
como guardiana del interés colectivo, con la protección de los derechos de los ciudadanos, de tal suerte
que cabe aceptar la aplicación en nuestro país a partir del artículo 2314 del Código Civil, de la noción de
falta de servicio. En efecto al Estado como a los otros entes públicos administrativos, pueden serle
aplicados de manera diversa las normas del Título XXXV del Código Civil, sin que esto implique desde
luego, una errada interpretación de las mismas. Es así que las personas jurídicas son capaces de culpa,
aunque carezcan de voluntad propia. La culpa civil como señalan los hermanos Mazeaud y André Tunc,
“no requiere la voluntad, ni siquiera el discernimiento, no es necesariamente una culpa moral; es
suficiente con comportarse de manera distinta a la que habría observado en parecidas circunstancias un
individuo cuidadoso. De acuerdo con este razonamiento y ampliándolo, puede no exigirse para la
responsabilidad de la persona jurídica Estado la culpa o dolo de sus órganos o representantes; basta con
que el comportamiento del servicio público fuera distinto al que debiera considerarse su comportamiento
normal; o sea basta con probar una falta de servicio. Por otra parte la culpa de funcionarios anónimos
puede presumirse, como ha hecho en ocasiones la jurisprudencia, en estos casos la culpa del órgano, que
se presume de los hechos mismos, constituye la culpa del Estado”. En el mismo sentido se puede consultar
sentencia de 23 de mayo de 2012, Rol Nº 9318-2009, “Candia Hernández, Erwin y otra con Fisco”; de 14
de enero de 2011, Rol Nº 7919-2008, “Morales Gamboa, Edith con Fisco”; de 28 de marzo de 2013, Rol
Nº 2191-2006, “González Rodríguez con Fisco”; de 12 de marzo de 2015, Rol Nº 15.092-2007, “Díaz
Castillo y otros con Fisco”.
246
siendo trasladado en un carro de Gendarmería a la ciudad de Concepción, donde se
comprobó el error en que se había incurrido.
Con anterioridad se habían presentado casos similares, pero los afectados
preferían demandar una indemnización conforme a las normas aplicables a los órganos de
la Administración del Estado, ante las dificultades que plantea una acción por error
judicial. Así, se entendía que los causantes del perjuicio por la detención era la Policía de
Investigaciones, sujetos al estatuto de falta de servicio previsto en la Ley Nº 18.575, a
pesar que dicha entidad sólo era un mero ejecutor de lo ordenado por los tribunales de
justicia, y cuyas resoluciones no podían cuestionar en su mérito, conforme lo dispone el
artículo 76 de la Constitución196. Ahora bien, en el caso Espinoza Marfull se omite este
artificio y se ejercer la acción de forma directa en contra del Estado por el
funcionamiento anormal de la Administración de Justicia, con todos los riesgos que
aquello implicaba ante el eventual rechazo de la pretensión por parte de la Corte
Suprema, cuestión que en definitiva no ocurrió.
196
Entre otros, véase sentencia de 11 de mayo de 2006, Rol Nº 1.297-06, “Ramírez Roco, Cristian con
Fisco”.
247
garantía y respectivo efectivo de los derechos de las personas, frente al funcionamiento
anormal del Poder Judicial.
6. CONCLUSIONES
248
SENTENCIAS DE LA CORTE SUPREMA
II. Jurisprudencia
Primero: Que en estos autos Rol N° 4390-2015 se interpuso en contra del Fisco de Chile
demanda de indemnización de perjuicios derivados de la privación de libertad que sufrió
el demandante, Jorge Espinoza Marfull, ocurrida entre los días 7 a 9 de mayo de 2011, a
consecuencia del actuar de órganos del Poder Judicial que califica de negligente al haber
emitido una orden de detención en su contra con error en los datos –número de la causa
sobre la cual recaía y que tras el sobreseimiento definitivo dictado en el respectivo
proceso, no se advirtió que dicha orden de privación de libertad permaneció vigente, la
misma que se materializó al ser detenido en el Aeropuerto Internacional de Santiago
cuando se prestaba a viajar al extranjero junto a su cónyuge, siendo trasladado en un
carro de Gendarmería a la ciudad de Concepción para comparecer en una causa criminal
por giro doloso de cheques terminada hace quince años al haberse pagado la totalidad de
lo adeudado.
249
Segundo: Que el recurso de nulidad acusa que la sentencia impugnada ha incurrido en
errores de derecho al desestimar la excepción de falta de legitimación pasiva opuesta por
el Fisco de Chile.
En seguida, alega la vulneración del artículo 3° del Decreto con Fuerza de Ley N° 1 de
1993 del Ministerio de Hacienda, que fijó el texto refundido, coordinado y sistematizado
de la Ley Orgánica del Consejo de Defensa del Estado, en cuanto señala las funciones de
este organismo público. Expresa que esta norma se refiere a la representación del Fisco
en los juicios en que éste tenga interés, ninguno de los cuales incluye a los jueces, por lo
que dentro de las atribuciones de intervención judicial del Consejo de Defensa del Estado
no figura la representación del Poder Judicial, como en la especie se pretende y cuya
actuación reprocha el actor en su demanda.
A continuación, el recurrente denuncia la transgresión de los artículos 11, 13, 324, 325,
326, 327 y 328 del Código Orgánico de Tribunales, en cuanto consagrarían el estatuto de
la responsabilidad tanto penal como civil de los jueces en el ejercicio de sus funciones,
normas que prescriben que todo juez que incurra en delito o cuasidelito será además
civilmente responsable de los daños que hubiere irrogado a terceros a causa de su
conducta. Pone de manifiesto que de conformidad a lo dispuesto en este último texto
legal, los únicos que tienen responsabilidad funcionaria propiamente tal con la dictación o
no de resoluciones judiciales y en las órdenes que en función de ellas se impartan a las
reparticiones públicas, son los jueces y, en consecuencia, para hacerla efectiva se debe
dirigir la acción directamente contra ellos y ante el tribunal que sea competente para su
conocimiento.
Destaca que el contenido o efectos de las resoluciones emitidas por nuestros tribunales de
justicia no puede comprometer la responsabilidad del Fisco a menos que se cumpla
cabalmente con los requisitos previstos en la Constitución Política de la República en su
artículo 19 N° 7 letra i), precepto que establece la única hipótesis que obliga al Estado a
indemnizar un daño causado por un error judicial.
Finalmente alega el quebrantamiento del artículo 1698 del Código Civil puesto que se
tuvo por establecido el daño moral alegado por la mera circunstancia de haber ocurrido la
detención del actor, sin requerir prueba alguna que lo hubiere demostrado.
Y añade que no habiendo una norma particular que regule específicamente esta clase de
responsabilidad extracontractual del Estado, “como lo hace el actual artículo 42 de la Ley
de Bases respecto de la generalidad de los órganos de administración, se debe aplicar
necesariamente la de los artículos 2314 y siguientes del Código Civil, entendiendo que el
250
Estado es una persona jurídica capaz de cometer delito o cuasidelito y por lo mismo
obligado a indemnizar por los daños ocasionados con dolo o culpa de las personas que
actúan en su nombre o representación” (considerando noveno de la misma sentencia).
Cuarto: Que como reiteradamente ha venido sosteniendo esta Corte acerca de qué ocurre
con los daños causados por aquellos órganos estatales que han sido expresamente
excluidos de las normas legales que atribuyen responsabilidad al Estado por falta de
servicio, dicha situación ha de resolverse acudiendo al derecho común en materia de
responsabilidad extracontractual, esto es, los artículos 2314 y siguientes del Código
Civil. En otras palabras, en ausencia de norma legal especial, le asiste al Estado el deber
de reparar los daños ilícitos causados por sus órganos sobre la base de la normativa de
responsabilidad extracontractual del Código Civil, lo que incluye a los jueces cuando se
ha verificado un “funcionamiento anormal” de la Administración de Justicia, desde que
éstos actúan en ejercicio de una función pública.
Por consiguiente, cabe descartar la primera alegación del recurso de casación en orden a
que el Estado se encuentra exento de responsabilidad por las actuaciones de los
miembros del Poder Judicial.
Séptimo: Que, por otra parte, cabe consignar que tampoco procede en este caso la
indemnización por error judicial que prevé el artículo 19 N° 7 letra i) de la Constitución
Política de la República, desde que ésta supone un sometimiento a proceso o condena que
haya sido consecuencia de una sentencia injustificada o errónea, circunstancias que no
concurren en la especie, puesto que la falta que se atribuye a la actividad judicial se hace
consistir en la materialización de una orden de aprehensión vinculada a una causa
criminal terminada quince años antes, por lo que no corresponde a una resolución que
someta a proceso ni a un fallo condenatorio.
Octavo: Que finalmente en lo que respecta a la crítica planteada a los jueces del tribunal
de alzada en el sentido de haber tenido por acreditada la existencia de perjuicios morales
sobre la base de estimar que la afección de los demandantes, como consecuencia de la
detención, es un hecho normal que no requiere prueba, en circunstancias que todo daño
debe probarse, cabe precisar que si bien es efectivo que al igual que el daño material, el
detrimento moral requiere ser acreditado, no es efectivo que los jueces de segunda
251
instancia hayan declarado tal menoscabo sin auxiliarse en prueba alguna. En efecto, en el
considerando décimo tercero del fallo que se revisa se indicó que los sufrimientos y
molestias experimentados por los actores se hallaban corroborados por los dichos de
cuatro testigos, quienes se refirieron a la aflicción que padecieron aquéllos por su errónea
detención en Policía Internacional cuando se prestaban a viajar al extranjero.
Noveno: Que, por otra parte, en el fundamento siguiente de dicha sentencia se expone lo
siguiente: “Que no cabe duda que si una persona viaja al extranjero, ya sea por placer o
trabajo, y es detenida en el aeropuerto erróneamente, impidiéndole tal viaje, experimente
un daño moral (…)”.
Como se advierte de este último razonamiento vertido por dichos magistrados, éstos
también infieren el menoscabo sicológico experimentado por los actores a partir de los
hechos establecidos en la causa, es decir, la detención indebida del demandante en el
Aeropuerto Internacional de Santiago al momento de viajar junto a su cónyuge a la
ciudad de Buenos Aires y su traslado en un carro de Gendarmería a la ciudad de
Concepción, lo que significó permanecer tres días privado ilegítimamente de su libertad.
Décimo: Que dicho lo anterior, cabe destacar que la construcción de las presunciones
judiciales queda entregada a los magistrados de la instancia, desde que el convencimiento
de éstos ha de fundarse en la gravedad, precisión y concordancia que derive de las
mismas.
En armonía con ello, queda fuera del alcance del recurso de casación en el fondo evaluar
si determinados antecedentes han sido suficientes o bastantes para desprender de ellos
presunciones judiciales, no pudiendo fundarse tal arbitrio en el hecho de que hayan sido
deducidas.
VISTOS:
252
En estos autos Rol No 5760-2015 María Verónica Verme Ríos, Gisela Danae Pizarro
Verme y Karin Paz Pizarro Verme dedujeron demanda de indemnización de perjuicios
por falta de servicio en contra del Fisco de Chile fundadas en que con ocasión de la
substanciación de una causa por expropiación del inmueble ubicado en Esquina Blanca
No 1400, comuna de Maipú, tramitada ante el 17° Juzgado Civil de Santiago, bajo el rol
V-173-2007, que fuera iniciada el 23 de octubre del 2007, el Servicio de Vivienda y
Urbanización Metropolitano consignó por concepto de indemnización provisional la
suma de $76.222.083, que debía ser pagada a don Augusto Adalberto Pizarro Barahona,
en su calidad de aparente propietario del bien. Señala que a la fecha de estos hechos el
señor Pizarro Barahona, cónyuge de María Verónica Verme Ríos y padre de las otras
actoras, se encontraba interdicto por demencia, habiéndose nombrado a la primera como
su curadora especial y administradora extraordinaria de la sociedad conyugal y destaca
que el 07 de febrero de 2011 el Registro Civil concedió la posesión efectiva de los bienes
quedados al fallecimiento del mentado señor Pizarro Barahona. Relatan que si bien
intentaron infructuosamente conseguir el retiro de tales fondos, es lo cierto que el cheque
con el dinero correspondiente al pago de la citada indemnización fue
entregado a un tercero desconocido, toda vez que por resolución de 07 de julio del 2008
se dispuso que fuera girado a nombre de Francisco Javier Acuña Lizama, documento que
fue retirado por dicha persona desde dependencias del 17° Juzgado Civil de Santiago el
11 del mismo mes y año, sin que se haya verificado su titularidad respecto de algún
derecho en los fondos señalados, máxime considerando que nunca le otorgó poder
especial ni mandato a esa persona para percibir el dinero correspondiente al precio de la
expropiación. Añade que, pese a sus denodados esfuerzos, no han podido percibir la
indemnización por la expropiación de que fueron objeto, a lo que se suma que perdieron
su propiedad y, además, han sufrido grandes molestias, perjuicios y enorme desazón, pues
la inobservancia de normas mínimas, tanto procesales como de común sentido por parte
de funcionarios públicos, les han ocasionado enormes perjuicios. Sostiene que la falta de
servicio ocurrida en la especie se concreta en la negligencia de la Sra. Secretaria del
Tribunal, quien no cumplió con las normas mínimas de debido cuidado en su función
ministerial, en particular con lo estatuido en los artículos 379 y siguientes del Código
Orgánico de Tribunales, especialmente lo dispuesto en el N° 4 del artículo 380 y aduce
que dicha omisión negligente de sus funciones ministeriales fue la causa basal que
produjo que el cheque en comento fuera entregado a un tercero ajeno a la causa. Termina
solicitando que el demandado sea condenado a pagarles a título de indemnización de
perjuicios por el daño emergente causado la suma de $76.222.083, que corresponde a la
suma pagada a un tercero, y por concepto de daño moral la cantidad de $20.000.000 para
María Verónica Verme Ríos y la de $15.000.000 para cada una de las actoras Gisela
Danae y Karin Paz, ambas de apellidos Pizarro Verme.
Al contestar el Fisco pide el rechazo de la demanda, con costas, para lo cual controvierte
la versión de los hechos contenida en la demanda, aunque reconoce que mediante
Resolución N° 719 de la Dirección del Servicio de Vivienda y Urbanización, Región
Metropolitana, de 30 de julio de 2007, se dispuso la expropiación total del bien raíz
ubicado en Esquina Blanca N° 1400, de la comuna de Maipú, figurando como aparente
propietario Augusto Adalberto Pizarro Barahona, por el que se consignó como
indemnización provisional en la cuenta corriente del 17° Juzgado Civil de Santiago, en
los autos rol V-173-2007, la suma de $76.222.083. Aduce que la acción indemnizatoria es
incompatible con los efectos jurídicos del pago por consignación efectuado, desde que las
actoras pretenden colocar de cargo del Estado un riesgo de pérdida del que la ley lo
libera expresamente, haciéndolo responsable de la efectiva percepción de los fondos por el
expropiado, lo que no habría ocurrido por el hecho delictual de un tercero enteramente
ajeno al ente público expropiante. Alega, además, la improcedencia de la acción por no
constituir el hecho un acto de la Administración. Opone también la falta de
imputabilidad, puesto que en la acción de autos no concurre, respecto del órgano público
involucrado, SERVIU Metropolitano, el requisito de la imputabilidad por falta de
253
servicio, y destaca que la actividad del Tribunal Civil no está sujeta a la falta de servicio
como regla de imputación de responsabilidad sino a los factores de atribución del derecho
común, esto es, el dolo o la culpa. Alega la falta de relación causal desde que no existe un
hecho ilícito imputable al órgano de la Administración descentralizada, ya que el daño lo
causó un tercero que suplantó, falsificó y se apropió de valores ajenos.
Por sentencia de primer grado se acogió la demanda considerando que el hecho preciso
que la motiva es que al momento en que se emitió y giró el cheque de que se trata no se
tuvo a la vista el expediente respectivo, circunstancia de la que el sentenciador deduce la
concurrencia de la responsabilidad civil reclamada, pues advierte que al menos medió la
culpa necesaria para configurarla de acuerdo a lo establecido en el inciso 2o del artículo
44 del Código Civil. Además, en razonamientos eliminados por los falladores de segundo
grado, se concluye que el sistema de responsabilidad aplicable respecto de los tribunales
de justicia es el del derecho común, el que permite emplear la noción de falta de servicio a
partir del artículo 2314 del Código Civil. A lo expuesto se agrega que en el caso en
examen el Estado mantiene un deber de custodia respecto del dinero consignado hasta su
percepción por el expropiado, ámbito de custodia que era ejercido por medio de la
Secretaria Subrogante del 17o Juzgado Civil de Santiago, y en ese entendido el fallador
llega a la convicción de que el actuar reprochado por las demandantes acarrea la
responsabilidad del Estado, la que deviene de la falta a un deber general de cuidado del
Estado de cautelar los intereses del particular en el procedimiento en que este hecho
ocurrió y por cuya falta se ha entregado un dinero a un tercero y no al ciudadano que
tenía derecho a reclamarlo.
En contra de dicha determinación el demandado dedujo apelación, recurso al que se
adhirió la parte de las actoras, y a propósito de cuyo conocimiento una sala de la Corte de
Apelaciones de Santiago revocó el fallo de primera instancia y rechazó la demanda basada
en que la construcción de la responsabilidad civil extracontractual derivada de los hechos
de autos debiera serlo a pretexto de un ilícito, escenario en el que se hace menester una
sentencia penal que así lo establezca y atribuya a la funcionaria que intervino
participación culpable en el mismo, cuyo no es el caso. A lo anterior añaden que, siendo
otro presupuesto fáctico arguido el que la secretaria civil habría omitido la corroboración
del mandato que le fue exhibido por el solicitante del pago de expropiación con el
expediente judicial, ello constituye un antecedente que, en conjunto con otros relevantes,
debe ser ponderado por el tribunal competente en el ámbito disciplinario como
justificante de la aplicación de alguna de las sanciones que por faltas funcionarias
contempla la ley pertinente, mas no en ningún otro ámbito, menos aun sustentando una
pretensión resarcitoria. Además, estiman que adolece aún más de sustento al echar mano
de las normas civiles generales a fin de insistir en la aplicación al caso de la regulación
administrativa y jurisprudencial correspondiente al instituto de la falta de servicio,
cuando también en ese punto el esfuerzo conduce a la traición de su sentido y alcance,
desatendiendo las situaciones en que el legislador expresamente la ha previsto. Conforme
a tales fundamentos concluyen en la improcedencia de la acción intentada, dada la falta de
fundamento legal de los pagos impetrados.
En contra de esta última decisión, las demandantes dedujeron recurso de casación en el
fondo.
Se trajeron los autos en relación.
CONSIDERANDO:
SEGUNDO: Que constituyen hechos de la causa, por haberlos establecido así los
sentenciadores del mérito, los siguientes:
A.- Se sustanció un procedimiento voluntario sobre gestión de consignación del precio de
la expropiación de un inmueble, el que fue seguido ante el 17o Juzgado Civil de Santiago
bajo el rol No V-173-2007 y que fuera iniciado por el Servicio de Vivienda y
Urbanización de la Región Metropolitana.
B.- El inmueble materia de la expropiación es el ubicado en calle Esquina Blanca No
1.400, de la comuna de Maipú, y el dinero pagado por ella ascendió a la suma de
$76.222.083, la que fue consignada por el Serviu
Metropolitano con fecha 19 de octubre de 2007 en la cuenta corriente del tribunal
mencionado.
C.- El 07 de julio de 2008 el 17o Juzgado Civil de Santiago decretó en los referidos autos:
“Como se pide, gírese cheque a nombre de don Francisco Javier Acuña Lizama por la
suma de $76.222.083.-, con cargo a la boleta de depósito No 8349977, de 19 de octubre
de 2007”.
D.- El 10 de julio de 2008 la Secretaria Subrogante del 17o Juzgado Civil de Santiago,
doña Marisol Elena González Lorenzo, emitió de puño y letra el cheque Serie FM No
0365361, girado contra la cuenta corriente No 163473 del Banco del Estado
correspondiente al 17o Juzgado Civil de Santiago, por la suma de $76.222.083 a nombre
de Francisco Javier Acuña Lizama, quien lo retiró personalmente con esa misma fecha de
las dependencias del tribunal.
E.- El 11 de julio de 2008 Francisco Javier Acuña Lizama efectuó el cobro del cheque
mencionado.
F.- La persona que retiró y cobró el cheque de autos, Francisco Javier Acuña Lizama, es
un tercero ajeno al juicio y un desconocido para las demandantes, quienes no le
entregaron mandato alguno para que retirara el citado documento ni percibiera el dinero
de que daba cuenta, siendo del caso destacar que éstas tampoco han recibido parte alguna
de la indemnización.
G.- El expediente Rol No V-173-2007 seguido ante el 17o Juzgado Civil de Santiago se
encuentra extraviado y la Sra. Juez titular de ese tribunal, doña Rocío Pérez Gamboa,
255
con fecha 18 de marzo de 2009 denunció al Ministerio Público la pérdida de dicho
proceso y, además, la ocurrencia de ilícitos en el retiro de dineros en esa causa.
H.- Se inició una investigación criminal por estos hechos y hallándose pendiente una
orden de detención en contra de Acuña Lizama, la misma fue sobreseída temporalmente.
I.- A la fecha de presentación de la solicitud de consignación por expropiación el
inmueble materia de la misma era de dominio de Augusto Adalberto Pizarro Barahona.
J.- La demandante María Verónica Verme Ríos era cónyuge de Augusto Adalberto
Pizarro Barahona, con quien se hallaba casada en régimen de sociedad conyugal desde
1976, en tanto que las actoras Gisela Danae Pizarra Verme y Karin Paz Pizarro Verme
son hijas matrimoniales de Pizarro Barahona.
K.- Augusto Adalberto Pizarro Barahona fue declarado interdicto por sentencia
ejecutoriada de 5 de diciembre de 2008.
Por último, se dejó asentado de manera expresa que no se puso demostrar de qué forma
el mentado Francisco Javier Acuña Lizama pudo suplantar al propietario expropiado y
retirar el cheque de que se trata.
TERCERO: Que para resolver el recurso sometido al conocimiento de esta Corte resulta
preciso consignar que el artículo 2314 del Código Civil dispone que: "El que ha cometido
un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización; sin
perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito".
CUARTO: Que para resolver el recurso sometido al conocimiento de esta Corte se hace
necesario consignar que hasta antes de la dictación de la Ley No 18.575 la
responsabilidad del Estado se determinaba a través de la aplicación del artículo 2320 del
Código Civil, situación que sin embargo varió con la publicación de la Ley de Bases de la
Administración del Estado el 5 de diciembre de 1986, que incorporó al Derecho Público
chileno el sistema de responsabilidad extracontractual del Estado elaborado por el
derecho administrativo francés, principalmente a través de la jurisprudencia del Consejo
de Estado, que, en opinión de la mayoría de los autores, constituye la mejor solución
lograda por el derecho para asegurar un debido equilibrio entre los derechos de los
particulares y los intereses públicos. La ley contempló entonces el artículo 44 –hoy 42-
que prescribió que: “Los órganos de la Administración serán responsables del daño que
causen por falta de servicio. No obstante, el Estado tendrá derecho a repetir en contra del
funcionario que hubiere incurrido en falta personal”.
Sin embargo se excluyó de manera explícita, en el inciso segundo de su artículo 18 -
actual 21-, de la aplicación del título II sobre normas especiales, donde había quedado
ubicado el artículo 44, a diversos órganos y entes que allí se mencionan, sin que se haya
regulado de manera clara y expresa, en lo que interesa al presente recurso, la situación de
los órganos que conforman el Poder Judicial.
QUINTO: Que en ese entendido cabe dilucidar, entonces, qué sistema resulta aplicable a
las instituciones que integran el Poder Judicial, labor para la que ha de recurrirse, tal
como se ha sostenido por esta Corte con anterioridad, al derecho común (así, por ejemplo,
se dejó establecido en la sentencia pronunciada en los autos rol N° 4390-2015, de 2 de
junio de 2015).
Al respecto cabe destacar que el desarrollo del derecho administrativo, allí donde ha
ocurrido, ha sido a partir de la distinta interpretación de las normas de derecho común
para el Estado y para las relaciones entre particulares, permitiendo de esta forma la
conciliación de la actuación estatal, dotada de imperio público, como guardiana del
interés colectivo, con la protección de los derechos de los ciudadanos, de tal suerte que
cabe aceptar la aplicación en nuestro país, a partir del artículo 2314 del Código Civil, de
la noción de falta de servicio. En efecto, al Estado como a los otros entes públicos
administrativos pueden serle aplicadas de manera diversa las normas del Título XXXV
del Código Civil, sin que esto implique desde luego, una errada interpretación de las
256
mismas. Es así que las personas jurídicas son capaces de culpa, aunque carezcan de
voluntad propia. La culpa civil como señalan los hermanos Mazeaud y André Tunc, “no
requiere la voluntad, ni siquiera el discernimiento, no es necesariamente una culpa moral;
es suficiente con comportarse de manera distinta a la que habría observado en parecidas
circunstancias un individuo cuidadoso". De acuerdo con este razonamiento y
ampliándolo, puede concluirse que no es esencial exigir, para la responsabilidad de la
persona jurídica Estado, la culpa o dolo de sus órganos o representantes sino que basta
con que el comportamiento del servicio público sea distinto al que debiera considerarse
su comportamiento normal; es decir, basta con probar una falta de servicio. Por otra
parte la culpa de funcionarios anónimos puede presumirse, como ha hecho en ocasiones la
jurisprudencia, y en estos casos la culpa del órgano, que se presume de los hechos
mismos, constituye la culpa del Estado.
SEXTO: Que del modo que se ha venido razonando, es dable aseverar que la aplicación
del artículo 2314 del Código Civil y de la institución de la falta de servicio a la litis
planteada no sólo no resulta inadecuada sino que, por la inversa, debe ser concebida como
apropiada y plenamente acertada, pues por su intermedio es posible uniformar el sistema
de responsabilidad extracontractual para todos los entes integrantes del Estado.
SÉPTIMO: Que en estas condiciones cabe asentar que, en ausencia de norma legal
especial –como sucede en el caso en análisis-, asiste al Estado el deber de reparar los
daños ilícitos causados por sus órganos sobre la base de la normativa de responsabilidad
extracontractual del Código Civil, lo que incluye a los jueces cuando se ha verificado un
“funcionamiento anormal” de la Administración de Justicia, desde que éstos actúan en
ejercicio de una función pública.
Por consiguiente, sólo cabe concluir que el Estado no se encuentra exento de
responsabilidad por las actuaciones de los integrantes del Poder Judicial y que, por el
contrario, concurriendo en la actuación de uno de sus miembros un proceder que pueda
ser calificado como falta de servicio, se le ha de condenar, en el supuesto de que
concurran las demás exigencias previstas en la ley, al resarcimiento de los perjuicios
derivados del mismo.
OCTAVO: Que sin perjuicio de lo expuesto más arriba esta Corte estima necesario
subrayar que, si bien el Código Orgánico de Tribunales se refiere a la responsabilidad de
los jueces por delitos funcionarios, señalando que éstos serán personalmente responsables
de los daños que se provoquen a terceros, tal circunstancia no obsta a que haya
acción en contra del Estado, pudiendo el afectado dirigirse indistintamente en contra del
Estado o del funcionario, según lo estime conveniente, si se configura lo que se denomina
cúmulo de responsabilidades en relación a la falta personal.
Asimismo, y en relación a lo razonado por los jueces de segundo grado en el sentido de
que la responsabilidad de los miembros del Poder Judicial derivada de su actuación en el
ejercicio de sus funciones se limita al caso previsto en la letra i) del N° 7 del artículo 19
de la Constitución Política de la República, es del caso dejar asentado que en la especie no
procede la indemnización por error judicial que prevé dicha norma, desde que ésta
supone un sometimiento a proceso o condena que haya sido consecuencia de una
sentencia injustificada o errónea, circunstancias que no concurren en autos, puesto que la
falta que se atribuye a la actividad judicial se hace consistir en el giro del dinero
correspondiente al pago de la indemnización por una expropiación a un tercero ajeno al
proceso, por lo que no corresponde a una resolución que someta a proceso ni a un fallo
condenatorio.
DÉCIMO PRIMERO: Que en esas circunstancias los sentenciadores no han podido, sin
incurrir en infracción de derecho, declarar que la construcción de la responsabilidad civil
extracontractual exigida en autos sólo debiera serlo a propósito de un ilícito, caso en el
cual se requiere de una sentencia penal que así lo establezca, de modo que no habiendo
concurrido tal supuesto en la especie ella no es procedente. De la misma manera tampoco
han podido concluir que el proceder de la secretaria del 17° Juzgado Civil en los hechos
de que se trata sólo ha podido ser considerado en el ámbito disciplinario como justificante
de la aplicación de alguna de las sanciones que por faltas funcionarias contempla la ley
pertinente, sin que pueda sustentar una pretensión resarcitoria. Por último, han incurrido
en error, además, al sostener que el fallador de primer grado se equivoca al recurrir a las
normas civiles generales a fin de aplicar al caso en examen la regulación administrativa y
jurisprudencial correspondiente al instituto de la falta de servicio, en tanto semejante
esfuerzo conduciría a la traición de su sentido y alcance, desatendiendo las situaciones en
que el legislador expresamente la ha previsto.
En efecto, semejantes aseveraciones son equivocadas, pues, como ha quedado establecido
más arriba, en la situación de que se trata resulta perfectamente aplicable la señalada
institución de la falta de servicio, sin que constituya suficiente fundamento para su
exclusión, como se demostró, la circunstancia de no encontrarse expresamente regulada
respecto de la actuación de los órganos que integran el Poder Judicial.
258
DÉCIMO TERCERO: Que en la medida que los jueces de la instancia no aplicaron
correctamente el precepto legal que se ha mencionado más arriba, en cuanto es el que
regula la cuestión sometida a su conocimiento, cometieron los errores de derecho que se
les atribuyen en el recurso vulnerando por falta de aplicación el artículo 2314 del Código
Civil, motivo por el que el arbitrio en examen ha de ser acogido.
Por estas consideraciones y lo dispuesto en los artículos 764, 767 y 785 del Código de
Procedimiento Civil, se acoge el recurso de casación en el fondo interpuesto en lo
principal de fojas 672 en contra de la sentencia de veinticinco de marzo de dos mil quince,
escrita a fojas 667, la que por consiguiente es nula y es reemplazada por la que se dicta a
continuación.
Regístrese.
Redacción a cargo del Ministro Sr. Aránguiz.
Rol N° 5760-2015.
Pronunciado por la Tercera Sala de esta Corte Suprema integrada por los Ministros Sr.
Pedro Pierry A., Sr. Guillermo Silva G., Sra. María Eugenia Sandoval G. y Sr. Carlos
Aránguiz Z. y el Abogado Integrante Sr. Carlos Pizarro W. No firma, no obstante haber
concurrido a la vista y al acuerdo de la causa, el Abogado Integrante señor Pizarro por
estar ausente. Santiago, 05 de enero de 2016.
Autoriza el Ministro de Fe de la Excma. Corte Suprema.
En Santiago, a cinco de enero de dos mil dieciséis, notifiqué en Secretaría por el Estado
Diario la resolución precedente.
Vistos:
Se reproducen los fundamentos segundo a décimo segundo del fallo de casación que
antecede.
Se reproduce la sentencia en alzada, con excepción de los párrafos primero y segundo del
fundamento décimo primero; del parágrafo segundo de la reflexión vigésima novena; del
párrafo tercero a quinto del razonamiento trigésimo segundo y de las motivaciones
trigésima tercera y trigésima novena, que se eliminan.